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El caos organizado. La Fase de Concentración del proceso de destrucción de los
judíos europeos
En abril de 1940 se levantan los muros del gueto de Łódź. Esa
ciudad polaca, clave por su localización, extensión y tejido industrial, se convierte en el primer centro de concentración de población con destino al exterminio. De esa medida, el Tercer Reich obtendrá réditos económicos y soluciones demográficas antes de su desmantelamiento y de la evacuación, deportación y aniquilación de sus habitantes.
La concentración de población designada estatalmente como judía constituye el tercer paso del proceso de destrucción de los judíos de Europa por parte del Estado Nacionalsocialista, tras la identificación y el expolio.
Se procedió, por tanto, a la separación de la población judía de la no judía y al hacinamiento de los judíos en las ciudades. Los guetos fueron la respuesta de las autoridades nacionalsocialistas a ese objetivo de segregación y control físico de los judíos en zonas amuralladas y vigiladas. De hecho, esta medida constituyó la fase previa al exterminio, sin que haya por ello que deducir necesariamente que estaba ya decidido en la planificación de las autoridades nacionalsocialistas como objetivo explícito y registrado documentalmente.
Sin embargo, tampoco en este caso las políticas nacionalsocialistas
inventaron nada. En cuanto a la identificación y el marcado externo de un parte de
la población del propio Estado hay antecedentes históricos: El Decreto del Califa Omar II (califato: 634-‐644) por el cual los
cristianos deben llevar cinturón azul y los judíos amarillo. El IV Concilio Lateranense de 1215 por el que se impone la
obligación a los judíos de llevar un distintivo en la ropa.i En cuanto a los guetos, el Sínodo de Breslau de 1267 ya establece
que los judíos sólo pueden habitar en el barrio judío.ii En España, las Leyes de Ayllón, de 1412, aprobadas para el reino
de Castilla, reinando Catalina por minoría de edad de Juan II, impone medidas como la retirada de la autonomía judicial de la aljamaiii, la prohibición de ciertos oficios, como médicos, arrendatarios, boticarios, carniceros, zapateros, etc., la imposición de llevar barba y pelo largo y marca distintiva en la ropa y la obligación de vivir en barrios cerrados. Como se ve, en este caso, ya estaban contempladas la identificación y la
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concentración. En 1414 se aprueban, para Aragón, medidas similares. En las Cortes de Toledo, en el año 1480, los Reyes Católicos adoptan medidas similares, con la diferencia de que en esta ocasión son aplicadas con el máximo rigor: En particular, el apartamiento riguroso de los judíos en barrios separados cercados por muros para evitar “confusión y daño de nuestra santa fe”iv. Estas políticas formaban parte también de intentos por dar solución a problemas sociales y económicos, si bien el factor religioso en ese momento resultaba ser el de mayor eficacia política. El Tercer Reich adoptará, por el contrario, una retórica cientifista, biologicista, más ajustada al prestigio de lo científico (la bata blanca frente a la sotana) propio de las primeras décadas del siglo XX.
Los guetos, como tales, ya existían, de hecho, desde el siglo XVI: La mayoría de los historiadores convienen en que el vocablo procede de la expresión italiana “Ghetto Nuovo” (“Nueva fundición”), nombre que se le dio al barrio judío de Venecia en 1516, ubicado en lo que había sido una fundición. El primer gueto importante fue fundado en Roma, en julio del año 1555 por Giovanni Caraffa, Papa Pablo IV, después de firmar la bula “Cum Nimis Absurdum” que obligaba a los judíos a vender sus propiedades a bajo precio, llevar una señal distintiva, usar sombreros de color amarillo o verde claro los hombres y velos las mujeres:
“Con la bolla Cum nimis absurdum del 14 luglio 1555, P. istituì il ghetto ebraico di Roma, imponendo una serie di obblighi (divieto di possedere beni immobili e di esercitare attività commerciali e professionali, intimazione di vendere ai cristiani le proprietà, di ridurre al 12% l'interesse sui prestiti e di portare un segno distintivo) gravemente lesivi per la vita economica dei gruppi ebraici a tutto vantaggio dei ceti mercantili cattolici.”v Las innovaciones del Tercer Reich iban dirigidas a la implantación
rigurosa de los guetos y, sobre todo, a constituir una medida provisional para resolver desajustes demográficos, generados por ellos mismos en gran medida, hasta el momento de la deportación definitiva a los campos de exterminio, verdadera novedad tecnológica, científica y política sin precedentes históricos.
Los puntos de concentración para el establecimiento de los guetos
debían ser pocos y, sobre todo, cerca de importantes nudos ferroviarios, con el fin de facilitar la llegada a ellos de los trenes con población del Reich y, más adelante, la deportación a los campos de exterminio, aún sin construir (el primero de ellos, Chełmno, inicia sus operaciones en diciembre de 1941).
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Por último, el proceso de concentración había de ser completado con la deportación de los judíos y gitanos de la zona alemana al Gobierno General y, después, a los territorios incorporados, dejando el Reich «limpio» de judíos, polacos y gitanos, en función de la marcha de la guerra y de las sucesivas incorporaciones de territorios y de los movimientos de población.
Sin embargo, estas fases del proceso, que se completan con el
exterminio, no se desarrollaron en una secuencia lineal, limpia ni ajena a obstáculos ni como una máquina perfectamente engrasada. En ciertos momentos se solapan, se implementan a diferentes ritmos e, incluso, obedecen a distintas políticas que, en ocasiones, entran en conflicto o se superponen. De esas fricciones y de la competencia burocrática y operativa de los organismos del Reich que intervinieron en el proceso, no se derivó un estancamiento de la maquinaria de destrucción, sino la aceleración, no siempre dotada de la tópica eficiencia germánica, del exterminio. Las actuaciones a corto plazo, que respondían a intereses partidistas de signo dispar e, incluso, contrapuesto, confluyeron por medio de automatismos institucionales en la destrucción de los judíos, y en la destrucción del propio Reich al cabo de 12 años desde su constitución. La clásica polémica entre los analistas del Holocausto, que podrían dividirse entre intencionalistas y estructuralistas (o funcionalistas), merece ser enfocada desde un ángulo menos maximalista, menos maniqueo, a salvo de reduccionismos. Acciones que obedecían a finalidades o intenciones concretas, pragmáticas y a corto plazo y dotadas de un grado de autonomía considerable, que no necesitaban de la orden explícita de Hitler ni aun de Himmler o Göring, confluyeron, sin embargo, en la Solución Final.vi Y ello sin perjuicio de que estuvieran animadas en muchos casos por pulsiones homicidas de legitimación ideológica, de un fanatismo racista y antijudío en especial, pero que, en todo caso, no pueden explicar por sí mismas el exterminio, como si la política del Tercer Reich pudiera reducirse a la catarsis de unos cuantos psicópatas con el poder que un Estado y su Ejército proporcionan. En una suerte de armonía preestablecida leibniziana y homicida, las mónadas o rodamientos que componían la maquinaria nacionalsocialista, relativamente independientes entre sí y hasta enfrentados en determinados casos, se orientaron en la misma direcciónvii , como las virutas de metal ante la fuerza del imán, y produjeron el peor de lo mundos posibles. Esta coordinación material, esta confluencia estructural, no teleológica, es una de las claves que nos toca estudiar para entender la Shoá, sin descontar por completo lo factores ideológicos y finalistas que a distintas escalas pudieron influir
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en el proceso. Y es que las políticas demográficas del Tercer Reich se enfrentaban en ocasiones a importantes fricciones entre organismos con intereses divergentes, por mucho que coincidieran en el objetivo común de la expansión territorial, la recuperación económica y la victoria bélica. De esa competencia, que generaba interferencias con cierta frecuencia, salió el perfeccionamiento en el asesinato en masa de judíos, prioritariamente.viii Es lo que Goebbels denominó “Caos organizado”.
Uno de esos conflictos competenciales se produjo entre Himmler y Hans Frank, gobernador General de Polonia. Ante la oposición de Hans Frank a admitir más judíos en su territorio por falta de espacio, el 23 de marzo de 1940 Göring ordena no enviar más transportes al Gobierno General sin la autorización de ambos. El 23 de octubre de 1941, se aprueba una Orden, firmada por la Oficina Principal de la Seguridad del Reich, por la cual queda prohibida la emigración de los judíos del Reich. Hasta octubre de 1941, 537.000 judíos del Reich habían abandonado sus territorios: 360.000 del antiguo Reich, 147.000 de Austria y 30.000 de Bohemia-‐Moravia.
Este cambio en la política migratoria es parte esencial del plan de destrucción de los judíos europeos. Tras el cierre de fronteras vino la evacuación forzosa a los guetos y, luego, a los campos.
Aún quedaban entre 300.000 y 400.000 judíos en el área del Reich-‐Protektorat, a los que habría que añadir 2 millones más con la invasión de Polonia.
El problema del hacinamiento de los judíos en guetos, una vez
levantados en Polonia desde abril de 1940, pasó a ser responsabilidad de cada una de las regiones polacas ocupadas, por lo que adquirió un carácter descentralizado. Por eso, tampoco la formación y el funcionamiento de los guetos respondieron a patrones enteramente homogéneos. Así, los dos guetos más importantes, el de Łódź y el de Varsovia, encarnaron dos modelos económicos diferentes: el primero el gueto-‐fábrica, con moneda propia incluso. El segundo, la selva económica, en la cual el mercado negro, la corrupción y los sobornos constituían las actividades económicas preponderantes. ix
En cuanto al aspecto financiero, justamente, hay que decir que los guetos pasaron a ser resortes de la economía de guerra alemana. La mano de obra de los guetos resultó productiva, de tal manera que los judíos de los guetos (como de un modo similar después en los campos) se vieron abocados a la trágica paradoja de que la única posibilidad de su supervivencia radicaba en el hecho mismo de ser indispensables para la economía bélica del Tercer Reich y, por extensión, para su victoria en la Guerra. Su supervivencia era su muerte y su muerte, su supervivencia.
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A la concentración, control, dependencia, expolio, explotación y hacinamiento se sumó el aislamiento de las comunidades judías de cada ciudad, cuyas comunicaciones con las demás ciudades se vieron cortadas, lo que hacía muy difícil coordinarse para la resistencia.
Pero, a pesar de ese aislamiento casi hermético y de las
condiciones de vida extremas que eran cotidianas en los guetos, hubo ejemplos heroicos de resistencia armada que impugnan el tópico de los corderos camino del mataderox. Los más destacados son el de Varsovia, el 19 de abril de 1943, y el de Białystok, el 16 de agosto de ese año. Los judíos que combatieron contra la maquinaria de exterminio nacionalsocialista se levantaron en armas una vez liberados de la esperanza, ese mecanismo anestésico de poder.
Madrid, 17 de febrero de 2015 Curso: «El estudio del Holocausto judío como hecho histórico»,
CTIF MADRID-‐SUR José Sánchez Tortosa
• Bibliografía: ² H. Küng, El judaísmo, 1993. ² J. Pérez, Historia de una tragedia, 2009. ² Alberto Aubert, Enciclopedia dei Papi, 2000 ² E. Ringelblum, Notes from the Warsaw Ghetto, 1952. ² Chaim Aron Kaplan, Scroll of Agony: The Warsaw Diary, 1966. ² Korczak & Zeitlin, Ghetto Diary. The Last walk of Janusz Korczak, 1978. ² M. Berg, Warsaw Ghetto, a Diary, 1945. ² P. Grinz, Diario de Praga, 2006. ² A. Tory, Surviving the Holocaust: The Kovno Ghetto Diary, 1990. ² L. Dobroszycki, The Chronicles of the Lodz Ghetto 1941–44, 1984. ² I. Trunk, Judenrat, 1972. ² G. Reitlinger, Final Solution, 1961. ² R. Hilberg, Destruction of the European Jews, 2002. ² Lawrence Rees, Auschwitz, los nazis y la Solución Final, 2005. ² C. Browning, The origins of the Final Solution, 2004. ² I. Gutman, The Jews of Warsaw 1939–1943, 1982. ² D. Bankier e I. Gutman (editores), La Europa nazi y la Solución final, Losada, 2005. ² El Holocausto en documentos, Yad Vashem, 1996. ² Enciclopedia del Holocausto, Yad Vashem, 2000. ² La vida cotidiana en el gueto de Varsovia, Yad Vashem, 1994. ² E. Sterling, Life in the Ghettos during the Holocaust, 2005. ² S. Friedlander, Saul Friedländer, El Tercer Reich y los judíos (1939-‐1945) Los años
del Exterminio, 2007. ² A. Lozano, El laberinto nazi, 2013.
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Notas: i Hilberg, p. 29; Küng, p. 229. “Tú no eres blanco porque nosotros pensemos verdaderamente que eres blanco, sino que, porque tú eres blanco, nosotros, los que i Hilberg, p. 29; Küng, p. 229. “Tú no eres blanco porque nosotros pensemos verdaderamente que eres blanco, sino que, porque tú eres blanco, nosotros, los que lo afirmamos, nos ajustamos a la verdad.” (Aristóteles, Metafísica, IX, 10, 1051b). El Estado del Tercer Reich invirtió los términos de la Lógica aristotélica. El conocimiento consiste en ajustarse a la verdad (aletheia). El totalitarismo, en producirla. Véase Hilberg, p. 84, nota 16 y p. 90, sobre la producción de realidad por parte del Estado por medio de los mecanismos jurídicos y administrativos y la posesión del monopolio de la coerción. ii Küng, ibid.; Hilberg, p. 29. iii La aljama es el barrio judío, pero no puede considerarse gueto por cuanto no estaba cerrado ni incomunicado e, incluso, podía encontrarse en las mejores zonas de la ciudad. Se trata de una estructura institucional y jurídica más que urbanística. iv Pérez, p. 60 y 97. v Aubert. vi “(…) el Tercer Reich fue un Estado de jerarquías rivales, de competencia encarnizada entre diversos centros de poder y con una cadena de mando ambigua.” (Lozano, p. 15). vii “A partir de 1933, la dinámica del nuevo Estado y la sociedad se basaba en que todos los alemanes debían «trabajar en la dirección del Führer». El 21 de febrero de 1941, un funcionario nazi de segundo nivel del ministerio de Agricultura prusiano, Werner Wilikens, señalaba: «Todo el que tiene la oportunidad de observarlo sabe que al Führer le es muy difícil ordenar desde arriba todo lo que se propone realizar. Sin embargo, todo el mundo ha trabajado mejor en su puesto en la nueva Alemania hasta este momento si trabajaba en la dirección del Führer. (…) El que trabaja correctamente en la dirección del Führer, siguiendo sus directrices y hacia sus objetivos, tendrá en el futuro igual que anteriormente la recompensa suma de obtener de pronto la confirmación legal de su trabajo.» Esta idea provocó una combinación sin precedentes de inestabilidad institucional y de dinamismo que llevó a la autodestrucción del Reich de los mil años.” (Lozano, p. 37) viii Hitler daba, con frecuencia, la misma función a distintos mandos. No existían órganos de coordinación y, por tanto, se superponían competencias y jurisdicciones entre sectores de la administración, por no hablar de las tensiones entre Estado y Partido. De ese modo, cada sector de la burocracia estatal, de la que Hitler se mantenía a distancia, buscaba la legitimidad del Führer, siendo más nazi que él, por decirlo de un modo expresivo. Así, Heydrich, por ejemplo, proponiendo la pena de cárcel para las mujeres por infringir las leyes de Nuremberg, a lo que se opuso Hitler, o la de aplicar la marca distintiva en Alemania, a lo que Hitler se niega en un primer momento. Véase, Lozano, p. 59. ix Hilberg, p. 280. x “Por ti somos asesinados sin cesar, tratados como ovejas de matadero.” (Salmos, XLV, 23).
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