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Aportes del Servicio Jesuita a Refugiados a los Foros de Paz
convocados por la ONU y la Universidad Nacional
El Servicio Jesuita a Refugiados
El Servicio Jesuita a Refugiados es una Organización Humanitaria de la Iglesia Católica de carácter
Internacional y No Gubernamental, que tiene como misión acompañar, servir y defender a la población
en situación de desplazamiento causado por el conflicto sociopolítico en Colombia. Esta misión la
venimos desarrollando desde hace más de 15 años en cinco regiones del país: Barrancabermeja, Bogotá,
Buenaventura, Cúcuta y Pasto.
Esta misión nos ha permitido estar cerca de las comunidades, conocer las necesidades que se tienen en
las zonas más apartadas del país y reconocer las diferencias territoriales. Por esta misma razón estamos
convencidos de la necesidad de avanzar y concretar este diálogo de paz y comenzar a prepararnos para
el desarrollo e implementación de los acuerdos que se logren.
Estamos convencidos de que una paz sostenible y duradera solo será posible si se trabaja
profundamente en la transformación de las estructuras de desigualdad y pobreza que han sido fuente
del conflicto y de un cambio cultural y social en la forma en la que los colombianos resolvemos los
conflictos. Esto implica hacer una revisión de nuestro sistema político y de la burocracia estatal y un
proceso de fortalecimiento de las comunidades, particularmente en los territorios en donde la guerra ha
tenido mayor impacto.
Prevemos también que no será un camino fácil si se tiene en cuenta la presencia de grupos neo‐
paramilitares en buena parte del territorio nacional los cuales producen cientos de violaciones a los
derechos humanos cada día y que además han comenzado a permear la política local y regional. Esto
hace que sea necesario que el Estado y las organizaciones humanitarias nacionales e internacionales
reforcemos nuestros planes de contingencia y que se exploren diferentes mecanismos para minimizar
los impactos negativos que produce la violencia en la población civil.
En contraste con lo anterior, también constatamos que las comunidades y las víctimas han generado
procesos de resistencia y convivencia edificados sobre sólidos cimientos espirituales, que tienen serias
propuestas para la solución política al conflicto y que gozan de una fuerte vocación de paz que nos
puede servir de guía para lograr un proceso de paz sostenible.
Queremos también saludar la habilitación de estos espacios para la participación de las víctimas en los
diálogos de La Habana, pero hacemos un llamado a que la Mesa genere claridades sobre los posibles
impactos que los acuerdos puedan crear en los territorios y las comunidades. Aunado a esto, queremos
llamar la atención sobre las miles de víctimas que han sido lsexpuadas del país por el conflicto armado y
que hoy se encuentran en necesidad de protección internacional en los países fronterizos o en otras
latitudes tratando de rehacer sus vidas en un entorno de hostilidad y pobreza.
Por último, ponemos a su consideración algunas recomendaciones que surgen de la visión humanitaria
con la que desarrollamos nuestro trabajo con la población víctima de desplazamiento forzado en el país.
Propuestas
I. Atención y ayuda humanitaria
Tal como señalábamos previamente, pese a que logremos la terminación del conflicto con la
insurgencia, han surgido una serie de grupos de corte paramilitar haciendo altamente probable que
estos permanezcan en muchos territorios ejerciendo violencia contra las comunidades. Es por tanto
necesario que el gobierno nacional desarrolle acciones para identificar, atender y prevenir nuevas
dinámicas violentas. En este sentido proponemos:
• Dar reconocimiento oficial a las víctimas que se puedan presentar por este tipo de acciones
para que puedan gozar de las medidas de atención, asistencia y reparación.
• Avanzar en procesos de descentralización política y administrativa y en el fortalecimiento
técnico y financiero de los entes territoriales, que son las instancias con mayor compromiso
para que la asistencia y atención a las víctimas cumplan con los tiempos establecidos por la
ley, aplicando los esquemas de enfoque diferencial y la debida implementación de los
decretos ley.
• Construir modelos de asistencia y atención para los miembros desmovilizados de la guerrilla
que facilite su reincorporación a la vida civil. Estos modelos o esquemas deben
fundamentarse en los principios humanitarios y en el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos.
II. Verdad, Justicia y Reparación Integral
Un elemento central para obtener una paz estable y duradera es el reconocimiento de la
responsabilidad compartida que tienen los actores que se encuentran negociando en la Habana. Esta
responsabilidad debe ser asumida mediante un adecuado proceso de Justicia Transicional que parta de
un análisis crítico del modelo fallido de Justicia y Paz, de tal suerte que no se repitan los errores del
anterior modelo que actualmente siguen causando malestar y dolor entre las víctimas.
Otro elemento neurálgico en cualquier proceso de paz es el derecho que conservan las víctimas a
conocer la verdad acerca del contexto, los hechos, los perpetradores y los beneficiados por los hechos
violentos. Se trata de un derecho que no solamente sienta las bases necesarias para la elaboración del
duelo individual sino para que toda la comunidad reconozca y deslegitime cualquier comportamiento
proclive a la violencia. Una comisión de la verdad que incluya a todas las víctimas, que se irradie en
todos los territorios, y que permita reconocer en el tiempo las causas y transformaciones del conflicto,
puede ser una estrategia adecuada para la realización de este derecho.
Al tiempo, la reparación integral de las víctimas es un deber incuestionable del Estado. Es necesario
hacer una revisión cuidadosa de la ley 1448 de 2011 de tal suerte que se modifiquen sus apartes más
discutibles y se profundice y agilice su implementación.
Es particularmente urgente que las autoridades nacionales y regionales mejoren su coordinación nación
territorio de tal manera que las víctimas puedan acceder a la atención y ayuda humanitaria a tiempo y
con calidad, y crear condiciones plenas de seguridad a las víctimas que deseen ejercer su legítimo
derecho a exigir sus derechos.
Atendiendo a estos aspectos proponemos:
• Emprender una campaña formativa para democratizar el acceso a la información sobre la
evolución de diálogos, acuerdos e implicaciones para el futuro de la nación.
• Revisar juiciosamente la normatividad existente para la Atención y Ayuda Humanitaria en la
legislación actual, de tal manera que los derechos de las víctimas no sean desconocidos en
base a disposiciones contrarias a la constitución y a los criterios planteados por la Corte
Constitucional.
• Fortalecer a la Defensoría del Pueblo para garantizar el ejercicio pleno de los derechos por
parte de las Víctimas. Este fortalecimiento debería enfocarse principalmente en la
adecuación del Ente para la implementación de los acuerdos a los que se lleguen en la
Habana y para monitorear la situación humanitaria que se pueda producir en el
reacomodamiento de las fuerzas que quedarían en armas.
• Impulsar la creación de un número importante de curules en el Congreso de la República
para representantes de víctimas, que faciliten la promoción y defensa de sus derechos en el
Congreso. En los municipios donde el volumen de víctimas es significativo, se propone crear
una curul por ley en los respectivos consejos.
• Impulsar comisiones de la verdad que incluyan en sus pesquisas las causas estructurales, los
casos emblemáticos que afectan a las regiones, que permita identificar los nexos entre
desplazamientos masivos y megaproyectos o economías lícitas o ilícitas que se hayan valido
de la violencia para despojar territorios urbanos y rurales.
• Promover procesos de transformación en las formas de resolución de conflictos que aborden
y prevengan prácticas culturales que naturalizan la violencia.
III. Soluciones duraderas
Las soluciones a las diferentes problemáticas de las víctimas de desplazamiento forzado pasan por
establecer mecanismos que atiendan integralmente las necesidades de las víctimas y que se extiendan
en el tiempo de tal suerte que sea posible reconstruir y echar a andar los proyectos de vida de estas
miles de familias. Desde el Servicio Jesuita a Refugiados consideramos prioritario fortalecer
metodológicamente los procesos de integración local porque configuran un posible escenario de
encuentro víctima‐victimario. Este tema se debe desarrollar para pensar en el siguiente paso posible
hacia la reconciliación.
Planteamos además la necesidad de fortalecer una nueva institucionalidad pública articuladora de
acciones tras los acuerdos, orientadas al desarrollo y la paz, que actúen con énfasis territorial y
proyección nacional.
Es importante también que haya una transformación o impacto económico que se derive de la firma de
los acuerdos en La Habana. Esto debe verse reflejado en transformaciones en las dinámicas rurales ya
que se espera que de la firma del Acuerdo de Paz se derive una intervención institucional más
contundente en lo rural.
Las propuestas se centran en lo siguiente:
• Fortalecer los municipios más pobres del territorio nacional, particularmente aquellos donde
se ha instalado la violencia, mediante un adecuado proceso de desconcentración
administrativa y una fuerte inyección en recursos públicos.
• Robustecer los procesos de integración local de los desplazados internos teniendo en cuenta
que estos representan escenarios de encuentro de víctimas y victimarios en las regiones, lo
que evidencia la necesidad de avanzar en acciones de prevención de conflictos y protección de
los derechos de las víctimas.
• Propiciar el cese de las distintas violencias para mejorar la convivencia a partir del
reconocimiento de las diversidades y diferencias, avanzando en la definición de mecanismos
alternativos para la transformación del conflicto.
• Revisar y ajustar los instrumentos jurídicos y de política pública tanto para la atención integral
a las víctimas, como para las comunidades de acogida, considerando la brecha existente entre
los derechos y su aplicación efectiva.
IV. Prevención, Protección y Garantías de no repetición
Este componente resulta vital para la generación de una paz estable y duradera en el país. Implica
también, tal como se decía más arriba, un gran desafío para el Estado dadas las condiciones actuales de
violencia y la consolidación de otros grupos neoparamilitares asociados al narcotráfico y otras
economías ilícitas. Partiendo de esta realidad proponemos:
• La generación de propuestas amplias, sostenidas y multivariadas en estrategias y
acciones de educación para la paz, la reconciliación y la transformación de dinámicas de
violencia, que reconozcan las diferencias sociales y cuenten con enfoque diferencial. Estas
estrategias deben estar acompañadas y apoyadas por los distintos sectores sociales con
participación tanto de la institucionalidad pública (instituciones educativas, ministerio
público, gabinetes municipales, etc.), sociedad civil (organizaciones comunitarias, ONGs),
medios de comunicación (locales, regionales y nacionales) y sector privado.
• Desarrollar planes especiales de protección y recuperación e inversión social en zonas
geográficas que han sido excluidas históricamente y que han estado más desarticuladas de
las dinámicas políticas, económicas y sociales de la nación, comunidades especialmente
victimizadas por el conflicto.
• La generación de políticas orientadas al desmonte de las dinámicas económicas ilícitas
que sostienen a los actores armados y que fuerzan a las comunidades a entrar en las lógicas
de irregularidad como única forma posible de subsistencia en contextos donde no se ha
invertido en desarrollo rural local.
• La generación de una política económica que conciba la perspectiva de seguridad nacional,
no como estrategias militares de ejercicio de la fuerza armada, sino como estrategias que
garanticen la presencia y acción institucional en lo local.
• La promoción de una cultura de la legalidad y de estímulo no represivo a las comunidades
para la generación de ingresos de forma lícita, la generación de oportunidades para el acceso
a los medios económicos para las comunidades que han sido victimizadas por el conflicto y
por las economías ilícitas y la preservación de las dinámicas productivas locales.
• Políticas de desestimulo a las motivaciones económicas de la guerra con una amplia inversión
de recursos de la nación en infraestructura (vías, conectividad), capital de trabajo (tierra,
medios y tecnología) comercialización, educación y servicios básicos.
• Reforzar las medidas de prevención, protección y los planes de atención de emergencia y
contingencia.
• Garantizar y adecuar esquemas de reincorporación de combatientes a la vida civil como
medida de prevención para desarticular nuevos posibles focos de violencia. Contar además
con esquemas idóneos de acompañamiento y atención especial a menores desvinculados.
• Transversal a todo ello, una mayor inversión de recursos para el combate a la corrupción
local y regional que permita el desmantelamiento de las redes y acuerdos ilegales entre
funcionarios y políticos y grupos armados neo paramilitares.
Servicio Jesuita a Refugiados, 02 de Julio de 2014
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