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Arlene B. Tickner8 Abr 2014 - 9:38 pm
EDUCACIÓN: ¿LOCOMOTORA O ZORRA?
Por: Arlene B. Tickner
Tomado de:
http://www.elespectador.com/opinion/educacion-locomotora-o-zorra-
columna-485822
La participación de Colombia en las pruebas Pisa, que miden la calidad de
la educación en países de desarrollo alto y medio, en su mayoría
miembros de la OECD —club al que el gobierno Santos aspira ingresar—,
comprueba que nuestros estudiantes tienen deficiencias comparativas
severas a la hora de resolver problemas básicos y de ejercer habilidades
fundamentales de lecto-escritura y matemáticas. En otras palabras, aquí
no se enseña a pensar, lo cual sugiere que el sistema educativo —que
naufraga por la falta de una política efectiva de Estado— está rezagado
frente a las exigencias del mundo actual.
Los logros registrados por Colombia en cuanto a la cobertura universal en
educación básica y media, correspondiente a una de las Metas del Milenio
de la ONU, no se han traducido en mejorías en calidad ni avances
comparables en la educación secundaria y terciaria, que están entre las
sacrificadas de la “revolución educativa” iniciada hace una década.
Además del bajo financiamiento público en estos niveles y las altas tasas
de deserción, la inversión estatal en ciencia y tecnología ha sido poca y
mal pensada.
El peso de la educación dentro del gasto público y como porcentaje del
PIB es menor en Colombia que en países de tamaño similar y menor en
América Latina, lo cual reafirma su baja importancia en relación con áreas
como seguridad y defensa, seguridad social y salud. Pese a aumentos
leves en la inversión pública en el sector desde mediados de la década
pasada, aquélla palidece al lado de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba,
México, Uruguay y Venezuela.
Aún en la era neoliberal de reducida intervención estatal, la sobrevivencia
de la educación como bien público y fuente de desarrollo es clara. Entre
1995 y 2008, por ejemplo, el gasto aumentó en 20 de 28 países de la OECD.
Un estudio de 2013 de Brookings Institution demuestra que en un mundo
globalizado, caracterizado por cambios demográficos significativos, la
educación de los jóvenes es motor del crecimiento y la prosperidad de la
economía internacional. Pese a que la falta de educación de calidad
genera costos para el sector privado y que la inversión en ella produce
ganancias, las donaciones corporativas en salud son 16 veces mayores
que en educación. Sin que la privatización sea una alternativa, el estudio
aboga por el uso de fondos privados para resolver problemas públicos
cuya solución es imperativa tanto desde la perspectiva de la justicia social
como la de los negocios.
Las repercusiones de la mala educación son innumerables. Las
inequidades en el sistema educativo colombiano, que manifiesta brechas
considerables en términos de calidad y nivel de escolaridad entre zonas
urbanas y rurales, y entre ricos y pobres, reproducen la desigualdad social
en lugar de corregirla. No menos importante, la educación desempeña en
la coyuntura actual un papel neurálgico en la construcción de la paz al
fortalecer la democracia, fomentar la cultura cívica, promover el desarrollo
económico y social, curar las heridas psicosociales y entrenar a guerrilleros
desmovilizados.
Un “egoísmo ilustrado” aconsejaría la priorización de la educación de
calidad, no sólo porque es un derecho básico y el posconflicto lo exige,
sino porque tiene una relación indisputable con el crecimiento económico,
la competitividad y el bienestar social. Tristemente, en lugar de construir la
locomotora educativa que Colombia necesita, el Gobierno todavía anda
en zorra.
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