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8/18/2019 Borges, Bioy Casares y Otra Versión de Rosas
1/11
Borges, Bioy Casares y otra versión de RosasAuthor(s): Zulma SaccaSource: Hispamérica, Año 36, No. 108 (Dec., 2007), pp. 109-118Published by: Saul SosnowskiStable URL: http://www.jstor.org/stable/20540818 .
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8/18/2019 Borges, Bioy Casares y Otra Versión de Rosas
2/11
Borges,
Bioy
Casares
y
otra versi?n de Rosas
I
ZULMASACCA
La
d?cada de
1940 enfrent?
a
la
Argentina
con
el
advenimiento hist?rico
del movimiento
peronista,
el cual
plante? problemas
in?ditos de
interpretaci?n
sociol?gica
y
econ?mica.
Los
cambios
en
el escenario
pol?tico
y
la
nueva
configuraci?n
de
los
tipos
sociales
y
raciales
que
habitaban Buenos Aires
pusieron
al
descubierto
la
mirada
de
desconocimiento
hacia
las diferencias
hasta
entonces
latentes.
Adem?s,
exterioriz?
la
finalizaci?n
de las
estructuras
simb?licas
que
manten?an al
conjunto
del
sistema
olig?rquico.
El
movimiento
se
manifest?
como
la articulaci?n
de lo
negado,
de lo
que
est? detr?s
y
prefigur?
la ritualizaci?n
de lo diferente.
La
imagen
de
Juan
Domingo
Per?n
se
organiz?
en
t?rminos de
una
ruptura
que
jug?
con una
novedosa
mitolog?a
colectiva.
Contrariamente
a
lo
que
podr?a
esperarse
de lo
novedoso,
el
nuevo
movimiento social
desencaden?
el
juego
de la
repetici?n. Lejos
de
suponer
una
reversibilidad,
la
repetici?n
confirm?
la
existencia
de
un
contenido
que
nunca hab?a cambiado.
La
asonada
militar de 1943
estuvo
instrumentada
por
el nacionalismo
surgido
en
los
a?os '20
y
redefinido
en
lo
ideol?gico
por
la revoluci?n del
'30.
En
1945
la revoluci?n
adopt?
el car?cter de
una
reivindicaci?n del
proletariado
cuya
lucha
culmin?
con
la
elecci?n de Per?n
como
presidente.
Los
argentinos
se
vieron
devorados
por
el contenido
ideal
de las
matanzas
sucesivas
que
encarnaron
la resurrecci?n
del
fantasma
de los dualismos
excluyentes.
De
un
lado,
se
agruparon
los
peronistas
que
inclu?an
al
pueblo
trabajador
y
de
otro,
la
burgues?a
criolla.
El
r?gimen
peronista
perdi?
coherencia
con
lo real
porque
estuvo
integrado
por
nociones
y
representaciones
fantasmales
que
actualizaban el
recuerdo
de
pasadas
revoluciones
y
tomas
del
poder.
La asimilaci?n de las
dos
primeras presidencias
de Per?n
con
la dictadura de
Rosas
y
la
designaci?n
del movimiento
como
la
segunda
tiran?a simboliz?
una
estrategia
de
simulaci?n
que
priv?
al relato
historiogr?fico
de
su
garant?a
referencial.
En
un
gesto
que
puede
reconocerse
desde los
tiempos
de
la
independencia
de
la
corona
espa?ola,
el ideario del
progreso
econ?mico
y
de mentalidades
Argentina.
Es Profesora
en
Letras
por
la Universidad Nacional
de
Salta
y
Magister
en
Letras por laUniversidad Andina, Sede Ecuador. Fue becaria de laAgencia Espa?ola
de
Cooperaci?n
Internacional
y
del Fondo
Nacional de
las Artes. Ha
presentado
los
resultados
de
su
trabajo
en
congresos y
publicaciones.
En
2003
public?
Eva
Per?n,
de
figura
pol?tica
a
hero?na
de novelas.
Este
ensayo
es
parte
de
una
historia tem?tica
de la literatura
argentina
del
siglo
XX.
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3/11
110
BORGES,
BIOY
CASARES
Y
OTRA
VERSI?N
DE
ROSAS
se
redobl?
en
la
prolongaci?n
de
un
sistema
s?gnico
que
jugaba,
no
con
la
fuerza
(de trabajo,
de
empresa
o
de
gratificaci?n),
sino
con
la
diferencia;
para
entonces:
expulsar,
desmantelar
y
matar.
En
la d?cada
de
1940 la
masa
organizada provoc?
la
ef?mera
presencia
de
una
conciencia
pol?tica
clara
cuyo
efecto
m?s
visible
tuvo
que
ver
con
la
codificaci?n de
las
diferencias
y
con
la
conquista
de
la
ciudad
de
Buenos
Aires
en un
desv?o
de
sus
soportes
de
se?alizaci?n:
la
masa
posey?
ofensivamente las
calles,
las
estaciones,
el
subterr?neo,
los
slogans
pol?ticos.
El
gobierno
de Per?n
signific?
para
la
Argentina
la
conversi?n
de
los
axiomas
que
defin?an el
trabajo.
Con ?l
se
produjo,
junto
con
un
proceso
mundial de
transformaci?n,
una
mitolog?a
del
trabajador
como
raz?n hist?rica
y
como
modelo de realizaci?n.
Las
migraciones
internas
hacia la
ciudad
de
Buenos
Aires
se
tipificaron
como
lo distinto
y,
a?n
con
m?s
fuerza,
como
lo
temido
en
los enunciados de
aluvi?n
zool?gico ,
de cabecita
negra
y
en
las
interjecciones
y
acentos
dialectales
que
se?alaban,
todav?a
en
1940,
la existencia de comunidades
con
un
arraigo ind?gena
dif?cil
de
disimular.
En este
escenario
se
establecieron relaciones sociales
donde los
signos
como
operadores
directos desbordaron la
energ?a
civilizatoria.
La redistribuci?n social de la d?cada del '40 se articul? en un arco
tensivo
cuyos
extremos
eran,
de
un
lado,
la
simulaci?n de
homogeneidad
en
las
relaciones sociales
y,
de
otro,
la
ampliaci?n
de
las
formas de
trabajo.
Esta
aparente
organizaci?n
de
los
trabajadores,
la
reivindicaci?n de
los
derechos civiles de
la
mujer
o
la
integraci?n
de
los
j?venes
trasladados
directamente
del
campo
a
las
f?bricas,
se
tradujo
en
la
reversibilidad de
una
l?gica
de
barbarie
y
destrucci?n.
Por
este
motivo,
el
peronismo
se
manifest?
como
la
duplicaci?n
infinita de lo
que
ya
hab?a
sucedido.
Se
trataba de
un
acontecimiento
que
termin?
afectando
a
todos los
sectores
de
la
sociedad
y
que
se
propag?
m?s
all? de
lo
superficial
o
arbitrario
de la
colectivizaci?n de
los
trabajadores
para
integrarse
circularmente con las relaciones de fuerza
y
el
juego
del
poder propios
de
la
historia nacional.
La
Historia,
a
la
vez
que
perdi?
la
referencialidad,
perdi?
su
determinaci?n
lineal
en
un
impulso
circular de
muerte
y
exterminio
simb?lico
de
las
diferencias. El
peronismo
fue
en
esencia
un
conjunto
de
circunstancias
que
operaron
profundamente
sobre el
campo
de
las
producciones
simb?licas
y
sobre
el
significado
que
la
cultura
pol?tica
habr?a de
adquirir
para
la
Argentina
a
partir
de
ese
momento.
Durante
este
periodo,
una
amplia franja
de la clase media
y
de
los
sectores
intelectuales
vivi?
un
sojuzgamiento
de
sus
libertades b?sicas.
En
estos
?mbitos
se
suscitaron dis?miles
interpretaciones
de la situaci?n social
y
pol?tica
en
un
gran
espectro
que
incluy?
tanto
a
nacionalistas
como a
marxistas cl?sicos
y
a
burgueses
liberales.
No
hubo
un
modo
de
homogeneizar
las
interpretaciones
que
buscaron
en
la
complejidad
de
la
sociedad
argentina
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8/18/2019 Borges, Bioy Casares y Otra Versión de Rosas
4/11
ZULMA
SACCA
111
una
clave
que
explicara
el
proceso
nacional
y
la redefinici?n de los
sujetos
sociales.
Es
dif?cil concebir
un
antiperonismo
lineal
y
unilateral
porque, por
debajo
de la
representaci?n
de
un
contenido
repetido,
el
peronismo
puso
en
evidencia
una
crisis
profunda
de la intelectualidad
argentina.
La
revoluci?n
de
Uriburu,
adem?s
de
impactar
como
el
momento
inaugural
de
un
porvenir
de
amargas
incertidumbres,
hizo
posible
el reconocimiento
de la
p?rdida
de
sentido
de
los
proyectos
de
progreso.
La
escisi?n
tr?gica
que
hac?a
corresponder
a
Per?n
con
Rosas
y
reforzaba
la
circularidad
absurda
de
la historia
argentina
escenific? la
ampliaci?n
de
una crisis de identidad
que
afect? tanto a los sectores
supraestructurales
?la
cultura,
la familia
y
la
justicia?
como a
las
franjas
de
marginales
y
explotados.
Nutrida de
la
heterogeneidad
que
representa
la
crisis,
la literatura
intent?
ser
la manifestaci?n
de
la
estructura
profunda
de
un
haz
de sentidos
que
pudieran
captar
la
dimensi?n
simb?lica
del movimiento
y
sus
l?deres.
Durante
los diez
a?os
que
van
de 1946
hasta la Revoluci?n Libertadora
de
1955,
la
agitaci?n
pol?tica
y
los cambios
definitivos
en
todas
las
estructuras
del
pa?s
fomentaron
la
producci?n
de
una
discursividad
distinta.
Esta
se
sustent?
en
la incertidumbre sobre la realidad y
se
revel?
imaginariamente
en
la
presencia
de
un
sujeto
de
la crisis
determinado
por
un
acontecimiento
socio-pol?tico
real .
La
ficci?n
literaria
socav? el
mito ?tico de
la
fundaci?n
de la naci?n
y propuso
otro sentido de
la verdad hist?rica
cuyo
principio
era
el
desmontaje
del
mito de
la abundancia
y
la
asunci?n
del
funcionamiento
sistem?tico
de
un
simulacro
de alternancia
estructural.
La
obra narrativa
de
Jorge
Luis
Borges
dedic? m?s
de
una
indagaci?n
a
este
sombr?o
panorama
pol?tico.
Su
escritura
oper?
sobre
la necesidad
de
racionalizar el
car?cter
inagotable
de
la
mitolog?a pol?tica
y
de
la
operaci?n
anal?tica
que
explicara
la ca?da de
los modelos de
identificaci?n. Desde
las primeras d?cadas del siglo XX las ideas y las imaginaciones sobre lo
argentino
o
sobre
la
argentinidad
se
ampliaron
considerablemente;
la eficacia
simb?lica de
los
momentos fundacionales
del
siglo
XIX,
que
depend?an
de
las
soluciones
program?ticas,
se
fue disolviendo
en
la sucesi?n
de
acontecimientos
que
terminaron
en
el
golpe
de
estado de 1930.
Sin
embargo,
para
algunos
sectores
intelectuales,
la f?rmula
disyuntiva
de
civilizaci?n
y
barbarie
se
rehizo
con
el
peronismo.
En
el universo
discursivo
que
interpretaba
a
Per?n
como
la reencarnaci?n
de
Rosas,
se
imagin?
la
distribuci?n
del
poder
como
una
cadena
de
venganzas
y, por
lo
tanto,
de
injusticias.
La
literatura de
estos a?os
cr?ticos resemantiz?
los
resortes
de
la
mitificaci?n
de
los
personajes
de
ese
momento
hist?rico
y
a su
vez
elabor?
otros
procesos
de
mitificaci?n
sobre
los
textos
y
sobre
la realidad.
La
escritura
de
episodios
de
la vida durante
la
d?cada
peronista
?un
acto
en
Plaza de
Mayo
o
los funerales
de
Eva
Per?n?
integr?
un
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112
BORGES,
BIOY
CASARES
Y
OTRA
VERSI?N
DE
ROSAS
proceso
especular
con
la
historia
argentina
y
crey?
poner
al descubierto
una
homogeneidad
que
nunca
existi?.
El
postulado
de
una
historia
que
deviene
en
mito
pretend?a
encontrar
su
raz?n
en
la
movilizaci?n de
un
lenguaje
ancestral
ligado
a
las
utop?as
fundacionales.
En
la
narrativa
borgeana,
el
peronismo
fue textualizado
como una
manera
de
asumir las contradicciones de
una
versi?n
no
un?voca de los
acontecimientos
y
de
sus
protagonistas.
La
fiesta
del
Monstruo ,
escrito
en
1947, recupera,
desde la
ficci?n,
la
materialidad
de
una
historia nacional
dram?tica.
En este
relato,
Borges
y
Bioy
Casares
procuraron
indagar
los
espacios
donde
converg?an
la
ilusi?n
civilizatoria
y
la
manifestaci?n de lo
salvaje.
La
fiesta
del
Monstruo
y
otros
relatos
(por ejemplo,
El
simulacro )
esbozaron
un
esquema
anal?tico de
la
operaci?n
simb?lica realizada
por
el
peronismo
para
proyectarlo
como un
movimiento de
masas.
La
fiesta
del Monstruo articula
socialmente
un
intercambio
rec?proco
entre
vivos
y
muertos
en una
intensa circulaci?n de dones
y
contradones.
La racionalidad tecnocr?tica
en
crisis
y
la
burgues?a
nacional
en
decadencia
ve?an el
siglo
y
medio de
historia
argentina
err?tica
como
una
conspiraci?n
peligrosa,
irreconciliable
y
rebelde.
La
d?cada
peronista
fue
percibida
por
estos grupos como el retorno de la vida salvaje y en la imagen especular de
sus
l?deres
reapareci?
el fantasma de
la
muerte
continua.
La
fiesta del Monstruo
produce
un
vuelco
aleg?rico
que supera
tanto
la
degradaci?n
de la vida de
los
despose?dos
como
la
aguda interpretaci?n
de los
que
ejerc?an
el
discurso de
la
oposici?n.
El
cuento
desarrolla
una
interpretaci?n
cuyo
presupuesto
es
la
presencia
de
una
identidad colectiva
dispersa
en
el
lenguaje
de la narraci?n.
La
an?cdota de
un
viaje
desde la
periferia
hacia el
centro
de
Buenos
Aires simula el
gran
rodeo
que
permitir?
reconocer
a
la
palabra
como
la
clave de las
problem?ticas
identificatorias.
El
an?lisis
propuesto
por
Borges
y
Bioy
apunta
a
la
intensidad de lo
literario,
a sus
propios
axiomas de
repetici?n,
equivalencia
e imitaci?n. La
irradiaci?n simb?lica
del
cuento
posee
la
clave
que
hace
comprensible
el
caos
inabordable detr?s
de la
escritura literaria.
La
potencia
que
desencadena
este
relato
se
explica
a
trav?s de
un
ciclo de
significados
ya
formulado
en
la
literatura nacional.
La
fiesta
del Monstruo
remite,
desde
su
primer
enunciado,
a
La
refalosa
de
Hilario
Ascasubi
y
al
discurso letrado
que
reescribi? el murmullo
popular
de cien a?os
antes.
Igualmente,
un
deletreo
riguroso
se
dispersar?
hasta los l?mites
de la
configuraci?n
urbana
para
dar
sentido al murmullo de la historia
argentina
de 1945.
El
relato
se
organiza
en
torno
de
un
narrador
risue?o
y gozoso. ?ste
guarda
para
s? el final
gracioso
de
la
aventura
?como
el
cantor
de
La
refalosa?
al
tiempo
que
afirma
su
circulaci?n
como
sujeto
social
mediante
las revelaciones
que operan
desde el
lenguaje.
Cada
signo
constitutivo de
esta
identidad
se
manifiesta
en
las relaciones de fuerza
e,
ir?nicamente,
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6/11
ZULMA
SACCA
113
radicaliza
la
diferencia al
apropiarse
de
una
conciencia
pol?tica ajena.
La
narraci?n
se
refiere
a
la
presencia
simult?nea de
una
escena
peque?a
y
rutinaria
que
evoca,
a
su
vez,
la
gran
escena
nacional
y
su
peligrosa potencia.
Por
otra
parte,
la
dislocaci?n
del
lenguaje
habitual
en
la
met?fora del
trabalenguas
hace
posible
combinaciones destinadas
a
descifrar el sentido
de las
identificaciones.
El
punto
inicial
se
manifiesta
a
trav?s
de
una
combinaci?n laboriosa
que
anticipa
el
contenido
repetido
del
peronismo
(el
peligro)
y
la
redundancia
especular
del discurso literario
que
lo
expres?.
La
organizaci?n
del
viaje
hacia
el
acto
en
la
Plaza
de
Mayo
sirve
para
sostener
el
registro
del
peronismo
como
aquello
que
est?
detr?s.
El
efecto mal?fico del relato
consiste
en
mostrar
lo
escondido
en
una
sucesi?n
de
enunciados
que
descifran
toda
la
ambivalencia
de
una
conmoci?n social
incognoscible:
1)
La narraci?n
en
primera
persona
construye
el discurso
para
nombrar el
cuerpo
del
protagonista
y
su
cualidad de
ser
viviente
capaz
de
dar
respuesta
e
intercambio.
La
comicidad,
la
purreteada
y
la
amabilidad,
son
la
esencia idealizada
de
su
doble
equivalente.
Tu Pato Donald
se
invierte
en
el camionero
que
participar?
de
la
ejecuci?n
del
jud?o
y
el m?s
sano
patriotismo se invierte en la intervenci?n violenta del centro de la ciudad.
2)
La
idealizaci?n
del l?der
se
especifica
en
el
lenguaje
que
atraviesa
la
an?cdota
para
darle
origen
y finalidad,
pero
tambi?n
para
instalarse
m?s
all? de
la
purreteada
en
la
operaci?n
inconsciente
del sue?o. El
viaje
para
participar
en
la
fiesta
del
Monstruo
enmascara
una
celebraci?n
positiva
que
devuelve,
a
cambio,
la
muerte
y
el sacrificio.
El
doble
sue?o
?el
primero
de
exaltaci?n de
la
ni?ez
feliz
y
el
segundo
de reconocimiento de los materiales
significantes
de la dominaci?n?
juega
con
la asunci?n
de
la
carencia del
personaje
que
sue?a
y
con
el
regreso
de la fascinaci?n colectiva
con
que
se
recubre al h?roe.
La
degradaci?n
representa
el recorrido
biogr?fico
del
protagonista
en una
regresi?n
incestuosa;
la finada mi madre es el
primer
t?rmino donde
qued?
fijada
la tarde
m?s
feliz de
mi
vida ,
mientras
que
el
?ltimo t?rmino
es
el sustituto
materno
que
reinterpreta
el
ciclo
regresi?n/
manipulaci?n
fundado
virtualmente
en
la enunciaci?n de
el
Monstruo
me
hab?a
nombrado
su
mascota
y,
algo
despu?s,
su
Gran Perro Bonzo .
3)
El
avatar
del
corpus
fundacional
de
la
literatura
argentina
repiti?
y
dispers?
un
significado,
una manera
de
ser
y
una
palabra leg?tima
en
la ficci?n
y
en
la
ensay?stica
del
siglo
XX. La fiesta
del
Monstruo
se
encuentra
en
esta
acumulaci?n
porque
restituye
el
nombre de
la
naci?n
y
su
ser desagregado. Esta continuidad hace posible la invenci?n interpretativa
de
un
significante
recuperado
a
trav?s de
su
doble
negado
y
expulsado
del artificio
de
progreso.
La
cita de Ascasubi
hace del discurso literario el
dominio
reservado
que
servir? de mediaci?n
entre
el
secreto
que
est?
en
el
pasado
y
su
desciframiento
obligado
en
el
presente.
A
medida
que
la fiesta
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8/18/2019 Borges, Bioy Casares y Otra Versión de Rosas
7/11
114
BORGES,
BIOY CASARES
Y
OTRA
VERSI?N
DE
ROSAS
se
organiza,
la
oposici?n
distintiva
se
corresponde
con
el
recuerdo de
El
matadero de
Esteban
Echeverr?a.
Cien
a?os
atr?s,
las
facultades
extraordinarias
dejaron fijado
a
Juan
Manuel de
Rosas
en
una
instancia
de
poder
que
desmantel?
el
cuerpo
social.
La
generaci?n
del
'37
intercambi?
ese
cuerpo
social
inhibido de
la
revuelta
por
la
palabra
literaria.
En
el mismo
acto,
dispers?,
en
met?fora,
en
alegor?a
y
en
historia ,
el
impulso
de
muerte
que
hab?a disuelto
la
fuerza
social
y
la
ley
en
que
se
apoyaba
la fuerza.
En
el
texto
de
Echeverr?a,
las
aguas
de
la inundaci?n
circunvalaron
la
ciudad de
Buenos
Aires.
Aquella
historia
permite
instalar
un
discurso
que
amuralla
las
pr?cticas
sociales
derivadas de
la faena
ganadera
en
tanto
superestructura
de
la tiran?a
rosista.
Echeverr?a
ofrece
el
juego
de
las
figuras
dentro
del orden ir?nico
del
lenguaje
para que
cada
una
de ellas
?desde el Restaurador
hasta las
negras
achureras?
funcionen
seg?n
un
modo simb?lico de
distribuci?n del
poder
y
de
la
muerte.
En
un
movimiento
paralelo,
las
palabras,
como
los
personajes,
expresan
una
identidad
contradictoria
e
inasible,
y
se
consagran
a
la risa
y
al
gozo.
De
ah? el
valor
y
la
resonancia
de
El matadero
en
la
literatura del
siglo
XX,
dado
que
act?a
como
la
continuidad
s?gnica
capaz
de referir lo escandaloso.
La
descripci?n
del matadero
de la Convalecencia
y
su
ubicaci?n
al
sur
de
las
quintas
de
la
ciudad
lo se?alan
como
la
irrupci?n
que
sirve
para
demarcar,
pero
tambi?n
significar,
el
juego
de la diferencia.
El
matadero
es
se?alado
como
el
lugar
rechazado
y
enlodado
que
alimenta
la
gran
fiesta mesi?nica.
All?
toma
forma
la historia
de
un
dualismo,
de
una
versi?n
manique?sta
del mundo
donde
la
especificidad
del
mal
y
de
la muerte
se
subordinan
a
lo
diab?lico
y,
en
continuidad,
a
lo
pol?tico:
no comer
carne o
comerla; y
de
comerla,
hacerlo
como
el
medio
para que
el diablo
entre
en
el
cuerpo,
siempre
que
el Restaurador
lo autorice.
En la
rep?blica
del
matadero,
la
comparsa
que
juega
con
palabras,
con
facones,
con
visceras
y
con
barro
es
la
condici?n
para
la
existencia
del
estado,
es
la condici?n de
la
exigencia
simb?lica
depositada
en
la
energ?a
del animado
grupo .
Su funci?n
es
la
falsificaci?n
risue?a de la
vida miserable.
La
parodia
como
sistema de relaciones
e
informaciones
constituye
el
principio
organizativo
del relato
porque
en
ella
se
halla
la
posibilidad
de definir
el circuito de
la
ridiculizaci?n.
La
parodia descompone
la combinatoria del
sue?o,
la
trasgresi?n
del orden
urbano
y
la
obsesi?n
por
la fiesta de la
agon?a.
Por su parte, La fiesta del Monstruo integra el discurso irreversible
resultante
de
la
develaci?n
del conflicto
moral
que
abarca
a
la
naci?n
y
con
ella
a
los v?nculos
jer?rquicos
de
comportamiento
y
diferenciaci?n
social.
Esta
l?gica
de
la
diferenciaci?n
se
basa
en
el
lenguaje
del
protagonista
como
estructura
de
intercambio:
en
?l,
justamente,
se
articula,
entre
otros,
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ZULMA
SACCA
115
el
material de las diferencias enunciadas
en
el almuerzo
de los
que
viajan
en
el cami?n.
El
mecanismo estructural
de
El
matadero
se
proyecta
en
el
cuento
de
Borges
y
Bioy
como
sost?n de las relaciones
econ?micas
que
definen
la
apropiaci?n
de
espacios
y
subordinan
a
todas las dem?s
l?gicas
(conscientes,
ideol?gicas,
morales).
Estas,
adem?s,
traducen la
dimensi?n
hist?rica del
grupo
fascinado
por
el l?der
y
su
especificidad
social. El
lugar
al
que
pertenecen
los
que
viajan
en
el cami?n
est? constituido
por
la
conciencia
de
ser
cada foco
muerto
de hambre
y
se
significa
como un
espacio
homog?neo
con
rasgos
raciales
y
ling??sticos propios.
La
misma
l?gica
organiza
la
pulsi?n
del
poseer
la
ciudad:
en
el
caso
de
Rosas
se
trata
del
monopolio
de
la
carne
vacuna
como
correlato de
laMazorca
y,
en
este otro
caso,
del
desplazamiento
delictivo del
margen
hacia el
centro
de
Buenos
Aires.
En
la d?cada
peronista
el
deseo de
poder generaliza
la
actuaci?n de
una
?nica fuerza
que
aglutina
a
la
merza
hilarante
que
marcha
a
la
fiesta.
La identidad
procede
de
una
ret?rica
de
la
duplicaci?n,
los hermanos
gemelos
datan
de
un
sistema de
equivalencias
impuesto
desde
la
configuraci?n de los or?genes de la comunidad que demand? su exterminio
por
su
condici?n
dual.
El
modelo fundacional
requiere
de
oposiciones
distintivas
simuladas
en
civilizaci?n
y barbarie,
y
actualizadas
en
la
necesidad
recursiva
de
demarcar
y
eliminar. Los camiones id?nticos
irradian
en
la conciencia l?dica
del
protagonista
que
acumula
est?mulos
alegres
y
trabalenguas
incesantes
destinados
a
concretar
la fiesta.
Un
escenario
pol?tico complejo puede
interpretarse
como un
sistema de
oposiciones
m?s
o
menos
estables
que
se
resuelven
en
la
lucha
o,
parad?jicamente,
en
el
juego
infantil.
La
fiesta del
Monstruo
es
la
escritura
de la sustancia hist?rica
que
neutraliza los beneficios de un
poder
un?voco
cuyo
control sobrevive
por
el
terror
establecido
en
las
estrategias
de
duplicaci?n.
Los
camiones
gemelos
generan
la
repetici?n
de
lamirada de
uno
y
de
otro,
es
decir,
de
id?nticos escondidos
en
la iron?a
que
incluye
lo diferente: los
patriotas
buscan emboscar
a
un
quintacolumnista .
La falsificaci?n del c?rculo
cerrado
del
m?s
sano
idealismo
responde
a un
sistema de alternancia
organizado
sobre
la
sospecha
de
la
conspiraci?n
y
la
traici?n
inherentes
a
cada
peque?a
unidad.
El
viaje
en
cami?n
representa
el des-orden
que
se
marca
con
respuestas
aterradas y obediencia ciega. M?s que por
su
presencia
como
uno
de los
t?rminos de
la lucha
o
su
proyecci?n
en una
ret?rica
especular
e
imaginaria,
el
maleficio
de la horda
reside
en
que
su
valor est? alterado
por
la
fascinaci?n
de
convertirse
en
mascota
y
por
la
apropiaci?n
de
una
mirada
(la
del
Monstruo)
que
destruye
la
propia
mirada.
Sin
mirada
que
libere
la
objetividad
no
existe
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9/11
116
BORGES,
BIOY
CASARES
Y
OTRA
VERSI?N
DE
ROSAS
instancia
legal
ni
conciencia
moral.
El
p?nico
se
halla
en
la
representaci?n
de
una escena
pol?tica
deformante
y
se
explicita
en
la
arbitrariedad absoluta
de
imponer
unas
reglas
de
juego
para
unos
y
otras
para
todos.
La
fiesta
del Monstruo
denuncia la
poderosa
rivalidad
entre
los sistemas
racionales de
la
moral
y
el
grotesco
libertinaje
instalado
en
el interior de
la
propia ley.
La
ilusi?n
hist?rica
que
hac?a coincidir
a
lo real
con
lo
racional
se
ha
transformado
con
el
peronismo
en una
farsa
de
la
perfecci?n
social
como
potencia
del
predominio
del
mal
y
de
su
tensi?n latente.
La
concepci?n
dram?tica
de
la historia
nacional,
textualizada
en
alternativas
polares
y
literaturizada
en un
matadero,
se
manifiesta
con
la
insistencia
de la burla
en
el
cuento
de
Borges
y
Bioy.
El
matadero
propon?a
el desaf?o de asumir la recurrencia de
una
realidad aborrecida
a
trav?s
del
significante
escueto
del chiste
o
del
latiguillo.
Asociado
a
todos
los
significados
de
la
narraci?n,
la
funcionalidad del
asesinato del
unitario tambi?n
era una
broma
para
los
sayones
del matadero.
Ese m?nimo
significante,
liberador
de
tensiones,
se
regula
en
la
conexi?n
del contenido
formalizado
en un
repertorio
secuencial.
El
gesto
gozoso,
enmascarado
en
el
lugar
de la
p?rdida,
figura
en una
trama
discursiva de
tres instancias destinadas a equilibrar la representaci?n de lo reprimido por
medio
de la eliminaci?n de tensiones:
juego/trasgresi?n/risa.
Esta
secuencia
es
la
estructura
b?sica del
cuento
y
su
repetici?n justifica
la
producci?n
de
un
discurso
cuyo
significado
absorbe
la
frustraci?n
de
la historia
y
de
la naci?n
que
jam?s
se
realizar?.
La
clave
para
entender
el
episodio
de
la
historia
argentina
que
se
refiere
en
el relato de
Borges
y
Bioy
tiene
que
ver
con
las
interpretaciones
que
los
discursos fundacionales
proporcionan
sobre lo real.
Aqu?
El
matadero
opera
como
el
significado
del valor oculto
y
alucinado de
una
realidad
perdida
y
como
el
significante
de la risa
que
legitima
el
juego prohibido
con las excrecencias
y
la
sangre.
El relato de los
juegos
se
completa
con
la
enunciaci?n de
la
met?fora de
lo
reprobado
cuya
satisfacci?n
es
la risa
desopilante:
Ponibus ard?a
en
el horizonte
(...)
la
barra,
siendo m?s
se
re?a
pronta... .
Simult?neamente,
y
mediante
otro
juego
infantil,
el
cuento
asegura
la
distorsi?n del
tumultuoso delito dentro de
un
contenido
capaz
de
sustituir
cualquier p?rdida
y
cualquier
ausencia, y
de
conectar
las
energ?as
del
protagonista
con
su
Ley.
Es
probable
que
la
muerte
del
joven
unitario de
El
matadero
sea
arbitrariamente asimilada
al
asesinato del
joven jud?o
en
La
fiesta del
Monstruo .
Tambi?n
podr?a pensarse que,
en
general,
la
lectura de
una
l?nea
discursiva
com?n
entre
los dos relatos
carece
de
originalidad
y
encierra
a
la
historiograf?a
dentro
de
una
perspectiva
ficcional
y
a
la literatura
como
significante
vac?o.
Pero
as?
como
act?an
las
resistencias sobre las
pr?cticas
sociales,
act?an
las
inercias
y
El
matadero
es
el
discurso
que
act?a
a
lo
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ZULMA
SACCA
117
largo
de la historia de la literatura
argentina
como
la forma
que
tom?
la
contemplaci?n
de la
realidad
social
y
sus
representaciones.
El
sacrificio del
joven
unitario
y
el del
joven jud?o
sit?an al relato del
acontecimiento hist?rico
en
el
orden de las solidaridades
que
aglutinan
a
la
horda
primitiva.
En
efecto,
el
castigo
al criminal
(aquel que
no
lleva divisa
en
el
fraque
o
desacata
la foto del
Monstruo )
pertenece
al
?mbito
de la
infamia.
Por
eso
la crueldad debe
caer
sobre
?l
para que,
en su
diferencia,
se
materialicen los v?nculos sociales intercambiables s?lo
en
el ?mbito del
ritual
y
de lo colectivo. Es ?ste el sentido de
la
fiesta,
de
las bufonadas de
la chusma del matadero
y
de las
purreteadas
de la merza hilarante . El
perro
unitario
o
el
sinagoga
no son seres
inferiores
como
los delincuentes
modernos;
estos
individuos
articulan
un
gran
n?mero de
resortes
simb?licos
para
la
comunidad
primitiva.
La
muerte
ritual,
organizada
en
el semic?rculo
de la
ejecuci?n,
le da
su
lugar
a
la
v?ctima
en
el ciclo de
los
intercambios.
El
matadero
y
La
fiesta del Monstruo
recuperan
desde
el
lenguaje
el
tiempo
del sacrificio
en
la
secuencia
sonora
de las risotadas
y
abucheos
o
de las canciones
y
onomatopeyas
(Adi?s Pampa
m?a...,
talan,
talan... ).
El
sacrificio
queda
enunciado
como
la
muerte
colectiva,
por
todos
conocida,
deseada y necesaria:
La
mazorca
con
?l... ,
La
tijera... ,
es
preciso
sobarlo ,
participar
del
apedreo .
Dentro
de
la
misma
organizaci?n
de la
fiesta,
del
canto
y
de
la
risa,
el
orden
primitivo
instrumenta
un
colorido de
muerte
que
se?ala la caducidad
del
cuerpo
inscripto
en
el
sacrificio.
El
fuego
y
la
sangre
conforman
un
c?rculo
luctuoso;
en
consecuencia,
la
gallarda
columna ,
enardecida,
puede
incendiar
el
?mnibus;
lapidar
y quemar
al
jud?o,
al
tiempo
que
se
encadena
con
la voluntad de
dar
muerte
y
de
poder
recibirla.
La
idea
compartida
en
la escritura de ambos
cuentos
est?
en
la conciencia
de
separar
el bien del
mal;
es
decir,
en
la constituci?n
de la conciencia moral
que deber?a ser el soporte de una sociedad homog?nea y normalizada. En
cambio,
la realidad
nacional
se
presenta
regida
por
un
orden
primitivo
que
obedece
al
intercambio
de
muerte contra
muerte. Esta
reciprocidad
simb?lica
atraviesa los
comportamientos
sociales
?la faena del matadero
o
el
acto
en
Plaza de
Mayo?
para
conferirles
un
sentido
abyecto.
La
interpretaci?n
de
estas
pasiones
colectivas
se
representa
como
el fruto
de
la
manipulaci?n
que
se
lleva
a
cabo
en
los ritos
y
en
las fiestas.
En esta
red
simb?lica
se
ubica
la literatura
para
funcionar
como
la
liberaci?n
de
la
moral
inversa
que
sustenta
a
las
tiran?as:
el
signo
descifrable
se
encuentra
en
la
trama
religiosa
que
desencadena
los
acontecimientos.
En
un
nivel
expl?cito
los
cuentos
expresan
toda
la
profundidad
de
problemas
inconscientes
en
los ritos
cuaresmales,
el
luto,
los
juramentos,
la
aparici?n
del
sinagoga ,
la
lapidaci?n
y
el
sorteo
de
la
ropa
del
jud?o,
e,
impl?citamente,
en
la absorci?n
de
otras
alusiones
que
se
integran
al sentido
religioso,
tales
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118
BORGES,
BIOY
CASARES
Y
OTRA
VERSI?N
DE
ROSAS
como
la
abolici?n del
tiempo
en
la
espera
de
la
muerte
de la v?ctima
o
la
asimilaci?n de los
j?venes
distra?dos
y
barbados
con
el
Cristo
condenado.
Todo
remonta
el material inconsciente
del fantasma
originario
de
la horda.
La
repetici?n
de
la
reuni?n
de
la
chusma,
de
las
figuras
de
sus
jefes
como
reproducciones
peque?as
del
Restaurador
o
del Monstruo
y
el sacrificio
de
un
joven
se
subordinan
a
la necesidad de anular simb?licamente
la
repetici?n
del
fantasma.
El
matadero
y
La fiesta del Monstruo
se
asemejan
en
el
lenguaje
y
en
la voluntad de
interpretar
la
realidad
desde
el
discurso
que
la
representa
con una
resonancia
especial.
La
pr?ctica
pol?tica
que
no
se
identifique
con
los modelos de
progreso
y
modernidad
ingresa
a
la
especificidad
discursiva
de lo escandaloso.
Entonces,
el
discurso
que
funciona
como
respuesta
puede
potenciar
a
la narraci?n de
la historia
repetida
y
agravada.
El
lenguaje,
m?s
que
la invenci?n
de
una
realidad
distinta,
demanda
una
realidad desarticulada
que
se
organice seg?n
las
marcas
de
la
sociabilidad
primitiva.
O
DE NISTK
Revista
de
cultura
Director: Beatriz Sarlo
Punto
de
vista
recibe toda
su
correspondencia,
cheques
y
giros,
a
nombre de
Beatriz
Sarlo,
Casilla
de
Correo
39,
Sucursal 49
(B),
Buenos
Aires,
Argentina.
Suscripciones
Argentina:
US$
21.00
(3 n?meros)
Pa?ses
lim?trofes:
US$
40.00
(6
n?meros)
Exterior:
US$
50.00
(6 n?meros)
z
?
Recommended