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N° 13/12-C Rosario, 9 de marzo de 2012. -
Visto , en Acuerdo de la Sala “A”, el
expediente Nº 7219-C , caratulado “YABER, Fernando c/ Instituto
Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pen sionados s/
Demanda Laboral” , (Expte. N° 4395/A del Juzgado Federal Nº 2 de
Rosario), del que resulta,
Vienen los autos a fin de resolver el
recurso de apelación interpuesto por la actora (fs. 140/144)
contra la Resolución Nº 22 del 4 de abril de 2011, que rechazó
la demanda interpuesta por Fernando Yaber contra el Instituto
Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pen sionados,
con costas por su orden.-
Concedido el recurso (fs. 145) y
corrido el pertinente traslado, la demandada lo con testó a fs.
146/148. Una vez elevados los autos y radicados en esta Sala A,
quedan en condiciones de resolver (fs. 152).-
El Dr. Carlos F. Carrillo dijo:
1.- La recurrente recuerda que
conforme al derecho vigente, la cesantía dispuesta por la
demandada debió estar precedida de la sustanciación de un
sumario en el cual el infractor pudiera ejercer el derecho a
ser oído, a ofrecer y producir prueba.-
Destaca que existe una previsión legal
expresa –Decreto Ley 22212/45- que dispone que los
profesionales del arte de curar gozarán de estabili dad en sus
cargos y no podrán ser separados sin sumario previo . Afirma que
esta disposición plasmó un sistema de estabilidad a bsoluta o
propia.-
Sostiene que la jueza incurre en el
error de excluir la estabilidad absoluta de toda re lación
laboral que no constituya “empleo público”, y así t oda relación
que no sea de tal carácter gozará solamente de esta bilidad
relativa, que implica que ante la inexistencia de u n despido
incausado, corresponda una indemnización y no la re instalación
del agente cesanteado. Destaca que la estabilidad d el empleado
público deviene de la Constitución Nacional, pero n ada obsta a
que dicha protección, para determinadas actividades o funciones
y ante determinadas circunstancias, no pueda instit uirse a
través del derecho infraconstitucional.-
Señala que el artículo 14 bis de la
Carta Magna recepta exactamente el mismo vocablo qu e el decreto
ley 22212/45 -estabilidad-, sin aditamento o califi cativo
alguno y que la protección respecto de la actividad laboral
deberá surgir de las leyes, como por ejemplo el dec reto ley
6666/57 que consagró la estabilidad del empleado pú blico y que
a su entender se corresponde textual y conceptualme nte con la
norma que tutela a los profesionales del arte de cu rar, lo que
evidencia que responde a una misma ratio legis.-
Resalta que el convencional en su
momento, el legislador luego y el convencional inte rnacional
más tarde decidieron que todos aquellos trabajadore s cuya
actividad tiene una alta relevancia en la entretela social
gocen de estabilidad absoluta o propia, con una sal vedad: la
consagración de dicha prerrogativa es taxativa, dis puesta por
la constitución o la ley e implica indefectiblement e que la
cesantía es nula si se dispone sin sumario previo, es decir sin
darle la oportunidad al trabajador de ser oído.-
Finalmente, recuerda lo que se dijo en
los debates parlamentarios que precedieron al dicta do de la ley
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14.459 (que modificó el artículo 6 del decreto-ley 22.212),
particularmente lo consignado por dos diputados que refirieron
al carácter de “absoluta” y “perfecta” de la estabi lidad
laboral que estaban reconociendo a los médicos. A s u entender,
la única interpretación que cabe a la luz del conte nido de
tales discursos, de su hincapié en el rol social de los médicos
y del contexto histórico en que se desarrolló la sa nción de la
ley, es que consagraron un régimen de estabilidad a bsoluta y no
relativa.-
2.- Cabe señalar en primer lugar, que
la cuestión traída a estudio resulta asimilable a l a tratada en
el acuerdo Nro. 244/11-C del 29/11/2011, en autos “ LEIVA,
Edgardo c/ Instituto Nacional de Servicios Sociales para
Jubilados y Pensionados s/ Demanda Laboral ”, por lo que
corresponde seguir, en cuanto resulte aplicable a l a presente
causa, los lineamientos que informan dicho pronunci amiento.-
Por medio de la presente, el Dr.
Fernando Yaber pretende se lo reinstale en los carg os y
funciones que detentaba antes que el Instituto dema ndado
dispusiera su cesantía y que se le abonen los salar ios caídos
con más los adicionales, cargas y aportes que por l ey
correspondan.-
Basa su planteo en que la demandada no
habría sustanciado el sumario que prescribe el Decr eto-Ley
22.212/45(ratificado por ley 12.921) en su artículo 6° y en que
no le serían aplicables las disposiciones legales q ue la
accionada invocó para despedirlo con causa en los t érminos de
la ley 20.744 por no ser el ente empleador parte de la
Administración Pública Nacional y no resultarle apl icable en
consecuencia las normas sobre incompatibilidad de l os agentes
de dichas reparticiones.-
La jueza de primera instancia al
rechazar la demanda destacó que la relación de empl eo entre el
INSSJP y sus dependientes se rige por la Ley de con trato de
Trabajo, normativa en la que el actor fundó su pret ensión y que
contempla un régimen que la doctrina llama “estabil idad
impropia y/o relativa”, aunque luego al especificar su
pretensión se haya basado en los principios que rig en las
relaciones de empleo público.-
Recordó que a partir del fallo
“Madorrán”, la Corte Suprema de Justicia de la Naci ón precisó
que tras la reforma que incorporó el artículo 14 bi s, la
Constitución Nacional prevé un distinto grado de es tabilidad en
el empleo según el ámbito público o privado en que se
desarrolle la relación.-
Respecto del régimen de estabilidad
consagrado por el artículo 6° del decreto-ley 22.21 2/45
(ratificado por ley 12.921) sostuvo que ante la aus encia de
norma complementaria o reglamentaria no puede infer irse que el
régimen diseñado sea de estabilidad propia, esto es , que la
voluntad unilateral e incausada del empleador sea i nhábil para
derogar el contrato.-
3.- Realizada la anterior síntesis,
corresponde el tratamiento de los agravios de la ap elante.-
En primer lugar debe analizarse lo
atinente al carácter que asume el régimen de estabi lidad
consagrado en el decreto ley 22.212 (ratificado por ley 12.921)
según la modificación introducida por ley 14.459 de l año 1958.-
Una cuestión no puede discutirse, sea
que haya consagrado la denominada “estabilidad prop ia o
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absoluta” o que se haya inclinado por reconocer la “estabilidad
relativa”, la norma expresamente prescribe que los
profesionales del arte de curar “no podrán ser separados sin
sumario previo” . En consecuencia, la discusión sobre si su
falta de realización se traduce en el pago de una i ndemnización
o en la imposición de reincorporar al agente desped ido pasa a
un segundo lugar, ya que la primigenia obligación e ra
confeccionar el sumario.-
Por lo tanto, aún en el supuesto que
Fernando Yaber hubiera incurrido en las incompatibi lidades que
la jueza consideró acreditadas y violatorias al deb er de buena
fe o existieran incluso otros motivos que determine n su
desvinculación del Instituto (por justificados que sean), no
exime a la empleadora de realizar el sumario a que está
obligada por prescripción legal.-
En consecuencia, la primer conclusión a
la que arribo es que, conforme las constancias de a utos, la
demandada no cumplió las exigencias normativas a la hora de
decidir la desvinculación del Dr. Yaber, y en este sentido, ha
de entenderse que el “despido” fue arbitrario. Acla ro que esta
conclusión es sin perjuicio de si existe justa caus a o no para
el distrato laboral, cuestión sobre la que es innec esario
indagar en este caso ya que la arbitrariedad de la
desvinculación pasa por no cumplimentar el requisit o que el
aludido artículo 6 del decreto 22.212/45 prescribe y no por ser
infundada o incausada.-
Por lo tanto, una vez aclarado este
primer punto, debemos preguntarnos qué efectos tien e el despido
arbitrario que deriva de la falta de confección de dicho
sumario.-
4.- El Art. 6 del decreto 22.212/45
dispone que los profesionales del arte de curar “gozarán de
estabilidad en sus cargos”, por lo que cabe indagar qué se
entiende por tal término. Al respecto se ha dicho q ue
“Estabilidad es ‘el derecho que garantiza al trabajador la
conservación de su empleo’ , lo que comprende en algunos casos
poder declarar la ineficacia (nulidad del despido)
injustificado, y en otros prevé medios de protecció n que
pretenden desalentar ex ante y reparar ex post los despidos ad
nutum mediante gravámenes económicos”. (Conf. ACKER MAN, Mario y
ot. Tratado de Derecho del Trabajo, Rubinzal Culzon i Editores,
Tomo IV Santa Fe, 2005, Pág. 235).-
Esta estabilidad puede ser “propia”
(absoluta o relativa) que permitirá declarar la nul idad del
despido carente de justa causa, porque trae consigo la facultad
del trabajador de impugnar la validez del despido y reclamar la
reincorporación; o “impropia” que conlleva la valid ez de la
denuncia y niega la acción de reincorporación, pero consagra el
derecho a una indemnización. Esta última no asegura la
subsistencia del vínculo jurídico aun en los supues tos en que
no hubiere justa causa para la extinción.-
Existe acuerdo generalizado en doctrina
y jurisprudencia en el sentido de que la llamada es tabilidad
propia alcanza a los empleados públicos y a los tra bajadores
con tutela gremial, mientras que la llamada estabil idad
impropia rige las relaciones de trabajo del derecho privado.
Este criterio fue recientemente ratificado por nues tra Corte
Suprema de Justicia en el precedente “Madorrán”, ci tado por la
magistrada de primera instancia.-
En ese fallo, el máximo tribunal
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recordó que: “… si bien es cierto que el art. 14 bis, comprende
al trabajo ‘en sus diversas formas’, lo cual entrañ a tanto al
que se desarrolla dentro del campo de la actividad privada como
de la pública, no lo es menos que los dos períodos normativos
antes destacados encuentran su explicación precisam ente en
distinguir entre los mentados ámbitos, para los cua les se prevé
un diferente grado de estabilidad en el empleo ”.
En los presentes no está en discusión
que el vínculo laboral que unía al Dr. Fernando Yab er con el
Instituto demandado se rige por la ley 20.744, y ta mpoco el
actor pretende que aquél sea considerado empleo púb lico para
requerir la estabilidad absoluta que ampara a éstos , sino que
esa parte simplemente afirma que del artículo 6° de l decreto-
ley 22.212/45 se extrae que los profesionales del a rte de curar
en determinadas circunstancias gozan de estabilidad propia
absoluta en sus empleos. En otras palabras, se trat aría de un
empleado privado con un régimen de protección contr a el despido
similar al de los agentes públicos.-
Entiendo que esta última interpretación
no puede ser acogida y que al igual que lo sostuvo la jueza de
primera instancia, debe concluirse que la norma inv ocada
consagró un sistema de estabilidad relativa, por lo que el
despido injustificado dispuesto por el empleador pr oduce la
resolución del contrato; y por ende es eficaz aunqu e da lugar
al derecho a una indemnización tarifada.-
En efecto, no se extrae del texto de la
norma en análisis que haya previsto un sistema de e stabilidad
absoluta similar al existente entre los empleados p úblicos y
que la Corte Suprema analizara con detalles en el p recedente
“Madorrán” ya citado.-
Contrariamente, ha de concluirse que el
legislador previó un sistema de estabilidad relativ a como el
que rige para los contratos alcanzados por la Ley d e Contrato
de Trabajo, que en definitiva fue el que vinculó a las partes
durante los años de prestación de servicios.-
La propia Corte Suprema descalificó
aquéllas disposiciones que preveían regímenes de es tabilidad
propia para determinadas actividades, pudiendo cita rse como
ejemplo lo resuelto en la causa “De Luca” del año 1 969: “ El
apart. 3° del art. 6° del decreto 20.268/46, reglam entario de
la ley 12.637 (Adla, VII, 472; 1920-1940, 870) es v iolatorio de
la garantía del art. 17 de la Constitución Nacional , pues es
exorbitante, irrazonable y lesivo del derecho de pr opiedad que
el empleador que no se avenga a reincorporar a un e mpleado
despedido, deba pagarle los sueldos que hubieren po dido
corresponderle, de por vida, hasta alcanzar el dere cho a la
jubilación. La intrínseca injusticia de tal sistema afecta la
libertad de contratar y excede el legítimo derecho a la
indemnización por despido arbitrario, imponiendo la obligación
de mantener en el puesto a quien no goza de la conf ianza que
debe existir en toda relación de dependencia ”.
(AR/JUR/95/1969). Igual solución adoptó la Corte al declarar
inconstitucionales las previsiones de convenios colectivos que
imponen heterónomamente la estabilidad propia para toda una
actividad. Al respecto en “Figueroa, Oscar Félix y otro c/ Loma
Negra Cía. S.A”, sostuvo que “Una vez rota la relación laboral
a raíz de un despido injusto debe reconocerse el de recho a
reclamar una indemnización razonable proporcionada al perjuicio
sufrido, pero no puede admitirse como legítima la c arga a
seguir abonando remuneraciones habiendo cesado la r elación
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laboral por voluntad inequívoca del empleador de pr escindir de
los servicios del dependiente” .
Esta solución fue la que adoptó en
fecha reciente la Sala V de la Cámara Nacional de A pelaciones
del Trabajo en autos “Ruiz, Mercedes Rosario c/ O. S.P.E.R. Y
H. Obra Social del Personal de Edificios de Renta y Horizontal
s/ Despido" cuando destacó que “La recurrente pretende que se
aplique al sub lite lo dispuesto en el artículo 6 d el decreto-
ley 22212/45 –t.o. según ley 14459- que establece p ara los
profesionales del arte de curar, la “estabilidad en sus
cargos”, de los que no podrán ser separados sin sum ario previo.
Sostiene a tal fin que la primera consecuencia de t al
disposición es que si se prescinde del sumario prev io la
rescisión es ilegítima, pero lo cierto es que en el caso
concreto el juez admitió que la cesantía careció de justa causa
e hizo lugar a las indemnizaciones respectivas, por lo que no
hay agravio desde esa óptica. Continúa diciendo que la segunda
consecuencia es la estabilidad propia, pero eso no está
establecido en modo alguno por aquel art. 6 precede ntemente
indicado (me remito a la transcripción efectuada su pra) que no
establece tal estabilidad propia, y además -aun col ocándonos
solo por vía de hipótesis en tal supuesto- en este caso
concreto es la propia parte actora la que optó clar amente en su
demanda reclamar importes indemnizatorios por el de spido y no
otras medidas (ej.: reinstalación en el cargo)” , voto que hizo
mayoría.
En igual sentido se pronunció la Sala I
de dicha Cámara en autos “Senra, Dositeo A. c. Hosp ital Español
Sociedad Española de Beneficencia” del 19/10/1993 c uando
sostuvo: “La actora en su apelación, en primer lugar insiste en
su tesis de que el dec.-ley 22.212/45, plasmó un si stema de
estabilidad absoluta que a su juicio amparaba al ac tor”.
“No encuentro de recibo la tesis de
marras, ya que el decreto en cuestión, ratificado p or ley
12.921, con las modificaciones introducidas por las leyes
14.459 (DT, 1959-219) y 14.778, en su art. 6º se li mita a
establecer que ‘Los profesionales del arte de curar gozarán de
estabilidad en sus cargos y no podrán ser separados sin sumario
previo’, sin que pueda inferirse, ante la ausencia de norma
complementaria o reglamentaria, que el régimen así diseñado sea
de estabilidad absoluta, en el sentido postulado po r la actora,
esto es, que la voluntad unilateral e incausada del empleador
sea inhábil para derogar el contrato”.
“En ese orden de ideas, a mi juicio, la
norma lo único que impone es la necesidad de incoar un sumario
previo a la separación de un profesional del arte d e curar y la
única secuela de la omisión de hacerlo, es la autom ática
calificación como arbitrario del despido, por más q ue al
disponerlo se alegue justa causa, la que le estará vedado de
acreditar en un ulterior proceso judicial, generánd ose en
consecuencia, la automática procedencia de las inde mnizaciones
por preaviso omitido y despido, tal como decidió es ta sala en
un antiguo fallo SD 18.561 del 18/9/59, in re "Urba n, Jacobo c.
Sindicato de Empleados del Tabaco s/despido"), fall o que
incluso cita el apelante, bien que en una síntesis parcial, que
omite señalar que en la citada sentencia, sólo se r econocieron
al actor las referidas indemnizaciones, correspondi entes al
sistema de estabilidad impropia consagrado por la e ntones
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vigente ley 11.729, conceptualmente similares a las que
establece la actual ley de contrato de trabajo”, voto que se
impuso.
5.- Finalmente, creo oportuno destacar
que el 26 de Mayo de 2005, mediante Resolución N° 4 1 de la
Subsecretaría de Relaciones Laborales del Ministeri o de
Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, se homologó el
Convenio Colectivo de Trabajo de Empresa N° 697/05 “E”
celebrado entre la demandada y la Asociación Profes ionales del
Programa de Atención Médica Integral y Afines en re presentación
de los médicos, odontólogos, bioquímicos y psicólog os
exclusivamente en lo que respecta a su actividad pe rsonal,
profesional y directa de atención de la salud de lo s
beneficiarios del INSSJP.-
Dicho convenio, en lo que aquí
interesa, prescribe que “En los casos de despido di spuesto sin
justa causa, habiendo o no mediado preaviso, éste d eberá abonar
al trabajador la indemnización prevista por el Artí culo 245 de
la LCT…” (Art. 19 Inc. h). Esta indemnización no pr evé como
alternativa que ante el despido corresponda la rein corporación
del trabajador tal como pretende la actora.-
De los términos empleados en el
convenio citado se extrae que la interpretación que propongo es
acorde al alcance que la propia entidad que represe nta a los
médicos dio recientemente a la estabilidad de que g ozan los
profesionales empleados del INSSJP, lo que fuera pl asmado
normativamente.-
6.- Por los argumentos expuestos y los
desarrollados por la jueza de primera instancia en el
considerando IV del resolutorio en crisis, a los qu e cabe
remitirse en honor a la brevedad, corresponde confi rmar la
sentencia apelada.-
Las costas se imponen por su orden en
tanto, de acuerdo a las circunstancias jurídicas de l caso,
razonablemente la actora pudo creerse con razón par a litigar
(Art. 68 párrafo segundo CPCCN).-
Los honorarios de los profesionales en
esta instancia se regulan en el 25% de lo que se le s fije por
la primera.-
Así voto.-
El Dr. Fernando Lorenzo Barbará dijo:
1.- En primer lugar debo señalar que
aun cuando la recurrente afirmó la articulación con junta del
recurso de nulidad, lo que determinaría su tratamie nto
prioritario, sus argumentos en tal dirección vertid os en el
inicial agravio, no resultan estrictamente atinente s a ese
remedio procesal de excepción. De tal suerte que, s in perjuicio
de atender los argumentos vertidos en tal punto, co nsidero que
corresponde desechar el planteo en trato, especialm ente por
cuanto las manifestaciones del caso bien pueden ser tenidas en
cuenta como agravios del recurso de apelación y –ev entualmente-
conducir al mismo resultado buscado por la recurren te al
acceder a la presente instancia revisora.
2.- Entrando entonces al estudio de la
apelación en sí, liminarmente debo señalar que la c uestión en
debate es asimilable a la tratada recientemente por esta Sala
en autos: “LEIVA, Edgardo c/ Instituto Nacional de Servicios
Sociales para Jubilados y Pensionados s/ Demanda La boral”
Acuerdo N° 224/11 de fecha 29 de noviembre de 2011, por lo cual
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seguiré iguales argumentos que en aquellos, dejando sentada mi
coincidencia sólo con los considerandos 1, 2 y 3 de l voto
precedente del Dr. Carrillo.
Yendo ahora al análisis del efecto que
se deriva, en un caso como el presente, del despido adoptado
sin la sustanciación del sumario previo legalmente impuesto,
creo ineludible comenzar por destacar que este reca udo
garantizador del derecho de defensa del trabajador resulta
connatural a la idea de estabilidad propia. Dicho d e otro modo:
un sistema de estabilidad impropia puede exigir o n o el sumario
previo, en cambio uno de estabilidad propia no se c oncibe sin
tal procedimiento, ya que el empleador, como regla general, no
puede deshacerse de su dependiente sin justa causa, de manera
tal que debe conferirle siempre a éste la posibilid ad de
refutarla en un procedimiento en que sean respetado s sus
derechos a ser oído, ofrecer y producir prueba, etc étera.
Aclaremos también que la estabilidad
absoluta no existe ni podría existir, desde que nin gún
trabajador estaría en condiciones de pretender ser mantenido en
un puesto que por equis razón deja de existir, ni t ampoco si
comete actos de inconducta o incumplimiento que no consientan
la prosecución del vínculo y aun tampoco en algún o tro supuesto
de peculiar singularidad. De modo entonces que la f orma de
estabilidad más favorable al trabajador es la rotul ada como
“propia”, para diferenciarla de la “impropia” que, sólo
eufemísticamente cabe considerarla estabilidad, des de que el
empleador puede hacer tabla rasa de ella con solo a bonar una
suma de dinero.
Ahora bien, ¿es únicamente para el
empleo público la estabilidad propia?. En principio y cuanto
menos entre nosotros, naturalmente que sí, porque e sa fue y es
la que garantiza el artículo 14 bis de la Constituc ión
Nacional, mientras que con relación al resto de los
trabajadores todo indicaría que el constituyente de 1957 limitó
el cuidado a la “…protección contra el despido arbitrario…” , la
cual, según acuerdo en esto de doctrina y jurisprud encia, se
satisface mediante una adecuada indemnización ante el despido
sin justa causa.
Aclaro que parto de la aplicación del
Decreto 22.212/45 a los profesionales del arte de c urar
dependientes del INSSJP por cuanto así lo sugieren las razones
y puntualizaciones que expondré seguidamente, las q ue tornan
inadmisibles los argumentos ensayados por la apelad a a fojas
146vta. in fine y 147. Especialmente resulta inadmi sible la
petición de principio en que incurrió esta parte en el último
párrafo de fojas 147 al sostener que no corresponde ría labrar
sumario ante justa causa probada. Tampoco la vigenc ia de un CCT
de naturaleza general ostenta entidad como para der ogar una
norma de mayor rango y especial, como lo es el Decr eto 22.212
respecto del CCT 697/05 citado a fojas 147vta.
Considero que cuadra enfatizar que el
artículo 6º del Decreto 22.212/45 que establece la estabilidad
de todos los profesionales del arte de curar (sea el víncul o
que los una a sus principales de naturaleza pública o privada)
y la exigencia del sumario previo para separarlos v álidamente
de sus cargos, no es original del texto de la menci onada norma
de facto , sino que fue agregado a ella por una ley del Cong reso
de la Nación (14.459) sancionada y promulgada en el año 1958
por un gobierno de jure . Y lo que es más importante aun, si lo
hasta aquí destacado pudiera tenerse por poco: natu ralmente tal
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incorporación normativa resultó alumbrada con poste rioridad a
la reforma constitucional de 1957 que incluyó el vo cablo
“estabilidad” en el texto magno, de modo que no pue de dudarse
de cual fue la intención del legislador de la menci onada ley
14.459, cuyo único artículo, exceptuado el segundo de forma, se
limitó a consagrar la reforma de marras. Mas si aun así pudiera
abrigarse alguna duda, bastaría echar mano al prime ro de los
elementos que la mejor doctrina en materia de inter pretación de
la ley sugiere tener en cuenta en tal tarea, esto e s, el
histórico, (Savigny, Federico C. en: “Sistema de De recho Romano
actual”, F. Góngora y Cía. Editores, Madrid, 1.878, Tº I,
página 150) para disiparla. Porque de la versión ta quigráfica
del debate en la Cámara de Diputados de la Nación s e advierte
que el Diputado Storani quiso dejar bien aclarado c ual era el
alcance de la modificación entonces en trato, lo qu e fue
respondido por el Diputado Escalada, miembro inform ante, con
estas palabras: “…la disposición alcanza a todos los
profesionales, sin discriminar” . Luego, ante la insistencia de
Storani el Diputado Escalada agregó: “Al empezar el debate
advertimos que la ley que ratificaba el decreto 22. 212/45 tenía
incisos discriminatorios, señalando a los que desem peñaban
cargos en el orden estatal y en el orden particular , y dijimos
que esta medida vendría a suprimir la discriminació n haciendo
que todos los profesionales del arte de curar estuv ieran
amparados por la misma disposición. De modo que, a mi juicio,
queda perfectamente establecido que la disposición alcanza a
todos los profesionales que ocupen cualquier cargo, ya se
estatal o particular ” (ADLA XVIII-A, página 91, el subrayado es
de mi autoría).
Cierto es también que en los
considerandos del Decreto-ley 22.212/45 y en su tex to se
mencionó la voz “estabilidad”, que no puede encontr arse en
ningún capítulo de la ley 20.744 ni en las de sus p recedentes,
como que en aquéllos (en los considerandos del Decr eto) se dio
el fundamento de la especial protección, en estos t érminos:
“Que dentro de las profesiones, la del arte de cura r, merece
una preferente atención por sus vinculaciones con i ntereses
primordiales de la sociedad … Que el exacto cumplim iento de sus
deberes reclama la continuidad y estabilidad necesa ria a los
fines de una actuación más eficaz, y con miras a la solución
más integral de sus problemas … Que atento a las es peciales
tareas que desempeñan y las graves responsabilidade s que asumen
es imprescindible fijar reglas de trabajo … que com pensen los
servicios prestados a la sociedad…” .
Y si se ahonda en el contexto histórico
dentro del cual fue sancionada y promulgada la refo rma del
artículo 6° del Decreto 22.212/45 introducida por l a ley
14.459, tal como acertadamente lo recordó la recurr ente, se
descubre que su marco estuvo dado por la mayor huel ga médica
que registra nuestra historia como nación, que se e xtendió,
cuanto menos en la ciudad de Buenos Aires, por sete nta días.
Así las cosas, entiendo que corresponde
interpretar que el legislador instituyó, a favor de los
profesionales del arte de curar, idéntica estabilid ad, esto es,
en sentido propio, a aquella que el artículo 14 bis de la
Constitución Nacional prevé para los empleados públ icos. Porque
este precepto de la ley fundamental no debe entende rse como
techo sino como piso, de tal suerte que no constitu ye un
valladar para que el legislador confiera idéntica p rotección a
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otros trabajadores que no sean los públicos, sobre todo cuando
para ello, como ocurrió en el caso, se dieron funda mentos
coincidentes entre el Poder Ejecutivo (bien que de facto ) y el
Poder Legislativo. Diversa sería mi interpretación si el Estado
hubiere pretendido imponerle el sistema de la estab ilidad
propia a los empleadores particulares autoexcluyénd ose. Pero no
fue ni es así. Muy por el contrario, el proceder qu e el Estado
adopta con todos sus dependientes, es el que le ha impuesto a
los privados sólo respecto de algunos de los suyos y, cuanto
menos a mi modo de ver, con razones fundadas que no han sido
puestas en cuestión. De tal suerte que afirmar que de la
normativa de marras se seguiría la afectación de al gún derecho
constitucional como el de propiedad o cualquiera ot ro, o que
implicaría un avasallamiento estatal sobre la activ idad
privada, a mi juicio carece de todo sustento, tanto mas en un
caso como el presente en el que el empleador es el INSSJP,
entidad no estatal pero de naturaleza pública (art. 1° de la
ley 19.032).
Que la reclamante se haya basado en el
Decreto 22.212/45 no implica que recurriera al Dere cho Público
ni a las normas aplicables a la relación de empleo público,
como erróneamente lo afirmara la sentenciante, ya q ue, como ha
quedado visto el mencionado Decreto resultó aplicab le por igual
a relaciones de empleo público como de empleo priva do.
Considero erróneo el razonamiento de la
sentenciante plasmado en el último párrafo de fojas 136, según
el cual la ausencia de reglamentación (del artículo 6° del
Decreto) obstaría a tener por propia a la estabilid ad que
consagra, por lo que resultaría hábil la voluntad u nilateral e
incausada del empleador para resolver el contrato.
Del simple enunciado de la apreciación
referida surge su inconsistencia, desde que si sin
reglamentación no podría inferirse lo que la norma establece
tan claramente y a favor del dependiente, mal cabrí a inferir
facultades del empleador directamente contrarias a los
intereses del trabajador (como el despido sin justa causa) y a
caros principios del Derecho del Trabajo como lo es el de la
conservación del vínculo.
En mi parecer el precedente “Franciosi”
de la CSJN en modo alguno sirve de guía para la pre sente causa.
De él ni siquiera sabemos que el actor haya sido un profesional
del arte de curar, amén de que en tal caso tampoco fue invocado
el Decreto 22.212/45. Por el contrario, lo que el m áximo
tribunal sostuvo en ese fallo, siguiendo el dictame n del
Procurador General, fue que el labrado de un sumari o no
transforma a un vínculo de derecho privado en relac ión de
empleo público. Y eso no es lo que ocurre en nuestr a causa,
porque en ella lo afirmado por la parte es que goza de una
protección idéntica a la que la Constitución Nacional confiere
a los empleados públicos en artículo 14 bis, mas no que ello la
haya transformado a aquélla, a la parte, en dependi ente del
Estado Nacional. El caso es que en función de un pr ecepto
específico, concreto, se asimiló a los profesionale s del arte
de curar, en ese solo aspecto, a los dependientes d el Estado,
sin transformarlos por ello en dependientes de Esta do.
Podría sintetizarse diciendo que en
“Franciosi” el eje del debate fue la implicancia de la
confección de un sumario previo, mientras que en la presente
ocurrió exactamente al revés: el meollo está en la no
sustanciación del sumario previo.
Poder Judicial de la NaciónPoder Judicial de la NaciónPoder Judicial de la NaciónPoder Judicial de la Nación
U S
O O
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Intentando aclarar al máximo posible mi
concepción de la cuestión en debate digo que el yer ro central
de la sentenciante ha consistido en su renuencia a admitir la
existencia de un vínculo laboral de naturaleza priv ada con
idéntica protección, en materia de estabilidad, de la que gozan
las relaciones de empleo público. Y también el hech o de
encontrar contradicción entre la aplicación de la L CT y la
estabilidad propia, cuando nuestro máximo tribunal ha
enfatizado exactamente lo contrario, tal como surge del voto
conjunto de la Dra. Highton de Nolasco y el Dr. Maq ueda en
“Madorrán”, donde dijeron que “... los empleados públicos no
dejarán de ser tales porque pasen a regirse total o
parcialmente por el derecho laboral privado…” (Considerando
2º). Del mismo modo, agrego yo, los profesionales d el arte de
curar tampoco pierden su derecho a la estabilidad p ropia por el
hecho de estar regido su vínculo laboral por la LCT . Ésta
regulará todos los demás aspectos, al igual que ocu rre con los
empleados públicos a quienes se les aplica.
3.- Concluyendo el análisis sintetizo
mis reflexiones del siguiente modo:
3.1.- Al decir el artículo 6° del
Decreto 22.212/45 (versión artículo 1 de la ley 14. 459) que
“Los profesionales del arte de curar … no podrán se r separados
sin sumario previo” , consagró, a favor de estos trabajadores,
idéntica estabilidad que la prevista en el artículo 14 bis de
la Constitución Nacional para los empleados público s,
independientemente de la naturaleza jurídica de sus
principales.
3.2.- No cabe dudar acerca de lo que
significaba la idea de “estabilidad” laboral al mom ento de la
sanción del precepto de marras ni tampoco de lo que sigue
implicando hoy. Veo de claridad meridiana lo establ ecido por el
texto transcripto tanto como la voluntad del legisl ador a la
que ya he hecho referencia. De tal suerte que, insi sto, cuanto
menos desde mi punto de vista, no cabe duda alguna acerca de la
consecuencia que ha de seguirse de un despido prohi bido. No
puede ser otra que su invalidez, porque lo contrari o implicaría
presumir que el legislador dejó en manos de los par ticulares la
opción de labrar o no el sumario previo que impuso, con lo cual
la especial tutela nada hubiera implicado en los he chos. Todo
esto trae nuevamente a mi memoria las palabras de u no de
nuestros grandes maestros del Derecho, según el cua l “La ley no
es solamente su letra, desde luego, pero tampoco es ésta una
mera envoltura de aquélla – como una caja de cartón u otro
envase cualquiera – que se debe abrir y dejar despu és a un
lado, para examinar su contenido ... La palabras de la ley son
ley – insistimos – y no una simple cáscara que se r ompe y se
tira para comer la nuez” ( Orgaz, Alfredo en: “Las palabras
de la ley”, “La Ley”, T° 154, Sección Doctrina, pá gina 1.022,
1.974).
3.3.- En definitiva entonces, habré de
votar la recepción de los agravios y consecuentemen te por
declarar nulo y sin valor alguno el despido del act or
oportunamente intentado por su empleadora, omitiend o el debido
sumario previo. Asimismo y en mi opinión, correspon dería
condenar a la apelada a la reinstalación del actor en el mismo
puesto, categoría y función que ostentaba al moment o del
despido, con costas, por imperio del primer párrafo del
artículo 68 del CPCCN, aplicable al caso por remisi ón del
artículo 155 de la ley 18.345.
Poder Judicial de la NaciónPoder Judicial de la NaciónPoder Judicial de la NaciónPoder Judicial de la Nación
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Es mi voto.-
La Dra. Liliana M. Arribillaga adhiere
al voto del Dr. Carrillo.-
Por lo tanto, en mérito al Acuerdo que
antecede, por mayoría
SE RESUELVE:
I.) Confirmar la Resolución Nº 22 del 4 de abril de 20 11 (fs.
132/137). II) Imponer las costas de esta instancia por su orden
(Art. 68 párrafo segundo CPCCN). III.) Regular los honorarios
profesionales en un 25% de lo que se fije por la pr imera
instancia. Insértese hágase saber y oportunamente d evuélvase al
juzgado de origen. Fdo.: Liliana Arribillaga – Carlos Carrillo –
Fernando Barbará (Jueces). Patricia Calvi (secretar ia).- -
E.C-T.P
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