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¿Conoces a alguien como Adolfo?

Texto de María José Lera y Daniel Cela

Agradecemos la colaboración de Rogelio Rodríguez y Eduardo Muñoz, profesores de Bachillerato Artístico del I.E.S. Prof. Tierno Galván, por la coordinación artística.

Ilustraciones:Iñaki Salas DiánezDavid de la Iglesia Mellado.I.E.S. Prof. Tierno Galván. Alcalá de Guadaira, Sevilla

¿Conoces a alguien como Adolfo?

Adolfo era un niño divertido, gracioso... aunque para hacer sus bromas siempre utilizaba a los demás.

Por ejemplo, imitaba sus defectos.

Les obligaba a hacer cosas humillantes, pero que él consideraba graciosas.

Se divertía mucho poniendo motes. Observaba algo diferente en los otros, y los llamaba, con tono despectivo: cabezón, orejón, gordo, canijo. Siempre funcionaba.

Claro que sus compañeros no se divertían tanto como él, de hecho a casi todos les molestaba.

Seleccionaba las víctimas con mucho cuidado. Se aseguraba que fuesen débiles, más pequeñas, distintas físicamente, inseguras...

... Y, por supuesto, que no tuviesen a nadie dispuesto a defenderlas.

Pero hacer estas bromas en solitario no le resultaba divertido. Adolfo sabía era necesario tener una banda.

Sus compinches deberían ser incondicionales, hacer todo lo que les pidiese, que le adorasen como líder...

... y que lo imitasen en todo.

También sabía que había que había que aprovechar cualquier oportunidad para enfrentarse al profesorado, para ponerlo en apuros. Esto haría que el resto le admirase.

Estaba seguro que si lo cogían ...

Cualquier acción o excusa sería válida para evitar el castigo: Llorar, suplicar, y por supuesto insistir diciendo que no era culpable.

Pero a veces Adolfo se sentía solo; se daba cuenta que los demás se divertían de otra manera.

Cuando pensaba como era realmente, no se gustaba ni a él mismo.

Claro que para entender a Adolfo había que conocer su vida desde que era un bebé. Probablemente muchas veces no fue atendido cuando lloraba, o bien fue excesivamente mimado por sus padres, porque lloraba demasiado.

Su ambiente familiar debió ser conflictivo, con peleas frecuentes, con violencia, con falta de cariño y de afecto.

Estas experiencias le hicieron entender que la manera de relacionarse con los demás, era ignorar los sentimientos de los otros, manipularlos para conseguir sus propios intereses y usar violencia para conseguirlo.

Puede que siguiera así siempre, y que incluso llegara a convertirse en un personaje “raro”.

Pero lo más probable es que termine como un ser solitario, tal vez violento, destructivo y delincuente.

Si conoces a alguien como Adolfo lo mejor que puedes hacer es ayudarle a entender que las relaciones personales se basan en la igualdad, en el respeto y en el afecto.

En la vida no somos nadie sin la compañía, sin el afecto de los demás. Todos y todas tenemos la misma necesidad de ser amados, de tener amistades, de ser comprendidos y en definitiva de no sentirnos solos.

Una buena manera de empezar es mirar a nuestro alrededor y ver si hay alguien como Adolfo. No debes de olvidar que Adolfo necesita tu ayuda y los demás, también.

FIN