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De pobladores organizados a clientes del Estado:
La acción estatal en la desorganización social de la población Yungay
(La Granja)
[Por Martín Montes Marín].
Tesis presentada al Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Pontificia Universidad Católica
de Chile para optar al grado académico de Magíster en Desarrollo Urbano.
Profesor guía: Javier Ruiz-Tagle
Santiago de Chile, diciembre 2016.
De pobladores organizados a clientes del Estado:
La acción estatal en la desorganización social de la población Yungay
(La Granja)
[Por Martín Montes Marín].
Tesis presentada al Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Pontificia Universidad Católica
de Chile para optar al grado académico de Magíster en Desarrollo Urbano.
Profesor guía: Javier Ruiz-Tagle
Santiago de Chile, diciembre de 2016.
Copyright © 2016 Martín Montes Marín
Se autoriza la reproducción total o parcial, por cualquier medio o procedimiento, incluyendo la cita
bibliográfica del documento.
Dedicatoria
Dedico esta tesis a todos los pobladores y pobladoras de la población Yungay, quienes, a pesar de las
dificultades, se mantienen movilizados y organizados para construir una ciudad más justa.
Agradecimientos
En primer lugar agradezco a quienes colaboraron en los aspectos teórico-metodológicos para
que esta investigación fuera posible. A Javier Ruiz-Tagle le agradezco sus pertinentes sugerencias,
constante disponibilidad y su confianza al haberme permitido ser parte del proyecto de investigación que
dirige. A Gonzalo Cáceres, por su constante interés y recomendaciones durante el curso de Tesis 1 y en
otras instancias. Y a Caroline Stamm, por sus pertinentes observaciones como segunda lectora.
En segundo lugar, quisiera agradecer a todos los que colaboraron con la realización del trabajo
de campo de esta investigación, quienes generosamente accedieron a conversar conmigo -ya sea a través
de una entrevista o una conversación informal- sobre el tema que ésta convoca. En particular, quisiera
agradecer a todos los pobladores y pobladoras de la Yungay con los que pude compartir. Sus relatos,
historias de vida e impresiones me ayudaron a establecer relaciones que sin su ayuda jamás me habría
percatado. Dentro de ellos, quisiera hacer un agradecimiento especial a la mesa barrial de la población
Yungay, quienes rápidamente me acogieron y me invitaron a participar como un poblador más de las
reuniones semanales que se realizaron todos los lunes del 2016 en la sede. Jaque, Oscar, Norma, Tere,
Carmen, Sergio, Inés, Vivi, Alonso, Gaby, Rodrigo, el equipo de la FEUC y todos quienes participaron
activamente de la mesa barrial; gracias por enseñarme la importancia que tiene la organización social
barrial, lo que ustedes me transmitieron va mucho más allá de lo que esta tesis es capaz de decir.
Finalmente, agradezco a todos aquellos que directa o indirectamente han colaborado con el
proceso de realización de esta tesis. Al Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile (FONDECYT)
por su apoyo al financiar los gastos en los que esta investigación ha incurrido. Al equipo del proyecto de
investigación MUEI1, por el grato trabajo que logró llevarse a cabo en este primer año de investigación.
A mis compañeros y amigos del magíster, “la familia internacional”, por su alegre compañía en todo este
proceso. A los shepards, por su constante interés, reflexiones y estímulo. A mis padres, por su permanente
apoyo en todas mis búsquedas. Y a la Berni, por su paciencia, comprensión infinita y por sus sabios
consejos.
1 Marginalidad Urbana y Efectos Institucionales. FONDECYT de iniciación N° 11150426 (2015-2018). Investigador Responsable: Javier Ruiz-Tagle. Más información en: http://proyectomuei.com
Resumen
La historia demuestra que en contextos de vulnerabilidad, las redes de cooperación y la
organización social han sido recursos claves para enfrentar las barreras de exclusión con las que conviven
los sectores populares. En Chile, existe una larga tradición de organización social asociada a dichos
espacios. Sin embargo, en las últimas décadas la participación de la población en asociaciones voluntarias
ha disminuido de manera considerable, especialmente en Santiago. En general, los estudios existentes
sobre este fenómeno se han concentrado en sus consecuencias, y poco se conoce sobre las causas
concretas que están detrás de ello.
Tomando como caso de estudio a la población Yungay (La Granja), a partir de la revisión de
documentos históricos, observaciones etnográficas y entrevistas, la presente investigación revela de qué
manera las propias acciones e inacciones del Estado han alterado la organización de poblaciones que
solían ser reconocidas por sus altos niveles de movilización social. Se evidencia que durante la dictadura
se instaló un proyecto político de desarticulación social, el cual pretendía reformular la participación y la
política. En el marco de dicho proyecto, se implementaron diversas estrategias que debilitaron la
organización social, destacándose entre ellas la instauración de un sistema institucional que se mantiene
vigente hasta el día de hoy. Este sistema ha restringido las formas de organización e incentivado la
competencia, estableciendo un mayor control y dominación sobre las organizaciones sociales, situación
que ha visto agudizada por las relaciones clientelares que especialmente los municipios han establecido
con las comunidades locales. A raíz de todos estos factores, se han provocado importantes cambios en
las formas de organización social y en el comportamiento de los pobladores, lo cual a su vez ha
desencadenado diversos problemas sociales en el barrio.
Índice
Introducción……………………………………………………...……………………………….p. 1
Capítulo 1. Marco teórico……………………………………………………………….……..…p. 5
1.1. El rol de las instituciones……………………………………………….…………........p. 6
1.2. Redefiniendo la desorganización social……………………………..……………...….p. 16
1.3. El rol del Estado chileno en la desorganización…………………………..………...…p. 26
Capítulo 2. Marco metodológico………………………………………………….……..……..p. 34
2.1. Pregunta, hipótesis y objetivos…………………………………….……………….…p. 35
2.2. Enfoque metodológico…………………………………………….…………………p. 35
2.3. Diseño metodológico………………………………………………..…………….......p. 38
2.4. Plan de análisis………………………………………………………..…………….....p. 40
2.5. Entidades patrocinantes, limitaciones metodológicas y aspectos éticos a considerar........p.40
Capítulo 3. Población Yungay: una historia que se hace presente……….……………..…....p. 42
3.1. El origen de la Yungay: la Villa Lenin (1970-1973)………………………………..…..p. 44
3.2. La mano dura pega fuerte en la Yungay: el periodo de dictadura (1973-1990)…..……..p. 45
3.3. ¿La alegría ya viene?: La Yungay en democracia (1990 a la fecha)…………..…………p. 48
Capítulo 4. La dominación y clientelización de la organización social y sus
consecuencias……………….......………………………………………………………………p. 51
4.1. Dominación y control…………………………...………….………………………....p. 52
4.2. Transformación………………………………………………………………………p. 62
4.3. Problemas sociales resultantes………………………………………………………...p. 69
Capítulo 5. Conclusiones………………………………...…………………………………...…p. 79
Referencias bibliográficas………………………………………………………………………….p. 87
Anexos…………………………………………………………………………………………...p. 100
Listado de ilustraciones
Figura 1. Teoría de la Desorganización Social………………………………………………………p. 8
Figura 2. Estrategias de auto-protección simbólica………………………………………………....p. 17
Figura 3. Redefiniendo el fenómeno de la Desorganización Social………………………………....p. 19
Figura 4. Tipología de relaciones entre el Estado y el capital social colectivo.……………………....p. 23
Figura 5. Logo del proyecto “Comunidad con Unidad”…………………………………………....p. 37
Figura 6. Primera asamblea barrial, presentación resultados encuesta...………………..…………....p. 37
Figura 7. Mapeo colectivo con centro de adulto mayor…………….……………………………....p. 37
Figura 8. Día del niño………………………………………………………...…………………....p. 37
Figura 9. Equipo de trabajo “Comunidad con Unidad”….………………………………………....p. 37
Tabla 1. Resumen muestra entrevistas…………………………………………………………..…p. 40
Figura 10. Localización de la población Yungay dentro del Gran Santiago y polígono que demarca los
límites de la población………………………………………………...…………………………....p. 43
Figura 11. Dúplex……………………………………………….………………………………....p. 45
Figura 12. Mural sobre la represión que hubo en el periodo de dictadura en la población……….....p. 46
Figura 13. Mural y viviendas sociales de la población Yungay……………………………………...p. 47
Tabla 2. Alcaldes electos en la comuna de La Granja desde 1992 a la fecha………………………..p. 50
Figura 14. Sede “liberada” autoconstruida……………………….………………………………....p. 55
Figura 15. Sede social “antielectoral” que actualmente se encuentra inactiva………………………..p. 64
Figura 16. Rayados en la población…………………………………………...………………….....p. 64
Figura 17-18. Aniversario número 46 de la población Yungay (2016)……………………………....p. 66
Gráfico 1. Número de votos emitidos en la comuna de La Granja (1992-2016)……………………p. 71
Figura 19. Microbasural en pasaje de la población…………………………………………………p. 72
Listado de abreviaciones
JJVV Juntas de Vecinos
PJ Personalidad Jurídica
DIDECO Dirección de Desarrollo Comunitario
PQMB Programa Quiero mi Barrio
PBS Programa Barrio Seguro
MINVU Ministerio de Vivienda y Urbanismo
PUC Pontificia Universidad Católica de Chile
FEUC Federación de Estudiantes de la Universidad Católica
FONDECYT Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile
MUEI Marginalidad Urbana y Efectos Institucionales
2
“Los vecinos se han vuelto indiferentes a los problemas de los demás. Ya no hay un sentido de pertenencia que invite a
hacernos parte y cargo de los problemas que van surgiendo” (pobladora, 58 años). / “Nos hemos puesto muy
individualistas. Comúnmente antes uno sabía los problemas que tenía el vecino de al lado, (…) uno sabía que el vecino
de al lado estaba sin pega y se hacía como una cadena solidaria, pero en estos momentos de repente llega el vecino se
encierra y prende la tele y no sabe qué problema le pasa al vecino de al lado o al de abajo” (dirigente, 48 años). /
“Cada uno vive su metro cuadrado, es necesario volver a recuperar la confianza” (pobladora, 74 años).
Estos son algunos de los comentarios que escuché la primera vez que fui a la población Yungay
y representan uno de los discursos más generalizados que actualmente existen en el barrio. El aumento
del individualismo y el quiebre comunitario eran temas que aparecían de distintas maneras cada vez que
asistía a las reuniones de la mesa barrial o conversaba con algún poblador. Ante ello, no me fue muy
difícil asumir que éste iba a ser el tema con el que me involucraría durante casi un año de investigación.
Rápidamente me llamó la atención el profundo consenso que tenían los pobladores sobre el tema. Para
ellos el diagnóstico estaba claro: actualmente la población está dividida y los pobladores sólo se interesan
de resolver sus vidas. Independiente de qué tan verificable era esto2, lo importante es que para los
pobladores de la Yungay esto es un hecho consolidado. Sin embargo, lo curioso es que no habían razones
claras que explicaran por qué ahora había tan poco interés por participar en las actividades comunitarias
y en organizarse. Algunos decían que esto se había dado por culpa de la televisión, otros que la droga,
otros se referían a las exigentes jornadas laborales que no les dejaba tiempo para realizar otras actividades.
Sin embargo, el discurso más común era que ahora los pobladores se habían enfocado en sus familias;
señalaban que los temas colectivos habían sido abandonandos porque ahora la gente, por lo general, vivía
refugiada en sus hogares, preocupada de sus cotidianidades, de sus hijos y de sus propios problemas.
Ninguna de estas respuestas me dejó satisfecho. En mi opinión todo eso era parte del problema, no causa
de este. Además, todos estos elementos, -la televisión, el trabajo, la droga, la familia, entre otros- no eran
exclusivos de este barrio en particular, ni tampoco de este periodo. Sólo por tomar un ejemplo,
antiguamente las familias solían ser mucho más numerosas de lo que son ahora, y aún así los niveles de
organización social eran mayores. A mí parecer, familia y organización social no eran excluyentes. La
pregunta era ¿por qué aquí, en la población Yungay en particular, se resentía tanto este quiebre
comunitario?, ¿qué pasó que los vecinos se desinteresaron por lo público?, ¿por qué los espacios
colectivos, que tanto habían caracterizado a la población en periodos anteriores, ya no convocaban a los
habitantes del barrio?
2 Pese a que ha habido diversos esfuerzos por medir el capital social y su relación con diversos problemas sociales (Portes, 1998; Fukuyama, 2000; Fine, 2001; Arrow, 2000), hasta ahora se ha concluido que la medición cuantitativa del capital social está aún lejos de ser factible (Durston, 2003).
3
Bastó un poco de tiempo y oído para que algunas posibles respuestas fueran emergiendo, y dos
en particular llamaron mi atención. La primera, que no por nada provino de las voces más antiguas de la
población, se refería a que la gran causa que esta detrás del quiebre comunitario de la Yungay se relaciona
con los gobiernos y la política que éstos han implementado. “Yo creo que todo esto viene de los malos gobiernos que
no se preocupan de la gente de abajo” (pobladora, 82 años). “Finalmente, lo que más ha dividido a la gente aquí es la
política” (poblador, 78 años). Muy relacionado, en segundo lugar, me llamó la atención que en las reuniones
de la mesa barrial a las que asistía, se le dedicaba muchísima importancia a definir cómo llegar a los demás
vecinos para invitarlos a las actividades que se organizaban. En ese sentido, qué decirles, cómo decirles,
dónde se iba a realizar la actividad, eran elementos fundamentales para el éxito o fracaso de las actividades.
Según lo observado, el éxito de las actividades dependía en buena medida del nivel de autonomía que
éstas tenían, y por lo mismo, estos espacios buscaban diferenciarse lo más posible de la institucionalidad
estatal, la cual, al menos en este barrio, esta sumamente desprestigiada. De este modo, si las actividades
que organizaba la mesa barrial eran vistas por la comunidad como espacios autónomos, había una mejor
recepción de parte de la comunidad que cuando éstas eran asociadas como instancias institucionalizadas,
en las que el Estado, de alguna forma, estaba presente. Al respecto, un dirigente social en una reunión de
la mesa barrial señala:
“van a decir ‘son los mismos weones de siempre nomás que vienen a meter el dedo’, porque relacionan
todo con la cuestión de la política y el gobierno (…) Hay que ser honestos diciendo que queremos trabajar y
levantar organización en la población. Si entrai así, la gente te cree y se abre” (poblador, 48 años).
Estas palabras dan cuenta que existe una fuerte desconfianza instalada en el barrio frente a las
actividades comunitarias, lo cual exige ser sumamente cuidadosos a la hora de su organización. A partir
de esto se podría decir que la forma de llegar a los vecinos, o la forma de hacer política3 en el barrio, inclusive
desde una organización social local, es fundamental en la organización de las actividades ya que existe un
clima de muchísima desconfianza frente a cualquier expresión política. Ambos elementos señalados (los
gobiernos, y el rechazo hacia la institucionalidad), que finalmente son dos caras de la misma moneda, nos
permiten asumir, a modo de hipótesis, que existe una (hasta entonces) desconocida relación entre el
proceso de quiebre comunitario que perciben los pobladores de la Yungay, y la acción (e inacción) estatal.
A raíz de ello, una de las principales preguntas que motiva esta investigación es conocer -desde la
perspectiva de los pobladores y dirigentes sociales- ¿de qué manera las distintas acciones e inacciones del
Estado, tanto a nivel local como central, han incidido en los procesos de (des)organización social que se
han dado en la población Yungay?
3 Aquí se concibe el concepto amplio de la política, entendido como el espacio de realización y construcción recíproca de un
orden social (Atria, 2013).
4
Distintos autores se han referido a la relevancia que tiene la organización social para las
comunidades, en particular para aquellas de sectores vulnerables. Según Ruiz (2008), frente a la carencia
de recursos económicos, culturales, políticos, entre otros, las redes de cooperación y la organización social
han pasado a ser un recurso clave para los barrios populares. Los argumentos que confirman esto son
múltiples; como dice Lea (1997), las relaciones de vecindad que se dan en estos barrios son una forma de
defensa y apropiación natural del espacio, lo que si se llega a traducir en organización social, puede llegar
a ser un factor fundamental para revertir las condiciones de los barrios más desfavorecidos (Forrest y
Kearns, 2001). Por otro lado, se ha señalado que en comunidades con bajos niveles de organización social
(o con bajo capital social interno), al no poder mantener el control social, se desencadenarían diversos
problemas sociales (Wilson, 1996; Sampson, 2012). De este modo, como dice Segovia (2005), “la
experiencia muestra que la organización social es un imperativo, y a veces la única alternativa para frenar
o revertir las violentas dinámicas de pobreza y exclusión que se desarrollan en la ciudad” (p. 134).
En Chile, en particular en los sectores vulnerables, existe una larga tradición de organización
social (Salman, 1995). Sin embargo, en las últimas décadas la participación de la población en asociaciones
voluntarias ha disminuido de manera considerable (un reciente estudio señala que a nivel nacional la
participación ha disminuido en un 40%, y en un 50% en el Gran Santiago (Herrman y Van Klaveren,
2016)). El declive de organización social sería particularmente relevante en un contexto latinoamericano
ya que, como largamente lo desarrolló la Teoría de la Marginalidad, en este continente se ha dado una
superposición política, de tipo colonialismo interno, donde una pequeña minoría mantiene relaciones de
poder con la masa conquistada (Giusti, 1973), lo que exige un mayor empoderamiento y nivel organizativo
de parte de los sectores populares para que éstos puedan ser representados.
De cierta forma se ha tendido a naturalizar el declive organizacional señalando que ya no existen
causas comunes tan poderosas que motiven a la ciudadanía a organizarse como en su tiempo lo fueron
la lucha contra la dictadura y el movimiento de pobladores por el derecho a la vivienda. No obstante,
cuesta creer que ya no existan razones para organizarse. Algunos autores señalan que durante la dictadura
se instaló un proyecto político de desarticulación social el cual pretendía reformular la participación y la
política. Además, hay quienes proponen que la institucionalidad instaurada en dictadura se ha mantenido
durante la democracia y ha continuado profundizando la desarticulación social de las comunidades en la
actualidad (Tapia, Boyco y Letelier, 2016). Sin embargo, esto no ha sido estudiado de manera empírica.
A partir de un caso particular, este estudio busca desnaturalizar el declive organizacional que se ha ido
dando en muchas poblaciones de Santiago. Para ello, la presente investigación se enfoca en dar cuenta
del rol que ha tenido el Estado en los procesos de (des)organización social y las consecuencias sociales
que han derivado a partir de dichos procesos.
5
Capítulo 1. Marco teórico
Fuente: Fotografía tomada por el investigador.
“Deberíamos prestar mayor atención a las habituales relaciones (in)visibles entre funcionarios
estatales, operadores políticos y los autores de la violencia y cómo se activan y se despliegan para controlar
el comportamiento de los pobres” (Auyero, 2013, p. 196).
6
1.1. El rol de las instituciones
Como marco teórico general, esta investigación se inscribe dentro del paradigma de la Economía
Política Urbana, también conocida como la Nueva Sociología Urbana, específicamente dentro de lo que se
conoce como su perspectiva institucional. A grandes rasgos, esta aproximación busca dar cuenta que los
problemas sociales que se manifiestan en los barrios vulnerables están fuertemente influidos por la acción
e inacción de instituciones externas a los barrios, desmintiendo así que dichos problemas se dan
meramente por las condiciones internas (o intrínsecas) que poseen ciertos sectores de la ciudad, tal como
plantea la Escuela de Chicago. En este primera sección se entregan algunos elementos teóricos que buscan
dar a conocer ambas líneas de estudios, especificando las críticas que ha recibido la Escuela de Chicago,
y mostrando cómo es que la Economía Política Urbana busca hacerse cargo de dichas críticas. Luego se
especifica en el rol particular de las instituciones del Estado como un agente responsable de buena parte
de los problemas sociales de los barrios pobres. Finalmente, dentro de la Nueva Sociología Urbana, se
presenta al neoinstitucionalismo como una nueva forma en que las instituciones, y el Estado en particular,
actúan de una manera más sutil e indirecta sobre los individuos, pero sumamente influyente. Para
complementar esta idea se utilizan dos conceptos foucaultianos, instituciones totales y gubermentalidad, los
cuales nos permitirán comprender cómo es que instituciones poderosas, como por ejemplo el Estado,
son capaces de modificar las conductas de los individuos para mantener el control de los territorios.
1.1.1. Dos aproximaciones distintas para comprender los problemas sociales de los barrios
La Escuela de Chicago
La escuela de sociología urbana de Chicago, también conocida como Escuela Ecológica o
Ecología Humana, corresponde a la primera teorización sistemática de los fenómenos que acontecen en
la ciudad. Originaria de los años 30, esta aproximación tiene entre sus principales exponentes a autores
como (Robert) Park, (Louis) Wirth y (Ernest) Burgess, quienes se concentran en desarrollar teorías que
expliquen el comportamiento y la interacción social de los ciudadanos, y en general sobre cómo es que
es que las poblaciones humanas se adaptan a su medio. Influenciada por el sociólogo francés Emile
Durkheim con la división del trabajo y sus métodos empírico-positivistas, y por el naturalista inglés
Charles Darwin con postulados referidos a la competencia, dominación y subordinación (Flanagan, 1993),
esta aproximación se acerca bastante al paradigma funcionalista al centrarse en la tendencia al equilibrio
y en la naturaleza evolutiva del cambio (Saunders, 1986). De esta manera, la Ecología Humana explica
los fenómenos sociales a partir de ajustes al entorno, centrándose en los aspectos internos de las “áreas
naturales”, que vendría a ser el equivalente al barrio.
7
La Escuela de Chicago ha sido sumamente influyente para los estudios urbanos y de esto da
cuenta Wacquant (2007) al señalar que durante más de 50 años, los estudios de pobreza urbana por lo
general se han enfocado en los aspectos internos o en los síntomas de los barrios pobres tales como la
delincuencia, violencia intrafamiliar, consumo y tráfico de drogas, entre otros. Al enfocarse en este tipo
de aspectos, esta aproximación ha tendido a centrarse en los rasgos psicológicos e individuales de los
habitantes, estableciendo así relaciones entre la conducta de los ciudadanos y los problemas sociales. Un
claro ejemplo de ello sería la ampliamente desarrollada perspectiva de la denominada ‘subclase’ (underclass),
la cual tiene a Wilson (1987) como uno de sus principales exponentes. En términos muy generales, esta
señala que ciertos grupos sociales poseerían hábitos o patologías sociales que facilitarían la generación de
problemas sociales. Para la realidad latinoamericana, esta perspectiva vendría a representarse con los
postulados desarrollados por Oscar Lewis con el concepto de cultura de la pobreza, y Gino Germani con la
Teoría de la Marginalidad.
Siempre bajo la influencia de la Escuela de Chicago, tiempo después surge la conocida teoría de
los “efectos de barrio”, la cual en pocas palabras, puede ser definida como la adición de problemas sociales
que (supuestamente) genera la concentración espacial de la pobreza (Sampson, Morenoff y Gannon-
Rowley, 2002). Es decir, que cuando los pobres están concentrados en un mismo espacio físico, se genera
un ambiente que provoca problemas sociales adicionales. En palabras de Sampson (2012), uno de los
autores que más ha investigado del tema, en los sectores pobres habría una suerte de emergencia de
patologías colectivas que influenciarían negativamente a los individuos, provocando así nuevos
problemas sociales. De este modo, para esta teoría, la concentración de la pobreza sería el principal
detonante de los problemas sociales que se darían en dichos espacios.
En la misma línea, una de las principales teorías que surgen en los inicios de la Escuela de Chicago
corresponde a la Teoría de la Desorganización Social, también denominada como Paradigma de la
Desorganización Social. En sus orígenes, esta se refiere a la baja influencia que tienen las reglas de
comportamiento para un determinado grupo social (Carey, 1975). Es decir, que los miembros de una
comunidad pierden el entendimiento común para mantener el control social informal de su comunidad,
trayendo así nuevos problemas sociales. Según Carey (1975), esta teoría fue reemplazada en la literatura
por el concepto de ‘anomia’ propuesto por Durkheim. Sin embargo, varias décadas después, Wilson
(1987) y otros autores (ver Massey y Denton, 1993; Jargowsky, 1997), reintroducen el concepto para
explicar la relación entre concentración de la pobreza y ciertas patologías sociales (Ruiz-Tagle, 2014), es
decir lo que acabamos de presentar como “efectos de barrio”. Sin mayores modificaciones de su
conceptualización original, Wilson (1996) define a la teoría de desorganización social como “el grado en
que los residentes de un barrio son capaces de mantener un control social eficaz y alcanzar sus objetivos
comunes” (p. 20). Dentro de la misma teoría, aparece el concepto contrario denominado “eficacia
8
colectiva”, el cual pone el foco en la organización interna (o capital social interno) de los barrios
vulnerables para explicar su propia resiliencia para enfrentar los problemas sociales (Sampson, 2012). De
este modo, bajo la teoría de la desorganización social, cuando los propios habitantes de un barrio son
incapaces de crear los mecanismos adecuados para superar los procesos de exclusión social, dicho barrio
sufre un proceso de desorganización social que desencadena problemas sociales adicionales (ver figura
1). Un punto a destacar sobre ésta definición, es el supuesto de que los habitantes del barrio, al no poder
ejercer la eficacia colectiva, serían los responsables directos de los problemas sociales que surgen a raíz
de los procesos de desorganización.
Críticas a la Escuela de Chicago
A pesar de la fuerte influencia que han tenido estas teorías en el mundo académico y principalmente
en las políticas públicas, todas éstas han sido fuertemente cuestionadas. Para la teoría de los efectos de
barrio en particular, entre las principales críticas se destaca que por lo general las investigaciones de esta
corriente de estudios se han enfocado en dar cuenta de que efectivamente existe una relación entre
concentración de la pobreza y problemas sociales. Sin embargo, no hay evidencia suficiente que permita
establecer una causalidad en dicha relación (Tienda, 1990). Junto a esto, Steinberg (2010) critica el hecho
de que la teoría del efecto barrio le otorga demasiada importancia a la segregación residencial, olvidándose
de que la pobreza es influenciada por muchas otras fuerzas estructurales. Si bien estas críticas también
aplican para la teoría de la desorganización social, a su vez ésta ha recibido otras críticas específicas sobre
sus postulados. Entre las principales se destaca el hecho de que el concepto de desorganización social es
muy vago y subjetivo, lo cual dificulta su aplicación y estudio (Carey, 1975). Además, Carey señala que se
ha equiparado el concepto de desorganización social con sus consecuencias; es decir que la
desorganización social por lo general ha sido medida a través de los problemas sociales que resultan de
éste, más que establecer mediciones en sí misma. Respecto a la Escuela de Chicago en general, siguiendo
a Ruiz-Tagle (2016), las críticas pueden ser resumidas en tres puntos. La primera corresponde a la falacia
Figura 1. Teoría de la Desorganización Social
Fuente: elaboración propia.
DESORGANIZACIÓN SOCIAL
•Incapacidad de los residentes de un barrio de mantener un control social eficaz sobre su comunidad (Wilson, 1996).
PROBLEMAS SOCIALES
•Violencia
•Delincuencia
•Consumo y tráfico de drogas
•Embarazo adolescente
•Etc.
9
ecológica, la cual consiste en que esta aproximación tiende a generalizar a la población al trasladar
propiedades de ciertos grupos sociales específicos a todos los individuos, haciendo una sobre-
interpretación de resultados (Flanagan, 1993; Gottdiener y Hutchison, 1994; Saunders, 1986). La segunda
crítica se refiere al énfasis positivista en el sentido de que llega a ser muy determinista y conservadora,
naturalizando así muchos de los fenómenos sociales (Gottdiener y Hutchison, 1994; Saunders, 1986). Por
último, la crítica más común y la más pertinente para efectos de esta investigación consiste en no considerar
los factores económicos y políticos que pueden estar influyendo los fenómenos analizados (Flanagan, 1993;
Gottdiener y Hutchison, 1994; Orum y Chen, 2003). Es decir, que producto de una conceptualización de
la vida urbana basada en procesos biológicos o naturales, la Escuela de Chicago ha evitado estudiar el rol
que pueden llegar a tener ciertas instituciones influyentes y el capitalismo en general.
A partir de lo señalado, es posible afirmar que los estudios sobre pobreza urbana que se han
desarrollado desde la aproximación de la Escuela Ecológica se han centrado en los síntomas, al describir
los rasgos psicológicos e individuales y señalar que ésta sería resultado de vicios personales y patología
colectivas de los pobres (Wacquant, 2007). Ante ello, Wacquant destaca que para evitar quedarnos en la
superficialidad, es necesario indagar en las causas sociológicas y estructurales que explican las
transformaciones de la pobreza. Es decir, que es necesario desenmascarar las raíces políticas, económicas
e institucionales que hay detrás de los cambios de la vida cotidiana y las relaciones sociales.
Estas críticas se vuelven especialmente pertinentes en el contexto actual, ya que en Latinoamérica y
Chile en particular, desde los años 90’, con la mayor disponibilidad de datos agregados para la elaboración
de estudios cuantitativos, se han realizado múltiples investigaciones enfocadas en establecer relaciones
entre el espacio y los problemas sociales (ver, por ejemplo, Sabatini et al. 2001; Flores, 2006; Flores et al.,
2009; Sabatini et al. 2010). Bajo una aproximación positivista, dichos estudios estarían corroborando la
tesis del efecto barrio. Sin embargo, a su vez estarían omitiendo el rol que específicamente pueden estar
teniendo las distintas instituciones involucradas en la generación de los problemas sociales que se dan en
dichos espacios. Como dice Wacquant (2007): “olvidar que el espacio urbano es una construcción
histórica y política, es exponerse a quedar atrapado por los efectos de barrio que no son más que la
retraducción espacial de las diferencias económicas y sociales” (p. 21).
La Economía Política Urbana y su perspectiva institucional
En línea con las críticas recién planteadas, a partir de los años 70’ surge una aproximación que busca
dar cuenta del rol que juegan las fuerzas estructurales que estarían explicando los fenómenos sociales que
tienen lugar en las ciudades. Esta corresponde a la Economía Política Urbana, también denominada como
la Nueva Sociología Urbana (en contraste con la Escuela de Chicago), la cual examina cómo los procesos
10
materiales de producción “de” y “en” las ciudades son influenciados por decisiones tomadas por ciertas
instituciones políticas y económicas (Ruiz-Tagle, 2016). A diferencia de la Escuela de Chicago, esta
aproximación busca dar cuenta de que las ciudades y los distintos problemas sociales que se dan en ellas,
no son fenómenos ‘naturales’, sino más bien una construcción social. De este modo, con influencias
neomarxistas y neoweberianas, la Economía Política Urbana se desarrolla como una respuesta a los
drásticos cambios que se han dado en las últimas décadas en materia económica y política, y a los procesos
de reestructuración urbana que se han dado a partir del neoliberalismo.
Ya han pasado casi tres décadas desde que Logan y Molotch (1987) sostuvieron que buena parte
de los problemas sociales de los barrios provienen de las organizaciones e instituciones externas, las que
a través de sus acciones e inacciones reorganizaban el espacio urbano. En ésa línea, distintos autores han
propuesto estudiar la pobreza urbana desde una perspectiva institucional (Gans, 2008; Wacquant, 2007).
Gans (2008) afirma que los efectos de barrio serían el resultado de la influencia de instituciones poderosas
cuya administración se encuentra afuera de esos barrios, y Wacquant (2007) dice que en realidad los
efectos de barrio serían “efectos del Estado inscritos en el espacio urbano” (p. 284). Estos postulados
niegan que estos procesos se den ‘naturalmente’, o bien que son producto de la adaptación de los
ciudadanos a su medio, o de la mera concentración de la pobreza, sino que más bien son impulsados por
instituciones y organizaciones específicas (Logan y Molotch, 1987; Harvey, 1989; Nervarez, 2007). Entre
ellas, distintos autores han señalado que el Estado es una de las instituciones más responsables sobre las
condiciones de los barrios vulnerables (Wacquant, 2007; Small, 2008; Auyero, 2013). Al respecto,
Wacquant (2007) señala que el Estado, a través de su segregación y clasificación, modela las estrategias y
estilos de vida de la pobreza urbana, lo cual hace necesario relacionar las nuevas formas de marginalidad
urbana con las transformaciones económicas, y sobre todo políticas, que ha sufrido la estructura del
Estado en las últimas décadas. En ese sentido, el mismo autor señala que si bien las principales
problemáticas sociales que se viven actualmente están fuertemente influidas por la transición a una
economía abierta, descentralizada y basada en los servicios (fenómeno que ha sido denominado como
desproletarización), así como también por la persistente segregación racial que ha marginado a ciertos
grupos sociales, la causa más influyente se relaciona con el abandono que ha realizado el Estado en toda
gama de áreas (salud, educación, trabajo, vivienda, etc), y en múltiples escalas (central, regional, local), lo
que se conoce como la retirada del Estado o la disminución del rol social del Estado. Sin embargo, este proceso
no significa que el Estado haya desaparecido (Lin Muñoz, 2016), sino que más bien se ha dado una
“contracción de los servicios públicos en el gueto” (Wacquant, 2001, p. 75). Según Lin Muñoz (2016) la
retirada del Estado debe concebirse como “un desbalance entre políticas sociales deficientes y una cada
vez mayor presencia de las fuerzas encargadas de ejercer la violencia” (p. 29). Es decir que, por un lado
“la focalización (de las políticas sociales) fomenta la desorganización social”, y a su vez, “las reiteradas
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intervenciones policiales directamente en un territorio contribuyen a instalar un estado cotidiano de
violencia” (p. 29). Desde esta mirada, las condiciones de los barrios pobres pueden ser interpretadas
como consecuencias de las acciones e inacciones del Estado (Small, 2008) o bien, llendo aún más lejos,
que los mismos barrios de relegación urbana, en realidad son “criaturas de las políticas estatales”
(Wacquant, 2001, p. 179). Sin embargo, es necesario considerar que el Estado no opera como una
institución única, sino que está compuesto por diferentes actores, respondiendo a intereses políticos que
muchas veces son contradictorios (Small, 2008).
Por otro lado, Auyero (2013) destaca tres formas distintas de violencia y dominación que utiliza
el Estado para regular y relegar la pobreza. Si bien éstas “no logran efectivamente la dominación total de
los pobres” (p. 87), son, en parte, responsables de la agudización de la violencia y marginalidad que se
vive en la actualidad. El primero de ellos corresponde a lo que Auyero llama “puños visibles”, los que, sin
un plan deliberado sino más bien por la convergencia de políticas dispares, emplean la fuerza de manera
directa sobre los individuos para mantener el control social. Corresponden a la implementación más pura
de las fuerzas coercitivas del Estado, y ejemplos de ello son la represión y criminalización de los
movimientos sociales, la violencia policial, el aumento de la población carcelaria, la ocupación militar en
barrios y los desalojos. La segunda forma de violencia del Estado es denominada por Auyero como
“patadas clandestinas”. Estas consisten en el establecimiento de vínculos informales y clandestinos entre
quienes detentan el poder (el Estado) y quienes ejercen la violencia colectiva. Al haber un intermediario
encargado en ejercer la violencia, corresponden a “la zona gris del poder estatal” (p. 81), ya que éste está
involucrado, pero indirectamente. Ejemplo de ello son los desalojos ordenados por el Estado con fuerzas
especiales de civiles, en donde a grupos de matones (informalmente denominados como “tiburones”) se
les encarga la misión de intimidar y luego remover a quienes habitan en parques, plazas, calles, terreno
bajo autopistas y edificios de la ciudad. Finalmente, está la forma de dominación que más nos interesa
para esta investigación; los llamados “tentáculos invisibles”. “Esta forma de poder menos manifiesta y más
sutil” (p. 69) se lleva a cabo de forma regular y cotidiana a través de los distintos procedimientos
burocráticos con los que cuenta el Estado. Es ejercida por funcionarios menores que cumplen sus
funciones en agencias de desarrollo social, los que a través de “pedidos imposibles, idas y venidas
extenuantes, cancelaciones repentinas y sin explicaciones y otras tácticas de demora similares son
‘tentáculos’ que los pobres no pueden ver” (p. 83) y que terminan por atraparlos en la red de poder del
Estado. Dado que los habitantes se ven recurrentemente forzados a cumplir y obedecer los mandatos del
Estado, “reciben a diario una sutil lección, por lo general no explícita, de subordinación política” (p. 25).
De este modo, se establece una particular forma de relacionarse con el Estado, la cual Auyero denomina
“modelo paciente” (p. 187). Lo más relevante de este modelo es que no sólo implica una “subordinación
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de la voluntad” (p. 187), sino también una “domesticación de los pobres” (p. 194) que “tiene como
objetivo disciplinarlos” (p. 67).
A partir de los postulados de la Economía Política Urbana, es posible afirmar que las instituciones
externas a los barrios, entre ellas las estatales, tienen un rol sumamente influyente en las condiciones
internas de éstos. Pese a ello, como ya ha sido esbozado, los estudios de pobreza urbana han tendido a
concentrarse en los síntomas, más que en las causas de los problemas sociales. Ante esto, se vuelve
sumamente necesario estudiar la relación que existe entre las distintas instituciones y las condiciones
sociales de los barrios, considerando los factores políticos, económicos e históricos. Sin embargo, para
establecer las relaciones correctamente, es necesario tener en consideración que, en las últimas décadas,
las instituciones contemporáneas se han complejizado (Powell y DiMaggio, 1991). Respecto a las
instituciones en las que se centra esta investigación; aquellas gubernamentales, por un lado se puede
señalar, siguiendo a Small (2008), que el Estado ya no opera como una unidad monolítica, sino a través
de múltiples actores con distintos intereses políticos. Además, como sugiere Auyero (2013), la acción
estatal ahora es más sutil, lo cual le ha permitido establecer formas de dominación menos evidentes. De
este modo, dado que actualmente existen múltiples instituciones estatales que actúan de forma
diferenciada y poco manifiesta, las investigaciones enfocadas en el Estado y sus consecuencias deben
considerar esta mayor complejidad institucional. El aparato público (y a las instituciones en general) ya
no son unidades autónomas fácilmente reconocibles, sino una red de actores con distintas funciones que
actúan de múltiples (tentáculos) y sutiles (invisibles) formas sobre los territorios. A continuación se
presentan las transformaciones que han tenido las instituciones contemporáneas, tanto en su estructura
como en sus formas de acción, y en los alcances que dichas modificaciones pueden llegar a tener en la
vida de los sujetos.
1.1.2. El neoinstitucionalismo y el Estado como agente transformador del sujeto
Como ya ha sido esbozado, los estudios de las instituciones en general buscan cuestionar la visión
de que el comportamiento político y económico es consecuencia de la suma de las decisiones individuales,
sugiriendo más bien que las preferencias individuales son moldeadas por fuerzas institucionales (Powell
y DiMaggio, 1991). En este sentido, distintos autores señalan que los arreglos institucionales restringen
el comportamiento de los individuos al impedir ciertos cursos de acción, ya sea por factores históricos
específicos (North, 1990), patrones de asignación de recursos (Powell y DiMaggio, 1991) o simplemente
por la inercia que tienen las instituciones (Matthews, 1986). Si bien las instituciones siempre han sido
consideradas como los elementos básicos de la vida social y política, desde finales de los años 70s, el
estudio de las instituciones ha ido experimientando un renacer en las ciencias sociales (Powell y DiMaggio,
1991). Según Powell y DiMaggio (1991), este renacer se ha dado principalmente por el paso del antiguo
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al nuevo (o neo) institucionalismo, el cual presenta dos nuevas características. Por un lado, las actuales
instituciones actúan en niveles más amplios y difusos en comparación con como lo hacían antiguamente. Esto quiere
decir que antes la relación entre las instituciones y las comunidades locales era más directa y evidente que
en la actualidad (Powell y DiMaggio, 1991). Como dicen Scott y Meyer (1991), pasamos de las
instituciones concretas y reconocibles situadas en ambientes locales, a instituciones más complejas y con
límites más difusos tales como asociaciones de industrias, naciones completas, acuerdos internacionales,
entre otras. Por otro lado, la segunda característica corresponde a que las nuevas instituciones ahora se
caracterizan por tener una influencia eminentemente cognitiva. Es decir que las instituciones ya no sólo serían
capaces de limitar las opciones, favoreciendo (o inhibiendo) ciertos cursos de acción, sino que también
son capaces de modificar las preferencias de los individuos (Powell y DiMaggio, 1991). De este modo,
en estos ambientes menos delimitados, la influencia es más sutil y en lugar de incidir directamente en los
territorios, las instituciones penetran en las organizaciones sociales, produciendo una modificación del
pensamiento y de la acción de los individuos (Powell y DiMaggio, 1991). Dado que se reestablecen los
criterios por los cuales las personas descubren sus preferencias, se puede decir que “la
‘neoinstitucionalización’ es fundamentalmente un proceso cognitivo” (Zucker, 1983: 25). En definitiva,
“en lugar de organizaciones concretas que suscitan el compromiso afectivo, las nuevas instituciones son
abstracciones de nivel macro, racionalizadas, con prescripciones impersonales” (Powell y DiMaggio,
1991, p. 15) que se diferencian de las antiguas tanto por su estructura o composición, como también por
la forma en que éstas influyen a los individuos.
Ambas características recién descritas pueden ser aplicables a la institución que, como ya
señalábamos, puede ser definida como una de las más responsable de las condiciones de los barrios
vulnerables: el Estado (Wacquant, 2007; Small, 2008, Auyero, 2013). Por un lado, y confirmando lo que
señala Small (2008), en las últimas décadas la estructura del aparato público ha sufrido un fuerte proceso
de descentralización y burocratización, lo cual ha aumentado las vías de acción que este tiene,
complejizando así la comprensión de sus límites y su estudio en general. Sin embargo, por otro lado, esta
burocracia más impersonalizada y estandarizada exige ciertos comportamientos a los ciudadanos (Meyer
y Rowan, 1991), que finalmente alteran los lentes con los cuales los individuos ven y actúan en el mundo
(Powell y DiMaggio, 1991). De este modo, considerando las distintas formas de dominación del Estado
que propone Auyero (2013) y las características del neoinstitucionalismo, el Estado no sólo ha modificado
su estructura o composición, sino también, y principalmente, la forma en que se relaciona y modifica a
los ciudadanos. En palabras de Wacquant, “(el poder estatal) comunica normas y modela las
representaciones y subjetividades colectivas” (2008: 13).
Para profundizar en la idea sobre cómo es que el Estado actúa y de cierta manera transforma a
los ciudadanos, es pertinente echar mano a dos conceptos desarrollados por Michel Foucault; instituciones
14
totales y gubernamentalidad. El concepto de instituciones totales fue acuñado por Erwin Goffman (1961) para
referirse a las instituciones poderosas que pasan a tener un control total sobre las vidas de los individuos
que se encuentran en ellas. Algunos ejemplos de esto son los hospitales psiquiátricos, asilos, cárceles,
campos de concentración, monasterios, entre otros. La idea general que está detrás es que en estos
espacios existe una clausura con el mundo exterior, y todas las actividades ocurren en un mismo espacio,
bajo una misma autoridad, acompañado de las mismas personas, bajo una racionalización y regulación
que determina un horario, una reglamentación y una burocracia que mantiene el control disciplinario de
los residentes que están en ellas (Rubin, 2005). Según Rubin, en dichos espacios existe una división radical
entre el mundo de los reclusos y el mundo de los funcionarios. Es decir, entre las prácticas institucionales y las
estrategias de sobrevivencia que utilizan los individuos en estos contextos. Considerando lo señalado, las
instituciones totales pueden comprenderse como “híbridos sociales, en parte comunidad residencial y en
parte organización formal, destinadas al manejo burocrático de grandes grupos de personas" (Rubin,
2005, p. 844). Para Goffman (1961), uno de los puntos más críticos sobre estos espacios consiste en que
a los individuos que habitan allí se les exige una serie de pautas de comportamiento que produce un fuerte
proceso de “despersonalización” o “resocialización” de los individuos. En ese sentido, como dice Rubin
(2005), quienes entran a estos lugares suelen experimentar una rápida decadencia civilizatoria que los lleva
a negar su autonomía y control de si mismos. Ya sea en los actos más triviales y más aún en los asuntos
más complejos, los residentes empiezan a perder todo tipo de agencia y autodeterminación. De este
modo, “motivadas por los criterios de eficiencia, (las instituciones totales) trabajan sobre los pacientes o
residentes de estos lugares como si fueran una materia biosocial que hay que moldear” (p. 845). Así, dado
que todas las actividades forzadas o permitidas que se dan en estos espacios están bajo un plan racional
diseñado para responder a los objetivos de quienes dirigen la institución (Goffman, 1961), Foucault (1965;
1975) concibe a estos espacios como lugares de control social, abuso de poder y opresión. Ya sea
refiriéndose a los hospitales (1965) o las cárceles (1975), este autor señala que “el nuevo poder de clase
desarrolla mecanismos disciplinarios (…) para crear individuos dóciles y útiles” (Foucault, 1975, p. 213).
De manera muy relacionada, tiempo después Foucault (1979) desarrolla la idea de la
gubernamentalidad. Básicamente, esta hace referencia a que ante un poder descentralizado como el del
Estado contemporáneo, los individuos juegan un rol activo en su propio autogobierno. Es decir que las
obligaciones normativas ya no son normas o valores que sólo deben ser considerados por los ciudadanos,
sino que son reglas exigidas por ellos mismos. De este modo, el Estado ya no es concebido como una
entidad monolítica o como una fuerza de poder autónoma, sino más bien "un efecto móvil de un régimen
de múltiples gubernamentalidades" (Foucault, 2004b: 79) en donde los individuos ya no son regulados
desde afuera, sino a través de sí mismos. A partir de esta concepción de Estado, se instala una nueva
forma de dominación capaz de controlar a la población para conseguir diversos objetivos (Cadirola y Mc
15
Donnell, s.f.). Según Cadirola y Mc Donnell (s.f.), una de las mayores complejidades del “proceso de la
gubernamentalización del Estado” es que se determina lo que debe hacerse, monopolizando así las formas
de hacer política. Esta situación provoca un efecto anestesiante sobre los individuos, y por eso mismo,
las autoras señalan que uno de los objetivos de este proceso es la “producción de nuevos individuos”
(Cadirola y Mc Donnell, s.f.).
Si bien no se puede decir que el Estado mantiene un control total de la vida de los habitantes de
los barrios vulnerables tal como ocurre con las instituciones totales, sí se puede hablar de que existe cierta
marginación respecto al resto de la ciudad (el mundo exterior) y, más relevante aún, de que existe una
compleja red de manejo burocrático que limita la agencia y auto-determinación de los habitantes de estos
barrios. A su vez, y en línea con los planteamientos de Foucault, se puede asumir que las prácticas
burocráticas del Estado no sólo dirigen ciertos comportamientos de los individuos, sino que también son
capaces de “moldearlos” y “resocializarlos” para mantener un control social sobre ellos. En otras
palabras, el Estado es un poderoso lugar de producción cultural y simbólica (Yang, 2005), capaz de
“definir y crear ciertos tipos de sujetos e identidades” (Rosenberry, 1994, p. 357). A partir de ello, los
“tentáculos invisibles del Estado” (Auyero, 2013, p. 82), es decir los diversos procedimientos burocráticos
cotidianos que utiliza el Estado, pueden ser concebidos como una “técnica de gobierno” (Foucault, 1979,
p. 198) en el que se logra la manipulación de los individuos, exhibiendo formas más amables y menos
visibles “para mantener a los parias urbanos bajo control” (Auyero, 2013, p. 82). Sin embargo, es
necesario considerar que “estos tentáculos invisibles no obedecen a la implementación estricta de un plan
previo” (p. 85) calculado y diseñado, sino que más bien corresponde a una estrategia (de dominación)
improvisada que se va dando por la yuxtaposición de políticas sociales descoordinadas y de corto plazo.
En definitiva, “a pesar de la globalización económica y de la hegemonía neoliberal, el Estado,
aunque reducido, descentralizado y ‘vaciado’, continúa siendo un actor clave en la vida de los
desamparados” (p. 20). Según Auyero (2013), la acción estatal es un campo aún relativamente
desconocido y poco estudiado, en el que “deberíamos prestar mayor atención a las habituales relaciones
(in)visibles entre funcionarios estatales, operadores políticos y los autores de la violencia y cómo se
activan y se despliegan para controlar el comportamiento de los pobres” (p. 196). En general, ha habido
poco esfuerzo por desarrollar fundamentos explícitos y concretos del neo-institucionalismo (Powell y
DiMaggio, 1991). Si bien muchos teóricos confirman que las instituciones modifican el comportamiento
de los sujetos a través de sus reglas y lógicas de organización (ver Goffman, 1961; Foucault, 1965; 1975;
Powell y DiMaggio, 1991), las investigaciones empíricas que han buscado demostrar esto son sumamente
escasas. Estudios en esta línea permitirán recuperar lo que, para Auyero (2013), se ha perdido en las
investigaciones de pobreza urbana y que, a su juicio, es necesario recuperar: “la cuestión del poder y la
dominación” (p. 189).
16
1.2. Redefiniendo la desorganización social
1.2.1. La desorganización social bajo las teorías de la individualización
El apartado anterior dio cuenta del rol que tienen las instituciones, en particular aquellas estatales,
sobre las condiciones sociales de los barrios. A partir de ello, se puede decir que éstas no juegan un rol
neutro, sino que efectivamente son capaces de modificar las conductas sociales de los sujetos, y por ende
de transformar, para bien o para mal, los territorios. Estos postulados vienen a poner en tensión ciertas
definiciones planteadas por la Escuela de Chicago, las cuales explican las transformaciones socio-
espaciales que sufren los barrios a partir de las condiciones internas de éstas, omitiendo el impacto que
pueden llegar a tener las instituciones externas. En esa línea, esta sección busca complejizar la
comprensión del fenómeno de la desorganización social, incorporando en su conceptualización ciertos
factores externos que lo influyen.
“La era del vacío” (Lipovetsky, 1986), “modernidad tardía” (Giddens, 1994), “modernidad
líquida” (Bauman, 1996), “sociedad del riesgo” (Beck, 1992), “sociedad en red” (Castells, 1998) o
“sociedad del hipertexto” (Ascher, 2003) son algunas de las conceptualizaciones que se han utilizado para
referirse a las transformaciones que “han producido una reestructuración de las relaciones sociales y,
como consecuencia, el desencastramiento de los marcos de regulación colectiva desarrollados en la época
anterior” (Svampa, 2000, p. 9). Según Fitoussi y Rosanvallón (1997), lo que tienen en común todas estas
teorías es el proceso de individualización de lo social. Es decir que se han ido perdiendo ciertos valores y
estructuras comunes. “Todos los grandes valores y finalidades que organizaron las épocas pasadas se
encuentran progresivamente vaciados de su sustancia” (Lipovetsky, 1986, p. 35). Y en su reemplazo, han
ido apareciendo nuevos valores, estilos de vida, comportamientos y hábitos de consumo que son de
carácter más individual. Si bien algunos autores señalan que estos procesos de individualización han sido
positivos4 ya que, al haber permitido la “emancipación del agente respecto de las estructuras” (Svampa,
2000, p. 10), le han dado una mayor autonomía al sujeto. Por otro lado, hay quienes consideran que,
especialmente para las clases más bajas, la ausencia de soportes colectivos significan una mayor fragilidad
y dependencia5. Bajo esta última perspectiva, la desestructuración entre lo social (como lo colectivo) y lo
personal afectaría negativamente a las clases más vulnerables6 porque éstas ahora se encuentran
despojadas de las estructuras de seguridad clásicas que las protegían (tales como el trabajo salarial). En
4 Esta corriente de los procesos de individualización, denominada como el ala optimista, tiene a Anthony Giddens, Ulrich Beck y Scott Lash como sus principales exponentes. 5 Por otro lado hay quienes han desarrollado una lectura sobre las consecuencias negativas del proceso de individualización, enfatizando la ausencia de recursos o su fragilización. Entre ellos están Robert Castel, Alain Ehremberg, Pierre Rosanvallón y Marcel Gauchet. 6 Según Svampa (2000), la categoría “vulnerable” ha venido a reemplazar a la de “pobre”, justamente porque lo que hoy en día caracteriza a los sectores menos favorecidos ya no se relaciona estrictamente con ciertas carencias, o con una condición en particular, sino más bien con una mayor fragilidad o inestabilidad generalizada.
17
dichos contextos, actualmente el individuo está mucho más fragilizado, ya que ha pasado a depender de
si mismo, quedándose atomizado, aislado y desconectado del resto de la sociedad (Svampa, 2000).
Además, ante el desmoronamiento de ciertos valores comunes, la vida moderna le exige una identidad
que es incapaz de satisfacer, por lo que se ve obligado, dentro de sus escasos recursos, a buscar nuevas
formas de mediación que lo ayuden a enfrentar las exigencias de la acción autónoma (Svampa, 2000). Lo
complejo es que, según Ehremberg (1998), ciertas formas de mediación individual, tales como los
psicofármacos, la televisión u otras, terminarían provocando nuevas dependencias y fragilidades hacia los
sujetos.
En las últimas décadas, producto de la retirada del Estado, ha aumentado el estigma y la
desprotección social que recae sobre quienes viven en los sectores más postergados de la ciudad
(Wacquant, 2011). Según Wacquant (2011), esta situación ha provocado ciertas reacciones sobre los
ciudadanos, denominadas por el autor como “estrategias de auto-protección simbólicas” (ver figura 2).
La primera es la distanciación mutua y la elaboración de micro diferencias; es decir que los individuos evitan
relacionarse con gente de su alrededor y destacan cualquier característica personal menor que pueda
establecer una distinción con sus vecinos. Este fenómeno también ha sido denominado como micro-
segregación o micro-xenofobia (Sabatini et al., 2013). La segunda estrategia es la denigración lateral, que
consiste en adoptar las representaciones que vienen de afuera y aplicarlas al propio vecino. Se daría
entonces una internalización de discursos (Bayón, 2012) en el sentido de que los habitantes de estos
barrios reproducirían los discursos discriminatorios que reciben desde afuera con sus pares, lo cual
claramente debilitaría los vínculos sociales. Una tercera reacción es retirarse al interior de la esfera privada,
buscando un refugio en la familia y el hogar, mientras que la cuarta y última estrategia es abandonar el barrio
apenas existan las posibilidades para irse.
Figura 2. Estrategias de auto-protección simbólica
Fuente: Wacquant (2011).
Estigma y retirada del
Estado
Distanciación y micro
diferencias
Denigración lateral
Reclusión a la esfera privada
Abandonar el barrio
18
Todas estas reacciones dan cuenta que los ciudadanos que viven en sectores estigmatizados y
desprotegidos por el Estado, elaboran sus propias estrategias para diferenciarse de las denigrantes
clasificaciones que reciben. Retomando lo que señalan las teorías sobre la individualización referidas en
el párrafo anterior, estas estrategias de auto-protección simbólica pueden ser comprendidas como
mediaciones individuales para enfrentar la desestructuración de los soportes colectivos. Todas dan cuenta
de una diferenciación social para responder a la exigencia de la vida moderna a forjar una identidad a
partir de uno mismo. Lo complejo es que, tal como dice Ehremberg (1998), la búsqueda de ciertas
mediaciones individuales produce nuevas fragilidades hacia los sujetos. En este caso, todas estas acciones,
de un u otra forma, terminan debilitando los vínculos comunitarios, incentivando los conflictos y
divisiones entre los vecinos, y provocando una pérdida del sentido de pertenencia y comunidad.
Lo mismo ocurre a nivel comunitario. El antiguo gueto comunitario, cuyo símil chileno más
cercano son las “poblaciones emblemáticas” de los años 60s y 70s, se reconoce por el hecho de que la
misma población desarrolla una red de instituciones que duplican y sustituyen las instituciones de la
sociedad más amplia, fenómeno que Wacquant (2009b) denomina como “paralelismo institucional”.
Dichas instituciones levantadas por los mismos individuos no sólo permitían amortiguar las carencias
materiales y sociales que se vivían en estos sectores, sino que también generaban adhesión y orgullo
(Wacquant, 2007), lo cual les permitía darle sentido a sus vidas (Wacquant, 2001). Por muchos años la
fuerza del gueto comunitario clásico funcionó como un andamio de cohesión social y mecanismo de
producción cultural que le permitía a sus residentes invertir el capital simbólico negativo fijado a ellos
colectivamente (Wacquant, 2009b). Sin embargo, con el desmoronamiento de los antiguos valores
colectivos y la exigencia de nuevos, esto llega a su fin. Actualmente hay un rechazo hacia las antiguas
formas de organización. Esto ha dado paso a lo que Wacquant (2007) ha denominado como el
“hipergueto”, el cual busca una nueva identidad para poder integrarse (Wacquant, 2013a). Lo complejo
es que, junto con abandonar la política de solidaridad social caracterizada por las instituciones
autogestionadas, estos territorios han pasado a recaer en las burocracias estatales de control social que,
por su excesiva necesidad, terminan facilitando el clientelismo y la dependencia del Estado (Wacquant,
2001). Es así como, nuevamente, se cumple lo señalado por Ehremberg (1998), en el sentido de que la
búsqueda de ciertas mediaciones individuales produce nuevas fragilidades. De este modo, se puede
afirmar que, especialmente en contextos de vulnerabilidad, “la insatisfacción identitaria se convierte en el
problema central del individuo moderno” (Svampa, 2000, p. 13).
En definitiva, como dice Wacquant (2011), “la retirada social y desidentificación simbólica, de a
poco, socavan la cohesión local, dificultan la movilización colectiva, y coadyuvan a generar el mismo
atomismo que el discurso dominante reivindica respecto de las zonas de desposesión urbana como una
de sus características inherentes” (p. 13). Lo que se quiere destacar aquí es que la cohesión social de un
19
barrio, no necesariamente depende, como dice Wilson (1996), de una “(in)capacidad (de los habitantes)
de mantener un control social eficaz y alcanzar sus objetivos comunes” (p. 20). Como se intentó dar
cuenta, a raíz de ciertas influencias externas como la disminución del rol social del Estado, los individuos
de las clases más bajas han quedado despojados de estructuras identitarias que los soporten, llevándolos
a buscar sus propias estrategias de diferenciación, las cuales muchas veces terminarían por fragilizar aún
más sus condiciones sociales. De este modo, los problemas sociales que se desencadenan a través de los
procesos de desorganización, pueden ser interpretados como consecuencias de una serie de influencias
externas (ver figura 3). Desde esta perspectiva, fenómenos como el aumento de la indiferencia por parte
de los ciudadanos, deben ser interpretados como máscaras parciales de procesos mayores de alienación
(Lipovetsky, 1986). Es decir, como una respuesta defensiva a influencias previas, siendo éstas últimas las
verdaderas causas de los fenómenos visibles.
Si bien la discusión sobre los procesos de individualización que se han dado a partir de la
globalización es mucho más extensa y compleja de lo que aquí se ha mencionado, una de las principales
implicancias que ha significado vivir en una sociedad individualizada se podría sintetizar en que se “nos
incita a buscar soluciones biográficas (o individuales) a contradicciones que (en realidad) son sistémicas”
(Beck y Beck – Gernsheim, 2002, p. 31). Es decir, que tendemos a buscar las explicaciones de los
problemas sociales que padecemos entre nuestros pares, o incluso dentro de nosotros mismos, y ya no
sobre el sistema que nos estructura. Podría decirse entonces, que la responsabilidad de la crisis social pasó
de tener su origen en procesos macro y estructurales, a recaer sobre los hombros de los individuos
(Brodie, 2007). Ante esta situación, Beck y Beck – Gernsheim (2002) señalan que los riesgos que
amenazan a nuestra sociedad deben dejar de pertenecer al destino, para ser vistos como el resultado de
opciones y decisiones tomadas en la industria, en la ciencia y en la política. Como ya se ha mencionado,
Figura 3. Redefiniendo el fenómeno de la desorganización social.
Fuente: elaboración propia
Influencias externas
•Acciones, inacciones e ineficacia estatal
•Inversiones y desinversiones
•Promoción simbólica y estigmatización
Estrategias de protección simbólica
•Distanciación y microdiferencias
•Denigración lateral
•Reclusión a la esfera privada
•Abandonar el barrio
•Entre otras
Desorganización social
•Baja participación
•Escasa organización social
•Desinterés por lo público
•Pasividad
•Individualismo
•Etc.
Problemas sociales
•Violencia
•Delincuencia
•Consumo y tráfico de drogas
•Deserción escolar
•Embarazo adolescente
•Etc.
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y en concordancia con lo que señalan los autores recién mencionados, esta investigación se enmarca
dentro del paradigma de la Economía Política Urbana, poniendo el foco en los factores sistémicos e
institucionales que explican los problemas sociales de los barrios vulnerables. En general, no hay muchos
estudios sobre cómo se genera la desorganización social, ni tampoco de qué manera ésta ha evolucionado
en el tiempo (Small y Newman, 2001). Sin embargo, a partir de lo señalado hasta aquí, se puede afirmar
que el Estado, a través de políticas sociales focalizadas deficientes (Lin Muñoz, 2016), contribuye con la
desorganización social de los barrios, y con la generación de nuevos problemas sociales. Asumiendo lo
anterior, además de refutar la idea de que la desorganización social es una consecuencia directa ante la
falta de eficacia colectiva de los propios habitantes de un barrio, se plantea que este fenómeno no debe
ser naturalizado, en el sentido de que ciertas transformaciones de tipo cultural han socavado la
organización social de los barrios. Por el contrario, se presupone que buena parte del declive del capital
social que se ha dado en los barrios tiene mucha relación con la propia acción que han realizado diversas
instituciones externas, siendo las gubernamentales una de las más influyentes. A continuación se
especifica cómo es que el Estado, a través de un mecanismo particular; la participación y el desarrollo
comunitario, es capaz de debilitar los vínculos sociales de las comunidades y ejercer control sobre ellas.
1.2.2. La participación y el desarrollo comunitario como mecanismos de (des)organización
Distintos autores han señalado que los gobiernos nacionales han ido perdiendo (o entregando)
la capacidad de dirigir los procesos económicos y sociales (Small, 2008; Uitermark, 2014), lo que ha
llevado a una reestructuración del Estado hacia los niveles subnacionales (Brenner, 2004). Es decir que
dado que los gobiernos centrales han perdido el control de los macro-procesos, intensificaron sus
esfuerzos en la escala local (Uitermark, 2014) transformando a los barrios en “contenedores de poder"
(Giddens, 1987: 15), donde se organizan tareas y funciones específicas. Esta extensión e intensificación
del Estado ha fomentado las interdependencias para ejercer un mayor control a través de diversos
mecanismos (Uitermark, 2014). Sin embargo, dado que el Estado moderno ya no puede comprenderse
como una unidad única, sino más bien como múltiples prácticas y estrategias que operan bajo una unidad
común, es pertinente especificar el tipo de mecanismos. Según Garcés (2002), “más que estudiar el Estado
hay que estudiar las técnicas y las tácticas de la dominación” (p. 7). En respuesta a ello, esta investigación
se enfoca en las formas de acción más sutiles, burocráticas e institucionalizadas del aparato público,
denominadas por Auyero (2013) como “tentáculos invisibles” y por Bourdieu (2007) como la “mano izquierda
y femenina del Estado”. Dentro de esta forma de acción estatal, en este apartado se desarrolla un mecanismo
(de control y disciplinamiento) particular: los procesos de participación y desarrollo comunitario.
A finales de la década de los setenta, distintos gobiernos latinoamericanos empiezan a incorporar
procesos de participación comunitaria en sus distintos programas de intervención social, lo que se
21
denominó como “desarrollo comunitario” (Hataya, 2010). Este cambio de paradigma fue fundamental
ya que distintos teóricos evidenciaban que la planificación impuesta desde el exterior y orientada por
expertos, también conocida como ‘desde arriba’, no había sido efectiva para erradicar la pobreza (Midgley,
1989; Cooke y Kothari, 2001), por lo que se esperaban muchas ventajas a raíz del cambio. Sin embargo,
la literatura da cuenta que los procesos participativos no siempre han sido beneficiosas para las
comunidades. En varias ocasiones ésta ha sido utilizada meramente como un medio para ejecutar más
eficientemente los proyecto de desarrollo, o bien para controlar e incluso manipular a las comunidades
en función de intereses particulares (Nelson, 1979; Díaz, 1986; Auyero, 1997; Guerra, 1997; Hataya,
2010).
Participación a cambio de votos (clientelismo institucional)
Nelson (1979) evidencia que en muchos países de Latinoamérica, las organizaciones sociales
fueron utilizadas como maquinaria política para las campañas electorales. Según el autor mencionado, la
situación de necesidad en la que se encontraban las clases populares se transformó en una moneda de
cambio frente a las autoridades en el sentido que los políticos suministraban ayuda material o financiera
para construir la infraestructura provisional de servicios básicos a cambio de votos (Nelson, 1979). De
este modo, los sectores populares se veían obligados a admitir que “el método más efectivo para resolver
sus necesidades era la dependencia de los políticos que podían influir en la administración de la ciudad”
(Hataya, 2010, p. 90). En ese sentido, el clientelismo si bien es entendido como un elemento central en
la seducción populista, también es definido como un modo de inclusión política vertical (Mouzelis, 1985). Es
decir, “como arreglos jerárquicos, lazos de control y dependencia que (…) constituyen una esfera de
sumisión, y un conjunto de lazos de dominación” (Auyero, 2001, p. 38). De este modo, el clientelismo
político corresponde a uno de los pilares de la dominación que refuerza y perpetúa el dominio de las elites
políticas tradicionales (Hagopian, 1992). Sin embargo, es necesario considerar que “el clientelismo no es
totalmente determinante ya que los grupos populares organizados poseen mecanismos y estrategias para
hacer frente a la cooptación política” (p. 37). En ese sentido, Gay (1995) señala que entre los años setenta
y ochenta los grupos organizados lograron dar cuenta a buena parte de la población que a pesar de las
ventajas inmediatas, “el intercambio explícito de favores por votos actúa en detrimento de sus intereses
colectivos a largo plazo” (p. 20). No obstante, frente a “mecanismos de movilización más sutiles y
sofistifacados” (p. 20), dicha estrategia ha sido sumamente ineficaz, tal como ha ocurrido con las políticas
sociales y los programas de asistencia. Según Auyero (2001), los mecanismos recién señalados aparentan
ser una “negociación pluralista de derechos ciudadanos” (p. 160). Sin embargo, en realidad, son “la
expresión de una forma velada de clientelismo” (p. 160), denominada como “clientelismo institucional”
(p. 160). De esta forma, como dice Brodie (2007), por un lado “la individualización se incrusta (…) en la
política social” (p. 103), ya que favorece a algunos grupos de ciudadanos en particular, y a su vez, como
22
dice Auyero (2004), se mezcla la política partidaria con los recursos estatales, produciendo una “zona gris
donde no está claro cuándo termina la acción política-partidaria y cuándo comienza la actividad estatal”
(p. 41). A partir de lo señalado, hay dos características del clientelismo institucional que en esta
investigación vale la pena destacar. La primera es la presencia de los “mediadores políticos” (lo que Auyero
llama “punteros”), los cuales suelen ser agentes locales que han sido cooptados por el gobierno y que
reproducen las relaciones clientelares con sus pares, lo que, entre otras cosas, personaliza las relaciones y
suele provocar desconfianza y conflictos (Auyero, 2001). La segunda característica es la separación de la
política con el trabajo social. Según Auyero (2001), los dirigentes o mediadores políticos suelen adquirir un
discurso despolitizado de su función, señalando que lo que ellos hacen “no es política”, sino simplemente
acción social, restringiendo a la política sólo como aquello que se hace durante el periodo de campañas.
En definitiva, el clientelismo entendido como una inclusión política vertical, dado que establece
“relaciones (…) selectivas, particularistas y difusas” (Auyero, 2001, p. 38), provoca atomización y
fragmentación del sector popular (O´Donnell, 1992), lo que a su vez, inhibibe la organización colectiva
y desalienta la participación política real (Auyero, 2001, p. 37). Como dice Guerra (1997), a partir de un
estudio empírico en Chile, en estas situaciones los procesos participativos han inhibido el
empoderamiento ciudadano y debilitado la cultura participativa de las comunidades intervenidas. De esta
manera, dado que el tipo de participación que se fomenta en estos contextos deja de estar orientada a los
intereses colectivos y pasa a enfocarse en los intereses particulares e individuales (Serrano y Vicherat
2000), es posible asociar al clientelismo político como una de las principales limitaciones de las frágiles
democracias latinamericanas (Auyero, 2001, p. 36). Sin embargo, nada de esto es nuevo. Lo novedoso
aquí, es que, en línea con el neoinstitucionalismo, las prácticas clientelares ahora actúan de formas más
sutiles e invisibles. Es decir que, a través de vías institucionales como lo son los programas de asistencia
social, el clientelismo contemporáneo opera de formas menos evidentes, lo que que complejiza aún más
la situación ya que se va estableciendo una dominación menos perceptible. En este sentido, vale la pena
señalar que no existe una forma única de clientelismo, sino más bien distintas expresiones o grados. Al
respecto, Durston (2003) establece una tipología de relaciones entre el Estado y las comunidades,
partiendo por aquellas más nocivas (clientelismo autoritario), hasta llegar a formas de relación más
beneficiosas (sinergia coproducción Estado – sociedad civil). De éstas, en línea con lo que se ha planteado
hasta aquí, se destaca aquella que Durston denomina como “clientelismo pasivo”, la cual a través de la
entrega de beneficios estatales, poco a poco va generando comunidades cada vez más pasivas y
23
dependientes. La figura 4 muestra los cinco tipos de relaciones establecidos por Durston y las
consecuencias en el capital social colectivo que cada una de éstas generan.
De los cinco tipos de relaciones que establece Durston, se observa que mientras más severo es
el clientelismo, más se reprime el capital social comunitario y viceversa. Algo similar señala Etzioni (1969)
al decir que el tipo de poder empleado determina el nivel de involucramiento de los gobernados, en donde
hay una relación inversamente proporcional entre autoritarismo e involucramiento. Esto es relevante ya
que de cierta manera habría un proceso de aprendizaje de parte de las comunidades, en donde su nivel
de involucramiento dependerá en gran medida del tipo de relaciones que el Estado ha establecido con
ellas. Al respecto, Auyero (2001) plantea que para poder establecer relaciones entre las prácticas
clientelares y los procesos de desorganización social, es necesario revisar la historia de los barrios.
Apoyándose en el concepto de memoria política de Tilly (1994a), Auyero señala que la experiencia histórica
acumulada determina la acción política presente. Por lo tanto, si queremos comprender cuáles son los
factores institucionales que han afectado a los procesos de organización social de una comunidad en
particular, se vuelve sumamente necesario indagar en las relaciones que históricamente se han dado entre
el Estado y el territorio de estudio.
Figura 4. Tipología de relaciones entre el Estado y el capital social colectivo
Fuente: Durston (2003), p. 192.
24
Participación a cambio de control social
Por otro lado, Miraftab (2009) señala que una de las principales formas de dominación que ha
utilizado el Estado neoliberal para mantener el poder es a través de la inclusión. Es decir, que el Estado
(y ciertas agencias internacionales) ha buscado estabilizar su relación con la sociedad civil. Para ello, dice
Miraftab (2009), se han utilizando diversas prácticas tales como la rutinización de la participación
comunitaria, la despolitización de las luchas de base y la extención del control estatal hacia las
organizaciones de base. De este modo, en un contexto de decrecimiento de la responsabilidad pública,
reforzamiento de las desigualdades y alienación de marginados en las metrópolis, se ha dado una
articulación entre los procesos de participación con la gobernanza neoliberal (Miraftab, 2009). Esto se ha
dado, principalmente, porque el neoliberalismo necesita de legitimación y percepción de inclusión para
mantener su hegemonía (Miraftab, 2009). Considerando lo anterior, la misma autora señala que es
necesario distinguir la naturaleza de los espacios de participación. Por un lado están los “espacios invitados”,
los cuales son espacios institucionales que han sido creados por las autoridades y donde la comunidad es
invitada. Y por otro lado, están los “espacios inventados”, los cuales corresponden a espacios de participación
nuevos o re-apropiados levantados por la misma ciudadanía y donde se invocan intereses contra-
hegemónicos. Según Miraftab (2009), en el contexto neoliberal actual, por lo general, los espacios de
ciudadanía invitada han contenido la acción colectiva, criminalizando a los movimientos sociales más
radicales. Además, a través de estos espacios, las comunidades locales recibirían una inclusión meramente
simbólica, ya que su participación, por lo general, no se traduciría en redistribuciones materiales concretas.
En una línea similar, diversos autores señalan que en Latinoamérica la organización comunitaria
-impulsada por régimenes tanto democráticos como autoritarios- fue utilizada para controlar a la
población y evitar que se arraigaran los movimientos de izquierda (Voth y Brewster, 1989; Campfens,
1997a; Abbott, 1996; Hataya, 2010). “El Estado incluyó a las comunidades locales al plan de desarrollo
nacional y utilizó el desarrollo comunitario para distanciar a las comunidades locales de los movimientos
de izquierda” (Hataya, 2010, p. 50). De esta manera, se buscó integrar a los grupos potencialmente
peligrosos en las comunidades políticas y administrativas, pero con el fin de controlarlos (Cohen, 1987;
Cruikshank, 1999). Al respecto, Petras (1995) señala que ya en democracia, muchos de los gobiernos
latinoamericanos elaboraron políticas, utilizando el aparato del ‘viejo’ Estado (de las dictaduras), para
“desmantelar, desplazar, cooptar e incluso reprimir los movimientos sociales autónomos que se oponen
enérgicamente a los regímenes militares” (p. 17) y que la gran mayoría de actividades de dichos
movimientos era definida por los funcionarios gubernamentales como un peligro para la democracia o
como una fuerza desestabilizadora. A partir de ello se puede señalar que “los regímenes electorales se han
convertido, no en el vehículo de la redemocratización, sino esencialmente en cadenas de transmisión de
las restricciones políticas del Estado autoritario a la población en general” (p.17).
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Considerando lo anterior, se podría decir que a través de este tipo de mecanismo se ha dado una
colonialidad del poder (Quijano, 2000), en donde sólo se legitiman ciertos modos de organización y de hacer
política. Sin embargo, en respuesta a la imposición política y burocrática que busca establecer cierto tipo
de orden racional, han surgido diversos movimientos sociales emergentes que, sobre todo, buscan
proteger y preservar sus valores, identidades y formas de vida (Parraguez, 2010). Es decir, que a modo de
ofensiva, surge lo que Giddens (1994) denomina “política emancipatoria”, la cual busca “liberar a los
individuos y los grupos de la explotación, la desigualdad o la opresión, otorgando máxima importancia a
los imperativos de justicia, igualdad y participación” (Parraguez, 2010, p. 712).
En estos contextos, dado que el verdadero objetivo de la participación no es recoger la opinión
de la gente sino más bien el control social, por lo general la incidencia que tienen los participantes en
dichos procesos es sumamente escasa. Esto se explica porque, como dice Parraguez (2010), “como el
ciudadano percibe que no tiene nada que aportar al proceso, no participa” (p. 721). A medida que los
ciudadanos se dan cuenta que estos procesos participativos, en realidad, buscan neutralizar y estrechar las
opciones políticas, la acción política y la organización social en general se ve sumamente inhibida. Sin
embargo, eso no es todo. Ante la utilización de los espacios de participación para fines no democráticos,
no sólo se ha reprimido la participación activa de los ciudadanos, sino también, han aumentado las
diferencias sociales internas dentro de un mismo barrio, debilitando así los tejidos sociales de las
comunidades. Dado que quienes participan, por lo general, han privilegiado los intereses personales por
sobre los colectivos, la población más activa es vista desde afuera como grupos cerrados que realizan
actividades alejadas de las reales preocupaciones comunitarias (Auyero, 2001). De este modo, no sólo
existe una fuerte desconfianza con la institucionalidad, sino también con quienes frecuentan los espacios
de participación existentes (Salazar, 2001). En otras palabras, termina ocurriendo lo que señala Sennet
(2001) cuando dice que mientras más estrecha es la esfera de acción de una comunidad, más destructiva
se vuelve la experiencia del sentimiento fraterno, ya que el mismo acto de compartir se centra cada vez
más sobre aquellas decisiones referidas a quién puede pertenecer y quién no.
En general los procesos participativos han sido asociados como positivos y ventajosos para las
comunidades y existen argumentos de sobra para dar cuenta de ello7. Sin embargo, como se ha mostrado
a partir de ambos casos revisados (clientelismo y control social), la participación per se no siempre trae
beneficios a las comunidades y sus consecuencias pueden ser muy disímiles dependiendo los objetivos
que estén detrás de ella. Como señala Hataya (2010), la literatura sobre participación se refiere a que ésta
puede darse de dos maneras: como un medio para conseguir algo más, o como un fin en si mismo.
7 Algunos de los beneficios o argumentos que apoyan los procesos participativos son que, desde la participación como un medio, hacen que los proyectos sean más eficientes (económicamente) y sustentables (en el tiempo), y, desde la participación como un fin, que fomentan un mayor empoderamiento de las comunidades (Hataya, 2010).
26
Claramente, ambos casos referidos corresponden a procesos en los que se promovió la participación para
conseguir otros objetivos (como un medio). En el primero, lo que está detrás de los procesos de desarrollo
comunitario es movilizar a la comunidad para obtener votos, y en el segundo se busca estabilizar la
relación con los grupos sociales más radicales para ganar legitimidad, controlarlos, y, en lo posible,
transformarlos. Si bien la participación entendida como un medio no siempre trae problemas sociales,
los casos revisados sí dan cuenta de ello, siendo justamente la participación y la organización social uno
de los elementos más afectados.
En definitiva, se puede decir que la participación utilizada para prácticas clientelares y como
mecanismo de control y manipulación termina inhibiendo la participación y fragmentando a las
comunidades. Sin embargo, como se mencionó, a su vez, estas prácticas dan pie para que surjan
movimientos sociales emergentes que buscan desligarse de las formas más tradicionales de hacer política.
De este modo, ya sea generando individuos más subordinados o más emancipados, la acción del Estado
a través de procesos participativos no sólo modifican la forma en que los individuos se relacionan entre
ellos, sino también transforman al sujeto mismo (Lechner, 2000). Como dice Auyero (2013): “el poder
estatal (…) exhibiendo formas más amables, (como la participación) no solo castiga a los pobres sino que
también tiene como objetivo disciplinarlos” (p. 67).
1.3. El rol del Estado chileno en la desorganización
1.3.1. El proyecto político de desarticulación social
En Chile, en particular en los sectores populares, existe una larga tradición de organización social
(Salman, 1995) en donde los pobladores chilenos destacan por haber sido agentes sumamente activos en
las transformaciones del país y de la ciudad (Morales y Rojas, 1987). Múltiples estudios se han realizado
sobre las organizaciones populares urbanas que emergieron en Chile a partir de los años 50s (ver, por
ejemplo, Castells, 1972), llegando incluso a hablarse de una “identidad cultural” a partir de éstos
movimientos (Piña, 1987). Sin embargo, con el tiempo esto ha ido decayendo fuertemente. Según un
reciente estudio, sólo en los últimos trece años, la participación de la población en asociaciones
voluntarias ha disminuido en un 40% en Chile, y en un 50% en el Gran Santiago (Herrman y Van
Klaveren, 2016). Para muchos, este declive organizacional tiene que ver con que dejó de existir una de
las principales causas comunes que hasta entonces habían incentivando la organización: la lucha contra
la dictadura (Tironi, 2002). Es decir, con el retorno a la democracia, (supuestamente) se agotaron las
“razones” para que los pobladores se organizaran. A lo que se le suman diversos cambios culturales que
se han registrados en Chile a partir de los 90s, los cuales están relacionados con el consumo,
individualismo y la conformación de una sociedad aspiracional (Tironi, 2002; Navia, 2004). Sin embargo,
sin menospreciar la incidencia que pueden haber llegado a tener estos factores, hay quienes proponen
27
que detrás de este fenómeno existe una influencia directa del Estado, y que los procesos de
desorganización social se explican principalmente porque durante la dictadura se implementó un proyecto
político de “despolitización social” (Valdivia, 2012, p. 24). Dicho proyecto tenía como objetivo
reformular la participación y la política para “impedir en un futuro el resurgimiento de la democracia
representativa y de las utopías revolucionarias” (p. 49). Como dicen Tapia et al. (2016):
“el proceso histórico de constitución de un espacio vecinal activo se cortó bruscamente luego del golpe militar
de 1973. Las organizaciones fueron intervenidas, se instalaron dirigentes designados y se promovió un fuerte
clientelismo asociado al nuevo rol otorgado a las municipalidades”.
Junto a ello, justo antes del fin de la dictadura (en 1989) se derogó la Ley de Juntas de Vecinos que
había creado Frei Montalva en 1968, la cual “desarrolló una política de promoción popular que alentó la
organización de amplios sectores históricamente marginados de toda participación” (Álvarez, 2013, p.
299). En su reemplazo, Pinochet8 promulgó una nueva ley que, por un lado, eliminó buena parte de las
atribuciones que tenían las Juntas de Vecinos, y por otro lado, promovió la fragmentación organizacional
de las distintas unidades vecinales al exigir la creación de tres Juntas de Vecinos por cada unidad vecinal
(Tapia et al., 2016). A esto se le suma la instalación del plan laboral, el cual “atomizó las demandas y
disminuyó el poder negociador del proletariado urbano” (Rodríguez, 1988, p. 224), así como otros
mecanismos que utilizó el Estado chileno para aplicar la clásica lógica de “divide y conquistarás”
(Bourgois, 1995, p. 166).
Para llevar a cabo esta tarea se adaptó la estructura administrativa existente y se realizó un trabajo
sistemático de reeducación cívica cuya tarea era resocializar a la sociedad chilena generando un nuevo
sistema de valores, estableciendo una nueva mentalidad y una “nueva forma de entender la política”
(Valdivia, 2012, p. 12). En pocas palabras, esta reforma consistía en distanciar la acción social de la
política, cuestión que hasta el día de hoy no ha podido superarse (Garcés y Valdés, 1999). Dicho
distanciamiento se mantiene hasta hoy, entre otras cosas, porque durante la democracia el modelo
económico y la institucionalidad política jurídica instaurados en dictadura continuaron operando
(Garretón, 2007), lo cual fragilizó los vínculos sociales y provocó una desvalorización de la democracia y
de la política ciudadana (PNUD, 1998; 2002). Ante esto, se ha llegado a señalar que en Chile se vive una
democracia que aún está “incompleta” (Garretón, 2007), y que la inclusión ciudadana ha sido una de las
principales deudas de los gobiernos de la Concertación (Paredes, 2011).
8 Augusto Pinochet fue quien encabezó la dictadura militar que hubo en Chile entre 1973 y 1990.
28
De este modo, los mecanismos utilizados para resocializar la política y los espacios de
participación, no sólo se remitieron al periodo de dictadura, el que mal que mal se entiende, sino que
también se mantuvieron, e incluso se agudizaron, durante la democracia. En ese sentido, Petras (1995)
señala:
“después de la elección presidencial chilena de diciembre de 1989, la política de desarticulación del
movimiento subió de tono: los funcionarios locales (…) presionaron a los dirigentes del movimiento social de masas
anti Pinochet para que no se involucraran en ninguna actividad que estuviera fuera del marco estatal por temor a
que fuera amenazada la novel democracia y se provocara el regreso de los militares al poder” (p. 17).
Asumiendo lo señalado hasta aquí, según Tapia et al. (2016), “la desarticulación de lo vecinal debe
ser comprendida como resultado de acciones y reformas políticas sistemáticas”, y ya no como un
fenómeno natural producto de cambios culturales. En definitiva, los procesos de desorganización social
que se iniciaron con la llegada de la dictadura en Chile, se profundizaron en las décadas siguientes, lo que
finalmente ha dado como resultado una fragmentación del tejido organizacional, así como un
debilitamiento de la capacidad colectiva para abordar problemáticas territoriales de mayor escala y para
construir relaciones simétricas con el Estado (Tapia, et al., 2016). A continuación, se revisará cómo es
que este proyecto político de desarticulación social tomó forma. Para ello se desarrollan tres mecanismos
de acción estatal distintos que, durante la democracia, han afectado la organización social de los sectores
más pobres9, y han colaborado con la generación de nuevos problemas sociales en ellos.
1.3.2. Municipalización: cuando el Estado se acerca a las personas y privatiza sus demandas
En línea con la instensificación del Estado hacia la escala local propia de las reestructuraciones
neoliberales (Brenner, 2004), durante la dictadura chilena comienza un proceso de municipalización en
donde se le otorgó una serie de responsabilidades y atribuciones al poder local (Ruiz-Tagle, 2014). Más
que buscar una acción más eficiente y cercana a los ciudadanos, esta modificación, además de tener un
mayor control de los procesos sociales y económicos (Uitermark, 2014), tenía como objetivo “reformular
la política, sacándola de sus escenarios históricos –el parlamento, los partidos, las orgánicas sociales
sindicales y gremiales- y trasladándola a los espacios micro, donde transcurriría la vida cotidiana de las
personas” (Valdivia, 2012, p. 7). Lo que buscaba la municipalización entonces era más bien “alejar a la
ciudadanía de los problemas y las grandes decisiones de orden político, llevándola a concentrarse en
cuestiones cotidianas, atingentes a sus propias vidas, relativas a sus necesidades” (p. 11). De este modo,
9 Si bien el proyecto político de “desarticulación social” al que se hace referencia no sólo afectó a los grupos más vulnerables sino a la población chilena en general, fue en los sectores sociales más bajos donde este proyecto se aplicó con mayor rigurosidad y donde se visibilizan mayores consecuencias sociales.
29
detrás de esta reforma institucional había un proyecto político estratégico, que Valdivia denominó
‘alcaldización de la política’, el cual estaba orientado a despolitizar a los ciudadanos, y resocializar las
formas de participación social y el sentido de la política en general (Valdivia, 2012). Ante este proyecto,
poco a poco se fue consolidando una “nueva participación social” (p. 13) alejada de los partidos,
concentrada en problemas más coloquiales y fuertemente controlada por el Estado (Valdivia, 2012).
Respecto a esto último, -dice Valdivia- las organizaciones comunitarias pasaron a estar bajo el control del
municipio, el cual aceptaba sólo aquellas que comulgaban con sus lineamientos. Por su parte, los espacios
de participación existentes eran entendidos meramente como “órganos de expresión y comunicación
entre la población y el gobierno” (p. 27), sin capacidad decisoria. A su vez, la figura del Alcalde, como
una autoridad más cercana y accesible, jugó un rol clave. Al respecto, Rodríguez (1989) señala que “los
alcaldes fueron inicialmente un instrumento importante en la tarea de control del espacio y atomización
comunal” (p. 233).
Por otro lado, gracias a que los municipios le fueron abriendo camino al sector privado, las
funciones sociales tales como la salud, educación, vivienda, previsión, entre otras, pasaron a ser decisiones
privadas, permitiendo que el mercado entrara a la vida social de las personas (Valdivia, 2012). La
privatización de estas funciones sociales llevó a que cada uno, de forma independiente, se encargue de
sus necesidades más fundamentales. En otras palabras, se individualizaron las demandas, lo que provocó
un fuerte declive organizacional. Como dice Valdivia (2012): “La atomización que resultaría del
individualismo neoliberal destruiría el poder de los partidos y de las organizaciones históricas,
despolitizando a la vieja sociedad chilena” (p. 31).
1.3.3. Política habitacional: refugiados, pero separados
El proyecto político de desarticulación social no sólo operó a través de reformas institucionales,
sino también a través de políticas sociales concretas. En ese sentido, Rodríguez (1989) señala que las
políticas de vivienda implementadas durante la dictadura han estado orientadas a atomizar y desarticular
a los pobladores. Por otro lado, otros autores señalan que “el régimen convirtió a la política habitacional
en un instrumento para buscar el respaldo popular, personalizando la entrega de este beneficio, de cara
al Plebiscito de 1988, en la figura del general Pinochet” (Valdivia y Álvarez, 2012, p. 119). De este modo,
la política habitacional que se desarrolló durante la dictadura buscaba ganarse la adhesión popular, más
que responder a las problemáticas sociales que se vivían. No por nada el mismo Pinochet, junto a otras
autoridades políticas, era el encargado de realizar la entrega personalizada de las viviendas a los nuevos
propietarios. Si bien esto se mantiene –aunque en menor medida- hasta el día de hoy, fue en este periodo
donde este tipo de prácticas clientelares se instalaron. Siguiendo a Miraftab (2009), este tipo de acciones
30
(la provisión de servicios y la entrega de títulos de propiedad), ha sido una de las clásicas estrategias que
los gobiernos latinoamericanos y los del sur global en general, han utilizado para obtener una mayor
legitimidad política. Lo relevante de todo esto es que, a través de estas acciones, la dictadura fue
“comprando” el respaldo de la población, lo cual debilitó fuertemente a las organizaciones que habían en
las poblaciones, que en su mayoría eran anti-pinochetistas. Como dicen Valdivia y Álvarez (2012): “Las
casas de Pinochet fueron uno de los principales símbolos de los intentos de derrotar a las organizaciones
de izquierda en las poblaciones” (p. 148).
Ya en democracia, distintos autores han señalado que la política habitacional ha continuado
socavando la participación y organización social de las comunidades (Ducci, 1997; Tironi, 2003;
Rodríguez y Sugranyes, 2005; Posner, 2012, Tapia, et al., 2016). Posner (2012) señala que la política
chilena de vivienda tiene impactos directos en la organización social, ya que los mecanismos de
focalización de los subsidios produce estratificación, competencia y desconfianza entre los sectores
populares. Según el mismo autor esto se daría principalmente por tres razones. Primero porque, a juicio
de los habitantes, los criterios de selección de la política habitacional son arbitrarios, ya que no hacen
distinciones evidentes, y la decisión finalmente depende de la percepción del funcionario municipal.
Segundo, porque la asignación del beneficio es visto como un proceso competitivo que motiva a los
individuos a buscar mostrarse como sujetos sumamente necesitados, utilizando prácticas como la de
esconder objetos de sus casas, lo cual, por las falsas representaciones, genera desconfianzas entre los
habitantes. Y tercero porque, se enfoca en las necesidades individuales y no colectivas, lo cual inhibe la
solidaridad social. Ejemplo de ello es que los comités de allegados pasaron de ser un gran movimiento
colectivo y autónomo que luchaba por el derecho a la vivienda, a funcionar como unidades atomizadas y
dependientes, preocupadas de cumplir con los requisitos que les exigen las autoridades para obtener
beneficios sociales, que por lo demás son, decididos por estos últimos (Ozler, 2012). En definitiva, como
Tapia, Boyco y Letelier (2016) señalan:
“una de las más importantes transformaciones realizadas en democracia fue la descolectivización del acceso a la
vivienda, que adoptó una modalidad eminentemente individual, restando toda relevancia a la organización vecinal
en este proceso, al mismo tiempo que se producía una oferta masiva y poco regulada de nuevos conjuntos de vivienda
pública y privada: dispersos, segregados, con espacios públicos precarios, sin equipamiento adecuado”.
Tomando la última parte de la cita recién expuesta, también cabe destacar que el afán cuantitativo
del Estado por querer responder a la gran cantidad de personas sin techo, fue justamente una de sus
mayores debilidades de la política habitacional. Según diversos autores, a raíz de ello se dieron enormes
consecuencias cualitativas, relacionadas con la calidad de vida (ver, por ejemplo, Tironi, 2003; Rodríguez
y Subranyes, 2005; Castillo e Hidalgo, 2007). Tironi (2003) señala que los proyectos de vivienda social,
por ser homogéneos y carentes de historia, representan precisamente lo contrario a los campamentos:
31
“masividad, impersonalidad, extrañeza y funcionalidad” (p. 81). De una manera similar, Rodríguez y
Subranyes (2005) señalan que las políticas de vivienda social “resuelven el problema de los sin techo, pero
no han contemplado la construcción de una comunidad, de sociabilidad y sentidos desde donde sostener
procesos de construcción de sujetos y ciudadanos” (p. 56). De este modo, tanto en dictadura como en
democracia, es posible afirmar que la política habitacional ha colaborado, de diversas formas, con el
declive del capital social de las clases populares.
1.3.4. Fondos concursables: compitan, no hay para todos
Una de las principales reformas que tuvo el Estado chileno durante la dictadura y que se ha
mantenido hasta hoy, es que las políticas sociales pasaron del universalismo (entendidas como un derecho
social) a la asignación de recursos (Ruiz-Tagle, 2014). Es decir, se pasó de un Estado semi-bienestar a un
Estado subsidiario el cual emplea mecanismos de selección para determinar quienes son los más
necesitados. Esta focalización de recursos ha llevado a que la política social opere bajo la lógica de los
fondos concursables, también conocida como “Presupuestos por Resultados”. En pocas palabras, este
sistema, junto con seleccionar a los más necesitados a través de criterios cuantitativos estandarizados,
pretende medir el impacto de los programas, con el objetivo de maximizar los recursos públicos.
Sobre este sistema, hay quienes señalan que la forma como se ha enfocado el desarrollo de las
políticas sociales, enmarcadas en el cumplimiento de metas cuantitativas y medibles, ha debilitado el tejido
social y la capacidad asociativa (De la Jara, 2003). Esto ocurre porque, en régimenes neoliberales como el
chileno, los beneficios sociales son limitados lo cual exige que se elaboren rígidos sistemas de medición
de recursos (como la ex Ficha de Protección Protección Social, actual Registro Social de Hogares) que
restringen el acceso y llevan a que los individuos o pequeños grupos compitan entre sí (Posner, 2012).
En ese sentido, al igual que con la política habitacional, Posner señala que en Chile, los programas
públicos en general, al fomentar la competencia entre los pobres, incentivan la estratificación social e
inhiben la solidaridad social. Sin embargo, cabe destacar que la forma en que operan los programas
sociales, no sólo produce una división a nivel individual entre los ciudadanos, sino también a nivel grupal
entre las agrupaciones que se forman en los distintos sectores del barrio. En ese sentido, la lógica
ministerial genera que haya una gran cantidad de programas divididos según temática y con exigentes
requerimientos, lo que fragmenta a los grupos, desincentiva la acción colectiva y fomenta la competencia
tanto a nivel individual como grupal (Posner, 2012). Además, los fondos concursables verticalizan la
relación comunidad – Estado, ya que este último es quien define en qué consisten los fondos,
manteniendo así un “control de la cartera de proyectos y los recursos correspondientes” (De la Jara, 2003,
p. 64). Se establece entonces un modo único y jerárquico de hacer política, que no reconoce, e incluso
discrimina, cualquier otra forma de organización social (De la Jara, 2003).
32
Por otro lado, los municipios y los servicios públicos en general, han llevado a que los dirigentes
se vuelvan expertos diseñadores y gestionadores de proyectos, diluyendo sus roles de animadores de la
vida social de sus comunidades (De la Jara, 2003). En este sentido, los actuales dirigentes sociales estarían
constantemente pendientes de cumplir con los requisitos exigidos por los fondos concursables, más que
en abrir instancias de diálogo y ser voceros de sus representados. Esto se ve fomentado aún más por el
hecho de que “la población (…) ha ido cambiando los parámetros para evaluar a los dirigentes y valora
más a aquellos que ‘consiguen más cosas’, de preferencia obras” (p. 26). Todo esto ha llevado a que la
planificación en Chile pase a estar centrada en el espacio físico, en la propiedad (por lo general privada),
lo que ha llevado a que la organización social se transforme en un “proyectismo” (p. 64).
Como señala Auyero (2001), detrás de este proyectismo hay una forma velada de clientelismo.
En ese sentido, se ha ido consolidando un tipo de relación clientelar entre el municipio con algunos
dirigentes vecinales, lo que termina restringiendo la participación a ciertos círculos y no involucrando a
toda la población y sus organizaciones (De la Jara, 2003). Como dice De la Jara (2003), este tipo de
relación provoca que “el dirigente social encuentre su legitimidad en el municipio y en su capacidad de
conseguir recursos por sobre su capacidad para representar los intereses y las necesidades de la
organización a la que pertenece” (p. 65). Y a su vez, la relación clientelar se ve reproducida entre los
dirigentes y la comunidad, haciendo que los individuos asuman un rol cada vez más pasivo.
Ya sea a través del proyectismo como del clientelismo, que en realidad son dos caras de la misma
moneda, en Chile se ha asentado “el modelo (de) municipio - empresa” (p. 66). Éste ha establecido una
nueva relación entre el Estado y los individuos, en donde ya no son tratados como ciudadanos, sino como
clientes. En este modelo, los sujetos se relacionan de manera individual con el municipio, el cual pasa a
ser una institución proveedora de servicios, y lo mismo a pasado con las organizaciones sociales. Como
dice Delamaza (2016), todas estas reestructuraciones de orden político e institucional han logrado
consolidar un modelo que convirtió a las organizaciones en "clientes" de los municipios, en donde cada
una actúa por su lado, perdiendo la conexión entre sí, y donde el único punto de encuentro de éstas es la
competencia por fondos concursables.
Desde hace ya unos 15 años, distintos autores dan cuenta que en buena parte de los barrios
vulnerables de Santiago, la vida social se ha debilitado y las relaciones sociales están mucho más
deterioradas (De la Jara, 2003; Tironi, 2003; Segovia, 2005). A partir de los distintos mecanismos de
acción estatal referidos, no es posible asumir que este debilitamiento de la vida social sea un proceso
natural o bien de tipo cultural. En Chile efectivamente ha existido una “operación política” (Tapia, et al.,
2016) que, buscando establecer un mayor control de los territorios, ha afectado fuertemente la
organización social de los barrios. Los mecanismos especificados en esta sección -la reforma de
municipalización, la política habitacional y los concursos públicos- son sólo algunas de las posibles vías
33
de acción con las que el Estado chileno ha inhibido la ‘eficacia colectiva’ de los pobladores. A partir de
este tipo de acciones se ha individualizado la política, o como dicen Tapia et al. (2016) se ha
“descolectivizado lo social”, lo que ha modificado los comportamientos de los sujetos y ante ello, no es
extraño que los índices de desconfianza, violencia e inseguridad hayan aumentado en la última década
(Lunecke, 2016).
Asumiendo que existe una fuerte relación entre el declive del tejido social de los barrios con el
surgimiento de problemas sociales (Durston, 2003; Sampson, 2012), la presente investigación pretende
establecer una perspectiva alternativa a la que propone la Teoría de la Desorganización Social, la cual
responsabiliza a los propios residentes de los problemas sociales que hay en sus barrios. Por el contrario,
se plantea que buena parte de los procesos de desorganización social que han desencadenado diversos
problemas sociales en los barrios pobres de la ciudad, en realidad se deben a factores institucionales, es
decir a agentes externos a los barrios. Esta tesis pretende desenmascarar específicamente la influencia que
ha tenido la acción (e inacción) de las entidades gubernamentales en los fenómenos mencionados.
34
Capítulo 2. Marco metodológico
Fuente: Fotografía tomada por el investigador.
“Hay que observar muy bien las cosas. Uno claro, de repente llega a una parte y observa todo lo bonito, pero si tú empezai
a incursionar más a fondo te day cuenta de muchas otras cosas” (poblador, 52 años).
35
2.1. Pregunta, hipótesis y objetivos
A partir de todo lo que se ha planteado hasta aquí, esta investigación se propone abordar la
siguiente pregunta:
¿De qué manera -desde la perspectiva de los pobladores, en especial de los dirigentes sociales-
las acciones e inacciones del Estado chileno a nivel local y central10, han incidido en la
organización social de barrios que solían ser reconocidos por tener una alta capacidad asociativa
en periodos anteriores, tales como la población Yungay (La Granja)?
A modo de hipótesis se plantea que la institucionalización de las formas de organización, junto
con el excesivo proyectismo y clientelismo que ha caracterizado la forma de gobernar del Estado, ha
debilitado la ‘eficacia colectiva’ de los pobladores de la población Yungay, generando un nuevo sujeto
social mucho más pasivo y dependiente del Estado, desencadenado así diversos problemas sociales en el
barrio.
Para responder a la pregunta de investigación señalada, se han planteado los siguientes objetivos:
General
o Analizar de qué manera las distintas acciones e inacciones -principalmente aquellas en materia
de participación y desarrollo comunitario- desarrolladas por el gobierno local y central han
modificando el comportamiento de los pobladores y los modos de organización de la población
Yungay, y cómo esto ha repercutido en el barrio.
Específicos
o Analizar las acciones e inacciones con las que ha actuado el gobierno local y central en la
población Yungay, y comprender las motivaciones políticas que están detrás de ellas.
o Comprender la influencia que ha tenido la acción e inacción del gobierno local y central en el
comportamiento de los pobladores y las formas de organización social de la población Yungay.
o Examinar las implicancias sociales y urbanas que éstas nuevas formas de comportamiento y
organización social han producido en la población Yungay, especialmente en la creación de
problemas sociales.
10 En un principio esta tesis estaba abocada exclusivamente a investigar la influencia del gobierno central en los procesos de (des)organización social. En ese sentido, el estudio se iba a remitir a la revisión de dos programas implementados en la población Yungay; el programa Barrio Seguro (2005-2007) y el programa Quiero mi Barrio (2015 a la fecha). Sin embargo, al inicio del trabajo de campo se redireccionó el foco de estudio, otorgándole mayor énfasis al rol del municipio.
36
2.2. Enfoque metodológico
Para analizar de qué manera el Estado ha influido a la (des)organización social del barrio, se ha
optado por una metodología cualitativa de estudio de caso.
La investigación cualitativa asume que la realidad es compleja, socialmente construida y subjetiva
(Morse, 1994), enfocándose en los procesos. Es decir, en el ‘cómo’ o ‘de qué manera’, más que en los
resultados. De este modo, la aproximación cualitativa resulta óptima para comprender ‘de qué manera’ la
forma de gobernar del Estado ha influido en los comportamientos sociales de los ciudadanos. Más que
describir en profundidad las distintos formas de acción que ha tenido el Estado en el territorio de estudio,
lo que nos interesa es conocer la percepción que tienen los vecinos del barrio respecto a la acción estatal,
y cómo es que ésta ha modificado sus modos de organización, y qué tipo de consecuencias sociales han
surgido a partir de ello.
Por otro lado, la principal razón de por qué se ha optado por trabajar a partir de un estudio de caso
tiene relación con que al estar enfocado en un territorio particular, es posible estar atento a los distintos
factores (históricos, económicos, políticos, entre otros) que influyen en el barrio. Es decir que al
concentrarnos en un caso específico, es posible tener una mirada holística capaz de relacionar, desde
múltiples aproximaciones y escalas, los distintos fenómenos sociales que acontecen en el territorio. De
este modo, un estudio de caso sería ventajoso ya que permite analizar el fenómeno de estudio en un
contexto acotado y espacialmente delimitado (Gerring, 2007). Además, los estudios de casos se
caracterizan por permitir una observación detallada, cercana y cuidadosa del comportamiento social en
entornos naturales (Gerring, 2007), lo que enriquece el análisis y permite una mayor profundidad.
A partir de la aproximación metodológica recién descrita, esta investigación se sitúa dentro del
paradigma interpretativo ya que busca comprender la realidad desde un punto de vista particular, sin que
necesariamente éste sea el único, ni el más exhastivo. En ese sentido, el investigador se posiciona frente
a la realidad y la interpreta, entendiendo que ésta se construye socialmente. Junto a ello, esta investigación
también es cercana a la investigación – acción, ya que no sólo buscó comprender cómo es que ha
cambiado la organización social del barrio y qué consecuencias han surgido a partir de ello, sino que
también buscó movilizar a la comunidad. Esto se dio a través del proyecto comunitario “Comunidad con
Unidad: 16.000 sueños para la Yungay”, el cual es desarrollado por distintos actores que participan de la mesa
barrial de la población. El proyecto nace a partir del trabajo colaborativo entre voluntarios de la FEUC,
las distintas organizaciones sociales locales y los vecinos que participan de la mesa barrial de la población,
y tiene como objetivo fomentar la participación y la organización social a través de distintas actividades
comunitarias. Los distintos actores se han organizado para realizar un diagnóstico participativo de la
comunidad, y en paralelo se han desarrollado actividades que fomentan el encuentro de los vecinos y la
37
reflexión sobre las dificultades que ha ido teniendo la organización social en la población. Las imágenes
que se muestran a continuación dan cuenta de algunas de las actividades mencionadas.
Figura 9. Equipo de trabajo “Comunidad con Unidad”. Equipo “Comunidad con Unidad”.
Figura 5. Logo del proyecto “Comunidad con Unidad”.
Fuente: Equipo “Comunidad con Unidad”.
Figura 7. Mapeo colectivo con centro de adulto mayor.
Fuente: Equipo “Comunidad con Unidad”.
Figura 8. Día del niño. Fuente: Equipo “Comunidad con Unidad”.
Figura 6. Primera asamblea barrial, presentación resultados encuesta.
Fuente: Equipo “Comunidad con Unidad”.
38
2.3. Diseño metodológico
En primer lugar, para contextualizar el caso y conocer los principales antecedentes de este, se
realizó una revisión de fuentes secundarias tales como tesis, documentos públicos, estadísticas descriptivas, e
incluso noticias de prensa que puedan proporcionar información valiosa sobre el caso de estudio. A partir
de ello, y de la información levantada a través de las demás técnicas de recolección de información, se
desarrolló el capítulo de antecedenets del caso (que se presenta a continuación), el cual busca dar cuenta
de la historia de la población. Como dice Auyero (2001), la experiencia histórica acumulada determina la
acción política presente, por lo tanto realizar una revisión histórica de la población es fundamental para
la interpretación y comprensión de los resultados que se presentan en este estudio.
Por otro lado, este estudio utilizó dos técnicas de recolección de información: observaciones en
terreno de carácter etnográfico y entrevistas en profundidad a actores claves. La primera se llevó a cabo de manera
tranversal a lo largo de toda la investigación, permitiendo reconocer a los actores claves del barrio, para
pasar a la segunda; las entrevistas11. A continuación se explicitan ambas técnicas.
Observaciones en terreno
Esta técnica fue empleada a partir de dos espacios distintos. Por un lado se realizaron observaciones
de carácter etnográfico en las reuniones de la mesa barrial, las cuales se desarrollan semanalmente en una
sede social ubicada en la población. En ellas el investigador asistió como observador participante,
llevando un registro de los discursos de los pobladores, los temas que se van abordando, los conflictos
que surgen, la forma de llegar a acuerdos, entre otros. El investigador participó de alrededor de 30
encuentros de aproximadamente 2 horas cada uno, contabilizando así un total promedio de, al menos,
60 horas de observación etnográfica en este espacio. Por otro lado, la otra instancia en que se
desarrollaron las observaciones consiste en las actividades que se realizaron en el marco del proyecto “Comunidad
con Unidad”. Es decir, en los distintos encuentros comunitarios, asambleas, así como también en el periodo
de aplicación de la encuesta12 que se desarrolló en la población. En todas estas instancias se tomaron
notas de campo a partir de las conversaciones informales que se realizaron con vecinos del barrio y a
partir de los distintos sucesos que se observaban en terreno. Después de cada actividad, el investigador
se encargó de escribir, a modo de diario, los prinicpales elementos que fueron observados. Muchas de las
observaciones suelen ir acompañadas con fotografías.
11 La presente investigación tuvo una extensión de 10 meses, desde marzo a diciembre del 2016. Las observaciones se realizaron durante toda la extensión del estudio, y las entrevistas entre agosto y octubre del mismo año. 12 Entre los meses de mayo y julio del 2016, en el marco del proyecto “Comunidad con Unidad”, se diseñó y aplicó una encuesta dirigida a los residentes de la población Yungay, la cual tenía como objetivo conocer la opinión de la gente en aspectos relativos a la vivienda, entorno urbano, salud, educación y participación. Dicha encuesta tuvo un total de 262 respuestas.
39
Entrevistas en profundidad
La principal técnica de investigación de este proyecto corresponde a entrevistas en profundidad
semi-estructuradas. Gracias a las observaciones en terreno se fue identificando y conociendo a los
principales actores sociales del barrio a ser entrevistados. Sin embargo, estas no sólo se enfocaron en los
residentes del barrio, sino que también se incluyeron a otras dos categorías de actores, habiendo así tres
perfiles de entrevistados.
Como se mencionó, en primer lugar están los dirigentes sociales, los cuales corresponden a la
principal categoría de estudio. Dada la heterogeneidad de dirigentes sociales que hay en la población (lo
que se logró captar a partir de las observaciones en terreno), se estableció un criterio de selección para
buscar una mayor diversidad en los discursos. Dicho criterio corresponde a la división que los mismos
pobladores utilizan para referirse a los dos “tipos” de organizaciones sociales que existen en la población:
aquellas denominadas como las “institucionales”, y aquellas “autónomas” (también conocidas como de
“resistencia”)13.
La segunda tipología de actores que se entrevistaron son los funcionarios públicos del Estado. La
selección de esta categoría de entrevistados consideró dos criterios. Por un lado, cierto grado de
vinculación con las organizaciones sociales locales, y por otro lado, que exista una representación tanto
de los funcionarios del municipio como del gobierno central. Sobre éstos últimos, se entrevistaron a
actores a cargo de dos programas públicos que han sido implementados en la población: el programa
Barrio Seguro (PBS) del Ministerio del Interior y el programa Quiero mi Barrio (PQMB) del Ministerio
de Vivienda y Urbanismo14.
Finalmente, para evitar quedarse entrampado en lo que ocurre en el caso de estudio en particular,
también se entrevistaron a académicos que hayan participado en la implementación de los mismos
programas públicos (PBS y PQMB) en otros sectores. De cierta forma esto permitió conocer cómo fue
el proceso de implementación de dichos programas en realidades similares a las de la Población Yungay.
Además de conocer el rol que ha tenido el Estado en los procesos de desorganización social que se han
dado en otras experiencias, el objetivo de éstas entrevistas fue obtener una reflexión más teorizada a partir
de su experiencia académica y empírica.
13 La principal distinción entre los dos tipos de organizaciones se basa en su relación y cercanía con el Estado. Las “institucionales” tienden a ser espacios en los que existe una relación con el gobierno, mientras que las “autónomas” evitan establecer relaciones con el gobierno, operando de forma autogestionada. 14 Se le dio énfasis a estos dos programas por las siguientes razones: Primero, porque –a pesar de que el municipio también participa en la implementación- ambos son desarrollados por el Gobierno Central. Segundo, porque ambos programas tienen componentes de movilización comunitaria, en donde buscan lograr sus objetivos a través del fomento de la efiacia colectiva interna. Para más información sobre estos programas ver anexos.
40
Considerando las tres categorías señaladas, en total se realizaron 18 entrevistas formales15. La
tabla que se muestra a continuación muestra la distribución que se le dio a las distintas categorías de
entrevistados.
16
2.4. Plan de análisis
Respecto al plan de análisis, en primer lugar se realizó una transcripción de la información
levantada a partir de las dos técnicas utilizadas. Dado que las técnicas de investigación cualitativas, y en
particular las observaciones etnográficas, permiten captar mucha más información que la del propio
fenómeno de estudio (Carroza, 2015), se procedió a realizar una transcripción selectiva de esta primera
técnica. Respecto a las entrevistas, estas fueron transcritas en su totalidad. Con esta información, se
procedió a realizar una codificación abierta de todo el material levantado. Una vez finalizada la codificación
se elaboró un listado preliminar con la totalidad de ideas y conceptos que emergieron de este proceso.
En segundo lugar, se realizó una codificación axial, proceso mediante el cual se evita duplicación de
categorías y se identifican las principales ideas del análisis. Finalmente, a partir de la literatura revisada, en
una tercera etapa se realizó una codificación selectiva en donde se analizaron y se establecieron relaciones
entre conceptos e ideas, generándose un listado final de ideas jerarquizadas y agrupadas en sistemas de
relaciones, complementando las ideas con citas textuales.
2.5. Entidades patrocinantes, limitaciones metodológicas y aspectos éticos a considerar
Esta tesis se enmarca dentro de un proyecto de investigación mayor denominado “Instituciones
externas y su influencia en la creación de problemas sociales en barrios pobres y excluidos: Una
15 Entrevistas formales se refiere a aquellas que fueron grabadas y en las que se presentó un consentimiento informado. Se distingue de las conversaciones informales que el investigador tuvo con pobladores durante las observaciones en terreno. 16 En los anexos se adjunta una tabla más detallada sobre la composición de los entrevistados.
Tabla 01 – Resumen muestra entrevistas
Categoría Núm. Entrevistados
Dirigentes institucionales (D.I.) 5
Dirigentes autónomos (D.A.) 4
Funcionarios públicos del gobierno central (F.GC.) 3
Funcionarios públicos municipales (F.M.) 2
Académicos (A.) 4
Total 18
Fuente: elaboración propia.
41
perspectiva alternativa a la tesis del efecto de barrio”. Dicho proyecto es financiado por el Fondo
Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile (FONDECYT) y actualmente se encuentra en su primer año17.
Las limitaciones metodológicas del estudio se refieren principalmente a las implicancias que tuvo
la posición del investigador. Dado que este estudio corresponde a una tesis de magíster de la Universidad
Católica de Chile, institución que en otras ocasiones se ha relacionado con la comunidad de estudio, la
relación que tuvo el investigador con los pobladores de la Yungay estuvo influenciada por las relaciones
previas que dicha institución había establecido con ciertas organizaciones del barrio. En ese sentido,
aquellas organizaciones sociales más “institucionales” fueron muy proclives a entablar diálogo con el
investigador, mientras que aquellas de carácter más “autónomo” tuvieron la actitud contraria. Además, el
hecho de haber participado activamente de una institución particular, la mesa barrial, también influenció,
para bien o para mal, la aproximación con otras organizaciones barriales. Considerando lo anterior, se
buscó, dentro de lo posible, rescatar el punto de vista de la diversidad de actores del territorio, para evitar
obtener una visión parcelada de lo que ocurre en el barrio.
Finalmente, respecto a los aspectos éticos de la investigación, para asegurar confidencialidad a
los entrevistados se elaboró un consentimiento informado (adjuntado en los anexos), el cual da cuenta
de los objetivos y el contexto en el que se desarrolla esta investigación. Cabe señalar que los nombres de
los entrevistados bajo ninguna circunstancia serán revelados, y para poder asegurar esto se han establecido
códigos –que corresponden a las siglas de la categoría de entrevistado a la que pertenece- para referirse a
ellos en las siguientes secciones18.
17 FONDECYT de iniciación N° 11150426 (2015-2018). Investigador Responsable: Javier Ruiz-Tagle. Más información en: http://proyectomuei.com
18 Para diferenciar las entrevistas formales de las informales (ver nota 13), se utilizan las siglas de la categoría de entrevistado (p.e. D.A.1) para las primeras, mientras que para las segundas se señala “poblador(a)” y, en algunos casos, su edad.
42
Capítulo 3.
La población Yungay: una historia que se hace presente
Fuente: Fotografía tomada por el investigador.
Investigador: “¿Por qué existe tanta desconfianza con la institucionalidad?”
Poblador (28 años): “Yo creo que tiene que ver con las formas históricas que han tenido ciertos grupos políticos e
institucionales de tratar de cooptar o capitalizar ciertos espacios…”
43
La población Yungay19 está ubicada en la comuna de La Granja, la cual se sitúa en el sector sur
de la ciudad de Santiago. Tanto la comuna mencionada como la población misma tienen una composición
socioeconómica de estratos bajos, en su mayoría pertenecientes a los grupos sociales D y E (ver ambos
planos de la figura 10). Con un área de 27 hectáreas aproximadamente, los límites de la población Yungay
son Sebastopol al norte, Yungay por el sur, Mañío y Coronel por el oriente (colindante con el Parque
Brasil) y La Castrina por el poniente (ver plano al costado derecho de la figura 10). Según los datos del
último Censo oficial del año 2002, la población cuenta con alrededor de 9 mil habitantes, sin embargo las
mediciones más recientes indican que actualmente en la población residen cerca de 16 mil personas.
19 El caso de estudio de esta investigación fue dado por el proyecto de investigación MUEI en el que se enmarca esta tesis, el cual trabaja con tres casos de estudio (Lo Hermida en Peñalolén, Santo Tomás en La Pintana y Yungay en La Granja).
Figura 10. Localización de la población Yungay dentro del Gran Santiago (izquierda) y polígono que demarca los límites de la población (derecha)
Fuente: Elaborado por el equipo investigación MUEI en base a datos del Censo 2002.
44
3.1. El origen de la Yungay: la Villa Lenin (1970-1973)
La población se originó en la década de 1970 cuando personas de distintas partes de Santiago se
instalan de manera informal -a modo de toma de terreno- en el sector que en ese entonces era un
aeródromo de la Universidad de Chile. Al poco tiempo de su llegada, los pobladores se organizaron para
asegurarse que el terreno no fuese ocupado para otros fines. Para ello crean los “comités de los sin casa”20,
organizaciones que gestionaron su instalación definitiva con la Corporación de Vivienda (CORVI).
Mientras se trabajaba en una solución habitacional definitiva, a cada comité se le asignó un terreno de
aproximadamente 400 metros cuadrados, los cuales se instalaron en módulos de 20 viviendas de
emergencia (media-aguas) cada uno, las cuales fueron construidas por los propios pobladores. Estos
módulos tenían un delegado encargado de representar a su sector dentro de la Junta de Vecinos (JJVV),
y a su vez la directiva de la JJVV se encargaba de organizar y representar a los pobladores frente a las
autoridades nacionales y locales de la época. Según una pobladora de 76 años, los dirigentes sociales
fueron clave para el desarrollo de la población: “ellos se movían y hacían las gestiones con el gobierno, ellos se la
jugaron por nosotros”. En ese sentido, desde los inicios de la población ésta se caracterizó por sus altos
niveles de autogestión y organización social. Ejemplo de ello es que los mismos pobladores se encargaron
de solucionar sus necesidades básicas creando sus propios baños y sistemas de iluminación, e incluso de
seguridad (Ruiz, 2006). “Pobladores de distintos comités hacían guardia durante la noche, o se juntaba
algo de plata y comida para pagarle a gente del lugar que podía cuidar” (p. 4). Estudios de la población
dan cuenta que desde muy temprano las organizaciones que surgieron al interior de la comunidad, tanto
políticas como culturales y deportivas, fueron fundamentales para fomentar sentimientos de pertenencia
con el territorio y solidaridad entre los vecinos (Ruiz, 2006). En la actualidad, los pobladores más antiguos,
con un tono nostálgico, mantienen vivo el orgullo por haber sido protagonistas de la construcción de la
población. “Yo mismo armé parte de mi casa” (poblador, 78 años).
En paralelo a estos tempranos procesos de organización social, el gobierno socialista de Salvador
Allende había establecido un convenio con la Unión Soviética para levantar una ciudad satélite que
contaba con almacenes, escuelas, viviendas y los servicios necesarios para que no fuese necesario
trasladarse a otros sectores de la ciudad. Según recuerda una pobladora, en aquél tiempo todas las calles
de la población tenían nombres soviéticos, siendo ‘Moscú’ una de las principales. Dicho proyecto había
sido diseñado por el arquitecto Miguel Launer, y llevaba el nombre de “Villa Lenin”, siendo éste el
nombre original de la población. Sin embargo, de este proyecto sólo se alcanzó a construir un conjunto
20 “Gabriela Mistral”, “Cóndor de Chile”, “Madre Selva” y “4 de Septiembre” son algunos de los comités que recuerdan los pobladores.
45
de edificios de dos pisos denominado Villa
Esmeralda, más conocidos actualmente como
el sector de “los Dúplex” (ver figura 11). Junto
a ello, el actual parque Brasil, que en ese tiempo
no era más que “un terreno abierto con un tranque”
(poblador, 76 años) se iba a transformar en un
parque intercomunal con zonas de camping,
piscina, y todo tipo de canchas para practicar
deportes.
3.2. La mano dura pega fuerte en la Yungay: el periodo de dictadura (1973-1990)
“Con la llegada del golpe militar, todo cambió”, dice una pobladora. La dictadura interrumpió y le dio
fin a los proyectos ya mencionados que se habían planificado en la Villa Lenin. Sin embargo, según los
pobladores, eso era lo de menos. Tal como lo evidencian múltiples testimonios de residentes actuales y
los estudios existentes, durante toda la dictadura la población se vio enfrentada a constantes medidas de
represión y extrema violencia. Si bien esto ocurrió en muchas de las poblaciones de Santiago, en la Yungay
(en ese entonces Villa Lenin) fue particularmente violenta producto de su nombre.
“Como se llamaba Villa Lenin, según ellos (los militares) estábamos todos armados aquí. Entonces aquí la
represión fue muy dura (…) en la noche nos tiraban bengalas, y de repente disparos y balazos (desde
helicópteros). Entonces nosotros poníamos colchones en los techos para que las balas no nos… (no se termina
la frase)” (cita de un poblador en Ruiz, 2006, p. 18).
En dicho periodo se realizaron múltiples allanamientos, desaparecieron pobladores, la JJVV y
otras organizaciones sociales pasaron a estar controladas, se le cambió el nombre a las calles y a la
población misma, entre otros tantos sucesos. El duro clima social que se vivía en aquellos años generó
un mayor sentido de solidaridad entre los vecinos y arraigo con el territorio, lo cual consolidó lo que
desde un principio ha caracterizado a la población: su alta participación y organización social. Al respecto,
un poblador de 82 años señala: “Lo que caracteriza a la Yungay del pasado es la unión, había unión para todo, le
gente era muy solidaria, uno siempre tenía el apoyo de la gente, era como una familia”. Dicha solidaridad, se transformó
en organización social para hacer frente a las duras condiciones que dejaba la dictadura. Fue así como, de
la mano de la Iglesia Católica, surgen múltiples organizaciones sociales en la población. Ejemplo de ello
Figura 11. Dúplex. Fuente: fotografía tomada por el investigador.
46
son la Agrupación de Organizaciones
Juveniles de la Zona Sur (AZOJ), un
comité de Derechos Humanos, y las
concidas Ollas Comunes; práctica
emblemática que se dio durante el
periodo de dictadura en donde los
vecinos se organizan para resolver la
necesidad básica de alimentarse en un
contexto de escasez. Otro
acontecimiento que los vecinos suelen
destacar de este periodo corresponde al
hecho de que dado que la JJVV estaba
controlada, los pobladores de la población Yungay deciden crear una JJVV paralela, con dirigentes
elegidos democráticamente, que se reunía a escondidas en un refugio ubicado próximo a la capilla. Según
cuentan los mismos vecinos, ésta misma JJVV fue la primera junta a nivel nacional que se democratiza
en dictadura. Estos acontecimientos permiten denominar a la población Yungay como un territorio
sumamente organizado y participativo. En ese sentido, un estudio que clasifica los niveles de actividad
política de las poblaciones de Santiago durante el periodo de la dictadura muestra a la población Yungay
como una de las más "combativas", lo que significa que presenta altos niveles de protesta y actividad
política (Schneider, 1995). De esto mismo dan cuenta los mútiples murales que se mantienen en la
población hasta el día de hoy (ver figura 12).
Dado que los altos niveles de organización social eran una amenaza para el proyecto político que
buscaba imponer el régimen militar, durante la dictadura se utilizaron distintas estrategias para dividir a
los pobladores y desarticular los movimientos sociales. Los pasajes que se muestran a continuación dan
cuenta de ello:
“Cuando salieron los militares cambió todo, ahí nos tiraron a unos para acá, otro para allá, a nosotros nos
trajeron para este lado y a la otra gente los llevaron para otro lado (…) los repartieron a todos” (pobladora, 76
años).
“Echaron a correr el rumor de que los de San Gregorio (población vecina) nos iban a venir a pegar a nosotros
para quitarnos los terrenos y que los de aquí iban para otros lados. La gente andaba vuelta loca. Pero después los
pacos pasaban en patrulla riéndose, porque ellos habían inventado eso. ‘Allá vienen’ decían y todos los de acá
preparados con palos asegurando las casas. Fue una burla…” (poblador, 82 años).
Figura 12. Mural sobre la represión que hubo en la población en el periodo de dictadura. Fuente: fotografía tomada por el investigador.
47
Junto a esto, la política habitacional también puede ser considerada como un elemento que
dividió a los pobladores. Una vez que se terminaron de construir las primeras viviendas definitivas de la
población (los dúplex), éstas no fueron entregadas a la población local que llevaba más de diez años
esperando una solución habitacional definitiva, sino a nuevos residentes que se incorporaron a la
población. La llegada de más de 300 familias nuevas a la población no sólo significó la postergación de la
entrega de viviendas definitivas para los pobladores del campamento, sino también “una pérdida de los
terrenos que estaban destinados a áreas verdes, lugares de esparcimiento y a la construcción de sedes
comunitarias” (Ruiz, 2006, p. 15). Según los pobladores, esta situación produjo una gran desilusión por
parte de los antiguos residentes y desde entonces ha habido una distante relación entre los antiguos y los
nuevos pobladores. Como dice una actual vecina del barrio de 58 años: “Yo vivía en el sector de los dúplex, y
no había ninguna onda entre ése sector con
los demás, porque según ellos los dúplex
fueron construidos para ellos y de la noche a
la mañana aparecimos nosotros”. Si bien
tiempo después les entregaron
viviendas definitivas a los antiguos
residentes, ésta no consideró la
distribución previa de los habitantes,
ni la organización de los módulos y
otros simplemente quedaron sin
cupos y se tuvieron que ir de la
población ya que el campamento dejó
de existir (Ruiz, 2006). Según relatan
los pobladores, tras la obtención de
las nuevas viviendas, muchos de ellos
se distanciaron, dejaron de trabajar juntos y “cada uno se organizó en su casa con su familia” (p. 25).
Durante toda la década de 1980, el Estado continuó construyendo distintos tipos de viviendas en la
población (ver figura 13). Se construyen las casas de dos pisos, los blocks, y finalmente, en dos etapas
distintas, las llamadas “casas blancas”. Para los pobladores más antiguos, si bien las viviendas definitivas
fueron un gran avance en términos materiales, ellos señalan que a nivel comunitario se dio un fuerte
declive organizacional que afectó a la cohesión social del barrio. Pero eso no fue todo.
Durante los años 80 comienza a aumentar fuertemente el consumo y tráfico de drogas en el
barrio. Si bien es cierto que en aquellos años el fenómeno de la droga se instala en muchas poblaciones
de Santiago (Aravena, 2016), varios vecinos del barrio señalan que, al menos en la población Yungay, las
Figura 13. Mural y viviendas sociales de la población Yungay.
Fuente: Equipo “Comunidad con Unidad”.
48
raíces de este fenómeno son eminentemente políticas. Según cuentan los pobladores, durante la dictadura,
agentes de la CNI21 introdujeron un tipo de droga en particular -la pasta base- de forma intencional con
el objetivo de desarticular al movimiento social de pobladores que era considerado como “extremista” y
una amenaza para el proyecto político que se buscaba instaurar. Esta droga se utilizaba como una “medida
paliativa no explícitamente violenta para contrarrestar el fervor de ciertas capas de la población” (Aravena,
2016). Si bien las consecuencias no fueron inmediatas, a fines de los años 80 y a principios de los 90, ya
se veían fuertes signos de degradación social, particularmente en los más jóvenes. Como dice Aravena
(2016):
“Prontamente la juventud se vio expuesta a ésta (la pasta base) y, a causa de su rápido poder de adicción, (…)
amplias masas de jóvenes fueron retirándose de la actividad política y volcándose a la nueva experiencia que en
torno de la droga se construía”.
Si bien esto no ha sido confirmado del todo, varios autores (ver Pérez, 2009; Vergara, 2015 y
Aravena, 2016) han desarrollado distintos argumentos que lo justifican. Como se ha mencionado, uno de
ellos tiene relación con el tipo de droga que se supone que fue introducida; la pasta base, la cual tendría
características muy alienantes sobre los individuos. Al respecto, un dirigente de la población Yungay
señala:
“los cabros en ese tiempo eran pura yierba, y de repente se encontraron con que no había yierba pero había esto nuevo.
La pasta base se encargó de aniquilar en gran parte el movimiento social y la juventud que había en ese tiempo. Y eso
está catastrado, hay varios estudios. (…) Cómo llega, cómo se instala, cuáles eran las razones por la que llega una
sustancia con ésas características y no otra” (D.A.1).
Así, además de la violencia cotidiana que se vivía en la población durante el periodo de dictadura,
los rumores que introducían los militares, la entrega de viviendas sociales y la inserción de la pasta base
que se dio en aquellos años, funcionaron como estrategias políticas que tenían como objetivo dividir a
los pobladores y desarticular la organización social existente.
3.3. ¿La alegría ya viene?: La Yungay en democracia (1990 a la fecha)
Con el retorno a la democracia, la alta participación que se daba en las distintas actividades que
organizaban los mismos pobladores se debilitó aún más. Según relatan los dirigentes vecinales actuales,
el espíritu de lucha se perdió. Ahora los habitantes de la población se preocupan de su ámbito privado,
21 La Central Nacional de Informaciones (CNI) es un organismo de inteligencia de represión estatal, persecución, asesinato y desaparición de los opositores políticos de la dictadura militar. Esta institución fue creada en 1977 en reemplazo de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), y operó hasta 1990.
49
lo cual ha afectado el interés por las actividades comunitarias. “Hace bastante tiempo que la población ya no es
participativa. La gente no está motivada con nada, no están ni ahí”, dice una dirigente social de 46 años. El alto
nivel de enrejamiento de las viviendas y los discursos de los mismos vecinos dan cuenta que se ha se ha
ido consolidando un clima de desconfianza generalizado en el ambiente. Dicha desconfianza se ve muy
reflejada en el rechazo que tienen los pobladores frente a la institucionalidad, situación que ha sido motivo
de conflicto y división entre las distintas organizaciones sociales22. Sin embargo, la desconfianza no sólo
se da a nivel organizacional, sino también a nivel cotidiano entre los habitantes de la población, en especial
si son de sectores distintos. Al respecto, una pobladora de 49 años señala: “me cuesta relacionarme con gente
de la población porque todo les da lo mismo. Ahora aquí todo está naturalizado: la violencia, la basura, la droga, etc.”
Una reciente encuesta23 aplicada a pobladores de “la Yungay” da cuenta que la principal preocupación
del barrio corresponde al constante aumento del consumo y tráfico de drogas (FEUC, 2016). Su
preocupación no sólo se remite al hecho en sí, sino también, y principalmente, a lo que esto ha
desencadenado. Según los vecinos, la droga ha generado mayor violencia y percepción de inseguridad en
el barrio, lo que ha desincentivado el uso de los espacios públicos, colaborando fuertemente con el
debilitamiento de las confianzas. A su vez -según la misma encuesta- uno de los mayores problemas para
los residentes del barrio es el deterioro que han ido teniendo las plazas y parques (FEUC, 2016). Ante
ello, las organizaciones barriales aún existentes, buscan incentivar la recuperación de éstos espacios, y
además trabajan por rescatar la historia de la población y volver al nivel de organización del pasado. Sin
embargo, les cuesta mucho movilizar a los habitantes.
En las últimas décadas en la población se han desarrollado importantes programas provenientes
del gobierno central. Entre ellos se destaca el programa Barrio Seguro (2005-2007) y más recientemente
el programa Quiero mi Barrio (2015-2017). Ambos se caracterizan por trabajar directamente con las
comunidades locales para lograr sus objetivos24.
22 Esto explica porqué las mismas organizaciones sociales y los residentes de la población hacen una distinción entre aquellas organizaciones que mantinen una relación cercana al gobierno (“institucionales”), y aquellas que no lo están y funcionan de forma autogestionada (“autónomas”). 23 Encuesta realizada en el año marco del proyecto “Comunidad con Unidad”. Ver nota al pie núm. 10. 24 Para más información sobre estos programas, ver anexos.
50
Por último, cabe destacar que durante los últimos
24 años la comuna de La Granja ha estado gobernada por
un solo partido político; la Democracia Cristiana (DC). Tal
como muestra la tabla 2, de las siete elecciones realizadas,
las primeras cinco las ganó Claudio Arriagada, quien
actualmente se desempeña como diputado por el distrito
número 25, correspondiente a las comunas de La Granja,
Macul y San Joaquín. Las dos últimas elecciones
municipales (2012 y 2016) las ha ganado Felipe Delpín,
quien además se desempeñó como concejal desde 1992.
Tanto la intervención comunitaria de los programas mencionados, como la alta continuidad que
ha tenido el legado de la DC en la comuna de La Granja son antecedentes relevantes que nos permitirán
comprender de mejor manera los resultados que se presentan a continuación.
Tabla 02. Alcaldes electos en la comuna de La Granja desde 1992 a la fecha
Año Alcalde electo Partido
1992 Claudio Arriagada DC
1996 Claudio Arriagada DC
2000 Claudio Arriagada DC
2004 Claudio Arriagada DC
2008 Claudio Arriagada DC
2012 Felipe Delpín DC
2016 Felipe Delpín DC
Fuente: elaboración propia.
51
Capítulo 4.
La dominación y clientelización de la organización social y sus
consecuencias
Fuente: Fotografía tomada por el equipo MUEI.
“Con la llegada de la segunda democracia la tarea principal fue desarmar el movimiento ciudadano. Esta fue política oficial
de la Concertación, se buscó desarmar el movimiento de pobladores” (dirigente invitado a conversatorio sobre
organización social realizado el 30 de abril del 2016 en la población Yungay).
52
Los resultados que se presentan en este apartado están divididos en tres secciones, y cada una
responde a uno de los tres objetivos específicos planteados. Primero, en “dominación y control”, se
identifican y analizan los mecanismos de acción e inacción que ha utilizado el Estado para controlar el
barrio en estudio, afectando la organización social local. En la segunda sección, “transformación”, se
analiza cómo es que dichas acciones identificadas modifican los comportamientos y modos de
organización de los pobladores de la Yungay. Finalmente, en “problemas sociales resultantes”, se
presentan algunas de las consecuencias sociales que han surgido a partir de las dos primeras secciones.
4.1. Dominación y control
Las reformas de municipalización que se dieron en Chile durante la dictadura le han dado un
mayor protagonismo a los gobiernos locales sobre lo que ocurre en los territorios. Si bien detrás de esta
reestructuración existen importantes motivaciones económicas (Brenner, 2004), para el caso chileno, a
esto hay que sumarle los factores políticos ya descritos. Por esta razón, los mecanismos que se presentan
a continuación corresponden, en su mayoría, acciones (e inacciones) municipales, más allá de las demás
escalas del gobierno.
La institucionalización de lo social
Una vez recuperada la democracia, una de las primeras acciones municipales en materia
organizacional, fue que a través de las DIDECO25 se estableció un registro de todas las organizaciones
sociales de los barrios. Para acceder a dicho registro y así poder postular a los fondos concursables que
ofrece el municipio (los cuales rápidamente se popularizaron), las organizaciones sociales deben, hasta el
día de hoy, obtener una Personalidad Jurídica (PJ). Esta exige a todas las organizaciones sociales un
documento (denominado Asamblea Constitutiva) firmado ante notario que contenga lo siguiente: (i) la
indicación precisa del nombre y domicilio de la entidad; (ii) los fines que se propone y los medios
económicos de que dispondrá para su realización; (iii) las categorías de socios, sus derechos y
obligaciones, las condiciones de incorporación, la forma y motivos de exclusión, y (iv) los órganos de
administración, ejecución y control, sus atribuciones y el número de miembros que los componen (Ley
N° 20.500, 2011). Según cuentan los vecinos, dado que finalmente la aprobación de la PJ depende del
Secretario Municipal, este mecanismo ha operado como un filtro de organizaciones, en donde sólo se
legitiman aquellas que colaboran con el proyecto del municipio, limitando así las formas de organización
y la democracia. “Aquí las organizaciones pasan por colador, y por eso muchas organizaciones que eran de aquí mismo
se tuvieron que ir a trabajar afuera de la población” (poblador, 53 años). Además, dado que la PJ exige la
existencia de roles definidos (al menos presidente, secretario y tesorero), se da una imposición política y
burocrática de un cierto tipo de orden “racional” (Offe, 1988) que “reduce la diversidad, historicidad y
25 Dirección de desarrollo comunitario
53
complejidad de la humanidad, a una formulación singular” (Brodie, 2007, p. 101), legitimando así un
modelo único de organización. Al respecto, uno de los centros culturales de la población señaló que ellos
nunca habían funcionado bajo una directiva, sino que siempre habían trabajado de manera autónoma.
Sin embargo, para poder obtener la PJ y relacionarse con el municipio tenían que establecer una directiva,
la cual -según un dirigente autónomo de 45 años- de cierta manera modificó las relaciones que se daban
en el grupo, ya que pasó a establecerse una jerarquía entre los miembros (D.A.2).
Este nuevo orden no sólo homogenizó las formas de organización social, sino que también
determinó los tipos de proyectos que las organizaciones realizan. Esto se dio porque, bajo la modalidad
de los fondos concursables, se unidireccionó la relación comunidad – Estado ya que es el municipio el
que determina en qué se pueden gastar los fondos, estableciendo así un “control de la cartera de proyectos
y los recursos” (De la Jara, 2003, p. 64). En línea con esto, llama la atención que el Estado haya pasado a
encargarse de la gran mayoría de las actividades sociales, desplazando así a muchas de las organizaciones
que se dedicaban a ello. Al respecto, uno de los dirigentes entrevistados señala que entre las distintas
actividades que se realizaron en el contexto del programa Barrio Seguro, el Ministerio del Interior financió
a una fundación (La Caleta) para que trabajara con niños del barrio en el tema de prevención de drogas.
El asunto es que ésa tarea era una de las principales preocupaciones de una organización local, por lo que
ésta se vio desplazada. Sobre esto mismo, un dirigente autónomo señala:
“nos sentimos amenazados porque entra La Caleta y ellos eran una corporación con financiamiento, (…) ahí
tuvimos dificultades (…) porque la mayoría de los cabros chicos después se fueron para allá, (…) lo que tenía que
ver con el ámbito social lo desarrolló La Caleta, pero desde la corporación, entonces se institucionalizó todo”
(D.A.1).
Poco a poco el municipio fue asumiendo o encargando a terceros las labores más sociales, lo que
fue reduciendo las posibilidades de que las organizaciones sociales locales pudieran seguir
desempeñándose en dichas tareas. Al restringir las labores más sociales y políticas, y fomentar aquellas
más funcionales y despolitizadas como los clubes deportivos y los centros de adulto mayor, de cierta
manera se fue acotando y reformulando el espacio de acción de las organizaciones sociales. Según el
mismo dirigente, esto se dio principalmente porque la municipalidad ve a estas organizaciones más
autónomas y activas que se dedican a los temas sociales como una posible amenaza, por lo tanto, en su
opinión, la institucionalidad opta por ir marginándolas poco a poco.
“La muni quiere el monopolio de lo social, porque a ellos no le interesan que existan organizaciones autónomas,
porque la organización autónoma generalmente discrepa de lo institucional, de la muni, ya que es gente organizada
que da cuenta a los demás sobre lo que pasa, como que les abren los ojos como, por ejemplo, en el tema electoral”
(D.A.1).
54
En definitiva, desde el retorno a la democracia, el Estado, específicamente los municipios, a
través de lo que se denominó desarrollo comunitario, han “institucionalizado lo social”. Como se verá a
continuación, a través de esta vía se desplazaron a ciertas organizaciones sociales las cuales se vieron
debilitadas hasta el punto de desaparecer, mientras que por otro lado se legitimaron aquellas que apoyan
(o al menos no dificultan) la gestión municipal. En este contexto, las palabras de Brodie (2007) son
sumamente pertinentes: “Las racionalidades políticas encarnan estilos particulares de búsqueda de la
verdad, que aprovechan las identidades de ciertos imaginarios sociales específicos para legitimar algunas
que dicen la verdad, y deslegitimar otras” (p.101).
Política de la indiferencia
Algo que ha caracterizado la relación entre el municipio y las organizaciones sociales que hoy se
denominan “autónomas” (o autogestionadas), es que éstas nunca han sido considerados por las
autoridades locales. Según los entrevistados nunca se les dio ninguna respuesta respecto a las múltiples
solicitudes que realizaron. Como dice uno de los entrevistados: “(La relación con el municipio fue) de
negación, o sea nosotros fuimos al municipio varias veces pero nunca nos dijeron nada, (…) siempre fue ‘lo vamos a estudiar,
hay que hablar con el Alcalde, esto no es tan así, etc." (D.A.2). Si bien al principio pensaban que esta relación de
postergación era común para con todas las organizaciones, con el tiempo se fueron dando cuenta de que
en realidad su organización en particular -junto con aquellas de la misma postura política- estaban siendo
discriminadas, ya que a las demás sí les respondían, las invitaban a postular a fondos concursables, las
convocaban a reuniones, lo cual en su caso nunca ocurrió. En ese sentido, según un dirigente de una de
estas organizaciones señala que la no respuesta del municipio se debía a la posición política que ellos
tenían.
“Hicimos gestiones con el municipio, pero el Arriagada (Alcalde en ese entonces) nunca nos contestó, nunca
nos mandó una carta de vuelta, nunca nos dijo que sí o que no, nunca nos recibió en una reunión, nada. Fue
indiferente total porque sabía de donde venía la mano, de estos sectores que no le compraban el cuento a la muni,
entonces nunca pescó, hizo oídos sordos absoluto.” (D.A.1).
Esta indiferencia de parte del municipio puede ser interpretada como una sutil forma de
violencia, aquella que Auyero (2013) llama “tentáculos invisibles”. Las infructuosas “idas y vueltas a las
oficinas del Estado, en la interacción con funcionarios y en los juzgados del Estado” (p. 85) de cierta
manera van desgastando a las organizaciones sociales. Estas pasan a dedicar sus energías a solicitar apoyo
estatal o autofinanciarse más que a cumplir sus propios objetivos. Al no conseguir respuesta y no contar
con recursos, estas comienzan a debilitarse hasta llegar al punto de extinguirse. “Gastábamos mucha fuerza
en hacer actividades para generar lucas para poder sostenernos, y ahí nos fuimos diluyendo” (D.A.1). De este modo, de
forma bastante imperceptible pero real, el mecanismo de la espera o la indiferencia estatal puede ser
55
interpretado como “un artefacto de manipulación del Estado y de la política neoliberal” (Auyero, 2013,
p. 189), que opera como un “artefacto político” (p. 190).
Violencia institucional
Lo anterior no es la única vía por la cual el Estado busca ejercer un control y dominación sobre
la organización social. Según cuentan algunos dirigentes, ciertas organizaciones no sólo se habrían visto
afectadas por no recibir apoyo estatal, sino que además éstas fueron afectadas directamente por el
municipio. El ejemplo más claro de esto se dio cuando una organización, tras no obtener respuesta del
municipio después de mucho tiempo solicitando su apoyo para construir una sede social, finalmente
logran levantarla de manera autogestionada26 (ver figura 14). Los materiales los consiguieron a partir de
donaciones y campañas de recolección de fondos, y la construcción fue realizada por los mismos
miembros de la organización.
El asunto es que apenas se termina de construir dicha sede, el municipio, que hasta entonces no
había dirigido la palabra a esta organización, comenzó a poner trabas. “Empezaron a intervenirnos de distintas
formas” (D.A.1). La más directa fue cuando el municipio les envía una carta diciendo que tienen que
demoler la sede ya que se encuentra ubicada en medio de una plaza pública, por lo tanto es terreno fiscal
y no tenían autorización para construír allí. Luego de que la organización haya solicitado la donación del
terreno y fuera rechazada por las autoridades municipales, finalmente son demandados al Juzgado de
Policía Local. Lo que permite evidenciar que esta demanda correspondía a una discriminación directa
hacia ésa organización en particular fue que tiempo después, el municipio intenta habilitar ésa misma sede
26 Esta sede fue levantada por una organización en particular, sin embargo es un espacio abierto para ser utilizado por cualquier organización local que sea autónoma. Es decir, que no tenga vínculos con la institucionalidad estatal. Por eso la llaman “sede liberada”. Hasta hace poco era un espacio sumamente activo y convocante, sin embargo -tal como muestra la figura 14- actualmente se encuentra sumamente deteriorada puesto que en el año 2015 se incendió. Algunos dirigentes sospechan que fue el mismo municipio quien la incendió.
Figura 14. Sede “liberada” autoconstruida. Fuente: equipo “Comunidad con Unidad”.
56
como centrol social de la JJVV que el municipio apoyaba. Buscando una explicación frente a semejante
discriminación, un dirigente señala:
“(Esto ocurre) porque no eres concebido como un aporte para la reproducción de las formas que ellos desarrollan.
Por ejemplo, nosotros no participamos de las campañas electorales, y la mayoría de los otros grupos participan
haciendo rayados por los distintos candidatos” (D.A.2).
Para el municipio, estos grupos sociales no sólo son vistos como actores que no colaboran con
su proyecto político, sino que también se presentan como una amenaza.
“Nos dimos cuenta de que lo único que quiere el municipio es que desaparezcamos como lugar y como grupo. Lo
que estaban haciendo era sacarnos del lugar que nosotros habíamos construido durante tres años o tal vez más
(…) entonces no es sólo que te niegan un apoyo o un reconocimiento, sino que los tipos tratan de eliminarte”
(D.A.2).
Lo anterior se agudiza cuando ciertos actores pertenecientes a estos grupos sociales disputan
espacios de poder.
“Cuando nosotros estábamos más activos, uno de nosotros se postuló como presidente de la Junta de Vecinos, pero
a él le hicieron la guerra porque iba ganando las elecciones. Entonces cualquier persona que esté en la JJVV y
que no esté bajo la parada del municipio, esa JJVV rápidamente es anulada, no llegan más recursos de la muni,
se corta el vínculo y quedan aislados, (…) porque tienen una maquinaria tan poderosa” (D.A.1).
De lo planteado hasta aquí, es posible señalar que frente a aquellos actores sociales en los que la
tarea de “domesticación de los pobres” (Auyero, 2013, p. 194) se vuelve más compleja (como ocurre con
las organizaciones sociales más críticas y autorganizadas), el municipio utiliza la institucionalidad existente
para ejercer violencia sobre ellos, logrando así desplazarlos, debilitarlos y, en en algunos casos, eliminarlos.
Sin embargo, la “institucionalización de lo social”, la “política de la indiferencia” y la “violencia
institucional” no son los únicos mecanimos que han modificado la organización social de la población
Yungay. Una de las citas recientemente presentadas indicaba que la mayoría de las organizaciones sociales
de la población participan haciendo rayados por los distintos candidatos. A continuación se presentan las
distintas prácticas clientelares que ha utilizado el municipio para ejercer una dominación y control sobre
las organizaciones sociales del territorio.
Cooptación; la estrategia para controlar a los “revoltosos”
La primera práctica clientelar a la que nos referiremos corresponde a la clásica lógica de la
cooptación. “La muni nos venía a ofrecer cosas, siempre nos trataron a seducir. Después, algunos entraron a trabajar a
la muni, nos vinieron a ofrecer pega y por necesidad algunos aceptaron” (D.A.1), dice un dirigente autónomo. Dado
57
que existe una fuerte división entre el bloque autónomo (o de resistencia) y el institucionalizado, cuando
un dirigente autónomo aceptaba y empezaba a trabajar en el municipio, se generaban fuertes divisiones
al interior de las organizaciones. Uno de los entrevistados refiriéndose a quienes fueron cooptados señala:
“Ellos se desvincularon de todo lo otro, ya no creyeron más en la autonomía y la autogestión, siempre estaban como tirando
el rollo de la postulación a proyectos, sembraron la divergencia, la lógica institucional” (D.A.1).
Para la mayoría de los dirigentes, si no se mantiene la autonomía, la labor social pierde toda
credibilidad para los demás vecinos. Por esto mismo, se utiliza la cooptación como una estrategia para
desvalidar a aquellos dirigentes sociales que incomodan la gestión del municipio. En ese sentido, un
dirigente que había sufrido las consecuencias de la cooptación señala:
“si te pagan te cooptan, te limitan a poder hacer una crítica al alcalde o a la autoridad. Y eso pasa harto. El
alcalde anterior comúnmente lo hacía con los dirigentes conflictivos hasta que se los envolvía, los engrupía, los metía
en un programa para que ellos se sientieran mejor, los tenía un tiempo y duraban un año en la municipalidad y
chao. El alcalde estuvo 20 años, y con un puro año ahí pierdes la credibilidad como dirigente social, es mal visto”
(D.I.1).
Sin embargo, la cooptación no sólo se realiza ofreciendo puestos de trabajo, sino que también
existen mecanismos más sutiles y sofisticados, tales como las políticas sociales y los programas de
asistencia, lo que Auyero (2001) denomina como “clientelismo institucional” (p. 160). Por un lado, este
tipo de prácticas son utilizadas para tranquilizar a los grupos más rebeldes dentro de la población. En ese
sentido, una dirigenta social señala que a diferencia del alcalde anterior, quien nunca apoyó con ningún
proyecto a ciertos los grupos sociales más críticos del municipio, el nuevo alcalde habría optado por
apoyarlos con el objetivo de que éstos no perjudicaran las actividades que realiza el municipio en el
territorio.
“Ahora saben de que tienen llegada con el alcalde. Así, en el fondo, la municipalidad siente que los tiene un poco
tranquilos, que la muni puede entrar a la población y hacer actividades y los cabros no molestan, porque antes los
cabros no dejaban hacer ninguna actividad” (D.I.5).
Por otro lado, se utilizan las políticas sociales para manipular a los dirigentes.
“(ciertos dirigentes) se mantienen en esos cargos y son financiados (…) en términos de proyectos sociales (…)
son como la gente a la que el municipio recurre cada vez que necesitan gente (…) Cada cierto tiempo a ellos les
entregan alguna garantía, algún beneficio social municipal y los tienen ahí cautivos. Entonces frente a cualquier
petición del municipio, ellos van, porque tienen dos o tres veces al año una recompensa en múltiples cuestiones”
(D.A.2).
58
Tal como indica la cita recién expuesta, la entrega de proyectos sociales tiene un objetivo claro;
operar como garantía para cuando el municipio necesita algo a cambio. Ya sea para realizar propaganda
política, para participar en la inauguración de alguna obra o cualquier otro motivo, el asunto es que con
la entrega de beneficios sociales, el municipio sabe que cuenta con un grupo que va a estar disponible
para cuando lo necesite. De este modo, de forma bastante imperceptible, no sólo se controla a ciertos
ciudadanos, sino que, poco a poco, también se empieza a ejercer una dominación sobre ellos.
El dirigente municipal
A través de la cooptación se ha engendrado un nueva figura dentro de la población: el “dirigente
municipal” (D.A.2). Los principales representantes de esta figura, si bien no los únicos, son los dos
presidentes de las JJVV que hay en la población, quienes a su vez son funcionarios municipales. Como
dice un dirigente: “La Junta de Vecinos supuestamente es el espacio donde yo resuelvo los problemas con mi grupo de
pares, pero aquí (…) históricamente ha estado en manos del municipio” (D.A.1). Según los entrevistados, esta figura,
por lo general, no representa a los vecinos ya que “termina salvaguardando los intereses del municipio en el lugar
y no los intereses del lugar en el municipio” (D.A.2). Ante esto, los ciudadanos se ven desprovistos de un
representante capaz de hacer llegar sus inquietudes reales a las autoridades, tal como estipula la Ley de
Juntas de Vecinos. El rol del dirigente municipal más bien se limita a entregar beneficios sociales del
municipio, reproduciendo así la lógica clientelar. Además, dado que esta figura “no tiene ninguna autoridad
en la población” (D.A.2), mantiene una labor superficial, en donde se relaciona sólo con aquellos que ya
conoce, fomentando así las relaciones particularistas.
“Ese sujeto tiene un resorte de ayuda social, de una frazada, de una caja de comida, de un subsidio, te puede
ayudar en el trámite, pero en la población … ¡olvídate! De hecho está super expuesto, y por eso mismo él no se
mete, porque tampoco tiene detrás un respaldo para hacerlo, no hay una legitimidad del entorno que lo valide como
mi interlocutor válido” (D.A.2).
Junto con hacer llegar los beneficios sociales a la comunidad, el dirigente municipal cumple un
rol de facilitador de trámites municipales. “Si es que necesito algo de allá (municipio), voy a tener que ir a hablar
con él, entonces lo voy a tener que empezar a saludar este mes porque el próximo mes voy a tener que ir allá” (D.A.2).
Para llevar a cabo esta labor, el dirigente municipal se presenta como un actor menos político y más
abocado a la asistencia social de los vecinos. Su misión no es representar a los vecinos, sino que
simplemente se encarga de “ayudar” a los vecinos y asistirlos cuando éstos tengan algún problema.
“desde hace un tiempo que (la figura del dirigente municipal) se venía deshaciendo y desligando del concepto
de la política (...) ‘Nooo yo no tengo nada que ver con ese partido, yo soy dirigente social" (…) Hay una desligación,
una desmarcación del ser político, que también les ha hecho daño a ellos mismos” (D.A.2)
59
En la misma línea, uno de los dirigentes municipales señala: “cuando hay que hacer política yo salgo a
hacer política” (D.I.5), refiréndose exclusivamente a los periodos de campaña electoral. Sin embargo, según
cuenta el mismo dirigente, en general él no hace política porque la gente se aburre y no entiende, por lo
que prefiere dedicarse a las labores más concretas como la entrega de beneficios sociales.
“La gente de la población y los delegados no son políticos. Entonces cuando estay ahí metiéndole con la cuestión,
la gente se aburre. Ellos no tienen idea de nada, sólo quieren organizar su gente, (…) de política la gente no
entiende” (D.I.5).
Dado que “ésos dirigentes son los que les llevan los votos a los alcaldes”(A3), la figura del dirigente
municipal corresponde a un “mediador político” (Auyero, 2001, p. 38) que para conseguir votos, utiliza
distintas estrategias como, por ejemplo, desligarse de las formas tradicionales de hacer política ya que son
mal vistas por la comunidad. En ese sentido, tal como dice Auyero (2001), se da una separación entre la
política y la labor social, restringiendo la política sólo a los periodos de campaña electoral. Sin embargo,
detrás de esta política encubierta, se establece una forma clientelar de entender la política en donde ésta
pasa a ser comprendida como algo que se consume. En ese sentido, “la politización es relevante (…)
porque en ella se ponen en juego las capacidades de las personas, individual y organizadamente, de ser
parte de la construcción de las condiciones sociales en que desarrollan sus vidas, y no meros beneficiarios
de un desarrollo que planean y construyen otros” (PNUD, 2015, p.31). En otras palabras, cuando se
despolitiza, ya no hay nada que discutir ni opinar, simplemente se acepta lo que previamente fue decidido
por un otro. De este modo, se podría decir que la despolitización facilita que se vayan estableciendo
relaciones de dominación.
Por otro lado, las relaciones clientelares personalizan las relaciones, y siembra desconfianza y
conflictos entre los ciudadanos, ya que aquello que se muestra como un favor, en realidad tiene intereses
de por medio. Los intereses del dirigente municipal son más bien los intereses de la institucionalidad, ya
que éste, al ser empleado del municipio, debe responder a sus obligaciones como empleado. “Entonces el
ejercicio social está cruzado por la administración política” (D.A.2). En definitiva, el municipio, a través de la
cooptación de dirigentes sociales, ha logrado manipular a ciertos actores del territorio para conseguir su
objetivo máximo, que según los entrevistados no es el desarrollo de la comuna, sino mantenerse en el
poder. “El objetivo final de hacer política en los sectores es seguir saliendo. Ése es el objetivo final, no el desarrollo en sí”
(D.A.2). De este modo, el dirigente municipal pasa a ser el embajador del municipio en el territorio; es la
expresión estatal más cercana a los ciudadanos. En palabras de un dirigente social autónomo: “(El
dirigente municipal) juega el rol de allanarle el camino al municipio, de ser los ojos del municipio, es como el microgobierno
en la pobla” (D.A.1).
60
Dividir para reinar
Una de las acciones que según los vecinos más ha dividido a la población fue cuando el
municipio, en el año 2008 al final del penúltimo periodo de gobierno del Alcalde Arriagada, creó una
segunda Junta de Vecinos. Según el municipio, la población era muy amplia y la JJVV existente estaba
ubicada a un extremo de la población, por lo que los vecinos del otro sector no se sentían representados.
Sin embargo, a juicio de la mayoría de los vecinos, “(el municipio) crea la necesidad para (…) seguir dividiendo”
(D.A.1). Según algunos dirigentes, la verdadera razón que habría motivado al municipio a realizar esta
acción era que, previo a que esto ocurriera, quienes estaban a cargo de la única JJVV existente en la
población era un grupo de dirigentes comunistas que discrepaban con la gestión del alcalde. Por lo tanto,
según cuentan algunos vecinos, el alcalde le encarga a uno de sus funcionarios que vive en la población
que levante una nueva JJVV. “En ese tiempo estaban los comunistas en la JJVV que eran contrario al Arriagada y
no tenía llegada aquí (…) Entonces le pidió a N.N. que armara una JJVV aparte y así fue” (D.I.5). Dado que dicho
funcionario se auto designó como nuevo presidente de la JJVV sin que hubieran elecciones, para varios
vecinos, quien dividió a la población no fue el Alcalde, ni tampoco el municipio como institución, sino
más bien el propio funcionario, quien además vive en la población misma. “El Arriagada le dio la orden de
que tenía que hacer otra JJVV y se dividió la población. Y tú hablai y todos piensan que N.N. dividió a la población”
(D.I.1). De este modo, nuevamente, el municipio utiliza a mediadores para conseguir sus objetivos y
seguir dominando. Además, según otro dirigente, incluso la división de sectores que le correspondía a
cada JJVV (conocidas como Unidades Vecinales) tenía una lógica política y era parte de una estrategia
municipal. Según dicho dirigente, al municipio le favorecía que el territorio de la población se dividiera
en dos Unidades Vecinales, ya que en el sector correspondiente a la nueva JJVV se habían forjado vínculos
clientelares, lo que le facilitaba el trabajo. En síntesis, no hacen falta palabras para dar cuenta que lo que
en realidad buscaba esta acción era -como señala un dirigente- “dividir a la población y así tener más posibilidades
de reinar“ (D.A.2).
Proyectos visibles y esporádicos
Uno de los sellos más propios de las prácticas clientelares es el excesivo proyectismo a la hora
de gobernar. Dado que lo que finalmente está detrás de las lógicas clientelares es la maximización de
votos, los proyectos realizados deben ser capaces de hacerle notar a los ciudadanos que las autoridades
han realizado “cosas” por ellos. En ese sentido, según cuentan los entrevistados, esto también se habría
dado para el caso de la población Yungay. “Las intervenciones se reducen a cuestiones materiales. No hay cuestiones
de carácter cualitativas que es lo que realmente necesita la pobla” (D.A.1). Sin embargo, esto no sería algo exclusivo
del municipio. Según cuenta un dirigente, los programas que provienen del gobierno central habrían
tenido el mismo sello. Refiriéndose al programa Barrio Seguro señala: “la lógica de esos programas ha sido luz
y pasto, desde la seguridad. (…) Ellos creen que fantasiosamente, teniendo más pasto, más plazas y más luz, se van a
61
acabar todos los problemas que existen en la población” (D.A.1). Tal como señalan los entrevistados, esta forma
de hacer política en base a proyectos visibles sería sumamente ineficientes en mejorar las condiciones
sociales del barrio, que por lo demás puede ser visto como una irresponsabilidad en el manejo de los
recursos públicos. Sin embargo, probablemente sea eficiente en términos de captación de votos y es por
eso que el proyectismo ha predominado en la planificación en Chile. Un dirigente refiréndose a los
proyectos visibles señala: “y eso lo transforman en números, en cifras, y esas cifras después de traducen en votos, que es
lo que busca la muni, que es mantenerse en el poder” (D.A.2).
Así como se inserta la lógica del proyectismo, también están las lógicas asistencialistas. Cuando
uno le pregunta a los vecinos por las políticas sociales que realiza el municipio en la población ellos
señalan: regalos de navidad para los niños, mesas de podología, cajas de mercadería y paseos con adultos
mayores afuera de Santiago. Si bien es cierto que el municipio también posee otro tipo de políticas
sociales, lo relevante es que éstas son las que más recuerdan los vecinos. Al igual como ocurre con el
proyectismo, las políticas asistencialistas son sumamente ineficientes en mejorar las condiciones de vida
de la gente. Sin embargo, ellos han desarrollado estrategias para aprovechar los inútiles recursos que
reciben. Un ejemplo de esto es que los vecinos suelen vender los beneficios que entrega el municipio.
“Los juguetes que se entregan a los niños en navidad (…) después los vendían en la feria” (D.I.5). Lo mismo ocurre
con los beneficios que entregan algunos programas del gobierno central: “Mis vecinas se ganaban un FOSIS27
y vendían todo” (pobladora, 61 años).
De la mano del proyectismo y asistencialismo está el cortoplacismo. “Un gran problema es que hay
discontinuidad de los programas que se realizan” (poblador, 65 años). Una de las principales dificultades que
genera el excesivo cortoplacismo es que limita la gestión de las distintas organizaciones y no permite que
éstas puedan planificar sus acciones.
“¿las municipalidades qué hacen? tiran un proyecto que dura tres meses y se terminó y dicen que no tienen más
plata. Después pasan dos o tres meses más y vuelven a tirar otro proyecto, entonces mantienen a las organizaciones
sociales así, postulando a proyectos cada tres meses o cada un año”. (D.I.1)
Es cierto que con un Estado tan centralizado como lo es el chileno28 los recursos con los que
cuentan los municipios son siempre escasos, en especial en las comunas más pobres. La escasez de
recursos dificulta la planificación ya que no permite establecer una mirada al largo plazo. Sin embargo,
desde una postura más crítica y tal como señala la cita recién expuesta, el cortoplacismo de los proyectos
también puede ser interpretado como una estrategia para que las organizaciones dependan del municipio.
27 Fondo de Solidaridad e Inversión Social del Ministerio de Desarrollo Social. 28 Un claro ejemplo de esto se refleja en el hecho de que el 91,1% del presupuesto nacional está en manos del gobierno central (Vial, 2015).
62
A través de la constante postulación a proyectos, se les recuerda constantemente a las organizaciones que
éstas no son capaces de mantenerse por si solas y que requieren de asistencia estatal. En palabras de
Auyero (2013): “les enseñan a los pobres que si quieren obtener recursos que son esenciales para su
subsistencia, van a tener que obedecer y esperar, por lo general en silencio” (p. 86). Los entrevistados
dicen que por lo general los vecinos se dan cuenta que estas políticas enfocadas en proyectos visibles y
esporádicos no significan una mejora real de sus condiciones de vida. Sin embargo, tampoco se quejan
ya que de lo contrario, cuando necesiten algo, serán denegados.
“la gente al final no se revela o no protesta o no reclama sobre esa relación porque necesita al municipio. Entonces
si reclama en la población cuando necesitan cosas del municipio, certificados o algún subsidio o cualquier prestación
social desde el gobierno, son denegados o son tramitados. Entonces hay una relación ahí de poder que la gente se
hace la loca” (D.A.2).
La relación de poder a la que se refiere el dirigente recién citado no sólo ha modificado las formas
de organización como se vio al principio de esta sección. Junto a ello, se ha ido instalando una
dependencia de los ciudadanos con el poder estatal. “Lo que te afecta es que estás siempre expuesto a los vaivenes
de la política del municipio” (D.A.2). Dicha dependencia limita la agencia de los individuos y organizaciones,
modificando así, poco a poco, sus comportamientos. De este modo, de cierta forma se da un
disciplinamiento en que los individuos comienzan a ser moldeados por las reglas y órdenes del Estado.
4.2. Transformación
Distintos autores han señalado que las transformaciones neoliberales de orden político e
institucional que se han dado en Chile no sólo han configurado un nuevo Estado, sino también una nueva
sociedad civil (Garcés y Valdés, 1999; Valdivia, 2012). En la misma línea, según Dunker (2016) el
neoliberalismo no es sólo una nueva forma de ordenamiento económico sino que también constituye un
nuevo sujeto social. Considerando entonces que las instituciones modifican el comportamiento de los
sujetos a través de sus reglas y lógicas de organización (Powell y DiMaggio, 1991), en esta sección se
presentan las formas de organización y comportamiento que han surgido en la población Yungay a partir
de la influencia ejercida por los mecanismos de acción estatal revisados en la sección anterior. Se
reconocen tres perfiles diferentes que se presentan a continuación29.
Desencantados desmovilizados
Este grupo es representado principalmente por los pobladores más antiguos del barrio que
poseen una fuerte formación y experiencia política. Se caracterizan por haber participado activamente de
29 Cabe destacar que la entrevista realizada al académico Juan Carlos Ruiz fue fundamental para la elaboración de los perfiles que se presentan en esta sección.
63
la política que hubo en Chile entre los años 60 y 80, siendo muchos de ellos ex militantes de los partidos
políticos de izquierda (PC, MIR, FPMR, entre otros)30. Actualmente están muy desencantados de la
política post 90, por lo general ya no creen en el Estado, y por lo tanto no participan de ninguna de sus
actividades. Una dirigenta institucional se refirere a este grupo cuando dice: “(La gente ahora) se organiza
menos, está más individualista. Yo conocí gente muy participativa acá, pero hoy yo me encuentro con esa gente y no quiere
nada, ya no le interesa para nada” (D.I.4). Quienes pertenecen a este grupo señalan que la democracia
derrumbó todo el movimiento social que existía en Chile, suelen mirar con nostalgia el pasado y tienen
una actitud más bien pesismista y desesperanzadora ante el futuro. “Desde lo organizacional y lo constructivo la
democracia fue lo peor que le pasó a la población” (D.A.1).
Autónomos movilizados
Este grupo está bastante relacionado con el anterior. Por lo general, suelen ser hijos o nietos de
los “desencantados desmovilizados” que se criaron en un contexto politizado y alcanzaron a vivir los
últimos años de lo que fue el movimiento social que existió hasta antes del retorno a la democracia.
Representados en su mayoría por jóvenes, se caracterizan por ser sumamente críticos con las formas
actuales de hacer política. Este grupo más bien ha construido “sus propias formas de participación que ya no son
políticas en el sentido partidistas o tradicionales, sino que son más bien culturales o más identitarias” (A2). Los centros
culturales que surgieron en la Yungay alrededor del año 2000 son un fiel reflejo de este grupo. Ellos
construyeron su identidad desde la autogestión, lo más alejados posibles de la institucionalidad (ver figura
15). Se niegan a tramitar la Personalidad Jurídica, por lo tanto no postulan a los fondos concursables que
ofrece el municipio. Han aprendido que involucrarse con el Estado significa perder autonomía para
denunciar los problemas que ocurren en el barrio. Consideran que la política clientelar ha provocado una
dependencia con el poder estatal, siendo uno de los principales factores que ha debilitado la cohesión
social del barrio. Uno de los entrevistados que podría ser catalogado como parte de este grupo señala:
“el concepto de la organización que nosotros tenemos es que mientras menos institucionalidad mayores avances se
pueden alcanzar, con mayor participación de la gente. No que la gente venga a participar porque vino la muni y
le trajo una bolsa de dulces a los cabros chicos, que eso es lo que hacen” (D.A.1).
Desde el retorno a la democracia, las organizaciones de este perfil han sido las más activas del
barrio. Realizan talleres artísticos y culturales con niños y adolescentes, practican la autoeducación y
organizan actividades conmemorativas del barrio (ver figura 15). Según cuentan los vecinos, las
actividades organizadas por estos grupos sociales tienen alto poder de convocatoria. Al menos hasta hace
poco tiempo, participaba gente de distintas edades y de todos los sectores de la población, lo cual
contrasta bastante con las actividades más institucionales en las que suelen asistir sólo personas de
30 Partido Comunista (PC), Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR).
64
sectores específicos de la población o
principalmente mujeres de tercera
edad. Sin embargo, dado que “les
cerraron las puertas y les fueron poniendo
trabas” (poblador, 53 años), las
organizaciones ligadas a este perfil se
vieron debilitadas, hasta el punto que
muchas de ellas se fueron a trabajar a
otros sectores fuera de la población o
bien se disolvieron.
Un punto importante respecto a este grupo es que si bien siempre han sido críticos del Estado,
a partir del trato que fueron recibiendo de parte de éste, su postura crítica y su posición política se ha ido
radicalizando. Un dirigente señalada que a partir de todas las dificultades que el municipio les puso se
fueron acercando a las ideas anarquistas-libertarias. “Esa identidad se fue construyendo en el camino, todas estas
variables fueron potenciando la forma de organizarse” (D.A.1). La autorganización entonces puede ser concebida
como un camino alternativo en
respuesta a las limitaciones que ofrece
la vía institucional. Sin embargo, estos
grupos no sólo han evitado cualquier
tipo de relación con el Estado (sea este
municipio, gobierno regional o
central) como mecanismo de defensa
para no perder autonomía, sino que
algunos de ellos han desarrollado una
ofensiva en donde buscan boicotear e
intervenir las actividades estatales, tal
como hacen alusión los rayados de la
figura 16.
Figura 16. Rayados en la población. A la izquierda: “Ni ahí con las elecciones y el lucro. A desatar la insolencia popular. Movimiento Juvenil Lautaro.” A la derecha: “Juventud combatiente, insurrección permanente”. Fuente: fotografía tomada por el investigador.
Figura 15. Sede social “antielectoral” que actualmente se encuentra inactiva.
Fuente: Equipo “Comunidad con Unidad”.
65
Clientes del Estado
El último y mayoritario grupo social que se reconce en el barrio son los denominados “clientes
del Estado”. Antes de referirnos a sus características, es necesario considerar que el concepto de
organización social que posee este grupo no es el mismo que el que poseen los dos perfiles ya descritos.
Primero se dará cuenta de esta transformación, para luego revisar algunos comportamientos y formas de
organización propias de este tercer perfil.
Tradicionalmente, los pobladores de la Yungay han concebido la organización social como
aquellos “espacios inventados” (Miraftab, 2009) por los mismos ciudadanos. Es decir, aquellos espacios
autónomos, en donde los vecinos, de manera colaborativa, trabajaban por un objetivo común. Esta forma
de organización asume que los pobladores tienen un rol activo en todo el proceso de lo que se está
organizando. Sin embargo, al menos para este grupo, esto ha cambiado. Según lo que cuentan los vecinos,
ahora la participación se entiende como sinónimo de asistencia y las actividades de participación se han
reducido principalmente a aquellas que organiza el municipio o el Estado en general.
“Y la muni por su lado, (…) se encargó de desplegar toda su parafernalia, con todos su personal, sus recursos, a
hacer ferias ciudadanas, (…) entonces después la gente identificaba eso como la participación social, y no la
autonomía o lo que es participar en sus propias organizaciones” (D.A.1).
Tal como señalan las palabras del dirigente recién citado, al menos para este grupo, la
organización social se reduce a aquellos espacios más institucionales que han sido creados por iniciativa
externa (por lo general a partir de programas del gobierno central), los que Miraftab (2009) denomina
como “espacios invitados”. Por lo general, estos espacios suelen estar compuestos por más miembros
externos (ONG´s, fundaciones, universidades, funcionarios estatales, etc.) que internos al barrio, y lo que
suele ocurrir en ellos es que la comunidad local “valida” decisiones que en realidad ya han sido tomadas.
Al respecto, el mismo dirigente señala: “Traen todo diseñado desde arriba, pero le dicen a la gente que acá lo vamos
a hacer entre todos, pero son cosas mínimas; las instalaciones, lo que está al final, si quiere una banca así o de cemento, pero
en definitiva viene todo cocinado” (D.A.1).
Una de las principales actividades que históricamente se han organizado en la población es su
aniversario. Esta actividad se empezaba a organizar con varios meses de anticipación y movilizaba a todo
el barrio. Cada sector debía ingeniárselas para conseguir fondos con los cuales se realizaban distintas
actividades. Según los vecinos, las principales eran el campeonato de baby fútbol y la presentación de un
rey y reina, un baile folclórico y un carro alegórico por sector. Algo característico del aniversario era el
involucramiento que asumían los vecinos dentro de toda la organización. Según cuentan, se distribuían
las tareas y ellos mismos se encargaban de conseguir los fondos, realizar los disfraces, la decoración, los
carros, etc. Si bien esta actividad se sigue realizando todos los años, los vecinos dicen que ya no es lo
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mismo. Según los pobladores, en los últimos años el aniversario ha tenido mucho menor convocatoria,
se ha simplificado y ha generado conflictos porque este siempre se realiza en el mismo sector, quedando
otros marginados de la celebración. También señalan que ahora ellos asumen un rol de espectadores y no
de organizadores como era antes. Un dirigente refiréndose al aniversario señala: “Levantar algo igual como
se hacía antes ya era algo casi imposible, nunca más se hizo. Y de ahí en adelante fue el debacle en todo lo que fue la
organización comunitaria” (D.A.1). En los últimos años el aniversario se ha logrado mantener gracias a que
una organización social local se ha encargado. Si bien sus miembros se han esforzado por incentivar a
que los vecinos se involucren en la organización del evento, esto no ocurre. Actualmente prefieren
levantar la actividad por su propia cuenta ya que
según cuenta un miembro de esta organización, en más de una ocasión, se aprovecharon de ellos. “Llega
la muni y pone sus letreros y toda la gente cree que la actividad la hizo la muni, y frente a eso, generai una pasividad en la
gente de que no se involucre y no se da cuenta de que somos nosotros mismos los que tenemos que realizar estas cosas”
(D.A.4). Las figuras 16 y 17 corresponden al aniversario del año 2016.
El caso del aniversario es un buen ejemplo que da cuenta del nuevo concepto de participación
social que posee este grupo mayoritario de vecinos. El proceso de “institucionalización de lo social”
revisado en la sección anterior, ha sido asumido por estos ciudadanos y ha transformando la noción de
lo que se concibe como organización social. Como dice un dirigente: “la visión de política que se tiene es la
institucional, no hay otra”. (D.A.2). Se han abandonado las propias formas de participación y organización
social, para asumir las que han sido introducidas por el Estado. En definitiva, ocurre lo que dice uno de
los dirigentes:
“como que al final la forma de organización del Estado termina haciéndose carne en la forma de organización de
la sociedad civil, de la gente en los lugares. Entonces las dinámicas que tienen ellos de auto reproducirse, la gente
termina asumiéndolas como iguales” (D.A.2).
Figura 17. Aniversario de la población Yungay, 2016. Fuente: Equipo “Comunidad con Unidad”.
Figura 18. Aniversario de la población Yungay, 2016. Fuente:
Equipo “Comunidad con Unidad”.
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El hecho que los individuos asimilen las racionalidades implícitas del Estado corresponde al
punto de partida para entender los nuevos comportamientos y formas de organización que adopta este
perfil de individuos.
Una de las principales características de este grupo es que tienen una “orientación más bien
individualista de la vida” (A2). Esto fue corroborado y manifestado por los vecinos de distintas maneras.
Señalan que actualmente la gente ya no se interesa por lo colectivo, que están enfocados en sus
preocupaciones, en su hogar y su trabajo. Esto se ve reflejado en que según una reciente encuesta realizada
en la población un 80% señala que actualmente no participa en ninguna organización social, siendo que
de éstos un 30% antes lo hacía (FEUC, 2016). Según la encuesta, las principales razones que limitan la
participación son, en primer lugar, la falta de tiempo (53%) y, en segundo lugar, porque simplemente no
les interesa (28%). Al hilar más fino, nos damos cuenta que el desinterés tiene relación con que los
espacios de participación existentes no representan a los vecinos y son concebidos como “grupos
cerrados” (FEUC, 2016). Sin embargo, no todo este grupo se mantiene distante de las actividades
comunitarias. De hecho, algunos de ellos son bastante participativos, sin embargo participan siempre y
cuando perciben que pueden ganar algo a partir del proceso participativo. De este modo, se da una
participación individual que se remite exclusivamente a los espacios institucionalizados y que se agota una
vez que consiguen algún beneficio. En otras palabras, se podría decir que han adoptado una visión
mercantil o clientelar de la participación, en donde ésta (entendida como asistencia) es concebida como
una moneda de cambio para conseguir algún beneficio social de vuelta.
“al principio todos iban a las reuniones, pero a medida que la gente fue recibiendo sus beneficios dejó de ir (…) al
final sólo iban los que le faltaban arreglar las casas, entonces había que salir a juntar las firmas porque la gente
es súper cómoda” (D.I.4).
En el fondo, se repoduce la lógica clientelar con la que actúa el municipio. Dado que la “relación
que tiene el Estado con el barrio es una relación más bien de intereses particulares” (A2), del mismo modo, la relación
de los individuos del barrio con el Estado será de intereses particulares también.
De la mano del individualismo está la pasividad. El desinterés por lo colectivo ha llevado a que
los individuos sean sumamente pasivos e indiferentes respecto a lo que ocurre en su entorno. “Todo les da
lo mismo, ahora aquí todo está naturalizado: la violencia, la basura, la droga, etc.” (pobladora, 49 años). Este grupo,
por lo general, nunca han tenido una participación política activa y prefieren mantenerse al margen de
cualquier responsabilidad. Suelen ser ciudadanos poco empoderados, desinteresados de la política e
incrédulos de que la organización social es una vía posible para lograr cambios sociales. Esta situación es
bastante comentada por las generaciones mayores, a quienes les llama la atención la pasividad de las
generaciones más jóvenes. “Aquí hace falta muchas más organizaciones, están muy dormidos” (D.A.3), dice una
ex dirigente de 82 años. Uno de los factores que provoca esta indiferencia y pasividad es que los vecinos
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perciben que los problemas son inabordables. Asumen que tienen muy poca capacidad de incidir en la
toma de decisiones, por lo que la gente prefiere recluirse y ocuparse de sus propios asuntos. Según los
datos de la encuesta ya mencionada, cerca de un 70% de los encuestados siente que no puede participar
lo suficiente sobre las decisiones que se toman sobre el futuro de su barrio (FEUC, 2016). Como dice
uno de los académicos entrevistados, ante la sensación de que todo se mantendrá igual, tiene sentido que
los vecinos no se involucren activamente de las actividades comunitarias.
“para ellos, participar de algún proceso participativo de lo que sea es una pérdida de tiempo, porque nada va a
pasar realmente, porque ellos no tienen el poder político dentro del barrio y tampoco trabajan para tenerlo y creen
que finalmente lo mejor es seguir con su vida, meterse en sus propios asuntos y el resto al carajo” (A2).
Por otro lado, también influye el hecho de que las políticas asistencialistas fomentan que los
ciudadanos mantengan una actitud de “receptores”. Según los vecinos, este tipo de políticas ha socavado
la agencia de los individuos y ha deteriorado la capacidad organizativa del barrio.
“Antes la gente se organizaba, pero durante todo este tiempo de la Concertación a la gente le acostumbraron a
regalarle las cosas. A regalarle, a que la gente no se organizara por sí sola, la autogestión, entonces cuando se hace
tira el foco de la cancha dicen ‘aaa la muni tiene que arreglarlo” (D.I.1).
Según lo que cuentan los vecinos, las políticas asistencialistas operan como anestesiantes que
desmovilizan a los ciudadanos. Sin embargo, hay quienes se dan cuenta de ello y denuncian estas prácticas.
Al respecto, una dirigente social de otra población en un conversatorio que se llevó a cabo en la Yungay
les decía a los vecinos: “con esos ‘regalitos’ nos acallan, nos tranquilizan. Tenemos que empezar a darnos cuenta de que
el problema es común, de que compartimos eso. El problema es lo que nos une”.
La pasividad y el acostumbramiento ha desencadenado una nueva característica en este grupo: la
dependencia. Como dice un dirigente: “la gente espera que tú hagai las cosas, ése es el tema. Pero la idea es que
fuera en conjunto, entre todos.” (D.I.1). A partir del trato que han recibido, como si fueran clientes del Estado,
los vecinos esperan que el municipio -a través del dirigente municipal- se encargue de resolver los
problemas. Como dice la presidenta de una de las JJVV:
“La cosa es que hay que estar encima de ellos. (…) Si uno no los llama a reunión, o no les trae las bases y las
fichas que hay que llenar y todo eso no se organizan, entonces al final yo siento que son como hijos de uno porque
si tú no los llamai y les day como todo en bandeja, la gente no se organiza” (D.I.5).
Además, esto genera una sobrecarga para los dirigentes, lo cual termina desincentivando a que
surjan nuevos líderes ya que los posibles candidatos se dan cuenta que es un trabajo muy ingrato y
demandante, en el que hay que estar persiguiendo a los vecinos. Como dice la misma entrevistada:
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“La verdad que es agotador, a mí no me da el cuero para estar todos los días en la JJVV por un tema laboral y
familiar. Cuando no está abierta (la sede) la gente llega a mi casa, entonces al final estai tomando once y vienen
a pedirte papeles de residencia o no sé qué cosa, entonces al final estás 24/7 en función de esto” (D.I.5).
En resumen, a partir de los mecanismos de acción estatal descritos en la sección anterior, se han
desencadenado distintas reacciones en los pobladores de la Yungay, de las cuales se han identificado tres
perfiles distintos. Por un lado, hay un grupo de adultos altamente politizados pero inactivos, que mantiene
una actitud crítica con las formas de actuar del Estado desde el retorno a la democracia (los
“desencantados desmovilizados”). Por otro lado, hay un grupo menor, pero sumamente influyente,
compuesto en su mayoría por jóvenes que realizan actividades artísticas y culturales desmarcados de la
institucionalidad (los “autónomos movilizados”). Finalmente, está la mayor parte de la población, los que
fueron denominados como “clientes del Estado”. Si bien quienes pertenecen a este grupo suelen ser
receptores de los beneficios del Estado, esto ha significado una transformación de sus comportamientos
y formas de organización, caracterizándose por ser individualistas, pasivos y dependientes. Enfocándonos
en este tercer perfil, a continuación analizaremos las consecuencias que han surgido a partir de las
transformaciones recién descritas.
4.3. Problemas sociales resultantes
En esta última sección de resultados se presentan los problemas sociales que han surgido a partir
de los mecanismos de acción estatal previamente analizados. Primero se presentan aquellas consecuencias
más invisibles que se han dado a nivel interno (o personal) en los pobladores del barrio. Es decir que se
identifican los sentimientos y actitudes que han surgido en ellos producto de los mecanismos descritos
previamente. Luego se analizan las repercusiones concretas (y por ende más visibles) –tanto sociales como
urbanas- que han surgido en el territorio a partir de las consecuencias a nivel interno recién mencionados.
Finalmente, se presenta cómo es que la fractura entre el Estado y la comunidad local ha dificultado la
implementación de programas estatales. Para ello se revisa la experiencia de dos programas
implementados en el barrio (PBS y PQMB)31.
31 El programa Barrio Seguro (PBS) del Ministerio del Interior fue implementado en la población Yungay por un equipo de profesionales de la facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile entre el año 2005-2007. El programa Quiero mi Barrio (PQMB) del Ministerio de Vivienda y Urbanismo actualmente esta en su segundo año de implementación y quienes están a cargo de dicho proceso es un equipo de profesionales que fue contratado por la municipalidad de La Granja. Ambos programas trabajan de forma participativa y buscan fomentar la movilización comunitaria.
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Síntomas en los pobladores
Sin duda, uno de las principales problemas sociales en el barrio es la desconfianza. Si bien existe
una evidente desconfianza entre la comunidad y el Estado (en cualquiera de sus formas),32 esta también
se da con los dirigentes sociales e incluso con los mismos vecinos. Como dice uno de los entrevistados:
“La mayor consecuencia es la apatía y la desconfianza en todo. Porque este es su terreno y ni siquiera en su terreno pueden
confiar digamos en dirigentes o en quienes se dicen llamar dirigentes” (D.A.2).
El nivel de desconfianza que se vive en el barrio es generalizado. Esta situación se complejiza
aún más por el hecho de que la desconfianza genera más desconfianza. Es decir que en la medida que el
Estado actúa en función de intereses particulares, se va generando un efecto en cadena en que los
dirigentes y los vecinos hacen lo mismo. Como dice otro dirigente:
“Entonces la cuestión es que no hayan intereses de por medio, porque las veces que han habido proyectos con intereses
de por medio queda la cagada; la gente se queda con las platas, no se hace lo que se dice, no se sabe en qué se invierten
las platas, (…) eso también influye” (D.A.1).
De este modo, tal como dice el mismo dirigente “es como un círculo vicioso” (D.A.1) del cual se
vuelve cada vez más difícil salir y que va deteriorando las relaciones sociales de manera progresiva. Dado
que los individuos ya no confían ni las autoridades ni en sus propios vecinos, se empieza a instaurar un
clima de desesperanza en el ambiente en donde no se vislumbra una posible mejora de la situación social
que viven los habitantes del barrio.
“No hay algo en qué creer que les diga a la gente que esto les da más sentido que esto otro, pero todo el mundo
esta esperando eso, todo el mundo sabe que esto no sirve, eso lo ven, lo sienten, lo viven. Estamos en espera…”
(D.A.2).
Como ya lo anticipaba Wacquant (2011), en un clima de desconfianza y desesperanza
generalizada, los individuos elaboran “estrategias de autoprotección simbólicas” para enfrentar las
amenazas que reciben. Varias de éstas se pueden observar en la población Yungay. Una de las más
notorias son los mecanismos de diferenciación social (o discriminación interna) que utilizan los vecinos.
Los criterios más comunes para establecer las diferenciaciones es según los sectores de la población y la
antigüedad de residencia (antiguos vs. nuevos). Tomándonos del primer criterio, es interesante conocer
lo que ocurre en el sector de “los dúplex”, el cual fue la primera construcción sólida del barrio y
actualmente funciona como un condominio cerrado. Si bien este sector es parte de la población, la
32 La desconfianza que existe de parte de los pobladores de la Yungay frente al Estado se hizo evidente cuando, en al menos tres ocasiones, funcionarios públicos fueron a la mesa barrial para ofrecer realizar un trabajo en conjunto, y fueron rechazados. Además, esto mismo es corroborado por diversas encuestas nacionales en donde todas coinciden que los niveles de desconfianza han ido aumentando año a año (ver, por ejemplo, CEP, 2016; Centro de Políticas Públicas UC, 2015).
71
mayoría de los habitantes que viven allí no se sienten parte de ella. Una mujer de 63 años que reside en
este sector señala: “Nosotros como que no vivimos en la Yungay. La verdadera Yungay esta para atrás, allá es muy
distinto. Yo no podría vivir en la Yungay.” Sus palabras son claras en dar cuenta de que (al menos para ella)
existe una gran diferencia entre “la Villa Esmeralda” (nombre que utiliza para referirse a su sector) y lo
que ella define como “la población” (refiriéndose al resto de la Yungay). Por otro lado, hay quienes se
refieren al sector más peligroso de la Yungay como “el infierno”. Sin embargo, las diferencias también se
dan dentro de los mismos sectores, en donde la principal distinción está entre los viejos y nuevos
residentes. Como dice una dirigente que vive en el sector de “los dúplex”:
“Los que participan son los más antiguos, los nuevos no están ni ahí y los arrendatarios menos. Los primeros que
llegaron tienen un cariño al lugar, quieren que hayan bonitos jardines, poder salir a la plaza y sentarse, pero la
otra gente que ha ido llegando, los nuevos arrendatarios, no están ni ahí, pescan la basura y la tiran en cualquier
lado” (D.I.4).
Tanto la desconfianza como la desesperanza provocan que haya un desinterés generalizado
por lo público y por la política. Esto se corrobora al ver que la cantidad de votantes de la comuna ha
ido disminuyendo progresivamente (ver gráfico 1). Si bien es cierto que esto ha sido una tendencia a nivel
nacional, La Granja ha pasado a ser una de las comunas con mayor abstención en relación a la cantidad
de votantes posibles33. De hecho, en las últimas elecciones municipales de octubre del 2016, sólo el 21,2%
del padrón electoral sufragó (10 % menos que en el año 2012), siendo la comuna con mayor abstención
de todo Chile.
33 Tal como muestra el gráfico 1, si bien la cantidad de votantes ha ido disminuyendo progresivamente desde 1992, entre las elecciones del 2008 y 2012 la caída se agudizó mucho. Esto es explica, en parte, porque a inicios del 2012 la ley 20.568 cambió la concepción del voto, pasando de una inscripción voluntaria y voto obligatorio, a una inscripción automática y voto voluntario. Si bien esta modificación ha provocado que las personas voten menos, esto se combina con la crisis de representatividad por la que está pasando Chile. Prueba de ello es que, entre las elecciones del 2012 y 2016, el número de votantes continuó disminuyendo.
Fuente: elaboración propia a partir de datos del Servicio Electoral de Chile (SERVEL).
55.35352.741 52.543
48.04045.258
32.869
22.338
0
10.000
20.000
30.000
40.000
50.000
60.000
1992 1996 2000 2004 2008 2012 2016
Año electoral
Gráfico 1. Número de votos emitidos en la comuna de La Granja (1992-2016)
72
Por su parte, la participación de los espacios más directos tales como las JJVV u otras instancias
de diálogo también se ha visto inhibida. Esto provoca que “los mismos de siempre” asuman dichos
espacios, lo cual desincentiva aún más que la gente participe de estas instancias.
Frente a esta situación, una de las reacciones más comunes es el repliegue a la esfera privada.
Los individuos tienden a refugiarse en su familia y su trabajo, evitando involucrarse con los vecinos.
“Abrimos una nueva entrada por atrás, no quiero seguir topándome con los vecinos, no quiero relacionarme con ellos, quiero
enfocarme en mi y en mi familia, ya estoy cansada” (pobladora, 38 años). A su vez, el encierro provoca que haya
menos empatía entre los vecinos, fomentando que cada uno viva su vida y no considere al que está al
lado. Este encierro produce un abandono de los espacios públicos, los cuales comienzan a ser utilizados
como lugares para consumir drogas, lo cual –nuevamente- desincentiva que éstos sean frecuentados por
las familias y niños.
Síntomas en el barrio
Una de las consecuencias más visibles es
el mayor deterioro que ha ido teniendo el
espacio público. Según los vecinos y el
diagnóstico que elaboró el equipo de barrio del
PQMB34, los microbasurales han aumentado (ver
figura 19) y las canchas y plazas, por más que las
arreglen constantemente, se deterioran
rápidamente. Esto tiene relación con que los
sujetos se han vuelto más pasivos y se sienten
menos responsables de su propio territorio.
Según un dirigente, el rápido deterioro de la infraestructura existente se debe principalmente a
que no existe un vínculo entre las intervenciones que se realizan y los ciudadanos. Para dar cuenta de
esto, el mismo dirigente se refiere a lo que ocurre con uno de los espacios autoconstruidos que hay en la
población –la “sede liberada”-, como un caso contrario a lo que ocurre con los espacios públicos creados
por la institucionalidad. Señala que a pesar de que la sede autoconstruida estuvo casi un año inactiva,
nadie nunca se robó ni rompió los vidrios, cuestión que “en una plaza, y en ésa población, eso es inconcebible”
(D.A.2). Para él, el cuidado de los espacios depende del esfuerzo que haya significado para los vecinos,
por lo tanto, el nivel de involucramiento de los vecinos en el proceso de construcción de cualquier
infraestructura del barrio es clave para su mantenimiento.
34 Bravo y Núñez, 2015.
Figura 19. Microbasural en pasaje de la población.
Fuente: Informe diagnóstico compartido PQMB (2015).
73
“Hay una valoración súper grande respecto a lo que ha costado hacer eso (…) mucha gente de la población, de
alguna u otra forma, ha ayudado a construir esa sede, dándote 100 pesos en la feria, yéndose a comprar una
empanada, yendo a trabajar y regalándote un ladrillo, pasándote una tabla, un clavo, un martillo. Entonces
mucha gente del lugar ha ayudado a construir ese lugar (…) entonces al final hay un sentido de propiedad muy
grande del entorno” (D.A.2).
Por otro lado, uno de los principales problemas que actualmente presenta la Yungay corresponde
al aumento de la drogadicción y el narcotráfico (Thomas, 2013; Sadarangani y Figueroa, 2014; Bravo
y Núñez, 2015). Al respecto, algunos vecinos señalan que la mayor pasividad y la menor participación en
actividades sociales ha llevado a que, en especial los jóvenes, se acerquen a las drogas. “En la medida que
disminuye la participación aumenta el uso de sustancias, por los tiempos de ocio, por los tiempos libres, porque no hay nada”
(D.A.1). Sin embargo, hay otras razones más determinantes que podrían llegar a explicar esta situación.
Como se ha mencionado previamente, una práctica común en la población Yungay es apoyar a
ciertas organizaciones a través de proyectos públicos para captar votos, lo que Auyero (2001) llama
“clientelismo institucional”. En ese sentido, dado el fútbol es uno de los temas que más moviliza a la
comunidad de la Yungay, los clubes deportivos de fútbol son una de las organizaciones que más apoyo
municipal han recibido. ¿Qué tiene que ver el fútbol con la droga? Según cuenta un dirigente, los clubes
deportivos de la Yungay tienen lazos directos con el narcotráfico, por lo que apoyar a estos clubes
significa, indirectamente, apoyar a la droga y los narcotraficantes. “Todo el mundo sabe que en la población
Yungay se han financiado organizaciones deportivas que tienen nexo directo con el narcotráfico y el gobierno las financia
mediante proyectos” (D.A.2). Según el mismo dirigente, estos proyectos “le entrega un marco de apoyo, un marco
de legitimidad (a los narcotraficantes) que el concejal y el alcalde apoyan” (D.A.2). Dado que los miembros de
estos clubes consumen y/o venden droga, utilizan los proyectos como un soporte para ello. “Los cabros
de los clubes deportivos consumen y son ellos los que se ganan los proyectos que finalmente les permiten seguir consumiendo”
(D.A.2). En definitiva, el hecho que los proyectos sólo consideren la maximización de votos, provoca
que las autoridades –indirectamente- estén apoyando los mismos problemas que ellos intentan resolver.
Así es como “en los sectores populares la política indirectamente está financiando al narcotráfico” (D.A.2).
Relacionado a lo anterior, otro de los problemas que hay en el barrio corresponde a la
corrupción que existe entre la policía y los narcotraficantes, lo cual produce una frustración muy
grande en los habitantes ya que no tienen cómo enfrentar el problema. “Aquí el tema de la droga es un tema
gravísimo para nosotros y no hay por dónde agarrarlo porque tenemos unos polícias que están totalmente intervenidos por
los narcotraficantes” (D.A.5). Se podría decir que así como los políticos “compran” a los grupos vinculados
a la droga a través de proyectos, a su vez, los narcotraficantes “compran” a los policías con sus propios
recursos para que los dejen actuar libremente. Más que un apoyo propiamente tal, la corrupción de los
policías consiste en no obstaculizar la compra y venta de droga. Según los vecinos, los narcotraficantes
74
hacen lo que quieren ya que saben que los policías no les van a hacer nada. “Las ventas de droga ahora se
hacen frente a carabineros y no pasa nada” (pobladora, 63 años). Esto explica porqué tanto carabineros como
agentes de la PDI35 siempre llegan tarde a los hechos y cuando entran a los lugares donde están los
narcotraficantes sólo conversan con ellos o a lo más se los llevan detenidos por unas horas y luego son
liberados. Por su parte, los vecinos al saber que existen estos vínculos se ven imposibilidatdos de
denunciar a los narcotraficantes ya que ellos mismos terminan siendo afectados, por lo que se ven
obligados a vivir en un permanente estado de inseguridad. Esto último habría sido confirmado por la
presidenta de una de las JJVV del barrio: “¿Cómo te expones tú? Yo tengo familia, entonces claro, yo puedo ir a
carabineros y decirle que en la tal esquina están traficando, pero después los policías le dicen a los narcotraficantes que la
dirigenta te está acusando” (D.I.5).
De la mano de los procesos mencionados, se ha agudizado el nivel de violencia en el barrio,
lo que a su vez ha producido miedo e inseguridad en el ambiente. Esta situación se refleja en el mayor
enrejamiento que han ido teniendo las viviendas. Según los vecinos las balaceras se han vuelto más
frecuentes en el barrio. S, es decir que ante una mayor diferenciación social entre los distintos sectores
del barrio, las bandas ligadas a la droga empiezan a competir entre sí y en varias ocasiones los conflictos
terminan en balaceras. Como dice un vecino, los actos de violencia tienden a aparecer tras el consumo
de drogas, por lo tanto ambos problemas se potencian entre sí. En ese sentido, dado que el consumo y
tráfico de drogas está influido por cuestiones políticas, la violencia que surge de la mano de la droga
también lo está. Como dice un dirigente:
“Entonces al final, por un tipo de política que se hace, estai siendo responsable de la violencia que se genera, no
sólo en estos lugares, sino que esos cabros salen de estos barrios. (…) lo que tiene que comprender el Estado es que
con esta forma de reproducción que tiene, lo único que está haciendo es llevar hacia sí mismo la violencia. (…)
entonces al final los primeros responsables de los portonazos, no son esos cabros, sino las políticas del Estado que
genera en sus territorios que los hace no estar ni ahí” (D.A.2).
Asumir que las políticas del Estado son la causa directa de la violencia existente (o de cualquier
otro problema social a los que se ha hecho alusión) probablemente sería atribuirles demasiado peso. Más
que cuantificar su influencia, lo relevante aquí es que para los vecinos existe una relación entre las políticas
estatales y los problemas sociales que hay en su barrio. A partir de las relaciones que se han establecido
en esta última sección, sí se puede hablar de que la acción (e inacción) estatal ha modificado el
comportamiento de los pobladores y sus formas de organización, trayendo consigo diversos problemas
sociales. Sin embargo, las relaciones que se dan entre ambos elementos son complejas y hay muchos otros
factores que también influyen. Sólo por dar unos ejemplos, las propias exclusiones que realiza el mercado
35 Policía de Investigaciones
75
y la estigmatización de los medios son fenómenos sumamente relevantes que también hay que considerar.
De este modo, sin buscar agotar la exploración de las causas que profundizan la exclusión social de los
más pobres, se ha buscado desenmascarar algunas de las raíces políticas de los problemas que actualmente
presenta la población Yungay. Para finalizar, se presenta cómo es que la fractura comunidad – Estado
que existe en la población ha dificultado la acción de programas orientados a la recuperación
barrial.
Las dificultades de intervenir en un barrio donde la relación comunidad - Estado está dañada
Diferenciándose de las políticas municipales, en la última década en Chile se han desarrollado
programas provenientes del gobierno central que se caracterizan por ser participativos y de escala barrial.
Ejemplo de ello son el PBS y el PQMB, los cuales trabajan desde el paradigma de la movilización
comunitaria. Es decir, involucrando a los vecinos en todas sus etapas e intentando fortalecer su tejido
social. Si bien sus objetivos principales son distintos (el PBS está más enfocado a mejorar la seguridad, y
el PQMB a la recuperación física del lugar), ambos programas se preocupan del capital social del barrio.
En esa línea, según Ruiz (2013), uno de los objetivos del PBS es “empoderar a los pobladores para
permitirles superar la situación de descomposición social” (p. 51), mientras que el PQMB se propone
“fortalecer las relaciones sociales del barrio” (p. 51). Pese a que estos programas se alejan del paternalismo
y buscan la co-producción del hábitat, como veremos, sus resultados han sido limitados.
Un primer punto tiene relación con la selección de los lugares específicos donde se va a realizar
la intervención. Si bien estos programas cuentan con criterios técnicos para determinar los “polígonos de
intervención”, también influyen los criterios políticos a la hora de tomar esta decisión36. En ese sentido,
los alcaldes presionan fuertemente a los ministerios para que las intervenciones del gobierno central se
realicen en los tiempos y sectores que a ellos les interesan. Como dice una académica que ha estudiado
este tipo de programas:
“Detrás de esto hay mucho, mucho componente político electoral. (…) Esto es una red de clientelismo fuerte, porque
los alcaldes además son una especie de señores feudales, y el gobierno central nunca va a intervenir en un barrio
donde el alcalde no quiere, porque todas las definiciones de intervención barrial pasan por un criterio técnico, pero
también, como en un 70%, de criterio político” (A3).
En un contexto donde el clientelismo se ha vuelto una práctica común, se corre el riesgo de que
algunos sectores (por lo general aquellos donde el alcalde consigue votos) pasen a recibir muchos
beneficios, mientras que otros (aquellos definidos como los sectores “no votantes”) sean abandonados.
36 En la nueva etapa del PQMB ahora son los mismos municipios, específicamente la SECPLA, la que postula los barrios que a éste le interesan que se realice la intervención. Luego, el MINVU evalúa si es que el barrio postulado cumple con los criterios técnicos, aprobando o rechazando la intervención en ése sector.
76
Dado que estos programas cuentan con un presupuesto mucho mayor que los proyectos municipales, las
intervenciones son mucho más notorias, lo que promueve la diferencias entre los sectores. Según una de
las encargadas de la implementación del PQMB esta situación se ha dado en la Yungay:
“Hoy día uno ve a la población Yungay y ve a una población dividida, en donde uno de los sectores ha sido
altamente intervenido por la municipalidad, por las políticas sociales, por actores institucionales, (…) versus el
sector de casas blancas que no ha tenido intervenciones desde que se radicaron acá”. (F.GC.2)
Producto de estas intervenciones, las diferencias entre los distintos sectores de la población se
han ido agudizando, lo que ha promovido una “micro-segregación” o “micro-xenofobia” (Sabatini et al.,
2013) en el barrio.
“Cuando hablas con vecinos de la Yungay te decían: ‘¿ir a casas blancas? ¡nunca!’, que es peligrosísimo, allá pasa
todo lo malo, y lo mismo pasa para este lado. Entonces hay una frontera simbólica muy fuerte entre ambos sectores,
en donde el otro es tan distinto a ti que ni siquiera quieres conocerlo” (F.GC.2).
Otro punto importante sobre estos programas, es que ambos crean mesas de participación37. Es
decir, espacios para que las decisiones del programa se vayan tomando en conjunto con los vecinos del
barrio. Sin embargo, estos espacios suelen ser rápidamente monopolizados por “los dirigentes de
siempre”, quienes buscan capitalizar las intervenciones de estos programas. Una vez que estos dirigentes
se toman estos espacios, la participación del resto de la población se ve inhibida. Según cuentan las
actuales encargadas del PQMB, ha costada mucho ampliar los espacios de participación a quienes
normalmente no lo hacen. Por su parte, para quienes participan (“los dirigentes de siempre”), las lógicas
de estos programas los descolocan ya que ellos no están acostumbrados a reunirse constantemente a
dialogar qué, cómo y dónde se realizarán los proyectos. Ellos han aprendido a operar bajo la lógica
clientelar. Se dedican a conseguir firmas, inagurar obras y a la gestión en general. Para ellos lo relevante
es el producto, no el proceso. Al respecto, una de las encargadas del PQMB señala: “Los vecinos nos decían
¿para qué nos preguntan tanto? Hagan la plazita luego y nosotros vamos a quedar felices. No nos pregunten, se demora
mucho esto, nosotros queremos que sea ¡ya!” (F.GC.2). Así, el hecho que los dirigentes clientelares asuman estos
espacios no sólo restringe que otros vecinos participen, sino que además entorpece y limita las
posibilidades de que estos programas lleguen a ser exitosos ya que las instancias de diálogo no son
aprovechadas.
A partir de lo mencionado, se puede señalar que muchas de las dificultades a las que se ven
enfrentados estos programas en realidad son un legado de las relaciones ya cimentadas por el municipio.
En línea con lo que plantea Auyero (2001), esto podría explicarse porque existe una memoria política en
37 El PBS establace la “Mesa Barrial” y PQMB el “Consejo Vecinal de Desarrollo”, más conocidos como los CVDs.
77
donde la acción política presente está determinada por la experiencia histórica acumulada. Dado que no
existe el apoyo necesario de los vecinos para implementar correctamente los programas, quienes están a
su cargo se ven obligados a realizar el difícil trabajo de recuperación de confianzas. “Ahora la gente me abre
la puerta, pero al principio nosotros éramos la representación del enemigo, una amenaza. Entonces hay que invertir mucho
tiempo en construir las confianzas” (F.GC.2). Sin embargo, este trabajo comunitario no planificado provoca
que los ejecutores se atrasen en la implementación del programa, lo que a su vez genera una serie de
nuevas dificultades ya que estos son sumamente rígidos y exigentes. Al respecto, el coordinador del
PQMB que actualmente está siendo implementado en la Yungay señala:
“El programa, administrativamente, tiene harto producto y harta exigencia, entonces eso es una complejidad que
abruma mucho a los equipos. A veces es muy difícil compatibilizar las exigencias más técnicas o de los productos
o el trabajo más de escritorio, con el trabajo comunitario de reconstrucción del tejido social que va por otras lógicas
o por otros tiempos” (F.GC.3).
Dado que los tiempos y las exigencias entre el programa y la comunidad no suelen ser las mismas,
los equipos en terreno se ven obligados a optar entre ambos. Por un lado, si deciden cumplirle al
programa, los equipos se enfocan en sacar adelante los productos exigidos (diagnóstico, plan maestro,
líneas bases, etc.) con los “dirigentes de siempre”, quienes no necesariamente representan los intereses
de la comunidad. De este modo, esta opción corre el riesgo de que las intervenciones realizadas tiendan
a favorecer a este pequeño grupo y no a toda la comunidad. Por otro lado, si deciden privilegiar el trabajo
comunitario, por lo general los equipos se atrasan en el cumplimiento de los productos que funcionan
como verificadores de avance de los programas. El asunto es que, dado que las evaluaciones son
sumamente rígidas y sólo evalúan los avances físicos38, el incumplimiento de estos productos restringe la
entrega de recursos y la concretización de las intervenciones, lo que en el caso que ocurriera finalmente
podría terminar quebrando las confianzas recientemente recuperadas. En definitiva, ambas opciones
finalmente terminan colaborando indirectamente con los procesos de fragmentación social ya existentes.
De este modo, como dicen dos de los académicos entrevistados, si bien estos programas son vistos por
la comunidad como “el retorno del Estado al territorio después de muchos años de ausencia” (A3), finalmente “los
logros son parciales y temporales” (A2). Es decir que durante la intervención, la comunidad se siente más
acompañada por un Estado más benévolo que está atento a los intereses de la comunidad que participa.
Sin embargo, como no se logran deliberar las capacidades para que el trabajo comunitario se mantenga,
una vez que estos programas concluyen, “en el mediano y largo plazo el efecto es más bien negativo ya que hay una
traición, una desconfianza de parte del Estado” (A2).
38 Las encargadas de la implementación del PQMB en la población Yungay señalan que si bien parte de sus objetivos es fortalecer la organización social, las evaluaciones existentes no miden ese aspecto y sólo se enfocan en lo físico-urbano. Por su parte, el PBS no contó con evaluaciones (Frühling y Gallardo, 2012).
78
Es cierto que desde el año 2000 las políticas públicas dirigidas a “barrios críticos” en Chile han
avanzado bastante. Se reconoce en particular el cambio de enfoque que han tenido al incorporar la
participación de los residentes como tomadores de decisiones y realizar intervenciones más integrales
(Ruiz, 2013). Sin embargo, hasta que los municipios -que son quienes intervienen de manera permanente
en el barrio- no dejen de lado la lógica clientelar, los esfuerzos del gobierno central serán inútiles ya que
su retirada (cuestión inevitable en un modelo de focalización) siempre será percibida como un abandono.
En resumen, estos programas parten de un supuesto erróneo; asumen que la estructura de organización
vecinal existente (establecida en 1968 con Frei Montalva) se mantiene vigente, pero no es así.
“Lo que no se pensó o consideró era la calidad de esa red o tejido social existente (…) estaba el supuesto de que
todos querían e iban a participar y que las JJVV tenían gran representación, cosa que era un poco de dudar desde
el principio. Uno, por la influencia de la dictadura militar y la no participación durante 17 años. Y dos, por los
fondos concursables que estableció un mecanismo de competencia entre las JJVV a través de la estructura municipal
y que estos programas, desde el central, replicaban” (A3).
“Entonces, ahora lo miro y pienso que es una mirada ingenua invitar a participar a la gente cuando los procesos
de exclusión, estigma, violencia e inseguridad eran muy profundos, y un programa de 20 meses sin mucha
coordinación con el municipio, sin muchos recursos, sólo con la voluntad de los profesionales era muy difícil que se
pudiera hacer algo” (A2).
La recuperación de barrios es una tarea que está instalada en la agenda pública39. El desafío ahora
está en seguir mejorando los programas incorporando los aprendizajes y logros de las experiencias
anteriores para avanzar hacia políticas flexibles que trabajen desde la especificidad local (Ruiz, 2013). Para
ello, se vuelve fundamental zambullirse en las, por lo general, ocultas relaciones que establecen las
instituciones con los territorios, tal como esta investigación ha revelado.
39 En octubre de este año (2016) la Cámara de Diputados abrió una Comisión Especial Investigadora con el objetivo de “recabar antecedentes en relación con los actos del Gobierno vinculados a intervenciones policiales y sociales en barrios críticos entre los años 2001 y 2015” (Cámara de Diputados de Chile, 2016).
79
Capítulo 5. Conclusiones
Fuente: Fotografía tomada por el equipo MUEI.
“Terminan creyendo que los problemas son de acá, de su gente y no logran dar en esta perspectiva más amplia, (…) que
este es un problema nacional o humano, de poderes, de política, que lamentablemente cuesta conversar” (poblador, 28
años).
80
Síntesis de hallazgos empíricos y respuestas a las preguntas de investigación
Una de las interrogantes que originalmente motivó esta investigación era conocer lo que ha
ocurrido con la organización social de poblaciones emblemáticas como lo es la Yungay. Al respecto,
varios elementos se pueden sacar en limpio. En primer lugar, habiendo revisado la historia de la
población, se confirma que durante la dictadura chilena efectivamente existió una “operación política
sistemática y sistémica” (Tapia, et al., 2016) de desarticulación social. Además de los conocidos episodios
de represión y control organizacional, entre las estrategias revisadas que se utilizaron está la política
habitacional, la cual buscaba dividir a los pobladores organizados con la entrega de viviendas, los rumores
que intencionadamente buscaban forjar división dentro y entre las poblaciones, y los múltiples
testimonios de los pobladores que afirman que la pasta base fue introducida al barrio con la
intencionalidad de desarticular a los movimientos sociales. Junto a esto, se confirma que la
institucionalidad instaurada en dictadura -que se mantiene vigente hasta el día de hoy- ha transformado
la organización social local. Al institucionalizar la organización vecinal, este sistema ha permitido un
mayor control y dominación sobre las organizaciones sociales existentes, provocando, entre otras cosas,
una despolitización, homogenización, e incentivándolas a competir entre sí por los fondos públicos. De
este modo, se ha instaurado un mercado de organizaciones con el objetivo de que el Estado
(supuestamente) pueda maximizar los recursos públicos subsidiando aquellas organizaciones que más lo
requieran. Sin embargo, dado que el clientelismo se ha instalado con fuerza en el mundo municipal, este
sistema ha tendido a apoyar sólo aquellas organizaciones que colaboran con la gestión municipal o están
dispuestas a adaptarse a sus mandatos, ignorando y excluyendo al resto. Algunas de las prácticas
clientelares que se identificaron en la población Yungay son, por un lado, la cooptación, la indiferencia
política y la violencia institucional hacia los actores que complican la gestión municipal, y, por otro lado,
el proyectismo y asistencialismo para los sectores votantes. En definitiva, sobre las acciones e inacciones
del Estado40, se puede señalar que el proyecto político de desarticulación social instaurado durante la
dictadura continúa dividiendo a los pobladores debido a que la institucionalidad instalada en democracia
permaneció siendo la misma, situación que por lo demás se vio profundizada con las prácticas clientelares
que se instalaron en los municipios. Como dijo uno de los participantes del conversatorio que se llevó a
cabo en la Yungay: “Con la llegada de la segunda democracia41, la tarea principal fue desarmar el movimiento ciudadano.
Esta fue política oficial de la Concertación, se buscó desarmar el Movimiento de Pobladores”.
Como es de esperar, todas estas acciones han provocado importantes repercusiones sociales.
Respecto a las transformaciones que han tenido los pobladores de la Yungay en cuanto a su
40 Primer objetivo específico planteado. 41 Segunda democracia se le llama al retorno a la democracia tras el periodo de dictadura.
81
comportamiento y formas de organización42, las reacciones de los pobladores son diversas. Para
sintetizarlas, a partir de las observaciones y entrevistas realizadas, se reconocieron tres grupos distintos.
Por un lado están los “desencantados desmovilizados” representados, en su mayoría, por pobladores
mayores altamente politizados que actualmente se mantienen ajenos de los procesos de participación ya
que están decepcionados de la política que se ha desarrollado tras el retorno a la democracia. Por otro
lado están los denominados “autónomos movilizados”, los cuales corresponden a un grupo menor de
jóvenes que realizan actividades culturales y artísticas desvinculados de la institucionalidad. Finalmente
está el grueso de la población; los “clientes del Estado”. Sobre estos últimos, se puede señalar que han
asimilado y reproducido las formas organizacionales que el Estado ha fomentado. Individualismo,
despolitización, competencia y dependencia son algunas de las características de este grupo mayoritario.
Considerando que el neoliberalismo no es sólo una forma de ordenamiento económico, sino que también
constituye un nuevo sujeto social (Dunker, 2016), a partir de este último grupo se podría decir que éste
nuevo sujeto social se caracteriza por regirse bajo los mismos criterios por los que opera el neoliberalismo
(Laval y Dardot, 2013).
Respecto a los problemas sociales y urbanos que se han desencadenado a partir de los procesos
previamente menciondos43 se distinguieron aquellos de carácter interno (que se dan en los pobladores),
y aquellos externos (que se dan en el barrio mismo). Entre los primeros se destaca la desconfianza entre
los pobladores, mayor diferenciación social (o discriminación interna), encierro, desinterés por lo público
(manifestado en las altas tasas de abstención electoral), y un tono generalizado de desesperanza. Sobre
los síntomas externos se destaca el auge que ha habido en el consumo y tráfico de drogas, asociado a ello
una mayor violencia en el barrio, así como también mayor miedo e inseguridad en el ambiente. Todos
estos síntomas han desincentivado el uso de los espacios públicos, lo cual ha llevado a que estos se
deterioren, diluyendo cada vez más los espacios de encuentro y las oportunidades para que se fortalezcan
las confianzas. De este modo, se da un efecto en cadena cíclico, en donde la desconfianza (uno de los
principales problemas sociales identificados en el barrio) genera problemas sociales, y a su vez, estos
problemas agudizan los sentimientos de desconfianza.
Implicancias teórico-políticas
Como se ha intentado dar cuenta, las relaciones que se dan entre los distintos problemas sociales,
tanto internos como externos, son múltiples y recíprocas. De este modo, dado que es posible afirmar que
los problemas sociales desencadenan nuevos problemas sociales, se corrobora, en parte, la tesis del efecto
barrio. Lo mismo se podría decir de la Teoría de la Desorganización Social ya que efectivamente la
42 Segundo objetivo específico planteado. 43 Tercer objetivo específico planteado.
82
ausencia de eficacia colectiva (entendida como capital social interno) provoca una serie de problemas
sociales al barrio. Sin embargo, lo que discute esta investigación es que el origen de estos problemas
sociales no se daría por la mera “concentración de la pobreza”, ni tampoco por una “(in)capacidad de los
habitantes del barrio” como diría la tesis del efecto barrio y la Teoría de la Desorganización Social
respectivamente. En su contraste, se propone que la raíz de estos problemas sociales radica en procesos
estructurales previos, específicamente producto del rol de las instituciones políticas y económicas. En ésa
línea, habiéndose centrado en las motivaciones políticas del Estado, esta investigación ha demostrado
que a través de sus acciones e inacciones, tanto el municipio como el gobierno central han sido, en parte,
responsables de los problemas sociales que actualmente presenta la población Yungay.
A partir de lo anterior, es posible afirmar que el Estado modifica la organización social de los
barrios, trayendo consigo diversos problemas sociales. Sin embargo, es importante aclarar que esto no
ocurre producto de un plan deliberado del Estado (Auyero, 2013), sino más bien por la convergencia de
políticas deficientes y contradictorias. Deficientes porque las autoridades gubernamentales (especialmente
las de los gobiernos locales), se han preocupado de elaborar políticas que les permitan mantenerse en el
poder (clientelismo), dejando en un segundo plano las condiciones sociales del barrio. Ejemplos de ello
son las prácticas proyectistas, asistencialistas y cortoplacistas que son eficientes en términos electorales,
pero ineficientes en mejorar la calidad de vida de los territorios. Por otro lado, las políticas son
contradictorias por la poca coherencia que tienen las distintas unidades estatales. Ejemplo de ello es lo
que ocurre entre las políticas que establece el municipio versus las que desarrolla el gobierno central. En
ese sentido, los esfuerzos de este último por desarrollar programas de movilización comunitaria que
incentiven la participación terminan siendo inútiles en un contexto en el que el municipio ya ha roto las
confianzas con la comunidad local. De este modo, se confirma lo que dice Small (2008) al señalar que el
Estado no opera como una institución única, sino que está compuesto por diferentes actores,
respondiendo a intereses políticos que muchas veces son contradictorios. Para los pobladores de la
Yungay, no importa con qué rostro se muestre el Estado; la desconfianza frente a este es generalizada.
Su “memoria política” (Auyero, 2001) les ha enseñado que deben ser cuidadosos a la hora de relacionarse
con el Estado ya que éste actúa con intereses ocultos. Por esta razón, prefieren abstenerse de los espacios
institucionalizados de participación (como lo hacen los “desencantados desmovilizados” y los
“autónomos movilizados”), o bien, si optan por participar, lo hacen de manera calculadora y poco
comprometida en donde su participación está mediada por los beneficios de retorno (como lo hacen los
“clientes del Estado”).
Recomendaciones
A partir de lo señalado, se destaca la necesidad de seguir investigando y descubriendo las raíces
políticas y económicas que tienen los problemas sociales. Más aún en el contexto de las nuevas
83
instituciones las cuales operan con “tentáculos invisibles” (Auyero, 2013). Es decir, de maneras más
sutiles y difusas y donde sus efectos son principalmente cognitivos (Powell y DiMaggio, 1991). Dado que
(ahora) las instituciones modifican el comportamiento de los sujetos a través de sus reglas y lógicas de
organización, se ha tendido a responsabilizar a los habitantes del barrio de los problemas sociales con los
que ellos mismos conviven, desconociendo así las causas estructurales que los generan. “Terminan creyendo
que los problemas son de acá, de su gente y no logran dar en esta perspectiva más amplia, (…) que este es un problema
nacional o humano, de poderes, de política, que lamentablemente cuesta conversar.” (D.A.4).
La presente investigación es un intento por desenmascarar las raíces políticas que tienen los
procesos de desorganización que se han dado en barrios vulnerables que solían ser reconocidos por sus
altos niveles de organización social. Como se ha mencionado anteriormente, por lo general las causas de
dicho proceso han sido naturalizadas (siendo asociadas a transformaciones culturales) o se han limitado
a la pérdida de objetivos comunes como en su minuto lo fueron la lucha contra la dictadura y la del
derecho a la vivienda. En su contraste, esta investigación da cuenta que las acciones e inacciones que
realizó el Estado durante la dictadura y que se han mantenido durante la democracia han sido sumamente
influyentes en desarticular la organización social existente. Sin embargo, esto no quiere decir que la
política sea la única causa de la desorganización social de las poblaciones emblemáticas, y menos aún de
los múltiples problemas sociales a los que este estudio se ha referido. Parafraseando a Beck y Beck-
Gernsheim (2002), lo que se quiere decir es que los síntomas de nuestra sociedad deben dejar de
pertenecer al destino, para ser vistos como el resultado de opciones y decisiones tomadas en la industria,
en la ciencia, en la política, y en instituciones específicas.
Por otro lado, para reconocer las aparentemente lejanas raíces de los problemas sociales, se
sugiere considerar e indagar las intuiciones que tienen los habitantes respecto a lo que ellos consideran
como las causas de los problemas del territorio que habitan. Si bien muchas veces la relación no es
aparente y los mismos habitantes no tienen claro cómo es ésta relación, finalmente quienes enfrentan
dichos problemas diariamente son los que más pueden aportar a comprender las causas de los problemas
sociales. La siguiente cita es un ejemplo de ésas intuiciones o relaciones, no del todo resueltas, que
provocaron un giro total a la presente investigación: “conceptualmente no lo tengo claro, pero yo creo que la
institucionalidad del municipio le ha hecho muy mal a la población en el ámbito de organización” (D.A.1).
Ya más concretamente, desde las políticas públicas, se recomienda revisar y modificar las políticas
sociales que están siendo implementadas en los barrios. En primer lugar, es necesario reconocer las
limitaciones que poseen las políticas proyectistas, cortoplacistas y asistencialistas que se basan
exclusivamente en cuestiones físicas, inmediatas y que no involucran a la comunidad en su desarrollo,
para empezar a desarrollar políticas deliberativas, de largo plazo, dirigidas a enfrentar los problemas
sociales de fondo. En otras palabras, es necesario abandonar las lógicas paternalistas propias del
84
clientelismo, para que empezar a forjar un modelo de gobernanza que incorpore a los ciudadanos como
actores partícipes de lo que ocurre en su territorio. Para lograr esto, en segundo lugar, se requiere una
mayor coordinación de las políticas sociales. En ese sentido, es necesario establecer una sinergia entre las
distintas unidades estatales que buscan mejorar las condiciones de los territorios, evitando que éstas se
contradigan y compitan entre sí, como ocurre entre las políticas municipales y centrales. Para ello, en
tercer lugar, es fundamental que los municipios cuenten con un programa político que oriente y dirija la
gestión local hacia ciertos objetivos que se adecúen a la realidad local y que hayan sido definidos de
manera participativa, evitando así que el quehacer municipal dependa de los vaivenes clientelares propios
de las políticas enfocadas en la maximización de votos44. En cuarto lugar, para que los programas
realmente trabajen desde la integralidad, es necesario modificar los sistemas de evaluación que existen de
las políticas sociales, ya que si bien muchas de éstas han ido incorporando nuevas perspectivas dentro de
sus objetivos, en la práctica, los programas siguen siendo evaluados bajo las lógicas tradicionales45. Como
dijo una de las encargadas de la implementación del PQMB de la Yungay: “Las políticas y las intervenciones
sociales cobran sentido en la medida en que tú coloques criterios de evaluación que respondan a tus objetivos, entonces si
efectivamente eso no te lo están mirando, ni midiendo, uno puede suponer que eso no es importante” (F.GC.3). Finalmente,
en quinto lugar, asumiendo que nos encontramos ante una “nueva crisis de cohesión social” (Forrest,
2009), es necesario recuperar los espacios vecinales, ya que en ellos “se produce y reproduce la democracia
y la ciudadanía” (Tapia, et. al, 2016). Para lograr esto, es necesario desmantelar la institucionalidad que
rige a las organizaciones sociales en la actualidad (que como ya sabemos fue instaurada en dictadura con
el objetivo de reformular la organización social), estableciendo políticas públicas que promuevan su
fortalecimiento46.
Limitaciones
Una de las principales limitaciones a las que se vio enfrentado este estudio tiene relación con el
posicionamiento del investigador. En ese sentido, se podría señalar que el hecho que esta investigación
corresponda a una actividad académica perteneciente a la PUC, la cual se enmarca dentro de un proyecto
FONDECYT, y que además el investigador haya establecido una relación permanente y constante con
una organización particular (la mesa barrial), dificultó que se pudieran establecer relaciones con los grupos
44 En las últimas elecciones municipales casi ningún candidato contaba con un programa de gobierno (Rodríguez, 2016). Por su parte, el instrumento que debiera cumplir esta función, los Planes de Desarrollo Comunales (PLADECO), no cumplen con su rol debido a que no son vinculantes, por lo que finalmente su utilidad depende de la voluntad política de cada autoridad de turno (Orellana, Mena y Montes, 2016). 45 Según los encargados del PQMB, si bien el programa posee componentes sociales y urbanos, los sistemas de evaluación sólo miden estos últimos, lo que lleva a que el componente social sea descuidado y la preocupación se centre en lo físico. 46 El año 2011 entró en vigencia la ley 20.500 la cual facilita y promueve la formalización de las organizaciones sociales. Al agilizar tales procesos el número de organizaciones sociales existentes ha aumentado significativamente. Sin embargo, la participación que éstas tienen se mantiene bajo la misma lógica consultiva y de competencia, por lo que hasta ahora no se han dado mejoras significativas (Gonzalez, 2014).
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sociales más distantes de la institucionalidad. Sin embargo, pese a ello, gracias al mismo trabajo constante
y permanente que se realizó en el barrio con los actores locales, poco a poco, se logró ir entablando
relaciones con algunos de ellos y con la gran diversidad de actores que alberga la población, para así lograr
tener una visión más completa de lo que ocurre en el barrio. A su vez, es necesario considerar que todo
involucramiento se da desde una posición social, por lo que más que evitar sus dificultades, el desafío
está en ser consciente de ellas, para aminorarlas.
Reflexiones finales
A lo largo de esta investigación se ha dado cuenta que las políticas sociales que ha implementado
el Estado (en especial el municipio) en la población Yungay, por lo general, carecen de planificación y
son sumamente ineficientes a la hora de mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Al respecto, es
importante destacar que el rol de estas políticas no es neutro. Es decir que no sólo son ineficientes, sino
que se han encargado de relegar y mantener la pobreza en el territorio, ya que las políticas no están
orientadas a superar las barreras de exclusión social a las que los pobres se ven enfrentados, sino más
bien se remiten a soluciones temporales y parciales para que las autoridades consigan votos, manteniendo
y, en ocasiones, empeorando las condiciones sociales de sus gobernados. Por eso mismo, cuando llegó la
FEUC a la mesa barrial, los dirigentes dijeron: “Lo más importante es dejarle claro a los chicos de la UC que vengan
es que no queremos nada regalado” (D.I.1). “La idea es que nos entreguen herramientas para que nosotros nos podamos
hacer cargo de nuestros problemas” (D.I.2). Estas palabras reflejan que los mismos pobladores se han ido dando
cuenta que la lógica paternalista con la que, por lo general, opera el Estado provoca una dependencia
frente a este. Esto explica porqué en la población Yungay hay tanto rechazo hacia la institucionaldiad, y
porqué la autogestión ha sido uno de los principales valores que actualmente promueven las
organizaciones del barrio. “Uno se va dando cuenta que todo el trabajo comunitario y de base tiene mayor efecto mientras
más autónomo es” (D.A.4). Ante esto, pese a lo que señalan los datos duros47, es necesario especificar que
más que un abrupto declive de la participación social en general, la diminución se ha concentrado en los
espacios institucionales, ya que cada vez son más las organizaciones sociales autónomas. Sin embargo,
éstas (hasta ahora) no son contabilizadas, ni consideradas.
Es un hecho que las formas de organización social se han visto alteradas por las reformas
estatales. Talvez uno de los aspectos en los que esto se hace más visible es a través del método de
distribución de los subsidios en Chile, el cual incita a la competencia. Lo curioso es que, a diferencia de
como ocurre en el mercado, la competencia que fomentan las políticas de bienestar social desmovilizan
a los ciudadanos, ya que se “premia” al más vulnerable. Mientras que aquel que –pese a las dificultades-
47 Sólo para recordar, en los últimos trece años, la participación de la población en asociaciones voluntarias ha disminuido en un 50% en el Gran Santiago (Herrman y Van Klaveren, 2016).
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trabaja, lleva a sus hijos al médico, a la escuela, y mantiene su vivienda en buenas condiciones, no recibe
ningún beneficio social porque según los instrumentos de medición existentes48 se encuentra en una
mejor posición social. De este modo, la asistencia social establece un sistema de incentivos perversos,
que desmoviliza a los ciudadanos y que, por un lado, los lleva a mostrarse frágiles y necesitados frente al
Estado (“Para que te ayuden en la alcaldía tienes que ir a llorar, que se note que eres como desgraciado”, pobladora de
25 años). Sin embargo, al mismo tiempo, para ser respetados por sus pares, se ven obligados a mostrarse
fuertes e independientes. Ambas presiones llevan a que los pobladores convivan bajo una contradictoria
exigencia de autorepresentación, y esta esquizofrénica conducta provoca desconfianzas y rupturas
sociales en el barrio ya que finalmente nadie sabie quién es quién.
En “El Respeto”, Sennet (2003) señala que la dependencia de los poderes públicos hace que los
adultos se comporten como niños y que un Estado legítimo debería capacitar a los ciudadanos para
liberarlos del yugo de la dependencia estatal. En la misma línea, se plantea que uno de los mayores daños
que han provocado las políticas de bienestar social en Chile es que éstas han desmovilizado a los
ciudadanos, trasformándolos en clientes del Estado. Es decir, en “meros receptores de ayuda, y no como
personas capaces de tratar los problemas por si mismas” (Sennet, 2003, p. 14). Ante ello, se vuelve
sumamente necesario que el Estado, primero, abandone las nocivas políticas clientelares para enfocarse
en garantizar los derechos sociales básicos de los ciudadanos, y que, luego, entregue las herramientas
necesarias para que los propios agentes sociales de cada territorio participen de manera activa en la
(re)construcción de sus barrios.
48 Registro Social de Hogares, ex Ficha de Protección Social.
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101
Anexo 01. Muestra de entrevistas realizadas
Entrevistado49 Dirigente Funcionario Académico
Institucionales No Institucionales
Gob. central
Gob. local
PBS PQMB
Hombre, 48 años (D.I.1) X
Mujer, 44 años (D.I.2) X
Hombre, 78 años (D.I.3) X
Mujer, 58 años (D.I.4) X
Mujer, 42 años (D.I.5) X
Hombre, 35 años (D.A.1) X
Hombre, 45 años (D.A.2) X
Mujer, 82 años (D.A.3) X
Hombre, 28 años (D.A.4) X
Funcionario PBS (F.GC.1) X
Funcionaria PQMB (F.GC.2)
X
Funcionario PQMB (F.GC.3)
X
Funcionaria Gob. local (F.M.1)
X
Funcionaria Gob. Local (F.M.2)
X
Académica (A1) X50
Académica (A2) X51
Académico (A3) X
Académica (A4) X
5 4 3 2 - -
Total: 18 9 5 4
Fuente: elaboración propia.
49 El significado de las siglas es el siguiente: Dirigente institucional (D.I.1-5), Dirigente autónomo (D.A.1-4), Funcionario gobierno central (F.GC.1-3), Funcionario municipal (F.M.1-2) y Académico (A1-4). 50 Este entrevistado ha participado en la implementación de los dos programas (PBS y PQMB) en casos distintos, por lo que aportó con ambas experiencias. 51 Ídem.
102
Anexo 02. Descripción de los programas analizados
PROGRAMA QUIERO MI BARRIO (PQMB)
PROGRAMA BARRIO SEGURO (PBS)
OBJETIVO GENERAL
Contribuir a mejorar las condiciones en las cuales se desarrolla la vida de barrio.
Contribuir a disminuir la violencia y el temor en barrios caracterizados por la acción y el control de grupos de narcotraficantes y de crimen organizado.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
- Recuperar espacios públicos deteriorados. - Mejorar las condiciones del entorno. - Fortalecer las relaciones sociales. - Propiciar barrios integrados socialmente
- Reducir los comportamientos violentos al interior de las poblaciones. - Empoderar a los pobladores para permitirles superar la situación de descomposición social.
COMPONENTES - Urbano: Enfocado a enfrentar problemas de deterioro físico urbano. - Social: Enfocado a recuperar las confianzas y promover la participación de los vecinos y vecinas en el proceso de mejoramiento del entorno.
- Movilización comunitaria - Prevención en grupos de riesgo - Reinserción social en personas en conflicto con la ley - Acceso a la justicia - Coordinación policial
Fuente: Ruiz (2013), p. 51.
103
Anexo 03. Consentimiento informado
CARTA DE CONSENTIMIENTO INFORMADO
“Instituciones externas y su influencia en la creación de problemas sociales en barrios pobres y excluidos: Una perspectiva
alternativa a la tesis de los efectos de barrio”.
Javier Ruiz-Tagle
Profesor Asistente, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales
Usted ha sido invitado a participar en el estudio “Instituciones externas y su influencia en la creación de
problemas sociales en barrios pobres y excluidos: Una perspectiva alternativa a la tesis de los efectos de
barrio” a cargo del investigador Javier Ruiz-Tagle, docente de la Pontificia Universidad Católica de
Chile. El objeto de esta carta es ayudarlo a tomar la decisión de participar en la presente investigación.
¿Cuál es el propósito de esta investigación?
Analizar barrios vulnerables en términos de las prácticas de ciertas instituciones, administradas desde fuera de
dichos barrios, y su influencia en la creación de problemas sociales
¿En qué consiste su participación?
Participará en una entrevista en profundidad que consistirá una serie de preguntas generales acerca del rol que
ciertas instituciones llevan a cabo en X barrio, de sus acciones, sus relaciones con la comunidad local y las
oportunidades que entregan.
¿Cuánto durará su participación?
La participación será por una sola vez, y la entrevista no durará más de 1 hora.
¿Qué riesgos corre al participar?
Los temas a discutir son sensibles. Sus respuestas podrían perjudicarlo(a) si su identidad pudiera ser reconocida
de alguna forma.
¿Qué beneficios puede tener su participación?
Aunque usted no se beneficiará directamente por su participación en la investigación, la información que
comparta podría contribuir a debates actuales acerca de “Instituciones de Impacto Local” en Chile. Los
testimonios de residentes como usted, son claves para el estudio de estos fenómenos.
104
¿Qué pasa con la información y datos que usted entregue?
Debido a los riesgos mencionados anteriormente, no se le pedirá que entregue ninguna información que lo(a)
pueda identificar. Sus datos serán registrados bajo un seudónimo. Entonces, la única persona que sabrá que
usted es un sujeto de estudio es el investigador principal. Ninguna información suya, o proporcionada por usted
durante la investigación, será revelada a otros. Cuando los resultados de la investigación sean publicados o
discutidos en conferencias, ninguna información que revele su identidad será incluida.
¿Es obligación participar? ¿Puede arrepentirse después de participar?
Usted NO está obligado de ninguna manera a participar en este estudio. Si accede a participar, puede dejar de
hacerlo en cualquier momento sin repercusión alguna.
¿A quién puede contactar para saber más de este estudio o si le surgen dudas?
Si tiene cualquier pregunta acerca de esta investigación, puede contactar a Javier Ruiz-Tagle, Profesor Asistente
del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su teléfono es
el 57258820 y su email es javier.ruiztagle@gmail.com. Si usted tiene alguna consulta o preocupación respecto a
sus derechos como participante de este estudio, puede contactar al Comité Ético Científico de Ciencias Sociales,
Artes y Humanidades. Presidenta: María Elena Gronemeyer. Contacto: eticadeinvestigacion@uc.cl
HE TENIDO LA OPORTUNIDAD DE LEER ESTA DECLARACIÓN DE CONSENTIMIENTO
INFORMADO, HACER PREGUNTAS ACERCA DEL PROYECTO DE INVESTIGACIÓN, Y
ACEPTO PARTICIPAR EN ESTE PROYECTO.
____________________________________________ _____________________________
Firma del/la Participante Fecha
____________________________________________
Nombre del/la Participante
____________________________________________ _____________________________
Firma del la Investigador/Investigadora Fecha
(Firmas en duplicado: una copia para el participante y otra para el investigador)
105
Anexo 04. Pautas de entrevista52
Pauta Entrevista: (I) Actores encargados del diseño de los programas del gobierno central
0. Contextualización y foco de la investigación:
Investigación en marco de proyecto FONDECYT
Objetivo de la investigación: Estudiar el rol que ha tenido la institucionalidad pública, y en particular el modo en que operan los programas sociales de intervención, en los cambios que ha tenido la participación y organización social en un caso particular; la población Yungay, de la Granja.
Carta consentimiento informado, duración aproximada y grabación de la entrevista. 1. Origen del programa (clave para los diseñadores):
Para empezar, ¿cuál es el encargo que recibe como parte del equipo de diseño del programa?*
¿Qué institución lo demanda?
¿Qué requisitos, limitaciones y objetivos previamente definidos se le entregan a la hora de diseñar el programa?*
¿De qué manera la burocracia, normativa o la estructura estatal facilitó / dificultó la elaboración de este programa?*
¿Hay algún “puntapié inicial” que podría ser denominado como la principal razón, motivación o antecedente que la da vida a este programa? (situación particular, contingencia política, o más bien había una situación general que motivaba a hacer un cambio) *
¿Cuál es el elemento más novedoso del programa? ¿Busca llenar algún vacío o falencia que habían tenido los programas anteriores? ¿Se diferencia en algo en particular? *
2. Participación, organización social y el trabajo con las comunidades locales (clave para diseñadores):
¿Porqué este programa incluye a la comunidad del barrio en el proceso de ejecución? ¿cuáles son las principales ventajas de esto? (alguna línea teórica particular, por eficiencia, por empoderamiento, etc.)*
¿En qué consiste el -componente de movilización comunitaria (PBS) / CVD y el contrato de barrio (PQMB)? *
¿Qué complicaciones se anticipaban que podría llegar a tener el hecho de que el programa se ejecute en colaboración con la comunidad local? *
Para un óptimo desarrollo del programa, ¿qué se espera (implícitamente) de la comunidad? ¿qué rol (implícitamente) le exige el programa? *
¿Cómo se han implementado estas orientaciones? ¿Qué exigencias o requerimientos formales exige el programa a la comunidad local? (núm. máx o mín de participantes, cierta constancia, ciertas responsabilidades, PJ, etc.) En el fondo, ¿cualquier vecino puede participar de la mesa de trabajo del programa (mesa barrial o CVD)? ¿Cuáles son los objetivos detrás de los requerimientos de organización? *
3. Recepción de la participación por parte de la comunidad (clave para encargados programas):
En general, ¿cómo ha reaccionado la comunidad respecto a estos planteamientos / requerimientos / exigencias de organización? ¿qué problemas han surgido?, y ¿en qué aspectos ha sido eficaz/exitoso? *
(En caso de que exista) ¿cuál es el perfil típico del dirigente ‘exitoso’ del programa? ¿Y cuál es el perfil del dirigente que no tiene tan buenos resultados? *
¿Les ha costado convocar a los distintos sectores y perfiles de la comunidad? De ser así, ¿porqué creen que se ha dado esto?
En general, ¿qué actitud/rol han asumido quienes participan en la mesa población local?
106
Pauta Entrevista: (II) Actores externos al barrio encargados de la implementación de los programas en terreno
0. Contextualización y foco de la investigación:
Investigación en marco de proyecto FONDECYT
Objetivo de la investigación: Estudiar el rol que ha tenido la institucionalidad pública, y en particular el modo en que operan los programas sociales de intervención, en los cambios que ha tenido la participación y organización social en un caso particular; la población Yungay, de la Granja.
Carta consentimiento informado, duración aproximada y grabación de la entrevista. 1. Introducción:
¿Primera vez que implementabas un programa como éste en un barrio?
¿Cuál era el equipo encargado de la implementación del programa? ¿cómo se dividen las tareas y responsabilidades?
¿Cuál es el encargo que reciben como equipo de implementación del programa? ¿y cuál era tu labor específica? *
2. Llegada del programa al barrio:
En términos generales, ¿cómo fue la llegada del programa al barrio? ¿costó que enganchara el programa? ¿cómo fueron recibidos por la comunidad local? ¿y por el municipio? *
¿Se logró transmitir con claridad cuál era el objetivo principal del programa desde un principio? ¿Y sobre los plazos, presupuestos y modos de operación del programa? ¿Hubieron conflictos al respecto? *
¿Qué complicaciones se anticipaban que podrían llegar a acontecer en este barrio en particular? ¿qué fortalezas veían? (a partir de diagnósticos previos, indicaciones del municipio, observaciones iniciales, etc.)
Para un óptimo desarrollo del programa, ¿qué se espera (implícitamente) de la comunidad? ¿qué rol (implícitamente) le exige el programa?
Cuéntame sobre el proceso de conformación de la mesa de trabajo (mesa barrial o CVD) ¿A quienes invitaron a participar? ¿Hubo algún proceso de “selección” de los participantes? ¿Cualquier vecino podía participar? *
52 Las pautas de entrevista que se presentan aquí están dirigidas exclusivamente a conocer la incidencia que han tenido los programas del gobierno central estudiados (PBS y PQMB) en la organización social de la población Yungay. Como fue mencionado anteriormente, durante el trayecto de la investigación, ésta cambió de foco y pasó a centrarse en las prácticas municipales, ya que para los pobladores éstas eran las más responsables de desorganización social que se ha dado en el barrio.
¿Cuáles han sido las principales demandas insatisfechas del programa? ¿qué cosas pidió la comunidad y el programa no fue capaz de solucionar (por ineficacia, por falta de atribuciones, por falta de presupuesto, etc.)? *
4. Evaluación y modificaciones del programa (clave para quienes actualmente están a cargo)
Ya “en terreno”, respecto a cómo estaba estructurado originalmente, ¿cuáles han sido las principales modificaciones que ha tenido el programa durante su implementación? *
¿Porqué se han dado éstos cambios? En ese sentido, ¿cuáles han sido los principales desafíos a los que se ha enfrentado el programa durante su ejecución? ¿Cuáles han sido los principales elementos que han dificultado que éste opere como se esperaba?*
¿Cuáles han sido los principales aciertos que hasta ahora ha tenido el programa en su ejecución? *
¿Qué desafíos aún tiene pendiente? *
En una entrevista, el ex subsecretario del Interior Patricio Rosende dijo que el PQMB venía a complementar y compansar ciertos déficits que tuvo el PBS? ¿crees que es así? *
107
¿Qué exigencias o requerimientos formales exige el programa a la comunidad local? (núm. máx o mín de participantes, cierta constancia, ciertas responsabilidades, PJ, etc.) ¿Cuáles son los objetivos detrás de los requerimientos de organización? *
3. Recepción del programa por parte de la comunidad (complejidades):
¿Cómo fue (ha sido) la participación y nivel organizacional que ha tenido esta comundiad en particular? ¿cómo reaccionó esta comunidad frente a los requerimientos del programa? *
¿Qué problemas surgieron (han surgido hasta ahora) durante su implementación? ¿Qué elementos originaron esos conflictos? *
¿Ha sido conflictivo el hecho de que el programa se implemente en un perímetro determinado de la población? ¿y en que el programa dure un periodo de tiempo definido? *
¿La mesa de trabajo (CVD o mesa barrial) tenía un “perfil de participante” determinado? ¿Se logró convocar a los distintos sectores y perfiles de la comunidad? De no ser así, ¿qué dificultades tuvieron? ¿a qué se deben ésas dificultades? *
¿Cómo fue su relación con los dirigentes que participaban directamente de la mesa de trabajo? ¿y con dirigentes de otras organizaciones? ¿y con los veicnos no organizados? *
En general, ¿qué actitud/rol asumieron (han tendido a asumir) quienes participan en la mesa de trabajo? (compromiso, empoderados, pasivos, facilitadores, trabas, etc) *
4. Evaluación de la experiencia
¿Cuáles han sido los principales aciertos y beneficios del programa hacia la comunidad? *
(Sólo para el PBS) ¿Ésos logros se han mantenido hasta el día de hoy? ¿los beneficios se restrinjen al periodo de la intervención o se lograron instalar las capacides para que los beneficios se mantengan? *
(Sólo para el QMB) ¿De qué manera los beneficios del programa no se limitan al periodo de intervención? ¿Cómo se fomenta y de qué depende que la deliberación; es decir que se que logren mantener los beneficios el programa una vez que éste termine? *
¿Cuáles fueron (han sido) las principales demandas insatisfechas del programa? ¿qué cosas pidió la comunidad y el programa no fue capaz de solucionar (por ineficacia, por falta de atribuciones, por falta de presupuesto, etc.)? *
Uno de los objetivos del programa es fomentar la participación, la organización social y fortalecer los tejidos sociales de la comunidad ¿en qué medida ese objetivo particular se cumplió o no se cumplió?
¿Cómo se conjugaron los objetivos sociales con los físicos? ¿hay un desarrollo equilibrado de ambas? (De ser desequilibrado) ¿qué dificultades ha tenido esto? ¿Porqué se ha dado este desequilibrio? ¿qué elementos del programa inducen a que esto se de?
¿Qué tipo de reportes, avances o rendiciones de cuentas tienen que entregar ustedes sobre los avances del programa? ¿Cómo se miden ésos avances? ¿Qué limitaciones tienen? ¿y qué problemas pueden surgir a partir de la descongruencia entre lo que les exige el gobienro central y lo que quiere la comunidad? (PBR)*
En relación a otros experiencias, ¿qué elementos caracterizan la implementación del programa que se ha dado en este barrio? *
Para finalizar, a partir de tu experiencia, ¿qué desafíos crees que tiene pendiente este tipo de programas?
108
Pauta Entrevista: (III) Actores locales que operaron como contraparte del programa y (IV) Actores locales que no estuvieron directamente involucrados en el proceso de implementación del programa
0. Contextualización y foco de la investigación:
Investigación en marco de proyecto FONDECYT
Objetivo de la investigación: Estudiar el rol que ha tenido la institucionalidad pública, y en particular el modo en que operan los programas sociales de intervención, en los cambios que ha tenido la participación y organización social en un caso particular; la población Yungay, de la Granja.
Carta consentimiento informado, duración aproximada y grabación de la entrevista. 1. Preguntas de apertura
¿Cuánto tiempo llevas viviendo en la población? ¿Cómo has visto que ha evolucionado la participación y organización social de la Yungay en los últimos 10 años? (más o menos organizada / participativa, más o menos cohesionada / otro “tipo de participación”) *
¿Qué elementos han influido en estos cambios? *
En general, ¿de qué manera los programas que ha implementado el Estado (PBS/PQMB) han fomentado o inhibido la participación y organizaicón de las personas en el barrio?*
2. Intervención del Programa en particular (PBS o PQMB) (clave para contraparte local)
Fase inicial del programa: o ¿Cómo fue la llegada inicial del programa? ¿costó que enganchara? ¿cómo fue
recibido por la comunidad? * o ¿Quedó claro cuál era el objetivo, plazos, presupuestos y procedimientos del
programa desde el principio? ¿Qué les pareció todo eso? ¿fue compartido por la comunidad local? *
o ¿Qué restricciones/limitaciones tenía el programa? (plazos, presupuestos, formas de organización, etc.) *
o ¿Éstas restricciones generaron conflictos internos en la comunidad? ¿En qué sentido? Por ejemplo: ¿Ha sido conflictivo el hecho de que el programa se implemente en un perímetro determinado de la población? ¿y en que el programa dure un periodo de tiempo definido? *
o ¿Quiénes participaron en las mesas de trabajo (mesa barrial / CVD)? ¿Los participantes de la mesa representaban la diversidad de la comunidad? ¿Habían requisitos para poder participar en dicha mesa? ¿qué se les exigía? ¿Hubieron conflictos a raíz de estas exigencias (o por el hecho de que la mesa no sea representativa del total de la comunidad)? *
Desarrollo del programa: o ¿Quién dirigía la mesa? ¿Qué rol cumplía ésta? (era un espacio para tomar desiciones,
para informar sobre avances…) ¿Cómo se tomaban las desiciones allí? ¿Qué tipo de desiciones se tomaban? *
o ¿La comunidad local tenía injerencia en las desiciones fundamentales del programa o sólo en algunos puntos? ¿En qué sí o en qué no podían incidir? *
o ¿El programa modificó la forma en que la población participa y se organiza? ¿en qué sentido y qué promovió dichos cambios? *
o ¿Qué ‘tipo de participación’ es la que fomentan los programas del Estado? ¿qué dificultades tiene eso? *
o Uno de los objetivos del proyecto era incentivar la participación y la organización social, respecto a este punto en particular ¿de qué manera y hasta qué medida se logró esto? ¿Qué elementos contribuyeron a que esto se diera (o no se diera)?
109
(V) Académicos que han investigado los mismos programas en otros barrios*
0. Contextualización y foco de la investigación:
Investigación en marco de proyecto FONDECYT
Objetivo de la investigación: Estudiar el rol que ha tenido la institucionalidad pública, y en particular el modo en que operan los programas sociales de intervención, en los cambios que ha tenido la participación y organización social en un caso particular; la población Yungay, de la Granja.
Carta consentimiento informado, duración aproximada y grabación de la entrevista. 1. Enfoque del estudio
En términos generales, cuéntame en qué se enfocó el estudio que realizaste y qué barrio(s) estudiaste.
2. Casos de estudio
En los casos que tú estudiaste, ¿cuál era la percepción que tenía la comunidad local del programa (PBS o PQMB)? (positiva, negativa, depende del sector, etc.)
¿Quiénes participaron en las mesas de trabajo (mesa barrial / CVD)? ¿Los participantes de la mesa representaban la diversidad de la comunidad? ¿Había un “perfil de participante”?
¿El programa modificó la forma en que la población participa y se organiza? ¿en qué sentido y qué promovió dichos cambios?
¿La comunidad local tenía injerencia en las desiciones fundamentales del programa o sólo en algunos puntos? ¿En qué sí o en qué no podían incidir?
Uno de los objetivos del proyecto era incentivar la participación y la organización social, respecto a este punto en particular ¿de qué manera y hasta qué medida se logró esto? ¿Qué elementos contribuyeron a que esto se diera (o no se diera)?
¿Cuáles fueron los principales logros que obtuvo el programa en el caso que tú estudiaste?
¿Qué dificultades o problemas surgieron durante y después de la implementación del programa en el caso que tú estudiaste? ¿A qué se debieron estos problemas? (comunidad, estructura programa, municipio, etc.)
Evaluación final del programa: o ¿Cuáles fueron los principales logros del programa? * o ¿Cuáles fueron los puntos débiles del programa? *¿Qué problemas, directa o
indirectamente, generó el programa a la comunidad? o Sólo para el PBS: Una vez que el programa terminó, ¿los logros se mantuvieron? ¿Qué
quedó del programa hasta el día de hoy? (intervenciones físicas, organización y participación, seguridad, etc)
o Sólo para PQMB: Hasta ahora, ¿el programa ha sido capaz de incentivar la participación y organización del barrio? ¿qué tipo de participación ha fomentado y cómo?
3. Problemas sociales a partir de la desorganización
¿Qué problemas sociales se han acentuado en la población y qué nuevos problemas (que no habían antes) han surgido?
¿Cuáles son los principales factores (situaciones o agentes concretos) que han colaborado con la creación de ésos problemas sociales?
¿Qué rol puede llegar a jugar la participación y organización social a la hora de enfrentar ésos problemas sociales?
¿Crees que hay una relación entre la generación de problemas sociales con la disminución de la participación y organización social? ¿Cómo es esta relación?
¿De qué manera las intervenciones del Estado pueden llegar a colaborar con estos problemas sociales?
110
Nómbrame algún ejemplo de problemáticas comunitarias específicas que se dieron durante la implementación del programa que tú estudiaste. ¿Qué factores están detrás de ésas problemáticas?
Una vez que el programa terminó, ¿los logros se mantuvieron? ¿Qué quedó del programa hasta el día de hoy? (intervenciones físicas, organización y participación, seguridad, etc) ¿logró delegar responsabilidades?
3. Sobre el programa en general (dificultades, desafíos y propuestas)
¿Qué ‘tipo de participación’ es la que fomentan los programas del Estado? ¿qué dificultades tiene eso? ¿qué factores facilitaron o dificultaron esto?
Hasta ahora, ¿qué está logrando el programa?
¿Qué no está logrando? ¿cuáles son los principales desafíos que actualmente enfrenta el programa en particular? ¿y a qué se deben dichos déficits? (PBR, estructura estatal, burocracias, físico por sobre lo social, etc.)
¿Cómo evalúas que son los procesos de participación ciudadana o co-construcción que fomenta el PBS / PQMB? La forma en que está estructurado el programa ¿fomenta o debilita el empoderamiento ciudadano, la cohesión social del barrio, la participación de los vecinos? ¿De qué depende esto?
¿De qué manera influye el hecho que éstos programas tengan un énfasis en la propiedad privada o un foco en las soluciones individuales de pequeños grupos? (individualismo)
En términos generales, ¿cómo evalúas la relación que tiene el Estado chileno con las comunidades en general?
o ¿Qué dificultades tiene la intervención social de barrios vulnerables? o ¿Cuáles son los principales desafíos o trabas para mejorar la relación Estado-
comunidad?
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