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El Gran Premio " JOSE PEDRO RAMIREZ " su historia (1898-1955)
La influencia y actuación del Sangre Pura de Carrera argentino en el exterior ha dejado
su vigorosa huella en el Uruguay. En realidad, hablar del caballo argentino en la Banda
Oriental, es lo mismo que hablar de toda la gente de harás y pistas en el Río de la Plata.
Desde su más remoto origen, hasta la actualidad y es por eso que hemos dicho que el
Plata es río de orilla. En turf y en amistad, cuya raíz, desde la colonia misma, continúa,
felizmente, indivisa.
Tracemos, entonces, la historia por las cumbres pues es esta la única forma de lograr
conclusiones auténticas. Y si hay en Maroñas un Gran Premio Internacional, nacido en
1889 (desde 1914 lleva el esclarecido nombre de José Pedro Ramírez), a él concretemos
el examen del tópico en revisión. Porque si desde la cuna fue «internacional» en su mejor
sentido, aún más exacto es decir que constituye, con sus 67 lides, una inconmovible
confrontación entre los caballos uruguayos y los nuestros. Que es como nombrarlos de
un mismo pelo. E idéntica marca. Eso sin contar que, muchas veces, el Ramírez fue
revancha del Internacional porteño. Y, a su vez, éste funcionó como desquite de aquél.
Resumiendo: siempre hemos vivido en familia.
Mejor: como hermanos.
Intercambio Fecundo Allá, en el tercer cuarto del siglo viejo, aún en vías de formación el puro argentino, llevó
su simiente al Uruguay. «El éxito de los mestizos argentinos poco tardó en trasponer las
fronteras de su país.
Desde 1870 era común que en los planteles de las principales estancias uruguayas figurase
alguno de estos mestizos. La obra de renovación que produjeron en la Argentina las
primeras corrientes de animales de pura sangre, dio la medida del poderío y rendimiento
que podría lograrse, también, en el Uruguay, una vez que se orientara la crianza de la raza
caballar dentro de las sabias disposiciones que la inteligencia y técnica inglesas habían
dictado después de experiencias seculares» (cita del Libro del Cincuentenario del Jockey
Club de Montevideo, 1888-1938).
Verdad escueta. Desnuda. Testimonio intachable
El ímpetu de progreso fue doble. Cabañeros y propietarios orientales, adquirieron sus
caballos en Buenos Aires. Velozmente se pusieron a la par. Hasta el extremo —y ello nos
honra— que los fundadores del elevage uruguayo, antes de extinguirse el siglo,
trajeron sus propios productos a subastar a nuestra tierra. Un nombre grande: Pedro
Piñeyrúa, padre del turf uruguayo y fundador de la cabaña «Progreso». Otros: Luis y
Gilberto Lerena. Y, desde luego, el primer establecimiento propulsor: el harás «Las
Acacias». A él llevaron Adolfo Artagaveytia y Jorge Pacheco, junto con el inglés The
Barón (Favonius y The Duckling, por The Drake) a Beausoleil, uno de los primeros puros
nacionales. Había sido criado por Santiago Luro, en su cabaña «La Quinua», próxima a
Dolores, y era hijo de Fédor y Bayadére, por Henry. ¡Las bases mismas del S. P. C.
argentino!
El Haras Reyles
Nos salta al teclado el recuerdo de dos magnos criadores uruguayos, cuya acción fecunda
trascendió a la Argentina. Carlos Reyles, que trajo a nuestro ring (1903) hijos de Exmoor
y Napoleón, calificados, respectivamente, por Yerba Amarga e Imperio. Y que años
después liquidó definitivamente su empresa en el Uruguay, para radicarla en el país.
Fue nada menos, que el importador de Le Samaritain, por Le Sancy y Clementina. Le
Samaritain, «el grande» cuyo hijo Roi Herode (en Roxelane), importado de Francia a
Inglaterra, reverdeció, a través de The Tetrarch (Roi Herode y Vahren) «el maravilloso
manchado», la prácticamente extinguida rama de Hero. Dispersado, en 1920, el haras
Reyles, el viejo tordillo, cubierto de gloria (su hijo Grey Fox, que luego sirvió en Francia,
había sido único vencedor del prodigioso Botafogo) fue comprado por el haras Ayacucho,
donde murió a poco de arribar.
La otra figura consular es Guillermo Young. El teórico y el realizador. El maestro en la
crianza y en el estudio del «pedigree». Liquidado su haras «Hampton», por sucesión, tuvo
el espaldarazo. Los planteles fueron adquiridos, casi totalmente, por los haras
Chapadmalal y Nacional (después Los Cardos).
Con ello se saldaba la deuda de los «primeros mestizos». Sin contar el fervor de Francisco
E. Anaya, que compró a Mouchette, la misma que ganó tres de nuestras Copas de Oro,
incorporándola luego a su haras del Paso de la Arena. Retornó, muy poco después, para
Chapadmalal, la inagotable hija de Pietermaritzburg, así como para El Pelado lo hicieron
Royal Princess, Rebelión II y otras madres calificadísimas, importadas por el esforzado
(¡y romántico…!) criador uruguayo.
Aporte Decisivo Para llegar al Ramírez, no hay mejor camino que el de la formación del puro oriental.
Que, en sus bases (y en sus resultados) tiene fuerte cuota argentina. Aún no sabemos si
felicitarnos o si llorar por la exportación de Enero, el real continuador de la línea de Old
Man en el haras. Asumió del otro lado del río jefatura indiscutida. Stayer, Sprinter,
Latero, Menino, Misurí, Scarone, son otras tantas ramas de un tronco fecundísimo.
Además, San Pascual, Beausoleil, Berthier, César Borgia, Brazal.
El estupendo Schahriar (Craganour y Scheherezade), Saca Chispas, Cauteloso, El 14,
Jolly Eyes, Cartaginés, Talero, Ruler, Chesterfield, Los Angeles, Harpooner (el propio
hermano de Tresiete); Carrión, Ayacucho (padre de Mascagni, vencedor de Romántico
en tiempo récord), Simpático, Yahoo, Envite, Amstel, Vergara (padre de
De Frente!), Minutero (otro «record horse») Berkeley Boy, Leones, Mazarino,
Blackamoor, Castigo, Boabdil, Cute Eyes, todos en haras uruguayos.
Todos padres de ganadores clásicos y de fértiles padrillos. A tal punto, que uno de los
establecimientos de mayor significación en el continente («Casupá») hizo su pedestal con
Schahriar, Cartaginés, Ruler y Talero, argentinos; Stayer, hijo de argentino; Misurí y
Menino, nietos de argentino. Solamente Caboclo, oriental, contribuyó a este
encumbramiento. Y cómo agotar páginas, refiriéndonos a nuestras yeguas madres, de las
cuales fueron especialmente codiciosos los inteligentes criadores orientales!
La Exportación Un atisbo más… antes del Ramírez. Uruguay fue, desde el comienzo, el mejor cliente (5
exportaciones al 31 diciembre 1888 contra 4 a Brasil y 2 a otros destinos).
Posteriormente, van turnándose ambos países en el dominio de nuestras exportaciones de
puros. Hasta que se afirma definitivamente Brasil, sin que Uruguay ceda el segundo lugar.
Doblemente importante, por las diferencias entre ambas plazas y sus muy diversas
capacidades de absorción. En resumen, hasta 1950, Uruguay importó de Argentina 2.815
ejemplares, contra 3.355 de Brasil, sobre un total de 10.190. Vale decir, un 25,81 %,
proporción más elocuente que todas las palabras.
Palestra Fraternal Como de la casa vemos a la gaucha arena de Ituzaingó. Nunca más porteña que el día de
Reyes. Fecha tradicional. Anterior al mismo Jockey Club de Montevideo. Que fundado a
fines de 1888, recién tuteló carreras en febrero del año siguiente, un mes después del
sensacional empate argentino de Havre (Zut o Verdun) y Recuerdo (Phoenix). Y
continúan los tantos para esta banda (por origen, no siempre por colores) y a veces por
ambos lados. Así, la victoria de Tilimuque (Chivalrous); el doblete de Camors, por
Fortissimo o Edward the Confessor (1892- 1893), batiendo, entre otros, a Athos II y
Reverie. En 1894, Reverie (Whipper Inn) da el lauro al stud Progreso, a costa de Buenos
Aires y Malakoff.
Sebastopol repite la hazaña sobre el oriental Imperio y Landseer. Imperio vence en enero
siguiente (1897) a Discreto, futuro padre de Black Prince, que, en 1909, se impuso corrido
por nuestro Luis Laborde. Y presentado por el venerable Francisco Milia (concurrió a
retirarlo al pesaje con galera «de azotea»).
Imperio (que con Pío Torterolo y sus muchachos, posteriormente, acreditó su clase en
Inglaterra, junto con Cartouche) fue uno de los precoces ídolos de la afición local. El
primero, importado, -Guerrillero, ex Kingscote, por Childeric y Petticoat corrido por
Carlín Vale y defendiendo las sedas del stud Oriental, ya había conquistado el «Gran
Premio Internacional jugado en las carreras que se efectuaron en el hipódromo de
Maroñas el día 18 del actual». (Según reza un candido epígrafe de «Caras y Caretas»,
1891). Guerrillero, vistoso malacara, que dio su nombre a una popularísima marca de
cigarrillos, aparece con correaje blanco y pretal «ahorcador».
Mientras, Vale, que estriba largo (el talón un palmo más bajo que la punta del pie) luce
conmovedor bigote.
Orbit muestra indirectamente su garra en la Internacional maroñense de 1902; sus hijos
Mesalina y Ovación ocupan los dos primeros puestos, superando al uruguayo
Ultimátum.
Luego, en serie, vienen San Carlos (Sargento) que aventaja a Polas y Calepino, y la
extraordinaria Partícula, hija de Stiletto, que torna a derrotar a Calepino. (Esa tarde, en
Buenos Aires, moría su criador, Raúl Chevalier.
Se despidió diciendo: «el caballo alazán… el caballo alazán»). Peligroso (1905) es el
primer vencedor argentino, hijo de padre también argentino: Senador, por Chivalrous.
Iguazú (Porteño); Fiscal (El Amigo); Mentirosa (Millenium) que dio a Black Prince el
aprendizaje de su victoria del año siguiente, preceden en la lista a cuatro vencedores
argentinos: Contacto por Simonside (cuyo peón, Virginio da Silva, conquistaría, catorce
años después, el Nacional de ambas orillas, aparte del Ramírez, como cuidador de Sisley);
Sarah Bernhardt (Valero), segunda en la temporada anterior; Amsterdam (1912 y 1913),
notabilísimo hijo de Pietermaritzburg y Haya, que dio a Chapadmalal, junto con Pipiolo,
el primer aporte decisivo de los reproductores nacionales.
La Nueva Historia Recién en 1914, la Internacional tomó el nombre prócer de Don José Pedro Ramírez.
Vence otro campeón argentino: Mojinete, por Camors y Belle Rake, cuyo hijo Mameluke
repetiría la proeza en 1923. Oldiman y Belkiss, dan a Old Man dos florones consecutivos,
y los refuerza Saca Chispas (Diamond Jubilee), que suma, para el stud Montiel, otro lauro
a los dos de Amsterdam. Buen Ojo (Craganour o Chili II), Palospavos (Papanatas), otra
vez Buen Ojo, y Mameluke (Mojinete) lustran la foja de las caballerizas argentinas,
siendo también argentino Sisley (Flores) lo mismo que Zarpazo II (Lord Basil), Rubens
(Remanso), Marón (Saint Wolf) y Monserga (Pronóstico).
En 1930, Congreve pierde contra Perseus y Don Raúl. En seguida, nos da desquite Cocles
(Copyright) figurando sucesivamente Origan (Adam’s Apple), Balbucó (Tresiete) y
Camerino (Copyright).
Romántico (Caboclo y Rosaflor) enarbola el pabellón oriental entre 1938 y 1940: dos
veces el Pellegrini y dos el Ramírez. Pellizco (Strip the Willow), Mazarino y Judea, hacen
marcador argentino en 1941, y sigue la lista con Profano (Cute Eyes), Banderín (Alan
Breck) y Filón (Full Sail), que totaliza cuatro internacionales (dos veces el Pellegrini,
Ramírez y Gran Premio Brasil, de La Gavea). Acamédico (Sind), en 1947, doblegó
netamente a Cervantes y Enterprise, anticipando otra serie porteña y familiar: Uranio
(Congreve), Murano (Congreve) y Penny Post (Embrujo). Sloop, Bizancio y Aureko, que
ganan en 1951, 1952 y 1954 son nacidos en Uruguay, pero hijos de padrillos argentinos
(Castigo, Blackamoor y Castigo, respectivamente).
Por último, este año, con un remo fisurado, prevalece Jungle King (Claro) en un marcador
que integraron Dorón y Los Curros. Súmase, así el nieto de Colombo, a la lista de caballos
argentinos que se adjudicaron los internacionales de ambas márgenes platinas:
Palospavos, Cocles, Camerino, Banderín, Filón, Académico. Pero es de justicia estricta
anotar que aún está por igualarse la increíble proeza de Romántico. ¿Cuánto valdría
Mascagni, argentino por línea paterna y materna, que en el Comparación batió a
Romántico en 2′ 32″ los 2500 metros?
¿Compe
tencia… ? NO: Complemento Erraría quien viese la confrontación añeja de ambas ramas del turf rioplatense, como una
competencia.
Es, realidad, un complemento fecundo en progreso. Comunidad de cuna, vecindad
geográfica, identidad de clima, facilidad de intercambio, dan a esta puja noblemente
internacional, una constancia que no ofrece relación en otros ámbitos. La razón es
sencilla. Nuestros caballos van al extranjero, e imponen su calidad en la pista y en la
cabaña. Pero difícilmente llegan a nuestras canchas luchadores de lejanía que exceda al
Uruguay. Ni los brasileños, concurrentes a las primeras citas. Menos todavía los
radicados más allá de las cordilleras, de los océanos, de las selvas enormes, del istmo
central. El transporte por avión ha superado todo. Pero lleva, y no trae. Especialmente,
aportes destinados a la pista.
Es pues, Maroñas, cartabón de nuestra propia grandeza. Y el júbilo con que se recibió,
este enero, la victoria de Jungle King, no empaña el deportivo entusiasmo que hallaron
los dos noviembres -lejanos, pero actuales- de Romántico. Inclusive -y un poco perdidos
en el tiempo- caben dos recuerdos. El primero, vetusto: viñeta, medio borrosa, del auge
de los mestizos. Cuando La Negra, propiedad del Presidente de la República, General
Máximo Santos, venció al mestizo argentino Druid (El General no había podido presentar
por hallarse lesionado, a su famoso oscuro
Pretendiente, sobre el cual cabalga campeador, en el óleo magno de Juan Manuel Blanes).
El otro recuerdo, es de la depresión oriental. Maroñas, sobre el filo del novecientos,
paralizó su actividad. Liquidaron muchas caballerizas. Otras, tomaron el camino de la
emigración. Lógicamente, hacia la Argentina. Aquí ganaron Imperio, Chaná, Ultimátum,
Langosta, Salto, Yerba Amarga, Yuquén, Eureka (que en Palermo se llamó Eúskaro II),
Black Prince, Cartouche II y Santa Elvira, entre otros muchos. Pero ninguna más
arraigada en el afecto popular que Yerba Amarga, la hija de Exmoor. Ganó el Gran
Premio de Honor de 1899, sobre Salto y Pillito. Stud: Charrúa. Propietario: José Pedro
Ramírez. Nombre exacto de una voluntad creadora y de un afecto cordial hacia los
argentinos. Símbolo de acercamiento. Que, en el gobierno y el turf vio, claramente, una
verdad espiritual, más verdadera que la geográfica: el Río de la Plata, es de una sola orilla.
El Internacional de Maroñas en 1955 “La tradicional carrera del 6 de Enero ha tenido una vez más, este año, un resultado
netamente favorable a los productos criados en la Argentina. Ha ocurrido en este caso lo
mismo que en tantas otras oportunidades y en distintos lugares del continente, cuando de
confrontar capacidades se ha tratado: los representantes del «elevage» argentino han
hecho prevalecer su mayor clase y sus mejores medios.
El Gran Premio José Pedro Ramírez de 1955, volvió a contar con el concurso de buenos
representantes de caballerizas argentinas y arrojó un saldo tan netamente favorable para
los mismos que el marcador resultó integrado en sus tres cuartas partes por ellos, al
clasificarse: primero, segundo, tercero y cuarto, otros tantos productos argentinos.
Cabe decir que el éxito de esa fiesta del turf que tiene por eso el viejo circo de Ituzaingó,
pudo considerarse asegurado y digno de la tradición de la fecha desde el mismo momento
en que se anunció la concurrencia de los elementos porteños. No se trataba, por lo demás,
del mero hecho de presenciar una confrontación entre los campeones locales y algunos
caballos argentinos, lo cual ha conferido a la prueba ese carácter internacional suficiente
ya para acicatear el interés genuino. Más que eso, se trataba de ver en acción a nada
menos que al vencedor del Gran Premio Internacional de San Isidro, Jungle King, y a
otros excelentes tres años argentinos como Dorón, Le Trayas y Los Curros, de destacada
actuación todos en la temporada anterior.
Y frente a respetable escuadra iba a defender los prestigios del «elevage» uruguayo un
tres años invicto, el campeón Scooter, en compañía de un conjunto de elementos muy
buenos de pistas maroñenses. Así las cosas, poco cuesta comprender la expectativa y el
enorme interés despertado por la carrera, en cuya víspera nuestros colegas del otro lado
del Plata tuvieron amplia oportunidad para rememorar «Internacionales» célebres como
los que consagraron los nombres de:Buen Ojo, Mazarino, Zarpazo II, Monserga, Perseus,
Cocles, Camerino, Romántico, Penny Post y tantos otros fantásticos ejemplares de la
raza. El factor tiempo, tan importante para lograr el lucimiento del espectáculo, prestó
también su concurso y fue así como el hipódromo de Maroñas presentaba en el momento
de iniciarse el desfile de los competidores del gran cotejo, un aspecto imponente. Muchas
han sido las ocasiones en las cuales ha resultado justa la frase según la que sólo por un
milagro hubiera sido posible hallar un claro entre la multitud, pero quizá nunca más
exacta que en esta oportunidad.
Durante el desfile preliminar fue dado apreciar el sobresaliente estado del lote. Como no
podía dejar de ocurrir, no todos los participantes convencieron en igual forma y, para los
aficionados uruguayos, fueron hasta cierto punto decepcionantes las figuras de Jungle
King y Dorón. De este último por lo que diremos más adelante y del otro por cuanto a
nadie se le oculta que, visto por primera vez, resulta muy difícil adivinar la posesión de
tanto poder locomotivo en un ejemplar como el doradillo; longilíneo, sin aparentes puntos
de fuerza y con una conformación que sólo sugiere agilidad y soltura en la acción, el nieto
de Colombo no es un animal que se revele con la estampa.
Pero vayamos a la descripción de la carrera. Poco después de ser colocadas en las pizarras
las cotizaciones definitivas, que señalaron las preferencias de la mayoría por Scooter,
sonó la campana y tras breves instantes de espera se elevaron las cintas, partiendo el
grupo en muy buen momento. El primero en asomar al frente fue el hasta entonces invicto
hijo de Castigo, pero casi en una línea con Ballenato que prontamente mostró sus
intenciones de no ceder la punta; levantó entonces Isaúl Rey, el jockey del favorito, y el
tordillo quedó solo en la delantera, mientras detrás de
Scooter se iban escalonando: Elector, Bosquejo, Los Curros, Smolensko, Dorón,
Remember y Le Trayas, en tanto Jungle King y Dahir cerraban la marcha.
Poco después, sin embargo, se produjo un cambio al avanzar velozmente Remember para
dar alcance al puntero y relegarle muy pronto, acción que de inmediato imitó Scooter.
Pasaron así por primera vez frente a las tribunas, notándose que los dos delanteros se
habían separado bastante del resto y también que el jockey de Scooter hacía visibles
esfuerzos por contener a su cabalgadura que pugnaba por mayor libertad de acción. El
ritmo de la marcha era evidentemente suave y esto no dejó de alarmar a quienes habían
depositado su confianza en elementos como Dorón y Los Curros, cuyas «chances»
dependen de desarrollos movidos a buen tren, y no así los partidarios de Jungle King,
conocedores de la extraordinaria velocidad de su preferido.
Continuó la carrera sin mayores cambios durante el recorrido de la curva del ferrocarril
y cuando comenzaban los participantes a cubrir la recta opuesta a las tribunas se notó un
estrechamiento general de las distancias. Más o menos en ese punto Le Trayas, ganando
rápidamente posiciones, se había aproximado a los delanteros y poco después pasaba al
frente, para ser hostigado por Ballenato que había seguido sus movimientos. Conservando
esa posición, pero muy apremiado siempre, entró el potrillo del «Dos Estrellas» al último
recodo, teniendo a su flanco al tordillo y muy cerca a Scooter, mientras poco más atrás
se mantenía Remember delante de Dorón y Dahir, abriéndose luego un claro hasta un
segundo grupo encabezado por Smolensko, Jungle King y Los Curros. En plena curva
Scooter se acercó más aún a Le Trayas y Ballenato y así ingresaron en la recta final; se
produjo allí un aparente amontonamiento y de pronto se vio dominar la carrera a Dorón
(filtrado por entre dos competidores) y poco después, aunque muy fugazmente, a Los
Curros igualar la línea del pupilo de Ojeda, en tanto Le Trayas, Ballenato y Scooter cedían
posiciones.
A todo esto Leguisamo había aproximado a Jungle King por la línea exterior, colocándose
en la mejor situación para definir la carrera; cuando llegó el momento oportuno «subió»
las riendas y el defensor de la caballeriza «Don Eustaquio» se estiró como un galgo y
pasó sin lucha a Dorón, al cual Rubén Quinteros aplicaba ese rigor tan suyo. Pero todo
era en vano: el guapo descendiente de Congreve sólo pudo evitar que Jungle King abriera
luz, pero estaba irremisiblemente derrotado, perdiendo por algo menos de un cuerpo,
cuando los cronómetros señalaban una marca de tres minutos, cinco segundos y dos
quintos para los tres mil metros.
Sobresaliente, desde todo punto de vista, fue la actuación de Jungle King; aun sin hacer
pesar en la balanza del juicio la circunstancia de haber finalizado sentido, su
«performance» fue ampliamente consagratoria. Conducido por Leguisamo (¿sería el
mismo caballo sin él?) con ese tacto magistral que se manifiesta en forma superlativa con
animales de las características del hijo de Claro, rindió lo necesario para imponerse sin
apremios.
Con mucha más holgura que en el Internacional de San Isidro y dejando tras de sí a un
Dorón más consolidado, más completo que entonces y consagrado ya como un ejemplar
respetable para cualquier adversario en carreras de largo recorrido. Pero no para un
caballo como Jungle King que sin ser, ni aproximadamente, un «stayer» típico, resiste la
distancia conservando siempre esa reserva de energías gracias a la cual saca a relucir en
última instancia sus atributos de veloz, con lo cual su carga final cuando es sabiamente
calculada, resulta irresistible para los galopadores natos. Es que éstos poseen su fuerte en
el tesón, la resistencia constante, pero carecen de esa ductilidad, flexibilidad diríamos,
que permite aumentar de pronto la velocidad aun cuando ello sea por poco trecho; cuando
así no ocurre, cuando las dos características se presentan juntas y equilibradas en un
mismo ejemlar, ése es nada menos que un «crack».
Con lo antedicho queda juzgada la ponderable carrera de Dorón; caballo sin facetas
brillantes, pero honesto y poseedor de positiva calidad. A pesar de su físico, capaz de
hacer tambalear el prestigio del mejor juez de caballos. Pero Dorón ha probado, ya antes,
que su aptitud no es tan unilateral: su sorpresiva victoria en la Polla de Potrillos, que
entonces se atribuyó a sus facultades de «barrero», fue suficiente prueba de que bajo esa
envoltura tosca se encubría un animal de clase, lo cual se confirmó más tarde con sus
honrosas actuaciones en el Gran Premio Nacional, el Internacional y en el nuevo
Handicap Reseros donde concedió prácticamente el peso
por edad a un caballo hecho y fogueado, batiéndolo bien al cabo de tres mil quinientos
metros.
Elector, que tras un breve encierro halló paso por los palos y pudo quitar sobre la raya el
tercer puesto a Los Curros, realizó una excelente demostración. En cuanto al hijo de
Churrinche, cabe señalar la poca suerte que le acompaña desde el día del Gran Premio
Nacional; esta vez nuevamente se encontró con una carrera lenta en su comienzo y a pesar
de ello surgió a comienzos del derecho en fuerte arremetida, dando alcance a Dorón, pero
en ese mismo punto (faltaban escasamente trescientos metros para el disco) sufrió los
efectos de la dureza del terreno, sintiéndose y menguando el esfuerzo.
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