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Historia del istmocentroamericano
Tomo II
COOR
DINACIONEDUCA
TIVAYCULTURAL
CENTROAMERICANA
CECC
COORDINACIÓN EDUCATIVA Y CULTURAL CENTROAMERICANA
Instituciones de los gobiernos centroamericanos que aprobaron e impulsaron el proyecto de elaboracióndel texto sobre la historia del istmo centroamericano
Costa RicaMinisterio de Educación Pública
Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes
El SalvadorMinisterio de Educación
Consejo Nacional para la Cultura y el Arte
GuatemalaMinisterio de Educación
Ministerio de Cultura y Deportes
HondurasMinisterio de Educación
Ministerio de Cultura, Arte y Deportes
NicaraguaMinisterio de Educación, Cultura y Deportes
PanamáMinisterio de Educación
Instituto Nacional de Cultura
Coordinación académicaDr. Víctor Hugo Acuña Ortega
AUTORES
Costa RicaDr. Víctor Hugo Acuña OrtegaDr. José Antonio Fernández Molina
El SalvadorDr. Knut Walter FranklinDr. Jorge Rafael Cáceres PrendesDr. Héctor Raúl Lindo FuentesLic. Othón Sigfrido Reyes
GuatemalaLic. Edgar Leonel Barillas BarrientosDr. José Luis Muñoz NavichoqueDr. Arturo Taracena Arriola
HondurasDr. Mario Posas AmadorLic. Rigoberto Paredes Fernández
NicaraguaDr. Germán Romero Vargas
PanamáDr. Francisco Alberto HerreraDra. Beatriz Rovira de Pacheco
Coordinación del proyectoMarvin Herrera Araya
ConalitegHumberto Blanco PedreroPedro Javier Herrera AriasFrancisco Oviedo VillavicencioStanislao Fabbrizzi Buonavita
Coordinación editorialAna Laura Delgado
Cuidado de la ediciónSonia ZentenoRosario Ponce Perea
Investigación iconográficaRosario Ponce PereaGerardo Uriz BorrásAna Laura DelgadoEsther Torres Guerrero
Reproducciones fotográficasPedro Hiriart
Diseño gráficoHumberto BreraAna Laura Delgado
Formación electrónicaDavid Cruz Martínez
Corrección de estiloAna María Carbonell
Elaboración de mapasDavid Cruz Martínez
Servicios editorialesGrupo Editorial Siquisirí
El Gobierno de México, en el marco de Tuxtla Gutiérrez II y a través de la Secretaría de Educación Pública y la ComisiónNacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), aportó fondos para la investigación iconográfica, la edición y la impresiónde esta obra, concebida por la Coordinación Educativa y Cultural Centroamericana (CECC).
D.R. © 2000, por Coordinación Educativa y CulturalCentroamericana (CECC)175 m norte de la esquina oeste del ICE, SabanaNorte, San José, Costa Rica, C.A.
Se prohíbe la reproducción parcial o total de estaobra, sin el permiso escrito del titular de los derechos.
ISBN 970-18-4409-2 (obra completa)ISBN 970-18-5085-8 (tomo II)
AGRADECIMIENTOS
A la UNESCO, por la cooperación financiera, canalizada por mediode la Oficina Subregional para Centroamérica y Panamá, que sustentó todo
el proceso de preparación de este texto de historia.
Al Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), por haber contribuidoeconómicamente para su elaboración.
Al Gobierno de la República de China en Taiwan, por la donación del papel para imprimir esta importanteobra sobre la historia de Centroamérica.
Al Gobierno de México, por su valiosa colaboración en la investigación iconográfica,edición e impresión de Historia del istmo centroamericano.
COMISIÓN ACADÉMICA
Dr. Víctor Hugo Acuña Ortega • Coordinador académico • Costa RicaDr. Knut Walter Franklin • Coordinador académico • El Salvador
Lic. Edgar Leonel Barillas Barrientos • GuatemalaDr. Mario Posas Amador • Honduras
Dr. Germán Romero Vargas • NicaraguaProf. Euribiades Chérigo Canto • Panamá
Sr. Marvin Herrera Araya • Coordinador regional
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PresentaciónIntroducción
CAPÍTULO 10 El proceso de la Independencia y la RepúblicaFederal (1821-1842)
IntroducciónLos procesos contrastantes al final de la Colonia
—La primera experiencia constitucional—Revueltas, conspiración y represión
La independencia de España—Del último período absolutista al segundo período constitucional—La independencia conservadora de Centroamérica—Panamá: el sueño del emporio comercial
Las experiencias federales, 1821-1830—El proyecto de espacio político—El surgimiento de nuevos espacios políticos—La decepción de la élite panameña
Centroamérica 1831-1843: siete Estados, mil conflictos—La disolución de la Federación centroamericana—La derrota del sueño de Morazán—La crisis federal colombiana y las independencias panameñas
Conclusión
CAPÍTULO 11 El predominio conservador (1840-1870)
IntroducciónUna tierra de caudillosLa política partidistaEl origen de los Estados nacionales en Centroamérica
—El proceso de centralización estatal—La fundación de las repúblicas
Persistencia del unionismo y rivalidades entre las potencias—El sueño del unionismo—Las crecientes influencias británica y norteamericana—Los intereses canaleros—La guerra nacional—La particularidad panameña
Conclusión
CAPÍTULO 12 Los cambios políticos y sociales (1870-1930)
IntroducciónLiberalismo político y desarrollo estatal
—El proyecto liberal—Nuevos grupos sociales
Movimientos sociales y sistema político
ÍNDICE
UNIDAD III
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—El mundo rural—Los obreros de las plantaciones—El mundo urbano—Las clases medias—Mujeres en lucha
Los límites sociales del liberalismo en Centroamérica—Indígenas y liberales
Las relaciones internacionales—El sueño unionista—Estados Unidos y el istmo—Las identidades nacionales
Conclusión
CAPÍTULO 13 La economía centroamericana (1821-1930)
IntroducciónLa persistencia colonial, añil y cochinilla
—Cultivo y exportación de la grana o cochinillaLa caficultura centroamericana
—Variaciones en la adopción del cultivo del café—Las reformas liberales—Cambios en los costos del transporte—Los efectos económicos de las rutas de transporte en Nicaragua
y PanamáLas economías de enclave
—Comienzo de las plantaciones bananeras—La concentración de la industria bananera—Los obreros de la industria bananera—Las bananeras como “economías de enclave”
La formación del mercado interno—El crecimiento de los mercados internos—Crecimiento urbano e integración territorial—La circulación monetaria
Los límites del crecimiento agroexportador—Economías de exportación y desigualdades económicas
Conclusión
CAPÍTULO 14 Los cambios culturales (1821-1930)
IntroducciónLa preeminencia de lo urbano
—La cultura impresa—La vida urbana
Las élites y su cultura—Nuevos patrones de consumo—Ocio y entretenimiento—Arte, literatura y sociedad
Las culturas populares—Las culturas populares urbanas—El mestizaje
Los inicios de la cultura de masas
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Conclusión
Conclusión de la Unidad III
CAPÍTULO 15 En busca de un nuevo modelo de crecimientoeconómico (1930-1979)
IntroducciónLa crisis de los treinta y el estancamiento del modelo económico
—Los efectos de la crisis—Los gobiernos y la crisis—Centroamérica y la Segunda Guerra Mundial
La modernización de la posguerra, auge y deterioro—Los efectos de la modernización
La integración económica centroamericana—Los tratados y sus resultados—Panamá
Las frustraciones acumuladasConclusión
CAPÍTULO 16 Estructura y dinámica sociales (1930-1979)
IntroducciónLa dinámica demográfica: crecimiento y distribución
—El crecimiento de la poblaciónEl fenómeno urbano
—El crecimiento de las capitales—La pobreza urbana
Movimientos sociales: comunales, nacionales y regionales—El movimiento sindical—Los movimientos sociales en el campo
La política social de los Estados—Los seguros sociales—La reforma agraria
Conclusión
CAPÍTULO 17 Dictadura y democratización (1930-1979)
IntroducciónLa era de los dictadores
—El Salvador: Hernández Martínez—Guatemala: Jorge Ubico—Honduras—El ascenso de Tiburcio Carías—Nicaragua: Anastasio Somoza García—Costa Rica—Panamá
Las aperturas democráticas de la posguerra—La revolución guatemalteca (1944-1954)
UNIDAD IV
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—La apertura salvadoreña—La transición hondureña—La familia Somoza—La democracia costarricense—Inestabilidad en Panamá
Nuevas formas de autoritarismo y rebeliones populares—Guatemala—El Salvador—Honduras—Revolución en Nicaragua—Costa Rica—Panamá
Conclusión
CAPÍTULO 18 El eclipse de la cultura rural en Centroamérica(1930-1979)
IntroducciónEl puente continentalDe la crisis, al esplendor
—Culturas mestizas y problemas étnicosLa búsqueda de la identidadLa cultura urbanaConclusión
Conclusión de la Unidad IV
CAPÍTULO 19 Revolución, guerra civil y democratización
IntroducciónLa revolución sandinista
—Las reformas de la revolución—El régimen político y la revolución—El fin de la revolución
La lucha armada en El Salvador y Guatemala—La guerra en El Salvador—La paz en El Salvador—La guerra en Guatemala
La política norteamericana en Centroamérica—“La Contra” nicaragüense
Honduras y los Estados Unidos—La invasión de Panamá
Democratización y régimen político—Honduras—Guatemala—El Salvador—Nicaragua—Panamá—Costa Rica
Conclusión
UNIDAD V
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CAPÍTULO 20 Crisis económica, ajuste estructural y desajustesocial
IntroducciónCrisis económica, deuda externa y ajuste estructural
—Crisis y deuda—El ajuste—Los logros del ajuste
Crisis económica, ajuste estructural y modelo de desarrollo—Los costos del ajuste—Inflación y desempleo—El nuevo modelo económico
Industrialización y urbanización—Industrialización—Urbanización—Pobreza e informalidad
Pobreza y crisis social—La pobreza estructural—La lucha contra la pobreza—Los efectos de la pobreza—La inseguridad ciudadana
Conclusión
CAPÍTULO 21 Actores sociales, cultura e integración
IntroducciónLos sindicatos y el movimiento popular
—El sindicalismo moderado—Los problemas del sindicalismo
Nuevos actores y movimientos sociales—La cuestión étnica—Los derechos de los pueblos indígenas—Las luchas de las mujeres—Género y política—El movimiento ecologista—La lucha por los derechos humanos
Cultura y sociedad—Los emigrantes centroamericanos—El nuevo modo de vida urbano—El nuevo paisaje urbano—Ocio y cultura de masas
Cumbres presidenciales: paz, integración y desarrollo—La cumbre de Antigua—La integración económica—La integración social
Conclusión
Conclusión de la Unidad V—De cara al siglo XXI
BibliografíaCréditos de iconografía
PRESENTACIÓN
La excelente y retadora idea de elaborar un texto de historia del istmo centroameri-cano surge en la XIV Reunión Ordinaria de la Coordinación Educativa y CulturalCentroamericana (CECC), realizada en Panamá en 1994. A partir de ese momen-to, se inicia el proceso en el que el Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle, Ministro deCultura, Arte y Deportes de Honduras en ese entonces, juega un destacado papelen su calidad de historiador al preparar una rigurosa propuesta de objetivos, crite-rios y contenidos consultada y retroalimentada por los despachos de Educación y deCultura de los países centroamericanos. En la IV Reunión Extraordinaria de la CECC,llevada a cabo en Panamá en marzo de 1995, se dispone, por medio de la resolu-ción CECC/RM(E)/PAN-95/RES/004, aprobar el contenido del texto distribuido; in-tegrar la Comisión Académica de Historiadores, conformada por un historia-dor de reconocido prestigio de cada país miembro de la CECC; agradecer a laUNESCO su valiosa ayuda y autorizar al ministro Pastor Fasquelle a continuar susgestiones para solicitar la cooperación de la Secretaría de Relaciones Exterio-res de México.
Durante esas ocasiones, en el seno de la CECC, se consideró que la poblacióncentroamericana, particularmente los estudiantes de educación media, debían co-nocer y valorar el acervo cultural común de la sociedad centroamericana, desdesus orígenes hasta el presente. También influyó en la materialización de esta ideala voluntad de los Excelentísimos Señores Presidentes de las Repúblicas Centro-americanas de fomentar la unidad, los valores y la identidad centroamericanos. Elobjetivo es sistematizar, con un enfoque holístico y regional, la historia del istmo;incluir y explicar los acontecimientos más relevantes y los procesos evolutivos en loscampos social, económico y político, así como forjar una conciencia ciudadanacentroamericana en el contexto de una sociedad unificada, de cara a los desafíosque demanda el desarrollo sostenible y la convivencia pacífica con otros pueblos ynaciones.
La Comisión, en su primera sesión de trabajo, reconoció la importancia y lanecesidad del texto y definió que éste, al fortalecer los valores, resaltar la identidad yrevitalizar la historia, debía ser una valiosa contribución a la unidad de los puebloscentroamericanos. Sus miembros consideraron que esta obra de historia debía serdidáctica, motivadora, útil a los estudiantes y docentes y, sobre todo, cumplir el pro-pósito de hacer esta materia atractiva y fácil de aprender, y con ello, favorecer elpensamiento crítico y reflexivo.
Historia del istmo centroamericano260
Con el propósito de buscar la mejor distribución de los temas del texto, laComisión Académica de Historiadores los agrupó de la siguiente manera: El espa-cio y los seres humanos, El mundo antiguo (10000 a.C.-1502), El mundo colonial(1502-1821), Fundamentos del mundo contemporáneo (1821-1979) y El mundoactual y el futuro de Centroamérica. De estos amplios bloques temáticos se derivanlos 21 capítulos de esta singular obra, escritos por connotados historiadores de laregión.
Los objetivos aprobados por la Comisión para orientar la elaboración del textosobre el istmo centroamericano fueron los siguientes:
• Contribuir al acercamiento de los estados, naciones y pueblos de Centro-américa, como un esfuerzo educativo y cultural en el marco de la integraciónregional.
• Fortalecer la formación de los estudiantes con sentido crítico, reflexivo, res-ponsable y solidario.
• Promover el conocimiento de las raíces históricas y culturales de la región, yel respeto a la diversidad cultural, política y religiosa.
• Contribuir a la formación de jóvenes con sentido pluralista, conscientes de ladiversidad cultural, de la tolerancia y de la construcción de la paz y de la demo-cracia.
La Secretaría General de la CECC, con satisfacción, deja constancia escrita de lamagnífica disposición de trabajo de los miembros de la Comisión, así como de susolvencia académica, evidente desde el inicio, cuando definieron las característi-cas técnicas del texto. Esta capacidad intelectual y la vasta experiencia de cadauno en la preparación de otros textos escolares, hicieron posible la superación deobstáculos o limitaciones, lo mismo que la conclusión de este texto, único en sugénero. Felizmente, con la publicación de esta importantísima obra, de gran valoren el marco de la historia centroamericana, se da un fuerte impulso al procesoregional de integración, porque las generaciones de jóvenes que la estudiarántendrán una visión diferente de nuestros países, de nuestros pueblos y su historia,así como del Sistema de Integración Centroamericana.
MARVIN HERRERA ARAYASecretario General de la CECC
INTRODUCCIÓN
CENTROAMÉRICA EN UNA GOTA
La historia de la presencia humana en Centroamérica comenzó cuando varios gru-pos de cazadores debieron transitar por el puente del istmo centroamericano, de-cenas de miles de años antes de nuestra era, en búsqueda de la megafauna queabundaba en aquellos tiempos. Los que se establecieron finalmente aquí vinieron,quizá, unos cinco mil años antes de nuestra era cuando, tanto en México como enlos Andes, ya se había inventado la agricultura; tal vez inmigraron como conse-cuencia, precisamente, del crecimiento demográfico que indujo el cultivo.
En Centroamérica, a diferencia de México o Perú, no hubo una etnia belicosaque impusiera su dominio. Cohabitaron el istmo una miríada de pueblos, provenien-tes de dos tradiciones culturales en continuo desplazamiento, encuentro y conflicto.Distinguimos entre ellos a los mesoamericanos, cultura de maíz, frijol y chile que,encabezados por los olmecas, llegaron a Guatemala, El Salvador y Honduras haceunos cuatro mil años. Y grupos provenientes de un tronco cultural circuncaribeño,pueblos de río y selva, cultivadores de pejibaye, yuca y malanga, ancestros de losmisquitos, ramas, sumos, payas y tawahkas. Desde entonces, el istmo encarna a unaunidad geográfica, enraizada en su particular diversidad cultural.
En el primer milenio de nuestra era, los mesoamericanos desarrollaron Es-tados nucleados en torno a grandes ciudades-Estado, mientras que sus vecinosnahuas y lencas organizaron cacicazgos hereditarios. Los pueblos de la regióncircuncaribeña formaban clanes familiares, cuya subsistencia dependía en ma-yor medida de la caza y la recolección; organizados en tribus independientes,los hombres del río y la selva conservaron sus poblamientos temporales cerca de lasmárgenes, pero a salvo de la furia estacional de los ríos.
El descubrimiento por los europeos de las tierras y pueblos del istmo, ha sidoatribuido por los investigadores a varios viajeros, pero ha quedado registrado comomérito de Cristóbal Colón, quien llegó con sus barcos a Guanaja y exploró la costadel caribe en 1502, describiéndola como un paraíso terrenal. “Contacto” ciertamen-te es un eufemismo para calificar lo que ocurrió después: una invasión violenta, unaguerra a sangre y fuego de los europeos contra los nativos. Seis ejércitos españolesrivales atacaron el istmo por tres flancos, entre 1519 y 1526, y a menudo pelearonentre sí por los territorios que suponían ricos en metal precioso.
Historia del istmo centroamericano262
A medida que las tropas españolas avanzaban sobre el istmo, los príncipesnativos se levantaban para oponerles resistencia. Pero una vez derrotados, los venci-dos alimentaban a la tropa del conquistador, cargaban sus bultos, y proveían logís-tica e información contra el vecino. Así, las rebeliones eran cada vez más exiguas,dirigidas por figuras de menor rango y fracasaban más rápidamente. Quedabanzonas en las selvas tropicales del istmo —El Petén, en Guatemala; la Taguzgalpa, enHonduras; la Tologalpa, en Nicaragua y la Talamanca en Costa Rica y Panamá— derefugio efectivo, que el español sólo dominaría parcial y lentamente dos siglos des-pués; pero éstas se ovillaban, estaban cada vez más aisladas y no alteraban el con-trol establecido sobre la mayor parte de la población, ni representaban un reto aldominio español.
La construcción de la colonia en Centroamérica fue una empresa de otro tipo.Del esclavismo y la minería de oro, los españoles pasaron a organizar una explota-ción fiscal en torno a la “encomienda” del tributo indígena en el norte del istmo;fundaron reales mineros para explotar la plata y establecieron ranchos y estanciasganaderas vinculados a las minas y las ciudades de las provincias del centro. Losnativos fueron congregados en pueblos, bajo la supervisión de los frailes y de supropia élite, responsabilizada de las obligaciones colectivas con la economía colo-nial. Los encomenderos pasaron de virtuales “señores de horca y cuchillo” a bene-ficiarios de una concesión fiscal, cuando la minería de plata permitió la articula-ción de una economía mercantil. Las ciudades españolas y los pueblos indígenasfueron dotados de gobiernos municipales. Asimismo, se organizó una burocraciaimperial con su centro en Santiago de Guatemala, y representada en cada provin-cia por alcaldes mayores, corregidores y gobernadores nombrados por el rey.
Con la introducción de nuevas plantas, animales, artes y oficios, medios decambio y relaciones mercantiles, la economía colonial centroamericana creció des-de mediados del siglo XVI hasta la segunda década del siglo XVII, cuando el comer-cio del istmo era el tercero del imperio atlántico español según el volumen de lamercancía embarcada en los puertos. Hacia 1630, la incapacidad del imperiopara proteger de la piratería las redes de tráfico tan extensas condujo, empero, alcolapso del sistema comercial de flotas y al consecuente aislamiento especialmentede las colonias pobres.
Durante las décadas intermedias del siglo XVII, siglo de “crisis” y de síntesis, laeconomía española decayó, la población indígena se estabilizó y el istmo fusionóelementos de las tradiciones indígenas y de los inmigrantes para producir sus pro-pias culturas sincréticas. Fue entonces cuando cristalizó la cultura del criollo, ex-presada en notables obras literarias, como La recordación florida, de FranciscoAntonio de Fuentes y Guzmán, y en las grandes catedrales. También el indio sinte-tizó una nueva cultura a partir de su tradición; es así como surgió el culto de lossantos y las vírgenes, que encarnaban a antiguas deidades paganas para las co-fradías indias. Marginados por definición del sistema colonial, los mestizos de
Introducción 263
casta todavía minoritarios ocuparon y dominaron pronto las áreas periféricas de lacolonia, en donde crearon su propio mundo social y se dedicaron a actividadesmarginales, que nadie más quería asumir. Muchas de las diferencias precolombi-nas se conservaron dentro de los mestizajes. En la antigua mesoamérica centro-americana los criollos aprendieron a comer maíz en tamales y pan, en tortilla yatol; en el sur chibcha, a comer arepas de yuca y pejibaye soasado.
A fines del siglo XVII, la ya asfixiada economía había derivado en el contraban-do. Los ingleses, apoderados desde 1650 de gran parte del Caribe y de San Andrésy Providencia, amenazaban la costa y terminarían por colonizar Belice, las Islas de laBahía y la Mosquitia. Los costarricenses desarrollaron toda una economía de planta-ciones de cacao, orientada por esa exportación, para ello importaron esclavos ne-gros que compraban a los ingleses.
El cambio dinástico y las primeras reformas administrativas de los Borbones aprincipios del siglo XVIII no fueron suficientes para restablecer la conexión con lapenínsula. Pero el programa de reformas modernizadoras, así como el estableci-miento de monopolios y compañías reales, la apertura de puertos y el fomento dela minería, terminaron por transformar las condiciones de producción y comercio eindujeron cambios sociales. La población creció con un nuevo ritmo y, a mediadosdel siglo XVIII, ya era predominantemente mestiza (aunque en Guatemala seguiríanprevaleciendo los indígenas). Se transformó asimismo la cultura oficial, que se con-cretó en el movimiento ilustrado de la Universidad de San Carlos en Guatemala.
La mala administración y las guerras napoleónicas quebraron al gobierno es-pañol y determinaron, a fines del siglo XVIII, la descomposición del imperio, del cualel Reino de Guatemala era una remota provincia secundaria. El alza de los impues-tos y otras reformas fiscales draconianas dieron al traste con la administración colo-nial y provocaron descontento general. Los movimientos insurgentes, especialmenteel de México, y la efervescencia popular obligaron a los notables reunidos en Guate-mala en 1821 a asumir la independencia. José del Valle, el más lúcido teórico de lailustración centroamericana, redactó el acta. Tres años después, una constituyenteproclamó la República compuesta por las Provincias Unidas de Centro América. Seconvocó a elecciones y ganó el liberal salvadoreño Manuel José Arce, contra quiense alzaron los gobiernos provincianos unos meses después. Ganaron la primeraguerra civil los liberales, cuyo jefe, Francisco Morazán, intentó gobernar la Fede-ración desde 1830 hasta 1838, cuando fue derrotado por los conservadores.
Como en otras regiones de América, los intereses locales impidieron la forma-ción de la nación, pero las antiguas jurisdicciones coloniales conservaron cierta co-herencia. En cada ex provincia del istmo se impusieron dictaduras conservadoras,empeñadas en restablecer el antiguo régimen. Centroamérica transitó luego por ladisolución, y perdió en el camino tiempo, territorio y dominio sobre sus recursos, loque obligó a una larga espera para la incorporación a la dinámica mundial, que enese momento se aceleraba con el surgimiento de nuevas potencias industriales.
Historia del istmo centroamericano264
No todo por cierto era oscuro. Los gobiernos conservadores buscaron nuevosproductos de exportación, como el algodón y el café. Manejaron hábilmente lascontradicciones entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, cuyo conflicto por el controldel futuro canal quedó teóricamente resuelto con el Tratado de 1850. El mayor logrode los conservadores fue neutralizar la amenaza, en cierto momento ominosa, delfilibusterismo, que pretendió apoderarse primero de Nicaragua y después del istmo.La “Guerra Nacional”, organizada por los gobiernos (encabezados por Rafael Ca-rrera en Guatemala, Santos Guardiola en Honduras, Juan Rafael Mora en CostaRica, el general José Dolores Estrada en Nicaragua, y Rafael Campo en El Salvador)expulsó a los filibusteros, cuyo jefe, William Walker, fue fusilado en Trujillo cuandointentó regresar en 1860.
El triunfo definitivo de los liberales en México y Colombia precipitó en los paí-ses del área una revolución liberal que, de 1871 a 1893, estableció gobiernosreformadores con una visión moderna de la economía y de la administración públi-ca. La revolución liberal nicaragüense triunfó en 1893 y se extendió durante el perío-do 1893 a 1909, año en el que concluye el gobierno del general José Santos ZelayaLópez. Esos regímenes reformaron las leyes y expropiaron los bienes de la Iglesia yde las corporaciones, para impulsar un nuevo desarrollo mercantil. Aprovecharon lanueva bonanza del mercado internacional y de las exportaciones del café para res-tablecer el comercio centroamericano con las economías centrales; en Honduras sereactivó la minería.
El inusitado auge del comercio y del café a finales del siglo XIX, trajo aCentroamérica una nueva prosperidad y permitió a los nuevos gobiernos reformarlos Estados incipientes y emprender programas de infraestructura y desarrolloinstitucional. Se construyeron ferrocarriles, teatros y palacios nacionales, se esta-blecieron bibliotecas, archivos y cátedras en las universidades. Los intelectualesparticiparon entusiastas. Por otro lado, los estadounidenses promovieron la sece-sión de Panamá y construyeron su soñado “canal americano”, que convertiría elistmo en región estratégica para el comercio mundial y reforzaría sus nexos con losEstados Unidos. La prosperidad atrajo nuevas migraciones de europeos, estadouni-denses y levantinos, quienes se dedicaron a trabajar y enriquecieron la economía yla cultura local.
La bonanza atrajo además un tráfico naviero de vapores, que abarataron losfletes y permitieron el transporte en gran escala del banano a los Estados Unidos. Lademanda de ese nuevo producto acarreó un desarrollo agrícola en el litoral delmar Caribe. Los norteamericanos rápidamente se apropiaron del tráfico, por la víade las concesiones ferrocarrileras, que les facilitaba el acceso a las tierras. Surgieronasí los enclaves norteamericanos que, al mismo tiempo, significaron un desarrollo sinprecedentes del litoral. Sin embargo, la fragilidad del desarrollo dependiente quedómanifiesta cuando sobrevino la crisis financiera mundial de 1930 y la contracción dela demanda de nuestros productos “de postre”, el café y el banano.
Introducción 265
La crisis económica desembocó en movimientos sociales, entre los cuales destacael de 1932 en El Salvador. Sobrevino entonces el establecimiento de regímenes dictato-riales: Maximiliano Hernández Martínez, Jorge Ubico, Tiburcio Carías y AnastasioSomoza García se encargaron de garantizar las inversiones y sofocar las protestas. Ensus manos entraron estos países a la Segunda Guerra Mundial contra el Eje. Solamenteen Costa Rica y Panamá se mantuvieron regímenes encabezados por políticos civiles.
La Segunda Guerra Mundial consolidó la reorientación de Centroamerica ha-cia los Estados Unidos. Los dictadores invirtieron los réditos de la recuperacióneconómica de la posguerra en obras públicas. Pero el crecimiento y el nuevo climainternacional creaba ya, hacia 1944, un ambiente incómodo para las dictadurasquinceañeras. Por entonces, el desarrollo de las comunicaciones —la radiodifusióny la prensa escrita— estimulaba una opinión pública alerta, ampliando los vasoscomunicantes del istmo. Cayeron Ubico y Hernández Martínez en 1944. Guatema-la eligió presidente a Juan José Arévalo; con su ayuda, José Figueres dirigió unarevolución victoriosa y eliminó el ejército en Costa Rica. Al final cayó Carías enHonduras. Los regímenes “progresistas” dieron paso a un fermento social y a unaapertura política a mediados del siglo.
Las organizaciones populares recuperaron con creces la fuerza reprimida y seconvirtieron en agentes políticos eficaces, al organizar huelgas importantes que apo-yaban a los gobiernos reformistas. Con desfases temporales y la excepción parcialde Nicaragua, los regímenes reformadores establecieron una serie de adelantos:leyes laborales y agrarias, sufragio universal y el seguro social. Entablaron, además,las negociaciones que propiciaron la integración del Mercado Común Centroameri-cano. Se inicia entonces un período de nuevo crecimiento industrial e integracióncomercial y un proceso de urbanización acelerada.
Pronto, sin embargo, el ritmo de cambio resultó molesto para los inversionistasextranjeros y para el capital local. La guerra de Corea precipitó una mentalidad de“guerra fría” mientras que, con patrocinio de la Unión de Repúblicas SocialistasSoviéticas, los comunistas nativos se radicalizaron. En Guatemala, la contrarrevolu-ción derrocó al gobierno de Jacobo Arbenz con apoyo norteamericano. El creci-miento económico continuó durante otro par de décadas, con efectos deformadoresy polarizantes.
Salvo en Costa Rica, en los demás países continuaron, por la vía del golpe,dictaduras militares, apoyadas por sectores conservadores, que veían en los regí-menes de fuerza la tabla de salvación para continuar su control. Los militarescooptaron la burocracia para controlar una situación inestable, reprimiendo a losmovimientos guerrilleros incipientes. Sistemáticamente se produce entonces un di-vorcio entre la clase intelectual y el poder, que queda aislado y sin ideólogos.Hacia 1969, la mal llamada “Guerra del Fútbol” entre Honduras y El Salvadorpone de manifiesto las contradicciones soterradas, así como el costo y la peligrosi-dad de la dictadura militar.
Historia del istmo centroamericano266
Los generales Oswaldo López Arellano, en Honduras, y Omar Torrijos, en Pa-namá, intentaron, emulando al gobierno reformista del general Juan Velasco Alvaradoen Perú, arrebatarle banderas a la izquierda con programas populistas, que no pu-dieron sostenerse, aunque Torrijos negoció la recuperación progresiva de la zona delcanal. Hacia 1974, sin embargo, el encarecimiento del petróleo y el descenso del valorde nuestros productos tradicionales de exportación invirtieron los términos de inter-cambio comercial y le plantearon a los países del istmo nuevos problemas, doble-mente complicados en Honduras y Nicaragua por devastadores terremotos y hura-canes, que pusieron de rodillas a sus economías. De inmediato, sirvió como mitigantela disponibilidad de créditos blandos que ofreció la banca internacional, pero esosrecursos se gastaron en proyectos mal concebidos, sentando las bases de una ago-biante deuda externa y alimentando la corrupción. Entraban en crisis un modelo decrecimiento económico concentrador y excluyente, y uno político de gobierno militarrepresivo.
La más armada de las dictaduras, la dinastía de los Somoza en Nicaragua,sucumbió, en 1979, ante una rebelión pluriclasista con la que comenzó el experi-mento “sandinista” que precipitó la devolución de los gobiernos a manos civiles enHonduras, El Salvador y Guatemala. Pero las imprudencias del novel régimen nica-ragüense provocaron grandes tensiones y la intransigencia de la administración nor-teamericana del presidente Reagan, cuya respuesta fue una guerra “secreta y sucia”que derramó sangre inocente, inhibió el posible desarrollo económico de la región eincrementó todavía más la deuda externa. El colapso de la Unión Soviética, laprudencia de los gobernantes civiles y la astucia del pueblo nicaragüense en lasurnas desactivaron la tragedia inminente de un enfrentamiento regional.
Mientras tanto, entre 1940 y 1990 la degradación ambiental había corridopareja con la urbanización y el avance de la frontera agrícola mercantil. Después deque la economía agroexportadora se apropiara de los valles fértiles y la franja delcafé, los campesinos migrantes avanzaron sobre las selvas tropicales casi vírgenes,donde la tala de árboles y las siembras en laderas provocaron desecamiento, erosióne inundaciones cada vez más graves. El incremento absoluto y relativo de la miseriapor retraso y polarización mantuvo un continuo desperdicio de recursos humanos yuna devastación de los recursos naturales, que condujo a una crisis ambiental, quesólo se ha detenido en Costa Rica.
Los medios masivos de comunicación subvirtieron las estructuras mentalestradicionales y las culturas de nuestros pueblos; crearon un régimen de opiniónpública pero también de enajenación colectiva. Con el divorcio de la clase pensan-te, la cultura oligárquica entró en crisis al tiempo que la cultura popular se vioasediada por la globalización alienante. Gran parte de la población vive aúndesorientada, entre la desesperanza y la incertidumbre, la carencia de solidaridad y lamentalidad de la selva. Esto se traduce en violencia consuetudinaria, delincuenciae inseguridad.
Introducción 267
En la última década, Centroamérica se ha transformado profundamente y el pa-norama luce esperanzador, aun bajo el fardo pesado de los “ajustes” económicosimpuestos. Algunas de nuestras economías, especialmente en Honduras y Nicaragua,caminan aún sobre un campo minado por la deuda, pero tienen nuevas perspectivas einversiones. Los gobiernos civiles asumen un verdadero control y combaten la corrup-ción, al tiempo que luchan por una integración. La empresa privada, que ha visto unanueva oportunidad, empieza a repatriar el capital que exportó y surgen nuevos gruposde poder, financieros y exportadores de productos no tradicionales. La sociedad civilmadura y se apresta a asumir su nueva responsabilidad. La firma de la paz en ElSalvador y Guatemala augura un nuevo desarrollo pacífico. Los movimientos étnicoshan conseguido respuestas políticas que prometen disminuir su marginación social.Los premios nobeles de Óscar Arias y Rigoberta Menchú son emblemas de esa nuevacondición y de cierto reconocimiento en la comunidad internacional.
Nuestro reto es construir sobre la base de la reunificación, que ya han plan-teado nuestros presidentes en la ONU, una patria grande que ofrezca oportunida-des para todos, con una cultura de identidad en la diversidad, con paz y demo-cracia, y con el compromiso compartido de conservar el medio ambiente quepueda garantizar la calidad de vida del futuro. Esa gran tarea exige, en primerlugar, que nos eduquemos para ella y esa educación es el fin de este texto. Hantrabajado en él durante dos años los mejores historiadores del istmo, por inicia-tiva de los ministros de Educación y Cultura. Depende ahora de los estudiantes ylos maestros que esta obra cumpla con la finalidad de sustentar una concienciacentroamericanista perdurable.
David Tischler
Sin título (Serie Pies de Barro)
Fotografía
1997
Costa Rica
El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 271
INTRODUCCIÓN
l proceso de independencia de las colonias americanas de España puede
comprenderse primordialmente en el contexto de las confrontaciones ideo-
lógicas y de los conflictos armados de finales del siglo XVIII y las primeras
décadas del siglo XIX. Durante el siglo XVIII, también conocido como de la
Ilustración o Siglo de las Luces, apareció por primera vez la noción de progreso. El
creciente control sobre la naturaleza, gracias al avance de la ciencia y la innovación
tecnológica, dio una perspectiva de cambio. Los pensadores europeos aplicaron al
funcionamiento de la sociedad lo que habían aprendido de la racionalidad de la natu-
raleza, cuestionando el derecho de los reyes a gobernar, y explorando nuevas formas
de organización política. La independencia, en 1776, de las 13 colonias inglesas de
Norteamérica, que luego constituirían los Estados Unidos, y la Revolución Francesa
de 1789 fueron momentos de ruptura en los que se llevaron a la práctica las ideas de
la Ilustración. Irrumpió entonces la forma de gobierno republicana y representativa
como alternativa al absolutismo monárquico, lo cual contribuyó a desencadenar un
período de constantes guerras, entre 1792 y 1815. Confrontaciones bélicas que de-
bilitaron el poder de España sobre sus colonias, y aceleraron el libre comercio de
ideas y mercancías.
Aunque las ideas de la Ilustración tuvieron un impacto tardío en áreas periféri-
cas como Centroamérica y Panamá, las élites de las colonias más ricas tuvieron acce-
so a la literatura de la época (de la cual una gran parte estaba prohibida) e incluso
viajaron a Europa, donde fueron testigos de los nuevos acontecimientos. Precursores
como Francisco Miranda sembraron la semilla de la insurrección, pero, a pesar de la
crisis económica y militar, predominó la lealtad hacia la metrópoli.
E
La independencia de
las 13 colonias inglesas
de Norteamérica.
Medalla conmemorativa
de la Independencia del
Reino de Guatemala.
Historia del istmo centroamericano272
as condiciones que se vivieron
en los reinos de Guatemala y
de Tierra Firme o Panamá fue-
ron muy diferentes durante el si-
glo XVIII y, especialmente, en las últimas
décadas de la Colonia. El primer reino
había logrado vincularse fuertemente al
mercado europeo después de 1760 gra-
cias a la producción de añil, un tinte que
adquirió un valor estratégico por la de-
manda de la fabricación textil inglesa. A
partir de 1792, sin embargo, la interrup-
ción de las comunicaciones con España
a causa de las guerras generadas por la
Revolución Francesa, la creciente produc-
ción de añil en la India y una serie de
plagas que atacaron los plantíos causa-
ron una seria crisis económica.
En contraste, Panamá había deja-
do de ser, desde 1740, el punto de paso
obligado de la plata peruana hacia las
famosas ferias de Portobelo, en el mar
Caribe, lo que provocó medio siglo de
depresión económica y aislamiento. Pero,
LOS PROCESOS CONTRASTANTES AL FINAL DE LA COLONIA
LHacienda de añil
Obraje de añil en el siglo XVIII
El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 273
a partir de 1792, el istmo recuperó su
papel preponderante como vía de comu-
nicación entre ambos océanos al conver-
tirse en un anexo, de hecho, del emporio
comercial inglés de Jamaica, con el con-
trabando cuando España estaba en gue-
rra con Inglaterra o con el comercio legal
en tiempos de paz. Así, mientras en el
Reino de Guatemala se vivió la transición
hacia la independencia en medio de nu-
barrones que amenazaban tormenta, en
el Reino de Tierra Firme se disfrutó de una
efímera primavera.
Estas condiciones económicas con-
trastantes se reflejaron en procesos socia-
les y políticos divergentes. Los comercian-
tes de la ciudad de Guatemala dejaron
de ser los intermediarios obligados con el
mercado mundial, lo que aprovecharon
las élites provinciales para establecer sus
propios nexos con el exterior. Por ello, el
poder de la oligarquía guatemalteca se
vio cada vez más circunscrito a la capital
y a los pueblos de indios del altiplano. En
contraste, los comerciantes panameños
aumentaron su poder gracias al resurgi-
miento del comercio transístmico.
La crisis económica y militar de la
metrópoli se transformó en una crisis po-
lítica cuando Napoleón Bonaparte, em-
perador de Francia, consiguió que el rey
de España y su heredero abdicaran al
trono en 1808. El gobernante impuesto,
un hermano de Napoleón, fue rechaza-
do por sus súbditos españoles y america-
nos. Así, al mismo tiempo que se enfren-
taba a los invasores franceses, se convocó
a elección de diputados para gobernar
en nombre de Fernando VII, el príncipe
heredero prisionero, y redactar la prime-
ra constitución escrita de España y su
imperio.
Catedral de Guatemala,
en el siglo XIX.
Napoleón Bonaparte
Historia del istmo centroamericano274
soberanía residía en la nación, se ins-
tauraron los principios de representati-
vidad e igualdad, se reforzaron las ins-
tancias del gobierno local y se retomaron
otras ideas de la Revolución Francesa.
Por otra parte, el liberalismo de 1812
tenía sus rasgos conservadores. Por eso,
se declaró la religión católica como la
única permitida y se mantuvo el princi-
pio monárquico.
En el caso de Centroamérica, el
proceso constitucional, que abarcó de
1810 a 1814, hizo aflorar los conflictos
del último siglo del coloniaje. Las instruc-
ciones que dieron los cabildos españoles
a sus diputados indicaban que se debía
limitar el poder de la oligarquía de la ciu-
dad de Guatemala. Irónicamente, las éli-
tes provinciales deseaban que la lejana
metrópoli les protegiera del centro regio-
nal de poder.
La conspiración de San
Salvador, en 1811.
La primera experiencia
constitucional
La elección de los diputados a las Cortes,
como se llamó a la asamblea constituyen-
te, y las ideas que se plasmaron en la
Constitución de 1812 dejaron una pro-
funda huella entre los primeros “libera-
les”, como se denominó a sus defenso-
res. En efecto, aunque se declaró que la
La Constitución de Cádiz
de 1812.
El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 275
Revueltas, conspiración
y represión
Mientras las élites participaban en el pro-
ceso constitucional, otros sectores reac-
cionaron violentamente contra la nueva
situación. Revueltas populares, con la
ocasional participación de las élites, es-
tallaron en varios pueblos y ciudades de
El Salvador y Nicaragua, en 1811 y
1814. El origen de estos movimientos fue-
ron las dos décadas de crisis económica
que les precedieron, los donativos que se
exigían para la defensa de la metrópoli y
las tensiones provocadas por la desapa-
rición del lejano monarca, base de la le-
gitimidad imperial. Ninguno de estos
movimientos tenía como meta la indepen-
dencia, sino exigir que se aliviaran las
cargas fiscales, así como defender los
derechos y prerrogativas que cada gru-
po étnico había obtenido del gobierno
colonial.
Estos movimientos dieron lugar a
una represión que llenó las cárceles de
la ciudad de Guatemala, coadyuvando
a la organización del único movimiento
claramente independentista: la conjura-
ción de Belén. En ella participaron perso-
nalidades de la ciudad de Guatemala y
otros de provincia, como fue el caso de
Tomás Ruiz, sacerdote indígena oriundo
de Nicaragua. Fue descubierta en 1813
gracias a una traición, cuando apenas
se estaban fraguando los planes para una
insurrección que liberaría a los presos
políticos, detendría a las autoridades es-
pañolas y proclamaría la independencia.
Centroamérica se encontraba entre dos
zonas de conflicto, porque la crisis políti-
ca de la metrópoli facilitó el éxito de los
movimientos independentistas sudameri-
canos y la rebelión popular que encabe-
zaron en México Hidalgo y Morelos. Por
ello, algunos funcionarios españoles, ante
estos acontecimientos, entorpecieron o im-
pidieron el pleno funcionamiento de la
Constitución. La actitud represiva del ca-
pitán general del Reino de Guatemala,
José de Bustamante y Guerra, conocido
como “terror bustamantino”, contrastó con
la que aplicó en Panamá el virrey Benito
Pérez, quien, gracias a las campañas de
Bolívar, carecía de virreinato que gober-
nar, pero respetó el orden constitucional.
José Bustamante y Guerra,
capitán general
de Guatemala.
José María Morelos y Pavón,
líder de la rebelión popular
mexicana.
Historia del istmo centroamericano276
Del último período
absolutista al segundo
período constitucional
l regreso de Fernando VII en
1814, significó la abolición de
la Constitución de 1812 y la res-
tauración del absolutismo mo-
nárquico, pero la metrópoli fue incapaz
de modificar la dinámica creada en los
años anteriores. El monopolio comercial
no se llevaba a efecto, las élites provin-
ciales de Centroamérica se fortalecieron
y el poder efectivo de los funcionarios im-
periales disminuyó. Además, las campa-
ñas de Simón Bolívar progresivamente
expulsaron a los españoles de Colom-
bia y una nueva generación de rebeldes
mexicanos identificados con los intere-
ses de la élite criolla luchó contra los es-
pañoles.
Cuando en 1820 una rebelión mi-
litar en España impuso la Constitución de
1812, los liberales americanos tenían la
capacidad de exigir que sus derechos
constitucionales fueran respetados. Ade-
más de nuevos procesos electorales, el
fenómeno más significativo de este perío-
do fue el desarrollo del periodismo como
medio para debatir sobre distintos y con-
trastantes proyectos de la sociedad. En la
ciudad de Guatemala, los periódicos El
Amigo de la Patria, bajo la dirección de
José Cecilio del Valle, y El Editor Consti-
tucional, con Pedro Molina como direc-
tor, entraron en debate sobre temas como
el libre comercio, la educación y la mo-
ralidad. En Panamá, la imprenta se in-
trodujo en 1820 para publicar La Misce-
lánea, cuyo cuerpo de redacción estaba
compuesto por miembros de las princi-
pales familias de comerciantes.
Aunque estos órganos informativos
contribuyeron a la discusión en la que
se concibió la idea de romper los lazos
con la metrópoli, no fueron menos impor-
tantes los condicionantes externos. Las
Cortes españolas del segundo período
constitucional (1820-1821) fueron mucho
Regreso de Fernando VII
al trono tras la caída
de Napoleón.
E
LA INDEPENDENCIA DE ESPAÑA
El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 277
más radicales que las del primer período
(1810-1814). Así, por ejemplo, decreta-
ron la disolución de todas las órdenes
religiosas e incautaron sus bienes. Las
sociedades coloniales americanas eran
más devotas y reconocían a las órdenes
como pilares de la sociedad, además, los
miembros de las élites habían ingresado
en ellas generación tras generación.
Mientras que en el primer período consti-
tucional los americanos se habían aliado
frecuentemente con los liberales españo-
les, ahora estos últimos estaban aproban-
do leyes incompatibles con la ideología
de las élites coloniales. Además de este
conflicto a nivel de las ideas, para 1821
era imposible ignorar el acelerado ritmo
que habían tomado las campañas en Co-
lombia y México. Si las élites de Centro-
américa no tomaban la iniciativa, corrían
el peligro de que una expedición militar
les impusiera la independencia. También
tiene que haberles preocupado la posibi-
lidad de que se gestaran movimientos más
o menos violentos que proclamaran la
independencia desde las clases popula-
res de la sociedad, tal como se eviden-
ciaría en el acta de la independencia.
Simón Bolívar, prócer
de la independencia
sudamericana.
Los procesos de independencia
de América Central
obedecieron a sus procesos
complementarios
y contrastantes. Como México,
el Reino de Guatemala buscó
una independencia
conservadora con la cual
mantener buena parte
de la herencia colonial.
En contraste, Panamá
se inspiró en la Ilustración
y su líder fue Simón Bolívar.
LA INDEPENDENCIA EN CENTROAMÉRICA Y PANAMÁ
M A R C A R I B E
O C É A N O PA C Í F I C O
V i r r e i n a t od e N u e v aG r a n a d a
México(24 de agosto de 1821)
V i r r e i n a t o d eN u e v a E s p a ñ a
Chiapas(8 de septiembre de1821)
Guatemala(15 de septiembre de1821)
San Salvador(21 de septiembre de1821)
Comayagua(28 de septiembre de 1821)
León(28 de septiembre de 1821)
Cartago(13 de octubre de 1821)
Panamá(28 de septiembre de 1821)
Historia del istmo centroamericano278
independencia hicieron correr la voz en
los barrios capitalinos la noche del día
14, con el fin de tener una multitud para
presionar a los españoles. Aunque en
la reunión José Cecilio del Valle propuso
que no se tomara ninguna determinación
hasta que se consultara a las provincias,
la votación dio el triunfo a quienes desea-
ban que se proclamase el mismo día. En
el acta se declaró al Reino de Guatemala
independiente de España y de México,
se nombró una Junta Provisional Consul-
tiva bajo la presidencia del capitán ge-
neral y se convocó a un congreso de los
delegados de las provincias. A pesar de
que el capitán general Gaínza y otros
miembros de la oligarquía guatemalteca
ya habían tenido correspondencia con
Iturbide, les fue imposible imponer la
anexión a México en esa ocasión.
La reacción de las provincias a la
declaración de independencia firmada en
José Cecilio del Valle, redactor
del Acta de Independencia
de Guatemala.
La independencia
conservadora
de Centroamérica
Los acontecimientos que se desarrollaban
en México eran de particular relevancia
para Centroamérica. Agustín de Iturbide,
con un programa conservador que pro-
metía la independencia sin afectar los in-
tereses de las élites, logró aglutinar a su
alrededor a quienes luchaban contra los
españoles. Cuando se hizo evidente que
Iturbide estaba a punto de entrar en la
Ciudad de México, la provincia de Chia-
pas, fronteriza con la entidad política que
estaba a punto de nacer, proclamó al
mismo tiempo su independencia y su
anexión a México.
Este hecho forzó al capitán gene-
ral Gabino Gaínza a convocar a una reu-
nión de todas las autoridades civiles,
eclesiásticas y militares para el día 15 de
septiembre de 1821. Los partidarios de la
Firma del Acta
de Independencia,
15 de septiembre de 1821.
El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 279
la ciudad de Guatemala puso de mani-
fiesto la pérdida de la hegemonía capita-
lina. El Salvador declaró su independen-
cia absoluta; en Comayagua prevaleció
la anexión a México pero independiente
de Guatemala; León de Nicaragua y Cos-
ta Rica se proclamaron independientes de
la metrópoli y de la antigua capital; Gra-
nada se independizó de España pero si-
guió fiel a la capital. La vida indepen-
diente y la tormenta política se habían
iniciado al mismo tiempo.
Panamá: el sueño
del emporio comercial
Mientras en Centroamérica la declara-
ción de independencia se logró sin en-
frentar ninguna oposición militar, en Pa-
namá existieron otras condiciones. Como
el istmo era un punto estratégico, había
tropas españolas acuarteladas en la ca-
pital como retaguardia de una expedi-
ción para reconquistar el territorio que
actualmente es Ecuador. Igual que en
Guatemala, fue la decisión de un pue-
blo subordinado la que sirvió de deto-
nante: la Villa de los Santos se declaró
independiente, aunque sin especificar
cuál sería su forma de gobierno. Este
hecho aceleró los preparativos de los in-
surgentes, con la complicidad de un go-
bernador criollo. La desmoralización de
la tropa permitió que los comerciantes pa-
nameños apoyaran a los soldados espa-
ñoles para que desertaran, garantizán-
doles su retorno a territorios leales a su
rey. Paralelamente, se organizaron so-
ciedades patrióticas que agrupaban a los
artesanos bajo el liderazgo de los maes-
tros de gremio con más influencia en el
pueblo.
Para el 28 de noviembre de 1821
los efectivos militares habían sido diez-
mados y los partidarios de la indepen-
dencia pidieron una reunión de autori-
dades civiles, eclesiásticas y militares en
cabildo abierto, en presencia de una
multitud. En el acta aprobada se procla-
maron la independencia de España, la
adhesión a la Gran Colombia y la conti-
nuidad en sus puestos de los funciona-
rios, adictos al nuevo régimen.
En el antiguo Reino de Tierra Firme
no era factible la creación de un Estado
soberano por varias razones. La más im-
portante era que el papel estratégico del
istmo lo convertiría en el principal objeti-
vo de una reconquista española, y con su
escasa población era quimérico suponer
que podría defender su independencia.
Además, los líderes de la élite estaban
convencidos de que con la protección de
un Estado poderoso como la Gran Co-
lombia el istmo se tranformaría en un em-
porio comercial al cual confluirían naves
de todos los mares.
Sin embargo, como en el caso de
Centroamérica, la crisis política de las dos
décadas siguientes puso de manifiesto a
la, ahora provincia colombiana, el com-
plejo y conflictivo proceso de construir un
Estado independiente.
Gabino Gaínza, último
capitán general
de Guatemala.
Agustín de Iturbide,
emperador de México.
Historia del istmo centroamericano280
El proyecto de espacio político
ajo la amenaza de reconquista es-
pañola, los problemas fiscales he-
redados de la Colonia y la frag-
mentación provocada por la
independencia ¿cómo enfrentaron las éli-
tes centroamericanas el autogobierno?
Desde los últimos años de la Colonia ya
se identificaban en la ciudad de Guate-
mala dos grupos, los “cacos” (ladrones)
y los “serviles”. Los primeros eran libe-
rales que no temían las consecuencias de
la apertura al mercado mundial, mien-
tras que los segundos, sin pregonar vir-
tudes en el orden colonial, recomenda-
ban cautela ante los posibles efectos so-
ciales que provocaría esa medida. Pero
éstos no constituían entonces ni confor-
maron posteriormente grupos homogé-
neos: las lealtades cambiaban de acuer-
do a las circunstancias. Por ello, más que
por la confrontación de dos grupos cla-
ramente definidos, este período se carac-
terizó por la contradicción entre los inte-
reses de la capital y los de las provincias,
por conflictos entre estas últimas y en el
interior de cada una.
La anexión a México no fue parte
de la declaración de independencia de
la ciudad de Guatemala, pero quienes
LAS EXPERIENCIAS FEDERALES, 1821-1830
B
Soldados mexicanos
El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 281
buscaban la integración a una entidad
política mayor en ocasiones prevalecie-
ron en la capital, así como en la mayoría
de los cabildos, posición que reforzó una
fuerza de expedición mexicana. El apo-
yo o la oposición al imperio mexicano de
Agustín de Iturbide exacerbaron el fac-
cionalismo, provocando conflictos tanto
entre las provincias como en su seno.
Desde este período los gobernantes de
Guatemala y El Salvador utilizaron las
agresiones bélicas como forma de impo-
ner su opción política, de forma que la
hegemonía se obtenía mediante la fuer-
za. Por lo tanto, el eje San Salvador-Gua-
temala, centro de la vida económica cen-
troamericana durante el siglo XVIII, entró
en una profunda crisis ante los embates
de las contribuciones forzosas, las requisi-
ciones, el costo del acantonamiento de tro-
pas y la incautación o destrucción de los
bienes del enemigo. Paralelamente se
desataron conflictos entre los centros ur-
banos provinciales, de forma que sólo San
Salvador y Guatemala lograron conser-
var su preeminencia: Comayagua perdió
terreno frente a Tegucigalpa en Hondu-
ras, León entró en conflicto con Granada
y una confrontación militar provocó el
traslado de la capital costarricense de
Cartago a San José. Aunque el imperio
duró poco más de un año, México retiró
su ejército y renunció a la soberanía so-
bre Centroamérica, Chiapas fue segrega-
da para siempre y la creación de la nue-
va entidad política tuvo lugar en medio
de los conflictos que se vivían en todos
los niveles.
Vista de León, Nicaragua,
en el siglo XIX.
Historia del istmo centroamericano282
El surgimiento de nuevos
espacios políticos
La resistencia al poder de la capital en
1810, la represión de las rebeliones anti-
fiscales en 1811 y 1814, las sangrientas
confrontaciones causadas por la anexión
a México y los conflictos entre las locali-
dades, fueron antecedentes que dificulta-
ron la formación de las Provincias Unidas
de Centro América. La desastrosa situa-
ción fiscal y la necesidad de detener la
espiral de violencia política recomenda-
ban un sistema centralista con un poder
ejecutivo fuerte que sustituyera a las des-
aparecidas autoridades españolas, pero
sus detractores veían en esta opción una
maniobra para mantener el poder de
Guatemala. Por otra parte, los procesos
políticos iniciados en algunas provincias
eran irreversibles y los funcionarios repu-
blicanos estaban lejos de tener la legiti-
midad de la que el monarca español gozó
a lo largo de tres siglos. Por lo tanto, no
había otra alternativa sino otorgarle ca-
pacidad de decidir al poder local median-
te la adopción de un sistema federal.
La tensión entre centralistas y fede-
ralistas se reflejó en las disposiciones de
la Constitución emitida a finales de 1824.
El antiguo Reino de Guatemala se convir-
tió en una República Federal dividida en
cinco Estados, cada uno con su propia
Carta Magna. Tanto la Constitución fede-
ral como las estatales adoptaron la divi-
sión de poderes (ejecutivo, legislativo y
judicial) concebida durante el siglo XVIII.
Además, el legislativo federal se dividió
en Asamblea y Senado, la primera com-
puesta por representantes electos de acuer-
do a la población y el segundo por un nú-
mero fijo de senadores por estado. Esta
medida pretendía limitar el peso político
del Estado de Guatemala, que concentra-
ba a la mayoría de la población y podía
controlar al gobierno nacional. Sin embar-
go, la Constitución federal contenía múlti-
ples contradicciones internas, no definía
cuál sería la capital federal e ignoraba el
grave problema fiscal.
La Constitución federal no concilió
los intereses locales y los nacionales, y su
aplicación generó más conflictos. La anar-
quía continuó en Nicaragua, el ejército fe-
deral invadió Honduras y El Salvador, las
autoridades del Estado de Guatemala y el
gobierno federal entraron en conflicto, los
Estados se apropiaron de los impuestos de
la República y Costa Rica amenazó con la
secesión. En contraste con la mayoría de
Hispanoamérica, durante la primera dé-
cada de vida independiente centroame-
ricana no hubo un caudillo que aglutina-
ra a su alrededor las distintas fuerzas
políticas. Aunque a finales de esta década
apareció la figura de Francisco Morazán,
el proyecto federal con el cual se identificó
ya había iniciado un prolongado proceso
de disolución.
La idea de democracia de este pe-
ríodo difería sustancialmente de la que te-
nemos hoy en día. Aunque las masas apo-
yaron algunos procesos y los soldados
Francisco Morazán,
símbolo del unitarismo
centroamericano.
Escudo de la República
Federal de Centro América.
El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 283
provenían de los sectores populares, su
participación en los conflictos de las élites
no garantizó el cumplimiento de sus aspi-
raciones. De manera similar a la práctica
en otros países de América y Europa, los
derechos fundamentales de elegir y ser
electo estaban restringidos a una minoría,
puesto que era necesario tener cierto nivel
de ingresos para ser ciudadano activo. Sin
embargo, aunque continuó la estructura
social de la Colonia, hubo cambios como
la abolición de la esclavitud, la concesión
de derechos a los hijos ilegítimos y, quizá
la ruptura más significativa con el orden
colonial, los indios perdieron su situación
de perpetuos menores de edad protegidos
por el Estado. Esta última medida, adop-
tada en nombre de la igualdad, los perju-
dicó: continuaron ocupando el nivel más
bajo de la escala social mientras la pobla-
ción ladina aprovechó la nueva situación
para ocupar sus tierras y, gracias a sus
alianzas con las élites, se convirtieron en
un sector políticamente importante.
La decepción de la élite
panameña
Mientras en Centroamérica las oligarquías
locales luchaban por construir una entidad
política viable que no afectara sus intere-
ses, la anexión de Panamá a Colombia ga-
rantizó estabilidad, aunque la pretensión
de convertirse en emporio comercial pron-
to se desvaneció. El tránsito transístmico
mantuvo su vitalidad, ya que por allí se
transportaban las tropas que lucharon por
liberar Sudamérica al mando de Bolívar,
pero, una vez concluidas las campañas li-
bertadoras, el papel estratégico de Pana-
má decayó notablemente. Aunque el ais-
lamiento del istmo evitó que su territorio
fuera campo de batalla de los conflictos
políticos y militares de Colombia, la élite
panameña elaboró un proyecto para ase-
gurar la importancia del istmo en el comer-
cio internacional. En 1826 se gestó el mo-
vimiento anseatista, un confuso esquema en
que, sin declarar la independencia de Co-
lombia, se ponía al istmo bajo la protec-
ción de una liga formada por Francia, Gran
Bretaña y los Estados Unidos. Esta liga ga-
rantizaría la neutralidad del corredor co-
mercial panameño, lo cual permitiría ex-
plotar el recurso geográfico y salir de la
crisis económica. Sin embargo, un repre-
sentante de Bolívar impuso por la fuerza
de las armas la Constitución colombia-
na de 1826, y la pretensión de los comer-
ciantes, columna vertebral de la élite istme-
ña, de convertir al istmo en un emporio
comercial tuvo que esperar varias décadas.
Facsímil de la Constitución
de la República Federal de
Centro América, 1824.
Historia del istmo centroamericano284
enos de una década después
de la independencia, la crea-
ción de las Provincias Unidas
de Centro América y la ane-
xión panameña a Colombia desencanta-
ron a las élites que las habían promovi-
do. Razón por la que obedeciendo a sus
intereses, en Centroamérica llegaron a
constituirse siete Estados en diferentes mo-
mentos del período 1831-1842. Pero,
más que el resultado del funcionamiento
de la política dentro de marcos clara-
mente definidos, el fracaso de los espacios
políticos institucionalizados hizo que la evo-
lución de estas entidades se rigiera por el
conflicto militar.
La disolución de la Federación
centroamericana
Durante este período, la existencia de la
Federación estuvo íntimamente ligada al
destino del único caudillo de dimensión
centroamericana: Francisco Morazán.
Con su genio militar controló Guatema-
la, El Salvador y Honduras, mientras que
su habilidad política le permitió negociar
con sectores conservadores como el cam-
pesinado hondureño, y apoyar el esta-
blecimiento de un gobierno liberal en
Guatemala. Trasladó la capital federal a
San Salvador para poner fin a las ten-
dencias centralistas defendidas por par-
te de la élite guatemalteca, pero la fuer-
za de las armas no le permitió mantener
con vida las instituciones republicanas:
el estado de guerra impidió los proce-
sos electorales.
A la sombra del caudillo se realizó
el experimento liberal más radical de la
Centroamérica de esa época: el gobier-
no de Mariano Gálvez, en Guatemala.
El proyecto liberal se basó en la idea de
una república compuesta por pequeños
y medianos propietarios, partiendo de la
suposición de que la tierra y la especula-
ción eran la llave del ascenso social. Sos-
tenía que lo único que mantenía vivas a
las grandes instituciones coloniales, repre-
sentadas por las comunidades indígenas
y la Iglesia, era la baja rentabilidad de la
tierra y del capital. Ese fue el móvil por el
cual los liberales las atacaron de frente,
bajo el alegato de la necesaria igualdad
ciudadana en el seno del sistema repu-
blicano.
Asimismo, los liberales considera-
ron que la jerarquía social se debía defi-
nir, en gran medida, a partir del acceso
a los cargos públicos. A raíz de la inde-
pendencia, estos puestos habían queda-
do dominados mayoritariamente por las
élites de origen colonial (en especial la
CENTROAMÉRICA 1831-1843: SIETE ESTADOS, MIL CONFLICTOS
MMariano Gálvez, jefe de Estado
de Guatemala.
El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 285
de la ciudad de Guatemala). Sin embar-
go, con la instauración del sistema repu-
blicano federal en 1824, se abrió una
oportunidad de ascenso social para los
sectores medios urbanos y las élites re-
gionales, entablándose una polémica
con los conservadores sobre la legitimi-
dad de los nuevos actores políticos.
Además, los liberales fueron los
primeros en romper la regla de oro de
la política colonial: la permanente ex-
clusión de las masas de cualquier expre-
sión o actividad política. Lo ejemplifica
la célebre insurrección dirigida por Cle-
to Ordóñez durante la guerra civil de Ni-
caragua, en el año 1823. En seguida sur-
gieron en el contexto centroamericano
otros conflictos sociales interclasistas de
gran envergadura: la insurrección indí-
gena de los nonoalcos en El Salvador,
en 1833, al mando de Anastasio Aqui-
no y la de La Montaña en Guatemala,
acaudillada por Rafael Carrera, entre
1837 y 1839.
Inspirado por el ideario liberal, el
jefe de Estado Gálvez intentó secularizar
la sociedad, reformar el sistema judicial
e imponer nuevos impuestos en Guate-
mala. Pero el propósito de secularización
lo enfrentó con la Iglesia, sus reformas
judiciales resultaron inaplicables y los
impuestos fueron rechazados por la po-
blación. Similar suerte corrieron otros di-
rigentes liberales, quienes pensaron que
cambiar mentalidades y prácticas ances-
trales sería fácil.
En 1838 se reunió el poder legisla-
tivo federal por última vez, y aprobó dos
leyes trascendentales. La primera fue so-
bre la creación del Estado de Los Altos,
en el occidente guatemalteco, consecuen-
cia tanto de las aspiraciones de la élite
de Quezaltenango como del interés de
los otros Estados en disminuir el poder
del Estado de Guatemala. Esta medida
fue un elemento más en la disolución de
la República Federal, pues los aconteci-
mientos de las décadas anteriores ya ha-
bían convertido la ciudad de Guatemala
en una capital en busca de un país. La
élite capitalina percibió como afrentas in-
tolerables la separación de los indígenas
del altiplano, a quienes siempre había
considerado su patrimonio, y la adhesión
a otra entidad política para proveerse de
trigo. La segunda ley autorizó a los Esta-
dos para que aplicaran el sistema de go-
bierno que más les conviniese: la mori-
bunda Federación redactó su propio
certificado de defunción. Nicaragua,
Costa Rica y Honduras se separaron ese
mismo año de la Federación.
Plaza mayor
de Quezaltenango,
en el siglo XIX.
Historia del istmo centroamericano286
La derrota del sueño
de Morazán
Las reformas de Gálvez habían provoca-
do una rebelión campesina en el oriente
guatemalteco bajo el liderazgo de Rafael
Carrera, a la que se alió la élite conser-
vadora de la antigua capital colonial,
para retomar el poder en 1838. El nuevo
régimen desconoció la secesión del esta-
do de Los Altos y lo anexó nuevamente a
Guatemala en 1840. El golpe de gra-
cia a la República Federal de Centro
América fue la aparición de un gobierno
secesionista en El Salvador, cuya élite veía
como un dudoso honor el tener la capital
federal, y la derrota de Morazán ante
Carrera. El campeón de la causa conser-
vadora había derrotado al federalista li-
beral, quien se exilió en Panamá y, pos-
teriormente, en Perú.
A la carrera de Morazán aún le fal-
taba un epílogo. Su gesta concluyó en
Costa Rica, el estado más alejado de los
conflictos centroamericanos. En 1842, a
invitación de los criollos costarricenses,
derrocó a Braulio Carrillo, el jefe de Es-
tado que impuso la hegemonía de San
José sobre las otras ciudades e impulsó
la producción de café. Aunque ese mis-
mo año Nicaragua, Honduras y El Sal-
vador formaron una Confederación, en
la práctica cada Estado se vinculó autó-
nomamente con el mundo y, posterior-
mente, todos se convirtieron en repúbli-
cas soberanas.
La crisis federal colombiana
y las independencias
panameñas
La experiencia de Panamá durante este
período tiene algunas similitudes con la
centroamericana. Su vínculo con Colom-
bia entró en una nueva crisis de 1830 a
1831, cuando dos militares aprovecha-
Braulio Carrillo, jefe de Estado
de Costa Rica.
Morazán en la batalla
de Gualcho.
El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 287
ron la separación de Ecuador y Venezue-
la para crear un Estado soberano bajo
sus dictaduras. Es probable que este in-
tento secesionista tuviera apoyo popular,
pues la Constitución colombiana de 1830
restableció disposiciones anuladas cua-
tro años antes: se legalizó la prisión por
deudas, los monopolios y la esclavitud
para los nacidos antes de 1821. Aunque
la élite aprobó el proyecto independen-
tista bajo amenaza, por las armas se
opuso a la dictadura y apoyó a la fuerza
expedicionaria que restableció la sobe-
ranía colombiana sobre el istmo.
Sin embargo, la élite istmeña no es-
taba satisfecha con su posición política.
Las primeras concesiones a compañías
francesas, norteamericanas y colombia-
nas para construir un canal interoceáni-
co datan de la década de 1830, pero
ninguna ejecutó la ansiada obra. Ade-
más, se reclamaba la construcción de un
camino transístmico, la falta de autono-
mía provincial y la negativa a conceder
franquicias comerciales. Cuando estalla-
ron rebeliones contra la estructura cen-
tralista de la Constitución colombiana de
1838, una vez más se proclamó la inde-
pendencia de Colombia. El Estado Libre
del Istmo (noviembre de 1840 a diciem-
bre de 1841) fue un autogobierno que
estableció un tratado de amistad y comer-
cio con Costa Rica y, según los principios
del movimiento anseatista, buscó el reco-
nocimiento de las potencias. En contraste
con Centroamérica, en Colombia gana-
Fortaleza en Panamá
ron la guerra las autoridades centralis-
tas, las cuales se aprestaron a invadir la
provincia rebelde. El Estado Libre del Ist-
mo proclamó la disolución amparado en
una serie de garantías, pero hubo una
fuerte represión colombiana que, junto
con las demandas de los años anteriores,
propició el desarrollo del federalismo.Soldados panameños
Historia del istmo centroamericano288
as nuevas sociedades independientes descubrieron que el “concierto de las
naciones” distaba mucho de ser igualitario: el imperio español fue sustituido
por el neocolonialismo, es decir, la subordinación a los intereses económi-
cos y políticos de las potencias europeas. Los instrumentos de esta nueva
dominación fueron las inversiones y la agresión. En 1825 la República Federal de
Centro América adquirió en Inglaterra un préstamo por 5 000 000 de pesos. Aunque
sólo 300 000 ingresaron en sus arcas, este pésimo negocio le dio un enorme poder al
cónsul británico, Frederick Chatfield, quien interfería abiertamente en la política in-
terna argumentando que se había caído en mora con los pagos del préstamo. Asi-
mismo, Panamá como parte de Colombia había sido agredida por Francia en 1833
y por Gran Bretaña en 1837, en ambas ocasiones para exigir reparaciones para sus
súbditos.
Además de los problemas financieros, el aumento del comercio marítimo inter-
nacional transformó la aspiración de una vía interoceánica en una necesidad impe-
riosa para la cual existían varias opciones. Los nuevos países centroamericanos, po-
bres y débiles, despertaron el interés de varias potencias que encontraron facilidades
para construir un canal que uniera los dos océanos, y así evitar el rodeo a Sudamé-
rica que los marineros daban desde los tiempos de Magallanes en el siglo XVI; de
particular interés fueron el istmo de Panamá y la ruta combinada del río San Juan y
el Gran Lago en Nicaragua, ambas ya usadas por los españoles desde temprano en
la época colonial. El protectorado británico sobre la costa nicaragüense del Caribe
en 1843 dio lugar a un nuevo período en la geopolítica de Centroamérica, que
afectó en diferentes grados a todos los estados. Sobre todo, anunciaba las tremendas
dificultades que supondría defender la soberanía y la independencia.
CONCLUSIÓN
L
Isla del Tigre en el golfo
de Fonseca, Honduras
en el siglo XIX.
Sandra Eleta
América
Fotografía
1998
Panamá
El predominio conservador (1840-1870) 293
INTRODUCCIÓN
n el capítulo anterior hemos estudiado las independencias de Centroaméri-
ca y Panamá como parte de Colombia. También analizamos las experien-
cias federales poco exitosas de estos países. Ahora vamos a estudiar la
llamada “época de los conservadores” en la historia del istmo. Al disolverse
la Federación Centroamericana, la mayoría de los liberales, que le habían apostado
a la forma de gobierno federal, quedaron relegados del poder. Su lugar fue ocupa-
do por individuos y grupos de orientación más conservadora, que se mantuvieron,
en muchos casos, gracias al apoyo que recibieron de caudillos y grupos locales de
tendencia conservadora similar. ¿Cómo y cuándo surgió el caudillismo en Centro-
américa? Fue a raíz de la crisis de las economías y el poder en las diversas regiones
durante el experimento federal. Los gobiernos de los estados y el mismo gobierno
federal no tenían los medios para garantizar la seguridad de las personas o de sus
bienes y medios de producción. En consecuencia, muchos de los propietarios y cam-
pesinos formaron bandas armadas para poder subsistir en condiciones de gran pre-
cariedad en el agro, producto de los efectos devastadores de la guerras civiles y de la
inseguridad generalizada. El caudillismo consistió, por lo tanto, en grupos de perso-
nas armadas, dirigidas por un jefe y unidas por lazos personales de dominación y
sumisión (parentesco, clientelismo y servidumbre), quienes buscaban protegerse en
un entorno violento, así como obtener riqueza y poder por la fuerza de las armas.
E
En la época
de los conservadores dominó
la herencia colonial.
Historia del istmo centroamericano294
l caudillismo en Centroamérica
fue producto, más que de la In-
dependencia, de las guerras
federales que se iniciaron en
1826 y se prolongaron hasta 1842. Va-
rios de los caudillos centroamericanos so-
bresalientes en las mismas pudieron acre-
centar su riqueza y aumentar su base
social de poder. Las guerras terminaron
legitimando la figura del caudillo, en la
medida que éste atendía los reclamos de
los diferentes grupos que lo apoyaban.
Los caudillos y sus lugartenientes
formaron una nueva élite de grandes te-
rratenientes y de funcionarios estatales,
recompensados con tierras y caudales ex-
propiados a la hacienda pública, a los
integrantes de las facciones vencidas y,
aún más, a otros campesinos y terrate-
nientes que no tenían cómo proteger sus
bienes. Estas formas de enriquecimiento
les permitió, en muchos casos, unirse a
los propietarios de origen colonial y lle-
gar hasta ejercer un liderazgo sobre
ellos. Así, la mayor parte de los caudi-
llos defendieron a las élites locales y sus
intereses económicos frente a las medi-
das que querían imponer los gobiernos
centrales. Otros, sin embargo, lograron
escalar hasta los más altos puestos del
poder nacional.
El ejemplo más sobresaliente es el
de Rafael Carrera, en Guatemala. Este
caudillo no sólo dirigió con éxito la insu-
rrección campesina de la región de La
Montaña del oriente del país, sino que
UNA TIERRA DE CAUDILLOS
ERafael Carrera, dictador
de Guatemala.
Los caudillos
y los lugartenientes formaron
otra élite.
El predominio conservador (1840-1870) 295
entabló alianzas duraderas con las co-
munidades indígenas de Los Altos. Éstas
le facilitaron tanto el triunfo militar sobre
los liberales y sus aliados a nivel de todo
el istmo centroamericano, como el éxito
político ante los líderes conservadores
recelosos de su emergencia como caudi-
llo popular.
El ejemplo de Carrera ilustra
cómo el dominio del caudillo pudo ex-
tenderse de la dimensión regional a la
estatal, después de obtener control so-
bre los hombres y los recursos del Esta-
do. Como Carrera en Guatemala, fue
Frutos Chamorro en Nicaragua y Gerar-
do Barrios en El Salvador, quienes lle-
garon a vislumbrar el proceso de cons-
trucción de un Estado nacional en la
segunda mitad del siglo XIX, desde sus
respectivos mandos presidenciales. El
propio Francisco Morazán, máximo
caudillo del unionismo centroamericano,
durante su administración del estado de
Honduras, sucumbió al manejo desor-
denado de las riquezas y del poder es-
tatal y regional que él mismo criticaba,
a nombre de la Federación, en los otros
caudillos de los estados.
Los antecedentes coloniales y fede-
rales hicieron posible que los caudillos
contaran con apoyo no sólo en sus paí-
ses, sino en cualquiera de los otros esta-
dos de la antigua federación lo que ter-
minó creando una práctica de injerencia
política en los asuntos de los caudillos de
países vecinos, que con frecuencia se re-
solvían por la vía de las armas. Además,
el caudillismo retardó a lo largo del siglo
XIX la construcción de las instituciones es-
tatales modernas en Centroamérica, con
las cuales se pudieran identificar los ciu-
dadanos. En pocas palabras, entorpeció
el desarrollo de sistemas políticos más ins-
titucionalizados, porque el caudillo impo-
nía su voluntad a título personal y no como
funcionario de Estado debidamente elec-
to o nombrado.
En el caso panameño, la legitima-
ción de los caudillos ocurrió más tarde,
cuando la Constitución colombiana de
1863 prohibió la intervención de la au-
toridad central en los conflictos de los es-
tados federados. De esa manera, con la
excusa de defender la vía interoceánica,
el gobierno central promovió la alianza
con caudillos locales, cuyas múltiples aso-
nadas dieron paso al Estatuto de 1886,
que colocó a la provincia de Panamá en
un permamente estado de excepción.
Gerardo Barrios, gobernante
de El Salvador.
Historia del istmo centroamericano296
os proyectos liberal y conserva-
dor marcaron la vida política de
Centroaemérica entre 1824 y
1870. El proyecto conservador
cobró primacía sobre el liberal cuando
se rompió el pacto federal en 1840. Sin
embargo, el conservadurismo no se im-
puso de inmediato. Su éxito estuvo liga-
do a las pugnas por el poder en torno al
proceso de centralización de la autori-
dad estatal y a la promulgación de las
independencias absolutas de los estados,
así como a la intervención política y eco-
nómica de las potencias extranjeras en
el istmo.
El conservadurismo se caracterizó,
en sus inicios, por la demanda de un go-
bierno centralista y fuerte. También propi-
ciaba la continuidad histórica con la épo-
ca colonial, que se manifestaba en la alian-
za con la Iglesia, el elitismo electoral y ad-
ministrativo, el presidencialismo y el
mantenimiento de un régimen legal sepa-
rado para los indígenas. Es decir, el con-
servadurismo buscaba la defensa, en lo
posible, del statu quo. En la práctica, se
expresó en una oposición consciente a la
amenaza percibida de disolución social y
administrativa enarbolada por el proceso
independentista y por el planteamiento
federal de los liberales.
El propósito conservador era fre-
nar el debilitamiento del poder del go-
bierno central y el surgimiento de los sec-
tores ladinos y mestizos a causa de la
imposición del federalismo y de la adop-
ción de medidas modernizantes de los
liberales (reformas administrativa, agraria,
educativa y eclesiástica). Para ello, ape-
laron a la defensa de la tradición frente
a la irrupción del liberalismo, que era, a
sus ojos, desarticulador del orden social
y económico. Por ello, los conservado-
res estaban interesados en profundizar
la alianza con la Iglesia y las comunida-
des indígenas.
Veían en la Iglesia una institución
muy organizada, con una profunda im-
plantación en el pueblo y una influencia
LA POLÍTICA PARTIDISTA
L
Los conservadores se aliaron
con las comunidades
indígenas.
El predominio conservador (1840-1870) 297
social demostrada. De esa manera, vol-
vieron a instituir la influencia clerical en
la educación y en la conducción de la po-
lítica de los estados independientes. A
partir de 1840, con la caída de la Fede-
ración, la Iglesia y los conservadores or-
questaron el proceso de creación de los
obispados de El Salvador (1842) y Costa
Rica (1850), como justificador y legitima-
dor del nuevo orden social y político. En
pocas palabras, así se iniciaron las igle-
sias nacionales.
Sin embargo, dentro de cada Es-
tado centroamericano no todo el mundo
tenía la misma cultura o pertenecía a la
misma etnia. El proyecto liberal que co-
menzó con la Federación se había rápi-
damente convertido en un proyecto ex-
cluyente, integrador de territorios pero
no de todos los individuos. Aunque la
Constitución de 1824 establecía que to-
dos los hombres eran iguales ante la ley,
pronto aparecieron las categorías de ciu-
dadanía al reducirse su universalidad
por razones de orden censual y de alfa-
betismo. Es decir, terminaron votando
solamente los propietarios y los que sa-
bían leer.
Con tal reduccionismo civil, las
mujeres, los analfabetas y los indígenas,
es decir, la mayoría de la población, se
quedaron al margen de la construcción
de la nación. Desde ese momento, la di-
rigencia política de cada país estuvo más
proclive a buscar su integración al mer-
cado mundial —como sinónimo de desa-
rrollo— que a lograr un país integrado
internamente.
Dentro de ese esquema, los conser-
vadores guatemaltecos optaron por fo-
mentar —como durante la Colonia— la
separación legal del indígena, volviendo
a aplicar las Leyes de Indias, bajo el argu-
mento de que “es necesario de manejar-
los con una total separación y para esto
es menester que las leyes difieran y no sean
iguales”. Esta lógica estaba basada en la
búsqueda de la perpetuación del Estado
mínimo notabiliario heredado del sistema
colonial. El conservadurismo solamente
aplicaría la idea en boga de “progreso” a
la modernización de la economía y al sur-
gimiento del Estado nacional.
Fueron dos los países en donde el
proyecto conservador triunfó claramen-
te. En Guatemala el éxito sólo se dio en
1849, después de las derrotas decisivas
del separatismo de Los Altos occidentales
y del movimiento popular de Los Lucíos,
en el oriente del país, con la consecuente
derrota política de los liberales. A su vez,
en Nicaragua, se obtuvo definitivamente
la victoria después de la derrota de
William Walker y de la facción liberal,
que se concretó en el pacto interoligár-
quico de 1858. En fin, fue bajo la égida
de los conservadores que se construye-
ron las repúblicas centroamericanas, toda
vez que centralizaron el poder político y
se declararon independientes de cual-
quier poder federal que pretendiera
mantener la unión centroamericana.
Las mujeres, los analfabetas y
los indígenas al margen de la
construcción de la nación.
Historia del istmo centroamericano298
uizá comenzaron nuestros
antepasados a sentirse ya cen-
troamericanos a raíz de la in-
dependencia. Luego, con la
desaparición de la Federación, ¿se sintie-
ron inmediatamente guatemaltecos, salva-
doreños, nicaragüenses, costarricenses u
hondureños? ¿Acaso surgió primero el sen-
timiento nacional y luego el Estado? ¿O,
con la construcción de este último, nos fui-
mos sintiendo nicaragüenses, panameños
o guatemaltecos? Las respuestas a estas
preguntas no son abstractas, ya que en
nuestros días vuelve con insistencia el tema
de la integración o unión centroamerica-
na después de más de siglo y medio de
existencia de los Estados nacionales.
El proceso de centralización
estatal
Se ha visto que la República Federal de
Centro América lejos de reducir la ten-
sión entre la tendencia centralizadora re-
presentada por la ciudad de Guatemala
y la descentralizadora abanderada por
San Salvador, León y San José, terminó
agravándolas. Los estados —y aún las re-
giones, como la de Los Altos— buscaron
acrecentar su autonomía frente a Guate-
mala. Para ello consideraron como pro-
pios su territorio y sus recursos fiscales. A
la larga, tal planteamiento impidió que
el gobierno federal adquiriese una ver-
dadera capacidad financiera y un efecti-
vo control del territorio que, en 1823, se
había pensado sería la nación centroame-
ricana. Con ello se abrió la coyuntura
para el colapso del pacto federal que
aconteció entre 1838 y 1842, y que ace-
leró el proceso de formación del Estado
nacional en cada uno de los recién surgi-
dos Estados.
¿Qué elementos políticos y económi-
cos pesaron en dicho proceso? En primer
lugar, el desarrollo de la territorialidad como
fundamento de la forma estatal. Esta te-
rritorialidad fue de origen colonial, con-
trolada por las élites, de igual origen,
que terminaron por hacer coincidir sus
EL ORIGEN DE LOS ESTADOS NACIONALES
EN CENTROAMÉRICA
Q
Ciudad de Guatemala,
en el siglo XIX.
El predominio conservador (1840-1870) 299
intereses mercantiles, agrarios y admi-
nistrativos con los del territorio de sus
respectivas provincias, convertidas en es-
tados a raíz del pacto federal.
En segundo lugar, el asalto al po-
der político regional y estatal de esas éli-
tes, haciendo que su función política, que
hasta la fundación de la República Fede-
ral había sido ejercida de manera infor-
mal, quedara institucionalizada por el
nuevo orden político y social.
En tercer lugar, la disputa por el
poder en el seno de las élites en los esta-
dos de la Federación. Ésta se expresó
en primer término con luchas políticas
y aun bélicas en torno al problema de
la “capitalidad”, pues cada provincia
era generalmente bicéntrica, es decir,
tenía al menos dos ciudades de origen
colonial enfrentadas por el control eco-
nómico y administrativo interno. Un ejem-
plo ilustrativo es el triunfo de San José
sobre Cartago como capital del estado
de Costa Rica, entre 1823 y 1835, lo que
permitió las tareas de racionalización del
aparato estatal iniciadas por el jefe de
Estado Braulio Carrillo en 1835, junto a
una labor legislativa en pro de la sobera-
nía del Estado y de la construcción de las
bases para el desarrollo de la economía
cafetalera costarricense.
Por lo tanto, la cuestión de la sobe-
ranía pasó a ser un elemento clave para
los Estados a partir de 1840, que se de-
clararon “libres y soberanos”. Con tal
decisión política completaron la institucio-
nalización de su territorialidad y de su
poder interno por medio de los instrumen-
tos jurídicos: las reformas constituciona-
les y jurídicas.
Historia del istmo centroamericano300
La fundación
de las repúblicas
Sin embargo, esta voluntad política de
soberanía pronto hizo aparecer tres pro-
blemas reales que requerían solución:
1) la necesidad de escoger una forma re-
publicana de organización del poder
para los nuevos Estados independientes,
¿pero, sería federalista o centralista?; 2) la
necesidad urgente de tener solvencia eco-
nómica como nuevos Estados indepen-
dientes ante el concierto de las naciones,
y 3) el peso de la ambivalencia de las
fronteras internas y externas de origen co-
lonial, como parte del proceso de consoli-
dación de la soberanía territorial en cada
uno de ellos.
En lo que se refiere al primer pro-
blema, los cinco Estados que habían sido
parte de la Federación optaron por go-
biernos centralistas, que facilitasen la con-
solidación del proceso de racionalización
del aparato estatal y de soberanía de sus
territorios iniciada en el seno de la Fede-
ración.
En el caso del segundo, la disolu-
ción de la República Federal evidenció las
dificultades para transformar esa victo-
ria de la soberanía de los antiguos Esta-
dos federados en nuevas formas institu-
cionales que reemplazaran a la nación
centroamericana. Así se explica la ambi-
valencia y el fracaso de cinco dietas, o
convenciones unionistas, entre 1839 y
1853. La razón principal fue que, al final
de la década de 1830, las economías no
daban aún de sí para asegurar la inde-
pendencia proclamada y hacerla recono-
cer internacionalmente. La credibilidad de
los nuevos Estados ante europeos y nor-
teamericanos estaba en ciernes, como lo
demuestra la actuación diplomática de sus
agentes más destacados, el cónsul inglés
Frederick Chatfield y el norteamericano,
John L. Stephens.
En el tercer problema, el éxito de-
pendía en gran medida de los dos pri-
meros, pues se necesitaba tanto del con-
trol efectivo del territorio como de los
arbitrios internacionales para garantizar
los primeros tratados fronterizos entre
cada uno de los Estados recién indepen-
dizados. Es decir, era necesario demos-
trar a la comunidad internacional que
estos nuevos Estados eran funcionales
como entidades políticas y que eran cier-
tas las posibilidades de sus economías de
exportación, ambos requisitos indispen-
sables en el siglo XIX para obtener el aval
de las potencias que confirmaría su si-
tuación de Estados nacionales.
Guatemala se proclamó república
el 21 de marzo de 1847 y Costa Rica lo
hizo el 30 de agosto de 1848. Al tomar
estas decisiones, se vieron obligadas a
realizar esfuerzos serios en sus relacio-
nes internacionales con el propósito de
conseguir el reconocimiento diplomático
y la integración al mercado mundial. De
esa manera, sus intereses particulares
obtuvieron prioridad sobre los de cual-
quier otro Estado centroamericano, como
Trapiche, forma tradicional
de producir azúcar de caña.
Felipe Molina, diplomático
de la República de Costa Rica.
El predominio conservador (1840-1870) 301
lo dejaron ver sus ideólogos en el campo
de la política y de la historiografía. Tal es
el caso del diplomático Felipe Molina,
precursor en la celebración de un tratado
limítrofe de Costa Rica con Nicaragua,
en 1858, así como lo es su obra pionera
Bosquejo histórico de Costa Rica, de
1851. Nicaragua se declaró, a su vez,
república en 1854 durante la coyuntura
del enfrentamiento entre conservadores
y liberales. El Salvador lo hizo en 1859 y,
finalmente, Honduras un poco más tar-
de, en 1864.
Paralelamente, cada una de las cin-
co repúblicas se había dado a la tarea
de desarrollar redes mercantiles particu-
lares orientadas a insertarse en los mer-
cados europeo y norteamericano. A me-
diados del siglo XIX, esa transición al
capitalismo agrario obligó a los gobier-
nos conservadores del área a aceptar y
beneficiarse de las políticas reformistas
planteadas por los liberales en lo que se
refería a la privatización de la tierra y a
la promoción de las exportaciones.
En síntesis, la viabilidad de las re-
públicas unitarias en Centroamérica se
dio cuando los proyectos económicos se-
parados empezaron a tener éxito: el café
en Costa Rica y la grana en Guatemala,
codiciados por el mercado de Londres; el
tradicional añil en El Salvador, gracias al
auge del comercio de cabotaje domina-
do por las casas comerciales británicas;
la ruta interoceánica de Nicaragua ex-
plotada por la “Compañía del Tránsito”
del norteamericano Cornelius Vanderbilt
y, finalmente, la exportación de ganado
hondureño para abastecer la creciente
producción azucarera de Cuba. Sin em-
bargo, la utopía de una Centroamérica
unida se conservaba fresca en las men-
tes de muchos de los políticos del istmo,
especialmente aquellos que se alinearon
al pensamiento liberal y que esperaban
su hora nuevamente.
Cosecha del café, el nuevo
fundamento de la economía
del istmo.
Historia del istmo centroamericano302
Naves comerciales
omo se ha visto, Costa Rica y
Guatemala fueron las iniciado-
ras del proceso de proclamación
de las repúblicas soberanas. En
estas iniciativas fueron apoyadas por los
servicios de agentes diplomáticos, pues
era difícil obviar la dimensión ístmica con
la que las naciones extranjeras actuaban
en Centroamérica. Así, la acción político-
diplomática de las potencias —en espe-
cial de Gran Bretaña, que dominaba el
comercio del café, la grana y el añil—
resultó decisiva para asegurar el proceso
de fragmentación del espacio centroameri-
cano después de 1838. Al reconocer y
apoyar al gobierno de Carrera en Gua-
temala, el principal exponente de las fuer-
zas antifederalistas, la Gran Bretaña prác-
ticamente imposibilitaba cualquier inten-
to de reconstitución de la República Fe-
deral, la cual, sin la participación de Gua-
temala, resultaba inviable.
El sueño del unionismo
Paralelamente, inmersos en la polémica
sobre la Federación, entre 1842 y 1853,
los centroamericanos buscaron mantener
la unidad a lo largo de varias convencio-
nes y dietas. Primero, en la coyuntura del
retorno de Francisco Morazán a Centro-
américa, cuando los tres Estados centra-
les (Honduras, El Salvador y Nicaragua)
firmaron el Pacto de Chinandega, en Ni-
caragua, que contemplaba ya medidas
defensivas frente a la actuación británi-
ca. Sin embargo, la presencia armada
de Morazán en Costa Rica volvió a co-
hesionar a los partidarios de la sobera-
nía e independencia de cada Estado en
contra de la causa federal.
Luego, a causa de la inestabilidad
política y económica que enfrentaban las
jóvenes identidades estatales —sobre todo
las tres centrales— y la necesidad de con-
tar con el reconocimiento de las potencias
europeas, en 1844 se volvió a abogar por
la creación de una Confederación de Amé-
rica Central. Esta vez, Guatemala la apo-
yó con el fin de frenar la amenaza del
PERSISTENCIA DEL UNIONISMO Y RIVALIDADES
ENTRE LAS POTENCIAS
C
El predominio conservador (1840-1870) 303
gobierno mexicano del general Antonio
López de Santa Anna, quien, en agosto
de 1842, había ordenado invadir el So-
conusco, anexándolo a México. Empero,
Gran Bretaña se opuso con fuerza a la
creación de la Confederación.
En seguida, en las dietas de Son-
sonate (El Salvador) y de Nacaome
(Honduras) en los años de 1846 y 1848,
volvió a plantearse la necesidad del
unionismo con el propósito de enfren-
tar la creciente influencia británica en
el área. Para lo cual se esgrimió, por
primera vez, la posibilidad de contar
con el apoyo político de los Estados Uni-
dos. Este país, luego de poner fin a la
guerra victoriosa con México, volvió sus
ojos hacia Centroamérica.
Sin embargo, la promisoria base
económica de Guatemala y Costa Rica
hizo que a continuación Gran Bretaña fir-
mase un tratado de comercio con la pri-
mera y un compromiso para la firma
del mismo con la segunda. Esa fue la
razón por la cual ambos países no se
unieron a los estados centrales en la fir-
ma del Pacto de Nacaome.
Las crecientes influencias
británica y norteamericana
La cada vez mayor influencia británica
se fue expresando, a su vez, por medio
del uso de la fuerza —con bloqueos na-
vales, ocupación de territorios y presio-
nes diplomáticas y económicas—, ya sea
en torno a la deuda externa que había
dejado la Federación, a los préstamos for-
zados o a las actuaciones de cada uno
de los recién creados estados centro-
americanos. Fue así como se produje-
ron bloqueos navales británicos, en 1842
y 1844, y ocupaciones, en 1848 (Río San
Juan, Nicaragua) y 1849 (Isla del Tigre,
Honduras).
Por su parte, los Estados Unidos
comprendieron que Gran Bretaña busca-
ba monopolizar cualquier paso interoceá-
nico por Centroamérica. En 1848, nego-
ciaron un tratado con Nueva Granada
(Colombia), con el cual obtuvieron la con-
cesión de transitar el istmo de Panamá a
cambio de una garantía de neutralidad
en el área. El resultado fue la construc-
ción del ferrocarril interoceánico en 1855.
La conquista del oeste norteamericano y
el descubrimiento del oro en California
daban prioridad a los intereses estado-
unidenses en el Pacífico. Su representan-
te Ephraim G. Squier obtuvo, asimismo,
un tratado canalero con Nicaragua
(1848), y otro para la construcción de un
ferrocarril interoceánico con Honduras.
Trinidad Cabañas,
lugarteniente de Morazán.
Río Chagres, Panamá, antes
de la construcción del canal.
Historia del istmo centroamericano304
Carrera les propinaron una derrota
definitiva en la batalla de La Arada, en
el oriente guatemalteco. Este hecho
abrió el camino a la hegemonía guate-
malteca en el istmo durante dos déca-
das, con injerencias en los asuntos in-
ternos de El Salvador, Honduras y
Nicaragua.
Cuando, en 1862, el presidente
liberal salvadoreño Gerardo Barrios
propuso una nueva convención para
elaborar otro tratado de unión entre los
Estados centrales, Carrera invadió su
país e impuso en la presidencia al con-
servador Francisco Dueñas. Hubo que
esperar el inicio de la década de 1870
para ver surgir nuevamente el triunfo
de los liberales y el replanteamiento del
unionismo.
La guerra nacional
Paralelamente, en el contexto del crecien-
te enfrentamiento entre los estados perte-
necientes al sur y al norte de los Estados
Unidos, se dio la presencia en Centro-
américa de los filibusteros, al mando de
William Walker. Fueron llamados, en 1855,
por los liberales nicaragüenses en su lucha
contra el régimen conservador de Frutos
Chamorro. Por su lado, Walker buscaba
la conquista de Nicaragua para contra-
rrestar el desequilibrio estratégico fren-
te a los poderosos estados del norte de
su país, haciendo del Caribe una reta-
guardia sureña. Pensaba que así se lo-
graría romper el bloqueo a que serían
Francisco Dueñas, presidente
de El Salvador.
William Walker, filibustero
estadounidense.
Los intereses canaleros
Es claro que a mediados del siglo, ha-
bía conflicto de intereses en el área cen-
troamericana entre los Estados Unidos y
Gran Bretaña. La creciente influencia de
los Estados Unidos en el Caribe —am-
parada en el espíritu de la Doctrina
Monroe— motivó el Tratado Clayton-
Bulwer entre este país y Gran Bretaña,
en 1850. Por este medio, ambas poten-
cias convinieron en que no buscarían el
control exclusivo de una ruta canalera a
través de istmo. Empero, para los inte-
reses centroamericanos resultó un acuer-
do transitorio, pues Gran Bretaña res-
pondió declarando colonias a Belice y a
las Islas de la Bahía, en 1852. En esas
circunstancias, Guatemala, Honduras y
Nicaragua firmaron, entre 1859 y 1860,
nuevos tratados con Londres relativos a
la presencia británica en Belice, Roatán
y la Mosquitia, respectivamente; estos
tratados no traspasaron a Inglaterra la
soberanía de los territorios en cuestión,
pero sí reconocieron su derecho de ad-
ministrarlos.
Con anterioridad, en el contexto
de la política británica de bloqueos, los
tres Estados centrales, bajo gobiernos
de corte liberal, habían firmado, en
1851, el Pacto de Representación Na-
cional. En él, acordaron derrotar defi-
nitivamente al caudillo conservador Ra-
fael Carrera. Para ello, formaron un
ejército aliado, que invadió Guatemala
en febrero de ese año, pero las fuerzas de
El predominio conservador (1840-1870) 305
bia, Panamá permaneció unida políti-
camente al de la Nueva Granada. Lue-
go, con la fiebre del oro, los Estados
Unidos promovieron la aprobación del
Tratado Mallarino-Bidlack, en 1846,
mediante el cual se aseguraba el paso
expedito a los Estados Unidos en la
zona de tránsito garantizando la sobe-
ranía en la Nueva Granada. Dos años
después, dichos principios fueron rati-
ficados con el Tratado Clayton-Bulwer
(1850).
En esa coyuntura de internacio-
nalización del istmo, Justo Arosemena
elaboró un proyecto de Estado Federal
para Panamá en el seno de la Nueva
Granada. La creación del mismo, en
1855, dio comienzo a la transformación
interna del aparato administrativo y el
ejercicio pleno de gobierno por pana-
meños, dinámicas que pronto fueron frus-
tradas por la reacción centralista neo-
granadina.
Nueva Granada reaccionó emi-
tiendo, en 1858, una nueva Constitu-
ción, que establecía la Confederacion
Granadina, la que a su vez dio paso,
en 1863, a la creación de los Estados
Unidos de Colombia. Pana-
má quedó, a su vez, a mer-
ced de los caudillos, pues
la nueva Constitución co-
lombiana prohibía la inter-
vención de la autoridad
central en los conflictos de
los Estados federados.
Derrota de los filibusteros
sometidos los estados del sur en caso de
guerra.
El resultado de esta intervención
fue una respuesta conjunta de los demás
países centroamericanos en la denomi-
nada Guerra Nacional, la cual conclu-
yó con la derrota de los filibusteros, en
1857, y el fusilamiento de Walker, tres
años después cuando intentó regresar.
Tal triunfo le ganó a las jóvenes repúbli-
cas centroamericanas el respeto como
Estados en el concierto de las naciones.
Esta vez parecía que los cinco Es-
tados tenían posibilidades de revivir el
proyecto nacional centroamericano, pero
el predominio político de los conserva-
dores a nivel regional echó por tierra el
sueño unionista. Asimismo, es importante
señalar que si bien a raíz de la Guerra
Nacional aparecieron nuevos rasgos co-
munes frente a la dominación de los es-
tados extranjeros, éstos se quedaron en
segundo plano. El caso es que los nue-
vos proyectos nacionales centroamerica-
nos comenzaban a encontrar parte de
la razón de ser de su identidad nacio-
nal, en gran medida, en la reacción ha-
cia sus vecinos, antiguos miembros de
la Federación. Frente a ellos, y en torno
a los conflictos militares y las intrigas po-
líticas, se fue definiendo el discurso na-
cionalista oficial.
La particularidad panameña
A raíz de la disolución, en 1830, del
Estado bolivariano de la Gran Colom-
Historia del istmo centroamericano306
l sueño de una región centroamericana, próspera, unida y pacífica, tan pre-
sente cuando se dispuso la independencia de España, en 1821, terminó en
pocas décadas convertido en una pesadilla de guerras, destrucción e injeren-
cia extranjera. Si bien Centroamérica nació a la independencia sin pasar por
las largas luchas contra tropas españolas que buscaban conservar el poder imperial,
como fue el caso de México y Sudamérica, el período inmediamente posterior a la
firma del Acta de Independencia demostró que la independencia no sería ni fácil ni
bonancible. No podía ser de otra manera: ni en el mejor de los casos habría sido
sencillo ponerse de acuerdo para reemplazar un sistema de gobierno, de sociedad y
de economía, que tenía casi tres siglos de existencia en Centroamérica.
El peso del pasado se manifestó claramente en la victoria eventual de las fuer-
zas conservadoras identificadas con las instituciones y las tradiciones coloniales. Sin
embargo, no era posible conservar intacto el pasado. Los nuevos intercambios co-
merciales, la presencia de nuevas potencias en la región centroamericana, los nue-
vos actores políticos, quienes utilizaban la fuerza y el apoyo popular para lograr sus
fines, todos se combinaron para marcar con su sello muy particular a las nuevas
repúblicas que surgían del larguísimo período colonial y el brevísimo experimento
federal.
CONCLUSIÓN
E
El brevísimo experimento
federal de Centroamérica
se debió al peso de su pasado.
Virginia Pérez-Ratton
Sueños de varios tipos
Mixta sobre lino
1995
Costa Rica
Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 311
INTRODUCCIÓN
n el capítulo anterior estudiamos la llamada “época de los conservadores”
en el istmo. Ahora analizaremos una nueva etapa en la historia política de
la región, la “época de los liberales”. Durante estos años los Estados cen-
troamericanos consolidaron sus instituciones, Panamá por su parte se sepa-
ró de Colombia y todo el istmo empezó a sentir la preponderancia de los Estados
Unidos como potencia.
Sesenta años separan el ascenso del liberalismo en Centroamérica, ocurrido a
partir de 1870, de la crisis de la década de los años treinta del siglo XX, que puso al
desnudo las limitaciones económicas y políticas de los regímenes liberales centro-
americanos. Durante esas seis décadas, los países de la región vivieron importantes
cambios políticos y sociales, que significaron dejar atrás diversos aspectos del pasa-
do colonial hispánico y adoptar algunos de los componentes de los modelos euro-
peos y norteamericanos en los distintos aspectos de la vida social. En la historia que
se va a contar, Panamá tendrá un lugar aparte, puesto que este país sólo hasta 1903
se independizó de Colombia.
E
Canal de Panamá, máximo
punto de interés estratégico
de Centroamérica, revertido
a la nación panameña
el 31 de diciembre de 1999.
Historia del istmo centroamericano312
n la década de los años setenta
del siglo XIX, al cabo de cincuen-
ta años de vida independiente,
los estados centroamericanos ini-
ciaron el proceso de consolidación de sus
instituciones y llegaron a convertirse en
órgano supremo de poder y control en su
territorio. El proceso afectó a todos los paí-
ses pero tuvo distintos grados de cristali-
zación. Así, en Guatemala, El Salvador y
Costa Rica el Estado, como instancia de
poder supremo de la sociedad, se conso-
lidó plenamente, mientras que en Hondu-
ras y Nicaragua nunca terminó ser una
institución fuerte porque quedó mediati-
zado por los poderes locales y regiona-
les y por la influencia imperialista de
los Estados Unidos.
El fortalecimiento del Estado en
los países centroamericanos se hizo
bajo el manto de la ideología liberal.
El liberalismo proclamaba la libertad
del individuo, la libertad económica y
la libertad política como sus banderas
esenciales. Tales principios fueron inte-
grados en las constituciones políticas
que se emitieron durante las tres últi-
mas décadas del siglo XIX.
Pero el liberalismo en Centroamé-
rica fue también una ideología que afir-
maba ser la portadora del progreso, que
estaba representado por el modelo de de-
sarrollo que habían adoptado los países
europeos y los Estados Unidos a partir
de la Revolución Industrial de fines del
siglo XVIII. El ferrocarril fue el símbolo por
excelencia del “progreso”. De igual ma-
nera, se creyó que la llegada de capitales
y de inmigrantes extranjeros, proceden-
tes de esos países, serían otras garantías
para transitar por la vía de la civiliza-
ción, es decir del progreso.
Desgraciadamente, el liberalismo
en Centroamérica puso el acento en los
aspectos económicos: el mercado, la pro-
piedad privada y la libertad de empre-
sa, y relegó las dimensiones políticas del
proyecto liberal, es decir, el desarrollo
de la ciudadanía y de las libertades políti-
cas y el respeto de los principios jurídicos
y constitucionales. De este modo, el libe-
ralismo en el istmo en este período fue
sinónimo, con cierta frecuencia, de arbi-
trariedad, irrespeto de los derechos de los
individuos, autoritarismo y represión.
Aunque los regímenes políticos centro-
americanos se decían republicanos y res-
petuosos de la voluntad del pueblo, en
realidad eran gobiernos dictatoriales.
Costa Rica y Guatemala fueron los
primeros países que ingresaron al pe-
ríodo liberal con los gobiernos de los
LIBERALISMO POLÍTICO Y DESARROLLO ESTATAL
E
El ferrocarril, símbolo del
progreso liberal.
Tomás Guardia, dictador que
trató de mantener una
relación estrecha
con las agrupaciones
mutualistas.
Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 313
dictadores Tomás Guardia (1870-1882)
y Justo Rufino Barrios (1871-1885). El
Salvador y Honduras ingresaron a la era
liberal bajo el impulso y la tutela del dic-
tador liberal guatemalteco a mediados de
la década de los años setenta del siglo
XIX. Nicaragua fue el país más tardío pues
fue sólo en 1893 cuando sus liberales as-
cendieron al poder bajo el liderazgo del
dictador José Santos Zelaya. No obstan-
te, los conservadores que gobernaron ese
país a partir de 1858 aplicaron muchas
de las políticas liberales.
El proyecto liberal
¿Qué hicieron los liberales en Centroamé-
rica? En primer lugar, como ya se dijo,
centralizaron el poder político por medio
de la consolidación del Estado. En esta
tarea los estados liberales impusieron su
poder a la Iglesia, a las comunidades in-
dígenas, a las municipalidades, a los cau-
dillos y a las élites regionales.
En segundo lugar, los liberales
aplicaron un conjunto de políticas eco-
nómicas que trataron de favorecer el de-
sarrollo de los productos de exportación,
en especial el café y el banano. Entre es-
tas políticas destacan las medidas en fa-
vor de la privatización de la propiedad
de la tierra, así como de control del sumi-
nistro de la mano de obra, que en Gua-
temala y Nicaragua conllevaron a la im-
plantación de sistemas de trabajo forzoso,
y, por último, las concesiones y contratos
en favor del capital extranjero.
En tercer lugar, los liberales conso-
lidaron algunas instituciones del Estado,
en particular, los ejércitos. Aunque en el
ideario de los liberales centroamericanos
se insistió mucho en la importancia del
desarrollo educativo, en la práctica la
única institución que tuvo un gran desa-
rrollo fue el ejército y otros organismos
represivos. En este sentido, la mayoría de
los gobiernos liberales fueron dictaduras
sustentadas en la fuerza de las armas.
Durante este período, la más famosa por
su larga duración y por sus múltiples vio-
laciones a los derechos humanos fue la
tiranía guatemalteca de Manuel Estrada
Cabrera (1898-1920).
El único país que intentó acercarse
más al ideario político liberal fue Costa
Rica, ya que, durante este período, con-
solidó un régimen republicano en donde
el sufragio se volvió más confiable, mien-
tras que el ejército entró en declive y se
formó una capa de políticos civiles con
inclinaciones más democráticas que au-
toritarias.
Las ciudades concentraron
los frutos del progreso
económico.
Justo Rufino Barrios, dictador
liberal de Guatemala.
Historia del istmo centroamericano314
Nuevos grupos sociales
La construcción de los estados naciona-
les y el ascenso de los liberales en Cen-
troamérica favorecieron el ascenso polí-
tico y económico de nuevos grupos
sociales. Además, al calor de la econo-
mía de exportación nacieron nuevos gru-
pos de trabajadores: peones y pequeños
productores de café, obreros de planta-
ciones, minas y ferrocarriles, y artesanos
y trabajadores urbanos.
A partir de 1870, grupos de co-
merciantes, terratenientes, profesionales
y militares en nombre de los ideales libe-
rales de “orden y progreso”, obtuvieron
el control de las instituciones del Estado.
Estos nuevos grupos sociales ligaron su
destino económico a las exportaciones y
a los negocios del comercio de impor-
tación. Aunque en el plano ideológico
habían llegado al poder en la década
de los años setenta del siglo XIX afirman-
do su oposición a los conservadores,
hay que decir que los conservadores no
fueron excluidos del proyecto exporta-
dor promovido por los liberales, ni tam-
poco fueron relegados del ejercicio de
los cargos públicos. Por encima de sus
disputas ideológicas, existió en cada
país, durante el período, un bloque úni-
co de grupos dominantes, llamados, a
veces, oligarquías, los cuales estaban
de acuerdo con el modelo agroexpor-
tador de crecimiento económico que
había sido adoptado y con el modelo
autoritario de gobierno impuesto en los
distintos países.
Los niveles de cohesión y fortaleza
de las oligarquías en Centroamérica va-
riaron según los países. Se debe señalar
Manuel Estrada Cabrera,
dictador guatemalteco.
Los obreros y artesanos
urbanos formaron parte de
esos nuevos grupos sociales.
Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 315
que los conservadores desaparecieron de
casi todo el escenario político centroame-
ricano, de manera que todos los grupos
dominantes compartían la misma ideolo-
gía. Nicaragua fue el único país en don-
de los conservadores siguieron teniendo
vigencia en el siglo XX. Allí, las disputas
entre liberales y conservadores expresa-
ron los conflictos entre las élites regionales
de León y Granada. En este sentido, la
unidad y la fuerza de las élites nicara-
güenses eran muy bajos, debilidad que
se profundizó con la ocupación militar es-
tadounidense del país, a partir de 1912.
La fragilidad y la fragmentación también
dominaron a las élites hondureñas. El
Salvador fue el país del istmo en donde
las clases altas lograron los mayores ni-
veles de solidez y cohesión, mediante
alianzas financieras, matrimoniales y co-
merciales. La clase alta guatemalteca, al
igual que la salvadoreña, fue muy fuerte
y unida, se fortaleció gracias a los suce-
sivos regímenes dictatoriales y ante la pre-
sencia de una población indígena mayo-
ritaria que no participaba en la conduc-
ción política del Estado.
El compromiso de las élites con el
liberalismo político fue casi nulo. Salvo
algunos intentos de apertura en la segun-
da década del siglo XX, en especial en El
Salvador, y con la excepción de Costa
Rica, el autoritarismo fue su práctica po-
lítica preferida.
El autoritarismo fue la forma
política dominante
en Centroamérica.
El Club Internacional,
San Salvador.
Historia del istmo centroamericano316
espués de 1870 el paisaje de
Centroamérica se transformó
con la presencia de haciendas
de café, de plantaciones de ba-
nano, de puertos y ferrocarriles. Por su
parte, las ciudades, especialmente las
capitales, se fueron poniendo a tono con
los nuevos avances del mundo industria-
lizado. La base de todos esos cambios
materiales y culturales fueron grupos de
hombres y mujeres que laboraban en los
campos y ciudades.
Durante el período en estudio, la
mayoría de la población de Centroamé-
rica habitaba en las zonas rurales y se
dedicaba a actividades agrícolas. Esto era
ya característico de la historia anterior del
istmo. No obstante, en este período apa-
recieron grupos de personas que labo-
raban en los nuevos cultivos de exporta-
ción, del café y del banano.
El mundo rural
Los distintos sectores populares intentaron
adaptarse a las nuevas condiciones im-
puestas por el Estado y la economía libe-
rales. Para miles de personas el problema
consistió en preservar la propiedad de la
tierra y en buscar la forma de ganarse un
salario. En este período, las condiciones
de la población rural empeoraron por los
procesos de concentración de la propie-
dad de la tierra y por la falta de buenos
salarios. No obstante, durante la época
liberal, los campesinos del istmo no pro-
tagonizaron importantes o frecuentes le-
vantamientos sociales. La población ru-
ral recurrió a otros mecanismos tales como
la resistencia pasiva o al repliegue social
y cultural, como en el caso de los indíge-
nas con sus instituciones comunitarias.
Los conflictos sociales rurales más
importantes aparecieron a fines de la
década de los años veinte del siglo XX,
ya en el ocaso de la era liberal. El pri-
mer movimiento de envergadura fue la
lucha que encabezó Augusto César San-
dino en el norte de Nicaragua, entre
MOVIMIENTOS SOCIALES Y SISTEMA POLÍTICO
D
Los trabajadores bananeros
protagonizaron
muchas huelgas.
Calle de San Salvador
Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 317
1927 y 1933, contra la ocupación mili-
tar de los Estados Unidos y en favor de
los campesinos y los indígenas. En los
mismos años, en El Salvador se vivió un
clima de agitación rural, en especial en
las zonas cafetaleras del occidente del
país. En este clima de descontento social
jugó un papel importante la aparición de
un movimiento comunista. Las tensiones
sociales en el campo salvadoreño se agu-
dizaron con la crisis económica de 1930
y llevaron a la insurrección y a la matan-
za de miles de campesinos e indígenas,
en enero de 1932.
Los obreros
de las plantaciones
Durante el período liberal fueron los obre-
ros agrícolas de las plantaciones bana-
neras quienes protagonizaron movimien-
tos sociales con más frecuencia. En efecto,
en las zonas bananeras de Guatemala,
Honduras, Costa Rica y Panamá fueron
frecuentes las huelgas y los paros de los
trabajadores en demanda de mejores
condiciones laborales y salariales. La vida
en las zonas bananeras centroamerica-
nas de este período era muy dura y los
obreros carecían de viviendas y de ser-
vicios de salud adecuados. La huelga ba-
nanera más conocida de la primera mi-
tad del siglo XX ocurrió en Costa Rica, en
1934. Esta fue una lucha que involucró
a miles de trabajadores que se enfrenta-
ron a la intransigencia de la United Fruit
Company y a la debilidad del gobierno
costarricense frente a la prepotencia de
la compañía.
Durante la época liberal, los cam-
pesinos del istmo no protagonizaron
grandes movimientos sociales. Los obre-
ros de las empresas extranjeras, bana-
neros, ferrocarrileros y portuarios sí des-
encadenaron luchas, pero enfrentaron la
represión de los gobiernos y de los patro-
nos, además de que tuvieron mucha difi-
cultad para consolidar organizaciones de
tipo gremial que defendieran sus intere-
ses. Este fue también el caso de todo el
resto de la población rural, a la cual la
organización laboral en general le fue
prohibida. En este sentido, la importan-
cia de los obreros y artesanos urbanos
radica en que fue el único sector de las
clases populares que tuvo la posibilidad
de crear asociaciones mutuales, sindica-
tos y hasta partidos políticos.
Augusto César Sandino,
general de hombres libres.
Historia del istmo centroamericano318
El mundo urbano
A pesar de que el énfásis en el desarrollo
agroexportador impidió que Centro-
américa conociera un proceso de indus-
trialización durante este período, en las
principales ciudades aparecieron talleres
y pequeñas unidades de producción in-
dustrial. Las fábricas grandes fueron algo
excepcional en este época en el istmo,
pero sí se expandió el mundo social de
obreros y artesanos tales como zapate-
ros, sastres, ebanistas, carpinteros, pa-
naderos, costureras y pureras. Hacia
1930, estos grupos de trabajadores ur-
banos todavía eran una minoría, pues
apenas representaban 10% de las perso-
nas ocupadas. No obstante, este sector
minoritario de la población trabajadora
se convirtió en un factor clave de la di-
námica social y política de los Estados y
sociedades de Centroamérica durante el
período liberal.
En la década de los años setenta
del siglo XIX aparecieron en las ciudades
capitales de Centroamérica las primeras
sociedades mutuales. Dichas organizacio-
nes agrupaban a artesanos, al principio
sin una clara distinción entre obreros y
patronos, con el fin de proteger sus inte-
reses, promover el ahorro, fomentar la
educación y defender los intereses gre-
miales de sus asociados. El nacimiento de
estas agrupaciones contó con el beneplá-
cito de los gobiernos liberales quienes
vieron en estos sectores urbanos una even-
tual base social para su proyecto político
e ideológico. Dictadores como Barrios y
Guardia trataron de mantener una rela-
ción estrecha con las agrupaciones mu-
tualistas.
La relación entre los grupos artesa-
nales y los regímenes liberales empezó a
cambiar en las primeras décadas del si-
glo XX. Por ejemplo, los grupos obrero-
artesanales guatemaltecos jugaron un
papel clave en la caída de la dictadura
de Manuel Estrada Cabrera en 1920. En
general, en esos años el movimiento la-
boral de los obreros y artesanos comen-
zó a demandar a los gobiernos liberales
autoritarios una más amplia participación
en el sistema político y una mayor firme-
za y dignidad frente al capital extranjero
y a la política intervencionista de los Es-
tados Unidos en el istmo. De igual mane-
ra, a principios del siglo XX empezó a
debatirse la llamada “cuestión social” en
Centroamérica y comenzaron a circular
Obreros zapateros de Costa
Rica a principios del siglo XX.
Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 319
reivindicaciones laborales tales como la
jornada de ocho horas.
En la década de los años veinte del
siglo XX los sectores obreros y artesana-
les urbanos adquirieron mayor protago-
nismo social y político y algunas de sus
organizaciones sufrieron una metamor-
fosis ideológica. En efecto, en esa dé-
cada, producto del impacto de la Revo-
lución Mexicana y de la Revolución
Rusa, muchas mutuales se transformaron
en sindicatos, organismos que ya no sim-
plemente luchaban por el ahorro y la edu-
cación obrera, sino que demandaban me-
jores salarios y condiciones de vida para
los trabajadores. También en esta déca-
da nacieron en Centroamérica los prime-
ros partidos comunistas.
La respuesta de los gobiernos cen-
troamericanos a estos cambios en el mun-
do artesanal urbano fue, por regla gene-
ral, la represión. Los gobiernos toleraron
a las mutuales, pero persiguieron siste-
máticamente a los sindicatos y a las or-
ganizaciones políticas de orientación
anarquista o comunista. No es casual que
al iniciarse la década de los años treinta,
los partidos comunistas del istmo fuesen
eliminados. Únicamente en Costa Rica el
comunismo logró sobrevivir y adquirir in-
fluencia política.
Es interesante señalar que los sec-
tores de trabajadores urbanos fueron
capaces de fundar organizaciones la-
borales y políticas, pero, a diferencia de
los obreros de las bananeras, protagoni-
zaron pocas huelgas o movimientos so-
ciales. El paro laboral fue algo poco co-
mún en las ciudades del istmo en este
período. En este sentido, destacan por su
excepción e importancia, las huelgas cos-
tarricenses por la jornada de ocho ho-
ras, en 1920 y la huelga inquilinaria en
Panamá, en 1925.
Santa Ana, El Salvador,
ciudad hija de la prosperidad
del café.
Historia del istmo centroamericano320
Las clases medias
El crecimiento del estado liberal a partir
de 1870 facilitó la aparición de grupos de
burócratas y profesionistas. En la mayoría
de los Estados centroamericanos, la prin-
cipal institución estatal fue el ejército y,
en consecuencia, los militares eran el prin-
cipal contingente de los empleados pú-
blicos. No obstante, en forma desigual
también surgieron otro tipo de profesio-
nales como los maestros y los abogados.
También en el período liberal el número
de estudiantes de secundaria y de edu-
cación superior aumentó. En su conjunto,
estos grupos conformaban una incipien-
te clase media.
En las primeras décadas del siglo
XX, estos sectores de la clase media em-
pezaron a ser los principales voceros en
favor de la democracia y en contra de
la política imperialista de los Estados Uni-
dos en el istmo. En el caso costarricen-
se, hay que decir que maestras, maes-
tros y estudiantes jugaron un papel muy
importante en la caída de la dictadura
de los hermanos Tinoco, en 1919. En el
caso panameño, los estudiantes jugaron
un papel similar en el movimiento inqui-
linario y en el despertar del nacionalis-
mo panameño en la década de los años
veinte. Por último, los conflictos salva-
doreños de esa misma década no pue-
den ser entendidos si no reconocemos
que en ese país hubo un importante
movimiento estudiantil, quizás el más
desarrollado del istmo.
Durante la década de los años vein-
te, estos sectores de clase media fueron
sensibles al mensaje antiimperialista del
político peruano Víctor Raúl Haya de la
Torre y de su movimiento, la Alianza Po-
pular Revolucionaria Americana (APRA).
Los estudiantes universitarios
salvadoreños fueron muy
activos en la política.
Víctor Raúl Haya de la Torre
Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 321
Haya de la Torre visitó los países
centroamericanos, donde fue escuchado
con atención por grupos representativos
de la clase media. También se debe reco-
nocer que estudiantes, intelectuales y edu-
cadores participaron en los primeros par-
tidos comunistas.
Mujeres en lucha
Para los liberales de principios del siglo XX,
las mujeres no podían tener presencia
en la vida ciudadana. Sus ancestrales pre-
juicios patriarcales estaban sazonados
con el supuesto de que si se les daba el
voto, éstas podían convertirse en presa fá-
cil de la propaganda clerical. El lugar de
la mujer debía ser el hogar y su función
principal la procreación.
No obstante, en las primeras dé-
cadas del siglo XX, bajo el impacto de las
luchas sufragistas de las mujeres en Eu-
ropa y en los Estados Unidos, algunas
mujeres centroamericanas procedentes de
la clase media y de la clase alta empeza-
ron a luchar por el derecho al voto. En
Las luchas sufragistas
de las mujeres en Europa
y los Estados Unidos
motivaron
a las de Centroamérica.
esa época aparecieron en El Salvador y
en Costa Rica movimientos femeninos en
favor del sufragio verdaderamente uni-
versal. Las reivindicaciones de esas mu-
jeres sólo se harían realidad algunas dé-
cadas más tarde, en el caso de Honduras,
incluso, como una demanda liberal.
Las mujeres centroamericanas tam-
bién estuvieron vinculadas a las luchas de
los movimientos obreros y artesanales. Tal
es el caso en la década de los años vein-
te de la Sociedad de Cultura Femenina
de Honduras. También trabajadoras como
las costureras, las pureras y las escoge-
doras de café protagonizaron algunos in-
tentos de lucha y organización.
En última instancia, durante el pe-
ríodo liberal parecen haber sido las maes-
tras quienes se distinguieron por ser las
mujeres más activas en las luchas socia-
les y políticas. Fueron sensibles a distin-
tas causas, desde la defensa de la niñez
y el combate a la prostitución y el alco-
holismo hasta las luchas nacionalistas y
antiimperialistas.
Mujeres en lucha
Historia del istmo centroamericano322
l liberalismo fue concebido en
Europa por sus ideólogos y apo-
logistas como un programa para
la liberación del individuo. Sin
embargo, en Centroamérica, el liberalis-
mo fue aplicado en un medio que le im-
puso múltiples límites, tanto sociales como
políticos y culturales. En efecto, el creci-
miento agroexportador se basó en una
profundización de la desigualdad social
y la riqueza generada tendió a concen-
trarse en pocas manos. El Estado no hizo
nada para redistribuir la riqueza crea-
da por los nuevos productos de expor-
tación. Por el contrario, nunca fue ca-
paz de hacer pagar debidamente
impuestos a los empresarios nacionales
y a las compañías extranjeras. En este
sentido, la crisis económica y social de
1930 se abatió sobre una población em-
pobrecida y que había recibido pocos be-
neficios del auge liberal.
El liberalismo centroamericano tam-
poco tuvo mucho interés en ampliar la
participación ciudadana, tanto porque
siempre hubo muchas restricciones al de-
recho al voto, como porque los procesos
electorales comúnmente eran meras far-
sas. Para que hubiese ciudadanos era
necesaria la expansión de la educación
y la lucha contra el analfabetismo. Pero
los estados liberales mostraron muy poco
interés en esta tarea.
Precisamente, sólo en Costa Rica el
Estado se preocupó por una mejor distri-
bución de la riqueza, por la educación y
LOS LÍMITES SOCIALES DEL LIBERALISMO EN CENTROAMÉRICA
E
La mano de obra femenina fue
importante en el cultivo
y procesamiento del café.
Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 323
por la participación de los ciudadanos.
Aunque hacia 1930 Costa Rica aún no
tenía un régimen político plenamente de-
mocrático, sus instituciones eran muy dis-
tintas de los autoritarismos del resto del
istmo.
Indígenas y liberales
Los liberales fueron incapaces de darle
un lugar como ciudadanos a los indíge-
nas del istmo. Por el contrario, su ideolo-
gía del progreso les hacía ver en ellos el
principal obstáculo para el desarrollo de
sus países. De esta manera, los liberales
tuvieron una postura racista frente al in-
dígena. Según ellos, el indígena no que-
ría asimilar la cultura y los valores del pro-
greso. Resistencia que legitimaba el uso
de la fuerza y la violencia contra los indí-
genas con el fin de hacerlos ingresar en el
camino de la civilización.
Bajo semejantes criterios, los indí-
genas de Guatemala y Nicaragua fue-
ron sometidos al trabajo forzoso y los in-
dígenas de El Salvador fueron despoja-
dos de sus tierras. El racismo contra el
indio de parte de los liberales se tradujo
en una actitud de desprecio a las clases
populares, en conjunto; de la población
rural en general y, en particular de la po-
blación negra traída de las islas del Ca-
ribe para trabajar en los enclaves bana-
neros y en el Canal de Panamá. En
resumidas cuentas, el liberalismo en Cen-
troamérica se quedó corto como proyec-
to de desarrollo político precisamente por-
que se desentendió de la democracia y
de la promoción de los derechos del in-
dividuo.
Indígenas guatemaltecas
Indígenas entre el racismo
y los trabajos forzosos.
Historia del istmo centroamericano324
ron en San José para fundar una nueva
República Federal. Como ha sido tradicio-
nal, Costa Rica fue cautelosa frente a esta
propuesta. Finalmente el intento abortó
cuando militares guatemaltecos liberales
derrocaron al gobierno del Partido Unio-
nista, en diciembre de 1921. Tras este epi-
sodio, la unión política perdió vigencia en
la agenda de los distintos estados del ist-
mo, aunque, por supuesto, pervivieron al-
gunos unionistas nostálgicos.
Estados Unidos y el istmo
Desde la época de la Conquista y la co-
lonización de los europeos, la historia de
Centroamérica ha estado muy condicio-
nada por los factores geopolíticos, pues
esta zona del Nuevo Mundo es un istmo
que separa estrechamente al océano Pa-
cífico del mar Caribe y el océano Atlánti-
co. Por esta razón, desde el siglo XVI to-
das las potencias han valorado la
ubicación estratégica del istmo y la posi-
bilidad de construir un canal.
Al final del siglo XIX, los Estados Uni-
dos e Inglaterra lucharon por el poder
y dominio de los territorios de la región
centroamericana, pero el primero se con-
virtió en la potencia dominante de esta zona
y el Caribe. Contribuyó a esta circunstan-
cia, el incremento de las inversiones esta-
LAS RELACIONES INTERNACIONALES
STheodore Roosevelt, presidente
de los Estados Unidos
y abanderado
del intervencionismo
en Centroamérica y el Caribe.
El sueño unionista
e puede afirmar que un legado
duradero de la época liberal fue
la consolidación de los distintos
Estados centroamericanos. Hacia
1930, el recuerdo de la República Federal
y el de la otrora unión de Panamá a Co-
lombia parecían lejanos. No obstante, en
el período 1870-1930 el ideal de la unión
centroamericana aún permaneció en al-
gunas cabezas. El intento más radical por
reconstruir la unión centroamericana fue
el del presidente guatemalteco Justo Rufi-
no Barrios quien, por la fuerza, intentó
crear un república centroamericana enca-
bezada por Guatemala. Barrios encontró
pronto la oposición de los otros países, en
particular de El Salvador, así como de Ni-
caragua y de Costa Rica. Su intento aca-
bó en 1885 cuando, conduciendo su ejér-
cito, murió en la batalla de Chalchuapa
en El Salvador. En la década de los años
noventa del siglo XIX, por medio de la ini-
ciativa del dictador liberal nicaragüense,
José Santos Zelaya, hubo otro intento unio-
nista que no tuvo éxito.
Con el ascenso del Partido Unionis-
ta al poder en Guatemala, en 1920, hubo
un nuevo intento de unificación. Delega-
dos de todos los países, menos Nicaragua,
ocupada por los Estados Unidos, se reunie-
Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 325
dounidenses en la región y, en particular, el
establecimiento de los enclaves bananeros.
Pero el factor determinante fue el interés de
ese país en construir un canal a través del
istmo. En 1903, esa potencia respaldó la
declaración de separación de Panamá de
Nueva Granada (Colombia), y obtuvo el
derecho exclusivo de construir un canal in-
teroceánico en ese país, en lo que los fran-
ceses habían fracasado previamente.
Con la construcción y posterior
apertura del Canal de Panamá en 1914,
Centroamérica se convirtió en una región
de gran importancia para los Estados
Unidos donde sus intervenciones milita-
res se volvieron frecuentes. Indudablemen-
te Panamá se convirtió en una especie de
protectorado de los Estados Unidos. Ade-
más, la potencia le cercenó una parte de
su territorio, la llamada Zona del Canal,
donde se construyó el canal interoceáni-
co y diversas bases militares para su de-
fensa, en caso de guerra.
Además de las intervenciones nor-
teamericanas, los mismos estados centro-
americanos tenían una larga tradición de
injerencia en los asuntos internos de sus
respectivos vecinos. Con frecuencia, los
gobiernos fomentaban las actividades se-
diciosas de los exiliados políticos de los
países fronterizos o, incluso, entraban en
guerra con sus vecinos. Esta constante in-
tromisión fue un factor de inestabilidad
en la política regional. Con el ascenso de
los Estados Unidos como potencia en el
istmo, este elemento de inestabilidad se
tornó en un problema serio para la segu-
ridad de sus inversionistas y, sobre todo,
para la del Canal de Panamá.
Con miras a ordenar las relaciones
entre los países centroamericanos, los Es-
tados Unidos reunieron, en 1907, a los
Estados de la región, exceptuando a Pa-
namá, y los hicieron firmar unos tratados
en donde se comprometieron a mantener
la estabilidad política y a respetar los
gobiernos constitucionales en la región.
Sin embargo, dichos compromisos no fue-
ron respetados ni por los centroamerica-
nos ni por la potencia que los inspiró.
Los Estados Unidos consideraron
que el dictador nicaragüense José Santos
Zelaya era un factor de perturbación en el
área. Por eso provocaron su caída en
1909, lo que creó una situación de anar-
quía en Nicaragua, y dio lugar a que,
en 1912, la infantería de marina de los
Estados Unidos ocupara ese país. Así, Ni-
caragua se convirtió en el segundo pro-
tectorado de esa potencia en Centroamé-
rica. Honduras fue otro país ístmico en
donde el poder de los Estados Unidos fue
abrumador, y allí las compañías banane-
ras tuvieron una inmensa influencia sobre
los gobiernos y los políticos de ese país.
Caricatura que hace alusión
al interés de los Estados
Unidos por participar en el
proyecto interoceánico.
Labores de construcción
del Canal de Panamá,
revertido a la nación
panameña el 31 de diciembre
de 1999.
Historia del istmo centroamericano326
Las identidades nacionales
¿A partir de qué momento se arraigaron
los sentimientos nacionalistas en los dis-
tintos países centroamericanos? Durante
la época de los conservadores es proba-
ble que los sentimientos de identidad de
los habitantes de cada uno de los países
centroamericanos giraran en torno a cri-
terios religiosos, étnicos o raciales y lo-
cales. Fueron los liberales quienes se pre-
ocuparon por desarrollar las ideas de
pertenencia nacional mediante la inven-
ción de efemérides y símbolos patrios, así
como a través de la promoción de una
historiografía y una literatura nacionales.
Hacia 1930 el nacionalismo se había
afianzado en los países centroamerica-
nos. No obstante, hay que decir que el
desarrollo de una conciencia nacional
tuvo grados diferentes de éxito en cada
uno de los países.
En efecto, en el caso de Guatemala,
los liberales no fueron capaces de integrar
plenamente la población indígena a la
comunidad nacional, excepto en algunas
regiones próximas a los principales cen-
tros poblados. De este modo, hacia 1930,
la mayoría de los nativos no se considera-
ban guatemaltecos. La separación entre
ladinos e indígenas dificultó la formación
de esta nación.
Honduras tuvo en este período gran-
des dificultades para construir su Estado y
para integrar su territorio. La mayoría de
la población vivía en un gran aislamiento
y, además, a partir de 1900, los intereses
bananeros y el gobierno de los Estados
Unidos tuvieron una constante injerencia
en la vida del país. Hacia 1930 la identi-
dad nacional hondureña estaba poco con-
solidada.
Es posible que lo mismo pueda de-
cirse de Nicaragua, en donde las pug-
nas entre liberales y conservadores, las
rivalidades regionales y la ocupación mi-
litar de los Estados Unidos fueron claros
indicios de su débil identidad nacional.
Precisamente, el nacionalismo de Augus-
to César Sandino estuvo orientado a sub-
sanar ese problema.
La forma en que accedió a la in-
dependencia y la presencia directa deSímbolos nacionales
de El Salvador y Nicaragua.
Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 327
los Estados Unidos en su territorio supu-
so grandes obstáculos para la formación
de la nación panameña. Además, su
economía orientada a la actividad trans-
ístmica no permitió la formación de gru-
pos dominantes deseosos de construir
una nación propia. Así, entre el cosmo-
politismo y el enclave canalero, la na-
ción panameña fue muy frágil en este
período.
Desde esta perspectiva, el proyecto
nacional liberal tuvo muchos problemas.
La principal contradicción de los liberales
consistió en que quisieron construir nacio-
nes propias, al mismo tiempo que imita-
ban al máximo la cultura y el modo de
vida de Europa y los Estados Unidos, y
miraban despectivamente la cultura po-
pular campesina e indígena y la heren-
cia colonial hispánica. Por esta razón,
entre 1900 y 1930 surgieron en Centro-
américa grupos e individuos, en especial
entre los sectores de artesanos, obreros,
estudiantes e intelectuales, que reivindi-
caron el llamado indoamericanismo y que
criticaron la política de los Estados Uni-
dos en el istmo. Dentro de estas personas
cabe destacar a intelectuales como Alberto
Masferrer de El Salvador, Froilán Turcios
de Honduras y Joaquín García Monge y
su revista Repertorio Americano de Costa
Rica.
Símbolos nacionales
de Panamá, Guatemala,
Honduras y Costa Rica.
Historia del istmo centroamericano328
os aproximadamente sesenta años de predominio liberal en Centroamérica
(1870-1930) colocaron a la región firmemente dentro del concierto de na-
ciones mediante la consolidación de sus Estados y el fomento de diversos
productos de exportación. Parecería que finalmente se había encontrado la
llave que abría la puerta de la paz y la prosperidad. Es cierto que la inestabilidad y
las guerras del período federal quedaron atrás pero nuevas situaciones se presenta-
ron que pusieron en entredicho lo proclamado por los liberales en el poder. Por una
parte, las formas republicanas y democráticas de gobierno que anunciaban las cons-
tituciones no pasaron, para efectos prácticos, del papel en que fueron escritas ya que
el autoritarismo y la imposición caracterizaron a los gobiernos de turno. Por otra, la
riqueza generada por las nuevas actividades exportadoras se concentró en pocas
manos, lo que generó conflictos con aquellos que se quedaron mayormente fuera del
reparto. Por primera vez, los campesinos y los obreros agrícolas e industriales se
comenzaron a organizar para reclamar derechos y mejoras.
Por supuesto, la situación no fue igual en todos los países de Centroamérica.
En El Salvador, Nicaragua y Guatemala se vivieron momentos y procesos de mayor
tensión y enfrentamiento político, mientras que en Honduras y Panamá, donde el
Estado nunca llegó a tener tanta presencia o autoridad, los problemas sociales no
alcanzaron niveles de alta conflictividad. En Costa Rica, la incipiente democracia
permitió que los problemas asociados con los procesos sociales y económicos encon-
traran, en la mayoría de casos, cauces de solución pacífica. Lo cierto es que las
naciones centroamericanas adquirieron, durante los años que median entre 1870 y
1930, los rasgos fundamentales de su existencia que marcaron su evolución hasta
casi el fin del siglo XX. En algunos se fortaleció la democracia y el desarrollo social,
mientras que en otros ya se estaban gestando las guerras y revoluciones.
CONCLUSIÓN
L
En Panamá, los problemas
sociales no generaron graves
conflictos.
Moisés Barrios
Absolut Bananas
Óleo sobre lienzo
1996
Guatemala
La economía centroamericana (1821-1930) 333
INTRODUCCIÓN
n los tres capítulos que preceden al presente, se ha estudiado la evolución
política y social del istmo, desde la independencia en 1821 hasta la crisis
de 1930. En el capítulo que aquí se inicia se analizan los procesos econó-
micos de las sociedades centroamericanas durante ese mismo período. Esta
es la época de formación y crisis de la economía agroexportadora en el istmo. Du-
rante el siglo siguiente a la independencia, la tendencia más pronunciada que se
observó en las economías centroamericanas es el paso paulatino de una economía,
en su mayor parte, de autoproducción y autoconsumo, heredada del período colo-
nial, a una economía con vínculos, cada vez más estrechos con los mercados mun-
diales. Es decir, los países de Centroamérica empezaron a exportar más productos y
aprovecharon los ingresos de esas exportaciones para adquirir artículos importados.
Se puede decir que es en este período cuando empiezan a darse los primeros pasos
hacia la globalización y, a la vez, se viven los problemas sociales relacionados con
las economías abiertas.
E
Inicio de una plantación
de café en Guatemala.
Historia del istmo centroamericano334
urante la época colonial la pro-
ducción de alimentos ocupaba
la mayor parte del tiempo de la
población, es decir, la economía
se orientaba fundamentalmente a la au-
toproducción y el autoconsumo. Además
de los alimentos, la producción de los ar-
tesanos locales satisfacía las simples ne-
cesidades de la época. Muchas mujeres
campesinas se dedicaban a hilar algo-
dón y a trabajar en los telares de mano.
En los pueblos había talabarteros dedi-
cados a fabricar sencillos artículos de
cuero, mientras que en el campo parte
del tiempo se destinaba a tejer canastos
y sombreros y a moldear el barro en for-
ma de cántaros y comales. Sólo algunas
personas adineradas tenían acceso a pro-
ductos importados como los encajes y
sedas europeas que vestían a las seño-
ras importantes de Santiago de Guate-
mala o de Granada, de Comayagua o
de Ciudad Real.
El principal vínculo de la economía
centroamericana con el exterior era el añil,
pero su manufactura y exportación eran
sólo una fracción de la actividad econó-
mica. Las dos razones más importantes
que impedían el comercio con el resto del
mundo eran la geografía y las regulacio-
nes impuestas por España. ¿Por qué la
LA PERSISTENCIA COLONIAL, AÑIL Y COCHINILLA
DTejedora indígena
geografía? Hasta avanzado el siglo XIX los
principales mercados internacionales se
encontraban en Europa, al otro lado del
Atlántico, mientras que las tierras más fér-
tiles y la mayor parte de la población de
Centroamérica se encontraban en los va-
lles cercanos a la costa del Pacífico, se-
paradas de los puertos del Atlántico por
cadenas de montañas. La ausencia de
buenos caminos y de puentes hacía que
el transporte de los productos a los puer-
tos fuera sumamente caro. Era mucho más
oneroso llevar el añil de la Alcaldía Ma-
yor de San Salvador al Golfo Dulce que
del Golfo Dulce al puerto inglés de Li-
verpool. Sólo un producto de alto valor
y poco volumen como el añil se podía
exportar rentablemente.
El segundo obstáculo para el comer-
cio exterior, la reglamentación comercial
del imperio español, consistía en impues-
tos, innumerables trámites burocráticos y
la prohibición de comerciar con ningún
país que no fuera España. La reglamen-
tación comercial favorecía a los españo-
les y a los criollos, lo que les permitió crear
una red comercial que, desde su base de
operaciones, en la ciudad de Guatema-
la, monopolizaba la exportación del añil;
también les permitió controlar la distribu-
ción de las importaciones y el crédito.
La economía centroamericana (1821-1930) 335
Para finales del período colonial el poder
del imperio español se había debilitado
y productores de diferentes partes de Cen-
troamérica evitaban los impuestos y ha-
cían contrabando con comerciantes ingle-
ses o de los Estados Unidos.
Una razón para buscar la indepen-
dencia era la frustración que provocaba
la reglamentación comercial y que im-
pedía la prosperidad de la región. Al
romperse el vínculo con España se elimi-
naron los impuestos y se autorizó el co-
mercio con todos los países del mundo.
De esta manera los productores de añil
se vieron libres para vender a quien qui-
sieran y cuando lo desearan. La elimina-
ción de los impuestos comerciales se apli-
có también a las importaciones, lo cual
presentó una oportunidad a los comer-
ciantes ingleses. Así llegaron a Belice
barcos ingleses cargados de telas bara-
tas y otros productos sencillos que inun-
daron el mercado local.
Las importaciones baratas, por un
lado, tuvieron un impacto beneficioso en
los consumidores que encontraban no-
vedosas y atractivas las telas estampa-
das de algodón y las preferían a las lo-
cales que, al ser hechas a mano, eran
mucho más caras y de diseños ya muy
familiares. Pero, por otro lado, los arte-
sanos locales no podían competir y mu-
chos dejaron de vender sus productos,
resultando perdedores ante la liberación
del comercio. En 1823 esta situación pro-
dujo interminables debates en la Asam-
blea Constituyente, la que terminó res-
tableciendo algunas restricciones a las
importaciones. No obstante, después de
la independencia se facilitó considera-
blemente el comercio con el resto del
mundo.
Pero si bien es cierto que la inde-
pendencia eliminó los obstáculos legales
para el comercio y la exportación, la ines-
tabilidad política y las guerras de la épo-
ca de la Federación (1824-1839) crea-
ron un nuevo problema. Provocaron un
clima hostil para los inversionistas, ade-
más de que la actividad guerrera apar-
taba a los hombres de sus labores en el
campo e interfería con el transporte de
productos.
Fausto Pérez, La cuesta,
acuarela sobre papel.
Bongo de comercio
de cabotaje en Panamá,
en el siglo XIX.
Historia del istmo centroamericano336
Cultivo y exportación
de la grana o cochinilla
El comercio de añil tuvo alzas y bajas pero
siguió siendo el principal producto de
exportación durante la primera mitad del
siglo XIX. A principios de siglo un nuevo
producto, la cochinilla, un colorante na-
tural de gran demanda en Europa por su
bello color rojo, acaparó la atención.
Durante la época de la Federación su pro-
ducción cobró importancia rápidamente
en Guatemala y llegó a constituir el prin-
cipal producto de exportación en ese país,
hasta la década de 1860. Su importan-
cia fue tal que se ha dicho que en esa
época sobrepasó todas las demás expor-
taciones de Centroamérica juntas. La co-
chinilla era un insecto que se alimentaba
de una variedad de nopal, cuyo cultivo
se concentraba en un área muy definida
en las zonas de Amatitlán, Antigua, Vi-
llanueva y Petapa, aunque se encontra-
ban pequeños cultivos en zonas más dis-
tantes, como en las áreas cercanas a la
ciudad de Santa Ana, en El Salvador.
A mediados de siglo, cuando la co-
chinilla tuvo su mayor auge, su produc-
ción parece haber ocupado un área de
unas 2 800 hectáreas. Aun dentro de esta
pequeña zona geográfica, había grandes
diferencias en la rentabilidad de la pro-
ducción; la zona de Amatitlán era la más
rentable. La producción de cochinilla
fue, pues, un fenómeno localizado.
Cuando no había problemas su produc-
ción era sumamente rentable. Pero no
estaba exenta de riesgos, pues las llu-
vias inesperadas o plagas de insectos
podían destruir parte de la cosecha. A
pesar de las dificultades, la explotación
Proceso de elaboración de la
grana cochinilla.
El nopal mexicano, también
alimento de la cochinilla.
La economía centroamericana (1821-1930) 337
de la cochinilla fue el origen de una bo-
nanza económica durante el régimen de
Mariano Gálvez, en Guatemala (quien,
dicho sea de paso, participó directamen-
te en su producción).
El rápido desarrollo de esta activi-
dad económica no causó el tipo de fric-
ciones que surgieron más adelante con
el cultivo del café. En primer lugar, no
requería de crédito de largo plazo y su
financiamiento siguió patrones estable-
cidos durante la época de la Colonia. El
uso de mano de obra familiar y el em-
pleo ocasional de mano de obra asala-
riada (en general ladinos), junto con la
localización geográfica de las explota-
ciones, permitió que se evitaran presio-
nes para el reclutamiento forzoso de
mano de obra indígena. Además, bue-
na parte de la producción se llevaba a
cabo en tierras municipales que se alqui-
laban por nueve años, período de vida
del nopal del que se nutría el insecto.
Se puede decir que, aunque la co-
chinilla contribuyó en algunos casos a la
acumulación de capital para el cultivo del
café y estimuló la creación de grupos
medios, no llevó al desmantelamiento de
las instituciones coloniales. Para los co-
merciantes guatemaltecos, que enfrenta-
ban la competencia de los comerciantes
ingleses y la pérdida del monopolio del
crédito en la comercialización del añil, la
cochinilla representó una alternativa lucra-
tiva. En este sentido se puede decir que
fue un producto de transición.
Un día de mercado
en Antigua, Guatemala.
Historia del istmo centroamericano338
ientras las explotaciones de co-
chinilla y de añil prosperaban
en el norte del istmo, Costa
Rica empezó a experimentar
con un nuevo producto que, con el paso
del tiempo, iba a transformar las econo-
mías y las sociedades de toda Centroamé-
rica: el café. La demanda de este pro-
ducto aumentó rápidamente a lo largo del
siglo a medida que los europeos se acos-
tumbraron a su consumo. Por su parte,
Centroamérica tenía las características
necesarias para satisfacer esa creciente
demanda con café de primera calidad.
Aunque hay indicios de consumo y
cultivo de café en Centroamérica a fina-
les del período colonial, no se empezó a
cultivar este producto para la exportación
sino hasta los primeros años de la época
independiente. No hay que perder de vis-
ta, sin embargo, que, aunque la produc-
ción de café llegó a ser muy importante,
otros productos de exportación siguieron
siendo rentables hasta finales del siglo y
que la producción de granos básicos para
el consumo interno era de suma impor-
tancia. De hecho, cada país de Centro-
américa adoptó el cultivo de café depen-
diendo de las opciones que estaban a su
alcance y de cambios en dos elementos
muy importantes que afectaban su costo
final: el transporte y el crédito.
Variaciones en la adopción
del cultivo del café
Costa Rica, que durante el período colo-
nial no había tenido un producto de ex-
portación que dominara la economía, fue
el primer país al que le resultó ventajoso
exportar café. Costa Rica tenía dos ven-
tajas: su cercanía con los importantes
puertos de América del Sur y una vida
política más estable que permitía el de-
sarrollo del mercado de crédito. En Gua-
temala y El Salvador la producción de
cochinilla y de añil, respectivamente, si-
guieron siendo rentables hasta la segun-
da mitad del siglo, pero los costos de
LA CAFICULTURA CENTROAMERICANA
M
Mujeres escogiendo café
en Costa Rica, siglo XX.
La economía centroamericana (1821-1930) 339
transporte se mantuvieron altos. Final-
mente, Nicaragua y Honduras tenían
ventajas en la explotación de otros pro-
ductos de exportación que, a diferencia
del café, no requerían de grandes inver-
siones. Entre estos productos se encuen-
tran minerales, maderas preciosas, zar-
zaparrilla y hule. Panamá, como se verá
más adelante, pronto descubrió sus ven-
tajas como intermediaria comercial y,
más tarde, financiera.
Así, Costa Rica fue el primer país
en exportar café. El Salvador y Guate-
mala siguieron el ejemplo cuando baja-
ron los costos de transporte aunque si-
guieron produciendo añil y cochinilla,
productos que perdieron demanda pau-
latinamente a medida que los colorantes
artificiales comenzaron a resultar más
atractivos para la industria textil europea.
Nicaragua aprovechó las rutas de trans-
porte y sus productos alternativos pero, a
finales de siglo, ya estaba estableciendo
una próspera industria cafetalera. Final-
mente, en Honduras, la producción de
minerales y otros productos como zar-
zaparrilla se volvió prioritaria dado que
su terreno montañoso dificultaba el desa-
rrollo del transporte más que en los otros
países del istmo.
Aunque los inicios y el desarrollo del
cultivo del café tuvo sus propias caracte-
rísticas en cada país centroamericano, lo
cierto es que en todos se alteró de manera
dramática la propiedad de la tierra. Ha-
cia mediados del siglo XIX se empezó a
cuestionar la conveniencia de mantener las
instituciones de tenencia de la tierra here-
dadas de la época Colonial frente a las
oportunidades que representaba la agri-
cultura de exportación. El sistema de tenen-
cia de la tierra consistía en propiedades
privadas (haciendas), propiedades comu-
nales (ejidos municipales y tierras de co-
munidades de indios) y tierras del Estado.
Con frecuencia los linderos de estos dife-
rentes tipos de propiedad no estaban cla-
ramente delimitados.
Carretas transportando café,
al puerto de Puntarenas
en Costa Rica, siglo XIX.
Costa Rica fue el primer país
en exportar café.
Historia del istmo centroamericano340
Las reformas liberales
En estas circunstancias las reformas libe-
rales que se dieron en Centroamérica, a
partir de la década de 1870, decretaron
la privatización de la tierra. Estas refor-
mas tenían los siguientes elementos: 1) las
propiedades comunales se medían y lue-
go se dividían entre los usuarios; 2) se
establecían mecanismos para que indivi-
duos particulares identificaran tierras del
Estado y las adquirieran como propiedad
privada, y 3) se establecían registros de
la propiedad.
Se organizaron en todos los países
registros de la propiedad, primero en
Costa Rica, en 1867, luego en Guatema-
la, en 1877, y en El Salvador, en 1882.
El orden y las fechas corresponden casi
exactamente al momento en que el culti-
vo del café se convirtió en la actividad
más importante de la economía de los res-
pectivos países. El proceso de privatiza-
ción se enfrentó a grandes dificultades
prácticas y contribuyó a la mala distribu-
ción de la tierra. Aunque hubo muchos
casos de usuarios que adquirieron peque-
ños terrenos agrícolas, numerosas fincas
y haciendas terminaron adquiriendo
grandes cantidades de tierra, ya sea por
compraventa o por medio de irregulari-
dades e influencias que el débil sistema
legal no impedía.
El control y la organización de la
mano de obra también se afectó por la in-
troducción del cultivo del café en gran es-
cala. En la segunda mitad del siglo XIX,
la prosperidad de la caficultura de ex-
portación hizo necesario el empleo de
más y más trabajadores. Dada la esca-
sez de brazos, lo más lógico en un am-
biente de mercados libres hubiera sido
que se aumentaran los salarios para
atraer trabajadores a las fincas o plan-
taciones. En lugar de usar este sistema,
en aquellas partes de Centroamérica
donde había mayor población indígena
se acudió a las tradiciones coloniales
de trabajo obligatorio. Así, en Guate-
mala, el célebre “Reglamento de Jorna-
leros” de 1877 daba nueva fuerza a
formas de reclutamiento forzoso de mano
de obra muy similar al repartimiento co-
lonial. En otros países los gobiernos es-
tablecieron variados sistemas de control
de la población para asegurar un sumi-
nistro adecuado de mano de obra para
los cultivos de exportación, que en to-
dos los casos, generaron una riqueza
que permitió el traslado de mano de obra
Finca de campo
centroamericana, siglo XIX.
Cacao, otro producto de
exportación centroamericano.
La economía centroamericana (1821-1930) 341
desde regiones atrasadas a las de ma-
yor dinamismo económico.
Cambios en los costos
de transporte
Los cambios en los costos de transporte
resultaron ser muy importantes para la
producción en abundancia del café.
Como se mencionó en la sección ante-
rior, era difícil llevar productos a la costa
del Caribe. Las largas recuas de mulas
cargadas de añil, que subían y bajaban
las montañas del istmo, eran lentas e im-
plicaban grandes gastos en tiempo, arrie-
ros y alimentación. Su uso encarecía las
exportaciones de forma prohibitiva. Esta
situación empezó a cambiar con rapidez
a partir de 1849 cuando California pasó a
manos de los Estados Unidos después de
la guerra con México. La incorporación
de California a los Estados Unidos repre-
sentó la etapa final de la expansión de
ese país hacia el oeste y fue un hito im-
portante en su rápido crecimiento econó-
mico. Históricamente la población esta-
dounidense se concentraba en los estados
cercanos a la costa del Caribe mientras
que California, un territorio con enormes
posibilidades económicas, tenía muy po-
cos habitantes.
Había dos rutas prácticas para ir
a California por mar: a) navegando des-
de ciudades como Boston o Nueva York
hasta San Juan del Norte en Nicaragua,
atravesando luego el istmo por el río San
Juan y el lago de Nicaragua hasta lle-
gar al Pacífico y luego embarcándose
nuevamente hasta California, y b) llegan-
do hasta la costa caribeña de Panamá
para luego cruzar por tierra hasta lle-
gar a ciudad de Panamá donde se to-
maba otro barco hasta California. Miles
y miles de personas tomaron estas rutas
para ir a probar fortuna en las minas de
oro y vastas tierras ubicados en la costa
del Pacífico de los Estados Unidos. De
esta forma, los puertos de la costa pací-
fica de Centroamérica se encontraron en
una ruta muy transitada. En 1855 se in-
auguró un ferrocarril que atravesaba
Panamá conectando los dos océanos. La
implicación para Centroamérica fue que se
podían usar los puertos del Pacífico que es-
taban mucho más cerca de los centros pro-
ductivos y los costos de transporte se redu-
jeron a la mitad. Esto hizo posible la
exportación de café, que era mucho más
voluminoso y pesado que el añil y, por lo
tanto, más difícil de transportar por medio
de recuas de mulas.
Puente de hierro, línea
de ferrocarril al Atlántico.
Costa Rica.
Historia del istmo centroamericano342
Los efectos económicos
de las rutas de transporte
en Nicaragua y Panamá
En los primeros años de la década de los
años cincuenta del siglo XIX, antes de la
apertura del ferrocarril de Panamá y del
transcontinental en Estados Unidos que
vinculó las costas este y oeste, en 1869,
parte de la migración a California se hizo
a través de la ruta del río San Juan y el
lago de Nicaragua. Ésta era más corta
que la del istmo de Panamá. Cornelius
Vanderbilt, el legendario magnate esta-
dounidense, se apresuró a asegurarse
una concesión exclusiva de las autori-
dades nicaragüenses. Así nació la Ac-
cessory Transit Company, que, usando
vapores especialmente diseñados para
navegar el río San Juan, transportó a casi
cien mil personas antes de 1860. En los
primeros años, la experiencia alimentó
los viejos sueños de Nicaragua de consti-
tuirse en el vínculo entre los dos océanos
y en una meca comercial. Los viajeros de
esta ruta, aunque en general de muy
modestos recursos, necesitaban de servi-
cios y provisiones, lo que estimuló la ac-
tividad económica. El lado negativo de
este éxito fue que Nicaragua no recibió
mayor beneficio económico de esta em-
presa y, para colmo, terminó atrayendo
la atención de aventureros inescrupulo-
sos como William Walker.
Con la apertura del ferrocarril de
Panamá, en 1855, y la inauguración, un
año más tarde, de los servicios de la Pa-
cific Mail Company (compañía conocida
en Centroamérica como “Las Malas del
Pacífico”), Panamá empezó a consolidar
su posición como ruta comercial. Las com-
pañías navieras coordinaban sus activi-
dades para proporcionar servicio bimen-
sual entre los puertos del Pacífico y
Panamá, además de transbordo al ferro-
carril y luego, del otro lado del istmo, a
barcos destinados a Nueva York, Liver-
pool, Le Havre o Hamburgo, todo con una
sola tarifa, en menos de la mitad del tiem-
po que usando la ruta del Estrecho de Ma-
gallanes y con un servicio regular. Ade-
más, el crecimiento rápido de la vida
económica de la costa del Pacífico cen-
troamericano atrajo a otras compañías
navieras, de tal forma que, para la déca-
da de 1870, alrededor de cien navíos
visitaban sus puertos cada año.
En la década de los años ochenta
del mismo siglo, el empresario francés
Cornelius Vanderbilt, magnate
estadounidense, fundador de
la Compañía del Tránsito.
Nicaragua atrajo la atención
del aventurero Walker.
La economía centroamericana (1821-1930) 343
Ferdinand de Lesseps, constructor del Ca-
nal de Suez, en Egipto, comenzó el vas-
to proyecto de excavar un canal a tra-
vés de Panamá. La empresa fracasó en
1889 debido a problemas de financia-
miento y de ingeniería. El ferrocarril, pri-
mero y el canal del empresario francés,
después, fueron una primera muestra de
la fuerza económica que implicaría el
ser intermediario comercial y financiero
del mundo. A la vez, Panamá pagó un
gran costo humano por estos sueños. Los
trabajadores que participaron en la
construcción (10 000 en el año de ma-
yor actividad) eran víctimas fáciles del
mosquito que transmitía la fiebre amari-
lla, de forma tal que la mortandad fue de
enormes proporciones. Asimismo, la im-
portación de trabajadores de todo el mun-
do, principalmente de las islas del Cari-
be y de la China, cambió la composición
Primeras obras del Canal
de Panamá, que fue revertido
a la nación panameña
el 31 de diciembre de 1999.
Aduana del puerto
de La Libertad en El Salvador.
demográfica de Panamá y contribuyó,
en gran medida, a darle la variedad étni-
ca que hoy en día es una de sus caracte-
rísticas distintivas.
Tanto el ferrocarril como el canal
significaron una fuente de empleo no sólo
en la construcción en sí, sino también en
el aprovisionamiento y la prestación de
servicios para tan grandes empresas. A
la vez, los panameños se daban cuenta
de que no todos los beneficios se queda-
ban en su región, lo que alimentó el sue-
ño nacionalista.
Historia del istmo centroamericano344
Comienzos de las plantaciones
bananeras
finales del siglo XIX el café era
la principal mercancía de ex-
portación cuando empezó a co-
brar importancia otra: el bana-
no. Ciertamente, no era un producto
totalmente nuevo: se tiene noticia de cul-
tivos en Guanaja, Honduras, cerca de
1860, y para 1883 Costa Rica ya expor-
taba más de 100 000 racimos al año.
Sin embargo, fue en la primera década
del siglo XX, momento en el que se dispo-
nía de las condiciones tecnológicas y orga-
nizativas necesarias, cuando la exportación
de bananos comenzó a hacerse en gran
escala. De los cinco países de la antigua
Federación, sólo en El Salvador no se cul-
tivó banano para la exportación. En Hon-
duras y Costa Rica la producción avanzó
más rápidamente, pero fue en Honduras
donde los bananos tuvieron una mayor
importancia para la economía.
En Guatemala y Nicaragua, la ex-
portación en gran escala empezó más
tarde, y nunca llegó a representar un por-
centaje de las exportaciones tan alto como
en el caso de Honduras, donde para 1930
se producían casi 30 millones de racimos,
más del doble que en el resto de países
juntos.
La concentración
de la industria bananera
La exportación del banano en grandes can-
tidades no era un asunto sencillo. La ca-
racterística más importante que diferen-
ciaba al banano del café era su carácter
delicado y perecedero. Para que el pro-
ducto llegara a los consumidores libre de
lastimaduras y sin pasarse de madurez
había que contar con medios de transpor-
te rápidos y confiables desde la mata en
Centroamérica hasta la tienda en Boston
o en Nueva Orleans. Esto implicaba acce-
so oportuno a ferrocarriles, barcos de va-
por refrigerados y redes de distribución den-
tro de los Estados Unidos. La mejor forma
de coordinar todos estos elementos era que
la compañía que controlaba la producción
fuera también propietaria de todas las eta-
pas de distribución. Debido a estas circuns-
tancias, la producción y exportación de los
bananos se fue concentrando cada vez en
menos compañías hasta que terminó sien-
do prácticamente el monopolio de la Uni-
ted Fruit Company.
El contrato más célebre y que dio
origen a la United Fruit Company ilustra
bien el vínculo entre la producción de ba-
nanos, el transporte y la distribución. Se
trata del contrato Soto-Keith (1884) en-
tre Minor Keith, quien había llegado a
LAS ECONOMÍAS DE ENCLAVE
AVista de una finca bananera
en el caribe, costarricense.
Bananos y ferrocarriles son
indisociables en la historia
del istmo.
La economía centroamericana (1821-1930) 345
Centroamérica a construir ferrocarriles, y
el gobierno de Costa Rica. El objeto del
contrato era terminar el ferrocarril hacia
la costa del Caribe, pero también conce-
día a Keith el derecho de usar la franja
de tierra por la que pasaba el ferrocarril,
además de exenciones fiscales. Keith de-
dicó la tierra a la producción de bana-
nos, que el ferrocarril transportaría hasta
Puerto Limón. Este tipo de contrato que
vinculaba la construcción de ferrocarriles
con concesiones de tierra para producir
bananos se repitió en Honduras, con la
empresa Vaccaro Brothers y con la que
llegó a ser la Cuyamel Company, y en
Guatemala, en 1901, con la recientemen-
te fundada United Fruit Company.
Poco a poco la United Fruit Com-
pany empezó a integrar sus operacio-
nes y a comprar otras empresas. En 1929
absorbió a su rival más grande, Cuya-
mel. Esta fue la culminación de un pro-
ceso de concentración que implicó el
acaparamiento de más de veinte com-
pañías pequeñas. Para 1929 la United
Fruit Company era no sólo la exporta-
dora de bananos más grande de Cen-
troamérica sino que también controlaba
la mayor parte de la actividad ferrocarri-
lera y varios muelles y poseía un flota de
barcos (la “Gran Flota Blanca”) que te-
nía 74 buques además de los que fletaba
cuando era necesario. Las incursiones de
la compañía en el campo de las comuni-
caciones incluyeron el monopolio de las
comunicaciones por cable y otros servi-
cios públicos como la distribución de elec-
tricidad. También utilizó sus tierras para
el cultivo de cacao, café y caña, y la cría
de ganado. En Honduras llegó a comprar
un banco que todavía es de gran impor-
tancia en la vida financiera de ese país,
el Banco Atlántida, fundado por Vaccaro
Brothers, en 1913.
Esta concentración de la actividad
bananera en las mismas manos le permi-
tía a la United Fruit Company mover sus
operaciones de acuerdo a sus necesida-
des sin prestar mayor atención a las con-
secuencias. Así, si se agotaba la tierra en
una región debido a prácticas agrícolas
que prestaban poca atención a la con-
servación de suelos, se trasladaban las
plantaciones a otra región, causando des-
empleo y problemas económicos en las
regiones abandonadas. Así ocurrió en el
litoral caribeño de Costa Rica, que fue
abandonado en la década de los años
treinta de esta época para empezar nue-
vas plantaciones en la costa sur.
Barcos a la entrada del Canal
de Panamá, revertido
a la nación panameña
el 31 de diciembre de 1999.
Historia del istmo centroamericano346
Los obreros de la industria
bananera
Las plantaciones bananeras se ubicaban en
el litoral del Caribe, alrededor de ríos,
en zonas aisladas, insalubres e histórica-
mente poco pobladas. Es por eso que la
industria bananera dio lugar a importan-
tes migraciones internas y externas. Para
operar las plantaciones se buscaron tra-
bajadores en las tierras altas con antece-
dentes de mayor densidad de población
y en las islas del Caribe, principalmente
en Jamaica. La migración de afroantilla-
nos fue particularmente importante en el
Caribe de Costa Rica, donde, para 1905,
más de 80% de la fuerza de trabajo en
las bananeras era jamaiquina. A dife-
rencia del caso del cultivo del café, la
mano de obra en las bananeras deven-
gaba un salario.
No toda la producción se llevaba
a cabo en las tierras de las bananeras.
Siguieron existiendo productores inde-
pendientes, pero, debido a las grandes
complejidades de la distribución que se
señalaron anteriormente, estos produc-
tores se veían obligados a vender a las
grandes bananeras quienes fijaban los
precios y establecían criterios de pro-
ducción y de calidad. Estas empresas
privadas se reservaban el derecho de
rechazar los bananos que a su juicio
no satisfacían las condiciones necesa-
rias. Esta práctica dio lugar a muchos
abusos, a tal grado que los productores
individuales se quejaban de que las ba-
naneras rechazaban sus productos como
una práctica deliberada que los llevaría
a la quiebra y a la venta obligada de sus
tierras.
Trabajadores bananeros
de Costa Rica de origen
antillano.
La economía centroamericana (1821-1930) 347
Las bananeras como
“economías de enclave”
Dadas las grandes cantidades de expor-
taciones que generaron, se podría pen-
sar que el cultivo de bananos contribuyó
a la prosperidad de la región. Desafor-
tunadamente no fue así. Las compañías
exportadoras, principalmente la United
Fruit Company, eran las que obtenían las
mayores ganancias del cultivo y repa-
triaban sus beneficios. Además, buena
parte de los sueldos de los trabajadores
se gastaban en tiendas que eran pro-
piedad de la compañía misma. Los bar-
cos que llevaban los bananos a los puer-
tos de los Estados Unidos regresaban
cargados de mercadería para las tien-
das y comisariatos de la United Fruit.
Estos establecimientos, que se ubicaban
en los pueblos construidos por la com-
pañía para sus trabajadores y en las
principales ciudades de la zona bana-
nera, podían ofrecer precios más bajos
que los comerciantes locales, a quienes
finalmente desplazaban del mercado.
También terminaban recibiendo la mayor
parte del salario de sus mismos trabajado-
res. De esta forma, el cultivo del banano en
Centroamérica correspondió a lo que
se llama una “economía de enclave”,
una actividad económica, controlada
por compañías extranjeras, que logra
captar la mayor parte de los benefi-
cios sin contribuir significativamente al
desarrollo económico del país que lo
hospeda.
Hubo otras dos exportaciones im-
portantes que se organizaron de tal for-
ma que produjeron grandes beneficios
para los inversionistas extranjeros que
las controlaban y muy pocos para los
países propietarios de los recursos. Se
trata de las minas de oro y plata y las
empresas madereras, ubicadas principal-
mente en Honduras y Nicaragua. Las
empresas mineras hicieron importantes in-
versiones para instalar la maquinaria pro-
cesadora y refinadora del mineral, pero,
a cambio, quedaron exentas del pago de
los impuestos de importación correspon-
dientes. Igualmente, entregaban a los go-
biernos unos impuestos muy reducidos por
la exportación del metal precioso. De esta
manera, la producción de oro y plata no
representó mayor beneficio para las eco-
nomías de los países productores. Las
empresas madereras gozaron de simila-
res prerrogativas, aunadas al hecho de
que el corte de árboles no se acompañó
de prácticas de reforestación, con lo que
las reservas centroamericanas de made-
ras finas, como caoba y cedro, se fueron
agotando rápidamente.
Pueblo minero
de San Juancito, Honduras.
Las empresas madereras eran
también “economías
de enclave”.
Historia del istmo centroamericano348
n 1929 se habían ampliado los
mercados internos, el comercio
estaba generalizado y la partici-
pación en el mercado era volun-
taria. Estos cambios fueron de gran im-
portancia, porque al ampliarse los
mercados los individuos y las regiones se
pudieron especializar en aquellos bienes
que producían mejor para luego intercam-
biarlos por otros bienes y servicios. En
1834, Frederick Chatfield, cónsul británi-
co, informó a su gobierno que el comer-
cio interno de Centroamérica se realiza-
ba con productos de lana, algodón, pieles
curtidas, cerámica, café, tabaco, azúcar,
productos de ferretería, ganado y algo-
dón en bruto.
Desde la época colonial, el comer-
cio interior se llevaba a cabo a través de
una red de ferias, con diferentes radios
de influencia, donde se compraban y ven-
dían artículos locales e importados y se
hacían arreglos de crédito para financiar
las cosechas. Las grandes ferias anuales
atraían comerciantes de toda Centroamé-
rica y barcos cargados de mercadería
europea. En enero, por ejemplo, duran-
te las festividades del Milagroso Señor
de Esquipulas, en Guatemala, tenía lu-
gar una feria de nueve días donde se
intercambiaban productos ingleses que
entraban por Izabal, ganado Hondure-
ño que llegaba a pie a través de las
montañas, y pequeñas artesanías pro-
venientes de diversos puntos de El Sal-
vador y Guatemala.
El comercio local se llevaba a cabo
en ferias semanales en cada pueblo y se
complementaba con las actividades de los
buhoneros. Éstos, además de asistir a las
ferias semanales, se encargaban de lle-
var productos de importación a las co-
munidades más remotas. En Honduras,
en particular, dada la escasez de concen-
traciones urbanas, los buhoneros jugaban
LA FORMACIÓN DEL MERCADO INTERNO
E
Artículos de comercio
indígena, en 1924.
La economía centroamericana (1821-1930) 349
un papel importante en la distribución de
productos. Cientos de ellos circulaban por
las pequeñas comunidades de las tierras
altas vendiendo sus mercancías.
Este sistema de ferias se transformó
durante la segunda mitad del siglo, cuan-
do el crecimiento de la población, una
mayor urbanización y la mejora en los
transportes ampliaron el mercado interno.
Cuando, en 1855, se inauguró el servicio
de vapores de la compañía del ferroca-
rril de Panamá, dejó de ser necesario
esperar la llegada de los veleros que,
cargados de mercancías, rodeaban el
Cabo de Hornos una vez al año. Cada
dos semanas los vapores podían traer y
llevar diversos productos, reduciendo así
los costos financieros y de almacenaje
que suponían un gasto fuerte cuando la
mayoría de las transacciones se lleva-
ban a cabo en períodos anuales. Las
casas de exportación e importación sus-
tituyeron a las grandes ferias anuales, y
una mayor cantidad de comerciantes ex-
tranjeros se instalaron en Centroaméri-
ca, especialmente en los puertos. En las
ciudades, poco a poco, se multiplicaron
las tiendas, almacenes, pulperías y boti-
cas que se abastecían de productos com-
prados tanto en las casas comerciales
como a los productores locales.
El crecimiento
de los mercados internos
La población de Centroamérica, que era
poco más de un millón en la época de la
Independencia, aumentó casi seis veces
en 1929. También creció la densidad de-
mográfica, y se expandió la frontera
agrícola, incorporando nuevas regiones
y productos a la economía, junto con la
especialización de numerosos trabaja-
dores en la agricultura de exportación,
todos estos factores contribuyeron a
ampliar los mercados internos. Las per-
sonas dedicadas exclusivamente a una
actividad productiva tenían que acudir
al mercado para cubrir sus necesidades.
Tanto el aumento general de la po-
blación como la expansión de la agricul-
tura de exportación y el incremento de
las actividades de gobierno contribuye-
ron al crecimiento de las ciudades. A su
vez, las necesidades de alimentos en las
urbes contribuyeron a estimular su pro-
ducción para el mercado. La concentra-
ción de comercios en ciudades y pue-
blos también permitió que se llevaran a
cabo actividades productivas más com-
plejas y estimuló el consumo de bienes
importados.
Plantación de caña
en América Central.
Historia del istmo centroamericano350
Crecimiento urbano
e integración territorial
El desarrollo de algunas de las principa-
les ciudades de Centroamérica fue resul-
tado del aumento de la importancia del
café. Así, metrópolis en zonas cafetale-
ras como San José, en Costa Rica, em-
pezaron a crecer más rápidamente que
antiguos centros administrativos como
Cartago. En la región cafetalera de Gua-
temala surgieron concentraciones ur-
banas como Retalhuleu, Coatepeque y
Mazatenango. Un ejemplo de este cre-
cimiento urbano es la ciudad de San
Salvador, que tenía unos 15 000 habi-
tantes en la época de la Independencia
y que para 1930 había absorbido pe-
queños pueblos de sus alrededores, has-
ta que su área metropolitana sumaba
más de 120 000 habitantes. Otro ejem-
plo es la ciudad de Managua, que entre
la quinta década del siglo XIX y 1920
creció seis veces, y llegó a tener más de
60 000 habitantes.
Finalmente, las dramáticas mejo-
ras en los transportes contribuyeron a ex-
pandir los mercados internos al vincular
las diferentes regiones económicas. Las es-
trechas veredas para mulas del tiempo de
la Independencia se convirtieron prime-
ro, en caminos para carretas, principal-
mente en aquellos trayectos que unían a
las zonas productivas con los puertos. Lue-
go siguió la expansión de la red ferrovia-
ria. Si bien los ferrocarriles de las banane-
ras vinculaban plantaciones en zonas
aisladas con los muelles, hubo otros fe-
rrocarriles que vinculaban áreas muy habi-
tadas, como fue el caso de los ferrocarriles
cercanos al Pacífico, en El Salvador, Nica-
ragua y Costa Rica. En Nicaragua, el
papel del transporte lacustre también tuvo
importancia, mientras que en Honduras el
transporte aéreo tuvo un auge temprano.
Además, se dio impulso en todos los paí-
ses a la construcción de vías pavimenta-
das para vehículos de motor, a partir de la
década de los años veinte del siglo XX.
Un céntrico hotel
en San Salvador.
La economía centroamericana (1821-1930) 351
La circulación monetaria
El mayor dinamismo de las economías de
los países centroamericanos en la segun-
da mitad del siglo XIX se vio frenado, en
alguna medida, por la ausencia de mo-
nedas nacionales, las cuales hicieron su
aparición hasta las últimas décadas del
mismo. En muchas partes siguieron cir-
culando las viejas monedas del período
colonial, a veces cortadas en pedazos
para que sirvieran como moneda frac-
cionaria. Los intercambios comerciales in-
ternacionales permitieron la entrada en
circulación de monedas peruanas, norte-
americanas e inglesas, de oro y de plata,
lo cual suplió en parte la falta de nume-
rario para los sectores más acaudalados
de la sociedad. La mayoría de la pobla-
ción, sin embargo, se ingeniaba para
hacer sus intercambios con la poca mo-
neda disponible, el uso de semillas de ca-
cao, huevos de gallina y trueque. Con
gran frecuencia en las ferias se operaba
con base en el crédito y con unidades de
cuenta —pesos, dólares, libras esterli-
nas— que aparecían en los registros con-
tables pero que no suponían la existen-
cia de monedas. A finales del siglo
aparecieron otros mecanismos para pa-
liar la escasez de circulante. En muchas
propiedades agrícolas se pagaba a los
jornaleros con la llamada “ficha”, una
pieza de metal que emitían las fincas ca-
fetaleras o las empresas bananeras que
solamente podía gastarse en las tiendas
de su propiedad.
La ausencia de una moneda nacio-
nal, o el uso de un numerario de circula-
ción restringida como las fichas o las mo-
nedas extranjeras, no tuvo mayor
impacto en las actividades del sector ex-
portador, pero sí puso trabas al creci-
miento y la integración de la economía
interna, debido a las dificultades para en-
contrar equivalencias del valor entre los
artículos de trueque o entre diferentes mo-
nedas extranjeras. Otro problema rela-
cionado era la frecuencia de las falsifi-
caciones. ¡Falsificaban hasta las semillas
de cacao! La creación de los primeros
bancos sentó las bases para la eventual
emisión de monedas nacionales cuyo va-
lor se establecía en relación al oro y la
plata según la práctica de aquellos tiem-
pos, cuando dichos metales eran los pa-
trones que normaban el valor de todas
las monedas del mundo.
Expansión de red ferroviaria
María Kahn, El cacao, óleo
sobre canvas.
Historia del istmo centroamericano352
omo hemos visto en este capítu-
lo, en el siglo XIX el crecimiento
de la economía centroamerica-
na estuvo vinculado al de las
exportaciones. Dicho en otras palabras,
se dio una verdadera apertura a la
economía mundial. Esto es lo que los eco-
nomistas han llamado “crecimiento ha-
cia afuera”. Esta evolución evidenció dos
problemas principales: 1) aumentó la
desigualdad económica entre diferentes
grupos de la población, y 2) expuso a
las economías del istmo a las variacio-
nes de precio de los mercados interna-
cionales.
Economías de exportación
y desigualdades económicas
La agricultura de exportación necesitaba
de grandes inversiones (capital), mucha
mano de obra (trabajo), y propiedades
agrícolas (tierra). Éstos son lo que los eco-
nomistas llaman los tres “factores de
producción”. Desafortunadamente, las
instituciones económicas heredadas de
la época colonial permitieron que unos
pocos privilegiados aprovecharan el ac-
ceso a los factores de producción, de for-
ma que aumentó la desigualdad econó-
mica entre las élites agroexportadoras y
la inmensa masa de desheredados.
Empecemos con los problemas de
inversión. Inicialmente, no hubo bancos
ni bolsas de valores para adquirir crédito
a largo plazo para invertir. A su vez, el
clima político y el sistema judicial eran muy
arbitrarios. En consecuencia, quien qui-
siera pedir dinero prestado para invertir
en una finca de café, una plantación de
algodón o una actividad comercial tenía
que obtener créditos de comerciantes y
prestamistas particulares. Aunque a par-
tir de 1864 se empezaron a organizar
los primeros bancos, con las utilidades
que producían las exportaciones, las ga-
rantías políticas y legales siguieron sien-
do precarias. Por ende, continuó la ven-
taja de las élites.
El sistema de propiedad de la tierra
también terminó dándole ventaja a las éli-
tes. La propiedad rural continuó concen-
trándose a partir de la introducción de los
cultivos de exportación. En el caso de las
bananeras, los gobiernos entregaron
enormes cantidades de tierras públicas
a empresarios extranjeros para el culti-
vo de la fruta y la construcción de infra-
estructura (puertos y ferrocarriles). En el
caso de los particulares nacionales, las
reformas legales (establecimiento de re-
gistros de propiedad y cambios en las
formas de tenencia reconocidas por el
LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO AGROEXPORTADOR
C
El retraso tecnológico
en el campo.
La economía centroamericana (1821-1930) 353
Estado) facilitaron la transferencia y re-
gistro de títulos de propiedad. Con el
paso de los años, las tierras para el cul-
tivo de granos básicos se tornaron más
escasas en la medida en que los cultivos
de exportación cubrían mayores exten-
siones del territorio.
Las instituciones laborales hereda-
das de la época colonial eran particular-
mente injustas para los trabajadores de
la tierra y contribuyeron en gran medida
a perpetuar la desigualdad. A pesar de
los problemas económicos que todavía
existen, a finales del siglo XX nadie po-
día obligar a un trabajador centroame-
ricano a trabajar en contra de su volun-
tad. No fue así en la época colonial ni
durante las primeras décadas de vida in-
dependiente, ya que la institución colo-
nial del repartimiento obligaba a los in-
dios a trabajar.
Esta institución no desapareció
completamente con la independencia
sino que, como hemos visto, se mantu-
vo para asegurar suficiente mano de
obra para los cultivos del café. Esta for-
ma de tratar a los trabajadores impedía
la distribución de los beneficios de la agri-
cultura de exportación a individuos que
no pertenecieran a las élites. Además, en
estas circunstancias no había incentivo
para introducir mejoras tecnológicas que
hicieran más productivo el trabajo, ya
que los salarios que se pagaban eran
prácticamente para la subsistencia.
Todos estos cambios implicaron la
polarización de las sociedades de Cen-
troamérica. En Guatemala y El Salvador
se consolidó el poder de la oligarquía li-
beral. En Costa Rica los cambios fueron
complejos pero también se consolidó la
oligarquía. Cabe notar que aunque el
cultivo del café llegó mucho más tarde a
Nicaragua que a Costa Rica, los efectos
sobre la distribución de la riqueza y del
poder fueron similares.
Transporte de sacos de café
en Costa Rica.
Los finqueros, principales
beneficiados
de la agroexportación.
Historia del istmo centroamericano354
os cultivos de exportación, particularmente el café y el banano, adquirieron una
importancia creciente en las economías de Centroamérica y constituían el sector
más dinámico. Pero vincular gran parte de la economía a uno o dos cultivos
tenía sus problemas. Los precios del café y de los bananos se fijaban en función
de la cantidad producida en todo el mundo y de la demanda que existiera en cada
momento, es decir, los precios dependían de los mercados internacionales. En 1913, las
exportaciones de los países centroamericanos se basaban en uno o dos productos (en
Guatemala 90% de las exportaciones eran de café y bananos), lo que creaba grandes
problemas cuando los precios internacionales bajaban.
La sobreproducción de café en Brasil, por ejemplo, podía hacer que bajaran
los precios, lo que repercutía a gran escala en la economía de Centroamérica. Si los
productores centroamericanos sufrían pérdidas dejaban de contratar cortadores, lo
que causaba gran desempleo; además, si el comercio exterior disminuía también
bajaban los ingresos de los gobiernos por concepto de impuestos de importación, y
exportación y con frecuencia dejaba de pagársele a los empleados del gobierno.
Además, si los cafetaleros no pagaban sus créditos a los bancos, éstos restringían el
crédito para el resto de la economía. En fin, las bajas de los precios internacionales
que quedaban totalmente fuera del control de los centroamericanos podían tener
consecuencias sumamente negativas para todos los habitantes de la región. Esta era
una de las desventajas del monocultivo.
Otra es la incorporación de Centroamérica al mercado mundial por medio de las
exportaciones de café y de bananos que causó un aumento en los niveles de desigualdad
social. El uso intensivo de mano de obra mal pagada y la concentración de la tierra de los
cultivos de exportación supuso una riqueza, ya sea en manos de empresas extranjeras
(como en el caso de la producción bananera) o de terratenientes nacionales (como en el
caso del café). Mientras se expandieran los cultivos y se mantuvieran los buenos precios
en el mercado internacional, la producción de bananos y café podría ofrecer empleo a
muchos trabajadores, si bien en condiciones muy difíciles y estacionales, y contribuir
a mantener a flote las finanzas públicas. Pero una crisis en el mercado internacional
pondría en juego todo el delicado balance entre producción, salarios y utilidades, y
amenazaría la misma estabilidad social.
CONCLUSIÓN
L
Comercio local a través
de los buhoneros.
Luis Paredes
Enfragmentación
Fotografía
1998
El Salvador
Los cambios culturales (1821-1930) 359
INTRODUCCIÓN
n este capítulo vamos a estudiar los cambios culturales que vivieron las socie-
dades centroamericanas desde el momento de la Independencia hasta la
crisis de la década de los años treinta del siglo XX. Analizaremos el desarrollo
cultural del istmo durante los tres primeros períodos de su historia política
republicana, es decir, la época federal, la etapa de los conservadores y la fase liberal.
En ese lapso de más de cien años, los países centroamericanos sobreimpusieron a su
pasado indígena y colonial hispánico, la modernidad del triunfante modo de vida de
las sociedades capitalistas industriales. La modernidad, se debe aclarar, subordinó,
pero de ningún modo hizo desaparecer, las formas culturales que la historia había
legado a Centroamérica.
La modernidad se manifestó en especial en cambios en los estilos de vida y en
los patrones de consumo de las clases altas del istmo, y su mayor reflejo fueron los
cambios urbanísticos infraestructurales y arquitectónicos de las ciudades de la región.
Las clases campesinas y el mundo rural vieron pasar de lejos esta modernidad.
E
Templo de Minerva,
Guatemala, símbolo
de la dictadura de Estrada
Cabrera.
Historia del istmo centroamericano360
La cultura impresa
urante la época colonial el úni-
co centro de producción de
material impreso en el Reino
de Guatemala había sido la
capital. Tras la Independencia, la impren-
ta empezó a difundirse por todos los paí-
ses de la región. Al respecto, jugó un
papel clave el nacimiento de los Estados
centroamericanos, quienes fueron los pri-
meros productores de material impreso
tales como leyes, bandos y acuerdos.
También debe recordarse que los gober-
nantes centroamericanos de la época de
la Independencia y la Federación esta-
ban inspirados en los ideales de la Ilus-
tración. De este modo, para ellos, la
prensa y los libros eran vehículos indis-
pensables para difundir las nuevas ideas,
que debían ser la base de los nuevos Es-
tados.
Durante los primeros cincuenta
años de vida independiente, ocurrió un
cambio cualitativo en la producción del
material impreso en Centroamérica, pues
el libro religioso que había sido el texto
dominante fue progresivamente reempla-
zado por el libro profano, cuyos temas
eran la economía, el derecho, la política,
la historia y la literatura. En este sentido,
el desarrollo de la imprenta y la circula-
ción de material impreso fueron factores
determinantes en los procesos de secula-
rización de las sociedades del istmo.
Aunque el caudillismo y las gue-
rras civiles en la época de la Federación
LA PREEMINENCIA DE LO URBANO
DLa imprenta, un vehículo de
modernización cultural.
La prensa diaria contribuyó a
crear una identidad nacional
en los países
centroamericanos.
Los cambios culturales (1821-1930) 361
y de los gobiernos conservadores limita-
ron los avances culturales, se debe ad-
mitir que la imprenta, los libros y los pe-
riódicos contribuyeron al nacimiento de
un sistema de opinión pública en el ist-
mo. Por medio de la prensa, las perso-
nas que se ocupaban de la política y de
los negocios empezaron a manifestar y
a confrontar sus opiniones. La formación
de una opinión pública fue clave en la
Costa Rica del período 1830-1870 y con-
tribuyó a la consolidación posterior de
su particular sistema político.
A fines del siglo XIX, apareció la
prensa diaria en los distintos países cen-
troamericanos. En Nicaragua, Rigoberto
Cabezas fundó el Diario de Nicaragua,
en 1884, en la ciudad de Granada. En
Costa Rica, en 1885 comenzó a circular
el primer diario. En Guatemala, en 1895,
había cinco diarios.
Este fue un cambio fundamental
porque el diarismo fue un factor impor-
tante en la construcción de una identidad
nacional y se convirtió en un instrumento
básico en la vida política de los distintos
países. Al final del período la prensa dia-
ria era el medio de comunicación princi-
pal en las ciudades centroamericanas más
importantes. Sin embargo, su impacto
tenía un límite: el alto analfabetismo de
la población.
Librería e imprenta de María
viuda de Lines, San José,
1922.
La prensa y los libros, clave
para la formación
de la opinión pública
en Costa Rica.
Historia del istmo centroamericano362
La vida urbana
La época colonial no heredó a Centroamé-
rica un gran esplendor urbano porque no
era una sección rica o importante del im-
perio español y porque la naturaleza y
los seres humanos se confabularon con-
tra sus ciudades. Como es sabido, los te-
rremotos son un fenómeno frecuente en
buena parte del istmo. San Salvador fue
destruida varias veces por sismos y Anti-
gua Guatemala es hoy testimonio del mis-
mo fenómeno. En la época colonial, los pi-
ratas se ensañaron con la ciudad de
Panamá en distintas oportunidades, deján-
dola tan maltrecha como si hubiera sufrido
un terremoto. La infraestructura urbana tam-
bién padeció los estragos de las guerras
civiles de la época de la Federación.
Fue sólo en la segunda mitad del
siglo XIX cuando las ciudades del istmo
empezaron a modernizarse. A mediados
de ese siglo XIX se instaló el servicio de
agua potable por cañería en las capita-
les. El telégrafo se difundió en la década
de los años sesenta, lo que permitió a la
población urbana conocer las noticias de
última hora del mundo entero con muy
poco retraso. No obstante, los mayores
cambios en la infraestructura urbana ocu-
rrieron a finales del siglo XIX cuando en
las ciudades del istmo se establecieron el
alumbrado eléctrico, el tranvía eléctrico
y el servicio telefónico, además de que
algunas calles principales fueron pavi-
mentadas.
Hacia 1920, todas las capitales
habían adoptado un aire afrancesado en
su arquitectura y contaban con su teatro
nacional y otras edificaciones sólidas y
de lujo. No obstante, se puede afirmar
que la ciudad con un mayor desarrollo
urbano era Panamá, como consecuencia
Estación de ferrocarril
en Santa Tecla, El Salvador.
La prosperidad cafetalera
permitió mejorar
su infraestructura.
Los cambios culturales (1821-1930) 363
de la presencia estadounidense y la exis-
tencia del canal interoceánico. Pero este
mundo urbano era una gota de agua en
un mar de población rural, pobre y ape-
gada a las tradiciones.
La diferencia entre lo urbano y lo
rural se aprecia aún más cuando se eva-
lúa su respectiva importancia en las lu-
chas políticas. En 1821, el proceso de
independencia del Reino de Guatemala
se inició en la ciudad del mismo nombre,
ejemplo que fue imitado por las otras ciu-
dades del reino. De igual manera, la in-
dependencia de Panamá, en 1903, fue de-
clarada por el cabildo de la ciudad de
Panamá. Durante la época federal y el
período conservador los conflictos loca-
listas y regionales se expresaron en la
forma de pugnas entre ciudades, por
ejemplo, Quezaltenango contra Guate-
mala, o León contra Granada, que en el
caso de estas últimas hasta originó el tras-
lado de la capital a Managua en 1852.
Por tanto, las ciudades eran el principal
espacio de la vida política. Esta caracte-
rística se acentuó durante la época de los
liberales, cuando las ciudades capitales
se convirtieron en el eje político del país.
En ellas residían las élites económicas,
políticas y militares, como también los
obreros y artesanos urbanos quienes,
como hemos visto, eran los sectores más
activos y mejor organizados de las cla-
ses populares.
Por esta razón, los conflictos políti-
cos claves se decidían en las ciudades
capitales. Por ejemplo, la caída de Ma-
nuel Estrada Cabrera fue provocada por
un levantamiento popular de la ciudad
de Guatemala. También la dictadura de
los Tinoco, en Costa Rica, llegó a su fin
después de manifestaciones callejeras de
los habitantes de la ciudad de San José.
En fin, las protestas contra las ocupacio-
nes norteamericanas fueron encabezadas
por los residentes de Tegucigalpa y la ciu-
dad de Panamá. El centralismo político
de la ciudad capital y del mundo urbano
en general es revelador del lugar subor-
dinado que han tenido las clases popula-
res rurales en la historia de la región.
Día de mercado
en Quezaltenango,
Guatemala.
El servicio eléctrico modernizó
la vida urbana, San José,
Costa Rica.
Historia del istmo centroamericano364
Nuevos patrones de consumo
no de los efectos inmediatos de
la Independencia de Centro-
américa fue la declaratoria de
libre comercio con todas las na-
ciones del mundo. Esta circunstancia po-
sibilitó una mayor importación de mer-
cancías de los países europeos, lo que se
constituyó en el punto de partida del cam-
bio en los patrones de consumo de las
sociedades centroamericanas y, en espe-
cial, de sus clases altas. Durante la pri-
mera mitad del siglo XIX este proceso
avanzó lentamente, tanto por la anarquía
política como porque la situación econó-
mica de la región era mala. En la segun-
da mitad de ese siglo XIX, con el auge de
los productos de exportación, las econo-
mías de la región desarrollaron una ma-
yor capacidad para adquirir toda clase
de bienes de consumo en el extranjero.
Además, de mediados del siglo XIX en
adelante, inmigrantes europeos se insta-
laron en los distintos países de Centro-
américa y se insertaron rápidamente en
las clases altas.
Así, mediante el doble impacto del
auge de las importaciones y de la inte-
gración de extranjeros a las clases altas
de la región se produjo rápidamente un
cambio en su estilo de vida y en sus pa-
trones de consumo.
LAS ÉLITES Y SU CULTURA
UInmigrantes europeos
radicados en Guatemala.
Interior de una residencia
decorada al estilo europeo.
Los cambios culturales (1821-1930) 365
Ocio y entretenimiento
Los cambios afectaron hasta los alimen-
tos que se servían en la mesa, la vajilla y
los cubiertos con los cuales eran ingeri-
dos, el mobiliario de los hogares y la ropa
de las personas. Los espejos de cuerpo
entero y los pianos, entre otros objetos
suntuarios, empezaron a adornar las ca-
sas de las personas con poder y riqueza.
De esa forma buscaban distinguirse del
resto de la población.
Los cambios en los patrones de
consumo también afectaron las formas
de ocio y entretenimiento. En la segun-
da mitad del siglo XIX, el teatro se con-
virtió en la diversión predilecta de las
sociedades de la región. La construcción
de un teatro nacional se convirtió en to-
dos los países centroamericanos en la ta-
rea de máxima expresión, que unía la
ideología del progreso de los liberales
con los nuevos criterios de buen gusto
adoptados por la oligarquía enriqueci-
da por la economía agroexportadora.
Ciertamente que los espectáculos de ori-
gen colonial, como las corridas de toros
y las peleas de gallos persistieron, pero
empezaron a ser considerados por las
personas más refinadas como formas
bárbaras y primitivas de distracción,
poco acordes con los ideales de “pro-
greso”.
En suma, en esa época se produjo
un refinamiento en las costumbres de las
clases altas de Centroamérica, que des-
graciadamente, no se extendió a sus re-
laciones económicas, sociales y políticas
con los sectores subordinados de la so-
ciedad, pues el maltrato físico al indio o
al campesino, al negro e incluso al arte-
sano, era considerado normal y legítimo.
Tampoco el buen gusto afectó el tra-
to con los adversarios políticos, quienes
sufrían la cárcel, el abuso, la tortura y otras
violaciones de sus derechos humanos. En
este sentido, el refinamiento del estilo de
vida de las “oligarquías” de la región no
afectó la cultura política de la violencia
que se construyó a lo largo del siglo XIX
en el istmo.
Las clases altas introdujeron
nuevos estilos arquitectónicos
para residencias.
Historia del istmo centroamericano366
Arte, literatura y sociedad
También en la segunda mitad del siglo
XIX aparecieron en Centroamérica los pri-
meros grupos de intelectuales y artistas
que intentarían producir una literatura y
un arte nacionales. En la aparición de es-
tos grupos jugó un papel fundamental el
periodismo y, en especial, la prensa dia-
ria. Surgieron círculos de intelectuales y
artistas que se reunían a discutir sus in-
quietudes. En esta época, bajo el impulso
de los gobiernos, se escribieron las prime-
ras historias nacionales de la región.
Los intelectuales y los artistas cen-
troamericanos vieron en Europa y, so-
bre todo en Francia, el modelo de cultu-
ra a imitar. Así, el afrancesamiento fue
característico de esos creadores. Eviden-
temente, la contradicción entre el mode-
lo y el entorno inmediato era muy fuer-
te, ya que había una gran distancia entre
el mundo de la cultura popular, mestiza e
indígena, y el estrecho mundo intelectual
de las élites centroamericanas y el mun-
do cultural europeo. No es de extrañar
que muchos escritores y artistas centro-
americanos de este período hayan radi-
cado mucho tiempo en el extranjero. Tal
fue el caso de Rubén Darío, el literato más
destacado de este período.
En las primeras décadas del siglo
XX, como producto de influencias cultura-
les latinoamericanas, los intelectuales y ar-
tistas del istmo comenzaron a reivindicar
su entorno natural y cultural, y a criticar la
dominación de los Estados Unidos. Ejem-
plos de ello fueron el poeta y ensayista
Froilán Turcios, en Honduras y el novelista
guatemalteco, Miguel Ángel Asturias.
El problema del extrañamiento de
los intelectuales de la época liberal fue
aún más agudo para las élites. En efecto,
las clases altas del istmo padecieron una
gran dependencia cultural frente a Euro-
pa y, después, frente a los Estados Uni-
dos. En la base de su alienación estaba
su desprecio al indio y a todos los aspec-
tos de la cultura popular. Por eso, elabo-
raron sus criterios de distinción importan-
do patrones de consumo y estilos de vida
extranjeros. Una muestra de la incapaci-
dad de estos grupos para apropiarse de
su entorno natural y cultural es que fue-
ron extranjeros quienes les hicieron des-
cubrir las riquezas y los tesoros arqueo-
lógicos de las civilizaciones indígenas
antiguas.
Rubén Darío, poeta
nicaragüense de alcance
universal.
Los cambios culturales (1821-1930) 367
Su alienación cultural y su racis-
mo también se expresaron en su poca
capacidad e interés para educar a la
masa de la población. En consecuencia,
se fue creando un abismo cultural entre
las clases altas imitadoras de lo extran-
jero y la mayoría de la población sumi-
da en el analfabetismo. En países en
donde la población indígena era mayo-
ritaria, la distancia cultural entre la mi-
noritaria clase alta y el resto de la po-
blación se hizo inmensa.
La alienación de las élites se agu-
dizó con la llegada de inmigrantes, quie-
nes, aunque se mezclaron con la clase
alta tradicional, siguieron fieles a costum-
bres y valores de su país de origen. Los
inmigrantes alemanes asentados en Gua-
temala en cierto sentido constituían un
mundo aparte, igual que los estadouni-
denses en Honduras. En fin, la clase alta
centroamericana siempre se sintió en po-
sición de debilidad frente al poderío ma-
terial y cultural de los países de Europa y
a los Estados Unidos.
Hacienda Serigiers,
Guatemala.
Primera catedral
de San Salvador.
Historia del istmo centroamericano368
espués de tres siglos colonia-
les, al llegar la Independencia
era evidente que la culturas po-
pulares en Centroamérica eran
híbridas o mestizas. El catolicismo ha-
bía impregnado tanto a ladinos e indí-
genas como a negros y mulatos. La re-
ligión era algo compartido por todos los
sectores de la sociedad. Por supuesto
que, tanto los indígenas como la pobla-
ción de origen africano tenían elemen-
tos sincréticos en sus ideas y prácticas
religiosas. La lengua española era la
que compartían muchos, pero, como es
sabido, una gran parte de los indíge-
nas hablaban únicamente su lengua
materna, para así conservar de alguna
manera su identidad.
En la vida cotidiana de las clases
populares los prejuicios raciales y el color
de la piel eran un asunto muy importante.
La sociedad colonial estaba organizada
sobre la base de la institucionalización del
prejuicio racial. No obstante, en particu-
lar a partir del siglo XVIII, el mestizaje se
volvió un fenómeno muy frecuente. En
suma, el basamento cultural de las socie-
dades de Centroamérica, hacia 1821,
mezclaba lo indígena y lo africano con lo
católico y lo español.
Este mundo empezó a cambiar con
la Independencia y la apertura de la re-
gión al mundo. Entre los primeros que ex-
perimentaron los efectos de la apertura
fueron los artesanos centroamericanos
quienes conocieron la ruina a consecuen-
cia de la importación de mercancías bri-
tánicas mucho más baratas. Como con-
secuencia, entre algunos sectores
populares de la región después de 1821
aparecieron actitudes de rechazo a los
extranjeros. De igual manera, los inmi-
grantes protestantes fueron rechazados
por su religión. Tales sentimientos fueron
muy bien explotados por el caudillo gua-
temalteco Rafael Carrera, a finales de la
década de los años treinta del siglo XIX,
cuando organizó su levantamiento de la-
dinos e indios.
LAS CULTURAS POPULARES
D
Miguel A. Polanco, Mercado,
óleo sobre canvas.
Los cambios culturales (1821-1930) 369
No obstante, no se puede afirmar
que los sectores populares fuesen refrac-
tarios a todo cambio. Por ejemplo, en El
Salvador y en Costa Rica los indígenas y
los campesinos mestizos se interesaron en
el cultivo de los nuevos productos de ex-
portación, como el café.
En todo caso, desde mediados del
siglo XIX, conforme creció la economía
exportadora se fue produciendo una se-
paración entre la cultura de las clases al-
tas y la de las clases populares y entre la
cultura urbana y la rural. Las culturas po-
pulares se diversificaron. En efecto, el es-
tablecimiento de los enclaves bananeros
en la costa caribe del istmo y las obras
del canal de Panamá conllevaron la im-
portación masiva de trabajadores negros
antillanos, en especial de Jamaica. Esos tra-
bajadores trajeron otra lengua, otras cos-
tumbres y otra cultura. Dada la tradición
de prejuicio racial colonial, los negros en-
frentaron el rechazo de los demás traba-
jadores centroamericanos de origen mes-
tizo. Pero, no se puede negar que desde
fines del siglo XIX la cultura de los negros
de habla inglesa pasó a ser un compo-
nente de las culturas populares. La com-
plejidad cultural del istmo aumentó con
la migración china que se inició a fines
del siglo XIX del mismo modo que la anti-
llana.
La población de origen
antillano sufrió la
discriminación racial.
Las economías de enclave
y el canal fomentaron
la inmigración caribeña.
Historia del istmo centroamericano370
Las culturas populares
urbanas
Entre las clases populares, los sectores
obreros y artesanos urbanos fueron quie-
nes recibieron más el impacto de la ideo-
logía liberal. Esto se explica porque las
ciudades eran los principales lugares en
donde se desarrollaba la vida política de
los países centroamericanos. Pero también
se debe recordar que los obreros y artesa-
nos urbanos eran quienes tenían los mayo-
res niveles de alfabetización en los sectores
populares. Por ejemplo, las mutuales y los
sindicatos publicaron periódicos cuyo pú-
blico eran sus asociados y los sectores po-
pulares urbanos.
Los grupos organizados de obre-
ros y artesanos urbanos abogaron por
la educación, la lectura y el ahorro en-
El ámbito rural y el urbano,
dos mundos opuestos.
tre los trabajadores. Probablemente tam-
bién creían en los ideales republicanos
que los políticos liberales predicaban
pero, que por regla general, no practi-
caban. En suma, se puede afirmar que
estos sectores sociales fueron fieles se-
guidores de la ideología del progreso.
No obstante, por la gran separación so-
cial y cultural que existía entre el mundo
rural y el mundo urbano, las culturas
populares urbanas se desarrollaron en
una actitud de desconfianza y recelo
hacia el mundo rural en general, y ha-
cia el mundo indígena en especial.
Además, estos trabajadores y sus
organizaciones siempre mostraron pro-
fundos prejuicios raciales, principalmen-
te en contra de la población negra de ori-
gen antillano.
Los cambios culturales (1821-1930) 371
Los contrastes sociales
El mestizaje
Al margen de los prejuicios étnicos, el
caso es que los países de Centroamé-
rica, como el resto de América hispáni-
ca, son hispanoparlantes y mayoritaria-
mente católicos. Por lo tanto, no son ni
la lengua ni la religión lo que los distin-
guen entre sí, a diferencia, por ejemplo,
de los países europeos. En este sentido,
el componente más relevante de la iden-
tidad nacional de estos países fue el
mestizaje. En efecto, los estados de la
región pusieron el acento en el carácter
mestizo de la población para obligar al
indígena a adaptarse y para romper, en
principio, con los criterios raciales de la
época colonial. También se puede afir-
mar que las culturas populares no fue-
ron consideradas como un elemento im-
portante ni necesario para darle sustento
a la identidad nacional. Sólo al final del
período, en la década de los años vein-
te, empezó a surgir un interés por el lla-
mado folclore como un elemento para la
definición de la nacionalidad.
Por su parte, el nivel de asimilación
de la idea nacional fue desigual entre los
distintos sectores populares. Posiblemente,
quienes aceptaron en mayor medida la
noción de una identidad nacional fueron
los sectores populares urbanos, primeros
en sentir identificación con los símbolos na-
cionales.
La población negra fue
rechazada también
por las culturas populares
urbanas.
Historia del istmo centroamericano372
n los albores del siglo XX, tanto
las culturas populares como la
cultura de las clases altas sufrie-
ron un cambio muy importante
como resultado del nacimiento del cine, de
la radio y del fonógrafo. Desde mediados
del siglo XIX el teatro se había convertido en
la forma predilecta de entretenimiento de
todos los sectores sociales en los principa-
les centros urbanos. Diversas compañías ex-
tranjeras de teatro y de ópera visitaron re-
gularmente la región hasta el inicio de la
Primera Guerra Mundial.
Después de 1914 el teatro fue re-
emplazado por el cine como forma predi-
lecta de entretenimiento. El cine tuvo la
ventaja sobre el teatro de que se podía ex-
tender a más lugares de la geografía del
istmo. La radio y el fonógrafo se difun-
dieron sobre todo en la década de los
años veinte, pero su penetración social
fue menor que la del cine, pues sólo la
gente acomodada tenía los ingresos para
adquirir esos nuevos aparatos eléctricos.
También en esa década los sectores
más acomodados de la sociedad empe-
zaron a adquirir otros bienes de consumo
duradero como las refrigeradoras, las co-
cinas eléctricas y, sobre todo, el nuevo sím-
bolo del progreso, el automóvil. Hacia
LOS INICIOS DE LA CULTURA DE MASAS
ELa radio se difundió
en la década de los años
veinte.
Teatro Nacional de Costa Rica,
inaugurado en 1897.
Los cambios culturales (1821-1930) 373
1930 aparecieron las primeras asocia-
ciones de automovilistas. En general, las
primeras manifestaciones del consumo
masivo de bienes, propias de los países
industrializados, surgieron en Centro-
américa en la década de los años vein-
te, aunque no trascendieron más allá del
mundo urbano y de los sectores acomo-
dados de la sociedad.
La llegada al istmo centroamerica-
no de la cultura de masas tuvo efectos
diversos sobre los distintos sectores so-
ciales. Por ejemplo, el fonógrafo y la ra-
dio seguramente incrementaron la de-
pendencia cultural hacia los Estados
Unidos, en particular entre los sectores
medios y altos de la sociedad, sobre todo
respecto a la música y los bailes de ese
país. Sin embargo, el fonógrafo y la ra-
dio también dieron a conocer la música
popular latinoamericana procedente de
Cuba, México y Argentina. Este fenóme-
El ciclismo, un deporte
popular.
El automóvil, sólo
para las élites.
no se reforzó con el nacimiento del cine
parlante, a finales de la década de los
años veinte.
En este sentido, los sectores popu-
lares encontraron en esos nuevos inven-
tos un recurso para modificar sus for-
mas de ocio y de entretenimiento y para
elaborar su identidad, en oposición a las
formas culturales de las clases altas. Tam-
bién es cierto que la nueva cultura de
masas creó un terreno común de interac-
ción entre las distintas clases sociales. Este
fue el caso de la música y del cine, pero
también de los deportes que se difun-
dieron después de la Primera Guerra
Mundial. El fútbol y el béisbol, según los
países, se convirtieron en prácticas y es-
pectáculos sumamente populares que
atraían tanto a los ricos como a los po-
bres. Otros deportes que adquirieron
mucha popularidad fueron el ciclismo y
el boxeo.
Historia del istmo centroamericano374
n suma, en las primeras décadas del siglo XX, la cultura popular y la de
las élites sufrieron grandes cambios como consecuencia de la llegada al
istmo de las nuevas formas de la cultura de masas surgidas en Europa y
los Estados Unidos. Ya para 1930 los cambios culturales ocurridos desde
la Independencia habían sumergido los aspectos coloniales hispánicos. El istmo
había ingresado en el camino de la modernidad inventada en Europa y los Estados
Unidos. No obstante, este ingreso en la modernidad había introducido mayores
divisiones y separaciones en el seno de las sociedades centroamericanas, como fue
el caso también de muchas de las repúblicas latinoamericanas.
El problema más evidente fue la formación de una gran dependencia cultural
de las clases altas, de muchos intelectuales y de las nacientes clases medias. El
modelo y el ideal cultural procedía del extranjero. Esto, en algún sentido, era inevi-
table porque los países que se pretendía imitar estaban más desarrollados econó-
micamente. No obstante, no hubo ningún esfuerzo por sintetizar o adaptar el mo-
CONCLUSIÓN
E
Campesinas lavando
en el río, Panamá.
Los cambios culturales (1821-1930) 375
delo foráneo a las condiciones locales. Por el contrario, la realidad local se ignoró
o se despreció.
El problema de la dependencia cultural produjo un efecto negativo en el interior
de las sociedades porque reforzó las divisiones de clase. El campesino fue desprecia-
do porque su cultura era supuestamente refractaria al progreso. La dependencia cul-
tural fortaleció el prejuicio étnico y racial y ambos se confabularon para sostener una
cultura de la violencia que fue típica en las relaciones sociales y políticas. La repre-
sión, el trabajo forzoso y la violación de los derechos de las personas se justificaron
desde la perspectiva de que quienes no querían o no podían asumir la cultura domi-
nante importada no tenían derechos. En suma, la alienación cultural de las clases
altas fomentó la cultura de la violencia.
El cambio cultural en las sociedades centroamericanas de este período que-
dó, por otro lado, truncado, porque la educación no se extendió a las clases popu-
lares y a la población rural en particular. La llegada del mundo moderno al istmo
fue sólo parcial, porque la mayor parte de la población siguió siendo iletrada. En
este sentido, el ingreso del istmo a la modernidad significó mayor dependencia
cultural y más desigualdad social.
Historia del istmo centroamericano376
l paisaje centroamericano, fruto de la acción del hombre sobre la natura-
leza, difería radicalmente en la década de 1920 si se le comparaba con
aquél heredado del período colonial. Vastas zonas de selva habían sido
transformadas en fincas, haciendas y plantaciones; su producción estaba
destinada a lejanos mercados en que la demanda de tintes, añil y cochinilla había
sido sustituida por productos como postres, café y banano. Los asentamientos colo-
niales se habían convertido en ciudades organizadas según los patrones europeos
y norteamericanos de la época, con servicios como agua potable, electricidad,
transporte público y un aprovisionamiento adecuado de alimentos. El mundo rural
y el urbano estaban vinculados por las chimeneas móviles de los ferrocarriles, por
una incipiente red de carreteras y por la creciente presencia de automotores; las
recuas de mulas y las carretas tiradas por bueyes estaban relegadas a zonas peri-
féricas. Puertos acondicionados garantizaban la regularidad del transporte marítimo
y navíos de todas las naciones utilizaban el Canal de Panamá, la principal vía intero-
ceánica del planeta. Todo este entramado respiraba, y en ocasiones temblaba, al
son de los medios de comunicación modernos, pues el cable submarino, el telégra-
fo y el teléfono hacían llegar las noticias de los mercados en los que se vendía la
producción.
La modernidad que surgió a raíz del vínculo con el mercado mundial distó
mucho de ser uniforme geográfica y socialmente. Después del fracaso del proyec-
to federal centroamericano cada república y Panamá, como parte de Colombia y
entidad independiente, funcionaron como universos autónomos en los cuales las
élites impusieron sus proyectos de sociedad mediante la progresiva construcción
de Estados nacionales adaptados a las condiciones particulares de cada país.
Aunque dentro de las élites hubo proyectos políticos alternativos, ninguno con-
templó extender los beneficios económicos ni los derechos políticos al resto de la
población.
Durante el período conservador, cuando se evitaba alterar la estructura so-
cial heredada de la Colonia, quienes detentaron el poder no pudieron evitar medi-
das de corte liberal, al mismo tiempo que mantenían los principios de precedencia
y preeminencia. Cuando en la década de los años setenta del siglo XIX los gobier-
CONCLUSIÓN DE LA UNIDAD III
E
Conclusión de la Unidad III 377
nos liberales impusieron su proyecto económico y social, convenientemente olvida-
ron extender los derechos políticos por lo menos a todos los varones adultos, ya que
era impensable considerar a la mujer como sujeto político. Más aún, acudieron a
medios coercitivos propios de la Colonia, el modelo que pretendían sustituir, como
el repartimiento de trabajadores para los cafetales. En suma, los beneficios deriva-
dos de la integración al mercado mundial fueron disfrutados por las minorías que
detentaban el poder político.
Quienes no pertenecían a las élites, es decir, la mayoría de la población,
debieron pagar un alto costo por este “crecimiento hacia afuera”, que dependía de
la exportación de productos agrícolas y concentraba la riqueza en unos pocos. La
diferenciación social resultante incluía algunos elementos de resabio colonial, como
la persistencia de masas campesinas indígenas en algunos países, y un creciente
contingente de campesinos mestizos. Éstos en algunos casos estaban vinculados a
las economías de exportación, en el caso costarricense desarrollando un modelo de
caficultura campesina, pero en los otros países sirvieron de mano de obra barata
para fincas y haciendas. A pesar de ser el sector más numeroso, no participaron de
la modernidad impulsada por las élites y su protagonismo político fue muy limitado
gracias a que aún existían fronteras agrícolas a las que podían migrar y en los que
era factible producir para el autoconsumo, fuera de la economía de mercado. Por
otra parte, las plantaciones bananeras y la construcción del Canal de Panamá
requirieron de un enorme contingente de mano de obra que provino de campesinos
del interior sin tierras, inmigrantes chinos y negros antillanos. Estos últimos introdu-
jeron nuevamente la cultura afroamericana al istmo, cuando ya estaba olvidada su
presencia durante la Colonia; sin embargo, había una diferencia, eran mayoritaria-
mente protestantes, y se generaron nuevos racismos entre la población.
El sector social popular más dinámico fueron los artesanos urbanos, quie-
nes al ocupar el mismo espacio que las élites, con acceso a bienes culturales como
libros y periódicos, fueron durante las últimas décadas del siglo XIX los principa-
les aliados de los liberales. Por ello no es sorprendente que también compartieran
con la élite sus valores europeizados, una creciente secularización y los inicios de
la cultura de masas, en las primeras décadas del siglo XX. Aunque fueron el públi-
co más obvio en el proyecto elitista de crear nacionalidades, a mediano plazo
resultó evidente que tenían poco que esperar de este proceso y, junto con los
trabajadores de las bananeras, comenzaron a desarrollar nuevas formas de or-
ganización y lucha como las huelgas y la fundación de partidos comunistas que
ofrecían un modelo alternativo.
Historia del istmo centroamericano378
Ni la independencia de España ni los esfuerzos diplomáticos posteriores de
las repúblicas para ser reconocidas en igualdad de condiciones en el concierto
de las naciones eliminaron la influencia de las potencias extranjeras en la región. A
la competencia por dominar comercialmente los nuevos mercados, se sumaron la
posición estratégica del istmo y el interés por construir un canal interoceánico, por
lo que tanto Gran Bretaña como los Estados Unidos compitieron por mantener el
área bajo su zona de influencia.
Para principios del siglo XX los Estados Unidos impusieron su predominio
mediante masivas inversiones de capital en las bananeras del Caribe, la indepen-
dencia de Panamá y la posterior construcción del canal en su territorio, todo esto
fue pretexto para asumir el papel de gendarme del istmo. La presencia norteame-
ricana, en especial las ocupaciones militares de Nicaragua, generaron movimientos
antiimperialistas en los que participaron los artesanos urbanos y los trabajadores
de las bananeras al lado de un reducido grupo de intelectuales y miembros de la
clase media.
En 1930, el modelo agroexportador consolidado por los liberales entró en
crisis al disminuir la demanda en los países consumidores, reducirse los ingresos
fiscales por la disminución de las importaciones de productos manufacturados y
consolidarse dictaduras militares en la mayor parte del istmo. En el medio siglo
siguiente se sucedieron cambios económicos, procesos sociales y movimientos polí-
ticos que redefinieron el paisaje del istmo y las características de las sociedades
que lo habitan.
Los campesinos costarricenses
estaban vinculados a la
exportación de café.
Moisés Barrios
Malinowski en el cielo
Proyecto café Malinowski
1998
Guatemala
En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 383
INTRODUCCIÓN
os casi cincuenta años de la historia del istmo que se cubren en los siguien-
tes dos capítulos han sido objeto de múltiples estudios, debido a que en
ellos se concentran los hechos más determinantes de la historia contempo-
ránea, tanto en el campo económico y social como en el político. Todos y
cada uno de los países de la región vivieron cambios de gran magnitud, y la región,
como un todo, redefinió su puesto en el escenario internacional. Mucho se ha discu-
tido y se sigue discutiendo sobre el significado de estos acontecimientos, ya que
algunos de los participantes que aún viven, pueden darnos testimonos de gran valor
histórico e incluso polémico.
En las páginas que siguen se sintetizan los principales esfuerzos realizados en
esta región para enfrentar los retos del subdesarrollo a través de la modernización de
las estructuras económicas y políticas heredadas del pasado. La forma en que esto se
realizó en distintas etapas determinó el desarrollo de nuevas circunstancias que ope-
rarían en el futuro inmediato. Por ejemplo, los cambios en la forma de producción de
bienes materiales y de servicios trajeron consigo la aparición de nuevos grupos so-
ciales que, a su vez, demandaron nuevas transformaciones en la economía y en la
política. Como veremos, de una situación de estancamiento de casi quince años, se
pasó a otra de acelerados cambios para desembocar, en la década de los años
setenta, en una crisis de naturaleza muy especial y nueva para la región, que la llevó
a las guerras que concluyeron sólo a finales de siglo XX.
L
Modernización
de las estructuras económicas
en Centroamérica.
Historia del istmo centroamericano384
a Primera Guerra Mundial
(1914-1918) se llamó precisa-
mente así porque puso en evi-
dencia que lo que pasaba en un
país del mundo afectaba a muchos otros,
aunque se encontraran lejanos. Para
1914, casi todos los países eran parte de
un sistema de alianzas políticas, militares
y económicas, ya sea como colonias de
una potencia imperial o como socios co-
merciales y financieros en un mundo
cada vez más interrelacionado. Esta in-
terdependencia se mostró, de forma
igualmente dramática, a poco más de
diez años de terminada esa guerra, cuan-
do la economía mundial se vio sacudida
hasta sus raíces por los efectos de la lla-
mada “caída de la bolsa” de Nueva York,
en octubre de 1929. En un plazo de po-
cos meses, el precio de las acciones que
se negociaban en esa bolsa y en los otros
grandes centros financieros, como Lon-
dres y París, se vinieron a pique. ¿Por qué
ocurrió esto?
Sucedió que en los años posteriores
a la Primera Guerra Mundial se incremen-
taron considerablemente las actividades
económicas en los Estados Unidos, Ingla-
terra y Francia, las grandes potencias que
habían resultado ganadoras en el conflic-
to. Sus fábricas aumentaron rápidamente
la producción, anticipando buenas ventas.
Muchos consumidores también se endeu-
daron para adquirir los bienes que se
ofrecían. Paralelamente, los precios de las
acciones en la bolsa subían, lo que esti-
muló la especulación bursátil, es decir, la
compra de acciones un día para vender-
las varios días o meses después a un pre-
cio más alto y obtener ganancias. Muchas
de estas actividades se realizaron sin los
controles adecuados, de tal manera que,
para fines de la década de los años vein-
te, la especulación financiera había vuelto
insolventes a muchas empresas. En deter-
minado momento, todo el andamiaje fi-
nanciero se vino abajo y muchas indus-
trias y bancos quebraron, miles de
trabajadores se quedaron sin trabajo y
todas las actividades económicas se re-
dujeron, dándose una situación llamada
“depresión económica”.
LA CRISIS DE LOS TREINTA Y EL ESTANCAMIENTO
DEL MODELO ECONÓMICO
L
Caída de la Bolsa
de Nueva York.
En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 385
Para ese entonces, una depresión
en las economías más ricas necesaria-
mente tenía que afectar a todo el mun-
do. Muchísimos países dependían de los
que les vendían y les compraban, y esa
situación se agravó todavía más cuando
en las economías poco diversificadas
como las del istmo centroamericano, don-
de las exportaciones eran en altísimo
grado de café y bananos. En la medida
en que aumentaron las exportaciones de
esos dos productos agrícolas, se incre-
mentaron también las importaciones de
productos de origen industrial desde Nor-
teamérica y Europa. Hacia 1920, Cen-
troamérica tenía muy pocas industrias, ya
que había concentrado grandes esfuer-
zos en los trabajos de despejar bosques
para sembrar cafetales, construir ferro-
carriles hacia los puertos y modernizar
las principales ciudades. En el caso de las
bananeras, donde se requería mayor tec-
nología para cosechar y transportar la
fruta hasta los mercados del norte, fue-
ron los capitales extranjeros los que diri-
gieron y controlaron la producción. Por
supuesto, muchísima gente seguía traba-
jando en la agricultura tradicional y en
las artesanías que se habían heredado
desde tiempos inmemoriales. Por ejem-
plo, el censo de población realizado en
Nicaragua durante 1920 indica que casi
la mitad de la población trabajadora la-
boraba en fincas y haciendas a cambio
de un salario, pero sólo 10% trabajaba
en fábricas o talleres artesanales.
Nahum Nuila, Mercado
del Calvario, óleo sobre tela.
Historia del istmo centroamericano386
Los efectos de la crisis
En realidad, los países centroamericanos
ya habían pasado por varias crisis antes
de 1929, debido a las bajas cíclicas de
los precios del café y el banano. Pero la
caída de los precios a partir de ese año
fue mucho más rápida y profunda, lo cual
significó para Honduras, El Salvador,
Guatemala, Costa Rica y Nicaragua una
reducción brutal en los ingresos de sus
exportaciones. Al principio se creyó que
la crisis sería temporal, y algunos hasta
procuraron producir mayores cantidades
de café y bananos, pero pronto se vio
que, incluso a un menor precio, los con-
sumidores estadounidenses y europeos
estaban tan empobrecidos que ya no
podían darse el lujo de adquirir esos pro-
ductos. En el caso de Honduras, que para
1928 era el principal productor de ba-
nano del mundo, la caída del precio de
esta fruta produjo efectos un tanto me-
nos severos, pero siempre significó la
ruina de muchos productores indepen-
dientes; además de esto, las plantacio-
nes fueron atacadas por la enfermedad
de la “sigatoka”, que obligó a suspender
el cultivo o a trasladarlo a otras partes.
Todos los países tuvieron también
problemas en cuanto a las importaciones,
que disminuyeron considerablemente
creando una situación casi desesperada
para los gobiernos, cuyos ingresos pro-
venían casi exclusivamente de este rubro.
Y para colmo, tenían el peso de sus deu-
das anteriores, cuyos intereses subían en
vez de bajar. En Panamá, el impacto de
la crisis produjo una disminución de los
ingresos por el tránsito por el canal, de-
bido a la caída general en los intercambios
comerciales y la consecuente reducción
del movimiento marítimo.
La crisis trajo consigo reducción en
la producción, baja de salarios y un enor-
me desempleo, tanto en el campo como
en las ciudades. Muchísimas fincas cafe-
taleras dejaron de operar, y los campesi-
nos se vieron obligados a dedicarse a
cultivos de subsistencia o a emigrar a las
ciudades o a otros países. En Panamá,
las migraciones tuvieron lugar más bien
de las poblaciones cercanas al canal ha-
cia las provincias del interior, mientras que
en Guatemala la población indígena,
aunque afectada por la recesión, volvió
a sus actividades tradicionales, lo que
también hicieron muchos campesinos
hondureños y nicaragüenses. Pero en El
Salvador, con tan poco territorio agrícola
disponible, la miseria se extendió deso-
ladoramente por todo el campo. Por otra
parte, también la desocupación cundió en
las ciudades, ya que la caída de las im-
portaciones perjudicó a muchas activida-
des, como la construcción y el comercio,
y muchos empleados públicos o quedaron
cesantes o vieron reducidos o retrasados
sus salarios. No resulta sorprendente que
se produjera un gran número de protestas
de parte de los trabajadores organizados.
Ejemplo destacado de esto fueron las huel-
gas bananeras de Honduras, en 1932, y
La caída de los precios
del café desató la crisis.
En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 387
en Costa Rica, en 1934. A un nivel mu-
cho más dramático, en El Salvador se
produjo el alzamiento campesino de
1932, reprimido sangrientamente por el
gobierno en turno.
Los gobiernos y la crisis
Los gobiernos de la región reaccionaron
de diversas maneras ante la crisis, en ge-
neral buscando proteger a los exporta-
dores tradicionales. Un ejemplo de esto
fueron las “leyes moratorias” decretadas
en Costa Rica y El Salvador, entre 1931 y
1932, que permitieron posponer el pago
de deudas de los cafetaleros, muchos de
los cuales estaban siendo forzados a entre-
gar sus propiedades a los bancos cuando
se ejecutaban las hipotecas. Los gobier-
nos adoptaron también “planes de esta-
bilización”, como el abandono del patrón
oro y la introducción de controles en los
mecanismos de cambio de sus monedas
ante la escasez de divisas. Costa Rica, El
Salvador y Nicaragua devaluaron sus mo-
nedas, y en todas partes se restringieron
ciertas importaciones, con lo que se lo-
gró que el balance comercial con el exte-
rior se mantuviera favorable. Se procla-
mó que las políticas gubernamentales
serían de gran austeridad, pero en la
práctica los gastos no se redujeron mu-
cho, de manera que varios países —El Sal-
vador, Guatemala y Costa Rica— no tu-
vieron más remedio que reconocer que
no podían seguir pagando los intereses
de la deuda pública adquirida con el ex-
tranjero. El costo de las medidas de esta-
bilización fue muy grande, con diferen-
cias en distintos lugares y períodos, como
puede verse en el cuadro siguiente.
Los sueldos de los empleados
públicos fueron rebajados
por la crisis fiscal.
Producto interno bruto real per cápita
Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua
1928 294.5 187.0 232.6 265.2 213.81929 276.6 184.5 252.0 257.3 235.41930 284.3 185.3 255.4 268.2 190.01931 275.2 163.7 231.6 268.4 175.31932 248.3 145.9 197.2 235.6 157.81933 290.2 163.4 194.0 216.8 195.71934 251.1 166.6 216.0 207.7 175.31935 267.1 180.9 244.7 194.7 173.21936 279.7 174.6 329.5 194.5 134.11937 314.9 188.7 315.3 182.5 141.61938 328.1 173.3 317.9 189.6 144.61939 326.6 183.5 351.1 191.3 172.91940 308.2 196.9 392.0 199.2 184.51941 339.8 190.4 403.7 195.2 199.51942 295.1 203.1 400.1 174.0 187.61943 290.1 218.8 262.2 172.9 201.11944 255.1 204.1 249.0 194.4 194.71945 282.3 193.3 247.5 209.3 191.3
Historia del istmo centroamericano388
No todo había sido estancamiento
durante la depresión, porque, aprovechan-
do que las importaciones de alimentos de
consumo interno habían bajado, su pro-
ducción local creció con mucha velocidad,
dando trabajo a muchos desocupados y
una opción para inversiones que no
podían dirigirse a otra parte. A dife-
rencia de otros países latinoamericanos
más grandes, en los nuestros había poco
interés en invertir en industrias. Los go-
biernos más bien orientaron sus inver-
siones al desarrollo de la infraestructu-
ra, en particular carreteras, en lo que se
destacaron Guatemala y El Salvador.
Centroamérica y la Segunda
Guerra Mundial
Al declararse la Segunda Guerra Mun-
dial (1939-1945) aparecieron estímulos
adicionales para la recuperación econó-
mica. Uno de ellos fue la construcción de
la Carretera Panamericana, impulsada
por los Estados Unidos con el fin de favore-
cer la defensa del Canal de Panamá, pero
que tuvo efectos inmensos en la comuni-
cación de todos los países del istmo, apar-
te de proporcionar trabajo a miles. El trán-
sito a través del Canal de Panamá se
benefició por la circulación de convoyes
y la gran cantidad de tropas estadouni-
denses estacionadas en la zona. Esto tra-
jo un período de prosperidad económica
para Panamá, del que también se bene-
ficiaron los productores de alimentos en
los otros países de la región, aunque
esto se interrumpió al terminar el con-
flicto mundial.
Durante la guerra, el temor de la
influencia alemana e italiana en América
Latina impulsó a los Estados Unidos a ase-
gurarse aliados en la región. Desde el
punto de vista económico, la acción más
importante para ello fue la adopción del
Acuerdo Interamericano del Café, firma-
do en 1940, que permitió la estabilidad
del precio de este producto y su acceso
regulado al mercado estadounidense. El
banano, sin embargo, no tuvo tal protec-
ción. Durante la guerra se desarrollaron
cultivos no tradicionales, como el caucho,
la cabuya y la cinchona, considerados de
La construcción
de la carretera panamericana
estimuló la recuperación
económica durante
1939 a 1945.
Empleo para
los centroamericanos
al declararse la Segunda
Guerra Mundial.
En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 389
importancia estratégica. Aunque no se ha-
bía experimentado un auge como en otros
países latinoamericanos, al final del con-
flicto se podía decir que se había supera-
do el período depresivo de las economías
de la región. Sin embargo, el costo de la
vida se había elevado enormemente pese
a que los gobiernos intentaron controlar-
Tránsito a través del canal
de tropas estadounidenses,
revertido a la nación
panameña el 31 de diciembre
de 1999.
lo y habían signos evidentes de que los
beneficios del poco progreso logrado ten-
dían a concentrarse en muy pocas ma-
nos. Sobre todo, quedó claramente de-
mostrada la debilidad de un modelo
económico totalmente dependiente de la
exportación de un par de productos. Ha-
bía que encontrar alternativas.
Centroamérica: índice del coste de la vida
1937=100*
Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua
(1) (2) (3) (4) (1) (1)
1939 101 74 100 92 93 100 2241940 99 77 88 91 90 138 2741941 102 78 110 87 81 na 2691942 123 78 130 94 96 na 3631943 158 103 156 111 122 183 4781944 167 150 176 130 140 295 8131945 177 174 203 163 174 305 954
Fuente: Fondo Monetario Internacional. Estadísticas Financieras Internacionales, Washington D.C., 1950* Excepto para Honduras, donde en 1938=100.(1) Precios para alimentos al detalle.(2) Precios al por mayor (1939=100).(3) Índice para la ciudad de Guatemala solamente.(4) Precios para alimentos al por mayor.
Historia del istmo centroamericano390
esde las primeras décadas del
siglo XX muchos intelectuales
centroamericanos, especial-
mente aquellos con responsabi-
lidades en los gobiernos, se preguntaron
cómo lograr un desarrollo económico só-
lidamente sustentado. Ellos decían que la
agricultura monoexportadora, si bien
había servido de fundamento a las repú-
blicas después de su independencia, se
había convertido en una constante ame-
naza dada la inestabilidad de los precios
internacionales. Sin dejar de pensar en
los cultivos tradicionales, los que debían
elevar su productividad, se empezaron a
proponer dos alternativas distintas, que
se podían adoptar por separado o jun-
tas, en forma complementaria incluso.
Una era la diversificación agrícola y la
otra la industrialización, lo que en su con-
junto se llamó “modernización”. A partir
del fin de la Segunda Guerra Mundial fue
posible, finalmente, tomar estas medidas.
La modernización produjo un profundo
cambio en todos las aspectos de la vida
de la región, pero el desarrollo fue mu-
cho más efectivo en lo económico que en
lo político y social.
Ya hemos visto cómo en la crisis
se desarrolló la agricultura de subsisten-
cia, pero ésta, aunque ahorraba divisas,
no generaba ingresos propios. Lo que
había que encontrar eran nuevos y varia-
dos productos que se pudieran vender
bien en el exterior, de manera que si el
precio de alguno bajaba, los otros im-
pedirían que eso pusiera toda la econo-
mía en bancarrota, como había pasado
en la década de los años treinta. El al-
godón fue uno de los productos adopta-
dos para ello, aprovechando que exis-
tían muchas tierras aptas para su cultivo
en la vertiente del Pacífico. Nicaragua
había comenzado a descollar en esta
actividad desde temprano, seguido por
Guatemala y El Salvador, y en mucha me-
nor medida el resto de los países. De 1950
a 1969 la superficie y la producción de
algodón se multiplicó cuatro veces. La
LA MODERNIZACIÓN DE LA POSGUERRA,
AUGE Y DETERIORO
D
El algodón se convirtió
en un nuevo cultivo
de exportación.
En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 391
concesión de créditos y la aplicación de
pesticidas fueron claves de ese crecimien-
to, aunque el último tuvo consecuencias
serias en la ecología y la población.
Otro cultivo fue la caña de azúcar,
favorecida por un trato preferencial al
mercado estadounidense, después de
1959, cuando los Estados Unidos rom-
pieron sus nexos comerciales con la Cuba
revolucionaria. Nicaragua fue también
líder en este campo, que se extendió por
todos los países de la región, Panamá in-
clusive. Tanto la superficie como el volu-
men de la producción creció casi tres ve-
ces, desde 1950 a 1970, favorecido por
mejoras tecnológicas y porque permitía
una opción cuando bajaba el precio del
algodón.
Otro rubro importante, también es-
timulado por el mercado norteamerica-
no, fue la exportación de carne de gana-
do vacuno, especialmente en Nicaragua,
en donde se instaló la primera planta em-
pacadora, en 1954. Para 1973 existían
22 plantas empacadoras de carne para
exportación en toda la región. En Pana-
má, donde también se desarrolló la ga-
nadería, el apoyo estatal que se brindó
a esta actividad tuvo como consecuen-
cia migraciones internas con el fin de
colonizar bosques que se transforma-
rían en potreros.
Centroamérica también
empezó a exportar azúcar.
Historia del istmo centroamericano392
Los efectos
de la modernización
La introducción de estos cultivos y la ga-
nadería tuvo efectos muy importantes en
la sociedad centroamericana, así como
en el medio ambiente. Gracias al algo-
dón, por ejemplo, surgió un nuevo tipo
de empresario agrícola, aquel que sin
tener recursos propios contrata los tres
factores de producción: toma en arren-
damiento las tierras, obtiene el capital de
trabajo a través de créditos bancarios, y
contrata trabajadores temporales para
realizar el cultivo algodonero en sus varias
etapas. Incluso, los productores del algo-
dón se organizaron para realizar directa-
mente la comercialización del producto.
Al otro extremo de la sociedad, la
expansión del algodón y la ganadería
desplazó a miles de familias campesinas
en Nicaragua, El Salvador y Guatemala,
y crecieron las poblaciones de trabaja-
dores sin tierras a lo largo de los caminos
y en torno a las aldeas de la costa del
Pacífico. La contaminación de suelos y
aguas como consecuencia del uso abun-
dante de insecticidas y abonos químicos
afectó no solamente la salud de la gente y
los animales domésticos sino que alteró los
ciclos biológicos de especies acuáticas que
viven en ríos, esteros y zonas costeras. Los
bosques empezaron a desaparecer acele-
radamente, a lo que también contribuyó,
por cierto, la expansión de los cultivos tra-
dicionales.
Panamá, que no se incorporó al pro-
yecto industrialista del resto de la región
que veremos adelante, logró, no obstante,
uno de los índices de crecimiento econó-
mico más altos del mundo (6.4% entre
1950 y 1979). Parte del crecimiento de la
economía panameña se debió al notable
incremento del tráfico por el Canal de Pa-
namá, pero también jugaron un papel im-
portante la introducción de la pesca del
camarón y el cultivo de frutas y vegetales,
estimulados por la exportación al merca-
do estadounidense y por un mayor consu-
mo en las zonas urbanas del país.
Sin embargo, para el resto de los
países centroamericanos el banano y el
Campos de cultivo
en Guatemala.
En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 393
café continuaron ocupando un puesto cen-
tral en las exportaciones. Los precios para
el primero subieron aceleradamente, de
1945 a 1954, estimulando la ampliación
de cultivos y la producción incluso en Ni-
caragua y Honduras, gracias también a
la introducción de nuevas técnicas y va-
riedades de cafeto, como la “caturra” que
no necesitaba sombra y era mas fácil de
recolectar. Igual innovación se produjo en
el cultivo del banano con la variedad “ca-
vendish”, resistente a las enfermedades.
En ambos casos se produjo un incremen-
to de las empresas medianas, sobre todo
cuando tenían acceso al crédito, como en
Costa Rica.
En conjunto, el sector agropecua-
rio centroamericano elevó su producción
de 872 millones de dólares, en 1950, a
1 827 millones, en 1970, de la cual
todavía la mayor parte provenía del
café y del banano. Lo que lamentable-
mente se desarrolló precariamente fue
el sector de producción de alimentos pa-
ra el consumo interno, víctima de po-
bres condiciones técnicas y del poco
apoyo gubernamental. Por ello, la re-
gión siguió importando alimentos que
podría haber producido localmente.
Igualmente dramático fue que la tenen-
cia de la tierra continuó concentrada en
pocas manos, aunque con marcadas
diferencias de un país a otro. Todo ello
abonó las tensiones sociales que se acen-
tuaron al final de la década de los años
sesenta.
El otro aspecto de la moderniza-
ción de la posguerra fue la industriali-
zación. Otros países latinoamericanos,
como México, Argentina y Brasil, habían
demostrado que era posible desarrollar
la producción local de manufacturas que
antes se compraban en el exterior, con
lo que se lograrían importantes objeti-
vos: se ahorrarían divisas, se crearían
fuentes de trabajo para aquellos que se
estaban quedando sin empleo y eran nu-
merosos, y además, se crearía un foco
de desarrollo que balancearía la inesta-
bilidad de la producción agrícola. A este
fenómeno se le llamó “industrialización
sustitutiva de importaciones”.
La contaminación de suelos
y agua fueron factores
que contribuyeron a la
desaparición de los bosques.
Pescadores de camarón
Historia del istmo centroamericano394
os capitales para desarrollar la
industria, en buena medida,
estaban presentes gracias al
auge que tenía la agricultura de
exportación, pero se requería una inter-
vención estatal más enérgica para lograr
que se canalizaran a una actividad nue-
va, a la que muchos le tenían desconfian-
za como fuente de ganancias. El proble-
ma más serio era que como países
pequeños, y además con poblaciones de
poca capacidad adquisitiva, se dudaba
que ninguna empresa pudiera lograr el
volumen necesario para ser una produc-
tora eficiente. Tradicionalmente la empre-
sas con esas limitaciones buscaban el mer-
cado externo, para vender sus mercancías
en otros países, pero aquí no se tenía la
capacidad de competir con países que ya
estaban en una etapa más avanzada de
desarrollo y vendían productos mejores y
más baratos.
La Comisión Económica para la
América Latina (CEPAL), organismo técni-
co de la Organización de las Naciones
Unidas, desde fines de la década de los
años cuarenta había planteado la idea
de sumar el pequeño mercado centroame-
ricano y fundar las llamadas “industrias
de integración” sobre el principio econó-
mico de producir para un mercado más
amplio y que tuviera a mayor producción
menor costo y mejor competividad. En la
década de los años cincuenta, diversos
gobiernos centroamericanos firmaron
tratados bilaterales para facilitar el in-
tercambio comercial entre sus respectivos
países. Sin embargo, el paso decisivo se
dio en el año de 1960 con la suscrip-
ción del Tratado General de Integración
Económica.
LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA CENTROAMERICANA
L
Algodón y café, listos
para ser exportados.
En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 395
Producto interno bruto per cápita, 1930-1984
Precios de 1970*
Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua
1930 284.3 185.3 255.4 268.2 190.01935 267.1 180.9 244.7 194.7 173.21940 308.2 196.9 392.0 199.2 184.51945 282.3 193.3 247.5 209.3 191.31950 372.0 275.2 314.8 225.6 225.01955 430.9 298.8 301.2 223.5 291.81960 474.1 329.4 335.5 240.1 282.41965 545.9 383.5 376.4 261.4 397.41970 658.6 406.1 416.7 279.5 424.31975 778.9 443.3 456.4 267.1 460.61980 892.4 399.9 519.5 308.2 314.21984 805.6 307.8 440.1 273.3 283.6
* Calculados a tipos de cambio de paridad de poder adquisitivo.
Exportación de banano
en Centroamérica.
Historia del istmo centroamericano396
Los tratados y sus resultados
La firma de dicho tratado, conocido
también como Tratado de Managua,
permitió crear un espacio geográfico en
el que los cinco países (Panamá no es-
taba incluido) pudieran intercambiar
productos como si lo hicieran localmen-
te, mientras que las mercancías que qui-
sieran ser introducidas desde afuera pa-
garían impuestos similares. Con eso se
lograría un mercado mucho mayor —que
se llamaría desde entonces Mercado Co-
mún Centroameriano o MCCA— en el cual
se intentaría también desarrollar proyec-
tos de interés común, incluyendo la tan-
tas veces frustrada unión política. Por otra
parte, en apoyo a la integración, se fun-
dó el Banco Centroamericano de Integra-
ción Económica, con sede en Tegucigal-
pa, con capital oficial de los cinco países.
También se creó el Instituto de Investiga-
ción y Tecnología Industrial (ICAITI), con
sede en San José, para resolver proble-
mas técnicos de la industrialización. Para
agilizar los pagos que tenían que hacer
los comerciantes e industriales cuando
compraban a un productor de un país del
MCCA, se estableció una Cámara de
Compensación Monetaria Centroameri-
cana. Finalmente, para que sirviera como
organismo rector de todo el proceso, se
fundó, en la ciudad de Guatemala, la Se-
cretaría de Integración Económica de
Centroamérica (SIECA).
En términos de cifras globales, el
MCCA tuvo un éxito extraordinario. El co-
mercio en la región se multiplicó por sie-
te, entre 1961 y 1969, y en todos los paí-
ses se instalaron industrias que contribu-
yeron a crecimientos económicos muy
acelerados próximos a 6% anual. Pero ese
crecimiento no fue equilibrado, de modo
que sus beneficios tendieron a concentrar-
se en determinados países, resultando
Honduras y Nicaragua más perjudicados
en el intercambio. Por otro lado, el ímpe-
tu inicial se fue perdiendo al no poder
pasar a etapas más avanzadas de indus-
trialización que requerían no sólo más
capital sino también tecnología apropia-
da. Ambas cosas fueron creando resenti-
mientos y temores que obstaculizaron la
búsqueda de soluciones alternativas al
modelo integracionista. A fines de la dé-
cada de los años sesenta, ya era eviden-
te que, si bien, la idea de la integración
era correcta, la forma de llevarla a la
práctica adolecía de serios defectos. Aun-
que indudablemente se habían logrado
progresos, éstos se habían concentra-
do en algunos países y en las manos de
empresarios locales e inversionistas extran-
jeros. La integración no había generado
los empleos esperados (unos 150 mil en-
tre 1958 y 1972, cuando la población
creció a más de cinco millones), ni tam-
poco se había logrado la libre movilidad
de los ciudadanos para que pudieran ir
en busca de trabajo a cualquiera de los
países. Más bien se había creado un sec-
tor industrial cuyo desarrollo estaba de
nuevo muy condicionado a la adquisición
Tecnología avanzada
Exportación de café
en el puerto de Corinto.
En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 397
de ciertos insumos, en particular tecnolo-
gía y combustibles, de los que carecía la
región; había, pues, que seguir importan-
do para poder producir. El escenario de
una nueva crisis estaba listo, y ésta no
tardó en presentarse.
Panamá
Panamá logró evitar las consecuencias de
una industrialización frustrada porque su
economía tuvo una orientación muy dis-
tinta desde un principio. Aparte de una
agricultura diversificada que no depen-
día de uno o dos productos de exporta-
ción, como en el caso del resto de los
países centroamericanos, Panamá logró
avances tempranos de integración a la
economía mundial gracias al estableci-
miento en su territorio de un centro fi-
nanciero de categoría internacional. La
creación de las llamadas “zonas libres”
en torno al canal también atrajo fuertes
flujos de inversión extranjera y convirtió
a Panamá en el centro de importantes
redes comerciales a nivel latinoamerica-
no. Por último, debe mencionarse que la
estabilidad de la moneda panameña, el
balboa, se garantizó en tanto era libre-
mente convertible al dólar de los Esta-
dos Unidos, el cual, dicho sea de paso,
actualmente circula en Panamá a la par
de la moneda nacional.
Las “zonas libres” en torno
al canal, que el 31 de
diciembre de 1999 fue
revertido a la nación
panameña, atrajeron grandes
flujos de inversión extranjera.
Fábrica de conservas
en Panamá.
Historia del istmo centroamericano398
a modernización económica no
sólo cambió el escenario físico
de la región sino que impactó
en las estructuras sociales. Las
ciudades crecieron rápidamente, y sur-
gieron sectores sociales nuevos, como los
empresarios agrícolas e industriales y, por
supuesto, los trabajadores ligados a esas
actividades. El desarrollo de la adminis-
tración pública, o sea, de los gobiernos,
también hizo crecer al estrato de los fun-
cionarios. Todos estos sectores fueron
adquiriendo, poco a poco, una fisono-
mía propia y demandando la satisfacción
de sus intereses particulares. Cuando las
condiciones económicas fueron buenas,
parecía que todos serían satisfechos de
una forma u otra, pero las cosas ocu-
rrieron de otra manera cuando la mo-
dernización mostró sus limitaciones.
El conflicto armado que se desató
en julio de 1969 entre El Salvador y Hon-
duras, aunque breve en duración (cien
horas aproximadamente) ilustró dramá-
ticamente las fallas sociales y políticas de
los proyectos modernizantes en la región.
La presencia irregular de miles de salva-
doreños en territorio hondureño, produc-
to tanto de las limitaciones de la econo-
mía de su país como de la administración
pública hondureña, fue sólo el telón de
fondo sobre el que se montó el drama.
Los numerosos acuerdos económicos y las
diversas instituciones producto de casi
veinte años de integración fueron inca-
paces de prevenir el conflicto. Éste se des-
encadenó en la sociedad civil de ambos
países, en las poblaciones cuyas expec-
tativas de mejoramiento dentro de la mo-
dernización habían quedado frustradas.
Como muestra de ello, para 1970 en toda
la región, inclusive Panamá, casi 58% de
todos los ingresos se acumulaban en sólo
20% de la población más rica. Esta si-
tuación siguió casi sin alterarse en la
década siguiente, con niveles de pobre-
za alarmantes sobre todo en el campo.
Los aspectos sociales fueron los más
descuidados por la modernización, y sólo
en contados casos se hicieron esfuerzos
para enfrentar los problemas más apre-
miantes. Ejemplos de ello fueron los in-
tentos de reforma agraria primero en
Guatemala durante el período de la “re-
volución de octubre” de 1944 a 1954,
LAS FRUSTRACIONES ACUMULADAS
L
Palacio de Sanidad,
Guatemala.
En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 399
luego en Honduras entre 1962 y 1976, y
finalmente en Panamá durante el perío-
do “torrijista” de 1969 a 1977. En todos
los casos se trataba no sólo de propor-
cionar tierra y elevar los rendimientos,
sino también de desarrollar la organiza-
ción campesina en la producción y ele-
var el nivel de vida. En el primer país el
proyecto fue detenido tempranamente, y
en los otros casos si bien los resultados
económicos de las reformas fueron muy
limitados, sí contribuyeron a mejorar las
condiciones sociales en el medio rural.
En El Salvador, tal vez el país con
más presiones sociales en el campo, se
intentaron varios proyectos a lo largo de
todo el período reseñado en este capítu-
lo, pero las condiciones políticas no per-
mitieron sistemáticamente su realización
efectiva. Tanto en su momento como pos-
teriormente, se cuestionó en todos los paí-
ses centroamericanos la política del par-
celamiento de las tierras dentro la reforma
agraria como una forma de resolver el pro-
blema de la pobreza de la población cam-
pesina.
Uno de los factores que contribuyó
más al deterioro de las condiciones de
vida en toda la región fue el alza extraor-
dinaria del precio del petróleo a partir
de 1973, que encareció los precios de
todos los productos, sobre todo de las
materias primas requeridas por la indus-
tria. Pese a la expansión que se produjo
en la agricultura de exportación, y a los
esfuerzos que se hicieron para obtener
una mejor capacidad de negociar en el
mercado internacional (como la creación
de la Unión de Países Exportadores de
Banano, UPEB, en 1974) y reestablecer el
funcionamiento del MCCA (lo que fracasó
al no reincorporarse Honduras), las eco-
nomías de la región entraron en un fran-
co deterioro. Aunque los gobiernos in-
tentaron estimular la economía con
mayores inversiones públicas, a la vez
incrementaron el nivel de endeudamien-
to externo, un problema que pronto ad-
quirió dimensiones inimaginadas antes.
De un total de menos de dos mil millones
de dólares que debían los cinco países en
1973, se incrementó la deuda externa
a más de 6 800 millones, en 1979. La
deuda externa de Panamá, que era de
150 millones, en 1970, había subido a
1 900, en 1978.
Indígena guatemalteca,
expresión de las fustraciones
acumuladas.
El campo recibió poco
de los frutos del crecimiento
económico.
Historia del istmo centroamericano400
CONCLUSIÓN
En este capítulo ha podido notarse la forma en que las economías regionales
se sacudieron ante la crisis mundial y tuvieron lentamente que recuperarse
volviéndose más complejas, lo que trajo consigo una transformación social
global que, aunque lenta, ha sido ininterrumpida. Los grupos sociales que
emergieron participaron del optimismo de una primera etapa de modernización,
que, sin embargo, mostró pronto sus limitaciones, provocando una enorme frustra-
ción entre la población, como se mostrará en el escenario político descrito en el
capítulo siguiente.
Los intentos de reactivación económica, después de 1945, también tuvieron un
importante componente integrador de las economías de cada uno de los países cen-
troamericanos. La experiencia del Mercado Común Centroamericano, pese a su cor-
ta vida, comprobó la eficacia de unir esfuerzos y voluntades para alcanzar tasas de
crecimiento económico nada despreciables. La integración también se expresó en
un comercio más intenso y variado con el mundo más allá de las fronteras centro-
americanas. Los centroamericanos pudieron conocer las experiencias de países que
se reconstruían después de la Segunda Guerra Mundial y que lograban grandes
avances tecnológicos y productivos. Sin embargo, no sería nada fácil repetir las ac-
ciones exitosas de otras partes del mundo en Centroamérica.
Fábrica textilera
Xenia Mejía
Memorias
Tortillas serigrafiadas (Instalación)
1996
Honduras
Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 405
INTRODUCCIÓN
urante casi medio siglo que se enmarca entre 1930 y 1979, Centroamérica
vivió uno de sus períodos históricos de mayores cambios jamás conocidos
hasta entonces. En ese lapso, que abarca dos generaciones, los centro-
americanos buscaron cómo superar las formas tradicionales de produc-
ción para adentrarse en la industria y el comercio de bienes de consumo. También
fueron dejando atrás, no siempre con mucho éxito, las formas tradicionales del ejer-
cicio del poder político, generalmente poco democráticas y republicanas. Quizá la
característica sobresaliente del período, sin embargo, fue toda una gama de cam-
bios a nivel social que, sin ser demasiado evidentes en todos los casos, trajeron con-
sigo una transformación de fondo en las formas de organización y manifestación de
los centroamericanos. Estos nuevos estilos de expresión social obligaron a cambios
profundos en lo político, hasta llegar en algunos países al conflicto armado y la
guerra revolucionaria.
D
Las nuevas formas
de expresión social obligaron
a algunos países
centroamericanos al conflicto
armado.
Historia del istmo centroamericano406
esde la catástrofe demográfi-
ca que siguió a la conquista
española de Centroamérica, la
población del istmo había es-
tado recuperándose muy lentamente. Si
bien no se sabe con certeza el número
de habitantes de la región en el momen-
to de la conquista, es posible que no fue-
ra hasta comienzos del siglo XIX cuando
Centroamérica recuperó la población de
comienzos del siglo XVI. El lento crecimien-
to de la población durante los tres siglos
de dominio español se debió a que, sen-
cillamente, la gente, en promedio, no vi-
vía muchos años debido a una gama de
enfermedades endémicas y epidémicas
para las cuales no había cura eficaz. Es
así como algunas de las mismas enfer-
medades que causaron estragos entre la
población en el momento de la conquista
todavía estaban presentes tres siglos des-
pués: la viruela, el sarampión, el cólera,
la difteria y diversas infecciones intesti-
nales que eran particularmente graves en-
tre los infantes y los jóvenes.
Los avances de la ciencia médica
se comenzaron a conocer en Centroamé-
rica alrededor de la época de la Inde-
pendencia. Las primeras vacunas (contra
la viruela) se introdujeron a comienzos
del siglo XIX. También se hicieron esfuer-
zos por mejorar el saneamiento en los
centros urbanos para evitar los focos de
enfermedades generados en desechos y
basuras. Sin embargo, durante el resto
del siglo XIX los Estados tuvieron muy po-
cos recursos, tanto materiales como hu-
manos, para lograr impactos notables en
la mortalidad causada por las enferme-
dades infectocontagiosas. Fue notable el
impacto de las enfermedades en las em-
presas que se iniciaron en las zonas de
tierra caliente, como el paludismo y la fie-
bre amarilla. Hemos visto cómo el primer
intento de construir un canal en Panamá
LA DINÁMICA DEMOGRÁFICA: CRECIMIENTO
Y DISTRIBUCIÓN
D
Mosco del paludismo
El crecimiento de la población
se aceleró con los avances de
la ciencia médica.
Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 407
fue frustrado, en parte, por la condición
epidémica de la fiebre amarilla. En las
zonas de cultivo temprano del banano,
en las costas caribeñas de Honduras y
Guatemala, el paludismo también causó
muchas muertes y debilitamiento entre la
fuerza de trabajo.
El éxito de los médicos e investiga-
dores estadounidenses y cubanos al des-
cubrir el papel del zancudo como vector
del paludismo y la fiebre amarilla permi-
tió tomar medidas preventivas para con-
trolar su propagación, al igual que tratar
con más eficacia a los enfermos del mal.
Ya en la década de los años veinte, se
estaban realizando en los países centro-
americanos diversas campañas para con-
trolar al zancudo y mejorar las condicio-
nes de la higiene pública centrando la
atención en letrinas y fuentes de agua. A
partir de la década de los años treinta,
los médicos centroamericanos tuvieron a
mano los primeros antibióticos eficaces,
las sulfas, pero su poder de cura aumen-
tó radicalmente con la introducción de la
penicilina. Con este nuevo medicamento
las enfermedades asociadas con altos ín-
dices de mortalidad, como la neumonía
y las infecciones gastrointestinales, final-
mente se podían combatir con mucha efi-
cacia, siempre y cuando, por supuesto,
el paciente tuviese acceso oportuno al
médico que las administraba y a una far-
macia en donde pudiera comprarlas.
Lo cierto es que los milagros de la
medicina moderna no estaban al alcan-
ce de todos. En las zonas rurales, espe-
cialmente las más apartadas y pobres,
las enfermedades tradicionales siguieron
haciendo de las suyas. No obstante, las
medidas de sanidad y profilaxis impul-
sadas por los gobiernos después de fi-
nalizada la Segunda Guerra Mundial,
en 1945, comenzaron a hacer mella en
algunas de las enfermedades más co-
munes. La lucha contra el zancudo trans-
misor del paludismo contó con un alia-
do poderoso llamado DDT, las siglas de
un insecticida desarrollado por los esta-
dounidenses durante la guerra y que se
usó extensamente en todo el mundo
para eliminar diversos tipos de insectos
(hasta que se descubrió que también era
muy peligroso para la salud de los hu-
manos).
Aplicación de insecticidas
Historia del istmo centroamericano408
El crecimiento
de la población
Las medidas sanitarias descritas anterior-
mente no tardaron en manifestarse en un
muy notable incremento de la tasa de cre-
cimiento de la población. No es que ha-
yan comenzado a nacer más niños sino
que los que nacían tenían mayores pro-
babilidades de llegar a la edad adulta.
Ya en la década de los años cincuenta
la tasa de crecimiento poblacional en
Costa Rica, El Salvador y Nicaragua ha-
bía superado 3% anual, lo que se tradu-
cía en una duplicación de la población
cada 25 años. A este fenómeno, típico
de muchos países en África, Asia y Lati-
noamérica, se le llamó “explosión demo-
gráfica”, y generó un sinnúmero de opi-
Población de los países centroamericanos
(en miles)
Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua Panamá
1930 500 1 440 1 760 950 680 467
1935 550 1 530 1 980 1 040 730
1940 620 1 630 2 200 1 150 830 623
1945 700 1 740 2 440 1 260 920
1950 800 1 860 2 810 1 430 1 060 805
1955 1 030 2 140 3 290 1 650 1 220
1960 1 250 2 450 3 830 1 950 1 410 1 076
1965 1 490 2 930 4 410 2 304 1 620
1970 1 730 3 440 5 270 2 639 1 830 1 428
1975 1 970 4 010 6 240 3 093 2 160
1980 2 220 4 750 7 260 3 691 2 693 1 805
niones acerca de su importancia, con-
veniencia y hasta peligrosidad.
La explosión demográfica, aparte
de la velocidad de crecimiento que la
caracterizó, también ensanchó la base
de la pirámide poblacional de los paí-
ses centroamericanos. En otras palabras,
la población infantil y juvenil comenzó
a representar una proporción mayor de
la población total que en épocas ante-
riores. La explicación de este fenómeno
es sencilla: la mortalidad infantil, uno de
los grandes reguladores del crecimiento
demográfico en otras épocas, empezó
a declinar lentamente, lo que se reflejó
en la sobrevivencia de un mayor núme-
ros de recién nacidos e infantes. El caso
es que una niña o niño que llega a los
Recién nacido
Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 409
cinco años de edad tiene más oportuni-
dades de llegar a la adolescencia o la
edad adulta.
Por supuesto, el arribo de grandes
contingentes de población a la niñez y a
la adolescencia significó que la deman-
da de servicios escolares creciera tam-
bién. De igual manera, el incremento de
individuos que sobrevivían hasta la ma-
yoría de edad supuso que la demanda
de empleo remunerado aumentara sig-
nificativamente. Por último, quienes lle-
gaban a la edad madura, ahora llama-
da “tercera edad,” necesitaban de las
atenciones especiales que requiere la
persona cuando ya no puede valerse
por sus propios medios. En todo senti-
do, por lo tanto, el cambio en la compo-
sición de la población centroamericana
Escuelas públicas
La tecnología en la educación
supuso una oportunidad que, en algunos
casos, se ha sabido aprovechar, mientras
que en otros todavía constituye un reto
para el futuro.
Historia del istmo centroamericano410
l crecimiento de la población
centroamericana ha sido real-
mente espectacular pero toda-
vía más lo ha sido el crecimien-
to de la población urbana. La explicación
es muy sencilla: toda la población crece
por la diferencia entre nacimientos y fa-
llecimientos, mientras que las ciudades
y pueblos crecen también por causa de
la migración de las zonas rurales a las
urbanas. Durante mucho tiempo, las ciu-
dades en Centroamérica sirvieron de lugar
de residencia de terratenientes, alguno
que otro banquero, comerciantes, fun-
cionarios del gobierno, empleados del
comercio, y de algunos pocos artesanos
y obreros. Con el auge de la produc-
ción cafetalera y bananera, la riqueza
generada por la agroexportación per-
mitió un crecimiento mayor de la pobla-
ción urbana.
Conforme aumentaron las exporta-
ciones de café y de bananos, los gobier-
nos pudieron captar más impuestos, que,
a su vez, se traducían en mayor número
de empleados públicos y más oficinas del
Estado. Los gobiernos también se intere-
saron en mejorar los servicios públicos
básicos en las ciudades, incluyendo trans-
porte colectivo, servicios de agua y elec-
tricidad y seguridad pública. Entre la po-
blación terrateniente, hubo más dinero
para construir casas grandes y ocupar
más empleados domésticos. Los sectores
de clase media, integrados por profesio-
nales, gerentes y comerciantes, también
se preocuparon por tener vivienda y un
entorno que les permitiera disfrutar de la
vida en la ciudad. Por supuesto, aumen-
taron significativamente los grupos de
obreros y artesanos que proporcionaban
los servicios demandados por los secto-
res medios y altos.
Es importante destacar que el creci-
miento de la población urbana fue posible
debido a las innovaciones en la tecnolo-
gía del transporte y las comunicaciones.
Para mantener a una población urbana
EL FENÓMENO URBANO
EModernización económica
de la infraestructura.
Carretera panamericana,
que vinculó a las economías
de Centroamérica.
Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 411
más grande, se necesitan más alimen-
tos, materiales de construcción y com-
bustible. Los ferrocarriles y las carrete-
ras, que se hicieron presentes como
elementos indispensables de la produc-
ción y exportación del café y el banano,
también jugaron un papel clave en el cre-
cimiento urbano: en camiones y vagones
de ferrocarril llegaban a las ciudades los
productos de la tierra para alimentar a
las poblaciones urbanas. Por los ferroca-
rriles y las carreteras que comunicaban
con los puertos llegaban, asimismo, los
bienes importados que las poblaciones ur-
banas demandaban, incluyendo vehícu-
los, maquinaria, combustible, textiles, ali-
mentos procesados e impresos.
Por último, las ciudades requirieron
mayores servicios públicos conforme cre-
cían. Se empezaron a efectuar inversio-
nes en acueductos, asfaltado de calles,
aceras y parques. Para que la población
urbana usara con más eficiencia su tiem-
po, los medios de transporte se moderni-
zaron, pasando de carruajes a tranvías,
y de éstos a autobuses. Solamente unos
pocos podían utilizar el vehículo particu-
lar, tanto por su elevado precio como por
lo caro que resultaban la gasolina y el
mantenimiento en general.
Para mediados del siglo XX, las ciu-
dades centroamericanas comenzaron a
experimentar un crecimiento desligado de
las actividades de la agroexportación del
café y el banano, y producto de una acti-
vidad económica nueva: la industria. No
es que la industria no haya estado pre-
sente en las ciudades centroamericanas
antes: desde comienzos del siglo XX, se
habían instalado en los principales cen-
tros urbanos fábricas, incluyendo cerve-
cerías, destilerías, jabonerías, hilanderías,
textileras y plantas eléctricas, aparte de
los grandes talleres de mantenimiento
de las empresas ferrocarrileras. Pero,
después de 1950, bajo el impulso de la
integración económica centroamericana
y las políticas de fomento a la industriali-
zación, las ciudades centroamericanas
experimentaron un crecimiento más rá-
pido e impactante que el anterior. Por
ejemplo, en 1953 Managua tenía 14%
de las industrias de Nicaragua pero, en
1973, veinte años después, 54% de las
industrias nicaragüenses estaban concen-
tradas en esa ciudad.
Calle comercial
de San Salvador, antes de
la modernización urbana.
Industrialización
y urbanización aparecen
asociados.
Historia del istmo centroamericano412
El crecimiento
de las capitales
Las nuevas industrias requerían mano de
obra con alguna calificación, pero tam-
bién hubo oportunidades de trabajo en
actividades conexas a la industria, como
la construcción, donde no se necesitaba
del trabajo calificado. En consecuencia,
las ciudades se convirtieron en un polo
de atracción para quienes no encontra-
ban trabajo en su lugar de origen o bus-
caban mejores salarios. El resultado fue
un creciente flujo de población hacia las
urbes que, en algunos casos, supuso un
crecimiento demográfico mucho más alto
que el del resto del país. Una metrópoli
como San Salvador, por ejemplo, creció
a tal velocidad a partir de la década de
los años sesenta que su población se du-
plicó, aproximadamente, cada once años;
en contraste, a San Salvador en el siglo
XIX le tomó ochenta años, entre 1821 y
1900, duplicar su población. Un caso si-
milar es el de San José, cuya tasa de du-
plicación en la década de 1950, andaba
por los quince años. La ciudad de Pana-
má creció con tal rapidez que en 1980
concentraba a casi 40% de toda la po-
blación de la república. También es im-
portante mencionar el caso de la capital
guatemalteca, que pasó de 336 000 ha-
bitantes en 1950 a más de 1 400 000 en
1980, manteniendo así su lugar como el
centro urbano más grande del istmo.
El crecimiento urbano no fue sola-
mente producto de la atracción ejercida
por la industria. La agricultura también
se tecnificaba a grandes pasos y se ex-
tendían las áreas dedicadas a los nue-
vos productos de exportación como el
La agroindustria azucarera
se modernizó.
Las ciudades, la alternativa
para quienes buscan empleo
y mejor remuneración.
Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 413
algodón y la carne. En consecuencia,
muchos pequeños productores se encon-
traron sin acceso a tierra para sus cultivos
de subsistencia y no tuvieron más reme-
dio que buscar trabajo en otras partes.
Algunos emigraron a otras regiones de
su país en busca de terrenos, como ocu-
rrió en Nicaragua, Guatemala y Hon-
duras, donde todavía existían zonas des-
pobladas. Otros emigraron a países
vecinos, como lo hicieron muchos cam-
pesinos salvadoreños que se fueron a
probar suerte a Honduras.
La pobreza urbana
Para los que no pudieron o no quisieron
seguir trabajando la tierra, la alternati-
va obvia fue la ciudad. Sin embargo, dos
situaciones se conjuntaron para que el
emigrante campesino no consiguiera un
trabajo decente. Por un lado, los empleos
que ofrecía la industria no eran tantos,
ya que las nuevas fábricas, por lo ge-
neral, empleaban equipo y procedi-
mientos que no requerían mucha mano
de obra. Por otro, muchos de los recién
llegados del campo no tenían los cono-
cimientos mínimos que la industria re-
quería, tales como la lectura y la escri-
tura, el manejo de los números y
nociones de mecánica. Así, no tuvieron
otra opción más que dedicarse a tra-
bajos ocasionales de baja calificación
o a las ventas callejeras, que no pro-
porcionaban ingresos suficientes como
para mantener a una familia.
En pocas palabras, la pobreza ru-
ral se trasladó a las ciudades y se convir-
tió en pobreza urbana. Si bien es cierto
que algunos tuvieron la suerte o la cons-
tancia que les permitió salir de la pobre-
za, la gran mayoría de los emigrantes del
campo siguieron viviendo con grandes li-
mitaciones materiales. Los llamados “cin-
turones de miseria” que se han ido for-
mando alrededor de las principales
ciudades centroamericanas son el reflejo
más patente de las dificultades que en-
frentan los que tratan de abrirse paso en
un entorno que no les es familiar o que,
incluso, los rechaza.
La vida de los pobres en las ciuda-
des no ha sido solamente de carencia de
bienes, también han sufrido enfermeda-
des y desempleo. En las zonas marginales
se hicieron presentes el alcoholismo, la vio-
lencia y el crimen, estimulados por la mi-
seria y la falta de oportunidades en la vida.
Romper este “círculo de la pobreza” re-
quiere, por lo tanto, de una variedad de
esfuerzos por parte de los gobiernos, las
asociaciones cívicas y los mismos habitan-
tes de las barriadas urbanas.
Las ventas callejeras forman
parte del escenario urbano.
La industrialización
estimuló la incorporación
de la mujer al mercado
laboral.
Historia del istmo centroamericano414
El movimiento sindical
os problemas sociales no han
sido aceptados sin mayores
cuestionamientos por las pobla-
ciones centroamericanas duran-
te el medio siglo que nos concierne. La
crisis económica de la década de los años
treinta estimuló el surgimiento de diver-
sos movimientos sociales en la región, for-
mados en parte por sindicatos industria-
les y agrícolas pero también por otros
integrantes de la sociedad civil, como es-
tudiantes universitarios y de secundaria y
miembros de organizaciones religiosas.
La profundidad de la depresión fue tal
que mucha gente incluso cuestionó la con-
veniencia del sistema económico y políti-
co. No debe extrañarnos que durante la
década de los años treinta aparecieron
en Centroamérica no solamente los mo-
vimientos y partidos de izquierda sino
también la contraparte de derecha, emu-
lando los procesos políticos y sociales que
se daban en la Europa de esos tiempos
bajo los nombres de falangismo (en Es-
paña), nacionalsocialismo (en Alemania)
y fascismo (en Italia).
La organización sindical, que ha-
bía comenzado a gestarse en la década
de los años veinte, fue reprimida o mani-
pulada en la década de los años treinta
como parte del sistema de controles de las
dictaduras centroamericanas. El caso es
que los sindicatos generalmente tenían
nexos con la izquierda política, lo cual
resultaba inaceptable para los regímenes
dictatoriales. Sin embargo, a partir de
1940, aproximadamente, la efervescen-
cia sindical comenzó a manifestarse de
nuevo, especialmente como reflejo de la
alianza que se estaba gestando entre
la Unión Soviética y los principales paí-
ses de Europa occidental y los Estados
Unidos en contra de las potencias del lla-
mado Eje (Alemania, Italia y Japón).
También es importante señalar que en
1940 ya se había iniciado un proceso
de reactivación económica, que aumen-
tó el número de trabajadores y emplea-
dos públicos en todos los países del istmo.
MOVIMIENTOS SOCIALES: COMUNALES, NACIONALES
Y REGIONALES
LProtesta de exiliados
nicaragüenses.
Marcha de estudiantes
universitarios.
Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 415
Los aires democratizadores se ma-
nifestaron, asimismo, entre las capas me-
dias y los estudiantes universitarios. A
mediados de los años cuarenta, el istmo
entero fue sacudido por fuertes expresio-
nes de protesta social y política, espe-
cialmente en las ciudades capitales, don-
de se concentraba la mayor parte de la
clase media, el estudiantado y la clase
obrera. En El Salvador y Guatemala, la
movilización social y las protestas hicie-
ron caer a los gobiernos a mediados de
1944, mientras que en Nicaragua el ré-
gimen del general Anastasio Somoza se
mantuvo a duras penas en el poder.
El período posterior a 1945 resul-
tó ser de grandes cambios y oportuni-
dades para los movimientos sociales en
Centroamérica. El triunfo en Guatemala
del movimiento revolucionario y demo-
cratizador permitió la aparición de múl-
tiples organizaciones obreras, tanto en el
agro como en las ciudades. En Hondu-
ras, los sindicatos de las zonas banane-
ras del norte del país adquirieron fuerza
hasta desembocar en las huelgas gene-
rales de 1954, que, si bien, no fueron
totalmente exitosas demostraron el poder
de la organización obrera. En El Salvador,
el mismo gobierno surgido del golpe de Es-
tado de 1948 propició la organización
sindical. En Costa Rica, los sindicatos ad-
quirieron presencia y poder durante la
década de los años cuarenta y se convir-
tieron en interlocutores eficaces ante las
empresas bananeras.
La organización sindical recibió
sanción legal mediante la promulgación
de códigos de trabajo en cada país del
istmo, que se inspiraron generalmente en
la legislación surgida del proceso revo-
lucionario de México posterior a 1910.
Si bien los códigos de trabajo otorga-
ban los derechos básicos de organización
a los obreros, le daban al Estado la po-
testad de determinar si alguna acción
laboral, como una huelga, era legal o
no. Los códigos también prohibían, por
lo general, los vínculos entre partidos
políticos y organizaciones obreras.
La organización sindical, antes de
1960, se limitó fundamentalmente a las
zonas urbanas del istmo. En parte, esto
fue consecuencia de las restricciones de
los regímenes que, respaldados por los
códigos de trabajo prohibían o limitaban
las actividades sindicales entre los campe-
sinos y trabajadores agrícolas. Por otra
parte, los bajos niveles de educación y
conciencia entre la población rural dificul-
taban cualquier intento de organización
social que no fueran las tradicionales acti-
vidades religiosas o comunales.
Manifestación de mujeres en
la huelga bananera de 1954.
Historia del istmo centroamericano416
Los movimientos sociales
en el campo
A partir de 1960, aproximadamente, la
situación comenzó a cambiar en todo el
istmo. El activismo social se extendió de
las ciudades al campo, y su combativi-
dad se convirtió en un factor determinan-
te del escenario político. El ejemplo de
la Revolución Cubana, a partir de 1959,
sin duda jugó un papel en la creciente
radicalización de los movimientos popu-
lares, tanto urbanos como rurales. Tam-
bién debe tomarse en cuenta que aumen-
taron las dificultades para conseguir
trabajo y tierras de labranza ante el
avance de la agricultura comercial en
gran escala.
La transformación del papel de las
regiones como promotoras del cambio so-
cial fue muy importante. Desde tiempos
ancestrales, cuando fray Bartolomé de
las Casas abogaba por los derechos de los
indígenas frente a las exigencias de los con-
quistadores, nunca había levantado su voz
la Iglesia católica como lo hizo hacia fina-
les de la década de los años sesenta. Par-
te del cambio se dio como reflejo de las
discusiones y conclusiones del Concilio Va-
ticano II, que se efectuó en Roma, en 1964.
En esta reunión de todos los obispos cató-
licos del mundo, se tomaron resoluciones
que comprometían a la Iglesia en la lucha
por la paz, la justicia y el bienestar de las
personas y las familias. Posteriormente, en
la reunión del episcopado latinoamerica-
no celebrada en Medellín, Colombia, en
1968, se trataron temas aún más especí-
ficos de la región, incluyendo la propie-
dad de la tierra, la pobreza, el trabajo y
los derechos sociales.
En Centroamérica, la nueva orien-
tación del pensamiento de la Iglesia dio
pie para que muchos grupos populares
demandaran sus derechos básicos. En tor-
no a las llamadas “comunidades eclesia-
les de base”, campesinos, obreros, estu-
diantes y profesionales se reunían a
discutir el mensaje de las Escrituras a la
luz de su propia problemática. De estas
discusiones, surgieron planteamientos
que, en la práctica, suponían la puesta
en marcha de importantes cambios so-
ciales y económicos, entre ellos la refor-
ma agraria, la libertad de organización
y el mejoramiento de los salarios.
No fue solamente la Iglesia la que
tuvo que ver con las nuevas formas de pen-
sar. La misma política exterior de los Esta-
dos Unidos, alarmada por el triunfo de la
Revolución Cubana y los nexos que desa-
rrolló el régimen revolucionario con la
Concilio Vaticano II, se llevó
a cabo en Roma, en 1964.
Julio Hernández Alemán,
Panchimalco, óleo
sobre canvas.
Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 417
Unión Soviética, impulsó la llamada
“Alianza para el Progreso”, un acuerdo
con los gobiernos latinoamericanos para
efectuar cambios sociales, económicos y
políticos y contrarrestar así la influencia
de la Revolución Cubana. La Alianza con-
templaba programas de reforma agraria,
vivienda popular, educación básica y sa-
lud pública. También hacía eco de la im-
portancia de la democracia y de las li-
bertades individuales. En la práctica, la
Alianza no pudo avanzar mucho en sus
propósitos de transformación social ante
la oposición de los grupos poderosos del
istmo, pero sí contribuyó a despertar las
ansias de justicia entre los pobres y mar-
ginados.
Las organizaciones populares que
surgieron fueron reprimidas, particular-
mente en El Salvador, Guatemala y Ni-
caragua, donde se les tildaba de “comu-
nistas” y “subversivas” y, en consecuencia,
ilegales. En algunos casos, se produjo su
radicalización, al punto de que algunos
militantes cristianos efectivamente pasa-
ron a los grupos guerrilleros desde fines
de la década de los años sesenta. Otros
comenzaron a militar en los partidos po-
líticos de orientación socialcristiana o
socialdemócrata, proclives a buscar so-
luciones más evolutivas de la problemá-
tica social.
Los movimientos sociales también
incluyeron a sectores que habían cobra-
do conciencia de la necesidad de actuar
por sí mismos, muchas veces al margen
de las organizaciones existentes, como
partidos políticos y sindicatos obreros. Las
mujeres, por ejemplo, fueron mucho más
visibles en el campo público a partir de
los años sesenta, particularmente en Costa
Rica y Panamá. Comenzaron a ocupar
cargos ministeriales, diputaciones y alcal-
días, además de importantes puestos en
la empresa privada.
El despertar de los movimientos ét-
nicos fue muy importante. En el caso par-
ticular de Guatemala, los pueblos de ori-
gen maya, los xincas y los garífunas
constituyen la mayoría de la población
del país. En los otros países (excepto El
Salvador, en donde la represión de 1932
las había disuelto mayormente), los gru-
pos indígenas adquirieron una creciente
importancia política. Además, se eviden-
ció que grandes regiones del istmo centro-
americano poseían una riqueza cultural
extraordinaria, producto precisamente de
la muy variada presencia aborigen a todo
lo largo del istmo.
Manifestación antiimperialista
en Panamá.
El despertar de los
movimientos étnicos.
Historia del istmo centroamericano418
a problemática social que em-
pezó a manifestarse de manera
abierta y, a veces, conflictiva, no
pudo pasar desapercibida para
los estados de la región. Durante la pri-
mera década y media de las dictaduras
militares, la “solución” a la problemática
social fue sencilla: se ignoró en gran me-
dida y se procedía a reprimirla cuando
se manifestaba públicamente. Después de
1945, sin embargo, los cambios políticos
y la misma magnitud de los problemas
sociales obligaron a un cambio de acti-
tud y de acciones. A partir de ese mo-
mento, los gobiernos centroamericanos
impulsaron una serie de medidas que
buscaban aliviar las tensiones sociales, re-
ducir los niveles de pobreza, promover el
crecimiento económico y unir las energías
nacionales en torno a un proyecto de de-
sarrollo.
La primera de las áreas donde se hi-
cieron esfuerzos significativos para supe-
rar el atraso fue en el campo de la educa-
ción. Ya desde comienzos del siglo XX,
Costa Rica había avanzado notablemen-
te en la ampliación de su red de escuelas
públicas, llegando a alcanzar para me-
diados de siglo altos niveles de alfabetis-
mo y educación general. Los demás paí-
ses, sin excepción, todavía cargaban con
enormes masas de población que no te-
nían conocimiento alguno de lectura o es-
critura. Hacia 1926, se estimó que de una
LA POLÍTICA SOCIAL DE LOS ESTADOS
L
El gasto en educación creció
Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 419
población total del istmo de 5 500 000,
no más de 150 000 centroamericanos sa-
bían leer y escribir. Para darle solución a
este dramático atraso educativo, se ini-
ciaron programas nacionales de alfabe-
tización, cuyos principales beneficiarios
fueron los adultos que nunca habían asis-
tido a la escuela. Más importante, sin
embargo, fue la ampliación de los servi-
cios de educación pública para niños y
jóvenes que se concretó en la construc-
ción de escuelas, tanto urbanas como ru-
rales, y la formación de un mayor núme-
ro de maestros. Los presupuestos para la
educación de los gobiernos del istmo se
incrementaron significativamente, tanto en
los casos de los gobiernos civiles de Hon-
duras como en los encabezados por mili-
tares en El Salvador, Nicaragua y Guate-
mala. En El Salvador, por ejemplo, el
presupuesto para la educación en 1970
superó 30% del gasto total del Estado,
muy por encima de cualquier otro rubro
destinado a gastos.
Otra área donde se hicieron esfuer-
zos por superar el subdesarrollo fue el de
la salud pública. Se amplió la red de cen-
tros y puestos de salud, especialmente en
las zonas rurales. También se introdujo el
servicio social para los estudiantes de me-
dicina, mediante el cual se les exigía que
pasaran uno o dos años prestando servi-
cio médico a poblaciones pobres en zo-
nas rurales y urbanas antes de poder re-
cibir su título profesional. Los servicios
médicos se complementaron con progra-
mas amplios de vacunación contra las
enfermedades más frecuentes, además de
la erradicación de los vectores del palu-
dismo y la fiebre amarilla.
La vivienda fue un tercer componente
de la política social impulsada por los go-
biernos centroamericanos. Muchos habi-
tantes de las ciudades y las zonas rurales
seguían viviendo en casas improvisadas e
insalubres, donde se compartía el espacio
con los animales domésticos y una canti-
dad de insectos perjudiciales para la sa-
lud. La solución prevista por los gobier-
nos fue la construcción de viviendas de
bajo costo, a veces en la forma de edifi-
cios de apartamentos para las áreas ur-
banas y de pequeñas casas individuales,
para la población rural. A diferencia de
la educación y la salud pública, la cons-
trucción de viviendas resultaba mucho
más cara y, por ende, la población bene-
ficiada, menor. El pago de la vivienda
para una familia pobre, a pesar de las
facilidades que se ofrecían, también re-
sultaba un freno a la construcción y en-
trega de numerosas casas para la pobla-
ción. El “déficit habitacional”, como lo
denominan los especialistas, no pudo re-
ducirse de manera apreciable.
Un nuevo problema social:
la vivienda popular.
En las zonas marginadas
existen casas improvisadas
e insalubres.
Historia del istmo centroamericano420
Los seguros sociales
Una cuarta área de la política social, y
ciertamente la más novedosa, fue la se-
guridad social, aquella gama de servi-
cios asistenciales que son financiados
con el aporte de los empresarios, los em-
pleados y trabajadores y el Estado. Estos
servicios incluyen atención médica, jubi-
laciones y subsidios por invalidez e inca-
pacidad. En Costa Rica y Guatemala se
establecieron los programas de seguridad
social en los años cuarenta, mientras que
en los demás países estos servicios se ini-
ciaron en la década de los años cincuen-
ta. La seguridad social había sido una
de las grandes reivindicaciones de la cla-
se obrera desde la década de 1940,
como una fórmula superior al mutualis-
mo de las décadas anteriores. Efectiva-
mente, los programas de seguridad so-
cial proporcionaron importantes servicios
a la población cubierta, pero al igual
que los programas de construcción de
viviendas, se enfrentaron a limitantes
considerables. Por una parte, solamente
se beneficiaron de estos servicios los em-
pleados permanentes de empresas priva-
das. Por otra, no fueron incorporados los
trabajadores rurales, para quienes no exis-
tía mayor seguridad que la brindada por
el patrón y, al llegar a la vejez, por los
mismos hijos.
La reforma agraria
Finalmente, algunos Estados intentaron
introducir modificaciones importantes en
la propiedad de las tierras agrícolas, to-
davía el lugar de trabajo de la mayoría
de la población centroamericana. En Gua-
temala, el gobierno del presidente Jacobo
Arbenz llevó a cabo un amplio programa
de reforma agraria a partir de 1952, que
Dentro de los programas
de seguridad social
se encontraba la construcción
de vivienda.
Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 421
afectó las tierras ociosas de la empresa
bananera United Fruit Company y de te-
rratenientes guatemaltecos. Sin embargo,
el programa se interrumpió cuando el go-
bierno de Arbenz fue derrocado en 1954,
y las tierras afectadas fueron devueltas a
sus antiguos propietarios. En Honduras, los
gobiernos de la década de los años seten-
ta llevaron a cabo una reforma agraria
que reconoció el derecho de los campesi-
nos a ocupar y usufructar las tierras na-
cionales y ejidales. En El Salvador, el país
más densamente poblado del istmo, el go-
bierno intentó en 1975 llevar adelante un
programa de “transformación agraria”,
pero la oposición de los grandes intereses
terratenientes lo obligó a dar marcha atrás.
En Nicaragua, el gobierno de Somoza
Debayle organizó diversos programas de
asentamientos rurales y de asistencia téc-
nica para campesinos, pero sus alcances
e impacto no fueron muy grandes.
Los programas de la reforma
agraria impulsados por los gobiernos
buscaban corregir grandes desigualda-
des en la distribución de la riqueza, que
se remontaban a los tiempos coloniales.
En términos del proyecto de industriali-
zación de las décadas de los años cin-
cuenta y sesenta, la reforma agraria tam-
bién tendría sentido si lograba aumentar
la capacidad de consumo de las gran-
des masas de población rural, quienes
se convertirían así en clientes de la pro-
ducción industrial. Pero en los años se-
tenta, la reforma agraria y los programas
de asistencia a los campesinos adquirie-
ron un cariz distinto, al menos en Nicara-
gua y El Salvador: se tornaron instrumen-
tos de lucha contrainsurgente, en la medida
en que aumentaba la actividad de las gue-
rrillas rurales que pugnaban por ganarse
la lealtad y el apoyo de la población cam-
pesina.
Tierras del Rancho de San José
del Obraje en Nicaragua,
1989.
Guerrilla en la montaña
Historia del istmo centroamericano422
os cambios sociales que se dieron durante el medio siglo anterior a 1979
en Centroamérica no fueron producto, en todos los casos, de acciones cons-
cientes de los gobiernos o de los particulares. A veces, las medidas que se
tomaron para favorecer a ciertos grupos de la población terminaron crean-
do nuevos problemas para otros sectores, como fue el caso de la modernización
agrícola y el consecuente desplazamiento de población rural hacia las zonas urba-
nas. De igual manera, la lucha contra las enfermedades dio lugar a un incremento
rápido e inesperado de la población centroamericana, cuyas sociedades habían es-
tado acostumbradas a un crecimiento demográfico muy bajo. En su momento, nadie
habría sugerido que las medidas para mejorar la producción agrícola o la salud del
pueblo debían posponerse porque traerían otros problemas.
Lo cierto es que resulta muy difícil saber con anticipación el rumbo que tomará
la sociedad en cualquier parte del mundo, sobre todo cuando están ocurriendo cam-
bios de fondo en su estructura poblacional, económica y social. En Centroamérica,
las décadas de los años cincuenta y sesenta, plenas de proyectos de modernización
económica y desarrollo social, terminaron marcadas por manifestaciones de violen-
cia fratricida en Nicaragua y Guatemala, donde los incipientes movimientos guerri-
lleros se organizaban en las ciudades y la montaña. En El Salvador pasaron pocos
años para que ocurriera un proceso similar. Solamente Panamá, Costa Rica y Hondu-
ras lograron evitar el tránsito hacia la guerra civil, gracias a una ausencia relativa de
conflictos sociales y a la existencia de mecanismos políticos de conciliación y nego-
ciación de los que carecían los otros tres países centroamericanos. De tal manera,
que Centroamérica terminó acercándose al final del siglo bajo signos contradictorios
de esperanza y tragedia, de paz y guerra, que muy pocos pudieron anticipar en su
momento.
CONCLUSIÓN
LCentroamérica entre la paz
y la guerra.
Emilia Villegas
Hacernos, asirnos, asarnos
Óleo y asfaltos sobre tela
1996
Costa Rica
Dictadura y democratización (1930-1979) 427
INTRODUCCIÓN
uando los países del istmo enfrentaron la crisis económica mundial de los
años treinta apenas habían empezado a abandonar los estilos tradiciona-
les de gobierno, en los que la democracia no pasaba de ser una palabra
elegante en las constituciones de corte liberal. Las élites gobernantes consi-
deraban que la población no tenía la capacidad para tomar decisiones políticas, y
veían al gobierno como una extensión de la autoridad personal de los “caudillos”
tradicionales. Este estilo de mando, que se parecía mucho al de un patriarca con su
familia, en política se llama “autoritarismo”, y cuando no admite oposición alguna se
llama “dictadura”. Caudillismo y dictadura se han combinado frecuentemente en la
historia política de los países latinoamericanos. A esto se ha unido a menudo el
militarismo, que en diversas ocasiones ha sido también una forma de autoritarismo o
dictadura.
En este capítulo, se sigue el mismo orden del anterior para analizar cómo la
crisis económica bloqueó los tímidos ensayos democratizadores que se empezaban a
desarrollar en el istmo. En la mayoría de los países se entronizaron dictaduras perso-
nales de militares con firme apoyo de las oligarquías tradicionales, que duraron
muchos años, hasta que, a finales de los años cuarenta, a la par de la moderniza-
ción económica, se dieron reformas democráticas. Cuando el modelo de desarrollo
mostró sus debilidades, se produjo una vuelta al autoritarismo, menos personalizado
pero más represivo aún que el de las viejas dictaduras.
C
Sacerdote guerrillero
Historia del istmo centroamericano428
El Salvador:
Hernández Martínez
l Salvador fue en donde más
temprano se observó el inicio
de un cambio de las estructu-
ras de gobierno tradicionales,
durante el período presidencial del doc-
tor Pío Romero Bosque (1927-1931), que
aunque provenía de las filas de la oli-
garquía permitió una participación po-
lítica más amplia y unas elecciones libres
que le dieron la victoria al ingeniero Ar-
turo Araujo en 1931. Para entonces el
país vivía una gran agitación social, y
habían surgido muchas organizaciones
(incluidos comunistas, cuyo partido se
fundó en 1930) que demandaban pro-
fundos cambios sociales. Araujo fue de-
puesto por un golpe militar a los pocos
meses de tomar el cargo, y en su lugar
emergió la figura de un militar: el gene-
ral Maximiliano Hernández Martínez (co-
nocido también en la historia por su se-
gundo apellido nada más).
El gobierno de Hernández Martí-
nez, que no parecía muy firme al prin-
cipio por la falta de apoyo de los Esta-
dos Unidos, se consolidó al reprimir
sangrientamente la insurrección campe-
sina de enero de 1932. Ésta había sido
en parte instigada por los comunistas y
además era producto del profundo des-
contento de las comunidades indígenas
ante el despojo de tierras que habían su-
frido por décadas. Como resultado de esa
represión los indígenas perdieron su iden-
tidad como pueblo y cultura.
Hernández Martínez gobernó el
país durante trece años, sin permitir opo-
sición alguna. Su enérgico mando y las
medidas económicas que implantó hicie-
ron posible que el país sobrellevara los
peores años de la crisis. Además, controló
el desarrollo del ejército, sofocando drás-
ticamente varios intentos de derrocarlo,
hasta que, en 1944, se dio simultáneamen-
te un alzamiento militar más una huelga
general que lo forzaron a renunciar.
LA ERA DE LOS DICTADORES
EGeneral Maximiliano
Hernández Martínez.
Dictadura y democratización (1930-1979) 429
Guatemala: Jorge Ubico
En Guatemala, también en 1931, se im-
plantó la dictadura del general Jorge
Ubico, y su forma de gobierno en mu-
chos aspectos se asemejó a la del salva-
doreño Hernández Martínez. Ambos dic-
tadores se perpetuaron organizando una
efectiva policía secreta y haciendo refor-
mas a la Constitución y simulacros de elec-
ciones en las que sólo participaba su par-
tido (el Pro Patria de Hernández Martínez,
y el Partido Liberal Progresista, en el caso
guatemalteco). También tuvieron en co-
mún que al inicio de su gestión contaron
con mucho apoyo en distintos sectores de
la población, pero luego esta populari-
dad se desvaneció, dando lugar a una
mayor represión.
En el caso de Ubico, el apoyo a su
gobierno se centró menos en los indíge-
nas y más en los ladinos y habitantes ur-
banos. Más bien se cuidó de establecer
relaciones directas con las autoridades de
los pueblos indígenas, lo que le aseguró
un gran nivel de tranquilidad en el cam-
po y a veces incluso una fuente de atrac-
ción para el turismo. No obstante, dictó
medidas que pusieron en condiciones muy
duras a la inmensa mayoría del campe-
sinado, condenado a trabajos forzados
en las fincas y obras públicas.
Ubico tuvo más dificultad para es-
tablecer buenas relaciones con la clase
media que, poco a poco, se estaba desa-
rrollando en las ciudades, la cual resen-
tía la falta de democracia y el favoritis-
mo con que se trataba a la todopode-
rosa compañía bananera United Fruit y
sus subsidiarias. Todos esos factores, y la
pérdida de control sobre el ejército, die-
ron como resultado manifestaciones que
forzaron su renuncia en junio de 1944,
apenas un mes después de que Hernán-
dez Martínez lo hiciera en El Salvador.
Pero en Guatemala, como veremos lue-
go, el cambio habría de ser más pro-
fundo.
Honduras
Los dictadores en Nicaragua y Honduras
tuvieron características muy particulares,
sobre todo por el peso que en esos paí-
ses tenían los intereses norteamericanos.
En ambos, la soberanía nacional era dé-
bil, tanto por la interferencia de los Esta-
dos Unidos como por el poco control que
los gobiernos tenían sobre grandes terri-
torios con muy poca población.
En Honduras las compañías mine-
ras extranjeras tenían mucho peso políti-
co y, al llegar las bananeras, éstas tuvie-
ron mucho más aún. Se les llegó a llamar
“enclaves” por operar con muy poca re-
lación con el conjunto de la economía na-
cional. Las bananeras intervinieron en
política para obtener tratamientos prefe-
renciales. Ellas apoyaron, según sus con-
veniencias, a los caudillos de los partidos
tradicionales (Nacional y Liberal), que lo
eran más por su capacidad de tratar con
las compañías norteamericanas que por
un auténtico liderazgo popular.
Campesinos
Historia del istmo centroamericano430
El ascenso de Tiburcio Carías
En el momento en el que Tiburcio Carías
llegó a la presidencia de Honduras en
1933, apoyado por la United Fruit, el país
había entrado de lleno en la depresión
económica, y cuando grupos liberales
montaron una rebelión armada, los re-
primió enérgicamente. A partir de enton-
ces, sus opositores (incluso dentro de su
propio partido) se neutralizaron, lo que
le permitió a Carías mantenerse en la pre-
sidencia por 16 años, amparado por las
consabidas reformas constitucionales.
En Honduras no había una oligar-
quía cafetalera poderosa como en El Sal-
vador y Guatemala, ni tampoco el ejérci-
to era muy grande ni politizado, por lo
que Carías pudo gobernar sin tener que
negociar el poder con grandes intereses
nacionales. Tampoco se produjeron las
grandes tensiones sociales de otros paí-
ses, porque la pobreza de la mayoría de
la población no llegaba hasta la miseria,
de modo que el gobierno pudo ser, rela-
tivamente, menos represivo. La oposición
empezó a surgir a mediados de la déca-
da de los años cuarenta entre la clase
media; en 1944 Carías prometió retirar-
se en 1948, lo que efectivamente hizo sin
que se produjera mayor trastorno políti-
co. De hecho, su sucesor, Juan Manuel
Gálvez, era un buen amigo suyo y abo-
gado de las compañías bananeras.
Nicaragua: Anastasio
Somoza García
En Nicaragua la situación era diferente,
porque la intervención de los Estados
Unidos en el país era mucho más direc-
ta, no tanto a través de empresas priva-
das sino mediante el mismo gobierno de
Washington que buscaba mantener el
control de un país que consideraba clave
para proteger sus intereses en el Canal
de Panamá. En los Estados Unidos se pen-
saba que la política nicaragüense era tan
primitiva que, como dijo un diplomático
de ese país, ahí habría que imponer la
democracia aunque fuera “a la fuerza”.
Esto había justificado las numerosas in-
tervenciones militares y políticas que se
han descrito en otros capítulos.
En 1930, los Estados Unidos man-
tenían el control de las finanzas públicas
y se aseguraban de que el gobierno ni-
caragüense pagara sus deudas antes de
General Tiburcio Carías
César Augusto Sandino
y Juan B. Sacasa.
Dictadura y democratización (1930-1979) 431
efectuar gastos en salud y educación, aún
cuando la población de Nicaragua era,
en ese momento, la más pobre de Cen-
troamérica. Además, la infantería de
marina norteamericana todavía ocupa-
ba Nicaragua, con el beneplácito del pre-
sidente Jose María Moncada y de gran
parte de la élite política; la recién funda-
da Guardia Nacional de Nicaragua es-
taba bajo el mando de oficiales norteame-
ricanos, quienes dirigían la lucha contra
las fuerzas guerrilleras de Sandino, con-
vertido en ese momento en un símbolo
continental del nacionalismo.
Las elecciones de 1932, que ganó
Juan B. Sacasa, del Partido Liberal, la
retirada definitiva de las tropas de los Es-
tados Unidos, en 1933, y la firma del
acuerdo de paz entre Sandino y Sacasa,
en febrero de ese año, parecían indicar
el inicio de un período de estabilidad y
desarrollo democrático. Pero el asesina-
to de Sandino en ese mismo mes demos-
tró que esas expectativas eran falsas.
Basado en sus buenas relaciones con los
Estados Unidos y su control sobre la Guar-
dia Nacional, Anastasio Somoza García
se constituyó en el verdadero poder en el
gobierno.
Tras elecciones manipuladas, So-
moza García asumió la presidencia en
enero de 1937, logró extender su perío-
do hasta 1947, y tomó de nuevo la presi-
dencia en 1951 hasta que fue asesinado
en 1956. En ese largo período, Somoza
García alternó momentos de intensa re-
presión contra sus opositores con otros
en que buscó pactos y arreglos para sor-
tear situaciones que produjeron la caída
de los otros dictadores centroamericanos.
Sin dejar de favorecer a algunos miem-
bros de la élite, durante su poder acumu-
ló una fuerte fortuna, de igual forma sus
familiares. Asimismo, intervino visible-
mente en la política regional, apoyando
a la contrarrevolución guatemalteca e in-
tentando influir en el gobierno costarri-
cense, en la década de 1940.
Anastasio Somoza García
Somoza en su campaña
electoral.
Historia del istmo centroamericano432
Costa Rica
Ni Costa Rica ni Panamá padecieron
de la ausencia total de democracia que
caracterizó a los otros países del istmo
en las décadas de los años treinta y cua-
renta. En el caso de Costa Rica, se dis-
tinguieron líderes personalistas y pater-
nalistas como Cleto González Víquez y
Ricardo Jiménez Oreamuno, quien go-
bernó al país en tres períodos presiden-
ciales. Aunque su sucesor, León Cortés,
adoptó un estilo un tanto autoritario, la
política en ese país no estaba tan do-
minada por los intereses económicos,
ni de terratenientes locales ni de extran-
jeros, y dio lugar a que las demandas
de los sectores sociales pudieran expre-
sarse con bastante libertad. Por ejem-
plo, la huelga bananera de 1934 abrió
un camino para la legalización de los
sindicatos en ese sector. Aunque en esas
décadas un solo partido (Republicano
Nacional) controló el gobierno, se per-
mitió la organización de otros, así como
de sindicatos.
En lugar de antagonismos irrecon-
ciliables, se desarrolló un estilo de relativa
tolerancia que favoreció acuerdos para
realizar reformas sociales y económicas
en forma progresiva, lo que impidió el tipo
de tensiones que existían en los otros países.
La más significativa de estas alianzas se
formó a partir de 1941 entre el presidente
Rafael Ángel Calderón Guardia, el líder
comunista Manuel Mora y el arzobispo
Monseñor Víctor Sanabria, para forta-
lecer al gobierno (que había perdido
muchos apoyos) y asegurar las refor-
mas sociales, como el Código del Tra-
bajo (1943). El gobierno del Dr. Rafael
Ángel Calderón Guardia, llamado el “Re-
formador Social de Costa Rica”, se reali-
zaron los siguientes cambios que forjaron
los cimientos de la Costa Rica moderna: se
creó la Caja Costarricense del Seguro So-
cial (1941) y de la Universidad de Costa
Rica (1940), se incorporó a la Constitución
Política un capítulo de Garantías Sociales
(1943), se inició una campaña para po-
nerle zapatos a toda la población escolar,
medida visionaria, la cual, al paso de los
años, se proyectó una evidente reducción
en los índices de enfermedades infecto con-
tagiosas en la población, se hizo el arre-
glo definitivo de los límites con Panamá,
fueron derogadas las leyes anticlericales y
se creó la “Cooperativa de Casas Baratas”.
Arnulfo Arias, presidente
de Panamá.
Rafael Calderón Guardia,
presidente de Costa Rica.
Dictadura y democratización (1930-1979) 433
La reforma social le trajo al doctor
Calderón Guardia una pérdida del apoyo
que le brindaron los grupos adinerados
del país al asumir la presidencia. El des-
contento fue mayor cuando en 1948 se le
adjudicó un fraude que ocasionó la segun-
da y última guerra civil que se realizó en
Costa Rica en el siglo XX. Investigaciones
recientes permiten corregir tergiversacio-
nes y mitos que sobre este hecho histórico
se han escrito. Hoy ya no se puede afir-
mar que hubo fraude electoral.
Sin embargo, el gobierno de Teo-
doro Picado, producto de elecciones en
1944, denunciadas por la oposición como
fraudulentas, se alejó de los aliados co-
munistas y detuvo las reformas sociales y
económicas; por otra parte, bajo su pre-
sidencia se emitió un nuevo código elec-
toral que supuestamente acabaría con la
práctica del fraude en las urnas.
Panamá
La política panameña también sufrió
considerables cambios en estas dos dé-
cadas, aunque sin caer en dictaduras,
estuvo profundamente determinada por
la dominación norteamericana. En ese
período aparecieron líderes. Aunque
provenientes de los sectores más altos
de la sociedad, contrastaban con las for-
mas elitistas asociadas con la oligarquía
tradicional. Destacan aquí Harmodio y
Arnulfo Arias Madrid, dos hermanos
que llegaron a la presidencia, el prime-
ro en 1931 y el segundo en 1940. Am-
bos tenían en común un profundo na-
cionalismo, que se manifestó en la bús-
queda de reformas a los tratados que
imponían el control de los Estados Uni-
dos sobre el canal. Al lograr alguna me-
joría, y a la vez favorecer el estableci-
miento de instituciones de beneficio
social, Harmodio Arias Madrid logró re-
ducir las tensiones sociales y evitar los
extremos de violencia.
Arnulfo Arias Madrid, al reformar
la Constitución en 1941 para poder re-
elegirse, y a la vez dictar medidas consi-
deradas racistas, fue depuesto por la Poli-
cía Nacional, con el posible beneplácito
de los Estados Unidos que lo considera-
ban un potencial aliado de la Alemania
nazi. Hasta el final de la guerra mundial,
la política panameña siguió girando alre-
dedor de la negociación de nuevos acuer-
dos con los Estados Unidos, dando lugar
a numerosas protestas, como la de 1947
en contra del mantenimiento de bases mi-
litares norteamericanas fuera de la zona
del canal. El aumento de la represión im-
plicó más acciones de las fuerzas milita-
res, preparando el terreno para su futura
intervención directa en la política.
Una calle de la ciudad
de Panamá.
Historia del istmo centroamericano434
La revolución guatemalteca
(1944-1954)
l ser obligado Jorge Ubico en
Guatemala a abandonar el po-
der, fue sustituido por el gene-
ral Federico Ponce Vaides,
quien prolongó la vida de las políticas
ubiquistas. El 20 de octubre de 1944, un
movimiento civil-militar terminó con los
vestigios de la dictadura. Posteriormen-
te, una junta de gobierno asumió el po-
der, y convocó a una asamblea constitu-
yente que promulgó la Constitución de
1945. Con ésta se derogaron las leyes
represivas de la época de Ubico, se am-
pliaron los derechos al sufragio y a la sin-
dicalización y se reconocieron los límites
al derecho de propiedad “en función so-
cial”. La junta convocó a elecciones que
ganó ampliamente el doctor Juan José
Arévalo. Su gobierno, de 1945 a 1951,
seguido por el del coronel Jacobo Arbenz,
de 1951 a 1954, se conocen como los de
la “revolución de octubre” porque promo-
vieron reformas económicas moderadas
junto con una amplia libertad política.
Arévalo, que llamó a su ideología
un “socialismo espiritual”, aprobó el pri-
mer código de trabajo en 1947, promo-
vió extraordinariamente la educación y
apoyó los intentos democratizantes en
otros países centroamericanos, como Cos-
ta Rica. Su habilidad política le permi-
tió sortear numerosos intentos de golpe
LAS APERTURAS DEMOCRÁTICAS DE LA POSGUERRA
A
Manifestación política en
céntrica avenida de la ciudad
de Guatemala, en las agitadas
décadas de mediados
de siglo XX (izquierda).
General Jorge Ubico, quien
gobernó con mano dura a
Guatemala, de 1931 a 1944
(derecha).
Dictadura y democratización (1930-1979) 435
de Estado y una creciente oposición de
los Estados Unidos, que para entonces
empezaba a recelar de la posible influen-
cia comunista en América Latina.
El agravamiento de la Guerra
Fría, el crecimiento de las organizacio-
nes populares y los intentos de Arbenz de
profundizar las reformas (como la Ley
de Reforma Agraria de 1952), polarizaron
enormemente a la sociedad y atrajeron la
hostilidad de los Estados Unidos. Cuando
se puso en marcha la Ley de Reforma
Agraria, unas de las primeras tierras
afectadas fueron las de la empresa ba-
nanera United Fruit Company, que tenía
estrechos nexos con el gobierno estado-
unidense de entonces. Además, entre la
dirigencia del movimiento sindical gua-
temalteco había varios individuos de iz-
quierda marxista. Para los Estados Uni-
Juan José Arévalo
y Jacobo Arbenz.
dos, la gota que derramó el vaso fue la
compra de armas que hizo Guatemala en
Checoslovaquia, entonces un país aliado
a la Unión Soviética. En cuestión de me-
ses, los Estados Unidos patrocinaron una
invasión armada que forzó la renuncia
de Arbenz, en junio de 1954. El líder de
la invasión, el coronel Carlos Castillo
Armas, revirtió las reformas de los go-
biernos revolucionarios e inauguró un
largo período de preponderancia mili-
tar en la política guatemalteca.
La ciudad de Guatemala,
a mediados del siglo XX.
Historia del istmo centroamericano436
La apertura salvadoreña
La apertura democrática fue mucho me-
nos profunda en El Salvador, donde en
diciembre de 1948, cuatro años después
de la salida del dictador Hernández
Martínez, la autodenominada “Juventud
Militar” dio un golpe e instaló un go-
bierno civil-militar llamado Consejo de
Gobierno Revolucionario. El programa
del Consejo proponía un conjunto de re-
formas similares a las que se estaban
dando en Guatemala, que encontraron
su base en una nueva Constitución pro-
mulgada en 1950. En ésta se combina-
ron tanto derechos sociales y económi-
cos como políticos, para establecer la
justicia social y la democracia.
La diferencia principal con Guate-
mala fue que en El Salvador no se inten-
tó una reforma agraria, y que la demo-
cracia política no llegó a desarrollarse
plenamente. El papel protagónico del
ejército en el gobierno quedó confirma-
do con la elección del líder de la Juven-
tud Militar, el mayor Óscar Osorio,
como presidente de la República de
1950 a 1956. Para apoyarlo se orga-
nizó el Partido Revolucionario de Unifi-
cación Democrática (PRUD). Con el tiem-
po, el PRUD se convirtió en un “partido
oficial” que, aunque toleraba una cier-
ta oposición, se aseguraba de no perder
nunca el poder usando cualquier recur-
so a su disposición. De tal forma fue elec-
to el teniente coronel José María Lemus,
en 1956.
Estos dos gobiernos del PRUD se ca-
racterizaron por promover una intervención
estatal más directa en la promoción del de-
sarrollo económico. En el período de Oso-
rio, gracias al auge económico que se vi-
vía, también se avanzó considerablemente
en el campo social, lo que se le dificultó a
Lemus, dado que, al final de la década de
los años cincuenta tuvo que enfrentar bajas
en los precios del café a la vez que crecían
las demandas populares. Divisiones en el
interior del ejército dieron por resultado la
deposición de Lemus, en octubre de 1960,
por una Junta Cívico-Militar, que a su vez
fue substituida por un Directorio Cívico-Mi-
litar en enero de 1961. El líder del Directo-
rio, coronel Julio Rivera, organizó un nue-
vo partido oficial con el nombre de
“Conciliación Nacional” (PCN), dando ini-
cio a un nuevo ciclo político, como veremos
más adelante.
La transición hondureña
En Honduras la apertura política fue me-
nos drástica; el proceso político fue con-
ducido por los partidos tradicionales, Li-
beral y Nacional, aunque finalmente se
consolidó el papel del ejército como una
especie de “superpartido” que tomaría las
decisiones en última instancia. Durante los
quince años que van desde el inicio del
gobierno de Juan Manuel Gálvez, en
1949, al golpe de Estado de 1963, Hon-
duras gozó de una estabilidad sin prece-
dentes, a la vez que se modernizaban las
estructuras económicas y sociales del país.
Monumento con el que se
conmemora el movimiento
cívico-militar de 1948.
Dictadura y democratización (1930-1979) 437
Gálvez redujo el nivel de represión per-
mitiendo que el Partido Liberal operara,
aunque prohibió a otros, considerados
izquierdistas, y respaldó la política nor-
teamericana de hostilidad al gobierno
revolucionario de Guatemala. Al final de
su período, en 1954, se produjo una pro-
longada huelga de los trabajadores de
las bananeras con serias consecuencias
para la estabilidad del gobierno.
En las elecciones presidenciales de
octubre de 1954, el doctor Ramón Ville-
da Morales obtuvo más votos que los can-
didatos nacionalistas —Carías Andino y
Williams Calderón—, pero no logró la
mayoría absoluta exigida por la Consti-
tución. De manera que tocaba al Con-
greso Nacional resolver el conflicto. En
una jugada política, Juan Manuel Gál-
vez, presidente de la República, pidió li-
cencia para salir del país por motivos de
salud y dejó en el cargo al vicepresiden-
te Julio Lozano Díaz. Se produjo una crisis
de orden político y los acontecimientos des-
embocaron —al no reunirse el Poder Le-
gislativo para declarar la elección— en
la ruptura del orden constitucional. En la
media noche del 5 de diciembre del año
mencionado, Lozano asumio de facto to-
dos los poderes del Estado. Dictó medi-
das progresistas como la extensión del
voto a las mujeres y una avanzada legis-
lación laboral (consecuencia de la huelga
bananera), pero también emitió disposi-
ciones de corte dictatorial que provoca-
ron una intensa oposición y, finalmente,
un golpe militar en octubre de 1956. La
Asamblea Nacional Constituyente que
resultó de las elecciones de ese año, de-
signó al liberal Ramón Villeda Morales
como presidente del país. Este golpe de
Estado, aunque restauró el orden consti-
tucional, también le dio una enorme au-
toridad política a los militares. Villeda Mo-
rales extendió las reformas sociales
dictando un código de trabajo y una ley
de seguridad social. Ante la presión que
provocaron las intensas movilizaciones
campesinas, emitió una ley de reforma
agraria en 1962. Después de una serie
de conflictos con el ejército, Villeda Mo-
rales fue depuesto por un golpe dirigido
por el coronel Oswaldo López Arellano,
en octubre de 1963.
La familia Somoza
Mientras en los otros países del istmo se
dieron aperturas democráticas, limitadas,
Anastasio Somoza García
Ramón Villeda Morales
Historia del istmo centroamericano438
el control dictatorial de la familia Somo-
za sobre la política nicaragüense no su-
frió alteraciones. Anastasio Somoza Gar-
cía continuó ejerciendo un indiscutible
poder político, militar, económico y so-
cial, en parte gracias al apoyo de la
Guardia Nacional y a una hábil política
de pactos con las debilitadas y dividi-
das fuerzas de la oposición, como el lla-
mado “Pacto de los Generales” suscrito
con el jefe del conservadurismo, el ge-
neral Emiliano Chamorro. El crecimien-
to económico de los años siguientes creó
una clase capitalista más homogénea, lo
que facilitó la celebración de acuerdos
como ése con la oposición tradicional.
La hostilidad hacia el gobierno costarri-
cense fue mitigada por el apoyo norte-
americano a Somoza García hasta que
se firmó un tratado de amistad con ese
país, en 1955.
Tan asentado estaba el régimen
somocista que a la muerte violenta del dic-
tador en 1956, producto de la acción de
un individuo, no siguió ninguna apertura
política, sino todo lo contrario. Después
de la intensa represión política vino la
consolidación del control de su familia en
la presidencia por medio de elecciones ma-
nipuladas, que dieron la presidencia a Luis
Somoza Debayle en 1957 y a su herma-
no Anastasio en 1967. En ese período el
nivel de violencia política creció mucho,
y sectores de la oposición, como el Fren-
te Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN), empezaron a accionar militar-
mente. Un nuevo pacto en 1971, esta
vez con el líder conservador Fernando
Agüero para formar una junta de go-
bierno de 1972 a 1974, fue poco efecti-
vo ya que el terremoto de diciembre de
1972, que destruyó Managua, puso en evi-
dencia las fallas profundas del gobierno y
no pudo contener lo que pronto sería una
guerra civil.
La democracia costarricense
Precisamente fue una guerra civil la que
marcó la transición a un régimen de-
mocrático renovado en Costa Rica. La
crisis estalló en 1948 cuando el oficia-
lismo trató de imponer su candidato a
la presidencia, el ex presidente Calde-
rón Guardia, a pesar de que el candi-
dato opositor había ganado las eleccio-
nes. A los pocos días, se inició un
levantamiento armado dirigido por José
Figueres Ferrer y apoyado por el presi-
dente guatemalteco Arévalo, que luego de
una breve pero intensa lucha derrotó a
las fuerzas del gobierno. Finalizada la
guerra civil, que duró cinco semanas y
produjo aproximadamente 2 000 muer-
tos, se instaló la Junta Fundadora de la
Segunda República, que dictó una nue-
va Constitución y convocó a elecciones
en 1949.
La Constitución de 1949 y otras
medidas ampliaron las garantías socia-
les ya existentes, fortalecieron el papel
del Estado en el desarrollo económico,
impusieron reformas electorales, banca-
Omar Torrijos y José Figueres
Dictadura y democratización (1930-1979) 439
Panamá vivió una intensa
inestabilidad política durante
el gobierno de Arnulfo Arias.
rias y financieras, y decretaron impues-
tos a los capitales. También se determi-
nó, en diciembre de 1948, eliminar el
ejército. Dentro de este nuevo entorno
político, Otilio Ulate, quien había sido
el candidato defraudado en las eleccio-
nes de 1948, ganó las elecciones del año
1950.
Por otra parte, y como resultado de
la guerra civil, se dictaron severas medi-
das contra los opositores, identificados
con el ex presidente Calderón Guardia,
los que fueron excluidos de participar en
política e incluso exiliados. Pese a la exis-
tencia de nuevas leyes electorales, un ver-
dadero régimen democrático sólo llegó a
establecerse cuando estas exclusiones se
levantaron y se permitió la organización
de opositores en el Partido Liberación Na-
cional, fundado por los vencedores de la
guerra civil. Un paso fundamental fue que
al final del gobierno de Figueres (1953 a
1958), la oposición pudo ganar las elec-
ciones eligiendo a Mario Echandi. Final-
mente, en las elecciones de 1962 pudo
competir libremente el ex presidente Cal-
derón Guardia, quien fue derrotado por
el candidato “liberacionista” Francisco
Orlich.
Inestabilidad en Panamá
En Panamá, en lugar de una transición
democrática hubo un período de profun-
da inestabilidad política marcado por los
intentos de Arnulfo Arias Madrid, de re-
conquistar el poder. Las ambiciones polí-
ticas de los militares aumentaban al igual
que las aspiraciones de los representan-
tes de las antiguas élites políticas. Arias
Madrid fue electo presidente en 1949,
sólo para ser depuesto en 1951 por el
comandante de la Policía, José Antonio
Remón Cantera, quien se constituyó en la
verdadera fuerza detrás de los gobiernos
provisionales que se establecieron hasta
que él mismo fue electo presidente en
1952.
Remón, aunque promovió reformas
económicas y sociales, no impulsó el de-
sarrollo democrático. Fue asesinado en
1955, lo que provocó una crisis política
que posteriormente condujo a una nueva
elección de Arnulfo Arias en 1968. Ese
mismo año se produjo otro golpe de Es-
tado, esta vez bajo la influencia de una
nueva generación de militares en la que
pronto destacó el liderazgo del general
Omar Torrijos Herrera.
Historia del istmo centroamericano440
Guatemala
os pocos avances democráticos
que se habían logrado a partir
de 1945 fueron desaparecien-
do en las décadas de los años
sesenta y setenta, dando lugar a graves
conflictos políticos que rebasaron incluso
las fronteras de cada país para ser parte
de un escenario internacional complejo.
En Guatemala las elecciones de 1958 hi-
cieron llegar a la presidencia al general
Miguel Ydígoras Fuentes, quien enfrentó
las primeras manifestaciones de la insur-
gencia armada (1960), fuertemente in-
fluenciada por la Revolución Cubana de
1959. Ante un notable crecimiento de las
movilizaciones sociales en 1962, la for-
malización de los grupos guerrilleros y la
posibilidad del retorno del siempre po-
pular Arévalo en vísperas de las eleccio-
nes presidenciales, el ejército tomó las
riendas del poder e instauró un sistema
de control directo sobre el gobierno, que
llevó al poder al general Enrique Peralta
Azurdía de 1963 a 1966.
Con base en la Constitución decre-
tada en 1965 se eligió presidente a un
civil perteneciente a la tradición arevalis-
ta, el licenciado Julio César Méndez Mon-
tenegro, pero el gobierno estuvo fuerte-
mente determinado por las demandas de
la lucha contrainsurgente, bajo control
total del ejército, y los sucesivos gober-
nantes volvieron a ser generales: Carlos
Arana Osorio (1970-1974), Kell Lau-
gerud (1974-1978) y Romeo Lucas Gar-
cía (1978-1982). Todos estos gobernan-
tes se designaron por medio de procesos
electorales con muy baja participación
popular y con severas restricciones para
la organización de fuerzas opositoras, y
además tuvieron como trasfondo una san-
grienta guerra que dejó muchos miles de
muertos en todos los estratos de la pobla-
ción. Sobre todo a partir de mediados de
la década de los años setenta, la pobla-
ción indígena se convirtió en la mayor víc-
tima de la confrontación cuya severidad
se fue incrementando en la década si-
guiente.
NUEVAS FORMAS DE AUTORITARISMO Y REBELIONES
POPULARES
L
Fidel Sánchez Hernández
Dictadura y democratización (1930-1979) 441
El Salvador
El Salvador vivió un proceso similar de
radicalización política, aunque salpica-
do de distintos intentos fallidos de rebajar
el nivel de tensión social por la vía de
reformas políticas y económicas. Los pre-
sidentes siguieron siendo militares, y el
partido oficial (el Partido de Conciliación
Nacional, PCN) organizaba la participa-
ción de distintos sectores civiles en el go-
bierno. La oposición fue cuidadosamen-
te controlada aunque, entre 1964 y
1968, bajo la presidencia de Julio A.
Rivera (1961-1967) y Fidel Sánchez Her-
nández (1967-1972), poco a poco se
produjo una apertura que le dio presen-
cia significativa en la Asamblea Legislativa
y en las más importantes municipalida-
des del país. Las organizaciones sindi-
cales y gremiales como las de los maes-
tros también fueron adquiriendo gran
combatividad.
Para 1968 se agudizó la represión
contra los opositores, y aunque la guerra
en 1969 con Honduras provocó una mo-
mentánea unidad alrededor del gobierno,
las elecciones legislativas y municipales
de 1970, así como las presidenciales de
1972, fueron calificadas como fraudulen-
tas. El gobierno de Arturo Armando Moli-
na (1972-1977) fracasó en un intento de
realizar una reforma agraria, acrecen-
tando así su desprestigio, a la par que se
recrudecían las actividades insurgentes
que se habían iniciado a principios de la
década.
Al igual que en Guatemala, muchos
sectores sociales se mostraron frustrados
por los sucesivos fraudes electorales y por
la creciente intolerancia del gobierno, y
adoptaron posiciones políticas más radi-
cales. En El Salvador, más que en ningún
otro país del istmo, esta radicalización tomó
cuerpo en la Iglesia católica en todos sus
niveles. Cuando resultó electo presidente
el general Carlos Humberto Romero en
1977, en forma igualmente señalada como
fraudulenta, el país había entrado ya en
una escalada de polarización política. Pese
a sus propósitos iniciales, el golpe de Esta-
do de octubre de 1979, que derrocó a
Romero e instaló a la Junta de Gobierno
Cívico-Militar, fue incapaz de detener lo que
pronto sería una abierta guerra civil.
El costo humano de la guerra
Las luchas de los educadores
animan los movimientos
populares.
Historia del istmo centroamericano442
Honduras
El régimen militar hondureño en estas dé-
cadas estuvo fuertemente marcado por la
figura del coronel (y después general)
Oswaldo López Arellano, quien gracias
a un acuerdo con el Partido Nacional lo-
gró ser confirmado como presidente tras
las elecciones de constituyente en 1965,
aunque éstas fueron tildadas de fraudulen-
tas. López Arellano dio nuevos impulsos
a la reforma agraria, lo que creó tensio-
nes con El Salvador, ya que los campesi-
nos de ese país que habían emigrado a
Honduras tendrían que desocupar las tie-
rras que trabajaban; la breve guerra que
libraron los dos países en 1969 tuvo mu-
cha relación con la situación de los sal-
vadoreños que vivían en territorio hon-
dureño.
Como consecuencia de la guerra,
se dio un reordenamiento de las fuerzas
políticas en un foro nacional de líderes
laborales, empresariales y gubernamen-
tales (llamados “fuerzas vivas”) y un pac-
to entre los dos partidos, Nacional y Li-
beral, para celebrar elecciones en marzo
de 1971. El presidente electo, doctor
Ramón Ernesto Cruz, no pudo llevar a
cabo el programa al que se había com-
prometido, dando lugar a serios conflic-
tos que justificaron un golpe de Estado
en diciembre de 1972. Cuando López
Arellano volvió al poder, profundizó la
reforma agraria y promovió los intereses
de los industriales, con lo que logró una
cierta estabilidad en el gobierno. Sin em-
bargo, profundas divisiones generacio-
nales en el ejército, existentes desde la
guerra de 1969, llevaron a que en mar-
zo y abril de 1975 el Consejo Superior
de las Fuerzas Armadas sustituyera a
López Arellano por el coronel Juan Al-
berto Melgar Castro. Otro golpe de Es-
tado estableció una Junta de Gobierno
en 1978, que gobernó hasta 1980,
cuando las elecciones de asamblea cons-
tituyente marcaron el inicio del lento pro-
ceso de democratización que continuó
en las décadas siguientes.
El campo en Guatemala fue
testigo de muchas matanzas.
Campesinos salvadoreños
expulsados de Honduras.
Dictadura y democratización (1930-1979) 443
Revolución en Nicaragua
Mucho más que el resto de los países del
istmo, Nicaragua experimentó una verda-
dera convulsión política en estas décadas,
que culminarían con la caída de la di-
nastía somocista y la instauración de un
gobierno revolucionario. El principio del
fin de la dictadura comenzó con el des-
orden, el pillaje y la corrupción en la ad-
ministración de los fondos que llegaron
del exterior para ayudar a los damnifi-
cados después del terremoto de 1972.
Gradualmente se fueron formando gru-
pos de oposición tanto en el sector em-
presarial, como en el profesional y el
obrero.
En el contexto de una férrea repre-
sión contra una creciente y radical oposi-
ción, los sucesores de Anastasio Somoza
García, Luis y Anastasio, hijos del tirano,
se enfrentaron al surgimiento y a las ac-
ciones armadas del movimiento guerrille-
ro dirigido por el Frente Sandinista de Li-
beración nacional (FSLN), que se formó en
Nicaragua con base en concepciones pro-
gresistas y revolucionarias inspiradas por
la Revolución Cubana.
En 1974 se formó la Unión Demo-
crática de Liberación (UDEL) para dispu-
tar las elecciones presidenciales de ese
año. Aunque Somoza resultó victorioso,
desde fines de ese año, empezó a recibir
fuertes golpes del pequeño pero bien or-
ganizado FSLN. La respuesta represiva del
gobierno no tuvo precedentes, la pobla-
ción civil, fue golpeada indiscriminada-
mente lo que le trajo condenas de parte
de organizaciones internacionales.
El asesinato del líder opositor Pe-
dro Joaquín Chamorro, en enero de
1978, hizo que la oposición tomara una
serie de acciones, primero a través de
organizaciones como el Frente Amplio
Opositor, por un lado, y el Movimiento
Pueblo Unido, por el otro, sumados a
sucesivos intentos insurreccionales del
FSLN. Finalmente, el régimen Somocista
se colapsó a mediados de 1979, ante
las acciones militares combinadas del
FSLN, la oposición civil unificada y la
condena de muchos gobiernos extran-
jeros y de la misma Organización de
los Estados Americanos (OEA). Somoza
renunció el 17 de julio de 1979, el 19
de ese mes se instaló la Junta de Go-
bierno que en adelante dirigiría Nica-
ragua.Terremoto de Managua, 1972
Historia del istmo centroamericano444
Costa Rica
En contraste con sus vecinos, en Costa
Rica estas décadas fueron de una nota-
ble estabilidad política paralela a un cre-
ciente desarrollo económico. Cuando
Francisco Orlich fue electo presidente en
1962, el sistema político permitía la pre-
sencia de todas las fuerzas que desearan
participar. Incluso los comunistas, a los
que una disposición constitucional vigen-
te hasta 1975 les impedía hacerlo, logra-
ron hacerse presentes antes de ese año de
distintas formas. Por tanto, las agrupacio-
nes políticas se fueron desarrollando en
función de la presencia determinante
del Partido de Liberación Nacional, eje del
proyecto concretizado en la Constitu-
ción de 1949.
Según este partido y el resto se pre-
sentaran relativamente divididos o unifi-
cados, tendrían éxito en las elecciones. De
tal forma, el PLN perdió estrechamente ante
José Joaquín Trejos Fernández en 1966
para recuperar la presidencia en 1970
con su líder José Figueres y retenerla en
1974 con Daniel Oduber, para perderla
de nuevo en 1978 ante una oposición he-
terogénea dirigida coyunturalmente por
Rodrigo Carazo. Esta alternancia en el
poder evidenciaba no sólo la existencia
de reglas e instituciones electorales de
competencia libre, sino el hecho de que
la sociedad costarricense se iba transfor-
mando al impacto de la modernización
económica y social. Viejos y nuevos sec-
tores de la sociedad mostraban sus sim-
patías por los partidos y sus líderes con-
forme sus propios intereses se iban
perfilando, lo que es propio del sistema
democrático.
Iglesia de Nuestra Señora
de los Ángeles, de Cartago,
la ciudad más antigua
de Costa Rica.
Dictadura y democratización (1930-1979) 445
Panamá
En Panamá, durante el período llamado
del “Torrijismo”, que abarcó desde 1969,
cuando el general Omar Torrijos Herrera
se convirtió en el líder indiscutible del mo-
vimiento reformista militar, hasta su muer-
te en 1981, la democracia fue buscada
por otras vías. Todavía más que en ningún
otro caso de la región, el control político
durante ese período estuvo en manos de
los militares, luego de que, como produc-
to del golpe de 1968, se declaró la disolu-
ción de todos los partidos. En torno a la
Guardia Nacional y al liderazgo carismá-
tico de Torrijos se formó una coalición
de sectores sociales muy diversos, aglu-
tinados principalmente por el ideal na-
cionalista de recuperar la zona del canal.
Durante los primeros años de la
década de los años setenta la populari-
dad del régimen fue muy alta, debido a
las medidas socioeconómicas en benefi-
cio particularmente de los sectores rura-
les, tradicionalmente abandonados por
los políticos. Torrijos ensayó un modelo
de participación democrática directa, sin
intermediación partidaria, al que se le lla-
mó la “Asamblea Nacional de Represen-
tantes de Corregimientos”. De esa forma
se dictó la Constitución de 1972 en don-
de se le nombró jefe de Estado.
El nuevo sistema político no brindó
los frutos esperados, y una vez que se fir-
maron los tratados Torrijos-Carter en 1977
y se completó de esa forma la meta nacio-
nalista del gobierno, se reformó la Consti-
tución iniciando un proceso de apertura
política al sistema de partidos. Éstos se or-
ganizaron de nuevo con base en viejos y
nuevos líderes; en 1979 fue electo por la
Asamblea Nacional de Representantes de
Corregimientos, Arístides Royo como pre-
sidente, y en 1980 se eligió una asam-
blea legislativa en la que obtuvo el con-
trol absoluto el Partido Democrático
Revolucionario, formado por los seguido-
res de Torrijos, pero que a la muerte de éste
en 1981 derivó hacia otros liderazgos.
Canal de Panamá, revertido a
la nación panameña el 31 de
diciembre de 1999.
Omar Torrijos. Manifestación
de inicio a la cruzada
nacionalista, 1971.
Historia del istmo centroamericano446
urante el medio siglo que cubre este capítulo, la política del istmo osciló
entre rígidas dictaduras y tímidos ensayos democráticos. Las ideologías
políticas presentes en los partidos así como en otros grupos, particularmen-
te los militares, contemplaban fórmulas de gobierno para estimular deter-
minados avances económicos y sociales modernizantes, aunque en la mayoría de los
casos tal objetivo significó el sacrificio de las libertades cívicas. De acuerdo con las
orientaciones de la llamada “doctrina de la seguridad nacional”, se creyó más im-
portante impulsar el desarrollo bajo formas que no trastocaran el orden social sino de
manera evolutiva. Especialmente después del triunfo de la Revolución Cubana, se
agudizó la preocupación por el avance de las fuerzas de izquierda, sobre todo cuan-
do asumían la forma de movimientos armados y guerrilleros.
Cómo enfrentar el reto de la izquierda no resultó complicado. Desde el gobier-
no de Washington se insistió en la necesidad de reformas socioeconómicas, algunas
de ellas, como la reforma agraria, resultaron radicales para las élites centroamerica-
nas y poco diferentes a las que estaba poniendo en marcha el mismo régimen revo-
lucionario en Cuba. Por otra parte, las presiones populares aumentaron ante el enca-
recimiento del costo de la vida, el creciente desempleo y la expectativa de un trato
más justo y solidario anunciados por las nuevas corrientes dentro de la Iglesia católi-
ca. Sólo en Costa Rica llegó a estabilizarse una fórmula de desarrollo económico con
democracia política. En el resto del istmo las tensiones sociales y políticas se agudiza-
ron y, para muchos, tanto en la izquierda como en la derecha del espectro político, el
recurso de la fuerza se tornó más y más atractivo.
CONCLUSIÓN
D
La fuerza de la guerrilla
en Centroamérica.
Orlando Sobalvarro
Eclipse entre los astros
Mixta
1994
Nicaragua
El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 451
INTRODUCCIÓN
n este capítulo se examinará la evolución de la cultura en Centroamérica,
en medio de sucesos históricos mundiales de gran impacto. En este perío-
do, la región recorre un camino que, por un lado, se empeña en la cons-
trucción de Estados nacionales, cuya consolidación más bien pareciera
alejar el acariciado ideal centroamericanista, y por otro, apunta hacia la construc-
ción de la unidad de los países de la región, la cual siempre ha sido vista, al menos
declarativamente, como su destino necesario.
Complementarios más que contradictorios, estos esfuerzos marcan el perío-
do que va desde la crisis mundial del año 1930 que golpeó las economías de
Centroamérica, hasta el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, que
puso fin a la última de las largas dictaduras que dominaron el istmo. El desarrollo
cultural de la región, que en definitiva es el de cada uno de sus países, se ve marcado
por estos hechos, así como por los numerosos estallidos de descontento social y polí-
tico provenientes de los sectores indígenas, populares y de clase media.
Un fenómeno cultural generalizado, propio de este período, lo constituye el
paulatino eclipse del mundo rural. Pero si bien, hacia los años 60 casi la mitad de la
población había nacido en las ciudades o se había trasladado a ellas, el campo,
sumergido en condiciones de pobreza que han cambiado poco en los últimos dos
siglos, siguió siendo la mayor fuente de recursos.
El arte y la literatura, cristalizaciones excepcionales de la cultura de la que
surgen y en la que se despliegan, produjeron en este período obras que prueban su
vigor y universalidad. A su vez, los sectores intelectuales con las primeras elaboracio-
nes sobre su propio ser e identidad, construyeron una concepción de cultura mestiza,
pero casi nunca como integrantes de una unidad compleja y múltiple, Centroaméri-
ca, sino más bien a partir de las propias formaciones nacionales.
E
El triunfo de la Revolución
Sandinista.
Historia del istmo centroamericano452
ntes de los años 30 Centroamé-
rica todavía podía seguir sien-
do vista como un todo. No sólo
en términos geográficos, histó-
ricos y, en gran medida, lingüísticos, sino
también por la existencia de corrientes cul-
turales e ideológicas comunes. Como fue-
ron la arraigada visión de Centroamérica
como una región destinada a convertirse,
por su posición continental, en un puente
cultural, económico y social entre las Amé-
ricas; así como, la idea de construir un
canal interoceánico a través de Nicara-
gua, y posteriormente por Panamá, que
tuvo como complemento las diversas accio-
nes políticas, económicas y el intervencio-
nismo militar de los Estados Unidos.
Desde mediados de los años 20,
en muchos países de Centroamérica se
formaron círculos, integrados en su ma-
yoría por intelectuales y estudiantes, que
enarbolaron programas de renovación
nacional. El pensador salvadoreño Alber-
to Masferrer, fue exponente de una co-
rriente de corte nacionalista, portadora,
por un lado, de un claro sentimiento
antinorteamericano, y por otro, de una
visión inspirada en la idea bolivariana de
la unidad de todos los pueblos paname-
ricanos.
EL PUENTE CONTINENTAL
AAlberto Masferrer
Joaquín García Monge con un
grupo de intelectuales.
El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 453
Como él, otros intelectuales, artis-
tas y escritores, ente ellos el hondureño
Froylán Turcios, elaboraron una concep-
ción en la que se mezclaron ideas estéti-
cas, religiosas y políticas, impregnada de
un sentido mesiánico, que tenía como fi-
nes la defensa de la soberanía frente a lo
que en ese momento comenzaba a repre-
sentar el poder de los Estados Unidos en
el Caribe y Centroamérica, así como la
redención de las empobrecidas masas
campesinas. En su revista Ariel, Turcios
dio cabida a artículos del mexicano José
Vasconcelos o del cubano Julio Antonio
Mella, y mantuvo relaciones y correspon-
dencia con numerosos latinoamericanos
en Europa y en Estados Unidos. De igual
manera, en Costa Rica, Joaquín García
Monge, editó el Repertorio americano,
una publicación que, con una perspecti-
va continental, tuvo muchas coincidencias
con los pensadores citados.
Aquel tipo de planteamientos conte-
nían, de fondo, el reclamo a favor de una
urgente reorganización social, planteada
tanto en términos políticos como cultura-
les. Un reclamo que a través del surgimiento
y la consolidación de numerosas revistas y
periódicos, fundados por los emergentes
sectores de clase media, posibilitó el ejer-
cicio de un periodismo de mayor inde-
pendencia y autonomía, así como la difu-
sión de ideas que a menudo desafiaban a
los grupos de poder tradicionales.
Los paradigmas del arte y la literatu-
ra modernistas, vigentes desde el estableci-
miento del reino verbal de Rubén Darío,
se enfrentaron a un cambio radical. Los
artistas y literatos, que destacan alrede-
dor de la década de los años treinta ya no
veían el arte como una vía de escape a
las degradantes formas de convivencia
imperantes en las sociedades neocolo-
niales que el proceso de modernización
económica, por la vía de las inversiones
norteamericanas, lejos de resolverlas más
bien las exacerbaba. A partir de enton-
ces se concibió el arte de otra manera,
porque se convirtió en un elemento coadyu-
vante en la conjuración de los problemas
sociales. La poesía del futuro, afirmó el es-
critor salvadoreño Alberto Guerra Trigue-
ros, debía colaborar de manera más ínti-
ma “en el desenvolvimiento y solución” de
los problemas sociales y humanos. Este tipo
de ideas trascendieron el marco de la lite-
ratura y el arte, y llegaron a convertirse
en motores no sólo de las decisiones polí-
ticas asumidas por los artistas, sino que
tuvieron impacto en sectores medios e in-
telectuales. En ese momento, los literatos
llegaron a ser auténticos líderes de opi-
nión, elaborando propuestas reformistas
de alcances nacionales.
La editorial del Repertorio
Americano.
José Vasconcelos, intelectual
mexicano.
Historia del istmo centroamericano454
l colapso de la Bolsa de Valo-
res de Nueva York en 1929,
cayó como un trueno en el te-
jado de las economías agroex-
portadoras centroamericanas.
Al reducirse los ingresos por la ven-
ta de los productos centroamericanos, las
arcas de los Estados de la región que-
daron sin fondos. Esta depresión econó-
mica provocó una crisis social y una re-
acción política que cuestionó el modelo
liberal construido en todos los países
centroamericanos por las oligarquías. El
resultado fue un largo período en el que
las políticas de los Estados afectaron di-
rectamente uno de los pilares fundamen-
tales de la cultura, como es la educa-
ción, e incubaron el descontento político
y social.
Una visión de mundo esencialmente
agraria sobredeterminó, en general, la
cultura centroamericana. Y si los símbo-
los visibles y oficiales de la nacionalidad
desde finales del siglo XIX han estado re-
presentados en elementos esencialmente
agrarios, a lo largo de los años 30 al
40, también el arte y la literatura explo-
raron el mundo campesino, convirtiendo
al llamado “costumbrismo” en la corriente
por excelencia de la identidad centroame-
ricana.
Más allá del oscuro folclore de sus
tiranos, y de las reconstrucciones, a ve-
ces correctamente escritas, de las leyen-
das y las peripecias de la peonada, una
apretada constelación de creadores pro-
dujeron obras de calidad y proyección
universales. Entre todos destacan dos
narradores, dueños de un lenguaje y
puntos de vista excepcionales: Miguel
Ángel Asturias, quien ya en 1927 consi-
guió con Leyendas de Guatemala la cris-
talización de una visión radicalmente
nueva de la mitología indígena apropia-
da en el mestizaje, y Salarrué (Salvador
Salazar Arrué), quien en sus Cuentos de
barro traspuso al personaje campesino
DE LA CRISIS, AL ESPLENDOR
E
El indigenismo, tema
de ayer y hoy.
El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 455
de un plano instrumental hacia otro ple-
namente humano.
En el terreno de la poesía, el fenó-
meno más importante fue el surgimiento
de la vanguardia nicaragüense, que co-
incide con la invasión norteamericana
de 1928. Estos poetas, entre quienes se
cuentan autores de dimensión universal
como José Coronel Urtecho y Pablo An-
tonio Cuadra, propugnaron por la resti-
tución de la soberanía, que de inmediato
se enfrentó a las formas de ejercicio del
poder de parte de los liberales y conser-
vadores.
Ambas corrientes representan el
primer grito de independencia de la lite-
ratura centroamericana, lo cual no signi-
fica que —como sucede en todas partes—
una y otra no hayan recibido generosas
influencias de otros movimientos y tenden-
cias externas a la región, pero que son
apropiadas y expresadas desde un pro-
ceso sino completamente centroamerica-
no, al menos, se podría decir, congruen-
te con el desarrollo cultural de sus
respectivos países.
A partir del año 1945, la econo-
mía de los países centroamericanos ex-
perimentó un crecimiento acelerado.
Aunque la agricultura siguió siendo la
principal fuente de riqueza, se inició
la urbanización mediante un modera-
do, aunque importante, proceso de in-
dustrialización.
Para entonces, se había consolida-
do la hegemonía de los Estados Unidos
en la región. Los patrones culturales nor-
teamericanos, transmitidos por el cine y
los medios de comunicación, ejercieron
una verdadera fascinación para los ha-
bitantes de las ciudades.
En toda Centroamérica, la idea de
nación se había venido construyendo a
partir de la concepción de una cultura
mestiza, fundamentalmente integrada por
el cruce racial y cultural de indígenas y
españoles.
La cuestión del mestizaje surge en
Centroamérica en el momento que gru-
pos sociales tradicionalmente subordina-
dos, o excluidos, pero al mismo tiempo
vinculados con una tradición étnica eu-
ropea, comienzan a ganar presencia en
la escena nacional.
La cultura indígena
en Centroamérica.
Pablo Antonio Cuadra
Historia del istmo centroamericano456
Culturas mestizas
y problemas étnicos
Tradicionalmente, los centros de poder
han estado integrados por los miembros
de las comunidades mestizas y españo-
las. Ello deriva con frecuencia en una ac-
titud exclusionista hacia los sectores “no
mestizos” —descendientes de africanos,
árabes y chinos—, pero principalmente
hacia los indígenas, que en la región si-
guen ocupando una franja significativa
de la población, sobre todo en Guatemala
y Nicaragua.
En el caso de los negros, estos fue-
ron vistos, a lo largo de este período,
como “extranjeros” que no tenían lugar
dentro de la emergente nación mestiza.
Las élites políticas y económicas de Costa
Rica, Honduras y Nicaragua recurrieron
frecuentemente, en períodos de agita-
ción laboral a discursos racistas y xenó-
fobos dirigidos hacia la población negra.
En Costa Rica, hasta los años 40 tuvo vi-
gencia una ley que prohibía a los negros
desplazarse hacia el oeste y pasar por la
capital, San José.
Otros gobiernos de corte progre-
sista del período, también mostraron
poca comprensión hacia el asunto étnico,
como lo prueba el caso de la Guatemala
de Arbenz. Durante este gobierno, en
virtud de la puesta en vigencia de nue-
vos códigos laborales, por primera vez
en casi 75 años, los mayas fueron libres
para proteger sus propios intereses eco-
nómicos, y hubo estímulo para su partici-
pación en gobiernos locales, sindicatos y
organizaciones sociales. Incluso se die-
ron los primeros pasos para dar una edu-
cación bilingüe y expandir la educación
rural, sin embargo, las reformas en el ré-
gimen de tenencia de la tierra favorecieron
fundamentalmente a los campesinos, pro-
vocando la frustración de los pueblos
mayas del altiplano, generándose así
nuevas tensiones entre estos y los ladinos.
El asunto llegó a su clímax con la matan-
za de indígenas en la aldea de Patzicía,
El baile suelto, de José
Sequeira.
El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 457
en octubre de 1944, durante la cual los la-
dinos mataron a todos los mayas adultos
que encontraron. Asimismo, los jóvenes ma-
yas llegaron a ser la base fundamental del
ejército, mediante un reclutamiento abusi-
vo y discriminatorio.
Las concepciones esclusivistas mes-
tiza, indígena o española obscurecen el
hecho de que la cultura de estos países
ha llegado a constituirse a través de los
siglos como una compleja y rica amalga-
ma de ingredientes étnicos y culturales.
Lo que contemporáneamente se con-
sidera como lo “autóctono”, es decir, las
supervivencias culturales de los poblado-
res de la Centroamérica, a su vez residuo
de otros pueblos invasores, que enfrenta-
ron a las expediciones españolas hace qui-
nientos años.
La cultura mesoamericana, integra-
da al complejo cultural que arranca con
las invasiones de los pueblos mexicanos
desde la zona del golfo, si bien es un com-
ponente fundamental de la cultura actual,
no es el único.
La costa caribeña de Honduras, Ni-
caragua, Costa Rica y Panamá estuvo des-
de hace siglos más relacionada con las
sociedades sudamericanas. La destrucción
de los patrones precolombinos durante la
conquista, precisamente por las diferen-
tes formas que ésta asumió en cada re-
gión, generó dos tradiciones perfectamen-
te diferenciadas y que sobreviven hasta
nuestros días: la mesoamericana y la del
sureste centroamericano.
Al lado de los componentes enu-
merados, vienen a agregarse, contempo-
ráneamente, nuevas y crecientes dosis de
cultura norteamericana, en lo urbano, y
mexicana, en lo rural. La primera, si bien
es un componente de la misma domina-
ción que los Estados Unidos ejercen so-
bre los países del área, tampoco se pue-
de atribuir cualidades perversas a toda
manifestación cultural o subcultural, por
el simple hecho de ser producida en los
Estados Unidos.
La raza negra siempre fue
vista como “extranjera”
en Centroamérica.
Indígena maya plasmada
por Ernesto Rivas.
Historia del istmo centroamericano458
esde mediados del siglo XX, ex-
ponentes del sector intelectual
y artístico centroamericano
volvieron a establecer un de-
bate, que data de finales del siglo XIX y
principios del XX, y que en pocas pala-
bras podría definirse como “la búsque-
da de la identidad”. El problema de la
identidad comienza a ganar terreno
entre los sectores ilustrados cuando es-
tos experimentan los efectos de la dife-
renciación cultural y social de la mo-
dernidad. Antes de la fundación de un
Estado moderno, que en Centroamérica
comenzó a perfilarse, en general, hasta
el último cuarto de hora del siglo XX, era
muy difícil hablar de una identidad na-
cional. Lo que había, y que de alguna
manera sobrevive a lo largo del perío-
do que examinamos, eran distintas iden-
tidades adscritas a estamentos, clases y
grupos étnicos, e incluso a posiciones
político-ideológicas.
A partir del fin de la Segunda Gue-
rra Mundial, este debate, por influencia
de las ideas marxistas y socialistas en ge-
neral, desemboca en una propuesta de
reconstrucción del imaginario cultural,
que se expresa en un rechazo de los sím-
bolos de la nacionalidad que habían sido
LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD
D
Baile del güegüense,
en la fiesta de San Sebastián
en Diriamba, Nicaragua.
El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 459
cimentados por el pensamiento liberal, y
en la reivindicación de personajes pros-
critos por la historia oficial. Así resur-
gen figuras como el caudillo Anastasio
Aquino y el mismo Sandino, y se rompe
el silencio en torno a la masacre de 1932
en El Salvador.
En este debate predominaron dos
tendencias de interpretación del fenóme-
no cultural, cuyas prolongaciones llegan
hasta el fin de siglo, y que no son exclu-
yentes entre sí. La primera establece una
posición de “resistencia” frente a lo forá-
neo (y particularmente a lo norteameri-
cano), concediendo poco o ningún espa-
cio a las elaboraciones locales. En un
segundo término, otra vertiente establece
la validez de la cultura a partir de lo es-
trictamente “propio”.
Históricamente, los intelectuales y
artistas centroamericanos han jugado un
papel clave y hasta constructivo en la im-
portación ideológica y estética hacia una
región ávida de ideas y de mundo. Ya
sea por razones diplomáticas, desde Da-
río, el primero y principal, quien desem-
peñó cargos consulares en varios paí-
ses; Salarrué, que vivió por una década
entre Nueva York y Washington; Astu-
rias, diplomático en París, al igual que
el caricaturista Toño Salazar; por razo-
nes políticas, como los guatemaltecos Ma-
rio Monteforte Toledo y Augusto Monte-
rroso o Roque Dalton, cuya proyección
internacional no hubiera sido posible sin
el soporte de la Revolución Cubana; o sea
por elección personal, como los pintores
Carlos Mérida, Armando Morales y San
Avilés. Los intelectuales y artistas centro-
americanos han fungido como interme-
diarios entre su comarca y el mundo,
como puentes para la transmisión de
ideas exóticas de Centroamérica al mun-
do y viceversa.
Justamente, en el período que va
desde los años 40 hasta finales de la dé-
cada de los cincuenta, la identidad cultu-
ral de los países de Centroamérica se
modela también a partir de la conciencia
de sus propias carencias. Prueba de ello
son los movimientos artísticos que sur-
gen en Guatemala. Luis Cardoza y Ara-
gón y Miguel Ángel Asturias, en la lite-
ratura, y Carlos Mérida en las artes
plásticas, cuyas obras constituyen cris-
talizaciones de la cultura no sólo de sus
países sino de la humanidad entera; lo
mismo se puede decir de las obras del
costarricense Carlos Luis Fallas y del sal-
vadoreño Miguel Ángel Espino.
Augusto Monterroso
Paisaje submarino, 1973. Obra
de Carlos Mérida.
Historia del istmo centroamericano460
ntre 1950 y 1970, el número
de habitantes llegó a ser de casi
20 millones, y casi la mitad de
la población había nacido en
las ciudades o había emigrado a ellas.
Pero esta intensificación del proceso de
urbanización no fue acompañado de un
incremento similar en el empleo urbano.
Muy pronto, la ciudad de Guatemala, al
igual que San Salvador, comienzan a po-
blarse de barrios marginales.
Existe otro factor adicional: el de-
sarrollo de los medios de comunicación
llegó a ser de tal envergadura que éstos
se convertieron en el principal elemento
de cohesión social.
En toda Centroamérica se em-
prenden proyectos conservacionistas de
la cultura del mundo agrario, ya que
su declive era evidente. El gusto de las
personas se vio sensiblemente modifi-
cado a través de las cada vez mayores
innovaciones tecnológicas. A causa de
la determinación que ejercieran los
modelos y patrones culturales norteame-
ricanos, la cultura popular tradicional
entró en franca declinación. La apari-
ción de nuevas necesidades materiales
y recursos, obligó a cambios en la pro-
ducción de utensilios de cocina; y en
muchos casos las artesanías tradiciona-
les fueron sustituidas por productos de
plásticos. En las ciudades y municipios
se extinguieron también los pequeños ta-
lleres artesanales de joyeros, zapateros
y talabarteros.
En el plano de la cultura de élites,
se crearon y reforzaron las Escuelas de
Bellas Artes o de Artes Plásticas. La acti-
vidad de maestros como Valero Lecha en
El Salvador, y Rodrigo Peñalba, en Nica-
ragua, sentó las bases para una plástica
de calidad superior en ambos países,
surgieron así pintores de primera línea
internacional como Rosa Mena Valenzue-
la y Armando Morales, respectivamente.
También se fundaron las Facultades de Hu-
LA CULTURA URBANA
E
Barrios marginales
El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 461
manidades y Arquitectura. En todos los
países se crearon editoriales que die-
ron un impulso a la profesionalización
del trabajo del escritor y una mayor di-
fusión de sus creaciones. Se abrieron
galerías y poco a poco se estableció
un mercado de obras de arte que a par-
tir de los años 70 llegaría a ser flore-
ciente.
Las universidades empezaron a ju-
gar un papel protagónico en la actividad
cultural, no sólo científica, académica y po-
lítica. En sus programas de extensión uni-
versitaria se proyectaron y estimularon la
creación artística, y se auspiciaron con-
gresos de escritores y científicos sociales.
El despliegue de amplios sectores medios
urbanos y la actividad académica y políti-
ca de las universidades, propiciaron la pro-
pagación de estudios sociológicos, políti-
cos y económicos, así como investigaciones
arqueológicas y etnológicas.
El descontento y la consiguiente re-
sistencia a las estructuras excluyentes y
autoritarias crearon condiciones para que
las luchas sociales y políticas derivaran
en violencia y guerra civil.
La generación de artistas que sur-
gió a mediados del siglo tampoco se sus-
trajo a esta crisis. La inagotable violen-
cia, que parecía asumir características
endémicas, impregnó la obra de los es-
critores. Así, justamente en 1950, Oswal-
do Escobar Velado con su libro Cien so-
netos para mil y más obreros, sentó las
bases de una estética cuyo máximo ex-
ponente en El Salvador fue Roque Dal-
ton, quien introdujo en la poesía salvado-
reña y centroamericana un incomparable
sentido de velocidad, al reconstruir un
espacio poético sonoro, y llevar el len-
guaje hasta sus extremos. En Guatema-
la, los poetas Otto René Castillo y Ro-
berto Obregón se convir tieron en
paradigmas de una conducta del escri-
tor que tiene ante sí la disyuntiva de in-
corporarse al movimiento revolucionario
y tomar las armas, o sucumbir al aco-
modamiento que lleva a la traición a su
propio pueblo. El escritor Sergio Ramí-
rez, en Nicaragua, se adhirió a la lucha
del FSLN y tras el triunfo revolucionario
ocupó la vicepresidencia de la Repúbli-
ca de su país. Los poetas hondureños
Roberto Sosa y Óscar Acosta se incor-
poraron a la denuncia y a las iras popu-
lares. Con dramático colorido, pintores
como Elmar Rojas y Marco Augusto
Quiroa, ambos guatemaltecos, tomaron
de su realidad trastornada por el dolor,
las herramientas para un arte de conte-
nido universal.
La importancia de todo este movi-
miento cultural es la noción del “com-
promiso”, entendida como la necesidad
de que el escritor, el artista, el intelectual,
ejerza con su obra y su vida una práctica
destinada a transformar su sociedad. Más
allá de sus testimonios personales, a me-
nudo desagarrados y contradictorios, lo
esencial de sus propuestas se encuentra
en sus obras.
La artesanía, manifestación
de una cultura.
Los talleres de talabartería,
en peligro de desaparecer.
Historia del istmo centroamericano462
Así ha vivido Centroamérica
l triunfo de la Revolución Sandinista en julio de 1979 cierra una época y abre
un nuevo ciclo de la historia y la cultura de Centroamérica. Se inicia un
período de estrategias revolucionarias enfrentadas al círculo fatídico de nue-
vas intervenciones armadas, directas o indirectas de los Estados Unidos.
Tal vez no sea exagerado decir que la Centroamérica de este período sólo
puede ser vista como un conjunto en tanto la política norteamericana le otorgó ese
carácter, y en la medida que el subdesarrollo unificó procesos históricos surgidos en
contextos muy diferentes entre sí.
CONCLUSIÓN
E
Conclusión de la Unidad IV 463
a historia inmediata de Centroamérica, aquella que abarca el medio siglo
entre 1930 y 1980, de la cual todavía tienen recuerdos y vivencias perso-
nales muchos de sus habitantes, terminó con el istmo convertido en uno de
los puntos de mayor conflicto social y militar en el mundo entero. Lo cierto
es que, desde 1930, los países centroamericanos entraron en una espiral de en-
frentamientos políticos y militares, tanto internos como externos, que pocos pudie-
ron evitar y menos todavía ignorar. Por otra parte, también es cierto que se realizaron
múltiples esfuerzos para agilizar el desarrollo económico y promover el bienestar
social, pero a la larga estos no fueron suficientes para contrarrestar las fuerzas del
conflicto. ¿Por qué no prosperaron estas iniciativas? ¿Por qué no fue posible empe-
zar y sostener procesos de desarrollo social y económico como los que han cono-
cido otros países y consolidar simultáneamente las prácticas democráticas y la
convivencia pacífica?
Las respuestas a estas preguntas tiene que buscarse tanto dentro como fuera
del istmo centroamericano, lo mismo en el pasado remoto que en los acontecimientos
más recientes. En primer lugar, debe considerarse el enorme peso de una herencia de
atraso secular. Pese a los avances materiales que acompañaron el cultivo del banano,
el café y la caña de azúcar, la pobreza era un problema general a inicios de la
década de 1930, especialmente en las zonas rurales. La gran crisis económica no
hizo sino empobrecer aún más a las poblaciones del istmo y anuló buena parte de los
reducidos logros sociales de las décadas anteriores. La política social, aquellas ini-
ciativas en salud, educación y cultura que buscan mejorar las posibilidades de supe-
ración personal y colectiva, nunca fueron lo suficientemente extensivas y profundas
para apoyar eficazmente un despegue económico; más bien, la riqueza se concen-
tró todavía más, mientras que la pobreza se desplazaba del campo a las ciudades
donde comenzaban a proliferar los cinturones de miseria. Sólo Costa Rica hizo
esfuerzos sostenidos de inversión social que erradicaron el analfabetismo hacia
mediados del siglo y sentaron las bases de un modelo de desarrollo distinto al resto
del istmo.
En segundo lugar, la crisis económica de la década de 1930 dio pie, en la
mayoría de los países, a una serie de regímenes de fuerza surgidos de los ejércitos,
CONCLUSIÓN DE LA UNIDAD IV
L
Historia del istmo centroamericano464
que cerraron muchas de las vías de expresión y participación propias de la democra-
cia. La ausencia de canales políticos amplios para encauzar los conflictos sociales y
dirimir las diferencias ideológicas no hizo sino aumentar los niveles de enfrentamien-
to. Ya a comienzos de la década de 1930 en Nicaragua, las fuerzas sandistas pelea-
ban por expulsar a la infantería de marina de los Estados Unidos y en El Salvador
ocurrió uno de los levantamientos campesinos más notables de toda Latinoamérica en
el siglo XX. Posteriormente, el continuismo de los Somoza en Nicaragua, los gobiernos
militares casi ininterrumpidos en El Salvador y Guatemala y la frecuente intervención
del ejército en la política en Honduras son evidencias del recurso de la fuerza como
medio para asegurar la continuidad de los sistemas sociales y económicos. Ni siquiera
los dos países menos militarizados del istmo pudieron resolver todos sus conflictos
políticos sin emplear la fuerza, como ocurrió durante la guerra civil en Costa Rica que
se libró en 1948 y el ascenso al poder en Panamá de diversas figuras ligadas a los
cuerpos de seguridad.
En tercer lugar, el entorno internacional contribuyó a intensificar el enfrenta-
miento político en cada uno de los países centroamericanos. Al finalizar la Segunda
Guerra Mundial en 1945, un nuevo proceso, la llamada Guerra Fría, hizo que los
Estados Unidos, la potencia hegemónica en la región, viera con malos ojos cualquier
proceso político que afectara sus intereses, sobre todo cuando involucraba a su con-
trincante principal, la Unión Soviética. Fue así que Estados Unidos apoyó incondicio-
nalmente a los Somoza en Nicaragua, y prácticamente organizó el derrocamiento
del gobierno reformista del presidente Arbenz de Guatemala, lo cual dejó claro que los
Estados Unidos preferían gobiernos que le fueran amistosos pese a sus prácticas
autoritarias y violaciones a los derechos políticos y cívicos fundamentales. La demo-
cracia sufrió de manera particular, en tanto se perseguía a los opositores políticos y
amañaban los resultados de las elecciones para favorecer a los candidatos “oficia-
les”. Con el paso del tiempo, las sociedades centroamericanas fueron cambiando
pero no así el estilo de sus gobernantes. Cuando triunfó la revolución en Cuba en 1959
y cuando la Iglesia católica realizó un giro profundo en un discurso y su práctica
durante 1968 en Medellín, Colombia, ya muchos estaban convencidos de que la lucha
armada era la única forma de cambiar las condiciones de vida de la población.
Finalmente, es necesario tomar en cuenta la pequeñez territorial y poblacional
de cada uno de los países y el obstáculo que esto representa cuando se intenta impul-
sar un proceso de crecimiento económico en gran escala. Varios dirigentes centro-
americanos ya se habían dado cuenta de estas limitaciones y propusieron, como
alternativa, la integración centroamericana como mecanismo para ampliar los mer-
Conclusión de la Unidad IV 465
cados, diversificar la producción agrícola, acelerar la industrialización y generar
empleo para la población. Sin embargo, el modelo de integración que se impulsó no
fue balanceado ni generó mucho empleo. Por el contrario, favoreció a unos países
más que a otros y concluyó, al menos en sus aspectos más ambiciosos, con la guerra
entre Honduras y El Salvador. Mientras tanto, las poblaciones centroamericanas en-
traron en un ciclo de rápido crecimiento que sobrepasó las limitadas oportunidades
de empleo, educación y salud que ofrecían las empresas y los gobiernos del istmo. En
consecuencia, las promesas de un mejor futuro fueron desvaneciéndose hasta termi-
nar con las esperanzas que todavía conservan las grandes mayorías.
El fracaso de la integración dejó a Centroamérica prácticamente sin alternati-
vas. Cuando los precios del petróleo iniciaron su escalada a comienzos de la década
de 1970, parecía que se daba el golpe de gracia a cualquier intento de desarrollo
económico, social y político en la región. Algunos gobiernos buscaron impulsar me-
didas de compensación social, como la reforma agraria en Honduras. Pero otros se
prepararon para tiempos difíciles aumentando los controles políticos y sociales frente
a la creciente insatisfacción popular. En Nicaragua, las fuerzas insurgentes del FSLN
intensificaron sus ataques al gobierno hasta derrocar al último Somoza, en 1979. En
Guatemala la guerrilla siguió actuando con resultados variados, pero le dió al go-
bierno razones y oportunidades para lanzar drásticas medidas de contrainsurgen-
cia. En El Salvador, la oposición política adquirió gradualmente un cariz armado
hasta desembocar en la insurrección abierta. En Honduras y Panamá se vivía una
situación de paz, no sin darse casos sonados de persecuciones, desapariciones y
torturas a los opositores políticos. Sólo Costa Rica escapó de la creciente violencia
política, aunque sufriría algunas de sus consecuencias.
Muchos de los sucesos del medio siglo, que terminó en 1980, fueron anunciados
y denunciados por la intelectualidad centroamericana. La preocupación por la cues-
tión social, la pobreza y la ignorancia en que vivían grandes contingentes de pobla-
ción, ya la habían expresado pensadores y artistas desde la década de 1920. Sin
embargo, fue durante los años de la Segunda Guerra Mundial que se introdujeron
los temas de: justicia social, democracia, subdesarrollo y derechos humanos en el
discurso político de la región. Si bien es cierto que la Guerra Fría cerró muchas de
las puertas para expresarse sobre estos temas, puede decirse que también estimuló
a los intelectuales centroamericanos a profudizar todavía más en sus análisis y a
seguir hurgando en el pasado remoto y reciente para encontrar respuestas a las
grandes interrogantes acerca de la identidad y el destino de centroamericanas y
centroamericanos.
Historia del istmo centroamericano466
Algunos de los pensadores y artistas centroamericanos tuvieron que buscar el
exilio para seguir expresándose, mientras que otros optaron por unirse a diversos
movimientos de reforma o revolución como parte de su compromiso con las transfor-
maciones sociales. Todos ellos, aun los que no tomaron partido abierto en las luchas
políticas, fueron golpeados por la creciente polarización social y política, como lo
fue, por supuesto, la mayor parte de la misma población centroamericana. Pero
nadie se imaginaba que lo peor aún estaba por venir. Frente a lo que ya se había
vivido, quizás nadie pensó que la situación podría empeorar todavía más. Pero des-
pués de 1979, pasaría más de una década para que Centroamérica cerrara su últi-
mo ciclo de violencia masiva, que resultó ser muchísimo más destructivo que cual-
quier otro conocido a lo largo del siglo XX.Carlos Mérida, pintor
guatemalteco. En su obra
destaca la identidad étnica.
Adrián Arguedas
P/A sin título (Serie Conjunto Sexual)
Punta seca
1994
Costa Rica
Revolución, guerra civil y democratización 471
INTRODUCCIÓN
a etapa de la historia centroamericana que comenzó con la crisis de 1930
terminó en 1979 con el inicio de una fase de guerra, revolución e interven-
ción que afectó a varios países del istmo. Este capítulo ofrece una imagen
general de los convulsos procesos que tuvieron lugar en la región centro-
americana como consecuencia del ascenso de los sandinistas al poder estatal en
Nicaragua, en 1979. Analiza la escalada de la lucha guerrillera en El Salvador y
Guatemala, así como la estrategia diseñada por los Estados Unidos para contener
estos esfuerzos de cambio social por la vía insurreccional. También se ocupa de
delinear los procesos de democratización que se vivieron en el istmo durante el perío-
do que estamos considerando.
L
Sandinistas triunfantes
en la Plaza de la Revolución.
Historia del istmo centroamericano472
partir de junio de 1979, se ge-
neralizó la lucha y el enfrenta-
miento directo entre las fuerzas
sandinistas y la Guardia Na-
cional. Las denuncias contra el régimen
por la violación sistemática de los dere-
chos humanos, más el apoyo de algunos
gobiernos a las fuerzas aliadas del san-
dinismo provocaron la intervención de la
Organización de los Estados Americanos
(OEA), la cual, con el apoyo del gobier-
no de los Estados Unidos, obligaron al
general Anastasio Somoza Debayle a
renunciar. Ante la dimisión de Somo-
za, la Guardia Nacional se rindió.
El 19 de julio de 1979 entró triun-
fante a la ciudad de Managua la Junta
de Gobierno de Reconstrucción Nacional,
integrada por el Frente Sandinista de Li-
beración Nacional y representantes so-
bresalientes de las fuerzas democráticas
de Nicaragua. Ya en el poder, los sandi-
nistas iniciaron un conjunto de transfor-
maciones, orientadas a establecer una
economía mixta y un régimen político
preocupado por atender las necesidades
sociales de la gran mayoría de la pobla-
ción nicaragüense, por mantener un sis-
tema político pluralista y por evitar el ali-
neamiento político con la Unión Soviética
y los demás países del llamado “socialis-
mo real”. Estas orientaciones fueron rati-
ficadas por la Constitución Política de ene-
ro de 1987.
LA REVOLUCIÓN SANDINISTA
A
Insurrección sandinista, 1979
Campaña de alfabetización
en Nicaragua, 1995.
Revolución, guerra civil y democratización 473
La economía mixta quedó integra-
da por 1) un sector estatal formado por
los bienes expropiados a la familia So-
moza y a sus allegados; 2) un sector
controlado por la empresa privada, y
3) un sector cooperativo. El sector esta-
tal, denominado “área de propiedad del
pueblo”, en 1982 representaba 39 por
ciento del producto interno bruto (PIB).
Como es fácil estimar, en manos del sec-
tor privado quedó más de la mitad del
sector agropecuario y buena parte de la
industria manufacturera. A pesar de las
tensiones que existieron con el sector pri-
vada en diferentes momentos, el régimen
sandinista siempre le pidió que mantuviera
e incrementará sus niveles de producción,
y se esforzó por darles garantías contra la
expropiación. Sin embargo, los inversio-
nistas se mantuvieron cautelosos, e inclu-
so algunos empresarios dejaron de inver-
tir en el país.
Las reformas de la revolución
El régimen sandinista estatizó el comer-
cio exterior y la banca. Emprendió tam-
bién un amplio proceso de reforma
agraria en el que entregó la mayor parte
de las tierras confiscadas a granjas es-
tatales y a cooperativas integradas bá-
sicamente por los obreros agrícolas afi-
liados a la Asociación de Trabajadores
del Campo (ATC). Fue así como, entre
1979 y 1980, se trasladaron a estos sec-
tores 1 738 millones de manzanas de tie-
rras que equivalían a 21 % del área agrí-
cola del país. El Estado sandinista tam-
bién se apropió de ingenios azucareros,
trillos de arroz, beneficios de café, des-
motadoras de algodón e instalaciones
de procesamiento de bananos y tabaco
que pertenecían a la familia Somoza y
a sus allegados. En una segunda eta-
pa, la reforma agraria tomó en cuenta
a los pequeños productores agrupados en
la Unión Nacional de Agricultores y Ga-
naderos (UNAG). Fueron afectadas y dis-
tribuidas entonces unas 804 mil manza-
nas de tierras. El régimen sandinista se
embarcó también en una masiva campa-
ña de alfabetización que movilizó a todos
los rincones del país a más de 100 000
jóvenes entusiastas, quienes enseñaron a
leer y escribir a centenares de miles de ni-
caragüenses. Emprendió, asimismo, una
amplia reforma urbana para permitir a los
habitantes de las ciudades el acceso a un
lote de tierra y a una vivienda.
Celebración del triunfo
sandinista.
Brigada alfabetizadora
sandinista.
Historia del istmo centroamericano474
El régimen político
y la revolución
A pesar de las dificultades que experi-
mentaron, los sandinistas lograron man-
tener un régimen de relativo pluralismo
político. Permitieron, al menos durante
el primer lustro de su gobierno, una no-
table apertura política hacia sus oposi-
tores. No pusieron en riesgo la libertad
de ideas y de conciencia, ni la de reli-
gión. Antes bien, reconocieron la im-
portancia de esta última para el pueblo
nicaragüense e hicieron importantes es-
fuerzos por incorporarse con espíritu cris-
tiano a sus procesos de religiosidad po-
pular. La prensa de oposición se toleró
hasta el mes de junio de 1986, momen-
to en el que se ordenó el cierre del dia-
rio La Prensa, mismo que nuevamente
volvió a circular en el mes de octubre de
1987.
Durante el régimen sandinista se
realizaron dos elecciones generales para
seleccionar autoridades supremas. La
primera fue el 5 de noviembre de 1984.
En ésta, Daniel Ortega, el candidato pre-
sidencial del sandinismo, se alzó con
67.2% de los sufragios y el Frente Sandi-
nista de Liberación Nacional (FSLN) con
61 de los 96 diputados de la Asamblea
Legislativa. El segundo proceso electoral
efectuado el 25 de febrero de 1990, como
se verá más adelante, sacó a los sandinis-
tas de la conducción del aparato estatal.
El fin de la revolución
La aspiración de los sandinistas de man-
tener una postura de no alineamiento con
la Unión Soviética, Cuba y demás países
del “socialismo real” se vio contrariada
por dos factores estrechamente relacio-
nados: la afinidad ideológica entre los
sandinistas y los regímenes de los países
del “socialismo real” y la abierta hostili-
dad del gobierno norteamericano de Ro-
nald Reagan al experimento político ni-
caragüense.
Desde el inicio, la Unión Soviética,
Cuba y otros países del bloque socialista
le ofrecieron a Nicaragua un apoyo eco-
nómico y moral que los sandinistas no es-
taban en condiciones de rechazar. La
Unión Soviética, Cuba y la República De-
mocrática Alemana (Alemania del este)
le proporcionaron armas, instructores mi-
litares y petróleo. En la búsqueda de
acuerdos para el suministro de este vital
combustible, Daniel Ortega se vio indu-
cido a realizar un controvertido viaje a
Moscú en el año de 1985. Por otro lado,
la hostilidad del régimen del presidente
Reagan hacia Nicaragua se manifestó
de múltiples formas. Basta citar dos de
ellas: el apoyo financiero otorgado a la
Ronald Reagan
Desfile militar del ejército
sandinista.
Revolución, guerra civil y democratización 475
Resistencia Nicaragüense, conocida popu-
larmente como “la Contra”, y el creciente
bloqueo económico a que sometieron a Ni-
caragua.
Como es fácil imaginar, la guerra de
desgaste ejecutada por la Contra y el blo-
queo norteamericano tuvieron un impacto
devastador sobre la economía nicaragüen-
se, que entró en una severa recesión. La
inflación alcanzó cifras estratosféricas. El
PIB disminuyó 33% entre los años1981 y
1989. Los salarios reales se derrumbaron
estrepitosamente. Muchas cosas comenza-
ron a escasear. La guerra civil, en la cual
murieron al rededor de 30 000 personas,
provocó un severo sesgo en el presupuesto
del país. El gasto militar absorbió 50 por
ciento del presupuesto en 1984, y llevó a
los sandinistas a establecer el odiado ser-
vicio militar patriótico.
Estas condiciones son importantes
para entender por qué el voto de los ni-
caragüenses que participaron en los co-
micios electorales del 25 de febrero de
1990, le dio el triunfo a la señora Violeta
Barrios viuda de Chamorro. Fue una suer-
te de mecanismo para liberarse de los
sandinistas y, por esta vía, del severo blo-
queo impuesto por los Estados Unidos a
su país. En las elecciones de 1990, la se-
ñora de Chamorro obtuvo 54.7% de los
sufragios. La derrota de los sandinistas
hizo retroceder algunas conquistas popu-
lares en torno a la reforma agraria o ur-
bana que habían afectado a la familia
Somoza y a sus aliados, muchos de los
cuales pudieron recuperar tierras y vivien-
das. Las empresas del área de propiedad
del pueblo entraron en proceso de priva-
tización.
Triunfo de Violeta Barrios,
en 1990.
Historia del istmo centroamericano476
l triunfo militar de los sandi-
nistas y la emergencia de un
régimen revolucionario en Ni-
caragua tuvo un profundo sig-
nificado para los núcleos guerrilleros
que en El Salvador y Guatemala aspira-
ban a asumir el poder estatal por la vía
insurreccional. Estos grupos guerrilleros
operaban en países en los cuales las cla-
ses dominantes locales se habían mos-
trado tradicionalmente reticentes a todo
género de apertura política y reforma so-
cial. Esto ayuda a entender por qué los
núcleos guerrilleros no fueron realmente
importantes en Honduras e inexistentes
en Costa Rica. Es proverbial la política
de reformas sociales en este último país,
mientras que Honduras vivió un proceso
reformista en la primera mitad de la dé-
cada de 1970.
La guerra en El Salvador
El triunfo sandinista está en la base de
dos hechos fundamentales en la vida po-
lítica de El Salvador que se dieron a los
pocos meses de la caída del régimen so-
mocista en Nicaragua: el primero, el gol-
pe de Estado militar de carácter reformista
que el 15 de octubre de 1979 derrocó al
general Carlos Humberto Romero, a quien
los Estados Unidos ya había instado a que
renunciara; y el segundo, la unificación
de los núcleos guerrilleros del país al in-
tegrarse el Frente Farabundo Martí para
la Liberación Nacional (FMLN) el 15 de
octubre de 1980.
Los golpistas encabezados por el
coronel Adolfo Arnoldo Majano, un mi-
litar reformista, organizaron una junta
de gobierno integrada por dos militares
y tres civiles vinculados a la social de-
mocracia y la empresa privada. Inten-
tando evitar el derramamiento masivo de
sangre que anticipaban los secuestros
realizados con la guerrilla y las masacres
LA LUCHA ARMADA EN EL SALVADOR Y GUATEMALA
E
Soldados salvadoreños
Guerrilleros salvadoreños
Revolución, guerra civil y democratización 477
de la policía y el ejército contra los ma-
nifestantes, la junta propuso un programa
de reformas sociales que contó con el
apoyo de los Estados Unidos. Esta junta
cayó a los tres meses, pues la extrema
derecha y la guerrilla no reconoció su
legitimidad política. Se organizó una se-
gunda junta y luego una tercera. Esta
última fue presidida por José Napoleón
Duarte, líder histórico de la Democracia
Cristiana salvadoreña.
Siguiendo el ejemplo nicaragüen-
se, las Fuerzas Populares de Liberación
(FPL), el Ejército Revolucionario del Pue-
blo (ERP), la Resistencia Nacional (RN) y el
Partido Revolucionario de los Trabajado-
res Centroamericanos (PRTC) se unieron en
el Frente Farabundo Martí para la Libe-
ración Nacional (FMLN) el 15 de octubre
de 1980. La fundación del FMNL había
sido precedida por la fundación de la
Dirección Revolucionaria Unificada (DRU)
que data del 22 de mayo de 1980. Este
proceso de unificación revolucionaria fue
acompañado de un movimiento de unifi-
cación de las agrupaciones de masas en
las cuales tenían influencia las organiza-
ciones político militares a que se ha he-
cho referencia. Estas organizaciones fun-
daron la Coordinadora Revolucionaria de
Masas (CRM). Fue también vital en este
proceso de consolidación de las fuerzas
revolucionarias la formación del Frente
Democrático Revolucionario (FDR) que,
aunque contaba con un claro liderazgo
social demócrata, recibía también la in-
fluencia de los grupos organizados, pri-
mero en el DRU y después en el FMNL. Du-
rante años, el FDR operó en estrecha alian-
za con el FMLN.
Considerando que las condiciones
estaban dadas para la conquista del po-
der estatal, el FMLN decidió lanzar lo que
dio en llamar una “ofensiva final” en el
mes de enero de 1981, a pocos días de
la toma de posesión del nuevo presidente
norteamericano, Ronald Reagan. La ofen-
siva del FMNL fue prematura y fracasó,
pero marcó el inicio de una guerra civil
que duró poco más de una década. El
FMLN trató de consolidar su poder en de-
terminadas áreas del país y fue así como
consiguió una gran influencia en los de-
partamentos de Morazán y Chalatenan-
go y en los bolsones que estaban en liti-
gio con Honduras. El FMLN se dedicó
también a la realización de sabotajes en
importantes obras de infraestructura de
El Salvador con grave pérdida para la
economía. En algún momento, el FMLN lle-
gó a contar con armas sofisticadas como
los misiles Sam 7 y Sam 14 con los que
derribó aviones y helicópteros del ejérci-
to salvadoreño.
José Napoleón Duarte celebra
su triunfo.
Soldados del ejército
salvadoreño.
Historia del istmo centroamericano478
La paz en El Salvador
Con el tiempo, el FMLN llegó a convertir-
se en un poderoso ejército revoluciona-
rio. Quizá la muestra más importante de
la capacidad militar del FMNL fue la ofen-
siva lanzada contra la ciudad de San
Salvador el 11 de noviembre de 1989.
En ella el FMLN movilizó varios miles de
combatientes. Se peleó con gran fiereza,
en las calles de los barrios populares y re-
sidenciales de San Salvador y sus subur-
bios. Después de los cruentos combates que
enfrentaron a los dos contrincantes, el FMLN
se replegó hacia sus santuarios en los vol-
canes que rodean la capital salvadoreña.
Las conversaciones que pusieron fin
a la guerra civil salvadoreña se iniciaron
sin mayor entusiasmo el 15 de octubre
de 1984, en un lugar de la frontera con
Honduras. Continuaron después en el
marco de la decisión de paz adoptada
por los presidentes centroamericanos en
Esquipulas II (1987). Las conversaciones
de paz sólo adquirieron un tono definiti-
vo cuando, el 14 de abril de 1990, se
firmó un acuerdo entre las partes bajo los
auspicios del secretario de la Organi-
zación de las Naciones Unidas (ONU),
Javier Peréz de Cuéllar. De allí en ade-
lante el proceso se hizo irreversible. Los
acuerdos de paz que pusieron fin a la
guerra civil salvadoreña se firmaron en
el Castillo de Chapultepec (México) el 16
de enero de 1992.
El pueblo salvadoreño tuvo que
pagar un alto costo por esta guerra ci-
vil. Se han estimado en unas 50 000,
las personas que murieron en escaramu-
zas de guerra o asesinados por cuerpos
paramilitares. Valiosas personalidades
de la vida civil murieron en esta lucha
fratricida, entre ellos, notables represen-
tantes de la Iglesia, de la intelectualidad
y de la vida política salvadoreña. El pro-
ceso de apertura política que vive ac-
tualmente El Salvador ha sido el logro
más importante de esta cruenta guerra
civil.
La guerra en Guatemala
Como se sabe, la guerrilla guatemalteca
es la más longeva de Centroamérica. Se
inició en la década de los años sesenta
cuando oficiales disidentes del ejército,
entre los que se destacan los tenientes Yon
Yosa y Turcios Lima, se fueron a las mon-
tañas para iniciar una guerrilla rural. En
una primera fase, la guerrilla ignoró al
campesinado indígena. Hacia mediados
de la década siguiente, sin embargo, una
significativa incorporación de indígenas
alteró la composición étnica de las filas in-
surgentes. El triunfo de los sandinistas en
julio de 1979 revitalizó el movimiento in-
surgente en Guatemala.
Siguiendo el ejemplo de los revolu-
cionarios nicaragüenses y salvadoreños,
los guerrilleros guatemaltecos unieron
sus fuerzas en el año 1982 en la deno-
minada Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca (URNG). Concurrieron a la
fundación de la URNG el Ejército Guerri-
Primeros pasos para la paz.
Reunión de antisandinistas
con Daniel Ortega en Sapoa.
Acuerdos de paz
en Chapultepec.
Revolución, guerra civil y democratización 479
llero de los Pobres (EGP), la Organización
del Pueblo en Armas (ORPA) y las Fuerzas
Armadas Rebeldes (FAR).
Hay que decir que la URNG no al-
canzó el potencial político y militar del
FMLN salvadoreño ni del FSLN nicaragüen-
se. Tampoco logró amenazar seriamente
la estabilidad de los regímenes políticos
de su país. Esto se debió, en parte, al
tamaño relativamente reducido de los
efectivos de la URNG, los que se han es-
timado en unos 2 000 combatientes y, por
otra parte, a los brutales pero eficaces
métodos de contrainsurgencia aplicados
por el ejército guatemalteco, que fue, en
su momento, el ejército más numeroso y
mejor apertrechado de Centroamérica
y con una base de apoyo en grupos pa-
ramilitares que sumaban más de medio
millón de hombres. El ejército sometió,
sin mayores miramientos, a aquellas po-
blaciones de quienes se sospechaba que
podían ser bases reales o potenciales de
la guerrilla. Los núcleos más afectados
por estas labores de contrainsurgencia
fueron los poblados indígenas del norte
de Guatemala, los que pagaron un alto
costo en sangre por vivir en áreas en las
cuales ha operado preferentemente la
guerrilla. En la lucha antiguerrillera del
ejército guatemalteco, se volvió prover-
bial la estrategia contrainsurgente de-
nominada “tierra arrasada” que impli-
caba el desarraigo masivo de pueblos
indígenas y la destrucción de sus po-
blados.
La búsqueda de un acuerdo nego-
ciado que pusiera fin a la lucha armada
en Guatemala fue iniciado por el presi-
dente Vinicio Cerezo en el año 1987 al
calor del Plan de Paz de Esquipulas II.
Las conversaciones adquirieron un curso
más definido durante el régimen del pre-
sidente Serrano Elías. Se interrumpieron
abruptamente a raíz del autogolpe de este
último en el mes de mayo de 1993, pero
se reiniciaron durante el régimen de Ra-
miro de León Carpio. Sin embargo, no se
obtuvieron logros significativos debido a
la cerrada oposición del alto mando mili-
tar a una paz negociada con los insur-
gentes. Se produjeron conquistas defini-
tivas hasta el primer año de régimen de
Álvaro Arzú quien asumió la Presiden-
cia del país el 14 de enero de 1996 con
la firme promesa de poner fin a la lucha
armada. Para ello, tuvo que deshacerse
del tradicional tutelaje militar reducien-
do la influencia que el Estado Mayor Pre-
sidencial ejercía sobre los presidentes
civiles del país. Fue así como, el 19 de
marzo de 1996, se suscribió un alto al
fuego con el liderazgo de la URNG. El 29
de diciembre de 1996 se firmó, finalmen-
te, en la ciudad de Guatemala, el fin de
la guerra civil guatemalteca que duró 36
años y que dejó mas de 100 000 muer-
tos y 40 000 desaparecidos. La Organi-
zación de la Naciones Unidas (ONU) jugó
un papel estelar de mediación en las con-
versaciones que pusieron fin a la lucha
armada en este país.
Escena del fin de la guerra
Vinicio Cerezo, presidente
de Guatemala.
Historia del istmo centroamericano480
l triunfo de los sandinistas no
fue recibido con gran preocu-
pación por el gobierno del pre-
sidente James Carter, quien
presionó hasta el último momento por el
relevo del dictador Somoza. Frente al es-
calamiento de la lucha armada en El Sal-
vador, el mandatario norteamericano
apoyó el golpe de Estado que derribó al
general Romero en octubre de 1980 y a
la junta de carácter reformista que lo sus-
tituyó. Carter confiaba en que por la vía
de las reformas (como la agraria, por
ejemplo) se podría minar la base de sus-
tentación de los movimientos insurgentes.
Funcionarios de la AID colaboraron acti-
vamente en la reforma agraria promo-
vida por la junta que ocupó el lugar del
depuesto general Romero. El gobierno
norteamericano también insistió en el res-
peto a los derechos humanos y los valores
democráticos como elementos importan-
tes de su política exterior. Con tal fin, pre-
sionó a los gobiernos centroamericanos
para que enmendaran el comportamiento
de sus cuerpos policiales y paramilitares
cuando violaban los derechos humanos de
la población civil.
“La Contra” nicaragüense
La política norteamericana hacia Centro-
américa, agitada por la guerra civil y la
lucha revolucionaria, experimentó un pro-
fundo vuelco cuando ascendió a la presi-
dencia de Estados Unidos, a principios de
1981, Ronald Reagan. En diciembre de ese
LA POLÍTICA NORTEAMERICANA EN CENTROAMÉRICA
E
Tratado Torrijos-Carter, 1977
Revolución, guerra civil y democratización 481
año, el presidente Reagan firmó una di-
rectiva presidencial que autorizó a la
Agencia Central de Inteligencia (CIA) a
gastar 19.8 millones de dólares con el
fin de crear una fuerza de exilados con-
trarrevolucionarios nicaragüenses, la lla-
mada “Contra”.
Para el año 1983, la Contra su-
maba unos 4 000 hombres; al año si-
guiente, tenía de 10 000 a 15 000 hom-
bres en armas. La CIA no sólo se encargó
de organizar y financiar a la Contra, sino
que ocasionalmente realizó actividades
de sabotaje en su nombre como, por
ejemplo, el minado de puertos nicara-
güenses. A lo largo de los años en los
que operó, la Contra se dedicó funda-
mentalmente a atacar objetivos civiles,
para evitar que los sandinistas pudieran
consolidar la economía, además de sem-
brar el desconcierto y el desánimo entre
la población. La Contra atacó fundamen-
talmente cooperativas, clínicas y centros
de salud. Sus ataques indujeron a los
sandinistas a endurecer su régimen y a
decretar el controversial “servicio mili-
tar patriótico” que tanta animadversión
les generó en amplios sectores de la po-
blación.
La principal base de operaciones
de la Contra fue el territorio hondureño.
Operó en forma secundaria desde terri-
torio costarricense donde encontraron su
base de operaciones los hombres en ar-
mas que dirigía el ex sandinista Edén
Pastora. Honduras no sólo prestó el área
fronteriza de su territorio para los des-
plazamientos de la Contra, sino que tam-
bién cedió una parte de la zona central
de su territorio para la instalación de una
base militar norteamericana. Los gober-
nantes hondureños también le ofrecieron
a los norteamericanos su territorio para
el entrenamiento de soldados salvado-
reños “boinas verdes” del ejército norte-
americano.
Tropas estadounidenses
en Honduras.
Edén Pastora
Historia del istmo centroamericano482
Honduras y los Estados Unidos
Honduras prestó también sus tierras para
que el ejército norteamericano realiza-
ra ejercicios militares con la milicia de
ese país con propósitos disuasivos. Como
parte de esta política de subordinación
hacia la política del presidente Reagan
en Centroamérica, el ejército hondure-
ño también colaboró con el salvadoreño
en el control de los refugiados que vivían en
campamentos que estaban bajo la custo-
dia del Alto Comisionado de las Nacio-
nes Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Esta política de subordinación le reportó
a los gobernantes hondureños una impor-
tante corriente de apoyo financiero de
Norteamérica que les permitió postergar
por unos años la crisis económica y fi-
nanciera de ese país. Se ha dicho que
durante los años ochenta, Honduras reci-
bió una inyección en ayuda financiera
norteamericana de más de mil millones
de dólares. Los ejercicios militares con el
ejército de los Estados Unidos permitie-
ron al ejército hondureño avituallarse
mejor y aumentar su potencia de fuego.
El presidente Reagan no sólo some-
tió a los sandinistas a una política de des-
gaste a través del apoyo a la Contra, sino
que también los bloqueó económica y fi-
nancieramente. A Nicaragua se le redu-
jo 90% la cuota de azúcar que exporta-
ba al mercado norteamericano. En julio
de 1983, el gobierno de los Estados Uni-
dos intervino ante el Banco Interamerica-
no de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial
(BM) para que no se le concedieran crédi-
tos al régimen sandinista si no garantiza-
ba las condiciones para que la empresa
privada local operará con plena libertad
y se revitalizara. El 7 de mayo de 1985,
el presidente Reagan aplicó un embargo
total a Nicaragua que dañó profunda-
mente la economía de ese país.
La invasión de Panamá
La posibilidad de una intervención militar
directa de tropas norteamericanas para
decidir el curso de la guerra civil en Nica-
ragua y El Salvador siempre fue contem-
plada por los principales actores de estos
cruentos procesos. Sin embargo, cuando
la intervención militar se produjo, fue en
Invasión de Estados Unidos
a Panamá.
Miembros de los batallones de
dignidad detenidos tras la
invasión de Panamá.
Revolución, guerra civil y democratización 483
Panamá, y por razones diferentes al con-
flicto bélico del istmo centroamericano.
En una operación militar denominada
“Causa Justa”, unos 20 000 soldados
norteamericanos desembarcaron en Pa-
namá en la noche del 20 de diciembre
de 1989, con el pretexto de proteger la
vida de ciudadanos norteamericanos
después de una serie de incidentes en
los que perdió la vida uno de ellos. Un
pretexto semejante había sido esgrimi-
do para invadir la isla caribeña de Gra-
nada unos años antes.
Sin embargo, el objetivo fundamen-
tal y declarado del operativo de invasión
militar a Panamá fue la captura del “hom-
bre fuerte” de ese país, el general Ma-
nuel Antonio Noriega, quien había sido
acusado el 4 de febrero de 1988 ante un
juez norteamericano de estar involucra-
do en el narcotráfico internacional. Más
tarde, en 1990, se le acusó de ignorar la
voluntad del electorado panameño cuan-
do mandó anular los resultados de los
comicios presidenciales. El operativo mi-
litar norteamericano fracasó inicialmen-
te en su intento de capturar al general
Noriega, de quien se pensó por algún
momento que se había retirado a las
montañas para organizar la resistencia
contra el invasor. Sin embargo, Noriega,
que se había refugiado en la Nunciatu-
ra, decidió posteriormente entregarse a
las tropas norteamericanas de ocupación.
Con la captura y envío de Noriega
a los Estados Unidos para comparecer
ante el juzgado en que había sido acu-
sado, terminó la historia de un indivi-
duo que durante buena parte de la dé-
cada de los años ochenta había sido el
verdadero poder o mandatario de turno
en Panamá. De Noriega, se ha dicho que
manejaba a los políticos panameños de
la misma forma que los ascensos de los
sargentos en los cuarteles de las Fuer-
zas de Defensa, que dirigió a partir del
año de 1983. Noriega había sido alia-
do de los Estados Unidos. Llegó a ser
agente de la CIA y colaboró con los nor-
teamericanos en el avituallamiento de la
Contra nicaragüense. Uno podría especu-
lar sobre las causas más profundas de la
invasión norteamericana a Panamá rela-
cionándola con los intereses norteameri-
canos en el Canal y con la desarticulación
de la guardia panameña, que se dio a los
pocos meses de la invasión norteamerica-
na. Como consecuencia, Panamá se con-
virtió en el segundo país de Centroaméri-
ca, después de Costa Rica, que abolió su
ejército y se quedó nada más con un cuer-
po policial.
El dictador Manuel Antonio
Noriega.
Soldados de los Estados Unidos
en las calles de Panamá.
Historia del istmo centroamericano484
a década de los años ochenta
no sólo fue pródiga en confron-
taciones, guerras civiles y alinea-
miento ideológico. Fue también
un espacio para procesos de democrati-
zación entendidos como el paso de regí-
menes militares a civiles. Estos procesos de
democratización tuvieron su arraigo en
una tradición política en la cual se han
combinado períodos de gobiernos ilegíti-
mos, surgidos de golpes de Estado o de
procesos electorales viciados, con gobier-
nos legítimos surgidos de procesos electo-
rales limpios y honestos. Sin embargo, los
movimientos democratizadores de la dé-
cada de los años ochenta no pueden ser
comprendidos si no se considera la polí-
tica norteamericana de ese período que
los apoyó como una vía para aislar a los
sandinistas e inducirlos a legitimar su
poder por la vía electoral. En esta cues-
tión, Costa Rica continuó una tradición
de democracia representativa firmemen-
te establecida.
Honduras
En Honduras, el gobierno norteamerica-
no del presidente Carter logró conven-
cer al régimen militar del general Poli-
carpo Paz García de la conveniencia de
suspender el fraude electoral que el ejér-
cito había preparado con el apoyo del
Partido Nacional y auspiciar un proce-
so electoral limpio y honesto. Fue así
como, en las elecciones para la Asam-
blea Nacional Constituyente de abril de
1980, el Partido Liberal obtuvo el triun-
fo, mismo que fue confirmado en las elec-
ciones generales de noviembre de 1981,
en las que el Partido Liberal llevó a la
presidencia del país al doctor Roberto
Suazo Córdoba con quien el Departa-
mento de Estado norteamericano nego-
ció el uso del territorio hondureño para
convertirlo en base de operaciones con-
trarrevolucionarias. De allí en adelante,
los hondureños han realizado eleccio-
nes presidenciales cada cuatro años
(1985, 1989, 1993) configurando uno
de los interludios de sucesión democrá-
tica más importantes en la vida política
del país.
Guatemala
La consolidación del juego electoral de-
mocrático ha sido más difícil de lograr
en Guatemala. El general Efraín Ríos
Montt había llegado a la conducción del
aparato estatal por la vía de un golpe
de Estado realizado en marzo de 1982.
El 8 de agosto de 1983, Ríos Montt fue
derrocado por su ministro de defensa,
DEMOCRATIZACIÓN Y RÉGIMEN POLÍTICO
L
James Carter
Votaciones en Honduras
Revolución, guerra civil y democratización 485
el general Humberto Mejía Víctores,
quien contó en su acción golpista con el
apoyo de la empresa privada guatemal-
teca; los empresarios se habían opuesto
abiertamente al intento del general de-
rrocado de llevar adelante una reforma
fiscal para equilibrar las cuentas del Es-
tado. En julio de 1984, Mejía Víctores
convocó a elecciones de diputados a una
Asamblea Nacional Constituyente, que
elaboraría la nueva constitución política y
la ley de elecciones en virtud de la cual
sería electo el nuevo presidente del país.
En las elecciones presidenciales de noviem-
bre de 1985, obtuvo el triunfo Vinicio Ce-
rezo, quien se convirtió así en el primer
mandatario civil guatemalteco desde que
Julio César Méndez Montenegro entrega-
ra la presidencia quince años antes. Cere-
zo tomó posesión de la presidencia del país
el 14 de enero de 1986. Cinco años des-
pués, su lugar fue ocupado por el candi-
dato triunfador de las elecciones de no-
viembre de 1991, Jorge Serrano Elías.
Al entregar la presidencia a Serra-
no Elías, Cerezo se convirtió en el tercer
presidente civil guatemalteco en concluir
un mandato presidencial durante el siglo
XX y en el primer presidente en transferir-
le el mando presidencial a un partido de
oposición. Serrano Elías no concluyó su
mandato ya que fue destituido en el mes
de mayo de 1993 al intentar asumir po-
siciones dictatoriales para solucionar el
serio problema de pérdida de legitimidad
política de su régimen. Ocupó su lugar
Ramiro de León Carpio, nombrado por el
Congreso Nacional para concluir el man-
dato de Serrano Elías. A comienzos de
1996, Ramiro de León entregó la banda
presidencial a Álvaro Arzú en lo que pa-
recía un augurio de que la sucesión de-
mocrática de presidentes en ese país se
volvería una rutina.
Jorge Serrano Elías, presidente
de Guatemala.
Alfredo Cristiani, presidente
de El Salvador.
Historia del istmo centroamericano486
El Salvador
Un itinerario semejante al de Honduras
puede observarse en El Salvador, donde
se asistió a las elecciones para integrar
la Asamblea Nacional Constituyente en
el año de 1982, para presidente en los
años de 1984, 1989 y 1994, y para di-
putados en 1985, 1988, 1991, 1994 y
1997. Buena parte de estas elecciones
se realizaron en plena guerra civil, en
general, bajo la amenaza de las balas y
la interrupción del transporte decretada
por la guerrilla. Desde 1991, comenza-
ron a participar en el proceso electoral
algunos candidatos que tenían nexos con
el FMLN, pero no fue sino hasta 1994, des-
pués de firmada la paz, cuando todas las
fuerzas políticas del país se enfrentaron
en las urnas. También es importante des-
tacar que, por primera vez desde 1931,
la Presidencia de la República ha sido
ocupada por civiles, quienes han conclui-
do su mandato y entregado el cargo a
otro individuo debidamente electo. De
esta manera, han ejercido la Presidencia
José Napoleón Duarte (1984-1989), Al-
fredo Cristiani (1989-1994) y Armando
Calderón Sol (1994-1999).
Nicaragua
En el caso de Nicaragua, los sandinis-
tas se vieron inducidos, como se indi-
có, a celebrar elecciones a lo largo de
la década de 1980. En las realizadas
el 5 de noviembre de 1984, los candi-
datos sandinistas lograron la mayoría
en la Asamblea y la Presidencia de la
República, pero en las del 20 de febre-
ro de 1990, perdieron la conducción del
aparato estatal. Los sandinistas trataron
de recuperar la conducción del Estado
en las elecciones generales del 22 de no-
viembre de 1996, pero fueron nuevamen-
te derrotados. En ambas elecciones, el
Daniel Ortega en campaña
electoral.
Revolución, guerra civil y democratización 487
candidato presidencial del sandinismo
fue Daniel Ortega. El candidato gana-
dor de las elecciones de noviembre de
1996 fue el representante de los secto-
res liberales, Arnoldo Alemán, ex alcal-
de de Managua.
Panamá
Panamá tampoco escapó a la inestabili-
dad política durante la década de los años
ochenta, pues el general Noriega puso y
quitó presidentes hasta que los norteame-
ricanos lo detuvieron, y fue expatriado en
el año 1989. Desde 1968, las esferas mi-
litares determinaron la sucesión presiden-
cial, a raíz de la invasión en 1989 se
desintegró la estructura militar y se reini-
ció el proceso de elección democrática.
Así han ocupado la presidencia del país
Guillermo Endara (1989-1994); Ernesto
Pérez Balladares (1994-1999), y Mireya
Moscoso (1999-2004).
Costa Rica
Como se ha dicho, Costa Rica hizo gala,
desde antes de la década de los años
ochenta, de su tradicional estabilidad
política. Los costarricenses fueron a elec-
ciones para ungir como presidente a Luis
Alberto Monge (1982-1986), Óscar Arias
Sánchez (1986-1990), Rafael Ángel Cal-
derón Fournier (1990-1994) y José Figue-
res H. (1994-1998).
Sin embargo, a pesar de que esta-
mos asistiendo a un período de relativa
estabilidad en la sucesión presidencial,
la mayoría de los observadores atentos
al acontecer centroamericano son de la
idea de que en Guatemala y El Salvador,
aunque en menor grado en Honduras y
Nicaragua, los militares son todavía un
importante factor de poder. Se vive, por
otra parte, bajo regímenes democráti-
cos que practican una política de exclu-
sión social de amplios sectores de la po-
blación.Óscar Arias, Costa Rica
Guillermo Endara, presidente
de Panamá.
Historia del istmo centroamericano488
CONCLUSIÓN
En este capítulo, se mostraron los evidentes vínculos entre la instauración del
régimen sandinista, la guerra civil que se produjo en Nicaragua a lo largo de
su ciclo vital, la escalada de la lucha guerrillera en El Salvador, la revitaliza-
ción de la guerrilla guatemalteca y la intervención norteamericana en la re-
gión. Esta última, tenía como propósito fundamental apuntalar a las fuerzas sociales
que se oponían a los sandinistas en el poder y luchar, a través de diversos mecanismos,
en contra de los alzados en armas que en El Salvador y Guatemala pretendían obtener
el control del poder del Estado por la vía de la insurrección.
Asimismo, se hizo referencia a las iniciativas surgidas desde dentro y fuera
de la región con el objetivo expreso de inducir a las fuerzas beligerantes a lograr
acuerdos de paz, efectivos y duraderos. Finalmente, se registraron los procesos de
alternabilidad en el poder del Estado que tuvieron lugar en el istmo durante el
período en cuestión. En este sentido, hay que decir que pareciera ser que en los
países del área estamos asistiendo al proceso de hacer una rutina la sucesión pre-
sidencial y a la consolidación de las instituciones democráticas que son moneda
corriente en Costa Rica desde hace varias décadas.
Las armas, medio para buscar
la paz en Centroamérica.
Antonio Madrid
Sobre el tema Ritos y Ofrendas
Óleo sobre acrílico
s/f
Panamá
Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 493
INTRODUCCIÓN
a década de 1980 fue de guerra, revolución e intervención en Centroamé-
rica, pero fue también la “década perdida” en términos económicos y so-
ciales. En efecto, en la mayor parte de los países, el estancamiento y el
deterioro económico se conjugaron con un aumento desmesurado de las
desigualdades sociales. Este capítulo ofrece una visión general de la situación econó-
mica y social de los países del istmo desde inicios de la década de los años ochenta.
Si bien es cierto que las guerras golpearon poderosamente las economías de algunos
de los países centroamericanos, también lo es que las tendencias de la economía
mundial incidieron negativamente en la producción, las exportaciones y el comercio
de toda la región. Como resultado, los niveles de pobreza y desempleo aumentaron de
manera sensible y las esperanzas de alcanzar niveles superiores de bienestar social
se frustraron. En aquellos países que sufrieron tanto guerra como crisis económica, el
resultado fue un retroceso de los niveles de desarrollo económico alcanzados hace
décadas, lo cual complica los esfuerzos que tienen que hacerse para iniciar una
recuperación y un desarrollo sostenido.
L
Una imagen de la “década
perdida”.
Historia del istmo centroamericano494
Crisis y deuda
ientras que Centroamérica
iniciaba la década de los
años ochenta en medio de
movimientos revolucionarios
y guerras civiles, en el resto del mundo
empezaba una severa recesión econó-
mica que condujo a una drástica caída
de los precios de los principales produc-
tos de exportación centroamericanos, so-
bre todo, el café. La caída de los pre-
cios internacionales hizo que se redujera
en un tercio la capacidad de importa-
ción de los países del área. Se produjo
lo que los economistas denominan un de-
terioro de los términos de intercambio.
Esto ocurrió en un momento en que
las políticas monetarias impulsadas por
los Estados Unidos condujeron a un au-
mento sin precedentes de las tasas de in-
terés internacionales, lo que, a su vez, pro-
vocó un dramático incremento de los pagos
de la deuda externa de nuestros países.
Se ha estimado que la deuda externa
de Centroamerica (excluida Panamá),
pasó de 4 644 millones de dólares en 1979
a 8 582 millones de dólares en 1981 (da-
tos de la CEPAL). En los años siguientes, la
deuda continuó creciendo: en 1985, el
monto total de la deuda externa centro-
americana (incluida Panamá) era de
17 602 millones de dólares y en 1990
CRISIS ECONÓMICA, DEUDA EXTERNA Y AJUSTE
ESTRUCTURAL
M
La persistencia del atraso
en el campo.
Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 495
había ascendido a 22 426 millones de
dólares (datos del BID). A partir de enton-
ces, los incrementos en la deuda externa
tienen una tendencia moderada si se les
compara con los abruptos saltos de la dé-
cada de los años ochenta.
Al menos un factor adicional debe
ser agregado para comprender el origen
de la situación económica de inicios de
la década de los años ochenta. Se trata
de la denominada “crisis petrolera” de
1979, que se manifestó en un incremento
del precio de los hidrocarburos e incidió
gravemente sobre las finanzas de los go-
biernos y de los consumidores en gene-
ral. La crisis petrolera de 1974 tuvo efec-
tos semejantes sobre la economía de
nuestros países, que son importadores
netos de petróleo.
Como se puede comprender, estos
factores combinados golpearon severa-
mente a las economías de nuestros paí-
ses, los cuales se enfrentaron a serios
problemas de balanza de pagos, a in-
cumplimientos con las obligaciones de la
deuda externa y a una inflación galopan-
te. Para atacar estos problemas, los go-
biernos de los países centroamericanos se
vieron obligados a acudir a organismos
financieros internacionales como el Fon-
do Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial (BM) y a la Agencia para el De-
sarrollo Internacional (AID), quienes se
mostraron dispuestos a suministrar el
apoyo financiero requerido por nuestros
países a condición de que adoptasen las
políticas de ajuste estructural sugeridas por
ellos.
Firma de acuerdo con el BM y
el FMI para Centroamérica.
La “crisis petrolera” de 1979
golpeó severamente
las economías
de Centroamérica.
Historia del istmo centroamericano496
El ajuste
Los programas de ajuste estructural que
sugieren los organismos financieros in-
ternacionales son de dos tipos: los de es-
tabilización y los de ajuste estructural
propiamente dichos. Los primeros son pro-
gramas de corto plazo cuyo objetivo fun-
damental es corregir desequilibrios ma-
croeconómicos tales como el déficit de la
balanza de pagos y la inflación. Estos
programas vinculan a los países con el
FMI, el cual ofrece préstamos a corto pla-
zo a cambio de que se adopten medidas
en relación a la reducción del crédito, a
la liberalización de los precios y a la de-
valuación de la moneda local. Los pro-
gramas de ajuste estructural propiamen-
te dicho son de mediano plazo cuya meta
es reactivar la economía. Para obtener
créditos para estos programas, tanto el
Banco Mundial (BM) como la Agencia
para el Desarrollo Internacional (AID) po-
nen como condición que los países ha-
yan acordado previamente un programa
de estabilización con el FMI. Es por esta
razón que, en la práctica, los programas
de estabilización se convierten en la pri-
mera fase de los programas de ajuste
estructural (PAEs).
Los PAEs descansan en la creencia
doctrinaria de que la economía se acti-
vará si los recursos financieros se dirigen
hacia la empresa privada (que es vista
como el motor del desarrollo económico
y social de un país), si se elimina cual-
quier regulación del mercado por parte
del Estado, si se liberan los precios y las
tasas de interés y se elimina cualquier
mecanismo de control sobre las inversio-
nes. Asimismo, abogan por una mayor
integración de los países al mercado in-
ternacional a través del establecimiento
de tasas de cambio que hagan más com-
petitivas las exportaciones, por la reduc-
ción de las tasas arancelarias proteccio-
nistas, por el establecimiento de incentivos
para las empresas que desean invertir en
la producción de rubros de exportación
a través de la creación de zonas fran-
cas en las cuales se ofrecen amplias
exenciones en materia impositiva. Como
es bien conocido, tanto los programas
de estabilización como los de ajuste es-
tructural se basan en principios doctri-
narios neoliberales.
Los logros del ajuste
En el área centroamericana, Costa Rica,
Panamá y Honduras fueron los primeros
países en recibir préstamos para progra-
mas de estabilización y ajuste estructural.
Maquina para la elaboración
de jugos azucarados, un nuevo
producto de exportación.
Almacenaje de caña
en un ingenio de la región
de Sonsonate.
Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 497
Costa Rica recibió créditos de estabiliza-
ción y ajuste del FMI en los años de 1980 a
1982, 1985 y de 1987 a 1989 y del Ban-
co Mundial en 1983, 1985 y 1989. Pa-
namá recibió créditos de estabilización
y ajuste del FMI en los años de 1980-86 y
del Banco Mundial en 1984 y 1987. Hon-
duras acordó un programa de estabiliza-
ción con el FMI en los años de 1980 a
1981, el cual fue interrumpido por falta
de cumplimiento de las metas acordadas.
Un verdadero y severo programa de
ajuste estructural sólo comenzó en Hon-
duras en el mes de marzo de 1990. La
demora en el ajuste estructural hondureño
tiene mucho que ver con la considerable
ayuda financiera que obtuvo este país de
la AID durante la década de los años ochen-
ta debido a su actitud de colaboración con
la política contrarrevolucionaria de los Es-
tados Unidos en la región.
En Nicaragua se introdujeron pro-
gramas de estabilización en 1982 y 1985
sin mayor impacto. Entre 1988 y 1989,
el régimen sandinista se embarcó en un
programa de estabilización similar a los
exigidos por el FMI. Uno de ajuste estruc-
tural severo se lanzó en 1991 por el régi-
men de la presidenta Violeta Chamorro.
Guatemala también tomó la ruta de los
programas de estabilización a partir del
año 1981. Este fue el primero de cuatro
programas de estabilización que suscri-
bió este país con el FMI a lo largo de la
década de los años ochenta. Todos ellos
se suspendieron por falta de cumplimien-
to de las metas o por no haberse instru-
mentado las medidas previstas. En el año
de 1991, el presidente Serrano Elías ini-
ció una nueva ronda de este tipo de pro-
gramas con el apoyo del FMI. En el caso
de El Salvador, éstos se iniciaron en 1982,
y uno nuevo en el año 1986. En 1989, el
presidente Cristiani se embarcó en un pro-
grama de estabilización y ajuste de ma-
yores proporciones que los anteriores.
En términos generales, los progra-
mas de estabilización y ajuste que se apli-
caron en la región centroamericana tu-
vieron importantes logros en el área
macroeconómica. Lograron controlar y
reducir el déficit fiscal, así como la infla-
ción, crear un ambiente favorable para las
exportaciones, en fin, gestar condiciones
para propiciar un crecimiento económi-
co. Sin embargo, se produjo un profundo
desequilibrio en nuestras sociedades, ya
que estos logros se obtuvieron, como ve-
remos más adelante, con un costo social
muy alto para la mayoría de los habitan-
tes del istmo centroamericano.
Comercio en Nicaragua
Historia del istmo centroamericano498
Los costos del ajuste
s difícil separar el impacto de
la crítica situación económica
de la década de los años ochen-
ta y de las políticas de ajuste
estructural instrumentadas dadas las con-
diciones económicas y sociales de los paí-
ses del istmo centroamericano. En el ám-
bito propiamente económico, hay que
destacar el creciente déficit de la balan-
za de pagos, el peso oneroso del servicio
de la deuda externa sobre las finanzas
públicas y los servicios sociales propor-
cionados por el Estado, la inflación y el
estancamiento relativo de las actividades
productivas. La crisis económica y el ajuste
estructural han conducido a la concen-
tración del ingreso y a una aguda polari-
zación social. Es decir, ambos fenóme-
nos han hecho a los ricos más ricos y a
los pobres más pobres.
El deterioro del nivel de vida de
los estratos medios urbanos y de los nú-
cleos más pobres de nuestros países, que
CRISIS ECONÓMICA, AJUSTE ESTRUCTURAL Y MODELO
DE DESARROLLO
E
Panorámica de la ciudad
de Panamá.
Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 499
constituyen la abrumadora mayoría de
su población, es impresionante. En este
sentido, hay que enfatizar que la crisis
económica y el ajuste estructural no han
afectado por igual a todos. Han golpea-
do, sobre todo, a aquellos núcleos empre-
sariales pequeños y medianos que produ-
cen para el mercado interno, a los
trabajadores asalariados y a los secto-
res de bajos ingresos de nuestras socie-
dades que son conducidos a un estado
generalizado de miseria social. Los prin-
cipales beneficiados de estos procesos
han sido el capital transnacional que se
mueve en nuestros países en una atmós-
fera creciente de desregulación y de re-
ducción de aranceles, los grandes ex-
portadores y los especuladores de toda
laya que han proliferado en los últimos
lustros.
Al empobrecimiento masivo a que
se hace referencia, contribuyen, en bue-
na medida, el deterioro de los salarios
reales de los trabajadores como produc-
to de la devaluación, la inflación y la es-
peculación, así como la rigidez con la cual
el sector gubernamental y el sector priva-
do manejan la cuestión de los reajustes
salariales. Esto último no sucede en el caso
de Costa Rica y Panamá, donde los sec-
tores asalariados recuperaron el nivel del
salario real que tenían antes de la crisis
económica de la década de los años
ochenta.
Pobreza urbana en Panamá
Trabajadores bananeros
en Costa Rica.
Historia del istmo centroamericano500
Inflación y desempleo
La inflación es, sin duda, un duro fla-
gelo que gravita pesadamente sobre las
espaldas de los sectores asalariados y
de los sectores de más bajos ingresos de
nuestras sociedades. Todos los países
del istmo experimentaron durante la dé-
cada de los años ochenta y en lo que
va de la década de los noventa tasas
de inflación sin precedentes. Durante la
primera década, las tasas más altas de
inflación las encontramos en Costa Rica
y Nicaragua. La tasa media de infla-
ción anual en Costa Rica durante la
década de los años ochenta fue 23.5%,
pero la de Nicaragua fue 432%. La de
El Salvador fue 17.2%, la de Guatema-
la 14.6%, la de Honduras 5.4% y la de
Panamá 2.4%. Durante la década de los
años noventa, la tasa de inflación tien-
de a reducirse o a estabilizarse en la
mayoría de los países centroamerica-
nos con la excepción Honduras, en don-
de la inflación ha alcanzado niveles sin
precedentes que lo convierten en el país
que posee la tasa inflacionaria más alta
de la región. Durante el año 1996, la
inflación de Honduras fue 25%, la que
debe ser contrastada con 8% en El Sal-
vador, 10.43% en Guatemala y 11.26%
en Nicaragua.
La crisis económica y el ajuste es-
tructural inciden negativamente en las ta-
sas de desempleo y subempleo en el área
Industria de fertilizantes
en Nicaragua.
Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 501
País Desempleo Subempleo
abierto
Guatemala 6.0% 33.4%
Honduras 8.6% 31.4%
El Salvador 10.0% 45.0%
Nicaragua 23.5% 36.5%
Costa Rica 4.2% 16.8%
Panamá 13.0% 45.0%
centroamericana. Según puede apreciar-
se en el siguiente cuadro, las tasas de des-
empleo abierto y de subempleo para el
año 1995 son las siguientes (según cifras
oficiales):
Seguramente, las tasas de desem-
pleo abierto y de subempleo serían ma-
yores si no fuera por el denominado sec-
tor informal que absorbe importantes
contingentes de población que no encuen-
tra empleo en el sector formal. Al sector
informal nos referiremos más adelante.
El nuevo modelo económico
La crisis económica de inicios de la déca-
da de los años ochenta y las políticas neo-
liberales que se emplearon, y aún se em-
plean, para superarla, están poniendo las
bases de un nuevo modelo de desarrollo
económico y social que: 1) reduce la in-
tervención reguladora del Estado en la
actividad económica; 2) induce a la pri-
vatización de las empresas estatales y
paraestatales; 3) tiende a la liberación de
los precios y de las tasas de interés;
4) busca reducir las políticas de subsidios
al sector industrial de sustitución de im-
portaciones y a los servicios públicos en
general; 5) reduce los aranceles de im-
portación para permitir la libre moviliza-
ción de mercancías y capitales, y 6) esti-
mula la exportación de bienes con los que
es posible hacer transacciones, ya sea con
los productos denominados tradicionales
(café y banano), con los no tradiciona-
les (por ejemplo, melón, ajonjolí, hortali-
zas, frutas y flores) o con los artículos
manufacturados.
Este nuevo modelo de desarrollo es
capaz de producir crecimiento económi-
co en el área centroamericana, como ha
ocurrido en los últimos años, pero a un
alto costo social, ya que, como sugieren
varios analistas, este modelo de desarro-
llo económico y social tiende a concen-
trar los frutos del crecimiento económico
en una pequeña minoría y a distribuir po-
breza y miseria entre las mayorías.
La precariedad de la vida
de la población
centroamericana
en tiempos del ajuste.
El desempleo, consecuencia
de la crisis económica.
Historia del istmo centroamericano502
Industrialización
omo se sabe, el sector industrial
centroamericano sólo comenzó
a desarrollarse a partir de la dé-
cada de los años cincuenta,
cuando la ola de industrialización por sus-
titución de importaciones llegó a la región
después de haber alcanzado a otros paí-
ses de mayor desarrollo relativo del sub-
continente latinoamericano. Pero fue, so-
bre todo, en el período comprendido en-
tre los años sesenta y ochenta que se lo-
gró instalar una determinada capacidad
industrial, se formó y templó una clase
empresarial y se logró una importante
acumulación de conocimiento tecnológi-
co y experiencia gerencial.
En el nuevo medio creado por las
políticas de ajuste estructural, el sector
industrial centroamericano se enfrenta a
serios desafíos que le exigen la supera-
ción de los rezagos tecnológicos, un me-
jor control sobre la calidad de los pro-
ductos fabricados y una mejor gestión en
sus empresas a fin de mejorar su compe-
titividad en el mercado interno y regional
y poder exportar hacia los exigentes mer-
cados de los países altamente desarrolla-
dos. Con este propósito, se ha inscrito en
la agenda de los gobiernos de la región la
denominada reconversión industrial que
avanza a un ritmo relativamente lento en
los diferentes países del istmo. El nuevo
ambiente de competitividad creado por
las políticas de libre mercado, actualmente
en boga, representa ciertamente un de-
safío mucho mayor para la pequeña y
mediana industria de nuestros países que,
a pesar de su rezago tecnológico, repre-
senta una fuente fundamental de empleo
industrial.
INDUSTRIALIZACIÓN Y URBANIZACIÓN
CFábrica de confección
en Morazán, El Salvador.
Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 503
El sector industrial de la región ge-
neralmente se concentra en la principal
ciudad de cada país, y más específica-
mente, en cada una de las capitales cen-
troamericanas. Esto explica, en parte,
la hipertrofia de su desarrollo urbano. La
concentración de las oficinas guberna-
mentales, de las facilidades educativas y
de los servicios de salud son también fac-
tores que deben tomarse en cuenta para
entender el fenómeno de hipertrofia ur-
bana que presentan las capitales de los
países de la región, que, hoy por hoy,
concentran un alto porcentaje de la po-
blación total de cada país. Según datos
disponibles, para 1980, la ciudad de
Guatemala concentraba 19.9% de la
población total del país, Tegucigalpa
10.3%, San José 25.1% y la ciudad de
Panamá 33.3%. Aunque no se dispone
de datos actualizados, es obvio que las
capitales centroamericanas concentran
un alto porcentaje de la población ur-
bana del país respectivo.
Urbanización
En el origen de este fenómeno de con-
centración urbana se encuentran funda-
mentalmente las corrientes migratorias
que, en las últimas décadas, se han dado
desde el campo a la ciudad como pro-
ducto de los cambios en el agro y por la
La migración del campo
a la ciudad se aceleró
con la crisis económica.
Historia del istmo centroamericano504
expectativa de la población rural de me-
jorar su situación, así como por el creci-
miento vegetativo de la población urba-
na propiamente dicha. Investigaciones
recientes destacan el peso de los niños y
las mujeres en las corrientes migratorias
del campo hacia las ciudades en las últi-
mas décadas. Esto ayuda a entender, al
menos en parte, porqué las mujeres re-
presentaban, según datos de finales de
la década de los años ochenta, 51.7% y
los hombres 48.3% de la población ur-
bana del área centroamericana. En el
caso de El Salvador (52.9% mujeres y
47.1% hombres) y Nicaragua (51.9%
mujeres y 48.1% hombres), las cifras de
distribución poblacional por sexo reve-
lan la presencia de importantes despla-
zamientos de población motivados por
los conflictos armados que sacudieron a
esos países. Es éste otro de los factores
que debe ser incorporado al análisis
para entender el fenómeno de las mi-
graciones rural-urbanas en algunos paí-
ses de la región.
Pobreza e informalidad
El proceso de industrialización y la con-
centración urbana que generó en las ca-
pitales centroamericanas y en otros cen-
tros urbanos dio lugar al surgimiento de
nuevas áreas de tugurios, contribuyó al
deterioro del medio ambiente y a la de-
forestación urbana, así como creó serios
problemas de abastecimiento de agua y
de tratamiento de los desechos sólidos.
Pero, sobre todo, estableció las condicio-
nes para el desarrollo acelerado del de-
nominado sector informal de la econo-
mía, que se sitúa como oposición del
Río contaminado
Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 505
llamado sector formal o moderno que, a
juicio de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT) dedicada al estudio del
empleo “se caracteriza por el lado de la
demanda de mano de obra por la exis-
tencia de puestos de trabajo en empresas
organizadas y de servicios personales de
los estratos de mayores ingresos, y, por
el lado de la oferta, abarca a las perso-
nas más calificadas y con mayor expe-
riencia”. Los trabajadores del sector for-
mal o moderno se hayan también
insertos en modernos sistemas de segu-
ridad social.
El sector informal, en cambio, está
compuesto por aquellas personas que de-
sarrollan actividades por cuenta propia,
los que trabajan en pequeñas empresas
y los que prestan servicios personales ubi-
cados en áreas de baja productividad.
Sin embargo, parece ser que el comercio
es la actividad del mayor número de los
trabajadores insertos en el sector infor-
mal. Ésta es, al menos, la situación de Te-
gucigalpa y Managua en las que los tra-
bajadores del sector informal ubicados en
el comercio representaban para finales
de la década de los años ochenta hasta
70% del empleo total. El grueso de los
trabajadores por cuenta propia se dedi-
can al comercio. Ellos obtienen, por re-
gla general, bajos salarios y no tienen ac-
ceso a la seguridad social.
El sector informal urbano tiene una
gran significación a nivel de la población
económicamente activa (PEA) de las áreas
metropolitanas del istmo centroamerica-
no. Según datos de finales de la década
de los años ochenta, se encontraban em-
pleados en el sector informal 47% de la
PEA metropolitana de Managua, 22.1%
de la de San José, 29.9% de la de Tegu-
cigalpa, 29.6% de la de San Salvador y
33.0% de la ciudad de Guatemala. Se
puede decir con toda certeza que el sector
informal capta buena parte del exceden-
te de población que no encuentra ocupa-
ción en el resto de la economía urbana.
Se ha dicho que en el caso de algunos
microempresarios, representa la búsque-
da de una cierta utópica independencia
laboral.
Calle del mercado
de Comayagüela, Tegucigalpa.
La expansión del sector
informal, Mercado Oriental en
Managua.
Historia del istmo centroamericano506
La pobreza estructural
a pobreza es un problema es-
tructural. Está estrechamente li-
gada a la distribución desigual
del ingreso que genera el mo-
delo de desarrollo económico y social ex-
cluyente que han adoptado nuestros paí-
ses. Según datos compilados por la
UNICEF, en el período comprendido entre
los años 1980-1991, 20% de la pobla-
ción de mayores ingresos en Costa Rica
recibió 51% del ingreso nacional, en tan-
to que 40% de la población de menores
ingresos recibió 13%. Este patrón de dis-
tribución del ingreso es mucho más agu-
do en Panamá (20% de los más ricos re-
cibieron 60% del ingreso nacional y 40%
de los más pobre 8%), en Guatemala
(20% de los más ricos recibieron 63%
del ingreso nacional y 40% de los más
pobres 8%) y en Honduras (20% de la po-
blación más rica recibió 60% del ingre-
so nacional y 40% de los más pobres
9.6%). Después de Brasil, Honduras y
Guatemala son los países de América La-
tina en los que la distribución del ingre-
so es más desigual. Panamá ocupa el
quinto lugar.
Al igual que en otras áreas de
América Latina, la pobreza en el istmo
centroamericano continúa ubicada en el
ámbito rural en mayor proporción que en
POBREZA Y CRISIS SOCIAL
L
Niños y mujeres, principales
víctimas de la pobreza
estructural.
Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 507
otros, aunque ha disminuido, por ejem-
plo, en relación a la pobreza de inicios
de la década de los años cincuenta,
cuando los países centroamericanos eran
todavía abrumadoramente rurales. En
Costa Rica (datos de 1990), 25% de la
pobreza es urbana y 27% es rural. En El
Salvador (datos de 1992), 50% de la po-
breza es urbana y 65.3% es rural. En Hon-
duras (datos de 1990), 70% de la pobre-
za es urbana y 88% es rural. En Panamá
(datos de 1990), 41% de la pobreza es
urbana y 57% es rural. En Guatemala (da-
tos de 1990), 53% de la pobreza es ur-
bana y 78% es rural. La compilación de
la UNICEF que estamos utilizando para
reproducir estas cifras, no contiene datos
sobre Nicaragua.
Hoy, como ayer, la pobreza rural
se encuentra fundamentalmente ubicada
entre los agricultores de subsistencia y en
los millares de jornaleros mal pagados
que deambulan por el agro centroameri-
cano. La pobreza urbana, en cambio, se
nutre básicamente de las corrientes mi-
gratorias del campo a la ciudad y del cre-
cimiento vegetativo de los hogares ur-
banos más pobres que se ubican, por
regla general, entre los trabajadores asa-
lariados del sector informal, los denomi-
nados trabajadores por cuenta propia y
otros tipos de trabajadores subemplea-
dos que perciben ingresos exiguos. Vis-
tas las cosas desde una perspectiva de
género, los datos disponibles para la re-
gión centroamericana muestran que los
niveles más altos de pobreza se encuen-
tran en aquellos hogares que tienen como
jefes de familia a mujeres solas.
Es necesario reconocer que la ca-
tegoría de pobre, como se ha utilizado
hasta ahora, esconde el hecho bien co-
nocido de que buena parte de los pobres
centroamericanos viven en condiciones de
extrema pobreza o indigencia, esto es,
que obtienen ingresos que están muy por
debajo del costo de los alimentos de la
canasta básica y de otros servicios esen-
ciales para llevar una vida digna y deco-
rosa. Según datos de 1985, de los por-
centajes de habitantes considerados
pobres, una gran proporción vivía en con-
diciones de extrema pobreza o indi-
gencia: en Guatemala del 82.5% y 64%;
en El Salvador de 86.9%, 51.4%; en Hon-
duras de 78.8%, 56.9%; en Nicaragua
de 68.7%, 37.7%; en Costa Rica de 28%,
15.7%, y en Panamá del 40.0%, 22.6%.
Vendedores indígenas
La niñez en busca
del sustento.
Historia del istmo centroamericano508
La lucha contra la pobreza
Como ha señalado un prestigioso ana-
lista de la región, la pobreza y la mise-
ria han sido datos de nuestra historia.
Lo que impresiona es la forma en que
ha crecido y se ha profundizado en esta
época de ajustes estructurales. Sin em-
bargo, es necesario reconocer en estos
programas una preocupación por la
agudización del fenómeno, que inten-
tan reducir mediante los programas de
compensación social, para cuya ejecu-
ción se han creado instituciones diferen-
tes a las tradicionalmente dedicadas a
atender las políticas sociales de los go-
biernos centroamericanos. Entre estas
instituciones destacan los Fondos de In-
versión Social que se originaron en la
experiencia boliviana de ajuste estruc-
tural de la economía. Hay Fondos de
Inversión Social en Honduras, El Salva-
dor y Guatemala.
Los efectos de la pobreza
La pobreza y la extrema pobreza han sido
caldo de cultivo propicio para la repro-
ducción del analfabetismo, la prostitución,
las relaciones incestuosas, la delincuencia
y la violencia social en general. Puede
decirse con certeza que el incremento de la
pobreza y la extrema pobreza de los últi-
mos años está estrechamente asociado al
salto exponencial de la delincuencia y la
criminalidad que se vive en la región lo
que, como es obvio, coloca en lugar pre-
ferente de los debates la cuestión de la
inseguridad ciudadana. Los asaltos a
mano armada, ya sea en las calles o en
los medios de locomoción colectiva, son
parte de la realidad cotidiana en las áreas
metropolitanas de los países del istmo. En
unas más que en otras, ésta u otras for-
mas de delincuencia están presentes en
las capitales centroamericanas. Se ha
vuelto también un dato importante de la
realidad metropolitana la presencia de
bandas juveniles, “las maras” en la ter-
minología de algunas capitales centro-
americanas, que se asocian para delin-
quir, vender o consumir drogas o para
otros menesteres asociados a la fantasía
juvenil.
Rafael Barela, Rostros,
acrílico sobre tela.
Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 509
La inseguridad ciudadana
Pero junto a estas formas de violencia
social, que pueden encontrar un sustra-
to explicativo en la pobreza y el desem-
pleo, hay otras formas de violencia or-
ganizada que dominan los titulares de
los principales rotativos de la región y
que llenan las páginas dedicadas cre-
cientemente a la nota roja. Estamos ha-
blando de las bandas organizadas de
ladrones de automóviles, de los asaltan-
tes de bancos y residencias de personas
de altos ingresos.
Para entender los actos delictivos
de esta naturaleza, hay que incorporar
al análisis variables tan importantes como
la impunidad, que favorece el desarrollo
de conductas que, utilizando un lenguaje
propiamente sociológico, denominaría-
mos anómicas. Estas conductas, según el
sociólogo norteamericano Robert K. Mer-
ton, tienen que ver con el hecho de que
vivimos en sociedades que ponderan el
éxito económico pero que no proveen a
la mayoría de las personas de los medios
legítimos para obtenerlo y poder osten-
tarlo. La impunidad está claramente aso-
ciada a un sistema judicial corrupto y
complaciente con los ricos y poderosos
de toda laya.
Estas conductas delictivas también
pueden explicarse por la considerable
cantidad de armas de fuego de alta po-
tencia que dejaron en el área las guerras
civiles de la década de los años ochenta.
Hay países, como Honduras, por ejem-
El incremento de la pobreza
está estrechamente asociado
con la delincuencia
y la criminalidad.
plo, donde los fusiles AK-47 son tan co-
rrientes como lo fueron en otros tiem-
pos las pistolas calibre 22. El hecho de
que los presidentes del área reunidos en
Tegucigalpa hacia finales del mes de ene-
ro de 1997 decidieran firmar un acuer-
do en el que se comprometen a “iniciar o
continuar en sus países planes naciona-
les de recolección de armas y explosivos,
con la finalidad de erradicar la tenencia
ilícita de los mismos”, porque ponen “en
riesgo la seguridad ciudadana, la esta-
bilidad política y el desarrollo económi-
co”, habla claramente de la importancia
que se le concede a esta cuestión en la
región.
Historia del istmo centroamericano510
n este capítulo se trató de mostrar la estrecha relación que existió entre la
crisis económica de inicios de la década de los años ochenta y los progra-
mas de estabilización y ajuste que se aplicaron para enfrentarla. Dicho en
pocas palabras, estos programas están sentando las bases de un nuevo
modelo de desarrollo económico y social fundamentado en las tesis del libre mercado
que implican la eliminación de la acción reguladora del Estado sobre la economía, la
privatización de las empresas paraestatales, la reducción de los aranceles proteccio-
nistas y el fomento de la exportación de viejos y nuevos productos. Aunque no se
dispone de datos suficientemente claros y contundentes, es un hecho corrientemente
aceptado que el modelo de desarrollo económico y social que auspician los progra-
mas de ajuste está concentrando los frutos del crecimiento económico en los sectores
de más altos ingresos y distribuyendo pobreza y marginalidad en los sectores mayo-
ritarios de nuestras sociedades.
A las transformaciones estructurales creadas por los programas de ajuste
económico que datan de inicios de la década de los años ochenta, se agregan las
derivadas de la dinámica, de más largo plazo, del proceso de industrialización, de
urbanización y de crecimiento del sector informal, así como la agudeza que pre-
sentan hoy los seculares problemas de la delincuencia y de la violencia social, los
que ponen en serias dudas la seguridad ciudadana.
CONCLUSIÓN
E
Guerra y pobreza son
inseparables.
Sandra Eleta
Anastaio y Polle
Fotografía
s/f
Panamá
Actores sociales, cultura e integración 515
INTRODUCCIÓN
ste capítulo traza un panorama general de los movimientos sociales del
istmo. Empieza con los movimientos sociales más antiguos para pasar lue-
go a los nuevos movimientos sociales que le están concediendo un nuevo
cariz a nuestras sociedades. Se estudian después algunas de las más im-
portantes transformaciones culturales que vive la región y se finaliza con un escruti-
nio, un tanto detallado, de uno de los fenómenos más esperanzadores de nuestros
tiempos: las cumbres presidenciales.
En su camino de ingreso al nuevo milenio el istmo ha cambiado profunda-
mente. Se viven profundas mutaciones culturales y la emergencia de nuevos actores
sociales.
Tales transformaciones tienen como telón de fondo los inmensos desafíos que el
nuevo milenio pone delante de la región: la integración de un mundo globalizado
con la voluntad de consolidar la democracia y de luchar contra la pobreza y la
desigualdad social.
E
Movimiento estudiantil
Historia del istmo centroamericano516
os sindicatos han jugado un
papel vital en la historia social
y política moderna de Centro-
américa. Ellos han sido prota-
gonistas de primera línea en la intensa
lucha por los derechos civiles, políticos y
sociales. Sobre todo, a partir de los años
cincuenta del presente siglo en que se
inició la modernización económica, so-
cial, política e institucional de los países
de la región.
El triunfo de la revolución sandi-
nista, en julio de 1979, marcó una clara
línea en la historia de los sindicatos del
istmo centroamericano y de otras orga-
nizaciones del movimiento popular que
datan de la década de los años sesenta o
setenta, como las organizaciones de cam-
pesinos y pobladores.
En el caso de Nicaragua, el análi-
sis del triunfo de la revolución sandinista
es fundamental para entender el consi-
derable desarrollo y protagonismo que
alcanzaron las organizaciones populares
ligadas al Frente Sandinista de Liberación
Nacional (FSLN) que asumió el gobier-
no. Este fue el caso de la Central Sandi-
nista de Trabajadores (CST), que agru-
paba a obreros industriales y empleados
estatales. Es también lo que ocurrió con
la Asociación Nacional de Agricultores
y Ganaderos (UNAG), que aglutinaba a
LOS SINDICATOS Y EL MOVIMIENTO POPULAR
LEntierro de estudiantes
asesinados por la Guardia
Nacional Nicaragüense, 1978.
Manifestación sindical
en la Plaza de la Democracia,
San José, Costa Rica.
Actores sociales, cultura e integración 517
pequeños y medianos productores del
agro, y de los Comites de Defensa Sandi-
nista (CDS), que organizaban territorial-
mente a los pobladores urbanos. Estas or-
ganizaciones actuaron como una especie
de correa de transmisión de las directri-
ces que emanaban del FSLN.
Algo semejante puede decirse en
el caso de El Salvador. El Frente Farabun-
do Martí para la Liberación Nacional
(FMLN) buscó la unidad de aquellas orga-
nizaciones obreras y campesinas, en las
cuales tenía influencia, para que actua-
ran como una especie de brazo social del
frente. Fruto de estos esfuerzos, fue la
creación de la Unión Nacional de Traba-
jadores Salvadoreños (UNTS) y la Unión
Nacional Obrera-Campesina (UNOC).
Estas dos organizaciones, creadas en
1986, se unieron en 1990 para crear la
Intergremial, uno de los esfuerzos de uni-
ficación más ambiciosos de los trabaja-
dores salvadoreños. Los núcleos guerri-
lleros guatemaltecos y la izquierda orga-
nizada de ese país en general, lograron
también estimular, en una dimensión me-
nor que la del FSLN y del FMLN, importan-
tes organizaciones en su país, como fue-
ron la Unidad de Acción Sindical y
Popular (UASP) y el Consejo Unitario de
Trabajadores (CNUT).
Miembros de la Dirección
Nacional del FSLN.
Calle en Guatemala
Historia del istmo centroamericano518
El sindicalismo moderado
En los demás países del istmo, también
se desarrollaron durante este tiempo im-
portantes agrupaciones políticas y se dio
una cierta polarización entre los núcleos
del movimiento popular que se movili-
zaban en apoyo solidario a los revolu-
cionarios de Nicaragua, El Salvador y
Guatemala y todos aquellos que se les
oponían. Estas últimas organizaciones,
la mayoría de las cuales estaban ligadas
a la Organización Regional Interameri-
cana de Trabajadores (ORIT), al Instituto
Americano para el Desarrollo del Sindi-
cato Libre (IADSL) o al movimiento social-
cristiano, ensayaron variadas políticas
de acercamiento con sus respectivos go-
biernos para contribuir a neutralizar, por
la vía del aislamiento relativo, el radica-
lismo de los identificados con la lucha
revolucionaria en la región. En algunos
países, esta combinación de radicalis-
mo, aislamiento relativo y persecución
política, condujo a una importante san-
gría en el movimiento popular del área,
que tuvo que asistir al asesinato y/o
desaparición de algunos de sus cuadros
más experimentados. Esto último es cier-
to, sobre todo, para Guatemala y Hon-
duras.
Es necesario reconocer que, a pe-
sar del giro dado por la ORIT hacia posi-
ciones socialdemócratas a inicios de los
años ochenta, en la práctica los sindica-
tos afiliados a ella en la región fueron
llamados a la moderación y a evitar mo-
lestas y riesgosas coincidencias con los
sindicatos más abiertamente influidos por
los alzados en armas o por la izquierda
organizada, en general. Después de los
años de radicalismo político, en varios paí-
ses de la región se asiste a novedosos en-
cuentros entre sindicatos de variadas leal-
tades ideológicas.
Los problemas
del sindicalismo
En los años más recientes, los sindicatos
centroamericanos han tenido que enfren-
tarse a las duras realidades del ajuste
estructural y a ciertas debilidades que no
se visualizaban con claridad en los años
de la euforia revolucionaria o contrarre-
volucionaria. Estas debilidades derivan,
entre otras cosas, del estrechamiento de
su base de reclutamiento debido al creci-
miento acelerado del sector informal, de
Licorera, fuente de trabajo
Actores sociales, cultura e integración 519
su estructura conformada básicamente
por empresas y no por industrias, y en
los vicios acumulados del burocratismo.
Se originan en la hostilidad doctri-
naria que se advierte en los círculos gu-
bernamentales y empresariales contra los
sindicatos, que ven en estas organizacio-
nes fuentes de distorsión de las fuerzas
del libre mercado. Lo propio han tenido
que sufrir las organizaciones campesinas
y/o cooperativas que ven reducido su po-
tencial por las tesis del individualismo
neoliberal vigente, así como los pobla-
dores que se ven afectados por las políti-
cas de restricción del gasto social guber-
namental. El fin de la guerra fría ha
tenido, por supuesto, un impacto des-
orientador en la conciencia y la práctica
de los sectores del movimiento popular
organizado, quienes estaban más abier-
tamente identificados con las políticas
redistributivas del Estado populista y be-
nefactor y con la izquierda centroameri-
cana organizada.
A pesar de las debilidades estruc-
turales enunciadas y de un entorno re-
lativamente desfavorable, las organiza-
ciones sindicales, campesinas y de
pobladores siguen siendo en los últimos
años un factor decisivo en las jornadas de
concertación social presentes en las agen-
das de los gobiernos de la zona. A nivel
regional, las posiciones del movimiento
popular se han reflejado en los plantea-
mientos de organizaciones tales como la
Coordinadora Centroamericana de Tra-
bajadores (COCENTRA) y la Asociación de
Organizaciones Campesinas Centroame-
ricanas para la Cooperación y el Desa-
rrollo (ASOCODE).
Huelga de empleados
Historia del istmo centroamericano520
a crisis de los años ochenta en
el istmo y un entorno interna-
cional favorable le dieron gran
notoriedad a las luchas de de-
terminados sectores sociales. Se trata,
en algunos casos, de antiguos grupos
sociales relegados en las últimas déca-
das, tal es el caso de los pueblos indí-
genas. También tienen un papel impor-
tante algunos movimientos sociales de
reciente configuración, tales como el mo-
vimiento feminista, el ecologista y el de
los derechos humanos.
La cuestión étnica
En Nicaragua, la revolución sandinista
puso en la agenda del día la cuestión
étnica al urgir a los misquitos a unirse a
las organizaciones de base, y así ocurrió
al principio. Los misquitos, que represen-
tan alrededor de 5% de la población total
del país, se incorporaron a organizacio-
nes sandinistas de base y al Consejo de
Estado. Pero, a causa de malos entendi-
dos y de intereses encontrados entre la
organización de los misquitos (MISURATA)
y el régimen sandinista, se produjo una
confrontación abierta que alineó a impor-
tantes núcleos misquitos al lado de los an-
tisandinistas durante varios años. Con el
objeto de cortar la colaboración de los
misquitos con los rebeldes antisandinis-
tas, el ejército gubernamental trasladó,
en el año de 1982, a 16 comunidades
misquitas de las riberas del río Coco y
las ubicó en cinco asentamientos a unas
50 millas de la frontera con Honduras.
Este hecho indujo a centenares de mis-
quitos a huir a ese país y a ostentar la
condición de refugiados de guerra.
En noviembre de 1984, el régimen
sandinista en una declaración pública
anunció su propósito de conceder el de-
recho a la autonomía a los pueblos mis-
quitos de la costa atlántica, así como me-
didas conciliatorias como la liberación
de los presos, la eliminación del requisi-
to de portar identificación, la reubica-
ción de los pobladores del río Coco y
otras. Esta voluntad política públicamente
manifestada se materializó posterior-
NUEVOS ACTORES Y MOVIMIENTOS SOCIALES
L
Misquitas navegando
en el Río Grande
de Matagalpa.
Actores sociales, cultura e integración 521
mente en la Ley de Autonomía de la Cos-
ta Atlántica que se emitió en junio de
1987, con el beneplácito de los grupos
misquitos que habían aprobado su ante-
proyecto en una gran asamblea pública
celebrada en abril del mismo año. Esta
ley, como ha señalado un autor, consti-
tuyó un importante hito en el tratamien-
to jurídico y político de los problemas
étnico culturales en una nación centro-
americana.
En el caso de Guatemala, en don-
de existen al menos veintiún pueblos in-
dígenas que representan, según algu-
nos autores, 45% o 66% de la población
total del país según otros, la cuestión
indígena resurgió dramáticamente ha-
cia finales de la década de los años se-
tenta debido al desarrollo del movimien-
to insurgente en áreas densamente
pobladas por ellos. Esto los colocó en
el centro de la estrategia de contrain-
surgencia diseñada por el ejército gua-
temalteco para enfrentarse a la amena-
za guerrillera. Entre 1980 y 1983, los
efectivos del ejército y sus colaborado-
res destruyeron 440 villas indígenas a
las que consideraban como semilleros
de la insurgencia, con un costo estima-
do de más de 20 000 civiles indígenas
muertos.
En este proceso, fueron desarrai-
gados más de un millón de personas des-
de la zona del altiplano a otras áreas del
país, lo que provocó un éxodo masivo de
refugiados hacia México. Se estima que
unos 54 000 pobladores desaparecie-
ron o murieron en los bombardeos a sus
lugares de residencia. La represión con-
tra los indígenas guatemaltecos adqui-
rió así las dimensiones de un verdade-
ro genocidio, que se combinó con una
estrategia de integración que llevó, por
ejemplo, en el régimen de Ríos Montt a
permitir a representantes indígenas el
acceso a cargos públicos y al Congreso
Nacional. En este contexto, el Premio
Nobel de la Paz concedido a Rigoberta
Menchú se debe ver como un reconoci-
miento internacional al holocausto de los
pueblos indígenas guatemaltecos y del
mundo entero.
Refugiados salvadoreños
Cooperativa de refugiados
salvadoreños en Honduras.
Historia del istmo centroamericano522
Los derechos de los pueblos
indígenas
En los demás países de la región, la cues-
tión étnica no ha alcanzado el dramáti-
co perfil que se observa en Nicaragua
y Guatemala, posiblemente por la tem-
prana atención que el Estado le dispen-
só al asunto al crear zonas indígenas
al estilo de las reservaciones de indios
norteamericanos. Estos son los casos de
Panamá y Costa Rica. En este último
país, la población indígena, la más baja
de Centroamérica, representa apenas
1% del total de la población del país.
Puede deberse también a la ausencia
de una población étnica claramente
identificada por la pérdida de atribu-
tos culturales como el lenguaje. Estos
pueden ser los casos de El Salvador y
parcialmente de Honduras. En general,
se puede atribuir a la combinación de
estos factores con estimulantes de la re-
acción indígena, como han sido en el
caso centroamericano, el genocidio y
la guerra civil.
Sin embargo, estamos asistiendo en
todos los países de la región, en los años
noventa, a una creciente movilización de
los pueblos indígenas que plantea deman-
das relacionadas en primer lugar, con su
situación de pueblos históricamente pos-
tergados por los servicios sociales del Es-
tado; en segundo lugar con la defensa
de las tierras en que secularmente han
vivido, hoy en día amenazadas por el de-
sarrollo capitalista y/o por la voracidad
de los terratenientes, y por último, con el
respeto a su identidad cultural. Un impor-
tante factor de movilización en los últi-
mos años ha sido el Quinto Centenario
del Descubrimiento del Continente Ame-
ricano. En un sentido semejante, ha ac-
tuado el Convenio 169 de la Organiza-
ción Internacional del Trabajo (OIT) sobre
los Derechos de los Pueblos Indígenas y
Tribales de Países Independientes (1989).
Costa Rica fue el primer país centroame-
ricano en ratificar este convenio. Otros
países de la región, como Honduras lo han
hecho después. Sin embargo, la experien-
cia demuestra que hay una gran distancia
entre la ratificación de un instrumento jurí-
dico internacional como el que nos ocupa
y su aplicación escrupulosa. Hay fuertes in-
tereses materiales y culturales que conspi-
ran contra su recta aplicación.
Las luchas de las mujeres
Las mujeres han representado tradicional-
mente alrededor de la mitad de la pobla-
ción total del istmo centroamericano. Sin
embargo, sus derechos esenciales históri-
camente se han postergado en socieda-
Indígenas guatemaltecos
Indígena de Panamá
Actores sociales, cultura e integración 523
des como las nuestras, caracterizadas por
seculares patrones de machismo que im-
pregnan la legislación y los diferentes es-
pacios de la vida cotidiana.
Sin lugar a dudas, un logro funda-
mental de las mujeres centroamericanas
fue adquirir el derecho al voto, obtenido
en todos los países de la región en los
años posteriores a la Segunda Guerra
Mundial. A pesar de esta conquista que
les permitió tener voz en la selección
de autoridades políticas, las mujeres no
están suficientemente representadas en
los altos cargos de la administración es-
tatal. En este sentido, hay que destacar
la figura de la ex presidenta de Nicara-
gua, doña Violeta Chamorro, que es la
primera mujer centroamericana en osten-
tar tan alta investidura. Es un hecho reco-
nocido en los tiempos que vivimos, que
un creciente número de mujeres desem-
peñan eficientemente posiciones gerencia-
les y ejecutivas en el sector privado de la
economía centroamericana.
El movimiento feminista centro-
americano, que comenzó a perfilarse con
claridad a partir de la década de los años
setenta, ha ido logrando, en forma lenta
pero segura, destacar notablemente en la
vida de nuestros países. En este sentido
hay que reconocer que, como se ha plan-
teado en otras latitudes del continente, a
pesar del hecho de que el movimiento
feminista en sí tiene una capacidad de
convocatoria escasa, su presencia ha evi-
denciado la problemática de las muje-
res en el conjunto de la sociedad. Esto
les ha permitido obtener nuevos espa-
cios para expresar demandas y mate-
rializar proyectos de los distintos secto-
res de la población femenina. La decisión
de la Organización de las Naciones
Unidas de declarar el período compren-
dido entre 1976 y 1985 como el dece-
nio de la mujer, contribuyó en buena
medida, a potenciar las luchas de las
mujeres de la región. Este es un dato
fundamental para entender el apoyo fi-
nanciero que han recibido un conjunto
de iniciativas de la sociedad civil orien-
tadas a apoyar el trabajo de las mujeres
y dar relieve a su importancia en las ac-
tividades productivas y reproductivas. En
general, estas iniciativas han contribui-
do a crear una mayor conciencia en la
sociedad en su conjunto del papel cru-
cial de las mujeres en la vida de nues-
tros pueblos.
Rigoberta Menchú, Premio
Nobel de la Paz.
Violeta Barrios de Chamorro
Historia del istmo centroamericano524
Género y política
Las luchas feministas por la igualdad de
derechos y por mayor participación so-
cial están conduciendo a importantes
modificaciones en la legislación social
centroamericana. En este sentido, un hito
fundamental fue la Ley de Promoción So-
cial de la Mujer de Costa Rica que aprobó
la cámara legislativa de ese país, en el
mes de marzo de 1990. Legislaciones so-
ciales protectoras de los derechos de la
mujer han sido aprobados en los demás
países centroamericanos. La literatura que
intenta llamar la atención sobre los exce-
sos sexistas de nuestras sociedades ha in-
troducido el concepto de género, uno de
las palabras básicas del léxico de nues-
tro tiempo.
El movimiento ecologista
La defensa del ambiente ha auspiciado
en los países del istmo la emergencia de
un movimiento social de reciente crea-
ción como es el movimiento ecologista.
La base de sustentación del ecologismo
moderno se encuentra en la preocupa-
ción creciente por la reducción de la
capa de ozono, la contaminación am-
biental y la necesidad de proteger la bio-
diversidad del planeta.
En esta materia, son también im-
portantes las posiciones adoptadas por
la Organización de las Naciones Unidas.
Fue este alto organismo mundial el que
creó la Comisión Mundial para el Medio
Ambiente y el Desarrollo presidida por la
primera ministra de Noruega, la señora
Gro Harlem Brundtland. El informe de la
Comisión Brundtland, como también se le
conoce, fue publicado en el año de 1987
y se convirtió en la partida de nacimiento
del concepto de desarrollo sostenible o sus-
tentable. Se trata, como se sabe, de otro
de los conceptos fundamentales del léxi-
co de nuestro tiempo. La noción de de-
sarrollo sostenible o sustentable propor-
cionó una bandera de lucha a los
ecologistas porque plantea el problema
urgente de la explotación de los recursos
naturales sin su aniquilación definitiva.
Al igual que en otras latitudes, el
movimiento ecologista está constituido por
un conjunto de agrupaciones de carácter
multiclasista e intersectorial que se movili-
zan en contra de los estilos de desarrollo
que contaminan el ambiente y destruyen
la biodiversidad de la región. La preocu-
pación ecologista forma también parte de
la agenda de los gobiernos del istmo que
han creado instituciones estatales para
atender la urgente cuestión del desarrollo
sostenible o sustentable. Sin embargo, el
ambientalismo surgido de la sociedad ci-
vil, puede convertirse en la práctica en un
Las tortugas en peligro
de extinción.
La contaminación ambiental,
un problema que es necesario
solucionar de inmediato.
Actores sociales, cultura e integración 525
movimiento social cuestionador de la ló-
gica del mercado y de las decisiones de
los gabinetes gubernamentales orientadas
por la racionalidad del crecimiento eco-
nómico. Estos son, por ejemplo, los casos
de los ecologistas que se oponen al culti-
vo del camarón de exportación que des-
truye los manglares del Pacífico, de los
que luchan por proteger a las tortugas
marinas o de los que se oponen a la cons-
trucción de una refinería en la costa cari-
beña de Honduras para evitar la conta-
minación ambiental en áreas de gran
potencial turístico. En suma, el movimiento
ecologista promueve nuevos estilos de de-
sarrollo compatibles con la aspiración bá-
sica del desarrollo sostenible de garanti-
zar a las futuras generaciones un mundo
con especies naturales y animales que han
sido fundamentales para la biodiversidad
del planeta y la reproducción de la vida
humana.
La lucha por los derechos
humanos
La guerra civil, la represión sistemática de
los opositores, la “desaparición” de per-
sonas y el asesinato político crearon las
condiciones para que, a inicios de la dé-
cada de los años ochenta, surgiera un vi-
goroso movimiento de defensa de los de-
rechos humanos. Durante estos años, se
organizaron en los países del istmo más
afectados por estos fenómenos, comités o
comisiones nacionales para la defensa de
los derechos humanos. Estos organismos
crearon posteriormente la Comisión para
la Defensa de los Derechos Humanos en
Centroamérica (CODEHUCA), organismo
que más destaca en la región en esta mate-
ria, y que surgió de la sociedad civil. Tam-
bién son importantes las organizaciones
creadas por los familiares de los “desapa-
recidos” y los asesinados por los cuerpos
represivos del Estado o por bandas para-
militares. Por ejemplo, el Comité de Fami-
liares de Desaparecidos de Honduras (CO-
FADEH) y la Coordinación Nacional de
Viudas de Guatemala (CONAVIGUA).
Las luchas de las organizaciones
comprometidas en la defensa de los de-
rechos humanos se han potenciado por
la actividad de Amnistía Internacional,
una agrupación mundial, que lucha por
la liberación de las personas encarcela-
das a causa de sus convicciones, de su
color, sexo, origen étnico o religión; por
la defensa de los derechos de los presos
políticos y contra la pena de muerte, la
tortura y todo trato cruel, inhumano o
degradante de que sean objeto los que
están en prisión en todo el mundo. En
los tiempos que vivimos, la defensa de los
derechos humanos se ha convertido en
una cuestión verdaderamente legítima,
y existen hoy en día una variedad de
entidades gubernamentales y no guber-
namentales que se ocupan de esta pro-
blemática. Es tal la legitimidad de los de-
rechos humanos que su enseñanza forma
parte de los programas de los centros
educativos de la región.
Manifestación por la paz
en El Salvador.
Historia del istmo centroamericano526
Podemos considerar los derechos huma-
nos como el mínimo indispensable de
libertades que han de ser respetadas
obligatoriamente por los poderes públi-
cos y por los individuos. Son facultades
consubstanciales al ser humano que ha
de ejercer para poder satisfacer sus ne-
cesidades individuales y sociales, tanto
físicas como individuales. Son un marco
de referencia, por encima de costumbres
y leyes locales, a partir del cual se legiti-
man las actuaciones del Estado.
Desde el punto de vista de los de-
rechos humanos, las últimas dos déca-
das del siglo XX pueden ser consideradas
por los centroamericanos como una épo-
ca de avances impresionantes y de luces
intensas, pero también de sombras y du-
das. Y es que las transformaciones y
avances democráticos vividos por las na-
ciones centroamericanas han abierto
también nuevos retos, interrogantes y de-
safíos en materia de derechos humanos.
Un examen atento muestra que los
pueblos de Centroamérica han obteni-
do, como nunca, el reconocimiento for-
mal de todos sus derechos. Las cartas
constitucionales de todos los países de-
dican diversos artículos, y hasta aparta-
dos completos, a establecerlo así. Adi-
cionalmente, entre sus primeros actos, los
gobiernos democráticos se apresuran a
firmar y ratificar convenciones, pactos y
tratados internacionales, que completan
la protección ofrecida por la Constitu-
ción y las leyes nacionales. Más impor-
tante aún que haber conseguido el re-
conocimiento formal de los derechos
humanos de los hombres, mujeres, ni-
ños y niñas de Centroamérica, es el
hecho de que las brutales prácticas de
terror, intimidación y exterminio de al-
gunos gobiernos dictatoriales y milita-
res, han cesado.
Como nos explica el historiador
Edelberto Torres-Rivas, sólo en la dé-
cada de los años ochenta del presente
siglo murieron en Centroamérica, como
resultado de la guerra y de la violencia
política, unas 270 000 personas, y más
de un millón de centroamericanos se
vieron obligados a desplazarse a otros
países o a regiones alejadas dentro de
su propio país. En tiempos recientes,
gracias a la paz y al respeto a los de-
rechos humanos, grandes contingen-
tes de personas que se vieron que
abandonaron sus sitios de trabajo y
residencia, han podido regresar a ellos
y empezar a rehacer sus vidas.
Otras áreas en las que la pacifi-
cación y democratización en Centro-
américa ha traído un avance significati-
vo en materia de derechos humanos son
SOBRE DERECHOS HUMANOS
Actores sociales, cultura e integración 527
la libertad de expresión, las libertades sin-
dicales y el reconocimiento de los dere-
chos de los pueblos indígenas. Durante
los gobiernos dictatoriales, numerosos
diarios, emisoras de radio y programas
de televisión fueron censurados o clausu-
rados, y muchos periodistas pagaron con
su vida su desafío a la ley del silencio.
Algo parecido puede decirse de las liber-
tades sindicales y del derecho a la libre
asociación; bajo los regímenes dictato-
riales, así como en el marco de las gue-
rras, miles de miembros y líderes de or-
ganizaciones sindicales fueron víctimas
de violaciones a sus derechos humanos.
Uno de los aspectos más positivos
y esperanzadores es el creciente reco-
nocimiento al derecho a vivir, educarse
y trabajar de acuerdo con sus costum-
bres, lengua y tradiciones, que obtuvie-
ron los pueblos indígenas de Centro-
américa. Simultáneamente, un elemento
de gran trascendencia es la creación e
instalación, en todos los países de Cen-
troamérica, de oficinas públicas encar-
gadas de velar por los derechos huma-
nos de los habitantes. Conocidos con
distinto nombre en cada país —procu-
radurías, defensorías, consejerías de de-
rechos humanos— estas instituciones ex-
presan, una vez más, el compromiso con
los derechos humanos que asumen los
gobiernos democráticos después de la
guerra y la pacificación de la región.
En este mismo sentido hay que
mencionar las reformas educativas
que emprendieron los ministerios de
educación de Centroamérica, con el
fin de incorporar la vivencia de los
derechos humanos como un elemento de
la educación formal. Sólo esta visión
de largo plazo podrá garantizar que
el reconocimiento y el respeto a los
derechos humanos sean en el futuro
una realidad para todos los centro-
americanos.
El compromiso de los países cen-
troamericanos con los derechos huma-
nos se manifiesta también en la redac-
ción de la Convención Americana de
Derechos Humanos, firmada en San
José de Costa Rica, en 1969. Junto con
la Comisión y la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, que tiene su
sede en la ciudad de San José, la Con-
vención constituye la médula del Siste-
ma Interamericano de Derechos Huma-
nos. En 1980, en virtud de un convenio
celebrado entre la Corte Interamerica-
na y el gobierno de Costa Rica, fue
creado el Instituto Interamericano de
Derechos Humanos, cuya sede está en
San José. El Instituto, entidad internacio-
nal autónoma y de naturaleza académi-
ca, tiene como mandato fundamental la
enseñanza, investigación y promoción de
los derechos humanos en el continente
americano.
Historia del istmo centroamericano528
Los emigrantes
centroamericanos
na de las consecuencias más
importantes de la crisis econó-
mica y política de la década de
los años ochenta en los países
del istmo, fueron los movimientos masi-
vos de población de unos países hacia
otros, sobre todo, los Estados Unidos.
Hacia este país confluyó básicamente la
gran oleada de nicaragüenses que aban-
donaron su patria después del triunfo de
la revolución sandinista. Hacia allí tam-
bién se desplazaron los salvadoreños que
huían de la guerra civil, del desempleo y
de otras consecuencias de la crisis eco-
nómica. Y continúan llegando las ince-
santes oleadas de migrantes ilegales
centroamericanos que se exponen a una
amplia gama de peligros con tal de arri-
bar a los Estados Unidos tras el “sueño
americano”.
CULTURA Y SOCIEDAD
ULa mujer en Centroamérica
es la cabeza de familia
al emigrar el esposo.
Actores sociales, cultura e integración 529
Se ha señalado repetidamente la
importancia económica de las remesas
que envían los migrantes centroamerica-
nos, legales o ilegales, a sus países de
origen. Esta contribución se estimó para
el caso salvadoreño por el jesuita Segun-
do Montes en los dos estudios realizados
en 1987 y 1988, respectivamente. Según
sus cálculos, estas remesas traían más dó-
lares a El Salvador que las que aportaba
el café, principal producto de exportación
del país.
En otro estudio realizado entre los
años 1988 y 1989, Segundo Montes tra-
tó de estimar el impacto de las remesas
en la vida de las familias receptoras. Lo-
gró establecer con base en una encuesta,
que la gran mayoría de las familias que
recibían dinero de los Estados Unidos ha-
bían mejorado su condición económica y
su status social. Sin embargo, se perca-
tó de que uno de los costos sociales de
este fenómeno era la desintegración fa-
miliar y la ampliación del papel de las
mujeres como cabezas de familia, ya que
en la mayoría de los casos los que emi-
graban eran sus esposos o compañeros
de hogar.
Por otra parte, hasta ahora poco se
ha estudiado sobre el impacto que el fe-
nómeno de la migración internacional y el
de las remesas ha tenido sobre los patro-
nes culturales de los migrantes y sus fami-
lias, principalmente a partir del momento
en que los primeros se reintegran, parcial
o totalmente, a sus lugares de origen.
El nuevo modo de vida
urbano
Seguramente, la migración hacia los Es-
tados Unidos y la aportación de recur-
sos económicos de los migrantes ha sido
una fuente importante para la difusión
de patrones culturales norteamericanos
en nuestros países, como también lo son
los medios de comunicación como la
radio, la televisión, el cine, el video y las
revistas del corazón. A través de ellos,
se difunden ideas y variadas formas de
publicidad que conducen hacia la uni-
versalización de patrones de consumo
urbano relativamente homogéneas. En
este sentido, puede decirse que los me-
dios de comunicación, la migración in-
ternacional, los procesos de migración
interna y la urbanización han ido difun-
diendo patrones de consumo que redu-
cen la tradicional línea de demarcación
entre la cultura rural y la urbana. Así, por
ejemplo, se ha difundido el consumo de
ciertos productos industriales a tal escala
que hoy es perfectamente posible encon-
trar una Coca Cola hasta en las comuni-
dades rurales más remotas.
Lo propio puede decirse de la
ropa usada que nos llega de los Esta-
dos Unidos. A este proceso de univer-
salización de bienes de consumo indus-
triales contribuyó en buena medida el
mejoramiento de la red vial de nuestros
países y las políticas de apertura que
trajeron consigo las ideas neoliberales
en boga.
En las comunidades indígenas
se están difundiendo patrones
de consumo.
Un nuevo modo de vida
urbano en León, Nicaragua.
Historia del istmo centroamericano530
El nuevo paisaje urbano
El paisaje urbano ha ido cambiando rá-
pidamente en los últimos años. Moder-
nas autopistas buscan descongestionar
el tránsito urbano. Surgen nuevas y mo-
dernas urbanizaciones en la periferia de
las ciudades centroamericanas. Se cons-
truye, por doquier, una variada gama de
centros comerciales y hasta uno que otro
mall de estilo norteamericano. Las ciuda-
des se llenan de un verdadero ejército de
gasolineras y de restaurantes de comida
ligera que desafían al consumidor con sus
ofertas de un paraíso culinario, al cual
agregan muñequitos de los héroes de las
tiras cómicas o películas del momento, a
cambio de unas monedas más. Surgen
modernos y cada vez más altos edificios
para alojar oficinas, negocios y aparta-
mentos. Los bancos hacen lo propio para
denotar las perspectivas económicas po-
sitivas que los nuevos tiempos presagian.
Este cambio en la fisonomía de nues-
tras metrópolis, se acompaña, como es
fácil imaginar, de las nuevas tecnolo-
gías de comunicación de esta era de
globalización: la computadora, el fax,
el correo electrónico, la telefonía celu-
lar e Internet.
En estas áreas de la vida urbana
se vive el ritmo al que marcha la revo-
lución tecnológica de nuestro tiempo y
la globalización de los mercados. Esta
realidad de los sectores de ingresos me-
dios y altos de los países del istmo se
debe contrastar con la de aquellos gru-
pos sociales que se encuentran en el otro
extremo, en el que las carencias se mul-
tiplican. El modelo neoliberal de globa-
lización, ha observado un autor, exclu-
ye a los desocupados, a los migrantes
rurales y a otras categorías de pobres,
de los derechos humanos básicos como
el trabajo, la salud, la educación y la
vivienda. Para estos, la globalizacón no
significa un mundo de oportunidades en
el cual hay que aprovechar las ventajas
comparativas. Significa, más bien, la
pérdida de beneficios sociales y otras
ventajas que antes disfrutaban.
La tecnología presente
en la vida urbana.
Los restaurantes, parte
del paisaje urbano
contemporáneo.
Actores sociales, cultura e integración 531
Ocio y cultura de masas
En el istmo centroamericano pueden ad-
vertirse ya las tendencias que la moder-
nidad ha establecido en otras regiones de
América Latina. En este sentido se obser-
va, como en otras latitudes, la disminu-
ción de la población que acude a ciertos
lugares de diversión (cine, teatro, salo-
nes de baile) y que prefiere quedarse en
casa escuchando la radio, viendo los pro-
gramas de televisión o películas de video.
Esto es una aseveración importante para
entender porqué en algunas ciudades del
istmo centroamericano como Tegucigal-
pa, San Salvador y la ciudad de Guate-
mala, las salas de cine, que otrora disfru-
taban de una audiencia muy alta, se han
convertido en templos evangélicos. Es
también notoria la cantidad de personas
que dejaron de asistir a los estadios, por-
que prefieren ver el match por televisión,
o porque les interesa escuchar su trans-
misión por radio, mientras ven en la pan-
talla chica los partidos de fútbol interna-
cional.
También se advierte en los países
del istmo centroamericano, la tendencia
a que las campañas electorales se trasla-
den, como dice un autor, “de los mítines
a la televisión, de las polémicas doctrina-
rias a la confrontación de imágenes y de
la persuasión ideológica a las encuestas
de marketing”. La importancia que se
concede a la televisión y a las encuestas
en las luchas electorales, que usualmente
son auspiciadas por los propios candi-
datos, ayudan a entender también por-
qué han abierto una puerta al dinero de
narcotraficantes que desean obtener fa-
vores del Estado financiando a los políti-
cos de nuestros países.
Hay que indicar que son pocos los
esfuerzos que se hacen para mediatizar
el enorme impacto de la industria cultu-
ral trasnacionalizada que se difunde a
través de la televisión y el cine. Sin em-
bargo, no hay que ignorar el esfuerzo
que los institutos y ministerios de cultura
del área hacen para promover produc-
ción intelectual y artística y por afianzar
la identidad cultural de nuestros países
a través del estímulo a las manifestacio-
nes de la cultura popular. Esto se tradu-
ce en el apoyo que brinda el Estado a los
museos, exposiciones pictóricas, publica-
ción de obras literarias, orquestas sinfó-
nicas y a una variedad de formas de arte
y cultura popular. Empero, en algunos
países se advierte una tendencia opues-
ta que busca que estas actividades que-
den bajo el patrocinio de entidades pri-
vadas. A este propósito también
contribuye el sector empresarial que, a
través de sus galerías, editoriales y li-
brerías, ha desarollado el mercado para
la obra de pintores y literatos consagra-
dos de la región. Entre estos últimos pue-
den mencionarse, a título de ejemplo, al
salvadoreño Manlio Argueta y al nica-
ragüense Sergio Ramírez, que han es-
crito en los últimos años obras literarias
de gran calidad.
Óleo de Tomás Povedano
“Buganvillea” (detalle).
El Estado brinda apoyo a las
manifestaciones artísticas.
Historia del istmo centroamericano532
a crisis regional y las iniciati-
vas orientadas a buscar el en-
tendimiento entre las partes en
conflicto y asegurar la paz y
el crecimiento económico sostenido en el
istmo, han abierto nuevos caminos a la
integración centroamericana. Las cum-
bres de presidentes centroamericanos
han sido el principal vehículo para la
materialización de estos esperanzado-
res desarrollos. Por ello, es necesario
echar un vistazo sumario a estas reunio-
nes presidenciales y a sus principales
logros.
La Primera Cumbre de Presidentes
Centroamericanos de años recientes se
realizó en Esquipulas, Guatemala, el 25
y 26 de mayo de 1986. Allí se decidió
institucionalizar estas reuniones para dis-
cutir los problemas comunes del área y
se firmó el Acta de Contadora para la
Paz y la Cooperación en Centroaméri-
ca. De esta manera, los presidentes del
istmo legitimaron los esfuerzos de paz
emprendidos por los países del Grupo
de Contadora (Venezuela, México, Co-
lombia y Panamá) desde su fundación,
en enero de 1983. Además, se tomó tam-
bién la decisión de crear el Parlamento
Centroamericano (PARLACEN) y de iniciar
la revisión y actualización del esquema
de integración económica y social de
Centroamérica. Se establecieron así los
dos temas fundamentales que han de do-
CUMBRES PRESIDENCIALES: PAZ, INTEGRACIÓN
Y DESARROLLO
L
Reunión de presidentes,
Guatemala 1987.
Actores sociales, cultura e integración 533
minar la agenda de las reuniones cum-
bre posteriores: la paz regional y la in-
tegración económica y social de los paí-
ses del istmo. A esta cumbre asistieron
los presidentes Óscar Arias Sánchez de
Costa Rica; Marco Vinicio Cerezo de Gua-
temala; José Napoleón Duarte de El Sal-
vador; Daniel Ortega de Nicaragua y
José Simón Azcona Hoyo de Honduras.
El presidente Arias Sánchez de Costa
Rica se hizo acreedor al Premio Nobel
de la Paz por su destacado papel en las
negociaciones que condujeron al esta-
blecimiento de la paz en la región.
La Segunda Cumbre de Presidentes
Centroamericanos se realizó en la ciudad
de Guatemala el 6 y 7 de agosto de 1987.
A ella asistieron los mismos mandatarios
de la primera. En esta reunión se aprobó
el Procedimiento para Establecer la Paz
Firme y Duradera en Centroamérica que
comprometió a los gobiernos del área a
buscar la paz sobre la base de la reconci-
liación nacional, la desmovilización de los
grupos armados, la reducción y control de
los armamentos, el respeto al pluralismo
político y a las reglas del juego democrá-
tico. A esta Segunda Cumbre de Presiden-
tes Centroamericanos se le conoce con el
nombre de Esquipulas II.
La Tercera Cumbre se desarrolló en
Alajuela, Costa Rica, el 15 y 16 de agos-
to de 1988; la cuarta, en La Paz, El Sal-
vador, el 13 y 14 de febrero de 1989; la
quinta, en Tela, Honduras, del 5 al 7 agos-
to de 1989; la sexta, en San Isidro de
Coronado, Costa Rica, del 10 al 12 de
diciembre de 1989, y la séptima, en Mon-
telimar, Nicaragua, el 2 y 3 de abril de
1990. Todas estuvieron dedicadas funda-
mentalmente a darle seguimiento a los
acuerdos de Esquipulas II que condujeron
a la pacificación de Nicaragua y a la sa-
lida de los sandinistas del poder por la
vía del juego electoral democrático. En
esta última cumbre de presidentes, se
tomó la decisión de invitar a Panamá a
incorporarse al esquema integracionista.
La Octava Cumbre de Presidentes
Centroamericanos se realizó en Antigua,
Guatemala del 15 al 17 de junio de 1990.
A esta reunión asistieron por primera vez
los nuevos presidentes de Nicaragua y
Costa Rica, Violeta Barrios de Chamorro
y Rafael Ángel Calderón, respectivamen-
te. En calidad de observador, estuvo Gui-
llermo Endara, mandatario de Panamá.
Dr. Óscar Arias, Premio Nobel
de la Paz.
Historia del istmo centroamericano534
La cumbre de Antigua
La Cumbre de Antigua, Guatemala marcó
un nuevo giro en las siguientes reuniones
de presidentes centroamericanos. A par-
tir de ella, el tema dominante no fue ya el
de la pacificación sino el diseño de los me-
canismos necesarios para lograr la plena
integración económica y social de los paí-
ses del istmo. Así, los presidentes centro-
americanos instruyeron a sus ministros de
economía para que prepararan una polí-
tica común de impulso a la reconversión
industrial, así como una estrategia orien-
tada a mejorar la competitividad de los
productos de la región en el mercado in-
ternacional. Los presidentes centroameri-
canos se pronunciaron también a favor de
la privatización de las empresas estatales
y de la coordinación de los programas de
ajuste estructural que estaban impulsando.
Lo propio hicieron los presidentes
centroamericanos en la Cumbre de Pun-
tarenas, Costa Rica, celebrada del 15 al
17 de diciembre de 1990. En ella, instru-
yeron a la Comisión Centroamericana de
Ambiente y Desarrollo para que definie-
ra en un plazo de noventa días una es-
trategia para el canje de deuda externa
por naturaleza y al Foro Centroamerica-
no de Consulta para que buscara una so-
lución a la deuda interregional. En esta
reunión, se acordó también elaborar una
política aduanera y arancelaría que per-
mitiera uniformar el arancel regional a
más tardar el 31 de diciembre de 1991.
Se dispuso también establecer paráme-
tros comunes en materia de turismo, pes-
ca, libre circulación de bienes culturales
y asentamientos humanos.
El mismo espíritu dominó la Décima
Cumbre celebrada en San Salvador del 15
al 17 de junio de 1991. En ella, se tomó
la decisión de apoyar la búsqueda de fi-
nanciamiento para la Secretaría de Inte-
gración Centroamericana (SIECA) y se acor-
dó un arancel uniforme con un techo de
20% y un piso de 5%. Este arancel debía
entrar en vigencia a partir del 31 de di-
ciembre de 1992. Un logro importante de
la cumbre de San Salvador fue la decisión
de incorporar a Panamá al esquema inte-
gracionista para lo cual se acordó modifi-
car el tratado constitutivo del PARLACEN y
de otros organismos regionales.
La integración económica
Dos cumbres han sido vitales para la
creación del andamiaje institucional y
conceptual de la integración económica
centroamericana. La Undécima Cumbre
Presidencial celebrada en Tegucigalpa el
12 y 13 de diciembre de 1991, y la Deci-
macuarta Cumbre Presidencial celebra-
da en la ciudad de Guatemala del 27 al
29 de octubre de 1993. De la primera
surgió el Protocolo de Tegucigalpa a la
Carta de Organización de Estados Cen-
troamericanos (ODECA) y de la segunda
salió el Protocolo al Tratamiento Gene-
ral de Integración Económica Centro-
americana, conocido también como el
Protocolo de Guatemala.
Reunión por la paz
en El Salvador.
Actores sociales, cultura e integración 535
El Protocolo de Tegucigalpa creó
la Secretaría de Integración Económica
Centroamericana, que es el marco insti-
tucional de la integración centroamerica-
na. Son sus órganos fundamentales: 1) la
Reunión de Presidentes; 2) el Consejo de
Ministro cuyo órgano principal de coor-
dinación es el Consejo de Ministros de
Relaciones Exteriores; 3) el Comité Ejecu-
tivo integrado por un representante de
cada uno de los estados miembros, el cual
será seleccionado por los presidentes a
través de sus ministros de Relaciones Ex-
teriores, y 4) la Secretaría General a car-
go de un secretario general nombrado por
la Reunión de Presidentes por un período
de cuatro años. El primer secretario ge-
neral del SIECA fue el hondureño Roberto
Herrera Cáceres.
El Protocolo de Guatemala definió
los objetivos, principios y alcances del
proceso de integración económica cen-
troamericana. Estableció también las po-
líticas sectoriales básicas para promover
la integración económica centroamerica-
na y un conjunto de indicaciones para
lograr el mejoramiento de la productivi-
dad en el marco del mismo. Definió ade-
más los órganos e instituciones constitu-
tivas del subsistema de integración
económica centroamericana entre las
cuales destacan el Consejo de Ministros
de Integración Económica, la Secretaría de
Integración Económica Centroamericana
(SIECA) y el Banco Centroamericano de
Integración Económica (BCIE).
La integración social
Ha sido vital para la definición de pará-
metros de los aspectos sociales de la inte-
gración regional la Cumbre de Guácimo,
Costa Rica, celebrada del 18 al 20 de
agosto de 1994. En ella se crearon las
condiciones para la elaboración de la pla-
taforma denominada Alianza para el De-
sarrollo Sostenible (ALIDES) que fue discu-
tido en la Cumbre Ecológica celebrada
en Managua, del 12 al 14 de octubre de
1994. Esta cumbre fue seguida por la
Conferencia Internacional para la Paz y
el Desarrollo en Centroamérica celebra-
da en Tegucigalpa, el 24 y 25 de 1994,
en la cual se impuso plenamente la idea
de la integración social como complemen-
to indiscutible de la integración económi-
ca centroamericana.
Las cumbres presidenciales fueron
vitales para el proceso de pacificación del
istmo. Han abierto, nuevos rumbos a la
integración económica y social de la re-
gión. Sin embargo, en algunos aspectos,
las declaraciones de las cumbres presiden-
ciales han sido más bien la expresión de
buenos deseos que el reflejo de acciones
políticamente viables. Ellas han dado lu-
gar, por otra parte, a una variada gama
de instituciones, algunas de las cuales han
resultado poco eficaces y gravitan pesa-
damente sobre las precarias economías de
los países centroamericanos. Hay un cier-
to consenso en algunos círculos, que una
de estas instituciones es, precisamente, el
PARLACEN.
Cumbre de Presidentes
en Panamá.
Reunión del Pleno PARLACEN,
Guatemala 1994.
Historia del istmo centroamericano536
os movimientos sociales de fines del siglo XX en Centroamérica son el pro-
ducto de décadas de gran convulsión en la región. A los movimientos de
más larga existencia, como los sindicatos industriales y agrícolas, se suman
ahora los movimientos de mujeres, de ecologistas, por los derechos huma-
nos y de los pueblos indígenas. Como resulta evidente, estos movimientos están abrien-
do nuevos rumbos y perspectivas para las luchas sociales en la región y son, en sí
mismos, un vivo testimonio del surgimiento de nuevos consensos a nivel internacional
que enriquecen la agenda social de nuestros países. En gran medida, lo que preocu-
pa a los actores sociales de la región centroamericana es compartido por muchas
organizaciones, grupos y personas en el mundo entero.
El gran mundo también se hace presente en el istmo centroamericano mediante los
cambios culturales que introducen en nuestras sociedades la migración internacional y
los patrones de comportamiento que difunde la industria cultural por los medios de comu-
nicación electrónicos. Frente a los contenidos transnacionales del cine y la televisión, que
tienen hoy en día un papel verdaderamente protagónico en la socialización de las nue-
vas generaciones, diversas instancias del quehacer cultural en Centroamérica tratan de
mantener vivas las expresiones culturales e intelectuales propias de las tradiciones de los
pueblos del istmo. Lo cierto es que el cambio cultural que vive la región es una realidad
evidente para grandes núcleos de población; para otros sectores sociales, el esfuerzo se
ha orientado hacia la conservación de tradiciones milenarias y la identidad cultural.
Uno de los cambios más importantes que vive Centroamérica hoy, y que incidi-
rá decisivamente en su cultura y desarrollo social, es el proceso de integración, que
ha cobrado nuevos bríos mediante las cumbres presidenciales que se celebran regu-
larmente y que han jugado un papel clave en la pacificación de la región y en la
apertura de nuevos caminos para la integración económica, social y política del
istmo. Los logros alcanzados hasta ahora han sentado las bases para iniciativas
todavía más ambiciosas a futuro, por lo cual el nuevo siglo promete la concreción de
acuerdos y medidas que lleven finalmente a la recomposición de una Centroamérica
unida y próspera, cuyas poblaciones vivirán en paz y democracia. Ese ha sido el
sueño de mujeres y hombres de los tiempos pasados; a nosotros, los del presente, nos
tocará hacerlo realidad.
CONCLUSIÓN
LSe busca mantener vivas
las tradiciones de los pueblos
del istmo.
Conclusión de la Unidad V 537
as guerras civiles que asolaron los países del istmo centroamericano durante la
segunda mitad de la década de los años setenta y toda la década de los ochen-
ta trajeron consigo gran destrucción en términos de bienes materiales y de
vidas humanas. Desarraigaron a muchos centroamericanos que tuvieron que
vivir en calidad de refugiados en países como Honduras, Costa Rica y México, o emigrar
a los Estados Unidos y otros países desarrollados en busca de mejores horizontes.
Por encima de toda la destrucción, el dolor y la pena que produjeron, hay, sin
embargo, un saldo positivo neto que puede adjudicárseles. Generaron una gran
apertura en los sistemas políticos que los combatientes que sobrevivieron y las nuevas
generaciones, de hoy y mañana, han de disfrutar. La fuerzas insurreccionales enca-
bezadas por los sandinistas liquidaron a la dictadura somocista. A su vez, la guerra
civil antisandinista contribuyó de alguna manera a la alternabilidad presidencial en
Nicaragua, ya que indujo a los sandinistas a aceptar el juego democrático que los
sacó del poder estatal en 1990. La lucha guerrillera en El Salvador es, en buena
medida, responsable de la apertura política democrática que vive ese país y que
significó que los antiguos combatientes del FMLN volvieran a la vida civil como mili-
tantes de un partido político que busca alcanzar objetivos políticos por vías democrá-
ticas. La lucha de la guerrilla guatemalteca tampoco fue en vano, pues jugó un papel
importante en la apertura política que se vive hoy en Guatemala.
La intervención norteamericana en los países del istmo tuvo efectos nefastos en
la década de los años ochenta. Contribuyó a hacer más sangriento el conflicto cen-
troamericano, al propiciar salidas militares y enviar enormes cantidades de armas a
la región. Involucró a varios países en los asuntos internos de otros estados centro-
americanos y los convirtió en retaguardia de la Contra nicaragüense. Potenció a los
ejércitos aliados en su estrategia contrainsurgente de una manera extraordinaria y
les otorgó un papel político sin igual. Empero, una vez que la paz llegó a la
región, el Departamento de Estado norteamericano tomó partido por la democra-
cia representativa en los países del istmo, quitándoles el apoyo a los militares que
dependieron, en buena media, de su auspicio logístico y financiero. Éste es un dato
fundamental para entender el reducido perfil político que tienen hoy los ejércitos en
el área centroamericana, seguramente el más bajo de los últimos treinta años.
CONCLUSIÓN DE LA UNIDAD V
L
Historia del istmo centroamericano538
Estamos hablando de un hecho altamente positivo para la democratización
de los países de la región que han logrado acompañar a Costa Rica en su proceso,
ya tradicional, de sucesión presidencial. Bajo las condiciones actuales, uno se atre-
vería a sostener que los golpes de Estado, que impidieron el aprendizaje de la demo-
cracia en la región, son hoy asunto del pasado. En el caso de Panamá, la intervención
directa norteamericana, con todo el peso antisoberano que el concepto conlleva,
liquidó al ejército de ese país que actuaba como una suerte de poder omnímodo,
abriendo nuevos caminos a la democracia política de esa nación. Actualmente, Pa-
namá dispone únicamente, al igual que Costa Rica, de una policía civil que atiende lo
relativo a las garantías de la seguridad ciudadana.
La democracia liberal vive un renacimiento en los países de la región, lo cual es
muy positivo. Pero lo hace bajo condiciones económicas y sociales, que tornan cada
vez más difícil la realidad de la mayoría de la población que sufre los efectos de los
programas de ajuste estructural y del emergente modelo de desarrollo económico y
social basado en las tesis del libre mercado. Vivimos, en efecto, en sociedades donde
una buena parte de su gente se ve duramente castigada por el desempleo, el subem-
pleo, la pobreza y la miseria, y en las cuales los regímenes políticos son cada vez más
incapaces de atender las demandas que derivan de estos sectores sociales empobre-
cidos, de los movimientos sociales y, en general, del conjunto de organizaciones e
instituciones que conforman lo que denominamos la sociedad civil. Si a esto agrega-
mos cierta falta de visión de las clases gobernantes que aún ven en el ejercicio del
poder estatal una fuente de enriquecimiento fácil, estaríamos en condiciones de en-
tender mejor la crisis de representación política que viven los partidos políticos y los
gobiernos democráticos emergentes de la región.
Esta crisis de representación no sólo se refleja en el aumento de las personas
que se abstienen de participar en los procesos electorales, sino que alimenta también
el desencanto que se advierte entre los electores activos que van a las urnas con la
idea de que, independientemente del candidato por el cual se vote, las cosas segui-
rán igual o peor. Como es obvio, esta actitud tiene mucho que ver con el predominio
de políticas de ajuste neoliberal en nuestros gobiernos, las que se esgrimen como el
único camino viable y realista, así como con la profunda crisis que vive en el mundo
de hoy el ideal reformista que es fácilmente motejado como populista. Éste es, segu-
ramente, uno de los grandes dilemas que enfrenta el proceso de democratización en
los países del istmo que, como hemos tratado de señalar, es una de las ganancias
líquidas de las profundas tensiones y guerras civiles que desangraron el área centro-
americana durante la segunda mitad de la década de los años setenta y la década de
Conclusión de la Unidad V 539
los ochenta. Es también un desafío importante para las democracias del istmo la ola
de delincuencia sin precedentes que se padece, ya que mantiene latentes los impulsos
autoritarios que han dominado las relaciones sociales en nuestros países, da poder
de nuevo a las fuerzas del orden armado y lleva al ciudadano común a armarse
para defender su vida y sus propiedades.
La revitalización del proceso de unidad centroamericana que se desarrolla en
forma paralela al proceso democratizador, es realmente esperanzador y está abrien-
do nuevos rumbos para el desarrollo económico, social, político y cultural de la re-
gión. Sin embargo, aún queda mucho por hacer para que la idea integracionista
pueda crecer en toda su potencialidad y dé los frutos esperados por sus principales
gestores, los presidentes centroamericanos.
De cara al siglo XXI
Los países del istmo se enfrentan a grandes desafíos en las postrimerías del siglo XX y
en los albores del siglo XXI. Tienen ante sí la urgente necesidad de revisar sus opcio-
nes económicas y sociales de cara a un mundo globalizado. Siguiendo su histórico
modelo de desarrollo, los países del istmo (con la excepción de Panamá, que tiene
una economía esencialmente transitivista y de servicios), han respondido positiva-
mente a la demanda internacional agregando al café y banano, sus tradicionales
rubros de exportación, otros como flores, frutas, hortalizas y mariscos. También debe
mencionarse el creciente papel de la maquila, tanto de la producción de bienes de
consumo (ropa, calzado) como de alta tecnología (electrónica, equipos de comunica-
ciones).
Sin embargo, una estrategia de desarrollo sostenido basada en la especializa-
ción productiva, ya sea de los productos agrícolas tradicionales o no tradicionales,
no es la mejor opción de cara al nuevo siglo. Se hace necesario ensayar los caminos
de la diversificación para superar la vulnerabilidad asociada a la demanda periódi-
ca e inestable de estos renglones de producción y así establecer las conexiones nece-
sarias entre los diferentes sectores de la economía. Esto exige volver la vista hacia el
sector industrial, cuyo modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones
y en la protección de estado se ha agotado, debido al predominio de las ideas neo-
liberales que sirven de fermento ideológico al proceso de reestructuración del mundo
capitalista en curso.
Se requiere de un programa de reconversión que dé a los países centroameri-
canos la posibilidad de crear un sector industrial tecnológicamente más sofisticado y
con un alto nivel de productividad, que permita exportar productos de calidad a otros
Historia del istmo centroamericano540
mercados o competir en los mercados locales en calidad y precio con productos
venidos de otras latitudes. Ésta es la opción que han abierto los “tigres asiáticos”
(Singapur, Hong Kong, Taiwan y Corea del Sur) y los “tigres menores” (Malasia,
Tailandia e Indonesia), que han logrado un desarrollo industrial considerable y cuya
ruta merece explotarse. Según Edelberto Torres-Rivas, un profundo conocedor de la
realidad centroamericana, la reconversión industrial “es la única manera de asumir
el desafío de la adaptación a un mundo dinámico, exigente, impulsado por crecien-
tes innovaciones tecnológicas, atento a la moda y a los gustos del consumidor y a las
variaciones de los precios”. Es también el camino para mejorar el nivel tecnológico y
el nivel de productividad de la pequeña y mediana propiedad rural. Una estrategia
de reconversión industrial que busque desarrollar islotes de desarrollo industrial, sin
serías articulaciones con otros sectores de la economía y de la sociedad, tendrá muy
poco impacto en el estímulo de la modernización de los mismos y en el mejoramiento
de las condiciones de vida de la población en su conjunto.
La reconversión industrial y el desarrollo general de la economía, exigen consi-
derables inversiones en educación, a fin de mejorar substancialmente el grado de
calificación y el nivel de productividad de la fuerza de trabajo. El desarrollo económico
y social exige, también, considerables inversiones en infraestructura (comunicacio-
nes, energía eléctrica, transporte y puertos), la que contribuirá a atraer variadas
formas de cooperación tecnológica y financiera de carácter extranjero, sin el apoyo
de la cual parece bastante difícil alcanzar los niveles de desarrollo tecnológico y de
eficiencia que se requieren para poder competir en el mundo de hoy. También debe
considerarse la necesidad de que cada uno de los países del istmo pueda vigorizar su
potencial de desarrollo a través de la integración económica regional. El mercado
regional debe servir como vehículo para estrechar vínculos con otros mercados regio-
nales del continente y con el mercado internacional en su conjunto.
Las sociedades centroamericanas deben enfrentarse también a los nuevos pro-
cesos sociales que trae consigo la globalización en marcha y las condiciones impues-
tas por los organismos de crédito internacional. Estamos hablando de fenómenos
como la precarización de la fuerza de trabajo, la feminización de la misma, la reduc-
ción de salario real de los trabajadores en las décadas precedentes, que son visuali-
zadas hoy día por los adalides del neoliberalismo como parte de una herencia “po-
pulista” que debe desaparecer.
Los procesos sociales antes mencionados, han conducido a una aguda con-
centración del ingreso que ha hecho a los ricos más ricos y a los pobres más po-
bres. Éste es uno de los grandes desafíos que enfrentan hoy en día las sociedades
Conclusión de la Unidad V 541
centroamericanas: cómo generar un modelo de desarrollo que produzca crecimiento
económico al tiempo que vaya cerrando la amplia brecha que separa a los ricos de
los pobres. Es obvio, que el problema de la pobreza de nuestras sociedades no se
resuelve con medidas de compensación social, las que tienen como propósito esen-
cial, estabilizar el descontento social de los más vulnerables, como se les llama hoy
en día a las grandes mayorías empobrecidas de nuestros países.
La polarización social que ha traído consigo la aplicación de medidas económi-
cas neoliberales han dado al traste con el viejo pacto político en que se basó el modelo
de industrialización por sustitución de importaciones. Todavía no son totalmente
claros los parámetros del nuevo pacto político que, en todo caso, parece afectar a los
sectores de bajos ingresos, a los trabajadores asalariados en general y a las clases
medias urbanas, y a favorecer a los sectores asociados al gran capital nacional o
transnacional.
Esa polarización social está en la base de la pérdida relativa de legitimidad
que disfrutan hoy los regímenes democráticos que comenzaron a surgir en todos los
países (con la excepción de Costa Rica) a lo largo de la crítica década de 1980. Esta
pérdida de legitimidad relativa deriva de las dificultades para responder a las de-
mandas políticas de sus ciudadanos que sufren las consecuencias de las medidas
restrictivas del gasto social impuestas por los organismo financieros internacionales.
Se trata de uno de los puntos de tensión más importantes de la escena política de
nuestro tiempo.
La globalización y la condicionalidad de los organismos financieros interna-
cionales incidieron en la pérdida creciente de soberanía que experimentan actual-
mente los estado nacionales. La globalización de los mercados nos ha traído patro-
nes de consumo universalizados, además de la industria cultural que nos llega a
través de los modernos medios de comunicación. De ahí la tensión entre las tenden-
cias universalistas y la preservación de las identidades nacionales.
Existen retos que compartimos como centroamericanos con otros países de
diversos niveles de desarrollo y de distinta ubicación geográfica. Uno de ellos, si
acaso el más importante, es conservar nuestro medio natural. Aun países que toda-
vía tienen grandes reservas de recursos naturales deben manejar su explotación
con mucho cuidado para asegurar la disponibilidad de los mismos de manera inin-
terrumpida para las futuras generaciones. En Centroamérica, la situación am-
biental ya adquirió matices y niveles de crisis, basta ver la velocidad con la que han
desaparecido nuestros bosques, se acaba nuestra fauna y se agotan las fuentes de
agua limpia. En el caso de El Salvador, el medio natural original ha desaparecido
Historia del istmo centroamericano542
casi completamente; otros países como Costa Rica y Nicaragua, sufrieron graves
procesos de deforestación a causa de la ampliación de los cultivos de exportación
y la ganadería. En todos, sin excepción, la población presiona sobre el agua y los
suelos en busca de sustento; cuando esa población llega a ciertos niveles, empieza
a consumir más de lo que la naturaleza, por su cuenta, está en capacidad de
reponer. Es en ese punto que comienza el deterioro ambiental.
Por lo tanto, los centroamericanos debemos tomar en cuenta el tamaño y la
tasa de crecimiento de nuestra población cuando nos preparamos para enfrentar el
futuro. Como toda especie viviente, la población humana debe alcanzar un balance,
una relación armoniosa, con su entorno mineral, vegetal y animal. Si el número de
personas es muy alto para lo que el entorno natural está en capacidad de dar, habrá
escasez de agua, de suelos y de alimentos. Algunos tendrán que emigrar, en busca
de los recursos que no consiguen fácilmente en su lugar de origen. Otra solución es
que las personas tomen conciencia de la relación entre recursos y población y deci-
dan reproducirse responsablemente, adecuando el número de hijos a las condiciones
del medio. Muchos centroamericanos hoy son conscientes de la estrecha relación que
existe entre población y entorno natural; otros, sin embargo, todavía actúan bajo el
supuesto de que los recursos naturales son ilimitados y que, por ende, pueden mal-
gastarse sin ninguna contemplación.
Éstos son, en suma, algunos de los grandes desafíos que deberán enfrentar los
países del istmo de cara al siglo XXI. Para lidiar exitosamente con ellos, se requiere
opciones viables, realistas y consensuadas. Identificadas las opciones, deberá existir
voluntad para escoger las más convenientes y movilizar los recursos humanos y ma-
teriales para echarlas a andar. Sobre todo, debemos estar conscientes de que el
tiempo pasa y que los problemas y retos que enfrentamos se agrandan.
No todo se nos presenta difícil. Hoy por hoy, los centroamericanos tenemos
una gran ventaja a favor: la instauración de regímenes democráticos en todos los paí-
ses de la región. La democracia permite el libre intercambio de las ideas, las opiniones
y la información sobre la realidad social. Es, por lo tanto, el fundamento de toda
ciudadanía informada, la cual se constituye en el primer paso en la toma de
conciencia sobre la situación de un país o región. La democracia también incor-
pora a toda la población al debate sobre soluciones de la problemática social, lo
que permite que cada quien asuma con responsabilidad lo que le toca hacer
para mejorar el entorno social y natural en que vive.
Algunos han dicho que la democracia no es la forma más adecuada para en-
frentar situaciones críticas, donde lo que se necesita es decisión y rapidez combinados
Conclusión de la Unidad V 543
con autoridad para imponer soluciones. Los que afirman esto no han estudiado ca-
balmente la historia de región centroamericana, donde durante buena parte del siglo XX
hubo regímenes autoritarios y dictatoriales que no se distinguieron por su capacidad
para solucionar los grandes problemas nacionales. Más bien, utilizaron medidas de
fuerza e intimidación para silenciar las voces que propugnaron por vías diferentes a
las que ofrecían ellos.
Ahora, todos tenemos la oportunidad de proponer y participar. A diferencia de
una dictadura, donde solamente las autoridades opinan y deciden, la democracia es
posible precisamente cuando los ciudadanos toman en serio sus obligaciones y dere-
chos. Mediante la libertad de expresión y el derecho a votar, los ciudadanos mismos
se convierten en los forjadores de su propio futuro al elegir a los gobernantes que
dirigirán los destinos del país. A la inversa, cuando los ciudadanos no se interesan ni
participan en los asuntos públicos, tampoco tendrán derecho de reclamar frente a los
desaciertos o el incumplimiento de sus gobernantes. Exactamente ese es el enorme y
difícil reto de la democracia: el reconocimiento de que, en última instancia, los que
tienen la palabra somos nosotros mismos. Esa es una gran responsabilidad pero
también una extraordinaria oportunidad, como nunca hemos tenido antes. Aprove-
chémosla para construir una Centroamérica digna de los sueños de los antepasados
y de los anhelos de las generaciones presentes.
Las nuevas generaciones,
la esperanza del sueño
integracionista
de Centroamérica.
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Agradecemos la colaboración de las siguientes instituciones para la ilustración de este libro: Sala HistoriaPatria, Museo Nacional de Costa Rica, Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA),Coordinación Educativa y Cultural de Centroamérica (CECC), Fondo Monetario Internacional (FMI), y a lasbibliotecas del Archivo General de la Nación, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso),y del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey, campus Estado de México.
Historia del istmo centroamericano. Tomo IIse imprimió en la
Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos,con domicilio en
Acueducto número 2, Parque Industrial Bernardo Quintana,Municipio El Marqués, Querétaro, C.P. 76246
El tiraje fue de 220 000 ejemplares.
Sus páginas interiores han sido impresas en papel ecológico, con lo cualse evitó la tala de 2 700 árboles y se contribuyó a preservar la riqueza forestal
de la humanidad y a mejorar su calidad de vida.
Impreso en papel ecológico
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