Ilustracion Politica Grecia clásica Adrados

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8/20/2019 Ilustracion Politica Grecia clásica Adrados

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  6

LA VANGUARDIA ESPAÑOLA

JUEVES  5 OE SEPTIEMBRE  966

  l  m rgen

LIT R TUR

Y SOCIEDAD

O T R O T U R I S M O

I N T E R I O R

Y

  M A S

S O C I A L   S I C A B E

ü n

  año

 más,

 la

  desbaraju stada plaza

de

  la

  Universidad

  se

 arb itra

  un

  centro

con

  los

 tinglados

  de la

  Fer ia

  del

 Libro

de ocasión que hoy destapa sus anaque-

les

  y

  t rabancas p ara

  un

  eficaz servi -

cio

 de

  cu ltura

  y en

  función social,

 no

segundos

  a

  cuantos

  en

  ambas esferas

compete

  de

  derecho

  al

  solemne edifi-

cio

  que da

  nombre

  al

  lugar. P ues

 que

a

  la

  asiduidad

  de la

  biblioteca suelen

poner obstáculo suntuosa escalinata,

contraseñas

  y

  formalidades

  de

  var io

orden,

  más un

  horar io generalmente

poco acorde  con los asuetos   de la   gen-

te;

  que

  rasponer

  el

  umbral

  de una li-

brer ía

  es

 empresa

  no

 osada

  por el co-

mún,

  y más los

 económicamente débi-

les;

  y que

  donde

  de

  veras

  se

  necesi-

tar ía,

  en los

  hogares

  de la

  medianía

para abajo, allí cabalmente

  no se re-

gistra

  la

  aparición

  del

 vendedor

  de li-

bros

  a

  plazos, convengamos

  en que es

fortuna disponer  en el  punto más tran-

sitado

  de la

  urbe semeja nte despliegue

de libros.

 Y

mayor fuera

  si tan

 a t r ac -

tiva parada

  se

  desplegase

  en

  a acera

misma

  de la

  Universidad, girando

  a

ese otro andén

  de no

  fácil acceso

 su

presente

  y

  ancilar función

  de

  garaje.

Qué digo,

  lo

  ideal sería convertir

  en

parcelas

  de esa

 feria todas

  y

  cada

 una

de   las  aceras correspondientes  a los

centros barceloneses

  de

  enseñanza

  de

grado medio, previa adecuación

  de su

ap er tu r a

  a una

 época lectiva.

Si,   p a r a

  que el

  alevín

  de

  hombre

aprenda, temprano,

  que

 lectura

  no es

forzoso, sinónimo

  de

  libro

  de

  texto,

 ni

—puestos

  a

  distraerse— tanto menos

se reduce

  a

  esos car tapacios

  de

  aven-

turas y   violencias, mal ilustrados  y peor

traducidos. Aunque  el problema, escan-

dalosamente urgente,

  más que de lec-

turas buenas

  y

 ma las

  es el de

 inculcar

el hábito

  de

 leer. Julio Juvé, dirigente

de

  una

  editorial barcelonesa, entre

otros expedientes encaminados

  a tal

fin propone,

 en el

  boletín

  de los

 libre-

ros,

  una

 medida

  de

 escasa en tidad eco-

nómica —como

  45 ó 50

 millones

  de pe-

setas—

  pero   de  repercusión indudable,

cual fuera regalar

  en

 determinada

  fe- j

ch a

  un

  libro

  a

  toda

  la

  población

 in-

fantil española,

  a los

 tres millones

 de

hombres

  del

 mañ an a

  que

 andan ahora

entre

  los 5 y los 14

 años.

Este

  y

  condignos discurrires co ntri-

buir ían

  a

  corregir

  lo que ya

 lleva

 tra-

za s

  de mal

 endémico, cual

  es que una

abundante mitad

  de

 nuestra producción

librera halle

  el

  camino

  de la

  expor-

tación, mientras

  el

  resto —y

 no lo me-

jor—

  se ve y se

  desea para encontrar

un mercado interior. Que

 los

 españoles,

en

  fin,

 consuman an ualme nte algo

 más

de

  los 30

 millones

 de

 e jemplares

 en que

se calcula

  el

  fondo existente

  en

  l ibre-

ría. Auge exportador

  (¿y

 hasta cuán-

do?)  que por   o tra par te   es  causa   de

la proliferación

  de

 títulos

 y

  consiguien-

te

  y

  vertiginoso ritm o

  de las

  noveda-

des:   libros

  tan

  luego apa recidos como

arrinconados,

  con la

  evidente secuela

de

  las

  bajas tiradas,

  los

  costes eleva-

dos,

  el

  escaso apoyo

  de la

  crítica,

  la

desorientación

  del

  público. Tales

 son

las quiebras

  de un

 catálogo

  que a dia-

ri o

  se

  incrementa

  con

  t rein ta

  y más

títulos, y que —añadiendo  a lo del  año ,

lo

  que

 sobrenada

  de

 ejercicios ante rio-

res—

  se

  extiende

  a

  t rein ta millares

 de

títulos, nada menos.

Aquí viene

  el

  correctivo

  de las

 libre-

r ías

  de

  lance, alargando

  la

 vigencia

 de

obras

  que el

  férreo régimen

  de

  nove-

dades excluyó —«le temps

  d un sou-

pir»—

  de los

 escaparates

  y aún de los

estantes  de las  l ibrer ías   de  nuevo. Tal

novela

  en que la

  azacanada cr ítica

 se

ocupó sólo

 a

  misas dichas;

 esa

 obra que

el compañero

  de

  trabajo está leyendo

con gusto,

 sin

 soltarla

  ni a

  tiros,

 y que

en vano buscaréis

  en los

 comercios

 del

centro ;

  o el

  libro

  de

 poesía,

  que

 mila-

gro sería encontrarlo fuera

  del

 círculo

de adeptos;

 o

  aquel otro,

 tan

 apetecido

como fuera  del  a lcance   de vuestra bol-

sa .

  Más la

  per la,

  que

 sólo

  en ese se-

gundo turno

  es

 dado descubrir: libros

antiguos,

  ni que sea

 sólo viejos,

  o de

otro país

  y

  lengua,

  del más

  desacos-

tumbrado asunto , para apagar

  la cu-

riosidad

  de un

  momento , colm ar

  un

viejo anhelo, avivar

  una

 paciente

 de-

dicación.

Libros usados, restos

  de

  ediciones,

obras

  de

  ocasión,

  por una vez

 a linea-

da s

  con

 honores

  de

  atracti va novedad,

enseñas

  al

  viento

  por

  donde

  a

  diario

transita

  la

  ciudad. Invitando

  a más

despacioso caminar,  a una pausa refr i-

gerante,

  a la

  amable aventura

  de

 que-

darse trasteando,

  a

  caza

  de lo

  insólito.

A prolongar

  la

  vida

  del

 l ibro , ganán-

dole lectores. Lecturas. (¿España,

 que

en

  lo

  económico

  ha

  a travesado

  ya la

l ínea

  del

  subdesarrollo,

  se

  encuentra

todavía

  —en

  palabras

  del

  mer itado

editor Juvé—

  no en el sub

 sino

  en el

ínfradesarrollo, referido  a  nivel cultu-

ral medio».

  Y

habla

  en

  términos

 del

consumo nacional

  de

  libros.

  No

 es tre-

chamente desde

  el

  punto

  de

  m i r a

 del

editor,

 de la

  producción (aunque tam -

bién ésta

  se

 aboque

  a

  quebrantos

  si tal

consumo

 no

 a lcanza

 a ser la

  base,

 y no

simple coleta,

  de la

  expor tación) .

Conozca usted España, machacona-

mente

  nos

 rep iten

  en

  esta hora

  del tu-

rismo social, prodigando imágenes

  y

•unes

  y

  perfiles

  de

  monumentos,

 pai-

sajes

  y

 costumbres. Tampoco fuera

 ma-

lo procurar que

 tal

 conocimiento

  se ex-

tendiese-al

  por qué y

  para

  qué de eso

qu e

  nos

 hace diferentes,

  al de los in-

genios  que nos  hicieron   y nos  hacen

tales aplicándose

  a

  definirnos

  y

  expli-

carnos, ante

  el

  mundo

  y

  ante nosotros

mismos.

  V qué

  estupendas rutas,

 qué

viajes soberbios

  por el

  mapa,

  qué ins-

trumento

  de

  promoción so cio-cultural,

se

  nos

 brindan desde

  el

  resguardo

 de

la feria barcelonesa.

 — M.

U N B I O G R F Í D É L D E M O C R C I T E N I E N S E

Todo intento  por  comprender   un  c iclo cultural   que pretenda prescindir

de

  la

  base socio-política

  en la que tal

 cu ltura

  se

  apoya, está co ndenado

  al

fracaso.

  La

  es tructura social

  es la

  base «íactica»,

  el

  c a r r i l

  por el que

 discu-

rren

  las

 producciones espiritual es

  de un

  pueblo.

  Sin

 necesidad

  de

 caer

  en un

sociologismo estricto,

  sea o no de

  tipo marxista,

  el

  principio

  de que

  toda

cultura hunde

  sus

 raices

  en un

  humus histórico,

  a su

  condicionado

  por las

relaciones entre  los estratos sociales   que constituyen   un pueblo,  se va  impo-

niendo

 de un

 modo cada vez más claro. E sto, que

 se ha ido

 descubriendo, paso

a paso, para

  los

 pueblos primitivos

  y

  occidenta les, sólo

  de un

  modo paulatino

se está aceptando

  en lo que

 a tañe

  a las

 cu lturas clásicas, Grecia

  y

  Roma.

Todavía abundan

  las

  historias

  de la

  l i teratura,

  del

 a r te ,

  del

 pensamiento

  o

la ciencia antiguas como

  si se

 t r a ta r a

  de

 compartam ientos estancos. Sólo

 muy

lentamente

  se ha ido

 imponiendo

  la

  idea

  de que las

  producciones cultura les

del pueblo heleno  han nacido como respuesta   a un  mismo estímulo,   y que

los fenómenos literarios

  y los

  hechos históricos tienen siempre

  una

  misma

raíz:

  ya la

  «Paideia»

  de

  Jaeger representó

  un

  primer paso hacia

  un

  estudio

decidido

  de la

  l i teratura

  y el

  pensamie nto como

  una

 unidad indisoluble. Poco

antes,

  el

  profesor Pettazzoni había mostrado ,

  en un

 libro sugestivo

  y

  ag r ad a-

ble,

  los

 íntimos lazos

 que

 unen religión, política

  y

  l i teratura

  en la

 Grecia

 an-

t igua. Finalmente,  el  libro   del   profesor   W.   Nestle, recientem ente traducido

al español, sobre

  la

  «Historia

  del

 espírit u griego» pud o seguir, paso

  a

  paso,

el desarrollo paralelo

  del

 pensamiento ,

  la

  c iencia

  y la

  producción litera ria.

Nos hallamos, pues ante

  un

  método n uevo

  de

 ab o r d ar

  el

  estudio

  de la

cultura antigua.

 Y ese

 nuevo enfoque

  de los

 hechos griegos

 es lo

 qu e

  da

  valor

original

  al

  libro

  que ha

  acabado

  de

  publicar

  el

  profesor Rodríguez Adra -

dos sobré «Ilustración  y  política   en la  Grecia clásica» (Madrid, Revista  de

Occidente, 1966).

  En él

  in tenta

  el

  a-utor

  un

  acercamiento in tegral

  al

  mundo

griego clásico, poniendo

  de

  relieve

  los

  múltiple s lazos

  que

 unen literatura,

pensamiento, política

  e

  historia».

  En

 todo este libro — nos dice,

  p.

  367—

 nos

hemos esforzado

  por

 sacar

  la

  historia

  de las

  ideas

  del

 vacío político

  y

  social

en que

  se

 mueven c iertas exposiciones.

  Sin

 aceptar

  la

  tesis

  de un

 determinis-

mo mater ialis ta  y  sociológico,   no es   menos evid ente   que ex iste   una  in terpre-

tación constante entre sociedad

  y

  pensamiento».

El inundo histórico

  es,

  pues, para Adrados,,

 un haz de

 coordenadas

 que

permiten establecer

  una

  unidad funcional entre

  la

  concepción

  del

  hombre

en

  un

  momento dado

 y las

  ideas dominantes

  en

 este mismo período .

  «El pre-

sente libro —leemos

  en p.

 2 1—

 es un

 l ibro

  de

  teoría política griega, teoría

enlazada  a la  to talidad   de la  concepción griega   del hombre, pues   no hay t eo -

ría

  o

  sistema político

  que no

 dependa,

  en

  definitiva,

  de una

 concepción

 del

hombre».

Naturalmente,

  no

  sería difícil buscar antec edente s

  de esa

  visión «global»

que defiende Adrados

  en su

  libro. Aparte

  los

  libros enum erados hace

 un

momento ,

  los

  t rabajos

  de

  Etirenberg, T homson, Finley

  han

  in tentado, cada

uno

  a su

  modo,

  una

  aproximación sociológica

  y

  política

  a

  distintos aspectos

del mundo griego Nosotros mismos hemos defendido este método como nece-

sar io  en  ar tículos   y  conferencias. Pero   la  existencia   de  tales antecedentes

no entorpece

  en

  absoluto

  la

  o r ig inalidad

  del

  t rabajo

  de

  Adrados, qui^n

 ha

ensayado

  un

  es tudio completo

  de

  toda

  la

  cu ltura ateniense desde este

 án-

gulo

  de

  visión. D esde

  la

  publicación

  del

  libro

  de

  Adrados que dará, pues,

establecido para s iempre

  el

  nexo

  que

 enlaza

  las

  diversas producciones

 cul-

turales

  del

 llamad o siglo

  de

 P én e les .

La pr imera par te  del  libro   se  t i tu la   «La Edad Arcaica   y sus  s is temas  de

pensamiento»

  y es

 como

 una

 antes ala que ^precede

 al

 núcleo

 del

  ibro. Antesala

necesar ia,

  por

 o tra par te, puesto

  que la

  concepción a rcaica

  del

 hombre

  y del

mundo, aris tocrático será,

  en la

  época clásica, superada, am pliada, negada,

 o,

simplemente continuada, según

  las

 tendencias

  del

 momento .

 El

  «irracionalismo»

aristocrático arcaico,

  con su

  concepción naturalis ta

  de la

  «are

  té», se

  verá

profundamente modificada

  por la

  teor ía democrática, pero ,

  por

 haber surgido

la ideología democrática como

  una

 oposición

  a la

  ar is tocracia, resulta previo

el conocimiento

  de

  és ta.

El cuerpo  del  libro   lo constituye   el estudio minucioso   de las  doctr inas  po-

líticas

  de la

  «Ilustración» —«grosso modo»,

 el

  siglo

 V a, C. y

 principios

  del

 IV—

y

  el

  choque

  con las

  ideologías tradicionales. Distingue Adrados, dentro

  de la

teoría política democrática,

  dos

 momentos sucesivos:

 la

  democracia «religiosa»,

que incluye propiamente

  de la

  Atenas clisténica

  y

  p reper iclea,

  y la

  «laica»,

representada

  por

 Fer íeles

  y sus

 co laboradores

  Sin

 duda

  es

 ésta

  la

  apor tación

más or ig inal

  del

  libro.. Cuando Adrados expuso

  las

  primicias

  de su

  tesis

 en

el «Coloquio sobre teoría política griega», celebrado   en Madrid h ace tres años,

pudo observarse,

  a

  juzgar

  por las

 referencias

  al

  acto publicadas

  en

 «Estudios

clásicos»,

 una

 actitud

  de

  sorpresa

  por

 par te

  de los

 as is tentes

  al

 coloquio,

 sor-

presa que

 se

 t radujo

  en una

 postura adversa

  a la

  tesis sostenida

  por el

  au tor .

Y ello

  es en

  parte comprensible,

  que

 Esquilo

  sea el

  teórico

  del

 ideal político

democrático

  de los

 p r imeros decenios

  del

 siglo

  V era una

 tesis audaz,

 que

suponía,  por un  lado, hacer empezar   la  especula ción política griega   en una

época anter ior

  a lo que se

 cree,

  y, por

 otro, ello significaba

  una

 decidida

 in-

tepretación política

  de

  Esquilo

  que

 había negado ro tundame nte Wilamowitz.

Por razones

  de

  tipo familiar

  no

 pude asistir

  al

 citado coloquio. Pero, simul-

táneamente, sostenía

  yo, en un

  librito sobre literat ura griega

  que

  apareció

por aquellas mismas fechas,

  una

 in terpretación parecida.

  Es

 obvio,

  por

 ello,

que

 me

 hallo

  de

  acuerdo

  con los

 puntos

  de

 vista

  de

 Adrados. Esquilo, según

la in terpretación

  del

 gran helenista español,

  ha

 en car n ad o

  en su

  t ragedia

 los

ideales humanos

  y

  políticos

  de la

  Atenas

  de la

  p r imera par te

  del

  siglo

 V.

«Esquilo intentó —leemos

  en p.

 162— sobre estos elemen tos, i ntentó

  una

 cons-

trucción teórica

  que

 justificaba

  la

  democracia

  no ya

  como yuxtaposición

  o

conciliación

  de

 elementos, sino com o acuerd o

  y

  colaboración, ent re ellos

 en lo

individual

  y lo

  político».

Tr as

  la

  mu er te

  de

  Esquilo

  se

  produce

  en

  Atenas

  un

  amplio movimiento

espir itual

  que mo

 puede agotarse

  con la

  s imple denominación

  de

  «Sofística»,

MESA

  DE

 RE DA CC IÓ N

NOVELÁIS SIIN DIOS

Releído «Bel Ami»,

 el

 anciano Mau-

r iac comprueba que antes de

 la

 famosa

sentencia

 de

 Nietzsche,

 ya

 Dios e staba

muerto pa ra los h ijos de Renán, Taine

y Flaubert. Pero donde Dios

 ha

 mu er -

to —prosigue

 el

 académico—,

 el

 hom-

bre también acaba

 por

 morir. «Le

 ha

costado algún tiempo,

  en la

  novela

francesa, pero

  al

  final

  ha

 sido liq ui-

dado a su vez:  il n y a  plus personne,

il

 n y a

  plus ríen»,

UN CAMPEÓN OE LA TOLERiA NOiA

RELIGIOSA

Decapitado

  por

 orden

  de

  Enrique

VIII,

 al

 negarse

 a

  impugnar

  la

 au to-

r idad papal

 y

 oponerse

 al

 divorcio

 del

rey con

 la

 hija

 de

 los Reyes Católicos,

el canciller Tomás Moro, helenista,

colaborador

  de

 Erasmo,

  fue

 también,

y sobre todo,

 el

 au tor

  de

 «Utopía»,

 la

isla ideal

  con

 pocas

  y

  claras leyes,

sólo seis horas  de  trabajo obligtorio,

caridad cristiana, moderado epicureis-

mo

  y

  respecto

  de las

  demás creen-

cias. Canonizado

  a los

 cuatro siglos

de

  su

  muer te,

  por Pío XI, en

  es ta

hora conciliar

  se

 t rata

  de

 erigirle una

estatua junto

  a la

  capilla londinense

donde solía rezar.

  El

 Papa Paulo

 VI

ha donado

 a tal fin un

 décimo

  de la

suma necesaria. El  comité organizador,

presidido

 por Sir

 Arthur Richmond,

 lo

componen protestantes, católicos

  y

gentes  de otras confesiones

INCONFORíMISMO IGMAOANO

«Beatnik» espiritual contra

  el «es-

tablishment» socio-político

  hay

 quien

llama

 al

 jesuíta norteame ricano Dan iel

Berrigan,

 45

 años, que recita

  sus

 ver-

sos ante nutridos auditorios.

  En cír-

culos conservadores critican sus desen-

fadadas opiniones sobre

  las

 cosas

 del

mundo

  y,

 acaso m ás, cuando

  las tra-

duce

  en el

  lenguaje

  de su

 poesía,

 de

intensa modernidad

  de

 ritmos, estruc-

turas

 e

  imágenes. Otros, más sensatos

y cultos,

  lo

  relacionan

  con

 otro gran

poeta

  de la

  compañía,

  el

 difunto

 je-

suíta inglés Gerard Manley Hopkins.

CINCO SIGLOS DE DONAlTELLO

Del

 25 de

  septiembre

  a

 p r imero

 de

octubre

  sé

 celebrará

  en el

  florentino

palacio Strozzi

 y se

 c lausurará

  en

 Pa-

áu a

  un

  congreso internacional sobre

Donatello

 y su

 t iempo,

 en

 ocasión

 del

quinto centenario  de la  muer te  del

gran escultor toscano. Además

  de los

especialistas italianos, presentarán

ponencias

  los

  tratadi stas extranjeros

de más relieve

 en el

 campo

 de

 los

 es-

tudio» donatellianos; Charles Seymour

jr., Georg Weise, André Chastel, Mar-

gal Lisner, Horts

  W.

 Janson, entre

otros

aunque

  ios

 sofistas sean

  los

 t ipos más caracter ís ticos

  de la

  nueva Atenas.

 El

optimismo «desesperado» —según

  la

  fórmula

  de

  Charles MoelLer—

  de

 raíz

 re-

ligiosa,  es  sustituido   por un  optimismo racionalis ta  y  p rogresista,   de  c a r ác te r

marcadamente antropocéntr ico

  que

 halla

  su

  plasmac ión política

  en

  Per icles .

La pr imera generación

  de

  sofistas, junto

  a los

  representantes

  de la

  c iencia

jónica

  que

 ahora invade A tenas —A naxágoras, Hipódamo,

 en

  par te Demócrito

y

  la

  Medicina hipocrática — proporcionan

  las

 bases teór icas para

  una

  funda-

mentación «laica»

  de la

  democrac ia ate niense, cuyo último criterio

  de

  valo-

ración

 es la

  «naturaleza humana»,

  no ya la

  volun tad divina como

 en

  Esquilo.

«Lo caracter ís ticos

  de la

  primera ilustració n —ipor decirlo con

 las

 palabras de*

propio Adrados—

  es que se

  destacan

  los

  rasgos cemunes

  de

  los  •  hombres

 por

encima

  de las

 diferencias,

  y,

 dentro

  de

 ellos,

 los

 cooperativos

  o

 positivos,

 y no

los negativos, basados

  en la

  «hybris».

  Se

  t rata

  de la

  negación absoluta

  y de

plano

  de la

  tesis aristoc rática se gún

  la

  cual exjisten

  dos

 n a tu r a lezas r ad ica l -

mente distintas... «Que

  las

 ideas personales

  de

  Per icles coinciden

  con esa co-

r r iente ilustrada, queda demostrado   por el  minucioso anális is   que  realiza

Adrados

  de los

 discursos

  de

  Pericles contenidos

  en el

  historiador Tucídides.

Pero

  el

 equilibr io

  de la

  Atenas

  de

 Per icles

  era un

 tan to ,

 un

 mucho imes-

table.

  Su

  búsqueda

  de una

  «medida» entre

  las

  clases sociales

  y

  en t r a

  la

ciudad   y el  ex tranjero sólo pudo dura r   un  b reve instante. Apar te   que en

el seno mismo

  de la

  Atenas ilustradla bull ían fermentos

  de

  reacción

  y d*

tradicionalismo, encarnado

  en

  Heródoto

  y

  Sófocles,

  las

  mismas ideas

  d«

la generación

  de

  Per icles llevaban

  en su

  seno fermentos

  de

  descomposi-

ción.

  Con la

  mu er te

  del

  g ran e stadista

  el

  equilibr io

  se

  rompe:

  es la tre-

menda cr is is

  de la

  guerra

  del

  Petoponeso

  que

  representa

  una

  r ad ica l iza -

ción

  de las

  posliciones ideológicas:

  la

  segunda generación

  de

  sofistas carga

el acento .sobre  los e lementos   que favorecen   el  desequilibr io : humanitar is mo

igualatario, individualísimo, cosmopolitismo, liberación

  de la

  mujer ,

  ley del

más fuerte, doctrina

  del

 superhombre, comunismo.

  En una

 p a lab r a ,

  se pro-

duce

  una

  descomunal «desintegración Contra ella que rrán actuar Só crates

y Platón.

  El

  p r imero ,

  en la

  ¡interpretación

  de

  Adrados, «conseguirá ahondar

aú n

  más el

  foso

  que se

  habia abier to».

  Y

Platón

  ve que se

  hace preciso

la reforma radical  del  orden político ex istente:   Nos hallamos   en la   época

de

  las

  u topías. . .

La lectura

  del

  libro

  de

 Adrados hará pensar , tanto

  a

  especialistas comió

a  no  especialis tas .   El   «logos» griego, seg ún Adrados, permitió   la  creación

de formas típica mente «occidentales» —libertad, dem ocracia, ciencia» . Pero

¿tiene todavía vigencia

  la

  cu ltura

  que ha

  realizado tales apor taciones

  al

mundo occidental?

  A

responder esta pregunta dedica Adradas

  un

  amplio

epílogo

  en el

  que, saltando

  por

 encima

  del

 marco concreto

  de la

  exposición

histórica, intenta

  un

  juicio

  de

  valor sobre

  la

  Antigüedad. Cada cual acep-

ta r á  la  respuesta   de  Adrados   de  acuerdo   con su  par ticula r concepción  de

la Histor ia.

  En

  todo caso

  el

  au to r

  de

 es te libro

  nos ha

  dado

  su

  propia

 res-

puesta, s incera

  y

 op timista.

  *

José ALSIWA

O b r a

comp le ta

JOSEPpLÁ

J E

El gran escritor

que ha hecho

del catalán un

idioma universal

V o l ú m e n e s

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