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Cartas a un escptico
en materia de religin.
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Jaime Balmes
Cartas a un escptico enmateria de religin.
Primera edicin electronica deEditorial Gaiferos, Libros-E.Madrid, 2002
Clsicos del Pensamiento Hispano
Numero 10
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ndice
Cartas a un escptico en materia dereligin
Carta ICuestiones importantes sobre el escepticismo
Carta IIMultitud de religiones .
Carta IIISencilla demostracin de la existencia deDios. Eternidad de las penas del infierno .
Carta IV
Filosofa del porvenir .Carta V
La sangre de los mrtires .Carta VI
La transicin social .
Carta VIILa tolerancia .Carta VIII
Los nuevos espiritualistas franceses yalemanes .
Carta IXPantesmo de la filosofa alemana .
Carta XEscuela filosfica francesa de Mr. Cousn .
Carta XI
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Cmo ha podido introducirse en Francia lafilosofa alemana .
Carta XII
Contradicciones de los incrdulos .Carta XIIILa humildad .
Carta XIVLos cristianos viciosos .
Carta XVDestino de los nios que mueren sin bautismo.
Carta XVILos que viven fuera de la Iglesia .
Carta XVII
La visin beatfica .Carta XVIII
El purgatorio .Carta XIX
La felicidad en la tierra .
Carta XXCulto de los Santos .Carta XXI
Mudanza del incrdulo .Carta XXII
Pasajes de Leibnitz en favor del dogmacatlico .
Carta XXIIIComunidades religiosas .
Carta XXIV
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La severidad de las comunidades religiosas .Carta XXV
El amor de la verdad y la fe .
Anexos
Nota sobre el autor.
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Carta I
Cuestiones importantes sobre elescepticismo.
Carcter de la autoridad ejercida
por la Iglesia catlica. La fe y la
libertad de pensar. Vano prestigio
de las ciencias. Un
pronunciamiento cientfico.
Naufragio de las convicciones
filosficas. Sistema para aliar
cierto escepticismo filosfico con
la fe catlica. El escepticismo y lamuerte. El escepticismo origen de
un tedio insoportable. Es una de
las plagas caractersticas de la
poca. Motivos de la permisin
divina. La fe contribuye a la
tranquilidad de espritu.
Mi estimado amigo: Difcil tarea me ha deparadousted en su apreciada, hablndome del escepticismo: ste
es el problema de la poca, la cuestin capital,dominante, que se levanta sobre todas las dems, cualentre tenues arbustos el encumbrado ciprs. Qu piensodel escepticismo; qu concepto formo de la situacinactual del espritu humano, tan tocado de esta
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enfermedad? cules son los probables resultados que hade acarrear a la causa de la religin? Todo esto quiere V.que le diga; a todas estas preguntas exige usted una
respuesta cabal y satisfactoria; aadindome que "quizsde esta manera se esclarezcan algn tanto las tinieblas desu entendimiento, y se disponga a entrar de nuevo bajo elimperio de la fe".
Deja V. entrever algunos recelos de que mis
respuestas sean sobrado dogmticas y decisivas;hacindome, la caritativa. advertencia de que "esmenester despojarse por un momento de lasconvicciones propias, y procurar que la discusinfilosfica se resienta todo lo menos posible de lainvariable fijeza de las doctrinas religiosas". Asomaba a
mis labios la sonrisa al leer las palabras que acabo detranscribir, viendo que de tal manera viva V.equivocado sobre la verdadera situacin de mi espritu;pues se figuraba hallarme tan dogmtico en filosofacomo me haba encontrado en religin. Parceme. que, a
fuerza de declamar contra la esclavitud delentendimiento de los catlicos, han logrado en buenaparte su daado objeto los incrdulos y los protestantes,persuadiendo a los incautos de que nuestra sumisin a laautoridad de la Iglesia en materias de fe, quebranta de talsuerte el vuelo del espritu y anonada tan completamente
la libertad de examinar, hasta en los ramos nopertenecientes a religin, que somos incapaces de unafilosofa elevada e independiente. As tenemos por locomn la desgracia de que sin conocernos se nos juzgue,
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y sin ornos se nos condene. La autoridad ejercida por laIglesia catlica sobre el entendimiento de los fieles, ennada cercena la libertad justa y razonable que se expresa
en aquellas palabras del Sagrado Texto: entreg elmundo a las disputas de los hombres.
Todava me atrever a aadir que, seguros loscatlicos de la verdad en los negocios que ms lesimportan, pueden ocuparse en las cuestiones puramente
filosficas con nimo ms tranquilo y sosegado, que nolos incrdulos y escpticos: mediando entre ellos ladiferencia que va de un observador que contempla losfenmenos terrestres y celestes desde un lugar a cubiertode todo peligro, a otro que se halla precisada averificarlo desde una frgil tabla abandonada a la merced
de las olas. Cundo entendern los enemigos de lareligin que la sumisin a la autoridad legtima nadatiene de servilismo, que el homenaje tributado a losdogmas revelados por Dios no es torpe esclavitud, sinoel ms noble ejercicio que hacer podamos de la libertad?
Tambin los catlicos examinamos, tambin dudamos,tambin nos engolfamos en el pilago de lasinvestigaciones; pero no dejamos la brjula de la mano,es decir, la fe; porque, as en la luz del da como en lastinieblas de la noche, queremos saber dnde est el polopara dirigir cual conviene nuestro rumbo.
Habla V. de la flaqueza de nuestro espritu, de laincertidumbre de los conocimientos humanos, de lanecesidad de discutir con aquella modesta reserva
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inspirada por el sentimiento de la propia debilidad; puesqu? por ventura esas mismas reflexiones no son la mselocuente apologa de nuestra conducta? no es esto
mismo lo que estamos continuamente encareciendo,cuando probamos y evidenciamos que es til, que esprudente, que es cuerdo, que es indispensable el vivirsometido a una regla? Supuesto que se ofrece laoportunidad, y que la buena fe exige que hablemos contoda sinceridad y franqueza, debo manifestarle, mi
estimado amigo, que, salvo en materias religiosas, meinclino a creer que no lleva V. tan adelante elescepticismo como ste que V. se imaginaba tandogmtico.
Hubo un tiempo en que el prestigio de ciertos
hombres, el deslumbramiento producido por la radianteaureola que coronaba sus sienes, la ninguna experienciadel mundo cientfico, y, sobre todo, el fuego de la edad,vido de cebarse en algn pbulo noble y seductor, mehaban comunicado una viva fe en la ciencia y me hacan
saludar con alborozo el da afortunado, en queintroducirme pudiera en su templo para iniciarme en susprofundos arcanos, siquiera como el ltimo de susadeptos. Oh! aqulla es la ms hermosa ilusin quehalagar pudo el alma humana: la vida de los sabios mepareca a m la de un semidis sobre tierra; y recuerdo
que ms de una vez fijaba con infantil envidia mis ojossobre un albergue que encerraba un hombre mediano,que yo en mi experiencia conceptuaba gigante. Penetrarlos principios de todas las cosas, levantar un tupido velo
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que cubre los secretos de la naturaleza, levantarse aregiones superiores descubriendo nuevos mundos que seescapan a los ojos de los profanos, respirar en una
atmsfera de pursima luz, donde el espritu se despegaradel cuerpo, adelantndose a gozar de las delicias de unnuevo porvenir: stos crea yo que eran los beneficiosque proporcionaba la ciencia; nadando en esta felicidadcontemplaba yo a los sabios; viniendo, por fin, losaplausos y la gloria que a porfa les rodeaban, a
solazarlos en los breves momentos en que, descendiendode sus celestiales excursiones, se dignaban poner denuevo sus pies sobre la tierra.
La literatura, me deca yo a m mismo, susinvestigaciones sobre lo bello, lo sublime, sobre el buen
gusto, sobre las pasiones, les suministrarn reglasseguras para producir en el nimo del oyente o del lectorel efecto que se quiera; sus estudios sobre la lgica eideologa les darn un clarsimo conocimiento de lasoperaciones del espritu, y de la manera de combinarlas
y conducirlas para alcanzar la verdad en todo linaje dematerias; las ciencias matemticas y fsicas deben derasgar el velo que cubre los secretos de la naturaleza; yla creacin entera con sus arcanos y maravillas sedesplegar a los ojos de los sabios, como se desarrolla unraro y precioso lienzo a la vista de favorecidos
espectadores; la psicologa los llevar a formarse unacompleta idea del alma humana, de su naturaleza, de susrelaciones con el cuerpo, del modo de ejercer sobre stesu accin, y de recibir de l las varas impresiones; las
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ciencias morales, las sociales y polticas les ofrecern enun vasto cuadro la admirable harmona del mundo moral,las leyes del progreso y perfeccin de la sociedad, las
infatigables reglas para bien gobernar; en una palabra,me imaginaba yo que la ciencia era un talismn queobraba maravillas sin cuento, y que quien llegase aposeerla, se levantaba a inmensa altura sobre el vulgo dela triste humanidad. Vana ilusin, que bien prontocomenz a marchitarse, y que al fin se deshoj como flor
secada por los ardores del esto!
Cuanto ms dorados haban sido mis sueos, ymayor, por consiguiente, mi avidez de conocer lo quetenan de realidad, tanto ms dura fue la leccin querecib y ms temprana vino la hora de entender mi
engao. Apenas entrado en aquellas asignaturas donde seventilan algunas cuestiones importantes, principi miespritu a sentir una inquietud indefinible, a causa de nohallarme bastante ilustrado por lo que lea ni por lo queoa. Ahogaba en el fondo de mi alma aquellos
pensamientos que surgan incesantemente sin poderlo yoremediar; y procuraba acallar mi descontento,lisonjendome con la esperanza de que para msadelante me estaba reservado el quedarme enteramentesatisfecho. "Ser menester, me deca yo, ver primerotodo el cuerpo de doctrina, de la cual no alcanzas ahora
ms que los primeros rudimentos; y entonces, a nodudarlo, encontrars la luz y la certeza que en laactualidad echas de menos."
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Difcilmente hubiera podido persuadirme a lasazn de que hombres cuya vida se haba consumido enmprobos trabajos, y que con tal seguridad ofrecan al
mundo el fruto de sus sudores, hubiesen aprendido sobrelas gravsimas materias en que se ocupan, poco ms queel arte de hablar con facilidad en pro o en contra de unaopinin, metiendo mucho ruido con palabras huecas ycon discursos pomposos. Todas mis dificultades, todasmis dudas y escrpulos, todo lo atribua a mi
inexperiencia, a mi torpeza en comprender el sentido delo que me decan autores tan respetables: por cuyomotivo se apoder de m la idea de saber el arte deaprender. No se afanaron tanto los antiguos qumicos enpos de la piedra filosofal, ni los modernos publicistas enbusca del equilibrio de los poderes, como yo andando enzaga del arte maravilloso: y Aristteles, con sus infinitossectarios, y Raimundo Lulio, y Descartes, yMalebranche, y Locke, y Condillac, y no s cuntosmenos notables, cuyos nombres no recuerdo, nobastaban a satisfacer mi ardor. Quin me ocupaba y
confunda con las mil reglas sobre los silogismos, quinsealaba mayor importancia a los juicios yproposiciones, quin a la claridad y exactitud de lapercepcin, quien me abrumaba con preceptos sobre elmtodo, quin me llevaba de la mano a la investigacindel origen de las ideas, dejndome ms en obscuras que
antes: en breve no tard en advertir que cada cual echabapor su camino favorito, y que a quien en seguirlos seempease le haban de volver la cabeza.
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Estos seores directores del entendimientohumano, dije para m mismo, no se entienden entre s:esto es la torre de Babel, en que cada cual habla su
lengua; con la diferencia de que all el orgullo acarre elcastigo de la confusin Y aqu la confusin mismaaumenta el orgullo, erigindose cada cual en nicolegtimo maestro, y pretendiendo que todos los dems noofrecen para el derecho de enseanza sino ttulosapcrifos. Al propio tiempo, iba notando que lo mismo
con corta diferencia suceda en los dems ramos delhumano saber; con lo que entend que era necesario,urgente, desterrar la hermosa ilusin que sobre lasciencias me haba formado. Estos desengaos habanpreparado mi espritu a una verdadera revolucin; y,aunque vacilando algunos momentos, al fin me decid apronunciarme contra los poderes cientficos, y, alzandoen mi entendimiento una bandera, escrib en ella: abajola autoridad cientfica.
Nada tena yo para substituir al poder destruido,
porque, si esos respetables filsofos saban poco sobrelas altas cuestiones cuya solucin andaba buscando, yosaba menos que ellos, pues que no saba nada. Ya puedeV. imaginarse que no dejara de serme doloroso elconsumar una revolucin semejante; y que a veces hastame acusaba de ingrato, cuando, llevando la revolucin
hasta sus ltimas consecuencias, forzaba a emigrar de miespritu personas tan respetables como Platn,Aristteles, Descartes, Malebranche, Leibnitz, Locke yCondillac. La anarqua era el necesario resultado de un
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paso semejante; pero yo me resignaba gustoso a ella,antes que llamar nuevamente al gobierno de mientendimiento a estos seores que as me haban
engaado. Adems, que, habiendo probado ya el placerde la libertad, no quera deslustrar el triunfo pasando porlas horcas caudinas.
Apremiado mi espritu por la sed de verdad, nopoda quedar en un estado de completa inercia; y as es
que emprend buscarla con mayor empeo, no pudiendocreer que estuviera el hombre condenado a ignorarlamientras vive en este mundo. Sin duda creer V. que unescepticismo universal fue el inmediato resultado de mirevolucin, y que, concentrado dentro de m mismo,dud de la existencia del mundo que me rodeaba, dud
de la existencia de mi propio cuerpo, y que, temeroso deque se me escapara toda existencia, y que a manera deencantamiento me hallase reducido a la nada, meapresur a asirme del raciocinio de Descartes: yo pienso,luego soy; ego cogito, ergo sum. Pues nada de eso, mi
estimado amigo: que, si bien tena alguna aficin a lafilosofa, no estaba, sin embargo, fanatizado por elfilsofo; y sin reflexionar mucho me convenc de quedudar de todo, es carecer de lo ms precioso de la raznhumana, que es el sentido comn. No me faltaba lanoticia del axioma o entimema de Descartes y de otras
semejantes proposiciones o principios; pero siempre mepareci que tan cierto me estaba de que exista como deque pensaba, como de que tena cuerpo, como delmovimiento, como de las impresiones de los sentidos,
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como del mundo que me rodeaba; y, por consiguiente,reservndome fingir por algunos momentos esa dudapara cuando el ocio y el humor lo consintieran, me qued
con todas las convicciones y creencias que antes, salvolas llamadas filosficas. Para stas fui, y he sido, y serinexorable: la filosofa proclama sin cesar el examen, laevidencia, la demostracin; enhorabuena; pero sepa almenos que, cuando seamos hombres y no ms, nosarreglaremos en nuestras convicciones cul a nosotros
nos cumpla, siguiendo las inspiraciones del buensentido; pero, en los ratos en que seamos filsofos, quepara todo hombre son ratos muy breves, reclamaremossin cesar el derecho de examen, exigiremos evidencia,pediremos demostracin seca. Quien reina en nombre deun principio, menester es que se resigne a sufrir losdesacatos que dimanar puedan de las consecuencias.
Claro es que en este naufragio universal de lasconvicciones filosficas no entraban las religiosas: staslas haba adquirido por otro camino, se presentaban a mi
espritu con otros ttulos, y, sobre todo, se encaminabande suyo a dirigir la conducta, a hacerme, no sabio, sinobueno; de consiguiente, contra ellas no se irrit misusceptibilidad pirrnica. Todava ms: lejos de quesintiera inclinacin a separarme de las creencias que seme haban inspirado en la infancia, me convenc ms y
ms de la necesidad, y hasta del inters propio, que tenaen no perderlas; pues que comenc a mirarlas como lanica tabla de salvacin en este proceloso mar de lascavilaciones humanas. Acrecentse el deseo de
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aferrarme en la fe catlica, cuando, ocupndome algunosratos, con espritu de completa independencia, en elexamen de las transcendentales cuestiones que la
filosofa se propone resolver, me vi rodeado por todaspartes de espessimas tinieblas; sin que se descubriesems luz que algunas rfagas siniestras, que, sin alumbrarel camino, slo servan para hacerme visible laprofundidad de los abismos a cuyo borde se hallaban misplantas.
Por esto conservaba en el fondo de mi alma la fecatlica como un tesoro de inestimable valor; por esto, alencontrarme angustiado en vista de la nada de la cienciadel hombre, y cuando me pareca que la duda se ibaapoderando de mi espritu, haciendo desaparecer de mis
ojos el universo entero, como desaparecen de la vista delos espectadores las mentirosas ilusiones con que poralgunos momentos los ha entretenido un hbilprestigiador, daba una mirada a la fe, y su solo recuerdoera bastante a conformarme y alentarme.
Recorriendo las cuestiones que cual insondablespilagos rodean los principios de la moral, examinandolos incomprensibles problemas de la ideologa y de lametafsica, echando una ojeada a los misterios de lahistoria y a los escrpulos de la crtica, contemplando la
humanidad entera en su actual existencia y en lossombros arcanos de su porvenir, deslizbanse a vecespor mi entendimiento pensamientos aciagos, cualmonstruos desconocidos que asoman su cabeza,
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asustando al viajero en una playa solitaria; pero yo tenafe en la Providencia, y la Providencia me salv. He aqucmo discurra para fortificar mi espritu, dejando a la
gracia que no dejara estriles mis dbiles esfuerzos. "Sidejas de ser catlico, no sers por cierto ni protestante, nijudo, ni musulmn, ni idlatra; estars, pues, de golpeen el desmo. Entonces te hallars con Dios; pero, nosabiendo nada sobre tu origen y tu destino, nada sobrelos incomprensibles misterios que por experiencia ves y
sientes en ti mismo y en la humanidad entera, nada sobrela existencia de premios, y penas en otro mundo, sobre laotra vida, sobre la inmortalidad, del alma; nada sobre losmotivos que haya podido tener la Providencia encondenar a sus criaturas a tantos sufrimientos sobre latierra, sin darles ninguna noticia que consolarlas pudieracon la esperanza de otros destinos; nada entenders delas grandes catstrofes que con tanta frecuencia hapadecido, padece y andar padeciendo el humano linaje,es decir, que no hallars la accin de la Providencia enninguna parte; no hallars, por consiguiente, a Dios; por
tanto, dudars de su existencia, si es que no abracesdecididamente el atesmo. Fuera Dios del universo, elmundo es hijo del acaso, y el acaso es una palabra sinsentido, y la naturaleza un enigma, y el alma humanauna ilusin, y las relaciones morales nada, y la moral unamentira. Consecuencia lgica, necesaria, inflexible; el
trmino fatal que no puede el hombre contemplar sinestremecerse, negro e insondable abismo al cual no cabeabocarse sin espanto y horror".
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As meda el camino que me era preciso seguir,una vez apartado de la fe catlica, si continuar intentaraen el examen filosfico sacando consecuencias de los
principios que yo propio hubiera sentado en el momentode la defeccin. A tanta insensatez no quera yo llegar,no quera suicidarme de tal suerte matando mi existenciaintelectual y moral, apagando de un soplo la solaantorcha que alumbrarme poda en el breve trecho de lavida. As me he quedado con mucha desconfianza en la
ciencia del hombre, pero con profunda fe religiosa:llmelo V. pusilanimidad o como ms le agradare: nocreo, sin embargo, que me pese de la resolucin cuandome halle al borde de la tumba.
Hay en las regiones de la ciencia, como en los
senderos de la prctica, ciertas reglas de buen juicio yprudencia de que no debe el hombre desviarse jams.Todo lo que sea luchar con el grito de nuestro sentidontimo, con la voz de la naturaleza misma, paraentregarse a vanas cavilaciones, es ajeno de la cordura,
es contrario a los principios de la sana razn. Por estacausa, debe condenarse como insensato el sistema de unescepticismo universal hasta en las materias puramentefilosficas; sin que por esto sea menester abrazarciegamente las opiniones de esta o aquella escuela. Perodonde conviene particularmente la sobriedad en el uso
de la razn, es en materias religiosas: porque, siendostas de un orden muy elevado, y rozndose en muchospuntos con las torcidas inclinaciones del corazn, tanpresto como la razn, empieza a cavilar y sutilizar en
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demasa, se halla el hombre en un laberinto donde pagamuy caros su presuncin y orgullo. Qudase elentendimiento en un cansancio, en un abatimiento, en
una postracin indecibles, desde que se ha levantadocontra el cielo; como nos cuentan las historias de aquelbrazo que, en el momento de extenderse a un objetosagrado, se sinti herido de parlisis.
Singularidad notable! el escepticismo religioso
sirve nicamente en medio de la dicha terrena, slo sealberga tranquilamente en el hombre, cuando, rebosandode salud y de vida, mira como eventualidad muy lejanael instante supremo en que le ser preciso al espritu eldespegarse del cuerpo mortal y pasar a otra vida. Perodesde el momento en que la existencia est en peligro,
cuando vienen las enfermedades, como heraldos de lamuerte, a indicarnos que no est lejos el terrible trance;cuando un riesgo imprevisto nos advierte que estamoscomo colgantes de un hilo sobre el abismo de laeternidad, entonces el escepticismo deja de ser
satisfactorio; la mentida seguridad que poca notes nosproporcionara, se trueca en incertidumbre cruel,angustiosa, llena de remordimientos, de sobresalto, deespanto. Entonces el escepticismo deja de ser cmodo, ypasa a ser horroroso; y en su mortal postracin busca elhombre la luz, y no la encuentra; llama a la fe, y la fe no
le responde; invoca a Dios, y Dios se hace sordo a sustardas invocaciones.
Y para ser el escepticismo duro, cruel tormento del
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alma, no es necesario hallarse en esos trancesformidables en que el hombre fija azorada su vista en lastinieblas de un incierto porvenir; en el curso ordinario de
la vida, en medio de los acontecimientos ms comunes,siente mil veces el hombre cual cae gota a gota sobre sucorazn el veneno de la vbora que en su seno abriga.Momentos hay en que los placeres cansan, el mundofastidia, la vida se hace pesada, la existencia se arrastrasobre un tiempo que camina con lentitud perezosa. Un
tedio profundo se apodera del alma; un indeciblemalestar le aqueja y atormenta. No son los pesaresabrumadores destrozando el corazn, no es la tristezaabatiendo el espritu y arrancndole dolorosos suspirospor medio de punzantes recuerdos: es una pasin quenada tiene de vivo, de agudo; es una languidez mortal, esun disgusto de cuanto nos circunda, es un penosoentorpecimiento de todas las facultades, como aqueldesasosegado estupor que en ciertas dolencias anunciacrisis peligrosas. A qu estoy yo en el mundo? se diceel hombre a s mismo. Qu ventajas me trae el haber
salido de la nada? Qu pierdo apartndome de la vistade una tierra para m agostada, de un sol que para m nobrilla? El da de hoy es inspido como el da de ayer, y elda de maana lo ser como el de hoy; mi alma estsedienta de gozar y no goza; vida de dicha y no laalcanza; consumindose como una antorcha que por falta
de pbulo desfallece. No ha sentido V. repetidas veces,mi estimado amigo, este tormento de los afortunados delmundo, ese gusano roedor de los espritus que sepretenden superiores? no asoma jams en su pecho ese
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movimiento de desesperacin que se ofrece al hombrecomo el nico remedio de un mal tan insoportable? Puessepa V. que uno de sus funestos manantiales es el
escepticismo, ese vaco del alma que la desasosiega yatormenta, esa ausencia espantosa de toda fe, de todaesperanza, esa incertidumbre sobre Dios, sobre lanaturaleza, sobre el origen y destino del hombre. Vacotanto ms sensible cuanto ms recae en almas ejercitadasen el discurso por el estudio de las ciencias, excitadas en
todas sus facultades mentales por una literatura loca queslo se propone producir efecto, aunque sean lossacudimientos de la electricidad o las convulsiones delgalvanismo; almas que sienten avivadas y aguzadastodas las pasiones por un mundo sagaz, que les habla entodos los idiomas y las conmueve de tan varias maneras,echando mano de infinidad de recursos.
He aqu, mi estimado amigo, lo que pienso delescepticismo, lo que opino de sus efectos sobre elespritu humano. Le considero como una de las plagas
caractersticas de la poca, y uno de los ms terriblescastigos que ha descargado Dios sobre el humano linaje.
Cmo se puede remediar un mal tamao? No los; pero s me atrever a decir que se pueden atajar algntanto sus progresos; y me inclino a esperar que as se
har, siquiera por el inters de la sociedad, por el buenorden y bienestar de la familia, por el reposo y sosiegodel individuo. El escepticismo no ha cado de repentesobre los pueblos civilizados; es una gangrena que ha
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cundido con lentitud; lentamente se ha de remediartambin; y sera uno de los ms estupendos prodigios dela diestra del Omnipotente, si para su curacin no fuera
menester el transcurso de muchas generaciones. As entender V., mi estimado amigo, que no mehago ilusiones sobre la verdadera situacin de las cosas;y que, flotando yo en medio de las olas sobre la tabla queme conducir a salvamento, no pierdo de vista el
destrozo que en mis alrededores existe, no olvido lafunesta catstrofe que han sufrido los espritus por unfatal concurso de circunstancias durante los tres ltimossiglos.
Cmo permite Dios, me dice V., que ande
fluctuando la humanidad en medio de tantos errores, yque de tal suerte se extrave sobre los puntos que ms leinteresan? Esta dificultad no se limita a la permisindivina con respecto a las sectas separadas, sino que seextiende a las dems religiones; y, como stas han sidomuchas y extravagantes desde que el humano linaje seapart de la pureza de las tradiciones primitivas, laobjecin abarca la historia entera, y el pedir su solucines nada menos que demandar la clave para explicar losarcanos que en tanta abundancia se ofrecen en la historiade los hijos de Adn.
No es ste asunto que se preste a ser aclarado enpocas palabras, si aclaracin llamarse puede lo que sobretan profundo misterio alcanza el dbil hombre; comoquiera, procurar hacerlo en otra carta, dado que la
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presente va tomando ms ensanche del que fue menester.
Manifestada tiene V. mi opinin sobre el
escepticismo religioso, y declarado tambin cul seaviene la fe catlica con una prudente desconfianza delos sistemas de los filsofos. Muchos quizs no seavengan con esta manera de mirar las cosas; sinembargo, la experiencia demuestra que el espritu sehalla muy bien en este estado; y que cierto grado de
escepticismo cientfico hace ms fcil y llevadera la fereligiosa. Si en ella no me mantuviese la autoridad deuna Iglesia que lleva ms de 18 siglos de duracin, quetiene en confirmacin de su divinidad su mismaconservacin al travs de tantos obstculos, la sangre deinnumerables mrtires, el cumplimiento de las profecas,infinitos milagros, la santidad de la doctrina, la elevacinde sus dogmas, la pureza de su moral, su admirableharmona con todo cuanto existe de bello, de grande, desublime, los inefables beneficios que ha dispensado a lafamilia y a la sociedad, el cambio fundamental que en
pro de la humanidad ha realizado en todos los pasesdonde se ha establecido, y la degradacin, elenvilecimiento, que sin excepcin veo reinando alldonde ella no domina; si no tuviera, digo, todo esteimponente conjunto de motivos para conservarme adictoa la fe, hara un esfuerzo para no apartarme de ella,
cuando no fuera por otra razn, por no perder latranquilidad de espritu.
D V. una ojeada en torno, mi estimado amigo; no
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ver ms por doquiera que horribles escollos, regionesdesiertas, playas inhospitalarias. ste es el nico asilopara la triste humanidad: arrjese quien quiera al furor
de las olas; yo no dejar esta tierra bendita donde mecoloc la Providencia. Si algn da, fatigado y rendidode luchar con las tempestades, se aproxima V. a lasventurosas orillas, se tendr por feliz si en algo puedefavorecerle tendindole una mano auxiliadora este S. S.S. Q. B. S. M.
J. B.
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Carta II
Multitud de religiones.Profundo misterio que aqu se
envuelve. Los catlicos reconocen
y lamentan este dao mucho ms
que todos los sectarios.
Explicacin del principio "quodnimis probat nihil probat", lo que
prueba demasiado no prueba
nada. Aplicacin de este principio
a la dificultad presente. Reglas de
prudencia que conviene no perder
de vista. Motivos de la permisin
divina. Fatales consecuencias del
pecado del primer padre.
Impotencia de la filosofa en la
explicacin de los misterios del
hombre.
Voy a pagar, mi estimado amigo, la deuda que en
mi anterior contraje, de responder a la dificultad que V.me propona, relativa a la permisin de Dios sobre tantasy tan diferentes religiones. ste es uno de losargumentos que sin cesar producen los enemigos de lareligin, y que suelen proponer con tal aire de seguridad
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y de triunfo, como si l solo bastara a echarla por tierra.No se crea que trate yo de desvanecer la dificultad,eludiendo el mirarla cara a cara, ni de disminuir su
fuerza presentndola cubierta con velos que la disfracen;muy al contrario, opino que el mejor modo de desatarlaes ofrecerla en toda su magnitud. Aadir, adems, queno niego que haya en esto un misterio profundo, que nome lisonjeo de sealar razones del todo satisfactorias enesclarecimiento de la objecin indicada, pues estoy
ntimamente convencido de que ste es uno de losincomprensibles arcanos de la Providencia, que alhombre no le es dado penetrar. Me parece, no obstante,que les hace a muchos ms mella de la que hacerlesdebiera; y tan distante me hallo de creer que en nadadestruya ni debilite la verdad de la Religin Catlica,que antes juzgo que en la misma fuerza de dichadificultad podemos encontrar un nuevo indicio de quenuestra creencia es la nica verdadera.
Es cierto que la existencia de muchas religiones es
un mal gravsimo; esto lo reconocemos los catlicosmejor que nadie, pues que somos los que sostenemosque no hay ms que una religin verdadera, que la fe enJesucristo es necesaria para la eterna salvacin, que es unabsurdo el decir que todas las religiones pueden serigualmente agradables a Dios; y, por fin, los que tal
importancia damos a la unidad de la enseanza religiosa,que consideramos como una inmensa calamidad laalteracin de uno cualquiera de nuestros dogmas. Pordonde se ve que no es mi nimo atenuar en lo ms
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mnimo la fuerza de la dificultad ocultando la gravedaddel mal en que estriba; y que a mis ojos es mayor estedao que no a los del mismo que me la ofrece. Nadie
aventaja ni aun iguala a los catlicos en confesar loinmenso de esa calamidad del humano linaje; porque suscreencias los precisan a mirarla como la mayor de todas.Los que consideran como falsas todas las religiones, losque se imaginan que en cualquiera de ellas puede elhombre hacerse agradable a Dios y alcanzar la eterna
salud, los que profesando una religin que creen nicaverdadera, no profesan el principio de la caridaduniversal sin distincin de razas, pueden contemplar conmenos dolor esas aberraciones de la humanidad; peroesto no es dado a los catlicos, para quienes no hayverdad ni salvacin fuera de la Iglesia, y que, adems,estn obligados a mirar a todos los hombres comohermanos, y desearles en lo ntimo del corazn queabran los ojos a la luz de la fe, y que entren en el caminode la salud eterna. Bien se echa de ver que no trato,como suele decirse, de huir el cuerpo a la dificultad, y
que antes procuro pintarla con vivos colores. Ahora voya examinar su valor, presentndola desde un punto devista en que por desgracia no se la consideracomnmente.
Tienen los dialcticos un principio que dice: quod
nimis probat nihil probat; lo que prueba demasiado noprueba nada; lo que significa que, cuando un argumentocualquiera no slo concluye lo que nosotros nosproponemos, sino tambin lo que a las claras es falso, de
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nada sirve para probar ni an lo que nosotros intentamos.La razn en que este principio se funda es muy clara: loque conduce a un resultado falso, ha de ser falso
tambin; luego, por ms especioso que sea suargumento, por ms apariencias que tenga de solidez,por el lirismo hecho de llevarnos a una consecuenciafalsa, nos da una infalible seal de que o entraa algunafalsedad en las proposiciones de que se compone, oalgn vicio de razonamiento en el enlace de las mismas,
y por tanto en la deduccin a que nos lleva. Si, porejemplo, me propongo demostrar que la suma de losngulos de un tringulo es mayor que un recto, y con midemostracin pruebo que dicha suma es mayor que dosrectos, esta demostracin de nada servir, porque conella pruebo demasiado, es decir, que es mayor que dosrectos, lo que no puede ser; y este resultado ser para muna infalible seal de que hay un vicio en lademostracin, y que no puedo aprovecharme de ella paraprobar nada.
Otros ejemplos: si, examinando un antiguomanuscrito, pretendo desecharle como apcrifo, y sealopara ello una razn crtica, de la que resulten condenadostambin cdices cuya autenticidad no admita duda, claroes que debo apartarme de mi razonamiento, seguro deque est mal concebido: prueba demasiado, y por lo
mismo no prueba nada. Si, examinando la veracidad dela narracin de un viajero, me empeo en que se ha dedar fe a sus palabras alegando razones de las que seinfiere que es menester dar crdito a otras relaciones
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conocidamente falsas, mi manera de discurrir sera malatambin porque probara demasiado.
Perdone V., mi querido amigo, si me he detenidoalgn tanto en desenvolver este principio que enmuchsimos casos sirve y de que pienso hacer uso en lacuestin que nos ocupa: y con esto entender V. que no
juzgo del todo intiles las reglas para bien discurrir, yque mi desconfianza en los filsofos no se extiende a
todo lo que se halla en la filosofa.
Apliquemos estos principios. Se nos objeta a loscatlicos la multiplicidad de religiones, como si anosotros nicamente embarazara la dificultad, como sitodos los que profesan un culto, se cual fuere, no
debiesen sobrellevar in solidum todos los inconvenientesque de ah pueden resultar. En efecto: si la multiplicidadde religiones algo prueba contra la verdad de la catlica,lo mismo prueba contra la de todas; tenemos, pues, queno slo viene al suelo la nuestra, sino cuantas existen yhan existido. Adems: si la dificultad que se levantacontra la permisin de este mal significa algo, es nadamenos que una completa negacin de toda providencia,es decir, la negacin de Dios, el atesmo. La razn esobvia: el mal de la multiplicidad de religiones esinnegable; est a nuestra vista en la actualidad, y la
historia entera es un irrefragable testimonio de que lomismo ha sucedido desde tiempos muy remotos; si sepretende, pues, que la Providencia no puede permitirlo,se pretende tambin que la Providencia no existe, es
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decir, que no hay Dios.
Infirese de aqu que la permisin de lamuchedumbre de religiones es una dificultad queembaraza al catlico y al protestante, al idlatra y almusulmn, al hombre que admite una religincualquiera, como al que no profesa ninguna, con tal queno niegue la existencia de Dios. Por ejemplo: si se mepresenta un mahometano con su Alcorn y su Profeta,
pretendiendo que su religin es verdadera y que ha sidorevelada por el mismo Dios, le podr objetar elargumento y decirle: "Si tu creencia es verdadera cmoes que Dios permite tantas otras? Si se engaanmiserablemente los que viven en religin diferente de latuya, por qu, permite Dios que todos los dems
pueblos del mundo permanezcan privados de la luz?" Aquien no niegue la existencia de Dios, imposible le ha deser el no admitir su bondad y providencia; un Dios malo,un Dios que no cuida de la obra que l mismo ha criado,es un absurdo que no tiene lugar en cabeza bien
organizada; y hasta me atrever a decir que menosimposible se hace el concebir el atesmo en todo su errory negrura, que no la opinin que admite un Dios ciego,negligente y malo. Suponiendo, pues, la existencia de unDios con bondad y providencia, queda en pie la mismadificultad arriba propuesta: Cmo es que permite que el
humano linaje yerre tan lastimosamente en el negocioms grave e importante, que es la religin? Si se nosdijera que Dios se da por satisfecho de los homenajes dela criatura, sean cuales fueren las creencias que profese y
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el culto en que le tribute la expresin de su gratitud yacatamiento, entonces preguntaremos: cmo es posibleque a los ojos de un Ser de infinita verdad sean
indiferentes la verdad y el error? cmo es dableconcebir que a los ojos de la santidad infinita seanindiferentes la santidad y la abominacin? cmo esposible que un Dios infinitamente sabio, infinitamentebueno, infinitamente prvido, no haya cuidado deproporcionar a sus criaturas algunos medios para
alcanzar la verdad, para saber cul era el modo que le eraagradable de recibir los obsequios y las splicas de losmortales? Si las religiones slo tuviesen entre sdiferencias muy ligeras, el absurdo de darlas todas porbuenas fuera menos repugnante, pero recurdese que casitodas ellas estn diametralmente opuestas en puntosimportantsimos; que las unas admiten un solo Dios, yotras los adoran en crecido nmero; que unas reconocenel libre albedro del hombre, y otras lo desechan; queunas asientan por uno de los principios fundamentales lacreacin, otras se avienen con la eternidad de la materia;
recrrase la enorme variedad de sus respectivos dogmas,de su moral, de su culto, y dgase si no es el mayor delos absurdos el suponer que Dios puede darse porsatisfecho con adoraciones tan contradictorias.
Vea V., mi estimado amigo, cun bien se aplica a
esta cuestin el principio dialctico que ms arriba herecordado; y cmo una dificultad que algunos seempean en dirigir exclusivamente contra los catlicos,no les toca a ellos nicamente, sino a todos los hombres
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que profesan una religin, y an a los puros destas.Qu debe hacerse en semejantes casos? Cmo sepueden obviar tamaas dificultades? He aqu el camino
que en mi concepto debe seguir un hombre juicioso yprudente; he aqu la manera de discurrir ms conforme arazn: "El mal existe, es cierto; pero la Providenciaexiste tambin, no es menos cierto; en apariencia son doscosas que no pueden existir juntas; pero, supuesto que tsabes ciertamente que existen, esta apariencia de
contradiccin no te basta para negar esa existencia; loque debes hacer, pues, es buscar el modo con que puedadesaparecer esta contradiccin, y, en caso de que no tesea posible, considerar que esta imposibilidad nace de ladebilidad de tus alcances."
Si bien se observa, en los negocios ms comunesde la vida hacemos a cada paso un raciocinio semejante.Nos encontramos con dos hechos cuya coexistencia nosparece imposible; a nuestro juicio se excluyen, serepugnan; pero nos obstinamos por esto en negar que
los hechos existan, cuando tenemos bastantes motivospara darnos la competente certeza? De seguro que no."Esto es para m un misterio, decimos; no lo entiendo,me parece imposible que as sea, pero veo que as es."En seguida, si la cosa merece la pena, buscamos la raznsecreta que nos explique el misterio; pero, si no damos
con ella, no por esto nos creemos con derecho a desecharaquellos extremos de cuya existencia no podemos dudar,por ms que nos parezcan contradictorios.
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Por donde ver V., mi estimado amigo, que unainconcebible ceguera nos impide a menudo el emplearen el examen de las verdades ms importantes, que son
las religiosas, aquellas reglas de prudencia de que nosvalemos en los negocios ms comunes; y rechazamoscomo ofensiva de nuestra independencia y de la dignidadde nuestra razn, aquella conducta que no vacilamos enseguir a cada paso en la direccin y arreglo de nuestrosms pequeos asuntos.
Tan grabados tengo en mi nimo estos principiosenseados por la buena lgica y por la ms sanaprudencia, que me sirven sobremanera en muchas otrasdificultades pertenecientes a la religin y no dejan que seperturbe mi espritu a la vista de la obscuridad que en
ellas descubro y que en mi debilidad no soy bastante adesvanecer. Qu consideraciones ms espantosas quelas sugeridas por la terrible dificultad de conciliar lalibertad humana con los dogmas de la presciencia ypredestinacin? Si el hombre no atiende a ms que a la
certeza e infalibilidad de la presciencia divina, qudasesobrecogido de horror, erzansele los cabellos a la solaconsideracin de la fijeza del destino, la sangre se lehiela en las venas al pensar que, antes de nacer l, yasaba Dios cul haba de ser su paradero; pero, tan luegocomo reflexiona un instante, sobreponindose al terror y
a la desesperacin que se apoderaban de su alma,encuentra abundantes motivos para sosegarse, halla aquun misterio pavoroso, es verdad, pero que no le abate nidesalienta.
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"Eres libre, se dice a s mismo, para obrar el bieny el mal? S, dudarlo no puedes, te lo ensea la fe, te lodicta la razn, lo experimentas por el sentido ntimo, ycon experiencia tan clara, tan infalible, que no quedasms cierto de tu existencia que de tu libre albedro.Luego nada importa que no comprendas cmo estalibertad se concilia con la presciencia de Dios."
"Este misterio que yo no comprendo, debe alteraren algo mi conducta, volvindome flojo para el bien, ypoco cuidadoso de evitar el mal? es prudente, es lgicoel pensar que, haga yo lo que quiera, siempre severificar lo que Dios tiene previsto, y que, porconsiguiente, son vanos todos mis esfuerzos en seguir el
camino de la virtud? No. Y por qu? Porque lo queprueba demasiado no prueba nada; y, si este raciociniovaliera, se seguira que tampoco he de cuidar de misnegocios temporales, porque al fin no ser de ellos msde lo que Dios tiene previsto; que por la misma razn nohe de comer para sustentarme, ni guarecerme de laintemperie, ni andar con tiento al pasar por la orilla deun precipicio, ni medicarme cuando me halleindispuesto, ni retirarme cuando se me viene encima uncaballo desbocado, ni salir de una casa que se estdesplomando, y cien y cien otras locuras por este jaez; es
decir, que el atenerme a tal regla me privara de sentidocomn, hasta de juicio; hara de m un loco rematado.Luego la tal regla es falsa, luego de nada debe servirme,luego lo que he de hacer es dejarle a Dios sus
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dogma es incomprensible, es verdad; pero atreveos adesecharle, y el mundo se os convierte en un caos, y lahistoria de la humanidad no es ms que una serie de
catstrofes sin razn ni objeto, y la vida del individuo esuna cadena de miserias; y no encontris por doquierasino el mal, y el mal sin contrapeso, sin compensacin;todas las ideas de orden, de justicia, se confunden envuestra mente, y, renegando de la creacin, acabis pornegar a Dios.
Sentad, al contrario, este dogma como piedrafundamental; el edificio se levanta por s mismo,vivsima luz esclarece la historia del gnero humano,divisis razones profundas, adorables designios, alldonde no vierais sino injusticias, o acaso; y la serie delos acontecimientos desde la creacin hasta nuestros dasse desarrolla a vuestros ojos, como un magnfico lienzodonde encontris las obras de una justicia inflexible y deuna misericordia inagotable, combinadas y hermanadasbajo el inefable plan trazado por la sabidura infinita.
Si entonces me preguntis por qu tanconsiderable porcin de la humanidad est sentada en lastinieblas y sombras de la muerte? os dir que el primerpadre quiso ser como un Dios sabiendo el bien y el mal,que su pecado se ha transmitido a toda su descendencia,
y que en justo castigo de tanto orgullo est el gnerohumano tocado de ceguera. Esta calamidad, grandecomo es, no necesita que se le seale otro manantial quea todas las otras que nos afligen. Las terribles palabras
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que siguieron al llamamiento de Adn cuando le dijoDios: "Adn dnde ests? resuenan dolorosamentetodava despus de tantos siglos: y en todos los
acontecimientos de la historia, en todo el curso de lavida, siempre se trasluce el terrible fulgor de la espadade fuego, colocada a la entrada del Paraso. El sudor delrostro, la muerte, se os ofrecern por doquiera: en
ninguna parte notaris que las cosas sigan el camino
ordinario; siempre herir vuestros ojos la formidableensea del castigo y de la expiacin.
Cuanto ms se medita sobre estas verdades, msprofundas se las encuentra: in sudore vultus tui vescerispane, comers el pan con el sudor de tu rostro, dijo Dios
al primer padre; y con este sudor lo come toda sudescendencia. Recordad esa pena, y haced lasaplicaciones a cuantos objetos os plazca, y no hallarisnada que de ella se excepte. No vive el hombre de slopan, sino de toda palabra que procede de la boca deDios; no se verifica, pues, la terrible pena slo conrespecto al pedazo de pan que nos substenta, sino entodo cuanto concierne a nuestra perfeccin. En nadaadelanta el hombre sin penosos trabajos, no llega jamsal punto que desea sin muchos extravos que le fatigan;en todo se realiza que la tierra, en vez de frutos, le da
espinas y abrojos. Ha de descubrir una verdad? No laalcanza sino despus de haber andado largo tiempo trasextravagantes errores. Ha de perfeccionar un arte? Cieny cien intiles tentativas fatigan a los que en ello se
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descifrar los enigmas sobre la vida y los destinos delhombre; y, si a esto se aade el adorable misterio de lareparacin, comprada con la sangre del Hijo de Dios, se
forma el ms admirable conjunto que imaginarse pueda;un sistema tan sublime, que a la primera ojeadamanifiesta su origen divino. No, no pudo nacer decabeza humana combinacin tan asombrosa; no pudo elespritu finito idear un plan tan vasto, tan estupendo,donde se trabaran de tal suerte unos arcanos con otros
arcanos, que del fondo de su obscuridad pavorosaarrojaran rayos de vivsima luz para esclarecer y resolvertodas las cuestiones que sobre el origen y destino delhombre andaba hacinando la filosofa.
Esto es lo principal que tena que decirle a V.
sobre las dificultades propuestas; ignoro si V. quedarenteramente satisfecho; sea como fuere, lo que puedoasegurarle con toda la sinceridad y conviccin de quesoy capaz, es que, en las obras de todos los filsofos,desde Platn hasta Cousn, no hallar V. sobre el
particular nada con que un espritu slido puedacontentarse, si no est tomado de la religin. Ellos losaben, y ellos propios lo confiesan. Una vez han llegadoa dudar de la divinidad del cristianismo, no saben de quasirse; acumulan sistemas sobre sistemas, palabras sobrepalabras; si su espritu no es de alto temple, abandonan
la tarea de investigar, fastidiados de no divisar en ningnconfn del horizonte un rayo de luz, y se abandonan alpositivismo, o, en otros trminos, procuran sacar partidode la vida disfrutando de las comodidades y placeres; si
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su alma ha nacido para la ciencia, si sedienta de verdadno quiere abandonar la tarea de buscarla, por grandesque sean las fatigas y patente la inutilidad de los
esfuerzos, sufren durante toda su vida, y acaban sus dascon la duda en el entendimiento y la tristeza en elcorazn.
En la actualidad, entusiasta como es V. de lafilosofa y admirador de ciertos nombres, no
comprender fcilmente toda la verdad y exactitud demis palabras; pero da vendr en que recuerde mis avisosan mucho antes de que blanqueen su cabeza las canas.No, no necesitar V. que la tarda vejez, cargada deescarmientos y desengaos, venga a abrirle los ojos: nos si los abrir V. para ver y abrazar la verdadera
religin, pero s al menos para conocer la futilidad detodos los sistemas filosficos en lo tocante al origen,vida y destino del hombre. Qu ms? Ni siquieranecesitar usted estudiarlos a fondo para quedarseprofundamente convencido de la impotencia del espritu
humano, abandonado a sus propios recursos: en elvestbulo mismo del templo de la filosofa, encontrar laduda y el escepticismo; y penetrando en su santuario oirel orgullo disputando sobre objetos de poca entidad,ocupndose en juegos de palabras simblicas eininteligibles, y procurando en cuanto le es posible
ocultar su ignorancia, eludiendo con una afectadapretericin las cuestiones que ms de cerca nosinteresan, cuales son, las relativas a Dios y al hombre.No se deje V. deslumbrar con los vanos ttulos con que
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se adornan los diferentes sistemas, ni se abandone asupersticiosas creencias con respecto a los pretendidosmisterios de la filosofa alemana, ni tome V. por
profundidad de ciencia la obscuridad del lenguaje. Noolvidemos que la sencillez es el carcter de la verdad, yque poco fa de sus descubrimientos quien no se atreve apresentarlos a la luz del da. Estos tan ponderadosfilsofos, que rodeados de tinieblas viven comotrabajadores que estuviesen explotando riqusimas minas
en las entraas de la tierra, por qu no nos manifiestanel oro puro que han recogido? Otro da, si la oportunidadse brinda, entraremos de nuevo en esta cuestin; entretanto, disponga de su afectsimo y S. S. Q. B. S. M.
J. B.
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Carta III
Sencilla demostracin de laexistencia de Dios. Eternidad de laspenas del infierno.
Errado mtodo que suelen seguir
en las disputas los enemigos de lareligin. Mtodo que debiera
observarse. Dogma de la Iglesia
sobre la eternidad de las penas. La
misericordia no excluye la justicia.
El sentimiento. Abuso que de l se
hace. Reflexin sobre su influenciaen los errores de nuestra poca.
Aplicacin al dogma de la
eternidad de las penas. Razones
naturales que apoyan al dogma.
Imposibilidad de comprender los
misterios. Nuestra ignorancia
hasta en las cosas naturales. La
duracin eterna y la temporal. El
purgatorio. Observaciones sobre
un carcter distintivo del hombre
en esta vida con respecto a lascosas futuras. Necesidad de una
impresin aterradora. La
explicacin filosfica. Los frailes y
los poetas. Magnfico pasaje de
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Virgilio.
Mi querido amigo: Cuando, segn me indica V. ensu ltima, veo que llegaremos a entablar una seriadisputa sobre materias religiosas, me ha llenado deindecible consuelo la seguridad que me da V. de no
haber llegado su extravo al extremo de poner en duda laexistencia de Dios: esto allana sobremanera el camino ala discusin, pues que no es posible dar en ella un solopaso sin estar de acuerdo sobre esta verdad fundamental.Y no sin motivo he querido cerciorarme de las ideas quesobre este particular profesaba usted; pues que nunca
podr olvidar lo que me sucedi con otro escptico, dequien sospechando yo si tal vez hasta pona en duda laexistencia de Dios, o si al menos no la conceba tal comoes menester, y dirigindole en consecuencia algunaspreguntas, me sali con una extraa ocurrencia, quefuera chistosa, a no ser sacrlega. Advirtindole yo queante toda discusin era necesario estar los dos deacuerdo sobre este punto, me respondi con la mayorserenidad que imaginarse pueda: "me parece quepodemos pasar adelante; porque opino que es de pocaimportancia el aclarar si Dios es una cosa distinta de la
naturaleza, o si es la misma naturaleza".A tanto llega laconfusin de ideas trastornadas por la impiedad, y estehombre, por otra parte, era de ms que medianainstruccin, y de ingenio muy despejado!
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Desde luego le doy a V. mil satisfacciones porhaberme atrevido a indicarle mis recelos en este punto,bien que difcilmente me arrepiento de semejante
conducta, porque cuando menos ha producido un granbien, cual es, el que V. se explica sobre este particular detal modo, que, revelando mucho buen sentido, me haceconcebir grandes esperanzas de que no sern estrilesmis esfuerzos. Una y mil veces he ledo aquellas
juiciosas palabras de su apreciada, en las que expone el
punto de vista desde el cual considera esta importanteverdad. Permtame V. que se las reproduzca en la ma, yque le recomiende encarecidamente que no las olvide
jams. "Nunca me he devanado mucho los sesos enbuscar pruebas de la existencia de Dios; la historia, lafsica, la metafsica, servirn para esta demostracin todolo que se quiera; pero yo confieso ingenuamente quepara mi conviccin no he menester tanto aparatocientfico. Saco la muestra de mi faltriquera, y alcontemplar su curioso mecanismo y su ordenadomovimiento, nadie sera capaz de persuadirme de que
todo aquello se ha hecho por casualidad, sin lainteligencia y el trabajo de un artfice: el universo vale, ano dudarlo, algo ms que mi muestra; alguien, pues,debe de haber que lo haya fabricado. Los ateos mehablan de casualidad, de combinaciones de tomos, denaturaleza, y de qu se yo cuntas cosas; pero, sea dicho
con perdn de estos seores, todas estas palabras carecende sentido." Nada tengo que advertir a quien con tantopulso aprecia el valor de los dos sistemas; estas palabrastan sencillas como profundas, las estimo yo en ms que
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un tomo lleno de razones.
Pasando al punto de que me habla V. en suapreciada, comenzar por decirle que me ha hecho graciael que V. abra la discusin religiosa, atacando el dogmade la eternidad de las penas. No esperaba yo queacometiera V. tan pronto por este flanco; y, vaya dichoentre los dos, esta anomala me ha dado a entender queV. le ha cobrado al infierno un poquito de miedo. La
cosa no es para menos, y el negocio es grave, urgente: deaqu a pocos aos hay que saber por experiencia propialo que hay sobre este particular, y dice V. muy bien quepara los que se engaan en esta materia, el chasco debede ser pesado en demasa".
No tengo dificultad en abordar por este lado lascuestiones religiosas; pero no puedo menos de observarque no es ste el mejor mtodo para dejarlas aclaradascual conviene. Las doctrinas catlicas forman unconjunto tan trabado, y en que se nota tan recprocadependencia, que no se puede desechar una sindesecharlas todas, y, al contrario, admitidos ciertospuntos capitales, es imposible resistirse a la admisin delos dems. Sucede muy a menudo que los impugnadoresde esas doctrinas escogen por blanco una de ellas,tomndola en completo aislamiento, y amontonando las
dificultades que de suyo presenta, atendida la flaquezadel entendimiento del hombre. "Esto es inconcebible,exclaman; la religin que lo ensea no puede serverdadera"; como si los catlicos dijsemos que los
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misterios de nuestra religin estn al alcance delhombre; como si no estuviramos asegurandocontinuamente que son muchas las verdades a cuya
altura no puede elevarse nuestra limitada comprensin. Al leer u or la relacin de un fenmeno o sucesocualquiera, nos informamos ante todo de la inteligencia yveracidad del narrador; y, en estando bien asegurados,por este lado, por ms extraa que la cosa contada nos
parezca, no nos tomamos la libertad de desecharla. Antesque se hubiese dado la vuelta al mundo, pocos eran losque comprendan cmo era posible que volviese pororiente la nave que haba dado la vela para occidente;pero bastaba esto para resistirse a dar crdito a lanarracin de Sebastin de Elcano, cuando acababa de dar
cima a la atrevida empresa del infortunado Magallanes?Si, levantndose del sepulcro uno de nuestros mayores,oyera contar las maravillas de la industria en los pasescivilizados, debera, por ventura, andar mirandodetalladamente la relacin que se le hace de las
funciones de esta o aquella mquina, de los agentes quela impulsan, de los artefactos que produce, y desechar enseguida lo que a l le pareciese incomprensible? Porcierto que no: y, procediendo conforme a razn y a sanaprudencia, lo que debiera hacer sera asegurarse de laveracidad de los testigos, examinar si era posible que
ellos hubiesen sido engaados, o si podran tener algninters en engaar; y, cuando estuviese bien cierto deque no mediaba ninguna de estas circunstancias, nopodra, sin temeridad, rehusar el asenso a lo que se le
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refiriera, por ms que a l le fuera inconcebible, y lepareciese que pasaba los lmites de la posibilidad.
De una manera semejante conviene procedercuando se trata de materias religiosas: lo que se debeexaminar es si existe o no la revelacin, y si la Iglesia eso no depositaria de las verdades reveladas: en teniendoasentadas estas dos bases, qu importa que este o aqueldogma se muestren ms o menos plausibles, que la razn
se halle ms o menos humillada, por no llegar acomprenderlos? Existe la revelacin? Esta verdad esrevelada? Hay algn juez competente para decidirlo?Qu dice sobre el dogma en cuestin el indicado juez?He aqu el orden lgico de las ideas, he aqu el ordenlgico de las cuestiones, he aqu la manera de ilustrarse
sobre estas materias: lo dems es divagar, es exponerse aperder tiempo en disputas que a nada conducen.
Lejos de m el intento de huir, por medio de estasobservaciones, el cuerpo a la dificultad; pero nuncahabr sido fuera del caso el emitirlas para que se tenganpresentes cuando sea menester. Voy al punto de ladificultad. Dice V. que "se le hace muy cuesta arriba eldar crdito a lo que nos estn enseando los predicadoressobre las penas del infierno, y que repetidas veces haodo cosas que de puro horribles rayaban en ridculas".
Resrvome para ms all el decirle a V. cosas curiosassobre esos horrores; por ahora, y no sabiendo a puntofijo cules son los motivos de queja que tiene V. sobre elparticular, me contentar con advertir que nada tiene que
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aplquense estas ideas; advirtase que en la ofensa delhombre a Dios hay la rebelin de la nada contra un Serinfinito, hay la ingratitud del hijo con el padre, hay el
desacato del sbdito contra su supremo Seor, de unadbil criatura contra el Soberano de cielo y tierra:cuntos motivos para afear la culpa! Cuntos ttulospara aumentar la severidad de la pena! Por un simpleacto contra la vida o la propiedad de un individuo,castiga la ley humana al reo con la pena de muerte; es
decir, con la mayor de las penas que sobre la tierraexisten, esforzndose en cierto modo en aplicar uncastigo infinito, pues que priva al ajusticiado de todoslos bienes de la sociedad para siempre; por qu, pues, elJuez Supremo no podr castigar tambin al culpable conpenas que duren para siempre? Y ntese bien que la
justicia humana no se satisface con el arrepentimiento;consumado el crimen, le sigue la pena, y no basta que elcriminal haya mudado de vida; Dios pide un corazncontrito y humillado; no quiere la muerte del pecador,sino que se convierta y viva, y no descarga sobre el
delincuente el golpe fatal sin haberle puesto a la vista lavida y la muerte, sin haberle dejado la eleccin, sinhaberle ofrecido la mano con cuya ayuda pudieraapartarse del borde del precipicio. A quin, pues, podrculpar el hombre sino a s mismo? Qu tienen derepugnante ni de cruel esas ideas? Fcil es alucinar a los
incautos, pronunciando enfticamente los nombres deeternidad de penas y de misericordia infinita; peroexamnese a fondo la materia; atindase a todas lascircunstancias que la rodean, y se vern desaparecer
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verdades, tambin lo es que no debe nunca tomrsele porprincipal gua, y que no se le ha de permitir jams quellegue a dominar los eternos principios de la razn. Los
derechos y deberes de padres e hijos, de marido y mujer,y todas las relaciones de familia, no se comprendernquizs tan perfectamente si, analizados a la sola luz deuna filosofa disecante, no se escuchan, al propio tiempo,las inspiraciones del corazn; pero, en cambio, tambinse trastornarn los sanos principios de la moral, y se
introducir el desorden en las familias, si, prescindiendode los severos dictmenes de la razn, slo nosempeamos en regirnos por lo que nos sugiere lavolubilidad de nuestros afectos.
Mucho me engao si no se encuentra aqu uno de
los ms fecundos manantiales de los errores de nuestrapoca. Si bien se observa, el espritu humano estaatravesando un perodo, que tiene por carcter distintivoel desarrollo simultneo de todas las facultades. staspierden quiz bajo ciertos aspectos, absorbiendo una
gran porcin de las fuerzas y energa que en otrasituacin corresponderan a las otras; pero la que ganaindudablemente es el sentimiento; no en la parte quetiene de desprendimiento y elevacin, sino en cuanto esun placer, un goce del alma. As notamos que noprevalece en la literatura la imaginacin, ni tampoco el
discurso, sino el sentimiento en sus ms raros yextravagantes matices, llamando en su auxilio la razn yla fantasa, no como amigos, sino como dependientes.De donde resulta que la filosofa se resiente tambin del
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mismo defecto, y que de su tribunal rara vez salen bienlibrados los austeros principios de la moral eterna. Estesentimiento muelle se esfuerza en divinizar el goce,
busca una excusa a todas las acciones perversas, calificade deslices los delitos, de faltas las cadas msignominiosas, de extravos los crmenes; procuradesterrar del mundo toda idea severa, ahoga losremordimientos, y ofrece al corazn humano un solodolo, el placer; una sola regla, el egosmo.
Ya ve V., mi querido amigo, que la existencia delinfierno no se aviene con tanta indulgencia; pero el errorde los hombres no destruye la realidad de las cosas; si elinfierno exista en tiempo de nuestros padres, existetodava en el nuestro; y en nada inmutan el hecho, ni la
austeridad de los pensamientos de los antepasados, ni laindulgencia y molicie de los nuestros. Cuando el hombrese separe de esta carne mortal, se encontrar en presenciadel Supremo Juez, y all no llevar por defensor elmundo. Estar solo, con su conciencia desplegada,
patente a los ojos de Aquel a cuya vista nada hayinvisible, nada que pueda ocultarse.
Estas reflexiones sobre la relacin entre el carcterdel desarrollo del espritu humano en este siglo, y lasideas que han cundido en contra de la eternidad de las
penas, son susceptibles de muchas aplicaciones a otrasmaterias anlogas. El hombre ha credo poder cambiar ymodificar las leyes divinas, del modo que lo hace con lalegislacin humana, y como que se ha propuesto
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hombre, ni estn sometidos sus inmutables decretos a loscaprichos de nuestra enfermiza razn: y no cabe mayorolvido de la idea que debemos formarnos de un Ser
eterno e infinito, que el empearnos en que su voluntadse haya de acomodar a nuestros insensatos deseos. Tanacostumbrado est el presente siglo a excusar el crimen,a interesarse por el criminal, que se olvida de lacompasin que, con ttulo sin duda ms justo, es debidaa la vctima; y de buena gana dejara a sta sin
reparacin de ninguna clase, con el solo objeto deahorrar a aqul los sufrimientos que tiene merecidos.Tchese cuanto se quiera de duro y cruel el dogma sobrela eternidad de las penas, dgase que no puedeconciliarse con la Misericordia divina tan tremendocastigo; nosotros responderemos que tampoco puedecomponerse con la divina Justicia, ni con el buen ordendel universo, la falta de ese castigo; diremos que elmundo estara encomendado al acaso; que en gran partede sus acontecimientos se descubriera la ms repugnanteinjusticia, si no hubiese un Dios terriblemente vengador,
que est esperando al culpable ms all del sepulcro,para pedirle cuenta de su perversidad durante superegrinacin sobre la tierra.
Y qu? No vemos a cada paso ufana y triunfantela injusticia, burlndose del hurfano abandonado, del
desvalido enfermo, del pobre andrajoso y hambriento, dela desamparada viuda, e insultando con su lujo ydisipacin la miseria y dems calamidades de esasinfelices vctimas de sus tropelas y despojos? No
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contemplamos con horror padres sin entraas, que con suconducta disipada llenan de angustia la familia de queDios les ha hecho cabezas, llevando al sepulcro a una
consorte virtuosa, dejando a sus hijos en la miseria, y notransmitindoles otra herencia que el funesto recuerdo ylos daosos resultados de una vida escandalosa? No seencuentran a veces hijos desnaturalizados, que insultancruelmente las canas de quien les diera el ser, que leabandonan en el infortunio, que no le dirigen jams una
palabra de consuelo, y que con su desarreglo y suinsolente petulancia abrevian los das de una afligidaancianidad? No se hallan infames seductores que,despus de haber sorprendido el candor y mancillado lainocencia, abandonan cruelmente a su vctima,entregndola a todos los horrores de la ignominia y de ladesesperacin? La ambicin, la perfidia, la traicin, elfraude, el adulterio, la maledicencia, la calumnia y otrosvicios que tanta impunidad disfrutan en este mundo,donde tan poco alcanza la accin de la justicia, dondeson tantos los medios de eludirla y sobornarla, no han
de encontrar un Dios vengador que les haga sentir todoel peso de su indignacin? no ha de haber en el cieloquien escuche los gemidos de la inocencia cuandodemanda venganza?
Que no es verdad, no, que el culpable experimente
ya en esta vida todo lo bastante para el castigo de susfaltas; atormntanle, s, los remordimientos roedores,agrganse las enfermedades que sus desarreglos le hanacarreado, abrmanle las desastrosas consecuencias de
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su perversa conducta; pero tampoco le faltan mediospara embotar algn tanto el punzante estmulo de suconciencia, tampoco carece de artificios para neutralizar
los malos efectos de sus bacanales, tampoco escasea derecursos para salir airoso de los malos pasos a que susextravos le conducen. Y, adems, qu son estospadecimientos del malvado en comparacin de los quesufre tambin el justo? Las enfermedades le abruman, lapobreza le acosa, la maledicencia y la calumnia le
denigran, la injusticia le atropella, la persecucin no ledeja sosiego; las tribulaciones de espritu se agregantambin, y, semejante al divino Maestro, sufre en estavida los tormentos, las angustias, el oprobio de la cruz.Si su paciencia es mucha, si acierta a resignarse comoverdadero cristiano, hace algn tanto ms llevaderos suspadecimientos; pero no deja por esto de sentirlos, y amenudo ms duros de los que han cado sobre el hombremanchado con cien crmenes. Sin las penas y lospremios de la otra vida, donde est la justicia? dndela Providencia? dnde el estmulo para la virtud, y el
freno para el vicio?
Pregntame V., mi estimado amigo, si comprendoperfectamente cul es el objeto que Dios se puedaproponer en prolongar por toda la eternidad las penas delos condenados; y adelntase a contestar a la razn que
poda sealarse de que as se satisface la divina Justicia,y se aparta a los hombres del camino del vicio, con eltemor de tan horrendo castigo. Dice V., por lo tocante alprimer punto, "que jams ha podido concebir la razn de
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tanto rigor; y que, aun cuando no deja de columbrar larelacin que existe entre la eternidad de la pena y laespecie de infinidad de la ofensa por la cual se impone,
sin embargo, le queda todava alguna obscuridad que noacierta a disipar." Muy errado anda V., mi apreciadoamigo, si se imagina que a todos los dems no les sucedelo mismo; pues que sabido es que el entendimientohumano se anubla, tan pronto como toca en los umbralesde lo infinito. De m sabr decir que tampoco concibo
estas verdades con entera claridad; y que, por ms firmecerteza que de ellas abrigue, no puedo lisonjearme quese presenten a mi espritu con aquella evidencia que laspertenecientes a un orden finito y puramente humano;pero, lejos de que me desanime esta niebla, que procedeal propio tiempo de la debilidad de nuestros alcances, yde la sublime naturaleza de los objetos, he consideradorepetidas veces que, si por este motivo debiera negar miasenso, no podra prestarle tampoco a muchas otrasverdades de las que me sera imposible dudar, aunque enello me esforzara. Estoy seguro de la creacin, no slo
por lo que me ensea la religin revelada, sino tambinpor lo que me dicta la razn natural: y, no obstante,cuando medito sobre ella, cuando quiero formarme unaidea clara y distinta de aquel acto sublime en que Diosdijo: hgase la luz, y la luz fue hecha, sintese mientendimiento con cierta flaqueza, que no le permite
comprender con toda perfeccin el trnsito del no ser alser. Estoy cierto, y V. conmigo, de la existencia de Dios,de su infinidad, eternidad, inmensidad, y demsatributos; pero, nos es dado acaso formarnos ideas bien
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claras de lo que por estos nombres se expresa? Es bienseguro que no; y lea usted todo cuanto han escrito sobreello los telogos y filsofos ms esclarecidos, y echar
de ver que, ms o menos, adolecan del mismo achaqueque nosotros.
Si quisiera dar ms amplitud a estas reflexiones,fcil sera encontrar mil y mil ejemplos de esta debilidadde nuestro entendimiento, hasta en las cosas fsicas y
naturales; pero esto me empeara en largas discusionessobre las ciencias humanas, alejndome del principalobjeto. Adems, que no dudo bastar lo dicho para dejarsentado que no debe hacer mella en un espritu slidoesta obscuridad de que estn rodeados a nuestra vistaalgunos objetos; y que, mientras sobre ellos podamos
adquirir por conducto seguro la competente certeza, noconviene abstenerse de prestar asenso por el solo asomode algunas dificultades ms o menos graves, ms omenos embarazosas.
No son muchas las materias en que puedensealarse, en apoyo de una verdad, razones mssatisfactorias que las arriba indicadas en pro de la
justicia de la eternidad de las penas; sea cual fuere elconcepto que V. forme de mis reflexiones, al menos nopodr negarme que no son para despreciadas por el
simple obstculo de una dificultad, que ms bien sefunda en un sentimentalismo exagerado que en unraciocinio slido y convincente. Por tanto, slo me restarecordarle que no se trata de saber si nuestro
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entendimiento comprende o no con toda claridad eldogma del infierno, sino de averiguar si en realidad estedogma es verdadero y si los fundamentos en que le
apoyamos sus sostenedores tienen las sealescaractersticas que puedan convencer de que realmenteha sido revelado por Dios. De qu nos servira elcomprenderlo ms o menos claramente, si tuvisemos eltremendo infortunio de haberle de sufrir?
Por lo que toca al segundo punto que V. indica ensu apreciada, no estoy de acuerdo en que una pena deduracin limitada pudiese ejercer sobre el nimo de loshombres una impresin equivalente, y de idnticosresultados, en cuanto al arreglo de la conducta. PretendeV. que, en estando acompaada la pena de mucha
duracin, o de un tormento muy terrible, bastara paraenfrenar las pasiones, ponindose un lmite a los malosdeseos; con cuya observacin se da por el pie a la raznque sealamos los cristianos de que la existencia delinfierno es una salvaguardia de la moral. Pero a m me
parece que V. no ha sondeado lo suficiente este asunto, yno ha reparado en que, si bien es verdad que la idea deltormento nos espanta y aterra cuando se ha de sufrir enesta vida, nos causa muy ligera impresin si se ha dereservar para la otra. Dos pruebas dar de esto, unaexperimental, otra cientfica.
El dogma del purgatorio lleva ciertamente unaidea terrible; y as los libros de devocin, como lospredicadores, estn pintando continuamente aquel lugar
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de expiacin con los colores ms espantosos. Los fieleslo creen as; lo estn oyendo sin cesar, oran por losparientes y amigos difuntos, que pueden estar detenidos
en l; pero, hablando ingenuamente, es mucho el miedoque se tiene al purgatorio? Por s solo, fuera un diquebastante robusto para oponerse al mpetu de laspasiones? Dgalo cada cual por experiencia propia:dganlo tambin por la ajena, cuantos han tenido ocasinde observarlo. Las penas que para aquel lugar se nos
anuncian son terribles, es verdad; su duracin puede sermucha, es cierto; el alma no saldr de all hasta haberpagado el ltimo cuadrante, no tiene duda; pero aquellapena tendr fin, estamos seguros de que no puede durarsiempre, y, colocados en medio del riesgo de largospadecimientos en la otra vida, y de la necesidad desuportar leves molestias en la presente, repetidas vecespreferimos aventurarnos a lo primero para preservarnosde lo segundo.
De esto, que la experiencia nos est mostrando a
cada paso, nos seala la razn las causas; bastando paraconocerlas una sencilla consideracin de la naturalezahumana. Mientras vivimos en esta tierra, se halla nuestroespritu unido al cuerpo, que nos transmite sin cesar lasimpresiones de todo cuanto le rodea. Posee, a la verdad,nuestra alma algunas facultades que, elevadas por
naturaleza sobre todo lo corpreo y sensible, se rigen porotros principios, versan sobre ms altos objetos, yhabitan, por decirlo as, en una regin que de suyo nadatiene que ver con todo cuanto existe material y terreno.
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Sin desconocer, empero, la dignidad de estas facultades,ni la altura de la regin en que moran, menester esconfesar que es tal la influencia que sobre las mismas
ejercen las otras de un orden inferior, que a menudo lashacen descender de su elevacin, y, en vez deobedecerlas como a seoras, las relucen a la clase deesclavas. Cuando las cosas no lleguen a este extremo,resulta al menos con demasiada frecuencia que lasfacultades superiores estn sin funcionar, como
adormecidas; de suerte que el entendimiento columbraapenas como en obscura lontananza las verdades queforman su ms noble y principal objeto, y la voluntad nose dirige tampoco al suyo sino, con el mayor descuido yflojedad. Hay un infierno que temer, un cielo queesperar; pero todo esto est en la otra vida, se reservapara una poca ms distante, son cosas que pertenecen aun orden enteramente distinto, a un modo nuevo, en elcual creemos firmemente, pero del que no recibimosimpresiones directas, de momento; y as es quenecesitamos hacer un esfuerzo de concentracin y
reflexin para penetrarnos del inmenso inters que paranosotros tienen, y de que en su comparacin es nadatodo cuanto nos rodea. Viene, entre tanto, a herir nuestraimaginacin, a excitar nuestros sentimientos, algnobjeto de la tierra, ora inspirndonos algn temor, orahalagndonos con algn placer; el otro mundo
desaparece a nuestros ojos, como objeto queperdiramos de vista en un remoto confn; elentendimiento vuelve a caer en su entorpecimiento, lavoluntad en su languidez; y si uno y otra se excitan de
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nuevo es para contribuir al mayor desarrollo de las otrasfacultades. El hombre se gua casi siempre por lasimpresiones de momento; sacrifica lo venidero a lo
presente; y, cuando pesa en la balanza de su juicio lasventajas y los inconvenientes que una accin le puedeacarrear, la distancia o la proximidad de la realizacin deestos inconvenientes y ventajas es una de lascircunstancias ms influyentes en su eleccin. Cmo noha de suceder esto en lo tocante a los negocios de la otra
vida, si se verifica lo mismo con respecto a los de lapresente? No es infinito el nmero de los que sacrificanlas riquezas, el honor, la salud, la vida, a un placer demomento? Y esto por qu? Porque el objeto que halagaest presente, y los males, distantes; y el hombre se hacela ilusin de evitarlos, o bien se resigna a sufrirlos, comoquien se arroja a un precipicio con los ojos vendados.
De esto se infiere no ser verdad lo que V. afirma,que bastase el temor de una pena muy duradera para queprodujese un mismo o semejante efecto, que la eternidad
del infierno. No es verdad; antes al contrario, puedeasegurarse que desde el momento que se separase de laidea de las penas la de eternidad, perderan la mayorparte de su horror, y quedaran reducidas a la mismalnea que las del purgatorio. Si los castigos de la otravida han de producir un temor bastante a contenernos en
nuestras depravadas inclinaciones, han de tener uncarcter formidable, espantoso, que su mero recuerdo,ofrecindose de vez en cuando a nuestro espritu, leproduzca un saludable estremecimiento que dure an en
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medio de la disipacin y distracciones de la vida como elpavoroso sonido del sonoro metal que retiembla largorato despus de recibido el golpe.
No pondr fin a esta carta sin contestar a laobjecin insinuada por V., y de que en apariencia sehalla muy satisfecho, porque, segn dice, "si bien no esms que una conjetura, no puede negrsele que es muyespeciosa, muy filosfica, y quiz no destituida de
fundamento". Explica usted enseguida el sistema que tanen gracia le ha cado, y que consiste en considerar eldogma del infierno como una frmula en que se expresael pensamiento de intolerancia que preside a lasdoctrinas y conducta de la Iglesia catlica. Permtame V.que transcriba sus propias palabras, que de esta suerte no
mediar el peligro de una mala inteligencia: "Ya se ve:se quera sujetar el entendimiento y el corazn delhombre cindolos con un aro de hierro; faltaban en lohumano los medios de realizarlo, y ha sido preciso hacerintervenir la justicia de Dios. No se podra sospechar
que los ministros de la religin catlica, quizs msengaados que engaadores, han apelado al recurso,comn entre los poetas, de desenlazar una situacincomplicada llamando en su auxilio algn Dios; ,hablando en trminos literarios, empleando la mquina?Mucho me engao si en la pretendida justicia de un Dios
inexorable no se trasluce el sacerdote catlico con suterquedad inflexible". Algo duro se muestra V., miestimado amigo, en el pasaje que acabo de insertar, y porms sorpresa que le hayan de causar mis palabras, me
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slo con Montaigne, injuriasen a Sneca, y dieran denarices sobre Plutarco.
No es fcil decir a punto fijo la variedad dehorrores del infierno, pero lo cierto es que as cristianoscomo gentiles han convenido en mostrrnoslos conespantosos colores. Virgilio no era ni fraile, nipredicador, ni cristiano, ni escaseaba de buen gusto, y,sin embargo, difcil es reunir ms horrores de los que nos
presenta, no slo en el infierno, sino ya en el camino.>
Vestibulum ante ipsum primisqne in faucibus Orci,
Lectus et ultrices posuere cubilia curae;
Pellentesque habitant Morbi, tristisque Senectus
Et Metus, et malesuada Fames, et turpis Egestas,
Terribiles visu formae: Letumque, Laborque:
Tum consanguineus Leti Sopor, et mala mentis
Gaudia, mortiferumque adverso in limine Bellum
Ferreique Eumenidum thalami, et Discordia demens
Vipereum crinem vittis innexa cruentis.
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Portitor has horrendus aquas et flumina servat
Terribile squalore Charon: cui plurima mento
Canities inculta iacet stant lumina flamma,
Sordidus ex humeris nodo dependet amictus.
[...]
Respicit Aeneas subito: sub rupe sinistra
Moenia lata videt, triplici circumdata muro:
Quae rapidus flammis ambit torrentibus amnis
Tartareus Phlegeton, torquetque sonantia saxa.
Porta adversa, ingens, solidoque adamante columnae:
Vix ut nulla virum, non ipsi excindere ferro
Coelicolae valeant: stat ferrea turris ad auras:
Tisiphoneque sedens, palla succinta cruenta,
Vestibulum insomnis servat noctesque diesque.
Hinc exaudiri gemitus, et saeva sonare
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Verbera: tum stridor ferri, tractaeque catenae.
[...]
Gnossius haec Rhadamanthus habet durissima regna:
Castigatque, auditque dolos: subigitque fateri
Quae quis apud superus, furto laetatus inani,
Distulit in seram commisa piacula mortem.
Continuo sontes ultrix accincta flagello
Tisiphone quatit insultans: torvosque sinistra
Intentans angues, vocat agmina saeva sororum.
Tum deum horrisono stridentes cardine sacrae
Panduntur portae. Cernis custodia qualis.
Vestibulo sedeat? facies quae limina servet?
Quinquaginta atris immanis hiatibus Hydra
Saevior intus habet sedem:
[...]
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Necnon et Tityon terrae omniparentis alumnum
Cernere erat: per tota novem cui iugera corpus
Porrigitur; rostroque immanis vultur obunco
Immortale iecur tundens, foecundaque poenis
Viscera rimaturque epulis, habitatque sub alto
Pectore: nec fibris requies datur ulla renatis.
Quid memoren Lapithas, Ixiona, Pirithoumque?
Quos super altra silex iamiam lapsura, cadentique
Imminet assimilis. Lucent genialibus altis
Aurea fulcra toris, epulaeque ante ora paratae
Regifico luxu: Furiarum maxima iuxta
Accubat, et manibus prohibet contingere mensas,
Exurgitque facem attollens, atque intonat ore,
Hic quibus invisi fratres, dum vita manebat,
Pulsatusve parens, et traus innexa clienti;
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Aut qui divitiis soli incubuere repertis,
Nec partem posuere suis, quae maxima turba est;
Quique ob adulterium caesi, quique arma secuti
Impia, nec veriti dominorum fallere dextras;
Inclusi poenam expectant. Ne quare doceri
Quam poenam, aut quae forma viros fortunave mersit.
Saxum ingens volvunt alii, radiisque rotarum
Districti pendent; sedet aeternumque sedebit
Infelix Theseus; phlegyasque miserrimus omnes
Admonet, et magna testatur voce per umbras:
Discite iustitiam moniti, et non temnere Divos.
Vendidit hic auro patriam, dominumque potentem
Imposuit: fixit leges pretio atque refixit.
Hic thalamum invasit natae vetitosque hymenaeos.
Ausi omnes immane nefas ausoque potiti.
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Triples murallas baadas con un ro de fuego,gemidos, ruido de azotes, estrpito de cadenas,serpientes y la hidra con cincuenta bocas, buitre que roelas entraas, y otros objetos semejantes: he aqu lo quenos presenta el poeta en la mansin, segn l mismodice, de los defraudadores, adlteros, crueles con suspadres, incestuosos, traidores a su patria, y culpables de
otros crmenes. Mucho dudo que V. hay odo cosas mshorribles. Y, como si no le bastara el espantoso cuadroque acaba de pintar con inimitable pincel, exclama:
Non, mihi si linguae centum sint: oraque centum,
Ferrea vox, omnes scelerum comprehendere formas,
Omnia poenarum percurrere nomina possim.
(Aeneid., L. 6.)
Cien lenguas, cien bocas, frrea voz, no lebastaran para nombrar siquiera la variedad de penas deaquella mansin de horror!
Como quiera, dentro de medio siglo la cuestin delinfierno estar prcticamente resuelta para los dos: ruegoal cielo que lo sea felizmente para ambos; pero, si V.tiene la temeridad de aventurarse a lo que pueda suceder,
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me quedar llorando su funesta ceguera, suplicando alSeor se digne iluminarle antes que llegue el da de laira, en que a la presencia del Juez Supremo velarn su
faz los ngeles tutelares, no sabiendo qu alegar endescargo de V. para librarle de la tremenda sentencia. DeV. su affmo. Q. B. S. M.
J. B.
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Carta IV
Filosofa del porvenir.Descripcin de esta filosofa y
retrato de los que la profesan.
Pasaje de Virgilio. Mr. Jouffroy.
El cristianismo y las masas. Mr.
Cousn. Pasaje notable de Mr.Pedro Leroux sobre las
convicciones de Mr. Cousn.
Profeca de Mr. Cousn. El
catolicismo no est amenazado de
muerte. En los cuatro ngulos del
universo est dando seales que
acreditan su vida y vigor.
Observaciones sobre la
decadencia de la fe y de las
costumbres. Combtese el error de
los que pretenden desalentar conla exageracin de semejante
decadencia. Resea histrica de
los grandes males que en todas
pocas ha sufrido la Iglesia. Su
estado actual no es tan
desconsolador como algunoscreen. Cmo calculan los
incrdulos la decadencia de la fe.
Conviene no confundir la sociedad
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con las capitales, ni stas con
algunos crculos muy reducidos.
La transicin y la perfectibilidad.
Mi estimado amigo: Mucho me complace que mehaya V. ofrecido la oportunidad de manifestarle miparecer sobre esa filosofa que V. apellida del porvenir;pues que, si bien V. la critica hasta motejarla, traslcese,no obstante, que no ha dejado de hacerle mella,mayormente en lo que ella dice sobre los destinos delCatolicismo. Llmela V. filosofa del porvenir; y, enefecto, no cabe nombre ms bien adaptado para calificar
esa ciencia estrambtica que, sin resolver nada, sinaclarar nada, slo se ocupa en destruir y pulverizar,respondiendo enfticamente a todas las preguntas, atodas las dificultades, a todas las exigencias, con lapalabra porvenir. A juicio de esta filosofa, la humanidadha errado siempre, yerra todava en la actuali
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