Lafforgue, Jorge - El Cuento Policial Argentino

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Lafforgue El cuento policial argentino

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viernes, 28 de septiembre de 2012http://tintarojapoliciales.blogspot.com.ar/2012/09/el-cuento-policial-argentino.htmlEl cuento policial argentino.

Por JorgeLafforgue

Los primeros antecedentes de la narrativa policial en la Argentina pueden rastrearse a finales del siglo XIX, cuando aparecieron los relatos "La huella del crimen" de Luis V. Varela (1845-1911), "El candado de oro" (rebautizado "La pesquisa" en su segunda edicin) de Paul Groussac (1848-1929) y "La bolsa de huesos" de Eduardo L. Holmberg (1852-1937) en 1877, 1884 y 1896 respectivamente. Ya en el siglo XX, el manejo y el conocimiento de las reglas del gnero estn presentes en algunas narraciones de Horacio Quiroga (1878-1937) -"El triple robo de Bellamore" (1903), "El crimen del otro" (1904)- y con mayor frecuencia en la obra de Vicente Rossi (1871-1945), autor del libro de cuentos "Casos policiales" (1912).Luego, durante los aos '20 y '30, escritores como Eustaquio Pellicer (1859-1937), Arstides Rabello (1886-1941), Conrado Nal Roxlo (1898-1971), Leonardo Castellani (1899-1981) y Enrique Anderson Imbert (1910-2000), produjeron relatos policiales. Con la aparicin en 1944 de la coleccin "El Sptimo Crculo", dirigida por Jorge Luis Borges (1899-1986) y Adolfo Bioy Casares (1914-1999), se produjo un cambio notable en el mercado editorial argentino dedicado al gnero policial. El xito obtenido por la coleccin impuls la produccin local con concursos en los que participaban una gran cantidad de autores argentinos. As, en 1953, Rodolfo Walsh (1927-1977) public "Variaciones en rojo", un libro que fue galardonado con el premio Municipal de Literatura, y, ese mismo ao, seleccion y prolog "Diez cuentos policiales argentinos", la primera antologa del gnero dedicada exclusivamente a escritores argentinos, lo que constituy un verdadero mojn en la historia de la narrativa policial en la Argentina.El crtico literario y periodista argentino Jorge Lafforgue (1935) ha publicado a propsito de este gnero mltiples trabajos, entre ellos antologas de Arthur Conan Doyle (1859-1930), Gilbert K. Chesterton (1874-1936) y otros, adems de los ensayos escritos en colaboracin con Jorge B. Rivera (1935-2004) reunidos en "Asesinos de papel", y el imprescindible "Cuentos policiales argentinos" aparecido en 1997, cuyo prlogo se reproduce ms abajo. En l, el autor seleccion veinticinco cuentos a los que subdividi en cuatro etapas histricas, a saber: Perodo formativo ("La pesquisa" de Paul Groussac, "El triple robo de Bellamore" de Horacio Quiroga, "Los vestigios de un crimen" de Vicente Rossi y "El botn del calzoncillo" de Eustaquio Pellicer); Perodo clsico ("El crimen casi perfecto" de Roberto Arlt, "El caso de Ada Terry" de Leonardo Castellani, "La muerte y la brjula" de Jorge Luis Borges, "Homicidio filosfico" de Conrado Nal Roxlo, "Las noches de Goliadkin" de Adolfo Bioy Casares y J.L. Borges, "El agua del infierno" de Manuel Peyrou y "Al rompecabezas le falta una pieza" de Enrique Anderson Imbert); Perodo de transicin ("La pesquisa de don Frutos" de Velmiro Ayala Gauna, "Cuento para tahres" de Rodolfo Walsh, "Las seales" de Adolfo Prez Zelaschi, "Los tiempos de Ramn Acua" de Isaac Aisemberg, "Zorro viejo" de Norberto Firpo, "El begun" de Anglica Gorodischer y "La cuestin de la dama en el Max Lange" de Abelardo Castillo); y Perodo negro ("La noche de Mantequilla" de Julio Cortzar, "La loca y el relato del crimen" de Ricardo Piglia, "Obelisco" de Juan Martini, "El nufrago de las sombras" de Carlos Dmaso Martnez, "Un error de Luduea" de Elvio E. Gandolfo, "Frente de tormenta" de Vicente Battista y "Versin de un relato de Hammett" de Juan Sasturain). De este modo, Lafforgue permite apreciar el desarrollo de la literatura policial en el pas a lo largo de algo ms de cien aos.

Hacia fines del siglo XIX Buenos Aires era un hervidero: mientras el positivismo impona sus leyes, la fiebre del progreso ganaba las calles. Los planes de la generacin del ochenta se estaban cumpliendo: ya Roca haba limpiado el "desierto" de indios molestos y el proceso inmigratorio, si bien no selectivo, con su avalancha talo-gallega transformaba totalmente la fisonoma del pas, en particular de la ciudad-puerto, que dejaba atrs la imagen de "gran aldea" para convertirse en bullente "cosmpolis". Y en ella, en la bullente Buenos Aires, las novedades culturales se sucedan con vrtigo y orgullo: se fundan entonces la Facultad de Filosofa y Letras y el Museo de Bellas Artes; se levantan el Teatro Coln y el Plaza Hotel; se realizan las reuniones del Ateneo y la Syringa; se multiplican las publicaciones peridicas; se dan los primeros pasos del teatro rioplatense, va gauchescos y saineteros; se instaura el modernismo con dos libros capitales: "Prosas profanas" y "Los raros", que Rubn Daro publica en 1896.A comienzos del ao siguiente, un polgrafo de origen francs, Paul Groussac, reeditar su cuento "La pesquisa". Desde su mismo ttulo y al escudarse su autor en el anonimato (extremo de todo seudnimo) brinda las pistas iniciales para descubrir en ese texto el "primer relato policial escrito en el pas con conciencia y conocimiento del gnero" (Fermn Fvre), cuya estructura por lo dems corresponde a la etapa configuradora del policial en Europa, entre la tradicin folletinesca francesa y la ms decantada de los Victorianos ingleses. El protagonista de este cuento reivindica el buen olfato, la fuerza de un "yo instintivo y vergonzante", una intuicin privilegiada como condicin necesaria en el instante decisivo del descubrimiento; agrega al inters profesional por resolver el enigma la "curiosidad desinteresada", que acta como acicate fundamental; consecuentemente, l concluye la tarea al margen de su rutina policial y la desgrana aos despus durante un plcido crucero... Si a estos rasgos de conducta del personaje principal agregamos el escenario sombro -esa aislada casa quinta de la Recoleta-, junto con cadveres, sangre, un testigo sospechoso, huellas extraas, mensajes enigmticos, falsa identidad, podemos convenir que los elementos configuradores del gnero no han sido escatimados. Por ltimo, el presunto carcter novel del autor (anonimato declarado) y el mismo encuadre narrativo (relato dentro del relato) nos permiten incluso limar ciertas ingenuidades.Si nos atenemos a esa fecha, 1897, bien podramos proclamar los "cien aos del relato policial" en estas tierras. Pero, en verdad, haca ya algunos aos que este campo vena siendo abonado por varios pioneros: al jurisconsulto Luis V. Varela se le debe un par de novelas, ambas de 1877, con el manifiesto sello de Gaboriau; Carlos Monsalve da a conocer por entonces una produccin que muestra claramente "la preocupacin por lo policial" (Juan Jacobo Bajarla); Carlos Olivera realiza hacia 1880 las primeras traducciones de Poe, incluyendo sus tres cuentos policiales cannicos; Eduardo L. Holmberg publica "La bolsa de huesos y otros relatos" que se reconocen dentro del gnero, para no mencionar al prolfico Eduardo Gutirrez, cuyos folletines suelen bordearlo.A la vuelta de este siglo, con el triunfo modernista y la expansin del periodismo, los escritores tienden a profesionalizarse. Desde ese momento, el lenguaje ser una pasin manifiesta, nunca soslayada. En las pginas que siguen se ha incluido a dos uruguayos -trasplantados a esta orilla del Plata, pero que pronto se radicarn en Misiones y en Crdoba- que sin duda fueron escritores representativos de ese momento de fuerte recomposicin literaria mediante textos como "Los desterrados" o "Cosas de negros". "El triple robo de Bellamore" es un cuento que corresponde a la etapa de transicin de Horacio Quiroga entre su inicial modernismo y la voz narrativa plena y madura de sus textos misioneros. Con economa de recursos, el narrador trasmite un ejemplo de razonamiento deductivo a cargo de Zaninski, que no hubiese desdeado el caballero Dupin; pero la vuelta de tuerca final -el mero exceso de coincidencias que cuestionara a la lgica triunfante- brinda al cuento un toque de originalidad, lo cierra con una nota de desolado escepticismo. Por su parte, Vicente Rossi -escritor inslito e injustamente olvidado- public en una revista portea y recogi luego en un libro cordobs una serie de "casos" policiales que le permitieron desplegar un amplio abanico de recursos y estrategias del gnero. El carcter ldico de "Los vestigios de un crimen" no impide advertir su verosmil localizacin y su ceida factura.En las dos dcadas que van del Centenario al golpe militar de 1930 podemos sealar un doble fenmeno convergente en el desarrollo del policial: la aparicin espordica de textos de autores nacionales que incursionan en el gnero o lo cruzan con el relato de aventuras en publicaciones peridicas de kiosco: "El Cuento Ilustrado", "La Novela Semanal", "Bambalinas" y similares (de ese variado espectro se incluye "El botn del calzoncillo", parodia de los mtodos holmesianos debida a Eustaquio Pellicer), junto con la formacin de un pblico lector que ha de frecuentar obras del gnero, primero en colecciones generales (como la valiosa Biblioteca de La Nacin) y luego en colecciones especficas de amplia difusin (las series de Tor, de Molino, entre otras).Cumplido entonces lo que en este libro llamo "Perodo formativo", el gnero comienza a tomar forma, a conjugar sus elementos dispersos y/o espordicos en un cierto orden, durante los aos treinta, cuando se multiplican las colecciones especficas y sus consecuentes lectores; cuando se editan un par de novelas policiales: "El enigma de la calle Arcos" (1932) y "El crimen de la noche de bodas" (1933) y cuando se publican en diarios y revistas los cuentos policiales de Enrique Anderson Imbert, Manuel Peyrou, Roberto Arlt y Leonardo Castellani, para slo mencionar autores incluidos en esta antologa. Estos fenmenos son el fermento o las races de esa gran eclosin que tiene lugar a principio de los cuarenta con la aparicin de los libros de Abel Mateo y de Castellani: "Con la guadaa al hombro" (1940) y "Las nueve muertes del padre Metri" (1942), respectivamente; con los cuentos paradigmticos de Borges: "El jardn de senderos que se bifurcan" (1941) y "La muerte y la brjula" (1942), y con los "Seis problemas para don Isidro Parodi" (1942) del binomio Bioy-Borges que firma H. Bustos Domecq, entre otros cuantos textos. Conviene recordar que el impulso consolidatorio que tales libros revelan se sustenta en el notable crecimiento de la industria editorial en el pas durante esos aos, fenmeno que tambin ha de permitir la fundacin y el desarrollo de colecciones del gnero hoy legendarias: El Sptimo Crculo, cuyos primeros ttulos publica Emec a comienzos de 1945, la Serie Naranja y Evasin, ambas de Hachette, las populares Rastros y Pistas y tantas otras (esta feliz conjuncin de hechos ha llevado a muchos estudiosos a situar en ese venturoso momento el inicio del relato policial en la Argentina. No cabe discutir ahora esa falacia o equvoco, cuya invalidez de todos modos prueba la breve resea precedente).Los siete relatos que integran la segunda parte de esta antologa, el llamado "Perodo clsico", dan buena cuenta de la notable riqueza y profundidad lograda por nuestros escritores en esa etapa de neto predominio de la novela-problema. Las reglas fijadas por los maestros de la vertiente inglesa, la tradicional novela de enigma, la novela detectivesca con su "fair play", estn sin duda presentes en nuestros clsicos. As, por ejemplo, la apuesta al juego de la "pura inteligencia" (para el personaje de Groussac su deseo por descubrir la verdad est "hecho de curiosidad desinteresada"; al de Arlt, el presunto suicidio le "preocupaba no policialmente, sino deportivamente"; a Erik Lonnrot "las meras circunstancias... apenas le interesaban"). O, por ejemplo, la sombra de Chesterton, mejor del padre Brown, que cobija al estentreo padre Metri (Eduardo Romano lo ha visto muy bien); que sobrevuela las conductas o, mejor, las reflexiones de Jorge Vane, el detective del primer Peyrou; que hasta aparece "disfrazado" en la banda descubierta por don Isidro Parodi; ese Chesterton a quien Nal dedica un "a la manera de..." y acerca del cual Borges ha escrito en los treinta un par de agudas inquisiciones en "Sur" (ese Chesterton que, junto con Poe y Conan Doyle, integra la trada ms mentada por nuestros maestros del policial). De este modo, el ejercicio de apuntar elementos de filiacin entre la corriente inglesa y los escritores argentinos podra no tener trmino... Sin embargo, si prestamos a estas adaptaciones nacionales una atencin menos discipular advertiremos pronto que no todo es pleitesa; ms, no pocas veces la irona, el humor o la articulacin pardica instauran una ruptura no aleatoria. Quiero decir, bajo su aparente acatamiento estos textos llegan a romper o poner en cuestin las reglas del juego, aquellas del "fair play"; en algn caso, quedan abiertas hacia inditos horizontes: o qu si no significa el tiro de gracia de Red Scharlach a ese tenaz detective que ha seguido razonadamente las seales del laberinto; sin duda, mucho ms que una simple inversin.El radical cuestionamiento de "La muerte y la brjula" no es la nica perplejidad a la que Borges nos somete. Ms llevadera y risuea resulta la serie pergeada con Adolfo Bioy Casares: aquellos seis casos que el peluquero recluido en una celda de la Penitenciara Nacional va resolviendo entre mate y mate. Parodi(a) tensa con calma criolla la secuencia Dupin/el Viejo del Rincn/la Mquina Pensante/Max Carrads/lgicos puros, agregndole, mediante la hiprbole, una cuota crtica sobre los usos del lenguaje a cargo (involuntario) de su interlocutor. Aunque menos arriesgados que los borgeanos, otros atajos sern practicados por nuestros escritores para evadirse del mero epigonismo. El ms socorrido ha de ser el trabajo sobre la arquetpica figura del detective, cuyo smil nacional ellos irn dibujando a travs de esos comisarios llenos de sentido comn, bonachones y algo escpticos, como el Leoni de Prez Zelaschi, el Laurenzi de Walsh o el Baliari de Firpo (Elena Braceras y Cristina Leytour han sabido estudiar la emergencia de estos personajes). Un ejemplo claro de esa bsqueda es el desplazamiento del investigador Jorge Vane por el padrino don Pablo Laborde en los relatos de Peyrou; el ms notable quiz sea don Frutos Gmez, protagonista de los cuentos de Ayala Gauna, comisario de un polvoriento pueblo correntino, secundado por el oficial sumariante Luis Arzsola -contrafigura de las clsicas parejas, desde Sherlock Holmes y el Dr. Watson- que cumple los mandatos del buen razonar pero tomando en solfa sus oropeles y excesos.Estamos ya a mediados de los cincuenta: Walsh acaba de publicar la primera antologa del gnero, "Diez cuentos policiales argentinos" (1953); revistas de gran circulacin, como "Leopln" y "Vea y Lea", acogen y estimulan la produccin cuentstica de nuestros narradores; a las colecciones antes mencionadas se suman otras, obviamente dada la buena aceptacin del pblico; las realizaciones cinematogrficas que incursionan en el gnero se vuelven frecuentes. Estos y otros elementos contribuyen a perfilar un momento clave, pues la concurrencia de escritores, medios y pblico permite una continuidad productiva que sustenta uno de los picos ms altos en la historia del gnero a orillas del Plata. Pero, sin embargo, hablamos de un "Perodo de transicin". Fundamentalmente porque los cnones del policial clsico tienden a ser abandonados por la subversin o por la sustitucin. En el primer caso mentara "Operacin Masacre" (1957), una investigacin periodstica de Walsh donde las tcnicas narrativas y la organizacin misma del relato son deudoras del policial (para decirlo de otra manera: el policial se instala en la historia en cuanto sta provee la base testimonial que su saber organiza; por eso el manifiesto propsito poltico -que se haga justicia- no borra el placer de la lectura, ms all de que el "compromiso" desplace al "entretenimiento"). Con respecto a la sustitucin del paradigma de la novela-problema, el ejemplo posible es Eduardo Goligorsky, cuyas traducciones alimentan las colecciones populares, como Rastros, a la vez que escribe bajo seudnimo una treintena de novelas; tanto en esta produccin como en sus traducciones de Hadley Chase, Williams o Goodis queda claro que los modelos yanquis han desplazado a los ingleses. Esta tendencia ir creciendo irrefrenablemente a lo largo de los sesenta, pero ms al nivel de las publicaciones (la consagracin llega en 1969 con la Serie Negra dirigida por Ricardo Piglia) y sus consecuentes lectores que en la propia escritura de los autores nacionales. An se escribe bajo la rbita de la tradicin clsica, aceptando sus reglas, modificando sus ingredientes en un variado proceso de adaptacin nacional e incluso incorporando algunos elementos del "hard-boiled", como sucede con una carga fuerte en los relatos de Goligorsky (releer hoy los muchos textos publicados a lo largo de esos aos en "Vea y Lea" -con sus tres clebres concursos- permite apreciar estas tendencias no siempre compatibles). En 1961, el segundo concurso de cuentos policiales realizado por "Vea y Lea", con un jurado integrado por Borges, Bioy Casares y Peyrou, tuvo un desenlace inslito. El primer premio lo gan "Las seales", texto de tenso clima que se reproduce en esta antologa; el segundo recay en "El banquero, la muerte y la luna", ms tcnico e intelectual; pues bien, al abrirse los sobres con los datos identificatorios, ambos revelaron el mismo nombre: Adolfo L. Prez Zelaschi. Seguramente este escritor ha sido uno de los representantes ms notables de ese amplio y heterogneo grupo de profesionales al que acabo de aludir, donde se advierten muchos matices modificatorios de las reglas del policial clsico (incluso el propio Prez Zelaschi no ha desdeado en algunos casos incorporar elementos "duros", como por ejemplo en su cuento "El piola" de 1976). Cabe tambin incluir en ese grupo a Isaac Aisemberg, que public varias novelas en Rastros y un cuento en la antologa de Walsh del 53, "Jaque mate en dos jugadas", que ha tenido larga difusin (he preferido "Los tiempos de Ramn Acua", de factura ms abierta); y a Norberto Firpo, hombre clave en la redaccin de "Vea y Lea", donde promovi la publicacin de relatos del gnero, incluyendo una veintena de su propia autora (en 1964 arm con otros cuatro escritores una antologa que llevaba por ttulo el de su cuento "Tiempo de puales", buena muestra de resolucin de un "misterio de cuarto cerrado"; he preferido incluir, sin embargo, un texto de Firpo ms moderno y casi secreto: "Zorro viejo").Por esta poca comienzan a incursionar en el gnero varias mujeres: Mara Anglica Bosco (que public en El Sptimo Crculo), Syria Poletti, Olga Pinasco, Ana O'Neill y Anglica Gorodischer, entre otras (esta presencia femenina en el policial argentino constituye un tema de investigacin an no abordado); de ese conjunto escog a la escritora rosarina, quien propuso "El begun", cuento indito que se ha preferido a sus textos de antao.El pasaje de la novela-problema a los relatos duros, deudores de los modelos forjados por Hammett y su descendencia (los jvenes leyeron entonces a McCoy, a Cain, a Burnett, a Goodis, pero sobre todo leyeron a Chandler), se produce de manera gradual y mezclada durante esos aos (fines de los cincuenta y dcada del sesenta), pero es ya contundente en los setenta. Justamente el enroque que realizo entre Castillo y Cortzar mostrara la no linealidad de ese pasaje: el autor de Rayuela en nada apreciaba a los "enanos" seguidores de Hemingway, mientras que a Abelardo Castillo, por edad y otras cercanas, bien podra vinculrselo con los duros. Sin embargo, "La cuestin de la dama en el Max Lange" es una apuesta al razonamiento inteligente, a la cual, por si algo faltase, el ajedrez le sirve de coartada...; mientras que "La noche de Mantequilla" tiene referentes histricos y un clima que lo relacionan con la etapa posterior. Tentativamente consignemos para sta un punto de partida: 1973, ao en que asume la presidencia de la Nacin el Dr. Hctor Cmpora. Ese ao se dan a conocer por lo menos cuatro textos fundantes de la nueva narrativa policial argentina: "Triste, solitario y final", de Osvaldo Soriano; "The Buenos Aires affair", de Manuel Puig; "El agua en los pulmones", de Juan Martini; "Los tigres de la memoria", de Juan Carlos Martelli. Muy pronto otros nombres se agregan a esa lista: Rubn Tizziani, Sergio Sinay, Mempo Giardinelli, Jorge Manzur, Jos Pablo Feinmann, Guillermo Saccomanno... (la mayora de los nombrados ha incursionado preferentemente en la novela).Dos grandes escritores abren el fuego en el "Perodo negro": Ricardo Piglia y Juan Martini. "La loca y el relato del crimen" fue uno de los textos ganadores del concurso organizado por la revista "Siete Das" en 1975, con un jurado integrado por Borges, Marco Denevi y Augusto Roa Bastos; el mismo ao est datado "Obelisco", que luego formar parte de "Las brigadas celestes".El Caf de los Angelitos o los cabarets mistongos de 25 de Mayo y sus aledaos -escenarios porteos hoy desaparecidos- dan pie a la construccin de atmsferas densas, de bajos fondos, con personajes marginales, con venganzas sangrientas y resoluciones no justas (aunque el saber lingstico, en un caso, y el peculiar intertexto con Carroll, en el otro, permitiran vislumbrar la evasiva justicia...). Son textos que, como los de Borges, juegan dentro del gnero, a la vez que rompen sus convenciones."El nufrago de las sombras" de Carlos Dmaso Martnez, as como el clsico de Anderson Imbert "Al rompecabezas le falta una pieza", constituyen ejemplos de un atajo genrico poco practicado entre nosotros: un relato histrico construido sobre una trama policial. La muerte en alta mar de Moreno, por causas no muy claras, y el asesinato de Monteagudo, tal vez por encargo, dan pie a dos cuentos que trabajan con la ambigedad y la conjetura a travs de una tensa narracin.Por ltimo, los tres textos seleccionados para cerrar esta antologa: "Un error de Luduea", de Elvio E. Gandolfo; "Frente de tormenta", de Vicente Battista; "Versin de un relato de Hammett", de Juan Sasturain, ms all de sus notorias diferencias de escritura, apuntan a un mismo referente histrico, como tambin el cuento de Cortzar: los aos de plomo, 1976-1983. Porque si he llamado "Perodo negro" a la ltima etapa que cubre esta antologa no ha sido slo por razones literarias -la inscripcin de estos escritores en la corriente dura o negra- sino porque en nuestro pas esa etapa sufri un corte violento, un tajo oscuro y trgico, negro, muchas de cuyas heridas no han cicatrizado an y no es fcil que cicatricen. El cuento de Sasturain expresa de manera impecable lo que yo meramente insino. Dos o tres puntualizaciones que sin duda habra que desarrollar: a) En estos ltimos aos se han publicado varias novelas policiales que, a mi entender, estn configurando un perodo distinto, nuevo, pero sobre el cual no tengo elementos suficientes como para incorporarlo al precedente esquema histrico; b) He sealado el papel central cumplido por la figura del "detective" en los dos primeros perodos -el formativo y el clsico- as como el arduo trabajo de su adaptacin posterior al mbito local; ahora habra que agregar que la lectura de los textos de esta antologa nos muestra su gradual pero rpido borramiento, hasta su total desaparicin (Piglia escribi en algn lugar que "la evolucin del gnero est basada en el desplazamiento y las transformaciones de la figura que lo funda"); c) Esto nos llevara a preguntarnos por los lmites del gnero, por la posibilidad de que existan elementos bsicos configuradores e inamovibles; o, por el contrario y desde otra perspectiva, nos llevara al cuestionamento de la nocin misma de gnero, o a interrogarnos por su prctica en este continente.Acotemos entonces: el policial en relatos no policiales. Me explico: por estas latitudes no hay escritores que escriban en y slo en el gnero, pero s hay muchos -Borges, Walsh, Piglia, Martini, Feinmann- en que las voces del policial, sus nfasis y sus tretas, se dejan or ms all de sus textos estrictamente policiales; y hay otros -Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares, Antonio Di Benedetto, Bernardo Kordon, Juan Jos Saer- en cuyos textos pueden detectarse elementos ciertos del gnero, aunque lo hayan practicado muy ocasionalmente.

Fuente:http://www.eljineteinsomne2.blogspot.com