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vida cristiana plena
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MÁS FRUTOLa DisciplinaGeorges André
«Todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto». (Juan 15:2)
Introducción
¿Que es la disciplina?
Job: La disciplina para conocer su propio corazón
Elías, Jonás, Juan-Marcos Disciplina y restauración en el servicio
Eli - Noemí - Abraham La disciplina en la familia
Los Recabitas La disciplina personal
Pablo – La disciplina preventiva en relación con el ministerio
Conclusión
IntroducciónNuestro tema parece austero a primera vista, y sin embargo es muy actual. Muy a
menudo, jóvenes, y los menos jóvenes, se preguntan: —“¿por qué permitió Dios tal
acontecimiento en mi vida? — ¿Por qué fui suspendido de mis exámenes? — ¿Por qué
mi madre está enferma? ¿Por qué tal duelo?”
A tales preguntas, se dan dos grandes categorías de respuestas: La del Islam, el
fatalismo: está escrito, sólo hay que aceptarlo, y someterse, porque es inevitable. Muy
diferente la otra respuesta, la cristiana: “¿que quieres enseñarme?” No es una
resignación pasiva, sino una aceptación activa de lo que Dios permite en la vida de los
suyos, con el fin de producir allí fruto que sea para su gloria. La disciplina es un
elemento de la obra que Dios emprende para cada uno de sus hijos, con un propósito
de gracia para que sea para su gloria: «Jehová cumplirá su propósito en mí» (Salmo
138:8). «El tiene un pensamiento… acabará lo que tiene determinado para mí (Job
23:14 J.N.D.). Como lo dice el apóstol: «el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6). Hebreos 13:21 lo confirma:
«haciendo en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo».
Romanos 8:28 nos dice que «todas las cosas» ni siquiera las fáciles y las agradables,
«les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados».
Juan 15:1-2 nos habla del Padre como del labrador que “limpia” el sarmiento
sustentador del fruto, «para que lleve másfruto». Es el fruto del que nos habla
Filipenses 1:11: «llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para
gloria y alabanza de Dios».
No se trata aquí de servicio, o de los resultados de una actividad para el Señor, sino
del fruto moral que es producido por la vida de Dios en nosotros, bajo el efecto del
Espíritu Santo.
Hebreos 12:5-11 ante todo, presenta el tema que va a ocuparnos. Es importante leer
en extenso este texto. «Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os
dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes
cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo
el que recibe por hijo.
Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien
el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido
participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros
padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no
obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos,
ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para
lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que
ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después
da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.»
¿Que es la disciplina?La palabra disciplina viene del griego paideia, derivado de apacienta (al hijo), que se
encuentra al principio de las palabras españolas como peda gogo, ped iatra, por
ejemplo. Podemos discernir tres sentidos de esta palabra en la Biblia, la Palabra de
Dios:
1.-Criar, educar, instruir - Es así que en los Hechos 22:3, nos narra el apóstol que
ha sido «criado» a los pies de Gamaliel
En Tito 2:12, encontramos a la gracia que nos «enseña». Su efecto no es una
enseñanza intelectual, sino una formación totalmente práctica en la vida:
«renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria,
justa y piadosamente». ¡Qué educación!
En 2ª Timoteo 2:25, es importante «enseñar» con dulzura a los que se oponen. No
sólo una enseñanza dogmática, sino todo aquello que implica una educación, una
disciplina, para que aquel que se ha opuesto al pensamiento divino sea conducido a
“hacer Su voluntad”. En fin, en 2ª Timoteo 3:16, encontramos que la Escritura es útil,
entre otras cosas, para «instruir» en justicia, que fue una enseñanza muy práctica en
él.
En Efesios 6:4, encontramos la misma palabra, en donde los padres son exhortados a
«criar» a sus hijos (¡no dejarles crecer!) en la «disciplina» y bajo las advertencias del
Señor. Es el alcance habitual de la palabra disciplina, que implica no solamente
educación, sino que también corrección.
2. Corregir: - Es el sentido que el libro de Proverbios coloca muchas veces delante de
nosotros (3:11-12; 29:15; 20:30, etc.): no sólo la instrucción, la reprimenda, sino que
también la corrección, la «vara». Tal corrección implica dolor, pena, «tristeza»
(Hebreos 12:11).
El Padre debe "limpiar" el pámpano, porque hay cosas que quitar. El amor del Padre y
no su ira* está al principio de tal disciplina. Hebreos 12 lo subraya: el Señor al que
ama, disciplina; el Padre forma a sus hijos no para que sean sus hijos, sino porque le
pertenecen. Y no olvidemos que esta disciplina paternal se dirige a cada uno: «todos
han sido participantes» (v. 8).
*Nota del versículo 7 de Hebreos 12 Versión J.N.Darby (fr). Disciplina: formación moral
de un hijo, no castigo.
¿Cuál es el motivo? El versículo 10 nos lo dice: «para nuestro provecho», y, «para que
participemos de su santidad». No una santidad que tengamos que alcanzar, sino
aquella que nos ha hecho participantes, y que nos llama a imitar en nuestra vida.
Los padres que disciplinan a sus hijos "son respetados" por ellos. Dejar que los
jovencitos hagan todo, les conducirá ciertamente a un estado de espíritu que no
conviene hacia sus padres. La disciplina del «Padre de los espíritus» produce
«sumisión, obediencia» (v. 9). Nos conduce a decir como el Señor Jesús en Mateo
11:26: «Sí, Padre…», Como él mismo lo dirá en la hora la más difícil y dolorosa de su
vida: «Padre mío, hágase tu voluntad.» Es la enseñanza de Romanos 12:2: «Para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta».
Cuando el hijo de Dios está bajo la disciplina de su Padre, dos peligros se le presentan:
«menospreciar la disciplina del Señor» (v. 5). Despreciar la disciplina, es no ponerse en
guardia, pensar que pasará pronto; también es acorazarse en contra de ella: el
estoicismo (indiferencia); o bien, aceptarlo con una pasiva resignación: el fatalismo, en
el bosque de los “por que”.
Podemos también, como en Isaias 40:27, creer que, «mi causa pasó inadvertida para
mi Dios.» (versión J.N.D. (fr)), pensar que el Señor nos olvida.
¿Que hacer? En primer lugar rogar que el Señor nos libre de pensamientos
desalentadores. Luego buscar en su Palabra las promesas que nos hace para los
tiempos difíciles. En fin, considerar las numerosas exhortaciones de la Escritura en
relación con la prueba. Por ejemplo, Daniel 10:19: «la paz sea contigo; esfuérzate y
aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas». Aun en Isaías 7:4:
«Guárdate, y repósate; no temas en absoluto, ni se turbe tu corazón». Acordémonos de
la voz del Señor Jesús para aquellos que estaban atormentados remando en la
tempestad: «¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?». Hebreos 13:5
añade: «porque El dijo: No te desampararé, ni te dejaré ;»; De manera que, llenos de
confianza, decimos: «En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el
hombre?».Leemos aun en el Salmo 94:19: «En la multitud de mis pensamientos dentro
de mí, Tus consolaciones alegraban mi alma.». Si en cambio no queremos aceptar la
prueba de la mano de nuestro Padre, tendrá como resultado la amargura.
Sea lo que sea, la Palabra reconoce que la disciplina, en el presente, es, o por lo menos
parece ser, un tema de tristeza. Más tarde, se vuelve en el fruto apacible de justicia a
los que son ejercidos por ella (Hebreos 12:11). Pero es importante "ser ejercitados",
buscar lo que el Señor quiere decirnos por esta prueba, lo que hay en nosotros que hay
que quitar, lo que hay que abandonar y juzgar. Con la tentación se tendrá también la
salida, nos dice 1ª Corintios 10:13, porque Él es fiel. Pero quiere que tomemos en serio
las cosas, las consideremos en Su presencia y en Su luz.
¿Cómo responden nuestros corazones al corazón del Padre quien nos aflige, en su
deseo de vernos producir fruto?¿Sabemos darle nuestro agradecimiento para el
resultado que persigue? Y si el misterio de la prueba permanece, podemos entregarnos
a su gracia: «Y acá abajo los brazos eternos»(Deut. 33:27).
El fruto producido por la disciplina, el fruto apacible, nos permite ayudar a otros que
pasan por la prueba: «Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas
paralizadas» (Hebreos 12:12). Después de haber experimentado la fidelidad y el amor
del Padre, procuremos acudir en ayuda de aquellos que podrían desanimarse, cuando
en el curso de su vida han atravesado el sufrimiento: «que alentéis a los de
poco ánimo» (1ª Tes. 5:14; 2ª Corintios 1:4).
Castigar- El verbo pai deuo, en ciertos pasajes, tiene este significado entonces. Por
ejemplo en 1ª Corintios 11:31-32: «Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no
seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no
seamos condenados con el mundo». En este caso, la disciplina reviste el carácter de
castigo, porque hubo un mal, más o menos grave, que no se juzgó, sino que ha sido
mantenido en la vida. Este castigo habría sido ahorrado si hubiéramos reconocido
nuestra falta y hubiéramos juzgado las causas. Todavía el amor del Señor está porque
castiga, a fin de que «no seamos condenados».
El pensamiento del juicio propio conduce a David a decir al final del salmo 139:
«Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y
ve si hay en mí camino de perversidad». Al comienzo del Salmo era: «me
conoces» (v.2:3); la conclusión es: «Examíname»: acompañar la mirada divina hasta el
fondo de nuestro corazón. Experiencia a veces penosa, donde Job podía decir: «¿Sería
bueno que él os escudriñase?» (13:9) ¿Pero tal ejercicio no nos conducirá «a la vida
eterna»?
En Apocalipsis 3:19, como última exhortación a Laodicia, que se alejó tanto de él, el
Señor aun le dice: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y
arrepiéntete».
Toda prueba no es un castigo. Las móviles disciplinarios de Dios se ejercitan en
formación, en corrección, pero siempre con el propósito de producir el bien, y de hacer
profundizar más la vida espiritual en sus hijos. Otras pruebas son positivamente «para
la gloria de Dios». Fue el caso del ciego nacido en Juan 9:3 y de Lázaro de Juan 11:4.
Otras veces, puede ser dado un testimonio para la gloria del Señor, para aquellos que
atraviesan grandes sufrimientos.
«Con el propósito de hacerte bien»
El capítulo 8 de Deuteronomio, particularmente los versículos 2-6 y 14-17, ilustran, en
la historia de Israel, todo el pensamiento acerca de la disciplina. Estas cosas han sido
escritas para servirnos de advertencia, lo dice 1ª Corintios 10:11. Es importante
entonces considerarlas. Jehová ha dicho a su pueblo: «te acordarás de todo el camino
por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto». Hay etapas
en la vida: un aniversario, finales de un año, días especiales dónde somos llamados a
considerar el camino por el cual nos hemos conducidos. Dos tipos de experiencias
pueden haber marcado el camino recorrido: Por una parte, pruebas «para afligirte,
para probarte, para saber lo que había en tu corazón». Por otra parte, todos los
cuidados de la providencia divina: «te sustentó con maná, tu vestido nunca se
envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado y te sacó agua de la roca del pedernal».
Esta disciplina paternal, asi como tiene los beneficios de su providencia, tiene también
un fin muy preciso:
1.Por temor de que tu corazón se enorgullezca (v. 14)
2.Que te olvides de Jehová tu Dios (v. 14)
3.Que digas en tu corazón: «Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta
riqueza». (v. 17)
Otro motivo de la prueba está subrayado en el versículo 3: «te hizo tener hambre,
para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la
boca de Jehová vivirá el hombre». Tener hambre implica unainsatisfacción, una
necesidad, un descontento, que Dios permite con el fin de hacernos sentir que solo las
cosas espirituales pueden apaciguar el «hambre». Es la experiencia de 2ª Corintios
4:16-18: «no desmayamos… mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se
ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas».
La conclusión de todo el capítulo es la de nuestro título: «Con el propósito de
hacerte bien» (v. 16). La humillación, la prueba, el hambre, fueron los objetos para
conducir la obra maestra que Dios había emprendido en el corazón. El salmista podía
decirlo: «Bueno me es haber sido humillado» (Salmo 119:71) «Dios es el que conduce
todo a buen término, para mi» (Biblia J.N.D (Salmo 57:2). ¿El "báculo" del Pastor (para
conducir a la oveja que se extravía) no está en Su mano, como un instrumento de
consuelo?
Buscaremos ilustrar esta disciplina por diversos ejemplos bíblicos: Para el caso clásico
de Jacob, veremos el folleto de H. Rossier: «Jacob o la disciplina».
Consideraremos aquí en particular a:
Job: La disciplina para conocer su propio corazón.
Elías, Jonás, Juan Marcos: La disciplina y la restauración en el servicio.
Elí, Elimelec y Noemí, Abraham: La disciplina en la familia.
Los Recabitas (Jeremías 35): La disciplina personal, señalada en 1ª Corintios 9: 24 al 27 y 1ª Corintios 11: 31-32.
♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦
Job: La disciplina para conocer su propio corazónUno de los motivos del camino en el desierto eran para conducir al pueblo a «saber lo
que había en tu corazón» (Deut. 8:2), este corazón que Dios solo verdaderamente
sondea: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo
conocerá?
Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según
su camino, según el fruto de sus obras» (Jeremías 17:9-10). Es por eso que el salmista
oraba para que Dios sondeara su corazón, para que Él conociera sus pensamientos,
con el fin de que al encontrarse en el camino del dolor lo condujera a la vida eterna
(Salmo 139).
Fue la experiencia de Ezequías, cuando, en la cumbre de su carrera, «Dios lo dejó, para
probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón» (2ª Crónicas 32:31), y
sobre todo tenemos la experiencia de Job. La Palabra de Dios dedica todo un libro que
nos enseña que la satisfacción del yo — “ Yo soy limpio y sin defecto; Soy inocente, y
no hay maldad en mí”( Job 33:9) — debe enjuiciarse y abandonarse en la gracia: «Por
tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza»(42:6).
De entrada señalemos que, el objeto de la disciplina de Job no fue para castigarle,
como sus amigos lo creyeron sin razón. Dios lo empleó para poner en evidencia la
justicia propia que se escondía en su corazón, y era el único medio para conducirlo a la
verdadera bendición. Hablando de Job, Santiago nos dice: «y habéis visto el fin del Job,
que el Señor es muy misericordioso y compasivo».
Job bendecidoLa Palabra nos dice y repite que Job era un hombre perfecto y recto, que temía a Dios y
se apartaba del mal. Jehová mismo le llama «mi siervo». Fue bendecido en su familia:
pareciera que sus siete hijos y sus tres hijas tenían buena armonía entre ellos. Tenía
éxito en sus empresas: su ganado se multiplicaba, sus conocimientos prosperaban. Su
vida moral era ejemplar: era fiel; se ocupaba del huérfano y de la viuda; era
hospitalario. Además era considerado entre sus conocidos. (29:7 y siguientes).
¿Entonces qué le faltaba a este patriarca? Hasta en la prueba no le atribuye nada a
Dios que sea inconveniente, no peca en absoluto con sus labios; conserva
«perfección», pero… estaba muy conciente de ella: «¡ Mi justicia tengo asida, y no la
cederé; No me reprochará mi corazón en todos mis días!»(27:6) O aun: «Yo soy limpio
y sin defecto; Soy inocente, y no hay maldad en mí (33:9).
De sus hijos, Job decía: «Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra
Dios en sus corazones» (1:5). No pasaba por su pensamiento que él mismo habría
podido hablar en contra Dios.
¿Entonces cómo Jehová podrá conducir a Job para que conozca su propio corazón? Es el
tema total del libro, 39 capítulos, ¡mucho más que para colocar delante de nosotros la
vida de Abraham o la de José!
Job probado — Cap. 1:13 al 2Las pruebas van a caer sobre Job. Será despojado de sus bienes. Va a ser
profundamente tocado en sus afectos por medio de la muerte de sus diez hijos. Pero su
actitud permanece intachable: «Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová
bendito.» Luego es tocado en su cuerpo, la enfermedad cae sobre él, «una sarna
maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza» El enemigo se sirve de
su mujer para hacerle maldecir a Dios. Pero Job se mantiene firme y no peca en
absoluto con sus labios.
No se trata de una continuación trágica de accidentes, de una acumulación de
desgracias. No, la Palabra nos muestra que Dios gobierna todo. Luego delante de
nuestros ojos se descubre algo más, es Dios que llama la atención de Satanás sobre
Job, ¡poniendo límites al poder del enemigo! (1ª Corintios 10:13). A pesar de todo lo
que será manifestado en su ser interior, ¿Job va a glorificar a Dios frente a Satanás? En
1ª Corintios 4:9, los apóstoles son ofrecidos igualmente en espectáculo para los
ángeles, testimonio de su fe para la gloria de Dios, como lo fueron también los tres
jóvenes Hebreos en el horno de fuego.
Satanás es «el acusador de nuestros hermanos» (Apoc. 12:10). Es nuestro
«adversario» (1ª Pedro 5:8). Provoca a Dios en contra de Job (1:9-11; 2:4-5). «Incita» a
David a contar al pueblo (1ª Crónicas 21:1). Se «opone» a Josué, sumo sacerdote
(Zacarías 3:1); «pide zarandear» a Simón Pedro (Lucas 22:31). Y sin embargo sólo es
un agente en las manos del Señor; que desaparece al final de la prueba, dejando al
santo frente a Dios: Job, en el capítulo 42, David en la era de Ornan, Josué revestido de
trajes reales, Pedro plenamente restaurado.
Pero cuando toma lugar en el corazón, el Adversario no deja a su presa, como un Judas
(Juan 13:27), o Ananías (Hechos 5:3).
Dios le dio a Pablo «un mensajero de Satanás para abofetearlo», a pesar de eso, y por
el efecto de la gracia divina, su comunión con Dios se mantuvo por toda su vida (2ª
Corintios 12:7).
La reacción de Job a la prueba es notable; pero su historia no podía acabarse así. Dios
deseaba bendecirlo doblemente, revelársele, manifestarle su gracia y darle el
verdadero descanso a su alma inquieta (3:25-26). Job era un hombre de elite, una alma
solitaria, de la que Dios se ocupa en gracia aparte del pueblo elegido, para formarle y
conducirlo más cerca de Él.
Los tres amigosLa mujer de Job lo incita a maldecir a Dios. Sus amigos se juntan para «compadecerlo y
consolarlo». A pesar de todas sus buenas intenciones, van a forzarlo a fondo. No
entraban en absoluto en el plan de Dios, y, tomando sus puntos de vista, se enredan
aún más en sus erróneas afirmaciones.
¡Qué ejemplo perfecto para ser prudentes cuando visitamos a los amigos en la prueba!
Fácilmente somos llevados a juzgar, en lugar de reservarnos nuestras apreciaciones
con respecto a los motivos de la disciplina que Dios ha permitido para nuestro
hermano. Cuan necesario es ser conducido por el Espíritu de Dios, paso a paso, una
palabra después de la otra. Primero escuchar largamente; enseguida, abrir su Palabra,
mirando al Señor.
Los amigos vienen a «condolerse de él y para consolarle» a Job, para ocuparlo de si
mismo. Es una trampa. Si alguien está en la prueba, no se trata de compadecerle, y de
estar de acuerdo posiblemente a sus "por qué". Será mucho mejor, lo que harán
después que hubo pasado la prueba, los hermanos y hermanas de Job, «se condolieron
de él» (42:11), y sobre todo, el ejemplo de Eliu, que dirigió el pensamiento y el corazón
de Job hacia Dios. Considerando su desdicha, durante siete días y siete noches, los
amigos quedan mudos, después de haber llorado a gritos, desgarrado sus vestidos y
esparcido polvo sobre sus cabezas, «porque vieron que su dolor era muy grande».
Ante el silencio cargado de reproches, Job ya no soporta. Explota (3 y sig.) ¿Por qué?,
¿Por qué? ¿Por qué? No rezonga por las circunstancias; las acepta de la mano de Dios;
pero objeta los motivos de esta prueba, al no discernirlos y encontrarlos injustos. De
ahí su tormento y sus “por qué”.
Veintinueve capítulos colocan delante de nosotros al patriarca y a sus amigos que
discuten, disputan, contienden. Los tres dicen y repiten: Dios te castiga porque has
pecado. Job replica: soy puro, no he cometido iniquidad. Empujado al fondo acusa a
Dios: El es injusto, tiene cosida mi iniquidad (14:17). El tono del debate se acentúa y se
exacerba, sacando a la luz esta justicia propia, esta satisfacción de yo, este orgullo
espiritual, que estaba en el fondo del corazón de Job. Va a recordar todas sus buenas
acciones (29), todo el mal que supo evitar; considerando que Dios lo castiga sin razón,
pide poder hablarle: «Yo le contaría el número de mis pasos, Y como príncipe me
presentaría ante él.» (31:37). Después de esta larga disputa, aparentemente inútil, una
sola conclusión se impone: «Aquí terminan las palabras de Job» (31:40). He aquí el
primer paso hacia la restauración: callarse.
EliuDurante las largas conversaciones de Job y de sus amigos, Eliu, mucho más joven,
escuchaba (32:11-12). Sus rasgos característicos son la paciencia, la modestia, la
humildad; no discute; no halaga; no es parcial, sino que le anima un espíritu de
rectitud. No da prueba de suficiencia, sino que sabe ponerse al nivel del pobre que
sufre (33:6-7). Cual bello tipo del Salvador que vino, como Hombre entre los hombres,
rebajándose para estar en medio de nosotros «como El que sirve» (Lucas 22:27).
Eliu presenta la gracia, pero también la verdad. Sin rodeos le dice a Job cuales son sus
faltas: considerarse justo (33:9) y acusar a Dios (33:10-11; 34:5). Pero no concentra los
pensamientos del patriarca sobre el mismo; lo coloca delante del Señor.
El joven señala la grandeza de Dios (33:12), que no tiene que dar cuenta de sus actos
(v. 13), que no es injusto, sino que desea el verdadero bien de los suyos (v. 14-30).
Luego Job debe callarse, reflexionar, dejar de discutir y discutir. Eliu le advierte que va
por mal camino; el Señor permite la disciplina con el fin de conducir al hombre a
«aquello que para Él es lo recto», sólo la rectitud al juzgarse a si mismo, será el camino
de la bendición y del conocimiento de la gracia. Pero el está conciente que solo «Lo
vence Dios, no el hombre.» (32:13).
Eliu subraya nuevamente el propósito de esta disciplina: el hacer al creyente reconocer
sus transgresiones que han llegado a ser muchas, para volverse de la iniquidad (36:8,
sig)). Dos resultados pueden producirse: escuchar, servir a Dios (v. 11) y encontrar la
bendición; o bien no escuchar, e irse en la desgracia (v. 12).
Acabando sus discursos, Eliu va a comparar esta disciplina con las nubes, con la
tormenta que Dios permite en la vida de los suyos: «Regando también llega a disipar la
densa nube,… Asimismo por sus designios se revuelven las nubes en derredor… Unas
veces por azote,… Otras por misericordia las hará venir.» (37:11-13). Bajo el efecto de
la tormenta, bajo el efecto de la disciplina, «se estremece el corazón, Y salta de su
lugar»; «ahora ya no se puede mirar la luz brillante, está escondida en las nubes». Pero
el propósito de la disciplina es la bendición: «Luego que pasa el viento y los limpia,
produce un cielo claro» (37:21 Biblia J.N.D.).
La presencia de DiosDurante veintinueve capítulos, Job y sus amigos discutieron y cuestionaron. Durante
seis capítulos Eliu habló de parte de Dios a Job. Solo cuatro capítulos le bastarán a
Jehová para llevar a cabo la obra maestra que perseguía en el corazón de Job.: «¿Qué
enseñador semejante a él?» (36: 22).
Job había dicho: «Yo hablaría con el Todopoderoso, Y querría razonar con Dios». Dios
se baja. No agobia a su siervo con reproches severos, aunque justificados. Toma el
lugar del alumno: «Yo te preguntaré, y tú me contestarás (38:3; 40:2). Va a hacerle un
número de preguntas a Job, el cual no podrá responder a ninguna. «¿Dónde estabas tú
cuando yo fundaba la tierra?» (38:4). Job es tomado de improviso desde la primera
pregunta. Cuando por fin Jehová insiste: «El que disputa con Dios, responda a
esto.» (40:2), Job solo puede decir: «He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi
mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; Aun dos veces, mas no
volveré a hablar». Era mejor callarse, pero Jehová deseaba conducir a su siervo mucho
más allá, hasta la confesión completa y al juicio propio. También debe repetir: «¡ Yo te
preguntaré, y tú me responderás! … ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú?»
Hace desfilar delante de él a algunas de sus criaturas, para terminar por el leviatán, el
cocodrilo, bajo una imagen poética que se puede discernir con el poder de Satanás,
enemigo que el hombre no puede vencer: «¡Te acordarás de la batalla, y nunca más
volverás!»
En efecto, el Señor no deseaba solamente enseñarle a Job que debía aprender a callar,
sino que deseaba conducirle a una relación y comunión perfecta con Él. Delante de la
grandeza del Todopoderoso, va a sentir su nada y el abismo adonde su obstinación lo
condujo. ¿Quien de nosotros posee por si mismo la revelación del Creador?, pero
tenemos aquella del «unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a
conocer.» ¡Cuanto mas aprendemos a conocernos y a negarnos a nosotros mismos,
mas le conoceremos, A Él y a su corazón! (Filipenses 3:7-10).
Confesión y restauración (Cap.42)Cientos versículos nos relatan como Job discutió, acusó a Dios, justificándose. Cinco
versículos son suficientes para relatar la confesión que le va a abrir el camino para la
bendición.
«Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti.» (V.
2). Colocado ante el poder del enemigo, Job debe reconocer que únicamente puede
recurrir al poder de Dios.
Pero debe confesar también su ignorancia: «yo hablaba lo que no entendía; Cosas
demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía». Se había jactado de
discernirlo todo, de conocerlo todo; sin embargo en la presencia de Dios, debió
comprobar que no sabía nada. Cuan fácilmente nos sucede que hablamos de nosotros
cosas demasiado maravillosas, ¡mientras que una poca humildad nos sentaría mejor!.
¿Cuál es la conclusión de Job? «Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y Tú me
enseñarás». En el silencio y en la presencia divina, escuchar y aprender; dejarse
corregir, instruir, formar ¿no es la parte que necesitamos buscar a menudo, aparte,
sólo con Él?
Estar a tus pies como María,
Dejando las horas fluir
En un silencio que se olvida,
Jesús, para dejarte hablar.
(Hymnes et Cantiques 134:1).
Pero no se trata solamente de oír: «De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te
ven» experiencia personal y profunda del alma, en el secreto con su Señor. Visión del
joven Isaias en el templo, que determinará toda su vida (Isaias 6); visión de Pablo en el
mismo templo (reconstruido), cuando oyó la Voz que le decía: «Ve, porque yo te
enviaré lejos a los gentiles» (Hechos 22:17-21).
Job, que se había atrevido a decir: «No me reprochará mi corazón en todos mis
días» declara: «Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza. Conoce
ahora su propio corazón, pero sobre todo a Dios y su gracia, «Habéis oído de la
paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y
compasivo.» (Santiago 5:11).
La bendición va a derramarse sobre el patriarca, conducido por fin al punto donde Dios
lo quería: que reconociera Su grandeza y Su amor; que se diera cuenta de su propia
miseria; y se entregara a la gracia. Sin embargo una cosa debía efectuarse: perdonar a
sus amigos. Job ora por ellos. «Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado
por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job» . Ellos lo
habían forzado a fondo, no habían hablado de Dios como convenía. Habían culpado a
Jehová de haber hecho venir el castigo sobre su amigo ¡Qué invitación a la prudencia
en nuestros juicios!. Lucas 6:36-37 nos lo recuerda: «Sed, pues, misericordiosos, como
también vuestro Padre es misericordioso…no condenéis, y no seréis condenados;
perdonad, y seréis perdonados». Los tres hombres deben también aprender la misma
lección de su amigo, y aceptan ofrecer un “holocausto” con el fin de ser beneficiarios
de la misma propiciación (33:24), que ofrecida por Job había sido a los ojos de Dios,
"agradable" (42:8).
Jehová da a Job el doble de todo lo que había tenido…salvo los hijos. En efecto, todo el
ganado en otro tiempo se había perdido, pero los hijos no: habían sido recogidos cerca
de Dios, por los cuales su padre había ofrecido el sacrificio; esperarán el día de esta
resurrección de la cual el patriarca había podido decir: «Y después de deshecha esta
mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y
no otro» (19:26-27).
Elías, Jonás, Juan-Marcos Disciplina y restauración en el servicio
El servicio del Señor nos expone a trampas y peligros. La vida de estos tres hombres
citados mas arriba es el ejemplo. El ministerio de Elías ha estado detenido por el
orgullo espiritual: «sólo yo he quedado». El de Jonás ha sido trabado por la
preocupación de su reputación personal. Juan-Marcos abandonó la obra por temor de
los obstáculos y del sufrimiento.
Pero la fidelidad del Padre desea, por medio de la disciplina, librar a sus siervos de la
trampa en la cual han caído y restaurarlos.
¿No es nuestra parte orar por los siervos del Señor, tan particularmente expuestos a
los esfuerzos de Satanás para detenerlos en la carrera? («el lazo del diablo» 1ª
Timoteo 3:7).
EliasTodo el ministerio del profeta está marcado por estas palabras «Vive Jehová de los
ejércitos, en cuya presencia estoy»repetidas más de una vez en la primera parte de su
carrera. Esta comunión con Dios es uno de los secretos de su vida. — Lo segundo es
que era un hombre de oración. Santiago 5:17 nos dice que «oró fervientemente para
que no lloviese. ¿ No era su ocupación primordial en el torrente de Kerit? Para resucitar
al hijo de la viuda de Sarepta, ora (1ª Reyes 17:20-21). En el altar del Carmelo, suplica
públicamente a Jehová: «Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este
pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios». Cuando el pueblo se ha humillado, el actúa
haciendo caer la lluvia, Elías sube a la cumbre del Carmelo, «postrándose en tierra,
puso su rostro entre las rodillas», siete veces consecutivas. Tercer secreto de un
servicio bendecido: cada vez que Dios le dice: «Ve» el va, su vida está marcada por la
dependencia, por la sumisión. (1ª Reyes 17:3, 8; 18:1; 19:15).
Elías es un instrumento de la disciplina de Dios para su pueblo, con el fin de conducirlo
hacia Él. Esta disciplina se ejercita primero por los años de sequedad, luego triunfa en
el monte Carmelo cuando el profeta se enfrenta de Jehová con los profetas de Baal.
Elías sufre con el pueblo de Dios. Su fe es ejercitada, primero en la soledad en el
torrente de Kerit, luego con la sencillez en Sarepta. Luego de la victoria del Carmelo,
debe hacer frente totalmente solo a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, a los
cuatrocientos profetas de Asera, al rey mismo y a todas sus fuerzas. Declara: «Sólo yo
he quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos
cincuenta hombres.» (1ª Reyes 18:22). Es lo mismo que había sucedido en otro tiempo
con Josué y Caleb, solos frente a los diez espías que desprestigiaban al país, y enfrente
a todo Israel que se lamentaba. ¡ Pero qué diferencia! Ellos dos sufrieron con el pueblo
que acompañaron a través de todo el desierto. Fue para ellos una escuela, una
formación, una preparación para la tarea a la cual Dios los llamaba; una disciplina muy
diferente le aguardaba a Elías.
En el corazón del profeta, había germinado una raíz de amargura: «Sólo yo» Expresión
de suficiencia, de decepción de un ministerio aparentemente sin fruto, en una palabra,
orgullo. Que contraste con Aquel que podía decir: «soy manso y humilde de corazón».
También la disciplina de Dios era necesaria para desnudar el corazón de su siervo y
restaurarlo.
El enebro —1ª Reyes 19:1-9Después de la tensión del Carmelo, Elías se apresuró a retirarse aparte. El cansancio,
tanto físico como psíquico, mandaba un descanso. ¡ Es peligroso para un siervo del
Señor haber logrado un gran triunfo, un bello resultado en una serie de reuniones, y
tener la aprobación de las multitudes!... Debe entonces reencontrarse solo, aparte con
Dios, para que el hombre interior sea verdaderamente renovado.
Elías no va allá voluntariamente, es forzado por las amenazas de Jezabel. Un viaje
largo, unos ciento ochenta kilómetros, emprendido sin oración, que lo conduce al sur
del país, lejos del atentado de la reina; huye más lejos aun, un día en el desierto;
finalmente se sienta bajo un enebro y pide la muerte:«Basta ya, oh Jehová, quítame la
vida, pues no soy yo mejor que mis padres». ¿ Había pensado en el resultado ? Era la
trampa que había hecho tropezar a Pedro: «Aunque todos se escandalicen, yo
no» (Marcos 14:28).
La carrera del profeta parece acabada. Ha sucumbido en el desaliento, piensa sólo en
la muerte. Se acuesta y se duerme. Pero la gracia de Dios, la disciplina del Padre, va a
intervenir. En Kerit, al desierto, los cuervos le llevan pan y carne; fue necesario el ángel
para alimentarlo y sobre todo orientarlo.
Dos veces el mensajero celestial lo toca y le dice: «Levántate y come» Elías mira, y he
aquí, a su cabecera, un pastel que se cuece sobre piedras calientes, y un cántaro de
agua. En otro tiempo, este pastel había sido ofrecido en el santuario, tipo de los
sufrimientos de Cristo; ahora, en el desierto, lejos del templo, lejos del altar de los
sacrificios, estaba allí para fortalecer el alma del profeta y darle las fuerzas para
recorrer «el l argo camino que le resta». Elías llega al monte de Dios, a la presencia de
Jehová por la fuerza de estos alimentos, permanece ahí durante cuarenta días y
cuarenta noches. El Señor había deseado primero fortalecerlo en su ser interior, antes
de este encuentro memorable donde estaría cara a cara con Él.
Para Job, habían hecho falta meses de miseria para desnudar su corazón y traerlo a la
presencia de Dios. Para Elías, un mes y medio fue necesario. Para Jonás, tres días y tres
noches en las profundidades del mar. Cualquiera que sea el tiempo, parece largo
cuando el alma no goza de la comunión de su Señor.
Horeb — 1ª Reyes 19:10-18En la soledad del monte de Dios, en la cueva donde Moisés posiblemente estuvo
refugiado cuando Jehová paso delante de él (Éxodo 33:32), la palabra divina se dirige
al siervo desalentado: «¿ Qué haces aquí, Elías?»
El profeta descubre entonces la amargura de su corazón. Acusa al pueblo: «los hijos de
Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus
profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida»Romanos 11:2-4
nos recuerda este incidente, la única falta de un hombre de Dios del Antiguo
Testamento que es relatada en el Nuevo: ¡ le hace una petición a Dios en contra de
Israel! ¡ Qué contraste con Moisés qué, en esta misma montaña, en circunstancias aun
más graves, había intercedido por el pueblo culpable, y hasta habría deseado ofrecerse
en rescate por él!
Elías no se contenta con acusar a los demás, él mismo se justifica; todo el orgullo
espiritual de su corazón se manifiesta: «He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los
ejércitos; y sólo yo he quedado».
Jehová hizo pasar por delante de él todo su poder en juicio: el gran viento impetuoso, el
terremoto, el fuego, — Pero Jehová no estaba en estas cosas. Viene luego una voz
dulce y suave que Moisés había oído en este mismo lugar, la voz de la gracia,
desconocida del profeta. La pregunta se repite: «¿ Qué haces aquí, Elías?» Elías
comienza de nuevo, con su interpelación, y su recomendación. Todavía no ha
comprendido lo que Dios quería decirle. La disciplina no ha producido su fruto. La voz
de Jehová debe entonces decirle, como en otro tiempo le dice a Agar (Génesis
16:9):«Ve, vuélvete».
Regresa por el camino por el cual viniste. ¡Has creído que eres tu el único
profeta¡ Tengo otro profeta en reserva, no te necesito más; tu ungirás a, Eliseo, hijo de
Safat «para que sea profeta en tu lugar». — ¡has creído que solo tu has sido fiel ! Pues
bien, me he reservado en Israel «siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y
cuyas bocas no lo besaron».
¿ Cuál va a ser la reacción de Elías ? ¿ Va a considerarse totalmente puesto a un lado,
desanimado, y estar en la monotonía cotidiana hasta que la tumba se abra para él? No,
la disciplina va a llevar sus frutos.
RestauraciónSin tardar, Elías se vuelve y encuentra a Eliseo. Pasa por delante de él «y echó sobre él
su manto». Sin celo ninguno, renuncia en cierto modo a su función de profeta y se lo
transmite a Eliseo. El joven desea seguirlo, pero Elías le responde: «Ve, vuelve», es
decir yo no te he pedido que me sigas. Pero Eliseo se levanta, va tras su maestro, y le
servirá humildemente, derramando agua sobre sus manos (2ª Reyes 3:11 «He aqui a
Eliseo, hijo de Safat, que vertía el agua sobre las manos de Elías» Biblia J.N.D). Será
formado por el gran profeta de Israel; en el momento de Dios, levantará el manto que,
en el día de su juventud, había sido colocado sobre sus hombros (2ª Reyes 2:13).
Elías aún podrá ser un instrumento para Dios, instrumento lleno de energía espiritual,
al anunciarle a Acán el juicio que le alcanzará a causa de su conducta hacia Nabot;
exposición tan poderosa de la palabra de Jehová que Acab se humilla y hace por si
mismo la experiencia de la gracia (1ª Reyes 21:27-29). La energía espiritual le alcanza
aun hacia Ocozías, hijo de Acab, a quien el profeta no teme revelarle su impiedad
porque había ido a interrogar a Baal-zebub, como si no hubiera Dios en Israel para
consultarle su palabra (2ª Reyes 1:16).
En fin el siervo triunfa cuando, después de haber vuelto de trazar toda la historia de
Israel, de Gilgal en Betel, de Betel a Jericó, luego más allá del Jordán, no pasará por la
muerte, sino que será llevado al cielo en un carro de fuego. Era la aprobación de Dios
sobre el servicio, el servicio extenso de su profeta.
JonásPersonalidad extraña de un hombre a quien le importaba más su propia reputación de
profeta (2ª Reyes 14:25), que la obediencia al llamamiento de Dios. ¡Se aparta de la
misión divina, porque teme que consiga y desmienta su profecía de juicio! En efecto, si
Dios hiciera gracia a los Ninivitas, podrían ellos decir que su predicción había sido falsa,
cuando Jonás había anunciado anteriormente la destrucción de la ciudad.
En lugar de responder al llamamiento, huye de delante de Jehová. Desciende a Jope,
desciende en la embarcación, luego desciende al fondo de la embarcación, donde,
habiéndose acostado, «dormía profundamente»¹ ¡ Qué lugar para un profeta de
Jehová! La disciplina deberá por consiguiente ejercitarse hacia él, instrumento de
desgracia para sus compañeros de viaje, lo contrario del apóstol Pablo en Hechos 27.
Esta disciplina se celebrará en varias fases.
En primer lugar la tempestad es ineficaz: duerme al fondo en la bodega del barco.
Vienen las preguntas de los marineros: «que haces, dormilón»² Les había dicho que
huía de Jehová, pero apenas se preocuparon, hasta que no estuvieron ellos mismos
llenos de miedo. El profeta es conducido a confesar lo que hizo «yo sé que por mi
causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros» A menudo difícil confesión, pero
que no hay que dudar en hacerla, cuando es necesaria, hasta delante de sus
hermanos.
Jonás está ahora en la marea. La gracia de Dios provee un gran pez preparado allí para
preservarlo. Durante tres días y tres noches en las profundidades del mar, al fondo de
su desamparo, va a clamar a Jehová.
La disciplina lo ha conducido a la presencia de Dios. Sólo, en una tal situación, que lo
llama el «seno del Seol» clama; clama del fondo de su desamparo, clama en el abismo,
en el corazón de los mares. En su angustia, cuando su alma desfallecía en él, se
acuerda de Jehová; su oración alcanza hasta Él, en el templo de su santidad.
¹ Versión J.N.Darby y V.M
² Versión J.N.Darby
A pesar de todo, el profeta no pierde su confianza en su Dios, y concluirá su súplica con
estas palabras notables: « La salvación es de Jehová».
¿ La disciplina habrá llevado su fruto ? Por desgracia, a Jonás le va bien en Nínive; su
profecía toca la conciencia del rey y del pueblo, quienes se arrepienten; el juicio es
suspendido, Dios no lo hace venir en vida de Jonás. Pero el profeta encuentra esto muy
malo, y se enoja. No tiene ninguna comprensión de la gracia, y le reprocha a Dios por
ser misericordioso y lento para la ira.
Viene entonces la cuarta fase de la disciplina, casi una lección de escuela infantil.
Jehová prepara una calabaza, que hace sombra en la cabeza de nuestro predicador
para librarlo de su miseria. Jonás se maravilla con esta protección con un gozo ingenuo.
Al día siguiente el arbusto se seca; el pobre profeta se irrita totalmente por la
desgracia de su árbol. Jehová debe decirle: «Tuviste tú lástima de la calabacera, y no
tendré yo piedad de Nínive, donde hay más de ciento veinte mil personas» Jonás tiene
mucha preocupación por lo que le toca a él mismo, pero queda frío delante del destino
de las almas que se pierden. Ante la reprensión divina, se calla. Y sin embargo, Dios en
su fidelidad, había “preparado” todo a la medida para su siervo: el viento, el pez, la
calabacera, el gusano, el viento de Oriente. Todo esto no había llegado por casualidad,
sino que eran, en la mano de Dios, instrumentos de su disciplina, que el profeta tenía
tanto trabajo para comprenderlo y aceptarlo.
Los marineros se van sobre el mar en calma; los Ninivitas son librados del juicio; pero
Jonás, enojado, desea la muerte. Sin embargo un trabajo finalmente debe hacerse en
su alma, ya que, bajo la acción del Espíritu de Dios, no teme escribir su historia, y
reconocer así sus faltas.
Juan -MarcosEl joven, comprometido demasiado temprano en el servicio, está estancado por temor
a los obstáculos y la persecución. Que contraste con Aquel que levantaba su rostro
como una piedra para subir a Jerusalén y no retrocedía delante de los sufrimientos que
sabía que tenía el deber de encontrar.
El apóstol se lo había dicho a Timoteo:«sufre penalidades »(2ª Timoteo 2:3); «soporta
las aflicciones» (4:5). Hay promesas para los que confían en el Señor: el Salmo 5:11
nos dice: «Pero alégrense todos los que en ti confían… porque tú los defiendes» Una
buena voluntad juvenil no basta para comprometerse con perseverancia en el servicio;
la fuente es el amor para el Señor. Ni la influencia bien intencionada de personas, ni la
imitación de otros siervos, ni el entusiasmo del día, son suficientes para mantenerse
firme en este trabajo. Hay que primero sentarse y calcular los gastos antes de construir
la torre. No obstante es bueno estar atento a los estímulos que el Señor nos puede dar,
sea directamente, o por medio de otros hermanos. Hebreos 10:24 nos exhorta a
estimularnos los unos a los otros en el amor y en las buenas obras. En Colosenses 4:17,
el apóstol le recuerda a Arquipo que tenga cuidado con el servicio que recibió del
Señor, a fin de que lo cumpla. En Mateo 21:28, el padre le dice a su hijo : «Hijo, ve
hoy a trabajar en mi viña» En Mateo 20:6, el Amo censura a aquellos que se quedan
en la plaza de la ciudad«todo el día desocupados».
El joven Juan, apodado Marcos, sin embargo había comenzado bien. En la casa de su
madre (Hechos 12:12), bajo una influencia feliz, había vivido una «juventud
protegida» ; en este clima piadoso donde la oración era practicada, había crecido con
buenas instrucciones. Bernabé y Pablo pueden «llevarlo también con ellos» cuando
cumplieron su servicio en Jerusalén (Hechos 12:25). Más tarde, va a seguirlos como
siervo ( Hechos 13:5). Acostumbrado a ser servido (12:13), aprende a servir.¿ Por qué,
después de uno tiempo, se detiene y «apartándose de ellos, volvió a Jerusalén»?
( Hechos 13:13). ¿ Eran las penas de la casa maternal, o el temor de la persecución, las
distancias, el cansancio, los obstáculos? Expresamente esto no se nos dice, sino que el
Señor había advertido los suyos: « Ninguno que poniendo su mano en el arado mira
hacia atrás, es apto para el reino de Dios.» (Lucas 9:62).
También debe ejercitarse hacia Juan-Marcos la disciplina paternal. El Señor desea que
sea dejado a un lado por un tiempo suficiente. Cuando Bernabé, en Hechos 15:38,
desea tomarlo de nuevo para un viaje con Pablo que le conducirá a visitar las
asambleas, éste se niega. Discierne que la disciplina aun no llevado su fruto. Bernabé,
de quien Juan-Marcos era el sobrino, insiste, y lolleva con él. El resultado de esto es la
disputa de los dos siervos. ¡ Que consecuencias de una falsa salida ! Juan-Marcos había
cedido a la ligera con un entusiasmo pasajero. Posiblemente ambos apóstoles habían
tomado muy fácilmente al joven como el siervo; las consecuencias se manifiestan.
Mucho más tarde, el apóstol encarcelado tendrá a su lado al mismo Juan-Marcos. Da
órdenes a las asambleas de recibirlo si va hacia ellos. (Colosenses 4:10). En Filemón
24, asocia a Marcos con sus compañeros de obra. En 2ª Timoteo 4:11 por fin, declara
que le es útil para el servicio. Bella restauración de un hombre, enseñado y formado
por la disciplina, que, como lo comprendemos, ha sido empleada por el Espíritu de Dios
para escribir el evangelio del Siervo perfecto.
Eli - Noemí - Abraham La disciplina en la familiaTres personajes de otro tiempo, cada uno con su carácter, en su esfera familiar, y la
disciplina que Dios, en su gracia, los ha hecho atravesar. Estas circunstancias lejanas
se trasladan fácilmente en nuestra vida hoy; son completamente actuales; no es
necesario hacer un gran esfuerzo para sacar de aquello algunas enseñanzas que Dios
desea darnos por su medio.
Consideremos en primer lugar lo que la Palabra de Dios nos dice sobre la casa del
siervo de Dios. La Biblia nos habla por una parte de la casa de Dios, por otra parte de
la de su siervo.
En cuanto a Su casa (1ª Timoteo 3:15), las instrucciones de Dios son claras. Debe estar
marcada por la santidad, la espiritualidad, la piedad de cada día. Dios le dio su posición
en Cristo; su carácter práctico depende de la marcha de los que la componen. La
responsabilidad debe responder a los privilegios, en el gozo de una reunión donde
Jesús es el centro
Los privilegios y la responsabilidad que se relacionan con la casa del siervo son
presentados muy claramente en la Escritura. En Lucas, tres pasajes lo subrayan: Marta
«le recibió en su casa» (10:38); en Zaqueo, muy joven en la fe, el Señor le dice : «es
necesario que pose hoy en tu casa» (19:5). Con los discípulos de Emaus, se deja
rogar; «le obligaron a quedarse» La santidad práctica conviene a la casa del hijo de
Dios, si escoge que el Señor esté allí. Jacob nos da el ejemplo (Génesis 35:2-3). Cuando
Dios lo invita a subir a Betel, le surge la pregunta : ¿ mi casa está pura para venir a la
casa de Dios? Le dice a los suyos:«Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y
limpiaos, y mudad vuestros vestidos». No sólo Jacob, sino que su familia, debían estar
dispuestos a responder al llamado de Dios para presentarse delante de Él.
Al final de su carrera, Josué puede decir: «yo y mi casa serviremos a Jehová». No basta
que el padre sea fiel; es llamado a llevar, a tomar con él a sus hijos en la esfera de la
casa de Dios, — que bendición puede resultar de la fidelidad de un hombre apegado al
Señor: «Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me
confortó».
En 1ª Timoteo 3:2, el sobreveedor u obispo es invitado a «que gobierne bien su casa».
No hay lugar para las vanidades mundanas, los motivos mezclados, las pretensiones, el
orgullo. Para realizarlo, hace falta toda la gracia de Dios. Que aliento encontramos al
abrir la puerta y dejar entrar al Señor con el fin de gozar, en la intimidad del hogar de
su preciosa comunión, aplicando sobre la casa del siervo toda la exhortación de
Apocalipsis 3:20,
Eli¡ Historia poco atrayente, y sin embargo tan esencial en un tiempo que los padres no
se atreven ya a reprender, ni a corregir a sus hijos !
Parece que Eli tenía mucho más edad que sus hijos; esta "distancia" ( ¡qué puede ser
psicológica, sin depender del número de los años!) nos ayuda a comprender ciertos
problemas que había en su familia. Además, al sacerdote a veces le faltaba percepción
espiritual: acusaba a Ana de estar ebria, mientras que esta, en su tristeza, solo
buscaba un alivio en la oración de fe (1ª Samuel 1:13).
Sin embargo su corazón estaba muy ligado a la casa de Jehová. Que consuelo
encontraba en el joven Samuel, como un abuelo con su nieto piadoso. Tales casos
pueden producirse: todo el interés, toda la alegría se concentran sobre la casa de Dios
y a menudo se tiende a dejar a la familia demasiado de lado; se pierde el contacto con
los hijos, en lugar de vivir juntos sus intereses, sus alegrías, sus problemas. No es fácil
ocuparse suficiente de su familia y dedicarle todo el tiempo que se quisiera a las cosas
de Dios. Sólo el Señor es suficiente para eso y puede dar a los suyos el equilibrio
necesario.
Ofni y Finnes que «no tenían conocimiento de Jehová» habían recibido sin embargo el
oficio de sacerdotes y servían en la casa de Dios.¿Con que fin? Esencialmente para
sacar provecho, como lo muestra 1ª Samuel 2 :12-17 El pecado de estos jóvenes era
«muy grande» delante de Jehová, porque despreciaban Su ofrenda.
Su mala conducta (v. 22) provocaba escándalo en medio del pueblo (v. 23)., habían
acumulado con los años faltas. Pero su padre parecía ignorarlo.
Cuando se entera (v. 22), les dice blandamente: «¿Por qué hacéis cosas semejantes?
Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes.
No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo» El padre decía:«esto no es
bueno». Pero Jehová consideraba el pecado de ellos como "muy grande".
Eli, indulgente, trata de intervenir con algunas palabras, pero no hace ninguna sanción,
aparentemente lo hace como había corregido a sus hijos en otro tiempo. Su ejemplo
sin embargo era bueno. Era un hombre piadoso, pero le faltaba firmeza; Jehová le
reprocha, por voz de Samuel, por no haber “castigado” a sus hijos que se corrompían.
Sin duda los jóvenes habían crecido, estaban casados (4:19), pero tampoco el padre
guardaba la responsabilidad al no prohibirle sus acciones, pero al menos retenerlas.
Salomón, en cambio, tiene, en sus escritos, muchas exhortaciones y advertencias; sin
embargo su hijo Roboam no caminó para la gloria de Dios: faltaba el ejemplo, en casa
del rey.
Verdaderamente necesitamos la gracia de Dios para que nuestros hijos sean criados
«en disciplina y amonestación del Señor» (Efesios 6:4). Es todo un programa. Criar a
los hijos, simplemente no es “dejarlos crecer”. Es compartir con ellos, la lectura de la
Palabra de Dios con una enseñanza a su alcance, y la reunión alrededor del Señor, por
lo menos para el culto, luego, cuando crecen, por medio de la edificación y la oración.
Es también asociarse con ellos en sus pasatiempos diversos, en todas estas bellas
experiencias que se puede hacer en familia y que unen a padres e hijos. Es allí dónde
el ejemplo de los padres se hace sentir. No en que tengan que usar una excesiva
severidad: «padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos», o aun : «Padres, no
exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten». (Colosenses 3:21).
Siendo demasiado duros, podríamos provocar reacciones desfavorables, aunque
contenidas por un tiempo; y el hijo dejaría de desarrollarse. Pero esto no implica
dejarse estar, ni indulgencia trasladada que no sabe “castigarlo”.
La conducta de Eli y de sus hijos va a traer la disciplina divina. Primero Dios advierte.
«Y vino un varón de Dios a Elí» (v. 27) y le habla de parte de Jehová, subrayando entre
otras cosas: «has honrado a tus hijos más que a mí,» (v. 29). Pone el dedo sobre la
herida esencial. El Señor no tenía el primer lugar en esta familia. El honor y el temor no
le eran dados; la satisfacción de los hijos, su placer, pasaban por sobre la reverencia
hacia Dios; su mala conducta no fue reprendida. Es fácil descuidar la Palabra en
familia, o, por muchos pretextos, no tomar a los niños consigo llevándolos al culto, o
hasta ir, solo de cuando en cuando. ¿ Hay que asombrarse entonces de las
consecuencias?
Ante la exhortación del hombre de Dios, Elí no dice nada. No hay arrepentimiento, no
hay humillación. El tiempo pasa… Jehová va a hablar una vez más por medio de
Samuel, el niño criado en el templo, a quien Eli ama y estima. El joven teme
transmitirle al viejo sacerdote el mensaje de Jehová. Pero en su insistencia, le cuenta el
asunto: «yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus
hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado». Eli escucha, se resigna: «Jehová
es; haga lo que bien le pareciere». No hay humillación más profunda, no hay vuelta.
Entonces el castigo, el drama, inexorablemente debe cumplirse. Los dos hijos de Elí son
muertos en batalla. Cuando el sacerdote sabe que el arca de Dios ha sido tomada — y
ni siquiera cuando supo que sus dos hijos murieron — se cae hacia atrás de su asiento,
y se estrella con la nuca. Su nuera, mujer de Fines, da a luz en el dolor, y se muere
diciendo: «Traspasada es la gloria de Israel; porque ha sido tomada el arca de
Dios.» (4:22)
El anciano padre y la nuera, demuestran su amor por Jehová preocupándose mas de
corazón con la toma del arca que con la muerte del hijo o del marido; sin embargo la
tragedia termina en la muerte, el duelo y la deshonra.
Elimelec y Noemí - Ruth 1Un hambre sobreviene en la tierra de Canaán, prueba permitida por Jehová, con el
propósito que Él conoce. ¡La actitud de la fe sería buscar la razón de esta disciplina,
arrepentirse, someterse! (1ª Reyes 8:35) Pero Elimelec y los suyos no lo entienden así.
Quieren sustraerse de la prueba que Dios permite y se van a los campos de Moab,
afuera de las fronteras fijadas por Dios, en primer lugar para «permanecer»… y
rápidamente «moran» allí. La vida material de la familia está asegurada, pero todo el
resto va a perderse. No sólo se está en el mundo para un trabajo necesario, sino que se
complace con el, se le desea, y se establece.
Progreso muy actual donde numerosas familias, sin cambiar precisamente de domicilio,
se cambia de ambiente; poco a poco se acomodan con el mundo y las cosas del
mundo; encuentran placer, y… lo aman (1ª Juan 2 :15).
La disciplina de Dios se va a ejercer primeramente con Elimelec, quien muere. La viuda
queda con sus dos hijos. Los jóvenes se casan con mujeres moabitas, que no conocían
a Jehová. Durante diez años habitan allí; pero ha llegado el tiempo de volver a Belén.
Mahlón y Quelión, también mueren; «la mujer queda desamparada de sus dos hijos y
de su marido». Aparentemente había estado de acuerdo en su tiempo de dejar el país
e instalarse en Moab; luego no se había opuesto sin duda al matrimonio de sus hijos.
Hay que asombrarse cuando ella concluye : «Jehová ha dado testimonio contra mí, y el
Todopoderoso me ha afligido».
Esta disciplina dolorosa va a llevar sus frutos. Sabiendo que Jehová visitó a su pueblo
para darles el pan, se va del lugar donde estaba para volverse a la tierra de Judá.
Reconoce haberse ido de allí “llena”; ahora Jehová la trae devuelta “vacía”, pero va a
restablecerla. El corazón quebrantado y humillado, que reconoce la rectitud de los
caminos de Dios sin excusarse, va a ser bendición para Ruth, su nuera viuda, y la
conducirá para llegar a resguardarse bajo las alas del Dios de Israel.
¡ Qué buenas relaciones entre la suegra y la nuera! Noemí puede decir «¿no he de
buscar hogar para ti, para que te vaya bien. Ruth será llamada «la nuera, que te
ama» (4:15). Noemí encontrará hasta un "hijo"; alegría que llenará nuevamente su
corazón (4:16).
¿ Cómo haremos la felicidad de nuestros hijos ? No será conduciéndolos «en los
campos de Moab», pero si enseñándoles a conocer a una Persona en quien está el
poder: el verdadero Booz.
AbrahamNo queremos considerar toda la historia del patriarca, sino el fruto producido por la
disciplina de Dios en su vida familiar.
El llamamiento de Abraham estaba claro: «Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la
casa de tu padre, a la tierra que te mostraré» (Gen. 12:1). Sin embargo Abraham se
aparta de la instrucción divina:
-Toma con él a su padre y a su sobrino (11:31, 32)
-Desciende a Egipto (12:10)
- Acuerda con su mujer llamarle “su hermana”
Las consecuencias lastimosas de tales desviaciones traen sobre él la disciplina divina,
pero también el fruto precioso que ella produce.
El padreEl llamamiento de Dios no se dirigía a Taré. Sin duda era duro dejar solo a su anciano
padre en Ur ¿ Pero la fe no habría podido contar con Dios para ocuparse de él,
posiblemente por medio de Nacor su segundo hijo, como tantos otros que Dios ha
llamado lejos a su servicio y han debido hacerlo desde hace tiempo.? Taré se une sin
embargo a Abraham y a los suyos para el viaje a Canaán; hasta parece tomar la
iniciativa; pero, por una razón que no se nos dice, el grupo se detiene en Haran, donde
Taré muere. Solamente después de la muerte del padre, «Dios le trasladó a esta
tierra» (Hechos 7:3-4).
Un parentesco puede así ser un obstáculo en la senda de la fe. El joven matrimonio que
ha fundado un hogar, conservando el respeto, la estima y el afecto por sus padres,
sobre todo si son creyentes, debe tomar sus propias responsabilidades, y caminar
detrás del Señor en el camino donde la fe le conduce.
LotSin duda era muy natural, para Abraham, llevar con él a su sobrino Lot, el hijo de su
hermano difunto. Pero el llamamiento de Dios directamente no se había dirigido a Lot.
Éste seguía a Dios por una fe educativa, bajo la influencia de sus mayores.
Descendiendo a Egipto, el tío no le da un ejemplo saludable. En efecto, en el momento
de la elección que resulta de la disputa de los pastores, Abraham, el más de edad, deja
al más joven escoger, Lot levanta sus ojos y ve toda la planicie del Jordán «como la
tierra de Egipto en la dirección de Zoar». Los recuerdos del país del Nilo determinan su
elección; se va hacia lo que se llamó “la cloaca luminosa que se hundirá”. Ejemplo
importante para los padres que son tentados a darles el “gusto de Egipto” a sus hijos, y
que muy pronto ya no sabrán donde están las "fronteras" según Dios. ¡Qué disciplina
produce esto para Abraham! Tristeza de la separación; esfuerzos luego para acudir en
ayuda de su sobrino encarcelado, costos y peligros que conducen de esto; ansiedad del
patriarca, que intercede por Lot, cuando Jehová decide destruir Sodoma. Después de
que Lot perdiera todo, fortuna, hogar, esposa, hijos casados, sus hijas lo engañan para
dar origen a los enemigos de los descendientes de Abraham (Gen. 19:37-38).
Observemos cual es el fruto que la disciplina lleva a la casa del patriarca, y cual es el
sostén que el Señor le da. Después de la separación con Lot, el realiza una comunión
preciosa con Dios (13:14); las promesas son renovadas; en Mamré, un tercer altar es
edificado para Jehová.
Después de haber librado a Lot del poder de los reyes, Abraham se beneficia de la
intervención de Melquisedec; rey de justicia y de paz que le aporta pan y vino, y la
bendición de parte del Dios Todopoderoso. Así fortificado, el patriarca sabe negar la
invitación insidiosa del rey de Sodoma: «Dame las personas, y toma para ti los
bienes» (14:21). Trampa que muchos creyentes han encontrado en el camino :
¡ comprometerse en un camino, en una empresa, donde las almas de los hijos serán
puestas en peligro, aunque asegurando lo material!
Por fin, cuando Jehová va a destruir a Sodoma, Él mismo se le aparece a Abraham bajo
el roble de Mamré, le hace gozar de su comunión, le dice lo que va a hacer, pone oído
a su intercesión, y a causa de esta intercesión, saca a Lot fuera de la destrucción
(19:29).
AgarDe Egipto, Abraham no solamente había traído recuerdos, sino que a «una sierva
egipcia» (16:1), que había sido introducida en la intimidad de su familia. He allí el
peligro. Posiblemente es lo ideal que se tenga en un hogar a alguna jovencita creyente
para el servicio doméstico, pero en si es lo mismo. En cambio, acoger a alguien o
elemento del mundo en el círculo íntimo, constituye un peligro permanente. La
presencia de Agar llega a ser un tema de tensión entre la ama y la criada, luego entre
los esposos, sin hablar de la trampa que el consejo de Sara ha presentado para su
marido (13:3-6). Más tarde, Agar da a luz a Ismael, quien se burla de Isaac (21:9),
nuevo tema de tensión entre los padres.
La disciplina lleva por fin su fruto ; después de más de veinte años de vida común, con
tristeza pero con tacto, Abraham es obligado a devolver a la criada, a echarla, como lo
dice en Gálatas 4:30, con el fin de que Isaac pueda crecer en un hogar apacible, donde
la fe predomina.
Hasta el mundo observa el fruto de esta disciplina. Abimelec, y Ficol, jefe de su
ejército, pueden decirle a Abraham: «Dios está contigo en todo cuanto haces» (21:22).
«Mi hermana»Cuando Dios había hecho deambular a Abraham lejos de la casa de su padre, había
concluido un convenio medio-mentiroso con su mujer: «cuando te vean los egipcios,
dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que
eres mi hermana».
¡Este subterfugio trajo muchas dificultades en el momento de su estadía en Egipto
(12:14-20). El patriarca, vuelto a la tierra de Canaán, había reencontrado la comunión
con Jehová (13:3-4). Pero en el "fondo" no había sido juzgado; una nueva desviación
llega..
En capítulo 20, Abraham recae en la misma falta. Esta vez confiesa por fin el convenio
de mentira que había hecho con Sara (20:12-13). Puede entonces orar por Abimelec,
(v. 17) y conocer una restauración plena. Después de muchos años, Jehová podrá darle
a Isaac
Isaac
La disciplina llevó frutos en la vida del patriarca; necesita sin embargo una
experiencia suprema en la cual la Palabra nos dice: «después de estas cosas, que
probó Dios a Abraham»(22:1). Ya no era una disciplina destinada a poner en evidencia
alguna falta y juzgarlo, sino una prueba apta para hacer relucir la fe del hombre de
Dios ( Santiago 2:21). En la tensión de esos días, Abraham aprende a recibir todo de
Dios, hasta a Isaac en su resurrección (Hebreos 11). Muestra la calma y la dignidad de
la fe: «Dios se proveerá de cordero para el holocausto». Es Jehová-Jiré.
El fruto apacible que la prueba produjo en el, la renovación de las promesas, no sólo
de Abraham, sino que «en tu simiente (que es Cristo: Galatas. 3:16 ), serán benditas
todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz»
Los Recabitas La disciplina personalUna pregunta se instala: ¿ Hay que esperar "pasivamente" la disciplina de Dios, sea
para prevenir una caída, o sea cuando se ha faltado ?
La Palabra nos muestra en pasajes diversos cuan necesario es, en la dependencia del
Espíritu de Dios, ser vigilantes y sobrios para ser guardados de la caída. Por otra parte
somos llamados a juzgarnos, reconociendo y confesando nuestras faltas, para no ser
castigados (disciplinados) por el Señor, sino que, por el contrario, ser conducidos al
gozo del perdón. (Salmo 32).
La disciplina voluntaria preventiva – 1ª Corintios 9:24-27; 1ª Tesalonicenses 5:6-8Por décima vez posiblemente en su epístola, el apóstol declara:«¿No sabéis?» Esta vez
no va a presentar una doctrina, sino una cuestión totalmente práctica: esta disciplina
preventiva es necesaria en la carrera y el combate cristiano. No una obediencia legal,
sino una disposición de corazón (Daniel 1:8), resultado de una obra de gracia en
nosotros, que sin embargo no nos hace considerarnos superiores a los demás. El
secreto es entregarse a la gracia para que nos forme por la acción del Espíritu de Dios,
para hacer «morir las obras de la carne»(Romanos 8:13). No obstante tenemos que
desarrollar una constancia personal: «limpiémonos de toda contaminación de carne y
de espíritu» (2ª Corintios 7:1), — obtener el cilicio moral, protección eficaz.
Correr, combatir, implica una perseverante energía espiritual. En Apocalipsis 2 y 3,
carta por carta, el apóstol repite: «El que venciere». Exhortación individual y personal,
sin esperar que otros se comprometan en el mismo camino.
La victoria en la carrera, en el combate, no va sin un "régimen". Con el fin de obtener
una corona (1ª Corintios 9:25), pero también, por miedo de una caída (v. 27).
¿ Cuál es este régimen? El apóstol lo había hecho para sí una experiencia personal: «yo
pues» dice. Habla de mortificar su cuerpo, literalmente de someter su cuerpo, y de
esclavizarlo, por temor de que, después de haber predicado a otros, él mismo sea
reprobado. Esta palabra reprobado (*) ya que en este pasaje se trata de una
competición deportiva podría ser traducida por “descalificado”. ¿ Cómo un servicio
público para el Señor produciría frutos para él, si se falta gravemente en lo que se
anuncia a los demás?
Régimen que implica sobriedad, es decir control de sí mismo. Lo vemos en 1ª
Tesalonicenses 5, donde «los hijos del día» son puestos en contraste «a los de la
noche». En 2ª Timoteo 4:5, la sobriedad es necesaria para el evangelista. 1ª Pedro
2:11 nos ordena abstenernos de «de los deseos carnales que batallan contra el alma».
¿ Estas codicias de la carne no son muy a menudo la base de todo, cuando un joven se
aparta deliberadamente del camino del Señor, invocando como excusa las dudas
intelectuales, simple velo para su mala conducta?
(*) dokimos = «aprobado », por ejemplo 2ª Timoteo 2:15, con le prefijo privativo «a »:
adokimos = «desaprobado».
El control del yo compromete al cristiano para no abandonarse a todo lo que le rodea y
le solicita, o hasta aquello que le interesa. Es exhortado a «ceñid los lomos» (1ª Pedro
1:13). La práctica espiritual del ayuno es admisible, muy especialmente en una época
cuando tantas cosas quieren imponer la atención. No sabríamos tener en nuestra mano
las vanidades del mundo y a la vez la mano del Señor.
Por amor a Él, llevar Su yugo (Mateo 11:29). El profeta ya lo señalaba: « Bueno le es al
hombre llevar el yugo desde su juventud» (Lamentaciones 3:27). Este yugo de amor
conlleva un andar en el mismo camino que Él, al mismo paso que Él. ¡Es un esfuerzo
constante reservar diez minutos al levantarnos para una gimnasia apropiada qué
fortificará el cuerpo! Nos ejercitamos cada mañana en esta misma disciplina para
consagrar un momento suficiente para escuchar la Palabra de Dios y para orar? Un
viejo folleto tenía este título: “un cuarto de hora sobre noventa y seis”, un cuarto de
hora para estar con el Señor al principio del día. ¿Le daremos solamente un uno por
ciento de nuestro tiempo? ¿Por qué no el dos por ciento? ¿ Empleamos más tiempo en
escuchar la radio que su Palabra? ¡ Esto nos conducirá posiblemente a renunciar a
tardes muy largas!
«No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre», dice el apóstol
(Hebreos 10:25). En este campo también, hace falta energía, y un régimen que redima
el tiempo necesario.
La parábola nos habla de "espinas" (Marcos 4:19): las preocupaciones, las riquezas, las
codicias, que "entrando" asfixian la Palabra. — es imposible no tener preocupaciones.
Pero es necesario entregárselas al Señor: «echando toda vuestra ansiedad sobre él,
porque él tiene cuidado de vosotros» (1ª Pedro 5:7). — en una “sociedad desarrollada ”
como la actual, las facilidades materiales aumentan. Será muy apropiado usar de
sobriedad para actuar según Dios. Nos da todas las cosas ricamente para gozarlas,
pero para gozarlas con el Señor Jesús. — En cuanto a las codicias, tengamos cuidado
porque entran en el corazón y nos hacen la guerra. De muchas maneras ellas nos
seducen, y avivan, por escenas leídas, oídas, vistas. No podemos abstenernos de ver
muchas cosas, pero seamos vigilantes temerosos para que no vengan a formar parte
del nuestro ser interior.
En Proverbios 24:33-34, se nos dice: « Un poco de sueño, cabeceando otro
poco, Poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; Así vendrá como caminante
tu necesidad, Y tu pobreza como hombre armado». ¡ Qué trampa en este «poco»! —
Se tendrá que practicar la sobriedad, la templanza. Pero el apóstol Pedro nos invita a
añadir a ello la paciencia (2ª Pedro 1:6), es decir la perseverancia debe ser sobria. No
dejarse tentar "por una vez" cuando se nos ofrece; no entregarse «un poco» al sueño
espiritual que nos acecha. El enemigo sabe demasiado sacar provecho de eso para
introducirse en nuestra vida y empobrecerla.
Que consuelo en la afirmación del apóstol, hablando del siervo del Maestro : «Para su
propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para
hacerle estar firme» (Romanos 14:4).
Los Recabitas - Jeremías 35:1-11, 18-19Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, habían recibido de su padre la orden
terminante de no beber vino, de no construir casas, de no sembrar campos, ni plantar
de viñas. Fueron señalados así como peregrinos, extranjeros sobre la tierra.
Acordémonos de la palabra de ese siervo que podía decir: «es el tesoro que
encontré en Su amor que me hizo ser un peregrino en este mundo».
Las circunstancias se habían vuelto difíciles; la guerra había empujado a la pequeña
tribu en la ciudad de Jerusalén; Jeremías recibe de Jehová la orden de hacer venir a los
hombres al templo y de empeñarlos para que bebieran vino. Era una postura para la
prueba. Pero los Recabitas se mantienen firmes. No era malo en sí beber vino, pero
ellos querían obedecer a su padre y voluntariamente se privaban, como el se los había
ordenado. En mas de un versículo se repite «hemos obedecido» su voz; entonces el
pueblo, lejos de seguir el ejemplo, no prestan atención a la palabra de Jehová y
conducen sobre ellos mismos la disciplina de su castigo. (v.17).
Es fácil aplicar espiritualmente la enseñanza de Jonadab, hijo de Recab. El vino quita el
discernimiento: cuantas cosas son aptas para quitar a nuestras almas el discernimiento
espiritual, si nos dejamos estar Las tiendas, en oposición a las casas, demuestran que
no se establecen en este mundo que no encuentran allí su patria y su satisfacción. No
sembrar los campos, no plantar viñas, es no esperar una cosecha espiritual del mundo,
sino que encontrar su alegría en las cosas invisibles que permanecen.
Con el fin de ser puesto aparte para Dios, totalmente para Dios, el Nazareno en otro
tiempo (Números 6), por un
tiempo limitado (Hechos 18:18), o para toda la vida (Jueces 13:5), se abstenía de tomar
vino, goces mundanos, — dejaba crecer sus cabellos, renunciando a su dignidad
personal y a su reputación,— y se separaba de toda persona muerta, alejándose de
toda corrupción. Tal práctica no era obligatoria para nadie, pero aquel que, por amor a
su Dios, deseaba apartarse del mal, se cuidaba de estas cosas.
Cuando se falta a la disciplina personal1ª de Corintios 11:31-32 coloca delante de nosotros un principio de mucha
importancia.
En relación con la cena del Señor, se nos dice:«pruébese cada uno a sí mismo, y coma
así del pan» (v. 28). ¿ Que es entonces probarse a sí mismo? ¿Es juzgar solamente
nuestras faltas? El apóstol lo explica un poco más abajo, invitándonos a juzgarnos a
nosotros mismos para no ser juzgados. El juicio de yo implica el acuerdo con Dios
contra mí mismo, el discernimiento en su luz de las causas profundas de nuestras
faltas. En primer lugar, según 1ª Juan 1:9, hay que confesarlos, decirle a Dios
claramente el mal que hicimos, reconocerlo también hacia aquellos a quienes
hubiéramos ofendido. Luego, buscar en su presencia cuales fueron los motivos o los
móviles secretos de nuestra culpa. Evitaremos así que esta disciplina sea dada de otro
modo por el Señor: «mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no
seamos condenados con el mundo».Mas aun, podremos decir con
David:« Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada, y cubierto su
pecado» ( Salmo 32:1)
Tal ejercicio no nos conducirá a una apreciación sombría de las cosas; al contrario,
afirmará en nosotros el sentimiento de la gracia que nos permite a pesar de todo
acercarnos a la Cena del Señor, anunciar su muerte por la cual nuestros pecados han
sido borrados. No decir: esta semana no he estado mal, puedo bien venir a la mesa
santa. Al contrario: probarse a sí mismo, considerarse a sí mismo, y tomarla por fe,
como todo de nuevo, que esos pecados presentes muy fácilmente en nuestro camino,
han sido expiados en la cruz por el Señor Jesús; lavados por su sangre preciosa; Él es la
propiciación para nuestros pecados. Entonces, asegurados del perdón, y concientes del
precio que pagó para expiar nuestras culpas, venimos al memorial con el sentimiento
profundo de la gracia inmensa que nos ha sido hecha.
¡ Oh gracia infinita! Fuiste inmolado,
Diste tu vida. Tu sangre derramada
para que el santuario, totalmente honrado,
Nuestro Dios tu Padre pudiera ser adorado.
El salmo 130: 4 nos dice: «Pero en ti hay perdón, Para que seas reverenciado» La
conciencia de la gracia no nos hace volver ligeramente a nuestras faltas, sino por el
contrario se teme desagradar al Señor faltando nuevamente. Proverbios 28:13
precisa:« Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia » ¿ No pide esto
una seria disciplina personal, en el santo deseo, por el poder que Dios da, de no
recaer?
♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦Pablo – La disciplina preventiva en relación con el ministerio ¿ Tal disciplina es verdaderamente oportuna? Los numerosos peligros que corre un
siervo del Señor nos hacen comprender por qué la Palabra señala la necesidad.
Entre estos peligros, veamos el de Romanos 12:3 «¡tener un más alto concepto de sí
que el que debe tener!» Peligro de orgullo, de satisfacción del yo, que acecha a todo
ministerio público, pero también a cada siervo, cualquiera que sea su don de gracia, o
la "medida" que Dios le ha confiado. (2ª Corintios 10:13)
En 1ª Pedro 5:2, los ancianos son advertidos de «no tener señorío», espíritu de
dominación que podría hasta pesar en las almas o en otros siervos (Mateo 24:49).
El cansancio al fin es apto para aprobar a todo obrero del Señor (2ª Corintios 4). La
monotonía eventual del servicio, sobre todo el relajamiento en la comunión con Dios, el
cansancio físico o psíquico, la superación de las fuerzas que le han sido dadas, — todo
esto puede producir cansancio a un hombre que en otro tiempo fue fiel, ¡ Acordémonos
que somos siervos y no por fuerza! En Hechos 20:13, Pablo desea el mismo ir a pie
hasta Asón, dejando a sus compañeros dar la vuelta a la colina con la embarcación.
¿ Quería meditar, a solas a lo largo del camino, en una comunión preciosa con su
Señor?
En relación con estas trampas diversas y otras mas, el Señor ejerce una disciplina
preventiva hacia los suyos; que no es provocada por la responsabilidad del siervo, sino
por la solicitud del Maestro hacia aquellos a los que emplea en Su cosecha o en Su
casa.
Pablo¿ Por qué escoger a tal siervo para ilustrar la enseñanza de la Palabra con respecto a la
disciplina divina en el curso de su ministerio? Hasta el más grande de los apóstoles lo
necesitaba. Volvamos a leer cuidadosamente 2ª Corintios 12:5-10 donde él mismo lo
expresa.
El motivo esencial de esta disciplina era «para que la grandeza de las revelaciones no
lo exaltara desmedidamente». Durante toda su carrera, Pablo fue el objeto constante y
permanente de esta educación por parte del Señor, con el fin de tener el yo en jaque.
El peligro no era haber estado en el tercer cielo, sino enorgullecerse, luego de las
revelaciones recibidas. En nuestra pequeña medida, ¿no corremos un riesgo semejante
en cuanto a la luz de las verdades entregadas por un ministerio que apreciamos, pero
que sería peligroso enorgullecerse? : «¿qué tienes que no hayas recibido?» (1ª
Corintios 4:7).
Tres veces el apóstol suplica al Señor quitar el aguijón que le traba. Pero, en la prueba,
recibe la respuesta maravillosa:«Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en
la debilidad». Humildemente, puede entonces decir: «de buena gana me gloriaré más
bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo».
Esta disciplina a revestido dos formas: «un mensajero de Satanás que me
abofetee,» (2ª Corintios 12:7) y que el llama «sentencia de muerte» (2ª Corintios 1:9,
4:11): oposición exterior (persecución) y oposición interior en ciertas asambleas.
El aguijónDios había deseado darle a su siervo un aguijón para la carne, y mantenerlo, a pesar
de las súplicas del apóstol. La Palabra no ha estimado oportuno darnos a conocer
exactamente en que consistía. Pasajes diversos mencionan una debilidad que trababa
su ministerio, cuya ventaja sus adversarios tomaban para despreciarlo. Por ejemplo en
2ª Corintios 10:10, se dice: «mas la presencia corporal débil, y la palabra
menospreciable. ». A los Gálatas (4:13-14), les escribía: «y no me despreciasteis ni
desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo».
Sufrimiento continuo para el apóstol, conciente que el Señor le había enviado la
disciplina y lo mantenía; había aprendido a aceptarlo de su mano. Ella le recordaba que
era sólo un “vaso de barro” ; si el vaso hubiera querido desempeñar un papel, habría
puesto muy rápidamente un sello de humillación sobre su servicio.
Tengamos cuidado con despreciar a hermanos que les cuesta expresarse, que aportan
verdaderamente un mensaje importante de parte del Señor. En Hechos 4:13, los
apóstoles eran analfabetos, su acento galileo no los facultaba en Jerusalén; pero, «les
reconocían que habían estado con Jesús». A la inversa, no nos dejemos arrastrar
nosotros mismos por las dificultades naturales de elocución, o por la timidez;
simplemente aportemos humildemente, lo que el Señor pueda darnos para los demás.
Las persecuciones (la oposición exterior)Escribiendo a los Corintios, el apóstol señala que él mismo tenía «sentencia de
muerte», para que no tuviera confianza en sí mismo, pero si confianza en Dios, que
resucita a los muertos, y que era capaz de librarle. Estaba conciente de cumplir en su
carne «lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la
iglesia» (Colosenses 1:24).
2ª Corintios 11:23-27, nos da un bosquejo de estas persecuciones, sufridas en
ocasiones diversas, mucho más numerosas de las se relatan en los Hechos. «A morir
en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús», decía también :«por amor a Cristo me
gozo… en las persecuciones». Por lo tanto las resentía vivamente, como lo demuestra,
mas tarde en su vida, en estas líneas escritas a su hijo Timoteo: «Pero tú has seguido…
mis persecuciones,, padecimientos, persecuciones que he sufrido,» (2ª Timoteo 3:11).
Los Judíos en particular, ensañados contra el apóstol, traban la obra del Señor. Lo
habían expulsado con sus compañeros por medio de la persecución, «impidiendo
hablar a los gentiles para que éstos se salven»(1ª Tes. 2:15-16). Pablo recibía de la
mano de Dios el sufrimiento que emanaba de tal disciplina, ciertamente que el Señor
se servia de eso con buen fin: «las cosas que me han sucedido, han redundado más
bien para el progreso del evangelio» (Filipenses 1:12). La vida de Jesús ha sido
manifestada, a través de todas estas persecuciones, de todos estos peligros de
muerte ; un testimonio dado en su fuerza y en su poder. Así se cumplía la profecía del
Nazareno glorificado en aquel que había perseguido tanto a las asambleas: «yo le
mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre» (Hechos 9:16). El “vaso de
barro” fue quebrantado, a fin de que la luz interior resplandeciera.
Los ejercicios y las decepciones en las asambleas (oposición interior)Esta oposición interior fue aun mucho más dolorosa para el apóstol que todas las
persecuciones. ¿Por qué debe soportarlo el «apóstol de Jesucristo... constituido
predicador, apóstol y maestro de los gentiles en fe y verdad» ? (1ª Corintios1:1; 1ª
Timoteo 2:7). ¿ Y esto no sólo por parte de judaizantes o enemigos de la verdad, sino
de ciertas asambleas y de ciertos hermanos, sin por lo tanto hijos de Dios, teniendo la
misma fe en nuestro Señor Jesús Cristo?
¿ Pero qué hubiera pasado si Pablo hubiera sido bien acogido por todas partes? ¿Qué
peligros espirituales no habría corrido? El Señor no quiso que asi fuera; para mantener
a su siervo en la humildad, para que no se lo estimara mas arriba de lo qué se lo veía
ser, o de lo que se había podido oír decir sobre él, haciéndole pasar por esta disciplina
dolorosa.
Todo su corazón estaba comprometido por las congregaciones diversas: «lo que sobre
mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias» (2ª Corintios 11:28). Esta
solicitud se extendía hasta en las iglesias que no había visitado, como Colosas y
Laodicea. Que pena profunda no sentía cuando los Gálatas fueron turbados por
emisarios que los evangelizaban con «otro evangelio diferente del que os hemos
anunciado,». Parecía trabajar de nuevo «por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto,
hasta que Cristo sea formado en vosotros,» Con cuanto pesar les escribe: «Vosotros
corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? » (5:7.
Entre los Corintios, algunos «querían una ocasión» (2ª Corintios11:12) en contra el
apóstol. Algunos encontraban «su palabra menospreciable» (10:10); otros recurrían a
la calumnia. Con melancolía Pablo debe decirles:«pues yo debía ser alabado por
vosotros» (12:11); pero su amor era tal, que añadía: «con el mayor placer gastaré lo
mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque
amándoos más, sea amado menos» (12:15.
En los Filipenses, habla de los que creen «» " que ellos suscitan de ella tribulación
precaverse sabido lazos " (1:17. Pero sabía también apreciar los estímulos recibidos
entre ellos (1:5, 8; 4:1, 15-19).
Entre los Corintios, algunos «deseaban la ocasión de ir en contra el apóstol» (2ª
Corintios 11:12). Otros encontraban «supalabra menospreciable» (10:10); y otros
recurrían a la calumnia. Con melancolía Pablo debe decirles: «yo debía ser alabado por
vosotros» (12:11); pero su amor era tal, que añadía: «yo con el mayor placer gastaré lo
mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque
amándoos más, sea amado menos» (12:15).
A los Filipenses, les habla de aquellos que desean «añadir aflicción en sus
prisiones» (1:16) Pero sabía también apreciar los alientos recibidos entre ellos (1:5, 8;
4:1, 15-19).
Si hay que encontrar, en nuestra medida muy pequeña, una oposición similar, ¿no es
necesario aceptar el ejercicio, y preguntarse con seriedad si se está bien en el camino
de Dios? Si el Señor nos da la convicción, entonces humildemente, el vaso de barro,
persevera.
Esta oposición y este desprecio que Pablo encontraba en diversos lugares se acentúan
hasta el fin de su carrera.
El abandono y la solicitud al final de la carreraYa en Colosenses 4, el apóstol sentía venir este aislamiento. Habla de algunos
compañeros de obra de la circuncisión, «que son los únicos que han sido para mí un
consuelo». Al final de su carrera este abandono se volverá muy trágico, relatado en la
segunda epístola a Timoteo.
«Me abandonaron todos los que están en Asia» (2ª Timoteo 1:15). Entre ellos se
encontraban los Efesios, conocidos por el nivel espiritual más elevado presentado en
las epístolas.
Cuando Onesíforo viene a Roma, parecía que nadie en la asamblea, sabía donde se
encontraba el apóstol, y no podían o no se atrevían a darle la información al amigo que
le buscaba. El efesio lo «buscó solícitamente», para finalmente encontrarle, y,
consolarle por parte del Señor.
Con el buen propósito para la obra, Pablo había enviado a Tíquico a Efeso. Otros se
habían ido de allí, Crescente a Galacia, Tito a Dalmacia. Demas lo había abandonado,
amando más este mundo. «Procura venir antes del invierno»" le dice a su querido
Timoteo. En efecto, « el invierno» había llegado para el viejo apóstol al que todos
abandonaban.
«En mi primera defensa», dice, «ninguno estuvo a mi lado»(4:16). Pero, experiencia
maravillosa, por séptima vez en su vida, de modo muy particular, «Pero el Señor
estuvo a mi lado, y me dio fuerzas Y el Señor me librará de toda obra mala, y me
preservará para su reino celestial»
El fruto de la disciplina
Señalaremos seis, entre muchos:
1- «No desmayamos» (2ª Corintios 4:16). Formado en la escuela de Dios, el apóstol
perseveraba. renovado día tras día en su hombre interior. ¡Permanecía a disposición de
su Maestro y de las asambleas! (Filipenses ¡1:23-25), «cansado, mas todavía
persiguiendo» (Jueces 8:4).
2- El sentimiento profundo de haber recibido su ministerio «según la misericordia que
hemos recibido» (4:1), lo sostenía a través de todos los obstáculos. Todo servicio es
una gracia, y no un deber penoso; la disciplina por la cual el apóstol había debido
pasar, había profundizado mas en el la seguridad en su corazón.
3- A veces se puede pensar que, después de tal o cual servicio: “no salí muy mal de
esto” ¡O se dirá con alguna suficiencia: “el Señor nos ha bendecido bien” !
El mismo apóstol, debió aprender que era sólo un vaso sin valor: «Pero tenemos este
tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de
nosotros» (v. 7). Elías se había considerado mejor que sus padres, pero Pablo había
comprendido que no valía más que este vaso de arcilla destinado a ser quebrantado.
4- Había experimentado la fidelidad de Dios y sus recursos por medio de la prueba, las
persecuciones, la oposición,: «que estamos atribulados en todo, mas no angustiados;
en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados,
pero no destruidos» (v. 8-9). También podía decir: «lleno estoy de consolación;
sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones» (7:4).
5-Toda la disciplina atravesada había producido en el siervo lo que es de muy alta
recomendación: «en mucha paciencia»(6:4). En otro tiempo había sido un celador
ardiente, lleno de energía para defender la causa de Dios, como el se lo imaginaba.
Pero ahora su actitud en todo tiempo, que lo recomendaba como siervo de Dios, era
esta « en mucha paciencia por mala fama y por buena fama, como desconocidos, pero
bien conocidos, como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.» (6:4-10). Podía
escribir a los Filipenses : «pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi
situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy
enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia
como para padecer necesidad» (4:11-12).
6- En fin, como fruto supremo, el apóstol concluye su epístola diciendo: «nada
soy» (2ª Corintios 12:11).
«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí»(Gálatas 2:20).
«Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. » (Filipenses. 1:21).
«estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para
ganar a Cristo» ( Filipenses 3:8).
¿ Todo este fruto habría sido producido si Pablo no hubiera aguantado la disciplina
penosa que había hecho sangrar su corazón, pero lo había echado sobre el corazón de
Dios?
ConclusiónQue mejor conclusión sacar de estas páginas, si no aquella que la misma Palabra nos
da: «Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de
tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han
sidoejercitados»
Job lo fue, y largamente, pero cuan admirable es su conclusión: «De oídas te había
oído; Mas ahora mis ojos te ven ».
El orgullo espiritual de Elías, de el cual no se daba cuenta, dio lugar, bajo la disciplina,
a la humildad que pone su manto sobre el joven que será profeta en su lugar, cuando,
en el orden de las tres misiones que Dios le encarga en Horeb, esta era la última que
debía cumplir.
Juan-Marcos, detenido en la obra por el temor de las dificultades, después de una
disciplina larga, llega a ser «útil para el ministerio»
La tragedia de la familia de Noemí acaba cuando ella misma vuelve con Ruth al país
del Dios de Israel y encuentra así el gozo y el consuelo mismo.
Abraham, ejercitado con su familia, debe soportar mucho tiempo las espinas que
resultan de sus desviaciones, ve triunfar su fe, y el testimonio maravilloso dado para la
gloria de Dios.
Los Recabitas escucharon a su padre; se mantuvieron firme a través de la disciplina
larga y personal en la cual habían sido colocados; Dios puede alabarlos por su
fidelidad.
Pablo, el gran apóstol, sometido a la prueba del aguijón, de las persecuciones, de la
oposición interior, ha manifestado una gran paciencia y ha perseverado hasta el fin sin
cansarse, en una comunión creciente con su Señor.
Moisés lo ha dicho al pueblo, al final de la travesía por el desierto: te humilló, te probó,
te hizo conocer sus cuidados… todo esto «para hacerte bien»
¿No es verdad que «todas las cosas trabajan juntas para el
La Curación de NaamánLecciones de 2 Reyes 5por Hugo Bouter
English version
“Ve y lávate... y serás limpio”
2 Reyes 5:10,13
“El que está lavado... está todo limpio”
Juan 13:10
Índice
1. La lepra de Naamán
Los personajes principales
Naamán, general del ejército sirio
Su lepra
2. Un consejo inesperado
Una joven de la tierra de Israel
De camino hacia el rey de Israel
A Eliseo
3. La inmersión de Naamán en el Río Jordán
Ve y lávate en el Jordán
Vida nueva en Cristo
Una bendición de siete aspectos
4. Andar en novedad de vida
La nueva vida de gratitud de Naamán
Vivir en la presencia de Dios
Vivir sin compromisos mundanos
5. El final de Giezi
La ambición de Giezi
Su confrontación con Eliseo
Su castigo
1. La lepra de Naamán
2 Reyes 5:1
En este librito consideraremos la lepra de Naamán y su curación desde la perspectiva
del Nuevo Testamento. Su purificación ofrece una clara ilustración de la purificación
del pecador del pecado. Después de conocer en primer lugar brevemente a los
personajes de este capítulo de la Biblia, nos ocuparemos de la pregunta por qué la
lepra es figura del pecado.
Los personajes principales
Realmente, esta conocida historia es una obra maestra del poder narrativo. Se describe
aquí a un número de personas de modo más claro y definido que en la novela más
fascinante. Esto no nos sorprende, puesto que es la Palabra de Dios, viva y poderosa.
En primer lugar, presentemos a los personajes principales:
(1) Naamán, general del ejército sirio: un hombre muy apreciado y querido a los ojos
de ambos su señor y sus criados (v. 1, 13). Ahora bien, tenía un problema imposible de
solucionar: era leproso.
(2) Una joven de la tierra de Israel. Vivía exiliada en un país extranjero, pero
permaneció fiel al Dios de Israel. Tenía gran fe y amaba a sus enemigos (v. 3). Esta
joven queda en el anonimato, pero es bastante notable a causa de sus cualidades
espirituales.
(3) El rey de Israel. Su nombre no se menciona tampoco, pero deducimos que era
Joram, el hijo del malvado Acab. Era caracterizado por la incredulidad, la exasperación
y la sospecha (v. 7).
(4) El profeta Eliseo, el portavoz del Dios viviente. Es el personaje central de este
capítulo, y sobresale por su simplicidad y capacidad de decisión hacia ambos los jefes
de la tierra y su propio criado Giezi.
(5) Giezi, el criado del profeta. Destaca aquí en agudo contraste con su señor como
consecuencia de su ambición, ignorancia y mundanería. Las emociones más profundas
de su corazón son puestas al descubierto, como precisamente más tarde un Judas sería
dejado en evidencia por el Señor mismo. El capítulo termina como empieza: ¡con un
leproso! La lepra de Naamán se pegaría para siempre a Giezi y a su descendencia (v.
27).
Naamán, general del ejército sirio
Naamán era un hombre muy apreciado y popular. Su nombre también significa
“agradabilidad” o “amistad”. El respeto que otros tenían por él puede deberse a su
carácter de altos principios. Tanto su señor como sus criados parecen haber sido
sinceramente comprensivos hacia él (v. 4-5, 13). No obstante, en el primer versículo, el
favor de que gozaba estaba relacionado con sus éxitos militares, “porque por medio de
él había dado Jehová salvación a Siria”.
Esta última declaración es muy reveladora. Viene a decir, en realidad, ¡el Señor reina!
Dios no gobierna solamente a su propio pueblo, sino también a las naciones de la
tierra. Y tal es el caso, aunque Su gobierno es con frecuencia incomprensible y Sus
caminos inexcrutables. Esta es la primera lección que aprendemos aquí.
Dios no es un dios local, un dios de las montañas o un dios de las llanuras, o de uno de
los elementos. Esto es lo que se pensaban los gentiles; esto es lo que los sirios también
creían (1 Reyes 20:23). Pero era un error. Dios es el Dios viviente, el Señor de los cielos
y de la tierra. Él sostiene el mundo entero en Sus manos.
Como decimos a continuación, Él usa a las naciones, si es preciso, para juzgar a Su
propio pueblo. Aram (Siria) era una vara de disciplina en los días del malvado Acab y
sus sucesores. Y Asiria, la potencia mundial que entonces surgía, sería lo mismo en una
medida incluso mayor (Isaías 10:5). Aram había ya estado amenazando a Israel desde
el norte desde los tiempos de Salomón (1 Reyes 11:25). No siempre habían guerras
continuas entre los dos pequeños estados, ya que algunas veces harían tratados de
paz (comparar el tratado entre Acab y Ben-adad en 1 Reyes 20:34). Las relaciones
entre Siria e Israel en ese tiempo parecían más una paz armada. El mismo caso ocurría
aquí, puesto que el rey de Israel vio un pretexto para una nueva guerra en esta carta
del rey de Siria (v. 7).
Dios, por lo tanto, usó a este enemigo del norte como la vara de Su furor. Aram
significa “alto” o “elevado”. En Aram vemos una figura del mundo como el adversario
fatuo del pueblo de Dios, un enemigo convencido de su propia excelencia y que habla
de modo autocomplaciente sobre sus propias posibilidades (véase la actitud de
Naamán en el v. 12). Si el pueblo de Dios se encuentra a sí mismo en una mala
condición, deberá optar por la derrota en su confrontación con el mundo. Y hoy,
todavía es este el caso. ¿Somos conscientes de ello?
Suponemos que la victoria de Naamán fue obtenida efectivamente sobre Israel, aunque
eso no sea dicho con tantas palabras. Existe una interesante tradición judía que dice
que Naamán era el arquero que hirió al rey Acab en la batalla cerca de Ramot en
Galaad (1 Reyes 22:34). Otros piensan en una victoria de Aram sobre Asiria. El segundo
Libro de Reyes, no obstante, pone de relieve que Eliseo jugó un papel importante en
las guerras entre Aram e Israel. El profeta apareció incluso en Damasco y se vio
involucrado en el nombramiento de Hazael como rey de Aram (2 Reyes 8:7-15). Todo
esto pertenecía al plan de Dios para castigar a Su pueblo que se había desviado, y
llamarlos al arrepentimiento.
Naamán, el general del ejército sirio, era por tanto un gran hombre. Todo el mundo
estaba favorablemente dispuesto para él. Hasta había sido un instrumento en las
manos del Señor. Diríamos que tenía éxito en todas las cosas. Pero todo era apariencia.
Era únicamente el lado externo de su vida.
Su lepra
Naamán tenía un problema oculto. La bonita descripción del versículo 1 es perjudicada
por un grave “pero”. Se dice de modo sorprendente: “pero leproso”. Tenía una
enfermedad incurable, y nadie podía ayudarlo. Es posible que la enfermedad estuviese
aún en su fase primaria, ya que el versículo 11 habla del “lugar” afectado de su
cuerpo.
Pero la enfermedad se extendería insidiosamente y cada vez más afectaría varias
partes de su cuerpo. Esta era una perspectiva terrible. ¿Qué le aguardaba en adelante?
¿Cómo podría seguir viviendo con este problema?
¿Qué quiere decir la Biblia con la lepra? Parece que ha sido un término amplio, el cual
se aplicaba también a los vestidos y a las casas (Levítico 13-14). Según algunas
personas, incluía toda clase de erupciones y enfermedades de la piel. Pero la ley
tocante a la lepra misma distingue entre la llaga de lepra y la erupción inofensiva
(Levítico 13:39). Cuando se refiere a las personas, tendremos que pensar
exclusivamente en la lepra, siendo el caso de Naamán y Giezi, y el de Miriam (Números
12). Vemos otros ejemplos de ello en las vidas de Moisés (Éxodo 4:6), el rey Azarías o
Uzías (2 Reyes 15:5; 2 Crónicas 26:16-21).
Sabemos que la enfermedad y la muerte, el dolor y la tristeza, son todos consecuencia
del pecado (véase Génesis 3:16-19). La muerte entró en el mundo por el pecado
(Romanos 5:12). La relación entre el pecado y la enfermedad es, sin embargo, un
asunto muy complicado. Pero referente a la lepra, puede decirse que esta enfermedad
ofrece una imagen muy impresionante del pecado y de sus consecuencias mortales,
destructivas.
Se pueden mencionar las razones siguientes para apoyar esto:
(1) La lepra era una enfermedad infecciosa que continuaba extendiéndose con insidia y
afectaba al cuerpo entero. Sabemos que nada bueno mora en nuestra carne de pecado
(Romanos 7:18).
(2) El leproso era considerado casi muerto. Aarón habló de su hermana “no quede
ahora ella como el que nace muerto... que tiene ya medio consumida su carne”
(Números 12:12). Como pecadores, somos muertos en nuestros delitos y pecados, y
ajenos de la vida de Dios (Efesios 2:1; 4:18). Sólo Dios puede darnos vida (véase 2
Reyes 5:7).
(3) El leproso era juzgado inmundo. Tenía que rasgar sus vestidos como señal de duelo
y gritar: “¡Inmundo!, ¡inmundo!” (Levítico 13:45). De la misma manera, la inmundicia y
la verecundia del pecado se retienen en nosotros por naturaleza.
(4) El leproso quedaba fuera del campo a causa de su inmundicia, fuera del lugar
donde un Dios Santo moraba en medio de Su pueblo (Levítico 13:46; Números 5:2;
12:14; 2 Reyes 7:3; 2 Crónicas 26:21). De la misma manera, vivíamos sin Dios en el
mundo, siendo enemigos de Él.
(5) El leproso no era curado por un médico, sino limpiado en presencia del sacerdote.
La ceremonia para la purificación, sobre la base de los sacrificios prescritos (entre ellos
la ofrenda por el pecado para hacer expiación para el leproso sanado), señalaba la obra
de Cristo. Solamente su obra redentora pudo quitar la mancha del pecado. Además,
como personas que hemos sido limpiadas por Su muerte, hemos de caminar en
novedad de vida por el poder de Su resurrección. La unción del Espíritu Santo (el
“aceite”) nos permitirá hacerlo así.
Cuando miramos al leproso Naamán, vemos en realidad la imagen de nosotros mismos.
Podemos tener toda clase de talentos; podemos tener éxito; la gente puede
apreciarnos. Aun así, en la vida de todos existe un grave “pero”, es decir, el problema
del pecado. La enfermedad del pecado nos afecta y nos arruina. Nosotros solos no
podemos solucionar ese problema mortal que destruye nuestras vidas. Pero lo que es
imposible para los hombres, es posible para Dios.
Cuestiones
1. ¿En cuál de los cinco personajes de la historia reconoces algo de ti mismo?
2. ¿Eres tú quizás una persona orgullosa y mundana como Naamán?
3. ¿Aceptas, como causa de tu pecado, que eres un enfermo incurable? ¿Te das cuenta
de que eres malo y estás perdido, e incapaz de salvarte tú solo?
2. Un consejo inesperado
2 Reyes 5:2-9
Vimos en el primer capítulo que la lepra es figura del pecado. Veremos ahora cómo
una joven de la tierra de Israel mostró el camino de la salvación al general leproso del
ejército sirio. Podemos ver aquí que nadie podía ayudar a Naamán, ni el rey de Aram ni
el rey de Israel. Los dioses de Damasco tampoco podían poner remedio. La salvación
podía solamente encontrarse en el Dios de Israel. Ello explica por qué Naamán tuvo
que ir a Eliseo, el representante del Dios vivo y verdadero.
Una joven de la tierra de Israel
Hablando humanamente, el problema de Naamán era imposible de solucionar. Pero por
su curación queda completamente claro que la salvación se encuentra en el Dios de
Israel. Él solo podía limpiar a Naamán de su lepra. Sí, Él nos salva hasta de los dolores
del pecado. Pero tenemos que venir a Él con fe, y no esperar nuestra salvación de los
médicos de este mundo (véase v. 11). Es el Dios vivo y verdadero quien nos puede
ayudar.
Es conmovedor el hecho de que, una joven de la tierra de Israel, mostrara el camino de
la salvación al poderoso general del ejército de Siria. En presencia de su señora, dio
muy sencillo testimonio de su fe: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él
lo sanaría de su lepra” (v. 3).
Grupos de atacantes sirios la habían secuestrado y vendido en el mercado de esclavos
de Damasco. En realidad, esa era una de las maldiciones que habían sobrevenido al
pueblo de Dios. Moisés ya lo había predicho: “Tus hijos y tus hijas serán entregados a
otro pueblo, y tus ojos lo verán, y desfallecerán por ellos todo el día; y no habrá fuerza
en tu mano” (Deuteronomio 28:32). De tal manera esta joven vino a encontrarse en la
familia del general del ejército sirio (v. 2). La mujer de Naamán se había convertido en
su señora. Dios permitió esto y también lo planeó de este modo, ya que Él tiene sus
propias razones para ello.
Afortunadamente, esta chica no dejó llevarse por los sentimientos o el odio de su
nuevo escenario. Pese a su corta edad y a las difíciles circunstancias en que se
encontraba en el país extranjero, dio testimonio del Dios viviente y amaba incluso a
sus enemigos. Asimismo, nosotros como creyentes somos representantes,
embajadores de Cristo, y debemos dar testimonio de la esperanza que hay en nosotros
(2 Corintios 5:20; 1 Pedro 3:15). ¿Somos conscientes de este elevado llamamiento?
Esta joven poseía una gran fe en su Dios y en Su profeta. ¿Cómo sabía que Eliseo
estaba dispuesto y era capaz de curar al General Naamán de su lepra? Fue sólo su fe
que le susurraba al oído. Eliseo había realizado todo tipo de milagros, pero aún no
había curado a un leproso. Podemos leer eso en el Nuevo Testamento. Aunque había
muchos leprosos en Israel en tiempos de Eliseo, ninguno de ellos estaba limpio (Lucas
4:27). Después de todo, Dios tuvo que castigar a Su pueblo porque servieron a los
ídolos. Ni uno de los israelitas fue limpiado aquellos días salvo Naamán el sirio. La
gracia de Dios alcanzó así a los gentiles.
De camino hacia el rey de Israel
La mujer de Naamán creyó las palabras de su pequeña esclava fémina y se las
comunicó a su marido. Y Naamán se las transmitió a su señor, el rey de Siria (v. 4).
Mientras tanto, la enfermedad del general del ejército había trascendido públicamente.
Una cosa llevó a la otra, y el asunto fue tratado de manera diplomática (lo cual, en los
asuntos médicos también, parece haber sido costumbre en el mundo antiguo). El
objetivo era que el rey de Israel se acercaría posteriormente “al profeta en Samaria”
quien, al fin y al cabo, era su subordinado según el modelo terrenal.
Naamán tenía unas cartas de su rey, al igual que un regalo generoso. El rey de Siria
estaba dispuesto a compartir personalmente sus riquezas a fin de echar una mano a
uno de sus mejores súbditos. El regalo consistía de una cantidad de trescientos
cuarenta kilogramos de plata, setenta kilogramos de oro y diez mudas de vestidos (v.
5). Eso representaba una fortuna enorme. El oro y la plata tenían un valor de millones
de pesetas.
Naamán llegó a Samaria, con las cartas que decían: “Cuando lleguen a ti estas cartas,
sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra” (v.
6). Su llegada ocasionó bastante agitación en la corte del rey de Israel, puesto que vio
en esa carta algún tipo de excusa, una provocación de guerra (v. 7). Exasperado, rasgó
sus vestidos. Una reacción tan pesimista podía esperarse del rey Joram (véase 3:13). El
rey sabía muy bien que él no era un hijo de los dioses a quienes se les podía atribuir el
poder de curar (así es como las naciones paganas, demasiado a menudo,
contemplaban a sus reyes).
Pero, desgraciadamente, tomó el nombre de Dios en vano al decir: ¿“Soy yo Dios, que
mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?”
Realmente esto indica la gravedad de la situación: sólo Dios, quien había enviado la
afección mortal, podía dar un remedio y dar vida al muerto.
A Eliseo
Según parece, el rey Joram no se acordaba de Eliseo en absoluto, pese a que en
aquellos tiempos el profeta fuera el conducto de la bendición de Dios. Dios extendió su
brazo de salvación a Israel por medio de Su siervo. Pero el profeta no era honrado en
su propia tierra. Por lo visto, Eliseo vivía de nuevo en la capital (véase 2:25; 6:32).
Tuvo que tomar la iniciativa él solo. Así, envió el siguiente mensaje al rey: “¿Por qué
has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel” (v. 8b).
Entonces Naamán vino finalmente a Eliseo el profeta, quien es llamado también aquí
“el varón de Dios” (v. 8a). Ahora había venido a la persona indicada, ya que el varón de
Dios era el representante del Dios viviente, quien tiene efectivamente el poder de
matar y de dar vida.
Existía aún, sin embargo, otro problema. Naamán era consciente de su elevada
posición. Vino en su propia dignidad, “con sus caballos y su carro” (v. 9). Lleno de
orgullo permaneció a la puerta de la casa de Eliseo. Pero no podemos venir a Dios de
esa manera. Naamán no podía recibir ayuda en sus propias condiciones, sino sólo en
las condiciones que Dios le ofrecía. Le fue necesario aprender esto, como veremos. Eso
es precisamente lo que cada creyente debe aprender: acercarse a Dios, consciente de
su propia indignidad. No tiene sentido que intente medrar o ganar la salvación por mis
propios méritos. Debo venir tal como soy, como un pecador perdido, y así es como Dios
me aceptará. Lo hace así por gracia gratuita.
Cuestiones
1. ¿Eres tú también, como esta joven, un representante, un testigo del Dios vivo y
verdadero entre tus conocidos?
2. ¿Esperas la ayuda y la salvación del hombre, de los que gobiernan este mundo?
3. ¿O estás convencido de que solamente el gran Profeta, el verdadero Varón de Dios,
a saber, Cristo, puede traer la salvación?
3. La inmersión de Naamán en el Río Jordán
2 Reyes 5:10-14
Ahora veremos cómo Naamán se humilló y se sumergió siete veces en el río Jordán.
Sin embargo, no permaneció en esa “tumba”, sino salió una persona nueva. Este es un
ejemplo magnífico para nosotros como cristianos, pues también experimentamos una
renovación completa vistiéndonos del nuevo hombre.
Ve y lávate en el Jordán
Eliseo no creyó conveniente hablar con Naamán personalmente. Tenía sus sabias
razones para actuar de ese modo, como pronto llegaría a evidenciarse, ya que Naamán
tuvo que aprender a humillarse a sí mismo. Su orgullo tuvo que doblegarse. El profeta
no salió de su casa, sino simplemente envió un mensajero a él con el mandato: “Ve y
lávate en el Jordán siete veces” (v. 10a). A la vez, añadió la llana promesa: “... y tu
carne se te restaurará, y serás limpio” (v. 10b). Literalmente dice: “... y tu carne
vendrá de nuevo a ti”. Al final, una de las terribles consecuencias de la lepra es que la
carne de la persona enferma se consume poco a poco.
Al poderoso general del ejército sirio, no obstante, no le gustó esta orden. Naamán
interpretó el mensaje del profeta de improperio a su persona. Había esperado un trato
completamente distinto, un ritual complejo, como estaría probablemente
acostumbrado con los magos paganos de su país (v. 11). Ciertamente era merecedor
de un trato honorable. A pesar de todo, ¿no era él de gran importancia? Por cierto que
recompensaría generosamente a Eliseo por sus servicios.
¡Qué orden: “Ve y lávate en el Jordán siete veces!” ¡Qué humillación! ¿No eran los
diáfanos y caudalosos ríos de Damasco, el Abana (o Amana) y el Farfar, mejores que el
estrecho y cenagoso Jordán? ¿No podía el general haber tomado un baño en su casa?
Naamán podría haber ideado ese remedio él mismo (v. 12). No obstante, no quiso
abandonar los ríos ni a los dioses de Damasco. Sólo más tarde aceptaría que no había
Dios en toda la tierra, excepto en Israel (v. 15). Naamán se enojó y se sintió zaherido.
Ya podía oírse la orden a su carrero: ¡Coge las riendas! ¡Nos vamos a casa!
Debió de haber sido una procesión tranquila que empezó allá en una dirección al norte
y descendió de las montañas de Samaria. Tal vez ocurrió en un lugar de descanso no
lejos del Jordán que los criados de Naamán tuvieron el valor de dirigirse a su señor (v.
13). Lo hicieron con mucho tacto y con el preciso respeto. Ellos honraban a su general
como a un padre. Dieron un consejo que no se pidió, pero fue muy acertado y bueno. Si
a Naamán se le hubiera encomendado el servicio de hacer algo difícil, ¿no lo habría
hecho así? ¿No habría empleado todos los medios posibles para recobrar la salud?
Ahora, sin embargo, el profeta había dado una orden sencilla: “Ve y lávate”. ¿Por qué
no escuchar aquellas simples palabras del varón de Dios?
Vida nueva en Cristo
Naamán se hace acreedor al querer escuchar las palabras de sus subordinados. No
actuó con altivez: “Él entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán,
conforme a la palabra del varón de Dios” (v. 14a).
Con todo, debió de haber sido muy difícil para él humillarse tanto en presencia de sus
inferiores. Tuvo que descender del carro elevado, quitarse la ropa y hundirse en el
Jordán. Por añadidura, él no lo hizo sólo por complacer a sus criados. No solamente los
escuchó, sino que cumplió con el dicho del varón de Dios, como dice nuestro versículo.
Obedeció a Dios.
Este es un precioso ejemplo del camino de la salvación. Debemos ser conscientes de
nuestro bajo estado, de nuestra pecaminosidad y de nuestra condición leprosa ante
Dios. Debemos humillarnos delante de Él y bajar del “carro elevado” de nuestro orgullo
natural y prepotencia. Debemos seguir el camino que Él nos indica en Su Palabra. El
remedio divino es que confesemos nuestros pecados, nos despojemos del viejo hombre
y nos metamos dentro del río de la muerte. En otras palabras, tenemos que
identificarnos en fe con un Cristo que murió por nuestros pecados. No hay otra
alternativa para ser salvo, limpio y recibir una vida nueva. “Nadie viene al Padre sino
por Mí”, dice el Señor Jesús (Juan 14:6).
Naamán fue obediente y se sumergió siete veces en el río Jordán. El nombre Jordán
significa “ir abajo” o “ir curso abajo”. El río nace entre el Líbano y el monte Hermón y
sigue su curso al Mar Muerto, situado muy por debajo del nivel del mar. Esta es una
maravillosa figura de la muerte de Cristo, ya que descendió de las alturas
despojándose a Sí mismo. Se humilló a Sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte.
El número siete habla de la perfección. Naamán tuvo que sumergirse siete veces en el
Jordán. Tuvo que ir abajo por completo. Nada podía quedar del viejo hombre. También
nosotros como creyentes fuimos sepultados con Cristo a muerte por el bautismo.
Hemos sido unidos juntamente con Él en la semejanza de Su muerte (Romanos 6:4-5).
Pero Naamán no permaneció en la tumba de agua. Salió una nueva criatura: “... y su
carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio” (v.14b).
Esto es una imagen de la nueva vida que hemos recibido como cristianos. No sólo
hemos muerto con Cristo, sino también hemos resucitado con Él a una vida nueva.
Una bendición de siete aspectos
Parte del texto arroja luz sobre un número de verdades importantes del Nuevo
Testamento (más o menos haciéndolos coincidir, he sacado siete puntos). El
“bautismo” de Naamán en el Jordán explica que:
(1) Hemos sido limpiados de los pecados e iniquidades que nos asían y amancillaban a
los ojos de un Dios santo (Juan 13:10; Hebreos 10:22; 1 Pedro 1:22);
(2) Hemos sido librados del poder del pecado que nos destruía y se extendía
insidiosamente en nuestras vidas (Romanos 8:2);
(3) Hemos nacido de nuevo (Juan 3:3+5);
(4) Tenemos vida juntamente con Cristo (Efesios 2:5; Colosenses 2:13);
(5) Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron (2 Corintios
5:17; Tito 3:5);
(6) Nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos vestido del nuevo hombre
(Gálatas 3:27; Efesios 4:22-24; Colosenses 3:9-10);
(7) A partir de ahora podemos vivir en novedad de vida (Romanos 6:4).
Aquí también aparece que las Escrituras hablan con frecuencia de la purificación del
leproso y casi nunca de su curación. Asimismo, el pecado nos convierte en inmundos
delante de Dios, quien es muy limpio de ojos para ver el mal. La promesa del profeta
fue: “... y serás limpio (v. 10b). Al mantener esto, leemos aquí: “... y quedó limpio” (v.
14b). También nosotros, como discípulos de Cristo, somos “completamente limpios”
(Juan 13:10).
Cuestiones
1. ¿Estás dispuesto a humillarte delante de Dios?
2. ¿Has sido unido, por la fe, a Cristo en Su muerte y resurrección, y lo has expresado
con el bautismo?
3. ¿Caminas tú también en novedad de vida?
4. Andar en novedad de Vida
2 Reyes 5:15-19
En este cuarto capítulo veremos cómo Naamán, después de haber sido limpiado, su
deseo era sólo servir al Dios de Israel. Esta es una lección importante para nosotros,
pues como cristianos también deseamos servir y adorar al Dios vivo y verdadero.
La nueva vida de gratitud de Naamán
Cuál fue la reacción de Naamán a su curación y purificación? Volvió a Eliseo a fin de
mostrarle su gratitud (v. 15a). A este respecto, él es la semejanza perfecta del
samaritano en Lucas 17, un extranjero que también se volvió para agradecer a Dios
después de ser limpiado de su lepra. Nosotros también deberíamos hacer eso como los
redimidos del Señor. Deberíamos caer a las plantas de nuestro Salvador y darle honra
por nuestra salvación.
Después de nuestra conversión, deberíamos igualmente mostrar una nueva
obediencia. Aquí vemos una figura de ello. No hubo huella alguna de soberbia en
Naamán cuando se volvió al varón de Dios, él y toda su compañía. No permaneció
sentado en su carro, como hiciera en su primer encuentro, sino fue a la casa del
profeta. Muy abyecto, le habló de sí como si fuera criado de Eliseo: “He aquí ahora
conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún
presente (lit. “bendición”) de tu siervo” (v. 15b).
Naamán había llegado a conocer al Dios verdadero, al Dios de Israel, el Creador del
cielo y de la tierra. Reconoció que todos los demás dioses eran ídolos, que no tenían
poder alguno para salvar (Isaías 45:20). Quería mostrar su gratitud a Dios, ofreciendo
un presente a Eliseo. Lo hizo con buena intención, pero tuvo que aprender que la
gracia de Dios era completamente gratuita. Lo mismo se puede decir de nosotros
acerca de este principio. No podemos pagar nada por nuestra salvación. La salvación
en Cristo es de balde. La verdadera bendición es exclusivamente de arriba, y
desciende del Padre de las luces.
Ello explica por qué el profeta rechazó la recompensa con determinación. Era un siervo
del Dios viviente y no podía aceptar nada por el milagro de la purificación de Naamán.
Pese a que éste último insistió en que aceptara algo, siguió negándose (v. 16). Este
principio también vale para nosotros: “de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo
10:8). Es una manera perniciosa de pensar o suponer que la piedad, a saber, el servicio
de Dios, es un medio de ganancia (1 Timoteo 6:5). No obstante, Giezi era una persona
que había perdido el camino de la verdad, como podremos ver.
Vivir en la presencia de Dios
Pero el corazón de Naamán se mantenía en el lugar correcto. No importa cómo, él
quería servir al Dios de Israel. Aunque no podía pagar nada al profeta por su
lavamiento, podía preguntarle algo. Pues Naamán realmente quería empezar una vida
nueva. Esto es también verdad para nosotros. Después de haber sido levantados con
Cristo a una nueva vida, debemos caminar en las buenas obras que Dios nos ha
preparado de antemano (Efesios 2:10). El general del ejército sirio tenía el siguiente
deseo: “Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de
mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá
sacrificio a otros dioses, sino a Jehová” (v. 17).
Tenemos aquí una prueba clara de su conversión, un bonito fruto de la nueva vida que
había recibido. Cuando nos volvimos de los ídolos a Dios, a partir de ese instante
nuestro deseo fue servir al Dios vivo y verdadero (véase 1 Tesalonicenses 1:9).
Debemos servirle según Su voluntad revelada, sobre una base que responda a Su
santidad — tal como Naamán deseó servirle sobre terreno puro.
Probablemente que de esta carga de tierra hiciera “un altar de tierra” para el Señor y
sacrificó en él sus holocaustos y ofrendas de paz (véase Éxodo 20:24). Los patriarcas
de Israel habían procedido del mismo modo. Con frecuencia hacían altares de tierra,
como vemos en el libro del Génesis. El servicio del verdadero Dios va tomando forma
en nuestro culto personal, en nuestra conducta privada, pero también en nuestra
adoración pública. ¿Poseemos un altar así donde invocar el nombre del Señor?
Como cristianos sí tenemos un altar, como Hebreos 13:10 nos enseña. Este no es un
altar de tierra, en el sentido pleno de la palabra, o uno de oro
o de bronce, sino un altar en su sentido simbólico. Tenemos un lugar donde nos
encontramos con Dios, o a decir verdad, una Persona por la cual nos acercamos. Cristo
mismo es el verdadero Centro de nuestro culto y por Él tenemos acceso a Dios y
libertad para entrar en el Lugar Santísimo (Hebreos 10:19; 13:15).
¿Servimos a nuestro Dios con un corazón agradecido, particular y colectivamente con
los demás? ¿Nos acercamos a Él como sacerdotes? ¿Ofrecemos sacrificios de alabanza
a Dios, es decir, el fruto de nuestros labios, dando gracias a Su nombre? ¿Le pagamos
tributo por Su gran salvación? ¿Entendemos que sólo a Él le debemos nuestra
purificación?
Vivir sin compromisos mundanos
Aquí vemos algo más. Una vida tal en presencia de Dios, de cierto traerá dificultades,
pues no podemos servir ambos a Dios y al mundo. La gente que nos rodea insistirá en
que hagamos un compromiso. Naamán también tuvo este problema. Al instante se dio
cuenta, y se lo mencionó con toda sinceridad a Eliseo (v. 18). Su señor, el rey de Siria,
se quedaría probablemente sirviendo a los ídolos. ¿Debería él entrar en el templo del
ídolo como el siervo en cuyas manos depositaba el rey su confianza? (véase 2 Reyes
7:2). ¿Lo perdonaría Dios si, como parte de sus obligaciones, fuera a inclinarse ante
Rimón? (Rimón era el dios de los sirios, y el dios asirio del trueno. Era el mismo que
Hadad, de quien se deriva el nombre de Ben-adad. A veces, ambos nombres aparecen
juntos en el orden Hadad-rimón — Zacarías 12:11).
No recibió una contestación rebuscada. El profeta simplemente dijo “Ve en paz” (v.
19). Ello no quiere decir que Eliseo aprobara tal ambigüedad. Era imposible servir
ambos a Dios y a Rimón, aunque éste sólo resultara de la tradición. Dios no quiere que
un creyente tenga comunión con los ídolos (1 Corintios 10:14-22). Pero Él salvaría esta
dificultad a Su tiempo y a Su manera. Eliseo estaba convencido de ello, e incluso podía
tranquilizar la conciencia de Naamán. Naamán podía seguir su camino gozoso, como se
dice tan maravillosamente del eunuco etíope (Hechos 8:39). Nadie podía quitarle la paz
que había hallado.
Por eso fue también una respuesta muy acertada. Las personas que acaban de
convertirse no deben pugnar con una larga lista de normas y regulaciones. Deben
aprender a caminar por la fe. Dios mismo los lleva por las sendas de justicia por amor
de Su nombre, y los ayudará a resolver sus problemas.
Cuestiones
1. ¿Estás agradecido por tu salvación?
2. ¿También tú tienes “un altar” para adorar al Señor (véase Hebreos 13:10)?
3. ¿Es tu nueva vida de un cristiano sin compromisos mundanos?
5. El Final de Giezi
2 Reyes 5:20-27
Después de ver cómo Naamán fue limpiado y de cómo dedicó su vida a Dios,
prestaremos atención ahora al final infeliz de Giezi. Este es un serio aviso para los
cristianos nominales.
La ambición de Giezi
El final de este capítulo bíblico forma el negro equivalente de la historia de la
purificación de Naamán. La ambición de Giezi contrastó agudamente con el altruísmo
de Naamán. Las mentiras del criado acentuaron la sinceridad de su señor aún con más
intensidad.
Vemos igualmente aquí que Dios prueba los corazones y las mentes (Salmos 7:9;
Jeremías 11:20). Discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos
4:12). Hasta saca a la luz lo oculto de las tinieblas y manifiesta los propósitos de los
corazones (1 Corintios 4:5). Tiene la potestad de dejar al desnudo a los hipócritas, pues
Él conoce todo. Luego aquí oímos lo que Giezi pensaba y el plan que trazó (v. 20).
Pensó que su secreto quedaría oculto. No tomó en cuenta al Dios viviente. ¡Qué fallo de
cuentas, qué error pensar que podía abusar de su posición y de la autoridad del varón
de Dios sin sus serias consecuencias!
Giezi, llevado por el deseo de riqueza y dinero, fue de pecado en pecado. Es una
amarga lista de mentiras de pecado y trampas, de menosprecio a su señor y abuso de
la autoridad de éste. En efecto, el amor al dinero es la raíz de todos los males (1
Timoteo 6:10). La codicia no es nada menos que idolatría (Colosenses 3:5). Giezi tuvo
incluso la fuerza de jurar a Dios que correría tras Naamán y tomaría algo de él: “...Vive
Jehová”. ¡Qué falso juramento más descarado! Giezi dio la impresión de ser piadoso,
pero pronto fue puesto al descubierto.
El criado del profeta tenía poco respeto por los tratos de su señor. Era incomprensible
para él que su señor hubiera ayudado a ese sirio, a ese enemigo de Israel, sin
compromiso alguno. Según parece, daba poca importancia al hecho de que con motivo
de ello, Naamán había llegado a conocer al Dios de Israel y había aprendido a vivir por
gracia. ¡Sería una lástima perder una oportunidad así! ¡Rápidamente corrió tras él para
compensar este descuido!
Naamán vio a alguien que corría tras él. Saltó de su carro y dijo preocupado: “¿Va todo
bien?” (v. 21). Giezi tenía su mentira a punto. Dos profetas (pobres) habían venido a
Eliseo. La cuestión, ahora, era si ellos tenían un talento de plata y dos vestidos nuevos.
Pues claro, contestó Naamán. Estaba contento de poder mostrarle su gratitud al
respecto, y le dio el doble de la cantidad de plata que pidió. Con el auxilio de los
criados de Naamán, Giezi se llevó todo a la colina cerca de la casa de Eliseo. Allí se
despidió de los hombres. Escondió el tesoro en lugar seguro (v. 22-24).
Su confrontación con Eliseo
Como si nada hubiera ocurrido, Giezi entró y permaneció delante de su señor. Fingió
ser un criado fiel. Eliseo hizo una pregunta reveladora: “¿A dónde fuiste, Giezi?” (v.
25a). Preguntas así de penetrantes son características de las Escrituras.
En el libro del Génesis, por ejemplo, existen tres preguntas vitales: “¿Dónde estás tú?”
“¿Qué has hecho?” “¿De dónde vienes tú, y a dónde vas?” (Génesis 3:9; 4:10; 16:8).
Con una última mentira, Giezi intentó ocultar su engaño: “Tu criado no ha ido a
ninguna parte” (v. 25b). Literalmente, dice que no fue por tal ni cual camino. Luego
sigue su desenmascaramiento, pues Dios había revelado la verdad a Eliseo. Vio lo que
ocurrió: “¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a
recibirte?” (v. 26a).
Eliseo aún planteó una pregunta indagadora: “¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar
vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?” (v. 26b). Giezi pensó, en
efecto, que ésta era una oportunidad única para edificar una vida para él solo. ¡Pero
aun hoy, muchos creyentes están fácilmente influenciados por la prosperidad material!
Pero si nos servimos de esta pregunta de manera algo más tolerante, vemos aquí que
Giezi no reconoció la naturaleza real de los días en que vivía. No cayó en la cuenta de
que eran tiempos en que el juicio estaba cercano (véase Lucas 12:56). No entendió que
era mejor vivir en vituperio con el varón de Dios que vivir en prosperidad. ¿Y qué hay
de nosotros? ¿Nos damos cuenta de que vivimos en los últimos tiempos? ¿Poseemos
conocimiento de los tiempos, para saber lo que Israel debería hacer? (véase 1 Crónicas
12:32). ¿Deseamos ser fieles siervos del Señor, quienes aman Su venida?
Su castigo
Giezi fue castigado equitativamente con la misma enfermedad de la que se había
curado Naamán. Ahora que se había apropiado con equívoco de la plata de Naamán,
también recibió su enfermedad. Además, fue un castigo colectivo (véase Josué 7:24;
Daniel 6:24). La lepra de Naamán se pegaría a él y a sus descendientes para siempre
(v. 27a).
Después Giezi dejó a su señor: “y salió de delante de él, leproso como la nieve” (v.
27b; véase Éxodo 4:6; Números 12:10). Totalmente marcado por la enfermedad, “salió
de delante de él”. Era una imposibilidad moral para él permanecer cerca de Eliseo,
aunque podía declarársele limpio según la ley con respecto a la lepra (Levítico 13:13).
Este severo castigo fue de acuerdo con la gravedad de sus pecados:
(1) No tomó en cuenta que el amor hacia el dinero era la raíz de toda suerte de
males.
(2) Cedió a sus deseos carnales de dinero y riquezas.
(3) Abusó de la autoridad del varón de Dios ante Naamán.
(4) Mintió al profeta.
(5) Manchó la reputación de la misericordia divina delante de un no israelita.
(6) No mostró una comprensión correcta del fin de los días en que vivía.
¡Pero qué terrible para alguien que había vivido tan cerca de Eliseo tener que marchar
de la presencia del profeta de esa manera! No sabemos si jamás lo volvió a ver. Este es
un serio aviso para los cristianos profesantes, pues todos los que están familiarizados
con Cristo, el varón de Dios, todavía no lo conocen en sus corazones.
El final de Giezi nos hace pensar de lo que Pablo, profeta importante del Nuevo
Testamento, escribió a los corintios que profesaban conocer al Señor: “El que no amare
al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene” (1 Corintios 16:22). Una persona así
debe enfrentarse al castigo eterno, a la destrucción eterna de la presencia del Señor y
de la gloria de Su poder (2 Tesalonicenses 1:9).
Cuestiones
1. ¿Te has examinado alguna vez para ver si eres un verdadero creyente (véase 2
Corintios 13:5)?
2. ¿Te das cuenta, como Giezi, de que eres culpable al no volverte de verdad de los
ídolos a Dios?
3. ¿Buscas la presencia de Cristo, el verdadero Varón de Dios, con un corazón sincero?
Hugo Bouter
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