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Revista cultural de distribución gratuita por internet. No. 12 - julio 2012
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Julio 2012 No. 12
La Primer Ley dice: un robot Ningún ser humano. Ésta es la esencia del punto de vista robótico sobre la vida. no puede causar daño a un ser hum
ano o, mediante la inacción, perm
itir que un ser humano sufra daño. U
n ro
bot n
o hac
e dist
incio
nes.
Portada: Leonardo Da Vinci, Tornillo sin fin, dibujo.
Cita: Isaac Asimov, “Intuición femenina”.
Derechos Reservados. La pluma en la piedra , Toluca, México, No. 12, julio 2012.
La pluma en la piedra es una publicación mensual e independiente de distribución
gratuita por internet. Todos los artículos, ensayos, escritos literarios y obras publicadas
son propiedad y responsabilidad única y exclusiva del autor y pueden reproducirse
citando la fuente.
La pluma en la piedra
Agradece a las Tecnologías de la Información y Comunicación, que permiten
que esta publicación pueda ser editada y distribuida cada mes. Así mismo, les
damos las gracias a todos los colaboradores, lectores, fanáticos y al equipo
editorial, por no ser robots (aún) y seguir paso a paso lo que ocurre con esta
pluma (quien se pregunta si no será momento de actualizarse y mejor llamarse:
“El iPad en la piedra”).
Escribieron este número:
Jesús Iván Hernández del Prado
Alejandra C. L.
Karina Posadas Torrijos
Marco Antonio M. Medina
Moreliana Negrete
3
Fotógrafo
Juan Javier Pineda Tovar
4
Galería
Magueyes en el municipio de Esperanza, Puebla. Juan Javier Pineda Tovar
21
¡ M a t e r i a l t ó x i c o !
41
Los muertos no cuentan cuentos Marco Antonio M. Medina
La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María
Alejandra C. L.
23
29
Creación literaria
Artículos y ensayos
Advertencia 1955 Jesús Iván Hernández del Prado
Hace tan sólo diez años...
Alejandra C. L.
Amor y progreso Karina Posadas Torrijos
Yo todavía me acuerdo...
Moreliana Negrete
7
12
14
19
Editorial
5
“ Bienvenidos al ¡futuro!”, eso le diríamos a nuestro padres, si por alguna
cuestión mística los encontráramos parados en el marco de la puerta, en su
versión más joven. Mirarían con asombro todos los artilugios de nuestra vida
diaria. No es que ellos no gozaran del paso de la modernidad, pero imaginar
siquiera alguno de todos los gadgets con los que ahora se cuentan, no eran más que una
fantasía.
Es, entonces, que viene la doceava edición de La pluma en la piedra con algunas
reflexiones sobre el cambio que ha producido la tecnología en nuestra vida diaria; no le
hago esperar más, querido lector, y le presento nuestras cibercolaboraciones versión 2012:
con Advertencia 1955 se presenta Jesús Iván Hernández del Prado; con Hace tan sólo diez
años…, Alejandra C. L.; con Amor y progreso, Karina Posadas Torrijos; y con Yo todavía me
acuerdo…, Moreliana Negrete.
En La Galería, haciendo gala de la fotografía digital, Juan Javier Pineda Tovar nos
comparte Magueyes en el municipio de Esperanza, Puebla, con un fondo del Popocatépetl.
Y en la sección más concurrida del lugar, se pueden leer los estrenos de Los muertos no
cuentan cuentos de Marco Antonio M. Medina y la sexta entrega de La maldición de Roma de
Alejandra C. L.
Así, cual caída vertiginosa, nos acercamos al número 13 de esta eximia publicación,
agradeciendo de antemano sus lecturas a lo largo de este año por cumplir. Por ello, los
invitamos a que envíen sus colaboraciones para la edición de agosto, cuyo tema girará en
torno al trabajo de la escritura. Queremos saber cómo han vivido esta experiencia cada uno
de todos los colaboradores que nos han dado el privilegio de leerlos, y también de todos
aquellos quienes tienen sus palabras guardadas en el tintero.
Sin más por el momento, disfruten desde su computador más sofisticado La pluma en
la piedra 12
La pluma en la piedra
5
Por Jesús Iván Hernández del Prado
Advertencias 1955
7
I. Angustia
‘V’ es un sujeto (como) cualquiera. Tal
vez tiene 20 años, tal vez estudia
Filosofía, eso es lo de menos. Esta noche, ‘V’
se ha quedado solo. La TV lleva seduciéndole
con esas líneas de colores desde la mañana, ha
caído presa del sonido de risas grabadas y del
sabor de la cafeína y de los sándwiches que
alguien abandonó antier en el refrigerador; lo
que ha visto hoy ha variado mucho, desde un
programa infantil donde la caja musical le
incitaba a aplaudir eufóricamente al identificar
un cuadrado, hasta este último documental en
el que se ha quedado admirado de cómo una
sola máquina puede producir al día más de
cinco mil pelotas de golf. Los ojos a estas
alturas ya no le dan para más, sus inútiles
lágrimas no han acabado de humectarle las
retinas, apenas se distinguen sus pupilas cafés
entre esas esferillas rojas y éstas, a su vez,
desaparecen entre esa ovalada cara repleta de
gestos irreconocibles. Sus labios cuelgan, como
clamando por otro trozo de pizza o que alguien
tenga piedad de cerrarlos de una vez y por
todas, lo que pase primero. Repentinamente, el
tono musical de un mensaje recibido lo ha
asustado, al fin, después de tanto tiempo, y muy
involuntariamente, ha abandonado el sillón.
Trata de espabilar y, tallándose los ojos, busca
su celular, no sin tropezar en la oscuridad con
los muebles. Lee el mensaje y al momento ha
despertado por completo, en su cara se adivina
incertidumbre, preocupación. Pero no es el
texto en el pequeño artefacto lo que le ha
molestado. “¿Qué pasó?” Se pregunta
inútilmente después de haber pasado horas en
el sillón.
‘V’, como todos en algún momento, se
interrogó en ese instante acerca de su ‘hacer’.
La clásica paradoja que a todos nos ha
acechado alguna vez: ¿A caso la tecnología nos
está ‘cosificando’? ¿Dónde quedamos nosotros
como humanos ante tanta técnica? Y es que
esta imagen, la de ‘V’, puede ser la más
cotidiana y donde más cuenta nos damos de
que la tecnología, incluso por encima de la
ciencia, ha invadido no sólo el lugar en el que
vivimos fácticamente, sino que además
amenaza el lugar en el que
habitamos ontológicamente. Nos
planteamos entonces, hasta aquí, la primera y
clásica paradoja: El hombre ante la
máquina, la esencia ante la cosa, natura ante
cultura. Pues, es fácil identificar que
la esencia que nos adviene está muy lejos de la
tecnología a la que acatamos ciegamente.
Hay una total divergencia entre sabernos
como hombres, entre nuestra conciencia
de ser, y nuestro (sobre)uso de aparatos.
Pero sigamos con la breve historia de ‘V’,
8
veamos cómo es que alguien normal, como él,
lo pasa en estos casos.
Lo normal sería que ‘V’, como muchas
otras veces, se dijera en voz baja: “¿Y? Ya qué.
Ya acabaron los comerciales” y regresara en ese
momento al sillón, a recostarse entre la
oscuridad y seguir contemplando las figuras
borrosas que emanan de la pantalla, escuchar
los gritos de la gente que vive ahí dentro
esperando a que ‘V’ coja su celular de nueva
cuenta para llamarle a la rubia y contestar el
crucigrama de una vez, intentar hasta caer
dormido, no sería la primera vez. Pero no, hoy
fue diferente, la luz azul del televisor apenas
alcanza a iluminar una figura más que triste,
ahora ‘V’ ha dejado de plantearse esa inútil
paradoja. Se sabe víctima de sí mismo, de nadie
más, ya no culpa a la TV o a sus padres por
dejar que ésta lo educase. Hoy ‘V’ ha podido
separarse un poco de pensar que hay un gran
ente detrás de todo que le obliga a consumir, a
sentarse, a cosificarse y demás. Se ha dado
cuenta de que el hecho de lamentarse por ser
un ‘número más’ o un ‘esclavo del sistema’ o un
‘vigilado por el panóptico’ no arreglará su
devoción a los aparatos que adquiere según
llega su beca mensual. Hay algo más ahora, algo
que lo lleva a no sentirse cómodo nunca más
con su situación. Desecha esa primera paradoja
y va a otro lugar. Ahora se sabe a sí mismo y
esto lo ha logrado con sólo cuestionarse. Pues
no basta sólo con un pensamiento calculador,
más bien, se requiere un pensamiento reflexivo,
como nos lo harán saber en adelante algunos
pensadores como Martin Heidegger.
Aún así, ‘V’ aún está lejos de sentirse bien
otra vez, en este momento preferiría el
tormento de sus ojos sin parpadear frente al
televisor que sentirse como ahora, pues al
preguntarse por cómo es que debe ser su
interrelación con el mundo fáctico, no ha
podido dejar de lado esa arropadora palabra:
Serenidad.
II. Arraigo
‘V’ ha podido reconocer esta
sensación, algunos daneses le dirían
angustia. Y no es para menos, se ha quedado
perplejo otra vez frente al televisor, sólo que
ahora ya no lo observa atentamente, se ha
quedado pensando en ese texto que leyó alguna
vez, “ese de un alemán que dicen que era nazi”,
se repetía mientras trataba de recordar, sus ojos
otra vez no parpadeaban. Una vez más el
celular lo asustó. Otro mensaje. “¿Vas a venir
para el fin de semana?”, interrogaba el pequeño
gadget negro. ‘V’ golpeándose levemente la
frente exclamó: “¡Es su cumpleaños!”. ‘V’
creció en un pueblo a las afueras de la ciudad
en la que ahora vivía para poder estudiar en la
Universidad. Al leer el mensaje, la angustia en la
que estaba se incrementó aún más y recordó al
fin qué texto buscaba: Gelassenheit de Heidegger,
donde éste toca el concepto de Vaterland o
“Tierra Natal”.
Esta Tierra Natal, lejos del precepto de
identidad nazi, se refiere más bien a ese lugar en
Jesús Iván Hernández del Prado
9
el que se habita, en Heidegger, habitar y vivir
no es la misma situación, el habitar siempre
tendrá parámetros distintos, no ulteriores, pero,
de algún modo, ese concepto tiene
connotaciones más ontológicas, habitar es en
gran medida, ser. En Vaterland es donde el
Dasein adquiere su mundanidad, entendida ésta
como la condición de posibilidad del mundo.
Vayamos por partes.
El Dasein heideggeriano siempre estará
representado como posibilidad de ser-en-el-
mundo, y eso es lo que hace que el hombre
mismo sea esa posibilidad. Dasein es el camino
entre lo que puede y será el hombre. Debido a
estas consideraciones ontológicas, este Dasein
tiende a habitar en un lugar, más que a sólo
‘estar’ o ‘vivir’, debe ser. Por tanto, necesita un
lugar en el cual habitar perceptiblemente. Casi
automáticamente nos vendrá la conclusión a la
cabeza: según Heidegger, el hombre habita en
la morada del ser que es el lenguaje, cierto, pero
no olvidemos que él siempre refirió su
pensamiento hacia una ontología de la
facticidad, entonces, el Dasein necesita un lugar
para habitar de modo fáctico, esto es el mundo.
El mundo, de acuerdo con Heidegger, es el
espacio donde el Dasein se desenvuelve, al que
le da sentido. El mundo es semántico y por lo
tanto, cada ente que hay en él, conocido como
ser-a-la-mano, tiene una relación con el Dasein
y así éste construye su mundo. Esto a su vez
tiene alguna similitud con el ‘espacio lógico’ de
Wittgenstein, donde la totalidad del caso es el
mundo. Así en Heidegger, se podría decir que
la totalidad de lo ente es el mundo. Pero hay
algo que hace que el mundo sea mundo, y esto
es la mundanidad. La mundanidad es la esencia
del mundo, es lo que posibilita su facticidad.
Así, la existencia del mundo no es permitida
por otra cosa que no sea su esencia: la
mundanidad. Pero entonces, esta esencia del
mundo debe tener un referente existente… ese
referente es la Tierra Natal: Vaterland.
Y por sobre todo, hay algo que siempre
nos remite a Vaterland: el arraigo. Y eso
precisamente es lo que ‘V’ ha recordado, pues
ese arraigo es, con todas sus letras, tener raíz en
un lugar, ahí, donde el Dasein es, he ahí la
angustia de ‘V’, pues se da cuenta de que está
ahora lejos de Vaterland, del lugar donde puede
ser. Heidegger expresa su preocupación por lo
que sucede entonces: “¿Hay todavía tierra natal
de fecundas raíces sobre cuyo suelo pueda el
hombre asentarse y tener así arraigo?”1.
Y es que lejos de la etiqueta de
“retrógrada” que puede tener Heidegger en la
frente, su preocupación por los alcances de la
técnica se fundamenta en que ésta, amenaza
seriamente al ser del hombre y a su relación con
el mundo y con su tierra natal: “Nos tornamos
más pensativos y preguntamos: ¿qué sucede
aquí, lo mismo entre los que fueron expulsados
de su tierra natal que entre los que
permanecieron en ella? Respuesta: el arraigo del
Advertencias 1955
1 Martin Heidegger, Serenidad, p. 20.
10
hombre de hoy está amenazado en su ser más
íntimo”2. Ésta amenaza corre a cargo de la
técnica y de su lenguaje, pues para el hombre, se
vuelve más próximo el televisor que el cielo de
Vaterland.
III. Serenidad
V olviendo con ‘V’, luego de recordar
nostálgicamente la tierra natal, buscó el
texto que alguna vez tuvo entre sus manos, lo
encontró entre un pila polvorienta de libros
viejos, debajo de Hesse y a la derecha de De
Montaigne, lo limpió y trató de releer esas
páginas ahora amarillas, entonces se dio cuenta
de que no era suficiente esa vaga denuncia
contra la técnica. Aún así, previendo que para el
fin de semana tenía que volver para festejar el
cumpleaños de su hermano, se enfundó en su
abrigo, tomó ese pequeño texto y salió. Las
calles estaban frías, las nubes anunciaban lluvia,
él sólo refunfuñó y tomó el camión al centro
comercial, al subir, los rostros de las personas,
tan desdibujados, le llamaban algo la atención.
“Así no se ve la gente en la TV”, pensó. Se
sentó solo y, leyendo lo que ahora con tanto
recelo protegía, reparó en que, según Heidegger,
hay dos tipos de pensamiento: el calculador y el
reflexivo. El primero, pensó, “sería encaminado
a construir y mejorar cosas como este camión”;
el segundo… tal vez sería el que estaba
practicando en ese momento.
Para Heidegger, el pensamiento
calculador se ocupa de la ciencia, calcula, pero
no se detiene a pensar qué está calculando o
para qué lo está calculando, hasta aquí parece
que la denuncia de siempre nos salta otra vez a
la vista, es una molestia: “¡La ciencia y los
objetos tecnológicos nos cosifican!”. ¿Cómo
podríamos hacerle caso a un sujeto que veía los
juegos de fútbol por TV? Dejemos de pensar
que la Filosofía es el muro de los lamentos
donde todas nuestras quejas se disfrazan de
posmodernismo. Pues según Heidegger:
Sería necio arremeter ciegamente contra el
mundo técnico. Sería miope querer condenar
el mundo técnico como obra del diablo.
Dependemos de los objetos técnicos; nos
desafían incluso a su constante
perfeccionamiento. Sin darnos cuenta, sin
embargo, nos encontramos tan atados a los
objetos técnicos que caemos en relación de
servidumbre con ellos.3
La diferencia recae en el segundo tipo de
pensamiento, que no sólo interroga por el
estudio científico y la finalidad tecnológica, más
aún: busca el sentido de lo que la ciencia
descubre y de lo que la tecnología inventa, todo
esto sin hacer aspavientos de denuncias
anteriores. Dice Heidegger, sin embargo, que
podemos usar esos objetos técnicos, pero al
mismo tiempo mantenernos libres de ellos para
poder dejarlos, desembarazarnos de ellos, no
depender de objetos, sólo usarlos. Esto supone
una actitud de “sí y no” al mundo
tecnocientífico. Decir ‘sí’ para que sean lo que
Jesús Iván Hernández del Prado
2 Ibíd., p. 21. 3 Ibíd., p. 26.
11
de verdad siempre han tenido que ser, una
ayuda, un instrumento; decir ‘no’ para que su
sobre uso no devaste lo que tenemos de más
propio: nuestro ser. No olvidemos que el
lenguaje técnico destruye al lenguaje poético,
donde habita el hombre. El punto es usar los
objetos técnicos, no depender de ellos. Se debe
olvidar ver a los objetos únicamente desde una
perspectiva técnica, para así ver que han sido
fabricados por el hombre y que sin nuestro uso,
no sólo pierden sentido sino que carecen por
completo de él, dejan de ser seres-a-la-mano,
son únicamente intramundanos y sólo nuestro
uso moderado los hace tener sentido. A ésta
interrelación de uso-desembarazamiento de los
objetos, Heidegger la bautiza: “Quisiera
denominar esta actitud que dice simultáne
amente <<sí>> y <<no>> al mundo técnico
con una antigua palabra: Serenidad
(Gelassenheit) para con las cosas”4.
Gelassenheit se traduce al español como
Serenidad, pero la realidad es que no hay una
traducción más apegada al sentido original; en
inglés, por ejemplo, sí la hay, Gelassenheit tiene
un sentido de “Realesement”, que es como
soltar o dejar algo, y es ésta precisamente la
actitud que busca Heidegger para con los
objetos técnicos.
Como podemos ver, el reclamo en este
texto de Heidegger de 1955 no iba hacia la
supuesta cosificación del hombre, más bien,
hacia el hecho de que el hombre no estaba
preparado para lo que se avecinaba: una era
donde se tendría que confiar en la Serenidad y
convivir más, que servir a los objetos técnicos.
¿Se logró?
IV. Vuelta a la Angustia
‘V’ llegó al centro comercial, ahora
llovía, vio una tienda de electrónica
y entró para elegir un regalo de cumpleaños
para su hermano. Al salir se dirigió de nuevo a
su pequeño apartamento. Llegó. Empacó
algunas pocas cosas: la chamarra rota que nunca
faltaba, unos jeans arrugados… y el regalo aún
seguía sin ser envuelto. ‘V’ seguía meditando
detenidamente sobre el breve texto que leyó
camino al centro comercial, se miró de nueva
cuenta y vio que había cambiado muy poco con
respecto al sujeto que había estado sentado
frente al televisor toda la mañana, la tarde y
parte de la noche. El camión de vuelta a su
tierra natal salía en poco tiempo, pero parecía
no importarle mucho, él se sentía igual o peor
que cuando leyó, sobresaltado, el mensaje que lo
invitaba a volver a casa. “¿Y ahora qué?”. Seguía
en la misma angustia.
Camino a casa, encendió el iPod nuevo.
Por sus oídos escurría el sonido de los
sintetizadores de Kraftwerk. Su hermano se
quedaría otra vez sin regalo de cumpleaños.
Advertencias 1955
4 Ibíd., p. 28.
12
S iempre me he sorprendido como ha
evolucionado la tecnología en
menos de diez años. Si mi yo de 14
años estuviera ubicado en esta
época, apuesto a que creería que todos los
aparatos son sacados de una novela de ciencia
ficción.
Y es que cuando era niña, nadie se
imaginaba que habría “chicharitos” para llamar
a la gente y preguntarles si ya venían llegando, o
ver a la gente por la calle escuchando música
desde un aparato que almacena más de 1000
canciones, o que habría máquinas capaces de
hacer un rápido trabajo.
Siento que fui de las últimas generaciones
en usar máquina de escribir. De aquellas que
colocabas un papel y comenzabas a apretar las
teclas duras, y si no tenías cuidado podías
machucarte un dedo. Pero eso no era todo con
las máquinas de escribir, sino que también uno
debía tener mucho cuidado de no equivocarse
porque si pasaba, tenías que volver a usar otra
hoja, ya que el corrector no ayudaba de mucho.
También uno debía moverle manualmente a la
regla para que los márgenes, indicados en la
escuela, fueran los correspondientes. Todo un
lío las máquinas de escribir y por eso quien
tenía computadora, era considerado más
rápido.
Sin embargo, las computadoras no eran
como las monerías de hoy. Recuerdo que
cuando me compraron mi primera
computadora en la secundaria, para sustituir a la
obsoleta máquina de escribir, ésta apenas tenía
para almacenar los trabajos y uno que otro
juego. Si le cargaba música, se volvía muy lenta,
así que me conformaba con colocarle los cd’s…
Lo cual me lleva a otro recuerdo lejano
de infancia. La época de los casetes. Siempre he
dicho que quien no grabó un casete con las
canciones que más le gustaban de la radio, no
tuvo infancia (al menos en mi generación). La
idea de escuchar casetes era simple: era una
manera de fugarte del mundo mientras viajabas
o para estar en paz contigo mismo en la
tranquilidad de tu cuarto; o al menos así lo veía
yo. Poco después vinieron los Compact Disc
(así les decíamos en la secundaria) y tener uno
original era una novedad, porque no eran
fáciles de conseguir y menos el aparatito donde
se reproducían, así que cuando tuve mi primer
estéreo me puse feliz y comencé a pedir
prestados cd’s por todos lados para saber cómo
se escuchaban. Por supuesto que poco después,
yo compré los míos y, más adelante, me
compré una grabadora para mi cuarto.
Sin embargo, todavía no estaban los
MP3. Además, hace diez años, ¿quién se iba a
Por Alejandra C. L.
Hace tan sólo diez años...
13
imaginar que en un disco podían caber como
200 canciones si uno reducía los bites de las
mismas? Era impensable creer que un disco
podía durar más de 75 minutos. Por eso,
cuando esto sucedió dos años después, todos se
sorprendían de ver un MP3 en los famosos
discman con la capacidad suficiente para
reproducirlos. Poco después llegó el iPod y el
celular con música. Y bueno, el resto ya se lo
saben.
Continuando con la historia de las
computadoras, esas que eran impensables para
la vida cotidiana hace veinte años, así como los
videojuegos (aunque ya comenzaban sus
pininos), recuerdo que de niña…
¡Los padres no necesitaban una televisión
con consola para controlarnos! Bastaba un
cuento, una muñeca o un trompo y ya tenían
para que nos entretuviéramos todo el día, sin
temor a ser molestados. Y hacía escenas para
ambientar los juegos con cajas de cereal, con
juguetes, hierbas… en fin, lo que se me
ocurriera.
Yo conocí los videojuegos ya casi
llegando a la adolescencia, o al menos los de rol
(que admito, son los más emocionantes),
puesto que las versiones anteriores no me
agradaban mucho y aparte, no había dinero
para tener una consola, por lo que mi infancia
pasó desapercibida de ellos.
Finalmente, diré que ahora que trabajo
desde una computadora, me pregunto cómo le
hacían antes. Para mí es impensable no realizar
mis actividades sin una PC: el cómo se diseñan
las portadas, las planas de los periódicos, subir
correcciones, etcétera.
Supongo que de alguna forma, la vida
tecnológica nos ha hecho la vida más fácil,
aunque al mismo tiempo más… ociosos.
Hace tan sólo diez años...
14
“ Con su exclusivo test de personalidad,
Parship.com duplica las posibilidades de
encontrarte un buen candidato”1. Se
puede leer en el periódico y continúa:
Como punto a su favor, esta página de
solteros afirma que Parship.com.mx
permite que centenares de personas se
conozcan a través de la red. […] Su eficacia
como casamenteros, explican, es debida al
exclusivo test de personalidad que tiene la
agencia online líder en la búsqueda de
pareja en Europa. Éste valora distintos
aspectos para ofrecer a sus miembros
perfiles afines […] Por ello, para formar
parte del club de solteros en línea, lo
primero es hacer el test que indaga el
porqué se desea un compañero o
compañera, la forma de relacionarse con
las parejas anteriores o cómo se imaginaría
esa vida. Una vez terminado el “examen” e
inscrito en Parship, se presentan a los
posibles prospectos, cada una con su
respectivo grado de compatibilidad.2
En la actualidad, ya no es sorpresa encontrar
este tipo de notas periodísticas, pues uno de los
grandes logros de la tecnología ha sido el de
deshacer las distancias físicas que separan a las
personas. Así, dentro de las maravillas del
internet, no sólo se encuentra una apertura a la
información y a la comunicación, entre otras
cosas, también encontramos estas redes sociales
que ofrecen la oportunidad de ampliar nuestras
relaciones humanas con objetivos tan
específicos como los descritos en la nota
anterior: encontrar personas para establecer una
relación “amorosa”.
Si bien, la tecnología debería ser un
medio para facilitarle la vida al hombre,
también es cierto que gracias a ella el abismo
de la geografía se ha acrecentado con su
desarrollo, pues “no es ya la naturaleza quien
separa al hombre del hombre, sino el hombre
mismo”3.
Se podría suponer que la tecnología es
sinónimo de modernidad y la modernidad es
sinónimo de progreso, un progreso que se mide
con base en la adquisición de bienes materiales.
Sin embargo, como menciona Cosío Villegas, el
avance de una sociedad no puede medirse a
partir de objetos que ayudan a tener una
cotidianidad sin preocupaciones tan elementales
como lo es la alimentación, más bien, el criterio
para definir dicho progreso sería “el grado en el
cual los hombres conviven entre sí”4.
Por Karina Posadas Torrijos
Amor y progreso
3 Daniel Cosío Villegas, "Los problemas de América" en El ensayo mexicano moderno de José Luis Martínez, UNAM-UC, México, 1988, p. 236. 4 Ibidem, p. 231.
1 María Salamero, “Los nuevos ‘celestinos’ de la red”, El Universal, Computación, 19 de febrero de 2008, versión en línea: http://www.eluniversal.com.mx/articulos/45423.html, consultada el 3 de diciembre de 2008 a las 9:30pm. 2 Idem.
15
Sin embargo, varios son los factores que
evitan la convivencia entre los hombres. Uno es
el medio geográfico al que se le ha encontrado
una solución con el desarrollo de los medios de
comunicación, pero también está la distancia
económica, que hace inaccesible para la mayoría
la adquisición de bienes materiales y la
posibilidad de llegar a las esferas altas por
medio de la educación, gracias a que son nulas
las oportunidades para mejorar su calidad de
vida.
El avance de la tecnología ha cubierto las
necesidades primordiales del hombre, pero,
también es el que ha definido una ruptura en el
trato humano directo, descubriendo que gracias
a los pasos agigantados con los que se ha
avanzado, se han descuidado la satisfacción de
las necesidades de pertenencia, de amor y de
estima. Explico esto a continuación.
Abraham Maslow propone que las
personas comienzan su desarrollo con
necesidades básicas similares a los instintos
animales: “Conforme maduran y se satisfacen
sus necesidades de orden inferior, las personas
desarrollan motivaciones más exclusivamente
humanas”5. Dichas necesidades las divide en
cinco niveles, los cuatro primeros pertenecen a
un orden inferior y el último, a una motivación
de autorrealización.
En el primer nivel se encuentran las
necesidades fisiológicas que no son otra cosa
que las necesidades primordiales de comida,
agua, sueño y sexo, que permiten al hombre
sobrevivir. Actualmente, éstas han dejado de
ser un motivo de preocupación entre las
personas, pues se han logrado satisfacer al
grado de llegar al exceso. Estos cuatro rubros
han encontrado un lugar en el mundo de los
negocios, siendo aprovechados por unos
cuantos para adquirir una mejor posición
económica, al vender productos destinados al
consumo básico.
El segundo nivel pertenece a las
necesidades de seguridad, donde “la motivación
predominante de la persona es garantizar una
situación segura”6. Si bien, en nuestros días y en
el mundo en el que vivimos resulta muy difícil
satisfacer completamente dicha necesidad, la
mano del capitalismo la ha vuelto rentable. La
seguridad se vende a los millones de personas
para proteger los muchos o pocos bienes
materiales que han logrado adquirir, aunque no
sea una garantía de inmunidad ante el peligro
social de la delincuencia, sí llega a tranquilizar a
las personas y logra aliviar sus miedos.
El tercer nivel se refiere a las necesidades
de pertenencia y amor, el rubro con mayor
posibilidad de comercio. Aquí, el individuo
busca amar y ser amado. Es en este nivel, como
menciona Maslow, donde se obedece a un
impulso más humano, ese que es propio de
seres pensantes con ganas de alguna clase de
Amor y progreso
5 Susan C. Cloninger, Teorías de la personalidad, 3a ed., Pearson Educación, México, 2003, p. 445. 6 Ibidem, p. 447.
16
afecto, aunque no sea tan fácil satisfacerlo por
el creciente distanciamiento social. Esto,
también, ha encontrando un buen lugar dentro
del ámbito comercial.
En seguida se encuentra el cuarto estrato
que comprende las necesidades de estima,
donde la motivación del individuo es el auto
respeto y el reconocimiento por parte de los
demás, resultado de las habilidades y logros que
posee la persona; y, por último, está la
autorrealización, la cual se concreta únicamente
cuando se cumplen las necesidades anteriores,
pues la satisfacción personal radica en la
explotación de los potenciales propios que tiene
cada individuo.
Regresando a la cita del inicio, en el
vertiginoso desarrollo del ser humano y los
esquemas sociales que se han desarrollado, para
que el modo de vida que ahora se tiene
prevalezca, algunas personas (muchas o quizás
pocas) no han podido satisfacer aquellas
necesidades posicionadas antes de la
autorrealización. En un mundo donde todavía
hay quienes sufren hambre, no tendría por qué
sorprendernos que, con mayor razón, existan
deficiencias para satisfacer el nivel afectivo,
pues aquel mecanismo consumista bajo el que
gran parte de las personas han crecido y el cual
busca alargar un estado placentero, con
frecuencia es confundido el amor con el
instinto sexual, resultando una mezcla extraña
entre humanismo y animalidad. A fin de
cuentas, no sería lucrativo la venta del amor por
lo que es: una constante dualidad entre felicidad
y tragedia.
“¿Qué lugar tiene el amor en un mundo
como el nuestro?”7. Contestación: es la
mercancía más rentable de un mundo regido
por la oferta y la demanda, su sentido se ha
trastocado y confundido, se ha creado un vacío
en los siempre insatisfechos humanos, para que
siempre regresen a consumir artificios con la
promesa de un amor verdadero.
Pero no hay más culpable por esta
soledad y desapego que las personas mismas,
pues en cuanto un individuo ha visto cumplidas
sus preocupaciones primordiales, se ha
dedicado a ocupar su tiempo en quehaceres
improductivos y aislantes. Recordamos,
nuevamente, la cita de Cosío Villegas: “no es ya
la naturaleza quien separa al hombre del
hombre, sino el hombre mismo”, así el hombre
inventa la televisión, pasa horas frente a ella y
olvida que a su alrededor hay personas de carne
y hueso que viven de manera igual o distinta a
él; inventa el transporte particular para evitar el
contacto con sus semejantes, alargando la
distancia entre él y los otros; y qué decir de la
computadora y el internet que acrecentan aún
más el pozo de la soledad.
La dificultad de entablar relaciones
humanas lo ha llevado a aprovechar los avances
científicos en su favor como un medio de
Karina Posadas Torrijos
7 Octavio Paz, “La llama doble” en Ideas y costumbres II. Obras completas, FCE, México, 2006, p.306.
17
justificar las fallas dentro del sistema social,
degradando el sentido del amor que suele
confundirse fácilmente con el sexo y que
únicamente vulgariza al erotismo.
Para tener presente la diferencia entre
sexualidad, amor y erotismos, rescataremos la
manera en que Octavio Paz los distingue:
La sexualidad es animal; el erotismo es
humano. Es un fenómeno que se
manifiesta dentro de una sociedad y que
consiste, esencialmente, en desviar o
cambiar el impulso sexual reproductor y
transformarlo en una representación. El
amor, a su vez, también es ceremonia y
representación pero es algo más: una
purificación […] que transforma al sujeto y
al objeto del encuentro erótico en personas
únicas. El amor es la metáfora final de la
sexualidad. Su piedra de fundación es la
libertad: el misterio de la persona.8
La función que ha venido cumpliendo la
computadora y el internet en la vida de las
personas es, además del alejamiento de los seres
reales que hay a su alrededor, la de menguar la
carga de soledad en la que se ha inmerso cada
vez más.
La actuación de las personas frente a las
demás es un constante juego de apariencias que
buscan evitar la crítica ajena. El uso de
máscaras en la vida cotidiana tiene que ver con
un afán de simulación y disimulación: aparentar
lo que no somos, lo que quizás queremos ser o,
simplemente, pasar sin que alguien más se fije
en nosotros y evitar la opiniones hirientes que
los otros pudieran expresar de nuestra persona.
En pocas palabras: “Simular es inventar o,
mejor, aparentar y así eludir nuestra condición.
La disimulación exige mayor sutileza: el que
disimula no representa, sino que quiere hacerse
invisible, pasar inadvertido —sin renunciar a su
ser—”9.
Sin embargo, no siempre buscamos una
disimulación, queremos, de alguna u otra
manera, ser aceptados por todos los que nos
rodean y ante la imposibilidad de ello,
recurrimos a la computadora como una de las
máscaras más versátiles que ha inventado la
tecnología, capaz de volver realidad los deseos
de las personas, aunque sea sólo en apariencia.
Tal necesidad de aceptación crece
vertiginosamente cuando nos encontramos
frente a una persona que es el objeto de nuestro
amor. El miedo de no ser correspondidos por
ella, nos lleva a experimentar un rotundo
fracaso que motiva el cese de nuevos intentos y,
al venderse ideales de apariencia, resulta muy
conveniente un mundo virtual donde cualquier
fantasía pueda cumplirse, facilitando el contacto
con los otros, sin llegar a situaciones donde nos
veamos expuestos e imposibilitados para
defendernos.
Es posible que en páginas de internet
como la mencionada al principio, el amor logre
Amor y progreso
8 Ibidem, p. 276. 9 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, 3ª ed., FCE, México, 2002, p. 46.
18
cumplir las características que le son propias: la
exclusividad entre los amantes sin que sea
involucrada un tercero, la correspondencia
mutua, la transgresión al superar los obstáculos
que separan a los enamorados y la libertad de
elegir a la otra persona y aceptar estar bajo su
dominio.
Pero en principio y a la larga no dejan de
ser enlaces fríos y sistemáticos, pues a pesar de
que se despliegue una lista de prospectos
amorosos, se pierde el sentido de destino y
predestinación que une a dos personas. Es
verdad que del otro lado de la computadora hay
otra persona que atiende nuestro llamado, pero
al no conocerla físicamente, nuestra mente es
libre de imaginarla como quiera, atribuyéndole
las características que nos gustaría que el otro
tuviera, siendo más que una realidad, un ideal
intangible:
Todos hemos vivido y asistido a esta
aurora del acontecimiento amoroso, pues el
amor, como vivencia cotidiana, se
demuestra no sólo por esta interrelación
que establece entre seres distintos, sino
también por procesos íntimos que
evidencia una realidad visible.10
El amor necesita una realidad de la cual
aferrarse y de dos seres palpitantes que se miren
frente a frente sin una máquina de por medio.
Los titubeos de los primeros contactos
enriquecen los elementos que conforman la
pasión amorosa: “el descubrimiento de la
persona amada, generalmente una desconocida;
la atracción física y espiritual; el obstáculo que
se interpone entre los amantes; la búsqueda de
la reciprocidad; en fin, el acto de elegir a una
persona entre todas las que nos rodean”11.
Por otra parte, el sentido del amor como
una carencia, mantiene la noción de que los
individuos son seres incompletos que necesitan
su otra mitad para alcanzar una plenitud,
llenándolo de atributos y fines que no le
corresponden. Este pensamiento, quizás, es el
causante de que las personas fracasen en sus
contactos reales, rehusando el lado trágico que
involucra al amor, y recurriendo a opciones más
sencillas para mitigar sus ansias de afecto.
La decadencia del amor es sólo un reflejo
de la sociedad en el que todos estamos
inmersos. No puede existir el progreso de un
conjunto si el individuo no logra la plenitud
individual por la vía adecuada, por el simple
impulso que lo caracteriza como ser humano y
que la modernidad lo ha ido deshumanizando
con la misma celeridad de los avances
tecnológicos.
Karina Posadas Torrijos
10 Carlos Gurméndez, Estudios sobre el amor, Anthropos, Barcelona, 1994, p. 10. 11 Octavio Paz, La llama doble, p. 227.
19
...c uando no tenía computadora
ni internet. Mi mamá me
dejaba salir a la calle a jugar con mis vecinos.
Andábamos en bici o nos dejábamos ir en la
Avalancha. Así me rompí una pierna.
… de cuando los Chetos costaban $1.50.
… que el equivalente a la alta definición
era tener una tele a colores con control remoto
y no las de blanco y negro con una perilla para
sintonizar el canal.
… que, cuando se iba la luz, mis papás
me contaban sus aventuras juveniles. Ahora
tenemos la tele portátil que se puede conectar a
la corriente del coche.
… que mi papá siempre dejaba sus
casetes en todas partes, por si en cualquier
momento se le antojaba escuchar música.
…de cuando encontré un disco de
acetato y sólo tenía 5 canciones.
…que las caricaturas del canal 5 eran
varias y se transmitían de 7 de la mañana a 8 de
la noche.
… que no había telenovelas para niños.
… que yo no veía videos musicales
porque no tenía televisión de paga.
… que me ponía de malas cuando
prestaba mis VHS y no rebobinaban la cinta.
… de cuando tenías que andar cargando
tus trabajos de la escuela en disquetes (mínimo
cinco).
… cuando salieron los tamagochi y todos
los niños de la escuela llevaban uno.
…que los primeros celulares eran
gordotes y sólo servían para realizar llamadas.
… que cuando tuvimos nuestro primer
microondas, compramos una caja de 50 bolsas
de palomitas para ver si sí servía.
… lo divertido que era enviar una carta
por correo tradicional y lo emocionante que era
esperar la respuesta.
… de mis walkman.
…cuando entregaba mis tareas en
máquina de escribir.
… de la cámara fotográfica Kodak, con
los rollos chistosos, que mi mamá tiró al agua.
… que tenías que pensar muy bien qué
fotos ibas a tomar para no desperdiciar el rollo.
… de los cines grandotes con matiné.
… cuando salieron unos lentes para ver
en 3D algunas caricaturas de la tele y que,
cuando te los ponías, se veía exactamente igual.
… que las muñecas de juguete no tenían
que moverse ni hacer sonidos para que fueran
divertidas.
… que yo siempre quise un gameboy.
… que me tenía que memorizar los
cumpleaños de todos para que no se me
olvidaran.
Por Moreliana Negrete
Yo todavía me acuerdo...
La Galería
La Galería
21
Magueyes en el municipio de Esperanza, Puebla. Juan Javier Pineda Tovar.
Fotografía digital a color.
[Drama de Leerse en Mini Actos]
I.
-D esde esta altura puede verse casi todo el centro del valle, —dijo—. Como ves, no es
muy grande. Ese es el Cerro de la Teresona, nunca debes ir allá, porque espantan. Ese
de en medio es el cerro del Calvario, tampoco vayas, ahí roban. Y ese terreno pelado era el parque
de los Venados, ahí matan.
—Veo que no hay muchos lugares a donde ir por aquí.
—Ya te acostumbrarás, como todos. Lo mejor es que no salgas de aquí si no es para irte a tu
casa.
—¿Y la pintura?
—No es pintura. Es mural. Lo pintó un güey de Tenancingo.
—¿Así que ustedes vienen seguido acá arriba?
—De vez en cuando. No nos dejan subir cuando hay niebla.
—Supongo que alguien podría resbalar por aquí con toda esa niebla. ¿Nunca ha pasado?
—Una vez. Hace casi un año.
—Desde aquí no parece una caída mortal.
—No fue desde aquí. Este acantilado puede dividirse en tres partes, en dos de ellas la caída
no es fatal. Para la tercera sólo hay boleto de ida.
—¿La vieron?
—Sí. Salió en el Metro. Hijos de la chingada. De todo hacen carne, ya sabes: "Buscaba la
verdad y encontró la muerte". Era de…
—…de filosofía. Yo también lo leí.
—[…]
—Mira, cayó por ahí, entre esas piedras afiladas. Dijeron que se había tirado sola, pero el
caso es que llevaba la mochila. ¿Te das cuenta? Por ahí, un poco a la derecha, ves, bueno por ahí
subimos el otro día, ¿y sabes qué encontramos? Pues nada menos que un libro.
—¿De qué?
—Una Historia de la alquimia. Una vulgar edición del Fondo de Cultura. Le faltaban hojas,
donde venían las ilustraciones, ¿no te parece curioso?
Por Marco Antonio M. Medina
Los muertos no cuentan cuentos
23
Los muertos no cuentan cuentos...
—Yo también me aventaría si tuviera que leer algo así.
—Pero, no entiendes, es que no lo estaba leyendo. Alcanzó a agarrarse de él cuando la
aventaron.
—Si vienes en la noche con nosotros te enseño las páginas que le faltaban al libro…
—[…]
—¿Qué tal “Licenciada en Suicidio”?
II.
-H ay quien dice que cada vez que cometemos un acto prohibido, se abre una puerta oculta
en nuestra mente o algo así. Lo que la gente llama magia o brujería no es sino la
manifestación de los pensamientos del espíritu, como los sueños.
—¿Dónde leíste eso?
—Por ahí.
—Y tú ¿has cruzado esa puerta?
Empezaron a fumar desde temprano. Iban directo. Ya se habían saltado a Bunbury y Héroes,
iban en Chavela y San Pascual. Pink Floyd aguardaba. Algo se dijo de Homero y unas aladas
palabras. No quería volver sobre el tema, pero el alcohol era demasiado guarro para entretenerse
mucho en él y había que hablar de algo.
—Y bueno, ¿no me ibas a enseñar los dibujos?
El silencio fue incómodo. Les cayó como sandía en ayunas. Alguno pasó los ojos por el piso
asqueroso. Alguien dijo que iba al baño. Dos salieron a masturbarse mutuamente en la oscuridad.
Luego vino la historia de rigor.
—No son dibujos. Son símbolos. ¿Qué sabes del exilio de los judíos en Babilonia en el siglo
V antes de Cristo? Sabes que la próxima semana entregamos el ensayo sobre el Gilgamesh, y quiero
discutir la influencia del pensamiento judío en el texto literario, qué te parece
—Bueno, me parece que estás forzando el...
—Piénsalo. ¡La cacería sagrada del oscuro Enkidú a través de los bosques del Líbano! ¡La fe
en la existencia de una flor ultraterrena que devuelve la vida a los muertos! ¿No es el tema cristiano
del fruto prohibido y la traición? La puta sabia, la deshonra y la expulsión. ¿Qué te parece?
—Es un tema difícil y realmente no he leído sobre...
—¡He pensado que tú podrías ayudarme! Creo que es algo muy tuyo.
—No, lo que pasa es que...
24
—Quiero que me ayudes a buscar un libro que no encuentro. Aparece en el catálogo de la
biblioteca, pero debe estar mal acomodado por ahí. ¿Qué tal el lunes en la tarde?
Come on/now/I hear you’re feeling down/I can ease your pain/get you on your feet again/…/
III.
-P or aquí. Mira, el libro no lo encuentro donde debería estar. Alguien debió dejarlo en otro
lado. Ahora ven, por acá está el libro que trae la referencia... este: "Simbología esotérica
del arte Oriental antiguo". Las páginas centrales, donde dice: "el sincretismo religioso entre el
paganismo babilónico y la tradición cabalística del éxodo..." más adelante. "... el mito fundacional
judío halló en Babilonia el sustrato ideal que más tarde daría origen al Pentateuco; por primera vez
la idea de Dios se unió a la idea del Libro ... "
—Bueno, pienso que la escritura de la Biblia es incluso anterior a...
—No pienses. No has comprendido. La traducción podría ser deficiente. No estamos
hablando de la simple escritura de un libro. Mira esto: "Una de las sectas heréticas más radicales
rompió con los preceptos de la tradición judeo-cabalística. Fueron condenados por sostener la
creencia en un único Dios-Libro. Es posible que algunos hayan llegado hasta el archipiélago griego,
donde habrían excavado galerías subterráneas que terminarían convirtiéndose en el mito del..."
—¡Pero es que toda la tradición cabalística tiene fundamento en el libro como Dios! ¡Sólo
estamos perdiendo el tiempo!
—No entiendes nada. Para la cábala el Libro-Dios es una metáfora. No así para esta tradición
secreta. ¡Pero para probarlo necesito encontrar el libro!
—Ese libro no existe. Estás mintiendo, dijiste que aparecía en el catálogo, pero he agotado
todas las posibles coincidencias y no hay nada. Es mentira.
[...]
—Bueno, es verdad que mentí sobre lo del catálogo. ¡Pero te digo que el libro existe y está
aquí! ¡Porque...! Porque…
—Vamos, ¿ahora qué vas a inventar?
—Porque yo lo soñé… ¡Es verdad! ¡El libro está aquí! …y necesito que tú lo
encuentres por mí.
—¿Qué tengo yo que ver con tus sueños?
—Los símbolos arcanos hablan de una flor ultraterrena que devuelve la vida a los muertos.
El hacha de doble filo es en realidad un libro abierto ¿comprendes? ¡Esa flor es El Libro! Una flor
dorada... pero para traerla del más allá hace falta una llave, un código. Esa llave es lo que
25
Marco Antonio M. Medina
Los muertos no cuentan cuentos...
conocemos hoy día como un código genético... ¡y tú tienes ese código!
—¡Estás enloqueciendo! Maldito nazi. Has visto demasiadas películas. Yo me largo.
—¡Espera! Dijiste que tu abuelo tenía sangre judía... ¡entonces tienes una llave! En mis
sueños yo encontraba una de las llaves y ahora te he encontrado a ti. ¡Sólo tú puedes traer ese libro!
—Y déjame adivinar, ¿no está por aquí, verdad?
—No. Pero puedo llevarte hasta la entrada...
[…]
IV.
-A hora relájate. No pienses. Concéntrate en dormir, sólo en dormir.
—Necesito saber cómo es tu libro...
—No. Lo sabrás cuando lo encuentres. Yo te guiaré a través de los cuartos, por medio de los
símbolos que iré trazando a tu alrededor mientras sueñas.
—Sigo pensando que deberías ser tú quien se meta en tus propios sueños...
—Quédate tranquilo y respira. La noche apenas comienza y los caminos de la muerte son
intrincados.
—¿Cómo reconoceré el sendero que lleva a la Ciudad?
—Con el tiempo. Con el tiempo todos los caminos se convierten en el único camino. Sólo
dime una cosa, ¿te asustan los perros? El sendero que lleva a la Ciudad de los Muertos está
guardado por el espíritu del Señor de los perros. Es inofensivo para los condenados, pero con los
intrusos suele ser muy celoso y voluble. Si lo encuentras, prosigue firme y no temas. Disuadirte de
tu propósito es su trabajo.
—Silencio. Con este primer símbolo te serán revelados los caminos que conducen a la última
morada.
V.
L os primeros rayos del sol pasaron por entre las persianas. El olor de los libros se hacía más
intenso conforme avanzaba la luz del día. Estaba soñando que un perro lo olía, recargando
contra su costado el hocico duro. Era uno de los conserjes de la biblioteca que lo estaba picando
con su escoba.
—¿Y usté qué? ¿No tiene casa o qué? ¿Quién chingás le dio permiso de quedarse a dormir
aquí? ¡Órale, órale! ¡A rayar el piso de su casa, escuincle cabrón este! …inches chavos, me cai.
Vio la losa emborronada con un gis nacarado. Todavía alcanzaban a distinguirse círculos y
26
cuadrados superpuestos. Su mareo le hacía ver el conjunto de trazos como los engranes de una
maquinaria cósmica que conservara aún la inercia de su impulso ancestral. Había algunos libros
botados de sus estantes.
VI.
E n la noche hablaron aparte. La música no era buena, y no había dinero para tomar mezcal.
—Es importante que trates de recordar los detalles. ¡Qué fue lo que viste!
—Todavía me duele la cabeza. Vi…
Que las puertas de la Casa de la Muerte son dos Por una se llega a ver lo que hay dentro La
otra es sólida y tiene echado cerrojo Los que aquí entren háganse acompañar del perro que cuida los
caminos y no crean en nada de lo ahí vean pues mucha es la magia y muy dañosa la hechicería en esta
morada
—¡Sigue!
Soñé que estaba muerto y era el sueño más hermoso de mi vida Porque yo sabía que estaba
muerto y mi espíritu flotaba sobre el mármol de las losas Recuerdo que sonreía porque era feliz
—¡Demonios, no! ¡Pero dime, estabas realmente muerto o te veías muerto a ti mismo! ¡Si te
veías significa que entonces no estabas dentro!
Luego desperté y supe que estaba vivo y quise regresar Pero cuando llegué otra vez las puertas
estaban cerradas y yo quería entrar porque quería estar muerto Pero no podía Sólo podía ver adentro
porque por esa puerta se podía ver pero no pasar
—¡Aaah que su puta madre! [...] ¿Estás seguro que tu abuelo realmente era judío? A lo mejor
sólo era otro asqueroso polaco... Habrá que probar otra vez.
—Pero esta vez iré solo. Ya conozco el camino.
VII.
E ra muy temprano. Recuerdo que la mañana estaba helada y la niebla volvía a cerrarlo todo a
la vista. Las flores del camino a la cima estaban negras y maceradas por el hielo. Cuando
llegué, él ya había traspasado la baranda de piedra. La vigilancia mal pagada no se atrevía con este
clima. Necesité acercarme mucho para saber que esperaba de pie justo al borde del acantilado. No
alcanzaba a verle los ojos. Su voz resonó terriblemente impersonal, amplificada como un eco por el
vacío a nuestro alrededor. Esto fue lo último que me dijo:
Las murallas que rodean esta Ciudad son infinitas y cíclicas pues no hay modo de entrar por
voluntad en ella Pero en la noche del banquete de los muertos de entre ellas se verá levantarse las
27
Marco Antonio M. Medina
Los muertos no cuentan cuentos...
dobles puertas y será la entrada Para los convidados al banquete bastará una llave sola pues ella les
hará pasar y no volver Pero el que se llegue en cuerpo hasta aquí y quiera volverse procure una
segunda llave y distinta a la primera
—Entonces, ¡lo trajiste! ¡Déjame verlo!
pero el tiempo que allí se entre es poco y recuérdese bien esto Que las puertas vuelven a cerrarse
sin aviso y mudan su cerradura con cada amanecer El que quede sin salir para entonces será cautivo
por siempre entre estos muros y escuchará aullar a los perros que a lo lejos lamentarán a coro su
miserable suerte
Aullidos y ladridos lejanos empezaron abajo. Venían en camino.
—¡Date prisa! ¡Baja de ahí! ¡Detesto a esos cochinos perros! ¡Aviéntame el libro!
Tenía que traerlo de regreso a como diera lugar. Pero cuando dio el primer paso hacia atrás,
me heló el espanto, si eso aún fuera posible. Yo juraba que no habría más terreno bajo sus pies y lo
vi flotar entre la niebla como un fantasma. Algunas piedras rodaron cuesta abajo, enfureciendo a
los perros.
Entonces brinqué la baranda manoteando a ciegas, como si creyera posible apartar de mí esa
cortina de niebla pegajosa. Resbalé una vez y de milagro hubo más piedra bajo mis zapatos. Quedé
completamente paralizado. Él me habló una vez más:
…soñé que estaba muerto y era el sueño más hermoso
—¡Dame la mano! ¡Apúrate! —le grité. No me escuchaba.
Soñé con un libro perdido... en Él está escrito todo lo que es Ha sido y será En él estábamos tú y
yo Y estaba escrito este día Pero sus páginas fueron redactadas por la mano de un hombre muerto y
por lo tanto Pertenece a la Biblioteca de los Muertos Y hay sólo una forma de traerlo a este mundo
Aquí está el libro que me pediste
—¡Imbécil! ¡NOOOO!
No pude moverme más. El largo tiempo que pasó hasta escuchar el primer impacto, no lo
puedo explicar. Debe ser un fallo del cerebro. Fue un golpe solo. Un solo crujir como de rocas o de
huesos o de ramas verdes.
El libro quedó en mis manos. Menos algunas páginas sueltas que siguieron flotando aún
mucho tiempo después de que uno de los vigilantes lograra quitarme de encima el montón de
perros enloquecidos que ya empezaban a arrancarme la ropa.
Ayer tuve otra vez el sueño de los cuartos.
— FIN —
28
Por Alejandra C. L.
La maldición de Roma
6
El odio de María
P or las noches, el carruaje caminaba en la estepa antes de llegar a un pequeño pueblo y
los integrantes del Equipo Balzac dormían plácidamente. En extrañas ocasiones el
carruaje volaba, pero eso sólo sucedía cuando Xavier tenía un sueño tranquilo y
ligero. María lo descubrió en la tercera noche fuera de la ciudad, al levantarse después
de soñar el encuentro de dos días antes. Contempló, con sorpresa, que el carruaje estaba muy por
arriba del suelo, después de distinguir unas cuantas nubes que estaban cerca de la ventana.
—Resulta que lo hicimos así porque cualquier bandolero puede interceptarnos y llevarse
nuestro carruaje y, entonces, ¿cómo llegaremos ante Ella?—, anunció Xavier en el desayuno
después de que María les hubiera dicho lo descubierto.
Si bien, a veces, al levantarse Victoria, quien era la primera en hacerlo, descendía el carruaje
lentamente al suelo, era extraña la vez que conducía Xavier, y eso si llegaban a un pueblo, porque la
sombra del chico no contestaba ante las preguntas que le hacían.
Al quinto día, mientras veían por la ventana todos los muchachos y Martha estaba detrás de
la cortina, en un silencio sepulcral se escuchó un leve pitido que provenía de la ballesta, oculta
debajo del asiento donde estaba Adela.
—¿Qué es eso? —preguntó asustada María.
—La ballesta —sonrió Adela, se agachó y la sacó. Todos voltearon a verla y distinguieron
como el rubí producía un pequeño resplandor con cada pip- pip.
—¿Por qué chilla? —inquirió Xavier—. ¿Es que acaso está viva y le duele algo o qué?
—Si sabes de la ballesta, tienes que entender por qué silba —espetó Adela.
—Bueno —dijo una voz débil detrás de las cortinas—, I don’t know, ser bueno que tú explicar
algo.
—Martha tiene razón —apoyó Xavier—, ex...
—La ballesta chilla cuando una bruja está en un lugar determinado. —Interrumpió Adela
para empezar a explicar, todos estaban mirando la ballesta, con excepción de Xavier que le dirigía
miradas de odio a Adela.
—Me gusta su sonido —mencionó Iván—, parece una musiquita muy bonita y
tranquilizadora, ¿por qué suena así?
29
La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María
—Por la acción que comete cada hechicero. Veréis —siguió explicando Adela—, aquí hay
tres hechiceras y dos magos...
—¿Vos no sois hechicera? —interrumpió Iván con su tono más dulce.
—No quiero hablar de eso —susurró Adela entre dientes, molesta porque le habían cortado
la inspiración.
—Vos seguid —la animó María—, no importa...
—María, no seáis amable —espetó Adela.
—Bueno, ¿explicar por qué ballesta silba armoniosamente o no? —dijo irritada Martha desde
su rincón.
—Como tanto insistís —murmuró molesta Adela, suspiró y continuó acaloradamente—:
Suena armoniosamente cuando el mago es bueno. Cuando es un hechicero malo, su sonido es muy
molesto y chirriante. Igual suena bajo cuando el hechicero o mago es débil, y al ser poderoso el
contrincante —suspiró de nuevo— el ruido aumenta. Si es malo el contrincante, bueno, he sabido
de personas que se han quedado sordas por el sonido chirriante que emite ante estos hechiceros.
No me imagino cómo sonará cuando estemos frente a Amelia.
Al sexto día llegaron a una aldea donde la ballesta empezó a emitir un sonido chirriante, bajo
pero molesto. María, quien estaba como todos los demás desperezándose y observando con rencor
en el cuadernillo de los elegidos como la silueta de Martha se había unido ya a ellos, gritó:
—¡Una cabalista de Amelia en la aldea más próxima!
—Igual no lo es —anunció Victoria mientras el cuarto se transformaba en el comedor de seis
sillas—, hay muchas cosas que debéis aprender María.
—Puede que mi prima tenga razón —dijo Xavier mientras acomodaba los platos y
cubiertos—. La ballesta tiene la capacidad de indicarnos si hay una bruja. Son malas y todas sirven a
Amelia, ¿no?
—No todas —dijo Martha, Xavier volteó a verla embelasadamente—, algunas trabajan por
cuenta propia.
—Eso sólo lo sabe una persona que trabaja para Ella —acusó María.
—Cuando vivirse mucho tiempo con A-me-lia, poder saber cosas que ningún elegido saber
—espetó Martha.
—¡Bravo, pronunciasteis Amelia! —aplaudió Xavier, la abrazó y le dio un beso en la frente.
Martha se sonrojó—. Espero y os acostumbréis pronto a pronunciarlo diario, en cada comida, en
cada cena, hasta cuando os bañéis sería necesario para perderle el miedo al nombre.
30
Alejandra C. L.
—It is not funny —rió Martha algo apenada—, no gran avance.
—¿Qué no lo es? —Xavier estaba intrigado—. Vamos, para alguien que sufrió mucho con
Amelia es un gran avance perderle el miedo al nombre, luego seguirá a la persona...
—Xavier —reprendía Victoria, pero el chico seguía hablando sobre cómo se tenía que perder
el miedo a la oscuridad en persona, Martha se sonrojaba más, mientras el chico la seguía
abrazando—. Xavier...
—Mande —exclamó él.
—Ya déjala y come —mandó Victoria.
—Ah, claro —Xavier volteó a ver a Martha—. ¿No querréis sentaros conmigo damisela?
—Bueno —contestó apenada Martha.
Mientras desayunaban, no se escuchó más sonido que el ruido de platos y cucharas, pero el
sonido de la ballesta pitaba cada vez más fuerte.
—¿Cómo se sabe que una bruja sirve a Amelia? —preguntó María después de un tiempo.
—Cuando sólo los elegidos la ven y los del poblado no —contestó Victoria.
—Es como un espectro, ¿no? —inquirió Adela—. Los del pueblo pueden percibir algo, pero
no lo ven hasta que una adivina llega y ve al ente, ¿no?
—Algo parecido —dijo Xavier.
—¿Y si vemos? A lo mejor hay algo que nos lleve con la bruja fea —sugirió Iván.
—En eso tenéis razón, hermanito —apoyó María.
—Bueno, ya que tanto insistís… —suspiró Victoria—. Bien, para saber si es una bruja de
Amelia, primero tienen que ver si en la aldea hay antecedentes de alguna extraña leyenda misteriosa.
María, has leído muchos libros de esta colonia de España, ¿no? —La niña asintió con un gesto de la
cabeza—. Eso ayudará. Vamos a quedarnos en este lugar un día. Si no hay bruja, nos vamos, ¿están
de acuerdo?
—Sí —asintieron los niños.
—Xavier, salid a manejar el carruaje —indicó Victoria— y buscad una posada para
hospedarnos. Ahora, al llegar a lo que se haya cedido como nuestro cuarto, salid y preguntad si los
aldeanos han percibido algo extraño, si ha habido un asesinato, algún robo, algo relacionado. María,
vos relacionaréis estos hechos con alguna leyenda que hayáis leído.
Xavier salió y comenzó a andar el carruaje. Unos instantes después se detuvo y el chico entró
enojado a la habitación. “¡Cómo se atreven!”, decía para sí mismo.
—What happen? —preguntó Martha agobiada.
31
La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María
—Nada —espetó Xavier preocupado—. Sí hay lugar, pero me lo dieron sólo porque soy…
—Xavier trataba de decirlo pero le costaba trabajo.
—Ya veo —sonrió Victoria—, os lo dieron gratis, ¿cierto?
—No, sólo me bajaron la cuota —murmuró Xavier entre dientes.
—Hubiera sido gratis —suspiró Iván con dolor.
—Mejor ya vamos —dijo María que estaba ansiosa por descubrir leyendas.
—El carruaje se queda aquí —suspiró Xavier—, se lo llevarán a la cochera de la posada.
Inmediatamente todos bajaron y se metieron a lo que sería su habitación, después de que
Xavier pagará la cuota a una señorita de no más de 25 años con ojos color miel, que no dejaba de
verlo embelesadoramente. Pasados cinco minutos de haber entrado al cuarto, Iván se puso a saltar
en la cama; Martha, Adela y María platicaban sobre pre-romances; Xavier, de vez en cuando
mientras jugaba con Iván, volteaba a ver a Martha. Victoria en cambio vislumbraba por la ventana
el poblado.
—Antes de irse, ¿queréis comer algo? —preguntó con una sonrisa.
Los niños saltaron de alegría, tanto que no se apresuraron a preparar la mesa, ni nada. Sin
embargo, al poco rato ya todos estaban comiendo a lo largo de una. Instantes antes, Martha había
invitado a María que se sentará junto a ella, sin embargo, María, con la repulsión que le tenía a
Martha, se fue a sentar junto a su hermano y Xavier tomó el lugar que Martha le había reservado a
la más pequeña, lo cual hizo que la chica se ruborizará por lo acontecido en la mañana.
—La verdad no sé por qué os ponéis de mil colores —le dijo Xavier mientras ya estaban
comiendo—. Allá en Britania hay chicos más bonitos que yo.
—No tomarlo mal, pero ser por la mañana —dijo Martha después de abrir los ojos muy
grandes—. Further, there is no one in Britain to be compared with you —terminó.
—Ay, Martha, realmente me encantas —suspiró Xavier.
Martha se puso roja como un jitomate cuando todos los demás voltearon a verla. Por el
contrario, Xavier anunció que no había razón para que lo hiciera, porque seguramente había
recibido más galanterías por parte de su gente. Martha se ponía cada vez más colorada.
—Qué vergüenza debe estar pasando la pobre chica —le susurró Adela a María.
María los contempló, mientras platicaban, con odio. Desde que habían salido de la ciudad,
Martha siempre se llevaba el centro de atención: cantaba canciones irlandesas con tonos muy
movidos, que a veces los hacían levantarse de sus asientos y bailaban entre sí, cambiando de pareja
a cada instante en donde, por supuesto, María no participaba. Había veces que en las noches,
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Alejandra C. L.
cuando querían estar en vela, era la que más historias contaba, aún cuando María se llevaba el
crédito en eso porque a Martha no se le entendía, ya que siempre juntaba palabras en inglés y en
español.
Iván comenzó a reírse, porque Martha cada vez se ponía más colorada.
—Quieres que sea vuestra novia —dijo sarcásticamente el niño.
—¡Vas a ver condenado! —gritó Xavier sonrojado y se abalanzó sobre él.
Iván gritó y todos comenzaron a reírse por el comportamiento, sin embargo, Victoria
le puso fin.
—¿Cuándo no vamos a tener momentos así tía? —dijo tristemente María.
—Hay veces que nos harán falta, pero nunca se aloquen —dijo severamente Victoria.
—Mi mamá ya chochea —susurró Xavier.
Todos se empezaron a reír.
—Que falta de respeto es esa —anunció enojada Victoria—, por eso ahora vos vais a ir con
la tendera de la posada a preguntarle si no hay sucesos extraños. ¡Y no pongáis pretextos de que os
vaya a hacer algo! —añadió al ver la cara que ponía Xavier.
—Ahora sí que os castigaron —dijo burlonamente Iván.
Xavier lo miró repulsivamente.
—Mamá, ¿puede el bebé venir conmigo? —dijo alegremente.
—¡No soy un bebé, tengo siete años, cumplo ocho en mayo! —gritó Iván consternado.
—Eso depende —contestó Victoria dubitativamente.
—Así verá lo que se siente ser observado —Xavier volteó a ver al niño con malevolencia—.
Sois muy atractivo para vuestra edad, ¿lo sabíais?
Iván se encogió en su silla abochornado.
—Está bien, que vaya con vos —dijo tajantemente Victoria.
Iván palideció ante tal determinación de su tía, que María intercedió por él.
—Vamos, él no tiene la culpa de lo que hizo… —no terminó la frase porque Victoria la miró
con aversión.
—Vais con Martha a buscar por el pueblo —ordenó.
—¿No puedo ir con vos o con Adela? —repuso María angustiada por la orden de su tía.
—No, Adela dijo que quería venir conmigo —terminó Victoria.
María volteó a ver a Adela con odio, quien se le quedó viendo con cara de “No es cierto,
pero ya ni modo”.
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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María
María suspiró. No había más remedio, debía cruzar el poblado con la compañía de Martha.
¡Qué coraje!
* * * * *
—Os lo voy a repetir otra vez: ¿Vos habréis visto algún espectro o algo inusual por aquí?
La muchacha suspiró de nuevo.
—Si quiere que lo llevé por el pueblo, con gusto lo haré.
—Yo creo que sería una buena idea —susurró Iván.
—No, Iván, ¿y si nos hace algo? Recuerda que es diez años más grande que nosotros
—susurró Xavier tan bajo, que sólo el niño lo pudo escuchar. Luego se dirigió a la tendera de
nuevo—: lo siento, pero únicamente quiero saber si hay algo de malo por aquí.
—¿Para qué lo queréis saber? ¿Acaso sois de la Santa Inquisición o algo así? —dijo la mujer
con un reprimido bostezo.
—¿Por qué a mí? —pensó Xavier, mientras se golpeaba la frente con su puño derecho.
* * * * *
María y Martha se habían detenido a preguntar a los transeúntes. Mientras que Martha les
preguntaba a los jovenzuelos, de donde nunca sacaba información, María lo hacía con las personas
mayores de diferentes sexos. Cuando se sentaron en el pórtico de la iglesia, María ya tenía reunida
información que diferenciaba un poco, pero todo llegaba a la misma conclusión: desde que había
llegado a la ciudad una muchacha rubia con ojos color miel, todas las noches desaparecían las
personas que tenían algo pendiente con un familiar o que guardaban sus sentimientos de rencor
hacia alguien.
—Mi hijo, el mayor, tuvo una disputa hace un mes conmigo por el maíz —le dijo un mestizo
con la piel indígena y el semblante español—, tres días después no supimos nada de él.
Así, con esa información recabada, decidieron irse, no sin antes comprar algo de comer
porque la caminata las había cansado. María, al ver a Martha preguntarles a chicos, se preguntaba
con odio cómo podía haber sido elegida. Seguramente los entregaría porque, ¿acaso no dijo que
servía a Amelia? Sentía cómo su enojo, por estar con ella que al terminar de decir nothing después de
hablar con un chico entre la edad de ellas dos, crecía como un extraño placer. Así que decidió no
hablarle por más que le preguntara Martha, medio en español medio en inglés, qué había
encontrado, siempre tenía una respuesta amarga. Cuando compraron algo de comer, Martha le
sonrió dándole parte de los bizcochos que acababa de comprar.
—Gracias —dijo María apenada, pues no sabía si recibirlos, pero recordó que su madre le
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había dicho que nunca regresará el presente de alguien por más malo que se viera. Si era comida
menos, porque Dios castigaba al que lo hiciera.
—Yo creo que ser hora de irnos —sonrió Martha, mientras la iglesia tocaba las campanas
anunciando las seis menos cuarto.
—Sí, tenéis razón —suspiró María viendo el reloj y comiendo un bizcocho—, empieza a
anochecer.
Caminaron rápidamente hacia la posada en silencio, sin dirigirse una sola palabra. Al llegar a
la posada, vieron cómo Xavier todavía trataba de sacarle algo a la tendera.
—¿Irnos? —sonrió Martha, ofreciéndole un pan.
—¡Por fin! —gritó con júbilo Xavier, agarrando el bizcocho que le había ofrecido Martha.
A continuación se retiraron, no sin antes percatarse que la muchacha veía, con una sonrisa
malévola, a María con especial énfasis. María nunca la había observado bien, hasta ese momento.
Era muy parecida a las descripciones dadas por los aldeanos.
Al entrar al cuarto, se percataron que Victoria y Adela aún no habían llegado. Xavier les
platicó lo que había sucedido con la muchacha y María les platicó a Xavier e Iván lo que descubrió.
—Pues para atraparla tendremos que recurrir a uno de nuestros más profundos odios —dijo
Xavier pensativo—. Hay que ver… diremos nuestros odios y veremos cuál es el más fuerte y a ese
lo ponemos como carnada. Empezaré yo —suspiró—. Odio a mi padre que ya se murió. ¡Qué
bueno! Se lo merece por dejar a mi madre sólo porque era bruja y decía que yo era hijo del
demonio. También odio a alguien que me hizo algo muy malo a los siete años de edad y fue la
causa de que estuviera encerrado en mi casa durante mi niñez.
—Ir yo —sonrió Martha—. Yo creer no odiar a nadie.
—¿Qué? —espetaron conmocionados los otros tres.
—No, nadie —dijo Martha con tranquilidad.
—Oh, vamos Martha, tan siquiera debes de odiar a Amelia —anunció Xavier dulcemente.
—Bueno, sí odiar Amelia, por ella no tener padre y mi mamá estar en libertad condicional y
no poder hacer nada de hechizos o la quemarán —sollozó con rabia—. Cómo yo querer tenerla
aquí, matarla con mis propias manos. Ojalá pudrirse ella en infierno cuando vayamos a matarla.
—Eso sí que es odio —señaló Iván— no como yo que odio a José, porque se queja a cada
rato del edificio escolar. ¡A veces me dan ganas de estrangularlo para ver si así ya no habla!
—terminó el niño entre dientes.
—¿Y vos, María? —inquirió Xavier después que Iván hubiese terminado—. ¿A quién odiáis?
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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María
—Yo… —María titubeó al recordar cómo Martha le había ofrecido bizcochos en la catedral,
pero… ¡Había matado a su padre!
—Yo odio a vos —dijo una voz detrás de Xavier.
Todos voltearon. Al parecer Victoria y Adela acababan de llegar.
—Y creo que es muy obvio, ¿no? —sonrió Adela perversamente.
—Sí, ya sé por qué —murmuró Xavier enojado—. Yo también os odio.
—¿Por qué la discusión de saber a quién se odia? —preguntó interesada Victoria.
María le contó lo que había descubierto.
—Ya veo. Pero no creo que sea una bruja de Amelia —dijo Victoria dubitativamente.
—Una mujer que alimentarse del odio deber serlo —anunció Martha—. Siempre ellas buscar
quién darles energías. El odio causar fuerzas malignas.
—Bueno en eso tenéis razón —sonrió Victoria.
—Una vez más, la inglesa se lleva el crédito —susurró María con odio, después que Martha
recibiera ovaciones de Adela, Iván y Xavier.
A continuación, comenzaron a acomodar las camas antes de que la poca luz que recibían se
acabara. Iván comenzó a tener ataques de pánico, pues como el cuarto estaba muy oscuro y tenía
un extraño olor a humedad, decía que si no iba a ver fantasmas.
—Si hubiera, ya se aparecería, ¿no? —trató de tranquilizarlo Xavier, pero el niño tuvo más
miedo.
María, con una sonrisa, le dijo que se acostará con ella, así no tendría miedo. El niño aceptó.
La chiquilla pensaba que pronto todo acabaría, en su otra vida no recordaría nada, sin embargo, el
tan sólo pensar que estaría tres años con Martha, le causaba más rencor. “Ojalá sea la primera en
morir”, pensó antes de acostarse.
No supo si fue un ruido. Lo más extraño era que estaba despierta de un momento a otro, era
como sí apenas acabará de cerrar los ojos y en otro instante los hubiera abierto, sintiendo algo
pesado encima de ella. Quiso decir: “Iván, haceos a un lado”, pero de su boca no salió ningún
sonido, sintió algo de pavor cuando escuchó: “¿La odiáis verdad? Mató a vuestro padre y le deseáis
la muerte”.
Trató de gritar pero no pudo. Sí odiaba a Martha, pero lo que más deseaba en ese instante era
quitarse esa carga. “Vendréis porque la Doña quiere veros”.
A María eso le inquietó.
—¿Por qué demonios me quiere a mí? ¿Por qué no se lleva a la inglesa? ¿Es su sirviente no?
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—espetó por fin María con furia, despertando a los demás.
—¿Qué…? —Iván gritó al ver que a los pies de la cama había una figura humana alta. La
sombra de la noche la hacía ver como un espectro.
—Lumina —dijo Xavier mientras juntaba sus manos para que saliera una luz.
Distinguieron a la chica de la posada.
—¿Vos? —interrogó Adela intrigada desde su camastro.
Ella comenzó a reírse, debilitando con aquella risa a María, quien se desmayó.
—¡No llevártela! —gritó con determinación Martha, cuando la bruja se colocó a María en los
hombros.
—¿La vais a defender aún cuando sois la persona que ella más odia? —sonrió la cabalista.
—Sé que me odia desde un principio, pues por un accidente en el que yo estuve involucrada
su padre murió —dijo Martha en inglés— pero eso no significa que la dejé morir, pues yo ya le he
perdonado todo el odio que tiene contra mí. No tiene nada de malo hacerlo, yo también odio a
vuestra Señora por haber matado al mío, sin embargo, lo que Ella hizo nunca se lo perdonaré.
María es una buena chica que guarda un gran aprecio y un gran corazón, eso lo sé. Por eso no voy a
dejar que os la llevéis.
—Sois una pobre ingenua —dijo la bruja con desprecio y, con un movimiento de la mano,
voló a Martha azotándola en la pared.
—¡Martha! —gritó Xavier abalanzándose sobre la bruja.
Sin embargo, el efecto de la luz se había acabado y no sabía dónde estaba.
—Se ha ido y con ella… mi hermana —anunció Iván con un hilo de voz, mientras con la
mirada fija contemplaba la ventana donde las cortinas ondeaban con el aire.
* * * * *
—¡Levantaos, arriba todos! —exclamó Victoria al correr la cortinas.
—¡Mamá! ¡Pero si todavía no ha salido el sol! —bostezó Xavier al ver por la ventana el cielo
oscuro y se echó la cobija encima.
—María no va a esperar hasta que quieras levantaros —dijo Iván con voz trémula medio
levantado, con la misma mirada fija de la noche anterior.
—Yo pensé que todo había sido un mal sueño —anunció Xavier confundido mientras se
levantaba.
—Por eso no he dormido —dijo Iván tristemente.
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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María
—Vamos, hay que irnos —dijo Victoria—. No tiendan las camas —ordenó al ver que Adela
y Martha comenzaban a hacerlo—, tenemos prisa.
Xavier bajó rápidamente por el carruaje y, ya que la posadera no estaba, lo sacó sin
problemas. Cuando los otros cuatro habían bajado con las maletas y la ropa nueva que habían
comprado Adela y Victoria en la aldea, Xavier ya estaba listo.
—No puede estar lejos de aquí —murmuró Adela pensativamente al ver como la ballesta
pitaba cada vez más rápido.
—Es la posadera, miraba raro a María ayer —dijo Xavier desde su asiento de cochero, una
vez que el carruaje se hubiese movido.
—¡Claro que es la posadera, estúpido! —ladró Adela.
—Well, mujer ser como decir aldeanos —confirmó Martha—. ¿No verla cuando Xavier
hacer hechizo? She was!
—Tenía que apoyarlo su novia —murmuró Adela con rencor.
—¡Ahí esta María! —exclamó Xavier con un grito de temor, sin hacer caso de lo dicho por la
pelirroja—. ¡Está muerta! —gimió.
Todos hicieron una exclamación de sorpresa, Iván palideció y sin que el carruaje terminara de
pararse, el niño, de un salto, salió aún cuando Victoria trató de impedírselo.
María comenzó a moverse momentos antes de que Iván llegara a ella. A su alrededor había
muchos cuerpos inconscientes. Estaban en lo que parecía ser un criadero de ganado, donde la cerca
era de madera y, en lugar de toros y vacas, había cuerpos amontonados entre sí.
—María, hermana, ¿estáis bien? —dijo Iván cuando estaba cerca de María y ella terminará de
levantarse.
—¿Qué hago aquí? —se preguntó confundida.
—Os trajo la bruja —dijo Iván con temor, en tanto buscaba que no le hubiera hecho nada
malo.
—No recuerdo nada, salvo… —María abrió los ojos asustada, recordó: “Vendréis porque la
Doña quiere veros”—. Sí, a la única que quiere es a mí. ¡Amelia únicamente me quiere a mí!
—zarandeó a Iván asustada—, pero ¿por qué?
—Porque sois la única que la completará —sonrió la bruja desde su rincón, sentada en una
esquina de la cerca. Ágilmente bajó para estar con María—. Qué contenta se pondrá cuando sepa
que yo maté a todos y le llevé la persona que más quiere.
—No lo entiendo —dijo María con odio—, pero no voy a dejar que matéis a mis amigos.
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—Bueno, no creo que os preocupéis por la inglesa —e inmediatamente la bruja se abalanzó
sobre Martha que, al igual que los otros, corrían a socorrer a María—. ¿Qué me decís ahora?
—No la vais a matar —anunció María con más odio al ver cómo la bruja abrazaba a Martha
del cuello y la chiquilla respiraba con dificultad.
—¿Acaso no querréis que muera? —sonrió la bruja perversamente.
—La única que la va a matar soy yo —dijo María con más odio, pues ya había descubierto el
punto débil de la bruja—. Ella tal vez mató a mi padre, pero todos tenemos derecho a perdonar y
ser perdonados. Ella por algo fue elegida y lo admito, tendré que aguantarla por tres años hasta que
lleguemos con Amelia, pero aún así sé que le faltan muchas cosas por vivir y por lo menos, me
conformo con imaginar su muerte, torturándola una y otra vez, al menos en mis pensamientos,
donde yo soy la que la mato y vos… no me vais a quitar ese privilegio. —Con cada palabra que
decía María, la bruja se empequeñecía hasta parecer una niña de tres años.
—¡Tarde o temprano sufriréis el más terrible de los suplicios y le pediréis disculpas a esta
chiquilla! —dijo segundos antes de que una saeta la alcanzará.
—Mientras eso pasa, prefiero seguir torturando a Martha en mi mente —sonrió María en el
instante que la flecha atravesaba a la bruja.
—Nunca imaginé que esa aversión por Martha fuera el más terrible odio de los seis —dijo
Xavier sorprendido, cuando caminaban hacia el carruaje.
—Pues ya veis, esa aversión nos salvó —sonrió María—. Sobre todo de que no me llevarán
con Ame… —calló, porque no quería revelar que siempre se la querían llevar.
Sin embargo, Xavier adivinó y le sonrió, haciendo que María se ruborizará un poco.
—Gracias por salvarme —le dijo Martha amigablemente—, but for that I had to know tú
odiarme y querer matar.
—Al menos me quité una carga de encima, ya no sabía qué hacer —sonrió María—, pero no
creo que nos llevemos bien aún, en lo que nos queda del viaje —terminó con ira al final.
—Yo creer que sí —dijo Martha contenta, dándole una palmadita en el hombro.
Mientras caminaban, se fueron percatando cómo las personas que habían estado
inconscientes, se levantaban confundidas. Un muchacho de 19 años de edad, con un semblante
español y piel indígena, al que María reconoció, gritó contento:
—¡No había qué reclamar, toda la cuenta estaba bien!
—Ahora estas personas estarán bien consigo mismas y con sus semejantes —sonrió María al
subir al carruaje—. ¿El hechizo se acabó una vez que la maté?
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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María
—El odio es difícil de comprender, pero una vez que estuvieron lejos de sus casas, pensaron
en cuánta falta les hacía estar con los demás —sonrió Victoria.
—Yo digo que eso es malo —dijo Xavier confundido.
—Es verdad, uno se daña a sí mismo y jamás podrá ser feliz. El odio os lleva a realizar cosas
que no tienen caso. Aprender a perdonar es una virtud y si os odian, no mostréis lo mismo, ruega
porque esa persona encuentre el camino de la luz —concluyó su madre.
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El tema de agosto es:
El trabajo de escribir
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desde cualquier perspectiva. Se sugiere que no rebase las 10 cuartillas. En caso de incluir
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de querer publicar alguna obra de mayor extensión, enviarla por entregas o un fragmento de la
misma. En caso de contar con una dirección electrónica en donde se pueda leer íntegra la obra,
incluirla en los datos.
Todos los materiales deberán ser enviados a más tardar el 30 de julio de 2012 a la siguiente
dirección:
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Yo a veces v o m i t o…
literatura.
Edición Fecha de
publicación Temática
No. 13 6 de agosto de
2012 El trabajo de escribir
No. 14 3 de septiembre
de 2012 Violencia
No. 15 1 de octubre de
2012
Comunicaciones. Los lenguajes y las
lenguas.
*Junto con los documentos enviados, los
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no rebase las 5 líneas.
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La Primer Ley dice: un robot Ningún ser humano. Ésta es la esencia del punto de vista robótico sobre la vida. no puede causar daño a un ser hum
ano o, mediante la inacción, perm
itir que un ser humano sufra daño. U
n ro
bot n
o hac
e dist
incio
nes.
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