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8/19/2019 Panorama Del Urbanismo Europeo en La Década de 1950 (La Transición Del Pesimismo de Posguerra a La Espera…
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Panorama del urbanismo europeo en la década de 1950 (la transición del pesimismode posguerra a la esperanza por un mundo mejor).
En 1945 f inalizó la Segunda Guerra Mundial
dejando profundas cicatrices en las ciudades
europeas. En un continente dividido
políticamente, la penosa situación posbélica
(caracterizada por la devastación y por la falta
de recursos para abordar la recuperación) se vio
agravada por una intensa migración del campo a
la ciudad que provocó una necesidad de
crecimiento urbano (y de construcción de
viviendas) de una escala desconocida hasta
entonces.
En ese difícil contexto, el recuerdo del horror de
la guerra espoleó la reflexión acerca de un
mundo nuevo, que debía emerger sobre los
escombros del anterior. La década de 1950
asumiría esa tarea, produciéndose una transición
desde el más absoluto de los pesimismos hacia
el nacimiento de una nueva esperanza, asentada en teorías y nuevos modelos urbanos (tanto para la reconstrucción como para el
crecimiento). Los logros del periodo fueron de gran interés, pero, acabarían topando con un agresivo mercado inmobiliario que conduciría al
desencanto del desarrollismo. Por esta razón, durante la siguiente década, el urbanismo asistiría a una revisión en profundidad.
Abordamos la década de 1950 de una forma panorámica y, por lo tanto, genérica y selectiva, haciendo referencia a alguno de los casos más
paradigmáticos.
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La Europa de posguerra y la problemática urbana.
En 1945 finalizó la Segunda Guerra Mundial. Europa sufrió doblemente sus consecuencias porque a la devastación bélica hubo que sumar
la escisión del continente en dos bloques irreconciliables. El Telón de Acero separaría el occidente capitalista, que seguiría el rumbo
marcado por los Estados Unidos, del oriente comunista controlado rígidamente desde la Unión Soviética. Las dos áreas geopolíticas
(identificadas militarmente con la OTAN y el Pacto de Varsovia, respectivamente) escenificarían una “Guerra Fría” que condicionaría su
evolución en casi todos los aspectos. Pero, a pesar de las discrepancias ideológicas, los dos ámbitos se enfrentaron a problemas urbanos
similares y sus respuestas estuvieron más sintonizadas de lo que los protagonistas estuvieron dispuestos a reconocer.
Europa había quedado
asolada. Muchas de las
ciudades principales
habían sufrido crueles
bombardeos e incendios
que destruyeron buena
parte de su extensión, y
el campo no había
corrido mejor suerte. Los
ámbitos rurales se
encontraban arruinados y
las ciudades, a pesar de
todo, parecían el único
refugio donde conseguir
oportunidades para una
nueva vida. Esta ideapromovió un acelerado y
masivo movimiento
migratorio hacia las
áreas urbanas. En
consecuencia, tras
concluir la contienda, las
ciudades europeas se enfrentaron a un doble desafío: su propia reconstrucción y atender a es intenso éxodo procedente del campo. La
llegada de inmigrantes a las ciudades agravó la delicada situación, sobre todo por la falta de alojamiento. La grave carencia de viviendas,
tanto para los antiguos residentes (porque miles de viviendas habían desaparecido) como para los nuevos (que no encontraban oferta),
produjo la aparición de grandes extensiones de infravivienda que tardarían muchos años en ser absorbidas. Los gobiernos intentaron atajar el
problema con programas de construcción residencial masiva en las periferias urbanas o en nuevas ciudades que irían surgiendo.
El primer lustro de la posguerra estuvo acompañado por el
duelo y el estado de shock generalizado en el que había
quedado Europa. Esta traumática situación iría siendosuperada conforme avanzaron los años de la década de 1950.
Entonces se activaron debates sobre los modelos de
reconstrucción y de crecimiento que debían seguir las
ciudades, así como reflexiones tipológicas y formales
(aunque el racionalismo sería el estilo imperante) o
Vällingby es una de las nuevas ciudades escandinavas construidas en la década de 1950.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el “Telón de Acero” dividió Europa en dos ámbitos enfrentados políticamente.
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propuestas sobre los mecanismos administrativos más
adecuados. Pero estas investigaciones iniciales, y las
actuaciones consecuentes, acabarían encontrando trabas en
las imperiosas urgencias y en la codicia de un mercado
inmobiliario que adquiriría tintes fuertemente especulativos.
La década de 1950, la transición del pesimismo a
la esperanza.
El desastre de la Segunda Guerra Mundial y sus devastadoras
consecuencias sumieron a Europa en una profunda depresión,
pero el continente lograría recuperarse con cierta rapidezencarando un nuevo horizonte que alimentaría grandes
expectativas para el futuro.
El empuje necesario para salir del bache llegó con el conocido
Plan Marshall (1947) por el que los Estados Unidos prestaron
una importante ayuda económica a sus aliados durante la
guerra. El apoyo no era desinteresado ya que entre los
objetivos del mismo estuvieron el impedir el progreso del
comunismo en la Europa occidental y favorecer la adhesión de
esta al american way of life (cuestión que amplió
notablemente el mercado para las empresas y los productos norteamericanos). Con ello, Estados Unidos lograría consolidarse como el líder
mundial (también la Unión soviética puso en marcha en 1949 su propio plan de ayudas destinado a los países de su órbita, el COMECON).
Europa fue, poco a poco, levantándose y sus países fueron consolidando alianzas entre ellos (principalmente económicas) que promoverían un
largo periodo de prosperidad (como el Benelux , la CECA o la primera Comunidad Económica Europea establecida por los Tratados de Roma
firmados en 1957).
Amparada por la incipiente bonanza, la sociedad europea asistió a un crecimiento sostenido en casi todos los ámbitos: demográfico, con el
baby boom posbélico; industrial, con un incremento notable de la producción; tecnológico, con la aparición de innovaciones trascendentales;
y, en general, económico, con aumentos muy considerables de los PIB de los países. En ese contexto se iría consolidando la llamada “sociedad
del bienestar” y también la “sociedad de consumo” (hecho fundamental para cerrar el círculo del sistema que consolidó el progreso). Los
historiadores han calificado al periodo que transcurre desde el final de la guerra hasta la crisis del petróleo de 1973 como una “edad de oro”
del capitalismo (en algunos países, el “milagro” económico tuvo su propia etiqueta, como en Francia donde es recordado como los Trente
Glorieuses, los treinta ‐años‐ gloriosos).
Así pues, la década de 1950 representó la transición desde
el pesimismo absoluto que caracterizó la posguerra inicial
hacia la esperanza de que era posible edificar un mundo
nuevo y mejor sobre los escombros del anterior, aquel que
había desembocado en una conflagración mundial.
Esta nueva situación se manifestó particularmente en lasciudades, incrementando, todavía más, el flujo migratorio
desde el campo hacia la ciudad, ya que las oportunidades, el
empleo, y los salarios eran muy superiores a lo existente en
los entornos rurales. De esta manera, las ciudades, serían el
principal escenario de esa transformación social. No
obstante, hay que recordar que los primeros años fueron de
gran dureza debido a la traumática reconstrucción de los
centros urbanos, a la grave carencia de viviendas o al hecho
de afrontar el crecimiento de las urbes con escasos medios.
Pero la recuperación económica permitiría, poco a poco,
solventar las privaciones iniciales. Una de las manifestaciones
de esa incipiente sociedad fue el auge del automóvil que
tuvo una repercusión trascendental, tanto en la planificación
de los crecimientos de las ciudades como en la renovación deunos cascos antiguos poco aptos para el movimiento de los
vehículos.
Las ciudades se enfrentaron a retos desconocidos hasta entonces: crecimientos a gran escala, nuevos modos de transporte, tecnologías
inéditas, que provocaron una cierta desorientación inicial. En este confuso contexto, varios países asumieron el papel de “nación‐guía” en
la investigación urbanística moderna en Europa, encaminada a ofrecer soluciones. Inglaterra y los países nórdicos sobresaldrían por sus
propuestas de crecimiento basado en nuevas ciudades autónomas (crecimientos discontinuos). Por otra parte, Holanda también sería
protagonista por su enfoque para la reconstrucción de los centros históricos. También los debates teóricos se activarían con intensidad,
oscilando entre la realidad y las ensoñaciones utópicas.
En esta búsqueda de referencias, la década produjo tres hitos urbanísticos que, aunque no se encontraban en Europa, tuvieron una gran
influencia en la evolución del modelo de la Ciudad Funcional: Chandigarh, Brasilia e Islamabad. Fueron tres ciudades de autor que
expresaban la visión de su creador, con un enfoque diferente en cada caso. Chandigarh (India) fue proyectada por Le Corbusier en 1951,
Brasilia (Brasil) sería diseñada Lucio Costa y Oscar Niemeyer en 1956, e Islamabad (Pakistán) cuya planificación corrió a cargo de Constantinos
Doxiadis en 1959.
Debates teóricos (la crisis del funcionalismo y las utopías alternativas).
El recuerdo del horror de la guerra animó la reflexión sobre un mundo nuevo. Ese fue el denominador común de debates y propuestas que
gravitaron entre el realismo de las discusiones internas en los CIAM, que acabarían con la ortodoxia funcionalista, y la utopía, con ejemplos
como las “derivas” situacionistas o las superestructuras “móviles”.
Rotterdam, destruida por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
Cartel propagandístico sobre las excelencias del “american way of life”.
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CIAM y TEAM X
Los CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna) reunieron a los arquitectos de la vanguardia racionalista entre 1928 y 1959. En
este último año, la organización se disolvió, “dinamitada” desde dentro por una nueva generación que buscaba otros horizontes para la
arquitectura y, especialmente, para las ciudades. La crisis arrancó en el CIAM IX (1953), cuando se asistió a una sublevación en toda regla
protagonizada por jóvenes arquitectos que se agruparían bajo la denominación de TEAM X (Equipo Diez).
La revolución, liderada por el holandés Aldo van Eyck y los ingleses Alison y Peter Smithson, proponía una revisión en profundidad de la
ortodoxia funcionalista, que consideraban insatisfactoria y desenfocada con la realidad. Reivindicaban el protagonismo de las personas y la
consideración de sus necesidades “psíquicas” y “socio‐emotivas”, que debían incorporarse a la planificación de la ciudad como una directrizbásica, dando fin de la era “maquinista” y abstracta de la vieja vanguardia. De una manera general, se asistió al enfrentamiento entre
modelos dogmáticos (caracterizados por nociones como racionalidad, abstracción o zonificación) y modelos flexibles (que reivindicaban la
emotividad, la identidad o la asociación).
Los situacionistas
Desde el mundo del arte, de la sociología, y de la cultura en
general, comenzaron a aparecer una serie de utopías que
proponían alternativas. Quizá las más relevante fue la
planteada desde la IS (Internacional Situacionista), una
organización fundada en 1957 a partir de experiencias
anteriores como la Internacional Letrista, el Movimiento
Internacional para una Bauhaus Imaginista, o el Comité
Psicogeográfico de Londres. Sus propuestas, inspiradas por el
espíritu del dadaísmo y del surrealismo, intentaron unificar la
vida y el arte. El consumismo, el funcionalismo o latecnocracia recibieron feroces críticas, proponiendo nuevas
formas de acción colectiva en las que el entorno urbano
pudiera ser transformado con una gran libertad.
Con figuras como Guy Debord (que había publicado un texto
de referencia: “La Sociedad del Espectáculo”), los
situacionistas se lanzaron a la confección de cartografías
producidas por sus investigaciones “psicogeográficas”. La
“derive” (deriva) sería su herramienta metodológica a través
de la cual investigaban la creación de ambientes cambiantes,
nómadas, emocionales, azarosos, en los que la subjetividad y
el inconsciente dirigían la organización de los espacios.
Los embriones de las superestructuras.
Otra utopía característica de la época fue la que propuso
alternativas habitacionales basadas en “superestructuras
urbanas”. Estas ideas surgirían a finales de la década y
disfrutarían de su esplendor en los años sesenta. Algunas de
ellas se nutrían de las propuestas situacionistas (como la New
Babylon de Constant) y otras partieron de algunas reflexiones
producidas en el seno del TEAM X, trabajando desde la
tecnología y la noción de agregación y cluster (como las
ciudades espaciales y ciudades móviles de Yona Friedman).
En general sus planteamientos se “despegaban” del suelo y
sobrevolaban el territorio, en una metáfora que expresaba su
rechazo de la realidad heredada para crear entornos
totalmente nuevos, puros y libres, sin condiciones previas.
La reconstrucción urbana, entre el continuismo yla renovación.
La devastación padecida por muchas ciudades planteó interrogantes sobre el camino a seguir para su reconstrucción. El debate se polarizó
entre quienes defendían la restitución de la ciudad al estado anterior a la guerra y quienes deseaban aprovechar la oportunidad para
levantar nuevas ciudades modernas. No obstante, entre ambos extremos se produjeron numerosas situaciones intermedias.
La reconstrucción mimética cuenta con ejemplos como Lübeck o Dresde, por citar una en cada ámbito geopolítico.
A la izquierda, el Plan para Meaux de Le Corbusier, y a la derecha, Plan para Berlín de Alison y Peter Smithson. Aunque ninguno de los
dos se llevó a la práctica reflejaron la divergencia entre la ortodoxia de los CIAM y las propuestas del TEAM X.
Reinterpretación situacionista de París.
Constant. New Babylon.
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En el polo opuesto, es paradigmática la radical renovación del centro de Rotterdam, que se convirtió en una guía para la intervención
moderna en los núcleos históricos. Esta ciudad holandesa, que había visto desaparecer su casco antiguo bajo los bombardeos de 1940,
aprobó, en 1946, un plan que lo transformaría sustancialmente desde el ideario funcionalista (y sería la primera actuación integral del
racionalismo en un casco antiguo). Entre las piezas destacables se encontraba el área comercial Lijnbaan, un nuevo concepto urbano
diseñado por Jacob Bakema y Jo van den Broek en 1953.
Berlín también construiría un
“faro” referencial sobre la
renovación urbana más radical,
gracias a la celebración de la
Internationale Bauausstellung
( Interbau 1957 ), una exposición
internacional de arquitectura. Esa
cita, que estuvo inevitablemente
acompañada por la componente
ideológica existente en el contexto
de la Guerra Fría, pretendió
recuperar el modelo canónico de
las vanguardias arquitectónicas. La
construcción del nuevo barrio
Hansaviertel, sobre las ruinas del
anterior, tuvo también un fondo
reivindicativo del funcionalismo frente a las propuestas de reconstrucción dirigidas desde el sector inmobiliario y que estaban desvirtuando el
modelo racionalista. En el entorno de la Interbau, Le Corbusier construiría una de sus cinco Unités d’habitation (la primera se había
concluido en Marsella en 1952).
Nuevos barrios (crecimientos en continuidad).
Los nuevos crecimientos también fueron objeto de intensos
debates. Hubo dos estrategias principales: las de expansión
en continuidad con la ciudad existente y las de
crecimientos discontinuos que proponían nuevos núcleos
con mayor o menor autonomía. El primero de ellos, la
ampliación continua de la ciudad por medio de nuevos barrios
que se adosaban en la periferia, gravitaba entre propuestas
que propugnaban la reinterpretación de la historia y las que
defendían la visión del Movimiento Moderno.
Nuevamente Berlín se convirtió en campo de
experimentación. Como es conocido, Berlín fue una de las
ciudades que había sufrido mayores destrucciones bélicas y,además, se convirtió en el principal escenario de las tensiones
políticas de la Guerra Fría, viéndose segregada en dos zonas:
el sector oeste (pro‐occidental) y el este (pro‐soviético).
Aquel Berlín de los años 50, asistió también al enfrentamiento
entre las posiciones continuistas y revisionistas. El sector oriental fue el primero en abordar su reconfiguración, optando por métodos que
buscaban recuperar los valores históricos (y reconocibles) de la ciudad compacta europea, proponiendo calles, plazas y espacios públicos
formalizados, que habían sido denostados por el Movimiento Moderno. La intervención más destacada fue la apertura de la gran avenida
Stalinallee (actualmente Karl‐Marx‐Allee), comenzada en 1952.
El sector oeste apostaría por la “modernidad” y se convertiría
en un escaparate de la vanguardia (con la mencionada
Interbau 1957 ). Además, Berlín tendría otra oportunidad
para mostrar la polaridad entre tradición y renovación,
gracias a un concurso que fue convocado para la planificación
general de la ciudad central. En 1958, cuando todavía sealbergaban ciertas esperanzas de unidad entre los dos
sectores de la ciudad (que se verían defraudadas pocos años
después con la construcción del Muro en 1961), se convocó
(desde la administración occidental) un concurso para el
replanteamiento urbano de la ciudad central (Haupstadt
Berlin), que supondría una reflexión sobre las alternativas de
reconstrucción urbana (aunque las circunstancias políticas
harían que las ideas no pasaran del papel).
El crecimiento en continuidad también tuvo que ver con los
recursos disponibles (ya que las nuevas ciudades eran mucho
más costosas). Las opciones en uno u otro sentido serian
distintas entre el norte y el sur continental. La disparidad de medios hizo que las propuestas septentrionales, tecnológicas y vanguardistas,
contrastaran con las realizaciones casi artesanales y más tradicionales de los países mediterráneos. El caso de Italia es paradigmático. Italia
no acometió la creación de nuevas ciudades, como sucedió en otros países, sino que procedió a la ampliación de las ciudades existentes
a través de la construcción de nuevos barrios en continuidad, suscitando intensos debates sobre el modelo urbano más adecuado. Allí, una
brillante generación de arquitectos inició una reflexión para unir la limitación de recursos con la tradición de la ciudad mediterránea. Aquellos
años, estuvieron caracterizados por los barrios de viviendas públicas promovidas desde el INA‐Casa, uno de cuyos emblemas sería el
Tiburtino, proyectado por arquitectos como Mario Ridolfi y Ludovico Quaroni y construido entre 1949 y 1956 en la periferia oriental de
Roma.
Rotterdam, perspectiva del área comercial Lijnbaan proyectada por Jaap Bakema y Jo van den Broek.
Berlín. Unité d’habitation de Le Corbusier.
Berlín. Stalinallee, hoy Karl‐Marx‐Allee (Franfurter Tor)
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Nuevas ciudades (el crecimiento discontinuo de
las ciudades‐satélite)
El otro camino seguido para resolver el crecimiento de las
ciudades llevó a la creación de núcleos‐satélite, más o
menos vinculados a la metrópoli. La fundación de una nueva
ciudad respondía a una filosofía que había ido consolidándose
durante la primera mitad del siglo a partir de las ideas de
ciudad‐jardín, pero también era una respuesta a la facilidad
de plantear una solución ex novo, más adaptada a las
necesidades de la sociedad del momento. Tres casos ilustraneste crecimiento discontinuo: las New Towns británicas, las
ciudades‐satélite de los países nórdicos y las nuevas ciudades
del otro lado del Telón de Acero.
New Towns británicas.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido se
enfrentó a problemas urbanos que subyacían desde hacía
muchos años. La congestión de las grandes ciudades
(especialmente de Londres), la carencia general de viviendas
(agravada por las destrucciones de la contienda y la migración desde las áreas rurales) o el mal estado general de los barrios obreros, llevaron
al gobierno británico a plantear una estrategia de choque que pretendía limitar la expansión de las descontroladas “manchas” urbanas,
descongestionar los núcleos centrales, racionalizar los procesos de crecimiento o mejorar las condiciones de vida de la clase
trabajadora. Con estos objetivos, se puso en marcha un programa sistemático de creación de nuevas ciudades ( New Towns). Estos
nuevos núcleos urbanos nacían con vocación de autosuficiencia, aunque su proximidad a las grandes ciudades, los convirtió en muchos casos en
satélites. Entre 1946 y 1970, fueron planteadas treinta y dos new towns. El largo periodo transcurrido permite categorizar estas nuevas
ciudades en tres “generaciones”, que cuentan con características propias. La primera de ellas, comenzada a finales de los años cuarenta, y
desarrollada en buena parte durante la década de 1950, marcaría el rumbo de las siguientes.
La solución nórdica (ciudades‐satélite escandinavas y
bálticas)
Algunas experiencias lograron reunir la política, la economía,
la arquitectura y el urbanismo, superando el desconcierto
posbélico inicial, para crear modelos que actuaron como faros
que iluminaron la ruta. Entre los ejemplos más destacados,
estuvieron las ciudades‐satélite planteadas en los países
nórdicos, cuya “solución” para la extensión urbana
revisaría las bases de la Ciudad Funcional a través de una
relación particular con el territorio y una vinculación muy
directa con el transporte público.Entre las propuestas que llegaron del norte europeo
sobresaldrían las ciudades‐satélite construidas alrededor de
Estocolmo durante las décadas de 1950 y 1960 (como
Vällingby). Estas nuevas ciudades (denominadas ABC‐stad ,
acrónimo de “ Arbete, Bostad, Centrum”, es decir “Trabajo,
Vivienda, Centro”) fueron concebidas en el marco del Plan General Urbano de Estocolmo de 1952, bajo la dirección de Sven Markelius, uno de
los arquitectos más relevantes del funcionalismo. También es reseñable Tapiola, la nueva ciudad creada en el entorno de Helsinki (Finlandia)
durante los mismos años.
Propuestas del otro lado del Telón de Acero: “Nuevo Belgrado” (Novi Beograd )
Uno de los primeros proyectos de Ciudad Funcional realizados en Europa arrancaría en Belgrado, la capital de Serbia, a finales de la
década de 1940. Esta sería Novi Beograd (Nuevo Belgrado), la extensión de la ciudad pensada para acoger las principales instituciones
conjuntas de la naciente República Federal Popular de Yugoslavia y para absorber el gran crecimiento de población producido tras la Segunda
Guerra Mundial. La propuesta de Novi Beograd tendría también un alto contenido simbólico. Quería significar la ruptura con un pasado
dramático, la expectativa de un nuevo futuro para los eslavos del sur (pues eso es lo que significa Yugoslavia) y, además, ser un escaparatede la versión socialista de la ciudad moderna. Pero Nuevo Belgrado fue un sueño que se desvaneció entre las disputas internas y el
pragmatismo de la cruda realidad. Denostado por la crítica (a pesar de contar con estimables muestras arquitectónicas), apartado de la
historia moderna “oficial” (aunque siguió fielmente los principios de la Carta de Atenas, con sus virtudes y sus defectos), rechazado por
muchos de sus habitantes (que la tachan de gris, inhumana, de ciudad‐dormitorio, de recinto de marginalidad, etc.), actualmente, Novi
Beograd sigue todavía incompleto y supone un reto muy importante para técnicos y políticos que aspiran a reorientar su cuestionada realidad.
Adulteraciones inmobiliarias de los modelos.
Las encomiables actuaciones comentadas serían la cara de
una moneda que también tuvo su cruz. En cierto modo, el
sueño en el que la modernidad se veía capaz de proporcionar
el hábitat ideal para la nueva sociedad se trastocó en
pesadilla, urgido por la necesidad imperiosa de viviendas y
desvirtuado por la ambición del sector inmobiliario.El mercado inmobiliario encontraría en las ideas del
Movimiento Moderno la “solución” para abordar la ingente
demanda de vivienda. El racionalismo justificaba la
autonomía de la arquitectura, la disolución del espacio
urbano, la seriación e industrialización, o la zonificación
Roma. Barrio Tiburtino.
Stevenage fue la primera New Town británica de posguerra.
Belgrado. Novi Beograd.
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estricta, y estas ideas serían recogidas y pervertidas por un
mercado ávido en crear oferta para recoger beneficios rápidos. Con esa justificación ya no era necesario “planificar” más allá de la propia
actuación (los planes generales resultaban “innecesarios”) y fueron surgiendo inmensos conjuntos residenciales ( ciudades dormitorio), con
graves déficits dotacionales, mal conectados con el resto de la ciudad, dependientes, en gran medida, del automóvil, y que, además, muchos
de ellos acabarían convertidos en guetos con altos índices de peligrosidad.
Por eso la esperanza acabaría derrumbándose, sobre todo por la cantidad, ya que la interpretación “sui generis” que realizó el mundo
inmobiliario sobre el funcionalismo, contó con un amplio seguimiento internacional y superó ampliamente el número de las realizaciones más
comprometidas. Durante el periodo de 1955 a 1975, se produjeron miles de viviendas reunidas en gigantescos conjuntos residenciales, densos
e inhumanos, que recibirían diferentes nombres en cada país (como Grands Ensembles en Francia o Polígonos en España) y caracterizarían la
época denominada desarrollismo.
No obstante, a finales de los cincuenta, la explosión
demográfica producida por el baby boom de posguerra
todavía no había alcanzado su cúspide y la industria no había
llegado a sus niveles máximos de producción (situaciones que
se producirían en la década posterior). Por eso, las alarmas
empezarían a sonar a partir de 1960, momento en el que el
urbanismo asistiría a una revisión en profundidad.
Marsella. La Rouvière.
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