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Pedro de Mendoza
Gobernador del Río de la Plata y del Paraguay
1534 – 1537
Monarca Carlos I de España
Predecesor Nuevo cargo
Sucesor Juan de Ayolas
Datos personales
Nacimiento h. 1487
Guadix, España
Fallecimiento 23 de junio de 1537
Cerca de las islas Canarias, océano Atlántico
Profesión Conquistador, descubridor
Monumento a Pedro de Mendoza
Pedro de Mendoza y Luján (Guadix, Granada, h. 1487 - Islas Canarias, 23 de junio de
1537), militar de familia noble, almirante1 y conquistador español, primer adelantado y
gobernador del Río de la Plata,2 territorio que comprendía de norte a sur desde el la
gobernación concedida a Diego de Almagro -al Norte- hasta el paralelo 35ºS, donde
lindaba con la gobernación concedida a Simón de Alcazaba y Sotomayor por el sur,
punto de origen del Reino de la Patagonia (Tehuelches) aún sin descubrir. Fundó la
primera ciudad de Buenos Aires el 3 de febrero de 1536.
Sus orígenes
Nacido de una poderosa familia de comerciantes, don Pedro de Mendoza nació para ser
un caballero acaudalado. De la Casa de los Mendoza, era descendiente de los duques del
Infantado y su padre pertenecía a la aristocracia castellana.
Ostentaba la titularidad de la Orden de Alcántara y era por lo tanto caballero. Su abuelo
Pedro de Mendoza y Luna era el tercer hijo del Primer Duque del Infantado, aunque
algunos autores afirman que su abuelo fue Juan Hurtado de Mendoza. Según esta teoría,
Pedro de Mendoza era, pues, bisnieto del célebre Marqués de Santillana y señor de
Fresno de Torote. Juan Hurtado se casó con Elvira Castillo y tuvieron un hijo, Fernando
de Mendoza, que se estableció, según algunos, en Guadix tras su reconquista en 1489.
Fernando de Mendoza sería el padre de don Pedro.
Al servicio del rey
Habiendo ingresado desde muy joven al servicio del rey en la corte del rey Carlos I
como paje, acompañó al soberano en su viaje a Inglaterra en 1522. Luchó luego en la
guerra italiana contra los franceses, en la que participó del Saco de Roma de 1527.
En 1524 recibió el título de Caballero de Alcántara y más tarde cambió esta orden por la
de Santiago.
En 1527 participó de la guerra entre las tropas de Carlos I, rey de España y emperador
del Sacro Imperio Romano Germánico, y los Estados Pontificios al mando del papa
Clemente VII. La guerra incluyó el saqueo de Roma del cual se benefició
personalmente.3
En 1533, gracias a los buenos oficios de su parienta María de Mendoza —esposa del
influyente Francisco de Cobos—, comenzó las gestiones que lo convertirían más tarde
en conquistador del Plata.
Adelantado
Buenos Aires poco después de su fundación por Pedro de Mendoza (dibujo de Ulrico Schmidl, miembro de la expedición, 1536).
El descubrimiento y la conquista del Paraguay y las zonas aledañas al Río de la Plata, de
enorme importancia comercial y estratégica, estaban aún por concluirse, y el monarca
Carlos I no encontraba financiamiento ni hombres dispuestos a afrontar la peligrosa e
incierta empresa.
El principal motivo de enviar tropas a esa parte de Sudamérica era proteger las
posesiones de Carlos I ante los avances de los portugueses. Además en esa época corría
una leyenda promovida por los indígenas, que mencionaba fabulosas riquezas en la
zona, lo que incrementaba la ambición de los conquistadores españoles.
La corona española no podía perder tiempo, porque desde el descubrimiento del Brasil
en 1500 por Pedro Álvares Cabral, los portugueses amenazaban con expandirse al sur
hasta el Río de la Plata y más allá, privando a los españoles de valiosas posesiones en
América.
Fue en estas circunstancias que Mendoza propuso a Carlos, en 1534, hacerse cargo con
su propio patrimonio del diseño y conducción de una expedición al Atlántico Sur que
reafirmara la soberanía de España sobre esas regiones. A cambio de ello, Carlos nombró
a Mendoza el 21 de mayo de 1534 comandante militar de la zona a conquistar
("Adelantado"), con potestad para fundar fortalezas y pueblos. El cargo tenía múltiples
atractivos: era hereditario, combinaba las funciones de gobernador, jefe militar y
magistrado, ofrecía grandes posibilidades económicas (por lo que los adelantados, que
debían costearse sus propias expediciones, lo utilizaban para intentar recuperar el capital
invertido), motorizadas por el rumor, falso pero propagado intencionadamente por los
nativos, de que en el interior del continente se hallaban grandes riquezas en oro, plata y
piedras preciosas. El acuerdo no tenía límites territoriales. En efecto, a mayor superficie
conquistada, mayor territorio gobernaría el adelantado en cuestión, lo que incentivaba el
avance geográfico español ante las ambiciones portuguesas en todas las zonas en
competencia. El nombramiento mencionado se llevó a cabo mediante un acta conocida
como Capitulaciones de Toledo.
por quanto vos don pedro de mendoça mi criado y gentil hombre de mi casa me hizistes
Relación que por la mucha voluntad que tenéis de nos seruir y del acrescentamiento de
nuestra corona Real de castilla os ofreceys de yr a conquistar y poblar las tierras y
prouincias que hay en el Río de Solis que llaman de la plata donde estuvo Seuastian
caboto y por allí calar y pasar la tierra hasta llegar a la Mar del Sur y de lleuar de estos
nuestros reynos a vuestra costa y mission mil hombres los quinientos en el primer viaje
en que vos haueis de yr con el mantenimiento necesario para vn año y cient cavallos y
yeguas y dentro de dos años siguientes los otros quinientos hombres con el mismo
vestimento y con las armas y artillería necesaria assi mismo trauajareis de descubrir
todas las yslas que estuvieren en paraje de dicho Rio de vuestra gouernacion en la dicha
Mar del Sur en lo que fuere dentro de los límites de nuestra demarcación todo a vuestra
costa y mission sin que en ningún tiempo seamos obligados a vos pagar ni satisffacer
los gastos que en ello hizieredes mas de lo que en esta capitulación vos sera otorgado y
me suplicasteis y pedisteis por merced vos hiziese merced de la conquista de las dichas
tierras y prouincias del dicho Rio y de las que estuviessen en su paraje y vos hiziese y
otorgasse las mercedes y con las condiciones que de suyo serán contenidas sobre lo qual
yo mande tomar con vos el asiento y capitulación (...) Primeramente os doi licencia y
facultad para que por nos, i en nuestro nombre i de la corona real de Castilla, podais
entrar en el dicho rio de Solis, que llaman de la Plata, hasta la mar del Sur, donde
tengais doscientas leguas de luengo de costa de gobernacion, que comience desde donde
se acaba la gobernacion que tenemos encomendada al mariscal don Diego de Almagro
hacia el estrecho de Magallánes, i conquistar i poblar las tierras i provincias que hobiese
en las dichas tierras. (...)
Mendoza se hace al mar
El 21 de mayo de 1534 el monarca firma en Toledo las capitulaciones que le otorgan a
don Pedro de Mendoza el título de adelantado, gobernador y capitán general de los
territorios a conquistar entre los 25º y 36º de latitud sur.
El 24 de agosto de 1535 Mendoza zarpó del puerto de Sanlúcar de Barrameda al mando
de su expedición, compuesta entre 11 y 14 naves (según diversas fuentes) y
aproximadamente 3.000 hombres. El emperador había entregado a Mendoza, además,
3.000 ducados y otro importante adelanto en metálico que el conquistador debía
trasladar hasta el Río de la Plata.
Pero la tarea que se le exigía a cambio no era fácil: transportar a destino, en el lapso de
dos años, un millar de colonos, cien caballos, fundar tres fuertes y construir un camino
real desde el Río de la Plata hasta el Océano Pacífico. Obviamente, la corte española
ignoraba las dimensiones del terreno a conquistar y las ímprobas dificultades que
representaban los Andes, que se interponían en la ruta propuesta. La consecución de
esta última tarea sólo se alcanzaría en el siglo XX.
Mendoza conformó su expedición de manera racional y cuidadosa: llevó consigo a ocho
sacerdotes, un médico y un cirujano. Sin embargo, no llevaba ningún abogado. El
nombramiento de adelantado lo habilitaba para quedarse con la mitad de los tesoros que
secuestrara a los aborígenes y el 90% de los rescates de los prisioneros, lo que, añadido
a su potestad de juez y tribunal de apelaciones, hacía innecesario llevar a un forense
profesional con él. Lo acompañaban su hermano Diego de Mendoza, sus parientes
Gonzalo y Francisco y el hermano de Santa Teresa de Jesús, Rodrigo de Cepeda y
Ahumada.
La tempestad
La flota de Mendoza fue dispersada por una espantosa tormenta frente a la costa de
Brasil. Tras la misma, el comandante logró reunir a sus navíos y desembarcó en la costa
brasileña, donde cayó gravemente enfermo. Debió entregar el comando a su
lugarteniente Juan de Osorio, quien al poco tiempo dio muestras de ser responsable de
traición y desfalco. Mendoza lo hizo ajusticiar y, algo recuperado de su dolencia,
decidió embarcar de nuevo y proseguir poniendo proa al sur.
Otras versiones dicen que una de las razones de la empresa de Mendoza en América era
que su delicado estado de salud podía mejorar allí, puesto que sus dolencias se debían a
que había contraído sífilis, y que allí podría encontrar su cura. De hecho Pedro de
Mendoza permaneció casi la totalidad del viaje en su camastro hasta dar con su muerte.
En el Río de la Plata
La expedición se adentró en el Río de la Plata a mediados de enero de 1536 y
desembarcaron en la Isla San Gabriel, frente a la actual ciudad de Colonia del
Sacramento. El 22 de ese mismo mes los soldados y expedicionarios juraron fidelidad y
obediencia al adelantado, que comenzó a ejercer desde ese día su cargo de gobernador.
Luego de reconocer ambas costas del estuario rioplatense, Mendoza decidió
establecerse en la margen derecha, en un sitio donde encontró fuentes de agua potable y
una costa relativamente reparada.
Primera fundación de Buenos Aires
El 2 ó 3 de febrero de 1536 (en Argentina oficialmente se toma como cierta esta última
fecha), Mendoza funda en ese sitio un puerto defendido por dos primitivos fuertes, se
establece allí con sus expedicionarios y lo llama Santa María del Buen Ayre, apelativo
de una virgen de los marineros de la isla de Cerdeña.
Apenas instalados, los españoles descubren una gran hueste de aborígenes pampas (al
menos 3.000 hombres) conocidos como querandíes, y sobornan su tolerancia con
obsequios de alimentos.
Pero a poco de llegar, los graves problemas comenzaron: la ciudad estaba establecida en
una zona baja e inundable, pantanosa e insalubre, desde la que los mosquitos
propagaban enfermedades y epidemias. El maltrato de algunos españoles a los indígenas
motivó que estos dejaran de frecuentar el campamento.
La falta de comida obligó al adelantado a enviar guarniciones en todas direcciones a
buscar alimentos para paliar la hambruna, pero las mismas fueron inmediatamente
atacadas por partidas de indígenas pampas. Deseoso de terminar con el problema, don
Pedro envió un ejército comandado por su hermano para atacar a su vez a los pampas,
pero estos los vencieron y exterminaron a dos tercios de las tropas, en un
enfrentamiento en que Diego de Mendoza halló la muerte (15 de junio) y al que los
historiadores conocen como "Combate de Corpus Christi", cerca del río Luján y del
emplazamiento de la actual ciudad homónima de la provincia de Buenos Aires.
El éxito de esta batalla dio confianza a los querandíes, que comenzaron a atacar con más
y más frecuencia la ciudad, impidiendo que los españoles saliesen de sus refugios para
conseguir alimentos. De esta forma, a la enfermedad y la violencia se sumó la inanición
como causa común de muerte entre los conquistadores.
Destrucción de la primera Buenos Aires
Finalmente, en diciembre de 1536 los querandíes consiguen por primera vez vulnerar
las defensas de la ciudad, penetran en ella y la incendian, provocando su destrucción
total.
Mendoza y algunos de los suyos consiguieron escapar a la matanza que siguió, y
debieron encaminarse al norte para refugiarse en el fuerte de Sancti Spiritu, en la actual
provincia argentina de Santa Fe, que había sido establecido sobre el río Carcarañá diez
años antes por Sebastián Gaboto.
Desde allí, Mendoza envió una pequeña partida al mando de su lugarteniente Juan de
Ayolas hacia el norte, reconociendo las orillas del río, que no obtuvo éxito alguno.
Muerte de Mendoza
Ayolas, acosado por las pestes, el hambre y los continuos ataques de los indios, no pudo
cumplir con la tarea encomendada y, derrotado, regresó a Sancti Spiritu. Mendoza,
descorazonado por las malas noticias de su hombre de confianza, y sintiéndose enfermo
y desanimado, delegó el mando del fuerte a Francisco Ruiz Galán hasta que Ayolas
regresare y decidió embarcarse rumbo a España el 22 de abril de 1537.
Ya muy enfermo, Pedro de Mendoza murió en alta mar (posiblemente de sífilis) cerca
de las Islas Canarias el 23 de junio de ese mismo año. Su cuerpo fue arrojado al mar.
Consecuencias
Ayolas, ya al mando de Sancti Spiritu, organizó y comandó nuevas expediciones que
exploraron los cursos superiores de los ríos Paraná, Paraguay y Pilcomayo, llegando
hasta el corazón de la actual república del Paraguay.
El fracaso del intento de Mendoza retrasó por más de 44 años el dominio efectivo del
Río de la Plata por la corona española. La segunda fundación de Buenos Aires por Juan
de Garay debería esperar hasta 1580.
La muerte de Diego de Mendoza a manos de los indios dejó una viuda (Francisca de
Villafañe) y tres huérfanos.
Su pariente Gonzalo de Mendoza, nacido en Baeza, sobrevivió a la destrucción de
Buenos Aires y a la fuga a Sancti Spiritu. Fue capitán y lugarteniente de Álvar Núñez
Cabeza de Vaca y de Domingo Martínez de Irala, explorando Brasil y Paraguay y
convirtiéndose, en 1537, en el fundador de la ciudad de Asunción. Gonzalo es citado
innumerables veces en los libros de Cabeza de Vaca, y murió en la capital paraguaya en
1558.
Francisco de Mendoza (Castrojeriz, 1515) vivió luego del desastre de Buenos Aires en
Paraguay, donde se convirtió en opositor del gobernador Cabeza de Vaca. En 1547 fue
capturado y decapitado por orden de Diego de Abreu.
Pedro de Mendoza, primer fundador de Buenos Aires, murió soltero y sin dejar
descendencia.
Capitulación de Pedro de Mendoza (1534)
CAPITULACION que se tomó con Don Pedro de Mendoza, para la conquista del rio de
la Plata.—Año de 1534. EL REY. Primeramente, vos doy licencia y facultad para que
por Nos y en Nuestro nombre y de la Corona Real de Castilla, podais entrar por el dicho
rio de Solís que llaman de la Plata, hasta la mar del Sur, donde tengais doscientas leguas
de luengo de costa de governacion, que comience desde donde se acaba la governacion
que tenemos encomendada al mariscal Don Diego de Almagro, hácia el estrecho de
Magallanes, y conquistar y poblar las tierras y provincias que hubiere en las dichas
tierras. Por quanto vos, Don Pedro de Mendoza, Mi criado y gentil hombre de Mi casa,
Nos hiziste relacion, que por la mucha voluntad que teneis de Nos servir y del
acrecentamiento de nuestra Corona Real de Castilla, os ofreceis de ir á conquistar y
poblar las tierras y provincias que hay en el rio de Solís que llaman de la Plata, donde
estuvo Sebastian Caboto, y por allí calar y pasar la tierra hasta llegar á la mar del Sur, y
de llevar destos nuestros Reynos á vuestra costa y minsion, mil hombres, los quinientos
en el primer viaje en que vos habeis de ir, con el mantenimiento necesario para un año y
cien caballos y yeguas, y dentro de dos años siguientes los otros quinientos hombres,
con el mismo basimiento y con las armas y artillería necesaria; y ansí mismo trabajareis
de descubrir todas las Islas que tuviesen en paraje del dicho rio de vuestra gobernacion,
en la dicha mar del Sur, en lo que fuese dentro de los límites de Nuestra demarcacion,
todo á vuestra costa y minsion, sin que en ningun tiempo Seamos obligados á vos pagar
ni satisfacer los gastos que en ello hizierdes, mas de lo que en esta capitulacion vos será
otorgado; y Me suplicastes y pedis- tes por merced, vos hiziese merced de la conquista
de las dichas tierras y provincias de dicho rio, y de las que tuvieren en su paraje, y vos
hiziese y otorgase las mercedes y con las condiciones que de yuso serán contenidas:
sobre lo qual, Yo mandé tomar con vos el asiento y capitulacion siguiente:
ítem, entendiendo ser cumplidero al servicio de Dios y Nuestro y por honrar vuestra
persona, y por vos hazer merced, Prometemos de vos hacer Nuestro Governador y
Capitan General de las dichas tierras, y provincias, y pueblos del dicho rio de la Plata, y
de las dichas doscientas leguas de costa del mar del Sur, que comienza desde donde
acaban los límites que como dicho es, tenemos dado en governacion al dicho mariscal
Don Diego Almagro, por todos los dias de vuestra vida, con salario de dos mil ducados
de oro en cada un año y dos mil ducados de ayuda de costa, que sean por todos quatro
mil ducados, de los quales gozeis desde el dia que vos hizierdes á la vela en estos
Nuestros Reynos, para hazer la dicha poblacion y conquista, los quales dichos cuatro
mil ducados de salario y ayuda de costa, vos han de ser pagados de las rentas y
provechos á Nos pertenecientes en la dicha tierra que huviésemos, durante el tiempo de
vuestra gobernacion, y no de otra manera alguna. Otro sí vos hacemos merced, para que
con parecer y acuerdo de los dichos Nuestros officiales, podais hazer en las dichas
tierras y provincias hasta tres fortalezas de piedra, en las partes y lugares que mas
convengan, pareciendo á vos y á los dichos Nuestros officiales ser necesarias, para
guarda y pacificacion de la dicha tierra, y vos hazemos merced de la tenencia dellas,
para vos y dos herederos y subcesores vuestros, uno en pos de otros, quales vos
nombrardes, con salario de cien mil maravedís y cincuenta mil maravedís de ayuda de
costa en cada un año, con cada una de las dichas fortalezas que ansí estuvieren fechas,
las quales habeis de hazer de piedra, á vuestra costa, sin que Nos ni los Reyes que
despues de Nos vinieren, Seamos obligados á vos pagar lo que así gastardes en las
dichas fortalezas. Otro sí vos haremos merced de título de Nuestro Adelantado de las
dichas tierras y provincias que así descubrierdes y poblardes en el dicho rio de Solís, y
en Jas dichas doscientas leguas, y ansí mismo vos hazemos merced del oficio de
alguacilazgo mayor de las dichas tierras, perpétuamente.
ítem, vos damos licencia y facultad para que podais conquistar y poblar las Islas que
estuvieren en vuestro paraje, questén dentro de los limites de Nuestra demarcacion, en
las quales, es Otro sí por quanto Nos habeis suplicado vos hiziesemos merced de alguna
parte de tierra y vasallos en las dichas tierras, y al presente lo dejamos de hazer por no
tener entera relacion dellos, vos prometemos de vos hazer merced, como por la presente
vos la hazemos, de diez mil vasallos en la dicha governacion, con que no sea en puerto
de mar ni cabeza de provincia, con la jurisdicion que vos señalaremos y declararemos al
tiempo que vos hiziesemos la dicha merced, con título de condes; y entre tanto que
informados de la calidad de la tierra, lo mandamos efectuar, es Nuestra merced, que
tengais de Nos por merced la dozava parte de todos los quintos que Nos tuvieremos en
las dichas tierras, sacando ante todas cosas dellos, los gastos y salarios que Nos
tubiesemos en ellas. Nuestra merced, que tengais el dozavo del provecho que Nos
hovieremos en ellas, sacados los salarios que en las dichas Islas pagaremos, en tanto que
informados de las dichas Islas, que asi descubierdes y poblardes en el dicho viaje y de
vuestros servicios y travaxos, vos mandaremos hazer la enmienda y remuneracion que
fueremos servidos y vuestros servicios merescieren. Y porque Nos abeis suplicado, que
si Dios fuere servido que en este viaje muriesedes, antes de acabar el dicho
descubrimiento y poblacion, que en tal caso, vuestro heredero ó la persona que por vos
fuese nombrada, lo pudiese acabar y gozar de las mercedes que por Nos vos son
concedidas en esta capitulacion, é no bastando lo susodicho, y por vos hazer merced,
por la presente. Declaramos, que haviendo entrado en las dichas tierras y cumpliendo lo
que sois obligado, y estando en ellas tres años, que en tal caso, vuestro heredero ó la
persona que por vos fuese nombrada, pueda acabar la dicha poblacion y conquista y
gozar de las mercedes en esta capitulacion contenidas, con tanto que dentro de dos años
sea aprovado por Nos. Como quiera que segun derecho y leyes de Nuestros Reynos,
quando las gentes y capitanes de Nuestras armadas toman preso algun Principe ó Señor
en las tierras donde por Nuestro mandado hazen guerra, el rescate del tal señor ó
cacique pertenece á Nos, con todas las otras cosas muebles que fuesen halladas que
perteneciesen á el mismo: pero considerando los grandes peligros y trabajos que
Nuestros súbditos pasan en las conquistas de las Yndias, en alguna enmienda dellos y
por les hazer merced. Declaramos y Mandamos que si en la dicha vuestra conquista ó
governacion, se cativare ó prendiere algun cacique ó señor, que de todos los tesoros, oro
y plata, piedras y perlas que se ovieren del, por vía de rescate ó en otro qualquier
manera, se Nos dé la sesta parte dello, y lo demas se reparta entre los conquistadores,
sacando primeramente Nuestro quinto; y en caso quel dicho cacique ó señor principal
matasen en batalla, ó despues, por via de justicia ó en otra cualquier manera, que en tal
caso de los tesoros y bienes susodichos que del se oviesen, justamente ayamos la mitad,
la qual, ante todas cosas cobren Nuestros officiales, y la otra mitad se reparta, sacando
primeramente Nuestro quinto. Otrosí, franqueamos á los que fuesen á poblar las dichas
tierras y provincias, por seis años primeros siguientes, que se cuenten desde el dia de la
data desta, del almoxarifazgo de todo lo que llevaren para provimiento y provision de
sus casas, con tanto que no sea para lo vender. Otro sí, Concedemos á los que fueren á
poblar las dichas tierras y provincias que así descubrieren y poblaren en el dicho rio, en
el término de las dichas doscientas leguas, que en los (...)
Así mismo, franqueamos á vos el dicho Don Pedro de Mendoza, por todos los dias de
vuestra vida, del dicho almoxarifazgo de todo lo que Jlevardes para proveimiento y
provision de vuestra casa, con tanto que no sea para vender; y si alguna vendierdes dello
ó rescatardes, que lo pagueis enteramente, y esta concesion sea en si ninguna, seis años
primeros siguientes, desde el dia de la data deste asiento y capitulacion en adelante, que
del oro que se cogiere en las minas, Nos paguen el diezmo, y cumplidos los dichos seis
años, paguen el noveno, y ansí descendiendo en cada un año hasta llegar al quinto; pero
del oro y otras cosas que se oviesen de rescate ó cavalgadas ó en otra qualquier manera,
desde luego Nos han de pagar el quinto de todo ello. ítem, Concedemos á los dichos
vecinosy pobladores, que les sean dados por vos los solares en que edifiquen casas y
tierras, y caballerías, y aguas convenientes á sus personas, conforme á lo que se ha
hecho y haze en las Islas Españolas; y ansí mismo le Daremos poder, para que en
Nuestro nombre, durante el tiempo de vuestra governacion, hagais la encomienda de
indios de la dicha tierra, guardando en ellas las instrucciones y ordenanzas que os serán
dadas.
ítem, que vos el dicho Don Pedro de Mendoza, seais obligado de llevar á la dicha tierra
un médico y un cirujano y un boticario, para que curen los enfermos que en ella y en el
viaje adolecieren, á los cuales, Queremos y es Nuestra merced que de las rentas y
provechos que tuviesemos en las dichas tierras y provincias, se les dé en cada un año de
salario, al físico en cinquenta mil, y al cirujano otros cinquenta mil, y al boticario veinte
y cinco mil, los quales dichos salarios, corran y comienzen á correr desde el dia que se
hizieren á la vela con vuestra armada, para seguir vuestro viaje, en adelante. Otro sí, vos
daremos licencia, como por-la presente vos la Damos, para que destos Nuestros Reynos
ó del Reyno de Portugal ó Islas de Cabo Verde y Guinea, vos ó quien vuestro poder
hubiere, podais llevar y lleveis á las tierras y provincias de vuestra governacion,
doscientos esclavos negros, la mitad hombres y la otra mitad hembras, libres de todos
derechos á Nos pertenecientes, con tanto que si los llevardes á otras partes é Islas ó
provincias, ó los vendierdes en ellas, los hayais perdido y los aplicamos á Nuestra
Cámara y fisco. Lo qual que dicho es, y cada cosa y parte dello, os Concedemos, con
tanto que vos el dicho Don Pedro de Mendoza seais tenido y obligado á salir destos
Reynos, con los navios y apa- ítem, vos damos licencia y facultad, para que podais tener
y tengais en las Nuestras atarazanas de Sevilla, todos los bastimentos y vituallas que
ovierdes menester para vuestra armada y partida. Aparejos y mantenimientos y otras
cosas que fueren menester para el dicho viaje y poblacion, con los dichos quinientos
hombres, de Nuestros Reynos y otras partes no prohibidas; lo qual ayais de cumplir
desde el dia de la data desta capitulacion, hasta diez meses primeros siguientes.
ítem, con condicion que cuando salierdes destos Nuestros Reynos y llegardes á la dicha
tierra, hayais de llevar y tener con vos, las personas, religiosas ó eclesiásticas que por
Nos serán señaladas, para instruccion de los indios naturales de aquella tierra á Nuestra
Santa Feé Católica, con cuyo parecer y no sin ellos haveis de hazer la conquista,
descubrimientos y poblacion de la dicha tierra; á los quales religiosos haveis de dar y
pagar el flete y matalotaje y los otros mantenimientos necesarios, conforme á sus
personas, todo á vuestra costa sin por ello les llevar cosa alguna durante toda la dicha
navegacion; lo qual mucho vos encargamos que así lo guardeis y cumplais como cosa
del servicio de Dios y Nuestro. Otro sí, con condicion que en la dicha conquista,
pacificacion y poblacion y nombramiento de los dichos indios, en sus personas y bienes
se así tenido y obligado de guardar en todo y por todo, lo contenido en las ordenanzas é
instrucciones que para esto tenemos fechas y se hizieren, y vos serán dadas. Estaban en
esta capitulacion las ordenanzas, conforme de la capitulacion de Francisco Montijo. Por
ende, haziendo vos lo susodicho á vuestra costa, y se- gun y de la manera que de suso se
contiene, y guardando y cumpliendo lo contenido en la dicha provision que de suso vá
incorporada, y todas las otras instrucciones que adelante vos mandaremos guardar y
hazer para la dicha tierra y para el buen tratamiento y conversion á nuestra Santa Feé
Cathólica de los naturales della, Digo y Prometo, que vos será guardada esta
capitulacion y todo lo en ella contenido, en todo y por todo, que segun de suso se
contiene, y no lo haziendo ni cumpliendo ansí Nos no seamos obligados á vos guardar y
cumplir lo susodicho en cosa alguno dello, ante vos mandaremos castigar y proceder
contra vos como contra persona que no guarda y cumple y traspasa los mandamientos
de su Rey y Señor natural; y dello vos mandamos dar la presente, firmada de Mi nombre
y refrendada Mi infrascrito Secretario.
Fecha en la ciudad de Toledo á veinte y un dias del mes de Mayo de mil y quinientos y
treinta y cuatro años. Yo EL REY. Por mandado de Su Magestad Cobos, Comendador
mayor.
Primera fundación de Buenos Aires, sus verdades y sus mentiras
En enero de 1536 llega al Río de la Plata una fuerte expedición de 1500 hombres y unas
pocas mujeres. Esta expedición española venia a fundar una población y a conquistar la
zona del plata, tenían la intención de encontrar las tierras del mítico Rey Blanco y la
legendaria Sierra de la Plata, que tanto había comentado Caboto a la vuelta de su viaje
por estos pagos. Otro fin que no les interesaba tanto era el de obstaculizar la expansión
portuguesa
La expedición estaba al mando de don Pedro de Mendoza, el pobre tenia una sífilis
bastante avanzada. Desde la Banda Oriental envía cinco pilotos para reconocer y
estudiar la otra orilla, la nuestra, el mejor lugar para fundar una población en caso de
ataque portugués, ya que tendrían que cruzar el río. En el lugar elegido fundaron un
fuerte, con un cerco de barro que según Ulrico Schmidl (soldado de la expedición) había
que reconstruirlo cada mañana.
Trabaron relación con los indígenas. Al principio buenas, pero mas tarde los querandíes
se cansaron de las exigencias de los españoles, los cuales pretendían que les llevasen
comida todos los días. Luego de una emboscada de los querandíes, los españoles
devolvieron la matanza en la batalla de San Juan, donde murieron muchos y a la cual
siguió el sitio de Buenos Aires por los querandíes. Esto creo dificultad en conseguir
alimentos, de los cuales estaban escasos. Los conquistadores pasaron mucho hambre,
hasta el punto de comerse los zapatos y llegando a comerse los cuerpos de los muertos.
Unos soldados fueron ahorcados por matar y comer un caballo, a la mañana siguiente
les faltaban las piernas, que muchos habitantes de la ilustre población se llevaron a sus
chocitas con techo de paja y paredes de barro. El asedio concluyo, pero no por que los
españoles vencieran, el único vencedor fue el hambre, que ataco también a los
querandíes los cuales abandonaron la presa. Esto le dio un respiro a Buenos Aires,
pudieron comenzar conseguir alimentos. Don Pedro sintiéndose morir, según cuentan en
las noches se quejaba sin parar, se embarca hacia España, pero no llegara ya que muere
en el camino. El 23 de junio de 1537 es arrojado al mar.
Mientras pasaba todo esto se había fundado una ciudad al norte en la cual había
abundancia de alimentos proporcionados por los guaraníes. La ciudad era la actual
Asunción. Buenos Aires no tenia mucho porvenir. El veedor Alonso Cabrera, que según
algunos estaba loco, ordenó despoblar Buenos Aires y mudar a sus habitantes a
Asunción. Esto ocurría en 1541. Los habitantes de Buenos Aires se resistieron a
hacerlo, ya que habían podido sembrar y no les iba mal. Domingo Martínez de Irala, el
ejecutor de la orden, fue implacable. Quemó la fortaleza (un barco encallado que hacia
de tal), la iglesia y las pocas casas que había. Para que los navegantes supiesen adonde
se habían mudado los pobladores, Irala hizo levantar unos mástiles con cartas dentro de
calabazas. En estas cartas indicaba lo que había sucedido, donde estaban y como llegar.
Hasta acá lo seguro. Pero ¿En qué fecha se fundó Buenos Aires? ¿Cómo y porque se la
llamo Buenos Aires? Y finalmente ¿Dónde fundó Mendoza la población?
La Comisión Oficial de 1936, en conmemoración del cuarto centenario de la fundación,
llego a un acuerdo en torno a la fecha y el lugar de fundación: el 2 de febrero de 1526 en
el actual Parque Lezama. Pero la polémica existía entonces y sigue hoy con los diversos
historiadores.
Durante mucho tiempo se creyó que la fundación había ocurrido el 4 de febrero de
1535, esa es la fecha que da Urico Schmidl en su Viaje al Río de la Plata. Eduardo
Madero descubrió que no podía ser, porque en ese año don Pedro de Mendoza estaba en
España. A parte los alemanes usaban en ese momento un calendario diferente; era en
realidad 1536. Le sigue la duda del mes y del día. ¿Enero o febrero? Se coincidió en
febrero. Pero el día era el 2, 3, 4 o 5. Algunos abogan por el 2, otros por el 3 y otros por
el 4, son los únicos que siguen en pie. Se fijó oficialmente el 2 de febrero de 1536,
porque es el día de nuestra señora de La Candelaria, que es también nuestra señora del
Buen Aire, de donde vendría el nombre de la ciudad. Esto nos lleva a la polémica con el
nombre.
El nombre de nuestra ciudad, para algunos, se debe al culto a la Virgen del Buen Aires,
basados en el poema La Argentina, que escribió Ruy Díaz de Guzmán en 1612. Según
esta escuela el nombre provendría del día de su fundación y de la devoción de Mendoza
hacia la Virgen del Buen Aire. El dos de febrero es efectivamente el día de nuestra
señora del Buen Aire. Otra teoría, o leyenda, dice que el nombre vendría de la
exclamación que hace Sancho del Campo al desembarcar: "Que buenos aires son los de
este suelo". El historiador Armando Alonso Piñeiro habla de la existencia de "un
documento anterior en un cuarto de siglo al gran poema hispano-criollo". Es una
memoria escrita por el portugués Lope Vázquez Pestaña, el primer viajero que visitó
Buenos Aires, en 1587, y quien dejó dicho que el nombre se dio "por la frescura del aire
y la excelente salud de que gozaron sus hombres durante la estadía en el lugar".
La polémica también se centra en el lugar exacto de la fundación y donde se levanto la
ciudad. Ateniéndose a la realidad esta no fue la fundación de una ciudad, sino de un
poblado o un fuerte. Para tener categoría de ciudad debía contar, según las leyes
españolas, con cabildo, cosa que no tenia y no tubo hasta la segunda fundación de 1580.
Como se dijo esta la posición oficial, que establece como lugar de emplazamiento el
actual Parque Lezama, por ser un lugar alto. Las instrucciones reales de 1523, dirigidas
a los conquistadores, ordenaban que las poblaciones deberían asentarse "en sitios sanos
y no anegadizos". Según Rómulo Zabala y Enrique de Gandía el lugar seria unas
cuadras al norte del Parque Lezama. El historiador Armando Alonso Piñeiro precisa la
ubicación en las calles Humberto I y Defensa, y el geólogo Marcelo Yrigoyen en Brasil
y Bolívar. Otros dicen que fue en el bajo del Riachuelo, en la actual Vuelta de Obligado.
Guillermo Furlong expuso en 1973 que estaba a cuatro leguas del Río de la Plata,
concretamente "a la altura del puente Uriburu, donde nace la avenida Sáenz", donde se
encuentra el Parque Patricios. Otra teoría dice que fue en Escobar ¿Qué? Sí en Escobar.
Federico Kirbus parte del un episodio famoso: el combate de Corpus Christi con los
indígenas, durante el cual el capitán Diego Luján fue herido de muerte y su caballo lo
llevó moribundo hasta las orillas del río que lleva su nombre. Es poco verosímil que un
caballo recorra 70 kilómetros, vadeando arroyos, ríos y esteros para llegar a destino,
Kirbus argumenta que la ciudad de Mendoza estaría mucho mas cerca del Luján que la
de Garay. Debido al crecimiento del delta a través de los años, el calculo que hizo lo
llevo a ubicarla en Escobar. Pablo O. Lanne defendió una teoría parecida, pero puso a la
ciudad en Ingeniero Maschwitz.
Así y todo la teoría mas aceptada y lógica seria la de la fundación en algún lugar de la
meseta en la cual se levanta la actual Buenos Aires. Parque Lezama se encuentra uno de
los extremos de la meseta. El ingles Carlos Roberts ubica la ciudad en el otro extremo
de la meseta, en Retiro, mas exactamente en la Plaza San Martín. Ya que según él la
"media legua arriba" que citan los cronistas seria aguas arriba no del Riachuelo sino del
Río de la Plata desde el Riachuelo.
Según parece, la ubicación exacta de la fundación de Pedro de Mendoza seguirá siendo
un misterio. Mientras no se realicen estudios arqueológicos que den un poco de luz
sobre el tema, no se sabrá dónde fue, ya que todos son hipótesis, ninguna se basa en
restos arqueológicos.
Como alguien dijo esta ciudad bien merece el calificativo de Misteriosa que le diera
Manuel Mujica Láines.
Sobre curas y saqueos
En mayo de 1527, el ejército imperial de Carlos V, del que formaban parte unos
dieciocho mil mercenarios, muchos de ellos luteranos, tomó por asalto Roma y
durante semanas sometió a saqueo a la Ciudad Eterna, incluido el Vaticano.
Uno de los que se enriquecieron con el fenomenal ilícito que duró semanas fue el primer
adelantado del Río de la Plata, el nunca bien ponderado don Pedro de Mendoza, de
ilustre memoria. Al respecto dijo un cronista de la época: "Sus arcas sacrílegas olían a
incienso".
Que se robe a la iglesia es una cosa y otra que un consagrado se dedique a "bolsillear" a
gran escala. El presbítero que haga eso debe confesarse y no andar impunemente por el
mundo.
Hablando del tema, hay que decir que confesionarios eran los de antes. En los días que
corren basta fondear un ñoño para que tu socio/a empiece a contarte y mirá que te
cuenta. Este pa’i Rubio me cae bien, cosa curiosa.
Hablando de confesionario, evoco un caso en que una fulanita le dijo al cura: "Padre, mi
novio me hizo algo".
- No me diga que le introdujo el órgano.-
- Ay, padre, yo no sé nada de música.
Recuerdo cuando yo todavía no alcanzaba la mesa y para apoderarme de algo tenía que
tirar del mantel, mi abuela me advirtió que, si me perdía y no hallaba el camino a mi
casa, debía acudir a "una señora" o a "un policía" para pedir ayuda. Años después me
preguntaba por qué no había incluido a un sacerdote.
Empecé a darme cuenta de que me convertiría en un ateo el día en que de una escuela
evangélica bautista me llevaron a la catedral de Corrientes, capital de la provincia del
mismo nombre, Argentina.
Allí un cura alto cono un obelisco, vestido de sotana negra y barba de gran porte,
tonsurado y con acento español, me asustó tanto que aún a mi corta edad comencé a
pensar en el más allá. ¿Por qué me asustó?, pues hasta hoy no lo sé; solo recuerdo que
hablaba como un trueno.
Eran tiempos en que los curas vestían de riguroso sayo. En cierta ocasión un cura viejo
pilló a uno recién ordenado quien estaba apretando contra la pared a una feligresa. El
léka siguió caminando como si no notara nada anormal y como una oración mientras se
alejaba parecía murmurar "la sotana con los dienteees, la sotana con los dienteees...".
Ahora que estoy de recordaciones, memoro a Mons. Demetrio Aquino, ese sí que era un
macho de fuste. Sin embargo, por encima de su excelso machismo, era tierno. Un día
me regaló una estampita.
También debo recordar al pa’i Acha, un auténtico compositor y guaino, gaucho de pura
cepa. Cuando después del Concilio Vaticano Segundo se decidió quitar de las
parroquias la exagerada cantidad de imágenes de santos de todo tipo, este tuvo un gesto
inolvidable: en ocasión de visitar a una familia, al hallar en un pequeño nicho una
especie de San Jorge, lo tomó y, colocándolo en su cintura como si fuera un revólver,
exclamó: ¡Vamos, pombero!", y se alejó.
El dueño del santo se quedó mudo unos instantes, pero de repente arrancó: "¡Padre,
usted parece un artista así! La réplica no se hizo esperar: "¡Y usted parece un chancho!
Cosas veredes, diría el manco. Por cuestiones como las señaladas y muchas otras, es
mejor creer en la buena intención de los sacerdotes y recordar sin maledicencia a aquel
que decía: "Queridos fieles, ¡haced lo que yo digo!, no lo que yo hago".
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