Pueden recibir válidamente la comunión todos los bautizados que no tengan pecado mortal. Uno que...

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Pueden recibir válidamente la comunión todos los bautizados que no tengan pecado mortal. Uno que no está bautizado, si comulga, ciertamente recibe el cuerpo de Cristo, pero no recibe a Cristo sacramentalmente.

Es decir: no recibe la gracia

del sacramento. Esto porque para recibir cualquier

sacramento, que no sea el bautismo,

primero hay que estar bautizado.

En el sacrificio nos presentamos con Cristo ante el Padre para ofrecerle alabanzas, adoración, acción de gracias y expiación. Esto supone estar incorporados a Cristo, incorporación que se realiza en el bautismo.

La comunión es la completa participación en el sacrificio.

Dicho de otra manera: La comunión es la participación en el sacrificio en forma de banquete. Y la comunión es elemento importante en la vida espiritual. Por lo tanto presupone la vida espiritual que se recibe en el bautismo.

Además del bautismo, para poder comulgar, se requiere estar capacitado según las disposiciones de la Iglesia. Por ejemplo: uno que está bautizado y ya no es católico, necesita abjurar del error hasta públicamente, si públicamente se ha apartado de la Iglesia católica. Otra cosa es si ha sido por ignorancia. Se debe ver cada caso.

Es decir, que sepa lo que hace. Propiamente un niño pequeño podría recibir la gracia del sacramento. Antiguamente las partículas que quedaban del pan consagrado se les daba a los niños pequeños, para que recibieran alguna ayuda. Pero esto se quitó, pues en cada partícula está Cristo sacramental.

Otra condición para comulgar es tener pleno uso de razón (aunque lo del “pleno” puede examinarse en cada caso).

Otra condición para comulgar es que se haya preparado. Esto se suele decir con motivo de la primera comunión. En esto ha habido varias opiniones: En algunos tiempos y lugares no se hacía la 1ª comunión hasta los 12 ó los 14 años. Por ejemplo: ¡Cuánto sufrió santa Teresita por no poderla hacer antes!

Lo esencial era saber distinguir el pan normal del pan sagrado. Así muchos hemos recibido la 1ª comunión antes de cumplir los siete años. Hoy suele haber una norma intermedia, porque se insiste en la preparación, ya que después sería más difícil la profundización.

San Pío X en el año 1905 decretó que se podía recibir la comunión desde tierna edad.

Otra cosa es si un niño está en peligro de muerte. Aunque tenga unos cuatro o cinco años, podría comulgar si al menos distingue que lo que recibe es algo sagrado, diferente del pan ordinario.

Comulgando recibiría un aumento de la gracia que recibió con el bautismo.

Decía san Francisco de Sales que había dos clases de personas que debían comulgar: los perfectos, porque harían mal si no acudieran a la fuente de la perfección, y los imperfectos para poderse acercar a la fuente de la perfección.

Para una persona mayor bautizada y católica la condición esencial es no tener pecado mortal. No se requiere que uno sea perfecto, casi un santo, porque defectos tenemos todos.

Así que deben comulgar los fuertes para no debilitarse y los débiles para ponerse fuertes. Así que todos deberían comulgar. Pero ello sin tener pecado grave. Especialmente a uno débil del alma le puede ayudar mucho la comunión, si la recibe dignamente.

A veces ni nos damos cuenta, pero de hecho cada vez que recibimos a Jesús, algo grande pasa en nosotros.

Cada vez que te recibo,

Señor, algo grande pasa

en mi. 

Automático

Cada vez que estoy

contigo, mi Dios, me acerco un

poco más a ti.

Porque en la

hostia estás, 

mi Jesús,

de verdad. 

Yo estoy a un

paso del cielo aquí,

estoy a un paso del cielo

así.

De tanto amor te

entregarás.

En la cruz y en el altar tu cuerpo está, 

tu sangre das, tu

alma y tu divinidad:

 

Todo Dios escondido en un pan. 

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Estos decían que sólo podían comulgar los perfectos, los santos. Estas ideas ya se decían desde el año 1200. Decían que si uno tenía una pequeña imperfección, ya no podía comulgar.

Hubo un tiempo, por el año 1600, en que estaba muy extendida la secta de los jansenistas. Se llamaban así por Jansenio.

Pero ¿quién es perfecto?, ¿quién no tiene algunos pecados? Precisamente por eso, al principio de la misa, pedimos perdón a Dios. Pedimos perdón de los pecados pequeños, porque, si uno tiene pecado grave y quiere comulgar, antes tiene que confesar.

Al propagarse estas ideas, muchas personas se apartaron de la comunión.

Ya san Pablo en la 1ª carta a los corintios, cap, 11, previene a los corintios de una indigna comunión: “Hay algunos que comen indignamente”. San Pablo hablaba de los que confunden el cuerpo del Señor con el alimento ordinario.

El hecho desgraciado es que hay muchas comuniones indignas. Hay personas que comulgan que no debieran comulgar.

San Pablo, cuando habla de los que comen indignamente no habla técnicamente de pecado mortal, pero viene a ser lo mismo, porque dice que reciben su propia condenación.

Se trata de comulgar con un tal egoísmo que no es apto para compartir con Aquel que se entrega por amor.

Por eso dice san Pablo que quien va a comulgar se examine para ver si está en condiciones de aceptar el signo supremo del amor divino de manera seria. En caso contrario la comunión sería un abuso del abrazo del amor divino.

Pero si uno es débil, porque tiene pecados pequeños, sigamos al Señor de la manera más directa y visible que es recibiendo la comunión.

Automático

Tu eres el camino, la vida y

la verdad.

El pan de la vida que Tu nos das refuerce nuestra voluntad

de andar por la

vida con ilusión, de

ser signos de tu verdad.

de andar por la vida con ilusión, de ser signos de tu verdad.

Tu eres el camino, la vida y

la verdad.

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Es condición esencial para recibir la comunión el estar en gracia de Dios, no tener pecado mortal. Aunque ya llegará su tema de catequesis sobre ello en que diremos más sobre el pecado y la gracia, sepamos que hay tres condiciones para que algo sea pecado mortal:

que sea algo muy grave (tenido grave por la Iglesia), que se haga queriéndolo hacer y sabiendo que está haciendo un mal.

Pero saber discernir bien estas tres condiciones suele tener a veces bastante dificultad. El hecho es que quien tenga en su conciencia algún pecado grave (se suele llamar mortal, porque mata el alma), antes de comulgar, debe recibir el sacramento de la confesión.

Esto se ha dicho muchas veces en la Iglesia; por ejemplo, en el concilio de Trento.

No basta el solo arrepentimiento, aunque sea perfecto. Cierto que se quita el pecado cuando incluye la voluntad de recibir el sacramento de la penitencia, que se debe recibir

para poder comulgar. Por eso se debe hacer algo para poderse confesar. No sólo se trata de esperar a una

oportunidad, sino buscar al sacerdote y pedir la confesión.

Esto es así, porque el solo arrepentimiento está como en el aire, mientras no se vea el signo externo de perdón hecho por el sacerdote.

Una vez dijo Jesús una parábola simbolizando un poco esto: En un banquete de bodas un rey llamó a los invitados. Unos se disculpaban. Y el rey llamó a todos, pobres y enfermos, transeúntes. Pero había que ir con traje de boda. El rey vio a uno que tenía un vestido muy malo.

Quizá lo hizo por maldad, pues parece ser que se les prestaba a todos. El hecho es que fue expulsado del banquete y posiblemente castigado.

Nos indica un poco lo que es el banquete de la eucaristía. Para ello se necesita un vestido especial en el alma, que es la gracia. Y se necesita la gracia para que se pueda aumentar, pues la comunión es alimento del alma.

Por eso exige que haya unión del alma con Jesús, no ser enemigo de Jesús, apartado por algo verdaderamente malo. Es decir que tenga ya la gracia, aunque le falte mucho para la perfección.

El alimento no se da a uno que ya está muerto, sino a uno que está vivo.

Si alguien comulga a sabiendas de que está en pecado mortal, está cometiendo otro pecado grave, que se llama sacrilegio, porque está usando algo sagrado para el mal. Esto se compararía al beso de Judas, que parece una cosa buena, pero está dando un signo para un mayor mal.

Otra cosa muy diferente es cuando uno sabe que tiene pecadillos, pero quiere cambiar y precisamente recibe a Jesús para que le ayude a cambiar. Este es el pan divino y gracioso, que recibimos, para que el alma se ablande con tal dulzura.

Automático

manjar que da

sustento al alma mía;

que si el alma está dura,

AMÉN

Unidos al amor

de María, la

Madre.

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