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EL RETRATO
El retrato fotográfico tiene un gran poder comunicativo y funciona como un lenguaje
básico, autónomo y universal, que va más allá del lenguaje oral o los textos escritos. Tan solo con
fijarse en unos cuantos elementos visuales, y de una forma casi instintiva, un ser humano puede
reconocer en el rostro de otra persona tristeza, alegría, pánico, avaricia, esperanza.
Un retrato es una descripción de la figura o carácter, o sea, de las cualidades físicas o
psicológicas de una persona. Por lo tanto, hay que tener bien claro que a la hora de abordar un
retrato nos enfrentamos a dicha dualidad: podemos centrar el retrato en una simple descripción
exterior de la persona retratada, centrándonos en su aspecto y su físico, o podemos adentrarnos
en su interior, en su personalidad, describiendo algún rasgo de su carácter psicológico. Ello es la
primera elección que debemos realizar, pudiendo también combinar ambas.
Para que una fotografía sea considerada retrato, no es suficiente que aparezca un ser
humano en ella. El concepto de retrato implica la pretensión de identidad: debe recoger los rasgos
propios de un individuo que lo caracterizan frente a los demás. Si una imagen no es capaz de
definir sin ambigüedad a quien aparece fotografiado en ella, entonces no estamos ante un retrato.
Existe también una doble perspectiva desde la cual retratar a los seres humanos: mediante
el retrato individual o el retrato colectivo, según se recoja la identidad de una persona o la de un
grupo. Mientras que el retrato individual se centrará en el físico o personalidad de una
determinada persona, el retrato colectivo lo hará en las señas de identidad comunes y
diferenciadoras de ese grupo con respecto al resto. Describirá a todo un colectivo a través de
distintitos retratos individuales. A través de los rostros y características de diferentes personas,
podemos intentar plasmar una determinada época, lugar o grupo social. Por ejemplo, el Madrid
emigrante, los soldados estadounidenses, o la nueva Europa.
TIPOS DE RETRATO: RETRATO DE GALERÍA Y RETRATO DE AUTOR
Según las pretensiones con la que se aborde la realización de un retrato, existen
principalmente dos vertientes bien diferenciadas: el retrato de galería y el retrato de autor.
• El retrato de galería es aquel que refleja la faceta más favorecedora del modelo. Es un retrato
que pretende realzar su fotogenia. El modelo es el cliente, es quien encarga la fotografía, por lo
que, en este caso, el fotógrafo está al servicio del modelo, y su voluntad quedará supeditada a
las expectativas del cliente. Por lo tanto, el resultado de este tipo de fotos plasmará lo que el
modelo haya querido que la imagen transmita. El fotógrafo se convierte en un medio, el experto
que posibilita que el cliente consiga sus pretensiones. Frecuentemente, el retrato de galería
ofrece una imagen idealizada del retratado, una imagen para la posteridad, el rostro con el que la
persona fotografiada le gustaría ser recordada.
• El retrato de autor, a diferencia del caso anterior, no está subordinado a los deseos o gustos del
modelo. Aquí el fotógrafo utiliza el retrato como modo de expresión personal, por lo que éste
deja su huella como autor plasmando su estilo o su personal visión del modelo. De algún modo, el
propio fotógrafo queda indirectamente retratado en la fotografía.
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Con respecto a la diferenciación anterior, hay que tener en cuenta que puede haber
ocasiones en las que no exista como tal un modelo que actúe como cliente. Por ejemplo, en
situaciones en las que nos encargue la imagen un tercero, como el editor de una revista. En
cualquier caso, el fotógrafo ha de tener muy presente esta dicotomía a la hora de abordar el
retrato. ¿Qué imagen quiero mostrar? ¿Aquella que el protagonista de la foto querría transmitir a
su público o la que a mí como fotógrafo me gustaría plasmar? Los resultados suelen ser
completamente diferentes, y frecuentemente contrapuestos e irreconciliables.
TIPOS DE RETRATO: RETRATO PREPARADO O ENCONTRADO
Según su preparación, un retrato puede ser un retrato preparado o encontrado.
• El retrato preparado es aquel en el que el fotógrafo ha acordado con el modelo la realización
del mismo, y se han planificado previamente los aspectos visuales y formales que serán contenidos
en el retrato. Es por tanto poco espontáneo, y el resultado debería ser exactamente el deseado,
ya que el fotógrafo controla los factores implicados en su elaboración: expresión del modelo,
iluminación, atrezzo, etc. y puede variarlos según necesite. Por ello, este tipo de retrato suele
tener un acabado muy cuidado. Si el espectador entiende que está observando un retrato
preparado será mucho más exigente a la hora de juzgar la fotografía que en el caso siguiente.
• El retrato encontrado es aquel que surge de forma fortuita, sin que necesariamente el fotógrafo
conociese la identidad del fotografiado hasta que se encuentra con una imagen potencialmente
interesante. El fotógrafo puede encontrarse en una localización determinada a la caza y captura
de algún retrato con una temática concreta pero desconociendo a quién será el resultado final de
su búsqueda. Por ejemplo, en un desfile de Carnaval, fotografiará lo que encuentre interesante,
pudiendo ser algún miembro de alguna comparsa o a la reina del carnaval. Este tipo de fotografía
es mucho más fugaz, y aunque el fotógrafo pueda intentar acondicionar rápidamente el entorno o
la actitud del sujeto, lo importante aquí es el valor del hallazgo inesperado. Por lo tanto resultará
más comprensible que la fotografía en cuestión presente un acabo final algo menos cuidado que en
el supuesto anterior. O, en su caso, si la fotografía presenta un acabado perfecto, será entonces
más valorada también desde un punto de vista artístico.
ELEMENTOS FORMALES DEL RETRATO Cualquier fotografía está definida por una serie de elementos visuales que la componen y
que son de carácter general para cualquier imagen y que por supuesto, son de aplicación también
Comparación entre dos retratos de Jack Nicholson: un
retrato de galería y uno de autor, respectivamente.
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a cualquier retrato. No obstante, analizaremos a continuación aquellos que son específicos o que
tienen especial incidencia en el retrato fotográfico.
Debemos ser conscientes de que un retrato no es nada más – ni nada menos – que una serie
de componentes visuales elementales que, convenientemente conjugados, acaban generando
una determinada respuesta emocional por parte de quien lo contempla. Dichos elementos
visuales a simple vista pueden parecer muy obvios. Sin embargo, a veces, y precisamente por
obvios, no son tenidos en cuenta y cuidados de la forma necesaria.
Al observar un retrato, nuestro cerebro nos dará las claves emocionales para interpretarlo
analizando factores relacionados con la comunicación no verbal. Inconscientemente, un
espectador no experto podrá sentirse atraído o incomodado por un determinado retrato, y
posiblemente no sabrá explicar exactamente en dónde residen los argumentos para esa sensación.
Quizás sea la iluminación, quizás la curvatura de unas cejas, o una mirada demasiado directa. Casi
siempre la clave está en una correcta combinación de elementos que, al unirse convenientemente,
acaban poniendo en pie un determinado mensaje: un concreto aspecto físico, un estado de ánimo,
un carácter, una personalidad, un estilo de vida.
Por lo tanto, comprender y controlar dichos elementos es fundamental en la labor del
fotógrafo:
- Mirada. La mirada es el elemento fundamental a la hora de elaborar un retrato. Los ojos son
nuestra principal vía de comunicación entre seres humanos, por lo que somos muy sensibles a los
pequeños matices que éstos puedan trasmitir. No en vano se dice de
ellos que son el reflejo del alma. Hemos de calibrar muy bien su
protagonismo y su tamaño en la imagen, y decidir si el sujeto mirará
directamente a la cámara o no. En los casos en los que no lo haga, se
interpretará que el sujeto no está interactuando directamente con el
observador, y no está preocupado por mantener el acto comunicativo
con quien lo observa, sino que está con su atención en otros asuntos,
puede ser que esté prestando a alguna acción que acontece en un lugar
diferente al del espectador, o bien, más frecuentemente, tratarse de
algo abstracto: alguna preocupación, planes de futuro, proyectos,
sueños, recuerdos, o algún pensamiento personal o íntimo que no
quiere compartir. Unos ojos cerrados acentúan esta idea, y pueden utilizarse también para
transmitir que el sujeto está experimentando sensaciones de gran intensidad emocional.
- Expresión facial. Es el segundo elemento más importante. Gracias a
ella podemos transmitir todo el amplio abanico de emociones
humanas, yendo desde un sutil cambio en la forma de unas cejas o
labios en una cara, hasta expresiones marcadamente dramáticas. Con
ella podemos expresar cansancio, sorpresa, alegría, tristeza,
aburrimiento, complicidad, perseverancia, ira, satisfacción, soberbia,
etc.
- Pose. La postura y orientación que adopte el resto del cuerpo es algo que
en ningún caso debe dejarse ser analizado. Cómo se comporten y sitúen los
brazos, piernas y músculos del cuerpo nos darán mucha información de la
persona retratada, además de reforzar o contradecir a los elementos
anteriores. Nos darán información sobre su carácter, su estado de ánimo,
sobre la seguridad o introversión del retratado, sobre su rigidez, su
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estabilidad, sobre su forma de relacionarse con el espacio que le rodea, o sobre su masculinidad o
femineidad. Además las poses pueden ayudarnos a dar interés compositivo a la imagen, creando
puntos de interés o líneas que guíen nuestra mirada.
- Vestimenta, maquillaje, peinado, etc. Este grupo de elementos son muy
versátiles, dado que son atributos sociales y pueden ser fácilmente modificados
o configurados. Habitualmente, el tipo de ropa que use el retratado puede
darnos abundante información sobre su personalidad, pero también podemos
deliberadamente jugar con la vestimenta para intentar transmitir otras ideas o
para hacerla combinar o contrastar cromáticamente con el resto de la foto. Lo
mismo ocurre con el maquillaje o el peinado. Simplemente acentuando alguno
de estos elementos podemos convertirlo en protagonista y dotar a la imagen de
un gran carácter. Podemos utilizar estros elementos para recrear otras épocas, o la pertenencia a
otras condiciones sociales, regiones o culturas.
- Atrezzo. Se entiende por atrezzo todos aquellos objetos con los que el
modelo interactúa. Si en una imagen aparecen objetos pero el sujeto no los
toca, entonces serán considerados parte del decorado. Cuando aparece,
lógicamente, entra en estrecha relación con lo que transmita la pose. El
atrezzo puede darnos información sobre las aficiones del modelo, sobre sus
destrezas, deseos, preocupaciones o también sobre su extravagancia.
También pueden ser utilizados para crear situaciones o entornos
surrealistas.
- Entorno o ambiente del retratado. Este es un elemento crucial dado que nos puede ayudar a
ofrecer muchísima más información sobre el retratado. Puede funcionar a distintos niveles. Por un
lado, puede mostrar su entorno habitual: su domicilio, su lugar de trabajo o su lugar de
inspiración, pudiendo transmitir sensación de poder,
sofisticación, sencillez, caos, etc. También el entorno
puede convertirse en un escenario en el que realizar
alguna acción, reforzándola o descontextualizándola por
completo. Pero también se puede utilizar de una forma
más abstracta, usando sus cualidades visuales, para
complementar la idea que queramos definir, jugando con
los colores, las líneas, el equilibrio, las texturas, la
distribución de pesos visuales, etc. En cualquier caso, el
entorno o escenario - o la ausencia del mismo - siempre ha
de ser meticulosamente diseñado de forma que se evalúe
qué va a aportar a la imagen en relación con el retratado.
- Iluminación. Es otro elemento decisivo. Será la luz la que revele al
retratado, luego será ella la que lo modele y defina. Habrá que decidir
la cantidad de luz que emplearemos: de forma que elijamos entre
clave alta, media o clave baja. También tendremos que definir la
calidad de la luz: luz dura o luz suave, según queramos o no resaltar la
textura del rostro. La iluminación puede ser el elemento definitorio de
un retrato y puede aportar originalidad al planteamiento, siendo uno
de los elementos en los que el fotógrafo puede dejar su marca
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personal.
- Encuadre, tamaño del plano, ángulo. Tan importante es la propia puesta en escena, cómo la
forma en la que finalmente lo mostremos con nuestra cámara. Por dónde cortemos al retratado y
su entorno definirá la composición y el tamaño del plano. Lo más habitual es optar por una
composición central. No obstante, dejar el individuo a un lado del encuadre puede generar
interés. Normalmente, dejar el espacio deliberadamente vacío suele interpretarse como la
presencia de algo inmaterial que acompaña al retratado: una
preocupación, un problema, una ausencia, un misterio; también
puede ser el espacio reservado para la genialidad o la
creatividad, las cuales ocuparían una especie de halo, sobre la
cabeza. No hay que confundir lo anterior con el denominado aire.
El aire es un pequeño espacio libre extra que hay que dejar
siempre en la dirección que vayan la mirada en los casos en los
que el retratado no mire directamente a cámara. El espacio que
‘ocupa’ la mirada.
A lo hora de fotografiar a personas, existe toda una tipología específica de tamaños de
plano. Cada uno de ellos aporta diferente información. Es muy importante saber encontrar el
equilibrio entre mostrar los aspectos emocionales del rostro y una gran cercanía o mostrar el
entorno del retratado. Dichos aspectos son inversamente proporcionales. En un extremo, los
primerísimos primeros planos (PPP) se centran en la mirada y en la expresión de emociones y
sentimientos, y en el otro el Gran Plano General (GPG), nada recomendable para retratos, que da
todo protagonismo para el entorno, y no nos permite identificar a la persona en cuestión. Los
tamaños de plano más frecuentes son el Plano Medio (PM) (corto o largo), seguido del Primer Plano
(PP), y del Plano Americano (PA).
El ángulo está también cargado de significado. Como su propio
nombre indica, el ángulo normal ubicando la cámara a la altura de los
ojos es el más habitual y neutro. Un ángulo picado, muestra al modelo
más cercano al suelo, por lo que tiende a empequeñecerlo, y a vincularlo
a lo mundano, incluso puede llegar a tener connotaciones cómicas o de
ridiculización. Sin embargo, un ángulo contrapicado, aproxima al
retratado al cielo, haciendo que parezca más alto e importante,
pudiendo llegar a transmitir cierta superioridad o divinización.
En cualquier caso, y dependiendo del tamaño del plano, siempre
es recomendable respetar la regla de los tercios para ubicar los ojos, o
el ojo protagonista, o para ubicar la cabeza o la figura humana en su conjunto o posicionar en ellos
el atrezzo o algún elemento importante del entorno.
- Temporalidad. Éste es sin duda uno de los elementos más abstractos, pero no menos importante.
Se trata de decidir si el retrato reflejará la dimensión temporal y cambiante de la realidad, o si
por el contrario parecerá ajeno al fluir del tiempo y desprenderá cierta idea de quietud y de
eternidad. Una fotografía tendrá una mayor carga temporal cuantas más marcas o indicios señalen
que la imagen recoge un instante muy concreto el cual se desvanecerá conforme pase el tiempo.
Un truco para analizar la temporalidad en un retrato es sopesar si el retratado podría mantenerse
durante mucho tiempo, tal como aparece en la imagen, en la misma pose y con la misma
expresión. Un retrato será atemporal, cuando no haya ninguna marca de tiempo en él.
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Una serie de retratos ordenados por su grado de atemporalidad. De izquierda a derecha: de menor a mayor.
RETRATO DE GRUPOS
Cuando nos enfrentamos a retratos en los que
vayan a aparecer varias personas se deben cuidar con
especial cuidado los aspectos visuales de la imagen de
cara a que quede claro quién es el protagonista - si
es que lo hay - o sí todo el mundo tiene el mismo
protagonismo por igual, encontrándonos entonces
antes un retrato grupal.
Frecuentemente, se puede plantear la realización de un retrato de carácter individual en
el que aparezcan otras personas, siendo éstas últimas no el objeto del retrato en sí mismo, si no el
ambiente social que ayudará a definir al retratado. Se debe evitar entonces la indefinición de
protagonismo. Para ello, se deben utilizar los diferentes recursos visuales y compositivos a nuestra
disposición, teniendo en cuenta que se reforzará el protagonismo de un individuo en una imagen:
cuanto mayor sea su tamaño, cuanto más cerca esté del centro,
cuanto más cerca esté del espectador, si está colocado en algún tercio
o en algún punto al que nos conduzcan las líneas de lectura de la
imagen, si nos mira, si el resto de personas que aparezcan lo miran o
lo tocan, cuanta más nitidez tenga su figura, cuanto más luminosidad
tenga o cuanto más se diferencie su color del resto, cuanto más
espacio tenga alrededor para sí mismo y menos espacio comparta con
los demás, especialmente si dispone para sí de un fondo limpio de
elementos visuales; quien se diferencie de los demás por su pose,
expresión facial, vestimenta, etc.
Todos estos elementos no tienen porqué coincidir simultáneamente.
Una correcta elección y combinación de algunos de ellos será
suficiente.
En los casos en los que todo el mundo comparta el protagonismo, teniendo muy en cuenta
lo anterior, resulta altamente recomendable, como normal general, evitar que se generen
imágenes monótonas en las que (al estilo de las fotografías de los equipos de fútbol) todos los
retratados compartan la misma altura y una distribución homogénea. Se debe distribuir a las
personas por el espacio, estableciéndose diferentes poses; siendo muy recomendable además que
las diferentes personas interactúen entre ellas, tocándose o mirándose. También deben evitarse
todos aquellos espacios entre persona y persona que no aporten nada.
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