Y entonces los turrones dejaron de tener tanta importancia

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Qué harías sin en la comida de Navidad se te presentara la oportunidad para solucionar algunos de los problemas más importantes de tu vida? Probablemente salir corriendo a por un bolígrafo y un papel....Aunque probablemente sea mala idea perder de vista a la posible solución.

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Anna Gomez

Navidad, señoras y señores. 25 de diciembre, los peces en el río y la Marimorena. Y comida, sobretodo comida.

Si ya normalmente las abuelas hacen comida para un regimiento, para navidad hacen comi-da para dos. O para tres. Y, como era de esperar, como año tras año, como para no romper la

tradición, a mi me gustan 2 de los 80 platos que hay de menú.

Y a la hora del postre los mazapanes rancios me miran desde la bandeja. Me los acabo comiendo por pena, y así una se acostumbra al sabor y le acaba gustando. Probablemente fuera eso, que estaban rancios, que eran del año pasado, en mi casa todos reciclamos y esa caja debería lle-

var allí un siglo y medio, pero un día cambió mi visión sobre esas pequeñas figuras creadas por mentes diabólicas.

Esta vez tenían una forma medio humana...

... y cuando le fui a arrancar la cabeza le oí. Lloraba. Me lo quedé mirando. No sé por qué, no me sorprendí. Puede que fuera por esa afición que tengo a evitar

las cosas normales, pero no sé…

Me devolvió la mirada. Vi que estaba triste. Tigres, fuentes, fruterías y una figurita de mazapán triste, lo

que faltaba en mi vida.

Me acerqué a él, cerciorándome de que nadie me miraba (aunque tampoco sé muy bien para que lo hice, ya sabía que nadie lo hacía, los turrones estaban en la mesa, yo era secundaria para

todo el mundo en aquél momento).-¿Que quieres de mi?-Le susurré como si hablara con un espíritu.-¡No me comas, por favor, solo te pido que no me comas!-Me rogó.-Todos desean comer mazapanes habladores, es la nueva moda. ¿No lo sabías?-En… ¡¿En serio?!-Me dijo con mucho más miedo que antes.-En realidad no. ¿Pero, se puede saber por qué narices hablas?-Soy… El Mazapán Elegido-Y entonces se enjugó unas lágrimas inexistentes. Fue bastante mono ver como se movía ese bracito pequeño y como de plastelina. Me dieron ganas de comér-melo pero me contuve.-¿El Mazapán Elegido? ¿De qué me estás hablando?-Yo tengo la solución a tus problemas…-Me dijo como si me estuviera diciendo el más secreto de los secretos.-¿Problemas? ¿Qué problemas? Yo no tengo problemas…-Yo disimulé y el mazapán me puso mala cara.

-Solo te diré tres palabras: TIGRE, FUENTE, FRUTERÍA.-Oh. Oh cielos. ¿Te refieres a que puedes solu-cionar ESOS problemas? Pues entonces tengo muchos. Miles. Millones. Todos los del mun-do. ¡SOLUCIÓNALOS! ¡SOLUCIÓNALOS YA!-Técnicamente, YA, no puedo. Antes tie-nes que hacerme un favor.-¡¿OTRO?! ¿No te sirve que te haya salvado de una decapitación?-No. Tiene que ser uno específico.-¿Cómo de específico?

-Tienes que… ¡Tienes que escribir mi carta a los reyes…!-Dijo con la mayor cara de ilu-sión que he visto en mi vida.-¿Tu carta a los…? Eh… Vale, voy a por… A por papel y eso…-Le dije con incredulidad-Espérame aquí.-Y lo dejé en mi plato, mientras buscaba algo para escribir por toda la casa.

Al final, pegado en la nevera, encontré un bloc de notas para hacer la lista de

la compra con un bolígrafo encima, arranqué una hoja, cogí el boli, y volví

al comedor.

Y entonces lo vi.

El maldito gato de mi abuela. Ese gato que es como tres rinocerontes. El maldito gato que lo único que hace normalmente es dormir en el sofá. Esa bola negra que suelta pelo estaba encima de mi

silla, con las patas en la mesa. ¿Se estaba comiendo a MI mazapán parlante?

Me acerqué a la bestia.

Me acerqué a la bestia.

Miré el plato y vi una piernecilla baboseada.

Se lo había comido.

Miré a ese despojo gatuno y creo que me miró son sorna. Entonces la ira recorrió mi cuerpo y cogí, aunque todavía no sé como tuve la fuerza de aguantar las toneladas que

debe pesar ese bicho, al gato.

-¡MALDITO GATO DE LAS NARICES, TE HAS CO-MIDO A LA SOLUCIÓN A MIS PROBLEMAS, TE HAS COMIDO A MI FELICIDAD ETERNA!-

Le grité.

Y entonces los turrones dejaron de tener importancia.

Qué harías sin en la comida de Navidad se te presentara la oportunidad para solucionar algunos de los problemas más importantes de tu vida? Probablemente salir corriendo a por un bolígrafo y un papel.

...Aunque probablemente sea mala idea perder de vista a la posible solución.

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