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8/15/2019 Zafra de La Torre, N. Hacia Una Metodología Para El Estudio Del Patrimonio Arqueológico.
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NARCISO ZAFRA DE LA TORRE
ANTICUARIA ARQUEOLOGÍA ARTESANAL ARQUEOLOGIA PROFESIONAL
OBJETO DETRABAJO
-La p ieza , e n concreto e l ob jeuo
aru isu ico .
-El vacitajento como ob jeto . -El uerriuorio. La Zona Arqueológica amp l ia -
d a, s u p rotecc ión t c o t íservacion.
MEDIOSDE
TRABAJO
-Procedimientos particularessin estandarización. -Métodos y técnicas es tandar izadas .-Fo rmac ion mecan ica -p rác ti ca co n f im o-damenuos teór icos d iversos (his tór icos, ti-lo lógicos, art íst icos,. . . ) .
- T iuu í lac ióm , para le la .-ciencias auxi l iares adoptadas .
-Métodos y m écn icas estandarizadas,-Formación teórico-práctica histórico-arqucomógica.-‘ritulación rea l ,
-Planificación de l cosue soc iocconómico d ela s intervenciones.
-Ciencias au xiliares adaptadas.
TIPO
DE
TRABAJO
-Personal.- Intu ju ivo .
-Aucórico.-Sin metodología .-Basado e n l a exper iencia per-s o n a u p rev ia .-Progreso incierto.
-Equipo d e excavadores preparados t rasmucha práct ica.
-Teoría implícita.-Metodología acep tada s in cri t ica.-Registro po r escue las.-Flspcc ia l izac ión crono -cut turaU
-Progreso basado e n la práctica.
-Aplicaciones e s t a n c a s .
-Excavadores y prospecciones prep arados.-Protocolos de invest igación.
-Metodo logías razonadas:m )e intervet,c ión (registro).D e cont ro l de cal idad.
-Espec ia t ixac íóí t técnica,
-Análisis y teoría.
-Progreso basado e n e l conoc imiento,-Nuevas ap l i caciones (urbana. emergentes,contemporánea.. . . ) .
PRODUCTO-Objeto clasificado y me rcan -
tilizado.
-El ob je to e n si ’ conte xto estrat igráf ico. -lnfon,,ación histór ica.
-Propuesuas de p rotecc ión y conservación.
- Patr ímonio Arqueológico ut i l i zable.
uso
SOCIAL
-Prop iedad pr ivada.
-Comercio y co lecc ion ismo.
-Prop iedad pubí tea .
-Uso restr ingido.-Acunnílación mu se is t ica y canales cien-tíficos d e di fusión.
-Prop iedad pública.
-Uso antp l io .-Pro tecc ión y conservac ión d el Pat r imonio .-Generación de reci trsos.-cana les c ient íf icos.
-Divulgación.
-Difusión patrimonial (puesta e n valor).
Fig. 1. - De scripción de la evolución d e lo s e lementos simples de l proceso de trabajo e n arqueo logía.
arqueología profesional. La figura 1 describe somera-mente los elementos simples del proceso de trabajoen cada una de las etapas consideradas, el tipo deproducción generada y su uso común (para una apro-ximación al análisis del proceso de trabajo arqueoló-gico ver Ruiz elalii 1996).
De acuerdo con esta idea la situación actualdel trabajo profesional podría describirse como unafase en la que el objeto de trabajo comienza a ser e l
territorio y el patrimonio. Los medios de trabajo sereducen a procedimientos heredados sin crítica que,aunque en revisión, son mayoritariamente asumidosy a una formación mecánica práctica que no se pías-ma en una titulación específica.
Mientras tanto los planteamientos etírricula-res universitarios se han mantenido prácticamenteintactos, lo que no debe extrañar ya que en nuestropaís la relación emítre demandas de la sociedad .,- ofer-ta universitaria sólo recientemente se ha comenzadoa tener en consideración.
En definitiva, la práctica arqueológica tradi-
cional no ha conseguido formalizar un proceso detrabajo técnico, de hecho se tiende a consegumir unmáximo de destreza artesanal y un mínimo de ínter-
cambiabilidad.La arqueología, parafraseando a Fontana,
debe ser análisis del pasado y proyecto social, y debeserlo desde la primera paletada de tierra, desde elprimer mapa observado, Eso se consigue con las mi-ras puestas no sólo en la búsqueda científica del pa-sado (investigación), también en e l uso en común quede esa investigación podemos hacer en el presente(protección, conservación, difusión, educación, ex-
plotación) y, corno no, en la proyección de estos usoshacia el futuro (planificación, gestión, cambio so-cial...). Se consigue, por tanto, desde un enfoque dia-léctico que estudie la realidad de la zona arqueoló-gica desde las multitud de conteNtos que la confor-man.
Por ello proponemos la sistematización dcuna metodología que integre el estudio de todas lasfacetas, a fin de perínitir al profesional no sólo la in-vestigación arqueológica. sim io también proponer so-luciones al problema concreto de protección o dcconservación creado, definiendo previa y simultánea-
mente los aspectos históricos, patrimoniales y de ges-tión.
Así la labor dcl arqueólogo sería, en deftni—
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HACIA UNA M ETODOLOGÍAPARA EL ESTUDIO DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO 227
uva, tomar los datos del presente, dotarlos de sentidohistórico (contextualizándolos, interpretándolos) ydevolverlos a la sociedad como parte comprensible (ymaterial) de su historia. Nos reservamos el papel de
elemento catalizador en un proceso en el que la Ex-PLICACIÓ?-J científica de la historia debe ser, entreotras cosas, el paso previo a la INWLtCACtÓN social enla conservación d el patrimonio histórico.
1. FUNDAMENTOS DE UNAPROPUESTA METODOLÓGICA
Toda m etodología descansa en y sostiene a
una teoría. Por tanto, s e reconozca o no. está cargadaideológicamente. En nuestro caso l a carga materialis-ta del método es consciente y por coherencia qumere-mos que sea explícita. Por ello nos demoraremos fi-
jando algunos conceptos.La teoría en tanto que ‘fimdamento del co-
nocimiento y lógica de la justificación” (Lakatos1989: 250). es decir en tanto que pensamiento delque nos servimos para orientar la investigación (Fon-tana 1982: 9) está mediatizada por su ontología (na-turaleza del conocimniento a adquirir) y por su episte-mologia (naturaleza de la relación del investigadorcon ese conocimiento) (Egon Guba, citado en Clark
1994: 463).El materialismo histórico presenta una onto-logia materialista: se estudia una realidad (las socie-dades y sus procesos de cambio) dependiente de múl-tiples contextos que interactúan simultánea y sucesi-vamente (Bate y Nocete 1993: 9), regida por leyeshistóricas que no son ni mecánicas ni biológicas (Vi-lar 1974: 17). cuyo concepto explicativo preferente esel grado de desarrollo de las fuerzas productivas y delas relaciones de producciótí. Su epistemología es ob-
jetivista (Chalmers 1993: 170). Marx en su “Cont,-i -
bución a la crítica d e la economía político” indicaba
que “no e s la conciencia del hombre lo q u e de termni - na su ser , s ino, por el contrario, es su existencia so - cial lo q u e determina su conciencia” - La acti~’idadcientífica no puede sustraerse a este axioma, quedan-do marcada la relación entre e l investigador y e l co-nocimiento que persigue por el hecho de que e l se-gundo existe sin el primero, y el grado de conoci-miento que se alcanza depende de las posibilidadesfijadas por las condiciones de cada realidad social.
La metododogía por su parte pretende serobservacional e interpretadora e intenta aunar los dos
modos de adquisición de conocimiento con que con-tamos: pensar y observar (Chalmers 1993: 160). Bá-sicamente consiste en “un diálogo entre concepto y
dato empírico, conducido po ¡ hipótesis suces ivas;
por un lado, e investigación empírica, por otro” (Thomson 1981: 67)’.
Ésto es válido como fundamento general dela investigación histórica materialista, pero sabemos
que la arqueología posee entidad propia y personali-dad diferenciada dentro de los estudios históricos,¿cómo encaja en este esquema general?
Ya hemos dicho que para nosotros la teoríade la arqueología es teoria de l a historia2. Por consi-guiente e s en e l objeto formal de estudio y en las téc-nicas donde debebuscarse l a distinción.
1.1. El objeto de estudio
Los arqueólogos, como e l resto de los histo-riadores, los antropólogos o los geógrafos. solemos
trabajar, reconociéndolo o no. con un gran sistemacambiante: la sociedad en su medio ambiente. Lo queexplica que nuestros campos de investigación esténcada día mas interconectados. y en muchos sentidosyuxtapuestos3.
El patrimonio arqueológico es simultánea-mente patrimonio histórico y patrimonio ambiental.La comunión entre recursos históricos y ambientalesdimana d el marco donde s e presentan: el territorio,que lejos de ser una categoría abstracta aparece comoun fragmento real del espacio-tiempo históricamenteproducido por la sociedad. Tenemos que extraer de larealidad fisica actual (la única que podemos analizar)la información necesaria para reconstruir (interpre-tar. reconocer) los territorios anteriores, las socieda-des que los conformaron y sus trayectorias históricas.
La especifmcidad de la arqueología radicapor ello en el papel que en su análisis juega e l con-cepto de espacio.
Dc veinte años a esta parte se ha aceptado, yde algún modo s e ha comprendido, que el territoriono es sólo el marco donde se desarrollan los hechoshistóricos a estudiar: el territorio es e l hecho históri-
co a estudiar4. Esto no quiere decir que sea el únicoámbito de estudio pero sí l a base de todos los demás.Hay que insistir en que la materialidad del
objeto de estudio y el tiempo en que se manifiesta(siempre hoy) impone la necesidad de tener en cuen-ta aspectos como la protección, la conservación y ladifusión consustanciales y legitimadores d e la prácti-ca arqueológica finisecular. Cuando Carandini(1984: 81) acuñó el término “historia-a,nbiente” pa-ra diferenciar el punto de vista arqueológico de loque denominaba “visión tipográfica” o “gutembe rio - no” de l a historia, no analizó suis implicaciones: la
arqueología investiga las propiedades materiales delPRESENTE para descubrir las propiedades materiales ysociales del pasado.
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228 NARCISO ZAFRA DE LA TORRE
Pruieba de ello es la competencia directa quelos restos arqtmeológicos establecen con otras realiza-ciones de nuestra sociedad (crecimiento de las ciuda-des, reordenaciones territoriales, tareas agrícolas. ar-
queotráfmco. etc.). competencia que amargamente de-nunciaba ese autor en e l mismo texto y que raramnen-te se da en los estudios históricos no arqueológicos5.
Pese a guie en determinadas reacciones con-sers’acionislas. que lodos hemos experimentado y guíepueden rastrearse en la literatura arqueológica desdesus inicios, subyace una aprehensión intuitiva de estaidea. merece la petía detenerse a explicarla dada susignificación en el posterior desarrollo de este trabajoy en l a redefiniciótí inconsciente del propio conceptode arqueología.
Benedetto Croce escribió que toda la histo-
ria es historia contemporánea porque “po- remotos q u e nos parezcan los acontecimientos, la histoia s e
refiere e n realidad a las neces idades presentes y a las situaciones presentes e n q u e vibran dichos acon - tecin¡ientos” (Carr 1993: 29). Gramsci afirmaba quelo que l e atraja de la historia era “que se ocupa d e
los hombres vivos” (Fontana 1982: 235). Ambasideas Formuladas casi desde las antípodas ideológi-cas, de algún modo ilustran nuestro intento de expli-car el espacio de la literatura arqueológica en l a bis-toriografma.
La picola no es una máquina del tiempo, la
realidad arqueológica se manifiesta en el presemíte.Debemos acostuníbrarmios a entender que toda evi-dencia material (sea paleolítica o decimonónica) esuna manifestación ACTUAL del periodo que investiga-mos. Esa contemporaneidad radical, esa “rabiosa ac-tualidad” de nuestro objeto de estudio e s lo que dotaa la arqueología de su dimensión mas especíFica, dis-tinguiéndola como decíamos del resto de las cienciashistóricas0,
En este sentido e l aforismo idealista de Cro-ce aplicado a nuestra disciplina (toda la arqueologíaes arqueología contemporánea) se toma materialista,va que la contemporaneidad no viene dada por la in-terpretación personal que e l arqueólogo haga HOYdel dato o d el hecho, sino porque el dato, el hecho ensí. es contemporáneo (tan contemporáneo como la in-terpretación).
U. La forma de estudio
Popper diferenciaba dos tipos de teorías dclconocimiento, las pasivas, que entendían e l conoci-miento corno la impronta de la naturaleza en utna
mente “inerte” e inocente (v.g. el empirismo clásico),y las activas, que sostienen que la única manera decomprender la naturaleza es interpretándola com í um í a
mente teorizante (v.g. el materialismo) (Latatos1989: 32).
La arqueología forzosamemite debe alinearseen este segundo tipo porque. en tanto que historia, nopuede utilizar la lógica imíductiva de los empiristas
como base probatoria de las teorías que formula: la“verdad” en arqueologia m í o puede ser probada por laexperiencia, puesto guíe el conocimiento histórico noes experimental.
Ésto no quiere decir quíe cl método sea me-nos válido que el utilizado por las ciencias “duras” ofísicas, es distinto, y no por ello debemos encastillar-tíos en posiciones descriptivas o retirarnos a las trin-cheras de la narrativa. Sencillamente s e constata queel análisis histórico no puede basarse en resultadosobtenidos en pruebas de laboratorio estrictamente
controladas.Lo que no significa gu íe la interpretación enarqueología esté a merced de cualqumier tipo de elucu-bración. y mucho menos que todas las interpretacio-nes tengan la misma validez, cosa que tácitamentepropugnan los idealistas y expresamente los anar-qu m ista s metodológicos (Feyerabetd & Cía.). Nadieniega que existen hechos que podemos considerar“verdaderos”, Hechos, no proposiciones. Pero, y aquí seguimos a Wittgenstein (1985: 201>, “los hechos
pertenecen al problema, no a la solución”, y el pro-blema sólo e s el inicio de la investigación.
La investigación histórico-arqueológica mí -nimamente seria plantea hipótesis de trabajo extraí -das del estudio de datos y tesis anteriores para selec-cionar la búsqueda de nuevos dalos que permitanavanzar teorias que prueben las proposiciones. Esteciclo responde al eliché clásico de lo que debe ser e l“método científico” que desde Newton s e describe co-mo un proceso recurrelUe de análisis-síntesis, quegrosso ¡nodo” se revela inductivo en l a ida y deduc-
tivo en la vuelta.De alguna manera toda construcción teórica
ambiciosa, sea funcionalista. estnícturalista. materia-lista o híbrida participa de este cliclié, y responde, enlo sustantivo (existencia de tín núcleo fmrníe de ideas
potenciación de la heutrística defensiva), al esque-ma de Programa de Investigación Científica enuncía-do por Lakatos (1989: pos-sim). Por desgracia s e que-dan en el esquema.va que con frecuencia e l desarro-llo teórico queda lastrado por una gran carga intuiti-va, inercial y dogmática que tiende a anular la plani-fícación y desdibuja los objetivos.
Eso explica que pese a que oculta una grancapacidad de formulación de leves y un potencial
predictivo considerable, el 90% de la investigaciónarqueológica no ha salido d el empirismo más pedes-tre, caracterizado por la ausencia de deducciones, de
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NARCISO ZAFRA DE LA TORRE
DOCUMENTO PRACTICA ARQUEO LÓGICA NORMALIZADACIENTIFICO prospecciones, excavaciones, docuimentacioties,
alimenta
DOCUMENTOTÉCNICO
ARQUEOLOGíA APLICADAzonifacaciones. cartas de riesgo, inventarios, estudios de impacto,
alimenta
DOCUMENTO
LEGAL
INSTRUMENTOS Dli PROTECCIÓNURBANISTICOS
Nornias subsidiarias,Planes especiales,
Planes generales,
PATRIMONflLES
Catalogaciones, Servidumbresarqueológicas, .,.
AMBIENTALES
Declaraciones de impacto am-biental,
alimenta
RENTABILIZACIÓNSOCIOCULTURAL
PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN, CONSERVACIÓN USO Y GESTIÓN
Fig. 2.- Arqueo log ía en acc ión.
depende cada vez más de las necesidades de la inves-tigación aplicada, sino también porque su proyec-ción, ensimismada, pocas veces supera los límites delos campus. Por supuesto también debe pasarse la ho-
ja de lo que podriamos llamar, por contraste, arqueo-logia “bastarda”’ que ha dominado la práctica tota-lidad de las intervenciones de urgencia durante la úl-tima década y que no ha sabido dar respuesta a nin-
guna de las tres facetas d el problema, ni a la históri-ca ni a la patrimonial ni a l a profesional, revelándosede paso igualmente impermeable a la contrastacióncientífica y a l uso social.
Esto demuestra que el conjunto de instru-mentos legales, técnicos y cientificos con que conta-mos para realizar nuestro trabajo s e encuentra sin je-rarquizar ni sistematizar en una metodologia útil, in-dicio por otro lado de que los objetivos que se persi-guen tampoco están bién definidos, aunque en abs-tracto todos podríamos eon~’enir en que se limitariana conocer, proteger y conservar la base material de
nuestra historia.Vamos a explicar como entendemos que de-
ben disponerse las funciones de cada componente delconjunto para rentabilizar los esfuerzos investigado-res y económicos.
2.1. El concepto
El mareo legal en el que desempeñamosnuestra tarea es amplio ¡e l ordenamiento internacio-nal, la Constitución, la Ley de Patrimonio Histórico
Español, el Texto Refundido de la Ley dc Suelo, lasLeyes Autonómicas de Patrimonio Histórico, las Le-yes de Medioambiente. los reglamentos que desarro-llan estos textos yel planeamiento urbanístico] y pro-
porciona instrumentos de protección derivados entres vias: la patrimonial (declaraciones de BIC, deServidumbre arqueológica, catalogaciones), la urba-nistica (Planes Especiales. Planes Generales de Orde-nación, Normas Subsidiarias. etc.) y la medioam-
biental (Declaraciones de impacto ambiental, califi-caciones ambientales, etc.).
Las tres vías expresadas requieren documen-
tos técnicos en los que apoyar sus argumentos preser-vadores (inventarios, cartas de riesgo, zonificaciones.estudios de impacto, etc.). que a su vez se nutren d ela información científica aportada por l a práctica ar-queológica (prospecciones, sondeos, excavaciones ex-tensivas, documentaciones gráfucas, delimitaciones,etc.) tanto recogida en investigaciones previas, comorealizadas ex proFeso. La fig. 2 pretende ilustrar estemareo de relaciones.
Básicamente estos documentos deben identi-ficar, delimitar y jimstificar las zonas arqueológicas,definir s i m valor de conservación, prever los efectos
perniciosos de la futura ordenación, prevenir los im-pactos y. dependiendo de su carácter, aportar pro-puestas legales, criterios y procedimientos de inter-vención, posibilidades de musealización, estímaemo-nes económicas. etc.
La práctica habitual se viene preocupandopor las tareas de identificación y delimitación, paralas que estamos más o menos entrenados y el restoqueda a merced de la improvisación y el ingenio,convirtiendo en “jazz-session” lo que debía ser sinfo-ulía, La manifiesta descounpensación que ésto suponeno sólo difleulta la operatividad, sino que socava lamisma credibilidad de los estudios.
Los documentos para ser útiles sólo puedenelaborarse desde la perspectiva de los estudios inte-
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HACIA UNA METODOLOGíA PARA EL ESTUDIO DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO 231
grados (planes especiales, planes generales de orde-nación, evaluaciones de impacto ambiental, progra-mas de catalogación, programas de conservación,proyectos de investigación territorial, etc.) que, según
su capacidad y alcance, deberían ser diseñados deacuerdo con las directrices establecidas por los planesgenerales de intervención, los estudios de ordenacióndel territorio o los programas preventivos de investi-gación.
El modelo general de organización d el estu-dio podria ser el reflejado en la figura 3. Convieneexplicar que aunque lo que denominamos documentocientífico y documento técnico se tratan por separa-do, se integran en un proceso de trabajo donde sus lí -mites no están definidos, pese a ello optamos por ladiferenciación para clarificar los términos.
2.2. El documento científico
D’Alembert fiel a Bacon y a l a fiebre clasifi-cadora de l a Ilustración, dividía la “ciencia humana”de acuerdo con las tres potencias d el alma: memona-Historia, imaginación-Poesía y razón-Filosofia. E lalejamiento de la historia de todo lo que fuera juicioe inspiración la relegaba a la descripción de pasadosinamovibles, compuestos por hechos que según seachacaran a Dios, a la naturaleza o a los hombres,
encajarian en los dominios de la Historia Sagrada, dela Historia Natural o de la Historia Civil. La labordel historiador consistía en la obtención y ordenaciónde datos y en ningún caso llevaba aparejada la inter-pretación o la critica. El descubrimiento era el fin dela investigación (la regla IV de Newton establece quedescubrir es probar).
Esta concepción prendió en la arqueologíacon más fuerza que en ninguna otra forma de hacerhistoria. Los historicistas y empiristas mantuvieron y
mantienen firmes sus bases descriptivas y clasificato-rias. Cualquier iniciativa innovadora ha contado con
su animadversión incondicional. Basta recordar laopinión de D. Martiniano Martínez y Ramírez. profe-sor de Bosch Gimpera. que ya opinaba a finales delsiglo XIX que la prehistórica (en sus inicios clara-mente evolucionista) era “una ciencia tendenciosa inventada por los herejes para comb atir la religión”
(Cortadella 1991: 161).Afortunadamente desde entonces, al igual
que en el resto de las ciencias, la metodología ha ex-perimentado múltiples cambios. En numestro país, hoypor hoy, relegada un tanto la obsesión taxonómica,
las mayores inquietudes revisionistas afectan a l a fa-se de obtención y observación de los datos. con lasinterpretaciones de los procesos de formación ytransformación de los depósitos y los modelos de re-
gistro como principales preocupaciones.El propósito es conseguir un mayor volumen
de datos e información y unificar las observaciones(la mirada) de los arqueólogos”.
Estos esfuerzos con ser necesarios no son,como algunos pretenden, la panacea. No hay que ol-vidar que lo que se observa, el modo en que s e orde-na y los fundamentos de las explicaciones dependende la teoría histórica de la que s e parte. P . Vilar ya loadvirtió: no se encuentra más que loque s e busca.
Por eso, aún pretendiendo concentrar el es-fuerzo en las aplicaciones técnicas, la coherencia deldiscurso obliga a avanzar algunas ideas sobre la or-ganización y enfoque de la investigación arqueológi-ca “pura”.
Cuando en páginas anteriores definimos los
fundamentos de nuestra propuesta indicábamos quela metodología arqueológica intenta aunar los dosmodos de apropiación de conocimiento: pensar y ob-servar, pero ésto ¿cómo se concreta? Iraida Vargas(1990: 24 y ss.) establece en l a investigación arqueo-lógica una diferenciación entre lo que se podría de-nominar instancias ideológicas e instancias metodo-lógicas. Las primeras rigen el proceso de conoci-miento y se fijan, por un lado, en una teoría sustanti-va que entiende de los procesos de conformación ycambio de la sociedad; por otro, en una teoría de la
observación que explica los procesos de formación ydesarrollo de los contextos arqueológicos (de éstas yanos hemos ocupado al tratar los fundamentos de lapropuesta y no reiteraremos nuestra posición).
Las segundas establecen la forma en que seaccede al conocimiento. Vargas, siguiendo a Bate,reconoce tres instancias m etodológicas en la investi-gación arqueológica:
1 . Obtenciónv observación de los datos.2. Ordenación de la in.forniacmon.3. Generalización-Particularización.
Entendemos que este esquema no fija una
pauta en la que cada fase del proceso precede siem-pre en e l tiempo a otra, sólo señala la manera en quese estructura d e modo general un proceso de trabajoprofusamente imbricado y cíclico. Por ello compar-tiendo este modelo, proponemos una pauta de inves-tigación que pretende ser reflejo práctico del mismo(ver fug. 3) :
1 . Coyuntura de intervención. Planteamiento delproblema histórico, metodológico o patrimonial.2. Selección de las manifestaciones empíricas ainvestigar (qué estudiar).
3. Selección de la forma de estudio (métodos y
técnicas).4. Diseño del proyecto.5. Recopilación y estudio de la documentación
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NARCISO ZAFRA DE LA TORRE
4 -
Lrrlrbi
232
PROPIJESnS bOAE P*OtSTS O! MOC*C~CLES Oet.
PtSMSAUIENrO O MJ!VAS PROYCTOAPÉJO*tO#CE INflRVÉCIG¡SSLEOISLACIOÑ
Hg. 3.- N lod&o genera l dcl docurnenuo cieuiuífico.
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HACIA UNA METODOLOGÍA PARA EL ESTUDIO DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO 233
disponible. Bibliografía, estudios arqueológicosprevios. amatecedentes administrativos, etc. Primernivel de hipótesis.6. Estudio d el territorio a documentar. Orografía,
suelos, vías de comunicación y cuantos compo-nentes d el paisaje contribuyan a predecir los tiposde poblamiento localizables.‘ 7 . Prospección arqueológica superficial, para de-terminar los límites y el potencial de las zonasar-queológicas. La elección del método prospectivo a
aplicar dependerá de las particularidades d el te-rritorio vías e~’idencias disponibles, pero en todocaso será sistemática y no discriminatoria ni es-pacial ni cronológicamente.8. Ordenación crono-espacial de los datos e inter-pretación histórica (segundo nivel de hipótesis).9. Selección razonada de las zonas donde realizarla excavación arqueológica, atendiendo a necesi-dades de conservación. investigación, proteccióno. en su caso, corrección de impactos.10 . Ordenación crono-espacial de los datos. inter-pretación del proceso deposicional y postdeposi-cional.11 . Generalización, particularización: interpreta-ción histórica12 . Informe con las conclusiones históricas, losvalores patrimoniales y la propuesta de criterios
de conservación.13 . Publicación y cualquier otra vía de difusiónde los resultados.
En la fig. 3 se representa esta paula de in-vestigación integrada en un modelo más amplio deorganización del estudio arqueológico, requerido porel documento técnico.
2.3. El docu m ento técnico
El documento técnico es una aplicaciónpráctica del científico, pero no es sólo eso. Éste, deacuerdo con lo expuesto más arriba. s e puede clasifi-car atendiendo a la legislación en que se apoya del si-guiente modo:
- Vía patrimonial: programas dc catalogación,programas de conservación. programas de difr-sion..• Vía ambiental: evaluaciones de impacto ambien-tal, calificaciones ambientales..- Via urbanística: planes geneníles de ordenación.planes especiales de protección, planes de refor-ma, normas subsidiarias, delimitaciones de suelo
urbano, estudios de detalle. - -
Los documentos contemplan, requieren y
generan un determinado tipo de in.for¡nación, que va-ria de acuerdo con las exigencias de cada administra-
ción. pero que en general tienden a ser totalizadores.Lo que sigue se ajusta a lo que exige la ComunidadAutónoma de Andalucía:
• C omitemplan:• Identificación
• DescripciónJustificación
- Delimitación- Propiedad
Definición de alteraciones• Propuesta legal o calificación
Instrucciones particulares. muedidas preven-tivas. medidas correctoras y. en s i m caso, propues-tas de intervención
- Intervenciones en conservación (en su ca-
so)• Requieren:El documento científico ya descrito, un aná-
lisis de la situación legal y un estudio d el proyec-to agresivo (en su caso) (ver fig. 3)• ~‘Generan:
- inventarios (bases de datos)Catalogaciones (con o sin instrucciones
particulares)• articulado en planeamiento- articulado en declaraciones de impacto am-
biental
‘programas de conservación• planes de uso y gestiónComo este trabajo sólo pretende apuntar a
grandes rasgos la línea metodológica propuesta no sedesarrollarámi los contenidos de los documentos men-cionados e m a la clasificación anterior, pero si seránabordados algunos aspectos que son fundamentalespara cualquiera de las aplicaciones prácticas de losestudios arqueológicos: las catalogaciones (instru-mento de protección básico), los programas de con-servación y los programas de d ifusión.
2.31. CatalogaciónEl catálogo, como parte fundamental de
cualquier esfuerzo planificador, es una herramienta,un medio no un fin. La metodología de catalogaciónexplícita las bases teóricas que la hacen necesaria ycómo llevarla a la práctica. Sea cual sea s u ambición,para ser operativa necesita contener registros clara-mente definidos en el espacio, con cautelas perfecta-mente marcadas. Lo que requiere criterios de delimi-tación de la Zona Arqueológica ysu entorno.
Ruiz y otros (1996) plantean que el asenta-
miento es impemisable sin su territorio, cosa histórica-mente correcta, pero ¿cómo se plasma eso sobre car-to gra f’m a’?. ¿con polígonos Thiessen?, ¿con inferenciasde límites de área de captación de recursos? o ¿con
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gigantescos territorios políticos? Por un lado, la teo-ria nos impulsa a considerar l a Zona Arqueológicacomo un territorio amplio (asentamiento. necrópolis,área de captación de recursos, zona de influencia
económica, zona de influencia política, etc.) it porotro, la realidad de la propiedad de la tierra, sus con-dicionamientos legales y sobre todo su gestión (elcontrol) acotísejan restringir las áreas de protección a
los espacios arqueológicos de hábitat y sus entornosinmediatos.
Este dilema no presenta soltíciones de carác-ter gemíeral . cada caso requiere un estudio pormenori-zado. y l a adopción de determinados criterios (histó-ricos, paisajísticos, geomorfológicos, hidrográficos.catastrales, etc.) dependerá de las características es-pecíficas de cada zona arqueológica.
Sin embargo desde nuestra perspectiva esobligado comenzar a proponer zonas arqueológicasque, a la manera de los espacios naturales p rotegidos,abarquen porciones del paisaje históricamente cohe-sionadas y engloben redes de asentamientos (territo-rios locales o territorios políticos) que permitan inter-pretaciones internas (Ruiz et alii 1996). Lo que supo-ne incluir elementos del paisaje agrario que han per-manecido hasta ahora ajenos a cualquier valoraciónhistórica y que, para ser coherentes con la definicióndel patrimonio arqueológico de la legislación vigen-
te, deben ser protegidos con e l objeto de asegurar suconservación para el uso público (Zafra et allí 1995).Carandini (1984: 139) comentaba, con cuer-
ta grandilocuencia, que el patrimonio se entiende de-masiado a menudo como un conjunto de “bienes” ol-vidando que es “nuestra matriz, por lo tanto la pro - pia nación”. Buena parte dc la imagen disgregadoraque é l constata cabe achacarla a l a noción aislacio-nista de las zonas arqueológicas en los inventarios.El abandono de esa catalogación “insular” puedeayudar a desbaratar el sustrato idealista que subyaceen su concepción.
Como norma de aplicación práctica convie-nc tener en cuenta que la protección a aplicar debeser gradual, no se pueden imponer las mismas res-tricciones de uso o aprovechamiento a la zona ar-queológica propiamente dicha que a su entorno o a
los elementos emergentes que a los soterrados. En to-do caso las cautelas deben ser fundamentadas, cohe-rentes, aplicables y con visión de futuro, lo que exigeun conocimiento aquilatado de las afecciones reales opotenciales de los usos establecidos y los previstos.Tampoco í’iene mal un ejercicio de mod estia. el reco-nocimiento de las limitaciones del método contribuyea evitar conflictos futuros, el ajuste de los límites delas áreas de protección se basará en las evidencias y
también en las posibilidades estimadas.
2.3,2, Programas de ConservacionLas zonas arqueológicas son recursos cultu-
rales m i o renovables: su utilización implica en buenamedida su destrucción. Nuestra mecánica de obten-
ción de datos es muy rígida y supone en todo casouna perturbación de las manifestaciones del procesoque s e intenta explicar (Vargas 1990: 25). Como esnatural el nivel de agotamiento del recurso dependede la entidad de la actuación y de su futuro previsto,no es lo mismo un sondeo estratigráfico de compro-bación cronológica que una excavación total por im-perativos urbanísticos.
De cualquier modo el juego limpio implicala conservación de lo investigado para permitir en e lfuturo su reinterpretación y la contrastación de losresuiltados. Esta es una preocupación presente en bas-
tantes “escuelas” y se ha aceptado la conveniencia deacotar reservas en los asentamientos, para permitirestudios futuros. Sin embargo sólo en contadas oca-siones las áreas sobre las que se actúa directamentes o m í tratadas con tanta deferencia.
Las intervenciones en conservación presen-tan una escala dependiente d el fin que se persiga, queva desde e l vallado del lugar hasta su musealización,pasando por el cubrimiento, la consolidación. la res-tauración. etc. La decisión o la propuesta sobre el ti-po aplicable a cada elemento está en función de los
criterios de estimación del valorde conservación.Los estudios de economía de los recursosambientales admiten para éstos la existencia de trestipos de valor, el de existencia, el de opción y e l deuso (en realidad tres estados del valor de uso). El pa-trimonio arqueológico en su calidad de recurso am-biental participa de esta clasificación con algunasmatizaciones. Siguiendo a Carlos Romero (1994: 50)podemos definir el primero como el activo que no seha utiliLado ni s e piensa utilizar pero cuya existenciareporta un beneficio. Por ejemplo muy pocos españo-les podremos entrar en la cueva de Altamira, pero e l
conocimiento de que su conservación está aseguradaes un í’alor a l que no estamos dispuestos a renunciar.El valor de opción se define como un activo que noes utilizado pero e s susceptible de serlo, por ejemploaún no hemos podido visitar Atapuerca, pero tene-mos previsto hacerlo algún día. El valor de uso e s eldel activo utilizado, v.g. la Plaza de Armas de PuenteTablas zona arqueológica que “títilizamos” con regu-laridad’2.
Estas posibilidades de utilización están pre-seíítes como referencia base a la hora de decidir sobrelo que se debe o no se debe conservar (léase donde se
debe o no invertir), pero para ganar operatividad esconveniente definir algunos criterios concretos onen-tativos. advirtiendo que adquieren sentido pleno con-
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siderados en estudios de ámbito macro-territorial yque no pretenden agotar las posibilidades:
DívERsínan. Variabilidad de un conjunto deasentamhenLos. vg. Territorio bien definido donde
hay un asentamiento de cada época adquiriendo cadauno un valor de conjunto como fase de un procesohistórico (estratigrafías horizontales), o ten-itoriobien definido donde se articula un patrón productivocompleto (mina-metalurgia, elaboración-consumo...).
RAREZA. Presencia escasa en el ámbito consi-derado o en la banda cronológica a l a que se adscribe(santuario, palacio, mina, ciudad. etc.).
SINQuLA.p.n»n. Caso único en el ámbito deestudio o en la región. que atañe a condiciones deconservación, valor científico, tipo de zona arqueoló-gica... y no sólo a cronologias.
FRAGILIDAD. Grado de sensibilidad a las alte-raciones, que depende de l a superficilidad de los res-tos, del tipo de éstos y de la intervención propuesta.
INTEGRIDAn Grado de interconexión de losrestos (mayor en recintos amurallados, estrncturasaisladas, cuevas. -3 .
REPRESENTATIVIDAD. Valor simbólico, emble-mático o significativo. Grado de relación del patri-monio recuperado con sus receplores previstos, de-pendiendo éste de la capacacidad del bien patrimo-nial para hacerse reconocer sin intermediarios.
EJEKWLAPJfl~D. Posibilidad de “efecto domi-nó” por agravios comparativos una vez permitida laalteración. Requiere conocer los planes previstos pa-ra el territorio donde se enmarca el estudio.
COM PLEJuDA D. Dificultad de comprensaon,con e l conocimiento actual, del mareo histórico en elque s e encuadra la zona arqueológica.
TITuLARIn’®. Pertenencia de l a zona arqueo-lógica a las administraciones públicas.
EYCECTATIVAS DE liso. Posibilidad potencialde inversiones en la zona con fines culturales.
Como se decía esta relación es útil a la hora
de proponer o decidir sobre qué s e interviene. La in-tervención en sí reclama un programa interdiscipli-nar que con criterios convergentes sirva a objetivosculturales y socio-económicos. En jerga de economis-tas, se trataría de una decisión multicriterio basadaen una programación multiobjetivo.
Estos programas por requerir una ampliacarga de estudios previos (arqueológica. medioam-biental. arquitectónica, de factores de deterioro...) searticulan en diversos proyectos de investigación yejecución, que desarrollan el conjunto de actuaciones
decididas, organizadas y lascadas en la programa-ción, que e s la que cohesiona y dota de coherencia alas interpretaciones que se pretenden trasladar a lasociedad.
23.3. DifusiónUna cínica teoría mus’ extendida entre infor-
madores y periodistas establece que si un aconteci-miento no es percibido no existe. Esto es especial-
mente cierto en arqueología, porque l a protección delpatrimonio se percibe como un freno, una traba al“desarrollo” y la difusión en su más amplio sentido(divulgación, publicidad, publicación, enseñanza,puesta en valor, etc.) se encarga de poner de manu-fiesto su capacidad de generación de recursos (cultu-rales y sociocconómicos>. Es por ello el eslabón quelegitima y justifica ante la sociedad las inversiones ylos esfuerzos.
“La d,ji¡sión es u na gestión cultural inedia- dora entre el patrimonio y la sociedad’ (Mart ín1991). El objetivo de la difusión es promover en la
comunidad la asunción de la memoria común y la ac-tualización de la propia identidad cultural a través dela conservación y uso del patrimonio arqueológico(Zafra e t alii 1995).
Raza, lengua. religión y gestas guerrerasconforman los códigos tradicionales de identidad na-cional. Junto a ellos e l territorio e s contemplado co-mo una plasmación ideal en el tiempo y el espacio deesos valores “eternos”: la patria o patria chica quedota a sus habitantes de las caraetemisticas que losadornan. La tierra, confundida con el Estado, es un
organismo ~‘ivo aunque inmóvil (inamovible), quealumbra, alimenta y educa a sus moradores.Numancia, Sagunto, Itálica no son zonas ar-
queológicas, son banderas, representaciones de laidea de grandeza moral o riqueza material que se es-pera de los “españoles” de todas las épocas. Son san-tuarios aislados animados por e l “espíritu del pueblo”(Volkgeist) hegeliano, ajeno a las manifestacionesmateriales de los avatares sociocconómicos.
En estas interpretaciones de base filológica,el paisaje desempeña una función emocional, que alser una categoria históricamemite inexplicable no se
comicreta en una superficie determinada. Ésto signifi-ca que cualquier tierra por muy “cuna de los valoreseternos” que sea, no tiene que ser conservada en suaspeeto real, fisico. porque esos valores le son inma-nentes.
Para el arqueólogo la realidad física explica-da (el territorio historiado) se afirma como vínculode l a comunidad. Se persigue que l a comprensión delo “material” explique e l proceso histórico comparti-do. Este enfoquc de l a difusión, al ser más inmediatoy más comprometido con el patrimonio que la noción
idealista de “espíritu del pueblo”, se revela más útilpara protegerlo y de paso ayuda a fomentar una acti-tud conservacionista identificando paisaje con patri-monio histórico, y comunicando, por medio de la
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producción científica, a la historia níaterial con la so-ciedad.
Esa comunicación requmiere estímulos, me-dios y perceptores. La selección de unos u otros obe-
dece a los objetivos que se persiguen que. como siem-pre, no son neutros.El hecho de que realidades como el Jorvik
Viking Centre, cuyo estimulo es económico, su me-dio la reconstrucción espectacular y los perceptoreslos turistas; o los BAR.. cuyo estímulo es académi-co, su medio la publicación especializada y los per-ceptores la comunidad científica, s e alejen de nuestroideal de difusión no quiere decir que sean innecesa-nos, sencillamente no son suficientes.
La inversión en patrimonio histórico y espe-cialmente en patrimonio arqueológico para justificar-
se debe perseguir como objetivo la recuperación dezonas deprimidas y la poteneiacióui de recursos in-frautili-zados. apostando por provectos estables quegeneren puestos de trabajo. a la vez que revalorizanla forma de vida tradicional y l a miaturaleza inmedia-ta con la idea de afianzar la propia identidad culturalal tiempo que se procura riqueza.
El medio para conseguirlo es la zona ar-qucológica entendida como el foco desde el que seirradia toda la información. De nuevo la programa-ción es esencial. El diseño de directrices y la organi-
zación de las escalas de intervención son la garantíade la eficacia. Xavier Balívé (1993: 120) precisa quelos planes d e uso y gestión de los conjuntos o parquesarqueológicos. lo que denomina planificación estraté-gica, deben tener como mcta su rentabilización cultu-ral, socio-económica y (en lo posible)’3 financiera.Compartimos esta idea y aíiadimos que e s extensibleal resto de la escala de actuaciones, desde la simplepublicidad hasta la difusión científica pasando por ladivulgación más convencional, en l a creencia de q u m ela utilidad es e l referente apropiado para orientarlas.
La pretensión e s recuperar el patrimonio pa-
ra L o s herederos de las comunidades que lo genera-ron, contribuyendo a la autovaloración social delmismo a través de dos mecanismos diferentes: la par-ticipación en la reconstníeción de s u l historia y e l re-conocimiento y preservación de un conjunto patrí -monial ignorado (Zafra et alii 1995). Lo que aparejael establecimiento de un diálogo con e l receptor ten-diendo a procurar una participación activa. Esto difí -cilmente lo puede realizar e l profesional en solitariodado su limitado campo de acción (divulgación ~producción científica) pero s i la administración y los
equipos de investigación debidamente financiados.
Junto a ésto las nuevas tecnologías permitenaplicaciones casi infinitas. videos. equipos multime-dia, realidad virtual, red Internet... abren posibilida-
des inmensas en la forma de ofrecer y acceder a lainformacióny deben utilizarse en la medida en quese ajusten a los fines q u m e se persiguen. pero nuncasuplantándolos. En ocasiones el deslumbramienloante l a tecnologia hace olvidar que esuna herraunien-la de trabajo no e l producto del ulismo.
3. LA ARQUEOLOGÍASOCIALMENTE ÚTIL
“El conocimiento inútil” e s el significativotitulo con el que iP. Revel (1993: 479) agmpaba unavoluminosa serie de reflexiones en torno a la pregun-ta de si el constante aumento de los conocimientos deque disponemos nos conduce a tomar mejores deci-
siones. E l título expresa con largueza su opiniómí alrespecto. Esta obra, aparte de contener un feroz ata-que al papel de la ideología en la práctica científicaq u m e no comprendemos m i i compartimos. pemíite si-tuar en uit marco socio-cumílural amplio e l sentido denuiestro epígrafe, haciéndonos ~‘erque esta preocupa-cióul por la, en su terminología. “inserción de los co-
nocunienlos e n la accion’’ n o es exclusiva d e una d is —
ftmnción de la praxis arqueológica, sino que abarca elextenso campo de las ciencias sociales y físicas.
Los historiadores s ’ sociólogos del conocí -níiento (Medina y Sanínartin 199<): 114-122) han re-
prochado a la filosofía de la ciencia su desinterés porlo que denominan “aspectos externos” de la investi-gación científica. Entendiendo que el olvido del con-texto social es el molde para ulla coartada que legiti-m ita cualquier práctica ciemítílica en aras del progreso.E l hecho de no considerar el costo ambiental o socialde l a investigación exculpa a los científicos. volcandolas responsabilidades en los industriales y técnicosque aplican sus descubrimiemítos.
En arqueología también hay un “aspecto ex-lerno” y un reparto de roles en el baile de culpas. Sin
eunbargo. y pese a ser deteruninante en tas condicio-nes de trabajo de cualquier estudio, el contexto histó-rico en e l que se desarrollan las intervenciones pocasveces es tenido en cucuila a la hora de planificarías.al menos conscientemente.
Pero inconsciencia no es sinónimo de ilio-cencia. El arqueólogo m i o puede pretender que ante l aperspectiva de destrucciómí de una zona arqueológicas i m planteamiento sea pomíderado. O lo que es igual,íío podemos medir con la misma vara el perjuiciocausado a su protección/conservación y el beneficioquíe puede suponer s u d esaparición. Sin embargo es
evidente que en cuestiones como ésta, que afectaíí ala organi7.aeión de la sociedad o a su modo de vida.míadie puede opinar en exclusiva. Pese a ello tende-
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mos a considerarnos los actores, los espectadores. laobra y el teatro, por lo que la mayoría de las vecesperdemos crédito y público.
Con e l tiempo (a l a fuerza ahorcan> llegare-
mos a aceptar que los ~‘aloresde las ciencias estánmediatizados por otros valores sociales como la justi-cia, la calidad de ~‘idao e l bienestar general, que si-túan en u m n plano político su desarrollo (Santesmasesy Borillo 1994: 682). Conviene en este punto no con-fundir los papeles: la ciencia no puede crear fines: a
lo sumo puede facilitar, como dijo Einstein, los me-dios con que alcanzarlos. Corresponde a la política(no sólo a los políticos) fijar las metas, sin que esosuponga para los profesionales una “dejación de fun-ciones” (la política la hacemos todos). Conviene in-cluir aquí la opinión-de Sánchez Albornoz (1978:114) para quien la política debería ser l a “C iencia de
aplicación d e la Historia” con lo que s e cerraria uncírculo de mutuas dependencias.
Los planes, programas y proyectos arqueoló-gicos se deben pensar y diseñar para atender las ne-cesidades de nuestra sociedad a través no sólo del co-nocimiento del pasado sino también de su conserva-ción y uso. La arqueología genera (debe generar) do-cumentación cientifica, patrimonio histórico y. en lamedida de lo posible, recursos.
Se facilitaría esta tarea si conseguimos ha-
cer comprender e l carácter bifronte de la protección
del patrimonio arqueológico: se protege e l pasado entanto que patrimonio histórico y el futuro en tantoque patrimonio ambiental.
Es indiscutible que el interés por la protec-
ción de las zonas arqueológicas no ha alcanzado elnivel de implicación social que l a conservación me-dioambiental. sin embargo no debemos alentar ani-madversiones contra los linces o los pinsapos por serpreferidos a los fondos d e cabaña o al “opus spica-
tunz En el fondo es un problema ético. La con-
servación del medio ambiente comienza a establecer-se como un valor dominante en nuestra sociedad y
cualquiera que lo pone en peligro es inmediatamentereprobado (no sabemos si como exponente anacróni-co de una moral vencida, como defendía Nietzsche, osencillamente como un ser antisocial insensible a lasinquietudes de su tiempo).
Como diariamente nos demuestra la televi-sión e l interés de la ciudadanía e s dirigible, por tantoes factible conquistar un puesto en ese código de va-lores, esta proptmesta quiere ser una contribución a talesfuerzo.
De nosotros depende.
Jaén, noviembre de 1995
NOTAS
Es cieno q u e e l p e s o de cada término de l binomio influye decisiva-mente e n e l grado de fiabilidad d e los resu l tados y con r recueneia s eha reprochado a los estudiosos q u e asumen expresamente u na ideolo-
gía (Reve l 1993: pa ss in m ) y sobre u o d o a lo s marx is tas, su “ligereza”e n e l trauamienuo de lo s datos si e s t os no comulgan co n lo s plantea-
miemos u e ó m - ie o s , E s u a crí t ica, n o d el todo inmerec ida . no e s achacab lea la ca l idad científica de la metodología s ino a la anchura d e l langade l cód igo deon tológico del invest igador .
2 Esto e s válido e n e l n ive l de e xplicación d e la formación y desarro l lo
de la sociedad. Junto a és te existe e l d e ucorización sobre la lbrniaeióny desarro l lo de lo s contextos a rqueo lóg i cos , exclusivo de nuest ra dis-
cipln>a.
‘comenta N’oeeue(1992: 392) q u e hemos caído e n la t rampa de pe n-
sa r geográf icamente la historia e n ve z de pensar h is tór icamente lageogra f ia . ésto demues t r a e l escaso éxiuo d e la propues ta de (Zarandiní(1984: 49) gu íe e n 1975 pedía la “asralixación” de la historia y la re-valorización d e la geografia h istór ica, e n l inea co n lo s e s t ud ios quedesde lo s a ñ o s 30 desarro l laba Pierre Vilar.
‘nensión te;npo>-al [también] s e expresa e n asociaciones espacia -
le s”.
Es ta consta tac ión también contribuye a explicar la te ra lmente lo si
-guiente :1 . La dist inta significación d e u n ob je to si ha sido locali-
zado a f inales de l NIN o a f inales de l >C < . Po rqu e u na ve z ex-humado paradój icamente lo devo lvemos a l pasado, pero no a Supasado, sino a t ina detenninada visión de l pasado q u e depende,entre otros l ’actores. de l momen to e n q u e s e invest igó , prue ba dela ident idad entre sopor te e in formaeton,
2. La obsolescencia cas i inmedia ta de la s expos ic iones,nu se ism ie as. q u e obf lgan a la re n ,o d e lac ión constanle, E l pasadoe s múltiple d inámico po rque la historia s iempre s e escr ibe e n e lftítu ro .
3. E l concepto de patrimonio h istór ico , producto de nues-tra época, q u e implica t ina herencia, osca a lgo q u e hoyno s per-
tenece p or decis ión o imprevis ión de nues tros mayores .
S i b ie í i aceptamos q u e e l sopor te de la información d e la historia ba-s a d a e n las fuentes (pa l imseptos. pergaminos . epigrafia. etc . ) s e mani-f iesta e n e l pre se n te no podemos de j a r de notar q u e la informaciónm i s m a s e gencró en un momen to hís tonco anter ior . E l sopor te y la in-
En é l se loca l izan con los espacios , l os t i empos que le precedieron.C o m o b ien d ice I ra ida Va rgas (1990: 3 4 > “En arqueología ladi-
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l ’ormac ión son d iacrónicos. E n a rqueo log ia en la inmensa mayoría d eocasiones e l sopor te y la información son la m i s m a c os a , y po r ellosíneronícos y contemporáneos de l a rque ó logo . Lo s mater ia les arqueo-lógicos se concib ieron como p roductos o herramientas, no como In-
formación h istór ica. D e es te carác ter s e le s dota después. e n e l mo-mento e n q u e s on desenterrados.
Has- q u e dec i r e n nuest ra defensa que una gran par te d e la bibliogra-fin solo “ticha i tems a rqueológ icos, dando cuenta de l ‘descubri-miento” o “salvamento” d e es te o a q u e l e lemento, s i tuándose ruera depro~eetos de invest igac ión co n ob je t ivos definidos. En e s e contextodificilmente s e puede p re tender hacer c ienc ia y la s criticas n o s e pue-d e n ceba r e n la ausencia de paradi~na cientitico sino e n l a ca l idadde l registro y e n l a utilidad soc ia l de l t raba jo .
• Otra cosa e s e l u so q u e la instancia decisora haga de la información.qu e no s iempre e s p resumib le . ya q u e e n dema s iados casos d e pe nde
más de la opinión d e quién mane ja lo s hilos. q u e de la l ínea politicapreseleccionada como y a ob se rva ra Ca rand ini (1984: 128) .
E l ep i te to descr ibe u n a práct ica marcada po r e l reto personal y l a in-
genu idad. Un e j emp lo a jeno a la a rqu eo log ia q u e tipilica es te co m-portaní iento e s la repuesta de Sir E d m u n Hillary a la p regunta dep o r q u é subió a l E ve re ts: Po rque es tá ahí. Es la qu intaesencia de l retodeportivo. As im ismo descr ibe la morada y e l esp i r i tu de qu ienes sos-t ienen todavia q u e la s aguas s e apar tan an te pa lab ras como cul tura.patrimonio o invest igac ión, o lv idando lo s ~aloresdominantes e n l a
sociedad occ identa l finisecular
E l adjeti’o pretende definir la s condic iones de t rabajo y lo s objeti-
vo s de la s excavac iones de urgencia, marcadas po r l as ex igencias ur-banis t i cas . la p remura y la pa rquedad de lo s resultados históricos.Alude tantién a q u e la manija concep tua l y metodológ ica qu e s c le
ntribu”e. no t iene padres reconocidos y a la v e z ilustra la considera-ción soc ia l de s u s pract icantes e n compa rac ión c on los del grupo ante-
nor.
Para ello la s ap l icac iones infonnáticas s e están revelando de granayuda. Existen y a p rogran í as como Archaeol)ala o e l s is tema de In-formación Arqueológica d e la Un ive rs idad de Granada que , sob re labase d e u n Sis tema d e Información Geográf ica. intentan sisteníat izartodo e l proceso d e ob tenc ión de da tos.
~Es t e e s qu i e m a t iene e n cuenta la utilidad po tencia l o activa d e u n
modo gene ra l pero adm i te o t ras l ec tu ras . Po r e jemplo t ina ver t ientecientilica: la zona a rqueológ ica e n proceso d e invest igac ión (valor deuso). potenc ia lmente estud iab le (valor de opc ión) o 11 0 in~estigable,po r n o interesar o po r inasequib le pero pro tegida y conservada (valor
de existencia).
3 E l paréntesis e s nuest ro. No s e puede esperar s i emp re rentabi l idad
econótnicn de l as invers iones cu l tura les, a l fin y a l cal~ so n u n sena-
cio público.
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8/15/2019 Zafra de La Torre, N. Hacia Una Metodología Para El Estudio Del Patrimonio Arqueológico.
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