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LA POESÍA ÉPICA. EL MESTER DE JUGLARÍA Y LOS CANTARES DE GESTA
El adjetivo "épico" deriva del nombre griego épos, que
significa relato, narración; así pues, cuando hablamos de
poesía épica, nos referimos a un género de poesía narrativa,
que se centra en relatar las hazañas de un héroe.
Hacia el siglo XII, la literatura castellana comienza a ofrecer
este tipo de obras, a las que se les dio el nombre de cantares
de gesta. Se trata de composiciones anónimas, con versos
asonantes, de medida irregular, que se agrupan en series o
tiradas con una misma rima, y desarrollan temas heroicos
basados en la historia de un pueblo, en este caso el
castellano, que se identifica con el protagonista como
símbolo de sus ideales colectivos, modelo de
comportamiento y representante de las virtudes de una nación.
Los cantares de gesta fueron transmitidos oralmente por los juglares, lo que explica que la
mayoría de estos textos se hayan perdido (sólo conservamos el Cantar de Mio Cid y un
fragmento del Cantar de Roncesvalles). La palabra juglar procede del latín jocularis, "el que
divierte haciendo juegos", y, en efecto, se trataba de artistas dedicados a recorrer pueblos
y castillos para entretener a la gente con actuaciones en las que mezclaban acrobacias,
bailes, música, mímica y, obviamente, el relato de hazañas y gestas. Su labor como
transmisores de un conjunto de tradiciones entre lo histórico y lo legendario los convierte
en una verdadera institución, se habla del mester de juglaría (la palabra "mester", procede
de ministerium, que significa servicio, oficio o profesión), con un talento extraordinario
para transformar la obra literaria en un acontecimiento festivo de naturaleza singular: los
textos que recitan (con una memoria prodigiosa, si tenemos en cuenta que muchos se
acercan a los cuatro mil versos) están vivos, en el más riguroso sentido de la palabra, ya
que se encuentran en un proceso de permanente creación, pues cada juglar canta a su
modo y cada vez que se canta se hace de una manera distinta, para conectar con el público
y satisfacer sus expectativas.
En los textos podemos observar estas técnicas de dramatización en los siguientes
aspectos:
- Uso del estilo indirecto (sin verbo introductorio)
- Uso de fórmulas apelativas (llaman la atención de los oyentes)
- Empleo de epítetos épicos (adjetivos y expresiones formularias que ensalzan a los
héroes).
- Sencillos recursos de repetición (anáfora, paralelismo)
- Detallismo descriptivo
En cuanto a la forma podemos destacar las características siguientes:
- Métrica irregular
- Predominio de versos de 13 y 16 sílabas, separados por una cesura formando dos
hemistiquios.
- Rima asonante.
- Dividido en tiradas (no estrofas)
La poesía épica castellana se agota en el siglo XIII; sin embargo, su contenido pasará a las
crónicas de los historiadores medievales, a la obra de poetas cultos que la recrean en
nuevas versiones y, por supuesto, al romancero de los siglos XIV y XV.
CANTAR DE MIO CID
Se trata del principal cantar de la épica castellana y el único
que ha llegado hasta nosotros en un manuscrito prácticamente
completo (conservamos 3730 versos, han debido de perderse
alrededor de 150), firmado en 1207 por un tal Per Abbat, su
copista; aunque el texto original habría sido compuesto hacia
1140 por dos juglares sorianos, uno de Medinaceli y otro de
San Esteban de Gormaz.
El protagonista de la obra es un personaje histórico, Rodrigo Díaz de Vivar (1040-1099),
conocido con el sobrenombre del Cid (‘sidi’ en árabe) Campeador, un infanzón castellano,
miembro de la baja nobleza, que gracias a su esfuerzo, su perseverancia y su valentía logra
ascender socialmente y llega a convertirse en señor de Valencia. En el cantar, el Cid se
desenvuelve en un mundo injusto que lo castiga una y otra vez, poniendo en tela de juicio
su honor. El tema principal será, por tanto, la pérdida y recuperación de la honra del Cid.
La obra se divide en tres partes:
1. Cantar del destierro: El Cid cae en desgracia ante su señor, el rey Alfonso VI, que lo
destierra de Castilla. Acompañado por un puñado de caballeros que han permanecido
leales a él, libra importantes batallas, sobre todo contra caudillos musulmanes, de las que
sale triunfante y enriquecido.
2. Cantar de las bodas: El Cid conquista Valencia y obtiene el perdón del rey, quien, para
compensarle, casa a las hijas del héroe, doña Elvira y doña Sol, con unos nobles leoneses,
los Infantes de Carrión.
3. Cantar de la afrenta de Corpes: Los Infantes de Carrión dan repetidas muestras de
cobardía y se convierten en objeto de burla en la corte de Valencia. Para vengarse, deciden
regresar a su tierra con sus esposas; sin embargo, por el camino, las maltratan y
abandonan en el robledal de Corpes. El Cid acude al rey para pedir justicia, los Infantes son
castigados y doña Elvira y doña Sol vuelven a casarse, esta vez, con los Infantes de Navarra
y Aragón, futuros reyes de España.
El Cantar de Mio Cid destaca por su realismo, su sencillez y su sobriedad. Está escrito
pensando en el público que va a escucharlo, por lo que abundan las fórmulas del tipo: "allí
veríais", "sabed", las preguntas y exclamaciones retóricas dirigidas al auditorio y los
epítetos épicos para referirse al héroe: "el que en buena hora nació", "el que en buena hora
ciñó espada", "el de la barba cumplida". El narrador cede la voz a los personajes
constantemente, por lo que el peso del diálogo es muy importante. Son habituales los
paralelismos y geminaciones: "mujeres y varones", "moros y cristianos", que dotan de
ritmo al poema, al igual que la alternancia de tonos gracias a la combinación de pasajes
bélicos, sentimentales e incluso humorísticos.
EL ROMANCERO
En un principio, la palabra "romance" servía para definir a
la lengua vulgar frente al latín. Es hacia el siglo XV cuando
se emplea para referirse a una composición poética
extensa, octosilábica, cuyos versos pares riman en
asonancia. Debemos distinguir:
Romancero viejo: Constituido por poemas anónimos que
se transmitieron durante siglos por tradición oral. A partir
del siglo XV, el creciente interés por lo popular hace que se
recopilen en cancioneros impresos. Según el filólogo
Ramón Menéndez Pidal, los romances más viejos se
originaron en la segunda mitad del siglo XIV, cuando los
extensos cantares de gesta pasaron de moda y los juglares
empezaron a difundir sólo los fragmentos más populares, que el pueblo cantaba e iba
incorporando a sus tradiciones. Las muchas variantes que encontramos son fruto de esta
tradición oral que ha pervivido por generaciones.
A mediados del siglo XV, los juglares empiezan a componer romances sobre diversos
temas y se adaptaban al gusto de la época. Durante esos años se establecía en España la
imprenta, invento crucial para la difusión de los romances. Muchos de ellos fueron
impresos en pliegos sueltos y vendidos a un precio módico por aldeas y ciudades. De este
modo, la imprenta ayudó a difundir y memorizar los romances, al tiempo que contribuía a
que se consolidara la tradición oral.
Romancero nuevo: Lo forman los romances escritos por autores cultos que deciden imitar
la forma de los romances viejos. El romance será una forma estrófica muy cultivada por
poetas del siglo de oro, como Lope, Quevedo, Góngora o Cervantes y que ha perdurado
hasta bien entrado el siglo XX.
El romance suele presentar una situación en la que se concentra un conflicto de gran
intensidad emocional.
Su estructura métrica está formada por una serie no muy extensa de versos octosílabos
con rima asonante en los versos pares, quedando sueltos los impares. Su forma original
quizá fue el verso de 16 sílabas dividido en dos hemistiquios iguales que formaban las
tiradas de los cantares de gesta.
La gran variedad de temas y motivos presentes en el Romancero viejo dificulta la
clasificación de los romances, por ello, algunos romances pueden ser incluidos en más de
un núcleo temático. Entre sus temas, predominan los que están relacionados con el amor,
las pasiones, los conflictos con la autoridad del rey, el heroísmo y la muerte. Son
frecuentes los personajes trágicos (el prisionero, la malcasada...), cuyas frustraciones
reflejan la crisis del momento histórico en que surgen los romances.
Una posible clasificación podría ser la siguiente:
ROMANCERO VIEJO:
- ROMANCES TRADICIONALES provenientes de los cantares de gesta. En su mayoría
estaban inspirados en las hazañas de héroes épicos como el Cid.
- ROMANCES JUGLARESCOS de muy variado origen. Encontramos en este grupo los
romances históricos (compuestos a raíz de los hechos que refieren, a veces, como
propaganda política); los romances fronterizos (de carácter noticioso, daban
cuenta de episodios militares de la Reconquista, y reflejan fielmente personajes,
lugares y costumbres de la época) y los romances novelescos (fruto de la
imaginación de los juglares, suelen desarrollar temas de gran emotividad y
dramatismo). Por último, encontramos un grupo de romances líricos (predomina
el carácter sentimental y su temática es semejante a la de las antiguas canciones
castellanas o las baladas europeas); estos romances desarrollan una anécdota,
pero con una intensa carga emocional.
En cuanto a la lengua y el estilo de los romances estas serían algunas de las características
más importantes:
Lengua poética que tiende a la sencillez pero con un léxico escogido que la apartaría del
habla de uso común. Esta se caracteriza por la escasez de adjetivos y la abundancia de
verbos, ya que predomina la acción a la descripción. Presencia de arcaísmos, empleados
para situar la acción en el pasado con verosimilitud y una sintaxis simple.
La estructura interna de los romances adopta dos tipos: romance-cuento (ofrece un relato
completo, con planteamiento, nudo y desenlace) y el romance-escena
(poema breve que contiene un fragmento esencial del relato, sin planteamiento ni
desenlace).
Los diálogos son muy importantes y abundantes en los romances, ya que intensifican el
carácter dramático de la confrontación vivida por los personajes.
El contenido de los romances es esencialmente realista, no aparecen elementos
fantásticos, y abundan las descripciones detalladas y expresivas.
Los recursos estilísticos que predominan en estas composiciones se basan en la repetición
(de fonemas, palabras, estructuras sintácticas y temas), que permitían memorizarlos y
crear nuevas variantes. Encontramos así anáforas, paralelismos, aliteraciones...
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