Presentación Libro Los Ojos de Allá

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Chelcos

Los Ojos de Allá

por Lucía Cáceres

* Cada hijo viene con el Pan bajo el Brazo*

El manuscrito no mentía los años…

Pluma Cucharita, Tintero y Secante

Viva la Confederación Argentina

La mirada encuentra huellas…

¡Mueran los salvajes unitarios!

Escritura del Siglo XIX

Guardianes de los orígenes…

Baúl de chapa planchada a golpes

El añejado de Doña Carmen

Bordados, deshilados y bellos dibujos. Todos los tenían en manteles.

* Los dulces de Doña Dolores*

Era dueña de un arte muy singular: hacer dulces.

Sus libros de cocina. Sus recetas, buscadora de orden, modelo de mujer y de madre

Era dueña de un arte muy singular: hacer dulces.

Sus libros de cocina. Sus recetas, buscadora de orden, modelo de mujer y de madre

Encerraban a vacas dadivosas, grandotas, de gran estirpe racial.

El rústico y pequeño corral...

Las crías de pelo negro y brilloso, como sus madres con abultadas y rosadas ubres.

Su dueño conservaba los genes lecheros.

* El halo que envuelve a la luna*

Don Floro muy resuelto posando en los peñascos.

Chelcos y sus gordas y curvilíneas piedras

Las piedras del corral de Doña Dorita servían para los visitantes a Chelcos como para las crías de cabritos

Chelcos posee un paisaje muy pintoresco

Los animalillos generaban en las almas infantiles, pureza, candor y mansedumbre.

Ese chiquero generaba una belleza indefinida.

* La herradura y la buena suerte *

Funcionaba detrás de la casa de don Julio, el que estaba enclavada en el centro mismo del pueblo.

Las herraduras se aliaban con el paisaje, la fragua y el yunque dura

Hacían de cercos, gracias a la calidez del clima y el agua cantarina y resbaladiza del estanque.

Una hilera de laureles amalgamaba paletas... entre los rosas intensos y los rojos violentos.

Custodian que la suerte llegue, que no se escape y se multiplique a montones.

Los umbrales todavía las tienen

* La ruda en agosto*

Ese jardín hablaba por sí mismo

Eran ramilletes de formas, aromas y texturas.

Semillas, gajitos, mugroncitos logrados en tarritos, se cruzaban de vereda en vereda

Las mujeres plantaban todo y lo que tenían a su alcance.

* Cuando un alma anda penando*

Ir a la casa de doña Alcira no significaba para las niñas ningún rezongo.

Las serpenteadas callecitas y los altos cañaverales eran cómplices

El paisaje conspiraba ser un armonioso prólogo a una morada, de gente cariñosa y gentil.

El llanisto árbol, el algarrobo, enlazaba fidelidades junto a las casitas de Chelcos.

Frescura de aires y de almas

Vergeles en huertas, con empalizadas artesanales, hacían a la sencillez y a la calidad humana.

El agua fresca de un cántaro de greda recibía la correntada de brisas.

Los cántaros muy bien ubicados en ese mágico extremo que tenían las casas, con sus galerías bien orientadas.

* Donde hay dos comen tres*

Una galería con suelo alisado de tierra, albergaba a unas bajas sillitas y escaños de bellas maderas

...jergones de rabiosos colores... en los posabrasos y espaldaderas, se estiraban como al descuido

¿Qué motivaciones tenía esta familia para elegir ese sitial?

Un camino único en detalles y en figuras fantasmagóricas.

¿Qué motivaciones tenía esta familia para elegir ese sitial?

Un camino único en detalles y en figuras fantasmagóricas.

¿Qué motivaciones tenía esta familia para elegir ese sitial?

Un camino único en detalles y en figuras fantasmagóricas.

Aún gastados por la luz y por un cuidadoso ajetreo... componían una bella mixtura.

Doña Rubia atesoraba una esencia cargada de generosidad, de espontaneidad, como de afabilidad ante sus visitantes.

* La premonición de un sueño*

Don Florentino y su esposa Dolores

La familia del director también ocupaba el espacio de Chelcos.

Lucy, Kela y Juancito...acompañaron al director de la escuela Nº 34

La familia del director también ocupaba el espacio de Chelcos.

La escuela chalet amablemente se incorporaba al paisaje rural..

El edificio se ensambló a la cultura del cuidado de lo público y del bien común, como al trabajo de la tierra.

Vistosas flores al frente, dibujaban colores en un destacado jardín.

Las flores contrastaban con el rojo de las tejas, en un techo a dos aguas y con blancas ventanas de firme y burilada madera.

El docente tenía que ser maestro, porque debía aliarse en ejemplos .

Cargaba con el fuego de la superación...embanderado en el progreso y sostenido con la autoridad del cargo.

El docente tenía que ser maestro, porque debía aliarse en ejemplos .

Cargaba con el fuego de la superación...embanderado en el progreso y sostenido con la autoridad del cargo.

A mis padres. A los originarios pobladores de Chelcos.

Al hombre y a la mujer de campo.

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