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LOS AÑOS QUE TUVIMOS PRESIDENTE
COMUNICACIÓN POLÍTICA PRESIDENCIAL EN COLOMBIA 2002-2010
Jorge Iván Bonilla Vélez
jbonilla@eafit.edu.co Departamento de Humanidades, Universidad Eafit, Colombia
Texto publicado en: Rincón, Omar & Uribe, Catalina (Editores académicos) (2015), De Uribe, Santos y otras especies políticas. Comunicación de gobierno en Colombia, Argentina y Brasil, Bogotá, Universidad de los
Andes, pp. 25-64
Este trabajo elabora tres escenarios de interpretación sobre la comunicación política presidencial durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010). El primero sostiene que el gobierno Uribe produjo un desplazamiento de los formatos tradicionales de la Comunicación Política (conferencias de prensa y alocuciones) hacia otras formas de enunciación (entrevistas, consejos comunales de gobierno y discursos) mediante las cuales el gobernante Uribe instauró un renovado pacto de comunicación con la nación. El segundo escenario está asociado a la “política del contacto” que el presidente Uribe estableció con amplios sectores de la población; ¿a qué públicos se dirigió, de cuáles asuntos habló, en qué lugares lo hizo?, son preguntas que este apartado intentará responder. Por último, el trabajo aborda algunos elementos de la narrativa (re)fundacional presidencial que cabalgó sobre el ‘tropos’ de una cultura nacional popular capaz de articular los temores e incertidumbres de amplios sectores del país en torno a un consenso de derechas que se extiende hasta nuestros días.
El 26 de mayo de 2002, el candidato del movimiento político Primero Colombia Álvaro
Uribe Vélez fue elegido presidente de la República de Colombia con el 53,04 % de la
votación (5.862.655 votos). Días previos a los comicios electorales, una encuesta realizada
Algunos apartes de este texto coinciden con el capítulo sobre la comunicación política presidencial en Colombia, publicado por: Bonilla, Jorge; Uribe, Catalina, y Rincón, Omar (2013), “Álvaro Uribe Vélez. Cuando comunicar es gobernar”, en Ponce, Matías, y Rincón, Omar (editores), Caudillismo, e-política y teledemocracia: Comunicación de gobierno en América Latina (Montevideo: Fin de Siglo, Universidad Católica del Uruguay), 117-146. Así mismo, recoge algunos resultados inéditos de la investigación: Comunicación política en Colombia: narrativas, discursos y visibilidades mediáticas de la política gubernamental, 2002-2006, financiada por la Dirección de Investigación de la Universidad Eafit. Quiero agradecerle a Laura Gallego y Alicia Peñaranda, entonces estudiantes del programa de Ciencias Políticas de la Universidad Eafit por su colaboración en la recolección y sistematización de la información.
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por la firma Napoleón Franco & Cía1 mostraba que el clima de opinión en el país era
bastante negativo: el 90 % de los encuestados pensaba que las cosas marchaban por un
“mal camino”, mientras que apenas el 20 % tenía una imagen favorable del saliente
presidente Andrés Pastrana (1998-2002). Al finalizar 2002, las cifras señalaban un cambio
de opinión: el 44 % de los encuestados consideraba que las “cosas están mejorando”,
entretanto el índice de aprobación de la gestión del recién posesionado presidente
alcanzaba el 67 %. Doce meses después, en diciembre de 2003, la popularidad de Uribe
Vélez aumentaba al 78 %. Una frase pronto comenzó a hacer carrera como slogan de
gobernabilidad: “Ahora sí tenemos presidente”.
Cuatro años después, el 28 de mayo de 2006, Álvaro Uribe fue reelegido presidente de
Colombia con el 62,2 % de la votación (7.300.000 votos). Las urnas demostraron que
amplios sectores de la población no solo aprobaron el primer periodo de su mandato, sino
que respaldaron la continuación de su administración por cuatro años más. Así, durante
ocho años, este país contó con un presidente con altos niveles de aprobación ciudadana,
protagonista además de un estilo de gobernar basado en los valores de la autoridad, la
disciplina y la obsesión por el trabajo, los cuales comunicaba eficazmente mediante la
combinación de la “política del cara-a-cara” −el contacto con el líder− con una presencia
avasalladora en los medios de comunicación2.
¿De qué estuvo hecha esta comunicación política presidencial de Álvaro Uribe? ¿Qué
factores intervinieron en la alta aprobación ciudadana otorgada a este mandatario3 y, por
1 Para consultar los resultados completos de la encuesta, véase: http://www.terra.com.co/elecciones 2002/encuestas/encuesta_9/ (recuperado el 12 de marzo de 2013). 2 Hay que anotar que a diferencia de buena parte de los presidentes en la historia pasada y reciente del país, Álvaro Uribe no era un hombre cercano al periodismo ni a los medios de comunicación. No fue empresario de medios, ni tampoco dirigió ninguno. Su trayectoria política no se caracterizó por cruzar la puerta giratoria que consiste en pasar, en algún momento de la vida, de la política al periodismo y viceversa, como sí lo hicieron su predecesor, Andrés Pastrana (noticiero TV Hoy), su sucesor, Juan Manual Santos (diario El Tiempo), y tantos otros más. 3 Según los resultados bimestrales arrojados por la firma encuestadora Gallup Colombia, Álvaro Uribe inició su primer periodo presidencial, en agosto de 2002, con una opinión del 69%; En julio de 2006, a escasas semanas de finalizar su mandato, la opinión favorable era del 74%. El segundo periodo presidencial lo comenzó, en agosto de 2006, con una opinión a favor del 66%; lo concluyó, cuatro años más tarde, con una
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lo mismo, en el mantenimiento de una opinión favorable, aun a costa de escándalos
políticos que afectaron a sus más cercanos colaboradores y miembros de la coalición del
partido de gobierno, pero jamás al presidente?
En el contexto nacional, diferentes investigaciones han apuntado a responder estos
interrogantes haciendo énfasis en las variantes populistas y neopopulistas inherentes al
estilo de liderazgo político que encarnó el presidente Uribe. Algunos análisis, por ejemplo,
han buscado confirmar los rasgos de un populismo de nuevo cuño existente en la
narrativa uribista de refundación de la nación4, en la eficacia de su discurso ideológico de
movilización social contra el terrorismo −nosotros versus ellos−, dirigido a cooptar a los
medios de comunicación y a constreñir la libertad de expresión5. Otros trabajos han
problematizado la pertinencia de los conceptos populismo o neopopulismo para
comprender el patrón personalista, paternalista y autoritario de este presidente mediante
estudios centrados en el discurso político presidencial, la política asistencialista del
gobierno Uribe y su llamado a cerrar filas en torno a la unidad de la nación6.
Igualmente, hay investigaciones que han encarado la pregunta por la aprobación de la
gestión gubernamental de la administración Uribe desde perspectivas que combinan la
opinión positiva del 75%. En julio de 2008, tras la denominada “Operación Jaque”, la opinión favorable de Uribe alcanzó el 85%. 4 Omar Rincón, Los telepresidentes: cerca del pueblo y lejos de la democracia (Bogotá: C3/FES, 2008). 5 Colectivo de Abogados José Alvear Retrepo, “Entre la censura y el fuego”, en VV.AA. Deshacer el embrujo. Alternativas a las políticas del gobierno de Álvaro Uribe Vélez (Bogotá: Plataforma Colombiana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, 2003); Julieta Duque, “Periodismo y libertad de expresión: Colombia, una realidad camuflada”, en VV.AA. Deshacer el embrujo. Alternativas a las políticas del gobierno de Álvaro Uribe Vélez (Bogotá: Plataforma Colombiana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, 2004); Juan Diego Restrepo, “La opinión pública: entre la seducción y la razón, en VV.AA. Deshacer el embrujo. Alternativas a las políticas del gobierno de Álvaro Uribe Vélez (Bogotá: Plataforma Colombiana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, 2006); Omar Rincón, “Uribe y los medios de comunicación. Una democracia espectáculo y una ciudadanía contemplativa”, en VV.AA. Deshacer el embrujo. Alternativas a las políticas del gobierno de Álvaro Uribe Vélez (Bogotá: Plataforma Colombiana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, 2006). 6 Luisa Fernanda Castro, “Análisis del discurso político de Álvaro Uribe Vélez en los consejos comunitarios del periodo 2002-2006, desde un marco neopopulista” (monografía de grado. Bogotá: Universidad del Rosario, 2009); Cristina de la Torre, Uribe o el neopopulismo en Colombia (Medellín: La Carreta, 2005); John Dugas, “The emergence of Neopopulism in Colombia? The case of Álvaro Uribe”, Third World Quarterly, 2003; Carolina Galindo “Neopopulismo en Colombia: el caso del gobierno de Álvaro Uribe Vélez”, Íconos n. 27, enero de 2007, 147-162. Recuperado el 24 octubre de 2011 de www.flacso.org.ec/docs/i27galindo.pdf.
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Ciencia Política con la Comunicación Política. De un lado, están los estudios que han
relacionado los altos índices de favorabilidad presidencial en las encuestas de opinión
como resultado de una cuidadosa estrategia de comunicación y de marketing de gobierno
dirigida ya sea a mantener un contacto cercano con la población y desviar la atención
ciudadana de los asuntos desfavorables al gobierno7, o bien sea para producir
acontecimientos mediáticos de controversia pública con sectores de oposición al gobierno
con el fin de desacreditarlos8. De otro lado, están los trabajos que han explicado el éxito
de la aprobación presidencial como consecuencia de un clima propicio de opinión
cimentado en la eficacia de la propaganda política y en el papel que allí jugaron las
agendas informativas, sobre todo televisivas, dedicadas a reiterar, bajo el formato
noticioso, los aspectos positivos de la política gubernamental en detrimento del ejercicio
periodístico de investigación y fiscalización del poder9, en un periodo en el que los medios
de comunicación, con contadas excepciones, se montaron en el bus del consentimiento
social generado por la política de gobierno de Álvaro Uribe10.
7 Luz María Sierra, Álvaro Uribe: un presidente de teflón. La estrategia de opinión pública que lo hizo inmune a la crisis (tesis de maestría. Bogotá: Universidad de los Andes, 2011); Ana Cristina Vélez, “Los soportes de la popularidad. Cómo los columnistas refieren el caso del presidente Álvaro Uribe Vélez”, Confines n. 12, 2010, 77-93. 8 Ernesto Cárdenas, “¿Polarización de la opinión pública en Colombia?”, en Hernando Rojas, Irma Pérez y Homero Gil (editores), Comunicación y comunidad. (Bogotá: Universidad Externado, 2010); Juan Carlos Gómez, “Del régimen de comunicación política del presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez”, en Palabra Clave n. 13, 2005, 63-92. 9 Miguel García y Laura Wills, “El poder de la televisión. Medios de comunicación y aprobación presidencial en Colombia”, en Angélica Rettberg y Omar Rincón (editores), Medios, democracia y poder (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2011); Catalina Montoya, “El presidente Álvaro Uribe y la nueva dramaturgia política (el presidente construido y narrado en los noticieros de televisión)” (tesis de maestría, Medellín: Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, 2007). Recuperado el 6 de marzo de 2013 de http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/colombia/iep/tesis/montoya/ 10 Sobre el rol de los medios de comunicación en el gobierno de Álvaro Uribe hay dos afirmaciones que se dan por descontado. La primera se refiere a que el suyo fue el gobierno con el mayor consenso mediático de la historia reciente del país, lo cual valdría la pena cotejar. Si se revisa el papel de los medios en el gobierno de César Gaviria Trujillo (1990-1994), posiblemente el consenso no solo fue mayor sino que se sostuvo durante todo el tiempo de su mandato. La diferencia entre César Gaviria y Álvaro Uribe quizá radica en que mientras con el expresidente Gaviria el consenso habitaba las páginas de opinión de los diarios, con Uribe el mainstream de los columnistas de prensa fue más crítico, sobre todo a partir de su segundo mandato. La segunda afirmación apunta a que en el gobierno de Álvaro Uribe algunos medios de comunicación como la revista Semana, el diario El Espectador o el noticiero Noticias Uno, los más críticos de su gestión, lo fueron desde siempre. Durante el primer periodo de gobierno (2002-2006), estos medios, como los demás, hicieron
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El siguiente trabajo pretende complementar algunas de las explicaciones arriba señaladas
a partir de la elaboración de tres escenarios de interpretación que indagan por las
características de la comunicación política presidencial durante el gobierno de Álvaro
Uribe (2002-2010). El primero tiene que ver con la redefinición de la enunciación política
presidencial11, esto es, con el desplazamiento que sufren los formatos canónicos y
ritualizados de la comunicación de gobierno (conferencias de prensa y alocuciones), en
favor de otras formas de enunciación política (entrevistas, consejos comunales de
gobierno y discursos), mediante las cuales Álvaro Uribe instauró su pacto de comunicación
con la nación tanto por la vía de lo lingüístico (las palabras) como de lo paralingüístico (el
cuerpo político). El segundo escenario está asociado a la “política del contacto” que el
presidente Uribe estableció con amplios sectores de la población, sobre todo regional: ¿a
qué tipo de públicos se dirigió, de cuáles temas habló, a propósito de qué motivaciones lo
hizo?, son algunas preguntas que este apartado intentará resolver al revisar un eje poco
explorado en los estudios de la comunicación política: los discursos presidenciales en
eventos públicos y privados. Por último, el trabajo aborda algunos elementos de la
narrativa (re)fundacional presidencial que se instaló a partir del 7 de agosto de 2002, que
brinda pistas para entender los modos en que la política contemporánea guarda cada vez
más una estrecha relación con los géneros y dinámicas de la cultura popular en el
propósito de hacer de la política un asunto entretenido, dramático y emotivo.
El documento combina hallazgos cuantitativos y cualitativos. Por una parte, se llevó a
cabo un seguimiento, durante ocho años, al sitio web de la Presidencia de la República de
Colombia con el fin ubicar, recopilar y sistematizar la información disponible sobre lo que
se considera fueron los tres ejes de la comunicación del gobierno de la administración
parte de un gran consenso informativo en torno a la figura presidencial; apenas si se distanciaron a partir de su segunda etapa de gobierno, a raíz de los escándalos por los seguimientos ilegales del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, contra líderes opositores, periodistas y jueces; por los subsidios del programa Agro Ingreso Seguro; y por la intención del presidente Uribe de buscar una vez más su reelección. 11 Jean Mouchon, “La comunicación presidencial en busca de un modelo”, en Gilles Gauthier, André Gosselin y Jean Mouchon (compiladores), Comunicación y política. (Barcelona: Gedisa, 1998).
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Uribe12: i) el eje oficial (conferencias de prensa y alocuciones presidenciales); ii) el eje
mediático (entrevistas a medios de comunicación y cobertura de medios); iii) el eje del
contacto (consejos comunales de gobierno y discursos presidenciales). Por otra parte, el
texto realiza una revisión a eventos comunicativos emblemáticos y no emblemáticos del
presidente Uribe, a sus entrevistas en los medios, a los discursos que pronunció, a los
públicos que interpeló, etc., con el fin de elaborar más que un análisis lingüístico o del
discurso, una mirada interpretativa a la narrativa política de Uribe, a las estrategias de
comunicación utilizadas, en fin, a algunos elementos claves de la política de comunicación
que este puso en escena durante ocho años de gobierno.
Un preámbulo necesario: las elecciones presidenciales de 2002
¿Cómo llegó el entonces candidato de la disidencia liberal Álvaro Uribe Vélez a las
elecciones presidenciales de 2002? Si algo caracterizó la campaña electoral 2002-2006 fue
la cristalización de una agenda de opinión que encuadró la contienda presidencial
alrededor de la dicotomía “guerra” o “paz”, y en los valores “autoridad” o “debilidad”, lo
que permitió al candidato Álvaro Uribe posesionarse en la intención de voto de los
electores: del 23% de favorabilidad que registró el 1 de octubre de 2001 pasó al 49,3% el
20 de mayo de 2002, según los datos de la firma encuestadora Napoleón Franco & Cía.
(Tabla 1). ¿Qué era lo que alimentaba este repunte progresivo de Uribe en las encuestas?
Tal era la pregunta que se formularon algunos medios de comunicación. Para la revista
Semana, en su edición del 4 al 11 de febrero de 2002, la razón más importante de esta
situación era la desesperación de la gente que estaba llevando a querer acabar con la
12 Hay que anotar que durante los ocho años de gobierno (del 7 de agosto de 2002 al 6 de agosto de 2010), el portal web de la Presidencia de la República fue una fuente permanente de la comunicación presidencial. Este se constituyó no solo en un proveedor detallado de información de gobierno, sino en un sitio donde se depositaban todas las entrevistas que el presidente concedía a los medios de comunicación, todos los discursos que pronunciaba en cualquier lugar de la nación, todas las alocuciones y conferencias de prensa concedidas, todos los consejos comunales realizados. Con esta información se elaboró una base de datos dedicada a contabilizar, describir y analizar el número de conferencias de prensa, alocuciones presidenciales, entrevistas a los medios y discursos del presidente, así como los públicos, temas y lugares donde se llevaban a cabo estos discursos.
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guerrilla. “Y Uribe Vélez es quien la gente cree que tiene el carácter, la convicción y el
respaldo para hacerlo”. Por eso, pronosticaba la revista:
No es exagerado decir que, por primera vez, la elección presidencial se va a hacer por cuenta de la guerrilla (…) el país quiere escuchar mensajes de firmeza contra los violentos, sobre todo después de tres años y medio de un proceso de paz que no avanza y que se ha convertido en una 'mamadera de gallo’ para millones de colombianos13.
Esta sobreexposición del conflicto armado en las agendas informativas ganó consenso
entre los periodistas y analistas políticos del proceso electoral. O como lo dijo el propio
Antonio Caballero en su columna de opinión de la revista Semana: “Por lo visto, la gente
se ilusiona con lo que Uribe promete: orden”. Sin embargo, para Caballero el meollo del
fenómeno Uribe no estaba precisamente en que prometiera orden, “sino en los verbos:
ilusionarse y prometer”. Según el columnista:
Esa es la circunstancia, en la cual se parecen el Uribe de hoy y el Pastrana de entonces. La psicología de su electorado es la misma: quieren ilusionarse con una solución mágica al conflicto social y armado de Colombia, que anule sus efectos sin tocar sus causas. La solución de la paz pactada hace cuatro años, o la solución de la guerra total hoy. Ambos, Pastrana hace cuatro años y Uribe ahora, cabalgan en la esperanza14.
La ruptura de las negociaciones de paz entre el gobierno Pastrana y las Farc ocurrida el 20
de febrero de 2002, así como la posterior reconquista de las Fuerzas Armadas de la
denominada zona de despeje en el sur del país, confirmó en periodistas, analistas y
sectores de opinión el protagonismo del conflicto armado para determinar el rumbo del
proceso electoral: “estamos en guerra”15. Por eso, cuando el 20 de mayo de 2002 se
publicó la última encuesta de preferencia electoral, una vez más los medios confirmaron
la concentración de su agenda periodística, en la que el conflicto armado apareció como el
“gran barón” electoral. Este puso los votos, llevó al país a la polarización y eligió a Álvaro
Uribe Vélez presidente de la nación. 13 Redacción, “¿Súper Álvaro?”, revista Semana, febrero de 2002, 20. 14 Antonio Caballero, “Ah país tan de malas...”, revista Semana, febrero de 2002, 64. 15 Redacción, “Estamos en guerra”, revista Semana, marzo de 2002, 40.
8
De ahí la fuerza de la afirmación con que Hernando Gómez Buendía, entonces columnista
de la revista Semana, concluyera su columna de opinión en la edición del 20 al 27 de
mayo: “Este domingo, los colombianos van a votar en masa contra las Farc: eso es Uribe, y
lo demás es música de fondo. Uribe −hay que decirlo− fue el único que se mantuvo firme, el
referente que no cambió de posición: por eso, todas las otras fuerzas tuvieron que ubicarse
con relación a él […] Yo hubiera preferido a Noemí […] Pero las Farc descarrilaron a
Colombia16”. El 26 de mayo de 2002, Álvaro Uribe Vélez fue elegido Presidente de
Colombia, en la primera vuelta electoral, con el 53,04 % de la votación, cuatro puntos
porcentuales arriba de lo que vaticinaban los resultados de la última encuesta publicada
una semana antes por la firma Napoleón Franco & Cía.
Tabla 1. Evolución de la preferencia electoral según las encuestas de opinión, 2001-2002
Firmas
encuestadoras
Fecha de
publicación
Álvaro
Uribe
Horaci
Serpa
Noemí
Sanín
Luis E.
Garzón
Votaría
en blanco
NS/NR
Napoleón Franco
& Cía.
20 de mayo
de 2002
49,3% 23% 6% 7,8% 6,7% 4,6%
Centro Nacional de
Consultoría
29 de abril
de 2002
47,7% 27,4% 6,5% 7,1% ___ ___
Invamer-Gallup,
Centro Nacional de
Consultoría
4 de marzo
de 2002
59% 24% 5% 1% 2% 4,5%
Napoleón Franco
& Cía.
4 de febrero
de 2002
39% 30% 17% 1% 4% 6%
Napoleón Franco
& Cía.
3 de diciembre
de 2001
22% 37% 25% 2% ___ 5%
Napoleón Franco
& Cía.
8 de octubre
de 2001
21% 40% 21% 1% 3% 2%
Napoleón Franco
& Cía.
1 de octubre
de 2001
23% 41% 16% 1% 4% 2%
Fuente: resumen a partir de encuestas publicadas entre 2001-2002
16 Hernando Gómez Buendía, “El revolcón”, revista Semana, mayo de 2002, 13.
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De los formatos canónicos a otros rituales de enunciación: giros en la comunicación
política de Álvaro Uribe
Desde el primer día de gobierno, una de las características del discurso político de Álvaro
Uribe fue promover una nueva lectura de la reciente historia política de la nación
mediante un relato fundacional −una narrativa del año cero− que permanentemente
marcaba la distinción entre un “antes” (del 7 de agosto de 2002) y un “después” (del 7 de
agosto de 2002), en un intento por reconstruir los referentes de interpretación del pasado
reciente del país, dibujado en su consigna de campaña: mano firme (con los violentos),
corazón grande (con el pueblo). Por eso no es gratuito que a partir de agosto de 2002
comenzaran a circular una serie de narrativas −en boca de muchos colombianos, no solo
del presidente− dirigidas a ocupar el lugar vacío dejado por el miedo, la incertidumbre y la
impotencia originada por el escalamiento de la confrontación armada y el fracaso del
proceso de paz, cuya mejor descripción apareció en el resumen informativo de final de
año, efectuado por la revista Semana: “el año en que volvió la esperanza17”. Esta narrativa
del año cero es precisamente la que se puede apreciar en la entrevista concedida por el
presidente Uribe a la emisora La W Radio, el 4 de diciembre de 2006:
Cuando nosotros llegamos al gobierno, encontramos el poder del Estado colombiano totalmente debilitado, el país en manos de guerrilla y en manos de los paramilitares, ambos financiados por el narcotráfico. Creo que el desmonte de esta capacidad criminal del paramilitarismo, que se ha dado en este gobierno, es el único en la historia reciente de Colombia, no tiene precedentes. Y creo que finalmente es la causa de que el país haya regresado por los fueros institucionales, de administración de justicia, etcétera18.
Y si con Álvaro Uribe se inauguró el tiempo de las esperanzas crecientes, esto es, el de la
credibilidad en un líder que durante ocho años de gobierno puso en marcha un sistema de
adhesiones, pasiones y sentimientos en el reencantamiento de la opinión pública, con él
17 Para consultar el texto completo del informe, véase http://www.semana.com/nacion/ano-volvio-esperanza/71873-3.aspx (recuperado el 24 de abril de 2013). 18 Entrevista a Álvaro Uribe, lunes 4 de diciembre de 2006, La W Radio. Disponible en: http://www.semana.com/on-line/texto-completo-entrevista-del-presidente-uribe-radio/98758-3.aspx (recuperado el 24 de abril de 2013).
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se cristalizó también una renovada época de asumir la comunicación presidencial. Una
comunicación que fluctuó a medio camino entre las modernas estrategias de gestión y
movilización de la opinión19, y las viejas técnicas de la propaganda política20, cuya eficacia
no es posible de entender si no se tiene en cuenta que ambas −marketing y propaganda−
hicieron parte de una interface más compleja aún: aquella en donde la comunicación
presidencial se combinó con las “condiciones de verdad” mediáticas impuestas en la
producción, circulación y recepción del discurso político −mediatización de la política21−, y
con las demandas, tradiciones y dramas propios de la cultura popular. De allí que la
contundencia y eficacia de la comunicación política de Uribe apuntara a un objetivo
central: ser el emisor de su propia comunicación, pero a costa de incursionar en géneros y
formatos de enunciación política que respondieran a una preocupación ya sostenida por
otros jefes de gobierno: cómo encontrar formas originales de intervención comunicativa22
partiendo del principio según el cual el presidente no debía “inscribirse” en un tipo de
programas ya existentes.
19 Véase al respecto el texto Álvaro Uribe: presidente teflón, elaborado por Luz María Sierra en este mismo libro. 20 Para analizar este punto sería muy útil volver sobre las cinco reglas de la propaganda política expuestas por Jean Marie Domenach: i) regla de la simplificación y del enemigo único; ii) regla de la exageración y desfiguración; iii) regla de la orquestación; iv) regla de la transfusión; v) regla de la unanimidad y el contagio, pues en el discurso político de Uribe se pueden ver estas reglas. Véase Domenach, 1963. 21 Nos referimos a ese proceso mediante el cual los medios de comunicación y las tecnologías audiovisuales se constituyen en actores, escenarios y dispositivos fundamentales de la producción, circulación y recepción de palabra política (Edelman, 1991; Quevedo, 1997; Verón, 1998), pero no solo en términos de su “amplificación” (que es como tradicionalmente se entiende el lugar que ocupan los medios en la política: ampliar/difundir la palabra de los políticos), sino como nuevos circuitos de almacenamiento y flujo informativos que intervienen con sus lenguajes y estéticas en la producción de sentido político (Landi, 1991; Verón, 1992). Proceso, por lo demás, asociado a una forma de acción política que descansa en la fabricación mercadotécnica de características otrora periféricas de la política como el estilo personal, la eficiencia y los valores morales relacionados con la honestidad y el carácter, entre otros, que se asumen como criterios de distinción y diferenciación política, según las coyunturas que haya que enfrentar (Muraro, 1991; Maarek, 2009). 22 A esto se refiere Jean Mouchon cuando afirma que la enunciación política presidencial tiende cada vez menos a imitar formas canónicas de presentaciones ritualizadas, tales como las conferencias de prensa y las alocuciones presidenciales, confinadas hoy a situaciones de crisis y a anuncios de decisiones importantes. Véase Mouchon, 1998, pp. 203-219.
11
En el gobierno Uribe, los rituales más canónicos de la comunicación política, es decir,
aquellos destinados a transmitir las decisiones más importantes del Estado y mantener el
vínculo comunicativo con la nación −conferencias de prensa y alocuciones−, no solo
tuvieron un protagonismo menor con respecto a otras formas de enunciación política
(discursos, consejos comunales de gobierno, entrevistas a medios de comunicación), sino
que estuvieron dirigidos a enfrentar situaciones de crisis. Esto es precisamente lo que se
puede observar en las 30 conferencias de prensa y las 38 alocuciones presidenciales
realizadas por el presidente Uribe en sus ocho años de gobierno. Según el Gráfico 1, la
mayoría de ellas están ubicadas en 2008, un año caracterizado por la crisis diplomática
con Venezuela y Ecuador a raíz del bombardeo al campamento del miembro del
Secretariado de las Farc alias ‘Raúl Reyes’, ocurrido el 1 de marzo de 2008 en territorio
ecuatoriano, que desató un estado de hostilidad política entre las tres naciones y que
debió ser enfrentado por el gobierno acudiendo a estas formas de enunciación
presidencial que, por lo demás, suelen activar las buenas maneras de comunicar, esto es,
la prudencia y la información precisa, poniéndole freno a la locuacidad excesiva.
Gráfico 1. Conferencias de prensa y alocuciones del presidente Álvaro Uribe, 2002-2010
Fuente: Elaboración propia con información recolectada del portal web de la Presidencia de la República de Colombia
Así, una claves del desplazamiento de la comunicación presidencial consistió en pasar del
eje de comunicación “oficial”, ceremonioso y estático de las conferencias de prensa y las
12
alocuciones presidenciales, a un eje de comunicación caracterizado por el contacto y el
movimiento del cuerpo político hacia los públicos, sobre todo regionales de la nación: 276
consejos comunales de gobierno realizados en 125 municipios del país, entre ciudades
capitales, intermedias y pequeñas poblaciones, 296 entrevistas concedidas a los medios
de comunicación y 1982 discursos pronunciados por el presidente Uribe en los distintos
lugares de “la patria” revelan este cambio (Tabla 2). Situación que, por cierto, hay que
leerla como parte de un proceso global que apunta a un declive de la solemnidad de los
rituales de enunciación política en favor del movimiento; lo que palabras de Eduardo
Rinese, tiene que ver con “la gran cantidad de papeles diferentes que se les solicita a los
políticos representar, en un tiempo en que los movimientos permanente de escenarios,
reglas y géneros discursivos son la regla de los intercambios políticos”23.
Tabla 2. La comunicación política de Álvaro Uribe, 2002-2010
Tipo de comunicación Año
2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 Total
Conferencias de prensa 1 1 1 3 10 9 5 30
Alocuciones 6 5 2 2 4 11 4 4 38
Consejos comunales24 15 38 31 37 26 37 30 32 30 276
Entrevistas 2 18 18 26 30 54 22 19 107 296
Discursos 69 234 298 253 229 205 212 296 186 1982
Fuente: Elaboración propia con información recolectada del portal web de la Presidencia de la República de Colombia
En este descentramiento de la comunicación “oficial”, los consejos comunales de
gobierno25 –y como veremos más adelante, los discursos del presidente− jugaron un papel
23 Eduardo Rinessi, “Carisma, discurso y política en la época de la imagen”, en Carlos Mangone y Jorge Warley (editores), El discurso político. Del foro a la televisión. (Buenos Aires: Eudeba, 1994), 172. 24 En los balances del gobierno Uribe, esta cifra alcanzó los 305 consejos comunales. La diferencia radica en que mientras los datos del gobierno incluían una variación de éstos, denominada ‘consejos comunales sectoriales’, este trabajo no incorporó a estos últimos, pues había una leve modificación en el formato, los públicos que allí asistían e, incluso, en el día de realización. 25 Los consejos comunales eran un programa de gobierno que buscaba “generar espacios de interacción y diálogo permanente entre los ciudadanos, las autoridades del orden territorial y el Gobierno Nacional, con el propósito de trabajar concertadamente en la solución de los problemas, necesidades e inquietudes de los ciudadanos, a la vez que se estimula la transparencia en la gestión pública, la democracia participativa y
13
relevante en el despliegue del cuerpo político presidencial. En estas reuniones de cuerpo
presente con la comunidad, transmitidas en vivo, los días sábado, por la televisión pública-
institucional de cobertura nacional para los públicos remotos, Uribe no solo hablaba, sino
que desplegaba una corporeidad creíble mediante los gestos de sus manos, la expresión
de su rostro, el tono de su voz, la vestimenta que utilizaba según el clima, el folclor
popular y la región, y por supuesto, su presencia permanente en las jornadas de ocho
horas de trabajo que duraba cada consejo comunal, que apenas sí interrumpía para ir al
baño26. Se trataba de una meta-comunicación que hacía del cuerpo presidencial una capa
metonímica de producción de sentido, un vínculo de complicidad con el destinatario, que
iba más allá de lo lingüístico27. De ahí su capacidad para desplazarse, sin moverse, de la
institucionalidad que representaba a la piel de la comunidad, pues era en estos
encuentros donde Uribe acostumbraba ocupar cuerpos ajenos: ya no el del jefe del
gobierno, sino el del “ciudadano” común que le exigía cuentas a los funcionarios del
gobierno. Algo de esto se puede apreciar en el siguiente diálogo en el marco de un
consejo comunal de gobierno en Paipa, Boyacá28:
Comunidad: Señor presidente, señor presidente, gracias… Cesar Augusto López, diputado a
la Asamblea Departamental de Boyacá. Yo le solicito con mi acostumbrado respeto que
posterguemos el proceso de venta y democraticemos la venta de las acciones de la empresa.
Ese tema ya lo conversamos en Cartagena (…) y a usted le llamó la atención (…).
Presidente Uribe: Muy bien, déjeme diputado analizar eso. A mí me parece muy bien que
haya democratización accionaria en el público boyacense, pero garantizando quién va a
operar (…)
fortalece la confianza institucional”. Así lo definía el portal web de la Presidencia de la República. Véase: http://www.regiones.gov.co/Es/Regiones/Paginas/ConsejosCG.aspx (recuperado el 3 de febrero de 2014). 26 Al hacer un cálculo promedio de ocho horas de duración por cada uno de los 276 consejos comunales de gobierno, se deduce que el presidente Uribe le dedicó 2,208 horas a gobernar visitando a la población. 27 Para esta explicación han sido muy útiles los aportes de Eliseo Verón en: “Interfaces, sobre la democracia audiovisual avanzada”, en Ferry, Jean-Marc, y Wolton, Dominique (compiladores), El nuevo espacio público, (Barcelona: Gedisa, 1992). 28 La secuencia completa de esta conversación en el consejo comunal de gobierno en Paipa, se puede ver en: http://www.youtube.com/watch?v=Mc6lRoROFP8 (recuperado el 3 de febrero de 2014).
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Comunidad: Gracias, señor presidente…
Presidente Uribe: Ahora, le pido a los alcaldes que comprendan la razón de ser de tener en
cuenta un operador idóneo.
Comunidad: Pero entonces, ¿esto obligaría, de una manera concomitante, y con su
disposición de gobierno nacional, a que se postergue el proceso de venta y haya una mesa
de concertación accionaria?
Presidente Uribe: Yo le pido ahora mismo al ministerio que lo postergue.
Pero los consejos comunales eran también los lugares para poner en escena los múltiples
rostros del presidente: moderador, animador, entrevistador, interrogador, profesor,
experto, político, ciudadano y gobernante. Rostros que eran usados no solo para
convencer, sino para enseñar, para mostrar, para hacer pedagogía de gobierno, acudiendo
al poder de las cifras, a las ejecutorias, los balances, los ejemplos, los testimonios, el
cariño. ¿Qué de televisivo había en estas transmisiones? La pregunta es útil porque
permite señalar que en los consejos comunales, la televisión cumplía la función de
amplificar la palabra y el cuerpo del presidente con el fin de que llegara a los colombianos
no presentes. Esto era lo menos televisivo en la medida en que era lo político (los tiempos
largos) colonizando lo audiovisual (los tiempos cortos): allí lo importante era la fusión de
Uribe con la comunidad, en una epifanía de lo político sobre lo audiovisual. Siguiendo a
Eliseo Verón, esto permite comprender que la fuerza de la televisión no está únicamente
en la imagen, sino en el tiempo real, el contacto y, en parte, en la comunicación no
verbal29: el cuerpo del presidente se tornaba altamente significante porque se podía ver,
oír y hasta tocar30. Esta escena en un consejo comunal de gobierno ayuda a comprender lo
dicho31:
29 Eliseo Verón “Interfaces, sobre la democracia audiovisual avanzada”, en Jean-Marc Ferry y Dominique Wolton (compiladores), El nuevo espacio público, (Barcelona: Gedisa, 1992). 124-139. 30 Un análisis en esta perspectiva se puede encontrar en Omar Rincón, “Uribe tevé: cuando gobernar es una
emoción televisiva” en Revista Número n. 46, (septiembre, 2005). Recuperado el 23 de abril de 2013 de http://www.revistanumero.com/46/uribe.htm 31 Para una colección de escenas que muestran la cercanía del cuerpo del presidente con los colombianos véase: http://www.youtube.com/watch?v=Mc6lRoROFP8 (recuperado el 3 de febrero de 2014).
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Presidente Uribe: ¿Me quiere dar un abracito? ¡Venga deme un abracito!
Mujer: Buenas noches, señor presidente…
Presidente Uribe: ¿Por ahí hay un fotógrafo? ¿Por ahí hay un fotógrafo? Hombre, tómeme
una foto con esta mujer, con esta compatriota que muy generosamente dijo que me quería
dar un abracito…
Mujer: Sí, señor presidente…
Presidente Uribe: Si ella me quiere dar un abracito, yo le quiero dar diez…
En cuanto a su inserción en medios de comunicación se pudo observar que la radio se
convirtió en el medio predilecto para acercarse a la nación en tiempo real, a través de la
mediación de la entrevista periodística, pero a diferencia de la tradición presidencial, las
suyas no eran entrevistas solicitadas por los periodistas con antelación a los asesores del
gobierno, sino que eran propiciadas por la propia Casa de Nariño32. En televisión, su fuerza
discursiva descansaba, no solo en las entrevistas concedidas a programas de opinión (35
entrevistas dio en ocho años), o en la presencia en las emisiones centrales de los
noticieros dedicadas a los temas “serios” del país (hard news), sino en sus apariciones
permanentes en las secciones noticiosas del espectáculo (soft news), cuyas narrativas
apuntaban a reforzar la faceta humana del presidente, sus salidas de madre, sus ternuritas
y anécdotas33. También en televisión, su política comunicativa se basó en la creación del
formato llamado consejos comunales de gobierno, como se expuso más arriba34. Por su
parte, a los principales medios escritos del país los atendía a cuentagotas (de las 23
32 Luz María Sierra, “Álvaro Uribe: un presidente de teflón. La estrategia de opinión pública que lo hizo inmune a la crisis” (tesis de maestría, Bogotá, Universidad de los Andes, 2011). 33 Este no es un dato menor en la comunicación política que estamos analizando, pues si algo caracterizó la narrativa de Uribe fue la constante apelación al testimonio de vida −la anécdota y el relato− como vías de ejemplo para transmitir su carácter insistente, trabajador y pendenciero, y como una estrategia pedagógica para comunicar sus políticas de gobierno, lo cual calzaba muy bien con los géneros suaves de las secciones de farándula y espectáculo de los noticieros, pues allí Uribe aparecía un presidente entretenido, aunque saliera bravo. Para un desarrollo de este comentario, véase Alejandro Grimson y Amparo Rocha, “Algunas tendencias del discurso político en la televisión. Notas para una investigación”, en Carlos Mangone y Jorge Warley (editores), El discurso político. Del foro a la televisión. (Buenos Aires: Eudeba, 1994), 181-197. También los trabajos de Omar Rincón señalados en la bibliografía de este informe. 34 Véase también a Omar Rincón (editor), Los telepresidentes: cerca del pueblo y lejos de la democracia (Bogotá: C3/FES, 2008), 149-171.
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entrevistas que concedió a medios escritos, solo nueve fueron para la “gran prensa” y dos
para revistas de actualidad noticiosa).
Tabla 3. Entrevistas concedidas por Álvaro Uribe a medios de comunicación, 2002-2010
Tipo de medio Número de entrevistas concedidas por año
2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 Total
Diarios 1 2 4 1 3 6 4 1 1 23
Revistas de actualidad 0 1 0 0 1 0 0 0 0 2
Radio 0 10 13 16 20 41 17 14 99 230
Televisión 1 5 1 8 6 4 1 2 7 35
Agencia de prensa 0 0 0 0 0 1 0 1 0 2
Portales web 0 0 0 1 0 2 0 1 0 4
Total 2 18 18 26 30 54 22 19 107 296
Fuente: Elaboración propia con información recolectada del portal web de la Presidencia de la República de Colombia
Álvaro Uribe hablaba demasiado. De las 296 entrevistas que concedió a los medios de
comunicación, el 77,7 % (230) fueron para la radio (Gráfico 2), principalmente para las
cadenas y emisoras de alcance nacional que lo entrevistaron en 138 ocasiones35, mientras
que las emisoras de cobertura local o regional lo hicieron en 81 oportunidades; la radio
internacional, por su parte, lo entrevistó seis veces. Y si bien la radio local y la regional
fueron importantes para la enunciación política del entonces presidente Uribe, el grueso
de sus entrevistas de cara a la nación se concentró en los espacios radiales matutinos de
más sintonía y mayor cobertura a lo largo y ancho del país, liderados por periodistas como
Juan Gossaín, Darío Arizmendi, Vicky Dávila y Julio Sánchez Cristo, es decir, por los equipos
periodísticos del AM y el FM de las dos principales cadenas de radio del país: RCN y
Caracol Radio.
35 Las cinco cadenas radiales que más entrevistaron a Uribe fueron en su orden: RCN Cadena Básica, que lo entrevistó en 35 ocasiones; Caracol Cadena Básica lo hizo en 34 oportunidades; la FM lo entrevistó 17 veces, mientras que La W Radio lo hizo 14; Radio Súper, 11, y Radio Santafé, 7. Si hacemos un cálculo bien conservador de 25 minutos la duración promedio de cada una de estas 230 entrevistas, Uribe habló para la radio durante 96 horas (cuatro días con sus noches).
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Grafico 2. Entrevistas concedidas por Álvaro Uribe a la radio Vs. los demás medios, 2002-2010
Fuente: Elaboración propia con información recolectada del portal web de la Presidencia de la República de Colombia
¿Por qué la radio? dos razones explican la fascinación de Uribe por la radio. En primer
lugar, por las características inherentes al medio: en la radio, el mensaje presidencial tenía
la fuerza del directo; las franjas horarias que escogía para ser entrevistado, generalmente
matutinas, le permitían explayarse en sus mensajes, mostrar sus fortalezas retóricas,
modular sus tonos discursivos, hacer pedagogía de gobierno; allí los periodistas no
editaban sus respuestas, como sí lo hacían en prensa o televisión. La radio le permitía,
además, replicar y convertirse, él mismo, en entrevistador, conductor, moderador. Esta
entrevista del 5 de marzo de 2010 sostenida con La W Radio es el botón de una muestra
mayor:
Félix de Bedout: Presidente, sin duda el tema de la salud es un tema complejo, complicado, pero volviendo al tema de los decretos de Emergencia Social, aquí quedó la sensación de una tremenda improvisación, pues arrancaron con unos decretos que se han ido desmoronando al paso de los días (…) y obviamente todo eso en medio de un intenso debate político como el que se vive en el país, y en donde muchos creen que el tema de la Emergencia Social le puede costar muchos votos a los movimientos uribistas, y que por eso, en medio de ese debate, se ha ido desmoronando lo que se conoció en un momento a lo que va ahora.
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Presidente Uribe: A ver Félix, yo le hago una pregunta: ¿por qué dice usted que hubo improvisación?
Félix de Bedout: Porque se empezaron a caer los decretos, lo mismo que usted me está diciendo.
Presidente Uribe: ¿Cuántos se han caído?
Félix de Bedout: Unos fundamentales. El tema de los médicos fue un tema fundamental desde el principio.
Presidente Uribe: ¿Por qué? ¿Se ha caído algo de los médicos?
Félix de Bedout: Se cayó, usted lo acaba de decir, presidente36.
La otra razón apunta a que en Colombia la radio ha cumplido una importante función en la
integración nacional y la cohesión social, no solo por la definición de agenda noticiosa que
provee, sino porque la radio es el medio más cercano a la cultura popular de la nación37
cuya sintonía opera desde el hogar, el automóvil o el bus, el campo, el pueblo o la ciudad.
Así, la experiencia cotidiana de vivir noticiosamente el país pasa también por el vínculo
que la programación radial, sus periodistas, locutores y oyentes, establece con la vida
íntima-doméstica de la casa y la vida pública de la calle, las instituciones y el gobierno38.
Espacios y lugares que Uribe buscó colonizar con sus discursos y gestualidad. Más que un
telepresidente, Uribe era entonces un radiopresidente, esto es, un hombre que en la radio
desplegaba toda su capacidad de persuasión política por la vía de la retórica y la oratoria.
Desde allí, Uribe creó la representación teatral de un colombiano cercano-local-regional:
trabajador, madrugador y creyente. Un ciudadano hijo de la oralidad de la radio, de la
oralidad de la nación39.
36 Disponible en http://web.presidencia.gov.co/sp/2010/marzo/05/18052010.html, (recuperado el 24 de abril de 2013). 37 Para una relación más completa entre radio, cultura y nación, véase Jesús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía (Bogotá, Convenio Andrés Bello, 1998). 38 Para esta ampliar relación de la radio con los mundos de lo público y lo privado, y para un estudio de la radio como objeto antropológico, véase el trabajo de Rosalía Winocur, Culturas mediáticas. La construcción de lo público en la radio (México, D.F.: Gedisa, 2002). 39 Esto arroja una pista interesante para trabajos que pretendan abordar los modos en que nuestros países se asume la mediatización de la política, a la cual no solo se llega por la visualidad de la televisión sino
19
La fuerza de la enunciación política de Uribe hay que buscarla, por tanto, en la
cristalización de una comunicabilidad política que sabía mudar de piel, esto es, combinar
las modalidades de la política tradicional, basada en los tiempos largos de la patria,
expresados en los consejos comunales de gobierno, en sus intervenciones de arenga y
plaza pública, en la simbología popular del poncho, el sombrero y el caballo, con aquellos
otros discursos fabricados en los tiempos cortos de videoclip y publicidad política. El suyo
era un performance que sabía cuándo mirar a las cámaras de televisión, pero también
cuándo hablar cara a cara con la gente; que mezclaba la oratoria del político de antaño
que recitaba de memoria los versos del “poeta de la raza”, Jorge Robledo Ortiz (“Siquiera
se murieron los abuelos...”), con la del estadista-pedagogo en asuntos de política
económica, fiscal, cultural y educativa; que le explicaba mediante la retórica popular del
ejemplo y el lenguaje especializado del experto cómo eran las cosas de la patria a
aquellos que no lo sabían; que visitaba las emisoras de radio La Vallenata y Radio Uno y
los programas de variedades Muy buenos días y Yo, José Gabriel para referirse a la
política, pero también para hablar de “otra cosa”: del yoga, su música preferida, los
caballos, sus hijos40.
En este desplazamiento de los géneros y formatos canónicos de la comunicación política
hacia rituales de contacto con la población que se hacían de cuerpo presente y en tiempo
real, Uribe combinó entonces diversos repertorios de enunciación. Por una parte, siguió
también por la oralidad de la radio. Esto porque la mediatización de la política no es únicamente televisiva. Hay que pensarla desde sus conexiones con las culturas orales y populares de las mayorías nacionales. 40 En esta interface entre el discurso político y los géneros periodísticos y del entretenimiento es donde se instalan importantes estudios sobre la mediatización de la política en América Latina desde la década de los noventa del siglo XX. Véase, por ejemplo, los trabajos de Lins Da Silva (1990) sobre Fernando Color de Melo en Brasil; Heriberto Muraro (1997), Óscar Landi (1991 y 1992), Luis Alberto Quevedo (1997) sobre Carlos Menem en Argentina; Beatriz Sarlo (1991) y Javier Protzel (1991) sobre Alberto Fujimori en Perú, y más recientemente una serie de trabajos publicados como Los telepresidentes: cerca del pueblo y lejos de la democracia (Rincón, 2008); Medios, democracia y poder (2011); Caudillismo, e-política y teledemocracia: Comunicación de gobierno en América Latina (2013).
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las recomendaciones de los estrategas de la persuasión y el marketing político41, que
recomiendan mostrar liderazgo, movilizar confianza, generar credibilidad, dar la cara a los
problemas, producir resultados, medir la opinión pública de manera constante y
mantenerse en campaña permanente42, por citar algunas. Por la otra, acudió a las “viejas”
reglas de la propaganda política43, que proponen simplificar el mensaje, crear un enemigo
que genere consensos, desdeñar al adversario, apoyarse en una propaganda basada en
los hechos44, disponer favorablemente al destinatario, explotar las pasiones del auditorio,
repetir hasta el cansancio y producir relatos atractivos y emotivos que, entre otras cosas,
son elementos que están a la base de la historia de la persuasión política y, por supuesto,
de las estrechas relaciones de ésta con una cultura popular sumamente eficaz en la
generación de símbolos compartidos.
En la siguiente explicación del éxito de la política comunicativa de Uribe ofrecida por
Jaime Bermudez, su consejero de comunicaciones durante el primer periodo de gobierno
(2002-2006), y luego su Ministro de Relaciones Exteriores (2008-2010), se pueden resumir
estas relaciones entre estrategia, propaganda y cultura arriba mencionadas45:
41 Si se revisan algunos conceptos básicos de la persuasión política, que hoy han sido colonizados por el llamado marketing político, se puede encontrar que muchos de ellos desembocan en cuatro asuntos primordiales de lo que debe comunicar un gobernante: competencia, credibilidad, liderazgo y empatía. Véase, por ejemplo, los trabajos de Carl Hovland, Irving Janis y Harold Kelley, Communication and Persuasion. Psychological Studies of Opinion Change. (New Haven: Yale University Press, 1953); David Gergen, Eyewitness to Power (New York: Touchstone, 2000); 42 Esa idea de mantenerse en campaña permanente que los asesores de Uribe destacaban positivamente en el presidente por su capacidad de golpear primero, ponerle agenda a los medios y adelantarse a los hechos, es desarrollada por Dick Morris, The New Prince (New York: St. Martin’s Press, 1999). 43 Jean Domenach, La propaganda política (Buenos Aires: Eudeba, 1963).
44 Esta idea de la propaganda basada en los hechos que en Uribe se puede resumir con una afirmación de su autoría: “no lo digo yo, ahí están las cifras”, ya había sido definida por Robert Merton en el marco de la II Guerra Mundial. Según Merton, “la propaganda por los hechos no procura decir tanto a la gente a dónde debe ir, sino que más bien le muestra el camino que debe tomar para ir allá […] Las películas que muestran escenas de batallas o bombardeos resultan eficaces si se enfocan sobre los detalles de las operaciones y no subrayan el “mensaje” de propaganda directa para el auditorio. Hablan los hechos, no el propagandista”. Robert Merton, “Estudios sobre la propaganda por radio y cinematógrafo”, en Robert Merton, Teoría y estructura social. (México: F.C.E, 1992 [1949]). 612-613. 45 Este resumen de la buena imagen de Uribe lo hace Jaime Bermúdez en una entrevista para un canal de televisión argentino. La entrevista completa en http://www.youtube.com/watch?v=oqgiqyJv-3E
21
1. [Uribe] Tiene visión, es decir, tiene claro a dónde quiere llevar el país y lo ha
comunicado bien.
2. [Uribe] Tiene un gobierno orientado a resultados, a mostrar resultados concretos, y ha
llevado a que haya victorias tempranas, que es fundamental para que la gente vea que
hay transformaciones inmediatas, no a largo plazo.
3. La manera como [Uribe] se relaciona con la gente, vía consejos comunales, que son
reuniones que hace todos los fines de semana por todo el país, abierto, con toda la
comunidad: las fuerzas vivas, los gobernadores, los alcaldes. Con una agenda, pero sin
veto a ninguna palabra. Primero, el gobierno nacional presenta algunos temas
fundamentales; después, los gobiernos locales hacen sus presentaciones, la
comunidad participa, le pregunta al presidente, y el presidente hace comentarios… o
da instrucciones… lo que él pueda ir resolviendo en el camino.
4. Cuando hay crisis, pone la cara, enfrenta la crisis. No deja que sean otros lo que hablen
de eso. Se va dónde está la crisis.
Uribe, o la política del contacto
Si bien Uribe tenía una gran habilidad para producir titulares y definir la situación
informativamente a su favor,46 esto iba acompañado de una paradoja: aunque aparecía
diariamente en “pantalla” y “mojaba” todos los días prensa, tenía a la postre un gran
desdén por la función periodística de la mediación, la que buscaba sustituir hablándole
directamente a la nación. Esto es precisamente lo que se puede observar en sus
respuestas a la entrevista que el corresponsal de la cadena británica BBC Mundo47 le hizo
en mayo de 2009. En ella, Uribe no solo utilizó su famosa frase “otra pregunta amigo”,
(recuperado el 24 de abril de 2013). 46 Luz María Sierra, Álvaro Uribe: un presidente de teflón. La estrategia de opinión pública que lo hizo inmune a la crisis (tesis de maestría, Bogotá, Universidad de los Andes, 2011); Miguel García y Laura Wills, “El poder de la televisión. Medios de comunicación y aprobación presidencial en Colombia”, en Angélica Rettberg y Omar Rincón (editores), Medios, democracia y poder (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2011), 135-158. 47 La versión completa de la entrevista en: http://www.bbc.co.uk/mundo/america_latina/2009/05/0905041210_uribe_entrevista_jm.shtml (recuperado el 24 de marzo de 2013).
22
para mostrar su malestar con las preguntas que el periodista le formuló, sino que acudió a
su fórmula de éxito: entenderse “directamente” con la opinión pública:
Periodista: Hay una pregunta sobre la situación política de Colombia… hay una pregunta que no puedo evitar hacerle, ¿usted quiere ser presidente de Colombia cuatro años más?
Presidente Uribe: otra pegunta… ¿usted dónde nació?
Periodista: Yo soy argentino.
Presidente Uribe: Estudie la historia de su país… deje la democracia colombiana tranquilita. Otra pregunta amigo.
Periodista: Creo que es una pregunta válida…
Presidente Uribe: Otra… otra pregunta.
Periodista: Hay todo un proceso…
Presidente Uribe: Otra pregunta.
Periodista: Si me permite realizarle la pregunta…. luego usted verá si la responde.
Presidente Uribe: Claro.
Periodista: Hay todo un proceso en marcha en Colombia por convocar un referendo para permitir que usted sea reelecto… ¿usted cuándo planea pronunciarse sobre el tema, tiene decidido presentarse o no?
Presidente Uribe: Me da la oportunidad de decir lo siguiente. Por eso científicos de la política recomiendan que en la política es mejor entenderse directamente con la opinión pública que hacerlo con quienes pretenden ser los voceros de la opinión, porque muchas veces quienes pretenden ser voceros de la opinión no la interpretan…
Periodista: Pero es que la opinión pública…
Presidente Uribe: Déjeme, yo le dejé hacer la pregunta… sino que simplemente se dejan llevar por los sesgos. Entonces usted me da la oportunidad de hacer la campaña que quiero hacer y que pienso es conveniente para Colombia. Pertenezco a una generación que no ha vivido un día completo en paz, por eso mi campaña es una: Colombia necesita prolongar en el tiempo la seguridad democrática, después de que vivimos 60 años de violencia; la confianza inversionista después de que por décadas vimos que crecía enormemente la población y se estancaba la inversión, y la cohesión social, después de que durante muchas campañas políticas asistimos a propuestas de mejoramiento social que no se traducían en hechos…
Periodista: Usted me habla de ideas y de un proyecto de país que usted tiene, y me dice que a usted le gusta relacionarse directamente con la opinión pública evitando los voceros…
23
Presidente Uribe: Así es…
Periodista: La opinión pública en Colombia también se está preguntando si usted quiere ser presidente de nuevo…
Presidente Uribe: Deje… deje a los colombianos… ¿cuánto hace que usted no va a Colombia?
Periodista: No tengo el placer de conocer Colombia.
Presidente Uribe: Vaya…
Periodista: Pero seguimos de cerca… mi trabajo es seguir las relaciones internacionales…
Presidente Uribe: Demórese un poquito en Colombia.
De ahí que una parte esencial −otra más− de la estrategia comunicativa de Álvaro Uribe
eran sus discursos pronunciados a lo largo y ancho del país, sin enfrentar preguntas
molestas. Este eje, que por lo general no ha sido tenido en cuenta en los habituales
análisis de la comunicación política de su gobierno, consistía en pronunciar discursos en la
inauguración de obras de infraestructura física, en el lanzamiento de programas de
gobierno o en la instalación o clausura de eventos empresariales, gremiales, religiosos,
sociales, deportivos y culturales para desde allí generar noticia y mostrarse cercano a los
diversos sectores sociales que componen el país.
Uribe gobernó 2920 días durante los cuales pronunció 1982 discursos, es decir, en
promedio un discurso cada 16 horas. De un total de 1102 municipios que tenía Colombia a
agosto de 2010, el presidente Uribe estuvo en 128 de ellos pronunciando sus discursos48,
esto es, en el 11,6 % de los municipios del territorio nacional, entre pueblos, ciudades
intermedios y ciudades capitales. Con esto constituyó una geografía discursiva (Gráfico 3)
en la que a pesar de la temática específica del evento, el discurso presidencial
habitualmente giraba en torno a un mismo eje, sobre todo a partir de su segundo periodo
48 Estos datos se pueden cotejar con los 125 de municipios que fueron epicentro de los consejos comunales de gobierno, pues si bien la mayoría de los municipios eran al mismo tiempo foco de los consejos comunales y de los discursos presidenciales, hubo ciudades capitales de departamento como Leticia y Mitú, por ejemplo, donde se celebraron consejos comunales, pero no hubo discursos del presidente Uribe. Lo mismo puede decirse de otros municipios del país.
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presidencial: la seguridad democrática, que se traducía en la lucha contra el terrorismo,
era el camino para generar la confianza de los inversionistas, lo que a su vez traería paz,
prosperidad y cohesión social para los colombianos.
Gráfico 3. La geografía de los discursos del presidente Uribe, 2002-2010
Fuente: Elaboración propia a partir de la frecuencia de los 1.982 discursos presidenciales
25
¿Cuáles eran los motivos de esos discursos, quiénes eran sus públicos más frecuentes y de
qué temas hablaba el presidente Uribe? En cuanto a las motivaciones a propósito de las
cuales el mandatario pronunciaba sus discursos (Grafico 4), se puede constatar dos
hallazgos. El primero plantea que la fuerza narrativa de Uribe no descansaba únicamente
en la mediación tecnológica de los medios, sino en la combinación de lo mediático con lo
presencial: allí donde había una visita que hacer, una celebración que conmemorar, un
homenaje que efectuar, un evento que inaugurar o clausurar, un diploma de grado que
otorgar… allí estaba el presidente Uribe y, por supuesto, las cámaras de televisión, con lo
que se aseguraba no solo hablarle al “gran público” remoto, sino a públicos co-
presenciales en tiempo real, que más tarde compartirían con sus amigos y familiares la
novedad de haber visto al presidente en persona49.
El segundo hallazgo surge de plantear que la instalación o clausura de eventos (21,9 %) +
las visitas y reuniones (20,7 %) + las conmemoraciones y celebraciones (13,3 %) + los
homenajes, premios y condecoraciones (11,6 %) pueden ser interpretados como
certámenes que apuntaban a reforzar los rituales cívicos de la nación50, allí donde la
colectividad se desplazaba de la política a la cultura y viceversa en el propósito de celebrar
una tradición, condecorar a un colombiano ejemplar, rendir un homenaje a un territorio,
un personaje o un acontecimiento de la patria. En el caso de Uribe, estas, además de ser
las motivaciones más frecuentes para la enunciación de sus discursos, fueron las que más
posibilitaron la existencia de la narrativa uribista del “año cero” y de la refundación
49 Esta pista es interesante para dialogar, por ejemplo, con los estudios sobre el denominado “flujo de dos
pasos” de la comunicación, esto es, el papel de la influencia interpersonal y de los líderes de opinión en las comunidades en tanto agentes mediadores entre el entorno sociocultural, los medios de comunicación y las redes sociales primarias (Lazarsfeld y Katz, 1955). No es una pista menor por cuanto ayuda a entender la cantidad y la calidad de la recepción del discurso político de Uribe en contextos sociales cuyos pobladores, habitantes y públicos destinatarios vieron y escucharon al presidente en persona, y compartieron esta experiencia con otros como ellos. 50 Daniel Dayan y Elihu Katz, La historia en directo. La retransmisión televisiva de los acontecimientos (Barcelona: Gustavo Gili, 1995).
26
ideológica y cultural de la nación, puesto que le permitían al presidente narrativizar la
política mediante las historias que escogía y los relatos que ofrecía51.
Gráfico 4. Motivos de los discursos presidenciales de Álvaro Uribe, 2002-2010
Fuente: Elaboración propia a partir del registro de los 1982 discursos presidenciales pronunciados por Álvaro Uribe entre 2002-2010
Si bien los discursos de Uribe interpelaban a públicos diferenciados, priorizaban en todo
caso a los ciudadanos de la nación, bien fuera como organizaciones de la sociedad
(categoría que agrupó a los gremios de la producción, empresarios, asociaciones
profesionales, centros de educación básica, secundaria y superior, medios de
comunicación, comunidades culturales, entre otras), o como sujetos sociales-colombianos
en general (categoría que agrupó habitantes de municipios; víctimas de violencias y
tragedias; ciudadanos destacados; públicos del arte, el entretenimiento, el deporte, la
51 Un ejemplo de lo dicho en el siguiente video que muestra el homenaje que rinde el presidente Uribe a las esposas y los hijos de los militares en Colombia. Véase http://www.youtube.com/watch?v=cb0pGE7b4S8 (recuperado el 4 de febrero de 2014).
27
educación y cultura). Por tanto, era la triada empresarios + asociaciones + colombianos en
general los destinatarios privilegiados de la narrativa presidencial (Gráfico 5).
Dar cuenta de los públicos destinatarios de los discursos presidenciales es útil porque
permite preguntar en dónde encontrar el sentido dominante de la producción discursiva
del presidente, ¿en las intencionalidades del emisor (Uribe), en el direccionamiento
impuesto por los códigos del discurso (el mensaje), o en los marcos interpretativos de los
públicos que se exponían y consumían sus discursos? Si bien hasta allá no llegó este
trabajo, el hecho de que el discurso uribista haya calado en amplios sectores de opinión
dependía también de que éste hubiera encontrado un auditorio local, regional y nacional
que compartía sus códigos de lectura y sus marcos de interpretación de la realidad. Esto,
por supuesto, obliga a desvictimizar a sus audiencias; en otras palabras, invita ir más allá
de la idea de que los suyos eran públicos embrujados, pues éstos no solo fueron creados
por Uribe, sino creadores de Uribe52, en un proceso más complejo que lleva a cuestionar
la visión estrecha del modelo “arriba-abajo” como única explicación para analizar cómo se
forma la opinión pública en un contexto histórico y social determinado.
52 La idea de que el discurso determina por sí solo su “efecto” de sentido en el público que se expone a él, es muy atractiva en los estudios que tienen por objeto estudiar la propaganda política. Para aquellos que piensan que lo importante es estudiar el discurso político, y no su recepción, ni sus procesos de apropiación y reapropiación, sería de mucha ayuda leer a David Morley, Televisión, audiencias y estudios culturales, (Buenos Aires: Amorrortu, 1998).
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Gráfico 5. Los públicos de los discursos presidenciales de Álvaro Uribe, 2002-2010
Fuente: Elaboración propia a partir del registro de los 1982 discursos presidenciales pronunciados por Álvaro Uribe entre 2002-2010
Ahora bien, ¿a qué asuntos se referían esos discursos presidenciales? A la triada seguridad
democrática + confianza inversionista + cohesión social, desde una perspectiva en la que
se abordaban la economía y la infraestructura (inversión nacional y extranjera, obras,
competitividad y crecimiento económico, entre otros temas); la administración pública
(acciones de gobierno, destinación de recursos y transferencias, gasto público y reformas
tributarias); escenarios propicios para generar la confianza inversionista; asuntos de la
seguridad democrática (a través de acciones y resultados contra el crimen organizado, el
terrorismo y el narcotráfico), pero también a las temáticas referidas a la nación como una
comunidad vinculada por la tradición, la cultura y los valores, por una parte, y la política
social, por otra (cohesión social).
En los discursos de Uribe, el asunto de economía e infraestructura afloró en el 60,2 %; el
de la administración pública se mencionó en el 57,0 %, seguido de cultura y valores (36,4
%) y la seguridad democrática (35,7 %). (Gráfico 6). En contraposición, los temas asociados
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con las libertades y derechos, la política agraria y la política de reinserción y paz tuvieron
una presencia marginal durante sus ocho años de gobierno. ¿Por qué la fuerza de unos
temas y la debilidad de otros en la política discursiva de Uribe? Dayan y Katz ofrecen
algunas pistas sobre esto. En su trabajo sobre el papel que juegan las ceremonias
mediáticas en la cohesión social, estos autores acuden el concepto de “política
ceremonial”53 para referirse al modo en que se celebra la integración en las sociedades
modernas mediante la realización de rituales cívicos que se caracterizan porque adoptan
un tono narrativo, son retransmitidos de manera solemne por la televisión y tienen una
alta carga simbólica y dramática. Leer los discursos de Uribe desde esta perspectiva
permite afirmar que dónde comunicativamente mejor se sentía el presidente, porque
podía desplegar su fuerza narrativa, congregar nuevas audiencias y desarrollar un lenguaje
cargado de símbolos y gestos, era en aquellos eventos y sobre aquellos asuntos en los que
podía “comulgar” con los públicos de la nación.
53 Daniel Dayan y Elihu Katz, La historia en directo. La retransmisión televisiva de los acontecimientos (Barcelona: Gustavo Gili, 1995).
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Gráfico 6. Los asuntos de los discursos presidenciales de Álvaro Uribe, 2002-201054
Fuente: Elaboración propia a partir del registro de los 1982 discursos presidenciales pronunciados por Álvaro Uribe entre 2002-2010
Pero además, la reiteración permanente de su discurso en distintos escenarios mediáticos
y no mediáticos del país, permitió a Uribe un efecto de agenda setting basado en la
redundancia de un mensaje tantas veces repetido (seguridad democrática + confianza
inversionista + cohesión social) que, como un libreto con variaciones mínimas, comenzaba
en un sitio (en una entrevista en la radio; en un discurso en la instalación de un evento;
en la inauguración de una obra de infraestructura; en la entrega de algún subsidio
gubernamental), luego seguía a otro sitio (otra entrevista en otra emisora de radio; otro
discurso en otro evento, en otra inauguración, en otra ciudad del país) para rebotar,
54 Para este gráfico no se realizó una medición de la frecuencia de cada asunto con respecto a los demás (lo que sumaría un 100 %), sino de la frecuencia de aparición de un asunto en el conjunto de discursos de Álvaro Uribe, lo cual explica por qué la suma general desborda el 100 %. Por tanto, la lectura de cada porcentaje fue así: el asunto de economía e infraestructura apareció en el 60,2 % de los discursos de Uribe; esto es diferente a decir que el 60,2 % de sus discursos trata sobre economía e infraestructura.
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finalmente, en los demás medios que terminaban hablando de lo mismo, con lo cual el
presidente –y su equipo de gobierno– aseguraban una gran penetración de su mensaje.
Apuntes finales: las batallas por el sentido común
La comunicación política de Álvaro Uribe se caracterizó por el quiebre de la figura del
presidente distante, del gobernante lejano, a la que desde siempre nos han tenido tan
acostumbrados las élites políticas en Colombia. A diferencia de las prácticas políticas de la
élite tradicional bogotana (o hecha a la medida bogotana), a Uribe le gustaba untarse de
pueblo, vestirse como el pueblo y hablar en su lenguaje coloquial. El suyo no era un
discurso de lejanía con los sujetos sociales, a quienes, incluso, interpelaba anteponiendo
el afecto y la emoción. Para esto apelaba discursivamente al “efecto de intimidad”
resultado de su protagonismo mediático a mañana, tarde y noche, pero también derivado
de decirle el nombre de pila a su interlocutor, darle su número telefónico, preguntarle por
la familia, mediante una vivencia personal de la política con la que demostraba además su
lazo de conocimiento de las localidades y las historias de donde las personas eran
oriundas. La suya era una relación parasocial, íntima con el “compatriota”, lo cual permitía
que, por un lado, el ciudadano pasara del anonimato al hacerse visible ante el presidente,
y, por otro, que el presidente construyera la imagen del “presidente amigo” que, a
diferencia de los anteriores presidentes del país, sí se podía tocar.
Sin embargo, aquí yace la paradoja, porque el de Uribe era un acercamiento a medias. A
modo de hipótesis, era la gente, no el pueblo, el sujeto construido por Uribe; era la patria,
no el pueblo, el sujeto interpelado. En Uribe había más patria que pueblo. Su discurso
tenía como destinatario al pueblo como actor primordial, pero en el plano de lo
ideológico, puesto que habría que cotejar qué tanto le interesó al proyecto uribista
integrar a los sectores más marginados y pobres del país a formas universales de
ciudadanía, de seguridad social y de leyes laborales, por ejemplo. Su gobierno no rompió
con la élite política colombiana, ni destruyó el viejo orden de las exclusiones y
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desigualdades de diverso tipo. El suyo seguía siendo el viejo orden, pero esta vez apoyado
en una renovada “política del contacto” que lo acercó a las personas, lo volvió más íntimo,
más humano, pero a la vez lo alejó de las grandes transformaciones del país. El pueblo
producido por la retórica asistencialista de Uribe no pasó del nivel de ser receptor-
beneficiario de programas.
La fuerza de Uribe estribó entonces en hacer de lo ideológico la vía principal para obtener
el consentimiento social de la nación, esto es, ganar la batalla por el “sentido común” en
torno a un consenso de derechas que supo articular los temores, las incertidumbres y las
expectativas de amplios sectores del país bajo el paraguas que interrogaba ¿sabe usted de
qué lado está? La suya fue, por tanto, una narrativa que cabalgó sobre los tropos de una
cultura popular eficaz en la producción colectiva de una oferta nacional de símbolos y
gestos: “Al que madruga Dios le ayuda”; “a la gente hay que decirle las cosas en la cara”;
“que mande bien o mal, pero que mande”, sobre los cuales construyó un discurso a medio
camino entre lo político y lo pedagógico –la política como pedagogía–, en una simbiosis en
la que el objetivo no era la participación activa de interlocutores políticos con puntos de
vista diferentes, sino producir sujetos sociales que antes de disentir, debían aprender.
En esta narrativa (re)fundacional de la historia reciente de la nación, Uribe explotó
además el relato de un hombre de provincia y trabajador. Para este hombre disciplinado y
católico, los símbolos patrios eran la vía para conectarse con la nación mediante una
narrativa política que se supo ubicar en la intersección entre un sistema de creencias
ideológicas y un sistema de pasiones políticas como la ruta más apropiada para generar un
consenso favorable en la opinión pública nacional55. Su fuerza discursiva radicó en su
capacidad para producir un efecto de sentido reconocido como verdadero por amplios
55 Jorge Iván Bonilla, “El consenso por otras vías. Medios de comunicación, opinión pública y conflicto armado en Colombia”, en Luis A. Restrepo (coordinador), Síntesis Colombia, 2002-2003 (Bogotá: Iepri, Fescol, Nueva Sociedad, 2004). 9-30.
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sectores de la población colombiana56, no porque evidentemente lo fuera, sino porque
era capaz de movilizar un capital simbólico de afectos, emociones y creencias que se
vivían desde el código adherente del sentido común. Uribe efectivamente vino a “ofrecer
su corazón” a los colombianos, también sus carnitas y sus huesitos.
El investigador Carlos Mario Perea proporciona algunas pistas para comprender el
radicalismo discursivo de Uribe, cuando habla del “gesto de enfrentamiento”, término
utilizado para estudiar el “pacto” de destrucción verbal mediante el cual los partidos
liberal y conservador justificaron la eliminación sistemática del otro durante la mitad del
siglo XX en Colombia. Para Perea, lo que explicaba el enfrentamiento entre liberales y
conservadores no era la búsqueda de proyectos políticos antagónicos, ya que ambos
partidos tenían más convergencias que diferencias en cuanto al campo social, la cuestión
religiosa y la política económica. El “gesto del enfrentamiento”, como una dimensión que
conectaba lo simbólico con lo político, obedecía más a una fundamentación trascendental
de lo político que operaba sobre la base de un sistema compartido de significaciones
desde el cual se establecían –y se apelaba a– estados de ánimo, motivaciones, creencias y
sentimientos en las poblaciones adherentes a uno u otro sistema de sentido57.
Guardadas las proporciones, el núcleo de sentido para entender la cruzada narrativa de
Uribe por definir un antes y un después de la patria y por demarcarle al ciudadano común
cuál posición política e ideológica debía adoptar en la experiencia de vivir cotidianamente
la nación (¿”Sabe usted de qué lado está”?) radicó justamente en esta fundamentación
trascendental de lo político. Ahí estaba su fuerza. La “idea uribista” no admitía incrédulos:
para saber, había primero que creer. La suya era, por lo tanto, una narrativa de naturaleza
religiosa: una idea, un sentimiento, una moral, un mesías, un espíritu, un ciudadano-
56 Esto, por supuesto, obliga a considerar que la opinión pública no es solo el ámbito del uso público de la
razón, sino también el campo de las creencias, las experiencias personales y compartidas, las adhesiones, los rechazos, las memorias, los amores y los odios que se expresan a través de discursos y relatos que no necesariamente llevan el sello de la ‘irracionalidad’. Es justamente allí donde era fuerte la narrativa presidencial. Un texto clave para este tipo de análisis en Escudero, 2002. 57 Carlos Mario Perea, Porque la sangre es espíritu. Imaginario y discurso político en las élites capitalinas, 1942-1949 (Bogotá: IEPRI-Aguilar, 1996), 17-51.
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creyente. Así, la narrativa de Uribe pretendió encausar una fundamentación trascendental
de lo político que incluía a las Farc como el enemigo central de los colombianos, pero no
se reducía solo al grupo armado, sino a todos aquellos que no compartían la idea de hacer
de la política un asunto sagrado: estás conmigo, o estás contra mí.
Como sostiene Luis Alberto Quevedo, en estas luchas por el sentido, el entramado
discursivo y simbólico de lo político siempre está “en un campo de competencias donde
trata de apoderarse del código del otro y donde los otros intentarán vaciarlo no de
“contenidos”, sino de las posibilidades de ser “escuchado”58. Esto para decir que las
“batallas” por la significación del presidente Uribe no solo fueron para que la opinión
pública lo escuchara a él, sino para que la opinión no escuchara las palabras de otros; no
solo fue para ganarse él mismo la escucha, sino para impedir la escucha de otras voces,
en una fusión ideal entre un emisor persuasivo y persistente (él) y un receptor cautivo (los
colombianos), de la que quedaba por fuera el decodificador equivocado, aquel que por
vivir presa de sus sesgos no entendía el código común de la promesa uribista: exigirle a la
democracia, además de obediencia, amor y fe.
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