Navidad. 2015

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Normalmente esta palabra de “Navidad” nos trae brisas de alegría y nos da contento el saber que estamos en el día de los regalos, del arbolito o el “nacimiento”, de los adornos, de la buena comida.

Es porque estamos celebrando un cumpleaños especial. Pero ¿De quién? Desgraciadamente muchos que abundan en la comida y sobre todo en la bebida no nos podrían dar una respuesta exacta. Tampoco tendrán preparado un regalo para el cumpleañero.

Pero nosotros sí lo sabemos y queremos prepa-rar, si no lo tenemos, un buen regalo para Él.

En este año de la misericordia bueno es recordar que la misericordia de Dios se ha hecho realidad ante la humanidad en el nacimiento del Hijo de Dios.

O como dice el papa Francisco en la convocatoria de este año jubilar: “Dios no ha cesado de dar a conocer su misericordia. En la « plenitud del tiempo » (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Él envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor.

Y aquí tenemos la misericordia de Dios hecha Niño para mejor salvarnos.

para que el

hombre pueda

llegar a ser hijo

de Dios.

Y ahí queremos estar nosotros como los pastores o los magos de Oriente para adorarle. Y para

darle un beso de amistad.

¿Y qué le vamos a decir? Debemos agradecerle todo ese inmenso amor y decirle que le queremos corresponder con un gran amor.

Y como muestra de amor debemos darle algún regalo. Él no necesita ningún regalo material, porque todo lo hubiera podido tener. Sin embargo no rechazaría muchas cosas materiales para tantos niños, y no tan niños, que viven necesitados, porque en las casas pobres también Jesús quiere nacer y quiere que allí se sientan contentos.

Pero quiere sobre todo nuestro corazón. El ofrecer nuestro corazón, suena bonito, pero no es fácil. Es poner nuestro corazón junto al suyo para tener “los mismos sentimientos”. Y en este año especialmente imitarle en sus entrañas de misericordia.

Parece decirnos que para ser grandes en el Reino de Dios, no es necesario tener mucho dinero y poder. Más bien esto suele ser impedimento, porque los que tienen mucho de lo material se creen que todo lo pueden y que no necesitan de nadie ni de Dios.

Hay una gran

lección que nos

quiere dar Jesús

desde su nacimiento en Belén:

Los que se sienten más

cómodos en el Reino de Dios (y ante el portal de Belén) son los

que, viviendo con su trabajo

normal, tienen un corazón de niño, porque ponen su

confianza en Dios, como los

pastores.

Por eso en Belén no había campanas ni fiestas. Pero había muchísimo amor y entrega.

Automático

en Belén un niño lloraba, mientras su madre

sufría. 

Y sin embargo en Belén era Dios el que nacía. 

no hubo en Belén

cumplidos ni

agasajos. 

en Belén un niño lloraba,

 mientras su madre

sufría. 

Y sin embargo en Belén era Dios el que nacía. 

no hubo en Belén

despliegue de

invitados.

 En Belén hubo ternura

y sentimientos

En Belén no había

campanas, en Belén no había alegría, 

en Belén un niño lloraba, mientras su madre

sufría.

Y sin embargo en Belén era Dios el que nacía.

 En Belén un niño lloraba, mientras su madre sufría. 

Y sin embargo en Belén era Dios el que

nacía. 

Y sin embargo en Belén

era Dios el que nacía.

Así también nosotros

estemos en las manos de María.

AMÉN