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18 19 POR RODRIGO FLUXÁ FOTOS BORJA RIUS EN LAS entrañas DEL B arcelona El Barça tiene 500 millones de euros en deudas, pero ya no acepta más socios. Es el club más global del mundo, pero quiere jugadores que hablen catalán. Es socio de UNICEF, pero este año aceptó el dinero de Qatar. Para entender las contradicciones, tradiciones y códigos del mejor plantel del mundo hay que ir a Barcelona. “Sábado” fue para descifrar los secretos del equipo soñado de Alexis Sánchez. L a avenida Joan XXIII es ancha, de dos sentidos, con un parque peatonal en el centro, árboles por los costados y sería una calle más en el entramado de Barcelona si no fuera por una cosa: termina, o empieza, depende de dónde se mire, con el Camp Nou. Al comienzo, o al final, hay un joven con una guitarra de palo intentando atraer turistas con una improbable versión flamenca de una canción de Eurythmics. Sweet dreams are made of this, canta. Los sueños dulces están hechos de esto. Esta tarde de sábado, centena- res de musulmanes, japoneses, argentinos y franceses caminan calle arriba, o calle abajo, hacia el estadio. No hay partido. Cuando el recinto no lo utiliza el primer equipo, el Camp Nou es un museo, de hecho, el más visitado de una ciudad que tiene colecciones completas de Picasso, Miró y Dalí. En la fila para el tour, que incluye un recorrido por el borde de la cancha y algunas atracciones virtuales como escuchar por audífonos cómo suena el estadio cuando está lleno, dos españoles leen un diario deportivo. La nota que abre la página cuatro es un compendio del último mes: trascendidos en Chile indican algo que a su vez había deslizado la prensa catalana el día anterior, quie- nes estuvieron llamando por teléfono a periodistas chilenos que se informan por sitios web españoles. Alexis Sánchez sale en primer plano, en doble página, con los dedos tapándose los oídos; se le alcanzan a ver los granos en la cara. Arriba, en el título, la segunda improbabilidad de la tarde; una improbabilidad lingüística mayor. Alexis diciendo: –Dejadme ir. Ochenta y tres pasos tiene el tramo final del túnel de Camp Nou que lleva a los jugadores del Barça del camarín a la cancha cada fin de semana. Incluso así, sin público, y en pleno proceso de replantación de pasto, la escena impacta: es una mole de tres bandejas que se viene encima y que, mirándola desde abajo, recorta y encuadra sustancialmente el cielo. Justo al frente de la salida hay una leyenda pintada en las butacas, que sería imposible ver con la gente repletando el estadio: Més que un club. La frase se le adjudica a un presidente del equipo que, en un discurso de 1968,intentó resumir los alcances que el Barça tenía en toda Cataluña, superando lo estrictamente deportivo. –Funcionó de maravillas, porque, como todos los buenos lemas, es muy amplio, muy ambiguo: cada cuál ve ahí lo que le parece: una veta política, una social o, incluso, una filosofía de juego –dice Carles Santacana, doctor en Historia de la Uni- versidad de Barcelona, quien ha pasado décadas reconstruyendo el pasado del equipo. “Pero lo cierto –continúa– es que mucho antes de ese discurso, ya se había incubado el concepto”. Tras el fin de la Guerra Civil española, Francisco Franco, autoinstalado en el poder, pro- hibió el uso público del catalán. El Barça, en eso, era una pieza clave. Se castellanizó el nombre

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Fotografies per la revista setmanal "El Sábado" del diari "El Mercurio" de Xile

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por rodrigo fluxá fotos borja rius

En lasentrañas dEl BarcelonaEl Barça tiene 500 millones de euros en deudas, pero ya no acepta más socios. Es el club más global del mundo, pero quiere jugadores que hablen catalán. Es socio de UNICEF, pero este año aceptó el dinero de Qatar. Para entender las contradicciones, tradiciones y códigos del mejor plantel del mundo hay que ir a Barcelona. “Sábado” fue para descifrar los secretos del equipo soñado de Alexis Sánchez.

La avenida Joan XXIII es ancha, de dos sentidos, con un parque peatonal en el centro, árboles por

los costados y sería una calle más en el entramado de Barcelona si no fuera por una cosa: termina, o empieza, depende de dónde se mire, con el Camp Nou.

Al comienzo, o al final, hay un joven con una guitarra de palo intentando atraer turistas con una improbable versión flamenca de una canción de Eurythmics.

Sweet dreams are made of this, canta.

Los sueños dulces están hechos de esto.

Esta tarde de sábado, centena-res de musulmanes, japoneses, argentinos y franceses caminan calle arriba, o calle abajo, hacia el estadio. No hay partido. Cuando el recinto no lo utiliza

el primer equipo, el Camp Nou es un museo, de hecho, el más visitado de una ciudad que tiene colecciones completas de Picasso, Miró y Dalí.

En la fila para el tour, que incluye un recorrido por el borde de la cancha y algunas atracciones virtuales como escuchar por audífonos cómo suena el estadio cuando está lleno, dos españoles leen un diario deportivo.

La nota que abre la página cuatro es un compendio del último mes: trascendidos en Chile indican algo que a su vez había deslizado la prensa catalana el día anterior, quie-nes estuvieron llamando por teléfono a periodistas chilenos que se informan por sitios web españoles.

Alexis Sánchez sale en primer plano, en doble página, con los dedos tapándose los oídos; se

le alcanzan a ver los granos en la cara. Arriba, en el título, la segunda improbabilidad de la tarde; una improbabilidad lingüística mayor.

Alexis diciendo: –Dejadme ir.

Ochenta y tres pasos tiene el

tramo final del túnel de Camp Nou que lleva a los jugadores del Barça del camarín a la cancha cada fin de semana. Incluso así, sin público, y en pleno proceso de replantación de pasto, la escena impacta: es una mole de tres bandejas que se viene encima y que, mirándola desde abajo, recorta y encuadra sustancialmente el cielo. Justo al frente de la salida hay una leyenda pintada en las butacas, que sería imposible ver con la gente repletando el estadio:

Més que un club.

La frase se le adjudica a un presidente del equipo que, en un discurso de 1968, intentó resumir los alcances que el Barça tenía en toda Cataluña, superando lo estrictamente deportivo.

–Funcionó de maravillas, porque, como todos los buenos lemas, es muy amplio, muy ambiguo: cada cuál ve ahí lo que le parece: una veta política, una social o, incluso, una filosofía de juego –dice Carles Santacana, doctor en Historia de la Uni-versidad de Barcelona, quien ha pasado décadas reconstruyendo el pasado del equipo. “Pero lo cierto –continúa– es que mucho antes de ese discurso, ya se había incubado el concepto”.

Tras el fin de la Guerra Civil española, Francisco Franco, autoinstalado en el poder, pro-hibió el uso público del catalán. El Barça, en eso, era una pieza clave. Se castellanizó el nombre

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mientras el club quiera, seguiré. El día que me digan, señor, muchas gracias, me voy a mi butaca, que ni sé dónde está, y me sentaré a comer pipas y ver al Barça.

La Ciudad Deportiva del Barcelona se inauguró en 2006 y es, en rigor, eso mismo: una ciudad pequeña. Tiene casi 140 mil metros cuadrados, nueve canchas de fútbol, un pabellón polideportivo, un edificio de ca-marines, otro de servicios, una sala de prensa y un gimnasio. Su construcción costó 68 millones de euros, sin contar la nueva Masía, legendaria casa donde alojan las divisiones inferiores del club, por dónde pasaron Lionel Messi, Carles Puyol y Andrés Iniesta, entre otros. Se está terminando ahora, ya que la antigua, aún visible al lado del

Camp Nou, no lograba albergar a todos los aspirantes.

Xavi Hernández camina por el lugar en bermudas, zapatillas, recién bañado, sin peinado estrafalario, ni aros, ni cadenas. Alguien poco enterado lo podría tomar por un funcionario o periodista, no por uno de los tres candidatos al Balón de Oro 2010, que elije al mejor futbolista del mundo.

–No sabes el orgullo que nos da que nuestro emblema sea así, un catalán como cualquier otro y que se llame Xavi, con x, no Javier ni Fernando –dice Jacob Izquierdo (27), vocero de la Peña Sang Cule, una de las barras más representativas del club, con 20 años de historia, que él define como de izquierda e independentista. No celebró, por ejemplo, el título mundial de España en Sudáfrica.

Él va, promedio, tres veces a

en un lujoso despacho de su bufete de abogados en el sexto piso de la Avenida Diagonal, con una sonrisa eterna y la piel tostada. La respuesta para ambas cosas estará en todos los diarios la mañana siguiente: cuatro fotografías de sus vaca-ciones en Formentera, tomando champagne francés, fumando puros en un yate, rodeado de veinteañeras.

Pese a los roces que genera su personalidad, Laporta, que está enfrentado a la administración actual por algunos gastos du-rante su gestión, tuvo como uno de sus principales nortes darle al equipo un cariz social.

–Estoy muy orgulloso de eso. Nos asociamos con UNICEF, convirtiéndonos en el primer equipo del mundo al que no le pagan por llevar un logo en su camiseta, sino que paga por hacerlo. Vinculamos al Barça a los más desfavorecidos, logramos que el mundo nos viera como un Barça con alma. Dejamos de ser

el eslógan de “Més que un club” y pasamos a ser algo concreto –dice Laporta a “Sábado”.

Laporta supera ampliamente el ámbito del fútbol. Es diputado del Parlamento de Cataluña y concejal del Generalitat. Desde ahí ha impulsado, con altos y bajos, el movimiento de inde-pendencia de Cataluña, con el Barça como punta de lanza.

–En el mundo es más fácil explicar al Barcelona que a Cataluña. Para nosotros tiene una carga simbólica muy im-portante de la cultura y la nación catalana. No hay otra institución o persona que pueda hacer eso por nosotros y es muy difícil imaginárselo alejado de la causa de independencia. Debe seguir así. Será muy importante además para cuando Cataluña sea independiente y tenga que competir en mundiales y com-petencias internacionales. Esa

es mi aspiración. –Acá hay algo muy claro

–disiente Lluís Foix, analista y columnista catalán, ex director de La Vanguardia–. El Barça significa muchas cosas, pero no traspasa votos, ni siquiera en sus etapas de más éxito. De eso Laporta es el mejor ejemplo: llevó al equipo a logros inéditos, pero la causa independentista no logra más apoyo que su techo histórico.

UNICEF, el principal orgullo de Laporta, este año pasará a un pequeño apartado, posiblemente en la espalda de la camiseta. Alfonseda, como presidente del grupo de ex jugadores, pretende replicar la asociación a lo largo de Europa. En un mes más Manel Vich, como cada temporada, ini-ciará el año deportivo del Camp Nou. Y como cada año, no sabe si será la última vez:

– Mientras tenga voz y salud, y

que otra palabrita en catalán, para animar a la gente. Tuve problemas por eso, porque había militares en el estadio: recibí sanciones, insultos y amenazas. ¡Pero yo no quería ser subversivo, hombre! Es que es el campo del Barça y ahí se habla catalán.

Ramón Alfonseda jugó en esa época como delantero. De hecho anotó el gol definitivo contra el Real Madrid en la Copa del Generalísimo 1971, versión de la Copa del Rey en dictadura, que le significó el título al Barcelona. No fue a saludar a Franco.

–Nos sentíamos jugando contra el régimen. Toda Cataluña lo sentía así. Fue un etapa que marcó al Barça para siempre y ayuda a entender al club incluso hoy –explica Alfonseda.

La caída de Franco hizo menos evidente el rol político del Barcelona, pero siguió subyaciendo.

–Hizo aceptable que muchos intelectuales pudiesen transpa-

rentar su afición al fútbol, una de las marcas del Barça. Sobre todo en la izquierda, donde el discurso imperante era que el fútbol era el opio del pueblo –dice Santacana.

Manuel Vásquez Montalbán, un analista influyente, escribió una serie de artículos explici-tando su pasión por el Barça. Miró y Dalí también fueron aficionados. Joan Manuel Serrat le escribió dos canciones, una de ellas al mítico jugador húngaro Ladislao Kubala.

Los éxitos deportivos definiti-vos tardarían muchos años más, lo que cultivó un pesimismo aún innato en los barcelonistas mayores. Recién en 1992 lograron su primera Liga de Campeones, pero recién al final de la década pasada llegó la consolidación definitiva, ganando cinco de las últimas siete ligas de España y tres Champions League.

El arquitecto de eso fue Joan Laporta, polémico ex presidente del equipo (2006–2010), que entra

“Los culés siempre vamos a preferir un jugador catalán por sobre un extranjero. Y si llegan jugadores de afuera, como este Alexis, lo menos que esperamos es que aprendan a hablar catalán”, dice el vocero de la barra más representativa.

Para un partido de liga en el Camp Nou, se entregan 300 acreditaciones a la prensa. para un clásico o semifinales de Champions League, mil. Josep Guardiola, el Dt, dio esta semana la primera conferencia de la temporada, donde alabó a Alexis sánchez.

al club, se le varió su bandera y un dirigente del Español –el otro equipo de la ciudad, iden-tificado con el régimen– pasó a ser parte de la mesa directiva del equipo.

Manel Vich era entonces un niño. Hoy es un anciano que cruza el living de su departa-mento con terraza estilo Gaudí en busca de los cigarros.

–Fumo como carretero y me acuesto a la hora que se me da la gana. Tengo 74, ya no me pueden quitar esas cosas. ¡Qué me voy a cuidar si no soy la Caballé!

A los 17, mientras asistía a un partido del Barcelona, alguien a cargo le dijo:

–Hey chico, necesitamos un speaker de manera fija para que dé las alineaciones de los equipos.

Era 1957. Sin experiencia previa, aceptó

el trabajo: ser la voz del Barça. Ya lleva 54 años en eso; 1.600 partidos. Se ha perdido sólo tres. Conoció a Pep Guardiola y a Sandro Rosell, el entrenador y el actual presidente del club, cuando tenían diez años y eran pasapelotas. Ha hecho amista-des con las grandes estrellas: a Ronaldihno solía subirle el ánimo en su peor momento. Ambos hablaban a diario sobre sus familias y todavía lo hacen. Una tarde, en un hecho inédito, el brasileño le dedicó un gol, utilizando la bandera del corner como micrófono.

Vich hace su trabajo gratis, por pasión, pero no le gusta que la gente lo sepa. Su saludo a los aficionados es una institución en sí misma. Nunca rueda la pelota sin que se escuche antes:

–Bona nit a tothom i benvinguts al estadi. (Buenas noches a todos y bienvenidos al estadio).

En sus comienzos, por Franco, lo tuvo que hacer en castellano.

–Fue un período muy difícil, de mucha represión, pero yo me las ingeniaba para decir una

efe

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la semana al estadio: sigue el fútbol –paga más de 500 euros anuales para tener su asiento asegurado–, el básquetbol, el hockey y el rugby. Intenta viajar con todas las ramas. De niño su padre lo llevó a la cancha, pero algo no le gustó:

–La gente que va al Camp Nou es muy fría, como quien va al cine. Y a la primera de cambio comienzan a arrojar pañuelos. Por eso decidimos organizarnos entre los que pensamos parecido.

I z q u i e rd o l o d i c e derechamente:

–Los culés siempre vamos a preferir un jugador catalán, de la casa, por sobre un extranjero. Y por extranjero me refiero, por ejemplo, a David Villa, que es español y este año ha fallado más que un escopetón de feria. Y si llegan jugadores de afuera, como este Alexis, lo menos que esperamos es que aprendan a hablar catalán, es muy impor-tante para nosotros.

No es una opinión aislada. El club, de hecho, les ofrece clases gratuitas a los jugadores. Para Alfonseda “es preferible. Nos gusta que lo intenten al menos. Un par de palabras que sea”. Laporta dice que un jugador nuevo “como mínimo debe entenderlo. Es un tema muy sensible. Deben darse cuenta que han llegado a un sitio especial. Les ayuda a adaptarse, porque la presión de jugar aquí es como en pocos lugares”.

Sobre eso hay capítulos cu-riosos. Bojan Krkric, quien le dejará su cupo a Sánchez, es hijo de padre serbio, pero hizo todas las divisiones inferiores en el Barcelona, marcando casi 800 goles. Con 16 años subió al primer equipo, fue el más joven en la historia en anotar un gol oficial. Hoy, con 40 goles en tres años, tiene que irse por la puerta de atrás. Fracasado, con 20 años.

–Pese a lo grande que es el Barça y a las múltiples presiones

“En el mundo es más fácil explicar al Barcelona que a Cataluña. para nosotros tiene una carga simbólica muy importante de la cultura y la nación catalana”, dice Joan Laporta, ex presidente del club.

que enfrenta, Pep ha logrado hacer de esto algo familiar, un grupo de buenas personas. Eso ayuda mucho a los que llegan –dice Manel Estiarte, nexo entre los jugadores, el cuerpo técnico y la dirigencia.

Los cuatro capitanes del equipo –Puyol, Xavi, Víctor Valdés e Iniesta– son los encargados de introducir al recién llegado al plantel y hacerle entender los códigos. Hay uno de reciente implementación: todos los juga-dores deben ceder un porcentaje de su nuevo contrato (0,5 por ciento) para la asociación de veteranos del Barcelona, que se preocupa de ayudar a cualquier ex jugador o canterano que esté pasando por un momento económico difícil.

Pero hay compensaciones. Apenas se instale en Barcelona, Alexis Sánchez recibirá la visita de un ejecutivo de Audi, quien, catálogo en mano, lo hará elegir el modelo que quiera para des-plazarse por la ciudad.

Es usual, también, que reciban invitaciones a eventos sociales. Suelen conocer a personalidades. De hecho, si Sánchez decide no tomar vacaciones, estará en la recepción que Barack Obama le hará en agosto al plantel en la gira por Estados Unidos.

Las familias de los jugadores también reciben trato preferente: para los partidos importantes son invitados, pasajes y alo-jamiento incluidos. Los ven mucho más seguido: rara vez concentran, y llegan el día de los partidos en sus propios vehículos.

Pese a lo conocidos que son, a diferencia de los grandes equipos de Italia e Inglaterra, donde los jugadores viven ais-lados por razones de seguridad o por lo agresivo de la prensa, en Barcelona pueden hacer vidas normales: ir al cine, a comer. Buoni Amichi, Hofman y Daps son los restaurantes más visitados.

Hay jugadores, como Piqué y

Pujol, que tienen departamento en el centro de la ciudad y no son molestados. Los extranje-ros, como Ronaldinho y ahora Messi, prefieren la apacible Castelldefels, donde descansan mirando el mar.

Si alguien quiere tener un asiento en el Camp Nou nece-sita recorrer un largo camino. La lista de espera puede durar fácil 15 años: avanza casi ex-clusivamente cuando alguien deja la ciudad o se muere sin heredársela a sus hijos. Antes operaba con libertad un mercado negro de personas que lucraban con sus abonos, que hoy está siendo más regulado.

De las 98 mil butacas dis-ponibles, 86 mil tienen dueño. Casi un cuarto de las restantes van al equipo visitante y al pu-ñado que queda pueden optar los socios.

Ahora si alguien quiere ser socio, sin derecho a entrada, tiene sólo tres opciones: ser menor de 14 años e ir a la ciudad para apuntarse (no se puede por internet), ser pariente en primer grado de algún socio o haber sido socio en el pasado y haberse desafiliado por alguna razón atendible.

El equipo tiene 180 mil socios al día –incluidos 1.500 japone-ses–, más que los habitantes de

La Serena, con los que recauda aproximadamente 30 millones de euros anuales, pero, negando la lógica de mercado, no quie-ren más.

–Es la diferencia entre una So-ciedad Anónima y nosotros –dice Jordi Cardoner, vicepresidente del club–. Nuestra meta no es hacer dinero, es ganar campeonatos. Ya es difícil mantener contenta a una cantidad así de gente, con 500 mil, como aspiraba el club en el pasado, sería una revuelta social. Todos odiarían a la directiva. No queremos socios a los que no podamos darles prestaciones.

Es la lucha reciente del Barça: competir con jeques árabes dueños de clubes o mantener la esencia histórica del club. Incluso sus pilares más fundamentales han sido ya violados: los últimos años, varios equipos han con-tratado a niños mientras son formados en la Masía. Después han tenido que recomprarlos, como el caso de Piqué. Ellos han hecho lo mismo: algunas de sus figuras, entre ellas Messi, también fueron adquiridas a otras canteras en plena etapa de formación.

Cuando asumió la directiva que integra Cardoner, el año pasado, se encontraron con una deuda de 500 millones de euros. En el mejor equipo del mundo.

–Evidentemente no nos sen-timos cómodos en el sistema actual, pagando estos montos por jugadores, pero nos hemos visto obligados a hacerlo. La situación que existe no está en consonancia a la situación económica de nuestro país, ni del mundo. Los clubes están endeudados y siguen subiendo los precios de los fichajes. Así no funciona ningún mercado. Queremos frenar un poco esta vorágine.

Igual el pase de Sánchez bor-deó los 40 millones de euros.

Hace dos meses el Barcelona cruzó otra barrera imaginaria:

le vendió la publicidad de su camiseta a Qatar Fundation en más de 30 millones de euros al año. El club fue de nuevo blanco de burlas.

–Yo mismo le dije al pre-sidente: ¿has visto un mapa geopolítico antes de hacer esto? –cuenta Foix–. Porque Qatar no es Bahrein, pero tampoco se respetan todas las libertades de las personas. Y pasar de UNICEF a eso es muy brusco; un error. Me respondió: la verdad, que necesitábamos el dinero.

Cardoner confirma.–Teníamos tres opciones.

Subir los precios a los socios, cosa que no íbamos a hacer. Vender algún terreno o vender algún jugador de casa, algo impensado, porque son las joyas de la corona. Estuvimos obligados a ceder en lo de la camiseta y mantener a UNICEF más pequeño. Teníamos que cumplir pagos a los que no podíamos atender.

En ese proceso, Cardoner fue a pedir crédito a un banco, a nombre del Barcelona. Pese a los números rojos, el ejecutivo accedió y le dijo por qué:

–De toda la lista de empre-sas a las que le presto dinero, el Barça es la única de la que tengo seguridad que estará 100 años más.

Doce personas componen el equipo de comunicaciones del Barcelona. Otras 50 trabajan para Barça TV, canal propio del club, que transmite 24 horas en señal abierta para Cataluña y digital para el resto del país.

Para un partido de liga en el Camp Nou, se entregan 300 acreditaciones. Para un clásico o semifinales de Champions League, mil. Todos los jugadores pasan por rueda de prensa, sin excepciones.

Esta mañana hay 20 cama-rógrafos esperando a Josep Guardiola, quien antes de dar su primera conferencia de la temporada, tiene que caminar

200 metros desde la cancha a la sala de prensa. Casi al mediodía aparece en el horizonte con Andoni Zubizarreta, director deportivo, a su lado. Los dos jugaron juntos, se llevan diez años, pero de cerca, Pep parece su hijo: camina sin mirar a la multitud en una polera negra apretada y jeans de moda.

Cuando entra a la sala, el centenar de personas se calla. Son las misas de Guardiola: al igual que Marcelo Bielsa, su especie de mentor, no da notas individuales, sólo ponencias colectivas.

La primera pregunta es en catalán. Pep responde en catalán. Ya la cuarta es en castellano. Pep responde de todas formas en catalán. El periodista replica:

–En castellano, por favor.Pep se reordena. No sonríe. Le

preguntan por Alexis Sánchez. Dice que es buen jugador, buena persona y trata de explicar los problemas que han tenido para cerrar el fichaje.

–Es como cuando uno quiere una cosa. Alguien pone el precio y uno ve si lo paga.

La última pregunta la hace un periodista croata, en italiano. Guardiola responde en italiano, ahora con gesto amable. Deja la sala.

Al día siguiente una joven de 17 años espera en la puerta de la ciudad deportiva que los jugadores salgan en sus Audi. Viaja todos los días de sus vaca-ciones 80 kilómetros para verlos pasar. Casi ninguno para. Dice que ama a Bojan. Le preguntan si Bojan la ama de vuelta. Dice que no, pero que no le importa, porque así es el amor.

Pasan los autos de Pedro, Abidal y Keita.

En el diario de hoy se lee que el acuerdo por Alexis Sánchez está hecho.

Le han dejado ir.Pasan Villa, Puyol e Iniesta, los

campeones del mundo.De esto están hechos los

sueños dulces.