24
UNAMUNO MI SALAMANCA Selección: ©Julio Pollino Tamayo [email protected]

UNAMUNO, MI SALAMANCA

Embed Size (px)

Citation preview

UNAMUNO MI SALAMANCA

Selección:

©Julio Pollino Tamayo

[email protected]

2

3

CIUDAD Y CAMPO (DE MIS IMPRESIONES DE MADRID)

Suelo experimentar en Madrid un cansancio especial; al que llamaré cansancio de la corte. Cuando en esta tranquila ciudad de Salamanca salgo de paseo, carretera de Zamora adelante, se me cansan las piernas, seguramente, pero descansa y se refresca mi sistema nervioso. El camino está franco y despejado, no encuentro en él detención alguna, nada me distrae, mi paso es igual, sin que haya de menester variarlo, y mi vista reposa en la contemplación, ya de la lejana y ahora nevada sierra, que parece un esmalte del cielo, ya en la vasta llanura de la Armuña, en que se tienden algunos pueblecillos, ya, a mi regreso, en la vista de la ciudad, dominada por las altas torres de su Catedral y su Clerecía. Luego a casa, me siento a trabajar, y a la vez que mis piernas descansan, actívase mi cerebro refrescado por el paseo. Aquí, en Salamanca, atenido a los pocos libros modernos que me puedo procurar con mis escasos recursos pecuniarios, y a los no muchos que las bibliotecas y los amigos pueden ofrecerme, lo que leo, lo leo con calma y hasta apurarlo; pero allí, en Madrid, llego al Ateneo, empiezo a revisar revistas y dejo la una y tomo la otra y nada saco de provecho. Hay aquí, en Salamanca, una hermosa Concepción de Ribera, y tantas veces la he visto, y con tanta calma cada vez, que me la sé de memoria y la he sacado casi todo el fruto que pudiera, y en cambio recuerdo mi paso a la carga por una de las más ricas pinacotecas de Italia, de la que no conservo imagen alguna precisa y clara.

EL PERFECTO PESCADOR DE CAÑA

(DESPUÉS DE LEER A WALTON) Esta dorada Salamanca en que vivo y donde corre el Tormes a traerme no pocas nuevas y obsequios del espíritu. Recuerdo que entrando una vez con un amigo francés, academicista, en el templo de San Esteban que en esta ciudad de Salamanca tiene la Orden de Santo Domingo, al encararse con la dorada magnificencia de su retablo de Churriguera, exclamó: "voilá l'emphase espagnol!" [¡he aquí el énfasis español!]; a lo que yo: "oui, mais dans les esprits de nature emphatique l'emphase est natural." [sí, pero en los espíritus de naturaleza enfática el énfasis es natural.]

4

A LO QUE SALGA Una mañana de niebla, en que salí de casa —de esto hace cinco o seis años—, me produjo el espectáculo de la niebla matutina, con ser frecuente en esta ciudad de Salamanca, un efecto singular, y como nunca antes me lo había producido, merced, sin duda, al estado en que acertara a encontrarse entonces mi alma. Y fue que al ver los árboles que bordan la carretera que pasa junto a mi morada de entonces, y verlos sumergidos en la niebla, así como los objetos todos de mi alrededor, y veladas por ella las lontananzas, parecióme como si a aquellos arbolillos se les hubiesen rezumado o extravasado las entrañas, y que ellos no eran más que corteza, continentes de árboles sumergidos en sus propias entrañas, algo así como hollejos de uva dentro del mosto. Y que las entrañas éstas de los arbolillos y de las cosas todas se habían fundido unas en otras, dejando a sus cuerpos como armaduras de un guerrero que ha muerto y se ha hecho polvo. Y recuerdo que, a partir de semejante imaginación, continué mi camino, rumbo a la Universidad, a dar mi clase, pensando en un remoto reino del espíritu en que se nos vacíe a todos el contenido espiritual, se nos rezumen los sentimientos, anhelos y afectos más íntimos, y los más recónditos pensares, y todos ellos, los de unos y los de otros, cuajen en una común niebla espiritual, en el alma común, dentro de la que floten las cortezas de nuestras almas, estas cortezas que son hoy casi lo único que de ellas ofrecemos a nuestros prójimos, y casi lo único que recibimos de éstos. Y continué pensando que es poco menos que forzoso el que sean escritores u oradores neblinosos cuantos se propongan verter al público, por escrito o de palabra, su espíritu, la savia de sus sentires y de sus quereres, y no tan sólo su inteligencia, no sus pensamientos tan sólo. Para este último género, para la chismorrería, ¡cuántos ingenios se malogran! Suelen decir que florece en las pequeñas ciudades de provincia, y, en efecto, así es. En ciudades como ésta en que vivo —Salamanca—, hay quienes no pueden vivir sin su buena ración diaria de chismorrería. En cierta ocasión, paseando con un amigo mío por el Retiro de Madrid, vimos que dos sujetos que iban en conversación delante nuestro y a bastante distancia se paraban de vez en cuando, como si lo que dijesen no pudiera decirse u oírse andando, y entonces mi amigó me dijo: «Esos son de provincias, no te quepa duda; lo de pararse a hablar cuando se va de paseo es una costumbre enteramente provinciana. No sé en qué consista.» Y yo le respondí: «Pues mira, chico, yo, aunque he vivido casi toda mi vida, y con excepción de mis años de carrera y temporadas sueltas aquí en Madrid, siempre en capital de provincia, hasta mis veintiséis años en Bilbao, y luego en Salamanca, lo cierto es que no tengo tal costumbre. Y, en cuanto a su origen, me parece que puedo darte una explicación que, si no es suficiente, es, por lo menos, ingeniosa.» «Venga», me dijo, y yo continué: «No sé si sabrás que allá en Salamanca hay, como en la mayor parte de nuestras viejas ciudades, una plaza cubierta, la Plaza Mayor, con arquillos o soportales, donde la gente se pone a dar vueltas cuando hace mal tiempo, y también cuando le hace bueno. La tal plaza es una escuela de holgazanería y de murmuración. Hay dos vueltas, la de las mujeres y la de los hombres; los hombres van por la parte de adentro, es decir, por la vuelta más corta, llevando su derecha en el sentido del reloj, o, como se dice ahora, en movimiento dextrogiro, y las mujeres van por la puerta de afuera, llevando también su derecha, mas en sentido contrario al del reloj, o

5

sea en movimiento levógiro. Y así matan horas enteras, dándose cara dos veces en cada vuelta y murmurando casi todos. Y es natural que al murmurador le agrade oír lo que los demás murmuradores murmuran, y de aquí que los grupos de circulantes marchen con el oído bien despierto para cazar lo que se diga entre los que les preceden o los que les siguen. Y por esto es por lo que para defraudar a los escuchas, a los que andan a pescar aunque sólo sea palabras sueltas, suelen pararse de vez en cuando los que pasean murmurando, pues así, con tales paradas, les obligan a los otros a tomarles la delantera. Ve, pues, cómo eso de pararse de vez en cuando los que marchan conversando puede no ser más que una estratagema para burlar la indiscreta curiosidad de los que les siguen en las ruedas de murmuración de los soportales o los arquillos provincianos». A mi amigo le pareció, en efecto, muy ingeniosa, aunque no suficiente, mi explicación. Y yo le añadí: «De lo que no debe caberte duda alguna es de que, cuando se paran así, no es para decir ninguna cosa importante o que exija atención extraordinaria, sino para soltar alguna vulgaridad solemnísima.»

MÁS SOBRE LA CRISIS DEL PATRIOTISMO No faltan, a todo esto, pseudopoetas, enamorados románticamente del pasado, que deploran la ruina de yo no sé qué tradiciones. Aquí, en esta ciudad de Salamanca, en que vivo y escribo, conozco quien, sin estar muy seguro allá en sus adentros ni de Dios ni del demonio, sostiene que debe mantenerse con esplendor el culto al Cristo de los Milagros, porque es algo castizo, así como el cinturón de media vaca o el farinato; como hay aragoneses redomadamente incrédulos, y hasta ateos, que no consienten se toque a la supersticiosa idolatría de la Pilarica. Soy un hombre de instintos campesinos obligado a vivir en ciudad, y gracias a Dios vivo en ciudad reposada y tranquila por fuera, no por falta de nada por dentro. Y hay más y lo digo con toda sinceridad y modestia aparte; hoy Salamanca está llena de mí.

¡POBRES METECOS! Y recuerdo que en cierta ocasión me dijo Cambó en la Plaza Mayor de Salamanca que la envidia nació en Cataluña.

6

UN ESPAÑOL DE CEMENTO Es ya antiguo amigo mío Corpus Barga. Ha recordado hace poco que yo le di lo que él llama espaldarazo literario, cuando llamé la atención hacia algo que escribió con motivo de la muerte del gran pobre Tolstoi. Después, en París, durante mi destierro, tuve ocasión de conocerle, es decir, de quererle mejor. Por lo cual he podido agradecer todo lo que hay en el tono de un artículo que, en el Crisol, me dedica y en que me llama "el tío espiritual de tantos españoles, el tío de Salamanca". Acepto lo de tío, que muchas veces es más cariñoso que "padre" o que "abuelo". Y ahora, ese tío debe comentar brevemente algo de lo que, por intermediación, tomándome de mingo, dice a sus lectores Corpus Barga, en su artículo "Lo inesperado: se está formando un español de cemento". Corpus Barga: «Goya defendió al pueblo con sus aguafuertes cuando el pueblo se defendía a navajazos»

LA OBRA DE EUGENIO NOEL

Aquí, en esta ciudad universitaria en que escribo, en esta Salamanca, a la que algunos llaman la Atenas española.

PUDOR DAÑINO El exceso de material perjudica, ya que no sabe uno contenerse. Por quererlo leer todo, acaba uno convirtiéndose en lector de catálogos. Hay aquí en Salamanca muy pocos cuadros buenos, pero muy pocos; el mejor, una hermosísima Concepción, de Ribera. Viéndolos un día, y otro, y otro, me han enseñado más que algunos museos que he visitado por esos mundos de Dios de prisa y corriendo. Sobre las doradas piedras de mi Salamanca se leen los letreros de los Víctores con que se celebraba la colación de grados en la antigua Universidad.

7

Lo curioso es, lector, que los que andan por la calle aquí, en Salamanca, al menos, lo están viendo a diario y apenas consigo que uno dé en lo que es. Que no es sino pura y sencillamente las seis del reloj, lo mismo en el de la catedral que en el del concejo. Porque la numeración, en cifras romanas, de la esfera del reloj de la torre ha solido ponerse colocando los números como si se vieran desde el centro de la esfera y no en posición vertical cada uno de ellos.

LA CIVILIZACION PANTALONICA Pero es más curiosa la costumbre que rige aquí, en la mayor parte de las viviendas de esta ciudad de Salamanca, que es una mazorca de alquerías con todo el aire de la dehesa.

YA SE CONSABE QUE... Por otra parte, el empleo de vos —"vos sos", que se dice en esta provincia de Salamanca lo mismo que en la Argentina— en vez de tú, ha hecho que haya habido que sustituir el vosotros.

DISCURSO EN LOS JUEGOS FLORALES CELEBRADOS EN BILBAO EL DIA 26 DE AGOSTO DE 1901

La fortuna me llevó a Castilla; cinco de mis hijos allí han nacido, allí se han criado todos. Allí, contemplando el reposo de la austera llanura, llena de cielo, he infiltrado, luego de depurada, en mis senos espirituales, la visión de las montañas que abrazan a ésta, mi cuna ; allí, bajo un cielo sereno y limpio, a aquella luz que ciñe a los claros con sombras precisas, he concretado en cuajadas figuras los ensueños que las nubes de este cielo nativo depositaron en mi mente juvenil; ha sido aquella noble tierra castellana, donde ondea al sol el trigo y en que abre un follaje perenne la grave encina, inmóvil al viento, el suelo en que he madurado los gérmenes que de este mi vivero, siempre verde, allá llevé. En aquella ciudad de Salamanca, selva de talladas piedras, en que apenas se siente fluir el tiempo, he dejado granar lo que este Bilbao me dio. De mi Vizcaya, de mi Bilbao, la simiente; de mi Castilla, de mi Salamanca, el fruto.

8

YANQUESES Hay aquí, en Salamanca, una preciosa torre del Clavero o llavero de la ciudad en un tiempo, y como Clavero no significa hoy nada para el pueblo, le dan el nombre de torre del Clavel, lo mismo que en Roma de Capidoglio, derivación italiana normal del latín Capitolio, han hecho Campidoglio, campos de aceite, aunque nadie sepa que haya habido jamás olivos en el Capitolio.

ESCARCEOS LINGÜISTICOS En esta ciudad de Salamanca se usa mucho el calificativo de encismadora, aplicado a la que va de casa en casa con chismes y cuentos,

LA CALLE DE DON JUAN LOPEZ RODRIGUEZ En este arte de inmortalizar callejeramente a honrados ciudadanos que al morir tenían amigos en el Concejo Municipal se distingue sobremanera esta ciudad de Salamanca en que vivo y obro. Lo malo es que debajo del rótulo en que figura el nombre del héroe epónimo de la calle no pongan una pequeña nota explicativa para ilustración de los profanos. ¿Hay nada más bonito que la calle del Lobo-hambre, es decir del "ovo-hambre" —hubo hambre—, como se llama una de esta vieja ciudad de Salamanca?

CONTRIBUCIONES A LA ETIMOLOGIA CASTELLANA Lo que nos recuerda que aquí, en Salamanca, se le llama farraca a la faltriquera o faldriquera. Aquí, en Salamanca, de la carrasca se saca casca para curtir. En esta provincia de Salamanca se le llama la pingorota o la picorota a lo más alto de una torre o de un peñasco. Aquí, en Salamanca, se dice "¡allí arribota, arribota!", y en este arribota hemos de ver un ad-ri-pa, en la alta ribera.

9

Hace siglos que esta Salamanca, que, según Cervantes, enhechiza la voluntad de volver a ella cuantos de la apacibilidad de su vivienda han gustado, le volvió loco al pobre Tomás Rodaja, luego Licenciado Vidriera. El pobre Rodaja no se suicidó, como Adolfo Mencndcs, pero tuvo que emigrar de la patria luego de curado de su locura. ¿No os recuerda alguna ves este Adolfo Mencndcs, con su amor desenfrenado a la verdad y su odio a la gravedad hipócrita, a aquel pobre Licenciado Vidriera? El ambiente de una y otra novela es sustancialmente el mismo. Aquí tienen, pues, los peleles, cuyo número es, como el de los tontos, infinito, un espejo en que mirarse. Y que Dios les lleve al suicidio; ¡amén! Así se despelelicarán.

PROLOGO AL LIBRO DE JOSE SUAREZ CINCUENTA FOTOS DE SALAMANCA [Salamanca, 1934]

Hay los retratos de paisajes, campesinos o urbanos —porque también los de ciudad, los monumentos, son paisaje—, que podríamos llamar de taller, retratos que nos dan el estado permanente de esos paisajes, y como de estado, suelen ser estadísticos. Viéndolos, se ve que esos paisajes han posado, como en un taller, ante el operador profesional, que les estaba diciendo: "Miren acá..., aguarde..., ahora..., así."' Pero el que ha vivido en la familiaridad íntima de esos paisajes, el que ha convivido con ellos, echa de menos la captación de uno de esos momentos fugitivos en que el paisaje muestra lo más hondo de su alma, o un escorzo profundo, un instante de la vida del monumento o del rincón del campo. Aquellos retratos son buenos para el turista o para el que trata de estudiar el monumento, para una guía de estudiosos de arquitectura. No son de ésos los que ofrece esta colección. Hay aquí, además, algunos aspectos recogidos de la ciudad de Salamanca, en cuanto paisaje, en cuanto país, que no ha solido ser costumbre recogerlos. Al que, como yo, ha estado día tras día, durante años, saludando con la mirada a aquel David con su arpa de una de las claves de la bóveda de entrada de la Universidad, ¡lo que le tiene que decir verlo en el concreto de una reproducción fotográfica, más precisos a la vista sus contornos! ¡Y aquel pino del llamado Jardín Botánico! ¡Y aquella parra de la casa rectoral, a la que hace años dediqué un soneto Aquí quedan no sólo trozos sino monumentos del paisaje urbano, monumental, de nuestra Salamanca. Quedan para los que los hemos vivido. Y quedan para que traten de vivirlos los que no los vivieron. Aunque es ésta una colección más que para guía de forasteros para recuerdo de los de casa. Que necesita uno recordar, con ayuda del arte, lo que tiene de continuo ante los ojos. Pues nada más difícil que recordar lo que se ve, que recordar, sobre todo, los monumentos anteriores de lo que se está viendo. Ciertas vistas fotográficas tienen la virtud de una cinta cinematográfica; no nos dan una instantánea, un estado, sino todo un movimiento. Y así en algunas vistas de esta colección he sentido no posar, sino pasar, pasar y quedarse como hace la vena de un río, algún miembro, alguna entraña de Salamanca.

10

Del corazón en las honduras guardo, tu alma robusta, cuando yo me muera,

guarda, dorada Salamanca mía, tú mi recuerdo.

Y cuando el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama,

con tu lenguaje, de lo eterno heraldo, di tú que he sido.

PROLOGO A LA NOVELA LOS PELELES, DE FERNANDO ISCAR PEYRA. Naciera de donde naciere Adolfo Menéndez, y con él su tío y su novia y sus dos primas, ha vivido en esta Salamanca en que escribo, en esta Salamanca de la Plaza Mayor, incubadora de ensueños, de leyendas, de chismes y murmuraciones y también de tragedias, en esta Salamanca en que han vivido Ventirita y la Cubera de que aquí se hace mención. DISCURSO PRONUNCIADO EN EL PARANINFO DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, ANTE EL REY DON ALFONSO XIII QUE PRESIDIO LA INAUGURACION DEL CURSO ACADEMICO, EL DIA 1 DE OCTUBRE DE 1904 Las glorias para la Universidad, cobradas por los Maestros que en esta misma Casa enseñaron en siglos que fueron nos mueven a trabajar en servicio de su Reino, nuestra Patria, para conseguir, por nosotros mismos, nuevas glorias, y lo vamos en parte consiguiendo de tal modo, que si se corrobora y acrecienta cierto resurgimiento intelectual que hoy en Salamanca se advierte, merecerá pronto volver a ser llamada, como lo fue en pasados tiempos, la Atenas española. DISCURSO PRONUNCIADO EN EL SALON DE ACTOS DE REAL ATENEO DE VITORIA EN SETIEMBRE DE 1912 Y he aquí por qué gusto de esos pueblos tranquilos, que han ido creciendo más bien que cambiando; que han arrollado, conservándolas, sus épocas todas, y por cuyas calles se puede ir soñando sin temor a que le rompan a uno el sueño, como de Salamanca dice Guerra Junqueiro. Paseándonos una vez bajo los arcos de la Plaza Mayor de Salamanca, me hacía notar Guerra Junqueiro el movimiento rítmico de la muchedumbre allí congregada, y cómo apenas hay lugar en que se observe menos ritmo en los movimientos colectivos que en la Puerta del Sol de Madrid, y este ritmo del movimiento público cotidiano de las pequeñas ciudades tranquilas se infiltra al espíritu de sus moradores, haciéndolo más rítmico también, más armonioso.

11

DISCURSO EN LOS JUEGOS FLORALES ORGANIZADOS POR LA REVISTA GENTE JOVEN, CELEBRADOS EN EL TEATRO BRETON, DE SALAMANCA, EL 30 DE SETIEMBRE DE 1905 Estando en esta situación, ocupando el cargo oficial que hoy ocupo, ocurrieron el 2 de abril de 1903 sucesos muy tristes en Salamanca; sucesos en que me vi mezclado, en que hubo un momento en que corrió peligro mi vida. Sin embargo, cuando yo veía a aquella gente excitada, al contemplar muerto a un chico que asomó la cabeza tras una ventana cerrada, no me llegaron las excitaciones de los demás, permanecí tranquilo. Me pareció una desgracia; la muerte lo es siempre para las madres, no para los que han muerto. Pero luego, cuando aquello se calmó, cuando entró en el segundo período, entonces fue cuando en silencio sufrí horriblemente. Y entonces, por algo de lo que pude vislumbrar, por los relatos de aquel suceso a que antes aludía y que leí en los periódicos, relatos que eran un puro tejido de embustes, por todo aquello, por informes recibidos de persona que tuvo alguna intervención técnica, y que hoy, si algún día hubiera de juzgarse aquel asunto, afortunadamente para su seguridad está ya bajo un pabellón extranjero, por todo aquello sufrí horriblemente. Y llegó un momento en que se encarceló a unos muchachos; se les trató muy bien, indudablemente; fue el final; el pueblo deseó que aquello acabara de cualquier modo, que no se volviera a hablar más de ello, y así sucedió. Desde entonces he venido pensando mucho en aquello, yo, que por lo que a mí hace, creo que no se debe faltar a la verdad ni siquiera para salvar a la madre ni a la Patria.

CONFERENCIA DADA EN LA SOCIEDAD "EL SITIO"

EL DIA 5 DE SETIEMBRE DE 1908 Tengo fe en el porvenir espiritual de este mi pueblo, aunque esa fe sufre grandes fluctuaciones. Cuando me veo aquí, entre vosotros, ella desfallece ante la vista de tanto obstáculo; pero así que me encuentro en Salamanca renace mi fe en mi pueblo. ¡Claro está!, como que allí el único de él con quien trato soy yo mismo.

DISCURSO EN LA VELADA LITERARIA DE 11 DE NOVIEMBRE DE 1912, EN EL CÍRCULO MERCANTIL, DE SALAMANCA

Es, en efecto, una de las cosas que más contrista el ánimo ver la forma de tumulto y de tumulto bullanguero que al punto aquí toman las manifestaciones públicas y ver, por ejemplo, que aquí se ve a una pareja de orden público conduciendo a un detenido cualquiera al Ayuntamiento, se forma un grupo de chiquillos mal criados, y aun de mayores, que silban a los agentes de la Autoridad y piden se suelte al detenido, sin saber siquiera ni quién es, ni por qué se le detiene. Hecho lamentable, que tiene, sin embargo, una cierta excusa, ya que no justificación, en abandonos y en excesos de la llamada clase dirigente, de los de arriba según suele decirse, clase que en Salamanca se distingue por el más repugnante egoísmo, por una cobardía incalificable y por algo más de que he de hablaros luego.

12

DISCURSO EN LA VELADA LITERARIA DE 11 DE NOVIEMBRE DE 1912, EN EL CÍRCULO MERCANTIL, DE SALAMANCA

Y he aquí por qué a falta de mando y bajo el ejemplo de taparlo todo, de arreglarlo todo, de cachipuchearlo todo esta desmandada Salamanca, mansamente desmandada, y no hay peores desmanes que los desmanes mansos. ¡Sa-la-man-ca! ¡Qué bien suenan estas cuatro plenas sílabas, las cuatro con a, con la más grave de las vocales! ¡Salamanca! ¡En estas cuatro sílabas parece encerrarse, como en mágico talismán, todo un sistema económico, político, filosófico y hasta religioso! Y si decís ¡todo por Salamanca y para Salamanca!, ya tenéis en esta vaciedad sonora con qué rellenar cualquier penuria de pensamiento, cualquier vacío de sentimiento noble, cualquier farándula y hasta cualquier martingala. Porque aquí, donde pese a nuestra Universidad, las ideas madres andan avergonzadas y corridas de su desnudez; donde no se siente como debía sentirse la lucha económica, ni la política, ni la religiosa: donde no hay, en fin, una ciencia pública, y no habiéndola, no puede haber órgano que la exprese y represente, ese cómodo estribillo de; todo por Salamanca y para Salamanca! o ha servido para todo género de campañas, las más de ellas, fuerza de justicia es decirlo, más ridículas que otra cosa. ¡Ridículas y encubridoras! No ha servido, no, para pedir rigor contra toda clase de vicios, y no hago distinción entre ellos, porque seguir dando aguardiente al borracho en una taberna, o el ser empresario de casa del juego, no es superior moralmente a ser chulo de mancebía o corruptor de menores —puede darse varias de estas cosas juntas—, no ha servido para pedir claridad en asuntos turbios, pero sí para inocentes y nada comprometedoras farándulas, centenarios tartarinescos, festejos, fantásticos legados niarcjuesiles, absurdas Universidades hispanoamericanas, olímpicos e imperiales juegos florales, dignos de Tarascón, y... qué sé yo qué más. ¡Y luego, miedo, miedo, miedo! En esta ciudad donde tanto abundan los vivos que se hacen el muerto, ¿quién da cara cuando el caso llega? Y luego nos quejamos todos y se habla de la Cenicienta... La Cenicienta, sí, la puerca Cenicienta, pero es porque carece de coraje para limpiarse material y moralmente de ambas porquerías. Y así como no creo que haya que esperar a la tan deseada obra de saneamiento para que no ensucie nuestras calles todo aquel a quien le entre ganas, a cualquier hora del día y casi en cualquier parte, no creo que tengamos que esperar a una gran obra de saneamiento moral, que seria una sacudida de orden económico, social o político o religioso si queréis, para impedir que ensucien y entristezcan nuestros hogares aquellos a quienes les entre en ganas fomentando y explotando vicios, provocando suicidios, alimentando la zorrería cazurra, del encubrimiento cobarde del egoísmo inhumano. Y todos tan contentos en esta vieja Salamanca —¡ Sa-la-man-ca !— de noble abolengo liberal, aunque alguna vez, comprándola, la haya representado un antiliberal cualquiera. ¿Pero quién pone en duda nuestro probado liberalismo? Basta ver las elecciones, pues sabida cosa es que en nuestras elecciones políticas se votan ideales y no personas. Y aquí votamos todos, como un solo hombre, el alto, el sublime, el universalismo y purísimo ideal de ¡todo por Salamanca y para Salamanca! ¡Y aquí no ha pasado nada...; es decir, aquí no pasa nunca nada.

13

Y en esta ciudad de Salamanca, cuyo nombre va unido siempre al de su Universidad por el mundo —¡y el nombre es algo!— no deben ni pueden dar el tono —¡deplorable tono!— de su conciencia pública los menos intelectuales, los menos idealistas, los menos religiosos, los de menor y más bajo espíritu, los menos morales, en fin ; sean beocios, filisteos, cazurros, pusilánimes, usureros, jugadores o vividores. No importa que frente a las asociaciones de asalariados se formen asociaciones de asalariadores. Así es y así tiene que ser y debe ser así. Porque de ello nacen luchas fecundas y nobles, que se trasportan pronto a la región de la idea, luchas de elevado carácter social, conflictos de doctrinas. Y son estas luchas las únicas que, llenando el alma de nobles aspiraciones, la libran de caer en vicios, más que degradantes, estupidizadores. Son esas luchas las luchas económicosociales, políticas, religiosas, de principios y de ideales, las que pueden hacer que al amparo del follaje de doradas piedras henchido de recuerdos del Renacimiento, de esta un tiempo gloriosa ciudad de Salamanca —cuando no era aquí todo por ella y para ella, sino que era ella misma para la cultura y la religiosidad patrias, al amparo de ese prestigio de los siglos, surja un alma nueva, digna de los grandes humanistas y moralistas, digna de los grandes místicos y los grandes patriotas que aquí nutrieron su espíritu quijotesco con el meollo de león de los principios inmortales de una vida elevada y pura, y vuelva a ser éste un templo, no sólo de la ciencia, sino de la sabiduría, de la fortaleza, de la prudencia y de la templanza, de la justicia, de la generosidad, y queden allá en la sombra, en el retrete de lo inexcusable, todas las ineludibles flaquezas humanas, avergonzadas ante la luz del nuevo día. Y entonces, cuando Salamanca signifique la verdad, la justicia, la belleza, la cultura y no mezquinos intereses pasajeros y no siempre ni todos legítimos, entonces y sólo entonces podremos decir a boca llena : ¡Todo por Salamanca y para Salamanca! Hasta que este día bendito llegue, podremos prepararlo, y es para ello para lo que reclamo vuestro concurso, como el de todos los que aquí vivan y sean de pura y desinteresada voluntad. Podemos todos constituir tácitamente, sin reglamento, sin junta directiva, sin formalidades semejantes, una asociación para el fomento de Salamanca. Para su fomento integral, se entiende; mas ante todo y sobre todo, para el cultural. No puede esta ciudad, ni su clima, ni su posición se lo permiten, ser una casa de placeres para los desocupados de fuera y los cazadores de goces; no puede, ¡loado sea Dios por ello!, ser una de esas ciudades que compran un esplendor material puramente externo a costa, acaso, de su propia dignidad. Esta ciudad no puede ser sino un templo, el primer templo de la cultura patria. Y si yo lograra contribuir a que así sea, podría cerrar tranquilo para siempre mis ojos a la luz clara de este desnudo sol de Castilla, que ha hecho madurar mi espíritu y dejar que esta tierra parda, madre de esperanzas eternizadoras, arropara a mi corazón al pararse éste y descansar seguro de que vuestros hijos recordarán con piedad mi obra. Que quiero sea nuestra obra, la de todos, penetrados de la gravísima responsabilidad que sobre nosotros gravita: la de hacer que sea digna de su nombre glorioso esta Salamanca, cifra tradicional de la clásica cultura española.

14

DISCURSO EN EL PARANINFO DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EL DIA 1 DE OCTUBRE DE 1931, AL INAUGURAR, COMO RECTOR DE ELLA, EL CURSO ACADEMICO DE 1931-32. Hoy hace día por día, cuarenta años, que en idéntica fecha de 1891 llegaba por primera vez a Salamanca a establecer mi hogar y a establecer mi hogar espiritual en esta casa. Recordad también que aquí, en Salamanca, murió el desventurado príncipe don Juan, único retoño de los Reyes Católicos, frustrando el que se fraguara una dinastía genuinamente española. Y al morir, vino de allá lejos Carlos V de Alemania y I de España, contra el que se alzaron las Comunidades, y de aquí, de Salamanca, luchó contra él Maldonado, cuyo pendón rojo todavía puede verse en la capilla de Talavera de nuestra Catedral. En este Salamanca todo igual; la misma solemne monotonía, la misma quietud; el mismo reposo de vieja ciudad que duerme. Aquí sí que se siente lo de que la vida es sueño. No quiero hablar de España para no caer acaso en la ligereza que censuro; pero hace veinte años ya que vivo y ejerzo mi profesión en esta ciudad de Salamanca, a la que creo conocer algo, y no salgo de mi asombro cada vez que oigo citarla como una sombría ciudad levítica donde no se puede pensar ni hablar sin licencia del ordinario y otra porción de fantasías por el estilo. Y puedo asegurar que otra ciudad de espíritu más abierto y tolerante y donde se goce de mayor amplitud de movimiento espiritual dudo mucho que la haya. He tendido a la mayor universalidad, tratando las cuestiones que trataría si escribiese en alguna publicación europea, y como allí las trataría. A lo que me ha ayudado, sin duda alguna, el vivir en mi retiro de Salamanca y no en esta gran aldea de Madrid. Porque allí, en mi rincón salmantino, me comunico mejor con el mundo todo que aquí en Madrid. No hace dos meses pasé uno en la villa y corte por ineludibles deberes de mi profesión —en un tribunal de oposición de cátedra— y en cuanto pude me volví a este mi retiro de Salamanca huyendo de la soledad mental.

15

Aquí, en esta ciudad de Salamanca, en que vivo y trabajo, me he esforzado siempre por evitar que se la descaracterice, que se le arranque su alma tradicional encarnada en sus gloriosos monumentos dorados por soles seculares. Me duele el que derriben o siquiera desfiguren cada una de esas severas fachadas de las viejas casas solariegas, con su escudo en tan limpio paramento, con sus enormes dovelas. Y es porque creo que el cuerpo de piedra en que se encierra el alma de esta ciudad es una constante lección de espiritualismo. De espiritualismo, digo, y no de idealismo, que no es igual, ni mucho menos. Es espíritu más bien que idea lo que esta ciudad nos predica. Pregona eternidad tu alma de piedra y amor de vida en tu regazo arraiga escribí hace ya unos años en una oda a Salamanca que ha logrado cierta fortuna. Sueño de no morir es el que infundes a los que beben de tu dulce calma, sueño de no morir ese que dicen culto a la muerte. Algo de verdad contendrá esta estrofa de esa mi oda, cuando Manuel Gálvez la ha reproducido en las páginas que a esta ciudad de Salamanca dedica en su libro, del que os dije que es generoso, con la más difícil generosidad, la de la justicia. El solar de la raza. Dios se lo pague. Cuando llegué a Salamanca en 1891 —se lee en él—, a mis veintisiete años, ardían en toda España las disensiones en el seno de aquellas derechas antiliberales... Esta Salamanca era entonces, cuando yo llegué acá, uno de los más activos focos —acaso el más activo— de las luchas intestinas de la derecha antiliberal. Desde aquí se pontificaba. Y la más destacada figura era la de don Enrique Gil Robles, padre del actual diputado por esta provincia, don José María. Don Enrique guardaba estrecha amistad con don Francisco Giner de los Ríos y su estilo abuadaba en dejos krausistas... Junto a estas doradas piedras de Salamanca, al pie de sus chapiteles, rozando los esplendores de los follajes arquitectónicos del Renacimiento, palpitan los recuerdos, dorados también, de los que aquí aprendieron más que a estudiar a amar y que en los lánguidos tedios del ocaso de su vida vuelven los ojos del alma a la ciudad en que se abrieron sus corazones al amor. He vuelto a este mi retiro activo, a esta mi fecunda y agitada soledad de Salamanca, con mayor apego a ella que el que antes tuviera. Y he comprendido una vez más que si alguna fuerza tengo, si alguna acción espiritual ejerzo en esta mi patria, se lo debo al confinamiento corporal en esta vieja ciudad académica ceñida por tierras de pan llevar y donde sólo salgo para recorrer pequeñas ciudades, tranquilos lugares, aldeas y campos, sobre todo campos, campos y montañas.

16

Al cabo de siete años y medio vuelvo a este melancólico despacho de la rectoral de la vieja Universidad de Salamanca, a este rinconcito recatado y triste, siempre en penumbra, a esta celda, donde tan intensas horas viví durante catorce años y desde donde tantas y tan rudas campañas planeé e inicié. Es un cuartuco pequeño, una verdadera celda monacal, con una sola ventana abierta a una de las más típicas calles de la ciudad, a la calle de Libreros. En frente, al otro lado de la calle, se alza la mole de la Universidad que quita a la ventana de esta celda lo más de la luz del sol de Dios. Detrás de la Universidad, la ingente torre de la catedral que ayuda a esa expulsión del sol. Entre la Universidad y la Catedral me privan de lo más y mejor de la luz del cielo, a tal punto que hoy, 18 de enero, a las once de la mañana, tengo que estar escribiendo esto con luz eléctrica. Y menos mal, pues hace un siglo tendría que escribirse aquí a la luz de un cirio. Doradas hojas de la lenta tarde de mi vida y del año: sueño al veros las piedras de oro —¡sus rojos letreros! de Salamanca donde Dios me guarde. Corazón: nunca has sido tú cobarde; esas hojas te anuncian los primeros hielos de aquí, en París, ¡oh, los braseros donde el rescoldo entre cenizas arde! Noches en que la lumbre sosegada dormía en tanto que fuera el relente despertaba a la vida en la alborada; noches en que sentí sobre mi frente la mano del Señor, que de la nada me iba exprimiendo el sueño, que no miente. En Salamanca, en mi Salamanca, cuando salía de paseo, de peregrinación casi cotidiana, por la soleada y aireada carretera de Zamora, veía a lo lejos, sustentando el cielo, dibujando el horizonte, la augusta cumbre de Gredos, el pico de Almanzor, embozado en nieve, y que a las veces se confunde con las nubes que sobre él reposan. Este mismo año ha publicado un novelista francés una novela, cuya acción finge transcurrir en esta Salamanca de mis pecados y mis buenas obras, en la que vivo hace ya veinte años. El autor de libro tan divertido estuvo aquí, sin duda, pero ¡qué de cosazas debió de decirle sobre esto cualquier viajante con quien desacertó a topar en la fonda! Si es que no fue algún vecino. Y así quien lea esa fantástica novela, de cuyo título y nombre de autor no quiero acordarme, se corroborará en la leyenda de que es una ciudad levítica esta Salamanca, en que se goza de la más amplia libertad de conciencia y de expresión y cuyo medievalismo y reaccionarismo es una mentira más, y de las más gordas. En lo que solemos llamar liberalismo —y no discuto ahora propiedad de palabras—, no le cede a la más liberal de España. Pero muchos de los que nos visitan traen la cabeza llena del sofisma del humo y hasta del humo mismo. El sofisma del humo es el que del principio de que donde hay humo hay fuego, deduce que donde no hay humo no hay fuego. Y este sofisma hace entre nosotros más estragos aún que los del humo mismo, que no son peores.

17

Y pienso que la confusión de Babel fue difusión, y que de allí, de la diversidad de las lenguas, surgieron los pueblos. Y de ellos la conciencia. Porque la conciencia es la lengua. Y donde hubiese una sola no se conocería, no tendría conciencia de sí ni de las demás. En Babel nacieron las patrias. Y levanto los ojos al torreón de las Ursulas, que se me destaca sobre un plúmbeo cielo de fines de año para verle y aun oírle, cómo en sus doradas piedras me habla en castellano. Y me dice del anhelo de llegar al cielo. Mas ese cielo es, en Castilla, muy duro; lanza fuego y hielo, escalda y arrece. Y así han tenido que remontar el pedernoso torreón con un tejado que han tenido que cubrirlo. Y allí, bajo el tejado, anidan las palomas. El torreón de las Ursulas, de Salamanca, miembro del cuerpo de la patria, me habla en castellano. Y me dice del anhelo de subir a un cielo desnudo, que escalda y arrece, y contra el cual hay que defenderse luego.

SALAMANCA I

Alto soto de torres que al ponerse tras las encinas que el celaje esmaltan dora a los rayos de su lumbre ti padre

Sol de Castilla;

II

bosque de piedras que arrancó la historia a las entrañas de la tierra madre,

remanso de quietud, yo te bendigo, ¡mi Salamanca!

III

Miras a un lado, allende el Tormes lento,

de las encinas el follaje pardo cual el follaje de tu piedra, inmoble,

denso y perenne.

18

ATARDECER DE ESTIO EN SALAMANCA

Del color de la espiga triguera ya madura

son las piedras que tu alma revisten, Salamanca,

y en las tardes doradas de junio semejan tus torres del sol a la puesta

gigantescas columnas de mieses orgullo del campo que ciñe tu solio.

Desde lo alto derrama su sangre, lluvia de oro,

sobre ti el regio Sol de Castilla, pelícano ardiente,

y en tus piedras, anidan palomas que arrullan en ellas

eternos amores al acorde de bronces sagrados

que lanzan al aire seculares quejas

de los siglos. Los vencejos tu cielo repasan

poblando su calma con hosanas de vida lijera,

jubilosa, las tardes de estío,

y este cielo, tu prez y tu dicha, Salamanca,

es el cielo que esmalta tus piedras con oro de siglos.

Como poso del cielo en la tierra

resplende tu pompa, Salamanca,

del cielo platónico que en la tarde del Renacimiento,

cabe el Tormes, Fray Luis meditando soñara.

Sobre ti se detienen las horas, de reveza,

soltando su jugo, su savia de eterno,

y en tus aguas se miran los siglos dejando a la historia

colmar tu regazo con frutos de otoño.

Cuando puesto ya el Sol, de tu seno rebotan tus piedras el toque de queda

me parecen los siglos mejerse. que el tiempo se anega,

y vivir una vida celeste —¡quietud y visiones! ¡Salamanca!

19

LXXXVI

En el jardín de Luxemburgo, a la caída de las hojas de otoño.

Doradas hojas de la lenta tarde de mi vida y del año, sueño al veros

las piedras de oro —¡sus rojos letreros!

de Salamanca, donde Dios me guarde. Corazón, nunca has sido tú cobarde; esas hojas te anuncian los primeros

hielos de aquí, en París, ¡oh los braseros, donde el rescoldo entre cenizas arde!

Noches en que la lumbre sosegada

dormía, en tanto que fuera el relente despertaba a la vida en la alborada; noches en que sentí sobre mi frente

la mano del Señor que de la nada ¡me iba exprimiendo el sueño que no miente!

París, 28-X-1924.

787

Melville, tu Moby Dick, tu ballena blanca, vive en el Tormes de Salamanca

¿cómo sube de la mar? Baja de Gredos por el agua

en una chispa toda la fragua, todo y entero Dios en cada lugar.

1529

Salamanca, Salamanca, renaciente maravilla,

académica palanca de mi visión de Castilla.

20

XI

SALAMANCA

¡Ay que en estas negras noches, Salamanca, Salamanca,

viene a visitarme en sueños la vida que di a mi España!

Que en las noches del destierro, Salamanca,

me pueblan las soledades las vergüenzas que ahí se pasa.

Que aquí está mi fortaleza, Salamanca,

pero... no, nada de pero, la libertad es mi casa.

Y es libertad el destierro. Salamanca,

hasta mejor en mazmorra que en estrado con mordaza.

En el desierto doy voces. Salamanca,

oyen las piedras piadosas Y hasta el cielo me levantan.

Justicia y verdad son uno,

Salamanca, Dios lo quiere, Dios lo quiere,

su voluntad es mi casa. Doy al César lo del César,

Salamanca, y a Dios la verdad-justicia

que es patrimonio del alma. Por mucho que el pecho añore,

Salamanca, el aire claro de Gredos

que hace corazón a España, la verdad-justicia pide,

Salamanca, la libertad del destierro aire del alma enjaulada.

Te llevo en mí con mi vida, Salamanca,

y el aire claro de Gredos dejó en mí verdad de España.

"Salamanca enseña" dice. Salamanca,

la enseña con que tu Escuela hace de verdades gala.

Del Almanzor en la cumbre. Salamanca,

aprendí verdad-justicia que es religión de la patria.

21

EL REGAZO DE LA CIUDAD

Es, mi ciudad dorada, tu regazo como el regazo amado en que reside el corazón que por el nuestro late;

regazo de sosiego preñado de inquietudes,

sereno mas de abismos tormentosos.

En el se vive en paz soñando guerra; las horas en silencio

dejan la voz con que nos llama la eternidad a la abismal congoja.

Es, mi ciudad dorada, tu regazo

un regazo de amor todo amargura, de paz todo combate

y de sosiego en inquietud basado.

HERMOSURA.

¡Aguas dormidas verdura densa, piedras de oro, cielo de plata!

Del agua surge la verdura densa, de la verdura

como espigas gigantes las torres que en el cielo burilan

en plata su oro. Son cuatro fajas:

la del río, sobre ella la alameda, la ciudadana torre

y el cielo en reposo. Y todo descansando sobre el agua,

fluido cimiento, agua de siglos,

espejo de hermosura. La ciudad en el cielo pintada

con luz inmoble; inmoble se halla todo,

el agua inmoble, inmóviles los álamos,

quietas las torres en el cielo quieto. Y es todo el mundo; detrás no hay nada.

Con la ciudad enfrente me hallo solo. Y Dios entero

respira entre ella y yo toda su gloria.

22

A la gloria de Dios se alzan todas las torres, a su gloria los álamos, a su gloria los cielos,

y las aguas descansan a su gloria. El tiempo se recoge;

desarrolla lo eterno sus entrañas; se lavan los cuidados y congojas;

en las aguas inmobles, en los inmobles álamos,

en las torres pintadas en el cielo, mar de altos mundos.

El reposo reposa en la hermosura del corazón de Dios que así nos abre

tesoros de su gloria. Nada deseo;

mi voluntad descansa, mi voluntad reclina

de Dios en el regazo su cabeza y duerme y sueña... Sueña en descanso

toda aquesta visión de alta hermosura. ¡Hermosura! ¡Hermosura!,

descanso de almas doloridas enfermas de querer sin esperanza.

¡Santa hermosura, solución del enigma!

Tú matarás la Esfinge, tú reposas en ti sin más cimiento;

Gloria de Dios, te bastas. ¿Qué quieren esas torres?

Ese cielo ¿qué quiere? ¿qué la verdura? y ¿qué las aguas? Nada, no quieren;

su voluntad murióse; descansan en el seno

de la Hermosura eterna; son palabras de Dios limpias de todo

querer humano. Son la oración de Dios que se regala

cantándose a sí mismo, y así mata las penas.

La noche cae, despierto,

me vuelve la congoja, la espléndida visión se ha derretido,

vuelvo a ser hombre. Y ahora, dime, Señor, dime al oído:

tanta hermosura ¿matará nuestra muerte?.

23

24