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La Montaña 12 de julio de 2015. “Las canicas rojas” ¡Buenos días mis semillas! ¿Cómo estáis mis estrellas? Mi corazón está alegre a igual que una campana, porque es domingo y os desea un feliz día, con vuestras familias, con vuestros amigos o simplemente solos, porque es muy agradable dedicarse un día para sí mismo, os lo aconsejo, el día de paz es el día que uno solamente va a pensar en lo que tiene que hacer, arreglar su ropa, arreglar sus papeles, dedicarse a escribir unas notas, una carta bonita, una poesía para el ser amado o querido, hoy es ese día. Es el día también de dar una visita a los que están en los hospitales o simplemente mandarles con el chacra 6 muchíiisima energía. ¿Os dais cuenta mis estrellas, que brilláis más que las del firmamento? ¿Todo lo que podéis hacer? ¡Ánimo! Sacudiros un poco las pulgas y veréis como podréis ir más allá. Vengo de un pueblecito precioso, ya me conocéis, soy curiosa y me encantan los pueblecitos, sin olvidar las ciudades. En este pueblecito había tiendas, muy pocas, pero no podía faltar la tienda de los chuches; es decir la tienda de las golosinas, aquellas donde venden caramelos, donuts, madalenas, chocolates, cacahuetes, maíz salado, papitas, regaliz, todas esas golosinas que nos gustan tanto y ¿quién va a comprarlas?, evidentemente los niños y también los adolescentes y como no, unos más mayorcitos, a todos nos gustan los duces. El amo de la tienda ya sabía que los niños venían siempre a la misma hora cuando salían de la escuela; y siempre le decían: “Queremos dos céntimos de regaliz”, otros le decían: “Cincuenta céntimos de barbapapá o de shamalón o de nieve”. “Nosotros

Las canicas rojas

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La Montaña 12 de julio de 2015.

“Las canicas rojas”

¡Buenos días mis semillas! ¿Cómo estáis mis estrellas?

Mi corazón está alegre a igual que una campana, porque es domingo y os desea un feliz día, con vuestras familias, con vuestros amigos o simplemente solos, porque es muy agradable dedicarse un día para sí mismo, os lo aconsejo, el día de paz es el día que uno solamente va a pensar en lo que tiene que hacer, arreglar su ropa, arreglar sus papeles, dedicarse a escribir unas notas, una carta bonita, una poesía para el ser amado o querido, hoy es ese día. Es el día también de dar una visita a los que están en los hospitales o simplemente mandarles con el chacra 6 muchíiisima energía. ¿Os dais cuenta mis estrellas, que brilláis más que las del firmamento? ¿Todo lo que podéis hacer? ¡Ánimo! Sacudiros un poco las pulgas y veréis como podréis ir más allá.

Vengo de un pueblecito precioso, ya me conocéis, soy curiosa y me encantan los pueblecitos, sin olvidar las ciudades. En este pueblecito había tiendas, muy pocas, pero no podía faltar la tienda de los chuches; es decir la tienda de las golosinas, aquellas donde venden caramelos, donuts, madalenas, chocolates, cacahuetes, maíz salado, papitas, regaliz, todas esas golosinas que nos gustan tanto y ¿quién va a comprarlas?, evidentemente los niños y también los adolescentes y como no, unos más mayorcitos, a todos nos gustan los duces.

El amo de la tienda ya sabía que los niños venían siempre a la misma hora cuando salían de la escuela; y siempre le decían: “Queremos dos céntimos de regaliz”, otros le decían: “Cincuenta céntimos de barbapapá o de shamalón o de nieve”. “Nosotros queremos papitas fritas”, otros palomitas y todos venían, entre ellos, había un niño que iba muy liiimpio, muy arregladito, pero su ropa estaba ya muy usada, muy, muy usada, su madre era una madre cariñosa, amorosa, que lavaba su ropa, la cosía, la recosía, pero no era como los otros niños que llevaban uniforme nuevo, zapatos nuevos, así que cuando llegaba le decía al amo de la tienda: “Quiero un regaliz”, “Muy bien”, “¿Cuánto cuesta?”, “Veinticinco cents” –veinticinco céntimos- entonces él contaba y

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solamente tenía quince, “No me llegan”, “Pues no te los puedo dar” le decía el amo, “Lo siento, cuando puedas reunirlo entonces vienes y te lo daré, con gusto te lo daré” y le dijo: “Mire señor, lo que tengo es una

canica roja”, “¿Una canica?” “Síiii y es roja y las rojas son muy raras, todas las canicas son de colores o bien blancas o de colorines, pero la roja es muy rara, solo hay una de tanto en tanto, son muy raras”; y le dijo el hombre de la tienda: “Pues dámela y te daré la regaliz”, le dijo: “Pero es que solamente tengo esta y me trae mucha

suerte”, “Bueno, pues entonces no puedo dártelo”, con el corazón encogido el niño vino y le entregó su canica roja, el hombre la aceptó y le dio su regaliz.

Al día siguiente vinieron de nuevo los niños y vino este niño que iba siempre limpio, muy cosido, planchado “¿Qué quieres?”, dice: “Hoy me contentaré con un caramelo, solamente tengo diez céntimos”, “Muy bien, toma” y le dio dos caramelos “¿No tienes otra canica roja?” y le dijo “No señor, sólo tenía aquella que me traía suerte”, “Bueeeno” y así fue pasando los días y cada vez en vez, de un caramelo, tenía dos, en vez de una regaliz tenía dos, en vez de un shamalón, tenía dos.

Otra vez vino otro niño y le pasó lo mismo, le dijo: “Señor tendero no tengo suficiente dinero, sólo tengo una canica roja”, “No te lo puedo dar”, “Bueno –pensó el niño- pues cámbiemelo, le voy a dar la canica roja y ya buscaré otra solución” entonces el tendero le dio sus chuches, su donuts y se fue. Ese niño vino al día siguiente y le dijo al tendero, “Hoy sí que tengo el dinero para el donuts”, “¿Cómo has hecho?”, “He limpiado unos zapatos y me los han dado por el trabajo que he hecho”, “¡Muy bien!”.

Así pasaron los días, meses hasta que vino otro niño, y pasó la misma cosa, ese niño quería una barrita de chocolate, no tenía dinero, pero tenía una canica roja y le dijo: “Me encantan las canicas rojas, sólo las canicas rojas, bueno se la doy, pero deme mi barrita de chocolate”, “Pero acuérdate, mañana no podré dártela”, la cogió el niño y se fue. Al día siguiente el niño no tenía el dinero, sólo para un caramelo, pero en una semana vino con el dinero; y dice: “¿Tienes una canica roja?”, “No señor tendero, he hecho las compras de todo el barrio y todos los vecinos de mi casa, ahora ya me llaman para ir a comprarles lo necesario, así que puedo comprarla”, pero le había dado ya su canica roja.

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Así continuó el tendero, a vender dulces, golosinas, caramelos, chocolates, helados y los niños felices y contentos, porque la vida es eso, está la época del nacimiento, el pasaje del nacimiento, el pasaje del niño, el pasaje del adolescente y el salto al adulto; y cuando se es niño hay que darles todo, todo está permitido, me refiero al cariño, al amor y a un dulce, únicamente me refiero a una tienda de dulces, no una tienda de teléfonos, ni aparatos, ni mp3, ni whatsapp, ni televisión, ni aparato virtual, no, los niños tienen que ser niños, porque el futuro serán adultos y tienen que guardar los recuerdos de niños, ese regaliz, ese donuts, ese helado.

Pasaron los años y el señor de la tienda, el tendero murió. Había mucha gente, porque en un pueblecito nos conocemos todos, y había tres hombres jóvenes que brillaban más que los otros, se acercaron a la viuda, todos los miraban, pues se distinguían, la viuda los miró, no los conocía, y dijeron; “Venimos a darle el último saludo a aquel hombre que con su amor nos cambió lo que más queríamos, la canica, por el avenir de hoy, hoy somos hombres, tenemos una carrera, tenemos trabajo, ingenio, creación, estamos casados, tenemos hijos y nunca olvidaremos que gracias a ese gesto, supimos ver la Verdad y ver el camino, no el camino de la facilidad, el camino del Éxito que es trabajando con honradez y honestidad, con dureza y muchos sacrificios.

La señora, dice: “Venir”, abre el ataúd y le coge la mano izquierda de su difunto marido y al levantar la mano, en sus tres dedos tenía sus tres canicas rojas, ese hombre era un ángel, con los dulces les abrió el corazón, les ayudó sin hablar, pero esos tres niños no quisieron coger el camino del egoísmo, ni de los berrinchudos, ni de los prepotentes, ni de los ambiciosos, sino el Camino de la Verdad y los llevó a ser hombres ejemplares, por encima de todo, el Amor es lo más fuerte. Aquel hombre se fue a La Luz con sus tres canicas, porque sabía que la Fe es lo más Grande, que la Fe es lo que levanta montañas, y que la Fe es creer en Dios.

Mis estrellas, si pensáis en vuestros hijos hacerles trabajar, que lloren ellos, porque mañana los padres si lloran, son lágrimas de sangre, pero si lloran ellos, con un dulce se les olvida enseguida la pena.

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Os quiero y os amo mis semillas y para mí siempre seréis esos niños maravillosos que tenéis éxito y que habéis ganado en la vida vuestro lugar, todas las bendiciones del Universo y del cielo.

Con todo mi amor,La Jardinera