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La Montaña, 25 de agosto de 2016. “Tubuntu” Mis queridas semillas, Cuando vi la imagen del Señor, el Maestro Jesús con sus manos tan hermosas y bondadosas llenas de semillas, se me abrió el corazón y no sabía si llorar, si reír, si cantar, qué imagen tan hermosa, qué milagro tan grande. Aun y así tenemos que verlo para creerlo ¿Cuántas veces nos lo ha dicho? Por muy pequeña que sea la semilla de la mostaza puede ser un arbolito y soportar a los pájaros, vosotros, nosotros que somos más grandes que esa semilla, imaginaros, fue una imagen preciosísima. Doy las gracias a Alessandro, el esposo de Ana, esos seres tan especiales de Luino, la encontró y la mandó y aun hoy le digo ¡Mil gracias Alessandro eres una gran alma! Para todas las semillas, para todos nosotros, una imagen preciosa, tenemos que recordar que todas las semillas juntas hacemos el bosque más grande de todo el planeta y la Esencia de la Vida ¡Gracias Alessandro! Me hubiese gustado haberla encontrado Servidora; así que estoy celosa de ti ¡Uy, uy, uy! Pero te amo tanto, tanto ¡Que Dios te bendiga Alessandro! Por compartir esa imagen. Mis estrellas, una vez un antropólogo muy conocido fue a un país a visitar unas ruinas que habían encontrado, pero también unas razas, civilizaciones muy antiguas. Y estando allí vivió con la gente del pueblo o de la pequeña ciudad, había muchísimos niños, la mayoría jugaba a juegos muy sencillos, con pelotas, con bicicletas.

Tubuntu - La Montaña 25 agosto 2016

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La Montaña, 25 de agosto de 2016.

“Tubuntu”

Mis queridas semillas,

Cuando vi la imagen del Señor, el Maestro Jesús con sus manos tan hermosas y bondadosas llenas de semillas, se me abrió el corazón y no sabía si llorar, si reír, si cantar, qué imagen tan hermosa, qué milagro tan grande. Aun y así tenemos que verlo para creerlo ¿Cuántas veces nos lo ha dicho? Por muy pequeña que sea la semilla de la mostaza puede ser un arbolito y soportar a los pájaros,

vosotros, nosotros que somos más grandes que esa semilla, imaginaros, fue una imagen preciosísima.

Doy las gracias a Alessandro, el esposo de Ana, esos seres tan especiales de Luino, la encontró y la mandó y aun hoy le digo ¡Mil gracias Alessandro eres una gran alma! Para todas las semillas, para todos nosotros, una imagen preciosa, tenemos que recordar que todas las semillas juntas hacemos el bosque más grande de todo el planeta y la Esencia de la Vida ¡Gracias Alessandro! Me hubiese gustado haberla encontrado Servidora; así que estoy celosa de ti ¡Uy, uy, uy! Pero te amo tanto, tanto ¡Que Dios te bendiga Alessandro! Por compartir esa imagen.

Mis estrellas, una vez un antropólogo muy conocido fue a un país a visitar unas ruinas que habían encontrado, pero también unas razas, civilizaciones muy antiguas. Y estando allí vivió con la gente del pueblo o de la pequeña ciudad, había muchísimos niños, la mayoría jugaba a juegos muy sencillos, con pelotas, con bicicletas.

El antropólogo los observaba cada vez y los estudiaba y dijo: “Voy a hacer una prueba para mis estudios”, el día antes de irse, cogió un cesto, un cestito y lo llenó de caramelos, bombones, chuches, regaliz, todas esas golosinas tan buenas que gustan tanto a los niños “a nosotros también”. Y se las enseñó y dijo: “Mirar niños, voy a esconder un objeto, no voy a deciros

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donde, quien lo encuentre ganará la cestita de chuches y podrá comérselos, ¿Queréis jugar?”.

Y los niños primero miraron la cestita lleeena, rellena de colorines, de caramelos, chupa chups, preciosa y todos se miraron y dijeron: “¡Síiii!” contentísimos.

“Bueno muy bien, voy a esconder este objeto”, el antropólogo lo escondió y vino hacia los niños y les dijo: “¡Ya! Ya podéis salir corriendo a buscarlo, aquel que lo encuentre, ha ganado la cestita y el premio”. Los niños se miraron y sin decir nada, se dieron la mano. El antropólogo los miró, le chocó.

Y fueron andando todos juntos, todos de la mano juntos, fueron a buscarlo detrás de las casas, en los caminos, detrás de los árboles, fueron buscando, buscando, todos de la mano y de pronto lo encontraron.

El antropólogo había puesto la cestita, en la plaza el pueblo, debajo de un árbol tapado, no se veía, fueron todos cogiditos de la mano, destaparon y vieron la cesta; y claro todos con una sonrisa de oreja a

oreja, felices y contentos, cogieron la cestita y empezaron a comer.

El antropólogo se quedó muy intrigado y les dijo: “Niños, quiero haceros una pregunta, os dije que tenía que ser la cesta para uno solo ¿Por qué habéis ido todos de la mano? El premio era para uno.

Entonces se giraron y le dijeron: “¿Pero cómo podemos ser felices? Si solo los caramelos se lo come uno de nosotros, los otros lo vamos a mirar y no seremos felices, sólo lo será el que se come los choches; así que si los buscamos todos juntos, lo compartimos y somos felices”.

El antropólogo los miró, se dio media vuelta y muy silencioso dijo: “Disfrutar niños, disfrutar”. Yéndose al hotel bajó la cabeza, le salieron unas lágrimas, porque había encontrado unos corazones puros, unas almas muy grandes y recordó lo que le dijeron los niños, un nombre: “Estamos en Tubuntu” “¿Tubuntu?” Al llegar al hotel miró en esos libritos que ponen como guía “Tubuntu, el pueblo que sonríe unido tiene esperanza de vida y es feliz”.

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Comprendió muy bien la lección, si se siembra de pequeño, el compartir, el sonreír, el dar y recibir y ya no hay sitio para el resto que es todo lo negativo, ahí no existían ni celos, ni envidias, si no alegrías y sonrisas.

Cuando me lo explicó el antropólogo me encantó y dije: Es igual como La Montaña, ponemos piedras y cada vez está más bello, ponemos flores y cada vez nos sonríen, plantamos árboles y acarician el cielo, encontramos menires de 400, 500 kilos, pero como somos un grupo como Tubuntu, arrastramos, levantamos ¡y queda tan lindo ese menir!, con elegancia, con orgullo de ver que todos lo han acariciado con sus manos, para arrastrarlo claro está. También las fuentes sin parar cayendo agua, las ánforas que vinieron de Grecia, que vinieron de Roma, que vinieron de Vizencia, de Jerusalén y que están aquí en el valle, acompañando a todas las semillas que vienen a purificar su cuerpo y alimentar su alma.

Hoy mis semillas lo comparto con ustedes, estrellas del firmamento, recordar siempre que sois grandes, tener vuestra visión grande y los horizontes ¡Aún más grandes! Porque podéis, porque lo merecéis, ¡Jamás visión pequeña! ¡Jamás visión estrecha! Si es grande y tenéis mucho, compartirlo, igual que el Universo comparte con nosotros.

¡Ánimo jóvenes! Algunos de vosotros os he visto en uniforme trabajando este verano y estáis guapísimos y guapísimas ¡Ánimo!

Con todo mi amor, La Jardinera