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Sinopsis

Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Epílogo

Jo Davis

Créditos

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Sinopsis

espués de un día extinguiendo incendios, los chispeantes y

calientes hombres de la Estación Cinco comienzan un

distinto tipo de combustión.

Tomemos al chico americano y completamente sexy Tommy

Skyler...

Para los otros hombres del turno A, Tommy es un chico suertudo

que lo tiene todo. Pero en su interior, el chico dorado de la

Estación Cinco esconde un dolor privado. Una vez fue un mariscal

de campo estrella en la vía rápida, hasta que la tragedia descarriló

su sueño. Desde entonces, ha luchado con las elecciones que ha

hecho: incluyendo su decisión de convertirse en bombero.

Su único rayo de luz brilla en la hermosa enfermera Shea Ford. Y

cuando un peligroso rescate lleva a Tommy a aterrizar en la sala

de Emergencias, ¿qué mejor oportunidad de ganársela? Mientras

Shea se rinde a sus sentimientos por él, Tommy y ella alcanzan las

alturas de la pasión. Pero cuando una conspiración termina en un

mortal incendio, Tommy perderá más de lo que jamás imaginó. Un

enemigo despiadado se acerca, amenazando con destruir el amor

de la pareja... y sus vidas.

D

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Capítulo 1 Traducido por nelshia y Martinafab

Corregido por Nony_mo

ete abierto! ¡Vete abierto!

—¡Vamos, Skyler! ¡Pasa la pelota!

Tommy Skyler pedaleó hacia atrás, sus

dedos agarrando el cuero, los músculos tensos. Un buen mariscal

nunca se apresura.

Un mariscal de campo estelar bloqueado en su receptor, dispara y

planta la piel de cerdo muerta en su pecho. Todas y cada una de

las veces.

Durante un par de segundos, Tommy estaba de vuelta en el

estadio Bryant-Denny.

Una multitud de más de noventa mil. La mitad de ellos sobre sus

pies, gritando su nombre.

Mejor que ser una estrella de rock. Casi mejor que el sexo.

Iría en la jodida historia.

Enfocado en su objetivo, levantó su brazo y dejó volar al balón.

Dejó sus dedos, girando en un arco perfecto hacia su receptor.

Él tuvo una fracción de segundo para ver a Eve Marshall atrapar el

pase con un umph ahogado antes de que su teniente en la Estación

de Bomberos Cinco, Howard “Six-Pack1” Paxton, rompiera el

bloqueo de Julian Salvatore y saliera disparado hacia Tommy

1 Six-Pack: Jerga, manera de llamar a los típicos abdominales.

—¡v

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como un tren de carga de dos toneladas y lo pusiera sobre su

espalda, con el viento noqueado temporalmente fuera de sus

pulmones.

Tommy exhaló un suspiro y luego soltó una carcajada mientras

Six-Pack rodaba fuera de él.

—Jesús. Te perdiste tu vocación, hombre. Deberías haber jugado

en la liga profesional.

—Nah. Estaba desilusionado por completo cuando me enteré de

que los jugadores no podían salir con las animadoras. Lo arruinó

para mí. —El teniente se puso en pie, se sacudió el césped fuera de

sus pantalones azul marino reglamentarios y le ofreció una mano

a Tommy.

Tommy la tomó, dejando que el gran hombre lo jalara para arriba.

—Te escucho. Una de las reglas más tontas del planeta, si me

preguntas.

—¿Tal vez eso ha cambiado para ahora?

—No tengo ni idea.

Suprimió la punzada en el pecho. Una vez hacía mucho tiempo, él

sabía prácticamente todo lo que había que saber sobre el mundo

del fútbol profesional. Un mundo que había sido el suyo para

tomar. Y había estado fuera del circuito durante sólo dos años.

Joder, se sentía como una vida. Bien podría serlo.

—Gran pase —dijo Eve sin aliento, corriendo cerca. Ella tiró el

balón de fútbol de nuevo a Tommy, que lo atrapó con una sonrisa.

—Buena atrapada.

Eve apoyó los puños en sus caderas delgadas.

—Tal vez deberías haber sido profesional. ¿Alguna vez lo

consideraste?

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Mirando a su bonita compañera de equipo, la única mujer

bombero en la Estación Cinco, se distrajo de responder de

inmediato. La mujer tenía algo de magnetismo, si a un hombre no

le importaba que fuera un poco duro, tanto mental como

físicamente.

Y a Tommy no le importaba. Desde lo alto de su cabeza oscura,

hasta su cuerpo delgado y musculoso, con sus largas piernas, la

mujer era muy fuerte. La curva de su mandíbula angular insinuaba

más que una delgada franja de terquedad, más como una voluntad

de hierro. Él debía saberlo. Había coqueteado con ella, medio en

serio, en el último par de años, sólo para ser firmemente

rechazado.

Oh, a ella no le importaba su coqueteo, incluso parecía sacar

partido de él, pero nunca falló en transmitir que su coqueteo no se

convertiría en otra cosa. Nunca.

En caso de que sus nervios cruzaran la línea, ella habría de rasgar

sus bolas y dárselas de comer a él para el almuerzo.

Si su capitán, Sean Tanner, no hacía el acto primero.

No es que Eve fuera su tipo de todos modos, desde que la había

conocido…

—¿Skyler? ¡Yuu -juu!

Él la miró parpadeando.

—¿Qué?

—Enfócate, muchacho. Te pregunté si habías pensado en

convertirte en profesional.

—No soy un muchacho, Eve —dijo él, reprimiendo un suspiro de

fastidio. Ahora, ¿dónde había oído esa canción y ese baile antes?—

. Y sí, pensé en ello. No funcionó.

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Ella frunció el ceño ante su tono cortante, la ausencia de su

habitual respuesta ingeniosa llena de insinuaciones. Algo a lo que

ella no estaba acostumbrada de él, pensó.

—¿Por qué no?

Él soltó una breve carcajada, sorprendido por el sonido amargo.

—Decidí que ser rico y famoso no era atractivo.

Tommy apenas contuvo el ceño mientras giraba y se dirigía a la

bahía.

Detrás de él, oyó a Julian advertir en voz baja.

—Déjalo, Evie.

—¿Qué? ¿Qué dije? —Ella levantó su voz—. Skyler…

Tres tonos fuertes sobre el sistema de intercomunicación de la

estación terminaron su protesta, y Tommy rompió a correr

mientras la femenina voz computarizada comenzaba a transmitir

su llamada. Salvado por la campana.

O no. Mierda. ¿Había oído correctamente?

Zack Knight, su FAO, operador de equipo de incendios, sacó la

cabeza del área de estacionamiento y gritó:

—¡Vamos, holgazanes! ¡Arrastren sus traseros!

Tommy se precipitó al área de estacionamiento y patinó hasta

detenerse junto al gran camión de bomberos, metió los pies en las

botas y tiró de sus pesados pantalones retardantes de fuego.

Los demás siguieron su ejemplo mientras Tanner se unía a ellos.

Tommy miró a Zack.

—¿Ella dijo…?

—Andamios colapsaron en el centro… —interrumpió Sean,

poniéndose su propio equipo—. Dos trabajadores de la

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construcción muertos, uno se aferra a lo que queda del andamio. A

cuarenta y cuatro pisos de altura.

—Mierda… —Tommy respiró. Rápidamente, se puso el abrigo y

cogió su sombrero—. La escalera aérea del camión no alcanzará.

—Uno de ustedes tendrán que rapelar hasta él, ponerlo en un

arnés de seguridad. —Listo, el capitán jaló la puerta abierta del

pasajero del camión, arrastró una bota en el estribo y se impulsó

hacia arriba—. ¡Vamos!

Tommy se subió al asiento trasero de la cabina, Julian justo detrás

de él.

Zack se sentó al volante y Sean tomó el lugar del oficial al mando

en el asiento del pasajero. Ya que los dos oficiales al mando nunca

iban en el mismo vehículo, el teniente tomó la ambulancia, con

Eve uniéndosele.

Tommy miró a Julian, reflexionando que hace apenas un par de

meses, su chico malo residente había sido prácticamente

encadenado al lado del teniente por pura necesidad. El hombre

necesitaba un guardián, malditamente seguro. Pero exorcizar los

propios demonios, por no hablar de encontrar el amor verdadero,

tenía una tendencia a cambiar a un hombre para mejor.

No necesito cambiar, pero no rechazaré el amor.

Como si pudiera. Acomodándose hacia atrás en su asiento, frunció

el ceño, tratando de forzar a su mente lejos de cierta enfermera

linda no, lindísima, con largo cabello castaño rizado hasta los

hombros y ojos marrones líquidos. Las pecas a través de su nariz

impertinente. Inteligente como un látigo.

Y albergando una aparente aversión a acercarse demasiado a él,

sin importar lo mucho que lo intentara.

—Puedo oír tu cerebro machacando, amigo. ¿Qué pasa? —Tommy

estudió a Julian, sorprendido, no por primera ni última vez, por la

genuina preocupación en el rostro de su amigo.

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—Amigo, ¿soy tan obvio?

—Para mí, claro. —Julian lanzó una mirada afilada a sus

compañeros en el frente.

Tommy le dio una pequeña sonrisa, agradecido de que el hombre

le diera la espalda una vez más. Jules no era del tipo de batir sus

labios frente a los demás, sobre todo acerca de dos temas, la muy

dolorosa escurridiza Shea Ford en primer lugar. En segundo lugar,

cómo los propios sueños de Tommy habían muerto junto con su

hermano mayor.

Sobre el tema de Shea, al menos, podía dejar ir a su amigo sin

consecuencias.

Además, Zack y el capitán no estaban prestando atención de todos

modos.

—El mismo problema de chica, diferente día —respondió

simplemente. Julian asintió comprendiendo, dándole una sonrisa.

─Hmm. ¿Shea todavía piensa que eres demasiado joven? ¿No te

dije que lo primero que tienes que hacer es renunciar a tu

vocabulario de hombre-dialecto? A una mujer no le importa que

su hombre tenga el vigor de un joven de dieciocho años de edad.

Eso sí, no suenes como uno.

Él se rió a pesar de sí mismo.

—Consejos de chicas, viniendo del hombre que solía cambiar a las

mujeres con más frecuencia que sus calzoncillos. Eso da miedo,

Jules.

Aunque tenía razón.

El otro hombre arqueó una ceja negra, sus dientes blancos contra

su cara bronceada.

—Atrapé una, ¿no?

—Touché. ¿Cómo está Grace, por cierto?

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—Uh-uh, no cambies de tema. ¿Cuál parece ser el problema

contigo y tu dama? Quiero decir, has dicho que han estado

saliendo juntos, ¿verdad?

—Por una hamburguesa rápida, y luego una vez a ver una película.

—Tommy se encogió de hombros, sin dejar entrever lo mucho que

su rechazo hacia él como un hombre de verdad dolía—. Nos la

pasamos muy bien, nos llevamos bien. Pero bien podría haber sido

como su hermano, teniendo en cuenta la distancia que guardaba

entre nosotros. Cuando la dejé después de la película, ella me

estrechó la maldita mano, hombre.

Julian hizo una mueca.

—Ouch. Incluso un hermano obtendría un abrazo.

—No bromees.

—Odio decir esto, pero... tal vez simplemente no hay chispa.

—No, esa es una cosa de la que estoy seguro —dijo Tommy con

firmeza—. Dije que ella lo mantuvo en el mínimo, no que no había

una corriente fluyendo. Seriamente, podrías alimentar Sugarland

durante una semana con la electricidad pasando cuando estamos

juntos. Ella no me deja acercarme.

—Bueno, ahí podría estar tu respuesta. —Julian hizo un gesto con

la mano hacia su amigo—. El problema no eres tú en absoluto,

sino algo que pasa con ella. ¿Alguna vez pensaste en eso?

Tommy lo miró parpadeando, comenzando a entender.

—Soy un idiota. ¿Por qué no pensé en eso primero?

—Porque eres hombre. Y en la manera típica de un chico, has

pensado en nada más que en tus deseos y necesidades desde el

principio. ¿Qué pasa con lo que ella desea y necesita? Me crié con

cuatro hermanas mayores. Créeme, sé de lo que estoy hablando.

Tommy sintió que sus mejillas se calentaban. Maldita sea.

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—Ay, mierda. De verdad he fastidiado todo.

—No necesariamente. Dale tiempo, estate ahí para ella. Escucha lo

que tiene que decir. No es una carrera, así que no la apartes por

moverte a velocidad de la luz.

—Nunca lo pensé de esa manera antes —murmuró—. Gracias,

amig… Julian.

El otro hombre se rió de su auto-corrección.

—Todavía hay esperanza para ti, chaval.

—No soy un chaval. —Él suspiró, dándole vueltas a los consejos

de Julian. ¿Había estado tan ensimismado consigo mismo que se

había perdido algunas señales serias de Shea? ¿Ignorado sus

necesidades? Si era así, estaba a punto de cambiar. Tal vez había

esperanza para ellos después de todo.

Se quedaron en silencio y él se centró en los problemas que

enfrentaban mientras se acercaban a su destino. Cuando el edificio

quedó a la vista, el colapsado andamio se desplomó contra la

pared sin terminar como una pila de palitos chinos, Tommy dio un

silbido.

—¿Tenemos un trabajador atrapado ahí arriba? Maldito A, esto va

a ser una mierda.

Los otros murmuraron en acuerdo y la tensión en la cabina se hizo

palpable. Zack llevó al quinteto más allá de la valla de la

construcción, bien lejos del peligro por si el resto de la estructura

se venía abajo. Al segundo en que se detuvo, saltaron de sus

vehículos, las miradas fijas de forma automática en los escombros

delante de ellos. El capitán empezó a ladrar órdenes.

—Howard, te quiero a ti, a Salvatore y a Skyler en el techo. Toma

las cuerdas y arneses, y decide quién va a jugar a ser el Hombre

Araña.

—Yo lo haré —se ofreció voluntario Tommy.

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Julian se vio aliviado y Howard dijo:

—Estás adentro.

—Marshall, tú trabajarás el suelo conmigo —continuó Sean,

ignorando el ceño de Eve—. No se sabe qué daños, si los hubiera,

se han hecho al marco de la construcción o si se va a caer, ¡así que

vamos a movernos!

Eve dio un paso adelante, con voz dura.

—Yo soy tan capaz como…

—Ahora no, maldita sea —espetó el capitán. Luego le dio la

espalda y tecleó su radio, llamando al jefe de batallón para

averiguar su TED2.

Tommy no culpó a Eve por estar molesta. No era la primera vez

que Sean la había pasado por alto en las tareas más agotadoras y

emocionantes. Pero nadie tenía tiempo para debatir el asunto.

Tommy ayudó al teniente y a Julian con el engranaje, luego les

pisó los talones. En el camino, su mirada cayó sobre dos bultos de

tamaño humano cubiertos por una lona negra, por lo menos una

media docena de trabajadores de pie, mirando tristemente.

Jesucristo. Qué horrible empezar un día de trabajo normal como

cualquier otro y terminarlo en tragedia. Desvió la mirada y tomó

distancia desde el techo hasta el andamio, concentrado en el

trabajo por delante.

Esto no iba a ser fácil. Incluso desde aquí, los gritos lastimeros de

los trabajadores derivaron hasta ellos, reventándole el pelo en la

parte posterior del cuello. La única cosa peor que escuchar el

pánico del hombre sería si éste terminara abruptamente, de una

mala manera.

Subieron al ascensor de la construcción hacia el techo y se

dedicaron a asegurar la cuerda y el sistema de poleas para las

2 TED: Tiempo estimado de llegada.

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vigas de apoyo cercanas. Tommy se despojó rápidamente de su

abrigo, que no hizo nada para aliviar el calor sofocante de julio,

pero al menos sus movimientos no serían tan limitados. Los

pantalones y las botas, los dejó en el interés del tiempo.

Se puso un par de guantes, entonces dejó que Julian le ayudase

con un arnés; el otro, conectado al suyo, lo había puesto en el

trabajador como una medida extra de seguridad antes de que

estuvieran bajando al suelo. Listo para ir, se sentó en el borde del

techo, preparándose hasta que la cuerda estuvo tirante.

Julian intentó una sonrisa alentadora, pero le salió más como una

mueca.

—Ten cuidado, hombre. Mejor tú que yo.

—Estoy tan conmovido, gracias.

—Muy bien —dijo Howard—. Cuando estés listo.

Tommy asintió.

—Listo.

Cuando se acomodó por el borde, la línea se mantuvo firme,

dándole una sensación de relativa seguridad. No le tenía miedo a

las alturas, sólo a la caída y a la parada repentina al final. Siempre

que el equipo hiciera el trabajo, él estaría bien.

Se aferró a la cuerda, usando sus pies para “caminar” por el

costado del edificio. Técnicamente, no estaba realmente bajando

ya que estaba siendo bajado por sus compañeros de equipo, pero

supuso que eso era semántico. Su culo estaba colgando a más de

cuarenta pisos por encima del suelo, así que, ¿qué maldita

diferencia hacía como se llamase?

Pie a pie, se deslizó hacia abajo. Dos pisos. Tres. Sudor bajaba por

su espalda, hacia los ojos. Echando un vistazo abajo, finalmente

vio al trabajador aferrándose a un poste de metal a unos metros

del borde del edificio. Su casco de seguridad había desaparecido,

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revelando una cabeza calva. Hombros fornidos, la barriga por

encima de su cinturón. Un gran hijo de puta, probablemente lo

superaba en cincuenta kilos o más.

Fantástico.

—¡Rápido! —gritó el hombre, el pánico rompió su voz—. ¡No

puedo aguantar mucho más tiempo!

—¡No se mueva! —Lo cual, por supuesto, hizo el hombre,

poniéndose más agitado según Tommy se acercaba.

—¡Yo…no puedo evitarlo! ¡Me estoy resbalando!

—Estoy casi ahí —gritó él, esperando que sonara tranquilizador—

. Sólo unos segundos más, ¿de acuerdo? ¿Cuál es su nombre?

—R… Russell.

—Yo soy Tommy. Agarrase fuerte, Russell. Estoy yendo por usted.

—Oh, Dios, ¡voy a caerme!

Pavor se le instaló en la boca del estómago. Esta situación había

escrito desastrosamente por todas partes.

—No, no lo hará. Míreme, ¿de acuerdo? Céntrese en mí.

Finalmente, Tommy se puso a la altura de Russell, evaluando

rápidamente su única opción. Con cuidado, se apartó de la pared

con un pie y usó el otro para probar la robustez de un poste en

cruz. Poco a poco, puso todo su peso en él, aliviado cuando se

sostuvo. Sólo necesitaba un minuto más. Tal vez la suerte estaba

de su lado.

Apoyando una mano en otro poste para mantener el equilibrio,

empezó a acercarse hacia Russell, hablando tranquilamente,

cruzando los pocos metros que los separaba.

—Despacio. Tengo un arnés aquí con su nombre en él, conectado

al mío. En cuanto le tenga atado, vamos a…

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La estructura se desplazó, estremeciéndose bajo las botas de

Tommy. Para Russell, eso era todo lo que escribió.

Gritó, los ojos en blanco, aterrorizado, mientras se abría paso

hacia Tommy.

—¡No! Permanezca quieto…

Tommy apenas tuvo una fracción de segundo para reaccionar.

Russell se lanzó a través de la distancia restante, obligando a

Tommy a atraparlo en un abrazo de oso torpe.

Justo cuando el resto del andamio colapsó.

Las botas de Tommy se deslizaron y se balancearon libres, hacia el

lado del edificio, con doscientos cincuenta kilos de peso muerto en

sus brazos. Metal gimió, cayendo sobre ellos. Una vara golpeó el

casco de Tommy, haciéndolo volar.

A lo largo del paseo, luchando por mantener su dominio sobre su

pesada carga, se preparó para el impacto con el lado del edificio.

Tommy golpeó los ladrillos con su lado derecho, dolor

explotándole en la cabeza y en el hombro. El mundo giró

locamente, pero se aferró a Russell. Quien se aferró a él para

salvar su vida, gritando como una niña pequeña.

¡Cállate, imbécil! Esta situación es en parte culpa tuya.

Eso era lo que quería gritarle a Russell, quien estaba demasiado

lejos para preocuparse. Sólo céntrate en bajarlo al suelo.

Desde encima de ellos, Howard gritó:

—¡Espera! Los bajaremos.

Se estaban moviendo, Tommy se dio cuenta a través del zumbido

entre sus orejas. Más y más abajo. Mirando por encima del

hombro de Russell, vio que otra compañía había llegado, trayendo

más bomberos de otra estación como respaldo. Abrigos y

pantalones amarillos por todas partes, corriendo hacia él.

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El suelo se acercó a su encuentro, y Tommy se puso de pie en

rodillas de goma, soltando su agarre sobre el trabajador. Varios

pares de manos agarraron a Russell y se lo llevaron. Más manos

trabajaron en el arnés de Tommy, liberándolo.

—¿...bien?

Tommy parpadeó, tratando de encontrar al que habló.

—¿Qué?

Una mano agarró su hombro.

—Te pregunté, ¿estás bien?

La cara de preocupación de Eve nadó en frente suyo, y él la

despidió con la mano.

—Estoy bien. Listo para correr vueltas.

Su sonrisa se sintió mal, al igual que sus músculos no funcionarían.

Se sacudió otro par de manos y dio un par de pasos así podría ver

que estaba perfectamente bien.

Las rodillas de Tommy se doblaron.

Lo último que vio fue al capitán agachándose para atraparlo.

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Capítulo 2 Traducción SOS por Aяia, Otravaga y Debs.

Corregido por Nony_mo

ea Ford miró a su hermano gemelo, Shane, al otro lado de la

mesa en la sala de enfermería. Apoyando los codos en la

resbaladiza superficie, capturó su pajita y le dio un sorbo a

su Coca-Cola Light, tomándose un par de segundos para formar

una respuesta tranquila a su exploración entrometida.

Shane arrugó el envoltorio de su hamburguesa haciendo una bola,

lo lanzó a la bolsa de la comida para llevar y se relajó en su silla

como un gato perezoso, con un tobillo cruzado sobre la rodilla

opuesta. Le devolvió la mirada con firmeza, imperturbable, con

una mata de cabello cayendo sobre sus ojos tan parecidos a ella

que era asombroso, sólo que los suyos eran grises.

Era tan confiado, irradiaba un poder tan inconsciente, que la

mayoría de la gente creía que era mayor, en sus comienzos de los

mediados de treinta en vez de veintiocho.

—Venga, hermanita, dame una pista. Dime por qué quieres salir

con un tacaño como Forrest.

Porque es aburrido y seguro. No hay chispa en absoluto.

—A ver, déjame pensar. Es atractivo, culto…

—Con un palo tan metido en el culo que su columna vertebral no

se dobla. —Ella puso los ojos en blanco.

—Tú fuiste el que nos presentó en esa cosa de caridad de la

policía, ¿lo recuerdas?

S

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—Bajo presión —señaló—. Forrest insistió en conocerte y yo tenía

que ser educado.

—Espero que no te hicieras daño.

—Muy gracioso. ¿Sabías que influyó en el ayuntamiento para que

anularan las últimas dos peticiones del departamento para

conseguir nuevas radios y Tasers?

—No, no lo sabía. Pero son tiempos difíciles, hermano. Los

recortes de presupuesto son la norma en todas partes, incluso

aquí en Sterling. Quiero decir, nadie planeó que la economía fuera

a caer por el retrete justo después de que abriera el hospital. Así

que para ser justa, difícilmente puedes culpar a Forrest por ser

precavido con el dinero de la ciudad.

La boca de Shane se estrechó.

—No lo estoy haciendo. Es sólo que cuando las vidas dependen de

que tu equipamiento funcione bien, el presupuesto debería

recortarse de otro sitio. Como las estúpidas flores y árboles que la

ciudad ha plantado en las medianas y alrededor del juzgado en el

centro.

Oh, chico. Conocía esa mirada y ese tono. Como una tortuga

mordiendo un hilo de pesca, no lo dejaría ir hasta que tronara.

—Punto entendido. Tal vez deba de hablar con Forrest sobre eso.

—Maldita sea Shea…

—No me maldigas —dijo ella de manera firme—. No soy uno de

tus detectives.

—Lo siento, hermanita. Pero no estás entendiendo lo que quiero

decir.

—Crees que él es muy malo para mí. No soy estúpida.

—Entonces no actúes como una estúpida —espetó.

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Shea se levantó, la silla raspando con fuerza en el suelo de

baldosas, pero los dedos de su hermano capturaron su muñeca

antes de que pudiera hacer una salida dramática.

—Siéntate, ¿por favor? —Suspiró él con cansancio—. ¿Tienes idea

de lo difícil que es jugar a ser papá y mamá?

Oh, eso era juego sucio. Pero mirando su hermoso y preocupado

rostro, supo que no lo quiso decir para que se sintiera culpable.

Shane había sido una montaña de fuerza, amor y apoyo en los

años que siguieron a la muerte de sus padres. Y que fueran

asesinados en medio de una horrible crisis familiar… Mirando

atrás, Shea no podía imaginar cómo Shane los había arrastrado a

los dos a través de esos oscuros días sin perder la cabeza.

Shea se sentó y cubrió la mano áspera de su hermano con la suya,

el enfado disipándose, el amor brotando en su garganta.

—Ya no tienes que hacer eso. Cuido de mí misma y puedo cometer

mis propios errores sin romperme. —A diferencia de la chica triste

y rota de hace diez años.

Él la miró y asintió, su sonrisa anhelante.

—Viejas costumbres. Dejaré de preocuparme cuando me

entierren.

—¡Dios, no digas eso! —Le golpeó el brazo juguetonamente,

esperando esconder el escalofrío que le enviaban sus palabras.

Él solo se rió, luego la estudió, su expresión llena de picardía, el

humor aligerado.

—Hablando de citas, ¿qué pasó con el bombero que te presentó

Cori? Cuando hablé con él en la escena de aquel asesinato del

incendio el año pasado, parecía un chico amable…

—Ups, se acabó el descanso —anunció ella con una sonrisa alegre.

No iba a discutir de Tommy Skyler con su queridísimo hermano—.

Tengo que correr. Gracias por las grasas y los carbohidratos.

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Él se levantó para cernirse sobre ella, negando con la cabeza.

—De nada, pero no creas que vas a salir del gancho tan fácilmente.

—Cuando se trata de mi entrometido hermano detective de

homicidios, no me cabe duda.

Riéndose, la envolvió en un abrazo feroz y plantó un beso rápido

sobre su cabeza.

—No trabajes demasiado duro.

—Tomaré nota y lo mismo para ti. —Shea le acompañó por las

puertas dobles que daban a la sala de espera de emergencias—.

Adiós.

—Te llamo más tarde.

Ella sonrió mientras sus zancadas de esbeltas caderas y piernas

largas le llevaban a través de la sala de espera, haciendo que más

de una cabeza se diera la vuelta. Incluso la Sra. McCarty, arrugada

y de ochenta y algo como su esposo, que estaba en una de las salas

de reconocimiento, miró a su culo espiando por encima de su

periódico.

—¡Dios todopoderoso, ese es el mejor hombre en el que alguna

vez he puesto los ojos!

Shea se volvió para sonreír a su amiga Dora, quien estaba

masticando su chicle y mirando hasta que Shane dejó el edificio.

La vieja enfermera empujó un mechón de cabello rubio desaliñado

de su delgado rostro y dio un exasperado suspiro de apreciación.

—Dices eso sobre cada hombre que entra aquí —bromeó,

dirigiéndose de vuelta al departamento de enfermería.

Dora le siguió el ritmo.

—¡No lo hago! Bueno, está bien, tal vez sí. ¿Pero puedes culpar a

una chica sin hombre y tres hijos por debajo de los diez años?

—Cierto. Oye, sé paciente y encontrarás a tu príncipe.

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—Cariño, me conformaría con alguien gordo y calvo que corte el

césped y arregle las cañerías. —Dora se rio a carcajadas de su

propio chiste.

Tras el mostrador, Shea levantó un gráfico, asombrada por la

fortaleza de la mujer. Dora podía morirse de agotamiento más a

menudo, pero nunca nada le desanimaba.

—¿El chico de la habitación tres se va a casa? —preguntó Shea,

volviendo al trabajo.

Dora dio la vuelta para ponerse junto a ella, apoyando la cadera al

borde de la mesa.

—Sí. Le han puesto el brazo roto en un yeso y sus padres están

ansiosos por apresurarse.

—¿El Sr. McCarty?

—La vesícula biliar. El Dr. Brown va a admitirlo, creo.

—Está bien. ¿Qué más?

—Eso es todo —dijo Dora—. No ingresaron nuevos pacientes

mientras estabas almorzando. Está tan condenadamente tranquilo

que me está poniendo toda quisquillosa.

Una de las otras enfermeras que pasaban por ahí gimió.

—Genial, ahora nos has empavado.

Shea reprimió un escalofrío y asintió. Cualquier enfermera con

experiencia sabía que no debía desestimar la sensación de calma-

antes-de-la-tormenta. No les gustaba usar la palabra “tranquilo”, a

excepción de Dora, que no tenía mucho filtro.

—Entonces, será mejor que vayas a comer, antes de que...

Un crujido en la unidad de radio de escritorio la interrumpió y

mientras Dora la arrebataba, Shea se preparó. Los paramédicos

siempre radiaban primero cuando tenían una mala situación y

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traían un caso de trauma. El momento de calma ciertamente no

había durado mucho.

—Sala de Emergencias del Sterling, enfermera jefe Carlisle al

habla. —Dora rebuscó por su libreta y un bolígrafo.

Shea esperó, con el pavor aumentando mientras Dora anotaba la

información pertinente sobre los pacientes que llegaban.

—Muy bien. Estaremos listos. —Reubicando el auricular, Dora se

aclaró la garganta, dejando el humor de lado por ahora—. Ese era

uno de nuestros capitanes de bomberos. Tenemos a cuatro

hombres que vienen del colapso de un andamio en una obra de

construcción. Tres son trabajadores con lesiones relativamente

menores: cortes y contusiones, un esguince de tobillo y una

costilla rota. El cuarto hombre es un bombero. Se reventó la

cabeza rescatando a uno de los trabajadores, pero está estable.

El estómago le dio una sacudida desagradable y le echó un vistazo

a la enmarañada caligrafía de Dora. En este punto no eran

tomados los nombres, así que ella escudriñó, tratando de localizar

la edad del bombero. Pero la mujer levantó la libreta, ya en acción.

—¿Él es...?

—Necesitamos cuatro habitaciones listas. Reúne a las demás,

mientras arrastraba el trasero de Brown desde la sala de médicos.

¡Empieza a moverte, chica!

El atributo más divertido de Dora era su brusca personalidad “sin

estupideces”. También era el más formidable. Shea se apresuró a

prepararse para sus llegadas, acallando el malestar deslizándose a

lo largo de sus nervios. Había un montón de bomberos en

Sugarland, y el que estaba llegando estaba estable.

Lo más probable es que el hombre no fuese alguien que ella

conociera.

Otras tres enfermeras ayudaron a asegurarse de que las

habitaciones estaban preparadas, los formularios y las historias

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clínicas necesarias a mano. El Dr. Brown llegó con el joven

residente, el Dr. Freeman, justo a tiempo.

La primera ola se inició, dos hombres llegaron en camillas

empujados por un equipo de bomberos, uno tras otro. Ansiosa,

Shea estudió a cada uno de los bomberos, y finalmente dejó

escapar un suspiro de alivio. Estos chicos no eran de la Estación

Cinco.

Gracias a Dios.

Dora y una de las demás enfermeras asistieron a Brown y a

Freeman con los dos trabajadores, tomando sus signos vitales y

comprobando sus dolencias. En el mostrador, cerca de Dora, yacía

la libreta con la información de las víctimas. Bien podría echarle

un vistazo, poner sus miedos a descansar.

Shea dio un paso hacia ella, pero su atención fue desviada por un

gran trabajador de la construcción arrastrando los pies a través de

las puertas, con un brazo colgado de los hombros de un

compañero, su rostro carnoso arrugado con dolor.

—Vamos a entrar a la habitación nueve —dijo ella en un tono

tranquilo y relajante, haciendo un gesto hacia el cubículo

siguiente—. ¿Usted no fue transportado en ambulancia?

—Estaban ocupadas. Mi amigo decidió traerme aquí en lugar de

esperar por la próxima.

—¿Cómo se llama?

—R-Russell Levy. Cristo, creo que ese sujeto me rompió una

costilla. —Jadeó cuando su amigo lo llevó a la cama, donde se

sentó con un gruñido.

—Necesito desabrocharle la camisa para que podamos echarle un

vistazo. —Forcejeó con los botones y su amigo le apartó las manos

a un lado, terminando por él.

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—Muy bien, recuéstese para mí. ¿De este lado? —Ella lo ayudó

mientras él asentía, observando la formación de moretones

alrededor de su torso. Él hizo una mueca cuando le sondeó

suavemente el área en cuestión—. ¿Es aquí donde le duele?

—¡Maldita sea!

Tomó eso como un sí. La costilla probablemente estaba

fracturada, pero no se le permitía decir eso; sólo el médico podía

dar un diagnóstico.

—¿Cómo sucedió esto?

—El bombero me agarró cuando el resto del andamio cayó y me

apretó como una jodida boa constrictora. Me impidió caer a más

de cuarenta pisos. —Sus ojos se ensancharon al recordar la

aterradora experiencia—. ¡Dulce Jesús, pude haber muerto!

¿Cómo está el muchacho, de todos modos?

Shea se quedó helada.

—¿Se refiere al bombero?

—Sí. Él recibió un jodido golpe de mierda cuando nos estrellamos

contra el costado del edificio.

—No lo sé. Todavía no ha sido traído. —Tomando la muñeca de

Levy para conseguir su pulso, le preguntó casualmente:

—¿Puede describirlo?

—Nah. No estábamos exactamente intercambiando números de

teléfono, ¿sabe? Me dijo su nombre, pero yo estaba tan

jodidamente asustado, que no recuerdo cuál era. Un hijo de puta

fuerte, sin embargo.

Dominando su expresión para permanecer neutral, ella miró la

sustancial barriga del hombre. De ninguna manera Tommy podía

haber aferrado a este gigante. Se obligó a concentrarse en atender

al paciente, anotando sus signos vitales, los cuales estaban bien.

Luego, le entregó a su amigo un fajo de formularios.

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—El médico pronto estará aquí para echarle un vistazo, y estoy

segura de que querrá un par de radiografías. Puede que tenga que

ayudar al Sr. Levy a llenar estos formularios... —Una conmoción

afuera interrumpió sus instrucciones—. Discúlpeme un momento.

Shea salió al pasillo, justo a tiempo para ver una camilla irrumpir a

través de las puertas dobles, siendo rápidamente empujada por

dos bomberos, uno sosteniendo una bolsa de suero y seguido por

tres más. Reconoció a estos hombres porque los había conocido a

todos antes. Entre aquellos en la retaguardia estaba Zack Knight,

el prometido de su mejor amiga. En otras circunstancias, ella

habría sonreído y saludado.

Pero su mirada estaba fija en el hombre de cabello rubio en la

camilla, sus estaban ojos cerrados. Ojos que conocía, eran azules

pálidos como el cielo de verano. La gasa y el cabello del lado

derecho de su cabeza estaban empapados de sangre, con más

manchas por el lado de su cara.

Sus rodillas se volvieron agua y se apoyó contra el escritorio para

sostenerse, el aliento quedó atrapado en sus pulmones. La voz del

capitán Sean Tanner compitió con el rugido en sus oídos.

—Herida abierta en la cabeza —le gritó al Dr. Brown, que había

aparecido desde una de las habitaciones—. Está inconsciente,

pero sus signos vitales son estables. Recibió un golpe en el lado

derecho de su cuerpo, pero no sufrió fracturas de huesos y no hay

evidencia de una hemorragia interna.

Shea cerró los ojos y sus manos comenzaron a temblar. Oh, Dios.

Tommy.

—¡Shea! Te necesito aquí.

La firme orden del Dr. Brown consiguió que se moviese. Una parte

de ella luchó contra el salvaje impulso de correr hacia la puerta,

subir a su coche, y dirigirse a casa para esconderse. No quería ver

a Tommy así. Tommy era fuerte, alegre, sociable. Sexy.

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El hombre pálido en la cama parecía desgarradoramente joven.

Vulnerable. A pesar de los músculos bien definidos, de su desnudo

pecho y torso, al verlo ahora, nadie creería que sólo había usado la

fuerza superior de su cuerpo, para mantener a un hombre de casi

el doble de su tamaño de una caída mortal.

Exactamente lo que Tommy había hecho. Un gran riesgo para sí

mismo.

Trabajando como una máquina bien engrasada, dos de los

bomberos, el Dr. Brown, Shea y un técnico rodearon a Tommy y se

prepararon para trasladarlo de la camilla a la cama del hospital.

—A las tres —dijo el Dr. Brown. El traslado se realizó sin

problemas, y el médico miró el grupo ansioso de bomberos—. El

capitán puede quedarse por si tengo preguntas, todos los demás,

fuera. Dennos un poco de espacio, por favor.

A veces Brown estiraba las reglas cuando se trataba de los

hombres en uniformes heridos. Nadie protestó.

Zack le dirigió una sonrisa y asintió trémulamente, que ella

regresó, antes de unirse al resto. Moviéndose al lado de Tommy,

Shea trabajó con rápida eficiencia, lo conectó a un tensiómetro, a

un pulsímetro y a un monitor ECG1. EL Dr. Brown abrió uno de sus

párpados, luego el otro, iluminando con una linterna lapicera en

sus ojos.

—¿Cuánto tiempo ha estado desmayado?

El capitán se incorporó, frotándose el estómago como para calmar

un dolor.

—No mucho, quizás quince minutos. Lo trajimos aquí muy rápido.

Brown asintió.

1 Monitor ECG: el monitor electrocardiograma es la representación gráfica de la actividad eléctrica del corazón, que se obtiene con un electrocardiógrafo en forma de cinta continua.

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—Las pupilas están un poco dilatadas pero igualmente reactivas a

la luz. Imagino que va a despertarse pronto —anunció. Guardó la

luz y se inclinó sobre su paciente, hurgando la gasa del lado de la

cabeza. Mirando atentamente, sondeando, hizo un sonido con su

garganta—. No se puede coser eso. La herida es demasiado

profunda y desgarrada, la piel está más que punzante.

—Tendrá una conmoción cerebral leve —dijo ella. Por favor, que

eso sea todo.

Brown lanzó un gruñido de acuerdo.

—Lo más probable. Me sentiré mejor una vez que esté aprobado

por neurología, y esté despierto y hablando. Limpia estas heridas

y véndalas mientras pido una tomografía.

—Lo haré.

Después de ponerse los guantes de látex, Shea abrió el pelo por

encima de Tommy y comenzó a limpiar el área con un antiséptico.

Él gimió y se agitó, empezando a entrar en razón, lo que la hizo

marearse con alivio. El ruido también trajo el capitán de

inmediato a su lado.

—¿Skyler? ¿Puedes oírme? —Sean se inclinó, sus rasgos duros

alineados con preocupación.

Tommy volvió la cabeza hacia la voz del hombre y gimió algo

ininteligible.

—No te muevas —dijo Shea, girando con cuidado la cabeza hacia

ella de nuevo.

Él suspiró una bocanada de aire en respuesta a sus cuidados, pero

se quedó quieto.

—Ya está despertando. Eso es bueno.

—Sí, lo es. —Dejó el trapo ensangrentado en una bandeja y cogió

uno limpio—. Está bien, está limpio. Dado que el sangrado se ha

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detenido, no voy a tratar de ponerle un vendaje sobre ello con el

cabello, ya que no se quedaría sin afeitarle la cabeza.

—Me gusta mi cabello donde está, gracias —murmuró Tommy.

El corazón de Shea saltó y ella lo miró a la cara. Poco a poco, sus

pestañas se abrieron y se encontró mirando a unos ojos azules

cristalinos desenfocados.

Nunca había visto algo más hermoso.

—Tienes suerte de que tu cerebro aún esté en el interior de tu

cráneo, chico —dijo Sean, con alivio estampado en su rostro.

—Cerebro. Sí, el cerebro es bueno.

Los labios del capitán se curvaron en una sonrisa.

—Tiempo para una pequeña prueba. ¿Cuál tu nombre completo,

hijo?

Vaciló durante un par de segundos.

—Thomas Wayne Skyler.

Shea empezó a limpiar los rasguños en su brazo derecho,

ocultando su sorpresa. ¿Por qué no había sabido eso antes? Al

escuchar su nombre completo lo hizo más... real, de alguna

manera.

Sean continuó.

—¿Cuántos años tienes?

—Veintitrés.

—¿Quién soy yo?

Esos ojos pálidos, un poco más claro ahora, bailaron con humor.

—Mi capitán rompe pelotas. Señor.

Sean rió, un sonido oxidado, sin uso.

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—Dado que parece que vas a sobrevivir, voy a dejar que te salgas

con la tuya. Sólo por esta vez.

—Gracias, Cap.

En realidad no me ha visto todavía. ¿Cómo va a reaccionar cuando

me vea? ¿Estará contento? ¿Enojado? ¿Distante? Dios, cualquier

cosa menos la última.

Shea sofocó su inquietud y dio el paso decisivo.

—¿Y yo qué?¿Conoces a mi nombre?

Volvió la cabeza y parpadeó hacia ella durante unos segundos.

Entonces su rostro se iluminó con una sonrisa amplia, feliz. Una

sonrisa que le robó el oxígeno de la habitación. Haciéndola

marear.

—Shea. ¿Cómo llegaste aquí?

—Trabajo aquí, pez gordo. ¿Recuerdas? —Terminó de limpiar el

brazo, arrojó el paño y se quitó los guantes, luego descartó esos

también.

Su felicidad se atenuó un poco.

—Oh. Cierto.

¿Pensó que había venido especialmente a verlo?

Ella cruzó los brazos sobre el pecho, confundida en cuanto a por

qué su decepción dolía.

—Toda una heroica hazaña la que realizaste salvando a ese

trabajador. ¿Te acuerdas de lo que pasó?

Él soltó un bufido.

—Le dije que no se moviera, pero le entró el pánico. Saltó sobre

mí. Casi me convirtió en una bola de demolición humana.

—Lo hiciste bien, chico —lo elogió Sean.

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Sus mejillas se ruborizaron, pero él dio una leve inclinación de

cabeza.

—Gracias.

El capitán se levantó, estrechando el hombro bueno de Tommy.

—Van a sacarte una tomografía como medida de precaución, pero

creo que vas a estar fuera de aquí en unas pocos horas. Cuando te

den de alta, ve a casa. Descansa un poco y nos vemos en cuarenta y

ocho horas.

—Te lo agradezco, Cap.

—¿Necesitas un aventón a tu apartamento? ¿O quieres que llame a

tus padres?

—Ugh. Mi madre va a enloquecer. —Tommy se pasó una mano

por la cara, luego dejó escapar un suspiro de resignación—.

Adelante, llámalos, supongo. Se enterarán de esto tarde o

temprano, de todos modos.

—Me aseguraré de hacer hincapié en que estás bien.

Tommy frunció el ceño.

—Dile a los otros que siento por estar fuera hoy. Espero que no

tengan ninguna otra gran llamada.

—Oh, estoy seguro de que te van a dar un poco de holgura,

teniendo en cuenta lo que pasó. —Sean se dirigió hacia la puerta y

levantó una mano—. Tómalo con calma. Me alegro de verte de

nuevo, Shea. Tal vez la próxima vez será en mejores

circunstancias.

—Esperemos que sea así. Adiós, Sean. —Al verlo pasar, estaba

impresionada de que se acordara de ella, teniendo en cuenta lo

borracho que había estado cuando se conocieron. Y a menos que

ella estuviera a kilómetros de distancia en sus observaciones

como enfermera, sus ojos verdes inyectados en sangre, su

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estómago agrio y sus temblorosas manos, podrían muy bien ser

un resultado de abstinencia.

—¿Cómo has estado, Shea?

Cambiando su atención a Tommy, lo encontró mirándola, con una

mirada intensa. Caliente. Ni rastro de su terrible experiencia, a

excepción de los obvios rasguños en su cara y la contusión en su

brazo derecho y hombro.

De hecho, con su cabello rubio alborotado y enmarcando su rostro

anguloso, con pezones masculinos bronceados y apretados por la

temperatura de frío en la habitación... parecía lo suficientemente

bueno como para comérselo con sirope de chocolate y una cereza.

Por ese camino esperaba un desastre.

—Muy bien —dijo ella, odiando cómo sonaba su voz—. ¿Tú?

Su respuesta fue una suave caricia.

—Solitario.

Una palabra. Una gloriosa palabra que transmitía una gran

cantidad de significado, y calentaba su sangre.

—¿Quieres decir…?

—No ha habido nadie más.

—Oh. —Él no ha estado con nadie más desde que nos conocimos.

¿Qué significa eso? ¿Me está esperando? Respira.

Entrelazando sus dedos sobre su pecho, inclinó la cabeza, sus

labios curvados.

—Sí. Oh. ¿Realmente no sabes la cantidad de poder que tienes,

cierto?

Ella parpadeó. ¿Poder? Nunca se había imaginado a sí misma

como una persona poderosa, sobre todo cuando se trataba del

sexo opuesto. ¿Capaz de hacerle frente? Claro. Parcialmente. Pero

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no podía decirle a Tommy nada de eso sin entrar en detalles

sangrientos.

Ella se echó a reír, haciendo una broma en su lugar.

—Cierto. Tengo un apartamento, un gato y una planta de interior

medio muerta. Estoy lista para gobernar el maldito mundo.

—Quiero decir poder sobre mí, y lo sabes.

—¿Lo tengo? Sólo hemos quedado un par de veces, no te he visto

en varias semanas, así que no veo…

—Eso se puede remediar. —De repente, se sentó en la cama,

balanceándose un poco—. Auuu.

Ella lo agarró del brazo para sostenerlo.

—¿Qué estás haciendo? Recuéstate antes de que te caigas.

—No puedo pedirte esto mientras estoy acostado. —Él le quitó su

mano de su brazo y cerró sus dedos alrededor de los suyos.

Oh, no.

—¿Pedirme qué?

—¿Quieres venir conmigo a la boda de Zack y Cori este sábado?

¿Ser mi cita?

Su garganta se contrajo hasta el tamaño de un alfiler. ¿Por qué era

tan difícil decirlo?

—No puedo.

Su sonrisa condenó toda su fuerza.

—Claro que puedes. Sólo di que sí, nena. Vamos a bailar, a

disfrutar. Será divertido y después te llevaré a Nashville para

cenar. Algún lugar agradable, en cualquier lugar que…

—No puedo. Ya tengo una cita.

Su sonrisa se marchitó como un globo con una fuga de aire.

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—Oh. —Y el verdadero dolor en sus ojos azules era algo que

esperaba no volver a ver de nuevo.

Lentamente, le soltó la mano y ella sintió la pérdida de su calidez

como si fuera un golpe físico.

—Ya veo.

—Lo siento, Tommy. En serio. Pero... te guardaré un baile, ¿de

acuerdo?

¡Qué cosa más estúpida que decir! Tenía que alejarse del dolor

grabado en su rostro.

—T-te voy a conseguir otra enfermera para que se quede contigo.

Shea se volvió y huyó de la sala de examen, sin mirar atrás.

Huir del dolor en su corazón no era tan simple.

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Capítulo 3 Traducido por Ana Cr y Poxi

Corregido por Nony_mo

illiam Hensley, escondido a plena vista, miraba la

destrucción a través de la calle junto a los demás

mirones. Personas como él mismo, repentina y

cruelmente recordaban que su próximo aliento a menudo

dependía de la suerte.

O del extraño que estaba junto a ti.

Cuando las primeras ambulancias llegaron para recoger los

cuerpos, su estómago amenazó con devolver su almuerzo.

Ya lo había hecho, no había vuelta atrás. Había cometido un

terrible error, y hombres habían muerto. No se suponía que debía

haber terminado así, una tarea tan sencilla, sin embargo su horror

no cambiaba nada.

¡Cristo, no tuve opción!

No si quería mantener sus pelotas intactas. Un pueblerino gay en

Homofobia, Tennessee, especialmente uno con VIH Positivo, tenía

un promedio de vida de cinco minutos. Necesitaba cualquier

ventaja que pudiera obtener.

Grandes avances habían sido realizados en la lucha contra el VIH,

y él necesitaba esos medicamentos.

Pero para seguir con su medicación, necesitaba tener el dinero,

gracias a su inservible seguro médico.

Estaba tan desesperado por él, como lo estaba por mantener el

secreto.

W

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¿Pero esto?

La primera ambulancia abandonó el patio de la construcción a

paso lento, y William agachó su cabeza para ocultar sus lágrimas.

Se dio la vuelta y se marchó.

Había cruzado la línea. Fuera intencionalmente o no, había matado

a dos personas. Una par de vidas decentes por la suya lamentable.

Difícilmente valía la pena el intercambio.

Lamentablemente se dio cuenta de eso demasiado tarde.

***

Despatarrado en el asiento trasero del coche de sus padres,

Tommy hacía una mueca mientras su padre pasaba por cada

bache en Cheatham County, y trataba como el infierno de tragarse

el montón de groserías que amenazaban con salir. No era culpa de

ellos, su cabeza le estaba latiendo, estaba enojadísimo y listo para

dispararle a alguien.

Específicamente al cabrón que le arrebató la oportunidad de

disfrutar de la compañía de Shea el sábado.

¿Cuán bien ella conocía a este tipo? ¿Por cuánto tiempo hacía que

salían? Ellos habrían…

La preocupada voz de su madre cortó sus desolados

pensamientos.

—Cariño, ¿estás bien allá atrás?

¿Se había quejado en voz alta?

—Estoy bien, mamá. —Por su vida, no pudo lograr sonar alegre.

Agradecidamente sus padres no esperaban que fuera el Sr. Alegría

tras lo que había pasado en el sitio de construcción. Sin embargo,

estaban equivocados por la razón de su hosco estado de ánimo.

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Bethany Skyler medio se giró en el asiento del copiloto para

fruncirle el ceño, y meter un mechón de cabello rubio tras su

oreja.

—Aún deseo que te hubieran dejado pasar la noche. Malditos

chacales de la aseguradora, empujando a la gente fuera de la

puerta antes de que ni siquiera puedan estar bien.

Cualquier otro día, el enérgico instinto protector de su madre lo

habría hecho feliz y soltar un chiste. Pero sabía cuán abatida

estaba y no se atrevía a sacar eso a la luz.

—La aseguradora no tiene nada que ver con ello —dijo, tratando

de calmar su persistente miedo—. La radiografía estaba bien. Sólo

estoy un poco golpeado, por lo que no tiene sentido que ocupe una

cama que alguien más podría necesitar.

—Aun así. —Disgustada, se giró otra vez al frente.

—¿Estás seguro que no nos dejarás llevarte a casa? ¿Sólo por esta

noche? —Esto por parte de su padre, Donald, quien lo miró por el

espejo retrovisor.

Casa, para sus padres, siempre sería la casa dónde lo criaron a

Donny y a él. No el estrecho y pequeño apartamento al que

Tommy había insistido en mudarse el año pasado. De alguna

manera, aún se sentía culpable, como si los hubiera abandonado

cuando ellos desesperadamente necesitaban aferrarse al único

hijo que les quedaba. Pero su hermano se había ido hace ya dos

años y Tommy sabía que era hora de cortar los lazos, por segunda

vez.

No importaba cuánto lo amaran ellos, necesitaba ser él mismo, no

el fantasma de un niño que acechaba la casa de sus padres.

Y aun así…

—Claro. —Se escuchó decir a sí mismo—. Eso estaría genial.

Su padre soltó el aliento y sonrío débilmente.

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—Genial. Te instalaremos y podrás descansar.

No sabía qué lo había hecho aceptar. Tal vez el ver las profundas

líneas de estrés desaparecer de la frente de su padre. O el ver la

tensión abandonar los hombros de su madre.

O tal vez sólo necesitaba que lo alimentaran con caldo de pollo y

ser mimado por las dos personas que siempre lo querrían.

Incondicionalmente. O se suponía que tendrían que hacerlo, de

todos modos.

Sus padres intercambiaron una rápida mirada, aquella que todos

los padres dominan y está llena de un significado indescifrable, y

se quedaron callados. Lo hacía sentir como el niño al que la

mayoría de sus amigos se refería y, por única vez, no le importó.

Simplemente se sintió a salvo.

Especialmente cuando su padre estacionó en la entrada y la

calidez de su lindo y antiguo vecindario lo recibió como a un viejo

amigo. Se imaginaba a Donny saliendo al patio de enfrente para

recibirlo y tirar de él para darle un afectuoso abrazo. Mirarlo a la

cara y burlarse de él sobre meterse en una pelea con un

drogadicto u otro comentario sarcástico…

—¿Te bajarás del auto, hijo?

—Sí, señor. —Ni siquiera se había dado cuenta de que habían

estacionado. Su padre se quedó en la cochera con la puerta de

Tommy abierta, con las oscuras cejas fruncidas, esperando ver si

necesitaba ayuda.

Bajarse del sedán fue más difícil de lo que esperaba. Su cuerpo se

quejó en protesta, ya rígido y con dolor.

Pero lo logró sin ayuda y siguió a sus padres dentro de la casa.

Cuando estuvo de pie y moviéndose, no fue tan malo.

Nada comparado con el profundo dolor en su pecho. Uno que no

tenía nada que ver con cortadas y moretones.

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—¿Quieres ir a acostarte un rato? —sugirió su madre.

¿Cómo hacían eso las madres? ¿Hacer sonar una pregunta como si

fuera una orden?

—No, gracias. Creo que me quedaré en el sofá y veré las noticias o

algo.

—Bueno, si estás seguro. —Ella frunció el ceño, obviamente

buscando alguna manera de hacerlo sentir mejor—. ¿Tienes

hambre?

Estaba muriéndose de hambre.

—Puedo esperar hasta que papá y tú estén listos para la cena. —Al

decir eso, su estómago protestó audiblemente, haciéndolo quedar

como un mentiroso.

Su mamá sonrió.

—¿Qué te parece si empiezo a preparar la cena temprano,

entonces?

Él se rio, luego se sentó cuidadosamente en el sillón.

—Suena bien, mamá.

Aparentemente feliz de tener a alguien más a quien mimar, su

madre desapareció en la cocina. Su padre se sentó en su sillón

reclinable favorito, tomó el control remoto y encendió la

televisión. El zumbido de un presentador de CNN llenó la sala,

acentuado de vez en cuando por el golpe de una olla o una sartén

desde la cocina.

Tommy se quitó los zapatos y se estiró, cómodo en pantalones

holgados y una camiseta.

—Gracias por venir a buscarme y por el cambio de ropa.

La única respuesta de su padre fue un gruñido mientras ponía

toda su atención al Dow Jones. Tommy cerró los ojos y justo

comenzaba a dormirse, gracias en parte a los medicamentos que

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le habían dado antes de irse, cuando la voz del viejo rompió la

agradable neblina.

—¿Qué pasa contigo y esa linda chica de cabello rizado que trabaja

en Emergencias?

Tommy abrió un ojo para mirar a su padre.

—No pasa nada.

—Suena como un problema, por la forma en que lo dices.

—¿Tú crees? Ella ni siquiera sabe que existo.

Su padre se rió, con los ojos brillándole.

—Oh, yo no diría eso.

Tommy medio se sentó, haciendo una mueca de dolor.

—¿Por qué no?

—Porque pasó cerca de doce veces por tu cuarto.

—Ella estaba ocupada, papá.

—Sé cuando alguien está revoloteando —dijo él—. Además, casi

aparece cuando te estaban haciendo la radiografía de la cabeza.

Preguntó por ti, nos aseguró a tu madre y a mí que estarías bien, y

se marchó.

Su corazón se aceleró. Pero aun así sus acciones no

necesariamente significaban algo.

—Ella es una profesional, sólo estaba haciendo su trabajo. Ayudó a

tratarme y probablemente quería tranquilizarlos a ambos.

—Si tú lo dices.

—Está saliendo con alguien más —dijo, incapaz de ocultar sus

celos—. El sábado, llevará a algún perdedor a la boda de Zack.

—¿De verdad? ¿Y qué? Pelea fuego con fuego, sin intención de

doble sentido.

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—¿Qué?

—Lleva a una acompañante. Dale algo en qué pensar.

Parpadeó hacia su padre.

—Yo… no puedo hacer eso.

—¿Por qué demonios no?

—¡Porque no quiero a nadie más! Podría estropear cualquier

oportunidad que pudiera tener con ella.

—¿Entonces sólo vas a dejar que esta chica se aleje de ti? —

resopló su padre—. ¿Qué pasó con el chico que pensaba que era su

deber divino en la vida el probar a cada mujer menor de 40 años?

—Papá —siseó él, lanzando una mirada hacia la puerta de la

cocina. Un rubor calentó sus mejillas—. Esa no es exactamente la

imagen que quiero darle a Shea.

—Eso tampoco significa que tengas que rendirte. Dada la manera

en que ella estaba actuando, adivino que se preocupa mucho por

ti. Creo que has expuesto tu punto. Aunque deberías pensarlo, de

todos modos.

Mientras su padre regresaba a las noticias, Tommy trató de

dormirse otra vez. Pero la semilla que el viejo había plantado echó

raíces. Y creció del tamaño de un campo de fútbol.

El consejo de su padre tenía mucho sentido. ¿Por qué tenía que ser

el tapete que pisoteaban? Ella sabía que Tommy estaría en la

boda; era uno de los padrinos, ¡por el amor de Dios! Obviamente,

ella no se había puesto a pensar en sus sentimientos. O tal vez

pensaba que él había abandonado la lucha y simplemente no

quería asistir sola a la boda. ¡Jesús, quién sabe qué estaba

pensando!

Sin embargo, su orgullo no le permitiría creer por un segundo que

ella prefería a este otro hombre sobre él. Y lo demostraría.

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Levantándose del sofá con un gemido de dolor, arrastró los pies

dentro del pequeño despacho de su padre y cerró la puerta.

Después de acercarse al escritorio, se sentó y trato de alcanzar el

teléfono.

¿Combatir el fuego con fuego? De acuerdo, podría organizar una

sorpresa para la dulce Shea.

Y conocía justo a la chica para comenzar el fuego.

***

¿Quién supuso que las bodas eran tan jodidamente divertidas?

Pues no.

Especialmente llevando puesto un pesado traje cuando hacía más

calor que en el centro del sol, tanto dentro como fuera, gracias a la

fastidiada unidad de aire acondicionado en la pequeña iglesia en

Cheap Hill.

El estómago de Tommy se revolvió, burlándose de él con el

recordatorio de que las tres últimas rondas de Jackie D. en la

despedida de soltero de Zack de la noche anterior, no habían sido

una buena idea. A las dos de la mañana, no había contado con que

iba a ser asado lentamente como un pollo en un asador esa tarde.

Ni con localizar a Shea con su cita en el momento en el que él llegó.

Ninguno de los cuales aliviaron su dolor de cabeza. Ni su

repentina urgencia por cometer un homicidio.

—¿No puede nadie abrir una maldita ventana?

—Jesús, ¿eso fue un gruñido? Creo que el chico tiene la rabia —

anunció Six-Pack con una sonrisa. El único hombre en el vestuario

que no se había reído era Zack, que estaba demasiado asustado

por casarse para hacer algo más que ofrecer una sonrisa

enfermiza.

Tommy le disparó al chico grande una mirada fulminante.

—Howie, vete al diablo.

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Las risitas se convirtieron en bufidos de risa de todos excepto de

los hermanos de Corie, Joaquin y Manny, que observaban con

perpleja diversión. Six-Pack odiaba ese apodo. Tommy pretendía

ajustar su corbata en el espejo mientras que los otros idiotas

esperaban a ver como el hombre iba a reaccionar.

—Nah, he tenido mejores ofertas de gente más guapa —dijo Six-

Pack arrastrando las palabras. Los otros se volvieron locos, gritos

y comentarios obscenos hacían eco en la pequeña habitación. Y en

su cabeza.

—Gilipollas —murmuró, frunciendo el ceño—. Y me llaman a mí

niño.

—Maldita sea, amigo. —Julian apareció detrás de él y le palmeó el

hombro—. Alguien tiene que empujarte un arcoíris por el culo.

Contrólate hombre. No quería arruinar el gran día de Zack.

Dándose por vencido con la corbata, Tommy lo miró y arqueó una

sonrisa.

—¿Crees que eres lo suficientemente hombre para hacer el

trabajo?

Julián meneó las cejas.

—Si me balanceo hacia allí, por supuesto.

Más risas.

—Dios, son unos enfermos hijos de puta.

Six-Pack cruzó los brazos sobre su pecho.

—Esta pequeña irritación tuya no tendrá nada que ver con el

impresionante hombre que iba del brazo de Shea, ¿no?

—¿Alguna idea de quién es? —Ahí. Podía ser civilizado sobre esto.

El teniente se encogió de hombros.

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—Me parece vagamente familiar, pero no lo he visto de cerca. Sin

embargo, puedo intentarlo y enterarme.

—Lo agradecería. —Entonces podría arrancarle los pulmones con

una cuchara.

—En cualquier caso, no vas a anotar ningún punto con Shea

matando a su cita —dijo Zack, caminado sin prisa para unirse a

ellos.

—Oh, vamos. Sólo un poco de lenta tortura, ¿entonces? ¿No puedo

hacerlo gritar como una chica, sólo una vez?

—Puedo hacer desaparecer al gusano por ti —se ofreció Joaquin

con una sonrisa peligrosa—. Permanentemente.

Zack puso los ojos en blanco.

—Ignora a Al Capone. Asesinar a la competencia nunca es un buen

plan.

—Tampoco lo es presumir de otra mujer en su cara —dijo Julian,

sacudiendo la cabeza ante la estupidez de Tommy—. ¿Quién es la

chica caliente que trajiste contigo?

—Una vieja amiga del instituto. —Tommy suspiró—. Eso fue idea

de mi padre, para que Shea se dé cuenta de que no soy un pelele.

—Te puede salir el tiro por la culata, a lo grande. —Los otros

hicieron ruidos en acuerdo.

Incluso Sean, que se había mantenido un poco apartado del grupo.

Tommy les dio a sus amigos una sonrisa que no sentía y dio un

codazo a Zack en las costillas.

—Para ustedes es fácil repartir consejos, cabrones afortunados. Ya

tienen a la chica.

—Y la mayoría de nosotros tuvimos que esperar mucho más

tiempo que tú —señaló Six-Pack—. ¿Por qué la prisa de todos

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modos? No me malinterpretes, Shea es una chica dulce, ¿pero qué

hay de especial en ella que te tiene amarrado?

Trató de no enfadarse.

—Soy lo suficientemente mayor para saber cuál es la mujer para

mí cuando la conozco. Es divertida, sexy, inteligente y, a veces,

cuando me mira… es como si el mundo dejara de existir a nuestro

alrededor. Como si pudiera ver dentro de mi alma y…

—Santo soneto de amor, Batman. Mis oídos están sangrando. —La

broma de Julian se mezclaba con algunos sonidos de arcadas y

alguien tarareando como un violín.

—Muy maduro —murmuró Tommy—. Me rindo con ustedes,

estúpidos. —Bueno, excepto con Zack, que estaba ocupado

mirando su reloj y moviendo continuamente sus pies, los nervios

consiguiendo una vez más lo mejor de él.

Un hombre que Tommy no reconocía asomó la cabeza por la

puerta y anunció que era hora de colocarse en sus lugares. Los

chicos le dieron al pálido novio palmadas de último minuto en la

espalda, felicitaciones y le aconsejaron que lo tomara con calma y

no doblase las rodillas durante la ceremonia. Hubo un tenso

momento cuando Joaquin le ofreció la mano y Zack se le quedó

mirando fijamente por unos instantes antes de aceptarla.

Entonces el hermano mayor de Cori se fue para ocupar su lugar de

dar a la novia.

Después de esperar su turno, Tommy le tendió la mano.

—Estoy muy feliz por ti. Relájate, todo irá bien.

—Gracias. —Zack apretó su mano y dio un suspiro—. Bien, aquí

está la gigante lista de deudas de la tarjeta de crédito y de la luna

de miel.

—Y en unos pocos meses más, juguetes de bebé por toda la casa.

No te olvides de esos.

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—Oh, Dios.

Tommy se rió mientras un aturdido Zack encabezaba el avance

hacia la puerta. Tal vez esta mierda de enamorarse no es como lo

pintaban. Sí, continuar subsistiendo en la lujuria sonaba mucho

menos problemático.

O así lo creía, hasta que llegaron al vestíbulo de la iglesia y la vio.

Shea, en la cabecera de la línea, en su lugar como dama de honor.

Su cabello rizado, pequeños pendientes de diamantes brillando en

sus orejas. Su dulce cara de duende brillaba de felicidad, atrapada

en la alegría del momento.

Su mirada acarició la elegante columna de su garganta hasta la

curva de sus pechos abrazados por seda color melocotón. La tela

del vestido se ceñía en su pequeña cintura, ensanchándose un

poco en sus caderas suavemente redondeadas, y fluía hasta los

delicados dedos de sus pies. Dios, desearía poder ver sus

tonificadas y bonitas piernas.

Se quedó mirándola, absorbiendo la vista de ella. Dejándola llenar

su alma. Era la elegancia personificada. Era hermosa.

Es mía. Y yo soy suyo.

De alguna manera tenía que convencerla antes de que él perdiera

la cabeza.

Shea se agarró del brazo de Six-Pack, envolviendo sus delgados

dedos alrededor de su bíceps y juntos caminaron hacia la capilla a

un ritmo tranquilo. Tommy aplastó una ola desagradable de celos,

viendo al padrino de Zack acompañarla a la zona de adelante. Al

diablo con el hecho de que Six-Pack y su mujer Kat eran

delirantemente felices. Tommy no volvió a respirar bien hasta que

ellos se separaron y tomaron sus lugares a cada lado del altar.

No sabía cómo consiguió superar la recepción sin matar a su cita,

no lo sabía.

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—¡Psst!

Sorprendido, miró parpadeando a Kat, con quien había sido

emparejado, puesto que su marido era el padrino. Mierda, era su

turno y estaba demorando el avance. Julian y su prometida, Grace,

ya se habían ido, seguidos por Sean y Eve, que se observaban

entre ellos, con los ojos como platos, como si nunca se hubieran

encontrado antes. Extraño.

Tommy le ofreció su brazo a Kat y salieron, dejando a Manny y su

dama de honor, una de las enfermeras con las que Cori trabajaba,

de últimos. Esta cosa no podía terminarse lo suficientemente

pronto.

Porque tener que estar allí de pie y ver a Shea desde el otro lado

con el pequeño espacio que les separaba, y no ser capaz de tocarla,

sabiendo que aceptó la compañía de otro hombre sobre la suya,

era la forma más pura de agonía.

Afortunadamente la música aumentó y la llegada de Cori lo

distrajo de su miseria. Llevaba un vestido de talle alto color crema

que se amoldaba a su creciente embarazo. Su cabello de color

marrón miel caía sobre sus desnudos hombros porque Zack lo

prefería suelto, y él no podía culparlo. Su futura esposa estaba

despampanante. El hecho de que el tímido Zack se había anotado

una ex bailarina exótica todavía le divertía.

Joaquin guió a Cori cuidadosamente por los tres escalones. Con

todo el mundo en su lugar, el pastor comenzó. En el momento en

el que el hermano de Cori la dejó con Zack, los sonidos de llantos

ya habían comenzado, pañuelos de papel frotando suavemente

aquí y allá. Jesús.

Al menos el aire acondicionado se encendió y un suspiro colectivo

de alivio surgió de los invitados. En su traje, sin embargo, tardaría

una eternidad en refrescarse. Y todavía tenía que sufrir la

recepción en la casa de Zack y Cori. Durante un momento largo,

consideró el hecho de escaparse después de la boda.

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Shea probablemente no lo quería alrededor. No le importaría… Y

entonces pilló a Shea mirándolo fijamente. Un anhelo

enmascarado agrupado en esos grandes ojos marrones. ¿O era una

ilusión?

De cualquier manera, sabía que no había forma de que él se

acobardase. No ahora. No tenía nada que perder y todo que ganar.

Le lanzó su mejor sonrisa, y cuando ella se la devolvió, sus labios

curvándose lentamente hacia arriba, quiso gritar fuerte. Porque de

repente se dio cuenta de que ella no buscó a su cita entre la

multitud. Ni una sola vez.

Pero lo había estado observando a él. Sólo a él.

Eso tenía que significar algo bueno. Tenía que serlo.

Tommy, hombre, todavía estas en el juego. No renuncies todavía.

Shea podía haber venido a la boda con el impresionante hombre

de mediana edad, del traje de mil dólares. Pero éste estaría jodido

si ella se iba con él.

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Capítulo 4

Traducido por Debs. y Jadasa Bo

Corregido por obsession

hea tenía la esperanza de que nadie esperara a que

comentara más adelante las hermosas palabras del

predicador. Si fuera así, tendría que mentir. La voz del

anciano se desvaneció en un monótono zumbido mientras

devoraba los ojos de Tommy, de pie a pocos metros frente a ella.

Su delicioso metro ochenta y dos de altura.

Su traje oscuro abrazaba un cuerpo endurecido por la actividad

física, haciendo hincapié en sus anchos hombros y caderas

estrechas. Su pecho y abdominales eran sólidos como piedra

debajo de su camisa de vestir blanca, tonificados y magros en

lugar de voluminosos. El cuerpo esculpido de un atleta, un jugador

de fútbol si se acordaba correctamente. En este mismo segundo, le

resultaba difícil mantener la etiqueta de atleta contra él, aunque

Dios sabe que tenía una buena razón.

Por un salvaje segundo, quiso empujar la chaqueta de sus

hombros, deshacerse de la corbata y rasgar su camisa para

conseguir su primer vistazo real de la piel dorada a la espera de su

contacto.

¡No! Es demasiado joven para mí, igual que un perrito ansioso. No

puede posiblemente tener suficiente experiencia para saber lo que

quiere en la vida. Probablemente juega, rompe corazones de

izquierda a derecha. Estaría mejor con uno más mayor, un hombre

más asentado, como Forrest. ¿Cierto?

Un hilo de sudor rodó entre sus pechos, y no tenía nada que ver

con el calor en la capilla.

S

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Sus ojos barrieron de sus caderas hasta sus piernas kilométricas,

las imaginaba abiertas, para acunarla su interior, cómoda y segura

en su calor.

¡Oh, Dios! No vayas allí.

Se movió para aliviar el dolor incómodo entre sus muslos y pasó

su atención a su rostro. El hombre era simplemente hermoso.

Tenía el rostro de un ángel, con pómulos altos, labios carnosos,

cejas oscuras, arqueadas sobre los ojos azules cristal, que

brillaban con picardía la mayor parte del tiempo. Ahora cogieron

su mirada, ardiente, caliente, no permitiéndole mirar hacia otro

lado.

Su sonrisa la dejó sin aliento, hizo que su pulso golpeara en su

garganta, cada cosa de niña tonta que había leído. Nunca había

sentido nada parecido a la forma en que su cercanía le hizo

temblar el interior, ya entonces, y la asustó tanto como la había

excitado. Sin embargo, se encontró devolviéndole la sonrisa, las

terminaciones nerviosas hormigueaban, como si su boca, su

cuerpo, tuvieran una voluntad propia.

La boda había terminado antes de que se diera cuenta, Zack había

besado a su novia, y el momento de intimidad que Tommy y ella

compartieron estaba roto. O tal vez no tan privado, de pie en una

capilla llena de invitados. Pero era extraño cómo todo lo demás

había desaparecido, como si se hubieran conectado sin contacto

físico.

La boda vino y se fue, y no estaba segura de si estar agradecida

por la ausencia de tensión entre ellos. Tommy Skyler interrumpió

su mundo seguro duramente ganado, y parte de ella se escondía,

se aterrorizaba y temblaba ante la implicación.

La otra parte deseaba desesperadamente volver a vivir.

En el vestíbulo, soltó el brazo de Howard y buscó a Tommy. Ahora

que estaban libres de la mayor parte de sus funciones, parecía

antipático por lo menos no a hablar con él. Pero antes de que

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pudiera dar un paso en su dirección, una mano la agarró del codo.

—Ahí está la mujer más bonita en la sala —dijo una voz agradable.

Shea se dio media vuelta para saludar a su cita, sorprendida por

tener que sofocar una puñalada de molestia. Reunió una sonrisa

para Forrest, pero fue incapaz de devolver el cumplido, sin

importar lo mucho que realmente le gustaba. Porque el hombre

más sexy de la habitación había sido saludado por una sensacional

rubia de piernas largas en un corto vestido de verano... que ahora

colgaba de su brazo.

Y plantaba un beso en la comisura de su boca.

Su corazón se congeló. Tommy trajo a otra persona. ¿Había

esperado honestamente que él estuviera deprimido y solo toda la

tarde? ¡Sí, maldita sea!

Ella apartó la mirada de la perfecta y llamativa pareja con un

masivo esfuerzo.

—Oye, tú. Linda boda, ¿no te parece?

Forrest entrecruzó los dedos alrededor de los suyos y se los llevó a

los labios.

—Por supuesto. Me encantan las bodas. Hay algo acerca de la

promesa de un nuevo comienzo que me llega.

Las palabras correctas de los labios equivocados.

Ahora, ¿qué diablos le hizo pensar eso? Forrest era un hombre

muy atractivo. Pelo de color marrón arenoso claro, sinceros ojos

color avellana, una suficientemente bonita complexión. Medía un

poco más de metro ochenta y su cuerpo era un poco blando,

especialmente alrededor de la mitad, pero no era pesado. Era un

hombre importante con un estresante trabajo de tipo oficina, por

lo que probablemente no cuidaba de sí mismo de la manera que

debería.

—Sí, me llega, también —dijo ella, consciente de su espera por una

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respuesta—. Gracias por traerme. Sé que esto no es exactamente

lo que tenías en mente cuando me invitaste a salir.

Su expresión de desconcierto se aclaró.

—¿Es una broma? Estoy pasándolo muy bien y todavía tenemos

que esperar la cena, sólo nosotros dos.

—Sí, así es. —Pero su mente se alejaba a otra invitación, expedida

por un hombre que no era en absoluto seguro. Aquel que la hizo

sentir en carne viva después de cada encuentro.

¿Estaba saliendo con la rubia esta noche?

—Shea, ¿estás bien? Pareces preocupada. —Él miró al otro lado el

vestíbulo, ahora lleno, en la dirección que había estado mirando.

—¿Hmm? ¡Oh, sí! Estoy bien. —Descartó la preocupación de

Forrest—. Oh, mira, están llamando a los invitados de la boda de

nuevo para tomar las fotos. No debería tardar mucho, y luego nos

dirigiremos a la recepción, ¿de acuerdo?

—Me parece muy bien. ¿A menos que desees omitir la recepción y

comenzar nuestra noche temprano? —Un rastro de esperanza

coloreaba su voz.

—Pensé que te encantaban bodas —bromeó—. ¿O sólo me dices lo

que quiero escuchar?

—¡No, sí me encantan! Sólo pensé... —Se interrumpió con un

encogimiento de hombros.

—Bueno, fue una buena idea, pero no podría saltarme a Zack y

Cori en su gran día. Espero que lo entiendas.

—Por supuesto que sí. —Se inclinó y la besó en la sien—. Nos

quedaremos todo el tiempo que quieras.

—Gracias. —Le alisó la solapa de su traje, notando que no olía tan

bien como Tommy, ni su pecho era tan firme debajo de la tela—.

Será mejor que vaya y consiga sacar las fotos fuera del camino.

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—Voy a esperar aquí afuera.

Mientras se abría camino a las puertas de la capilla, se dio cuenta

de que la cita de Tommy estaba sola cerca de la entrada. La chica

miró los ojos de Shea, su mirada inquebrantable, curiosa, pero no

hostil. Saludó a Shea con una inclinación de cabeza, que ella

regresó antes de dar grandes zancadas hacia la capilla. Bien, eso

fue extraño.

La sesión de fotos fue una media hora de una auténtica tortura,

estar cerca de Tommy aun sabiendo que no estaban juntos. Su

cerebro fue a lugares a los que preferiría no haber ido, agonizando

sobre lo que esta chica significaba para él. Lo que podrían hacer

después. O lo que ya habían hecho.

Cuando el fotógrafo terminó, Shea prácticamente huyó, lo que le

permitió a Forrest resguardarse en su Escalade. Se fueron al lugar

de Zack y Cori y si él se dio cuenta de que estaba molesta, no lo

mencionó. En su lugar, la distrajo con una pequeña charla.

—¿Habrá baile?

Ella le lanzó una mirada de agradecimiento.

—Baile, comida, cerveza y vino. Espera hasta que veas el lugar.

Ayudé a preparar las cosas ayer después del ensayo, y es fabuloso.

Tienen dos grandes marquesinas en el exterior, una para sombrear

la pista de baile y equipos de música, y otra para la sala de estar,

donde la comida será servida.

—Suena divertido.

—Los bomberos nunca hacen una fiesta a la mitad, es algo que he

aprendido.

Él se echó a reír.

—Eso he oído. Ahora estoy doblemente feliz de que me invitaras.

Ella miró a su perfil.

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—Sin ánimo de ofender, pero no pareces del tipo fiestero, suelto.

—No. Es la aburrida imagen asociada con nosotros, los chicos de

la ciudad. —Él dio un suspiro exagerado—. ¿Qué debe hacer un

hombre?

A pesar de sí misma, comenzó a relajarse y disfrutar de su

compañía. Forrest era un hombre apreciado, agradable y merecía

de su atención desde que había acordado pasar el día con él. No

dejaría que su libido ahogara la voz de la razón.

Engáñame dos veces, la culpa es mía.

Forrest dobló por el camino sinuoso y silbó.

—Bastante extendido. ¡Mira toda esta superficie frontal! Puedo ver

por qué querían tener la recepción aquí, en lugar de la sala de

banquetes.

—Sí. Sin pago de alquiler, a excepción de las carpas y los

ventiladores, y un montón de espacio para que todos los invitados

estacionen y disfruten.

—Déjame adivinar, los bomberos están cocinando la comida y

trayendo las bebidas alcohólicas.

—¿Es una broma? Cori dijo que Zack le sugirió que contrataran

una empresa de catering para ahorrar todos los problemas y los

chicos casi protagonizaron una rebelión.

—Yo estaré encantado de ayudarles con las parrillas o cualquier

cosa que necesiten. Es bueno que todos estamos cambiándonos de

ropa.

Shea pensó en sus propios pantalones cortos y camiseta en la

parte posterior de la Escalade y no podía esperar para sentirse

cómoda. Una caliente tarde de julio y la seda no eran en absoluto

compatibles.

—Eso es amable de tu parte. Estoy segura de que Zack te lo

agradecerá. —Intentó imaginarse a Forrest vestido

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informalmente, pasando el rato con los demás y la imagen no

cuadraba. Era un buen hombre, pero como había admitido él

mismo, el encasillado papel de oficinista de ciudad tendía a

pegarse.

Pero cuando llegaron, se lanzó con entusiasmo, haciéndose útil a

los amigos bomberos de Zack que no habían estado en la boda y ya

estaban trabajando. Un puñado de ellos lo miró con asombro, un

par con disgusto. Lo cual no era sorprendente teniendo en cuenta

lo que Shane le habló de que Forrest era tan estrecho con el

presupuesto de Sugarland. Al parecer, el departamento de policía

no era la única entidad sintiendo la restricción financiera.

En su opinión, culpar a Forrest por tratar de suavizar el impacto

de la recesión económica realmente no era justo. Por lo menos

nadie fue grosero con él, sin embargo, pronto los hombres estaban

siendo estúpidos y pasando un buen rato.

Satisfecha de que no hubiera grandes catástrofes cerniéndose en

el horizonte, Shea recuperó su ropa del Escalade y entró en la casa.

Arriba, se quitó el vestido, ahora pegado, con un profundo suspiro,

y luego se puso los pantalones cortos y la camisa rosada. Colgó el

vestido, se calzó un par de sandalias y se apresuró a volver a la

fiesta.

Las cosas se estaban poniendo en pleno apogeo ahora, los

huéspedes llegaban de manera constante, ya divirtiéndose. El

equipo de música a todo volumen con Brick House de

Commodores, conseguía que la gente se pusiera en el estado de

ánimo adecuado para golpear en la pista de baile. Shea no se dio

cuenta de que ella estaba dando golpecitos con el pie y sonriendo

de sus payasadas, hasta que divisó a Tommy y su chica rubia entre

las personas bailando juntos. El brazo de ella alrededor de su

cuello, sus frentes casi tocándose.

La sonrisa de Shea cayó como una roca.

Abruptamente, se dio la vuelta, el dolor en el pecho era tan real

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que podría haber sido apuñalada con un picahielo. Necesitaba

estar en otro lugar, en cualquier lugar donde no tuviera que verlos,

pero no podía pensar dónde. Justo en ese momento, el Mustang 67

de Zack apareció, decorado con serpentinas y betún de zapatos,

privándola de tomar una decisión. Mientras los invitados

empezaron a animar su llegada, Shea trotó para encontrarse con

sus amigos.

Zack salió, vestido con pantalones vaqueros y una camisa azul de

manga corta y luciendo completamente enamorado. Se apresuró

hacia el lado de Cori, abrió su puerta y la ayudó a salir. Shea se

quedó atrás, pues no quería entrometerse en sus primeros

momentos en casa como marido y mujer. Sin embargo, en el

instante en que su mejor amiga la vio allí de pie, gritó y cerró la

corta distancia, acaparando a Shea en un fuerte abrazo.

—Sé que te lo dije una docena de veces esta mañana, pero me

alegro mucho por los dos —dijo Shea, con la garganta apretada.

—Gracias, amiga. Este podría no ser mi primera vez, pero sé que

finalmente encontré al hombre correcto.

—Lo hiciste. Él es maravilloso, cariño. —Y después del horror del

primer matrimonio de Cori y de los peligros posteriores, nadie

merecía la felicidad más que Cori y Zack.

—¡No lo sabré! —Su amiga se apartó y le sonrió—. Por lo tanto,

estás lista para bailar, ¿o qué?

Shea se rió.

—Eso sí, no festejes mucho o estarás demasiada cansada para

disfrutar tu noche de bodas.

—No te preocupes, planeo guardar un montón de energía. ¿Por

qué perder una noche en un lugar tan magnífico como el Hotel

Opryland, verdad?

—Por supuesto. —Sabía que Cori y Zack después se iban para

quedarse en el famoso hotel, luego irían al aeropuerto por la

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mañana para volar a Cape Cod por su luna de miel. Cori había

querido ir a las Islas Caimán, pero Zack había vetado salir del país

mientras estuviese embarazada. —¿Va Howard a cerrar la casa por

ti?

Cori asintió.

—Él y los otros chicos limpiarán esta noche. Todo está en buenas

manos.

—Súper.

Shea observó a Zack merodeando detrás de su nueva esposa,

vibrando positivamente con felicidad. Ella pasó junto a su amigo y

lo envolvió en un abrazo de oso.

—Trátala como a una princesa, o ya pensaré en algún castigo

horrible. Las enfermeras saben todo tipo de cosas brutas para

hacerle a una persona.

—Creo que sus hermanos probablemente lo harán antes que tú —

dijo, haciendo una mueca—. De todos modos, está a salvo

conmigo.

—Lo sé, sólo estoy bromeando. Vayan a ver a sus invitados, ¡los

dos!

Con un movimiento, la pareja feliz se unió a la multitud, aceptando

más buenos deseos. Viendo la festividad, sintió una oleada casi

insoportable de soledad resbalándose sobre ella, a pesar de su

esfuerzo por evitarlo. Al menos durante los días de fiesta tuvo a

Shane para recordarle que tenía a alguien para amar y ser amado

en cambio.

—¿Shea?

Ella se sobresaltó y dio la vuelta para ver a Tommy de pie, a menos

de un metro de distancia. Tan cerca que detectó su colonia terrosa

y un toque de sudor. Tan potentemente masculino que hizo su

cabeza flotar.

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Su sonrisa era incierta, su pelo rubio despeinado artísticamente

como si acabara de rodar fuera de la cama. Después de un

encuentro sexual largo y sin prisa.

—Um, hola. —Gran cosa, idiota. Eso seguro que lo impresiona.

Ella lo miró fijamente, sorprendida. ¿Quería impresionarlo?

—Oye —dijo suavemente, metiendo sus manos en los bolsillos de

sus pantalones cortos—. ¿Pasando un buen rato?

La imagen de él borracho con la Barbie de pechos aumentados de

hace poco la golpeó como un mazazo. Maldita sea si ella le había

dejado ver lo mucho que le dolía.

—Oh, claro. —Las palabras pesaban en su lengua. Porque a pesar

de sus mejores esfuerzos, la mejor parte de su día se encontraba

parado justo en frente de ella—. ¿Están tú y tu novia pasándola

bien?

—¿Quién, Daisy? —Se detuvo, ladeando su cabeza—. Nos estamos

divirtiendo.

—¿Daisy? ¿Igual que Daisy Duke1? —resopló, incapaz de mantener

el monstruo verde de su tono—. ¿Dónde la conociste, en un antro?

—Hemos sido amigos desde la secundaria. —Las comisuras de sus

labios se alzaron—. Y esa es la oficial Daisy Callahan. Trabaja con

tu hermano.

Se aferró a la palabra “amigos” como una tabla de salvación. Santa

Mierda. ¿Quién hubiera pensado que la mujer con el hermoso

cuerpazo, llena de curvas y digna de la portada de Vogue era

policía? Sin mencionar, amiga de Tommy. Gran manera de hacer el

ridículo total de sí misma, Shea.

—Yo... bueno, eso es lindo —dijo, balbuceando algo que decir—.

No se ve mucho como una oficial de policía.

1 Daisy Dukes: pantalones cortos y sexys. Se llaman así en referencia a la prima Daisy de los Dukes de Hazzard, serie de televisión de los 70, que siempre usaba pantalonetas súper cortos, casi a las nalgas y se veían súper sexys.

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—No dejes que su apariencia te engañe. Ella es dura como una

bota de cuero y tiene el temperamento de Satanás.

—Encantador.

—Realmente puede serlo cuando pone su mente en ello.

Shea no quería discutir los encantos de Daisy, o el conocimiento

que tenía Tommy de ellos.

—Te tomaré la palabra.

Tommy sonrió.

—Oh, no tomes la mía. Ve por ti misma. —Movió rápidamente una

mano hacia el borde de la pista de baile, donde Daisy se acercaba a

Forrest como si estuviera adherida con Velcro. Ella se rió

animadamente de algo que él decía, y corrió sus uñas bien

cuidadas a lo largo del frente de su camisa, bajando. Pobre Forrest,

parecía a punto de estallar en llamas.

Peor fue el conocimiento de que el coqueteo de Daisy con el

hombre no le molestaba en absoluto.

—Oh, lo entiendo. —Apoyando una mano en su cadera, miró a

Tommy—. Trajiste a tu amiga para desviar la atención.

Él sonrió, completamente impenitente.

—Diría que eso tiene un criterio más rápido que tu llamada cita,

¿no? Dime algo. ¿Por qué desperdicias otro segundo de este

perfecto día en ese idiota quien está distraído tan fácilmente con

las atenciones de otra mujer?

—No lo creo —dijo, incrédula—. Eso es tan deshonesto.

Y en cierto modo... maravilloso.

—Todo vale, como dicen.

—Bueno, Forrest no está cayendo en tus maquinaciones.

—¿Forrest quién? —Su expresión reveló sólo una leve curiosidad.

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—Él es Forrest Prescott, el administrador de la ciudad.

—Pensaba que me resultaba familiar —dijo, impresionado—. De

todos modos, parece que ya ha caído en mi trampa.

—¿Qué?

Efectivamente, Forrest y Daisy se encontraban en la pista de baile,

sudando al son de una canción de Madonna. Shea cruzó los brazos

sobre su pecho, sin saber si sentirse aliviada o molesta. Miró a

Tommy, tratando de parecer imperturbable ante toda la

conversación.

—¿Así qué? No significa nada.

—No estás ni un poco molesta por la deserción de tu amorcito

como deberías estar si ibas en serio con él.

—Él no es mi amorcito... es un amigo. —¡Maldición! Y maldito sea

por verse tan condenadamente feliz por eso. Apretó su boca

cerrándola.

—¡Ajá! Entonces no te importaría bailar conmigo. Es lo justo,

viendo como mi cita me abandonó por la tuya.

Ella vaciló. Dios, necesitaba ceder ante él como necesitaba otros

cuatro kilos en sus caderas.

Arrogante y hermoso hijo de puta.

—Un baile.

La astuta expresión de satisfacción como la de un gato en su rostro

casi se derritió sus bragas.

—Uh-uh. No hay condiciones excepto pasarlo bien. ¡Vamos!

Agarrando su mano, la empujó entre la multitud y la hizo girar

para que lo mirara a la cara antes de que pudiera seguir

protestando. Él lo hizo parecer fácil, sólo para lanzar la precaución

al viento y dar rienda suelta. Moviéndose ante la música con fluida

gracia, sin inhibiciones, cada tendón delgado flexionándose como

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haciendo el amor.

Como líquido, sexo fundido.

—No soy una buena bailarina —dijo, alzando su voz para ser oída

por encima de la música. Tratando de igualar con sus gráciles

movimientos, se sentía como una idiota.

Un brazo fuerte serpenteaba alrededor de su cintura, empujando

sus caderas juntas. Se meció contra ella, su dureza inconfundible

presionando contra su vientre.

—Créeme, lo estás haciendo bien.

Sus mejillas ardían. No era una tonta virgen, ni mucho menos, pero

el hombre la pillaba con la guardia baja a cada paso. Y Tommy era

un hombre, no un chico. Sin duda alguna, si alguna vez lo había

sido.

Mientras se movían, el roce de sus cuerpos la ponía a fuego lento,

mientras observaba su rostro. Estudió los matices. No había rastro

del joven, encantador y sin preocupaciones en evidencia ahora. En

su lugar se encontraba un hombre al que nunca había visto antes.

Un hombre completamente seguro de sus intenciones, sus ojos

cristalinos oscuros con deseo. Aquello hizo que se le acelerara la

sangre, su alma clamó en respuesta a su desafío tácito, a ser suya.

La canción rápida terminó abruptamente sacándola del hechizo.

Pensando en hacer una escapada rápida, dio un paso atrás, pero él

atrapó su mano.

—Esta próxima también. ¿Por favor?

La suave y linda apertura de My Wish de Rascal Flatts comenzó,

una de sus canciones favoritas. Se detuvo un par de ritmos y, al

parecer tomando su vacilación como un sí, él la envolvió en sus

brazos. Comenzó a balancearse suavemente, grandes manos

extendidas sobre su espalda, con la barbilla apoyada en la parte

superior de su cabeza. A pesar de sus reparos, se sintió a sí misma

fundirse en él, empapándose en su fuerza.

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Cálido. Embriagante. Increíble.

Como volviendo a casa.

—Dios, se siente tan bien finalmente abrazarte —susurró en su

pelo.

Ella no respondió. No podría, no cuando sus sentidos, todas las

barreras que había erigido entre ellos, estaban bajo asalto.

Escrutando la respuesta correcta, levantó la cabeza para

encontrase con su mirada.

En lugar de ello, sus labios rozaron los suyos. Un deslizamiento

sensual que no era una pregunta tentativa, sino una advertencia.

Electrizándola hasta la médula.

Sus dedos rozaron su mejilla.

—Nena bonita.

Y él reclamó su boca y luego, la besó como un hombre besa a una

mujer cuando habla en serio. Cuando la desea sin importar el

precio, por encima de todo lo demás. Cueste lo que cueste.

Su lengua se enredó con la de ella y gimió, incapaz de ayudarse a sí

misma. Él sabía tan bien y ella quería deslizarse por debajo de su

piel, quedarse allí para siempre. Envuelta en él. La fiesta, los

invitados, se desvanecieron mientras el beso siguió y siguió. Bien

podrían haber sido ellos dos encerrados en su propio mundo, libre

de dudas y de equipaje no deseado. Por primera vez en más de una

década se sentía protegida y segura.

Pero había estado equivocada antes.

El recuerdo fue como un cubo de agua helada sofocando su pasión.

La realidad se entrometió, junto con el miedo. Fríos compañeros

familiares, quienes nunca dejaron de recordarle lo que pasaba con

las niñas tontas que soñaban demasiado.

Le dio un empujón enérgico al pecho de Tommy, y él se tambaleó

hacia atrás, parpadeando aturdido. Confundida y exhausta

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emocionalmente, negó con la cabeza y en un reflejo, se limpió la

boca con dedos temblorosos.

—Lo-lo siento. Yo-yo mejor voy... a comprobar a Forrest. —Lo que

era precisamente la cosa más inoportuna para decir.

Dolor flameó brillante, luego se enfrío mientras sus ojos se volvían

planos.

—Tú has eso, nena. ¿Y cuándo te des cuenta de que el egoísta,

empujador de lápiz2 y saco de mierda no pueda darte lo que

necesitas? Llámame.

Luego él hizo algo que nunca había hecho antes, giró y la dejó allí

de pie, boquiabierta ante su retirada.

Su ausencia, su ira, dejó un agujero irregular y horrible donde la

pasión y la certeza de estar en sus brazos habían estado hace unos

momentos. Ansiaba llamarlo o ir tras él, pero no sabía si él

aceptaría sus disculpas. Además, ¿qué podía decir, en realidad?

Podía escuchar la verdad e incluso comprenderla, pero ella no

estaba dispuesta a contarla. Tal vez nunca lo estuviese.

Agachando su cabeza, se fue corriendo a ciegas para la casa,

rezando que nadie se diese cuenta de las lágrimas goteando de su

barbilla.

***

No haría esto. Jodiendo todo.

Era como ver un choque de trenes a cámara lenta, sus cuidadosos

planes descarrilándose y apilándose como fichas de dominó. Rotos

e inútiles.

No. Él sería quien terminara roto si fallaba y la posibilidad,

ciertamente, lo hizo estremecerse. No pensaría en eso. El

2 Empujador de lápiz: Un trabajo tedioso que implica papeleo. Contadores, informes

policiales, secretarios. Se les llama "empujadores de lápiz", ya que pasan todo el día anotando cosas.

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negativismo era contraproducente.

Tenía un compromiso para ver a través, y su propio nido de

plumas. No podía perder de vista el premio. Tenía demasiado en

juego.

Respirando profundamente, se obligó a calmarse mientras veía al

chico rubio abatido dejar la pista de baile. Relájate. De una forma u

otra, él iba a lograr sus metas.

No importa quién tuviera que aplastar bajo sus talones para verlas

cumpliéndose.

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Capítulo 5

Traducción por Otravaga y Helen1

Corregido por obsession

oseph Hensley se entretuvo en la pequeña cocina, calentando

una lata de sopa de fideos de pollo en la estufa. Los microondas

hacían que su comida supiese como mierda recalentada, en su

opinión. Le ponía las orillas raras, como goma caliente. Los

jóvenes eran tan impacientes estos días, queriendo cada maldita

cosa para ayer. Sin esperar nunca lo mejor en la vida, siempre en

un apuro.

Al igual que Will. ¿Dónde diablos estaba ese muchacho, de todos

modos?

Probablemente fuera en ese presuntuoso trabajo citadino suyo,

como de costumbre, sin importar que fuese fin de semana.

Siempre corriendo como el conejo blanco de Alicia en el País de las

Maravillas, con la nariz enterrada en su cronómetro.

Y así era como los estúpidos roedores terminaban como animales

atropellados.

Él resopló, apagando el quemador y moviendo la sartén a un lado.

Will pensaba que era tan inteligente, pero tendría que vivir un

tiempo condenadamente largo para mejorar a su abuelo.

¿Honestamente pensaba el muchacho que Joseph no sabía el Gran

Secreto? ¿Que no podía adivinar por qué Will ya nunca tenía una

chica alrededor, no tenía amigos invitados a beber cervezas y ver

juegos de pelota en la televisión?

Joseph tomó su tazón de sopa en sus temblorosas manos, maldita

sea esta jodida enfermedad de Parkinson de todos modos, y

arrastró los pies hasta la desvencijada mesa cuadrada en el

J

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comedor de la cocina. Se sentó y revolvió el sabroso caldo,

paleándolo en cucharadas, apenas consciente del desastre que

hacía. ¿Acaso el muchacho no entendía que Joseph no le

reprocharía su... orientación?

¿No se daba cuenta de que no podía guardarle secretos a un

hombre que había visto casi cada cosa maloliente y podrida que el

mundo tenía que ofrecer? Hubo un tiempo, en el que había sido

como Will: impetuoso, joven, con la nariz al viento. Invencible.

La Segunda Guerra Mundial lo había curado para siempre.

Joseph no entendía todo lo que Will hacía, pero amaba a su nieto

sin condiciones. Siempre lo haría. Sólo tenía que...

El quejido de un teléfono interrumpió sus pensamientos. En vista

de que él no poseía una de esas malditas cosas, Will debía haberlo

dejado en casa de nuevo. Estaba empezando a ver el por qué,

también, porque el molesto artefacto sonaba constantemente. Dos,

tres, a veces cuatro veces al día. Lo cual era sumamente extraño,

dado que nunca nadie venía a ver a Will, y el muchacho nunca

preguntaba después por amigos que pudieran haber llamado.

Decidiéndose, Joseph se puso de pie con un gruñido y se dirigió al

sofá, donde localizó el pequeño dispositivo atrapado entre dos

cojines. Para el momento en que lo recogió de su escondite, la cosa

había dejado de sonar. Pero comenzaría de nuevo. Siempre lo

hacía.

Todo lo que tenía que hacer era llevar el teléfono a la mesa, comer

su cena y esperar. Podría ser viejo, pero no era estúpido. No había

sobrevivido de ser un artillero de cola en la guerra, condecorado

con una caja de cedro llena de medallas siendo un cobarde. Y esto,

sospechó, podría ser un tipo diferente de guerra.

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Como se imaginaba, el teléfono chilló un saludo cinco minutos

después. Mirándolo, lo abrió y esperó. Había aprendido el valor de

la paciencia en el extremo correcto de un B17Flying Fortress1.

—¿Hensley?

—Sí. —No era ninguna mentira.

—Suenas gracioso.

—No me estoy sintiendo demasiado bien. —También verdad.

—Lo que sea —dijo el hombre, sonando como si estuviera en un

apuro. Sudando, tal vez. Había un montón de ruido en el fondo—.

¿Has estado recibiendo mis mensajes? Necesito ese próximo

trabajo hecho en una semana, como mucho. Tenemos que

mantener las cosas en marcha.

Nada demasiado alarmante.

—¿O…?

—No me jodas, idiota —gruñó el hombre—. Estás en esto hasta las

pelotas, igual que yo.

Él se puso rígido.

—¿Lo estoy?

—Malditamente cierto que lo estás, sin juego de palabras. —El

desconocido soltó una carcajada desagradable de su propia

broma—. Me fallas ahora, pequeño maricón y mi contacto hará

que te arrepientas seriamente de jugar con los perros grandes. ¿Lo

entiendes?

—Sí.

—La semana que viene. No me defraudes.

1 B17 Flying Fortress: El Boeing B17 Flying Fortress fue un famoso bombardero pesado

cuatrimotor de la Segunda Guerra Mundial. Efectuó miles de misiones con los aliados

durante la guerra, sobre todo en Europa, aunque también tomó parte en la campaña del

Pacífico.

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El hombre colgó y Joseph hizo lo mismo, dejando caer el teléfono

sobre la mesa cuando este cayó de su nudosa mano.

—Oh, Will. ¿Qué has hecho, muchacho?

Se quedó mirando fijamente la menguante luz, mucho después de

que los restos de su sopa se hubiesen enfriado.

Joseph Hensley podría estar cansado, su viejo cuerpo dando su

último aliento, pero parecía que tenía una batalla más que luchar.

Y ganar.

***

—¿Dónde está Sean? —Tommy miró al hambriento grupo sentado

alrededor de la mesa de la cocina de la estación a la espera de su

versión de desayuno. Él sólo esperaba que fuese comestible esa

mañana.

—Llega tarde —murmuró Eve, frunciéndole el ceño a su taza de

café—. Como de costumbre.

—Tal vez deberíamos poner dinero para un nuevo reloj

despertador para su cumpleaños.

Nadie se rió del chiste malo de Julian. Todos sabían por qué el

capitán estaba llegando tarde, y nada salvo una temporada en

rehabilitación iba a arreglar eso. Lo cual él se había negado

obstinadamente a hacer, insistiendo en que podía manejar su

problema con la botella. Solo.

—Ha pasado un año y medio desde el accidente —continuó Eve,

como si Julian no hubiese hablado—. Algo tiene que hacerse.

Tommy volteó los panqueques y negó con la cabeza.

—¿Cómo qué? No se puede ayudar a un hombre que no quiere ser

ayudado.

—Quizá no puede ser ayudado. —Esto vino de Clay Montana,

quien normalmente trabajaba como FAO en el turno B. Había

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saltado ante la oportunidad de ganar algo de horas extra esa

semana mientras Zack estaba en su luna de miel.

El silencio cayó como una mortaja. ¿No era este el peor temor de

todos? ¿Que Sean quisiera hundirse y nada se lo impidiera?

Honestamente, si Tommy se hubiese enterado de que toda su

familia murió quemada en un calcinante accidente

automovilístico, que su niñita murió gritando por su papi... Jesús,

habrían tenido que enterrarlo hace mucho tiempo.

—Tal vez si organizamos otra intervención...

Julian cortó la sugerencia de Eve.

—De ninguna manera. ¿Te olvidas del desastre que resultó ser la

primera? Él no querrá escuchar.

—Tiene razón —dijo Six-Pack, con el rostro sombrío—. Lo

arriesgué todo con eso, y me salió el tiro por la culata.

Ella dio un puñetazo sobre la mesa, sorprendiendo a los demás

con el temperamento normalmente reservado para sus combates

con sparring2 con el capitán.

—Entonces, ¿qué diablos se supone que vamos a hacer?

¿Simplemente dejar que se ahogue?

—¿Me perdí el memorándum invitándome a mi propia jodida

evaluación de desempeño?

Ay, infiernos. Todo el mundo miró hacia la puerta, donde Sean

estaba de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, bien

enojado. Tenía los ojos inyectados en sangre, haciendo que el

verde de su iris resaltara.

Tommy apagó el fuego bajo el tocino y respiró hondo.

2 Sparring Matches: En la práctica, la palabra sparring sirve para definir tanto a la persona

con la que se entrena un boxeador como a la actividad de realizar dicho entrenamiento

(hacer “sparring”). Además, también es empleada en otros deportes de combate como el

taekwondo. A hacer “sparring” en el boxeo también se le dice “hacer guantes” y es una de las

actividades más importantes en la preparación de un púgil.

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—Yo saqué el tema, señor. Pregunté dónde estaba y todos estaban

preocupados por usted. ¿Puede culparnos? —Se encontró con la

mirada fulminante del capitán sin pestañear.

Las duras facciones de Sean se suavizaron, pero no mucho.

—No, no puedo. Pero ahora estoy aquí, así que cualquiera que

tenga algo que sacar de su pecho lo puede hacer en mi cara. ¿Y

bien?

Pasaron los segundos en el reloj de pared de la cocina, el único

sonido excepto el de Tommy deslizando el último de los

panqueques en un plato. Observando, esperando que el hombre

detonara.

Cristo, ¿todavía nos estamos divirtiendo?

Eve se puso de pie lentamente, el rostro contraído por la ira. Por la

preocupación.

—Yo tengo mucho que decir. En tu oficina.

—Lo dirás aquí. Dios sabe que más tarde todos ustedes hablarán

de ello de todos modos —dijo Sean, soltando una risa sin humor.

—Está bien. —Ella rodeó la mesa mientras los demás miraban,

como testigos de la catástrofe—. Llegas tarde por tercera vez en

dos semanas, una transgresión por la que habrías amonestado a

cualquiera de nosotros para este momento.

—Concedido. —Él estuvo de acuerdo, con la mandíbula

apretada—. Les pido disculpas a todos.

Pero Eve no había terminado.

—No sería gran cosa si se tratara de cualquier otra persona, ¿pero

de ti? Todos sabemos que entraste trastabillando aquí, ya sea

medio borracho o con resaca...

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—Sólo un maldito minuto —dijo él entre dientes, entrando en su

espacio. Su rostro estaba blanco como el pergamino, con banderas

rojas manchando sus mejillas—. Estás cruzando la línea, Marshall.

—Estoy pensando en este equipo, algo que tú no estás

condenadamente haciendo. —Ella cerró más la distancia,

enfrentándolo. Sin ceder un ápice.

—Nunca he llegado a trabajar borracho —dijo él con voz ronca—.

Este equipo es todo lo que tengo, y nunca pondría a ninguno de

ustedes en peligro.

—No tendrías la intención de hacerlo, pero así es como ocurren

los accidentes, Sean. —Inclinándose hacia él, olió su cuello—.

Puedo oler el whisky brotando de tus malditos poros. Puede que

estés sobrio en este momento, pero estás con resaca. Cansado. Vas

a cometer un error y, cuando lo hagas, alguien va a salir lastimado.

Cuando eso ocurra, ninguno de nosotros será capaz de salvarte de

los mandamases de la ciudad. O de ti mismo.

Sean se quedó en silencio y, durante un buen rato, miró fijamente

al rostro serio de Eve. Nadie respiraba. Ni siquiera Howard se

había atrevido alguna vez a decirle de frente completamente todo

de esta manera delante de todo el equipo, aparte de la

intervención fallida. Aquí en el trabajo, esto adquiría todo un

nuevo nivel de gravedad.

—Tal vez yo no...

El elevado tono del intercomunicador detuvo a Sean de decir algo

que podría no ser capaz de retractar, y desinfló la tensión casi

dolorosa en la habitación. El resto del grupo alrededor de la mesa

empujó hacia atrás sus sillas y se levantaron, y todos se dirigieron

hacia la bahía mientras la voz femenina computarizada se refería a

una llamada a un incendio estructural, cerca del centro.

Tommy se limpió las manos en una toalla de cocina, la tiró sobre la

encimera y lanzó una última mirada triste al desayuno

abandonado.

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Por una vez, su comida había resultado perfecta.

***

Clay metió el vehículo en el estacionamiento vacío cerca del

edificio y silbó.

—¡Madre María, mira a ese bastardo arder! ¡Tres alarmas, baby!

El baby sonó a bay bay, al estilo Austin Powers.

A pesar de la espesa atmósfera de la cabina, Tommy reprimió una

carcajada. Su vaquero interno no podría ser más diferente de la

autoridad tranquila de Zack. Montana era un poco loco, un poco

apagado. Pero de una manera agradable.

—¿Tomaste tu medicamento esta mañana, vaquero? —preguntó

Eve con una sonrisa, mientras todos saltaban.

—Nah. Tengo que trabajar, y esa mierda agrava mi trastorno de

personalidad múltiple. —Dirigiéndose por el lado para dar un

tirón hacia fuera a las mangueras preconectadas y trabajar las

válvulas, él le dio un guiño—. Supuse que ustedes querrían saber a

ciencia cierta cuál de “mí” aparecía hoy.

Entonces Tommy se rió junto a Eve. El tipo era una bola de energía

al rojo vivo, y divertido como el infierno. Debía superar a los del

turno B y además tenerlos siempre muriéndose de la risa.

—Skyler, tú y Marshall tomen el techo —dijo el capitán.

Claramente, él no estaba en estado de ánimo para el humor de

Clay—. Six-Pack y Salvatore, lleven la manguera hacia atrás. Eve

vaciló, frunciendo el ceño al rechoncho, edificio de dos pisos.

—Sean...

—Muévanse, maldita sea.

Ella se dio la vuelta, murmurando en voz baja.

—Mal parido.

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Los cuatro entraron en acción, Tommy y Eva, cada uno agarrando

un hacha del quint y sopesando la escalera. El FAO de la Estación

Dos desconectó la manguera destinada a la azotea, y un par de su

equipo y de la estación Cuatro entraron en el edificio en la parte

delantera con más mangueras.

Tommy y Eva trotaron por la parte de atrás del edificio y colocaron

la escalera contra la pared posterior de la estructura, dándole una

sacudida para asegurarse de que era seguro.

—No me gusta esto —dijo Eve—. Tengo un mal presentimiento.

—No tenemos que ir.

—Él va a masticarnos el culo.

Él no tuvo que preguntar a quién se refería.

—Pero estaremos a salvo. ¿Por qué conseguir matarnos por un

antiguo edificio vacío?

Vaciló un instante, luego suspiró.

—Nuestros muchachos están dentro. Si es inestable en la parte

superior, necesitamos saber.

—Muy bien, una comprobación rápida. Si es una mierda, nos

largamos de allí. Las damas primero.

Cuando empezó a subir, Tommy aplastó una punzada de inquietud.

Mejor el techo que dentro de la estructura en llamas, aunque

algunos de sus amigos podrían argumentar de manera diferente.

Nunca le había contado a nadie cómo odiaba la sensación de

claustrofobia que le venía de un oscuro y hermético espacio

desconocido. Añade el humo y el fuego y temperatura de

ebullición, y la escena era algo sacado del Infierno de Dante.

La mayoría de las veces, sus puestos de trabajo implicaban ayudar

a la comunidad de otras maneras: víctimas de accidentes,

emergencias médicas, la concienciación en la prevención de

incendios en las escuelas. Ayudar a las personas trastornadas.

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¿Este tipo de cosas? Una mamada de bolas peludas de burro.

Al levantar la mirada, consiguió una vista del culo de Eve

rebotando bajo el borde de su capa gruesa. No está mal, incluso en

los pantalones poco favorecedores de bombero. Sin embargo, la

vista no disparó el gatillo de la manera que solía hacerlo. Antes de

Shea.

Oh, no. No vayas allí.

Él la empujó fuera de su cabeza y se concentró en cambio en

mantener su peso centrado, un poco hacia adelante, equilibrado.

La máscara anti-gas era como un yunque contra su columna

vertebral, tratando de lanzar su alta figura hacia atrás. Eve parecía

no tener ningún problema, empujándose hacia arriba como un

mono araña. Tan fuerte como Eve era, él admiraba la forma en que

manejaba todos los aspectos de su trabajo, dado que cada uno de

ellos la sobrepasaba por unos cincuenta kilos de músculo.

En verdad, a pesar de su carácter bromista, la mujer le intimidaba

un poco. Si ella se enteraba de eso, lo montaría en el suelo. Y no de

la manera placentera.

Cuando Tommy llegó a la cima y se encaramó sobre la repisa, Eve

ya estaba ocupada dando vueltas en el techo. Pisando con cuidado,

ella examinaba la zona, todavía húmeda por el intento de enfriar la

superficie. A primera vista, podía ver que no había sido suficiente.

Pequeñas ondulaciones, burbujas, se formaban bajo sus botas. Un

escalofrío corrió por su sangre.

—Eve, vamos. —Él tecleó el gancho micrófono a su abrigo y

empezó a caminar rápidamente de nuevo a la cornisa—. Cap, saca

a todo el mundo. No va a aguantar.

—Copiado.

Aliviado, Tommy dejó escapar un suspiro...

Justo cuando un siniestro ruido de rasgadura atravesó el aire

detrás de él, marcado por un chillido.

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Se dio la vuelta, justo a tiempo para ver una de las piernas de Eve

desaparecer a través de un agujero en el techo.

—¡Tommy! —Su mitad inferior fue tragada, colgando sobre el

infierno mientras se revolvía para apalancarse. Humo negro

eructó desde el agujero irregular. Brazos estirados hacia delante

de ella, con el hacha en un puño, se aferraba, los ojos muy abiertos

por el terror.

Tommy corrió, ralentizando sus pasos mientras se acercaba hacia

ella, empujando suavemente la superficie con la cabeza de su

hacha. Un movimiento en falso, un capricho de la perra llamada

destino, y los dos estaban muertos.

El sudor rodaba por sus sienes, y no sólo por el calor abrumador

debajo de sus pies. Con cuidado, se tendió sobre su estómago y se

arrastró hacia ella, al igual que lo haría una persona en un lago

congelado tratando de rescatar a una víctima sin enviarlos a

ambos a través del hielo.

—Oh, Dios —gimió—. ¡Rápido!

Increíblemente, su mente se bloqueó. Afilada a la tarea que no

debía fallar, salvar a su compañera. Poniendo el hacha a un lado de

él, se extendió hacia ella.

—Suelta tu hacha, también, y dame tus manos, cariño.

Ella lo hizo y cerraron su agarre alrededor de las muñecas del

otro.

—No me sueltes —susurró ella, su boca blanca a pesar de su color

de piel bronceada.

—De ninguna manera, amiga. Mira mis ojos. Concéntrate en mí.

—Está bien.

Una extraña, inquietante calma se apoderó de él cuando comenzó

a retroceder. Parte del techo se derrumbó bajo el estómago de ella

y se resbalaron, pero aparte de un jadeo duro, ella no hizo ningún

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sonido. Sólo continuó haciendo lo que él había pedido, mirándolo

con plena confianza.

No había más tiempo. Tenía que sacarlos de esta trampa mortal.

Sin dejarla ir, él se movió, poniéndose de rodillas. Se inclinó, lanzó

su peso hacia atrás, dando un tirón por todo lo que valía la pena.

Eve se deslizó por el agujero y hacia el techo, y él tiró de ella hacia

atrás varios pies antes de ayudarla a levantarse.

—¿Puedes caminar?

—Creo que sí. —Pero ella hizo una mueca cuando dio un paso—.

Maldita sea. Debo haberme torcido...

El edificio se sacudió.

—¡Mierda!

Tommy se abalanzó, agarrándola y lanzándola por encima del

hombro a la manera de un bombero. Si alguna vez se había movido

más rápido, incluso cuando había esquivado al más grande, más

rudo defensa del campo, no podía recordar cuándo. Antes de que

su cerebro registrara sus acciones, él estaba sobre la repisa,

haciendo su camino por la escalera un jodido infierno mucho más

rápido y más suave de lo que había subido. Llevando una carga

adicional, no menos, la cual estaba chillando en protesta por la

vista al revés, colgando como un saco de patatas a dos pisos del

suelo.

—Voy a vomitar —anunció.

—No en mi abrigo, no lo hagas.

Le pareció oír una risa, pero podría haber sido un gruñido. No

había manera de estar seguro.

Antes de darse cuenta, estaban abajo. Se bajó en la parte inferior y

dejó a Eve suavemente en el suelo delante de él. En un instante,

estaban rodeados de todo el equipo, además de unos cuantos

chicos de las otras estaciones, exigiendo saber qué pasó. Sean,

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primero entre ellos, con una expresión que Tommy nunca había

visto antes en su hocico robusto.

Miedo desnudo.

—¿Qué demonios pasó? —dijo Sean con voz áspera.

—Eve cayó a través del techo —dijo. Y Cristo, aquí vinieron las

sacudidas. Retrasadas, pero con fuerza.

Con ese anuncio, Sean palideció. Se dio la vuelta y se dirigió hacia

la ambulancia con Six-Pack y Julian, donde la sentaron en la parte

de atrás, sacándole su bota para echar un vistazo al tobillo

lesionado. Tommy arrastraba sus pasos, temblando como un

caballo de carreras drogado.

Dulce Jesús, casi había perdido a una colega. Y una maldita buena

amiga.

Una cosa que sabía con una maldita certeza, y la verdad no era

fácil. Esto no era para lo que se inscribió cuando se unió al

departamento de bomberos. No por un tiro largo.

Y no tenía una sola idea de qué hacer al respecto.

***

La bombero había sido herida.

Otra persona inocente herida para que él pudiera vivir una vida lo

más normal posible. Manteniéndose así durante algunos años más.

Tal vez de forma indefinida.

El estómago de Will se revolvió. Odiaba esto. Odiaba mentirle al

abuelo, a sus compañeros de trabajo, sus pocos amigos. Aborrecía

la posición en la que él se había puesto a sí mismo en todos los

frentes. Sí, había hecho esto. Había sido temerario y arruinado su

propia vida, entonces arruinó a otros con el fin de salvar su propio

pellejo.

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Era como hacer malabares con hachas y sierras. Con los ojos

vendados.

¿Qué diría el abuelo si supiera toda la sórdida verdad? El estrés y

la sorpresa probablemente matarían al anciano al momento.

Imaginar su decepción hacía doler el pecho de Will, un dolor casi

físico.

El abuelo no podía descubrirlo. Nunca.

Sacando al anciano fuera de su mente, o eso se dijo, metió la mano

en el bolsillo de sus vaqueros, pescando su teléfono... que había

dejado en casa. Una vez más.

No podía decir que lamentaba mucho tener que hacer su llamada

más tarde. Mucho más tarde.

Will estaba a punto de salir, cuando uno de los bomberos en la

calle miró en su dirección. El hombre, caminando a la ambulancia

donde la bombero estaba siendo comprobada, se detuvo un

instante. Se quedó mirando a Will.

Directo a él.

Se jaló la gorra hasta los ojos y se alejó. Casual, hombre. Tranquilo,

como un transeúnte comprobando la acción. Yéndose.

Estaba a medio camino por la calle antes de que él se arriesgara a

dar una mirada por encima del hombro y dio un suspiro de alivio.

El bombero ya no estaba prestándole atención a él. Nadie lo

estaba.

Unos pocos trabajos más, entonces él iba a salir. Tendría suficiente

almacenado para pagar por sus medicamentos y los del abuelo,

para siempre. No más lucha y preocupación.

Eso era lo que se decía en la noche, cuando no podía dormir.

Cuando sus demonios prometían mantener su reserva en el

infierno.

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Capítulo 6

Traducido por Kasycrazy y rihano

Corregido por obsession

hea colocó el trapo y lo puso bajo el fregadero, luego lavó

sus manos, dejando a su mente vagar para anticipar el día.

Ordenar su pequeño apartamento no le había llevado

mucho tiempo, tal vez una hora. Era curioso cómo ella vivía por

sus días libres, y aun cuando llegaban, no tenía ni idea de qué

hacer una vez que acababa con sus tareas.

—Podría intentar conseguir una vida —le dijo a Miss Kitty, quien

vagaba alrededor de sus tobillos maullando por comida. Le dio a la

gran persa gris una sonrisa triste—. O podríamos convertirnos en

ancianas juntas, ¿qué tal?

Miss Kitty no lucía sorprendida. Con la cola ondeando como una

bandera, caminó hacia su plato de comida, olfateó y miró hacia

atrás a Shea con expectación.

—No, señorita, no es hora de comer.

Con lo que se encontró con otro maullido lastimero. Y como

siempre, Shea fue incapaz de resistirse a tan sincera petición.

Cuando y si fuera lo suficientemente suertuda como para tener

hijos, ella probablemente los malcriaría.

La vieja punzada de pérdida la hirió brevemente. No tanto como

solía hacerlo, atenuada por el paso de diez años. Pero una parte de

ella era igual, la vieja cicatriz que nadie podía ver excepto Shane.

Pescando en la despensa, cogió el contenedor lleno de pienso para

gatos y vertió un poco en el plato de Miss Kitty. El maullido cesó

S

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mientras la felina se agazapaba y procedía a masticar,

aparentemente feliz.

—Si simplemente todo el mundo lo tuviera tan fácil, ¿eh? Sólo

pedir lo que quieres y después dormir todo el día bajo el sol.

Y, chico, estaba hablando con su gata. O con ella misma. De

cualquier manera, ella tenía que salir de aquí por un rato o se

volvería loca.

En su habitación, sacó un par de pantalones cortos de deporte y

una camiseta sin mangas, y se cambió los vaqueros y la camiseta

de manga corta. Unas zapatillas completaban el conjunto, y estaba

preparada para salir a caminar.

No por primera vez, le hubiera gustado tener un perro que sacar a

pasear. Sería buena compañía.

O un hombre.

Un hermoso hombre de cabello rubio y ojos azules.

—¡Argh! —Saliendo de la habitación, cogió sus llaves de la cocina

y salió, cerrando la puerta detrás de ella.

No ser capaz de hablar con Cori esta semana era frustrante. Tan

feliz como estaba por su amiga, le podrían servir algunos consejos.

Consejos femeninos, preferiblemente de alguien que conociera a

Tommy un poco, lo que descartaba a Shane en ambos frentes.

Había algunas cosas que una mujer no quería tratar con su

hermano, sin importar lo cercana que fuera su relación. Además,

Shane no necesitaba otro motivo para meter la nariz en sus

asuntos más de lo que lo hacía últimamente.

Shea empezó a bajar de la acera hacia el pintoresco camino que

rodeaba la propiedad. Ella no estaba mucho por el trote, pero sí

que disfrutaba de un buen paseo. Le ayudaba a despejar la mente.

Por lo general.

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Hoy sus pensamientos venían uno detrás de otro, sin darle paz. La

recepción de la boda del sábado tomó protagonismo de nuevo, a

pesar de sus intentos de bloquearla de los últimos días. Todo lo

que podía ver era la expresión herida de Tommy. A Tommy,

girando para dejarla sola, mirando tras él, desgarrado. La horrible

escena estaba en un bucle, conduciéndola a la locura.

¿Cuándo te des cuenta de que el egoísta, empujador de lápiz y saco

de mierda no puede darte lo que necesitas? Llámame.

Incluso si le llamara, ¿qué le diría?

Verte alejarte de mí volvió todo mi mundo opaco y descolorido. Te

necesito tanto que no puedo dormir. Te quiero más de lo que nunca

he querido a ningún otro hombre, y estoy asustada a muerte.

Y luego él querría saber por qué.

Sería amable y comprensivo, ella no tenía ninguna duda. Querría

ayudarla a avanzar. Lo que no entendería era que no sería capaz de

ayudar, ya que era parte del problema. Indirectamente, pero lo era.

Conocía a Tommy lo suficientemente bien como para saber que le

heriría esa falta de confianza. Lo tomaría como algo personal.

¿No le había herido ya? Obviamente se había sentido rechazado y

confundido por sus señales mixtas.

—No estás más confundido que yo, amigo. —Suspiró, cogiendo el

ritmo. El día se estaba poniendo caluroso cuando eran apenas las

once, el sudor bajaba por su espalda y por entre sus pechos.

Intentó concentrarse en lo que la rodeaba, sus zapatillas

golpeando el pavimento, y evocó una canción con buen ritmo para

tararear mientras iba. La próxima vez tendría que coger su

reproductor de MP3 y sus auriculares.

Después de hacer un circuito alrededor del complejo completo,

comenzó a ir hacia casa. ¿Y ahora qué? Tal vez medio litro de

Chunky Monkey de Ben & Jerry para negar completamente los

beneficios de su paseo. O a lo mejor ir en coche al río Cumberland,

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debajo de la presa. Su despensa estaba medio vacía también. Le

vendrían bien algunos comestibles, pero realmente no tenía ganas

de...

Sus pensamientos se paralizaron. Al otro lado del aparcamiento,

un hombre familiar caminaba desde el camino que llevaba a su

apartamento hasta una camioneta Chevy azul oscuro. Su cabeza

estaba decaída, con una mano excavando en el bolsillo de sus

vaqueros, sacando un juego de llaves. Mientras ella se apresuraba

en acortar la distancia, él desbloqueaba la puerta del conductor, la

abría y entraba.

—¡Tommy! ¡Espera!

Él dudó. Para su alivio, una larga pierna apareció, seguida de un

metro ochenta y tres de un delgado y exquisito hombre. Se inclinó

justo en el interior de su puerta abierta contra el marco, metiendo

el pulgar en el bolsillo de sus vaqueros, y miró en su dirección. Su

expresión era ilegible y eso la puso más nerviosa que si hubiera

estado enfadado.

Bueno, ella había querido alguien con quien hablar, y aquí estaba

él, en carne y hueso. Simplemente no había esperado que el objeto

de su angustia apareciera en su puerta. Ella corrió más cerca y se

detuvo a unos metros de él, dándole una sonrisa que esperaba que

no traicionara su ataque de nervios.

—Hola —dijo ella, sin aliento.

—Hey. Vine a hablar, pero no recibí respuesta.

—Sí, he salido a dar un paseo. Me estaba sintiendo encerrada,

supongo.

Inclinó la cabeza, sin hacer ningún movimiento hacia ella.

—Estoy sorprendido.

—¿Por qué?

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—Había pensado que el Sr. Administrador de la Ciudad te

mantendría muy ocupada.

Poniendo una mano en la cadera, ella lo miró.

—Si realmente pensabas así, ¿por qué estás aquí? ¿Para lanzarme

más pullas sobre Forrest? Habrás notado que yo no te he llamado,

y una paliza verbal no es exactamente la manera de hacerme

cambiar de opinión.

Tommy bajó la cabeza y se quedó en silencio por unos momentos.

Cuando levantó la mirada, su expresión era de arrepentimiento.

—Lo siento. No es por eso que he venido, pero parece que no

puedo filtrar lo que va de mi cerebro a mi boca en lo concerniente

a ese tipo. Imaginarte a ti con él... sabes que está volviéndome loco.

Pero no es por eso que me he detenido por aquí.

Ella esperó mientras él reagrupaba sus pensamientos para

continuar.

—Vine a disculparme por mi comportamiento del sábado —dijo él

tranquilamente—. No hay excusa para dejar a una dama plantada

de la manera en que lo hice. Fui grosero y espero que me

perdones.

Ella nunca había visto a Tommy tan serio, y algo en su actitud la

puso en alerta. El terror se enrolló en sus venas.

—Por supuesto que lo hago, no es que hubiera algo que perdonar.

Te hice daño también, y lo siento. Sé cómo te sientes acerca de

Forrest y no puedo cambiar eso.

Su risa era infeliz, y se pasó una mano por el pelo, haciendo que las

hebras iluminadas por el sol asomaran por todas direcciones.

—¿No puedes? Supongo que eso me dice todo lo que tengo que

saber, pero como soy un bastardo masoquista, voy a buscar y

disparar. ¿Tienes algún sentimiento por mí en absoluto?

—Sí —susurró ella—. Somos amigos, ¿no es cierto?

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Un espasmo de dolor relampagueó en esos increíbles ojos.

—¿De la misma manera que él es tu amigo? ¿Alguien

medianamente interesante con quien pasar el tiempo con algo de

vino y conversación aburrida?

—No. ¿Has olvidado nuestro baile? ¿Nuestro beso? Eres mucho

más que eso para mí.

Acercándose, él pasó suavemente sus nudillos por su mejilla.

—No he olvidado ni un segundo de lo bien que se sintió

sostenerte, pero yo no fui el que se alejó. No quieres que yo sea

nada más, ¿verdad? Sigo empujando contra tus muros, y para serte

sincero, nena, mis manos están empezando a sangrar. ¿Quieres

que me vaya para siempre? Mírame, dime que te deje en paz y lo

haré. Te juro que me meteré en mi camioneta, conduciré y nunca

te molestaré de nuevo. ¿Es eso lo que quieres?

Él quiso decir cada palabra. Dejarla lo haría pedazos, pero haría

exactamente eso. Por ella.

¿No más Tommy? Sus sonrisas, su risa, su entusiasmo por la vida.

Acabado. Y si ella lo dejaba ir, la siguiente mujer no cometería el

mismo error. Una mujer incluso más impresionante que Daisy

Duke. En sus brazos. Su cama. La idea la ponía enferma.

Las cosas habían cambiado, y ella tenía toda una nueva impresión

de cómo había reaccionado él, verla con otro hombre.

—Apartarme fue una respuesta instintiva y es mi problema, no el

tuyo. —Tomando una de sus manos, ella unió sus dedos, amando

las vastas callosidades. Las manos de un hombre que trabajaba

duro—. Te necesito en mi vida, y la manera en que me haces

sentir... es maravillosa, y eso me asusta también. Hay cosas con las

que creía haber tratado hace tiempo, antes de ti. Cosas malas.

—¿Cómo qué? Habla conmigo, Shea.

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—Algún día, ¿vale? Por ahora, ¿puedes ser paciente conmigo un

poco más? —Por favor. Ella no quería adentrarse en esto hoy,

cuando las cosas estaban tan crudas entre ellos.

—Nena, no voy a irme a ningún lado a no ser que me hagas

hacerlo —dijo él, apretándole la mano y atrayéndola a su cuerpo

cálido—. Tú diriges, todo el camino. Yo estoy aquí para ti, para

cualquier cosa que necesites. Simplemente no sigas regateando

conmigo como con una pelota de básquet. Si puedes prometerme

eso, tengo toda la paciencia del mundo.

Él besó su nariz y ella sonrió.

—Sin más regateos, lo prometo. No tienes ni idea de lo que me

haces.

—No. Tal vez sería mejor que me lo enseñaras.

Elevándose, envolvió sus dedos alrededor de su cuello y bajó la

cabeza de él. Capturando su boca, le encantó su gemido de

rendición. Amaba ser la instigadora de un cambio, sus fuertes

músculos tensos por el deseo, su cuerpo temblando contra el de

ella.

Ella exploró su boca, saboreando un toque de cerveza casi

enmascarado por la menta. Detrás de eso, su sabor único,

embriagador y masculino como su picante esencia.

Sus brazos la envolvieron mientras él se inclinaba hacia atrás

contra su camioneta, con las piernas abiertas, se acurrucó

directamente dónde quería estar. Como antes, ella fue golpeada

por una abrumadora sensación de corrección. Como si la hubieran

hecho para este hombre, toda su existencia había sido para esto,

hacer tiempo hasta que ella encontrara al hombre lo

suficientemente valiente como para romper su seguro caparazón.

—Dios, si seguimos con esto voy a avergonzarme a mí mismo —

dijo él con voz ronca, ahuecando su rostro.

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Su erección hizo una madriguera en su estómago, fuerte y caliente.

Insistente. Estar pegada contra un cien por cien de potencia, envió

señales de apreciación masculinas a cada terminación nerviosa.

Una palabra y ella lo tendría en su cama, deslizándose dentro de

ella, follando en su colchón.

Señor, ella estaba húmeda. No había sido célibe a lo largo de los

años, pero su deseo por este hombre era completamente diferente.

Ella nunca se había sentido como si muriese si no frotaba su

cuerpo desnudo contra el de él, piel contra piel. Quería rodar

sobre él, marcarlo como suyo.

—¿Quieres entrar?

Él asintió, con los labios curvándose hacia arriba.

—Me encantaría. Pero no voy a saltar sobre tus huesos... aún. No

creo que estemos preparados.

—¡Habla por ti!

En el fondo, sin embargo, ella sabía que él tenía razón. Había

aprendido una dura lección antes. ¿Qué tenía Tommy que le hacía

lanzar el sentido común por la ventana?

—Bueno, estoy preparado físicamente. No voy a ocultar la verdad.

—Su lenta sonrisa era devastadora—. No estoy, sin embargo,

dispuesto a estropear todo.

—Pensaba que habías dicho que yo dirigía —señaló ella.

—Lo haces. Es por eso que no voy a dejar que las cosas vayan

demasiado lejos. No hoy.

—¿Huh? ¿Entonces cómo puedes decir que yo estoy a cargo si me

estás diciendo que no?

—Porqué tú no has tratado de convencerme —dijo él

gentilmente—. No realmente. Cuando estés realmente preparada,

lo sabrás. Estarás absolutamente segura, y ambos estaremos en la

misma página.

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—Oh.

La verdad se reveló y ella lo miró, viéndolo con una nueva luz otra

vez. Él podría haberse aprovechado de su vulnerabilidad, saciado

su lujuria, sabiendo que eso podía hacerles daño a la larga. Pero no

lo había hecho.

—Dulce y maravilloso hombre. —Ella le regaló un beso lento—.

¿Eres de verdad? No importa. Puedo decir que lo eres. —Él todavía

estaba duro como una roca y seguramente adolorido.

Se echó a reír y sacudió la cabeza.

—Tengo una idea. ¿Por qué no tomamos una hamburguesa o algo

así? Hablar por un rato.

—Soy una bola desagradable de sudor, así que si vas a esperar

mientras tomo una ducha rápida, lo tienes.

—Pasa que me gustas sudorosa. Hace que sea más fácil resbalar en

la meta. Él movió sugestivamente las cejas, haciéndola reír.

—Qué asco. Me voy a duchar y eso es un fetiche que puedes tachar

de tu lista, amigo.

Dando un paso atrás, ella se dio la vuelta y se dirigió a su

apartamento, riéndose de su ruidosa protesta.

—¡Oye! ¡Yo no he dicho esa palabra a tu alrededor nunca! —Se

apresuró él a informarle—. Mis amigos casi la han preparado para

mí.

—Bien. Pero no cambies otra cosa, ¿de acuerdo? Me gustas tal

como eres.

—¿En serio?

—Sí. ¿Y yo qué? ¿Hay algo que cambiarías?

—¿Estás bromeando? —Sonaba sorprendido mientras

emparejaba su paso a su lado—. Eres la mujer más perfecta que he

conocido. Tú eres inteligente, hermosa...

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—No estaba buscando un cumplido —dijo ella, el color calentando

sus mejillas. Mentirosa.

—No importa si lo estabas. Así es como me siento y si cambias un

pelo de tu cabeza, voy a estar molesto.

—Hum. Supongo que el mohawk teñido de púrpura está

descartado, entonces.

—A menos que quieras que yo luzca uno a juego.

—Definitivamente descartado.

Ella sacó las llaves de sus pantalones cortos y los hizo entrar,

soltando un suspiro de alivio al estar en el espacio con aire

acondicionado.

—Por Dios, deben hacer cuarenta y tres grados afuera. ¿Quieres

algo de beber mientras esperas?

—No, estoy bien, gracias. —Él miró a su alrededor—. Bonito lugar.

Más grande que el mío y más iluminado. Has conseguido más luz

solar que yo.

Ella hizo una mueca al recordar que no lo había invitado en su cita

anterior. La primera vez que habían salido, él simplemente la

había recogido en el hospital y habían tomado una hamburguesa

juntos. Salidas muy ocasionales, como la de hoy, pero no habían

hablado mucho más allá de trabajo, comidas favoritas, películas y

tal.

Hoy podría manejarlo un poco diferente.

—Gracias —dijo ella, complacida de que él aprobara su humilde

morada. Encaminándose hacia la cocina, sacó una botella de agua

de la nevera—. He disfrutado de vivir aquí. Buen vecindario, no

muy lejos del trabajo y los apartamentos tienen sólo unos pocos

años de antigüedad. La renta no es demasiado elevada, o sea,

comparada con algunas.

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—Me gusta. He estado pensando en conseguir un lugar más

agradable, así que tal vez vaya a buscar en esta zona.

—Genial. Creo que te gustaría aquí. —Ella desenroscó la tapa de la

botella, bebió un largo trago y se limpió la boca—. Siéntete como

en tu casa. Sólo serán un par de minutos.

—Date prisa, o podría tener que ir tras de ti.

Ella pensó que él estaba bromeando, pero se apresuró de todos

modos... a pesar de que tuvo la tentación de detenerse y pinchar al

león, por así decirlo. Probablemente una mala idea.

Así que se apresuró a ducharse y secarse rápidamente, luego se

cambió a unos frescos pantalones cortos color azul y una camiseta

veraniega blanca. Informal, se recordó. Hamburguesas y patatas

fritas. Ella podía hacer esto.

Una vez terminó de colocarse un toque de maquillaje, salió para

encontrar a Tommy hojeando su última revista People, Miss Kitty

extendida sobre su regazo como una alfombra peluda. La cabeza

del felino a tope con su brazo, exigiendo atención y él se detuvo

para darle una caricia. El espectáculo era muy lindo, y su corazón

se derritió mucho más, si era posible.

—¿Listo?

Él levantó la vista, mirándola con aprobación, el calor

inconfundible.

—Lo estoy. Eres demasiado bonita para que seas vista conmigo,

sin embargo. Debo comprarte una cena de bistec en vez de otra

hamburguesa simple y llana.

—Oh, cállate. Nadie piensa que soy bonita excepto tú, y las

hamburguesas son geniales para mí.

—Apuesto a que Shane cree que eres bonita.

Ella puso los ojos en blanco.

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—Él es un hermano, y ellos no cuentan.

Tommy se quedó inmóvil, el color desapareciendo de su cara.

—Sí, cuentan —dijo en voz baja—. Nunca des su opinión por

segura.

—Yo-yo no lo hago. Yo estaba haciendo una tonta y típica broma de

hermano, eso es todo. —Mierda, ¿qué acaba de pasar aquí?

Su sonrisa parecía forzada mientras se levantaba, poniendo a un

lado a Miss Kitty.

—¿Vamos?

—Um, claro.

Esta vez, ella agarró su bolso y el agua junto con sus llaves y se

pusieron en marcha. Tommy tomó su mano y la llevó hasta su

camioneta, abrió la puerta del pasajero y la ayudó a entrar.

Mientras caminaba por la parte delantera hasta su lado, ella notó

que él todavía parecía rígido. La forma de su boca era algo plana,

su expresión molesta, aunque él trató de ocultarlo.

Cuando entró, sin embargo, le lanzó una sonrisa de verdad que

alivió el nudo en su pecho. Lo que fuera que estuviera mal, él no

estaba enfadado con ella.

Él se retiró de la plaza de estacionamiento, mirándola brevemente.

—¿Puedo preguntarte algo sin hacerte molestar?

—Eso espero. —Cuando no se rió, ella suspiró—. Claro, adelante.

—¿Saliste con Prescott después de la recepción?

—Lo hice —dijo ella, estudiando su reacción con cuidado. Sus

nudillos se pusieron blancos sobre el volante y sus ojos brillaron,

pero su tono fue plano.

—Ya veo. ¿Cómo se conocieron ustedes dos, de todos modos?

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—Él estaba en un evento de caridad de la policía con algunos de

los concejales de la ciudad, y Shane nos presentó. Escucha, Forrest

es un amigo. Sí, a él le gustaría ser más. Pero no hay más, y así se lo

dije esa noche. ¿Cómo puede haberlo, sobre todo después de...?

Después de que me sostuviste y bailamos, nos besamos como si lo

necesitáramos tanto como el aire para respirar.

No tuvo que decirlo, porque él lo oyó igual. Sus manos se relajaron

en el volante y también lo hicieron sus hombros.

—Gracias. No tenías que decírmelo, pero estoy feliz de que lo

hicieras.

—No puedes convencerte a ti mismo de estar atraído por alguien

si no lo estás. Eso no funciona.

Sus cejas se fruncieron.

—¿Eso es lo que trataste de hacer con él?

Ella vaciló.

—Supongo. No lo hice bien.

—No lo entiendo —dijo, desconcertado más que molesto—.

Quiero decir, yo sé que es un mejor partido, al ser un pez gordo...

—¡No! Nunca pienses eso porque no es cierto. No puedes creer

que soy tan superficial.

—Por supuesto que no. Lo siento. Retiro lo que dije.

Mirando a su perfil, ella se preguntó cómo poner el tema a

descansar.

—¿Podemos llamarlo locura temporal de mi parte y dejarlo por

ahora?

—Por supuesto, nena.

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El término cariñoso la entibió. La había llamado nena más de una

vez, y eso le daba un sentido de pertenencia. La hacía sentir

especial.

En cuestión de minutos, él se detuvo en el estacionamiento de

Stratton’s y apagó el motor. Los lugareños habían temido que el

nuevo McDonald’s pondría al icono de mucho tiempo fuera del

negocio, pero hasta ahora ambos habían prosperado. Stratton’s

tenía las mejores hamburguesas, batidos y helados que alguna vez

había probado, y su estómago retumbó con anticipación.

—Mejor consigo tu alimento, tigre —dijo Tommy, sonriendo.

—¿Carbohidratos y grasa? ¡Hagámoslo!

—Me gusta la manera en que piensas. Además, siempre podemos

quemarlos.

Sí, ella podía imaginar cómo. Podría tener graves problemas de

confianza, pero no estaba hecha de hielo.

En el interior del restaurante con tema de los años cincuenta,

encontraron una mesa y se sentaron uno frente al otro. Casi al

instante, los menús aparecieron y buscaron a través de las

opciones, aunque la mente de Shea estaba más en la compañía que

en la comida.

—Hamburguesa de queso para mí —dijo ella, poniendo a un lado

su menú.

—Yo también. No soy exigente cuando tengo hambre, lo que es

todo el tiempo.

—En buena cosa que seas eres un bombero entonces. De acuerdo

con Cori, ustedes pueden cocinar como chefs de cinco estrellas.

Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

—Un mito completo, te lo aseguro. Hasta hace poco, los chicos no

me dejaban cocinar nada sino perros calientes. Patético, pero

estoy aprendiendo.

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—Hum, tal vez necesitas más práctica. Siempre podrías

prepararme la cena... —Su voz se desvaneció, jugando con la

servilleta.

—Dios mío, quiero impresionarte, no provocarte una indigestión.

—No estoy preocupada. Incluso podría ayudar, si quisieras —le

ofreció ella. Su rostro se iluminó y le sonrió.

—En ese caso, ¡estás contratada! Yo trabajo mañana, estoy libre el

jueves y el viernes. ¿Cuándo es tu próxima noche libre?

—Yo trabajo de 7 a 7 hasta el sábado, libro de nuevo el domingo.

—Dios, tenemos horarios de locos. Déjame pensar. Yo trabajo el

sábado y luego estoy libre el domingo y el lunes. Voy a salir a las

siete de la mañana el domingo, voy a casa y descanso por un rato.

¿Por qué no llevo las cosas para la cena a tu casa el domingo en la

tarde? Podemos hacerla temprano, ya que tienes que estar en el

trabajo el lunes por la mañana.

—Me parece bien. ¿Quieres venir a eso de las cuatro?

—Es un plan.

La camarera pechugona de mediana edad tomó su orden con una

gran y coqueta sonrisa dirigida con firmeza en la dirección de

Tommy, muy a su disgusto. Para su crédito, sin embargo, su mirada

no se dirigió más abajo de su cara y no pareció darse cuenta de las

miradas sensuales arrojadas hacia él.

Finalmente, la mujer mayor se alejó y Shea soltó un suspiró

reprimido.

—¿Cómo lo soportas?

—¿Soportar qué?

—Nada. —Él no podía estar tan ajeno a su atractivo sexual. ¿O sí?

—Oh, eso —dijo él, agitando una mano con indiferencia—. Ella

estaba siendo obvia, ¿verdad? Yo sobre todo lo ignoro, mientras

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trato de ser cortés. Los chicos se burlan mucho de mí por mi

parecido con Brad Pitt y voy a admitir que lo exagero un poco,

pero, sinceramente, no lo veo.

Sus cejas se movieron hacia la línea del cabello.

—Entonces has conseguido que tus ojos sean picoteados y

comidos por los cuervos, amigo.

—Desagradable. —Él hizo un gesto exagerado con la cara—. Mi

apetito ha desaparecido.

Ella no pudo resistir la tentación de burlarse de él.

—Para un hombre que dice que siempre tiene hambre, esa es toda

una hazaña. ¿Deberíamos irnos?

—Bueno, tal vez no ha desaparecido por completo.

—Ya me parecía.

Se quedaron en silencio y ella disfrutó de su compañía, satisfecha.

Un pensamiento fugaz e incómodo de que nunca nada era así de

fácil revoloteó por su mente, pero ella lo rechazó. Merecían un

poco de diversión, maldita sea.

—Lo siento, lo pagué contigo antes, cuando dijiste que los

hermanos no cuentan. —Su mirada bajó hasta la mesa—. Yo solía

darle problemas a mi hermano por husmear en mis asuntos,

dando su opinión donde no se quería o necesitaba. Ahora daría

cualquier cosa porque él pudiera decirme lo que pensaba acerca

de cualquier cosa.

Oh, no.

—¿Qué le pasó?

—Donny era un infante de marina. Fue asesinado en Irak hace más

de tres años.

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Capítulo 7 Traducido por Fanny & Aяia (SOS) & Fanny (SOS)

Corregido SOS por Gabba

os ojos de Shea se abrieron, y Tommy se podría haber

pateado a sí mismo. ¿Qué diablos le había hecho revelar

algo tan personal? ¿Algo tan malditamente triste?

—Cristo, que decepción, ¿eh? Por favor, olvida lo que dije.

Pero ella puso su mano sobre las de él, su bonita cara llena de

simpatía y comprensión.

—Con Shane, sabemos mucho sobre cómo se siente perder familia

cercana. Nuestros padres fueron asesinados, justo después de

graduarnos de la preparatoria y, aunque es una situación

diferente, puedo relacionarlo.

—Dios, eso debió ser duro para ambos, y siendo tan jóvenes —

dijo tomando su mano—. Al menos yo tenía a mis padres y ellos a

mí. De hecho, aún estamos muy unidos. —Excepto por el hecho de

que él nunca sería Donny, especialmente a los ojos de su madre.

—Fue difícil, pero Shane nos sacó adelante. Nuestros padres nos

dejaron una propiedad en Cumberland, y él vendió una extensión

para mantenernos a flote mientras decidíamos nuestras carreras.

Pero lo que tú has pasado… No puedo imaginar perder a Shane. A

pesar de que trato de no hacerlo, pienso sobre lo tan peligroso que

es su trabajo. Cualquier día podría abrir la puerta y encontrar a

uno de sus amigos ahí, diciéndome que lo siente.

Él asintió.

—Espero que nunca tengas que saber lo que se siente.

L

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Sintió horror, sabiendo que Donny no murió rápidamente.

Sabiendo que antes de ser decapitado, fue torturado durante días.

Sintiendo como una parte de Tommy sangraba en la arena del

desierto y murió con él.

—Tus padres, ¿lo llevan bien?

—Supongo que tan bien como puede esperarse. Estaban tan

orgullosos de Donny. Se encontraba en el ejército a largo plazo,

convencido de que se retiraría como un general. Y creí que lo

haría.

—¿Y acerca de ti?

—¿Yo? —La pregunta lo sorprendió.

—Sí, tú. Dijiste que Donny estaba en el ejército de por vida. En ese

entonces, ¿qué hacías? ¿Ya planeabas ser bombero?

Sus sodas estaban frente a ellos, pero apenas lo notó.

—Era el mariscal de campo estrella para el Alabama Crimson Tide.

—Se escuchó decir así mismo—. Era prometedor, con el buscador

de talentos de la liga nacional salivando por el día en que

finalmente entrara al proceso de selección. Todo funcionaba.

Y expresándolo en voz alta, se sorprendió por lo amargado que

estaba de que la muerte de su hermano le negara sus sueños. Que

sus padres estuvieran tan envueltos en su dolor, que no hubieran

notado al hijo que les quedaba. Que nada de lo que hiciera para

complacer a su madre había dado resultado en tres años.

¿Eso era egoísta? Se sentía como un completo bastardo.

—Guau, ¿descubierto por la NFL1? Interesante. ¿Qué pasó con eso?

1 NFL: National Football League. Es la mayor liga de fútbol americano profesional de Estados

Unidos.

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—La vida pasó. Acababa de comenzar mi segundo año y después

de que Donny murió, fui a casa para estar con mis padres. Nos

necesitábamos el uno al otro.

—¿Y qué? ¿Te echaron de la universidad por haber faltado tanto

tiempo?

—No, simplemente nunca regresé.

—¿Por qué no?

—Mi hermano volvió a casa en pedazos. Después de eso, por un

largo tiempo, no mucho parecía importarme.

La camarera trajo los platos llenos con hamburguesas y patatas

fritas, pero de repente el estómago de Tommy estaba con náuseas.

Le dio un mordisco, muy consciente de que su hermano nunca

podría disfrutar de un placer tan simple otra vez. Una buena

comida, una espectacular mujer. Tanto para recordar para nunca

darlo por sentado.

Shea tomó una patata frita, mirándolo con compasión.

—Es un testimonio de lo fuertes que tú y tus padres son por ser

capaces de sobrevivir y continuar. Mírate, un exitoso bombero.

Creo que eso es bastante especial.

Tanto por no dar ningún aspecto de su vida por sentado.

—Sobrevivimos. Nos trasladamos, no tanto. Siempre habrá este

enorme hueco que no puedo llenar, sin importar cuántos

trabajadores de construcción rescate o incendios apague. Creo

que… no, olvídalo.

—Dime, por favor —dijo ella con seriedad.

Casi mintió para evitar la decepción que seguramente vería en su

rostro. Pero si esperaba ganar su confianza, tenía que escuchar la

verdad.

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—Creo que tal vez dejé el fútbol y me convertí en bombero por la

razón equivocada. Perdí el corazón para jugar porque pensé que

no honraba la memoria de Donny. ¿Tan importante es un juego

cuando hay chicos muriendo por nuestro país? Estaba

determinado a ser el gran hombre que él fue, el más grande en la

vida. Salvar el mundo, hacer la diferencia. —Le dio una risa

irónica—. Es como una broma, ¿verdad?

Pero incluso eso no era la completa verdad detrás del por qué

renunció a su sueño de jugar fútbol profesionalmente y lo sabía.

¿Cómo podría decirle que no se sentía valorado por sus padres

después de la muerte de Donny, especialmente por su madre?

¿Qué habría hecho cualquier cosa si pensaran tan bien como lo

hacían de su hermano muerto?

En lugar de ver decepción en los ojos de Shea, no vio nada más

que entendimiento. El nudo en su estómago se aflojó un poco.

—Estás siendo demasiado duro contigo mismo. Haces una

diferencia, cada día —insistió ella—. Debido a ti, ese constructor

se fue a casa con su familia y eso es una cosa impresionante. En lo

que respecta a tu carrera en el fútbol, hiciste lo que tenías que

hacer en ese momento. ¿Cómo se supone que ibas a sentirte?

¿Cómo ibas a actuar? Date un descanso.

—Shea, gracias. Nunca nadie me lo ha dicho de esa manera.

—¿Quizás porque nunca hablas de eso?

—Tan perceptiva como hermosa. —Le gustaba esto, conectarse

con otra persona que lo entendía. El brillo soltó lo suficiente su

lengua para decir su secreto más profundo, arrastrado de la

esquina más oscura de su corazón—. Desearía volver atrás, tomar

esas decisiones de nuevo. Ser el hombre que se supone que

debería haber sido, antes de tirarlo todo por la borda.

—¿No todos hemos dicho eso en algún punto? Pero piensa en

todas las vidas que hubieran sido afectadas si hubieras vuelto a la

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universidad. Ese trabajador podría haber muerto el otro día y él es

sólo el principio.

Tommy pensó en Eve casi cayendo del techo al infierno de abajo y

le dio escalofríos sólo de pensar qué le podría haber pasado si él

no hubiera estado ahí. Sin mencionar todas las vidas que no

habrían tocado la suya.

—Tal vez tienes razón. Tampoco hubiera conocido a mis amigos

en la estación, o a ti, lo que es impensable.

Una sonrisa jugó en las esquinas de su sensual boca.

—Entonces, si tuvieras una máquina del tiempo, ¿no me

abandonarías?

—No, pero regresaría en el tiempo y le diría a mi hermano que no

saliera con su unidad ese día. Que apelara un virus estomacal, lo

que fuera para evitar que lo capturasen y pasara por el infierno al

que lo sometieron antes de morir.

Su voz fue amable.

—Y por lo que me dijiste, este macho machote, no habría

escuchado.

—Probablemente no —admitió—. Los “qué pasaría si” son

suficientes para volverme loco.

—Entonces no puedes volver, pero si puedes avanzar. Si no eres

feliz, cambia de carrera —sugirió ella, desviando el tema de su

gran tristeza.

—¿Sólo así?

—¿Por qué no? Eres joven y lo digo en una buena manera. Aún

puedes reinventarte, es una oportunidad que la mayoría de las

personas no tienen o no toman.

Él sacudió su cabeza.

—Es muy tarde para el fútbol universitario.

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—Entonces ve al campamento de entrenamiento de los Titans,

como un paseo la próxima primavera. Los chicos lo hacen todo el

tiempo.

—Son pocos los escogidos, si los hay. —A pesar de todo, un

estremecimiento de emoción se apoderó de él.

—¿Por qué no te escogerían? Si eras tan bueno como dices…

—¡Oye, soy el mejor! —Le devolvió su sonrisa traviesa.

—Bien, ahí lo tienes. ¿Qué hay que discutir? Dale una oportunidad.

—Tal vez lo haga. —Ahora que era una verdadera posibilidad, el

pensamiento lo asustó un poco. ¿Y si no era tan bueno como lo era

hace tres años? ¿Y si sólo lo quería porque no podía tenerlo, como

un niño que rompió su juguete favorito?

—No tiene que ser fútbol —dijo como si leyera su mente—. ¿Qué

otros intereses tienes?

Meditó la pregunta por unos momentos.

—Me gusta resolver acertijos. Del tipo misteriosos, de la vida real.

Como este incendio sospechoso en un edificio abandonado, en el

que trabajamos el domingo. La energía había sido desconectada

hace meses, así que las probabilidades de que fuera un accidente

eran muy bajas. Llamaron a Arson para que investigara y,

efectivamente, encontraron rastros de gasolina usados para

iniciar el incendio.

—Realmente suenas muy emocionado con la parte detectivesca de

esto.

—Para mí es fascinante poner todas las piezas juntas para tratar

de llegar a una imagen clara de quién violó la ley y por qué.

—¿Es Arson una división especial del departamento de policías?

Ya que implica actividad criminal, nunca he estado segura.

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—Eso es una suposición fácil, pero no. Es parte del departamento

de bomberos, al menos en nuestra ciudad. Los investigadores de

incendios provocados están certificados por el Estado y trabajan

bajo el jefe de bomberos en la unidad de Prevención de Incendios.

Ella asintió.

—He escuchado que sus casos se sobreponen con uno que Shane o

sus detectives han abierto, sólo no estaba segura en dónde se

alojaban. Trabajan juntos cuando es necesario. ¿Crees que eso es

algo que disfrutarías?

De repente, su futuro parecía lleno de posibilidades.

—Sé que sí. Me da muchas cosas que considerar. La cosa es, no

tengo idea de lo que se necesita para entrar a Arson, si tengo que

ser policía certificado o qué. Sé que a veces los bomberos hacen el

traslado, pero significa solicitar un nuevo trabajo.

—Tampoco estoy segura, pero si quieres puedo preguntarle a

Shane —ofreció ella.

—Eso sería genial. Gracias, encanto.

—Es un placer.

La palabra placer pronunciada de esos sensuales labios le hizo

cosas a su ingle. Cosas sucias llevaron su mente lejos de los

recuerdos tristes y las oportunidades perdidas. Ahora su atención

estaba solamente en la mujer que hacía de su mundo un lugar más

brillante sólo por estar ahí, preocupándose por él.

Quería abrazarla y no detenerse en un beso. Desnudar su piel y

descubrir lo que la hacía explotar.

Lo que la hacía gritar.

—¿Por qué me miras de esa manera?

—¿De qué manera? —Su tono era la personificación de la

inocencia.

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—Como si tú fueras un chita y yo un antílope… oh, olvidado —dijo

ella, ruborizándose.

—Roowwrr. —Le enseñó los dientes, haciendo su mejor intento

de un chita.

Se rió tontamente y se dispusieron a terminar su comida. Después

de hablar con ella, el resto de su hamburguesa pasó más fácil. Lo

hacía sentir malditamente bien, calentaba un lugar dentro de él

que durante años había sido frío.

Cuando terminaron, Tommy pagó la cuenta y se fueron. La ayudó

a subir a la camioneta y por unos segundos, consideró pasearse

por ahí por un rato. Tal vez la llevaría a la tierra que Julian había

comprado, para enseñarle dónde su amigo y Grace planeaban

construir la casa de sus sueños.

Algo le dijo que tal vez estaría presionando las cosas un poco,

parecería como si estuviera dando pistas o algo. Mejor no

desperdiciar su recibimiento, y que esperase con ansias el

domingo.

En la puerta, ahuecó su dulce rostro y le dio el más ligero de los

besos. Permitiendo que sus cuerpos se tocaran lo suficiente para

electrificarse.

Ya que hoy era el día de las verdades, decidió decir una más.

—Shea, quiero que sepas que… Nunca antes he querido esperar,

con ninguna mujer. —Rozando sus labios en un beso suave—.

Antes de ti, nunca me importó.

***

El abuelo había estado actuando raro.

No es que alguien más que Will se diera cuenta, el cambio en el

hombre era tan sutil. Diablos, podría estar imaginando las miradas

de reojo, los ceños fruncidos de perplejidad, la manera en la que el

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viejo estaba alrededor de Will, más de lo usual. Durmiéndose

tarde, levantándose temprano. Podría ser.

Pero lo dudaba.

El abuelo tenía esa mirada que ponía cada vez que contaba una

historia de sus gloriosos días en el servicio. Sólo que últimamente

no contaba ninguna, un detalle preocupante por sí sólo.

Will suspiró y encendió su computadora. Mientras la máquina se

veía borrosa y giraba, miró sobre su hombro donde el abuelo

estaba sentado en su silla favorita, con el control en la mano,

viendo La Rueda de la Fortuna. Will reprimió un resoplido.

Qué irónico. El viejo podría absorber toda la mierda que quisiera,

pero Will tenía la verdadera fortuna en la punta de sus dedos. O en

cualquier caso, un maldito buen comienzo en una.

Dinero de sangre. Las palabras se curvaron alrededor de su

garganta y se las sacó de encima.

Satisfecho de que su abuelo no estuviera prestando atención, Will

abrió internet y desde favoritos, escogió la página web de su

banco. Empezó a iniciar sesión, pero no podía recordar su maldita

contraseña. En estos días, una persona tenía que recordar un

trillón de números, nombres de usuarios, y contraseñas para

seguir adelante. Molesto, removió el cajón superior de su

escritorio hasta que encontró el sobre del banco en el que había

escrito la información. Ahí.

Puso el sobre en el escritorio e inició sesión, luego eligió su cuenta

de ahorros, sin preocuparse de que su abuelo pudiera ver la

pantalla desde el otro lado de la habitación. El anciano ya no podía

detectar una mosca a dos pasos. Lo que le preocupaba era la idea

de una traición, siempre una amenaza oculta. Si el depósito no se

había hecho…

—Sí. —Como un reloj, como siempre.

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Will miró su saldo, más dinero de lo que nunca esperó ver en su

lamentable vida de mala muerte. Seis cifras. Con menos de un

cuarto de millón, no duraría mucho frente a la actual necesidad

del abuelo de atención médica en casa, y el coste astronómico de

sus propias medicinas. Pero era un buen comienzo.

No era bueno entretenerse. Movió un poco a su cuenta corriente

para cubrir las cuentas, y luego la cerró. Con nada más que hacer,

se distrajo durante un rato con unas pocas rondas del Buscaminas.

No sabía cuánto había estado jugando cuando sonó su teléfono,

vibrando en la mesita de café.

—Will, será mejor que agarres eso —dijo el abuelo, con la voz

ronca—. Algún imbécil ha estado llamando quince malditas veces

al día y está empezando a alterar mis nervios.

La alarma le sacó de su silla y se dirigió hacia el aparato infractor.

—¿Cómo sabes que es un hombre?

El abuelo le lanzó una mirada indescifrable.

—Es un decir.

—Oh. —Agarrando el teléfono, lo abrió y salió a zancadas de la

habitación—. ¿Hola?

—El bebé tiene un nuevo par de zapatos —dijo el hombre a modo

de saludo.

—Ya vi.

—¿Dónde está mi agradecido chico Will? Especialmente desde que

lo estropeaste, haciendo obvia la causa del incendio.

Odiaba ese apodo con su doble sentido sarcástico, la forma en que

este idiota lo decía.

—Eso se va a solucionar sólo. Parecerá fortuito y no podrán

demostrar lo contrario.

—Suerte para ti.

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Aunque yo esté haciendo todo el trabajo, idiota.

Desde el pasillo, le pareció oír un crujido de una tabla del suelo, el

anciano moviéndose.

—¿Hay algo más que querías? —espetó.

—El siguiente trabajo. Lo quiero hecho pronto.

—Por el doble de mis honorarios. Ese es muy peligroso.

—¿Estás drogado? Te voy a dar un aumento de veinte de los

grandes.

¿Dar? Hijo de puta.

—Setenta y cinco.

—Treinta.

—Sesenta.

—Chico Will, no me hagas enfadar. Sé lo mucho que necesitas ese

dinero para tu preciado medicamento. Enfermarse sería un

fastidio, ¿eh? ¿Quién se ocuparía del querido y viejo abuelo?

Oh, Dios.

—Cincuenta, o puedes contratar a otro. —Casi rompió a sudar por

el engaño y el largo silencio que siguió.

El hombre se rió, un sonido desagradable.

—Sigue diciéndote eso. Dudo que quieras averiguar exactamente

lo que implicaría quedarse desempleado. Pero, Ceniciento, tienes

agallas y puedo admirar eso. Siempre que el jefe lo apruebe,

cincuenta más a parte de lo normal para el siguiente trabajo y el

siguiente. Ese último va a ser el más grande de todos.

Algo en el tono del hombre hizo que temblara.

—No veo cómo.

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—Conseguirás los detalles cuando los necesites. Por ahora, sólo

concéntrate en hacer el trabajo.

Antes de que pudiera hacer otra pregunta, colgó el teléfono.

Pomposos hijos de puta. Pero eran hijos de puta con dinero.

Dejó el teléfono en la mesilla y estaba a punto de ir a darse una

ducha cuando de repente se puso rígido.

—Oh, mierda.

Su usuario y contraseña, Dios, dejó el sobre en el escritorio, a

plena vista. Intentando no parecer aterrorizado, caminó por el

pasillo hacia la sala de estar y dejó escapar un profundo suspiro de

alivio.

La barbilla del abuelo estaba en su pecho, los ojos cerrados, el

mando a distancia ahora colgando de su mano. Profundamente

dormido.

—Gracias, Jesús.

Silenciosamente, fue de puntillas al escritorio y escondió el sobre,

lejos en la parte de atrás del cajón. Fuera de la vista, fuera de la

mente. Mejor todavía, después de que el abuelo se fuera a la cama,

movería el papel a algún sitio seguro.

No podía permitirse cometer un error como ese otra vez.

Joseph oía a su nieto moverse alrededor de la habitación,

escuchaba las suaves exclamaciones del chico. El cajón del

escritorio se abrió y se cerró, papeles se movieron, dejó algo

dentro. Luego el cajón se cerró otra vez, el sonido furtivo.

Cuando Will volvió a salir de la habitación, Joseph abrió un ojo,

giró la cabeza y miró al escritorio. Su vista podría estar fallando,

junto con todo lo demás, pero podía ver que el sobre blanco había

desaparecido. Oculto a la vista, el usuario y contraseña de su

cuenta bancaria obviamente era algo que Will no quería que él

viera.

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—Demasiado tarde, chico mío —murmuró—. En la guerra,

memoricé más datos confidenciales que estrellas en el cielo. He

olvidado más mierda de lo que tú nunca sabrás.

Mañana, Will se iría a trabajar.

Y Joseph podría encontrar una pista en cuanto a qué demonios

estaba pasando aquí.

***

Tommy se estiró en el sofá, en la sala de televisión de la estación,

con sus pies sobre la mesa de café. Cuatro días más para su cita

con Shea y parecía una eternidad. La llamaría más tarde,

obtendría su dosis para estar calmado.

—Oye, amigo. ¿No es tu turno de limpiar los baños? —Julian se

acercó y se dejó caer en el otro extremo del sofá.

—Sí, infiernos —se quejó—. Lo haré más tarde.

—Sólo lo digo, es todo. Hombre, ¿qué estás viendo?

Tommy sonrió.

—Young and the Restless3.

—Cristo Santo, mi madre se queda pegada a esa mierda. —Su

amigo hizo una cara como si había mordido un limón—. ¿Qué

edad tiene esta chica, que ha estado ahí por siempre, como ciento

cuarenta años?

—Sí, pero en años novelas tiene 25.

—Excepto por los personajes de niños. Los que nacieron el año

pasado están teniendo citas este año.

—Para un tipo con actitud, sabes mucho sobre novelas.

3 The Young and the Restless: es una telenovela estadounidense creada por William J. Bell y

Lee Phillip Bell y que se retransmite desde el 26 de marzo de 1973.

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—Hombre, jódete. Cambia el canal antes de que mis ojos

comiencen a sangrar.

—Ya quisieras y está bien. —Sonrió con superioridad a Julian,

luego cambió el canal a CNN.

—¿Mejor?

—Mucho mejor, gracias. Ahora puedo estar deprimido en un nivel

más real.

Tommy puso sus ojos en blanco.

—Entonces, además de interrumpir mi raro momento de paz aquí,

¿qué pasa contigo? ¿Cómo están yendo los planes para la casa?

—Lento pero seguro. Grace quiere que nosotros diseñemos la

casa, así será única. Siendo el macho de la casa, dije “no” por el

costo y por el tiempo que nos vamos a tomar.

—Déjame adivinar… conseguiste que te agarraran las pelotas.

—Salteadas y servidas en una bandeja. Me alejé lloriqueando y

murmurando “sí, señora” para poder vivir un día más.

Tommy rió entre dientes ante la imagen de cómo el mandato de su

amigo había sido ignorado con Grace.

—Podría haber dicho como iba a terminar esa discusión. Mis

padres han sido felices juntos por treinta años porque mi padre

descubrió el secreto temprano… infiernos, sólo haz lo que dice y

dale flores en su cumpleaños, su aniversario y en el día de los

enamorados.

—Lo escuché. Gracias a Dios que aprendo rápido.

En lo que respectaba a su amigo, esto era cierto en más de un

sentido. Era difícil de creer que este mismo hombre, hace unas

semanas, mantuvo a todos alejados con su actitud arrogante.

—Oh, tengo noticias —dijo Julian, irrumpiendo sus pensamientos.

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—¿Grace está embarazada?

—De ninguna manera. No estoy dejándola beber el agua a su

alrededor todavía. —Su tono y sonrisa estúpida le dijo a Tommy

que bromeaba—. En serio, sin embargo, es casi tan bueno. ¡Mi

hermano pequeño, Tonio, se muda a Sugarland!

—Oye, eso es genial —dijo, ignorando la punzada en su corazón.

Estaría condenado si pudiera envidiar a un hombre por estar feliz

porque su hermano se muda a la ciudad—. Es policía, ¿verdad?

—Oficial de narcóticos —dijo orgullosamente—. Le dieron la

noticia en el Departamento de Policía de San Antonio, y lo estoy

ayudando a buscar un apartamento. Estará aquí

aproximadamente en seis semanas.

—Eso es increíble. Estoy feliz por ti. Tu madre, ¿cómo lo está

tomando?

—Difícil. Pero tiene a nuestras cuatro hermanas para ayudarla a

través de la transición.

—Tal vez tú y tu hermano puedan convencerla de mudarse acá,

también.

—Nah, nunca dejaría San Antonio. Es su hogar. Pero estoy seguro

de que cuando pueda estará de visita, especialmente después de

que con Grace tengamos la casa construida. Habrá bastante

espacio para la familia.

—Suena como que todo te está llegando con rosas estos días. Me

alegro.

Julian entrelazó sus dedos a través de su plano estómago y fijo su

oscura mirada en Tommy.

—¿Y tú qué? ¿Rosas o espinas?

—Un poco de ambas. Me disculpé con Shea y la llevé por una

hamburguesa. Tuvimos una gran conversación y las cosas se ven

bien.

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—¡Ah! Olvidaste poner que dijiste lo siento en tu lista de tareas

femeninas. Muy importante. Entonces, ¿están saliendo o qué?

¿Solamente tratando de conseguir algo de sexo?

Ira, caliente y rápida, se precipitó a la superficie mientras

deslizaba sus pies de la mesa de café.

—No es de esa manera con Shea, así que cuida lo que dices. A

menos que te gustara que removiera tu espina con mis propias

manos…

—Heyyy, calma, amigo. —Julian le apretó el hombro—. Sólo

bromeaba. Es así, ¿no?

Tommy soltó un suspiro y se calmó un poco.

—Lo siento. Supongo que soy susceptible en lo que a ella

concierne.

—Vaya, ¿eso crees? —Julian levanto una mano para calmar el ceño

fruncido de Tommy—. Lo entiendo. Estoy igual con Grace.

—No quería gruñir. De cualquier manera, todavía no estoy seguro

de lo que estamos haciendo, pero no quiero echarlo a perder.

Cuando estamos juntos, tenemos esta increíble química, pero me

toma una eternidad llegar a ella.

—También te entiendo en eso —acordó Julian—. Recuerdas el

infierno que me hizo pasar Grace, ¿persiguiéndola hasta que casi

me rendí?

—Sí, pero es diferente.

—¿Cómo?

—Es reservada y es algo más que estar concentrada en su carrera.

Me quiere, pero algo la está deteniendo. Insinuó algo malo en su

pasado, pero no me lo confesará.

—Entonces su relación, o lo que sea, con Prescott… —Dejó la

oración en el aire, como una pregunta.

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—¿En mi opinión? Creo que fue una maniobra de eludir por su

parte, aunque no creo que lo haya hecho conscientemente. Una

manera de evitar la cosa seria.

—¡Guau! Dr. Freud.

—Creo que es Dr. Ruth.

—Lo que sea. Mientras se deshaga del Malibu Ken.

—¿A ti tampoco te interesa él? —No preocuparse por él era una

subestimación por parte de Tommy.

—No, cuando está a cincuenta metros de mi chica, no lo hago.

—Y su política es una mierda.

—Oh, absolutamente. Está domando Sugarland, mente a mente —

dijo Tommy con una voz de locutor.

Mantuvieron sus caras serias como por dos segundos, antes de

reventar en carcajadas.

El hombre podría abrir un vivero mientras se mantuviese lejos de

Shea. ¿Y si el necio quería problemas? Los tendría. Al estilo Skyler.

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Capítulo 8 Traducido SOS por Isa 229 y Jadasa Bo

Corregido SOS por LadyPandora

orrest Prescott miró el teléfono, condenando al hombre en

el otro extremo a las entrañas más profundas del infierno.

Pero eso no ayudó, porque el teléfono continuó sonando. Y

lo hubiera seguido haciendo, hasta que él contestó. Cogió el

auricular y soltó un saludo.

—¿Por qué diablos me estás llamando aquí? ¿Qué quieres?

—Oh, ahora, ese no es manera de hablar con el amigo que te puso

en la oficina —dijo arrastrando la voz familiar—. ¿Teniendo un

mal día?

—Mis credenciales me pusieron aquí y mi día estaba bien hasta

que me llamaste. ¿No tienes nada mejor que hacer que acosar a

tus contactos?

—Empleados —corrigió el hombre, sonando engreído—. Y de

hecho, hago… dinero. Estoy pensando que mis arcas no dan la

talla de lo que deberían estar, teniendo en cuenta los pagos

iniciales. ¿Podrías aclarar la situación para mí, Prescott?

Oh, joder. ¿Qué le había avisado? Había sido meticuloso cubriendo

sus huellas hasta el punto de la paranoia.

Él tendría que fanfarronear su camino a través de la zona de

peligro.

—Tienes el papeleo. Las cifras coinciden.

—Pueden ser falsificadas.

F

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El sudor corría por su sien. No muestres miedo, o serás carne para

la morgue.

—No tengo que decirte que la economía está en el cagadero —dijo

fríamente—. Los valores están abajo, las inversiones valen una

fracción de lo que eran cuando se acumulaban un par de años

atrás. Sé paciente y tendrás el capital que necesitas.

—No me palmees en la cabeza, pequeño arrogante mamador de

pollas —gruñó su némesis—. Si quería hacer una mala inversión

hubiera abierto un burdel en Utah. Consigue la siguiente misión y

así todos podemos disfrutar de los beneficios. ¿Y Prescott?

—¿Qué?

—Descubro que me estás jodiendo, por así decirlo, y será mejor

que desembolses para una identificación falsa y la mejor cirugía

plástica que el dinero pueda comprar. Escóndete en el rincón más

oscuro de la tierra y ora para que no te encuentre. Porque cuando

lo haga, te alimentaré con tu polla en pedazos. Cuenta con ello.

El bastardo colgó y Forrest hizo lo mismo, con su mano

temblando. Si su contacto descubría pruebas de sus fraudes, el

hombre lo mataría sin ningún segundo de remordimiento. Podría

de todos modos, cuando ya no necesitara de su ayuda para lograr

sus metas en Sugarland.

Forrest consideró hacer otra llamada, durante unos dos segundos.

No, sin duda sus contactos tenían esta y otras líneas intervenidas.

Ellos tendrían que ser extremadamente cuidadosos.

Sus pensamientos se dirigieron a Shea y su fracaso en ese frente

hasta ahora. Estaba enfurecido de que sus planes estuvieran

siendo interrumpidos por un chico guapo apenas lo

suficientemente mayor para afeitarse. Si no pudiera ganarse

pronto a Shea, el chico tendría que ser eliminado. Una medida de

mal gusto, pero necesaria. De una forma u otra, Forrest tomaría lo

que le perteneciera.

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***

Shea chequeó su apariencia por tercera vez en el espejo del baño.

¿El pelo hacia arriba o hacia abajo? Como era revoltoso, someter

la masa de rizos en una cola de caballo valía rara vez la batalla.

Abajo, entonces. Estudió críticamente su figura, mirando los

pantalones cortos negros y la blusa roja. No estaba gorda, pero

nunca había tenido el cuerpo de una animadora. En su opinión, era

una mujer normal con una complexión media, nada especial.

No como Tommy, quien estaba aún más impresionante que el

atleta del cual estuvo enamorada todos esos años.

Muy a su pesar.

Un ataque de nervios fue desarticulado por un golpe en la puerta.

—Oh, chico. Vamos, nena, es Tommy, no es el gran lobo feroz.

Buscando calmarse, se dirigió hacia la puerta mientras volvían a

tocar. Un vertiginoso entusiasmo burbujeó en sus venas como el

champán, pero por costumbre, todavía se asomó por la mirilla en

la puerta para asegurarse de que era Tommy.

—Oh, no. —Las burbujas aparecieron. Desbloqueando la puerta, la

abrió, contemplando ya cómo deshacerse de él—. Forrest, ¿qué

estás haciendo aquí?

—¡Trayendo esto a la mujer más bella de Sugarland —dijo,

empujando un arreglo de flores para ella.

Un gran jarrón de gladiolos blancos que quedaría perfecto

repartidos en un ataúd.

—Cielos, ¡son… impresionantes! Pasa —dijo, tomando la pesada

jarra y haciéndose a un lado. Mierda, tenía que sacarlo de aquí

antes de que Tommy llegara.

—Pensé que te gustaría. —Forrest cerró la puerta detrás de él y

sonrió mientras ella lo ponía sobre la mesa—. Estás muy guapa.

De hecho, sería una pena dejarte languidecer aquí toda la noche,

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luciendo tan bien y sin ningún lugar a donde ir. ¿Por qué no vamos

a cenar?

—Bueno, en realidad…

—Nada del otro mundo, sólo un filete o tal vez algunos mariscos.

—Tengo que trabajar mañana. —Ella podría haberse abofeteado.

Eso fue tan débil. ¡Díselo!

Por supuesto, él se abalanzó sobre el argumento pobre.

—Ambos tenemos que comer, así que ¿por qué no juntos? Como

amigos. Sin expectativas, lo prometo.

—Forrest, eso es muy dulce de tu parte, pero la verdad es…

Y ahí es cuando sonó el segundo golpe.

¡Maldita sea!

—Perdón. —Dando al hombre una sonrisa tímida, ella se

fortaleció, sin molestarse en mirarse primero y abrió la puerta.

—¡Hola, bella! —Tommy estaba parado en el umbral, agarrando

un modesto ramo de margaritas en una mano y una bolsa de

comestibles en el otro—. Elegí esto para ti. Son del jardín de mi

madre.

Él no pudo haber sonado más orgulloso si los hubiera cultivado.

Shea flaqueó y se dio cuenta de que lo estaba mirando fijamente.

—Gracias, son absolutamente perfectas. Entra.

—De nada. —Él le sonrió de oreja a oreja e ingresó dando

zancadas. Pero cuando llegó cara a cara con Forrest, congeló su

sonrisa. Desvió su atención del otro hombre hacia el masivo ramo

de gladiolos y de vuelta hacia él. ¿Podría alguien decir que esto era

incomodo?

—Um, Forrest vino a saludar. ¿No es lindo? Digo, no creo que

ustedes hayan sido presentados oficialmente. —Dispárame

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ahora—. Forrest, este es Tommy Skyler. Es bombero. Tommy, este

es Forrest Prescott, es el administrador de Sugarland.

—Sé quién es. —Tommy asintió al hombre. Aunque su tono fue

neutral, los fragmentos de hielo en sus ojos dejaron perfectamente

claro cómo se sentía por la presencia del otro hombre—. Me

alegro de conocerlo, Sr. Prescott.

—Lo mismo digo y puedes llamarme Forrest —dijo alegremente.

Una vez que Tommy puso la comida en la encimera de la cocina y

le dio las margaritas a Shea,

Forrest le ofreció a Tommy un apretón de manos.

—Siempre es bueno conocer a algunos de nuestros mejores

jóvenes de la ciudad fuera de los rigores del trabajo. Sugarland

aprecia todo lo que haces, créeme.

Tommy apretó su mano brevemente, luego asintió.

—¿Sí? Entonces, ¿Qué hay sobre la votación para un aumento para

el cuerpo de bomberos?

Forrest lo miró durante un latido antes de dar una sonrisa

bonachona

—Si sólo fuera tan fácil. Conceder a los bomberos un aumento de

sueldo y la policía también exigiría uno, seguido por cada

empleado de la ciudad hasta los recolectores de basura. ¿De dónde

vendrían estos fondos?

—El presupuesto de la flor.

Forrest le parpadeó. Tommy le disparó al hombre una sonrisa

encantadora, pero cruzó sus brazos sobre su pecho y amplió su

postura en un claro desafío.

Si él estaba buscando un acalorado debate, Forrest no lo pilló,

para el inmenso alivio de Shea.

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Dejando que cayera la cuestión, Forrest hizo un gesto hacia la

bolsa de comestibles en la cocina.

—Parece que estoy interrumpiendo. Shea, querida, ¿por qué no

me dijiste que esperabas compañía? Me hubiera ido enseguida.

—Bueno, lo intenté, pero no tuve tiempo —dijo ella. La vergüenza

se estaba convirtiendo en molestia—. No estaba intentando ser

deshonesta.

—¡Oh, claro que no! Yo nunca implicaría que lo fueras. —Parecía

sincero—. En ese caso, mejor me voy antes de que abuse de tu

hospitalidad.

Mientras él se dirigía a la puerta, oyó a Tommy murmurar.

—Demasiado tarde.

Ella se apresuró para ver al hombre de más edad… en su mayoría

para asegurarse de que él se iba. Él se volvió para darle un abrazo

que duró unos segundos más de lo que debería, y ella firmemente

se empujó fuera de su abrazo.

—Ten una buena semana.

Esperaba que captara el mensaje. Si lo hizo o no, ella no pudo

decirlo.

—Tú también, cariño. Te llamaré esta semana. Skyler, encantado

de conocerte.

—¡Lo más destacado de mi día, Forrest! —gritó Tommy, a través

del susurro de las bolsas de comestibles.

Shea prácticamente empujó al pobre hombre hacia fuera.

—¡Hablamos luego!

—Apuéstalo. —Le dio un rápido beso en la mejilla y una

indescifrable mirada antes de girarse y alejarse. Después de mirar

hacia el techo, lanzó un suspiro y caminó silenciosamente hacia la

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cocina. Tommy estaba ocupado quitando artículos de la bolsa para

su cena, actuando como si nada inusual hubiera pasado.

—Espero que te guste lo que he traído. Iba a ir por lo sano, pero

luego pensé que eso sonaba aburrido y…

—Tommy.

—…en serio, a quién diablos le importa si es muy elegante,

¿cierto?

—Tommy. —Moviéndose a su lado, puso un brazo alrededor de su

cintura y puso su mejilla sobre su espalda—. No lo invité aquí.

Algo de la tensión abandonó su cuerpo.

—Lo sé.

—Realmente intentaba decirle que tenía planes antes de que

aparecieras.

—También lo sé.

—Y me encantan las margaritas —dijo ella, sosteniéndolas con su

mano libre—. Son muy bonitas.

—Me alegro de que te gusten. No son caras como aquellas —

murmuró él, asintiendo hacia la sala de estar.

—¿Sabes por qué me gusta más el tuyo? Son mucho más atentas,

porque vinieron desde el jardín de tu madre y tú las recogiste. —

Parándose de puntillas, le besó su mejilla—. ¿Sabes por qué más?

—¿Por qué? —Él se volvió, puso sus manos alrededor de su

cintura y la atrajo cerca, con cuidado de no aplastar las flores

entre ellos.

—Las tuyas no parecen que fueran robadas de una funeraria.

A ella le gustó su risa gutural, verlo finalmente relajarse. A ella le

gustaba su beso aún más cuando él bajó la cabeza y tomó su boca

como si pensara que él tuviera el perfecto derecho a hacerlo. Una

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palma se desvió hacia su pecho y se quedó ahí, sintiendo el rápido

ritmo de su corazón bajo los músculos duros.

Él se apartó primero y ella casi gimió.

—¿Por qué no vamos a cenar y luego nos acurrucamos en el sofá?

—sugirió con un guiño—. Traje un DVD, si estás interesada.

—Hmm. Comida, película, acurrucarse y besos… ¿es esté algún

siniestro complot para conquistarme?

—¡Por supuesto! ¿Por qué clase de hombre estúpido me tomas? —

Inclinándose, se apretó contra ella y susurró:

—Incluso mi madre me ayudo con la receta.

—Ooh, ahora sé que estás mal, sacando la tarjeta de “mamá”.

—Era o reclutar su ayuda para enamorarte, o el riesgo de darte

comida intoxicada, guapa. —Sus nudillos rozaron una mejilla—.

Así que tomé una por el equipo y tengo a mi madre toda

emocionada porque me gusta alguien lo suficiente para realmente

intentar cocinar para ella.

Su calidez y el olor picante de su colonia estaban creando un

hormigueo en muchos lugares. Por todos lados.

—Así que, ¿cocinas para todas tus citas a menudo?

—Nunca. Eres mi conejillo de indias.

—Yo… yo estoy impresionada.

—Apenas lo estás, todavía. Traje pastillas para la acidez.

Ella se rió y empujó su vientre plano para encontrarlo tenso como

un tambor. Lindo. —No puede ser tan malo, especialmente ya que

tu mamá te echó una mano.

—Veremos. Al menos los chicos de la estación no se quejan mucho

cuando es mi turno en la cocina.

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Shea tomó un florero de cristal de debajo del fregadero, puso las

flores en agua y colocó el florero en su mesa en el comedor.

Tommy se ocupó de quitar las demás cosas de la bolsa, incluyendo

una botella de Chardonnay, ya enfriada. Ella miró la etiqueta y

estaba agradablemente sorprendida por su elección.

—Este es realmente un buen vino. No puedes ni incluso comprar

una pantalla plana en la tienda.

—No puedo tomar el crédito. Papá lo pidió online de la bodega y

me dio uno antes de venir. ¿Deberíamos abrirla?

—Indudablemente. Este fabuloso vino fue hecho para ser

disfrutado —dijo ella, sonriéndole—. Voy por el sacacorchos y un

par de copas.

—Gracias. Olvidé traer el sacacorchos. Um, también me olvidé de

un plato rectangular para la cazuela.

—Te libraste. Lo tengo cubierto.

Después de ir a buscar dos copas del aparador, agarró el

sacacorchos eléctrico de botellas de vino de su cargador. En un

par de segundos, ella tenía el corcho libre y vertió en ambas copas.

Él hizo un gesto con la mano hacia el sacacorchos mientras ella lo

bajaba.

—Ese es un aparato excelente. Ni siquiera mis padres tienen uno

de esos.

—Me encanta el mío. Ahora, sabes que comprar para su

aniversario o Navidad. Así que, ¿qué estás haciendo? —Abriendo

un armario cercano, encontró el plato que necesitaba.

—Espero que te guste la cazuela de pollo mexicano —dijo, sonaba

inseguro. Probablemente un poco nervioso—. Son tiras de pollo,

chiles verdes, cebollas, tomates y dos tipos de sopa. Ya hice el

relleno y lo traje en ese recipiente de plástico, luego extiendo una

capa con tortillas de maíz y queso.

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Su estómago gruñó aprobando.

—¡Eso suena maravilloso! ¿Qué puedo hacer para ayudar?

—Enciende el horno a trescientos cincuenta, luego bebe a sorbos

tu vino, relájate y habla conmigo.

—Puedo hacer eso. —Le entregó el plato y bebió un sorbo de vino,

viéndolo ponerse a trabajar.

Santo cielo, era glorioso tener a un hombre atendiéndola en

cambio. Haciendo algo especial que requiere algo de esfuerzo.

Cualquiera podía hacer una reserva en un restaurante, ¿pero esto?

¿Cómo de maravilloso era que él fue junto a sus padres, aceptó la

ayuda de su madre con su comida, recogió flores y trajo un regalo

de su padre?

Y él nunca se tomó todo esta molestia por otra mujer.

Tendría que estar muerta para no darse cuenta de lo sexy que era,

además de cómo de heroico era haciendo su trabajo, pero nunca,

ni una vez se había dado cuenta de que Thomas Wayne Skyler era

un buen hombre, en su alma.

Del tipo que nunca le haría daño a una mujer por la que hacía

todas estas cosas esta noche, o cualquier mujer.

—¿Shea? ¿Estás bien?

—¿Qué? ¡Oh! Sí, estoy bien.

Se detuvo, frunciendo el ceño, con una tortilla en la mano.

—¿Estás segura?

—Positivo. Sólo pensaba que esto es realmente agradable. Nadie

hizo esto por mí antes. El único hombre constante en mi vida ha

sido Shane, y si alguna de nosotros cocina, usualmente soy yo. Si él

me invita, salimos.

El surco en su frente se alisó y volvió a su tarea, aparentemente

satisfecho.

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—Entonces es una buena cosa que llegué yo, ¿no? Cada mujer

debería ser echada a perder correctamente. Papá dice que es el

secreto de una vida feliz.

—Tu padre es un hombre sabio —dijo en un tono serio, burlón,

luego sonrió—. Lo adoro ya. Y su hijo está muy bien también.

—Gracias. —Tommy agachó su cabeza y siguió trabajando, pero

podía ver la sonrisa en los labios.

Shea se sentó en un taburete de la barra y miró, admirando el

juego de sus músculos bajo su camiseta negra, con el pelo rubio

brillando bajo las luces. Y su culo apretado en esos vaqueros era

una vista para hacer llorar a una chica. Podrías rebotar una

moneda en esas nalgas.

Así que, mientras él conseguía terminar, la señal del horno de que

estaba caliente sonó, y él deslizó el plato.

—Está bien, treinta minutos. ¿Qué tal si tomamos las patatas fritas

y salsa en la sala, a menos que no te gusta tener comida ahí?

—¿Estás bromeando? ¿Qué es una buena película sin algo para

picar?

—Buena idea.

Agarró las cosas, incluyendo una caja de DVD y la siguió hasta la

sala, mirando las flores que Forrest trajo. Ella movió el pesado

florero al final más alejado de la mesa, prácticamente escondido

en una esquina, luego se puso el reproductor listo y echó un

vistazo a la caja.

—¿Qué trajiste?

—Esta comedia romántica con Sandra Bullock que salió el año

pasado. Se supone que es chistosa. Además, ella es muy caliente.

—Él movió sus cejas.

—Y yo aquí pensaba que eras un romántico y en realidad estás

deseando a otra mujer —bromeó ella, tomando el disco.

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—Atrapado. Pero si es algún consuelo, el tipo que actúa como su

interés amoroso no está tan mal. No es que yo sepa, pero mi

madre tiene un enamoramiento con él.

Puso la película y le dio a iniciar. Cuando se volvió, Tommy se

encontraba tumbado en su sofá. Levantó un brazo en una

invitación que ella era incapaz de rechazar. Se sentó a su lado y él

puso un brazo alrededor de ella, acurrucándola cerca. Ella se

acurrucó, apoyando su cabeza sobre su pecho, escuchando el

latido constante de su corazón. Su palma hurgó a través de su

estómago y serpenteó alrededor de su cintura.

Él era sólido. Tan bueno. Ella se olvidó por completo de picar algo

y se deleitó en estar con él así, apenas se dio cuenta de la película

o del delicioso aroma de la cocina, hasta que el cronómetro sonó

en el horno. Él no parecía querer moverse, se adecuaba a ella muy

bien.

—Supongo que mejor reviso la cena —dijo, estirándose—.

Quédate aquí.

—Necesito mostrarte donde guardo los platos y cubiertos.

—No, quédate y lo encontraré.

—No discutiré. Creo que me gusta ser la reina por una noche. —Se

sentó, desenredándose a sí misma de él.

—Más de una noche si me salgo con la mía. —Le lanzó una mirada

ardiente mientras se levantaba y se dirigía a la cocina.

Pero no antes de que captase un vistazo del bulto en sus

pantalones vaqueros. La prueba de que él no era el único afectado.

Oyó al horno abrirse y cerrarse, traqueteo de cubiertos. Él no se

fue por mucho tiempo, y regresó trayendo dos platos llenos de la

humeante cazuela. La vista de la comida que hacía la boca agua la

hizo poner temporalmente en suspenso su hambre por el

igualmente delicioso hombre sirviendo.

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Puso los platos y tenedores en la mesa de café, abrió el frasco de

salsa y le dedicó una sonrisa nerviosa.

—Las damas primero.

Había oído las bromas sobre como cocinaba y supo que el gran

aroma no significaba que supiera bien. No importa qué, ella se

comería la comida que había preparado. La última cosa que haría

era herir sus sentimientos.

—Está bien, aquí voy. —Levantó un bocado y le dio un mordisco—

. ¡Oh, Tommy, esto está realmente bueno!

Él parpadeó.

—¿Eso crees? ¿En serio?

—Lo digo en serio, esto está maravilloso —dijo con sinceridad—.

Cocina como esto a menudo y me harás gorda.

—¡Genial! No quise decir que te pondrás gorda, porque no lo

harás, sino porque lo hice —dijo, obviamente orgulloso de sí

mismo—. Mi madre no me ayudó mucho y me las arreglé para

hacer algo que te guste.

—Será mejor que creas que lo hago. Y ahora qué sé lo hábil que

eres en la cocina, cuidado. —Se inclinó y le besó en la mejilla—. Te

tendré encadenado allí como mi esclavo trabajando.

—Encadéname en cualquier lugar que quieras, nena.

Ella se sonrojó ante la sugerencia en su tono y miró hacia otro

lado, concentrándose en su cazuela. La película estaba perdida

para ella por ahora, pero no le importó. Pasó su tiempo

saboreando la cena y deleitándose en su cercanía, sorprendida de

que pudiera estar sola en su apartamento con un hombre durante

un período prolongado de tiempo sin la vieja sensación de

incomodidad. Tensión.

A veces el miedo.

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Pero nunca con Tommy. No en la forma física, por lo menos,

porque sabía que nunca la lastimaría. No, su lucha era más con ella

misma en estos días.

Aprendiendo a confiar en su propio juicio de nuevo, no era fácil.

Shea limpió su plato y Tommy fue por el segundo. Cuando

terminó, tomó los restos de la cena y puso los platos en el

fregadero.

—Limpiaré esto más tarde —dijo.

—Te ayudaré. No nos preocupemos por eso por ahora. Me siento

perezosa.

Se sentó a su lado y extendió su mano, ahuecando su mentón.

—¿Cómo que perezosa?

Su voz, nublada con promesas, puso su sangre a arder. Ella lo

deseaba muchísimo, se encontraba cansada de negarse a sí misma

un verdadero placer con un hombre que quemaba por tener en su

cama.

¿Se atrevería a correr un último riesgo?

—Sólo perezosa cuando vamos a limpiar la cocina, que es un

trabajo que odio. Estando contigo es una historia diferente —dijo

en voz baja, rozando las yemas de sus dedos sobre su boca

sensual.

Él cerró sus ojos como bebiendo su toque.

—¿Cómo es eso?

—¿Recuerdas cuando dijiste que nunca te has preocupado lo

suficiente como para esperar?

—¿Cómo podría olvidarlo?

—Bueno, nunca me ha importado lo suficiente como para pasar

todo el día soñando con lo que sería dejarse llevar —susurró,

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acariciando su cuello. Su gemido respondió a su pregunta antes de

preguntar—. ¿Me deseas? Porque nunca he deseado a nadie más.

—Oh, Dios. Dime que no he muerto y he ido al cielo.

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Capítulo 9 Traducido por nelshia, Debs (SOS) y Itorres

Corregido SOS por LadyPandora

ommy se inclinó hacia ella, ahuecando la parte posterior de

su cabeza, su boca caliente. Demandando. Shea se arqueó

contra él y rozó sus manos por encima de sus hombros, sus

pezones endureciéndose contra su ancho pecho a través de la tela

de su blusa.

Oh. Oh, Dios mío.

Unos besos robados ya no eran suficientes. No con este hombre.

Quería todo lo que él estaba dispuesto a dar. A decir verdad,

siempre lo había hecho, sin importa lo mucho que aprender a

confiar de nuevo la aterrorizaba.

Él retrocedió, buscando su rostro. El deseo entrelazado en su

profunda y ronca voz.

—¿Estás segura?

Ella arrastró un dedo a lo largo de su labio inferior.

—Oh, sí.

Dándole una sonrisa torcida, se levantó, tomándola en sus brazos

con un movimiento suave. Ella rió, extendiéndose para acariciar

su rostro, con la felicidad floreciendo en su corazón y

extendiéndose hasta sus pies. A otros lugares, también.

En su habitación, él la colocó suavemente en su cama, luego se

enderezó.

Su mirada azul clara nunca dejó la de ella, él se quitó la camisa y

deslizó sus pantalones vaqueros junto con sus calzoncillos bóxer,

T

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pateando para quitárselos. Shea bebió la vista de su cuerpo

desnudo como una mujer muriendo de sed. Vestido, él era el

hombre más sexy que nunca había visto. Sin usar nada más que

una sonrisa, el hombre era un dios pagano.

Señor, había esperado una eternidad para verlo. Todo de él. Ella

estudió sus sorprendentes ojos cristalinos fijos en los planos de un

hermoso rostro angular, espeso cabello rubio enmarcándolo y

rozando su cuello. Probablemente un poco más largo de lo que al

cuerpo de bomberos le gustaría, pero a ella le encantaba y no

cambiaría ni una cosa.

Dejó que su mirada se deslizara tranquilamente a sus anchos

hombros y brazos fuertes.

Él no estaba marcado, sino perfectamente formado de masa

muscular y estructura ósea.

Elegante como un felino. Una pizca muy fina de vellos, un tono

más oscuro que en su cabeza, cubría su pecho, arrastrándose hacia

abajo en forme de uve plana, los pezones masculinos duros.

Finalmente, ella permitió que su atención vagara a su

impresionante erección, saboreando la vista. Calor se encendió en

su vientre, entre sus piernas, mientras miraba su polla llena

sobresaliendo orgullosamente de un nido de rizos rubios oscuros.

La sensación era tan milagrosa que podría haber llorado de

alegría, frígida como su cuerpo había estado durante sus pocos

encuentros en los años posteriores desde…

No. No hay lugar para la tristeza aquí. Sólo bendiciones.

—¿Te gusta lo que ves? —Su sonrisa le dijo que sabía la respuesta.

—Quiero tocarte.

Sus ojos se oscurecieron, salvajes.

—Estás sobrevestida, nena. Todo es lo justo.

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Con manos temblorosas, Shea se sacó su camiseta por la cabeza y

la tiró al suelo. ¿Qué pensaría de su cuerpo? ¿Estaría complacido?

Esas eran preguntas aterradoras que no había considerado en diez

años, porque le había importado un comino lo que pensaban sus

amantes. ¿Cómo había sobrevivido a la frialdad absoluta en su

interior?

Lo siguiente fue su sostén, pero mientras alcanzaba el botón de

sus pantalones cortos, él puso una mano sobre su brazo.

—Oh, no, no lo hagas. Mi turno. —Él subió a la cama para sentarse

a su lado. Desabrochó sus pantalones cortos, los deslizó

lentamente pasando sus caderas, bajando por sus piernas, y fuera

de ella—. Dios, eres hermosa.

El rostro de Shea se calentó, aunque el cumplido la complació

infinitamente.

—No creo que alguna vez me acostumbre a ti diciendo eso.

Él le acarició el vientre, haciéndola temblar.

—Pero te acostumbrarás a ello, te lo prometo.

—Ya eres bastante malditamente hermoso tú mismo.

Fascinada, Shea se extendió para tocar la ancha cabeza de su polla,

remolineándola con un dedo mientras una gota de líquido pre

seminal surgía de la punta. Alentada por su inhalación brusca, se

volvió más audaz en su exploración, envolviendo su mano

alrededor de la base.

—Sí. —Él se recostó hacia atrás y cerró los ojos, extendió sus

largas piernas para alentar su trayecto.

Ella le bombeó lentamente, disfrutando de la textura de la piel

sedosa, suave piel de bebé sobre acero. Después, ella movió su

mano para acunar sus testículos, familiarizándose con la

sensación de su sexo pesado. Maravillándose de que un hombre

tan poderoso pudiera ser reducido a gelatina con una caricia.

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—Nena —dijo con voz entrecortada, removiendo su mano—. No

voy a aguantar.

—Pues no lo hagas.

—Quiero que esto sea bueno para ti, nena. —Él le acarició la

mejilla, una emoción insondable grabada en su rostro.

—Lo va a ser. Ámame, Tommy.

La bajó sobre las almohadas y estiró su gran cuerpo sobre el de

ella, acomodándose entre sus piernas. Su erección palpitaba

contra su vientre mientras él capturaba sus labios en un beso

provocativo, su lengua lamiendo en la costura de su boca.

Provocando, saboreando.

Él rompió el beso, se movió más abajo, repitiendo su atención en

sus pechos.

—Perfectos. Tan perfectos...

Sus dientes rozaron un pezón, su lengua haciendo cosas

agradables al pequeño guijarro endurecido. Enviando

maravillosas sacudidas a cada terminación nerviosa.

Cuando él succionó el otro pezón, ella perdió el control, tirando de

sus hombros.

—¡Tommy! Te necesito dentro de mí.

—Paciencia, cariño.

Cuando se movió fuera de la cama, ella frunció el ceño con

perplejidad. Inclinándose, recogió sus pantalones cortos, hurgó en

el bolsillo y sacó un condón. Incluso antes de venir esta tarde, él

había considerado su protección. En lugar de enfriarse por la idea

de que él podría haber creído que iba a "tener suerte", ella estaba

conmovida. Este no era cualquier tipo.

Este era el hombre del que se estaba enamorando rápidamente,

locamente.

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Él volvió a la cama, colocó el paquete cuadrado a un lado, empujó

sus piernas separadas y se arrodilló entre ellas, devorando la vista

de ella extendida ante él.

En lugar de sentir miedo, se sintió querida. Liberada. Él deslizó

una mano entre sus muslos, sus dedos rozando los rizos oscuros

allí. Con cuidado, separó los labios de su sexo y empujó un dedo

dentro de ella, acariciando dentro y fuera, untando el rocío de

humedad para prepararla. Alargando las caricias, frotó su clítoris,

dejando su cuerpo en llamas.

Demasiado tiempo desde que ella se había sentido tan viva.

—¡Ahora, por favor!

—Dime si hago algo que no te guste y me detendré. ¿De acuerdo?

Las palabras sinceras derritieron lo último de su inquietud, si

hubiera habido alguna.

—No te preocupes. Lo haré. Pero dudo que vaya a suceder.

Rápidamente, desgarró el paquete con los dientes y envainó su

erección. Cubriendo su cuerpo con el suyo, guió la cabeza a su

apertura y empezó a empujar dentro. El despliegue ardió un poco

y debió haber hecho algún sonido involuntario porque él se quedó

inmóvil y su expresión preocupada.

—¿Te hago daño? Voy a parar…

—¡No te atrevas! Estoy... es sólo que ha pasado tanto tiempo.

Su rostro se relajó.

—Voy a ir con calma, ángel.

Él lo hizo, empujando más profundo por centímetros, dejándola

adaptarse a él. Su preocupación trajo un torrente de lágrimas a

sus ojos. La ligera molestia se convirtió en una llama ardiendo más

brillante y el placer se abrió. Un sentido de libertad y realización

que nunca había conocido con ningún otro hombre. Ella envolvió

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sus brazos alrededor de él, rozando sus manos sobre los músculos

de su espalda mientras se colocaba él mismo lo más plenamente

posible.

—¿Me sientes? —susurró en su pelo.

—Sí. —Ella levantó las caderas, apresurándolo.

Empezó a moverse, con movimientos largos y tentadores.

—Eres mía, nena.

—Oh, Tommy, ¡sí!

Él la abrazó contra su pecho, le hizo el amor dulce y

hermosamente.

Abrigada en la seguridad de sus brazos, su cuerpo cubrió el de ella

como una manta caliente. Ella había llegado a casa. Esto no era

sólo sexo con un hombre hermoso, pero ella dudó en decir las

palabras.

Su ritmo se aceleró, sus embestidas llenándola con más fuerza.

Más profundo. Más rápido.

Pero incluso mientras se conducía dentro de ella, llevándolos

hacia el borde, él fue cuidadoso de no hacerle daño, protegiéndola

mientras se movía con poderosas embestidas. Precipitándolos

más, más alto…

Su liberación hizo erupción, su gran forma sacudiéndose. Ella lo

siguió, el orgasmo destrozando su control, las olas golpeando sus

sentidos. Él se estremeció una y otra vez, hasta que bajó la frente a

la suya, cansado y respirando con dificultad.

Ella yació inmóvil, amando el peso encima de ella, su olor a

almizcle masculino burlándose de su nariz, la esencia de ellos

mezclados juntos, tan correcta.

Shea quería decir las palabras. Anhelaba oírlas de vuelta. Se quedó

a punto de abruptamente la verdad, pero los años de precaución y

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una buena dosis de realidad la contuvo. Ahora no era el momento,

cuando este cambio en su relación era tan nuevo.

Incluso aunque fuera un malditamente buen cambio.

Pensar en su gruñido varonil de unos momentos antes la hizo

sonreír.

Eres mía.

Un puro hombre cien por cien satisfecho. No exactamente una

declaración de amor eterno, pero su corazón se emocionó ante el

recuerdo. Esas palabras habían salido de las profundidades de su

alma, y ella las atesoraba.

Por ahora, eso tendría que ser suficiente.

—Quédate conmigo —dijo ella, cerrando los ojos.

—No quiero estar en ningún otro lugar. Duerme, nena.

Mientras Tommy rodaba sobre su espalda y acomodaba la cabeza

de ella sobre su pecho, lo hizo.

***

El lunes por la mañana, muy temprano, Joseph se despertó con el

ruido delator de su nieto moviéndose en la cocina.

Ya era hora. Desde la otra noche, el muchacho había estado tan

nervioso como un gato de cola larga en un cuarto lleno de

mecedoras. No había salido de la casa, sólo una vez, y para ir la

tienda de comestibles.

No hubo tiempo suficiente para que Joseph echara un vistazo a lo

que Will podría estar haciendo. Era como si el chico tuviera miedo

de dejar a su viejo abuelo fuera de su vista, miedo de que él

pudiera haber visto algo importante la otra noche. Cosa que había

hecho.

El teléfono de Will había estado notablemente ausente, también, y

Joseph se maldijo a sí mismo por haber mencionado la frecuencia

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con que sonaba. Le gustaría echar otro vistazo a las llamadas

recibidas, anotar los números.

—¡Qué viejo hijo de puta paranoico eres —murmuró, sentándose

en el lado de la cama—. Deberías estar avergonzado de ti mismo,

espiando a ese chico.

Excepto que no lo estaba. Había estado en la tierra desde hace

mucho tiempo y sus instintos todavía no le habían fallado. Había

un zorro en el gallinero en algún lugar y lo pondría en evidencia lo

quisiera Will o no.

Hablando de evidencia, algo olía muy bien.

Empujándose de la cama con un gruñido de dolor, se rascó las

pelotas y alcanzó los pantalones del extremo de la cama. Se los

puso y salió de su habitación, arrastrando los pies, sin molestarse

en comprobarse en el espejo. No había mucho en su cuerpo

marchito que valiera la pena mirar de todos modos.

En la cocina, Will estaba de pie en el horno, cocinando tocino,

vestido para el día, con un par de vaqueros gastados y una camisa

abotonada. Joseph se detuvo, golpeado como siempre por lo joven

y guapo que su nieto era. A pesar de ser un poco flaco, Will había

heredado la altura y el marco sólido de los antepasados de Joseph.

Tenía una cara cuadrada y una fuerte mandíbula, sin la nariz

bulbosa de los hombres Hensley, gracias a Dios, y una gran

cantidad de pelo castaño oscuro que ponía salvaje a las mujeres.

Lástima que el niño no podía importarle menos.

—Huele bien —dijo Joseph a modo de saludo—. ¿Hay suficiente

para mí?

Will se volvió, con una sonrisa lánguida.

—Siempre. ¿Tostadas?

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—Y mantequilla de manzana. —Se sentó en la mesa, los huesos

crujieron y se preguntó cuándo se había vuelto viejo. Las décadas

tenían una manera de acercarse sigilosamente a un hombre.

—Eres demasiado predecible, viejo —dijo Will con un afecto no

disimulado.

—Huh. Al llegar tan viejo como yo, te ganas el derecho de ser

predecible. Las sorpresas no necesariamente están de acuerdo con

un cuerpo que ha existido tanto tiempo como el mío. —Le envió a

su nieto una mirada significativa—. ¿Sabes lo que quiero decir?

Will vaciló bajo su mirada.

—Yo... claro, abuelo. Voy por tu café.

El joven abrió un armario y sacó una taza. Mientras vertía el

líquido, le temblaba la mano, salpicando un poco sobre el

mostrador. Volvió a colocar la olla en la hornilla, limpió el

derrame con un trapo de cocina y trajo la taza, poniéndola delante

de Joseph.

—Aquí tienes.

—Gracias, muchacho. —Sopló en la superficie y tomó un sorbo—.

Bueno y fuerte, como siempre.

—De nada.

Will volvió a atender el desayuno, pescando el tocino de la sartén

y empezando a tostarlo. Puso el tocino y la mantequilla de

manzana sobre la mesa, luego fue a buscar los platos y cubiertos, y

puso la mesa. Por último, se sentó frente a Joseph, limpiándose la

frente con un suspiro.

—¿No hay huevos para ti? —A Joseph le gustaban los huevos, pero

a su estómago no. Sin embargo, no había razón por la que Will no

disfrutara de ellos.

—Hoy no. ¿Quieres que te lleve hasta el centro de ancianos

cuando me vaya? Puedo recogerte en el almuerzo y traerte a casa.

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Joseph puso un par de rebanadas de tocino en su plato.

—No, gracias. Creo que voy a quedarme por aquí y ver la

televisión. He querido también terminar de hacer esa casa de

pájaros para la señora Margaret. Puede ser que use tu

ofrecimiento mañana.

Odiaba la mentira, aunque fuera por una buena razón.

—Lo que tú quieras. Si me necesitas, llámame a mi teléfono. —La

boca de Will se tensó y se enfocó en el tocino—. Me acordé de

silenciarlo esta mañana, así que no te molestará.

—Es bueno saberlo. —Hijo de puta.

Terminaron su desayuno en un silencio incómodo. Los secretos

cocinándose por debajo de la superficie de la cortesía tienden a

ser cancerígenos.

Especialmente con su nieto sentado allí transpirando,

preguntándose qué sabía su abuelo. Joseph resopló, casi tentado a

poner las cartas sobre la mesa. Podría decirle a Will lo que sabía,

retarlo. El niño podría estar lo suficientemente nervioso para

derramar lo que estaba pasando... pero lo más probable es que

mintiera antes de admitir algo.

Él se parecía mucho a su abuelo en ese sentido.

Al final, Joseph simplemente esperó su momento, mientras que

Will limpiaba su plato. El chico levantó la mesa y puso sus platos

en el lavavajillas, y luego agarró sus llaves.

—¿Necesita algo antes de irme, abuelo?

—No, Will. Sigue adelante y sé el inspector de edificios de la gran

ciudad, mientras me quedo aquí en esta vieja alfombra. —

Lamentó sus bromas cuando la expresión de Will se marchitó,

llena de consternación—. Me cago en una teja, estoy bromeando,

chico. Puse mi tiempo, trabajé mi culo durante más de cincuenta

años, por lo ya puedo descansar un poco, ¿no crees?

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Se rió, con sonido tenso.

—Maldita sea, no me hagas eso. Odio dejarte aquí solo todo el día,

lo sabes.

—Estoy lejos de estar indefenso, por lo que no pasa nada. Ahora

ponte en marcha antes de que arranque tu culo flaco por la puerta,

y no creas que no puedo hacerlo todavía.

—Está bien, me voy. Toma tu medicina.

—¡Fuera!

—Pedo viejo malhumorado.

No obstante, no hubo ninguna molestia real en el tono de Will.

Simplemente se rió entre dientes y salió, trotando por el porche y

bajando los escalones hasta la acera, con pasos desvaneciéndose.

Joseph escuchó como la camioneta blanca de Will, uno de los

vehículos de la ciudad, se encendía y se retiraba de la entrada. No

se movió de la mesa hasta que el ruido del motor de la camioneta

ya no se oyó.

Incluso entonces no se movió demasiado rápido y tenía poco que

ver con su edad y con su enfermedad física. Era más el temor

como una piedra en el estómago.

Se sentó y prendó la máquina, a la espera de que se encendiera.

Una vez que la pantalla principal apareció, inició sesión en

Internet y seleccionó el sitio para el banco de Will en la pestaña de

favoritos. Su mano temblaba, moviendo el ratón, su enfermedad

manifestándose, por lo que era difícil conseguir el cursor donde

tenía que estar, pero finalmente hizo clic en el icono correcto,

iniciando sesión, para ver los saldos de cuenta en línea.

Sus dedos temblaban sobre las teclas. Durante unos dos segundos,

consideró dejarlo ir. Estaba a punto de cometer una invasión

grave a la intimidad, por algo que posiblemente Will le haría llegar

por su cuenta si Joseph fuera paciente.

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En realidad, su sexto sentido le decía algo diferente.

Escribió en el inicio de sesión la contraseña que había

memorizado del papel, con la esperanza de que Will no lo hubiera

cambiado desde la otra noche. Esa posibilidad no se le había

ocurrido antes de ahora.

Oprimió la tecla Enter, esperó, tenso. Después de dos segundos,

estaba dentro, con las finanzas de Will en las yemas de sus dedos.

En primer lugar, estudió la cuenta de cheques. Nada había nada

más allá de las operaciones normales, las deducciones por compra

de víveres, cuentas, medicinas y tal. Un par de depósitos

automáticos de la ciudad con los cheques de pago de Will, una

reciente transferencia de los ahorros. Más medicina.

—Espera un minuto. ¿Más medicamentos? ¿Para qué? —Joseph

frunció el ceño ante la pantalla, pero la nota sólo revelaba un

cheque a la farmacia que siempre había utilizado. Una gran cheque

de mierda.

En el nombre de Dios, en qué su nieto había llenado una

prescripción con ese costo tan condenadamente elevado. Fuera lo

que fuese, no pertenecía a Joseph. Medicare pagaba la mayor parte

de su medicina para la enfermedad de Parkinson.

El temor se apretó en sus entrañas. Se convirtió en un miedo real,

como no lo había sentido desde la última vez que había tenido a

un Zero japonés en la espalda y una escasez de munición. Hizo clic

en la cuenta de ahorros, sin saber qué iba a encontrar.

Nada podría haberlo preparado para lo que vio en el estado de

cuenta de Will.

—Hijo de p...

Doscientos dieciséis mil cuatrocientos veintinueve dólares. Y

treinta y tres centavos.

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Casi un maldito cuarto de millón. Grandes depósitos habían

comenzado hace cinco meses. Cuatro de ellos, de cincuenta mil

cada uno. No había forma de rastrear de dónde habían venido sin

más ayuda externa y ese tipo de ayuda probablemente implicaría

meter a Will en problemas. No, más que problemático.

No había nada más que ver aquí. Joseph cerró la sesión en el

sistema y se quedó mirando la pantalla durante mucho tiempo,

luego bajó su rostro en sus manos.

—¿Qué has hecho, muchacho?

Joseph trató de planear su próximo movimiento, pero no podía

pensar en estos momentos.

Estaba tan condenadamente cansado.

Pero no podía dejar este mundo todavía. Él tenía un nieto que

rescatar.

***

Tommy se despertó debido al sol que se filtraba a través de las

persianas, iluminando una habitación desconocida. ¿Qué?

Su cerebro somnoliento se despejó un poco cuando vio el bulto

bajo las sábanas junto a él y sonrió.

Él y Shea. Ayer por la noche.

Hacer el amor con ella no había sido un sueño.

Sentándose con cuidado, miró el reloj digital. Las seis menos

cuarto.

Shea tenía que estar en el trabajo a las siete y pensó que ella

apreciaría un poco de café en su organismo cuando él regresara a

despertarla.

Sin preocuparse por su desnudez, se deslizó fuera de la cama y se

dirigió a la cocina. Podía hacer café, con poco ruido. Filtro, granos,

agua. No hay problema.

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Puso el café, volvió a la habitación y se puso sobre ella. Ella yacía

acurrucada de lado, inocente como una niña. Bellos mechones de

pelo castaño caían en su cara de duende. Su boca se abrió al estar

en un sueño profundo, con los dedos de una mano metidos debajo

de la barbilla. Y eso, pensó, era donde terminaban sus similitudes

con una niña pequeña.

En algún momento debió haber tenido frío, porque llevaba la

camiseta negra de él. El material se pegaba hasta su delgada

cintura y una pierna delgada descansaba sobre la colcha, doblando

ligeramente la rodilla. Pequeños pezones dulces se asomaban en

la camisa, rogando por su lengua. La curva de su trasero redondo

invitó a su polla a salir a jugar.

¿Quién era él para rechazar una invitación tan deliciosa?

Su erección estaba más dura que la boquilla de la manguera de

bomberos, erigiéndose lejos de su cuerpo. Este trozo de enfermera

se había puesto su mundo al revés. Girado su corazón al revés.

Suave. Hermosa. Toda mujer. Toda suya.

Se subió a la cama y le hizo cuchara por detrás. Con entusiasmo.

Ella se movió, meneando su trasero contra su polla con ganas.

—Mmm.

Se inclinó sobre ella, acomodando su cabello a un lado. Besó la

concha rosada de su oreja, mordisqueando. Respirando su cálido

aroma. Vainilla francesa mezclada con su propio almizcle.

Dios.

Deslizó una mano bajo la camiseta, extendiéndola a través de su

vientre plano. Era tan pequeña a su lado, con los dedos estirados

casi el ancho de su abdomen. Manos de futbolista. El pensamiento

le hizo sonreír. Le encantaba la forma en que se adaptaban al

tamaño de su cuerpo, como si un poder superior hubiera creado

tal perfección artesanal especialmente para él.

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Sus dedos viajaron hacia arriba y encontraron los guijarros tensos

de sus pezones. Tomó uno, haciéndolo rodar el máximo entre el

pulgar y el índice. Ella gimió, arqueando la espalda, piel caliente a

su contacto. Más besos en la ‘v’ de su cuello y hombro. Degustando

y jugando con sus pechos.

—Oh, Tommy. Me harás llegar tarde. —Ella se giró, parpadeando

hacia él. Enormes ojos marrones estaban vidriosos por la

excitación. Necesitándolo, deseándolo.

—No, no lo haré. Confía en mí, nena.

Arrojó la colcha fuera del camino, luego agarró sus bragas. Debió

ponérselas en cuando tomó su camisa. ¿Por qué diablos las

mujeres las usaban en la cama cuando sólo se interponían en el

camino? Se las bajó a través de sus piernas, arrojándolas al suelo.

La camiseta siguió, Tommy la arrastró sobre su cabeza. Ella yacía

en la almohada, mirándolo con deseo, lo que lo sacudió hasta los

pies.

—Abre las piernas. —Sus labios se levantaron, lo hizo, borrando

cualquier preocupación de que ella no estuviera dentro del

jugueteo. Se arrodilló entre sus muslos, trazando besos desde el

interior de una rodilla delicada hacia su sexo—. Muy bonito y rosa.

Ya mojado para mí. Me podría venir con sólo mirarte.

Ella gimió, levantando sus caderas un poco. Con una risita

contenida, sus dedos se despidieron de ella. Su lengua chasqueó

en sus pliegues, sumergiéndose en el interior. Se demoró,

tomándose su tiempo, como un hombre que goza de un cono de

helado.

—Dios, sabes tan bien.

—¡Oh! ¡Por favor! —apretó los puños en su cabello, instándole.

Con mucho gusto, su lengua la folló con unos golpes y luego llevó

rápidamente su boca hacia su sexo, succionando su protuberancia

sensible. Comerse a una mujer era uno de los mejores placeres de

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la vida y esta mujer, en particular, era un sueño hecho realidad.

Ella se deshizo debajo de él. La visión de ella, sin preocuparse de

nada salvo por su toque, casi le hizo perder el control.

De pronto ella encontró su liberación y frenarse a él mismo era la

cosa más difícil que jamás había hecho. Ella era salvaje contra su

boca, dulce miel bañando su lengua.

—Oh, sí. Hermosa —susurró.

Cuando el último de sus estremecimientos se calmó, él se trasladó

a su lado. Se inclinó y besó su hermosa boca. Luego se fue a buscar

rápidamente otro condón en sus pantalones cortos, agradecido de

haber traído más de uno.

Ella se incorporó un poco y envolvió su mano alrededor de su

erección rampante, lamió y chupó la punta.

—Pobre bebé. Tenemos que hacer algo al respecto.

—Oh, sí —prometió, bajo y oscuro—. Pero si sigues así esto

terminará en menos de dos segundos y quiero estar dentro de ti.

—Está bien, pero la próxima vez quiero probar todo lo que quiera.

—El pequeño brillo malicioso en sus ojos hizo saltar a su polla.

—Trato hecho. Te quiero en tus manos y rodillas. Te voy a follar

por detrás, dulce nena.

—Sintiéndote un poco travieso, ¿no?

—Nah, esto no es travieso. Más tarde te contaré algunas de mis

sucias fantasías. Quizás hasta podamos elegir una para hacerla

realidad.

—Suena intrigante. —Con eso, ella rodó sobre sus manos y

rodillas.

—¿Qué estás esperando?

—Jesús.

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Miró a su cuerpo. Saboreó la vista de su mujer dispuesta a

entregarse a él de esta manera. Cascada de cabello encrespado

alrededor de su cara. Rodillas extendidas, labios color rosa de su

sexo, húmedo y resbaladizo por sus atenciones, listos para darle la

bienvenida en su interior.

Se envainó a sí mismo y pasó sus dedos a lo largo de su línea,

extendiéndola.

Cristo, él no iba a durar. Agarrando sus caderas, dirigió la punta de

su pene en ella y empujó a casa. Enterrado su polla hasta la

empuñadura. Su calor rodeó la longitud palpitante de él como un

guante, apretando, volviéndolo loco. Todavía no...

—Mírate —dijo con voz áspera—. Hermosa. Mía.

Ella comenzó a empujar de nuevo en él, acariciándolo al mismo

tiempo que él embestía.

—¡Sí! ¡Oh, Dios mío!

Él entregó el control. Se entregó a ella como una bestia furiosa.

Duro, salvaje, peligroso. La golpeó con movimientos largos.

Empujando más rápido. Alegres gritos femeninos llegaron a sus

oídos, borrando cualquier duda persistente que podría haber

tenido acerca de tomarla tan rudamente. Podría pisar el filo de la

navaja, pero él nunca, nunca la lastimaría.

La bestia no tenía ninguna posibilidad contra tales cosas

embriagadoras. Con un grito ronco, la empaló una última vez. La

abrazó, enterrándose tan profundo que en realidad sentía que se

conectaban en algo más que en un sentido físico. Su liberación lo

sacudió hasta la médula. Marcándolo como a ella, para siempre, si

es que a ella le importaba continuar. Su clímax le ordeñaba una y

otra vez.

Cubriéndola como una manta, permaneció dentro de ella por un

momento, sudando y temblando. Él nunca había llegado más duro

o había sido drenado más a fondo en su vida. No es que hubiera

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sido todo un perro caliente en el pasado, como su padre creía,

pero aun así. Nunca antes había compartido un despertar

demoledor, una fusión de corazones con la mujer que amaba.

Oh, Dios, la amo.

Sólo esperaba que sus sentimientos no fueran todos de un solo

lado. Sólo el tiempo lo diría y era demasiado pronto para dejar ese

gato en particular fuera de la bolsa.

Con pesar, salió de ella y tomó unos segundos para deshacerse del

preservativo en su cuarto de baño. Cuando regresó, Shea estaba

tumbada boca arriba, brillando con la potencia de una buena

follada. Él estaba bastante condenadamente orgulloso de sí

mismo.

—Eres un hombre malo, malo —dijo con una sonrisa—. Llegaré

tan tarde.

—Fue por una buena causa. —Él sonrió y la arrastró a su lado,

dándole un beso en la nariz—. Y como una ofrenda de paz, hice

café.

—Supongo que puedo cortar un poco de tiempo con eso. —Ella se

quedó en silencio por un momento, luego arqueó una ceja a él—.

Fantasías sucias, ¿eh?

—No tienes ni idea.

—Supongamos que continuemos esta conversación esta noche,

¿después de que salga?

La esperanza brilló más que nunca. Estaban haciendo progresos

últimamente.

—Por qué no te dejo y, ¿te recojo a las siete de esta noche?

Se mordió el labio.

—Si estás seguro de que no te importa…

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—Por supuesto que no. Tengo algunos recados que hacer y

volveré por ti. Si eres capaz de salir más temprano, sólo llámame y

puedo estar allí en cuestión de minutos.

—Suena bien, gracias. Y, ¿Tommy?

—¿Sí, nena?

—Trae tu ropa de trabajo por la mañana, si quieres.

¡Sí!

—Cariño, no puedo pensar en nada que me gustaría más.

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Capítulo 10 Traducido por flochi y Fanny

Corregido SOS por LadyPandora

hea, cariño, llegas tarde —dijo Dora sin alzar la

mirada del historial médico—. Es raro en ti.

—Lo siento, estaba… me retuvieron. —Una risita

luchó por escaparse a pesar de sus esfuerzos por aplastarla, y

Dora finalmente la miró.

La mujer mayor se quedó boquiabierta.

—¡Dios Santo, estás encendida como una antorcha! ¿Quién es él?

—siseó, agarrando el brazo de Shea y llevándola a un rincón más

apartado—. ¡Ni siquiera me voy a molestar en preguntar si es

bueno!

Shea le sonrió a su amiga. No pudo evitarlo.

—¿Te acuerdas del bombero que fue llamado el otro día, el de la

caída del andamio?

—Sí, el bombonazo que salvó al trabajador de la construcción. —

Los ojos de Dora se agrandaron y ondeó la mano

dramáticamente—. ¡No! ¿En serio?

—Sí. El mismo.

—¡Por todos los santos! ¿Tu hada madrina no tiene algo para mí?

—No tengo ni idea, pero le preguntaré.

—¿Es aquí donde tengo que llamarte perra?

—Si eso te hace sentir mejor.

—S

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—¡Perra! —Se echó a reír y se pasó la palma por encima de la

frente—. Vaya, me siento estupenda ahora.

Shea abrazó por los hombros a la otra mujer.

—Eres increíble. En serio, lamento llegar tarde. No lo volveré a

hacer.

—Lo sé. En este caso, estás perdonada. Dios sabe que estás lista

para una felicidad mayor, amiga —dijo, su tono suavizándose—.

Entonces, ¿cómo son las cosas con él, realmente? Y no me refiero

al impresionante sexo.

—Dora… él no lo sabe. No estoy lista para entrar a todo eso con él.

No todavía.

Dora le palmeó el brazo en una muestra de consuelo.

—Entonces no lo hagas. No hasta que te sientas cómoda

compartiéndolo con él. No permitas que él ni nadie te empuje. ¿Me

escuchas?

Shea tragó saliva con fuerza y parpadeó el escozor de lágrimas en

sus ojos.

—No lo haré.

—Ahora no vayas a ponerte toda llorosa y toda esa mierda.

¡Tenemos trabajo que hacer!

Durante todo el día, su mente regresó a la increíble manera de

hacer el amor de Tommy. La manera en que la hizo sentir querida,

como ningún otro hombre la había hecho sentir antes. Tenían una

conexión verdadera, la oportunidad de algo sólido.

Si sólo ella no arruinara su relación con temor y dudas.

Agonizando por fantasmas que no descansarían en paz.

***

Después de dejar a Shea en Sterling, Tommy manejó sin ningún

destino particular en la mente. Sólo una vaga sensación de

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malestar. Sin ningún motivo, su mente regresaba a la conversación

que él y Shea tuvieron en Stratton. Los ánimos de ella para que

intentara una profesión nueva. Para que se reinventara, si él así lo

quería.

¿Él lo quería? Había ganado el estatus de paramédico unos pocos

meses atrás. Le gustaba su trabajo, sus amigos. Estaba preparado

para una carrera completa. ¿Pero quería ser bombero por los

siguientes treinta o cuarenta años?

Se encontraba en una encrucijada, y mientras que odiaba no haber

escogido la profesión correcta, estaba inmensamente agradecido

de cuestionar su elección ahora en vez de en veinte años más

adelante, cuando ya fuera muy tarde.

Cuestionando verdaderamente y considerando sus opciones.

Gracias al apoyo de Shea.

Fue como un peso siendo levantado de sus hombros. No se había

sentido libre por tres años.

Por primera vez, sentía que estaba bien decir: quizás tomé un giro

equivocado. Tomé un desvío erróneo.

Estaba bien vivir, aunque Donny no estuviera. Quizás esa era la

revelación más sorprendente de todas.

Sin prestar atención de a dónde iba, se encontró con la estructura

quemada del edificio de oficinas en el que habían trabajado el otro

día. Ese donde Eve casi cayó a través del techo.

Un incendio provocado.

—¿Quién querría hacerle eso a un edificio abandonado y por qué?

¿Adolescentes aburridos? ¿O alguien con un motivo más oscuro?

Un rompecabezas. Y a él le encantaban los rompecabezas. La

posibilidad de resolver el crimen de un incendio provocado lo

emocionaba como nada en años. ¿Crímenes normales, como robos

y tráfico de drogas? Olvídate de esa mierda. Esos eran crímenes

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que tenían que ser resueltos a escala humana. ¿Pero un incendio

provocado? La pistas eran ciencia, pura y simple. El trabajo del

investigador de un incendio provocado era presentar las pruebas

y dejar que los detectives se encargasen del arresto.

Tommy estacionó el auto, tomando nota de que otro vehículo, un

sedán Ford indescriptible, estaba estacionado cerca. Hasta que

supiera con seguridad que la otra persona tenía asuntos que tratar

aquí, ¿cómo tú, idiota?, tendría que ser precavido.

Salió de su camioneta y caminó hacia la estructura del edificio, con

un escalofrío bajando por su columna. Algún maldito enfermo

había quemado el lugar a propósito, y su compañera casi había

muerto. Le gustaría saber quién, y arrinconar al idiota alguna

noche oscura

Esquivando la cinta amarilla, caminó tan cerca como se atrevió,

estudiando los lugares donde el fuego pareció que había hecho

más daño que en otros. Algunos lugares dentro de la estructura

estaban ennegrecidos y carbonizados, otros casi intactos.

—La cinta está ahí por una razón.

Tommy pegó un salto y giró para estar cara a cara con un hombre

de cabello oscuro que parecía ser al menos diez años mayor que

él. No era tan alto como Tommy, pero su cuerpo estaba en forma y

era compacto. Su expresión era curiosa más que hostil, y Tommy

le dio una sonrisa, acercándose a él.

—Lo sé, lo siento. Tommy Skyler, Departamento de Bomberos de

Sugarland —dijo, extendiendo la mano—. Mi estación trabajó en

esta llamada y mi compañera casi cayó a través del techo.

Con esa información, el semblante del hombre cambió por

completo de cauteloso a abierto. Apretó la mano de Tommy y

silbó.

—Chicos, salieron vivos, muy bien. ¿Él está bien?

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—Ella y sí, gracias. —Dejó ir la mano del hombre y señaló hacia el

edificio—. Recientemente me he comenzado a interesar en la

conclusión de las cosas. Ya sabe, después que los camiones de

bomberos se han ido a casa. Creo que sería fantástico ayudar a

atrapar al perpetrador en lugar de simplemente limpiar su

desastre.

El tipo se rió.

—Está bromeando, ¿cierto? Un par de hombres con los que

trabajo darían sus colmillos por ser bomberos. Uno hizo la

puntuación más alta en la prueba escrita pero no pudo pasar la

agilidad física. No sé por qué renunciarías a la emoción de ser

bombero por una carrera aburrida en investigaciones. —La nueva

especulación en sus ojos, sin embargo, desmintió sus palabras.

—El césped siempre es más verde, supongo.

Sonrió.

—Supongo. Oh, soy Mark McAllister, por cierto.

—Encantado de conocerlo, Sr. McAllister.

—Solo Mark. Entonces, ¿esto es curiosidad, o estás

verdaderamente interesado en descubrir lo del equipo de

Incendios provocados?

—Estoy realmente interesado. Me gustaría descubrir más, ver si

tengo lo necesario para hacer el movimiento.

—Sabes que no es lateral, ¿cierto? Los incendios provocados son

un juego completamente diferente.

—Así lo pensaba. Aunque me gustaría comprobarlo.

Mark lo consideró por un momento, luego se quitó la billetera y

sacó una tarjeta de presentación.

—Te diré qué. ¿Por qué no pasas por mi oficina cuando tengas

oportunidad y hablamos? Puedo repasar los hechos contigo.

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—¿Lo haría? —Tommy tomó la tarjeta que le ofreció y un torrente

de emoción lo atravesó.

—Claro, ¿por qué no? Si uno de nuestros chicos en el frente tiene

ganas de entrar en la División de Prevención de Incendios, digo

que todos ganan. Vamos. Sólo asegúrate de llamarme primero

para estar allí.

—Genial. Lo aprecio.

McAllister se dio la vuelta y avanzó a su coche, y Tommy tuvo la

impresión de que le estaba dando la sugerencia de que se fuera.

No podía culpar al sujeto, en serio, por no querer a alguien aquí

entrometiéndose en la escena del crimen o posiblemente saliendo

lastimado.

Tommy abrió su camioneta y McAllister lo saludó. Tommy levantó

la mano y entró, y no se le pasó por alto notar que el otro hombre

no arrancaba el coche, sino que hizo una llamada en su teléfono.

¿Una táctica de retardo para asegurarse de que Tommy se iba?

—Muy bien, me voy de aquí —dijo con una media sonrisa.

Cuando arrancó su camioneta y condujo, juró que podía sentir al

hombre siguiendo su progreso. Quizás él tenía algunas dudas

sobre que la historia de Tommy fuera legítima, e incluso ahora

estaba buscando información sobre él.

Estaba bien. La mente del hombre se calmaría y, con algo de

suerte, Tommy habría hecho una incursión.

Una que podría resultar ser valiosa a largo plazo.

Tommy pasó el resto del día haciendo unos encargos, incluyendo

empacar una lona y llevar sus pantalones navales de regulación y

una camisa en una percha para cambiarse para el trabajo por la

mañana.

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Se le ocurrió que Shea podía quedarse en su casa, pero quizás ella

se sentía más a salvo en su propio territorio. Lo que a ella le

hiciera sentir mejor le parecía bien.

Shea lo estaba esperando cuando detuvo el vehículo y sonrió

cuando la vio vestida con su ropa de hospital con pequeños gatos

impresos en ellos.

—¿Qué? —dijo ella mientras subía y cerraba la puerta.

—Supongo que el liso y feo verde es cosa del pasado —dijo,

señalando el diseño de su uniforme.

—No del todo. Los chicos no usan dibujos lindos, así que tienden a

pegarse al verde vómito a menos que trabajen con niños.

—Ah. Me rectifico. Son lindos, de todas formas. —La miró antes de

salir a la carretera—. Sin embargo, no tan lindo como tú.

—Los usaré todos los días entonces.

—Te prefiero sin ellos, en realidad. —Su polla estuvo de acuerdo,

retorciéndose en los confines del pantalón. Parecía que estaba

perpetuamente caliente con esta mujer cerca. Aunque no tenía

quejas.

—¿Aquí es dónde hablamos de fantasías? Parece que recuerdo a

un sujeto caliente mencionando ciertas perversiones…

—Oye, lo dices como si fuera algo malo. —Resopló de indignación.

—Para nada. Tengo curiosidad por cuáles son las tuyas —dijo,

pasando una uña por su brazo.

Él se estremeció y sintió sus tetillas apretarse. ¡Mierda!

—Maldición, nena. Vas a hacerme chocar la camioneta. —Golpeteó

el volante con un dedo—. Empecé este tema, ¿o no?

—Ciertamente. Escúpelo, amigo.

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—Está bien… una de mis fantasías es de dos mujeres y un hombre.

Obviamente, siendo yo el hombre —dijo con una sonrisa pícara.

Shea soltó un resoplido poco femenino.

—Sí, eso no va a pasar, a menos que estés dispuesto a participar

en una de las mías: dos hombres y una chica. ¿Adivina quién sería

la chica? ¡Moi! Y los hombres tendrán que besarse.

—De ninguna manera —murmuró él—, lo digo en serio, a cada

uno lo suyo, pero… amigo.

—¡Ja Ja! ¡Sabía que podía hacerlo!

—¿Qué?

—Hacer que digas amigo —dijo, riendo—. No lo has dicho en

años.

—Eso es ser mala, Shea Ford. —Le lanzó una mirada curiosa—.

Entonces, ¿no hablabas en serio? ¿Sobre los dos hombres?

—Bueno, claro que sí. Pero renunciaría al sueño por ti —dijo con

dulzura.

Él se echó a reír. Hombre, tenía las bolas puestas en un torniquete

con esta mujer. No podía saber si estaba bromeando o no, pero

seguramente le estaba tomando el pelo.

—Apreciaría eso, nena. Supongo que dos mujeres es una mala idea

también. —Lo pensó por unos segundos—. Está bien. Otra es un

picnic desnudos en la playa.

—Tentador, pero curiosamente estamos lejos de la playa en

Tennessee.

—Siempre están las playas artificiales junto a la presa del río

Cumberland.

—Um, no. Demasiada gente, no quiero tener que explicarle a mi

hermano policía por qué tuvo que sacarme de apuros de la cárcel.

Siguiente.

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—Muy bien. Voy montarme a cuestas de la última idea y te diré

que siempre quise tener sexo en un lugar público. No en frente de

una multitud, sino en algún lugar oscuro y misterioso. Quizás otra

pareja esté observando y eso los ponga calientes. —Dios, ¿un

hombre podía morir por su polla siendo estrangulada dentro de

sus pantalones?

—Oh, Dios. —Ella sonaba intrigada, su voz baja y ronca—. ¿Cómo

en dónde? Está esta cosa de ser arrestados…

—No estoy seguro. Podríamos ir a un club en Nashville y

encontrar una esquina oscura para divertirnos.

—Eso suena arriesgado en muchas maneras. Tacha eso.

—Oh, espera. Ya sé. Hay una pareja de jóvenes que se mudaron a

lado de mis padres, y mi padre dice que siempre lo están haciendo

como conejos cerca de su piscina. Y mis padres van a estar fuera

de la ciudad por unos días la próxima semana.

Dejó que la sugerencia colgara y miró hacia ella para verla

mirándolo con los ojos muy abiertos y los labios separados.

Parecía sorprendida y excitada al mismo tiempo.

—¿De verdad querrías?

—Cariño, soy un chico. La evidencia no miente. ¿Tú quieres?

Su mirada se deslizó de su regazo a su cara.

—¡No lo sé! Suena tan, tan travieso. Y, vaya, yo nunca…

—Yo tampoco —dijo él, esperando que se sintiera cómoda. Él

realmente había puesto su mente a volar—. Como dije, son sólo

fantasías. Si tú no quieres, no te preocupes. Nunca haría algo que

te hiciera sentir incomoda.

El recordatorio pareció calmarla de alguna manera.

—Aprecio eso. Pero nunca dije que no quisiera.

¡Oh, hombre! Sí, ella iba a matarlo. Pero de qué manera.

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—Bien. Lo que quieras, nena, todo lo que tienes que hacer es

pedirlo. Si tú estás contenta, yo voy a estar contento. Así es como

funciona.

—Tú eres algo más, ¿sabes? —Ella tomó su mano libre mientras

doblaban en su calle, frotando su mano callosa—. No sé por qué

alguna vez pensé que necesitabas madurar.

Él hizo una mueca.

—Diablos, siendo sincera, ¿no?

—Eso no fue muy educado, ¿verdad? Lo que estoy tratando de

decir es que estoy agradecida de que finalmente estoy conociendo

al verdadero tú —dijo ella suavemente—. Y me gusta lo que veo.

Bastante.

Un extraño sentimiento se enroló en su corazón como una vena,

abrazándolo cerca.

—Me alegro, porque me ha gustado lo que he visto todo este

tiempo.

—Desde que nos conocimos y ahora te he dado un muy difícil

momento. Lo siento.

El aparcó la camioneta y se giró para enfrentarla, ahuecando su

barbilla.

—Sin remordimientos. Vamos a concentrarnos en el aquí y ahora.

—Suena bien para mí.

Ella se inclinó hacia él, enviando sus sentidos en picada con un

beso. Suave como una pluma, sus labios mordisquearon los de él.

Una afirmación de su creciente vínculo.

Con su pecho apretándose contra el de él, suaves y cálidos. Su

aroma disparó una descarga de necesidad a sus bolas y las apretó.

—Vayamos adentro —dijo ella, alejándose.

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—Buena idea. —Él agarró su uniforme que colgaba en la parte de

atrás del asiento y la maleta de la parte de atrás de su camioneta.

Una vez que estuvieron dentro del apartamento, él puso sus cosas

en el sofá y la atrajo él.

—¿Estas hambrienta? Debí preguntar si querías detenerte para

comprar algo.

—Pensé que calentaríamos algo de tu cacerola después. Ahora

mismo, tengo hambre de algo más.

—¿Qué podría ser?

Una pequeña mano toco su pecho y bajo hacia su estómago,

pausando en la pretina de sus pantalones.

—No eres tan inocente. Creo que puedes adivinar.

Su pulso se disparó mientras ella desabrochaba sus pantalones,

bajando el cierre. Antes de conocer a Shea, si alguno de los chicos

le hubiera preguntado si pensaba que ser seducido por una mujer

en bata de enfermera con gatitos era sexy, él se hubiera reído.

Mientras enganchaba sus dedos en la cintura y bajaba sus

vaqueros junto con sus bóxers, y se ponía de rodillas frente a él,

tuvo que admitir que ella podría estar usando un traje de payaso y

no habría importado. Tener su boca sobre él lo hacía todo.

Su erección apuntaba directo a su objetivo, ya estaba roja y

goteando por su anterior conversación. Extendió sus manos y

acarició los sedosos rizos en su cabeza, pero se las arregló para

detenerse de seguir su primer instinto que era tirar de su cabeza

hacia delante y follar su boca hasta que explotara.

No lo hizo, aunque fue difícil. Cuando ella pasó su lengua por su

punta húmeda, sin embargo, se alegró de haberse abstenido.

Había una cierta embriagadora libertad en la rendición, y ese

concepto era nuevo para él. Verla explorar a su voluntad era la

cosa más erótica que jamás había visto.

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Ella mamó la cabeza, probando, sus dedos checando el peso de sus

pesadas bolas. Manipulándolas con una suave presión. Él contuvo

el aliento y amplió su postura tanto como los pantalones

alrededor de sus tobillos se lo permitieron, dejándola tenerlo.

Él estaba muy orgulloso de su control, hasta que vio la longitud de

su polla desaparecer lentamente, envuelta por su húmedo calor.

—Oh, Dios —dijo con voz áspera, sus caderas yendo hacia

adelante—. Infiernos, sí. Chúpamela.

Agarrando la base de su pene, ella incrementó la succión con

grandes tirones. Tomándolo profundo y deslizándose fuera. Una y

otra vez, su lengua acariciaba la cresta de debajo. Su mano libre

exploraba detrás de sus bolas, frotando el perineo, una zona

erógena que él nunca había experimentado.

Se sentía tan malditamente fantástico, su boca y manos

trabajándolo, devorándolo, volviéndolo loco, que él en realidad

gimió y se quejó. La maravillosa sensación apretada y pesada

comenzó en su espina, envolviéndose alrededor de su ingle.

—¡Oh, nena, mierda! Creo que voy a… voy a…

Le faltaron las palabras mientras ella lo tomaba con toda su

garganta, cada centímetro de su polla siendo chupada y masajeada

sin piedad. Ya estaba listo para el viaje ahora, ni siquiera trató de

detenerlo. Su cuerpo entero se tensó y gritó, su liberación bajando

por su bonita garganta.

—¡Sí! ¡Mierda, sí! —Se estremeció varias veces, aturdido, dejando

que ella lo derribara fácilmente. Finalmente, lo dejó ir, y se quedó

triste de que hubiera terminado—. Jesús, eso fue increíble.

Gracias.

Ella se limpió la comisura de sus labios y le sonrió.

—De nada. He estado esperando para hacer eso por un largo

tiempo, si soy sincera.

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Tomó su brazo para ayudarla a levantase, luego le dio un profundo

beso.

—Bien, puedo probar como nos mezclamos juntos. Eso es

totalmente excitante.

—Estoy de acuerdo. Cada vez que quieras repetir. Soy tu mujer.

Él trazó sus labios con su pulgar, leyendo su reacción

cuidadosamente a sus siguientes palabras.

—¿Eres mi mujer? ¿Estamos juntos?

—Creo que es seguro decir que lo estamos, sí —dijo en voz baja.

Pero su buen humor parecía intacto, lo que él tomó como una

buena señal—. No estoy segura de a dónde va esto, pero sé que es

algo. No me acuesto con cualquier hombre, y si escojo acostarme

con un hombre que me importa, no salgo con otros hombres.

—Nunca pensé que lo hicieras, pero es increíble escucharte

decirlo en voz alta. —Él podría saltar de alegría, pero decidió

mejor no hacerlo—. Me siento de la misma manera, así que no

tienes que preocuparte por mí por andar coqueteando. No fui

educado de esa manera.

—¿Sí? ¿Y tu fantasía del trío? —Su tono era solamente medio en

juego.

—Nada, salvo una conversación sucia divertida, nena —le

aseguró—. Aunque soy un poco fan del exhibicionismo, así que

aún tengo en mente el espectáculo para los lujuriosos vecinos de

mis padres.

—La idea tiene posibilidades. Pero hazme un favor y no uses las

palabras “padres” y “lujuria” en la misma oración.

—Asco. Lo siento. —Él miró hacia abajo y chasqueó—. Mierda,

sigo expuesto aquí. Debiste haber derretido mi cerebro junto con

mis huesos.

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Después de ponerse decente, ella lo abrazó fuerte. Él sintió su

sonrisa contra su pecho.

—¿Muy derretido para ir por otra ronda más tarde?

Él apretó su abrazo y beso la cima de su cabeza.

—De ninguna manera. Esta noche, señorita, es mejor que estés

lista. Planeo hacerte el amor toda la noche.

—Oh, promesas, promesas.

—Ya lo creo. Más temprano que tarde si te sigues moviendo

contra mí.

—¿Un largo periodo de sequía?

—Lo ha sido desde que te conocí. No he querido a nadie más y ha

sido malditamente solitario —dijo honestamente.

Ella se inclinó y tocó su cara.

—Lo siento.

—No lo sientas. Ya no estoy solo.

—Yo tampoco.

Él la condujo al sofá y la bajó con él, sosteniéndola apretada a su

lado. Ella descansó su cabeza en su pecho, sus brazos alrededor de

él en lo que se estaba convirtiendo su posición favorita. El silencio

era un raro y perfecto trozo de vida, demasiado grande para que él

pudiera procesarlo.

Solamente se sentó e imaginó las venas alrededor de su corazón

llegando a las de ella y enredándose. Bien y bonito, como agua

llenando las grietas en una tierra seca.

Después de varios minutos, se movió y frotó su brazo.

—¿Quieres que caliente algunas de las sobras?

—En un rato. Quiero sentarme así un momento más.

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Su estómago gruñó.

—Si vas a hacerme arder como combustible, tienes que

alimentarme.

Girando en sus brazos, ella descansó su barbilla en el centro de su

pecho y lo miró con grandes ojos cafés de cachorro, sacando su

labio inferior en un puchero.

—¿Por favor?

El río fuertemente y besó la punta de su nariz.

—Eso es jugar sucio.

—Está integrado en el ADN femenino, es una malvada forma de

control mental usada para excitar y confundir a los machos,

haciéndolos inclinarse por los deseos de las mujeres.

—Bueno, funciona. Maldición, ¿en qué me he metido?

—Pobre bebé. —Ella trazó sus labios con un dedo delicado.

Contento de ser el objeto de su simpatía, se recostó en las

almohadas, disfrutando de sus caricias. Ella exploró su boca, su

frente. Gruñó con placer cuando ella enterró sus manos en su

cabello, masajeando su cuero cabelludo.

Ella pausó.

—¿Cómo está tu cabeza desde el accidente del andamio? Me

siento apenada por no pensar en preguntar antes.

—Mejor, especialmente con esos dedos mágicos haciendo el truco.

—¿Te duele mucho? —Ella miró la zona.

—En realidad no. Sólo cuando aprieto en la zona lastimada.

—Entonces no la molestaré. Me alegra que estés bien.

Estudiándola, preguntó:

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—¿Estás bien conmigo teniendo un trabajo tan peligroso? ¿Y si

decido quedarme en el departamento de bomberos?

—Tienes que hacer lo que te haga feliz. Me preocupo, pero nunca

dejaría que eso dañara lo que tenemos.

Él asintió.

—Conocí un hombre hoy, Mark McAllister. Es un investigador de

incendios en Prevención de Incendios. Me dio su tarjeta y me

invitó a ir y que hablemos.

—¡Tommy, eso es maravilloso! —Shea se sentó, emocionada—.

¿Vas a ir?

—Sí, voy a llamarlo pronto, ir y ver lo que se necesita para hacer el

cambio, sólo por curiosidad. Todo es preliminar.

—Bien por ti. ¿Les has dicho algo a los chicos de la estación desde

que discutimos esto antes?

—Todavía no. No hay razón para emocionarlos sino es algo que

quiero seguir.

—Bien. En ese caso, no se lo mencionaré a Cori. Ella querrá

decírselo a Zack y los chicos se enterarán antes de que estés listo.

—Gracias, cariño, lo aprecio —dijo él, estirándose—. ¿Ahora si me

alimentarás?

—¿Si eso mejorará tu tiempo de recuperación? Claro.

—Aunque pensándolo bien… —Poniéndose de pie, la levantó en

sus brazos—. Comamos el postre primero.

Su gritito de felicidad perforó su tímpano mientras él trotaba

hacia el dormitorio. Sí, él podría hacer de esto un hábito.

De ahora en adelante.

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Capítulo 11 Traducido por nelshia, Martinafab y Debs

Corregido SOS por LadyPandora

stedes, imbéciles, me extrañaron?

El saludo de Zack fue recibido con alegres

palmadas en la espalda y comentarios

subidos de tono sobre el éxito de su luna

de miel. Desde su lugar en la mesa del comedor, Tommy levantó la

vista de su café y le dio a su amigo un saludo.

—¡Hey, hombre! ¿Cómo está Cori? ¿Llevó bien el viaje?

—Porqué, sí, Thomas, gracias por preguntar —enunció Zack,

poniendo los ojos en blanco al resto del equipo—. Te lo agradezco,

teniendo en cuenta que todo lo que el resto de los payasos quiere

saber es cuántos polvos conseguí.

—¿Y? ¿Cuántos polvos conseguiste, amigo? —Julian miró de reojo,

haciendo un gesto sugerente con la lengua.

Eve frunció el ceño a Julian.

—Lo suficiente como para escribir una nueva versión revisada del

Kama Sutra. —Zack se jactó—. Y eso es todo lo que va a salir de

mí.

Las cejas de Tommy se elevaron. Para Zack, eso era decir bastante,

teniendo en cuenta que el hombre había sido un virgen tímido

antes de que él y Cori se conocieran un frío y tormentoso día el

invierno pasado.

Julian ignoró a Eve.

—¿U

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—¿El sexo no lastima al bebé? —Él parecía realmente interesado,

y Zack se animó con el tema.

—No, mientras que el embarazo progrese con normalidad. La

naturaleza protege al bebé realmente bien. Él no sabe que algo

está pasando.

—Eso es exactamente correcto —agregó Six-Pack, asintiendo con

la cabeza.

—No es raro para ti que el bebé esté como, ahí cuándo... bueno, ya

sabes —dijo Julian, fascinado.

Zack negó con la cabeza.

—En realidad no. Es gratificante, en una especie de manera de

hombre de las cavernas.

Eve se atragantó y se dirigió a la puerta.

—Buen Dios. Voy a salir antes de que enferme.

—Espérame —dijo Tommy tras ella, jalando rápidamente hacia

atrás su silla.

—Bienvenido de nuevo, hombre Z.

—Gracias.

Tommy siguió los talones de Eve por la puerta de y dejó escapar

un suspiro de alivio. —Eso es un poco de demasiada información

para mí en este momento de mi vida.

—Lo mismo digo. —Ella se apoyó contra el camión, apoyando un

pie en el guardafangos detrás de ella—. Quiero niños algún día,

pero caray. Oír a esos tres discutir sobre bebés está más allá de lo

raro.

—¿Quieres hijos? —Por alguna razón, eso lo sorprendió.

—Claro, ¿por qué?

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—Ninguna razón, nunca pensé en ti como el tipo maternal. Sin

ofender.

Ella le lanzó una mirada de consideración.

—No lo has hecho. No eres exactamente la primera persona en

decirlo.

—Auch, no le prestes atención a los chicos —dijo—. ¿Qué saben

ellos? Quiero decir, míralos ahora, todos los antiguos sementales

sobre la ciudad se volvieron unos locos enfermos de amor.

La blanca sonrisa de Eve contrastaba contra su cara medio

bronceada.

—Cierto, pero no estaba hablando de ellos. Mi madre es la que

tiene las dudas, aunque creo que sólo está preocupada por lo

difícil que es traer a un niño de raza mixta al mundo. Ella se

preocupa por cómo me afectó. No el que mi padre sea blanco, sino

el hecho de que él se fuera. No pudo soportar la presión.

Tommy sopesó su respuesta con cuidado. Nunca había oído a Eve

discutir su pasado abiertamente antes, con tanta franqueza, y se

sintió como si hubiera estado incluido en su círculo de confianza.

Una cosa preciosa, si conocías a Eve.

—Puedo ver cómo eso pudo haber sido cierto hace más de treinta

años, ¿pero ahora? Las actitudes han cambiado. Las personas

están más informadas, aceptan más las diferencias culturales o

raciales. No dejes que esas viejas limitaciones te impidan

conseguir lo que quieres, Eve.

Eve ladeó su cabeza y se quedó en silencio por un momento,

mirándolo como si nunca lo hubiera visto antes. No realmente.

—¿Qué pasó con el chico engreído que tan sólo hace unos meses

me lanzaba insinuaciones sexuales en cada oportunidad? ¿Qué

pasa?

—Maduré —dijo en voz baja.

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Sus ojos se abrieron.

—Por Dios, te enamoraste.

—Sí. Le da a un hombre una perspectiva totalmente diferente,

supongo.

Eve le dio una risa tranquila y cruzó los brazos sobre su pecho.

—Te diré qué. No voy a renunciar a mis sueños si tú no lo haces.

—Trato hecho. ¿Tengo que adivinar lo que involucran tus sueños?

—Él podría ser lento, pero lo había deducido.

—Lo dudo —dijo con una sonrisa triste.

—Esa batalla podría ser una que puedes no ganar, cariño. Y no

tiene nada que ver con el hecho de que él sea blanco.

—Sólo que él es un hombre con el corazón roto y uno que no

puede admitir que tiene un problema con la bebida.

—Lo sé. Pero sin sueños, no tenemos un infierno de mucho más

que esperar cuando salga el sol, ¿verdad?

La declaración le golpeó duro. Mientras buscaba qué decir a

continuación, el intercomunicador emitió tres tonos ruidosos y

fuertes. Después vino el llamado, uno en el que Tommy nunca

había trabajado antes y había, de hecho, sólo visto en las noticias.

Una residencia había explotado debido a una supuesta fuga de gas,

dejando poco más que un montón de ladrillos calcinados, madera

y ceniza. Se creía que la casa estaba desocupada, pero no había

sido verificado. La unidad de materiales peligrosos asignada a la

estación Tres estaba en camino para ayudar.

—Mierda. —Tommy respiró, corriendo para deslizarse en su

equipo—. ¿Qué diablos pasa con todos los edificios destrozados

por aquí?

—Eso es lo que a todos nos gustaría saber, chico —dijo Sean con

voz cortante, moviéndose por delante de él para colocarse su

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propio equipo—. Acabo de hablar con el jefe del batallón esta

mañana. Los edificios vacíos en los que hemos trabajado no son

los únicos que el departamento de bomberos ha visto en los

últimos meses. Patrón de mierda inquietante.

Tommy reflexionó en la información mientras Zack los conducía a

su destino. Six-Pack los seguía en la ambulancia, la unidad asistía

debido a la posibilidad de lesiones, incluso bajas.

Cuando la casa, o lo que quedaba de ella, apareció a la vista, Julian

se santiguó.

—Jesucristo.

Todos ellos compartieron el mismo sentimiento. Si cualquier

persona, incluyendo transeúntes inocentes, había sido atrapada

en la explosión, estaba probablemente muerta.

Después que Zack estacionara el camión, se apretujaron y se

pusieron a trabajar. Tommy cogió un fragmento de conversación

entre Sean y el Capitán Reynolds de la estación Tres.

—¿El gas está apagado?

—Diablos, sí. No enviaría a mis hombres de otra manera —ladró

Reynolds.

—Verificando, eso es todo.

—No lo necesitarías si te mantuvieras al día con la comunicación.

—¿John?

—¿Qué?

—Vete al infierno.

¿Qué carajo? Tommy lanzó una mirada a los dos capitanes de

entrenamiento, pero fue rápidamente arrastrado en la búsqueda

entre los escombros por cuerpos. El equipo de búsqueda, ahora

compuesto por bomberos fuera de servicio y voluntarios locales,

llegó con su perro buscador de cadáver, que fue una gran ayuda. El

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entusiasta labrador delimitó por toda la propiedad, metiendo la

nariz en cada grieta que era difícil para sus homólogos humanos

alcanzar, evitando los peores puntos calientes, pero no encontró

nada. Aun así, el perro fue recompensado por su entrenador por

su trabajo duro con su juguete de goma, que sacudió con vigor,

causando que algunos de los chicos sonrieran.

Era fácil divertirse con el perro cuando no había víctimas.

La diversión se desvaneció con la llegada de los equipos de

noticias, que, obviamente, no tenían nada mejor que informar lo

de hoy, con cuerpo o sin cuerpo. Tommy y sus amigos

mantuvieron sus cabezas agachadas y dejaron que el jefe de

batallón respondiera a las preguntas, sobre todo cuando un

intrépido reportero hizo la conexión entre todos los edificios

destruidos en la zona en los últimos tiempos.

Maldita sea, esto estaba tomando forma para ser un día largo.

Tommy deseó estar repantigado con Shea, acurrucándose en el

sofá, o mejor aún, haciendo el amor. Veinticuatro horas, bueno,

que sean treinta y seis, después de que ella hubiera trabajado todo

el día, cuando él estuviera fuera de servicio y él estaría con ella

otra vez, robando cada momento con ella que le fuera posible.

Metiendo un dedo enguantado en un pedazo de madera quemada,

miró hacia la calle y a los mirones de pie más allá de las furgonetas

de noticias. Hombre, ¿qué no daría por un refresco helado o una

copa de limonada? La cerveza no era una opción, pero…

Espera un segundo.

Tommy se quedó inmóvil y miró hacia la multitud, o más bien, a

alguien en particular. Hacia una figura solitaria de pie un poco

separada del resto, un hombre que llevaba una gorra de béisbol.

Algo burló su memoria difusa. Su abuela hubiera utilizado el

término caminó sobre mi tumba, que en paz descanse. Cualquiera

que fuera la idea seguía siendo difícil de alcanzar, para su

frustración.

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No debería haberle afectado en absoluto, la visión de un hombre

con una gorra de béisbol, pasando el rato en el borde de los

espectadores.

Pero se quedó con Tommy para el resto de su turno.

Joseph sintió la jodida tierra moverse, el temblor sacudiendo las

ventanas. Poco tiempo después, las sirenas llegaron, sus gemidos

dándole escalofríos. Lo que sea que estaba ocurriendo podría

haber pasado en la calle de al lado o a kilómetros de distancia. No

había forma de saberlo.

Excepto poniendo las noticias. Él no tuvo que navegar por los

canales por mucho tiempo, no más de veinte minutos, antes de

toparse con el reportaje. Uno de los grandes equipos de noticias

de Nashville ya estaba allí, un reportero masculino hablaba en un

tono solemne sobre una explosión en un barrio antiguo de

Sugarland.

—... sacudido este tranquilo suburbio hace una media hora. Un

portavoz del Departamento de Bomberos de Sugarland declaró

que se cree que la causa de la explosión ha sido una fuga de gas y

los vecinos afirman decir que la residencia ha estado vacante

durante varios meses. Lo que hace plantearse la pregunta, ¿por

qué el gas no estaba apagado?

La cámara cortó para las imágenes del desastre arrasado, ya no

reconocible como una casa. Un par de vecinos fueron

entrevistados, exclamando su consternación por tal cosa

sucediendo, bla, bla. En el fondo, las personas se arremolinaban,

recordándole a Joseph buitres revoloteando sobre un cadáver.

Entonces Joseph se sentó con la espalda recta. Un hombre se había

apartado del grupo de mirones. Llevaba una gorra de béisbol. La

visión de Joseph podría ser mala y el hombre una forma borrosa a

lo mejor, pero era una forma que él conocía bien. Eso y el

sombrero.

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Pero fue un parpadeo en el tiempo, y el clip terminó, dejando

espacio para la duda. El hombre podría haber sido otra persona.

Después de todo, Joseph no había sido capaz de ver su rostro.

La escena rápidamente volvió de nuevo al periodista, quien

calentó su tema con entusiasmo.

—En una interesante nota al margen, esta no es la primera

calamidad relacionada con los edificios que se produce alrededor

del área de Nashville últimamente. En los últimos meses, un total

de nueve edificios o bien han sido destruidos o han sufrido daños

estructurales por el valor de decenas de millones en pagos de

seguros. ¿Coincidencia, o algo más? Sin duda, las autoridades

buscarán respuestas. Mike Hanson, Fox 17 Noticias.

Buscando a tientas el control remoto, apagó la televisión y se

quedó mirando la pantalla en blanco. Sospechas se formaron por

su propia voluntad, sin importarle que su primer impulso fuera

rechazarlas como imposible. Los hechos eran los hechos y pese a

que Joseph sólo tenía un puñado, los que tenía eran alarmantes.

Will estaba ocultándole alguna mierda seria a su abuelo.

Su nieto estaba siendo acosado por un maquinador bastardo. Y el

muchacho, quien nunca había tenido dos monedas de cinco

centavos para frotar juntas, trabajo en la ciudad o no, tenía casi un

cuarto de millón en el banco.

¿Había sido Will el hombre que estaba en el fondo en las noticias?

Si es así, ¿por qué estaba allí? Por ninguna buena razón, eso

seguro.

Así que allí estaba, contemplando lo que igualaría la invasión

bruta de privacidad y odiando el jodido infierno de él. No podía

sólo pedirle a Will que lo explicara, porque esto era demasiado

grande. Le daría a Joseph o una versión limpia o mentiría

directamente. El chico haría cualquier cosa para proteger a su

viejo abuelo.

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Y Joseph sentía lo mismo por Will. Es por eso que necesita el resto

de los hechos para respaldarlo, entonces verían qué hacer para

limpiar cualquier lío en el que se hubiera metido su nieto.

Con esfuerzo, se incorporó y fue arrastrando los pies a través de la

sala de estar, hacia el pasillo. Se detuvo en la puerta de la

habitación de Will, más asustado de lo que había estado a los

dieciocho años cuando había embarcado hacia Europa sabiendo

que probablemente moriría.

Ahora estaba aterrorizado.

También culpable. Pero no había nada que hacer, no con la vida de

Will en juego. Todo instinto que le había salvado el culo ahí lo

impulsó ahora, advirtiéndole de que esta misión era aún más

urgente. Más importante que su propio pellejo.

Armándose de valor, entró y miró a su alrededor. Estaba claro que

si un hombre escondiera algo aquí, podría ser encontrado. La

habitación era pequeña, al igual que todas las habitaciones de la

casa, los muebles de imitación de madera baratos y envejecidos.

Consistía en una cama, una mesita de noche y una cómoda,

además de un pequeño armario. Nada más.

El lugar más normal para mirar en lo que a él concernía era la

mesilla de noche. Un lugar cómodo donde una persona podría

meter un papel o algún otro elemento importante.

Lo encontró todo bien, una caja de condones y un pequeño tubo

de ese material resbaladizo que hace el sexo más gratificante. O al

menos eso afirmaba el tubo. Joseph no lo sabría, y no quería

contemplar cómo se habían puesto estas cosas en uso, tal vez

mientras Joseph había estado en el centro para personas mayores.

O tal vez Will visitaba a sus amantes durante esas noches en las

que "trabajaba hasta tarde".

Cristo. No, no quería saber los detalles, pero una parte de él estaba

herida por que Will sintiera que no podía confiarle la verdad de su

naturaleza.

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—Hay algo más importante que hacer, hombre viejo —murmuró

para sí mismo. Como si esa ya no fuera su preocupación más

urgente.

Cerró la gaveta y abordó la cómoda metódicamente, comenzando

en la parte inferior, la cual era el infierno en sus rodillas de viejo y

se abrió camino hasta la cima. Nada más que pantalones cortos,

camisetas, calcetines y ropa interior. Incluso miró por debajo de

los fondos de los cajones y detrás de la cómoda, buscando algo que

podría ser escondido ahí. No había evidencia concluyente de

actividades oscuras presentes.

A continuación comprobó la cama, específicamente bajo el colchón

y en la parte superior de los somieres. Estaba sudando para el

momento en que terminó de buscar, sin estar acostumbrado a

ponerse de cuclillas, levantarse y tal. Maldita sea, en sus días

habría cargado con los heridos de casi el doble de su tamaño hasta

llegar a la enfermería sin romper a sudar.

Bien, en el armario. Nada escapó sin notarse. Fueron registrados

pantalones y los bolsillos de las camisas, así como cajas de zapatos

llenas de mierda de la infancia. Medallas al mérito de Scout y

baratijas que significaban Dios sabe qué y sólo para Will. Una era

pesada y después de inspeccionarla, descubrió que estaba llena de

rocas y fósiles.

Rocas de todos los tamaños, formas y tipos. Joseph reconoció

granito y cuarzo, los cuales eran casi tan buenos como sus

habilidades para identificar rocas tumbado. Algunos de los fósiles

eran de forma nautilo, incrustado en la roca. Sonrió, pensando en

el chico dulce que había guardado estos tesoros. Hubo una vez en

que Joseph había tenido una colección similar, muy apreciada.

Dios sabía lo que le había pasado.

Dejando que los recuerdos lo llevaran atrás, cavó su mano en las

piedras, moviéndolas alrededor, admirando, preguntándose por la

historia detrás de cada una de ellas. Deseando poder volver el

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tiempo atrás al chico de ojos brillantes que Will había sido,

levantando una con orgullo para que Joseph pudiera verlo.

¡Abuelo, mira esto!

Mientras sus dedos nudosos dejaban de lado algunas de las rocas,

algo blanco en la parte inferior de la caja le llamó la atención.

Demasiado blanco para el color gris de la caja de cartón, fuera de

lugar. Con el ceño fruncido, cogió el blanco borde levantado. Una

esquina de un pedazo de papel.

Con el Parkinson devastando su sistema, agarrar la pequeña

esquina no fue fácil. Pero se apoderó de ella y tiró del papel para

descubrir que era un sobre. Uno que ya se había abierto hace

algún tiempo.

Dándole la vuelta, él echó un vistazo a la pequeña escritura. Una

especie de pánico sordo se arrastró a través de su vientre cuando

leyó el nombre y la dirección de un médico en Nashville.

Sólo había una razón por la que Joseph podría llegar a porqué Will

ocultaría algo de su médico en el fondo de una caja de recuerdos

de infancia inocuos.

El siempre presente temblor en sus viejas manos aumentó a

medida que retiraba el papel del interior, dejando que su visión se

adaptara a la imprenta, y leer lo que la maldita cosa tenía que

decir.

La caja resbaló desapercibida de sus manos.

Aplastando la carta del médico en sus manos nudosas, Joseph

hundió la cara entre las manos y lloró.

***

Forrest contestó el teléfono, con un vaso de whisky en la mano.

Todo el día hasta la noche había estado temiendo esta llamada de

Rose. El bastardo probablemente sabía que estaba sudando y

Forrest se resintió como el infierno.

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—¿Hola?

—Tu chico se hizo visible. En la cima de la sentencia del incendio,

esas son dos cagadas. Esto me cabrea —dijo fríamente.

—Él es tu chico, no el mío. Tú das las órdenes.

—¿Crees que eso te salvará el culo cuando llame?

Las entrañas de Forrest se volvieron agua.

—¿Vas a venir de nuevo?

—Con el tiempo. Prefiero más temprano que tarde. Mientras

tanto, el pequeño error del imbécil nos ha puesto en un aprieto.

Vamos a tener que terminar con esto antes de lo previsto. La

pregunta es, ¿quién va a pagar por el error?

Sentado en una silla dura, Forrest terminó el resto de su bebida.

—Un trabajo más y tendrás fondos suficientes, sin que nadie se

entere. Deja a Hensley solo.

—¿Qué trabajo sería ese? Y más vale que sea rentable.

—Va a serlo. Hay un almacén en las afueras de la ciudad. Los

resultados matarán a dos pájaros de un tiro —dijo, pensando en la

erradicación de una espina particular en su costado. La

perspectiva casi lo puso duro.

—¿Cuándo?

—Pronto. Dentro de las próximas dos semanas.

—Una semana. Quiero que me entregues mi cuota por los trabajos

y el dinero, ayer.

—Lo tendrás.

—¿Prescott? No me decepciones. Mi terapeuta dice que cometer

asesinatos es malo para mi conciencia.

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El otro extremo se cortó, y Forrest pulsó el botón de apagado. Por

un segundo, anheló lanzar el teléfono contra la pared, pero

significaría un lío más para tratar.

No. Le entregaría al hombre su cuota, y entonces estaría hecho.

Forrest no tenía ni idea de lo que el imbécil hizo con su parte, y no

le importaba.

Forrest sería el hijo de puta más rico que esta ciudad jamás había

visto. Tendría todo lo que quisiera y nadie iba a interponerse en

su camino.

***

Shea agarró una toalla alrededor de su cuerpo desnudo, mirando

la piscina de la casa de los padres de Tommy. El barrio era viejo,

modesto pero agradable, con majestuosos árboles como la más

admirable característica natural. La piscina era un toque de

bienvenida también, sobre todo después de un día largo y

frustrante en emergencias.

Bueno, la piscina y su homólogo igualmente desnudo con una

toalla. La de Tommy estaba echada sobre sus delgadas caderas, su

pecho y sus abdominales tensos, relucían por las luces de la

piscina que bailaban en el agua. Los grillos cantaban a su

alrededor, pero nada se movía.

—¡Estás loco! —Su susurro hizo eco en el silencio—. ¿Y si nos

ven?

Tommy dejó la botella de cerveza en una mesa cercana.

—¿Y? Podrían aprender algo nuevo.

—Tommy.

Se echó a reír y se movió para darle un beso. Automáticamente

puso sus brazos alrededor de su cuello, decidió ir con el momento.

La espontaneidad no había sido exactamente su punto fuerte los

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últimos años, pero con este hombre, se sentía bien. Con un poco

de miedo, pero bien.

Se probaron el uno al otro, sus lenguas de duelo por el dominio,

aunque no importó quién salió ganador. Pensó que ambos lo

hicieron, de alguna gran manera.

—¿Estás seguro de que tus padres se han ido? —Jadeó, tirándose

hacia atrás.

—Van a pasar la noche en la casa de sus amigos en Chattanooga.

Estamos bien —dijo con voz ronca, tirando de la toalla y

arrojándola a un lado.

—¡Oh! ¡No lo hiciste! —trató de sonar indignada mientras danzó a

un lado, protegiéndose de la vista, pero el regaño salió como un

chillido emocionado.

Tommy tiró fuera su propia toalla, mirándola de reojo

juguetonamente.

—¡Sí, lo hice! ¿Qué vas a hacer al respecto?

Ella retrocedió, riendo mientras él avanzaba como una bestia que

acechaba a su presa.

—¡Correr!

Y eso es lo que hizo. Giró y corrió, consciente de cuán ridícula

tenía que lucir, pero amando la persecución. Sin embargo su

carrera alrededor de la piscina fue de corta duración, al ser

agarrada por detrás y ser sostenida en sus fuertes brazos. Uno de

sus brazos alrededor de su espalda y el otro apoyando a sus bajo

rodillas, la metió contra su pecho, sonriéndole en su cara.

—Te tengo.

Feliz, ella entrelazó sus brazos alrededor de su cuello.

—¿Qué vas a hacer conmigo?

—Esto.

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Antes de que pudiera protestar, corrió hacia la parte profunda de

la piscina, y saltó. Ella gritó de alegría pura sin adulterar,

sintiéndose como si tuviera diecisiete años de nuevo. Libre y sin

nada más que diversión por delante.

Debido al calor de la noche de verano, el agua fría fue un shock. Se

hundieron juntos y salieron farfullando y riendo.

—¡Engreído! —Le gritó sin estar enojada para nada, empujando

su pelo mojado de su cara con una mano.

—¡Ya lo sabes!

Ella le echó agua en la cara y él le devolvió el favor, que resultó en

una guerra a gran escala, los dos persiguiéndose uno a otro

alrededor de la piscina. Se abalanzó, la capturó, hundiéndolos de

nuevo luego, la levantó y la giró en sus brazos para enfrentarla.

—Punto muerto —dijo con voz entrecortada.

—No, yo gano.

—¿Cómo?

—Soy una chica, y si no gano, puedo hacer tu vida miserable.

—Está bien, tú ganas. —Su expresión indulgente le dijo que no le

importaba.

Ella le echó los brazos alrededor de su cuello y sus piernas

alrededor de su cintura.

Durante un tiempo se contentaron con estar a la deriva alrededor

de la piscina, juntos, saboreando los besos y la cercanía entre

ellos. Tommy quedó en silencio y ella se preocupó, deseando que

actuara ridículo otra vez.

—¿Qué estás pensando?

—¿Por qué las mujeres siempre hacen esa pregunta? ¿Qué pasa si

no estamos pensando en nada y sólo hay viento que sopla entre

nuestros oídos?

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—Vamos, dime.

Se fue a un lado de la piscina y se apoyó de espaldas contra la

pared. Ella bajó sus piernas para ponerse de pie, pero mantuvo

sus brazos alrededor de él, amando el contacto.

Durante un tiempo, pensó que se había olvidado de su solicitud, o

había decidido ignorarla. Finalmente, su voz quebró la quietud.

—No he estado en esta piscina desde que Donny murió.

—Oh, cariño —dijo en voz baja—. No. ¿Por qué?

—Solíamos amar hacer el tonto aquí, era nuestro pequeño oasis

lejos del mundo. Después de que se fuera… simplemente no me

pareció correcto.

—¿Divertirte cuando él no podría?

—Sí. Estúpido, lo sé.

—No. —Ahuecó su barbilla y lo miró en sus increíbles ojos azul

pálidos—. Es muy común sentirse de esa manera después de la

pérdida de alguien cercano. Con Shane lo he vivido y duele.

Mucho.

—Nunca se va —susurró, mirando hacia la oscuridad—. Él fue

torturado primero. Nos dijeron lo que le hicieron y lo veo en mis

pesadillas. Cómo de aterrorizado debió haber estado.

Oh, Dios.

—¿Qué le hicieron?

—No quieres saberlo, y no creo que pudiera repetirlo.

—Está bien. —Después de una pausa, preguntó:

—¿Has estado alguna vez en un consejero?

Su cara se quedó inmóvil.

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—No, no quiero a nadie jugando con mi cerebro, que me diga

cómo debo sentir.

—No es tan así…

—No. Esa mierda funcionó bien para mis padres, pero no es para

mí. Está muerto, no importa cómo me sienta.

—Tommy, escucha. He visto lo que le pasa a una persona cuando

su devastado psique no sana. No entierres tu dolor hasta que te

destruya. —Acarició su mejilla, esperando que no estuviera

cruzando la línea—. Sólo quiero que te des cuenta de que estoy

aquí, y no estás solo. Lo diré tantas veces como sea necesario

hasta que lo superes.

—¿Qué te ha pasado, además de perder a tus padres? ¿Cómo es

que entiendes mucho acerca de cómo superar el dolor?

Sacudiendo la cabeza, trató de aclarar el tema.

—Oh, creo que es suficiente de cosas intensas por una noche,

¿verdad?

—¿Sabes lo que pienso? Creo que no superaste completamente lo

que pasó, a pesar de que das consejos como si lo hubieras hecho.

Eso la golpeó con fuerza y luchó para no mostrar lo mucho que la

tocó.

—Nunca dije que superara nada y sólo estaba tratando de ayudar.

—Lo sé y te amo por eso. —Vaciló, su cabello rubio húmedo se

enroscaba en su hermoso rostro, sus ojos serios—. De hecho, te

amo y punto.

El aliento salió de sus pulmones. Lo miró fijamente, con los labios

entreabiertos, con el corazón en la garganta.

—Yo…Yo... oh, Dios mío.

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—Nena, no puede ser una noticia de última hora —dijo, mirando a

otro lado. Pero no antes de ver la cruda vulnerabilidad que trató

de ocultar.

Su mente daba vueltas.

—Supongo que sabía, en el fondo. Tommy, yo…

—No tienes que decir nada, ¿de acuerdo? —Sus ojos se

encontraron con los de ella otra vez, suave con comprensión—. Te

pillé por sorpresa. Siento haberte presionado, pero no voy a pedir

disculpas por lo que siento. No puedo cambiarlo, y no lo haría.

—No, me alegro de que me lo dijeras —dijo en voz baja, trazando

sus labios—. De verdad lo hago.

—Por Dios, ¿qué hacemos hablando cuando hay otras cosas que

podríamos estar haciendo?

De repente, se apartó del lado de la piscina y la arrastró hacia los

escalones.

—¿A dónde vamos?

—Por ahí —dijo, señalando a sus toallas—. Vamos a ponerlas en el

césped.

—¿Ah, sí? Y entonces, ¿qué?

—Voy a seducirte. ¿Qué más?

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Capítulo 12 Traducido por Jadasa Bo, y SOS por Debs y Otravaga

Corregido SOS por LadyPandora

hea rió nerviosamente mientras Tommy extendía las toallas

debajo de un árbol cerca de la piscina.

—Eres insaciable.

—¿Quejas?

—Ninguna —dijo ella, admirando su culo bien apretado mientras

se inclinaba. Su piel brillaba con gotas, aferrándose a cada esbelto

músculo. Yum.

Colocó las toallas juntas y se sentó, estiró sus piernas y le tendió

una mano.

—¿Me acompañas?

Deslizando su mano en la suya, ella se agachó en la toalla y se

sentó frente a él.

—Esto es realmente travieso. ¿Y si los vecinos llaman a la policía?

—No lo harán. La anciana que vive en ese lado tiene noventa años

y nunca se aventura a salir. La pareja de la que te hablé vive allí —

dijo, señalando—. Son igual de calientes y no estamos haciendo

nada que no hagan todas las noches de la semana.

Ella pensó en eso, y la idea le dio un pequeño escalofrío

endiablado.

—¿Ahora puedo saber lo que está en la lona? —Lo trajo de su

apartamento y lo dejó caer con las toallas cuando salieron por la

verja. El canalla se negó a decirle lo que había dentro.

S

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180

Su sonrisa hubiera derretido su ropa interior, si es que tenía

alguna.

—Paciencia, nena. Ahora acuéstate boca arriba y cierra los ojos.

Curiosa y excitada, lo hizo mientras le pedía:

—No mires a escondidas.

—Está bien.

Oyó la cremallera y algunos crujidos alrededor. ¿Un chasquido de

una tapa? Luego, alisó su palma sobre su barriga y bajó por un

muslo.

—Coloca tus brazos sobre tu cabeza y cruza tus muñecas, como si

estuvieras atada. —Ella lo hizo—. Bien. Ahora extiende más tus

piernas, déjame ver todo de ti.

Su orden sensual estiró de sus pezones como un contacto físico y

se endurecieron, tanto como este juego con el aire de la noche

sobre su cuerpo húmedo.

Su palma viajó hacia arriba hasta sus pechos, rozó los puntos

sensibilizados mientras hablaba, bajo e hipnotizando.

—Adorable bebé, mírate, toda extendida y lista para mí. Puedo

hacer lo que quiera y te encantará, ¿no es así?

—S… sí. —Se contoneó un poco, quemándose. Allí mismo, entre

sus piernas.

—Lo necesitas tanto. Necesitas que te haga cosas decadentes

directamente aquí donde cualquiera puede ver. —Sus dedos

encontraron su sexo, frotando con sólo un ligero toque, diseñados

para volverla loca—. Me pareció ver una cortina moviéndose allí.

Sólo imagínate que están mirando mientras juego contigo.

—Tommy —gimió.

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—¿Sí, nena? ¿Necesitas que haga algo con ese dolor? Dios, estás

mojada. Tan resbaladiza, ni siquiera estoy seguro de si necesito

esto, pero voy a añadirlo a la experiencia.

Sus dedos desaparecieron y oyó un chorrito. Luego regresaron,

frotando algo resbaladizo a lo largo de su sexo, en todo su clítoris.

Mientras frotaba, se calentaba bajo sus atenciones, transformando

cada lugar en su cuerpo en una zona erógena enorme. Se

encontraba perdida en lo que le estaba haciendo, su control.

—Ohhhh —gimió cuando un dedo se deslizó dentro, extendiendo

la humedad. Le encantaba estar desnuda para él, y esta cita

traviesa le hizo preguntarse acerca de sí misma. Él había dicho

que era un poco exhibicionista y parecía que no era sólo él.

Sus pezones se encontraban erectos, aceitados y arqueó su

espalda con un jadeo. Él jugó con ellos por unos momentos y luego

se movió entre sus muslos extendidos.

—Levanta tus piernas y dobla tus rodillas, pero mantén las

piernas separadas, hacia los lados —dijo, con voz ronca.

Ella obedeció, imaginando que debía verse como ofreciéndose a él

de esta manera.

—Quiero abrir mis ojos para poder verte.

—No. Mantenlos cerrados, sólo siéntelo.

Goteó más aceite en los labios expuestos de su sexo y trabajó

sobre cada pliegue, provocando a su clítoris palpitante. Algo del

aceite se deslizó hacia abajo, entre sus mejillas. Su mano lo siguió,

alisando el líquido hasta el final de…

—No estás…

—Shh, relájate. Ábrete para mí, cariño —murmuró—. Confía en

mí, entrégate a mí.

Su seducción era demasiado para resistir. Tan traviesa. Prohibida.

Un dedo bien aceitado se sumergió dentro de su pequeña

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abertura. Girando lentamente, estirando. Lo sintió moverse sin

retirar su mano y de repente, su aliento sopló contra su raja.

—Ahí lo tienes, nena. Eres toda mía. Tan bonita, retorciéndose en

mi mano, pidiendo más. Y quieres más, ¿verdad, mi amor?

—¡Por favor, más!

—¿Más qué?

—Tus dedos y tu b… boca. Tommy…

La sensación de estar llena aumentó, quemando un poco, mientras

añadía un dedo o dos. Era extraño, pero se sentía bien, demasiado.

La hacía sentirse conectada en más de una manera física. ¿Por

qué?

La verdad se apoderó de ella en una ola de deseo.

Sometiéndose a este hombre, perteneciéndole a él, la hizo

completa.

Su lengua caliente lamió su raja. Sólo la punta y nada más.

Provocando, como una pluma. Ligeramente suficiente para

volverla loca mientras trabajaba su agujero, convirtiéndola en una

pelota de la sensaciones sin sentido.

—¿Quieres mi boca, nena?

—¡Sí, maldita sea!

Su risa flotó en la oscuridad.

—Lo que sea por mi chica. Vas a tener mi boca y voy a comerte

hasta que te vengas con tanta fuerza derretida. Pero no estaré

terminando contigo todavía.

—¡Tommy!

—¿Sabes lo que voy a hacerte después? Voy a joderte, cariño. Justo

aquí —dijo, retorciendo sus dedos—. Voy a follarte hasta que

grites, y vas a venirte por mí otra vez.

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Con eso, lamió su sexo, degustándolo. Fiel a su palabra, la comió

como un hombre hambriento, sin dejar un sitio desatendido. La

tormenta se construyó rápido y trató de frenarla un poco, pero

cuando agarró su clítoris y lo empezó a chupar como un trozo de

delicioso caramelo duro, se deshizo.

Olvidándose de su orden de mantener sus manos sobre su cabeza,

o realmente sin preocuparse, se estiró y hundió sus dedos en su

cabello. Su orgasmo salpicó sobre ella en oleadas de lujuria y gritó,

montando el placer.

Cuando el último temblor se calmó, sintió que se retiraba y se

acercó a él automáticamente.

—Me estoy alistando. No voy a ninguna parte. Si quieres, puedes

ver ahora.

Shea abrió sus ojos para ver a un dios pagano arrodillado cerca de

sus pies. Manteniendo su mirada fija en la de ella, abrió un

paquete de aluminio y envainó su erección. Luego, inclinó una

botella sobre su polla y se empuño de sí mismo, haciendo de su

vara linda y resbaladiza.

—Va... —tragó saliva, nerviosa y la excitación cosquilleando de

nuevo—. ¿Va a encajar?

Su boca estaba inclinada hacia arriba en las comisuras. Se veía tan

sexy, salvaje, preparándose a sí mismo a la luz de la luna.

—Si no lo hago, no voy a hacerte daño. Confía en mí.

—Confié hasta el momento, ¿no es así?

Él no respondió. Sólo se deslizó adelante y colocó sus manos bajo

su trasero. Con poco esfuerzo, la levantó.

—Coloca tus piernas sobre mis hombros.

En esta posición, se encontraba más expuesta que nunca, si era

posible. Tenía un pensamiento fugaz de que debería haber tenido

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miedo, pero no. La niebla de languidez se propagó a todos sus

miembros, una vez más, como si la hubiera encantado.

Extendiendo sus mejillas, atrajo la cabeza de su polla a su

apertura. Comenzó a empujar, con su rostro cubierto por el

hambre.

—¡Oh!

—Lo estás haciendo bien, nena. —Más centímetros a la vez—.

¿Cómo te sientes?

—Llena —gimió—. Tan llena.

—Ya casi llegamos. Desearía que pudieras ver mi polla

separándote ampliamente, reclamando tu culo bonito. —Y

entonces su ingle estaba apretada contra ella, sus testículos

frotándose contra su trasero—. Ah, sí.

—Muévete, haz algo —rogó ella, agarrando la toalla a cada lado de

su cuerpo—. Te necesito.

Comenzó a bombear, primero lentamente, dejando que se

ajustase. Este era un fuego que nunca la había consumido antes y

no podía hacer nada mientras se construía. Ardiendo en lo alto.

—Sí, joder. Dulce bebé.

Ella se revolcó, perdida en lo maravilloso que era ser empalada

por él. Poseída por él.

—¡Más duro!

Su demanda accionó el interruptor y le dio lo que quería.

Follándola con abandono, sus caderas conduciendo como un

pistón. Sujetándola con una mano, llegó a su sexo y masajeó su

pequeña protuberancia, implacable.

Para su sorpresa, un segundo orgasmo desplegó, sacudiéndola.

—¡Oh , Dios mío! ¡Sí!

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Tommy empujó profundo y lo sostuvo ahí, echando hacia atrás su

cabeza con un grito ronco. El calor la calentaba interiormente,

completando el círculo. Nunca había visto a un hombre más

hermoso en la agonía de éxtasis.

Su polla tembló un par de veces más y gradualmente se relajó.

Bajando de la alta euforia, abrió sus ojos, sonriendo.

—Estuviste increíble.

—¿Yo? Tú eres él maravilloso dios quien me sedujo bajo las

estrellas. Hombre malo, tú.

—Tu hombre. —Se deslizó suavemente y retiró el condón,

atándolo y envolviéndolo en una toalla de papel, luego lo colocó en

su lona para tirarlo más tarde.

Mientras se recostaba a su lado, ella rodó hacia él.

—Tú eres mi hombre. —Extendiendo su mano, le tocó la cara—. Y

yo también te amo.

Sus ojos se abrieron y él la atrajo a sus brazos, rodando la colocó

sobre él.

—Dilo de nuevo.

—Te amo.

Él se rió, el sonido era de pura alegría y la estiró hacia abajo por

un largo beso. Cuando se separaron, dijo:

—También te amo. Ojalá no tuviera que trabajar mañana.

—Llama y di que estás enfermo. Puedes hacer eso de vez en

cuando, ¿no?

Suspiró.

—Podría, pero mejor no. Hemos sido inundados con una gran

cantidad de llamadas últimamente. Pero pronto, ¿de acuerdo?

Vamos a planear un día para hacer novillos.

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—Está bien. —Maldición—. Oye, ¿Tommy?

—Hmmmmm…

—¿De verdad viste a la cortina moverse?

—Sí.

Ahora que la realidad se había deslizado, su cara se acaloró.

—¿Crees que nos vieron?

—No lo sé. ¿Quieres saludarlos? —Empezó a levantar la mano,

pero ella la golpeó hacia abajo.

—¡Ni se te ocurra!

—Sólo trato de ser un buen vecino, cariño.

—Eres un loco.

—Soy tu loco. Y, ¡oye! —Movió su mitad inferior—. Tengo dos1.

Ella se echó a reír.

—Oh, señor, será mejor que vayamos adentro antes de que

alguien llame a la policía.

—Lo que probablemente no haría que tu hermano me quiera.

—Dicho así, ¡vamos a salir de aquí!

La idea de Shane oyendo sobre esto de uno de sus amigos

consiguió moverla. Dio un salto y agarró su toalla, sacudiendo

rápidamente la hierba y envolviéndolo alrededor de ella.

Tommy hizo lo mismo.

—¿Ducha? Después cerramos y nos vamos.

—Lidera el camino.

1 N. de Tr: Juego de palabras con la palabra nut, que puede usarse como “loco” y vulgarmente también para definir a los testículos.

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Agarrando su bolsa de lona con una mano, tomó su mano con la

otra y la llevó hacia la casa. Caminar a su lado era la cosa más

natural del mundo. Todavía tenía miedo, pero ahora se sentía

capaz de lidiar con ellos. Había desperdiciado suficiente tiempo

precioso y no se encontraba dispuesta a dejar que las dudas le

roben un segundo más.

Con Tommy a su lado, podía hacer todo.

***

—¿Por qué diablos estás sonriendo?

Tommy levantó la vista del programa de televisión al que no le

había estado prestando mucha atención y miró a Six-Pack. El gran

cuerpo del teniente estaba tirado en uno de sus sillones y había

estado mirando a Tommy con una expresión perpleja en su rostro.

—¿Yo? Por nada. Simplemente estoy disfrutando el programa —

dijo, señalando la televisión—. ¿A quién no le gustan las

repeticiones de los Videos caseros más divertidos de Estados

Unidos?

—Um, esto es Buenos dias América. Amigo, he cambiado el canal

hace diez minutos.

—Oh. —Bueno, mierda. Es mejor que confiese—. Bueno, la verdad

es que estoy enamorado. Y ella me ama.

—¡No me digas! —dijo Six -Pack, sonriéndole—. ¿Puede ser que

sea Shea, la amiga de Cori? ¿La chica que conocimos en el Waterin'

Hole y la que se encargó de ti en la sala de emergencia hace un par

de semanas?

No podía mantener el orgullo en su voz aunque lo intentara.

—Es ella. Es increíble. Es la auténtica, si me entiendes.

—Creo que sí, después de haber encontrado a la "auténtica" yo

mismo. Felicidades. Realmente lo digo.

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—Gracias. —Tommy estudió al hombre más grande, con la

tentación de revelar su interés en cambiar de carrera. Sabía que

Six-Pack le daría nada más que apoyo, incluso mantendría su

secreto si lo pedía, pero no estaría bien. Tommy necesitaba hablar

con Sean primero. Como capitán, Sean tenía el derecho de saberlo

antes que nadie—. ¿Sabes si Sean está todavía aquí?

El buen humor del otro hombre se desvaneció junto con su

sonrisa.

—En realidad…

El teléfono sonó y sonó de nuevo. Six-Pack se removió en su silla.

—Todo el mundo está fuera. Yo atenderé.

—No, siéntate. Ya lo tengo. —Tommy se apartó del sillón y se

acercó al teléfono sobre la mesa al otro lado de la habitación—.

Estación Cinco.

—¿Uh... Skyler?

—Hey, Cap. ¿Se le hizo tarde? —preguntó, con cuidado de

mantener un tono respetuoso.

—Un poco. Estaré allí en treinta minutos.

Las cuerdas vocales de Sean Tanner sonaban como si hubieran

pasado por una picadora de carne. Sin duda, estaba con resaca.

Y tarde para el trabajo.

Por el cuarto turno en el último par de semanas.

La mano de Tommy apretó el receptor mientras los ojos del

teniente se encontraron con los suyos desde el otro lado de la

habitación. La expresión del hombre mayor era sombría mientras

negaba con la cabeza.

—Voy a avisar a Six-Pack.

—Gracias. Te lo agradezco.

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Sean cortó antes de que Tommy pudiera responder. Y mierda,

¿qué podía haber dicho que todo el mundo no hubiera probado

antes?

Has roto cada promesa que nos has hecho.

Busca ayuda. Antes de que sea demasiado tarde.

Bien. Eso funcionaría.

Tommy puso el teléfono en el soporte y se volvió para ver que

Julian y Eve se les habían unido. Un tenso silencio llenó los

próximos latidos del corazón, hasta que Tommy se aclaró la

garganta y disparó a sus amigos una sonrisa alegre, esperando

distraerlos.

—Pues, ¿qué hay para desayunar?

Eve puso los ojos en blanco.

—Cualquier cosa, siempre y cuando no cocines.

—Hey —dijo Julian, llegando a su defensa—. Su desayuno del otro

día fue genial. Sólo que no tuvimos la oportunidad de comerlo. Y

ahora puede seguir las instrucciones de una caja sin activar la

alarma de humo.

—¿Está esa maldita cosa rota?

Tommy se relajó. Esta era la mierda normal. Sólo otro día en el

trabajo.

Aun así, reflexionó sobre las pérdidas del capitán, por no hablar de

la suya propia. Se estremeció, pensando en cómo la vida de un

hombre puede cambiar, o terminar en un abrir y cerrar de ojos.

El destino era una perra, una mala perra. Tarde o temprano,

captura a un hombre descuidado. Y quema su vida hasta las

cenizas.

Con su alma atrapada en el interior.

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Cristo, sentir amor por alguien fuera de su familia era nuevo para

él y, obviamente, le había puesto nervioso. Hasta el momento,

según su experiencia, si algo parece demasiado bueno para ser

verdad, lo es.

Si eso no fuera así, Donny todavía estaría vivo.

Dos horas más tarde, cuando llegó la llamada, se preguntó si había

tenido algún tipo de premonición. La estación Cinco fue enviada

para ayudar en un incendio de un almacén, con dos alarmas, que

fueron progresando rápidamente a tres. La persona que llamó,

había informado de un vigilante nocturno en el interior, que se

suponía que había llegado a su turno a las ocho de la mañana y no

había sido localizado.

Mierda.

Ellos llegaron a la escena y Zack comenzó preparando las

mangueras pre conectadas mientras los otros miraban a Sean por

sus órdenes. Sean habló brevemente con el capitán de la estación

de Tres y volvió a unirse a su equipo. Tommy frunció el ceño,

pensando que la coordinación de Sean parecía estar un poco mal,

pero inmediatamente rechazó la idea. Aunque el hombre tenía

problemas, nunca había llegado a trabajar incapacitado.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Six-Pack por encima del ruido del

chisporroteo del fuego.

Sean se quedó mirando el edificio por dos segundos muy largos,

antes de volver su mirada inyectada en sangre hacia el resto de

ellos. Un zarcillo de temor cuajó en el estómago de Tommy. Él lo

desechó.

El capitán sacudió la cabeza como para aclarar sus pensamientos.

—Vamos a tratar de apagar el fuego a partir de ahí y por allá —

dijo, señalando a los lados del edificio—. Skyler, Marshall, ustedes

dos van a ayudar a Jones y a Valdez de la estación Tres en la

búsqueda del vigilante nocturno. Vamos.

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Tommy y Eve se pudieron las máscaras, encendieron su aire,

agarraron un par de hachas y se dirigieron hacia la estructura.

Tommy miró alrededor del aparcamiento por un instante y algo le

pareció mal. No podía determinar lo que era en ese momento y

luego fue empujado hasta el fondo de su mente. Ellos estaban

dentro y tenían trabajo que hacer. Si el hombre seguía allí, tenían

que encontrarlo y sacarlo de forma segura.

El interior de la bodega estaba lleno de humo, las llamas

disparándose al techo en algunos lugares, propagándose

rápidamente por los palets de madera apilados en todo el espacio.

Una alta fila de ventanas cerca del techo dejaba entrar la luz del

sol y mantenía el lugar de estar demasiado oscuro, pero todos

sabían que incluso en plena luz del día, el humo podría hacer que

el terreno tuviera visibilidad nula en minutos.

Al otro lado de la bodega, apenas podía distinguir las figuras de

otros dos bomberos buscando también. Uno hizo un gesto a su

lado y las dos esquinas, dio un pulgar hacia arriba para indicar un

todo despejado. Eve ondeó la mano y se dirigieron a la parte

trasera del edificio, abriéndose camino con cuidado a través de los

montones ardientes.

La voz de Sean atravesó el ruido en sus unidades de radio.

—El lado norte está despejado. Revisen el lado oeste. Ahí atrás

hay una oficina, una sala de descanso y baños.

Tommy tecleó el micrófono conectado al cuello de su chaqueta.

—Estamos en eso.

Frente a él, Eve hizo una pausa en su caminata y miró a su

alrededor, sacudiendo la cabeza.

—No me gusta esto —gritó ella por encima del hombro.

Sabía por qué también.

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—Está ardiendo demasiado —gritó él, corriendo para

alcanzarla—. Huelo algo, tal vez gasolina.

—¿Crees que tenemos otro incendio provocado?

—Podría ser. Mira cómo el fuego está concentrado en zonas. Casi

demasiado ordenado, en lugar de comenzar en una esquina como

un corto circuito o algo así, y extenderse hacia afuera.

—Eres bueno, muchacho. —Se volteó brevemente y por la forma

en que las esquinas de sus ojos se arrugaban, supo que ella estaba

sonriendo.

—No soy un muchacho.

—Sí, sí.

La parte trasera de la bodega, junto con la oficina, estaba vacía. La

revisaron rápidamente y le agradeció a Dios que las habitaciones

fuesen pequeñas, con pocos rincones ocultos y rendijas. El humo

era cada vez más denso y ambos sabían que el tiempo era esencial.

Cuando dejaban la oficina y salían al pasillo para comprobar la

sala de descanso a continuación, un gemido sacudió la estructura.

—¡Mierda! —Eve apretó el botón de su radio—. ¡Tanner! ¿Cuál es

la situación?

La respuesta tardó más de diez segundos en llegar.

—Está aguantando. ¿Ya encontraron al chico?

—No. No creo que haya alguien aquí —le dijo a él, con su tono

elevándose—. El edificio se está volviendo demasiado inestable.

Una vez más la respuesta tardó demasiado.

—Completen el reconocimiento. —Ellos ya estaban en eso. Él y

Eve intercambiaron una mirada de preocupación, la tensión tan

espesa como el humo.

—Lo haremos —espetó ella.

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Con zancadas furiosas los condujo a la sala de descanso. La silueta

de una vieja máquina de Coca-Cola se mantenía obstinadamente

en una pared, testimonio del hecho de que estaban en el lugar

correcto. Afortunadamente, no había nada más que encontrar.

Las paredes se estremecieron. Eve apretó el botón por última vez.

—Todo despejado en la parte trasera. —Pausa—. ¿Sean? ¿Qué

está pasando con el otro equipo? ¿Quieres que salgamos?

Otro estremecimiento.

—A la mierda esto, nos vamos —ladró ella—. ¡Vámonos!

Apresurándose, Tommy la siguió por el pasillo. Mientras lo hacía,

se dio cuenta de lo que estaba mal con la escena en el

estacionamiento.

No había autos civiles. Ningún vehículo que no perteneciera al

departamento de bomberos.

Lo que significaba que no había ningún vigilante nocturno. Si es

que alguna vez lo había habido.

***

La tercera vez que el edificio se estremeció, Howard dio la vuelta y

enfrentó a Sean.

—¿Qué coño estás haciendo? —gritó—. ¡Sácalos!

—¿Qué? —Sean parpadeó hacia él, pálido, casi aturdido.

El dúo de la Estación Tres emergió de la bodega, al área despejada.

—¡Sáquenlos! —Uno de los hombres bramó—. ¡Se va a caer!

Howard se hizo cargo, tecleando su micrófono.

—¡Marshall, Skyler, abandonen el inmueble! ¿Me escuchan?

—Vamos para allá —dijo Eve, la voz interfiriéndose en el otro

extremo—. Casi llegamos.

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La vio emergiendo del humo, pasarle su hacha a Jules y quitarse su

máscara.

—Gracias a Dios.

Por supuesto, en ese momento, los muros de Jericó se

derrumbaron y los lanzó de cabeza en el infierno.

***

Tommy perdió a Eve en el humo. En un momento estaba allí, ¿y al

siguiente? Ella se había ido.

Siguió avanzando, hacia donde creía que debería estar la entrada.

Buscando la luz del día. Su visión era borrosa, pero sólo podía

distinguir el interior destacado por lo último de las llamas que aún

no se habían extinguido. Sólo un poco más...

Un golpe en la parte posterior de su cabeza lo mandó sobre sus

manos y rodillas. Afortunadamente, su casco amortiguó el

impacto, pero ahora estaba tirado en el piso sucio frente a él.

Aturdido, luchó por ponerse de pie y se incorporó. ¿Qué

demonios?

Un segundo golpe puso sus sentidos a dar vueltas. Sus rodillas se

doblaron y todo se desaceleró mientras el piso corría a su

encuentro. Cayó boca abajo, con el hacha al lado de su mano

extendida. El tanque en su espalda era pesado, pero extrañamente

tranquilizador. Tenía aire, podía conseguir salir de allí.

Desorientado, con la cabeza dándole vueltas, se incorporó una vez

más.

Y oyó al edificio dar un rugido, como el de una bestia enfurecida.

Supo, incluso antes de que se pusiera de rodillas, antes de mirar

hacia el techo, que era hombre muerto.

Las paredes dieron su último aliento y con un potente chasquido y

un horrible ruido desgarrador, el techo se desplomó. Le llegó

como un tren de carga y tuvo sólo un segundo para levantar un

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brazo delante de su rostro antes de que se estrellara contra el

suelo.

Los escombros cayeron eternamente, apilándose encima de él.

Aplastado. Su cuerpo clavado, los brazos y las piernas inmóviles.

Dolor. Tanto dolor.

No puedo respirar.

Un rayo de sol se abrió paso desde algún lugar por encima de él,

pero su visión se hizo borrosa. Entonces la luz se desvaneció, junto

con la conciencia. No más agonía.

Tan silencioso. Extraño, nunca habría pensado que la muerte sería

tan tranquila. ¿Este momento no debería ser más profundo?

Estaba triste por sus padres. Dios, lo siento tanto.

Sus dos hijos arrebatados demasiado pronto. Ellos no se merecían

esto.

¿Donny estará esperándome?

La idea le trajo consuelo mientras la conciencia se le escapaba.

Shea. Nena, sé feliz.

Su conciencia se redujo a un agujerito y luego el mundo se fue.

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Capítulo 13 Traducido por Lizzie, AariS y nelshia

Corregido por Caamille

oward se dirigió hacia Eve, y el edificio dejó escapar un

chillido. Un sonido que conocía bien, uno que envió una

sacudida de miedo a través de su sistema.

—¡Corre! —gritó.

Mientras le indicaba que siguiera adelante, ella corrió hacia la

seguridad del camión de bomberos.

Justo cuando toda la estructura colapsó.

Los eventos parecían desarrollarse en cámara lenta. Eve se giró,

medio tropezando, mientras toda la cosa se derrumbaba hacia

adentro. Su grito los atravesó como una la punta de una lanza,

agonizante.

—¡Nooo! ¡Tommy!

Corrió, pero Howard la atrapó, arrastrándola hacia atrás. Luchó

contra él como un gato salvaje, sin importar que no fuera rival

para su tamaño.

—¡Howard, déjame ir! ¡Suéltame! Él está ahí y… Oh, no, no. —Se

giró y se lanzó hacia él ciegamente.

La atrajo hacia su pecho, incapaz de apartar los ojos de los

humeantes escombros. Luchando por comprender.

—Pensé que estaba justo detrás de mí —dijo entre sollozos.

H

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Cuando su mente captó lo que veían sus ojos, la realidad le golpeó

con fuerza. Probablemente Skyler estaba muerto. Probablemente.

Las probabilidades habían sido engañosas antes.

Ese hilo de esperanza era lo suficientemente bueno.

Se volvió hacia su afligido equipo, quienes estaban mirando los

escombros carbonizados con horror, y gritó lo suficientemente

fuerte como para reventar un vaso sanguíneo.

—¿Qué carajo están mirando, maldita sea? ¡Encuéntrenlo, joder!

Impresionados por la acción, se apresuraron, gritando el nombre

de Tommy. Eve comenzó a girar y la agarró del brazo.

—¿Estás bien?

—No. —Su barbilla tembló—. Pero es mi pareja y lo dejé atrás.

Tengo que encontrarlo.

—No lo dejaste, el edificio cayó sobre él. Una gran diferencia. —

Pero entendía cómo se sentía. Se sentiría de la misma manera bajo

las circunstancias.

Ella asintió con la cabeza, con una expresión miserable.

—Debería estar cerca de la entrada principal, a donde fuimos.

Estábamos casi fuera.

—Está bien. Ve, ayúdame diciéndoles por dónde empezar a

buscar.

En ese momento, el dispositivo ASSP, Alerta del Sistema de

Seguridad Personal, adjunto a su chaqueta comenzó a emitir una

estridente alarma, al igual que la de un auto cuando ha sido

robado. Eso significaba que había estado inmóvil durante

demasiado tiempo, y el corazón de Howard se aceleró.

Después de que Eve corrió a reunirse con el resto de los bomberos

y el capitán del otro camión, Howard caminó hacia Sean. El

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hombre mayor estaba apoyado de espaldas contra la puerta del

camión, con la cabeza inclinada, el rostro entre las manos.

Sin pensarlo, Howard tomó la parte delantera de la chaqueta de su

mejor amigo y lo sacudió con fuerza suficiente para sacudir sus

dientes.

—Ya terminaste, ¿me oyes? Terminaste.

Sean levantó el rostro, su expresión torturada

—Howard…

—¡Cállate! Sólo cállate de una puta vez. Porque estabas con resaca

y agotado, porque dudaste y no pudiste tomar una decisión, ese

joven podría estar muerto —le gritó, observando el rostro de

Sean—. La única razón por la que no te voy a golpear hasta la

muerte es porque en parte es culpa mía. Me quedé de pie, y lo vi

pasar, y confié en ti demasiadas veces.

—Howard, los vi —susurró Sean.

—¿Qu… qué? ¿A quiénes?

—A mi familia. Blair, Bobby… y Mia. No pude llegar a ellos. —Su

voz se quebró—. No pude llegar a ellos.

Sean se deslizó hacia abajo junto al camión, las lágrimas corriendo

por su rostro.

Dios en el cielo. Para su conocimiento, Sean nunca había llorado

después de sus muertes. Nunca. Y ahora estaba teniendo, ¿qué?

¿Un flashback?

Así que ahí estaba, la ruptura final. El fondo de la roca. Y Howard

sabía qué hacer, porque se había entrenado a sí mismo a través de

las emociones preparándose para este día.

Sacó su teléfono desde el interior de la chaqueta e hizo una

llamada al jefe de bomberos, Bentley Mitchell, que se suponía iba a

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jubilarse a finales de junio, y había pospuesto el evento durante

unos meses. Gracias a Dios.

Después de dos timbrazos, el hombre contestó.

—Papá —dijo—. Necesito tu ayuda.

Después de que le hubo explicado la situación, su padre prometió

llegar enseguida. Sin sentir alivio, Howard hizo una llamada más,

esta vez a Shane Ford en el trabajo.

—Ford. ¿Qué pasa?

—Detective, soy Howard Paxton.

—¡Oye, es genial escucharte! ¿Qué puedo hacer por ti hoy?

—Ésta no es una buena llamada, Shane. Sabes que tu hermana

está saliendo con uno de nuestros chicos, ¿no? ¿Tommy Skyler?

—Bueno, no me dice mucho acerca de su vida amorosa

últimamente, pero imaginaba que las cosas saldrían bien. —La

precaución afiló su voz—. ¿Por qué? ¿Qué está pasando?

Howard le contó. Y cuando terminó, dijo.

—Creo que será mejor que escuche esto de su hermano, en

persona.

—Ah, joder —dijo en voz baja—. Iré al hospital ahora. Gracias por

llamar, Howard.

—No hay problema. No quería que lo oyera en las noticias o algo

así.

—Llámame tan pronto como lo encuentren.

—Lo haré.

Colgando, guardó su teléfono y se agachó delante de su mejor

amigo. Agarró los hombros de Sean y lo sacudió.

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—Mírame. Papá está en camino y cuando llegue aquí vas a ir con

él y vas a hacer lo que diga, sin hacer preguntas. ¿De acuerdo?

No hubo respuesta.

—Vamos a ayudarte a pasar por esto. ¿Entiendes? ¿Sean?

El otro hombre levantó la cabeza, los ojos verdes devastadas por

el dolor.

—Ahora nadie me puede ayudar. Ya es demasiado tarde.

—No, no lo es. No me dejarás, cabrón egoísta —dijo con dureza—.

Ni se te ocurra.

—Howard… —Miró hacia otro lado, perdido. Ausente.

—Estoy aquí, amigo.

—Me quiero morir.

Y allí estaba. El quid de la cuestión, desnudo y expuesto. Por fin.

—Mala suerte. No vamos a dejarte. —Debatiéndose entre su

responsabilidad con las tareas de búsqueda y su deber a un amigo

caído, acercó a Sean, el nudo en la tráquea del tamaño de una

manzana—. No te dejaré.

—Estoy muy cansado.

—Lo sé. —Oh, dulce Jesús. Ayúdame.

Una garganta se aclaró y levantando los ojos vio al capitán

Reynolds allí de pie, simpatía grabada en su curtido rostro. No

había nadie en el departamento de bomberos que no conociera la

historia de Sean.

—Sólo quería que supieras que lo tengo bajo control. Todavía

están buscando, pero hasta el momento…

—Gracias, te lo agradezco. Voy a estar allí para ayudar tan pronto

como el Jefe Mitchell llegue aquí.

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Dios, no permitas que Tommy esté muerto, por favor. Sean nunca

sobreviviría y tampoco lo haría nuestro equipo.

—No hay problema, hijo —dijo amablemente el capitán.

El capitán se alejó, hacia el edificio, y Howard consoló al hombre

en sus brazos lo mejor que pudo. No era suficiente, pero era todo

lo que tenía para dar.

Lo único que quedaba por hacer era seguir allí para Sean.

Y rezar porque todos ellos sobrevivieran a la lluvia de este día.

***

—¿Se reportó Hensley?

La mano de Forrest se tensó sobre el receptor. Rose no tenía idea

de que Hensley no había hecho el trabajo, o que la muerte del

bombero no era simplemente un accidente, una víctima de sus

planes, por así decirlo. Y tampoco había ninguna razón por la que

necesitara saber sobre el acuerdo paralelo de Forrest.

Mejor que Rose creyera que Will estaba enterrado en los

escombros junto con Skyler. Si tenían suerte, nunca descubrirían

otra cosa. Sólo tenía que conseguir sacar a Will de la ciudad antes

de la llegada de Rose.

—No. Ha pasado demasiado tiempo, así que estoy asumiendo que

perecieron en el colapso junto con el bombero.

Su estómago amenazó con expulsar su desayuno, pero se mantuvo

de alguna manera. No le gustaba perder, pero el asesinato era una

manera terrible para asegurar una victoria. Casi como una salida

fácil. Mejor ellos que yo.

—Es una lástima —dijo Rose, sin sonar arrepentido—. ¿Las

autoridades van a encontrar su cuerpo y asumir que es el vigilante

nocturno perdido?

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—En un primer momento. Cuando se den cuenta de que no había

guardia, probablemente piensen que quien sea que les informó

estaba equivocado y era un abandonado.

—Está bien. No puede estar vinculado a nosotros de todos modos,

ni el dinero que le pagamos puede remontar de nuevo a nosotros.

Nos aseguramos de eso.

—Cierto.

Tenían un laberinto de medidas de seguridad para proteger su

estafa. Haría falta ser un genio para desbloquearlos. Aunque los

federales tenían algunas personas muy inteligentes empleadas

para descubrir la información, no, no pensaría en eso.

—Tan pronto como tenga mi dinero de este trabajo, nuestra

asociación ha terminado —dijo el hombre—. Cuando llegue a la

ciudad, deberían cruzarse nuestros caminos, no me conoces, y

nunca hemos hablado en nuestras vidas. Y no vas a ponerte en mi

camino. ¿Queda claro?

—Como el cristal.

Desde el día en que Jesse Rose había llegado a Sugarland, hace

más de dos años, y se presentó en la puerta de Forrest luciendo

una sonrisa arrogante, su vida había sido un infierno. El cabrón

tenía pruebas en la mano de que Forrest estaba sacando dinero de

las arcas de la ciudad y había propuesto una cooperación del

acuerdo con Forrest en un esquema de fraude masivo a cambio de

que Rose le permitiera vivir para disfrutar del dinero. Ambos se

beneficiarían de la relación, había dicho.

Y lo hicieron. Forrest no tenía ni idea de lo que Rose hizo o tenía la

intención de hacer con su parte del dinero, ni le importaba.

Gracias a Dios, Rose estaría pronto fuera de su vida y eso era

suficiente.

Pero el alivio de Forrest fue efímero cuando el hombre continuó.

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—Espero que esa suma incluya los dos millones que has

esquilmado del remate de nuestro acuerdo, más un veinte por

ciento de penalización. Creo que es justo. Además, tendrías que

estar respirando para que te hiciera algún bien, ¿correcto? Ten un

buen día.

El gilipollas desconectó y Forrest colgó el auricular, dejándose

caer pesadamente en la silla de su oficina.

—Lo sabe.

La desesperación desgarró su vientre, súbita y vil. Will le había

advertido con no cruzarse con este hombre, pero no había

escuchado. Al igual que con muchos otros detalles, tenía que

salirse con la suya.

Tenía que encontrar un modo de distraerse de su situación actual,

o se volvería loco. ¿Qué hacer?

Las noticias. Tal vez podría averiguar algo más acerca del

derrumbe del almacén.

Nervioso, Forrest encendió la pequeña televisión situada en la

esquina de su oficina, la que usaba como administrador de la

ciudad para mantenerse al tanto de los acontecimientos recientes

en el área.

Una febril búsqueda estaba en marcha por el bombero y las

esperanzas se apagaban en lo que respectaba a encontrarlo con

vida.

Con un poco de suerte, tendría una dama a la que consolar antes

de que acabara el día.

***

—Shea, cariño, tu hermano está aquí para verte —dijo Dora,

atrapando a Shea cuando dejaba la sala de examen de los

pacientes.

Shea levantó la mirada de los papeles que estaba leyendo.

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—¿Dijo qué quería?

—No, pero no creo que vaya a irse hasta que hable contigo. Parece

importante.

Tampoco lo haría. Sería como una roca en la sala de espera hasta

que hiciera tiempo para él, por lo que bien podría ver lo que

quería y despedirlo.

—De acuerdo, gracias. Me libraré de él.

—Oh, no te apresures por mí. —El tono de Dora no dejaba dudas

de que estaría más que feliz de mantener a su hermano ocupado.

Shea sonrió y sacudió la cabeza, y comenzó a recorrer el pasillo a

la sala de espera. Encontró a Shane cerca de las puertas dobles,

paseándose con un ceño fruncido en su rostro en lugar de

descansando en una silla hojeando una revista como normalmente

hacía.

—Hey, hermano —dijo, dándole un beso en la mejilla como

saludo—. ¿Qué pasa? No estoy segura de que me pueda escapar

para comer hoy, si eso es lo que estabas pensando.

—No, eso no es por lo que estoy aquí. —Cuando se detuvo, algo en

su modo de comportarse hizo saltar las alarmas—. ¿Hay algún

lugar donde podamos ir a hablar en privado?

—Yo… claro. Por aquí.

Lo guió a través de las puertas dobles, por el pasillo más allá de la

sala de descanso donde comía el almuerzo con ella de vez en

cuando. Cuando llegaron a una sala de consulta familiar privada

que no estaba en uso, le hizo gestos hacia dentro. La expresión de

su rostro era una que había esperado no volver a ver nunca, llena

de angustia por lo que había venido a decir.

—¿Shane? ¿Qué pasa? Me estás asustando —dijo, agarrando su

brazo.

Suavemente, le tomó ambas manos en las suyas.

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—Hermana, recibí una llamada hace un rato de Howard Paxton, el

teniente de Tommy. Hubo un incendio en el almacén y colapsó.

Colapsó. Lo miró, procesando la palabra. Luego el significado

detrás de la palabra. Era extraño cómo las pequeñas cosas, como

las líneas alrededor de la boca de Shane, el tic-tac del reloj en la

pared, las voces en el pasillo, se volvían más nítidas cuando las

malas noticias eran inminentes. Había estado aquí antes, así, con

él.

Frío barrió a través de ella, pero no lo suficiente como para

entumecer el miedo.

—No —gritó, empujando sus manos. Pero se negó a dejarla ir. Su

voz se elevó con pánico—. No, no me digas que algo malo ha

ocurrido. No aceptaré eso.

Su rostro se contrajo por el remordimiento.

—Cariño… no logró salir. Están buscando, pero…

—Oh, Dios mío. —La habitación giró y le sintió agarrarla

alrededor de la cintura, guiarla a sentarse en una silla—. ¿Qué

quieres decir con que están buscando? ¿Hace cuánto fue esto?

Se sentó junto a ella, sin abandonar sus manos.

—Howard llamó hace unos veinte minutos y corrí directamente

hacia aquí. Me dio la impresión de que acababa de ocurrir. Los

demás bomberos salieron sin peligro antes de que el edificio

cayera, pero Tommy no. Están buscándolo y Howard prometió

llamar tan pronto como lo encuentren.

Sus labios se estremecieron y se aferró a su hermano.

—Lo harán y estará bien.

Shane no dijo nada más durante un largo rato.

***

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Howard y el Capitán Reynolds mantuvieron la búsqueda

organizada, concentrándose en la parte delantera del edificio. La

alta estructura se había reducido a astillas que no superaban la

altura de las rodillas en muchos lugares, no era un espectáculo

alentador. Los bomberos se arrastraron por todos los escombros

como hormigas, agradecidos de que el fuego estuviera apagado,

aunque mantenían un ojo vigilante por brotes.

Ahora estaban trabajando contra reloj, cada segundo uno menos

de la vida de Tommy. El chico tenía que estar casi sin aire a estas

alturas y podría ahogarse fácilmente. El aullido de su dispositivo

ASSP desgastaba más los nervios de todos con cada minuto que

pasaba, intensificando sus miedos.

Howard se alegraba de que su padre se hubiera ido con Sean hace

unos minutos. Su amigo no necesitaba estar alrededor para

presenciar lo que sea que encontraran.

—¡Por aquí! —chilló Jones, uno de los chicos de la Estación

Tres,—. ¡Lo tengo!

Howard y los demás convergieron en el lugar, pero tuvieron que ir

más despacio mientras se abrían camino a través de los

escombros.

—Vayan con calma —aconsejó Howard—. No queremos que nada

se desplace y lo hiera peor.

Si aún estaba vivo, pero nadie dijo eso.

—Está a aproximadamente un metro y medio de profundidad,

bajo algunos tablones y trozos del tejado de chapa —dijo Jones,

señalando—. No puedo ver mucho excepto parte de su chaqueta,

pero no se mueve.

Julian empezó a lanzar mierda a un lado.

—Ayúdenme a hacer este agujero más amplio así uno o dos de

nosotros pueden bajar ahí junto a él, liberarlo, y subirlo en la

camilla.

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—Tan rápido como puedan, pero con cuidado —dijo el Capitán

Reynolds.

—¿Tommy? —llamó Eve—. ¿Puedes oírnos? ¡Tommy!

La falta de respuesta desalentó los ánimos de Howard, y vio el

impacto reflejado en los rostros de los demás mientras trabajaban,

aunque no menos diligentemente. En todo caso, doblaron sus

esfuerzos, finalmente ampliando una apertura lo suficientemente

grande para que dos de ellos se deslizaran junto a Tommy y

terminaran de liberarlo.

—Yo iré —dijo Julian sombríamente.

—Está bien, tú y yo. —Se volvió para decirle a Zack que corriera y

cogiera la camilla y el equipo médico, pero el hombre ya estaba de

vuelta con ellos, esperando para entregárselos abajo.

Julian fue primero y se agachó junto a la figura inmóvil, Howard

siguió. Howard tomó el equipo médico de Zack y miró hacia el

espacio donde Tommy yacía, tratando de ver sus heridas. Puso el

equipo médico a un lado y lucharon para quitarle los tablones y el

metal de encima, algunas de las esquirlas retorcidas como

espagueti.

La espalda de Tommy estaba hacia ellos, el Air-Pak colgando

ligeramente fuera del centro. Su cabello rubio estaba casi gris con

polvo y tierra. Julian extendió la mano y apagó el dispositivo ASSP,

y el silencio, la completa quietud, fue siniestra. Trabajando

rápidamente, se las arreglaron para deslizar su brazo libre fuera

de la correa que sostenía el tanque, y movieron la pesada pieza de

equipamiento hacia el lado. Su otro brazo, sin embargo, estaba aún

atrapado bajo una hoja de metal.

—Hagámoslo rodar, despacio. Uno, dos…

A la de tres, suavemente le dieron la vuelta boca arriba… y el

corazón de Howard casi se detuvo.

—Madre de Dios —susurró Julian.

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El lado derecho del rostro del chico estaba rajado, fileteado, justo

a través de las correas de su máscara. Una rabiosa línea roja

llegaba desde su sien, mejilla abajo, y se curvaba bajo su

mandíbula, casi dividiendo en dos partes su garganta. Estaba

inundado en sangre. Pero si habían esperado que eso fuera lo

peor, nadie arriba estaba escuchando.

—Dios mío, su mano —dijo Howard con voz ronca.

Su muñeca no estaba sólo colgando, fue separada casi

limpiamente por un trozo de metal del tamaño de un plato llano.

El hecho de que todavía estaba profundamente arraigada era

probablemente la única razón por la que su amigo no se había

desangrado hasta morir.

Julian presionó dos dedos en el lado de su cuello.

—Vivo, gracias a Dios, pero débil. Tenemos que sacarlo de aquí.

—Ayúdame a quitar esta máscara.

Howard sostuvo su cabeza firme mientras Julian deslizaba fuera la

máscara y la descartaba. El rostro de Tommy estaba pálido, sus

labios entreabiertos, sus pestañas descansando contra sus

mejillas. Parecía estar apenas respirando.

Rápidamente, Julian le puso un soporte para el cuello como

precaución, para evitar más daño, si era posible. Dejaron el metal

en su muñeca. No era seguro quitarlo, excepto por el cirujano en la

sala de operaciones.

Howard no quería pensar en el camino a seguir por Tommy, si lo

conseguía. Lo cual estaba lejos de ser un hecho.

Las pestañas de Tommy revolotearon y gimió, sus ojos azul pálido

vidriosos.

—¿Six-Pack?

—Despacio, chico. Te vamos a sacar de aquí.

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—Dile a mis padres… lo siento…

—No puedo hacer eso, porque vas a estar bien. ¿Tommy?

Sin respuesta. Sus ojos se cerraron.

Pusieron una vía intravenosa, le ciñeron una máscara de oxígeno y

comprobaron sus signos vitales.

—Está en shock —dijo Julian, su voz ansiosa.

—La presión arterial está cayendo.

Julián cogió el tablero. Con tanto cuidado cómo fue posible,

trabajaron el Air-Pak sacándola el resto del camino, moviéndolo a

la superficie dura, y lo ataron. Listo para viajar, se pararon y

levantaron su carga, manteniéndolo nivelado. Zack y Eva estaban

esperando para llevárselo.

Los otros dieron un grito de júbilo, más como una inyección de

moral que por cualquier creencia de que Tommy iba a estar bien.

Un par de hombres los ayudaron a salir a Julián y a él del agujero,

y Howard se volvió hacia el capitán Reynolds.

—Tenemos esto —dijo Reynolds, agitando una mano hacia el lío—

. Chicos, adelántense y cuiden de lo suyo.

—Gracias, lo agradezco. —Quería decir algo más, pero las palabras

fallaron.

—No hay problema. Nosotros te daremos el siguiente deber de

limpieza. —Howard logró componer una sonrisa a medias.

—Hecho.

—Háganos saber cómo lo está haciendo.

Howard asintió y corrió hacia la ambulancia, donde Zack y Eve

estaban cargando la camilla en la parte trasera. Howard saltó en el

asiento del conductor de la ambulancia y Julian montó en la parte

trasera, monitoreando a Tommy.

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—Maldita sea, me faltan dos buenos hombres.

No envidiaba lo que les esperaba a ninguno de ellos.

Y menos aún, a Sean y Tommy.

***

Shea saltó cuando el teléfono de Shane sonó. Se retorció las manos

mientras escuchaba y se abalanzó sobre él en el segundo que

colgó.

—Lo han encontrado y lo sacaron, con vida.

—¡Oh, eso es maravilloso! Está bien, ¿no?

—No lo sé, cariño. Howard acaba de decir que le están trayendo y

para mantenerte fuera del camino.

—¡Qué! ¿Qué significa eso? ¿No puedo verlo?

—Estoy asumiendo que eso es lo que significa, sí. Aquí, vuelve a

sentarte.

—¡No quiero sentarme! Voy a salir a esperar y no me van a

detener —declaró en voz alta—. Trabajo aquí, no tú.

—Shea…

Mientras salió, la primera persona que vio fue a Dora.

—¿Qué está pasando? ¿Se han comunicado por radio?

Para su crédito, Dora ni siquiera intentó fingir ignorancia u

ofrecer sus falsas seguridades.

—Va directamente a cirugía —dijo con calma—. Ha quedado

bastante mal, sostenido algunas laceraciones y tiene algo de

pérdida de sangre. Está en shock. No es bueno, cariño.

Sintió las palmas de Shane sobre sus hombros, su cuerpo fuerte y

sólido detrás de ella. Oh, no. Tiene que estar bien.

—Gracias por decírmelo.

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—Hay algo más…

Justo en ese momento una conmoción interrumpió y una camilla

irrumpió a través de las puertas, siendo empujada por Howard y

Julian. Cuando vio a Tommy acostado, el rostro cortado, cubierto

de sangre, sus rodillas casi se doblaron. Y su mano…

—¡Oh, Dios mío! Tommy…

Trató de correr a su lado, de seguir mientras los otros se

reunieron con el doctor y se volvieron por otro corredor hacia la

sala de operaciones, pero Shane la contuvo.

—Sólo te interpondrás, cariño —dijo, abrazándola con fuerza—.

Tienen que estar centrados en él, no en ti. Me quedaré contigo, ¿de

acuerdo?

—¿Acaso lo viste? Su rostro y su muñeca…

—Va a estar bien —dijo Shane, tratando de calmarla—. ¿Por qué

no volvemos a la habitación privada y esperamos?

—¡Su mano estaba casi cortada, por el amor de Dios! ¿Tienes

alguna idea de lo que eso significa o lo que le hará a él? ¿Cómo

puedes decir que va a estar bien?

—Sé lo que significa. Pero en este momento, la principal

preocupación es asegurarse que está fuera de peligro. El resto

puede ser tratado más adelante.

Habiendo aparentemente entregado a Tommy al equipo de

cirugía, Howard y Julian doblaron la esquina y se acercaron a ellos.

Los hombres se dieron la mano y Howard estudió a Shea,

expresión herida. Cansada.

—No voy a mentirte. Es malo —dijo en voz baja antes de que

pudiera preguntar—. Si lo hubiéramos encontrado diez minutos

más tarde, no lo habría logrado. Había perdido mucha sangre y no

estaba recibiendo suficiente aire. Tal como está, creo que va a

sobrevivir, pero hay una posibilidad de que pueda perder esa

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mano. No lo sé a ciencia cierta, sin embargo. No soy un

especialista.

Shea se tragó las lágrimas.

—Mientras esté vivo, nada más importa. Nosotros le ayudaremos

a lidiar con el resto, como venga.

Howard le dio una débil sonrisa.

—Te habría abrazado por eso, pero estoy sucio. Va a necesitar

gente a su alrededor con una actitud positiva. —Su sonrisa se

desvaneció y se secó los ojos, con aspecto cansado—. Hablando de

eso, tengo que llamar a sus padres. Dios Todopoderoso, no quiero

decírselo.

—¿Quieres que los llame? —ofreció Julian.

—No, mejor lo hago yo. Me siento obligado.

Dora expresó:

—Son bienvenidos a esperar en la sala privada. Hay un teléfono

allí también, si lo necesitan.

—Gracias —dijo Howard—. Te tomaremos la oferta y nos

quedaremos hasta que tengamos alguna noticia, o hasta que

recibamos una llamada.

—Quédense todo el tiempo que necesiten. Shea, cariño, estoy

pensando que va a ser inútil este turno. ¿Por qué no te adelantas y

terminas el día, espera con ellos?

—Gracias, Dora. Te lo compensaré.

—No hay problema, cariño. Sé que harías lo mismo por mí. —Dora

le dio un rápido abrazo y salió corriendo para atender a los

pacientes.

Shane suspiró.

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—Esto podría tomar un tiempo. Es posible que hayas estado

mejor trabajando para mantenerte ocupada, sacar tu mente de las

cosas.

—Si realmente piensas eso, no me conoces muy bien.

—Sí, eso fue estúpido. Olvida que lo dije.

—Lo haré. —Volvió a entrar en la sala de consulta, preguntándose

cómo las cosas podrían ir tan a la perfección y luego convertirse

en una pesadilla.

—¿Vas a estar bien?

A pesar de sí misma, se suavizó en su preocupación.

—Siempre el don angustias. Es Tommy quién está ahí, no yo.

Inclinó la cabeza, estudiándola.

—En cierto modo, eres tú. ¿Por qué no me lo dijiste?

—¿Decirte qué?

—Que lo amas —dijo, sonando dolido y tratando de no dejar que

se mostrara.

—No es como si estuviéramos guardando un secreto. —Lo abrazó,

apoyando la cabeza en su hombro—. Acabamos de admitirlo a

nosotros mismos. No estoy tratando de dejarte fuera.

Su suspiro fue de alivio, su voz llena de afecto.

—Me lo pregunté, después de nuestra diferencia de opinión sobre

Forrest Prescott. ¿No estás todavía enojada conmigo?

—No lo estaba. Estaba enojada conmigo. No quería admitir que

estabas muy cerca de casa. —Vaciló—. En el fondo, sabía que me

estaba acomodando para un hombre “seguro” porque Tommy me

asustaba.

—Y yo sé por qué.

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—Sí.

—¿Ya no te asusta más?

—No le tengo miedo. Tengo miedo de mí. O lo tenía. Tal vez no

tanto ahora.

—Estás poniendo demasiada presión sobre ti. Relájate y ve con la

corriente.

Sonrió.

—Suenas como Tommy.

—Hombre inteligente.

—¿Sabes qué? Sí confío en él —dijo en una repentina epifanía—. Y

cuando salga por el otro lado de esto, voy a contarle todo. Sé que

no es nada como el hijo de puta que me hizo daño.

—Me alegro por ti, cariño. He estado esperando un tiempo

malditamente largo para oírte decir eso de alguien que pueda

hacerte feliz.

Lo apretó firmemente.

—¿Cuándo vas a encontrar alguna mujer suertuda para hacerte

feliz?

Él se echó a reír.

—Me llaman la brisa, nena.

—No creo que ese tontería por un segundo.

—Vamos a poner tu vida en orden primero, ¿de acuerdo? Luego,

puedes meterte en la mía. Ojo por ojo.

—Voy a recordarte eso.

Ella también lo haría. Tan pronto como Tommy estuviera bien.

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Capítulo 14 Traducido por Debs y Itorres

Corregido por Caamille

as luces brillantes de arriba parpadearon. Cegándolo.

Voces desarticuladas hablaban en tonos agudos y urgentes,

pero no podía darle sentido a lo que decían. O dónde

estaba.

Su cuerpo fue levantado, movido. Puesto en un lugar nuevo. Las

luces dejaron de girar, pero una era como un ojo gigante,

ensartada en su cerebro.

Formas borrosas se cernían sobre él, vestidas de blanco. ¿Eran los

ángeles? ¿Esto era el cielo?

Si es así, el dolor debería parar. Y se lo dirían, o así lo creía.

Después de todo, si el dolor se suponía que tenía que ser un

recuerdo lejano en el cielo, lo habían jodido.

—D-d-duele.

Unas manos suaves le acariciaron la frente.

—Sé que lo hace. Tranquilo.

—Sr. Skyler, está en cirugía, y va a tomar una pequeña siesta.

Cuando se despierte, sus amigos y familiares estarán aquí, ¿de

acuerdo?

¿Qué? ¿Cirugía?

—¿No es el cielo?

Lo cual, por supuesto, salió como ¿Noe elcielo?

L

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—Hoy no —le dijo la voz amable—. Sr. Skyler, cuente hacia atrás

desde diez.

¿Eh? Bueno, está bien.

—Diez… nueve… uh…

¿Qué viene después?

No importaba. Estaba demasiado cansado para contar y las figuras

por encima de él se desvanecieron en la oscuridad.

Qué cosa más rara que un ángel le pidiera hacer, de todos modos.

***

La conciencia se filtró lentamente, marcada por los sonidos. Un

susurro, una conversación tranquila. Extraños sonidos. Los olores

vinieron después. Antisépticos y limpiadores. Un perfume familiar

cuando alguien se acercó. Vainilla.

A continuación, un toque. Una mano en su rostro, su brazo. Le

gustó más ésta y se tensó por más, aunque no estaba seguro de

que su mensaje llegara.

Se fue a la deriva, preguntándose si estaba vivo. O, simplemente, a

la espera de cruzar.

Esa pregunta fue respondida pronto, cuando la agonía regresó.

Se sentía como si hubiera sido golpeado con martillos. No había

lugar que no gritó en miseria. Debió hacer algún sonido, porque

alguien estuvo allí en un instante, tratando de calmarlo.

—¿Tommy? ¡Oh, gracias a Dios! ¡Don, se está despertando!

—Hijo, ¿puedes oírme?

—Mamá… Papá.

—Hijo, ¿sabes dónde estás? —preguntó papá.

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—Yo… no. —Trató de abrir los ojos, pero sus párpados estaban

tan pesados.

Para él, la voz de mamá se desvió, ahogada por las lágrimas.

—Estás en el hospital, bebé. Te lesionaste en el trabajo, pero vas a

estar bien. Sólo bien.

Esto no tiene mucho sentido. Intentó procesar esto, cuando un

doloroso conocimiento, se filtraba en su cuerpo palpitante. De

forma automática, intentó levantar el brazo, pero parecía que

estuviera con un ladrillo encima.

—¿Cómo? ¿Qué…?

—No te preocupes por eso ahora. Sólo descansa —dijo su padre.

No era como si tuviera elección. Estaba tan cansado.

El sueño lo reclamó una vez más.

***

Cuando la conciencia regresó, fue mucho más nítida. Como

también lo fue el dolor. Su pecho y sus costillas estaban vendados

fuertemente, su rostro y mano palpitando.

Esta vez, sus párpados obedecieron y abrieron, aunque de mala

gana. Su visión borrosa se comenzó a ajustar, capturando su

entorno. Estaba acostado en una cama, con cables y tubos

conectados a cada parte disponible de su piel. ¿Alguien había

dicho algo acerca de estar herido, mencionaron una cirugía? Lo

deberían haber hecho, pero la memoria se desvaneció como el

humo.

Otro hecho penetró en su cerebro, estaba rodeado de flores.

Prácticamente un jardín, con varios globos bailando alrededor.

Ellos hicieron que su cabeza flotara.

Entonces, estaba en el hospital. Había tenido la mierda

noqueándolo, pero estaba vivo. Está bien. Podía lidiar con eso.

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Un tema a la vez. Parpadeó para despejar la arena de sus ojos, hizo

un balance de sí mismo.

Una extraña presión y una sensación de opresión en el lado

derecho de su rostro le estaba molestando ferozmente. Abrir su

boca y extendiendo sus músculos faciales causó un ardor, y su

reacción inmediata fue llevar su mano para tocar el área.

El problema era que no podía mover el brazo. ¿Acaso no lo había

probado antes? La maldita cosa se sentía como una roca.

Su mirada se deslizó hacia abajo, donde su brazo derecho se

apoyaba en la parte superior de las mantas. Su mano y su muñeca

estaban fuertemente vendadas, extendiendo las vendas hasta la

mitad de su antebrazo. ¿Una quemadura? No debe de estar roto, o

estaría con una escayola. También podía lidiar con eso.

Llevó su mano izquierda hacia arriba para sentir su cara. La

intravenosa en la parte posterior de su mano tiró, haciéndole

hacer una mueca de dolor, pero se las arregló para llegar y pasar

sus dedos sobre su mejilla derecha.

—Jesús.

El lado entero derecho de su rostro, se extendía por debajo de la

mandíbula a su garganta, estaba cubierto de gasa. Maldita sea,

debió de haber… ¿qué? ¿Tenido un accidente de auto?

No, eso no estaba bien.

¿Fuego? Sí. Llamas, humo. Estaba buscando una salida cuando un

objeto pesado cayó sobre él.

¡El almacén! Todo volvió rápidamente. La urgencia por salir, el

terrorífico rugido del edificio a medida que caía.

—¿Hola? —Su voz surgió poco más que un graznido. Justo cuando

comenzó mirando la cama, en busca de un botón de llamada, la

puerta se abrió con un suave chasquido y su padre entró, llevando

una taza de café.

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Los ojos del hombre mayor se iluminaron.

—Santo Cristo, es bueno verte despierto. ¿Cómo te sientes?

—Igual que si un edificio cayera sobre mi culo —dijo con voz

áspera—. ¿Qué día es hoy?

—Todavía es viernes, casi las seis y media de la tarde. Has estado

dentro y fuera, tratando de despertar durante un par de horas. —

Su padre puso el café sobre la mesita de noche y le dio a su hijo un

abrazo cuidadoso—. Estoy alegre de que ya estés bien.

Mientras su padre agarraba una silla, Tommy vio la sospechosa

humedad en sus ojos que él trató de eliminar.

—¿Estoy bien ? ¿Qué pasa con ellos? —Alzó su buena mano e hizo

un gesto para indicar las vendas.

Una mirada extraña brilló en los ojos del hombre mayor, y se fue.

—No te preocupes de eso ahora mismo. Tenemos tiempo de sobra

para hablar de ello cuando estés mejor.

—¿No estoy bien? —Una alarma comenzó a sonar en su cerebro.

—Más de alerta, quiero decir. Estás agotado y has pasado por un

calvario, si lo recuerdas o no. Quiero que duermas —dijo, el amor

y protección evidente en su tono.

—No tengo diez años, papá. Sé cuándo tengo que descansar y lo

haré, después de que me informes.

—Prefiero esperar a tu madre. La llevé a casa a descansar por un

tiempo, pero querrá venir pronto, sobre todo cuando la llame y le

haga saber que estás despierto. Esa dulce novia tuya, también.

Bajó a la cafetería para tomar un bocado rápido para comer…

—Te estás estancando. —Eso lo asustó más que nada. Su padre

era la persona más directa, honesta que conocía, y si estaba

tratando de poner fuera una conversación, lo que había que decir

no era bueno.

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—Hijo…

—Dime.

La alarma creció exponencialmente. Conocía esa expresión en el

rostro de su padre, la que transmitía tristeza, preocupación y un

poco de culpa por ser el portador de malas noticias. Su padre dejó

escapar un suspiro de cansancio y dejó caer la mirada al suelo.

Cuando se encontró con los ojos de Tommy de nuevo, asintió con

la cabeza, resignado.

—Cuando cayó el techo, una o dos piezas de metal cayeron en el

lado derecho de tu mejilla. Abriéndote bastante mal de tu sien

hasta tu garganta. Tienes puntos desde aquí hasta aquí —dijo,

trazando una línea en su propia cara, para indicar la línea.

—Oh, Dios mío. —Levantó la mano otra vez, sintió los vendajes—.

Quiero un espejo.

—Todavía no. Hay más. Cristo, esto es muy duro —dijo,

ahogándose con las palabras—. Había un pedazo de metal

incrustado en tu muñeca también. Hijo, tu mano estuvo a punto de

separarse de tu muñeca. La cirugía duró horas, pero el especialista

dijo que piensan que la reinserción funcionó, salvo la infección.

Estás con antibióticos pesados.

Tommy miró a su padre en estado de shock.

—¿Reinserción ? ¿Qué estás…? ¿Me estás jodiendo?

—Me gustaría estarlo. Vas a necesitar terapia física y con el

tiempo, puedes recuperar algo del uso de la misma. Lo siento

mucho, hijo —dijo con tristeza.

—Recuperar… no. No, soy un bombero, al menos hasta que decida

qué cosa quiero hacer. —Su voz se elevó con pánico—. Shea me

animó a intentarlo en el campamento de entrenamiento de los

Titans. Me dijo que podía ser lo que quisiera y…

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Se calló, mirando el bulto vendado. Concentrándose fuertemente,

intentó mover los dedos. Nada. Miró a su padre, el pánico

convirtiéndose en terror.

—Yo… yo no puedo trabajar así. No puedo volver a mi trabajo, ni

jugar al fútbol. No puedo hacer una mierda. Se acabó, ¿no es así?

Cada sueño que he tenido. Todo. Oh, Dios, papá —le susurró, con

la voz entrecortada.

Acercándose rápidamente, su padre envolvió sus brazos alrededor

de él, abrazándolo. Tratando de consolarlo como lo había hecho

cuando Tommy era un chico, cuando el abrazo de papá podría

arreglarlo.

Pero nada podría solucionar este problema. Estaba terminado.

Mi maldita mano fue cortada.

Y lo mejor que podía esperar era mantenerlo como un recuerdo

permanente de lo que había perdido.

—Tu vida no ha terminado, hijo —dijo su padre con voz ronca—.

Sólo va en una dirección diferente. Había algo más en las cartas

para ti, eso es todo. Vas a estar bien, y tienes tus amigos, a tu

madre y a mí y esa bella dama que te ayudará a través de todo

esto.

Shea. ¿Cómo iba a enfrentarse siendo menos que un hombre? Se

sintió enfermo.

—¿Qué tengo que ofrecer ahora? No sé cómo voy a vivir y encima

de eso, voy a estar marcado de por vida.

—La terapia física te ayudará y encontrarás un trabajo.

—Quiero un espejo, papá. Ahora.

Tenía que verlo por sí mismo. Para saber a lo que se enfrentaba.

De repente, luciendo mayor, su padre salió, presumiblemente para

pedir a una enfermera la solicitud de Tommy. Se había ido por

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unos minutos y cuando regresó, trayendo un espejo de mano de

tamaño mediano.

—Ayúdame con la gasa.

Tommy sostuvo el espejo en su regazo mientras el hombre mayor

despegaba cuidadosamente los bordes de la cinta en la sien. Bajó

la gasa suficiente para que Tommy fuera capaz de examinar la

mayor parte de la herida.

Temblándole la mano izquierda, levantó el espejo, volvió la cabeza

hacia un lado, y la torció para ver… y casi lo dejó caer.

—Oh —se lamentó—. Oh, no.

No reconoció el rostro en el reflejo. Una línea como las vías de un

ferrocarril ponía a su enojada carne roja junta y marchaba por el

costado de la cara a la mandíbula y más allá. Nadie podría

confundirlo con algún guapo actor de nuevo, ¿verdad?

En una palabra, era horrible.

El espejo se deslizó de su mano y lo dejó caer en su regazo. Su

padre silenciosamente lo quitó, volvió a taparlo con la gasa y

esperó, ansioso, sujetando el antebrazo de Tommy para prestar su

apoyo. Calientes y amargas lágrimas se deslizaron por el rostro de

Tommy, y su pecho se sentía como si fuera a explotar.

No podía tener tanta suerte.

Recostándose en las almohadas, cerró los ojos, deseando el olvido.

Oscuridad. Había deseado ser un hombre del que Donny hubiera

estado orgulloso, para hacer algo significativo de su vida. ¿Qué

diría Donny ahora, si pudiera?

Tal vez su hermano era el afortunado después de todo.

Shea entró en la habitación de Tommy y puso su bolso en la mesa

rodante al lado de una maceta de flores. El Sr. Skyler se sentó al

lado de su hijo, con las manos cruzadas delante de él, la cabeza

hacia abajo.

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—¿Sr. Skyler?

El hombre levantó la cabeza y le dedicó una borrosa y triste

sonrisa.

—Shea, me puedes llamar Don.

—Está bien, Don —dijo, un poco nerviosa. No habían hablado

mucho, dadas las circunstancias, pero parecía ser buena gente que

estaban desesperadamente temiendo por su hijo—. ¿Cómo está?

—Durmiendo, dopado con analgésicos. Despertó un poco y tenía

preguntas acerca de todo esto. —Movió una mano para indicar las

vendas—. Le respondí lo más honestamente que pude.

Shea se movió para estar a su lado y observó el rostro pálido de

Tommy, la mitad que podía ver. Las ojeras marcadas bajo sus ojos

y todavía tenía suciedad en el cabello. Pero estaba aquí,

respirando. Vivo.

—¿Cómo se ha tomado la noticia?

—Sobre cómo se veía, mal. También insistió en mirarse el rostro.

—Don parecía miserable—. Estaba absolutamente devastado. No

lo he visto así desde que perdió a su hermano.

—Oh, no. —Ella le puso una mano en el hombro, su corazón

retorciéndose mientras miraba a Tommy—. Tenía la esperanza de

posponer el que se viera a sí mismo un poco más.

—Yo también. Pero una vez que a ese niño se le mete algo en la

cabeza, ni un grupo de caballos puede moverlo. —Don la miró a

los ojos—. Y te diré otra cosa, se le metió en la cabeza que no tiene

nada que ofrecerte ahora.

Oh, Dios.

—Ésas son sus emociones hablando. Están obligándolo a estar así

por un tiempo.

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—Sabemos eso, pero él no. Todavía no. Encontrará otra carrera,

intereses, y mientras tanto, todos estaremos aquí para apoyarlo.

—¿No es eso bueno? Me siento mucho mejor.

Sorprendida por la amargura, la ira, en la voz rasposa de Tommy,

Shea lo miró. Tenía los ojos abiertos y la monotonía en ellos la

asustaron aún más. Atrás quedó la chispa juguetona, la pizca de

promesa.

—Hijo, te queremos y queremos ayudarte…

—Bueno, no pueden.

La expresión de Don fue de dolor, pero se mantuvo firme.

—No lo crees ahora, pero es porque estás molesto. Estamos aquí

para ti, aún si lo quieres o no.

—Molesto. Qué palabra más considerable. —Su risa era fea—. ¿Me

veo molesto para ti? No lo sé.

Don dio un suspiro de resignación y se levantó.

—Les daré a ti y a Shea la oportunidad de hablar mientras corro a

casa por tu madre. Sé que quiere verte antes de que las horas de

visita hayan terminado.

—No te molestes, ¿de acuerdo? Estoy cansado y estaré dormido.

—Tommy se quedó mirando la pared de enfrente, no

reconociendo el escrutinio de su padre.

—Si estás seguro…

—Lo estoy. Y si te llevas esos malditos globos contigo, te lo

agradecería. Diles a las enfermeras que se los das para la sala de

los niños. ¿De dónde diablos provienen todas esas flores, de todos

modos?

Don compartió una mirada dolida con Shea y pudo jurar que

estaba deseando en silencio que tuviera suerte con su paciente

hosco.

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—Tienes un montón de amigos, hijo. Sólo están tratando de

levantarte el ánimo.

—Fantástico. ¿Crees que hay un cirujano plástico escondido con

una varita mágica en una de esas ollas?

Don sólo se volteó y se ocupó de separar las cintas de los globos

de los variados arreglos. Agarrándolos, dijo:

—Tu madre y yo te veremos por la mañana. Llámame si necesitas

cualquier cosa antes de eso.

Su padre estaba casi en la puerta cuando Tommy llamó.

—¿Papá?

Don miró hacia atrás.

—¿Sí?

—Gracias por estar aquí —dijo, con voz angustiada—. Lo siento,

por hablarte de esa manera.

El rostro de su padre se suavizó.

—Nunca me des las gracias por ser tu padre. En cuanto a lo otro,

lo entiendo, créeme. Nos vemos por la mañana.

—Hasta luego.

Después de que el hombre mayor se hubiera ido, Shea tomó el

asiento desocupado y se armó de valor para la conversación que

venía. No le hacía falta una bola de cristal para ver que el hombre

en la cama estaba a punto de echarse de reversa seriamente. La ira

y la confusión vibraba bastante a su alrededor, y una pared

rápidamente se erigió entre ellos, tan impenetrable como una

fortaleza.

Había pasado tanto tiempo de tener miedo de amarlo. Ahora tenía

terror de perderlo.

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Extendiendo la mano, apoyó su brazo sobre su almohada y le pasó

los dedos por el cabello.

—No sabes lo asustada que estaba cuando me enteré de lo que

pasó y que te estaban buscando. Cuando te trajeron, estaba allí y

tenía miedo de perderte. Gracias a Dios que estarás bien.

—¿Es eso lo que piensas? ¿Que estaré bien? ¿Que soy feliz como

una mierda para tener veinte y tres años y sin perspectiva de

trabajo, ni futuro? ¿Qué me siento muy contento de llevar un

recuerdo de mi fracaso en mi rostro por el resto de mi maldita

vida? ¡Disculpa si no salto de gozo y alabanza a Dios porque no

estoy muerto!

Su grito resonó en la pequeña habitación de madera como una

bomba, explosiva y cada onza de destrucción. Sus ojos eran

salvajes, como un animal atrapado listo para morder su pierna

para escapar de confinamiento.

—Bueno, no estás muerto —dijo con calma, tomándolo de nuevo

de la mano—. Y no es justo que desees estarlo cuando tantos otros

podrían haber suplicado por la segunda oportunidad que has

recibido. Sobre todo tu propio hermano.

Se estremeció, pero su tono acerado no cambió.

—No me hables acerca de Donny a mí. ¿Y qué diablos sabes acerca

de las segundas oportunidades?

El luto la tomó, y su voz se quebró.

—Sé que mi bebé nunca tuvo una segunda oportunidad. Sé que me

gustaría dar casi cualquier cosa si hubiera tenido una.

Eso lo detuvo en frío.

—¿Tu… tu bebé?

—Mi hija. Verás, cometí el error de enamorarme de un jugador de

fútbol, el hombre grande en el campus. Esta chica del montón era

una presa fácil para un hombre como él, dobló el dedo y me

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encontré agradecida con él, me invitó a salir. Pero cuando las

cosas iban demasiado lejos y dije “no”, no tomó esa respuesta.

—¿Fuiste… fuiste violada? —Tommy parecía enfermo.

—A los diecisiete años. Cumplí dieciocho en una cama de hospital,

recuperándome de la pérdida de mi hija y casi una hemorragia de

muerte. Shane y yo perdimos a nuestros padres sólo unos meses

más tarde.

—¿Qué pasó con el padre del bebé? —preguntó en voz baja.

—Cumplió por un tiempo, perdió su beca de fútbol americano

universitario. Después de eso, no tengo ni idea. Y no me importa.

Tommy miró hacia otro lado.

—Finalmente, todo tiene sentido. A por qué estabas tan reacia a

estar conmigo, confiar en mí. —Su tono era amargo—. Creo que

estaba escrito, ¿no? Tú y yo, nunca hubiera funcionado. Empecé

como nada más que un mal recuerdo de lo que habías perdido, ¿y

ahora? Soy una broma.

—¿Qué? —lo miró, alarmada—. ¡No eres una broma! ¡Te amo! No

me importa lo que hagas para ganarte la vida o si tienes una

cicatriz. Esas cosas no importan.

—Mírame a los ojos y dime que no te recuerdo a él.

—Bueno, al principio —admitió—. Pero sólo en el exterior, debido

a tu aspecto y el hecho de que eres un atleta. Tenía miedo a la

confianza, pero eso no fue un reflejo de ti.

—Bueno, no tenemos que preocuparnos más por mi aspecto,

¿verdad?

—No hagas esto —dijo. Lágrimas contenidas le escocían los ojos y

luchaba por no dejarlas caer porque sería como admitir la derrota.

Estaba usando todos los trucos en el libro para apartarla y ella

estaba perdiendo terreno con cada segundo que pasaba. Nunca se

había sentido tan impotente.

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Los ojos de Tommy se pusieron vidriosos también, pero no vaciló.

—Se acabó.

—Tommy, no…

—Por lo menos todavía tienes al administrador de la ciudad de

fantasía con sus ropas finas, buenos modales y su gran cartera.

Su corazón se rompió.

—No. No lo quiero. Te quiero a ti.

—Fuera.

—Te am…

—¡Fuera!

Ella sabía lo que estaba haciendo, que no lo decía en serio. Pero

huyó igual, empujando la silla, tomó su bolso y golpeó la puerta al

salir. Tal vez más tarde se arrepentiría de dejarlo alejarla, pero

por el momento, lo único que podía pensar era en escapar de su

ira. Su dolor sin fin.

Ella ni siquiera podía llamarlo cobarde.

Huyendo, también era una cobarde.

***

Shea me dejó.

Alejarla había sido condenadamente fácil.

Lo que significaba que había hecho lo correcto. Los salvó de un

montón de dolores de cabeza en el camino. Salvando a la mujer

que amaba de estar atada a un hombre con un futuro vacío. Un

hombre con el que no había querido estar en el primer lugar, el

que le trajo recuerdos horribles.

Podría sobrevivir sin ella. Podría.

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Sólo en la oscuridad creciente, se cubrió los ojos con la mano

buena y lloró.

***

Joseph, por lo general, estaba dormido en la cama, pero al hombre

nada se le escapaba. Por eso, cuando sonó el teléfono en la sala de

estar en una hora en la que nadie suele llamar, se empujó de la

cama y se tambaleó hacia la puerta, giró el pomo lentamente.

Abrió la puerta y escuchó, no tan avergonzado de hacerlo como

hubiera estado la semana pasada.

—Bueno, me alegro de que esto termine. Tengo suficiente que ver.

Pausa.

—No quiero saber nada de esto, Forrest.

Joseph se enderezó, cada célula en estado de alerta. ¿Forrest

Prescott?

—¡No, no voy a asumir la responsabilidad de lo que le hiciste a ese

bombero! ¡Nunca pensé que en realidad lo harías! No trates de

desviar el tema. ¿Cuál es lo que nuestro contacto está haciendo

con todo ese dinero?

Joseph se apoyó contra la pared, la mano en el corazón.

—¿No es asunto mío? Es gracioso. Lo que sea, hombre. No me

importa el tiempo que esté fuera. No heriré a nadie esta vez y

nunca a propósito. Ése fue tu trato. —Pausa—. Está bien. No me

llames.

Puso fin a la llamada y Joseph se deslizó en su dormitorio,

cerrando la puerta. Arrastrando los pies a la cama, se sentó y

consideró todo lo que había visto y oído, por un tiempo muy largo.

Su corazón se hundió cuando se dio cuenta que estaba acorralado.

Necesitaba ayuda y sólo había una manera de conseguirla.

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Sólo tenía que encontrar el coraje para hacer esa llamada

telefónica.

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Capítulo 15 Traducido por Debs

Corregido por Caamille

os semanas. Ella había llamado tres veces, una mientras

Tommy seguía en el hospital y dos ocasiones desde que

llegó a casa la semana pasada. No le había contestado, ni

devuelto sus llamadas.

Su rechazo dolía tanto que pensó que iba a morir, pero se aferró al

conocimiento de que, en realidad, se estaba rechazando a sí

mismo. No hacía que el dolor disminuyera, pero al menos tenía

sentido.

Odiaba imaginarlo solo en su apartamento, en una gran angustia

emocional y sin hablar con nadie, pero su padre le había dicho que

eso era exactamente lo que estaba haciendo. Había blanqueado a

sus padres y sus amigos. Se negó a discutir cómo estaba, sólo

sacudía la mano y decía que estaba bien.

Estaba dolorido y no podía alcanzarlo. Tendría que hacer el

primer movimiento y eso no sucedería hasta que hubiera llegado a

enfrentarse con su situación. Tenía que decidir que era tan

hombre como ante y dejarla entrar. Hasta que lo hiciera, no

funcionaría nada entre ellos.

Y nunca podría entrar en razón.

El teléfono sonó y prácticamente atacó la maldita cosa, buscando a

tientas, para leer el identificador de llamadas. Su corazón se

hundió cuando vio el nombre y número, y se sintió como una tonta

por tener esperanzas. Aun así, sería bueno escuchar una voz

amiga que no sea la de su hermano.

D

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—Hola, Forrest.

—Hola, preciosa. ¿Tienes tiempo para un amigo?

—Por supuesto que sí —dijo ella, recogiendo los cojines del sofá.

—No estaba seguro, dada la forma en que dejamos las cosas antes.

—Me siento mal por eso. —Lo que era cierto—. Nunca quise herir

tus sentimientos.

—Oh, es historia pasada. No hay problema. Hablando de mi rival,

quería llamar y decirte que vi en las noticias lo que pasó con

Skyler y que lo siento mucho. ¿Cómo está?

¿Rival? Que palabra extraña, fuera de lugar por su simpatía. Sin

mencionar que Forrest nunca había planteado ninguna

competencia contra Tommy.

—No muy bien. Si no te importa, prefiero no entrar en detalles. —

Hizo una mueca ante su tono agudo.

—Yo… oh, no —respiró—. Ustedes ya no se están viendo, ¿no?

—Cambia el tema, o voy a colgar.

Suspiró.

—Pido disculpas. Sólo quería saber si estabas libre para cenar

mañana por la noche. Como amigos. Tengo que admitirlo, me

vendría bien uno.

—¿Sí? Tal vez a mí también —dijo ella, cediendo—. No debería

haber sido tan corta contigo.

—Hemos estado bajo mucho estrés últimamente. ¿Por qué no

salimos y nos olvidamos de todo por un rato? ¿Por favor?

¿Qué otra cosa iba a hacer? ¿Sentarse aquí y estar deprimida hasta

que Tommy decidiera darles una oportunidad? Si alguna vez lo

hacía.

—Claro, ¿por qué no? ¿A qué hora?

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—Perfecto. Te recojo a las siete y vamos a ir a por un poco de

chino o mexicano. Lo que tú quieras.

—Me parece bien. Nos vemos entonces.

—Estoy deseando que llegue.

Durante mucho tiempo, se sentó con el teléfono en su regazo,

deseando que sonara. Preferiría mucho más pasar la noche con el

hombre que amaba.

Con cada día que pasaba, se veía como si estuviera esperando lo

imposible.

***

Se puso de pie en el borde del precipicio, sin poder ir hacia

adelante o hacia atrás. La muerte lo esperaba en una u otra

dirección, burlándose de sus esfuerzos insignificantes para

engañarla. Detrás de él, una lenta tortura. Por delante, un rápido

fin.

Conocía su elección, y su corazón dio un vuelco.

Se abalanzó sobre el borde y Shea gritó.

Los ojos de Tommy se abrieron de golpe. Yacía acurrucado en su

cama de lado, desorientado, jadeando, todavía temblando de la

pesadilla.

Un ruido martillaba por su cerebro mientras el sueño se

desvanecía y poco a poco se fue dando cuenta que el sonido era

parte del mundo real.

El barullo estaba acompañado por una voz profunda e insistente.

Y quienquiera que fuera, no iba a renunciar en algún momento

pronto.

Se empujó fuera de la cama y se balanceó sobre sus pies,

mareándose. Las pastillas para el dolor lo desorientaban y lo

odiaba, pero aún más, no le gustaba el dolor. Las contusiones en su

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cuerpo estaban sanando, y mientras la cicatriz de su rostro estaba

sensible, no ardía. Pero su muñeca y la mano le dolían como una

perra. Había tenido suerte que la infección no se hubiera

establecido, y la piel era rosada y saludable.

Suerte. Ja.

Tropezando a través del desorden en la sala de su casa, trató de

ser cuidadoso donde daba un paso. No le haría nada bien caer y

lesionar su extremidad inútil. Entonces qué, tendría que conseguir

una mano falsa, y, ¿cuán divertido sería eso?

El volumen de los golpes aumentó, al igual que los gritos del otro

lado.

—¡Ya voy, maldita sea!

Usando la mano izquierda, torpemente abrió la cerradura y la

puerta. Perfecto. En el umbral, mirando como si hubieran perdido

a su mejor amigo, estaban Zack, Eve, Julian, y Six-Pack, que era

claramente el que había estado golpeando y gritando.

—¿Vas a invitarnos, o no? —exigió.

Tommy intentó una sonrisa y un gesto, pero de inmediato bajó la

mano para que no vieran lo mucho que temblaba.

—Lo siento, chicos. Estaba dormido y no escuché la puerta al

principio. Entren.

—Chingado —murmuró Julian, mirando a su alrededor con asco.

De pie a un lado, Tommy esperó a que entraran y cerraran la

puerta, respirando a través de su mortificación. La última cosa que

quería era que sus amigos vieran el desastre de su apartamento,

por no mencionar el lamentable estado de su persona.

Tommy estudió el lugar y vio a través de nuevos ojos. Cajas de

pizza, leche en la mesa, platos rebosando en el fregadero,

periódicos, latas de cerveza. Six-Pack encontró la última y giró su

mirada furiosa a Tommy.

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—Dime que no estás bebiendo mientras estás tomando

analgésicos.

—No al mismo tiempo —mintió—. He sido cuidadoso.

El teniente, que superaba a Tommy por cerca de quince

centímetros de altura, era realmente un espectáculo temible

mientras caminaba hacia adelante, forzando los músculos bajo su

camiseta.

—¡Jesucristo! Como si no tuviera suficiente con lidiar con

conseguir que Sean esté bien, y ¿ahora esto? ¡Te encuentro

viviendo como un cerdo, sin molestarte en responder al teléfono,

no comes bien y el maldito hedor! ¿Cuándo fue la última vez que te

bañaste?

El rostro de Tommy se calentó.

—¡Nadie te ha pedido que lidiaras conmigo! No soy tu problema.

—No, no lo eres —gritó, empujando a Tommy en el pecho—. ¡Eres

mi amigo imbécil ignorante! Cada uno de nosotros está aquí

porque nos preocupamos por ti.

—Y que no estés en la estación nunca va a cambiar eso —dijo Eve

en voz baja—. Te queremos, hermano.

—Oh, maldita sea… —Su voz se ahogó y su mirada cayó al suelo—.

Aquí estoy haciendo mi mejor esfuerzo para ser un imbécil y

ustedes tienen que venir y decir algo bonito.

—Pero hueles mal —dijo Julian. Los otros se rieron y se encogió

de hombros—. Sólo estoy diciendo.

—Iba a tomar una ducha —dijo, avergonzado incluso si eran sus

amigos.

—¿Te manejas bien? —preguntó Six-Pack.

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—No es fácil hacer cosas con una sola mano, pero me las arreglo.

Además, se supone que me ejercite un poco cuando no estoy

usando el soporte.

Zack habló.

—Te digo una cosa. Vas a ducharte mientras ordenamos este lugar

un poco.

Tommy meneó la cabeza.

—No tienen que hacer eso.

—Queremos —insistió Eve.

—Ve.

Sintió un ligero calentamiento en un lugar dentro de él, que se

había sentido como el hielo durante dos semanas.

—Muy bien. Gracias.

—No hay de qué —dijo Julian—. ¿Necesitas ayuda con la venda?

—Si no te importa. —Mientras los demás comenzaron a recoger

su basura, Julian desenvolvió cuidadosamente sus vendajes.

Cuando terminó, ni siquiera pretendió no mirar la línea gruesa,

irregular en la muñeca de Tommy que acompañaba a la del rostro

y la garganta.

—Es una mierda, ¿eh?

—Sí, lo es. Lo siento, amigo.

—Al menos puedo conseguir que se moje ahora, era un infierno

cuando llegué a casa. ¿Alguna vez trataste de bañarte sin que tu

cara o las manos se mojaran?

—No. ¿Cómo lo hiciste?

—Mi padre se acercó y me ayudó.

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—Ya sabes, si tuvieras una pizca de sentido común, esa bella dama

tuya estaría aquí cuidando de ti en lugar de él.

—No empieces conmigo, Jules. Como puedes ver, está mejor.

—Lo que veo es un tonto que no sabe que tiene su culo en un

agujero en el suelo.

—No discutiré contigo. Volveré en un momento.

Haciendo caso omiso de sus miradas, los dejó ordenar su lugar,

sintiéndose condenadamente culpable por ello, pero agradecido

por la ayuda. Tardó una eternidad en sacar la basura, lavar los

platos, todas las cosas mundanas que las personas son capaces de

hacer todos los días. Era agotador. Y desgarrador, especialmente

para un chico atlético como él.

En el baño, se dio la vuelta en el agua y tuvo problemas con su

ropa, finalmente consiguió terminar. La regadera se sentía

celestial y se maldijo a sí mismo por ser un idiota como para negar

a sí mismo un simple placer que aún podía disfrutar.

Mover de un tirón la tapa de la botella de champú para abrirla era

un desafío, pero después de eso las cosas se pusieron más fáciles.

Cuando terminó, cerró la regadera, más fortalecido de lo que había

estado en días. Sospechaba que la llegada de sus amigos tuvo

tanto que ver como la ducha.

Después de secarse, vestirse en bóxers limpios, pantalones cortos

y una camiseta era otra batalla. Una de las muchas que tendría

para el resto de su vida. Algo de su optimismo se atenuó, pero

estaba determinado a no dejarse caer. Había estado en un lugar

peligroso en su cabeza durante los últimos días, y eso le daba

miedo.

No quería acabar como Sean.

Regresando a la sala, se detuvo y se quedó boquiabierto.

—Oh, guau. Se ve genial.

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Eve acababa de apagar la aspiradora y Julian estaba colocando el

último de los platos en el escurridor. Howard y Zack habían hecho

la limpieza de basura y llenado una bolsa entera de basura. Todo

el mundo le sonrió y no pudo evitar devolverles la sonrisa, aunque

sabía que la cicatriz hacía que su rostro se viera raro.

—No sé qué decir.

Zack se encogió de hombros.

—Para eso es que son los amigos.

—Empiezo a sonar como Dionne Warwick y soy historia —dijo

Julian.

Eve no les hizo caso.

—Sólo di que llamarás y pedirás ayuda antes de dejarlo llegar a

esto otra vez. Y promete que tendrás un mejor cuidado de ti

mismo. No necesitamos este tipo de estrés.

—Lo haré, lo prometo. Me siento mal por ustedes preocupándose

cuando tienen tantas otras cosas en su plato —admitió con

timidez. Después de una pausa, preguntó:

—¿Cómo está Sean?

Sus amigos compartieron una “mirada” y luego dirigieron su

atención a Six-Pack. Siempre fue su líder, su roca, incluso fuera de

la estación.

Six-Pack dejó la bolsa de basura en la puerta del frente y volvió a

sentarse en el sofá.

—Papá lo llevó a ese centro de rehabilitación donde hicimos la

reserva antes. Mantuvieron un lugar abierto para él. Según papá,

está desintoxicado y malhumorado. Me gustaría poder verlo, pero

no se le permite cualquier visita en unas cuantas semanas más. —

Howard suspiró—. Puede que no quiera verme de todos modos.

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Al otro lado de la sala, Eve tranquilamente enrolló el cable de la

aspiradora y se limpió los ojos. ¿Estaba llorando? No lo sabía. Se

enderezó y enrolló la aspiradora yendo por el pasillo

acomodándola en el pequeño armario. Tommy volvió su atención

de nuevo a Six-Pack.

—¿Por qué no iba a querer verte? Eres su mejor amigo.

Durante un largo momento, Tommy pensó que no iba a responder.

Cuando habló, su voz estaba llena de pesar.

—Cuando el edificio cayó sobre ti, no me di cuenta de que estaba

en medio de una crisis. Un flashback. Antes de saber que estaba

enfermo, lo acusé de ser el responsable de que quedaran

atrapados ahí. Estaba perdido en un sueño, hablando de su familia

quemándose. Supe entonces que tenía un problema serio, pero ya

era demasiado tarde para retirar la mierda que dije.

—No por ello es menos su culpa —murmuró Julian.

Volviendo a la sala, Eve se volteó hacia él.

—¿Cómo puedes decir eso? Está enfermo. No sabía lo que estaba

haciendo.

—Y si nos hubiera escuchado cuando llevamos a cabo la

intervención y recibido el tratamiento, lo que le pasó a Tommy

podría haberse evitado. Sean estaría bien ahora y Tommy…

—Chicos —interrumpió Zack, mirando entre los combatientes—.

Vamos. Podemos volvernos locos cada uno con los y que tal sí y

eso no cambiaría las cosas. Es lo que es.

La pareja dejó de discutir, pero continuó mirándose el uno al otro.

Tommy procesó lo que el teniente había dicho; Sean había tocado

fondo y, en consecuencia, la vida de Tommy había sido destruida.

O por lo menos alterada en una escala mayor.

Era difícil no culpar a Sean. Pero estaba tratando.

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Como si Six-Pack leyera su mente, dijo:

—Sé que Sean va a querer verte cuando salga. Será parte de su

programa para hacer frente a los líos que hizo y rehabilitarse.

¿Quieres verlo?

—Por supuesto que lo veré. Quiero que se ponga bien igual que

cualquiera de ustedes. —No hay duda.

—Bueno. Se lo haré saber cuando llegue el momento.

—Tommy… ¿has visto a Shea? —le preguntó Eve.

Sólo escuchar su nombre hizo sangrar su corazón.

—No, y no planeo hacerlo.

—Tal vez deberías…

—No haré nada. No debo hacer otra cosa más que dejarla seguir

adelante con su vida, y no quiero hablar de esto.

Un incómodo silencio siguió, hasta que Zack habló.

—¿Has comido algo hoy?

Ante el recuerdo, su estómago se quejó.

—No. He estado durmiendo casi todo el día.

—Bueno, eso lo concluye. Consigue unos zapatos, saldremos. ¿A

menos que alguien aquí quiera cocinar? —Un coro de “no hay

manera” concluyó el asunto y Zack se puso de pie, los demás

hicieron lo mismo.

—Oh, chicos, no lo sé. —Los miró fijamente, sus intestinos

apretados—. No he estado fuera desde antes… bueno, sólo antes.

—La gente va a ver tu rostro eventualmente, mi amigo —dijo Eve,

dando a sus hombros un abrazo—. Y la verdad, la cicatriz no es tan

mala. Te hace parecer una especie de libertino, como un pirata.

Puso los ojos en blanco.

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—Oh, por el amor de Dios. —Pero le hacía sentir un poco mejor

así que la dejó continuar.

—Bien podrías dar el paso. No te puedes quedar encerrado aquí

para siempre como un viejo ermitaño.

—No, no vamos a dejarte —dijo Julian—. Te ayudaré a vendarte la

muñeca.

Ellos no le permitieron ni siquiera una palabra de protesta. En

poco tiempo, su muñeca tenía una venda nueva, los zapatos fueron

metidos en sus pies, y estaba siendo conducido a la puerta.

Habían llegado en dos vehículos, por lo que Tommy y Julian

subieron con Six-Pack en su gran camioneta negra Ford, y Eve se

metió en el Mustang de Zack.

Tommy miró a su alrededor, al sol de la tarde casi demasiado

brillante después de estar encerrado durante tanto tiempo.

—¿A dónde vamos?

Julian respondió.

—La cena en la plaza. Es el mejor lugar para comida casera

sureña.

—Ustedes tenían todo esto planeado, ¿no es así?

—Sí. Operación Secuestro Tommy, un éxito —dijo Six-Pack,

sonriendo.

A pesar suyo, sonrió. El terrible dolor en el pecho disminuyó, sólo

un poco.

Llegaron al comedor y se bajaron de los vehículos, Tommy más

lentamente que los demás. Todavía estaba un poco tieso, pero

supuso que en este punto se debía principalmente a no hacer

suficiente ejercicio y no al edificio que cayó sobre él. Nunca había

sido tan flojo en su vida como lo había sido en las últimas dos

semanas.

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En el interior, esperaron a que la anfitriona dejara los menús para

todos y luego siguió mientras los conducía al gran salón. Les

entregó los menús con apenas un vistazo, y se fue. Tommy dejó

escapar un suspiro reprimido, sin darse cuenta que se ella había

ido y que él había estado esperando a que comentara acerca de su

horrible cicatriz.

Sin embargo, la linda camarera joven que vino a tomar sus

pedidos de bebidas dio un respingo al verlo. Se recuperó

rápidamente y no hizo ningún comentario, ya sea, lo cual fue

bueno, pero tampoco coqueteó con él como las mujeres solían

hacerlo. Eso le molestó más de lo que quería admitir, incluso si no

estaba buscando ninguna otra persona.

Quería sólo a Shea. Quien estaba mejor sin él.

¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba sentada sola en su apartamento,

sin que nadie la acompañara más que Miss Kitty?

Recordó la última vez que hicieron el amor, en la piscina de sus

padres. Como se había entregado a él sin reservas.

Cómo todo se había ido al infierno.

—¿Tommy?

—¿Qué? —Parpadeó y miró al otro lado de la mesa hacia Six-Pack,

quien hizo un gesto hacia la camarera. Mientras que había estado

soñando despierto, ella había regresado con sus bebidas y estaba

esperando por su orden—. Uh, quiero un filete de pollo frito, puré

de papas y salsa de carne, y judías verdes.

—¿Panecillos o pan de maíz?

—Pan de maíz.

—Está bien. Pronto estará listo. —Dándole a todos una sonrisa

alegre, se fue caminando ostentosamente.

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Analizando a cada uno de ellos, decidió que había llegado el

momento de abordar el elefante en la habitación. Fijó a Six-Pack

con una mirada tranquila.

—¿Entonces, cuándo vas a sustituirme?

El teniente casi se atragantó con su soda.

—Jesús, muchacho. Sigues estando de permiso y te estás

recuperando. No vamos a tomar ninguna decisión hasta que lo

hagas. No vas a ser puesto de patitas en la calle.

—Ya lo sé, pero vamos, hombre. Tendré suerte si alguna vez

sostengo de nuevo un lápiz, mucho menos un hacha o una

manguera. —O una pelota de fútbol americano. El conocimiento lo

destrozó de nuevo—. Todos sabemos que no voy a volver.

—Estaba pensando —dijo Julian tentativamente—. Tal vez

podrías trabajar en Prevención de Incendios. Hacen programas de

capacitación, dan clases, y tienen investigadores de incendios

provocados que llegan a atrapar a los malos. No estoy seguro, pero

no creo que tu mano fuese un problema.

Six-Pack asintió.

—No es una reasignación, pero podría ser emocionante. Y sé que

el jefe de bomberos es un buen tipo.

—En realidad, tengo una confesión. —Sonrió, sintiéndose bien

acerca de esto por primera vez en días—. Ya había estado

pensando en hacer un cambio, tal vez cambiarme a Incendios

Provocados. Hablé con Mark McAllister no hace mucho tiempo.

Fue el turno de ellos para mirarlo fijamente, con los ojos

ensanchados. Six-Pack se echó a reír, golpeando la mano sobre la

mesa.

—Maldita sea, siempre me sorprendes. Bien por ti. Si deseas

seguir, sé que papá estará encantado de interceder por ti. Todos lo

haremos. —Los otros estaban sonriendo en señal de aprobación.

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—¿Ves? —Eve le hincó un dedo—. No todo está perdido. Puedes

tener una carrera interesante, productiva.

—Supongo que sólo no se me ocurrió que todavía podía hacerlo —

confesó—. No estaba pensando precisamente de forma coherente

hasta que mis amigos metiches se entrometieron y me rescataron.

—Bueno, ahí lo tienes —dijo Eve—. Entonces, ¿cuándo vas a

arreglar las cosas con Shea?

Su creciente estado de ánimo feliz se desinfló.

—No sé si puedo. Dejé bastante claro que habíamos terminado.

—Anúlalo, entonces.

¿Podría?

Su comida llegó, la camarera colocó los platos de comida

humeante delante de ellos. Tommy vaciló, agarró su tenedor y

trató de averiguar la mejor manera de proceder. Y realmente

sintió que la sangre se drenaba de su rostro.

El filete de pollo frito. Se quedó mirando el plato, devastado.

Había olvidado por completo que no podía cortarlo por sí mismo.

Esto era lo que Shea obtendría si lo aceptaba de nuevo. Un hombre

que necesitaba su comida cortada en cuadritos como un niño

pequeño.

No podía pensar en nada más desmoralizador.

Excepto apartar la mirada de su comida para ver a Shea sentada

en otra mesa al otro lado del restaurante. Sonriendo, riendo.

Con Forrest Prescott, el hijo de puta.

El aire abandonó sus pulmones. Si había estado sangrando antes,

ahora tenía una hemorragia mortal, atravesándole el pecho como

una bayoneta. Ningún incendio, ningún edificio cayendo y

aplastándolo, podría competir alguna vez con la agonía de verla

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tocando la mano de Forrest, con el rostro vuelto hacia arriba,

obviamente divertida por lo que él había dicho.

¿Habían estado saliendo todo el tiempo desde que Tommy

terminó las cosas? ¿Lo había besado?

¿Lo invitaría a su casa?

—Tommy, necesitas ayuda con… mierda. —Julian, obviamente,

encontró lo que captaba su atención—. ¿Qué quieres hacer? ¿Ir allí

y tumbarlo de un golpe? Te ayudaré.

Apartó la mirada de la pareja y miró a su alrededor al preocupado

grupo.

—¿Y con qué iba a golpearlo, Jules? ¿Con mi increíblemente

potente gancho de izquierda? —Apenas podía manejar un

tenedor. Que patético.

—Nadie va a golpear a nadie —dijo Six-Pack con firmeza—.

Vamos a comer. Empiecen.

La comida en su plato bien podría ser aserrín. Pero que lo jodieran

si dejaba que esto lo abatiera, al menos en el exterior. Recogiendo

de nuevo el tenedor, se inclinó y comenzó a ver la carne

incómodamente. Sus amigos tuvieron la sensatez de no ofrecerle

ayuda con Shea y su cita en los alrededores, y estaba agradecido.

Luchó con unos pocos bocados de todo, pero ¿a decir verdad? Sólo

quería ir al baño y vomitar. Se había obligado a tragar cerca de la

mitad de su comida, condenadamente contento de que Shea no lo

había notado, y estaba a punto de dejar un poco de dinero por su

cena e irse a dar un largo paseo. Y lo habría hecho, además.

Si un hombre no se hubiese detenido junto a la mesa de Shea, al

parecer para saludar a Forrest.

Un hombre de cabello castaño de unos treinta años más o menos,

con pantalones vaqueros y una gorra de béisbol roja.

No podía ser.

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El hombre permaneció de pie con su escaso peso sobre un pie, el

pulgar enganchado en un bolsillo. Se toqueteaba la gorra,

reajustándola mientras hablaba. Sus gestos, su ropa, su

complexión, eran idénticas a las del hombre que había visto en la

multitud después de la explosión de gas.

Y, se dio cuenta, en el colapso del andamio.

Tommy acababa de ser bajado a la tierra, con alguien

preguntándole si se encontraba bien. Había dado un par de pasos,

su mirada encontrando la multitud en la calle. Había visto a un

hombre con una gorra de béisbol roja antes de que se hubiese

desmayado.

Este hombre, estaba casi seguro. Cada nervio de su cuerpo

zumbaba, diciéndole que tenía razón. ¿Y qué si la tenía? ¿Qué

podría significar eso? Sugarland no era una ciudad enorme, y el

sujeto podría haber estado pasando por ahí, mirando boquiabierto

como las demás personas. En dos ocasiones distintas.

Tommy notó cómo la sonrisa de Prescott parecía forzada, sus

labios finos. Prescott apartó la mirada del hombre de la gorra por

unos segundos, jugueteando con su servilleta. No, Prescott no

estaba contento de ver a este otro sujeto. Quería que se fuera.

Interesante.

Tommy podría haber estado inclinado a atribuírselo a que

Prescott sólo estaba celoso de su tiempo con Shea, pero por

alguna razón eso no le parecía que fuese del todo correcto. Tal vez

estaba imaginándose el raro trasfondo entre los dos hombres, la

ira apenas disimulada en el rostro de Prescott, mezclada con

alguna otra emoción.

Cuando Shea llamó a la camarera para una recarga de su soda, y

Prescott se aprovechó de su breve distracción para sacudir su

cabeza hacia el otro hombre y hacer un movimiento de cuchillada

a través de su cuello, Tommy supo que estaba a bordo. Si el

hombre de la gorra fuese sólo un conocido ocasional, Prescott

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tendría que ser agradable y hacer la chorrada del cordial

administrador municipal. Obviamente, estos dos se conocían

bastante bien.

Y no andaban en nada bueno. La abuela de Tommy habría dicho

que había un zorro en el gallinero.

Tommy no podía comer nada más, y apenas era consciente de la

conversación a su alrededor. Seguía volviendo a los hombres, uno

de los cuales había visto en dos de los desastres sospechosos de la

zona. Y que conocía a un hombre que quería a Shea para sí mismo.

Eso daba qué pensar. Y tal vez algo más.

El hombre de la gorra de béisbol se fue y Prescott pagó su cuenta.

Él y Shea se marcharon poco después. El amor de su vida ni una

sola vez miró en su dirección.

Verla irse con él le arrancó el alma.

Con el apetito perdido, intentó unirse a la discusión de sus amigos.

En su mente, sin embargo, estaba confiando en su mala

corazonada. Tal vez un poco de acción a lo Dick Tracy le daría

algunas respuestas.

Tommy podría no ser lo suficientemente bueno para Shea, pero

que se lo llevara el diablo si se mantenía alejado y la dejaba ser

cautivada por una víbora.

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Capítulo 16 Traducido por Jadasa Bo, Lizzie y Poxi

Corregido SOS por veroonoel

hea vertió vino en una copa para Forrest e hizo su mejor

esfuerzo para enfocarse en su compañía en lugar de en su

corazón adolorido.

En el comedor, había sentido los ojos de Tommy sobre ella, había

reconocido el instante en que la vio, como si tuvieran algún tipo de

vínculo invisible que brillaba cuando se encontraban cerca uno del

otro. Cuando no se acercó, había sido aplastante.

Sin embargo, ¿cómo debería haberse sentido él al verla con

Forrest de nuevo? No tenía ninguna intención de ser algo más que

una amiga para el administrador de la ciudad, pero Tommy no

sabía eso. ¿Había estado celoso? ¿Dolido?

No tenía ninguna razón para estarlo, si él sólo corriera el riesgo

por ellos.

—¿Sebastiani? —susurró Forrest, cerca de su oído—. Un buen

vino de Sonoma, aunque no raro. A diferencia de ti.

¡Oh! ¡Ah! Eso no era exactamente ambiguo.

Esquivándolo, le tendió su copa.

—Salud.

—Por nosotros. Amistad.

—Sí. —Lo guió a la sala y tomó un sorbo de su Chardonnay, su

cerebro ya se encontraba trabajando en la manera de sacarlo de

aquí pronto. Tenía que levantarse a las siete de la mañana para ir

a trabajar, así que eso tendría que ser suficiente.

S

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Se sentó en el sofá junto a ella, demasiado cerca para su

comodidad.

—Dime algo. Escuché que tú y tu hermano son dueños de una

propiedad en el río Cumberland, no muy lejos de la represa.

Parpadeó. Se lo había mencionado a Tommy, pero nunca a Forrest.

—Eso es verdad. Nuestros padres nos la dejaron, pero… ¿cómo

sabes eso?

—Es mi negocio saber quién es dueño de qué en Sugarland, seguir

los valores de la propiedad y eso. Es sólo una parte de lo que hago.

¿Tú y tu hermano han pensado alguna vez en venderla?

—En realidad no, supongo. —Corrigió con un gesto de su mano—.

Sí vendimos una extensión después de que nuestros padres fueran

asesinados, lo suficiente para ayudarnos a sobrevivir hasta que

nos asentáramos en nuestras carreras. Desde entonces, vender el

resto no ha surgido como un tema serio porque a Shane le

gustaría construir en su mitad algún día. ¿Por qué? ¿Estás

interesado en comprarla?

—Podría estarlo —dijo amablemente—. Es una pieza excelente de

bienes raíces. Buena ubicación, con un paisaje precioso.

Consideró eso por unos momentos.

—Cierto. Probablemente es por eso que nunca he pensado en

venderlo. Y dudo que jamás lo hiciera, lo siento.

La decepción brilló en sus ojos.

—No te culpo ni un poco. De todos modos, lo pasé muy bien en la

cena. Como un poco en la cafetería ya que está muy cerca de las

oficinas de la ciudad, y tienen buena comida.

La tensión en sus hombros se alivió. Se alegró de que no insistiera

en el tema de la tierra. Pensó en la cena y decidió hacer un poco de

investigación por su cuenta.

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—Amable ese hombre que pasó a saludarte y habló contigo. ¿Cuál

era su nombre? ¿Will?

Tomó un abundante trago de su vino.

—Oh, sí. Will. Es un inspector de edificios de la ciudad. Solemos

encontrarnos de vez en cuando.

—Eso está bien. ¿Cuánto hace que se conocen?

—Hace un par de años. ¿Por qué?

—No hay razón. Sólo haciendo una pequeña charla. —¿Por qué de

repente parecía nervioso? Al siguiente momento, sin embargo, sus

nervios parecían haber desaparecido, esfumándose detrás de una

sonrisa seductora.

—Bueno, la última cosa que quiero hacer es hablar —dijo,

colocando su copa sobre la mesa de café. Tomó la de ella de su

mano y la puso al lado de la suya—. Shea, me vuelves loco. Pensé

que podía hacer la cosa de “amigos”, pero la verdad es, que quiero

más.

¡Ay no!

—Forrest…

—Bésame, Shea. —Ahuecó su mejilla—. Un beso de verdad para

ver si hay algo entre nosotros. Si no es así, seré sólo tu amigo aún

si me mata.

—Yo… no lo creo.

—¿Qué tienes que perder? ¿Estás guardándote para un hombre

que no te quiere? Lo vi sentado en la cena, y ni siquiera se acercó

ni trató de ser cortés contigo —dijo, moviéndose de modo que sus

labios casi se tocaban—. El hombre que te quiere está aquí. Lo ha

estado todo el tiempo.

Sus párpados se cerraron y se movió, colocando sus labios sobre

los de ella. Pensó en Tommy mientras su boca reclamaba la de

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ella, y se sintió desleal. Como si ella lo hubiera traicionado. Pero

Tommy terminó las cosas.

Forrest olía bien. Masculino. Era un hombre guapo y un experto

besador. Cualquier mujer estaría feliz de llevarlo a la cama.

Casi todas las mujeres. Para Shea, no había ninguna chispa. Él no

era Tommy.

Interrumpió el beso, consiguió meter una mano entre ellos y lo

empujó hacia atrás.

—Lo siento. No puedo hacer esto.

—Eres una tonta por esperarlo —dijo, sacudiendo la cabeza.

—Quizás sea así, pero no puedo cambiar la forma en que me

siento. Espero que podamos seguir siendo amigos.

De repente, se puso de pie. El destello de ira en su rostro tocó un

dedo frío en su interior, pero se había ido tan rápido que pensó

que debió imaginarlo.

—Me he quedado más tiempo de lo debido. Te llamaré esta

semana y probablemente almorzaremos.

—Yo… está bien.

¿Por qué nunca se había dado cuenta de cómo Forrest lo hacía

sonar como algo inevitable en lugar de una cordial invitación?

Algo estaba mal aquí y no tenía ni idea de qué, además de lo obvio.

Sabía que Forrest quería ser algo más que amigos, pero esta

sensación era algo casi... mala. ¿Siniestra?

No, eso era ridículo.

Le dio un beso en la mejilla y se fue, dejándola sola con una botella

recién abierta de vino.

Y nada más que hacer que beber.

***

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Tommy se encontraba sentado en su camioneta en el

estacionamiento de Shea y se apoyó en el volante, el dolor era

tanto que quería morirse. Y no el dolor por tratar de mover los

cambios y luego conducir con una sola mano, por difícil que la

tarea pudiera ser.

Shea se encontraba en los brazos de Prescott. Aceptando su beso.

Al principio, estaba contento de que no hubiera cerrado las

persianas para que pudiera mantener un ojo sobre Prescott. Ahora

se arrepentía de su estupidez.

¿Cómo puedes desearlo? ¿Cómo?

Trató de razonar consigo mismo. Si podía caer en los brazos de

otro hombre tan fácilmente, tal vez lo que tuvieron en el pasado él

y Shea, después de todo, no era especial. Sí, Tommy la empujó

lejos, pero seguro que ella no dejó crecer la hierba el tiempo

suficiente entre amantes.

Entonces, algo milagroso ocurrió. Ella lo apartó de un empujón.

Tommy se sentó con la espalda recta, notando por su lenguaje

corporal rígido, su obvia negativa de llevar las cosas más allá. La

reacción de Prescott, su postura defensiva, su hombría

obviamente herida.

—Sí —silbó Tommy en señal de triunfo, golpeando el volante—.

Toma eso, estúpido. Lo que sea que estás vendiendo, ella no lo

está comprando.

Momentos más tarde, Prescott salió del apartamento de Shea, con

una amarga expresión y luciendo una erección muy insatisfecha

en sus pantalones bien planchados.

Tommy sonrió.

El hombre abrió de golpe la puerta del coche y se arrojó dentro,

aceleró el motor, y chilló a lo lejos. Tommy encendió su camioneta

y lo siguió, cuidando de mantener la distancia. No quería alcanzar

el tubo de escape del hombre, pero no quería perderlo.

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Prescott corrió un par de recados. Condujo a una tienda de licores

cerca de Nashville, compró algunas bebidas fuertes. Se detuvo en

una tienda. Condujo hasta el río y salió de su coche, caminando

alrededor de una linda propiedad y pasando una mano por su pelo

con agitación, hablando por su teléfono. Cerca de las diez, cuando

Tommy se encontraba a punto de suspender su aventura de

detective aficionado, el siguiente destino del Prescott demostró

ser más intrigante.

Su presa se dirigió a las oficinas de la ciudad de Sugarland y

estacionó. En lugar de tomar la entrada principal, Prescott utilizó

una llave de su llavero para desbloquear una puerta lateral, y

entró. Tommy se encontraba a punto de seguirlo cuando una

camioneta blanca de la ciudad se detuvo; y el hombre de la gorra

roja de béisbol salió.

Tommy se apretujó bajo su asiento, esperando que el tipo no lo

viera ahí. Pero el hombre parecía ajeno al entrar por la misma

puerta que Prescott, sin utilizar una llave.

¡Maldición! No estaba cerrada con llave. Lo que significaba que

habían concertado encontrarse. Probablemente por eso Prescott

había estado en su teléfono. Más y más interesante.

Una vez que el segundo tipo se encontraba en el interior, Tommy

se bajó de su camioneta y trató de verse casual, mientras hacía el

mismo camino que los otros dos. Mantuvo la cabeza erguida, los

hombros hacia atrás, caminando con confianza, así cualquier

persona que pudiera verlo creería que tenía asuntos ahí.

Correcto. Después de las diez de la noche.

En el interior, sin embargo, se detuvo y escuchó los pasos

desvanecerse por el pasillo. Siguió, manteniéndose cerca de la

pared, sabiendo que si lo veían allí, estaba jodido. No había una

historia para explicar su presencia que alguien creyera.

Se abrió paso en el edificio de oficinas, ansioso. ¿Por dónde habían

ido? Hizo una pausa y agudizó el oído, y era sólo capaz de

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distinguir voces. Moviéndose en silencio, dobló una esquina y vio

una luz al final del pasillo, brillando por debajo de una puerta

cerrada.

El sudor rodó por su sien, picando su mejilla con cicatrices

mientras se colocaba al lado de la puerta, el oído cerca del marco.

—... no tenía ni idea de que iba a estar allí. Relájate, ¿puedes? ¡No

le dije más de dos palabras a ella!

Shea. La sangre de Tommy se congeló.

—Me relajaré cuando todo esto haya quedado atrás —dijo

Prescott fríamente. Una pausa, y luego:

—Sabes, él quería deshacerse de ti, pero le pedí que te dejara

fuera. ¿No hubiera sido irónico, después de todo tu duro trabajo?

El asustado chillido del chico se podía escuchar con claridad.

—¿Qué? ¿Qué le hice? Ni siquiera sé lo que hace con el dinero, ¡ni

siquiera su nombre, por el amor de Dios!

—Es sólo como lo hacen los hombres como él. Creo que va a

dejarte en paz, sin embargo.

—Dios mío.

—¿Yo? Esa podría ser una historia diferente, Will.

Unos pocos segundos de silencio.

—¿Qué quieres decir? —Will sonaba asustado, inseguro—. He

hecho todo lo que me dijiste, me aseguré de que no hubiera dos

accidentes iguales. Nadie puede conectarlos a nadie…

—Tú no harías todo. Tuve que contratar a alguien de fuera para el

último trabajo, lo jodió, y ahora vamos a tener un maldito cuerpo

tan pronto terminen de examinar a través de los restos del

depósito.

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La mente de Tommy se retorció. ¿Cuerpo? ¿En el almacén? ¿El

mismo debajo del cual estuvo enterrado?

—Mala suerte. No voy a ser parte en el asesinato a sangre fría.

Ninguna cantidad vale eso.

—¿Ni siquiera para salvar tu culo maricón del SIDA?

—¡Tengo VIH, no SIDA! Y no, no voy a matar, ni siquiera para

pagar mis medicinas. Estoy harto de tus amenazas.

Chantaje. Oh, Dios mío, está chantajeando a este chico, Will.

Para arreglar… accidentes. ¿Para destruir esos edificios?

—Todos tenemos que elegir nuestras batallas. Tampoco estoy

interesado en el asesinato. ¿Pero si se trata de mí o alguien más?

Voy a escogerme a mí, cada vez.

—Qué bonito, Forrest. Eres realmente un maricón.

—Estás disfrutando de los pagos igual que yo, viejo amigo. No te

olvides de eso.

—¿Cómo podría? —La voz de Will era amarga—. Nunca me dejas.

Esta conversación sonaba casi terminada. Tenía que irse

corriendo antes de que salieran y el pasillo por donde había

venido parecía demasiado largo y sin escondites.

El pomo de la puerta se movió y se le secó la boca.

¡Mierda!

Tommy se paralizó, con su corazón en la garganta. Rezando para

no quedar atrapado escuchando a un hombre que, por su propia

admisión, cometería un asesinato.

Dobló la esquina, la puerta se abrió detrás de él y casi aplastó a un

guardia de seguridad del turno de noche.

—¡Lo siento! ¡Tengo que correr!

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—¡Oye, vuelve aquí! ¡Alto!

Ni de chiste, amigo.

Voló directo a las puertas delanteras, las cuales no estaban

bloqueadas desde el interior, buscó a tientas sus llaves con la

mano buena, pulsó el botón de desbloqueo, saltó, y salió

disparado.

Estaba a un kilómetro por la carretera antes de que su respiración

comenzará a regularse, pero entonces lo golpeó la realidad de lo

que había oído. Seguido por el miedo. El guardia seguramente le

diría a Prescott y su compañero acerca de un hombre huyendo

desde la dirección de su oficina. Si él tenía una muy buena

descripción de Tommy…

—Jódeme.

Piensa. Qué hacer. A quién contarle.

¿Qué tenía realmente? Rumores. Convincentes conversaciones,

pero no pruebas. No datos reales. La mayoría de las lagunas las

había llenado por su cuenta, conclusiones a las que había llegado

por sí mismo, que la policía no podía utilizar.

Él debería decirle a alguien. Conseguir grabarlo.

Y Shea.

—Oh, Dios. —Había sido amiga de ese loco hijo de puta.

Creyéndolo un hombre honrado, había pasado tiempo a solas con

él.

Con un hombre que estaba de acuerdo con el asesinato.

Y el chantaje.

Y el fraude.

El recuerdo del beso que Prescott le había robado a ella lo

enfermaba. Le daban ganas de aplastar su puño en la garganta del

bastardo. ¿Qué quería realmente Prescott de ella? ¿Era ella un

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trofeo de algún tipo? No, Shea no era del tipo de ser feliz saliendo

con las esposas de los sangre azul de sociedad. Prescott quería

algo más, y averiguaría qué.

Se estaba haciendo tarde. ¿Qué iba a hacer?

Shea estaba sola. ¿Qué pasaría si Prescott averiguaba que Tommy

había estado en su oficina esta noche y decidía llegar a ella

primero?

—No. —La palabra salió salvaje, mortal.

Nadie iba a tomar lo que era suyo. En especial, no un hombre

como Prescott. Él había sido un completo idiota por alejar lo mejor

que le había ocurrido.

Tenía una parada que hacer para tirar un poco de ropa en su bolsa

de gimnasio, y luego tenía algunos asuntos serios que arreglar con

la mujer que amaba.

Sólo oraba porque ella le diera otra oportunidad.

***

Joseph estaba en el infierno. Durante dos semanas, la agonía de la

indecisión pesaba sobre él mientras esperaba una confesión de su

nieto, que nunca llegó. Una declaración que a él habría gustado

mucho responder.

Will nunca iba a decirle a su abuelo lo que había hecho. El chico

estaba demasiado en lo profundo, probablemente sentía que no

tenía remedio.

Pero siempre lo había. Cualquier buen soldado sabía eso.

Joseph tomó el teléfono y, con dedos temblorosos, marcó un

número que no había tenido necesidad de utilizar por un largo

tiempo.

—Oficina Federal de Investigaciones, habla el agente especial

Dominic Westfall.

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—¿Tiene tiempo para hablar con un viejo chiflado?

—Yo... ¿Joseph? ¿Joseph Hensley? ―El hombre sonaba incrédulo.

—Ha pasado mucho tiempo, supongo.

—¡Maldita sea, no me lo puedo creer! ¿Cómo estás?

—He estado mejor, muchacho. ¿Tú?

—Viviendo el momento. El día a día —dijo en voz baja—. ¿Qué

puedo hacer por ti, Joseph?

Él tomó aire y mordió las palabras:

—Nicky, necesito tu ayuda.

***

Shea hizo girar su tercera copa de vino, mirando el líquido ámbar

dar vueltas y vueltas.

—¿Qué piensas? —le preguntó a la señorita Kitty—. ¿Debo acabar

con la botella completa?

—Miauuuuu. —El gran felino amasó el vientre de Shea, se dio la

vuelta y se acurrucó en un lugar cómodo en su regazo.

—Bueno, voy a tomar eso como un sí. De hecho, creo que voy a

llamar para reportarme enferma. Como por un año.

Un golpe en su puerta envió a la gata volando bajo el sofá y la

sorprendió también. Una mirada al reloj tuvo su atención. ¿Once

de la noche? Sólo las malas visitas llegaban tan tarde y de

inmediato pensó en su hermano.

Vivía con el temor de que un oficial viniera a decirle que a Shane le

habían disparado. O peor.

Dejó caer su copa de vino, con un poco de chapoteo y se apresuró

hacia la puerta. Cautelosa, miró por la mirilla y se quedó sin

aliento, su corazón acelerándose. Allí, en la luz del porche, estaba

Tommy de pie.

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Sin dudarlo, desbloqueó la puerta y la abrió de golpe.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Puedo pasar?

—¿Por qué? ¿Así puedes pisotearme un poco más? No conseguiste

echarme fuera del camino la última vez, ¿así que estás aquí para

hacerlo en persona?

Guau. Suponía que tenía un poco de rabia almacenada junto con el

dolor. Su expresión la hizo detenerse, sin embargo. Sus pálidos

ojos azules estaban heridos. Cautelosos. Él no se ve bien, y sus

cicatrices no tenían nada que ver con eso.

—Por favor, Shea —dijo con voz ronca—. Escúchame.

Ella dio un paso a un lado y lo dejó entrar, lo siguió hasta el salón.

—Has perdido peso. No estás cuidándote.

Él la miró de lleno, envolviendo una mano colgando a su lado.

—Lo hago ahora. Tenía algunas cosas con que trabajar a través de

mi cabeza.

—Y, ¿ya lo hiciste? —Cruzó sus brazos sobre el pecho, con miedo a

la esperanza.

—Ya lo he hecho. En primer lugar, quiero pedirte disculpas por no

haberte escuchado en el hospital. Compartiste una experiencia

muy dolorosa y traumática conmigo, pusiste tu confianza en mí, y

yo no te escuché. Estabas tratando de decirme que está bien llorar

por nuestras pérdidas, pero que crecemos a través de ellas. No

estaba pensando en nadie más que en mí mismo, mis pérdidas, y

te aparté.

No llores.

—Lo hiciste. Me hiciste enamorarme de ti y luego me tiraste ese

amor a la cara. Cuando las cosas se pusieron difíciles, hiciste tu

salida.

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En ese momento, el océano entre ellos nunca había sido tan vasto

y vacío. Le dolía la necesidad de tocarlo.

—Nunca sabrás cuánto lo siento.

—¿Qué quieres de mí? —No estaba dispuesta a ponérselo fácil.

Dilo.

—Pensé que mis lesiones, la pérdida de mi buena apariencia y el

uso de mi mano, no me hacían un hombre completo. No lo

suficiente para ti. Lo que yo no sabía… —Su voz se quebró y su

respiración se detuvo—. Lo que no entendía era que estaba

completo hasta que te perdí.

Ella se llevó la mano a la boca y las lágrimas corrieron por sus

mejillas.

Dio un paso hacia ella.

—Nena, perdóname. Por favor.

Con un sollozo, se lanzó a sus brazos y se aplastó contra su pecho.

Su mano buena se hundió en su cabello y los besos llovieron en la

parte superior de su cabeza. Luego se echó un poco hacia atrás y

reclamó su boca como un hombre hambriento.

Se aferraron el uno al otro, degustaron y exploraron. Reafirmaron

su amor, su conexión. No podían tener suficiente.

—Necesito tu piel —susurró ella en su boca.

—Dios, sí. Te extrañé tanto.

Él se rió entre dientes mientras ella le arrancaba la ropa, y se dio

cuenta de cuánto había extrañado su risa. Su sonrisa. Su presencia

en su alma. Ella le quitó sus pantalones y ropa interior y le quitó la

camisa.

—Siéntate en el sofá —le ordenó.

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—¡Sí, señora! Maldita sea, podría acostumbrarme a este lado tuyo.

—Sus ojos brillaban mientras se sentaba, observándola

desvestirse.

—Espera. Se pone mejor.

Desnuda, separó sus rodillas con fuerza y se acuclilló en el suelo.

Amaba esto, él extendido para ella, esperando descubrir que le

haría ella.

Su pene se endureció rápidamente, contento de entrar en acción.

Se curvó hacia su estómago, enrojecido, elevándose sobre dorados

rizos. Pesadas bolas situadas por debajo, demasiado tentadoras

para resistirse.

Levantándolas con dedos amables, chupó cada una, disfrutando de

su terroso sabor masculino. Ella quería volverlo loco, hacerle

rogar

—Oh, nena, por favor. —Su cabeza calló contra el respaldo del

sofá.

Eso fue un buen comienzo. Lamió y jugó con cada bola,

manipulándolas, rozándolas con sus dientes. Esto lo dejó sin

sentido, sus caderas sacudiéndose y entonces ella se movió,

pasando su lengua por la parte inferior de su pene. Su gemido de

placer era como música.

A continuación, se dio una comilona con su gorda cabeza,

lamiendo las pequeñas gotas de líquido preseminal. Salado y

dulce. Suyo. Ella lo tomó en su boca, chupándolo incrementando la

presión, asegurándose de que él supiera quien estaba al mando en

esta ocasión.

—Ahh, ¡mierda! ¡Vas a hacer que me corra!

Ella le dejó ir con un pop.

—No, no lo harás.

—No puedo aguantar mucho más.

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A horcajadas en su regazo, ella colocó la cabeza de su pene en su

apertura.

—Vas a esperar hasta estar dentro de mí. Lo quiero duro y rápido,

¿entendido?

Sus pupilas se dilataron, y él estaba casi incoherente de la

excitación.

—C-condón. En mi mochila, en tu porche.

Decidida, miró directamente a sus ojos.

—No esta vez.

—Jesús —susurró él, la voz llena de deseo—. ¿Estás segura?

—Mucho. Hazme tuya, precioso. Quiero sentirlo mañana.

Ella se hundió en él y gimieron juntos, perdidos en la exquisita

sensación de estar juntos de nuevo. Sólo piel, deslizándose,

desatando el infierno fuera de control.

Mientras el empezó a empujar dentro, ella le echó los brazos al

cuello preparándose para la follada. Él agarró su cadera con la

mano izquierda, los dedos clavándose en su piel. Ellos golpearon

juntos en un ritmo ruidoso, su unión febril en sus prisas por

volver a conectar.

—¡Shea, nena! Sí, oh…

Su orgasmo le atravesó el cuerpo, tomándola por sorpresa. Ella

chilló, se sintió convulsionando alrededor de él mientas la

penetraba. Un empuje más y se hundió profundo, bombeando

esperma caliente, llenándola a rebosar. Él era tan hermoso, su

expresión perdida en el placer, mirándola con tanto amor.

—Me hiciste estremecer —dijo él con voz ronca—. Dios, fue

fantástico.

—Tenía que mostrarte lo que te has estado perdiendo.

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Inmediatamente se mostró arrepentido.

—Lo siento. Créeme, no va a volver a ocurrir.

—Será mejor que no. —Con cuidado, pasó un dedo por el borde de

su cicatriz, siguiendo la línea roja desde su sien bajando por la

mejilla hasta su garganta. Lo que podría haber pasado, si el metal

hubiese cortado una fracción de pulgada más profunda y acertado

su yugular, la hizo estremecer.

El entendió mal su reacción y desvió la mirada.

—Es fea. No puedo mejorarla sin cirugía plástica e incluso

entonces…

—Me malinterpretaste. La estoy tocando porque es una parte de ti

y yo amo todo de ti. —Para enfatizar su punto, se inclinó, besó la

cicatriz en su sien, su mejilla—. Me estremecí porque me doy

cuenta que es un milagro que no te hayan matado.

—¿Realmente no te molesta?

La esperanza en su voz la destrozó.

—No. Odio que te moleste a ti, pero con el tiempo disminuirá.

—Tal vez, pero no creo que me acostumbre a ella.

—Puede que no. Sólo no dejes que defina tu vida.

—Es un poco difícil no hacerlo, cuando es casi una perfecta línea

divisoria entre mi antigua vida y la nueva.

Él tenía cierta razón.

—Cierto. Tal vez la verás como una de esas bendiciones

conseguidas duramente en el encubrimiento; pasaste por una

mala etapa y algo mejor te estaba esperando en el otro lado.

Él le dedico una sonrisa genuina.

—Suenas como papá.

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—Hombre inteligente. —Aunque odiaba moverse, ella se bajó de

su regazo—. ¿Quieres limpiarte? ¿Una carrera hasta la ducha?

—En sus marcas…

Disfrutaron de una ducha caliente, riendo como niños mientras se

enjabonaban y hacían el tonto. Una caricia aquí, un pellizco

juguetón allí. El agua se enfrió y finalmente salieron y se secaron,

felices aunque un poco cansados.

Tommy, con una toalla envuelta alrededor de sus caderas,

rápidamente recuperó su bolsa de gimnasio del porche delantero

y volvió, poniéndose un bóxer limpio. Shea se puso un par de

bragas y una camiseta grande y se acurrucaron en su cama con la

cabeza de ella en el pecho de él.

Como era de esperar, el momento era demasiado tranquilo para

durar.

—Nena, necesito hablar contigo a cerca de algo —dijo él,

estrujándola.

—¿Hmm?

—Te vi en la cena esta noche.

—Yo también te vi. Pensé que podrías venir, pero supongo que

puedo entender por qué no lo hiciste. —Mirándolo bien, no podía

imaginar cómo debía haberle herido verla con Forrest. Pero él la

había empujado lejos, así que el siguiente movimiento debía

hacerlo él.

—Debería haberlo hecho. Aunque eso no es de lo que tengo que

hablar. —Él paró—. El chico de la gorra roja de béisbol que se

paró en tu mesa. ¿Prescott te lo presentó?

—Brevemente. Dijo que su nombre era Will Hensley y que

trabajaba para el ayuntamiento como inspector de edificios.

Tommy se tensó debajo de ella.

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—Eso no puede ser una coincidencia.

—¿Qué no puede?

—Lo he visto antes. La primera vez fue justo antes de

desmayarme, después de la caída del andamio. La segunda fue

antes de la explosión de gas de la residencia vacía. En ambas

ocasiones fue uno de los curiosos en la calle.

Shea lo asimiló.

—La coincidencia es extraña, pero no significa algo

necesariamente. Ya que él trabaja para el ayuntamiento,

especialmente en inspección, está alrededor de la cuidad.

—Normalmente estaría de acuerdo. Aunque no viste las

vibraciones pasando entre esos dos cuando no estabas mirando.

Prescott estaba absolutamente enojado de verlo allí. Incluso le

hizo un gesto para que se largara. Me hizo pensar, e hice algo que

no debería, a pesar de que me alegro de haberlo hecho.

Levantándose, ella se apoyó en su pecho y le miró a los ojos.

—¿Qué hiciste?

—Seguí a Forrest esta noche para ver lo que estaba haciendo. A

todos los sitios a los que fue.

Cuando entendió el significado completo, le miró boquiabierta.

—¿Me espiabas? ¿Aquí?

—No a ti —le aseguró rápidamente—. A Forrest. Me fui de aquí

cuando él lo hizo y lo seguí de cerca.

—Yo… No estoy segura de que pensar sobre eso, Tommy. ¿Por qué

te “alegras” de haberlo seguido?

—Porque Prescott terminó en el ayuntamiento en una reunión

con Will Hensley, en la oficina de Prescott, a las diez de la noche

sin nadie más allí salvo el vigilante de seguridad. Tu aspirante a

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novio estaba regañando a Hensley por hablarle hablado delante de

ti en la cena.

—Espera un minuto. ¿Entraste a hurtadillas en las oficinas del

ayuntamiento? ¿Por la noche?

—Dejaron la puerta lateral abierta, así que sí, me aproveché —

dijo, comenzando a parecer molesto—. Shea, esos dos están

enterrados hasta el cuello en todo tipo de mierda. Chantaje,

fraude, asesinato…

—Heyyyy. Ve más despacio y explícate. Estas lanzando graves

acusaciones. Me cuesta imaginar a Forrest envuelto en algo ilegal.

Frunció el ceño hacia ella.

—Un montón de cosas brillantes y luminosas son venenosas bajo

la superficie, como las bayas de belladona. Yo sé lo que he

escuchado.

—Lo siento —dijo ella, acariciando su pecho—. Sigue.

—Como dije, Prescott no estaba muy emocionado de ver a Will en

la cena. Él mencionó que un tercero, un tío, quería a Will muerto,

pero aparentemente Prescott lo convenció de no seguir adelante.

—¿Muerto? Señor…

—Sí. Estaban hablando de dinero y pagos y; mira, el fuego del

almacén fue intencionado, de acuerdo con el investigador con el

que hablé. Prescott y Will hablaron sobre el trabajo del almacén y

como Hensley no iba a hacer lo que Prescott quería, pero otro

hombre lo hizo y ahora está muerto debajo de los escombros. Y

Shea… creo que soy el trabajo del que estaban hablando.

—¡Qué! ¿Cómo? —Ella lo miró fijamente, tratando de procesar

todo lo que había dicho.

—Fui golpeado en la cabeza. Dos veces. Y eso antes de que callera

el techo. Nunca vi lo que me golpeó.

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—¿Escuchaste algún movimiento detrás de ti?

—No, nada. Pero con el ruido, ¿cómo podría? De todos modos,

Prescott dejó claro que estaba chantajeando a Hensley para

ordenar estos “accidentes”, y a cambio nadie se enteraría de que

es VIH positivo y tiene el dinero para comprar su medicina.

Shea se quedó de piedra. ¿Forrest? ¿Involucrado en actividades

criminales? No se lo podía creer.

—Oh, Dios mío. ¿Así que por qué crees que eras el objetivo en el

almacén? ¿Qué iban a ganar ellos?

—No ellos; Forrest. Él me quita del camino así dejo de ser

competencia para estar contigo.

—¿Así que soy tan buen partido que mataría por mí? Espera. Oh,

de ninguna manera. —Sus ojos se ensancharon cuando recordó su

anterior visita con Forrest—. Esta noche me preguntó sobre

comprar la propiedad que Shane y yo hemos heredado de

nuestros padres. Tú no crees…

Tommy se quedó en silencio por un momento.

—Es posible que codicie tu hacienda como una manera de rellenar

el ingreso de sus otros tratos. Si es capaz de conseguirte a ti

también, es un bonus.

Malditamente irreal.

—Sus otros tratos, ¿cuáles?

—Una estafa de seguros. Ellos compran a precios bajos, destruyen

sus propiedades y cobran en efectivo.

—Muy bien. Excepto que, ¿la compañía de seguros no los pillaría?

Tommy negó con la cabeza.

—No si aseguran con varias compañías, bajo diferentes nombres

empresariales. Déjame preguntarte algo de nuevo, ¿cómo se

conocieron Prescott y tú?

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—En un evento de caridad patrocinado por el Departamento de

Policía de Sugarland hace unos meses. Shane dijo que Forrest

insistió en presentarse. No tenía ni idea de quién era. —Oh, eso

sonó mal, a la luz de lo que Tommy había escuchado. Y mirando

hacia atrás sobre su relación con Forrest, también.

—Eso es correcto. —Después de un momento largo, Tommy llegó

a la conclusión por ellos dos—. Si él te cortejaba y ganaba, no

tendría que comprar la propiedad. La habría heredado si les

pasaba algo a ti y a Shane.

Su estómago se revolvió.

—No me le puedo imaginar llegando tan lejos.

—Nena, escuché a Prescott decir abiertamente que si todo se

desmoronaba sobre otra persona y él, se elegiría a sí mismo. No

tiene ningún problema con matar.

Ella pensó que podía enfermar.

Tommy continuó.

—Necesitamos un plan. ¿Estás libre mañana?

—Se supone que tengo que trabajar, pero no he llamado para

decir que estoy enferma en años. Podría hacer eso.

—Bien. Vamos a hablar con tu hermano primero y contarle todo

esto. Ver si tiene alguna idea de que hacer a continuación.

—¿Y el resto del día?

La hizo rodar por debajo de él y empujó su revivida erección entre

sus muslos.

—¿Pregunta contestada?

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Capítulo 17 Traducido por flochi y SOS por Fanny y nelshia

Corregido SOS por veroonoel

l móvil de Tommy sonó y él se estiró, soltando un gruñido.

Quien sea que estaba llamando era persistente. Segunda

llamada en diez minutos.

—Mmm, ¿vas a responder?

—Veamos… ¿mujer cálida o teléfono? Déjame pensarlo.

Ella se rió.

—Podría ser algo importante.

—Más vale que lo sea. —Contestó, sin estar preparado para la voz

del otro extremo.

—Hijo, ¿dónde has estado?

—Hola, mamá. Yo…

—¡Tú padre y yo estamos muy preocupados! No llamas, apenas

respondes el teléfono. —Cielos, estaba molesta, no podía

culparla—. No está bien que te mantengas escondido en ese

apartamento a solas. Voy por ti, y vienes a casa y me dejas

prepararte el desayuno.

—Mamá… —Miró a Shea para verla sofocando una risita, y le sacó

la lengua.

—Vas a salir de allí y dejar de estar deprimido. ¡En serio, Thomas

Wayne! Llegaré en diez minutos.

—¡Espera, mamá! No estoy en casa.

E

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—Oh. —Una pausa, después—: Bueno, ¿dónde estás?

Su rostro se calentó.

—Mamá, hay algunas cosas que un hombre no quiere discutir con

su madre.

—¡Espera! ¿Quieres decir que estás correteando con otra mujer

justo después que rompiste con aquella hermosa joven? —Sonó

indignada—. ¿Cómo pudiste?

Dios, ten piedad.

—No estoy correteando con Shea. Regresamos. —Sostuvo el

teléfono un poco alejado de su oído, para suavizar el penetrante

chillido de alegría.

—¡Oh! ¡Cariño, es tan maravilloso! Tráela, hijo. Tomaremos el

desayuno.

—¿Cuándo? ¿Ahora?

—Claro que ahora. ¿Qué más tienes que hacer?

—Bueno, nosotros… —Tenemos que ver al hermano de Shea

porque el administrador municipal es un idiota fraudulento y me

quiere muerto.

Um, quizás no.

—¿Bueno?

Llevó el teléfono a su pecho y le susurró a Shea:

—¿Desayuno en casa de mis padres?

Lo besó en la mejilla.

—Claro, suena bien.

—Está bien, estaremos allí. ¿A qué hora?

—Cerca de las diez y media. ¡Ven con apetito!

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—Por supuesto. Te quiero.

—También te quiero, cariño.

Colgó y vio a Shea sonriéndole.

—¿No te molesta? Una vez que supo que no estaba engañándote y

que estábamos otra vez juntos, no había nada que la detuviera.

—Creo que es estupendo. Me encantaría conocer mejor a tus

padres.

—Bueno, vas a tener oportunidad. Ella quiere que estemos cerca

de las diez y media, eso nos da una hora para prepararnos.

—¿Nada de sexo?

—¿Quién dijo eso? No nos apresuremos.

—Ohh, ¿sexo en la ducha?

Ella se veía tan linda sentada desnuda con su cabello marrón

rizado desordenado alrededor de su rostro, hablando de sexo, que

tuvo que reír.

—Creo que eso se puede arreglar.

En el baño, Tommy abrió el agua y la dejaron calentar, mientras la

temperatura se elevaba en otros lugares. Él la empujó frente a él y

le mordisqueó el cuello, extendiendo la mano para pellizcarle los

pezones.

—Maldición, es difícil hacer esto con una sola mano —se quejó.

—No lo sé, estás haciendo un trabajo estupendo. —Movió su

trasero contra su ingle.

Su erección semidura se despertó completamente, lista para jugar.

—¿Por qué no sigues con esto bajo la ducha caliente?

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Después de ayudarlo a desenvolverse la mano, lo llevó a la ducha y

cerró la puerta detrás de él. La miró lascivamente, unos cuarenta y

cinco kilos de mujer mojada y dispuesta. Toda suya.

—Quiero enjabonarte. —Agarró una botella de gel para ducha de

un estante y la abrió a tientas.

Ya que era más sencillo, él chorreó el gel frutal sobre la espalda de

ella y el frente de él, asegurándose de tenerlos cómodos y

escurridizos. Ella no le ofreció su ayuda, lo cual apreció. Podría ser

estúpido preocuparse por tan pequeña tarea, pero quería sentirse

capaz de hacer las cosas sin ayuda.

Él podía hacerle malditamente bien el amor a su mujer.

Volviendo a colocar el gel en el estante, empezó a enjabonarle la

espalda, admirando el brillo de las burbujas sobre su piel. Tenía

una bella espalda, esbelta, en pendientes hasta las anchas caderas.

Tenía dos hoyuelos en el trasero, y sonrió.

Su mano jabonosa vagó sobre su trasero, se deslizó en la

hendidura entre sus nalgas. Le gustó la manera en que ella se

abrió de piernas, sacando su trasero para él con un suave gemido.

Mucho.

Llegando más lejos, enjabonó sus pliegues, asegurándose de rozar

el diminuto clítoris. Frotó hasta que ella rogó silenciosamente, con

el cuerpo abierto para él.

—Apoya las manos en el azulejo, nena.

Ella lo hizo, y se deslizó dentro de ella desde atrás. Hundió su polla

en su dulce canal, lento y tranquilo, todo el camino hasta la

empuñadura.

—Te amo —susurró—. Nunca te rindas otra vez.

—También te amo.

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La folló con golpes tranquilos, desencadenando chispas una a una.

Encendiéndolas en llamas que los consumieron a ambos, y antes

de darse cuenta, estaba empujando más rápido, más profundo.

—Oh sí —siseó—. Eso es.

Los gritos de ella le avisaron que se encontraba al límite, y ella

convulsionando a su alrededor fue como nada que hubiera sentido

con ninguna mujer antes. El paraíso, puro y simple.

Con un grito ronco, estalló, teniendo espasmos mientras ella

ordeñaba cada gota de su cuerpo. Permanecieron conectados por

un momento, desplomándose, totalmente en la gloria.

—Maldición, chica, lo que me haces.

—Puedo decir lo mismo de ti, semental.

La expresión cariñosa lo hizo ruborizar y lo complació al mismo

tiempo. ¿A qué tipo no le gustaría ser un semental para su mujer?

Con pesar, se retiró y terminaron de ducharse, apresurándose ya

que habían pasado más tiempo allí del que habían tenido

intención. Incluso aunque fue condenadamente divertido.

Se vistieron informales con pantalones cortos y camisetas, y pensó

que era gracioso que Shea estuviera tan preocupada por su

apariencia.

—Calma. Mamá y papá ya te adoran. Creo que sólo quieren verme

feliz, eso es todo.

—Puedo entenderlo. ¿Asumo que estás invocando la regla de la

Cúpula del Silencio sobre toda la situación Prescott?

—Dios, sí. Ni siquiera quiero pensar cuánto se molestarían si lo

supieran.

—Muy bien. Pero tendrás que decirles tarde o temprano.

—Lo sé. Estoy esperando que más tarde. Mucho más tarde.

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***

Shea tenía que admitir que estaba un poco nerviosa por conocer

oficialmente a los padres de Tommy. El hospital ni siquiera

contaba como un lugar ideal para socializar, y ellos habían estado

enfermos de los nervios por Tommy en todo momento.

Se estaba sintiendo un poquísimo culpable, también, por lo que

habían hecho junto a la piscina de sus padres. Lo mejor era no

pensar demasiado en ello.

Tommy dirigió el camino hacia la puerta y tocó el timbre, dándole

una sonrisa alentadora.

—Estás a salvo. Nunca enterraron una sola de mis citas en el

sótano. Todavía.

—Tendré eso en mente.

Bethany Skyler abrió de golpe la puerta, y Shea fue

inmediatamente aplastada por el abrazo entusiasta de la mujer.

—¡Shea, es tan bueno volver a verte, y bajo mejores

circunstancias!

—A usted también, Sra. Skyler.

—Beth, por favor. —La bella mujer mayor tornó su felicidad hacia

su hijo y le dio un abrazo igual de fuerte—. ¡Y tú! Diablo astuto, ni

siquiera nos dices que se han reconciliado.

—No he tenido oportunidad, porque acaba de pasar.

—Bueno, en ese caso te daré un descanso. Entren. Tu padre está

en la cocina fingiendo ayudar cuando en realidad se está

comiendo todo.

Tommy se echó a reír.

—Suena a papá.

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Encontraron a Don en la cocina, mordiendo una fresa en su boca y

Beth protestó para que permaneciera lejos de la comida hasta que

estuviera servida.

—¿Qué? —dijo inocentemente mascando la fresa—. Alguien tiene

que asegurarse de que sabe bien. Hola Shea, que bueno verte. Hijo.

Lo saludaron con abrazos, y luego Beth les indicó el desayunador.

—Iba a ponerlo afuera, pero ya está demasiado caluroso. Espero

que adentro esté bien.

Shea intercambió una mirada con Tommy y lo vio luchando por no

reír. Lo último que quería alguno de los dos era desayunar con sus

padres en la escena del crimen, por Dios santo. Era algo gracioso, y

casi se rió, también.

Tomaron asiento en la mesa situada en un rincón, rodeado por

plantas.

—Tu casa es encantadora, Beth. Gracias por invitarme.

—Oh, gracias. Nuestra casa necesitaba a una jovencita para

iluminarla por algún tiempo. ¿Te gustaría una mimosa, cariño? Es

champaña y jugo de naranja, perfecto para el desayuno.

—Me encantaría.

Beth fue a buscar las bebidas mientras Don llevaba una bandeja de

frutas. Luego de ponerla en la mesa, regresó a la cocina.

—Espero que no se molestaran tanto por mí —le dijo a Tommy—.

Esto es tan agradable.

—No, mi madre disfruta de este tipo de cosas. Solía tener más

visitas, pero no lo ha hecho en un tiempo.

Ella se imaginó la razón, pero no lo mencionó. Era duro no saber lo

cuidadosa que tenía que ser cerca de los padres de él en relación

al tema de su hermano mayor.

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Beth trajo las bebidas y su papá hizo dos viajes, trayendo platos y

cubiertos, y un pastel que se veía y olía maravilloso.

—Bien podría hincarle el diente —dijo Don jovialmente—. Ella

hizo comida suficiente para alimentarnos a nosotros y a los

vecinos.

—Los invité a venir, pero no pudieron. Tampoco dijeron por qué.

—Beth se encogió de hombros—. Más para nosotros.

Tommy intentó esconder la risa con una tos.

—Sí, se lo pierden.

—¿Sigues yendo a tu terapia física, hijo? —Don sonó preocupado,

como si pensara que Tommy podría escaparse.

—No iba, pero ahora sí.

Su padre asintió.

—Bien. ¿Cuán a menudo?

—Voy a empezar a ir tres veces por semana y me harán hacer

ejercicios, por todo el bien que eso hará.

Eso hizo a Don fruncir el ceño.

—¿Por qué dices eso?

—¿Es una broma? No puedo ni siquiera llevar a cabo la más

simple tarea con esta maldita cosa. Podría haberla perdido.

—¡Tommy! —regañó su madre, sorprendida—. No digas esas

cosas.

—Lo siento —murmuró él—. Es sólo que en estos momentos se

siente inservible. ¿Por qué arrastrar una parte de mí que no

funcionará como se supone que lo haga?

—Al menos tienes tu mano. Muchos otros no tienen nada.

Tommy miró a su madre con una mirada penetrante.

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—Lo sé, mamá. No tienes que decirme eso.

La tensión colgaba en el aire, lo que Beth no dijo llegó tan fuerte

que incluso Shea pudo escucharlo; tu hermano está muerto y tú

sigues vivo, así que sé agradecido. Afortunadamente, su madre dejó

el tema. Tommy aún no estaba en el lugar en el que quería

escuchar lo agradecido que tendría que estar y Shea entendía eso.

Shea tomó un trago de su mimosa y tomó un bocado de su quiche,

que estaba relleno de jamón y queso, justo de la manera en la que

le gustaba.

—Esto es fantástico. ¿Cocinas a menudo?

—Oh, solía hacer servicios de comida, pero ya no lo hago tanto.

—Si disfrutas de hacer eso, deberías continuar haciéndolo —dijo

ella—. No tiene sentido desperdiciar un talento dado por Dios.

Don descansó su mano sobre la de Beth.

—Eso es lo que he estado diciéndole también. Todos hemos sido

atrapados en un patrón de espera por los últimos tres años.

Un incómodo silencio se produjo y Shea se apresuró a llenarlo.

—¿A qué te dedicas, Don?

—Soy un IP; investigador privado. Solía ser policía en Nashville,

pero el estrés era mucho para mi familia. Lo dejé para tomarles

fotos a viejas cabras engañando a sus esposas.

Beth y Tommy rieron entre dientes y Shea sonrió. Nadie estaría

cerca de llamar vieja cabra a Don, y tampoco podría verlo siéndole

infiel a Beth. Un hombre muy atractivo que aún estaba en sus

cuarenta, Don era ciertamente devoto a su esposa y al hijo que le

quedaba.

—Suena interesante. ¿Alguna vez se pone peligroso?

Don sacudió la cabeza.

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—He sido afortunado. Lo peor que me ha pasado es ser atrapado

por un esposo infiel cuando estaba tomando fotos de él

registrándose en un hotel con su dulce y joven cosita.

—Oh, no.

—Me amenazó con demandarme, pero cambió de parecer cuando

señalé que pagar dos casos legales, demandarme y el divorcio, no

era un buen plan cuando estaba seguro que iba a perder ambos

casos; por lo tanto, iba a costarle más dinero.

—Debes disfrutar ser tu propio jefe —señaló ella.

—Por supuesto. Programo mi propio horario, y no hay nadie

molestándome por no querer abrir las puertas mañana.

—Excepto por los cobradores, querido —dijo Beth cariñosamente

—Bueno, están esos.

Terminaron de comer, hablando poco. Ella notó que Tommy

parecía un poco apagado, a pesar de que intervino en todos los

momentos oportunos. Sabía que aún tenía problemas usando el

tenedor con la mano izquierda, pero no pensó que eso fuera el

problema. O no todo el problema, en cualquier caso.

Una vez que hubieron terminado, Shea se ofreció a limpiar, pero

Beth le ordenó que se sentara mientras ella y Don se hacían cargo

de los platos.

—No es mucho. Sólo disfruten. Siéntense en la sala si gustan.

—Vamos —dijo Tommy, alcanzando su mano.

Tomando la sugerencia de su madre, la condujo hacia la sala, pero

no se sentó. En lugar de eso, vagó lentamente hacia la repisa de la

chimenea, donde había bastantes fotos enmarcadas. Se quedó

mirando a una de ellas, una fotografía de Tommy y otro hombre

joven que peleaban en el pasto, con un balón de futbol

descansando cerca. Ambos tenían enormes sonrisas para la

cámara, y el amor irradiando de la foto la dejó sin aliento.

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Los dedos de Tommy trazaron el marco.

—Ella no me ve —dijo él tristemente.

—¿Tu madre?

—Sí, es como… porque Donny está muerto, debo estar agradecido

por cada respiro que tomo, cada oportunidad que se me aparece. Y

lo estoy, pero no porque él esté muerto, sino porque vivió. ¿Eso

tiene sentido?

—Sí, eso creo. —Hacía que su corazón doliera por él.

—Ella me lo restriega en la cara en cada oportunidad que tiene.

Debería ser esto porque Donny no puede, debería sentirme de tal

manera porque Donny no puede. No en esas palabras, pero está

allí, todo el tiempo. Ella no me ve. —Su voz estaba llena de dolor.

—Oh, cariño. —Ella descansó su mano sobre su brazo, tratando de

pensar en que decir, pero se salvó de responder.

—No tenía ni idea que te sentías de esa manera.

Beth se paró justo dentro de la habitación, pálida. Retorcía las

manos, sus ojos estaban llenos de lágrimas, parecía dividida entre

salir corriendo de la habitación o hacia su hijo.

Tomando una respiración profunda, Tommy se volteó para estar

frente a su madre.

—No puedo evitar la forma en la que me siento, pero sí. No soy

Donny y nunca esperaría serlo. Soy yo mismo, así que deja de

compararme con el hombre que él era.

Beth caminó directo hacia su hijo y ahuecó su cara en sus manos.

—¿Estás seguro de que soy yo quien ha estado haciendo eso?

Los ojos azules de Tommy estaban húmedos.

—Yo… nunca me entiendes.

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—Entiendo más de lo que crees, bebé —susurró ella—. Te veo.

Nunca pienses que no lo hago. Nunca te he comparado con tu

hermano y nunca lo haré. Pero creo que has puesto un número

sobre ti mismo en ese sentido.

El tragó saliva.

—¿Crees que no he ayudado? Renuncié a mis sueños de jugar en la

NFL porque eso no era lo suficientemente bueno. Porque no era lo

suficiente heroico para ti y papá.

—¿Por qué pensarías eso? —preguntó ella, agonizante—. Hubiera

estado orgullosa de que mi hijo jugara en la NFL. Estaría igual de

orgullosa si hubieras decidido convertirte en un contable o en un

constructor. No entiendo de donde viene esto.

Él le dio una risa amarga.

—En verdad no lo entiendes, ¿verdad? Después de que vine a casa,

incluso después de enterrarlo, todo lo que escuchaba era lo

valiente que Donny fue, lo heroico que fue por morir sirviendo a

su país. Lo maravillosa persona que él era. Y lo era, ¿pero qué hay

de mí?

Su llanto hizo eco en la habitación y su madre lo miró

boquiabierta, con su mano sobre su garganta.

—Yo no…

—¡No, no lo haces! ¡Ese es el punto! He esperado a que me digas

que me amas tanto como a él, que estabas orgullosa de mí por

quien soy. Papá me lo dijo, pero tú nunca lo hiciste —dijo él, su

voz quebrándose—. Comencé a cuestionar mi vida, mi propósito

en ella, y te necesitaba. Y cuando mencioné que tal vez no

regresaría a la escuela, ¿recuerdas lo que dijiste?

—No —admitió ella—. No exactamente.

—Dijiste: “Quédate en la escuela, juega tu juego. No trates de ser

un héroe como tu hermano”. Como si un jugador de futbol no

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pudiera ser un héroe. Mi búsqueda estaba segura de alguna

manera. ¿Cómo crees que eso me hizo sentir?

—N… No pretendía hacer menor tu carrera elegida. Estaba medio

loca por el duelo, Tommy.

—Sé que lo estabas —dijo él suavemente—. Pero también lo

estaba yo, y papá. Todo en lo que podía pensar era en que había

fallado de alguna manera. Que debería ser más. Perdí el amor por

el futbol, me perdí a mí mismo. Ella sacudió su cabeza.

—Tú no nos fallaste; tomaste tus propias decisiones.

—Necesitaba ayuda.

Ella le dio una triste y trémula sonrisa.

—Y no sabes cuánto lo siento por no hacer un mejor trabajo en

dártela. Estábamos en duelo, pero tu padre y yo deberíamos haber

hecho más tiempo para ti en ese entonces, hablar contigo sobre lo

que querías hacer. ¿Quieres culparme por todo lo que ha ido mal

desde la muerte de Donny? Bien, lo acepto todo.

Tommy y Beth se miraron con evidente miseria. Cada uno sumido

en la incertidumbre, el anhelo de romper lo que los separaba.

Tommy estuvo en silencio tanto tiempo que Shea se preguntó si

iba a responder.

—Es curioso, eso es lo que he querido escuchar, pero ahora me

doy cuenta que no es completamente cierto —dijo él, bajando la

cabeza—. Aún duele que me hicieras a un lado, incluso aunque no

supieras que lo estabas haciendo. Pero soy dueño de mis

decisiones. Me convertí en bombero por las razones equivocadas,

y eso no es tu culpa. Lo siento.

Ella descansó su palma en su mejilla y levantó su cabeza.

—Yo también lo siento. No sabes cuánto.

—¿Cuándo dejará de doler, mamá?

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—No lo hace. Pero se hace menos, y aprendemos a apreciar el

tiempo que tenemos. Eso es todo lo que quiero para ti, todo lo que

siempre he querido. Sólo que encuentres el lugar en donde seas

feliz, siendo quien quieres ser, sin arrepentimientos.

—Soy feliz con Shea —dijo él, dándole a su madre una sonrisa

llorosa.

—Puedo verlo y me alegra mucho. El resto se resolverá.

Descubrirás que es lo que quieres hacer con tu carrera, y tu padre

y yo estaremos aquí para ayudarte si nos necesitas. Ahora, voy a

decirte un secreto, algo que nunca dije mientras tu hermano aún

estaba vivo. —Beth tomó sus manos, cuidando la que estaba

lastimada.

Tommy parpadeó, esperando.

—Primero, te amo a ti y a Donny, siempre lo haré. Sabes eso. Pero

tú. —Una lágrima bajó sobre su mejilla de porcelana—. Tú fuiste

mi estrella brillante desde el momento en el que tomaste tu

primera respiración y me miraste. Eras un pícaro travieso,

siempre en todo, y te dejaba salirte con la tuya sólo por verte

sonreír. Eso ponía como loco a tu hermano.

—¿En serio? —preguntó sorprendido—. Nunca me lo dijiste.

—Hay muchas cosas que nunca te dije. Una madre nunca debe

mencionar cuando uno de sus hijos en particular es su luz clara y

brillante. Es un secreto que la madre lleva a su tumba, a menos

que su luz brillante esté sufriendo por dentro y necesite escuchar

la verdad.

—Mamá —dijo con voz ronca, mirándola con nuevos ojos. El

asombro estaba grabado en su rostro. Y esperanza.

—Eres un hombre especial, Thomas Wayne Skyler. Siempre supe

eso, pero me preocupaba que tú no lo supieras. Amé a tu hermano

con toda mi alma y siempre lo haré, pero créeme, te veo.

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—Dios, mamá, lo siento. —Él envolvió sus brazos alrededor de su

madre, aplastándola contra él. Se sostuvieron con fuerza por unos

momentos, abrazados hasta que su madre finalmente se alejó.

Ambos tenían sus caras húmedas.

—Como dije, no lo sientas —dijo Beth, dándole un beso a su hijo—

. Hemos tenido cosas por hacer desde hace tiempo y lo dejé pasar.

Eso es mi culpa.

—No, no lo es. Debí haber hablado contigo, decirte como me

sentía en vez de estar encerrado en mí.

—¿Podemos prometer ya no hacer eso?

Él abrazó los delgados hombros de su madre.

—Lo prometo.

—Jesús, ¿es seguro entrar? —Don se paró cerca, su tímida

expresión dejaba en claro que estaba escondiéndose en la cocina

esperando a que la tormenta pasara.

—Todo está bien —dijo Tommy—. Estamos bien.

—Bien. Ahora tal vez tu madre deje de estar tan deprimida.

—No lo he estado. —Ella suspiró—. Bien, tal vez lo que estado un

poco.

Don hizo señas hacia el sofá y las sillas.

—¿Por qué no nos sentamos? ¿Más mimosas?

La atmósfera era más relajada, incluso feliz, mientras terminaban

la visita. Shea estaba contenta de ver a Tommy y a su mamá en

paz, disfrutando su mañana juntos.

Mientras la conversación disminuía, Tommy se puso de pie.

—Supongo que nos iremos. Tenemos algunas cosas que hacer.

Gracias por el desayuno, mamá. Estuvo genial.

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—De nada, cariño. Trae a Shea para cenar algún día pronto —dijo

ella, dándole a Shea otro enorme abrazo.

—Lo haré. Papá, hablamos luego.

—Es mejor que lo hagas. —En lugar de tratar de sacudir su mano,

su padre le dio un abrazo también.

Shea recibió la misma cálida despedida y se fueron,

encaminándose hacia la camioneta. Tommy no dijo nada hasta que

llegaron dentro y él comenzó, buscando algo con su mano

izquierda.

—Eso fue… guauuu.

Ella lo estudió con preocupación.

—¿Estás bien?

—Sabes que lo estoy. Es como si una roca se hubiera quitado de

encima de mis hombros.

—Estoy segura de que tu madre se siente de la misma manera.

—Sí. Me arrepiento de no haber hablado con ella antes. Hablar de

verdad, no sólo decir lo que todos queríamos escuchar.

—Al menos lo hiciste, y ahora las cosas pueden mejorar entre

ustedes.

Se retiró de la carretera y se aproximó al borde de la ciudad.

—Ya no me siento con ganas de estar encerrado. ¿Qué dices si

damos un paseo?

—Suena perfecto para mí. ¿A dónde?

—Primero, conseguiremos refuerzos.

—¿Oh? ¿De qué tipo?

—Ya verás.

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Su búsqueda de “refuerzos” los llevo a una tienda de vinos y

licores a las afueras de la ciudad. Dentro, pidió su opinión sobre

escoger una gran botella de vino blanco ya enfriada. Un paquete

de vasos de plástico baratos y un saca corchos pequeño

completaron el conjunto, pagaron y estuvieron de regreso a la

carretera en minutos.

—¿Ahora a dónde?

Él señaló vagamente hacia el paisaje, que se volvía más arbolado y

bonito a la salida de la ciudad.

—No estoy seguro. Algún lugar donde podamos poner la manta

que tengo detrás del asiento, abrir esa botella y pasar el día juntos.

—¿Vamos a beber la botella completa? Es apenas mediodía.

—Eso, hermosura, es mi nueva perspectiva sobre disfrutar la vida.

Hacer algo sólo porque quieres, porque se siente bien. Ahora

mismo, quiero saborear una botella de vino en algún lugar

tranquilo y bonito con la mujer que amo. ¿Tienes algún problema

con eso? —Le dedicó una sonrisa que echaba chispas.

Dios, sólo con mirarlo su piel hormigueaba.

—Ninguno. Incluso tengo una sugerencia de a dónde podemos ir.

—Escuchémosla.

—¿Qué hay sobre la tierra en el río que me pertenece a mí y a

Shane? Es propiedad privada, así no nos podemos meter en

problemas por disfrutar nuestro vino allí.

—¡Eres brillante! Eso es exactamente lo que haremos.

—La tierra está descuidada, necesita limpiarse y capas de tierra

para convertirla en un atractivo lugar para unas casas, pero está

bien para un picnic. El pasto no es tan alto cerca del río, y hay un

camino que puedes tomar con tu camioneta para llegar allí así no

nos molestamos en caminar a través de la hierba.

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—Dijiste un par de casas. ¿Lo estás dividiendo equitativamente

con Shane? No quiero ser entrometido. Tengo curiosidad.

—No estás siendo entrometido. —Le sonrió—. Shane y yo ya

hemos elegido nuestro tramo. Decidimos hace tiempo qué era

nuestro para hacer lo que quisiéramos independientemente, pero

dudo que lo vendamos. A ambos nos gustaría construir algún día.

—¿No crees que será raro ser vecina de tu hermano?

—No para mí. Estamos muy unidos. Él sí tiende a meterse en mis

asuntos y me molesta algunas veces, pero sólo está siendo

protector. —Pensó sobre eso uno segundos antes de continuar

hablando:

—No, creo que sería genial si ambos nos casamos y tenemos

familias, que nuestros hijos crezcan juntos. Puedo imaginar lo

divertido que sería para los primos vivir cerca, lo especial que

serían las vacaciones y fiestas. Y siempre quise una hermana, así

que espero que su esposa llene ese rol.

La idea la hizo suspirar con alegría. Algún día, podría ser así para

ella y Shane.

—Me gusta tu sueño, nena —dijo él, mirándola de soslayo—.

Suena magnífico.

Manejó hasta que Shea lo dirigió a un desvío que era poco más que

un camino lleno de baches a través de la maleza.

—Te dijo que necesitaba un poco de TLC2. —Sonrió mientras su

camioneta pasaba por cada bache.

—Recibirá algo de eso uno de estos días. —Mientras los árboles

desaparecían y comenzaba a verse el río, silbó—. Maldición, mira

esto. Tienes todo un diamante en bruto aquí. Árboles, la tierra

puesta en una pequeña elevación, y tu casa estará lo

2 TLC: Tender loving care. Cuidados, o atención.

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suficientemente alta para estar fuera de peligro cuando el río

crezca. Esto es hermoso, cariño.

—Gracias. —Una oleada de placer la calentó hasta sus pies—.

Nunca he compartido esto con alguien más. Estaciona allá —dijo,

señalando.

Mientras estacionaba y apagaba la camioneta, la miró.

—¿Nunca trajiste a nadie aquí? ¿Ni siquiera a un grupo de amigos

para una fiesta salvaje? Es el lugar perfecto para una.

Ella bufó.

—¿Una fiesta con cerveza de barril con un hermano

sobreprotector y policía? Sigue soñando.

—Tienes un punto. Aunque no siempre fue policía. —Ella sabía

que se refería a después de que sus padres fueron asesinados y

asintió.

—Es cierto, pero él siempre fue lo suficientemente mezquino para

ahuyentar a cualquier influencia desagradable en mi vida. Sobre

todo después...

—Después de que fuiste violada —terminó en voz baja.

—Sí, con toda seguridad después de eso. ¿Quieres escoger nuestro

lugar?

Después de un momento, alcanzó el pomo de la puerta.

—Por supuesto.

Tommy levantó la bolsa con el vino y las copas, y Shea sacó el

edredón de detrás del asiento. Ella los guio a través de la hierba

cerca del río, a un buen lugar que había visitado más de una vez.

—Solía venir aquí todo el tiempo —dijo ella, extendiendo el

edredón—. Sola, para ordenar mis pensamientos. Tal vez no es lo

más inteligente el estar aquí afuera, lejos de ayuda, pero siempre

pensé que el riesgo valía la recompensa. Hay tanta paz aquí.

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—Estoy de acuerdo. —Se sentó con ella y sacó la botella de vino y

abridor de la bolsa—. ¿Harías los honores? El corcho es más de lo

que puedo manejar con mi zurda.

—Por supuesto.

Mientras él rasgó la bolsa de plástico y sacó dos copas, ella liberó

el corcho con un pop. Él sujetó cada vaso mientras ella servía, y

luego dejó la botella sobre la colcha junto a ellos, apretándola

hacia abajo para que con un poco de suerte no se cayera.

—Un brindis, por nosotros. —Levantó su vaso, ojos azules

brillando de placer. Amor.

—Por lo que sea que traiga el futuro, y sea fantástico.

Chocaron cristales y se echaron a reír, tomaron un sorbo. Él se

inclinó por un largo y prolongado beso. Un simple roce de labios,

un poco de lengua. El contacto fue tan dulce, que casi trajo

lágrimas a sus ojos. Sus siguientes palabras tuvieron éxito.

—Si deseas hablarme de lo que te pasó, quiero escuchar. De la

forma en que debería haberlo hecho antes y no lo hice.

—Oh, no lo sé. ¿Qué hay que decir? Fue hace tanto tiempo y que él

no se salió con la suya. Lo pagó.

—Tú también lo hiciste, nena. Lo siento mucho que te lo recordara

en primer lugar. —Su tono no era acusatorio, sino comprensivo.

—El problema nunca fuiste tú, era yo. Quiero que lo sepas. Y no

con el sexo, sino con mi capacidad de confiar. Para exponerme,

poner mis sentimientos en la línea para que otro hombre se

aprovechara, para que él me destruyera.

—Pero él no te destruyó.

—No. Pero cuando tienes dieciocho años, es difícil ver la luz al

final del túnel. Especialmente cuando te pasan esas cosas. ¿Alguna

vez has sido violado? ¿Te han quitado tus opciones? De cualquier

forma, quiero decir, no sólo violación.

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—Una vez me robaron mi equipo de música de mi camioneta,

aunque eso no es un buen paralelismo.

—¿Por qué no? Alguien entró en la santidad de tu espacio privado,

tomó algo que te pertenecía, sin tu permiso. Estoy segura que te

sentías enojado y frustrado, incapaz de hacer nada al respecto.

—Sí —admitió—. Pero tú no estabas indefensa del todo. Hiciste

algo sobre el chico que te lastimó.

—Con Shane y el apoyo de mis padres, eso es cierto. Esa noche,

cuando el tipo me llevó a casa y casi me pateó por la puerta del

coche, se burló que nadie me creería. Mi palabra contra la suya. Él

dijo que yo estaba pidiendo ir al estacionamiento con él, y que ni

siquiera me molestara en decírselo a nadie.

—Pero si lo hiciste.

—Estaba histérica en el momento en que entré a la casa, mi blusa

desgarrada. Yo estaba… estaba sangrando. El resto de la noche

sigue borroso, pero mi familia llamó a la policía, me llevaron

rápidamente al hospital para hacerme la prueba de violación. Fue

una pesadilla.

—Dios, no puedo imaginar lo que pasaste.

—Eso fue sólo el comienzo. La espera de saber si estaba

embarazada fue insoportable, y cuando la prueba dio positivo, la

lucha que dio resultado fue algo que mis padres y yo nunca

tuvimos la oportunidad de arreglar antes de que fueran

asesinados.

—¿Por qué se pelearían contigo? No fue tu culpa.

—Quería quedarme con mi bebé, y ellos estuvieron devastados.

No querían ser parte de un nieto que había venido de un

acontecimiento tan terrible. Ellos no querían que tirara mi

juventud, como ellos lo pusieron. Pero yo no podía poner fin a una

pequeña vida que no tenía voz. Ella era mi bebé, sin importar

nada.

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Ella tragó saliva y parpadeó para contener las lágrimas. Tommy

dejó la taza a un lado y la atrajo hacia sí.

—Sí, lo era, y nadie puede arrancar eso de ti. Fue tu decisión, la

correcta para ti. Elijo creer que tus padres lo sabían, en el fondo,

porque tenían que hacerlo si eran tan maravillosos como su hija.

—Tommy.

La tomó en sus brazos, sosteniéndola cerca. Tan cerca que no

podía respirar, pero eso estaba más que bien, porque él estaba

aquí, manteniéndola a salvo.

—Lo entiendo, cariño, de verdad. Gracias por compartir esto

conmigo, por confiar en mí con tu corazón.

—Gracias por escuchar —susurró, aferrándose a él—. Por no

darme palabras inútiles sobre cómo se resolvió para mejor, o

cómo tendré más hijos. Me oíste, como nadie lo ha hecho.

—Yo siempre voy a escucharte, y a estar aquí para ti. Tienes mi

promesa. Te amo tanto. —Él se retiró, besándola con hambre

incrementada. La miró a los ojos—. ¿Crees que podríamos aplazar

esa reunión con tu hermano hasta mañana? Sólo quiero que hoy

sea para nosotros, y al diablo con el resto del mundo.

—Nunca he oído una sugerencia mejor.

Con eso, él mostró su sonrisa rompecorazones y la bajó a la manta.

Y pasaron el resto de la tarde haciendo el mundo desaparecer.

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Capítulo 18 Traducido por Ana Cr y Poxi

Corregido SOS por veroonoel

ommy estaba sentado junto a Shea acurrucado a su lado en

el sofá y miraba a su hermano pasarse una mano por el

rostro.

—Te das cuenta que ésta no es mi área de especialidad —dijo

Shane, frustrado—. No puedo hacer nada oficial.

—¡Pero estás en homicidios! —protestó Shea—. Dos albañiles

fueron asesinados en el colapso del andamio, y Tommy casi fue

asesinado.

—No tengo a dónde ir con esas pistas y el que haya estado

atrapado en el almacén no fue sólo un accidente. Date cuenta de

que dije “oficial”. Puedo hacer algo de investigación en la

propiedad de Prescott, ver si aparecen algunas evidencias. —El

celular de Shane sonó y lo arrancó del soporte en su cinturón—.

Ford.

Tras una pausa, Shane siseó una exclamación y exigió saber los

detalles de lo que fuera que su informante tenía que decir. En unos

momentos, colgó y apuntó a Tommy con una dura mirada.

—Parece que andas metido en algo. Encontraron el cuerpo de un

hombre en los restos del almacén.

Un escalofrío recorrió su espalda.

—Jesús. Es por eso por lo que Prescott se quejaba con Hensley, de

que las autoridades encontrarían un cuerpo perteneciente al

hombre que la fastidió y no hizo el trabajo correcto.

T

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—Siendo ese el que trataba de matarte. —Shane aún sonaba

incrédulo acerca de esa parte, aunque se inclinaba a creerle sobre

la estafa de la aseguradora del edificio.

—Eres el policía, tú dime. Todo lo que sé es que fui golpeado dos

veces en la cabeza antes de que el edificio se derrumbara, y por

poco acabo con mi trasero tostado.

Shea habló en su defensa:

—Agrega ese hecho a todos los demás y obtienes una imagen

bastante condenatoria. Especialmente desde que no lo reportaron

allanando anoche en el ayuntamiento.

—No puedo discutirte eso. —Shane se levantó, listo para irse—.

Prometo que veré lo que pueda encontrar, aunque puede que no

sea mucho. Mientras más profundo va esto, más recursos se

necesitarán para resolverlo.

—Lo que sea que puedas hacer —dijo Tommy—. Sólo quiero dejar

constancia de todo esto. Por si acaso.

En caso de que esté en lo correcto y Prescott logre matarme. O peor,

dañe a Shea.

No, él no pensaría de ese modo. Prescott obtendría lo que se

merecía y Tommy se burlaría cuando ese día llegara. Se la debía al

bastardo, en grande.

Él y Shea pasaron unas cuantas horas juntos, pasando el rato.

Vieron la tele, hicieron el amor y comieron. Entre las sesiones de

amor ni siquiera se molestaron en vestirse. Cuando el reloj

comenzó a apuntar hacia el atardecer, sin embargo, él de mala

gana se vistió a pesar del puchero que hacía Shea.

—Puedes ducharte aquí.

—Sí, pero entonces tendría que ponerme la ropa sucia. Sólo me

lanzaré a casa, a encargarme de eso, y empacar algo más de ropa.

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Entonces iré a hacer algunos recados y cuando termine, te

recogeré e iremos por algo de comer. ¿Te parece bien?

—Excepto por los recados. Dime que no irás a curiosear y te

meterás en más problemas.

—No iré a curiosear y meterme en problemas. Sólo iré a echar un

vistazo alrededor del almacén.

—No me tranquiliza.

—Volveré pronto, nena, no te preocupes. ¿Está bien?

Finalmente, ella cedió, rodó encima de él y lo besó.

—No te vayas por mucho tiempo o iré a buscarte.

—Suena divertido. Tal vez te deje atraparme. —Él meneó su

lengua lascivamente.

Ella lo golpeó en el hombro.

—Idiota.

Riéndose, él se vistió. Tenía al amor de su vida y su mundo había

regresado a su eje. Tras prometer que se daría prisa, se fue antes

de verse tentado a ponerla sobre su espalda otra vez.

Fue silbando todo el camino hacia su apartamento, preguntándose

si era demasiado pronto discutir el vivir juntos. Después de todo,

¿qué sentido tenía para ellos el tener que estar conduciendo de un

lado a otro? Consolidarse era mucho más barato en la actualidad,

y jodidamente conveniente para su libido sobre activado. Por

supuesto, tenía el presentimiento de que tenía que hacer sonar su

sugerencia un poco más romántica que eso. Las mujeres eran

sensibles con esos temas.

¿Pero con Shea? Claro, él podía hacerse el romántico.

Casi estaba listo para irse cuando un golpe sonó en su puerta.

Cauteloso, puso su maleta de deporte en el piso cerca del sofá, casi

esperando que Prescott estuviera esperando del otro lado. Cuando

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se asomó por la mirilla, sin embargo, su ceño se frunció. ¿Un

vecino anciano? Nunca había visto a este hombre antes, pero

parecía lo suficientemente inofensivo.

Con un encogimiento de hombros mental, abrió la puerta para ver

lo que el hombre quería.

—Hola —le dijo con una amable sonrisa—. ¿Le puedo ayudar?

Los hombros del hombre estaban encorvados, y su rostro era un

mapa de duras batallas peleadas y ganadas. Su altura igualaba la

de Tommy y parecía haber sido un gran hombre, alguna vez. Pero

su desgastada camisa a cuadros, bien fajada dentro de un par de

pantalones caqui, colgaba de su esbelta figura. Él temblaba, sus

manos en constante movimiento. Enfermedad de Parkinson, pensó

Tommy.

Sus lagañosos ojos miraban a Tommy de arriba hacia abajo.

—No, jovencito. Pero creo que yo puedo ayudarlo. ¿Puedo pasar?

—Sí, claro. —Se hizo a un lado y le indicó al hombre que entrara.

Se quedó parado, en caso de que el viejo se tropezara o necesitara

ayuda, pero él logró llegar por sí mismo y se giró para mirar a

Tommy.

—Te estrecharía la mano, pero… —Levantó su extremidad

enyesada.

El viejo asintió, solemne.

—Está muy bien.

—¿Le gustaría sentarse?

—No, no estaré aquí lo suficiente para ponerme cómodo. Si lo

hago, es probable que no pueda volver a levantarme. Así que será

mejor que vaya al grano. Mi nombre es Joseph Hensley.

—Tommy Skyler.

—Lo sé.

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Al principio, el nombre no significó nada. Pero mientras evaluaba

a su visitante, el apellido del hombre encendió un interruptor.

—Hensley. ¿Es familiar de Will Hensley?

—Sí, aunque no puedo decir que estoy muy orgulloso de ello

ahora mismo. —Él suspiró profundamente—. Déjame terminar

con la charla social y déjame decirte que he estado vigilando a mi

nieto últimamente, y sé que se ha metido con muy mala compañía.

Sé que eres ese bombero de las noticias que resultó herido en el

almacén, y mi Will es al menos parcialmente responsable.

Tommy se quedó boquiabierto, incrédulo.

—¿Usted sabe? ¿Cómo?

—Eso no es importante —dijo Hensley ásperamente—.

Obviamente tú ya has descubierto algunas cosas por ti mismo, ya

que no te mostraste tan sorprendido. El punto es que Will hará las

cosas bien porque su abuelo no planea darle otra opción. Sólo tal

vez, todos podrán salir de ésta con sus escondites intactos.

Excepto por Forrest Prescott. No doy ni un pelo del trasero de una

rata por lo que le pase a ese bastardo.

Increíble.

—¿Cómo hará cooperar a Will? Lo que sea que él y Prescott

traigan entre manos, su nieto está demasiado involucrado como

para salirse. La gente con la que trata es peligrosa.

No le importaba contarle a Hensley lo que había escuchado. De

primera, no estaba seguro de poder confiar en él. Segunda, algo en

el viejo le removía el corazón. No quería herir a este hombre.

—Él hará lo correcto. Hice una llamada al hijo de un viejo amigo, y

vendrá aquí para evaluar la situación, todo de manera oficial. Tal

vez hablará contigo, también. Su nombre es Nick Westfall y es un

agente especial del FBI.

—Jesús, usted no se anda con jueguecitos, ¿verdad?

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—No cuando mi única familia está en problemas, chico. Tal vez tú

puedas entender eso.

Tommy pensó en Donny, perdido para su familia hace ya tres

años. Si tan sólo hubiera existido un Joseph Hensley al cual llamar

como refuerzo para ayudar a su hermano en ese entonces, alguien

que supiera cómo manejar la situación de un rehén desde adentro,

Donny tal vez aún estaría vivo. Se aclaró la garganta.

—Seguro, claro que puedo.

Hensley se irguió orgulloso.

—Sobreviví a la Segunda Guerra Mundial, obtuve más heridas de

las que tú o mi nieto alguna vez llegarán a pensar en tener durante

el resto de sus vidas. Will podrá ser un desastre ahora, pero él es

mi desastre y estaré maldito si voy a mi recompensa eterna antes

de enderezar su camino.

—Tiene suerte de tenerlo a usted, Sr. Hensley.

—Joseph. —El hombre estudió las cicatrices en el rostro de

Tommy, y entonces señaló su mano enyesada—. ¿Eso se pondrá

bien?

—No lo voy a perder, pero… pero hay cosas que nunca podrán

“enderezarse”, Joseph. Un hombre que ha sobrevivido lo que

usted, debe saberlo mejor que nadie.

El hombre repentinamente pareció envejecer aún más, y asintió

tristemente.

—Condenadamente bien. Bueno, será mejor que continúe mi

camino. —Se dirigió hacia la puerta, salió mientras Tommy la

mantenía abierta para él y lo encaró nuevamente.

—No sé si puedas perdonar a mi nieto por su parte en lo que te

ocurrió, pero puedo asegurarte que ese chico pagará por sus

malas decisiones el resto de su vida. A veces ese es suficiente

precio a pagar para un hombre.

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—A veces lo es, Joseph —estuvo de acuerdo, mientras se formaba

un nudo en su garganta.

En ese momento, cualquier resentimiento existente que había

albergado sobre su recién descubierta discapacidad fue borrado.

No importaba cuán difícil se volviera la vida, siempre habría

alguien que lo pasaría peor.

El viejo asintió y continuó su camino hacia la acera en donde un

taxi lo estaba esperando, el cual Tommy no había visto hasta

entonces. Mientras se alejaba de la acera, reflexionaba las últimas

palabras de Joseph y se preguntaba qué precio habría pagado

aquel hombre por sus decisiones.

Supuso que nunca lo sabría.

***

Shea no paraba de moverse, impaciente por el regreso de Tommy.

No se había ido por tanto tiempo, pero ella lo quería ahí, a su lado.

Entonces, ¿y si tenía una patética adicción por ese hombre? ¿Quién

no la tendría?

Ella holgazaneó por un rato, alimentó a Miss Kitty temprano para

que dejara de aullar y se sentó al borde del sofá en su lugar

favorito para leer un buen thriller de John Sandford. Ella había

justo acabado de lograr entrar en último lío del apuesto Lucas

Davenport con un repugnante asesino, cuando el teléfono sonó.

Levantándose, corrió al bar y contestó sin fijarse en el

identificador de llamada, esperando que fuera Tommy.

—¿Hola?

—Hola, hermana. He estado tratando de localizar a tu mejor

mitad y parece que tiene el teléfono apagado.

—¿Sí? ¿Qué pasa?

—He encontrado interesantes avances sobre el tema que hemos

estado discutiendo, para resumir. Aunque no puedo hablar ahora.

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Tengo un descanso para cenar en unos diez minutos. ¿Podemos

vernos en algún lado?

—Seguro. —Ella se impacientó, sabiendo que si Shane quería

verla con urgencia, y no podía discutirlo a través del teléfono de la

oficina, era importante—. Se supone que Tommy regresara

pronto, pero no estoy segura cuándo.

—Te diré algo. Lo llamaré y le dejaré un mensaje para que se

reúna con nosotros. ¿Qué te parece ese restaurante chino que está

cerca de Wal-Mart? Está tranquilo a esta hora del día.

Entonces no habría nadie alrededor para escuchar. Su ansiedad

incrementó cada vez más.

—Está bien. ¿En veinte minutos?

—Te veo entonces.

Rápidamente, tomó una libreta y una pluma del bar y le escribió

una nota a Tommy, sólo en caso de que no revisara el buzón de

voz. De cualquier manera, él los alcanzaría.

Poniéndose un par de sandalias, tomó su bolso, llaves y salió.

Durante todo el camino hacia el restaurante, las posibilidades de

lo que Shane sabía rondaban su cabeza. No le hacía nada bien

obsesionarse con ello, por lo menos hasta que supiera la verdad.

Adentro, Shane ya estaba esperándola en una esquina al fondo del

restaurante. Como siempre, estaba sentado de frente al comedor

en lugar de darle la espalda. Los policías eran un grupo cauteloso,

y frecuentemente por una buena razón.

Sonriéndole, se levantó y le dio un breve pero afectuoso abrazo, y

la besó en la mejilla.

—Gracias por reunirte conmigo con tan poca anticipación. Espero

no haber interrumpido nada.

—No. Una hora antes, en cambio… —Dejó la frase sin terminar,

incapaz de resistirse de provocar a su gemelo.

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Él le hizo una mueca.

—Oh, Dios. No me hagas perder el apetito. Hay ciertas cosas que

un hombre no quiere imaginarse de su hermana.

Mientras ella se reía, una camarera vino a tomar su orden de

bebidas y preguntarles si querían el buffet. Ambos pidieron

refresco y aceptaron el buffet, pero advirtieron que estaban

esperando a otra persona. Cuando la mesera se marchó, ella

estudió a su hermano.

—De acuerdo, ¿qué has descubierto que no podías decírmelo por

teléfono?

—Lo siento, pero había demasiados oídos allí. —Él miró a su

alrededor, luego la inmovilizó con sus ojos grises—. Tuve una

reveladora visita en mi oficina hace un rato. Un agente del FBI

llamado Nick Westfall se presentó con información interesante

sobre Prescott.

Sus cejas subieron.

—¿Cómo ha podido el FBI involucrarse tan rápido?

—Parece que el agente Westfall recibió una pista sobre lo que

estaba pasando desde una fuente anónima, o más bien,

simplemente no me dijo quién era. De todos modos, el agente

estaba allí para hablar con el jefe y un colega mío que resulta ser el

ayudante del jefe por lo que él ha aprendido. Todo esto de la estafa

de seguros no es mi departamento a menos que ocurra un

homicidio.

—¿Entonces por qué vino a verte?

—Durante la conversación, mi colega se interesó. Le dijo al agente

que uno de sus detectives tenía una hermana que era por lo

menos amiga de Prescott y que yo debería estar informado. El

agente aceptó pasar a saludar y hablar conmigo, tanto para

sacarme información sobre tu implicación con Prescott como para

preocuparse sobre tu seguridad.

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—Él no cree honestamente que tengo algo que ver con lo que

Forrest está haciendo, ¿verdad? —La idea era alarmante. Ella no

estaba encantada de estar en el radar del FBI, inocente o no.

—Para el momento en que dejamos de hablar, no. No creo que él

crea que eres culpable de algo salvo de ignorancia.

Ella frunció el ceño a su hermano.

—Vaya, gracias.

—No quise decir eso —suspiró—. El punto es que él me dio algo

de información a pesar de que, sin duda, no tenía la obligación de

compartirla. Parece que Prescott está montando bastante jaleo.

—¿Era lo que sospechábamos?

—Eso parece hasta ahora. El FBI no ha sido capaz de desenterrar

la prueba de cada propiedad que él posee, que tomará tiempo.

Pero de los que han encontrado hasta el momento, cada uno de

ellos aparece como propiedad de una compañía diferente. Westfall

dijo que el rastro de papel podía allanar el camino hacia Marte.

Las propiedades están aseguradas para no levantar sospechas

cuando una de ellas tenga una demanda por daños.

—¿Eso significa que han rastreado algunos de estos destrozos de

edificios hacia él?

—Sí, y no sólo por aquí. Hay varias propiedades en otros estados

también. Dos de ellos han sido destruidos y desembolsados. Si era

sólo una simple estafa para que Prescott se hiciera rico, eso sería

demasiado fácil.

—¿Qué quieres decir?

—Prescott no tiene suficiente dinero en su cuenta, al menos en la

que el FBI ha encontrado, para explicar la gran fortuna que

estiman ha estafado. Y Will Hensley es obviamente sólo un lacayo.

El recibe una mera fracción de la suma total.

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—Quizás Forrest está desviando el dinero a una cuenta numerada,

¿planeando para el día en que se vaya del país?

—No, es mucho más siniestro que la codicia, me temo. Aquí es

donde se pone espeluznante. Han encontrado pruebas que

sugieren que la mayor parte se está desviando a un grupo

terrorista en contra del gobierno de los EE. UU. Estamos hablando

de la clase de Timothy McVeigh pero más organizada.

—Mierda.

—Exactamente. Y se pone peor. Este grupo ya estaba en el radar

del FBI y del ATF1, pero ahora su trayectoria finalmente se ha

cruzado con evidencias tangibles de cómo están obteniendo al

menos algunos de sus fondos. El hecho de que estos lazos están

conectados a nuestra ciudad no emocionó al jefe.

Shea miró fijamente a su soda mientras la camarera las dejaba y se

iba rápidamente.

—Buen Dios. Y yo pensaba que este hombre era mi amigo. Incluso

traté de convencerme de que sería un bien novio, antes de que

Tommy y yo arreglásemos las cosas. ¡Pensaba que era seguro y

aburrido! ¿Cómo he podido estar tan ciega?

—Es un manipulador tranquilo, bueno en dar a las personas lo

que él quiere que crean. No hace falta decir, quiero que te quedes

muy, muy lejos de Prescott hasta que lo puedan pillar.

—Como si eso fuera un problema. —Ella miró su reloj—. Debería

intentarlo con Tommy de nuevo. Debería haberme llamado ya, y

esto lo va a volver loco.

Sacando el móvil de su bolso, comprobó sus mensajes pero no

había llamadas perdidas. Marcó el número de Tommy de nuevo y

la exasperó cuando se fue directamente de nuevo al buzón de voz.

1 ATF: Bureau of Alcohol, Tobacco, Firearms and Explosives, abreviado ATF. Es el Departamento

de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos; agencia federal de seguridad de los Estados Unidos.

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—Hey, Shane y yo estamos en el chino. Ven cuando escuches esto.

Te quiero. —Cerró el teléfono.

—Él va a estar aquí pronto. No te preocupes.

—Lo sé. Sólo vamos a pasar el rato un poco más, si no te meterá en

problemas en el trabajo.

—Hey, soy un policía de homicidios. Mi segundo nombre es

“Problemas” —dijo burlándose.

Ella se rió, pero su corazón no estaba en ello. ¿Qué le estaba

llevando a Tommy tanto tiempo?

Tan pronto como estuviera aquí, ella estaría más tranquila.

***

Después de que Joseph se marchara, Tommy condujo hasta el

lugar del almacén quemado.

Se sintió atraído aquí como un imán. No se hacía ilusiones de

encontrar alguna pista, no sin formación de un investigador de

incendios, pero estaba bien.

Dejando su camioneta en el parque, salió y caminó hacia el

carbonizado lío, consiguiendo su primer vistazo del resultado.

¿Había sobrevivido a eso? Puta locura.

Nadie aplastado debajo de esa maraña de madera y metal debería

haber salido con vida. El otro tío seguro que no. Tommy no se

había dado cuenta de lo afortunado que había sido. No de la

manera “oh, joder, debería haber muerto”.

Hasta ahora.

Apretando su mano en un puño, recordó el vago recuerdo de los

escombros cayendo. Ser atrapado, casi sin poder respirar.

Desfalleciendo en la inconsciencia, con la certeza de que iba a ser

su última vista del mundo.

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Tan raro estar aquí sano y salvo. ¿Quién era el hombre que había

muerto ahí? ¿Realmente tenía la intención de matarme?

No supo cuánto tiempo estuvo allí cuando se acordó de Shea.

Mierda, le había dicho que no se iba a ir mucho, y había pasado

una hora. Además de eso, su móvil se había apagado.

Encendiéndolo, miró sus mensajes e hizo una mueca al encontrar

tres. Uno de Shane y dos de Shea. Shane tenía información y

quería quedar, y ellos decidieron ir al chino.

Marcó el número de Shea y ella contestó al segundo timbrazo.

—¡Tommy! ¿Dónde estás?

—En el almacén. Lo siento cariño. Tuve una visita inesperada y

perdí la noción del tiempo. Te contaré todo cuando llegue allí.

¿Están todavía en el restaurante?

—Sí y todavía no hemos comido. Queríamos esperarte.

Se sintió mal por eso.

—Voy a irme ahora, ¿está bien? No tardaré más de diez, quince

minutos.

—Muy bien. Nos vemos pronto.

—Te quiero, tesoro.

—También te quiero. Adiós.

Maldita sea. Tenía que ponerse en marcha. Metió el móvil en el

bolsillo de sus pantalones cortos.

El ruido del motor de un coche le llamó la atención y se dio la

vuelta para ver un oscuro Escalade acercándose, los neumáticos

chirriando en el vacío estacionamiento. Un hombre familiar con el

pelo rubio estaba al volante, y Tommy se preparó para una

pequeña charla desagradable.

Cambiando de pie, no quitó sus ojos de Prescott mientras salía de

su todoterreno y se acercaba. A pesar del calor del día y la hora,

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llevaba un nítido traje. Se movía con confianza, un pavoneo

engreído, y Tommy quería arrancarle los pulmones como el

impulso que había tenido el día de la boda de Zack.

—Skyler. —La expresión del hombre era impasible.

—Prescott. Agradable tarde para dar una vuelta.

—¿No lo es?

—Sí. Pensé en venir aquí y echar un vistazo alrededor,

recordarme lo afortunado que soy.

—Lo eres, Skyler —dijo pensativo—. Eres definitivamente un

bastardo con suerte.

Algo desagradable en las profundidades de la mirada de Prescott

aceleró su corazón.

—Una coincidencia, que vinieras aquí. Supongo que eres muy

entregado, siendo administrador del ayuntamiento y todo.

—Oh, soy dedicado, sí, pero creo que ambos sabemos que no es

por eso que estoy aquí. —Él se rió en voz baja—. Toda buena

racha tiene que llegar a su fin, ¿no te parece?

Tommy se concentró en mantener la calma, en encontrar la salida

a esto.

—No necesariamente, y no tengo ni idea de por qué estás aquí, a

menos que sea para acosarme por ganar a Shea. Ella me eligió a

mí, así que supéralo. Que tengas un buen día, Prescott.

La mano de Prescott desapareció dentro de la chaqueta del traje.

Una pistola repentinamente dirigida hacia el pecho de Tommy

detuvo sus pasos.

Oh, mierda.

—¿Qué demonios estás haciendo? Baja el arma —dijo,

sorprendido por lo sereno y firme que sonaba.

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—No, me gusta tal y como está. —Prescott negó con la cabeza,

pareciendo casi compasivo—. Pobre chico. Sólo tuviste que

meterte en medio de negocios que no te conciernen y ahora me

veo obligado a asegurar que entiendes el error de tu

comportamiento.

Tommy tragó saliva. Hora de utilizar todos los recursos.

—Le dije a la policía lo que había escuchado y el FBI lo sabe todo

también. Con matarme no obtendrás nada. Si tomas tu dinero y

sales del país, todavía puedes vivir como un rey. En algún lugar

donde nadie te conozca, con una nueva identidad.

La sonrisa de Prescott era fría.

—¡Qué idea tan maravillosa! Puede que lo haga, también, después

de hacerme cargo de ti por ser una plaga. Por otra parte, nadie

puede echarme la culpa. Tal vez me quede aquí y conforte a la

dulce Shea después de que te encuentren muerto de un aparente

suicidio. Todo el mundo creerá que la horrible cicatriz y tu

discapacidad eran demasiado para ti.

—Mis amigos saben que yo nunca me mataría por una razón tan

superficial. Saben que soy demasiado fuerte para eso.

—Lo que ellos crean no importará mucho de cara a la evidencia.

Entra en tu camioneta, detrás del volante. Vamos a dar una vuelta.

Un destello rojo en los árboles llamó la atención de Tommy. Un

hombre agachado detrás de un tronco de árbol… un hombre que

llevaba una gorra de béisbol roja.

Mierda.

—¿A dónde vamos?

—Sólo entra —espetó Prescott, agitando la pistola.

Mientras obedecía, Tommy sintió un miedo primordial en su

cerebro más o menos… para. ¿Era esto lo que Donny sintió cuando

había sido llevado lejos para ser torturado y, finalmente,

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ejecutado? ¿Sólo entumecido, la escena surrealista, como si

estuviera en el exterior viendo lo que le sucedía a otra persona?

A Tommy le gustaba creer eso. Tal vez el cerebro humano, incapaz

de aceptar lo inevitable de su propia muerte, simplemente se alejó

hacia pastos más verdes. O tal vez sus pensamientos se hicieron

más claros, el mundo que te rodea más agudo, mientras te

tranquilizas completamente. Esperando por una oportunidad para

devolver el golpe. Cualquier cosa excepto ir a ciegas a tu destino

como un ternero a la matanza.

Sí, esto último era lo que sentía. Calma, esperando. Él no aceptaría

que algún imbécil lo alejara de Shea después de todo lo que habían

tenido que pasar. No iba a suceder eso.

—Gira a la derecha fuera del estacionamiento, lejos de la ciudad.

Vamos a un lugar más apartado, donde decidirás poner fin a tu

vida.

Tommy encendió la camioneta y siguió las instrucciones de

Prescott. ¿Los había seguido Will Hensley, o pidió ayuda? Él lo

esperaba.

El camino sinuoso subió una cuesta, serpenteando y girando, con

una escarpada roca en un lado, y un muy engañoso acantilado

hacia una depresión boscosa en el otro.

En ese momento, Tommy sabía lo que había que hacer. No podía

permitir que Prescott lo llevara a su destino, que era seguro lejos

de cualquier testigo. Tenía dos opciones, y las dos podrían firmar

su sentencia de muerte.

Pero la decisión que tomase sería suya.

Confiaba que valiera la pena el precio. Apretando los frenos, se

desvió hacia la estrecha cuneta de la carretera.

Y condujo hacia el fino aire.

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Capítulo 19 Traducción por Emii_Gregori (SOS), Pandora Rosso (SOS) y rihano

Corregido por La BoHeMiK

hea comprobó su reloj por décima vez.

—No ha llegado, Shane. Algo está mal.

—Él estaba bien cuando llamó. Estoy seguro de que se

retrasó de nuevo.

—No. Han pasado treinta minutos. Él está a sólo diez minutos de

aquí. Te lo estoy diciendo, tengo un mal presentimiento.

—Bueno, llámalo. En este momento debe llevar su teléfono con él,

¿no?

Su hermano era tan racional.

—Es verdad. Lo intentaré.

Llamó y escuchó como repicaba. Y repicaba. Esta vez su buzón de

voz no salió de inmediato, y eso aumentó su angustia.

—Thomas Wayne, ¿dónde demonios estás? ¡Como sea, ven aquí

ahora mismo o llámame! —Ella colgó y frunció el ceño hacia la

media sonrisa de su hermano.

—Vaya, qué incentivo. Un hombre sabe que está en graves

problemas cuando su mujer lo llama por ambos nombres.

—¿Y cómo has llegado a esa conclusión?

—No importa. ¿Cuánto tiempo quieres seguir esperando antes de

irlo a buscar?

—Estoy lista. No puedo soportar esto.

S

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—No hay problema, nos iremos. —Shane se levantó, lazo un par

de billetes sobre la mesa para pagar por sus bebidas, y le dio a la

anfitriona una mirada de disculpa—. Lo lamento, emergencia

familiar.

Mientras salían, Shea se aferró a lo que había dicho.

—Si todo sale bien, él será de la familia.

—Me alegra, hermanita. —Le dijo abrazando sus hombros—. Yo

conduzco.

—Probablemente crees que estoy siendo una idiota.

—No. Un buen policía nunca ignora su instinto. Y tú eres mi

hermana, así que está en tus genes.

—Puede ser, pero no quiero estar en lo cierto.

—Oye, tal vez no estás en lo correcto. Podríamos encontrarnos

con él viniendo en sentido contrario, mientras se dirigía a reunirse

con nosotros. De hecho, apostaría por ello.

Él podría estar perdido. Debieron de haber pasado cinco

camionetas que se parecían a la de Tommy, pero ninguna de ellas

era la suya. Mientras se acercaban al lugar del incendio en el

almacén, el temor de Shea creció. Cuando visualizó el

estacionamiento, se quedó sin aliento.

—¡Ese Escalade pertenece a Forrest! ¿Qué está haciendo aquí?

Shane frunció el ceño.

—No lo sé.

Se acercó y rodeó el vehículo. Inmediatamente se hizo evidente

que no había nadie más allí.

—¿Dónde está la camioneta de Tommy? ¿Dónde está él? —Una

sensación de desesperación floreció en su pecho. Los comienzos

de un verdadero miedo.

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Sus ojos se encontraron con los de su hermano, y el mensaje fue

transmitido sin palabras. Había una razón que tenía perfecto

sentido de por qué Tommy no había llegado al restaurante, de

porque su camioneta no estaba aquí, pero sí el todoterreno de

Forrest.

—Shane. —Ella agarró el brazo de su hermano—. Tiene a Tommy.

—De acuerdo. Mantengamos la calma. ¿A dónde lo llevaría

Forrest?

—¡No lo sé ! No… no de regreso a la ciudad.

—Bueno, sólo hay dos maneras de salir de aquí, hacia la ciudad y

fuera de la ciudad. Permíteme hacer una rápida llamada, decirle al

despacho que tenga las patrullas vigilando su camioneta.

Después de haber hecho eso, salió de inmediato del

estacionamiento y se dirigió hacia las colinas.

Shane se aferró al apoya-brazos y trató de remover su pánico.

Ellos lo iban a encontrar, y cuando lo hicieran, estaría bien.

Forrest iba a pagar por todo lo que ha hecho.

***

Tommy gimió, el vaporoso siseo y el repiqueteo del motor

bloqueado penetraba en la niebla. Se esforzó por recordar lo que

había pasado y automáticamente llevó su mano derecha hacia la

cara.

—¡Maldita sea! —Se había olvidado de su herida.

Inmediatamente, dos hechos se hicieron claros: su muñeca

derecha dolía terriblemente, y de igual forma lo hacia su cabeza.

Abrió los ojos y observó las vendas. Sangre. Ya sea de su muñeca o

de su cabeza, no lo sabía. Por el implacable latido, podría ser de

cualquiera. Bajando el brazo, dirigió su mirada hacia el frente y

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trató de darle sentido a lo que estaba viendo. Los árboles estaban

al revés.

No, espera. Él estaba al revés. Mirando por el roto parabrisas

delantero.

—Dios…

Todo llegó de golpe y giró su cabeza, en búsqueda de su captor.

Prescott colgaba a su lado, y cualquier esperanza de que el

bastardo estuviera muerto desapareció cuando gimió y empezó a

moverse.

Hora de irse.

Tommy luchó por desabrochar su cinturón del asiento, no era una

tarea fácil dadas las circunstancias. El botón estaba atascado y no

quería soltarse, tuvo que trabajar en él por varios minutos. Dolía

terriblemente porque tenía que usar su mano lesionada. La

izquierda no llegaría tan lejos sobre su costado derecho.

Finalmente, se abrió de golpe y cayó sobre su cabeza.

—¡Oh! —Supuso que debería estar agradecido ya que el

deslumbrante dolor significaba que estaba vivo.

Meneándose, avanzó poco a poco a través de la abertura,

consciente de ser cortado terriblemente en los brazos y en el

estómago por los irregulares vidrios. Pero él caminaría sobre

aceite hirviendo solo para alejarse del hombre que ahora se movía

detrás de él, maldiciendo sin sentido.

—¿A dónde crees que vas, Skyler ? ¡No puedes escapar de mí!

¿Quieres apostar?

Se retorció sobre la sucia alfombra llena de maleza y se puso de

rodillas, luchando contra una oleada de nauseas. Mirando sobre el

hombro, hizo una mueca al ver su camioneta yaciendo boca arriba

en una pila de humo. Había rodado por un terraplén de unos

cincuenta metros. Demonios, su tarifa del seguro iba a dispararse.

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Era bastante irónico, considerando las cosas.

La cabeza de Prescott apareció, el hombre le pisaba los talones, y

Tommy maldijo, poniéndose de pie. Su tobillo izquierdo se quejó y

él se tambaleó, dio un par de pasos tentativos. Una punzada se

disparó a través de él, pero el dolor no era tan malo. Otros lugares

dolían peor.

¿Por cuál camino? Seguro que no podría lograrlo por la empinada

pendiente, por lo que podría tener que…

Un disparo sonó, la bala silbando lo suficientemente cerca de su

cabeza ya que sintió el calor causar un hormigueo en su cuero

cabelludo.

—¡Joder!

Cada onza de dolor desapareció ante el torrente de adrenalina que

se precipitó por sus extremidades. No importaba en qué dirección

había corrido, avanzar le venía muy bien en este momento.

Así que corrió como un mariscal de campo en la línea de veinte

metros sin receptores abiertos en los últimos tres segundos de la

Super Bowl. Acelerando al máximo.

Se lanzó a través de la maleza, utilizando su brazo para bloquear

las ramas y proteger su rostro. Su respiración era fuerte contra

sus propios oídos, esforzando sus piernas. El miedo que había

estado eludido antes lo alcanzó, puro instinto de conservación.

Porque mientras un débil hombre como Prescott no podía esperar

vencer a Tommy en una carrera a pie, su arma no tenía tal

problema.

Un par de balas impactaron el arbusto y el tronco de un árbol al

lado de él mientras pasaba saltando un árbol caído. La esperanza

se encendió en él cuando se dio cuenta de que estaba corriendo

hacia el río. Si pudiera llegar hasta allí, él podría ser capaz de

conseguir ayuda. Prescott se vería obligado a abandonar su

persecución si podía llegar a una zona poblada.

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Los árboles de adelante empezaron a ser más pequeños y Tommy

pudo ver el cielo azul. El río estaba cerca. Tan cerca.

Salió de su escondite y corrió a toda velocidad por la orilla del río.

Eso debería de ser, allí mismo…

Sus ojos se ampliaron y él se resbalo, casi deteniéndose

demasiado tarde. Por poco fue directamente hacia el precipicio de

cien metros hasta el río.

Las rocas se deslizaron sobre el borde, lanzadas por sus zapatos

deportivos. Su pecho estaba agitado por el esfuerzo, miró hacia

abajo desde la vertiginosa altura, de un lado al otro, desesperado

por encontrar otra ruta de escape.

—Te lo dije —dijo Prescott jadeando detrás de él—. Tú no vas a

ninguna parte, sino al infierno.

El fondo de su estómago se retorció cuando se giró para mirar al

hombre que odiaba.

Estaba absoluta y totalmente jodido.

***

Shea esperaba y rezaba. Ellos tenían que encontrarlo.

Al doblar una esquina en la curvilínea carretera, se veía una

columna de humo levantándose de un barranco unos cincuenta

metros más abajo. Más curioso aún, un montón de camiones

estaban aparcando a un lado de la carretera.

Shane se detuvo, mirando sobre su hombro detrás de él.

—Vamos a ver de qué se trata.

Él salió y ella lo siguió a un lado, mirando los retorcidos restos de

una oscura camioneta.

—¡Oh, Dios mío! ¡Esa es la camioneta de Tommy! —Un sollozo

brotó de su pecho mientras examinaba rápidamente hacia abajo.

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—Aguanta, voy a pedir refuerzos.

—¿Qué pasa de una ambulancia?

—Vamos a ver si en primer lugar tenemos a algún lesionado. —Él

abrió su teléfono y llamó a la comisaría solicitando más oficiales.

—Y alguien que llame al jefe y al agente del FBI que fue a verlo,

Nick Westfall. Deja que ambos sepan lo que está pasando.

Después de colgar, ella jalo su brazo.

—¡Vamos!

—Te vas a quedar aquí. Voy a ver la camioneta de Tommy.

—No, no lo hare. No pierdas el tiempo discutiendo conmigo

porque eso no va a ayudar. ¡Vamos muévete!

Shane le lanzó una seria mirada, pero cuando no funcionó, él la

tomó de la mano y la llevó por la carretera a un lugar donde la

pendiente no era tan empinada. Antes de que hubieran llegado

muy lejos, el sonido inconfundible de un disparo rompió en el aire.

—¡Oh, Dios mío! ¿De dónde viene?

—No lo sé. Suena el eco por todo el lugar. Vamos.

Tuvieron que caminar de regreso a la camioneta, y a mitad del

camino, otros dos disparos sonaron más lejos. Para el momento en

que llegaron a la destrozada camioneta ya estaban corriendo. A

primera vista era fácil ver que la cabina ya no estaba ocupada.

El parabrisas estaba hecho añicos. Fragmentos de vidrio

incrustados hacia adentro como dientes rotos, algunos de ellos

con sangre. Un trozo de tela colgaba de un afilado trozo.

—Él salió —susurró ella—. Él salió, está herido y Forrest lo está

persiguiendo.

Shane tomó sus manos.

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—Por favor, quédate aquí y espera a los refuerzos. No necesito

que también te hagas daño.

—No puedo… lo sabes. Sólo te voy a seguir, por lo que bien

podrías llevarme contigo. Démonos prisa.

—Maldita sea. —La tensión de su cuerpo y la sombría mueca de su

boca, revelaban su frustración—. Quédate detrás de mí,

¿entiendes?

—Está bien.

Palmeando su arma, se alejó de la carretera, adentrándose en la

maleza. Mientras caminaban, ella preguntó:

—¿Cómo sabes que estamos por buen camino?

—Hay sangre en la maleza —dijo en voz baja.

—Oh. —Ella deseó no haber preguntado.

—Y esto. Hey —dijo, inclinándose para recoger algo. Levantó un

teléfono celular negro—. Debe ser de Prescott o Tommy.

—De Tommy —dijo ella, sus pulmones oprimiéndose con la

ansiedad—, el de Forrest es gris.

Shane se guardó el teléfono.

—Lo guardaré para él.

Como si todo fuera normal y estuvieran simplemente haciendo un

poco de caminata en la naturaleza. Él simplemente se lo

devolvería a Tommy, todos sonreirían y volverían a casa a abrir

una botellita de vino.

De alguna manera dudaba que hoy terminara con una nota tan

agradable, incluso si Tommy estaba bien. Habría policías, un sinfín

de preguntas y todos estarían agotados.

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Cuando encontraran a Tommy, pondrían a Forrest en prisión para

que compartiera una celda con un solitario preso necesitando de

una puta.

***

Tommy dio un par de pasos lejos del precipicio.

—Alto ahí —gruñó Prescott, señalando con el cañón de la pistola

en su dirección—. Vas a ir hacia el borde, Skyler. Este es un gran

lugar para que cometas suicidio. Aprecio muy bien tu escogencia.

—Vete a la mierda, imbécil. No voy a saltar. Si voy a morir, va a ser

un asesinato, y he aquí una noticia de última hora, una vez que me

dispares, harías bien en tomar mi consejo y salir del país, rápido.

El FBI ya está sobre ti. —Sonrió para cubrir sus nervios—. Amigo,

ni siquiera ahora puedes ir a casa. Probablemente estén

escarbando por todo el bonito lugar…

—Cállate.

—… y probablemente ya han confiscado tus registros telefónicos,

tu computadora…

—¡Cállate! —gritó, avanzando. El hoyo negro en el extremo del

cañón vaciló mientras su cuerpo temblaba de rabia.

Tommy tragó saliva con dificultad. Ese agujero estaba centrado en

su corazón, sostenido allí por un lunático. Él no debería de haberlo

provocado tanto, haciendo tan buen trabajo convenciendo a su

némesis de su inminente caída, incluso si era cierto.

—Todavía puedes escapar —dijo él, persuasivo—. Pero no podrás,

si pierdes el tiempo aquí conmigo. Con mi muerte no ganas nada

ahora, nada más que problemas. Y yo te oí decir que prefieres no

recurrir al asesinato.

Una luz maníaca brilló en los ojos de Prescott.

—También me escuchaste decir que eres tú o yo, y estoy

salvándome a mí mismo.

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Tommy alzó las manos, con las palmas abiertas.

—Oye, yo no puedo hacerte nada a ti, así que no es una situación

de “tú o yo”. Piensa. En realidad no has matado a nadie todavía,

salvo por accidente, ¿verdad? Una vez que cruces esa línea, no hay

vuelta atrás. Has conseguido demasiado de dinero. Tómalo y vete.

Durante unos segundos, el arma comenzó a bajar, y él tuvo la

esperanza de que sus palabras hubieran echando raíces. Pero

Prescott rápidamente la levantó de nuevo, el odio eclipsando todo

lo demás.

—¿Qué dinero? Yo también lo estafé, retuve algo de su parte y

ahora no hay ningún lugar donde esconderse. ¡Podría haber

estado bien, manejándolo genial, si no hubiera sido por ti, pero

tenías que tener a Shea para ti solo!

Él controló su cólera. Concentrado. Si pudiera darle al FBI un

nombre, ellos habrían enviado a la caballería.

—¿A quién estafaste? Tal vez podamos encontrar una salida a

esto, entonces puedes irte.

—¡Tú eres la razón por la que tengo que irme! ¡Tú! Ella me

pertenecía, ella y esa mina de oro dispersada en la propiedad

frente al río que ella y su hermano ni siquiera se dieron cuenta de

que vale una fortuna. Todo se vino abajo cuando tú interferiste, y

ahora vas a morir.

Tommy tomó una bocanada de aire cuando Prescott extendió el

arma y su dedo apretó el gatillo.

Oh, Dios.

—¡No lo hagas!

Tommy apenas tuvo tiempo de registrar el grito desde atrás de

Prescott, tuvo sólo una fracción de segundo para lanzarse a la

tierra antes de que los disparos estallaran.

***

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Shane se movió más rápido a través del arbusto y Shea se

apresuró a mantener el ritmo, impulsada por la desesperación.

Deprisa, deprisa.

Él está en problemas.

Shane salió a través de los árboles, ella miró más allá de él y vio el

claro. El borde de un mirador.

Y el cuadro de delante de ellos la llenó de terror.

Forrest tenía a Tommy retrocediendo hasta el borde, con un arma

apuntada a su pecho. Él estaba gritando, agitando el arma y

descontrolado. Mientras este ponía rígido su brazo, un hombre

con una gorra de béisbol roja caminó desde los árboles y levantó

un rifle hacia la pareja.

¡Will Hensley!

—¡No lo hagas! —gritó Will.

Shane ya estaba corriendo, levantando su propia arma y

gritando—: ¡Policía, quietos!

Forrest giro y disparó contra la amenaza más cercana, la cual era

Will. El hombre más joven voló hacia atrás, cayendo al suelo, el

rifle se salió de sus manos. Shane acortó la distancia, pero no

disparó cuando Prescott giró el arma en su dirección.

—¡Quietos, maldita sea!

Shea comprendió el por qué. Su hermano no podía dispararle a

Prescott por miedo a herir a Tommy, quien justo en ese momento

abordo al hombre más viejo desde atrás.

El arma de Prescott se disparó y Shea gritó cuando Shane se

sacudió y cayó. Tommy y Prescott rodaron en la tierra, luchando

por el control de la pistola.

Shea corrió hacia su hermano y cayó de rodillas, gritando cuando

vio la sangre filtrándose a través del costado de su camisa:

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—¡Oh, Dios! ¡Shane!

—Mierda —dijo él con voz entrecortada, presionando una mano

contra su costado. Él se puso de pie, murmurando un poco:

—Mierda, ellos van a matarse el uno al otro.

Separándose, ella siguió su mirada hacia donde Tommy luchaba

con Forrest, haciendo todo lo posible para mantener a raya al

hombre con un brazo, acertando un par de golpes con su mano

buena. Él estaba aguantando por sí mismo sorprendentemente

bien dada su desventaja, pero ella estaba aterrorizada por lo cerca

que estaban del precipicio.

Shane siguió, ignorando su propia herida para llegar a Tommy. En

el camino, se detuvo para revisar a Will. El hombre ahora estaba

sentado, con una mano tapó una chorreante herida de bala en su

hombro. Cuando Shane se inclinó y habría tratado de alcanzarlo,

Will se encogió y se deslizó hacia atrás.

—¡No! No me toques —dijo, jadeando—. Soy VIH positivo. Voy a

estar bien hasta que llegue la ayuda.

Shane asintió y se enderezó, pateando el rifle fuera de su alcance.

—Shea, pide un par de ambulancias.

Su hermano casi corrió hacia el par de hombres empeñados en

destruirse mutuamente, gritando para que Prescott se rindiera.

Prescott tenía a Tommy inmovilizado boca arriba y Shea se quedó

inmóvil, con teléfono en mano, cuando él inclino el cañón de la

pistola debajo de la barbilla de Tommy.

Tommy consiguió sacar sus piernas de debajo de Forrest, y con un

potente empujón, volteo al hombre por encima de su cabeza.

Y sobre el precipicio.

Pero Forrest todavía tenía un sólido agarre sobre el brazo bueno

de Tommy, y su impulso casi logro que Tommy se fuera por el

borde con él.

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El grito de dolor de Tommy resonó sobre el río:

—¡Ahhh! ¡Mierda! —Él se tumbó sobre su estómago, tratando de

arrastrarse hacia atrás con todo el brazo colgando sobre el

borde—. ¡Shane!

Estaba perdiendo terreno y deslizándose.

Shea le lanzó su teléfono a Will.

—Haz la llamada —dijo ella sobre su hombro, y corrió tras Shane.

Su hermano se arrojó sobre las piernas de Tommy, justo a tiempo

para detener su deslizamiento. Shea se arrodilló junto a él,

aferrándose a un puñado de su camisa y mirando por encima del

borde a donde Forrest colgaba en el abierto espacio.

Increíblemente, su rostro estaba lleno de odio, y parecía centrado

sólo en dirigir esa rabia hacia Tommy, sin importar el costo para sí

mismo.

—No puedo… sostenerte… por mucho más tiempo —dijo Tommy

con voz áspera—. Suelta la pistola… y agárrate.

—Haz como él dice —ladró Shane—. Suéltalo y agárrate con

ambas manos. Te subiremos.

Forrest se burló.

—Yo no lo creo. Te voy a llevar conmigo al infierno.

Con eso, él subió la mano con el arma y apuntó hacia la cabeza de

Tommy.

***

“Te voy a llevar conmigo al infierno”.

Esas palabras se grabaron con fuego en el cerebro de Tommy,

junto con la repentina y triste realidad de estar sujeto con un arma

apuntando entre los ojos.

Shea gritó.

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Sin siquiera pensarlo, él soltó su agarre sobre el otro hombre.

Sacudió su brazo, como tratando de desalojar a un parásito que

tomaría su vida.

De pronto, fue jalado hacia atrás con una fuerza tan violenta y

fuerte que el peso que sostenía fue arrancado de su brazo. Él se

volteó sobre su espalda y oyó el espeluznante grito yendo hacia

abajo y abajo.

Hasta que terminó abruptamente.

Y con la misma brusquedad, se encontró con los brazos llenos de

una mujer casi histérica. Una suave, hermosa y curvilínea mujer

con grandes ojos marrones, llenos de lágrimas, la cual necesitaba

de gran consuelo. Podía hacer eso.

—Oh, Dios, pensé que él iba a matarte —dijo ella entre sollozos.

Los besos llovieron sobre toda su cara.

Y hubo más besos.

—Lo tenía bajo control, nena. Soy oro sólido.

Eso le valió un pequeño gemido y un poco de lengua; furtivamente

allí por esa cosa de reafirmar la vida que casi se cegaba después de

que la gente sufría un desastre.

Él también podía hacer eso.

Surgió un resoplido cerca de ellos. Era Shane.

—¿Bajo control? Te ves como algo que la Señorita Kitty vomitó

sobre la alfombra de Shea.

—Amigo, lo que sea —Miró el costado de Shane, empapado en

sangre—. Tú eres el que corrió y consiguió un tiro, llegando desde

los árboles como el maldito Rambo o algo así.

—Por lo menos no estuve a punto de saltar de un precipicio.

Shea los interrumpió.

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—Will, ¿llamaste a los paramédicos?

Jesús, se había olvidado de Hensley.

—Sí, señora.

Algo decaído, el chico bajó su cabeza. Ya sea por vergüenza o de

dolor, Tommy no podía decirlo.

—¿Oye, Hensley?

Él levantó la mirada, con expresión atormentada.

—¿Sí?

—Hiciste la elección correcta. Tu abuelo estará orgulloso.

Eso pareció alegrarlo un poco.

—¿Eso crees?

—Lo sé. —También lo creía. Después de todo, luego de que los

federales acabaran con Will, él podría terminar llegando a un

acuerdo por su participación—. Y gracias.

Con la cara pálida, Shane le dio a Tommy una cansada media

sonrisa.

—También lo hiciste bien, muchacho. Realmente bien.

—No soy un muchacho —dijo Tommy. Pero él sonrió. Por alguna

razón, realmente ya no le molestaba más.

—Puedo ver eso. —Los ojos grises de Shane se cerraron—. Lo

suficientemente bueno para mi hermana, lo suficientemente

bueno para mí.

Y eso hizo de Tommy un chico afortunado.

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Capítulo 20 Traducido por flochi y Lizzie (SOS)

Corregido por La BoHeMiK

hane estaba en serios problemas. Incluso si ella no fuera una

enfermera, Shea habría sabido que su hermano necesitaba

ayuda, y rápido. Sus bromas con Tommy se habían detenido

y él se quedó en silencio. Su piel estaba fría y húmeda e iba a entra

en shock.

—Dame tu camiseta —exigió, extendiendo la mano hacia Tommy.

Rápidamente, se quitó la andrajosa ropa y se la entregó. Ella la

junto una bola y la presionó en el costado de Shane, causando que

él gruñera.

—Mierda, Shea.

—Lo siento, hermano. Tengo que seguir presionando. —No

respondió—. Dios, ¿dónde están los paramédicos?

—Tendrán que llegar hasta aquí de la misma manera que nosotros

—dijo Tommy con su voz mezclada de preocupación—. No hay

ningún camino.

Shea se mareó, su mira fijándose en él. Ambos sabían que podría

tomar demasiado tiempo.

—No puedo perderlo.

—No lo harás. —Moviéndose a su lado, le frotó la espalda—. No

irá a ninguna parte.

Las lágrimas corrieron por su rostro.

S

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—Sera mejor que no. Él tiene décadas siendo entrometido y

tratando de controlar mi vida. No seré despojada de él por

ninguno de ellos.

Pronto se oyeron voces. Muchas de ellas. Los paramédicos

corrieron desde el bosque llevando sus equipos, y pisándole los

talones se encontraba la policía. Una de ellos era la amiga de

Tommy, Daisy Callahan. Shea no había escatimado ningún

pensamiento para ella desde la boda.

Shea también notó cómo la mujer se dejó caer de rodillas junto a

Shane y con el rostro angustiado, le tocó el cabello antes de darse

cuenta de lo que estaba haciendo. Ella aparto la mano y asintió

hacia Shea.

—Estará bien. Tiene que estarlo.

Shea archivó eso para futuras referencias. En este momento, todo

lo que importaba era conseguir ayuda.

Los paramédicos los empujaron a un lado y empezaron a trabajar

en Shane. Ella no pudo escuchar todo lo que decían, pero escuchó

lo suficiente para saber que la bala que impactó su costado no

había golpeado nada vital, pero había perdido mucha sangre y su

presión estaba bajando en picada.

Rápidamente le colocaron una intravenosa, poniendo un

presionado vendaje en su abdomen, y lo llevaron a una camilla.

Observó le proceso como aturdida, corriendo a través de su mente

el pensamiento de que, después de todo, podía perderlo. Shane

podía morir.

Los paramédicos se lo llevaron lejos y cuando ella y Tommy los

habrían seguido, la policía los emboscó con interminables

preguntas sobre lo que estaba sucediendo. Evidentemente, estos

sujetos no estaban al tanto, por lo que la explicación le tomó cierto

tiempo. Sin embargo, el hecho de que ella fuera la hermana de

Shane, los calmó un poco.

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Shea vio a un hombre de aspecto impresionante en traje. Tenía

con él a otros dos hombres, igualmente de aspecto importante,

que hablaron con la policía. Will Hensley fue llevado de inmediato

por otro par de paramédicos, los hombres en traje los siguieron.

Uno de los uniformados se acercó a ella y a Tommy.

—Señorita Ford, Señor Skyler, son libres de irse. El Señor Skyler

podría querer también ser revisado en el hospital.

—Lo hará. Vamos allí ahora mismo, tan pronto como regresemos

al coche de mi hermano.

—Espero que Shane esté bien —dijo el policía—. Es un buen tipo.

—Gracias.

—Vamos, nena. Conduciré yo.

Ella negó con la cabeza cuando empezaron a caminar a través del

bosque.

—Estás lastimado y tuviste un accidente. No quiero que te

desmayes detrás del volante.

—Eh, en realidad no fue un accidente. Conduje a propósito hacia el

barranco.

Ella se quedó boquiabierta.

—Idiota. Pudiste haberte matado.

—Hubiera sido mejor que lo que Prescott tenía planeado, cariño.

—Jesús.

No pudo pensar en nada más. Y todavía tenía por delante una

larga noche.

En el hospital, Tommy no tuvo que esperar mucho para ser visto

por un médico. Una buena ventaja de ser enfermera allí y de que

casi todo el mundo la conociera.

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Se sentó en una camilla de la sala de examen, soportando la

verificación de sus signos vitales, los reflejos, todos los toqueteos

e indicaciones, sin quejarse. ¿Y de qué se iba a quejar, en realidad?

Estaba vivo.

Ella estaba tan agradecida de que él estuviera esencialmente ileso,

pero el temor por Shane no la dejaba en paz. Cuando Tommy fue

dado de alta, se sentaron acurrucados en la sala de espera de

urgencias, ansiosos por noticias. Habían llevado a Shane

inmediatamente a cirugía, así que en cualquier momento les

informarían. ¿Qué era lo que tardaba tanto?

Cuando el cirujano salió por la puerta usando su bata y una

sonrisa cansada, sus rodillas se sintieron débiles. Ella no se dio

cuenta de que se había levantado de golpe y estaba apretando la

mano de Tommy con tanta fuerza como si fuera un salvavidas.

—¿Eres la hermana de Shane Ford?

—S… sí. ¿Cómo está él?

—Tu hermano va a estar bien.

—Oh. —Tommy tuvo que ayudarla a sentarse—. Oh, gracias a

Dios.

Su peor temor no había llegado a suceder. Su hermano iba a estar

bien.

—Tuvimos que darle dos unidades de sangre, y en algún punto

nos asustó un poco, pero logró superarlo como un campeón.

Necesitará mucho descanso, pero diría que va a estar recuperado,

yendo a casa en una semana más o menos. De regreso en el

trabajo en dos, si se comporta.

—Nos aseguraremos de que lo haga, cuente con ello. —Le envió al

doctor una llorosa sonrisa.

—Es bueno saber que tiene una buena hermana a su lado —dijo

amablemente—. Será llevado a la sala de recuperación en unos

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minutos. Puedes quedarte por unos cinco minutos, sólo para

asegurarte que está bien, pero él no sabrá que estás ahí. Ve a casa

luego de eso, descansa, y regresa mañana. No se irá a ninguna

parte.

—Gracias, doctor.

Mientras se alejaba, Tommy la abrazó.

—Va a estar bien, nena.

—Lo sé.

Pero había un nudo horrible y apretado en su pecho. Una presión

que necesitaba ser liberada.

Ver a Shane en recuperación no ayudó. En todo caso, la presión

empeoró, lo cual no tenía sentido. Sus signos vitales eran fuertes, y

estaba descansando. Acarició su cabello marrón oscuro por unos

minutos y le besó la mejilla.

—Volveré mañana. Te amo.

Cuando se iban, Shea se sorprendió al ver que era casi la una de la

mañana. Los hospitales parecían crear alguna especie de túnel del

tiempo cuando estabas en una emergencia, en ascuas durante

interminables horas. Entonces es como si el reloj avanzara cuando

nadie estaba mirando.

Cuando llegaron a su apartamento, se encontraron con Miss Kitty,

maullando con tristeza por la falta su comida.

—Pobrecita. —Alimentó al gato y se lavó las manos, luego abrió

sus brazos hacia Tommy—. Llévame a la cama.

—Con placer.

Hubiera pensando que ambos estaban demasiado cansados para

hacer el amor, pero eso era lo gracioso acerca de los encuentros

cercanos a la muerte. Hacían a una persona querer sentirse más

viva, ser realizada y tocada. O eso es lo que había escuchado.

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Parecía que tenían razón.

Ninguno dijo una palabra, sólo se desvistieron. Él simplemente la

presionó hacia abajo, la cubrió como una cálida manta. Deslizó su

lengua en la boca de ella, la polla en su vaina, y ella aceptó su

unión como un maravilloso regalo. Estaban aquí, juntos, y nada

jamás los apartaría de nuevo.

Fue tan grande. Más que sexual.

Así es como el amor entre un hombre y una mujer debería de ser.

Ella sollozó cuando compartieron el climax, lloró mientras lo

estrechaba contra sus pechos.

Ese horrible nudo en su pecho se había ido.

***

Shea se sentó junto a la cama de hospital de su hermano, Tommy

estaba parado detrás de ella acariciándole un hombro. Debido a la

pesadilla del día anterior, la cual, admitámoslo, pudo haber

resultado mucho peor, él la tocaba constantemente.

—¿Debería haber despertado? —Ella se mordió el labio, ansiosa—

. Nunca duerme así.

—Tampoco, nunca antes había recibido un disparado y tenido una

cirugía, ¿cierto? Estará bien, nena.

—Eso espero. Es mi única familia.

—Yo también soy tu familia. O me gustaría serlo —dijo él

suavemente.

Extendiendo la mano, entrelazó sus dedos alrededor de los de él.

¿Era eso una indirecta? Ella iba a esperar una propuesta real.

—Claro que lo eres. Sabes a lo que me refiero.

—Lo sé, nena.

Las pestañas de Shane aletearon, y sus ojos se abrieron.

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—Hola, chicos.

—¡Shane! Pensé que nunca despertarías. —Agachándose, ahuecó

su ensombrecida mandíbula y besó su mejilla. El alivio la inundo

como una marea.

—Me desperté antes por un rato. No estabas aquí. He estado

intentando mantenerme despierto por un rato, pero me siento

como envuelto en algodón.

—¿Te está doliendo alguna parte?

—Mi costado está fastidiando un poco —admitió. Lo que

significaba que debería de estarlo matando el dolor, porque Shane

nunca decía nada, incluso cuando estuvo enfermo con fiebre.

—Este botón de aquí te dará una dosis de medicina para el dolor a

través de tu intravenosa cada pocas horas —dijo Tommy,

levantándolo—. ¿Quieres un poco?

—Por favor. —Sonrió mientras Tommy cometía la acción—.

Gracias.

—De nada. Cualquier cosa por el hombre que me salvó el trasero.

—Oye, ahora. Cualquier cosa que digas lo tomare en serio.

Asegúrate de estar así de agradecido antes de ofrecerlo.

—Está bien, casi cualquier cosa. Por ejemplo, ¿si quieres que te de

un esponjoso baño? Tendría que pasar de largo.

Shane se rio entre dientes y luego siseó una fuerte respiración.

—No me hagas reír. Y tengo un par de dulces enfermeras para

cuidar de mi persona, gracias.

—Es bueno saberlo. A mí también… sólo uno, creo.

Shea estiró el cuello para mirar a Tommy y él movió las cejas

sugestivamente.

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—Los chicos son todos iguales —dijo, mirando a su hermano de

nuevo—. Siempre pensando con la cabeza pequeña.

Shane le envió una burlona mirada.

—¿Hay algo más en la vida y alguien no me envió el memorando?

—Aparentemente no, querido hermano.

Ella sabía que él le estaba tomando el pelo. El hombre trabajaba

demasiado duro y no tenía suficiente tiempo para sí mismo. Tal

vez esto le obligaría a calmarse un poco, disfrutar de un par de

semanas de descanso, por lo menos.

—Disculpe —dijo una voz profunda y masculina—. Espero no

estar interrumpiendo.

Todos miraron hacia la puerta, Shea estaba sorprendida porque

no había oído entrar a nadie.

¡Santo cielo! Ella estaba totalmente enamorada de su hombre,

pero no estaba muerta. El gran hombre que estaba allí de pie iba

vestido con un traje caro que se aferraba a sus amplios y

poderosos hombros. Su cabello negro azabache estaba cortado en

capas, apenas cubría sus oídos, y sus ojos eran de un sorprendente

azul que no se perdían de nada. Se veía como si acabara de salir de

las páginas de GQ1, pero con todo eso, él no le parecía un niño

bonito.

“Peligroso” era la palabra que vino a su mente.

Shane trató de incorporarse un poco e hizo una mueca.

—Nick, adelante. Chicos, este es el agente especial Dominic

Westfall. Hermanita, este es el agente del que te estaba hablando.

—¡Oh! Es un placer conocerte —dijo ella, extendiendo la mano—.

Soy Shea Ford. Te vi en la escena anoche, pero con el caos y

1 GQ: es un magazine que enseña las últimas tendencias de moda masculina.

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conseguir traer a mis dos hombres aquí a la sala de emergencias,

no llegamos a hablar.

—Encantado de conocerte, Shea —Su mirada vagó por su rostro

con apreciación, pero cuando su atención se dirigió a Tommy, dejó

caer su mano—. A ti también…

—Tommy Skyler, Agente Westfall —Su tono era amable, pero un

poco rígido.

—Sólo Nick. —Ellos compartieron un torpe agarre con la mano

izquierda y Nick sonrió. Una bella sonrisa de hecho. Volvió la

conversación hacia Shane—. Vine a ver como estabas, para darte

una actualización antes de ir de nuevo a Virginia. Sé que aún no

estás oficialmente capacitado para involucrarte, pero sabía que

ibas a sentir curiosidad por el resultado.

—Te lo agradezco. —Las cejas de Shane se juntaron—. ¿Qué

quieres decir con “aún”?

—Te lo dije, esta estafa de seguro tenía profundas raíces. El dinero

se canalizó a un grupo antigubernamental. Un grupo de

verdaderos chiflados, pero están organizados y eso los hace aún

más peligrosos. Los hemos estado vigilando durante un tiempo,

pusimos a un agente encubierto, y ellos lo mataron. Sabemos a

ciencia cierta que Prescott no era su única fuente. La pregunta es,

¿para qué están acumulando tal masiva financiación? Su vínculo

con Sugarland es preocupante, y si planean venir aquí… —Se

interrumpió y sacudió la cabeza, frunciendo los labios como si

hubiera dicho demasiado.

—¿Por qué te molesta esa parte? ¿Qué diablos querrían con una

agradable comunidad como la nuestra? Estamos cerca de

Nashville, que es la capital del estado, pero no somos exactamente

una repleta metrópolis. —Shane parecía perplejo.

La risa de Nick era siniestra.

—Si te dijera lo que podrían querer, tendría que matarte.

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Shea parpadeó ante el agente. En realidad no había sonado como

si estuviera bromeando.

—Basta decir que el FBI se aferra a ellos. Queremos que cada

testigo posible que tenga algún vínculo con este grupo se

mantenga a salvo y en secreto.

—¿Incluyendo a Will Hensley? —preguntó Tommy.

—Sí, es por eso que vine. Will y Joseph Hensley han sido tomados

en custodia de protección, y Will está siendo tratado por la herida

de bala en el hombro. Al final, por la cooperación Will y esperemos

su testimonio, van a darles nuevas identidades y un nuevo

comienzo.

—Creo que todo será para mejor, entonces —dijo Shea.

Sin embargo, ella se sentía extrañamente melancólica acerca de

Will. Apenas había conocido al hombre. Tal vez era por saber por

lo que Forrest lo había hecho pasar y después verlo colocarse

tratando de salvar la vida de Tommy.

Sí, eso era. Ella nunca había conseguido darle las gracias a Will

Hensley por crear esa fracción de segundo cuando Forrest se

desvió de haber disparado a Tommy. Ahora nunca tendría la

oportunidad.

—Maldita sea, desearía poder haber hablado con Joseph antes de

que se fueran —dijo Tommy con nostalgia—. Ese viejo es bastante

genial.

—Sí, lo es. He conocido a Joseph por un largo tiempo. Una cosa

más. —Nick metió la mano en la chaqueta y sacó un pequeño

sobre de papel manila—. Quiero que todos ustedes estudien esta

foto. Memorícenla.

La foto fue entregada alrededor, todo mundo hizo lo que le

pidieron. Cuando la foto le fue entregada a Shea, vio que era un

primer plano de un hombre caminando por una calle. Era alto, de

buena constitución, todo músculo magro. Tenía el cabello rubio

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oscuro, largo hasta los hombros y atado con algo para revelar un

rostro afilado y anguloso. Tenía una rosa tatuada en su cuello.

—Consérvenla —dijo Nick—. Tengo un montón de copias, y lo

mismo ocurre con su jefe de policía. Si ustedes ven a este hombre,

o cualquier persona que piensen que podría ser este hombre,

llámenme. No importa la hora que sea, de día o de noche, no

importa lo que estén haciendo. También, aquí está mi tarjeta, en

caso de que necesiten otra.

Shane tomó la fotografía, la tarjeta de presentación, y miró la foto

de nuevo.

—¿Quién es?

—Ese es el diablo en persona. Su nombre es Jesse Rose y es el

último contacto de Forrest Prescott. Rose es el líder del grupo que

buscamos, y el hombre más malvado que nunca respiró. Le gusta

mantener su dedo en el pulso de las cosas, por así decirlo. Es un

líder práctico, así que si lo ven, algo malo va a pasar.

Shea reprimió un escalofrío y se preguntó qué llevaría a un

hombre tan terrible a venir hasta aquí. Por ahora, tenían solo que

mantener un ojo abierto por lo que Nick no estaba diciendo.

Nick se puso de pie, señalando el final de su visita.

—Tengo que tomar un vuelo. Detective, me alegro que estés en

vías de recuperación. Shea, Tommy, un gusto conocerlos a ambos.

—A ti también —dijo Shea, haciéndose eco de sus dos hombres.

—Sólo reza porque nunca tengas que verme de nuevo. —Con un

guiño, dio media vuelta y se marchó.

Después de que el agente se fue, Shea miró a su hermano.

—Bueno, eso responde a algunas preguntas.

—Y se abre un nuevo lote entero —murmuró—. ¿Qué demonios

iba a querer un grupo terrorista con Sugarland?

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—Con un poco de suerte —dijo Tommy—, eso nunca lo sabremos.

Shane bostezó y sus ojos se cerraron.

—Lo siento. No puedo permanecer despierto.

—Duerme. Todo está bien ahora —dijo ella, acariciando su brazo

cariñosamente—. Estaremos de vuelta esta noche o por la

mañana.

Ella lo observó hasta que su respiración se relajó con el sueño, y

finalmente se puso de pie.

—¿Te llevo a casa?

Ella se inclinó para susurrarle al oído:

—Y violarme, si estás… a la altura.

Sus labios se curvear.

—Vámonos, y rápido.

El viaje a su apartamento pareció interminable, aunque estaba a

solo unos pocos minutos. Tommy le siguió disparando sus

sensuales miradas desde el asiento del conductor del auto,

enviando su libido al hiperespacio. Cuando llegaron, él la apresuró

a entrar, la arrastró hasta el dormitorio y cerró la puerta en la cara

de la gata.

—La pobre Miss Kitty —canturreó.

Él se quitó la camisa y fue por el botón de sus calzoncillos.

—Esa gata no me va a observar hacerle el amor a mi futura

esposa.

Ella se quitó su blusa y el resto de su ropa también.

—Si eso fue una propuesta, tienes un cinco de diez por esa

apestosa declaración.

—Umm, vamos por un mejor resultado.

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Terminó de desvestirse, dándole una increíble vista de su

hermoso cuerpo. Los rasguños y moretones marcados en

contraste con su piel dorada, la hicieron temblar. Pero él estaba

bien, y era suyo.

Recostando su cuerpo, se inclinó hacia ella, descansando su

espalda sobre la cama. Siguiéndola, él yacía medio encima de ella,

sus piernas entrelazadas. Enterrando una mano en la maraña de

su cabello, se llevó un mechón rizado a la nariz. Inhalando.

Sus ojos azules y cristalinos capturaron los de ella.

—Cásate conmigo —dijo, con la voz llena de emoción—. Sé mi

alma gemela, mi amiga y mi amante, siempre y cuando los dos

estemos vivos. Haz bebés conmigo que tengan el cabello rizado y

grandes ojos marrones. Envejece conmigo, y vayamos juntos a ver

la puesta del sol por las noches. Y cuando me vaya de este mundo

voy a ser feliz, sabiendo que yo fui el mejor hombre que pude ser

por haberte amado.

—Oh, Tommy —suspiró. Las lágrimas derramándose por las

comisuras de sus ojos, metiéndose en su cabello. Se aferró a él,

necesitando meterse en su interior—. ¡Sí, sí!

La potencia de su sonrisa podría alimentar a una pequeña nación.

Disfrutaba de su peso encima de ella. Sólido, fuerte. Podía sentir

su corazón latiendo en su pecho, duro y rápido.

—El amor te sienta bien, Thomas Wayne.

—Te ves bien conmigo. También debajo de mí.

Él la besó. No gentil, sino caliente. Hambriento. Más profundo, con

su devastadora boca introduciéndole la lengua. Ella envolvió sus

brazos más apretadamente alrededor de él, con las manos

extendidas en la espalda, pidiéndole que estuviera más cerca, si

eso era posible. Amaba el juego de músculos magros bajo sus

dedos.

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¿Cómo había podido sobrevivir sin él? Lo que le podría haber

pasado, no quería ni pensarlo.

Ella lo bebió con ansiedad, su esbelto cuerpo desnudo

hundiéndose entre sus muslos. El calor desplegado, se convirtió

en doloroso deseo. Ella levantó sus caderas, buscando. Con un

gemido, él deslizó su polla entre los labios de su sexo,

introduciéndose en su interior, disparando espirales de placer a

través de su cuerpo. Hizo girar sus caderas en el más puro ritmo

de los animales, poniéndolos a los dos llamas.

Con los codos apoyados en ambos lados de su cabeza, aceleró el

ritmo. Hundiéndose, las bolas golpeando su trasero. Una y otra

vez, retirándose y empujando, más rápido, más fuerte. Ella se

deshizo con un grito, manteniéndolo apretado, su orgasmo

destrozando sus sentidos.

A través de una lánguida neblina, ella observó cómo echaba la

cabeza hacia atrás y se ponía rígido. El cabello rubio caía

alrededor de su rostro. Tenía los ojos cerrados, las oscuras

pestañas sacudiéndose sobre sus mejillas. Perdido en el éxtasis.

Los músculos de sus bíceps y pecho estaban tensos, y su cuerpo se

estremeció hasta que se liberó.

—Eres el hombre más hermoso que he visto nunca. El único que

quiero —dijo, acariciándole la cara. Acariciando su cicatriz.

Sonrió.

—Me alegro, porque en lo que a mí respecta, en estos días me veo

como un destartalado gato callejero.

—Eres mi gato callejero.

—Te amo.

—Te amo más.

—Imposible.

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—¿Quieres decir que tenemos un concurso para demostrar quién

es el ganador?

—Diría que me encanta tu idea de la amistosa competencia, nena.

—Le sonrió.

—Que comience el juego.

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Epílogo Traducido por Lizzie

Corregido por La BoHeMiK

l segundo fin de semana de octubre resultó ser despejado y

cálido, sin restos del sofocante calor de hace varias

semanas. Los zapatos deportivos de Tommy rozaron las

hojas que estaban empezando a caer de los árboles, salpicados de

colores naranjas, rojos y dorados. Tenía la mano de Shea mientras

caminaban a lo largo de su propiedad, en la que todavía era difícil

pensar como suya también, y admiró la impresionante vista del

Cumberland.

—¡Eso es! —chilló, abrazándolo —. ¡Nuestra casa irá justo aquí!

—¿Y estás segura de que Shane no quiere que esta sea su mitad?

—No. Él está bien con la otra. Vamos, ¿qué pasa?

Intentó darle una sonrisa, sin querer deprimirla.

—Solo quiero ser capaz de proveer para nosotros, dulzura. Por lo

menos, hacer mi parte. Me gustaría que me dieran alguna

respuesta.

—No te preocupes, lo harán. Tengo fe.

El personal debería haber llamado. Después de dimitir como ERI,

especialista en rescate de incendios, más conocido como bombero;

y luego de perdurables largas semanas posteriores de terapia

física en su mano, había solicitado un puesto de trabajo en

prevención de incendios. Mark McAllister se había reunido con

Tommy, le dio un recorrido por los alrededores y lo presentó con

el personal de allí, incluyendo a los chicos de Admitía

Internacional y el jefe de bomberos.

E

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—¿Y si no me quieren? Nunca tendré pleno uso de mi mano —Él

flexionó los dedos, dudando de que alguna vez se acostumbrara a

su limitada función.

—Cariño, tu mano no tiene nada que ver con la capacidad para dar

clases o investigar un incendio provocado. Pronto vas a obtener la

certificación como investigador, y eres un hombre demasiado

inteligente. Serían tontos si no te contratan.

—Siempre animándome —murmuró él, dándole un beso.

—Por supuesto.

Justo en ese momento, su teléfono celular entonó una melodía.

Hurgó en su bolsillo de la camisa y lo sacó, comprobando el

identificador de llamadas. Con los ojos muy abiertos, miró a Shea.

—Creo que son ellos.

—¡Contesta! —Ella saltó hacia arriba y abajo, más nerviosa que él.

Tomando una respiración profunda, lo abrió.

—¿Hola?

—Sí, ¿es Thomas Skyler?

—Lo es —dijo, con su tono amistoso.

—Señor Skyler, soy Gretchen Strauss, de personal en Prevención

de Incendios. Tengo una oferta para que usted venga a bordo

como uno de nuestros Investigadores de Incendios Certificados,

depende de usted terminar su certificación estatal, por supuesto.

¿Está usted todavía interesado?

—¡Uhm, sí! —Le sonrió a Shea y agitó su puño en el aire—. Lo

estoy. Gracias, Señora Strauss. ¿Cuándo empiezo?

—Venga el lunes y lo orientaremos. ¿Suena bien?

—¡Por supuesto! Estaré allí a primera hora.

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—Nos vemos el lunes a las ocho de la mañana, Señor Skyler.

Felicidades.

Agarró a Shea y la levanto, dándole la vuelta.

—¡Sí! ¡Yuju! ¡No lo puedo creer!

—¡Bueno, será mejor que lo hagas, porque lo hiciste! —Lo besó

profundamente.

Después de un largo y delicioso minuto, él se apartó.

—No me duele que Bentley y mis amigos de la estación hayan

hablado bien de mí.

—No hagas eso, amigo. Tienes este trabajo por tu cuenta, y es hora

de celebrar. ¿Lo hacemos?

—No querría llegar tarde a mi propia fiesta.

Ella entrelazó su brazo con el suyo y él sonrió, en paz con el

mundo. Él tenía a su dama y sus amigos le estaban haciendo una

parrillada de despedida en la casa de Kat y Six Pack, a pesar de

que en realidad no era un adiós. Estaría alrededor de ellos, y

todavía saldrían juntos siempre que pudieran. Ahora solo acababa

de tener más buenas noticias para agregar a la ocasión.

Fueron un poco tarde, pero a nadie pareció importarle. La

celebración estaba en su apogeo, el patio trasero de los Paxton

lleno de sus amigos y seres queridos. Él y Shea fueron arrastrados

rápidamente hacia la diversión.

Tommy se encontró rodeado de su antiguo equipo, todos ellos

disfrutando de una fría cerveza, a excepción de Six Pack, que no

bebía. Tommy disfrutaba ser capaz de mantener la botella en la

mano derecha, una cosa tan simple que no había estado seguro de

que alguna vez sucedería.

—Entonces, ¿cuándo es la boda? —preguntó Julian.

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—No lo sé. No hemos fijado una fecha. Supongo que no hay prisa.

Tengo a la chica, así que ¿qué más da? —Todos se rieron, y

Tommy se encogió de hombros—. En serio, ella está hablando de

la víspera de Año Nuevo, pero no estoy seguro de si ella está

decidida.

—Recuerda mi lema —dijo Six Pack—. Esposa feliz, vida feliz.

Simplemente haz lo que ella quiera.

—Tienes razón —murmuró Zack, tomando un gran trago de su

cerveza.

Tommy sonrió.

—¿Ya tienes problemas en el paraíso, Romeo?

—¿Todas las mujeres embarazadas son tan hormonales? —espetó.

—¡Escuché eso! —gritó Cori, la ruborizada novia, desde el otro

lado del patio, con la mano en su hinchado vientre.

Zack gimió.

—Mátenme ahora.

Six-Pack le pasó un brazo sobre los hombros.

—Estoy en el mismo barco, mi amigo. Nueve semanas para el día,

y estoy en el infierno. Llora si levanto mi voz en un susurro.

Tommy se rio.

—Queremos niños, pero creo que esperaremos un tiempo para el

drama.

—Correcto —dijo Julian, arqueando una ceja—. Me parece

recordar a alguien diciendo que tampoco nunca se enamoraría.

—Bueno, eso es diferente.

—Claro que lo es.

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Justo en ese momento, Clay Montana se unió al grupo, y le entregó

a Tommy una vacilante sonrisa. El ex turno B de la ERI le dio una

palmada en el brazo.

—Hombre, me alegro de verte. También luces genial.

—Gracias. ¿Estos payasos te tratan bien? —Tommy no tenía idea

de por qué el confiado vaquero parecía tan tímido acerca de tomar

su posición vacante en el turno A. Demonios, había tenido que

aceptar una reducción de su rango al hacerlo, por lo que tener que

trabajar con el equipo del turno A debería ser terriblemente malo.

—La mayor parte del tiempo. Ya sabes cómo es.

—Sí, lo hago. Voy a extrañar su mierda, pero… ¡Estoy ansioso por

mi nueva carrera como Investigador de Incendios Certificado!

—¡Caray!

—¡De ninguna manera!

—¡Mierda, felicidades!

Tommy absorbió las felicidades, y no le pasó desapercibido cómo

esta noticia pareció aliviar en gran medida a Clay. Tal vez el tipo

pensó que había tomado el trabajo de Tommy, pero nada podría

estar más lejos de la verdad.

—Bueno —se corrigió—, tengo que terminar mi primera

certificación, pero van a trabajar conmigo.

—¿Cuándo te enteraste? —peguntó Six Pack.

—Hace poco. Gracias a todos ustedes, por hablar bien de mí.

—Yo no —dijo Jules, con un brillo en sus oscuros ojos —. Les dije

que eras un pequeño idiota, pero obviamente ellos no escucharon.

Todo el mundo aplaudió y dio un brindis. Tommy estaba tan feliz

que se sentía mareado. Flotaba sobre la cerveza y se reía, hasta

que Six Pack, llevándolo aparte, un par de horas más tarde, le

habló en privado cerca de la puerta trasera.

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—Escucha, hay alguien que quiere verte y es muy importante que

él llegue a expresar todo lo que tiene que decir —dijo seriamente

el teniente—. Prométeme que lo escucharás.

—Quieres decir…

—Sí. Sólo tienes que ir a través de la puerta. Está esperando en el

frente.

De repente nervioso, Tommy asintió y se deslizó fuera de la fiesta,

caminando a través patio delantero. Sean estaba de pie en la acera,

con una expresión indescifrable. Pero algo había cambiado en el

hombre, estaba más calmado. Mientras Tommy se detenía frente a

él, pensó que Sean parecía más joven. Menos volátil, más accesible.

—Sean —dijo, ofreciendo su mano correcta y la única herida—. Es

bueno verte.

Sean tragó saliva y miró su mano antes de tomarla.

—Es bueno verte, niño. Te ves muy bien.

—Y en serio, tú también.

La boca de Sean se curvó en una suave y triste sonrisa.

—Es increíble lo que un par de semanas en rehabilitación hacen.

Sin niebla, sin la fabricada ira para esconderse detrás. Solo yo,

pasando el rato aquí, sin sufrir la agonía de la humillación.

Tommy sintió que tenía más que decir, y esperó.

—Pronto voy a hablar con los otros, pero quería hablar contigo

ahora, ya que te vas. —Él tomó una respiración profunda—.

Tommy, soy un alcohólico. He utilizado el alcohol como anestésico

para adormecer el dolor de perder a mi esposa e hijos, y en el

proceso, lastimé a un montón de gente. Eres el más importante

entre los que lastimé, porque yo vine a trabajar con resaca el día

del incendio en el almacén. No les di la orden a ti y a Eve para

retirarse a tiempo, y tu carrera como bombero terminó. Por mi

culpa.

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—Pero Forrest Prescott tenía a alguien adentro, y el hijo de puta

me golpeó en la cabeza…

—En cuanto va mi parte, no importa. Dudé. Si no lo hubiera hecho,

el hombre nunca hubiera tenido una oportunidad contigo. No

espero que me perdones, pero deseo que lo hagas.

Tommy sabía lo que Sean necesitaba. Y las palabras eran tan

sencillas, porque él las quería decir.

—Te perdono. Sigue adelante, Sean.

El hombre tiró de él en un fuerte abrazo, un movimiento

sorprendente, porque Sean nunca había sido un hombre muy

demostrativo. Tommy le palmeó la espalda y se separaron, los

ojos verdes de Sean estaban sospechosamente húmedos.

—Nada va a traer de vuelta a Blair y los niños, pero estoy tratando

muy duro. Estoy bien, a excepción de mi niña. —Él bajó la cabeza,

miró hacia abajo en la acera—. Los testigos dijeron que murió

gritando por mí para que apagara el fuego. Si hubiera llegado allí

antes, podría haber sido capaz de salvarla. ¿Sabías eso?

Oh, Dios mío. Ellos nunca habían hablado sobre el accidente, y él

era hermético. No podía imaginar el horror que este hombre

llevaba dentro de él todos los días.

—Sí, me enteré. Lo siento mucho.

Sean asintió.

—Esa es la parte que todavía me molesta, me dan ganas

retroceder en el tiempo. Para dejarme ir y morir. Pero no lo haré.

—Levantó la barbilla y miró a Tommy a los ojos—. Quiero

cambiar, ya que Mia no reconocería en qué se ha convertido su

padre. Ella no me conocería. Quiero ser alguien de quien ella

habría estado orgullosa.

—Lo serás, Sean. Vas por buen camino. Lo creo totalmente.

—Gracias. Oírte decirlo significa el mucho para mí.

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Miró a Sean. Este es el hombre que desearía hubiera sido mi jefe

por los últimos par de años.

Pero ese pensamiento nunca cruzaría sus labios.

—¿Cuándo volverás a trabajar?

—En sólo un par de semanas. Tengo que ser aprobado por los

psiquiatras del departamento y los jefes, entonces estaré adentro.

No hay problema. —Sean sonrió ante su propia broma.

Tommy sonrió e hizo un gesto hacia el patio trasero.

—Ven y únete a la diversión.

—No lo sé…

—A menos que vayas a estar muy tentado a tomar un trago. Hay

cerveza por todo el lugar. Incluso algunas cosas son difíciles.

Sean ladeó la cabeza.

—No, no estoy tentado. No esta noche. He trabajado muy duro

para no hacerlo, y sabes, estoy cansado de mi propia compañía.

Aceptaré tu oferta.

—¡Genial! Vamos. Solo tienes que estar preparado para un gran

reencuentro.

Tommy caminó con Sean en el patio trasero, y su predicción

resultó ser correcta. Todo el mundo estaba realmente contento de

verlo. Eve puso una lata de refresco en su mano, y la tomó con

calma, la sonrisa que le dirigió fue genuina. Su mirada penetrante.

La mirada que un hombre le da a una mujer.

Él seguía mirando el intercambio entre el capitán y Eve, cuando

sintió un brazo deslizarse alrededor de su cintura.

—Sean se ve como un hombre diferente. Un gran cambio desde la

primera vez que lo conocí —dijo Shea.

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—Muchas cosas han cambiado para mejor. —La atrajo hacia él, y

abrazándola, la coloco entre sus piernas—. ¿Sería grosero de mi

parte irme temprano de mi propia fiesta?

—Creo que te perdonarán.

—¿Quieres celebrar una nueva competencia? Mi predicción es que

voy a ganar esta vez —le susurró seductoramente, besando sus

labios.

—Estás dentro, hermoso. Da nuestras disculpas.

—Umm. Esposa feliz, vida feliz.

—¿Qué?

—Nada, cariño. —Él le dirigió una sonrisa maliciosa—. Solo es

algo que un hombre sabio me dijo. Un hombre muy sabio.

Dos semanas después…

En lo profundo de las Montañas Humeantes, Jesse Rose se sentó al

volante de su Range Rover y lo puso en marcha, con el objetivo en

dirección a Nashville. Una oscura emoción corría por sus venas,

mejor que las metanfetaminas. Mejor que nada.

Él no necesitaba drogas para conseguir elevarse. Todo lo que

necesitaba era la culminación de años de turbios negocios, los

contactos correctos y un agotador trabajo.

Todo lo que necesitaba era la promesa de venganza y gloria, su

nombre en los libros de historia. Ambos dentro de su alcance.

Los medios de comunicación podrían decir muchas cosas acerca

de Jesse Rose, pero tendrían que admitir que era un hombre que

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mantenía su palabra. Una vez que ponía sus botas en un camino,

nunca se apartaba de su objetivo. Él movería montañas para ver la

tarea completa, incluso si le tomaba toda una vida.

El olor de la fruta asaltó sus fosas nasales y miró hacia atrás. Se

echó a reír. Uno de sus lugartenientes había dicho que estaba loco.

El hijo de puta había muerto con esas palabras en sus labios. Jesse

no tenía paciencia para la negatividad.

Viajaba con las cajas a su gusto, inofensivas. En caso de ser

detenido, era la fruta que su abuela vendía en el puesto.

Él no lo sería. Jesse era un conductor consciente.

A pesar de que pagaría una fortuna por ver las expresiones en las

caras de los policías en caso de que consiguieran un vistazo de lo

que había debajo.

Eso valdría la pena por el precio de admisión.

Mientras los kilómetros pasaban, se centró en los negocios que

ahora tenía en su mente. Primero la segunda fase de su venganza.

La gloria más tarde.

Palmeando su teléfono celular robado, marcó el número al que

planeaba llamar más de una vez. Esperó a que el hombre

respondiera, la anticipación casi haciéndoselo difícil.

—¿Hola?

Había esperado una eternidad para este momento. Una puta vida.

Jesse ronroneó su saludo en el teléfono.

—Alguna vez te preguntaste… ¿y si no fue un accidente?

Poniendo fin a la llamada, cerró el teléfono, le limpió las huellas

con su camiseta, y lo arrojó por la ventana.

Riendo, golpeó el acelerador.

Muchos kilómetros antes de que se durmiera.

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Adelanto-Prólogo

Ride the Fire Traducido por Itorres

Corregido por LadyPandora

a noche que se acabó el mundo, Blair Tanner le había dicho

a su marido que se fuera al infierno.

La pelea había sido una estupidez. Sólo una de las muchas

que habían tenido últimamente, un ir y venir como gatos

escaldados en un saco. Sean apoyó la espalda contra la rejilla del

motor 171, con los brazos cruzados sobre el pecho y miró por la

puerta abierta de la bahía de la estación de bomberos, viendo las

hojas marrones de los árboles a la deriva tiradas en el suelo de

afuera.

Todo el mundo suponía que él y Blair eran completamente felices,

la quintaesencia de la pareja de Barbie y Ken, con sus dos hijos

preciosos, por no hablar de un par de vehículos buenos, viviendo

en una extensión que nunca sería capaz de permitirse el lujo de no

ser por el trabajo de fantasía de Blair. Sean resopló, calculando

por lo menos que uno de esos puntos era el clavo.

Su hijo adolescente y su hija de seis años de edad, eran perfectos.

Incluso más que el trabajo que tanto amaba, él respiraba por sus

hijos. Sin embargo, no de acuerdo con su cabreada mujer, cuando

más temprano habían hablado por teléfono.

Tu hijo va a estar tan decepcionado. ¿Cómo puedes hacerle esto a él,

Sean?

Bobby lo entiende. No puedo dejar a mis hombres en un aprieto…

L

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Oh, ¡ahórratelo! Siempre con las excusas y ellos están creciendo. Ya

sabes, si no puedes apreciar lo que tienes aquí, alguien más podría.

¿Qué diablos se supone que significa eso? ¿Blair?

—Hey, Cap. ¿Qué pasa con la cara larga? ¿Problemas en el paraíso

otra vez?

Sean se volvió para ver al arrogante Clay Montana, sonriendo

como un tonto.

—¿Es mi nombre Sean Tanner? —No pudo evitar devolverle la

sonrisa a su vaquero residente.

—Ouch. —Clay hizo una mueca de simpatía—. Eso es lo que

sucede cuando se rompe la primera regla de la soltería.

—¿Cuál es esa?

—Nunca duermas con la misma mujer dos veces a menos que

quieras acabar como tú, un calzonazos y con un par de mocosos

mordiendo los tobillos.

Sean se echó a reír, sacudiendo la cabeza al ver la expresión

sincera del vaquero. El tipo no estaba bromeando.

—¿Sí? Al menos sé dónde ha estado mi mujer y me gustan

bastante mis renacuajos, gracias.

Clay se encogió de hombros.

—Lo que sea, es tu presión arterial, no la mía. Así que, ¿qué pasó?

—Blair se cabreó porque trabajo tiempo extra esta noche en vez

de ir con ella y Mia a ver el partido de fútbol de Bobby. Él es el

mariscal de campo titular de nuevo y lo está haciendo muy bien

desde que asumió el control debido a que el niño que tenía ese

puesto se lesionó. Incluso se acercaron un par de exploradores

universitarios. —Su pecho se hinchó de orgullo por eso.

—Hey, ¡eso es genial! Por Bobby, de todos modos. Podemos

probablemente rolarte si quieres ir y ver el último medio tiempo.

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Por lo menos, podemos tratar de llamar al teniente para que te

cubra.

Durante un largo momento, estuvo tentado.

—No, está bien. Ya le pregunté a Six Pack. No podía hacerlo y no

quiero dejarte corto de un hombre. Además, hay un par de

partidos en la temporada regular y le prometí a Bobby que iría a

esos.

—Es una mierda ser el jefe, ¿eh?

—Sólo cuando tengo que decepcionar a mis hijos para arrearlos a

ustedes, payasos —dijo, dándole al otro hombre una sonrisa—.

Algún día lo entenderás.

Clay se estremeció.

—No yo, hombre. De ninguna manera me verás con la soga de oro

al cuello.

Sean se rió al mismo tiempo que Clay se dirigía hacia el interior,

probablemente para hacerse útil haciendo algo. Sean pensó que su

amigo protestó demasiado. Los bomberos eran personas de la

familia, cuidadoras de corazón. Todos cayeron finalmente y

apostaría a que Clay no sería diferente.

La noche se arrastró a un ritmo muy lento con sólo un par de

llamadas de menor importancia y Sean empezó a pensar que había

renunciado a su día libre por nada. Pero si no hubiera estado, la

estación habría conseguido llamadas de algún desastre real y él

hubiera acabado allí de todos modos.

La ley de Murphy.

Era casi un alivio cuando los enviaron a un accidente, excepto que

éste era mayor, con dos posibles víctimas mortales y una tercera

persona, un niño gritando, atrapado en el coche en llamas. En el

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asiento del pasajero delantero del quint1, Sean miró fijamente

hacia la carretera, sabiendo que el tiempo no estaba de su lado. No

iban a lograrlo antes de que el fuego consumiera el vehículo y

esperaba que la policía o los transeúntes pudieron liberar al niño

y cualquier otra persona involucrada.

Detrás del volante, Clay hizo un gesto a la hoguera en la distancia,

cada vez más cerca.

—¿Eso es lo que creo que es?

—Tan seguro como el infierno —dijo John "Val" Valentine con

gravedad desde la parte posterior—. Tenemos un coche golpeado

por un camión de dieciocho ruedas, amigos.

La policía aún no había llegado. El camión de dieciocho ruedas

estaba estacionado a un lado como si tuviera algún tipo de

problemas en el motor. El coche había golpeado la plataforma de

detrás y estaba totalmente envuelto en las llamas, también el

fuego empezaba a hundirse en la parte de atrás de la gran semi.

Clay acercó el quint tan cerca cómo se atrevieron, la ambulancia

en su cola, y todos ellos saltaron. Clay y otro hombre se

apresuraron a coger las mangueras, mientras que Sean y los otros

fueron a evaluar la situación, a comprobar a los sobrevivientes y

sus lesiones. Otros coches se habían retirado del fuego y los

testigos sorprendidos miraban el espectáculo, un par de mujeres

sollozaban.

Una mujer mayor agarró la manga del grueso saco de Val.

—¡Ellos n-no pudieron sacar a la niñita! El chico más grande, que

era quien conducía el coche, y… y la mujer, estaban muertos. Pero

la pequeñita estaba gritando por su padre para que apagara el

fuego y - y... —La mujer se llevó una mano a la boca, vencida por el

recuento de los terribles acontecimientos.

1 Quint: Camión de bomberos. El nombre quint se deriva del prefijo latino quinque-, que significa cinco, y se refiere a las cinco funciones que un quint ofrece: bomba, tanque de agua, mangueras contra incendios, dispositivos aéreos, terrestres y escaleras.

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Dulce Jesús. Sus palabras hicieron correr sangre fría en Sean.

—Señora, ¿hay algún otro sobreviviente sobre el que sepa?

—El conductor del camión dice que está bien. Está allí —dijo ella

con voz temblorosa y señaló. Sean siguió el gesto de un hombre

angustiado sentado en el acotamiento de la carretera, con el rostro

entre las manos y dudó que el hombre estuviera bien en absoluto.

—Val, comprueba al conductor, mientras voy a hablar con los

testigos.

—Lo tengo, Cap.

Quitándose su sombrero de la cabeza, Sean se volteó y comenzó a

caminar hacia el infierno y los testigos agitados. Tres hombres

paseaban demasiado cerca del fuego, con expresiones sin

esperanza en sus rostros. No había nada que podrían haber hecho

y Sean sintió lástima por los pobres bastardos. Nadie debería

tener que encontrarse con algo tan triste como esto.

Abrió la boca para gritar a los tres hombres que regresaran… Y ahí

fue cuando vio la placa en la parte de atrás del coche, encrespada y

ennegrecida bajo el intenso calor. Vio las letras y números que

estaban asomándose rápidamente a través de las llamas.

El coche de Blair.

Un niño mayor y una mujer.

Una niña gritando por su papi para que apagara el fuego.

—No. —Se detuvo, enraizado en el lugar, su mente resistiéndose a

la verdad. No dispuesto a hacer la conexión final, que lo hiciera

real.

Porque si era real, no tenía nada. Era nada. Nada sin su familia.

Sus hijos.

—Oh, Dios…

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Sus rodillas se doblaron, golpeó el asfalto. Se esforzó por tomar un

respiro, para gritar, pero sus pulmones se congelaron.

—¡Cap! Cap, ¿qué pasa? ¡Hábleme! —Alguien se agachó a su lado y

una mano enguantada le agarró el brazo.

—Ese coche —susurró—. Ese es el auto de mi esposa. Mi familia…

—¿Qué? No, no, estoy seguro de que está equivocado. ¿Sean?

La verdad barrió, negra y amarga como el hedor de la gasolina y

los cuerpos en llamas, y no podía parar las imágenes.

Blair. Bobby. Mia, su dulce bebé.

Blair tenía razón al condenarlo al infierno. Había puesto el trabajo

por encima de su familia y había pagado el precio más alto. No los

merecía, y ahora...

No, por favor, Dios.

Por favor.

Se dejó caer de lado, cayendo en la oscuridad.

—¿Sean? Oh, Jesús. ¡Que alguien me ayude por aquí!

Pero no había ninguna ayuda para él.

Nunca más.

Fin del Adelanto…

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Próximo libro

Después de perder a su esposa e hijos

en la tragedia, el capitán Sean Tanner

ahogó su dolor con alcohol. Ahora,

recién salido de rehabilitación, quiere

recuperar la confianza de su equipo y

comenzar de nuevo. Lo último que

necesita es tener sentimientos por una

hermosa bombero Eve Marshall. Pero

aun cuando se atreven a explorar su

creciente deseo, Sean se entera de que

su familia pudo realmente haber sido

asesinada. Y que una sombra de su

pasado ha regresado para acabar con

Sean y con cualquier persona que ama.

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Jo Davis

La autora superventas Jo Davis, más

conocida por sus populares bomberos

de la estación Cinco, escrita como Jo

Davis y su oscura y sexy serie

paranormal Alpha Pack, como JD Tyler.

Prymal law, el primer libro de la serie

Alpha Pack, es la ganadora del National

Reader's Choice Award en Paranormal.

También ha sido finalista múltiple en el Colorado Romance Writers

Award of Excellence, finalista en el Bookseller's Best Award, ha

capturado el premio Medallón HOLT del Mérito y ha sido

nominada dos veces al Australian Romance Reader en suspenso

romántico.

Los libros de Jo aparecen regularmente en la Neilson Bookscan,

Barnes and Noble, BooksOnBoard y en las listas de libros más

vendidos de Amazon, entre otros.

Jo está actualmente trabajando en la serie SUGARLAND BLUE, un

spin-off de sus bomberos de la estación cinco, y su nueva trilogía

romántica contemporánea TORN BETWEEN TWO LOVERS

amores, prevista en octubre de 2013 con RAW. También está

publicando una nueva serie del FBI, ARMED AND DEADLY, que se

publicó en otoño de 2013 con ONE LAST KISS. Jo vive en Texas con

sus dos hijos y un lindo Boston terrier.

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Créditos Moderadoras

Jadasa Bo

Gabba

Lizzie

Debs

Raiza23

EstefaniaNrvz

Itorres

Traducción

nelshia

Martinafab

Aяia

Otravaga

Debs.

Ana Cr

Poxi

Jadasa Bo

Helen1

Kasycrazy

rihano

Isa 229

Itorres

Flochi

Fanny

Lizzie

AariS

Poxi

Emii_Gregori

Pandora Rosso

Corrección

Nony_mo

obsession

Caamille

Gabba

LadyPandora

veroonoel

La BoHeMiK

Recopilación y revisión

LadyPandora

Diseño

July

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Visítanos

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