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SONIDOS DEL CEMENTERIO CARLOS BERLANGA Texto Alex Romero Dibujo Lola Sánchez Atropellar al amado infiel (con un coche sin luces, en una calle desierta y, por supuesto, bien escogida la noche ideal). Tres tiros hacen callar a una boca que responde con evasivas. Sacerdotisas de dioses olvidados comen carne humana (ya sea cuchifrita o a la brasa). Cementerios saqueados en busca de carne, huesos y algo más. ¿Qué tenía que ver la muerte con Carlos Berlanga, el hombre que iba a cumplir ciento veinte años sin ti? ¿No habíamos quedado en que eso, esa pequeñez, esa insignificancia que ni siquiera vale la pena nombrar, era a lo sumo un ingrediente para uso a discreción en los pequeños melodramas que escribía con Nacho Canut? Igual que la soledad, la tristeza y el desengaño: piezas de atrezzo, objetos chic para el decorado de la enésima opereta irónica.

Presentación berlanga

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SONIDOS DEL CEMENTERIOCARLOS BERLANGA

Texto Alex Romero Dibujo Lola SánchezAtropellar al amado infiel (con un coche sin luces, en una calle

desierta y, por supuesto, bien escogida la noche ideal). Tres tiros hacen callar a una boca que responde con evasivas. Sacerdotisas de dioses olvidados comen carne humana (ya sea cuchifrita o a la brasa). Cementerios saqueados en busca de carne, huesos y algo más.

¿Qué tenía que ver la muerte con Carlos Berlanga, el hombre que iba a cumplir ciento veinte años sin ti? ¿No habíamos quedado en que eso, esa pequeñez, esa insignificancia que ni siquiera vale la pena nombrar, era a lo sumo un ingrediente para uso a discreción en los pequeños melodramas que escribía con Nacho Canut? Igual que la soledad, la tristeza y el desengaño: piezas de atrezzo, objetos chic para el decorado de la enésima opereta irónica.

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Y, de buenas a primeras, se muere Carlos Berlanga. ¿Será posible? Aunque ya venía avisando en entrevistas varias sobre sus problemas de salud, tan inverosímil resultó el hecho consumado que (cuentan los que lo vieron) algún cretino televisivo llegó a telefonear en directo a uno de los hermanos del difunto en pleno luto para preguntar si aquello era broma o qué.

La historia pública de Berlanga es conocida, de forma relativamente injusta (aún se comenta la propensión de nuestro hombre a esperar una imposible fama sin engorros, tocando en sus primeros conciertos oculto detrás de los altavoces), como hilo secundario enhebrado en una trama principal, la carrera de la diva Alaska.

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Berlanga y su amigo de siempre Nacho Canut toman contacto con Olvido Gara y el Zurdo, compadre habitual de entonces, en el rastro madrileño. De ese encuentro emerge Kaka de Luxe (originalmente Shit de Luxe) y de Kaka de Luxe, el trío Canut/Gara/Berlanga pasa a formar Alaska y los Pegamoides. Berlanga, principal compositor del grupo, abandona a unos Pegamoides en pleno éxito (entre otros motivos, porque un nuevo miembro, Eduardo Benavente, le va comiendo terreno) y forma Dinarama, donde acaban recalando primero Canut y después la propia Alaska. Y de nuevo, Berlanga abandona una formación exitosa, esta vez para buscar una carrera en solitario.

Años de oscuridad para unos y otros: Canut y Alaska embarcados en un proyecto, Fangoria, por entonces muy lejano al éxito masivo que han recuperado más de diez años después, y Berlanga desterrado en sellos minúsculos que no pueden promocionar sus muy espaciados caprichos discográficos. El último, dos años antes de su muerte, en verano del 2002.

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¿Es esta una fábula moral? ¿Son Berlanga y Alaska la cigarra y la hormiga que, aun con todos los matices, proponen los libros de Rafa Cervera (“Alaska y otras historias de la movida”) y Mario Vaquerizo? ¿Cuál es el fondo, si lo hubiera, de todas esas canciones irónicas que resuelven el desengaño amoroso con un homicidio fulminante, unos años de prisión y un oportuno cambio de ciudad en la inestimable compañía de una tarjeta de crédito bien provista por la herencia del asesinado? Canciones tan divertidas (y melancólicas) como “Rayos de plasma” o “Safari emocional” (en “Vía satélite”, 1997), escritas bajo gafas de sol que ocultaban ojos hinchados por el llanto.

Así, la muerte lo quiso con sus defectos, y lo quiso en el 2002.

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