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Universidad Nacional de Quilmes Universidad Nacional de Quilmes Universidad Nacional de Quilmes Universidad Nacional de Quilmes Universidad Nacional de Quilmes Agosto de 2003 Agosto de 2003 Agosto de 2003 Agosto de 2003 Agosto de 2003 ARTÍCULOS Las ciencias sociales: ¿por qué y para qué? Noemí Girbal-Blacha Hacia una clasificación de los regímenes políticos en Latinoamérica, 1945-1999 Mainwaring, Brinks y Pérez Liñán Corrupción y democracia Mitchell Seligson Participación militar en la administración pública y democrática en el Brasil Suzeley Kalil Mathias Análisis crítico del sistema electoral argentino. Evolución histórica y desempeño efectivo Abal Medina y Suárez Cao SECCIÓN TEMÁTICA De los “estallidos” provinciales a la generalización de las protestas en la Argentina Gabriela Delamata ¿Autogobierno o representación? La experiencia de las asambleas en la Argentina Pérez, Armelino y Rossi NOTAS DE INVESTIGACIÓN Defensa misilística: qué hay detrás del NMD Juan López Chorne 14 REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES ISSN: 0328-2643

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ARTÍCULOS

Las ciencias sociales: ¿por qué y para qué?Noemí Girbal-Blacha

Hacia una clasificación de los regímenespolíticos en Latinoamérica, 1945-1999

Mainwaring, Brinks y Pérez Liñán

Corrupción y democraciaMitchell Seligson

Participación militar en la administración públicay democrática en el Brasil

Suzeley Kalil Mathias

Análisis crítico del sistema electoral argentino.Evolución histórica y desempeño efectivo

Abal Medina y Suárez Cao

SECCIÓN TEMÁTICA

De los “estallidos” provinciales a la generalizaciónde las protestas en la Argentina

Gabriela Delamata

¿Autogobierno o representación? La experienciade las asambleas en la Argentina

Pérez, Armelino y Rossi

NOTAS DE INVESTIGACIÓN

Defensa misilística: qué hay detrás del NMDJuan López Chorne

14

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REVIS

TA D

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CIAS

SOCIA

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REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES

Universidad Nacional de QuilmesUniversidad Nacional de QuilmesUniversidad Nacional de QuilmesUniversidad Nacional de QuilmesUniversidad Nacional de Quilmes

ISSN: 0328-2643

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Universidad Nacional de Quilmes

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Vicerrector de Relaciones InstitucionalesMario Greco

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Vicerrector de Asuntos AcadémicosLuis Wall

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La Revista de Ciencias Sociales es una publicación semestral de la Universidad Na-cional de Quilmes, Roque Sáenz Peña 180 (B1876BXD) Bernal, Buenos Aires, Repú-blica Argentina. Fax: (54-1) 4365-7101. ISSN: 0328-2643. Suscripciones: individual$ 30.-, Institucional $ 35.-, Exterior U$S 25.- Cheques y giros a nombre de la Univer-sidad Nacional de Quilmes.

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R E V I S T A D EC I E N C I A SS O C I A L E S

14Universidad Nacional de Quilmes

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REVISTA DECIENCIAS SOCIALES

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Presentación 5

ARTÍCULOS

Las ciencias sociales:¿por qué y para qué?Noemí Girbal-Blacha 7

Hacia una clasificaciónde los regímenes políticosen Latinoamérica, 1945-1999Mainwaring, Brinks y Pérez Liñán 31

Corrupción y democraciaMitchell Seligson 67

Participación militar en la administraciónpública y democrática en el BrasilSuzeley Kalil Mathias 97

Análisis crítico del sistema electoralargentino. Evolución históricay desempeño efectivoAbal Medina y Suárez Cao 121

SECCIÓN TEMÁTICA

De los “estallidos” provincialesa la generalización de las protestasen la ArgentinaGabriela Delamata 151

¿Autogobierno o representación?La experiencia de las asambleasen la ArgentinaPérez, Armelino y Rossi 175

NOTAS DE INVESTIGACIÓN

Defensa misilística:qué hay detrás del NMDJuan López Chorne 207

RESEÑAS 239

1111144444 SUM

AR

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Presentación

“[...] la indescifrable providenciaque administra lo pródigo y lo parco.”

Jorge Luis Borges

Abre este número un trabajo de Noemí Girbal dedicado al examen de lasciencias sociales. Cómo y qué se mira y se trabaja en este gran campo dedisciplinas –que contra la opinión de la Ilustración, el antirracionalismopostuló escindido del de las ciencias hoy llamadas “duras”– son las pre-guntas fundamentales que se formula, con referencia a la Argentina. Y locierra un texto de Juan López Chorne que aborda un tópico específico –einquietante– de la agenda de seguridad internacional. Entre ambos, seinstala la sempiterna política: Scott Mainwaring y Aníbal Pérez Liñán seafanan por clasificar los regímenes políticos latinoamericanos –especialreconocimiento de esta dirección merece el gesto de Mainwaring de ha-cerse cargo del costo de la cesión de derechos de este artículo–, MitchellSeligson trabaja sobre Ecuador, Suzeley Mathias sobre el Brasil, y AbalMedina y Suárez Cao sobre el sistema electoral argentino. La SecciónTemática: “Crisis política y protesta social”, que incluye artículos deGabriela Delamata y de Pérez, Armelino y Rossi (los tres, coautores), bienque con una inflexión que es importantísima en la Argentina de hoy, abordatambién una problemática de índole primariamente política.

No sé yo bien si esta destacada presencia de cuestiones políticas en elcuerpo de la revista responde a un imperativo de la hora o es una casua-lidad. Lo aleatorio –el azar de Arquíloco, la fortuna de Maquiavelo– siem-pre mete la cola. Pero es difícil sustraerse a la impresión de que algo hayen el ambiente. Al fin y al cabo, el Brasil y el Ecuador han tenido justa-mente una renovación presidencial este año. Y la Argentina se apresta atenerla, no obstante que, en el momento de redactar estas líneas, CarlosMenem acaba de rehuir presentarse en las elecciones de segunda vueltay una neblina de preocupación nos enturbia la renovada esperanza.

Comoquiera que sea, aquí va este N° 14 amarrado a la política, envuel-to en su tumulto, amparado en su fascinación.

Ernesto LópezBernal, mayo de 2003

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* CONICET/ Universidad Nacional de Quilmes.

Las ciencias sociales: ¿por qué y para qué?

Noemí Girbal-Blacha*

Social Sciences: why and what for?

From single individuals to social actors, from society to socialnetworks, from macro to micro analyses, Social Sciences haverenewed themselves in the last fifteen years. They have quicklymutated their objects and ways of research, in a context of cri-sis, but also of interdisciplinary work, of changes in the scale ofobservation. The disappearance of great paradigms modifies thescience conception in itself. (J. Le Goff) These sciences must, asin other times or, perhaps, more acutely than in othercircumstances, achieve an important aim. They have to carryon a precise diagnosis of inequity and actual crisis, to contributeto a pluralist and interdisciplinary debate in order to solvedefinitely the most grave effects of this extended crisis whichnot only has economic aspects but social, institutional, culturaland political sides. Social Sciences must tackle the task withoutthe aid of references, that seem to be non-existent. In order torecover collective memory the challenge lays in reviewing, fromtoday, the roads trodden in the past, inside and outside nationallimits, trying to contribute to a national reconstruction.

1. Pensar en voz alta

La crisis profunda y sin precedentes en que está inmersa la RepúblicaArgentina supera las nefastas consecuencias de su extraordinaria eineficiente deuda externa; afecta los fundamentos esenciales de la na-ción, de sus instituciones y de la identidad nacional. Desconcierto y año-ranza de un pasado mejor alimentan el divorcio entre una dirigencia po-lítica ajena a los problemas nacionales y la gran mayoría de la sociedadargentina, más de un 50 % de la cual está sumida en los efectos queacompañan a la pobreza, la marginalidad y la ausencia de un futuro cer-tero. Reconstruir la memoria colectiva, posiblemente adormecida por losautoritarismos del pasado y la angustia del presente, derivada de la faltade normas de referencia y de la aplicación efectiva de la justicia, se pre-senta como una necesidad impostergable.

La ausencia de propuestas y de proyectos capaces de recomponer lasrelaciones sociales en el interior del Estado, de construir una hegemoníarepresentativa –hoy ausente– que asegure la gobernabilidad con demo-

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8 NOEMÍ GIRBAL-BLACHA

1 Ariel Barrios Medina y Alejandro C. Paladini (comps,), Escritos y discursos del Dr.Bernardo A. Houssay, Buenos Aires, Eudeba, 1989, p. 366.

2 Evelyn Fox Keller, Lenguaje y vida. Metáforas de la biología en el siglo XX, BuenosAires, Manantial, 2000, pp. 11-30.

3 Ariel Barrios Medina y Alejandro C. Paladini (comps.), Escritos y..., cit., pp. 284-285.

4 Ibid., p. 348.

cracia e indique un camino de salida, aunque sea azaroso y sacrificado,obligan a una reflexión crítica para contribuir a la solución de los proble-mas nacionales, desde el conocimiento multidisciplinar de las cienciassociales y humanas. Son los aportes de estas áreas consideradas –poralgunos– las “menos científicas” de las ramas de la ciencia en sentidoestricto y positivista, los que, como en otros tiempos, deben y tienen queser parte de la solución de los problemas estructurales que afronta hoy laRepública Argentina y sus habitantes.

En abril de 1961, Bernardo Houssay ya destacaba, en su condición deinvestigador científico y presidente del Consejo Nacional de Investigacio-nes Científicas y Técnicas (CONICET), no sólo que “la ciencia y las técnicashan transformado completamente la vida humana”, sino que “la principalfuerza de una nación moderna está constituida por la calidad y cantidadde investigadores científicos y de técnicos capaces de que dispone [...] Existeun evidente paralelismo –afirmaba– entre el desarrollo científico y el ade-lanto económico y la fuerza real de las naciones en el momento actual”.1

La “eficacia particular de las metáforas científicas”2 depende de losrecursos sociales tanto como de los tecnológicos y materiales, porque sibien la realidad no se construye sólo con el lenguaje, sin duda la discu-sión ayuda a mantener viva la presencia de la ciencia en un mundoglobalizado; especialmente, cuando resulta evidente que el lenguaje cien-tífico cumple funciones cognitivas pero también políticas. Atendiendoconceptualmente a las palabras de Luis Pasteur, pronunciadas hace yamás de un siglo, el cultivo de las ciencias es “más necesario para el esta-do moral de una nación que para su prosperidad material”, siguiendo surazonamiento, se advierte que ellas “introducen en el cuerpo social ente-ro el espíritu filosófico o científico, ese espíritu de discernimiento quesomete todo a un razonamiento severo, condena la ignorancia, destruyelos prejuicios y los errores”.3 Parafraseando a Houssay puede sostenerseque “la jerarquía y el poderío de una nación dependen en grado funda-mental de su desarrollo científico y técnico en perpetua evolución”, por-que de ese patrimonio cultural dependen, como él mismo afirmara en1958, “la salud, el bienestar, la riqueza, el poder y hasta la independen-cia de las naciones”.4

A modo de compromiso y reconstrucción de la memoria colectiva con-viene, entonces, pasar revista desde el presente al camino recorrido, den-tro y fuera de las fronteras del país, como un aporte a la reconstrucciónnacional.

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LAS CIENCIAS SOCIALES: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ? 9

2. Las ciencias sociales y su compromiso con la sociedaddurante la primera mitad del siglo XX

El “progreso indefinido” auspiciado por el positivismo de las dos últimasdécadas del siglo XIX sirve de base a una verdadera revolución técnica eindustrial que no sólo modifica la producción, también da renovados per-files a la vida cotidiana. La Exposición Universal reunida en París hacia1900 –y de la cual participa la República Argentina– es una expresiónacabada de esos avances tecnológicos; mientras –en 1905– Albert Einsteinelabora su primera teoría de la relatividad y revoluciona la física moder-na. En las primeras décadas del siglo XX las grandes naciones se repartenel mundo. Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos tutelan e im-pulsan un imperialismo que se afirma en el capitalismo liberal de la cen-turia anterior, pero que se destaca entonces por la concentración del po-der económico. Urbanización, relaciones mercantiles, burocracia, clasemedia, individualismo, son sólo algunos de los elementos transformado-res de las relaciones sociales.

Frente a un mundo que se transforma vertiginosa y profundamente,¿qué responsabilidad asumen entonces las ciencias sociales? Los soció-logos hablan del pasaje de la comunidad a la sociedad, “de la solidari-dad mecánica ligada a la moral y a la religión, a la solidaridad orgánicaligada a la posición de los individuos en un grupo social determinado”.Émile Durkheim –por su parte– representa el tránsito de la tradición ala racionalización, mientras Sigmund Freud presenta en sociedad el psi-coanálisis, apenas iniciado el siglo XX, y hacia 1915 sintetiza su concep-ción acerca de la “ciencia del inconsciente”. Carl Jung (futuro fundadorde la Asociación Psicoanalítica Internacional) formula sobre la base delas teorías freudianas su conceptualización sobre “el inconsciente co-lectivo” estructurado alrededor de arquetipos y Alfred Binet crea –du-rante el primer lustro del siglo– su test para medir la inteligencia huma-na. Edmund Husserl –considerado el padre de la fenomenología– avan-za, entre 1907 y 1911, en sus ideas directrices acerca de “la intencio-nalidad” (Franz Brentano) y los fenómenos mentales ligados a las ideasmatemáticas.

Desde una perspectiva económica Georg Simmel con su “filosofía deldinero” alude a los vínculos entre economía monetaria y relaciones socia-les, Werner Sombart presenta su visión del capitalismo moderno (asocia-do con el imperialismo, los monopolios y el desarrollo científico) y VilfredoPareto inaugura una nueva vertiente de la economía política: la economíadel bienestar. Todos ellos dan muestras de su compromiso con los pro-blemas socioeconómicos del momento. Un compromiso que, en la décadade 1910, se renueva con Joseph Schumpeter, cuando analiza el desarro-llo y los ciclos económicos, con su dinámica propia inducida por la inno-vación tecnológica. Los intelectuales se suman con sus aportes y la parti-

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10 NOEMÍ GIRBAL-BLACHA

5 “1900-2000. Un siècle de sciences humaines”, en Sciences Humaines 30, numéroexceptionnel, septiembre de 2000, pp. 7-29.

6 René Remond (dir.), Pour une histoire politique, Paris, Seuil, 1988; Paul Veyne,Comment on écrit l´histoire. Essai d´épistémologie, París, Seuil, 1971. A. Biard, D. Bourely E. Brian (dirs.), Henri Berr et la culture du Xxe. Siècle. Histoire, science et philosophie,París, Albin Michel, 1997; Lucien Febvre, Combats pour l´histoire, París, Armand Colin,1992; Fernando Devoto, “Itinerario de un problema: ‘Annales’ y la historiografía ar-gentina (1929. 1965)”, en Anuario IEHS 10, Tandil, IEHS/ Facultad de Ciencias Hu-manas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 1995,pp. 155-175.

cipación en los debates, a los asuntos que preocupan a la sociedad delmomento.5

Henri Berr y la creación –en 1900– de La Revue de sinthèse historique,entre muchos otros intelectuales y científicos del momento, dan cuentadel vínculo comprometido de las ciencias sociales y sus disciplinas con lacoyuntura a nivel mundial. Así mientras Gabriel Tarde, René Worms yÉmile Durkheim se disputan la hegemonía intelectual en el campo de lasociología, el debate entre sociólogos e historiadores se enriquece; espe-cialmente cuando éstos –liderados por Henri Berr, François Simiand,Lucien Febvre y Marc Bloch– anticipan la fundación de la Escuela de losAnnales (1929) y los enfoques totalizadores en la historia, que para me-diados del decenio de 1920 Marcel Mauss ejemplifica a través del “hechosocial total”. Paul Vidal de la Blache presenta su concepción del espacioen la geografía francesa, que habrá de tener proyección en todo el mundooccidental. Frederick Taylor propone sus teorías sobre la organizacióncientífica del trabajo, mientras –en 1905– como máximo representante dela sociología alemana, Max Weber muestra cómo el estilo de vida y lamoral protestante permiten una valorización del trabajo y de la acumula-ción de la gestión.6

El pragmatismo –como teoría del conocimiento– avanza con el siglo XX

desde los Estados Unidos, encarnado en la figura del filósofo William James;en tanto John Dewey defiende en materia educativa la creación de conoci-miento a partir de la experiencia, evaluando el valor y la relatividad delmismo, como lo expone durante 1916 en “Democracia y educación”. Másallá de los nombres y las querellas, al decir de Max Weber, la emergenciade las nuevas relaciones sociales es sólo un aspecto de la racionalizaciónde la vida social; y frente a la declinación de lo religioso, el desarrollo de laciencia, de la técnica, de la administración, de la gestión, de la organiza-ción del trabajo, pasan a formar parte de los temas que los sociólogos yfilósofos discutirán durante la primera parte del siglo XX.

Los “notables” que componen entonces la dirigencia política argentinano permanecen ajenos a estos debates intelectuales y suelen expresar suadhesión al positivismo de Augusto Comte y de Herbert Spencer. Se aproxi-man o se distancian de esas discusiones, adhieren o critican a sus máxi-mos exponentes académicos, pero las lecturas de las obras sobresalien-tes del pensamiento occidental forman parte de la aproximación que la

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LAS CIENCIAS SOCIALES: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ? 11

7 Natalio R. Botana, El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916,Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1977.

8 Elie Cohen, “Le keynésianisme, avec et sans Keynes”, en Pascal Ory (dir.), Nouvellehistoire des idées politiques, París, Pluriel, 1993, pp. 598-611.

9 Clarín, sección Cultura y Nación, Buenos Aires, 26 de octubre de 2002, pp. 1-3.10 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX (1914-1991), Barcelona, Crítica-Grijalbo

Mondadori, 1995, caps. 2 y 5.

Argentina –país de inmigrantes, agroexportador y receptor de capitalesexternos– mantiene con el mundo europeo, con el que teje fuertes lazoscomerciales, financieros, y también culturales. Basta leer la correspon-dencia, las obras, algunos borradores y proyectos de estos dirigentes (Ju-lio A. Roca, Bartolomé Mitre, Carlos Pellegrini, Bernado de Irigoyen, Joa-quín V. González, Juan B. Justo, Roque Sáenz Peña, Alfredo Palacios,Alejandro Bunge, entre otros), para advertir esas influencias y aun elrechazo respecto de algunos de los planteos enunciados.7

La Primera Guerra Mundial, sus tensiones y lo que John Keynes lla-maría “las consecuencias económicas de la paz”,8 entre las que se desta-ca la prosperidad americana en ascenso sostenido y las “nuevas fronte-ras” del inestable mundo europeo, la Revolución Rusa de 1917 y el nuevopoder bolchevique, la afirmación de los movimientos nacionalistas, laactiva presencia de las mujeres en el mundo del trabajo, son algunos delos factores que inciden en los cambios que acompañan el desarrollo delas ciencias sociales, en “los años locos”, previos al crac mundial de 1929.Son tiempos prodigiosos, de “inaudita explosión creadora”; cuando –en-tre otros destacados intelectuales– James Joyce publica su Ulises, MarcelProust da a la imprenta el tomo 4 de En busca del tiempo perdido y elpoeta y ensayista Tomás S. Eliot edita La tierra baldía.9 Una de las expre-siones más acabadas de la época es la ruptura con la lógica aristotélica,que da nacimiento a la lógica moderna. Al mismo tiempo y con los apor-tes de la llamada Escuela de Chicago, se evalúa una nueva imagen delhombre contemporáneo: el hombre marginal, híbrido, decadente, inmer-so en el ámbito de la ciudad moderna y –en consecuencia– dual,ambivalente. El filósofo y psicólogo alemán Karl Jaspers presenta sutipología de las “concepciones del mundo”, que sirven de base para carac-terizar las relaciones que el hombre traba con el mundo. Un mundo com-plejo y contradictorio que asiste al ascenso político de Adolfo Hitler, a lallegada de Benito Mussolini al poder y a la asunción de José Stalin comosecretario general del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas So-cialistas Soviéticas.10

Viena es hacia fines de la década de 1920 la capital intelectual delmundo occidental. Es aquí donde aparece (en 1929) un manifiesto titula-do “La concepción científica del mundo”, surgido de un grupo reducidode intelectuales que se opone al espíritu especulativo propio del pensa-miento que imperaba entonces. Libertad, creatividad y autonomía se con-vierten en los desafíos a consolidar en el campo de la llamada “educación

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12 NOEMÍ GIRBAL-BLACHA

11 Pascal Engel, “La philosophie peut-elle échapper à l´histoire?”, en Jean Boutiery Dominique Julia, Passés recomposes, París, Autrement, 1995, pp. 96-111.

12 Sandra McGee Deutsch, Counter Revolution in Argentina, 1900-1932, Nebraska,University of Nebraska Press, 1986 (edición castellana Contrarrevolución en la Argen-tina. 1900-1932. La Liga Patriótica Argentina, Buenos Aires, Universidad Nacional deQuilmes, 2003).

nueva”; un espíritu renovado que, en parte, expresa simbólicamente JeanPiaget a través de sus obras editadas apenas iniciado ese decenio. Con-fluyen en el campo de las ciencias sociales las nuevas perspectivas y lasmiradas pesimistas. Oswald Spengler recoge su propia visión –con unespíritu decididamente pesimista que se refleja en el relativismo culturalque él expresa– a través de una morfología de la historia universal; lohace al mostrar “la declinación de Occidente”, que mucho tiene que vercon el sentimiento de desarraigo de la intelligentzia alemana, aquella quele permite distinguir la pujanza joven de “la cultura”, de la declinación,encarnada en “la civilización”. Al mismo tiempo, la versión inglesa, en-carnada en el historiador Arnold Toynbee, se expresa en una obra monu-mental de historia universal, que reproduce la metáfora biológica de lavida y de la muerte aplicada a las civilizaciones. No son éstas las únicasexpresiones de los tiempos que se viven. La crítica al mundo moderno–producto del espíritu de la crisis mundial– está presente también en lafilosofía de estos tiempos, especialmente en las concepciones del discípu-lo de Edmund Husserl, el filósofo alemán Martín Heidegger, que se expre-sa a través de sus escritos, plagados de neologismos acerca del hombreinmerso en la temporalidad.11

El pensamiento europeo, así como los cambios políticos y socioeco-nómicos ocurridos, dejan huella una vez más en los dirigentes argenti-nos. Desplazados del gobierno nacional desde 1916, los sectores “libera-les en lo económico pero conservadores en lo político” –poco dispuestos aconformar un partido político representativo que los contenga y los re-presente– expresan sus propuestas a través de instituciones corporativasque procuran reforzar la identidad nacional “con un espíritu racional-mente nacionalista”. El Museo Social Argentino (1911), la ConfederaciónArgentina del Comercio, la Industria y la Producción (CACIP, 1916), laAsociación Nacional del Trabajo (1918) y la Liga Patriótica Argentina (1919)son sólo algunas expresiones, disímiles pero convergentes, de la preocu-pación de gran parte de la dirigencia nacional frente al “peligro del maxima-lismo”, derivado –según afirman estos sectores– de las secuelas de la Re-volución Rusa. La elite intelectual, por su parte, expresa sus reclamossociales, políticos y económicos, frente al malestar social y los desajustesdel modelo agroexportador, en publicaciones periódicas como la Revistade Economía Argentina (dirigida por Alejandro Bunge, desde 1918) o laRevista de Ciencias Económicas, que expresa los aportes de los profeso-res, graduados y estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas dela Universidad de Buenos Aires, por citar sólo dos ejemplos.12

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LAS CIENCIAS SOCIALES: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ? 13

13 Noemí M. Girbal-Blacha, Adrián G. Zarrilli y Juan J. Balsa, Estado, sociedad yeconomía en la Argentina (1930-1997), Buenos Aires, UNQ, agosto de 2001, cap. 2.

14 Silvia Sigal, Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires,Puntosur, 1991, pp. 25-45. “1900-2000. Un siècle de sciences humaines”, en SciencesHumaines 30, numéro exceptionnel, septiembre de 2000, pp. 43-53.

En tiempos de crisis económica, como los que se inauguran hacia1930, de dictaduras extremas y de riesgos crecientes, el compromiso delos intelectuales, de los científicos, vuelve a manifestarse, aunque avan-cen entre la ilusión y el desconcierto. En medio de una sociedad exclu-yente y racista sienta sus bases la psicología social y el estudio de lasactitudes. En el campo de la economía, el sueco George Myrdal, siguien-do la línea keynesiana que a mediados de los ’30 revoluciona el pensa-miento económico, sostiene la imposibilidad de separar la economíanormativa de la economía positiva; descalifica la abstracción pura y sos-tiene que la economía no puede estar separada de la historia, la sociolo-gía y la política. La exclusión, la marginalidad, la angustia derivada dela crisis, cobran fuerza entre los temas abordados por los intelectualesde la década de 1930. Gilberto Freyre –por ejemplo– describe la estruc-tura patriarcal de la economía agraria del Brasil, Roberto Arlt –en Bue-nos Aires– refleja otros perfiles del desconcierto en sus Aguafuertes por-teñas. Mientras Raúl Scalabrini Ortiz reflexiona sobre estas cuestionesen El hombre que está solo y espera, Ezequiel Martínez Estrada lo hace–con otros perfiles y un lustro más tarde– en Radiografía de la pampa.13

Expresiones todas de un compromiso intelectual renovado que se en-carna profundamente y deriva de los problemas más acuciantes de lasociedad.

La antropología, que deviene entonces “cultural”, también se renuevabajo la influencia de los Estados Unidos (es Franz Boas el principal expo-nente de esta renovación). El hombre resulta forjado por la cultura. RuthBenedict y Margaret Mead marcan rumbos en la especialidad y en el com-bate feminista, antirracista y por la liberalización de las costumbres, delos modos de vida, consolidando el tenor de una antropología militante.En 1937 es el sociólogo norteamericano Talcott Parsons el que estudia laestructura de la acción social; lo hace apelando a las normas y a los rolessociales capaces de explicar cómo los individuos aceptan vivir en socie-dad y habrá de marcar con sus teorías a varias generaciones de intelec-tuales dispuestos a debatir sobre estas cuestiones de contundente tras-fondo social.14

Los tormentosos años de la Segunda Guerra Mundial que transcu-rren entre la resistencia, la represión y el exterminio, permiten –al mis-mo tiempo– la reconstrucción y la implementación de la economía diri-gida, el desarrollo de los derechos sociales, así como la creación de or-ganismos de diagnóstico y estadística para actuar en consecuencia conlos resultados. Una vez más, los intelectuales enmarcan su acción, susobras, su producción, en el contexto de las corrientes predominantes de

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14 NOEMÍ GIRBAL-BLACHA

15 Charles Pépin, “L’existencialisme. De la philosophie au mode de vie”, en SciencesHumaines 30, cit., pp. 58-59.

16 André Burguière, “L´anthropologie historique”, en François Bédarida (dir.),L’histoire et le métier d´historien en France 1945-1995, París, Editions de la Maisondes sciences de l´homme, 1995, pp. 171-185.

17 Ibid., pp. 55-65.

pensamiento. En la década del ’40, el marxismo y el existencialismo seconvierten en los extremos de una sociedad trágica. El pesimismoenmarca gran parte de sus expresiones filosóficas, literarias, políticas(vg. Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Georges Orwell). Es el existen-cialismo el que se transforma por entonces, prácticamente, en “un modode vida”, en el cual “la existencia precede a la esencia” y consolida unaverdadera filosofía de la libertad.15 Al mismo tiempo, la psicología expe-rimental abre nuevos campos del conocimiento humano y pretende darrespuestas a los jóvenes de la posguerra. Paralelamente la cibernética yla inteligencia artificial comienzan a abrirse paso en el mundo haciafines de la década de 1940, anticipando la idea de “sistema” asociadacon interacción, adaptación y regulación, que se arraiga en las décadasde 1950 y 1960, no sólo en la física, la biología, la ecología o la tecnolo-gía, sino en las ciencias humanas (antropología, sociología, ciencias po-líticas, psicología). El apogeo funcionalista en la antropología –por ejem-plo– se plasma como una herencia de la sociología francesa, la teoría delos sistemas sociales, sostenida por los trabajos de Edward Evans-Pritchard (Oxford), Bronislav Malinowski (New Haven) y Alfred Radcliffe-Brown (Cambridge)16 y sobre la base de los trabajos de dos importantesteóricos de formación estadounidense: Talcott Parsons (teoría de la ac-ción) y Robert K. Merton (aportes a la inestabilidad del sistema social).17

La dinámica del capitalismo, por su parte, impone el refuerzo delpapel jugado por el Estado, mientras se augura una postergada declina-ción capitalista, “una destrucción creativa”, en medio de las exigenciasde protección de las sociedades modernas, al decir del austríaco JosephA. Schumpeter y del húngaro Karl Polanyi. La “historia problema”, aus-piciada por la escuela francesa, se fortalece y anticipa la importancia dela experiencia pasada para una mejor comprensión de los problemassociales del presente. Mientras tanto, en el ámbito sudamericano, don-de estos aportes variados de las ciencias sociales se difunden, no sonpocos los reclamos implícitos a esas formulaciones, en medio de unmundo profundamente diferenciado. Es la obra de Josué de Castro,Geografía del hambre, aparecida en 1946, la que –como otras– anuncialas carencias de amplios sectores de la población del llamado “TercerMundo”, en medio de gobiernos populistas que –como en el caso argen-tino– bregan por la “justicia social” y la “independencia económica”, comoformas de arraigo y consolidación de la soberanía política. Lossimbolismos que refuerzan una identidad colectiva se expanden y ad-quieren las formas más variadas, para mostrar que la participación po-

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LAS CIENCIAS SOCIALES: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ? 15

18 Noemí M. Girbal-Blacha, “Dichos y hechos del gobierno peronista (1946-55). Lofáctico y lo simbólico en el análisis histórico”, en Entrepasados 13, fines de 1997, pp.63-78.

19 Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históri-cos, Buenos Aires, Paidós, 1993, segunda parte.

20 Michel Winock, Le siècle des intellectuels, París, Seuil, 1999, pp. 487-547; FrançoisFuret, Le passé d´une illusion, París, Robert Laffont-Calmann-Lévy, 1995; Phillippe Cabin,“Les intellectuels et le marxisme”, en Sciences Humaines 30, cit., pp. 68-69.

lítica es algo más que emitir el voto. Predominan las expresiones nacio-nalistas, pero también la demagogia y “el culto al líder”, que en la Ar-gentina se personalizan en Juan D. Perón y Eva Duarte de Perón.18

3. La segunda mitad del siglo XX

y los nuevos aportes de las ciencias sociales

La guerra fría, el tercermundismo y la no alineación son las característi-cas sustantivas derivadas del fin de la Segunda Guerra Mundial y con lasque se inaugura la segunda mitad del siglo XX. Sus efectos alcanzan a laempresa cultural y a sus expresiones más significativas; especialmentecuando el marxismo se extiende con fuerza en el mundo intelectual, queconfronta entonces, a partir del debate de ideas y principios.19 Esa con-frontación alcanza en 1955 una de sus máximas expresiones en la obrade Raymond Aron El opio de los intelectuales; un ensayo anticlerical quedescalifica, al mismo tiempo, al marxismo y su concepción de “la revolu-ción”, así como a los intelectuales que idolatran la historia y creen en lainfalibilidad partidaria. Es a ellos a los que asemeja a los hombres deIglesia. Aron polemiza con Sartre y –en tanto crítico– sus escritos se con-vierten en lectura obligada en las instituciones universitarias y se discu-ten en las redes de intelectuales y políticos. Una vez más el compromisode las ciencias sociales con la sociedad y la realidad imperante obliga a laopinión, al diálogo y al debate, tanto en las naciones centrales como enaquellas que les son tributarias. Kenneth Arrow –por su parte– lo hacecomo una prolongación de las discusiones propias de la economía y de laciencia política; se pronuncia en Preferencias sociales y valores indivi-duales sobre cómo diseñar una política pública de beneficios colectivospartiendo de las preferencias individuales y brinda un modelo para ladiscusión.20

En la vida cotidiana y al impulso de la psicología del niño de la cual elpsicólogo suizo Jean Piaget es uno de sus máximos representantes paramediados de la década de 1950, la madre se convierte en el centro de lavida afectiva del niño, que para Piaget transita por una serie de estadiosdefinidos por sus capacidades sensitivas y motoras. Sus afirmacionesimpactan directamente en la sociedad y alimentan nuevos debates, queen los albores de la década de 1960 protagonizan Anna Freud y Mélanie

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16 NOEMÍ GIRBAL-BLACHA

21 “1900-2000. Un siècle de sciences humaines”, en Sciences Humaines 30, cit.,pp. 70-71; Noam Chomsky, El miedo a la democracia, Barcelona, Crítica, 1993, intro-ducción.

Klein. Los progresos de la psicología se ponen al servicio de la educación.Desde los Estados Unidos Arnold Gesell construye un “inventario” deldesarrollo del niño a partir de experiencias filmadas y diagrama las basesde una “pedagogía democrática”. También la lingüística vive su propia“revolución científica”. En este caso y en 1956, es Noam Chomsky quienexpone su teoría del lenguaje (lingüística estructural) que enlaza la inno-vación tecnológica y teórica de la matemática y la lógica (inteligencia ar-tificial) a las ciencias humanas estadounidenses primero, y a la teoría dela información más tarde, en un avance decidido hacia la cultura de ma-sas.21

Es precisamente en la década de 1950 cuando, ante el crecimiento dela industria y la tecnología propios de la posguerra, se renuevan los aná-lisis y estudios acerca de la sociedad industrial. Los bienes de consumose posesionan del escenario económico mundial y tanto la sociología comola historia económica analizan el fenómeno. Esta última pasa revista ados siglos de reflexión económica, cuando, desde fines del siglo XVIII, AdamSmith sostiene que el crecimiento es el resultado de la acumulación delcapital y en la centuria siguiente David Ricardo otorga a la mecanizacióny al progreso tecnológico un lugar predominante en la explicación deldesarrollo económico. Es en el período de entre guerras cuando el econo-mista inglés Colin Clark sectoriza el progreso económico y diagrama unatipología (sectores primario, secundario y terciario); pero es Jean Fourastiéquien en 1949 reflexiona esencialmente acerca de la importancia del sec-tor secundario en el desarrollo de la economía (la industria). Una pro-puesta que en la década de 1960 retoma el economista estadounidenseWalt Rostow proponiendo un esquema del crecimiento en 5 etapas, a laúltima de las cuales corresponde el consumo masivo y las industrias debienes durables. Los esquemas y explicaciones teóricos se suceden du-rante la década de 1960 tanto desde el campo del marxismo (ErnestLabrousse), como desde aquellos que –como Raymond Aron– procuransintetizar las múltiples tradiciones y reflexiones sobre el desarrollo paradestacar que la acumulación existe tanto en los países capitalistas comoen los socialistas. Progresivamente se afirma la multinacionalización em-presaria y en 1966 el economista estadounidense John K. Galbraith alreferirse al “nuevo Estado industrial” desestima, en parte, la importanciadel capital frente a la tecnificación. Sólo –durante la década de 1970– lacrisis económica, la declinación del marxismo y el eclipse de la historiaeconómica atemperan las discusiones en torno de la sociedad industrial.Pero los efectos de esas discusiones planteadas en materia de teoría eco-nómica dejan sentir su influencia en las interpretaciones de la coyunturalatinoamericana y argentina, que se esfuerzan por aplicar la “teoría de los

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LAS CIENCIAS SOCIALES: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ? 17

22 Michel Winock, Le siècle des..., cit., pp. 487-634; Witold Kula, “Histoire etéconomie: la longue durée”, en Jacques Revel (dir.), Fernand Braudel et..., cit., pp. 83-105; Paul, Bairoch, Mythes et paradoxes de l´histoire économique, París, Editions LaDécouverte, 1995; Danilo Astori, Controversias sobre el agro latinoamericano. Un aná-lisis crítico, Montevideo, Clacso, 1984; “1900-2000. Un siècle de sciences humaines”,en Sciences Humaines 30, cit., pp. 80-81.

23 Michel Winock, Le siècle des…, cit., pp. 701-738.24 “1900-2000. Un siècle de sciences humaines”, en Sciences Humaines 30, cit.,

pp. 80-89.

ciclos” de Rostow para explicar la situación evolutiva de la economía enla República Argentina.22

La conquista espacial y el desenlace de la crisis cubana en 1962 mar-can el punto de partida hacia la coexistencia pacífica, mientras el Estadose impone como el principal responsable de la vida económica en los paí-ses industrializados, al mismo tiempo que se alienta la sociedad de con-sumo. En el ámbito cultural cobra cuerpo la respuesta contestataria (re-acción estudiantil en Berkeley, 1964; Mayo francés en 1968)23 a favor delos derechos civiles y contra las formas clásicas de ejercicio de la autori-dad –aun la eclesiástica– y de los usos y costumbres cotidianos (se difun-den los anticonceptivos, las mujeres adhieren a la liberación sexual y seproducen cambios impactantes en la vestimenta).

La década de 1960 trae consigo una singular y, hasta podría decirse,inusual participación de las ciencias sociales en el enfoque de los proble-mas que padecen las sociedades en sus relaciones internas y con el Esta-do. A mediados del decenio de 1960 “la ola estructuralista” deja su im-pronta, alejándose de sus orígenes lingüísticos y aun del circunscriptomundo académico. El psicoanalista Jacques Lacan define el inconscientecomo un tipo de lenguaje, Michel Foucault analiza el discurso a través deuna historia general de las ideas reemplazando el término estructura porel de episteme, para llevar a cabo “una arqueología de las Ciencias Hu-manas”; el antropólogo social Claude Lévi-Strauss propone su concep-ción acerca del sistema de parentesco, mientras Roland Barthes hace susaportes a la semiología general. Estos intelectuales, entre muchos otros,dan a conocer sus estudios acerca de cómo la producción humana en suconjunto aparece determinada por las estructuras; vale decir que elestructuralismo se constituye en un método general para el abordaje delos fenómenos y de los textos para poder conocer las formas subyacentesde los mismos. En medio de los debates filosóficos, Raymond Boudondefine la noción de estructura como imprescindible, irreemplazable, paralas ciencias humanas. El estructuralismo llega a irrumpir incluso en laescena política como una vanguardia dispuesta a “refundar” el marxismoy también reemplazar al humanismo y a la fenomenología por una con-cepción más rigurosa del análisis científico que sea capaz de proyectarsea la sociedad en su conjunto.24

El ’68 francés deja su impronta. El concepto de “modelo” se consolidaprogresivamente en algunas áreas de las ciencias sociales y humanas

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18 NOEMÍ GIRBAL-BLACHA

como la geografía, la historia económica y la arqueología. Los vientos con-testatarios soplan entonces desde el ámbito universitario, especialmentedel sector anglosajón. Se habla de una “nueva geografía” y de “modelosgeográficos”, que dan lugar al avance del método hipotético deductivopara redescubrir los modelos de localización surgidos en el siglo XIX yvigentes hasta el período de entre guerras en los trabajos de los econo-mistas y geógrafos alemanes. El cambio refleja esta apertura de las cien-cias sociales y también la mayor identificación del hombre con el medio.Se abre paso la teoría de la “producción social del espacio” como alterna-tiva a la visión espacialista predominante hasta los años de 1960. Lahistoria económica –por su parte– recibe la influencia de los futuros Pre-mios Nobel norteamericanos: Douglass North y Robert Fogel, quienes in-tegran la teoría económica a la interpretación de los hechos históricos. Lohacen a través de sus trabajos más importantes que procuran explicar elcrecimiento de los Estados Unidos desde esta perspectiva. Amalgamadacon la historia serial y cuantitativa, cobra cuerpo la “New EconomicHistory”. Mientras tanto, la renovación del conocimiento también alcanzaa la arqueología, opuesta entonces a las interpretaciones más tradiciona-les de la disciplina, y también en este caso se privilegia la construcciónde modelos explicativos frente a la descripción.

En estos tiempos de cambio, de sociedad de consumo, de masas, sedelinea la “edad de oro del subdesarrollo” del que formarán parte Asia,África y América del Sur, como expresión de “las etapas del crecimientoeconómico” a las que aludiera desde los inicios del decenio Walt Rostow.En América Latina, los trabajos del argentino Raúl Prebisch en la CEPAL

(Comisión Económica para América Latina), marcaron en la década de1950 un punto de partida en la discusión del tema del subdesarrollo ysus causas; visiones del fenómeno que promueven respuestas críticas enlas décadas de 1960 y 1970, dando sustancia a una producción editorialrenovadora del debate en la economía y la sociología de entonces, que sealinea en la llamada “teoría de la dependencia”. Es el tiempo de subrayarlos factores financieros, tecnológicos y comerciales de la dependencia delos llamados –por el demógrafo Alfred Sauvy, 1954– países del “tercermundo”, que deben acatar los designios de la naciones centrales. El dua-lismo de las economías en desarrollo se expresa en la desarticulaciónentre los sectores tradicionales y los modernos, según su tipo de exporta-ciones (primarias en los primeros y manufactureras en los segundos) ytambién a través de factores internos de carácter social. Se propone asíuna explicación socioeconómica del desarrollo. Se buscan en estos facto-res las causas de la ausencia de despegue económico. Frente a este diag-nóstico de la realidad y ante la “nueva izquierda” en el continente ameri-cano, las explicaciones se dividen. Por un lado se agrupan los partidariosde emprender reformas estructurales con el auxilio de organismos inter-nacionales (desarrollistas estructuralistas), aquellos que confían en lo-grar un desarrollo dependiente asociado, con una industria que se enlace

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25 Silvia Sigal, Intelectuales y poder..., cit., p. 106.26 Oscar Terán, Nuestros años sesentas, Buenos Aires, Puntosur, 1991.27 Paul Bairoch, Cities and Economic Development, Londres, 1988.

a la exportación. Otros, en cambio, consideran que la ayuda internacio-nal acentúa la dependencia y proponen un desarrollo hacia adentro,autosuficiente.

En la Argentina, se ha dicho que la referencia dual a lo cultural y a lopolítico que hacen los intelectuales nativos se refleja en sus institucio-nes, que comparten con la política “la débil capacidad de gestión de lasdiferencias y de control de los conflictos, debido a que sus formas deorganización carecen de referencias culturales compartidas y estables”.Son las convicciones ideológicas las que influyen en la reorganización delas relaciones entre intelectuales, hasta intervenir “en el diseño de lasidentidades culturales”.25 Diversas publicaciones periódicas reflejan esteperfil de la realidad local. Es el caso de Cuestiones de Filosofía, Contorno,Ciudad, Sur, Gaceta Literaria y muchas otras.26

Entre 1970 y 1980 el mundo occidental recoge los efectos de los nue-vos movimientos sociales. Mayo del ’68, que actúa como un verdaderosismo cultural, activa no sólo nuevas formas de movilización colectivapor motivos variados: en defensa de la ecología, del feminismo, de la ho-mosexualidad, del pacifismo, de los derechos humanos, sino que pone enjaque a la autoridad tradicional en la escuela, en la familia, en la empre-sa. La sociedad transforma sus hábitos consuetudinarios y lo expresa enla construcción de una “contracultura” o “cultura underground”; por ejem-plo, a través de una nueva concepción del tiempo libre, de la comunica-ción, de la negociación. No es sólo una actitud individual, los Estados sehacen eco del cambio, de la sociedad posindustrial que se aproxima; lademocratización del sur de Europa, la adhesión a un mercado comúneuropeo, son expresiones del mismo fenómeno. Por otra parte, la eleccióndel papa Juan Pablo II (1978) plantea una posición de la cúpula eclesiás-tica más abierta hacia las regiones marginales del planeta, que contrastacon la nueva era del fundamentalismo islámico. Una renovada espiritua-lidad y militancia religiosa se abre paso y América Latina participa acti-vamente de ella.27

La coyuntura es auspiciosa para dar cabida a los debates sobre elpoder, la locura y el saber. Apenas iniciados los años de 1970 e influidopor la discusión de estos conceptos Michel Foucault –alumno dilecto delfundador del marxismo estructuralista, Luis Althusser, y del filósofo delas ciencias George Canguilhem– concita la atención intelectual desdeel Collège de France, cuando sostiene que el racionalismo es la causaprimordial de la exclusión. Cuestiona a la sociedad dominada por unaburguesía impregnada de valores de la modernidad y se interroga acer-ca del saber y su vinculación con un lugar y un tiempo determinados.Estudia la episteme de una época y los discursos que produce para ex-

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20 NOEMÍ GIRBAL-BLACHA

28 Michel Winock, Le siècle des…, cit., pp. 712-738.29 Jacques Revel (dir.), Fernand Braudel et l´Histoire, París, Pluriel Inédit, 1999,

pp. 9-27.30 Antoine Prost, “Histoire, vérités, méthodes. Des structures argumentatives de

l´histoire”, en Le débat, histoire, politique, société 92, noviembre-diciembre de 1996,París, Gallimard, p. 126; Douze leçons sur l’histoire, París, Seuil, 1996.

plicar la historia de las ideas como producto de rupturas radicales. Noson pocas las críticas que recibe su obra; para algunos es el exponentecentral de la filosofía posmoderna; para otros no es posible aceptar so-bre las bases foucaultianas la relación entre racionalismo y poder, talcomo él la propone.

La renovación psicoanalítica –encarnada en el austríaco Wilhem Reich–y las propuestas de la filosofía alemana de Herbert Marcuse, dan susten-to a las lecturas críticas de las obras de Freud y Marx y asocian el podera la imaginación del hombre. En el campo de la historia son tiempos deexpansión para “la nueva historia”, influida por el estructuralismo deLévi-Strauss, de Georges Dumézil y del propio Michel Foucault.28 La co-rriente de los Annales (Lucien Febvre, Marc Bloch y Fernand Braudel) seproyecta en la creación –durante 1971– de l’École des Hautes Études enSciences Sociales de París, donde la historia aparece especialmente re-presentada. Es desde este ámbito que los historiadores se lanzan a laconquista de un espacio de poder intelectual y cultural, que reclamanporque estiman que les corresponde.29 Jacques Le Goff, Marc Ferro,Emmanuel Le Roy Ladurie y George Duby, entre otros, suman sus inter-pretaciones renovadoras del pasado para dar consistencia a una verda-dera edad de oro de esta expresión editorial. El “imaginario” deja atrás elconcepto de “mentalidad”, augurando un espacio mayor, más dinámico ymás vinculado con la vida cotidiana, con las representaciones del pasa-do; mientras la antropología histórica se encarna en figuras como la deAndré Burguière. La edición y la comunicación se convierten en instru-mentos esenciales de estudio para los historiadores de “la nueva histo-ria”. Pierre Nora afirma entonces (1971) que “vivimos la fragmentación dela historia”, la diversidad de la historia. Es un esfuerzo por distinguirlade la “historia total” con acento en lo económico-social, que alentaran losfundadores de Annales. Nuevos objetos de estudio, nuevos problemas,nuevas aproximaciones, desarticulan el consenso historiográfico y la his-toria se presenta como un conjunto de fragmentos discontinuos de unsaber que se superpone, cuando se aproxima a la sociología, la psicolo-gía, la etnología, la antropología. Los centros de interés de la historia semodifican más que sus métodos y su epistemología.30

Con la declinación del marxismo como teoría social y la crítica al siste-ma político totalitario, se replantea el tema de los derechos humanos y lademocracia. A mediados de la década de 1970 el pensamiento de la filosofaestadounidense de origen judío encuentra en Hannah Arendt (1906-1975)un punto de referencia para la filosofía política de fines de ese decenio y

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31 Hannah Arendt, Eichmann à Jerusalem, París, Gallimard, 1991 (testimonio de1966).

32 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX…, cit., pp. 322-371.

del de 1980, al criticar las concepciones que transforman la historia enuna abstracción, hasta llegar a colocar la realidad empírica y humanaentre paréntesis. No es la única en participar de esta discusión. Su con-temporáneo, el filósofo y sociólogo francés Raymond Aron (1905-1983),se convierte en el impulsor de la tesis de Arendt en Europa (especialmen-te en Francia) y de allí al resto del mundo occidental, que redescubre losvalores democráticos a partir de las críticas al totalitarismo.31 La rupturadel orden institucional en varios países de América Latina, y especial-mente en la Argentina, deja secuelas de alto impacto y resquebraja ladeteriorada relación entre la clase política y los intelectuales, quienespadecen el recorte de su libertad de pensamiento.

Durante la década de 1980, mientras los regímenes comunistas seestremecen frente a la reforma económica (Perestroika) y política anun-ciada por Mijail Gorbachov –y aun en los inicios de los años de 1990– esevidente el retorno del liberalismo. Margaret Thatcher y Ronald Reaganson sus máximos representantes; simbolizan, sin lugar a dudas, la revo-lución liberal y conservadora a la vez. El desarrollo estatista deja lugarpara el avance decidido del neoliberalismo. Desregulación, privatizaciones,individualismo extremo, son sólo algunas de sus expresiones. Exclusión,marginalidad, desempleo son otras tantas expresiones sustantivas de lacoyuntura imperante en la década de 1980. Las favelas brasileñas, lasvillas miseria argentinas, los ghettos anglosajones, los suburbios france-ses, son sólo algunas de las expresiones más contundentes de una socie-dad que se fragmenta y tiende a la dualidad, cuando paradójicamente seafianza la “era de la comunicación”, se consolida la “sociedad de la infor-mación”, y pierde entidad conceptual el llamado “Tercer Mundo”, frente ala industrialización de algunos países de Asia y de América Latina. Noobstante, la desarticulación del concepto no implica el fin de las profun-das desigualdades en que viven las diversas naciones del mundo, preocu-padas entonces por el medio ambiente y el deterioro del equilibrio ecológico.A fines de los ’80 el panorama es complejo. La caída del muro de Berlín yla desaparición de la Unión Soviética terminan con el mundo bipolar quese derrumba ante la evolución de la nueva coyuntura.32

La sociología, la etnología, la historia, el psicoanálisis dejan atrás,definitivamente, el estructuralismo nacido hacia los años de 1950. Seproduce, en palabras de Alain Touraine, “el regreso del actor”. Una di-mensión de este fenómeno tiene significación política y social; la otra ata-ñe directamente al campo de las ciencias humanas. Ambas aparecenamalgamadas, pero la segunda es la que interesa a los objetivos de esteestudio. En este caso el gran debate tiene lugar inicialmente en la socio-logía, con un cambio de perspectiva que arremete –hacia 1982, alentada

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22 NOEMÍ GIRBAL-BLACHA

33 Michel Winock, Le siècle des…, cit., pp. 706 y 730.34 Pierre Bourdieu, “Le racisme de l´intelligence”, en Questions de sociologie, París,

Editions de Minuit, 1980; del mismo autor, Contre-feux. Propos pour servir à la résistancecontre l´invasion néo-libérale, París, Liber-Raisons D´Agir, 1998; “Le monde selonBourdieu”, en Sciences Humaines 105, mayo de 2000, pp. 22-37; Alain Touraine, Elregreso del actor, Buenos Aires, EUDEBA, 1987; Jürgen Habermas, Facticidad y vali-dez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría deldiscurso, Madrid, Editorial Trotta, 1998, segunda parte.

35 Jacques Revel, “Micro-analyse et construction du social”, en Jacques Revel (dir.),Jeux d´échelles. La micro-analyse à l’expérience, París, Gallimard/Le Seuil, 1996.

36 “L’histoire aujourd’hui. Le métier d´historien. Les grands courants. Les champsde recherché”, en Sciences Humaines 18, Hors Série, septiembre/octubre de 1997,entrevista a Jacques Le Goff, pp. 12-13.

por Raymond Boudon–33 contra el estructuralismo y el marxismo casi conla misma fuerza. La propuesta innovadora se vincula con el “individualis-mo metodológico” –una conceptualización atribuida a Max Weber y a Alexisde Tocqueville– es decir, a las motivaciones individuales que generan com-portamientos particulares. El blanco de la reflexión es el estructuralismoque encarna Pierre Bourdieu. Alain Touraine va más allá en su propues-ta; lo hace al colocar en el centro del análisis de la sociedad a los movi-mientos sociales que luchan por imponer sus proyectos, sus ideales, susreglas. En estos términos, la sociedad se presenta como un producto ines-table de esas luchas por el poder (Jürgen Habermas).34

En el campo de la historia “el regreso del actor” se manifiesta de ma-nera diferente. Es un retorno a la biografía, al individuo, al aconteci-miento y a la política. Es un cuestionamiento a la “verdad absoluta”, a “lahistoria inmóvil”, estructural, braudeliana. Al mismo tiempo, en los añosde 1980, se produce el surgimiento de la microhistoria, nacida en Italia yorientada como “un juego de escalas” a “la construcción de lo social” –dirámás tarde el historiador francés Jacques Revel– para indicar un mododiferente de observar los fenómenos de la sociedad. Las ciencias socialesdan muestras de madurez al complejizar y precisar sus observaciones,sin que este cambio de ángulo para analizar el objeto de estudio impliquepérdida de importancia de los procesos sociales y de las decisiones colec-tivas.35 En los estudios históricos el actor aparece ahora a través de lahistoria de los hombres comunes, de la vida cotidiana, de las mujeres yde un género que resurge: la biografía, cómo lo demuestran –por ejem-plo– los estudios de Emmanuel Le Roy Ladurie y Jacques Le Goff.36

La economía, por su parte, refuerza sus intentos por desalojar al Esta-do de su radio de acción y propicia la restauración del libre funciona-miento del mercado, de cuya superioridad está persuadida. MiltonFriedman es un genuino representante del pensamiento de estos tiem-pos. La “ola liberal” se desencadena y no tendrá retorno. Se posicionanen el centro del debate académico: la crisis del petróleo, la inflación, eldesempleo. Estos temas habilitan, a quienes montan sobre ellos, la dis-cusión y sus propuestas son implementadas a nivel político. Si para John

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LAS CIENCIAS SOCIALES: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ? 23

37 Pierre Bourdieu, Contre-feux..., cit.; “1900-2000. Un siècle de sciences humaines”,en Sciences Humaines 30, cit., pp. 108-109.

38 Noam Chomsky, El miedo a la democracia..., cit., caps. 6, 7 y 8; “1900-2000. Unsiècle de sciences humaines”, en Sciences Humaines 30, cit., pp. 114-127.

39 Ernesto Laclau, Misticismo, retórica y política, Buenos Aires, FCE, 2000, pp. 9-99.40 Héctor Ciapuscio, “La historia de la tecnología como disciplina”, en El fuego de

Prometeo. Tecnología y sociedad, Buenos Aires, EUDEBA, 1994.

M. Keynes la inyección de moneda en el circuito económico permite esti-mular la producción y contrarrestar el desempleo, para Milton Friedman,si bien admite la existencia de esa correlación entre ambos procesos, sólola reconoce como una instancia pasajera; lo duradero en el contexto deuna política monetaria expansiva es para él un sostenido aumento en losprecios. Vale decir que, en el largo plazo, la oferta monetaria genera infla-ción. Para los monetaristas, las autoridades deben tener como meta laestabilidad en los precios y no el pleno empleo. En un marco de crecienteglobalización, crece la hipótesis –formulada por los economistas norte-americanos– que critica la acción del “Estado providencia” y lasdesregulaciones, porque se entiende que actúan como un freno –más quecomo impulsor– de la riqueza económica.37 Los países latinoamericanos–en escalas diversas– resultan parte activa de este debate.

En el convulsionado contexto de los años de 1990 una nueva visióndel mundo parece mostrar incertidumbre y desorden. Un complejo entra-mado de inestabilidades, fluctuaciones y bifurcaciones asalta al mundocientífico que se torna menos previsible. Pequeñas variaciones inicialespueden generar –en este contexto– efectos significativos de larga dura-ción. La llamada “teoría del caos” cobra fuerza, en medio de un futurodecididamente incierto. Se insiste en la complejidad de los hechos huma-nos como producto de los diversos factores que intervienen en ellos. Lascríticas al determinismo en las ciencias sociales arrecian; mientras lapreocupación central del momento es la relación estrecha pero tensa en-tre el orden y el desorden.38

A partir de 1990, los rasgos del decenio anterior se acentúan. Lamundialización de la economía y su renovado papel planetario es unaclara expresión del refuerzo de ese significado. La violencia de base polí-tica, étnica o religiosa adquiere desarrollo inusual, hasta eclipsar la revo-lución tecnológica y de las comunicaciones.39 Como si se tratara del revésde la trama, mientras las desigualdades sociales se afianzan y la violen-cia –a veces sofisticada y otras simplemente violenta– se torna un hechocotidiano, se afirma la llamada “sociedad de la información” (ManuelCastells), de la globalización cultural.40 Es entonces cuando –al mismotiempo– desde los Estados Unidos, se procura mostrar a través del deba-te la transformación de la producción industrial, en relación con la aper-tura económica mundial y la regionalización. Sociólogos, historiadores,geógrafos, economistas, se preguntan por el significado y los alcances dela emergencia de los fenómenos transnacionales y la regulación de los

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41 Alain Touraine, Igualdad y diversidad. Las nuevas tareas de la democracia, Bue-nos Aires, FCE, 1998.

42 Paul Ricoeur, La Mémoire, l´Histoire, l´ Oubli, París, Seuil, 2000, pp. 5-66 y 385-448.

mismos, al mismo tiempo que se hacen preguntas sobre la cuestión de laidentidad y los conflictos nacidos de la globalización, en un marco sobre-saliente de revolución tecnológica. Los antropólogos y los filósofos –porsu parte– prefieren relacionar esos procesos con la difusión cultural.

Las ciencias humanas pasan de la crisis a la recuperación. La desapa-rición de los llamados grandes maestros del pensamiento (Jean-PaulSartre; Roland Barthes y Jean Piaget, en 1980; Jacques Lacan en 1983;Michel Foucault en 1984; Fernand Braudel en 1986; Luis Althusser en1990; Pierre Bourdieu en 2002, entre otros) retrae la participación de losintelectuales comprometidos con las causas públicas en debate; al mis-mo tiempo que el eclipse de los postulados principales del pensamientodel 68 signa la aparición de nuevos paradigmas. Después del “regreso delactor” de los años de 1980, la década de 1990 auspicia el constructivismoy el interaccionismo, acompañados de la renovación, de un nuevo des-pertar de la filosofía de corte humanista.41 La moral y la ética formanparte central de un amplio debate público, en el cual los filósofos soninvitados a intervenir, cuando caduca la idea kantiana de “una moraluniversal”. Son los tiempos de un saber que cambia, de un eclecticismocreciente. Se trate de Paul Ricoeur o de Richard Rorty, lo cierto es quenadie admite criterios o justificaciones absolutos en materia de ética, aun-que se dé por sentado que no se puede carecer de ella. Hay una plurali-dad de esferas en las que interviene la justicia y en esa amplia gamapuede hablarse de la responsabilidad y de la vigilancia, en la búsquedade un sentido filosófico de la moral.42

En el plano teórico se admite que ningún modelo puede explicar por simismo la realidad. Metodológicamente también se despliega una actitudprudente y se acepta la diversidad de enfoques. Síntesis y pluridisci-plinariedad se afianzan en el campo intelectual de las ciencias humanas.La ciencia admite, pues, que no es posible sostener un “pensamientoúnico”. Este cambio sustantivo en las ideas y propuestas de los intelec-tuales son acompañadas por otras transformaciones en el plano educati-vo, y en el conjunto, las ciencias humanas dan muestras de un avancesignificativo en el campo de las preocupaciones que tiene la comunidad(la comunicación, la formación continua, el urbanismo, la inserción so-cial, etc.). Es una sociedad que, frente a la crisis económica, el desempleomasivo y la pobreza creciente, asiste a la dualización social, a la exclu-sión, al retorno de las desigualdades profundas que conducen a la frac-tura del cuerpo social, que reconstruye fronteras de clase entre aquellosque sortean los efectos negativos de la crisis y quienes sucumben anteella. Frente a esta escisión, sociólogos, politólogos, historiadores, se inte-

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43 Jean-Pierre Gaudin, Gouverner par contrat. L´action publique en question, París,Presses de Sciences Po, 1999; “1900-2000. Un siècle de sciences humaines”, en SciencesHumaines 30, cit., pp. 114-127.

rrogan acerca del papel que debe cumplir el Estado; describen la “crisisdel Estado providencia”, como lo calificara el historiador de las ideas PierreRosanvallon en 1982; es decir, de un Estado que se muestra incapaz paradar soluciones a la crisis.43

Inmigración, marginalidad socioeconómica, desigualdad social super-puesta a la generacional, violencia, consolidación de los ghettos, así comolas decepciones heredadas de los regímenes políticos autoritarios, con-ducen a una verdadera “metamorfosis de la cuestión social”, como la ca-lificara en 1995 Roberto Castel; al “pasado de una ilusión”, al decir deFrançois Furet (sobre la adhesión de los intelectuales al comunismo).Son éstos los componentes que bloquean la movilidad social, acentúan lasegregación, fragmentan la familia y ponen en discusión los modos degobernar. Situaciones que casi contemporáneamente se convierten enobjetos centrales de estudio para las ciencias sociales, cuando la caídade la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el fin del marxismo, asícomo los movimientos en favor de los derechos del hombre y la reivindi-cación de las minorías culturales, dejan profundas huellas en el mundocontemporáneo y renuevan a fondo las bases de la filosofía política. Sereplantea “la teoría de la justicia” del estadounidense John Rawls (1971)para justificar la necesidad de una distribución social, de un contratosocial justo, en el marco de una sociedad compuesta por individuos li-bres y racionales. Un planteo que no tarda en ser contrarrestado porCharles Taylor, cuando descarta este modo de razonamiento donde el in-dividuo es punto de partida y también finalidad de la sociedad, enten-diendo que un individuo no existe sin una comunidad de pertenencia.

Avanzan los eclécticos y diversos modos y estilos de vida de una cultu-ra posmoderna (para algunos sólo una moda efímera), producto –segúnStephen Crook, Jan Pakulski y Malcom Waters– de la fragmentación so-cial, del cambio social, generado por la “desconstrucción” del capital ydel trabajo, por la “descomposición” de las clases sociales, por la “des-centralización” de la autoridad estatal y por la “indiferenciación” entre lacultura docta y la cultura popular. Aunque no todos comparten esta pro-puesta. Serge Gruzinski, por ejemplo, cree que los mestizajes, las mixturasculturales, no son fenómenos nuevos en la historia sino que hacen alhabitual funcionamiento de la humanidad.

Con la fuerza de un nuevo paradigma, las redes entran al campo delas ciencias sociales para explicar el proceso formativo de las sociedadescontemporáneas. En la sociología la interacción ocupa un lugar central.Georg Simmel y la Escuela de Chicago son referentes importantes cuan-do se considera esta perspectiva de análisis. Pero es Manuel Castells (1998)en La sociedad en redes quien, con un vocabulario diferente, observa

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44 Manuel Castells y Peter May, Las tecnópolis del mundo. La formación de los com-plejos industriales del siglo XXI, Madrid, Alianza Editorial, 1994; Manuel Castells, “Laotra cara de la tierra: movimientos sociales contra el nuevo orden global”, en La era dela información, México, Siglo XXI, vol. II, 1999, pp. 91-133; S. Tarrow, El poder enmovimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Madrid, AlianzaUniversidad, 1997, pp. 17-29; B. Sousa Santos, “Los nuevos movimientos sociales”,en Revista Osal 5, CLACSO, Buenos Aires, septiembre de 2001, pp. 177-188.

45 “Histoire et philosophie des sciences”, en Sciences Humaines 31, Hors Série,diciembre de 2000/enero-febrero de 2001 (Nº realizado con la participación del CNRS).

etnológicamente las diversas “tribus” modernas; basa su explicación endos fenómenos históricos: una mutación cultural iniciada en los años de1960 (espíritu libertario, interacciones) y una revolución tecnológica cla-ramente visible a partir de la década de 1970 (telecomunicaciones,genética), los que ejercen una influencia decisiva en la organización delas diversas esferas sociales, a través de las redes. La red significa unareorientación en el análisis de las relaciones sociales en términos de co-municación, flujos, cambios, tanto en el orden jerárquico comoinstitucional o de autoridad y sus vínculos con el Estado-nación. Redesgeneracionales, internacionales, comunicacionales, pero siempre redesinscriptas en el contexto de una “cybercultura” (Pierre Lévy, 1997). En Elpoder de la identidad (1999), Manuel Castells ha mostrado que los gran-des movimientos colectivos contemporáneos se forman según una lógicade redes, siendo la información y la comunicación asuntos centrales enla conformación de las mismas. Son nuevas formas de sociabilidad orga-nizadas en redes y las ciencias sociales deben hacerse eco de las mis-mas.44

4. Las ciencias sociales hoy

Del individuo al actor social, de la sociedad a las redes sociales, de lomacro a lo micro, de las mentalidades a las representaciones. En los últi-mos 15 años las ciencias sociales se han renovado, han mutado rápida-mente sus objetos y formas de análisis, en un contexto de crisis, perotambién de multidisciplinariedad, de cambios en la escala de observa-ción. La concepción misma de la ciencia es la que se modifica con ladesaparición de los grandes paradigmas (Jacques Le Goff).45

La historia pone el acento en los estudios de casos para dar consisten-cia al juego de escalas entre lo macro y lo microhistórico propuesto por laintelectualidad italiana. Individuos, acontecimientos, rupturas, ocupan elcentro de su interés y desestiman la “historia global”, la interpretaciónúnica y la verdad absoluta. La propuesta, que no es nueva y se afirma afines de los años de 1980, plantea nuevas escalas de análisis, pero tam-bién nuevas formas de escribir la historia, que se adscriben a “los nuevosmétodos de la investigación histórica”, como lo advirtiera hace más de un

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46 Bernard Lepetit (dir.), Les formes de l´expérience. Une autre histoire sociale, Pa-rís, Albin Michel, 1995.

47 Paul Weyne, Comment on écrit l´histoire, París, Seuil, 1971. Clarín, Sección Opi-nión, 3 de agosto de 1997, pp. 20–21.

48 Alejandro B. Rofman, La política económica y el desarrollo regional, Bogotá, Uni-versidad Simón Bolívar, 1981; Sergio Boisier, El difícil arte de hacer región: las regio-nes como actores territoriales del nuevo orden internacional, Cusco, CBC, 1992; XochitlLeyva, Poder y desarrollo regional, México, Colegio de Michoacán, 1993; Denis Eckert,Evaluation et prospective des territoires, París, Reclus, 1996; Noemí M. Girbal-Blacha,“Cuestión regional-cuestión nacional. Lo real y lo virtual en la historia económicaargentina”, en CICLOS 12, vol. VII, 1er. semestre de 1997, pp. 223-229.

49 “Le renouveau des sciences humaines”, en Sciences Humaines 100, diciembrede 1999.

decenio Bernard Lepetit.46 La historia cultural se apoya en las representa-ciones, la linguistic turn americana produce una fuerte renovación en losinterrogantes epistemológicos de la disciplina y la historia política reinstalaen sus estudios el acontecimiento y la noción de ruptura. Más allá de loscambios, hoy ha perdido fuerza la pregunta de los años de 1990 acerca desi la historia es ciencia o relato, porque no importa cómo se escribe lahistoria (Paul Veyne), lo cierto es que la historia es un saber verificable(Roger Chartier).47 La geografía –por su parte– adscribe a una nueva con-cepción del espacio –construido socialmente– y pone su interés en las re-giones, los territorios y las dinámicas locales; son los “órdenes locales” losque se imponen, aun en un contexto de globalización. Juego de actores yde lazos sociales invisibles que se anudan y se desatan sin cesar son ahoralos objetos de estudio de las ciencias humanas y sociales.48

Lo cognitivo se posiciona en el centro de los debates de la lingüística,la antropología, la sociología, las ciencias de la educación y la psiquia-tría, durante la década de 1990. El cerebro se presenta entonces como unordenador y el pensamiento como un programa informático (Jean-FrançoisDortier). Pero hoy la maduración de las ciencias cognitivas permite des-cartar esas posturas radicales y el mundo de las representaciones haencontrado su lugar en las ciencias humanas. Al decir de François Dossese advierte hoy una convergencia de las diversas corrientes del pensa-miento hacia un nuevo paradigma, el que se centra en las teorías de laacción y el análisis de los sentidos. Una aproximación que toma en cuen-ta la subjetividad del actor y admite el relato y la puesta en cuestióncomo los modos sustantivos de acceso al mundo humano. Una aproxima-ción que permite afirmar a François Dosse que se está ante una“humanización de las ciencias humanas”.49

La nueva sociología representada por Anthony Giddens, Pierre Bourdieu,Luc Boltanski, entre otros, se aproxima al constructivismo, que procuraresolver la oposición clásica entre individuo y sociedad; es decir, se tratade una concepción del mundo social donde los actores (individuales y co-lectivos) son creadores de las realidades sociales que exteriorizan bajo laforma de sistemas de contratos, y las interiorizan en forma de representa-

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50 “Les métamorphoses du pouvoir”, en Sciences Humaines 11, Hors Série, diciem-bre de 1995-enero de 1996.

51 Pierre Bourdieu, Countre-feux 2. Pour un mouvement social européen, París,Raisons D’Agir Editions, 2001; Alain Touraine, Igualdad y diversidad..., citado.

52 Evelyn Fox Kéller, Lenguaje y vida. Metáforas de la biología en el siglo XX, BuenosAires, Manantial, 2000, pp. 11-19.

ciones y socializaciones, en una coyuntura de declinación de las institu-ciones. Una propuesta que toma la psicología a través de la adopción de unnuevo paradigma interaccionista, que analiza los fenómenos humanos bajoel prisma de las interacciones sociales. Las ciencias políticas, por su parte,se ven influidas por “la metamorfosis del poder”,50 de las políticas públi-cas, porque cuando se estudia la acción del Estado y la evolución política,se analiza e interpreta la mutación de la sociedad y de la movilizacióncolectiva en el marco de una profunda conflictividad. La construcción deidentidades (comunitarias, grupales, nacionales) ha convocado a antropó-logos, historiadores, sociólogos y politólogos por igual, para aproximarse auna definición que contemple las realidades interculturales y la vincula-ción con la integración nacional respecto de las autonomías regionales.51

Todo indica que se avanza hacia el pluralismo y que seguirá la resis-tencia a ligar la investigación científica a un modelo exclusivo de referen-cia. Las nuevas generaciones científicas –por lo menos en cuanto a cien-cias humanas se refiere– son prudentes, escépticas, y se niegan a asociarsus estudios con grandes teorías, como en otros tiempos (funcionalismo,estructuralismo, marxismo, etc.). Son pluralistas, admiten la diversidadde enfoques y aunque puedan adherir a una síntesis del conocimiento ensus respectivas disciplinas, se niegan a integrar modelos y teorías en unmolde único. El pluralismo es una práctica que se realiza a través deproyectos de investigación multidisciplinarios capaces de abrir horizon-tes de acción.

Las ciencias humanas están en movimiento. El momento es propicio,ya que el “infame límite” entre las ciencias naturales y sociales está hoydesdibujado y la trasgresión disciplinaria (entendida ésta como refugiode recursos institucionales e intelectuales) se presenta no sólo como cau-sal de riesgos, sino como expresión de interesantes oportunidades.52 Seha producido la desaparición de los grandes paradigmas y también unaausencia de nombres magistrales de relevo que sirvan de referencia aesta gran área del conocimiento. Es difícil pensar hoy en la adscripción amodelos únicos, lo cual ha permitido el reconocimiento de la diversidadde las ciencias sociales y humanas y el parcelamiento de sus áreas dedominio. Memoria colectiva y clases sociales –como lo propusiera MauriceHalbwachs (1877-1945) hacia 1925 inscribiéndolas en los postuladosracionalistas– forman parte del debate actual no sólo como un fenómenopsicológico individual, contestatario del pensamiento de Durkheim y dela psicología de su tiempo, que reconstruye recuerdos formados por lafamilia, los grupos y la sociedad, sino como parte de las sociedades glo-

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53 “Le renouveau des...”, cit., pp. 58-60.

bales, en tanto fragmentos e imágenes del pasado inscriptas en la coyun-tura del presente; es decir, de una sociedad dominada por la lógica de lainformación, de la interacción, pero al mismo tiempo inmersa en un pro-fundo sesgo de exclusión, de marginalidad y de ruptura.53

Las ciencias sociales tienen –como en otros tiempos o quizá más queen otras circunstancias– una importante misión que cumplir: llevar ade-lante un preciso diagnóstico de la inequidad y la crisis reinante, contri-buir al debate pluralista e interdisciplinario que aporte soluciones tras-cendentes, para contrarrestar los efectos más nefastos de la crisis que noes sólo económica, sino social, institucional, cultural y política. Debe ha-cerlo sin grandes paradigmas de referencia, sin adscripciones a modelosúnicos y sin el aporte sustantivo de un debate intelectual circunscripto aambos ejes de referencia, porque hoy se presentan como inexistentes.

Resumen

Del individuo al actor social, de la sociedad a las redes sociales, de lo macroa lo micro, de las mentalidades a las representaciones. En los últimos 15años las ciencias sociales se han renovado, han mutado rápidamente susobjetos y formas de análisis, en un contexto de crisis, pero también demultidisciplinariedad, de cambios en la escala de observación. La concep-ción misma de la ciencia es la que se modifica con la desaparición de losgrandes paradigmas (Jacques Le Goff). Son estas ciencias las que tienen–como en otros tiempos o quizá más que en otras circunstancias– unaimportante misión que cumplir: llevar adelante un preciso diagnóstico dela inequidad y la crisis reinante, contribuir al debate pluralista e interdis-ciplinario que aporte soluciones trascendentes, para contrarrestar los efectosmás nefastos de la crisis generalizada que no es sólo económica, sino so-cial, institucional, cultural y política. Debe hacerlo sin grandes paradigmasde referencia, sin adscripciones a modelos únicos y sin el aporte sustanti-vo de un debate intelectual circunscripto a ambos ejes de referencia, por-que hoy se presentan como inexistentes. A modo de compromiso y recons-trucción de la memoria colectiva conviene, entonces, pasar revista desde elpresente al camino recorrido, dentro y fuera de las fronteras del país, comoun aporte a la reconstrucción nacional.

Palabras clave

Ciencias sociales – cosmovisiones – interdisciplinariedad – in-vestigación científica – paradigmas.

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* Este trabajo ha sido publicado con la autorización de Transaction Publishers(“Studies in Comparative International Development”, vol. 36, Nº 1). La dirección deesta revista quiere agradecer al profesor Mainwaring el haberse hecho cargo del costode la cesión de derechos de este artículo. Traducción de Juan Cruz Vázquez.

** Scott Mainwaring ocupa la cátedra Eugene Conley de ciencia política en la Uni-versidad de Notre Dame y es investigador del Kellogg Institute for International Studies.Daniel Brinks es candidato al doctorado en ciencia política en Notre Dame. AníbalPérez Liñán es profesor e investigador de la Universidad de Pittsburgh.

1 Agradecemos a Michael Álvarez, David Collier, Michael Coppedge, Caroline Do-

Hacia una clasificación de los regímenes políticosen Latinoamérica, 1945-1999*

Scott Mainwaring, Daniel Brinks y Aníbal Pérez Liñán**

Classifying Political Regimes in Latin América

This paper is about two related subjects: how to classify politi-cal regimes in general, and how Latin American regimes shouldbe classified for the 1945-99 period. We make five general clai-ms about regime classification. First, regime classification shouldrest on sound concepts and definitions. Second, it should bebased on explicit and sensible coding and aggregation rules.Third, it necessarily involves some subjective judgments. Four-th, the debate about dichotomous versus continuous measuresof democracy creates a false dilemma. Neither democratic theory,nor coding requirements, nor the reality underlying democraticpractice compel either a dichotomous or a continuous approachin all cases. Fifth, dichotomous measures of democracy fail tocapture intermediate regime types, obscuring variation that isessential for studying political regimes.This general discussion provides the grounding for our trichoto-mous ordinal scale, which codes regimes as democratic, semi-democratic or authoritarian in nineteen Latin American coun-tries from 1945 to 1999. Our trichotomous classification achie-ves greater differentiation than dichotomous classifications andyet avoids the need for massive information that a very fine gra-ined measure would require.

Este trabajo trata dos temas relacionados: cómo clasificar regímenes polí-ticos en general, y cómo deberían ser clasificados los regímenes de Améri-ca Latina en el período de 1945-1999. La segunda tarea es imposible derealizar sin un entendimiento más amplio de cómo deberían rotularse losregímenes. A su vez, los regímenes no pueden ser rotulados sin establecerprimero definiciones claras sobre lo que entendemos por cada uno de ellos.1

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32 SCOTT MAINWARING, DANIEL BRINKS Y ANÍBAL PÉREZ LIÑÁN

mingo, Frances Hagopian, Charles Kenney, Steven Levitsky, Gerardo Munck, GuillermoO’Donnell, y dos críticos anónimos por sus útiles comentarios. Claudia Baez Camargo,Carlos Guevara Mann, Andrés Mejía y Carlo Nasi acercaron sugerencias para nuestraclasificación de regímenes.

Si una clasificación de regímenes intenta primordialmente medir lademocracia, como en el nuestro y muchos otros casos, dicha clasificacióndebería depender de una definición de democracia. Nosotros definimos lademocracia como un régimen 1) donde el presidente y la legislatura sonelegidos en elecciones libres y justas; 2) donde el derecho al voto incluyea una considerable mayoría de la población adulta; 3) donde se protegelas libertades civiles y derechos políticos; 4) donde los gobiernos elegidosrealmente gobiernan y los militares están bajo el control civil. Esta defi-nición minimalista y procedimental contrasta con definiciones no-procedimentales tal como la de Bollen (1980, 1991) y con definicionesprocedimental-subminimalistas tal como las de Schumpeter (1947) yPrzeworski et al. (2000).

Nuestro segundo gran tema apunta a enunciar reglas explícitas decodificación para clasificar regímenes. Sin estas reglas, otros investiga-dores no pueden entender los procedimientos empleados para clasificarlos regímenes y la clasificación quedará entonces sujeta a serios proble-mas de credibilidad. Nuestra clasificación de regímenes está basada en ladesagregación del concepto de democracia en los cuatro criterios de defi-nición discutidos en el párrafo previo y luego reagreagados para formaruna evaluación completa del régimen.

Siguiendo esta discusión general teórica y metodológica, clasificamoslos regímenes políticos de diecinueve países de Latinoamérica entre 1945y 1999. Nuestra clasificación tricotómica distingue los regímenes en lascategorías de democráticos, semidemocráticos y autoritarios, teniendo encuenta para ello las cuatro dimensiones mencionadas anteriormente enla definición de democracia. Esta tricotomía llega a una mayor diferen-ciación que las clasificaciones dicotómicas y a la vez elude la necesidadde información masiva que requeriría un estudio de medición continua.

Nuestro intento se sustenta en dos creencias adicionales sobre la clasi-ficación de regímenes. Primero, este trabajo requiere algunos juicios sub-jetivos sobre la naturaleza de los regímenes políticos. Por “subjetivos” nonos referimos a arbitrarios, sino a juicios bastante informados basados enel conocimiento de los casos y guiados por reglas explícitas de codificación.Una evaluación limitada a la contienda electoral deja afuera algunos ele-mentos que son esenciales para la democracia, produciendo una defini-ción submínima. Nuestro punto de vista va en contra de los recientes argu-mentos a los que llegaron tanto Adam Przeworski y sus colaboradores (2000)en su proyecto seminal, así como Vanhanen (1990), quienes argumentan afavor de mediciones puramente objetivas de la democracia.

Segundo, nosotros argumentamos que las clasificaciones dicotómicas

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HACIA UNA CLASIFICACIÓN DE LOS REGÍMENES POLÍTICOS EN LATINOAMÉRICA 33

son insuficientemente sensibles a las variaciones de los regímenes por-que muchos regímenes caen en una zona intermedia entre la democraciay el autoritarismo: la semidemocracia. Una clasificación ordinal ytricotómica –democracia, semidemocracia y no-democracia– percibe mu-cho mejor las variaciones en los regímenes.

La sección final del artículo compara nuestra medición tricotómicacon las tres mediciones más usadas que otorgan, desde tiempo atrás,calificaciones anuales de democracia: Freedom House, Polity III, yPrzeworski et al. (2000). Nosotros señalamos algunas deficiencias de di-chas mediciones y argumentamos que nuestra clasificación tricotómicaes una alternativa útil.

Clasificar regímenes políticos de un número intermedio de países en unperíodo extenso de tiempo es una empresa intensiva en tiempo y esfuerzo.No habría razón para llevar adelante dicho cometido a menos que las clasi-ficaciones existentes tuvieran algunos defectos, y es por ello que con el finde ofrecer otra perspectiva llevamos adelante esta empresa. Nosotros to-mamos esta clasificación por creer que las existentes, que otorgan medi-ciones anuales sobre democracia por un extenso período de tiempo, tienenimperfecciones que requieren más que una reforma de sus fallas parciales.Comparada con las mediciones existentes, nuestra clasificación lleva a di-ferentes resultados sustantivos en varias cuestiones: cuán autoritaria eraAmérica Latina antes de 1978, cuán profundo ha sido el cambio entre lasprimeras décadas y la ola de democratización posterior a 1978, si la regiónsufrió o no un desgaste menor en la década de 1990.

Sin una cuidadosa clasificación de regímenes, es imposible estudiaradecuadamente temas substantivos relacionados con regímenes políti-cos. Por ejemplo, cualquier intento de evaluar por qué la democracia enAmérica Latina sufrió un desmejoramiento en los años de 1990 (Diamond,1996, 1999) debe sustentarse en una cuidadosa medición de regímenes.Clasificar regímenes es un paso necesario para hacerse preguntas impor-tantes acerca de las causas y consecuencias de los diferentes regímenes,así como sobre las transiciones de un tipo de régimen a otro. Durantedécadas, éstas han sido preguntas directrices en política comparada ysociología política, y ellas sin duda permanecerán en el centro de los de-bates intelectuales por varias décadas más. Si no podemos medir la de-mocracia, estos cometidos son imposibles de llevar a cabo. Por otra parte,nosotros creemos que servirán a la comunidad teórica para reunir y abor-dar críticamente diferentes puntos de vista sobre la clasificación de regí-menes en América Latina.

Definiendo la democracia

Nuestro desafío es construir sobre la base de las contribuciones positivasde anteriores clasificaciones, prestando atención a sus defectos. Siguien-do a Przeworski et al. (2000), Coppedge y Reinecke (1990), y Hadenius

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34 SCOTT MAINWARING, DANIEL BRINKS Y ANÍBAL PÉREZ LIÑÁN

(1992), nosotros creemos que el primer paso en la clasificación de regí-menes políticos debería ser definirlos; es imposible clasificar a un régi-men como democracia, o afirmar cuán democrático es, hasta que sepa-mos qué quiere decir democracia. Se ha escrito mucho sobre este tema,pero las definiciones de democracia siguen discrepando en su mayoría.La primera parte de esta sección propone una definición de democraciaque es mínima; en la segunda parte nosotros argumentamos que estadefinición es completa.

Siguiendo a Sartori (1976: 60-64), abogamos por las definiciones mí-nimas. “Una definición es mínima cuando todas las propiedades o carac-terísticas de una entidad que no son indispensables para su identifica-ción se presentan como propiedades variables e hipotéticas –no como pro-piedades de definición–. Esto es lo mismo que decir que aquello que su-pere a la caracterización mínima debe ser dejado a la verificación y no serdeclarado verdadero por definición” (p. 61). Una definición de democraciadebería ser mínima pero no submínima; debería incluir todas las facetasesenciales de la democracia pero no las propiedades que no sean necesa-rias para dicho fin.

La democracia representativa moderna tiene cuatro propiedades defi-nidas. Las dos primeras abarcan las dimensiones clásicas analizadas enel renombrado trabajo de Dahl (1971) y en tantas otras discusiones. Pri-mero, el jefe de gobierno y la legislatura deben ser elegidos en eleccioneslimpias y abiertas.2 Tales elecciones son el corazón de la democracia re-presentativa moderna. Esto implica que el fraude y la coerción no debendeterminar sus resultados. Deben ofrecer la posibilidad de la alternanciaen el poder aun si, como ha ocurrido durante décadas en el Japón, no seproduzca efectivamente una alternancia, por un período prolongado.

Segundo, actualmente el derecho de voto debe incluir a la gran mayo-ría de la población adulta. Esto supone un sufragio casi universal porparte de los ciudadanos, pero muchos países tienen minorías excluidasde tal derecho (los incapacitados mentales, los convictos) que están im-posibilitados de ejercerlo. Si gran cantidad de la población está excluida,el régimen puede ser una oligarquía competitiva, pero visto desde hacepocas décadas atrás, no puede ser considerada una democracia.

Si bien este criterio parece obvio para los tiempos contemporáneos,menos claro resulta cuán rígidamente debe uno aplicarlo en el pasado.Sobre todo en lo concerniente a la dimensión de la participación, untema crítico y sobre el que todavía no se ha teorizado en la clasificaciónde la democracia es si los teóricos deben usar estándares internaciona-les para un período dado (lo que llamamos un estándar retrospectivo) olos estándares internacionales actuales. La mayoría de los teóricos (v.g.,

2 La elección referente a la jefatura de gobierno es generalmente indirecta. Estoes correcto en los sistemas parlamentarios y presidenciales que tienen colegios elec-torales.

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Gurr et al., 1990; Huntington, 1991; Przeworski et al., 2000) usan im-plícitamente el estándar retrospectivo; ellos ven los regímenes basadosen la votación de casi toda la mayoría de la población masculina comodemocrático. Recientemente, sin embargo, Paxton ha argumentando con-vincentemente que existe una contradicción entre la mayoría de las de-finiciones de democracia, que bregan por el sufragio universal, y la ma-yoría de las operacionalizaciones, que están basadas en votantes mas-culinos adultos de anteriores períodos. Ella hace notar que los regíme-nes basados en el sufragio universal de casi la totalidad de la poblaciónadulta son más democráticos que aquellos basados en el sufragio decasi la totalidad de la población masculina adulta y hace un llamadopor las mediciones continuas de la democracia para captar esta diferen-cia cualitativa.

Con una clasificación ordinal tal como la que aquí se propone, losteóricos pueden usar legítimamente tanto el estándar retrospectivo comoel contemporáneo. Pero ellos deberían tener en claro cuál de los dos es-tán usando. Cada tipo de clasificación tiene una ventaja y una desventa-ja, y ambos contienen la pregunta sobre el grado en que un régimen fuedemocrático según los estándares de su tiempo y cuán democrático re-sulta según el estándar contemporáneo. El estándar retrospectivo falla alno capturar algunos cambios a lo largo del tiempo; está concebido en laidea de que la democracia es un tipo de régimen que cambia constante-mente. Usando los estándares actuales para juzgar o evaluar regímenesanteriores se hace más fácil registrar los cambios de cómo la democraciaes percibida y practicada, pero eso impone un anacronismo. En la medi-da que los derechos democráticos se expandan, cada nueva generacióntendrá dudas acerca de la clasificación de todos los regímenes anteriorescomo democráticos, porque las generaciones anteriores de democráticosno han institucionalizado o siquiera concebido ciertos derechos y prácti-cas.

Sobre la cuestión relativa a la inclusión, nosotros usamos el estándarretrospectivo para los regímenes anteriores, para evitar los problemas delanacronismo. Hasta poco después de la Segunda Guerra Mundial, consi-deramos algunos países democráticos aun si en ellos las mujeres todavíano han adquirido el derecho de voto. En una veta similar, la no inclusiónde los analfabetos en el derecho de voto no nos impidió clasificar un régi-men como democrático. Nuestros criterios para juzgar la inclusividad sonhistóricamente contingentes porque la democracia en sí misma es siem-pre cambiante (Markoff, 1996) –si bien la democracia también personifi-ca algunos principios inmutables en su esencia tal como elecciones libresy transparentes y el respeto por las libertades civiles básicas–. La ampli-tud del derecho de voto no deja afuera a muchos regímenes en el mundocontemporáneo, dado que los estándares sobre la inclusión se han vueltouniversales en las democracias modernas.

Tercero, las democracias deben proteger los derechos políticos y las

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libertades civiles tales como la libertad de prensa, libertad de opinión,libertad para organizarse, y derecho del habeas corpus, etc. Aun siendoun gobierno elegido en elecciones libres y justas con un amplio margende votos, ante la ausencia de una garantía efectiva de las libertades civi-les, dicho gobierno no es democrático tal como se entiende ese términoen el mundo moderno. El Salvador y Guatemala en 1980, entre otroscasos en América Latina contemporánea, ilustran el punto. Un compo-nente liberal –la protección de las libertades individuales– es un elemen-to necesario de la democracia contemporánea. Precisamente porque ladimensión liberal es una característica que define la democracia contem-poránea, el concepto de “democracia iliberal” de Diamond (1999: 42-51),Merkel (1999), y Zakaria (1997) es problemático; sugiere que regímenesque no protegen las libertades civiles y los derechos políticos aun asípodrían llamarse democracias (Plattner,1998).3 Los regímenes iliberalescon elecciones competitivas son semidemocracias en el mejor de los ca-sos y, en algunas oportunidades, son sencillamente autoritarismos.

Cuarto, las autoridades elegidas deben tener el poder real de gober-nar, oponiéndose así a la situación en la que los representantes elegidosson controlados por los militares o por una figura oculta no electa(Valenzuela, 1992). Si las elecciones son libres y transparentes pero pro-ducen un gobierno que no puede controlar la mayoría de las áreas políti-cas porque los militares o alguna otra fuerza lo hace, entonces el gobier-no no es una democracia. Por nuestra estricta definición, algunas de las“democracias defectuosas” de las cuales habla Merkel (1999) no son sola-mente defectuosas: no son democracias.

Los cuatro elementos de nuestra definición son necesarios y deben serincluidos aun si hacerlo requiere juicios subjetivos acerca de los regíme-nes. Esta definición cumple el requisito de ser mínima pero completa si a)los cuatro criterios son componentes necesarios de la democracia, sin loscuales un régimen no debería ser considerado democrático; y b) ningúnotro rasgo distintivo es necesario para caracterizar la democracia. Noso-tros creemos que esta definición cumple ambas condiciones, mientrasque algunas definiciones recientes fallan en la segunda afirmación pordescuidar ciertas características esenciales de la democracia.

Nuestra definición se focaliza en el procedimiento pero añade un inte-rés por las libertades civiles y el poder efectivo de gobierno. Se acerca a laque fue propuesta por varios teóricos (Collier y Levitsky, 1997; Diamond,Linz y Lipset, 1989: XVI - XVIII; O’Donell en su tema de SCID). Difiere de lasdefiniciones no procedimentales que no se refieren explícitamente a las

3 Históricamente, la noción de “democracia iliberal” no es una contradicción iróni-ca; estuvo en el centro de la preocupación de Tocqueville sobre la “tiranía de la mayo-ría” en los Estados Unidos, así como una preocupación igualmente central paraMadison. En el contexto contemporáneo, sin embargo, nosotros preferimos darle elsentido en cuanto a que indica claramente que regímenes que no sostienen las liber-tades civiles tradicionales no entran dentro de la categoría de democracias.

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elecciones (v.g., Bollen 1991: 5) y de la definición clásica de Schumpetery la más reciente de Przeworski et al. (2000), ambas submínimas.

Finalmente, siguiendo a Przeworski et al. (2000), es útil hacer explíci-to dos puntos que nuestra definición no incluye. Primero, deja afueraresultados sustantivos tal como equidad social. Nosotros limitamos ladefinición de democracia a su aspecto procedimental y dejamos comouna pregunta empírica la relación entre democracia e igualdad. Incluirequidad social en la definición de democracia enturbia el cuadro de lamisma, aun a sabiendas que altos niveles de desigualdad podrían bienvolverse en contra de la democracia. Segundo, nuevamente siguiendo aPrzeworski et al., nuestra definición no dice nada sobre accountability,4

sobre defectos en la administración de la justicia (excepto aquellos queatañen a las libertades civiles y a los derechos políticos), e instancias de“decretismo”. Sumando tales criterios, que no son inherentes a la natu-raleza de la democracia, se llega a una definición no-mínima de la demo-cracia.

Los riesgos de la definición submínima

Nuestra definición lleva a una similitud con la de Schumpeter (1947) ycon la de Przeworski et al. (2000): las tres se focalizan en los procedi-mientos. Insistiendo en la segunda, tercera y cuarta dimensiones de de-mocracia, sin embargo, nuestra definición difiere de aquella usada porSchumpeter y Przeworski et al. Ambas igualan la democracia con la rea-lización de elecciones libres y justas que permiten una alternación en elpoder siendo indiferentes en la falta de las libertades civiles o la presen-cia de “dominios reservados” en las políticas públicas que están bajo elcontrol de figuras no elegidas (Valenzuela, 1992).5

Przeworski et al. articulan cuidadosamente sus criterios de codificar yhacer depender sus clasificaciones de regímenes, de una definición de

4 Schmitter y Karl (1991: 40) hacen central la noción de accountability en su defi-nición de democracia, pero su definición es difícil de operacionalizar. En una vetasimilar, Jaggers y Gurr (1995) incluyen restricciones institucionales en el poder eje-cutivo como uno de las dimensiones que definen la democracia. Si bien las democra-cias tienen generalmente más restricciones sobre el poder ejecutivo que los regímenesno democráticos, entre las democracias, hay una amplia variación sobre cuán restrin-gido está el Poder Ejecutivo.

5 Przeworski et al. es equívoco en este último punto. Por un lado, ellos hacen notar(p. 15) que “en una democracia, los cargos que están siendo ocupados a través de larealización de las elecciones garantizan a sus titulares la autoridad de ejercer el go-bierno libres de las restricciones legales de tener que responder a un poder no cons-tituido como resultado de un proceso electoral”. Este criterio parece imponer cual-quier régimen en donde los militares gobiernen desde las sombras como no democrá-tico. Por otro lado, ellos afirman vigorosamente (p. 35) que no incluyen el control civilsobre los militares en su clasificación de regímenes.

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democracia y no-democracia. Por otro lado, ellos usan una definiciónsubmínima de democracia, que es el resultado de contar algunos regíme-nes autoritarios como democracias. Su definición de democracia (p. 15)gira exclusivamente en torno de la competencia por los cargos. “Demo-cracia […] es un régimen en el cual aquellos que gobiernan son seleccio-nados a través de elecciones competitivas”. Más específicamente, en unademocracia, la jefatura de gobierno y la legislatura deben ser elegidas, ydebe haber más de un partido.

Przeworski et al. no están solos al definir la democracia estrictamenteen términos de la competencia por los cargos. En su trabajo clásico,Schumpeter (1947: 269) también se centró en la contienda electoral entrelas elites y partidos políticos: “el método democrático es aquel arregloinstitucional para llegar a decisiones políticas, en el que los individuosadquieren el poder de decidir por medio de una lucha competitiva por elvoto de las personas”. En las dos décadas pasadas, sin embargo, la mayo-ría de los cientistas políticos han usado una definición más expansiva ymenos parsimoniosa, más acorde con la que se presentó anteriormente.

Przeworski et al. se representan como un afloramiento, al definir lademocracia tan escuetamente, pero un afloramiento para tomar seria-mente dadas su prominencia académica y la de su proyecto. Argumentanque las clasificaciones de los regímenes políticos deberían depositar “unaexclusiva confianza en juicios observables antes que en juicios subjeti-vos” (Álvarez et al., 1996: 3). Ellos minimizan la subjetividad que se des-prende de sus propias afirmaciones acerca de por qué las elecciones sonlibres y limpias, aun cuando esta distinción entre juicios observables ysubjetivos está dibujada muy astutamente.

Los regímenes deberían ser clasificados según criterios observables,pero los cientistas sociales deben hacer juicios sobre si una violación essuficientemente seria como para tildar a un régimen menos que demo-crático. Además, confiar en criterios observables no requiere restringiruna definición de democracia a la esfera electoral. La afirmación de losderechos humanos y las libertades civiles, la extensión de la participa-ción, y el grado en el que los actores no democráticos tienen poder de vetosobre la política del gobierno son observables. A menudo es más difícilconseguir datos confiables acerca de la situación de los derechos huma-nos y sobre si el poder elegido tiene realmente capacidad de gobernar,que conseguirlos en lo que respecta a la transparencia de los comicios.Es un error, no obstante, clasificar regímenes políticos sin hacer juiciossobre el respeto a las libertades civiles y sobre la capacidad real en go-bernar del gobierno elegido.

Un enfoque centrado exclusivamente en la competencia política lleva auna definición submínima y a errores en la clasificación de los regíme-nes. Tal como ha argumentado Karl (1986), el “electoralismo” –lo resul-tante de las elecciones competitivas y la democracia– pierde de vista di-mensiones fundamentales de la democracia. Las elecciones competitivas

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sin un amplio espectro de sufragio adulto pueden existir en un régimenoligárquico predemocrático o en un régimen exclusivo racial étnico queexcluye la mayoría de la población (v.g., Sudáfrica durante el Apartheid).Pero si un gobierno contemporáneo es elegido en una contienda que ex-cluye la mayoría de la población adulta, está violando el significado mis-mo de la democracia como gobierno del pueblo. No obstante la desviaciónque la democracia representativa ha sufrido de este sentido primario, esesencial preservar la idea que los gobiernos democráticos son elegidospor el pueblo. En términos prácticos, este segundo criterio no es tandiscriminador con relación a la ola de democratización post 1974, porquecasi todos los países que han garantizado elecciones libres y limpias hantenido un amplio espectro de votantes.

Álvarez et al. se rehúsan explícitamente a aplicar juicios subjetivossobre las libertades civiles, en la clasificación de regímenes.6 Sin embar-go, sin el respeto hacia el núcleo de derechos civiles tradicionalmenteasociados con la democracia, un régimen no es democrático tal como en-tendemos hoy su significado. Sin la protección de los derechos civiles, laelección misma está viciada. Las elecciones no son libres y limpias si laoposición se arriesga a represalias por criticar al gobierno, si no estápermitida la expresión o difusión de otros puntos de vista, o si no sepueden formar o reunir los partidos políticos, la prensa no puede publi-car libremente, los candidatos no pueden viajar, etcétera.

Przeworski et al. intentan corregir este defecto en sus definiciones con-tando como democráticos sólo aquellos regímenes en los cuales ha habi-do por lo menos una alternancia en el poder, evaluando de ese modo laefectividad del proceso electoral en retrospectiva. “Dondequiera que unpartido gobernante sufriera eventualmente una derrota electoral y per-mitiera a la oposición asumir el gobierno, el régimen se clasifica comodemocrático por el período completo que su gobierno estuvo en el poderbajo esas mismas reglas” (p. 24). Pero este criterio es tanto sobre comosub inclusivo. Las violaciones de las libertades civiles o de los derechospolíticos pueden ser dirigidas en contra de un punto de vista político–incluso uno dominante– pero sin embargo dejar al electorado algunasopciones, produciendo de esta manera la alternancia requerida en el go-bierno y, al mismo tiempo, no permitiendo elecciones libres y limpias.Esto ocurrió en la Argentina entre 1958 y 1966, cuando el partido peronistafue proscripto, negando al pueblo la posibilidad de votar al partido máspopular.

Por añadidura, aun si la alternancia en el poder mostraba que laselecciones eran libres y competitivas en un tiempo t, difícilmente hubierasido un indicador de su transparencia en t-1. Considérese, por ejemplo,

6 En sus trabajos posteriores Przeworski et al. 2000 son mas equívocos acerca deeste punto. Ellos no incluyen la protección de los derechos civiles en su definición dedemocracia, pero dan a conocer que “cierto grado de libertad política es una condiciónsine qua non para la contienda” (p. 34).

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el caso de Jamaica. Dada la alternancia en el poder en 1989, Przeworskiet al. clasificaron a Jamaica retroactivamente como una democracia portodo el período 1962-1990, aun cuando el gobernante Jamaica Labor Party(JLP) manejó el calendario electoral y fue a elecciones virtualmente sinoposición en la elección de 1983. El JLP controló todos los asientos delParlamento entre 1984 y 1989. Este problema es también importante enalgunos de los países de Latinoamérica. Usando estas reglas de codifica-ción, dada la alternancia de poder en el 2000, las elecciones de Méxicodeberían presumiblemente ser consideradas libres y limpias durante elúltimo siglo veinte y tal vez antes aún. El hecho de que las elecciones del2000 permitieran una alternancia en el poder, no dice nada acerca de latransparencia de las elecciones previas.

La regla genera algunas veces el problema opuesto, al excluir de lacategoría países democráticos en los que la libertad subyace a las eleccio-nes limpias y libres, pero el electorado está satisfecho con el partido en elpoder. Japón fue una democracia por décadas antes que hubiera unaalternancia en el poder. Pero bajo la regla de la alternancia, no está clarosi Japón hubiera calificado como una democracia, tal como Przeworski etal. codificaron este caso pocos años antes. El Liberal Democratic Party(LDP) nunca dejó el poder entre 1955 (cuando nació dicho partido) y 1990(el último año según la base de datos de Przeworski et al.). La presenciade un partido dominante que gana consistentemente las elecciones porun par de décadas no es inherentemente incompatible con la democracia.

Álvarez et al. (1996: 20) demandan que se debería investigar empírica-mente si la ausencia de violencia arbitraria está asociada con la demo-cracia antes de incluir esa ausencia en la definición. Pero una de lascaracterísticas distintivas de la democracia representativa moderna essu dimensión liberal: gobierno limitado y la adhesión a un núcleo de va-lores sobre la santidad de lo individual. Algunos gobiernos competiti-vamente electos han infringido seriamente tales derechos. En los prime-ros tiempos de Hitler, el gobierno elegido competitivamente ya estaba co-menzando una campaña sistemática para negar los derechos básicos aciertos grupos. De manera similar, en algunas partes de Colombia (desde1980 hasta la actualidad) y Perú (desde 1980 hasta principios de 1990),las campañas gubernamentales o paramilitares contra las guerrillas y eltráfico de droga han significado todo menos una experiencia democráticapara aquellos aldeanos atrapados entre ambos bandos. Cuando estas con-diciones se generalizan, afectando a una porción grande de la población,el país no debería ser considerado una democracia. En síntesis, es im-portante distinguir entre gobiernos electos iliberales y democracias libe-rales.

Adicionalmente puede decirse que un gobierno no es democrático amenos que los candidatos elegidos efectivamente gobiernen. Przeworskiet al. rechazan explícitamente este criterio y sostiene que la clasificaciónde regímenes no debería basarse en los juicios sobre el efectivo ejercicio

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de poder: “en algunas democracias (Honduras y Thailandia son los proto-tipos) el poder civil no es más que un delgada capa sobre el poder militar,ejercido por generales sin investidura. Sin embargo, mientras quienesdetentan el gobierno sean elegidos en elecciones en las que alguien mástenga la posibilidad de ganar y mientras ellos no usen su poder paraeliminar la oposición, el hecho de que el jefe del ejecutivo sea un generalo un sirviente de aquél no añade ninguna información relevante” (p. 35).

Nosotros somos escépticos respecto del argumento que dice que “elpoder civil no es más que una delgada capa sobre el poder militar”. Si elgobierno elegido por el pueblo no gobierna de hecho, no es democrático.El argumento contrario parece basarse en la suposición de que hay unaopción, que el pueblo puede elegir entre el sirviente de un general y al-guien que no es un sirviente. Pero en algunos casos, todos los candidatosno son tanto sirvientes, sino rehenes. En estos casos, el poder de decisiónen determinadas áreas está limitado por la amenaza de la intervenciónmilitar o por la toma de control de un sirviente de los militares.

Abundan en Latinoamérica ejemplos de gobiernos libremente elegidoslimitados por un “guardián” militar. En la Argentina este caso tuvo lugarentre 1955 a 1966; ciertos resultados electorales estaban determinados apriori porque los militares habían proscripto el partido que gozaba delapoyo popular. Los militares de Guatemala jugaron un rol de “guardián”de facto en los años de 1980 y a principios de la década de 1990. Luegode aproximadamente dos años de ganar por mayoría en las eleccioneslibres y limpias de 1985, el presidente Cerezo admitió que cuando él ha-bía tomado el gobierno, los militares le permitieron ejercer sólo un 30%de sus poderes constitucionales. Confesó que la situación mejoró con eltiempo, mientras otro observador local estimaba que el porcentaje de po-der que efectivamente podía usar el presidente en verdad decreció en un10 o 15 por ciento hacia 1988.7 Una situación similar tuvo lugar en ElSalvador desde 1982 hasta un poco antes de las elecciones de 1994. Losmilitares y los paramilitares estaban detrás del control del gobierno civile insensiblemente mataron 10.000 izquierdistas y manifiestos simpati-zantes de la izquierda. Los resultados electorales no aceptables para losmilitares fueron anulados.

Los gobiernos en estos países fueron elegidos en contiendas electora-les que eran razonables pero no completamente libres y limpias. Pero losmilitares y paramilitares controlaron un amplio radio de opciones políti-cas, incluyendo el grado permitido de opinión política (los militares repri-mieron duramente a la izquierda), la política de derechos humanos, losmedios empleados en la guerra civil, aspectos importantes de la políticalaboral (los sindicatos y gremios fueron duramente reprimidos), la políti-ca agraria, y muchas otras. Los gobiernos elegidos por el pueblo no go-

7 Declaraciones tomadas en el International Human Rights Law Group y Washing-ton Office de Latinoamérica (1988: 11-12 y n. 10).

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bernaron efectivamente en áreas políticamente importantes. En muchasde ellas, el gobernante fue el militar o paramilitar, y ninguna de las op-ciones del escrutinio dejó una alternativa a ello. Llamar a tal gobierno“democrático” no hace justicia a la palabra. Si un gobierno electo no pue-de gobernar porque los militares o algún otro actor político domina elsistema político, no es democrático. El uso de una definición submínimade democracia lleva a Przeworski et al. a ver y contar muchos regímenescomo democráticos a pesar de las prácticas que llevarían a la mayoría delos observadores a un juicio contrario.

Reglas de codificación y agregación

En esta sección presentamos nuestro modelo de reglas de codificación yagregación para la clasificación de regímenes políticos. Las reglas explíci-tas de codificación y agregación forman un pilar de la clasificación de regí-menes (Munck y Verkuilen, 2000). Tales reglas promueven la igualdad delas evaluaciones a lo largo de los casos y los tiempos. Reducen los erroresde subjetividad y de medición que afectan la clasificación de regímenes(Bollen, 1993; Bollen y Paxton, 2000) a menos que uno confíe exclusiva-mente en un criterio estrictamente observable, tal como lo hace Vanhanen(1990), pero con una pérdida considerable de sondeo. También facilitan aotros teóricos la evaluación de criterios y clasificaciones actuales.8

Nuestras reglas de codificación evalúan en qué grado son violadas lascuatro definiciones de la democracia. Tipifican las posibles violaciones deestos principios democráticos y los califican como fallas estructurales oparciales. El esquema de codificación es el siguiente:

1) Elecciones de la Legislatura y del Ejecutivo. ¿Fue el jefe de gobierno(en Latinoamérica, el presidente) elegido libre y transparentemente, o esél/ella una designación constitucional que reemplaza a una cabeza degobierno que murió, renunció o fue procesado? Por “elegidos” nosotrossignificamos, tal como lo hicieron Przewoeski et al. (2000), que él/ella fueelegida en unas elecciones directas y limpias o elegido/a por un cuerpolegislativo que fue conformado mayormente, en lo que a sus miembros serefiere, por el resultado de elecciones directas. En un nivel similar, ¿exis-te un cuerpo legislativo en el cual la mayoría de sus miembros ha sidoelegida limpiamente? Con muy pocas excepciones, las elecciones de le-gisladores nacionales, en el período post 1945, han sido directas, aunqueen raras ocasiones, como en la cámara alta de la Argentina hasta la refor-ma constitucional de 1994, algunos miembros eran elegidos indirecta-mente en elecciones libres y limpias.

8 Una de las virtudes de Przeworski et al. (2000), Bollen (1980), y Coppedge yReinicke (1990) son las reglas explícitas de codificación y agregación.

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En una democracia, el jefe de gobierno y la legislatura son elegidos enelecciones libres y limpias.

Una violación mayor de este principio democrático ocurre si:a) el jefe de gobierno o la legislatura no son elegidos, ob) el gobierno usa sus recursos (patronazgo, represión, o una combi-

nación de ambos) para asegurar una victoria electoral –i.e. existen quejassistemáticas sobre fraude y repones presidenciales (v.g., México 1945-1988, Argentina 1952-1955, El Salvador 1952-1963, Paraguay 1960-1989)–.

c) A través del fraude, manipulación o represión explícita, el gobiernohace imposible competir a una amplia gama de partidos (o si compiten,tomar el gobierno).

Una violación parcial ocurre si:a) hay quejas sistemáticas de elecciones disfrazadas y/o de persecu-

ción de la oposición pero es todavía incierto el resultado electoral y elgobierno falla en el propósito de lograr la mayoría en la legislatura, o

b) los militares vetan unos pocos pero importantes candidatos “noaceptados” (v.g., Argentina 1958-1966),9 el fraude afectó pero no sesgócompletamente los resultados electorales; o las elecciones fueron condu-cidas sustancialmente bajo reglas de juego desiguales (v.g., Nicaragua en1984 porque los sandinistas dominaron los medios de comunicación ypresionaron a los grupos de la oposición. El Salvador en el año 1980porque la izquierda sufrió una represión masiva).

2) ¿Es el derecho de voto inclusivo? En una democracia, el derecho devoto es amplio comparado con otros países en el mismo período histórico,y las categorías sociales no incluidas (v.g., niños) no son tomadas comogrupos políticamente excluidos con preferencias políticas distintivas.

Una violación mayor de este principio democrático ocurre si una granparte de la población adulta carece de derecho de voto por razones étnicas,clasistas, de género o educativas, de lo que resulta que:

a) seguramente se previene resultados electorales que podrían ser muydiferentes (o por lo menos es lo que generalmente se cree), o

b) una exención inusual para ese período, oc) se disparan protestas masivas sociales.

9 No consideramos automáticamente todas las proscripciones como una violaciónparcial. A fines de 1940 y en la década de 1950, muchos países latinoamericanosproscribieron los partidos comunistas. No obstante, dado que un amplio espectro deopciones existía, nosotros no rotulamos esta proscripción como una falla parcial. Po-cos de los partidos comunistas proscriptos en los años 1940 y 1950 eran significati-vos electoralmente. Además, en ese tiempo mucha gente observó la proscripción abiertade partidos antisistema no sólo como consistente, sino inclusive como necesario parala democracia (Linz, 1978). El partido peronista es distinto porque fue el partido másgrande en la Argentina, y no fue patentemente antisistema.

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Una violación parcial ocurre si la negación del derecho de voto de algu-nos grupos sociales ocurre de manera que no afecta significativamente laproporción de los resultados electorales.

Estos criterios de inclusión contienen juicios complejos, pero el crite-rio simple y obvio –sufragio adulto universal– es tergiversador e irrealistasi se usa un estándar retrospectivo para clasificar regímenes. Todavíahoy, pocos países observan el sufragio adulto universal. Algunos, queson mayormente vistos como democracias, excluyen a los insanos, con-victos, residentes permanentes, ciudadanos no residentes, o miembrosde las fuerzas armadas. Adicionalmente, nosotros hacemos la vista gordasobre la negación del voto a las mujeres y a los analfabetos para la prime-ra parte del período bajo consideración. Estas tempranas exclusiones eranartefactos culturales de un tiempo pasado; este criterio de democracia hacambiado a lo largo del tiempo.

3) ¿Son respetadas las libertades civiles? En una democracia, las viola-ciones de los derechos humanos no son comunes, los partidos son librespara organizarse, y el gobierno respeta las garantías constitucionales.

Una violación mayor de los principios democráticos ocurre si:a) el grueso de las violaciones a los derechos humanos o censura con-

tra la prensa de la oposición ocurre sistemáticamente, ob) los partidos políticos no son libres de organizarse –i.e., la mayoría

de los partidos grandes está proscripta, sólo un partido existe, o algunospartidos están firmemente controlados por el gobierno (v.g., Panamá 1968-1980, Paraguay 1947-1959, Brasil 1965-1979)-.

Una violación parcial ocurre si:a) las violaciones de los derechos humanos están menos extendidas

pero aun así afectan la capacidad de organización de la oposición en al-gunas áreas geográficas o sectores sociales, o

b) hay una censura intermitente de los medios o una prohibición re-gular de un partido mayor o candidato.

4) ¿Gozan los gobernantes electos de verdadera capacidad para gober-nar? En una democracia, los líderes militares y los militares como insti-tución tienen escasa o menor influencia en las políticas que en los asun-tos militares, y sus preferencias no afectan sustantivamente las oportu-nidades de los candidatos presidenciales.

Una violación mayor de este principio democrático ocurre si:a) los líderes militares o los militares como institución dominan abier-

tamente la áreas políticas más relevantes no estrictamente ligadas a lasfuerzas armadas, o

b) si el jefe de gobierno elegido es un títere, al tiempo que el procesoelectoral no determina realmente quién gobierna.

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Una violación parcial ocurre si los líderes militares o los militares comoinstitución son capaces de vetar importantes políticas en unas pocas áreasno relacionadas con las fuerzas armadas (v.g., Ecuador 1961-1962).

Munck y Verkuilen (2000) han señalado la importancia de las reglasexplícitas y sensibles para avanzar desde dimensiones desagregadas auna clasificación agregada de regímenes. Nuestra regla de agregación essimple. Nosotros usamos estas cuatro dimensiones para construir unamedida tricotómica de la democracia en América Latina. Clasificamos losgobiernos como democráticos, semidemocráticos y autoritarios. Cuandolos gobiernos no cometen violaciones de ninguno de los cuatro criterios,los calificamos como democráticos. Son calificados como autoritarios siregistran una o más violaciones mayores o como semidemocráticos si pre-sentan sólo fallas parciales en una o más categorías.

El criterio en nuestra definición de democracia envuelve alguna codifi-cación discrecional –i.e., evaluaciones subjetivas–. Pero preferimos unadefinición completa a una submínima (aun si ello requiere evaluacionessubjetivas). Es poco cómodo que una clasificación se base en datos obje-tivos si no incluye suficientes criterios para distinguir entre democraciasy no-democracias. Los cientistas sociales no deberían ignorar los compo-nentes importantes de la democracia simplemente porque ellos son difí-ciles de medir. Un juicio informado orientado por reglas de codificaciónbien especificadas es mejor que ninguna medición.

Reconocemos el valor de las escalas continuas de la democracia. Po-dríamos haber construido una escala más continua a través de un prin-cipio sumatorio de agregación mediante la suma de puntos (de cero a dospor dimensión) en las cuatro dimensiones –produciendo de ese modo unaescala de nueve puntos que va de cero a ocho–. En esta etapa de nuestrocometido tenemos razones conceptuales y prácticas para preferir una tri-cotomía a una escala más diferenciada construida en esta forma.Conceptualmente, sumando puntos a lo largo de las cuatro dimensionesse podrían producir distorsiones porque se asume que las cuatro dimen-siones 1) pueden ser medidas a un nivel de intervalos; 2) puede ser medi-da en las mismas unidades; y 3) tienen el mismo peso conceptual, demanera que una puntuación mayor en algunas dimensiones puede com-pensar una débil puntuación en otras.

Nuestras reglas de codificación y agregación y por lo tanto nuestra cla-sificación de regímenes no se basa en tales suposiciones. Nuestras cuatrodimensiones están codificadas en escalas ordinales (violación mayor, vio-lación parcial, no violación), y la agregación matemática puede conducir aequívocos porque las distancias entre las categorías ordinales no son nece-sariamente uniformes. La asunción de un igual peso conceptual inherentea un proceso de agregación sumatoria es igualmente problemática porquelas cuatro dimensiones son necesarias individualmente y conjuntamentesuficientes para la democracia. Las violaciones de gran magnitud no pue-den ser compensadas mediante la adhesión en las otras a los principios

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democráticos. Por ejemplo, si las elecciones son fraudulentas y el gobiernose compromete en una extensiva intimidación haciendo imposible la com-petencia a los partidos de la oposición, la ampliación del derecho de sufra-gio no incrementará el carácter democrático del régimen.

Nuestro método de agregación también ofrece una ventaja práctica.Un proceso de agregación sumatoria requeriría una cuidadosa evalua-ción de cada dimensión de la democracia por cada régimen, cada año. Encontraste, nuestro proceso de agregación nos permite limitar la recolec-ción de datos a casos en los cuales no hay una violación mayor al nivelelectoral. El criterio electoral filtra gobiernos que son abiertamente auto-ritarios, restringiendo la búsqueda de información más costosa y detalla-da a las democracias, semidemocracias, o distintas maneras de gobiernoautoritario. Si un régimen no tiene elecciones razonablemente libres ytransparentes, entonces no necesitamos recoger datos adicionales. Des-de que la información para el primer criterio es más fácil de obtener, estaregla de agregación reduce los costos de la información.

Una clasificación de regímenes en Latinoamérica

El cuadro 1 muestra nuestras clasificaciones de 19 países latinoamerica-nos por el período de 1945-1999. Esta clasificación tricotómica es ordinal;se mueve de más a menos democrático. No distingue entre diferentes ti-pos de regímenes patentemente no democráticos. Para algunos propósi-tos, tales distinciones son relevantes (Linz, 1975; Linz y Stepan, 1996:38-54). Pero aquí nosotros estamos preocupados primariamente por elcontinuo de regímenes democráticos a no democráticos. Usaremos el tér-mino “autoritario” laxamente, para abarcar todos los regímenes clara-mente no democráticos. La categoría semidemocrática incluye una varie-dad de regímenes que impulsan elecciones competitivas pero todavía nodan la medida de la democracia. Podríamos haber clasificado las semide-mocracias en varias subcategorías, pero en todos estos casos se realizanelecciones razonablemente libres y limpias mientras otros elementos dela democracia son menoscabados.

En esta sección y en la próxima discutimos con mayor detalle nuestraalternativa de medición. ¿Por qué elegimos una escala categórica en vezde un índice continuo? ¿Y por qué esta escala es tricotómica en vez de sersimplemente dicotómica?

Además de los problemas de agregación discutidos en la sección previa,la razón para elegir una medición categórica es doble. Primero: aun cuan-do las mediciones continuas son apropiadas para algunos propósitos deinvestigación (Bollen, 1980; Bollen y Jackman, 1989: 612; Coppedge yReinecke, 1990; Dahl, 1971, Diamond, 1999; Elkins, 2000; Hadenius, 1992:36-71; Vanhanen, 1990), aquélla10 es útil para el objetivo de rotular regí-

10 La medición categórica. [N. de la T.]

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Cuadro 1. Clasificación de los regímenes latinoamericanos, 1945-1999

Argentina 1945 A Guatemala 1945-53 S1946-50 S 1954-85 A1951-57 A 1986-99 S1958-61 S Haití 1945-99 A1962 A Honduras 1945-56 A1963-65 S 1957-62 S1966-72 A 1963-81 A1973-74 D 1982-99 S1975 S México 1945-87 A1976-82 A 1988-99 S1983-99 D Nicaragua 1945-83 A

Bolivia 1945-51 A 1984-99 S1952-63 S Panamá 1945-47 S1964-81 A 1948-55 A1982-99 D 1956-67 S

Brasil 1945 A 1968-89 A1946-63 D 1990-93 S1964-84 A 1994-99 D1985-99 D Paraguay 1945-88 A

Chile 1945-72 D 1989-99 S1973-89 A Perú 1945-47 S1990-99 D 1948-55 A

Colombia 1945-48 S 1956-61 S1949-57 A 1962 A1958-73 S 1963-67 D1974-89 D 1968-79 A1990-99 S 1980-82 D

Costa Rica 1945-48 S 1983-84 S1949-99 D 1985-87 D

Dominicana 1945-65 A 1988-91 S1966-73 S 1992-94 A1974-77 A 1995-99 S1978-93 D Uruguay 1945-72 D1994-95 S 1973-84 A1996-99 D 1985-99 D

Ecuador 1945-47 A Venezuela 1945 A1948-62 S 1946 S1963-67 A 1947 D1968-69 S 1948-57 A1970-78 A 1958-99 D1979-99 D

El Salvador 1945-83 A1984-91 S1992-99 D

D = democrático S = semidemocrático A = autoritario

Nota: El año de transición de un régimen a otro fue codificado como el nuevorégimen. Por ejemplo, aunque la dictadura militar argentina duró entre 1976 y 1983,codificamos 1983 como democracia porque el nuevo régimen se inauguró en diciem-bre de ese año.

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menes políticos. Tanto las continuas como las ordinales sirven para gran-des metas de investigación (Collier y Adckock, 1999). Los rótulos de losregímenes son esenciales para analizar procesos comparativos históricos,para describir regímenes, y para estudiar sus caídas y transiciones.

Segundo, dado tanto el costo como el tiempo, hubiera sido difícil cons-truir una medida más refinada para cada país y para cada año desde 1945.Podremos no saber si un país debería ser calificado como 6 o 7 en la escalade intervalo de Freedom House, pero podemos estar seguros de que es unasemidemocracia. Mediante la construcción de una escala tricotómica conuna modesta demanda de información, podemos reducir significativamenteel número de errores de codificación y lograr así una confiabilidad mayor ala que hubiera sido posible bajo un esquema de clasificación más exigente.Nuestro esquema tiene suficientes categorías como para evitar el forza-miento de los casos en clases que violan nuestro entendimiento y sentidocomún, a la vez que tiene suficientemente pocos, como para que no seanecesario esbozar distinciones finas entre regímenes.

Debido a que esta codificación es cualitativa e histórica, envuelve cier-to grado de juicio subjetivo. Pero con reglas de codificación explícitas, lascuatro dimensiones que están siendo juzgadas son uniformes y losparámetros generales para hacer esos juicios claros. El hecho de que da-tos secundarios generados por expertos en países están disponibles com-binado con estándares explícitos y relativamente simples, hace más fácilpara otros teóricos chequear nuestra codificación de los casos.

Por supuesto, aun con reglas de codificación explícitas, algunos casospresentan dificultades en sus aproximaciones. ¿Debería el Brasil de 1946-1963 ser calificado como una semidemocracia por las restricciones en laparticipación y competencia, o como una democracia porque la competi-ción a nivel nacional era vigorosa y la participación aceptablemente exten-sa? Una opción razonable puede hacerse por cualquiera de las dos vías.

En suma, nuestra clasificación ordinal tricotómica resume una grancantidad de información, es descriptiva y conceptualmente más rica quelos códigos cuantitativos, y nos permite situar regímenes actuales en laescala continua de las prácticas políticas de manera tal que coincidan elentendimiento de la naturaleza de los regímenes y del cambio de los mis-mos. Nuestras categorías son rápidamente comprensibles en el lenguajeordinario de las ciencias sociales. Esta tricotomía permite una significa-tiva gama de variación sin perder la parquedad en la construcción de lostipos de regímenes. Finalmente, nuestra aproximación ordinal ytricotómica es consistente con la naturaleza continua de la práctica de-mocrática. La misma impone puntos de corte teóricamente dirigidos, enuna más continua gama de prácticas.11

11 Nuestra premisa de que estas categorías ordenadas configuran intervalos deuna variable continua y latente es una premisa aceptada en el análisis de regresiónlogística (Long, 1997: 116-122).

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Medidas dicotómicas versus medidas tricotómicasen la medición de la democracia

Przeworski et al. (pp. 57-59) y Sartori (1987: 182-185; 1991) han argu-mentado que la democracia debería ser concebida como un fenómenodicotómico: un gobierno es democrático o no lo es. Nosotros optamos poruna medida tricotómica y si bien nos acercamos en cierta medida aPrzeworski et al. y Sartori, lo hacemos con reservas hacia la dicotomía.

Przeworski et al. califican como democracias a los países en los cualesel jefe de gobierno y la legislatura son elegidos, existe más de un partido,existe una alternancia en el poder (en retrospectiva). No hay término medio,todos los demás países son dictaduras. “Menos autoritario” puede seruna buena característica, pero no es, en esta concepción, más democrá-tica. Sartori (1978) también afirma que los regímenes deben ser primera-mente clasificados como democracias antes de que tenga sentido explo-rar el grado democrático que presentan. Sartori y Przeworski et al. reco-nocen que hay grados entre las democracias: algunas son más democrá-ticas que otras. Su argumento no es que no existen grados de democra-cia, sino que hay un “punto natural cero” para las democracias. Los regí-menes por encima de un cierto puntaje son democráticos y pueden serloen distintos grados, mientras que otros no lo son y son, de hecho,cualitativamente diferentes.

Parte de este argumento es estimulante: es útil a veces ir más allá deuna medición continua de regímenes y asignarles un rótulo cualitativo.Muchos regímenes son livianamente no democráticos, y tiene sentido ro-turarlos como tales. Además, las etiquetas de los regímenes son útilespara analizar los cambios abruptos de las democracias. Las medicionespor intervalos pueden capturar tales acontecimientos, pero es útil esta-blecer algunos puntos de corte que indican que un cambio de régimen hatenido lugar. También, un régimen que es claramente democrático debe-ría ser rotulado como tal. De ese modo Przeworski et al. y Sartori mantie-nen intacta una distinción necesaria entre una democracia y una no-democracia; nosotros no debemos abandonar todos los esfuerzos paracategorizar regímenes y simplemente otorgarles un puntaje cuantitativo.

Pero Przeworski et al. y Sartori son excesivamente escuetos endicotomizar en democracia y no-democracia. Aun si se reconoce el valorde calificar los regímenes de un modo cualitativo, en América Latina con-temporánea una simple dicotomía no es del todo completa. Una clasifica-ción tricotómica es más útil: democracia, semidemocracia y no-democra-cia o autoritarismo.

Przeworski et al. (pp. 57-58) rechazan explícitamente la idea de la exis-tencia de regímenes fronterizos entre la democracia y la dictadura, peroeste argumento ignora la realidad de muchos regímenes en el mundocontemporáneo, especialmente fuera de los países industrializados occi-dentales. Muchos regímenes competitivos electorales no llegan a ser del

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todo democracias, sin tampoco poderlos calificar totalmente como dicta-duras. Este problema viene a propósito de muchos regímenes latinoame-ricanos post 1978. Tal como lo han argumentado Diamond (1996, 1999),Hartlyn (1998), Karl (1995), O´Donell (1994, este ítem de SCID), Valenzuela(1992) y otros, muchos regímenes latinoamericanos han cumplido losrequerimientos de elecciones competitivas y limpias pero en otras dimen-siones importantes se apartan de sus rasgos democráticos. Una dicoto-mía es muy escueta; pierde demasiada información sobre los regímenes.

Muchos regímenes no se aproximan claramente a los tipos ideales tantode la democracia como del autoritarismo y de ese modo no encajan bienen ningún campo. Atributos del autoritarismo y de la democracia coexis-ten en muchos regímenes que caen entre los dos polos. Esta mezcla deatributos coloca a estos regímenes en un “área gris”, una categoría inter-media en el espacio de propiedades entre democracia y autoritarismo.

Una dicotomía requiere distinciones muy sutiles entre regímenes cuan-do la realidad no los justifica. Las clasificaciones dicotómicas fuerzan algran número de casos intermedios hacia una u otra categoría, lo cualpuede inducir al error. Una clasificación dicotómica no es conceptualmentenecesaria y no es una opción óptima para la mayoría de los propósitos deinvestigación.

Preferimos una codificación tricotómica justamente en razón de estosproblemas que ocasiona la dicotomía. La presencia de elementos autori-tarios en regímenes con elecciones competitivas está bien establecida(Diamond, 1996; Karl, 1995; O’Donell 1993, 1994, este ítem de SCID;Valenzuela, 1992); la existencia de instituciones electorales no excluye lapresencia de restricciones autoritarias en el uso de tales instituciones.Estos regímenes son lo que Collier y Levitsky (1997) denominan “subtiposdiminutivos” de democracia. En América Latina, muchos gobiernos elegi-dos competitivamente han fallado en el aspecto de las libertades políticasy civiles que permiten verdaderas elecciones libres y limpias. Por otraparte, la realización de elecciones libres y limpias no es una garantía delos otros tres criterios de definición de la democracia; tampoco la ausen-cia de mal funcionamiento de las instituciones hace todos los casos igual-mente autoritarios. Los elementos de autoritarismo están presentes endistinto grado en muchos regímenes basados en elecciones razonable-mente libres y transparentes, sin destruir completamente su efectividaden expresar la voluntad popular. Este hecho justifica una categoría inter-media de “semidemocracias”.

El concepto de semidemocracia nos permite identificar los abundan-tes regímenes en los cuales las imperfecciones de la práctica democráticaempeoran pero no destruyen completamente la efectividad de las institu-ciones electorales. A través de la incorporación de la categoría de lassemidemocracias, nuestra escala gana en discernimiento (presumi-blemente disminuyendo el error de medición), pero aun nos permite pen-sar los regímenes en términos de categorías conceptualmente ricas.

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Comparando las medidas de la democracia en América Latina

En esta sección comparamos las tres mediciones existentes sobre demo-cracia, que proveen un puntaje anual sobre un período extenso, con lanuestra y evaluamos su validez y confiabilidad para América Latina:Przeworski et al. (2000: 13-77), Freedom House (Gastil, 1991), y Polity(Gurr, Jaggers y Moore, 1990; Jaggers y Gurr, 1995, 1996). Nos concentra-mos principalmente en estas tres clasificaciones porque codificar cada paíspor cada año lleva a los teóricos a buscar cuándo ocurrieron las transicio-nes de regímenes y esencialmente a explicar tales transiciones. Tambiénfacilita el trazar las tendencias amplias de la región; sabemos cuándo co-mienzan olas de democracia y olas reversas de la misma. Finalmente, nospermite examinar las causas y las consecuencias de los diferentes tipos deregímenes, tal como lo ilustrara Przeworski et al. (2000) en su estudio.

Como muestra el cuadro 2, las cuatro medidas de la democracia estánaltamente correlacionadas.12 Estas fuertes correlaciones, sin embargo,no significan que la elección de una medida sobre las demás no tenganimplicaciones sustanciales. De hecho, las distintas mediciones producenconclusiones sustantivas diferentes sobre temas clave, por ejemplo, so-bre cuán dramático se presenta un cambio de la ola de democratizaciónpost 1978 respecto del pasado, y si los años de 1990 marcaron una pe-queña erosión democrática, tal como Diamond (1996,1999) afirma en lasbases de las puntuaciones de Freedom House. Una fuerte correlaciónexistiría aún si una medida sobrestima el grado de democracia en cadapaís. Y muchas de las diferencias entre estas cuatro medidas no son aza-rosas sino que son el resultado de la elección de una definición submínima(Przeworski et al., 2000), un cambio en los estándares de codificación(Freedom House), o un sesgo político que obra en contra de los gobiernosde izquierda (Freedom House).

Freedom House. Comenzando desde 1972, cada año Freedom House hacalificado todos los países independientes desde 1 (la mejor puntuación) a7, tanto en libertades civiles como en derechos políticos (Gastil, 1991).13

Las evaluaciones de Freedom House han sido utilizadas como medicionesde regímenes políticos a través de la combinación de dos puntajes paraproveer una evaluación de cuán democrático es un régimen (Diamond, 1996,

12 En esta sección, para conservar la simpleza en la presentación de los resulta-dos, asumimos las propiedades del intervalo para nuestra medición tricotómica (v.g.,cuando utilizamos las correlaciones de con otras mediciones, significados estimados,y así sucesivamente). Para el caso de comparar con otras mediciones, combinamos losdos puntajes de Freedom House e invertimos la medida (restándole 14) para que co-mience de 0 (menos democrático) a 12 (más democrático).

13 Las puntuaciones de Freedom House están rotuladas con dos años consecutivos–1972-1973, 1973-1974, y así sucesivamente–. Nosotros usamos un solo año comorótulo; e identificamos las puntuaciones de Freedom House con el primer año del par,lo que refleja más claramente el año para el cual las condiciones son informadas.

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1999: 24-34). Sus puntajes brindan una medición razonablemente dife-renciada de la democracia y ofrece un alcance comprensivo de aproxima-damente tres décadas. Ellos incorporan implícitamente por lo menos tresde nuestras cuatro dimensiones de democracia: elecciones libres y lim-pias, participación amplia, y libertades civiles y derechos humanos.

Por otro lado, las evaluaciones de Freedom House tienen dos defectosen la medición de la democracia. Primero, carecen de reglas explícitas decodificación. Esto hace imposible saber qué criterios son utilizados en laevaluación de regímenes, llevando a problemas potencialmente serios sobresu confiabilidad y validez.

Segundo, las mediciones contienen dos sesgos o predisposiciones: laspuntuaciones para los gobiernos de izquierda estaban manchadas de con-sideraciones políticas, y los cambios en las puntuaciones son en algunasocasiones manejados por cambios en sus criterios más que por cambiosen sus condiciones reales. El primero de estos defectos es manifiesto enel duro tratamiento de Nicaragua bajo el gobierno sandinista (1979-1990)comparado con el de El Salvador en el mismo período. Las puntuacionesde Freedom House sugieren un gobierno más democrático en El Salvador(una puntuación combinada invertida de 6) que en Nicaragua (una pun-tuación combinada invertida de 4) en 1984. Aún en 1984, los militares enEl Salvador estaban llevando a cabo una represión política y laboral y fueviolentamente suprimida la oposición izquierdista. En Nicaragua, trespartidos de la derecha y tres de la izquierda del régimen del gobiernosandinista participaron en elecciones ese mismo año, y estas eleccionesestaban certificadas por la mayoría de los observadores de Europa comolimpias y libres de manipulación o fraude. La violencia política fuera delárea sandinista-“contra” fue limitada. A pesar de la persecución ocasio-nal de los oponentes políticos, el régimen sandinista no asesinó, encarce-ló o torturó grandes cantidades de líderes de la oposición. La mayoría delos observadores concuerdan que estas elecciones y las circunstanciasque las rodearon eran más democráticas que aquéllas en El Salvador.Esta mala clasificación no es un incidente aislado. Bollen y Paxton (2000:

Cuadro 2

Freedom House Polity III Przeworski et al.(1972-1996) (1945-1994) (1950-1990)

Mainwaring et al. .82 .86 .83*Freedom House .86 .80Polity III .80

* El coeficiente de Spearman. Todas las demás correlaciones están indicadas envalores R de Pearson. Todas las correlaciones son significativas al nivel .01 (distribu-ción normal de dos colas).

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77) muestran que Freedom House tiene un sesgo sistemático contra losgobiernos de izquierda.

Segundo, muchas puntuaciones de 1970 y de principios de los ochen-ta son muy benignas comparadas con puntuaciones de los años de 1990.Por ejemplo, las puntuaciones de México oscilaron entre 6 y 8 a través delos autoritarios 1970 y 1980. Sin embargo, durante este tiempo, la com-petencia política estaba muy restringida. El PRI ganó cada gobernación ycada asiento del Senado desde los años de 1930 hasta fines de la décadade 1980; no hubo absolutamente ninguna chance de alternancia en elpoder al nivel nacional y estadual; y la oposición fue perseguida. Colom-bia también recibió un puntaje de 10 a principios de la década de 1970cuando la competencia estaba bastante restringida (1972-1974). El acuer-do de El Frente Nacional de 1958 estableció que, a pesar de los resulta-dos de las elecciones, los escaños congresionales serían igualmente divi-didos entre liberales y conservadores, y los partidos tradicionales convi-virían para alternarse en el poder con cada elección presidencial. La Re-pública Dominicana (1972-1973) y El Salvador (1972-1975) fueron califi-cados con 9 durante los períodos semidemocráticos y autoritarios, res-pectivamente. Y las puntuaciones agregadas para Guatemala fueron 9 en1972 y 10 en 1973 durante un régimen autoritario.

La puntuación de Freedom House se volvió más rigurosa en los añosde 1990, sin reflejar los mejoramientos que tuvieron lugar en la región.Por ejemplo, el sistema político de México era más democrático luego de1988 que lo que había sido previamente. La elección presidencial de 1988,si bien viciada por el fraude, fue sin lugar a dudas la más competitiva quetuvo México desde la fundación del estado de régimen del PRI en 1929.Para 1990, la oposición se había vuelto un contendiente político serio enmuchos estados. No obstante, en 1980 Freedom House le adjudicó unpuntaje combinado invertido de 7 siendo así un poco más democráticoque en 1990 (donde el puntaje fue 6). Los derechos políticos mejoraronsustancialmente en Brasil entre 1984, cuando los militares estaban aúnen el poder y a principios de 1990, pero los puntajes de Freedom Houseseñalan lo contrario. En 1984, el último de los presidentes militares esta-ba aún en el gobierno; los ciudadanos de las capitales de los estados y deotras ciudades no pudieron elegir sus propios alcaldes; un tercio del se-nado federal había sido electo indirectamente bajo reglas diseñadas paragarantizar mayorías para el gobierno militar; los partidos comunistasestaban proscriptos; y la izquierda todavía era esporádicamente reprimi-da. Hacia 1990, estos vestigios del gobierno autoritario habían sido eli-minados.

En El Salvador, la situación de los derechos humanos mejorósustancialmente entre la oscura mitad de 1980 y la de mediados de 1990,pero los puntajes de Freedom House no reflejan ningún cambio. Una granmisión de la ONU monitoreó un proceso de paz y garantizó los derechoshumanos, los militares bajaron la escalada de su actividad represiva, y

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los paramilitares fueron más o menos controlados. La izquierda comenzóa opinar y dar a conocer sus ideas sin represalias violentas, y nuevospartidos políticos comenzaron a emerger. Hacia 1994, el formalmente in-surrecto FMLN, objeto de una represión brutal durante los años de 1980,se sintió bastante seguro como para participar en el proceso electoral, yganó una parte sustancial de los votos. Nada de esto hubiera sido posiblediez años antes, y el puntaje de la práctica democrática debió reflejaresta mejora.

Esos sesgos en los puntajes de Freedom House son sistemáticos másque azarosos. Si las imperfecciones eran simplemente el resultado decasuales desacuerdos en los casos particulares, las diferencias habríantenido menos impacto. Freedom House pudo haber acertado en muchosde sus juicios, lo cual compensaría los casos en los que nosotros acerta-mos. Los errores azarosos pueden crear alguna distorsión en el análisispero no necesariamente sesgar las conclusiones. Pero un sesgo sistemá-tico en la medición puede llevar a conclusiones equivocadas que son in-munes a la corrección a través de significados estadísticos. Consecuente-mente, se debe tener cuidado en usar los puntajes de Freedom House,especialmente al comparar temporalmente. Algunas conclusiones basa-das en las puntuaciones de Freedom House pueden desviarse por lossesgos sistemáticos, y la confiabilidad y validez de sus puntuaciones sonobjeto de cuestionamiento por la carencia de reglas de codificación espe-cíficas.

Hay algunas diferencias significativas entre nuestra medición y la deFreedom House. Para el período 1972-1996, de 475 casos (19 países en25 años), 89 puntuaciones de Freedom House (18,7%) divergieron denuestras evaluaciones.14 La mayoría de las divergencias (56) resultaronde casos que codificamos como autoritarios pero que registraban califica-ciones invertidas de Freedom House de 6 o más (v.g., el Brasil 1979-1984, República Dominicana 1974-1977, El Salvador 1972-1977, Guate-mala 1972-1976, Honduras 1980-1981, México 1973-1975, 1979-1984).

Polity III. Una segunda medición continua es provista por la base dedatos de Polity III (Gurr, Jaggers, y Moore, 1990; Jaggers y Gurr, 1995),que abarca 177 países por el período de 1800-1994. El proyecto de Politycubre un período muy largo, y para América Latina, Polity III parece tenermenos problemas sistemáticos que Freedom House. Polity III provee re-glas explícitas de codificación y agregación, aunque las mismas no estántan claras como las provistas por Przeworski et al. (2000).

14 Una divergencia ocurre si un régimen que nosotros codificamos como democra-cia tuvo un puntaje combinado invertido por parte de Freedom House de 7 puntos omenos; si un régimen que nosotros codificamos como una semidemocracia tuvo uncombinado de Freedom House de 8 o menos de seis; si un régimen que nosotros codi-ficamos como autoritario tiene un puntaje de Freedom House de 6 o más. Elsolapamiento intencionado de las categorías de democracia y semidemocracia hacende esto un test benigno para la divergencia.

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Siguiendo una concepción procedimental, Jaggers y Gurr argumentanque la democracia tiene tres caracteres distintivos que la definen: 1) “lapresencia de instituciones y procedimientos a través de los cuales losciudadanos pueden expresar preferencias efectivas acerca de políticaspúblicas alternativas y líderes. Esto es logrado a través del estableci-miento de una competencia regular y significativa entre grupos indivi-duales y organizados, un grado inclusivo de la participación política en laselección de líderes y políticas, y un nivel de libertades políticas suficien-tes para asegurar la integridad de la participación democrática, los pro-cedimientos e instituciones...; 2) la existencia de limitaciones institucio-nales en el ejercicio del poder ejecutivo...3)...la garantía de libertades ci-viles para todos los ciudadanos (1995: 471). De hecho, su primer dimen-sión consiste en tres puntos discretos (elecciones que determinen quiéngobierna, inclusividad y la protección de las libertades políticas); el terce-ro de esos (libertades políticas) se sobrepone sustancialmente con su ter-cera dimensión (libertades civiles).

Gurr y sus colaboradores crearon ocho escalas ordinales con 35 cate-gorías para tipificar los patrones de participación, las limitaciones delpoder ejecutivo, el reclutamiento del jefe ejecutivo y la complejidad de lasestructuras de poder en diferentes sociedades (Gurr et al., 1990; Jaggersy Gurr, 1996). Notando que algunas categorías de Polity reflejaron rasgosdemocráticos mientras que otras reflejaron autocracia, ellos selecciona-ron 21 categorías que corresponden a cinco dimensiones, las experimen-taron y las integraron en dos escalas (democracia institucionalizada yautocracia institucionalizada) variando de 0 a 10.

La escala democrática asume un “punto cero” (es una escala de rela-ción) y es continua. Refleja el grado de competitividad en la participaciónpolítica y en la selección del jefe del ejecutivo, la apertura del proceso desu reclutamiento, y los constreñimientos políticos e institucionales sobreel mismo. El índice de autocracia refleja el alcance al que la participaciónes suprimida o regulada, el grado de competitividad o restricción en elreclutamiento del poder del ejecutivo, y la ausencia de frenos y contrape-sos a los poderes ejecutivos. Siguiendo a Jaggers y Gurr (1996), nosotrossustrajimos la puntuación de la autocracia de la puntuación de la demo-cracia, construyendo una escala de intervalo de democracia que varíadesde –10 a 10–.

A pesar de sus méritos, la escala de Polity tiene algunas desventajas.Primero, la relación entre su definición de democracia y la operacio-nalización es turbia. Ellos (1995: 471) discuten inicialmente los tres com-ponentes o dimensiones de la democracia anotados arriba, pero cuandoconstruyen sus indicadores (p. 472), tienen cinco categorías amplias queno se corresponden con las tres dimensiones: competitividad de la parti-cipación política, regulación de la participación política, competitividaden el reclutamiento del ejecutivo, apertura del reclutamiento ejecutivo, yconstricciones del jefe del ejecutivo. No presentan una justificación deta-

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llada para seleccionar esas cinco categorías, lo que omite algunas de lasdimensiones incluidas en su discusión de democracia. En particular, suoperacionalización omite la protección de las libertades civiles y políticasy la inclusividad de la participación política, siendo ambas fundamenta-les para su propia definición de democracia y la mayoría de las demás(incluida la nuestra).

Segundo, comparado con varias mediciones de democracia, especial-mente con la de Przeworski et al. (2000), sus reglas de codificación yoperacionalización son obstructivas y no son suficientemente claras. Al-gunas de sus dimensiones operan a un alto nivel de abstracción. Es difí-cil inferir violaciones a los derechos humanos o la presencia de dominiosreservados desde conceptos más amplios tal como “regulación de la par-ticipación” o “limitación en la jefatura del ejecutivo”. Tercero, algunascategorías que moldean la codificación de Polity son de poca relevanciapara el estudio de políticas modernas. Por ejemplo, una dimensión reflejasi el jefe del ejecutivo es “determinado por sucesión hereditaria” (Gurr etal., 1990: 81-82). Cuarto, aunque la codificación inicial está basada enricas categorías ordinales, la medición final es un índice continuo para elque dichos valores no tienen un significado sustantivo.

Finalmente, los autores no proveen una fundamentación para sus re-glas de codificación, las cuales dan importancia excesiva a alguna de susdimensiones mientras que descuidan otras por completo. Gleditsch y Ward(1997) notaron que sólo dos dimensiones (limitación del jefe del ejecutivoy, para un alcance más pequeño, competitividad en el reclutamiento delejecutivo) dan cuenta de la mayoría de las discordias en las escalas de-mocráticas y autocráticas. Las dimensiones relacionadas con la partici-pación tienen poca influencia en la medición de Polity: “la extensión y elcarácter de la participación popular en la selección de los líderes es ototalmente ausente o relativamente sin importancia en la determinacióndel grado de democracia” (Gledisch y Waed, 1997: 376). Este hallazgo semantiene para la submuestra de los países latinoamericanos.15 Esto creaun problema de validación desde que la democracia incluye algunos ele-mentos (protección de los derechos humanos y las libertades civiles y laamplitud del derecho del voto), que Polity no mide.

Como en el caso de las puntuaciones de Freedom House, los desacuer-dos entre nuestra clasificación tricotómica y la medición de Polity emergemayormente de casos que ésta rotula como democráticos pero creemosdeberían ser rotulados como semidemocracias o regímenes autoritarios.

15 Un modelo OLS prediciendo la puntuación de Polity (democracia menos autocra-cia) basada en las cinco dimensiones produjo mayores coeficientes estandarizadospara la dimensión del Constreñimiento del Ejecutivo (.47) y la dimensión de la Com-petición del Reclutamiento del Ejecutivo (.40). Todos los demás componentes,Competitividad de Participación (.29), Apertura del Reclutamiento (-.20), y la Regula-ción de la Participación (-.11), mostraron coeficientes beta más bajos. Todos los testsde t significativos al nivel .001, R-cuadrado = .97 (n=918).

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De los 344 casos de Polity III calificados entre 10 y 4,99 % (340) fueronclasificados como regímenes autoritarios en nuestra escala. En contrastecon esta casi unanimidad sobre los casos autoritarios, hay sustancialmentemás divergencias sobre las democracias (76%) o semidemocracias (23%).

Przeworski et al. Previamente nosotros discutimos dos problemas dela clasificación de Przeworski et al. (2000): el uso de definicionessubmínimas de democracia y la decisión de dicotomizar la democracia.Esas elecciones llevan a muchas diferencias de codificación con nuestraclasificación. El coeficiente de Spearman entre Przeworski et al. (2000) ynuestras mediciones categóricas es .83, pero esta asociación es más fuertepara el grupo de democracias que para los regímenes autoritarios. Todosexcepto uno de estos casos rotulados como democráticos en nuestra cla-sificación (228/229) son también democracias en la base de datos dePrzeworski. Pero sólo el 90% (386/428) de nuestros casos autoritariosson calificados como dictaduras por Przeworski et al. Esta divergenciasubraya nuevamente que su definición operacional de democracia es másbenigna que la nuestra. Ellos clasifican 79% (96/122) de nuestrassemidemocracias como regímenes democráticos. Afirman que frente a laduda prefieren fallar calificando un régimen como no democrático, pero–demostrando que su definición es submínima– incluyen puntuacionesde casos como democráticos que nosotros consideramos como autorita-rios o semidemocráticos.

Por ejemplo, consideran al Brasil una democracia durante los años dedeclive del gobierno militar (1979-1984) aunque el jefe de gobierno fueelegido por los militares y ratificado por un colegio electoral designadopara asegurar la servicialidad de la elección de los militares, los goberna-dores no fueron elegidos democráticamente hasta 1982, y la oposición deizquierda y los movimientos sociales rurales estaban aún sujetos a unafrecuente represión. Calificaron a Guatemala como una democracia lue-go de la intervención militar de 1954 y desde 1966 hasta 1981, aun antela evidencia de que las grandes violaciones de las libertades civiles y po-líticas y la proscripción de la izquierda hicieron no-libres a las eleccio-nes, en el mejor de los casos, sino una total farsa. El Ejército y losparamilitares siguieron matando posibles izquierdistas, sindicalistas y aindios sospechados de colaborar o simpatizar con izquierdistas. La ma-yoría de las elecciones fue asistida por olas de terrorismo de Estado ymanchada por fraude masivo. Con la sola excepción del civil Julio CésarMéndez Montenegro (1966-1970), quien gobernó a la sombra de los mili-tares, el largo período desde 1954 hasta 1985 atestiguó una sucesión depresidentes militares, ninguno de los cuales fue elegido en elecciones li-bres y limpias. También consideran como democrático aun la última eta-pa del primer gobierno peronista en la Argentina (1952-1955), pese a quepor ese tiempo Perón había restringido la difusión de puntos de vistacríticos y estaba silenciando el disentimiento y persiguiendo a la oposi-ción. Ninguno de estos casos debería ser calificado como democracia, pero

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la presencia de elecciones y la eventual alternancia en el gobierno llevana Przeworski et al. a clasificarlos erróneamente como tales.

La figura 1 muestra vastos puntajes anuales de la región referidos alas cuatro medidas de democracia bajo discusión. Para la comparación,normalizamos los valores de manera que todas las puntuaciones fuerande 0 a 1, e invertidas fueran necesarias para que esas altas puntuacionesdenoten una mayor democracia. Las cuatro medidas muestran un proce-so dramático de democratización en la región entre 1978 y 1989. A pesarde esta convergencia, las cuatro medidas producen diferentes percepcio-nes acerca del proceso de democratización en América Latina, siendoFreedom House un caso anómalo.

Nuestra medición registra un nivel más bajo de democracia que lasotras para el período anterior a 1978, y sugiere un contraste más agudoque las otras mediciones entre los años de 1990 más democráticos y elpasado autoritario. Tanto nuestra medición como la de Freedom Housemuestra que los peores años de la región serían 1976-1977. Desde en-tonces hasta casi 1990, ambas medidas muestran un mejoramiento mar-cado en los niveles de democracia. Pero Freedom House comienza conuna estimación del nivel de democracia en la región más alta que lasotras medidas y termina con una más baja, entonces la inclinación de lalínea es más chata de lo que debería ser. Como resultado de estándaresde codificación muy tirantes en el tiempo, la línea central de FreedomHouse se aproxima gradualmente a nuestra evaluación (y a las otras tam-bién), cruzando nuestra línea en 1989 y terminando debajo de todos losotros estimados, cerca de mediados de la década de 1990. En resumen,las codificaciones de Freedom House sugieren una mejora en democraciamenos dramático que los otros.

De acuerdo con Freedom House, los niveles de democracia hicieronpico en 1990. Sus datos proveen las bases empíricas para el argumentode Diamond (1996, 1999: 24-34) acerca de que la democracia sufrió undeclive en América Latina en los años 1990. En contraste, nuestra medi-ción muestra niveles de democracia como ligeramente mejorados hacia1990.

A través de la medición de Freedom House, los niveles de ampliaciónde la democracia en la región fueron ligeramente peores en 1991-1996que en 1985-1989. Pero una mirada a la región indica otra cosa. En lasegunda mitad de los años de 1980, América Central todavía estaba libe-rándose de las guerras civiles. Guatemala en 1985 no era una democra-cia desde ninguna medición, pese a que las cosas mejoraron en 1986. ElSalvador aún estaba sumergido en una horrorosa guerra civil con masi-vas violaciones de derechos humanos, y Panamá estaba gobernada porNoriega. América Latina también mostró elementos de autoritarismo enlos años 1980 que habían desaparecido hacia 1990. Chile estaba gober-nada por Pinochet, el Brasil estaba bajo el gobierno militar hasta 1985, yParaguay tuvo una dictadura hasta 1989. Finalmente, México estaba más

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firmemente sujeta al gobierno de un partido en los años 1980 que en los1990. Los únicos países donde el desconcierto por la democracia era peoren 1990 eran Perú luego del “autogolpe” de Fujimori en 1992; Colombia,donde los paramilitares y la escalada violencia de guerrilla constriñó lapráctica democrática comenzada en los años 1980; y Venezuela. Las pun-tuaciones de Freedom House de los años 1980 y 1990 llevan a una con-clusión dudosa.

En un sentido similar, nótese el corto período de democratización defines de 1950 y comienzos de la década de 1960. La dicotomía de Przeworskiet al. y nuestra tricotomía registraron fuertemente esta inclinación, pero elindex de Polity apenas lo registra. Un análisis que depende del indicadorde Polity perdería esta temprana “mini-ola” de democratización. En suma,a pesar de las altas correlaciones entre las cuatro medidas de democracia,las opciones de clasificación de regímenes tienen importantes implicacionespara el entendimiento sustancial de la política.

Otras mediciones continuas. Los indicadores de Polity y Freedom Houseno son las únicas medidas de intervalo disponibles sobre democracia,pero ellos presentan ventajas en términos de registro histórico. Existenalgunas mediciones continuas previsoras, pero las mismas están dispo-nibles sólo por unos pocos años. Bollen (1980) y Paxton (2000), Coppedgey Reinicke (1990) y Hadenius (1992: 36-71) construyeron importantesindicadores multidimensionales de la democracia. Pero sus indicadoresrequieren información cualitativa sustancial que es costosa de recopilaren una base anual por un largo espacio de tiempo y en un gran númerode países. No coincidentemente, ellos restringieron su medida a un soloaño (1985 para Coppedge y Reinike, 1988 para Hadenius) o tres momen-

Figura 1

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tos puntuales para Bollen (1960, 1965 y 1980). En teoría, estas medicio-nes por intervalos podrían ser extendidas para cubrir un mayor períodode tiempo, pero el costo de hacerlo también sería enorme, especialmentepara las décadas recientes.

Algunas mediciones continuas que usan menos información costosapresentan problemas insuperables de validación. Vanhanen (1990) midióla democracia usando dos dimensiones de elecciones: competencia y par-ticipación. Sus mediciones implican información objetiva y cuantitativaque podría ser extendida por un largo período histórico, pero tienen im-perfecciones conceptuales. El autor midió la competencia mediante lasustracción de 100 al número de votos compartidos por los partidos másgrandes y la participación tomando un porcentaje de la población totalque votó. Entonces multiplicó estos dos indicadores para derivar en uníndice de democracia. Pero la medición de competencia es defectuosa por-que está muy altamente correlacionada con el sistema fragmentado departidos. Contrariamente a lo que el índice sugiere, un sistema en el queel partido más grande gana 50% no es necesariamente menos democráti-co que uno en el cual el mayor gana 35%, y un sistema en el cual elpartido más grande gana 25% no es necesariamente doblemente demo-crático como uno en el que gana por 50%. La medición de la participacióntambién es defectuosa. Depende mucho de la edad de la estructura de lasociedad, lo que discrimina a los países con poblaciones jóvenes en don-de una gama amplia de la población todavía no llegó a la edad de voto.Mayores porcentajes de participación electoral pueden reflejar leyescompulsivas de votación más que un ambiente participativo. Para la de-mocracia, el punto crucial es que las barreras legales, los derechos civi-les y las condiciones políticas sean tales que la población adulta puedaparticipar. Y más importante, la medición de Vanhanen falla en incorpo-rar cualquier forma de evaluación de libertades civiles y derechos políti-cos.

Conclusiones

En este estudio presentamos una categorización alternativa de los regí-menes políticos en América Latina desde 1945. Nuestro intento de cons-truir una nueva clasificación nos llevó a repensar cinco puntos ampliosreferentes a la clasificación de regímenes.

Primero, la clasificación de regímenes debería sustentarse en concep-tos y definiciones. Una clasificación en la medida en que dichos regíme-nes son democráticos debería basarse en una definición procedimental,mínima, pero no submínima de democracia. Nuestra definición cae direc-tamente en el centro del debate contemporáneo, y a pesar de ser menosestricta que otras conduce a diferentes percepciones sobre cuán demo-crática era América Latina antes de 1978. Asimismo plantea que la medi-

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ción de la democracia debería descansar en las mismas dimensiones in-cluidas en la definición, contrariamente a lo que hacen Jaggers y Gurr(1995). Entre los tres abordajes previos de la democracia que nosotrosdiscutimos extensamente, sólo Przeworski et al. hace depender su medi-ción de su definición.

Segundo, la clasificación de regímenes debería basarse en una codifi-cación explícita y sensible y en reglas de agregación (Munck y Verkuilen,2000). Reglas explícitas facilitan a otros teóricos la evaluación de las cla-sificaciones y les permiten efectuar consecuentemente juicios sobre lasmismas. Przeworski et al. hacen particularmente un buen trabajo al ex-hibir sus reglas de codificación; opuestamente, Freedom House falla alindicar cómo evalúa los casos.

Tercero, si bien la ciencia social debería asentarse, en lo posible, enconceptos objetivos y claramente mensurables, una rápida distinción entrejuicios subjetivos y “observables” no es útil para la clasificación de regí-menes políticos. La clasificación de regímenes debe descansar en fenó-menos empíricamente observables, pero los juicios sobre si la violaciónde una dimensión particular de la democracia garantiza clasificar un ciertorégimen como menos que democrático, son inevitablemente subjetivos.Las cuatro dimensiones de la democracia discutidas en este trabajo re-quieren una evaluación de fenómenos observables, aunque el componen-te de derechos civiles, por ejemplo, es generalmente más difícil de evaluarque la presencia de elecciones competitivas. Por otra parte, los juiciossubjetivos son inevitables si queremos retener una definición conceptual-mente válida de democracia. Confiamos en el juicio informado y en elconocimiento de los casos para hacer las decisiones de codificaciónconfiables, mientras retenemos aspectos esenciales de la definición dedemocracia para hacerlos válidos.

Cuarto, aunque las mediciones continuas de la democracia ofrecenventajas, concordamos con Przeworski et al. (2000) y Sartori (1987-1991)en que las clasificaciones categóricas también sirven a propósitos útiles.El discurso tradicional sobre los regímenes políticos es categórico. Nues-tra medición tricotómica captura eficientemente distinciones que son im-portantes para cientistas sociales comparativos. Adicionalmente, las me-diciones continuas fallan usualmente en transmitir las ricas implicacionesteóricas que sí son transmitidas por categorías más conceptualmente fun-damentadas. Ellas también demandan un nivel de información que pue-de no estar disponible o puede ser muy costosa de conseguir.

Quinto, nosotros abogamos por una tricotomía antes que por una di-cotomía para la clasificación de regímenes. Las mediciones dicotómicasfallan al no poder registrar tipos intermedios de regímenes, oscureciendovariaciones que son esenciales para el estudio de muchos regímenes po-líticos en lo que Huntington (1991) llamó “tercera ola de democratiza-ción”. Nuestra escala ordinal tricotómica da cuenta del cambio que seobtiene entre usar rotulaciones significativas de regímenes y medición

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fina. La idea de semidemocracia nos permite conceptuar regímenes his-tóricos que no encajan del todo en una clasificación dicotómica, tal comola primera administración de Perón en Argentina (1946-51), el gobiernode MNR en Bolivia luego de la revolución (1952-1964), el período del FrenteNacional en Colombia (1958-1974), y las administraciones de Arévalo yArbenz en Guatemala (1945-1954). También describe los muchos proce-sos incompletos de democratización durante la tercera ola –v.g., Méxicohasta la elección presidencial de julio del 2000, Nicaragua y Paraguay– ycasos de erosión democrática en los años 1990 (v.g., Colombia).

Nuestra medición tricotómica se basa en una definición más estrictade democracia que la que exponen Schumpeter y Przeworski et al., y estádiseñada para minimizar costos y asegurar confiabilidad. Intenta alcan-zar un balance entre la diferenciación inadecuada presente en las medi-ciones dicotómicas y la enorme demanda de información requerida porlas mediciones continuas. Se basa en suficiente conocimiento de los die-cinueve países como para hacer juicios razonados sobre las dimensionesmenos observables de los regímenes en cuestión. Su combinación de unterreno conceptual denso y una demanda escueta de codificación es ade-cuada para un estudio de N mediano, en el cual un equipo de investiga-ción puede hacer juicios informados sobre los casos.

Esperamos que nuestra clasificación de regímenes también contribu-ya a un estudio erudito sobre la democracia en América Latina. Mucha dela investigación comparativa de las condiciones para las causas y conse-cuencias de la democracia o las diferencias entre países descansa, enúltima instancia, en las clasificaciones de regímenes. Si, como argumen-tamos, las principales clasificaciones existentes son defectuosas debido aconsideraciones políticas, definiciones submínimas, mediciones inváli-das u otras fuentes de desvío sistemático, las conclusiones sobre los regí-menes políticos pueden estar afectadas.

A pesar de lo atractivo que resultan las mediciones continuas de lademocracia, para América Latina, las disponibles presentan problemasde validación y confiabilidad. De hecho, fue la insatisfacción con las me-diciones existentes que proveen ratings anuales, lo que condujo al reco-nocimiento de las amplias ventajas de las clasificaciones anuales, y lasenormes dificultades de producir buenas mediciones de intervalo (Bollen,1980, 1993; Coppedge y Reinicke, 1990; Hadenius, 1992) para cada añodesde 1945 hasta 1999, lo que nos lleva a la decisión de construir nues-tra propia clasificación. Aunque nuestra clasificación tricotómica no debesustituir esfuerzos para construir mediciones más detalladas, confiamosen que tiene menos errores serios de codificación que las dos escalas deintervalo mayormente usadas (Freedom House y Polity), disponible paraanalizar un largo período de tiempo.

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Resumen

Este trabajo se refiere a dos temáticas interrelacionadas: cómo clasificarlos regímenes políticos en general y cómo deberían clasificarse los regí-menes latinoamericanos en el período 1945-99. Se harán cinco observa-ciones sobre la clasificación de los regímenes. Primero, la clasificacióndebe asentarse en conceptos y definiciones sólidas. Segundo, debe estarbasada en codificaciones y reglas de agregación explícitas. Tercero, nece-sariamente incluye juicios subjetivos. Cuarto, el debate acerca de medi-das de democracia dicotómicas versus continuas crea un falso dilema.Ninguna teoría democrática (así como tampoco los requisitos de código)ni la realidad subyacente a las prácticas democráticas implican un acer-camiento dicotómico o continuo en todos los casos. Quinto: las medidasdicotómicas de la democracia fallan en la identificación de regímenes detipo intermedio, limitando la variación que es esencial para estudiar regí-menes políticos.

Esta discusión general provee el marco para nuestra escala ordinaltricotómica, que codifica regímenes como democráticos, semidemocráticoso autoritarios en diecinueve países latinoamericanos de 1945 a 1999.Nuestra clasificación tricotómica alcanza mejor diferenciación que la cla-sificación dicotómica y, más aún, evade la necesidad de información ma-siva que requeriría una medida más sensible.

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HACIA UNA CLASIFICACIÓN DE LOS REGÍMENES POLÍTICOS EN LATINOAMÉRICA 65

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Palabras clave

América Latina – democracia – política comparada – regímenespolíticos.

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Corrupción y democracia

Mitchell Seligson*

Corruption and Democracy

Corruption is one of the most serious problems Ecuador hasfaced in the last years. Public scandals in government and inthe banking sector were placed in the headlines of national andinternational media. The corruption in Ecuador has also spreadto other sectors of the society. A recently report found that therewere 34% cases of penal responsibility and 50% cases of civilresponsibility from 1.496 investigations made in 2001. The Ci-vil Commission of Corruption Control was created in 1997 toface this serious problem.The public polls are not good instruments to measure themagnitude and nature of corruption in high functions becausethese acts are very few and what the public opinion know aboutthem comes only from media reports. The public polls, however,are excellent instruments to measure the kind of corruption thataffects citizens in their daily lives. In fact, as it will be provedfurther in this paper, public polls are the best way to measurecorruption, even better than the well known and criticizedInternational Transparency Corruption Perception Index.Pittsburgh University Latinoamerican Public Opinion Proyect hasmade several studies about corruption, focusing in the magnitudeof corruption experienced by citizens, citizen perception ofhonesty / dishonesty in institutions and corruption’s impact ondemocracy. In this work the main interest will be Ecuador,including different comparisons with other countries whennecessary.

Uno de los problemas más serios que Ecuador ha enfrentado en los últi-mos años es el de la corrupción. Publicitados escándalos en el gobierno yen el sector bancario han ocupado titulares en noticias nacionales e in-ternacionales. La corrupción en Ecuador no se ha limitado a estos secto-res sino que se ha extendido a muchas áreas. Un reciente informe de laContraloría General del Estado encontró que de 1,496 auditorías efec-tuadas en el año 2001, en un 34% de los casos había indicios de respon-sabilidad penal y en 50% de los casos podía haber responsabilidad civil.La Comisión de Control Cívico de la Corrupción fue creada en 1997 paraenfrentar este serio problema.

* Departamento de Ciencias Políticas. Universidad de Pittsburgh.

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68 MITCHELL SELIGSON

Las encuestas de opinión pública no son buenos instrumentos paramedir la magnitud y naturaleza de la corrupción en altas funciones pues-to que tales actos son pocos en número y la mayor parte de lo que elpúblico sabe acerca de ellos viene de los reportes de los medios de comu-nicación. Las encuestas, sin embargo, son mecanismos excelentes paramedir la clase de corrupción que afecta a los ciudadanos en sus vidasdiarias. De hecho, más adelante se demuestra que en comparación conlos bien conocidos pero a menudo criticados Índices de Percepción de laCorrupción de Transparencia Internacional, las encuestas son la mejorforma de medir tal corrupción. El Proyecto de Opinión Pública Latinoa-mericana de la Universidad de Pittsburgh ha realizado varios estudiossobre corrupción, concentrándose en la magnitud de la corrupción expe-rimentada por los ciudadanos, la percepción ciudadana de la honestidado deshonestidad en varias instituciones y el impacto de la corrupciónsobre la democracia. En este capítulo el interés se concentrará en Ecua-dor, incluyendo comparaciones con otros países cuando sea apropiado.

Percepción de la magnitud de la corrupción

Hay una percepción de difundida corrupción pública en Ecuador. Pre-guntamos a nuestros entrevistados (EXC7), “Teniendo en cuenta su ex-periencia o lo que ha oído mencionar, ¿la corrupción de los funcionariospúblicos está...: muy generalizada, algo generalizada, poco generalizada,nada generalizada? Los resultados se muestran en el gráfico 1. Para elpaís, como totalidad, tres cuartas partes de la población cree que la co-rrupción está muy o algo generalizada.

Hay una variación significativa respecto de esta pregunta cuando se

Gráfico 1. ¿Cuán común es el pago de coimasa los empleados públicos?

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CORRUPCIÓN Y DEMOCRACIA 69

Gráfico 2. ¿Cuán común es la corrupción? Por región

Gráfico 3. Percepción de corrupción:Ecuador en perspectiva comparativa

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70 MITCHELL SELIGSON

considera la región del país, como se muestra en el gráfico 2. El ítem hasido convertido a una escala de 0-100 y muestra que la percepción enQuito es significativamente más alta que en otras áreas del país.

Podemos situar estos resultados en perspectiva comparada medianteun examen de la base de datos del Proyecto de Opinión Pública Latino-americana de la Universidad de Pittsburgh. Como se muestra en el gráfi-co 3, Ecuador alcanza un puntaje más alto que cualquier otro país, ex-ceptuando Paraguay. Sin embargo, debe subrayarse que esto se refiere apercepción de la corrupción, no a experiencia directa con ella. La mayorparte de este capítulo se concentra en la percepción de la corrupción.Percepción y experiencia no siempre coinciden debido a una variedad derazones. Por ejemplo, si un país tiene niveles realmente bajos en cuanto aprácticas de corrupción, pero la población ha sido altamente sensibiliza-da en relación con los problemas de corrupción mediante la publicidadsobre el asunto, los entrevistados pueden decir que la corrupción se hallamás difundida de lo que revelan los datos sobre la experiencia real.

Magnitud de actos individuales de corrupción

En esta sección reorientamos nuestra atención de la percepción a la ex-periencia real con la corrupción. Preguntamos una extensa serie de ítemspara medir ambas, experiencia individual directa con la corrupción comotambién conocimiento de actos de corrupción experimentados por otros.(La serie de preguntas en la página siguiente.)

Es muy importante notar, antes de examinar los resultados, que losítems EXC11-EXC16 difieren de otros en que ellos seleccionan a aquellosque realmente usan el servicio acerca del cual se les pregunta. Por ejem-plo, en la pregunta EXC14, se excluyen a todos quienes no han realizadotrámites en los juzgados durante el año anterior a la encuesta, de formaque el porcentaje de quienes dicen haber sido victimizados corresponde aaquellos que han realizado dichos trámites.

Los resultados de la serie de preguntas midiendo experiencias concoimas o sobornos se muestran en el gráfico 4; la impresión que unoobtiene de este gráfico es la de que la experiencia con la corrupción enEcuador, de hecho, se halla ampliamente difundida.

Los niveles más altos de experiencia con la corrupción se refieren a lapregunta sobre haber observado a un oficial de policía solicitar una coi-ma. Ésta fue una experiencia de las dos terceras partes de ecuatorianosdurante los últimos doce meses anteriores a la encuesta. El segundo ni-vel más alto lo hallamos, lamentablemente, en el sistema escolar. En esteítem, 47,4% de todos los entrevistados tenían un niño en la escuela du-rante el año anterior a la encuesta, de los cuales 41,1% habían tenido laexperiencia de una coima. Sin embargo, este dato debe interpretarse concuidado. La pregunta, tal cual se reportó más arriba, interrogó sobre “suma

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CORRUPCIÓN Y DEMOCRACIA 71

Ahora queremos hablar de su experiencia personal con cosas que pasan en la vida...

No

NS

INAP

EXC1. ¿Ha sido acusado durante el último año por un agente de policía por una infracción que Ud. no cometió?

(0) (1) (8)

EXC2. ¿Algún agente de policía le pidió una coima (o soborno) en el último año?

(0) (1) (8)

EXC4. ¿Ha visto a alguien pagando coimas (soborno) a un policía en el último año?

(0) (1) (8)

EXC5. ¿Ha visto a alguien pagando una coima a un empleado público por cualquier tipo de favor en el último año?

(0) (1) (8)

EXC6. ¿Un empleado público le ha solicitado una coima en el último año?

(0) (1) (8)

EXC11. Para tramitar algo en la municipalidad (como un permiso, por ejemplo) durante el último año. ¿Ha tenido que pagar alguna suma además de lo exigido por la ley? ¿O no ha tramitado algo en la municipalidad en el último año [marcar 9]?

(0) (1) (8) (9)

EXC13. En su trabajo, ¿le han solicitado algún pago no correcto en el último año? ¿O es que Ud. no trabaja [marcar 9]?

(0) (1) (8) (9)

EXC14. ¿En el último año, tuvo algún trato con los juzgados? [Si dice “no,” marcar 9]

¿Ha tenido que pagar una coima en los juzgados en el último año?

(0) (1) (8) (9)

EXC15. ¿Usó servicios médicos públicos en el último año? [Si dice “no,” marcar 9]

Para ser atendido en un hospital o en un puesto de salud durante el último año, ¿ha tenido que pagar alguna suma además de lo exigido por la ley?

(0) (1) (8) (9)

EXC16. ¿Tuvo algún hijo en la escuela o colegio en el último año? [Si dice “no” marcar 9]

En la escuela o colegio durante el último año, ¿le han exigido pagar alguna suma además de lo exigido por la ley?

(0) (1) (8) (9)

EXC17. ¿Alguna gente le pidió una coima para evitar el pago de la luz eléctrica?

(0) (1) (8)

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72 MITCHELL SELIGSON

Gráfico 4. Experiencias con la corrupción en el Ecuador

además de la exigida por la ley”. Puede ser el caso que las escuelas re-quieran a los padres de familia pagos para libros, materiales u otros im-plementos educativos que en efectos son usados para tal propósito. Portanto, aunque estos pagos pueden no estar exigidos por la ley, ellos noson necesariamente casos de corrupción.

La tercera forma más frecuente de corrupción ocurre en hospitales yclínicas. Aquí se encuentra que un poco más de una tercera parte de losentrevistados tuvieron esta experiencia. Una vez más, no todos usaron elservicio de salud. De hecho, sólo 45,8% de los entrevistados utilizaronestos servicios durante el año anterior a la encuesta.

Alrededor de un tercio de todos los entrevistados vieron a un emplea-do público solicitar una coima en el año anterior a la encuesta, aunquesólo un porcentaje mucho menor (18,9%) fueron personalmente vícti-mas de solicitudes de coimas por parte de empleados públicos. Empero,esto significa que cerca de uno de cada cinco ecuatorianos fueronvictimizados por empleados públicos durante el período de 12 meses encuestión. Las restantes formas de corrupción están indicadas en el grá-fico de más arriba.

¿Cómo se comparan estos niveles de experiencia con la corrupción conotros, los correspondientes a otros países en la base de datos del Proyec-to de Opinión Publica Latinoamericana de la Universidad de Pittsburgh?Debe notarse que en esta comparación se incluyen sólo aquellas pregun-tas que tienen el mismo formato y las mismas palabras en cada país. Por

Qui

én e

xper

imen

tó s

obor

no

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CORRUPCIÓN Y DEMOCRACIA 73

esta razón, las variables reportadas en el gráfico 5 no incluyen todos losítems de la encuesta Ecuador 2001. Debe también notarse que respectode Paraguay hay información perdida en varios de los ítems que perma-necen en la serie. De todos modos, se pueden formular algunas conclu-siones. Primero, las acusaciones falsas por parte de la policía en Ecuadorson menos comunes que en otros países en la serie, pero las solicitudesde coimas por parte de policías en Ecuador son bastante comunes, si-guiendo a una buena distancia debajo de Bolivia pero más alto que losotros países. Cuando se analiza a quiénes pagan una coima a la policía,Ecuador tiene altos niveles, sólo ligeramente por debajo de Bolivia. Unpatrón similar se encuentra entre aquellos que reportan haber visto aalguien pagando una coima a un funcionario público. Finalmente, en re-lación con la medida probablemente más generalizada de corrupción(EXC6), la pregunta que se refiere a un empleado público solicitando unacoima, Ecuador tiene un puntaje por debajo de Paraguay y Bolivia, peromucho más alto que en los casos de Centroamérica. Por tanto, en gene-ral, estas comparaciones muestran que el nivel de corrupción de Ecua-dor, según las experiencias de los ciudadanos, no está entre los más altosrespecto de los cuales tenemos datos, pero consistentemente alcanzapuntajes cercanos a los máximos de la serie, exceptuando las acusacio-nes falsas de la policía.

Gráfico 5. Experiencia con la corrupción:Ecuador en perspectiva comparada

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74 MITCHELL SELIGSON

¿Quiénes son las víctimas de la corrupción?

Una vez que conocemos algo acerca de la percepción y realidad del día adía de la experiencia de la corrupción en Ecuador, es importante determi-nar quiénes son las víctimas. Para este efecto, se utiliza una escala globalde victimización-corrupción. Ello es conveniente porque proceder sobrela base de variable por variable produciría una serie extremadamentelarga de análisis, puesto que estamos trabajando con 11 diferentes medi-das de corrupción. Al mismo tiempo, es deseable concentrarse en la expe-riencia personal con la corrupción antes que con la corrupción observa-da, lo cual significa eliminar los ítems EXC4 y EXC5. Además, puesto queEXC1 no se refiere directamente a coimas, este ítem también se elimina.Por tanto, el índice comprende los ítems EXC2 (coima solicitada por lapolicía), EXC6 (coima solicitada por un empleado público), EXC11 (coimapagada en la municipalidad), EXC13 (coima pagada en el trabajo), EXC14(coima pagada en un juzgado), EXC15 (coima en los servicios de saludpública), EXC16 (pago en la escuela), EXC17 (coima por luz eléctrica). Enla mayoría de los ejercicios de creación de otros índices en este estudio,los ítems han sido promediados, pero en el presente, puesto que algunosincluyen sólo a los entrevistados que usaron el servicio (e. g. entrevista-dos con niños en la escuela), se decidió que se contarían las situacionesde corrupción con las cuales un entrevistado había tenido que confron-tarse durante el año anterior al estudio. De este modo, se puede distin-guir entre aquellos que nunca habían tenido la experiencia y aquéellosquienes habían tenido repetidas experiencias. Los resultados se mues-tran en el Gráfico 6 y envían un importante mensaje. Muestran que sólo50 % de los ecuatorianos no habían sido víctimas de al menos una expe-riencia de corrupción durante los últimos doce meses anteriores a la fe-cha de la encuesta. Adicionalmente, muestran que uno de cada cuatroecuatorianos han sido víctimas de un acto de corrupción y que el 25%restante han sido víctimas de más de un acto. Expresado de otra forma,en promedio, los ecuatorianos en nuestra muestra han tenido la expe-riencia de .9 actos de corrupción durante el año anterior a la encuesta.

Podemos ahora volver a la pregunta sobre ¿quiénes son las víctimasde la corrupción? Para tal efecto, se desarrolla un análisis de regresión,cuyos resultados aparecen en el Cuadro 1. Vemos que género, educación,estado civil, tamaño de la familia y tamaño de la ciudad son todospronosticadores relevantes. Es especialmente importante notar que elingreso familiar no tiene importancia (como tampoco riqueza, aunque noaparece en la regresión) en la explicación de la victimización de la corrup-ción. Ricos y pobres tienen igual probabilidad de ser victimas de la co-rrupción en Ecuador. Es también importante notar que la edad no tieneimportancia, pues los jóvenes y los viejos tienen iguales probabilidadesde ser víctimas de la corrupción.

No es sorprendente encontrar que las mujeres tienen más probabili-

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CORRUPCIÓN Y DEMOCRACIA 75

Gráfico 6. Número de veces en que los entrevistadoshan sido víctimas de la corrupción durante el último año

4%

6%

14%

25%

50%

> 3

Tres veces

Dos veces

Una vez

Ninguna

Cuadro 1. Predictores de corrupción por la victimización

Modelo

1 (Constante)

Q1 Género

AGE Edad

ED ¿Cuál fue el último año de

escuela que usted completó?

Q10 ¿Ingreso familiar

mensual?

CASADO Estado civil

Q12 ¿Cuántos hijos

o hijas tiene?

Tamaño ciudad

B

.964

-.302

-.029

.026

.018

.321

.039

-.042

Std.

error .141

.047

.019

.006

.012

.053

.014

.013

Beta

-.124

-.035

.091

.033

.123

.068

-.064

t.

6.821

-6.484

-1.491

4.036

1.538

6.094

2.748

-3245

Sig.

.000

.000

.136

.000

.124

.000

.006

-.001

No estandarizados Estandarizados

Coeficientes a

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76 MITCHELL SELIGSON

Gráfico 7. Victimización por la corrupción y el género

Sig. < .001Género

FemeninoMasculino

mer

o p

rom

edio

de

act

os1.1

1.1

1.0

1.0

.9

.8

.8

.7

.7

.8

1.1

dades de ser víctimas de la corrupción, como se muestra en el Gráfico 7.Las mujeres en Ecuador tienen menos contacto con los asuntos públicos,tal como los datos en el presente estudio de participación en la sociedadcivil revelan. Mientras, en promedio, los hombres tienen más probabili-dades de sufrir 1.1 experiencias con la corrupción en el año anterior a laencuesta, las mujeres tienen la probabilidad de sufrir sólo .8 actos decorrupción, en promedio.

Como se indicó, la educación es un factor que está asociado con lavictimización de la corrupción. La relación se muestra en el Gráfico 8.Puede apreciarse que aquellos con más altos niveles de educación tienenmayores probabilidades de ser víctimas de la corrupción que aquelloscon menores niveles. Nótese que esto se aplica igualmente a hombres y amujeres. La pregunta que debemos considerar es de tipo causal. Ya sabe-mos que ricos y pobres tienen iguales probabilidades de ser víctimas dela corrupción, pero ¿por qué los más educados tienen más probabilida-des de ser victimizados? Dos posibilidades parecen posibles, pero ellasson mutuamente excluyentes. Los ciudadanos más educados pueden es-tar más involucrados en la vida pública y, por lo tanto, hallarse en unasituación en la cual ellos puede llegar a ser víctimas de la corrupción.Segundo, puede ser que haya más probabilidades de que ciudadanos máseducados reporten más actos de corrupción. Afortunadamente, es posi-ble determinar cuál de estas explicaciones tiene más probabilidades deexplicar el patrón encontrado. Esto se realiza mediante el examen de larelación entre educación y formas de corrupción que no dependen delgrado de inmersión en la vida pública. Si la relación desaparece, enton-

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CORRUPCIÓN Y DEMOCRACIA 77

ces puede determinarse que es la exposición a la vida pública lo que ex-pone a los más educados a la corrupción. De hecho, cuando examinamosla variable EXC17, la cual se refiere a corrupción relativa al no pago decuentas por electricidad, la relación desaparece. Se encuentra el mismopatrón cuando se examinan las coimas en el trabajo o las coimas en losjuzgados (donde sólo se incluyó a aquellos que tuvieron relación con losjuzgados). Así, estos resultados sugieren que no es tanto el mayor reportede corrupción por parte de los más educados lo que les da mayor exposi-ción a la corrupción, sino que ellos están de hecho más expuestos.

Tal como se indicó, el estado civil y el tamaño de la familia tienen unimpacto sobre la victimización por la corrupción. En este caso, nueva-mente nos concentramos sobre la exposición a ella, puesto que quienesviven en unidades familiares con niños tienen mayores probabilidades deestar expuestos a la corrupción en variedad de formas relacionadas conel sistema escolar, el sistema de salud pública e incluso el gobierno local(en el que los ciudadanos requieren varios documentos y certificados re-lacionados a su vida familiar). La relación con el estado civil se muestraen el Gráfico 9.

El impacto del número de niños sobre la victimización por corrupciónse muestra en el Gráfico 10. En éste puede verse que la gran diferencia esentre aquéllos sin niños y aquellos con niños. Puesto que el tamaño de lafamilia se halla fuertemente asociado con la educación y puesto que seha mostrado que la educación está asociada con la victimización por lacorrupción, en este gráfico controlamos por educación.

Finalmente, atendemos al impacto del lugar de residencia sobre la

Gráfico 8. Educación y victimización de la corrupción: por género

Sig. < .001 para ambos: educación y género

Educación

SuperiorSecundariaPrimaria

mer

o pro

med

io d

e a

ctos

1.4

1.3

1.2

1.1

1.0

.9

.8

.7

Género

Masculino

Femenino

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78 MITCHELL SELIGSON

Gráfico 9. Victimización por corrupción y por estado civil

Sig. < .001Estado civil

CasadoSoltero

mer

o pro

med

io d

e act

os1.1

1.1

1.0

1.0

.9

.9

.8

.8

.7

.7

.6

1.0

.7

Gráfico 10. Victimización por corrupción y número de hijos: con-trolado por educación

Sig. < .001

Número de hijos

Más de 543210

mer

o pro

med

io d

e a

ctos

1.2

1.1

1.0

.9

.8

.7

.6

.5

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CORRUPCIÓN Y DEMOCRACIA 79

Gráfico 11. Victimización por la corrupción y tamaño de la ciudad

victimización por la corrupción. Los resultados se muestran en el Gráfico11. Como se puede ver, las diferencias no son marcadas, pero muestranmayor corrupción en Quito y niveles más bajos en áreas rurales. Se asu-me que ésta es una función del mayor o menor grado de institucionesgubernamentales en Quito que en estas áreas.

Impacto de la corrupción sobre el apoyo al sistema institucional

En muchas formas, la razón más importante de largo plazo para estudiarla corrupción es el posible impacto que puede tener sobre la estabilidaddemocrática. Ha habido mucha especulación sobre el efecto de la corrup-ción en países democráticos. La tesis es la de que países con altos nivelesde corrupción no pueden esperar mantener la lealtad de sus ciudadanospor largos períodos. Tales países tienen más probabilidades de enfrentaruna inestabilidad política que últimamente los conduce a su derroca-miento. Hasta hace poco, sin embargo, tal especulación estaba apoyadapor resultados empíricos. Como parte del Proyecto de Opinión PúblicaLatinoamericana de la Universidad de Pittsburgh, sin embargo, se hanllevado a efecto estudios en varios países de América Latina, en los cualesse ha mostrado empíricamente que los ciudadanos que han sido víctimasde la corrupción apoyan menos su sistema político que aquellos que no.La investigación comenzó con un estudio de Nicaragua, cuyos resultadoshan sido publicados en dos reportes y un artículo reciente en una revistaacadémica especializada en asuntos de integridad pública y transparen-

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80 MITCHELL SELIGSON

cia.1 Desde entonces, estos resultados han sido replicados con datos deBolivia, Paraguay y El Salvador, sugiriendo que los datos de Nicaraguano son idiosincráticos sino que forman parte de un patrón mayor. El re-sultado ha sido otra publicación académica.2 Este capítulo comienza conuna revisión de la literatura sobre corrupción y su impacto potencial.Este material ha sido obtenido de la discusión contenida en un estudioreciente sobre democracia en Bolivia elaborado por el autor de este estu-dio, junto con las publicaciones académicas citadas.3 Luego se continúacon una mirada a los resultados de la encuesta en Ecuador, que estánsiendo analizados en esta publicación.

La corrupción y sus impactos

Los economistas han advertido desde hace mucho acerca del impactonegativo de la corrupción, argumentando que aumenta los costos de tran-sacciones, reduce los incentivos para la inversión y en consecuencia inci-de en un menor crecimiento económico. Los politólogos, tal vez desde unaperspectiva más realista, han tomado una actitud más ambivalente fren-te a este problema. La tradición antigua en ciencias políticas estaba do-minada por la escuela funcionalista. Como argumenta Huntington4 ensus famosos escritos sobre el tema, la corrupción les provee de inmedia-tos, específicos y concretos beneficios a grupos que de otra forma esta-rían aislados de la sociedad. La corrupción, por tanto, puede ser funcio-nal al mantenimiento de un sistema político en una forma similar queson las reformas. Esta perspectiva representa la visión de un grupo con-siderable de politólogos y sociólogos que ven la corrupción en términosfuncionalistas, especialmente en el mundo en desarrollo. Sin embargo,más recientemente, ahora que la democracia se ha extendido ampliamenteen el Tercer Mundo, se ha empezado a ver la corrupción como algo total-mente distinto y como una amenaza para la consolidación de esos regí-menes democráticos.

Los economistas han reunido fuertes evidencias para probar el impac-to negativo de la corrupción sobre la inversión y el crecimiento en lospaíses en desarrollo. No obstante, los politólogos han sido más anecdóticos

1 Mitchell A. Seligson (1997), Nicaraguans Talk About Corruption: A Study of PublicOpinion. A Report to USAID, Nicaragua. Washington, DC, Casals and Associates; MitchellA. Seligson, Nicaraguans Talk About Corruption: A Follow-Up Study, Washington DC,Casals and Associates.

2 Mitchell A. Seligson, “The Impact of Corruption on Regime Legitimacy: AComparative Study of Four Latin American Countries”, Journal of Politics 64, 2002.

3 Mitchell A. Seligson, La cultura política de la democracia en Bolivia: 2000, La Paz,Bolivia, Universidad Católica Boliviana, 2001.

4 Samuel P. Huntington, Political Order in Changing Societies, New Haven, YaleUniversity Press, 1968.

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en sus argumentos con relación a los costos o beneficios de la corrupciónen esos países. Este capítulo demuestra que la naturaleza aparentemen-te de doble cara de la corrupción, al menos en Ecuador, es una ilusión.La corrupción no solamente es negativa para la economía, sino tambiénpara la política. Esta parte del capítulo revisa primeramente, y en formabreve, la literatura sobre el tema y luego pone a prueba los argumentosde los efectos políticos de la corrupción utilizando la información de laencuesta realizada en Ecuador.

La corrupción como una plaga para la economía

La mayoría de los economistas que han estudiado el tema de la corrup-ción argumentan que reduce la inversión e inhibe el crecimiento econó-mico por diversas razones.5 En primer lugar, los sobornos no son normal-mente reportados por ninguna de las partes que participan en la transac-ción, lo cual le reduce la obtención de impuestos al fisco. Esta pérdidafiscal se incrementa porque el soborno generalmente sirve para evitar lapresentación de información real acerca de las transacciones normalesde negocios que hubiera de por sí tenido implicaciones fiscales (por ejem-plo permisos de construcción, impuestos a la propiedad, impuestos so-bre la venta, impuestos de exportación, etc.). En segundo lugar, los servi-cios públicos se enfocan en asistir a aquellos que pagan sobornos, ne-gando o reduciendo la posibilidad de obtener tales servicios a quienes nolo hacen, lo que resulta con frecuencia en servicios desiguales y de malacalidad para muchos. En tercer lugar, los sobornos les permiten a losproveedores de servicios (tales como contratistas para proyectos de infra-estructura pública) ignorar ciertos estándares de calidad y por tanto laeconomía se ve llena de bienes o servicios por debajo de estos estándares(por ejemplo caminos que se deterioran rápidamente, hospitales que pro-veen servicios deficientes). En cuarto lugar, la corrupción debilita el Es-tado de derecho y como resultado de ello se hacen transaccionesirracionales desde el punto de vista económico (por ejemplo, los contra-tos no son otorgados a las firmas que ofrecen mejor calidad y menor costosino a la que paga el soborno más alto).

En un estudio de gran escala que cubrió a más de 100 países, realiza-do por el Fondo Monetario Internacional para 1982-1995, Mauro encon-tró que cuando la corrupción aumenta en dos puntos en una escala de 10puntos, el PNB se reduce en un 5% y la inversión se reduce en un 4%.6

Adicionalmente, la inversión pública se ve afectada; los gastos en educa-

5 Una excepción es Nathaniel Leff, “Economic Development Through BureaucraticCorruption”, American Behavioral Scientist 8, noviembre de 1964, pp. 8-14.

6 Paolo Mauro, Why Worry About Corruption?, Economic Issues, vol. 6, WashingtonDC, International Monetary Fund, 1997.

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ción se reducen en un .5% por cada incremento de dos puntos en la co-rrupción.7 El Banco Mundial8 encontró que entre los países en los cualesel soborno es alto e impredecible, la tasa de inversión es casi la mitad delo que es en los países con bajos niveles de corrupción. La corrupcióntambién incrementa la desigualdad de ingresos. De acuerdo con Gupta,Davoodi, y Alonso-Terme,9 por ejemplo, la corrupción reduce severamen-te el crecimiento de ingresos para los pobres. Otros estudios han llegadoa conclusiones virtualmente idénticas (Ades y Di Tella;10 Mauro).11 Unestudio más, que incluyó 69 países, encontró que los altos niveles decorrupción hacen que las empresas se manejen en forma subterránea, locual le reduce los ingresos por impuestos al gobierno, produciendo go-biernos pequeños y menos efectivos (Friedman, et al.).12 En síntesis, aun-que no todos están de acuerdo en este punto, hay un consenso en cuantoa que la corrupción es mala para la economía.13

Corrupción como un bien político

Si los economistas han visto durante mucho tiempo la corrupción comouna especie de “arena” en la maquinaria de la economía, los politólogos,basándose en el trabajo clásico de Robert Merton,14 vieron la corrupcióndurante muchos años como “el aceite” que permitía que la burocracia semoviera en muchos países. V. O. Key, uno de los primeros líderes en elestudio sistemático de la política, veía la corrupción como algo necesariopara la política, tal como lo argumentó en su libro sobre la política en elsur de los Estados Unidos:

7 El argumento del Fondo Monetario Internacional es elaborado en mayor detallepor Vito Tanzi y Hamid Davoodi, Roads to Nowhere: How Corruption in Public InvestmentHurts Growth, Economic Issues, vol. 12, Washington, DC, International Monetary Fund,1968.

8 World Bank, World Development Report, 1997, Washington, DC, Oxford UniversityPress, 1997, pp. 102-104.

9 Sanjeev Gupta, Hamid Davoodi, y Rosa Alonso-Terme, “Does Corruption AffectIncome Inequality and Poverty?”, IMF Working Papers 98/76, Washington DC,International Monetary Fund, 1998.

10 Alberto Ades y Rafael Di Tella, “The Causes and Consequences of Corruption”,IDS Bulletin 2, 1997, pp. 6-10.

11 Paolo Mauro, “Corruption and Growth”, Quarterly Journal of Economics 110,1995; Paolo Mauro, “The Effects of Corruption on Growth, Investment and GovernmentExpenditure: A Cross-Country Analysis”, en Kimberly Ann Elliot (ed.), Corruption andthe Global Economy, Washington DC, Institute for International Economics, 1996.

12 Eric Friedman et al., “Dodging the Grabbing Hand: The Determinants of UnofficialActivity in 69 Countries”, Journal of Public Economics 77, 2000, pp. 459-493.

13 Para una perspectiva distinta, véase J. P. Beck y M. W. Mahr, “A Comparison ofBribery and Bidding in Thin Markets”, Economic Letters 20, 1986, pp. 1-20; y D. D.Lien, “A Note on Competitive Bribery Games”, Economic Letters 22, 1986, pp. 337 431.

14 Robert K. Merton, Social Theory and Social Structures, Nueva York, Free Press,1957.

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En forma distinta al negativismo con que son vistas las prácti-cas de corrupción, la adherencia literal a las leyes de algunosestados harían las campañas en el ámbito estatal casi imposi-bles [...]. Las probabilidades son en alrededor de 99 a 1 queninguna campaña seria para ocupar un cargo público en ofici-nas de estados del sur (o en cualquier otro estado) en los últi-mos 20 años, haya sido lograda sin recurrir al perjurio, moral yhasta legal, por parte de los candidatos o sus asesores cercanosen los reportes de gastos de campaña (Key).15

Este trabajo de 1949 fue seguido de diversos estudios sobre el mundo endesarrollo que veían los beneficios políticos de la corrupción (Abueva;16

Bayley17 y Nye).18 Pero la afirmación más clásica es la de Huntington,19

quien le dio vuelta a la perspectiva de los economistas sobre la corrupción:si la meta es estimular el crecimiento, la corrupción es un mal necesario.Él argumentaba que “en términos del crecimiento económico, la única cosapeor que una sociedad con una burocracia rígida, centralizada y desho-nesta, era una burocracia rígida, centralizada y honesta”. Huntington noera el único que tenía esta visión positiva acerca de los beneficios de lacorrupción. Hubo otros estudios importantes posteriormente (Waterbury).20

En una colección clásica de ensayos, Heidenheimer y sus colegas incluye-ron muchos escritos que hablaban sobre las ventajas de la corrupción(Heidenheimer, Johnston and Le Vine).21 Por ejemplo, en un estudio acercade África, un autor preguntababa, “¿Cuál es el problema con la corrup-ción?” y respondía diciendo, “Es natural pero erróneo asumir que los re-sultados de la corrupción son siempre malos e impactantes” (Leys).22 Des-de esta perspectiva, la corrupción cumplía la función de unificar a la socie-

15 V. O. Key Jr., Southern Politics in State and Nation, Nueva York, VintageBooks,1949, p. 481.

16 José Abueva, “The Contribution of Nepotism, Spoils, and Graft to PoliticalDevelopment”, East-West Center Review, 1966, pp. 45-54.

17 David Bayley, “The Effects of Corruption in a Developing Nation”, Western PoliticalQuarterly 19, 1967, pp. 719-732.

18 Joseph Nye, “Corruption and Political Development: A Cost-Benefit Analysis”,American Political Science Review 61, 1967, pp. 417-427.

19 Samuel P. Huntington, Political Order in Changing Societies, New Haven, YaleUniversity Press, 1968, p. 69.

20 John Waterbury, “Endemic and Planned Corruption in a Monarchial Regime”,World Politics 25, 1973, pp. 533-555; John Waterbury, “Corruption, Political Stability,and Development: Comparative Evidence from Egypt and Morocco”, Government andOpposition, 1976, pp. 426-445.

21 Arnold J. Heidenheimer, Michael Johnston y Victor T. LeVine (eds.), PoliticalCorruption: A Handbook, New Brunswick, NJ, Transaction Books, 1989.

22 Colin Leys, “What Is the Problem About Corruption?”, en Political Corruption: AHandbook, Arnold J. Heidenheimer, Victor T. LeVine y Michael Johnston (eds.), NewBrunswick NJ, Transaction, 1989, p. 57.

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dad, lo cual era algo que según él era muy necesario en la mayoría denaciones en desarrollo. Leys decía que: “mientras mayor era la corrupción,mayor era la armonía entre el corruptor y el corrompido” (Leys: 54).

Este argumento se hacía aún con mayor fuerza en un estudio sobre lacorrupción en Francia. Becquart-Leclerq23 afirmaba claramente que:

La corrupción funciona como el aceite en las palancas; tiene unimportante efecto redistributivo, es un sustituto funcional parala participación directa en el poder, constituye el cemento entrelas elites y los partidos, y afecta la efectividad con la cual seejerce el poder.

Adicionalmente, la corrupción era vista como algo beneficioso en los paí-ses con una tradición autoritaria, dado que “la corrupción garantiza cier-tos márgenes de libertad y de movimiento libre frente a las tendenciastotalitarias inherentes en los Estados y en los partidos políticos [...]. Lacorrupción política tiene otra importante función, redistribuir los recur-sos públicos por medios paralelos accesibles a grupos que de otra formaquedarían excluidos” (Bequart-Leclercq).24

En la misma línea de pensamiento, Werner argumentaba que la co-rrupción en Israel tiene efectos económicos y políticos positivos. Señalaque impulsa la inversión extranjera porque permite “superar los inconve-nientes y tediosos trámites derivados de las regulaciones económicas delgobierno” (Werner).25 Ha ayudado a integrar a los grupos de inmigrantesen la cultura, y mejora la calidad de la burocracia al proveer con un“ingreso suplementario” que ayuda a contrarrestar el atractivo de losempleos mejor pagados del sector privado (Werner).26

La corrupción también es central para el clientelismo, el cual es vistocomo un mecanismo para vincular a los ciudadanos con las elites. Eltrabajo clásico es el de Banfield sobre el sur de Italia (Banfield).27 En estaperspectiva, el clientelismo involucra una relación clara de intercambioen la cual los favores personales se dan a cambio de apoyo político en

23 Becquart-Leclerq, “Paradoxes of Political Corruption: A French View”, en ArnoldJ. Heidenheimer, Victor T. LeVine y Michael Johnston (eds.), Political Corruption: AHandbook, New Brunswick, NJ, 1989, p. 192.

24 Becquart-Leclerq, “Paradoxes of Political Corruption: A French View”, en ArnoldJ. Heidenheimer, Victor T. LeVine y Michael Johnston (eds.), Political Corruption: AHandbook, New Brunswick, NJ, 1989, p.193.

25 Simcha B. Werner, “The Development of Political Corruption in Israel”, en ArnoldJ. Heidenheimer, Victor T. LeVine y Michael Johnston (eds.), Political Corruption: AHandbook, New Brunswick, NJ, 1989, p. 251.

26 Simcha B. Werner, “The Development of Political Corruption in Israel”, en ArnoldJ. Heidenheimer, Victor T. LeVine y Michael Johnston (eds.), Political Corruption: AHandbook, New Brunswick, NJ, p. 251.

27 Edward Banfield, The Moral Basis of a Backward Society, Chicago, The Free Press,1958.

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forma de votos o contribuciones. No todo el clientelismo implica necesa-riamente prácticas de corrupción, aunque buena parte sí lo hace (Etzioni-Halevy;28 Johnston).29 El clientelismo ha sido señalado, sin embargo, comoun arma de doble filo, que incrementa la confianza entre el patrón y elcliente pero hace que se pierda confianza en todos los demás.

La corrupción como una plaga política

En años recientes, han aparecido diversos estudios importantes que cues-tionan la visión benigna de la corrupción que fue articulada por muchospolitólogos en el pasado (Rose-Ackerman).30 La rápida expansión de lademocracia en el mundo en desarrollo es quizá la razón más directa paraeste cambio de perspectiva. Mientras que la corrupción puede haber teni-do ciertas funciones positivas bajo gobiernos dictatoriales, es vista comoalgo disfuncional en una democracia, en particular en términos de lapérdida de confianza en el sistema político.

Sintetizando los hallazgos de una serie de ponencias aparecidas en unlibro de reciente aparición, los editores argumentan que “los países en loscuales persiste la corrupción en pequeña escala [...] enfrentan perniciososbajos niveles de confianza en las instituciones, lo cual tiene consecuen-cias extremadamente negativas en términos del compromiso social haciaproyectos colectivos, el comportamiento cívico, los niveles de delincuenciay orden público” (Doig and Theobald).31 “Los lectores que busquen confir-mación empírica de estos hallazgos, sin embargo, se verán decepcionados.Dichos estudios, que incluyeron países como Uganda, Hong Kong, Botswanay Australia, son casi en su totalidad descriptivos, con pocos datos y sinninguna prueba estadística de respaldo. No es de culpar a los editores, sinembargo, dado que una extensa búsqueda de la literatura mundial al res-pecto evidencia que no hay virtualmente ningún apoyo empírico para esosargumentos” (Doig and McIvor).32 Una excepción parcial es un nuevo estu-dio de Lipset y uno de sus estudiantes (Lipset y Salman Lenz).33 Sin em-

28 Eva Etzioni-Halevy, Bureaucracy and Democracy, Londres, Routledge & KeganPaul, 1985.

29 Michael Johnston, “Patrons and Clients, Jobs and Machines”, American PoliticalScience Review 73, junio de 1979, pp. 385-398.

30 Susan Rose-Ackerman, Corruption and Government: Causes, Consequences, andReform, Cambridge, Cambridge University Press, 1999.

31 Alan Doig y Robin Theobald (eds.), Corruption and Democratisation, Londres,Frank Cass, 2000, p. 6.

32 Alan Doig and Stephanie McIvor, “Corruption and Its Control in The DevelopmentalContext: An Analysis and Selective Review of the Literature”, Third World Quarterly20, 3 de junio de 1999.

33 Seymour Martin Lipset y Gabriel Salman Lenz, “Corruption, Culture and Markets”,en Lawrence J Harrison and Samuel P. Huntington (eds.), Culture Matters: How ValuesShape Human Progress, Nueva York, Basic Books, 2000.

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bargo, en el mismo, utilizando datos de varios países, se incorporan unamedida de democracia y una medida de corrupción, sin enfocarse direc-tamente en el énfasis de Huntington en la legitimidad, sino que en untema relacionado: el impacto de la corrupción en la democracia. (Los da-tos sobre corrupción salen del Índice sobre Percepción de la Corrupciónde 1998 compilado por Transparency International, y la medida de de-mocracia usada en el Índice de Freedom House, promediado en el período1972-1998.) Lipset y Linz encuentran que, aunque surge una relaciónbivariable, cuando se elimina el efecto del PNB per cápita y otras variablesno especificadas, la relación se vuelve insignificante. Estos hallazgos,aunque no hablan del vínculo entre la corrupción y la legitimidad, sí de-bilitan el apoyo hacia el impacto de la corrupción en el sistema político,ya que al menos desde las afirmaciones de Huntington acerca de lafuncionalidad de la corrupción, los académicos han repetidamente en-contrado que los países en desarrollo tienen mayores niveles de corrup-ción que los países industrializados. Por lo tanto, si la relación entre con-fianza y democracia no sobrevive la prueba de la introducción de un con-trol estadístico del PNB, la confianza en su conclusión de que la democra-cia está inversamente asociada con la corrupción se debilita grandemen-te. Ese estudio, por lo tanto, no sólo deja de medir la relación entre co-rrupción y legitimidad, sino que la misma afirmación de que el estudio“ampliamente confirma” el vínculo entre democracia y corrupción, es re-futada en el análisis multivariable (Lipset y Salman Lenz).34

La evidencia más reciente que apoya la tesis de que la corrupciónlleva a menores niveles de legitimidad se encuentra en la serie editadapor Pharr y Putnam.35 Utilizando datos de Europa, Donatella della Por-ta36 sostiene que la corrupción es tanto una causa como el efecto de unpobre desempeño gubernamental, “reduciendo así la confianza en lacapacidad del gobierno para enfrentar las demandas ciudadanas [...].La falta de confianza en el gobierno de hecho favorece la corrupción entanto que transforma a los ciudadanos en clientes y corruptores quebuscan protección privada para acceder a quienes toman las decisio-nes”. En este estudio nuevamente se utiliza el Índice de Percepción so-bre la Corrupción de Transparency International, así como el Euroba-rómetro para obtener evidencia acerca de la confianza en el gobierno.Los resultados, que se enfocan en Francia, Alemania e Italia en el perío-

34 Seymour Martin Lipset y Gabriel Salman Lenz, “Corruption, Culture and Markets”,en Lawrence J Harrison and Samuel P. Huntington (eds.), Culture Matters: How ValuesShape Human Progress, Nueva York, Basic Books, 2000, p. 122.

35 Susan J. Pharr y Robert D. Putnam (eds.), Disaffected Democracies: What’sTroubling the Trilateral Countries?, Princeton, Princeton University Press, 2000.

36 Donatella della Porta, “Social Capital, Beliefs in Government, and PoliticalCorruption”, en Susan J. Pharr y Robert D. Putnam (eds.), Disaffected Democracies:What’s Troubling the Trilateral Countries?, Princeton, Princeton University Press, 2000,p. 205.

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do 1976-1995, sustentan esta tesis. De hecho, si se analizan todos loscasos del eurobarómetro como grupo, la autora encuentra una asocia-ción entre altos niveles de corrupción y poca satisfacción con la demo-cracia. En un artículo relacionado con el tema en el mismo libro, enfo-cándose en el caso del Japón, Pharr37 afirma: “Este capítulo demuestraque en Japón, al menos, la conducta errónea de los funcionarios ha sidoel mejor pronosticador de la confianza del ciudadano en el gobierno enlas últimas dos décadas”. Pharr señala que este hallazgo es similar al dePage y Shapiro,38 quienes encontraron que en los Estados Unidos lacorrupción pública (especialmente el escándalo Watergate) produjeronun abrupto y permanente cambio en la opinión pública. Se utilizan va-rias fuentes de datos, pero sus principales conclusiones están basadasen una regresión longitudinal (serie de tiempo) que demuestra que elnúmero de artículos sobre la corrupción en el periódico principal deTokio es el principal pronosticador, en el tiempo, de la insatisfaccióncon la política.

En la región latinoamericana, Morris39 llevó a cabo un extenso estudioacerca de las causas y consecuencias de la corrupción en México, un paísque se ubica en el puesto 58 en niveles de corrupción en el estudio deTransparencia Internacional de 1999. Morris concluye que el rol positivode la corrupción se limita a las elites, quienes pagan y reciben sobornosen una forma regular de manejar sus asuntos. Para el público en general,sin embargo, Morris utilizó datos de una encuesta para medir el vínculoentre corrupción y legitimidad. La encuesta (una muestra no al azar de700 entrevistados en tres ciudades mexicanas) no preguntó acerca de laexperiencia personal con la corrupción sino acerca de las percepcionessobre en qué medida es la corrupción necesaria para hacer trámites bu-rocráticos. Los hallazgos muestran una fuerte relación entre esta percep-ción y la poca confianza en el gobierno, la cual es otra forma (limitada) demedir la legitimidad. Sin embargo, dado que la percepción de que lossobornos son necesarios puede de hecho ser provocada por una baja eva-luación del gobierno en primer lugar, no puede estarse seguro de si es lacorrupción en sí la responsable de la reducción de confianza en el gobier-no. Un estudio más reciente sobre la corrupción y el apoyo al sistema serealizó en Chile, Costa Rica y México, el cual examina también la percep-ción acerca de la corrupción más que la experiencia con ésta (Camp,

37 Susan J. Pharr, “Officials’ Misconduct and Public Distrust: Japan and theTrilateral Democracies”, en Susan J. Pharr y Robert D. Putnam (eds.), DisaffectedDemocracies: What’s Troubling the Trilateral Countries?, Princeton, Princeton UniversityPress, 2000, p.173.

38 Benjamin I. Page y Robert Y. Shapiro, The Rational Public: Fifty Years of Trendsin Americans; Policy Preferences, Chicago, University of Chicago Press, 1992, pp.337-338.

39 Stephen D. Morris, Corruption and Politics in Contemporary Mexico, Tuscaloosa,University of Alabama Press, 1991.

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Coleman and Davis).40 En Asia, Shin41 ha estudiado la corrupción en Coreadel Sur, pero se enfoca en las percepciones de corrupción u honestidadde funcionarios públicos más que en la experiencia personal con prácti-cas corruptas.

Corrigiendo las limitaciones de los trabajos anteriores

¿Importa la corrupción en la política? Tal como ha quedado demostradoen la revisión de la literatura relacionada con ese tema, las perspectivasal respecto difieren. Aquellos que han afirmado que la corrupción cumpleuna función beneficiosa, basan sus afirmaciones en estudios que soncasi totalmente anecdóticos y teóricos. Por otro lado, aquellos que hanapoyado la tesis de que la corrupción tiene un efecto negativo en la creen-cia de la legitimidad de las instituciones políticas, o no han dado sufi-cientes evidencias para probarlo o han dado evidencias que tienen seriasfallas y que son indirectas. Se procederá ahora a revisar dichos proble-mas surgidos en investigaciones anteriores.

Esfuerzos previos para medir la corrupción

No es sorprendente que hasta recientemente, la investigación sobre lacorrupción haya sido más descriptiva que empírica. El problema enfren-tado por muchos investigadores es que dada la naturaleza sub rosa de lamisma, la corrupción es un fenómeno inherentemente difícil de medir. Através de los años se han probado diversos enfoques para resolver esteproblema, cada uno de ellos con sus propias limitaciones.

Los primeros esfuerzos se basaron en el enfoque criminológico de uti-lizar datos de la policía y los tribunales de justicia. Se trataba simple-mente de contar el número de arrestos y personas convictas por casos decorrupción en un país determinado. El problema con dicho enfoque es lafalta de exactitud de la medida: mientras más vigilantes estaban las au-toridades, se efectuaban más arrestos y había más personas convictas,completamente independiente de la tasa misma de corrupción. Así, enpaíses con altos niveles de corrupción podía haber virtualmente ningunavigilancia, mientras que en países relativamente “limpios” podían existirmás arrestos y personas convictas, aun por infracciones menores. Entérminos generales, dicho enfoque ha sido abandonado.

40 Roderic Ai Camp, Kenneth M. Coleman y Charles L. Davis, “Public Opinion AboutCorruption: An Exploratory Study in Chile, Costa Rica and Mexico”, Annual Meeting ofthe World Association of Public Opinion Research, Portland, Oregon, mayo de 2000, pp.17-18.

41 Doh C. Shin, Mass Politics and Culture in Democratizing Korea, Cambridge,Cambridge University Press, 1999, pp. 208-214.

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Para superar el problema inherente de medición derivado de utilizardatos oficiales, se han utilizado dos nuevos enfoques, aunque ambos tie-nen serias limitaciones. El primero (ya citado) es el que utilizaTransparency International (TI) con su Índice Anual de Percepción de laCorrupción (IPC). TI es una coalición internacional que promueve la inte-gridad en los gobiernos alrededor del mundo. El esfuerzo de TI se ha ex-pandido a través de los años, incluyendo cada vez más países y más fuen-tes de información, incluyendo las percepciones de ciudadanos del país ylos extranjeros. La dificultad primaria con este índice es que se funda-menta, como lo indica su título, en percepciones acerca de la corrupciónmás que en hechos de corrupción. Este problema, del cual está conscien-te TI, ha resultado en que se estén haciendo extensos esfuerzos para me-jorar la calidad de dichas medidas. En años recientes, medidas múltiplesy promedios multianuales han sido utilizados con el fin de mejorar laconfiabilidad en la medida.42 A pesar de sus limitaciones, el IPC es la me-dida más utilizada a nivel mundial para medir la corrupción hoy día, enforma similar a la medida de democracia de Freedom House. La mayoríade economistas la utilizan en sus estudios acerca del impacto de la co-rrupción en el crecimiento y la inversión.

El segundo enfoque reciente, diseñado para trascender la percepción ylograr captar la experiencia directa con prácticas de corrupción es laEncuesta del Banco Mundial sobre el Sector Privado.43 Esta encuesta rea-lizada en 1996 y 1997 en 69 países se hizo a través del envío de cuestio-narios a 3.685 empresas en países seleccionados. El estudio, aunque útilen muchas formas, enfrenta una serie de problemas. Primeramente, latasa de respuesta fue de un 30%, lo cual deja abierta la posibilidad de unsesgo resultante de la tendencia en los países más corruptos a que seanlas empresas más honestas las que respondan, mientras que en los paí-ses con menos corrupción las respuestas pueden provenir de una mayorvariedad de empresas. Por otro lado, el problema con el enfoque del Ban-co Mundial es que entre las empresas que sí respondieron, las máscorruptas tienen más cosas que esconder, lo cual resulta en un seriosubreporte de corrupción entre las empresas más corruptas. Pero quizásel mayor problema con el enfoque del Banco Mundial es que la base dedatos incluye solamente empresas del sector privado y, por lo tanto, nohay evidencia directa de la corrupción en el sector público. Es la integri-dad del sector público lo que más preocupa a los encargados de las polí-ticas públicas y a quienes quieren implementar reformas anticorrupción.De hecho, el propio análisis del Banco Mundial es acerca de los efectos

42 Estos esfuerzos son explicados en detalle en el sitio de Internet de Transparen-cia Internacional. El documento específico que presenta los asuntos metodológicos es:www.transparency.de/documents/cpi/cpi_framework.html.

43 Para detalles véase World Bank, World Development Report, World Bank, 1997.World Development Report, 1997, Washington, DC, Oxford University Press, pp.174-175.

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perniciosos de la corrupción en el sector público, a pesar de que susdatos vienen del sector privado.44

Otro enfoque (todavía más reciente) para medir la corrupción se orien-ta en una dirección totalmente distinta y conlleva una serie de nuevosproblemas. El estudio de Japón por Susan Pharr (mencionado arriba)utiliza noticias de prensa acerca de la corrupción como la variable inde-pendiente. Pharr reconoce que los cambios en los niveles de corrupciónrevelados por esta medida pueden reflejar los cambios reales en el nivelde corrupción pero también pueden reflejar un cambio en el reporte deactos de corrupción. Aunque ella argumenta que esta distinción es im-portante pero no relevante para su análisis, de hecho sí lo es, tanto quelas conclusiones de su investigación se ven seriamente debilitadas. Elargumento es imperfecto por dos razones. En primer lugar, la autora afir-ma: “Un reporte dado acerca de una falta es un hecho, un punto en labase de datos, en tanto que registra una ocurrencia específica en la cualun funcionario público es acusado de acciones erróneas” (Pharr).45 En lapráctica, sin embargo, la acusación puede ser totalmente una invencióndel periódico mismo, cuyas motivaciones para dicha acusación puedenprovenir del deseo de aumentar su circulación entre lectores o debilitarun partido para apoyar a otro. De ninguna manera se puede tomar elreporte de faltas en Japón como un “hecho” y debe tenerse aún menosconfianza en los reportes de prensa de los países en desarrollo, donde losperiódicos con frecuencia o son altamente irresponsables o están contro-lados por el gobierno. Los periodistas están pobremente capacitados, haypocos estándares de ética y de hecho la verificación de las noticias espoco común. En segundo lugar, independientemente de la calidad de lainformación de prensa, si se encuentra que la confianza en el gobierno sereduce cuando hay más reportes de corrupción, lo único que puede afir-marse es que los medios de comunicación ejercen una influencia en laopinión pública. No puede decirse que la corrupción cambia las actitudespúblicas hacia el Estado. Así, en países en los cuales la prensa tienecomo práctica inventar escándalos en el gobierno y en los cuales haypoca confianza en el sistema político, la preocupación de los científicossociales debería enfocarse en la calidad del periodismo y los estándaresde corrupción periodística, más que con la corrupción pública.

Un enfoque totalmente distinto ha sido adoptado por la investigaciónde campo. Este esfuerzo ha sido inspirado por los estudios sobre lavictimización por delincuencia, que se ha convertido en la fuente princi-

44 Véase el análisis del impacto de la corrupción sobre el crecimiento y la inversión enWorld Development Report, World Bank, 1997. World Development Report, WashingtonDC, Oxford University Press, pp. 102-103.

45 Susan J. Pharr, “Officials’ Misconduct and Public Distrust: Japan and theTrilateral Democracies”, en Susan J. Pharr y Robert D. Putnam (eds.), DisaffectedDemocracies: What’s Troubling the Trilateral Countries?, Princeton, Princeton UniversityPress, 2000, p. 194.

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pal de las investigaciones sociológicas sobre el crimen y la delincuencia.Los criminalistas han reconocido desde hace mucho que los reportes ofi-ciales de crímenes son poco confiables por el alto grado de manipulaciónpolítica de los datos. Un jefe policial que quiere obtener nuevos vehículosdel gobierno local tiene mayores incentivos para justificar su pedido siseñala que hay una nueva ola de criminalidad en el lugar. Puede ser queel jefe de la policía le haya dicho a sus oficiales que sean especialmenteagresivos cuando impongan la ley, o puede ser que los mismos datoshayan sido “cocinados”. Alternativamente, los políticos que buscan cré-ditos en su lucha contra el crimen buscan que haya menos reportes so-bre actos de delincuencia, y los incrementos salariales para la policíapueden depender de una policía menos agresiva. Para superar estos pro-blemas los criminalistas se basan cada vez más en las encuestas devictimización, las cuales son vistas como una fuente más exacta de tasasde criminalidad.46

Internacionalmente, este enfoque ha sido extendido por el Centro deNaciones Unidas para la Prevención Internacional del Crimen (Newman).47

Implementada en 1987, la Encuesta Internacional sobre el Crimen inclu-ye ahora 55 países, con muestras de entre 1.000 y 2.000 entrevistadospor país. En 1996, por primera vez, se incluyó una pregunta en estosestudios acerca de la victimización del soborno. Aunque sería preferibleun conjunto más amplio de preguntas sobre el tema, al menos esta fuen-te de información no sufre de los sesgos y limitaciones inherentes en losenfoques de Transparency International y el Banco Mundial. Los esfuer-zos de Naciones Unidas no se orientan a medir las percepciones sino laexperiencia real de los ciudadanos con la corrupción pública. Aunque nose puede captar la corrupción de alto nivel con este enfoque (sobornos aministros o congresistas), sí puede captarse la experiencia (más que lapercepción) ciudadana cotidiana con la corrupción. Recientemente, el Ban-co Mundial ha seguido este enfoque y ha llevado a cabo una serie deestudios de corrupción a nivel ciudadano. Un comentario acerca de estenuevo enfoque del Banco Mundial fue presentado en una ponencia enuna Conferencia reciente (Kaufmann).48 Un estudio como tal, por ejem-plo, ha sido realizado en Nicaragua.49

46 Las tasas de homicidio, sin embargo, son utilizadas como indicadores confiablesde una forma extrema de delincuencia.

47 Graeme Newman (ed.), United Nations, Global Report on Crime and Justice, Nue-va York, Oxford University Press, 1999, pp. 27-28.

48 Daniel Kaufmann, “Corruption Diagnostics: A New Technocratic Framework forthe Analysis of Corruption and Its Implications for the Design of Action Programs”,Miami Anti-Corruption Summit, Miami, Florida, abril de 1998, pp. 2-4.

49 Véase Comité Nacional de Integridad y World Bank-CIET International, Encuestanacional sobre integridad y corrupción en la administración pública: Encuesta de hoga-res, Managua, 1998.

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La evidencia faltante en el vínculo entre legitimidad y corrupción

Típico de quienes resaltan los efectos negativos de la corrupción es elBanco Mundial,50 el cual en 1997 señaló: “La corrupción viola la confian-za pública y corroe el capital social [...]. Sin controles, la acumulación defaltas aparentemente menores puede lentamente erosionar la legitimidadpolítica”. Desafortunadamente, aunque el Banco presentó evidencia sus-tancial acerca de los efectos negativos de la corrupción en la economía,presentó poca evidencia acerca de que la corrupción menor (o la de ma-yor nivel) erosiona la legitimidad política. El Banco presentó evidenciadel nivel de la variable independiente (corrupción) pero no presentó evi-dencias correspondientes de la variable dependiente (legitimidad). Unestudio del Banco Mundial de 1999 utiliza una medida multiíndice dedesempeño gubernamental, incluyendo percepciones de la corrupciónalrededor del mundo, y muestra que los ingresos per cápita son menoresy el analfabetismo adulto y la mortalidad infantil son mayores cuandohay un pobre desempeño gubernamental (Kaufmann, Kraay and Zoid-Lobatón).51 Sin embargo, una vez más, no hay evidencia del vínculo entrela corrupción por un lado y la legitimidad política por el otro.

Buena parte de la investigación empírica que enfatiza el impacto ne-gativo de la corrupción en la legitimidad política ha utilizado medidas oindicadores de corrupción que tienen serias fallas (tales como las quese han enumerado antes). Virtualmente ningún trabajo anterior sobreel tema ha sido capaz de hacer una conexión directa entre corrupción ysu impacto en la legitimidad. Los estudios que usan agregados nacio-nales para corrupción y actitudes políticas corren el riesgo de caer enproblemas relacionados con la falacia ecológica. Ante la ausencia deinformación de nivel individual, los investigadores no han tenido formade saber si los altos niveles de corrupción nacional (aun asumiendo porel momento que dicha medida no tuviera serios defectos) son responsa-bles de los niveles nacionales de actitudes ciudadanas hacia sus siste-mas políticos. Por esta razón, los estudios anteriormente referidos, queutilizan la medida de corrupción de Transparency International comoun pronosticador e información agregada nacional con la satisfaccióndel desempeño de la democracia como la variable dependiente, son su-jeto de observaciones de falsedad. De hecho, el estudio de Lipset de-mostró, como se hizo notar anteriormente, que la supuesta relacióndesaparece cuando se introducen controles estadísticos para eliminarel efecto del PNB.

Para probar la hipótesis de que la corrupción mina la legitimidad polí-

50 World Bank, World Development Report, 1997, Washington DC, Oxford UniversityPress, 1997, pp. 102-104.

51 Daniel Kaufmann, Arat Kraay y Pablo Zoido-Lobatón, Governance Matters, PolicyResearch Working Paper Nº 2196, Washington DC, World Bank, 1998.

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tica, es necesario tener datos de nivel individual. Las encuestas sobrecorrupción, a pesar de ser muy nuevas, parecen ser el enfoque más pro-metedor emprendido a la fecha. Tales encuestas a nivel individual pue-den dar evidencia de la experiencia diaria con la corrupción. Desafortu-nadamente, la mayoría de encuestas realizadas al momento, aunque daninformación sobre la corrupción sufrida a nivel individual, no dan infor-mación acerca de la variable dependiente (por ejemplo la legitimidad delsistema político).

Una forma de superar estas limitaciones es obtener información sobrela experiencia con la corrupción a través de una encuesta, como se hizoen los estudios de Bolivia en 1998 y el 2000, mientras que simultánea-mente se obtiene información de los mismos individuos acerca de su creen-cia en la legitimidad de su gobierno. La tarea analítica se vuelve entoncesla de buscar conexiones entre la experiencia con la corrupción por unlado y la creencia en la legitimidad por el otro. Deben introducirse impor-tantes variables de control y de dirección de la causalidad, lo cual puedehacerse a través de este enfoque, que se sigue en este estudio.

Examinando el impacto de la corrupción sobre la legitimidad

América Latina en general, y Ecuador en particular, donde se presta muchaatención actualmente al tema de la corrupción (Tulchin and Espach),52 esun buen lugar para examinar la tesis acerca del vínculo existente entrecorrupción y legitimidad. Esto es cierto por dos razones. Primeramente,se considera que América Latina sufre de altos niveles de corrupción. Unindicador de esto es que solamente un país latinoamericano, Chile, seclasifica entre los 20 países menos corruptos del mundo, en el lugar 19de los 99 incluidos en los datos de 1999.53 Costa Rica empata con Malasiaen el lugar 32. Los restantes países de la región tienen punteos de 40 opeor.54 En segundo lugar, la región latinoamericana ha tenido por muchotiempo problemas de estabilidad política, habiendo sufrido de una inter-minable cantidad de golpes de Estado durante su historia. Si como hanargumentado Easton55 y Lipset,56 la legitimidad es un requisito para laestabilidad democrática, es probable que la legitimidad sea cuestionable

52 Joseph S. Tulchin y Ralph H. Espach. (eds.), Combating Corruption in LatinAmerica, Washington DC, Woodrow Wilson Center Press, 2000.

53 El índice de TI index para 1999 incluyó 139 países, pero dado que hay variospaíses con el mismo punteo, éste va solamente de 1 a 99.

54 Esta información es tomada del sitio de Internet de Transparencia Internacio-nal: www.transparency.org.

55 David Easton, “A Re-Assessment of the Concept of Political Support”, BritishJournal of Political Science 5, octubre de 1975, pp. 435-457.

56 Seymour Martin Lipset, “The Social Requisites of Democracy Revisited”, AmericanSociological Review 59, febrero de 1994, pp. 1-22.

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en los países latinoamericanos. Desde una perspectiva empírica, hay con-siderables evidencias que muestran que los niveles de legitimidad sondébiles en la región, a pesar de haber transcurrido diez o más años degobiernos democráticos (Seligson).57

Cuando se usa la medida de apoyo al sistema institucional desarrolla-da anteriormente en el presente reporte y se examina el impacto de lacorrupción, los resultados son muy claros, como se muestra en el Gráfico12. Los entrevistados en nuestra encuesta nacional que no habían sidovíctimas de la corrupción en el año anterior a la encuesta alcanzaronpuntajes por sobre los del promedio nacional de apoyo al sistema, peromientras más corruptos los actos sufridos por un entrevistado, más bajotiende a caer el nivel de apoyo.58 Los resultados se mantienen aun cuan-do se introduzcan controles por género, edad, educación, ingreso, estadocivil y tamaño de la ciudad. Adicionalmente, el análisis fue desarrolladopara examinar efectos de los partidos políticos, para así evaluar si haymenos probabilidades de que quienes votan por el partido de gobiernoreporten victimización por la corrupción. No se encontró tal efecto.

Conclusiones

La corrupción tiene efectos importantes. Este capítulo ha mostrado quela corrupción erosiona sustancialmente el apoyo al sistema institucionalen Ecuador, un hallazgo que coincide con otra investigación en el proyec-to de Opinión Pública Latinoamericana de la Universidad de Pittsburgh.Además, la dirección de la causalidad es clara; aquellos que exigen unsoborno no preguntan primero a la víctima su nivel de apoyo al sistemainstitucional. Se ha determinado de forma confiable que el hecho de servictimizado mediante exigencia del pago de coimas, disminuye el apoyo.En Ecuador, la encuesta muestra que la corrupción diaria es bastantecomún, afectando a la mitad de la población adulta en un año dado yafectando a los ricos y a los pobres igualmente. Estos resultados sugie-ren fuertemente que la corrupción liberada de todo control puede erosio-nar la legitimidad del sistema político, amenazando finalmente su estabi-lidad.

57 Mitchell A. Seligson, “Toward A Model of Democratic Stability: Political Culturein Central America”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe 11 (2),2000.

58 El ligero incremento a los más altos niveles es estadísticamente insignificante.

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Resumen

Uno de los problemas más serios que Ecuador ha enfrentado en los últi-mos años es el de la corrupción. Publicitados escándalos en el gobierno yen el sector bancario han ocupado titulares en noticias nacionales e in-ternacionales. La corrupción en Ecuador no se ha limitado a estos secto-res sino que se ha extendido a muchas áreas. Un reciente informe de laContraloría General del Estado encontró que de 1.496 auditorías efec-tuadas en el año 2001, en un 34% de los casos había indicios de respon-sabilidad penal y en 50% de los casos podía haber responsabilidad civil.La Comisión de Control Cívico de la Corrupción fue creada en 1997 paraenfrentar este serio problema.

Las encuestas de opinión pública no son buenos instrumentos paramedir la magnitud y naturaleza de la corrupción en altas funciones pues-to que tales actos son pocos en número y la mayor parte de lo que elpúblico sabe acerca de ellos viene de los reportes de los medios de comu-nicación. Las encuestas, sin embargo, son mecanismos excelentes paramedir la clase de corrupción que afecta a los ciudadanos en sus vidasdiarias. De hecho, más adelante se demuestra que en comparación conlos bien conocidos pero a menudo criticados Índices de Percepción de laCorrupción de Transparencia Internacional, las encuestas son la mejorforma de medir tal corrupción. El Proyecto de Opinión Pública Latinoa-

Gráfico 12. El impacto de la victimización por corrupciónsobre el apoyo al sistema59

Sig. < .001

Número total de actos de corrupción

5.00 & +4.003.002.001.00.00

Pro

med

io d

e apoy

o al si

stem

a

42

40

38

36

34

32

30

Prom. apoyo al sist.

59 Nótese que un muy pequeño número de entrevistados fueron víctimas de más de5 actos, pero la N es demasiado pequeña para que los promedios sean estables, asíque estos casos fueron agrupados con aquellos que experienciaron 5 actos.

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mericana de la Universidad de Pittsburgh ha realizado varios estudiossobre corrupción, concentrándose en la magnitud de la corrupción expe-rimentada por los ciudadanos, la percepción ciudadana de la honestidado deshonestidad en varias instituciones y el impacto de la corrupciónsobre la democracia. En este capítulo el interés se concentrará en Ecua-dor, incluyendo comparaciones con otros países cuando sea apropiado.

Palabras clave

Corrupción – democracia – encuestas – Ecuador – opinión pública.

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Participación militar en la administración públicay democrática en el Brasil*

Suzeley Kalil Mathias**

Military participation in the public administrationand democracy of Brasil

The paper deals with one topic strongly related to Latin Americahistory: the effects of the military regimes and its actors over theevolution of democracy. In this particular case, the author goesdeeper in the analysis trying to see if a “militarization process” ofburocracy took place in Brasil Federative Republic, giving to themilitary forces an important role in political decisions.To accomplish this goal, the study measures different elementsover a 21 years’ period, covering both military and civilgovernments. The military participation in governmentministries, the different charges that were occupied by militaryfigures and its precedence are some of the elements this workexamines. The paper goes through the military government andthe return of democracy in Brazil, describing the relationship ofthe different presidents with the military sector, making animport contribution to the civic-military relations studies.

La participación de los militares en el proceso político de América Latina(AL) ha sido frecuente. El propio nacimiento y/o la formación de la mayo-ría de los estados nacionales de la región fue el resultado de intervencio-nes castrenses. Los grandes nombres de los procesos de independencia yorganización política fueron de militares. En el Brasil, a pesar de ser laúnica monarquía entre las repúblicas latinoamericanas del siglo pasado,hace mucho que los actores mencionados toman parte activa en la políti-ca nacional. Se forjó una cultura política que tuvo en el comportamientoy representación castrenses uno de sus pilares. Esto implicó una visiónde la política basada en criterios de autoridad, que confunde responsabi-

* Versión modificada del capítulo “Los militares en la Burocracia Federal” de mitesis de doctorado “Forças Armadas e Administração Pública: a participação militarnas Comunicações e na Educação (1961/1990)”, Campinas, Instituto de Filosofía eCiencias Humanas da Universidade Estadual de Campinas (IFCH-UNICAMP), 1999. Tra-ducción al español de Héctor Saint-Pierre y revisión de Ernesto López.

** Doctora en ciencias sociales (IFCH-UNICAMP, 1999); profesora de ciencia políticade la Universidade Estadual Paulista-UNESP, Campus de Franca; investigadora delGrupo de Estudos de Defesa e Segurança (GEDES-UNESP) y del Núcleo de Estudos Es-tratégicos (NEE-UNICAMP).E-Mail: [email protected]

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lidad y derechos con falta de límites en el ejercicio del mandato público ypropicia autoritarismos de los más variados grados.

Así, nadie se sorprendió con la llegada de las Fuerzas Armadas (FF.AA.)al poder en 1964. La novedad fue la construcción de un régimen que pre-tendía modernizar la burocracia nacional. Los militares introdujeron unnuevo modo de hacer política. Abandonaron los ideales democráticos paraabrazar el camino de la promoción del desarrollo económico por lafacilitadora vía del autoritarismo político. Esto, sobre el terreno fértil de lacultura prepotente que aún prevalece en el Brasil. Las FF.AA. cambiaron lafaz del país en los 21 años que estuvieron al frente del gobierno, medianteun mecanismo bastante ingenioso, en el centro del cual estaba el estable-cimiento de normas jurídicas que ellos mismos, cuando era necesario, ig-noraban o descumplían. En ese período estructuraron los sistemas banca-rio, económico y financiero y la administración pública; crearon los fondosde previsión y crédito; mudaron las relaciones de trabajo en el campo y enla ciudad, y emitieron varias actas institucionales, enmiendas constitucio-nales y hasta una Constitución. Nos preguntamos cómo esas mutacionesse articularon con la presencia de los militares en el poder, cuál era laparticipación militar, no sólo en el proceso legislativo, sino principalmenteen la elaboración y ejecución de las políticas públicas del período.

Una manera de evaluar esta participación es por la presencia de milita-res en los puestos claves de decisión gubernamental. En este aspecto, al-gunos estudios dieron los primeros pasos1 mostrando, por ejemplo, cuán-tos ministerios fueron ocupados por los civiles y cuántos por los militaresdurante determinada gestión. Aquí procuraremos ir más lejos, en cuantoal alcance histórico, aunque más no sea esquemáticamente: cómo los mili-tares participaron de la administración pública en el período comprendidoentre la instauración del régimen militar y el gobierno civil de FernandoEnrique Cardoso. Procuramos averiguar, de ese modo, si existió un proce-so de militarización de la burocracia2 convirtiendo a las FF.AA. en gestorasde la cosa pública en el Brasil. Excluimos del análisis los tres ministerios

1 Para citar algunos: Góes, W. y Camargo, A., O drama da sucessão e a crise doregime, Rio de Janeiro, Nova Fronteira, 1984; Benevides, M. V. M., O Governo Kubitschek:Desenvolvimento econômico e estabilidade política, 1956-1961, Río de Janeiro, Paz eTerra, 1976; Barros, A., “The Brazilian Military Professional Socialization, Political Per-formance and State Building”, tesis doctoral, Chicago, 1978, mimeo; Johnson, J. J.,The Military and Society in Latin America, Stanford-CA: Stanford University Press, 1968;Stepan, A., Os militares na política, Río de Janeiro, Artenova, 1975.

2 El término militarización asume aquí tres significados: 1) participación física uocupación de cargos de la administración pública civil por los militares. En este caso,se supone que la administración es un medio de transmitir intereses hacia todo elsistema político. La aprehensión del fenómeno es aquí más fácil, pues se trata de com-parar cuantitativamente el peso de cada actor (civil y militar) en la burocracia estatal; 2)la realización, por medio de las políticas gubernamentales, de las doctrinas defendidaso formuladas por los militares. Así, cuando una política sigue patrones geopolíticos o

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militares por entender que, a pesar de no ser obvio, se tornó tradicional enBrasil la ocupación de éstos por miembros de las respectivas fuerzas. Laprimera pregunta a responder es entonces: ¿cuál es el nivel de participa-ción militar en el inicio de este proceso? En otras palabras, ¿cuántos erany dónde estaban los militares antes del golpe de 1964?

1. Participación militar en el gobierno civil

Como expresa Benevides,3 el propio sistema político brasileño, para funcio-nar, necesita de la colaboración castrense. Para que haya alguna estabili-dad en el sistema es necesario que funcionen mecanismos de cooptación.En los períodos críticos de la historia brasileña se da la unión militar entorno de determinadas ideas. En los períodos de estabilidad, en cambio, seproduce algún grado de división interna a las FF.AA., al mismo tiempo quese asegura la participación de los militares en cargos gubernamentales–medida compensatoria para las FF.AA.–, para preservar la normalidad delproceso político por la garantía de “fiel de la balanza” que aquéllas tienen.

Ya durante el gobierno de Juscelino Kubitschek, puede observarse la

[...] evolución creciente del poder militar; parece claro que el 11de noviembre representó, de cierta forma, la toma de concienciade los militares (a pesar de la escisión del 24 de agosto) de queno pueden dividirse más, pues divididos no tienen poder y po-der, para ellos, es ocupar los puestos de gobierno, principalmen-te aquellos ligados al desarrollo (comunicaciones, transportes,estudios cartográficos y de aerorelevamiento, cooperación conpaíses amigos en el campo de la energía nuclear, etcétera).4

Esa misma relación es señalada por Johnson, quien sostiene que los mi-litares ocupaban cargos no castrenses desde antes de 1964, no sólo en la

responde al autoritarismo embutido en la Doctrina de la Seguridad Nacional, puededecirse que ella realiza un proceso de militarización; 3) la impresión o transferencia devalores castrenses hacia la administración pública. En otras palabras, el ethos político(lo que prevalece en la Polis) es equivalente al ethos militar. En este caso, la definición esprofundamente subjetiva y solamente puede ser aprehendida indirectamente. Sin em-bargo, la definición sugerida no contempla la ocupación de cargos civiles por militarescuando éstos son considerados técnicos competentes y, por lo tanto, ocupan determi-nado cargo en función de su especialización (como ingenieros de comunicación, porejemplo); como burócratas bien entrenados, y no por un criterio corporativista, en elcual pesa más el hecho de ser militar que de ser un especialista (lo que no significa quedeje de tener actitudes basadas en la formación recibida en el cuartel). Trabajamosdetenidamente este asunto en nuestra tesis doctoral ya citada.

3 Benevides, M. V. M., O Governo Kubitschek…, citado.4 Ibid., p. 191, cursivas nuestras.

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esfera pública sino también en las empresas privadas. Para el autor, estaparticipación “minó la capacidad de los militares para continuar desem-peñando el papel de moderadores de la política”.5 En su investigación de1959, la ocupación de cargos civiles por militares se contaba por cente-nas. Entre éstos estaban los ministros de Transporte y Obras Públicas yla dirección del Departamento de Correos y Telégrafos. La ocupación decargos en la administración civil no se inaugura en 1964. Parece, sí, quecon la llegada de los militares al poder hubo un aumento relativo de estaparticipación, de la misma forma que se nota la ampliación de las posibi-lidades como consecuencia del aumento de la participación del Estado enel desarrollo económico.6

Durante el gobierno de João Goulart hubo una gran circulación demiembros del primer escalón, al punto que Wanderley Guilherme dosSantos sostuvo que la alta movilidad en el Ejecutivo federal contribuyó alo que llamó “parálisis decisoria”, aumentando desmesuradamente la ines-tabilidad gubernamental, al punto que el propio Goulart fue responsa-bilizado por el golpe de 1964.7 En lo que sigue restringiremos nuestroanálisis al periodo presidencialista de aquél que transcurre desde el mesde enero de 1963 hasta marzo del año siguiente.

En enero de 1963 había trece ministerios y siete órganos directamenteligados a la presidencia de la república, totalizando 20 cargos de primerescalón. Restando los eminentemente militares aún quedan 15 puestos.De éstos, consideramos solamente los ministerios, sin evaluar (por falta dedatos) el Departamento Administrativo del Servicio Público, la ConsultoríaGeneral de la República y el Gabinete Civil, todos ligados a la Presidencia.8

5 Johnson, J. J., The Military and Society…, cit., p. 211.6 Al respecto, es interesante notar que en una serie de reportajes fechados en 1983

el periódico de San Pablo, Jornal da Tarde, presentaba al Brasil como un congénerede la Unión Soviética, llamándolo irónicamente República Socialista Soviética del Brasil.En aquellos reportajes, se discutía el creciente papel económico asumido por el Esta-do a partir de 1964, con la creación de comisiones, grupos de trabajo, empresas yfundaciones que deberían responder a las demandas planificadas por el gobierno cen-tral para hacer del país una gran potencia. Es importante recordar, sin embargo, quemuchos de esos organismos fueron pensados en gobiernos anteriores y apenas pues-tos en funcionamiento por los sucesivos gobiernos militares. La propia Reforma Ad-ministrativa realizada por Castelo Branco tiene sus estudios concluidos (y hasta unministerio creado con esta finalidad) en 1961. Véase Jornal da Tarde, ediciones del 8al 29 de agosto de 1983.

7 Santos, W. G., Sessenta e quatro: anatomia da crise. San Pablo, Vértice, 1986. Elfenómeno llamado “parálisis decisoria” no se restringe a la rotatividad en los cargosgubernamentales, sino que ésta es una de sus variables, lo mismo que la fragmenta-ción y la polarización políticas.

8 Las fuentes utilizadas para componer el perfil de los gobiernos analizados fueron:Almanaque Brasil, Río de Janeiro, Ed. Terceiro Mundo, 1995/1996, pp. 22-23; DiárioOficial da União, 23 de enero de 1963, Sección I, pp. 794-795; FGV-CP Doc., DicionárioHistórico Biográfico Brasileiro (1930-1983), Río de Janeiro, Forense/Finep, 1984; Gru-po Visão, Perfil-Poder Executivo Federal, 29 de marzo de 1968, octubre de 1973, no-viembre de 1974 y 1980; Corke, B. (ed.), Who is Who government, politics, banking andindustry in Latin America, Nueva York, Decade Media, 1989, pp. 44-72 (Brasil).

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La preocupación de Goulart al organizar su gabinete, tanto en enerocomo en junio de 1963, era conciliar las diferentes corrientes políticaspara otorgarle gobernabilidad al sistema. Para eso, perseguía la reediciónde la histórica alianza entre PTB-PSD,9 alianza capaz de proporcionar laanhelada estabilidad. De esta manera, los cambios en los cargos de pri-mer y segundo escalón buscaban mantener el equilibrio entre esas doscorrientes políticas. Aquellos que salieron de los cuarteles para asumircargos (dos casos), no eran militares en sentido estricto, sino híbridos,políticos que un día pasaron por los cuarteles. De los 23 miembros quepasaron por los 12 ministerios civiles, solamente uno era militar, el almi-rante Ernâni do Amaral Peixoto, que ocupó el Ministerio Extraordinariopara la Reforma Administrativa. Sin embargo, en la época de su nombra-miento, era diputado federal por el PSD, y fue en esta condición que Goulartlo llamó para el gobierno. Otros dos ministros pasaron por los cuarteles:Expedito Machado, nombrado en junio de 1963 para el Ministerio de Trans-porte y Obras Públicas, y Wilson Fadul, que, como médico, ingresó en laAeronáutica y fue nombrado, también en la reforma de junio, para elMinisterio de Salud. Otro ministro de Salud, Paulo Pinheiro Chagas, fre-cuentó el Colegio Militar, pero no concluyó en esa casa sus estudios. Asícomo el ministro para la Reforma Administrativa, los tres citados eran,en la época de su nombramiento, diputados federales de la liga PTB-PSD y,todo indica, fue en esta condición que se tornaron ministros.

Otra manera para evaluar la presencia militar es por la participaciónde ex alumnos de la Escuela Superior de Guerra (ESG) en los ministerios,en el entendido de que esto representaría una transferencia de los valo-res militares hacia el campo civil. Sin embargo, no encontramos referen-cia a esto en la biografía de los ministros. La única excepción es el presi-dente de Petrobras en enero de 1963, Francisco Mangabeira, ex alumnode la ESG. Sin embargo, él no fue elegido por Goulart; ya para la reformaministerial de enero de 1963 se encontraba en ese puesto. Para sustituir-lo, el presidente eligió un militar, el mariscal Osino Alves Ferreira, quepermaneció en el cargo hasta caer preso y ser inhibido de sus derechospolíticos después, por la Primer Acta Institucional del período militar.

Seguramente, el número de militares que ocupaban cargos en el go-bierno no se resumía a los aquí anotados. Sin embargo, por lo menos enel primer escalón, esta participación era pequeña. En los otros niveles degobierno, miembros de las FF.AA. dirigían el Departamento de Correos yTelégrafos (DCP) y administraban la Ferrovía Leopoldina, ambos ligadosal Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Precisamente, era en esteministerio, seguido por el de Justicia (a causa del control de la Policía

9 PTB: Partido Laborista (Trabalhista) Brasilero –partido de orientación popular,creado por Getúlio Vargas. Posee sus bases de apoyo en los medios de trabajadores,principalmente en los sindicatos, en los cuales nacían sus líderes, presentando unperfil profundamente asistencialista–; PSD: Partido Social Democrático –su origen sonlíderes regionales, principalmente rurales, identificados con Getulio Vargas–.

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Federal), donde localizamos el mayor número de militares.10 Tal vez estoexplique, por lo menos en parte, la facilidad con que Goulart cayó. Si-guiendo la orientación de Benevides, el presidente permitió, por un lado,que los militares se uniesen en torno de una idea (el combate al comunis-mo) y, por otro, no los cortejó lo suficiente (atendiendo, mediante el nom-bramiento para cargos en la administración, a los diferentes grupos mili-tares) para mantenerlos alejados de la política. Según Johnson,11 la ocu-pación de cargos en la administración pública y hasta en la privada pormilitares es común en países como el Brasil, no tanto por cuestionespolíticas sino por razones económicas: están capacitados porque fueronbien formados en las escuelas militares y son más baratos, pues su suel-do no es fijado por el cargo sino por su rango. Este razonamiento seríaválido inclusive para militares retirados, pues el parámetro no sería lainiciativa privada y sí aquello que se paga en los cuarteles. Pero entoncessería razonable suponer que en períodos de crisis financiera aumentaríael número de militares en la administración pública. Por el contrario, enperíodos de crecimiento y bonanza esta participación caería. Sin embar-go, como los datos de Johnson sugieren, esto no ocurre. No habría, por lotanto, una correlación entre fluctuación de la economía y ocupación decargos por parte de los militares. Parece plausible suponer que las rela-ciones entre las fuerzas políticas que disputan el poder en el Estado yhasta los apoyos que necesita el gobierno determinan las variaciones enla ocupación de cargos en la administración publica.

Si nuestro análisis es correcto, habrá aumento en la participación delos militares con posterioridad a 1964, en el Brasil, porque son generaleslos que ocuparán la presidencia de la República. En contrapartida, en losperíodos más críticos desde el punto de vista político y, principalmente,en la fase de transición iniciada por Geisel, este número tendería a caer,equilibrándose con el de los civiles. Esto no significa dejar de lado lasafirmaciones de Benevides sobre los factores de equilibrio entre civiles ymilitares que deben existir para que el sistema político sea estable.12

2. Participación de los militares en el gobierno militar

La búsqueda de estabilidad por medio del mantenimiento del equilibrioentre las diferentes fuerzas en disputa animó las decisiones de CasteloBranco en la composición de su gabinete. Ésta es, por lo menos, la visióndel embajador inglés para quien

10 Johnson, J. J., The Military and Society…, citado.11 Ibid.12 Un estudio sobre las divisiones internas de las FF.AA. luego del año 1964 que puede

ayudar a visualizar los conflictos generados y las elecciones políticas efectuadas a partirde los cuarteles, puede verse en Martins Filho, J. R., O palácio e a caserna: a dinâmicamilitar das crises políticas na ditadura (1964-1969), San Carlos, ed. UFSCar, 1995.

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[...] muchos creen que el hombre fuerte en el gobierno es el gene-ral Costa y Silva, ministro de la Guerra. Es el único “sobrevivien-te” del Comando Supremo de la Revolución que permanece concargo en el gobierno [...]. El mariscal Juárez Távora, ministro deTransportes, es otro contemporáneo del presidente y, según di-cen, con cierta influencia sobre él, además de también tener re-putación de incorruptible. Los otros ministerios están ocupadospor técnicos capaces, todos con buenas calificaciones para el car-go, pero con poca vivencia en política. Aparentan estar sólida-mente unidos al presidente y no hay señales de división entreellos [...]. Si no fuese por la falta de experiencia política, difícil-mente un equipo mejor podría ser montado en el Brasil.13

Lo que llamó la atención de los analistas fue el número de militaresque componían el primer escalón del gobierno y, principalmente, los mi-litares originarios de la ESG. Así, el análisis de Stepan muestra que elcírculo más próximo del presidente era un conglomerado militar.14 Lo lla-ma “conglomerado” porque esos militares tenían características de carre-ra comunes: de los 10 generales más próximos a Castelo Branco, el 50%participaron de la Fuerza Expedicionaria Brasileña (participante en laSegunda Guerra Mundial), formaban parte del cuerpo permanente de laESG y cursaron sus estudios en escuelas extranjeras, en tanto que el 100%ocupó los primeros lugares en las escuelas militares. Ya Walder de Góesmuestra que a partir de 1964 la participación militar crece, pero no esmuy diferente a la de la etapa anterior, asentada sobre la égida civil. Mastarde, con las reformas y la participación mayor del Estado en la econo-mía, se verifica la “penetración directa” de los militares en la administra-ción pública.15

Así, el análisis de la composición del gabinete de Castelo Branco mues-tra el aumento de la participación militar en relación con los gobiernosanteriores: 14 puestos, sin incluir los 3 ministerios militares y conside-rando los cargos directamente subordinados a la presidencia de la repú-blica. De éstos, seis fueron ocupados por militares en algún momento dela gestión castelista.16 Ni siquiera el Ministerio de Relaciones Exterioresquedó inmune al control militar. En el último período de dicho gobierno

13 Cantalino, G., 1964, a revolução para inglês ver, Río de Janeiro, Mauad, 1999, p.133. Carta del embajador inglés, señor Leslie Fly.

14 Stepan, A., Os militares na política, Río de Janeiro, Artenova, 1975, pp. 172 y ss.La misma visión sobre la participación militar y sobre el papel de la Escuela Superiorde Guerra (ESG) en el gobierno de Castelo Branco es defendida por Fiechter, G.-A., Oregime modernizador no Brasil, 1964/1972. Río de Janeiro, FGV, 1974.

15 Góes, W., “Militares ocupam 1/3 dos cargos federais”, O Estado de S. Paulo, 25de noviembre de 1979, pp. 18-9. También Góes, W. y Camargo, A., O drama dasucessão…, citado.

16 Considerando solamente los ministerios civiles, 28 fueron ministros titularesentre el 15 de abril de 1964 y el 15 de marzo de 1967.

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fue ocupado por el general Juracy Magalhães, que antes había sido titu-lar de la cartera de Justicia y Negocios Interiores. Comparado con el go-bierno anterior, la participación militar en el gabinete de Castelo Brancocreció seis veces. Considerando los cambios de ministros, un tercio de loscargos estuvieron en manos militares bajo Castelo Branco. Tomando so-lamente el número de ministerios, casi la mitad fue ocupado, en algúnmomento, por miembros de las FF.AA.

A diferencia de lo que sugiere Benevides, por lo menos en el inicio delperíodo militar, no existe una preferencia por la ocupación de cargos liga-dos al desarrollo. Es verdad que el Ministerio de Transportes y ObrasPúblicas tuvo como titular durante prácticamente toda la primer gestiónmilitar al mariscal Juárez Távora. Sin embargo, como dijimos anterior-mente, los militares ocuparon el Ministerio de Relaciones Exteriores, Tra-bajo y Previsión Social, etcétera.

La composición del gabinete de Castelo Branco era menos heterogéneaque la de Goulart. Básicamente sus ministros eran originarios de las FF.AA.o de la UDN. Esto significa que las fuerzas políticas a las cuales el presi-dente debería responder eran menores. Él no precisaba (y aun desprecia-ba) el apoyo legislativo; contaba con la legitimidad conferida por el movi-miento de 1964 para evitar la necesidad de componer con las diversastendencias en el interior de las FF.AA. A este respecto, la presencia deCosta e Silva fue fundamental.

Así, la búsqueda del equilibrio entre las diferentes fuerzas en disputa–que no fue dificultosa, al menos en la primera fase del mandato– animólas decisiones de Castelo Branco. Las elecciones de 1966 mostraron quelos “revolucionarios” no contaban, sin embargo, con apoyo social, lo queamplió el abanico de la disputa, apuntando hacia la necesidad de nuevoscompromisos. Tal vez esto explique la reforma partidaria y las nuevasconcesiones a las FF.AA. Sin embargo, esas concesiones no tuvieron inme-diata traducción en la composición ministerial. La salida de Costa e Sil-va, necesaria para postularse a la presidencia de la república, no repre-sentó el ascenso de otro “línea dura”: fue sustituido por Ademar de Queiroz,ex alumno de la ESG, muy próximo a Castelo Branco.17

Resumidamente, la participación militar en los ministerios civiles enla gestión de Castelo Branco fue bastante expresiva (casi 40%), incluyen-do los tres híbridos (militares-políticos). De éstos, sólo Ney Braga no pasópor la ESG, lo que explica, aunque parcialmente, la gran importancia atri-

17 Según Viana Filho, cuando fue sugerido a Castelo Branco el nombre de Ademarde Queiroz para sustituir a Costa e Silva, dijo “Éste para mí es como un hermano”,completando lo que había dicho meses antes sobre los revolucionarios del Ejércitoque serían tres: “El general Cordeiro, muy preocupado con las instituciones; el gene-ral Ademar de Queiroz, preocupado con la organización militar; y el general Cintra,preocupado con el comunismo”, este último no integró su gobierno. Viana, Fº, L. Ogoverno Castelo Branco, Río de Janeiro, Bibliex e José Olympio, 1975, p. 404.

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buida a la Escuela por los analistas del período, pero que, como veremos,no se repitió durante el régimen militar.

La llegada de Costa e Silva a la presidencia coincidió con la reformaadministrativa, lo que implicó el crecimiento y el cambio de los ministe-rios. En esta gestión los ministerios fueron 18. En los ministerios civilesse nota, nuevamente, gran participación militar. Considerando solamen-te los titulares, había entre 4 y 5 militares en el primer escalón. En térmi-nos porcentuales, sin embargo, repite la media de la gestión anterior. Deesta forma, restringiendo la evaluación a los ministerios no se confirmala hipótesis de crecimiento de la presencia militar en la burocracia delEstado. Sin embargo, decrece tanto el número de híbridos, cuanto (verti-ginosamente) el de esguianos.18 Considerando la totalidad de ministeriosy el cambio de sus titulares, este número representa el 15%.

En función de la disponibilidad de datos estudiamos más detenida-mente esta gestión. No consideramos los ministerios militares y el Servi-cio Nacional de Informaciones (SNI). Sumados los cargos de segundo ytercer escalón de los ministerios y de la Presidencia, para marzo de 1968totalizaban 574 puestos. De éstos, 69 eran ocupados por militares (12%).En cada ministerio hay por lo menos un militar, aunque no tomamos deestas cifras a la División de Seguridad e Información (DISI). Al incluir laDISI, estamos implícitamente reintroduciendo en el análisis el papel delSNI, pues aceptamos con Góes y Camargo en que “el [SNI] es un organismopoderoso que, liderando los servicios secretos de las tres Armas, se trans-formó en pieza vital del proceso decisorio brasileño”. Y los autores luego:

El SNI está presente, por intermedio de la representación for-mal, en todos los ministerios (DSIS) y en las autarquías y empre-sas del Estado (ASIS),19 en todos los estados (delegaciones) y enlos municipios de mayor expresión (representantes). Esa redcompleja y tentacular, apoyada por una agencia central dotadade recursos ilimitados y de una moderna escuela para la forma-ción de agentes y analistas, ejerce fuerte impacto en el procesodecisorio de los gobiernos federal, estatal y municipal, hacién-dolo directamente (pareceres impositivos) e indirectamente (coer-ción difusa).20

18 Eran ellos el ministro de la Aeronáutica, Márcio de Sousa e Melo (matrícula000212/56); del Interior, Gen. Albuquerque Lima (mat. 001309/63); y de los Trans-portes, coronel Mário Andreazza (mat. 000880/59). Cf. ADESG (Associação dosDiplomados da Escola Superior de Guerra), Almanaque, Río de Janeiro, ADESG, 1984.

19 Todos los ministerios contaban con una División de Seguridad e Información,cargo ocupado exclusivamente por miembros de las FF.AA.; las empresas públicas, porsu lado, contaban con Asesorías de Seguridad e Información. Esa organización admi-nistrativa estaba basada en la ley.

20 Góes, W. y Camargo, A., O drama da sucessão..., cit., p. 144.

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Tomado como está, el 12% de participación militar puede ser conside-rado como la dosis de militarización necesaria al funcionamiento establedel sistema, conforme a Benevides. Podría considerarse, comparando esteporcentaje con el constatado por Góes que, en realidad, hay una reduc-ción de la participación militar, pues él encuentra un índice bastantemayor: 27,8% en 1979.21 Sin embargo, si prestamos atención al locus queestá por detrás del cargo ocupado, comprenderemos el sentido de la mili-tarización de la burocracia. Así, por ejemplo, la menor y más importanteparticipación castrense se encuentra en la presidencia de la república,donde el presidente y su asesor de prensa son militares. Sin embargo, lamenor participación castrense está, en términos porcentuales, en Ha-cienda (3,2%), lo que tal vez explique las afirmaciones posteriores de DelfinNetto que sostuvo que los militares no influían sobre las políticas civi-les.22 Por otro lado, ni el ministerio más poderoso de la administraciónnacional quedó inmune a la presencia militar. De los cuatro militares queestaban en el ministerio de Hacienda, uno estaba en la DISI, dos ocupa-ban las presidencias de la Caja Económica en estados ubicados en elnordeste y uno era director de la Casa de la Moneda. Así, no se puedeafirmar que se localizaban en sectores determinantes de la política. Unaspecto interesante en esta participación es que los dos militares queestaban en el Ministerio de Hacienda eran originarios de la Marina. Elocupante de la DISI, cargo normalmente reservado a los generales, era unvicealmirante,23 y el director de la Casa de la Moneda era un oficial medio(capitán).

Al considerar los ministerios en los que se concentra el mayor númerode militares, se confirma el análisis de Benevides: es en los sectores “téc-nicos”. Son los ministerios que poseen la mayor porción presupuestaria,y de esta forma restan a los políticos capacidad de negociación electoral ylos subordinan a las conveniencias del gobierno y de la tecnoburocracia

21 Las metodologías de ambas investigaciones son bastante diferentes, dificultandola comparación. Para minimizar esta diferencia, sumamos a los 574 cargos encontra-dos (que consideramos indistintamente como lo hizo Góes) los 14 ministerios y la presi-dencia de la república, llegando a 589 cargos, tomándolos como los más importantesdel Estado. De éstos, 75 eran ocupados por militares, inclusive la propia presidencia. Elporcentaje de participación no queda ni un punto superior al constatado anteriormen-te: 12,73%, lo que nos permite trabajar con la participación original.

22 Delfín Netto, economista y profesor de la Universidad de San Pablo, estuvo alfrente de diversos ministerios del área económica a lo largo del gobierno militar. Aúnhoy es considerado uno de los mejores líderes de la derecha política. Él fue uno de losdefensores más encarnizados de la “teoría” según la cual Brasil precisaba primerocrecer para después dividir los frutos del crecimiento. Dantas Mota, L., Quem mandano Brasil, San Pablo, Ática, 1987, p. 38.

23 Es interesante observar que solamente tres de los cargos de las DISIs fueronocupados por no generales, el caso de Hacienda, Justicia (brigadier) y la encargada delos transportes. En este último, donde un coronel era director de la DISI, el ministroera también un coronel, Mário Adreazza.

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que comienza a aparecer. Inclusive el Ministerio de Relaciones Exterio-res, donde la propia estructura funcional ofrece una cierta proteccióncorporativa, muestra permeabilidad a la presencia militar. A tal puntoque 7,5% de los cargos estuvieron en manos militares en este período.Por lo tanto, aunque en pequeño número, los militares se enquistan en laestructura burocrática civil.

En el gabinete de Emilio Garrastazú Médici, llama la atención la con-tinuidad de los nombres del primer escalón. Se registran 6 ministros deCosta e Silva en la composición de sus 19 ministerios, incluyendo 2 delos 3 militares que ocuparon cargos civiles. De los 14 ministerios civiles,4 son ocupados por militares, incluyendo al híbrido Jarbas Passarinhoen la cartera de Educación. En términos porcentuales, la participaciónmilitar representa 28,6% del primer escalón, si no se consideran los cam-bios ministeriales, y un poco más del 17% considerándolos. Por lo tanto,con relación a los dos gobiernos militares anteriores, hay una reducciónbastante acentuada de la participación castrense. La presencia de los“esguianos” aumenta con respecto al gobierno Costa e Silva, pues 5 delos 22 titulares frecuentan la ESG.24 Esto representa 22,7%, casi 8 puntossuperior que los 15% constatados en la gestión anterior.

El tercer gobierno militar fue el que contó con la menor participaciónde políticos. De hecho, a pesar del incremento de la máquina pública ydel crecimiento económico acelerado, Drosdoff afirma:

El gobierno Médici ilustró cómo un general podía permaneceren el poder sin apoyo popular, sin máquina política y sin unprograma bien definido. Los detalles de los programas socialesy económicos fueron delegados a tecnócratas civiles, al paso quelas Fuerzas Armadas mantuvieron un estricto control sobre elesquema de seguridad del país.25

El pequeño número de militares en el gobierno federal no minimiza elpoder de los que sí estaban. Las características del proceso de toma dedecisión bajo Médici fueron dos. En primer lugar, se superaron los acuer-dos sostenidos construyéndose una eficiente red, que integraría técnicosy militares. Los políticos debían ajustarse a las reglas de la burocracia,convirtiéndose en técnicos.26 En segundo lugar, el poder se concentró en

24 Además de los ministros de la Aeronútica y de los Transportes, remanecientesde la gestión Costa e Silva, frecuentaron la ESG los ministros Júlio de Carvalho Bara-ta, titular del Trabajo y Previsión Social; de la Salud, Francisco de Paula da RochaLagôa; y el general João Batista Figueiredo, de la Casa Militar, Almanaque, Río deJaneiro, ADESG, 1984.

25 Drosdoff, D., Linha Dura no Brasil: o governo Médici, 1969-1974, San Pablo,Global, 1986, p. 31, cursivas nuestras.

26 Schneider, B. R., Politics within the State: Elite Bureaucrats & Industrial Policy inAuthoritarian Brazil, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1991.

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las manos de cuatro ministros27: Mario Andreazza (Transportes), JarbasPassarinho (Educación), Gibson Barbosa (Relaciones Exteriores) y DelfínNetto (Hacienda). No por casualidad, dos de ellos eran militares.28

En síntesis, la composición ministerial y la distribución del poder enel interior del “sistema”, indica la toma del poder por parte de una tecno-cracia diferenciada, reclutada en los períodos presidenciales anteriores,pero que encuentra su espacio de decisión en el gobierno de Médici. Estoporque, 1) esa tecnocracia civil comulga con los valores del gobierno, re-presentados por el “Brasil Potencia”; 2) se mudaron los criterios de reclu-tamiento de la elite burocrática; 3) ésta se aliaba a los militares que seencontraban en el gobierno.29

3. Participación militar en la transición

Dado que con el gobierno de Geisel se inicia la “lenta, gradual y seguradistensión”, nuestra hipótesis es que este proceso se revela en la admi-nistración pública como el inicio de una retirada controlada de los milita-res de los puestos de decisión.30 En la composición ministerial, esta reti-rada se traduciría en una ampliación de la participación civil, mayor-mente de políticos (suponiendo la necesidad de bases parlamentarias deapoyo a la distensión), a lo largo de los cinco años de mandato.

De los 15 ministerios civiles,31 4 eran ocupados por militares (26,6%).Si se consideran los cambios ministeriales, el porcentaje cae poco, que-dando en 23,5%. Comparando estos valores con los encontrados duran-te la gestión Médici, se percibe una caída de 2 puntos porcentuales parael primer caso, pero una elevación de casi 6 para el segundo. Sin em-bargo, al analizar la participación de los “esguianos”, vemos casi unareproducción del gobierno de Castelo Branco, pues de los 20 ministe-

27 Orlando Geisel, ministro del Ejército, también tenía mucho poder, pero no loejercía para influir sobre las políticas públicas. Por el contrario, él concentro su ac-ción en el control estricto del Ejército.

28 Drosdoff, D. Linha Dura no Brasil..., citado.29 Skidmore resume esta alianza así: “El resultado fue una eficaz alianza entre

militares radicales y tecnócratas. Cada uno tenía sus propias razones para desear unrégimen autoritario y ambos se precisaban mutuamente. Los militares de línea duraprecisaban de los tecnócratas para hacer funcionar la economía. Los tecnócratas pre-cisaban de los militares para permanecer en el poder. Las altas tasas de crecimiento,a su vez, daban legitimidad al sistema autoritario”. Skidmore, T., Brasil: de Castelo aTancredo, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1988, p. 220.

30 Trabajamos más detenidamente este tema en Distensão no Brasil: o projeto mili-tar (1974-1979), Campinas, Papirus, 1995.

31 La reforma ministerial promovida en el período Geisel elevó al estatus de minis-tros a los titulares del EMFA, SNI, Casa Militar, Casa Civil y Secretaría de Planificación.Se constata, pues, que tres de los cinco nuevos puestos son de ocupación “natural-mente” militar. Cf. Nunes, E. O., “Legislativo, Política e Recrutamento de Elites noBrasil”, Dados, Nº 17, Río de Janeiro, 1978, pp. 53-78.

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rios,32 7 fueron ocupados por ex alumnos de la ESG (35%). De éstos, sinembargo, solamente un civil pasó por la Escuela. Cuando consideramoslos 26 titulares que pasaron por los ministerios, el porcentaje cae muypoco, quedando en 34,6%.

Esto corrobora parcialmente la evaluación de Barros,33 quien encontróun máximo de 33% de participación castrense en los ministerios entrelas gestiones de Castelo Branco y Geisel. Según nuestros datos, 33% cons-tituye la tasa media, pues tanto bajo Castelo Branco cuanto bajo Costa eSilva, la participación ministerial de los militares es mayor, aunque de-crece bajo Médici y Geisel. Lo más importante, sin embargo, es que, comomuestra Nunes,34 en el gobierno de Geisel la presencia militar es másacentuada (posiciones estratégicas de primera línea), y el circulo máspróximo del presidente está totalmente compuesto por militares: en laasesoría presidencial directa, hay solamente un civil: João Paulo dos ReisVelloso, ocupante de la Secretaría de Planificación. Según la evaluaciónde Stepan para Castelo Branco, Geisel sigue muy de cerca los pasos deéste, repitiendo la misma composición del grupo de palacio. Por otro lado,a pesar de la acentuada presencia de militares y técnicos, el número depolíticos en el ministerio de Castelo Branco es significativo (según Nunes,entre los gobiernos militares, es la gestión que presenta menor diferenciacon el periodo anterior), lo que no se repite con Geisel.

Así, la distensión no se traduce en la mayor participación de los polí-ticos en los centros de decisión de la gestión pública. Los militares nosalen de la burocracia, pero reconfiguran la alianza que sustenta el siste-ma administrativo. Esto se revela en la concentración de poder, promovi-da por Geisel,35 en la presidencia de la república y en los consejos ligadosal Ejecutivo federal.

Nunes resalta que una de las características de los gobiernos militaresfue la estabilidad ministerial, es decir, su baja rotatividad. En el períodoque él estudia, encontró la mayor tasa para Castelo Branco. Aun así, lacifra ni se aproxima a la encontrada en el período anterior a 1964, dondeel número de ministros era, por lo menos, el doble del número de cargosdisponibles.36 En su opinión,

32 No se computó el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas (EMFA), que tuvo cuatrotitulares, mitad de los cuales pasó por la ESG.

33 Barros, A., The Brazilian Military Professional Socialization..., citado.34 Nunes llega a datos un poco mayores de los que nosotros constatamos. Para él,

40% de los puestos ministeriales son ocupados por militares bajo Geisel, y hay toda-vía una media de 40% ocupados por tecnoburócratas, lo que “deja solamente 20% deestas posiciones estratégicas para la ocupación de carrera política típica”. Nunes, E.O., “Legislativo, Política e Recrutamento de Elites no Brasil”, cit., p. 61.

35 La casi totalidad de los trabajos sobre el gobierno de Geisel comulgan con esaidea, entre ellos, Oliveira, E. R., De Geisel a Collor: Forças Armadas, Transição e De-mocracia, Campinas, Papirus, 1994.

36 En el análisis el autor desconsideró los gobiernos Jânio Quadros y João Goulart,el primero por haber sido efímero y el segundo, porque la rotatividad fue tan alta quese transformó en inestabilidad.

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[...] esta tasa revela cierta normalidad en la circulación yrotatividad de los individuos en puestos estratégicos de gobier-no. Los números referentes a los tres últimos gobiernos [Costa eSilva, Médici y Geisel], a su vez, revelan una tentativa de evitaresta normalidad, de pelear con los hechos que caracterizan estafaja de vida política.37

Para el gobierno de João Baptista Figueiredo podemos suponer que seperseguía esa normalidad política, pues, junto a la continuidad comomarca de gobierno, salta a los ojos el número de titulares que pasanpor los ministerios: son 37 ministros para 22 ministerios. Si a éstosfuese sumado el EMFA la relación es casi de 1 para 2, pues son 23 minis-terios para 42 ministros, presentando casi la misma situación anteriora 1964. La participación militar, por su lado, no persiguió la normali-dad institucional: de los 17 ministerios civiles, 7 fueron, en algún mo-mento, ocupados por militares, la mayor tasa de todo el período militar(41,2%). Considerada la participación de los titulares de los ministe-rios, la tasa cae bastante (20%). Ignoramos la tasa de las empresasestatales. Según Góes,38 la tasa de penetración informal quedó en 27,8%,bastante debajo de los 41,2% que encontramos. Por otro lado, como élexplica, no existen cambios significativos entre las gestiones Geisel yFigueiredo.

A través de ese análisis, se percibe que el sistema político brasileñotiene una nueva fuente de reclutamiento de su elite (no el legislativo,como sería esperado,39 sino la propia burocracia) y esto es permanente.Como informa Góes,

[...] se verificó que la proporción de militares en la alta adminis-tración pública federal es idéntica en ambas administraciones,concluyéndose que las transformaciones políticas resultantesde la sucesión presidencial y el avance de la apertura política noalteraron la participación de los militares en el comando de laadministración pública. Los resultados de la investigación nopueden ser aportados como medida precisa del fenómeno. Sinembargo, son suficientes para ilustrar un aspecto nuevo y deci-sivo de la historia contemporánea brasileña, a saber, el de que

37 Nunes, E. O., “Legislativo, Política e Recrutamento de Elites no Brasil”, cit., p.68, grifos nossos.

38 Góes, W. y Camargo, A., O drama da sucessão..., cit., pp. 136-138, y Góes, W.,“Militares ocupam 1/3 dos cargos federais”, cit. El autor llama “penetración informal”a la ocupación de cargos civiles por parte de militares como militares y no como técni-cos, esto explica la ausencia de los ministerios militares en su análisis. Esto le permi-te evaluar la “penetración formal”, que sería la ocupación militar esperada en cual-quier gobierno, considerándose el diseño (formal) del Estado brasileño.

39 Cf. Nunes, E. O., “Legislativo, Política e Recrutamento de Elites no Brasil”, citado.

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la administración pública es el espacio en que se concilian losintereses de las burocracias civil y militar. 40

Al aumento de la participación militar, a su vez, no equivale la presenciade ex alumnos de la ESG. Entre los ministros civiles, solamente uno fre-cuentó la Escuela.41 Considerando indistintamente civiles y militares,42

se llega a 22,7%, el mismo valor encontrado para Médici, y casi 2 puntosmenos que la gestión Geisel. La presencia de “esguianos” es menos im-portante, si se toma en cuenta que la tasa de participación militar es de40%. Una vez más, por lo tanto, la importancia atribuida a la ESG nocorresponde a su participación en el proceso de decisión.

Para Schneider, la particularidad de Brasil con relación a los regíme-nes autoritarios de los países vecinos está constituida por dos factores: labaja tasa de participación militar no sólo en los ministerios, sino princi-palmente en las empresas estatales,43 y la escasa permanencia de éstosen los puestos de decisión. En este último caso, en contraste con la de-terminación legal de permanecer solamente por dos años en los cargos opasar a retiro, los militares argentinos o chilenos, por ejemplo, se “esta-cionaban” en los cargos.44 Pero la fuerza de los militares no se limita a laburocracia civil. En oposición a sus pares latinoamericanos,

[...] los militares brasileños tuvieron éxito en la formulación ypropaganda de su proyecto, una mezcla de nacionalismo,contrainsurgencia, desarrollismo y grandeza (destino de su-perpotencia). Esa ideología estimuló a los policy makers civilesa incorporar sus propuestas en esta ideología. Esto porque,como se sabe, las indicaciones para cargos importantes de-

40 Góes, W. y Camargo, A., O drama da sucessão..., cit., p. 137, cursivas nuestras.41 Se trata de Murillo Badaró, ministro de la Industria y Comercio.42 Nuevamente desconsideramos el EMFA. Cuando éste es incluido, la tasa se eleva

a 39%, pues 100% de los que ocupaban el EMFA pasaron por la ESG.43 “La tasa media de presencia militar en las empresas estatales era de 15%, bien

abajo de los 30% registrados para los ministerios. En 1975, por ejemplo, cuatro exoficiales del Ejército ocupaban altos cargos [top management position] en empresasestatales eléctricas y de acero: Alfredo Américo da Silva, presidente de la Siderbrás;José Costa Cavalcanti, dirigía la compañía encargada de Itaipú; César Cals, directorde la Electrobrás y Odyr Pontes Vieira, director (de material) de la CSN. Esto contrastabastante con los 52% de participación militar en la burocracia estatal encontrada enChile, o con los 50% verificados en el Perú”, Schneider, B. R., Politics within the State...,cit., p. 51.

44 Desconozco las particularidades legales de los regímenes autoritarios latino-americanos. Sin embargo, y como ya se llamó la atención, una de las peculiaridadesdel régimen brasileño inaugurado en 1964 fue su voracidad legislativa: para todohabía una regla para ser seguida, para cualquier cambio se creaba una ley y, así,también la participación castrense en el gobierno seguía reglas formales. Para mayo-res detalles, véase de Velasco E. Cruz, S. y Martins, C. E., “De Castelo a Figueiredo:uma incursão na pré-história da ‘abertura’”, en Almeida, M. H. y Sorj, B., Sociedade ePolítica no Brasil pós-64. San Pablo, Brasiliense, 1984.

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pendían de los militares, y los civiles los ejercían por la graciade los militares.45

En síntesis, los autores en general afirman que, a partir de 1964 aumen-ta, lo que es diferente de comenzar, la participación militar en los órganosde la administración pública. Esta participación es permanente y cre-ciente durante los años de gobierno de los generales, generando una nue-va estructuración del sistema político, de tal forma que la burocraciapasa a representar el papel de locus de producción de la elite política ytambién de conciliación de los intereses de las fuerzas que disputan elpoder político. Esta nueva configuración se revelará, como dice OliveirosFerreira, en un nuevo ethos para presidir las relaciones políticas en elBrasil. Para él, al administrar el Estado, las FF.AA. transfieren su ethos alinterior del Estado, de tal forma que estaríamos bajo un régimen castren-se, independientemente de que el gobierno fuese propiamente militar.46

4. Participación militar en el período “posautoritario”

Con la sustitución de un gobierno militar por uno civil al cabo de 20años, hubo en la composición ministerial una completa desmilitariza-ción. En el gobierno de José Sarney no hay militares ocupando puestosministeriales civiles. De los 27 ministerios y 3 secretarías, los militaresocupan solamente cargos de ministros en cada fuerza, en el EMFA, en lajefatura del SIN y en la Casa Militar. La necesidad de construir bases desustentación en el Congreso para superar lo que parecía ser una crisis degobernabilidad determinó la reforma que originó el número alto de minis-terios en este período. También determinó la distribución partidaria delgabinete. Exceptuando los 6 ministerios “militares” los demás fueron ocu-pados por miembros del PMDB o del PFL.47 Solamente en 1989 asumieron

45 Schneiner, B. R., ibid., p. 54.46 En sus palabras, “De continuar [las FF.AA.] en los puestos relevantes, imprimirán

con mucho mayor rigor que en el pasado su ‘ethos’ burocrático y corporativo al Estadoy a la sociedad. Y, continuando donde están, estarán cada día, mejor preparadas parael gobierno”. Oliveiros S. Ferreira, “A educação do Príncipe”, O Estado de S. Paulo, 18 deabril de 1994, p. A-4.

47 PMDB –Partido del Movimiento Democrático Brasileño–, congregaba varias faccio-nes de oposición, se formó en 1979, a raíz de la reforma partidaria de ese año, teniendocomo origen el MDB –Movimiento Democrático Brasileño– partido de oposición (consenti-da) al gobierno militar, formada por el Acta Institucional número 2 (AI-2), de 1965. El PFL

–Partido del Frente Liberal–, fue una disidencia del PDS –Partido de la Democracia So-cial–, partido oficialista cuyos miembros provenían de ARENA, partido fundado por elrégimen militar. Lo que motivó la formación del PFL fue la comprensión de algunos de suslíderes de que sería mejor hacer una alianza con Tancredo Neves para llegar a la presi-dencia de la república antes que con Paulo Maluf, que había recibido la nominación delPDS para el Colegio Electoral, mecanismo por el cual eran electos los presidentes de larepública hasta 1988. Cf., entre otros, Lamounier, B. y Meneguello, R., Partidos políticose consolidação democrática, o caso brasileiro, San Pablo, ed. Brasiliense, 1986.

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cargos en el ministerio personas no afiliadas a los partidos, aunque iden-tificadas con ellos.

La percepción de los nuevos ocupantes del poder, diferente de lo de-fendido aquí, es de que no hubo una transición de la burocracia militar ala civil. Lo que aconteció fue una desbandada por parte de los primeros yla ocupación civil del vacío. Pedro Simón, elegido para la cartera de Agri-cultura, expresó lo siguiente en ese momento:

Lo que el doctor Tancredo ni nadie podría imaginar es que noso-tros llegaríamos al Palacio del Plan alto –después de luchar todala vida por el restablecimiento de la democracia– y que lo encon-traríamos totalmente vacío, abierto, sin un oficial de gabinete,un guardia, absolutamente nadie. Después de tanta lucha, po-dríamos pensar un millón de cosas. Menos que el Palacio esta-ría vacío y que el ex presidente saldría por los fondos.48

A pesar de eso, y de un ministerio 100% civil, los militares no dejaron departicipar de las decisiones. Por el contrario, el crecimiento del númerode ministerios “civiles”, pulverizó el poder de éstos concentrando el de losmilitares. Como muestran Quartin de Moraes y Rizzo de Oliveira, bajo elgobierno civil se desenvolvió una tutela militar, tornando mejor la situa-ción para los militares, pues éstos podían ejercer el poder sin responderpor este ejercicio.49 Se trata, así, de algo muy próximo a lo que se definióen nuestra primera Constitución como Poder Moderador: el emperadortoma las decisiones, pero son sus ministros que responden por ellas.

El mejor período para evaluar la adaptación del comportamiento mili-tar a la nueva estructura política es el circunscripto a la elaboración de lanueva Carta Constitucional (1986-1988), cuando los ministros militares,principalmente el del Ejército, procuraron influir sobre los diputados paramantener las funciones castrenses tradicionales. La tutela sobre el go-bierno facilitó el éxito, aumentando las expectativas sobre el futuro pre-sidente, el primero electo directamente después de 29 años.

Fernando Collor de Mello asumió en el marco de un cuadro de espe-ranzas sociales dispuestas a ver finalmente concluido el alejamiento delos militares de los centros de decisión. De hecho, las primeras medidastomadas por aquél en esta área apuntaban a la subordinación definitiva,aunque gradual, de las FF.AA. al poder político. Es lo que sugieren susprimeros actos de gobierno: promueve una nueva reforma administrati-

48 Entrevista en Couto, R. C., História indiscreta da ditadura e da abertura. Brasil:1964-1985, San Pablo, Record, 1999, p. 419. João Figueiredo, entonces presidente dela república, se negó a transferir las formalidades del gobierno a José Sarney, vicepre-sidente de Tancredo Neves que, ante el impedimento de éste, asumiría el poder, argu-mentando que había traicionado a sus compañeros cuando dejó el PDS para fundar elPFL. De ahí la “desbandada” a la que se refiere Pedro Simón.

49 Quartim de Morais et al., A tutela militar, San Pablo, Vértice, 1987.

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va, reduciendo el número de ministerios sumados a las 7 secretarías.Mantiene los ministerios para cada fuerza, pero elimina formalmente elSIN,50 mientras que el EMFA y la Casa Militar pierden estatuto ministerial.Contribuyó al optimismo el estilo presidencial, que inaugura una nuevaforma de tratamiento con el área militar, una relación cordial pero dis-tante. Sin embargo, las esperanzas fueron rápidamente frustradas. Lasacciones del presidente, autoritarias y disgregadoras, sumadas al agra-vamiento de la crisis económica aumentaron las denuncias de corrup-ción que culminaron en el proceso de impeachment que atravesó el añode 1992.51 En éste, las fuerzas políticas adoptaron tácticas para preser-var sus posiciones, variando desde el apoyo de sectores conservadores ala abstención legalista asumida por el aparato militar. Las FF.AA., parti-cularmente los ministros militares, adoptaron una postura fundamentalen el encaminamiento de la crisis para contenerla en los límites de ladesestabilización del gobierno y no del régimen, defendiendo que la Cons-titución debía ser cumplida y, por lo tanto, el vicepresidente debía asu-mir el Ejecutivo. La actitud de los ministros militares fue importante,para que el proceso de impeachment transcurriese dentro de la normali-dad legal. Esto no impidió, sin embargo, cierta ambigüedad en los medioscastrenses, con iniciativas de apoyo al gobierno en el interior de las FF.AA.De todos modos, el proceso de impeachment fue concluido y el presidentealejado de sus funciones sin interferencia militar directa en la crisis. Laherencia recibida por el vicepresidente, Itamar Franco, en lo que se refie-re a las relaciones entre civiles y militares, favoreció la continuación delproceso de alejamiento de los militares de los centros de decisión.

Tal vez por no contar con un Congreso dócil, o por estar políticamenteaislado, o aun por tener que responder a todo con una postura ética, el

50 Decimos “formalmente” porque, en realidad, los archivos y parte de los poderesdel SIN fueron transferidos al Servicio de Inteligencia del Ejército, mientras el gobiernocreaba un nuevo servicio de informaciones, la Secretaría de Asuntos Estratégicos,pero que jamás funcionó como tal y cuyo titular, Paulo Leone, era un civil de la con-fianza presidencial.

51 Todavía no se sabe si el verdadero desmonte a que fue sometida la administra-ción pública federal en este período fue un proceso planeado por el gobierno parafacilitar su esquema de corrupción, o fueron actitudes que tenían por objetivo la refor-ma del Estado. De todos modos, conforme un analísta: “Imbuido de una misiónmesiánica destinada a redimir el país de la inflación y del subdesarrollo, con el objetivode hacerlo ingresar en el Primer Mundo, el presidente Collor promovió el desmonte dela máquina administrativa del gobierno federal. Desde el punto de vista salarial, laadministración directa fue alcanzada por completo. Desde el punto de vista estructu-ral, el aparato militar y el Itamaraty fueron soslayados, inclusive porque tenían condi-ciones de poner decisiva resistencia. No obstante, la crisis derivada del aislamiento delpresidente en su propio esquema de poder y el funcionamiento de una estructura deinfluencia y de corrupción que lo involucraba y teniendo como eminencia gris a sutesorero de campañas electorales (Paulo César Farias), cuyos tentáculos (en una situa-ción comparable solamente a la extensión de los organismos de información en el régi-men militar) se extendieron al conjunto del gobierno”, Oliveira, E. R., De Geisel a Collor:Forças Armadas, Transição e Democracia, Campinas, Papirus, 1994, p. 229.

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gobierno de Itamar Franco se caracterizó por una aproximación mayorentre el Ejecutivo federal y los cuarteles. Esta característica del gobiernoFranco reforzó al poder militar, eliminando la necesidad de intervencióndirecta de los militares en la política. Las actitudes tomadas por ItamarFranco fueron bastante diferentes de las de su antecesor: mientras éstebuscó mantener a las FF.AA. lejos de los cargos públicos, fue exactamenteen los cuarteles donde Itamar Franco buscó cuadros para su gobierno.Los militares tuvieron 7 ministerios: además de los 3 ministerios milita-res, ocuparon Transporte, Comunicaciones, Administración Federal y laSecretaría de Asuntos Estratégicos. Además de eso, 2 empresas estatales(Sudene y Telebrás) y la Policía Federal eran dirigidas por uniformados.52

Lo preocupante de esto es que los militares en cargos importantes degobierno imprimen un nuevo sentido a las decisiones, además de prepa-rarse para el ejercicio de gobierno.53

En las elecciones de 1994, los dos principales candidatos, FernandoEnrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva,54 reservaron espacio, aun-que pequeño, para la cuestión de las FF.AA. y la defensa del Estado, inau-gurando una nueva preocupación electoral, pues esos temas nunca fue-ron objeto de discusión civil, lo que no significó mayor involucramientode los candidatos y del Congreso en el debate.

Desde el punto de vista de la participación militar en la administra-ción pública, el gobierno actual (F. H. Cardoso) solamente mantuvo 3militares, precisamente los titulares de las carteras del Ejército, Marina yAeronáutica. De ese modo, la burocracia civil volvió a ser civil en su tota-lidad. No es, sin embargo, por la presencia militar que evaluaremos lamilitarización en esta gestión. Siguiendo los pasos del grupo que llegó alpoder, cuyo objetivo es reformar las instituciones, precisamos focalizar lacuestión institucional. Con relación a la reforma institucional para el sectormilitar, el compromiso del candidato victorioso, F. H. Cardoso, era susti-

52 Esta cuestión está mejor discutida en Mathias, S. K. y Beleli, I., “Os militares eas eleições de 1994 (notas de pesquisa)”, Caderno Premissas, Nº 8, nee-unicamp,noviembre de 1994.

53 Refiriéndose a los Estados Unidos de América, un reportaje informa que “Ad-ministraciones de estados y municipios, el propio gobierno federal y hasta empresasestán llamando de vuelta al servicio activo a generales para atacar problemas que(los políticos) no consiguen resolver”. Esto, según Charles Moskos, se explica por eldistanciamiento provocado entre civiles y militares, que ha creado un mito en tornode los últimos. En O Estado de S. Paulo, 2 de diciembre de 1996, p. A-8. Si estoacontece con una democracia como la norteamericana, ¿qué se puede decir de nues-tros países? En el mismo sentido, comenta el ex ministro de la Marina, almiranteMario César Flores: “la discreta influencia militar” en la política brasileña debe más“a la disposición de los presidentes en cultivar la simpatía militar [...] y a la utilidadde las FF.AA., oasis de organización [...] para el cumplimiento de tareas mal cumpli-das por otras instituciones” que a una “voluntad política y militar”, O Estado de S.Paulo, 28 de octubre de 1996, p. A-2.

54 Para un resumen de los programas de los candidatos, Folha de S. Paulo, CadernoSupereleição, 11 de septiembre de 1994.

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tuir los ministerios de cada fuerza por el Ministerio de la Defensa (MD).Este proyecto era tomado como solución definitiva para los problemas deinvolucramiento de los militares en la política. En el programa presiden-cial este cambio representaba el fin de la autonomía militar y la definitivasubordinación de las FF.AA. al gobierno.

Como contrapartida, regido por el recetario de la “tercera vía”, el go-bierno colocó en discusión la reforma administrativa, cuyo objetivo, se-gún documentos oficiales, era transformar la burocracia pública federalen una máquina austera y eficiente, lo que implicaba reformar las rela-ciones funcionales y salariales existentes. Desde el inicio, la reforma en-contró resistencia no solamente en los medios militares, sino también enlos civiles. Para los primeros, el gobierno se apresuró en aclarar que ellosserían excluidos independientemente de las especificidades de cada pro-fesión o función en el Estado.55

Paralelamente a las reformas discutidas abiertamente por sectoresparticulares de la sociedad y encaminadas al Congreso, el presidente nom-bró una comisión, bajo el comando del general Alberto Cardoso, jefe de laCasa Militar, para elaborar la Política de Defensa Nacional,56 cuya coro-nación sería la creación del MD, pues de un lado reduciría sustancialmentela influencia castrense directa en el interior del gobierno y, de otro, cen-tralizaría la política militar, lo que, conforme promesas de campaña, acon-tecerían durante el mandato de F. H. Cardoso.

Los estudios para transformar los ministerios de cada fuerza en unoúnico, responsable de la defensa nacional, fueron encomendados nueva-mente al jefe de la Casa Militar, que dirigió la comisión que elaboró elproyecto de Enmienda Constitucional entregada al presidente a media-dos de 1998. La demora en la realización de este proyecto se debió menosa las resistencias militares que a las verdaderas prioridades del gobierno.La preocupación de F. H. Cardoso, desde su asunción en 1994, fue con-seguir su reelección, contrariando los principios del derecho electoraldemocrático y la cultura política local.57 Para esto, envió al Congreso, yaen el inicio de su primer mandato, un proyecto de Enmienda Constitucio-nal que originó una serie de denuncias, entre ellas la que desembocó en

55 Enmienda Constitucional N° 18, del 5 de febrero de 1998.56 Presidencia de la República, “Política de Defesa Nacional”, Brasilia, 1996.57 La institución de la reelección fue un modo de superar lo que es considerado un

pequeño mandato presidencial (cuatro años). El mandato de cuatro años, a su vez,fue consagrado en la Constitución de 1988 para que, en caso de que la oposiciónllegase al poder, no hubiese posibilidad de cambios duraderos en las reglas de juegopolítico. Sin embargo, las reglas políticas brasileñas nunca permitieron la reelecciónentendiendo que esto redundaría en el refuerzo de prácticas antidemocráticas (comoel control de votos en regiones atrasadas del país) aún vigentes en el Brasil. Acompa-ñando otros presidentes en períodos posautoritarios (Carlos Menem, de la Argentina yAlberto Fujimori, del Perú), Fernando Henrique propuso la reelección a través delproyecto de Enmienda Constitucional, sin la participación directa de la sociedad civil(lo que hubiera podido ser hecho a través de referéndum o plebiscito, ambos intenta-

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la renuncia de dos diputados (para evitar la pérdida de sus derechos po-líticos), acusados de venta de votos a favor de la enmienda que permitíala reelección de Cardoso.

En 1998, último año del primer mandato, circulaba la versión de queel MD sería creado después de las elecciones que definirían el futuro polí-tico de Cardoso. De hecho, en julio de 1999, el MD fue finalmente creadopor medio de una Medida Provisoria,58 mostrando, nuevamente, cómo ladecisión fue tomada intramuros. Refuerza esta apreciación la discusiónsobre quién debía ocupar la cartera de Defensa. Se sostenía que lo mejorera proponer un civil, pero “aceptable” para la comunidad militar. A dife-rencia, sin embargo, de los otros ministerios, en éste, la ecuación entreapoyo político y capacidad técnica no guiaría la elección del presidente:ésta se subordinaría al aval de los sectores castrenses, desnudando larelativa autonomía política de las FF.AA. en el interior del Estado.

Es innegable que se avanzó mucho en el alejamiento de los militaresde la política, subordinándolos a los civiles. Sin embargo, inclusive porlas actitudes de los civiles, estamos lejos de haber alcanzado la plenituddemocrática. Desde el punto de vista de las FF.AA., se vive un momento deinflexión, en el que gran parte de la sociedad civil las percibe como dispen-sables: el escenario internacional no presenta conflictos en los cualesemplearlas e, internamente, no se visualiza un enemigo que justifique suexistencia. No obstante ello, consiguieron influir sobre planes en los cua-les prevaleció la idea de su empleo para el control social, en el ámbitointerno,59 y una atención mayor para las cuestiones amazónicas, en elámbito externo.

dos por la oposición). Además, el estilo de gobernar de F. H. Cardoso es bastanteautoritario, reforzando las prácticas autoritarias de la política nacional. Según la hi-pótesis sostenida por Gláucio Soares, los períodos largos de inestabilidad política yeconómica que alcanzaron países como el Brasil, sumados al descrédito en las insti-tuciones y actores políticos, llevaron a la población a “ver la relativa concentración depoder en las manos del Ejecutivo, bien como las aspiraciones de reelección de lospresidentes, como un precio pequeño a pagar por la estabilidad política, económica yfinanciera”, permitiendo la institucionalización del presidencialismo imperial por víaslegales. “Programas de Estabilização e Presidencialismo Imperial: Argentina, Brasil ePeru”. Estudos Históricos, vol. 10, Nº 20, 1997, p. 347.

58 La medida provisoria es un instrumento legal que permite al Ejecutivo federallegislar. Según la Constitución de 1988, en su artículo 62: “En caso de relevancia yurgencia, el presidente de la República podrá adoptar medidas provisorias, con fuerzade ley, debiendo someterlas de inmediato al Congreso Nacional [...]”, que tiene treintadías para transformarlas en ley, o ellas pierden su validez. A pesar de las exigenciasque reglan la adopción de las medidas provisorias, éstas fueron adoptadas como ma-nera cotidiana de gobernar por los presidentes brasileños, a tal punto que, solamentedurante el mandato de Fernando Enrique Cardoso, llegaron a más de una por día y,para peor, se creó el mecanismo de la reedición, justamente para burlar el plazo legalde 30 días para su consideración por el Congreso. BRASIL, Constituição da RepúblicaFederativa do Brasil (CF/88), San Pablo, ed. Revista dos Tribunais, 1996.

59 Los movimientos sociales siempre fueron objeto de preocupación de las FF.AA.,independientemente del régimen político. Un ejemplo específico está en el acompaña-

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En síntesis, las exigencias de la sociedad civil, condicionadas por lavigencia de una cultura política autoritaria,60 han empujado a las FF.AA.hacia el control social, buscando en ellas la reserva moral y la eficiencianecesarias para desarrollar acciones policiales. Éste tal vez sea el sectormás militarizado del gobierno actual y, a pesar de la resistencia de laspropias FF.AA., éstas están transformándose en viejos cazadores de escla-vos (“capitães do mato”), como en la época de la esclavitud, persiguiendoahora, en lugar de los “negros fugitivos” del siglo pasado, a aquellos queosen cuestionar el “Brasil moderno” de este fin de siglo. En este aspecto,es paradigmática la concentración de poder en las manos del general Al-berto Cardoso,61 ministro-jefe del Gabinete de Seguridad Institucional(nuevo nombre para la Casa Militar),62 que parece seguir de cerca lasdirectrices del presidente en relación con el control del orden.63

miento de las acciones del Movimiento de los Sin Tierra MST (asociación civil queorganiza la lucha por la reforma agraria en el Brasil). Trabajamos más detenidamenteesta cuestión en “Pensamiento y papel militar en América Latina en el umbral delsiglo XXI”, en Diamint, R. (ed.), Control civil y Fuerzas Armadas en las nuevas demo-cracias latinoamericanas, Buenos Aires, Nuevohacer, 1999, pp. 163-192.

60 Sobre esto, un texto bastante interesante y actual es el de Chauí, M., Brasil: mitofundador e sociedade autoritária, San Pablo, Fundação Perseu Abramo, 2000.

61 Es importante notar que el general Cardoso no es un general de Ejército sino deDivisión, es decir, él no estaba en la cima de la jerarquía militar; además, a pesar deejercer un cargo político, no se encuentra en la reserva, sino en el servicio activo.

62 Además de su participación en las comisiones que resultaron en la Política deDefensa Nacional y en la creación del MD como dijimos, la Agencia de Inteligencia(ABIN), cuyo proyecto de creación tramita en el Congreso, está subordinada al Gabine-te de Seguridad Institucional, a quien también se subordina la Secretaría NacionalAntidrogas (SENAD), que centraliza toda la política sobre drogas ilícitas del país. Estoresulta extraño, pues el control sobre esta política le cabría a la Policía Federal y, portanto, al Ministerio de Justicia. Regístrese, también, que el titular de ese gabinete essecretario ejecutivo del Consejo de Defensa Nacional.

63 El pensamiento del presidente respecto de este asunto está sintetizado, por ejem-plo, en un discurso improvisado hecho en 1996 justamente sobre los movimientossociales y el orden jurídico. Según un análisis fuera de sospechas, “en aquella oca-sión, el presidente F. H. Cardoso denunció ‘con indignación, el comportamiento cadavez más ofensivo de sectores disconformes, en el fondo, con su propia falta de alterna-tivas a nuestras políticas’ [fuerzas, éstas] que promueven ‘abusos antidemocráticos’[...]. El presidente elaboró tres conceptos acerca de esos movimientos. Primero: [...] ‘lasociedad brasileña exige un basta a este clima de desorden [...]’. Segundo: la toleran-cia y la paciencia del presidente están delimitadas por la democracia, que ‘exige res-peto y orden [...]’. Tercero: el gobierno dispone de fuerza más poderosa que las (nom-bradas) fuerzas antidemocráticas: ‘piedras, palos y cócteles molotov son argumentostan poco válidos cuanto las bayonetas. Sólo que menos poderosos’. No siendo las bayo-netas armas típicas de los policías, sino de las FF.AA. y, principalmente del Ejército, sualusión apuntaba a la posibilidad de que el presidente emplease a la fuerza militarpara ‘dar un basta a este clima de desorden’ [...]”. Por lo tanto, dependiendo de la“tolerancia” del presidente, las FF.AA. pueden ser utilizadas para el control social.Oliveira, E. R. y Soares, S. A., “Brasil: Forças Armadas, direção política e formatoinstitucional”, en D’Araujo, M. C. y Castro, C. (orgs.), Democracia e Forças Armadasno Cone Sul, Río de Janeiro, FGV, 2000, p. 112, énfasis nuestro.

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Nuestro análisis muestra, en resumen, que el Estado brasileño se tor-nó una especie de Leviatán encadenado:64 en los años militares seincrementaron las áreas en que el gobierno formulaba las políticas públi-cas. Sin embargo, si el Estado, por un lado, se tornó propietario y respon-sable de muchas empresas y áreas, el gobierno se volvió inoperante enestas áreas de tal forma que, al final del mismo, esta estructura ya norespondía a las necesidades de mantenimiento de las políticas planifica-das. De ahí el desmantelamiento presentado bajo la batuta civil y la faci-lidad con que se adoptaron modelos económicos que vienen transforman-do la administración pública en nada más que títeres de intereses inter-nacionales y apuntando para la destrucción del Estado como única alter-nativa para países como el Brasil, razón de más para dejar en segundoplano temas como fuerzas armadas y defensa nacional.

Resumen

El presente artículo trata uno de los temas que más concierne a la histo-ria latinoamericana: los efectos de los regímenes militares y sus actoresen la evolución de la democracia. En este caso particular, la autora vamás allá de este marco general para analizar si existió, en la RepúblicaFederativa del Brasil, un “proceso de militarización” de la burocracia,convirtiendo a las fuerzas armadas de este país en gestoras de la “cosapública”.

Para ello el trabajo toma el período de 21 años a partir de 1964, reali-zando una observación de distintos elementos pertinentes a la relaciónde los militares con la esfera política. Así, se estudia quiénes ocuparonlos puestos ministeriales y en qué proporción, la procedencia de los mili-tares en los distintos cargos y la relación entre el poder civil y el militaruna vez que se volvió a la democracia.

El trabajo constituye, de esta manera, un gran aporte a los estudiosde las relaciones cívico-militares en América Latina.

Palabras clave

Brasil – burocracia – defensa nacional – democratización – rela-ciones cívico-militares.

64 La imagen es de Sérgio Abranches. Abranches, S. H. H., “The Divided Leviathan:State and Economic Policy Formation in Authoritarian Brazil”, tesis doctoral defendi-da en Cornnell University, Ithaca NY, 1978, mimeo.

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Análisis crítico del sistema electoral argentino.Evolución histórica y desempeño efectivo

Juan Abal Medina (h) y Julieta Suárez Cao*

Critic Analysis of Argentina’s electoral system.Historical evolution and effective functioning

Argentina’s electoral history is an area with few studies in localpolitical science. The purpose of this paper is the organization ofthe argentinian’s electoral system history from a theorical-institucionalist perspective. Particularly, we will focus the analysisin the current national electoral design and its effect over politicalparties, analyzing the impact that this design causes over theinstitutional crisis that suffers the argentinian democracy. Withthis argument, we will sustain that the functioning of Argentina’selectoral system contributes to create the feeling of discontent inthe population, which turns in a doble-shaped weapon: the more“votos bronca” (punishment votes) we make, showing disconfor-mity against the traditional politic and its figures, the morepossibilities we create to these old and traditional figures toconsolidate themselves in elective government charges. Thisparadox should be cut down from Argentina’s political life in orderto achieve an armony representation of the citizen’s preferencesto choose a government.

1. Introducción

La historia electoral de la Argentina constituye un tema poco estudiadopor la ciencia política local. Se ha subestimado, la mayoría de las veces,la influencia de los sistemas electorales en la vida política de la nación.La constitución de identidades antagónicas, la “cuestión peronista”(O’Donnell, 1971), el rol moderador del “partido militar” (Rouquié, 1984)–entre otros fenómenos sociales– parecieron sobredeterminar los análisisinstitucionales, relegando el estudio de la influencia del sistema electorala un segundo plano.

Desde una perspectiva teórica institucionalista, el propósito del pre-sente artículo es organizar la historia de los sistemas electorales en laArgentina. En particular, nos detendremos en la mecánica actual del di-seño electoral nacional y su influencia sobre el sistema de partidos, asícomo el impacto que el mismo produce sobre la crisis institucional quesufre la democracia argentina.

* UBA-UNSAM-CONICET y UBA-CONICET.

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La importancia de estudiar las instituciones, como en este caso lossistemas electorales, radica en que las mismas conforman el tablero dejuego con reglas ordenadoras de la vida política y social que estimulan –odesalientan– determinados procesos y comportamientos en desmedro deotros. En este sentido, conforman un conjunto de incentivos (políticos,económicos y sociales) que establecen las reglas formales e informalespara limitar las opciones de la acción humana (North, 1993). Por reglasformales entendemos a aquellas que conforman legal o constitucional-mente las estructuras de incentivos, mientras que entre las reglas infor-males podemos contar a las convenciones, las tradiciones y los tabúes.Así, las instituciones modelan las metas que los actores políticos persi-guen y estructuran las relaciones de poder distinguiendo posiciones rela-tivas de ventaja y desventaja entre ellos. De este modo, “las institucionesconstriñen y refractan la política pero nunca son la única ‘causa’ de susresultados” (Thelen et al., 1992: 3).

No obstante, éstas no conforman en un escenario neutral para los ac-tores, ya que al actuar selectivamente implican efectos distribucionalesdiferentes que buscan restringir el comportamiento de otros grupos(Knight, 1992). En parte, esto sucede debido a su funcionamiento comomaquinarias de recompensas y castigos (Sartori, 1994), sin embargo, queno produzcan efectos neutrales no habilita a realizar juicios normativosacerca de la bondad o maldad intrínseca de un determinado diseñoinstitucional.

Si las reglas institucionales deciden quién obtiene qué, esto es, ayu-dan a definir ganadores y perdedores en la arena institucional (Sartori,1994; March y Olsen, 1989), es fundamental conocer los procesos quellevaron a las diferentes alteraciones del sistema electoral en nuestro país.Particularmente, si tenemos en cuenta que un sistema electoral es el con-junto de normas y procedimientos utilizado para i) convertir las preferen-cias de los ciudadanos –expresadas por medio del voto– en cargos o esca-ños legislativos, y ii) determinar los requisitos para establecer quiénespueden elegir y ser elegidos –cuerpo electoral–.

2. Incipientes experiencias electorales

La República Argentina es uno de los países de América Latina que adop-tó la modalidad del sufragio universal más temprano en su historia. Des-de 1821, en nuestro país estaban habilitados para votar todos los ciuda-danos de sexo masculino y mayores de 20 años de edad.1 Otra particula-ridad común a la región radica en la recurrente apelación a las elecciones

1 También se requería que el ciudadano fuese propietario, aunque al no especificarrenta, cualquier pequeño propietario (rural o urbano) podía acceder al derecho al voto(Ternavasio, 2002).

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como recurso aun antes de las guerras de independencia nacionales (1810-1812) y la conciencia que tenían los caudillos locales acerca de la impor-tancia de la legitimación de su autoridad por este medio.2 “Con la obviaexcepción de las guerras civiles, no hubo ni caudillos ni bandos conser-vadores que no aceptaran el principio de la representación electoral”(Aninno, 1995: 10). Sin embargo, la participación electoral se encontrabaextremadamente reducida a camarillas reclutadas por facciones que res-pondían a las elites locales3 (Sábato y Palti, 1990; Mustapic, 1990; Annino,1995; Ternavasio, 2002).

Debido a la fragmentación del territorio del ex Virreinato del Río de laPlata a partir de la independencia de España, la dimensión local cobrauna relevancia inédita al convertirse en la unidad política por excelencia(Chiaramonte, 1995). Así, hasta mediados del siglo XIX –con la sanción dela Constitución de 1853– carece de sentido hablar de sistema electoralnacional.

Constitución de 1853

El ordenamiento constitucional sancionado entre 1853 y 1860 estipuló laelección indirecta del presidente y del vicepresidente –a través de un Co-legio Electoral–, y de los senadores nacionales –por medio de sus legisla-turas en las provincias y de un Colegio Electoral en la Capital Federal–.

El Colegio Electoral se conformaba con el doble de la cantidad de di-putados y senadores nacionales por distrito. Los electores votaban encédulas separadas por presidente y vicepresidente, asimismo se estipula-ba el requisito de la mayoría absoluta para la conformación del binomiopresidencial. De hecho, la elección se realizaba de manera “virtual”, yaque los electores votaban a través de cédulas que eran enviadas al presi-dente del Senado quien era el encargado del escrutinio frente a la Asam-blea Legislativa. Esto impedía la deliberación autónoma por parte de loselectores y aseguraba el control de los mismos por el gobernador de pro-

2 “El voto no era obligatorio ni secreto. La mayoría de la gente no acudía a votar, y laelite dirigente debía hacer muchos esfuerzos para que fuera a votar porque existía laconvicción de que cuantos más votos había, más se legitimaba su poder político. Frentea ese alto abstencionismo comienza a haber ya a fines de la década de 1810 y principiosde la próxima ciertas propuestas que están muy vinculadas con la noción de voto comoobligación, como deber. Se incrementan ciertas prácticas: por ejemplo, se propone en laSala de Representantes multar a la gente que no vaya a votar” (Marcela Ternavasio,entrevistada por el Suplemento Zona del diario Clarín, 1 de septiembre de 2001).

3 En 1835, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas,adoptó además una novedosa herramienta de democracia semidirecta como el plebisci-to al que se convocó al pueblo provincial para ratificar la decisión de la Legislatura deinvestirlo con la suma del poder público: “éste se limitó a la Ciudad de Buenos Aires, yaque se daba por descontado el apoyo de la población rural. Realizada los días 26, 27 y28 de marzo mediante el sistema de voto no obligatorio y cantado, la consulta arrojó9.316 votos a favor y 4 en contra” (en cursiva en el original) (Vera Villalobos, 1994: 72).

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vincia. Asimismo, regía la imposibilidad de la reelección inmediata, lafórmula presidencial electa –cuyo mandato se establecía en seis años–quedaba inhabilitada para presentarse en el próximo turno electoral.

Con relación a los senadores nacionales, se establecía la mayoría sim-ple como la fórmula de decisión a través de la cual las legislaturas pro-vinciales designaban a sus dos representantes. Esta práctica –el “ordenconservador” para Botana (1977)– aseguraba la rotación entre los cargosde senador nacional y gobernador, como en las provincias regía la cláu-sula inhibitoria de la reelección al igual que en el orden nacional, eranecesario este enroque para mantener las estructuras de poder locales(Botana, 1977), mientras que los senadores correspondientes a la ciudadde Buenos Aires eran electos con los mismos requisitos que regían parala fórmula presidencial.

Para la elección de diputados nacionales, la Constitución establecía la“simple pluralidad de sufragios”, dicha modalidad adoptó su legalidadformal con la Ley 140 de 1857 a través del sistema electoral de mayoríasimple combinada con lista abierta o panachage. En la norma el votantepodía armar su propia lista, puesto que el escrutinio se realizaba porcandidato. Sin embargo, en la práctica concreta la abrumadora mayoríaoptaba por las listas armadas por los partidos (Molinelli et al., 1999). Losdistritos electorales estaban conformados por las provincias y, ulterior-mente, la Capital Federal. Este sistema llamado de lista completa contri-buyó a fortalecer las mayorías oficialistas en momentos de organizaciónnacional, así como a encauzar los conflictos interelites que posterior-mente decantarían en el Partido Autonomista Nacional (PAN).

Primeros intentos de reforma política

En 1902, Joaquín V. González logró la sanción de su proyecto de reformaelectoral para –principalmente– la elección de diputados nacionales. Laley 4161 establecía que cada distrito plurinominal fuese dividido en tan-tas circunscripciones uninominales como diputados se eligieran en ella.De este modo, se mantenía la fórmula de decisión plural –mayoría sim-ple– pero la votación se realizaba por candidatura individual y no porlista partidaria. Acerca de los senadores nacionales por la Capital Fede-ral, la ley establecía que el distrito se dividía en circunscripcionesbinominales para la elección de los enviados al Colegio Electoral.4

Esta reforma es comúnmente recordada porque fue la que permitió lallegada al Congreso del primer diputado socialista en el continente –AlfredoPalacios en 1904–. Dicho resultado fue el buscado por el promotor de lainiciativa quien en su discurso al Congreso declamó: “[...] ¿cuál es lacausa de las perturbaciones del día sino que las clases obreras no tienen

4 Asimismo, se elegían cuatro electores en distrito único (Molinelli et al., 1999).

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sus representantes en el Congreso? [...]” (citado en Zimmermann, 1994:17). Este espíritu de buscar concordar la ley electoral con la coyunturasocial resulta explícito en el pensamiento y la obra de Joaquín V. González(Zimmermann, 1994). Igualmente, este precepto puede ser consideradocomo errado, ya que en realidad fue la concentración geográfica del elec-torado socialista y no la uninominalidad lo que permitió la entrada dePalacios al Congreso. Las circunscripciones uninominales per se tiendena perjudicar a los partidos minoritarios homogéneamente distribuidos anivel geográfico.

De todos modos, el Congreso igualmente oficialista resultante de laaplicación de la ley 4121 derogó la misma –argumentado su inconstitu-cionalidad–5 y restituyó el sistema de lista completa un año más tarde dela histórica elección.

Los sistemas electorales de la etapa naciente de la Argentina, esa re-pública factible de caracterizar como de oligarquías semicompetitivas(Dahl, 1971), contribuyeron a mantener el poder en manos de las elitesde la Organización Nacional. De hecho, más que competencia entre fac-ciones de la elite habría que considerar que éstas “[...] convivieron encambiantes coaliciones: roquismo, acuerdo, política de las paralelas [...]”(Botana, 1985: 20). Así, mantuvieron a los ciudadanos alejados de lasurnas,6 estimularon una estructura prebendaria en manos de los punte-ros que controlaban mayor cantidad de “papeletas cívicas”7 y aseguraronel control de la sucesión. El resultado de estas normas y prácticas electo-rales fue contribuir al fortalecimiento de un incipiente sistema de parti-dos de características hegemónicas que sólo iba a comenzar a resquebra-jarse con la apertura impulsada con la Ley Sáenz Peña.

3. Hacia la liberalización y la competencia controlada:la ley Sáenz Peña

En un contexto político de creciente impugnación al régimen imperante,con la cada vez más poderosa estrategia abstencionista de la Unión Cívi-ca Radical (UCR) y los conflictos intraelite exacerbados, la reforma de lasinstituciones vigentes aparecía como una necesidad insoslayable. Esta

5 La Constitución estipulaba que los diputados eran elegidos de manera directapor el pueblo de las provincias, los cuales se consideraban a tal efecto como distritoselectorales de un solo Estado (Vera Villalobos, 1994).

6 El hecho de que el sufragio universal no fuera de índole obligatoria y, principal-mente, secreta, tornaba a los actos eleccionarios en batallas campales entre camari-llas reclutadas por los punteros del cacique local. “[...] los jueces de paz de campañahabrían arreado a los votantes y en las parroquias urbanas hordas de forajidos nodejaron acercarse a la gente decente” (La Nación Argentina, 29 de marzo de 1863,citado en Rosa, 1973: 51).

7 Recordemos que el voto era voluntario, para lo cual se necesitaba la inscripciónde los interesados en registros de dudosa validez.

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coyuntura se veía potenciada por un desarrollo inédito del país en térmi-nos económicos –auge de la exportación de productos primarios–, socia-les –alta movilidad social, inmigración masiva desde el sur europeo– yculturales –educación pública y altos niveles de alfabetización–.

Durante la presidencia de Roque Sáenz Peña, el ministro del Interior,Indalecio Gómez, presentó el proyecto de reforma electoral que se conver-tiría en la Ley 8871, o más comúnmente conocida como la “Ley SáenzPeña”. Esta norma electoral fue acompañada por otras no menos impor-tantes y sin lugar a dudas imprescindibles para su cabal funcionamien-to: las leyes de enrolamiento (Ley 8129) y de padrón (Ley 8130).

El nuevo ordenamiento electoral tuvo principalmente un efectoincorporante. La obligatoriedad del voto, a partir de padrones conforma-dos en base al enrolamiento militar y, junto con la garantía de que elmismo fuera de carácter secreto, redujo notablemente los niveles anterio-res de fraude. La incorporación producto de la reforma incluyó tanto a lanaciente clase media como a sectores campesinos y a sus expresionespolíticas, en particular a la UCR, que abandonó su estrategia de no pre-sentarse a elecciones.

La otra innovación planteada por la ley estaba constituida por el votolimitado para la elección de diputados nacionales. Los electores no ele-gían la totalidad de los cargos en juego en el distrito, sino que votabanpor una lista incompleta que incluía los dos tercios de los mismos. Así, lalista que obtenía mayor cantidad de votos se llevaba el 66,6% de las ban-cas y el tercio restante era completado por la lista que le siguiera ennúmero de adhesiones. La ley estipulaba que el voto podía realizarse porcandidato, a través del sistema de tachas y “borratina” que permitía quelas listas funcionaran de manera abierta donde el votante podía confec-cionar su propia lista. Así, se convertía en una fuente de incertidumbrepara partidos con baja disciplina interna que trasladaban sus disputasinternas a la elección general (Mustapic, 1990). Sin embargo, en la mayo-ría de los casos el sistema funcionó como uno de lista incompleta, al nooptar mayoritariamente los votantes por el uso de las preferencias.

Este sistema electoral contribuyó a incentivar la primera verdaderaalternancia en la historia política argentina. Con el triunfo de la UCR en1916, 1922 y 1928, la ilusión de una política moderada de alternancia seevapora, el sistema de partidos deja de comportarse de manera hegemónica(Sartori, 1987) pero sólo para pasar a adquirir una dinámica de partidopredominante (Botana, 1985).

Podemos definir al período poliárquico de control de la UCR como unsistema de partido predominante, ya que no se verificó alternancia –enlas elecciones realizadas para presidente ni diputados nacionales– en los15 años entre la sanción de la ley Sáenz Peña y el golpe de Estado de1930.

Los incentivos a la limpia competencia establecidos por la ley SáenzPeña fueron eliminados de cuajo por los gobiernos de facto de la llamada

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Década Infame, donde el fraude institucionalizado incluía procedimien-tos tales como la compraventa de votos, el cambio de urnas y los padro-nes adulterados. Con el interregno autoritario abierto en 1930, la Argen-tina empieza a transitar un tortuoso camino de interrupciones cívico-militares que van a venir a alterar en la dimensión electoral tanto normascomo prácticas. Así como a contribuir, con los sucesivos “congelamientos”de la política electoral, a una estructura de competencia partidaria cerra-da y predecible cada vez que se reabría el juego democrático (Abal Medinay Suárez Cao, 2002).

4. Un nuevo ordenamiento para asegurar mayorías:la Constitución de 1949

Para las primeras elecciones libres luego del golpe de 1930, se restituyóla vigencia de la Ley Sáenz Peña para elección de diputados nacionalespero estipuló que la elección de electores presidenciales debía llevarse acabo por medio del procedimiento que anteriormente describimos comode lista completa.

Esta combinación de sistemas mayoritarios –a pesar de la reserva deminoría que procura el voto limitado, consideramos que sus efectos tien-den a la fabricación o exacerbación de mayorías– permitió que el peronismose agenciara el 82% del Colegio Electoral con el 54% de los votos.8

Una de las primeras medidas del peronismo en el poder en materiaelectoral es la aprobación del sufragio femenino. En 1947, la ley 13.010consagra el verdadero sufragio universal en la República Argentina. Dosaños más tarde, es promovida una reforma constitucional.

Las reformas constitucionales conllevan una redefinición de la estruc-tura y la funcionalidad del poder político. Si es posible definir a una Cons-titución, siguiendo la doctrina constitucional más clásica, como un pactosocial (Kelsen, 1934), no podemos por ello soslayar que los ordenamientosconstitucionales reflejan la constelación de las fuerzas políticas y nos pre-sentan un mapa de posición de sus poderes relativos al momento de susanción existiendo así una lógica política de los pactos constitucionales(Acuña, 1995). De este modo, las constituciones implican tanto el resulta-do cristalizado de las relaciones de poder entre actores, como el subproductode conflictos en la búsqueda de un beneficio particular (Knight, 1992).Así, la reforma constitucional impulsada por el peronismo en el poder sevio facilitada por la amplia mayoría con la que contaba en ambas cámarasya que controlaba la totalidad del Senado y el 68% de Diputados. De estemodo, se abrió paso una reforma de la Constitución que incluyó la elec-ción directa del presidente, vicepresidente y los senadores nacionales a

8 299 electores a favor de la fórmula Perón-Solano Lima y 66 para Tamborini-Mosca (Molinelli et al., 1999: 564).

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simple pluralidad de sufragios. Para la elección presidencial se tomaba alpaís como distrito único, mientras que para la de senadores las unidadesestaban constituidas por las provincias y la Capital Federal. Asimismo, elnuevo texto constitucional descartaba la cláusula inhibitoria de la reelec-ción, permitiendo la reelección del presidente y vicepresidente por tiempoindefinido. Sin embargo, no se producía ninguna innovación al texto cons-titucional en lo relativo a la elección de diputados nacionales.

La modificatoria fue introducida dos años después, en 1951, comolegislación ordinaria. La ley 14.032 deroga a la ley Sáenz Peña e instituyela división del territorio en circunscripciones uninominales. La oportuni-dad de realizar un nuevo diseño de distritos electorales que no tuvieraque respetar fronteras ya establecidas –como lo era con el caso de lasprovincias– permitió pensar en la posibilidad de organizar un trazadointeresado. El famoso gerrymandering de Perón –como se observa en lafigura 1– conformó, gracias también a los elocuentes resultados obteni-dos en las urnas, mayorías casi unánimes en los órganos representativosde gobierno. La ley procuraba introducir un paliativo a esta situación apartir de la reserva de dos bancas en los distritos más grandes –CapitalFederal, Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe– para aquelloscandidatos más votados que no hubiesen resultado electos.9 Como se pue-de observar en el cuadro 2, el control por parte del PJ de la Cámara deDiputados pasó de una media del 71% para los años 1946-1950 a unadel 91% para 1952-1954.

Tanto la reforma constitucional como la reforma electoral del peronismocumplieron con su cometido, el de asegurar la mayoría al partido de go-bierno. Pero este resultado también había sido obtenido en el períodopoliárquico anterior bajo otro ordenamiento legal vigente. Sin dudas, enesta etapa se logró afianzar con creces la diferencia obtenida en las ur-nas, impidiéndose nuevamente la posibilidad de alternancia y configu-rando un sistema de partidos claramente predominante (como ilustra elvalor obtenido por el NEP) con pretensiones hegemónicas –debido a laausencia de garantías para la libre competencia–.

Un aspecto interesante a la hora de describir el sistema uninominal de1951 es la distinción entre las circunscripciones y los distritos. Esta dife-renciación permitía combinar los efectos de ambos sistemas: el voto par-tidario por listas que tiende a incentivar la disciplina partidaria, con laasignación de escaños por candidato individual y mayoría simple dondeel ganador se lleva todo. Así, a diferencia de los sistemas electoralesanglosajones que aplican el mismo sistema electoral, la papeleta no seencuentra organizada por candidatos individuales sino por partido,listando todos los candidatos a las uninominales que se presentan en ese

9 En 1953, la ley 14.292 modifica esta normativa reduciendo a una la cantidad debancas en reserva. Asimismo, estipula que en caso de empate entre dos candidatos enuna circunscripción, resultará electo aquel que pertenezca al partido que hubieraobtenido mayor número de votos en el distrito general (Vera Villalobos, 1994).

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distrito. De esta manera, el votante no necesitaba estar informado acercade cuál era el candidato del partido que deseaba votar en su circunscrip-ción –ni siquiera tenía que saber en qué circunscripción estaba votando–y podía emitir su voto de acuerdo con la boleta del partido. Asimismo,esto evitaba una personalización del candidato individual ya que su nom-bre figura en una lista junto a los demás candidatos por el mismo partidoa todas las circunscripciones del distrito.

5. Los sistemas electorales de la democracia restringida

El golpe que destituyó del poder al peronismo en 1955 constituyó un hitoen el período político caracterizada por la alternancia de gobiernos mili-tares y civiles de facto, dada la proscripción que pesaba sobre el PartidoJusticialista.

En materia constitucional, se convocó por decreto una convención cons-tituyente con el fin de ratificar la derogación del ordenamiento de 1949.En esta ocasión se utilizó por primera vez un sistema de representaciónproporcional D’Hondt para la elección de convencionales constituyentes.La convención restituyó la Constitución de 1853-1860 –con la incorpora-ción del artículo de los derechos sociales, el 14 bis y del 67 inc. 11 de

Figura 1. Circunscripciones uninominalesen Capital Federal (1951-1954)

Fuente: Juan Pablo Micozzi, disponible en http://politologos.swiki.net

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ANÁLISIS CRÍTICO DEL SISTEMA ELECTORAL ARGENTINO 133

Código del Trabajo–. Sin embargo, no pudo continuar con sus tareas yaque concluyó por falta de quórum.

Para las elecciones de 1958, bajo el ordenamiento jurídico de la Cons-titución de 1853, se elige binomio presidencial –Colegio Electoral por votolimitado–, senadores nacionales y se restablece por decreto (4.034/57) elsistema de voto limitado impuesto por la ley Sáenz Peña para la elecciónde diputados nacionales. El triunfo de la Unión Cívica Radical Intransi-gente (UCRI) –que encabezaba Arturo Frondizi– fue aplastante puesto quecon el apoyo del peronismo proscripto casi dobla en votos a la fórmulaelectoral de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP).10

El golpe militar que derrocó a Arturo Frondizi en 1962 vuelve a convo-car a elecciones para 1963. Esta vez se estipuló por decreto (7.164/62) lafórmula D’Hondt para la elección de diputados nacionales y de electorespresidenciales, abriendo un abanico de controversias aún vigente acercade la constitucionalidad de la misma.11 Asimismo, se fijó el piso del 3%del padrón por distrito. Esta vez se impuso la UCRP –que postulaba aUmberto Illia como presidente– y la UCRI ocupó un cómodo tercer lugardetrás de la enorme cantidad de votos en blanco debido a la proscripciónperonista. Con el derrocamiento de Illia se abre un nuevo gobierno mili-tar, esta vez, con evidentes pretensiones de instalarse en el poder y nollamar prontamente a elecciones.

6. El corto restablecimiento de la poliarquía

Con la intención de buscar una salida electoral a la cuestión peronista,incorporarlos nuevamente en el juego democrático y levantar las pros-cripciones del peronismo, pero intentando mantener a Perón alejado delos cargos electivos, la dictadura saliente promueve una democratizaciónpautada en 1972. Así, se fija el cronograma electoral para el año 1973 yse vuelven a desempolvar la Constitución y las leyes electorales.

La promulgación del Estatuto Fundamental para la reforma constitu-cional y la ley 19.86212 en 1972 establecieron una serie de innovacionescon respecto a la elección presidencial, de senadores y de diputados na-cionales. De este modo, se fijó la elección directa de la fórmula presiden-cial bajo un procedimiento de mayoría absoluta que estipulaba una se-gunda vuelta electoral para el caso de que ningún partido o alianza hu-biera alcanzado el 50% más uno de los votos positivos.13 En lo relativo a

10 La UCRI obtuvo 4.070.875 votos frente a los 2.618.058 de la UCRP (Floria et al.,1992: 913).

11 Recordemos que la Constitución de 1853 determina la elección de diputadosnacionales a “simple pluralidad de sufragios” (art. 37).

12 A pesar de tratarse de un gobierno militar, la autodenominada Revolución Ar-gentina dictó leyes como si se tratara de un gobierno representativo.

13 Sólo si ambos superaron el 15% de los votos positivos.

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los senadores nacionales también se prescribió la elección directa, asícomo la figura de un tercer senador por la minoría para el cual se esta-blecía un sistema de voto limitado y mayoría absoluta.

Con respecto a la elección de diputados nacionales, se optó por man-tener el sistema proporcional D’Hondt pero con un umbral del 8% o135.000 votos para acceder al reparto de escaños. Asimismo, se aumentóel piso mínimo de diputados por distrito fijado desde 1951 de dos a tres–con la excepción del territorio nacional de Tierra del Fuego que se man-tenía en dos–.

El sistema de partidos nuevamente descongelado desde 1955 no pare-cía haber sufrido grandes cambios en lo que a la dinámica de la compe-tencia se refiere. Las leyes electorales, pensadas por la dictadura salientepara contener al peronismo, no lograron impedir lo que venía siendo unaconstante desde 1916, que el partido que llegara al gobierno gobernarasolo y obtuviera la mayoría parlamentaria al menos en la Cámara Baja(Abal Medina y Suárez Cao, 2002).

En 1976, el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón, quienestaba a cargo del Ejecutivo en su condición de vicepresidenta desde elfallecimiento de su marido Juan Perón, abrió un nuevo y más sangrientoepisodio autoritario. Esta vez parecía que realmente las urnas estaban“bien guardadas”.

7. Los sistemas electorales a partir del restablecimientodemocrático

Con el retorno de la democracia en 1983, se restableció la Constituciónde 1853-1860. Así, se volvió a elegir presidente (sin reelección inmediata)y senadores nacionales de manera indirecta. El Colegio Electoral para laelección de presidente y vicepresidente se reúne en dos oportunidades,1983 y 1989. En ambas ocasiones los electores fueron electos por el sis-tema de representación proporcional D’Hondt.

La elección de senadores nacionales se mantuvo a través de las legis-laturas provinciales o por Colegio Electoral en la Capital Federal. Estamodalidad continuó permitiendo lo que Botana (1977) denominaba “elorden conservador”, ya sea a través de “enroques perfectos” (gobernador-senador-gobernador-senador) o de “idas y vueltas individuales” (Molinelliet al., 1999: 62).

Para diputados nacionales se siguió utilizando el sistema D’Hondt conun umbral del 3% pero se elevó el piso mínimo de diputados a cinco pordistrito (con la excepción de Tierra del Fuego para las elecciones de 1983-1991). Este aumento del número mínimo de legisladores había sido dic-tado por un decreto-ley del último presidente de la dictadura militar,Reinaldo Bignone, pero fue posteriormente normalizado bajo el nuevogobierno democrático.

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ANÁLISIS CRÍTICO DEL SISTEMA ELECTORAL ARGENTINO 137

La vuelta de la democracia terminó por descongelar el sistema de par-tidos, permitiendo la alternancia entre los partidos de gobierno y obli-gándolos a gobernar con un Congreso adverso. La regla del gobierno indi-viso parece haber desaparecido de la vida política argentina desde 1983.Asimismo, del cuadro precedente podemos observar la consolidación deun sistema bipartidista (NEP 2.9) donde los partidos políticos mayorita-rios concentran el 86% de la representación parlamentaria.

Ante el profundo interés de los presidentes constitucionales de esteperíodo –Raúl Alfonsín y Carlos Menem– el debate acerca de la necesidadde la reforma tomó forma pública y política. Así como un fugaz coqueteocon la idea de cambiar el sistema presidencialista por una semipresi-dencialista o parlamentario, otro punto siempre presente en los debatesreformistas fue la posibilidad de la reelección.

La Reforma de 1994: Pacto de Olivos y reelección

La reforma sancionada en la ciudad de Santa Fe diseñó un sistema deballotage atenuado (Castiglioni, 1994) para la elección de presidente yvicepresidente.14 Este sistema electoral exige en la primera vuelta un por-centaje de votos mayor al 45% o al 40% y 10 puntos porcentuales porsobre su competidor más próximo, de lo contrario, las dos fórmulas par-tidarias más votadas deben concurrir a una segunda ronda electoral (arts.97 y 98).

La otra innovación principal relacionada con la arena electoral fue laelección directa de los senadores. Del mismo modo que lo había dispues-to el Estatuto Fundamental para las elecciones de 1973, los senadoresnacionales se eligen ahora de manera directa. Asimismo, se incorpora lafigura del tercer senador por la minoría, estableciéndose un sistema devoto limitado o lista incompleta que asigna dos senadores a la lista parti-daria que hubiera obtenido mayor número de votos y el tercero a la que lesigue en cantidad de sufragios.

A partir de la reforma constitucional, aparecen y se consolidan en laarena electoral partidos nuevos que comienzan a canalizar el desconten-to ciudadano para con los dos partidos tradicionalmente mayoritarios. Elsistema partidario del período democrático que se inicia en 1983, y queaún continúa, muestra una radical diferencia en sus aspectos centralescon los períodos previos. En primer lugar, la distancia ideológica se redu-jo notablemente y el sistema ha perdido su condición de polarizado paracomportarse de acuerdo con las características usuales de los sistemasmoderados: competencia centrípeta, ausencia de partidos antisistema,etcétera. En segundo lugar, el sistema se ha vuelto más complejo, ya nohay una sola dimensión de conflicto que sobreimprima una lógica a todas

14 Asimismo, se redujo la cantidad de años del mandato presidencial a cuatro años.

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138 JUAN ABAL MEDINA (H) Y JULIETA SUÁREZ CAO

las demás. Asimismo el número efectivo de partidos cambia cualitati-vamente al surgir “terceros” partidos importantes, e incluso uno de ellos,el Frente Grande/FREPASO, llega a desplazar a un inusitado tercer lugar auno de los dos partidos históricos en 1995.

Así, a partir de la redemocratización la alternancia pasó de ser inexis-tente a ser completa (UCR/PJ/PJ/UCR-FREPASO), incluso, desde 1999 a fi-nes de 2001, el país experimentó la inusitada situación de ser gobernadopor una coalición de partidos. Finalmente, la renuncia del presidente Dela Rúa desembocó en un nuevo gobierno que fue electo en el Congresopor una insólita coalición parlamentaria del PJ, la UCR y sectores delFREPASO, del estilo de las grandes coaliciones de la segunda posguerraeuropea.

Las elecciones de 2001 presentaron un nuevo escenario que continuóla erosión de la alicaída democracia argentina. Los niveles de abstencio-nismo y de los sufragios negativos –en blanco o anulados– presentaronvalores sumamente elevados.15 La aparición de nuevos espacios políticosque obtuvieron representación parlamentaria y el aumento del caudal devotos recibido por parte de las fuerzas de izquierda tradicionales que his-tóricamente no habían obtenido resultados relevantes, entre otros facto-res, parecieran querer configurar un sistema cada vez más plural y posi-blemente orientado hacia los extremos. Aunque el aumento del númerode partidos no necesariamente implica una polarización de la competen-cia, “[...] la fragmentación del sistema de partidos puede reflejar una si-tuación de segmentación o una situación de polarización, esto es, de dis-tancia ideológica” (Sartori, 1987: 159), la interacción entre un mayornúmero de partidos asume características diferenciales a las que conoci-mos hasta ahora (Abal Medina y Suárez Cao, 2002).

8. Conclusiones: la influencia del sistema electoral actualen la fragmentación del sistema de partidos

La pregunta que guía este apartado es en qué medida el sistema electoralvigente acompaña la creciente fragmentación del sistema de partidos, el“astillamiento” (Sartori, 1989) de los partidos tradicionales y la pérdidade capacidad gubernativa de los partidos políticos (Abal Medina, SuárezCao y Nejamkis, 2003).

Ya hemos observado cómo el sistema de partidos se ha ido fragmen-tando, permitiendo el acceso a nuevas organizaciones partidarias y au-mentando la incertidumbre propia de la competencia electoral (véaseCuadro 6). Asimismo, los partidos políticos tradicionales parecieran ha-

15 Los comicios de octubre 2001 culminaron con un 27,2% de abstencionismo y un21,1% de voto negativo promedio nacional para elección de diputados. Así, el votopositivo representó solamente el 51,7% del padrón nacional.

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ber perdido, además de apoyo popular, la capacidad primordial de lasorganizaciones institucionales de controlar las candidaturas y penalizara los insurgentes (Lowi, 1985). El PJ nacional representa un ejemplo ca-bal de este último caso al permitir la presentación de tres fórmulas parala próxima elección presidencial, a pesar de haberse sancionado una leyque estipulaba el llamado a internas abiertas, simultáneas y obligato-rias. Así, la organización nacional del justicialismo se asemeja cada vezmás a una confederación de fuertes partidos distritales, desde donde seexportan las principales figuras que actualmente se disputan las candi-daturas más relevantes para las elecciones del 2003. La UCR, a su vez,debió llevar a cabo dos veces sus elecciones internas ante denuncias defraude por parte de una de las facciones en pugna y terminó presentandouna fórmula que seguramente obtendrá un desempeño electoral muypobre, con lo que fomentará las tendencias “localistas” de los líderes par-tidarios provinciales.

El sistema electoral vigente de representación proporcional para la elec-ción de diputados incentiva las fragmentaciones internas a los partidos.Una de las consecuencias más claras de la aplicación del sistema D’Honten magnitudes pequeñas y medianas –la magnitud efectiva promedio enla Argentina es de 5,75– es la aparición de lo que se conoce como sesgomayoritario: “la sobre-representación en asientos que reciben partidosganadores y la sub-representación en asientos percibidos por partidosminoritarios como resultado de las reglas [...] que trasladan votos en ban-cas [...]” (Calvo et al., 2001: 60). Este efecto se ha potenciado en las últi-mas elecciones gracias a la disminución del voto positivo producida porlos niveles de abstencionismo y de voto blanco y nulo, así la barrera legalestipulada del 3% del padrón representó en las elecciones del 2001 casiun 6% de los votos positivos, duplicándose en la práctica la restricciónimpuesta.

Como podemos observar en la figura precedente, la desproporcionalidaddel sistema electoral para la elección de diputados presenta niveles im-portantes, acentuándose la desproporcionalidad en aquellos comicios quecoinciden con las renovaciones presidenciales (1989 y 1995). La evidenteexcepción de 1983 es explicable al ser la única elección en que se elegíala totalidad de la cámara, a partir de allí se iban a renovar las bancas pormitades, esta duplicación de la magnitud potenció la proporcionalidad.Sin embargo, este efecto se vio morigerado por la estructuración del sis-tema de partidos a nivel nacional. En 1999, el efecto arrastre de las elec-ciones presidenciales se vio contenido por la emergencia de terceras fuer-zas16 que, desde 1997, vinieron obteniendo escaños en el plano nacional.La fragmentación creciente, los altos niveles de abstencionismo, de votoblanco y nulo, impulsaron un fuerte aumento de la desproporcionalidad

16 Además, las elecciones legislativas en los distritos de La Rioja, Misiones, Neuquén,San Luis y Tierra del Fuego no fueron concurrentes con las presidenciales.

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al reducir el porcentaje de voto útil que –combinado con los efectos delD’Hondt– terminan por sobrepremiar al partido que obtuvo más votos.Este efecto paradojal produce efectos devastadores para la representa-ción política, ya que a consecuencia de la fragmentación de la oferta enlos distritos medianos y pequeños, los partidos tradicionales –PJ, UCR ypartidos provinciales– logran, con cada vez peores desempeños electora-les, mantener o aumentar su presencia parlamentaria.

La combinación de distritos de magnitudes diversas con cuatro distri-tos grandes –Buenos Aires (35), ciudad de Buenos Aires (12 o 13), Santa Fe(9 o 10) y Córdoba (9)– y veinte de magnitudes efectivas medianas o peque-ñas, genera un efecto de competencia fragmentada en los distritos gran-des, con consecuencias mayoritarias en los medianos y pequeños, fortale-ciendo la representación parlamentaria de los partidos tradicionales quesuelen ser más fuertes en los distritos con menor población urbana.

Asimismo, los distritos pequeños se encuentran sobrerrepresentadosen relación población/ bancas desde que se impuso el piso mínimo de 5legisladores por distrito. El malapportionment resultante crea “[...] dificul-tades estructurales para el ingreso de nuevos partidos en ambas cáma-ras –ya que deben competir por votos subrepresentados en las provinciasmayores y resignarse a controlar menos posiciones institucionales de lasque obtendrían en un sistema electoral estrictamente proporcional– y, en

Figura 2. Desproporcionalidad del sistema electoral para diputados(elecciones legislativas 1983-2001)

Fuente: Elaboración propia a partir de la aplicación del índice de despro-porcionalidad de Loosemore y Hanby (1971). Los resultados se obtienen de la ponde-ración de la desproporcionalidad territorial para las elecciones legislativas de 1983,1985, 1987, 1989, 1991, 1993, 1995, 1999 y 2001. El índice mide la desproporcio-nalidad entre el porcentaje de votos emitidos y el porcentaje de bancas obtenidos delos partidos políticos por distrito electoral.

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segundo lugar, porque limitan las posibilidades de formación de mayoríasparlamentarias en la Cámara Baja” (Escolar y Calvo, 2003: 24).

Asimismo, el peso de los distritos medianos y pequeños donde la re-presentación se concentra empieza a cobrar importancia al interior de lospartidos mismos donde sus figuras centrales empiezan a adquirir mayorprotagonismo –valgan como ejemplo las candidaturas presidenciales derepresentantes del peronismo periférico: Néstor Kirchner (Santa Cruz) yAdolfo Rodríguez Sáa (San Luis)–. Con relación a este proceso, resultainteresante que los tres candidatos presidenciales del justicialismo seanprecisamente los líderes de los justicialismos provinciales de tres de lascuatro provincias más favorecidas por la sobrerrepresentación territo-rial, como se observa en la figura 3: La Rioja, San Luis y Santa Cruz. Estefederalismo electoral actúa también como desincentivo a la consolidaciónde terceras fuerzas, tradicionalmente ligadas a las zonas urbanas.

Para profundizar este análisis es conveniente traer a colación la di-mensión vertical de la representación y el control legislativo, esto es lacapacidad de los electores de monitorear a sus gobernantes. Si las elec-ciones son un sistema de control político de los representantes, los pro-

Figura 3. Evolución de malapportionment legislativo. Provinciasmás sobrerrepresentadas en comparación con la provincia

de Buenos Aires (1983-2001)

Fuente: Elaboración propia a partir de la comparación de la evolución de los pa-drones y los representantes por distrito. La unidad de medida corresponde al valor deun (1) voto en provincia de Buenos Aires.

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ANÁLISIS CRÍTICO DEL SISTEMA ELECTORAL ARGENTINO 145

cedimientos y mecanismos por medio de los cuales estos políticos ponensus puestos en riesgo es crucial para medir si efectivamente las eleccio-nes son un mecanismo de monitoreo –accountability– electoral. El índicede monitoreo electoral (Abal Medina y Calvo, 2001) estima la relación queexiste entre el número de escaños que se distribuyen en un distrito, lacantidad de partidos que obtuvieron estos escaños y el porcentaje de vo-tantes que eligieron a los que obtuvieron las bancas. Así, nos permitemodelizar y medir la capacidad de monitoreo político que producen losdistintos sistemas electorales en tanto trasmiten, con mayor o menor cla-ridad, las señales (preferencias) de los distintos electorados.

Para que los votos ciudadanos puedan forzar a sus representantes aseguir una determinada política, el sistema electoral tiene que tener cier-tas propiedades: i) el voto tiene que ser eficaz –los candidatos tienen quesaber que los electores pueden dejarlos afuera de la política. Por ejemplo,en una lista “sábana”,17 los primeros candidatos saben que entran y losúltimos candidatos saben que quedan afuera–. ii) el voto tiene que ser

Figura 4. Evolución del índice de monitoreo electoral(elecciones legislativas 1983-2001)

Fuente: Elaboración propia a partir de la comparación de la evolución del índice demonitoreo electoral (Abal Medina y Calvo, 2001). 18 Este índice mide la capacidad demonitoreo del sistema electoral por parte de los votantes, la cual es computada parael conjunto de los distritos electorales d. El parámetro s describe el número total deescaños; n es el número de partidos que consiguieron escaños en el distrito y w es elporcentaje de ciudadanos que votaron a los partidos que consiguieron escaños en esedistrito. El parámetro p pondera el impacto que tiene cada distrito i en la legislatura.

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17 En la Argentina, se denomina comúnmente lista sábana a las listas partidariascerradas y bloqueadas.

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Cuadro 12. Valor del voto en las provincias para la eleccióndel Congreso (2001)

Fuente: Elaboración propia a partir de la comparación de la evolución de los pa-drones y los representantes por distrito. La unidad de medida corresponde al valor deun (1) voto en provincia de Buenos Aires. Especialmente, cuando el Ejecutivo nacio-nal pierde legitimidad, como se observó en la última parte del gobierno de CarlosMenem, casi toda la administración De La Rúa y la primera parte del gobierno provi-sional de Duhalde, la capacidad de chantaje de los liderazgos provinciales aumentagenerando un creciente intercambio de apoyo político legislativo a cambio de recursospresupuestarios. De esta manera se da un complicado juego en el que los líderes delas provincias pequeñas, “pobres” en recursos económicos, utilizan su “riqueza” polí-tica para obtener beneficios concretos para sus distritos o, incluso, para sí mismos,generándose una especie de clientelismo a escala nacional que positivamente se hapresentado como un fortalecimiento del federalismo pero que en realidad esconde unasuerte de neofeudalización de la política argentina donde imperan las negociacionesespurias por sobre los acuerdos públicos.

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Catamarca 3,17 44,38

La Pampa 3,07 43,02

San Luis 2,76 38,60

Chubut 2,49 34,88

Formosa 2,41 33,76

Neuquén 2,21 30,90

Río Negro 1,94 27,22

Jujuy 2,21 25,81

San Juan 1,98 23,16

Santiago del Estero 1,84 18,39

Misiones 1,62 16,17

Corrientes 1,57 15,67

Chaco 1,47 14,72

Salta 1,42 14,22

Entre Ríos 1,49 11,57

Tucumán 1,41 10,94

Mendoza 1,26 8,79

Córdoba 1,10 4,26

Santa Fe 1,15 4,22

Ciudad de Buenos Aires 1,28 3,59

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ANÁLISIS CRÍTICO DEL SISTEMA ELECTORAL ARGENTINO 147

preciso –los electores tienen que poder distinguir con su voto a distintoscandidatos de un partido–. Ello implica que los electores conocen a susrepresentantes. Y iii) el voto tiene que ser representativo –los candidatoselegidos no pueden cultivar una pequeña clientela del electorado de sudistrito para ser elegido–.

El índice da un valor máximo de 1, que corresponde al máximo demonitoreo electoral, es decir el monitoreo perfecto donde todos los repre-sentantes son votados por sus electores, y todos los electores votaroncandidatos que ingresaron a la cámara. En la Argentina, observamos pocavariación en los niveles de monitoreo para 1987-1999 relacionada con lacontinuidad del diseño institucional-electoral. En 1983, debido al au-mento de la cantidad de bancas en juego, se obtiene el menor valor.

Es interesante observar la disminución del valor para las eleccionesde 2001. A pesar de que se podría estimar que con un sistema electoralque generara efectos más mayoritarios, aumentaría la capacidad demonitoreo, la drástica disminución del voto útil –porcentaje de votantesque lograron que sus sufragios designaran a los representantes final-mente electos– relacionada con los niveles de voto no positivo y absten-cionismo, reduce, en la práctica, la capacidad de conocimiento y controlde los representantes por parte de los representados.

En suma, el sistema electoral imperante refuerza la crisis de represen-tación de los partidos, al fragmentar sus filas y premiar a los distritospequeños históricamente más ligados a políticas prebendarias. Lasobrerrepresentación de estos distritos, que se potencia aún más por laigualitaria representación en la Cámara Alta, otorga a sus gobernadoresuna importante capacidad de chantaje sobre el Ejecutivo nacional al vol-verse actores con poder de veto para la aprobación legislativa de determi-nadas políticas (Tsebelis, 2002).

La clave de este proceso se encuentra tanto en la sobrerrepresentaciónterritorial que hemos expuesto, como en la peculiar estructura tributariaargentina en la que los impuestos son mayoritariamente recaudados porel Ejecutivo nacional que después los coparticipa a las administracionesprovinciales (Botana, 2001). De esta forma, se incentiva que para los ac-tores provinciales les sea más redituable obtener los recursos a través deestos intercambios de votos legislativos que mediante la mejora de suspropias capacidades extractivas.

Finalmente, podemos sostener que el funcionamiento del sistema elec-toral argentino contribuye a generar en la población un descontento quefunciona como un arma de doble filo: cuanto más voto bronca emitimos,disconformes con la política tradicional y sus personalidades, más posi-bilidades brindamos a los representantes de la vieja política de consoli-darse en los órganos electivos de gobierno. Esta paradoja debería ser des-terrada de la vida política argentina para alcanzar una armoniosa repre-sentación de las preferencias ciudadanas a la hora de elegir gobierno.

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Resumen

La historia electoral de la Argentina constituye un tema poco estudiadopor la ciencia política local. Desde una perspectiva teórica institucionalista,el propósito del presente artículo es organizar la historia de los sistemaselectorales en la Argentina. En particular, nos detendremos en la mecáni-ca actual del diseño electoral nacional y su influencia sobre el sistema departidos, así como el impacto que el mismo produce sobre la crisisinstitucional que sufre la democracia argentina, sosteniendo que el fun-cionamiento del sistema electoral argentino contribuye a generar en lapoblación un descontento que funciona como un arma de doble filo: cuantomás voto bronca emitimos, disconformes con la política tradicional y suspersonalidades, más posibilidades brindamos a los representantes de lavieja política de consolidarse en los órganos electivos de gobierno. Estaparadoja debería ser desterrada de la vida política argentina para alcan-zar una armoniosa representación de las preferencias ciudadanas a lahora de elegir gobierno.

Palabras clave

Argentina – elecciones – federalismo – sistemas electorales.

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De los “estallidos” provincialesa la generalización de las protestasen la Argentina. Perspectiva y contextoen la significación de las nuevas protestas

Gabriela Delamata*

From the provincials “break outs” to the generaliza-tion of the protests in Argentina. Perspective and con-text in the significance of the new protestsThis article focuses in two analytical axis that helpto give a meaning to the new forms of social protestthat emerged in Argentina in the period 1990-2000.The first axis is temporal and allows us to unders-tand the new modalities of social conflict against thebackground of a historical perspective centered onaction. The second is built around the changes inthe political system brought by advent of the Alian-za, as the context of the generalization of protest in2000 and 2001. In both dimensions the relations ofsocial protest with the old, and the potentially new,citizenship features is emphasized.

1. Trabajo y protesta: quiebres y continuidadesde una relación

Durante la década de 1990, la modalidad de la protesta labo-ral en la Argentina se transforma y se torna más compleja.Esta transformación y mayor complejidad del reclamo laboralencuentra sus cauces en tres procesos analítica y políticamen-te identificables. En primer lugar, el cambio de reglas econó-micas y su impacto sobre el sistema de relaciones laborales;en segundo lugar, las relaciones que el sindicalismo mantienecon el peronismo gobernante durante los años 1990, configu-rando una nueva estructura de incentivos y de límites a la ac-ción colectiva; en tercer término, la constitución de nuevas rei-vindicaciones que pasan a conformar los ejes y formatos delreclamo laboral, poniendo en entredicho tanto el monopoliosindical de la representación como la representatividad del sis-tema político. En este trabajo, sólo haremos una breve síntesis

* Doctora en ciencias políticas, profesora-investigadora de la Escuelade Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín. E.mail:[email protected].

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de los dos primeros procesos para concentrarnos con más de-talle en la aparición de nuevas formas de protesta.1

Lo que denominamos “la modalidad” de la protesta laboralen la Argentina se refiere a un tipo histórico o tradicional deconstitución de las demandas en torno del trabajo, ligado, porun lado, a la adquisición de la identidad política de los traba-jadores, y por el otro, a la institucionalización de su accióndentro de los mecanismos de regulación y distribución del po-der económico y social vigentes en la Argentina a partir de me-diados del siglo pasado. Como es sabido, la identidad políticade los trabajadores se constituyó históricamente a través delperonismo. Desde el proceso de transformación social que ini-ció el peronismo a partir de 1945, la filiación política de lostrabajadores mantuvo sus puntos de referencia en el conjuntode derechos laborales, sociales y gremiales que marcaron suingreso a la política nacional. Asimismo, la acción reivindicativalaboral se insertó en unas reglas de juego que conferían al Es-tado un rol preponderante en las funciones de dirección eco-nómica y articulación social. Desde el punto de vista económi-co, se trataba del funcionamiento de una economía semicerrada,de industrialización sustitutiva, con regulación estatal de losmercados y la inflación como eje de la puja distributiva. Desdeel punto de vista político, la configuración del sistemainstitucional había respondido a la propia incorporación delos sectores laborales en el Estado nacional, a través de susorganizaciones gremiales y el reconocimiento oficial prestadoa la estructura sindical unificada, todo en el marco más am-plio de una activación generalizada de la mayoría de los secto-res sociales. Bajo esta fórmula institucional, los distintos sec-tores sociales y políticos canalizaban las distintas aspiracio-nes priorizando sus vínculos corporativos y nuevas reasigna-ciones de participación social eran negociadas con el Estado,mediante la supervisión de los acuerdos colectivos e intersec-toriales y la intervención cíclica en la estructura de preciosrelativos. La huelga fabril con movilización pasó a constituir laforma “típica” de la acción reivindicativa laboral en demandade derechos salariales, mejoras sociales y ventajas corporati-vas para los gremios peronistas.

La década de 1990 representa un momento de crisis de la

1 Dejamos fuera del estudio del período el desenvolvimiento de la pro-testa dentro del campo sindical. La referencia a las transformaciones queen los 90 afectaron en distintos niveles al repertorio de la protesta laboralen la Argentina en las zonas de capitalismo industrial es, no obstante,necesaria para entender el contexto de emergencia y la politización deformas diferenciales de protesta afincadas en la relación salarial.

Protestalaboral

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acción laboral tradicional. En términos generales, las políticasde control de la inflación, pago de la deuda pública y reduccióndel déficit fiscal, y las políticas de reforma estructural(desregulación de la economía, privatización de empresas pú-blicas, apertura comercial y financiera), socavan las basessistémicas de la protesta laboral tradicional. La acción de pre-sionar y negociar con el Estado deja de ser un mecanismo per seeficiente para lograr cambios en la política económica y social,actualizar derechos o conseguir alzas salariales cuando el Esta-do se ha apartado de sus funciones regulatorias de la economíay de su misión distributiva.2 Por su parte, los cambios en losmarcos legislativos que introducen modalidades flexibles de con-tratación, la obligación de negociar mejoras salariales por pro-ductividad y la descentralización de los convenios colectivos,están destinados a institucionalizar formas de acción y nego-ciación laboral propias del ámbito privado o mercantil.

Pero hay otra transformación del conjunto de las relacionesdel trabajo, que se deriva de las mismas tendencias de la eco-nomía y que se produce en las bases sociales del reclamo labo-ral: objetivamente, el panorama social sobre el cual el sindica-lismo deberá operar cada vez más a lo largo de los años 1990va a estar marcado por una transformación profunda de laestructura ocupacional, producto de la desindustrialización yla privatización de empresas públicas, de las nuevas concen-traciones de capital y el mayor poder de las empresas en elesquema. La evolución de la economía va a redundar en unafuerte reducción del mercado de trabajo, altos niveles desubocupación y empleo en negro, y una masa de trabajadoresen activo particularmente signada por la heterogeneidad enmateria de empleos, salarios y protecciones sociales.3

2 El plan de estabilización económica conocido como “Convertibilidad”,que establecía un tipo de cambio fijo de $1 = u$s1 y el respaldo de latotalidad de la moneda nacional en circulación por una cantidad equiva-lente en dólares y oro en manos de BCRA, disponía también por ley laeliminación de la indexación de precios y todo tipo de contratos.

3 El nivel de desocupación alcanzó su pico histórico en 1995, cuandorozó el 18% de la población económicamente activa, bajando a 14% en1999 y ampliándose en la actualidad al 24%. Al mismo tiempo, porcenta-jes similares fueron registrándose en los niveles de subocupación o ocupa-ción en trabajos precarios (datos del INDEC, Página 12, 20/07/01), redo-blando el impacto de la vulnerabilidad e incertidumbre laboral sobre losmecanismos de integración social y la relación clásica de la ciudadaníacon el Estado. El aumento del desempleo ha sido a su vez el motor princi-pal –junto con el derrumbe de las remuneraciones– del aumento de la po-breza y su profundización a mayores niveles de indigencia. Entre mayo de1998 y abril de 2002, por ejemplo, la desocupación creció un 75%, la po-breza aumentó un 60% y la indigencia un 130%. A cifras actuales, el 49%

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A esta segmentación interna dentro del colectivo de trabaja-dores ocupados, sobre todo en lo que se refiere a remuneracio-nes y beneficios sociales, va a contribuir además el propio perfilque adopta el sindicalismo con relación al peronismo gobernan-te, y que explica también la desarticulación de la protesta labo-ral tradicional a lo largo de la extensión del colectivo laboral. Lossindicatos reunidos en la mayoritaria Confederación General delTrabajo (CGT), participarán, durante la primera presidencia deMenem, de la política de desregulación del mercado laboral ne-gociando con el gobierno la subordinación de la militancia a laestrategia reformista a cambio de preservar y fortalecer las ga-rantías corporativas para sus organizaciones. En el marco deesta negociación, los sindicatos y la CGT obtendrán concesionesde parte del gobierno y sacarán ventajas organizacionales delproceso de reforma: activos estatales tangibles, fondosjubilatorios, participación en el mercado de obras sociales, ac-ciones de empresas privatizadas para sus trabajadores.4

Puede decirse entonces que, junto con la transformaciónsistémica de la modalidad del reclamo laboral y el desgasteque supone para la acción colectiva el disciplinamiento socialimpuesto por el incremento del desempleo y el empleo preca-rio, presenciamos también una afectación profunda del rol delos sindicatos como referentes de la reivindicación laboral de-bido a la nueva posición económica y política que ostentan yque reserva la provisión de sus servicios ampliados a la pro-porción de los trabajadores sindicalizados que constituyen subase de representación.5

de la población del país es pobre –tomándose como referencia a familiasque reciben ingresos inferiores a 598$ y que no alcanzan a cubrir unacanasta básica de bienes y servicios– (Fuente IDEP-CTA, mayo de 2002). Enel segundo cordón del conurbano bonaerense, una zona especialmente sig-nificativa por tratarse de uno de los (ex) conglomerados de inserción in-dustrial más importantes del país, la tasa de pobreza es del 67% y la deindigentes del 30% (ingresos familiares inferiores a 274$); pero estos valo-res no son exclusivos y se constatan y/o superan en muchas provinciasdel interior (Consultora Equis con datos propios y del INDEC, mayo de 2002).

4 Véase, María Victoria Murillo, “La adaptación del sindicalismo ar-gentino a las reformas de mercado en la primera presidencia de Menem”.Desarrollo Económico N° 147, 1997; y Sebastián Etchemendy, “Construircoaliciones reformistas: la política de las compensaciones en el caminoargentino hacia la liberalización”, Desarrollo Económico N° 160, 2001.

5 Los sindicatos que resistieron la política económica de Menem per-tenecen mayoritariamente al sector público y optaron por la “salida”: ATE

–estatales– y CTERA –docentes– junto con otros sindicatos se apartaron dela CGT y formaron la central disidente CTA (Central de Trabajadores Ar-gentinos). Al mismo tiempo, muchos de sus dirigentes se fueron delperonismo y entraron a formar parte del FREPASO (Ricardo Gutiérrez, “Ladesindicalización del peronismo”, Política y Gestión, 2001, p. 110).

Rolsindical

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O, dicho de otra manera, el peronismo en su conjunto (laestructura partidaria y la “pata” sindical) va a mostrar duran-te la década de 1990 su declinación a sostener tanto materialcomo simbólicamente la institución de la ciudadanía socio-laboral, ese vínculo entre relación asalariada y derechos quesupuso el reconocimiento político de la clase trabajadora comofuerza social y el acceso a los derechos laborales, sociales ygremiales derivados de ese reconocimiento, que vertebró el pro-ceso de integración social en la Argentina y otorgó su peculia-ridad –el Estado como expresión legal y sistémica de la ciuda-danía– al modelo de afiliación y cohesión ciudadana.6

El campo donde se van a instalar conflictos por laredefinición de los derechos de ciudadanía va a ser el de laprecarización laboral y la desocupación. Aquí, las moviliza-ciones se van a emplazar por fuera de la red gremial, poniendoal mismo tiempo en crisis los mecanismos que, paralelamentea la institucionalidad de los derechos laborales y a la repre-sentación sindical, constituían estructuras alternativas o sub-sidiarias de integración social e identidad política de los secto-res populares.

Son distinguibles dos formas novedosas de la protesta so-cial en la década de 1990. La primera de ellas corresponde alos denominados “estallidos sociales” que se producen en al-gunas ciudades del interior a partir de 1993 en el contexto dela crisis financiera que aqueja a los estados provinciales. Lasegunda forma de protesta comprende a los “cortes de ruta”,que se suceden desde 1997 y están relacionados con el au-

6 La evolución de la protesta laboral sindical durante los 90 muestralas siguientes tendencias generales: una fuerte disminución de las huelgassectoriales y de las huelgas generales –el presidente Alfonsín enfrenta 13paros generales en 5 años y medio de gobierno, mientras que el presidenteMenem enfrenta 9 paros generales en 10 años–; un desplazamiento delconflicto laboral desde el área industrial hacia el sector público (particu-larmente el sector público provincial, relacionado con la descentralizaciónadministrativa); y un cambio de eje del reclamo laboral desde el aumentosalarial a la demanda por salarios impagos y contra los despidos y, en lashuelgas generales, un desplazamiento del reclamo por aumentos salaria-les a la oposición a la política económica, laboral y social del gobierno ysus consecuencias sobre las condiciones de vida de los trabajadores. (Véa-se Nicolás Iñigo Carrera y María Clelia Cotarelo, “Clase obrera y protestasocial en la Argentina de los 90”, Revista América Libre, junio de 2001.)Como ha sido señalado muchas veces, el menemismo pudo liberalizar laeconomía y desembarazarse de instituciones históricas de corte univer-salista, reteniendo, no obstante, un apoyo popular tradicionalmente aso-ciado con el peronismo. Como veremos, el agotamiento de estas últimasmediaciones estará en el origen constitutivo de nuevos campos deconflictividad entre los trabajadores precarizados del sector público y losdesocupados.

Protestasocial

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mento y la generalización del desempleo en comunidades labo-rales muy afianzadas en distintas áreas urbanas del país.7

Una primera hipótesis general sobre el surgimiento de nue-vas formas de protesta laboral en los años 1990 tiene que verentonces con la modalidad y los tiempos de implementacióndel ajuste en el territorio nacional y su impacto sobre las po-blaciones laborales. Pero esta hipótesis debe ser integrada, ypor tanto mejorada, con otra referida a lo que podríamos lla-mar el agotamiento de las redes de seguridad laboral y de se-guridad social que, junto con la estructura de regulacionesgarantizada en la relación laboral sindical, constituían insti-tuciones y anillos de protección social para los trabajadores enzonas urbanas de las provincias menos desarrolladas econó-mica y socialmente, y en zonas industriales cuyas poblacionescompartían necesidades básicas insatisfechas en términos deinfraestructura de servicios públicos y vivienda. Ambos siste-mas institucionalizados de relaciones sociales, el empleo pú-blico provincial y la red “secundaria” de seguridad social, eranconstitutivos también de la identidad política y social de esosmismos sectores.8

7 Esta distinción es realizada por Marina Farinetti sobre la base deciertos rasgos fenoménicos y de sentido que son comunes a los casosreunidos en cada una de las categorías y que permiten definir tipos histó-ricos de protesta. En razón de este doble criterio de discriminación (formay sentido) no cualquier corte constituye un “corte de ruta”: los cortes decalles y de rutas que hacia fines de los 90 protagonizan productoresagropecuarios, universitarios, trabajadores de un hospital, etc., son tác-ticas de lucha para intereses previamente definidos por la corporación oel sector. Aquí nos referimos a “cortes de ruta” que implican, por el con-trario, un proceso de identificación en la acción, siendo la forma unadimensión constitutiva de ese proceso. Del mismo modo, la denomina-ción “estallido” no remite aquí a fenómenos espasmódicos de comporta-miento colectivo, como se derivaría de una interpretación literal, sino queatiende a un proceso de construcción de sentido de la acción. Véase Ma-rina Farinetti y Gabriela Delamata, “Protestas violentas y oposición polí-tica. Un ensayo de interpretación”, Parte Primera, Ponencia al SeminarioTransdisciplinario sobre Violencia, Centro Franco Argentino de Altos Es-tudios de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 29/06/1998.

8 Los vínculos clientelares y las redes tradicionales de poder y movili-zación electoral constituyen las bases de la organización partidaria delperonismo en las provincias periféricas (fuera de las metropolitanas Bue-nos Aires –provincia y distrito federal–, Santa Fe, Córdoba y Mendoza),donde el empleo público es uno de los principales recursos de intercam-bio. Por otro lado, las redes comunitarias de acción social y política ubi-cadas en los conglomerados laborales y habitacionales circundantes alas grandes ciudades y a los asentamientos industriales constituyen uni-dades de inserción territorial del peronismo en esas áreas, distinguibles,por su parte también, de la organización política sindical. En síntesis, laestructura institucional en donde el peronismo se insertó fue triple: elsistema de relaciones “clientelares” en las provincias periféricas, la orga-

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En primer lugar, las directivas de ajuste fiscal a las admi-nistraciones provinciales, impulsadas por el gobierno nacio-nal a partir de 1993, fueron un factor que precedió a la consti-tución de los llamados “estallidos”. Las provincias del interiordel país habían sido “liberadas” durante los primeros años dela gestión Menem del ajuste del sector público que imperabaen la administración central y en las provincias más industria-lizadas y urbanizadas del país, como parte de la política dealianzas del peronismo gobernante con los gobiernos provin-ciales y los partidos provinciales que constituían sus apoyos.9

El momento de constitución de los llamados estallidos socialesva a estar precedido de anuncios de duros ajustes en el Estadoprovincial. Tales ajustes, dirigidos a “racionalizar” gastos y sa-larios en la estructura del Estado, se imponían además sobreadministraciones que venían engrosando exponencialmente losmontos de la deuda pública local y estaban inmersos en crisispolíticas o institucionales de envergadura, debido a las mu-tuas acusaciones, entre la clase política local, de incompeten-cia administrativa y uso ilegal de los fondos públicos.10

La temporalidad y el emplazamiento del ajuste van a signarlos tiempos de este tipo de protesta que involucraría la movili-zación callejera de una multitud de empleados públicos pro-vinciales y/o municipales, acompañados de vastos sectores dela comunidad local, enardecidos frente al atraso en el pago desus salarios, pidiendo por su empleo y su remuneración. En el“estallido” de Santiago del Estero (diciembre de 1993), sus pro-tagonistas desarrollarían una poderosa violencia material y

nización de redes sociales y “unidades básicas” en los anillos industria-les urbanos y la relación laboral sindical con presencia definitoria en laregión metropolitana del país y poco impacto en las zonas periféricas.Esta estructura perduró más allá de los períodos en que el peronismoestuvo en el poder, como rasgos permanentes del sistema de integraciónsocial e institucional en el país.

9 Sobre el tema, Edward L. Gibson y Ernesto Calvo, “Electoral Coalitionsand Market Reforms: Evidence from Argentina”, Working Paper N° 35,Universidad Torcuato Di Tella.

10 Durante el período 1989-1993, el apoyo político proveniente de la“coalición periférica” fue preservado por el gobierno central a través dedos vías: posponiendo recortes de empleo público en el sector públicoprovincial y manteniendo flujos de subsidios desde el gobierno central alas cajas de los gobiernos provinciales. Las transferencias de recursos alas provincias tuvieron lugar a través de varios canales discrecionales einstitucionalizados, incluyendo inversiones directas en empleos públicos,salud o educación, o a través de un mecanismo de redistribución regionalque favorece a las provincias más pobres conocido como “coparticipa-ción”, que establece un sistema automático para compartir impuestosrecolectados a nivel federal, (Gibson y Calvo, cit., pp. 15 y 18.)

Losestallidossociales

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simbólica contra las sedes de los poderes del Estado provincialy los domicilios particulares de los funcionarios, bajo la de-nuncia y la acusación de corrupción generalizada dirigida a laclase política local. En la provincia de Corrientes (diciembre de1999), los manifestantes cortarían el puente que une la capitalde la provincia con la capital de Chaco, Resistencia, durantecasi una semana, en protesta por los salarios impagos, los des-pidos en la administración pública y contra los funcionariosdel gobierno provincial. En este caso, se combinaba la modali-dad del “estallido” con el corte de ruta, registrándose tambiénaltos niveles de desocupación no vinculados con el empleo pú-blico (25,7% de la población económicamente activa en la pro-vincia). En ambos casos, las manifestaciones terminaron conla intervención federal a las provincias. Pero las nuevas auto-ridades impuestas no incriminaron la protesta; en cambio, sevalieron positivamente de su potencial, reconociendo en ella ala fuerza política que había contribuido a la remoción del go-bierno anterior y su reemplazo por una nueva administraciónque “cumpla con sus obligaciones”.11

Las movilizaciones con cortes de ruta aparecen en 1996 y1997 en distintas localidades de provincias del interior:Neuquén, Jujuy y Salta. En los años posteriores, vuelven aproducirse cortes a partir de la movilización de estas mismaspoblaciones (es el caso de Tartagal y General Mosconi en Sal-ta, que alcanza un pico de beligerancia y de violenciainstitucional en mayo de 2001), aparecen en otros puntos delpaís y se institucionalizan en localidades del conurbano bo-naerense, como ocurre centralmente en el partido de La Ma-tanza desde el año 2000. En los distintos casos, los cortes deruta eran protagonizados por desempleados que, articulándosecon otros sectores del entramado de relaciones sociales y eco-nómicas locales (comerciantes, productores, trabajadoresprecarizados, organizaciones sociales y vecinos de la comuni-dad, familias, mujeres, niños, jóvenes y jubilados), reclama-ban puestos de trabajo, instalación de empresas, subsidios para

11 Javier Auyero relata y analiza los acontecimientos de Santiago delEstero y Corrientes en “Los estallidos en provincia: globalización y con-flictos sociales”, Punto de Vista N° 67, agosto 2000. Otros “estallidos” seprodujeron en Jujuy entre 1993 y 1995, en San Juan, Córdoba y RíoNegro durante 1995. Cabe anotar que en algunos de estos casos y engrado creciente en las manifestaciones posteriores, el (sentido del) esta-llido y el (sentido del) corte se combinarían como las dos caras de la mis-ma moneda o protesta: la rebelión contra la dirigencia política local y elreclamo sin mediaciones dirigido al gobierno nacional y sus representan-tes provinciales en el acontecimiento del corte. Por esto, bien puede apre-ciarse al “santiagueñazo” como único “caso puro” de “estallido”.

Los cortesde rutas

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desocupados y facilidades en el pago de impuestos. En el cor-te, los manifestantes interponían el derecho a ser escuchadospor las autoridades estatales nacionales y representantes pro-vinciales, rechazando al mismo tiempo la participación de lospartidos políticos y de las organizaciones sindicales en la me-diación del reclamo.12

El trasfondo socioeconómico de la acción colectiva de los“piqueteros” es la situación de alto y generalizado desempleoque comienza a afectar a ciudades del interior del país, comoconsecuencia del cierre de empresas o la reducción de sus plan-tillas de trabajadores. Se trata de zonas de residencia histórica-mente constituidas como comunidades laborales en torno deesos emprendimientos productivos, donde las inserciones ocu-pacionales diversas y los beneficios sociales de la población es-taban directa o indirectamente asegurados por la relación labo-ral con la empresa (el caso de YPF en Cutral-Có, y Plaza Huincul[Neuquén] y Tartagal y Gral. Mosconi [Salta]), o subsidiariamentepor la propia red de seguridad comunitaria, que funcionaba comocontención social para los trabajadores temporariamente expul-sados del mercado laboral y como proveedora de las necesida-des insatisfechas de servicios públicos y estructuras habitacio-nales (el caso de localidades del conurbano bonaerense, parti-cularmente del segundo cordón industrial). El agotamiento delos recursos obtenidos y generados con la privatización (lasindemnizaciones por despido y la proliferación del trabajo porcuenta propia) y la fractura de los mecanismos últimos de segu-ridad social en los asentamientos carenciados, cuya capacidadde supervivencia a lo largo de los años 1990 contribuiría a ex-plicar justamente el apoyo popular al menemismo entre los sec-tores miembros de esas zonas,13 aparecen a finales de la décadadiezmados por los propios efectos de la política económica glo-

12 El punto central en cuanto a la participación de las organizacionessindicales preexistentes es que, aun cuando tuvieran alguna presenciaen la protesta –el caso de los sindicatos del sector público–, las decisio-nes sobre el curso de la movilización y las reivindicaciones emanabancomo resultado de la asamblea de participantes, con independencia delparecer gremial.

13 En un texto de 1995, Sidicaro planteaba que “en contra de las expli-caciones simplificadoras puede afirmarse que un porcentaje alto de losindividuos pertenecientes a los sectores populares votan por el menemismoporque la coacción, en sentido durkheiminiano, del medio social al quepertenecen los lleva a mantener la aceptación de un conjunto de repre-sentaciones sociales peronistas, que cubren temáticas más amplias y per-manentes que las afinidades con determinados candidatos y que remitena la vez a la lealtad al tejido social del que participan y a su historiapolítica y social en tanto sectores populares […] Ello no obsta para que se

Los“piqueteros”

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bal, y ello no puede sino tener consecuencias también sobre lalealtad política e histórica de estos sectores.

Con la desaparición del trabajo asalariado y el empobreci-miento de la población, toda la trama del bienestar que vincu-laba la economía local con el trabajo formal se desmorona. Laimplementación de programas sociales, allí donde los hubodurante los últimos años –paradigmáticamente, el conurbanobonaerense, donde el gobierno provincial puso en marcha elPlan Vida de reparto de alimentos y la red de las “manzaneras”para su distribución–, proveyó de recursos para paliar las ne-cesidades básicas de supervivencia de la población afectada ycondujo a una sobrerrepresentación en el esquema de los me-diadores políticos.14 No obstante, el debilitamiento o la ausen-cia de recursos económicos provenientes de los gobiernos pro-vinciales y municipales amenaza con la completa destituciónde las comunidades locales de los beneficios de la asistenciapública y el resquebrajamiento de los lazos y lealtades vincu-lados con la provisión de esos recursos. En este entramado dewelfare, los mediadores políticos (las unidades básicas, los re-ferentes políticos y los “punteros” del partido) eran constituti-vos de un vínculo más amplio entre la comunidad local y elEstado que daba sentido a identidades y expectativas compar-tidas entre el mundo local y la comunidad nacional: el trabajo,el Estado, el partido y la movilidad social.15

Como sucede, según hemos visto anteriormente, con los es-tallidos de los contratos a través de los cuales se intercambianapoyos políticos por empleos y recursos públicos en los esta-dos provinciales, en el caso de los piquetes es esta articulación

mantenga o progrese electoralmente un peronismo que institucionalicelos intercambios clientelistas en zonas del espacio regional moderno, perocarenciadas y le solucione a los sectores populares que habitan en ellasproblemas de infraestructura edilicia o de provisión de protección de lasalud o de educación formal. El sentido de ese tipo de políticas y ladecodificación peronista que las mismas podrían tener para los sectorespopulares surgiría, siguiendo la conceptualización empleada, del tejidosocial que creó vínculos relativamente consistentes en los sujetos que semovilizaron por, o esperaron socialmente, la solución de esas carencias”(Ricardo Sidicaro, “Poder político, liberalismo económico y sectores po-pulares en la Argentina 1989-1995”, en A. Borón. M. Mora y Araujo, J.Nun, J. C. Portantiero y R. Sidicaro, Peronismo y menemismo. Avataresdel populismo en la Argentina, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 1995,pp. 151 y 155).

14 Javier Auyero, La política de los pobres. Las prácticas clientelísticasdel peronismo, Buenos Aires, Manantial, 2001, cap. 3.

15 Sobre el particular, Steven Levitsky, “Crisis, party adaptation andregime stability in Argentina. The case of peronism, 1989-1995”, PartyPolitics N° 4, 1998. Y Javier Auyero, 2001.

Lasmanzaneras

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del universo laboral “carenciado” con el mundo estatal la quese corta en el potencial simbólico que desarrolla la protesta.Ambos tipos de protesta comunican la crisis de redes de inte-gración sociopolítica propias de un modelo institucional de re-laciones entre economía y sociedad actualmente sujeto a unaprofunda transformación sistémica. Pero sólo en el caso de losmovimientos de piqueteros, la reducción de expectativas deacción en el anterior esquema integrador revierte en la consti-tución de un reclamo de derechos.

Las manifestaciones tipificadas como estallidos provincia-les hacen pública la transgresión del pacto por parte de losgobernantes provinciales y exigen su debido cumplimiento, surestauración.16 Los manifestantes en la ruta denuncian el abusode las relaciones políticas institucionalizadas por parte de losdirigentes locales y los punteros partidarios17 y se dirigen alEstado nacional solicitando su inserción al mismo. Desde los

16 Marina Farinetti resalta el sentido restaurador del pacto o contratopor parte de los manifestantes en la rebelión de Santiago: “el sentido res-taurador no dejó de afirmarse a pesar de algunos esfuerzos de la clasedirigente local para ‘nacionalizar’ el conflicto. Mientras que ésta solía co-locarse en el contexto de una discusión más amplia acerca de la viabili-dad de las reformas de mercado exigidas por el gobierno nacional a lasprovincias, el conflicto quedaba confinado al espacio local, entendido comoel espacio ‘natural’ de la política. Es así que la acción se consumió en laexorcización del mal (los políticos corruptos y ladrones) y se puntualizóen el pago de los salarios atrasados”; Farinetti, cit. p. 3.

17 A partir de 1997 el gobierno nacional puso en marcha una serie deplanes de empleo para desocupados consistentes en la entrega de unasuma fija por la realización de tareas en la comunidad del beneficiario.Desde entonces, la demanda de “los piqueteros” con relación a los planesha sido, además de requerir la firma de convenios que garantizaran nue-vas entregas, cortar las redes del clientelismo político (desde solicitar laconfección de padrones de beneficiarios por municipio, pasando por latoma de decisión por la asamblea de desocupados acerca de cómo repartirlo conseguido, hasta el control de la adjudicación de los planes). En juniode 2001, en un contexto de fuertes críticas emanadas desde el gobiernohacia los piqueteros, a quienes acusaban de manejo discrecional de losplanes de empleo, la Secretaría de Empleo del Ministerio de Trabajo de laNación realizó un estudio del cual surge que los piquetes permiten locali-zar las necesidades de manera directa y así quebrar la vía del clientelismopolítico, mediante la distribución de los planes. Este estudio constata tresmodos de acceso a los planes: 1) un 26% se anotó en algunas de las sedesdel programa; 2) un 25% obtuvo el beneficio a través de un movimiento dedesocupados o mediante la participación en un piquete; 3) el resto de losentrevistados se anotaron en la municipalidad. Asimismo se constata quetodos los beneficiarios necesitan de la ayuda estatal: el 81,8% manifestótener como único empleo el plan entregado por el gobierno, mientras queel 18,2% restante manifestó como ocupación complementaria las “chan-gas”; el 80,6% de los hogares beneficiarios están, con la ayuda, por debajodel umbral de pobreza, mientras que un 31,3% del total de los beneficia-rios reside en hogares ubicados por debajo de la línea de indigencia. “Es-

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tudio sobre focalización, recepción y satisfacción con programas de em-pleo”, Secretaría de Empleo, Ministerio de Trabajo. El estudio fue realiza-do entre el 20 y el 28 de mayo de 2001 a partir de un relevamiento entre1214 beneficiarios de planes de empleo de Capital Federal, la localidadbonaerense de Moreno, la capital cordobesa y la ciudad de esa mismaprovincia Cruz del Eje y el departamento salteño de General San Martín.Esta síntesis del estudio está en Página 12, 20/08/01.

18 A partir de mediados de 2000, distintos grupos comprometidos enlos cortes provinciales se movilizan conjuntamente y participan de mar-chas federales por el trabajo y contra la pobreza, compartiendo estas rei-vindicaciones con el Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO), organi-zación que reúne a integrantes de un alto número de organizaciones em-presariales, de trabajadores, de derechos humanos, religiosas, políticas,culturales, universitarias, etc. y donde destacan representantes de la CTA.La proyección nacional del movimiento se institucionaliza a partir de juliode 2001, con la creación del Movimiento Nacional de Desocupados en uncongreso que reúne a dos mil delegados de todo el país y sienta las reglasdisciplinarias y de coordinación del movimiento junto con los reclamosbásicos de “vivienda digna, trabajo y el derecho a peticionar ante las auto-ridades”. A fines de 2001, el movimiento se comprometió buscando la pues-ta en marcha de una consulta popular con el propósito de que la pobla-ción opinara sobre la necesidad de crear un seguro de empleo y formaciónde 380$ para todos los jefes y jefas de hogar desocupados y una asigna-ción universal de 60$ por hijo menor de 18 años, más una asignación de150$ a todas las personas en edad jubilatoria sin cobertura previsional.La consulta fue realizada por el FRENAPO entre los días 13, 14 y 15 dediciembre de 2001 mediante elección libre y voluntaria y tuvo un éxitocontundente. El 3 de abril de 2002 el gobierno nacional lanzaba el PlanJefas y Jefes de Hogar, bajo el rótulo de “derecho familiar de inclusiónsocial” dirigido a las familias con hijos menores de 18 años o mujeresembarazadas sin trabajo ni ingresos y consistente en un monto de 150$mensuales a cambio de la realización de tareas comunitarias, laborales ode capacitación. Se disponía a la inscripción de los beneficiarios que cum-plieran con los requisitos en los municipios y a la realización de los pagos

primeros cortes en las provincias del interior del país a la or-ganización nacional de desocupados, la repolitización de la iden-tidad de ciudadanía entre los trabajadores sin empleo ha sidoun rasgo constitutivo de los distintos movimientos, si bien susignificado se fue transformando y desarrollando en el cursode las acciones colectivas y la actividad organizativa: desde el“derecho a tener derechos” presente en las apelaciones de unacierta presencia de las comunidades “perdidas” del interiorcomo interlocutores legítimos en el Estado, hasta el reclamomás reciente de una mínima ciudadanía social y universal ga-rantizada.18

En términos globales, los dos tipos de protesta emergentescomparten dos rasgos sustantivos. En primer término, son pro-testas laborales. Si bien es cierto que el carácter de sus de-mandas puntuales (pago de salarios, Planes Trabajar yemprendimientos productivos) ha sido defensivo y prioritario

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con las necesidades vitales básicas, no lo es menos que un ejefundamental del reclamo lo constituyen la relación salarial yel derecho a trabajar, a través de la solicitud y/o la defensa dela condición y los derechos derivados del trabajo. A lo largo delos años 1990 hubo, por tanto, un fuerte resurgimiento de laprotesta laboral, que complejizó y complicó a la protesta sindi-cal, contra la política económica del gobierno.

En segundo término, son protestas contra el sistema políti-co que procesó el ajuste estructural. El fuerte contenido“antipolítica” de las protestas, de denuncia y repudio de lossistemas políticos locales en los estallidos, y de rechazo a lospartidos y las organizaciones o “burocracias” sindicales en elorden nacional en los cortes y protestas del movimiento de des-ocupados, enuncia la crisis del lazo representativo entre go-bernados y gobernantes, constitutivo del sistema institucionalde la postransición democrática en la Argentina.

mensuales a través de las sucursales bancarias de todo el país. Asimismo,se disponía el control en la adjudicación de los planes por los consejosconsultivos de cada localidad, integrados por representantes de los traba-jadores, los empresarios, las organizaciones sociales y confesionales, or-ganizaciones de trabajadores desocupados y por los distintos niveles delgobierno. Se instaba a la población a no aceptar “gestores ni intermedia-rios” y se preveían severas penalizaciones para aquellos funcionarios yparticulares que infringieran las normas que rigen el derecho. Más allá deque su efectivización posterior se tradujo en la distribución, con dudosatransparencia entre las esferas oficiales, de 150 LECOP (bonos del Estadoque hacen frente a obligaciones fiscales, sin la emisión de pesos) dentrode un número restrictivo de beneficiarios, el subsidio actual constituyeun paso en la institucionalización del proceso de constitución colectivadel reclamo de un derecho mínimo de inclusión social. Como contrapro-puesta a este proceso de unificación del movimiento y búsqueda de unaciudadanía básica garantizada por el Estado, sendas fracciones más radi-cales entre el movimiento de trabajadores desocupados (una ligada a par-tidos políticos de izquierda, que reivindica una salida política de conjuntopara la clase obrera; y otra que se reconoce autónoma del Estado y lospartidos políticos), se constituyeron como bloques alternativos, aun cuandoen sus movilizaciones reclamen al gobierno planes de empleo y de alimen-tación: el Bloque Nacional Piquetero, integrado por el Polo Obrero (depen-diente del trotskista Partido Obrero), el Movimiento Territorial de Libera-ción (vinculado con el PC), el Movimiento Independiente de Jubilados yPensionistas (que realiza alianzas con la CGT disidente) y el MovimientoTeresa Rodriguez (del ex dirigente del ERP R. Martino y afín a Madres dePlaza de Mayo); y la Coordinadora Anibal Verón, que reúne a distintosMTDs y CTFs (coordinadoras de trabajadores desocupados), algunos de loscuales están vinculados en sus orígenes con comunidades eclesiales debase, y realizan un trabajo sistemático de educación popular y de talleresproductivos con miras a independizarse de los planes de trabajo. La frac-tura quedó de manifiesto, como en ninguna otra oportunidad, cuando losrepresentantes de FTV-CTA y CCC se reunieron con el gobierno el 15 deenero de 2002 con el objetivo de convocar a jornadas de concertación.

La “anti-política”

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Sobre el particular, cabe apuntar que la política que la pro-testa construye como objeto de su denuncia venía atravesandoun proceso de fuerte mutación, algunos de cuyos rasgos pue-den rastrearse incluso desde mediados de los años 1980. Peroespecíficamente, durante los años de Menen en la presidencia,la política se desvinculó de los procesos de crisis social dispa-rados por el aumento del desempleo y la pobreza, evitando laconstrucción de nuevas identidades colectivas que los abarca-ran y restringiendo sus intervenciones en este sentido al sumi-nistro de acotados planes sociales para cubrir necesidadesmínimas. En términos más generales de la relación entre polí-tica y sociedad, la política se replegó sobre liderazgos que re-huían de producir vínculos sociales y organización colectiva ylimitaban la comunicación al aprovechamiento autointeresadode estructuras clientelísticas preexistentes. Por último, la po-lítica se llenó de secretismo, de acuerdos arcanos al público engeneral y realizados fuera de los mecanismos constitucionalesde los poderes del Estado.

El gobierno de la Alianza, que asume a finales de 1999 y esabortado a fines del 2001, comparte objetivamente todas lascaracterísticas atribuidas al proceso antedicho de mutaciónde la política. Sin embargo, es en el marco de su acción degobierno cuando la protesta se fortalece y se multiplica, recor-tando múltiples espacios de exclusión social desde sectoresdiversos. Si linealmente (objetivamente) puede dibujarse unacontinuidad entre la política de la Alianza y la políticamenemista, como si aquélla fuera el momento ulterior de underrotero que se inicia una década antes, desde el punto devista de las subjetividades políticas, debe subrayarse una rup-tura. Y es esta ruptura, dada por la estrategia política de dis-tinción de la Alianza, la que actúa como contexto para las ac-ciones colectivas que entre el año 2000 y 2002 impugnaráncreciente y extendidamente a la política.19

19 En el plano de la acción institucionalizada, el denominado “voto bron-ca” de las elecciones nacionales legislativas, celebradas el 14 de octubredel año 2001, fue el rasgo más sobresaliente de la protesta política: losvotos en blanco e impugnados llegaron a un 15% para senadores y a un26% para diputados. La gran perdedora fue la Alianza, que de lograr casi 9millones de votos en 1999, en estas elecciones no llegó a cosechar los 2millones de votos, lo cual significa una caída del 500%. Pero al justicialismono le fue mejor: aunque ganó las elecciones, perdió más de 4 millones devotos respecto de 1999 (CEOP, 16/10/01).

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2. La revalorización de las reglas institucionales comoestructura de oportunidad para la profundización de lavoz y la generalización de la protesta

Como es de público conocimiento, la orientación que alentó laAlianza no consistió en un cambio del proyecto de país. Másbien se indicaba desde sus afluentes orgánicos que debíanmorigerarse todas las expectativas de transformación econó-mica y social. Si hubo una promesa que sostuvo la constitu-ción de esa fuerza contramayoritaria que fue hacia 1999, ellase erigió en cambio contra las otras “recaídas” de la políticaatribuidas por la propia Alianza al “modelo menemista”: eldecisionismo personalista y el secretismo sin ningun control.Y debe entenderse tal promesa, no sólo por la valía performativadel acto que, como toda propuesta electoral, estaba obligada aproducir, sino, fundamentalmente, por la eficacia social de lasprácticas a través de las cuales la fuerza opositora almenemismo se había ido constituyendo a lo largo de los años1990, interpelando las inquietudes de cada vez más ampliossectores de la población. La lucha contra la corrupción y larecomposición del Estado de derecho: estas representacioneshabían tenido y tuvieron un fuerte poder simbólico en la socie-dad argentina de los últimos diez años. La política gustabamirarse desde este juicio sobre la política.

Las elecciones de 1999 no sólo o ni siquiera conllevaban alcambio de gobierno. Se abría con ellas un “período” signadopor una alteración sustantiva del espacio público, esto es, delas reglas y los actores que participan en la política. La opciónganadora buscaba promover el funcionamiento de las institu-ciones de la democracia representativa contra la ascendenciade los liderazgos asociados con la arbitrariedad y el secretismo;se proponía restituir una comunidad de habla donde todos pu-dieran ejercer su derecho a la voz aun cuando esa participa-ción se encauzara hacia los procedimientos institucionales delrégimen político (el Parlamento y la Justicia). La Alianza seidentificaba con una nueva forma de gobierno basada en laregeneración del espacio (político) público.

El transcurrir de sus días de gobierno hizo más y más evi-dente, no obstante, no sólo que las instituciones del Estado nogobernaban las dinámicas del proceso económico y político in-terno, sino que las decisiones de gobierno eludían el debateparlamentario y que las voces que se alzaban desde distintossectores de la sociedad no constituían para el elenco guberna-mental ninguna palabra autorizada a ser parte del público yentablar diálogos con el gobierno. Efecto cruzado, por un lado,

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de la acción directa tanto de los actores del mercado como dela protesta callejera, y por otro y sobre todo, de un elenco gu-bernamental que reducía (el entendimiento de) la política a laacción de intereses sectoriales actuando en forma directa, elespacio ciudadano de referencia devino un “lugar” totalmenteidealizado. El nivel de autorreferencialidad alcanzado por lasdecisiones políticas fue realmente inédito. Tales determinacio-nes no sólo se separaban con relación a los procesos socialesque marcaban la realidad del país, sino también con respectoa la propia representación que la fuerza gobernante se habíahecho de la política y que constituía el referente interno de laetapa que con ella se abría. Finalmente, la política quedó des-provista de vinculaciones ciertas con las reglas constituciona-les que actúan poniendo severos límites a los partidarios delorden, como ocurrió con el incremento de la actividad represi-va en las protestas provinciales a partir de los acontecimientosde Corrientes en 1999 y como se puso de manifiesto con laimplantación del estado de sitio y la respuesta cívica inmedia-ta posterior el pasado diciembre.20

Como lo han puntualizado algunos teóricos de los movimien-tos sociales, los ciclos de movilización –de intensificación delos conflictos y difusión de la acción colectiva– se relacionancon estructuras de oportunidad política para ampliar los lími-tes de la protesta (Tarrow, 1997).21 En nuestro caso, la expe-

20 Si bien las estrategias del gobierno con relación a las protestas si-guieron en la dirección de la anterior administración, creció el número delos enfrentamientos violentos y la intensidad de los conflictos. La mayorvisibilidad y menor tolerancia social hacia las acciones del gobiernoaliancista están relacionadas nuevamente con la distinción que esa fuerzapolítica buscaba operar frente a la etapa menenista: preservar el interéspúblico o general, la convivencia común dentro de la ley contra cualquierdefensa particularista de intereses. Sin embargo, sus estrategias oscilaronentre la deslegitimación y represión de la protesta y el acercamiento a losgrupos demandantes basado en la atribución de un carácter particularistaa sus reclamos; desde esta última perspectiva es que el gobierno accedió anegociar con los “piqueteros” la entrega y/o garantía de planes de trabajo.Por su parte, la contestación cívica de la población a la declaración deestado de sitio formulada por el presidente De la Rúa, el 20 de diciembrede 2001, calificándolo como un “exabrupto”, como un “fuera de lugar”, dacuenta cabal de esta falta de correspondencia entre una estrategia públicade respuesta a una situación especialmente crítica y conflictiva y un actode pura fuerza.

21 Tarrow define un ciclo de protesta como una fase de intensificaciónde los conflictos y de la confrontación, que incluye una rápida difusión dela acción colectiva de los sectores más movilizados a los menos moviliza-dos, un ritmo de innovación acelerada en las formas de confrontación,marcos nuevos o transformados para la acción colectiva, una combina-ción de participación organizada y no organizada y unas secuencias de

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riencia social de la Alianza, medida como la distancia entre eseespacio público potencial que marcaba la restitución de la ciu-dadanía republicana al (control del) gobierno y el espacio realque ocupó, puede ser pensada bajo esos conceptos, como laestructura de oportunidad, primero, para el recrudecimiento yla extensión de las movilizaciones con cortes de calles y rutas,y luego para la generalización de las protestas centradas en elrechazo a la política.

La difusión de las acciones piqueteras desde fines de 1999y la difusión del corte como forma de expresión para reclamoscorporativos y sectoriales diversos (agropecuarios, educación,salud, etc.), cierra un período marcado por acciones tempo-rarias y acotadas de resistencia a las políticas económicas yabre un nuevo ciclo de protesta a partir de la brecha abiertapor el cambio institucional que implicaba el advenimiento dela Alianza al gobierno. A partir de la apertura potencial delsistema político, la “realidad” social puede ser construida entérminos de oportunidad para el uso de la voz22 y la generaliza-ción de esta nueva representación sobre los lugares de la sobe-ranía, mediante la multiplicación de las voces que buscan ha-cerse oír.23

Que el problema que enfrentaba el gobierno, más allá desus medidas económicas y sus planes sociales específicos, erade fractura del sistema político, fue advertido en su propio seno,al alertarse sobre los costes colectivos que sobrevendrían a unaestrategia de acercamiento a los piquetes basada en la accióndirecta o en la identificación de los reclamos como intereses

interacción intensificada entre disidentes y autoridades que puede termi-nar en la reforma, la represión y, a veces, la revolución. La estructura deoportunidad política refiere a los cambios operados en la estructurainstitucional o en las relaciones de poder, así como a la capacidad y dispo-sición del Estado para la represión, que tornarían al sistema político envulnerable para la emergencia de un movimiento social. Sidney Tarrow,El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y lapolítica, Alianza, Madrid, 1997, pp. 21 y 264.

22 Albert Hirschman, Salida, voz y lealtad, México, FCE, 1977.23 Por supuesto que la baja capacidad del gobierno para construir

orden junto con la depresión económica y el aumento del desempleo y lapobreza constituyen datos de vital importancia para entender laconflictividad social. No obstante, cualquier perspectiva que vaya másallá de considerar los fenómenos de acción colectiva como comportamien-tos reactivos a cambios que les afectan, y entender su desarrollo como elresultado de un cálculo de fuerzas relativas, debe contestar a la preguntade por qué intereses definidos en procesos de identificación previos optanpor el uso continuado de la voz y por qué el uso de la voz, más que loscontenidos particulares de los reclamos, se convierte en el hecho políticodel momento.

Fracturadel sistemapolítico

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acotados de los grupos que protestaban. Antes, el “derecho apeticionar a las autoridades” se había instituido como funda-mento a la acción de cortar las rutas: en cada corte del interiordel país este reclamo era el que habilitaba a los reclamos pos-teriores (de planes de trabajo, subsidios, fuentes de trabajo)como primer derecho o “derecho a tener derechos”; fue el re-clamo que sirvió de base a la organización nacional de desocu-pados en su primer congreso de julio de 2001 y constituyó,asimismo, la principal fuente de tensiones con el gobierno dela Alianza. Tras su arribo al Ministerio de Desarrollo Social, lairrupción del ministro Cafiero en el corte de la ruta nacional34 en la provincia de Salta, cuando aún continuaba la tensióndel enfrentamiento con las fuerzas de seguridad, es acompa-ñada de las siguientes palabras:

“Ya anoche les dije que la protesta está bien si haydebajo una causa que la haga legítima y que nadietiene derecho en un Estado democrático a decirle aotro que no puede peticionar por un derecho ausen-te. El método creo que hoy produce una fractura enla sociedad y a veces genera una situación de luchade pobres contra pobres; eso está muy bien compren-dido en Mosconi, por eso creo que hay una revisióndel método para no volver a generar situaciones ha-cia adentro de la comunidad que la debiliten o queno le permitan tener unidad. Anoche encontramoslos puntos básicos para que la comunidad trabajejunta, los que estuvieron o no en el piquete”.24

3. Protesta y política hoy: nuevas y viejas ciudadanías

En diciembre de 2001 aparecen nuevos actores de la protestasocial: la acción concertada de los ahorristas que protestanpor la devolución de sus devaluadas acreencias bajo custodiade los bancos,25 y las asambleas barriales.

En un momento inicial, el primer tipo de protesta convirtióen un hecho público la posición social adquirida por un sector

24 La Nación, 24/06/01.25 Comprende los “escraches” a los bancos, que los ahorristas defi-

nían como culpables de la situación de privación, acusándolos de “ladro-nes”, pidiendo que “devuelvan nuestros dólares” y ejerciendo, en algunoscasos, acciones violentas contra los edificios de varias sucursales; lasmovilizaciones al Congreso de la Nación y el Palacio de Justicia y la pre-sentación de amparos judiciales individuales y colectivos.

La protestade los

“ahorristas”

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de las heterogéneas “clases medias”, que fue beneficiario delmodelo de la convertibilidad en términos de su inserción labo-ral dinámica y del aprovechamiento de la estabilidad de preciosy la paridad cambiaría con el dólar. Esta posición no es llana-mente económica, no obstante, sino el resultado de su relacióncon el modelo de la ciudadanía del consumidor, modelo que cons-tituyó el único relato comprehensivo y mítico acerca de las nue-vas relaciones sociales capaces de hilvanarse y articularse conla sociedad de mercado.26 El modelo dictaminaba que la inte-gración de los individuos a la sociedad se lograba por vía de laeconomía, a través de la participación en las oportunidades delconsumo y la masificación crediticia. La constitución de la pro-testa de los ahorrístas, damnificados por el sistema financiero yel colapso de la convertibilidad, alude a la destitución de estaidentidad social, que ya no puede confirmarse en la pertenenciaa la red y cadena de consumos, al mismo tiempo que la despla-za sobre otro eje de identidad: la demanda al Estado para queasuma los compromisos contraídos en las leyes.27 El lema bajoel cual 10.000 ahorristas organizados se manifestaron desde elCongreso hasta Tribunales el día 17 de junio de este año, resu-me el sentido y el dispositivo para sus expectativas: “en defensadel derecho de propiedad y en defensa del orden institucional”.28

Las asambleas barriales constituyen el desarrollo denovedosas formas de acción y organización colectiva desafia-doras de las formas institucionales de la política. Pero se rela-cionan también con el quiebre de otro de los modelos de ciuda-danía que había sido definitorio en la reconstrucción demo-crática en la Argentina. Dejando para unas líneas más abajouna mención a su productividad política, la dimensión de fuerterechazo a los dirigentes partidarios y en general a toda la

26 También es cierto que confluyen en la protesta otros sectores socia-les cuyo modelo de integración y ascenso social está tradicionalmentevinculado con el ahorro. Con excepción, quizá, de los “nuevos pobres”que recurrieron a los bancos buscando protección frente a la contingen-cia, el rasgo sobresaliente de los 90 fue una actitud generalizada, entrelos sectores económicamente integrados, de aquiescencia prestada a unmodelo de integración mediante la exclusión de debates que conllevaran“correcciones” al mismo, en el sentido de una cierta universalización deintereses y recreación de derechos.

27 En un sentido general, todas las protestas del período constituyenun reclamo de vigencia de la ley. En un sentido más acotado, el pedido dejusticia que realizan los ahorristas coloca a este tipo de protesta muycerca del sentido social de los estallidos. En ambos casos, la demanda dejusticia es reclamo de una legalidad “anterior” (“que se cumpla lo que dicela ley”), sin discusión, en principio, del vínculo con un orden sociopolíticoy económico más amplio donde esa legalidad se inserta.

28 Véase Página/12, 12/06/2002 y 18/06/02.

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dirigencia política, presente en las asambleas, representa unadeslegitimación profunda de la representación como fórmulade construcción del poder soberano sobre bases autónomas.La ciudadanía política, tal como la conocimos en la Argentinavertebrada en los vínculos con los partidos mayoritarios radi-cal y justicialista, que entra crecientemente en crisis durantelos últimos años bajo la forma de promesas incumplidas de lapolítica, encuentra en las asambleas su crisis más radical, entanto crisis transformadora de las formas de la política.

En conjunto, y en la perspectiva histórica de los últimosdiez años, por lo menos, de política en la Argentina, los tresmodelos de la ciudadanía que habían sido partes constitutivasdel engranaje de integración institucional se encuentran hoyquebrados: el modelo de la ciudadanía social, con su dobledimensión de derechos laborales sindicales y de relacionesclientelares y protección social subsidiaria en los márgenes dela estructura social; el modelo de la ciudadanía política, basa-do en las mediaciones y la integración a través del sistemapolítico; y finalmente el modelo de la ciudadanía económica,en sus visiones de más antiguo y de más corto aliento.

Frente a ello, ¿cuáles son los nuevos significados de la ciu-dadanía que se articulan en las protestas?

En primer lugar, se debe mencionar la activación de unanueva demanda de ciudadanía social en el movimiento de des-ocupados que se fue desarrollando e institucionalizando juntocon otras organizaciones participantes en la propuesta (CTA yFRENAPO). En términos del largo plazo histórico, esto suponeuna alteración del significado tradicional de la ciudadanía so-cial y por tanto una transformación institucional de los meca-nismos de integración social en el actual marco de repolitizaciónde la identidad: desde “el trabajador es un ciudadano”, corres-pondiente al contexto reivindicativo de pleno empleo, a “el ciu-dadano, en cuanto tal, es un trabajador”, presente en los re-clamos de creación de un salario de ciudadanía que desvinculaesta condición de la participación actual en el mercado labo-ral, pero considera al trabajo (y la dignidad por el trabajo) underecho de los integrantes de la comunidad. Recientemente, lafracción más importante del movimiento se ha constituido comointerlocutor en el diseño de una política pública de inserciónuniversal y como parte contralor en su implementación.29

En segundo lugar, hay que considerar el sentido de lo polí-

29 Aquí hay que destacar dos aspectos de la constitución del movi-miento de desocupados como actor de la política pública que culmina ensu capacidad de negociación: que la representación del movimiento es

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tico en las asambleas barriales. Como su nombre lo indica, lasasambleas tienen un emplazamiento acotado a ciertos barrios,que están además localizados en Capital Federal, algunas lo-calidades del conurbano y unas pocas ciudades del interior.La contraparte de su fuerte denuncia y rechazo de la políticainstitucional es la demanda de democracia participativa o laacción colectiva sin delegación de poder hacia otras instanciasreferentes de soberanía. El debate en las asambleas vinorecortándose sobre dos problemáticas muchas veces en dispu-ta entre los propios participantes: la gestión comunitaria debienes sociales y públicos y/o el planteamiento de grandes te-mas de la política capaces de proyectarse hacia la escena na-cional. Puede decirse que las asambleas se han constituidosobre un fuerte reclamo hacia adentro –hacia “la gente”– de“poder hacer”. Este poder hacer es problemático y no derivajustamente por ello en formas institucionales definidas, sinoque combina la autogestión de necesidades básicas con la par-ticipación en debates, marchas y protestas bajo el mismo lemade rechazo a la política institucional. Puede decirse, pues, quelas asambleas se nutren de la tensión entre dos implicanciasposibles del “poder hacer”: un hacer que deriva del poder (dereunirse y actuar concertadamente) y un poder (colectivo), quese gesta directamente en el hacer (el hacerse cargo, el gestio-nar por sí mismos).

Más allá de aventurar cuál será la relación que tomen estasimplicaciones en su evolución sobreviniente, es importante re-cordar que en la aparición y en la problemática de las asam-bleas están fuertemente presentes algunos rasgos y elementosde anteriores protestas: en primer lugar, el ensanchamientodel espacio público que incorporó a la escena política el movi-miento de desocupados, contra la personalización de la políti-ca y su autonomización de los mecanismos de integración. Ensegundo lugar, la conciencia de la brecha de exclusión socialinstalada desde el movimiento piquetero. La alta presencia dedesocupados en las asambleas, la memoria de la protesta so-cial –dada por la visibilidad de los medios y por la participa-ción activa y variable de manifestantes y militantes–, el traba-jo para la atención de necesidades básicas que están amplia-mente insatisfechas; todos estos elementos se encontraron“trasvasados” en las asambleas, unas asambleas que recogenademás su propia forma organizativa del movimiento piquete-

alcanzada a través de su capacidad de acción colectiva y de movilizaciónsocial y que tal representación integra una cosmovisión política en la cualel rechazo a las mediaciones clientelistas es un componente central.

Asambleasbarriales

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ro, que fue pionero en la constitución de la fórmula asambleariacomo mecanismo de decisión.

El encuentro real entre las asambleas barriales y el movi-miento de desocupados se fue produciendo en el primer nivel ymás sesgadamente en el segundo. Las asambleas y las distin-tas expresiones del movimiento de desocupados confluyerondurante el presente año en las marchas del 24 de marzo (con-memoración del aniversario del golpe de Estado) y del 1º deMayo (día internacional del trabajador), voceando una identi-dad común a partir de la vida pública que las separa de lapolítica institucional. Sin embargo, en el plano de la interven-ción social, los emprendimientos conjuntos están acotados aciertas asambleas y ciertos grupos de trabajadores desocupa-dos en la medida en que la escisión del campo político, con-densada en la metáfora “que se vayan todos” a partir de lossucesos del 19 y 20 de diciembre, redundó en el pasaje desdeuna adscripción territorial de la participación a la confluenciaen formas de construcción de poder local, horizontal y coordi-nado, como el desarrollo de proyectos productivos y servicioscomunitarios. Otras asambleas se muestran más proclives alas formas de cogestión participativa con los centros barrialesmunicipales.

Evidentemente, no hay una sola resignificación de “la cues-tión social”, pero, en todo caso, la multiplicidad de sentidos ysu capacidad para estabilizarse son asuntos que se planteandentro y no fuera de la relación (difícil) entre las ciudadanías–y la participación– y el Estado. La autonomía ganada a lasmediaciones de la política institucionalizada revierte en dis-tintas formas de acceso a los derechos, dependiendo de lasmodalidades diversas de ejercicio entre la participación políti-ca y la representación social. Esto está visto en la sobrevinientesindicalización del movimiento nacional de desocupados y enla tensión que se prefigura entre la tendencia a la resistenciaactiva y la reinvención del Estado como instrumento de lucha,en fracciones autónomas radicalizadas del movimiento social,no para mirar afuera o arriba en la búsqueda de solucionessino como instancia de cambio desde la autoorganización ycoordinación de poder local. Entre las nuevas membresías, laciudadanía posee relevancia práctica a la hora de dotar de sen-tido a la vertiginosa y cambiante evolución actual de la protes-ta social.

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Resumen

En este artículo se presta atención a dos ejes analíticos quecontribuyen a la significación de las nuevas formas de protes-ta social aparecidas en la Argentina en los años 1990 y 2000.El primer eje es temporal y permite comprender las nuevasmodalidades de conflicto social en una perspectiva históricade la acción. El segundo eje está representado por los cambiosproducidos en el sistema político con el advenimiento de laAlianza al gobierno en 1999, como contexto de la generaliza-ción de las protestas entre 2000 y 2001. En ambas dimensio-nes se destacan las relaciones que la protesta social mantienecon las viejas formas de ciudadanía y las potencialidades deformas nuevas.

Palabras claves

Argentina – ciudadanía – conflicto – participación po-lítica – protesta social.

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¿Autogobierno o representación?La experiencia de las asambleas en la Argentina*

Germán J. Pérez / Martín Armelino / Federico M. Rossi**

Selfgovernment or representation?Assemblies’ experience in Argentina

This work sets out to investigate on the possiblereconfigurations in the relationship between partici-pation, deliberation, representation and decision thatsustain a type of political action, and which took placein Buenos Aires and others cities of the ArgentineRepublic after the events of December 19 and 20thof 2001. It is made on the evolution of an actor arisenfrom this crisis: the assemblies.The complexity of the process prevents to estimatecertain common characteristics to all the arisen ass-emblies. For that reason, this work describes to cer-tain typical characteristics of models of assembliestaking two types from assemblies arisen in BuenosAires of that crisis: self-appointed popular, on theone hand, and the local ones (Popular Assembly CidCampeador), in one way, and (Local Assembly of Pa-lermo Viejo) by the other. From an extensive empiri-cal investigation a series of variables for the descrip-tion settles down, contrast and comparison of thetypical characteristics of these two assemblies: therelationship with the territory, the types of demands,,the criteria of authorization of the word in the deli-berative process, the definition of the adversary withrelation to which one defines the own group and theorganizational models that each assembly establis-hes for the decision making.Soon the type of relationship that each assembly es-tablished with the four characteristics proposes todefine a political action: participation, deliberation,representation and decision. The type of specific re-

* Trabajo presentado a la Latin American Studies Assosiation (LASA),Dallas, Texas, 27-29 de marzo de 2003.

** Docentes e investigadores de la Facultad de Ciencias Sociales de laUniversidad de Buenos Aires. Los autores realizaron la investigación quedio origen a este artículo en el marco de un proyecto de investigacióndirigido por el profesor Federico L. Schuster con sede en el Instituto GinoGermani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

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lationship that each one of these studied assemblieshas established with the four aspects of the politicalaction has also defined the identity of each politicalgroup and the way in which each one has articulatedits relationships with the formal political system.

Introducción

Una de las prescripciones salientes del gobierno representati-vo que la nación argentina incorpora en su texto constitucio-nal señala que el pueblo no delibera ni gobierna sino por me-dio de sus representantes y autoridades creadas por la propiaConstitución. Dicha disposición fue vigorosamente cuestiona-da por la ciudadanía luego de los sucesos ocurridos en la ciu-dad de Buenos Aires y otras ciudades de la República Argenti-na entre el 19 y 20 de diciembre de 2001, que concluyerondramáticamente con el gobierno de Fernando de la Rúa.1

La impugnación de distintos actores colectivos ante el co-

1 La fórmula presidencial que triunfó en los comicios nacionales de1999, De la Rúa-Álvarez, surgió de una alianza estratégica conformadados años antes por las fuerzas políticas de oposición mayoritarias, la UniónCívica Radical (UCR) y el Frente para un País Solidario (FREPASO), lideradopor Carlos Álvarez, que provenía del Partido Justicialista. Durante la se-gunda administración de Menem (1995-1999), la UCR conservó una es-tructura partidaria nacional importante pese a los reveses electorales su-fridos en sucesivas elecciones ocurridas en la primera mitad de la décadade 1990 y pese a la disminución manifiesta de la performatividad políticasuficiente como para posicionarse con vistas a las próximas eleccionespresidenciales. El FREPASO, en cambio, había obtenido un apoyo crecienteen las urnas en sucesivos comicios legislativos y en la elección presiden-cial de 1995 (la fórmula Bordón-Álvarez había obtenido el segundo lugaren mayoría de votos, aunque muy por debajo del 51% obtenido por Menem)e incrementaba su imagen positiva en amplios sectores de la ciudadanía,como resultado de una performatividad política que impugnaba y denun-ciaba las prácticas corruptas que signaron el modo en que desde elmenemismo se concibió lo político y la política menemista. En ese senti-do, la agrupación política de Álvarez concentró la mayoría de sus recur-sos en el vínculo político con el votante vía los medios de comunicación,obstruyendo así la posibilidad de generar una estructura política con la-zos sólidos en las bases sociales y políticas. La carencia de estructurapolítico-partidaria de esta agrupación y la necesidad de reposicionamientode la UCR en el escenario político llevó a ambos a conformar la “Alianzapor el Trabajo, la Educación y la Justicia” para obtener la presidencia dela Nación y arrebatarle el poder al Partido Justicialista (PJ) luego de diezaños en el mismo. Sobre el FREPASO, la unión con la UCR y la gestación dela Alianza, puede consultarse M. Novaro y V. Palermo (1998). Así, la fór-mula de la Alianza Fernando de la Rúa-Carlos Álvarez triunfó en las elec-ciones de 1999, pero un año después, Álzarez renunciaba y comenzaba afracturarse la Alianza hasta el desenlace de diciembre de 2001.

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lapso del sistema político tradicional reflejado en la crisis dediciembre de 2001 planteó la posibilidad de redefinir las for-mas en que las relaciones entre participación política amplia-da, deliberación asamblearia, representación política y proce-sos de toma de decisiones dan sustento a un tipo de prácticapolítica. Acaso la crisis de legitimidad2 de un sistema políticoaltamente fragmentado y atravesado por la puja constante deintereses sectoriales como el argentino se ha manifestado en laconsigna “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Debereconocerse el carácter aglutinante de dicha consigna más alláde las peculiaridades de cada uno de los actores (piqueteros,ahorristas, asambleístas, etc.)3 que la tomaron como baluartede sus críticas, de acuerdo con las posibilidades e interesesespecíficos que han configurado el marco de oportunidades4

para la acción de cada uno de ellos.El trabajo se propone indagar sobre las posibles reconfigura-

ciones en las relaciones entre participación, deliberación, re-presentación y decisión que expresa la evolución de un actorsurgido de la crisis de diciembre: las asambleas. La compleji-dad del proceso impide partir de la presuposición de ciertosrasgos comunes a todas las asambleas que aún permanecenactuando luego de más de un año desde los acontecimientosque alumbraron su surgimiento. Por ello, consideramos im-portante realizar una descripción de ciertos rasgos típicos demodelos de asambleas. Para el presente trabajo se han tomadodos tipos de asambleas surgidas en la ciudad de Buenos Airesluego de la crisis de diciembre y que desde entonces hasta lafecha desarrollan sus actividades en forma continua: lasautodenominadas populares, por un lado, y vecinales por el

2 Definimos la crisis de legitimidad a partir del concepto de legitimi-dad estudiado por Max Weber, que alude en este caso a la pérdida devalidez intersubjetiva de las disposiciones que orientan la acción hacia laobediencia frente a un tipo de dominación política.

3 Véase más adelante en este trabajo la caracterización de cada unode estos actores colectivos.

4 Una oportunidad política explicita la posibilidad de cambiar un es-tado de cosas. Sydney Tarrow (1997, 1999) se refiere al concepto de opor-tunidad política como “aquellas señales continuas –aunque no necesa-riamente permanentes, formales o a nivel nacional– percibidas por losagentes sociales o políticos que les animan o desaniman a utilizar losrecursos con los que cuentan para crear movimientos.[...] Habría puesque considerar no sólo las estructuras formales, como las instituciones,sino también las estructuras de alianzas generadas por los conflictos quecontribuyen a la obtención de recursos y crean una red de oposición fren-te a constricciones o limitaciones externas al grupo” (1999: 89). Esto dacuenta tanto de los aspectos institucionales y formales como de los diná-micos e informales de la cuestión.

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otro. Dicha descripción permitirá inferir características y de-sarrollar un cierto dispositivo analítico para, luego, poder com-prender y explicar modos alternativos de orientar las relacio-nes entre participación, deliberación, representación y deci-sión que atraviesan a un virtual “movimiento asambleario”.

En primer lugar, se hará una breve mención sobre los suce-sos de diciembre como marco en el cual surgieron las asam-bleas. En segundo lugar, se describirán los rasgos típicos dedos asambleas representativas de dos modos alternativos deconcebir su propia actividad política, que fueron definiéndoseen los meses posteriores a la crisis de diciembre: la AsambleaPopular Cid Campeador y la Asamblea Vecinal de Palermo Vie-jo. La construcción de estos modelos estriba en una extensa ysostenida indagación empírica5 asentada en una serie de va-riables propuestas como herramientas heurísticas para la des-cripción, contrastación y comparación de rasgos típicos: la re-lación con el territorio, los tipos de demandas, los criterios deautorización de la palabra en el proceso deliberativo, la defini-ción del adversario con relación al cual se define el colectivo ylos modelos organizativos que cada asamblea establece para latoma de decisiones.

Luego de la descripción, contrastación y comparación delos rasgos típicos mencionados se buscará, en tercer lugar, ana-lizar la relación que cada uno de los casos presenta entre lascuatro instancias propuestas para definir su práctica política:participación, deliberación, representación y decisión. Esto esimportante porque el tipo de relación específica que cada unade estas asambleas estudiadas ha establecido con los cuatroaspectos de la práctica política ha definido la identidad de cadacolectivo político y el modo en que cada uno articula sus rela-ciones con el sistema político formal.

La crisis de diciembre de 2001

Aunque la crisis política tuvo su desenlace a mediados de di-ciembre, una serie de hechos significativos crearon las condi-ciones para que ella se desatara y concluyera con el gobiernode la Alianza.

5 Las referencias descriptivas surgen tanto de la observación partici-pante en las asambleas desde su formación hasta octubre de 2002, comodel análisis de entrevistas en profundidad realizadas a los miembros. Tam-bién se han considerado para la descripción de los rasgos típicos las pu-blicaciones realizadas por las propias asambleas durante el período ene-ro-octubre.

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Un primer y duro revés había ocurrido el 6 de octubre de2000, con la renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez al cargo devicepresidente. Sólo habían transcurrido diez meses desde laasunción de su gobierno.6 Debido a que Álvarez lideraba unade las fuerzas políticas que constituyeron la alianza política, elFREPASO, su dimisión planteaba un escenario adverso para laadministración de De la Rúa puesto que uno de los pilares delgobierno de coalición quedaba ahora sin su líder en la mesa dedecisiones gubernamentales. La figura de Álvarez había sidoconstitutiva y hegemónica del FREPASO, una fuerza pequeña enestructura político-partidaria, diseñada verticalmente, con unamanifiesta concentración de las decisiones en manos de su lí-der y un cerrado círculo de adláteres que impedía la prolifera-ción de otras figuras políticas de la fuerza y con peso en unospocos distritos como el de Buenos Aires o Rosario (Santa Fe).La carencia de estructura partidaria suficiente para convertir-se en una fuerza de peso a nivel nacional se vio recompensadacon la amplia participación de Álvarez y otras figuras en losmedios de comunicación.

De la Rúa, por su parte, carecía de liderazgo político al inte-rior de su partido, lo cual se reflejó en el casi constante receloque desde las filas de la UCR marcaron sobre su gestión. Ello seexplicitó en el progresivo distanciamiento producido entre di-rigentes del propio partido, como el líder radical y ex presiden-te Raúl Alfonsín, y el círculo íntimo que rodeaba al Presidentee incidía en la toma de decisiones, pero que era ajeno al parti-do radical en particular y a la política partidaria en general.Las marchas y contramarchas entre el Poder Ejecutivo y lasfuerzas oficialistas en las cámaras de Diputados y Senadores,la oposición hostil ejercida por el PJ y una escalonada concen-

6 El motivo de la renuncia se había originado en un complejo caso decorrupción en la Cámara de Senadores, que Álvarez presidía, de acuerdocon el mandato constitucional que reserva la presidencia de ese cuerpolegislativo para el vicepresidente de la nación. Había tomado conocimien-to público que varios senadores habían recibido dinero desde el Ministe-rio de Trabajo para votar favorablemente un proyecto de ley deflexibilización laboral que desregularizaba definitivamente el campo delas relaciones laborales y que contaba con el visto bueno del Poder Ejecu-tivo. Ante el creciente escándalo se abría un hiato entre la posición deÁlvarez y la del propio Poder Ejecutivo y de los senadores al punto que elvicepresidente había quedado bastante solo en contra de la mayoría deéstos y hasta de su propio ámbito de poder, el Ejecutivo: mientras Álvarezapuntó a descubrir la raíz del conflicto, sus pares se manejaron de mane-ra que todo quedara como estaba y el caso de corrupción se olvidara nibien la prensa rezagara de sus primeras planas el tema. Ante una posi-ción débil y de creciente tensión al interior de la coalición Alianza, Álvarezrenunció.

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tración del poder en manos de un presidente sin liderazgo po-lítico fueron mancillando al gobierno de la Alianza. Si a ello sesuma la situación de recesión y depresión económica de másde tres años que acrecentaba dificultades en el plano social,casos de corrupción en distintas agencias gubernamentales odel sistema político en general siendo que “combatir la corrup-ción” había sido uno de los puntos salientes de la campañaelectoral de la Alianza, las condiciones (no siempre reconoci-das) para inferir una crisis política estaban dadas.

Un indicador significativo de la delicada situación políticalo brindaron las elecciones legislativas de octubre de ese año.En efecto, se renovaron la totalidad de las bancas para sena-dores7 y la mitad de las bancas para diputados. El PJ se impu-so en 17 de los 24 distritos de todo el país, reforzó su predomi-nio como mayoría en el Senado y desplazó a la Alianza comoprimera minoría de Diputados, quedando a un paso de alcan-zar el quórum propio en la Cámara Baja. La Alianza, por suparte, triunfó en la ciudad de Buenos Aires, su bastión origi-nal,8 y en un puñado menor de provincias.

De esa manera, el gobierno de De la Rúa quedó limitado poruna suerte de pinza legislativa dirigida por el PJ, que obligaríaen adelante a su gobierno a un desgastante ejercicio de nego-ciación para la sanción de proyectos de ley. Además de la ma-yoría favorable al PJ en el Congreso, el fracaso rotundo de laAlianza en esos comicios confirmó también la pérdida de legi-timidad de la administración De la Rúa.

Pero las elecciones reflejaron, una vez más, la crisis de re-presentación del sistema político argentino, de los partidos tra-dicionales y de sus figuras prominentes. Un dato central deesos comicios fue la creciente cantidad de votos negativos (nu-los y en blanco), que superaron en siete veces el promedio delas cinco legislativas acontecidas desde la restauración demo-crática, en 1983.9 El porcentaje de votos negativos, llamadospopularmente “voto bronca” por expresar la insatisfacción dela ciudadanía respecto de la gran mayoría de los políticos entanto representantes del pueblo, superó el caudal de los posi-tivos en la Capital Federal (un 27,2 por ciento del padrón) y en

7 A partir de la reforma constitucional de 1994, el electorado elige porelección directa la composición de ese cuerpo legislativo en forma com-pleta. Ésa fue la primera ocasión en que el Senado se renovó totalmente.

8 Véase nota 23, de este trabajo.9 Véase diario Clarín del 15 y 24 de octubre de 2001. Allí se consigna-

ba que 3.871.211 ciudadanos habían votado en blanco o impugnado suvoto. El “voto bronca” había expresado así la insatisfacción de más del 20por ciento del electorado.

Crisis derepresen-

tación

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¿AUTOGOBIERNO O REPRESENTACIÓN? 181

Santa Fe (40,4 por ciento fue la cifra provincial y Rosario, laciudad más importante de la provincia, la superó con 41,4 pun-tos). En la provincia de Buenos Aires los guarismos del votobronca se ubicaron por debajo del ganador, Eduardo Duhalde(PJ), pero por encima del ex presidente Raúl Alfonsín (Alianza);ambos competían para obtener una banca en el Senado pordicha provincia. Y en Córdoba el voto bronca quedó en tercerlugar. En consecuencia, los cuatro distritos más importantesdel país marcaban un dato indiscutido de desvinculación en-tre la dirigencia política y la ciudadanía en general.10

Vale tener presente, en ese sentido, que aunque protagonis-tas de la política argentina de los últimos veinte años como elex presidente radical Raúl Alfonsín o el ex gobernador de lapoderosa provincia de Buenos Aires Eduardo Duhalde (PJ)11

obtuvieron en esa elección amplios porcentajes de votos (másel segundo que el primero) para acceder a la Cámara de Sena-dores, ello no los inhibía del desprestigio que embarga a ladirigencia política desde hace tiempo. Es que, paulatinamen-te, ha ido creciendo en la ciudadanía la opinión acerca de ladirigencia política como una elite escindida de la sociedad ci-vil, con intereses propios para conquistar el poder, mantener-se en él y acudir a la gran masa de ciudadanos sólo en tiemposelectorales. Si bien esa opinión pareciera corroborar, una vezmás, la elitista concepción schumpeteriana de la política, esaselecciones mostraron también un alto porcentaje de votos enblanco e impugnados. El gobierno de De la Rúa, y De la Rúa enparticular, no tomaron nota de esa situación.

En un contexto de progresiva debilidad político-institucional,a fines de noviembre el PJ consiguió para sí la presidencia pro-visional del Senado, haciendo valer su mayoría en dicha Cá-mara. En una estratégica jugada en la lucha por el poder, el PJ

aprovechó el espacio vacío que había dejado el vicepresidenteÁlvarez al renunciar. Es que la Constitución argentina con-templa para el vicepresidente de la nación el cargo de presi-dente de la Cámara de Senadores. A éste lo sucede el presiden-te provisional del Senado, quien eventualmente toma posesiónde la presidencia en la línea de mando. Con la renuncia deÁlvarez y la consecuente retensión de la presidencia provisio-

10 Así y todo, Duhalde obtuvo 20 puntos por encima de su competidorpor la Alianza, el ex presidente Raúl Alfonsín, y casi dobló en cantidad al“voto bronca”. Una detallada información respecto de dichos datos repro-dujo Clarín el 15 de octubre de 2001.

11 Duhalde había competido por la presidencia de la nación en 1999;su derrota provocó un decidido distanciamiento entre él y Carlos Menem,que aún se mantiene.

Debilidadinstitucional

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nal del Senado por parte del PJ, se abrió la posibilidad paraeste partido de ocupar la presidencia de la nación ante la even-tual ausencia o renuncia del presidente De la Rúa.

De esa manera, semanas antes de que se desatara la crisisque terminaría con el gobierno de De la Rúa, el peronismo seacercaba al poder. Ramón Puerta, senador del PJ por la provin-cia de Misiones, fue nombrado en ese cargo.

El primer fin de semana de diciembre, el plan económico deconvertibilidad12 llegaba (virtualmente) a su fin. El ministro deEconomía, Domingo Cavallo, estableció la bancarización de laeconomía nacional y, sobre todo, la incautación de los ahorrospersonales mediante una operación que, luego, se la reconoce-ría popularmente –aunque de manera inapropiada– como“corralito bancario”. Dichas medidas impedían la extracciónlibre de los depósitos personales (plazos fijos, cajas de ahorro,cuentas corrientes) y restringían la mayoría de las operacionesbancarias a movimientos al interior del sistema financiero. Lajustificación gubernamental sobre tales medidas radicaba enuna importante corrida de depósitos de las distintas entidadesbancarias, públicas y privadas, ocurrida desde mitad de 2000.Ello afectó seriamente el sistema financiero repercutiendo enlas bases mismas de ese plan económico, puesto que quienesretiraron sus ahorros eran mayoritariamente clientes impor-tantes que extrajeron dólares para poder depositarlos en ban-cos extranjeros. La paridad peso-dólar se licuó a lo largo detodo ese año y la escalonada extracción de ahorros complicó laliquidez del sistema bancario y financiero. En ese sentido, losclientes bancarios temieron que la confiscación de sus ahorrosno mantuviera la paridad peso-dólar tal como la convertibilidadhabía instituido.

A ello se sumó que los días previos al 19 de diciembre13 seprodujeron varias protestas cuyas demandas y actores prota-gonistas diferían. Por ejemplo, hubo un corte en la Av. Gral.Paz, una de las más transitadas de la ciudad y que marca el

12 Dicho plan, puesto en marcha en abril de 1991, fue aprobado porley e instrumentado por Domingo Cavallo, quien había sido también mi-nistro de Economía durante gran parte de las administraciones de Menem.Asentado sobre tres pilares fundamentales para la estabilización econó-mica, el plan consistía en: a) la fijación del tipo de cambio (un peso pordólar); b) el respaldo de la totalidad de la moneda nacional en circulaciónpor una cantidad equivalente en dólares y oro en manos del Banco Cen-tral de la República Argentina (“convertibilidad monetaria”); y c) la elimi-nación de la indexación de precios y todo tipo de contratos prohibió alBanco Central la emisión de moneda.

13 Para un relato pormenorizado de los días previos y posteriores al 19y 20 de diciembre, consultar Schuster, Pérez, Armelino et. al. (2002).

Crisisfinanciera

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límite entre Buenos Aires y el GBA,14 organizado por comer-ciantes y federaciones de pequeños empresarios y manifesta-ciones en distintos puntos de la ciudad en contra de las últi-mas medidas económicas; dichas medidas originaron la apari-ción de los ahorristas como actores colectivos de la protestasocial durante 2002. También protestó un grupo de bailarinesdel prestigioso Teatro Colón de Buenos Aires frente al Cabildoy la Plaza de Mayo para conservar sus puestos laborales, huboun paro de trabajadores ferroviarios que dejó inactivo el servi-cio de trenes de pasajeros y de carga en todo el país, y se pro-dujeron varios piquetes15 en distintas ciudades del país, cuyademanda era fundamentalmente por trabajo y comida.

Un hecho que aceleró la conflictividad social y terminó pordesencadenar la crisis del gobierno de De la Rúa fue la progre-siva cantidad de saqueos realizados a supermercados y almace-nes de distintas ciudades del país primero,16 y luego en el GranBuenos Aires (GBA).17 Realizados por sectores marginales y debarrios carenciados que demandaban comida, en dichos saqueoshubo comida para algunos, represión policial para otros, heri-dos, muertos. Desde el gobierno nacional se responsabilizó aencumbrados dirigentes del PJ de la provincia de Buenos Airesde haber planificado una serie de saqueos que contribuyeran adesestabilizar al debilitado gobierno nacional. En suma, la se-mana transcurrida entre el 16 y el 22 de diciembre fue densa,compleja. Ante el incremento de saqueos y la posibilidad de quese produjeran en la propia Buenos Aires, el presidente De laRúa decretó el estado de sitio18 el miércoles 19, por la tarde. Porla noche, anunció dicho decreto por cadena nacional.

14 Se denomina Gran Buenos Aires al cinturón urbano que circunda laCapital Federal. Allí se registran los índices más altos de concentraciónde población del país.

15 Un piquete es un corte de ruta que interrumpe la circulación por untiempo determinado. En general, los cortes son de 24 horas como mínimoy convocan a un conjunto de personas que desarrollan todo tipo de acti-vidades en el espacio del piquete: música, fútbol, comercio, tribunas po-líticas, ollas populares, etc. La puesta en escena del piquete consiste enla quema de gomas que producen altas e impactantes columnas de humo.En relación con esta puesta en escena de la protesta social, se denominaal movimiento de desocupados surgido a mediados de la década de 1990como movimiento piquetero.

16 Mendoza, Concordia (Entre Ríos), Rosario (Santa Fe).17 Además de registrarse en este conglomerado el índice poblacional

más alto, se registran también altos índices de desempleo y subempleo,pobreza e indigencia.

18 El estado de sitio, de acuerdo con lo considerado por la Constitu-ción argentina, implica la suspensión de las garantías constitucionalesen las provincias o en todo el territorio nacional donde el orden haya sidoperturbado por conmoción interior o por ataque exterior.

Conflictivi-dad social

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Como respuesta, se produjo una protesta masiva y espon-tánea de la ciudadanía que reprobaba la palabra presidencialy el decreto mismo de estado de sitio. La protesta, conocidacomo el cacerolazo, fue contundente. Desde muchos barriosde la Capital Federal (y también en algunas otras ciudadesimportantes del país como Rosario, La Plata y el GBA) los veci-nos comenzaron a caminar por las calles sin rumbo fijo al gol-pe de cacerolas, sartenes, espumaderas y demás trastos decocina. La espontaneidad misma que caracterizó a ese primercacerolazo19 pudo observarse en el tipo de vestimenta de losparticipantes: ojotas, shorts, remeras raídas, camisetas, etc.,que simbolizaban el tránsito inmediato de lo privado a lo pú-blico. Y también fue espontáneo debido al camino sin rumbotomado por quienes marchaban por las calles. Hubo concen-traciones en distintos puntos de la ciudad, aunque la más sa-liente fue en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno.20

Al tiempo que las cuadras se cubrían de manifestantes, enalgunas esquinas se improvisaban fogatas con basura, los re-cipientes plásticos que la contenían y que están apostados enla vía pública, algunas maderas, gomas y demás objetos infla-mables. Algunos manifestantes utilizaron también esos conte-nedores para golpear con palos y acompañar el ruido de lascacerolas. La invasión de calles y avenidas provocó la anula-ción fáctica del tránsito: colectivos, taxis y autos se solidariza-ban con quienes marchaban por el asfalto tocando las bocinasde sus vehículos.

Se escucharon cánticos del tipo: “Salta, salta, salta, pe-queña langosta, De la Rúa y Menem son la misma bosta...”; “Aver, a ver, quién maneja la batuta, si el pueblo unido o el go-bierno hijo de puta (yuta puta...)”; “Sin radicales, sin peronistasvamo’ a vivir mejor...”; “Qué boludos, qué boludos, al estadode sitio, se lo meten en el culo...” y “Que se vayan todos”. Aun-que en las conclusiones se tratará más ampliamente, cabeconsignar cómo el espontáneo cántico de la manifestación ob-

19 A lo largo de todo el verano de 2002 se produjeron semanalmentecacerolazos, tanto para actualizar el sentido que había primado en esamasiva protesta como para exigir demandas varias. Luego, y de acuerdocon los ciclos de protesta (Tarrow, 1997) propios de este tipo de accióncolectiva, los cacerolazos se volvieron más esporádicos; actualmente serealizan en forma episódica.

20 Otros puntos importantes de concentración de manifestantes fue-ron la plaza frente al Congreso de la Nación, el Obelisco, el monumento alCid Campeador, ubicado en el barrio de Caballito y donde residen secto-res medios predominantemente, el frente del edificio de departamentosdonde residía el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo y de-más esquinas tradicionales de la Capital Federal.

El “cace-rolazo”

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jetó todo tipo de representación política y marco institucional:protagonistas de la política como De la Rúa y Menem, los par-tidos políticos, la policía, la actitud desafiante de la poblaciónante el estado de sitio y finalmente, que se vayan todos, acasoel slogan baluarte del objeto de estudio de este trabajo: lasasambleas. El carácter desafiante a la autoridad estatal queimplicó el cacerolazo se advirtió en el hecho mismo de produ-cir una acción colectiva de la envergadura del cacerolazo cuan-do regía el estado de sitio: en esa situación quedan suspendi-das las garantías constitucionales, por lo tanto derechos comoel de reunión no están contemplados. Un punto significativofue que participaron de la manifestación, principalmente, lossectores medios urbanos que constituyen la mayoría de la po-blación de la ciudad de Buenos Aires sin responder a bande-ría partidaria alguna, por lo cual la afrenta a la autoridad es-tatal da un indicio del rechazo que las instituciones y la polí-tica causaban en la ciudadanía. La gran cantidad de manifes-tantes impidió que el Estado, al menos en las últimas horasdel 19, disuadiera con represión a los manifestantes. Sin em-bargo, la madrugada del 20 mostraría un escenario totalmen-te distinto.

Quizás el primer efecto del cacerolazo fue la renuncia delministro Cavallo. A la madrugada, cuando se conoció la noti-cia, fue bienvenida por los manifestantes apostados frente asu domicilio particular y por todos aquellos que estaban dis-persos en puntos varios de la ciudad. La desafección obedecióal rechazo que las últimas medidas de política económica ha-bían generado en la población y la no menos insistente presiónde los dirigentes justicialistas a favor de su renuncia.

Curiosamente, el cacerolazo como acción de protesta surgióen 1998 en el seno mismo de la Alianza UCR-FREPASO que bus-caba, desde la oposición, captar futuros votos independientesmediante este tipo de protestas contra el gobierno de CarlosMenem y las sospechas de corrupción que caracterizaron sugestión.21 Esta vez, el cacerolazo había surgido en el mismo

21 Como antecedentes más aislados, cabe mencionar que en octubrede 1990 se registró en la provincia de Buenos Aires un cacerolazo realiza-do por docentes agremiados en la Confederación de Trabajadores de laEducación de la República Argentina (CTERA) en reclamo de mayor presu-puesto para educación. Por otro lado, en mayo de 1993, la organizacióngremial de docentes universitarios (CONADU) organizó un cacerolazo endemanda de mejoras salariales. En ambos casos, la protesta fue utilizadacomo “inauguración” de planes de lucha. Asimismo, en noviembre de 1997,los vecinos de la ciudad de Cipoletti (Río Negro) realizaron un bocinazo ycacerolazo para pedir la renuncia de un cuestionado juez que interveníaen una causa de triple homicidio.

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bastión de la ahora disuelta fuerza política gobernante: la ciu-dad de Buenos Aires.22

Los cuestionamientos al gobierno de De la Rúa que se des-prendieron del cacerolazo giraron en torno de la bronca por eldiscurso presidencial, que se consideró desvinculado de laspreocupaciones de la ciudadanía, la angustia y la sensaciónde amenaza por los saqueos, el caos bancario provocado porlas restricciones de efectivo de las últimas semanas, la siem-pre creciente desocupación y la crisis económica reinante, lossucesivos incrementos de impuestos sobre los sectores mediosurbanos y populares, los recortes salariales a esos sectores,cristalizados en los empleados estatales y docentes y, comotrasfondo de todo ello, una rotunda descalificación moral de ladirigencia política.

Si bien disminuyó en cantidad con el paso de las horas, laconcentración se mantuvo en vigilia hasta la mañana del 20,cuando varios manifestantes seguían protestando en la plazade Mayo. Poco después del mediodía, el gobierno dio la ordende desalojar el lugar y la plaza fue el epicentro de una desme-dida y violenta represión policial sobre los manifestantes; va-rios de ellos resultaron muertos.23

Mientras la calle estallaba, en el ámbito institucional se com-plicaban las negociaciones para encontrar alguna salida a latensa situación que se vivía entre el gobierno y el PJ. Las pro-puestas del gobierno de incorporar a figuras de ese partido enel gabinete nacional no motivaron a los líderes justicialistas.Finalmente, alrededor de las 19, Fernando de la Rúa renun-ciaba al cargo al que había accedido con gran caudal de votos.En asamblea legislativa, presidida por Ramón Puerta (PJ), re-sultó elegido Presidente el gobernador de San Luis, AdolfoRodríguez Saá (PJ). En su discurso ante dicho recinto, el fla-mante Presidente declaró al país en cesación de pagos (default)

22 El electorado de la ciudad de Buenos Aires es proverbialmente adver-so al PJ. Una de las pocas excepciones ha sido el triunfo electoral de ErmanGonzález en la elección para senadores nacionales, en 1993. Por otra par-te, el PJ siempre estuvo fragmentado en dicho distrito. Por otra parte, lahistoria política de De la Rúa ha sido saliente en esa ciudad; en efecto, Dela Rúa obtuvo la senaduría por la Capital Federal en 1973, el mismo añoen el que el PJ se hacía cargo de la presidencia de la nación luego de más dequince años de proscripción política. Ese triunfo había sido constitutivo dela carrera política de ese candidato bien posicionado siempre entre el elec-torado porteño. Por último, ya bajo la administración nacional de la Alian-za, durante el 2000, hubo elecciones para jefe de Gobierno de la Ciudad deBuenos Aires y triunfó la fórmula de la Alianza (Ibarra-Felgueras).

23 Al finalizar la jornada, los enfrentamientos entre policías y manifes-tantes cesaron, con un saldo de 25 muertos y más de 400 heridos.

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con los organismos de crédito internacional y demás acreedo-res, y prometió la creación de un millón de empleos, entre otrosanuncios aplaudidos fervientemente por un público acólito delflamante mandatario en particular, y del PJ en general.

Una semana después, Rodríguez Saá era también destina-tario de un nuevo cacerolazo en plaza de Mayo. Hubo pintadasen las paredes del frente de la Casa Rosada y la concentraciónfinalizó en el Congreso de la Nación, donde algunos manifes-tantes ingresaron al edificio y quemaron cortinas y muebles deuno de los salones.24 Nuevamente hubo represión policial; elpresidente Rodríguez Saá quiso reunir a los gobernadoresjusticialistas en busca de encontrar garantías de gobernabilidaden su propio partido, al menos. La cumbre fue un fracaso: al-gunos de los gobernadores justicialistas no concurrieron y ellole restó trascendencia al encuentro, además de debitar la figu-ra de Rodríguez Saá. A la noche, el Presidente renunció.

Así, una nueva asamblea legislativa proclamó presidente alsenador Eduardo Duhalde. El histórico caudillo de la provin-cia de Buenos Aires prometió en su discurso de asunción ladevolución de los ahorros incautados a los clientes bancarios.“Quienes entregaron dólares, recibirán dólares, quienes entre-garon pesos, recibirán pesos”, dijo. Y declaró al país en quie-bra. Sólo el paso –breve y voraz– del tiempo político le demos-trarían a él y a la ciudadanía los alcances de aquellos dichos.En un par de semanas, la Argentina se enfrentaría a la deva-luación del peso respecto del dólar, a la pesificación de las deu-das (que durante diez años habían estado en paridad con eldólar), al incremento progresivo de precios de productos de lacanasta familiar y al encarecimiento del costo de vida, lo cualredundó en una marcada licuación de los salarios. Esto se pro-fundizó luego de que se dispusiera la fluctuación libre de am-bas monedas.

En ese contexto de crisis económica, social y política des-atada a fines de 2001 es donde debe analizarse la incorpora-ción de las asambleas en tanto actor político de la crisis dediciembre de 2001-2002.

24 En torno de los destrozos y de la forma en que algunos manifestan-tes pudieron ingresar al edificio hubo sospechas sobre las motivacionesque éstos pudieran haber tenido y corrió el rumor de que habían sidoenviados especialmente para realizar tales desmanes.

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1. Rasgos típicos: elementos para una descripciónde modelos de asambleas

Para desarrollar la descripción de los rasgos típicos de los dosmodelos de asambleas propuestos distribuiremos los pará-metros descriptivos según tres núcleos comparativos: el con-texto de emergencia, las formas de integración del colectivo ylos modelos organizativos.1. Contexto de emergencia

a) Asamblea Popular Cid CampeadorLa “Asamblea Popular Cid Campeador” (Cid) surge el 11 de

enero de 2002 bajo la convocatoria de afiches anónimos queinvitan a una cita en la plazoleta del monumento al Cid Cam-peador de la ciudad de Buenos Aires. La convocatoria decía“Organicemos las cacerolas” e instaba a los vecinos de la zonaa reunirse el viernes a las 20.30 horas.

La convocatoria surgió con similares características en di-versos casos y permite suponer, de acuerdo con las declaracio-nes de distintos miembros del Cid y de otras asambleas, queprovino originalmente de algún grupo de pertenencia política.El Cid reconoce su origen en la voluntad de algunosasambleístas pertenecientes a asambleas preexistentes quebuscaban difundir dicha experiencia. Particularmente, algu-nos de quienes formaron el Cid provenían de la “Asamblea Po-pular La Paternal”. El procedimiento estaba orientado a incor-porar la mayor cantidad de participantes posibles acercandoel lugar de las reuniones a sus hogares y, en consecuencia,facilitando la participación independientemente de la pertenen-cia territorial de los miembros. Este surgimiento por disemi-nación da al Cid una característica peculiar que radica en supermanente nexo desde su fundación con La Paternal y algu-nas otras asambleas que aún hoy mantienen un diálogo estre-cho con ella a partir del reconocimiento de un origen común.25

Luego, a medida que los cacerolazos dejaron de ser “espon-táneos” –como los propios actores afirmaban inicialmente– ypasaron a ser producto de resoluciones de la “AsambleaInterbarrial de Parque Centenario”, convocados para los vier-nes, el Cid decidió cambiar su día de reunión a los miércoles ala misma hora y en el mismo lugar.

Llegado el invierno, y debido a las lluvias y bajas tempera-turas, se trasladó provisoriamente el lugar de reunión al hall

25 Ellas son: “Asamblea Popular Villa Crespo”, “Asamblea Popular‘Gastón Rivas’”, “Asamblea Popular Plaza Giordano Bruno” y “AsambleaPopular Plaza Irlanda”.

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del “Club Social y Sportivo Buenos Aires”, donde se darían citahasta la obtención de “La Casa del Cid Campeador”, inspiradaen la experiencia de la “Asamblea Popular Villa Crespo”. Lue-go, ocuparon ilegalmente la sede de la sucursal de un bancoque presentó quiebra, el Banco Mayo, cuyo edificio estaba des-habitado. Allí se constituyó “La Casa del Cid Campeador”, quepertenece al colectivo. La ocupación ilegal ha sido impulsadacon el objetivo de transgredir deliberadamente la propiedadprivada, en especial de una entidad financiera como exponen-te del sistema que enfrentan. Allí sesiona la asamblea, se de-sarrollan actividades culturales, educativas, un comedor y essede del colectivo alternativo de medios de comunicación“Indymedia” en la Argentina.

b) Asamblea Vecinal de Palermo ViejoLa “Asamblea Vecinal de Palermo Viejo” (Palermo Viejo) sur-

gió el 17 de enero de 2002, cuando un grupo de cinco amigos-vecinos trasladó una experiencia asociativa previa a su propiobarrio. En noviembre de 2001, los diputados nacionales ElisaCarrió (ARI) y Luis Zamora (Autodeterminación y Libertad) ha-bían convocado a un acto de repudio por la libertad del ex pre-sidente Carlos Menem, resuelta por la Corte Suprema de Jus-ticia. El acto, realizado en la Plaza del Congreso y al que asis-tieron como independientes, incitó la activación política de esterestringido grupo de amigos-vecinos. Una vez finalizado el acto,se difundió de boca en boca la idea de volver a convocarse elmismo día y a la misma hora la semana entrante, prescindien-do de los líderes Carrió y Zamora. Así fue como conformaronun pequeño grupo proclamado “Autoconvocados en rechazo aldictamen de la Corte sobre la libertad de Menem”, para exigir“Juicio a la Corrupta Corte Suprema”. Ante la escasa asisten-cia, volvieron a autoconvocarse para el viernes siguiente a las20 horas con el objetivo de elaborar volantes que finalmentedistribuyeron durante el acto en la plaza.

Posteriormente, la conformación del pequeño grupo inicialfue ampliándose con vecinos del barrio de Congreso que, cir-cunstancialmente, transitaban por allí. En la medida que elcolectivo comenzó a ampliarse, aun antes de los sucesos ocu-rridos el 19 y 20 de diciembre, aparecieron nuevos temas dediscusión cada vez más ligados a la problemática barrial.26 Apartir de esa experiencia, y luego de los cacerolazos de diciem-

26 Según un miembro fundador entrevistado, éste ha sido el motivoinicial por el que el grupo de amigos-vecinos decidió reproducir la expe-riencia localmente.

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bre y enero, el grupo inicial de amigos-vecinos decide reprodu-cir la experiencia de Plaza Congreso –ya conformada sin suparticipación como “Asamblea de Autoconvocados de Plaza Con-greso”– en su propio barrio. Así comienza la historia de PalermoViejo; imprimen volantes para repartir en la zona y se invitapara el jueves siguiente, a las 20 horas, a asistir a la primera“Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Palermo Viejo”, bajolas consignas iniciales de juicio político a la Corte Suprema,pero agregando a dicha convocatoria la revocatoria de todoslos mandatos y el rechazo a los aumentos de tarifas de servi-cios públicos.27

La asamblea se instala sobre la vereda de la esquina de JuanB. Justo y Costa Rica, para trasladarse luego a Humboldt yCosta Rica. En febrero, poco a poco los vecinos van dejando delado la caracterización de “autoconvocados” y pronto la asam-blea, como muchas otras, reduciría su nombre al de “Asam-blea Vecinal de Palermo Viejo”, que aún se mantiene.

El invierno obligó a buscar “provisoriamente” un lugar ce-rrado. Consiguieron un espacio en el restaurante Acá Bar yluego se trasladaron a un salón que el Club Social y DeportivoPalermo les cedió para sesionar y que utilizaron hasta la ob-tención en comodato de un predio en el Mercado Alvear delGobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En la gestión de lalocación donde se sesiona se revela también una importantediferencia respecto de la estrategia llevada a cabo por el Cid: laobtención en comodato por un año de un predio en dicho mer-cado a fin de constituir una sede de la asamblea. El hechomerece una doble interpretación. Por una parte, constituye unanecesidad operativa ante:

[...] la necesidad de tener un lugar común donde en-contrarnos para desarrollar distintos proyectos y dis-poner de un predio para promover la articulación delos distintos sectores del barrio.28

Y por otra, se presenta como:

Los vecinos de la Asamblea de Palermo Viejo recu-peramos para el barrio un espacio público abando-nado.29

27 El primer volante instaba a los vecinos del barrio a participar, pues-to que “de nosotros depende el cambio, no dejemos pasar esta oportuni-dad” (enero de 2002).

28 Volante de octubre de 2002.29 Ibid.

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Así las cosas, esta asamblea promovió la recuperación de unespacio público estatal, controlado y aprovechado por vecinosdel propio barrio. En oposición al Cid, no se recurrió a la trans-gresión deliberada del derecho de propiedad sino que, por elcontrario, se llevó a cabo una gestión formal con la DirecciónGeneral de Desarrollo Económico del gobierno de la Ciudad deBuenos Aires, de quien depende el mercado.

2. Formas de integración colectiva de los actores:relación con el territorio, definición del adversarioy modos de autodesignación

a) Asamblea Popular Cid CampeadorEs posible definir al colectivo que participa de la asamblea Cidcomo un grupo de coordinación e integración de interesesmulticlasistas.30 La pertenencia al mismo se sostiene en la asis-tencia permanente a la asamblea Cid exclusivamente. Por per-tenencia debe entenderse el derecho de membresía básico queconsiste en la habilitación para votar en las sesiones de la asam-blea y que convierte a los integrantes en “compañeros” del co-lectivo multiclasista bajo el principio rector de “Unidad de to-dos los sectores en lucha”, acaso la consigna más reiterada entodas las sesiones de la asamblea. De este modo, se manifiestauna estrategia de inclusión de sectores sociales consideradosvíctimas o excluidos del “sistema capitalista” o “el modeloneoliberal” que operan como enemigos comunes frente a loscuales hay que unirse. Ese espíritu puede observarse en laconsigna “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”, que el Cidha proclamado durante 2002 y que fue aprobada como uno desus propios principios rectores.31

A partir de su concepción como colectivo multiclasista de-finen su ámbito de pertenencia como no territorial, asumien-do el nombre de popular y excluyendo de su denominación lapreposición “de” que aludiría a la pertenencia a un espaciobarrial: la plazoleta del monumento al Cid Campeador. Deesta manera, los participantes no reconocen la designación“Cid” como una referencia territorial sino como un operador

30 Ante la pregunta “¿qué los diferencia de los piqueteros?”, un asam-bleísta respondió: “[ellos son] clasistas”, aclarando que las asambleas secaracterizan por ser un conglomerado multiclasista, aunque de fuertecontenido “pequeñoburgués”, en alusión a las clases medias urbanasempobrecidas.

31 Boletín Asamblea Popular Cid Campeador, año 1, Nº 6, 24 de juliode 2002.

Integraciónmulticlasista

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simbólico que remite a uno de los núcleos de mayor agitacióndurante la protesta originaria del 19 y 20 de diciembre. Eneste sentido, el colectivo podría autodenominarse con el nom-bre de alguno de los mártires de aquella protesta fundadora,como ha venido ocurriendo con el caso de la “Asamblea Popu-lar Gastón Rivas”, o con el nombre de algún foco importantede agitación. Paralelamente, la apelación “popular” remite auna representación del pueblo como metacolectivo indivisi-ble, expresado en un conglomerado multiclasista quetendencialmente integra a todos los sectores que participande la lucha, más allá de su inscripción territorial. Dicha ape-lación “popular” actúa como factor cohesionante orientado ala construcción de un poder alternativo, opuesto e indepen-diente respecto del Estado, para imponer nuevas relacionessociales que tiendan a un autogobierno plebiscitario. La si-guiente cita es más que elocuente:

Nuevo poder: creer que la asamblea ya es una formade nuevo poder, o germen de, y aspirar a que se gene-ralice y se imponga, con los oscuros que son todavíalos caminos para llegar a eso. La aspiración del pue-blo (en serio y no en papeles), otra organización políti-ca (no otras caras), otro Estado (no otro modelo).32

Uno de los principios fundamentales que opera como factorintegrador del colectivo, configurando su identidad tanto intracomo extragrupal, consiste en definir al “sistema” como el ene-migo, aquel que impulsa la unión en pos de su derrota. Ade-más, como se advierte en la cita, el “pueblo en serio” persiguela construcción de una formación social alternativa tanto a lademocracia representativa –“la organización política”– como alEstado sujeto a condiciones capitalistas de producción, estoes, los posibles otros “modelos”.

b) Asamblea Vecinal de Palermo ViejoEs posible definir a la asamblea de Palermo Viejo como un grupode solidaridad33 de base territorial, donde la pertenencia almismo se presenta en la vecindad. A diferencia del apelativo“compañero”, predominante en la asamblea Cid, los partici-pantes se interpelan en este caso como “vecino”. La membresía,

32 Ibid.33 De acuerdo con Weber (1987: 37): “el que toda acción de cada uno

de los partícipes se impute a todos los demás”.

Pertenen-cia por

“vecindad”

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entonces, se sanciona de acuerdo con la residencia y/o activi-dad desarrollada en el barrio.34

Este grupo lleva adelante una estrategia de penetración te-rritorial bajo el objetivo de impulsar iniciativas solidarias ensu ámbito de influencia claramente delimitado como exclusi-vo, es decir, donde no hay otras asambleas que compitan. Enese sentido, es ilustrativa la siguiente cita:

La Asamblea de Palermo Viejo se ha propuesto llevaradelante una serie de proyectos de autogestión ten-dientes a la integración de la comunidad del barrioen la cual se desarrolla su actividad, limitado por lasAvenidas Juan B. Justo, Santa Fe, Dorrego y Córdo-ba.35

Es significativa la estricta delimitación geográfica del ámbitode pertenencia barrial como escenario de los proyectos deautogestión que la asamblea se propone desarrollar. A partirde su definición como grupo de solidaridad de base territorial,asumen el nombre de vecinal, manteniendo la conjunción “de”y destacando así la pertenencia al espacio barrial. En PalermoViejo se atisba un principio de integración del colectivo queacentúa la base territorial local en desmedro de la proyecciónnacional:

Nos propusimos reconstruir los lazos sociales, soli-darios y culturales en nuestro ámbito más próximo,el barrio, a través de actividades participativas y gra-tuitas.36

Es decir, como grupo de solidaridad de base territorial, buscanla construcción de una asociación con fines espacialmente de-limitados para establecer una nueva forma de política que re-cupere, a través de los lazos locales a reconstruir, una identi-dad ciudadana asentada en las relaciones vecinales y en los

34 Son reveladoras las extensas discusiones entre los vecinos acercade si una persona que vive en otro barrio pero trabaja en Palermo Viejopuede integrarse como miembro a la asamblea. En ese sentido, los inte-grantes definen a la comunidad del siguiente modo: “[...] comunidad nosólo a los vecinos del barrio, sino también a los comercios, pequeñasindustrias y talleres que en ella conviven [...]” (Introducción de “Proyectode Utilización del Predio de Bonpland 1660. Asamblea de Palermo Viejo”).

35 Introducción de “Proyecto de Utilización del Predio de Bonpland1660. Asamblea de Palermo Viejo”, presentado en julio al Centro de Ges-tión y Participación (CGP) 14 este.

36 Volante de agosto de 2002.

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distintos modos de articulación/negociación con el gobiernolocal. Ello ha sido enunciado muy claramente en un debatedurante una sesión de la asamblea: “Nosotros no queremos ha-blar en nombre de Palermo Viejo, sino ser Palermo Viejo”.37

Definen al gobierno nacional como adversario por conside-rarlo no representativo. En ese sentido, la crítica implica tantoal gobierno de Fernando de la Rúa por haber traicionado elmandato como al de Eduardo Duhalde por haber alcanzado laprimera magistratura mediante un acuerdo entre cúpulas par-lamentarias. Las demandas del colectivo se centran, de estaforma, en la legitimidad del gobierno pero, contrariamente a loque hemos descrito en el caso del Cid, reivindican al Estadocomo un conjunto de instituciones que entienden como pro-pias. La estrategia propuesta se orienta a reconstruir los lazosde solidaridad local para la construcción de “otra política” querecomponga los derechos que han sido avasallados. De estemodo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se convierteen un interlocutor válido por haber sido electo por el voto ciu-dadano mientras que el gobierno nacional representa un casoparadigmático de desconocimiento de los derechos políticos.Tanto la territorialidad como el cuestionamiento a la legitimi-dad de la elite política se resumen en la declaración al ex pre-sidente Carlos Menem como “persona no grata de Palermo Vie-jo”. Un volante que circuló en agosto de 2002 consignaba: “Rea-lizamos escraches a Carlos Menem cada vez que apareció por elbarrio”.

3. Modelo organizativo: proceso de tomade decisiones, tipos de demandas y criteriosde autorización de la toma de la palabra

a) Asamblea Popular Cid CampeadorEl proceso de toma de decisiones se desenvuelve como nego-ciación deliberativa entre grupos de pertenencia política, ge-neralmente bajo tipos de demandas obreras antisistema. Ensu mayoría, los debates se centran sobre las distintas formasde movilización colectiva de las que se debe participar y/o darapoyo. Los dilemas más comunes se organizan según dos pro-blemáticas: por un lado sobre el carácter más o menos refor-mista o revolucionario del grupo convocante y, por el otro, so-bre la posible incongruencia entre los objetivos declarados por

37 Extraído de anotaciones sobre la observación de sesiones de la asam-blea (septiembre de 2002).

Negociacióndeliberativa

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el grupo convocante y la filiación política de la cual surge elcuestionamiento. Un ejemplo que puede resultar ilustrativo seobservó en la conclusión del debate acerca de cuál era la con-vocatoria a la que debían plegarse para asistir al acto por unnuevo aniversario del golpe de Estado de 1976. Finalmente, seresolvió apoyar la convocatoria de “Madres de Plaza de Mayo”,fracción que lidera Hebe de Bonafini y que según losasambleístas del Cid “están con los que luchan”.38 Bajo el mis-mo criterio se apoyaron las “recuperaciones de fábricas porsus trabajadores”, asistiendo principalmente a la fábricaBruckman, aun cuando la fábrica no se encontrara en el ba-rrio.

El proceso de toma de decisiones se basa en un profundorechazo a las jerarquías y a toda forma de representación. Cadasesión de la asamblea se desarrolla con un moderador que pre-senta el orden del día, da la palabra y controla que las discu-siones no se desvirtúen de los objetivos acordados. Su rol esrotativo y está secundado por otros dos miembros que hacenlas veces de asistentes: uno toma nota de las propuestas sur-gidas en el debate y otro controla el tiempo de exposición acor-dado previamente para cada intervención de los participantes.Estos roles no implican ninguna jerarquía respecto del restode los miembros y se asumen por autopostulación, que se re-suelve automáticamente si no hay dos postulaciones. En esteúltimo caso se evita elegir por votación y se tiende a que algu-no de los postulantes ceda el lugar a otro. A su vez, se rechazatodo tipo de formalidad organizativa por medio de estatutos oreglamentos.

Cada sesión de la asamblea es considerada “soberana”, lainstancia máxima del colectivo donde se definen las líneas deacción. Las comisiones creadas por la asamblea sólo se ocu-pan de cuestiones operativas de organización y coordinaciónde las actividades. Son, en definitiva, órganos marginales so-metidos a las decisiones soberanas del cuerpo deliberativo. Elsurgimiento de las comisiones fue producto de un arduo deba-te debido a la oposición de una porción importante de los miem-bros que las consideraron como modalidades de “manipula-ción burocrática”,39 es decir, una reproducción de la divisiónen tareas especializadas similar a la que genera el sistema que

38 La otra fracción se denomina Asociación Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, se caracteriza por la moderación discursiva de sus lí-deres como por el tipo de participación cívica y política que realizan entanto actor social y político.

39 Enunciación que apareció en reiteradas oportunidades en las sesio-nes de la asamblea entre enero y abril.

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buscan combatir. Debido a que no se las reconoce como partedel momento público y abierto –“soberano”– de la asamblea, sereúnen en lugares privados como casas particulares o bares,siempre en otro día y horario, definidos por los propios inte-grantes de las comisiones.

En todas las sesiones de la asamblea se busca evitar el votoindividual pues se considera que dicha práctica revela las divi-siones que deben ocultarse frente a “la lucha que nos une”. Labúsqueda se centra, en cambio, en la construcción de consen-sos inclusivos por medio de la expansión del nosotros en launificación de criterios tendientes a la unanimidad. Para ellose organizan las Jornadas de Reflexión, una suerte de plena-rios no resolutivos –no poseen el carácter soberano de la se-sión de la asamblea– que se desarrollan en diferente día y ho-rario de la sesión. Allí se debate a partir de una consigna bus-cando obtener “puntos en común para evitar votar y llegar aconsensos en la asamblea”. Aquí la votación no se asume comoun procedimiento adecuado para la toma de decisiones sinocomo una forma de alcanzar la unanimidad que confirme elcarácter indivisible del pueblo constitutivo de la asamblea. Labúsqueda de la unanimidad como horizonte normativo se re-vela en la pregunta que cierra cada uno de los debates: “¿Hayalguien que no esté de acuerdo?”.

Consecuentemente, los participantes más reconocidos porsus pares son aquellos capaces de contribuir con su discursoa la consecución de la frágil unanimidad que, por definición,constituye una representación de los intereses populares sinfisuras.

b) Asamblea Vecinal de Palermo ViejoEl proceso de toma de decisiones se desenvuelve como nego-ciación deliberativa por medio de la diferenciación funcionalen comisiones de trabajo que los propios actores reconocencomo necesarias para mejorar el rendimiento de la asociación.Las demandas asumen la forma de reclamos vecinalistas.

No se rechaza la formalidad organizativa, por el contrariose aceptan ciertas reglas escritas que organizan el funciona-miento de la asamblea. Esta problemática ha ocupado el cen-tro del debate en reiteradas ocasiones presentándose alrede-dor de cinco propuestas diferentes de estatutos o reglamentos.Finalmente, se acordaron una serie de reglas básicas de convi-vencia, presentadas y aceptadas colectivamente, a las cualesse recurrió en reiteradas ocasiones en que hubo agresionesentre miembros o situaciones de crisis interna. A su vez, para

Diferencia-ción

funcional

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el financiamiento de la asamblea se colecta una cuota men-sual que tiene un valor fijo, su pago está sujeto a la posibilidadde cada miembro sin que ello impida la participación en laasamblea. Existen dos normas básicas de funcionamiento delas sesiones de la asamblea: por un lado, el rol de moderadores asumido por el plazo de dos sesiones consecutivas de laasamblea sin posibilidad de reelección inmediata; por el otro,el mínimo de miembros requeridos para dar quórum es de 40miembros presentes al momento de la votación.

Al igual que en el Cid, la sesión de la asamblea es la instan-cia máxima y, por tanto, “soberana”. Sin embargo, durante sudesarrollo se aceptan o rechazan propuestas tratadas por lascomisiones de trabajo. En este sentido, tales comisiones ad-quieren en Palermo Viejo una importancia en la toma de deci-siones de la cual carecen en el caso del Cid.

El tipo de demanda vecinalista se basa en la problemáticadel ámbito territorial de influencia. Los ejemplos van desde larecolección de firmas para reducir el abono mensual de Cable-visión40 para los vecinos del barrio, o la negociación para ellogro de un servicio diferencial de recolección de residuos paralos restaurantes del ámbito de influencia únicamente, hasta lagestión para obtener una tarifa social de servicios públicos olas discusiones acerca del presupuesto participativo. Es inte-resante remarcar que el apoyo dado a la fábrica de pastasGrissinopoli –”recuperada bajo control de los trabajadores”–no se debe a la “unión en la lucha”, como sucede en el Cid,sino a que la fábrica se encuentra en el barrio y por ello apo-yan y trabajan en conjunto como parte de la comunidad espa-cial a la que buscan representar.

En lo que hace a los criterios de autorización de la pala-bra en la deliberación asamblearia, a diferencia del Cid, nosólo no se busca evitar la votación individual sino que seacepta la regla de la mayoría como la forma de sancionar lasdecisiones. Es por medio de la búsqueda de consensos varia-bles que el conjunto es representado por la mayoría que triun-fe. Es decir, no se busca la unificación de los criterios, que escondición de posibilidad de la toma de decisiones en el Cid,sino simplemente, ante el debate operativo, generalmente, al-rededor de las propuestas de las comisiones, se resuelve porvotación.

Un factor destacable es que no todo resultado es considera-

40 Empresa privada de televisión por cable que controla gran parte delpúblico televisivo en la ciudad de Buenos Aires, algunos sectores del GranBuenos Aires y demás localidades del país.

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do aceptable sino sólo aquellos que han sido impulsados comoconsecuencia de un proceso integral de deliberación en el cualel debate, la formación y la exteriorización de la demanda re-conocen la participación del mayor número de integrantes ensu doble condición de vecinos-ciudadanos. Para clarificar estepunto, la siguiente cita es ilustrativa respecto de que los obje-tivos no son ajenos a un determinado modo de autorización dela palabra:

Recuerdo a una jovencita de mi asamblea, que dijo:“Las asambleas no tienen que ir, ni van a ningúnlado, hacen, su mérito es éste: unirnos así, comonunca lo hacíamos antes, al menos, desde que yorecuerdo, me dicen que desde la dictadura”. Lasasambleas no van para ningún lado, no son una or-ganización, no tienen dirección, ni sé si constituyenun movimiento asambleario, así anunciado. Son ono son, cuando son, su logro es conectarnos de otromodo, ser y hacer de otro modo.41

En este caso el proceso de deliberación asamblearia apunta ala transformación del modo de ser de los participantes que in-gresan a la participación colectiva, no en relación con una ciertapertenencia política o adscripción ideológica, sino como acto-res individuales que buscan recrear una experiencia colectivade reconocimiento mutuo más allá de las posibles prospectivaspolíticas de la asamblea como tal.

Es así que el reconocimiento concedido a los más destaca-dos participantes deriva de la dedicación y capacidad de ges-tión que los vecinos demuestren en las cuestiones barriales, adiferencia de la contribución a la consecución de la unanimi-dad que caracteriza a los más notables integrantes del Cid.

Conclusiones: participación, deliberación,representación y decisión en ambos modelos

Durante la década de 1990 se consumó en la Argentina unaprofunda transformación tanto del régimen social de acumu-lación –que media entre la sociedad y el mercado– como delrégimen político de gobierno –que media entre la sociedad y

41 Documento: “La Asamblea de Palermo realiza La Trama. Momentosde un fin de semana distinto”, mayo de 2002.

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el Estado– que impactó notoriamente sobre los soportes tra-dicionales de conformación de las identidades políticas. En elprimer aspecto, la combinación entre desregulación desorde-nada y apertura indiscriminada de la economía nacional encondiciones de competitividad desfavorables, tuvo como con-secuencia un cuadro de crecimiento exponencial del desem-pleo y precarización de las condiciones de trabajo sumado auna distribución fuertemente regresiva del ingreso. En estemarco, dominado por el eufemismo de la “flexibilización labo-ral”, fueron perdiendo consistencia social los referentes fun-cionales de conformación de identidades políticas, vincula-dos con la inserción en el mercado laboral, que habían tenidouna fuerte impronta en los procesos de constitución de la ciu-dadanía social en la Argentina hasta mediados de los años1970. Por el lado del régimen político de gobierno, el modeloneopopulista se sostuvo en un sistema político dominado porun proceso de fuerte personalización de la representación quepermitió al gobierno concentrar recursos para la toma de de-cisiones al mismo tiempo que limitaba las posibilidades delsubsistema de partidos para estructurar una representaciónpolítica organizada sobre la base de clivajes ideológicos y pro-puestas programáticas.42 La crisis final de la Alianza UCR-FREPASO en el gobierno desnudó el fracaso de una elite políti-ca que había piloteado la transición democrática, pero se re-velaba definitivamente incapaz tanto de estructurar formasracionales y participativas de representación como de garan-tizar la vigencia de los más mínimos controles republicanosen el funcionamiento del sistema político.

Con la precipitación de la inevitable crisis financiera delEstado argentino a lo largo de 2001, más la evidencia yainocultable del incremento de la desocupación y la dramáticaprecarización de las condiciones de vida de amplios sectoresde la población, sobre todo de las capas medias, se quiebra laficción neoliberal del acceso al mercado como sustituto de unespacio público de reconocimiento social y constitución deciudadanía. Se asentó, en ese contexto, un modelo de ciuda-danía de baja intensidad configurada sobre la base de inter-pelar al ciudadano como consumidor con diversos grados deacceso al mercado y como cliente de empresas privatizadasmonopólicas liberadas de toda regulación y control estatal enla provisión de servicios públicos. Dicho tipo de ciudadanía

42 Sobre estos puntos pueden consultarse, entre otros, los artículosreunidos en Peronismo y menemismo (1995), Acuña (1995), Palermo/Novaro (1996), Gerchunoff y Torre (1996) y Martuccelli y Svampa (1997).

Ciudadaníade bajaintensidad

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se combinó durante buena parte de la década de 1990 conuna concepción delegativa de la democracia (O’Donnell, 1997)según la cual la selección y legitimación de los liderazgos po-líticos se realizaba en función de la capacidad de las elitespara mantener el estado de cosas independientemente de laeventual clausura del espacio público como escenario de par-ticipación colectiva orientada a la resistencia y petición fren-te a las autoridades, reestructuración de los procedimientosde representación y/o lucha por la vigencia y el ejercicio delos controles republicanos.

Así las cosas, el dramático desencadenamiento de la crisisa fines de 2001 enfrenta a amplios sectores de la sociedad ar-gentina con la evidencia desesperada de la descomposición delos soportes de constitución de la ciudadanía en tres nivelesconcurrentes: en el plano de los derechos civiles, como conse-cuencia de la transgresión de los controles republicanos ope-rada por sucesivos gobiernos en su afán de aumentar sus pre-rrogativas y el manejo discrecional de la gestión pública; en elplano de los derechos políticos, por la aguda crisis de repre-sentación de un sistema político fragmentado y atravesado porla puja de intereses sectoriales sin prospectivas programáticasni posiciones ideológicas claras; finalmente, en el plano de losderechos sociales, como resultado del desmantelamiento delEstado asistencial y la destrucción del mercado laboral.

Éste es el marco en el que surge, al calor de los convulsio-nados acontecimientos de diciembre de 2001, el denominado“movimiento asambleario”. En base a una descripción de cier-tos rasgos típicos de modelos alternativos de asambleas, el pre-sente trabajo ha intentado demostrar las dificultades que sepresentan para sostener la idea de un movimiento social alque las distintas asambleas pertenecerían en virtud de com-partir identidades, intereses o demandas comunes. El trans-curso de la crisis y el desarrollo de las asambleas parece másbien mostrar la forma de una red compleja de alianzas tácticasen función de objetivos cambiantes y no siempre convergen-tes. Lo que sí resulta interesante para el análisis son las diver-sas formas de entender la práctica política que revelan ambosmodelos de asambleas.

Ya desde su surgimiento la asamblea Cid se plantea el pro-blema de la organización de un colectivo “multiclasista” cuyasdiferencias deben ser abolidas en función de hacerlo coextensivoa una representación del pueblo como “unidad de los interesesen lucha”. Tanto la búsqueda de la unanimidad como horizon-te normativo de la deliberación como la estrategia de multipli-cación de los ámbitos de reunión, más allá de las pertenencias

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territoriales y las diferencias de clase, hacen de la participa-ción en la asamblea Cid una experiencia movimentista orien-tada a converger en un polo de poder que encarne “las aspira-ciones del pueblo (en serio, y no en papeles)”. Pero el cuestiona-miento a la representación política conlleva, en este caso, elrechazo del propio sistema que la hace posible: la democraciarepresentativa según la ha pensado la tradición del pensamientoliberal moderno.

Según Bernard Manin (1992), el gobierno representativomoderno se asienta sobre los siguientes cuatro principios: 1)los gobernantes son elegidos por los gobernados, es decir, losprimeros alcanzan dicho estatus a partir de la expresión de lavoluntad popular; 2) los gobernantes conservan cierto margende independencia en relación con los gobernados; 3) los gober-nados deben poder formar su opinión sobre los temas políti-cos, por lo tanto debe existir cierto carácter público de las de-cisiones gubernamentales y libertad para expresar opinionespolíticas; 4) la decisión colectiva deriva de la deliberación puestoque aquella instancia de decisión se compone de una plurali-dad de individuos libres en sus opiniones. La impugnación delsegundo principio por parte de las asambleas populares clau-sura la distancia entre gobernantes y gobernados y, con ella,queda virtualmente abolida la diferencia entre decisión públi-ca y voluntad general que fue ampliamente reconocida comovirtud principal del gobierno representativo. Más o menossituacionistas o autonomistas, se siguen de estas resistenciasa la representación política modelos de gestión de la cosa pú-blica próximos al ideal de un autogobierno plebiscitario quesólo sería posible en la medida que tales intereses resultentransparentes para el colectivo; allí radica buena parte de laspreocupaciones de este modelo asambleario por coordinar losintereses multiclasistas. Ese momento de la pura transparen-cia es también la instancia en la cual el pueblo asiste a supropia autorrepresentación como colectivo indivisible y, en con-secuencia, absolutamente soberano. Es decir, si la voluntadgeneral fuera plenamente conmensurable la representaciónpolítica sería un mero defecto a ser erradicado por el puebloencarnado en la unidad de sus intereses.

Ahora bien, es precisamente contra la ficción de una plenaautorrepresentación de la voluntad general que se erige la com-pleja maquinaria del gobierno representativo. Lo que la repre-sentación política erradica es la posibilidad de que un colecti-vo específico, un nosotros definido por intereses, demandas oidentidades compartidas, se identifique con la voluntad gene-ral que en tanto colectivo indivisible debe resultar siempre, en

Gobiernorepresenta-tivo

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última instancia, irrepresentable. Manteniendo la brecha en-tre representantes y representados, el gobierno representativogarantiza la lógica proliferante de la homonimia política(Rancière, 1993) por la cual el desajuste entre las palabraspolíticas y los colectivos y fenómenos que designa induce a ladeliberación constante entre actores capaces de acción y dediscurso. Justamente porque la representación mantiene la dis-tancia no ya entre representante y representado sino –y másimportante aún– entre lo representable y lo representado esque toda representación, siempre frágil e inestable, requierede la deliberación para estabilizarse.

No obstante, está claro que no todos los procedimientos derepresentación dan lo mismo. Justamente, buena parte de laconvulsión política que condujo al surgimiento de las asam-bleas puede interpretarse como el rechazo vigoroso (aunquetardío) a una forma personalista de concebir la representaciónsegún la cual la intervención del representado se limita no yaa la formación de consensos sociales ampliados sino al meroconsentimiento electoral prestado a figuras plenipotenciariasque, por el solo hecho de triunfar en la competencia electoral,se consideran inmunes a las demandas sociales. Desde estepunto de vista, y esto es lo que parece suceder con el modelode las asambleas vecinales, lo que aparece son nuevas formasde participación política autónomas del control de los repre-sentantes que transforman el mero derecho de libre expresiónen el ejercicio organizado de petición y resistencia frente a lasautoridades públicas. Aquí la demanda se orienta más a dis-cutir las posibles rearticulaciones de la relación entre electo-res y elegidos, aboliendo los privilegios y generando formasmás racionales y participativas de representación y control ciu-dadano, que al cuestionamiento de la representación en tantotal. Para estos actores, el gobierno representativo aparece comoun marco para desarrollar actividades autogestionarias y lo-cales que debe ser reformulado en la dirección de un republica-nismo deliberativo, donde la gestión de la cosa pública no serestrinja a la manipulación de las elites amparadas en la ra-zón de Estado sino que incorpore efectivamente instancias co-lectivas de participación deliberativa y control ciudadano.

Tanto las democracias de partido como los regímenes popu-listas tradicionales se asentaban en identidades funcionalessólidas y, por lo tanto, resultaban generalmente más plebisci-tarios que estrictamente representativos. En ese sentido cabepreguntarse si efectivamente existió en la Argentina un régimenrepresentativo sólido o sólo se pasó de un modelo plebiscitariopopulista a un modelo delegativo neoliberal. Las transformacio-

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nes producidas por las sucesivas crisis en la estructura social,sumadas a la acelerada mediatización del espacio público du-rante la década de 1990, que privó a los partidos del control dela agenda pública y la escenificación del conflicto social, condu-jeron a una profunda crisis política que reinstaló como proble-ma central, en los albores del nuevo milenio, la cuestión de lalegitimación del orden a través de la formación de nuevos vín-culos de representación entre electores y elegidos.

Lo que estamos presenciando y que debemos celebrar, másallá de la complejidad que el fenómeno presenta en cada unade sus manifestaciones, es la acelerada recomposición del po-der humano tal como Hannah Arendt nos enseñó a pensarlo:como la revelación de un espacio público entendido como unmundo común que surge entre nosotros, invitándonos a coor-dinar acciones ante la evidencia gozosa de la pluralidad hu-mana. En este sentido vale recordar que la deliberación no cons-tituye una actividad desinteresada y orientada originalmentea una verdad que subtiende o trasciende al propio momentodel encuentro en el espacio público, sino una práctica configu-rativa a través de la cual el mundo adviene como realidad com-partida. Sólo persistiendo en esa tensión entre intereses co-munes y pluralidad de los puntos de vista será posible que losnuevos actores que inspiran estas reflexiones conserven y mul-tipliquen el poder que han sabido reivindicar.

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Resumen

Este trabajo se propone indagar sobre las posibles reconfigu-raciones en las relaciones entre participación, deliberación,representación y decisión que sustentan un tipo de prácticapolítica, y que tuvieron lugar en Buenos Aires y otras ciudadesde la República Argentina luego de los acontecimientos del 19y 20 de diciembre de 2001. Ello se realiza sobre la evolución deun actor surgido de dicha crisis: las asambleas.

La complejidad del proceso impide presuponer ciertos ras-gos comunes a todas las asambleas surgidas. Por ello, estetrabajo describe ciertos rasgos típicos de modelos de asam-bleas, tomando dos tipos de asambleas surgidas en BuenosAires de esa crisis: las autodenominadas populares (AsambleaPopular Cid Campeador), por un lado, y vecinales (AsambleaVecinal de Palermo Viejo) por el otro. A partir de una extensaindagación empírica se establecen una serie de variables parala descripción, contrastación y comparación de los rasgos típi-cos de estas dos asambleas: la relación con el territorio, lostipos de demandas, los criterios de autorización de la palabraen el proceso deliberativo, la definición del adversario con re-

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lación al cual se define el propio colectivo y los modelosorganizativos que cada asamblea establece para la toma dedecisiones.

Luego se analiza el tipo de relación que cada asamblea es-tableció ante las cuatro características propuestas para defi-nir una práctica política: participación, deliberación, represen-tación y decisión. El tipo de relación específica que cada unade estas asambleas estudiadas ha establecido con los cuatroaspectos de la práctica política ha definido también la identi-dad de cada colectivo político y el modo en que cada uno haarticulado sus relaciones con el sistema político formal.

Palabras clave

Asambleas – práctica política – representación – par-ticipación – identidad.

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Defensa misilística: qué hay detrás del NMD*

Juan López Chorne**

Missile Defense: What’s behind NMD

The following article will try to prove how the development of a missiledefense system by the government of the United States (known asNational Missile Defense or NMD) originally disigned for counteractingan attack with ICBMs (intercontinental ballistic missiles), takes part,and maybe the remaining piece, of a puzzle which was projectedduring the 1990s, and that consists of the strengthtening and consoli-dation of the USA not only as the dominant power but also as theglobal leader in a unipolar world. This will be the main hypothesis ofthis article, to carachterize the development of this huge project inthe context of the strategic consolidation of the USA in a context ofunilaterallity in decision making. Nevertheless, two other factorswhich seem to be important in NMD’s develpmet will be discussed:the influence of the military-industrial corporation in the allowanceof contracts, and the design of a new defense doctrine with futuristcharacteristics with regard to the defensive aspects of nucleardissuasion.

Introducción

Durante más de medio siglo la espe-cie humana habitó un mundo domi-nado por dos superpotencias anta-gónicas con la capacidad de des-truirse mutuamente y al resto de lahumanidad numerosas veces. Sinembargo, este mundo bipolar y es-tos dos actores racionales,1 genera-ron la doctrina de la “mutua destruc-ción asegurada”, la cual se transfor-

maría en el pilar de la seguridad in-ternacional durante la Guerra Fría.De esta manera, sentarían las ba-ses para un mundo más estable através de la firma de acuerdos bila-terales como el ABM.2 Ese mundo noexiste más. Aunque haya aún cua-tro países con la capacidad de des-truir o dañar seriamente a los Esta-dos Unidos,3 el mundo bipolar de laGuerra Fría o de la Postguerra Fríaagoniza, y los actores y los aconte-

* Programa de Investigación Fuerzas Armadas y Sociedad (PIFAS).** Docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes.1 Digo racionales porque desde una perspectiva estratégica la lógica de la mutua

destrucción asegurada requiere agentes racionales, o que al menos compartan unmismo criterio de racionalidad. En el caso de la Unión Soviética y de los EstadosUnidos el hecho de inmolarse para destruir al enemigo no era una variable elegible.De esta manera, la certeza de las consecuencias holocáusticas de un conflicto nuclearreduce al mínimo la factibilidad de dicho conflicto.

2 Se trata de un tratado firmado en 1972 entre los Estados Unidos y la UniónSoviética que básicamente limitaba enormemente la facultad que tenían las partespara desarrollar sistemas de defensa misilística contra misiles intercontinentales.

3 Hoy en día solamente Rusia, Gran Bretaña, Francia y China son capaces deatacar a Estados Unidos con armas nucleares.

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208 JUAN LÓPEZ CHORNE

cimientos están dando lugar a unnuevo panorama y al surgimiento deun nuevo paradigma de seguridad.No será tanto el objeto principal delpresente trabajo pronosticar el nue-vo orden (o su ausencia) que se ave-cina, sino fundamentalmente descri-bir el que desaparece.

Intentaremos demostrar cómo eldesarrollo por parte del gobierno deEstados Unidos de un sistema dedefensa misilística (NMD según sus si-glas en inglés), diseñado para con-trarrestar el ataque de misiles inter-continentales, forma parte, quizá lapieza restante, de un rompecabezasque se fue gestando a lo largo de ladécada de 1990 y que consiste en elfortalecimiento y consolidación de losEstados Unidos no sólo como poten-cia dominante sino también como lí-der global en el marco de un mundounipolar. Ésta será la hipótesis prin-cipal del trabajo, enmarcar el desa-rrollo de este megaproyecto en unmarco de consolidación estratégicade los Estados Unidos en un contex-to de unilateralidad en la toma de de-cisiones. Sin embargo, también se-rán discutidos otros dos factores queparecen tener peso en el desarrollodel NMD: el poder de la corporaciónmilitar-industrial en la asignación denuevos contratos y el diseño de unanueva doctrina de defensa caracteri-zada por su perfil futurista en el mar-co de una faz defensiva en el campode la disuasión nuclear.

En una primera parte describire-mos una serie de indicadores, capabi-lities en un lenguaje waltziano,4 queubican a Estados Unidos claramen-te como líder indiscutido e indispu-tado en los campos económico, tec-nológico y militar. En este contextoel NMD se inscribe como una conse-cuencia de la evolución de estas

capabilities. Una segunda parte des-cribirá brevemente el funcionamien-to de este programa, así como suscostos, las empresas vinculadas ensu despliegue, sus consecuencias so-bre el tratado ABM, y finalmente, lafundamentación retórica que se hacedel proyecto como el mejor métodopara defender a los Estados Unidosde “países villanos” que en el cortoplazo estarían en condiciones de in-fligir un serio daño al territorio y alos ciudadanos norteamericanos. Entercer lugar se realizará un análisisdel papel que parece jugar el com-plejo militar-industrial y su poder delobby en la asignación de contratosmillonarios, enmarcando al NMD den-tro de la mecánica de funcionamien-to de la industria militar. En cuartolugar se tratará el papel del NMD den-tro del marco de lo que se sugiere seráuna revolucionaria reforma doctri-naria de las fuerzas armadas norte-americanas. En la quinta parte setratará la hipótesis principal del tra-bajo, que el NMD responde a una vo-luntad de sectores conservadores decambiar, o más precisamente conso-lidar, el papel de Estados Unidos enel mundo, transformado al país eninvulnerable, de forma tal de sortearsin mayores inconvenientes la mayo-ría de las instancias multilaterales obilaterales en las cuales aún partici-pa. Esto se fundamentará partiendode una caracterización del unilate-ralismo norteamericano en la Post-guerra Fría, que servirá para identi-ficar los sectores más comprometidosideológicamente con el desarrollo delNMD, para finalmente hacer un breverepaso de los últimos acontecimien-tos calificables como movimientosunilaterales por parte de los EstadosUnidos. Por último, se presentaráuna serie de conclusiones que com-

4 K. Waltz, “Theory of International Politics”, Addison-Wesley, 1979.

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pilarán y vincularán las secciones an-teriores dentro de un marco contex-tual más amplio (el impacto del ob-jeto de análisis en otros estados na-cionales) que intentarán dar susten-to teórico a la premisa del trabajo.

Un hegemón global

Numerosos investigadores han estu-diado recientemente la posición rela-tiva de Estados Unidos en el mundode la Postguerra Fría, y han encon-trado una situación sin precedenteshistóricos. Entre otros, W. Wohlforthha descripto a los Estados Unidoscomo “la primera potencia en la his-toria internacional moderna con unapreponderancia decisiva en todos loscomponentes inherentes al poder:económico, militar, tecnológico, ygeopolítico”.5 La descripción que haceM. Mastanduno es muy similar: “In-cluso sin una medida precisa, focali-zando en un grupo de atributos de po-der se llega a la conclusión de queEstados Unidos se encuentra sólo ensu clase. Sólo Estados Unidos sobre-

sale en poder y preparación militar,capacidad económica y tecnológica,tamaño de territorio y población, do-tación de recursos, estabilidad políti-ca, y atributos menos determinantescomo ideología”.6 Para Stephen Waltesta realidad “hará muy difícil a otrosestados alcanzar [a Estados Unidos]rápidamente”, en tanto que “esta ex-traordinaria posición de poder perdu-rará durante este siglo”.7

Ilustremos un poco más profun-damente la situación de Estados Uni-dos en el mundo: es por lejos la eco-nomía más grande del planeta (véa-se cuadro 1). Es casi el doble de gran-de que la segunda economía (China),y las restantes economías importan-tes del globo se encuentran lejos dela performance norteamericana y sonmayoritariamente aliadas de estepaís. El resto de los países seleccio-nados (tradicionalmente hostiles alos Estados Unidos) tienen una eco-nomía poco significativa.

Estados Unidos es asimismo elprincipal inversor en investigación ydesarrollo y es líder indiscutido en elcampo tecnológico; ni siquiera Japón,

5 W. Wolhforth, “The Stability of a Unipolar World”, International Security, vol. 24,No. 1, verano de 1999.

6 M. Mastanduno, “Preserving the Unipolar Moment”, International Security, vol.21, No. 4, primavera de 1997.

7 S. Walt, “Two Cheers for Clinton`s Foreign Policy”, Foreign Affairs, vol. 79, No. 2.

Cuadro 1. Producto Bruto Interno (PPP) (en billones de us$, 1999)

País PPP Estados Unidos 9,255 Gran Bretaña 1,29 Francia 1,37 Alemania 1,86 Japón 2,95 China 4,8 Rusia 0,62 Irán 0,35 Irak 0,06 Corea del Norte 0,023

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el segundo país en este campo, in-vierte tanto en tecnología (véase cua-dro 2). Es indudable que los efectos“derrame” que tiene el desarrollo tec-nológico hacia el conjunto de la eco-nomía fortalecen aun más el podereconómico norteamericano. Además,si se comparan las cifras correspon-dientes a Estados Unidos y China (unsupuesto futuro hegemón), se perci-be que si bien el PBI absoluto de éstetal vez pueda alcanzar al de EstadosUnidos en algunas décadas, el cat-ching-up en materia tecnológica lle-vará, si es que alguna vez sucede,mucho más tiempo.

La restante capability a ser trata-da en esta sección es el gasto presu-puestario en Defensa. Es impresio-nante la disparidad que nuevamentehay entre Estados Unidos y el restode los países (véase cuadro 3). La ad-ministración Bush presentó un borra-dor para el año fiscal 2002 que inclu-ye us$ 343 mil millones para el Pen-tágono,8 lo que representa 18 mil mi-llones más que en el 2001 o un au-mento del 4,6%. Rusia, que tiene elsegundo presupuesto militar, va a

gastar aproximadamente un sexto delo que gasta Estados Unidos, mien-tras que China, el tercer país en estecampo, es superada siete veces porlos Estados Unidos.9 Lo que resultamás llamativo es que la porción delgasto mundial en Defensa que corres-ponde a Estados Unidos ha crecidoen los últimos años. Es llamativo por-que en 1985, aun durante la GuerraFría, Estados Unidos gastaba un 30%del total; mientras que en 1999, yasin un “imperio del mal” que amena-ce su existencia en el planeta, gastóaproximadamente un 36% del total.

Hay que destacar, como sugiere C.Helman, que “el presupuesto militarestadounidense es más de 22 vecesel de los siete países tradicionalmenteidentificados por el Pentágono comolos más probables adversarios (Cuba,Irán, Irak, Libia, Corea del Norte,Sudán y Siria), quienes en conjuntogastan alrededor de 14 mil millonesanualmente”10 (¡4 mil millones de dó-lares menos de lo que el gobierno nor-teamericano planifica aumentar supresupuesto militar!). Sin lugar a du-das mucho tienen que ver en estos

8 “White House to propose $18,4 billion defense increase”, CNN, 22 de junio de 2001,http://www.cnn.com/2001/ALLPOLITICS/06/22/defense.budget.ap/index.html.

9 C. Helman, “U.S. Continues to Dominate World Military Expenditures”, WeeklyDefense Monitor, vol. 5, No. 11 (Center for Defense Information, marzo de 2001).

10 Ibid.

País Porcentaje Estados Unidos 35,8 Alemania 6,6 Gran Bretaña 5,7 Francia 5,1 Japón 17,6 China 1,6

Cuadro 2. Gasto en tecnología como porcentajedel gasto mundial total (1997)

Fuente: W. Wolhforth, “The Stability of a Unipolar World”, International Security, vol. 24, No. 1,verano de 1999. OCDE, Science, Technology, and Industry: Scoreboard of Indicators 1997 (París,OCDE, 1997)

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números dos factores: la inmensa in-dustria militar norteamericana, y labonanza fiscal alcanzada durante laadministración Clinton. El primerfactor será tratado más adelantecuando veamos más a fondo los pro-yectos de defensa misilística (y enparticular el NMD), mientras que el se-gundo parece dar cuenta de por quési los gastos en defensa bajaron comoporcentaje del PBI, se han mantenidosin embargo vigorosos en términosabsolutos e indisputados en térmi-nos globales. Mientras que el supe-rávit fiscal de 1998 fue de 69.200 mi-llones de dólares, el de 1999 alcanzó122.700 millones de dólares, y el de2000 fue de alrededor de 230.000 mi-llones de dólares.11 Estas cifras tie-nen que ser destinadas hacia algúnlugar en los presupuestos subsi-

guientes, y a pesar de que se augu-rara tras el fin de la Guerra Fría unadecadencia en la industria militar,esto es algo que en los hechos no haocurrido12 (a pesar de una importan-te restructuración). Por lo tanto, unabuena parte de la explicación del in-menso gasto en defensa de EstadosUnidos, tanto en valores absolutoscomo en porcentaje del gasto mun-dial, puede encontrarse en la perfor-mace fiscal del gobierno de Clinton yen la importancia que tiene el áreade defensa dentro del presupuesto.

Todo lo anterior nos induce a ca-lificar a Estados Unidos como unhegemón global, pero ¿podemos ha-blar de potencia unipolar? Numero-sos autores parecen estar de acuer-do en calificar el orden posterior a laGuerra Fría como unipolar. Sin em-

11 27 de septiembre de 2000, CNN, http://www.cnn.com/2000/ALLPOLITICS/stories/09/27/clinton.surplus/index.html.

12 Véase E. Gholz y H. M. Sapolsky, “Restructuring the US Defense Industry”,International Security, vol. 24, No. 3, invierno de 1999/2000.

Cuadro 3. Gasto en Defensa (año 1997)

Fuente: Bureau of Verification and Complience, US Department of State (www.fas.org/man/docs/wmeat98/w98tbl1.pdf)

País Gasto en

Defensa

(GD) (mill.

de US$)

GD/PBI (%) GD/Gasto

Total (%)

FF.AA. por

1000

habitantes

Rusia 41700 5,8 30,9 8,8

Corea del Norte 6000 21,3 27,5 51,6

Irán 4730 3 11,6 9,1

Irak 1250 4,9 NA 19,0

Alemania 32900 1,6 4,7 4,1

Francia 41500 3,0 6,4 8,1

Reino Unido 35300 2,7 7,1 3,7

Japón 40800 1 6,6 2

Estados Unidos 276000 3,3 16,3 5,7

China 74900 2,2 17,6 2,1

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bargo, donde parece haber más dis-crepancias es respecto del marco teó-rico idóneo para analizar esta reali-dad, y, más específicamente, la dis-cusión parece centrarse en la dura-ción de este “momento” unipolar. W.Wohlforth es categórico al afirmarque “el sistema es sin lugar a dudasunipolar. Estados Unidos goza delmás amplio margen de superioridadsobre el siguiente Estado más pode-roso, o, de hecho, sobre todos losotros grandes poderes combinadosque cualquier otra potencia en los dosúltimos siglos”.13 La teoría neorrea-lista convencional supone que la acu-mulación de poder por parte de unEstado genera repulsión en el restode los países testigos del crecimien-to del poder relativo de éste, y, por lotanto, la creación de alianzas contra-hegemónicas es un hecho inevitableque determinará que un orden uni-polar no pueda sustentarse en eltiempo. W. Wohlforth desafía estesupuesto al afirmar que “la actualunipolaridad no sólo es pacífica sinotambién duradera. Ya ha cumplidouna década, y si Washington juegasus cartas correctamente, puede du-rar tanto como la bipolaridad”.14 Paraeste autor la clave que sustenta elbinomio unipolaridad-estabilidadreside en el enorme trecho que sepa-ra el poder de Estados Unidos del delas otras potencias, y el hecho de queéstas tengan noción de esta distan-cia disuade cualquier potencial in-tento contrabalanceador. M. Mastan-duno también parece desafiar la or-todoxa visión acerca del carácterinherentemente efímero de un orden

unipolar, pero en ningún momentoduda en calificar al mundo Postgue-rra Fría como tal. Para él, “el proble-ma no es si nuevas potencias se le-vantarán y balancearán, sino cuán-do lo harán”,15 y para ello es funda-mental el enfoque teórico que se uti-lice. Para esto compara la nociónwaltziana (por K. Waltz) de “balancede poder” y la noción waltiana (porS. Walt) de “balance de amenaza” (Ba-lance of Threat). La primera, que yaexplicamos, establece que un ordenunipolar no puede prolongarse en eltiempo, en tanto el segundo enfoqueestablece que el comportamientocontrabalanceador no es inevitable ysí, en cambio, dependerá de cuánamenazador parezca a los otros es-tados el poder del hegemón. Es de-cir, es esperable la formación de coa-liciones antihegemónicas cuando esepoder sea percibido como amenazan-te. Esto lleva a Mastanduno a pen-sar que “si la teoría de balance-of-threat es correcta, la duración delmomento unipolar dependerá no sólode la distribución relativa de capa-bilities, sino también de la efectivi-dad de la diplomacia estadouniden-se”.16 K. Waltz desacredita cualquierhipótesis acerca de que el fin de laGuerra Fría haya generado cambiosen el sistema internacional en el ni-vel estructural. Para él el contextosigue siendo básicamente anárquicoe instituciones propias de la GuerraFría como la OTAN, por citar un ejem-plo, siguen existiendo por las conduc-tas tipo rent seeking de los burócra-tas que allí trabajan y porque bajolas administraciones de Bush (padre)

13 W. Wolhforth, “The Stability of a Unipolar World”, International Security, vol. 24,No. 1, verano de 1999.

14 Ibid.15 M. Mastanduno, “Preserving the Unipolar Moment”, International Security, vol.

21, No. 4, primavera de 1997.16 Ibid.

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y Clinton la OTAN se transformó enun instrumento para “mantener eldominio de Estados Unidos sobre lapolítica exterior y militar de los esta-dos europeos”,17 es decir, la OTAN con-tinúa e incluso se expande, no por-que haya un auge del multilatera-lismo a nivel mundial sino porque elhegemón así lo quiere. Planteada lacontinuidad estructural del sistemainternacional, lo único que ha ocu-rrido es que “la estructura de la polí-tica internacional ha sido simple-mente rehecha a partir de la desapa-rición de la Unión Soviética, y poralgún tiempo se vivirá en unipolari-dad”.18 Si bien es claro en calificar alorden mundial como unipolar, Waltzes muy ambiguo respecto de cuántopuede llegar a durar ese orden.

Si definimos unipolaridad como“una estructura en el cual las capa-bilities de un Estado en particular sondemasiado grandes para ser contra-balanceadas”,19 entonces nos vemosobligados a analizar más profunda-mente esta premisa. Parece claro queen el campo económico la superiori-

dad de los Estados Unidos hoy, y enlas próximas décadas, no está ame-nazada,20 sin embargo no podemosdecir lo mismo en materia de seguri-dad. En tanto haya actores en con-diciones de infligir un serio daño alos Estados Unidos, hay, a pesar dela clara superioridad norteamerica-na, un contrabalanceo de hecho.21 Yen tanto haya instrumentos legalesque aseguren la mutua destruccióncomo principio estratégico de estabi-lidad en materia nuclear y una doc-trina de defensa nuclear basada úni-camente en la faz ofensiva, hay uncontrabalanceo con una cierta garan-tía jurídica. Mientras esto últimoexista, la hegemonía de Estados Uni-dos no podrá ser calificada, en teo-ría, como unipolar. O más precisa-mente, no se trata aún de una unipo-laridad que permita la toma de deci-siones de manera puramente unila-teral. Esto nos lleva inevitablementea plantear el desarrollo de un escu-do defensivo contra armas de des-trucción masiva dentro de este mar-co de consolidación unipolar. Ésta

17 K. Waltz, “Structural Realism after the Cold War”, International Security, vol. 25,No 1, verano de 2000.

18 Ibid.19 W. Wolhforth, “The Stability of a Unipolar World”, International Security, vol. 24,

No. 1, verano de 1999.20 Según cómo evolucionen las tasas de crecimiento de China y los Estados Uni-

dos, aquélla podría alcanzar en términos absolutos el PBI norteamericano en un parde décadas. Para más información en este aspecto ver W. Wolhforth, “The Stability ofa Unipolar World”, International Security, vol. 24, Nº 1, verano de 1999, p. 33; “Sourcesof Conflict in the 21st Century”, Z. Khalizad y D. Shlapak (eds.), Regional Futures andUS Strategy, Santa Mónica, RAND, 1998, cap. 2, p. 19.

21 A pesar de que el gasto en defensa de Rusia es mucho menor al de Estados Unidosy sus fuerzas armadas no están tan bien equipadas y entrenadas como las de éste,sigue en condiciones técnicas de destruir a este país. Con China sucede algo similar, sibien su arsenal nuclear no alcanza para destruir todo el territorio de Estados Unidos esdifícil que este último se arriesgue a perder por ejemplo Seattle o Los Ángeles con elpropósito de ganar un conflicto nuclear a China. Por lo tanto, a pesar de su clara infe-rioridad en términos militares, Rusia y China siguen teniendo un fuerte poder disuasivofrente a Estados Unidos y la capacidad de limitar posibles acciones unilaterales porparte de éste. Chechenia es un claro ejemplo de esto. A pesar de las continuas violacio-nes a los derechos humanos por parte de las fuerzas rusas en este territorio, la presiónde Estados Unidos no pasó el nivel retórico a diferencia de lo que ocurrió en Bosnia.

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será la premisa principal del presen-te trabajo, pero no por ello se deja-rán de lado otras variables que es-tán detrás de este megaproyecto.

El NMD

Funcionamiento y tiemposdel Programa

A modo de introducción expliquemosbrevemente en qué consiste este sis-tema. Se trata de un programa inte-grado de defensa contra misilesbalísticos intercontinentales que pu-dieran ser lanzados por supuestos “es-tados villanos” o como causa de unlanzamiento accidental por parte deuna nación no enemiga, a través dela destrucción de éstos por medio delimpacto de un vehículo interceptor. Elprograma apunta a poder defender los50 estados norteamericanos de unataque limitado, es decir, en una pri-mera etapa, de un ataque provenien-te de menos de una decena de misilesy aparentemente nunca podrá estaren condiciones de generar un escudoprotector para más de algunas dece-nas de misiles intercontinentales.Este esquema, en principio, no pro-veería protección contra un supuestoataque de las denominadas potenciasnucleares, las cuales, a excepción deChina, estarían en condiciones técni-cas de implementar un ataque nuclearmasivo. Asimismo, decimos que setrata de un sistema integrado porqueconsta de numerosas instalaciones entierra y en el espacio: dispositivosinfrarrojos espaciales, SBIRS (SpaceBased Infra Red System), para identi-

ficar el lanzamiento de un misil ene-migo; una red de radares situados entierra que deberá detectar al misil lue-go de su lanzamiento y evaluar cómoneutralizarlo; un poderoso radar debanda X que deberá estar situado enShemya (Alaska) y cuya función seráidentificar la trayectoria del misil ene-migo; un centro de comando en lasmontañas Cheyenne en Colorado, quedeberá dirigir el lanzamiento del ve-hículo interceptor; y un vehículo in-terceptor, que mediante sensores pro-pios deberá poder discriminar entreseñuelos y la cabeza nuclear del misily derruir esta última.22

Originariamente diseñado comoun programa de 3+3 años (3 años deinvestigación y desarrollo y tres añosde despliegue), el sistema debía es-tar en condiciones de operar para elaño 2003. Sin embargo, en enero de1999 el entonces secretario de De-fensa W. Cohen anunció una reorien-tación del programa, extendiéndolohasta el 2005, asumiendo una defi-nición afirmativa del presidenteClinton para mediados del año 2000.Este último condicionó la decisión dela siguiente manera: “[...] determina-remos [...] si desplegar un limitadosistema de defensa misilística [...]cuando revisemos los resultados delas pruebas y otros esfuerzos inves-tigativos, los costos estimados, y laevaluación de la amenaza. Al hacernuestra determinación, también re-visaremos el progreso en alcanzarnuestros objetivos en el control de ar-mas, incluyendo la negociación deenmiendas al tratado ABM que pudie-ra requerir un posible despliegue delNMD”.23 Continuamente presionado

22 “Missile Defenses, A Shield in Space”, The Economist, junio de 2000.23 Citado en John Pike, “National Missile Defense: Rushing to Failure”, Journal of

the Federation of American Scientists (FAS), vol. 52, Nº 6, noviembre/diciembre de 1999.La FAS en una organización gubernamental que agrupa a más de 50 premios Nobel yque focaliza su acción en la promoción del control de las armas de destrucción masiva.

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por la retórica republicana (una leyde 1995, luego vetada por Clinton,que obligaba al desarrollo del proyec-to, y una comisión legislativa en1998, dirigida por D. Rumsfeld, ac-tual secretario de Defensa, que invo-caba al pronto despliegue del escu-do), el gobierno demócrata se vio enserias dificultades de desestimar unproyecto que no le resultaba atracti-vo. En 1999, ante los continuos fra-casos exhibidos en las pruebas, elpresidente Clinton tomó la decisiónde dejar a su sucesor la definiciónsobre el proyecto. Esto implica queen sus condiciones originales, aquélno podría estar operativo antes de2007. Sin embargo, el presidente G.W. Bush parece querer cumplir consus promesas electorales de asumir“con placer la oportunidad de actuardonde ellos [los demócratas] fracasa-ron”24 y desarrollar un escudo defen-sivo cuanto antes. Asimismo, en suceremonia de confirmación comonuevo secretario de Defensa, Rums-feld se comprometió a desplegar unescudo de defensa misilístico lo an-tes posible, a pesar de los riesgos in-herentes a su dudoso funcionamien-to, Rumsfeld, haciendo una analogíacon los primeros satélites espías (denombre Corona) los cuales “fallaron11, 12, 13 veces durante las admi-nistraciones de Eisenhower y Ken-nedy [...] pero [ellos] perseveraron,trabajaron, y terminaron ahorrandomiles de millones de dólares por el

mejor conocimiento que alcanza-mos”,25 parece haber sentado el fuer-te compromiso de su administracióncon este proyecto. A principios demayo de 2001 en un discurso en laUniversidad Nacional de Defensa(National Defense University), el pre-sidente Bush parece haber aumen-tado la apuesta abogando por un másrápido despliegue del escudo, quecontemple el NMD original, pero queaparentemente además adicione dosalternativas originariamente ideadaspara misiles de mediano alcance, yque se encuentran actualmente enproceso de desarrollo: un sistema dedefensa misilística de la Marina(Navy Ship Based Missiles), y un sis-tema de láser antimisiles situado enaviones Jumbo de la Fuerza Aérea(Airborne Laser). Aparentemente esteheterodoxo esquema podría redituarun sistema más eficiente en un lap-so menor.26

Costos y empresas vinculadascon el proyecto

A diferencia del proyecto Star Warsde la administración Reagan cuyocosto estimado alcanzaba el billón dedólares, el costo aproximado del NMD

ronda los us$ 60.000 millones.27 Laempresa Boeing fue designada enabril de 1998 por el BMDO28 (BallisticMissille Defense Organization) comoel integrador principal del sistema

24 “Aplazan el escudo antimisiles”, La Nación, 2 de septiembre de 2000.25 “Rumsfeld makes his case for building missile defense”, Knight Ridder Newspaper,

12 de enero de 2001.26 “The Secretary of Missile Defense”, Time, 7 de mayo de 2001.27 W. Hartung y M. Ciarrocca, “Star Wars II: Here We Go Again”, The Nation, junio

de 2000.28 Se trata de una agencia estatal responsable de los programas de defensa

misilística, que posee un presupuesto de aproximadamente 4.000 millones de dólaresal año y emplea alrededor de 500 personas (Washington File, “U.S. Missile DefenseDirector Cites Progress, Challenges”, http://usinfo.state.gov/topical/pol/arms/stories/01031250.htm, 12 de marzo de 2001).

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(Lead System Integrator), y es respon-sable del diseño, desarrollo, testeo,e integración de todos los elementosdel NMD en un sistema capaz de de-fender los cincuenta estados de unaataque misilístico limitado.29 Paraello, el BMDO le renovó en diciembrede 2000 un contrato para continuarel desarrollo del NMD desde el 1 deenero de 2001 hasta el 30 de sep-tiembre de 2007. Este contrato tieneun valor potencial de 13.000 millo-nes de dólares si todas las opcionesfuturas se llevan a cabo.30 Aclaremosque esto convierte a Boeing en el prin-cipal contratista, pero de ningúnmodo en el único. Sin embargo, sucategoría de “integrador principal” leda el poder de elegir al resto de loscontratistas. Bajo este esquema,Boeing seleccionó a los otros tresprincipales contratistas que se des-tacan en las siguientes áreas: Raey-theon Company produce los vehícu-los interceptores, TRW Inc. los senso-res infrarrojos, y Lockheed Martin loscohetes que portan el vehículo inter-ceptor, así como también los cohetes“enemigos” (que se utilizan en laspruebas técnicas como supuestosmisiles enemigos).31

Por supuesto que la influencia dela corporación que forman las empre-sas contratistas no es menor. Comoveremos más adelante estas cuatroprincipales empresas se mezclan en

prácticamente todos los proyectos de-sarrollados y en desarrollo vincula-dos con la defensa contra misiles (yasean de rango pequeño, intermedio,o intercontinentales).32 Se trata deempresas que trabajan estrechamen-te con un área gubernamental quecomo viéramos tiene un presupues-to impresionante, y por lo tanto, elpoder de lobby que pueden ejercer enuna industria que, tras el fin de laGuerra Fría ha sufrido grandes re-formas en desmedro de la producciónde armas convencionales, debe tam-bién ser tenido en cuenta a la horade evaluar la magnitud que ha alcan-zado el desarrollo del NMD.

El NMD y su impacto sobre acuerdosbilaterales o multilaterales

El desarrollo del NMD golpeaba direc-tamente la supervivencia del Trata-do ABM (Anti-Ballistic Missile Treaty),el cual al prohibir expresamente ladefensa contra misiles balísticosintercontinentales se transformó enel pilar de la “mutua destrucción ase-gurada” como doctrina común de se-guridad entre la antigua Unión So-viética y los Estados Unidos. Si bienen numerosas ocasiones las autori-dades norteamericanas se mostraronproclives a preferir una reestructu-ración consensuada del tratado a un

29 Página web de la compañía Raeytheon http://www.raytheon.com/es/esproducts/dssekv/dssekv.htm.

30 US Department of Defense, http://www.fas.org/spp/stawars/program/news00/bmd-001222.htm.

31 Según E. Gholz y H. M. Sapolsky , “tres grandes dominan ahora la producciónen defensa –Boeing, Lockheed Martin y Raeytheon–”; E. Gholz y H. M. Sapolsky,“Restructuring the US Defense Industry”, International Security, vol. 24, Nº 3, invier-no de 1999/2000.

32 Al final del informe de la Comisión para Evaluar la Amenaza de Misiles Balísticosa los Estados Unidos, liderada por D. Rumsfeld y que citáramos anteriormente, apa-rece una distinción entre los diferentes tipos de misil: intercontinentales, un rangomayor a 5.500 km; intermedios, un rango de 3.000 a 5.000 km; los de rango medianocorresponden a entre 1000 y 3000 km; y los de rango corto a menos de 1000 km.

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retiro unilateral del mismo (el cualdebería efectuarse con un aviso pre-vio de al menos seis meses), las múl-tiples reformas a las que debía sersometido implicaban al menos la ela-boración de un nuevo acuerdo. W.Cohen, secretario de Defensa de laanterior administración demócrata,afirmó que “buscaremos enmendar eltratado [ABM] si es necesario, y tra-bajaremos de buena fe para hacerlo.Hemos enmendado el tratado antesy no veo razón de por qué no poda-mos hacerlo nuevamente”.33 Sin em-bargo esta supuesta declaración debuena voluntad choca con la reali-dad del tratado. Como resume JohnPike, un analista político de la Fede-ración de Científicos Americanos:34

“Como mínimo el despliegue inicialdel NMD requeriría la eliminación delartículo I [que prohíbe la defensa detodo el territorio nacional] y la revi-sión de las áreas de despliegue per-mitidas, para posibilitar el desarro-llo de un componente del programaen Alaska. El despliegue de los rada-res de banda X en Alaska tambiénrequeriría la revisión del artículo III

[que obliga que los radares estén co-locados junto a los interceptores] entanto que el posterior despliegue deesos radares en Thule, Groenlandiay las Flyindales (Reino Unido) reque-riría enmendar el artículo IX. Varioselementos de las redes satelitales im-

plicarían enmendar el artículo V so-bre sistemas y componentes situadosen el espacio y, asimismo, modificarel artículo VI que prohíbe dar capaci-dad de contramedidas a los vehícu-los antimisiles en vuelo [los vehícu-los interceptores desarrollados porEstados Unidos deberían poder dis-tinguir el blanco de señuelos]”.35 Todoesto configura un panorama dondeel desarrollo de un escudo anti-misiles, aunque sea limitado, termi-naría por completo con la vigencia deltratado ABM, y posiblemente con lalógica estratégica detrás de éste. Deesta forma, la supuesta buena volun-tad mostrada por algunos políticosrespecto de enmendar el tratado ABM

choca con el hecho de que enmendarun tratado en la mayoría de sus pun-tos implica, al menos, la realizaciónde un nuevo tratado y el abandonodel antiguo. Los sectores republica-nos parecen haber sido más claroscon respecto al futuro del ABM, ya en1999 el senador J. Helms afirmabaque cualquier acuerdo con Rusia quepreserve el Tratado ABM estaría“muerto ni bien llegue”36 [al Parla-mento]. Posteriormente el secretariode Estado Colin Powell afirmó anteel Comité de Relaciones Exterioresdel Senado que “tal vez sea necesa-rio, como último recurso, salir delTratado ABM y dar por finalizadasnuestras responsabilidades [dentro

33 Citado en John Pike, “National Missile Defense: Rushing to Failure”, Journal ofthe Federation of American Scientists, vol. 52, No. 6, noviembre/diciembre de 1999.

34 La Federación de Científicos Americanos, que ha servido como una muy impor-tante fuente de información para este trabajo, es una ONG que realiza trabajos deanálisis en los campos de la ciencia, la tecnología y política pública relativos a laseguridad nacional de los Estados Unidos, armas de destrucción masiva, ventas ycontrol de armamento convencional y no convencional, y otros temas relacionadoscon esta problemática. El prestigio de la FAS no reside únicamente en la seriedad desus trabajos e investigaciones, sino también en el hecho de que en su Consejo dePatrocinadores se encuentran 58 premios Nobel.

35 John Pike, “National Missile Defense: Rushing to Failure”, Journal of theFederation of American Scientists, vol. 52, No. 6, noviembre/diciembre de 1999.

36 “Missile Defenses, A Shield in Space”, The Economist, junio de 2000.

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del mismo]”.37 Asimismo, el presiden-te G. W. Bush señaló respecto de esteacuerdo que “tenemos que superarlas obligaciones que impone, debe-mos reemplazarlo con un marco queestablezca una ruptura clara con elpasado”.38 Finalmente el gobierno deG. W. Bush llevó esto más lejos aúnal anunciar, el 13 de diciembre de2001, que los Estados Unidos se re-tiraban unilateralmente del tratado.Al afirmar: “He concluido que el tra-tado ABM obstruye la habilidad denuestro gobierno para desarrollarformas que permitan proteger anuestra gente de futuros ataques te-rroristas o de países villanos”39 diopor terminado con uno de los pilaresdel orden y estabilidad estratégica dela Guerra Fría en materia nuclear.Las consecuencias de este retiro uni-lateral del Tratado aún no son cla-ras, pero las voces en contra sonnumerosas y provienen no sólo deAsia y Europa Oriental sino tambiénde numerosos aliados occidentales.

El NMD y los estados villanos(Rogue States)

Como sugiere D. Mutimer en un tra-bajo reciente, se intentará demostrarque los problemas e intereses envuel-tos en muchos dilemas políticos es-tán formulados, en gran medida, me-tafóricamente. En este marco “lasmetáforas impuestas por una imagendada hacen más que simplementeapoyar una alternativa política,estructuran la forma en la cual elactor puede pensar acerca del pro-

blema y así dar forma, en primer lu-gar, a esa alternativa”.40 De esta for-ma, la formulación de una metáforaacerca de un problema destaca, sub-estima y esconde ciertas caracterís-ticas de dicho problema.

El problema en nuestro caso es eldesarrollo de un polémico escudoantimisiles, mientras que la metáfo-ra explicativa detrás del mismo es elpeligro que significan los “estados vi-llanos” para la seguridad de los Es-tados Unidos. De esta forma, lo queesta metáfora estaría destacando, yla lectura que podemos hacer a par-tir de ella, es que al haber estadosmalignos que tienen acceso a armasde destrucción masiva y son clara-mente hostiles hacia los EstadosUnidos, entonces este país tiene eldeber y el derecho de defendersecomo pueda, y el NMD resulta el me-jor método para hacerlo. En primerlugar, valdría la pena destacar laantropomorfización que encierra lametáfora, y que la hace doblementeengañosa. Una metáfora no tendríapor qué ser engañosa per se, si nosubestimara y escondiera aspectoscomo describiéramos en el párrafoanterior, y que entiendo en este casose suceden, y, en segundo lugar, porlo general la antropomorfización delos estados nacionales generalmenteencierra una retórica por lo menostendenciosa. Los países pueden sergrandes o pequeños, poblados o des-poblados, pero jamás pueden ser vi-llanos. Sin embargo ésta es la razónprincipal esgrimida por los líderespolíticos norteamericanos a la horade justificar el desarrollo de un cos-

37 “The Secretary or Missile Defense”, Time, 7 de mayo de 2001.38 “Bush relanza el polémico escudo antimisiles”, La Nación, 2 de mayo de 2001.39 “US Sets Missile Treaty Pullout”, Washington Post, 14 de diciembre de 2001.40 D. Mutimer, “Reimagining Security: The Metaphors of Proliferation”, K. Krause y

M. Williams (eds.), Critical Security Studies, Minneapolis, University of Minnesota Press,1997.

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toso escudo antimisiles: hay estadosvillanos que quieren dañar a los Es-tados Unidos. Lo curioso es que laetiqueta de “estados villanos” no sólose usa para tratar informalmente alos países antagónicos a los EstadosUnidos, el propio presidente J. W.Bush en su proyecto de presupuestopara el año 2002 se refirió a éstoscomo “estados villanos (sic) determi-nados a adquirir armas de destruc-ción masiva y [promover el] terroris-mo, amenazas tanto impredeciblescomo no convencionales”.41

¿Qué hay detrás de los estadosvillanos? Antes de contestar esta pre-gunta deberíamos cuestionar cuánvillanos son los estados villanos. Pa-rece claro que un discurso tendientea contrarrestar la amenaza potencialde un grupo de estados poseedoresde armas de destrucción masiva,cuya hostilidad hacia Estados Uni-dos es manifiesta, parece bastantemovilizante. Frases como las del exsecretario de defensa W. Cohen res-pecto de que “un ataque a ciudada-nos americanos, aquí en casa, me-diante el uso de estas horripilantesarmas, no es una pregunta acerca desi puede pasar, como de cuándo va apasar”,42 tocan uno de los aspectosmás viscerales de los intereses de losciudadanos, como es su seguridad ysupervivencia. En ese contexto, laestrategia del gobierno de W. Clintonfue adueñarse de las ideas republi-canas respecto de “proteger a las fa-milias norteamericanas” previo a

cada proceso eleccionario. Durante lacampaña presidencial de 1996, elcandidato republicano Bob Dole diogran preponderancia al desarrollo deun sistema de defensa misilístico. Larespuesta del gobierno demócrata fuela producción de más bombarderosB2 (de un costo aproximado de milmillones de dólares por unidad). De-cisiones más recientes, como la fir-ma del Acta Nacional de DefensaMisilística en 1999, que comprome-tía al gobierno a desplegar el siste-ma que estamos tratando en este tra-bajo en cuanto fuera tecnológicamen-te posible, parecen haber sido enca-minadas en el mismo sentido. ParaJ. Pike, analista de la Federación deCientíficos Americanos, la firma delActa fue “una decisión política diri-gida por la necesidad de defender aAl Gore de los republicanos, más quea defender a los Estados Unidos delos misiles”.43 En el mismo sentido S.Walt sugiere que la firma de esta Acta“ejemplifica la flexibilidad de la polí-tica presidencial [de Clinton] y mues-tra cómo el predominio norteameri-cano da autoridad a pensadoresextremistas en casa. [...] Clinton eli-ge comprometerse para evitar seracusado de suavidad en materia dedefensa. La política de Clinton no fuevaliente ni previsora, pero fue preci-samente el tipo de decisión que el am-biente político alienta”.44 Sin dudasla llegada de G. W. Bush al poder pa-rece indicar un camino más claro encuanto a una política exterior más

41 “Bush Budget Seeks to Acquire Ballistic Missile Defense System”, WashingtonFile, 28 de febrero de 2001; http://usinfo.state.gov/topical/pol/arms/stories/01022864.htm.

42 “DOD Proliferation Report Updates Threat from Nuclear, Bio, Chemical Weapon”,Washington File, 10 de enero de 2000; el reporte puede consultarse en http://www.defenselink.mil/pubs/ptr20010110.pdf.

43 John Pike, “National Missile Defense: Rushing to Failure”, Journal of theFederation of American Scientists, vol. 52, Nº 6, noviembre/diciembre de 1999.

44 S. Walt, “Two Cheers for Clinton`s Foreign Policy”, Foreign Affairs, vol. 79, Nº 2,marzo/abril de 2000.

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unilateral, y los “estados villanos”parecen la excusa perfecta para ob-tener consensos en casa y acallardisensos afuera. Pero volvamos anuestra pregunta, ¿cuán villanos sonlos estados villanos? Dos cosas sepueden decir al respecto: por un ladolas iniciativas políticas de contra-proliferación durante el gobierno deClinton parecen haber tenido éxito,por ejemplo, al conseguir una mora-toria norcoreana respecto de realizarpruebas misilísticas, y al incentivara Rusia a implementar un nuevomarco institucional de políticas de noproliferación y de control de expor-taciones de material tecnológico sen-sible. Y por otro lado, y fundamen-talmente, la defensa contra misilesintercontinentales balísticos pareceresponder a una lógica de la guerrafría y no a un mundo totalmente di-ferente, y “menos seguro y previsi-ble”, como sugiere el presidenteBush.45 La primer premisa sugiereque si las políticas conciliadoras res-pecto de “sociabilizar a los villanos”han tenido relativo éxito, no se en-tiende bien por qué profundizar uncurso de acción que sólo puederadicalizar aun más a los gobiernosy los pueblos de esos países, y queademás tiene un elevado costo fiscal.La segunda premisa surge de la pa-radoja que implica que el gobiernode Estados Unidos pretende protegera su país de un mundo Postguerra-Fría más inestable, de amenazas pro-venientes de un típico actor de laGuerra Fría: los misiles interconti-nentales. Esto, que parece una con-tradicción, es efectivamente una con-tradicción, máxime teniendo en cuen-ta el más reciente informe de la CIA

respecto de que las amenazas poten-

ciales más probables no serán misi-les, sino armas de destrucción masi-va portátiles en containers, avione-tas, o incluso maletas.46 Es más po-sible que un actor estatal o meta-estatal decida atacar a los EstadosUnidos de esta forma, que lanzandoun ataque misilístico limitado.

Como dijéramos antes, la metáfo-ra de los “estados villanos”, como mu-chas otras metáforas utilizadas en lapolítica, esconde detrás de sí otrasrealidades.

Otras realidades

El complejo militar-industrialy las empresas contratistas

Al analizar el mercado de equipa-miento para la defensa de EstadosUnidos, uno se encuentra con que nose trata de un mercado más. Es lógi-co que por tratarse de la producciónde armamento para la defensa de losintereses nacionales, el Estado nor-teamericano tenga un poder de mo-nopsonio sobre ese mercado. Sinembargo, por obvias que sean lasrazones, un mercado de estas carac-terísticas no se mueve con los meca-nismos de los mercados libres, don-de actúan múltiples oferentes y de-mandantes. Al ser el gobierno el úni-co cliente, el poder y capacidad delobby de las empresas contratistasresulta fundamental a la hora de de-terminar las asignaciones contrac-tuales; cuando, por el contrario, losmecanismos eficientes de asignacióndeberían surgir exclusivamente de lascapacidades técnicas de las empre-sas, o de las necesidades estratégi-cas de la nación.

45 “Transcript: President Bush speech on missile defense”, CNN, 1 de mayo de2001, http://cnn.com/2001/ALLPOLITICS/05/01/bush.missile.trans.

46 Véase “The Secretary of Missile Defense”, Time, 7 de mayo de 2001.

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Esto, a diferencia de lo que ocu-rre en otros mercados, ha determi-nado por qué ha habido una relativaestabilidad a lo largo del tiempo delas principales empresas contratis-tas. Según E. Gholz y H. Sapolsky,47

no es la ausencia de riesgo inheren-te a la política de lobbying lo quemantiene la estabilidad histórica enla rentabilidad de las grandes empre-sas contratistas (ya que muchos pro-yectos se han caído por oposición delíderes políticos o militares), sino losmúltiples grandes proyectos que tie-nen en cartera y que les permite di-versificar el riesgo. Asimismo, cuan-do el riesgo percibido es alto, comodurante la Guerra Fría, las presio-nes a una asignación más eficientede los contratos son mayores. Por lotanto el poder de lobby en estas cir-cunstancias disminuye. Por el con-trario, cuando la amenaza percibidadisminuye, léase Postguerra Fría, laasignación de contratos puede darmás ponderación a otras variablesmás allá de las técnico-estratégicas.Eso explica la sobrecapacidad quepresenta hoy esta industria, y el con-tinuo mejoramiento técnico de siste-mas de armas que ya en sus condi-ciones actuales no tienen rivalidaden el mundo.48 El desarrollo del NMD

y otros sistemas de defensa misilís-tica, bien podría inscribirse en estemarco de grandes empresas buscan-do grandes proyectos en épocas debaja amenaza. Aunque, claro está,para el desarrollo de proyectos mi-llonarios, tiene que haber algún ar-gumento estratégico. En este senti-do los “estados villanos” parecen serla razón preferida por empresarios y

militares. Sin embargo, como vere-mos más adelante, un nuevo para-digma nacional de seguridad y unanueva doctrina militar parecen serlas principales razones detrás de es-tos proyectos. Pero ello no contradi-ce el papel del lobby contratista y lascaracterísticas de la industria mili-tar como variable explicativa. Por elcontrario, veremos cómo el desarro-llo del NMD es complementario con lasrazones de índole estratégica y lanueva doctrina militar.

El Cuadro 4 presenta las diez ma-yores empresas contratistas para losaños 1997 y 1998. Las cuatro prin-cipales empresas que trabajan en elNMD figuran en la misma y tres deellas ocupan las tres primeras posi-ciones.

Los datos del cuadro parecen co-incidir con lo postulado anteriormen-te respecto de la estabilidad de lasempresas contratistas. Por ello nohabría de sorprender que en un tiem-po en que se auguran reformas en ladoctrina y en el equipamiento mili-tar (que analizaremos más adelante),las mayores empresas estén vincu-ladas con el desarrollo del NMD, y conotros proyectos de defensa misilís-tica.

El Cuadro 5 muestra los princi-pales proyectos de defensa misilística(algunos en uso, y otros en diferen-tes etapas de desarrollo) y las empre-sas vinculadas con los mismos. Nodebería sorprendernos que Boeing,Raeytheon, TRW y Lockheed Martin semezclen y repitan en todos ellos. Re-cordemos que dos de estas alternati-vas (Airborn Laser y Navy Ship BasedMissiles) tal vez puedan formar par-

47 E. Gholz y H. M. Sapolsky, “Restructuring the US Defense Industry”, InternationalSecurity, vol. 24, Nº 3, invierno de 1999/2000.

48 Hoy día los cazabombarderos F-15, F-16, y F-18 son los mejores del mundo. Sinembargo la Fuerza Aérea norteamericana pronto podrá contar con el F-22, una ver-sión mejorada de los anteriores.

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te junto con el NMD de un escudoantimisiles más heterodoxo sugeridoa principios de mayo de 2001 por elpresidente G. W. Bush.49

De esta manera las grandes em-presas contratistas estarían diver-sificando su cartera de proyectos, enpos de una nueva generación de ar-mamentos y sistemas acordes conun nuevo paradigma de conflicto, yun nuevo rol de los Estados Unidosy sus fuerzas armadas en ese su-puesto nuevo mundo. En ese con-texto, tanto el NMD como otros pro-yectos similares se inscribirían den-tro del lógico comportamiento adap-tativo de los contratistas frente a unnuevo ambiente. Es decir, un nuevoescenario comercial para ellos, y un

nuevo escenario estratégico para elgobierno.

Una nueva doctrina militar.El futuro ya llegó

A finales de marzo de 2001 se dio aconocer públicamente informaciónrespecto de las intenciones del go-bierno de Estados Unidos con rela-ción a una serie de reformas revolu-cionarias en la doctrina militar deeste país.50 Este nuevo paradigma co-nocido informalmente como “Doctri-na Rumsfeld” propone fundamental-mente las siguientes reformas:

1) Reorientación hacia el Pacífico:de acuerdo con la agencia Reuters:

49 “Bush relanza el polémico escudo antimisiles”, La Nación, 2 de mayo de 2001;“Bush shoots for stronger defense”, CNN, 1 de mayo de 2001, http://www.cnn.com/2001/ALLPOLITICS/0501/missile.defense.bigp/index.html.

50 “Rumsfeld Outlines Pentagon Overhaul”, CNN, 23 de marzo de 2001, http://www.cnn.com/2001/US/03/23/rumsfeld.military.reut/; “El futuro según la derechade Bush: La doctrina Rumsfeld”, Página/12, 1 de abril de 2001.

Fuente: cuadro presente en Federation of American Scientists, “100 Companies Receiving TheLargest Dollar Volume Of Prime Contract Awards”, Department of Defense.

Cuadro 4. Principales montos contractuales asignados paralos años fiscales 1997 y 1998 (en miles de millones de us$)

Ubicación Nombre de la Compañía Adjudicación (miles

de millones de US$)

1998 1997 1998 1997

1 1 Lockheed Martin Corp. 12.3 11.6

2 2 The Boeing Company 10.9 9.6

3 5 Raytheon Corp. 5.7 2.9

4 4 General Dynamics Corp. 3.7 3.0

5 3 Northrop Grumman Corp. 2.7 3.5

6 7 United Technologies Corp. 2.0 1.8

7 10 Textron Inc. 1.8 1.4

8 9 Litton Industries Inc. 1.6 1.6

9 16 Newpor News Shipbuilding Inc. 1.5 0.7

10 14 TRW Inc. 1.3 0.8

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“Rumsfeld y Andrew Marshall, el fun-cionario del Pentágono que dirige lareforma estratégica, puntualizaronque el océano Pacífico es el más pro-bable teatro de las futuras operacio-nes militares de Estados Unidos, entanto China devendría como un ac-tor más poderoso y Rusia como unomenos poderoso”.51 Esto implica en-tre otras cosas un reacomodamientode los sistemas de armas a esta nue-va realidad, alejada del centro deEuropa.

2) Reformas técnicas relativas a lanueva orientación: los grandes per-dedores son los grandes portaavio-nes que deberían ser reemplazadospor embarcaciones más pequeñas y

menos vulnerables a los misiles. Conrespecto a la fuerza aérea, ésta de-bería acotar sus pretensiones deaprovisionamiento del caza-bombar-dero F-22, y tal vez suspender elavanzado proyecto del avión JSF (JointStrike Fighter). De esta manera, de-bería focalizarse en el desarrollo debombarderos de gran autonomía ylargo alcance y aviones no tripula-dos. Todo esto responde a la premi-sa según la cual “el crecimiento deChina significa que el océano Pacífi-co será el campo de batalla para lasfuerzas norteamericanas”.52

3) Fin del esquema por el cual Es-tados Unidos debía estar en condicio-nes de luchar y ganar dos guerras si-

51 “Rumsfeld Outlines Pentagon Overhaul”, CNN, 23 de marzo de 2001, http://www.cnn.com/2001/US/03/23/rumsfeld.military.reut/.

52 “El futuro según la derecha de Bush: La doctrina Rumsfeld”, Página/12, 1 deabril de 2001.

53 PAC 2/3, Patriot Advanced Capability: este misil intercepta y destruye misilesbalísticos tácticos y misiles crucero en cualquier campo de batalla y bajo cualquiercondición climática. Los anteriores misiles Patriot usados durante la Guerra del Golfodemostraron una efectividad limitada para destruir los misiles SCUD. Estas nuevasversiones ofrecerían una capacidad mayor de ubicación e impacto. THAAD, TheaterHigh Altitude Area Defense: situado en tierra, la principal característica de este siste-ma es su habilidad para hacer frente a misiles de rango intermedio en su primeraetapa de lanzamiento. ABL, Airborne Laser: consiste en un láser de alta energía situa-do en un Boeing 747 modificado, que destuye misiles intermedios en su fase inicial.NTW, Navy Theater Wide: situado sobre cruceros AEGIS, este sistema provee proteccióncontra misiles de mediano rango, aunque se planea aumentar su capacidad comple-mentándolo con el NMD y el ABL. SBL, Space Based Laser: situado en el espacio, es muysimilar al proyecto Star Wars de la era Reagan, y consiste en destruir todo tipo demisiles en su primera fase, y no sobre posible territorio aliado. Aunque faltarían unpar de décadas para su funcionamiento, ya se encuentra en fase de desarrollo.

Proyecto Empresas vinculadas PAC-2/3 Raeytheon, Lockheed Martin THAAD Lockheed Martin ABL Boeing, TRW, Lockheed Martin NTW Boeing, Raeytheon, Lockheed Martin

SBL Boeing, Lockheed, TRW

Fuente: Federation of American Scientists, http://www.fas.org/spp/starwars/program.index.html.

Cuadro 5. Principales proyectos de defensa misilísticay las empresas vinculadas con los mismos53

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multáneas: acorde con una disminu-ción de la importancia relativa queparecen tener las fuerzas convencio-nales en este enfoque, el secretariode Defensa está considerando revi-sar la estrategia respecto de que Es-tados Unidos debería estar en condi-ciones de luchar y ganar dos guerrassimultáneas en teatros diferentes.54

4) Reducción del arsenal nuclear:el 1 de mayo de 2001 Bush afirmóque Estados Unidos “puede y cam-biará el tamaño, la composición y elcarácter de nuestras fuerzas nuclea-res, de una manera que refleje la rea-lidad de que la Guerra Fría termi-nó”.55 Los cambios cuantitativos im-plicarían una reducción tanto en lasfuerzas situadas en tierra, como tam-bién en el mar y el aire. Según B.Scowcroft, general retirado de la fuer-za aérea que fuera consejero nacio-nal de seguridad de los presidentesG. Bush y G. Ford, los bombarderosserán el sistema menos complicadode recortar, sin embargo “una vez quese comience a desmantelar las basesnucleares terrestres y la flota sub-marina, se podría afectar la estabili-dad”.56 La idea subyacente a este pro-yecto es tener una fuerza disuasivaacorde con la nueva dimensión de-fensiva que proveería el NMD y otrosproyectos de defensa misilística. Eneste marco, la disuasión no pasa úni-

camente por el número de cabezasnucleares, y la velocidad de lanza-miento. Al haber una capacidad de-fensiva, la disuasión ofensiva no ne-cesitaría ser tan grande y costosa.Una combinación de un sistema de-fensivo, con un más reducido núme-ro de cabezas nucleares serviría per-fectamente para contener a una de-clinante y decadente fuerza nuclearrusa y a una creciente pero minús-cula capacidad china.57

5) Dimensión estratégica del espa-cio exterior: en enero de 2001 en labase de la Fuerza Aérea de Schriever,Colorado, se realizó el primer juegode guerra espacial. El escenario su-ponía una situación de tensión cre-ciente entre Estados Unidos y Chinaen el año 2017. El país “rojo” (China)amenazaba seriamente al país “ma-rrón” (Taiwán), el cual solicitaba ayu-da al país “azul” (Estados Unidos).En el juego ambos países contabancon microsatélites que podían dañarlos satélites del adversario, ademásde lásers situados en tierra capacesde “enceguecer” los satélites enemi-gos. En tanto, azul-Estados Unidoscontaba con el NMD, y con avionesespaciales reutilizables, capaces dereparar y lanzar rápidamente nuevossatélites.58 El resultado aparente-mente no fue muy positivo para losEstados Unidos. Según R. Hegstrom,

54 “Rumsfeld might revamp US two war strategy”, CNN, 8 de mayo de 2001, http://www.cnn/2001/ALLPOLITICS/rumsfeld.defense/index.html.

55 “US Nuclear Proposals Envision Sharp Cuts in Missiles, Bombers”, WashingtonPost, 26 de mayo de 2001.

56 Ibid.57 En un debate en el Capitolio respecto de las políticas de seguridad nacional, el

senador demócrata C. Levin preguntó al entonces nominado secretario de Defensa D.Rumsfeld si un despliegue unilateral del NMD no iba a afectar los acuerdos de reduc-ción de armamento nuclear, a lo que éste alegó: “Pienso que el stock ruso, o suscapacidades, van a decrecer de cualquier manera por las circunstancias de su econo-mía”; “Rumsfeld urges missile defense system during confirmation hearing”, CNN, 11de enero de 2001; http://www.cnn.com/2001/ALLPOLITICS/stories/01/11/rumsfeld.hearing/index.html.

58 “Space is playing field for newest war game”, Washington Post, 29 de enero de2001.

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director del juego, con la presenciaespacial que tiene Estados Unidos ac-tualmente y de seguir esta tendenciaen el 2017 “será crucial respondercasi inmediatamente [ante cualquieramenaza]”.59 Por lo tanto, los futu-ros presidentes norteamericanos de-berían preocuparse por mejorar lapresencia militar en el espacio, o lan-zar ataques preventivos ante cual-quier supuesta amenaza enemiga eneste campo. La mayoría de las con-clusiones coinciden con los resulta-dos de una comisión parlamentarialiderada por D. Rumsfeld sobre as-pectos espaciales de la seguridad na-cional de los Estados Unidos. En esereporte, se sugería que si la FuerzaAérea no se tomaba más seriamenteestos asuntos, el Pentágono deberíacrear un nuevo “Cuerpo Espacial”.Aparentemente, a juzgar por el juegodescripto anteriormente, la FuerzaAérea tomó el reporte seriamente.Asimismo, este reporte advertía quela creciente dependencia de EstadosUnidos en los satélites podía dejar aeste país en condiciones de ser “uncandidato atractivo para un PearlHarbor espacial”.60

Como solicitaba el reporte de lacomisión del Congreso, D. Rumsfeldplanea crear una nueva posición degeneral de cuatro estrellas (el máxi-mo posible) que condense las divisio-nes espaciales de todas las fuerzasen un único comando espacial bajoel mando de un general de la fuerzaaérea.61

La repercusión mediática de es-tos acontecimientos parece no dar

cuenta de la importancia que tendránéstos en la forma que adquirirá elorden estratégico mundial en un fu-turo mediato. Con respecto a esto sepueden destacar dos cosas: la “mu-tua destrucción asegurada” planteóun paradigma de disuasión estable.De ahora en más no sólo el carácterdefensivo del NMD plantea una nue-va dimensión a la disuasión nuclear,sino que los aspectos espaciales plan-tean una aún más confusa hipótesisacerca del papel de la disuasión y laposibilidad y resultados de un even-tual conflicto. Por otro lado, la ca-rrera armamentista espacial ya nosólo implicaría el abandono o viola-ción del acuerdo bilateral ABM, sinola violación lisa y llana del espíritudel acuerdo multilateral acerca de lautilización pacífica del espacio firma-do en 1967 y llamado Outer SpaceTreaty.

El desarrollo del NMD no es sola-mente una pieza más de la nuevadoctrina militar norteamericana, esparte fundamental de la misma. To-das las reformas antes nombradasrequieren o implican la existencia deun escudo de defensa misilística. Nopodría haber una disminución de lasfuerzas convencionales y un retiro deEuropa si no se desarrollan nuevosmecanismos de defensa. Asimismo,sería imposible pensar en una reduc-ción de armas nucleares ofensivaspor debajo del tratado START II si noexistiera la capacidad defensiva ydisuasiva que aportaría el NMD. Porúltimo, en lo referente exclusivamen-te a la relación del NMD y el desarro-

59 Ibid.60 “Rumsfeld orders military space programs consolidated”, CNN, 8 de mayo de 2001,

http://www.cnn.com/2001/ALLPOLITICS/05/08/rumsfeld.space/index.html.61 “Person of the week: Defense Secretary Donald Rumsfeld”, Time, 14 de mayo de

2001; “Pentagon chief to create new post to head Air Force space efforts”, CNN, 8 demayo de 2001, http://www.cnn.com/2001/ALLPOLITICS/05/08/rumsfeld.space.ap/index.html.

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llo de sistemas estratégicos en el es-pacio, uno de sus componentes esen-ciales, el SBIRS (Space Based InfraRed System), requiere ser situado enel espacio exterior y por lo tanto pro-tegido, ya que un daño al componenteque debe dar cuenta del lanzamien-to de un misil balístico intercon-tinental podría dañar seriamente elfuncionamiento del resto del sistema.

Estados Unidos primero

La tesis principal de este trabajo seráque, sin dejar de lado otras variablesexplicativas, como las descriptas an-teriormente, el factor principal detrásdel desarrollo del NMD es un impulsoaislacionista liderado por los secto-res más conservadores de la políticanorteamericana en pos de la consoli-dación de un orden mundial uni-polar, claro está, con Estados Uni-dos a la cabeza. Asimismo, estos im-pulsos aislacionistas no son nuevos,como tampoco lo son sus principalesexpositores. Tampoco es, el NMD, elúnico hecho donde se ha manifesta-do el aislacionismo norteamericano,ni tampoco la primera vez que se per-ciben estas tendencias en este país.La discusión entre aislacionistas einternacionalistas es casi tan viejacomo los Estados Unidos, aunquedesde G. Washington hasta la Segun-da Guerra Mundial hayan prevaleci-do los primeros. Sin embargo, la dé-cada de 1990 muestra un crecimien-to de las tendencias aislacionistas sinprecedentes recientes, y en particu-lar, en los últimos años de esta dé-cada, esta tendencia parece haberseagudizado. Del mismo modo, es im-portante destacar que los impulsoresde estas políticas son sectores con-servadores vinculados a su vez conbuena parte del Partido Republica-no. El hecho de que se eligiera el NMD,

y no otro hecho que evidencie estecreciente aislacionismo, no es capri-choso como veremos a continuación.

El orden del mundo bipolar eraestable. Las consecuencias que hu-biera tenido un conflicto nuclear hu-bieran sido holocáusticas; sin embar-go, la probabilidad de este aconteci-miento era muy baja, o para ser másespecíficos, a partir de la crisis de losmisiles (1962) su probabilidad fuecrecientemente cada vez más baja. La“mutua destrucción asegurada” erael pilar de esta estabilidad, y el pilarde la “mutua destrucción asegurada”fue el tratado ABM (1972). Con la caí-da de la Unión Soviética se dio el findel orden bipolar, pero en lo referen-te a la estabilidad estratégica, éstaseguía sustentada en las mismaspremisas de la Guerra Fría. En ladécada de 1990, presiones del Con-greso republicano, y en particular desectores vinculados con el actual se-cretario de Defensa, D. Rumsfeld, ycon el vicepresidente D. Cheney, pug-naron y consiguieron dar prioridadal desarrollo de un sistema misilísticocapaz de neutralizar un ataque “li-mitado” (más adelante se entenderáeste entrecomillado) de misiles inter-continentales. De esta manera, eldesarrollo del NMD, supuestamentediseñado para disuadir a “estados vi-llanos”, da fin al paradigma de segu-ridad de la Guerra Fría y de la Post-guerra Fría. La indiscutida potenciahegemónica busca consolidar un or-den unipolar que la haga invulnera-ble a lo que acontezca en el resto delmundo. Y esto no es poca cosa. Lasconsecuencias de este nuevo ordenno serán estudiadas en el presentetrabajo, pero vale la pena postular al-gunas preguntas para ilustrar suimportancia: ¿es estable un ordenunipolar?, ¿surgirán coalicionescontrahegemónicas como predice laescuela realista?, ¿qué carácter ad-

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quirirían estas coaliciones?, ¿qué pa-sará en el resto del mundo, y entre elresto del mundo, si la potencia hege-mónica consigue instaurar y conso-lidar un orden unipolar y desenten-derse de los acontecimientos que nola afecten directamente?

Si la hipótesis de este artículo esafirmativa, probablemente éstas seanlas cuestiones que focalicen los es-tudios de relaciones internacionalesen los próximos años. Por lo tanto, elanálisis de las consecuencias del de-sarrollo de un sistema de armas deestas características, y su monopo-lio por parte de un solo actor, puededar nacimiento a una nueva era,como ocurriera después de Hiro-shima y Nagasaki.

Los “nuevos-viejos” impulsosunilateralistas de “W”. En el interiordel lobby misilístico

Lo visto en la sección interior sirvepara ilustrar que los impulsos aisla-cionistas en general, y unilateralistasen términos estratégicos en particu-lar, no son nuevos, y no están dirigi-dos por un reducido número de indi-viduos. Sin embargo, todos tienen unmismo sello, el republicano.

Haremos un breve repaso de acon-tecimientos recientes, más allá delNMD, donde las tendencias aisla-cionistas como las descriptas porDumbrell también se han hecho evi-dentes:

• El 13 de octubre de 1999 elSenado norteamericano votó en con-tra de la ratificación del Tratado de

Prohibición Total de Pruebas Nuclea-res (CTBT). Por 51 votos contra 48, elSenado rechazó este acuerdo firma-do por 154 países, entre los cualesse encuentran todos los del “club nu-clear” con la excepción de China.Según el senador demócrata J. Bi-den, “se trata del mayor error quehaya cometido el Congreso de Esta-dos Unidos”.62 En el mismo sentidosu correligionario C. Levin consideróque “con esta votación el mundo seha convertido en un lugar más peli-groso”.63 En tanto Clinton consideróque este rechazo formaba parte “deuna política partidaria de la peor es-pecie”, tildando de irresponsables alos sectores de derecha del PartidoRepublicano.64

• Estados Unidos no ha firmadoel tratado de prohibición de minasantipersonales de 1997.

• Numerosos sectores del Parti-do Republicano se oponen a la ratifi-cación del Tratado de Roma sobre laconformación de una Corte Penal In-ternacional, y firmado por el presi-dente Clinton el 31 de diciembre de2000. D. Rumsfeld considera que estetratado es perjudicial para el perso-nal norteamericano “que podría es-tar realizando tareas bajo el manda-to del gobierno de Estados Unidos yser arrastrado ante una corte inter-nacional por crímenes de guerra”.65

• El presidente G. W. Bush deci-dió no ratificar el Protocolo de Kyotopara la reducción de emisiones degases que provocan el recalentamien-to global. Este acuerdo comprometíaa 38 países industrializados a redu-cir las emisiones de gases que gene-

62 “El Senado rechaza el tratado de prohibición nuclear”, Clarín, 14 de octubre de1999.

63 Ibid.64 “Bill Clinton llamó irresponsables a los senadores republicanos”, Clarín, 15 de

octubre de 1999.65 “Rumsfeld says he favors NMD”, Washington File, 11 de enero de 2001, http://

www.usinfo.gov/topical/pol/arms/stories/01011201.htm.

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ran el “efecto invernadero” para el año2010 a niveles inferiores a los de1990. Lejos de anunciar la medida enun tono conciliador y diplomático,Bush justificó la negativa de la si-guiente manera: “No aceptaré un planque dañe nuestra economía o afectea los trabajadores estadounidenses.Nuestra economía se ha desacelerado.También tenemos una crisis de ener-gía, y el poner límites al CO2 no tienesentido para nuestro país”.66

• La reacción de importantessectores conservadores hacia la ONU

luego de la decisión de la mayoría delos miembros de este organismo dedejar afuera a los Estados Unidos dela Comisión de Derechos Humanos(que ocupó durante 54 años) y de laComisión de Control de Drogas. LaCámara de Representantes votó afavor de retirar us$ 244 millones queEstados Unidos debía a la ONU hastaque este país no fuera reinsertado enla Comisión de Derechos Humanos.67

Asimismo, el secretario D. Rumsfeldcalificó de “desagradecidos” a aque-llos países “aliados” que no votarona favor de Estados Unidos.68

• El 13 de diciembre de 2001Estados Unidos anuncia a Rusia suretiro formal del tratado bilateralABM. Seis meses después del aviso,Estados Unidos termina todas susresponsabilidades comprometidas enel Tratado.

La similitud de voluntades respectode los escudos misilísticos de los úl-timos gobiernos republicanos no selimita únicamente a una consistente

presión a favor del despliegue de estetipo de sistema defensivo. Aquellosque tuvieron que llevar la ofensiva eneste campo se han repetido, y no so-lamente en un sentido retórico des-tacando las virtudes de los misilesantimisiles, sino que se trata en mu-chos casos de las mismas personas.Los gobiernos de Bush padre e hijoson un claro reflejo de esto. R.Cheney fue jefe de asesores duranteel gobierno de G. Ford, secretario deDefensa de G. Bush, y es vicepresi-dente en la administración de G. W.Bush (“W”). Además, desempeñó unrol clave e histórico como jefe delequipo de transición de este último.Según A. Lichtman, historiador de laAmerican University en Washington:“Nunca antes un vicepresidente elec-to desempeñó un papel tan promi-nente como portavoz de la adminis-tración, y nunca antes un vicepresi-dente electo orquestó la transición.De hecho éste es un gabinete tantode Bush como de Cheney”.69 Muchasfueron las dudas que se levantaronen su momento, respecto de la capa-cidad del gobernador de Texas (G. W.Bush) para lidiar con la compleja pro-blemática que debe enfrentar un pre-sidente de los Estados Unidos. Mu-chas de esas dudas se despejaroncuando seleccionó a R. Cheney comosu segundo. Sin embargo, muchotambién se ha hablado respecto delpoder del tándem Cheney-Rumsfelden el gabinete de “W”. R. Gergen, re-conocido periodista que trabajó comoasesor en los gobiernos de G. Ford yG. Bush señaló que el papel de

66 “EE.UU. no reducirá los gases que recalientan la Tierra”, Clarín, 30 de marzo de2001.

67 “Possible new UN antagonism toward United States”, CNN, 10 de mayo de 2001.http://www.cnn.com/2001/US/05/10/us.un.big.picture.relations.

68 “Rumsfeld: Ungrateful world kicks US off rights panel”, CNN, 6 de mayo de 2001,http://www.cnn.com/2001/US/05/06/us.rights.

69 “Bush/Cheney influence”, Voice of America, 3 de enero de 2001, http://www.fas.org/news/usa/2001/usa-010103.htm.

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Cheney en la confección del gabinetede “W” fue fundamental, por mediode las relaciones que formó con D.Rumsfeld y C. Powell durante los go-biernos de Ford y Bush padre res-pectivamente.70 Durante el gobiernode G. Ford, el secretario de Defensa,D. Rumsfeld, fue el primer político enlidiar con un proyecto de defensamisilística como el programa de 1975para desplegar un escudo que prote-giera 150 misiles Minuteman enDakota del Norte.71 Como senador,fue quien encabezó la comisión queen 1998 alertó sobre la crecienteamenaza para los Estados Unidos dela proliferación y desarrollo tecnoló-gico de misiles balísticos por partede “estados villanos”, y en el año2001 volvió a convertirse en secreta-rio de Defensa, promoviendo el am-bicioso proyecto de defensa misi-lística que se está tratando en estetrabajo. Según la revista Time el re-torno de Rumsfeld a Washington “fuediseñado por Dick Cheney, un pro-tegido de Rumsfeld, a quien éste ayu-dó para que se convirtiera en jefe deasesores durante la administraciónFord”.72 El funcionamiento del equi-po Cheney-Rumsfeld tiene lugar encada proyecto que atañe a la seguri-dad de los Estados Unidos, siendoambos tomados indistintamente a lahora de tantear la posición oficial enestos temas, desde la reforma doc-trinal de las fuerzas armadas hastael NMD. De acuerdo con un funciona-rio norteamericano, cuyo nombre nofue revelado por el Washington Post:“el vicepresidente le ha indicado al

secretario que será lo más servicialque pueda. Como anterior secretariode Defensa, tiene un interés especialen el Pentágono”.73 En tanto, C.Powell, quien fuera comandante delas FF.AA. durante la presidencia deG. Bush, desempeña actualmente elrol de secretario de Estado. C. Rice,quien fuera asistente especial paraasuntos de Seguridad Nacional du-rante los años 1989-1991 (presiden-cia de G. Bush), ostenta ahora uncargo similar, pero de mayor influen-cia (el tercero en jerarquía en temasde seguridad nacional luego del se-cretario de Estado y el secretario deDefensa) como Consejera Nacional deSeguridad. Por último, no debe de-jarse de lado la influencia que pu-diera tener el propio G. Bush en elgobierno de su hijo. Pese al obvioperfil bajo que ha tenido que adop-tar el ex presidente, han trascendidosituaciones donde éste ha sentido lanecesidad de intervenir, y aparente-mente parece haberlo hecho. Ante ladecisión a principios del año 2001 desuspender las negociaciones conCorea del Norte sobre sus programasnucleares y misilísticos, de acuerdocon el diario británico The Guardian:“Por primera vez ha surgido eviden-cia acerca de cómo el anterior presi-dente George Bush juega un rol im-portante en dar forma a la políticaexterior de su hijo [...]. El anteriorpresidente envió recientemente a suhijo un memorándum argumentan-do enérgicamente a favor de reanu-dar las negociaciones con Corea delNorte. El memo no estaba escrito por

70 Ibid.71 “The Secretary of Missile Defense”, Time, 7 de mayo de 2001. Este proyecto era

compatible con el tratado ABM, el cual permitía la defensa de una sola locación bajola lógica de asegurar que un ataque nuclear siempre pudiera ser repelido, garantizan-do de esta manera la “mutua destrucción asegurada”.

72 Ibid.73 “Rumsfeld on High Wire of Defense Reform”, Washington Post, 20 de mayo de

2001.

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Bush padre, pero sí por uno de susanteriores ayudantes en asuntosasiáticos, D. Gregg, quien tambiénfuera embajador en Corea del Sur[...]. El envío del memo de Gregg esla primera evidencia concreta de lainfluencia de Bush padre en la ad-ministración, en un tema específicode política exterior, sin embargo, hahabido mucha especulación sobre siel anterior presidente no dio su opi-nión durante la crisis del avión es-pía con China”.74 Poco tiempo des-pués el gobierno de G. W. Bush re-anudaba el diálogo con Norcorea.75

El peso de la opinión pública.Think Tanks, partidos políticosy corporaciones

Más allá de los actores políticos vin-culados con el desarrollo del NMD, sedebería además tener en cuenta elpapel de otros dos actores: los thinktanks y la propia opinión pública nor-teamericana. Es importante aclararque los partidos políticos y los thinktanks no son entidades estancas, dehecho muchos cuadros políticos sur-gen, se nutren y utilizan frecuente-mente estas organizaciones para suspropios intereses. Por lo tanto losentrecruzamientos entre estas dos ca-tegorías son numerosos y continuos,con muchos individuos retirándose dela actividad pública hacia este tipo deinstituciones, y viceversa, o inclusoparticipando simultáneamente enambos lugares. También, como se de-talla a continuación, son muchas las

relaciones cruzadas que hay entre losdiferentes think tanks y sus principa-les exponentes. Como no podría serde otra manera, dada la magnitud delproyecto, el NMD cuenta con numero-sas organizaciones que hacen lob-bying para apoyar su despliegue.

Asimismo, el papel de la opiniónpública resulta fundamental a la horade enarbolar propuestas (como el des-pliegue de un escudo misilístico) comorespuesta a la voluntad y las exigen-cias de la ciudadanía, y, con la mis-ma excusa, la de la voluntad popular,acallar disensos de otros actores po-líticos. Algunos analistas, como C.Eisendrath, G. E. Marsh, y M. A.Goodman, consideran que “mucha dela misma gente e instituciones involu-cradas en las anteriores administra-ciones de Reagan y Bush padre, in-cluyendo al secretario de DefensaRumsfeld; Frank Gaffney, quien en-cabeza el Centro de Política de Segu-ridad (Center for Security Policy); yRichard Perle, asesor de política ex-terior del presidente Bush; el Labora-torio Livermore; la fundación Heri-tage; corporaciones como Boeing, Ray-theon y Lockheed-Martin, están nue-vamente trabajando con miembros delCongreso y contribuyendo en suscampañas presionando a favor delNMD”.76 Del mismo modo W. D. Har-tung y M. Ciarroca77 creen que el pro-yecto NMD es fomentado “por unaalianza conservadora y fundacionesde derecha centradas alrededor delCenter for Security Policy de F. Gaffney[...]. Esta red pro-NMD incluye la Fun-dación Heritage y Empower Ame-

74 “Bush senior steps in on Korea”, The Guardian, 11 de junio de 2001.75 “Engaging North Korea”, Washington Post, 16 de junio de 2001.76 C. Eisendrath, G. E. Marsh, y M. A. Goodman, “Shield of Dreams: Why National

Missile Defense Won`t Work”, publicado por el Center for International Policy; http://www.ciponline.org/dfd/shield.htm.

77 W. D. Hartung y M. Ciarroca, “The Marketing of Missile Defense 1994-2000”,mayo de 2000, http://www.worldpolicy.org/projects/arms/reports/tangled.html

78 Ibid.

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rica”.78 Haciendo un breve análisis deestas instituciones se puede ver unaclara filiación conservadora y fuertesvínculos con numerosos miembros delPartido Republicano y con empresascontratistas. Entre los más importan-tes (las nombradas por los analistasen los párrafos anteriores) podemosdestacar los siguientes:

• American Enterprise Institute:esta institución que se define como“uno de los más grandes y respeta-dos think tanks”79 tiene como uno desus más prominentes miembros aRichard Perle, quien fuera secretarioasistente de Defensa para Política deSeguridad Internacional del presi-dente R. Reagan entre los años 1981y 1987 y asesor de política exteriorde George W. Bush cuando éste eragobernador de Texas. Perle ha escri-to infinidad de artículos ponderandolas virtudes de los proyectos de de-fensa misilística. Otros destacadosmiembros de esta institución sonLynne V. Cheney, esposa del actualvicepresidente y ex secretario de De-fensa Dick Cheney, y Newt Gingrich,destacado miembro del Partido Re-publicano en el Congreso por veinteaños.

• Center for Security Policy: éstatal vez sea la institución más impor-tante que forma parte del lobby pro-NMD. A diferencia de otros think tanksvinculados con temas de defensa, elCSP recibe fondos de importantesempresas contratistas como Boeing,Lockheed Martin y TRW, todas ellas,como vimos, vinculadas con el desa-rrollo del NMD y otros proyectos dedefensa misilística, de quienes ha

recibido más de us$ 2.000.000 des-de su fundación.80 Su director F.Gaffney ocupó en 1987 el cargo quedejara Richard Perle también durantela administración de R. Reagan. Dosde sus siete directores son M. Cars-lile, que fuera jefe de asesores del se-nador republicano T. Cochran y C.Kupperman, vicepresidente del áreade Espacio y Misiles Estratégicos delLockheed Martin Corp.81

• Empower America:82 no es muydifícil ver la afinidad política de estainstitución, basta hacer un breve re-paso de su junta de cinco codirecto-res para calificar a este think tankcomo una organización conservado-ra con fuertes vínculos con el Parti-do Republicano. W. Bennett fue se-cretario de educación durante la ad-ministración de R. Reagan y directorde la Oficina Nacional de Control deDrogas durante la presidencia de G.Bush; J. Kemp fue candidato a vice-presidente del Partido Republicanoen la fórmula que encabezaba el se-nador Dole y que perdiera la elecciónde 1996 frente a Bill Clinton; J.Kirkpatrick fue asesora de políticaexterior del presidente R. Reaganquien luego la nombraría embajado-ra de los Estados Unidos frente a laONU; V. Weber fue un activo miembrodel Partido Republicano en la Cáma-ra de Representantes desde 1980hasta 1992; finalmente, W. Cohen, sibien fue secretario de Defensa delgobierno demócrata de W. Clinton, esun reconocido miembro del PartidoRepublicano y ha representado alestado de Maine en el Senado desde1978.

79 http://www.aei.org/aboutaei.htm.80 W. D. Hartung y M. Ciarroca , “Star Wars II: Here We Go Again”, The Nation, junio

de 2000.81 Para más información sobre los integrantes de este “think tank”, http://

www.centerforsecuritypolicy.org/aboutus/staff.shtml.82 Para más información sobre los integrantes de este “think tank” http://

www.empoweramerica.org/stories/storyReader$346.

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• The Heritage Foundation: fun-dado en 1973 es uno de los más in-fluyentes think tanks. Su presiden-te, E. Feulner, fue consultor de Polí-tica Doméstica del presidente Reagany asesor de numerosas agencias gu-bernamentales, fue director ejecuti-vo del Comité de Estudio Republica-no (Republican Study Committee) enla Cámara de Representantes, asis-tente del secretario de Defensa M.Laird durante la administraciónNixon, y asistente administrativo delrepresentante republicano P. Crane.En 1989 el presidente Reagan le con-firió una medalla distintiva “como lí-der del movimiento conservador”. P.Trurluck, vicepresidente de esta ins-titución, también fue director delComité de Estudio Republicano, yasesor del senador republicano S.Thurmond y de B. Blackburn, repre-sentante del mismo partido.83

A través de esta breve descripciónde los principales grupos de presióndetrás del desarrollo del NMD, pode-mos ver que a pesar de autodefinirsetodos ellos como organizaciones no-partidarias, poco tienen de esto. Le-jos de ser una simplificación, o qui-zá tal vez siéndolo, pero no por en-contrar algún patrón o generalidad,sino por surgir de la filiación ideoló-gica y política de sus miembros, setrata de organizaciones fuertementevinculadas con los sectores conser-vadores en general y con el PartidoRepublicano en particular. Asimismo,es llamativa la concertación de inte-reses que encontramos entre estasinstituciones, los miembros del Par-tido Republicano y representantes delas empresas contratistas vinculadascon la defensa misilística. Se podríaargumentar simplemente que esto sedesprende de una ideología conser-

vadora en común que comparten losmiembros de todos estos grupos. Sibien esto es cierto, es una simplifi-cación que no termina de explicartoda la realidad. Miembros de estosthink tanks, del Partido Republicano,y ejecutivos de las grandes empresascontratistas no son un concierto devoces enarboladas desde diferentessectores en pos del desarrollo de unescudo antimisiles. No lo son en elsentido de que a partir de un análi-sis profundo de la estructura de es-tas organizaciones se ve que losentrecruzamientos entre las catego-rías partido, think tank y corporaciónson tan generalizados que sería in-genuo pensar que se trata de gentedistinta desde distintos sectores bo-gando por un fin común. Se trata degente que hoy es miembro de un thinktank y una empresa contratista y ma-ñana ocupará un cargo gubernamen-tal o viceversa. O en numerosos ca-sos pertenece a más de uno de estosthink tanks. Las únicas ocupacionesque no se comparten simultáneamen-te son aquellas que implicarían te-ner un cargo público y privado al mis-mo tiempo. Sin embargo, no es difí-cil encontrar, como ya se ha señala-do en algunos casos, individuos po-líticos que pertenecen a una o másde estas instituciones, o ex políticosdevenidos en ejecutivos de empresasy miembros de think tanks, o indivi-duos que pertenecen simultáneamen-te en hasta tres de estas institucio-nes. El hilo conectivo, la intersecciónque encontramos en toda la genteseñalada anteriormente, los líderesde estas instituciones, es que más deuna vez actuaron en la vida públicay siempre vinculados con el PartidoRepublicano. Tal vez la descripciónmás idónea respecto de los “diferen-

83 Para más información sobre los integrantes de este “think tank”, http://www.heritage.org/staff.htm.

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tes” sectores vinculados detrás deldesarrollo del NMD no sea la de unpartido conservador, cuatro o cincoorganizaciones “no partidarias” y lasempresas vinculadas con el desarro-llo del proyecto; sino la de un con-junto de personas que continuamen-te rota entre estas categorías y den-tro de cada una de ellas. El propioFrank Gaffney, director del Center forSecurity Policy, describe claramenteesta relación: “Difusamente modela-do a partir del legendario Comité so-bre el Peligro Presente (Committee onthe Present Danger), una coalición nopartidaria de prominentes america-nos que en los ’70s desafiaron la vi-sión de que la détente con la UniónSoviética era la base viable para laseguridad americana, el Centro hasido una poderosa y a veces solitariavoz de razón y realismo en los añosrecientes. El Centro ayudó a preser-var un sentido de identidad y comu-nidad entre los practicantes de polí-tica de seguridad, esperando el díaen que muchos de ellos serían llama-dos para servir una vez más en elgobierno. Esto ocurrió en la adminis-tración Reagan cuando muchos miem-bros del Centro ocuparon puestosejecutivos. Felizmente, ese día ha lle-gado para el Center for Security Policy.Un antiguo miembro del Centro,Richard Cheney, es ahora vicepresi-dente de los Estados Unidos. El pre-sidente Bush eligió a D. Rumsfeld,un distinguido galardonado por elCentro con el premio de Guardián dela Llama, como secretario de Defen-sa. Y el secretario Rumsfeld y sus co-legas en el gobierno han invitado aun extraordinario número de miem-bros del Centro para servir en car-gos importantes en el gobierno de Es-tados Unidos”.84

Para ilustrar brevemente la mag-nitud de estos entrecruzamientos, amodo de ejemplo en el caso del Centerfor Security Policy, vemos que en sujunta de consejeros se encuentranmiembros de otras organizacionesconservadoras como E. Feulner, pre-sidente de Heritage Foundation yWilliam Bennet, director de EmpowerAmerica; C. Kupperman y B. Jack-son, dos importante ejecutivos deLockheed Martin e importantesmiembros del Congreso, todos repu-blicanos, como C. Weldon, C. Cox yJ. Kyl. Por último, podemos señalarel paradigmático caso de Jean Kirk-patrick, asesora de política exteriordel presidente Reagan y ex embaja-dora ante la ONU. Es uno de los di-rectores de Empower America, espe-cialista en política exterior y relacio-nes internacionales del AmericanEnterprise Institute, y miembro delConsejo Consultivo del Center forSecurity Policy.

La opinión pública

La opinión pública es el pilar funda-mental en que se apoyan los diferen-tes sectores pro-NMD. La sensibilidadde la ciudadanía respecto de los te-mas que atañen, o creen que atañen,a su seguridad hace que no sólo lossectores tradicionalmente más con-servadores apoyen el despliegue deun escudo antimisiles, sino que tam-bién lo hagan los sectores más libe-rales. Es decir, en temas relativos ala seguridad, la brecha que tradicio-nalmente hay entre conservadores yliberales en numerosos temas seachica.

Las encuestas del Council onForeign Relations85 resultan muy

84 http://www.centerforsecuritypolicy.org/aboutus/gaffney-bio.shtml.85 http://www.cfr.org/public/pdf/Pew_ForeignPolicy.pdf.

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ilustrativas con respecto a esto últi-mo. En una compulsa realizada a fi-nales de octubre de 2001 dos terciosde los encuestados apoyaron en ge-neral el desarrollo de un escudoantimisiles, y un 50% apoyó un des-pliegue inmediato de este tipo de de-fensa. Desglosando estas cifras se veque el 58% de aquellos que se reco-nocen demócratas favorece el desplie-gue del NMD, mientras que el apoyode quienes se identifican como repu-blicanos alcanza el 77%. Si bien laencuesta fue realizada a finales deoctubre de 2001, es decir, poco tiem-po después del ataque terrorista enManhattan que dejara 3100 muertos,si se compara estas cifras con las decomienzos de septiembre se ve quelas opiniones positivas aumentanpoco más de un 10% (principalmen-te por el cambio de opinión en el uni-verso femenino, ya que el masculinopermanece prácticamente invaria-ble). Es decir, aun antes de los ata-ques terroristas, el apoyo popular aun escudo antimisiles era igualmen-te muy importante. Todo esto confi-gura un contexto donde cualquier ini-ciativa política claramente contrariaal desarrollo del NMD puede ser cali-ficada como antipopular y por lo tan-to resulta políticamente costosa, ypor el contrario, toda iniciativa a fa-vor de un escudo antimisiles pareceser bien recibida por la ciudadanía,y por lo tanto capitalizable política-mente. Éste es el sustento principaldel lobby conservador pro-NMD, apo-yarse en la opinión pública, cuandono moldeándola, para movilizar susintereses. Del otro lado, la capacidadde movilización en contra que tienenlos sectores políticos liberales es muylimitada. Dado el alto costo político

que deberían pagar, la actitud pasi-vamente aprobatoria del Partido De-mócrata a las iniciativas republica-nas en la arena de la defensa misi-lística sólo puede traducirse como undisentimiento públicamente imposi-ble de cristalizar. Por el contrario, lavoz más fuerte en contra del NMD havenido por parte de numerosas ONGs(FAS, Green Peace, etc.), quienes nodeben rendir cuentas regularmentecon la ciudadanía.

El “apoyo” demócrata

El analista J. Newhouse consideraque “el presidente Bill Clinton hubie-ra preferido negociar importantesreducciones en las armas nuclearesofensivas, en vez de revivir el viejoargumento acerca de que una balapuede acertar a otra bala o inclusode si es buena idea intentarlo. Sinembargo, aprobó la National MissileDefense Act de 1999, cediendo a lapresión del lobby misilístico y quitan-do a los republicanos un problemapolítico potencialmente poderoso”.86

W. Hartung y M. Ciarrocca asimismoconcuerdan en que “la defensa misi-lística, un tema que separó a repu-blicanos y demócratas durante la eraReagan, ahora parece haber alcan-zado un amplio apoyo bipartidario enWashington. Pero también parececlaro que este creciente apoyo tienemás que ver con política de corto pla-zo –los demócratas no queriendo servistos como suaves en defensa– quecon una profunda confianza en laprometedora tecnología del NMD”.87

Como señaláramos en el aparta-do anterior, la tal vez calificable“sobreactuada” actitud republicana

86 J. Newhouse, “The Missile Defense Debate”, Foreign Affairs, julio/agosto 2001.87 W. D. Hartung y M. Ciarroca, “The Marketing of Missile Defense 1994-2000”,

mayo de 2000, http://www.worldpolicy.org/projects/arms/reports/tangled.html.

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DEFENSA MISILÍSTICA: QUÉ HAY DETRÁS DEL NMD 235

parece estar sustentada en la opiniónpública. En tanto que el pasivo yreactivo comportamiento demócratase sustenta también en la mismacausa. Esto configura un marco don-de las posibilidades de veto políticoa esta iniciativa parecen muy impro-bables, y si a esto le sumamos losintereses económicos, científicos y loslineamientos de política exterior queimplicaría el despliegue del NMD, lapregunta de por qué Estados Unidosse empeña en desplegar un sistemadefensivo que no ha mostrado nin-gún resultado convincente, pareceencontrar una respuesta.

Conclusión

Sin dejar de lado otras variables ex-plicativas ya señaladas, como la in-fluencia del complejo militar-indus-trial, o el aggiornamento doctrinal delas fuerzas armadas estadouniden-ses, la variable cuya aproximación ala verdad (en un sentido poppe-riano)88 parece explicar de mejor ma-nera el desarrollo del NMD es la vo-luntad política de importantes sec-tores conservadores de consolidar alos Estados Unidos, durante el sigloXXI, como única potencia hegemónicaen el marco de un orden globalunipolar caracterizado por una me-nor influencia del derecho interna-cional y de los organismos multi-laterales. Como viéramos en una sec-ción anterior, las voluntades aisla-cionistas, unilateralistas, y si se quie-re hasta imperialistas, no son cosanueva en la historia de los Estados

Unidos. Lo que sí resulta novedosoes la situación histórica en que seencuentra este país actualmente.Como se describiera en la primerasección, la distribución mundial decapabilities favorece a los EstadosUnidos de una manera que parece notener antecedentes históricos. De mo-do que las aspiraciones de estos gru-pos podrían encontrar hoy una posi-bilidad de materilizarse que resulta-ba imposible cuando los EstadosUnidos se encontraban “felizmente”descomprometidos con todo lo queaconteciese a la derecha del meridia-no de Greenwich (bajo el esquema dela “doctrina Monroe”),89 o cuando lapresencia de otro hegemón (la UniónSoviética) hacía lógicamente imposi-ble la condición de un orden unipolar.

Paradójicamente, los “países villa-nos”, hacia quienes supuestamenteestá dirigido el escudo antimisiles, sonquienes menos inquietos están res-pecto del despliegue del NMD. Por elcontrario, este proyecto ha generadoun rechazo casi unánime tanto porparte de los países europeos de la OTAN

como de las otras potencias nuclea-res (Rusia y China). Esta situaciónfortalece la tesis de que en este asun-to se está jugando mucho más que lasuerte de un sistema destinado a de-tener un par de misiles lanzados des-de algún paupérrimo país tercermun-dista. Quizá solamente China estádirectamente afectada por el progra-ma, “con sólo un par de docenas demisiles intercontinentales, China re-conoce que incluso un limitado NMD

con 100 interceptores podría reducirsignificativamente, o eliminar, su po-

88 K. Popper, La lógica de la investigación científica, Madrid, Tecnos, 1962.89 La doctrina Monroe desacreditaba los intereses europeos en el hemisferio occiden-

tal, como asimismo dejaba a este mismo ámbito como el campo de acción donde podíanintervenir los Estados Unidos. Sin embargo, luego de la Primera Guerra Mundial y decara a la Segunda, e incluso la Guerra Fría, Estados Unidos era tan poderoso que resul-taba un anacronismo que este país confinara su influencia al hemisferio occidental.

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236 JUAN LÓPEZ CHORNE

der disuasivo”.90 Incluso algunos sec-tores del Partido Republicano han re-conocido explícitamente su intenciónde incluir a Taiwán dentro del para-guas misilístico. El senador J. Helmsdeclaró que Estados Unidos “debe in-cluir a Taiwán bajo un paraguas dedefensa misilística regional que pro-teja a los taiwaneses y a todos los alia-dos norteamericanos en la región deataques con misiles balísticos porparte de China”.91 Rusia en tanto seha mostrado consistentemente reaciahacia el NMD. A pesar de las insisten-cias norteamericanas respecto de queel NMD de ningún modo afectará sucapacidad disuasiva, o incluso la ofer-ta de comprar tecnología rusa para laimplementación de dicho sistema,92

nada de esto ha hecho cambiar deopinión a las autoridades rusas. El se-cretario de Defensa, S. Ivanov, afir-mó que “podríamos entrar en una fasede impredictibilidad total en el áreade la seguridad global”93 si EstadosUnidos decidiera tomar un caminounilateral en este tema. La retórica delsecretario de Defensa norteamerica-no lejos de calmar los ánimos parececaldearlos aun más. En la ceremoniade confirmación ante el Senado nor-teamericano, D. Rumsfeld aclaró so-bre el NMD que “es algo que en susprimeras etapas está diseñado paralidiar con un puñado de estas cosas[misiles balísticos] y persuadir a cier-tos individuos de que no va a ser po-sible chantajear e intimidar a los Es-

tados Unidos y a sus aliados”.94 La fra-se “en sus primeras etapas” inquietasobremanera a chinos y rusos, ya quelo lógico es pensar que las etapas su-cesivas no significarán un desacopledel NMD, sino todo lo contrario. Entanto, Canadá y los países europeosde la OTAN no pueden ver este pro-grama de otra manera más que comoun impulso aislacionista norteameri-cano. J. Fisher, ministro de Relacio-nes Exteriores de Alemania, declaróque “no hay dudas que esto llevará aun quiebre de las reglas de seguridadde la OTAN”,95 justificando un replan-teo de la posición alemana como paísno nuclear. No menos descontentos,los franceses, junto a sus pares ale-manes, han decidido poner en mar-cha un equipo satelital de defensa in-dependiente de los Estados Unidos,invocando los presidentes Chirac ySchroeder a sus pares europeos en lacumbre germano-francesa realizadaen junio de 2000 en Mainz, a sumar-se al proyecto y declarar el fin de ladependencia.96 La posición británicaha sido más cauta. Probablemente elhecho de que el proyecto implique lainstalación de una base de radar enterritorio británico (Flyindales), ha ge-nerado en este país la confianza deque Estados Unidos no podrá dejarafuera del proyecto a sus tradiciona-les aliados.

La Declaración Conjunta por unMundo Multipolar y un Nuevo OrdenInternacional del 23 de abril de

90 C. Ferguson, “Is Anti North Korean Missile Defense Designed for China?”, Journalof the Federation of American Scientists (FAS), vol. 52, Nº 6, noviembre/diciembre de1999.

91 Wall Street Journal, 8 de julio de 2000.92 “US May Buy Russian Technology”, Washington Post, 29 de mayo de 2001.93 Agence France Presse, 5 de junio de 2001, http://www.spacedaily.com/news/

01065110140.wfd9ej93.html.94 “The Secretary of Missile Defense”, Time, 7 de mayo de 2001.95 “Alarma entre los aliados europeos”, Clarín, 7 de noviembre de 1999.96 “Francia y Alemania tendrán su propio satélite defensivo”, La Nación, 14 de

junio de 2000.

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DEFENSA MISILÍSTICA: QUÉ HAY DETRÁS DEL NMD 237

1997,97 celebrada en Moscú entreRusia y China, resultó de alguna ma-nera profética respecto de los aconte-cimientos que podrían suceder en elcampo de la seguridad internacional,y sirve a su vez como corolario a estetrabajo. En el punto 2 de dicha decla-ración aspiraban a que “ningún paísbusque la hegemonía, comprometer-se en políticas de poder o monopoli-zar los asuntos internacionales”.98 Entanto en el punto 7 manifestaban que“la humanidad se encuentra en elumbral de una nueva era. Las perso-nas de todos los países se enfrentancon la urgente cuestión sobre qué tipode orden internacional les tocará ha-bitar en el próximo siglo [XXI]. Laspartes [China y Rusia] llaman a todoslos países a unirse en un diálogo acti-vo por el establecimiento de un nuevoorden internacional pacífico, estable,justo y racional, y a estar preparadospara tomar parte en una discusiónconjunta sobre todas las propuestasconstructivas a este fin”.99 Este tra-bajo deja abierta las cuestiones sobresi el nuevo orden será “pacífico, esta-ble, justo y racional”, pero ha inten-tado demostrar, y espero que con éxi-to, que difícilmente sea multipolar.

Resumen

El presente artículo intentará demos-trar cómo el desarrollo por parte del

gobierno de Estados Unidos de unsistema de defensa misilística (NMD

según sus siglas en inglés), diseña-do para contrarrestar un ataque conmisiles intercontinentales, formaparte, quizá la pieza restante, de unrompecabezas que se fue gestando alo largo de la década de 1990 y queconsiste en el fortalecimiento y con-solidación de los Estados Unidos nosólo como potencia dominante sinotambién como líder global en el mar-co de un mundo unipolar. Ésta serála hipótesis principal del trabajo, en-marcar el desarrollo de este mega-proyecto en un marco de consolida-ción estratégica de los Estados Uni-dos en un contexto de unilateralidaden la toma de decisiones. Sin embar-go, también serán discutidos otrosdos factores que parecen tener pesoen el desarrollo del NMD: el poder dela corporación militar-industrial enla asignación de nuevos contratos yel diseño de una nueva doctrina dedefensa caracterizada por su perfilfuturista en el marco de una faz de-fensiva en el campo de la disuasiónnuclear.

Palabras clave

Disuasión nuclear – misiles – NMD

– política exterior – relaciones inter-nacionales – seguridad internacional.

97 “China, Russia Sign Pact”, CNN, 23 de abril de 1997, http://www.cnn.com/WORLD/9704/23/russia.china.

98 Declaración Conjunta Ruso-China sobre un Mundo Multipolar y el Estableci-miento de un Nuevo Orden Internacional, Moscú, 23 de abril de 1997. Reproducciónenviada al secretario general de las Naciones Unidas el 15 de mayo de 1997; http://www.fas.org/news/russia/1997/a52—153en.htm.

99 Ibid.

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Ricardo Sidicaro, Los tresperonismos. Estado y podereconómico 1946-1955 / 1973-1976 / 1989-1999, Buenos Aires,Siglo XXI, 262 páginas.

Tal vez no exista en la historia de laArgentina un acontecimiento máscontrovertido que el peronismo. Sidurante más de 50 años ha perdu-rado como marca indeleble en lavida política del país y ha generadomás investigaciones, ensayos yescritos en general que ningún otrohecho de la historia –incluso, fue elobjeto de estudio por excelenciaque dio el puntapié inicial a lasociología científica en nuestro paísa través de las investigaciones deGino Germani– es porque el pero-nismo como fenómeno rebasa concreces su condición institucionalpara proyectarse como movimiento/partido iniciador de la denominada“justicia social”.

Pero esa atribución sin dudasproviene no sólo de la excelentecintura política que haya podidodetentar su fundador, Juan Domin-go Perón, sino que se sustanciatambién gracias a condicionesobjetivas que imperaban en laArgentina por lo menos una décadaantes de que Perón asumiera elpoder. En efecto, si se permiterescatar una de las hipótesisfuertes de Germani, la industriali-zación acelerada durante la décadade 1930 produjo grandes movi-mientos de migración interna desdelas zonas rurales del interior delpaís hacia las zonas de influenciade la gran urbe constituida porBuenos Aires y el litoral argentino.Así, una nueva clase obrera cayóbajo el influjo encantador de laretórica demagógica de Perón.

Quiérase o no, los movimientosmigratorios internos fueron masi-

vos y esta situación inédita deconcentración obrera dio al pero-nismo su razón de ser: ya noalcanzaba con seducir a las clasesmedias y a la burguesía nacionalpara timonear los destinos del país,sino que además eran necesariasaltas cuotas de promesas y hechosconcretos para enamorar definitiva-mente a estas masas populares yganarse sin concesiones la lealtadde las mismas. Lealtad que supomanifestarse y mantenerse a lolargo de algo más de cinco décadasaun con un peronismo sin Peróngracias a las proscripciones eleccio-narias sistemáticas que sufrió elmovimiento a lo largo de las inter-venciones militares endémicas ennuestro país, primero, y la desapa-rición física de éste, después.

De este modo es como se puedeexplicar el basamento fundamentalque dio origen y consecución en eltiempo a un movimiento que suposer personalista pero que con suaggiornamiento a lo largo de lostiempos y las circunstancias suposobrevivir aun a expensas de ladesaparición física de su líder.Líder que gobernó durante nueveaños, estuvo exiliado 18 y culminósu vida luego de casi un año en lapresidencia.

Ricardo Sidicaro hace hincapiéen las relaciones entre el Estado ylos actores sociopolíticos que losecundaron. No es fortuita estaelección: ella se debe a los especta-culares cambios introducidos en larelación entre el Estado y la socie-dad en los primeros años de lagestión peronista y que sentó lasbases para construir un lugar depoder que resultó ser infranqueablea través del tiempo. Sin embargo, ya sabiendas de que el peronismoconstituye un fenómeno complejo,el autor advierte que, bajo una

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240 EDGARDO OSCAR ZANCHETTI

“mirada humilde”, su enfoquehistórico-sociológico comparativo–el padrinazgo de Max Weber eneste punto es evidente– “se centraráen las formas más típicas queadquirieron [las relaciones entre elEstado y los poderes económicos][...] el lector no encontrará aquí losdetalles minuciosos de los aconteci-mientos o giros puntuales ocurri-dos, sino una exposición empírica-mente fundada de la lógica de losprocesos [...]” (p. 55).

Privilegiando el Estado en elanálisis como productor y articula-dor de políticas, y a través de losproyectos e intereses de quienesdirigieron las gestiones guberna-mentales, las características eintereses de los grandes actoressocioeconómicos, las capacidadeseconómicas, burocráticas y políti-cas del Estado y los sectores popu-lares y las organizaciones popula-res como trasfondo de un proyectonacional, Sidicaro recorre lascondiciones estructurales y mate-riales de lo que para él constituye-ron “los tres peronismos”: El primerperonismo es el fundacional, queen 1946 llevó a Juan DomingoPerón a la presidencia, con unEstado fuerte y fortalecido por lapolítica desplegada por los gobier-nos conservadores de la décadainfame. El segundo peronismosurgió del retorno de Perón a laArgentina en la década de 1970,con la fragmentación inicial de laorganización y el comienzo deldeclive del Estado como empresarioy fuerza motriz de la economía.Perón conducía una fuerza frag-mentada por la lucha entre diver-sas ideologías, con sectores arma-dos, y donde la principal fuerza ladetentaba el sindicalismo (a talpunto que al finalizar ese período,el gobierno de Isabel Perón quedó

liderado por las 62 Organizacionesy la UOM). Y el tercero es el mene-mismo. Menem constituyó el agota-miento del peronismo, la decaden-cia y posterior final de ese peronis-mo fundador que se encontró encondiciones propicias para condu-cir un Estado fuerte y que constru-yó una alianza social donde loprincipal fue la participación de lossindicatos y los sectores popularesy con el tiempo fue consiguiendotambién apoyos empresarios.

Sidicaro ordena el espaciohistórico analizado utilizando elenfoque de Ulrich Beck que distin-gue entre la primera y la segundamodernidad en los países occiden-tales tomando como punto dereferencia la Segunda GuerraMundial. La sociedad de la primeramodernidad centra sus bases enuna economía regida por el Estado-nación, el pleno empleo y la cons-trucción de identidades colectivashomogéneas. Dicha sociedad sedefine por el mito del progreso,donde los problemas del desarrolloindustrial pueden superarse por elavance de la técnica y la industria(la sustitución de importaciones yel nacionalismo) Este modelo puedeser puesto en cuestión debido aciertos “obstáculos” que darán pasoa la segunda modernidad, vincula-da con el proceso de globalización eindividualización de los sujetos, asícomo con la carencia o progresivadesaparición del trabajo como ejeestructurador de la vida social.

No es dificultoso imaginar, conla ayuda que nos brinda la perspec-tiva histórica, cuál de los peronis-mos que describe Sidicaro desarro-lló su labor de gobierno en estaestructura analítica. El primero seajusta perfectamente a la primeramodernidad, destacándose por lafuerte presencia de una matriz

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 241

estadocéntrica en el contexto deuna sociedad de pleno empleo, confuertes identidades colectivaspreexistentes y definidas por lacreencia en el mito del progreso. UnEstado intervencionista que progre-sivamente restó poder al sectoragrario (sin dejarlo nunca de lado,sino redistribuyendo las regalíasprovenientes del mismo) paraafianzar un fuerte proceso deindustrialización por sustitución deimportaciones producto de laposguerra europea. El breve gobier-no con Perón, que va de 1973 a1974, ya evidencia cambios en estamatriz que se materializan en laprogresiva división y heterogenei-dad de los sectores agrario e indus-trial junto con la disminuidarepresentación empresarial produc-to de la marginación que sufre laConfederación General Económica ydel enfrentamiento creciente conlos sectores sindicales, convertidoslos últimos paulatinamente más enfactores de poder político que enrepresentantes genuinos de lostrabajadores, disputándose espa-cios de poder con diferentes gruposradicalizados que pusieron enentredicho la capacidad del Estadode regular intereses contrapuestos.En cambio, la década menemistaencaja perfectamente en la segundamodernidad, donde el aumentoindiscriminado de la deuda externa,el retroceso del intervencionismoestatal en pro de la instauraciónplena de las leyes del mercado y elpredominio de los capitales deorigen extranjero y especulativo yaltas tasas de desempleo constitu-yen sus características más salien-tes.

La pérdida del sustento y la

sustancia ideológica que fue basedel peronismo primigenio no pare-ció constituir un factor importanteque pudiera poner en peligro a estemovimiento, que se mantuvo, en suúltima edición, poco más de unadécada en el poder, pues en las doselecciones (1989 y 1995) siempremantuvo los niveles históricos delelectorado “cautivo”, con fuertepreeminencia de los sectores popu-lares, paradójicamente los másperjudicados frente al triunfo de laspolíticas neoliberales en materiaeconómica. Lo que sí cambió fue elperonismo mismo como interlocutorde los sectores más movilizados dela sociedad. En palabras del propioSidicaro, “la protesta popularcontra el neoliberalismo no cons-truyó [...] el peronismo como inter-locutor principal. Frente a esasreacciones populares, las dirigen-cias oficialistas provinciales res-pondieron con mecanismos deasistencia a una parte de lossectores pobres a la vez que trata-ban de conseguir apoyos parapreservar sus cargos y privilegios yevitaban pagar los costos derivadosdel proyecto neoliberal” (p. 246).

Pensar la relación entre losgobiernos peronistas y los sectoresempresarios, que fueron cambiandoa lo largo del tiempo durante losdistintos períodos de gobierno,sirve a Sidicaro de timón para darcuenta de una parte importante dela dinámica siempre compleja ypresente de uno de los fenómenosmás controvertidos, polémicos ynunca acabado que nos hayaregalado nuestra historia: el pero-nismo.

Edgardo Oscar Zanchetti

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242 JUAN CRUZ VÁZQUEZ

Marcos Novaro (comp.),El derrumbe político en el ocasode la convertibilidad, BuenosAires, Grupo Editorial Norma,2002, 359 páginas.

Del neumático del piquete al ruidodel cacerolazo, de la sagrada con-vertibilidad a las colas de gente enla furiosa calle San Martín, de unacoalición de gobierno a un desfilede presidentes, el período de go-bierno de la Alianza marca sinduda un punto de quiebre en lahistoria política, económica y socialde la Argentina.

Durante esta gestión se genera-ron nuevas realidades nacidas de lacrisis, la crisis de un modelo querigió la suerte de la Argentina poruna década. ¿Qué procesos desen-cadenaron este final?, ¿qué tipo deensayo político constituyó la Alian-za?, ¿cómo llegó al poder?, ¿quédepara esta “era postmenemista”?La realidad convoca al análisis deun complejo entramado de áreasque a lo largo del tiempo se fueronimbrincando para llegar al desenla-ce de diciembre de 2002.

La compilación de MarcosNovaro nos trae un estudio queanaliza las distintas aristas de unaArgentina gobernada por la Alianzacomo remedio al menemismo, conun modelo económico que se con-vertía en una camisa de fuerza paratodo accionar político, con unasociedad que miraba descreída yhostil el accionar de los altosfuncionarios y con nuevos fenóme-nos de protesta social como elpiquete y el cacerolazo.

El lector se encontrará enprimer lugar con una introducciónde Marcos Novaro, donde se esbozala significancia de esta crisispolítico-económica: “[...] la crisisactual no parece ser una mera

‘reedición’ de crisis anteriores,tanto porque posee rasgos específi-cos y hasta cierto punto novedosos[...] como porque marca una ruptu-ra profunda, de consecuencias aúnimprevisibles, en el curso quevenían siguiendo los acontecimien-tos desde la restauración democrá-tica” (p. 9).

Alertado ya quien recorriera laspáginas del libro, Novaro prosigueen “La Alianza, de la gloria del llanoa la debacle del gobierno” con elcamino trazado por la Alianzadesde su creación hasta la crisisque desplazara del poder lo querestaba de ella. El eje del análisiscomprende procesos temporalesentrecruzados: una lenta ascenciónal poder de la que fuera una nuevapromesa política y una revelacióntardía de la crisis económica quevenía mostrando sus limitacionesya desde mediados de la década de1990. El capítulo da cuenta tam-bién de los protagonistas tras estasestructuras, las pujas internasentre los distintos sectores enfren-tados y de cada momento que fueforjando el glorioso ascenso de laAlianza y su debacle en el gobierno.

Mientras Novaro ofrece unamplio panorama político, desgra-nando cuidadosamente cada unade sus partes, Bonvecchi, en elcapítulo “Estrategia de superviven-cia y tácticas de disuasión”, pone elénfasis en la trama económica quehiciera de chaleco de fuerza en todadecisión política. De esta manera,se presenta muy bien la delicadarelación que subyacía entre políticay economía desde comienzos de laconvertibilidad: “La Argentinaposee un régimen político con altaflexibilidad potencial para loscambios de política, y tuvo, entre1991 y 2001, un régimen económi-co rígido que, por consiguiente,

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 243

opuso una elevada resistencia atodo intento de modificación. Estacombinación tuvo por efecto que losgobiernos contaran con importan-tes recursos para hacer frente asituaciones de crisis económica y,simultáneamente, debieran incurriren altos costos en términos decredibilidad por poner esos recur-sos en uso” (pp. 112-113).

El capítulo tiene una estructurade tres secciones: la primera esutilizada para dar figura a losprincipales actores de la políticaeconómica argentina de los últimosaños, dedicada la segunda a laevolución de las medidas económi-cas desde octubre de 2000 a marzode 2001. La tercera sección seconvierte en una focalización en lagestión de Domingo Cavallo sobrela agonía de la convertibilidad, queterminaría con el cacerolazo pidien-do su renuncia.

Tanto como el “uno a uno”significaba una continuidad de laobra menemista en la administra-ción de la Alianza (así lo prometíaDe La Rúa en el spot de campaña),la ruptura con dicha era fue marca-da con la frase “se terminó la fiestapara unos pocos”. Nuevamente sepresencia un enfrentamiento entrepolítica y economía como bastionesen conflicto: la imagen política dela Alianza tuvo, en su construcción,una contraposición constante conel menemismo. La transparencia seconvirtió entonces en la banderaenarbolada por la Alianza, contra eltinte de corrupción que se le atri-buyó a la gestión de Menem.

Es así que el capítulo escrito porHernán Charosky, “Honestos yaudaces: realizaciones y límites dela política de anticorrupción”,analiza cómo la cuestión de lacorrupción moldeó la identidad dela Alianza. Para ello toma el discur-

so de los referentes del FREPASO yde la UCR durante la gestión deMenem, y también el realizado en lacampaña política una vez que seconstituye la Alianza como unaalternativa de transparencia yausteridad contrapuesta a lasdenuncias que se sumaban aloficialismo.

De la campaña aliancista elautor pasa a la Alianza en el oficia-lismo y sus políticas para tratar lacorrupción, tomando como princi-pal indicador la acción que comien-za a llevar a cabo la Oficina Antico-rrupción –OA (creada en virtud de laley 25.233)– desde su ascenso ensus primeras investigaciones decasos “emblemáticos” (como el PAMI)hasta su abrupto descenso y caídacuando estalla el escándalo de lossobornos en el Senado de la Na-ción. Charosky sigue minuciosa-mente cada uno de los aconteci-mientos que provocaron la erosiónde la credibilidad de la Alianzacomo “erradicador” de la corrup-ción, tratando la injerencia de la OA

en el tema de los sobornos delSenado con un muy buen análisisde antecedentes y desarrollo, quelogran dar la magnitud al casocomo disparador de la disgregaciónde la Alianza cuando el vicepresi-dente Carlos “Chacho” Álvarezrenuncia a su cargo.

El capítulo siguiente: “Defensade la política (en tiempos de cri-sis)”, a cargo de Edgardo Mocca,toma como punto de partida lacorrupción en política y su impactoen la sociedad para analizar laretórica de la “antipolítica”, que severía finalmente plasmada a finesdel gobierno de De La Rúa con lafrase “que se vayan todos”.

El autor indaga la antipolíticaen la Argentina desde los fines dela dictadura militar, cuando la

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244 JUAN CRUZ VÁZQUEZ

gente considera el Estado condesconfianza y rechazo, acentuadapor los gobiernos democráticos ensu fracaso de asegurar el creci-miento y estabilidad económica, enlos escándalos de corrupción queestallan y en los fracasos de lasinciativas para erradicarla. Tam-bién se hace una aproximaciónreferente al principal sector quelleva adelante el discurso de laantipolítica, analizando su autoper-cepción respecto de la corrupción ylas consecuencias de ese discursoen política. Los políticos no estánexcentos de este análisis, ya que espor demás recurrente la idea delpolítico que está en contra de la“política de siempre”, autoprocla-mándose un no miembro de lacomunidad política corrupta.

Cierta parte del descreimientopopular respecto de la políticacontinúa bajo el análisis de VicentePalermo en “El enemigo del pue-blo”, donde el autor se aboca a ladelicada cuestión de la acciónpolítica y sus efectos sobre lademocracia, realizando un recorri-do por el pasado y presente deescenarios políticos y coyunturashistóricas que marcaron la relaciónde la sociedad con la política.

El capítulo tiene un marcadotinte político, con las observacionesde un analista frente a los avataresdel presente argentino. Pareceríaque el eje de esta sección hay quebuscarla en la dualidad que esbozaAntonio Gramsci al hablar delpesimismo de la razón y el optimis-mo de la voluntad, agregando aesta frase “la esperanza de laacción política”.

Este tinte estrictamente político

es confesado desde el principio porel autor: “[...] el presente ensayonada tendrá de académico sino queserá enteramente político: sinmayores ambiciones, ni pretensio-nes de originalidad, me propongodesplegar argumentos para laacción [...] y desarrollar algunosargumentos que apuntalen laacción política en momentos que lapenuria política argentina es tantoo más extrema que cualquiera desus muchas otras” (pp. 293-294).

El libro termina con un “Postscriptum: los problemas de laArgentina posmenemista”, dondetodos los autores identifican yexaminan los problemas que contri-buyeron al fracaso del gobierno deDe La Rúa. Así, la fragmentaciónpolítica, el federalismo, la depen-dencia del capital extranjero, lacalidad de las instituciones, la olaantipolítica, la debilidad de lopúblico y el debate de ideas y elculto a la decadencia son factoresque permanecen, latentes o mani-fiestos según el caso, en la realidadargentina.

La concientización de estosproblemas como tales, la localiza-ción de su origen, el debate entorno de la mejor manera de tratar-los y la acción política con lacredibilidad de la sociedad sonpasos imprescindibles para irmejorando en el camino de lademocracia que transitamos desde1983, despejando del sendero losobstáculos que llevan a crisis comola presenciada en diciembre de2001.

Juan Cruz Vázquez

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 245

Marcelo Cavarozzi y Juan AbalMedina (h.) (comps.),El asedio a la política. Lospartidos latinoamericanosen la era neoliberal, Rosario,Politeia, 2002, 520 páginas.

Este volumen compilatorio se abocaa un área esencial para la cienciapolítica: los partidos políticos;particularmente, a las unidadespartidarias latinoamericanas en laera neoliberal. Las 520 páginas deEl asedio a la política están estruc-turadas, básicamente, en dospartes. La primera engloba cuatroartículos que analizan comparativa-mente diversos puntos. La segundasección está compuesta por onceartículos que tratan específicamen-te casos nacionales (Argentina,Bolivia, Chile, Colombia, México,Perú, Uruguay y Venezuela). Ade-más se agrega un completo anexopolítico electoral, que proporcionaherramientas para analizar estadís-ticamente la evolución de la compe-tencia interpartidaria en las demo-cracias que trata el libro.

El hilo común que une losartículos es el proceso paradojalque revela el creciente deterioro delas capacidades de articulación yrepresentación de intereses de lospartidos latinoamericanos, en unasituación de consolidación institu-cional de regímenes democráticosque surge paralelamente con elresquebrajamiento de la matrizestadocéntrica durante la décadade la década de 1980.

Marcelo Cavarozzi y EsperanzaCasullo se ocupan de introducirnosen la problemática, al mostrarnosuna esquemática revisión de loscaminos históricos que recorrieronlas configuraciones partidarias enAmérica Latina: la estructuraciónde sistemas de partido, de sistemas

sin partidos y de políticos sinpartido. Pasando por populismos yregímenes autoritarios, las transi-ciones democráticas de los años1980 plasman las transformacionesde las disposiciones partidarias enla paradoja que articula la totalidadde los artículos: “el síndrome deconsolidación democrática concreciente inestabilidad (e ilegitimi-dad) de la política” (p. 15). Mas alláde las perspectivas de consolida-ción de los partidos, los autoresredondean el análisis histórico enla lógica de las fugas sistémicas,que se han manifestado comomaneras corrientes de resolver lascrisis generales en América Latina,con lo cual, ante la imposibilidadde hallar una solución consistenteen la reforma, desde la políticasiempre se ha optado por el aban-dono y sustitución del sistema demanera apresurada, sedimentandocapa por capa los problemas es-tructurales que acosan al continen-te.

La primera parte comienza conel artículo de Juan Abal Medina(“Elementos teóricos para el análi-sis contemporáneo de los partidospolíticos: un reordenamiento delcampo semántico”). El autor centrasus esfuerzos en la presentación delos principales desarrollos en elcampo del análisis partidario,señalando las discusiones (y tam-bién los acuerdos) contemporáneasen la definición de los conceptosfundamentales que hacen, desde elpunto de vista metodológico, alestudio politológico de los partidos.Se exponen, esencialmente, tiposde definiciones, modelos y tiposideales, formas de organización departidos y contenidos ideológicos.

Kenneth Roberts presenta unanálisis de tipo comparativo entorno de cuestiones que conoce

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sobremanera en tanto especialistaen fenómenos populistas y partidoslatinoamericanos. En este artículo,“El sistema de partidos y la trans-formación de la representaciónpolítica en la era neoliberal latinoa-mericana”, Roberts se esfuerza porencontrar un marco comparativoque le permita aproximarse a losresultados obtenidos por los parti-dos políticos en el proceso deadaptación (con sus consecuentescambios, tanto en sus programascomo en sus estructuras organizati-vas), a la realidad socioeconómicaque padece el subcontinente desdehace dos décadas. Fundamental-mente, el autor nos propone unanueva tipología para el estudio delos partidos durante el período desustitución de importaciones,construida alrededor de la separa-ción entre sistemas de movilizaciónobrera y elitista. Acercándonos alas conclusiones del autor, sepuede decir que en los años 1990las diferencias históricas entre lossistemas de partido se han erosio-nado profundamente, y se haencaminado un proceso de reorga-nización partidaria que puede serinterpretado como una “reoligar-quización” de la política.

¿Puede representar una lecciónvital para Latinoamérica el éxito deEuropa en lograr una estabilidadrelativa mediante el Estado departidos instaurado en 1945? Estapregunta sirve de base a EusebioMujal y Eric Langenbacher en eltercer artículo (“El Estado partidoeuropeo de posguerra”). Para losautores el suceso europeo descansaen la interpretación de tres actoresfundamentales, a saber: el partido,el Estado y las diversas asociacio-nes de interés. El texto recorrecuestiones diversas que hacen a laestabilidad del sistema europeo,

tratando de rescatar un esquemade recomendaciones para el sub-continente americano.

El cuarto y ultimo artículo detipo comparativo, “Las eleccionesprimarias presidenciales en AméricaLatina y sus consecuencias políti-cas”, de Josep Colomer, se presentacomo un análisis discrepante de losmecanismos de selección de candi-datos. En este sentido, el examende cuatro casos latinoamericanosde fin del siglo XX (Argentina, Chile,México y Uruguay) arroja datos quepermiten ver ciertas similitudes ypatrones comunes en el mismoproceso en los Estados Unidos, conlo cual parece afianzarse la hipóte-sis presentada en este apartado,según la cual “una alta participa-ción en las primarias tiende a serperjudicial en la elección presiden-cial” (p. 134).

Los dos primeros artículos sobrecasos nacionales tratan la proble-mática argentina. Uno de ellos es elde Ana María Mustapic (“Del Parti-do Peronista al Partido Justicialis-ta. Las transformaciones de unpartido carismático”). El mismotrata de la excepcionalidad quepresenta el peronismo al momentode ser analizado en perspectivacomparada. El propósito del trabajoes orientar una posible “reconstruc-ción del proceso de creación de unorden sucesorio en el peronismo”(p. 137). Particularmente, el estu-dio está basado en el modeloanalítico de Angelo Panebianco,quien entiende a los partidospolíticos (rescatando de esta mane-ra el pensamiento de Weber, Duver-ger y Michels, entre otros) comoorganizaciones, determinando así eldesarrollo del estudio sobre unproceso histórico en donde serántenidas en cuenta cuestiones talescomo el surgimiento del PJ, los

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movimientos de poder intrapartida-rios, la institucionalización delpartido con y sin Perón y porúltimo el desenlace en la actualestructura organizativa dentro delneoliberalismo.

En el artículo de Juan AbalMedina y Julieta Suárez Cao (“Lacompetencia partidaria en la Argen-tina: sus implicancias sobre elrégimen democrático”) la democra-cia y la incertidumbre parecen serinseparables en el sistema argenti-no. A esta conclusión podemosllegar luego de analizar el sistemade partidos argentino en los cuatroperíodos que manifestaron signosde relativa poliarquía y una compe-tencia democrática más o menosestable (1916-1930; 1946-1955;1973-1976 y 1983 en adelante).Cabe destacar que este articulomantiene cierta preocupación por elestado actual de la situaciónargentina, ya que los últimosgobiernos, con sus incapacidadesgubernativas, han logrado sembrarviejas dudas e inseguridades.

De las particularidades delsistema de partidos boliviano seocupa Fernando Mayorga (“Sistemade partidos y neopopulismo enBolivia”). Este texto trata de escla-recer las causas de la crisis defuncionalidad y credibilidad de lospartidos políticos que se evidenciacomo desenlace del descentramien-to del Estado, la desestructuracióndel sindicalismo, la fragmentaciónde las identidades colectivas y,especialmente, del fracaso económi-co del modelo instaurado a partirde 1985, fecha en la cual, simultá-neamente, comienza a evidenciarse,por medio de los resultados electo-rales, la progresiva instauración delos partidos neopopulistas quedominarán el espectro políticoboliviano.

Rachel Meneguello (“El impactode la democratización del Estado enel desarrollo de los partidos brasile-ños (1985-1998)”) presenta unanálisis positivo de los partidosbrasileños en el período de instau-ración democrática posterior a1985. Básicamente, luego deexponer algunas limitaciones de losmodelos de estudio clásicos sobrelas organizaciones partidarias(basados en el estándar de partidode masas socialista), expande elcampo de observación analítica delas dimensiones del desarrollo delos partidos políticos, y en estesentido se afirma que ese desarrollodebe ser buscado en las diferentescapas de acción del partido (no sólosocial, sino también en la esferaparlamentaria y gubernativa). Bajoestos parámetros analíticos laevolución de los partidos políticosno parece tener connotaciones tancríticas como en otras nacioneslatinoamericanas.

El caso chileno es analizado porTomás Moulián (“El sistema departidos en Chile”), quien retoma lahipótesis de la superposición entreestabilidad y crisis que habíanplanteado los casos argentino yboliviano. Este artículo se basa enuna comparación entre el sistemade partidos chileno del período1932-1973 y el sistema que rigelegalmente desde 1990. En esteejercicio comparativo surgen dife-rencias notorias, principalmente enlo relativo al marco institucionaldel sistema político y a la composi-ción interna del sistema de parti-dos. Entre las cuestiones másnotables que hacen al sistemaactual pueden mencionarse laeliminación del efecto de polaridad,la desideologización de los partidosy, por ende, el desarrollo político enun marco consensual que elimina

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toda posibilidad de surgimiento detendencias alternativas. Estascaracterísticas configuran en Chileun sistema coalicional que perdu-rará en base a la capacidad de losgobiernos para administrar lacrisis, sosteniendo una relativaequidad socioeconómica.

Andrés Dávila y Felipe BoteroJaramillo (“La compleja moderniza-ción de los partidos más antiguosde América Latina”) presentan laambigüedad del caso colombiano,en donde, a pesar de la representa-ción negativa de las unidadespartidarias que emana de la opi-nión pública, los dos partidos másimportantes sustentan su vigenciaa través de las urnas y de suparticipación gubernamental. Esteartículo procura obtener algunasconclusiones a partir de la clarifica-ción de esa dicotomía: ¿los partidospolíticos están en crisis o en auge?Para desentrañar esta cuestión, losautores proponen un vuelo analíti-co que abarca desde los orígeneshistóricos de los partidos colombia-nos hasta el planteamiento deperspectivas críticas de interpreta-ción de la situación actual.

Al caso de México (“El triparti-dismo mexicano: el largo caminohacia la democracia”) se refiereSoledad Loeza, apuntando suargumentación a la ilustración delproceso de “transición por transac-ción” (p. 294) que transforma lahegemonía del PRI a un sistemapluripartidista que comienza anacer con la definición de ciertosreferentes, como la afirmación deorganizaciones opositoras, laampliación de la participaciónelectoral y todo tipo de oposicionis-mo antihegemónico. En este senti-do la autora analiza, como primeramedida, el desarrollo del sistematripartidista que surge en los años

1980 mediante las fracturas del PRI.La proyección del artículo se basaen la posibilidad del desarrollo deun nuevo sistema multipartidistasin polarizaciones ideológicasviolentas.

La situación de los partidos enel Perú es un caso de extremagravedad tal cual lo plantea MartínTanaka (“Los partidos políticos enel fujimorismo y los retos de sureconstrucción”). La situaciónperuana es muy diferente de la delresto de América Latina, en cuantono existe una convivencia de esta-bilidad y crisis, sino, más bien, unaurgencia política que se determinapor el “colapso del sistema departidos en su integridad” (p. 317).El reequilibramiento en el ámbitopolítico que se da en el resto deLatinoamérica, con posterioridad alas embestidas de las lógicasmercadocéntricas, es nulo en elPerú. Para el autor, el colapso delsistema está determinado por unaserie de sucesos políticos ocurridosen el período 1989-1995, en dondelos actores partidarios caen en unaespecie de espejismo de representa-ción sustentado en prácticasanacrónicas y se enfrentan a unpresidente (Fujimori) que apostó auna lógica antiinstitucional, anti-política y antipartidaria sólo sus-tentada por un relativo éxito econó-mico.

Alicia Lissidini (“Uruguay y lacentralidad de la política”) seexpresa en torno del desarrollohistórico del sistema político uru-guayo, para dar forma a una posi-ble respuesta a la particular impor-tancia que tiene la política comomanifestación democrática en elpaís vecino. Puede vislumbrarseuna causa en la vigencia de unEstado de bienestar y un sistemade partidos particular que sobrevi-

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vieron al ajetreado siglo XX y que sefortalecen con la presencia delFrente Amplio, que continúa lalógica de sustentación de un Esta-do relativamente fuerte, que permi-te darle un sentido práctico a lapolítica. Para comprender la rele-vancia de este nuevo actor es muyimportante tener en cuenta sufuente de legitimidad policlasista,opositora a las posiciones tradicio-nales.

Los dos últimos artículos delvolumen se ocupan del sistema departidos de Venezuela. El primerode ellos, “Partidos y sistemas departidos en Venezuela” de AlfredoRamos Jiménez resalta histórica-mente los logros del sistema políti-co venezolano, que ha sido uno delos más estables de Latinoamérica.En este sentido, el sistema partida-rio venezolano se desarrolla en tresetapas que, según el autor, mues-tran un desgaste progresivo en lacapacidad del sistema para generardemocracia: la primera etapa secaracteriza por la organización deintereses para desplazar a unrégimen autoritario (hasta 1945), lasegunda consolida la formación deun sistema bipartidista o duopoliopartidario (hasta 1988), por últimoy hasta la actualidad se perfila conel chavismo el declive del biparti-dismo y la afirmación de unademocracia plebiscitaria basada enlas características del líder boliva-riano. Este modelo sólo podráfuncionar en Venezuela si se es-tructura alrededor del gobierno de

Chávez un nuevo sistema de parti-dos fuertes (tanto a nivel nacionalcomo local) que articulen por mediode contrapesos el poder oficial.

El último texto, “La sentencia deldesastre”, de Thais Maingon, es unacrónica de los sucesos que sacudie-ron a Venezuela en el 2002, queremarca la difícil convivencia entrelos actores de la débil oposición y eloficialismo del presidente Chávez, alser ambos sectores cooptados porclivajes sociales distintivos queexpresan proyectos divergentes en elcampo social, político y, principal-mente, económico.

En suma, “el conjunto de traba-jos que el lector tiene enfrente esresultado de una labor colectiva,con nuevas interpretaciones teóri-cas y sistemas de clasificación, queactualizan y revisan más de unavisión anterior sobre el significado,solidez y tendencias evolutivas delos partidos políticos, con particu-lar énfasis en la realidad latinoa-mericana” (p. 7). Este trabajopretende resaltar, a pesar de losinconvenientes inherentes a larealidad latinoamericana, la impor-tancia que tienen para las demo-cracias los partidos políticos. Porotro lado, como resalta GuillermoO’Donnell, no sólo es una obra deactualidad politológica, sino quetambién puede resultar muy útilpara la enseñanza o la consultauniversitaria debido a la calidad yprolijidad de los artículos incluidos.

Gonzalo Francisco Martínez

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Alberto Lettieri.La civilización en debate, BuenosAires, Eudeba, 2003, 540 páginas.

En este libro Alberto Lettieri nosinvita a repensar y reflexionarsobre el mundo en el cual estamosinmersos. Desmitificando lassupuestas objetividad y neutralidadcientífica, el autor enseguida tomauna postura activa (poco común)donde aplica a su trabajo innume-rables opiniones y juicios de valor,lo cual le confiere una importanciaaún más alta a su obra.

Lettieri se planta ante la hege-monía intelectual neoliberal quelogró asentarse fuertemente en lapasada década y cuestiona enérgi-camente aspectos fundamentalesque los ciudadanos tendemos atomar como dados. Así, se rebelacontra lo que la doctrina neoliberalreinante nos inculca, nos quierepresentar como natural, es decir,cuestiona la creciente desigualdad,la pobreza, la aculturación, laviolencia, el desánimo, la miseria,por citar sólo algunas cuestiones.

Su herramienta de trabajo másvaliosa es la historia. Entiende queésta (en contraposición a la filosofíaneoliberal, que la toma como obsole-ta y carente de sentido e importan-cia) sirve como enseñanza para laresolución de problemas actualesque se presentan en nuestra socie-dad. Su punto de partida son lastres revoluciones liberales que sesuscitaron en Inglaterra, Francia ylos Estados Unidos entre los siglosXVII y XVIII. A partir de ellas, nosmuestra cómo problemáticas que seplantearon en esos pasados siglossiguen teniendo tanta vigencia en laactualidad y cómo muchas de éstasaún hoy se encuentran a la esperade una solución.

Presentados dentro de sus

respectivos marcos teóricos, a lolargo de la obra se focalizan yanalizan procesos y conceptos talescomo libertad e igualdad (enfatizan-do que desde aquellas revolucioneshasta hoy permanecieron en unaconvivencia de suma tensión),fraternidad, poder, Estado; seanalizan las influencias y losalcances de los medios masivos decomunicación, la manipulación dela información, el denominadoEstado de bienestar, así como laglobalización, la doctrina de merca-do (liberalismo y neoliberalismo), ladesigualdad, democracia, política,violencia, estandarización, sonpuestos en tela de juicio los valo-res, y la lista podría ser inagotable.Lo que resulta claro es que nadaqueda librado al azar.

Las tres grandes dimensionesque contienen y encierran el análi-sis y desarrollo histórico-social decada uno de estos tópicos citadosen el párrafo anterior son “lasideas”, “la política” y finalmente “laeconomía y la sociedad”.

Es un trabajo exhaustivo (don-de, repito, nada queda librado alazar) y desde aquellas revolucionescitadas anteriormente llegamos anuestros días pasando por laRevolución Francesa, la RevoluciónIndustrial, la Revolución Norteame-ricana, la industrialización enAlemania, la división internacionaldel trabajo de fines del siglo XIX, laPrimera Guerra Mundial, la Revolu-ción Rusa, la sociedad de masas, elfascismo, el nazismo, la SegundaGuerra Mundial, la Guerra Fría, losorganismos multilaterales, lascrisis del petróleo, la caída delrégimen soviético, el Consenso deWashington y con éste llega a laactualidad con la hegemonía libe-ral, o, para ser más precisos,neoliberal.

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Cuando expresamos que losproblemas que analiza basados enel pasado tienen plena vigencia enla actualidad, o que si bien arrancael estudio en un período de tressiglos atrás y llega hasta la actuali-dad, no nos referimos a ésta enreferencia a la década pasada oprincipios del año 2000. El autortiene una capacidad llamativa dellevarnos por su camino y mostrar-nos lo contemporáneo de muchosproblemas planteados en tiemposque tal vez hoy se nos presentanremotos. Así, en esta obra el lectorpuede comenzar la lectura de uncapítulo tomando el análisis delsiglo XVIII, pasando (para entender-lo y brindándonos el marco teóricode referencia) por intelectuales dela talla de Hobbes, Locke, Rous-seau, J. S. Mill, Tocqueville, Marx oWeber (que discuten sobre tópicostan importantes como la igualdad,la democracia, la libertad, el poder,el Estado y su rol, etc.), por nom-brar sólo algunos y terminar elmismo capítulo con temas como elatentando del 11 de septiembre de2001 a las Torres Gemelas y elPentágono de los Estados Unidos,de la guerra en ese mismo año aAfganistán, de la siguiente en 2003a Irak, o, en relación local, eldenominado “cacerolazo” quedevino en la renuncia del por aquelentonces presidente de los argenti-nos Fernando de La Rúa, del“corralito” financiero, de EduardoDuhalde, del movimiento piqueteroy las asambleas barriales o, en elcontexto de profundo análisis ycrítica de los medios masivos decomunicación (más precisamente latelevisión), la pelea de una vedettecon su hermano, reconocido homo-sexual.

Al ser tan actual este ensayo, yanalizar y criticar situaciones de

nuestro “día a día”, no quedalógicamente fuera de análisis lo quees Internet, la masiva cantidad deinformación que recibimos diaria-mente, tampoco escapan las listasde e-mail solidarias (que nuncaterminamos de saber fehaciente-mente si se trata de ello o son unintento de confección de una basede datos para ser utilizadas luegopara marketing y publicidad).

Su postura es clara, se encuen-tra en férrea contraposición a laescuela neoliberal en auge. Paraentender mejor la formación ydesarrollo de dicha doctrina, elautor se remonta a las revolucionesliberales del siglo XVII y XVIII. Deesta forma, nos muestra lo poconuevo u original de esta filosofíaque comenzó a reorganizarse en ladécada del ’50, y en donde elprimer país que llevó adelante estasideas no fue ni Estados Unidos nilos países centrales de Europa, sinoque muy por el contrario fue Chile,en la década de 1970, el “primerlaboratorio social”, donde caracte-rísticas políticas de aquel momentodaban el ambiente ideal (dictaduradel general Pinochet, represióngeneralizada desde el Estado,secuestros, etc.) que luego seextendería a otros países conregímenes dictatoriales. Un pocomás tarde, en Inglaterra con laasunción de Margaret Thatcher(con un régimen político democráti-co, a diferencia de Chile y en igualsituación que Estados Unidos) seconsolida fuertemente la doctrinaneoliberal, y lo mismo ocurre en losEstados Unidos con la administra-ción Reagan. Así, quedaba demos-trado que en definitiva no erannecesarias dictaduras militarespara poder imponer estas ideas.Todo este ascenso y asentamientodel liberalismo es posible por el

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debilitamiento y luego la caída delrégimen soviético. Desde la posgue-rra, y teniendo el capitalismo otrosistema competidor, se llevó ade-lante lo que se denominó el Estadode bienestar donde había grandesalcances sociales, reinaba unbienestar general en la población,el obrero asalariado tenía acceso aespacios antes vedados para él.Esto era necesario para mostrar ala humanidad lo realmente buenoque era el sistema capitalista yevitar el avance soviético. Claroestá que este bienestar general, quealcanzaba a un porcentaje muy altode la sociedad occidental, se llevó acabo a costa de tasas de gananciascapitalistas bajas. Con el derrumbedel Muro de Berlín y la caída delrégimen soviético, ante la falta deun competidor, esta situación notenía por qué seguir, con lo cual elsector empresarial capitalista salióenfáticamente a buscar mayoresganancias en detrimento de loslogros sociales que había adquiridoel sector asalariado y la sociedaden general. Una vez destruida lacompetencia, el alto gasto socialllevado adelante en el Estado debienestar carecía de sentido.

Lettieri es claro y contundente aeste respecto, descreído de la teoríadel “derrame de la copa”, destacalas consecuencias más importantesde la aplicación de las medidaspropugnadas por esta doctrina demercado, a saber: aumento poten-ciado de la capacidad de acumula-ción de los sectores más altos,empobrecimiento generalizado delsector asalariado, crecimiento deldesempleo en forma desmesurada,crecimiento exponencial de lamiseria y pobreza a nivel planeta-rio, etcétera.

En relación con todo ello, elautor nos enseña que el neolibera-

lismo le brindó las bases teóricas ala globalización. Dentro de lasteorías globalizadoras neoliberales,la violencia fundadora de poder selleva a cabo entre dos formas decivilizaciones: la racional liberalcapitalista (donde se encuentran ala cabeza los Estados Unidos) y elfundamentalismo, “el islámico es elpreferido por los poderes globaliza-dores, como expresión de unacivilización atrasada que no respetalas libertades humanas” (página85). Esta idea, lógicamente, serevitalizó y tomó más fuerza apartir del atentado a las TorresGemelas. Lettieri analiza cómo losEstados Unidos a partir de estoshechos se aparta de las estructurasinternacionales, como por ejemplolo es la OTAN, y comienza a tomaractitudes y decisiones en formaunilateral. El autor nos explica losmotivos nacionales propios deEstados Unidos para realizar laguerra contra Irak. En palabras deLettieri: “La economía nacional estáen franca crisis a lo que se sumalos escándalos corporativos queacechan a los grandes gruposeconómicos estadounidenses. Laguerra es por el petróleo de Irak[...]. Pero no sólo es el petróleo. Lavisión más exacta es que Washing-ton se propone avanzar sobre losrecursos energéticos de la región,pero el premio mayor es la exten-sión de la mano norteamericanapor toda el área del Oriente Medio yAsia Central” (p. 305). Se busca latransformación del mundo musul-mán por medio de la instalación degobiernos “neocoloniales” y laimagen más cercana sería el mode-lo alemán y japonés de la posgue-rra. Esta política exterior de losEstados Unidos también está a labúsqueda de la demarcación delímites claros ante posibles futuros

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competidores como lo pueden serChina y Rusia. En línea con estatemática, el autor nos muestra la“jugada” por parte de Francia yAlemania, su búsqueda por consoli-darse como potencias hegemónicasdentro de la Comunidad Europea yel alejamiento al lineamiento de losEstados Unidos, y la formacióncomo una real potencia a nivelplanetario.

Es de destacar que Lettierientiende que todos estos movimien-tos de George W. Bush puedendesencadenar una Tercera GuerraMundial, según sean los pasos aseguir de diferentes países.

También deja asentada latendencia que se fue desarrollandoy plasmando en el mundo, es decir,el nuevo régimen de acumulación(reemplazando al fordista) queprioriza el capital por sobre eltrabajo, el avance del capitalfinanciero por sobre el productivo.Esto se plasma fuertemente en lapasada década de 1990 donde elcapital financiero, basado princi-palmente en la especulación ydeslindado totalmente de la esferaproductiva, se reproduce global-mente. Pero muestra, también, ladebilidad de esta tendencia (quenos hace reflexionar hasta cuándoseguirá), ejemplificado en lassucesivas crisis financieras quedesde mediados de la década de1990 se vienen sucediendo a partirde la crisis “del tequila” en Méxicoa principios de 1995, seguida por lade los países del sudeste asiático,la de Rusia y luego Brasil, final-mente llegando a la de Turquía y laArgentina.

Bajo este nuevo patrón, analizael mercado de trabajo donde obser-va no sólo el crecimiento del des-empleo sino también la precariedadlaboral, la constante reducción de

los salarios y que se han perdidobeneficios tales como la seguridadsocial. Así, se “constituye unmodelo modernizador regresivo yexcluyente, dentro del cual elproceso de segmentación de lafuerza laboral se cristaliza en elsubempleo, la destrucción depuestos de trabajo correspondien-tes al sector formal de la economía[...]” (p. 476). Estos problemas deempleo, desocupación, de precarie-dad laboral que devienen todosellos en pobreza, miseria, condicio-nes de vida sumamente precarias,etc., podemos ver que siguenestando inconclusos desde aquellasrevoluciones liberales.

En el marco teórico de análisisde ideas como la libertad, igualdady democracia dentro de la escuelaeconómico-filosófica liberal, Lettierinos presenta cómo ya en los siglosXVIII y XIX “la expansión capitalistahabía producido un espectáculodesolador: grandes urbes industria-les mugrientas y repletas de po-bres, marginados y miserables, queparadójicamente, eran presentadascomo el ideal de progreso” (p. 27).

Esta frase sumamente ilustrati-va de los tiempos que se estabanviviendo en aquella época puede serutilizada también, de forma perti-nente, para representar nuestraactualidad. La pregunta que enseguida se presenta es entonces:¿realmente, la humanidad haprogresado?

En cuanto a la relación de laconstante tensión entre libertad eigualdad, se nos plantea (acordecon la democracia liberal frente ala democracia soviética de lospaíses del este de Europa) siefectivamente son democráticas“aquellas sociedades en las quesus miembros gozan de derechosciviles y políticos, pero los índices

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de desocupación, analfabetismo,mortalidad infantil, etc., sonelevadísimos, las diferencias entrelos más pobres y los más ricos sonalucinantes y la libertad másdifundida es la de caer en lamiseria” (p. 495). Dejando en clarolo problemático de poder validarcomo democrático el modelo sovié-tico, se plantea de qué nos sirveser libres si nos morimos de ham-bre o, en contraste, qué importan-cia posee no morir de hambre si nopodemos ser libres. Esta relacióndicotómica entre igualdad y liber-tad es uno de los problemas deantaño que permanece inconcluso.

De lo que no queda margen deduda es que, en general, mientrasel mundo estaba dividido en unsistema bipolar donde convivieron ycompitieron el régimen socialistafrente al sistema capitalista (diez-mado por la fuerte intervenciónestatal) la sociedad en su conjunto(tanto comunista como capitalista)pudo mejorar su calidad de vida(basado en la preocupación porambas partes de presentarse antela sociedad mundial como la mejoropción, el mejor modelo). Ahorabien, una vez que hubo caído elsistema bipolar citado, con laemblemática caída del Muro deBerlín y el ascenso del neoliberalis-mo llevando adelante al sistemacapitalista (basado en el poder del

mercado) a su máxima expresiónposible, la sociedad mundial se viofuertemente perjudicada, creciendopor todos lados del globo la mise-ria, la pobreza, la aculturación delas sociedades, destruyendo losestándares de vida conseguidos.

Un rasgo sumamente perversode la ola neoliberal globalizadora essu empeño por imponer un únicopensamiento que se base en laaceptación de la pobreza como algonatural, en la cual está condenadamás del 80% de la población mun-dial.

La empresa emprendida porLettieri es sumamente ambiciosa.El autor, brindándonos las herra-mientas básicas de comprensión,nos insta a repensar el mundo en elque vivimos, nos insta a alejarnosde la actitud pasiva de aceptar lascosas impuestas como “naturales einevitables” por el poder neoliberalimperante y muy por el contrarioadoptar una actitud crítica, activa,comprometida y cuestionarnostemas básicos como la pobreza (ysu origen), la miseria, la terribledesigualdad, etc. Su invitación areflexionar sobre estos tópicos tienecomo objetivo fundamental y final,nada más ni nada menos, queconstruir entre todos una sociedady un mundo mejor.

Gastón Javier Benedetti

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José María Simonetti,El fin de la inocencia. Ensayossobre la corrupcióny la ilegalidad del poder, BuenosAires, Universidad Nacional deQuilmes, 2002, 272 páginas.

José M. Simonetti nos presenta eneste libro un panorama de lo quesucedió en la década de 1990,principalmente, sobre la corrupcióny la ilegalidad del poder, temas quesiempre están en la boca de cadaintegrante de la sociedad y funda-mentalmente dentro de la comuni-dad científica que se estructuraalrededor de las ciencias sociales. Apartir del análisis de las relacionesque se tejen entre el crimen, laeconomía y la política intentademostrar cómo es que esto afectaa nuestra sociedad. Puntualmentenos habla de situaciones como elcapitalismo aventurero, el crimenorganizado y cómo esto da situacio-nes de exclusión social, involuciónen la vida económica, crisis en elEstado asistencialista, de derecho ylo más grave de todo, la pérdida dela legitimidad democrática.

Ya desde las primeras páginasdel prefacio se va delineando cómolos actos de los funcionarios públi-cos generan la desconfianza quehoy reina en nuestra sociedad,dando como resultado entre lainterrogante si es que hay alguienque nos represente de modo confia-ble. Para sostener esta afirmaciónse basa en acontecimientos que sevivieron desde el golpe de Estadoen 1976 hasta la década de 1990.Según palabras de Simonetti:“Desde el Estado terrorista hasta eldiputrucho, la reforma constitucio-nal al solo efecto de la reelección,las mayorías automáticas delmenemismo en ambas cámaras delCongreso y la ampliación con esa

misma finalidad del número demiembros de la Corte Suprema, lasfacultades extraordinarias, el persaltum; todas ellas dan cuenta delmismo procedimiento: desde lanorma inconstitucional e injustahasta el atajo para incumplir con laley” (p. 19). Cuando todo el sistemase encuentra envuelto en prácticasilegales y la comunidad dejó depensarse como una sociedad queposee derechos que debe exigirpara que se cumplan, los gobiernosde turno en asociación con gruposeconómicos, que en los últimostiempos se caracterizaron porquebrantar las normas, aprovechanla situación para lograr una mayordisolución del tejido social, lo cualda como resultado un mayor des-concierto de la población y lapérdida de la ciudadanía.

Cuando un representante secorrompe y realiza operacionesilegales para lograr su propiobeneficio está favoreciendo a undeterminado sector y por otra parteperjudicando a otro, excluyéndolode beneficios. Este tipo de actitudse ha generalizado llevando a laciudadanía a un acostumbramientoy participación en este tipo deprácticas. Esta situación lleva a unestado de ilegalidad extremo endonde se dejan de lado los pactosrealizados, pero el Estado siguefuncionando ya que los grandesgrupos económicos necesitan deéste para que su capital siga cre-ciendo; esta asociación, la cual noestá mal si no se rompen las reglas,subsidia cada vez más la desigual-dad. Simonetti argumenta estocitando a Luigi Ferrajoli, en dondeexpresa: “Nuestro Estado es enrealidad un doble Estado, detrás decuya fachada legal y representativahabía un infraestado clandestino,dotado de sus propios códigos y

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256 LEONARDO SANTOLINI

tributos, organizado en centros depoder ocultos, destinado a laapropiación privada de la cosapública y recorrido secretamentepor recurrentes tentaciones subver-sivas. Así pues, un doble Estadooculto y paralelo que contradecíatodos los principios de la democra-cia política y del Estado de derecho,desde el principio de legalidad al depublicidad, visibilidad, controlabili-dad y responsabilidad de los pode-res públicos”.

Es un libro de lectura suma-mente clara en donde se haceconstantemente referencia a lahistoria y las diferentes situacionesque se vivieron en distintos mo-mentos del mundo occidental, quellevaron a la situación actual. Otrode los puntos que también sedestacan es la transformación de laciudadanía en un simple cliente, endonde se deja de ser un ciudadanocon derechos para transformarseen un cliente de las grandes corpo-raciones que crecieron en losúltimos años.

Durante muchos años la mafiaera entendida como un actormarginal que poseía sus propiasreglas, las cuales se diferenciabanclaramente de la sociedad. Con elcorrer de los años y la transforma-ción del mundo en una aldeaglobal, debió adaptarse a los nue-vos tiempos, lo que la llevó a ocu-par cada vez más un lugar en lasociedad como un actor económico,el cual poco a poco fue ocupandoposiciones dentro del aparatopolítico y económico. El autorresume todo esto con una simplefrase: “Cuando un sistema econó-mico requiere apartarse de la leypara funcionar, no es otra cosa queuna forma criminal de hacer econo-mía, es decir, crimen organizado”(p. 41). Es a partir de esta simple

frase que Simonetti realiza todauna argumentación entre loshombres de negocios, la conductailegal, las empresas, el Estado, etc.,todo esto asociado da como resulta-do el delito de cuello blanco, el cuales llevado a cabo, como todossabemos, por personas respetablesy de un estatus social importante.Esto lleva a otra afirmación: “Laausencia de ley en el mundo de losnegocios equivale, afluye o crea ofavorece el crimen organizado” (p.101).

Toda sociedad está rodeada deproblemas, desocupación, exclu-sión, problemas de seguridad, etc.,pero el problema más grande quepuede sufrir está referido a ladesigualdad de la ley, éste es unasunto mayor que debe ser analiza-do seriamente ya que no tenernormas generales implicaría ladesaparición del Estado. En losúltimos años hemos sufrido no sólola desaparición del Estado comoempresa, sino también como elEstado de derecho, a lo que remiteesto es a una comunidad problemá-tica la cual se caracteriza por ser“una sociedad en la cual el proble-ma está en los términos de suconstitución y subsistencia” (p. 87).

Tenemos entonces varios elemen-tos que se deben mencionar de estelibro: el delito de cuello blanco, elespacio público, la ilegalidad delpoder, la corrupción. Tenemos asíuna perspectiva con peso ya que seencuadra dentro de la experienciadel autor como académico. Estelibro nos cuenta los últimos años dela historia argentina en donde lascontramarchas como la flexibiliza-ción laboral, el aumento desmedidode la desigualdad y otros factoresque ya conocemos lograron poco apoco que se comenzara a perder lafe en los funcionarios públicos, pero

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 257

lo más grave es la pérdida que seregistra en todas las instituciones.Pero también nos da varias pistaspara que entendamos cómo es quese llego a este punto, para queintentemos revertir esta tendencia.

Vale la pena destacar que eltrabajo realizado por José M.Simonetti se encuadra dentro deuna serie de publicaciones por élrealizadas como el Ocaso de lavirtud. Ensayo sobre la corrupción yel discurso del control social, ade-más de Del delito de cuello blanco ala economía criminal, el cual editójunto a Julio Virgolini. Es intere-

sante observar que, si bien esteensayo esta netamente estructura-do con episodios que sucedieron enla Argentina, no deja de ser útilpara muchos países latinoamerica-nos en donde se vivieron situacio-nes similares. Para concluir elautor propone que se debe reflexio-nar y trabajar con más profundidadtemas como los vínculos entre lajusticia y la sociedad, el espaciopublico y la función de las cienciassociales en la recuperación de lapolítica.

Leonardo Santolini

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258 PABLO SANTA CRUZ

Martín Becerra, Sociedadde la información: proyecto,onvergencia, divergencia, BuenosAires, Norma, Enciclopedialatinoamericanade sociocultura y comunicación,2003, 156 páginas.

El autor nos plantea en este libroque los últimos 30 años del siglo XX

inscriben una vertiginosa sucesionde bautismos para denominar loscambios sociales y tecnológicosacaecidos a un ritmo acelerado yconcentrado, sin antecedentessimilares en escala y velocidad,instituyéndose como un grandesafio conceptual. Ademas deregistrarse el salto tecnológico quepuso en crisis las modalidadesprevias de producción, procesa-miento, funcionamiento y regula-ción de las principales actividadeso industrias infocomunicacionales–telecomunicaciones, audiovisual,microinformática y edicion gráfica–,se registra la ampliacion exponen-cial del impacto social y económicoque estas actividades, en escena-rios convergentes, infunden aescala global. “El concepto de info-comunicación plantea la articula-ción entre economía y comunica-ción; entre economía y cultura. Sedestaca su utilidad analítica por-que se refiere tanto a la crecienteindustrialización de la información,de la cultura y de los intercambiossociales, como al rol desarrolladopor las tecnologías de la comunica-ción acompañando cambios socia-les y culturales” (p. 19)

Para Becerra la Sociedad Infor-macional (SI) enuncia cambiossociales y económicos en sí mis-mos: en la estructura de las socie-dades en los países centralesemergen manifestaciones que seconjugan con el salto tecnológico

convergente infocomunicacional, yque aparecen definidos por lautilización de la información tantoen su carácter de insumo como ensu rol de fuerza motriz en la rees-tructuración de los procesos pro-ductivos.

En el presente trabajo se pun-tualizan cuatro rasgos fundamenta-les de la sociedad de la informa-ción: la información se convierte eninsumo cardinal y en la fuerzamovilizadora de los procesos pro-ductivos; el costo de la produccióny procesamiento infocomunicacio-nal es decreciente; se incrementaexponencialmente la capacidad deproducir, procesar, almacenar yenviar volúmenes cada vez mayoresde información; el verdadero pro-blema se traslada entones al accesosocial y a la habilidad de codifica-ción y decodificación, que pasa aser parte de los procesos críticosque involucran el desarrollo de lasociedad informacional.

El tipo de sociedad bautizadacomo informacional está en cons-trucción y su desarrollo es dispar.Para los estudios de economíapolítica de la comunicación en losque se inscribe este libro, la Socie-dad de la Información trata de unproceso social inconcluso, en plenodesarrollo y sus efectos en larealidad son múltiples y no siempreequilibrados. “Si de un fenómenoda cuenta este proceso, es precisa-mente de la disparidad mayúsculade lecturas y tradiciones invocadascomo criterios de verdad en suanálisis” (p. 11). Un ejemplo de estoes que la apropiación social yeconómica de la tecnología no esidéntica en todos los países ni esequitativa entre los distintos secto-res y estamentos sociales en cadauno de los países. Las actividadesinfocomunicacionales, por otra

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 259

parte, tampoco son procesadas nidistribuidas parejamente.

Este nuevo modo de desarrollo,el informacional, nace en los añossetenta apoyado por el salto tecno-lógico consolidado durante la crisisdel modelo keynesiano en lospaíses centrales, como una nuevalógica de crecimiento y acumula-ción del capital. “Este modelo, quese expresa con el proyecto de laSociedad de la Información, estábasado en las ideas-fuerza de laliberalización, la desregulación y lacompetitividad internacional en elcontexto de flujos de intercambiomundial” (p. 20). Estas políticas noson instrumentos neutrales sinoque tienen repercusiones concretasque afectan y limitan los niveles deaccesos sociales (y en consecuenciacomunicativos), suponiendo laalteración de los principios fundan-tes (beneficios sociales) del Estadode bienestar en los países centra-les. La Sociedad de la Informaciónse materializa como formaciónsocioeconómica cuyas aristastienden a diferenciarse de los ejesprogramáticos del Estado de bien-estar, cuya transformación aparececomo condición necesaria para suadvenimiento.

A partir de lo expuesto por elautor, destacamos que la idea deque existe una relación directaentre el crecimiento económicobuscado con la revolución informa-cional y el desarrollo socioculturalestá lejos de ser refrendada. Losindicadores de la distribuciónregresiva de los beneficios logradospor estas sociedades informaciona-les en los últimos decenios contra-dicen los vaticinios sobre el modelo

(SI) como proyecto de recuperacióndel bienestar ciudadano.

Ahora bien, para Becerra, juntocon su directa intervención estruc-tural, la sociedad informacional haido también alimentando promesasy mitos alrededor de una presuntademocratización en el acceso y eluso de las aplicaciones y serviciosfruto de la convergencia que es enrigor, también ella, un proceso enconstrucción. Como en otros saltostecnológicos en los últimos siglos,se exalta el progreso como valorinmanente de una racionalidad deimpronta técnica. Pero alejado de lamitología el examen de la genealo-gía de la sociedad informacional,ordena continuidades y rupturas.Ésta se revela como agregadohistórico singular, que combina demodo único tradiciones e innova-ciones, articulando cual montajecinematográfico elementos preexis-tentes de un modo nuevo. Comomanifestación de procesos so-cioeconómicos, la sociedad infor-macional no es un fenómeno con-cluido, sino una serie de transfor-maciones inconclusas y contempo-ráneas, que en el pasaje de ladivergencia a la convergencia espasado, presente y futuro. Recono-ce en sus fundamentos los estadiosprevios y los modos de desarrolloanteriores, cuya mutación y poste-rior agotamiento permitió su pro-gresiva constitución. Conocer estametamorfosis es fundamental–objetivo de este trabajo– porqueinvolucra la organización de lassociedades contemporáneas con lainformación como insignia.

Pablo Santa Cruz

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260 MAXIMILIANO REY

Joan Font (comp.), Ciudadanosy decisiones públicas, Barcelona,Editorial Ariel, 2001, 246 páginas.

La urgencia con que a los argenti-nos se nos presenta el debate entorno de los problemas de repre-sentatitividad que enfrenta nuestrosistema político viene dada por lagravedad histórica de la crisispadecida en la actualidad, mas noimplica la exclusividad nacional deaquellas dificultades. Muy por elcontrario, en todo Occidente –aunque seguramente con matices yconsecuencias menos desastrosas–los padeceres de la democraciarepresentativa en sus intentos porabordar los desafíos a los que lasometen sociedades crecientementecomplejas, y relaciones internacio-nales día a día más globales,surgen cada vez más nítidamente.Se produce así la paradoja de quela consolidación de la poliarquíacomo formato de gobierno domi-nante viene de la mano con profun-dos cuestionamientos a sus múlti-ples déficit.

Frente a éstos, la “participación”de la sociedad civil por fuera de losmecanismos representativos tradi-cionales ha sido presentada comoalternativa desde varias corrientesde pensamiento. De tal modo, losllamados a la implicación de laciudadanía en la cosa pública sehan vuelto lugar común, transfor-mándose en una suerte de “modaparticipativa”, postulada comogarantía de democratización de latrama político-social.

Influida por esta actualidad, laobra compilada por Joan Font dacuenta de una de las diversasvariantes conceptuales de la parti-cipación: los institutos formales através de los cuales los ciudadanosadquieren influencia en la toma de

decisiones. Y aunque advierte queno es su pretensión “realizar unenfoque teórico radicalmentenovedoso”, la contribución de losdiferentes autores no está exentade una fuerte carga analítica, queademás de brindar una exhaustivabase informativa, permite abordarlas fortalezas y debilidades deexperiencias concretas de partici-pación social.

La forma de definir el objeto deanálisis no sólo diferencia el interésteórico, sino que marca la opciónvalorativa que informa el desarrollodel libro. Esto es, el recorte analíticodeja fuera las participaciones através del voto y de las diferentesmodalidades informales (protestasde los movimientos sociales, lasarticulaciones corporativas, el lobbyde asociaciones civiles, etc.) Peroademás, entiende la participacióncomo aquel juego político por el cuallos gobernados tienen la capacidadde incidir en los asuntos colectivosque los afectan, desechando unavisión débil de la participación,como elemento puramente informa-tivo o de cooperación para la im-plantación de políticas. De todasmaneras, dado el amplio rango dematices en cuanto a los mecanismosque “permiten algún grado departicipación ciudadana en la tomade decisiones”, algunos de losexpuestos se toca con otra clase departicipación.

Debido a que la emergencia deestos instrumentos se verifica másclaramente en los niveles subnacio-nales de gobierno, corroborando elconsenso al que ha arribado lateoría democrática en el sentido deque es allí en donde mayoresoportunidades se les ofrecen, lostrabajos que nutren este libro seocupan de las experiencias endiversos ámbitos locales.

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 261

La riqueza de posibilidades quebrinda esta concepción de la parti-cipación derivó en formas novedo-sas en distintos sitios del orbe, locual lleva a que Font argumenteque, si bien no son la regla, cierta-mente son opciones en francaexpansión. Asimismo, para cubrirsu extensión se apela a una diversi-dad de autores, lo cual produce unlibro amplio en enfoques, tipos ygrados de implementación, perohomogéneo en tanto todos hanestado imbuidos en prácticasparticipativas y además poseen laconvicción de la necesidad de éstas,lo cual, digámoslo claramente, noconspira contra la realización deexámenes rigurosos de las dificulta-des encontradas.

Tomados en conjunto, losdiferentes aportes reunidos otor-gan elementos para encarar variosinterrogantes: cuáles factoresexplican la emergencia de estosmecanismos, cómo se forman las“coaliciones participativas” quepropician estos procesos, cuál esla capacidad representativa de laspersonas o colectivos inmersos enla participación, cuáles son susresultados sustantivos, sirven paratomar decisiones eficaces o sóloconstituyen espacios ritualesdonde legitimar cuestiones yacerradas, cómo es la relación conlos mecanismos tradicionales de lademocracia representativa, etc.Vale aclarar que no existen –niaquí se postulan– respuestasúnicas, y que tal vez lo más intere-sante está en saber apreciar quecada entorno concreto merecesoluciones peculiares.

El planteo y el abordaje de estascuestiones se hace a través decinco grandes partes, conteniendodos o tres capítulos cada una deellas, además de una Introducción

y una Conclusión final escritas porFont –la última junto con IsmaelBlanco–.

La primera parte sirve de con-textualización teórica general. Enella, el capítulo de Joan Subiratsrepasa las debilidades de la formade gobierno representativa, a partirde las cuales describe las alternati-vas posibles: desde la “soluciónautoritaria” hasta los diferentestipos de involucramiento ciudadano(“canales de comunicación”, “ámbi-tos de consulta-concertación conasociaciones y grupos” e “instru-mentos de democracia directa o departicipación en las decisiones”). Laesperable opción por estas últimasno implica que el autor ignore lasvoces escépticas, lo cual lo lleva adesarrollar las críticas genéricas ala participación y al conjunto deciudadanos que efectivamente tomaparte en estos mecanismos. Frentea estas acechanzas, Subirats creeque no son inmanentes a la partici-pación, y apuesta a la capacidadcreativa que permita minimizarlas.

El segundo capítulo de la prime-ra parte corresponde a JoaquimBrugué y Raquel Gallego. Ellostratan la democratización de lasadministraciones públicas median-te la participación de los ciudada-nos. Según los autores, el “modelocircular de democracia” (por el cualla burocracia está sometida a unestricto control jerárquico que laconvierte en una máquina neutral,ejecutora de los planes de lasinstancias electoralmente legitima-das), está en franca discusión,dado que hoy en día el aparatoadministrativo debe legitimizar suspropios resultados. En este sentido,la democratización de la adminis-tración pública –vía apertura haciala sociedad–, coadyuvaría a lamejora de la democracia, y a au-

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262 MAXIMILIANO REY

mentar la eficiencia y el rendimien-to institucional.

Si esta primera parte detallaalgunos argumentos sobre lanecesidad de la participación, lasegunda presenta un mapa concep-tual de las diferentes formas queésta puede adoptar, según suscaracterísticas, incluyendo algunasque no van a ser tratadas porninguno de los capítulos restantes.Ricardo Gomá y Joan Font clasifi-can distintas experiencias interna-cionales según apelen a gruposconstituidos, a ciudadanos indivi-duales, o hagan una mixtura deéstos. Luego hacen un recuento delas prácticas llevadas adelante enEspaña, esbozando puntos fuertesy débiles.

En el siguiente capítulo, JoanStewart hace un repaso de losinstrumentos deliberativos departicipación realizados en el ReinoUnido, “pensados para lograr unaopinión informada y reflexionadade la voluntad ciudadana”, diferen-ciando entre aquellos que apelan ala ciudadanía en general, y aquellosque reúnen a las personas quetienen un interés particular en eltema. Así, se desglosan los “juradosciudadanos”, los “grupos temáticosy paneles”, las “encuestas delibera-tivas”, las “asambleas ciudadanas”,las “visiones de la comunidad” y los“círculos de estudio y grupostemáticos”.

Los tres bloques restantesabordan con detenimiento trestipos de mecanismo participativo,diferenciados sobre la base de uncriterio ya visto: participación através de organizaciones sociales, atítulo individual o mixta.

La tercera parte está compuestapor los capítulos seis (de ClementeNavarro Yáñez), siete (de Brugué,Font y Gomá), y ocho (de Sebastián

Sarasa y Jordi Guiu). En el primerode ellos se pone especial énfasis encómo las pautas de interacciónentre actores estatales y socialesformatean las políticas de oferta departicipación. Tomando dos munici-pios de Italia (Bolonia y Vicenza) ydos de España (Córdoba y Málaga)con diferentes partidos dominandoel Ejecutivo local, se concluye que larelación entre las dinámicas electo-ral y asociativa arroja un “sesgoparticipativo” (diferente en cadacaso), en favor de algunos actoressociales en desmedro de otros.

El siguiente capítulo encara losdiferentes consejos de participaciónexistentes en Barcelona. Trasdividir entre los de índole territorialy sectorial, saca conclusionescomparando las diferentes dinámi-cas de funcionamiento, el grado deapertura y la operatividad mostra-da por cada uno de éstos.

El último de estos capítulosentrega la cobertura más detalladade un consejo, pues se trata de unanálisis de caso: el Consejo Munici-pal de Bienestar Social del Ayunta-miento de Barcelona. Los autoresdescriben su historia, estructura,instrumentos de consenso, y repre-sentatividad de las asociaciones –ysus delegados– participantes. Unaporte esencial del trabajo estárelacionado con que los problemasdel consejo deben ser atribuidos alas debilidades de la sociedad civilmás que al comportamiento de losactores estatales.

La cuarta parte está dedicada amecanismos que incluyen a indivi-duos en lugar de grupos. El capítu-lo escrito por Jordi Sánchez mues-tra los diferentes usos que ofrecenlas tecnologías electrónicas, tantopara recrear la asociatividad de lasociedad, como para que ésta poseaelementos de control del funciona-

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 263

riado. Repasando los argumentosmás cautos y los más optimistas, yaun apuntando que este tipo deinstrumento está en una faseexperimental, da cuenta de proce-sos concretos en los cuales parecie-ra haberse potenciado la participa-ción de los ciudadanos.

Los dos capítulos siguientes (porFont-Lucía Medina, y por ClareDelap) acometen el análisis de unmismo instituto, los JuradosCiudadanos, en España y el ReinoUnido respectivamente. En ambosse explica el funcionamiento (breveen el segundo caso, complementa-ria de la ya dada por Stewart), y seexponen las características propiasadoptadas por una serie de expe-riencias puntuales. También enambos, estas descripciones vanacompañadas por una parte másteórica de críticas y dificultadesencontradas, que en general remi-ten a la relación con los gruposorganizados, la capacidad yrepresentatividad de los individuosque participan, y el control de laagenda política. Las conclusionesvarían de uno a otro país, aunquevarios impactos positivos parecierapoder apreciarse en ambos.

El último bloque se interna endos instrumentos diferentes. Losprocesos de la Agenda 21 desarro-llados localmente son tratados porNuria Font y Joan Subirats. Apartir del estudio de varios aspec-tos verificados en una ampliamuestra de los municipios másactivos en su implementación, losautores concluyen que, a pesar dealgunas dificultades, varios deestos procesos han probado que las

iniciativas originariamente impul-sadas desde “arriba”, puedengenerar respuestas con dinámicapropia desde “abajo”.

Por último, Gomá y OscarRebollo abordan los PresupuestosParticipativos, en particular loscasos de Porto Alegre y Belo Hori-zonte, para cerrar con una breveaproximación a lo que está suce-diendo en Cataluña. Si bien ennuestro ámbito estas experienciasson bastante más conocidas, nodeja de ser interesante el desarrollodetallado de sus etapas constituti-vas, así como sus consecuenciassobre el bienestar social comosobre el debate democrático.

El libro se cierra con las conclu-siones. En éstas se retoman losinterrogantes planteados en laIntroducción, adoptando la formade balance de las diferentes expe-riencias de participación segúncuatro criterios centrales: su gradode representatividad, de legitimi-dad, los resultados (en términos dedecisiones públicas), y la relacióncon la lógica representativa deelección de autoridades y la respon-sabilidad pública de éstas. A pesarde la variedad de situaciones, y deque ciertamente la participaciónpresenta cuestiones que no tienensoluciones fáciles, puesto en labalanza, el conjunto de prácticasparticipativas da un resultado que,dados sus efectos positivos y suspotencialidades, invita a seguir enesta senda de innovación democrá-tica, que vaya desmontando lospercances mostrados.

Maximiliano Rey

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264 GONZALO DIÉGUEZ

Horacio Sanguinetti,Robespierre. La razón del pueblo.Estudio preliminar, selección,traducción y notas, Buenos Aires,Eudeba, 2003, 127 páginas.

La presente obra de Horacio San-guinetti representa un aportefundamental para comprender yrememorar el pensamiento políticode uno de los personajes máscautivantes y emblemáticos de laRevolución Francesa: MaximilianoRobespierre.

El autor de este libro es abogadoy doctor en Derecho y en CienciasSociales (UBA, 1961 y 1976) y ocupadesde el año 1983 el cargo de rectordel Colegio Nacional Buenos Aires.Es además profesor titular deTeoría del Estado en la Facultad deDerecho de la Universidad deBuenos Aires y miembro de laAcademia Nacional de CienciasMorales y Políticas, y de la Acade-mia Nacional de Educación; cuentacon más de 600 publicaciones ensu fecunda producción intelectual,entre las que se destacan Lossocialistas independientes y LaReforma Universitaria (CentroEditor de América Latina, 1984).

En esta nueva publicaciónSanguinetti se basa en los TextesChoises de Jean Poporen parallevar a cabo una exquisita traduc-ción de los principales artículos,discursos y cartas personalesescritos por el jacobino en su breve(aunque no por ello menos eferves-cente) trayectoria política, quepermite ilustrar claramente elpensamiento moral y político dequien resultara sin dudas uno delos mayores protagonistas de lagénesis misma de la historia mo-derna.

El autor nos advierte en elprólogo de este libro acerca de su

profunda admiración por la figurade Robespierre, y en términos másabarcativos y generales por lapropia Revolución Francesa comofenómeno histórico-político; dehecho su trabajo aspira a revelar ycontrarrestar esa imagen demonía-ca que diversas y numerosasinterpretaciones historiográficas lehan atribuido y que lo “presentancomo una suerte de antihéroe, unmonstruo sombrío y ebrio de san-gre” (p. 9).

Sin embargo este acto de hones-tidad intelectual, devenida en unasuerte de reivindicación históricapara con la figura de Robiesperre,no le impide al autor en modoalguno desarrollar a lo largo de suobra un análisis claro y lúcido deaquellos errores, debilidades (yhasta crueldades) que llevaron a laerosión progresiva del poder deten-tado por Robespierre dentro de laComisión de Salvación Pública; yque consecuentemente derivaron ensu ejecución en la guillotina el 28de junio de 1794.

La primera parte del libro,titulada “Robespierre y el socialis-mo moderno”, representa unaantología de su pensamiento ypraxis política reformista, y destacala fuerte inspiración e influenciaroussoniana provenientes de “Elcontrato social” y del “Discursosobre el origen de la desigualdad delos hombres”; se identifica enRobespierre un liderazgo político decarácter innovador y vanguardistaque ilumina y esclarece a “esepobrerío que todavía no es proleta-riado porque le falta unidad yconciencia, que carece de represen-tación porque no pertenece en rigoral Tercer Estado, sino a un estratomás desamparado y sometido” (p.13).

Los comentarios agregados por

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 265

Sanguinetti posibilitan, desde unabordaje propio de la cienciapolítica, dilucidar con precisión loscondicionamientos sociopolíticos,económicos y culturales que setraducen y reflejan en la propialógica y dinámica del movimientoburgués, que determinarán enúltima instancia el fracaso de unaintentona revolucionaria en materiade derechos sociales y económicosallá por los albores de la moderni-dad. El buceo historiográfico enri-quece aún más el análisis y leaporta un valor agregado queresulta de crucial importancia paralograr comprender en toda sumagnitud las marchas y contra-marchas de un proceso sociopolíti-co tan complejo como lo fue laRevolución Francesa, jaqueadatanto por un cerco extranjero comopor resistencias internas queconvergían desde sectores muydiversos, y en el cual Robespierredesarrolla un rol preponderante enlo que respecta a la defensa de lalibertad y la igualdad; y esto nosólo en términos formales y jurídi-cos, sino más concretamente conrelación a las minorías perseguidasy utilizadas como chivos expiato-rios: los judíos, los negros, y porsupuesto aquellos sectores máspauperizados de la Francia borbó-nica de fines del siglo XVIII.

El autor también presenta enesta primera parte las principalesargumentaciones y razonamientossostenidos por el joven jacobinoreferidos a la necesidad de lainstauración de un sufragio univer-sal y directo, la posibilidad derevocar los mandatos públicos, elestablecimiento del juicio porjurados, el aborrecimiento y pedidode supresión de la pena de muerte;todo lo cual, en definitiva, permiteal lector apreciar la visión vanguar-

dista que Robespierre poseía eimpulsaba desde su ingreso comodiputado por Artois en los EstadosGenerales, que posteriormente fuedesarrollando con mayor intensidaden los clubes y periódicos (verdade-ros laboratorios cívicos que consti-tuían los engranajes fundamentalesde la maquinaria política de larevolución); y que finalmenteintentó implementar a partir de suarribo al poder ejecutivo en al año1793.

En este sentido también sedestaca como factor explicativo latesis referida a que Robespierre nole haya asignado una importanciasalvadora al sistema republicano,debido a las enormes y ciertasposibilidades existentes de que estemecanismo gubernativo quedara enmanos de la burguesía, o en sudefecto de la aristocracia militar; deallí entonces sus constantes críti-cas y reparos sobre las teorías deMontesquieu y sus mecanismos dechecks and balances. Esto simultá-neamente confirma que su máximaprioridad política continuabapasando por la resolución de laproblemática social, y para ello eldiseño e ingeniería de los mecanis-mos institucionales podía resultarun serio obstáculo al respecto.

Por último Sanguinetti culminael primer capítulo arguyendo quela muerte de Robespierre no impli-có en modo alguno la decapitaciónde sus ideas, y con ellas de laRevolución, ya que en los célebresacontecimientos de la Comuna deParís de 1848 y de 1871 resurgie-ron una vez más y con todo suvigor aquellas ideas que propugna-ba el joven Maximiliano, aunqueahora desprovistas y despojadasde aquel contorno demoníaco,basado en el odio de clases, queinjustamente se le había conferido.

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266 GONZALO DIÉGUEZ

Inclusive el autor refuerza estapostura al esbozar la idea de queel terror y la represión revolucio-narios han resultado históricamen-te algo difuso y colectivo, y por lotanto no serían directamenteimputables a la persona de Robes-pierre; de hecho es justo y necesa-rio reconocer que las “10.000víctimas del terror” no tiene puntocomparativo con los millones quese cuentan en las guerras moder-nas de hoy en día; no obstante elloel patrimonio exclusivo de lacrueldad, como observa el autor,parece estar reservado histórica-mente y exclusivamente a losjacobinos.

La segunda parte de la obra,titulada “Robespierre: la razón delpueblo”, contiene una selección deonce discursos, cartas personales yartículos periodísticos, de muydifícil acceso a la lengua castellana,que no hacen otra cosa que ilustraren forma directa y profunda ladimensión de la figura política deRobespierre, la cual supera vertigi-nosamente los propios límites delliberalismo burgués, y cuya vigen-cia en nuestros días resulta a todasluces estremecedora.

En esta parte del libro es Robes-pierre en primera persona quiennos habla y critica fuertemente alas reformas electorales aprobadaspor la Constituyente del 9 de juliode 1789, que excluían por entoncesa unos tres millones de electores nocontribuyentes calificados como“pasivos”, denunciando por ello alsector aristocrático de la Asamblea(“Carta a Buissart sobre el sufragiocalificado”. p 63). Es él quien sepregunta y lamenta: “No entiendocómo representantes que recibieronpoderes de sus mandantes, es decirde todos los ciudadanos sin distin-ción de fortuna, tienen derecho de

despojar a la mayor parte de esosmismos mandantes del poder queéstos les han confiado” (p. 64)

En su discurso del 14 de julio de1791 en la Asamblea Nacional, yante la frustrada fuga del monarca,es Robespierre quien fija los límitesjurídicos de la inviolabilidad delrey, que por otra parte cede y sediluye cuando éste comete uncrimen; por ello sostiene: “El cri-men legalmente es en sí una mons-truosidad sublevante en el ordensocial. Si el crimen es cometido porel primer magistrado público, por elfuncionario supremo, sólo encuen-tro agravantes. Primero, porque elculpable está ligado a la patria porun deber más sagrado; segundoporque está armado de un granpoder y es peligroso tolerar susatentados” (“La inviolabilidad delrey”, p. 67).

“Si el rey atrae sobre su patriatodo el horror de la guerra civil y laguerra internacional […] si viniesea sepultar bajo sus ruinas lalibertad y la felicidad del mundoentero. ¿Sería acaso inviolable?”(p.69).

La visión sensible y humanita-ria de Robespierre también quedaal desnudo en su discurso pronun-ciado hacia fines de 1792 (“Sobreel abastecimiento de los artículosde primera necesidad”, p. 84),donde aboga por un intervencio-nismo estadual a favor de lossectores sociales más débiles yargumenta: “En todo país donde lanaturaleza cubre con prodigalidadlas necesidades humanas, laescasez no puede imputarse sino avicios de la administración o de lasleyes; y las malas leyes y la malaadministración tienen origen enfalsos principios y en costumbrescorruptas” (p. 85).

En definitiva, podemos afirmar

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 267

que la lectura de esta obra resultano sólo altamente recomendablepara estudiantes y profesores delas ciencias sociales, jurídicas yhumanísticas, sino obligatoria paratodas aquellas personas con ambi-ciones de asumir responsabilidadesconcretas de gobierno que rondanpor estos días en diversos mediosacadémicos y de comunicación.

Como señala el propio Sangui-

netti: “Lo que vale de este libro esel pensamiento político deRobespierre, […] la sorprendenteactualidad de sus diagnósticos.Leerlo provoca un alarmante esca-lofrío e invita a la reflexión profun-da sobre las costumbres y precipi-cios de las sociedades y los hom-bres” (p. 8).

Gonzalo Diéguez

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