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 · Web viewConvinieron en ello. Disfrazados, salieron silenciosamente de palacio, sin ser vistos; no cesaron de andar en el resto del día, pasando la noche bajo los árboles, y

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El Velo de Isis

El Velo de Isis

OBRAS COMPLETAS DE MARIO ROSO DE LUNA

VOLUMEN XX

BIBLIOTECA TEOSFICA DE LAS MARAVILLAS

SERIE B.TOMO X

EL VELO DE ISIS

LAS MIL y UnA NOCHES OCULTISTAS

Madrid

Editorial Pueyo

Calle del Arenal, 6

A mi nobilsimo amigo Don Luis Brunet, testimonio fraternal de la consideracin y afecto en que le tiene

MARIO ROSO DE LUNA.

Carcter histrico al par que fabuloso de Las Mil y Una Noches.

La tradicin no ha desfigurado los hechos hasta el punto de no ser ellos recognoscibles. Entre las leyendas de Egipto y Grecia, de una parte, y de la Persia, por otra, hay demasiada semejanza de figuras y de nmeros para que pueda achacarse a simple casualidad, como ha sido archiprobado por el astrnomo y orientalista Bailly. Estas leyendas han pasado a ser ahora cuentos populares persas, que ya han encontrado su sitio en la Historia Universal. Tambin las hazaas del Rey Arths y de sus Caballeros de la Tabla Redonda son cuentos de hadas, a juzgar por las apariencias, y, sin embargo, encierran hechos muy reales de la historia de Inglaterra. Por qu, pues, la tradicin popular del Irn no ha de ser, a su vez, parte integrante de los sucesos prehistricos de la perdida Atlntida? Antes de la aparicin de Adn (el hombre de la quinta Raza), nos hablan dichas tradiciones de los Devs o Devas, fuertes y perversos gigantes que reinaron siete mil aos, y los Peris o Izeds, ms pequeos, pero mejores y ms inteligentes, que slo reinaron dos mil aos. Aquellos fueron los atlantes, los rkshasas del Ramayana, estos ltimos, los arios o moradores del Bharata-varsha, es decir, de la Gran India Lo desfigurado de repetidas leyendas no nos impide el poderlas identificar con las caldeas, egipcias, griegas y aun hebreas, como asimismo con las profundas enseanzas contenidas en libros tales como el Critias o el Timeo, de Platn Nosotros, en nuestra Doctrina Secreta, presentamos en compendio lo que est esparcido por cientos de volmenes en lenguas asiticas y europeas, tales como la Collection of Persian Legends, en ruso, georgiano, armenio y persa; las Leyendes Persanes de la Bibliothque Orientale, de Herbelot, etc., etc.

(H. P. Blavatsky, Las ms antiguas tradiciones persas. Estancia XII, tomo II de su obra inmortal).

Las Mil y Una Noches, el Panchatantra y el Quijote.

Hay otro libro oriental que corre parejas con Las Mil y Una Noches, de las que viene a constituir casi el reverso, y es el Panchatantra o Cinco Series de cuentos, en los que los personajes no son ya hombres, hadas y genios, como en aqulla, sino animales que razonan como los conspicuos hombres de nuestra poca, orientados siempre hacia la utilidad, lo contante y sonante, LO posITiVo. Dirase tambin que entrambos libros estn compendiados en uno por el genio inmortal de Cervantes. Las Mil y Una Noches, en efecto, con su idealismo sublime salvando los pasajes intercalados por el semitismo rabe, su transmisor son el prototipo del sublime Caballero de la Mancha, mientras que el Panchatantra es al modo del groserote Sancho Panza, del que hasta tiene una especie de resonancia fontica, y as como toda la literatura caballeresca deriva de aqullas, toda nuestra mal llamada literatura didctica, sobre todo la de las fbulas petites phrases, pensamientos, etc., deriva del segundo, por lo que Phedro, Esopo, Lafontaine, Samaniego y dems fabulistas, no son sino plidos reflejos del moralismo de este ltimo libro: libro admirable para comerciantes, parias y sudras orientales u occidentales; pero detestable y falso para sacerdotes y guerreros, pues, dgase lo que se quiera, la ley de castas existe y existir siempre, aunque no fsicamente o en sociedad, sino en la infinita gamma o escala de las almas.

Don Jos Alemany y Bolufer nos ha dado una traduccin castellana del Panchatantra snscrito, que tambin se puede llamar Hitopadesa o Instruccin provechosa, en cuyo prlogo diserta acerca del Libro de Califa y Dymna, que en el siglo VI fu traducido al pehlevi y de all al persa y al rabe en el VIII y IX o sea en la poca de mayor esplendor de los califatos de Damasco y Crdoba, por lo cual este libro y el de Las Mil y Una Noches, que ahora se traducen con inters por los pueblos de Europa, han sido conocidos desde la Edad Media en Espaa, constituyendo esa copiosa literatura necia en unas ocasiones, sapientsima en otras, de los llamados pliegos de cordel, la ms genuina fuente de inspiracin del Prncipe de los Ingenios, de Caldern y, en general, de todos los escritores clsicos y del siglo de oro.

PRLOGO

H. P. B., nuestra Maestra en Ocultismo terico vulgo Teosofa, despus de constituir la Sociedad Teosfica y de escribir su admirable libro Isis sin Velo, clave de los Misterios antiguos y modernos, se dedic, hacia el fin de sus das, a levantar ese ciclpeo monumento de nuestra poca que lleva por ttulo La Doctrina Secreta, sntesis de la Ciencia, Religin y Sabidura, a base de extensos comentarios a un antiqusimo libro inicitico tibetano conocido por el nombre de Las Estancias de Dzyan, poema primitivo en el que se compendian las ms puras enseanzas arias sobre Cosmologa y Antropologa.

Emulando noblemente nosotros tamaa gallarda, aunque sin soar siquiera en igualarla, hace tiempo que venimos pensando en realizar, hasta donde nuestras dbiles fuerzas lo permitan, una labor anloga con el tambin libro inicitico parsi o ario que lleva por ttulo Las mil y una noches, o bien Las mil noches y una noche, segn el poco aceptable pleonasmo con el que nos le ha dado traducido al francs ms recientemente el mdico sirio doctor J. C. Mardrs.

Libro inicitico llamis nos dir sorprendido el culto lector a una abigarrada coleccin de viejos cuentos de nios, clebres no ms que por lo absurdo de sus relatos maravillosos, donde campea sin freno alguno la exuberante fantasa oriental? Libro inicitico a unos relatos que, en su traduccin literal de Payne y de Burton, como en la de Mardrs reproducida en castellano por Blasco Ibez, son capaces de sonrojar al hombre ms mundano por sus crudezas y libertades de lenguaje en lo que al sexo y al no sexo se refiere?

Y, sin embargo, pese a todo esto, que es cierto, Las mil y una noches encierran una profunda revelacin ocultista que no se debe desdear, y que seguramente no habrn de desdear los imparciales as que se internen en las pginas que subsiguen.

Desde luego las frases del prefacio de los editores de la referida versin espaola indican acertadamente que la moral de los rabes nuestros actuales transmisores del gran libro es distinta de la nuestra; sus costumbres son otras y su carcter primitivo les hace ver como cosas naturales lo que para otros pueblos es motivo de escndalo. Al amor lo cubren de pocos velos y su vida social est basada en la poligamia. Adems, este libro es un libro antiguo, y los escrpulos morales cambian con los siglos. Sirva de ejemplo nuestra propia literatura, en la que los ms grandes autores del Siglo de Oro aparecen usando con naturalidad palabras que hoy se consideran inmorales y nadie se atreve a repetir.

Los pueblos primitivos dice el Sabio llaman las cosas por su nombre y no encuentran nunca condenable lo que es natural, ni a la expresin sencilla de lo natural la llaman licenciosa aade, a su vez, Mardrs al darnos la versin francesa. La literatura rabe ignora totalmente ese producto odioso de la vejez espiritual que se llama intencin pornogrfica, ella re de todo corazn all donde un puritano gemira de escndalo El rabe, ante una meloda de caas y flautas, ante un lamento de kanun, un canto de mezzin o de almea, un cuento de subido color, un poema de aliteraciones en cascadas, un perfume de azahar o de jazmn, una danza de flor movida por la brisa, un vuelo de pjaro o la desnudez de una cortesana, responde no con ese gesto brbaro e inarmnico, vestigio indiscutible de las razas ancestrales antropfagas que danzaban en torno del poste de colores de la vctima, y del cual ha hecho Europa un signo de alegra burguesa, sino con un ah! largo, sabiamente modulado y esttico, porque el rabe es un instintivo exquisito que, parco en palabras, slo sabe soar

Por fortuna, como nuestro intento en este estudio es muy otro que el de los citados traductores, y aun que el del texto rabe vertido, no necesitamos, en efecto, decir tanto. Podramos, s, de pasada, recordar las crudezas anlogas y aun peores de la Biblia, libro sagrado de hebreos, cristianos y rabes en pasajes como los de El cantar de los cantares, Lot, Thamar, Ruth, judit, etc.; podramos insistir en que la inmoralidad no est tanto en las cosas llamadas inmorales, como en los pecadores ojos de los que con reprensible delectacin las miran. Hizo, pues, muy bien Mardrs en ser traduttore y no tradittore con su versin literal literal hasta en el pleonstico ttulo, que es garanta de verdad, cautivando en su desnudez de estatua con el aroma primitivo que as cristaliza. Hizo an mejor el viejo Galland del siglo XVIII en darnos el texto expurgado de tales cosas, si es que el original de donde tradujo, ms puro en s, quiz, que esotro texto rabe, las contena; pero a nosotros, en nuestro ms alto propsito comentador, nada de ello nos afecta, pues que desde luego no tratamos sino de meditar y hacer meditar en las pursimas doctrinas arias veladas ms o menos, no tanto bajo el primitivo texto, que se dice perdido, cuanto bajo esotro velo cruel de la carne corruptible, que nos impide ver, segn la universal leyenda, las excelsas realidades suprasensibles que estn por encima del sexo mismo y que, como tales, no son reveladas sino con la iniciacin ocultista durante esta vida, o con la muerte cuando con la carne desaparece el sexo y sus torturas esas torturas que nos parecen aqu abajo delicias, gracias precisamente a ese Velo del Sexo que asegura aqu abajo la continuidad de la especie; pero que no debe ni puede continuar all donde la reproduccin animal del hombre ya no contina.

Porque en punto a revelaciones, como en todo, el buen ocultista debe atenerse estrictamente a la etimologa, y si velare es echar un velo ocultador, revelare, volver a velar, es echar un segundo velo ms tupido que el anterior, con lo cual, a vuelta de unas cuantas revelaciones, la verdad queda, al fin, enmascarada, personificada (del persona, personae, que significa en latn mscara o caricatura), es decir, sepultada, caricaturizada, vuelta al revs, cuando no absolutamente perdida e invisible, cual el tesoro que ha sido sepultado en las entraas de la tierra o cual el rutilante sol de los cielos cuando se ve encapotado por negrsima nube tempestuosa, y al par eclipsado, all arriba mismo, por la sbita interposicin de la opaca luna La tarea del ocultista, pues, al pretender alzar una punta del simblico Velo de Isis, es decir, al buscar la Verdad sin Velos de Mentira, tiene que ir franca y derechamente contra todas las dichas Revelaciones, y, considerndolas, como son, efectivas fbulas, o sean verdades con ropaje de mentiras, ir despojndolas, con paciente labor, de los mltiples velos con los que la encubren.

Siguiendo dicha ley, vemos, en efecto, que la traduccin literal de Mardrs en el siglo XIX, echa un velo reciente a la anterior de Galland en el siglo XVIII, y aqul ve en el viejo libro una novela humana exuberante de pasin y con el lenguaje franco, juvenil y sonoro de esas muchachas sanas y morenas nacidas en las tiendas del Desierto que ya no existen; el sentido ertico, que slo conduce a la alegra, sentido bien conocido de cuantos han vagabundeado por Oriente y cultivado amorosamente los adorables cafetines rabes donde se fuma el haschich, ltimo regalo de Alah a los hombres, mientras que la pureza de Galland, segn el propio prologuista de Mardrs-Blasco Ibez, el genial y equivocado Gmez Carrillo, le llev a darnos dorados cuentos de nios, que no son, como habremos de demostrar con nuestros comentarios, sino enseanzas sublimes, por encima de las religiones vulgares y de la infatuada ciencia contempornea. Si, pues, un solo siglo ha bastado para hacer ms tupido el velo cado sobre aquel gran libro primitivo, cuntos no sern los que desde los buenos tiempos de los pars y los devas parsis, de los que data, habrn cado tambin sobre el prodigioso libro?

Una exgesis detenida de los orgenes de Las mil y una noches, en lo que alcanzar pueda nuestra falta casi absoluta de datos histricos, se hace, pues, indispensable desde el comienzo mismo de la tarea que nos hemos impuesto como ocultistas, es decir, como desveladores de lo que yace archivelado, oculto y como perdido.

Empecemos por lo que nos ensean los editores de la obra de Mardrs, siguiendo, no el orden histrico, sino el inverso del que va levantando los antedichos velos de los siglos.

El doctor J. C. Mardrs nos dicen acometi hace algunos aos la empresa de dar a conocer al pblico europeo la magna obra con toda su frescura original. Mardrs era rabe de nacimiento y francs de nacionalidad. Naci en Siria, hijo de una noble familia de musulmanes del Cucaso que, por haberse opuesto a la dominacin rusa, tuvieron que trasladarse a Egipto. Muchos de los cuentos que aos despus habra de fijar para siempre con su pluma de traductor artista los escuch de nio en el regazo de las domsticas mahometanas o en las calles estrechas y sombreadas del Cairo. Despus de haber estudiado la Medicina y viajado mucho por los mares Prsico e ndico como mdico de navo, sinti el propsito de condensar para siempre la grande obra literaria de su raza, conocida slo en fragmentos y con irritantes amputaciones. A esta empresa enorme ha dedicado gran parte de su vida, escribiendo los relatos odos en las plazas del Cairo, los cafs de Damasco y de Bagdad o los aduares del Yemen, joyas literarias mantenidas nicamente por la tradicin oral y que podan perderse. Como los poemas de los rapsodas que despus figuraron bajo el nombre de Homero; como el Romancero del Cid y como todas las epopeyas populares, el gran poema rabe es de diversos autores, segn ya hemos dicho, y distintos pueblos han colaborado en l a travs de los siglos. Los cuentos sobrevivan sueltos, guardados por la memoria de los cuentistas populares y la pluma de los escribas pblicos. El doctor Mardrs tuvo que peregrinar por todo el Oriente (Egipto, Asia Menor, Persia, Indostn), anotando viejos relatos y adquiriendo manuscritos, hasta completar en sus menores detalles la clebre obra. La frescura original, la ingenuidad de los primeros autores, han sido respetadas por Mardrs, pero realzndolas y adornndolas con su maestra de artista moderno. El doctor Mardrs es un notable escritor, y la celebridad literaria le acompaa doblemente en su hogar, pues est casado con la exquisita novelista francesa Luca Delarne-Mardrs. Para su trabajo le han servido de base las ediciones egipcias ms ricas en expresiones de rabe popular, pero las ha enriquecido considerablemente con nuevos cuentos y escenas, sacados de la tradicin oral y de los valiosos manuscritos adquiridos en sus viajes.

Por confesin propia sabemos, pues: a) Que Mardrs, si bien por su abolengo era montas parsi (hoy diramos armenio, no persa), por su nacimiento, educacin y tendencias era egipcio y sirio, cosa muy importante para nuestra creencia de que Las mil y una noches son arias o parsis en su origen, habindolas envilecido luego los semitas con su sexualismo a travs de muchos siglos. b) Que fu mdico, con la natural propensin ideolgica, pues, haca el positivismo cientfico y el sensualismo potico tambin de que toda su labor aparece tocada. c) Que viaj por los mares y tierras del Ocano ndico, ponindose en contacto as con todas las leyendas populares de aquellos pueblos sensualistas, tan diferentes de la pureza prstina que tremola en todos los grandes libros religiosos del pasado como lo fueron Las mil y una noches en su origen sin excluir ni aun la moderna de Jess, que en los Evangelios resplandece, y que era aria tambin, o sea por encima del sexo. d) Que domsticas, cafs-fumaderos, plazas y caravaneros rudsimos le suministraron tradiciones orales derivadas del perdido libro y adornadas, como es natural, con los sensuales fantaseos y grfica fraseologa propia de tales lugares y gentes. e) Que aun a los viejos manuscritos que recab aqu y all ha realzado su fresca ingenuidad, adornndolas con su maestra de artista moderno, es decir glosndolas al uso sexual de tanta lamentable literatura francesa que parece slo hecha por el sexo y para el sexo. f) Que ha consultado las ediciones egipcias ms ricas en expresiones de rabe popular, cuando las ediciones egipcias, en punto al problema del sexo, son las ms semitas y las menos arias, e influenciadas adems por los rigores excitantes del clima del trpico. g) Que la protagonista Schahrazada es muy otra en esta versin que en la de Galland, como veremos a su tiempo. h) Que todo ello hacen buena, contra el prologuista espaol, la opinin de los entusiastas de la tradicin clsica de este ltimo, quienes, segn Gmez Carrillo, oponen que en la versin nueva de Mardrs hay ms detalles, ms literatura, ms pecado y ms lujo, pero no ms poesa ni ms prodigio. Por cantar ms, los rboles no cantan mejor, y por hablar con superior elocuencia, el agua no habla con mayor gracia. Todo lo estupendo que aqu vemos: las pedreras animadas, las rocas que oyen, las odres llenas de ladrones, los muros que se abren, los pjaros que dan consejos, las princesas que se transforman, los leones domsticos, los dolos que se hacen invisibles, todo lo fetique, en fin, estaba ya en el viejo e ingenuo libro. Lo nico que el doctor Mardrs ha aumentado es la parte humana es decir, la pasin, los refinamientos y el dolor. La nueva Schahrazada es ms artista. Tambin es ms psicloga. Con detalles infinitos, explica las sensaciones de los mercaderes sanguinarios durante las noches de rapto, y las locuras de los sultanes en los das de orga. Pero no agrega un solo metro al salto del caballo de bronce, ni hace mayores las alas del guila Roc, ni da mejores talismanes a los prncipes amorosos, ni pone ms pingues riquezas en las cavernas de la montaa, en fin De lo que es la palpitacin formidable de la vida, Galland hizo unes cuantos aplogos morales.

Convenimos con Mardrs en que slo existe un mtodo honrado y lgico de traduccin: la traduccin literal y en tal sentido nos libraremos muy bien de censurarle; pero los partidarios de su traduccin literal no pueden ver ya en la clsica obra sino una obra ms de literatura al uso, siquiera sea la primera en mrito y en tiempo, donde aparece el Oriente con sus fantasas exuberantes, con sus orgas sanguinarias, con sus pompas inverosmiles, en las que se respira el perfume de los jazmines de Persia y de las rosas de Babilonia, mezclado con el aroma de los besos morenos, como un sueo de opio Todo menos el dulce y santo aplogo que nos aport Galland, y tras el cual, como tras el ropaje embustero de toda fbula, hay que buscar una Verdad perdida. Pasar, pues, de la nueva versin de Mardrs a la anterior de Galland, por muy incompleta que sta parezca comparada con aqulla, es ya quitarla un velo, el velo de la ltima degradacin sexual-oriental semtica y de la ltima degeneracin europea, tenida, oh dolor, y oh envilecimiento de gustos!, por la suprema palabra de la literatura sin belleza y sin humanos objetivos: una degeneracin, en fin, en la que el polo negativo del sexo se ha subido a la cabeza y a nublado al polo positivo de la mente en dao mismo del sexo y de la especie!

El pensamiento no tiene sexo; el alma humana, tampoco, y aun el verdadero amor que lleva a la unin santa del hombre y la mujer para constituir esa mnada social que se llama la familia, no es genuinamente sexual en su principio, sino que es algo ms puro, pues que empieza por la simpata y la fantasa a alturas verdaderamente excelsas que, si bien acaban en lgica unin fsica, es por mera y natural cada de la rueda del progreso en sus ciclos, como de la nieve pura cuando pasa a agua, el agua pura cuando pasa a cieno y el fecundo cieno, en fin, del que las rosas brotan en el curso, ascendente ya de nuevo, de todo ciclo Acaso cuando el astro rutilante se eleva en los cielos del lago no es cuando parece sepultarse ms y ms en las ondas del lago mismo?

Pero Mardrs se equivoca y con l cuantos le siguen. Las mil y una noches, en efecto, no son, como l dice, la gran obra imaginativa de los cuentistas semitas, sino un destrozado resto de la obra inicitica de los arios de Bactriana o de Armenia, mejor o peor reflejado ya en el Hazar Afsanah persa, que se cree perdido, como ste lo fu a su vez en el Muraf Al Dahab Va Djanhar, del siglo IX, atribuido al historiador del Califato Abul Hanan Ali Al Marudi, y en el Kitab Al Fihrist de Mohamed ben Ishak Al Nadim, del siglo X, a base de cuyas obras han formado los semitas posteriores el libro que conocemos tan plagado de sensualismo cornico y bblico y tan alejado, por consiguiente, ya de la pureza prstina de los jainos, parsis, hindes, buddhistas, esenios y dems instituciones iniciticas que ya le conocan ms que en su letra en su espritu. Slo, s, tienen razn aquellos en que tal y conforme hoy se nos da, no es una obra consciente, reflexiva y de uno o varios autores sucesivos, sino que es un libro como de aluvin, en cuya formacin o desintegracin lenta, ms bien abarca en s, pese a su origen persa, toda la demopedia o folk-lore islamita, copiada y recopiada mil veces por escritos dispuestos a hacer intervenir su dialecto natal en el dialecto de los manuscritos que les servan de originales, acabando por ser as un receptculo confuso de todas las formas del rabe, desde las ms antiguas hasta las ms recientes.

Los autores nos llevan, como vemos, hasta el siglo X o el IX en su excursin retrospectiva para encontrar en dicha poca los orgenes del gran libro. Pero esta poca que con ms o menos se corresponde la de los esplendores del califato rabe de Damasco, Bagdad y Crdoba, no es la que viera nacer a dicha obra iniciativa, y la razn es bien sencilla: sus protagonistas no son rabes, sino persas, hindes y trtaros; no aparecen hures cornicas, sino paris y devas persas; no se usan nombres rabes genuinos, sino nombres ms o menos snscritos arabizados y en los que el del Sol, la Luna, los jinas, los devas, los afrites juegan el principal papel, como iremos notando oportunamente.

Adems, el repetido libro es pariente muy prximo de otras dos obras maestras o snscritas de los arios: el Htopadesa o Instruccin provechosa, y el libro de Califa y Dymna, que hacia el siglo VI fueron traducidos al pelhevi y de all al persa y al rabe en los siglos VIII y IX, o sea en la poca en que la cultura mahometana lleg a su mximo esplendor. Nuestro filsofo don Jos Alemany y Bolufer, al damos la versin castellana del Panchatantra snscrito o Libro de las cinco series de cuentos, hace de los dos nombres de Kalila y Dymna meros antecesores de los de Schahrazada y Dinarzada, protagonistas de las mil y una noches, por cuanto los nombres snscritos Karata-ka y Damana-ka (o Karata y Damana, sin el subfijo ka diminutivo) equivalen, el uno al de domadora o triunfadora (bien adecuado, pues que domin con su inteligencia de iniciada, al lbrico y sanguinario Shah-kariar, el sacrificador) y el otro al de corneja o astuta (la clebre corneja o abubilla confidente tan clebre en muchos suras del Corn), con todo lo cual, la filiacin aria del consabido libro queda ya establecida, sin que tengamos necesidad de internamos en difciles etimologas. No estar dems, sin embargo, que, para ulteriores investigaciones de los doctos, apuntemos que el ttulo persa con el que empezamos a conocer Las mil y una noches es el de Hazar-Afsanah (azahar, perfume de los Asanidas, esenios o curadores?) y en los otros ttulos, rabes ya, de Al-Dahab-ua-djanbar y de Al-Kitab-al-Fihrist, aparece el inevitable nombre de los djanhaur, djainos, djins, janos o jinas, como en el de Alf-lailahualailah, aparece a su vez el tpico nombre de Ka-lailah o Kalila de aquel otro libro ario ms primitivo.

Porque hay qe decirlo sin ambages, aunque nuestros doctos actuales de la gran novela humana, exuberante de pasin y de sangre, se escandalicen. El velo de la obra empieza en su ttulo mismo, compuesto de un jeroglfico, el de mil y una y de un nombre simblico de noche, equivalente al de ocultacin o velo, y dicho jeroglfico, en s, es una clave ms antigua y ms preciosa que cualquier otra. Mil y una, en simbologa numrica, se escribe, en efecto, as: , y deshaciendo el jeroglfico se pasa a este otro que, soldado luego en uno, nos lleva al signo lingual vdico , ltima e incomprendida letra de las cuarenta y nueve del alfabeto snscrito de los arios, del que se pasa con entera facilidad (Bibl. de las Marav., t. II, pg. 293) al caduceo de Mercurio a la serpiente buena y mala, o Agatho-daimon y Kaco-daimon de la clebre Tau de Moiss y de los sacerdotes de faran (Gnesis, xodo, cap. VII) y, en fin, con una nueva descomposicin por notaricn, al conocido jeroglfico o Isis. Mil y una noches fonticamente equivale, pues, a VELO DE ISIS, o sea a Libro en que ciertas verdades iniciticas yacen ocultas.

Concordando con estos asertos, nos dice por eso la Maestra H. P. B. que en medio de los fantsticos desatinos de Las mil y una noches, mucho podra encontrarse digno de atencin si lo relacionsemos con el desenvolvimiento de alguna verdad histrica. La Odisea de Homero, por ejemplo, sobrepuja en aparente falta de sentido comn a todos los dichos cuentos juntos, y, a pesar de ello, est probado que algunos de sus mitos son mucho ms que la creacin imaginativa del viejo bardo, porque, como dijo Platn, los mitos son vestiduras poticas envolventes de grandes verdades bien dignas de ser meditadas.

Digamos, ante todo, que los precedentes del admirable libro estn muy obscuros, por ser ellos verdaderas agadas tradicionales de una edad ms feliz en que los jinas, dioses o ngeles, convivan con los hombres. La crtica histrica, para hallar las verdaderas fuentes de l, tendra, pues, que remontarse a los ms antiguos tiempos pelasgos o arios de Persia, buceando entre la inextricable selva de sus narraciones algo de lo que constituyese la raigambre popular y brdica de la que siglos ms tarde hiciesen los primeros poetas pico-eruditos sus admiradas producciones. En efecto, aunque los positivistas escpticos que van quedando, rezagados ya del creciente renacimiento espiritualista de la post-guerra, nos digan autoritariamente que ello no prueba sino que son ensueos de la imaginacin, tan felizmente combinados, que gozan del envidiable privilegio de sugestionar por igual con su belleza a los grandes como a los chicos. Para el crtico serio, sin embargo, semejantes repeticiones de hechos extraos, inexplicables, producidas en puntos inmensamente alejados unos de otros en tiempo y en espacio, toman todos los caracteres que asigna la lgica a la tradicin o constante testimonio de los siglos. Muchos menos testimonios contestes de hechos han bastado, en efecto, para tener por indudables no pocas de nuestras cosas deputadas como cientficas.

Adems, ello nos llevara a tropezar de manos a boca con un descubrimiento pasmoso: el de que la activa o creadora imaginacin del hombre, que aquellos ciegos confunden intencionadamente con la pasiva y alocada fantasa, corre siempre por los mismos cauces desde que el mundo es mundo, como respondiendo, por tanto, a leyes inmutables que no son sino las entrevistas leyes del mundo de los jinas. Para que el lector pueda apreciar, pues, en todo cuanto valen semejantes concomitancias, no estar de ms, como hemos dicho en otro libro, el que haga con nosotros una excursin ligera por el campo de aquellos preciosos cuentos de nios, que no son sino altsimas verdades de viejos en su incomprendido simbolismo de fbulas efectivas. Est tan maleada, por desgracia, nuestra presente Humanidad y la Historia tan llena de errores (no digamos patraas, porque al tenor de la etimologa, patraas es cosa de los padres o santa tradicin), que siempre nos sera licito, por va de asepsia moral, el buscar la Verdad en esas poderosas fuentes de Belleza pristina que se llaman las fbulas y los nios.

Quien, por ejemplo, como hemos dicho en otro lugar, no recuerda la leyenda de Aladn, o Alah-djin, el jina bueno, el jina de Alah? Ella sola bastara para probar el intento de este captulo. En efecto, un sr puro, un nio (que nios se llaman en el lenguaje inicitico a todos los que empiezan a recorrer el Sendero), hijo de un sastre, quiere decir de un santo hombre conocedor de los shastras o versculos sagrados vdicos, conoce a un hechicero, quien trata utilizarle en el proyecto de robar cierta lmpara maravillosa (la del Conocimiento inicitico) escondida all en las grutas de lejansimas montaas. Llegados al sitio, tras el ms penoso viaje, el nio, por la virtud del anillo del mago levanta una gran losa blanca y penetra animoso en el subterrneo, donde, a vuelta de mil prodigios, como los que el coronel Olcott nos narra en otro lugar de esta Biblioteca (t. II, cap. I) y referentes a otro nio de Bombay que tambin logra bajar de igual modo al mundo de los jinas, se ve rodeado de un verdadero paraso al modo de los que anteriormente van descriptos. All ve al pjaro que habla (como le viese y oyese el Sigfredo de Wagner bajo el tilo), a la fuente que mana oro y al rbol que canta. Por fin roba la lmpara maravillosa y por ella conoce las perversas intenciones del hechicero a quien, astuto, logra dejar encerrado en el subterrneo, mientras que l, gracias a la lmpara y al anillo, logra mgicamente cuantas riquezas pueden apetecerse en este mundo y los tremebundos poderes de la Magia Negra?

Quin no recuerda asimismo las aventuras de Simbad el Marino? El Ave-roc que le lleva raudo por la regin de los aires hasta hacerle conquistar un verdadero Vellocino de oro, no es sino la famosa Ave-Fnix de los griegos; el Pjaro Garuna de los parsis; el Ave-Li del gran poema chino del Li-sao (t. IV, pg. 210) y en la que el poeta pre-cristiano visita las recnditas soledades iniciticas del Tbet, tornando luego a este bajo mundo de los hombres tan rico de bienes como de espritu, porque es sabido que la miseria fsica de stos no es sino el karma, reflejo o consecuencia de su miseria moral, y por eso, como dice el Evangelio, debemos tan slo buscar el Reino de Dios y su Justicia (mundo jina, del Ideal), que lo dems nos ser dado por aadidura. Si las riquezas fsicas viniesen, en efecto, siempre a la par que las morales, y no despus (ora en este mundo, ora en el de los jinas), seramos virtuosos por egosmo, es decir, careceramos de toda virtud efectiva y basada en la renunciacin del sacrificio. Y cuento tras cuento del gran libro, en todos ellos aparecen los nombres jinas, sus jardines encantados, sus tesoros inauditos y su perfecta liberacin ene-dimensional de esta nuestra triste crcel de materia fsica, impenetrable para nosotros como tal, pero perfectamente penetrable para ellos, como seres hiperfsicos, y desde la que pueden establecer sus espirituales protecciones sobre los justos, de quienes es tal mundo.

Por eso la influencia cientfica y literaria de Las mil y una noches, en esta nuestra poca de egosmos groseros, ha trascendido en toda su integridad hasta el teatro mismo.

Vase si no lo que acerca de la resonante adaptacin a la escena, hecha por Maurice Verne, dice en una de sus Crnicas de El Liberal el genial Gmez Carrillo:

Hasta hoy, casi todos se haban contentado, cuando de adaptar las Mil noches tratbase, de estilizar teatralmente una historia determinada. Habamos visto, en los bailes rusos, en las pantomimas alemanas, en las comedias francesas y en las operetas inglesas, las aventuras del rey Schariar y de su hermano Schazaman, las del visir Nureddin y de su hermano Chamsedin, las del Prncipe Diamante, las de la Dulce Amiga y hasta las de Fairuz y su esposa. Son tan ricos los afrites que de cualquiera de sus boscajes o de sus cavernas pueden sacar, en un segundo, el oro, el mbar y la prpura que para embellecer una velada necesitan los mortales! Mas al mismo tiempo que ricos, son recelosos. Y si al que les pide ensueos, por el amor de Al, con suave humildad, le dan sin contar, al que pretende despojarlos de sus tesoros filosficos, con orgullo de conquistadores, lo castigan convirtiendo su oro en oropel y sus pedreras en pedruscos obscuros. Maurice Verne, seguro de su gran talento, se propuso no slo encerrar en unas cuantas escenas simblicas todo el espritu de las Mil noches y una noche, sino tambin sacar de ese conjunto instintivo, sensual y alegre una especie de austera leccin filosfica. Para l Scherazada es algo as como un ser superhembra, que tiene la misin de salvar de la muerte a todas sus hermanas amenazadas por la sanguinaria desconfianza del rey Schariar y tambin de convertir a su tirano en un monarca suave, piadoso, algo dbil, algo tembloroso, muy humano y muy poco oriental. Es, acaso, que en el original no existe nada de esto? S; s existe. La verdadera contadora de cuentos es la ms sutil, la ms bella, la ms fuerte, la ms sabia entre las doncellas de Sassan, en las islas de la India y de la China. Cuando su padre, el visir, la dice que el rey, despus de haber sido engaado por sus favoritas, se propone no tener sino esposas de una noche, para hacerlas degollar, una por una, al da siguiente, lejos de esconderse cual las dems vrgenes del lugar, exclama: Por Al!, padre, csame con el rey, pues si no me mata, ser yo la causa del rescate de las hijas de los muslemines y podr salvarlas de entre las manos del verdugo. Y al or las naturales protestas del visir, agrega: Es imprescindible que lo hagas. As, nada ms exacto que la misin voluntaria y providencial de la herona. Slo que Maurice Verne no se contenta con presentarla fuerte, sutil y apostlica. Quiere, asimismo, conservarla pura e inmaculada durante las mil noches, y hacerla tan seductora, que a sus plantas el monarca olvida sus deberes, hasta el punto de que sus sbditos llegan a creer que ha muerto. Esto es tan falso, que basta para quitar al poema su sabor y su significacin secretas Maurice Verne nos ha dicho que su intencin no es vaga, sino precisa. Adaptar un solo cuento escribe es tal vez ofrecer algunas bellas imgenes. No veo que sea necesario. Los cuentos existen y se hallan al alcance de la mano de todos los que poseen el libro. Lo preciso era representar la intensidad espiritual del conjunto, hacer la sntesis y destinar la savia pura de las deliciosas ficciones. Es, pues, una obra escrupulosa y leal, una obra de sabidura exacta, una obra casi cientfica, la que el dramaturgo parisiense nos promete en esas lneas.

Ahora bien; lo que Maurice Verne se propuso hacer en el teatro, y mucho ms si ello nos fuera dable, es lo que ahora nos proponemos nosotros con el presente libro: Representar, sacar a la luz del da la teosfica intensidad espiritual de conjunto que a raudales brota del clsico libro cuando, con las claves de nuestra alta doctrina, empezamos a leerle entre lneas, despojndole de los velos con que la fbula secular los ha revestido, y con el piadossimo fin redentor que entraan estas frases del texto:

Para que las leyendas de los antiguos sirvan de leccin a los modernos y aprenda en ellas el hombre sucesos y enseanzas de otros que no son l. Comparando as las palabras de los pueblos pasados y sus prsperos o adversos sucesos, segn se hayan conducido en la vida, escarmentarn, en cabeza ajena, de estos ltimos, y se reprimirn Gloria, pues, a quien guarda los relatos de los primeros como leccin dedicada a los segundos!.

Esta es la Historia derivando de la Novela y de la fbula para bien del mundo, en vez de la fbula hecha Historia para desgracia de la Humanidad y que llevamos padeciendo desde Herodoto y Eusebio de Csares hasta nuestros das. Esta es la ms pura, la ms arcaica de las enseanzas y cuyo origen est en la misma Religin-Sabidura de los primeros lemures y atlantes, o Teosofa de las Edades. Este es, en fin, el tronco mstico-religioso de todas las Escrituras Sagradas, fbulas prodigiosas en sus ficciones y parbolas, ciencia, y, ms que ciencia, en su moraleja o enseanza interior esotrica que primero ha sido velada en los nombres de los personajes Elohim, Jehovah, Adn, No, Abraham, Sahara, etc., en los que sus letras respectivas no son sino valores geomtricos de relaciones secretas entre las letras y los nmeros, y luego hase vuelto a velar, o sea a re-velar, haciendo de estos nombres personajes de una admirable y sabrosa fbula, ni ms ni menos que aun en nuestros das hizo con su Ponos la luminosa inteligencia de nuestro Melitn Martn, o como se ve en el alto teatro de Wagner con Parsifal el puro, el parsi; con Sigmundo, boca de paz; Fridmundo, el amigo de todos; Welso, el lobo; Urwala, Walkyria, Norna, etc., medio el ms hermoso, si no el nico, de escribir entre lneas, y que reaparece peridicamente en las pocas de persecucin del pensamiento humano en esos lenguajes convenidos del espionaje moderno, o de la jerga misteriosa de masones, rosacruces y alquimistas

Lo dudis, lectores? Pues adentraos por las pginas de este libro y en l veris, desde la Introduccin misma, aparecer la trama de una interesantsima fbula o novela; tras ella unos nombres, simblicos siempre, y tras los nombres unos valores fonticos, numricos, geomtricos, emblemticos o histricos, segn los casos, los mismos siempre en todos los libros religiosos dentro del respectivo lenguaje en el que estn escritos, fbulas y nombres que no son sino los hilos del clsico VELO DE ISIS.

CAPTULO PRIMERO

La actual Introduccin de Las mil y una noches

El Shah-Arino y el Shah-Shamano de las viejas crnicas de los sasanios.Enlace de estos nombres con el Shamanismo, o primitiva Religin del Espritu.La Mente Inferior y la Superior del Hombre, o Shahra-zada y Doniazada.La leyenda de la eterna infidelidad.La ley universal del Sacrificio. Relaciones con la leyenda tristnica y con el clebre Tributo de las cien doncellas.Reminiscencias de Las mil y una noches: la Alcaldesa de Hontanares.Saturnales y Fiestas de locos.Las dos Fuerzas contrarias que mantienen el equilibrio del mundo.Un recuerdo del Mahabharata.

Cuentan las crnicas de los Sasanios que uno de los ms poderosos reyes de la Persia antigua tena dos hijos de inmenso mrito: Schahrirar y Schahzenn. Schahrirar, el primognito, subi al trono a la muerte de su padre, y para premiar las virtudes de su hermano Schahzenn le di el reino de la Oran Tartaria, con Samarcanda, su capital.

Pasados muchos aos, aqul deseaba vivamente volver a abrazar a su hermano, por lo que le rog fuese a visitarle, cosa que Schahzemn se dispuso a realizar con el mayor placer. Se despidi, pues, de la reina, su esposa, sali al anochecer, con el fin de incorporarse a la embajada que le esperaba en las proximidades de la capital para acompaarle a la corte de Persia, y estuvo conversando con el visir enviado de su hermano hasta bien entrada la noche. Pero, deseando dar un nuevo abrazo a la reina, antes de alejarse por tanto tiempo, se volvi solo y secretamente a su palacio, yndose, sin ser notado, hasta la cmara de aqulla, quien, confiada en la impunidad, haba recibido en su lecho a uno de los ltimos dependientes. Cul no sera el asombro y la rabia del rey al verse as tan pronta y villanamente sustituido! Quedse inmvil unos instantes, sin atreverse a dar crdito a lo que vea. Luego, sin poder refrenar su ira, sac su yagatn, se acerc al lecho de los culpables, bien ajenos a lo que les esperaba, y despus de decapitar a entrambos, arroj sus cuerpos por la ventana.

Un momento ms tarde el rey Schahzenn regresaba a las tiendas de su squito, tan inadvertido como haba salido, y daba la orden de partir. A los pocos das se vi ya en los amantes brazos de su hermano, que le aguardaba ansioso y haba dispuesto los mayores festejos en su honor. Cenaron juntos los dos reyes y se retiraron a descansar, no sin que el rey de Persia advirtiese en el recin llegado una fnebre tristeza que en vano pretenda ocultar, por lo que, cediendo a los ruegos de aqul, que pretext hallarse algo cansado del camino, al da siguiente parti solo para la montera organizada, dejando al recin llegado Schahzenn en sus habitaciones. Vindose, pues, a solas el rey de Tartaria, se sent junto a la ventana que daba al jardn, y se puso a considerar una y mil veces su desgracia.

Sin embargo, en medio de su ensimismamiento, no dej denotar una cosa bien extraa: el que de repente se abri una puerta secreta que daba acceso a los jardines saliendo por ella la reina con veinte mujeres de su Corte, y creyendo que el rey de Tartaria se haba ido tambin de montera, bien pronto se adelant tranquila hasta debajo de la ventana del husped, quien, para observarla por curiosidad, se coloc de modo que no pudiera ser visto. As, advirti pronto Schahzenn lleno de asombro, al descubrirse los rostros las del squito, que de las veinte mujeres, diez no eran sino diez negrazos, que se apresuraron a ocultarse entre los macizos del jardn, cada uno con su amante pareja. La sultana no estuvo tampoco mucho tiempo sin compaa, sino que dando una palmada y gritando Masud!, Masud!, hizo se presentase al punto otro negrazo gigantesco cayendo igualmente en sus brazos.

Intil es aadir que Schahzenn vi lo suficiente para comprender que su hermano era tan desgraciado como l. Este es, sin duda se dijo, el destino de no pocos maridos, cuando el sultn mi hermano, el soberano mayor del mundo, no se ha podido eximir de l!, y desde aquel momento dej de afligirse, recobrando su buen humor.

Hermano mo le dijo el sultn al regresar, doy gracias al cielo por la feliz mudanza que se ha operado en ti. Pero tengo que hacerte una splica, y es la de que me digas la causa.

El bueno del rey Schahzenn se resisti cuanto pudo a responder; mas, estrechado por las insistentes preguntas de su hermano, le cont la infidelidad de su reina al dejar sus Estados de Tartaria, callndose, como era natural, lo que acababa de ver, y que haca al sultn igualmente desgraciado que a l mismo.

Pero ste le dijo:

No creo, hermano mo, que pueda acontecerle a nadie cosa semejante. En cuanto a m bien seguro estoy de mi sultana, que se dejara matar antes que traicionarme as, porque de suceder tal, alguien de los mos lo vera, y sera el ms traidor de los hombres si no me lo revelase.

Semejante frase fue un pual para Schahzenn, porque se acrecent en su pecho la lucha entre la caballeresca reserva que se haba propuesto y los dobles deberes de fraternidad y de hospitalidad. Estrechada adems por nuevas preguntas de su hermano, quien haba notado cierta perplejidad en l, acab por contrselo todo cuanto haba presenciado desde la ventana de su aposento, con lo que no es para descrito el furor que se apoder al punto del sultn. Aqul, para que se convenciese por s mismo, le propuso la estratagema de fingir una nueva ausencia, como, en efecto, se hizo por ambos, repitindose punto por punto la escena de los negros y la de la sultana con Masud.

Oh, cielo santo! exclam al fin el sultn. Despus de tales cosas, qu prncipe podr gloriarse de ser perfectamente dichoso? Ah, hermano mo! Abandonemos nuestros Estados con todas sus vanidades fastuosas y retirmonos del mundo, ocultando nuestra desgracia en la ms obscura de las vidas.

Hermano le replic el rey de Tartaria, yo no tengo ms voluntad que la tuya; pero promteme, al menos, que nos volveremos si en nuestro viaje tropezamos con alguien que sea ms desgraciado an que nosotros.

Convinieron en ello. Disfrazados, salieron silenciosamente de palacio, sin ser vistos; no cesaron de andar en el resto del da, pasando la noche bajo los rboles, y levantndose al amanecer siguieron caminando hasta llegar a una hermosa pradera a orillas del mar, rodeada de frondoso boscaje. Bajo uno de los rboles se echaron a reposar y a tornar a su conversacin acerca de la infidelidad de todas las mujeres.

No llevaban mucho rato all cuando por el lado del mar oyeron un ruido formidable y un grito que les llen de pavor. Al mismo tiempo vieron espantados que el mar se abra elevndose de l una gruesa columna que se perda en los cielos; esto les aterr an ms; pero lo que acab de acobardarles fu la aparicin en el seno de la columna de un horrible y gigantesco genio, quien, sobre su cabeza, que tocaba a las nubes, llevaba una gran caja cerrada con cuatro candados de fino acero. El genio se sent en la ribera junto a la caja, y abrindola con las cuatro llaves que colgaban de su cintura, sali de ella una dama lujosamente vestida y de prodigiosa hermosura. El monstruo la hizo sentar a su lado, y mirndola amorosamente, la dijo que le permitiese reposar un momento en su regazo.

Al decir esto, dej el genio caer su abultada cabeza sobre las rodillas de la dama y no tard en dormirse, dando unos ronquidos que estremecan la playa.

Entonces la dama alz los ojos, y viendo a los prncipes refugiados en la copa del rbol les hizo seas para que bajasen sin ruido. Ellos, por seas, la suplicaron les dispensase; pero la dama, en voz baja, les dijo que si no la obedecan despertara al genio, a quien hara que les matase. Bajaron entonces cautelosamente, y la dama, alejndose un poco con ellos, bajo los rboles, les dijo que en el mismo da de sus bodas haba sido robada por el genio, y les hizo con la mayor desenvoltura la propuesta ms insinuante, que ellos no tuvieron ms remedio que aceptar, resignndose adems a que la dama les despojase luego de sus anillos para juntarlos a los 98 que mostr llevar en la cajita de sus adornos y pertenecientes a otros tantos amantes que del mismo modo haba ido teniendo, a pesar de la estrechsima vigilancia del celoso genio, quien la tena encerrada en aquella caja y oculta en el mismo fondo del mar.

Ya ven termin la dama, alejndose que cuando una mujer ha formado un mal deseo, nadie puede estorbarle su ejecucin. Mejor haran, pues, los hombres en no sujetar demasiado a las mujeres, con lo que las haran ms juiciosas, acaso.

Oh, hermano mo! aadi el rey de Tartaria cuando hubieron quedado solos. Has visto que ese genio es an ms desgraciado que nosotros. Volvamos, por tanto, a nuestros reinos. Yo ya he ideado el medio de que me sea guardada la fe debida y algn da te dir cmo.

Regresaron entonces a la corte de Persia los dos reyes. El sultn se apresur a castigar con la muerte a los culpables, y para prevenir ulteriores infidelidades en su nueva esposa, resolvi casarse cada da con una, hacindola ahogar al da siguiente. En cuanto al de Tartaria, de all a poco regres a sus Estados, no sabindose bien qu hizo para remediar las traiciones de sus mujeres.

La fama de la inhumanidad del sultn conmovi bien pronto a toda Persia. Jvenes hijas de generales, ministros, sabios, comerciantes, etc., fueron sucesivamente inmoladas despus de compartir una sola noche cada una el tlamo regio, y nadie acertaba con el medio de atajar semejante calamidad nacional.

El ministro ejecutor de tamaas rdenes tena dos hijas: la mayor se llamaba Scheherazada y Dinarzada la ms pequea. Esta ltima era joven de gran mrito; pero aqulla gozaba de un extraordinario talento muy superior a su sexo, amn de una hermosura sobrehumana. Haba ledo mucho, y era su memoria tan feliz, que conservaba fielmente todo cuanto leyese. Adems, dominaba los secretos de la filosofa, la medicina, la historia y las artes, componiendo los mejores versos de su tiempo, y su virtud era de una firmeza a toda prueba.

Padre mo dijo Scheherazada al visir, un da, le suplico encarecidamente me conceda una gracia que le quiero pedir.

Cualquiera que ella sea, la tienes de antemano concedida con tal que sea justa respondila el padre.

Como justa, no puede serlo ms. He formado el designio de atajar por siempre la barbarie del sultn y salvar a miles de jvenes del triste destino que les amenaza. Al efecto, ved mi plan. Le suplico encarecidamente, por el tierno afecto que le profeso, me procure del sultn el honor de su lecho.

El visir no pudo or sin horrorizarse la propuesta de su hija, dicindola:

Has perdido el juicio, hija ma? Ignoras que el sultn ha hecho el juramento de inmolar al da siguiente a aquella con la que cada noche se desposa?

Lo s replic Scheherazada. Conozco el peligro que corro; pero nada me espanta. Si sucumbo, mi muerte ser gloriosa, y si triunfo, har a mi pueblo el mayor de los servicios.

La amante porfa entre padre e hija continu largo rato; mas era tanta la sabidura de sta y tan fiel a su palabra dada el visir, que cedi por fin, aunque con la inmensa pena de ver que as firmaba la sentencia de muerte para su hija.

Vencido el triste padre y resignado a su destino fu personalmente a ofrecer su hija al sultn, quien qued pasmado ante el sacrificio que le haca su visir.

Cmo has podido resolverte a entregarme as a tu propia hija, sabiendo que maana tendrs que quitarla por tu propia mano la vida, al tenor de mi juramento? le dijo.

Seor respondi ste, ella misma es quien se ha ofrecido. El fin que le aguarda no ha sido parte a espantarla ni a disuadirla, prefiriendo sin duda a todo el honor de ser una sola noche esposa de vuestra majestad.

El sultn acept para aquella noche mismo, y el visir corri a comunicarlo a su hija, quien, para consolarle, le dijo que confiaba que ello, en lugar de penas, no habra de traerle sino dichas para el resto de su vida.

Despus Scheherazada no pens sino en ponerse en estado de presentarse al sultn; pero antes, llam a solas a su hermana Dinarzada, dicindola:

Hermana querida, tengo necesidad de tu auxilio. Nuestro padre me va a conducir al palacio del sultn para ser su esposa; pero no te espantes. Yo pienso suplicar a ste que te permita acostarte cerca para que maana puedas despertarme antes del alba, dicindome que cuente, mientras amanece, uno de aquellos sublimes cuentos que yo s. Al momento te narrar uno, y por este medio me lisonjeo de poder librar a todo el pueblo de la consternacin que siente con tanta y tanta muerte de las jvenes nuestras compaeras.

Dinarzada, como era natural, se puso incondicionalmente a las rdenes de su hermana.

Llegada ya la hora, el visir condujo a Scheherazada a palacio, retirndose en seguida con el corazn traspasado de dolor, y el sultn, as que se hall a solas con ella, la mand se descubriese el rostro, quedando encantado de ella; pero al notar que lloraba la pregunt el motivo, a lo que la hermosa respondi:

Seor, tengo una hermana, a quien amo con singular ternura, y deseara que pasase la noche junto al aposento para verla y darla el ltimo adis. Me otorgarais, seor, el placer de poder darle este ltimo testimonio de amistad?

El sultn accedi al ruego; se condujo hasta junto a la regia estancia a la pequea Dinarzada y, una hora antes de amanecer, como se le haba exigido por su hermana, la despert diciendo:

Hermana queridsima. Si no duermes, te suplico que, antes que amanezca, me cuentes alguno de aquellos dulces cuentos que t sabes. Acaso ay! sea esta la ltima vez que los escuche, y tambin a tu amada voz.

Seor suplic Scheherazada al sultn, me otorgarais la dicha de poder complacer a mi hermana en su inocente ruego?

Con mucho gusto respondi el sultn.

Entonces Scheherazada comenz su pasmosa narracin, asombro de los siglos pasados y futuros. Este relato, mejor o peor conservado, ha llegado hasta nosotros, bajo el ttulo de Las mil y una noches, es decir, El velo de Isis, como podr apreciar por si mismo el virtuoso y sensato lector.

* * *

En el anterior relato de los dos sultanes, zares o shahs de la Introduccin del divino libro, se caracterizan, respectivamente, las dos humanidades que comparten el seoro del planeta, a saber: la Humanidad propiamente dicha, nica que conocemos, y otra Humanidad superior y legendaria, renunciadora o redentora, que ir saliendo poco a poco de estos comentarios mismos.

Las representantes de esta ltima son las dos hermanas Scheherazada y Dinazarda, o Keherata y Dinarza, que el Dr. Alemany quiere enlazar filolgicamente con los de Karata y Damana del primitivo poema oriental de Kalila y Dymna, por supuesto sin el subfijo ka de diminutivo, desprecio o ternura, cosa muy dentro del universal parentesco que los recientes estudios teosficos o de Religiones Comparadas van ya esclareciendo. Para el fillogo-tesofo, en fin, las dos hermanas del gran libro no son sino Kkara y Dkara, dos msticas letras del snscrito alfabeto.

Estas dos hermanas, smbolos respectivos de la Mente Inferior y la Superior del Hombre, se sacrifican, fsicamente la una y moralmente la otra, para la redencin de sus hermanas, las mujeres del reino, amenazadas de caer, como todas las pobres almas en el mundo, bajo las fieras garras de Schahariar o Zacarias el Sacrificador, nombre que aparece hasta para designar, en libros tan recientes como los Evangelios, al esposo de Isa-bel (Isis la Hermosa?), inofensivo inmolador de las vctimas propiciatorias ante el Tabernculo hebreo. Y su sacrificio no es de un da, ni de un ao, sino de mil y una noches, es decir, casi indefinido, al tenor de lo que entre pueblos como el nuestro mismo significa la vaga frase de mil y uno. Y semejante sacrificio, como todas aquellas cosas en las que el sexo aparece, tiene tambin una significacin dual: la necromante de la letra que mata y la sublime de el espritu qu vivifica.

En efecto, y por de pronto, el problema del sexo, al que antes aludamos, aparece vigoroso ya en la Introduccin del libro: Los dos hermanos sultanes descubren la infidelidad de sus sultanas respectivas, a quienes decapitan, y, exasperados, creen que todas las dems mujeres son infieles tambin, por ley de su naturaleza, merced a lo cual Schahariar o Zacarlas el siempre mudo sacrificador del Templo se decide a sacrificar, como el famoso monstruo irlands y gallego del Tributo de las cien doncellas, todas las noches a una mujer, despus que ha compartido con ella su regio lecho. Tras tan horrenda carnicera, que tiene aterrado a todo el imperio, aparece una herona, Scheherazada, la hija del visir, quien, como la Judith de Holofernes, o la Iseo del mito de Tristn, se resuelve a libertar a su pueblo de semejante oprobio y resueltamente se ofrece en holocausto al monstruo, al Sir Morold parsi, compartiendo su lecho.

Viene aqu entonces el smbolo de la accin de la Magia en el mundo y en la vida: la humana Scheherazada se hace despertar por su hermana Dinalzada antes del amanecer. (hora de la iniciacin), y sta le ruega que le cuente una de aquellas divinas parbolas que deba a sus profundos estudios. Scheherazada aprovecha esa hora augusta que precede al alba, y en la que el hombre comienza a salir del mundo misterioso del sueo penetrando en el de los ensueos ms dulces, ensueos jinas que acaso son la nica verdad de nuestra existencia, y comienza su relato con la historia del comerciante y el ogro, que no es sino el smbolo del triste destino de la Humanidad post-atlante destinada a desaparecer, como destinado estaba a morir el pobre comerciante del cuento bajo la espada del genio del mal o magia negra y como destinada estaba tambin a morir la pobre Scheherazada si en aquel momento no se hubiesen presentado tres extraos personajes, dignos de especial mencin. Personajes a quienes veremos aparecer en el epgrafe siguiente.

Porque, a bien decir, la Humanidad doliente, a diario sacrificada por las Potencias del Mal, que hoy son seoras de la Tierra, slo puede salvarse de su triste destino, que es el de la muerte moral al par que fsica, con el ejercicio de sus poderes mentales redentores, es a saber: el de la Mente Inferior, discursiva o razonadora, que nos ha dado a la ciencia como elemento esencial de todas nuestras emancipaciones mente representada por la imaginacin creadora de la sabia Scheherazada, y el de la Mente Superior, pura e intuitiva, la del genio del hombre, despierta siempre para las altas verdades, como lo estaba la jina de Dinarzada, Djinar-zada o Diana-shada, con ese eterno velar del Inconsciente humano desde su augusto trono de misterio, esa Voz Interior y Divina, Sophia o Atm-Buddhi-Manas, en fin, que es, en suma, el Christo en el Hombre, que dira San Pablo.

Y gracias a la proverbial misin de estas dos Mujeres-Smbolo, la sentencia de muerte formulada contra la Humanidad en la mstica cabeza de las cien doncellas parsis se difiere uno y otro da, como se difieren o desvanecen todas las miserias humanas bajo la enriquecedora magia de la Mente, como se alejan y desvanecen tambin las tinieblas de la noche ante la luz esplendorosa del astro del da, ya que no en vano la Luz de la Idea y la Magia de la Imaginacin Imagojinaactio?, Creacin imaginativa o jina? ha sido siempre comparada en el mundo de lo espiritual a la del Sol fecundando con sus energas a todo el mundo visible.

Y ha sido tan poderoso el alcance sublime de la redencin operada por aquellas dos abnegadas hermanas, que nuestra misma historia demopdica ha conservado memoria de ella en costumbres originalsimas, tales como la del segoviano pueblo de Hontanares, cosa importantsima.

Segn el simptico Sr. Rincn Lazcano, autor de la novelita teatral que lleva por ttulo La Alcaldesa de Hontanares, el da de Santa Agueda, es decir, el da de la leyenda, el da de la Agada semtico-mediterrnea de la Santa Tradicin, o sea el 4 de Febrero, se elige alcaldesa y rbitra de los destinos del pueblo a la mujer a quien de ello se cree digna; para que durante veinticuatro horas, tierna, compasiva y libre de impurezas, gobierne y apaciente a todos sus convecinos. La alcaldesa, en recuerdo sin duda de aquella redentora Scheherazada, hace justicia seca sin otro cdigo que el de su generosa abnegacin, esclareciendo el error, desenmascarando a la perfidia, otorgando, al par tambin, misericordia en algn que otro caso, sin embargo, ni ms ni menos que la herona de las mil noches. Cosa es sta, adems, recordada igualmente en las clebres Saturnales romanas, en las que los esclavos tenan derecho a decir la verdad desnuda a sus seores, y asimismo en las famosas Fiestas de Locos y Carnestolendas inmortalizadas en Nuestra Seora de Paris por el genio de Vctor Hugo. Por ltimo, hasta las simpticas promovedoras actuales de La Cruzada de las Mujeres Espaolas, clamando en justicia a las Cortes y a la opinin contra el absurdo rgimen legal que las oprime colocndolas en condiciones de inferioridad respecto de hombres que son las ms de las veces inferiores a ellas, acaso, acaso, remontando en la inacabable cadena de los tiempos, podran encontrar el origen de sus nobles rebeldas en aquellas dos heronas o parsis mujeres fuertes de Scheherazada y Dinarzada que supieron dominar al Monstruo, al precursor parsi del Minotauro cretense, con las armas de la vigilancia constante o la imaginacin creadora y el sacrificio altruista, armas que son las empleadas siempre por la Humanidad rebelde contra todas las negras fuerzas que secularmente la tiranizan

Ya en la propia escena paradisaca con la que se inicia el Gnesis, vemos la misma amenaza de muerte si se come de la fruta del rbol del Conocimiento, o sea si se emplea la Ciencia para otra cosa que no sea Renunciacin, Obsequio en aras de la Humanidad y Sacrificio, porque escrito est, como dice Bulwer Litton en su Zanoni, que slo puede redimir el que se sacrifica, y que esos Hermanos Mayores, Guas o Conductores de hombres y pueblos a quienes los tesofos llamamos Grandes Almas (Maha-atmas) o Maestros, prototipos abnegados de cuantas Scheherazadas y Dinarzadas ha habido en el mundo, son el eterno Muro de diamante contra el que se estrella el mar de la Pasin y del Mal en sus embates, como la fiera ola contra el escollo inconmovible.

Y semejante accin redentora de los hombres-jinas no se limita, no, a operar la redencin de sus contemporneos infelices, sino que se dilata ella ms y ms a travs de los tiempos todos, como la mgica seduccin imaginativa de la hija del visir parsi se extiende hasta nuestros tiempos mismos y a los que tras de ellos hayan de venir, al estudiar a su vez las mismas enseanzas sabias suyas, ya que, si un milenio de noches pudieron detener la loca espada de un iracundo sultn, varios milenios efectivos de aos y aun de siglos pueden seguir deteniendo prvidas la terrible accin de la ignorancia en el mundo, ignorancia que es la causa de todas nuestras desdichas.

El mito de Scheherazada, en fin, es un mito genuinamente tristnico, por cuanto en sta vemos a una verdadera Iseo, Isolda, Isis la Antigua o Io, como en el de la leyenda occidental de este ttulo que ha movido a travs de los siglos a tantas plumas, inspirado a tantos pinceles y hecho vibrar a tantas liras.

Pero, a bien decir, entrambos mitos de Redencin tienen como origen comn el de la Primitiva Religin de la Naturaleza, o Sabidura de las Edades, de donde todos los mitos religiosos ms santos y sublimes derivan, por cuanto en aquella Religin, dada a nuestra Humanidad Infantil por otra Humanidad Superior la de los Reyes divinos u hombres solares, lunares y venustos, su antecesora, no pudieron menos de personificarse de algn modo las dos grandes Fuerzas o Serpientes de la Luz Astral que rigen al mundo, siendo tan necesarias, dentro de sus papeles respectivos, la una como la otra, a saber: la Fuerza de Inercia, de Cada, de Dolor, de Mal, de Negacin, de Tiniebla, de Destruccin, representada en el viejo sultn Shahrirar, y la Fuerza de Progreso, de Redencin, de Bien, de Felicidad, de Creacin y de Luz, por Scheherazada representada. Sin la una, el argumento entero de la Vida, el gran Drama de la Humanidad sobre la Tierra, carecera de impulso, de estmulo o de protagonista; sin el otro, sin el contraprotagonista, smbolo del mal, el tal Drama acabara instantneamente. Entrambos adems estn representados de un modo simblico en el gran jeroglfico de la Y con sus dos ramas de bien y de mal o de la Diestra y de la Siniestra, la eterna Dada pitagrica, origen del Mundo entero como Manifestacin, que dira Schopenhauer, y cuyo tronco o Mnada inicial no es buena ni mala, blanca ni negra, sino lo Inmvil en lo Mvil, que dira el cardenal Jernimo de Cusa, o sea Ello, lo Neutro, lo Indefinible, lo Incognoscible spenceriano, incognoscible precisamente porque nuestra capacidad mental no puede actuar sin el contraste, sin la ley de los contrarios conjugados, o sea, en cada caso, sin el opuesto, como no popemos ver absolutamente nada en parte alguna si el algo que ha de verse, por su color o ndice de refraccin correspondiente, no vara poco o mucho del del ambiente que le circunda.

De aqu, en fin, la doctrina de los Logoi y de sus respectivos Adversarios, entre los gnsticos, o sean el Agathodaemon y el Kakodemon del doble caduceo de Mercurio-Hermes, emblema de la doble Sabidura; de aqu la eterna ley de la oposicin y la lucha que al mundo rige; de aqu tambin aquellas celebrrimas palabras con las que Krishna, el gran Hierofante iniciador de Arjuna en el Mahabharata, revela a este ltimo su verdadera Naturaleza Dual, dicindole:

Yo soy el Espritu entronizado en el corazn de todos los seres: su Principio, su Medio y su Fin; de las armas, yo soy el Rayo, el Viento, el Trueno Sin M nada animado puede existir, porque soy el Origen de todo ser y de M ha emanado el Universo En este mundo hay dos principios: perecedero o divisible el uno, imperecedero o indivisible el otro. Aqul es la totalidad de los seres vivientes, ste lo inmutable e indiferenciado; pero hay an otro Principio ms elevado, el Espritu Supremo del Universo (la Nada-Todo de la escuela advaitia), que llena y sostiene a los tres mundos: el del cuerpo, el del alma y el del espritu

Una ltima observacin nuestra para ligar este notable cuento con el que subsigue: sospechamos, en efecto, que esta Introduccin de las actuales Mil y una noches no es la primitiva, pues que en ella, al fin, se hace jugar al sexo y a la terrible y tan semtica pasin de los celos. La verdadera Introduccin originaria, no debi ser sta, sino la del extrao relato que subsigue en todos los textos que conocemos, y con el que Scheherazada comienza su inaudita narracin.

CAPTULO II

La primitiva Introduccin de Las mil y una noches?

HISTORIA DEL COMERCIANTE, EL EFRIT Y LOS TRES VIEJOS JEIQUES

El comerciante y el ogro.Por comer aqul unos dtiles y tirar los huesos ha dado muerte al hijo de ste, nada menos!Un ao de plazo y de esperanza.La vuelta del hombre, fiel a su palabra.Aparicin del efrit y de los tres venerables jeiques de blanca barba.Cmo y de qu manera van obteniendo por terceras partes el perdn de aquella fiera astral y area.El doble sentido exotrico y esotrico de todos estos cuentos.No se trata de dtiles, sino de misterios de los dctilos.La condena del efrit y la del Gnesis.Aparece triunfal la idea del Sacrificio, igual que en la anterior Introduccin del libro, pero ms primitiva, o sea sin el elemento del sexo.Quines eran la Vaca y la Ternera del primer jeique y quines los Perros negros del segundo.Conexiones mitopeicas de los simbolismos encerrados en estos dos relatos con los de la Tradicin Universal.Entronque en este cuento de otros varios del maravilloso libro.Juder, el pescador, y su saco prodigioso.El tema de la eterna envidia.Conclusiones.

La perspicaz mirada de todo buen intuitivo dotado de ese ojo clnico tan ansiado para el diagnstico mdico, sorprende siempre, al lado de cada realidad viviente, a la realidad antecesora que la diera origen, como, llenos de artstico asombro, nos sorprende al lado de la egregia catedral salmantina del siglo XIV, su minscula y deliciosa abuelita la catedral del siglo XI adosndose a sus muros y como amparndose en ellos, a la manera de cual la vejez se ampara a la juventud, que la debe el sr.

Del mismo modo, al lado de la emocionante Introduccin de Las mil y una noches que acabamos de ver en el captulo I, aparece otra ms modesta, menos aparatosa, ms confusa y absurda si se quiere, pero, por lo mismo, acaso ms primitiva y ms velada, o sea ms digna an de atencin para el verdadero ocultista. Es la Historia del comerciante y el genio, que comienza as:

Scheherazada, dirigindose al sultn Schahrirar y rogando a su hermana Dinarzada que la escuchase atenta, di principio a su relato de esta manera:

Seor, haba antao un comerciante muy rico, que necesit hacer un largo viaje a travs del desierto. Al cuarto da de su marcha se sinti fatigado, ech pie a tierra junto a un nogal, donde brotaba un manantial delicioso, y se puso all a comer galleta y dtiles, cuyos huesos iba arrojando a derecha e izquierda. An no haba concluido su comida, cuando vi surgir del suelo un genio enteramente blanco de puro viejo y de una enorme estatura, quien, blandiendo su yatagn y profiriendo un grito espantoso, le dijo con voz de trueno:

Voy a matarte ahora mismo, de igual manera que t acabas de dar muerte a mi hijo.

Cmo es posible esto? respondi, atnito, el viajero.

No te has puesto a descansar aqu? No has comido dtiles y echado sus huesos a derecha e izquierda? Pues, dando con ellos a mi hijo en el ojo, le has muerto insisti el genio, al par que le derribaba en tierra para decapitarle.

Deteneos al punto, seor implor acobardado el buen hombre. Al menos dadme tiempo a que vuelva a mi casa a poner en orden mis negocios y despedirme de los mos, que yo prometo luego volver aqu mismo para que cumplis vuestra voluntad conmigo. Tal da como hoy del ao que viene, me tendris aqu.

El genio, entonces, acept la palabra y le dej que regresase a su hogar, como haba pedido.

Ya en casa, el comerciante cont lo sucedido. Despus se puso a arreglar todos sus asuntos; pag sus deudas; libert a sus esclavos; emancip a los hijos, y despidindose, anegado en lgrimas, de ellos, de su mujer y de sus amigos, al cumplirse el ao ya estaba en el lugar de antao y a disposicin del genio, segn lo prometido.

Mientras se consuma en cruel espera al lado de la fuente y bajo el rbol, he aqu que, de improviso, se le present un buen viejo que llevaba sujeta con una cadena a cierta corza blanca, y que le pregunt al punto:

Hermano mo, se puede saber qu causa os ha movido a venir a este espantoso desierto, en donde no hay seguridad alguna para el hombre, pues que est todo l plagado de espritus malignos?

El comerciante entonces cont al viejo sus desdichas. El viejo, asombrado, repuso:

Pues he aqu que yo quiero ser testigo de vuestra entrevista con el genio y se sent a su lado; mas, en aquel mismo momento, lleg otro buen viejo atraillando dos perros formidables y negrsimos, con el que medi un dilogo semejante. Por fin, lleg un tercer anciano, quien igualmente se qued con ellos.

No se hizo esperar ms el genio, quien, llegando en el seno de espantoso torbellino de arena, se dispuso in continenti a ejecutar la sentencia cruel. El comerciante y los tres viejos, espantados, comenzaron a llorar a gritos Uno de stos, prosternndose ante el genio, se atrevi a decirle:

Prncipe de los espritus del aire, os suplico humildemente que suspendis vuestra clera y me otorguis la gracia de escucharme. Voy a contaros mi historia y la de esta corza, y si os parece ms maravillosa que la aventura de este infeliz al que vais a inmolar, podra esperar de vos el que perdonaseis a este desgraciado la tercera parte de su delito?

El genio vacil un instante, pero al fin condescendi con lo que el viejo le peda. ste, entonces, comenz su narracin en los siguientes trminos:

Esta corza que aqu veis es mi mujer y adems mi prima. No tena casi doce aos cuando me cas con ella, y hemos vivido treinta aos juntos sin tener familia; pero, no obstante su esterilidad, la he tratado con amor siempre. El mero deseo de tener quien me sucediese me llev a tomar una esclava, de quien tuve un hijo de grandes esperanzas; pero mi mujer concibi tal odio contra ambos, que, habindome yo alejado unos das de casa, se dedic a la hechicera, y mediante este arte perverso convirti a la madre en vaca y al hijo en ternerillo. Cuando, al ao, regres, me dijo:

Tu esclava ha muerto y tu hijo ha desaparecido.

No tengo por qu describir la inmensa pena que se apoder de m. Lleg meses ms tarde la fiesta del gran Bairn, y para celebrarla segn rito, mand se me trajese una vaca para el sacrificio expiatorio. Pero el animal era tan hermoso y me miraba de un modo tan singular y tierno, tan humano, que no me atrev a inmolarla, antes bien ped se me trajera otra, a lo que mi mujer se opuso de modo tan terminante, que no tuve ms remedio que entregarla a mi mayordomo para que l la sacrificase, como lo hizo. Contra lo que se esperaba, la vaca no tena sino huesos y pellejo, y ped en su lugar un ternero.

Pronto el mayordomo me trajo uno, que no era otro que mi transformado hijo. El animalito, al punto que me vi, y como si fuese un ser humano, rompi de un tirn la cuerda y se prostern ante m, despertando en mi pecho gran compasin, como si adivinase bajo aquella metamorfosis que el ternero no era sino mi mismo hijo. Convencido de ello, decid no sacrificarle, pese a toda la oposicin que mi mujer hiciese. Mas, fueron tantas las splicas y aun amenazas de sta, que me decid a cumplir su mandato. Tom, pues, el fatal cuchillo e iba a descargar el golpe, cuando ste se me cay de las manos, y, tenindolo a presagio, aplac para el ao siguiente el sacrificio, sustituyendo por otro al ternerillo, en medio de la exasperacin de mi mujer.

Al otro da, muy de maana, se me present mi mayordomo dicindome:

Tengo, seor, una hija que posee algn conocimiento de la magia. Ayer, al volver a mi casa con el ternero que me entregasteis por no quererle sacrificar, not que se ri al verlo y que un momento despus se puso a llorar, y como yo le preguntase a mi hija por qu haca dos cosas tan opuestas a la vez, me contest:

Padre mo, este ternero que usted trae, es el hijo de nuestro amo. Me ro de gozo porque an le veo vivo, y he llorado acordndome del sacrificio que de su madre se hizo ayer y que haba sido convertida en vaca, ambas cosas por los encantamientos de la mujer de nuestro amo, que odiaba a la madre y al hijo.

Al or estas palabras, seor dijo el viejo al genio, part inmediatamente al lado de la hija de mi mayordomo, prometindole todos mis bienes si lograba restituir a mi pobre hijo a su estado prstino, a lo que ella repuso:

Puedo hacerlo, pero con dos condiciones: la primera, que me le d luego por esposo, y la segunda, que me permita castigar a la persona que le transformase en ternero.

Aceptadas por m entrambas condiciones, la joven tom una escudilla de agua y, pronunciando ciertas palabras misteriosas que no entend, exclam, dirigindose al ternero, al par que le rociaba con el agua:

Oh, t, ternerillo! Si has sido criado tal como apareces, permanece en tu presente forma; pero si, por el contrario, eres hombre, bajo algn mal ensalmo, torna a tu sr primero, con permiso del Todopoderoso.

El ternerillo, entonces, con asombro de todos, recobr su primitiva forma y se ech en mis brazos. En cuanto a mi mujer, con otra ceremonia mgica, la transform en corza, que es la corza que aqu veis, y que, para que no se me escape y vuelva a hacer de las suyas, llevo encadenada mientras busco por el mundo a mi hijo, quien, a raz de la muerte de su mujer, de all a poco, parti de viaje, sin que sepamos su paradero.

Convengo replic el genio, as que el primer viejo hubo terminado su relato, en otorgar a este msero comerciante el perdn de la tercera parte de su delito.

Tambin espero de vos, seor genio interrumpi respetuosamente el segundo viejo de los perros negros, que le perdonis otra tercera parte del delito, si es que, asimismo, os place mi historia.

Y como el genio viniese en ello, el viejo comenz de esta manera:

Sabed, prncipe de los genios, que estos dos perros son mis dos hermanos mayores, quienes, como yo, se dedicaron al comercio; pero con suerte tan distinta de la ma, que ellos se arruinaron, mientras que yo vi prosperar mi capital, que luego part con ellos. Deseosos de probar de nuevo fortuna, me porfiaron durante cinco aos para que les acompaase a una segunda expedicin, hasta que al fin ced, enterrando en casa la mitad de mi capital, por si sala mal, como anteriormente. Tras una navegacin de un mes, arribamos a un gran puerto de mar, donde gan diez por uno, y cuando regresaba con otros gneros encontr en la orilla una mujer distinguidsima, aunque pobremente vestida, que me pidi me desposase con ella, como lo hice. Ella, agradecida, y llevndome a una isla, me hizo saber ms tarde que era un hada y que, conocedora de la maldad de mis hermanos conmigo, pues pretendan matarme por envidia, iba a castigarlos, transformndolos en perros durante diez aos. El hada, pese a mis splicas, los cambi, segn haba prometido, desapareciendo despus, y por eso heme aqu con estos dos perros, mis hermanos, en busca del hada, por si, terminado el plazo, quiere ya restituirlos a su estado prstino

Esta es mi historia, oh prncipe del aire! termin diciendo el segundo viejo, y por ella espero que perdonis a este infeliz que vais a matar, otra tercera parte de su delito.

Convengo en ello contest contrariado el ogro.

Entonces el tercer viejo tom la palabra solemnemente, y haciendo propuesta al genio de que, en honor de la historia extraordinaria que le iba a contar, a su vez, perdonase tambin la tercera parte que faltaba del dicho delito.

No es posible que sea ms maravillosa que las otras dos dijo el genio. Pero, en fin, accedo a lo que me pides.

Seor termin diciendo Scheherazada al sultn, la historia que el viejo tercero cont, debi ser estupenda cual ninguna, pero ella no ha llegado a mi noticia, acaso por su misma sublimidad. Slo s s que, pasmado el genio, otorg el perdn al pobre comerciante, quien, despus de prosternarse agradecido ante los tres ancianos y sin volver la vista atrs, regres feliz entre los suyos.

* * *

A nuestro juicio, el relato que antecede, como todos los del gran libro, y en general cuantas parbolas o fbulas contienen todos los libros arcaicos de su ndole, tienen un sentido exotrico, infantil o vulgar, que es el que naturalmente se desprende de su narracin la letra que mata y otro esotrico, filosfico y trascendente el espritu que vivifica, cosa que precisamente acontece, de un lado, con los nios, quienes toman al pie de la letra, verbigracia, las fbulas de La Fontaine o de Samaniego, y de otro, con los hombres maduros, quienes saben sorprender, tras el relato, siempre absurdo, de la fbula fbula en la que hablan los animales, las plantas y hasta las piedras, la enseanza emblemtica y moral en ella oculta. Deseosos nosotros de investigar en este ltimo sentido, aunque repitiendo de una vez para siempre que no damos a nuestras interpretaciones carcter alguno objetivo, empezamos diciendo que la inverosmil aventura del buen comerciante con el genn, jina o efrite , no es sino el triste simbolismo de la Humanidad sobre la Tierra, representada aqulla por el pobre hombre que en su peregrinacin por el mundo, o sea por la vida, est siempre amenazado de muerte por haber comido dtiles y arrojado sus huesos a derecha e izquierda, matando as al hijo del jina o genio, cosa que exige alguna explicacin previa.

Se dice del Maestro Pitgoras (Chaignet, Pilhagoras; sa vie et son oeuvre), que en uno de sus viajes se inici en los sagrados Misterios de los Dctilos, es decir, en los del Diez o de Io. Estos misterios iniciticos eran puramente matemticos como aquellos que se enseaban en el templo de Dlos, en cuyo frontispicio se lea nadie entre que no sepa Geometra!, en suma, sin tener los conocimientos de la Cbala o Tradicin primitiva. No es tan violento, pues, como a primera vista se puede creer, el ligar la palabra dtiles con la palabra dctilos o dedos, tanto porque los dedos (Eduardo Benot, Aritmtca Universal) son la base originaria de toda contabilidad y tambin en lo antiguo los huesos de dtiles y de otras frutas, cuanto porque la palmera, de la que aqullos son semilla, es, por sus hojas, el simbolismo de la numeracin y de todas esas escrituras atlantes y arias primitivas que se llaman claves ogmicas, mgicas o rnicas, claves de las que hemos esbozado algo en el captulo VII de nuestra obra De gentes del otro mundo . La fbula, pues, quiere veladamente expresar que, por haber comido indebidamente el cuitado el inicitico fruto de los dctilos o de los dtiles, profanndole, se haba hecho acreedor a la pena de muerte, cosa que, bajo otra forma, vemos reproducida nada menos que en el captulo del Gnesis, cuando la primera pareja, desobedeciendo a Jehovah, que aqu est representado por el genn, come del fruto dctilo o manzana del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal (es decir, usa de su razn bajo las insinuaciones del Rebelde) y es condenado por aqul a morir de muerte. Quin puede dudar, en efecto, que, desde el primer instante en que venimos a este bajo mundo, ya estamos, ipso facto, condenados a muerte, en una u otra forma?

Pero lo que hay es que, por especial misericordia del aparentemente inexorable Destino, nuestra muerte se aplaza das tras das como la del comerciante de marras, y se aplaza para que, como l, pongamos en orden nuestros negocios y nos preparemos serenos para el supremo momento de la partida. Y se aplaza de un modo ms o menos indefinido, precisamente por la salvadora intervencin de ciertos ancianos, Maestros o jinas, que nos han dado como Mahatmas o grandes almas, que ellos son, sus sapientsimas enseanzas, no para ellos salvamos, sino para que con estas ltimas nos salvemos. Tales ancianos son los tres venerables viejos que al cuarto da de marcha a travs del desierto el terrible desierto de la Vida, o valle con soledad y llanto, que dijo el mstico vate salmantino y junto al torrente de donde manaba agua el Agua salvadora de la Vida son quienes, bajo el velo simblico de los respectivos cuentos que narran, consiguen que el genio El Genio de la Historia que dirige aqu abajo todos los acontecimientos humanos! otorgue por terceras e indivisibles partes el perdn de la pena impuesta al cuitado que, fiel a su palabra (como Rgulo el caudillo romano prisionero de los cartagineses en la primera guerra pnica), volva al ao justo para ser inmolado por la atroz guadaa o cuchilla.

Y en esta escena precisamente estriba nuestra opinin de que nos hallamos, con este extrao cuento, ante la primitiva introduccin del parsi libro. En el cuento, la idea fundamental es la misma que ya llevamos visto en el anterior de Scheherazada y el sultn: UNA IDEA DE REDENCIN y DE SACRIFICIO, pero mientras que en este ltimo interviene ya el sexo con todo su cortejo de celos, venganzas y rencores, en el del comerciante que nos ocupa no interviene otro elemento que el de la profanacin de un conocimiento inicitico, que es justamente lo que todas las tradiciones orientales, Biblia inclusive cuando la leemos entre lneas, nos ensean respecto de la Atlntida y el consiguiente castigo infligido por tal causa a la pobre Humanidad.

Y la idea del sacrificio no est tanto en la accin de los viejos, al as interponerse para torcer un inexorable destino, cuanto en el relato que stos hacen de sus respectivas aventuras, cosa sobre la que conviene nos fijemos.

La peregrina historia, contada al ogro por el primer viejo de la corza (para arrancarle con ella su vctima al modo de como Scheherazada hace tambin con el fiero sultn), no es sino el relato alegrico de lo acaecido con el culto luni-solar primitivo en los ltimos tiempos de la Atlntida, cosa confirmada por otros muchos cuentos, como ms tarde habremos de ver.

En efecto, el viejo se casa con la hija de su to, es decir, del hermano de su padre, pero, como la Sarai esposa de Abraham, resulta estril. Entonces, para lograr la indispensable sucesin salvadora del oprobio entre los pueblos semitas que hacen cifrar todo en el sexo, el viejo toma, como Abraham tambin toma a Agar (Agra, la Luna), en calidad de concubina, y de ella tiene un hijo, a quien aquella Juno o Fricka inexorable, trata por todos los medios de sacrificar, tanto que, dedicndose a malas artes mgicas, consigue al fin, en ausencia del esposo, transformar a la madre en Vaca y al hijo en Ternero, y llegada la fiesta pascual, exige de su esposo que los sacrifique a entrambos del mismo modo a como A-braham (el no-brahmn), se dispone a sacrificar tambin a su hijo.

Este viejo (mulo del Wotan wagneriano, al par que sus siempre amados al par que con sus odiados hijos, los welsungos, y, en general, de todos los dioses exotricos jpiter, jehovah, Saturno, etc.), sacrifica, aunque con indecible repugnancia, a la Vaca, pero le falta valor para hacer otro tanto con su hijo el Ternero, quiero decir, inmola, por exigencias de la mala magia de su mujer, a la Religin primitiva de la Vaca (Io, Isis o la Luna), dejando viva la religin vulgar o terrestre, representada por el ternerillo de Parvadi, su hijo. Pero, pasan los tiempos, y al ao justo de aquel necromante sacrificio, cundo va al fin a ceder y degollar tambin sobre el ara a su unignito hijo, smbolo asimismo de toda la Humanidad terrestre, he aqu que se interpone la hija del arrendatario, maga buena de profesin, quien, al informarse del increble suceso, apela a su arte poderosa y restituye a aqul a su estado prstino, castigando, al par, a la perversa madrastra con transformarla a su vez en una corza: la misma corza que, a la sazn, conduca el buen viejo cual los sadhs indostnicos adoradores de Vishn conducen tambin a su vaca, o, en fin, como el propio Maestro de Kapilavastu, despus de residir dos aos en el Desierto alimentndose slo con la leche de la Vaca (Sabidura Primitiva, perdida), se present al mundo conduciendo asimismo a su Vaca Sagrada, por lo que fu denominado desde entonces Gau-tama, el Conductor de la Vaca, segn muy al por menor referimos en la pgina 9 De gentes del otro mundo.

No hay para qu aadir que esta corza representativa de la Mala magia de la impa madrastra, es la misma que anda en tantos cuentos conocidos, tales como aquel de La corza blanca de las inmortales leyendas de Bcquer, en prueba del hecho, que veremos prodigarse enormemente a lo largo de estas pginas, de que el libro de Las mil y una noches es el precedente quiz ms antiguo de toda la literatura universal, pues Apuleyo, Cervantes y Caldern bebieron, sin duda, la inspiracin en esos peregrinos relatos, dotados del maravilloso don de sugestionar por igual a los sabios que a los ignorantes y a los hombres que a los nios.

Tendr, en fin, la famosa corza mgica del viejo jeique salvador, sus homlogas en la demopedia religiosa ibrica? Creemos que s; mas, en la imposibilidad de detenernos a hacer sobre ello las oportunas consideraciones, damos aqu el facsmile de una de estas corzas o cabras, hermanas gemelas del Capricornio celeste y tambin de la cabra Amaltea, nodriza o madrastra de Jpiter cuando fue dado a luz por su madre Opis o Rhea (la Tierra) en la isla de Creta, isla famossima asimismo por el temible Mino-tauro de su laberinto. Dicha lmina ilustra, en efecto, un excelente avance de estudio, hecho por el profesor seor Mlida en el Boletn de la Real Academia de la Historia con cargo a sus excavaciones en las ruinas ibero-romanas de Mrida, la gran metrpoli peninsular, clebre, entre otras cosas, por sus cultos iniciticos, trasuntos fieles de los de los parsis, griegos, romanos y aborgenes.

Prncipe de los espritus del aire le dice finalmente el jina o jeique de la corza al fiero y sanguinario genio sacrificador, si por ventura os parece ms maravillosa la historia de mi corza que la de este infeliz, le perdonaras a este ltimo la tercera parte de su delito?

Al terminar con estas palabras su relato, el viejo nos da, de pasada, una clave de otras frases anlogas de San Pablo, el gran iniciado cristiano, cuando, encarndose con todos los hombres verdaderamente grandes cual lo era, sin duda, el comerciante de marras al volver puntualmente al cabo del ao a purgar sumiso su discutible delito, les dice (Epistala I a los de Efeso, captulo V, v. 12): Porque nosotros es decir, los Iniciados, los Perfectos no tenemos ya que luchar contra la carne ni la sangre contra las pasiones animales, sino contra los Arcontes, los Gobernadores de las tinieblas de este mundo; contra los Espritus de maldad en los aires; palabras que, con cortas variantes, se reproducen en los versculos 11 al 15 de la Epstola a los Colossenses, y tambin en el captulo II de aquella Epstola, cuando les dice a los hombres: Vosotros estabais muertos por vuestros pecados, en los que andabais en otro tiempo conforme a los hbitos de este mundo y a la tirana del Prncipe de las Potestades del aire, que es el espritu que ahora reina sobre los hijos de la infidelidad Prueba clara de esa terrible ley que nos encadena aqu abajo a nosotros, cuyo reino, segn Jess, no es de este mundo, como hijos que somos, por nuestra alma, del Cielo, y no de la Tierra. Tal ley nos obliga, segn el profundo sentido esotrico del poema de Las Aves, de Aristfanes, a estar aqu, en este valle de lgrimas, unos largos aos (que son meramente un da para la eternidad), en lucha constante con las Potestades potestades que aparecen continuamente en Las mil y una noches, como iremos viendo, por lo que nuestra ley aqu es, no la de la paz, sino la de la guerra, segn nos repiten mltiples sentencias del Evangelio, tales como las de no vine aqu a traer la paz, sino la espada, la de milicia es la vida del hombre sobre la Tierra y, en fin, aquella luminossima escuela de las ms rebeldes gallardas que arranca de la frase todava incomprendida de que tenemos que reconquistar el Cielo por la violencia

Viniendo ya al segundo de los tres venerabilsimos jeiques que se presentan para salvar al cuitado comerciante en aquel desierto de la Tierra, plagados de espritus malignos, diremos que su historia, y las de sus dos hermanos, guarda analoga con la del anterior, enlazndose asimismo con otra, mucho ms extensa, omitida en el texto de Galland, pero hermosamente desarrollada en el de Mardrs, o sea la de Juder, el pescador, y tambin con la de Las dos hermanas envidiosas de la otra menor, base de la tan conocida leyenda espaola de La Cenicienta. En esencia, el argumento es el mismo que el de la bblica de Can y Abel, y, hasta cierto punto, la de Esa y Jacob, Remo y Rmulo, Jos con sus hermanos, y dems inacabables prototipos literarios del eterno, del ms cruel de los dramas humanos: el Drama de la Humanidad que fraternalmente se destroza a s propia, en lugar de establecer una cooperacin leal para vencer a la Luz Astral, o Espritus de Maldad en la Naturaleza, a los que acabamos de referirnos! Esta transformacin, adems, de los dos malos hermanos en perros (al tenor de las consabidas frases: cristiana de perros judos! y mahometana de perros cristianos!) es una de tantas y tan extraas metempsicosis como aqu iremos viendo, metempsicosis que, sin duda, sirvieran al propio Lucio Apuleyo para su divina fbula de El Asno de oro, base, como dira nuestro Bonilla San Martn, de tantas obras literarias en prosa y verso Perros, y bien negros fueran, en efecto, esos sacerdotes y guerreros antiguos que, como dira Maeterlink, sepultasen el Templo inicitico, de la misma manera que los hermanos del segundo jeique de nuestro cuento trataron de sepultar en el mar a ste y a su jaina o mgica esposa, la cual, para castigarlos, los transform en perros durante diez aos, o sase durante un largo perodo de tiempo, porque en Las mil y una noches todas las penas son temporales, aunque a veces sean eternas, al tenor del verdadero significado hebreo de la palabra oulang o eternidad, que no equivale a nuestro absurdo siempre, como se viene creyendo, sino a un perodo de tiempo cuya duracin es indefinida,

Por ltimo, el texto constantinopolitano de Galland, ms puro en esto, a nuestro j