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Mujeres migrantes latinoamericanas y trabajo doméstico en la Argentina. Especificidades y contrates con otros destinos migratorios 1 Carolina Rosas 2 Verónica Jaramillo Fonnegra 3 Resumen El objetivo de nuestra propuesta es analizar tres dimensiones de la inserción de mujeres migrantes latinoamericanas en el sector del trabajo doméstico en Argentina: a) el sector del trabajo doméstico como enclave ocupacional “típico” de las mujeres migrantes pobres, es decir ¿cuán importante es la inserción en el trabajo doméstico para las migrantes?; b) la “relativa dependencia” que parece tener el sector del trabajo doméstico respecto de las mujeres migrantes, es decir ¿cuán relevantes son las mujeres migrantes para el funcionamiento del sector del trabajo doméstico?; c) la legislación que protege los derechos de las mujeres empleadas en dicho sector. El foco está colocado en Argentina como principal destino intra-regional, pero también se hacen comparaciones con los dos principales destinos extra-regionales, Estados Unidos y España. Para alcanzar los objetivos recurriremos a: i) análisis propio de los últimos Censos argentinos, así como de la Encuesta Anual de Hogares (EAH 2010) realizada en la Ciudad de Buenos Aires por la Dirección de Estadísticas y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; ii) análisis propio de información recabada en el marco de un estudio realizado en el Área Metropolitana de Buenos Aires con migrantes de origen peruano; iii) análisis jurídico propio de las normativas 1 “Trabajo presentado en el VI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Población, Lima, Perú, del 12 al 15 de agosto de 2014”. 2 Investigadora del CONICET – IIGG Universidad de Buenos Aires – profesora de la UNLaM. [email protected] 3 Becaria del CONICET – IIGG Universidad de Buenos Aires. [email protected] 1

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Mujeres migrantes latinoamericanas y trabajo doméstico en la Argentina.

Especificidades y contrates con otros destinos migratorios 1

Carolina Rosas 2

Verónica Jaramillo Fonnegra 3

Resumen

El objetivo de nuestra propuesta es analizar tres dimensiones de la inserción de mujeres migrantes latinoamericanas en el sector del trabajo doméstico en Argentina: a) el sector del trabajo doméstico como enclave ocupacional “típico” de las mujeres migrantes pobres, es decir ¿cuán importante es la inserción en el trabajo doméstico para las migrantes?; b) la “relativa dependencia” que parece tener el sector del trabajo doméstico respecto de las mujeres migrantes, es decir ¿cuán relevantes son las mujeres migrantes para el funcionamiento del sector del trabajo doméstico?; c) la legislación que protege los derechos de las mujeres empleadas en dicho sector. El foco está colocado en Argentina como principal destino intra-regional, pero también se hacen comparaciones con los dos principales destinos extra-regionales, Estados Unidos y España.

Para alcanzar los objetivos recurriremos a: i) análisis propio de los últimos Censos argentinos, así como de la Encuesta Anual de Hogares (EAH 2010) realizada en la Ciudad de Buenos Aires por la Dirección de Estadísticas y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; ii) análisis propio de información recabada en el marco de un estudio realizado en el Área Metropolitana de Buenos Aires con migrantes de origen peruano; iii) análisis jurídico propio de las normativas internacionales, argentinas, españolas y estadounidenses relacionadas con el empleo doméstico a comienzos del siglo XXI. Por supuesto, también recurriremos a hallazgos de otros colegas.

En análisis concluye que existen contrastes entre los principales destinos extraregionales y el intrarregional. Ello atestigua la importancia de considerar las particularidades de las migraciones Sur-Sur, ya que la bibliografía producida en el Norte es muy influyente y suele darse por válida para todos los destinos y para gran parte de los grupos migrantes latinoamericanos.

1 “Trabajo presentado en el VI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Población, Lima, Perú, del 12 al 15 de agosto de 2014”. 2 Investigadora del CONICET – IIGG Universidad de Buenos Aires – profesora de la UNLaM. [email protected]

3 Becaria del CONICET – IIGG Universidad de Buenos Aires. [email protected]

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I. Introducción

La producción analítica ha sido abundante en el campo de “las migraciones y el género”, y especialmente creciente desde la década de los años noventa. Entre los temas que han adquirido más interés encontramos el papel del género en la organización, estrategias, decisiones y selectividad migratoria; las consecuencias del movimiento sobre la autonomía femenina; las prácticas familiares transnacionales y la maternidad a distancia; las cadenas de cuidado y el trabajo doméstico, entre otros.

La indiscutible abundancia de producción científica más bien corresponde al campo de las migraciones Sur-Norte, es decir las de latinoamericanos/as hacia Estados Unidos o Europa, en especial a España. En cuanto a las migraciones intrarregionales en Sudamérica la producción ha sido menor, más reciente y claramente hereditaria de los intereses, interrogantes y abordajes que se motivaron en cuanto a los movimientos extraregionales.

Como ya dijimos, en lo que concierne a las migraciones Sur-Norte uno de los abordajes que se ha afianzado en los últimos años es el de las inserciones de las mujeres migrantes en el sector del trabajo doméstico (Catarino y Oso, 2000; Escrivá, 2000; Parreñas, 2001; Parella Rubio, 2003; Hondagneu-Sotelo, 2007, Martínez Buján (en prensa), Ariza, 2011; Canales, 2014; entre otros). Ese tema también ha recibido algo de atención en relación a las migraciones intrarregionales (Sur-Sur). Si bien este abordaje es necesario en todos los destinos migratorios, también notamos que la producción realizada en los países del Norte es muy influyente y podría oscurecer la comprensión de nuestras peculiaridades. Coincidimos con Carolina Stefoni (2002: 139) cuando años atrás expresó que en el contexto intrarregional “[e]l servicio doméstico como fuente laboral para las inmigrantes mujeres es un tema que requiere mayor análisis. A su vez, es fundamental considerar las especificidades históricas de donde ocurre este fenómeno y poder realizar comparaciones internacionales reconociendo las particularidades de cada caso”.

En Argentina el interés por el sector del trabajo doméstico se ha visto acrecentado en los últimos años a raíz de la aprobación del “Convenio 189” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 2011, así como de la presión de algunos sindicatos, de numerosas organizaciones de la sociedad civil –incluidas algunas de mujeres migrantes– y de la comunidad académica para que se mejoren las normativas legales que regulan esa actividad. Esas presiones fueron fundamentales para que se instalara un amplio debate parlamentario que culminó a comienzos del año 2013 con la modificación de la legislación.

En la literatura argentina sobre trabajo doméstico encontramos diferentes ópticas de análisis. Entre quienes se han dedicado a las trabajadoras de origen migrante hay varios trabajos sociodemográficos interesados en establecer tendencias en el tiempo, comparaciones según ramas y ocupaciones, comparaciones por sexos y según lugar de origen ya sea con abordajes cuantitativos, cualitativos o mixtos (Jelin, 1977; Cacopardo y Maguid, 2003; Cerruti y Maguid, 2006; Bruno, 2008; Cortés, 2009; Courtis y Pacecca, 2010; Rosas, 2010; entre otros).

Esta ponencia analiza y reflexiona acerca de tres supuestos construidos a partir de las migraciones Sur-Norte, los cuales observamos recurrentes y generalizados en informes de organismos internacionales y nacionales, así como en gran parte de la bibliografía

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especializada en el tema. Más específicamente, nos preguntamos si los siguientes supuestos son pertinentes para el caso argentino: i) en los países de destino las actividades relacionadas con el sector del trabajo doméstico son realizadas “en gran medida” por mujeres migrantes internacionales provenientes de países pobres; ii) las migrantes internacionales provenientes de países pobres se ocupan “típicamente” en el sector del trabajo doméstico; iii) la legislación laboral es altamente deficitaria en cuanto a la protección de los derechos de las mujeres empleadas en dicho sector. Como se observa, se trata de tres dimensiones sumamente relevantes a los estudios sociodemográficos.4

Si bien el foco del análisis está colocado en Argentina como principal destino intra-regional, cuando sea posible realizaremos comparaciones con los dos principales destinos extra-regionales, Estados Unidos y España. Esperamos aportar algunos hallazgos e interrogantes para una agenda analítica regional, y a la vez evidenciar la necesidad de reconocer los procesos característicos de cada contexto.

Para alcanzar los objetivos recurriremos a: i) análisis propio de los últimos Censos argentinos (1980, 1991, 2001 y 2010), así como de la Encuesta Anual de Hogares (EAH 2010) realizada en la Ciudad de Buenos Aires por la Dirección de Estadísticas y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (la misma es de tipo probabilístico); ii) análisis propio de información recabada en el marco de un estudio realizado en el Área Metropolitana de Buenos Aires con migrantes de origen peruano;5 iii) análisis jurídico propio de las normativas internacionales, argentinas, españolas y estadounidenses relacionadas con el empleo doméstico a comienzos del siglo XXI. Por supuesto, también recurriremos a hallazgos de otros colegas para establecer contrastes entre los diferentes destinos migratorios.

II. La relevancia del trabajo doméstico al interior de la PEA femenina total

Antes de comenzar a evaluar los tres supuestos mencionados en la introducción, en este apartado analizaremos cuán relevante es el sector del servicio doméstico al interior de la Población Económicamente Activa femenina en Argentina. Es decir, aquí aludiremos a todas las mujeres que se insertan en el sector, y no sólo a las migrantes internacionales.

El Convenio 189 de la OIT (2011) y la ley 26.844 de la Argentina (2013) definen de forma similar al trabajo doméstico. La ley argentina explicita que “se considerará trabajo en casas particulares a toda prestación de servicios o ejecución de tareas de limpieza, de mantenimiento u otras actividades típicas del hogar. Se entenderá como tales también a la asistencia personal y acompañamiento prestados a los miembros de la familia o a quienes

4 Esta ponencia se enmarca en un proyecto de investigación en curso dirigido por Carolina Rosas (financiado por CONICET PIP 2010 N° 0035 y ANPCyT FONCyT PICT 2010 N° 1179) y se vincula al trabajo doctoral de Verónica Jaramillo Fonnegra.5 El trabajo de campo se realizó entre 2005 y 2007. Se implementó un abordaje metodológico mixto ya que además de entrevistas en profundidad a 19 varones y 26 mujeres, se realizó la “Encuesta sobre Migración peruana y Género” en el AMBA (EMIGE-2007) cuya muestra -no probabilística- estuvo compuesta por 710 casos (Se contemplaron cuotas por sexo, de modo que se encuestaron 262 varones y 468 mujeres). El diseño teórico-metodológico ha sido ya divulgado, y puede consultarse en Rosas (2010), en donde se hace hincapié en los recaudos que se tomaron en la selección de la muestra. Cabe advertir que los resultados de la EMIGE ajustan satisfactoriamente con los parámetros censales comparables.

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convivan en el mismo domicilio con el empleador, así como el cuidado no terapéutico de personas enfermas o con discapacidad”. Cabe señalar que el Régimen de Servicio Doméstico anterior a la Ley 26.844, también consideraba esas tareas como definitorias del “servicio doméstico”.

Es conocido que el trabajo doméstico ha sido y es una actividad casi exclusivamente femenina. Rosalía Cortés (2009) muestra que desde 1970 y hasta 2001 en Argentina las mujeres han representado el 92% de los trabajadores insertos en esa actividad. Estimaciones más recientes a partir de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) muestran cifras muy similares (OIT, 2013). Esta situación se repite en diversos países europeos y en Estados Unidos (OIT, 2013).

Por otra parte, tomando en consideración al total de las mujeres ocupadas en Argentina (Gráfico 1) se advierte que en 1947 un 30,5% se desempeñaba en el servicio doméstico. Sin embargo, para 1970 ese porcentaje había disminuido a alrededor de 23% y continuó disminuyendo levemente hasta llegar a un 17% en 2001. No conocemos todavía los datos del Censo 2010 referidos a las variables ocupacionales, pero estimaciones realizadas para las principales áreas urbanas de la Argentina a partir de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) permiten conocer que para el año 2004 el trabajo doméstico ocupaba al 17% de la PEA femenina (SPTEL, 2006) y para 2006 congregaba al 18% (OIT, 2013; Cortés, 2009).6 Este último porcentaje representaría a algo menos de 800 mil mujeres.

Gráfico 1. Porcentaje de trabajadoras domésticas en el total de la PEA femenina. Argentina, 1947-2006

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1947 1960 1970 1980 1991 2001 2006 *

Fuente: con base en Rosalía Cortés (2009): Censos Nacionales (total país) 1947-2001. * Con base en OIT (2013): Encuesta Permanente de Hogares (principales áreas urbanas).

6 Estimaciones actuales posteriores a partir de la EPH de la Argentina arrojan un tamaño algo menor del sector. Para 2012 el 15% de la PEA femenina se ocupaba en el sector de trabajo doméstico (Francisca Pereyra, 2013). Consideramos que hay que tomar con reservas esta estimación ya que la calidad de la EPH ha sido seriamente cuestionada en los últimos años. Parece contradictorio que Argentina esté experimentando un declive del sector en un contexto regional e internacional de crecimiento del mismo. Sin embargo, también es posible que la merma en los indicadores económicos que el país ha experimentado en los últimos años haya afectado a los hogares empleadores y a sus posibilidades de contratar este tipo de trabajo. Hacen falta más estudios, en especial a partir de los datos ocupacionales del Censo 2010, los cuales todavía no están disponibles en su totalidad.

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Ahora bien, al interior de la Argentina hay situaciones heterogéneas. Según nuestras estimaciones a partir de la Encuesta Anual de Hogares de 2010 (aplicada a las mujeres que habitan en la Ciudad de Buenos Aires - CABA), sólo el 10,5% de ellas se ocupa en el sector del trabajo doméstico. No sorprende que las mujeres “capitalinas” accedan con menor frecuencia que el resto de las habitantes del país a estas ocupaciones no calificadas, ya que se trata de la jurisdicción con mejores estándares de vida del país. De hecho, el trabajo doméstico realizado en los hogares de la Ciudad es provisto, en buena parte, por mujeres que se trasladan diariamente desde los barrios carenciados del Conurbano Bonaerense.

Si viramos la atención al contexto regional, según la OIT (2013) la importancia porcentual del trabajo doméstico es especialmente alta en Argentina, Brasil y Uruguay. Sin embargo, a diferencia de muchos países de la región, Argentina no ha experimentado un incremento importante del sector en las últimas décadas, sino que se ha mantenido relativamente estable.

En el contexto internacional, la importancia porcentual del sector en Argentina contrasta severamente con la de Estados Unidos o los países de Europa occidental. Marina Ariza (2011) menciona que en Estados Unidos el porcentaje de mujeres ocupadas en el sector alcanzaba solamente un 1% en 2002.7 Según la OIT (2013) ese porcentaje se mantenía para el año 2010 y representaba en términos absolutos a algo más de 600 mil mujeres. En cambio, en España el sector del servicio doméstico albergaba al 8,4% de la PEA femenina en 2010, representando algo menos de 700 mil mujeres.

Rápidamente llama la atención que Estados Unidos, con más de 300 millones de habitantes, presente un sector del trabajo doméstico más reducido que un país (Argentina) de 40 millones de habitantes. No podemos olvidar que la importancia del sector puede estar subestimada en las estadísticas de los distintos países, especialmente cuando quienes lo desempeñan son migrantes irregulares que suelen ocultarse ante la presencia del censista o del encuestador. Además, en el caso de Argentina, también puede subestimarse a la población inserta en este tipo de labores cuando los relevamientos son particularmente deficientes en las áreas geográficas (barriadas pobres) donde habitan muchas mujeres que se dedican a esas labores. Sin embargo, consideramos que la subestimación nunca podría ser tan alta como para modificar severamente los contrastes entre países.

Según Gema Jiménez Tostón (2001:73) se suele relacionar “la evolución del servicio doméstico con el nivel de desarrollo económico de cada país. Según esta afirmación, sería más elevado en zonas geográficas donde el desarrollo económico es menor […] e iría disminuyendo cuanto más desarrollado esté el país”. Y es posible sugerir que esos contrastes no sólo pueden establecerse entre países, sino también al interior de un mismo país, entre áreas espaciales con diferentes niveles de riqueza, tal y como mostramos respecto de la CABA.

A su vez, enfocándose en Estados Unidos y en las experiencias de países europeos a fines del Siglo XX, Ariza (2011:6) menciona que en aquellos países que cuentan con bajos subsidios estatales para las tareas de cuidado, en especial de niños y ancianos, es mayor el empleo en el sector del trabajo doméstico.

Por otra parte, son numerosos los estudios que han indicado la existencia de correlación estadística entre las desigualdades de ingresos y la frecuencia de la contratación de ayuda 7 Precisamente, la autora explica que lo más llamativo del comportamiento del sector en ese país, y en muchos otros países desarrollados de Europa, no es la magnitud que alcanza en la actualidad, sino que se haya frenado su tendencia al declive.

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doméstica remunerada (Devetter, 2013). América Latina y El Caribe conforman una región con extraordinarios niveles de desigualdad en los ingresos (UNDP, 2010), por lo cual los hogares de los sectores altos y medios tienen recursos para emplear, aunque sea un día o dos a la semana, trabajadoras domésticas. En esta región el salario de estas trabajadoras es barato, comparado con los salarios que alcanzan otras ocupaciones (OIT, 2013) Además, los trabajadores de los sectores pobres, con escaso capital cultural y poca capacidad organizativa para pujar por mejores ingresos, se ven compelidos a aceptar estas ocupaciones. En la región hay grupos de población –pobres en general, indígenas, etc– que arrastran siglos de opresión y de condiciones laborales serviles. Es decir, en la región hay un componente sociocultural muy “propicio” para la existencia de este tipo de relaciones laborales.

III. Migración internacional femenina y trabajo doméstico

En el apartado anterior hemos visto que en Argentina -a diferencia de lo que ocurre en España y especialmente en Estados Unidos- el sector del trabajo doméstico emplea a una parte significativa de la PEA femenina total. A continuación pondremos atención específicamente en las mujeres de origen migrante.

Según Martínez Pizarro (2013) en la región hay alrededor de 30 millones de emigrantes internacionales, de los cuales Estados Unidos recibe algo más del 70%, los destinos intrarregionales reciben alrededor del 11%, y España un 9% aproximadamente. En términos absolutos, en Estados Unidos las mujeres de origen latinoamericano y caribeño sumaban 2 millones en 1980 y han pasado a cerca de 10 millones en 2010. En España aumentaron de 464 mil en 2001 a 1.4 millones en 2011. También creció su número en la migración intrarregional, de manera que en 2010 habían superado los 2 millones. En Argentina, nuestras estimaciones indican que las mujeres latinoamericanas y caribeñas pasaron de cerca de 400 mil en 1980 algo menos de 800 mil en 2010. En pocas palabras, es indudable que las mujeres de la región se han incorporado intensivamente al proceso migratorio internacional en las últimas décadas.

Pasando ahora a los términos relativos, en el Gráfico 2 se observa que entre 1980 y 2010 ha habido stocks con mayor peso de mujeres que de varones en la migración que se dirige a la Argentina y a España, por lo cual es posible afirmar una feminización cuantitativa de esos dos casos. En cambio, en Estados Unidos hubo equilibrio entre ambos sexos en 1980, pero en los años posteriores el número de varones ha aumentado en mayor medida. Es decir, aunque la brecha es pequeña, los varones están predominando en el principal destino.

Gráfico 2 - Índices de masculinidad de Latinoamericanos y Caribeños en los stocks de inmigrantes según país de presencia, circa 1980, 1990, 2000, 2010.

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Estados Unidos España Argentina

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Fuente: Argentina: elaboración propia con base en Censos Nacionales (1980, 1991, 2001, 2010). Estados Unidos y España: con base en Martínez Pizarro (2013) Proyecto IMILA (CELADE CEPAL).Índice de masculinidad: cantidad de varones cada 100 mujeres.

En Argentina, los colectivos más numerosos son los de Paraguay, Bolivia y Perú, en orden descendente. El Gráfico 3 muestra que hay situaciones heterogéneas en cuanto a la composición por sexo de los mismos. Mientras Bolivia ha presentado en la última década relativo equilibrio entre varones y mujeres, Paraguay y Perú se han mostrado más feminizados, aunque la brecha entre los sexos se haya achicado hacia 2010. Como se mostrará oportunamente, son estos dos flujos feminizados los que presentan mayores proporciones de mujeres insertadas en el trabajo doméstico. Cabe señalar que si sólo se considera el Área Metropolitana de Buenos Aires encontramos índices de masculinidad algo menores a los promedios nacionales, es decir, en los distintos colectivos migrantes censados en esta gran urbe encontramos un mayor componente femenino.

Gráfico 3. Índice de masculinidad por país de nacimiento (principales colectivos latinoamericanos). Argentina, 2001 y 2010.

40,045,050,055,060,065,070,075,080,085,090,095,0

100,0105,0110,0

Bolivia Brasil Chile Paraguay Uruguay Perú

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País de nacimiento

2001 2010

Fuente: elaboración propia con base en Censos Nacionales (2001, 2010).

III.a. Importancia de las mujeres migrantes al interior del trabajo doméstico

Con frecuencia se menciona que la ampliación del servicio doméstico en las últimas décadas forma parte de la estructuración de viejas y nuevas inequidades que caracterizan a la globalización. Al respecto se afirma que “[e]l crecimiento en las sociedades postindustriales

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de una actividad laboral de bajo estatus, deplorables condiciones de trabajo, altamente feminizada —que se encontraba próxima a su extinción y cuya demanda es en gran medida suplida por fuerza de trabajo inmigrante en situación de vulnerabilidad—, expresa la profundización de las distancias sociales que separan cada vez más al Norte y al Sur globales” (Ariza, 2011: 19).

La presencia de mujeres migrantes latinoamericanas en el sector de trabajo doméstico en Estados Unidos ha venido acrecentándose desde hace varias décadas. Según Ariza (2011) en 1990 ellas representaban un 20,7%, mientas que en el año 2002 alcanzaban un 30,2%. Alejandro Canales muestra que para 2012 esa cifra había ascendido a más de un 40%.8 En España sucede algo similar, ya que según datos de la Encuesta de Población Activa, en 2012 ellas representaban el 44,4% de la fuerza de trabajo femenina en el servicio doméstico.9

¿También en Argentina la demanda de trabajo doméstico es en gran medida suplida por fuerza de trabajo inmigrante internacional? Si consideramos al país en su conjunto, observamos que el peso de las migrantes internacionales en el servicio doméstico es bastante menor al que alcanzan en los destinos extraregionales. Según el Censo argentino del año 2001, sólo un 11,6% de las empleadas domésticas provenía de países latinoamericanos (Courtis y Pacecca, 2010). Según la Subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de Argentina, en 2004 sólo el 12,6% de la fuerza de trabajo femenina inserta en el servicio doméstico era migrante internacional. Por otra parte, Marcela Cerrutti y Alicia Maguid (2006) llegan a resultados relativamente similares para el Área Metropolitana de Buenos Aires.

En pocas palabras, en gran medida, las empleadas domésticas que trabajan en la Argentina son argentinas, ya sea nacidas en la misma localidad donde se insertan laboralmente o migrantes internas. El menor peso que las migrantes internacionales adquieren en este país del Cono Sur se relaciona principalmente con su estructura social. Es decir, este sector depende menos de la migración internacional porque existen amplios sectores de población femenina nativa en condiciones de pobreza y atentos a insertarse en este tipo de labores.

Los medios de comunicación argentinos suelen valerse de estadísticas de la CABA para exaltar el papel de las migrantes internacionales en el sector. Si sólo consideramos a las mujeres económicamente activas que habitan en esa Ciudad (las “capitalinas”) efectivamente encontramos cifras que se asemejan a las registradas en Estados Unidos o España. Más específicamente, según nuestras estimaciones (a partir de la EAH 2010) podemos decir que el 41% de las mujeres capitalinas que se ocupan en el sector son migrantes internacionales. Sin embargo, al considerar la CABA sin su Conurbano se ocultan, entre otras cuestiones, patrones de residencia diferenciales según lugar de nacimiento: muchas migrantes internacionales que llegan sin sus familias habitan en los barrios pobres de la CABA, mientras que las mujeres argentinas que se dedican al trabajo doméstico con frecuencia habitan junto a sus familias en los barrios pobres del Conurbano. Al habitar fuera de la Ciudad, muchas trabajadoras argentinas no son alcanzadas en esos relevamientos estadísticos y con su ausencia contribuyen a sobreestimar el papel de las migrantes internacionales en el sector del trabajo doméstico capitalino.

8 Con base en Censos de Población y Current Population Survey.

9 Agradecemos a Raquel Martínez Buján (Facultade de Socioloxía, Universidade da Coruña, España) ya que ella fue quien procesó y generosamente nos facilitó los datos correspondientes a la Encuesta de Población Activa (II trimestre de 2012).

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III.b. Importancia del trabajo doméstico para las migrantes

En el apartado anterior hemos visto que no en todos los contextos migratorios las migrantes internacionales latinoamericanas ocupan una porción significativa de los puestos dedicados al trabajo doméstico. Ahora bien, ¿qué sucede cuando hacemos las cuentas al revés y observamos qué tan importante es el trabajo doméstico como nicho ocupacional de las migrantes?

Según Domingo y Esteve (2010), en el comienzo del nuevo siglo alrededor del 56% de las dominicanas y del 61% de las ecuatorianas se emplean en trabajos no cualificados en España, lo cual es casi sinónimo de trabajo doméstico. Por su parte, Alejandro Canales (2014) muestra que en la actualidad en Estados Unidos un cuarto de las inmigrantes latinas se emplea en el sector doméstico y cuidado de personas.

En lo que refiere a la migración hacia la Argentina Rosalía Cortés (2009) señala que para el año 2007 el 42% de las mujeres provenientes de países limítrofes y del Perú se insertaba en el servicio doméstico en el AMBA. Diversos estudios han mostrado la importancia que la inserción en el servicio doméstico tiene para algunos colectivos de migrantes latinoamericanas, especialmente las paraguayas y las peruanas (Cerrutti, 2009). Sebastián Bruno (2008), al analizar el Censo 2001 y la Encuesta Complementaria de Migraciones Internacionales (ECMI 2002) encuentra que 6 de cada 10 mujeres paraguayas se insertaba en el trabajo doméstico a comienzos del nuevo Siglo. En palabras del autor, esa concentración adquiere niveles que no tienen análogos en el resto de los colectivos migrantes, constituyéndose para las paraguayas en un “mandato laboral”.

Recuadro 1. El caso de las peruanas en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Algunos contrastes con los varones

Sabemos que el sistema de clase y el étnico lubrican los engranajes que llevan a los varones migrantes pobres a insertarse en las ocupaciones masculinas menos favorables, y lo mismo sucede con las mujeres migrantes al interior de la población femenina económicamente activa. Pero también sabemos que el sistema de género incluye importantes contrastes en su intersección con las clases sociales y la condición étnica, entre otras dimensiones de desigualdad. Las mujeres migrantes suelen presentar situaciones laborales marcadamente más desfavorables que los varones. Precisamente, en este recuadro queremos presentar brevemente un caso que hemos analizado específicamente, poniendo énfasis en algunos contrastes significativos de la movilidad ocupacional de varones y mujeres peruanos encuestados en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Aquí se pone de manifiesto que la vulneración de derechos de estas mujeres está ampliamente relacionada con el tipo de ocupación en la que mayormente se han insertado en los últimos años: el trabajo doméstico.

Es un hallazgo extendido la mejor inserción laboral que logran los varones migrantes latinoamericanos en los lugares de destino respecto de las mujeres, aún cuando tengan similares niveles de escolaridad, hayan llegado después que ellas al destino y por lo tanto tengan menor antigüedad en el mercado de trabajo (Escrivá Chordá 2003; Tapia Ladino, 2010). Algo similar hemos encontrado entre varones y mujeres peruanos. La EMIGE-2007 permitió medir su trayectoria ocupacional al registrar la calificación de la ocupación principal para tres momentos: antes de migrar (durante la mayor parte de los seis meses previos al movimiento), al llegar a la Argentina (la primera ocupación obtenida) y al momento del relevamiento de la Encuesta (año 2007). Como ilustra el Gráfico 4, en ambos sexos las trayectorias ocupacionales adquieren la forma de U, de tal modo que el porcentaje de encuestados/as

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insertados en ocupaciones calificadas fue alto antes de migrar, bajo en la primera inserción en Argentina, y (transcurridos entre 8 y 9 años en el lugar de destino, en promedio) vuelve a subir para el momento de la encuesta, aunque no alcanza los niveles premigratorios. Es notable que en los tres momentos las mujeres se encuentren por detrás de los varones.

Dentro de las ocupaciones no calificadas que concentran más mujeres peruanas, sobresale la del servicio doméstico. En el Gráfico 5 se aprecia que si bien antes de migrar sólo un 13% de las encuestadas se insertaba en el servicio doméstico, en la primera inserción laboral en Argentina esa ocupación concentró casi un 60%. Con el paso del tiempo esa inserción ha perdido algo de importancia: alrededor de un 20% de encuestadas habían dejado el servicio doméstico para refugiarse en otras ocupaciones no calificadas, como la venta ambulante o la comercialización de bienes y servicios.

Gráfico 4. Porcentaje de encuestados en ocupaciones calificadas según sexo y momento migratorio, AMBA.

01020304050607080

Varones Mujeres

Durante los seis meses previos al movimientoPrimera ocupación en ArgentinaAl momento de la Encuesta (2007)

Fuente: elaboración propia con base en EMIGE – 2007.Nota: se considera el conjunto de las ocupaciones calificadas (profesionales, técnicas y operativas)

Gráfico 5. Porcentaje de mujeres peruanas ocupadas en el servicio doméstico según momento migratorio. AMBA.

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Durante los seis meses previos al movimiento

Primera ocupación en Argentina

Al momento de la Encuesta (2007)

Fuente: elaboración propia con base en EMIGE – 2007.

Si bien las mujeres dieron menos relevancia que los varones a la disminución que se operó en su estatus ocupacional con posterioridad a la migración, puede afirmase que sus experiencias laborales fueron muy duras. La condición de extranjeras y saberse desprotegidas en términos legales, así como la falta de conocimiento acerca de cómo lidiar y negociar con los/las empleadores/as, son algunos de los factores que más frecuentemente las afectaron. Eso pudo visibilizarse claramente en los testimonios registrados en las entrevistas cualitativas.

Tres entrevistadas sufrieron maltrato verbal por parte de sus empleadores, quienes también les habían retenido su pasaporte. Otras no mencionan directamente haber sido maltratadas, pero de sus relatos puede inferirse que debían trabajar en condiciones insalubres: una de ellas sólo podía alimentarse cuando la empleadora estaba en la casa y permitía la apertura del refrigerador; otras tenían que comenzar a trabajar de madrugada y continuaban haciéndolo hasta altas horas de la noche, de modo que su tiempo de descanso se reducía a unas pocas horas; otra entrevistada debía desarrollar todas las tareas descalza para no hacer ruido al caminar, de modo que su presencia pasara inadvertida; ésta tampoco podía mirar al esposo de la empleadora a los ojos y tenía que sonreír siempre; a varias se les impedía hacer o recibir llamadas o visitas durante los seis días de la semana que permanecían en casa de su empleador/a. Algunas empleadas domésticas peruanas se encontraban cuasi “prisioneras” en el hogar del empleador porque no tenían la llave de la puerta de salida o no podían acceder a la comunicación telefónica.

[La patrona me dijo:] tenés que limpiar las cosas de la cocina. Yo le dije: señora, yo no vine para hacer limpieza acá, yo vine para acompañarla y para estar con usted. ¡Qué insolente que sos!, me dice. Y ya me había retenido mi documento. Me dice: vos vas a hacer lo que yo te diga, aparte acá estás ilegal (Ana)

Esa semana que trabajé en el “country” a mí me fue muy mal, por el tema de los alimentos. Se abría la despensa sólo cuando estaba la dueña, y tenía que esperar que ella llegara para comer. Dije: yo me voy, porque primero está mi salud (Miriam)

Sin pretender minimizar las dificultades que cotidianamente deben enfrentar los varones migrantes (véase Rosas, 2013), lo anterior permite sugerir que las condiciones del trabajo femenino migrante han sido siempre peores a las que caracterizan el trabajo masculino.

En síntesis, tanto en el destino intrarregional como en los extraregionales, algunos grupos de mujeres latinoamericanas tienden a insertarse mayoritariamente en el servicio doméstico. Sin embargo, para los tres destinos considerados queremos resaltar que: ni la mayoría de las migrantes se inserta en el trabajo doméstico, ni todos los colectivos de mujeres migrantes presentan altas proporciones de inserciones en esa ocupación. De hecho, las mujeres del

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segundo grupo migratorio en la Argentina, las bolivianas, se insertan más intensamente en labores vinculadas a la horticultura y a la confección de indumentaria (Courtis y Pacecca, 2010; Benencia, 2006).

IV. Los contextos normativos vinculados al trabajo doméstico

La vulneración de derechos a la que se han visto sometidas históricamente las trabajadoras domésticas en Argentina, y que aquí hemos ilustrado a partir de las mujeres peruanas, ha estado en gran parte explicada por la falta de normativas legales que protejan y garanticen sus derechos laborales. Sin embargo, como veremos en este apartado, en el último año se han producido importantes avances.

El análisis jurídico comparativo que hemos realizado nos permite decir que el contexto normativo argentino presenta condiciones de excepción. Aún así, debe reconocerse que una normativa de progreso no es condición suficiente para mejorar las condiciones objetivas de estas mujeres trabajadoras, ni para modificar las representaciones socioculturales negativas que se han tejido durante siglos alrededor de esas tareas.

Después de sesenta años de debate internacional, recién en junio del año 2011 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aprobó un Convenio Internacional que considera la necesidad de implementar el trabajo decente para las personas que se desempeñan como trabajadoras domésticas. Este instrumento internacional –denominado “Convenio N° 189”– promueve la equiparación de los derechos de este sector con los del resto de las/los trabajadores. Argentina adhirió a él, pero no ha realizado aún el trámite de ratificación interna. España no adhirió ni ratificó, mientras que Estados Unidos a pesar de haber defendido enérgicamente el Convenio ante la OIT ha avanzado lentamente en su ratificación, como lo hace con la mayoría de las normas internacionales (HRW, 2013). Cabe señalar que Estados Unidos y España tampoco adhirieron a la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares; mientras que Argentina la ratificó en el año 2007.

Por otra parte, en lo que respecta a la normativa relacionada con el trabajo doméstico, en los tres países considerados ha habido regulaciones recientes que tuvieron como fin enmendar normas arcaicas y discriminatorias. En Argentina en el año 2013 se sancionó la Ley 26.844 y así se dio entidad al nuevo Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares. Esta Ley derogó el Régimen del Servicio Doméstico (RSD) que había sido sancionado durante la dictadura militar de Pedro Aramburu en 1956. El RSD derogado regulaba condiciones laborales cuasi serviles (véase Jaramillo Fonnegra, 2013).10

Por otro lado, en España en 2011 se dictó el Real-Decreto 1620 “por el que se regula la relación laboral de carácter especial del servicio del hogar familiar” y se reformó el art. 2.1. b) del Estatuto de los Trabajadores. De esa manera se modificó el régimen de trabajo doméstico dictado por el Real-Decreto 1424 en 1985. La nueva norma apela a reconocer la ‘relación laboral de carácter especial’ y continúa designando a este trabajo como un ‘servicio del hogar’. Por su parte, en EEUU también se han venido reformando lentamente estas

10 El RSD establecía serias diferencias entre el ‘servicio doméstico’ y el resto de los trabajos, excluyendo a estas empleadas de la mayoría de los beneficios legales y de la seguridad social. Su distinción era evidente desde que el RSD nombraba a esta labor como ‘servicio’ y no como ‘trabajo’.

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normas, y donde primero se lo hizo fue en el Estado de New York (NY). Allí se hicieron transformaciones de progreso que superaron a las del resto del país y para ello se sancionó una ley llamada “The Bill of Rights for the Domestic Works” (La carta de derechos de los trabajadores domésticos) N°A1470B/S2311E que entró en vigor el 28 de noviembre de 2010. La misma estipula los derechos mínimos (el “piso”) que gozan las trabajadoras domésticas y aquellos aspectos, también mínimos, a que los empleadores están obligados. Cabe mencionar que si hay acuerdo entre las partes, la relación laboral podrá conceder mejores condiciones.

En NY, hasta la sanción de esta norma la restricción de derechos era muy fuerte en el rubro; por ejemplo, no se permitía a las trabajadoras domésticas pertenecer o crear sindicatos. Esto contrasta con el caso argentino donde existe uno de los sindicatos más antiguos a nivel mundial: la Unión de Personal de Trabajadores en Casas Particulares (UPACP) tiene más de 100 años. Mientras que en España recién se creó el primer sindicato de trabajadoras del rubro en Cataluña, en el año 2012.

Tanto en el Convenio 189 de la OIT como en las tres legislaciones mencionadas se considera trabajo doméstico al ejercido dentro de un hogar ya sea para la limpieza del mismo o para cuidar personas enfermas/os, niños/as o animales y excluye a las personas que trabajan para empresas o industrias y que realizan estas labores con algún intermediario, ya que estas últimas entran dentro de la ley general del contrato de trabajo.

En los tres casos se hacen salvedades legales con respecto a que la familia no es una unidad productiva –no funciona con las reglas del mercado–, y en consecuencia no adquiere ganancias como una industria, o un mayor valor por las labores domésticas. Por esta razón las tres nuevas normativas señaladas se han dictado bajo un régimen independiente, es decir, por fuera de las leyes generales de contrato de trabajo. Sin embargo, la Ley argentina 26844 equipara en la mayoría de los derechos a la Ley Contrato de Trabajo (Jaramillo Fonnegra, 2013). En cambio, el nuevo régimen consagrado en España mantiene diferencias con respecto al contrato general de trabajo, aunque reconoce la necesidad de ir avanzando hacia la equiparación total de derechos con el resto de los trabajadores/as.

A continuación se analizarán algunos de los avances más significativos contenidos en la nueva normativa argentina.11 Seremos cautas a la hora de hacer comparaciones específicas entre las normativas de los tres países. Se debe tener presente que los mismos presentan diferencias importantes desde la forma de concebir el Estado y de organizar el gobierno,12

hasta las formas de comprender el trabajo en general y el trabajo doméstico en particular. Aunque no es objeto de este escrito hacer mención de esas diferencias es preciso tener en cuenta que dependiendo de la forma de organizar y concebir el Estado se instituyen los regímenes de bienestar y de seguridad social que apalancan en mayor o menor medida el mantenimiento y resurgimiento del trabajo en casas particulares. Tanto en Argentina como España se dictaron normas nacionales, que cada provincia podrá regular más específicamente; pero por la fuerte tradición federal en EEUU, difícilmente se realizan ese tipo de políticas nacionales.11 La normativa completa fue analizada por Jaramillo Fonnegra (2013).

12 El sistema jurídico estadounidense -conocido como common law- está mayormente basado en la jurisprudencia (en las decisiones de jueces) y en mucha menor medida en la ley. Formato contrario tienen el sistema legal español y el argentino que están basados en la creación de normas positivas, códigos o leyes sistematizadas; donde las decisiones de los jueces fungen como criterio auxiliar de interpretación. Este tipo de derecho es conocido como derecho continental o como derecho romano germánico francés.

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La Ley argentina considera la existencia de una relación laboral en cualquier modalidad posible. Es decir, no se requiere una cantidad de horas mínimas trabajadas o de antigüedad para que sean consideradas/os trabajadoras/es en relación de dependencia y para tener plenos derechos laborales. También se incluye la obligatoriedad del empleador/a de registrar al trabajador/a en la seguridad social a partir de la primera hora de trabajo. En España, en cambio, la relación de dependencia se reconoce después de cuatro semanas de trabajo y, como ya se dijo, es considerada una relación laboral “especial”. Además, desde abril de 2013 se permite al empleador no dar de alta en la Seguridad Social a la trabajadora que labore menos de 60 horas mensuales; esta disposición redujo la posibilidad de aumentar el trabajo registrado en el rubro, porque la responsabilidad de aportar a la seguridad social recae en la trabajadora que no cumpla el límite de horas (Orden ESS/106/2014). En Nueva York, para que se reconozca la relación de dependencia y la obtención de los derechos que incluye esta nueva Ley, las trabajadoras están condicionadas a laborar al menos 40 horas a la semana, y es a partir de esa carga horaria que el empleador está obligado a costear los beneficios sociales. Pese a lo anterior, todas las trabajadoras domésticas en NY están obligadas a reportar su salario y sus impuestos, sin importar el número de horas trabajado. Si la persona trabaja menos de 30 horas sólo tendrá protección contra la discriminación, el abuso y el acoso sexual (National Domestic Workers Alliance, 2014). Esta protección es un importante logro puesto que en la Ley española solo se establece la prohibición de discriminación en el acceso al empleo, y en la Argentina no se legisla sobre esos tres aspectos.

En cuanto a la extensión de la jornada laboral y los tiempos de descanso, para las trabajadoras mayores de edad en Argentina se ha fijado una jornada laboral de 8 horas por día (con un máximo de 9 horas diarias) y 48 horas semanales, con una distribución acordada por las partes. La ley indica que el personal sin retiro gozará también de los siguientes derechos: 9 horas de reposo nocturno, así como un descanso de 3 horas durante la jornada. Mientras que para las empleadas con retiro se establece que deben mediar, por lo menos, 12 horas entre jornada y jornada. Por otra parte, las vacaciones serán equivalentes a 14 días si el servicio fue prestado entre 6 meses y 5 años; 21 días si se trabajó entre 5 y 10 años; 28 días entre los 10 y 20 años de trabajo y de 35 días si sobrepasa los 20 años. La Ley también contempla que cuando no haya períodos fijos de trabajo se computará 1 día de vacaciones por cada 20 días trabajados, que serán gozados en días corridos.

Para prevenir abusos, también la ley española y la de Nueva York han regulado la extensión de la jornada laboral. En España se instauró que serán 40 horas a la semana, y que entre el final de una jornada y el inicio de la siguiente deberá mediar un descanso mínimo de 12 horas.13 Además, si se trabaja sin retiro se tendrán 2 horas diarias para las comidas principales, y este tiempo no se computará como de trabajo. Las vacaciones serán equivalentes a 30 días anuales, que pueden ser gozados de forma completa o pueden ser fraccionados.

En la ley de NY se consideró un máximo de 8 horas diarias de trabajo; y si el trabajador/a habita en el domicilio del empleador/a, después de 44 horas semanales de trabajo se le deberá pagar 1.5% más de la hora regular. En cualquier caso se deberá tener mínimamente 24 horas de descanso por cada semana de trabajo.14 Por otro lado, en lo que respecta a las vacaciones hay gran diferencia respecto de Argentina y España, ya que en NY se establecen “pisos” muy

13 También prevé que “el descanso entre jornadas del empleado de hogar sin retiro podrá reducirse a diez horas, compensando el resto hasta doce horas en períodos de hasta cuatro semanas” (Real-Decreto 1620/2011 art.9).

14 El empleador deberá llevar un registro cuidadoso de las horas que son trabajadas por si el Departamento Laboral se lo pide so pena de multa de no llevarlo (Department of Labor NYS, 2014).

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bajos: se otorga un mínimo de 3 días de vacaciones por cada año de trabajo para quienes trabajen más de 30 horas a la semana; si se trabaja más de 20 horas y menos de 30, el mínimo será de 2 días pagados; y si trabajan menos de 20 horas a la semana durante un año consecutivo, se establece como piso un día de vacaciones pago al año.

En una ocupación tan feminizada como la del trabajo doméstico, la maternidad constituye un tema central (Jaramillo Fonnegra, 2013). La Ley 26.844 en Argentina incluyó la licencia por maternidad pagada por el Estado por 90 días y consagró un fuero de protección frente al despido por embarazo con una indemnización equivalente a un año de remuneraciones, aunada a la del despido sin justa causa. En España la licencia por maternidad también fue incluida en la modificación del régimen de seguridad social; la misma es de 16 semanas y pagada por el Estado. En NY la licencia por maternidad se pagará siempre que la trabajadora labore por más de 40 horas a la semana. La misma está incluida dentro de los disability benefits y opera igual que una licencia por enfermedad, donde el seguro del empleador deberá abonar un estipendio hasta por 26 semanas (después de las cuales, si la empleada no retorna a trabajar, el empleador no pagará ningún cargo adicional). Para esta prestación se puede contratar un seguro privado (Department of Labor, 2014).

En cuanto a los riesgos y enfermedades en el trabajo la Ley argentina incluye la obligación de que el empleador contrate un seguro de riesgos del trabajo. Sin embargo, todavía no está claro dónde y cómo deben afiliarse las trabajadoras a la Aseguradora de Riesgos de Trabajo (ART) y quién pagará la pensión en caso de adquirir una discapacidad. Esta disposición aún no ha sido reglamentada y por el momento se ofrece un seguro a cargo del empleador que es vendido en los bancos, incluso en el Banco de la Nación Argentina. En España las trabajadoras del hogar tendrán la misma protección que el resto de trabajadores. Al respecto, en el Real Decreto 1596/2011 se establece un seguro público. Finalmente, la norma en NY incluye la necesidad de adquirir un seguro de riesgos laborales cuando el empleador pague un salario de más de 500 dólares por trimestre o cuando la empleada supere las 40 horas semanales de trabajo. Para ello, el empleador podrá retener hasta el 0,60% del salario, teniendo el Fondo del Seguro del Estado de Nueva York como opción principal de afiliación, o podrá contratar cualquier cobertura privada.

Cabe también señalar que España y NY reconocen en su norma la especial cercanía y los vínculos emocionales que suelen establecerse entre los empleadores y las personas que trabajan en el cuidado y la limpieza de los hogares (Martínez, 2013; NYS Departament of Labor, 2010). En la norma argentina no se consideran tales vínculos, los cuales son innegables porque “supone una situación laboral ambigua, al estar atravesada por relaciones afectivas, no contractuales, donde la reciprocidad y el intercambio tornan aún más complejo el tipo de vínculo en dicho espacio” (Canevaro, 2009: 1).

En cuanto a las trabajadoras migrantes, cabe indicar que en Argentina la Ley 26.488 sobre trabajo en casas particulares rige para migrantes y locales; de hecho, no se hace distinción alguna en el texto de la ley.

La actual ley argentina de migraciones (N° 25871) se promulgó en 2004 y reconoce iguales derechos (excepto los políticos) a argentinos y migrantes provenientes del MERCOSUR y estados asociados.15 Por eso, aquellos derechos reconocidos a las trabajadoras domésticas

15 La Ley de Migraciones vigente en Argentina representa un ejemplo para la región sudamericana y para el mundo, dado que reconoce a los migrantes del MERCOSUR y estados asociados como sujetos de derechos y expresamente enuncia que “[e]l derecho a la migración es esencial e inalienable de la persona y la República Argentina lo garantiza sobre la base de los principios de igualdad y universalidad”. Susana Novick (2008)

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argentinas son también reconocidos para las migrantes. La normativa del trabajo doméstico reclama, eso sí, la regularización migratoria para poder gozar de todos los derechos estipulados.16 Un aspecto que todavía debe ser discutido más profundamente es el de la pensión por vejez, ya que los y las migrantes no pueden alcanzar su pensión si no completan al menos 40 años de residencia legal en el país. Y tampoco podrán tramitar pensiones no contributivas como la pensión por discapacidad (Jaramillo Fonnegra, 2013).

Para terminar, queremos mencionar que si bien Nueva York es el caso que presenta menores progresos normativos en lo que respecta a los derechos de las trabajadoras domésticas, es posible que diversos aspectos laborales, tal como el salario, alcancen mejores estándares que en aquellos países con legislaciones de progreso; lo cual, además, podría traducirse en mejores condiciones materiales de existencia de las empleadas. También es posible que, llegando a una instancia judicial en Nueva York, la empleada logre más beneficios que en Argentina y España, debido al sistema jurídico imperante en Estados Unidos (common law).

V. Consideraciones finales

Este artículo ha analizado y reflexionado acerca de algunos supuestos que se han construido en los análisis de las migraciones Sur-Norte. Varios de ellos se han generalizado, de modo que suelen ser también adheridos a las migraciones Sur-Sur, y particularmente a las que se dirigen a la Argentina.

En primer lugar, hemos mostrado que, en un contexto regional e internacional en donde el sector ha experimentado crecimientos, en Argentina ha permanecido relativamente estable, pero alto. A diferencia de lo que ocurre en España y especialmente en Estados Unidos, en los primeros años del Siglo XXI esta actividad congrega a casi 20 de cada 100 mujeres (migrantes internacionales y no migrantes) económicamente activas. Entendemos que la captación estadística del sector seguramente está subestimada en todos los países, sin embargo esa subestimación no impide afirmar que efectivamente hay brechas importantes entre los países del Norte y los del Sur. Consideramos que la profunda desigualdad en los ingresos que impera en América Latina en general y en Argentina en particular, es la explicación más sólida a la hora de comprender la gran magnitud del sector.

resume los principales aspectos de esta ley, enfatizando que la misma garantiza los derechos a la educación y a la salud sin importar la situación migratoria, y obliga a los docentes y médicos a ayudar a los inmigrantes para que regularicen su situación. Según la autora, otro avance es el reconocimiento al derecho al debido proceso en situaciones de detención y expulsión, ya que la ley anterior permitía disponer de estas medidas sin intervención del Poder Judicial. Además, el derecho de defensa se fortalece ya que se garantiza la asistencia jurídica gratuita y un intérprete en el caso necesario. También se reconoce el derecho a la reunificación familiar. A pesar de sus bondades, también se señalan algunas críticas a la ley 25871. En especial se indica que los agentes de gobierno suelen desconocer sus alcances y que el Estado argentino no ha instrumentado herramientas suficientes para hacerla cumplir, por lo cual la mera existencia de la ley no garantiza la efectividad del derecho (Domenech, 2007). Otro cuestionamiento señala que si bien la ley amplía toda una gama de derechos para los habitantes del MERCOSUR y Estados asociados, al mismo tiempo restringe los derechos de otros migrantes, creando categorías de migrantes con más y menos posibilidades de regularización (Ceriani, 2004).16 Para acceder a la regularización migratoria siendo ciudadano del MERCOSUR y países asociados, se deberá presentar el documento de identidad del país de origen y una constancia de ausencia antecedentes penales. Después del pago de una tasa migratoria se tramitará el documento de extranjero y la Clave Única de Identificación Laboral, documentos con los que se permite trabajar. Existe la posibilidad de ser eximido del pago de la tasa migratoria después de demostrar la imposibilidad de pago frente a la autoridad competente. En definitiva, la política migratoria argentina ha agilizado y facilitado la regularización documentaria en los últimos años.

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En segundo lugar, hemos visto que no en todos los contextos migratorios las migrantes internacionales latinoamericanas ocupan una porción significativa de los puestos dedicados al trabajo doméstico. En Argentina, alrededor de 90 de cada 100 empleadas domésticas son argentinas. Y no parece haber grandes diferencias entre los promedios nacionales y el AMBA, la jurisdicción que más migrantes recibe. Ello cuestionaría la idea extendida de que, en los diferentes destinos migratorios, esas ocupaciones son realizadas principalmente por mujeres migrantes internacionales. Más bien, lo que muestran los datos argentinos es la necesidad de incluir en los análisis tanto a las migrantes internacionales como a las internas, porque podemos suponer similares procesos de discriminación y vulneración laboral relacionados con su condición de clase, de género y étnica, con relativa independencia de su país de origen.

En tercer lugar, tanto en Argentina como en los principales destinos extraregionales, algunos grupos de mujeres latinoamericanas tienden a insertarse mayoritariamente en el servicio doméstico. Sin embargo, no todos los colectivos de mujeres migrantes presentan altas proporciones de inserciones en esa ocupación. En sentido estricto, en el Área Metropolitana de Buenos Aires alrededor de 60 de cada 100 migrantes (provenientes de los principales países latinoamericanos de inmigración) se insertan en actividades distintas al trabajo doméstico. El fuerte énfasis que se le ha dado al estudio del trabajo doméstico en los países del Norte, puede perjudicar el análisis de inserciones laborales que, en países como Argentina, también conllevan grandes situaciones de vulneración, tal como el ambulantaje o el trabajo agrícola.

En cuarto lugar, hemos mostrado que las vulneraciones laborales que este sector ha sufrido históricamente, han estado en parte asociadas a la falta de legislaciones protectoras de sus derechos. Sin embargo, aunque aún quedan asuntos por regular para que estas mujeres puedan ejercer sus derechos como trabajadoras plenas, en los principales destinos las regulaciones laborales se han visto modificadas en los últimos años. La norma argentina contiene similitudes con la española, y ambas contienen muchas diferencias con la de NY. La norma argentina, sin embargo, es la que incluye una más amplia protección, porque la relación de dependencia y la registración se establece desde la primera hora de trabajo, y en cualquiera de sus modalidades. Es materia pendiente analizar si esas normativas producen efectos concretos y acompañan al necesario mejoramiento de las condiciones laborales de estas mujeres (migrantes y no migrantes).

Para finalizar, este artículo no ha pretendido sugerir que el estudio de la relación “trabajo doméstico y migración” no es relevante en países como Argentina. Las magnitudes cuantitativas no confieren, por sí solas, mayores o menores legitimidades científicas a los temas abordados. Sin embargo, como hemos dicho, consideramos que es importante esclarecer las particularidades de las migraciones Sur-Sur, ya que la bibliografía producida en el Norte es muy influyente y suele darse por válida para todos los destinos y para gran parte de los grupos migrantes latinoamericanos.

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