01 El Oficio Del Etnologo o Como Tener Anthropological Blues - R DaMatta

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    El oficio del etnlogo o cmo tener

    Anthropological Blues1

    Roberto Da Matta

    This glory, the sweetest, the trues o rather the only true

    glory, awaits you encompasses you already; you will know

    all its brilliance on that day of triumph and joy on which,

    returning to your country, welcomed amid our delight,

    you will arrive in our walls, loaded with the most precious

    appeals, and bearers of happy tidings of our brothers scat-

    tered in the uttermost confines of the Universe.

    Degrando2

    Introduccin

    En Etnologa, como en los ritos de pasaje, existen

    tres fases (o planos) fundamentales cuando se trata

    de discurrir acerca de lasetapasde una investigacin vistasa travs del prisma de su cotidianidad. La primera, es

    aquella caracterizadapor el uso y hasta abuso de la cabe-

    za, cuando an no tenemos ningn contacto con los seres

    humanos que, viviendo en grupos, constituyen nuestros

    objetos de trabajo. Es la fase o plano que denomino teri-

    co-intelectual, marcada por el divorcio entre el futuro in-

    vestigador y la tribu, la clase social, el mito, el grupo, la

    categora cognitiva, el ritual, el barrio, el sistema de rela-

    ciones sociales o de parentesco, el modo de produccin, el

    sistema poltico y todos los otros dominios en una lista

    infinita que ciertamente forman parte de aquello que se

    busca ver, encarar, distinguir, percibir, estudiar, clasificar,

    interpretar, explicar, etc. Pero ese divorcio y es bueno

    que esto sea dicho claramente no se refiere slo a la igno-

    rancia del estudiante. Al contrario, habla precisamente de

    un exceso de conocimiento, pero de un conocer que es

    terico, universal y mediatizado, no por lo concreto y so-

    bre todo por lo especfico, sino por lo abstracto y por lo no

    vivienciado. Por los libros, ensayos y artculos: por los

    otros.

    En la faseterico-intelectual, las aldeas son diagramas,

    los matrimonios se resuelven en diseos geomtricos, per-

    fectamente simtricos y equilibrados, el patronazgo y la

    ciencia poltica aparecen en reglas ordenadas, la propia ex-

    poliacin responde a leyes, y los indios son de papel.

    Nunca o muy raramente se piensa en cosas especficas,que

    se refieran a mi experiencia, cuando el conocimiento es

    permeado por olores, colores, dolores y amores. Prdidas,

    ansiedades y miedo, todos esos intrusos que los libros,

    sobre todo los clebres manuales de Ciencias Sociales, seempean en ignorar.

    Una segunda fase, que viene despus de la que acabo

    de presentar, puede ser denominadaperodo prctico. Se

    refiere esencialmente a las vsperas de la investigacin.

    De hecho, se trata de aquella semana que experimen-

    taron todos aquellos cuya investigacin implic un

    cambio drstico, cuando nuestra preocupacin pasa de

    las teoras ms universales a los problemas ms banal-

    mente concretos. La pregunta, entonces, ya no es si el

    grupo X tiene o no linajes segmentarios al modo de los

    Nuer, Tallensi o Tiv, o si la tribu Y tiene carreras Tora

    y mitades ceremoniales como los Krah o Apinay, sino

    plantear la cantidad de arroz y remedios que deber llevar

    para el campo. Observo que la oscilacin del pndulo de

    la existencia para tales cuestiones dnde voy a dormir,

    comer, vivir no es nada agradable. Especialmente

    172

    Captulo 4: La observacin participante

    1 EnComunicaoes do PPGAS, N 1, Ro de Janeiro, Museu Nacional Universidad Federal do Ro de Janeiro, 1974. Trabajo presentado en la Uni-versidad de Brasilia, Departamento de Ciencias Sociales, en el Simposio sobre Trabajo de Campo. Expreso mis agradecimientos a los profesoresRoberto Cardoso do Oliveira y Kennerh Taylor respectivamente por su invitacin. Posteriormente, el texto fue publicado en el Museu NacionalN 1, en septiembre de 1974, en edicin mimeografiada. Deseo agradecer a Gilberto Velho, Luiz de Castro Faria y Anthony Seeger por las suge-rencias y los estmulos al momento de la preparacin de las dos versiones de este trabajo.

    2 Joseph-Marie Degrando (1800), The Observation of Savage People, Berkeley y LosAngeles, Universityof California Press,1969 (trad. delFrancspor F.C.T.Moore).

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    cuando nuestro entrenamiento tiende a ser excesiva-

    mente verbal y terico, o cuando somos socializados en

    una cultura que nos ensea sistemticamente el confor-

    mismo, ese hijo de la autoridad y la generalidad, la ley y la

    regla. En el plano prctico, no obstante, ya no se trata de

    citar la experiencia de algn hroe civilizador de la disci-

    plina, sino de plantear el problema fundamental en

    Antropologa: el de la especificidad y relatividad de la

    propia experiencia.

    La fase final, la tercera, es la que llamopersonaloexis-

    tencial. Aqu no tenemos ms divisiones ntidas entre las

    etapas de nuestra formacin cientfica o acadmica, sino

    por una especie de prolongacin de todo eso una cierta

    visin de conjunto que, ciertamente, debe coronar todo

    nuestro esfuerzo y trabajo. De este modo, mientras que el

    plano terico-intelectual es mediado por la competenciaacadmica y el plano prctico por la perturbacin de una

    realidad que se va tornando ms inmediata, el plano exis-

    tencial de la investigacin en Etnologa habla de las lec-

    ciones que debo extraer de mi propio caso. Es por esto que

    lo considero esencialmente globalizador e integrador:debe

    sintetizar la biografa con la teora, y la prctica del mundo

    con la del oficio.

    En esta etapa, o mejor, en esta dimensin de la investi-

    gacin ya no me encuentro dialogando con los indios de

    papel, o con diagramas simtricos, sino con personas. Me

    encuentro en una aldea concreta: calurosa y distante detodo lo conocido. Me encuentro haciendo frente a mari-

    posas nocturnas y enfermedades. Me veo frente a gente de

    carne y hueso. Gente buena y antiptica, gente sabia y

    estpida, gente fea y bonita.

    Estoy as, sumergido en un mundo que se situaba, y

    despus de la investigacin vuelve a situarse, entre la rea-

    lidad y el libro.

    Vivenciando esa fase es como me doy cuenta (y no sin

    susto) de que estoy entre dos fuegos: mi cultura y otra, mi

    mundo y otro. De hecho, habindome preparado y colo-

    cado como traductor de un sistema distinto a mi propio

    lenguaje, es como tengo que iniciar mi tarea. Y entoncesverifico, ntimamente satisfecho, que mi oficio dedicado

    al estudio de los hombres es anlogo a la propia marcha

    de las sociedades humanas: siempre en la tenue lnea divi-

    soria que separa a los animales, en la determinacin de la

    naturaleza, de los dioses, que dicen los creyentes forjan

    su propio destino.

    En este trabajo intento desarrollar esta ltima dimen-

    sin de la investigacin en Etnologa. Fase que para m, y

    para otros, fue tan importante.

    I

    Durante aos, la Antropologa Social estuvo preocupada

    por establecer con precisin cada vez mayor sus rutinas de

    investigacin o, como tambin es llamado el ejercicio del

    oficio en su prctica inmediata, el trabajo de campo.

    En los cursos de antropologa, los profesores siempre

    mencionaban la necesidad absoluta de recolectar un buen

    material, esto es, datos etnogrficos que permitiesen un

    dilogo ms intenso y ms prolifero con las teoras cono-

    cidas, pues de ah naceran ciertamente nuevas teoras

    segn la vieja y, por qu no decirlo, trillada dialctica del

    Profesor Merton.

    De este esfuerzo nacieron algunos libros en Amrica y

    fuera de ella enseando a realizar tales rutinas. Los dos

    ms famosos son, el notorioNotes and Queries en Anthro-

    pology; realizado por los ingleses y, dichosea de paso, brit-nicamente producido, con celo misional, colonial y victo-

    riano; y la no menos famosaGua para la Investigacin de

    Datos Culturales, libro inspirado por el Human Relations

    Area Files, bajo la gida de los estudios cross-cultural del

    Prof. George Peter Murdock.

    Son dos obras impresionantes, as como lo son las mo-

    nografas de los etnlogos, libros que actualizan de modo

    correcto e impecable esas rutinas de cmo comenc ha-

    ciendo un mapa de la aldea, recogiendo las genealogas de

    losnativos, asistiendo a los ritos funerarios, intentando de-

    limitar el tamao de cada parcela y termin descu-briendo un sistema de parentesco del tipo Crow-Omaha,

    etc.En realidad, los libros que ensean a haceruna inves-

    tigacin en nuestra disciplina y se puede decir sin miedo

    de incurrir en una exageracin que nacieron con su fun-

    dacin, ya que fue el mismo Henry Morgan el primero en

    descubrir la utilidad de tales rutinas, cuando prepar una

    serie de cuestionarios de campo que fueron enviados a los

    distantes misioneros y agentes diplomticos norteameri-

    canos para escribir su superclsico Systems of Consangui-

    nity and Affinity of the Human Family(1871).3

    Tal tradicin es obviamente necesaria y mi propsito

    aqu no es intentar denigrarla. No soy Don Quijote y re-conozco muy bien los frutos que nacieron de ella y podrn

    nacer an. Y, aunque estuviera en contra, lo mximo que

    el buen sentido me permitira agregar que esas rutinas son

    como un mal necesario.

    No obstante, en este trabajo, deseo traer a la luz todo el

    otro lado de esta misma tradicin oficial y explcita-

    mente reconocida por los antroplogos: los aspectos que

    aparecen en las ancdotas y en las reuniones de antropo-

    loga, en los ccteles y en los momentos menos formales.

    173

    Constructores de Otredad

    3 Republicado en 1979, enAnthropological Publications, Holanda, Oosterhout N.B. Vase, en relacin a lo mencionado arriba, pp. VIII y IX delPrefacio y el Apndice a la Parte III, pp. 515 y ss.

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    En las historias que elaboran de modo tragicmico un ma-

    lentendido entre el investigadory su mejor informante, de

    lo duro que fue llegar hasta la aldea, de las diarreas, de las

    dificultades para conseguir comida y lo que es ms im-

    portante de lo difcil que fue comer en aquella aldea del

    Brasil Central.

    Estos son los llamados aspectos romnticos de la

    disciplina, cuando el investigador se ve obligado a actuar

    como mdico, cocinero, contador de historias, mediador

    entre indios y funcionarios del FUNAI (Fundaao Na-

    cional do Indio), viajero solitario y hasta payaso,

    echando mano de estos varios e insospechados papeles

    para poder realizar bien las rutinas que infaliblemente

    aprendi en la graduacin. Es curioso y significativo que

    tales aspectos sean considerados como anecdticos y,

    como ya dije, romnticos, cuando somos conscientesy no es preciso ser filsofo para esto que la antropo-

    loga social es una disciplina de conmutacin y de media-

    cin. Con esto quiero decir simplemente que tal vez ms

    que cualquier otra disciplina dedicada al estudio del

    hombre, es en la Antropologa donde necesariamente se

    establece un puente entre dos universos (o subuniversos)

    de significacin, y tal puente o mediacin se realiza con

    un mnimode aparato institucionalo de instrumentosde

    mediacin. Vale decir, de manera artesanal y paciente,

    dependiendo esencialmente de humores, tempera-

    mentos, fobias y todos los otros ingredientes de las per-sonas y del contacto humano.

    Si es posible y se me permite una interpretacin, no

    hay duda que todo el anecdotario referente a las investiga-

    ciones de campo es un modo muy imaginativo de depo-

    sitar en un lado oscuro del oficio, sus puntos tal vez ms

    importantes y ms significativos. Es una manera muy ver-

    gonzosa de no asumir el lado humano y fenomenolgico

    de la disciplina, con un temor infantil de revelar cunto va

    de subjetivo en las investigaciones de campo, temor que es

    tanto mayor cuanto ms inclinado est el etnlogo a una

    idealizacindel rigor en lasdisciplinas sociales. En unapa-

    labra, es un modo de no asumir el oficio del etnlogo inte-gralmente, es el miedo de sentir lo que la Dra. Jane Carter

    Lave denomin, con rara felicidad, en una carta desde el

    campo, el anthropological blues.

    II

    Poranthropological bluesqueremos cubrir y descubrir, de

    un modo ms sistemtico, los aspectos interpretativos del

    oficio del etnlogo. Se trata de incorporar en el campo

    mismo de las rutinas oficiales, ya legitimadas como parte

    del entrenamiento del antroplogo, aquellos aspectos ex-

    traordinarios, siempre prontos a emerger en toda relacin

    humana. De hecho, slo hay Antropologa Social cuando

    existe de algn modo lo extico, y lo extico depende in-

    variablemente de la distancia social, y la distancia social

    tiene como componente la marginalidad (relativa o abso-

    luta), y la marginalidad se alimenta de un sentimiento de

    segregacin y la segregacin implica estar solo y todo de-

    semboca para conmutar rpidamente esta larga cadena

    en la liminaridad y en el extraamiento.

    De modo que vestir la capa de etnlogo es aprender a

    realizar una doble tarea que puede ser groseramenteconte-

    nida en las siguientes frmulas: (a) transformar lo extico

    en familiar y/o (b) transformar lo familiar en extico. En

    ambos casos es necesaria la presencia de los dos trminos

    (que representan dosuniversosde significacin) y, msb-sicamente, una vivencia de los dos dominios por un

    mismo sujeto dispuesto a interceptarlos y situarlos. En

    una cierta perspectiva, esas dos transformaciones parecen

    seguir de cerca los momentos crticos de la historia de la

    propia disciplina. As es que la primera transformacin

    de lo extico en familiar corresponde al movimiento

    original de la Antropologa, cuando los etnlogos conju-

    garon su esfuerzo en la bsqueda deliberada de los

    enigmas sociales situados en universos de significacin in-

    comprendidos por los medios sociales de su tiempo. Y fue

    as como se redujo y transform el kula king para citarapenas un caso clsico de los melanesios en un sistema

    comprensible de intercambios alimentados por prcticas

    rituales, polticas, jurdicas, econmicas y religiosas, des-

    cubrimiento que vino a permitir, entre otros, la creacin

    de Marcel Mauss, de la nocin bsica de hechosocial total,

    desarrollada inmediatamente despus de las investiga-

    ciones de B. Malinowski.4

    La segunda transformacin parece corresponderal mo-

    mento presente, cuando la disciplina se vuelve para nues-

    tra propia sociedad, en un movimiento semejante a un au-

    toexorcismo, pues ya no se trata de depositar en el salvaje

    africano o melanesioel mundo de prcticas primitivas quese desea objetivar e inventariar, sino de descubrirlas en no-

    sotros, en nuestras instituciones, en nuestra prctica pol-

    tica y religiosa. El problema es entonces el de quitarse la

    capa de miembro de una clase y de un grupo social espec-

    fico para poder como etnlogo extraar alguna regla so-

    cial familiar y as descubrir (o recolocar, como hacen los

    nios cuando preguntan los por qu) lo extico en lo

    174

    Captulo 4: La observacin participante

    4 Me permito recordarle al lector que Malinowski public suArgonauts of the Western Pacificen 1922 y que la primera edicin francesa delEssai surle dones de 1925.

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    que est petrificado dentro de nosotros por la reificacin y

    por los mecanismos de la legitimacin.5

    Estas dos transformaciones del oficio de etnlogo pa-

    recen guardar entre s una estrecha relacin de homologa.

    Como el desarrollo de una sonata, donde un tema es por

    sentado claramente en su inicio, desarrollado rebuscada-

    mente en su transcurso y finalmente retomado en su ep-

    logo. En el caso de las transformaciones antropolgicas,

    los movimientos siempre conducen a un encuentro. De

    este modo, la primera transformacin lleva al encuentro

    de aquello que la cultura del investigador reviste inicial-

    mente con su envoltorio de lo bizarro, de tal manera que

    el viaje del etnlogo es como el viaje del hroe clsico, par-

    tido en tres momentos distintos e interdependientes: la sa-

    lida de su sociedad, el encuentro con el otro en los con-

    fines del mundo social y, finalmente, el retorno triunfal(como expone Degrando) a su propio grupo con los tro-

    feos. De hecho, el etnlogo es, en la mayora de los casos,

    el ltimo agente de la rapia de los bienes, la fuerza de tra-

    bajo y la tierra, sigue el investigador para completar el in-

    ventario canibalstico: l, no obstante, busca las reglas, los

    valores, las ideas en una palabra, los imponderables de la

    vida social que fue colonizada.

    En la segunda transformacin, el viaje es como el del

    chaman: no se sale del lugar. Y, de hecho, los viajes cham-

    nicos son viajes verticales (para adentro o para arriba)

    mucho ms que horizontales como sucede con el viaje cl-sico de los hroes homricos.6Y no es por otra razn que

    todos aquellos que realizan viajes para dentro y para arriba

    son chamanes, curanderos, profetas, santos y locos, o sea,

    los que de algn modo se dispusieron a llegar al fondo del

    pozo de su propiacultura. Como consecuencia, la segunda

    transformacin conduce igualmente al encuentro con el

    otro y al extraamiento.

    Las dos transformaciones estn, pues, ntimamente re-

    lacionadas y ambas sujetas a una serie de residuos, no

    siendo nunca realmente perfectas. De hecho, lo extico

    nunca puede pasar de ser familiar y lo familiar nunca deja

    de ser extico.Pero, dejando las paradojas para los mejor preparados,

    estas transformaciones indican, en un caso, un punto de

    llegada (de hecho, cuando el etnlogo logra familiarizarse

    con una cultura distinta de la suya, adquiere competencia

    en esa cultura) y, en el otro, un punto de partida ya que el

    nico modo de estudiar un ritual brasileo es tomar tal

    ritual como extico.

    Esto significa que la aprehensin en el primer caso se

    realiza primordialmente por una va intelectual (la trans-

    formacin de lo extico en familiar se realiza fundamen-

    talmente por medio de aprehensiones cognitivas), mien-

    tras que en el segundo caso, es necesariamente una des-

    vinculacin emocional ya que la familiaridad de la

    costumbre no se obtuvo por la va del intelecto sino de la

    coercin socializadora y as, vino desde el estmago hacia

    la cabeza. En ambos casos, la mediacin es realizada por

    un cuerpo de principios guas (las llamadas teoras antro-

    polgicas) y conducida por un laberinto de conflictos

    dramticos que sirven como teln de fondo para las anc-

    dotas antropolgicas y para acentuar el toque romntico

    de nuestra disciplina. De este modo, si mi idea es acer-

    tada, es en el mismo proceso de transformacin donde

    debemos buscar la definicin cada vezmsprecisa de ant-hropological blues.

    Entonces, sera posible iniciar la demarcacin del rea

    bsica del anthropological blues como aquella del ele-

    mento residual que se insina en la prctica antropolgica

    pero que no era esperado. Como un bluescuya meloda

    gana fuerza por la repeticin de sus frases de modo que se

    torna cada vez ms perceptible. De la misma manera que

    la tristeza y la nostalgia (tambinblues) se insinan en el

    proceso de trabajo de campo causando sorpresa al etn-

    logo. Es cuando se pregunta, como lo hizo Claude

    Lvi-Strauss, qu vinimos a hacer aqu? con qu espe-ranza ? con qu fin? y, a partir de ese momento pudo or

    claramente las intromisiones de un rutinario estudio de

    Chopn, obstinarse en l, y abrirse al terrible descubri-

    miento de que el viaje despertaba su propia subjetividad:

    dice Lvi-Strauss: Por una singular paradoja, en lugar de

    abrirme a un nuevo universo, antes,mi vida aventurera me

    restitua lo antiguo, mientras que aquel que yo pretenda,

    se disolva entre mis dedos. Cuantos ms los hombres y los

    paisajes a cuya conquista partiera perdan, al poseerlos, la

    significacin que yo esperaba en ellos, ms esas imgenes

    decepcionantes pero presentes, eran sustituidas por otras,

    puestas en reserva por mi pasado y a las cuales yo no dieraningn valor aun cuando pertenecan a la realidadque me

    rodeaba (Tristes Tropiques, Pars, Plon, 1955).

    Se podra decir que el elemento que se insina en el tra-

    bajo de campo es el sentimiento y la emocin. Estos se-

    ran, parafraseando a Lvi-Strauss, loshuspedesno convi-

    dados de la situacin etnogrfica. Y, todo indica que tal in-

    trusin de la subjetividad y de la carga afectiva que viene

    175

    Constructores de Otredad

    5 Uso las nociones de reificacin y de legitimacin como Berger y Luckman enA Construao Social de Realidade, Petrpolis, Vozes, 1973

    6 Fue Peter Rivire, de Oxford, quien me sugiri esta idea del viaje chamnico.

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    con ella, dentro de la rutina intelectual de la investigacin

    antropolgica, es un dato sistemtico de la situacin.

    Su manifestacin asume varias formas, yendo de la

    ancdota infame contada por el fallecidoEvans-Pritchard,

    cuando dijo que estudiando a los Nuer pueden adquirirse

    fcilmente, sntomas de Nuerrosis,7 hasta las reacciones

    como las de Lvi-Strauss, Chagnon y Maybury-Lewis,8

    cuando se refieren a la soledad, la falta de privacidad y la

    suciedad de los indios.

    Tales relatos parecen sugerir, de entre los muchos

    temas que elaboran, la fantstica sorpresa del antroplogo

    ante un verdadero asalto de las emociones. As es que

    Chagnon describe su perplejidad ante la suciedad de los

    Yanomano y, por eso mismo, el terrible sentimiento de pe-

    netracin en un mundo catico y sin sentido que lo aco-

    meti en sus primeros tiempos de trabajo de campo. YMaybury-Lewis guarda para el ltimo prrafo de su libro

    la sorpresa de saberse de algn modo involucrado y capaz

    de involucrar a su informante.As,en el ltimo instante de

    su relato sabemos que Apowen al despedirse del

    antroplogo tena lgrimas en los ojos.

    Es como si en la graduacin nos hubiesen enseado

    todo: espere un sistema matrimonial prescriptivo, un sis-

    tema poltico segmentado, un sistema dualista, etc. y

    jams nos hubiesen prevenido de que la situacin etnogr-

    fica no se realiza en el vaco, y, que tanto all como aqu, se

    pueden or losanthropological blues.Pero juntoa esos momentos cruciales (la llegada y el l-

    timo da) hay entre las innumerables situaciones destaca-

    bles otro instante que al menos para m se configur

    como crtico: el momento del descubrimiento etnogr-

    fico. Cuando el etnlogo consigue descubrir el funciona-

    miento de una institucin, comprende finalmente la ope-

    racin de una regla antes oscura. En el caso de mi investi-

    gacin, el da que descubr cmo operaba la regla de la

    amistad formalizada entre losApinay, escrib en mi diario

    (el 18 de septiembre de 1970):

    Entonces all estaba el secreto de una relacin socialmuy importante (la relacin entre amigos formales),

    dada por casualidad mientras descubra otras cosas.

    Mostraba de modo ineludible la fragilidad de mi

    trabajo y de mi capacidad de ejercer mi oficio correc-

    tamente. Por otro lado, revelaba la contingencia del

    oficio del etnlogo, pues los datos, por as decir, caen

    del cielo como gotas de lluvia. Cabe al etnlogo no slo

    recortarlos sino tambin conducirlos como a un to-

    rrente, hacia el ocano de las teoras corrientes. De

    modo muy ntido verifiqu que una cultura y un in-

    formante son como las galeras de un mago: se extraealguna cosa (una regla) que tiene sentido un da, al

    otro slo conseguimos cintas de colores de poco valor

    As como estaba preocupado, pues haba mandado

    dos artculos equivocados para su publicacin y te-

    nan que ser corregidos inmediatamente; tambin

    restaba eufrico. Pero mi euforia tendra que guar-

    darla en mi diario pues no haba nadie en la aldea

    que pudiera compartir el descubrimiento conmigo.

    As fue que escrib una carta a mi amigo y visit al

    encargado del Puesto en el auge de la euforia. Pero lno estaba en absoluto interesado en mi trabajo. Y

    aunque lo estuviera, no lo entendera. Un da, de

    noche, cuando me pregunt por qu yo estaba all

    estudiando a los indios, dud de mi respuesta, pues

    intentaba darle sentido prctico a una actividad

    que, al menos para m, tiene mucho de artesana, de

    confusin y est totalmente desligada de una rea-

    lidad instrumental.

    As fue como tuve que guardar el secreto de mi descu-

    brimiento. Y, a la noche, despus de cenar en la casadel encargado, cuando volv a la aldea, slo pude

    contar lo que haba hecho a dos nios Apinay que

    vinieron a comer galletas conmigo. Fue con ellos y

    con una luna amarilla que sali muy tarde aquella

    noche que compart mi soledad y el secreto de mi mi-

    nscula victoria.

    Este prrafo me parece instructivo porque revela que,

    en el momento en que el intelecto avanza en ocasin del

    descubrimiento las emociones estn igualmente pre-

    sentes, ya que es necesario compartir el gusto de la victoria

    y legitimar con los otros un descubrimiento. Pero el etn-

    logo, en ese momento est solo y, de este modo, tendr

    que guardar para s mismo lo que fue capaz de develar.

    As se plantea nuevamente la paradoja de la situacin et-

    nogrfica: para descubrir es necesario relacionarse, y en el

    momento mismo del descubrimiento, el etnlogo es remi-

    tido a su mundo y de esta manera se asla nuevamente. Lo

    opuesto ocurre con mucha frecuencia: involucrado por un

    176

    Captulo 4: La observacin participante

    7 Cfr. Evans-Pritchar,The Nuer, Oxford, The Clarendon Press, 1940.

    8 Para Lvi-Strauss, vase el ya citadoTristes Tropiques; para Chagnon y Maybury-Lewis, respectivamenteYanomano: The Fierce People, New York,Holt, Rinehart & Winston, 1968 yThe Savage and The Innocent, Boston, Beaconb Press, 1965.

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    jefe poltico que desea sus favores y su opinin en una

    disputa, el etnlogo tiene que callar y aislarse. Emocionado

    por el pedido de apoyo y temeroso por su participacin en

    un conflicto, se ve obligado a un llamado a la razn para

    neutralizar sus sentimientos y, as, continuar afuera. De mi

    experiencia guardo con mucho cuidado el recuerdo de una

    de estas situaciones y de otra, mucho ms emocionante,

    cuando un indiecito que era una mezcla de secretario, gua e

    hijo adoptivo, me ofreci un collar. Transcribo nueva-

    menteun largo fragmento demidiariodecampo de 1970:

    Pengi entr en mi casa con una calabacita atada a

    un hilo de tucum. Yo estaba en mi mesa removiendo

    datos y cosas. Lo mir con el desdn de los cansados y

    explotados, ya que diariamente y a todo momento

    mi casa se llena de indios con collares para cambiar

    por mis mostacillas. Cada uno de esos intercambios

    es una pesadilla para m. Socializado en una cul-

    tura donde el intercambio siempre implica una ten-

    tativa de sacar el mejor partido del otro, siempre me

    rebelo contra el abuso de los intercambios propuestos

    por los Apinay: un collar viejo y mal echo por un

    puado siempre creciente de mostacillas. Pero mi

    oficio tiene esas cosas, pues las mostacillas no valen

    nada para m y, sin embargo, aqu estoy celando

    mis pequeas bolitas coloreadas como si fuese elguardia de un banco. Tengo celos de ellas, me apego

    a su valor que yo mismo establec. Los indios

    llegan, ofrecen los collares, saben que estn mal he-

    chos, pero saben que se los voy a cambiar. Y as ha-

    cemos los trueques. Son decenas de collares por mis de

    mostacillas. Hasta que se acaben y la noticia corra

    por toda la aldea. Y, entonces, me librar de ese inc-

    modo papel de comerciante. Tendr los collares y el

    trabajo cristalizado de casi todas las mujeres Api-

    nay. Y ellas tendrn mostacillas para otros collares.

    Pues bien, la llegada de Pengi era seal de un nuevo

    trueque. Pero l extendi la mano rpidamente:

    -Esto es para tu ikr (hijo), para que juegue

    Y, acto seguido sali de casa sin mirar para atrs. El ob-

    jeto estaba en mis manos y la salida rpida del indiecito no

    me daba tiempo para proponer una recompensa. Slo

    pude pensar en el gesto como una gentileza, pero sin em-

    bargo dud de tanta bondad. Pues ella misma no existe en

    esta sociedad donde los hombres son del mismo valor.9

    Que el lector no deje de observar mi ltimo prrafo.

    Dud de tanta bondad porque tuve que racionalizar

    aquella ddiva, de lo contrario no estara tan solo. Pero el

    etnlogo est realmente solo?

    Los manuales de investigacin social casi siempre plan-

    tean el problema de modo de hacer creer que ese es precisa-

    mente el caso. De este modo, el investigador es el que debe

    orientarse en el grupo estudiado e intentar identificarse con

    l. Noseplantea la contrapartidadeeste proceso: la identifi-

    cacin de los nativos con el sistema que el investigador

    carga consigo, un sistema formalizado entre el etnlogo y

    aquellos nativos que logra seducir a travs de simpata,

    amistad, dinero, regalos y Dios sabe qu ms para que le

    cuenten secretos, rompan lealtades, le provean nuevos des-tellos sobre la cultura y la sociedad en estudio.

    Finalmente, en Antropologa todo se funda en la alte-

    ridad: pues slo existe el antroplogo cuando hay un na-

    tivo transformadoen informante. Y slo haydatos cuando

    hay un proceso de empata corriendo de lado a lado. Es

    esto lo que permite al informante contar un mito, elaborar

    con nuevos datos una relacin social y discutir los motivos

    de un lder poltico de su aldea. Son justamente esos na-

    tivos (transformados en informantes y en etnlogos) los

    que salvan al investigador del marasmo de la cotidianidad

    de la aldea: de la salida y la puesta del sol, del ganado, de lamandioca, del maz y de las letrinas.

    Todo esto parece indicar que el etnlogo nunca est

    solo. Realmente, en medio de un sistema de reglas an

    extico cuyo objetivo es tornar familiar, est vinculado y

    ms ligadoque nunca a su propia cultura. Y cuando lo fa-

    miliar comienza a delinearse en su conciencia, cuando el

    trabajo termina, el antroplogo retorna con aquellos re-

    tazos de imgenes y de personas que conoci mejor que

    nadie. Pero, situados fuera del alcance inmediato de su

    propio mundo, apenas lo instigan y traen a la luz una li-

    gazn nostlgica, la de losanthropological blues.

    III

    Pero, qu se puede deducir de todas esas observaciones y

    de todas esas impresiones que forman el proceso que de-

    nominanthropological blues?

    Una deduccin posible, entre muchas otras, que en

    Antropologa es preciso recuperar ese lado extraordinario

    de las relaciones investigador/nativo. Si ste es el menos

    rutinario y ms difcil de ser aprehendido de la situacin

    177

    Constructores de Otredad

    9 Para un estudio de la organizacinsocial de esta sociedad,vaseRoberto Da Matta,Un mundo dividido: A Estrutura Social dos Apinay, Petrpolis,Vozes, 1976.

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    antropolgica, es ciertamente porque se constituye en el

    aspecto ms humano de nuestra rutina.

    Es lo que realmente permite escribir la buena etno-

    grafa. Porque sin l, como plantea Geertz, manipulando

    hbilmente el ejemplo del filsofo ingls Ryle, no se dis-

    tingue un parpadeo de un guio malicioso. Y es esto preci-

    samente lo que distingue a la descripcin densa tpica-

    mente antropolgicade la descripcin inversa, fotogr-fica y mecnica del viajante o del misionero. 10 Pero para

    distinguir el guio mecnico y fisiolgico del guio sutil y

    comunicativo, es necesario sentir la marginalidad, la so-

    ledad y la nostalgia. Es preciso cruzar los caminos de la

    empata y de la humildad.

    Este descubrimiento de la Antropologa Social como

    materia interpretativa sigue, por otro lado, una tendencia

    de la disciplina. Tendencia que modernamente parece

    marcar el pasaje de una ciencia natural de la sociedad,

    como queran los empiristas ingleses y americanos, a una

    ciencia interpretativa, destinada ante todo a confrontar

    subjetividades y tratar con ellas. De hecho, en este plano

    no sera exagerado afirmar que la Antropologa es un me-

    canismo de los ms importantes para dislocar nuestra

    propia subjetividad. Y el problema, como sostiene Louis

    Dumont, entre otros, no parece propiamente el de estu-

    diar las castas de la India para conocerlas integralmente,

    tarea imposible y que exigira mucho ms que intelecto,

    sino eso spermite dialogar con las formas jerrquicasque conviven con nosotros. Es la admisin romanti-

    cismo yanthropological bluesapartede que el hombreno puede verse a s mismo. Necesita del otro como su es-

    pejo y su gua.

    Traduccin Carlos E. Kuz

    178

    Captulo 4: La observacin participante

    10 Cfr. Clifford Geertz,The interpretation of Culture, New York, Basic Books, 1973.