5
Página 1 de 5 Los mandamientos de amor a Dios En el Sinaí Dios ha regalado a los hombres los Diez Mandamientos no como obstáculos en la vida, sino para que alcance la felicidad deseada por Dios, su finalidad última y la perfección. Los Mandamientos regulan las relaciones del hombre con Dios, con uno mismo y con los demás. Cuando un doctor de la ley preguntó a Jesús cual es el mayor mandamiento, el Señor respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo». (Mt 22, 36-39) En verdad, el segundo es el modo humano de cumplir el primero, puesto que “quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. (1 Jn 4, 20-21). Por eso, se acostumbra dividir los Mandamientos en los de amor a Dios y los del amor al prójimo. Los tres primeros mandamientos se refieren directamente al amor a Dios y los otros siete dicen respecto al amor a Dios, materializado en las obras de amor al prójimo. 1. El amor a Dios El destino supremo del hombre es dar gloria a Dios y por eso él sólo encuentra la felicidad verdadera en el cumplimiento de su fin último que es este amor y gloria debida a su Creador. Dios dice a Moisés: “Yo soy el Señor, tu Dios, [...] No tendrás otros dioses delante de mí. [...] y tengo misericordia [...] si me aman y cumplen mis mandamientos”. (Ex 20, 2-6) El Libro del Deuteronomio afirma: “Escucha, Israel: [...] Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. (Dt 6, 4-5) La Iglesia ha resumido estas enseñanzas con la expresión: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. Este mandamiento ordena que ofrezcamos únicamente a Dios el culto supremo de adoración y que el amor a Dios sea la guía de toda la vida del hombre 1 . El Catecismo puntualiza que el hombre debe hacer manifiesto su amor a Dios mediante sus obras humanas, en conformidad con su condición de imagen y semejanza de Dios. Este precepto abarca la fe, la esperanza y la caridad. 2 El primer Mandamiento pide que guardemos con prudencia nuestra fe y rechacemos todo lo que se opone a ella, como el ateísmo, el agnosticismo, la duda voluntaria, la incredulidad, la herejía, la apostasía, el cisma, etc. 1 Cf. TRESE, Leo J. A fé explicada. 9 ed. São Paulo, Quadrante, 2005, pp. 177-178. 2 Cf. CEC ns. 2085-2086.

013_mandamientos de Amor a Dios

Embed Size (px)

DESCRIPTION

013_mandamientos de Amor a Dios

Citation preview

  • Pgina 1 de 5

    Los mandamientos de amor a Dios

    En el Sina Dios ha regalado a los hombres los Diez Mandamientos no como obstculos en la vida, sino para que alcance la felicidad deseada por Dios, su finalidad ltima y la perfeccin. Los Mandamientos regulan las relaciones del hombre con Dios, con uno mismo y con los dems.

    Cuando un doctor de la ley pregunt a Jess cual es el mayor mandamiento, el Seor respondi:

    Amars al Seor, tu Dios, con todo tu corazn, con toda tu alma y con todo tu espritu. Este es el ms grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amars a tu prjimo como a ti mismo. (Mt 22, 36-39)

    En verdad, el segundo es el modo humano de cumplir el primero, puesto que quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. (1 Jn 4, 20-21). Por eso, se acostumbra dividir los Mandamientos en los de amor a Dios y los del amor al prjimo. Los tres primeros mandamientos se refieren directamente al amor a Dios y los otros siete dicen respecto al amor a Dios, materializado en las obras de amor al prjimo.

    1. El amor a Dios

    El destino supremo del hombre es dar gloria a Dios y por eso l slo encuentra la felicidad verdadera en el cumplimiento de su fin ltimo que es este amor y gloria debida a su Creador.

    Dios dice a Moiss: Yo soy el Seor, tu Dios, [...] No tendrs otros dioses delante de m. [...] y tengo misericordia [...] si me aman y cumplen mis mandamientos. (Ex 20, 2-6)

    El Libro del Deuteronomio afirma: Escucha, Israel: [...] Amars al Seor, tu Dios, con todo tu corazn, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. (Dt 6, 4-5)

    La Iglesia ha resumido estas enseanzas con la expresin: Amars a Dios sobre todas las cosas. Este mandamiento ordena que ofrezcamos nicamente a Dios el culto supremo de adoracin y que el amor a Dios sea la gua de toda la vida del hombre1. El Catecismo puntualiza que el hombre debe hacer manifiesto su amor a Dios mediante sus obras humanas, en conformidad con su condicin de imagen y semejanza de Dios. Este precepto abarca la fe, la esperanza y la caridad.2

    El primer Mandamiento pide que guardemos con prudencia nuestra fe y rechacemos todo lo que se opone a ella, como el atesmo, el agnosticismo, la duda voluntaria, la incredulidad, la hereja, la apostasa, el cisma, etc. 1 Cf. TRESE, Leo J. A f explicada. 9 ed. So Paulo, Quadrante, 2005, pp. 177-178. 2 Cf. CEC ns. 2085-2086.

  • Pgina 2 de 5

    La virtud de la esperanza da a los seres humanos la capacidad de devolver a Dios el amor y de obrar conforme a l, puesto que las fuerzas del hombre no son suficientes para eso. Esta virtud lleva a aguardar confiadamente el auxilio divino y la visin beatfica. Entraa tambin el temor de ofender a Dios y provocar su castigo. La prdida de la virtud de la esperanza lleva a los pecados de desesperacin y de la presuncin.

    Desesperacin: el hombre deja de esperar en Dios su salvacin personal o el perdn de sus pecados. Es opuesta a la bondad infinita de Dios.

    Presuncin: hay dos tipos de presuncin de salvacin, cada una a su modo perjudicial para la unin con Dios:

    a. Presuncin de salvarse por sus propias capacidades, sin la ayuda de Dios. b. Presuncin de salvarse solo por la misericordia divina, sin esfuerzo o

    mrito. El primer Mandamiento nos llama y obliga al amor a Dios con verdadera

    caridad sobre todas las criaturas, por amor a l y a causa de l. San Agustn explica que slo existen dos amores: el amor de s mismo

    hasta el desprecio de Dios, y el amor de Dios, hasta el desprecio de s mismo.3 El desamor a Dios y el amor desordenado a uno mismo, que caracteriza la soberbia, es la raz de todo y cualquier pecado. El Catecismo especifica los que ms directamente se oponen al amor debido a nuestro Creador:

    a. Indiferencia: es el desprecio de la accin divina. b. Ingratitud: es la negacin de reconocer y devolver el amor de Dios

    hacia nosotros. c. Tibieza: es la negligencia en responder al amor divino. Normalmente

    lleva a la negacin de entregarse al movimiento de la caridad. d. Aceda: es la pereza espiritual, normalmente es fruto de la tibieza. e. Odio a Dios: encuentra su origen en el orgullo y se opone al amor de

    Dios. El amor a Dios es dinmico y capaz de ser aumentado. Cuanto ms el fiel

    ama a Dios y le es grato, l va siendo el verdadero objeto de su vida teologal y el fin ltimo de todas sus acciones, lo que da origen a la virtud de la religin, puesto que el hombre reconoce la grandeza de Dios y rinde a l toda su adoracin.4

    La virtud de religin, que brota de la fe, esperanza y caridad, inclina el hombre a prestar la debida honra y sumisin a Dios, facilitando la prctica de las virtudes teologales y exigiendo del ser humano:

    3 Cf. SAN AGUSTN. Ciudad de Dios, libro XIV, cap. XXVIII. 4 Cf. FERNNDEZ, Aurelio. Moral especial. 3 ed. Madrid: Rialp, 2005, p. 48.

  • Pgina 3 de 5

    a. El conocimiento de Dios, sin lo cual sus actitudes degeneran en sentimentalismo o irracionalidad. Es por tanto obligacin de todo hombre buscar y crecer en el conocimiento de Dios.

    b. El culto de adoracin mediante actos individuales y comunitarios. Los actos de culto y la participacin en el culto de la Iglesia son obligaciones consecuentes de este Mandamiento.

    c. Una vida moral coherente con la Ley divina. Para esto es necesario conocer y poner en prctica los valores revelados por Dios para orientar la conducta humana.5

    En relacin al culto debido a Dios, se debe sealar tambin las faltas directas como: idolatra, supersticin, adivinacin, magia, etc.

    Se debe resaltar el aspecto positivo: toda y cualquier santidad o progreso espiritual nace del verdadero amor a Dios, que pide la renuncia a uno mismo y a los bienes que nos distancian del Creador, dirigiendo hacia l nuestras fuerzas, nuestra vida y todo nuestro ser, practicando las virtudes de la humildad y obediencia a Dios, que son races de todas las dems virtudes.

    2. No tomar el nombre de Dios en vano

    La formulacin actual del mandamiento se basa en los textos del Declogo y del Deuteronomio:

    No pronunciars en vano el nombre del Seor, tu Dios, porque l no dejar sin castigo al que lo pronuncie en vano.6

    Nuestro Seor Jesucristo, a su vez, ensea que no se debe jurar, sino que siempre nuestro s sea s y nuestro no sea no. (Cf. Mt 5, 33-37).

    El verdadero amor a Dios, entraa que el hombre toma al Creador como testigo en las grandes deliberaciones, hacindose incluso capaz de comprometer su vida mediante promesas y votos.

    El respeto debido al nombre de Dios debe extenderse a las cosas y personas consagradas a l, puesto que estn dedicadas de modo eminente a Dios.

    Adems del respeto debido a Dios y las cosas sagradas, este Mandamiento se refiere a nuestra relacin con l a travs de los juramentos, promesas y votos.

    San Agustn afirma que jurar es tomar a Dios por testigo de la verdad.7 El juramento est catalogado como un acto extraordinario de la virtud de la religin, reservado a momentos solemnes e importantes de la relacin del hombre con Dios, la Iglesia y la sociedad. La prohibicin de Jess encontrada en Mt 5, 33-37, se aplica a la prctica abusiva de los juramentos, pero no significa un rechazo a los mismos. Sobre este particular, puntualiza el Catecismo: 5 Cf. BETTENCOURT, Estevo. Curso de Teologa Moral. Rio de Janeiro: Mater Ecclesiae, 1999, p. 69. 6 Ex. 20, 7; Dt 5, 11. 7 SAN AGUSTN. Sermn 180, VI, 7. PL 38, 975.

  • Pgina 4 de 5

    Siguiendo a san Pablo (cf. 2 Co 1, 23; Ga 1, 20), la Tradicin de la Iglesia ha comprendido las palabras de Jess en el sentido de que no se oponen al juramento cuando ste se hace por una causa grave y justa (por ejemplo, ante el tribunal).8

    El segundo mandamiento prohbe el juramento en falso, que invoca a Dios como testigo de una mentira. A eso se denomina perjurio y constituye una grave falta de respeto hacia el Seor, que es dueo de toda palabra.9

    Los votos son actos extraordinarios en los cuales el hombre se compromete con Dios a realizar algo a que no estaba obligado. El voto supera el juramento, pues supone una entrega personal ms amorosa a Dios y un compromiso serio con Dios, originando una obligacin grave de cumplirlo.10

    Las promesas se proponen al Seor por haber obtenido de l alguna gracia. Deben ser siempre cumplidas, pero pueden ser dispensadas o conmutadas por no verificarse la condicin de la que depende la misma.11 Existen tambin las promesas hechas a otras personas en nombre de Dios, que comprometen el honor y la fidelidad al Seor. Ser infiel a ellas es abusar del nombre de Dios y, en cierta manera, hacer a Dios un mentiroso (CEC 2147).

    Los pecados contra el nombre de Dios, son en general: 1. Abuso de su Nombre: usar el nombre de Dios sin reverencia. 2. Blasfemia: injuria directa a Dios, a la Virgen y a los santos. Es un pecado

    mortal muy grave e intrnsecamente malo. 3. Sacrilegio: la profanacin o lesin de una persona, cosa, o lugar sagrado

    (CEC 2120). Se comete pecado mortal cuando se profana una cosa sagrada, por ejemplo, si un cliz consagrado se usa para fines profanos, as como cuando no se administran bien o se reciben sin las condiciones debidas cualquiera de los Sacramentos. El Papa Juan Pablo II recuerda con serias advertencias, la amonestacin de San Pablo cuanto a la recepcin de la Eucarista con conciencia de pecado grave.12

    4. Perjurio: Se peca mortalmente cuando se jura en falso. Es siempre pecado mortal, pues significa poner a Dios por testigo de una mentira.13

    5. Incumplimiento de los votos: Se peca cuando no se cumplen los votos y promesas hechas a Dios. La inobservancia de los votos del estado religioso son pecados especialmente graves con consecuencias de escndalo para toda la sociedad.14

    8 CEC n. 2154. 9 Cf. Ibid. ns. 2150-2152. 10 Cf. FERNNDEZ, Aurelio. Op. cit., pp. 75-76. 11 Cf. CIC 1194. 12 Cf. JUAN PABLO II. Confesin y Comunin. Audiencia 18 de junio de 1984. En: Ecclesia, 2172 (1985), p. 535. 13 Cf. CEC ns. 2150-2153. 14 Cf. FERNNDEZ, Aurelio. Op. cit., pp. 77, 79.

  • Pgina 5 de 5

    3. Santificar las fiestas

    Consecuencia del amor y del culto debido a Dios, es la santificacin de las fiestas religiosas, especialmente el da del Seor. En el Declogo conferido a Moiss, este el es ms extenso de los mandamientos, puesto que la tendencia del hombre a olvidarse de Dios para ejercer sus actividades materiales es inherente a su propia naturaleza encarnada.

    Despus de Pentecosts, la comprensin de que el acontecimiento ms importante de la historia de la humanidad es el Misterio Pascual de Cristo, se pas a santificar el da de la Resurreccin, llamado por eso mismo domingo, o da del Seor. Los judaizantes fanticos no alcanzaban comprender que el Seor determin que se deba dedicar un da de la semana a su culto y servicio, pero que la autoridad concedida a los Apstoles, inspirada por el Espritu Santo, podra disponer este da de acuerdo con la Resurreccin de Cristo, puesto que los das de la semana son disposiciones humanas. A finales del siglo I, esta costumbre ya estaba en prctica en toda la Iglesia.

    El Concilio Vaticano II refuerza la obligacin de la santificacin del Domingo:

    En este da los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la pasin. La resurreccin y la gloria del Seor Jess y den gracias a Dios [...]. Por eso el domingo es fiesta principal [...] de modo que sea tambin da de alegra y de liberacin del trabajo. (SC 106)

    El Papa Juan Pablo II, en la Carta Apostlica Dies Domini destaca: El origen en la Tradicin Apostlica del da del Seor. Los bautizados, en este da, deben recordar su vocacin y participar

    de la Eucarista. El domingo es fiesta primordial del calendario cristiano y debe ser

    dedicado a la piedad y a la alegra cristiana. Para cumplir con esos objetivos se prohbe el trabajo.

    La dedicacin del domingo al Seor, prescribe las siguientes obligaciones: a. Respecto a la Misa: el Catecismo puntualiza que los que faltan

    deliberadamente a esta obligacin cometen pecado grave (Cf. CEC 2181). b. Respecto al descanso: el Catecismo recoge la doctrina del Cdigo y

    explica que se prohben los trabajos que impiden dar el culto debido a Dios y otros trabajos penosos que impiden vivir la alegra cristina u obstaculizan el debido descanso de la mente y del cuerpo (CEC 2185).

    Los Mandamientos de la Iglesia obligan a los cristianos por la Ley del amor a Dios y deben ser obedecidos por el amor debido al Cuerpo Mstico de Cristo.