02 - Deseo Oscuro - Christine Feehan

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    Captulo Uno

    Haba sangre, un ro de sangre que manaba de su interior. Haba dolor, un marde dolor en el que se hallaba inmerso. No terminara nunca? Miles de cortes,quemaduras, el constante sonido de una risa mofndose de l, dicindole que aquellocontinuara por toda la eternidad. No poda creer que estuviese tan indefenso, no podacreer que su increble fuerza y su magnfico poder se hubieran agotado, dejndolereducido a ese miserable estado. Envi una llamada mental tras otra a la noche, peroninguno de los de su especie vino a ayudarle. La agona continuaba, implacable. Dndeestaban? Su familia? Sus amigos? Por que no venan y acababan con esto? Habasido una conspiracin? Lo haban dejado deliberadamente en manos de estoscarniceros que usaban sus cuchillos y antorchas con tal deleite? Haba sido alguien

    conocido quien le haba traicionado, pero su memoria estaba curiosamente debilitada,apagndose debido al interminable dolor.

    Sus torturadores haban conseguido atraparle de alguna manera, inmovilizndolede tal modo que poda sentir pero no moverse, ni si quiera las cuerdas vocales. Estabatotalmente indefenso, vulnerable ante esos despreciables humanos que estabandestrozando su cuerpo. Oa sus burlas, sus interminables preguntas, perciba la rabia ensu interior cuando se negaba a reconocer su presencia o el dao que le inflingan. Queramorir, dar la bienvenida a la oscuridad, pero sus ojos, fros como el hielo, nunca seapartaban de sus rostros, nunca parpadeaban, eran los ojos de un depredador...esperando, vigilando, prometiendo venganza. Eso les enfureca, pero se negaban a

    administrarle el golpe final.El tiempo ya no significaba nada para l, su mundo se haba reducido a la nada,

    pero en cierto momento percibi otra presencia en su mente. El contacto era lejano, unamujer, joven. No saba cmo, inadvertidamente, su mente haba conectado con la suya,de manera que ahora ella comparta su tormento, cada abrasadora quemadura, cada cortedel cuchillo que dejaba correr su sangre, su fuerza vital.

    Trat de recordar quin poda ser ella. Deba estar cerca si comparta su mente.Estaba tan indefensa como l, soportando su mismo dolor, compartiendo su agona.Trat de evitar que conectara con l, la necesidad de protegerla era muy fuerte, pero

    estaba demasiado dbil para bloquear sus pensamientos. El dolor emanaba de su cuerpo,como un torrente, navegando directamente hasta la mujer que comparta su mente.

    Su angustia le golpe con una fuerza increble. l era, despus de todo, unhombre de los Crpatos. Su primera obligacin era siempre proteger a una mujer, an ariesgo de su propia vida. Fallar en eso tambin se aada a su desesperacin y a lasensacin de fracaso. Capt breves imgenes suyas en la mente, una figura pequea yfrgil, acurrucada en una esfera de dolor, tratando desesperadamente de aferrarse a lacordura.

    No crea conocerla, aunque la vea en color, algo que no le haba ocurrido en

    siglos. No tena fuerzas suficientes para obligarla a dormir, ni as mismo, no haba nadaque les librase de aquella agona. Apenas poda captar los pequeos fragmentos de

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    pensamientos en los que ella peda ayuda desesperadamente, tratando de descifrar loque le estaba ocurriendo. Las gotas de sangre empezaron a filtrarse por sus poros.Sangre roja. Vea claramente que su sangre era roja. Saba que eso tena un significadomuy importante para l, pero se senta aturdido, incapaz de discernir por qu eraimportante y qu significaba.

    Su mente se estaba volviendo borrosa, como si un gran velo empezara aextenderse sobre su cerebro. No poda recordar cmo haban conseguido capturarle. Seesforzaba porver la imagen del miembro de su propia especie que le haba traicionado,

    pero no lograba nada en absoluto. Slo haba dolor. Terrible, interminable dolor. Nopoda emitir ningn sonido, ni siquiera cuando su mente estallaba en un millar defragmentos y ya no poda recordar a qu o a quin estaba intentando proteger.

    Shea O'Halloran estaba acurrucada en su cama, la lmpara le proporcionabaapenas la luz suficiente para poder leer la revista mdica. Recorra las pginas en pocossegundos, trasladando la informacin a su memoria, como vena haciendo desde que era

    una nia. En esos momentos estaba terminando la Residencia, la interina ms joven,segn las estadsticas, y era una tarea agotadora. Se apresur a terminar de leer el texto,esperando poder tomarse un respiro.

    El dolor la atraves inesperadamente, golpendola con tal violencia que la arrojde la cama, con el cuerpo contorsionndose por la agona. Trat de gritar, de arrastrarsea tientas hasta el telfono, pero slo poda retorcerse indefensa sobre el suelo.

    Tena la piel baada en sudor, de sus poros salan gotas de sangre. Nunca habaexperimentado un dolor igual... era como si alguien le estuviera cortando la piel con uncuchillo, quemndola, torturndola sin descanso. Segua y segua... horas, das, no lo

    saba... Nadie vena a ayudarla y no podran hacerlo... Estaba sola, en realidad nisiquiera tena verdaderos amigos. Al final, sinti un dolor desgarrador en el pecho yperdi la conciencia.

    Cuando crey que sus torturadores haban acabado con l, que haban terminadocon su sufrimiento, dndole muerte, descubri lo que era realmente el infierno. Puraagona. Malignos rostros que le miraban fijamente. Una estaca afilada cernindose sobresu pecho. Un latido, un segundo. Podra terminar ahora. Tena que terminar. Sinti lagruesa estaca de madera sobre su carne, internndose a travs de msculos y tendones.El martillo cay con fuerza sobre la estaca, introducindola an ms profundamente. Eldolor iba ms all de todo lo que haba conocido. La mujer que comparta su mente

    perdi la conciencia, una bendicin para ambos. l continuaba sintiendo cada golpe, laenorme estaca penetrando en su carne, introducindose en su cuerpo mientras la sangremanaba a chorros, debilitndole an ms. Senta que la vida le abandonaba, no lequedaban fuerzas para resistir, le haba llegado la hora. La muerte... casi poda tocarla,abrazarse a ella. Pero no poda ser. Era un hombre de los Crpatos, un inmortal, no eratan fcil deshacerse de l. Su voluntad era poderosa, decidida. Una voluntad queluchaba contra la muerte incluso cuando su cuerpo suplicaba un final para aquel terriblesufrimiento.

    Sus ojos se clavaron en ellos, en los dos humanos. Estaban cubiertos de sangre,su sangre, lneas rojas trazadas sobre sus ropas. Reuni las fuerzas que le quedaban, las

    ltimas, y logr que fijaran su mirada en l, atrapndoles en la profundidad de sus ojos.Inmediatamente, cubrieron sus ojos con un pao, no podan afrontar la oscura promesa

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    que escondan, su poder les asustaba, a pesar de que se hallaba completamenteindefenso ante ellos. Rean mientras le encadenaban dentro del atad y lo colocaban

    boca abajo. Escuch su propio grito de dolor, pero el sonido estaba slo en su mente,repitindose una y otra vez, burlndose de l.

    Se oblig a detenerse. Ellos no podan orle, pero eso no le importaba. Todavale quedaba algo de dignidad. De amor propio. No le derrotaran. Era un hombre de losCrpatos.

    Poda escuchar cmo la tierra golpeaba la madera del atad a medida que leenterraban en la pared del stano. Cada palada. Estaba completamente a oscuras.Envuelto en el silencio.

    Era una criatura de la noche, la oscuridad era su hogar. Pero ahora, en su agona,se haba convertido en su enemigo. Slo haba dolor y silencio. Antes, siempre era lquien decida cundo permanecer en la oscuridad, en la tierra sanadora. Ahora estaba

    prisionero, encerrado, con la tierra fuera de alcance. Podra aliviarle, estaba muy cerca,pero la madera del atad le impeda alcanzar aquello que, con el tiempo, hubiese curadosus heridas.

    La sensacin de hambre comenz a infiltrarse en su terrible agona. El tiempopasaba, y ya nada tena importancia salvo el hambre insaciable que crea y creca... hastaconvertirse en lo nico que senta. Agona. Hambre. No exista nada ms.

    Descubri, algn tiempo ms tarde, que poda inducir el sueo en su cuerpo.Pero haber recuperado su don ya no significaba nada. No recordaba nada. Esta era suvida. Dormir. Despertar tan slo cuando alguna curiosa criatura extraviada pasaba

    demasiado cerca. La insoportable agona consumindole con cada latido de su corazn.Intentaba conservar la mayor cantidad de energa posible para lograr atraer comidahacia l. Haba pocas fuentes de alimento... y estaban lejos. Incluso los insectosaprendieron a evitar aquel oscuro lugar y a la malvada criatura que habitaba en l.

    Durante algunos momentos de aquel interminable sufrimiento, pudo susurrar sunombre. Jacques. Tena un nombre. Era real. Exista. Viva en el infierno. Viva en laoscuridad. Las horas se convirtieron en meses, y ms tarde en aos. No poda recordarninguna otra forma de vida, de existencia. No haba esperanza, ni paz, ni escapatoria, nohaba final. Slo oscuridad, dolor, hambre eterna. El tiempo pasaba, no tena ningunaimportancia en su limitado mundo.

    Tena las muecas esposadas, de modo que tena pocas posibilidades demaniobra, pero cada vez que una criatura se acercaba lo suficiente para despertarle,araaba las paredes del atad, en un vano intento de escapar. Estaba recuperando su

    poder mental, as que eventualmente poda obligar a su presa a dirigirse hacia l, slo losuficiente para sobrevivir. No haba ningn modo de recuperar su poder y su fuerza sinremplazar el inmenso volumen de sangre que haba perdido. No haba ninguna criaturasubterrnea lo bastante grande como para que eso fuese posible. Cada vez que sedespertaba o realizaba algn movimiento, volva a brotar sangre de las heridas. Sin lacantidad necesaria de sangre para remplazar su prdida, su cuerpo no podra curarse a smismo. Era un crculo vicioso, aterrador, un horrible crculo que durara toda la

    eternidad.

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    Entonces comenzaron los sueos, despertndole cuando estaba hambriento y sinmanera de aliviar el vaco de su estmago. Una mujer. Pudo reconocerla, saba queestaba ah fuera, viva, sin esposas. No estaba bajo tierra, como l, sino sobre lasuperficie, con total libertad de movimiento. Estaba casi fuera del alcance de su mente,

    pero aun as poda casi tocarla. Por qu no vena a buscarle? No poda ver su rostro, ni

    su pasado, nicamente saba que estaba ah fuera. Intent llamarla. Rog. Suplic.Herva de clera. Dnde estaba ella? Por qu no se acercaba a l? Por qu permitaque continuase su agona cuando incluso su mera presencia en su mente poda acabarcon aquel terrible sentimiento de desolacin? Qu haba hecho l tan horrible como

    para merecer esto?

    La furia inund su mundo. Odio, incluso. Un monstruo comenz a formarse ensu interior. Creca ms y ms. Mortal. Peligroso. Creca y se alimentaba del dolor, conuna fuerza imparable. Cincuenta aos, un centenar... Qu importaba? Viajara hasta lasmismsimas puertas del infierno para vengarse. Ahora viva all, estaba atrapado en lcada momento que pasaba despierto.

    Ella vendra a l, se jur a s mismo. Se obligara a encontrarla. Y una vez que lolograra, se transformara en una sombra en su mente hasta que se acostumbrara a su

    presencia, y en ese momento se doblegara ante l. Ella vendra a l. Podra consumar suvenganza.

    El hambre le corroa las entraas cada vez que despertaba, de manera quehambre y dolor se fundan en una nica entidad. Concentrarse en la manera de llegarhasta la mujer, sin embargo, disminua en parte su agona. Su concentracin era tanabsoluta que bloqueaba el dolor por un tiempo. Al principio slo durante algunossegundos. Luego unos minutos. Con cada despertar, volva el deseo de encontrarla. No

    tena otra cosa que hacer. Meses. Aos. No importaba. No podra huir de leternamente.

    La primera vez que roz su mente, despus de un millar de desafortunadosintentos, la sensacin le pill completamente desprevenido, e inmediatamente perdi elcontacto. La euforia provoc que su sangre manara alrededor de la estaca,

    profundamente enterrada en su cuerpo, agotando las pocas fuerzas que le quedaban.Durmi durante mucho tiempo, intentando recuperarse. Una semana quiz. Un mes. Nohaba necesidad de medir el tiempo. Ahora sabra cmo llegar hasta ella, a pesar de quese encontraba muy lejos. La distancia era tan grande, que requerira toda suconcentracin alcanzarla a travs del tiempo y el espacio.

    Jacques hizo un nuevo intento cuando se despert. Esta vez, no estaba preparadopara las imgenes que encontr en la mente de ella. Sangre. Un pequeo trax humanodesgarrado y abierto. Un corazn latiendo. Tena las manos inmersas dentro de lacavidad del pecho, cubiertas de sangre. Haba ms gente en la habitacin, y ellacontrolaba los movimientos de los dems con su mente. No pareca darse cuenta de loque estaba haciendo. Estaba completamente concentrada en aquella horrible tarea. Lafacilidad con la que diriga al resto del personal sugera que lo haca a menudo. Lasntidas imgenes que aparecan en su mente eran espantosas, y supo que ella era una delas que le haban traicionado, uno de sus torturadores. Estuvo a punto de perder elcontacto, pero logr imponer su voluntad. Ella sufrira por esto. Sufrira mucho. El

    cuerpo que estaba manipulando era tan pequeo... deba ser un nio.