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    Tercera sección: Las obras

    (traducción libre no autorizada por el autor, para usointerno, no está autorizada su reproducción)

    Capítulo 9: La libertad en la raíz de la obra

    1. Las obras nacen sólo cuando alguien tiene el coraje de decir «yo»  [Intervención en la Asamblea Nacional de la Compagnia delle Opere, Milán, 14 de marzo de 1992]

    Les estoy muy reconocido y agradecido porque me permiten compartir con ustedes – aunque sea por un momento—el fruto de una gran presencia, en la que lo que más meapremia en la vida, es decir, testimoniar a Cristo y afirmar el valor humano e histórico dela Iglesia, se ejemplifica con una riqueza de participación y de realizaciones que resultaincluso difícil de imaginar.Quisiera decirles, en particular, que estoy contento porque reconozco y agradezco sucompromiso.

    Recuerdo ahora una frase de Kierkegaard que dice que los valores son abstractos hastaque alguien tiene el coraje de decir «yo»1. Del mismo modo, nosotros podemos afirmarque las obras sólo nacen cuando alguien tiene el coraje de decir «yo».Ustedes han tenido ese coraje de decir «yo» y así, de algún modo y en circunstancias muydiversas, han decidido arriesgarse.También me viene a la cabeza la frase de otro filósofo, Nietzsche, el cual, atacando a loscristianos, decía que incluso sus virtudes son muy modestas, porque, como todos, loúnico que buscan es su propia comodidad.Sin embargo, ninguno de ustedes ha seguido la regla de la propia comodidad al crear unaobra: cualquiera que sea el tipo de obra que hayan creado, no se han ahogado en la búsqueda de su comodidad.

    ¿A qué le han dado ustedes espacio, voz y forma de acción? La palabra que debemosrepetirnos siempre, la palabra que define la grandeza del hombre respecto al resto de larealidad –frente a todos los fenómenos que caracterizan la realidad que nos circunda–, esagrandeza que corresponde al hombre por pequeño e inerme que pueda parecer, es la palabra libertad. Lo que ustedes han hecho es dar espacio e iniciativa a su libertad.

    1 «Toda comunicación de la verdad se ha convertido en abstracción […] Nadie tiene el coraje de decir:“yo”» (Trad. de KIERKEGAARD, S.: Diario, Rizzoli Bur, Milán, 1983, p.249).

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    Esta es la palabra más sagrada que la Iglesia y la educación cristiana nos han enseñado aconsiderar y a venerar. Es la palabra que viene inmediatamente después de la palabraDios.El carácter inevitable del destino –que la palabra Dios implica y hace explícito– se pone,se impone, ante la libertad de esta realidad pequeña que es el hombre. Ese pequeño

    hombre es el nivel de la realidad en el que ésta se hace consciente de un destino sinlímite, infinito; así, la libertad es deseo de una satisfacción entera y completa, porque elhombre no encuentra su plenitud más que en relación con el infinito; por eso, hablar delibertad es hablar de la religiosidad tal y como el cristianismo la percibe, tal como Cristonos ha enseñado a percibirla.La libertad es una exigencia, un deseo y tensión de infinito. Pero el infinito, este destinoinfinito que tenemos, se realiza a través de las necesidades cotidianas en las que el propiodeseo se articula y se concreta. Así, las necesidades cotidianas nos piden dar pasos haciael infinito.La necesidad particular es el modo a través del cual el destino nos toca, el modo como elinfinito nos hace reaccionar al deseo de esa cosa particular; esa reacción –si la realiza un

    yo comprometido y no demasiado «modesto», no demasiado dirigido a la comodidad–adquiere naturalmente una forma relativamente sistemática para afrontar el deseo.Este es el origen de la obra: el intento de responder de modo sistemático a una necesidadque urge la propia vida en esta hora y en esta jornada.Pero así como no es posible nacer solo y no se puede vivir solo, tampoco se puederesponder a la necesidad –sin importar de lo que se trate, aunque parezca la cosa másindividual– sin una compañía, sin la ayuda de una compañía. Sin compañía, no es posible afrontar ninguna necesidad con aquel sentido sistemático que el carácter orgánicode la vida nos exige. No importa de qué modo se conciba la ayuda en este ámbito, la necesidad de unacompañía es fundamental para responder a cualquier necesidad.La acción por la que las obras son creadas y que por naturaleza se halla tendida aresponder a la necesidad de la persona, está también naturalmente dirigida a la eficienciay, simultáneamente, a luchar contra todo lo que parezca bloquearla u obstaculizarla.Resulta maravilloso el que ese trabajo que debe responder a la necesidad de un individuo,reconozca al mismo tiempo y tan intensamente la sociabilidad última de la propia presencia en el mundo y, por lo tanto, que exprese tan intensamente la necesidad de lacompañía.Por ello estamos cada vez más profundamente ligados a la figura del Dios, que se hizouno de nosotros y que se hizo presente por todos los tiempos justamente dentro de unacompañía («Estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo»)2.Los factores humanos del trabajo (tensión al destino, compromiso con la necesidad ycompañía necesaria) resultan exaltados por nuestra admiración, por nuestro recuerdo, porla memoria, por el reconocimiento de que vivimos –o al menos intentamos vivir– paraCristo.Por ello me encuentro profundamente interesado en la acción que ustedes realizan y en sucompromiso; yo no estoy comprometido en ninguna obra –a no ser en la de buscar dar lavida reclamando la gran Presencia que está entre nosotros–, y sin embargo ustedessienten que yo no me encuentro ajeno a su fatiga humana; represento algo vivo, algo que

    2 Mt, 28, 20. 

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    no es ajeno a su pasión humana, a su compromiso y a su trabajo. Porque el trabajo, comolo entendemos nosotros, es la síntesis última de la relación que el yo tiene con la realidadque lo solicita, empujándolo hacia el misterio, hacia el destino, es decir, hacia Cristo, yrepresenta también la síntesis entre dicha solicitud de la realidad y todos los quereconocen al Señor: el destino hecho presencia.

    Pues bien, la síntesis entre lo humano y lo divino se define normalmente como oración.En consecuencia, afirmamos que el trabajo es la oración real, y que no existe oración queno sea trabajo, que no exprese un trabajo. Pues no existe un verdadero trabajo,completamente consciente, si –más allá de las leyes de su dinamismo y de sus objetivosinmediatos– no desencadena y no permite presentir algo más, ese algo más del que Cristodijo: «Soy yo»3. Por ello, realmente el trabajo es oración, como la oración en estrictosentido es una forma última de expresión del trabajo.Yo les deseo –sin importar la postura emocional de la que provengan, cualquiera que seala problemática en la que se encuentren, tengan la fe que tengan, sea cual sea la aridez por la que estén atravesando– la gracia de Dios, del Misterio que hizo al mundo, que hahecho sus vidas y los espera al término de las mismas para que se cumpla en ustedes la

     promesa que le da consistencia a su corazón de hombres. Les deseo que la gracia de Dioslos haga amar a Cristo, amarlo en esa carne que Él ha elegido para no abandonarnos.La carne que Él eligió para no abandonarnos es la compañía humana que lo reconoce yque se reviste totalmente de Él, sin términos medios, en la realidad que debe vivircotidianamente; es la compañía humana que se reviste del Misterio para que su designiose desvele a través de la realidad cotidiana, para que el Misterio se desvele a través de lassolicitudes cotidianas de la realidad.Así es como nosotros, siguiendo esta búsqueda de amor a Cristo, nos volvemos con eltiempo verdaderamente grandes, maduros y sabios; es precisamente lo contrario delcinismo árido, de la presunción acusadora y del despotismo sin discusión posible, quedomina el ambiente en el que vivimos y que, amargamente, debemos soportar de parte detodos los medios de comunicación.Es por este motivo que nos sentimos libres y humanos, aún dentro de una incivilidad yuna barbarie que hoy se expresan con tanto descaro.

    2. «Si el hombre no construye, ¿cómo puede vivir?»[Intervención en la Asamblea Nacional de la Compagnia delle Opere, Milán, 12 de febrero de 1994]

    Quiero pedirles que me excusen por esta «intromisión» a la que me han obligado losamigos aquí presentes, con lo cuales comparto –en mayor o menor medida– lasdificultades de la vida y los problemas que cada día la vida nos propone y nos opone.Cuando una persona lee sistemática y cuidadosamente la experiencia del hombre tal ycomo ésta emerge y nos es propuesta, por fuerza termina su observación con definiciones

    o intentos de definiciones que parecen abstractas, pero que en realidad –como dijomonseñor Tettamanzi4 – son auténticas provocaciones.

    3 Cf Jn 4, 26.4  Se refiere a la intervención de monseñor Dionigi Tettamanzi ante la Asamblea Nacional de la Compañíade las Obras, realizada en Milán el 12 de febrero de 1994, y publicado por Persona, famiglia, società,suplemento de «Corriere delle Opere», 3 (1994), 5ss.

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    Una provocación es útil si se traduce en un trabajo para quien la recibe. Por tanto, eltrabajo que surge a partir de la provocación de Su Excelencia les toca a ustedesdesarrollarlo, bajo la protección de la gran dirección que es la Compañía de las Obras.He escuchado la lectura de Elliot, el gran profeta de nuestra época, quien hace sesentaaños escribía literalmente lo que acontece ahora, acusaba literalmente lo que hoy se

    ofrece, y lo hacía como resultado de ese empeño que lo había llevado a la fe vivida conseriedad.«Si el hombre no construye, ¿cómo puede vivir?»5. Todos queremos construir, es más,todos construimos: individuos, compañías, partidos, Estado… Todos construyen o buscanconstruir. Sin embargo, hay algo en nuestra actual situación que hace que la pregunta deElliot adquiera sentido: hay un cierto acento, una cierta actitud, que prevalece en estaconstrucción por parte de quien detenta el poder, es decir, del Estado. El Estado, enefecto, es el lugar de quienes tienen el poder; aunque no tengan títulos, barras en elquepis o galones en las charreteras; pues es parte del Estado quien tiene más poder, es parte del Estado quien determina al Estado.Pues bien, aquellos que tienen el poder (lo repetimos: el Estado) asumen una actitud que

    nos resulta inquietante en el intento de construcción, en la voluntad de construcción, en laactividad de construir; una actitud que inquieta el corazón de quien quiere vivir, de quienentrevé cosas justas, de quien pre-siente realidades idealmente factibles y deseables, dequien pre-siente equilibrios que nos darían más paz y serenidad.En el orden que asume el Estado –quien tiene más poder– hay algo que turba estaesperanza y los intentos que esta esperanza suscita, que turba la acción del individuo y delos grupos, especialmente de los grupos más débiles. Es por ello que la reunión enasociaciones –como lo recomendaba Juan XXIII al señalar en su Mater et magistra6 queel derecho de asociación es uno de los derechos fundamentales del hombre– es el puntoen el que el enfrentamiento con el poder, con quien tiene más poder, se manifiesta másclamorosamente; en el intento de asociarse es donde la falta de decoro con la que estratado el hombre se manifiesta más evidentemente, pues la asociación es el lugar en elque el hombre intenta sostener su debilidad, esa debilidad que lanza a la persona a juntarse con otros para buscar el bien para sí y para sus hijos. Por ello, la libertad deasociación me parece el signo más grande de la libertad real de una nación.Es por esto que recordamos a Elliot decir: «Ellos [los poderosos] intentan siempreevadirse / De la oscuridad exterior e interior / Sueñan con sistemas tan perfectos quenadie tenga ya necesidad de ser bueno»7. Se trata de la definición de esa costumbresistemática por la que el poder intenta poner en acto esa planificación que aplasta ointenta siempre aplastar la libertad del hombre. Una libertad que no es la simple posibilidad o capacidad de elegir lo que te parezca y te plazca, pues la libertad, pornaturaleza, es ese poderoso ímpetu con el cual el hombre tiende al bien. Tanto es así, quela libertad sólo se realiza cuando su deseo de bien es satisfecho8.La planificación que el poder quiere realizar sofoca la libertad, de tal modo que a lasleyes que se promulgan, a los proyectos que se instituyen y a los modos de actuación ycomportamiento de la fuerza pública, de la realidad pública, normalmente parece que – 

     5 ELLIOT, T.S.: Coros de la Roca 6  Cf. JUAN XXIII: Mater et magistra, cit.7  ELLIOT, T.S.: op. cit.8  Cf. GIUSSANI, L.: Si può vivere così?, Rizzoli Bur, Milán, 1994, 65.

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    ustedes perdonarán la expresión– «les importa un bledo» la libertad del individuo y de lasasociaciones, les importa poco la libertad de los grupos en que los individuos seacompañan para tratar de comunicar y realizar juntos aquello que les parece necesario para ellos.Este es ciertamente un daño que califica y descalifica nuestro tiempo, aunque sea la

    tentación de cualquier tiempo. Es la tentación propia de una autoridad y de un poder en elque, quien lo representa, no siente el deber y la responsabilidad de rendir cuentas a nadie.Sólo cuando se tiene sentido de una responsabilidad frente a Dios puede vivirseverdadera y cuidadosamente el sentido de la responsabilidad frente a los propioshermanos, frente a los propios compañeros de viaje, frente a los otros hombres.Solamente la religiosidad puede definir el respeto con que los padres deben tratar a sushijos; esa misma religiosidad con la que los poderosos deben tratar a quienes de algúnmodo dependen de ellos para ser subvencionados, ordenados y ayudados a construir. No podemos olvidarnos de esta libertad que nos constituye. Debería ser normal –estáescrito– la correspondencia entre todo lo que acontece y nuestro corazón, ese corazón que percibe la necesidad del bien, que pre-siente y es iluminado por el ideal justo (ese ideal

    que tiende a poner todas las cosas juntas y ordenadas, encaminándolas hacia la unidad,dentro de una sana y favorable construcción). Pero esto no sucede. Fuera del encuentrocon una Presencia excepcional, es imposible huir a la trágica constatación de que «no haynada nuevo bajo el sol», como dice el Eclesiastés.Cambian los colores, cambia la forma de los rostros de quienes detentan el poder y, sinembargo, «no hay nada de nuevo bajo el sol». De ese modo, la feroz batalla por el cambiotermina por parecer la defensa de la voluntad de unos para sustituir a otros.Esto me llena de curiosidad y siempre lo ha hecho. Es el punto de arranque del quehemos partido siempre: fuera del encuentro con una Presencia excepcional es imposiblehuir a la trágica constatación de que «no hay nada nuevo bajo el sol»9.Hablamos de una presencia excepcional. De hecho, el método que nos permite descubrirtodo aquello que impacta injustamente en nuestra vida y restringe nuestra capacidad deconstrucción, tiene como origen el hurto de esa Presencia, el enfrentamiento –en elsentido físico del término– con esa Presencia imprevisible y grande, tan imprevisible ytan grande que la razón literalmente tiende a reconocerla como sobrehumana. No hay nada que sea tan justo como esta Presencia. ¿En qué consiste? Su Excelencia noslo ha recordado: es la presencia de Cristo. Para nosotros los creyentes, Dios se hizohombre en el seno de una Virgen. Para cualquier otro, basta que sea serio ante estetiempo en el que nos desarrollamos (la historia), Cristo es algo tan excepcional queaparece como sobrehumano.San Máximo el Confesor decía: «Cristo es todo en todos, Él reúne todo en torno a sí, deacuerdo con la potencia única, infinita y sapientísima de su bondad, a fin de que lascriaturas del único Dios no permanezcan extrañas y enemigas entre sí, sino que tengan unlugar común en el que manifiesten su amistad y su paz»10. Se trata de una definición de laconstrucción en la realidad como lugar común en el que se manifiesta la amistad y la pazque hay, originalmente, entre todas las cosas.¿Dónde encontramos hoy a Cristo? ¿Cómo nos encontramos con esta Presenciaexcepcional y sobrehumana? Mi gran amigo, monseñor Manfredini, subrayó en su

    9  Qo 1, 9.10  SAN MÁXIMO EL CONFESOR: Mistagogia, I.

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    discurso inicial como arzobispo de Bolonia, que Cristo está presente aquí y ahora. «Aquíy ahora». Lo repitió tres veces: «¡Aquí y ahora!, ¡aquí y ahora!, ¡aquí y ahora!».Pero ¿cómo es que está presente «aquí y ahora»? En la experiencia de una compañía degente que está junta porque está Él. Este es el origen de mi «intromisión» de hoy, puesformo parte de esta compañía de gente que se reconoce unida, que se reúne porque está

    Él; una compañía tensa hacia el Destino a través del uso de la realidad. Esto implica quela realidad se conciba dirigida hacia su orden último, de modo que la realidad adquiereeste orden en la misma medida en que es «maniobrada» por el deseo y el amor que setiene por este orden último. Nuestra compañía es una compañía tensa hacia el Destino a través del uso de la realidad,a través del trabajo –tanto el trabajo del ama de casa y de la madre con su niño como eltrabajo del gran manager  o de quien detenta el mayor poder–. Nuestra compañía es unacompañía tensa hacia el Destino a través del uso de la realidad, sin rehuir de ningunacircunstancia, sin eliminar ningún problema como irresoluble. Un caminar hacia elDestino a través del uso de toda la realidad que el hombre tiene ante sí: a través deltrabajo.

    ¿Cómo podemos modelar de este modo la realidad?, ¿a partir de qué? A partir de laamistad humana que se establece entre quienes se reúnen en el nombre de Cristo y que sellama Iglesia. Cristo está aquí y ahora, presente en esta compañía tensa hacia el Destino. Nosotros interpretamos de este modo las cosas, nos entendemos de este modo entrenosotros. La posibilidad de construir algo mejor nos aparece objetivamente como el frutode este trabajo nuestro. Es la construcción de algo mejor en las relaciones que guardamosentre nosotros, siempre limitados, pero siempre deseosos de ser como el Padre, perfectoscomo el Padre y, por tanto, misericordiosos como el Padre y mendicantes como el Padre.¿Qué podría importarnos más que la construcción de nosotros mismos? La construcciónde nuestra amistad, esa amistad que nos lleva hasta aquella amistad fundamental que es larelación con la que el hombre y la mujer afrontan responsablemente su vida familiar. Esaes la compañía más grande, la amistad que los sostiene a cada uno de ustedes en sutrabajo, en su tarea propia. Nos reunimos para decir Padre Nuestro  o para comer juntos el mismo pan: «Todosustedes que comen del mismo pan son una sola cosa»11. Son los bautizados, quienestienen una consciencia de humanidad renovada, imposible de encontrar fuera de un ciertoámbito formado por las personas que Dios ha elegido. En efecto, esta propuesta que Dioshace de sí mismo la hace para todos, pero a partir de algunos, a quienes elige para quetodos sean encontrados y renovados por la gran propuesta. Nosotros participamos, intentamos participar, de ese esfuerzo por el que todos loshombres y todos los pueblos buscan construir y, por lo tanto, buscan vivir. Pues, enefecto, «si no construyen, ¿cómo podrán vivir?»12.Participamos con esta fe, que nace de un acontecimiento que nos ha alcanzado, que primero nos sorprendió y que después nos hizo sufrir. Participamos del acontecimientodel pueblo de Dios, del acontecimiento de la Iglesia, que nos ha ayudado a fijar la miradaen Cristo, Dios hecho hombre. Por ello sentimos que Él tiene algo que ver con todomovimiento que realizamos, con toda vibración nuestra y con todas nuestras relaciones,como el grande amor de la vida.

    11 Cf. 1 Cor 10, 16-17.12 ELLIOT, T.S.:

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    Aquí la palabra «amor» no se aplica sólo para aquellos pocos dedicados a la vidamonástica, sino para todos los hombres de buena voluntad que han sido «impactados» porSu presencia, junto con aquellos que nosotros reconocemos como Su presencia, es decir,la Iglesia.Les deseo que la fe –en la que los acompaño– los haga cada vez más generosos, más

    fieles y más prestos para colaborar con todos los hombres en la construcción de esa casadel hombre en la que la humanidad pueda vivir más humanamente.

    3. Educación en la libertad[Intervención en la Asamblea Nacional de la Compagnia delle Opere, Milán, 25 de marzo de 1995]

    Ante todo quiero expresar, también en público, nuestro agradecimiento a Su Excelencia,monseñor Sepe13, por su inteligente, creativa y sugerente paternidad. Cada uno denosotros –y perdonen que me exprese en plural– sabe lo difícil que es vivir la autoridadcomo paternidad; difícil por el egocentrismo que el pecado original nos ha dejado comoherencia, difícil por nuestro temperamento, que nos empuja simultáneamente a laapertura y a la cerrazón en los comportamientos y, ante todo, en los juicios y lasactitudes. Por esto sabemos bien lo difícil que es vivir la autoridad con dignidad, con precisión –porque es un servicio, el mayor servicio que pueda hacerse a la vida delhombre y a la vida de la sociedad– y paternidad, entendiendo que la paternidad es lafuente de relación más personal que se pueda concebir, el punto en el que todo hombrenuevo es creado y en el que, por tanto, es creada toda realidad humana.Muchas gracias Excelencia. Rezamos, invocamos todos a la Virgen para que perviva enusted este milagro y para que continúe usted asistiendo nuestros esfuerzos en estemomento tan propicio, propicio precisamente por ser desastroso (y me refiero al desastreen el sentido literal y no pesimista de la palabra; pues especialmente para el cristiano la previsión es siempre algo profundamente optimista).Es en el momento del desastre, a pesar del desastre, es en el momento mismo del desastreque se dan cita todas las energías; si una pizca de buena voluntad subsiste en nosotros,todas las energías se dan cita en nosotros y entre nosotros.Esta reunión es motivada por la provocación, la sugerencia, la premura de una situaciónsocial tan malvada como la actual, que tiene como efecto –aunque sea producto de unintento de hacer justicia– favorecer suicidios y muertes, y un uso malvado de las personas, al menos formalmente.

    El título que se le ha dado a mi saludo es «Educación en la libertad». Ya que,efectivamente, mi intervención es un saludo, un saludo por la amistad que tengo conGiorgio14 y con todos los que tan generosamente piensan, además de en sus intereses, enla vida de todos, en los gustos y necesidades de todos; y es por amistad por lo que me han

    llamado.Pues bien, el título que se le ha dado a mi saludo –ya lo ha recordado Su Excelenciamonseñor Sepe– es «Educación en la libertad». No niego que apenas lo he escuchado, he

    13 El autor se refiere a monseñor Crescenzio Sepe y a su intervención introductoria a la Asamblea Nacionalde la Compañía de las Obras, desarrollada en Milán el 25 de marzo de 1995 y publicada en Educazione allalibertà, suplemento del «Corriere delle Opere», 6 (1995), 6ss.14 Se refiere al profesor Giorgio Vittadini, presidente de la Compañía de las Obras.

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    advertido en él también una posible ironía: en efecto, es difícil hablar a los adultos deeducación  y libertad   sin una sonrisa irónica. Porque los adultos son los que ya estánformados, no los que están por ser «educados»: los jóvenes y los niños están por educar,¡pero no los adultos! Parece, por tanto, que, referida a los adultos, la palabra se usa un poco impropia y presuntuosamente.

    En segundo lugar consideremos la palabra «libertad». Libertad, libertad. ¡Es singular quehablemos de libertad en una época como la nuestra, en la que muchas veces la vida socialse distingue sólo formalmente de las dictaduras más nefastas! ¡Sólo formalmente! Este esun acento que se ha vigorizado especialmente en estos últimos años, en los que el intentode una especie de resurrección moral habría tenido en cambio que dar esperanza, paz ygusto al trabajo de todos.Sin embargo, no es con ironía, sino con ánimo cierto, abierto, leal y amoroso, por laamistad que humana y cristianamente nos une, por lo que hoy repito lo que ustedes yahan aprendido (quien lo haya aprendido) de la Escuela de Comunidad15.

    ¿Cómo puede la educación valer tanto para el adulto como para el niño?

    Observaba ayer un chico en una conversación que entre cero e infinito hay infinito, peroque entre dos billones cuatrocientos cincuenta y tres e infinito también hay infinito, porque dos billones cuatrocientos cincuenta y tres está, respecto al infinito, a la mismadistancia infinita que el cero. Esta es una manera significativa de abordar el tema de la pobreza y de la nulidad de lo real, que no sería nada si otra cosa no la hubiese creado y, por ello, no le hubiese dado vida e historia. En la vida y la historia discurre la gran palabra que para ustedes es la palabra más seria en su vida de hombres comprometidos:«trabajo».Sea como fuere, educar   significa –como decíamos hace cuarenta años, y no hemosencontrado una definición mejor que ésta– ayudar al ánimo del hombre a entrar en latotalidad de la realidad.

    Hay una comparación que puede facilitar lo que quiero decir: la racionalidad. La razónes, como nosotros la definimos, conciencia de la realidad según la totalidad de susfactores. Si no considera la totalidad, no es racionalidad: en la medida en que coincidecon un camino de búsqueda, es nobleza generosa; pero en la medida en que se apresura adefinir algo antes de arribar a la totalidad, es presunción, pretensión, dilatación impropiade lo que se conoce, reducción, estrangulamiento, premisa para obstruir la libertad.La racionalidad es la consciencia de la realidad según la totalidad de sus factores. Por esoel hombre se debe sentir y percibir, sincera y humildemente, en continua búsqueda.Cuanto más viva (Su Excelencia usaba esta bella y gran palabra al hablar del hombrecomo la conciencia «viva» de la realidad) y humilde sea esta búsqueda, más inteligenteserá también el resultado, porque el hombre implicará en su compromiso –en su obra–todo lo que encuentre como positivo y acorde. Si uno se cree que ha encontrado ya, queno tiene nada que descubrir, corre el riesgo de perder a lo largo de su camino losencuentros que pueden ser precisamente los más significativos: uno que «ya sabe» que sureligión es suficiente y verdadera, jamás encontrará a Jesucristo, aunque se le presentase

    15 “Escuela de comunidad” es la catequesis –lectura y explicación de un texto sujeto a estudio personal y aencuentros comunitarios– propia del movimiento de Comunión y Liberación.

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    en casa, llamando a la puerta, sentándose a la mesa y hablando con él –como con Juan yAndrés16 – dos o tres horas. ¡Uno así no comprenderá jamás!Educar es ayudar al hombre a comprender la fecunda multiplicación de los factores de larealidad hacia una totalidad, que permanece siempre como el verdadero horizonte de suacción. No es necesario ser Leopardi y escribir el himno  Alla sua donna17 , para

    comprender que la mujer que el hombre ama es el comienzo de un camino hacia unhorizonte que está más allá de ella, que es más grande, que es signo de un ideal másgrande, un ideal de bondad, de belleza y de asociación. Este horizonte mayor debe presidir todas las actividades del hombre, de otro modo quedarían coartadas; coartadas ensu capacidad para administrar la realidad y, por tanto, coartadas en la utilidad que ofrecena todos en la sociedad (ejemplo de esta reducción son los casos de esos grandesempresarios de los que los periódicos han hablado en estos años, aunque el pequeñoempresario no debe reír y acusar por ello al gran empresario, porque él mismo en su pequeña empresa obra del mismo modo, con los mismos criterios). Por tanto, hablamosde totalidad.Estamos hablando de palabras que pueden parecer abstractas, que parecen discursos

    abstractos. No obstante, quien no ha percibido el peso amoroso con el que esas palabrasle llegan y la concreción en la que se pueden y se deben traducir, está bien lejos de esarealidad en la que cree ser maestro y por la que dice a sus hijos: «¡mírenme, miren mismanos, miren cómo trabajo!». Y los hijos miran cómo trabaja y quizás por haberencontrado cierta compañía que les ha despertado en una educación adecuada, dicen, o sino son capaces de decirlo, piensan: «¡claro, papá! No puedes hacerlo de otro modo, porque te han educado así, te has ido educando así, ¡pero las cosas exigirían otro planteamiento, exigirían otra cosa exigirían algo más!».Educar significa mantener viva esta búsqueda de «otra cosa». Insisto, porque el horizonte por el que el hombre se mueve, haga lo que haga, es el infinito: el hombre, actuando, seabre a un horizonte que está más allá de lo que su fantasía señala como meta, y todocobra hondura por la relación constitutiva del corazón del hombre, que es la relación conel infinito, el misterioso infinito o el infinito misterioso de Dostoyevski18.Me permito detenerme sobre esto, aunque más que detenerme quiero recordarles que unaacción, cualquier acción –san Pablo dice: «el comer y el beber [es el ejemplo más banalque podría utilizar]»19, «el velar [¡qué complejidad!] y el dormir [¡qué sencillez, hastaalcanzar casi la nada!]»20, «el vivir y el morir»21 – es para gloria de Cristo.El hombre es relación con el Misterio eterno de la Trinidad, que nosotros conocemoscomo humanidad de Cristo: es la humanidad de Cristo la relación que nos permite tenerla mirada y el corazón, pero sobre todo la mente, ante todo la mente, abierta al verdaderodestino por el que nuestra madre nos ha dado a luz, por el que nuestro padre y nuestramadre nos han concebido. Relación con el infinito. Por esto decía Dante: «Cada quienconfusamente un bien aprende / en que se aquiete el ánimo, y desea / pues cada quien

    16 Cf. Jn 1, 35-51.17 Cf. LEOPARDI, G.: «Alla sua donna», en Cara beltá…, cit., 53-55.18 Cf. DOSTOYEVSKI, F.: Los demonios, en Obras completas, vol. II, Aguilar, Madrid, 1986, 708s.19 Rm 14, 6; 1 Cor 10, 31.20 1 Tes 5, 10.21 Rm 14, 8.

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     para alcanzarlo lucha»22. Por esto, todos los hombres, juntos o el uno contra el otro, buscan llegar al bien, alcanzarlo.Pero aquí se introduce la segunda palabra. No se puede educar sino dirigiéndose a lalibertad, comprometiendo en la responsabilidad y la acción a la libertad que define alindividuo, al yo.

    Cuando uno dice «yo», la libertad está toda en este decir «yo». Pero la libertad coincidecon aquello en lo que se debe educar.Ahora se piensa –lamentable y tristemente– en la libertad como ausencia de vínculos.Pero es una tentación que han tenido los hombres de todos los tiempos. Los apóstolescuando oyeron a Jesús decir que el matrimonio era indisoluble, como siempre por bocade Pedro, dijeron: «¡Si es así, no le trae cuenta al hombre casarse!»23. Ausencia devínculos: libertad querría decir entonces que la relación con la mujer está a mi merced (yviceversa). Sin embargo, cómo se alarman ustedes cuando sus hijos, todavía niños o casiniños, pretenden recorrer el camino por su cuenta, usar el tiempo a placer y elegir lo quequieren.San Agustín liberaba esta imagen, exaltaba esta imagen, daba dignidad a esta imagen,

    diciendo que el hombre sigue siempre la delectatio victrix24

    , el atractivo vencedor, elatractivo más fuerte. Seguir este atractivo más fuerte normalmente significa, para decirlo banalmente, seguir el instinto: pues, en efecto, el instinto es más fuerte, la reacción esmás fuerte, ya que siempre se halla favorecida por la elección que la inteligencia hace enfunción de la propia comodidad, de la propia opinión o de un interés predeterminado.Así, la libertad sería seguir lo que más me apetece, hacer lo que me parece (pues «me parece» implica un juicio) y me apetece. ¡Pero no! La libertad no es esto, tanto que psicológicamente, en nuestra experiencia, nos sentimos libres, libres de verdad, nocuando hacemos lo que nos apetece, sino, más agudamente, cuando estamos satisfechos,cuando algo nos satisface (es decir, satis facit ): cuando nos realiza.Así que la pregunta es ¿qué puede darle cumplimiento al hombre? ¿Quid animo satis?25,decía san Francisco de Asís. ¿Qué es lo que puede bastar al alma?: ¡La relación con elinfinito!La libertad es ese nivel de la naturaleza en el que ésta se hace capaz de relacionarse conel infinito, dice «tú» a esta inefable, incomprensible e inimaginable presencia sin la cualnada se puede concebir, porque nada se hace por sí mismo.Decía a los chicos en clase, cuando tenía la suerte de enseñar religión en un instituto:«Díganme si hay una evidencia más imponente que ésta: en este instante, lo más evidente para mí, según mi madurez, la cosa más evidente, más incluso que el que yo sea o exista,es que yo no me hago a mí mismo. El aspecto más vivo de la percepción de mi existir esque yo no me hago a mí mismo: no me doy ni un pelo de la cabeza, como decía Jesús;“ustedes no pueden añadir ni un cabello a su cabeza”26» (bueno, ¡claro!, con todas lasempresas «de construcción» de hoy podrían añadirse algún cabello).

    22 DANTE: Purgatorio, XVII, vv. 127-129.23 Mt 19, 10.24 Cf. SAN AGUSTÍN: De peccatorum meritis et remissione et de baptismo parvulorum, PL 44, 167-171,en particular 170.25 SAN FRANCISCO DE ASÍS: Florecillas, cap VIII.26 Mt 10, 30.

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    La libertad no es eso que justifica la acción del hombre dentro de los términos en los queél pretende medir la realidad. Para el hombre «medida de todas las cosas», lo que no sabemedir, no existe. Pues «no me interesa» quiere decir, en efecto, que para mí «no existe».La libertad no es una medida que reduce lo real y lo encierra entre cuatro muros: pequeños como los de una habitación, o grandes como los del universo, da lo mismo,

     porque el universo visto así sigue siendo una habitación, alargada indefinidamente si sequiere, pero una habitación. E igual que uno se sofoca estando en una habitaciónestrecha, siempre enfermo en la cama días y días, así también es sofocante mirar al cielo,a la tierra y al mar como limitados: el espacio, por muy dilatable que sea, al menos en laimaginación, sin embargo es finito, es finito; y toda nuestra actividad frente a lo realacaba.La muerte es un símbolo, sólo un símbolo de todo esto: su verdadero valor es el de ser unsímbolo, porque la muerte es un momento de la vida, entra en la definición de la vida,como decía Huitzinga27.La libertad no es la actividad que el hombre desarrolla tomándose a sí mismo comomedida de las cosas, como espacio en el que es el dueño, sino que es una ventana abierta

    de par en par a una realidad que no acaba nunca de ser investigada, en la que la mirada penetra cada vez más, aunque duráramos mil años. Tras mil años estaríamos todavía másinvadidos por el sentido del pánico que nace pensando en nuestra limitación frente a lainmensidad del origen de las cosas, al carácter inconmensurable del misterio, de las cosascomo misterio, del universo como misterio.Si la libertad es concebida como mirada cada vez más penetrante en la realidad, cuandoésta se detiene, cuando se limita el conocimiento de las cosas y por tanto el planteamientode la propia obra a ciertos cánones, dictados por su reducido mundo, es decir, cuandoobra sin el sentido del más allá que está detrás de todo lo que el hombre sacude, entoncesla libertad se convierte en objeto de reclamo, de reproche y de crítica .Hace tiempo citaba la Carta a Diogneto28, del siglo II cristiano, en la que se dice: «loscristianos se tratan con un respeto inconcebible para los demás». Me han hecho la justaobservación de que la palabra respeto  tiene la misma raíz que aspicio  (mirar) y que el«re-» está presente para indicar que se continúa teniendo la mirada vuelta «a», tal y comohace el que, caminando, ve el camino y sin embargo tiene la mirada fija en el objeto dellegada. En este sentido, respeto  quiere decir «mirar a una persona teniendo presente aotra». Es como mirar a un niño cuando está presente la madre: la profesora no lo tratacomo lo hace normalmente; si tiene un poco de pudor, estará más atenta (ahora tambiénesto está echado a perder).Sin el respeto de lo que manejo, de lo que manipulo para que me sirva, de lo que aferro para que me sirva, no existe relación adecuada con nada. Pero el respeto no puede nacerde que lo que tengo delante me sirva, pues de esta forma sólo lo domino. No, el respeto penetra lo que yo uso de tal modo que mi pequeña empresa se pone en función de algoinmenso. Si pienso en esto, el trabajo se convierte en algo noble, más ligero de ánimo, en

    27 «En aquellos tiempos, reunidos ya turbios y privados de la vida, se veían por todas parte los síntomas deun nuevo mundo, los indicios de una perfección futura, pero se olvidaba en la búsqueda del origen de lanueva vida, que en la historia como en la naturaleza, la muerte y el nacimiento caminan siempre al mismo

     paso» (Trad. de HUITZINGA, J.: Autunno del Medioevo, Rizzoli Bur, Milán, 1995, XXXIII).28 Cf. Carta a Diogneto, PG 2, 1167-1186.

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    medio de todas las tribulaciones con las que me levanto (y la oración de la mañana es elrenovarse de esta consciencia).Desde este punto de vista, la libertad debe hacer que estemos atentos a todo reclamo, atoda corrección, pues «corregir» –como siempre he subrayado a los jóvenes y espero quemuchos de ustedes lo recuerden– quiere decir en el sentido etimológico «regirse juntos».

    Si yo te corrijo o te llamo a corregirte en lo que haces, te ayudo; en ese instante, a travésde ese particular, rijo contigo tu obra. Por tanto, atención a la corrección: la libertad es pobreza (si no se tiene presente la libertad en su dimensión de relación con el infinito, sele reduce a algo banal). ¿Acaso hay algo en lo que uno pueda no ser corregido? ¿Quiénno necesita ser corregido? Cuanto más ama uno la perfección dentro de la concreción delas cosas, cuanto más ama a las personas por las que hace las cosas, cuanto más ama a lasociedad por la que construye su empresa, del tipo que sea, más desea ser perfeccionado por la corrección. Nuestro poseer las cosas cobra así una pobreza, que en cada trabajo, encada empresa, convierte al hombre en actor, artífice y protagonista.Pero libertad quiere decir además de consciencia del propio límite, ímpetu creador. Si esrelación con el infinito, toma del infinito esta inagotable voluntad de crear. Sólo no lo ve

    así quien es tan viejo que ya está muerto, ¡y esto puede pasar a los veinte años! ¡Cuántosse ven a los veinte años ya sin deseos, sin fantasía, sin riesgo en la vida!Todo es objeto de corrección y todo debe poder ser creado.Este instinto creador es lo que califica a la libertad del modo más positivo y fascinante. Yuna sociedad se construye en la medida en que la creatividad de la que la libertad delhombre es capaz se impone; en la medida en que se impone también al predominio delEstado (tal y como se subrayaba en la sintética y bellísima introducción de monseñorSepe).«Más sociedad, menos Estado» es nuestro eslogan desde hace años. No creo que se puedacambiar sin traicionar el principio de solidaridad y, aún antes, el principio desubsidariedad del que habla la doctrina social católica. Más sociedad: más individuos,más creación desde abajo.Mientras que el Estado debe proteger eso, igual que un padre de familia protege laactividad de los hijos que crecen. Por otra parte es verdad que si los hijos no crean, nocrecen: son pasivos, se desinteresan de todo y dan pena, ¡dan pena! En efecto, elestatismo es siempre una situación penosa, en el sentido de que da pena: sin creatividad,sin arte, sin poesía y sin canto (adecuados, me refiero). En nuestra época no pueden nacerya Dantes Alighieri (es todavía más difícil que ver nacer de nuevo al mismo Dante).Estas son pues las notas y explicaciones que deseaba hacer en torno a las palabras«educación» y «libertad», que nos hemos dicho siempre desde hace cuarenta años. ¡Ytras cuarenta años son cien mil veces más vivas y verdaderas, y están cien mil veces másconfirmadas y verificadas!Quien ha tenido el coraje, la sencillez, pero también el buen gusto de seguir, comprendeque ahora es distinto de los demás; no con soberbia, sino con compasión por los demás.Porque una madre a la que le crece mal un hijo, ante todo siente una gran compasión.Llora. Llorar por los extraños es ser madre de todos. Es en esto en lo que nuestracompañía educa nuestra libertad y nuestro corazón.

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    Querría ahora indicar algunos puntos que mis amigos me han señalado, en los cuales severifica la educación realizada del adulto y la libertad del hombre que es seriamentereclamado. Una educación y una libertad concebidas según su significado profundo.Educación como introducción a la totalidad de la realidad como razón (es decir,consciencia de la realidad según la totalidad de sus factores). ¡Totalidad! Dios se capta en

    el punto último de esta búsqueda de totalidad. Porque, como sea que se conozca unobjeto, en un momento determinado se llega al denominado «punto de fuga»29  y larealidad se convierte en signo. Que la realidad sea signo quiere decir que cuanto más laconoces, más te remite a otra cosa, se transforma en un punto de fuga.Libertad como adhesión al ser, amor al ser, sed de ser, y por ello apertura sin límite: nohay temperamento, carácter, que se pueda ofender o retirar ante esta feliz propuestaoriginal.Como verificación de cuanto he dicho, señalemos por tanto estos puntos.

    Ante todo, la estima sincera por el trabajo. Esta estima sincera por el trabajo tiene unaseñal inequívoca: el hecho de que mucha gente no tenga trabajo se hace insufrible (no en

    el sentido rabioso, sino etimológico del término: no se puede estar tranquilo). Quemuchos no tengan trabajo no puede ya dejarme tranquilo. No puedo estar contento de mitrabajo, porque va bien y me da resultados, y basta. La estima sincera por el trabajo, antetodo, hace intolerable el que otros no trabajen, porque la educación en la libertad esabstracta si un hombre no tiene un trabajo para aprenderla.Es en la realización de mi trabajo que puedo comprender que soy libre, que me dejan serlibre, que mi libertad es respetada y por la misma razón comprendo también cuando todose bloquea, se reduce, se restringe, se define inadecuadamente, se predefine. Es imposibleque se dé educación en la libertad sin la posibilidad de un trabajo.Explicaba a los chicos que el hombre sin trabajo sufre un atentado grave a la conscienciade sí mismo, según un principio de santo Tomás, que dice que el hombre se conoce a símismo en la acción. El hombre no se conoce a sí mismo cuando se pone a pensar en símismo (sería necesaria en tal caso una objetividad que pocos alcanzarían a través de unaeducación filosófica adecuada), sino que percibe su valor, sus facultades, aquello de loque es capaz, trabajando, in actu exercito30, como dice santo Tomás de Aquino.Un hombre se conoce a sí mismo sólo en la acción, durante la acción, mientras está enacción. Por ello, sin un trabajo en la vida, uno se conoce menos a sí mismo, equivoca elsentido del vivir, tiende a perder el sentido por el que vive. ¡Debemos hacer de todo paracolaborar con las fuerzas sociales y políticas que buscan encontrar un trabajo para todos! No como muchas voces de cierto sindicalismo, que hacen cualquier cosa por los quetrabajan y se burlan de los que no trabajan (no he dicho que todos los sindicatos actúensiempre así: he limitado un poco mi observación).

    Segundo. La libertad tiene su primera expresión en la posibilidad de educar. En la vidaconcreta, la primera libertad no es hacia mí mismo, por así decir, sino hacia quien amo:hacia mi hijo, mi hermano, pero incluso, cristianamente hablando, hacia el más

    29 GIUSSANI, L.: Si puó (veramente?!) vivere così?, cit., 86.30 Cf.: «In hoc aliquis percipit se animam habere et vivere et esse, quod percipit se sentire et intellegere etalia huiusmldi opera vitae exercere» (SANTO TOMÁS DE AQUINO: Quaestiones Disputatae De Veritate,q. X, art. 8, c). Ver también GIUSSANI, L.: El sentido religioso, cit.,

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    desconocido; como por ejemplo ese musulmán que antes de ayer por la noche, en Forlí,tras escuchar a uno de nosotros presentar el libro Si può vivere cosí?31, fue a hablar conél, y se adhería entusiasmado a lo que había escuchado, pero lo curioso es que ya erahermano nuestro antes de acercarse. Ante quien se ama, ¡qué deseable es la libertad deeducación, en la educación, el ayudarle a entrar en toda la realidad! Para mí es deseable

    casi más que para una madre; la madre lo desea para su hijo. ¡Será la exageración delamor!Pero no es exageración, es la lógica del amor.Por ello hablamos de libertad educativa: ¡No se puede jugar políticamente, es vergonzoso jugar políticamente, con fuerzas que niegan la libertad educativa! A menos que se trabaje para cambiarlas, pero es necesario ser realistas: no debe ser sólo un sueño, debe habermotivos sólidos para esperarlo, para confiar en tu influencia, de otro modo amigo mío, pierdes el tiempo.Por eso, la libertad de educación es la cuestión principal. Si un padre y una madreengendran a un hijo y no lo educan, habría que usar las palabras que Jesús dijo de Judas:«mejor sería si no hubiese nacido»32 (Jesús dijo eso de Judas, porque el destino de la vida

    del hombre es Él: el Verbo hecho carne, el Misterio hecho carne; y Judas lo traicionaba).La libertad de educación concierne a la familia no sólo cuando los niños son pequeños,sino cuando los manda a la guardería, cuando tiene que mandarlos al colegio, y todavíamás al bachillerato y a la universidad. ¡Parecen capaces de guiarse por sí solos, pero no esasí! Es necesario seguirles, asistirles no de la mano como cuando pequeños, sino más delejos (como se enciende la televisión desde lejos con el control remoto).

    Tercero. La justicia: que exista en la vida social una justicia seria y lealmente aplicada,ante todo respetando los derechos del individuo, de la persona, los derechos que hancaracterizado la historia de la jurisprudencia en la civilización. La civilización se dacuando la jurisprudencia respeta esos derechos, cuando comienza con el respeto a esosderechos. No se puede afirmar una justicia destruyendo el tejido de la vida de un pueblo,destruyendo el bienestar de un pueblo, la esperanza de un pueblo y desalentando loscorazones más vivos. No se puede hacer una persecución de los valores primarios de la persona en nombre de un sutil designio político. «Ya hemos vencido», decía un juez;¿cómo que «ya hemos vencido»?, ¿antes de juzgar? ¡Qué terrible es una sociedad dondela justicia ya no es justicia! Y para que haya más justicia es necesario, ante todo, que el juez sea humilde, consciente de su límite. Siempre repito: «Para ser verdadero en larelación con cualquier persona, con cualquier cosa, el punto de partida realista es que soy pecador. Entonces me acercaré con más respeto y diré con más serenidad: “sí”, “no”».

    Cuarto. Una vida política sostenida por una posición ideal. Un partido no puede ser el partido de un pueblo si no tiene un ideal que congregue a ese pueblo. Un pueblo se formamediante un acontecimiento particular acaecido en el tiempo, está unido por un ideal que persigue (más o menos conocido, más o menos intuido). De otro modo ya no es un pueblo, sino un rebaño. Es la mayor tentación de quien tiene el poder, hacer del pueblo

    31 Cf. GIUSSANI, L.: Si può vivere così ?, cit. 32 Mt 26, 24; Mc 14, 21.

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    un rebaño, ¡salvando todas las formas, pero convertirlo en un rebaño! Pasolini usaba la palabra “homologación”33.«Pueblo de Italia, viejo titán perezoso, / vil te dije a la cara, y tú me respondiste: bravo»34, decía en Giambi ed epòdi, el joven Giosue Carducci, sit venia verbis. Una política que no esté preocupada por una posición ideal, sino por “tener éxito” a través del

     poder adquirido, es una política malvada. Es necesario decírselo a nuestros hijos, peroante todo a uno mismo; es necesario gritarlo a los amigos, es necesario gritarlo en las plazas y por las calles y escribirlo en las paredes.Requerimos por tanto de una política preocupada por una posición ideal. Una política asíestablece una ola educativa y provoca un aire mayor de libertad, un aire más libre, y portanto un aire de creatividad y fantasía. ¿Por qué hoy no hay grandes creadores? ¿Por quées difícil, y cada vez más, que los haya? Porque falta el espacio para el hálito creador. Esnecesario que la política esté realmente hecha por gente que tenga verdadero interés porel hombre (¡y esto es un deber a la hora de elegir quien nos representa!). Es una premisa:después pueden hablar de economía, de los trenes, del ejército, de los servicios secretos, pero antes deben mostrar interés por el hombre, deben tener interés por el hombre. Interés

     por el hombre: esto hace que la política se vuelva un secuaz de Dios, porque Dios es elSeñor, el político por excelencia, el que tiene un poder –gracias a Dios– que en últimainstancia es irresistible.

    La religiosidad, que es el punto que inspira toda nuestra posición, no es pues una cosaabstracta: viene de muy lejos, de cuando hemos sido creados, hechos, desde antes delinstante en que nuestro padre y nuestra madre nos concibieron, dentro de esas entrañas.Dentro de esas entrañas había otra Presencia que, como dice el Salmo 138 (vayan a leerlosi tienen la Biblia), estaba presente aún antes de que las entrañas de mi madre me plasmasen35: viene por ello de lejos, pero entra hasta los últimos terminales de nuestrosintereses (intereses: inter-esse, es decir, que entra en nuestro ser, que tiene que ver connuestro ser, conmigo). Ciertamente, la premisa que me parece más importante es que unose estime a sí mismo, que tenga piedad de sí, que tenga admiración por sí mismo. Almenos el hecho de que yo viva, de que yo exista, me llena de admiración y estupor.Admiración hacia quien me hace, por la que tengo esa devoción a mi padre y a mi madre: por mi padre y por mi madre (nunca he hablado sin recordarles, jamás, en cuarenta años).La aportación de Su Excelencia monseñor Sepe y la mía fueron formuladas como premisas a lo que ahora les dirán otros, personas que construyen este mundo con susmanos, madera, hierro y otras cosas más sofisticadas (tan sofisticadas que ni siquiera lasconozco). Pero nosotros estamos seguros del más allá porque amamos el más acá, por unaexperiencia que hacemos en el más acá: porque amamos al mundo. Ayudémonos a dar lavida por el mundo como, por su parte, lo hizo Dios cuando se hizo hombre.

    33 Cf. PASOLINI, P.P.: Escritos corsarios,…34 CARDUCCI, G.: «Avanti! Avanti!», vv. 70-71, en Gambi ed epòdi, en Poesie, Garzanti, Milán, 1993,167.35 Sal 139 [138], 13ss.

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    Capítulo 10: Danos un corazón grande para amar

    1. Frente a la necesidad[Intervención en un congreso celebrado en el décimo aniversario del terremoto de Friuli,Tarcento, 25 de octubre de 1986]

    Cuando un hombre de buena voluntad se enfrenta al dolor y a la necesidad,inmediatamente se pone en acción y se muestra generoso.Pero los intentos de respuesta que busca dar a las necesidades, aunque sean laudables,corren el riesgo de contener un velo de autocomplacencia y una sombra final de tristeza.La contribución del hombre de buena voluntad puede resolver así la necesidad de aquelmomento, pero ¿qué pasa después? Porque nada impide que después surja un nuevo doloro necesidad.

    El hombre puede hacer algo en un momento de tragedia, pero si no se deja arrastrar por ladistracción de la urgencia, comprende que sus energías son impotentes ante –y digamosla palabra verdadera– el mal (porque también los terremotos son malos y es un mal lamuerte).Ciertamente el mal tiene una raíz que precede a cualquier manipulación y que se sitúa enesa descomposición original –el primer pecado–, de la que la Biblia36 dice que nacierontodos los malestares del hombre; sin embargo, para nosotros es fácil constatar que hayotra descomposición, evidenciada por el hecho de que podríamos atenuar en mucho eldolor del hombre, así como sus angustia y necesidades, con sólo ser más coherentes, esdecir, con sólo estar unidos unos a otros más cercanamente, y también siendo máscoherentes con lo que juzgamos justo y admitimos como ideal.

    Esa tristeza final debe ser superada de hecho por la consciencia de una pertenencia (comolo demuestra la obra magnífica, compleja y variada del voluntariado). Es en la pertenencia que la persona puede realizar la experiencia de una cohesión, de unacoherencia con las cosas, una coherencia por la que la vida adquiere significado. Se tratade un sentido que no puede ser reducido a la breve dimensión del tiempo y del espacioque nosotros podemos medir –que no puede ser reducido, a fin de cuentas, a nuestra

    36 Cf. Gen 3.

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    existencia–, sino que la supera infinitamente. Así, sólo en la experiencia de esta cohesióncomienza a brillar en el horizonte de nuestra consciencia la percepción de un significadodel tiempo, que, a pesar de todo, es positivo; la percepción de algo más grande y másfuerte que el mal y la angustia del presente.Por ello, esa cohesión, esa coherencia y consciencia de pertenencia que se llaman nación 

    es un factor precioso en la historia. Así como también es preciosa la memoria de latradición de la solidaridad popular vivida en el pasado, que confirma la urgencia de quedicha cohesión y coherencia no sean abandonadas.Tal sentimiento de pueblo es la fuente más viva y el recurso más grande para cualquierrenacimiento humano, personal y social. En efecto, la unidad del pueblo que hace historiay tiene la consciencia de pertenecer a dicha historia, confiere al individuo un sentido positivo –a pesar de las trágicas limitaciones que lo hacen impotente frente al mal, a pesarde la necesidad y la gravedad de las desgracias–. La unidad del pueblo le da al individuoun sentido no vano, pues la consciencia de pertenecer a él elimina la impresión de que susesfuerzos sean vanos.Pero hay una pregunta fundamental que debe hacerse a la acción del voluntariado y al

    gesto de solidaridad, que es: «¿por qué lo haces?, ¿en nombre de quién haces esto?».La solidaridad es una característica instintiva de la naturaleza del hombre (poco omucho); pero es una solidaridad que no hace historia y no construye obras, que puede seruna mera emoción o la respuesta instintiva a una emoción. Y una emoción no construye.Aquello que construye es la respuesta consciente a la pregunta: «¿por qué te adhieres aesta urgencia de solidaridad?». A la que se responde con una pertenencia ideológica oreligiosa; para nosotros se trata de la pertenencia al misterio del hecho cristiano en elmundo.La pertenencia es lo que le da estructura al ímpetu de la generosidad y permanencia a susefectos.Cuando el Friuli fue reconstruido después del terremoto que lo sacudió, dijimos: «losmuros han sido reconstruidos, ahora hay que reconstruir los hogares». El hogar es laimagen-símbolo de la cultura y de la historia de este pueblo. Pero, ¿qué hacer cuandotantas cosas han sido destruidas, arrastradas por la fuerza tempestuosa del terremoto queha actuado como su cómplice?

    Tal vez la palabra cultura es la más indicada para introducir este argumento. Una culturaliga cada particular a la totalidad; es «culta» una posición que busca ligar este momentocon el horizonte total de las cosas (así, por su propia naturaleza, toda cultura debe tendera ser católica, es decir, universal; de otro modo no es cultura).Es en este punto que se encuentra la contribución que debemos ofrecer nosotros conclaridad, pasión y humildad. El gesto de solidaridad, que tiene origen en una adhesiónconmovedora por un aspecto bueno de la naturaleza humana, se liga con algo más grandecuando se asume y se coloca dentro de un horizonte más vasto.Entonces la palabra que hay que añadir es caridad. En las iglesias se canta al Señor:«Danos un corazón, grande para amar»37. Tenemos el corazón del Dios hecho hombrecomo ejemplo del horizonte hacia el cual debe tender nuestra acción. Porque lo que lacaridad añade a la solidaridad es la consciencia de una imitación al Misterio del ser quees ley para el hombre, de modo que ella dispone de la personalidad del hombre y le

    37 Cf. «Hombres nuevos», en Canti, Coop. Ed. Nuovo Mondo, Milán, 1995, p. 230.

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     permite actuar con todas sus fuerzas y con toda la inteligencia y afecto de los que elhombre es capaz.Entonces la caridad se hace obra, permitiendo que la solidaridad se convierta en obra enla medida en que de origen a un sujeto nuevo. Mientras la solidaridad quede ligada a lareacción, no podrá dar origen a un sujeto: es claro que todo aquel que ante el dolor

    advierte instintivamente un sentido de piedad y compasión, es movido por la solidaridad, pero esto por sí mismo no basta para crear un sujeto. Sólo la consciencia del Destinoúltimo, la consciencia de la amplitud total de pertenencia que el hombre siente dentro desí, hace que una persona se convierta en sujeto.Sujeto significa creador, y el hombre se vuelve creador cuando imagina y crea obras, yaque la obra exige un sujeto.La caridad conduce de nuevo al hombre hasta la razón última de su actuar, y ella es laúnica que puede dar a las cosas esa permanencia, esa eternidad, sin la cual no hay positividad real y no hay verdadera construcción, es decir, no hay «obras».A partir de esta percepción de sí, el individuo que es solicitado en su capacidad decompasión por el encuentro con una necesidad, adquiere una educación que se estabiliza

    como un habitus  permanente: así como se comporta ante la necesidad, así tambiéncomienza a comportarse con su madre, con su padre, con su mujer o su marido y con sushijos, con todos. Cuando el compromiso con la necesidad no resta como una pura ocasiónde reacción compasiva, sino que se convierte en caridad –y por tanto pertenencia a unaunidad mayor, que imita en el tiempo al misterio de la misericordia infinita de Dios–,entonces el hombre se convierte para el hombre en compañero de camino, y se vuelve unciudadano nuevo.De este modo, el cristiano es un ciudadano y un compañero de camino que encuentra enla fe y la esperanza la fuente de ese sentido de pertenencia grande –la caridad– que llevaa todas partes, en todas las circunstancias y que alimenta todas las relaciones ycompromisos de su vida.

    Subrayemos ahora un aspecto particular, pero sumamente importante: la solidaridad esimpetuosa por naturaleza, pero es difícil que no sea unilateral, que no se fijeclausuradamente en la necesidad que la desató.En cambio, si la acción buena, si la oferta solidaria, se encuentra dictada por la pertenencia al misterio de Dios en que consiste la caridad, entonces la intervención tiendea tener presentes todos los elementos en juego.Tener una lealtad semejante con todos los datos completos no es algo simple o instintivo,se requiere de una paciencia que sólo el amor seguro da, un amor fundado en la positividad de todo, en la certeza de que nada se pierde. Sólo entonces la intervenciónque se tiene sobre la realidad posee esa paciencia que permite tener presentes la totalidadde los factores: «Según la paciencia que tengan poseerán sus vidas»38.En efecto, la caridad provoca que el ímpetu humano de la solidaridad se hagaverdaderamente imaginativo y creativo. Movido por la necesidad –por esa necesidad quela Providencia le permite enfrentar–, el hombre genera según la caridad obras nuevas, sevuelve un sujeto generativo en la misma medida en que su acción rebasa los límites deaquello que lo conmueve inmediatamente, para tener en cuenta la totalidad del contexto

    38 «In patientia vestra possidebitis animas vestras» (Vulgata, Lc 21, 19).

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    de un modo más adecuado, bueno y justo. Pero tengan en cuenta que la totalidad delcontexto no tiene límite, su horizonte es la misma totalidad del hombre.Así, en la medida en que un sujeto es más vivo y consciente, en esa medida se siente cadavez más solicitado por cualquier necesidad y responde según una preocupación total, esdecir, según una preocupación religiosa. Esta dimensión religiosa que sostiene al sujeto – 

    y la paciencia en que consiste la consideración de todos los factores en juego– deben serobjeto de la formación de los jóvenes.Por ello es tan significativo y conmovedor el ejemplo de continuidad  que ofrecieron losamigos de Friuli. La continuidad es el signo de que la actividad se ha emprendido conaquella dignidad que tiene toda obra: proviene de un sujeto verdaderamente humano, esdecir, consciente de la amplitud de su pertenencia y de su destino, incidiendo en lahistoria de manera estable.Solamente la caridad produce cosas que no acaban. No sólo no decaerá como virtud,como aseguró san Pablo, sino que sus realizaciones se caracterizan justamente porque nodecaen39. La caridad da a la solidaridad una razón por la cual todo en la vida, toda miradaque el hombre tiene sobre el cosmos, sobre la historia y la eternidad, se convierte en obra:

    todo es opus Dei, obra de Dios.Resulta conmovedor encontrarse hombro a hombro con todos esos voluntarios, con todosesos hombres generosos que pueden no tener ninguna consciencia cristiana. Pero en laconsciencia cristiana se hace clara la verdadera razón por la que también ellos se mueven.De modo que así se renueva la evidencia del hecho de que la fe cristiana es la verdaderaconsciencia de la humanidad.

    2. Construir una casa más habitable para el hombre[Intervención en la Asamblea Nacional de la Compagnia delle Opere, Milán, 6 de febrero de 1993]

    Quisiera poder testimoniarles toda la conmoción que siento al pensar en el trabajo querealizan y en todo eso que ustedes han creado. Una conmoción que recoge y expresa lagratitud de toda la gente a la que ustedes han ayudado.La amistad es una ayuda para caminar hacia el Destino. El Destino, Dios –el Misterio quehace todas las cosas–, es para los hombres un amigo. Cristo es la prueba inconfundible deesto. ¡Gracias, pues, por todo lo que hacen!Les propongo ahora un texto –que me entregaron y será la próxima editorial40  de«Litterae Communionis»– para que les sirva como hipótesis y provocación a la reflexión.«Si Italia hablase, probablemente le robaría las siguientes palabras al poeta CarloBetocchi: “…Y mi vida es como un teatro cuando cambian las escenas: desorden, polvo,un griterío creciente…”. En efecto, estamos viviendo un confuso cambio de escena, en elque no es seguro que la próxima será una mejor escena que la pasada. Lo que sí es seguroes que todos aquellos que han ofrecido sus análisis y sus juicios sobre los hechos que nos

    acontecen lo han hecho sin dolor y sin indicar verdaderamente una tarea. En la palabrasde los diarios y de la televisión (incluyendo las conversaciones ociosas en los cafés y losautobuses) no hay dolor por las cosas que están pasando. Hay cinismo, el cinismo dequien mira los errores que se cometen a su alrededor y se jacta de su presunta inmunidad.Hay sobre todo superficialidad, la superficialidad a la que nos obligan el coro unísono de

    39 Cf. 1 Cor 13, 8.40  Dolore e compito, en «Litterae communionis», 3 (1993), 1.

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    los medios. No hay ese dolor propio del hombre que se percata de que vive en la mentira personal y, por tanto, también social.Encontrar culpables, especialmente entre los políticos, se ha convertido en el deportenacional. Se trata de un deporte que todos practican con una euforia irresponsable. Hace pocos días, pasó inobservada una pequeña noticia que informaba que los

    “administradores de condominios” roban en Italia cerca de doce mil billones al año.Evidentemente los apestados no son sólo esos pocos “culpables” a los que se quiere tirarde su pedestal».Este es el punto: «El cristiano sabe que ningún hombre está libre de culpa». Es cierto queesta observación no elimina el hecho de que se deban utilizar todos los medios necesariosy reconocidos, bien calculados, para obtener pureza en el ambiente. Pero, como sugiere eltexto, «El cristiano sabe que ningún hombre está libre de culpa y que sólo de algo queestá más allá de él puede provenir la posibilidad de un rescate (¡cuántos de ustedes podrían testimoniar esta misma experiencia!). Por ello, el cristiano no ama los procesossumarios, y huye del engaño que trae esa situación en la que son imperceptibles lasdiferencias “reales” entre la concepción de justicia propugnada por los “nuevos justos” y

    la predicada hasta ayer por quienes hoy son los “condenados”, de modo que al final todose reduce a un cambio de alineación». Surge pues la duda de si todo el cambio no ha sidomás que la sustitución de un equipo por otro.La editorial continúa: «Además de no expresar ningún dolor, la mayor parte de estos juicios sobre la llamada cuestión moral son incapaces de indicar una tarea concreta». Noexiste la imagen o el proyecto de una tarea real. «Es decir, falta una tarea que nos solicitede inmediato, ahora, una tarea que sea algo más que un eslogan o una predicación que se pierde en el infinito. Así, sin tarea subsecuente, el juicio es inútil o, peor, “interesado”, enel sentido de que es convenenciero y faccioso.»En este sentido –concluye– la intervención del cardenal Ruini ante el primer consejo permanente de la Comisión Episcopal Italiana de 1993 nos ha parecido totalmentediversa. Después de su análisis, indicó para sí y para la Iglesia italiana una tarea: “LaIglesia misma está llamada a convertirse, mucho más de lo que hoy pueda serlo, en unacasa habitable para los jóvenes”. Este nos parece el juicio moral que mejor ha aferrado lacuestión y ha tenido una visión de más largo alcance.»La compañía de ustedes tiene por objeto crear una casa más habitable para el hombre. Setrata de algo que nos compete a todos en mayor o menor medida, pero que nos compete,como cada uno de ustedes lo sabe.¿Por qué esta compañía tiende a crear una casa más habitable para el hombre? Porque su pasión es el hombre en su concreción específica y expresa. Podría decirse: el hombre ensu necesidad. Pues en efecto, es en la necesidad que el hombre puede reencontrarseverdaderamente a sí mismo. Y la necesidad es algo que se expresa hoy. Pensar enresolver una necesidad mañana o dentro de un año es altamente equívoco si los factoresque la constituyen no se atienden inmediatamente del modo más propicio para respondera la sed y al hambre que la constituyen, para responder a la necesidad que el hombre estáviviendo ahora mismo.Preguntémonos por qué Jesús suscitaba tanta curiosidad y estupor entre quienesencontraba. Porque cualquiera que viera a este hombre actuar y lo oyera hablar, percibíaen él una cosa: no la Trinidad, el Infierno o el Paraíso, sino su pasión por el hombre y,ante todo, una pasión por la necesidad del hombre. Se trataba de la piedad por el hombre:

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    «Jesús miró a la multitud y se apiadó de ellos, porque estaban como ovejas sin pastor» 41.Era por esto por lo que la gente lo seguía.

    Quisiera concluir leyéndoles un trozo del Evangelio de san Marcos: «Jesús volvió a lacasa y se aglomeró de nuevo una muchedumbre, de modo que ni siquiera podían comer.

    Se enteraron sus parientes y fueron a detenerlo, pues decían: “Está fuera de sí”»

    42

    .Cuando nos hacemos propósitos y proyectos, siempre buscamos ser realistas y tener encuenta todo lo necesario para poder llevarlos a cabo. Pero más allá de esto, nosotrosdebemos emular, o al menos tratar de emular, esa misma emoción que Cristo expresaba yque no puede ser reducida a esos cálculos con los que tratamos de ordenar las cosas, sinoque nace y se dirige directamente al hombre-compañero como amistad, gratuitamente. Sellama caridad. Consiste en ayudar gratuitamente al vecino, al hombre, para que resuelvasu problema y responda a su necesidad, sin importar de qué naturaleza sea: incluyendolas necesidades del pan como las del alma. Se trata de ayudar, o tratar de resolver, todasaquellas necesidades que hacen llorar y sufrir al hombre.Cuando se tiene presente está caridad, el mundo lo juzga hoy como una locura. Dicen:

    «Sí, eso es idealismo», lo que en su lenguaje equivale a decir que es una locura. Estásfuera de ti. ¡Mejor fíjate en las cosas que tienes que hacer y deja de ocuparte de estascosas que te exceden y pueden afectar el éxito de tus actividades!».Si están aquí es porque su compromiso laboral, su empeño organizativo y losconocimientos y compañía que han encontrado, les han dado motivos efectivos para irmás allá de lo que tenían que hacer, con una gratuidad que ni ha sido calculada ni puedeestar sujeta al cálculo. Sólo Dios está por encima de las posibilidades del cálculo. Porello, su trabajo es y debe seguir intentando ser imitación de Dios, o mejor, debe ser yseguir siendo imitación de Cristo. Pues si Dios no se hubiese hecho hombre, ninguno deustedes habría podido disponer su vida de acuerdo con esta generosidad. Aunque eltérmino «generosidad» puede resultar equívoco, porque la generosidad es algo que aun podría depender del ímpetu que impone el propio carácter, así que mejor digamos«caridad».La caridad es un factor que enjuicia y penetra cualquier factor, porque la caridad es másgrande que todo. La caridad genera un pueblo, un pueblo que no puede surgir más que dealgo gratuito. Ni siquiera los cálculos mejor hechos pueden crear ese fenómeno tan altode la expresividad humana que es la realidad de un pueblo. Sólo algo gratuito puedehacer que nazca un pueblo.Entre nosotros ha nacido un pueblo, nosotros formamos un pueblo a pesar de la escasezde los términos que se nos conceden. Entre nosotros ha nacido un pueblo a causa de esagratuidad que imita, o al menos intenta imitar, la sobreabundancia y la gracia con la queCristo ha venido y se ha quedado entre nosotros. De hecho, lo que más nos puedeconvenir en la vida es esa gratuidad que logra penetrar en los intersticios de nuestroscálculos.

    41 Mt 9, 36; Mc 6, 34.42 Mc 3, 20-21.

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    Capítulo 11: Una hipótesis positiva frente a la necesidad[Intervención en la Asamblea Nacional de la Compagnia delle Opere, Milán, 25 de mayo de 1996]

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    Hubo una época de mi vida en la que estaba turbado en mi conciencia –y, por ello, teníatambién una preocupación crítica– por el pensamiento de Gramsci (que ustedes habránconocido), según el cual resultaba evidente que ya no era necesario perseguir a la Iglesia(tal como el comunismo, o muchos comunistas, habían hecho hasta entonces) puesto queel valor intrínseco de la Iglesia –decía él– había muerto, el mensaje cristiano se había

    agotado; de hecho ya no incidía, ya no se mostraba como algo interesante para elhombre, para el joven de hoy; quedaba reducido, por tanto, al proseguir mecánico decierto cultualismo donde se refugiaba, donde podía refugiarse todavía, un poco de esesentimiento religioso natural que, de algún modo, cada hombre mantiene por naturaleza,debajo de las cenizas de este mundo.Sin embargo, al dar los primeros pasos y al tener las primeras reuniones con losestudiantes de preparatoria, me di cuenta de que esto no era verdad, empecé a darmecuenta de que Gramsci no decía la verdad.El mensaje cristiano seguía siendo incidente, ¡y hasta qué punto! El interés permanecía,¡cómo no! Entonces me pareció que el problema residía claramente en una cuestión demétodo. Esto significa –pensaba–, que el contenido cristiano, el mensaje cristiano como

    tal, sigue siendo tan válido hoy como en el pasado, está presente ahora como lo estuvohace 2000 años, con todas sus características genéticas e históricas; significa que el hechocristiano interesa todavía. Por tanto, se trata de redescubrir un método, una modalidad decomunicación.Los hombres de Iglesia o los creyentes pueden haber perdido esta modalidad al haber preferido el verbo mundano –el punto de vista dominante en la sociedad, la culturadominante en la escuela y la universidad–, es decir, un tipo de cultura que no puede sersimplemente adoptado como vehículo del verbo cristiano, porque el verbo cristiano esincidente precisamente por su diferencia constitutiva, original, intrínseca. Entonces meacordaba a menudo de una frase, aparentemente antiecuménica, de un libro de monseñorGarofalo, que leí cuando estudiaba todavía el bachillerato y comenzaba así: «Elcristianismo entró en el mundo enfrentándose con el mundo». Tal vez esta polémicaconstituía el primer ámbito donde la permanencia del interés por el cristianismo podíaresultar en cierto modo fácil. Porque también en mí, en todos nosotros, esto es así: elcristianismo se nos dice o llega a los oídos de nuestro corazón y de nuestra consciencia enoposición, en contraste, en lucha, polemizando con lo que normalmente pensamos, con loque normalmente sentimos o con el modo en que solemos comportarnos.Desde luego la alternativa –una vez percibida– no podía más que incitarme y empujarmea tomar partido por la segunda hipótesis.De esta forma, se me hizo cada vez más claro el valor de presencia que tiene el hechocristiano. Es más, esta es la característica con la que aprendimos enseguida a definirlo: setrata de un acontecimiento del pasado que está  presente. La característica de esteacontecimiento del pasado, de este mensaje que nos llega desde hace tantos siglos, es quese trata de un mensaje que llega a mi presente y que, si lo escucho, si lo tengo en cuenta,resulta sugestivo para mi presente cien veces más que cualquier competidor, y el mismo pasado se ilumina como esencia de este presente que me cambia.El cambio, la capacidad de transformar, la capacidad de hacernos distintos, estainagotable esperanza de mayor pureza («Todo el que espera en Él [en Jesús de Nazaret]se purifica como Él es puro»43)… todo esto se volvió cada vez más evidente en nuestra

    43 1 Jn 3, 3.

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    consciencia, ante nuestros ojos, ante nuestros ojos físicos, porque los compañeros y losamigos que, tras haber escuchado mis palabras, se comportaban mejor y reaccionabanmejor que yo mismo, eran como un consuelo inesperado, aunque todavía no identificado por la imaginación.De todos modos, aun permanecemos atentos a esta percepción hoy, es decir, nuestra

    mayor vigilancia consiste todavía en mantener limpia la mirada sobre esta alternativa.Sólo esta seriedad hacia la experiencia, por la cual el hecho antiguo, en la «memoria» – como se dice en palabras bíblicas y litúrgicas–, como memoria, se traslada continuamenteal presente, y el acontecimiento permanece como acontecimiento en el presente, con esafuerza de provocación y de recuperación que cambia el presente, lo que justamente puedemantener vivo el interés por el cristianismo.Cuando oí hablar de esta experiencia llamada Compañía de las Obras, cuando oí de loque estaban empezando, cuando la he visto o he tenido noticias de ella, cuando he percibido su permanencia y he empezado a leer a través de «Huellas»44 sus testimoniosen las cartas y relatos, he agradecido a Dios que ese ímpetu con el que penetré por la puerta del Liceo Berchet, continuara tan lleno de alegría y de esperanza. Continuaba en la

    imaginación de ustedes, creando obras contracorriente, «contra todo y contra todos», yafueran pequeñas o grandes, pues estas obras siempre eran un intento de dar cumplimientoa las exigencias de su ánimo, de su corazón, un intento de corresponder a aquello a lo quelos provocaban las circunstancias, por amor a la familia, a su mujer, a sus hijos; perotambién por ese sano instinto que tiene el hombre, por el que no puede concebir la vidacomo un estar con los brazos cruzados y basta.Espero, por lo tanto, representar el ánimo de todos, de todas las personas que haninspirado el encuentro de hoy.

    Yo estoy profundamente persuadido como cristiano –es más, permanezco cristiano sólo por esto– de que la fe, para nosotros, la fe cristiana no es concebible si se le separa (decualquier modo que esta separación se opere) del esfuerzo que hace el hombre para vivircon dignidad, es decir, para vivir con su trabajo. Y por eso la palabra «trabajo» es untérmino sobre el que hemos reflexionado sin descanso y gastado tantas palabras conseriedad. Una fe sin obras sería fea, como nos dice Santiago. Pero siempre he pensado:«¡Qué feas serían también las obras sin la fe!»45. Puede ocurrir que haya alguien entrenosotros que tenga obras y no tenga fe. Hermano, te digo yo, tú eres para mí maestro enlo que haces, pero yo soy para ti amigo en lo que te sugiero, no para juzgarte, sino comoinvitación afectuosa: mira que si tu obra se ve también iluminada por la fe es como si sevolviese más fresca, como huesos de un muerto que reviven, como si después de tantafatiga «sus huesos florecieran como hierba fresca»46, dice un pasaje de la Biblia. No se puede concebir una fe, entendida como nexo con el destino real, que no tenga quever con lo que el hombre. No se puede concebir una fe que no tenga que ver con toda laimaginación y todo el esfuerzo que realiza el hombre, con todo lo que arriesga en sutrabajo (porque es un riesgo no sólo educar en la escuela, sino también en el trabajo,mejor dicho, coincide con el trabajo) para dar de comer a sus hijos, para crear una

    44 Se refiere a la revista internacional «Huellas, Letterae communionis», publicación mensual oficial delmovimiento de Comunión y Liberación.45 Cf. Santiago 2, 14ss.46 Is 66, 14.

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    novedad entre la gente, par hacer que la gente esté mejor y, por consiguiente, para que lavida en la sociedad sea más sencilla y también más segura, o para que la convivencia enel mundo sea más buena.Lo que quiero resaltar en este momento, es que soy cristiano porque no puedo concebirmi fe separada de la trama de la vida, y que no encuentro nada que me corresponda tanto,

    que constituya una respuesta tan adecuada, tan capaz de movilizar toda mi energía frentea los avatares de la vida, como esta fe.La palabra «trabajo» expresa –como dije antes– todo lo que hay de fatigoso y arriesgadoen las distintas expresiones de la vida. También yo he experimentado (pero, ¡cuántos deustedes son maestros para mí en esto!) que la vida, que es un trabajo, tiene comocompañía suprema, como contexto adecuado, la fe que nos ha llegado a través de lahistoria: desde las páginas de la Biblia, desde la audaz, dramática, trágica y tristememoria hebrea, esta fe se ha convertido en una presencia evidente. Dice un fragmentode nuestra liturgia ambrosiana: «Manifestaré mi presencia en la alegría de su corazón»47,lo que corresponde con la última recomendación que hiciera Jesús: «Les he dicho todoesto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena»48. ¡Hablaba de alegría

     pocas horas antes de ser asesinado!Pero vayamos al fondo de la cuestión. El acontecimiento de Cristo, si ha sucedido, tieneque ver con el ahora. Tiene tanto que ver que coincide con un modo de cambiareficazmente el ahora, más eficazmente que cualquier recurso social que se puedaimaginar, porque la palabra «alegría» no es una meta que pueda ser asegurada por ningún proyecto social, por bueno que éste sea.Por tanto, mi deseo sobre ustedes sería perfectamente adecuado con sus expectativas siles dijera que el deber de quien tiene fe –de cualquiera de nosotros que tenga fe–, que sudeber supremo, consiste precisamente en mostrar, en atestiguar, la verdad delacontecimiento de Cristo, a través de la felicidad que esta persona mantiene incluso en las peores circunstancias de la vida. Ya que la leticia [la alegría pacífica que se mantiene enmedio de toda dificultad] es el síntoma excepcional y vertiginoso del cambio que se ha producido.Decía Raissa Maritain: «Nuestro mal es como un gran peso que la gracia torna sereno,leve». Pero yo se les digo seguro de que a muchos de nosotros esta afirmación nos trae ala memoria algo que nuestra vida ya testimonia ante sí misma y ante los demás.

    En este sentido, nuestra fe nos persuade, porque resulta profundamente racional,¡racional!

    En la Escuela de Comunidad49  hemos estudiado una y otra vez, y hemos escuchadosiempre repetir, que es racional aquello que corresponde  a la espera del corazón delhombre. La expectativa del corazón del hombre es la alegría de un cambio que nos«perfeccione», que nos «satisfaga», en el sentido latino profundo de estos términos50.

    47 «Populus Sion, ecce Dominus veniet ad salvandos gentes: et audiam faciet Dominus gloriam laudis suaein laetitia cordis vestri» (del cuarto domingo de adviento ambrosiano, Messale Ambrosiano. Dall’Avventoal Sabato Santo, Milán, 1942, p. 78.48 Jn 15, 11.49 Ver nota 15 de esta misma sección.50 «Satisfacer» procede del latín satisfacere, «cumplir, realizar»; «perfeccionar» deriva del latín perficere. 

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    Racional es lo que corresponde a las expectativas que el hombre tiene todos los días allevantarse por la mañana, más que todo lo que dicen los periódicos y opina la prensa, másde lo que la televisión intenta persuadirnos con su fuerza sugestiva.La fe, centrada en los intereses de nuestra existencia diaria, experimentada como algointeresante que determina nuestro comportamiento en las circunstancias cotidianas, se

    convierte pues en parte de nuestro ser, constituyendo ese nivel de nuestro ser que permiteque la racionalidad se incremente, la fe permite que la razonabilidad , el afecto a larealidad  que de ella nacen, la fidelidad y la lealtad con la realidad misma, todo esto sevea incrementado.Julián Carrón, nuestro querido amigo español que está estudiando para demostrar (cadavez más persuasivamente, con base en una crítica literaria de alto valor científico) lacontemporaneidad de los documentos evangélicos a la vida de Cristo51, dice –y lo repite amenudo– que «la realidad es testaruda». La realidad es testaruda. Tú la olvidas, la pones aun lado, la niegas y simulas no darte cuenta de ella, pero llega un momento en que vuelvea emerger con toda su pretensión: «¡Si quieres llegar allá, tienes que pasar por aquí otienes que pasar por acuyá! Y no se refiere al lugar adonde quieres llegar al final de la

    vida, ¡sino día a día! Porque el último gran día no será sino el reflejo de la ascesis de cadadía.Lo mismo que afirma Julián Carrón, lo dice Bulgakov en su famosa novela , El maestro y Margaritaa52. Quien haya visto la película53  recordará esa escena en la que los dos profesores universitarios discuten presuntuosamente en la Plaza Roja sobre las “locas”fantasías de cierta gente poco preparada, que afirma que Cristo es histórico y que losdocumentos de esta historicidad están al alcance de todo el mundo, porque son los SantosEvangelios. Y mientras discuten, llega un tercer profesor universitario, vestido comoellos, y les pregunta: «¿De qué están ustedes hablando?». «Hablamos de que es absurdoque un hombre de la época moderna defienda todavía la historicidad de Cristo y, sobretodo, la historicidad de los documentos que demuestran este acontecimiento». El tercerindividuo se alarma y dice con ímpetu: «No, no, ¡son ustedes los que se equivocan!». Yse desata una feroz discusión. Este tercer individuo era el diablo, el diablo disfrazado,como dice el Nuevo Testamento, porque los demonios creen en la existencia de Dios,tienen que creer en la existencia de Dios por fuerza y por ello tiemblan de miedo (etcontremiscunt). «Porque –decía el incómodo tercero– los hechos son obstinados». Lo queha sido un hecho, lo que se ha convertido en un hecho dentro de la historia en el tiempohumano, es obstinado: vuelve continuamente a proponerse, no hay modo de quitárselo deen medio, no hay forma de arrancarlo.En cambio, ¿que dicen los otros en contra? ¿Qué afirman los que no dicen lo que decíaJesús y que está documentado en el Santo Evangelio? ¿Qué nos dicen para que estemoscallados, para mantenernos en orden, para dar permanencia a un orden tolerable? Noscondenan antes de interrogarnos. O bien, se apoderan de toda la prensa, dejando alelado atodo el mundo, es decir, dejándolo rígido, porque el hombre constantemente perseguido

    51 Cf. Vangelo e storicità. Un dibattito, a cargo de S. Alberto, Rizzoli Bur, Milán, 1995.52 «Este es el hecho. Y el hecho es la cosa más obstinada del mundo» (BULGAKOV, M.: El maestro y Margarita, Alianza, Madrid, 1999).53  Il Maestro e Margherita, Italia-Yugoslavia, 1972, de Aleksander Petrovíc, c. pr. Euro International Film,c. comp. Dunav Film, Belgrado.

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     por un pensamiento homologador, por una propuesta homologante, no puede evitarendurecerse y su fervor creativo tiende a reducirse a cero.Quiero decir simplemente que la fe, dado que corresponde a nuestra vida cotidiana ytiene ese poder de cambiarla ejerciendo su influencia sobre la vida de cada día, es útil entodos los sentidos. San Pablo lo decía así54: la pietas, la piedad, el sentido de Dios, es un

    factor óptimo para afrontarlo todo, pues mantiene la promesa tanto para el futuro como para el presente.Cuando caemos en la cuenta de esto, llegamos a notar que los demás tienen un solorecurso, de cualquier forma que éste se conciba, que es la violencia.La elección, la libertad y la cercanía que se sienten, que se perciben ante algo quecorresponde al corazón, estrechan la amistad y generan un vínculo leal decorrespondencia: pero los demás tienen un solo recurso, que es –repito– la violencia.Cuando estaba en quinto de primaria, en 1932, había un texto oficial para toda Italia (loscinco años de básica tenían un texto oficial para cada curso). El de quinto contaba unahistoria que protagonizaban dos personajes: un tal Sergio y un tal Querubino (se trata deun recuerdo de hace 63 años... y, sin embargo, creo acordarme bien). Eran los dos muy

    amigos, pero opuestos de carácter y de rendimiento. Sergio era inteligente, limpio yordenado, y era amiguísimo –como suele suceder en estos casos– de Querubino.Querubino, en cambio, era inteligente, pero ignorante, porque le importaba un bledo laescuela y todo... Recuerdo cierta página, al final a la izquierda, donde se narraba unadiscusión entre los dos. Sergio decía: «¿Ya ves cómo yo tenía razón?». Y Querubinorespondía: «No, tú no tienes razón, ¡porque si la tienes te pego!». Me vino a la cabezaantes de aye