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MICHAEL MOORCOCK CRONICAS DE DORIAN HAWKMOON Volumen 6 EL CAMPEON DE GARATHORM

06 - El Campeon de Garathorm

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  • MICHAEL MOORCOCK

    CRONICAS DE DORIAN HAWKMOON

    Volumen 6

    EL CAMPEON DE GARATHORM

  • EL CAMPEN DE GARATHORMLibro primero

    Despedidas

    1. Teoras y posibilidades

    Dorian Hawkmoon ya no estaba loco, pero tampoco haba recobrado la salud. Algunosdecan que su cordura se haba resquebrajado cuando le quitaron la Joya Negra de lafrente. Otros afirmaban que la guerra contra el Imperio Oscuro le haba despojado de lasenergas necesarias para toda una vida, y que ya no le quedaba ninguna. Tambin habaquienes se decantaban por creer que Hawkmoon sufra por la ausencia de Yisselda, hijadel conde Brass, que haba muerto en la batalla de Londra. Durante los cinco aos quedur su locura, Hawkmoon insisti en que continuaba con vida, que viva con l en elcastillo de Brass y le haba dado un hijo y una hija.

    Pero si las causas eran tema de controversia en las posadas y tabernas deAiguesMortes, la ciudad protegida bajo la sombra del castillo de Brass, todo el mundocoincida en los efectos.

    Hawkmoon meditaba.

    Hawkmoon rechazaba la compaa humana, incluso la de su viejo amigo el condeBrass. Hawkmoon se sentaba a solas en una pequea estancia situada en lo alto de latorre ms elevada del castillo, apoyaba la barbilla en la mano y contemplaba los pantanos,caaverales y lagunas, pero no clavaba los ojos en los toros blancos salvajes, los caballoscon cuernos o los gigantescos flamencos escarlatas de la Kamarg, sino en la distancia.

    Hawkmoon intentaba recordar un sueo o una fantasa demencial. Intentaba recordara Yisselda. Intentaba recordar los nombres de los nios que haba imaginado mientrasestaba loco. Pero Yisselda era una sombra y no lograba ver a los nios. Qu aoraba?Por qu senta una prdida tan profunda y permanente? Por qu alimentaba enocasiones la idea de que el presente era la locura, y de que el sueo de Yisselda y losnios era la realidad? Hawkmoon viva en la duda y, como resultado, haba perdido lapropensin a comunicarse con los dems. Era un fantasma. Embrujaba sus propiosaposentos. Un triste fantasma que slo saba sollozar, gruir y suspirar.

    Al menos, se comport con orgullo durante su locura, decan los lugareos. Al menos,se mantuvo fiel a sus fantasas.

    -Cuando estaba loco, era ms feliz.

    Hawkmoon se habra mostrado de acuerdo con tales teoras, de haberlas sabido.

    Cuando no estaba en la torre, ocupaba la habitacin en que haba dispuesto susMesas de Guerra, bancos altos sobre los cuales descansaban maquetas de ciudades ycastillos habitados por miles de soldados de juguete. Impulsado por su locura, habaencargado tan ingente obra a Vaiyonn, el artesano local, para celebrar sus victorias sobrelos seores de Granbretn. Y encarnados en metal pintado estaban el propio duque deColonia, el conde Brass, Yisselda, Bowgentle, Huillam DAverc y Oladahn de las

  • Montaas Blgaras, los hroes de la Kamarg, la mayora de los cuales haban perecidoen Londra. Y tambin tena modelos de sus antiguos enemigos, los Seores de lasBestias: el barn Meliadus con su yelmo de lobo, el rey Huon en su globotrono,Shenegar Trott, Adaz Promp, Asrovak Mikosevaar y su esposa Flana (actual reina deGranbretn). Infantera, caballera y fuerzas areas del Imperio Oscuro alineadas contralos Guardianes de la Kamarg, los Guerreros del Amanecer y los soldados de cienpequeas naciones.

    Dorian Hawkmoon mova estas piezas en sus inmensos tableros, realizando unapermutacin tras otra, mil versiones diferentes de una misma batalla, con el fin deaveriguar en qu habra cambiado la siguiente batalla. Sus enormes dedos solanapoyarse sobre las reproducciones de sus amigos muertos, y sobre todo de Yisselda.Cmo podra haberse salvado? Qu cmulo de circunstancias habran garantizado susupervivencia?

    A veces, el conde Brass entraba en la habitacin con semblante preocupado. Sepasaba los dedos por su cabello rojo, que ya empezaba a encanecer, mientrascontemplaba a Hawkmoon, absorto en su mundo en miniatura, que adelantaba unescuadrn de caballera all y replegaba una lnea de infantera all. En tales ocasiones, obien Hawkmoon no adverta la presencia del conde Brass, o prefera no hacerle caso,hasta que el conde Brass carraspeaba o demostraba de alguna manera que habaentrado. Entonces, Hawkmoon levantaba sus ojos, inexpresivos, hoscos, aturdidos, y elconde Brass le preguntaba en tono bondadoso cmo se encontraba.

    Hawkmoon contestaba que estaba bien.

    El conde Brass asenta y le expresaba su satisfaccin.

    Hawkmoon esperaba impaciente, ansioso de reanudar sus maniobras en los tableros,en tanto el conde Brass paseaba la vista por la habitacin, inspeccionaba una lnea debatalla o finga admirar la manera en que Hawkmoon haba empleado una tcticaconcreta.

    Despus, el conde Brass deca:

    -Esta manana ir a inspeccionar las torres. El da es magnfico. Querisacompaarme, Dorian?

    Dorian Hawkmoon sacuda la cabeza.

    -Tengo cosas que hacer.

    -Esto? -El conde Brass indicaba los caballetes con un ademn-. De qu sirve?Estn muertos. Todo ha terminado. Van a traerles de vuelta vuestras especulaciones?Sois como un mstico, un mago; pensis que el facsmil puede controlar aquello que imita.Os torturis. Cmo vais a cambiar el pasado? Olvidadlo. Olvidadlo, duque Dorian.

    Pero el duque de Colonia se humedeca los labios como si el conde Brass le hubieraofendido con sus comentarios, y devolva la atencin a sus juguetes. El conde Brasssuspiraba, falto de argumentos, y sala de la habitacin.

    El abatimiento de Hawkmoon contaminaba la atmsfera del castillo y haba quien

  • opinaba que, pese a ser un hroe de Londra, el duque deba regresar a Alemania, a suspropias tierras, que no haba visitado desde que los seores del Imperio Oscuro lecapturaron en la batalla de Colonia. All gobernaba ahora un pariente lejano,autodenominado Primer Ciudadano. Presida una especie de gobierno electo que sustituaa la monarqua, cuyo ltimo descendiente directo con vida era Hawkmoon. Nunca se lehaba ocurrido a Hawkmoon que su hogar fuera otro que sus aposentos del castillo deBrass.

    Incluso el conde Brass pensaba a veces, para s, que habra sido mejor paraHawkmoon perecer en la batalla de Londra. Morir al mismo tiempo que Yisselda.

    Y as transcurran tristemente los meses, preados de dolor y especulacionesestriles, mientras la mente de Hawkmoon se cerraba con ms firmeza en torno a sunica obsesin, hasta que apenas se acordaba de comer o dormir.

    El conde Brass y su antiguo compaero, el capitn Josef Velda, discutan el problema,pero no llegaban a ninguna solucin.

    Se sentaban durante horas en cmodas butacas, a cada lado de la inmensa chimeneaque presida el gran saln del castillo, beban vino de la tierra y comentaban la melancolade Hawkmoon. Los dos eran soldados y el conde Brass haba sido estadista, peroninguno posea el vocabulario suficiente para tratar temas como las enfermedades delalma.

    -Tendra que hacer ms ejercicio -dijo el capitn Vedla una noche-. "Mens sana incorpore sano". Todo el mundo lo sabe.

    -S, si la mente est sana, pero cmo convencer a una mente enferma de losbeneficios que proporciona el ejercicio? Cuanto ms tiempo pasa en sus aposentos,jugando con esas dichosas piezas, peor se pone. Y cuanto peor est, ms cuestaabordarle desde la racionalidad. Las estaciones carecen de significado para l. La nocheno se diferencia del da. Tiemblo al pensar en lo que pasar por su cabeza!

    El capitn Vedla asinti.

    -Antes no era muy proclive a la introspeccin. Era un hombre. Un soldado. Inteligente,pero tampoco demasiado inteligente. Era prctico.

    A veces, pienso que ahora es un hombre completamente diferente. Es como si loshorrores de la Joya Negra hubieran robado el alma al antiguo Hawkmoon, y una nuevaocupara su cuerpo!

    El conde Brass sonri.

    -La vejez os est volviendo fantasioso, capitn. Alabis al antiguo Hawkmoon por susentido prctico de las cosas... y ahora me vens con stas !

    El capitn Vedla no pudo por menos que sonrer a su vez.

    -Muy agudo, conde Brass! Sin embargo, cuando pienso en los poderes de losantiguos seores del Imperio Oscuro y recuerdo los poderes de aquellos que nosayudaron, se me ocurre que la idea quiz no carezca de base.

  • -Quiz. Y si no hubiera otras explicaciones evidentes para el estado de Hawkmoon, esposible que estuviera de acuerdo con vuestra teora.

    -Slo era una teora-murmur el capitn Vedla, algo violento. Alz el vaso a la luz yestudi el vino tinto que contena-. Sin duda es por culpa de ste que me atrevo aproclamar tales teoras!

    Los dos rieron y bebieron ms.

    -A propsito de Granbretn -dijo ms tarde el conde Brass-, me pregunto cmoafrontar la reina Flana el problema de los recalcitrantes que, segn cuenta en sus cartas,habitan en las partes ms oscuras y menos accesibles de la Londra subterrnea. Hacemeses que no recibo noticias de ella. Me pregunto si la situacin habr empeorado y lededica ms tiempo.

    -Pero habis recibido una carta hace poco, no?

    -Por mensajero. Hace dos das. Una carta mucho ms breve de lo habitual. Casioficial. Se limitaba a invitarme a visitarla siempre que lo deseara.

    -Es posible que, a la larga, se haya sentido ofendida porque no aceptis suhospitalidad? -sugiri Vedla-. Tal vez piense que ya no sents amistad hacia ella.

    -Al contrario, es lo ms cercano a mi corazn, salvo el recuerdo de mi fallecida hija.

    -Y no se lo habis expresado as? -Vedla se sirvi un poco ms de vino-. Lasmujeres necesitan estas confirmaciones. Incluso las reinas.

    -Flana est por encima de esas sensibleras. Es demasiado inteligente. Demasiadosensata. Demasiado bondadosa.

    -Es posible -dijo Vedla, como si dudara de las palabras del conde Brass.

    El conde Brass capt la indirecta.

    -Pensis que debera escribirle en trminos ms..., ms barrocos?

    -Bueno... -sonri el capitn Vedla.

    -Nunca se me dieron bien las florituras literarias.

    -Vuestro estilo, en el mejor de los casos, e independientemente del tema que trate,recuerda por lo general a los comunicados emitidos en el campo de batalla durante elpunto lgido del combate -admiti el capitn Vedla-. No lo digo como un insulto, sino todolo contrario.

    El conde Brass se encogi de hombros.

    -No quiero que Flana piense que mi afecto hacia ella ha disminuido. Sin embargo, nos escribir. Supongo que deber aceptar su oferta y marchar a Londra. -Pase la vista porel saln en penumbras-. Un cambio me sentar bien. Este lugar est muy triste,ltimamente.

  • -Podrais llevaros a Hawkmoon. Quera mucho a Flana. Quiz sea lo nico capaz dealejarle de sus soldaditos de juguete.

    El capitn Vedla se dio cuenta de que hablaba con sorna y se arrepinti al instante.Respetaba y apreciaba a Hawkmoon, pese a su actual estado de nimo, pero elensimismamiento de Hawkmoon pona nerviosos a todos cuantos le haban conocido enel pasado.

    -Se lo insinuar -dijo el conde Brass.

    El conde Brass se debata entre los sentimientos encontrados. Por una parte, queraalejarse de Hawkmoon durante un tiempo, pero su conciencia no le permita marcharsesolo, al menos hasta que hubiera efectuado la propuesta a su viejo amigo. Y Vedla tenarazn. Tal vez un viaje a Londra animara a Hawkmoon, aunque haba muchasposibilidades en contra. En cuyo caso, el conde Brass tema un viaje y una estancia enLondra que supondran para l y su squito mayores tensiones de las queexperimentaban dentro de los lmites del castillo de Brass.

    -Hablar con l por la maana -dijo el conde Brass, despus de una pausa-. Tal vezvolver a Londra, en lugar de jugar con maquetas de la ciudad, exorcise su melancola...

    El capitn Vedla se mostr de acuerdo.

    -Quiz debimos pensarlo antes...

    El conde Brass pens, sin rencor, que el capitn Vedla estaba demostrando ciertoexceso de inters en que Hawkmoon le acompaara a Londra.

    -Nos acompaarais, capitn Vedla? -pregunt, con una leve sonnsa.

    -Alguien debera quedarse aqu, para ocupar vuestro lugar... Sin embargo, si el duquede Colonia declina la invitacin, tendr mucho gusto en acompaaros, por supuesto.

    -Os comprendo, capitn.

    El conde Brass se reclin en la butaca, bebi un poco de vino y contempl a su viejoamigo con cierta irona.

    Cuando el capitn Josef Vedla se march, el conde Brass continu sentado. Ansonrea. Agradeci esta pequea alegra, porque haca bastante tiempo que no sentaninguna. Ahora que la idea se haba planteado, el viaje a Londra empezaba acomplacerle, pues slo ahora era consciente de la atmsfera opresiva que reinaba en elcastillo, antes famoso por su tranquilidad.

    Contempl las vigas del techo, ennegrecidas por el humo, y pens con tristeza en elestado actual de Hawkmoon. Se pregunt hasta qu punto haba sido positivo que laderrota del Imperio Oscuro hubiera devuelto la paz al mundo. Caba la posibilidad de queHawkmoon, todava ms que l, fuera un hombre que slo se senta vivo cuando algnconflicto le amenazaba. Si, por ejemplo, haba problemas de nuevo en Granbretn (si losmilitares derrotados que no aceptaban la situacin se alzaban contra la reina Flana), talvez sera una buena idea pedirle a Hawkmoon que los buscara y destruyera.

  • El conde Brass presenta que una misin de esas caractersticas sera lo nico quepodra salvar a su amigo. Intua que Hawkmoon no estaba hecho para la paz. Existanhombres as, hombres moldeados por el destino para la guerra, fuera buena o mala (si eraposible establecer semejante distincin), y Hawkmoon era uno de ellos.

    El conde Brass suspir y devolvi la atencin a su nuevo plan. Escribira a Flana por lamaana para comunicarle su inminente visita. Sera interesante comprobar la evolucinde la extraa ciudad desde la ltima vez que la haba pisado, como conquistador.

    2. El conde Brass sale de viaje-Dadle recuerdos de mi parte a la reina Flana -dijo Dorian Hawkmoon, distrado.

    Sostena una representacin en miniatura de Flana entre sus plidos dedos, y dabavueltas al modelo mientras hablaba. El conde Brass no estaba seguro de que lo hubieracogido conscientemente.

    -Decidle que no me senta en condiciones de emprender el viaje.

    -Os sentirais mejor en cuanto el viaje comenzara -replic el conde Brass.

    Observ que Hawkmoon haba cubierto los ventanales con tapices oscuros. Lahabitacin slo estaba iluminada por lmparas, aunque era casi medioda. Y ola ahumedad, a enfermedad, a recuerdos atesorados.

    Hawkmoon se frot la cicatriz de la frente, donde le haban injertado la Joya Negra. Supiel tena un tono cerleo. Una luz febril y aterradora alumbraba en sus ojos. Habaadelgazado tanto que las ropas colgaban sobre su cuerpo como banderas arrugadas.Contemplaba la mesa sobre la cual descansaba la maqueta de Londra, con sus miles detorres demenciales, interconectadas mediante un laberinto de tneles, para que ningnhabitante tuviera que exponerse a la luz del da.

    De pronto, el conde Brass pens que Hawkmoon haba contrado la enfermedad deaquellos a quienes haba derrotado. Al conde no le habra sorprendido descubrir aHawkmoon cubierto con una mscara.

    -Londra ha cambiado desde la ltima vez que la visteis dijo el conde Brass-. Me handicho que las torres han sido derribadas, las flores crecen en amplias calles, y hayparques y avenidas en lugar de tneles.

    -Eso creo -contest Hawkmoon, poco interesado.

    Se alej del conde y sac fuera de las murallas de Londra a una divisin de caballeradel Imperio Oscuro. Daba la impresin de que estaba modificando la disposicin de lasfuerzas enfrentadas en la batalla que permiti al Imperio Oscuro derrotar al conde Brass ya los dems Compaeros del Bastn Rnico.

    -Debe ser muy bella, pero en este momento prefiero recordar Londra como era cuandoYisselda muri all.

  • Su voz adquiri un tono cortante y perentorio.

    El conde Brass se pregunt si Hawkmoon le estaba acusando de confraternizar con elpueblo que haba asesinado a Yisselda. Hizo caso omiso de esa posibilidad.

    -Y no os atrae la perspectiva del viaje? La ltima vez que visteis el mundo exteriorestaba devastado. Ahora, ha vuelto a florecer.

    -Tengo que hacer cosas importantes aqu.

    -Qu cosas? -El conde Brass habl casi en tono seco-. Hace meses que noabandonis vuestros aposentos.

    -Hay una explicacin para todo esto. Existe una forma de encontrar a Yisselda.

    El conde Brass se estremeci.

    -Est muerta-dijo en voz baja.

    -Est viva-murmur Hawkmoon-. Est viva. En algn lugar. En otra parte.

    -Vos y yo coincidimos hace tiempo en que no existe vida despus de la muerte-record el conde Brass a su amigo-. Adems, resucitarais a un fantasma. Oscomplacera recuperar la sombra de Yisselda?

    -Si fuera lo nico posible de resucitar, s.

    -Amis a una muerta -dijo el conde Brass en voz baja y estremecida-, y eso quieredecir que estis enamorado de la muerte.

    -Qu se puede amar de la vida?

    -Mucho. Lo descubrirais de nuevo si me acompaarais a Londra.

    -No me apetece ir a Londra. Odio esa ciudad.

    -Acompaadme durante una parte del viaje.

    -No. He vuelto a soar, y en mis sueos me acerco a Yisselda... y a nuestros dos hijos.

    -Nunca tuvisteis hijos. Vos los inventasteis. Vuestra locura los invent.

    -No. Anoche so que tena otro nombre, pero segua siendo el mismo hombre. Unnombre extrao, arcaico. Un nombre anterior al Milenio Trgico. John Daker. se era elnombre. Y John Daker encontraba a Yisselda.

    Los demenciales cuchicheos de su amigo estuvieron a punto de arrancar lgrimas alconde Brass.

    -Estos razonamientos, este sueo, slo os causar mucho ms dolor, Dorian.Intensificar la tragedia, en lugar de apaciguarla. Digo la verdad, creedme.

  • -S que vuestras intenciones son buenas, conde Brass. Respeto vuestro punto devista y entiendo que creis prestarme una ayuda, pero os pido que aceptis lo contrario.Debo continuar por este camino. S que me conducir al lado de Yisselda.

    -S -dijo el conde Brass, entristecido . Estoy de acuerdo. Os conducir a la muerte.

    -Si tal es el caso, la perspectiva no me alarma.

    Hawkmoon se volvi y mir al conde Brass. Este sinti un escalofro cuando vio elrostro plido y demacrado, los ojos hundidos que ardan como brasas.

    -Ay, Hawkmoon-gimi-. Ay, Hawkmoon.

    Se encamin a la puerta y sali sin decir nada.

    Y oy que Hawkmoon gritaba, con voz histrica y aguda:

    -La encontrar, conde Brass!

    Al da siguiente, Hawkmoon apart el tapiz para mirar por la ventana al patio. El condeBrass se marchaba. Su squito ya haba montado en excelentes caballos, enjaezados conlos colores rojos del conde. Cintas y gallardetes ondeaban en las lanzas flamgerasenfundadas, la brisa agitaba los sobrevestes, las armaduras brillaban al sol de la maana.Los caballos piafaban y relinchaban. Los sirvientes se afanaban en llevar a cabo losltimos preparativos y tendan bebidas calientes a los jinetes. De pronto, el conde Brasssali y mont en su caballo castao. Su armadura brill como si estuviera hecha dellamas. El conde levant la vista hacia la ventana, con expresin pensativa. Despus, suexpresin cambi, se volvi y dio una orden a uno de sus hombres. Hawkmoon continucontemplando la escena.

    Porque experimentaba la sensacin de observar modelos particularmente detallados;modelos que se movan y hablaban, pero modelos a fin de cuentas. Tena la impresin deque, si extenda el brazo, podra mover un jinete al otro lado del patio, o coger al condeBrass y enviarle en direccin contraria a Londra. Experimentaba cierto vago resentimientoque no poda comprender hacia su viejo amigo. A veces, se le ocurra en sus sueos queel conde Brass haba comprado su vida a cambio de la de su hija. Sin embargo, eraimposible. El conde Brass jams habra hecho algo semejante. Al contrario, el valienteguerrero habra dado su vida por ella sin pensarlo ni un segundo. An as, Hawkmoon nopoda apartar esa idea de su mente.

    Sinti una punzada de arrepentimiento, y se pregunt si tendra que haber aceptado lapropuesta del conde. Vio que el capitn Vedla se adelantaba y ordenaba levantar elrastrillo de la entrada. El conde Brass haba dejado a Hawkmoon a cargo del castillo, perotanto los senescales como los veteranos guardias de la Kamarg podan encargarseperfectamente de todo, sin necesidad de esperar la decisin de Hawkmoon.

    Pero no, pens Hawkmoon. No era momento de actuar, sino de pensar. Estabadecidido a abrirse paso como fuera hacia aquellas ideas que bullan en el fondo de sumente. Aunque sus viejos amigos desdearan sus "soldaditos de juguete", saba quedisponiendo los modelos de mil maneras diferentes poda liberar, en un momento dado,aquellos pensamientos, aquellos conceptos esquivos que le guiaran hacia la verdad. Ycuando comprendiera la verdad, estaba seguro de que encontrara a Yisselda viva.

  • Tambin estaba casi seguro de que encontrara a sus hijos. Durante cinco aos le habanconsiderado un loco, pero estaba convencido de que no era as. Crea conocersebastante bien, que si alguna vez enloqueca no sera de la forma que sus amigos habandescrito.

    El conde Brass y su squito saludaron a los sirvientes del castillo mientrasatravesaban las puertas, camino de Londra.

    Al contrario de lo que el conde Brass sospechaba, Dorian Hawkmoon tena en granestima a su viejo amigo. Le supo mal presenciar la partida del conde Brass. El problemade Hawkmoon consista en que ya no saba expresar sus sentimientos. Estaba demasiadoconvencido de lo que haca, demasiado absorto en los problemas que intentabasolucionar mediante la obsesiva manipulacin de las figuras en miniatura.

    Hawkmoon sigui con la vista al conde Brass y a sus acompaantes, mientrasprogresaban por las calles tortuosas de AiguesMortes. Los ciudadanos se habanlanzado a las calles para despedir al conde. Por fin, el grupo lleg a las murallas y se alejpor la amplia carretera que corra entre los pantanos. Hawkmoon continu mirando hastaque se perdieron de vista, despus, devolvi la atencin a sus modelos.

    En ese momento estaba ensayando una situacin en que la Joya Negra no estabaengastada en su frente, sino en la de Oladahn de las Montaas Blgaras, y en que nopoda contarse con la Legin del Amanecer. En ese caso, habra sidq derrotado elImperio Oscuro? Y si poda ser derrotado, cmo? Haba llegado al mismo punto en quehaba desembocado cientos de vecest Sin embargo, esta vez se sorprendi al comprobarque corra peligro de muerte. Habra salvado la vida de Yisselda esta diferencia?

    Si esperaba, mediante estas permutaciones de acontecimientos pasados, encontrar elmedio de liberar la verdad que crea oculta en su mente, fracas de nuevo. Complet lanueva tctica, tom nota de las posibilidades que implicaba y pens en el siguientemovimiento. Le habra gustado que Bowgentle no muriera en Londra. Bowgentle era muysabio y le habra prestado una gran ayuda.

    Tambin los mensajeros del Bastn Rnico (El Caballero Negro y Amarillo, OrlandFank, incluso el misterioso Jehamia Cohnalias, que nunca haba afirmado ser humano)habran podido ayudarle. Solicitaba su auxilio en la oscuridad de las noches, pero nohaban acudido. El Bastn Rnico estaba a salvo y ya no necesitaban la ayuda deHawkmoon. Se senta abandonado, aunque saba que no le deban nada.

    De todos modos, era posible que el Bastn Rnico estuviera mezclado en lo que lehaba ocurrido, en lo que le estaba ocurriendo ahora? Corra algn nuevo peligro aquelextrao artefacto? Haba desencadenado una serie de nuevos acontecimientos, unanueva pauta del destino? Hawkmoon presenta que la situacin era ms compleja de loque sugeran los datos objetivos. Haba sido manipulado por el Bastn Rnico y sussirvientes de la misma forma que l manipulaba ahora sus soldados de juguete. Leestaban manipulando de nuevo? Por eso se volcaba en sus maquetas, se haca lailusin de que controlaba algo, cuando en realidad le controlaban a l?

    Apart esos pensamientos de su mente. Deba concentrarse en sus especulacionesoriginales.

    Y as evitaba enfrentarse a la verdad.

  • Al fingir que buscaba la verdad, al fingir que estaba empeado en esa bsqueda,escapaba de ella. Porque la verdad tal vez le habra resultado intolerable.

    Una costumbre inveterada de la humanidad...

    3. Una dama con armadura

    Transcurri un mes.

    Hawkmoon desarroll veinte alternativas diferentes en sus tableros. Y no avanz ni unpaso hacia Yisselda, ni siquiera en sueos.

    Sin afeitar, los ojos inyectados en sangre, cubierto de granos, la piel plagada deeccemas, esqueltico por falta de comida, fofo por falta de ejercicio, Dorian Hawkmoon yano tena nada del hroe que quedaba en l, ni en la mente, el carcter o el cuerpo.Aparentaba treinta aos ms. Sus ropas, sucias, rotas, malolientes, eran las de unvagabundo. Su cabello sucio colgaba en mechas grasientas alrededor de su rostro. Subarba retena fragmentos de sustancias desagradables. Haba adoptado la costumbre deresollar, de murmurar para s, de toser. Los criados le evitaban siempre que podan.Como no tena motivos para solicitar su presencia, tampoco notaba su ausencia.

    El hombre que haba sido el hroe de Colonia, el Campen del Bastn Rnico, el granguerrero que haba conducido a los oprimidos a la victoria sobre el Imperio Oscuro, habacambiado tanto que resultaba imposible reconocerle.

    Y la vida se le estaba escapando, aunque no se daba cuenta.

    En su obsesin por los destinos alternativos casi haba fijado el suyo: se estabadestruyendo.

    Y sus sueos tambin cambiaban. Y por eso dorma menos que antes. En sus sueostena cuatro nombres. Uno de ellos era John Daker, pero intua los otros con muchamayor frecuencia: Erekose y Urlik. Slo el cuarto nombre se le escapaba, aunque sabade su existencia. Cuando despertaba, jams recordaba el cuarto nombre. Empez apreguntarse sobre la realidad de la reencarnacin. Acaso recordaba vidas anteriores?Tal era su conclusin instintiva. Sin embargo, su sentido comn no aceptaba la idea.

    En sus sueos se encontraba a veces con Yisselda. En sus sueos siempre estabanervioso, siempre se senta agobiado por una abrumadora responsabilidad, por unaenorme culpa. Siempre crea que su deber era llevar a cabo alguna accin, pero nuncapoda recordar cul era. Haba vivido otras vidas, tan trgicas como sta? Pensar en unatragedia le destrozaba. Desechaba tal pensamiento, incluso antes de que se formara.

    Pese a todo, esas ideas le resultaban algo familiares. Haba tenido conocimiento deellas antes, en otros sueos, en conversaciones? Con Bowgentle, en Dnak, la lejanaciudad del Bastn Rnico?

    Empez a sentirse amenazado. Empez a saber qu era el terror. Incluso descuidsus maquetas. Empez a ver sombras escurridizas por el rabillo del ojo.

  • Cul era la causa de sus temores?

    Pens que faltaba poco para comprender la verdad relativa a Yisselda y que ciertasfuerzas se lo impedan; fuerzas que le mataran cuando estuviera a punto de reunirse consu amada.

    La nica posibilidad que Hawkmoon desechaba, la nica respuesta que no acuda a sumente, era que tena miedo de s mismo, miedo de enfrentarse con una desagradableverdad. Lo que estaba amenazado era la mentira, la mentira protectora y, como casi todoslos hombres, luchaba por preservar esa mentira, por rechazar a sus atacantes.

    Fue por entonces cuando empez a sospechar que los criados se haban confabuladocon sus enemigos. Estaba seguro de que pretendan envenenarle. Adopt la costumbrede cerrar con llave la puerta y negarse a abrirla cuando los criados iban a realizar algunafuncin indispensable. Coma lo justo para mantenerse con vida. Recoga agua de lluviagracias a las copas que dispona sobre los antepechos de las ventanas, y slo beba eseagua. Con todo, la fatiga derrotaba a su cuerpo debilitado y breves sueos asediaban alhombre que moraba en las tinieblas. Sueos que, en s, no eran desagradables:hermosos paisajes, ciudades extraas, batallas en las que Hawkmoon nunca habaparticipado, personajes peculiares a los que Hawkmoon nunca haba conocido, ni siquieraen el curso de sus aventuras ms extravagantes, al servicio del Bastn Rnico. An as,le aterrorizaban. Aparecan mujeres en aquellos sueos, y algunas tal vez eran Yisselda,pero no le proporcionaba placer soar con aquellas mujeres, sino una profunda inquietud.En cierta ocasin, so que se miraba en un espejo y vea a una mujer reflejada.

    Una maana despert y, en lugar de levantarse para ir directamente a sus tableros,como acostumbraba, se qued tendido contemplando las vigas de su habitacin. A ladbil luz que se filtraba por los tapices que cubran las ventanas, vio con toda claridad lacabeza y los hombros de un individuo que se pareca muchsimo a Oladahn. El parecidose deba en especial a la forma en que ladeaba la cabeza, a la expresin y a los ojos.Cubra su largo cabello negro con un sombrero de ala ancha y llevaba un gatito blanco ynegro acomodado sobre el hombro. Hawkmoon observ sin la menor sorpresa que el gatoposea un par de alas, dobladas sobre el lomo.

    -Oladahn? dijo Hawkmoon, aun a sabiendas de que no era Oladahn.

    El rostro sonri y dio la impresin de que se dispona a hablar.

    Y entonces, desapareci.

    Hawkmoon se cubri la cabeza con las sucias sbanas de seda y permaneci inmvil,tembloroso. Pens que iba a enloquecer otra vez, que tal vez el conde Brass tena razn,y que sufra alucinaciones desde hacia cinco aos.

    Ms tarde, Hawkmoon se levant y destap su espejo. Cinco semanas antes habaechado una tnica sobre el espejo, porque no tena ganas de verse.

    Contempl a la miseria humana que le miraba desde el sucio espejo.

    -Veo a un loco -murmur Hawkmoon-. A un loco agonizante.

    El reflej imit el movimiento de sus labios. Los ojos expresaban terror. Sobre ellos, en

  • el centro de la cabeza, se vea una plida cicatriz, perfectamente circular, donde en otrotiempo haba ardido una joya negra, una joya capaz de devorar el cerebro de un hombre.

    -Hay otras cosas capaces de devorar el cerebro de un hombre -murmur el duque deColonia-. Cosas ms sutiles que las joyas. Cosas peores que las joyas. Con qu astuciatratan de vengarse de m, despus de muertos, los seores del Imperio Oscuro. Alasesinar a Yisselda, me van matando poco a poco.

    Cubri de nuevo el espejo y suspir apenas. Regres a la cama y se sent, sinatreverse a mirar al techo, donde haba visto al hombre que tanto se pareca a Oladahn.

    Asumi su decadencia, su muerte, su locura. Se estremeci, casi sin fuerzas.

    -Era un soldado -se dijo-. Me volv loco. Me enga. Pens que era capaz de alcanzarlos logros de los cientficos, brujos y filsofos. Y nunca fui capaz. Era un hombre sensatoy razonable y me he convertido en este desecho humano. Escucha. Escucha, DorianHawkmoon. Ests hablando contigo mismo. Mascullas. Rabias. Gimes. DorianHawkmoon, duque de Colonia, ya no puedes redimirte. Te ests pudriendo.

    Una leve sonrisa cruz sus labios agrietados.

    -Tu destino era combatir, empuar una espada, celebrar los rituales de la guerra.Ahora, los tableros se han convertido en tus campos de batalla y careces de la energanecesaria para empuar una daga, no digamos ya una espada. No podras montar acaballo, aunque quisieras.

    Se dej caer sobre su mugrienta almohada. Se cubri la cara con los brazos.

    -Que entren los monstruos -dijo-. Que me atormenten. Es verdad estoy loco.

    Se sobresalt, convencido de que haba escuchado un gruido junto a su odo. Seoblig a mirar.

    Era la puerta, que haba crujido. Un criado la haba abierto.

    El criado aguardaba nervioso en el umbral.

    -Mi seor?

    -La gente dice que estoy loco, Voisin?

    -Mi seor?

    El criado, uno de los pocos que todava se ocupaban de Hawkmoon era ya anciano.Haba servido a Hawkmoon desde que el duque de Colonia haba llegado al castillo deBrass. Con todo, se mostraba bastante nervioso.

    -Qu me dices, Voisin?

    Voisin extendi las manos.

    -Algunos s, mi seor. Otros dicen que estis enfermo. Desde hace tiempo opino que

  • deberamos llamar a un mdico...

    Las viejas sospechas revivieron en Hawkmoon.

    -Mdicos? Quieres decir envenenadores?

    -Oh, no, mi seor!

    Hawkmoon se control.

    -No, claro que no. Agradezco tu inters, Voisin. Qu me traes?

    -Nada, mi seor, excepto noticias.

    -Del conde Brass? Cmo le va en Londra?

    -No son del conde Brass, sino de un visitante llegado al castillo de Brass. Un viejoamigo del conde, segn tengo entendido, que, al conocer la ausencia del conde Brass, hasolicitado ser recibido por vos

    -Por m? -Hawkmoon dibuj una amarga sonrisa-. Sabe el mundo exterior en qume he convertido?

    -Creo que no, mi seor.

    -Qu has dicho?

    -Que no os encontrbais muy bien, pero que os comunicara el mensaje.

    -Eso has hecho?

    -S, mi seor. -Voisin titube-. Debo decirle que estis indispuesto...? Hawkmoonestuvo a punto de asentir, pero cambi de opinin. Se levant de la cama.

    -No. Le recibir. En el saln. Bajar dentro de un rato.

    -Deseis... adecentaros, mi seor? Agua caliente..., artculos de bao?

    -No. Ir a reunirme con nuestro invitado dentro de escasos minutos.

    -Ir a comunicarle vuestra decisin.

    Voisin se apresur a abandonar los aposentos de Hawkmoon, claramente disgustadopor su decisin.

    Hawkmoon, deliberada y maliciosamente, no hizo el menor intento por mejorar suapariencia. Que su visitante le viera como era.

    Adems, estaba muy loco. Hasta esto poda ser una de sus fantasas. Poda estar encualquier sitio (en la cama, junto a sus tableros, incluso cabalgando por los pantanos),convencido de que estos acontecimientos ocurran en realidad. Cuando dej su dormitorioy cruz la habitacin en que haba dispuesto sus mesas, barri filas de soldados con sus

  • mangas sucias, derrib edificios y propin un puntapi a una pata; la ciudad de Coloniafue asolada por un terremoto.

    Parpade cuando desemboc en el rellano, iluminado por enormes vidrieras a amboslados. La luz da sus ojos.

    Camin hacia la escalera, que descenda hacia el gran saln. Se agarr a unabarandilla, mareado. Su incapacidad le divirti. Deseaba dar un buen susto a su visitante.

    Un criado se apresur a auxiliarle, y se apoy con fuerza en el brazo del hombremientras bajaban.

    Y lleg por fin al saln.

    Una figura ataviada con armadura estaba admirando un trofeo de guerra del condeBrass, una lanza y un escudo mellado que haba ganado a Orson Kach durante lasGuerras de las Ciudades del Rin, muchos aos antes.

    Hawkmoon no reconoci a la figura. Era de corta estatura, corpulenta, y posea uncierto aire beligerante. Algn antiguo compaero de armas del conde, cuando era ungeneral mercenario, sin duda alguna.

    -Buenos das -salud Hawkmoon-. Soy el actual guardin del castillo de Brass.

    La figura se volvi. Unos fros ojos grises examinaron a Hawkmoon de arriba abajo.Los ojos no expresaron el menor sobresalto, ni ninguna otra emocin, cuando la figuraavanz hacia l con la mano extendida.

    De hecho, fue el rostro de Hawkmoon el que traicion sorpresa, como mnimo.

    Porque su visitante, pese a la armadura de batalla, era una mujer de edad madura.

    -Duque Dorian? -dijo-. Soy Katinka van Bak. He viajado durante muchas noches.

    4. Noticias llegadas desde ms all de las Montaas Blgaras

    -Nac en Hollandia, el pas invadido por el mar-dijo Katinka van Bak-, aunque lospadres de mi madre eran comerciantes de Muskovia. En las batallas libradas entre minacin y los estados belgas, mi familia fue asesinada y yo qued cautiva. Durante untiempo serv, de la forma que ya podis imaginar, en el squito del prncipe Lobkowitz deBerln. Haba ayudado a los belgas en la guerra, y yo fui parte de su botn.

    Hizo una pausa para coger otro pedazo de buey fro del plato que tena delante deella. Se haba quitado la armadura y vesta una sencilla camisa de seda y pantalonesazules de algodn. A pesar de que apoyaba los codos sobre la mesa y se expresaba entrminos bruscos y francos, no careca de femineidad. Hawkmoond no tard en descubrirque le caa muy bien.

    -Bien, pas mucho tiempo en compaa de guerreros y me propuse aprender sushabilidades. Les diverta ensearme a utilizar la espada y el arco, y fing torpeza en sumanejo hasta mucho despus de dominar su uso. Gracias a esto logr no despertar

  • sospechas acerca de mis planes.

    -Pensabais escapar?

    -Algo ms que eso. -Katinka von Bak sonri y se sec los labios-. Un da, el prncipeLobkowitz se enter de mis excentricidades. Recuerdo sus carcajadas cuando lleg alpatio situado frente al dormitorio de las chicas. El soldado que me haba adoptado comosu protegida especial me dio una espada y nos batimos un rato, para demostrar alprncipe el arte encantador con el cual yo atacaba y paraba. Fue muy divertido y elprncipe Lobkowitz, que tena invitados aquella noche, pens en m para entretenerles;sera una novedad, en lugar de los acostumbrados juglares. A m me pareci bien. Agitlas pestaas, sonre con timidez y fing que tan gran honor me complaca; fing no darmecuenta de que todos se rean de m.

    Hawkmoon intent imaginarse a Katinka van Bak pestaeando y hacindose laingenua, pero su imaginacin fue incapaz de concretar el esfuerzo.

    -Qu pas?

    Senta verdadera curiosidad. Por primera vez en meses, algo le distraa de susproblemas. Apoy la barbilla sin afeitar sobre una mano mugrienta, mientras Katinka vanBak continuaba.

    -Bien, aquella noche fui presentada a los complacidos invitados, que me vieroncombatir con varios guerreros del prncipe Lobkowitz. Comieron mucho mientras miraban,pero an bebieron ms. Varios de los invitados, tanto hombres como mujeres, quisieroncomprarme por grandes sumas, lo cual, por supuesto, aument el orgullo de amo delprncipe Lobkowitz. Naturalmente, se neg a vender. Recuerdo que me dijo:

    ""Y bien, pequea Katinka, dominas otras artes marciales? Qu nos vas a ensearahora?"

    "Juzgu que haba llegado el momento oportuno. Hice una educada reverencia y, coningenua audacia, dije:

    ""Me han dicho que sois un gran espadachn, alteza. El mejor de la provincia deBerln."

    ""Eso dicen", replic Lobkowitz.

    ""Me concederais el honor de medir vuestra espada con la ma, mi seor, para quepueda probar mi habilidad contra la mano ms diestra de la sala?"

    "El prncipe Lobkowitz se qued sorprendido, pero despus lanz una carcajada.Como bien saba yo, no poda negarse delante de sus invitados. Decidi aceptar, pero dijocon gravedad:

    ""En Berln existen diferentes objetivos para diferentes formas de duelo. Nos batimospor un primer rasguo en el cuerpo, por un primer rasguo en la mejilla izquierda, por unprimer rasguo en la mejilla derecha, y as sucesivamente..., hasta batirnos a muerte. Nome gustara estropear tu belleza, pequea Katinka."

  • ""Entonces batmonos a muerte, alteza", dije, como enardecida por la recepcinrecibida.

    "Las carcajadas estremecieron el saln, pero vi ms de un ojo ansioso que desviaba lamirada de m al prncipe. Nadie dudaba de que el prncipe poda ganar cualquier duelo,por supuesto, pero tenan ganas de ver mi sangre derramada. Lobkowitz estaba perplejo,demasiado borracho para pensar con claridad, para comprender las implicaciones de misugerencia, pero tampoco deseaba quedar mal delante de sus invitados.

    ""No matar a una esclava dotada de tantos talentos. Creo que deberamos pensar enotro objetivo, pequea Katinka."

    ""Mi libertad, por ejemplo?", insinu.

    "No me gustara perder a una muchacha tan brillante", empez, pero la multitudempez a gritar que adoptara una actitud ms deportiva. Al fin y al cabo, todo el mundosaba que jugara conmigo un rato, antes de herirme con su espada o desarmarme.

    ""Muy bien!"

    "Sonri, se encogi de hombros y acept la espada que le tendi uno de los guardias.Sali al centro de la sala y se puso en guardia.

    ""Empecemos."

    "Me di cuenta de que su intencin era prolongar el duelo. Lanc torpes estocadas y llas par como si tal cosa. Los invitados me jalearon y algunos empezaron a cruzarapuestas sobre cunto durara el duelo.... aunque nadie apost a mi favor, por supuesto.

    Katinka van Bak se sirvi una copa de zumo de manzana y lo bebi antes de continuarsu relato.

    -Como ya habris adivinado, duque Dorian, me haba convertido en una espadachinabastante hbil. Empec a revelar mi talento poco a poco, y el prncipe Lobkowitzcomprendi por fin que necesitaba dar lo mejor de s para defenderse, que tal vezcombata contra un rival que estaba a su altura. La idea de ser derrotado por un esclavo, yencima de sexo femenino, le disgustaba. Empez a luchar en serio. Me hiri dos veces,una en el hombro izquierdo y la otra en el muslo, pero yo no me rend. Ahora recuerdoque se hizo un silencio absoluto en el saln, slo roto por el entrechocar de nuestrasespadas y la agitada respiracin del prncipe. Nos batimos durante una hora. De haberpodido, el prncipe me habra matado.

    -Recuerdo que o algo cuando gobernaba Colonia -dijo Hawkmoon-. De modo quevos sois la mujer que...?

    -Que mat al prncipe de Berln? S, le mat en su propio saln, ante sus invitados,en presencia de sus guardaespaldas. Le atraves el corazn de una sola estocada. Era elprimer hombre que mataba. Y antes de que pudieran creer lo que haban visto, levant miespada y les record el trato que haba hecho con el prncipe: que si ganaba el dueloobtendra mi libertad. Dudo que los fieles al prncipe hubieran respetado el trato. Mehabran matado en el acto de no ser por los amigos de Lobkowitz y aquellos queambicionaban sus territorios. Varios de ellos se congregaron a mi alrededor y me

  • ofrecieron cargos en sus dominios, ms por la novedad que por mi habilidad con laespada. Acept un puesto en la guardia de Guy OPointte, archiduque de Baviera. Sindudarlo un instante. La guardia del archiduque era la ms numerosa, pues era el noblems poderoso de los all reunidos. A continuacin, los hombres del prncipe decidieronrespetar el trato.

    -Y as os convertisteis en soldado?

    -S. De hecho, llegu a ser general en jefe de Guy OPointte. Cuando el archiduque fueasesinado por la familia de su to, abandon Baviera y fui en busca de una nuevaposicin. As conoc al conde Brass. Servimos juntos como mercenarios en la mitad de losejrcitos de Europa... y muchas veces en el mismo bando! Hacia la poca en que elconde se estableci en la Kamarg, viaj hacia el este y me puse al servicio exclusivo delprncipe de Ukrainia, a quien aconsej sobre la reconstruccin de su ejrcito. Dispusimosuna buena defensa contra las legiones del Imperio Oscuro.

    -Fuisteis capturada por los Seores de las Bestias?

    Katinka van Bak mene la cabeza.

    -Escap hacia las Montaas Blgaras, donde permanec hasta que vos y vuestroscompaeros les derrotsteis en la batalla de Londra. Me toc reconstruir Ukrainia, pues elnico superviviente de la familia fue la sobrina ms joven del prncipe. Fui nombradaregente de Ukrainia, bien a pesar mo.

    -Habis renunciado, pues, a ese cargo, o habis venido de incgnito?

    -No he renunciado al cargo ni he venido de incgnito -dijo Katinka van Bak confirmeza, como si reprendiera a Hawkmoon por apremiarla-. Ukrainia fue invadida.

    -Cmo? Por quin? Pensaba que el mundo gozaba de una paz relativa!

    -Y as es, o lo era hasta hace poco, cuando la gente que habita al este de lasMontaas Blgaras empez a or rumores sobre un ejrcito que se haba reunido enaquellas montaas.

    -Los restos del Imperio Oscuro!

    Katinka van Bak alz una mano para acallarle.

    -Era un ejrcito compuesto por chusma -prosigui-, sin duda alguna, pero no creo quefueran los restos del Imperio Oscuro. Aunque era numeroso y contaba con armaspoderosas a su disposicin, ningn individuo se pareca a otro. Vestan de maneradistinta, llevaban armas diferentes, eran de distintas razas... Algunos ni siquiera eranhumanos, me entendis? Daba la impresin de que cada uno perteneca a un ejrcitodiferente!

    -Una banda compuesta por soldados que sobrevivieron a las conquistas del ImperioOscuro?

    -Pienso que no. Ignoro de dnde procedan aquellos individuos. Slo s que cada vezque salan de sus montaas, de las que se haban apoderado y convertido en una

  • fortaleza casi inexpugnable, ninguna expedicin enviada contra aquel ejrcito alcanzabael triunfo. Cada expedicin era aniquilada. Mataban a poblaciones enteras, hasta el ltimorecin nacido, y saqueaban pueblos, ciudades, incluso naciones. En ese aspecto soncomo bandidos, antes que un ejrcito organizado con un objetivo concreto. Por lo visto,atacaban pases slo por el botn. Como resultado, fueron extendiendo su campo deaccin, y siempre regresaban con el botn, la comida robada y, en muy raras ocasiones,mujeres a su fortaleza de la montaa.

    -Quin es su caudillo?

    -No lo s, aunque he luchado contra ellos cuando atacaron Ukrainia. O tienen varioslderes, o ninguno. Para empezar, no es necesario. Parece que slo actan movidos porla codicia y las ansias de matar. Son como langostas. Es la descripcin que mejor lescuadra. Hasta el Imperio Oscuro conceda cuartel, porque proyectaba conquistar elmundo y necesitaba esclavos. Pero stos..., stos son mucho peores.

    -Cuesta concebir un agresor peor que el Imperio Oscuro, pero -se apresur a aadirHawkmoon- os creo, Katinka van Bak.

    -S, creedme, porque soy la nica superviviente. Puedo dar gracias a la vida que hellevado. Me ha dado la experiencia necesaria para saber cuando una situacin estperdida y cmo escapar a las consecuencias. Nadie ms ha sobrevivido en Ukrainia o enlas tierras que se extienden al otro lado de las Montaas Blgaras.

    -Huisteis para advertir a los pases del otro lado? Para levantar un ejrcito contraesos canallas?

    -Hu. Eso es todo. He contado mi historia a todos los que han querido escucharme,pero no espero grandes resultados. A casi nadie le importa lo acaecido a pueblos queviven tan alejados, aunque me creyeran. Por lo tanto, tratar de levantar un ejrcito seraen vano. Adems debo aadir que cualquier ejrcito humano que fuera a luchar contra losactuales ocupantes de las Montaas Blgaras sera destruido por completo.

    -Iris a Londra? El conde Brass ya habr llegado.

    Katinka van Bak suspir y se estir.

    -No de inmediato. Estoy cansada. He cabalgado casi sin pausa desde que abandonUkrainia. Si no ponis objecin, me quedar en el castillo de Brass hasta que mi viejoamigo regrese, a menos que de repente me entren ganas de viajar a Londra. Demomento, sin embargo, no tengo el menor deseo de moverme.

    -Sois bienvenida, por supuesto dijo Hawkmoon de todo corazn-. Es un honor para m.Debis contarme ms cosas de los viejos tiempos, as como explicarme vuestras teorasacerca de ese ejrcito despreciable... De dnde procede y todo eso.

    -No tengo la menor idea. No existe una explicacin lgica. Apareci de la noche a lamaana, y ah sigue. Negociar con esa gente es imposible. Es como intentar razonar conun huracn. Da la impresin de que estn desesperados, de que desprecien su vida tantocomo la de los dems. Y la indumentaria y aspecto de los soldados, como ya os he dichoes de lo ms dispar. Ni uno igual. Y sin embargo, cre reconocer una o dos caras cuandose lanzaron sobre nosotros. Soldados que yo haba conocido, muertos muchos aos

  • atrs. Y jurara que vi a Bowgentle, el viejo amigo del conde Brass, cabalgando con ellos.Pero me haban dicho que Bowgentle muri en Londra...

    -En efecto. Vi sus despojos.

    Hawkmoon, cuyo inters hasta el momento era relativamente escaso, aguardaba conansia ms revelaciones de Katinka van Bak. Tuvo la impresin de que estaba a punto desolucionar el problema que le haba ocupado durante tanto tiempo. Tal vez no habaestado tan loco, a fin de cuentas.

    -Habis dicho Bowgentle... Y otros que os eran familiares... Tambin muertos?

    -S.

    -Haba mujeres en ese ejrcito?

    -S, varias.

    -Reconocisteis a alguna?

    Hawkmoon se inclin sobre la mesa y dirigi una mirada penetrante a Katinka van Bak.

    Ella frunci el ceo, intentando recordar; despus, mene la cabeza y sus trenzasgrises se agitaron.

    -No.

    -Visteis acaso a Yisselda? Yisselda de Brass?

    -Tambin muri en Londra, no?

    -Eso dicen.

    -No. Adems, no la habra reconocido. La vi por ltima vez cuando era nia.

    -Ah. -Hawkmoon se reclin eri su silla-. S, lo he olvidado.

    -Pero podra estar con ellos. Haba muchas. No vi ni la mitad del ejrcito que nosconquist.

    -Bien, si reconocisteis a Bowgentle, tal vez estaban tambin los dems... Todos losque murieron en Londra.

    -He dicho que vi a un hombre parecido a Bowgentle. Por qu iba a luchar Bowgentle,u otro amigo vuestro, en ese ejrcito?

    -Tenis razn.

    Hawkmoon se abism en sus pensamientos. La vida haba vuelto a sus ojos. Susmovimientos eran ms enrgicos.

    -Supongamos que l y los dems estuvieran hechizados, por ejemplo. En trance.

  • Obligados a obedecer la voluntad de un enemigo. El Imperio Oscuro posea poderes deese calibre.

    -Es inverosmil, duque Dorian...

    -Como la historia del Bastn Rnico, pero sabemos que es verdadera.

    -Estoy de acuerdo, pero...

    -Desde hace mucho tiempo intuyo que Yisselda no muri en Londra, aunque hubomuchos testigos de su muerte y entierro. Tambin es posible que ninguno de nuestrosamigos muriera en Londra, que todos fueran vctima de algn artero complot del ImperioOscuro. Tal vez dejaron falsos cadveres de Yisselda y los otros, y se llevaron a laspersonas reales a las Montaas Blgaras... Tal vez luchasteis contra esclavos del ImperioOscuro, controlados por aquellos que escaparon a nuestra venganza.

    -Pero escaparon muy pocos. Y ninguno de los seores sobrevivi a la batalla deLondra. Nadie pudo tramar tales argucias, aunque estuviera en sus manos. Cosa que esimposible, duque Dorian. -Katinka van Bak se humedeci los labios-. Crea que erais unhombre sensato. Un soldado prctico, como yo.

    -Yo tambin lo pensaba hace tiempo, hasta que me vino a la cabeza la idea de queYisselda an viva. En algn lugar.

    -Me haban dicho que habais cambiado bastante..

    -Que estaba loco, queris decir. Bien, seora, creo que estoy loco. Quiz en losltimos tiempos me he permitido locas fantasas, pero slo porque la idea fundamentalcontiene un germen de verdad.

    -Acepto lo que decs, pero necesitara pruebas tangibles de esa teora. Mi instintoniega que los muertos vivan...

    -Creo que el conde Brass abona esa teora, aunque no lo admita. Creo que se niega aaceptarla por temor a volverse tan loco como la gente piensa que estoy.

    -Es posible, pero tampoco poseo pruebas de que el conde Brass piense como decs.Tendra que hablar de nuevo con l para confirmar vuestras palabras

    Hawkmoon cabece. Reflexion unos momentos.

    -Suponed que poseo medios de vencer a este ejrcito -prosigui- Qu dirais? En elcaso de que mis teoras apunten a la verdad relativa al ejercito y sus orgenes, y a su vezme conduzcan al conocimiento de sus puntos dbiles.

    -En ese caso, vuestras teoras podran ser llevadas a la prctica pero, por desgracia,slo hay una forma de probarlas, lo cual implica perder la vida si son errneas. no?

    -No me importa correr el riesgo. Cuando luch contra el Imperio Oscuro comprendenseguida que era imposible derrotarlo en un enfrentamiento directo, pero si se buscabanlos puntos dbiles de sus dirigentes y se utilizaban debidamente, podan ser derrotados.Eso es lo que aprend al servicio del Bastn Rnico.

  • -Insinuis que sabis como derrotar a esa chusma?

    Katinka van Bak estaba casi convencida.

    -Desconozco los puntos dbiles en concreto, como es natural, pero soy la personams indicada del mundo para descubrirlos.

    -Estoy segura! -exclam la mujer, sonriente-. Os apoyo, pero creo que es demasiadotarde para buscar puntos dbiles.

    -Si pudiera observarles, si pudiera encontrar un escondite, tal vez en las propiasmontaas, para vigilarles, quiz se me ocurrira alguna manera de derrotarles.

    Hawkmoon pensaba en otra cosa que lograra observando al ejrci-to, pero call.

    -Vos os escondisteis durante mucho tiempo en esas montaas, Katinka van Bak. Vos,mejor que nadie, excepto Oladahn, podrais encontrar una madriguera desde la quepudiera vigilar a esas langostas.

    -Podra, pero acabo de huir de aquellos parajes. Como ya os he dicho, mi joven amigo,no tengo el menor deseo de perder la vida. Por qu he de conduciros a las MontaasBlgaras, la fortaleza de nuestros enemigos?

    -Acaso no albergis siquiera una leve esperanza de vengar a vuestra Ukrainia? Nohabis acariciado la idea, al menos en secreto, de conseguir la ayuda del conde Brass ysus sbditos para luchar contra vuestros adversarios?

    Katinka van Bak sonri.

    -Bien, saba que la esperanza era vana, pero...

    -Os ofrezco la oportunidad de llevar a cabo esa venganza. Bastar con que me guiishacia esas montaas, encontris un lugar relativamente seguro, y despus podismarcharos, si tal es vuestro deseo.

    -Vuestros motivos son altruistas, duque Dorian?

    Hawkmoon titube.

    -Quiz no del todo -admiti-. Deseo probar mi teora de que Yisselda an vive, y quepuedo salvarla.

    -En ese caso, creo que os guiar a las Montarlas Blgaras. Desconfo de un hombreque se ofrece para algo desinteresadamente. Con todo, creo que puedo confiar en vos.

    -Estis en lo cierto.

    -El nico problema que se me ocurre es si sobreviviris al viaje. Vuestro estado es delo ms lamentable. -Extendi una mano y toc sus ropas, como una campesina quecomprara gansos en el mercado-. Para empezar, tenis que engordar un poco.

  • Dejaremos pasar una semana. Alimentad un poco vuestro estmago. Ejercicio.Equitacin. Nos batiremos en duelo un par de veces, para entrenaros...

    Hawkmoon sonri.

    -Me alegro de que no abriguis rencor hacia m, mi seora, de lo contrario me lopensara dos veces antes de aceptar a pies juntillas vuestra ltima sugerencia.

    Katinka van Bak ech la cabeza hacia atrs y lanz una carcajada.

    5. Una bsqueda penosa

    Hawkmoon tena todos los miembros doloridos. Su aspecto era lamentable cuandosali, casi tambaleante, al patio, donde Katinka van Bak ya le esperaba, montada en uncorcel retozn cuyo clido aliento se dibujaba en el transparente aire matinal. La monturade Hawkmoon era un animal menos nervioso, famoso por su paciencia y aguante, aunqueHawkmoon no se vea con nimos de subir a la silla. Tena el estmago revuelto, lacabeza le daba vueltas y sus piernas flaqueaban, pese a que haba dedicado ms de unasemana al ejercicio y a seguir una buena dieta. Su apariencia haba mejorado un poco, yestaba ms limpio, aunque ya no era el hroe del Bastn Rnico que haba luchadocontra Londra siete aos atrs. Sinti escalofros, porque el invierno se acercaba a laKamarg. Se envolvi en su gruesa capa de piel. La capa estaba forrada de lana y casidaba calor al cerrarla. De tan pesada, estuvo a punto de caer al suelo mientras andaba.No llevaba armas encima pero la espada y la lanza flamgera colgaban de la silla. Ademsde la capa, vesta un grueso justillo a cuadros de color rojo oscuro, polainas de antebordadas con complicados dibujos por Yisselda, cuando viva y botas altas hasta la rodillade excelente piel reluciente. Sobre la cabeza, un yelmo. No llevaba armadura. An noestaba lo bastante fuerte para permitrselo.

    No haba recobrado la salud por completo, ni fsica ni mental. Lo que le habaimpulsado a mejorar su estado no era desagrado hacia su baja forma, sino la insensatacreencia de que encontrara viva a Yisselda en las Montaas Blgaras.

    Mont en el caballo con algunas dificultades. Se despidi de los senescales, olvidandoque el conde Brass haba dejado la responsabilidad de la provincia en sus manos, y siguia Katinka van Bak a travs de las puertas y por las calles desiertas de AiguesMortes. Nohaba nadie en las calles. Slo los criados del castillo saban que se marchaba del castillode Brass en direccin este, cuando el conde Brass se haba encaminado hacia el oeste.

    A medioda, haban dejado atrs los caaverales, los pantanos y las lagunas, yseguan una blanca carretera que pasaba frente a una de las grandes torres de piedrablanca que sealaban los lmites del pas cuyo seor protector era el conde Brass.

    Cansado de cabalgar, incluso un trayecto tan corto, Hawkmoon empezaba aarrepentirse de su decisin. Le dolan los brazos de agarrarse a la perilla de la silla, tenaagujetas en los muslos y las piernas completamente entumecidas. Por su parte, Katinkavan Bak pareca inagotable. Sola detenerse para que Hawkmoon la alcanzara, pero erasorda a sus splicas de descansar un rato. Hawkmoon se pregunt si aguantara el viaje,si morira antes de llegar a las Montaas Blgaras. A veces, se preguntaba cmo haballegado a simpatizar con esta despiadada mujer.

  • Un guardin que les vio desde lo alto de una torre les dio el alto. Junto a l se ergua elflamenco que le serva de montura, y su capa escarlata se agitaba al comps de la brisa.Por un momento, Hawkmoon crey que hombre y animal eran un slo ser. El guardinalz su larga lanza flamgera a guisa de saludo cuando reconoci a Hawkmoon. Estelogr mover apenas la mano, pero fue incapaz de responder al grito del centinela.

    Despus, la torre disminuy en la distancia, cuando se desviaron hacia la Lyonesse.Desde la carretera divisaron las Montaas Suizas, que se crean emponzoadas an porlas secuelas del Milenio Trgico, y que adems eran infranqueables. Por suerte, Katinkavan Bak y Hawkmoon tenan conocidos en la Lyonesse, que les proporcionaranprovisiones para el resto del viaje.

    Aquella noche acamparon en la carretera y, al amanecer, Hawkmoon se convenci deque su muerte era inminente. El dolor del da anterior no era nada comparado con laagona que experimentaba ahora. Sin embargo, Katinka van Bak continu sin demostrarpiedad, y le exhort a montar sobre su paciente caballo antes de hacerlo ella. Luego,cogi la brida del corcel y arrastr a bestia y jinete.

    As avanzaron tres das ms, casi sin descansar, hasta que Hawkmoon se desmay ycay a tierra. Ya le daba igual encontrar o no a Yisselda. Tampoco culpaba o disculpaba aKatinka van Bak por el trato inhumano que le dispensaba. Sus dolores se habanconvertido en una agona permanente. Se mova cuando el caballo se mova. Se parabacuando el caballo se paraba. Coma lo que Katinka van Bak pona, a veces, delante de l.Dorma las escasas horas que le dejaban. Y luego se desmayaba.

    En una ocasin, se despert y vio que sus pies oscilaban al otro lado del caballo, yadivin que Katinka van Bak haba proseguido el viaje despus de atarle a la silla de sumontura.

    Fue de esta forma que, unos das despus, Dorian Hawkmoon, duque de Colonia,campen del Bastn Rnico, hroe de Londra, entr en la antigua ciudad de Lyon, capitalde la Lyonesse, su caballo tirado por una anciana cubierta con una armadura polvorienta.

    Y la siguiente vez que Dorian Hawkmoon se despert, yaca en una mullida cama,rodeado de jvenes doncellas que le sonrean y ofrecan comida. Por un momento, seneg a aceptar su existencia.

    Pero eran reales, la comida buena, y el descanso le revivi. Dos das ms tarde, elreacio Hawkmoon, mucho ms recuperado parti en compaa de Katinka van Bak paracontinuar la bsqueda del miserable ejrcito atrincherado en las Montaas Blgaras.

    -Por fin habis echado carnes -dijo una maana la mujer, mientras cabalgaban endireccin al sol, que tea de un verde resplandeciente las suaves colinas del pas queatravesaban. Katinka cabalgaba a su lado, pues ya no consideraba necesario tirar de sucaballo. Palme su hombro-. Y vuestros huesos se han fortalecido. Ninguno de vuestrosmales era irremediable, como veis.

    -No s si vale la pena someterse a tan crueles sacrificios para sanar -replicHawkmoon.

    -Algn da me lo agradeceris.

  • -No estoy muy seguro, Katinka van Bak, y os los digo con toda sinceridad.

    Y entonces, Katinka van Bak, regente de Ukrainia, lanz una estruendosa carcajada yespole a su caballo.

    Hawkmoon se vio obligado a admitir que sus dolores casi haban desaparecido y quese senta mucho mejor dispuesto a resistir un largo viaje a caballo. Su estmago an serevolva de vez en cuando y no estaba tan fuerte como antes, pero casi haba llegado alpunto de poder disfrutar de los olores, sonidos y paisajes que les rodeaban. Leasombraba lo poco que necesitaba dormir Katinka van Bak. Realizaban la mitad deltrayecto por las noches, hasta que la mujer permita que acamparan. Como resultado,llevaban un buen ritmo, pero Hawkmoon padeca un cansancio permanente.

    Llegaron a la segunda parte del viaje cuando entraron en los territorios del duqueMikael de Bahzel, pariente lejano de Hawkmoon y a cuyo servicio haba luchado Katinkavan Bak, durante las disputas del duque con otro de sus parientes, el ya fallecidoPretendiente de Estrasburgo. Cuando el Imperio Oscuro ocup sus tierras, el duqueMikael fue objeto de las ms groseras humillaciones, y nunca se recuper por completo.Se haba convertido en un misntropo y su esposa ejerca casi todas sus funciones en sunombre. Se llamaba Julia de Padova, hija del Traidor de Italia, Enric, que habaestablecido un pacto con el Imperio Oscuro contra su propio pueblo y, como recompensa,fue asesinado por los Seores de las Bestias. Tal vez por conocer la bajeza de su padre,Julia de Padova gobernaba la provincia con gran justicia. Hawkmoon repar en laevidente prosperidad del campo. Ganado bien alimentado paca en una hierba excelente.Las granjas, recin pintadas y de piedra pulida, resplandecan. Los tejados estabanlabrados en el estilo recargado tan apreciado por los campesinos de estos parajes.

    Sin embargo, cuando llegaron a la capital, Bazhel, fueron recibidos por Julia dePadova con moderada gentileza, y su hospitalidad no fue excesiva, como si se esforzaraen olvidar los viejos tiempos en que el Imperio Oscuro haba gobernado toda Europa. Porlo tanto, ver a Hawkmoon no la hizo feliz, porque haba jugado un papel muy importanteen la lucha contra el Imperio y le recordaba el pasado: la humillacin de su marido y latraicin de su padre.

    De ese modo, la pareja no pas mucho tiempo en Bazhel, sino que sigui hastaMunchenia, donde el viejo prncipe intent halagarles con regalos y les suplic que sequedaran ms tiempo y le contaran sus aventuras. Aparte de advertirle sobre lo que habaocurrido en Ukrainia (se mostr escptico), mantuvieron en secreto su misin y semarcharon a regaadientes, provistos de mejores armas y mejores ropas, Si bienHawkmoon no haba querido desprenderse de su gran capa de piel, porque la llegada delinvierno era inminente.

    Cuando Dorian Hawkmoon y Katinka van Bak llegaron a Linz, ahora una repblica, lasprimeras nieves haban cado sobre las calles de la pequea ciudad de madera,reconstruida despus de haber sido arrasada por los ejrcitos de Granbretn.

    -Hemos de acelerar la marcha -dijo Katinka van Bak a Hawkmoon, mientras tomabanalgo en una buena posada situada en la plaza central de la ciudad-. De lo contrario,encontraremos cerrados los pasos de las Montaas Blgaras y nuestro viaje habr sidoen vano.

    -Me pregunto si no habr sido en vano desde un principio -contest Hawkmoon,

  • sosteniendo la copa de vino humeante con sus manos enguantadas.

    Ya no recordaba en nada al ser que habitaba en el castillo de Brass, si bien susantiguas amistades le habran reconocido de inmediato. Sus facciones eran marcadas denuevo y los msculos abultaban bajo la camisa de seda. Sus ojos eran brillantes,enrgicos, y su piel brillaba, as como su largo cabello rubio.

    -An os preguntis si encontraris all a Yisselda?

    -S, y tambin me pregunto si ese ejrcito es tan fuerte como pensis. Quiz tuvieronla suerte de su lado cuando aplastaron a vuestras fuerzas.

    -Qu os hace pensar eso?

    -No hemos odo ningn rumor. Ni la menor insinuacin de que nadie tenga noticia deeste ejrcito.

    -Yo he visto ese ejrcito. Y era grande, creedme. Es poderoso. Podra conquistar elmundo entero. Es cierto.

    Hawkmoon se encogi de hombros.

    -Bien, os creo, Katinka van Bak, pero considero extrao que no hayan llegado rumoresa nuestros odos. Cuando hablamos de este ejrcito, nadie confirma lo que decimos. Nome extraa que nos presten tan poca atencin!

    -Vuestro ingenio se agudiza -aprob Katinka-, pero como resultado estis menospredispuesto a creer en lo fantstico. -Sonri- Ocurre a menudo, verdad?

    -S, a menudo.

    -Queris dar media vuelta?

    Hawkmoon estudi el vino caliente de la copa.

    -El viaje hasta casa es largo, pero ahora me siento culpable por haber abandonadomis obligaciones en la Kamarg y emprender esta bsqueda.

    -No os ocupabais demasiado bien de esas responsabilidades -le record ella-. Noestabais en condiciones..., ni fsicas ni mentales.

    Hawkmoon le dedic una sonrisa sombra.

    -Es verdad. Este viaje me ha sentado de maravilla, pero eso no cambia el hecho deque mis principales responsabilidades estn en la Kamarg.

    -En este momento, nos quedan ms cerca las Montaas Blgaras que la Kamarg.

    -Al principio, vos fuisteis la ms reacia a emprender este viaje, pero ahora os mostrisansiosa por alcanzar vuestro objetivo.

    La mujer se encogi de hombros.

  • -Me gusta terminar lo que empiezo. Es tan raro?

    -Yo dira que es tpico de vos, Katinka van Bak -suspir Hawkmoon-. Muy bien.Vayamos a las Montanas Blgaras, lo ms rpido que permitan nuestras monturas, yregresemos a la Kamarg en cuanto nuestro objetivo se haya cumplido. Con informacin yla fuerza de la Kamarg encontraremos una forma de derrotar a los que destruyeronvuestro pas. Hablaremos con el conde Brass, que ya habr vuelto para entonces.

    -Un plan muy sensato, Hawkmoon. -Katinka van Bak pareci tranquilizarse-. Me voy ala cama.

    -Terminar el vino e imitar vuestro ejemplo. -Hawkmoon lanz una carcajada-.Incluso ahora consegus agotarme.

    -Otro mes y la situacin sufrir un vuelco -prometi ella-. Buenas noches, Hawkmoon.

    A la maana siguiente, los cascos de sus caballos hollaron la delgada capa de nieve,aunque continuaban cayendo abundantes copos. Las nubes desaparecieron a la primerahora de la tarde y el cielo qued despejado. La nieve empez a fundirse. No haba sidouna nevada espectacular, pero constitua un anticipo de lo que les esperaba cuandollegaran a las Montaas Blgaras.

    Cabalgaron por un terreno sembrado de colinas que, en otro tiempo, haba formadoparte del reino de Viena, pero el reino haba sido asolado y su poblacin exterminada. Lahierba volva a crecer en la tierra calcinada y muchas ruinas estaban cubiertas deenredaderas. Tiempo despus, los viajeros admiraran aquellas hermosas reliquias, pensHawkmoon, pero no poda olvidar que eran el resultado de la desmedida ansia deconquistar el mundo que haba posedo a Granbretn.

    Pasaban frente a los restos de un castillo asentado sobre una elevacin, cuandoHawkmoon crey or un ruido procedente del lugar.

    -Habis odo? -susurr Hawkmoon a Katinka van Bak, que cabalgaba a su lado.

    -Una voz humana? S, la he odo. Distinguisteis las palabras?

    Se volvi en su silla y le mir.

    Hawkmoon neg con la cabeza.

    -No. Vamos a investigar?

    -No tenemos tiempo.

    Seal el cielo, que se haba nublado de nuevo.

    Sin embargo, los dos tiraron de las riendas de sus caballos y contemplaron el castillo.

    -Buenas tardes!

    La voz tena un acento extrao, pero era alegre.

  • -Tena el presentimiento de que pasarais por aqu, campen.

    Y de las ruinas surgi un joven delgado, tocado con un sombrero de ala ancha, algoladeado. Llevaba una pluma sujeta a la cinta. Vesta un justillo de terciopelo, bastantesucio, y pantalones azules, tambin de terciopelo. Calzaba botas de ante. Cargaba a laespalda un pequeo saco. De su cintura colgaba una fina y sencilla espada.

    Y Dorian Hawkmoon le reconoci, aterrorizado.

    Desenvain la espada, aunque el extrao no pareca peligroso.

    -Cmo? Me consideris un enemigo? -pregunt el joven, sonriente-. Os aseguroque no lo soy.

    -Le habais visto antes, Hawkmoon? -salt Katinka van Bak-. Quin es?

    Era la visin que Hawkmoon haba tenido en su cama del castillo de Brass, antes deque llegara la mujer soldado.

    -No lo s -dijo Hawkmoon con voz estrangulada-. Esto huele a brujera. Obra delImperio Oscuro, tal vez. Se parece... Me recuerda a un amigo mo, aunque no tienen nadaen comn. .

    -Un viejo amigo, eh? -dijo el desconocido-. Eso soy, campeon. Cmo te llaman eneste mundo?

    -No os entiendo.

    Hawkmoon envain su espada, a regaadientes.

    -Siempre ocurre lo mismo cuando os reconozco. Soy JharyaConel y no deberaestar aqu, pero ltimamente tienen lugar muchas desestructuraciones en el multiverso.Fui separado de cuatro reencarnaciones distintas en otros tantos minutos! Cmo osllaman, pues?

    -Sigo sin comprender-se empe Hawkmoon-. Cmo me llaman? Soy el duque deColonia. Soy Dorian Hawkmoon.

    -Os saludo de nuevo, duque Dorian. Soy vuestro compaero. Ignoro cunto tiempopermanecer a vuestro lado. Como ya he dicho, extraas desestructuraciones...

    -Farfullis tonteras sin cesar, sir Jhary -se impacient Katinka van Bak-. Cmohabis llegado a estos parajes?

    -Fui transportado contra mi voluntad a esta tierra desolada, seora.

    De repente, el saco del joven empez a saltar y retorcerse, JharyaConel lo depositcon suavidad en el suelo, lo abri y sac un pequeo gato alado blanco y negro. El mismoque Hawkmoon haba visto en su visin.

    Hawkmoon se estremeci. Si bien el joven era agradable, tena la terrible sospecha de

  • que la aparicin de Conel anunciaba algn acontecimiento desagradable para l. Al igualque no entenda por qu Conel le recordaba a Oladahn, tampoco entenda por qu otrascosas le resultaban familiares. Ecos. Ecos como aquellos que le haban convencido deque Yisselda continuaba con vida...

    -Conocis a Yisselda? -prob-. Yisselda de Brass?

    JharyaConel frunci el ceo.

    -Creo que no, pero conozco a muchas personas y me olvido de casi todas, del mismomodo que me olvidar de vos algn da. Es mi sino. El mismo que el vuestro, porsupuesto.

    -Hablis de mi sino como si supierais ms de l que yo.

    -Y as es, en este contexto. En otra ocasin, ninguno reconocer al otro. Campen,qu os llama ahora?

    Como campen del Bastn Rnico, Hawkmoon estaba acostumbrado a esta frmula,aunque muy pocos la utilizaban. El resto de la frase era un misterio para l.

    -Nada me llama. He emprendido una bsqueda en compaa de esta dama. Unabsqueda urgente.

    -Entonces, no hay tiempo que perder. Un momento.

    JharyaConel corri colina arriba y entr en el castillo derruido. Un segundo despussali conduciendo un viejo caballo amarillo. Era el rucio ms feo que Hawkmoon habavisto en su vida.

    -Dudo que pudierais mantener nuestro paso con ese jamelgo -dijo Hawkmoon-, aun enel caso de que os hubiramos dado permiso. Que no es el caso.

    -Lo haris.

    JharyaConel puso el pie en el estribo y se iz sobre la silla. El caballo pareciderrumbarse bajo su peso.

    -Al fin y al cabo, nuestro sino es cabalgar juntos.

    -A vos, amigo mo, tal vez se os antoje predeterminado -dijo Hawkmoon,malhumorado-, pero yo no comparto dicha creencia.

    Pero s la comparta. Le pareci de lo ms natural que Jhary les acompaara. Almismo tiempo, le desagradaba el convencimiento de Jhary tanto como el suyo.

    Hawkmoon mir a Katinka van Bak en busca de consejo. La mujer se encogi dehombros.

    -No me importa que otra espada se una a las nuestras -dijo.

    Dirigi una mirada de desdn al caballo de Jhary.

  • -Aunque me parece que muy pronto os quedaris atrs -aadi.

    -Ya lo veremos -respondi Jhary en tono risueo-. Adnde vais?

    Las sospechas crecieron en Hawkmoon. De pronto, se le ocurri que el hombre podaser un espa del enemigo.

    -Por qu lo preguntis?

    Jhary se encogi de hombros.

    -Por preguntar. He odo rumores sobre ciertos problemas en las montaas al este deaqu. Una banda de salvajes que se dedican a destruirlo todo antes de volver a suguarida.

    -Yo tambin he odo algo similar-admiti Hawkmoon, cauteloso-. Dnde lo habisodo?

    -Me lo dijo un viajero que encontr en la carretera.

    Por fin, Hawkmoon tena una confirmacin de lo que Katinka van Bak haba contado.Se tranquiliz al saber que no le haba mentido.

    -Bien -dijo-, vamos en esa direccin. Queremos comprobarlo personalmente.

    -Muy cierto -sonri Katinka van Bak.

    Y ahora eran tres los jinetes que se dirigan a las Montaas Blgaras. Un tro peculiar,a decir verdad. Cabalgaron durante varios das, pero al jamelgo de Jhary no le cost nadamantener el paso de los dems caballos.

    Un da, Hawkoon se volvi hacia su nuevo compaero y pregunt:

    -Conocais a un hombre llamado Oladahn? Era muy bajito y estaba cubierto de vellorojizo. Deca ser pariente de los Gigantes de las Montaas Blgaras, a quienes nadie havisto, que yo sepa. Un experto arquero.

    -He conocido a muchos arqueros expertos, entre ellos a Rackhir el Arquero Rojo, quetal vez sea el ms grande de todo el multiverso, pero ninguno llamado Oladahn. Eraisbuenos amigos?

    -Mi mejor amigo durante mucho tiempo.

    -Tal vez he llevado ese nombre -dijo JharyaConel, y frunci el ceo-. He llevadomuchos, por supuesto. Me resulta vagamente familiar, al igual que los nombres Corum oUrlik os resultaran familiares a vos.

    -Urlik? -Hawkmoon palideci-. Qu sabis de ese nombre?

    -Es vuestro nombre. Uno de ellos, al menos. Y Corum tambin, aunque Corum no erauna manifestacin humana y tendrais ms dificultades en recordarla.

  • -Hablis como si tal cosa de reencarnaciones! Afirmis que recordis vidas pasadascon la misma facilidad que yo recuerdo aventuras anteriores?

    -Algunas vidas. Todas no, ni mucho menos. Ya est bien as. En tra reencarnacin esposible que no recuerde sta, por ejemplo. De todos modos, he advertido que en estaocasin mi nombre no ha cambiado. -Jhary lanz una carcajada-. Mis recuerdos vienen yvan, como los nuestros. Eso nos salva.

    -Hablis en acertijos, amigo Jhary.

    -A menudo me lo decs. -Jhary se encogi de hombros-. Sin embargo, esta aventurame parece un poco diferente, debo admitirlo. Me encuentro en la peculiar situacin de serzarandeado de una dimensin a otra. Desestructuraciones a gran escala, causadas porlos experimentos de algn hechicero loco, sin duda. Por no mencionar el inters quedemuestran los Seores del Caos cuando se les ofrece una oportunidad as. Supongoque juegan algn papel en todo esto.

    -Los Seores del Caos? Quines son?

    -Ah, es algo que debis descubrir vos mismo, si no lo sabis. Algunos dicen quemoran en el confn del tiempo y que sus intentos de manipular el tiempo a su capricho esel resultado de que su mundo est agonizando, pero es una teora cogida por los pelos.Otros sugieren que no existen, pero que la imaginacin de los hombres los conjuranperidicamene.

    -Sois un hechicero, maese Jhary? -pregunt Katinka van Bak, retrocediendo haciaellos.

    -Creo que no.

    -Un filsofo, como mnimo.

    -La experiencia moldea mi filosofa, eso es todo.

    Jhary, cansado al parecer de la conversacin, se neg a continuar abundando en eltema.

    -Mi nica experiencia del tipo que insinuabais -dijo Hawkmoon- fue con el BastnRnico. Es posible que est relacionado con lo que sucede en las Montaas Blgaras?

    -El Bastn Rnico? Tal vez.

    Una gran nevada haba cado sobre la ciudad de Pesht. Construida de piedra blancatallada, la ciudad haba sobrevivido a los asedios del Imperio Oscuro y su aspecto actualrecordaba al que tena antes de que Granbretn iniciara sus conquistas. La nieve brillabasobre cada superficie y, como los tres hroes llegaron en una noche de luna llena, daba laimpresin de que llamas blancas consuman Pesht.

    Se detuvieron ante las puertas pasada la medianoche y les cost bastante despertar alguardia, que les dej pasar con gran aparato de gruidos y preguntas sobre susintenciones. Cabalgaron por anchas y vacas avenidas, en busca del palacio del prncipe

  • Karr de Pesht. En otros tiempos, el prncipe Karl haba cortejado a Katinka van Bak ysolicitado su mano. Haban sido amantes durante tres aos, pero ella nunca aceptcasarse con l. Ahora, estaba casado con una princesa de Zagredia y era feliz. Katinka yl continuaban siendo amigos. El prncipe la haba acogido bajo su techo cuando huy deUkrainia. Le sorprendera verla.

    El prncipe Karl de Pesht se qued sorprendido. Lleg a su adornado saln con unbata de brocado, los ojos anegados en sueo, pero ver a Katinka van Bak le alegr.

    -Katinka! Pensaba que ibas a pasar el invierno en la Kamarg!

    -se era mi plan.

    La mujer avanz, cogi al prncipe por los hombros y le bes en ambas mejillas alestilo militar; dio la impresin de que, en lugar de saludar a un antiguo amante, sepresentaba como soldado.

    -El duque Dorian me convenci de que le acompaara a las Montaas Blgaras.

    -Dorian? El duque de Colonia. He odo hablar mucho de vos, joven. Es un honoracogeros bajo mi techo. -El prncipe Karl sonri mientras estrechaba la mano deHawkmoon-. Y este caballero?

    -Un compaero de camino. Su nombre es un poco raro: JharyaConel.

    Jhary se quit el sombrero y ejecut una complicada reverencia.

    -Es un honor conocer al prncipe de Pesht -dijo.

    El prncipe Karl ri.

    -Y un privilegio recibir a un compaero del gran hroe de Londra. Esto es maravilloso.Vais a quedaros mucho tiempo?

    -Temo que slo esta noche -dijo Hawkmoon-. Los asuntos que nos aguardan en lasMontaas Blgaras son urgentes.

    -Hay algo all que valga la pena? Hasta los legendarios gigantes de la montaa hanmuerto, segn creo.

    -No habis hablado al prncipe de los invasores? -pregunt Hawkmoon, sorprendido,y se volvi hacia Katinka van Bak-. Pensaba...

    -No quera alarmarle.

    -Pero esta ciudad no se encuentra lejos de las Montaas Blgaras, y corre peligro deser atacada! -protest Hawkmoon

    -Atacada? Qu ocurre? Un enemigo procedente de las montaas?

    La expresin del prncipe Karl cambi.

  • -Bandidos -dijo Katinka van Bak, lanzando una significativa mirada a Hawkmoon-. Unaciudad del tamao de Pesht no ha de temer nada. Un pas tan bien defendido como elvuestro no se encuentra amenazado.

    -Pero...

    Hawkmoon se contuvo. Katinka van Bak deba tener buenos motivos para ocultar alprncipe lo que saba. Cules podan ser esas razones? Acaso sospechaba que elprncipe Karl se haba confabulado con sus enemigos? En tal caso, tendra que haberleadvertido antes. Adems, era inconcebible que este amable anciano se aliara consemejante chusma. Haba luchado bien y valientemente contra el Imperio Oscuro que lecaptur, aunque no haba padecido las indignidades que el Imperio Oscuro reservaba alos aristcratas prisioneros

    -Estaris cansados del viaje -dijo el prncipe Karl con diplomacia. Ya haba ordenado alos criados que prepararan habitaciones para los invitados-. Querris acostaros. El placerde veros de nuevo, Katinka y de conocer a este hroe, me ha impulsado a reteneros msde la cuenta. -Sonri y rode con el brazo la espalda de Hawkmoon-. Quiz podamoscharlar un poco durante el desayuno, antes de que partis.

    -Sera un gran placer, sire -dijo Hawkmoon

    Y cuando Hawkmoon se tendi en la enorme cama de una confortable habitacin, queun agradable fuego calentaba, contempl las sombras que jugueteaban sobre los bellostapices que decoraban las paredes y medit durante unos minutos en los posibles motivosde Katinka van Bak para guardar silencio, antes de sumirse en un sueo profundo, queninguna pesadilla atorment.

    En el gran trineo caban hasta doce soldados con armadura y habra podido vendersepor una fortuna, pues estaba incrustado de oro, platino, marfil y bano, amn de piedraspreciosas. Slo un maestro haba podido cincelar la madera del armazn. Hawkmoon yKatinka van Bak se resistieron a aceptar el obsequio del prncipe Karl, pero el hombreinsisti.

    -Es lo ms adecuado para este tiempo. Vuestros caballos os seguirn y estarnfrescos cuando los necesitis.

    Ocho caballos castrados tiraban del trineo, atados a un arns de piel negra y plata. Sehaban fijado campanas al arns, aunque estaban bien envueltas para ahogar el ruido.

    Nevaba con intensidad y la carretera que conduca a Pesht estaba resbaladiza. Eralgico utilizar el trineo en tales circunstancias. El trineo iba cargado de provisiones ypieles, y contaba con una capota que poda alzarse rpidamente si el tiempo empeoraba.Tenan artefactos antiguos, primos lejanos de las lanzas flamgeras, para preparar lacomida, variada y suficiente para alimentar a un pequeo ejercito. El prncipe Karl nohaba dicho que estaba encantado de recibirles por mera cortesa.

    JharyaConel acept sin ambages el trineo. Ri de placer cuando subi y se sententre una profusin de pieles carsimas.

    -Recordad cuando erais Urlik -dijo a Hawkmoon-. Urlik Skarsol, prncipe del HieloAustral. Tiraban osos de vuestro carruaje!

  • -No recuerdo esa experiencia -replic Hawkmoon-. Me gustara saber por qu osempeis en proseguir esta farsa.

    -Bueno, quiz lo entenderis ms tarde -repuso filosficamente Jhary.

    El prncipe Karl de Pesht se despidi de ellos en persona, y agit la mano desde lasimpresionantes murallas de la ciudad hasta que se perdieron de vista.

    El enorme trineo se desplazaba a gran velocidad y Hawkmoon se pregunt por quexperimentaba una mezcla de jbilo y recelo al viajar a tal velocidad. Una vez ms, Jharyhaba mencionado algo que despertaba un eco en su memoria. Sin embargo, estabaseguro de que nunca haba sido ese tal "Urlik"; a lo sumo, habra soado alguna vez esenombre.

    El ritmo del viaje se mantuvo constante, porque las condiciones climatolgicas jugabana su favor. Los ocho caballos negros parecan incansables, y les acercaban cada vez msa las Montaas Blgaras.

    Pese a todo, una aterradora sensacin de familiaridad embargaba a Hawkmoon. Laimagen de un carruaje de plata, cuyas cuatro ruedas iban fijadas a esques, queatravesaba implacablemente una gran llanura de hielo. Otra imagen, esta vez de unbarco..., pero un barco que surcaba otra llanura de hielo. Y no ocurra en los mismosmundos; de eso estaba seguro. Ninguno era este mundo, su mundo. Intent apartar talespensamientos de su mente, pero eran persistentes.

    Quiz debera plantear sus dudas a Katinka van Bak y a JharyaConel, pero no sedecida. Pensaba que las respuestas tal vez no le agradaran.

    Continuaron el viaje bajo la nieve remolineante, el terreno se hizo bastante empinado yla velocidad disminuy un poco, aunque no demasiado.

    A juzgar por lo que vea del paisaje circundante, no haba seales de ataquesrecientes. Hawkmoon, que sujetaba las riendas de los ocho caballos, expres su opinin aKatinka van Bak.

    Su respuesta fue sucinta.

    -No tiene por qu haberlos. Os dije que slo asolaban el otro lado de las montaas.

    -Pues tiene que haber una explicacin a eso, y si descubrimos la explicacinencontraremos su punto dbil.

    Por fin, las carreteras se hicieron demasiado empinadas y los cascos de los caballospatinaron en el hielo. La nieve haba remitido y estaba anocheciendo. Hawkmoon sealun prado que se extenda bajo ellos.

    -Los caballos pueden pastar all. La hierba es aceptable. Y hay una cueva dondepodrn guarecerse. Es lo mximo que podemos hacer por ellos, me temo.

    -Muy bien -dijo Katinka van Bak.

  • Consiguieron desviar de su camino a los caballos, no sin grandes esfuerzos, y bajaronpor el sendero hasta llegar al prado cubierto de nieve. Hawkmoon apart la nieve con labota para indicar la hierba que creca debajo, pero los caballos no necesitaron su ayuda.Estaban acostumbrados a tales avatares y emplearon sus cascos para quitar la nieve.Como casi haba anochecido, los tres decidieron pasar la noche en la cueva con loscaballos, antes de continuar hacia las montaas.

    -El tiempo juega a nuestro favor -indic Hawkmoon-, porque nuestros enemigos tienenmenos posibilidades de vernos.

    -Muy cierto -aprob Katinka van Bak.

    -Por otra parte, hemos de ser cautelosos -continu Hawkmoon-, porque tampoco losveremos hasta que los tengamos encima. Conocis esta zona, Katinka van Bak?

    -Bastante bien.

    La mujer estaba encendiendo un fuego en el interior de la caverna, pues los hornillosque les haba proporcionado el prncipe para cocinar no servan para calentar la cueva.

    -Esto es ideal - coment JharyaConel-. No me importara pasar el resto del inviernoaqu. Reemprenderamos el viaje cuando llegara la primavera.

    Katinka le dirigi una mirada de desdn. Jhary sonri y guard silencio durante un rato.

    Cabalgaban bajo un cielo inexorable. No creca nada en aquellas montaas, salvo unpoco de musgo agostado y algunos raquticos abedules grises y pardos. Aves de rapiatrazaban crculos entre los picos dentados. Slo se oa el ruido de su respiracin, elrepiqueteo de los cascos de los caballos sobre las rocas, su lento avance. El paisaje quese divisaba desde aquellos senderos montaosos era hermossimo, pero tambinmortfero, fro, cruel. Muchos viajeros deban morir en aquellos parajes durante el invierno.

    Hawkmoon se haba puesto un espeso pellejo sobre sus ropas de piel. Aunquesudaba, no quera quitarse ninguna prenda por temor a quedarse congelado. Los demstambin iban bien arropados: capuchas, guantes, botas y abrigos. Los senderosdescendan en muy pocas ocasiones, pero volvan a ascender en la siguiente revuelta.

    El aspecto de las montaas, pese a su belleza mortfera, era apacible. Una inmensasensacin de paz reinaba en los valles, y Hawkmoon apenas poda creer que un ejrcitode bandidos se ocultara en ellas. Nada indicaba que las montaas hubieran sidoinvadidas. A veces, tena la sensacin de ser el primer hombre que segua aquella senda.Aunque la progresin era lenta y fatigosa, no se haba sentido tan relajado desde que eranio, cuando su padre gobernaba Colonia. Su nica responsabilidad era sencilla: seguircon vida.

    Y por fin llegaron a una senda algo ms amplia, donde Hawkmoon pudo moverse asus anchas, tal como deseaba. La senda desembocaba de repente en la entrada de unaenorme cueva oscura.

    -Qu es esto? -pregunt Hawkmoon a Katinka-. Parece un callejn sin salida. Es untnel?

  • -S -contest la mujer-. Es un tnel.

    -Cunto nos quedar de viaje cuando lleguemos al otro extremo del tnel?

    Hawkmoon se apoy contra la pared rocosa, junto a la entrada del tnel.

    -Eso depende -fue la misteriosa contestacin de Katinka van Bak, que no aadi nadams.

    Hawkmoon estaba demasiado dbil para preguntar qu quera decir. Se intern en eltnel, guiando a su caballo por la brida, contento de que la nieve ya no dificultara su paso.Haca calor en la cueva y ola a primavera. Slo Hawkmoon se dio cuenta, y los otros dosse preguntaron si algn perfume se haba adherido a su enorme capa de piel. El suelo dela caverna era llano y caminaron con mayor facilidad.

    -Cuesta creer que este lugar sea obra de la naturaleza -dijo Hawkmoon-. Es unamaravilla.

    Tras una hora de caminata, sin que se viera el final del tnel, Hawkmoon empez aponerse nervioso.

    -No puede ser natural -mascull.

    Palp las paredes, pero nada indicaba que hubieran sido creadas por herramientas.Se volvi hacia sus acompaantes y pens, en la oscuridad, que distingua expresionesextraas en sus rostros.

    -Cul es vuestra opinin? Ya conocis este lugar, Katinka van Bak. Es mencionadoen las leyendas o en los libros de historia?

    -En algunos -admiti la mujer-. Sigue adelante, Hawkmoon. Pronto llegaremos al otrolado.

    -A dnde conduce?

    Se gir en redondo. La antorcha que sujetaba en la mano tea su rostro de un rojodemonaco.

    -Al mismsimo campamento del Imperio Oscuro? Trabajis los dos para mis viejosenemigos? Se trata de una celada? Ninguno de los dos me habis dicho la verdad!

    -No estamos al servicio de vuestros enemigos -dijo Katinka van Bak-. Seguid,Hawkmoon, os lo ruego, o prefers que vaya yo al frente?

    Dio un paso adelante.

    Hawkmoon se llev la mano instintivamente al pomo de la espada, echando haciaatrs su capa de piel.

    -No. Confo en vos, Katinka van Bak, aunque olfateo una trampa. Por qu?

    -Debis seguir adelante, seor campen! -dijo en voz baja JharyaConel, mientras

  • acariciaba el pelaje de su gato blanco y negro, que asomaba la cabeza por su justillo-. Esvuestro deber.

    -Campen? Campen de qu? -La mano de Hawkmoon an aferraba el pomo de suespada-. De qu?

    -Campen Eterno -respondi JharyaConel, an en voz baja-. Soldado del destino...

    -No!

    Aunque las palabras carecan de sentido, su sonido result insoportable a Hawkmoon.

    -No!

    Se llev las manos enguantadas a los odos.

    Y fue en aquel momento cuando sus amigos se precipitaron sobre l.

    No estaba tan fuerte como antes de sumirse en la locura. La subida le haba agotado.Luch contra ellos, hasta que el pual de Katinka van Bak roz su ojo y oy que la mujersusurraba en sus odos:

    -Mataros es la mejor forma de lograr nuestros propsitos, Hawkmoon -dijo-, pero loconsidero una grosera. Adems, no me decido a separaros de este cuerpo, por sideseis regresar a l. Por lo tanto, slo os matar si me ponis las cosas muy difciles.Me entendis?

    -Olfateaba la traicin -replic Hawkmoon, sin dejar de debatirse-, cuando pensaba olera primavera. Ola a traicin, en realidad. Traicin disfrazada de amistad.

    Uno de los dos apag la antorcha. La oscuridad descendi sobre ellos y Hawkmoonoy el eco de sus palabras.

    -Dnde estamos? -Not que el pual aranaba su ojo de nuevo-. Qu me vis ahacer?

    -Era la nica forma -dijo Katinka van Bak-. Era la nica manera, campen.

    Era la primera vez que le llamaba as, aunque Jhary haba utilizado el trmino confrecuencia.

    -Dnde