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IGLESIA Y GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO EN CASTILLA (1369-1480) ÍNDICE - Introducción…………………………………………………………………………….2 - Resumen……………………………………………………………………………..…..4 - Análisis…………………………………………………………………………….………10 - Metodología del autor………………………………………………….. ………..16 - Conclusiones……………………………………………………………………………18 - Bibliografía………………………………………………………………………………20 1

0iglesia y Genesis Del Estado Moderno en Castilla

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IGLESIA Y GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO EN CASTILLA (1369-1480)

ÍNDICE

- Introducción…………………………………………………………………………….2

- Resumen……………………………………………………………………………..…..4

- Análisis…………………………………………………………………………….………10

- Metodología del autor…………………………………………………..………..16

- Conclusiones……………………………………………………………………………18

- Bibliografía………………………………………………………………………………20

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INTRODUCCIÓN

La obra que tenemos entre manos trata sobre las relaciones entre la Iglesia y la Monarquía en la Castilla Bajomedieval. En este contexto, iremos observando a lo largo del libro como la Monarquía Castellana se dirige poco a poco hacia el autoritarismo monárquico, la centralización del poder, y en definitiva, a la formación de un Estado Moderno. Para ello el rey pretende tener un mayor control sobre su reino, y también un mayor control de su Iglesia. La formación del Estado Moderno es un fenómeno común a toda la Europa Occidental durante la Baja Edad Media (es el caso, por ejemplo, de Inglaterra y Francia, y por supuesto Castilla), y en este proceso la Iglesia va poco a poco concediendo una serie de prerrogativas a la Monarquía, y perdiendo parte de su poder, si bien los eclesiásticos seguirán contando con multitud de privilegios, y la Iglesia y la autoridad papal mantendrán buena parte de su fortaleza. En este contexto las relaciones Iglesia-Estado se multiplican, hay una colaboración mayor entre ambos poderes. Esta relación no siempre será fácil, sobretodo durante los conflictos políticos, y los reyes para conseguir sus objetivos se presentarán como los defensores de la Iglesia y de sus privilegios, manteniéndolos en buena medida, y otorgando a la Iglesia una base sólida sobre la que aposentarse: La Monarquía. De esta manera el rey pasa a ser el principal defensor de la Iglesia de su reino, comenzará a tener un mayor apoyo de los eclesiásticos, e intentará recortar el poder papal. De este modo el rey impondrá su autoridad en más de una ocasión, llegando a controlar parte de la fiscalidad y de las rentas de la Iglesia. Con el Papa, entre otras cosas, mantendrá una pugna por la elección de los cargos eclesiásticos, una lucha en la que la Monarquía comenzó a concentrar progresivamente una serie de atribuciones en detrimento del Papa, como que los eclesiásticos debían ser gentes naturales del reino, o cierta capacidad para elegir ellos mismos una serie de cargos eclesiásticos. Además los reyes quisieron ser los reformadores de su propia Iglesia, llevando a cabo una serie de medidas, como el patrocinio y mecenazgo de la Orden de San Jerónimo.

Esto es en líneas generales la temática que trata la presente obra.

El autor de Iglesia y Génesis del Estado Moderno en Castilla (1369-1480), es José Manuel Nieto Soria. Nació el diez de febrero de 1958, licenciándose en Geografía e Historia en 1980 por la Universidad Complutense de Madrid, obteniendo el doctorado en Historia en dicha universidad en el año 1982. Ha ocupado diferentes puestos en esta universidad. Entre 1981-1982, ocupó el puesto de Becario Predoctoral, desde 1982 hasta 1986 el de Profesor Ayudante, pasa a ser Profesor Titular en el año 1986, cargo que ejerce hasta 1991, cuando finalmente obtiene la cátedra, ejerciendo como Catedrático en la Universidad Complutense de Madrid desde entonces.

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Ha publicado multitud de obras y participado en múltiples proyectos de investigación y congresos, tanto nacionales como internacionales, en Francia, Portugal, Italia, Estados Unidos… Y trabajado con otros investigadores, como Miguel Ángel Ladero Quesada.

Sus líneas de investigación se han centrado en la Castilla del S. XIII y Bajomedieval fundamentalmente, con especial atención a la política, la Monarquía, la Iglesia, y las relaciones entre estas dos últimas instituciones mencionadas.

La presente obra, que trata especialmente las relaciones Iglesia-Estado en la Castilla Bajomedieval, está perfectamente encuadrada en las líneas de investigación del autor. Es una obra a la que dedicó muchos años, comenzando a reunir materiales para su redacción en 1986, para finalmente salir a la luz la primera edición en 1994. Esta tardanza se debe a que mientras realizaba dicho trabajo de investigación, profundizó en otras líneas de trabajo afines a este que captaron su interés, surgiendo así otras obras de carácter más sintético a partir del planteamiento central de la obra que nos ocupa. Es el caso de Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (siglos XIII al XVI), publicado en 1988, o Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara, obra publicada en 1993. Además, publicó diferentes artículos en revistas.

Estamos por tanto ante una obra extensa, en un ámbito temático en el que el autor lleva ya varios años investigando.

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RESUMEN DE LA OBRA

UNIVERSALISMO PONTIFICIO Y SOBERANÍA REAL

En este capítulo se tratan las relaciones Iglesia-Estado, y la evolución que sufrieron durante la Baja Edad Media en Castilla. Vemos como la monarquía cada vez cuenta con un poder mayor, un fenómeno común en la Europa Occidental en la que se están formando los Estados Modernos y las monarquías autoritarias, mientras que el Pontificado estaba más debilitado, y la Cristiandad desunida durante el llamado Cisma de Occidente, entre finales del S. XIV y principios del S. XV, momento en el que hubo varios papas que se disputaron la autoridad pontificia, en una Europa que pedía reformas en la Iglesia. En este contexto, los poderes pontificios son conscientes de su situación, e intentan reconducir su antiguo universalismo pontificio, buscando el diálogo y la negociación con los reyes occidentales, que aspiran a controlar sus propias Iglesias. El Pontificado, cauteloso y sabedor de las múltiples rentas que obtenían mediante la asignación de beneficios y otros tributos, mantendrán múltiples mediadores y representantes del Papa en los diferentes reinos occidentales, entre ellos Castilla, como nuncios, colectores y legados pontificios, que tuvieron amplios poderes y tenían como misión garantizar la potestad del Papa en diferentes asuntos de carácter eclesiástico, así como hacer de mediadores en conflictos políticos y en otros asuntos. Paralelamente a este fenómeno, la monarquía castellana contará con sus propios embajadores en la Santa Sede, que contaron con una influencia e importancia cada vez mayores. Con el avance de las décadas, será la monarquía castellana la mayor beneficiada ya que contará con un creciente poder sobre las instituciones eclesiásticas, mientras que la autoridad papal decreció, multiplicándose por otra parte los contactos, negociaciones y representantes de uno y otro poder en Castilla y la Santa Sede, hasta que se institucionalicen finalmente las representaciones permanentes.

LOS PRIVILEGIOS ECLESIÁSTICOS

Durante la Baja Edad Media en Castilla se produce un aumento de los contactos entre monarquía y papado, y se delimitan más claramente los límites de los privilegios eclesiásticos. Además el poder regio se verá poco a poco incrementado, sobre todo en temas jurisdiccionales, intentado sustraer parcelas de poder a los eclesiásticos, si bien la monarquía llevó a cabo un mayor reconocimiento de los privilegios y poderes con los que contaba el clero, para evitar así una confrontación directa y favorecer de esta manera el paulatino incremento del poder monárquico, el entendimiento y el diálogo entre los poderes implicados, y la regulación efectiva de los privilegios y poderes del

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estamento eclesiástico, estableciéndose claramente la condición privilegiada de la Iglesia. Hay que destacar que este complejo proceso no fue fácil y la presencia de irregularidades siguió siendo numerosa, como por ejemplo los excesos de la justicia eclesiástica que en ocasiones sustituyó a la secular en pleitos que no tenían un carácter espiritual, y por tanto quedaban fuera del ámbito jurisdiccional de la Iglesia, como en el caso de los impagos del diezmo, en los que en múltiples ocasiones los clérigos recurrían a los tribunales eclesiásticos sin informar a la justicia secular, lo que produjo múltiples fricciones entre el poder regio y el papado, si bien con el paso de las décadas estas fricciones disminuyeron, y en 1451 en las Cortes de Valladolid se anunció la publicación de unas bulas pontificas que intentaron solventar el problema de los excesos de la justicia eclesiástica, aunque todavía hubo posteriormente intervenciones regias en defensa del campo jurisdiccional monárquico.

LA CENTRALIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA

La presencia de eclesiásticos en las instituciones monárquicas y en los círculos de poder regios fue muy importante. Por tónica general a lo largo de la Baja Edad Media la presencia de eclesiásticos en estos círculos de poder disminuyó, pero su poder político aumentó, resaltando por ejemplo el papel de los confesores reales, destinados en principio a ser los directores de conciencia del monarca y encontrándose por lo general en el anonimato, irán poco a poco adquiriendo funciones políticas y a ser en muchas ocasiones los representantes del rey, además de darse a conocer y comenzar a aparecer en las fuentes, abandonando el anonimato. En el círculo de poder del rey, destacan también los privados, personas muy cercanas al rey y que ejercían una gran influencia sobre él y sobre sus decisiones políticas. La presencia de privados eclesiásticos durante la Baja Edad Media tendrá una gran continuidad. En cuanto a las instituciones regias, los eclesiásticos tendrán una notable presencia en el Consejo Real, una institución con un poder creciente, en detrimento de las Cortes, que tendrán una presencia de eclesiásticos mucho menor, y en clara disminución durante la Baja Edad Media, debido también al agotamiento de esta institución. La presencia en el Consejo Real garantizaba a los eclesiásticos una proyección política muy importante. Acudían a ella generalmente obispos con una buena formación, o con un trato cercano al rey y que tuvieron una posición determinante en esta institución. A partir de 1385, por ejemplo, el presidente de esta institución debía ser un prelado. Además, de los doce puestos de consejeros que había en el Consejo Real, cuatro de ellos se reservaban a prelados. De esta manera la influencia política de la Iglesia en los asuntos de gobernación del reino, quedaba garantizada. En cuanto a los cargos de corte más burocrático, como los cancilleres reales o los notarios y refrendarios reales, la presencia de eclesiásticos en estos cargos fue disminuyendo paulatinamente, y la presencia de estos en la Cámara de Castilla si debió ser más relevante, pero la falta de

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información sobre dicha cámara para la época que nos ocupa, dificulta mucho poder averiguar que eclesiásticos estuvieron en ella, o que funciones desempeñaron. En asuntos de justicia los eclesiásticos si tuvieron una presencia destacable en la Audiencia Real, y muchos oidores fueron obispos, e incluso presidentes de la Real Chancillería, como el caso del obispo de Palencia, Diego Hurtado de Mendoza, presidente de dicha institución en 1475. Ya en tiempos de los Reyes Católicos se creará la Santa Hermandad, para centralizar aun más las organizaciones locales, y tener así una mayor capacidad de actuación en materia de orden público. La presencia de eclesiásticos en ambas instituciones fue decisiva.

LAS ACTIVIDADES PROPAGANDÍSTICAS Y LEGITIMADORAS

La consolidación de un sistema político es un proceso complejo, y alcanzar una serie de objetivos políticos suele necesitar de una serie de instrumentos propagandísticos y legitimadores, que acompañen y sustenten esta dificultosa finalidad. En la Castilla bajomedieval, la Iglesia y la religión jugaban un papel importante a la hora de legitimar el poder de la monarquía, además de tener una gran capacidad de propaganda. El monarca manejará las referencias religioso-eclesiásticas en su favor, estableciendo así una relación Iglesia-Monarquía más estrecha, que posibilitó en buena medida el aumento del poder regio y su fortalecimiento. De esta manera, la monarquía utilizara diferentes retóricas y aparatos propagandísticos, que en muchas ocasiones tendrán referencias religiosas, habiendo además muchos eclesiásticos que estuvieron al servicio de la monarquía y ejercieron funciones propagandísticas para legitimarla. La retórica teológica, por ejemplo, resalta el hecho de que el monarca tiene un origen divino, y el rey es un vicario de Dios en la tierra, y los súbditos le deben lealtad. Esta idea del origen divino cobrará fuerza con la dinastía Trastámara, popularizándose mucho durante la Baja Edad Media. En la retórica jurídica, observamos la importancia de muchos eclesiásticos versados en leyes, como el obispo de Segovia Gonzalo González, autor de La Peregrina, y la influencia de muchos eclesiásticos que ejercieron como juristas. Muchos de estos eclesiásticos apoyaron y defendieron a la monarquía en el ámbito del ordenamiento legal. Además, cabe destacar las aportaciones del Derecho Canónico en este campo. Hay que resaltar también la intensa ceremonialización de la vida política, y la alusión a rituales litúrgicos en estas ceremonias, así como el papel que jugaron el símbolo y la imagen, que tuvieron un claro efecto propagandístico que exaltaba a la monarquía, valiéndose muchas veces de elementos religiosos. Por último, es destacable la exteriorización del sentimiento religioso de los monarcas, siendo el franciscanismo la forma de devoción religiosa que cobró más fuerza a partir de la dinastía Trastámara.

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LOS CONFLICTOS POLÍTICOS

En la Baja Edad Media en Castilla, la transformación de la monarquía hacia un modelo más autoritario estuvo acompañada de múltiples conflictos políticos, siendo una característica aplicable a toda la Europa Occidental, e internacionalizándose en muchas

ocasiones estos conflictos. En esta situación la Iglesia castellana deberá adoptar una postura política u otra, poniéndose a prueba su unidad institucional. Hay muchos factores que influirán a la hora de que un eclesiástico tome partida de una posición política u otra, como la obediencia o la oposición a los criterios pontificios, la vinculación personal con algunos grupos de significación política, la defensa de intereses o privilegios… Durante la guerra civil en Castilla, los eclesiásticos apoyaron de manera general la causa de Enrique II de Trastámara, que defendió los privilegios del clero, realizando una importante labor propagandista, si bien hay que tener en cuenta la falta de pruebas y fuentes que pudieran reflejar un posible respaldo al rey Pedro. Con Juan II nos encontramos a un clero más dividido, entre los que apoyaron al rey, y los que apoyaron a la nobleza y a los infantes de Aragón, siendo característico también la presencia de clérigos mediadores entre ambas partes, como el obispo de Cuenca don Álvaro de Isorna, que apoyando a Juan II actuó como mediador entre este y los infantes de Aragón, aprovechando su condición clerical que le proporcionaba una gran respetabilidad. Durante el reinado de Enrique IV, la Iglesia castellana se involucró profundamente en los conflictos políticos de esa etapa, apoyando a los partidarios del infante don Alfonso, o apoyando al rey Enrique IV. Fue un momento de gran ebullición política, en el que la Iglesia se involucró además atendiendo a unos objetivos eclesiásticos medianamente definidos y unos objetivos comunes, algo que no había ocurrido con anterioridad. Además, Enrique IV impuso cargas extraordinarias a las rentas eclesiásticas, lo que agitó más al clero y alimentó aun más su división. Tanto Enrique IV como los partidarios del príncipe don Alfonso intentarán poner de su parte al clero castellano. Con la muerte del príncipe Alfonso los eclesiásticos que le apoyaron se terminaron disolviendo, y solo destacará la intervención de algunos eclesiásticos importantes, que guiándose por motivos personales, se posicionarán de un lado o de otro (del rey Enrique IV, de la princesa Isabel, o de los futuros Reyes Católicos), desechando la formación de un frente común como en el periodo anterior. En el ámbito de la política exterior, la internacionalización de los conflictos castellanos y la entronización de la dinastía Trastámara, provocará un aumento de las relaciones exteriores y de las negociaciones entre la monarquía castellana y otras monarquías. En estas negociaciones muchos eclesiásticos actuaron como mediadores entre unas y otras partes, especialmente durante el Cisma.

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LA FISCALIZACIÓN DE LAS RENTAS ECLESIÁSTICAS

A partir del reinado de Alfonso X observamos una paulatina fiscalización de las rentas eclesiásticas, controlando los reyes parte de la fiscalidad y de las rentas de la Iglesia, que supusieron un aumento considerable en los ingresos de la Hacienda Real, si bien en este momento estos ingresos fueron de carácter extraordinario, no permanente. Paralelamente a este proceso la monarquía concedió privilegios a la Iglesia y mantuvo los que ya tenía, conforme la Reconquista avanzaba, siendo además el propio monarca el defensor de los intereses económicos de la Iglesia. Partiendo de esta base, durante la Baja Edad Media observamos cómo esta fiscalidad procedente de las rentas y bienes de la Iglesia, que era de carácter eventual, comienza a ser de carácter ordinario, habiendo una serie de figuras fiscales como tercias reales, décimas, subsidios o cruzadas. Las tercias reales eran un impuesto que consistía en las dos novenas partes del diezmo eclesiástico, en un principio de carácter extraordinario, pero a partir de la dinastía Trastámara comenzará a ser más habitual su cobro, reservándose los monarcas el cobro de dichas tercias, y finalmente a finales del siglo XV la percepción de las tercias será de carácter perpetuo, gracias al respaldo del papa Alejandro VI. En cuanto a las cruzadas subsidios y décimas, eran concesiones económicas de los papas a los reyes de Castilla, para que pudieran continuar la Reconquista. Durante la Baja Edad Media la Reconquista se detuvo, pero los monarcas castellanos no dudaron en seguir beneficiándose de estas concesiones papales, dado que el papa otorgaba estas concesiones a los reyes de Castilla para que pudieran completar la Reconquista tomando Granada (cosa que no sucedió hasta la llegada de los Reyes Católicos). Durante la época del cisma, los papas otorgaban estas concesiones a los reyes de Castilla atendiendo a sus intereses particulares, pues en un momento en el que había varios papas, estos querían conseguir los mayores apoyos posibles. Al finalizar el cisma, los papas siguieron otorgando estas concesiones a la monarquía castellana, pensando en que se reconquistaría Granada, y con la caída de Constantinopla las concesiones siguieron vigentes, pues se quería organizar una cruzada contra el turco, buscando los papas el apoyo de los reyes castellanos. A finales de la Baja Edad Media, debido al control que la monarquía castellana ejercía sobre las rentas eclesiásticas, y los beneficios económicos que obtuvo de este control, Castilla pasó a ser el reino europeo con más ingresos de origen eclesiástico de toda la Europa Occidental.

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LOS BENEFICIOS ECLESIÁSTICOS COMO OBJETIVO POLÍTICO

En la Castilla Bajomedieval, la monarquía intentará tener mayor capacidad de elección a la hora de conceder beneficios y cargos eclesiásticos, lo que la llevará a mantener relaciones más intensas con el Papado, pues era esta institución la que concedía dichos beneficios. La monarquía irá teniendo mayor capacidad de elección conforme avanza la Baja Edad Media. Durante la dinastía Trastámara se quisieron conseguir dos objetivos: Que los beneficios eclesiásticos se concedieran a personas naturales del reino, y que el rey pudiera proponer clérigos ante el Papa para ocupar cargos o beneficios eclesiásticos. Durante este periodo será el primer objetivo el que los monarcas perseguirán más activamente, reivindicándose más el segundo en periodos posteriores. Serán los Reyes Católicos los que conseguirán mayores prerrogativas en cuanto a la elección de cargos eclesiásticos, ya que en 1478 reciben una bula que les dotará de la capacidad de otorgar cierto número de dignidades, canonjías y prestimonios para las Iglesias de sus reinos. También intentaron los monarcas de las Castilla Bajomedieval tener más capacidad de intervención en las elecciones episcopales, debido al gran poder con que contaban los obispos, y a la necesidad de contar con un episcopado fiel. Los años de mayor intervencionismo de la Monarquía Castellana en el ámbito de la elección de las mitras episcopales, se produjo con los Reyes Católicos, cuando el derecho de suplicación conoció su máximo momento de aplicación. Por otro lado tenemos la Capilla Real, una institución eclesiástica vinculada y dominada por el rey, estando en ella eclesiásticos de confianza.

EL REY COMO REFORMADOR DE SU IGLESIA

Desde la dinastía Trastámara, la Monarquía Castellana ha intentado llevar a cabo una reforma religiosa que perseguía la búsqueda de unos ideales de comportamiento religioso, y así corregir la secularización de las costumbres del clero regular. Esta iniciativa ya había surgido espontáneamente en algunos clérigos, y el hecho de que la Monarquía impulsara dicho proceso, aumentaba paralelamente su capacidad de liderazgo político, al ser los reyes los reformadores de su propia Iglesia. Se reformaron diferentes órdenes religiosas, como la de los Franciscanos o los Dominicos, y se creó otra respaldada por la Monarquía, la de los Jerónimos, en la que sus miembros tenían unas formas de vida modélicas. Por iniciativa regia se fundó también el monasterio Benedictino de San Benito de Valladolid, que tendrá una gran influencia. Se crearon además las asambleas del clero durante el vacío de poder del Cisma, aprovechadas por la Monarquía para imponer una serie de medidas políticas que tenían repercusión en el ámbito eclesiástico, medidas por ejemplo que tuvieran que ver con la fiscalidad y las rentas eclesiásticas.

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ANÁLISIS DE LA OBRA

La génesis del Estado Moderno fue un proceso complejo que abarcó diversos ámbitos, como la centralización del poder, el control de las riquezas del país, una administración más intervencionista, monopolización de las atribuciones legislativas por parte de la Monarquía… José Manuel Nieto Soria se centra en esta obra en las relaciones Iglesia-Estado, y en el control que la Monarquía quiso ejercer sobre la Iglesia de su reino, ya que este control era fundamental si la Monarquía castellana quería tener un pleno dominio de su reino, y que su programa político fuera lo más completo posible pues la Iglesia era una institución poderosa con muchos privilegios y prerrogativas. La obra que nos ocupa, por tanto, gira en torno a esta idea. El autor no se dedica solo a valorar las acciones que llevó a cabo la Monarquía para conseguir su posición soberana sobre la Iglesia, sino también a la disposición que mostró la Iglesia a la hora de permitir que el poder regio consiguiera sus aspiraciones políticas, en detrimento de sus propias potestades. De esta manera, la Iglesia colaborará con la Monarquía en muchas ocasiones, o dificultará sus aspiraciones políticas.

Por lo general observamos a lo largo de la Baja Edad Media como la Monarquía incrementa paulatinamente su soberanía sobre la Iglesia de su reino, pero también es cierto que gracias a esto la Iglesia estuvo protegida por el monarca, y con ello buena parte de sus privilegios. Además la división entre lo político y lo eclesiástico quedaba más difuminada, y a opinión del autor se produce la intromisión de lo eclesiástico en lo político, ya que parte de la legitimidad del poder político tenía su base en una fundamentación religiosa, y además realmente el poder político no quiso separarse del poder eclesiástico, y delimitar unas fronteras, sino englobar a la Iglesia de su reino dentro del programa político de la Monarquía, siendo la Iglesia una de las ramas de su ambicioso programa destinado a construir una Monarquía Autoritaria, ya que el poder regio lo que buscaba era un control efectivo y la integración de la Iglesia, no la separación de ambos poderes y que esta pasara a ser una institución totalmente independiente.

Ambos poderes siempre intentaron buscar más la colaboración que el conflicto, ya que tanto la Iglesia como la Monarquía tuvieron intereses compartidos. Además la figura del Pontífice quedó debilitada tras el Cisma de Occidente, pues durante el conflicto los Papas aviñoneses y romanos se apoyaron en los reyes para que fueran reconocidos en los diferentes reinos, dividiendo de esta manera a la Iglesia, y colmando a estos reyes de ciertos privilegios para mantener su lealtad, lo que supuso el debilitamiento del Papado. Se género además un cierto descrédito hacia la figura pontificia, pues estos Papas actuaron muchas veces de manera egoísta, y perdieron apoyos1. Tras el Cisma,

1 García Villoslada, Ricardo- Llorca, Bernardino, Historia de la Iglesia Católica, Vol. III, Madrid, Ed. Católica, 1967, pp., 230-231.

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el Pontificado era consciente de que si quería mantener un cierto poder, debería colaborar con las Monarquías Occidentales, y abandonar definitivamente sus pretensiones universalistas. Esta también es una idea resaltada por el autor, junto con otra muy importante, y es que, independientemente de las consecuencias acaecidas tras el Cisma, los Papas también eran sabedores del avance del Estado soberano (un proceso que se llevaba gestando tiempo antes del Cisma), y de que no podrían frenar su avance y su política soberanista sobre la Iglesia, teniendo el Pontificado como opción más sensata la diplomacia y la colaboración.

Así pues, buscó la Iglesia más la colaboración que el conflicto, e intento mantener su condición privilegiada en la medida de lo que le fue posible, mientras la Monarquía aumentaba su poder. La Monarquía delimitó y aseguró los privilegios eclesiásticos, siendo la principal defensora de la Iglesia en este sentido, ya que estos privilegios tuvieron gran continuidad en el tiempo. Por otra parte el autor destaca claramente los límites de estos privilegios, y como la Monarquía defendió su propia jurisdicción frente a ciertos abusos eclesiásticos, como la presentación de demandas que no tenían un sentido espiritual ante los tribunales eclesiásticos. El autor se plantea si realmente estos supuestos abusos (que los hubo), fueron realmente graves y numerosos, o si realmente lo que pasaba es que había un problema de fondo, surgido por el crecimiento del poder regio, y es la no aceptación por parte del poder real de la existencia de otro poder paralelo al suyo con el que debe convivir, el eclesiástico, haciéndose cada vez más insoportable para la Monarquía, pues frenaba sus ansias autoritarias2. El autor sostiene que los abusos eclesiásticos ya estaban presentes en épocas anteriores, y que realmente la Monarquía si quiso acabar con unos abusos que ciertamente suponían una afrenta a su creciente poder, algo que no estaba dispuesta a permitir, el problema no era tanto los abusos que algunos eclesiásticos cometieron, ya sean demandas indebidas ante tribunales eclesiásticos u otros tipos de abusos, sino su significación como afrenta al ámbito jurisdiccional de la Monarquía.

Por otra parte si bien la Monarquía confirmó buena parte de los privilegios eclesiásticos, también comenzó a fiscalizar parte de las rentas eclesiásticas, para así incrementar los ingresos de la Hacienda Real y alcanzar nuevas cotas de poder. Este afán recaudatorio persiguió extender los ámbitos que eran objeto de fiscalización, entre estos ámbitos se encontraba el eclesiástico. El autor propone que si bien hay una continuidad en la acción fiscalizadora de la realeza, también hay una serie de innovaciones. En el periodo anterior (1252-1369), se trató de convertir a las rentas eclesiásticas en objeto de una fiscalidad eventual y extraordinaria, y a partir de la dinastía Trastámara se consolida esta idea, y la Monarquía pretenderá tener una máxima disposición de las rentas eclesiásticas, con las menores trabas. De esta manera el autor señala que a lo largo de la Baja Edad Media se produce en Castilla un aumento de la fiscalidad de las rentas eclesiásticas, y que lo que en un principio eran impuestos

2 Esta idea la extrae el autor de José Antonio Maravall, Estado Moderno y mentalidad social, I, p. 220.

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extraordinarios, pasaron a sistematizarse, estableciéndose además nuevos impuestos permanentes. Así conforme el poder real se acrecentaba, el eclesiástico iba poco a poco debilitándose, y cediendo parcelas de poder a la Monarquía en el ámbito de las rentas eclesiásticas, uno de los más disputados entre ambos poderes. Una de las cosas que llama la atención al autor, y es un claro reflejo del poder alcanzado por la Monarquía sobre la Iglesia de su reino en detrimento del Pontificado, ya en la segunda mitad del siglo XV, son las múltiples quejas que los eclesiásticos manifestaron contra los abusos económicos del Pontificado en las asambleas del clero, abusos que también realizó la Monarquía, pero que sin embargo en este caso apenas tuvieron eco en dichas asambleas. El autor propone que esto se debe a que se ha creado una especie de “nacionalismo eclesiástico”, en el que se protesta por los abusos que se imponen desde fuera del reino, y no contra los que proceden del poder regio. El autor lanza la hipótesis de que las múltiples formas de exaltación de la Monarquía, el principio del bien común, y la aparición en el siglo XV según el autor de un concepto de “patria”, habrían contribuido a una mayor aceptación por parte del clero de los abusos de la fiscalidad regia, frente a los que procedían de la fiscalidad pontificia3 .

Paralelamente a estos hechos, la Monarquía se disponía a llevar a cabo la centralización del aparato político-administrativa, para dotarlo de una mayor eficiencia. El autor propone que este aparato político-administrativo queda poco a poco más ligado al monarca y a sus intereses particulares, entendiendo que el monarca es un símbolo legitimado del bien común, y de que sus intereses son los mismos que los de la comunidad política.

José Manuel Nieto Soria señala una vez más la importancia de la legitimación del poder político de la Monarquía, que tiene una clara fundamentación religiosa como hemos apuntado líneas atrás, plasmándose dicho hecho en la creciente participación de los eclesiásticos en la vida política, muchas veces atraídos por el propio monarca, sabedor este de la importancia de mantener a algunos eclesiásticos en la administración política del reino, en tanto que procedían de una institución que defendía unos principios religiosos sobre los que el propio poder regio llevaba sustentándose desde hacía siglos, por lo que estos eclesiásticos resultaban fundamentales para desempeñar diferentes tareas al servicio de la Monarquía. De esta manera, se proyectaba una imagen hacia el exterior en la que parece que la propia Iglesia legitima y sustenta las reformas políticas del monarca, lo que dotaba al poder regio de una gran credibilidad, debido a la religiosidad de la época y a la buena consideración que se tenía, por lo general, hacia los eclesiásticos y hacia la Iglesia. Además hay que destacar que los eclesiásticos que desempeñaban puestos importantes en la administración del reino, procedían del alto clero, como obispos, y este hecho legitimaba aun más a la Monarquía y a su programa político, pues a estos personajes se les tenía un gran

3 Sobre el desarrollo concreto de estas ideas políticas, puede verse de nuevo a José Manuel Nieto Soria, Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla, pp. 111-134, 146-151 y 241-242.

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respeto, y una gran consideración. Por otra parte, aunque el poder de los eclesiásticos en los círculos cercanos al rey creció, y gozaron de una mayor operatividad, su número disminuyó notablemente.

El autor propone otra idea interesante con la llegada de los Trastámara en este sentido, arrojando la hipótesis de que a partir de este momento la presencia de los eclesiásticos en las instituciones político-administrativas sufren un “periodo de reacomodo”, en el que se asientan una serie de características que perdurarán en el tiempo, como la reducción de la presencia de eclesiásticos en la Cancillería Real, que sin embargo contarán con una mayor operatividad en sus cargos; una presencia importante de eclesiásticos en los círculos de poder político cercanos al rey, llegando a ser consejeros y privados de este; y una presencia sistemática de los eclesiásticos en los órganos centrales de la justicia regia. Este proceso que el autor llama de “reacomodo”, garantizó a los eclesiásticos su presencia en las principales instituciones políticas del reino, pudiendo ejercer su influencia en ellas.

A toda esta centralización del aparato político-administrativo, hay que sumarle el hecho de que el monarca empieza a darse a conocer a sus súbditos, mediante representaciones, imágenes, ceremonias… La apelación a la exhibición regia ha sido un tema tratado por José Manuel Nieto Soria en uno de sus artículos4. Se configuran así toda una serie de recursos de carácter propagandístico, que tenían el objetivo de configurar una determinada opinión pública hacia la Monarquía, que facilitara la consecución por parte de la institución regia de diversos objetivos políticos, y crear una especie de consenso entre la autoridad regia y sus súbditos. En este aparato propagandístico entra en juego el papel de la Iglesia, que actuará como legitimadora de la Monarquía, ya que, como hemos apuntado anteriormente, el poder regio nunca quiso desprenderse de la Iglesia, sino integrarla en su programa político, y el aparato propagandístico era una parte muy importante de dicho programa en el cual la Iglesia y los eclesiásticos jugaban un rol destacado, aprovechando el monarca las referencias religioso-eclesiásticas, y utilizándolas con fines propagandísticos. El hecho de que en Castilla el Catolicismo fuera la religión predominante, profesada por la mayoría de los súbditos, dotaba a la Iglesia de una capacidad propagandística enorme y eficaz, y los monarcas eran conscientes de esa realidad y de la capacidad de la religión para actuar como vehículo de transmisión de ideas políticas5. El autor también señala la importancia que tuvieron las referencias teológicas, morales y bíblicas como fuentes de reflexión, y la persistencia de mitos de la realeza asociados a lo religioso, que presentaron una gran resistencia al cambio. Por otra parte, el autor indica que la ideología política no se había desgajado aun del pensamiento teológico, y estaba

4 “Del rey oculto al rey exhibido: Un síntoma de las transformaciones políticas en la Castilla bajomedieval”, Medievalismo. Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales, 2 (1992), pp. 5-27.5 El autor hace referencia en este sentido a Bernard Guenée, “Les tendences dans l´histoire politique du Moyen Age”, p. 59.

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vigente en muchas ideas políticas de la Monarquía. Además el concepto de soberanía regia se sustentaba en que el monarca lo era por la Gracia de Dios. Con estos argumentos es totalmente razonable que los monarcas terminaran utilizando a los eclesiásticos y a la religión como medios propagandísticos, con el objetivo de ampliar su poder.

Todo este proceso de formación del Estado Moderno estuvo siempre acompañado de conflictos políticos, debido a las pretensiones autoritarias de la Monarquía y a su inevitable enfrentamiento con otros poderes, como los nobiliarios, teniendo muchas veces estos conflictos una dimensión internacional. La presencia de los eclesiásticos en dichos conflictos fue importante, actuando muchas veces como mediadores. El autor destaca la necesidad de dar una visión de conjunto, en la que indica la tipología de actitudes adoptadas por los principales eclesiásticos ante los conflictos políticos, con el objetivo de establecer si durante dichos conflictos se mantuvo la unidad institucional de la Iglesia, o si hubo opiniones y actitudes divergentes entre sus miembros más importantes, dando lugar a una Iglesia castellana desunida. El autor resalta que para poder discernir si realmente hubo momentos en los que la Iglesia se encontró desunida, debido a las posturas políticas que adoptaron algunos de sus miembros más importantes, deberemos valorar a aquellas coyunturas políticas que por su importancia y profundidad, tuvieron la capacidad de crear en el seno de la Iglesia castellana la discordia entre sus principales miembros, comprometiéndose así su unidad institucional. El autor propone que para poder establecer una visión de conjunto, hay que tener en cuenta también una serie de factores que pudieron influir en algunos personajes de la Iglesia, y que provocaron una falta de consenso entre sus miembros, como la obediencia u oposición a los criterios pontificios, la vinculación de algunos miembros con ciertos grupos de significación política, la defensa de intereses y privilegios, la influencia de sus ideales políticos, y por último su vinculación a la Monarquía. Además, hubo según el autor diferentes pautas de actuación, como la acción pastoral, o intervenciones militares, legitimadoras, propagandísticas o mediadoras. Con las razones y los factores antes expuestos, podemos establecer una visión global y general de la posición de la Iglesia ante los principales conflictos políticos. A todo esto el autor añade otra idea, y es la falta de eficacia del Pontificado a la hora de mantener la unidad institucional de la Iglesia, mostrándose muchas veces esta última con unas posturas políticas diferentes a las de la Santa Sede, que por lo general era partidaria del poder regio, y esto según el autor es un hecho cada vez más constatable, estando la Iglesia castellana cada vez más alejada de los planteamientos políticos papales, vinculándose hacia posturas más coherentes con la realidad política castellana.

Otro de los puntos al que los monarcas prestaron más atención fue el de los beneficios eclesiásticos. Las demandas a Roma sobre cuestiones beneficiales, litigios judiciales, reformas eclesiásticas o censuras, fueron uno de los principales objetivos de los

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monarcas, que estaban comenzando a presentarse como soberanos de su propia Iglesia, y querían tener un cierto control sobre esas competencias papales. Este afán de los monarcas por controlar ciertas competencias que le correspondían al Papa, sufrirá una paulatina evolución a lo largo de la Baja Edad Media. Serán especialmente objeto de lucha entre ambos poderes las elecciones a las mitras episcopales, debido al gran poder que acumulaban los obispos, y a sus grandes posibilidades de actuación en el ámbito eclesiástico, buscando la Monarquía una mayor capacidad de iniciativa y una menor limitación de esta por parte del Pontificado.

La Monarquía contaba con una institución eclesiástica propia, la Capilla Real, en la que sus clérigos eran fieles a la Monarquía. Con la ayuda de estos clérigos, distribuidos debidamente en la jerarquía eclesiástica, el poder regio se aseguraba su presencia en la Iglesia castellana, siendo un importante grupo de presión que ayudaba al monarca a alcanzar sus pretensiones soberanistas sobre la Iglesia. El autor señala además como durante el reinado de los Reyes Católicos las cotas de poder de la Monarquía sobre la Iglesia eran ya bastante evidentes. Los Reyes Católicos se declaraban como señores naturales de todos los clérigos del reino, siendo responsables de su amparo, el de la Iglesia, y de todo el patrimonio de esta, debiendo además los clérigos salvaguardar y proteger el reino y a su rey. Según el autor hay múltiples ejemplos de los Reyes Católicos reuniéndose con el clero para plantear reivindicaciones específicas ante el Papa, primando los intereses de los reyes sobre los del Pontífice, haciéndonos ver como el clero castellano apoyaba claramente a la Monarquía, facilitando así al monarca un mayor control sobre la Iglesia y los beneficios eclesiásticos, y produciéndose durante el trascurso del reinado de los Reyes Católicos un gran número de súplicas al Papa, para que las vacantes beneficiales recayeran en personas de confianza de los reyes, como por ejemplo en clérigos de la Capilla Real. Estas suplicas se materializarán en muchas ocasiones, demostrándose así el gran poder que tenían ya los reyes sobre la Iglesia de su reino y sobre los beneficios eclesiásticos.

Por último los reyes llevaron a cabo una serie de reformas religiosas, pretendiendo buscar unos ideales de comportamiento religioso para la comunidad política, entendiendo, según el autor, que el hecho de reinar suponía perseguir dichos ideales. Además la búsqueda de esos ideales y la implantación de reformas religiosas, tenían un trasfondo político, y es que en tanto que la Monarquía se erigiese como impulsora de estos ideales para conseguir una actitud irreprochable del clero en el ámbito moral, se facilitaría así la consolidación de su propio liderazgo político. De esta manera, el autor indica en este punto una vez más la estrecha relación que hay entre objetivos políticos y objetivos religiosos. También destaca la idea de que los monarcas empezaron a plantearse la opción de llevar a cabo reformas religiosas a partir de la dinastía Trastámara, un momento en el que había una considerable falta de liderazgo en el mundo cristiano, aprovechado por la Monarquía castellana para asumir nuevas cotas de responsabilidad en el ámbito eclesiástico, a través de diferentes iniciativas

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que pusieran de relieve el autoritarismo regio en el plano de las competencias religiosas, las cuales eran de suma importancia para conseguir sus objetivos políticos.

Todo esto ha sido en líneas generales las principales ideas del autor a lo largo de toda la obra, girando todo ello alrededor del programa político de la Monarquía y a sus pretensiones soberanistas sobre la Iglesia.

METODOLOGÍA DEL AUTOR

En la obra que nos ocupa, José Manuel Nieto Soria expone una enorme cantidad de ideas y hechos históricos, con una gran maestría ciertamente. El autor cuenta con una gran madurez expositiva, un vocabulario nutrido y variado, aunque en ocasiones ciertos términos demasiado técnicos pueden dificultarnos la lectura. Desde luego en este sentido la obra no está dirigida a un público amplio, dada su complejidad, quedando a mi juicio más reducida a lectores más cultos, o al menos con un interés y ciertos conocimientos en la materia que trata la obra, como nociones de historia y más concretamente de historia de la Iglesia.

El autor a lo largo de los ocho capítulos del libro, comienza cada uno de ellos ofreciéndonos en cierta medida sus ideas e hipótesis, otorgándonos una visión de conjunto sobre un tema determinado, atendiendo en mayor o menor medida a la posición de la Monarquía y la Iglesia, y las aspiraciones que tiene especialmente la institución regia respecto a dicho punto. Tras esto, realiza un análisis del tema que se va a discutir, a lo largo de todo un periodo, la Baja Edad Media en Castilla, y observar la evolución que sufre dicho tema a lo largo del tiempo, esto es, desde la Monarquía Trastámara hasta el reinado de los Reyes Católicos. En dicho análisis el autor se sustenta en hechos prácticos y ejemplos que otorgan solidez a su discurso, citando a un gran número de personajes de la realeza pero sobretodo de la Iglesia, y que se caracterizan por ocupar una serie de cargos importantes o llevar a cabo acciones que tienen puntos en común con el tema de análisis expuesto por el autor. Esto quiere decir que el autor basa sus explicaciones en ejemplos prácticos, como cuando expone las actividades propagandísticas de la Monarquía, en la que esta utiliza a la Iglesia y la religión como vehículos de transmisión de una idea política. Fue el caso del obispo de Burgos Alfonso de Cartagena, exaltando a la Monarquía Castellana cuando se produjo el traslado de los restos mortales de Juan II al panteón de la Cartuja de Miraflores. Ejemplos como este en la obra son muy numerosos, muchas explicaciones del autor recurren a ejemplos prácticos, lo cual es muy conveniente y nos da una idea del gran trabajo de recopilación de fuentes llevado a cabo por este.

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Además algo que resalta el autor y también es importante es, que a la hora de dar una explicación de conjunto sobre un determinado tema, atiende para sustentar dicha valoración a problemáticas concretas, teniendo todas ellas una serie de nexos de unión que nos permiten alcanzar la deseada visión global tan perseguida por el autor. Esto es, partiendo de una visión de conjunto al principio de cada capítulo un tanto abstracta, comenzar a desgajar dicha visión y atender a las posibilidades y variables que esta tuvo en un mismo lugar y momento, a fin de conseguir un acercamiento más fiel a la hipótesis central.

Las hipótesis lanzadas por el autor suelen estar bien argumentadas, y sustentadas en las ideas de otros autores, o en las fuentes primarias. También lleva a cabo análisis críticos a las ideas que la historia tradicional ha propuesto hasta hace pocos años o décadas, proponiendo el autor nuevas ideas propias sustentadas por sus argumentos, por las fuentes a las que recurre, y por las opiniones de otros autores. En este sentido José Manuel Nieto Soria parece querer adaptarse a los nuevos tiempos, y a las corrientes historiográficas actuales. El mismo en el prefacio de la obra resalta la necesidad de revisar la historia tradicional, y de ofrecer explicaciones concretas y globales a las transformaciones de larga duración de una civilización, y no tratar de comprender solamente los elementos constitutivos de uno de los pilares sobre los que se asentó el programa político de un único reino, en este caso la Monarquía castellana (la vertiente eclesiástica del programa político de la Monarquía). El autor por tanto lo que pretende es presentar una visión panorámica de lo que supusieron esos pequeños cambios en la Monarquía castellana, favoreciendo así que a partir del ejemplo castellano podamos detectar más fácilmente las transformaciones de larga duración acaecidas en el occidente europeo, y otorgar una visión global a las diferentes problemáticas que se presentaron en el, respecto al tema del Estado Moderno y el papel que jugó la Iglesia en los programas políticos de las diferentes Monarquías de Europa. En este sentido el libro se preocupa mucho por otorgar visiones de conjunto frente a los problemas que se plantean, y como a partir de ciertos ejemplos concretos consigue otorgar solidez y dar forma a una valoración global sobre el tema planteado. Lo que llama la atención es que la propia obra en sí, sirve para sustentar hipótesis mucho mayores, que ayuden a hacer valoraciones globales aplicables para toda la Europa occidental, o al menos esta parece ser la intención del autor, atendiendo a la metodología empleada en el libro, y a su opinión personal expuesta en el prefacio, en la que expone la necesidad de ofrecer respuestas globales a temáticas muy amplias, a pesar del riesgo que se puede llegar a correr en ocasiones por la falta de fuentes, u otro tipo de problemáticas que salgan al paso.

Por otra parte a pesar de la intencionalidad del autor de adaptarse a los nuevos tiempos y a las nuevas corrientes historiográficas, es inevitable no recurrir en ocasiones a los autores más tradicionales y a sus ideas, como Marc Bloch, al que cita en alguna ocasión.

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En cuanto a la bibliografía y a las fuentes empleadas por el autor, podemos decir que en ambos casos es rica y variada, el libro contiene multitud de citas a pie de página.

Encontramos fuentes de distintos archivos de la Iglesia, como el Archivo Secreto Vaticano, el Archivo de la Catedral de Segovia, el Archivo de la Catedral de Palencia o la biblioteca del real Monasterio de San Lorenzo del Escorial. También acude a archivos públicos, como el Archivo General de Simancas o la Biblioteca Nacional de Madrid. Acude también a fuentes impresas, siendo la mayoría españolas.

Por último y hablando de la bibliografía, es muy numerosa. Acude sobretodo a autores españoles, pero también hay muchos franceses, debido a que José Manuel Nieto Soria domina perfectamente el francés (en su curriculum consta el dominio por parte del autor de dicho idioma). Encontramos en menor medida bibliografía inglesa e italiana.

Como vemos la metodología del autor es muy correcta, los análisis críticos que realiza están perfectamente argumentados y sustentados en muchas ocasiones por fuentes, es partidario de enmarcarse en las nuevas corrientes historiográficas y revisar la historia tradicional, y por último la obra cuenta con una base documental y bibliográfica extensa.

CONCLUSIONES

La génesis del Estado Moderno y la construcción de un programa político en el que el monarca controlara todas las facetas del poder, fue un proceso complicado en la Castilla bajomedieval. En este sentido la obra de José Manuel Nieto Soria tiene la capacidad de ofrecernos una visión de conjunto (como el tanto desea, y de hecho lo consigue), de este complejo proceso. Ciertamente es innegable que la Monarquía aumentó su poder y comenzó a controlar a la Iglesia, control que formaba parte de su programa político, aunque por otra parte la Iglesia tampoco dificultó demasiado este proceso, pues el rey se convertía en su principal defensor, y el Pontificado en este sentido tampoco se opuso lo suficiente, encontrándonos con una especie de pacto entre ambos poderes, y abandonando el Papado sus pretensiones universalistas que podían dividir a la Iglesia. De esta manera, tanto la Iglesia como el Pontificado fueron concediendo prerrogativas a la Monarquía, y esta a cambio protegía los privilegios de la Iglesia, que se mantuvieron durante siglos, además de mantenerse englobada en el proyecto político de la Monarquía, lo que provocó que ciertos eclesiásticos gozaran de gran poder político, y de gran capacidad de influencia sobre el rey. Quizás lo que llama la atención era la gran importancia que tenia para la Monarquía el control de la Iglesia, debido al gran poder legitimador de esta institución. No olvidemos que el concepto de soberanía regia se cimentaba sobre principios religiosos, y era de vital importancia que

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la Iglesia respaldara al monarca, ya que de no ser así perdería buena parte de su legitimidad ante sus súbditos, dificultándose su ambicioso programa político y las diferentes reformas centralizadoras destinadas a satisfacer los intereses particulares del monarca, en principio presentados como los mismos de toda la comunidad política, de ahí la importancia de la legitimidad de la Monarquía que mantenía en buena medida la fidelidad de los súbditos. Además contar con el apoyo del clero también resultaba importante en otros aspectos, como cuando se producían conflictos políticos, en los que los eclesiásticos solían actuar de mediadores, teniéndoles gran respeto las partes enfrentadas por su condición clerical.

Otro proceso que me parece interesante recalcar es el hecho de que la Monarquía con el paso de las décadas, y el incremento de su soberanía sobre la Iglesia y sobre todo el reino en general, comienza a provocar que los clérigos del reino tengan a la Monarquía como su principal defensora, jurándole lealtad, y alejándose cada vez más del Pontificado. Es lo que José Manuel Nieto Soria llamaba “nacionalismo eclesiástico”, cuando se refería a los abusos de la fiscalidad regia y pontificia. Como hemos señalado anteriormente jugó un papel importante en este sentido los principios de búsqueda del bien común, y las formas de exaltación de la Monarquía. Para mí, es esta la clave del poder de la Monarquía sobre la Iglesia, el hecho de que el poder regio consiguiera materializar un cambio de mentalidades en los clérigos de su reino, y que surgiera en estos el concepto de defender lo “propio”, entendiendo lo propio como su rey, su reino, y la Iglesia a la que pertenecían, la castellana, frente a aquellos poderes venidos desde fuera del reino. De esta manera las formas de dominación de la Monarquía sobre la Iglesia serian muchísimo más fáciles, pues la oposición de los clérigos seria mucho menor que en siglos anteriores. Llegados a este punto si podemos hablar de una “Iglesia nacional”, caracterizada no solo por el poder que la Monarquía ejercía en ella y por su relevancia en el programa político del poder regio, considerando el rey que la Iglesia castellana era suya, sino sobretodo porque los integrantes de dicha Iglesia comenzaban a desarrollar un sentimiento de unidad, o el desarrollo de un “nacionalismo inconsciente” (ya que el concepto de nacionalismo tal y como lo conocemos hoy, no existía en aquella época), conseguido a través de la figura del monarca y la construcción del Estado Moderno (no por iniciativa propia, eso ocurrirá siglos después), que lleva a tener a los integrantes de la institución eclesiástica una serie de valores comunes, que giran en torno a la figura del monarca, el apego al reino, y la defensa de una Iglesia propia con una mayor autonomía respecto al Papa, aunque esto supusiera una mayor vinculación al poder monárquico.

BIBLIOGRAFÍA

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- Mitre Fernández, Emilio, Iglesia y vida religiosa en la Edad Media, Madrid, Ed. Istmo. 1991.

- García Villoslada, Ricardo - Llorca, Bernardino, Historia de la Iglesia Católica, Vol. III, Madrid, Ed. Católica, 1967.

- Nieto Soria, José Manuel, El Pontificado Medieval, Madrid, Ed. Arco Libros, 1996.

- Nieto Soria, José Manuel, Iglesia y génesis del Estado Moderno en Castilla (1369-1480), Madrid, Ed. Complutense, 1994.

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