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Presentación

Palabras de su carísimo esposo

Remembranzas de agosto:

“Perdura tu ejemplo”, poema

Laura Zambrano

“La falda descosida”, relato

Osmán Morote

“Norah es nuestra bandera”, narración

Yeni Rodríguez

“A mi manera”

letra de la canción

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Guardan los pueblos y las clases sus propias memorias como un derecho consagrado a mantener sus propias historias. Aquí, queremos guardar la me-moria de Augusta La Torre Carrasco difundiendo parte de lo que ella fue e hizo contado por sus compañeros; ninguno es poeta, narrador o compositor pero cada uno ha puesto lo que su corazón siente.

Hemos tomado además, las palabras que en Memorias desde Némesis, le dedica su carísimo esposo, el doctor Abimael Guzmán Reinoso, quien hace 23 años permanece aislado e incomunicado en la Prisión Militar de la Base Naval del Callao, prisión que se debe cerrar porque carece de sentido que se mantenga un régimen de exterminio cuando la guerra popular terminó hace 23 años y los internos como el mencionado ya cumplieron 80 años de edad.

Incluimos también la letra en castellano de la canción “A mi manera”, cuya gran difusora la argentina María Martha Serra Lima solía cantar por radio para disfrute y encanto de nuestra Norah. A 70 años de su nacimiento entregamos este pequeño recuerdo de una gran mujer de nuevo tipo, que se ha de contar entre las grandes heroínas de la historia de nuestro pueblo.

Círculo Femenino “María Parado de Bellido”

presentación

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Palabras de su carísimo esposo

En cuanto al despertar del amor: la vida tuvo a bien muy pronto enseñarme que la mujer es la más hermosa criatura que puebla la tierra; y de amores... Augusta La Torre Carrasco, camarada Norah... un siempre, y, gracias a la vida... por la inmensidad recibida.”

(Memorias desde Némesis pág. 24)

Así surgió y se forjó la Fracción Roja en la primera etapa de organización y desarrollo inicial del Comité Regional de Aya-cucho, su composición fue la del Partido entonces, en esa región, campesinos e intelectuales. Entre sus miembros y quienes más bregaban en la militancia en general señalemos a Francisco, Arturo y Jorge; pero muy por encima de ellos y de altísima calidad en ciernes, como el tiempo demostró, descollaba la ca-marada Norah, Augusta La Torre Carrasco. A ella la conocí el año 1962; militaba en la Juventud Comunista, al año siguiente ingresó al Partido y tras largo batallar de veinticinco años de marxista-leninista-maoísta, pensamiento gonzalo, como maoís-ta y antirrevisionista indeclinable devino la más grande heroína del Partido y la revolución. La camarada Norah ha sido la más alta expresión y ejemplo de esa Fracción Roja que dio luz y fuerza comunista al Partido desde los albores de Ayacucho y aún sigue vivificándolo.”

(Memorias desde Némesis pág. 75)

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EL REGRESO AL COMITÉ REGIONAL DE AYACU-CHO. En julio de 1968, Norah y yo volvimos a Ayacucho, nos habíamos casado en febrero del 64. Norah viajó a la Repú-blica Popular China, a la Escuela de cuadros en 1966; a su retorno trabajó en Lima y Cajamarca.”

(Memorias desde Némesis pág. 168)

¿Por qué volvimos a Ayacucho? Dos razones nos movieron. Una y principal, después de la Reunión Extraordinaria de enero del 68 el Partido entró en una situación compleja, difícil y riesgosa, la división devino peligro creciente. La otra, en Ayacucho había surgido una tendencia campesinista y militarista que oponía bases a dirección, similar en esto a Patria Roja y con la cual tuvo algunas vincula-ciones. El Comité Regional de Ayacucho entonces, más aún en las nuevas circunstancias, era el más importante y consolidado comité del Partido; sin embargo, el desarrollo de la intensa lucha interna de esos años hizo saltar sus problemas y debilidades, de dirección en especial. Además; por esos tiempos, los paredistas llegados a la Comisión Política introdujeron la totalmente extraña “obligación” de expresar, en cada reunión, “lealtad al Secretario General” como “prueba de no estar conspirando”, pretendiendo exigirla a todos; lo que aparte de su incapacidad política y posición no proletaria, mostraba el ambiente que el liquidacionismo paredista comenzó a desenvolver en el Partido.

Volví a la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Nuevamente por concurso ocupé la cátedra de Filosofía, en la todavía Facultad de Educación, que impartí hasta mi retiro de la universidad ayacuchana. Así retornamos al terruño, a nuestro querido Ayacu-cho, a sus crepúsculos evocadores, a la limpidez incomparable de su cielo serrano en noches de mayo ahítas de estrellas, a la luminosidad asombrosa de su hermosa Plaza Sucre cuyos matices de luz se quie-bran en la catedral y los portales para perderse a lo lejos… Ayacucho

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se había expandido, la población aumentado, pero la cordialidad calurosa de su pueblo, su hospitalidad, seguían expresándose alimen-tadas por su tenaz combatividad nunca desmentida. Y, comprensible y necesariamente, la tendencia al desarrollo que se experimentaba mostraba el notorio atizamiento de la lucha de clases. La Univer-sidad igualmente había crecido y, lo de mayor importancia, la raíz popular de su población estudiantil aumentado; las posibilidades que encerraba eran más y mejores que las de 1962. En esta segunda estadía ayacuchana vivimos en varios domicilios; de lo que recuerdo, ocupamos hasta tres casas distintas en diversas cuadras de un mismo jirón, el jirón San Martín. Pero obviamente, más todavía conside-rando lo antedicho, el Comité Regional de Ayacucho volvería a ser el centro de nuestras vidas, de Norah y mía, como la de muchos otros camaradas; algunos ya conocidos por su lucha en la conformación del Comité del 62-63, otros nuevos a quienes recién conocíamos, y a buenos amigos del Partido con el tiempo llegados a militantes.

En el Comité Regional de Ayacucho la dirección había sido copa-da por una posición derechista, tendencia campesinista y militarista que contraponía el trabajo campesino al citadino, considerando revolucionarios sólo a quienes estaban en el campo, pero no viendo el traslado del centro del trabajo del Comité al campo, sino prestan-do atención únicamente al desplazamiento de algunos, e incluso de aquellos a quienes juzgaban revolucionarios, generando sectarismo y marginamiento de camaradas e imponiendo sus criterios autoritaria-mente. Todo lo que creó serio malestar en las filas partidarias y de la Juventud, más aún cuando mediante un golpe de mano sustituyeron al secretario del Comité. En esas circunstancias volvimos a Ayacucho (es bueno recordar que yo era secretario nacional de organización); y la dirección regional pretendiendo aislarnos, dispuso que ningún camarada se vinculara con nosotros. Medida no solo contraria a las normas, sino absurdo que revirtió contra ellos, haciendo volar en pedazos, al poco tiempo, el cerco tendido en torno nuestro.

Mas el problema era derrotar esa línea derechista revestida de fraseología revolucionaria y recuperar a los camaradas haciéndolos avanzar, lo cual demandaba desarrollar la lucha de dos líneas para barrer sus criterios y deshacer sus entuertos. Tarea que podía cum-

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plirse partiendo de las bases sentadas en la formación del Comité, la reagrupación de la izquierda, la voluntad de hacer la revolución que animaba a la militancia, incluyendo a los propios camaradas susten-tadores de las posiciones erróneas y considerando, principalmente, la firme adhesión al marxismo-leninismo-pensamiento maotsetung, a este en especial, que guiaba a los militantes. Piénsese, además de las condiciones de los sesentas en el país y la región, en particular, en la inmensa repercusión de la Gran Revolución Cultural Proletaria que entonces iluminaba el mundo y, repárese sobre todo, que en esa lucha participamos seis cuadros formados en China, no hacía mucho. El maoísmo pues, el pensamiento maotsetung de esos años, guió la lucha por la reconquista del Comité Regional de Ayacucho haciendo del mismo la fortaleza que defendería la vida del Partido en los años venideros.

Se reagrupó la izquierda y reimpulsó la Facción Roja para seguir un plan en función de recuperar la dirección del Comité derrotando la tendencia derechista: desarrollar la lucha de dos líneas tomando el problema campesino como central y movilizar las organizaciones de masas en apoyo de la lucha interna contra el derechismo de fraseolo-gía revolucionaria. Reunida la dirección regional se trató la situación política y la lucha interna contra Patria Roja principalmente; se ana-lizó la situación y perspectiva del Regional sancionándose un plan a seguir, apuntando a una conferencia que resolviera la lucha orgáni-camente y, sobre todo, cómo desenvolver la construcción del Comité dentro de la Reconstitución del Partido tomando por base la unidad partidaria; aplicando en concreto las posiciones sustentadas en las medidas propuestas a la sesión de Comisión Política Ampliada de se-tiembre del 67, y lo planteado en “Profundizar e intensificar la lucha interna en la práctica revolucionaria”. Acordándose, asimismo que, como secretario nacional de organización, acudiría eventualmente a algunas reuniones de dirección del Comité, manteniéndoseme infor-mado de su marcha a través del camarada Francisco, su secretario político, esto es su responsable como se usaba decir. La camarada Norah fue incorporada a la dirección regional con la tarea específica de encabezar la Juventud Comunista como delegada del Partido. Al poco tiempo, los derechistas pretendieron poner a la camarada Norah

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como responsable formal del Comité para apartarla de la conducción de la Juventud y soslayar su obligación de rendir cuentas a la Confe-rencia, antes del cambio de dirección y reajustes organizativos que se venían; pero la maniobra fue desenmascarada y rechazada.”

(Memorias desde Némesis pág. 168-170)

LA LUCHA POR LA EDUCACIÓN POPULAR. El Gobier-no Militar dio el Decreto Supremo 006, el que variando las normas de calificación para los estudiantes secundarios posibilitaba una más alta desaprobación y, en consecuencia, a tener que pagar para estudiar, pues se perdía la gratuidad. La reacción del estudiantado se-cundario nacional fue inmediata. En Ayacucho y la región circundan-te, una de las más pobres del país, la respuesta fue no solo inmediata sino contundente lucha de masas, generándose un amplio y profundo movimiento por la gratuidad de la educación popular. Los estudian-tes secundarios ayacuchanos, principalmente los de la Gran Unidad Escolar Mariscal Cáceres, se apoderaron de las calles de la ciudad; masivos ríos juveniles la recorrían todo el día, de la mañana a la noche, remeciendo no solo el centro citadino sino muy especialmente los barrios pobres. Así Ayacucho en su totalidad: calles, barrios, mer-cados y plazas fueron teatro de la incontenible y ascendente moviliza-ción que agitando por la educación popular y haciendo expresión de agravios se ganaron el apoyo del pueblo.

Y vino la represión (la policía había sido fuertemente reforzada). Las piedras devinieron una vez más armas en manos de los hijos del pueblo respondiendo a los varazos, las bombas lacrimógenas y las balas que comenzaron a menudear; y la sangre del pueblo volvió a regar la tierra. La respuesta fue estremecedora: inmenso clamor demandando justicia cubrió la ciudad; las masas barriales abande-radas de pobreza, enarbolando su ira santa de explotados y oprimi-dos convergieron a la Plaza Sucre, las encabezaban las trabajadoras de mercados llevando en sus manos sus instrumentos de labor como único medio de defensa y, más que nada, su voz, enarbolada arma de

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denuncia y combate. El 17 de junio se realizó el mayor mitin visto en la ciudad; todo el Ayacucho popular estuvo presente. Para esa fecha el movimiento teniendo como centro Ayacucho ya se extendía a las provincias de Huanta, La Mar, Cangallo, Fajardo, y Andahuaylas en Apurímac, estableciéndose, además, coordinaciones con estu-diantes en Huancayo y Cuzco. Vinieron las jornadas del 20-22 de junio: arreciaron los enfrentamientos, las bombas molotov se hicieron presentes, estallaron las balas y los incendios; la represión derribó puertas asaltando hogares, más de 40 apresados al amparo de las sombras fueron trasladados a Lima; la explosiva respuesta desbor-dante fue cobrada en vidas por las fuerzas policiales; mas las masas encabezadas por Norah y los camaradas arrancaron de la morgue los cadáveres de los hijos del pueblo; y en gigantesco sepelio masivo que dejó la ciudad desierta, el pueblo enterró a los caídos, niños unos, que lo honraron con su sangre.

El gobierno velasquista pregonó que la revuelta ayacuchana era un movimiento contrarrevolucionario para oponerse a la “reforma agraria”; a esta falsedad, así como a promover la ley que preparaba, sirvió la matanza de campesinos en Huanta. Y promulgó la nueva ley de compra-venta de tierras con el aplauso del revisionismo y de “cien intelectuales” que la respaldaron con su firma, saludándola. Pero el gobierno derogó el Decreto Supremo 006 reconociendo, tácitamente, la razón y justicia de la lucha popular.

El Comité Regional de Ayacucho organizó y dirigió esta lucha a través del Frente de Defensa y del Movimiento Juvenil que en los hechos comenzaba a plasmarse. Mas tiempo después, algunos, principalmente los seguidores del liquidacionismo de Paredes, han pretendido negar esta verdad, e igualmente hicieron unos cuantos gratuitos enemigos del Partido. Sin embargo, la verdad histórica es una e irrebatible: fue la Facción Roja la que encabezando el Comité Regional de Ayacucho dirigió la gran lucha ayacuchana por la educa-ción popular; y fue el heroico pueblo ayacuchano, principalmente su juventud estudiantil, el que derrotando al régimen fascista sumó una victoria a las muchas obtenidas en su denodada historia de lucha. Y recordemos en los combates de esos días a Máximo Cárdenas Sulca, encabezando el Frente de Defensa; y a los entonces muy jóvenes

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camaradas Teresa Durand Araujo y Eladio Quispe Mendoza, caídos ambos años más tarde en la guerra popular, la primera en Huancave-lica, el segundo asesinado en Ayacucho.”

(Memorias desde Némesis pág. 183-184)

En el II Pleno se me encomendó la dirección del Partido interinamente, en mi condición de Secretario de Organiza-ción; encargo que cumplí hasta 1983. A partir de ese Pleno usé el nombre de Gonzalo, anteriormente el de Álvaro; ambos simplemente por ser propios de nuestra lengua. En cuanto a Norah, ella escogió su nombre en relación a un personaje de “La hora veinticinco”, novela de Virgil Georghiu.”

(Memorias desde Némesis pág. 201)

EL MOVIMIENTO FEMENINO POPULAR.

También las circunstancias del Comité Regional de Ayacucho en 1968, y dentro de éstas la lucha de la Facción Roja por recu-perar la dirección del Comité, de un lado; y de otro, el aumento del número de universitarias, con el correspondiente incremento de feristas, sumada a la acción e influencia ascendente de las ca-maradas, en especial la camarada Norah, posibilitó la formación de la Fracción Femenina del FER (Frente Estudiantil Revolucio-nario). De inmediato se pasó a darle base ideológico-política a su construcción, organizándose una escuela de cuadros para la Fracción Femenina cuyo contenido comprendía: 1) marxismo-le-ninismo-pensamiento maotsetung y pensamiento de Mariátegui; 2) revolución peruana y situación política; 3) movimiento feme-nino y Fracción Femenina del FER(FFF); 4) la organización de la FFF y sus tareas. De estas cuatro cuestiones, la tercera fue la central, pues aparte de tratar por vez primera la tesis marxista de la emancipación de la mujer, el problema era la situación de las mujeres en el país, específicamente de las ayacuchanas y feristas. El nudo se desató preguntando a quien sabe, como enseñó el

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Presidente Mao: un pequeño y simple cuestionario, investigación por grupos y debate para encontrar soluciones; labor cumplida por los propios feristas con diversos grupos de mujeres, de amas de casa a estudiantes, pasando por trabajadoras, campesinas y profesionales, centrando en las masas pobres y barriales, resolvió la situación.

Armada, así, ideológica y políticamente, la FFF cumplió destacado papel en la lucha por la recuperación de la dirección en el Comité Regional; y bien pronto, la mitad que sostiene el cielo bregaba con denuedo y tesón en todos los frentes de trabajo. Baste recordar, rindiendo justo homenaje, su combatividad indesma-yable y tenaz en las inolvidables jornadas de junio del 69 en Ayacucho. Sin embargo, debió abrirse paso en abierta lucha con quienes se oponían no solo a la existencia de la FFF, sino conside-raban un peligro de división, de ruptura de la acción unitaria, el que se desarrollara en la perspectiva de constituirse en movimien-to femenino con objetivos propios y específicos, pues evidentemente en ese rumbo se orientaba. Parte importante de la construcción de la Fracción Femenina del FER fue la Declaración de principios y programa, bajo el principio guía de la emancipación de la mujer. La ideología del proletariado establece que la lucha de las mujeres es parte de la lucha de la clase por su emancipación; por ello los clásicos, particularmente Lenin, especificaron que “la lucha por la emancipación de la mujer es parte de la emancipación del proletariado”. En síntesis, un movimiento femenino como parte de la revolución, desde la posición del marxismo-leninismo-maoísmo que se desarrolla siguiendo el principio-guía de “emancipación de la mujer”; mientras los movimientos femeninos burgueses llevan adelante la consigna de “liberación femenina”.

Desde sus inicios, pues, el que con el correr el tiempo deven-dría Movimiento Femenino Popular, desde sus antecedentes como Fracción Femenina del FER, surgió y se desenvolvió bajo las banderas del proletariado enarbolando la divisa proletaria de la emancipación de la mujer. La Declaración de principios y programa de la FFF los difundieron en su vocero “Rimariyña Warmi”, traspasando bien pronto los linderos regionales y reba-

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sando el restringido ámbito universitario. Había comenzado la historia combatiente y pugnaz de uno de los organismo generados más importantes del Partido, rojo crisol de tantas combatientes y ejemplares camaradas. Mas el Movimiento Femenino Popular, como tal y con este nombre, se conformó a inicios de la década del setenta en Ayacucho y con la dirección de la Facción Roja del Partido.”

(Memorias desde Némesis pág. 224)

Y estaba terminando, también, nuestra segunda estadía ayacuchana; período en el cual en las filas militantes del Partido destacaron, la camarada Norah, nuevamente, y los camaradas, Víctor Zorrilla Aramburú, Darío; Teresa Durand Araujo, Elena; Lourdes Cárdenas Quispe, Valia; Hugo Juárez Cruzatt, Germán; Guillermo Durand Araujo, Héctor; Antonio Díaz Martínez, Eliseo; y Osmán Morote Barrionuevo, Nicolás, el único que queda de esa hornada ayacuchana.”

(Memorias desde Némesis pág. 270)

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Augustita sentada, bajo la mirada atenta de una niña

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Abimael Guzmán f irmando el acta de matrimonio.

Fotos del matrimonio de Augusta La Torre y Abimael Guzmán.

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Augusta La Torre y Abimael Guzmán, Febrero de 1964.

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Solemne homenaje:

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Exequias en la clandestinidad

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Remembranzasde agosto

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Perdura tu ejemplo

A Norah, queridísima

Perdura tu ejemplo mujer de nuevo tipo.

Probada hasta el finnaciste bandera roja en el Movimiento Femenino Popularpétalos de rosassembrabas en tu andar rebeldecontra la indignante pobreza de estas tierras.

El hambrearrugando rostros infantilescon sus vientres inflamadoshervía tu pecho,te dolía insoportablela madre sola impotenteapretando sus puños descalzadoblada y la guagua a la espalda.

La llamastea ella a la otra a la del fogónel mercado la calle y el campo y levantaron sus voces sus puñosy marcharon al frente.Hoy muchas tomamos tu banderatus manos tu fuerza y tu alma acero en forja en dura bregatu ejemplo perdura por siempre.

¡Oh! Hermosa mujer ojos de palomaternura inteligencia entrega totalbebiste de la fuente pura del Oriente rojogran marxista-leninista-maoístadefensora tenaz del Presidente y su pensamientoseguidora firme y apasionada de su camino

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dirigente reconocidaantirrevisionista férrea.

Cual águila que vuela alto no hubomonte cumbre nevado que no escalarasfundiéndote con las masas pobrespara pintar de rojo el cielo no hubo descanso en tu empeñotu prédica era inagotable, fuisteabsoluta conciencia combatiente.

Vives en mí, en él, en nosotrasvives en el corazón del campesinadolos estudiantes mujeres y obreros,tu nombre está escrito: en los Andesen la invasión de Ayrabambaen el pobladísimo valle del Pampasen medio de siembras y cosechasen Andahuaylas - Cangallo...

Luminosa viste surgir el Nuevo Podervigilado por el fusil en bandolera,esclarecida semilla germinadala asamblea en ronda de mujeresy hombres postergados decidía,perlas brillantes de futuroabrieron el camino del campo a la ciudad.

Norah: noble huamanguinasoldado del proletariadoserviste al pueblo de todo corazón.Gran heroína tu sangre derramada¡bendita! jamás será olvidadanunca borrada ni arrancadaTú: la esperanza de fuego que envuelve al pueblo.

Laura Zambrano Padilla

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“La falda descosida”

Homenaje a la

camarada Norah

en su 70º Aniversario

I. ¡Por lo Nuevo, recién surgido, Salud!

En décadas de brega conjunta, habíamos forjado una intensa y profunda camaradería. Finalmente todo se condensó en lo que con-versamos y compartimos la última vez.

Posteriormente fui a mi zona de trabajo, y en el trayecto me detu-vieron. Supe, más tarde, que había fallecido. Su pérdida nos dejó el profundo surco e intensamente doloroso que es el costo en la lucha por la Emancipación, y más aún por lo que ella era y significaba y sig-nifica para el Partido y la Revolución.

Hago memoria de ese último encuentro: Había terminado la Pri-mera Sesión del Primer Congreso. Los camaradas empezaban a regre-sar a sus zonas de trabajo. Yo estaba listo. Más el camarada de Apoyo me comunicó: Todavía no saldrá. Ya vendrán a conversar con usted.

Vino camarada Norah, que luego de un abrazo me dijo: Senté-monos y conversemos. Como ya estás informado los camaradas del Partido Comunista de España estuvieron aquí visitándonos. Como parte de la camaradería nos prepararon una “paella”, plato típico es-pañol. Ahora los camaradas del Permanente queremos preparar ese plato, con la receta que nos han dejado. Y queremos hacerla contigo.

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Le dije que me emocionaba y agradecía el poder compartir con ellos la preparación de ese renombrado plato. Y aprendería bien para prepararlo con los camaradas en mi zona de trabajo.

Por la tarde empezamos a preparar el fogón, aderezar la carne y tener listo el arroz, los mariscos, y todos los etcéteras que finalmente se requiriesen. Unos cuantos brindis de cerveza heladita estimularon la faena, para finalmente servirse y consumir.

Conversamos sobre lo útil e importante de haberse reunido con camaradas del extranjero, haberles compartido toda nuestra expe-riencia, y plantearnos la brega conjunta que se abría, en un nuevo momento de la Revolución Proletaria Mundial.

Me señalaron lo positivo y oportuno de la grabación que los Nue-vos Comités Populares enviaban a la Dirección, saludando, cantando y vivando.

Luego de un sabroso y abundante plato de paella, con yapa y todo, y de unos correspondientes brindis, “seco y volteado”, como se acos-tumbra en Huamanga, camarada Norah recordó todos los más de 40 años desde que nos conocimos, y la obligación que teníamos de per-sistir hasta el fin.

En cierto momento camarada Norah me abrazó fuerte e inten-samente, diciéndome: “Eres uno de los camaradas que más quiero”. El Presidente Gonzalo abrazó a la camarada de Apoyo y le dijo: “Us-ted es una de las camaradas que más quiero”. De inmediato, entre to-dos los presentes, hicimos un abrazo grande, uniéndonos en torno al Presidente Gonzalo, camarada Norah y camarada Miriam, diciéndo-les: “Ustedes son los camaradas que más queremos”.

Eran expresiones singulares, intensas, condensando décadas de vida y brega compartida al servicio del Proletariado y el Comunismo.

Concluimos, como tenía que ser, con ¡Por lo nuevo, recién surgi-do, Salud!

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Jr. 3 Máscaras. Ayacucho

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II. Huamanga y su nueva y heroica historia

Interlocutor ¿Dónde nació usted?

Osmán En Huamanga

Interlocutor Pero, la información que tengo

es que usted nació en el Cuzco.

Osmán Así fue. Más en Huamanga volví a nacer.

P. Gonzalo Lo que dice es real. En Huamanga

volvimos a nacer.Conversando con Interlocutor, 1993. Base Naval del Callao.

Llegar a Huamanga fue un nuevo nacimiento. La ciudad, llena de sol y gente hospitalaria, devorada por la sed y las distancias, había crecido a media cuesta del cerro Condorcunca, o Cuello de Cóndor, en tierras semiáridas, cubiertas de tunales, espinos y árboles de molle, sobre los cimientos de un pueblo pocra, rebelde y belicoso, que nun-ca fue sometido por los inkas.

En sus bajíos aún tiene los rastros de viejos cazadores y reco-lectores. En los restos de Wari uno de los primeros centros urbanos del país, que tuvo relación e influyó extensamente desde el Altiplano hasta zonas norteñas. Hasta el nombre de Ayacucho significa la mor-tandad brutal de Pachacutec contra quienes se resistían a someterse, e incluso amenazaron gravemente el propio Cuzco. Los españoles la eligieron como punto intermedio y relativamente seguro, de tránsito y reposo, en su fatigosa marcha al Cuzco. Más tarde en morada per-manente de autoridades, clérigos y hacendados, con solares de cal y piedra, tejas de greda colorada, numerosas iglesias y capillas, alimen-tadas por la sangre y caudales provenientes de las minas huancave-licanas, los recursos sustraídos de numerosas tierras de cofradías, y las obligaciones feudales y semifeudales del campesinado, principal-mente pobre.

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Las campanas de la Catedral marcaban el ritmo de la ciudad, lla-mando tempranito a las beatas a “maitines”, comunicando el ritmo mortal de sus habitantes o algún acontecimiento importante de su calendario.

En sus barrios, junto a masas campesinas migrantes, fueron asentándose artesanos y arrieros, de trabajo laborioso e infatigables jornadas. Las rutas hacia Andahuaylas-Abancay y Cuzco, las que pro-seguían hasta el Altoperú llevando mercurio y víveres para las minas de plata; las rutas que marchaban hacia Arequipa y sus jornadas se prolongaban hasta Chile y aún la Argentina, o siguiendo Huancaveli-ca y el curso del Mantaro llegaban a Huancayo, Ica y Lima, llevando y trayendo, en los recios mulos, bienes urgentes, noticias cansadas, yaravíes y huaynos, repletos de lejanías, dolor y esperanza.

Nunca fue un pueblo manso. Cuando se requirió pelear lo hi-cieron por la tierra, contra los abusos del gamonalismo, y por los de-rechos del pueblo. De su beligerancia supieron no solo los quechuas, los godos, los chilenos, sino los gamonales como el “Pucatoro”, en el valle del Pampas.

Los días templados, un sol amable y jamás olvidadizo, y el cruce de sangres y espíritu indomable, produjeron la belleza y el garbo de la huamanguina, la maestra filigrana en plata, la soberbia guitarra y toda su familia de charangos, mandolinas, arpas, quenas, y sus mensajes de ternura, lejanías, marchas fatigosas, llenas de esperanza, en los crista-les de yaravíes y huaynos, y la intensidad de su sello, en la constancia indeleble de la “piedra de Huamanga”, la greda colorada de Quinua y los productos de sus maestros artesanos.

Para saber de sus héroes y heroínas basta recorrer sus calles o preguntar a la gente, y sabrán responder quiénes fueron, dónde bre-garon, y cómo esas lecciones, como las de María Parado de Bellido o las de Ventura Ccalamaqui, se han aprendido, han florecido y no se pueden olvidar. Y cómo, una nueva generación de heroínas, presi-didas por Augusta La Torre Carrasco, camarada Norah, son la arcilla gloriosa e inevitable de una nueva sociedad, sin opresión ni explota-ción.

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Trillado de la quinua. Ayacucho

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Augustita en la adolecencia.

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III.Vaya aquí mi primer relato sobre la más grande heroína proletaria del Perú:

“La falda descosida”.

- Hijo, ve al Colegio de tu hermana. Di a las monjas que la acompa-ñarás de regreso a casa. Si no la dejan salir regresas de inmediato e iremos juntos. Yo aún tengo algunos asuntos que resolver.

- Ya, papá.

Las monjas castigaban a las alumnas que no asistían a misa el día domingo. El lunes, por la tarde, al término de las clases, las retenían hasta que algún familiar fuese a justificar la inasistencia y pedir discul-pas. Las protestas reiteradas de los padres de familia ante tal exigencia, sus denuncias ante el Ministerio de Educación, no daban resultados.

Indignado por el abuso contra mi hermana mayor, me dirigí por el jirón Arequipa, pasando por el costado del viejo local de la Univer-sidad de Huamanga y el adyacente y moderno de tres pisos donde estaban las aulas, la biblioteca y el Auditorio.

Al iniciar la segunda cuadra se ubicaba una Iglesia, con un peque-ño atrio. A un costado había una puerta de madera, gruesa y sólida, con una aldaba. Ese era el ingreso al local del Colegio Nacional de Mujeres Nuestra Señora de las Mercedes, más conocido como de las Dominicas.

Golpeé, con la aldaba, varias veces, hasta que una ventanita disi-mulada en la parte superior de la puerta, se abrió. Vi aparecer la mitad del rostro de una mujer. Una impresionante nariz aguileña junto a un ojo gris opaco.

- ¿Qué desea?

- Señora, vengo por mi hermana.

- ¿Por qué no vienen sus padres?

- Están trabajando.

- Pero ya son las 5 y 20 de la tarde.

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- Ya le he dicho que están trabajando.

- Entre.

La puerta se abrió chirriando y mostró un patio interior de una amplia casona de dos pisos. Al entrar advertí, nuevamente, el am-biente hostil, desagradable, silencioso. La monja era la misma que otros lunes anteriores encontré. Su edad me resultaba indefinible y no comprendía las razones de su carácter agrio. Me miró, de pies a ca-beza, como a un enano. Empezó a señalarme lo que debía decir a mis padres, y yo le corté afirmando que ellos ya sabían, entonces desistió y solo me dio la orden de esperar. Avanzó hasta el centro del patio y gritó el nombre de mi hermana, de una forma áspera y autoritaria, que pareció ir rebotando por todas las paredes, metiéndose en las po-cas aulas abiertas, hasta perderse en alguna esquina.

Mi hermana esperaba. Salió de inmediato del cuartito de castigo, que llamaban burdamente de “meditación”. Se despidió con mucho afecto de sus dos amigas, que estaban también sancionadas. Nos sa-ludamos a lo lejos, agitando la mano, mientras mi hermana venía di-rectamente hacia mí.

- Vámonos hermanito.

La monja le increpó con tono duro y cortante,

- Y todavía eres una malcriada…

- Malcriada no, Madre, en mi casa me educan bien. Ustedes son las que tienen un trato prepotente y abusivo. No tienen derecho a obligarnos a asistir a misa. Ya le he dicho que no profeso la religión católica…

- Y yo te he dicho que vas a misa o te buscas otro colegio.

- Este es un Colegio Nacional, Madre, no es colegio religioso ni con-vento.

No había más que decir. Nos dirigimos a la puerta, pero antes de salir volteamos para despedirnos de sus compañeras que mostraban sus caritas en la puerta del cuarto de castigo. Estaban sonrientes y eso me alegró.

Mientras caminábamos de prisa, hacia la Plaza de Armas, pregunté:

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- Hermanita, y tus compañeras ¿hasta qué hora seguirán ahí?

- Sus familiares ya deben estar por llegar.

- ¿La delgada y alta quién es?

- Ella es Augustita. Augusta La Torre Carrasco. Es una compañerita muy decidida y valiente. Es sumamente tranquila, pero si hay abusos es la primera en protestar. Discute con las monjas con tales argumen-tos que no le pueden refutar, y muchas veces tienen que quedarse calladas. Pero es cariñosa, amable con todas nosotras, y no pierde el tiempo.

- Y la gordita y reilona?

- Ella es Rosa Vásquez, hija del dueño de la fábrica de gaseosas. Es buena gente, y nos hace reír con sus bromas todo el tiempo. Si las Madres la molestan es rebelde y las desafía.

- La señora que nos recibió parece una bruja…

- No hermanito, pero sí es intransigente. Apurémonos que nos deben estar esperando. En casa te sigo contando…

Pero la presión en el Colegio de Monjas continuaba, sin amainar, y eso incrementaba la fricción, acumulaba las tensiones e inevitable-mente la rebeldía.

En el patio del Colegio estaban formadas las alumnas por seccio-nes y años de estudio. Frente a ellas parada la Madre Directora, espe-sas y encrespadas cejas, debajo de las que sus ojos grises y movedizos, parecían dominarlo todo. A una indicación suya la monja encarga-da de disciplina leyó la relación de nuevas castigadas por no asistir a misa. El número había crecido. La intención de convertirla en una lista negra de estudiantes, e inevitablemente de padres de familia, y hermanos, proscritos, indignos y pasibles de repudio y persecución, no estaba resultando como querían las monjas, un eficaz medio re-presivo. Si en los siglos pasados su “extirpación de idolatrías” fracasó, más lo sería ahora, ante el avance de las nuevas ideas, y la lucha de las masas por sus derechos.

A una indicación de la Directora, la de Disciplina, grandaza, agre-siva, con poses de sargento de milicias españolas, tronó exigiendo

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que las alumnas se sujetaran a las normas de la moral y la decencia, en las que deberían formarse las futuras madres de familia. Llamó con su impositivo vozarrón:

- Rosa Villavicencio, adelántese!

Y Rosa ni se movió.

Entonces dos monjas la sacaron de filas, a la fuerza, ubicándola al costado de la de Disciplina.

Esta gritó que estaba prohibido pintarse los labios, sombrearse los ojos, tener la falda sobre las rodillas, como las malas mujeres. Rosa protestó contra el abuso, más la de Disciplina se impuso, la cogió con sus manotas y la arrastró a la pileta. Abrió el caño, y agarrándola con una mano de los pelos, con la otra recibió agua y se dedicó a friccio-nar fuertemente ojos y boca de la alumna, hasta quitarle la pintura. Rosa quedó mojada la cara, los cabellos y la blusa. Le exigieron se secara y peinara, pero ella respondió: Abusiva, voy a decirles a mis pa-dres. Y echando chispas por los ojos regresó a su ubicación en la fila. Como la rebeldía hacía quedar malparadas a las monjas, finalmente la monja sargento dijo en voz alta:

- Villavicencio está castigada. Las demás entren a sus aulas.

Al otro día el incidente fue con Augustita. Buscaban molestarla porque no iba a misa, pero principalmente porque líder ya, encabe-zaba las protestas. En una formación matutina le llamaron la atención porque su falda estaba supuestamente alta, lo cual no era cierto. Au-gusta argumentó que su ropa la compraban sus padres, que la falda tenía el tamaño regular que se usaba en todos los colegios, y que a ella le parecía conveniente.

La monja de Disciplina enrojeció de furia, y cometió el error de seguir discutiendo delante de todas las alumnas formadas, pues con Augusta tenía todas las de perder.

- Baja la basta de la falda que está muy alta. Eso no corresponde a una mujer que se respete.

- Madre, ¿dónde está la disposición que determina el tamaño de nues-tras prendas de vestir para este Colegio? ¿No es el mismo que usan

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en todos los colegios? ¿Dónde está la disposición que prohíbe que las alumnas se arreglen el pelo o pinten los labios si así lo creyesen conveniente? ¿Que algunas personas piensan que eso es malo? Con todo respeto le digo que el pensamiento malicioso o inmoral está en la cabeza de esas gentes. Ustedes no pueden obligarnos a pensar como desean e imponernos ir a misa. ¿No ha escuchado que en la Consti-tución peruana se reconoce la libertad de pensamiento y de cultos?

La monja descontrolada cometió un segundo error. Exigió que Augusta saliera de la fila y se pusiera delante de las alumnas formadas, pero no logró su objetivo. Augusta la miró muy seria y no se movió. Llena de furia fue hasta donde estaba ella y cogiendo el borde de la falda rompió la costura de la basta, y la extendió casi hasta los tobillos. Cuando la religiosa con su irascible acción ya se retiraba, se escuchó a Augusta decirle, con voz serena y fuerte:

- Usted debiera dedicarse a enseñar y no a humillar y agredir a las alumnas. Usted abusa y atropella nuestros derechos. Voy a quejarme a mis padres y a las autoridades de Educación.

La monja solo atinó a gritar:

- Pasen a las aulas y Augusta La Torre va a meditación.

Impresionadas por el inusual hecho de que una alumna se enfren-tara abiertamente a la religiosa, el resto de estudiantes, entre murmu-llos, se dirigieron a sus aulas. Ese fue el comentario por varios días, que sin duda se amplió en los comentarios que crecieron en sus casas y con sus amistades y familiares.

Sus compañeras de aula, antes de moverse, le dieron diversas ex-presiones de solidaridad y apoyo. Rita la abrazó y le dijo en voz baja: Le has hecho perder el control. Muy bien se lo merece. Te busco en el recreo. Marisol reía al decirle: Gracias por mí. Otras le daban la mano. Augusta no esperó indicación alguna y se dirigió al pequeño cuarto de castigo, se sentó en una de las sillas y se puso a leer uno de sus libros con atención y tranquilidad.

Un tiempo después, supimos, apareció la Madre Nieves, una jo-ven y linda monja española, de la que estaban seducidos los jóvenes estudiantes de la Universidad, quienes la silbaban y aplaudían a su

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paso, cuando salía acompañando a las alumnas, al término de clases, hasta la Plaza de Armas.

- Augustita no reniegues. La Madre se sulfuró un poquito. Toma aguja e hilo y cose la basta más bajita.

- Hola Madrecita. Ya no estoy molesta. He decidido que ya no coseré la basta, y vendré todos los días así como está. Y si la gente me pre-gunta les explicaré que ese es el modelo de falda que imponen en este Colegio.

- No seas rencorosa, hija mía. Aprende a perdonar. Yo hablaré con la Directora, para que levante el castigo.

- Madrecita Nieves, no se vaya todavía. Enséñeme canciones de su país, canciones de la gente, del pueblo.

- Solo canto las religiosas.

- Pero ¿escuchó las de la revolución española?

- A ver, a ver, se la canto un poquito, escuche: “Mare, mare, mare, de mi vida; mare, mare, mare de mi alma. Y los milicianos se acercan cantando. Y los milicianos se acercan marchando…” se cantaba en mi pueblo, pero ¡Ay niña, basta! Dios me va a castigar. Esas son can-ciones de los republicanos y los comunistas.

- Pero son bonitas, ¿no?

- Son bonitas, pero me están prohibidas. Si escuchan las hermanas me van a reprender.

- ¿A usted también le reprenden?

- Hija mía, no me jales la lengua. Me voy y regreso más tarde. Repasa las clases que te tocan.

- Ya madrecita Nieves. Pero una última preguntita. ¿Por qué siendo tan joven y tan hermosa, no se casó? Seguro que muchos jóvenes la pretendían y…

- Augustita, eres muy joven para saber de esas cosas. Solo te digo que estoy casada con Dios…

- Es que…

- No, no ¡basta por hoy! Regreso luego. Piensa en Dios y no en el demonio.

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- Pero si ustedes nos educan para ser buenas madres de familia, como nos dicen…

- Ya vuelvo, ya vuelvo.

Discurría lenta y casi silenciosa la mañana. Las monjas pretendían imponer el rigor de un convento. Pero…

Era clase de costura y bordado, y los trabajos diversos, especial-mente en punto cruz se multiplicaban. Manteles, pisitos, colchas, fundas de almohadones, pañuelos, todo lo que, según las religiosas, debía conocer una buena ama de casa.

Entraba la profesora a controlar las tareas, y el silencioso trabajo se extendía. Salía la profesora y empezaban los susurros y las risitas en voz baja, y el comentario sobre los hechos.

- En el recreo vamos a ver a Augustita…

- Claro, Yo le llevo una fruta.

- Cuando se enfrentó a la monja parecía Juana de Arco.

- Y nosotros no vamos a permitir que la echen en la hoguera.

- Como le hagan algo yo también las denunciaré. ¡Aunque me expul-sen! Ya se han pasado de la raya.

Volvía a entrar la Profesora y silencio absoluto.

Los hechos fueron rápidamente imitados, particularmente entre las jóvenes, en Huamanga.

La falda descosida, con la que Augusta continuó asistiendo a cla-ses, se convirtió en una expresión de rebeldía y de rechazo a las im-posiciones conservadoras y abusivas. Pero además, mostró el espíritu resuelto y combativo que maduraba en muchas mujeres y en muchos jóvenes, preparando notablemente los caminos y alimentando pode-rosamente las futuras jornadas.

Osmán Morote Barrionuevo

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Hamburgo, Alemania 8 de Marzo del 2014

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“Norah es nuestra bandera”

Abrió el libro y la foto que impregnó de luz sus ojos y emocionó su rostro, fue la de unos soldados colocando una bandera roja encima del otrora poderosísimo “Reichtag” del fascismo alemán. Eran tiempos de guerra, una guerra mundial imperialista desatada para repartirse el mun-do entre las mismas potencias del occidente actual. El Ejército Rojo de-rrotaba al fascismo abriendo el camino de la victoria a los aliados. La sangre comunista corrió a raudales, Stalingrado quedó cubierto con un millón de muertes que hoy emplazan la siniestra restauración en la que fue la URSS.

1945 marcó el panorama mundial del avance de la hoz y el martillo en Europa misma, Berlín la mitad ocupada la mitad socialista fue innegable prueba. Al otro lado del mar, lejos del Pacífico en el agreste Ayacucho, tierra fertilizada con los antiguos Huarpas, lugar cercano a las minas de azogue que enriquecían la colonial plata de Potosí, allí donde se levantó el imperio Wari y donde se libró la bandera de la emancipación de Amé-rica, nacía Augustita, en los espacios de la de Bellido, María Parado, la de la hermosa frase histórica de rebelión: ¡Ya no tengo paciencia para aguantar todo esto!, en los espacios de la mujer de Basilio Auqui, doña Ventura Ccalamaqui mujer de harapos raídos y guerrera de altura.

Son azares, coincidencias, casualidades históricas que unen banderas y marcan senderos. A los 15 años Augusta entró a vivir la más alta ola revolucionaria socialista, la de la década del sesenta. Y partió a China, triunfante el 49 se convertía en centro y base de la revolución proletaria mundial, ahí llegó Augusta, después del primer viaje de su querido es-poso, la más importante Escuela política de comunistas, enriqueció su experiencia ya de por sí valiosa.

Dio todo, dejó todo, se entregó completamente a la causa, a cumplir el ideal más alto de los hombres: luchar para construir la marcha al co-munismo de toda la humanidad. Sus pasos agitados y los de él pausados, con las manos juntas, corazones palpitantes fueron dos y uno al mismo

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ritmo revolucionario, la alegría desbordante, el esfuerzo constante, la en-señanza imperecedera como si nacieran recién en ¡la cuna de la facción!

A los dos los conocí juntos en Andahuaylas, con ella y los compañeros lo esperamos en la misma fecha en que Bolívar pisaría antaño los mismos prados del campo y llegó: él imponente, ella ternura pura, la reunión, el debate apasionado, las críticas, la cohesión más alta ¡era un ensueño! estar ahí con el olor a duraznos frescos, los celajes preciosos, el rumor del río y los camaradas y las camaradas rodeados en el suelo húmedo de la revolución ardiente del Perú.

Cual parto sangriento dieron luz a lo nuevo, los campesinos empuña-ron el ande suyo y al tronar de su marcha organizada se hicieron dueños del poder. Entre pájaros y árboles corrió el rio contento, rodaron alegres las piedras y la sonrisa iluminó su cálido rostro agrandando sus lindísi-mos ojos ¡Qué mirada! ¡Qué alma! ¡Qué gozo! El de ella conduciendo la bandera por el monte, el de él levantándola en lo alto y nosotros y las masas ¡Una realidad incomparable!

Y vino el terremoto: cayeron encima a quemarlo todo, a robarlo todo, a matar a todos, era la canalla su ley, con sus armas sus bombas sus botas destructoras… entonces, la compañera, mi camarada, salió al frente y empezó a llamar a todos, a reunir a los que quedaban y a hablarnos, pero no al oído sino al alma, al espíritu, a la tarea de defender lo nuevo… y levantamos los escombros y rehicimos todo.

¿Cómo no pensar en ella en su temple, en su tenacidad, en su desin-terés personal absoluto? A los 70 años de ese histórico 45 del siglo XX en que la trajo al mundo tenerla presente nos da fortaleza mayor; guar-demos enhiesta su memoria, aprendo yo de su sencillez, de su dadivosa mano presta a ayudar a los demás. Que su calor comunista nos acompa-ñe siempre.

Cerró Augusta el libro y nos dejó el imperecedero ejemplo de cama-rada de mente clara, voluntad resuelta y pasión inextinguible. Viva No-rah en nosotros.

Yeni Rodríguez Neyra

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Estoy,mirando atrás,y puedo vermi vida entera y sé que estoy en paz,pues la viví a mi manera. Crecí sin derrochar,logré abrazar el mundo todo, y más mil sueños más viví a mi modo.

Dolorlo conocí y recibí compensaciones, seguí sin vacilar, logré vencer las decepciones, mi plan jamás falló y me mostró mil y un recodos, y más, si mucho más viví a mi modo.

Esa fui yo que arremetí hasta el azar

A Mi Manera

quise perseguir, si me oculté,si me arriesguélo que perdí no lo lloré porque vivísiempre vivía mi manera.

Amé,también sufrí y compartícaminos largos, perdí y rescaté,mas no guardé tiempos amargos. Jamás me arrepentí si amando ditodos mis sueños, lloré y si reí fue a mi manera.

Qué pueden deciro criticar, si yo aprendí a renunciar, si hay que moriry hay que pasar,nada dejésin entregar porque viví,siempre vivía mi manera.

(María Martha Serra Lima)

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