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p - 378 público como patrón; en este caso se habla de una dictad Ura del mercado). El patronato se confunde con el mecenazgo, ya que és ~ último es una versión terminológica actualizada de aquél (l~'- textos contemporáneos de política cultural optan, en su ma~ yoría, por la expresión mecenazgo, siguiendo quizá la postu_ ra de Francia, que tiene gran influencia en el campo de la política cultural y optó por el mecenazgo puesto que, en eSe país, la palabra patron posee una fuerte connotación comer_ cial: patron indica al dueño de un bar o de una empresa, mien- tras mecenas evoca aspiraciones más subjetivas. Referencias Kant, lmmanuel. Filosofía de la historia, Fondo de Cultura Económica, México, 1979. Williams, Raymond. Cultura. Sociología de la comunicación y del arte, Paidós, Barcelona, 1981. PLURALISMO CULTURAL Sumario: Descentralización de las decisiones cultura- les, descentralización del equipo cultural; pluralismo, intervención del Estado, mercado cultural. Términos relacionados: Cultura autónoma, ética, globalización, heterocultura, multiculturalismo, gru- po-sujeto, control cultural. Hay una tendencia a definir el pluralismo cultural como la convivencia, en el mismo nivel de igualdad y en la misma dimensión espaciotemporal, de diferentes formas culturales: formas eruditas al lado de formas populares, formas de mi- norías étnicas aliado de las tendencias dominantes, etcétera. No obstante, para que se pueda hablar de un verdadero plura- lismo cultural, en un sentido estricto, es necesario que exista la descentralizacióp de los procesos de decisión sobre el siso tema de producción cultural en todas sus etapas (origen de los recursos; oportunidad de su aplicación, selección de las formas y temas por producir, autonomía de elección en cuan- to a qué consumir, etcétera). Esto implica la descentraliza- ción de la política cultural como un todo, tanto desde el punto de vista territorial (decisiones a nivel regional y local Y no sólo nacional) como desde la perspectiva de quienes están autorizados a elaborarla y aplicarla. Implica también, de manera específica, la descentralización de la Ímplantación de la red de recursos culturales, llamada infraestructura cul- tural o equipamiento cultural. En estados donde el gobierno nacional es centralizador, como Francia, la aplicación de una política de pluralismo cultural enfrenta dificultades, aun cuando se ha intentado a partir de la multiplicación de las casas de cultura,'desde la administración de André Malraux al frente del Ministerio de Cultura de aquel país. Aun así el resultado de esa experiencia puede haber sido primero el de la creación de un,Jcircuito alternativo que una descentralización en el sentido estricto del término. Por otra parte, en. los estados donde predomina la política de no intervención directa del gobierno en asuntos culturales, como en Estados Unidos, y por lo tanto donde el sistema de producción cultural está determinado por el mer- cado de la cultura, el pluralismo cultural no encuentra mayo- res posibilidades de sobrevivencia. Para que el pluralismo cultural se lleve a cabo plenamen- te, además de la descentralización de las decisiones es nece- sario que las diferentes culturas de grupos, medios sociales, clases y sectores de clases mantengan, cada una, su especifi- cidad al mismo tiempo que se equilibran con las demás, sin que se pueda registrar entre ellas una relación de dominio o, en todo caso, de opresión. En el contexto internacional ac- tual, el pluralismo cultural aún es un objetivo por alcanzar más que una realidad, comprimida entre la tendencia hacia la globalización y fenómenos como la ascensión de fundamen- talismos religiosos intolerantes al grado de suprimir no sólo la cultura del otro sino al otro mismo. Referencias Gaudibert, Pierre. Du cultural au sacráe, Casterman, París, 1981. Girard, A. Economie et cu/rure: culture en devenir et v%mé publique, La documentation fran~aise, Avignon, 1986. POLÍTICA CULTURAL Sumario: Defj,nición; motivaciones, legitimaciones y fuentes; orientaciones; las políticas culturales en cuan- p - 379

1.- Politica Cultural de Teixeira Coelho

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público como patrón; en este caso se habla de una dictad Uradel mercado).

El patronato se confunde con el mecenazgo, ya que és ~

último es una versión terminológica actualizada de aquél (l~'­textos contemporáneos de política cultural optan, en su ma~yoría, por la expresión mecenazgo, siguiendo quizá la postu_

ra de Francia, que tiene gran influencia en el campo de lapolítica cultural y optó por el mecenazgo puesto que, en eSepaís, la palabra patron posee una fuerte connotación comer_cial: patron indica al dueño de un bar o de una empresa, mien­tras mecenas evoca aspiraciones más subjetivas.

Referencias

Kant, lmmanuel. Filosofía de la historia, Fondo de CulturaEconómica, México, 1979.

Williams, Raymond. Cultura. Sociología de la comunicacióny del arte, Paidós, Barcelona, 1981.

PLURALISMO CULTURAL

Sumario: Descentralización de las decisiones cultura­

les, descentralización del equipo cultural; pluralismo,intervención del Estado, mercado cultural.

Términos relacionados: Cultura autónoma, ética,

globalización, heterocultura, multiculturalismo, gru­po-sujeto, control cultural.

Hay una tendencia a definir el pluralismo cultural como la

convivencia, en el mismo nivel de igualdad y en la mismadimensión espaciotemporal, de diferentes formas culturales:formas eruditas al lado de formas populares, formas de mi­norías étnicas aliado de las tendencias dominantes, etcétera.

No obstante, para que se pueda hablar de un verdadero plura­lismo cultural, en un sentido estricto, es necesario que existala descentralizacióp de los procesos de decisión sobre el sisotema de producción cultural en todas sus etapas (origen delos recursos; oportunidad de su aplicación, selección de lasformas y temas por producir, autonomía de elección en cuan­to a qué consumir, etcétera). Esto implica la descentraliza­ción de la política cultural como un todo, tanto desde elpunto de vista territorial (decisiones a nivel regional y local Yno sólo nacional) como desde la perspectiva de quienes están

autorizados a elaborarla y aplicarla. Implica también, de

manera específica, la descentralización de la Ímplantaciónde la red de recursos culturales, llamada infraestructura cul­tural o equipamiento cultural.

En estados donde el gobierno nacional es centralizador,como Francia, la aplicación de una política de pluralismocultural enfrenta dificultades, aun cuando se ha intentado apartir de la multiplicación de las casas de cultura,'desde laadministración de André Malraux al frente del Ministerio de

Cultura de aquel país. Aun así el resultado de esa experienciapuede haber sido primero el de la creación de un,Jcircuitoalternativo que una descentralización en el sentido estricto

del término. Por otra parte, en. los estados donde predominala política de no intervención directa del gobierno en asuntosculturales, como en Estados Unidos, y por lo tanto donde el

sistema de producción cultural está determinado por el mer­cado de la cultura, el pluralismo cultural no encuentra mayo­res posibilidades de sobrevivencia.

Para que el pluralismo cultural se lleve a cabo plenamen­te, además de la descentralización de las decisiones es nece­

sario que las diferentes culturas de grupos, medios sociales,clases y sectores de clases mantengan, cada una, su especifi­cidad al mismo tiempo que se equilibran con las demás, sin

que se pueda registrar entre ellas una relación de dominio o,en todo caso, de opresión. En el contexto internacional ac­

tual, el pluralismo cultural aún es un objetivo por alcanzarmás que una realidad, comprimida entre la tendencia hacia laglobalización y fenómenos como la ascensión de fundamen­

talismos religiosos intolerantes al grado de suprimir no sólola cultura del otro sino al otro mismo.

Referencias

Gaudibert, Pierre. Du cultural au sacráe, Casterman, París,1981.

Girard, A. Economie et cu/rure: culture en devenir et v%mé

publique, La documentation fran~aise, Avignon, 1986.

POLÍTICA CULTURAL

Sumario: Defj,nición; motivaciones, legitimaciones yfuentes; orientaciones; las políticas culturales en cuan-

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to a su objeto; las políticas culturales frente a lo1" 1 saSUn

tos nacionales; las po ¡tlcas cu turales según s ... .'f .d Us Clrcuitos de mtervencJOn; ormas 1 eológicas de •políticas culturales. las

Términos relacionados: Acción cultural, culturanális'l' . lid IS,

po IlIcas cu tura es posmo ernas, componente d

tructivo, liberalismo cultural, dirigismo cultural, id;~logía cultural.

La política cultural constituye una ciencia de la orga .mw-ción de las estructuras culturales y generalmente es ente _

dida como un programa de intervenciones realizadas por~l

Estado, instituciones civiles, entidades privadas o gruposcomunitarios con el objetivo de satisfacer las necesidadesculturales de la población y promover el desarrollo de sus

representaciones simbólicas. A partir de esta idea, la políticacultural se presenta así como el conjunto de iniciativas to­madas por estos agentes para promover la producción, la dis­tribución y el uso de la cultura, la preservación y la divulga­ción del patrimonio histórico y el ordenamiento del aparatoburocrático responsable de ellas. Estas intervenciones asumenla forma de:

l. Normas jurídicas, en el caso del Estado, o procedimientostipificados, en relación con los demás agentes, que rigenlas relaciones entre los diversos sujetos y objetos culturales.

2. Intervenciones directas de acción cultural en el proceso

cultural propiamente dicho (construcción de centroSde cultura, apoyo a manifestaciones culturales específi­cas, etcétera).

Como ciencia de la oroanización de las estructuras cultura­

les, la política cultural7iene por objeto el estudio de las dife­rentes formas de proponer y obtener estas iniciativas, así como

la comprensión de sus significados en los diferentes contex­tos sociales en que están presentes.

Motivaciones, legitimaciones

y fuentes de las políticas culturales ., . f uenCla

El concepto de pobtlCa cultural se presenta con rec _

bajo una forma altamente ideologizada. Si partimos del pretS. yen esupuesto de los fenómenos culturales como const1tu '".. elaC1vde un todo, cuyos componentes a su vez mantienen r

nes determinadas entre sí y están sujetos, por principio decuentas pero no ineludiblemente, a la lógica general de lasociedad en la que ocurren, y si consideramos que la culturaes un fuerte cimiento social, no resulta extraño ver a la polí­tica cultural definida como el conjunto de intervenciones de

los diversos agentes en el campo cultural con el objeto de

obtener un consenso de apoyo para mantener un cierto tipo

de orden político y social o para emprender una transf(jrma­

ción social. De manera paralela, se entiende a la política cul­

tural, junto con la política social, como uno de los principa­les recursos de los que se vale el Estado contemporáneó para

garantizar su legitimación como entidad que cuida de todos

y que habla en nombre de todos.

En buena medida, éste es un juicio de las políticas cultu­rales que refleja una visión conspiradora de la realidad social

y política. Aun cuando el marco ofrecido por esta concep­ción pueda ocurrir, eventual o adicionalmente, la motivación(y la noción) quizá más antigua para una política cultural esla de la difusión cultural. Ésta se basa en el presupuesto deque existe un núcleo cultural positivo, de importancia supe­rior para una comunidad y de ámbito restringido, que debeser compartido por el mayor número de personas en calidadde receptores o espectadores. Este núcleo debe ser amparadoy debe ser de interés público para que todos, o el mayor nú­mero, sean capaces de apreciarlo. "Llevar la cultura al pue­blo" es su lema habitual. Lema revelador, que mal oculta la

representación según la cual "cultura" y "pueblo" son enti­dades distintas y apartadas una de la otra, cuando no opuestas.

Una segunda forma de las políticas culturales en cuanto asus motivaciones o justificaciones es aquella en la cual estas

políticas son respuestas a las demandas sociales. En este caso,el autor de la política cultural no toma propiamente la inicia­tiva del proceso sino que se limita a actuar según las reivindi­caciones que le son presentadas. No obstante, la mayoría delas veces, en partiCUlar cuando no se recurre a la evaluaciónde esta política (la alternativa más común), las demandas so­ciales a las que se responde son más supuestas, hipotéticas,fruto de la observación subjetiva o del análisis más o menospertinente de los formuladores, que identificadas de formadialógica y no paternalista. En la práctica, estas políticas derespuesta a las demandas sociales no se distinguen c1ara-

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mente de aquéllas basadas en la idea de la difusión culturalTanto en esta hipótesis como en la anterior, dichas política~se proyectan a partir de una morfología de la dinámica socialque, por caduca, debe ser complementada o suplantada.

La legitimación para estas políticas se formula en térmi_

nos de cuatro paradigmas distintos. El primero las presentacomo derivadas de una lógica del bienestar social: sin una

política cultural adecuada, la dinámica social es deficiente y

necesita ser corregida una vez aceptada la premisa de que lasprácticas culturales son un complemento del ser humano. Elsegundo paradigma se reviste de un carácter intervencionista

más acentuado al fundamentar la justificación de una polí­tica cultural en búsqueda de un sentido que oriente la dinámi­ca social. En la mayoría de los casos dicha dinámica asumela forma de la búsqueda de una identidad étnica, sexual, reli­

giosa, nacional u otra. Un tercer paradigma presenta rasgosno muy apartados de los verificables en el segundo y tiendehacia una legitimación apoyada en la necesidad de obtener

un marco ideológico considerado indispensable para lograrobjetivos como la reconstrucción nacional (Japón) o la cons­trucción nacional bajo una nueva orientación política (Cuba).

Un último paradigma de legitimación es el que se basa en ladiscutida necesidad de una práctica comunicativa entre elEstado o la institución que formula la política y sus ciudada­nos, miembros o empleados (en el caso de una institución

privada). Estos paradigmas legitimadores pueden manifes­tarse de manera íntimamente articulada; así, una prácticacomunicativa puede ser un requisito indispensable para la

política de búsqueda de un sentido, para la política del en­cuadre ideológico y también, aunque en menor grado, parala política de difusión cultural o de búsqueda del bienestar.Sin embargo, es probable que esta práctica comunicativa sepresente en un nivel menos ideologizado que en los casos dela búsqueda de sentido y del encuadre ideológico, y se resu­ma en intentos por mantener abiertos los canales mínimos deentendimiento entre el gobierno (o la institución) y los go­bernado" (o administrados).

Recientemente todas estas formas de política cultural hanenfrentado nuevas circunstancias de reacomodo ideológico

y económico del mundo, el cual está sometido al proceso de

globalización por los medios. Tal proceso es revisado a par­tir de tres consideraciones básicas:

1. No basta con que muchos sepan apreciar algunas o variasformas culturales: es necesario garantizar al mayor núme­ro de personas la posibilidad de participar en el procesocomo creadores, y esto tiende a dificultar e impedir el de­sarrollo de políticas en busca de sentido o de encuadreideológico ....

2. El Estado contemporáneo, debilitado y siempre abrumadopor innumerables preocupaciones urgentes, ya no puedeocupar cualquier espacio en el sector cultural, del cualpasan a encargarse las empresas privadas d~ entretenimien­

to, hasta hace poco tiempo llamadas industria 'cultural.3. Aun cuando el Estado no esté debilitado hasta ese punto,

saber apreciar (y generar) la cultura no es una actividadesencial para el Estado porque no se sabe exactamente qué

privilegiar, pues ya no existe un núcleo delimitado quefuncione como reserva central de los valores culturales de

una nación o de un país, dado que estos valores no sólo seagotan continuamente sino que, al mismo tiempo, se mul­tiplican al infinito en la sociedad movida por los nuevosvehículos de comunicación. En realidad, el efecto es el

mismo que en el caso anterior, pero la justificación pararetirar al Estado del escenario cultural es, en principio,otra.

De manera análoga, las fuentes de donde los agentes -elEstado en particular es hasta hoy el instrumento privilegiadode las políticas culturales- retiran los principios inspirado­res de su programa son de diversa naturaleza. Esas fuentes

pueden ser los principios políticos, ftlosóficos y doctrinariosque orienten las acciones de los órganos gubernamentales.

También pueden estar en la historia de las luchas sociales ypolíticas y en el marco de las fuerzas sociales que, en deter­

minado momento"le atribuyen un contenido y significado adichas políticas. Tanto en este caso como en el anterior, pue­den derivar de una posición de fuerza. Pero también puedenresultar de un acuerdo entre la administración y los adminis­trados, producto de un proceso de participación encaminadoa una planificación acordada. En el caso de los principios deun programa polític9. que sirven de fuente, estas políticas tie­nen su origen en propuestas gubernamentales (en los regí-

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menes con un poder ejecutivo sólido como en l

taristas) y se inclinan a asumir un carácter g]o~\par:arnetl_

que en los demás el origen es colectivo, se presen~ 'dlTUetltrasra horizontal, no vertical, y tiende a ser sectorial. a e mane.

Orientaciones de las políticas culturales

Siguiendo de cerca el diseño formado por las redes de' .'., l' , .'1 l' ' JuStlfi·caclOn y egltlmaclOn, as po lucas culturales aCOstu.bseguir una lógica de la oferta (concretada, por ejemplom fan

1 ' 1 . '1 ' en elapoyo a os artIstas, en a creaClOn y e mantenimiento de

infraestructura adecuada) o una lógica de la demanda (co:~en el caso de las políticas preocupadas por formar y estimu.

lar a los públicos), Las observaciones hechas en el tópicoanterior sobre las políticas de demanda social tienen cabidaen este rubro.

También desde el punto de vista de la orientación adopta­da y de las características de las acciones emprendidas, las

políticas culturales regularmente se dicen monistas (polfti­cas nacionalistas o de encuadre ideológico) y pluralisJas.

gradualistas o revolucionarias (cuando abogan por el rom­pimiento inmediato y completo con el orden antiguo y la pronota instalación del nuevo orden), rutinarias e innovadoras.

elitistas o populistas.

Las políticas culturales en cuanto a su objetoTradicionalmente se observan dos formas en las polfticas

culturales, desde el punto de vista del objeto hacia el cualseorientan. Una, llamada patrimonialista, marca la políticacul­

tural dirigida a la conservación, al fomento Ya la difusióndetradiciones culturales supuestamente autóctonas o, :" ~~caso, antiguas e incluso ligadas a los orígenes del pals \ ~

trimonio histórico y artístico") y que se refieren, en pflf!O-.. , díri entes

plO. tanto al acervo de la historia de los grupos ~ares.como a las tradiciones y costumbres de las clases pop 1 ...o-. t riza a ay-La segunda forma, llamada creacionista, carac ~ 'blJciÓll '!lítica cultural que promueve la producción, la dJstrI Aunque

el uso o consumo de nuevos valores y obras culrurales. 'onisPS1,' as creaCJ .

no se limiten a tanto, en la práctica las po ¡tlC ~tespfO"

f .-n'l as cultUII" :....lo(acostumbran privilegiar el apoyo a las o•••.. y SUI-.~,', .. 1cjOe,~..:cl:· ..

plas de las culturas media (midcult), comO e y la l1l~~o de elite (highcult), como los museoS, la danza

de vanguardia, etcétera (caso en el que son llamadas políti­cas de vanguardia). Por su parte, las políticas patrimoniálistastienden a no ser populares [o populistas; véase populismocultural]; pueden tener como objetivo sólo la conservaciónde obras y valores culturales tradicionales de extracción eru­

dita (conservación de catedrales barrocas, por ejemplo, o re­

cuperación de partituras de música erudita) o que en el pasa­do jileron populares.

Las políticas culturales frente a la cuestión nacional

Las políticas culturales se presentan en diferentes version~ssegún su orientación hacia los valores del nacion(llismo, del

pluralismo cultural y de la homogeneizacióll (rqsnacional oglobalización. Una política cultural nacionalísta prefiere pri­vilegiar aquellas formas culturales consideradas autóctonas,

sean de extracción popular o erudita. Las políticas pluralistasse abren a manifestaciones de los más diversos orígenes y laspolíticas globalizadoras tienden a desproteger la produccióncultural nacional, aboliendo las fronteras y los obstáculos

burocráticos frente a la producción internacional o suprana­cional mediante la exención o reducción de impuestos sobrela cultura importada y, sobre todo, la eliminación de los sub­sidios a los productores locales de cultura.

Las políticas nacionalistas pueden aparecer en las

versiones patrimonialista y creacionista. Las de pluralismocultural no excluyen estas versiones, mientras que aquéllascon tendencia globalizadora se abstienen prioritariamente, conevidencia, de promover el creacionismo, aun cuando éste no

deje de presentarse bajo la forma de becas de investigaciónartística y de diversos apoyos provenientes de fundacionesparaestatales o vinculadas c<,?nla iniciativa privada, El llama­do criterio "de calidad" suele ser, en este caso, el único admi­tido en la evaluación de las solicitudes.

Las políticas culturales según sus circuitos de intervención

Según los circuitos en los que buscan intervenir, las políticasculturales se distribuyen en cuatro tipos básicos:l. Políticas relativas al mercado cultural: se ocupan del apo­

yo a los sectores de producción, distribución y consumode la cultura. Incluyen,. por ejemplo, medidas de financia­miento a la producción cinematográfica, de apoyo a la dis-

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tribución de libros, de hacer asequible al público la entra_

da a espectáculos teatrales o musicales.Las políticas relativas a la actuación de la iniciativa pri­vada en el campo de la cultura son, a veces, consideradascomo modalidades aparte por limitarse a definir los in.centivos fiscales para la cultura, las reglas de mecenazgo,los Ifmites en que la intervención privada puede darse, et­cétera, sin determinar directamente qué formas culturalesserían beneficiadas y en qué circunstancias. En realidad

por inspirarse en la lógica del mercado deben entenders~como una especie de las políticas de mercado en general.

2. Políticas relativas a la cultura ajena al mercado cultural:

se refieren a las formas culturales que, en principio, no se

proponen entrar en el circuito del mercado cultural tal comoéste es comúnmente caracterizado. En otras palabras, Son

formas culturales no permeadas por el interés económico

tanto en su producción material como en sus objetivos oen la recompensa de sus creadores. Los gmpos folclóricos,de cultura popular y de aficionados, constituyen el objeto

por excelencia de estas políticas, que comprenden tam­bién los programas orientados a la defensa, conservacióny difusión del patrimonio histórico.

3. Políticas relativas a los usos de la cultura: se ocupan de

crear las condiciones para que la gente disfrute p]enamen­te de las formas culturales a su disposición, ya sea como

receptores informados o como eventuales creadores máspreocupados por manifestarse culturalmente que por lle­gar a la condición de futuros profesionales. Generan cur­sos, seminarios, congresos, talleres libres, actividades que,

en fin, pueden ser llamadas de educación informal en unsentido amplio de] término. Sus programas pueden estar

dirigidos tanto hacia las formas culturales que recurren alcircuito del mercado como a las no comerciales. Los cen­

tros de cultura y los centros de arte son los espacios favO­

recidos por est~s políticas. Frecuentemente funcionan comolocales ~lternativos para la producción del mercado (a.un­

que no se preocupen por la obtención de lucro económICO,ya que en alguna medida son subvencionados), pero cum­plen su función específica cuando tratan de ampliar el uni­verso cultural abriéndose a las formas no comerciales ya

las actividades de iniciación y comprensión de la cultura.

4. Políticas relativas a las instituciones organizadoras de los

circuitos culturales: se refieren a la organización adminis­trativa de la cultura. Definen ejemplarmente la estructurade funcionamiento de órganos públicos, como secretariasy departamentos de cultura, institutos, museos, centros de

cultura, instituciones de investigación, etcétera, y deter­minan las características de los recursos humanos necesa­

rios, la designación de recursos o modalidades de J9remia­ción y estímulo. Se hacen más necesarias si ]a estmcturaburocrática de las instituciones (en particular, el Estado)está orientada hacia la solución de otros puntos' (obras

públicas, salud, educación) considerados socialmente prio­ritarios o más importantes en cuanto a los recursos em­pleados. Los principios tradicionalmente establecidos conel propósito de permitir el control de los recursos públicos(competencia de precios, precio más bajo como factor de­terminante para indicar al vencedor, etcétera) son del todoirrelevantes para el campo de la cultura y, al ser aplicados,hacen imposible la administración de la misma, la cualexige otra concepción de la estructura administrativa. Ladificultad para proponer una nueva organización jurfdi­co-burocrática de la cultura es el principal instrumento deparalización (con frecuencia intencional) de las activida­

des culturales de los estados. Por otra parte, no es extrañoque estas políticas terminen generando formas culturalesespecíficas al establecer distinciones y privilegiar a]terna­

tivas, como ocurrió en la Alemania nazi o en la URSS, quefavoreció el realismo socialista.

Estas políticas pueden manifestarse aisladamente o en dife­rentes combinaciones entre sí. La presencia simultánea de

todas ellas caracteriza l~ existencia plena de una política cul­tural de Estado, ya sea ésta una política de dirigismo o de

democratización cultural: lo que determina la caracteriza­ción de una u otra versión no es tanto un conjunto de rasgosespecíficos, como las relaciones que se establezcan entre lapolítica general de ese Estado (cuanto menos o más interven­cionista, será menos o más liberal, por ejemplo) y la culturasobre la que se orienta o, a veces, produce. En un caso extre­mo, es una caracterización que depende del uso que dichoEstado haga de la cultura.

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, -----Formas ideológicas de las políticas culturales

Las formas básicas de política cultural según sus perspeCti_vas ideológicas son tres:

J. Políticas de dirigismo cultural: puestas en práctica princi_

palmente por estados fuertes y partidos políticos queejercen el poder de manera indiscutible. Promueven unaacción cultural conforme a patrones previamente defini_

dos como de interés para el desarrollo o la seguridad na­ciona]es. Comprenden subtipos como tradiciollalismo

patrimonialista y estatismo populista.

La política cultura] tradicionalista patrimonialista tienecomo principales agentes al Estado, a los partidos políti­

cos y a las instituciones civiles (relacionadas en mayor omenor grado con el Estado). Promueven particularmente

la preservación del folelor como núcleo de ]a identidadnacional, por difundirse y defenderse de manera preferen­te. En este caso, la cultura derivada de este patri moniollamado autóctono es usada como espacio no conOictivo

en e] que todas las clases sociales se identifican.E] estatismo populista se vale del Estado y de los partidos

para afirmar el papel central de la llamada cultura popularLas formas culturales llamadas de elite (arte de vanguar­

dia, habitualmente contestatario, y otras variables de lacultura erudita) son en este caso confinadas o bien, elimi­nadas.

2. Políticas de liberalismo cultural: en este caso, las políticas

culturales afIrman que no defienden modelos únicos de

representación simbólica, ni entienden necesariamente quesea un deber del Estado promover la cultura y ofrecer op­

ciones culturales a la población.Entre sus subtipos están las políticas culturales adeptasdel mecenazgo liberal: e] apoyo a la cultura depende en

mayor grado de la iniciativa privada o de fundaciones pri­vadas o semi privadas en las cuales el poder púolico

participa poco, La implantación de esta política puede serprecedida de una vasta operación de liquidación de losórganos públicos dirigidos a la cultura, como ocurrió enBrasil durante el gobierno de Fernando Collar, y de la

privatización de la iniciativa cultural. El objetivo es unOsolo: encuadrar a la cultura en las leyes del mercado. En

este caso se entiende que la cultura deba ser una actividad

I lucrativa al grado de poder, por lo menos, sustentarse a símisma. En general, este mecenazgo tiende a apoyar lasformas de la alta cultura y aquéllas promovidas por losmedios. No tiene preocupaciones nacionalistas (por el con­trario, sus principios son en general los de la globalización)y apoya, también en principio, no a grupos comunitariossino a individuos y empresas culturales. Con frecuencia,en este caso la promoción de la cultura se hace como so­

porte para la divulgación de productos o de la imageninstituciona] de los patrocínadores.

3. Políticas de democratización cultural: se basan ~~ el prin­cipio de que la cultura es una fuerzá social de interés co­

lectivo que no puede estar a merced 'de las disposicionesocasionales del mercado, por lo tanto debe ser apoyadaconforme a principios consensuales. Busca crear condi­ciones de acceso igualitario a ]a cultura para todos, indivi­duos y grupos. No privilegia modelos previamente deter­minados, como los del nacionalismo, y tiene en el Estado

y en sus instituciones culturales públicas y semipúblicassus principales agentes. Aunque busque difundir todas lasformas de cultura, algunos consideran que los interesesinstitucionales de este modelo, derivados de las clases ha­

bituales en el poder, terminan favoreciendo a las formas

de la cultura superior. Por este motivo, se considera queuno de sus subtipos es el de la democracia participa ti va,cuyo objetivo es el de la promoción de las formas cultura­

les de todos los grupos sociales según las necesidades ydeseos de cada uno. Busca incentivar la participación po­pular en el proceso de creación cultural y las formas deautogestión de las iniciativas culturales. Tiene metas cla­

ramente políticas que alcanzar y se apoya en partidos lla­mados progresistas y en movimientos populares llamadosindependientes. De modo inevitable se dice de ésta que, alcontrario de cuanto pregona, termina favoreciendo deter­minadas formas y versiones culturales --en este caso, losde origen popular. Como se puede deducir, es sutil la se­paración que se establece entre este último tipo de políticacultural y el primero aquí abordado, el del dirigismo cul­tural.

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ReferenciasBonAI Batalla, Guillermo. "De culturas populares y política

cultural", en Culturas populares y política cultural, Mu­seo de Culturas Populares/SEP, México, 1982.

Brunner, J. Joaquim. "Políticas culturales y democracia: ha­cia una teoría de las oportunidades", en García Canclini,Néstor (ed.), Políticas culrurales en América Latina,

Grijalbo, México, 1987.Carreño Carlón, José. "Las políticas culturales del Estado",

en Culturas populares y política cultural, Museo de Cul­turas Populares/SEP, México, 1982.

Coelho, Teixeira. O que é a9iio culrural, Brasiliense, SaoPaulo, 1989.

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García CancJini, Néstor. "Políticas culturales y crisis de de­sarrollo", en García Canclini, Néstor (ed.), Políticas culo

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Laborit, Henri. Éloge de la/uite, Folio/Essais, París, 1985.

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Saez, Guy. "La slructure de la politique culturelle et ladémarche évaluative", en Recherche et evaluatian dalls

les politiques culture/les, Cenat, Grenoble, 1990.

POLÍTICA DE EVENTOS

Sumario: Programas aislados versus políticas sistémicas;

el concepto específico de evento.Términos relacionados: Política cultural, acción cultural.

Esta expresión es todavía usada para designar al opuest') exac­to de una política cultural: designa un conjunto de programas

aislados ~ue 'no conforman un sistema, no se conectan ne­cesariamente con programas anteriores ni establecen puen­

tes indispensables para programas futuros- constituidoS poreventos sueltos relacionados unos con otros. La organización

o el apoyo a espectáculos musicales, las muestras de teatro ocine, la realización aislada de películas o conciertos son eje01-

plos de una política de eventos. Un concierto aislado, carac­terizado por la ejecución de obras a la que el público asistecomo lo haría al asistir a un espectáculo comercial conven­cional, ejemplifica una política de eventos. Si el concierto esprecedido o seguido de una "clínica" en la que los músicos

orientan a los jóvenes profesionales, o si el concierto encajaen una serie de eventos que explora ordenadamente un movi­

miento o periodo musical, lo que daría al público la~ condi­ciones para apreciar debidamente todos los aspectos relacio­

nados, se dice que integra una política cultural.La política de eventos ha sido criticada por su carácter

considerado inmediatista (acción que se encierra en sí mis­ma, sin dejar marcas) y ocasionalmente oportunista (sirve aveces para promover políticos, partidos, beneficiar a artistas,etcétera). Es fácil de ser puesta en práctica, basta con la exis­tencia de recursos económicos.

Esta crítica proviene de un momento en la historia de lapolítica cultural en el que se creía posible planear en todos (omuchos) los detalles la dinámica cultural de una determina­

da realidad espaciotemporal. La inexistencia de recursos eco­nómicos y sobre todo de recursos humanos a la altura, suma­da a la total inadecuación de la burocracia gubernamental

para tratar cuestiones culturales, lleva a revisar, por lo menosen parte, la crítica a la política de eventos. En nombre de ladefensa de políticas culturales sólidas, en más de una oca­sión se deja de apoyar eventos culturales cuyo alcance

multiplicador puede ser tanto o más importante que los efec­tos de políticas culturales tradicionales. En su definición másprecisa, un evento es un acontecimiento fuera de lo común,

algo que rompe una cadena de rutinas, merecedor de la aten­ción que provoca él mismo. Si el administrador cultural seenfrenta con la posibilidad de crear las condiciones para quese produzca un suceso de esta naturaleza, no debería dudaren hacerlo. En su sentido específico, una política cultural debetomar en cuenta actividades continuas que prolonguen susefectos en el tiempo y en el espacio. Pero debe ser capaz deprever intervalos "vacíos" que serán cubiertos por eventosque, por su singularidad, tengan el poder de irrigar con flui­dez el tejido cultural formal (los circuitos establecidos deproductores, divulgadores y consumidores de cultura) y laconstelación informal de productmes y consumidores Uóve-

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