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“Eres un niño muy inteligente”, “Muy bien, así se hace campeón”, “Qué obediente niña”. ¿Cuántas veces un niño debería oír frases así? “Eres torpe”, “no hay nadie más tonto que tú”, “eres malo”, ¿cuántas veces un adulto le dice eso a un niño? En mi casa eso es lo que más nos repetían. La maestra del colegio nos decía: “Ustedes son el futuro de nuestra patria. Si luchan por sus sueños, llegarán muy lejos”. La maestra Laura nos motivaba mucho, pero cuando mis 2 hermanos y yo llegábamos a casa, no sé por qué nuestros padres nos decían cosas feas. Recuerdo que así me quitaban las ganas hasta de comer. No sabíamos qué hacer. “Un niño debe vivir con amor, debe ser tratado con paciencia y debe recibir buenos ejemplos en casa”… estas frases las oía a menudo hasta en la televisión, pero no en mis padres. Mi perro y mi gato eran más amables. Cuando nos sentían llegar nos movían la cola y nos lamían por todas partes, nos alegraban la vida. Un día, al costado de mi casa, una familia se mudó. Era un matrimonio con 3 hijos. Igual que en mi casa. La diferencia era que en esa casa trataban bien a los niños. Un día mientras mis padres nos gritaban en la calle a mis hermanos y a mí porque íbamos a llegar tarde a la actuación por el día del niño en la escuela, al otro lado de la calle los vecinos y sus hijos nos miraban extrañados desde su auto. – Les dijimos que se tomen el desayuno en un minuto, ¡ahora vamos a llegar tarde por culpa de ustedes! -Gritaban fuerte mis padres. -!Hola!-escuchamos todos sin saber quiénes eran las personas que estaban al otro lado de la calle. -Son los nuevos vecinos. Sus hijos estudian en la misma escuela.- dije yo. -¡Se hace tarde! Suban y llegaremos en 5 minutos.- dijeron los amables vecinos. Mis padres se miraron y como era tarde, nos llevaron hacia el auto. Nos acomodamos y el carro arrancó. Durante el cortísimo viaje, vimos todos la conversación entre los vecinos y sus hijos. -Hijo, ayer vi tu nota en la puerta del refrigerador. Fue un 7. Está bien pero no olvides que puedes llegar a 10. Si llegas a esa nota, iremos de paseo a dónde ya sabes.- decía el vecino. -Hija, no te olvides que hoy en la tarde te toca hacer la tarea conmigo-decía la vecina. -Y tú, no te olvides que mañana vamos a arreglar el jardín. Yo tomaré la podadora y tú me ayudas con la manguera -le dijo el vecino a su otro hijo.

10 cuentos cortos

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“Eres un niño muy inteligente”, “Muy bien, así se hace campeón”, “Qué obediente niña”. ¿Cuántas veces un niño debería oír frases así?“Eres torpe”, “no hay nadie más tonto que tú”, “eres malo”, ¿cuántas veces un adulto le dice eso a un niño? En mi casa eso es lo que más nos repetían.La maestra del colegio nos decía: “Ustedes son el futuro de nuestra patria. Si luchan por sus sueños, llegarán muy lejos”. La maestra Laura nos motivaba mucho, pero cuando mis 2 hermanos y yo llegábamos a casa, no sé por qué nuestros padres nos decían cosas feas. Recuerdo que así me quitaban las ganas hasta de comer. No sabíamos qué hacer.“Un niño debe vivir con amor, debe ser tratado con paciencia y debe recibir buenos ejemplos en casa”… estas frases las oía a menudo hasta en la televisión, pero no en mis padres.Mi perro y mi gato eran más amables. Cuando nos sentían llegar nos movían la cola y nos lamían por todas partes, nos alegraban la vida.Un día, al costado de mi casa, una familia se mudó. Era un matrimonio con 3 hijos. Igual que en mi casa. La diferencia era que en esa casa trataban bien a los niños.

Un día mientras mis padres nos gritaban en la calle a mis hermanos y a mí porque íbamos a llegar tarde a la actuación por el día del niño en la escuela, al otro lado de la calle los vecinos y sus hijos nos miraban extrañados desde su auto.– Les dijimos que se tomen el desayuno en un minuto, ¡ahora vamos a llegar tarde por culpa de ustedes! -Gritaban fuerte mis padres.-!Hola!-escuchamos todos sin saber quiénes eran las personas que estaban al otro lado de la calle.-Son los nuevos vecinos. Sus hijos estudian en la misma escuela.- dije yo.-¡Se hace tarde! Suban y llegaremos en 5 minutos.- dijeron los amables vecinos.Mis padres se miraron y como era tarde, nos llevaron hacia el auto. Nos acomodamos y el carro arrancó. Durante el cortísimo viaje, vimos todos la conversación entre los vecinos y sus hijos.-Hijo, ayer vi tu nota en la puerta del refrigerador. Fue un 7. Está bien pero no olvides que puedes llegar a 10. Si llegas a esa nota, iremos de paseo a dónde ya sabes.- decía el vecino.-Hija, no te olvides que hoy en la tarde te toca hacer la tarea conmigo-decía la vecina.-Y tú, no te olvides que mañana vamos a arreglar el jardín. Yo tomaré la podadora y tú me ayudas con la manguera -le dijo el vecino a su otro hijo.Bastaron 5 minutos para que mis padres despertaran y vieran lo que estaban haciendo.Pareciera que alguien hubiese enviado a los vecinos para que les den una lección a mis padres.Cuando crecimos, mis hermanos y yo nos dimos cuenta de muchas cosas y decidimos hacer las cosas bien cuando fuéramos grandes. Ahora pienso que las palabras son importantes. O te ayudan o te destruyen.Ahora les digo a mis niños, que ellos pueden ser las mejores personas del mundo si se lo proponen. No voy a repetir lo malo que me dijeron. Sólo les diré todo lo bueno que aprendí en mi nuevo hogar, con ejemplos demostrando lo mejor de mí.Demos lo mejor a nuestros hijos.Mientras más pequeños son, se parecen más a las esponjas. Absorben todo.Y mientras más grandes se hacen, más se parecen a sus padres.

La Fuerza de MaritaDana era una Madre que además de trabajar, se encargaba de cuidar y mantener sola a su hija Marita. La razón es que Josué, el esposo de Dana, hizo un viaje a otro país por motivos de negocios y se olvidó de su familia aparentemente.

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Lo peor es que nadie tenía idea de los motivos. Cuando la niña preguntaba por su papá, su mamá le decía: “Hijita, tu padre está trabajando en otro país y creo que pronto regresará, no te preocupes. Le mostraba fotos de él, le contaba como la quería y jugaba con ella antes de viajar.Le ponía un video que su padre les dejó. Dana amaba tanto a su hija que era capaz de todo con tal de verla crecer feliz, guardando en silencio su gran tristeza por el abandono de su padre. Pensando que su esposo las olvidó, decidió que algún día cuando sea más grande Marita, vería el modo de contarle la verdad que ella suponía tener.Pero Marita era inteligente y se daba cuenta. Aún así quería mucho a su mamá y estaba agradecida por lo que hacía para mantenerla feliz y que no le falte nada. Marita estaba aprendiendo a ser fuerte ante la vida.Lo cierto era que Josué sufrió un accidente en su trabajo y había perdido la memoria, por eso no se comunicaba con su esposa.En el colegio a Marita sus amigos le hacían bullying porque su papá era el único que nunca iba a la escuela por el día del padre. Eso a Marita la ponía muy triste. Pero ella era inteligente y poco a poco dejó de importarle.Aprendió que su mundo interno definía su mundo exterior. Aprendió que podia ser feliz sin importar que no tenía papá y que le hacían bullying.Pasaron algunos años y una mañana de Abril, estando recuperado el esposo de Dana, decidió regresar a su hogar sin avisar. Dana no podía creerlo, sin embargo después de conversar, tuvo que ver unos videos y fotos de la clínica donde Josué estuvo para comprender la situación.

Cuando la niña entró a la casa encontró a sus Padres conversando. Dana algo nerviosa sentó a la niña y le dijo: “Marita, te presento a tu Padre. Eras muy pequeña cuando se fue.” La niña buscó la foto que guardaba de él y dijo: “Sí, es papá; sólo que está más delgado y canoso”. Sonrió Josué abrazando a su hija antes de colocar las maletas en la habitación.Al poco tiempo Dana, por cosas de la vida cayó postrada en cama. Pasaron los días y Dana decaía cada día más, hasta que al cabo de un mes sucedió algo inesperado con la vida de Dana. Pasaron los días y una mañana muy temprano, Josué alistaba a su niña, quien le contaba lo maravillosa que era su madre y de lo mucho que ella lo amaba. Él, sonriendo, besó en la frente a su niña y le entregó un ramo de rosas blancas, las favoritas de mamá mientras ella le decía: “Papá no llores. Hay que ser fuertes. La vida consiste en asimilar los golpes como un boxeador y aprender de ellos. Seamos felices. Eso hubiera querido mamá.”

-“No imaginé que supieras tanto con 10 años de edad” -contestó el papá.-“Yo tampoco.” -respondió ella.Estando listos, partieron, llevando las flores a su Madre que yacía en el cementerio hace un mes.Pueden pasarnos cosas inesperadas en la vida, pero por duras que sean podemos ser felices. Nuestro mundo interno, crea nuestro mundo externo. Uno puede crear su propia felicidad.

La Gallina de los Huevos de OroMuy arriba en las nubes, dicen que hace mucho tiempo había una ciudad de gallinas mágicas, las cuales en lugar de poner huevos normales, ponían huevos de oro puro. Es por eso que estas gallinas pesaban mucho.No se sabe el origen de estas gallinas o si aún siguen existiendo. Pero lo que sí se sabe es que un día unas gallinitas bebés estaban jugando a las escondidas. Galla era una de las gallinitas que estaban

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jugando. De pronto Galla se alejó demasiado, lo más rápido que pudo, para que sus amigas gallinitas no pudieran encontrarla.Entonces Galla corría y corría mirando hacia atrás para ver si alguien se daba cuenta en donde se iba a esconder. Galla se olvidó que en la Escuela de las Gallinas de Oro se enseñaba que si uno se alejaba mucho de los límites de la ciudad, sufriría una caída sin retorno hacia un vacío eterno y desconocido.De pronto Galla se acordó lo que le habían enseñado en la escuela pero ya era demasiado tarde. Se dio cuenta que ya no había donde pisar y luego de 2 segundos estaba cayendo hacia el vacío. Galla agitaba sus alas pero era inútil. No podía luchar contra la caída. No podía hacer nada. Hasta que sintió que su velocidad iba disminuyendo gracias a unas hojas inmensas de un árbol gigantesco que para suerte de ella estaba plantado en el agua y poco a poco amortiguaba la caída hasta que finalmente su sumergió suavemente sin sufrir daño.Su instinto de supervivencia hizo que saliera a flote y nadara hasta la orilla. Al poco rato vio que una fila de gallinas pasaba cerca.-¿Ustedes también se cayeron? -preguntó Galla.-¡De qué hablas? Es la primera vez que pasamos por aquí. El granjero nos dio permiso para pasear un rato. Él es muy buena persona y seguramente te recibirá en la granja con mucho gusto -respondieron.-Vaya. Yo en realidad vivo en las nubes. Estaba jugando con mis amigas pero me caí y no sé cómo regresar.-¿Vives en las nubes y te caíste? Bueno lo más probable es que sí te hayas caído y te hayas golpeado la cabeza. Por eso crees que vivías de las nubes. Si quieres síguenos. Puedes ser nuestra invitada. Te invitaremos a cenar mientras nos cuentas y tratas de recordar de dónde vienes en realidad. Tienes suerte de que nuestro granjero sea el más amable de todo el mundo.Entonces Galla las siguió y en 5 minutos llegaron a la granja. Cenaban y Galla les contaba todo lo que había en la Ciudad de las Gallinas de los Huevos de Oro. No le creían pero igual la escuchaban porque era entretenido saber que en las nubes había una gran ciudad en donde las gallinas vivían muy felices y no trabajaban para un granjero.En medio de la conversación, Galla se sentó y todas la miraban de forma muy extraña. Galla se veía rara. Entonces Galla se paró y todas se asombraron mucho más. Galla había puesto un huevo…… ¡pero de oro! Le preguntaron a Galla por qué había puesto un huevo de oro y ella se sorprendió porque pensaba que todas ponían huevos como los de ella. Entonces todas empezaron a creerle la historia de que en las nubes había una ciudad de Gallinas de Huevos de Oro.De pronto se escucharon pasos que se acercaban al gallinero. ¡Era el granjero! Si veía que Galla ponía huevos de oro, ¿qué iba a pasar? Aunque era un hombre bueno, no sabían cómo iba a reaccionar alguien pobre con tanta riqueza de la noche a la mañana. Todas acordaron guardar el secreto.El Granjero se dio cuenta de Galla, pero no le dio mucha importancia. La miró y le dijo: “¿Y tú de dónde saliste? Bueno una gallina más. No hay problema”. Le puso un nido para que descanse y se fue.Y así se pasaron un par de años en un abrir y cerrar de ojos. Cada vez que Galla ponía un huevo de oro, tenían que enterrarlo y poner un huevo normal debajo de ella. Las Gallinas se turnaban para regalarle un huevo normal a Galla.Un día, el hijo del granjero enfermó. El granjero cada día recogía los huevos pero con una enorme tristeza que hasta las gallinas lloraban de pena. Todos los días escuchaban al granjero discutir con su esposa porque el dinero no alcanzaba para curar a su hijo que podría morir si no se le curaba en menos de una semana.“Tenemos que hacer algo”-decían. Entonces acordaron entre todas que podrían darle los huevos de oro al granjero para que cure a su hijo e invierta en la granja. Galla no estaba de acuerdo porque tanto oro repentinamente podría hacer más daño que bien al granjero. “¿Cómo saber si está preparado para tener tanto oro de la noche a la mañana?”- les dijo Galla.

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El caballo y el asno

Un hombre tenía un caballo y un asno.Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:- Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo.Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo:- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando a ti mismo. Si conoces alguna otra fábula para niños y quieres compartirla con nosotros y los demás padres, estaremos encantados de recibirla.

Un conejo en la vía. Un cuento infantil que fomenta la compasión en los niños

Daniel se reía dentro del auto por las gracias que hacía su hermano menor, Carlos. Iban de paseo con sus padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y elevarían sus nuevas cometas. Sería un día de paseo inolvidable. De pronto el coche se detuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó a su padre exclamar con voz ronca:- ¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!Cuento infantil sobre la compasión- ¿A quién, a quién?, le preguntó Daniel.- No se preocupen, respondió su padre-. No es nada.El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio, empezó a sonar una canción de moda en los altavoces.- Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás. La mamá comenzó a tararear una canción. Pero Daniel miró por la ventana trasera y vio tendido sobre la carretera el cuerpo de un conejo.- Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor, detente.- ¿Para qué?, responde su padre.- ¡El conejo, le dice, el conejo allí en la carretera, herido!- Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal.- No, no, para, para.- Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales. Los dos niños estaban muy preocupados y tristes.- Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y dando vuelta recogieron al conejo herido.Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante por una patrulla de la policía, que les informó de que una gran roca había caído sobre la carretera por donde iban, cerrando el paso. Al enterarse de la emergencia, todos ayudaron a los policías a retirar la roca.Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino libre y llegar a tiempo al veterinario, que curó la pata al conejo. Los papás de Daniel y carlos aceptaron a llevarlo a su casa hasta que se curaraUnas semanas después toda la familia fue a dejar al conejito de nuevo en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz en libertad.

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Sara y Lucía, un cuento sobre la sinceridadÉrase una vez dos niñas muy amigas llamadas Sara y Lucía. Se conocían desde que eran muy pequeñas y compartían siempre todo la una con la otra.

Un día Sara y Lucía salieron de compras. Sara se probó una camiseta y le pidió a su amiga Lucía su opinión. Lucía, sin dudarlos dos veces, le dijo que no le gustaba cómo le quedaba y le aconsejó buscar otro modelo.Sara y Lucía, un cuento sobre la sinceridad

Entonces Sara se sintió ofendida y se marchó llorando de la tienda, dejando allí a su amiga.Lucía se quedó muy triste y apenada por la reacción de su amiga.No entendía su enfado ya que ella sólo le había dicho la verdad.Al llegar a casa, Sara le contó a su madre lo sucedido y su madre le hizo ver que su amiga sólo había sido sincera con ella y no tenía que molestarse por ello.Sara reflexionó y se dio cuenta de que su madre tenía razón.Al día siguiente fue corriendo a disculparse con Lucía, que la perdonó de inmediato con una gran sonrisa.Desde entonces, las dos amigas entendieron que la verdadera amistad se basa en la sinceridad.Y colorín colorado este cuento se ha acabado, y el que se enfade se quedará sentado.FIN

Carrera de zapatillas, un cuento que puedes correcto.Carrera de zapatillas: cuento infantil sobre la amistadHabía llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago.También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los demás animales.La jiraba comenzó a burlarse de sus amigos:- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.Y entonces, llegó la hora de la largada.El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitamos.

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Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA!Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.FIN

Te presento a Daniel, el gran mago de las palabras. El abuelo de Daniel es muy aventurero y este año le ha enviado desde un país sin nombre, por su cumpleaños, un regalo muy extraño: una caja llena de letras brillantes.En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras amables que, si las regalas a los demás, pueden conseguir que las personas hagan muchas cosas: hacer reír al que está triste, llorar de alegría, entender cuando no entendemos, abrir el corazón a los demás, enseñarnos a escuchar sin hablar.Cuento sobre la amabilidad para niños

Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras sin cesar.Hay veces que las letras se unen solas para formar palabras fantásticas, imaginarias, y es que Daniel es mágico, es un mago de las palabras.Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más quiere.Es muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana un buenos días, preciosa debajo de la almohada; o cuando papá encuentra en su coche un te quiero de color azul.Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen sentir bien:gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la cara de felicidad de la gente cuando las oye.Sabe bien que las palabras amables son mágicas, son como llaves que te abren la puerta de los demás.Porque si tú eres amable, todo es amable contigo. Y Daniel te pregunta: ¿quieres intentarlo tú y ser un mago de las palabras amables?FIN

Tortuguita RubyEra una vez una tortuguita que se llamaba Ruby y que vivía con su mamá y sus dos hermanitas tortugas. Un día, la mamá le dijo a Ruby que cuidara de sus hermanitas porque ella iba al campo en busca de unas hojas frescas para comer.Ruby le contestó que sí, que ella cuidaría de sus hermanas. Pero a lo lejos, Ruby, la tortuguita, escuchó una música que le gustaba y se colocó una blusa de color rojo, un sombrero, una falda amplia y se puso sus tacones para ir a bailar, porque decía que le gustaba esa música que estaba sonando.Cuento sobre la obediencia

Cuando llegó al lugar de donde venía la música, se encontró que allí vivía un perro que se llamaba Franklin, el cual le dijo que él tenía mucha hambre y que si ella no había pasado por algún lugar adonde hubiera comida abundante.

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Ella le dijo: 'tranquilo amigo, yo te voy a ayudar a conseguir comida. Cuando tu dueño se ponga a comer me avisas'. Así fue, cuando el señor José se iba a llevar un muslo de pollo a la boca, vino la tortuguita Ruby y le mordió el dedo gordo del pie.Del dolor que le produjo la mordedura de la tortuga, soltó el muslo de pollo de inmediato, llegó el perro y se lo llevó corriendo para comérselo lejos porque tenía mucha hambre.El señor José se puso a llorar; de inmediato su esposa, la señora María le preguntó que por qué daba tantos gritos. Él le mostró la herida que le había hecho la tortuguita y le pidió que llenara una olla grande con agua y la pusiera en el fogón a calentar para meter a la tortuguita dentro del agua caliente y poderla comer.Después llegó el perro y escuchó que la señora María buscaba afanada a la tortuguita porque el agua ya estaba caliente, pero Franklin, el perro, sabía que matarían a su amiga la tortuguita Ruby por haberlo ayudado a conseguir comida.Olfateó dónde se encontraba la tortuguita que se encontraba debajo de una cama y le dijo: 'Sssssh..., no te preocupes, que cuando se acuesten yo te abro la puerta para que salgas'.Cuando oscureció la tortuguita Ruby salió y el perro se despidió de ella en la puerta.La tortuguita tuvo mala suerte porque un señor que iba paseando por la calle la vio y la metió en un saco, pero como el perro vio que Ruby la tortuguita estaba en peligro, corrió muy deprisa y mordió en la nalga al señor.Luego el señor soltó el saco y el perro Franklin ayudó a salir a Ruby, la tortuguita, del saco, cuando de pronto vieron que la mamá de la tortuguita venía, llamándola, junto con sus hermanitas.La tortuguita Ruby le prometió a su mamá que la obedecería, ya que casi pierde la vida por desobedecerla. Y además, no había sido tan responsable dejando a sus hermanitas solitas.FIN

El orejónEra su segundo día de clase. Henry se sentó en el primer pupitre del aula, al lado de la ventana, como le recomendó su mamá. La profesora entró en clase y les dijo "buenos días". Hoy vamos a estudiar algunos animales. Comenzaremos con el asno, ese animal tan útil a la humanidad, fuerte, de largas orejas, y...- ¡Como Henry!, la interrumpió una voz que salía de atrás del salón.Muchos niños comenzaron a reír ruidosamente y miraban a Henry.- ¿Quién dijo eso?, preguntó la profesora, aunque sabía bien quién lo había dicho.- Fue Quique, dijo una niña señalando a su lado a un pequeñín pecoso de cinco años.- Niños, niños, dijo Mily con voz enérgica y poniendo cara de enojo. No deben burlarse de los demás. Eso no está bien y no lo voy a permitir en mi salón.Todos guardaron silencio, pero se oía algunas risitas.Un rato después una pelota de papel goleó la cabeza de Tomás. Al voltear no vio quien se la había lanzado y nuevamente algunos se reían de él. Decidió no hacer caso a las burlas y continuó mirando las láminas de animales que mostraba Mily. Estaba muy triste pero no lloró. En el recreo Henry abrió su lonchera y comenzó a comerse el delicioso bocadillo que su mamá le había preparado. Dos niños que estaban cerca le gritaron:- Orejón, oye orejón, no comas tanto que va a salirte cola como un asno, y echaron a reír.

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Otros niños a su alrededor lo miraron y tocando sus propias orejas, sonreían y murmuraban. Henry entendió por primera vez, que de verdad había nacido con sus orejas un poco más grandes. 'Como su abuelo Manuel', le había oído decir a su papá una vez.De pronto se escucharon gritos desde el salón de música, del cual salía mucho humo. Henry se acercó y vio a varios niños encerrados sin poder salir, pues algún niño travieso había colocado un palo de escoba en los cerrojos.A través de los vidrios se veían los rostros de los pequeños llorando, gritando y muyasustados. Dentro algo se estaba quemando y las llamas crecían.Los profesores no se habían dado cuenta del peligro, y ninguno de los niños se atrevía a hacer nada. Henry, sin dudarlo un segundo, dejó su lonchera y corrió hacia la puerta del salón y a pesar del humo y del calor que salía, agarró la escoba que la trababa y la jaló con fuerza. Los niños salieron de prisa y todos se pusieron a salvo.Henry se quedó como un héroe. Todos elogiaron su valor. Los niños que se habían burlado de él estaban apenados.En casa, Henry contó todo lo sucedido a su familia, por lo que todos estaban orgullosos de él. Al día siguiente, ningún niño se burló de Henry. Habían entendido que los defectos físicos eran sólo aparentes, pero en cambio el valor de Henry al salvar a sus compañeros era más valioso y digno de admirar.FIN