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r _
9
78987
1 1 9 .. 3 {
8/11/2019 140917395 Kierkegaard Soren de La Tragedia
2/39
DE L TR GEDI
Soren Kierkegaard
Traduccin de Julia
lpez
Zavala
E DI T OR I L
Q U D R T
8/11/2019 140917395 Kierkegaard Soren de La Tragedia
3/39
CD
D Kierkegoord.
S&en
100 De lo trogedlo S&tm, I:Jerkeooord;
dirigido
por: Pablo
A.
Gimenez
1 ed
.
8uenos Aires : Quodroto, 200S.
9 .; 1
9xl4cm
.
Trod uddo po r:
Juli o l
pez
ovolo
tS.B.N.:
9871139--43--3
1. Flosofa.
l.
Glmehez. Pobkl A. dir. 1
Zovolo. Julio
l
pel. trad . 111 Titulo
G1ll.fo fMOitMotmwOII
Son o
Fe
2530- 8uenos AW e$. Argen1 1no
154. 11
4826-5537
wwwedltorldquadfataeofll ar
Comerclolzocl6n: Malano 1\rziOdun
rnarzodun@edltorialquaoto .com .or
Contenidos:
Poblo Gimenez
ka.
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4/39
L
REPERCUSIN DE
L TR GEDI
NTI
U
EN
L
MODERN
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5/39
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misma frase no establece simplemente un parnte
sis carente de todo significado su idea no puede
implicar
otra
cosa que la de que
el
contenido de la
nocin no viene a desalojar la nocin misma sino a
abonarla. Adems podemos decir que a estas altu
ras hay
ya
muy pocos espectadores que no conclu-
yan
en
que existe una diferencia cardinal entre la
tragedia antigua y la moderna hasta tal punto que
los lectores y
lo
s visitantes afectos al teatro se con-
sideran en legftima posesin como si fueran los
propios intereses de sus cuentas corrientes de los
resultados obtenidos por
el
afn de los expertos
en
asuntos de arte. Ahora bien; si alguien pretendiera
en
este caso abogar que tal diferencia
era
absoluta
y sacara provecho de ella al principio de una
manera solapada y despus intemperantemente
con el fin de inrerpolarse entre la tragedia antigua
y la moderna su proceder sera
tan
descabellado
como la
del
primer afirmante
en
el
caso de
no
resultar la suposicin. Ya que al hacer esto omita
que la tierra firme imprescindible para afianzar sus
propios pies era lo trgico
en s
que por cierto es
incapaz de introducir ninguna separacin: por el
12
DE lA UAG DIA
contraro sirve cabalmente para ensamblar la tra
gedia antigua con la moderna. Podemos tambin
ob
se
rvar una suerte de apercibimiento contra cual
quier pretensin exclusivista
y
parcial de este gne-
r
o en
el hec
ho
de que los esteras todava vuelven
incesantemente a las definiciones establecidas por
Aristteles y acatan sin discusin las exigencias
que ste impuso a la tragedia porque consideran
que su doctrina sobre
l
particular es exhaustiva.
Este apercibimiento es tanto ms digno de tomarse
en cue
nta
desde que todos nosotr
os
comprobamos
con cierta afliccin que a pesar de
las
muchas
transformaciones que el mundo
ha
sufrido la con-
cepcin de la tragedia se mantiene
en lo
esencial
idntica de la misma manera que llorar es hoy tan
intrnseco al hombre como
en
todo tiempo pasado.
Todo
lo
dicho puede parecerle de provecho a aquel
que
no
desee ninguna separacin e incluso una
ruptura pero a pesar de ello
la
misma rmora
v u l ~
ve apenas rechazada a hacerse patente bajo otra
nueva forma si puede decirse ms peligrosa que la
primera.
Me
estoy refiriendo a que el hecho de que
se vuelva permanentemente a la esttica aristotli
3
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ca
no es nicamente un indicio de dedicacin com-
prometida o un viejo hbito. on esto estarn de
acuerdo sin mayor inconveniente todos los que
penetren algo la esttica de nuestro tiempo y hayan
comprobado con qu observancia se mantienen los
principios del movimiento establecidos por
Aristteles principios
que mantenan an todo su
mrito
en
la moderna esttica. Pero
si
uno exami
na
ms de cerca tales principios ver que la difi
cultad aparece inminente. Porque las definiciones
son absolutamente generales y por lo
tanto
uno
puede acordar
con
Aristteles
en
un sentido pero
no en otro determinado. De manera de no aventu
rarme a anticipar aqu imprevistamente y acaso
s
lo
rozar con simples ejemplos l contenido de la
materia que pienso exponer ms adelante intenta-
r ahora aclarar lo que acabo de manifestar abor-
dando la cuestin a la luz de la comedia. Si
un
este
ta de antao hubiera afirmado que los presupuestos
de la comedia son el carcter y la situacin
y
por
otro lado que l efecto a que
ha
de inducir es a la
risa habra establecido unos principios a los que
todo el mundo poda acercarse una y mil veces;
14
pero
si se
meditara un poco sobre la cantidad de
cosas capaces de provocar la risa en los hombres
nos convenceramos de inmediato de la ilimitacin
enor
me
de dicha exigencia. Quien alguna
vez
se
propuso observar el fenmeno de la risa propia o
ajena. quien de este modo haya pretendido con
preferencia analizar lo
especfico y no lo anecdti
co y quien
en
definitiva haya captado con legtimo
inters psicolgico qu diferentes son los motiv
os
que determinan la risa en cada ciclo de la vida se
convencer fcilmente de que la persistente recia
macin
de
la comedia que le asigna a sta como
efecto el provocar la risa recoge en s
mi
sma una
pluralidad de variaciones todas ellas sometidas a la
diversa idea que la conciencia universal concibe de
lo cmico en cada momento dado. Sin que esto sig
nifique por supuesto que tal diversidad de afirma
dones
pueda hacerse
tan
difusa que la correspon
dencia expresiva de carcter somtico haya de ser
precisamente la de que La risa se exteriorice por
medio del llanto. De la
mi
sma manera algo similar
acontece con la tragedia.
a
tarea a desarrollar de esta pequea
i n v s t i g
15
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cin no ser simplemente el anlisis de la relacin
entre la tragedia antigua y la moderna sino en todo
caso mostrar de qu modo las caractersticas de la
tragedia antigua pueden ser fusionadas a la ttagedia
moderna de t
al
manera que
los
elementos
p r o p i
mente trgicos se hagan ostensibles en ella. Pero por
ms que
haga
lo indecible para lograr que esos e l e ~
mentos se manifiesten y con la finalidad de que tal
manifestacin no presente absolutamente ninguna
consecuencia tendr mucho cuidado de no caer
en
profecas insinuando que
es eso
lo que nuestra poca
reclama una poca que de acuerdo a todos los i n d i
dos se conduce preferentemente por los rumbos de lo
cmico.
La
existencia est de tal manera debilitada
por la duda de los individuos que el aislamiento
rece hoy como una tendencia en creciente desarrollo.
Nada mejor para verificarlo y aunque parezca para
djico que echar una mirada a las tribulaciones
sociales de todo tipo que hoy proliferan por el
mundo. Ya que tales preocupaciones son una muestra
de la propensin aislacionista tanto en cuanto se
reacciona contra ella como en cuanto se procura
impedirla con prcticas descabelladas. El
i s l c i o n i s ~
16
l U GfO IA
ra lo es ntegramente cuando aspira a hacerse valer
como
nmero
Porque querer hace
rse
valer como uno
solo es la norma del aislamiento. En esto estarn de
acuerdo conmigo todos los integrantes de asociado
nes grupos aunque no estn dispuestos ni mucho
menos a reconocer que tambin stos son un caso de
aislamiento totalmente idntico al anterior o sea el
hecho de que cien individuos se hagan valer nica
meramente como cien individuos.
El
nmero en s
es
siempre algo indiferente. Por tanto es igual que se
trate de uno que de mil o de todos los habitantes del
orbe definid
os
de una manera estrictamente numri
ca. De esta forma el espritu asociativo es por princi
po tan revolucionario como el que
se
pretenda
derribar. Cuando el Rey David quera demostrar
demostrarse la nombrada de su podero sola hacer
el clculo de todos los que integraban su pueblo; hoy
en cambio los pueblos se
re
cuentan para co
ns
tatar su
importancia frente a un poder superior. Todas estas
asociaciones estn fehacientemente tildadas de r b i ~
trariedad y mayoritariamente fueron creadas
con
una u otra finalidad circunstancial que siempre est
sujeta como es lgico l antojo de la asociacin
17
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0aUt
ID
correspondiente. De este modo las innumerables
asociaciones que conocemos
en
la actualidad no
hacen
ms que desenmascarar la disolucin de la
poca, coadyuvando ellas
~ i s m a s
a acelerarla. Son,
den tro del organismo del Estado, los
mi
croorganis,
m
os
que provocan su descomposicin.
lNo
fue jus
ta
,
mente en el momento en que el Estado griego estaba
a
un
paso de corromperse cuando las
h t ri s
empe,
zaron a fonnarse por toda Grecia? lNo es acaso nues,
tra
poca muy pareci
da
a aqulla, tanto que ni
el
mismo Aristfanes pudo ridiculizarla como realmen,
te era? Q es que desde el punto
de
vista poltico no
se ha desgastado ya
el
lazo que invisible y espiritual,
mente mantena amalgamadas a las naciones? Y en el
aspecto religioso,
no
se
ha
desgastado e incluso ani,
quilado aquel poder que sustentaba de una manera
consistente lo invisible? lAcaso no se parecen e s ~
tros estadistas
y
sacerdotes a los augures de la anti
l.
Soc
ied
ades polticas fonnadas
en
Atenas al final
del
siglo V
durante la guerra del Peloponeso.
8
Of l A IRA G l OIA
gedad que no podan cruzarse las miradas entre s
si
n una sarcstica sonrisa? En realidad, nuestra poca
actual detenta una peculiaridad tpica sobre aquella
poca griega que estamos mencionando, a saber, la de
ser ms triste en consecuencia ms hondamente
desesperada. A
s
nuestra poca
es
lo bas
tan
te mel
an
c
li
ca como para no desconocer que existe algo que
se llama responsabilidad y que es importante. Y sin
embargo, en tanto todos estaran satisfechos de ejer,
cer el mando no hay nadie que consienta en asumir
la responsabilidad. Todava es una noticia fresca la de
aquel estadista
fr
ancs, que al proponrsele en repe
tidas ocasiones una cartera ministerial, declar sin
melindres que estaba dispuesto a hacerse cargo de La
misma, pero condicionando esto a que fuera el
secretario de Estado el que asumiera toda la respon,
sabilidad. El rey
de
Francia, como se conoce, no tiene
responsabilidad intrnseca; l
os
ministros, aunque la
tienen no desean tenerla,
y
nicamente aceptan su
cargo a condicin de
qu
e el secretario de Estado sea
el responsable . hasta que de esta manera todo con
cluye como es lgico, atribuyendo a los serenos o a
los guardias municipales la responsabilidad. lo sera
19
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OtHI
~ l f R ~ f O R
un tema digno de Aristfanes esta historia de la
responsabilidad
no
asumida? Y por otro lado, lqu
hace que gobiemos y gobernantes no acepten
adjudi.-
carse la responsabilidad? No ser
en
todo caso el
miedo
al
partido opositor que a su
vez
tambin
se
exime de
la
responsabilidad adquirida siguiendo una
trayectoria similar a la anterior? Sin duda que hasta
produce un gran efecto humorstico observ
ar
e m e ~
jante disposicin de fuerzas en la que sus antagonis
tas nunca
se
van a las manos, porque el poder tan
pronto est en una o en otra.
y
as cada una de ellas
no hace ms que mostrarse ante la otra. Esto e m u e s ~
rra pate
nt
emente que se ha esfumado
el
principio
que confiere cohesin al Estado, y por esta razn el
aislamiento consecuente es algo que mueve a risa. Lo
c
mico estriba
en
que la subjetividad,
en
su forma
ms elemental, se impone como norma de valor. Toda
personalidad aislada se vuelve cmica cuando procu
ra hacer valer su contingencia frente a
l
necesidad
de la evolucin. Resultara extraordinariamente
cnco el que a un individuo cualquiera se le atribu
vera la idea general de ser el salvador del mundo
entero. Sin embargo, l presencia de Cristo es desde
20
-
Of lA
IR GfOI
todo punto de vista la tragedia
ms
honda, si bien en
otro
se
ntido es muchsimo m s que una tragedia por
que Cristo vino en la pltora de l
os
tiempos v
carg sobre sus hombros
el
pecado del mundo
entero, materia que deseo se destaque particular
mente en vista al desarrollo inminente de este
trabajo.
Como es bien conocido, Aristteles enuncia
que l
as dos fuentes de la accin en la tragedia son:
s a voa xa t T)9ot;
2
, pero enseguida agrega que lo
principal es el TEAoc;
3
;
y
los individuos no actan
con el fin de representar caracteres, sino que stos
son anexados con vistas a la accin. Sobre este
particular puede decirse que se advierte fcilmen
te una divergencia con la tragedia moderna. En
efecto, lo distintivo de la tragedia antigua es que la
accin no procede meramente del carcter, como
tampoco. es lo bastante subjetivamente reflexiva,
2
Rawnami.enw
y
carcter ; c fbrica 1450 a
3. fin ; 23
21
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S
O U H
KlfUU:lAAO
s
in
o que disfruta una relativa parte de indolencia.
De
La
misma manera la tragedia antigua no hace
uso tampoco del dilogo desarrollado hasta tal
grado de reflexin que todo aparezca difano.
Apenas si da a travs del monlogo del coro unos
indicios mesurados hacia el dilogo. Porque el
coro se aproxime ste ms a la sustancialidad
tica
ya
propenda a la explosin lrica denota
algo as como una demasa que no quiere hacerse
perceptible en la individualidad. El monlogo por
su parte significa
en
realidad la concentracin lri
ca
encierra el exceso remiso a fusionarse con la
accin la situacin. La accin supone en la trage
da antigua un momento pico que la hace ser a la
vez suceso accin. a explicacin es descontada
mente obvia
ya
que
en
el mundo antiguo la
subje.-
tividad no era autorreflexiva. Aunque los in,
dividuos obraban libremente lo hacan
en
todo
caso dependiendo siempre de ciertas instancias
fundamentales como lo eran el Estado la familia
y
el destino. Est
os
motivos decisivos son lo que
jus.-
tifkan
la fatalidad en la tragedia griega e imponen
su peculiaridad.
Df
l A
U C::f
O
IA
De esta manera la cada del hroe tiene un doble
sentido; es una consecuencia de su accin adems
un padecimiento. Por el contrario en la tragedia
moderna la cada del hroe no es otra cosa que un
ac to. En tiempos actuales pues lo que predomina
es
la situacin y el carcter. L tener el hroe trgico
una conciencia reflexiva esta reflexin sobre s
mismo no slo lo asla del Estado la familia y el des
tino sino que muchas veces lo desvincula de su
misma vida anterior. As aquello que nos ocupa es
entonces
un
definido momento de su vida conside
rado como consecuencia de sus propios actos. Este
es
el
motivo
de
que lo trgico se resuelva aqu en
situacin y rplica ya que en general no queda
prcticamente nada que sea espontneo. De ah que
la tragedia moderna no
se
apoye
en
ningn plano
pico ni mantenga ninguna herencia pica. El hroe
se
sostiene o sucumbe nica y exclusvamente
en
relacin a sus propias acciones.
Lo que acabo de exponer en forma resumida pero
suficiente es importante en cuanto evidencia una
diferencia singular entte la tragedia antigua y la
moderna.
Esta
diferencia que entiendo de importan.-
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da
vital, es la
que
se vincula a la variedad de formas
de la culpa trgica. Aristteles, como
es
sabido,
demanda que
en
el hroe trgico haya .lJ.a.pTta.'.
Pero del mismo modo que
en
la tragedia griega
l
accin oscila e
ntre
el actuar y el padecer, lo hace as
tambin
la
culpa, y
en
esto consiste el conflicto
r g i ~
co. Recprocamente, la culpa resultar tanto ms
tica cuanto ms reflexiva se haga la subjetividad, y
de una manera absoluta profunda,
ms
abandona,
do a
s
mismo veamos
l
individuo.
El
fenmeno de
lo trgico est puntualmente
entre
estos dos extre,
mos. Si el individuo est limpio de culpa, entonces
pierde el inters trgico, porque de esa manera el
choque que es distintivo de la tragedia queda
m o r t i ~
guado. Pero paradjicamente, si la culpa del i n d i v i ~
duo es total, tampoco tiene para nosotros ningn
inters trgico. Por eso debemos afmnar sin titubeos,
4. Cf. op. c., 1453 a 10 . Todas las traducciones
c r t i ~
e
as traducen error , en
lugar de
..falta moral o pecado
que
sera ir
en oposicin al contexto a la v z que contra
la filologa.
DE
l O TRAGEDIA
que ese afn actual de hacer que todo lo que es fatal
se transfigure
en
individualidad y subjetividad
i m p l i ~
ca una falsa interpretacin de la tragedia. No i n t e r e ~
sa saber ni decir nada del pasado del hroe; se carga
sobre sus hombros todo el peso de su vida como
si
sta fuera
el
resultado representativo de sus propias
acciones y se le responsabiliza totalmente.
De
esta
manera, como es natural,
se
convierte tambin su
culpa en tica. El hroe trgico pasa
as
a ser un
p e r ~
verso. El
mal
se convierte en el objeto privativo de la
tragedia. Por supuesto que el mal
no
constituye
n i n ~
gn inters esttico ni tampoco el pecado es una
categora esttica. Este cmulo de esfuerzos ftiles se
debe fundamentalmente al hecho de que toda nues,
tra poca se ha metido en empresas cuyo nico p r o ~
psito es lo cmico. Lo cmico se basa precisamente
en el aislamiento; de ah que cuando en este mbito
se pretende destacar lo trgico, lo nico a lo que se
llega es al
mal en
toda
su
perversin
y
no al delito
propiamente trgico
en
su ambiguo candor.
El
que est inmerso
en
la literatura moderna sabe que
los ejemplos en este sentido son abundantes.
As
la
obra de Grabbe,
Fausto on Juan
descollante en m
u,
5
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13/39
chos aspectos est fundada adecuadamente en el
mal. Sin embargo para no sostener mis r g u m e n t ~
dones
en el contraste de una sola obra intentar
probar la misma cosa desde la conciencia comn de
toda nuestra poca. A sta no le agradara en modo
alguno que se le presentara en la escena a un
n d i v i ~
duo en quien las circunstancias desafortunadas de su
infancia hubieran causado estragos de los que nunca
pudo recuperarse y es ms acarrearon su
ruina. Y no
porque el supuesto individuo fuera malttatado ya que
no
hay
nada que nos impida suponer que fue
tratado
muy bien sino porque
la
poca tiene otras normas
a que remitirse. Nuestra poca entonces
no
quiere
saber nada de semejantes transacciones y blan-
dengueras y n corta
n
perezosa hace al individuo
responsable de su vida. Por lo que si ste s u c u m b i e ~
ra no habra que ver en ello tragedia alguna sino
simplemente maldad. Se poda creer
en
definitiva
que es poco menos que un reino de dioses la genera-
cin a la que tenemos el honor de pertenecer. Pero
sin embargo no hay tal cosa. Porque es una pura u i ~
mera todo ese vigor y ese arrojo que pretende de esta
forma ser el creador
de
su propia dicha e incluso su
6
Of LA IRA GEOIA
propio descubridor. Y
con
esto mientras lo trgico
sale perdiendo nuestro tiempo va ingresando en la
desesperacin. Lo trgico encierra una cierta melan-
cola
y
una virtud.sanadora que
en
verdad no
d e b i e ~
ran jams ser despreciadas. Procurar como es tfpico
de nuestro tiempo ganarse uno a s mismo de una
manera milagrosa es perderse
y
hacerse cmico. n
individuo por muy excepcional que sea nunca deja-
r de ser a la vez hijo de Dios, de su poca de su
nacin de su familia y
de
sus afectos. Solamente
enraizado
en
todo
ello
ser dueo
de
su verdad. Por
el contrario resultar grotesco si pretende
de
alguna
manera ser absoluto en toda esa relatividad. En los
idiomas suelen darse casos
de
palabras que por el uso
y por razn de la construccin terminan siendo casi
autnomas
es
decir usadas como adverbios. Estas
palabras son para los eruditos una violencia y defec-
to del idioma incapaces de enmienda. Pinsese
entonces lo cmico que sera pretender que tales
palabras se consideraran como autnticos s u s t n t i ~
vos,
y
en consecuencia que fueran declinadas en
cada uno de los casos. o mismo sucede tambin con
el individuo que desarraigado ~ q u i z s sin muchas
i f i ~
27
8/11/2019 140917395 Kierkegaard Soren de La Tragedia
14/39
cultades- del seno materno del tiempo pretende
ser absoluto
en
medio de esa cuantiosa relatividad.
En cambio si desprecia esta pretensin y
se
contenta
con ser relativo alcanzar
o
ipso
lo trgico
y
esto
aunque fuera el ms
feliz
de todos los hombres. Yo
dira aunque paradjico que el individuo slo es
rigurosamente
feliz en
tanto est sumergido
en
la tra
gedia. Lo trgico encierra
en
s una dulzura infinita.
Sin ningn prurito se puede afirmar que
en el
senti
do esttico lo trgico es para la vida humana algo
as como lo que
en
su orden representan para ella la
gracia
y
la misericordia divina. Incluso dira que es
an ms sensitivo
y
por esa razn estara dispuesto a
llamarlo:
un
amor de madre que acuna al que est
atribulado.
o
tico es inclemente y duro. Por eso
cuando un criminal excusndose ante el juez le dice
que su madre terna especial inclinacin al robo parti
cularmente
en
el tiempo
en
que le gestaba el juez
entonces se ver obligado a consultar la opinin del
colegio de mdicos sobre el estado de salud mental
del acusado pero convencido. claro de que tiene
frente a s a un ladrn y no a la madre de un ladrn.
De estar por medio un crimen el reo no podr f u ~
O F LA I
R
CED
I
giarse
en
el templo de la esttica aunque pudiera
experimentar
en
su mbito una cierta impresin de
consuel
o
Pero no sera aceptable ya que su camino
no le conduce a la esttica sino a la religin.
a
s t ~
tica
se
encuentra detrs suyo y la apelacin a
la
misma constituira un nuevo pecado para l. Lo reli
gioso sera la expresin del amor paternal ya que con
tiene
en
s la tica aunque moderada.
y
no es cabal
mente por eso mismo que la continuidad le confiere
a lo trgico su dulzura? Sin embargo mientras la est
tica proporciona su alivio antes de que se manifieste
el profundo contraste del pecado la religin slo
logra aliviar despus de que se haya reconocido ese
contraste
en
todo lo que tiene de horroroso. En
el
momento en que el pecador est a punto de desfalle
cer bajo el agobio del pecado general que l mismo se
ha provocado porque presiente que las probabilida
des de salvacin sern tanto m
s
significativas cuanto
ms culpable se hiciera precisamente en ese momen
to de espanto ve asomar el consuelo sobre
el h o r i z o n ~
te de la pecaminosidad comn que tambin en l ha
dado muestras de podero. Pero este consuelo es un
consuelo netamente religioso. Y francamente el que
9
8/11/2019 140917395 Kierkegaard Soren de La Tragedia
15/39
S0UH l l GAAI O
piense llegar al consuelo por medio de otros recursos
por ejemplo mediante las sublimaciones adormece
doras de la esttica tiene una idea muy inoperante
del consuelo y
en
realidad no lo alcanzar. En cierto
modo nuestra poca evidencia un tacto estupendo
cuando pretende que el individuo se responsabilice
de sus
act
os pero la fatalidad est en que no lo hace
con toda la hondura e interioridad deseables sino
que se queda
en
la superficie. Y esto porque es en
definitiva soberbia como para no desairar las lgfi
mas de la tragedia y demasiado presuntuosa como
para no prescindir de la misericordia. Ahora bien
len
qu consiste la vida humana y
en
qu el gne
ro humano si se eliminan ambas cosas? Porque no
hay ms alternativa que la de la melancola de lo
trgico o la profunda tristeza y el profundo alboro
zo de la religin.
Q
lo ms peculiar de todo lo que
se deriva
de
aquel pueblo dichoso
no
es
otra
cosa
que
una
honda pena y una determinada melanco
la trascendentes en su arte
en
su poesa
en
su vida
y en
sus
mismas alegras?
En lo que antecede he intentado principalmente
subrayar la diferencia existente entre la tragedia anti
o
3
DE LA
TRAGEDIA
gua y la moderna en relacin a que tal diferencia se
hace notoria dentro de la diversidad de las culpas en
el hroe rrgico. Aqu est el verdadero fanal desde el
que todo irradia manifestndose en su particular
variacin. Porque
si
el hroe es culpable de una
manera incierta desaparecen tanto el monlogo
como el destino y de esa manera el pensamiento se
transparenta en el dilogo la accin en la situacin.
Y esto mismo puede demostrarse tambin desde
otro ngulo .es decir atendiendo al estado de alma
que la tragedia provoca. Se conoce que Aristteles
exige que la tragedia despierte en el espectador terror
y conmiseracin
5
Recuerdo ahora que Hegel se afe
rra
con
bros a esta exigencia y condbe a propsito
de cada uno de esos dos puntos una doble conside
racin aunque no lo bastante intensa. Cuando
Aristteles separa el terror y la conmiseracin pode
mas pensar que lo hace entendiendo que el primero
es el estado de alma que corresponde a los sucesos
5 ct op. c. 1449 b
27
.
3l
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16/39
particulares,
y
la segunda
al
estado de alma que e s t ~
blece la impresin definitiva. Este ltimo estado de
alma es
el
que me incumbe ahora, porque responde
totalmente a la culpa trgica, como conclusin se
maneja tambin dentro de la dialctica de la misma.
Hegel anota a propsito de esto que se observan dos
clases de compasin: la ordinaria, que es la que est
dirigida hacia el aspecto limitado del sufrimiento, la
legtima compasin trgica. Esta observacin es b s o ~
lutamente correcta, pero a mi modo de ver apenas
tiene importancia pues aquella conmocin general
referida, en primer lugar, es
un
error que tanto puede
alcanzar a la tragedia antigua como a la moderna. En
cambio, es verdadero pero tiene esta vez mucho peso
lo que el mismo autor agrega a continuacin l u d i e n ~
do a la compasin autntica: Das wahrhafte Mitleiden
ist
im
Gegentheil die Sympathie
mit
der zugleich sitdichen
Berechtigung
des
Leidenden
Ahora bien, yo hago
h i n ~
6.
El autor
remarca
el
lugar
de
la vida, a saber:
t
.
3. P. 53 1.
Quiere decir volumen 3 de las famosas Lecciones sobre
la
Esttica
recogidas publicadas por G. Hotho en tres volmenes, dentro
32
0
lA G f OIA
capi en la variedad de la compasin bajo el ngulo
de la diversidad de la culpa trgica, mientras que
Hegel analiza preferentemente
el
fenmeno de la
compasin
en
general y su variedad dentro de la
diversidad de los individuos. Para lograr que sta se
seale de inmediato dejar que la miseria c o m p r e n ~
dida en la palabra conmiseracin se fraccione en
dos partes, agregando enseguida a cada una de ellas
el factor de simpata que viene dado en la preposicin
con . Pero verificar esta faena sin llegar a afirmar
nada concreto sobre el estado anmico del espectador
que pudiera incitar a los lectores a pensar
en
su
carcter arbitrario, sino que al tiempo que expreso
la diversidad de sus estados de alma, tambin
expreso la variedad de la culpa trgica. En la tra.
del tomo X de las Obras completas de Hegel
editadas
por sus
amigos discpulos, 1832*45. H. Giner de
los
Ros, si bien ind.
rectamente
de la
traduccin francesa libre de Ch . Bnard, vier-
t as al castellano el lugar citado: La verdadera piedad , por el
contrario, es la simpata por la justicia de
la
causa por
el carc
ter
moral del que sufre ; vase el
t. 11
p. 609 de Hegel, Esttica
ed. El Ateneo, Buenos Aires, 1954.
L
33
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17/39
gedia antigua la pena es ms honda y l dolor ms
superficial;
en
la moderna el dolor es mayor que la
pena. La pena en mucha mayor medida que el
dolor contiene siempre
en
s misma algo esencial.
En l dolor siempre hay una cierta meditacin
sobre el sufrimiento que la pena desconoce. En el
aspecto psicolgico resulta muy esclarecedor
ob
se
rvar a un nio de cara al adulto que sufre.
El
nio no es lo suficientemente reflexivo como para
padecer dolor pero as todo su pena es infinita
mente honda. Tampoco es lo suficientemente
reflexivo como para tener una idea de valor
so
bre
el pecado y el delito.
Un
nio no es capaz de dis
cernir estas cosas mientras observa al adulto que
sufre pero sin embargo en su pena manifiesta hay
una virtual y oscura sospecha de los motivos para
l desconocidos del sufrimiento. De este tenor
aunque manteniendo una completa profunda
armona es la pena griega. Por eso es conjunta
mente tan suave y
tan
honda. Por el contrario
manteniendo la argumentacin anterior cuando
un adulto ve sufrir a un joven o a un nio esto
se
invierte: su dolor es mayor y su pena meno
r
4
Porque
cuant
o ms evidente es la representacin
del pecado tanto mayor es el dolor y tanto menos
honda la pena. Si adecuamos ahora estos datos a la
relacin existente entre la tragedia antigua
y
la
moderna deduciremos que en la tragedia antigua
la pena es ms profunda
y
lo
s
tambin
en
la con
ciencia correspondiente. Y no se pierda de vista
que esa pena
no
es algo que
hay
en
m
sino que es
intrnseca a la misma tragedia de suerte que si yo
deseo comprender rectamente la honda pena que
domina la tragedia griega tendr que hacer un
gran esfuerzo por incorporarme vitalmente a la
conciencia griega. Porque la inmensa admiracin
que hoy muestran muchos por la tragedia griega no
es en la inmensa mayora de los casos sino trivia
lidad
y
pura palabrera. La verdad desnuda al res
pecto es que nuestra poca no tiene gran empata
con lo que constituye verdaderamente la pena
helnica. En Grecia
la
pena
es
ms profunda por
que la culpa encierra la indeterminacin esttica.
En nuestro tiempo el dolor es ms agudo. A la tra
gedia griega podra aplicrsele justamente la sen
tencia bblica por
la
que es terrible caer en
las
35
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18/39
O LA TR GEDIA
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19/39
estirpe. Y es
en
razn
de
ello que no tiene otro reme,
dio que abandonar al individuo enteramente a su
suerte, de tal manera que ste rigurosamente se con
vierta en su propio creador. De ah que su falta sea
pecado su dolor el del arrepentimiento, por lo que
de este modo ya no hay tragedia. O en todo caso slo
queda
un
a tragedia sufriente en el sentido ms rigu
roso de esta idea sin el menor inters trgico, ya que
la fuerza de la que se origina el sufrimiento ha
perdi.-
do por completo
su
trascendencia, en tales circuns
tandas el espectador grita:
~ A . y d a t e
y el Cielo te
a
yud
ar". O expresndolo de otra forma,
el
especta
dor ya no siente compasin por el personaje. hora
bi
en
[a
compasin,
tant
o
en
el aspecto subjetivo
como en
el
objetivo, es la autntica expresin que
debe aplicarse a lo trgico.
ntes
de sumirme
ms
a fondo sobre lo expuesto
h
as
ta aqu, deseo, para que resulte ms claro,
pred
-
sar en trminos escrupulosos la autntica pena est,
ti.
ca.
El
movimiento de
l
pena es totalmente opues
to al del do
lor.
Se puede aseveratt sin andar con licen
das
lgicas que estropeen el desarrollo
del
tema
que
yo
intentar
evitar
tambin
de
otra manera
38
, que c
uan
to mayor es la inoc
en
ci
a
ms honda es
la pena. Pero s
in in
sistir mucho en esta afirma
cin, porque de hacerlo se esfumara lo trgico.
Porque siempre subsiste un elemento de culpa,
aunque en realidad no sea subjetivame
nt
e reflejo.
Esta es la causa de que la pena sea tan profunda
en
la tragedia griega. Con esta i
nten
cin
an
otar
solamente, para evitar conclusiones
in
adecuadas,
que cualquier exceso en este caso no servir ms
que para desplazar la cuestin a o
tr
os terrenos.
Por lo dems, la s
n t
esis de la inocencia absoluta y
de la culpa ab
so
lu ta no es una revelacin
es
ttica
sino una definicin metafsica . As es muy r
az
ona-
ble que siempre se hayan tenido o
bj
ecio
ne
s
en
na,
mar tragedia a la vida de Cristo, pues se sospecha,
ha que las definiciones estticas no agotan el
tema. Hay tambin otra forma de confirmar que la
vida de Cristo es algo superior a todo lo que puede
ser vaciado en categoras estticas , ya que estas
categoras quedan neutralizadas con la aplicacin
de este fenme
no ll
egando a
un
estado de absolu-
ta indiferencia. En la accin trgica subsiste siem,
pre
un
elemento de sufrimiento, y
en
el sufrimien
39
~ O ~ H
fC AAI )
Of
lA
UAGEDIA
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20/39
to trgico una parte de accin. La esttica se ins
tala
en
la relatividad. La identidad
de
una accin
y de un sufrimiento absolutos se encuentran muy
por encima de las fuerzas de la esttica e incum
ben a la metafsica. En la vida de Cristo se
da
esta
identidad porque su sufrimie
nto
es absoluto
ya
que es libre accin absoluta y su .accin es sufr
miento absoluto porque es obediencia absoluta.
De lo que se deduce
que
el
elemento incesante de
culpa no es subjetivamente reflejo y esto es lo
que determina la profundidad de la pena.
La
culpa trgica es una culpa original; mucho ms
que una culpa meramente subjetiva.
Ahora
bien
la culpa original es una categora
tan
sustantiva
como la del pecado original
y
es este carcter sus
tantivo el que
da
mayor profundidad a la pena.
Aqu radica bsicamente el legtimo inters trgi
co de la siempre elogiada triloga trgica de Sfo
des: Edipo
en Colono Edipo
Rey
y Antgona. Sin
embargo la culpa original supone una ntima
paradoja:
que
es culpa y al mismo tiempo no lo es.
El lazo por el que el individuo es considerado cul
pable es precisamente el de la piedad pero la
4
culpa as adquirida tiene el carcter de la mxima
anfibologa esttica. P
od
ra deducirse
de
sto que
el pueblo judo es el
que
ms haba desarrollado el
gnero autnticamente trgico.
Uno
se siente
realmente tentado a adivinar grandes temas de
tragedia en la afirmacin bblica de que
Yav
era
un
Dios
celoso que escarmentaba las iniquidades
de los padres en los hijos hasta la tercera y
cuarta
generacin; o cuando oye una
de
aquellas
trucu
lentas maldiciones en las que abunda el Viejo
Testamento.
No
obstante
el
judasmo est
dema
siado desplegado ticamente como para hacer tal
cosa. Las maldiciones
de Yav
son terribles de ver
dad pero a la vez son castigos justos.
n
Grecia
por el contrario
no
ocurra lo mismo.
La
ira de los
dioses no tiene ningn carcter tico sino una
importante ambigedad esttica.
Encontramos en la misma tragedia griega una
transformacin de la pena
al
dolor por ejemplo en
Filoctetes.
Esta es una tragedia del sufrimiento en el
sentido ms riguroso de la palabra. Pero todava se
muestra predominante en ella un alto grado de
objetividad.
l
hroe helnico se ampara
en
su des
~ ~ u
K fR r f GAARO
Df lA TRAGEDIA
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21/39
tino y ste s inmutable hecho del qu no se puede
juzgar. Este elemento es el que determina el
momento de la pena en medio del dolor. El primer
dilema que
en
realidad le da entrada al dolor es el
siguiente: lPor qu me pasa esto precisamente a m
por qu no habran de ser las cosas de otra manera?
Es
cie
rt
o que
en
iloctetes h
ay
algo que ha llamado
mi atencin y que es aquello que distingue
e s p e c ~
ficamente a esta tragedia de la perecedera triloga
del ciclo tebano a saber: un altsimo grado de dis
quisicin
en
torno al choque interior que el hroe
experimenta en medio de sus dolores y que posibi
lita una descripcin magistral y henchida de pro
fu
nda verdad humana. Pero ms all de eso la
gedia mantiene siempre una cierta objetividad que
es la que soporta toda la trama.
La
reflexin de
il
oc
t
etes no se concentra
en
s misma y por otra
parte descubrimos un rasgo especficamente griego
en esos lamentos que el hroe profiere porque no
hay nadie que valore su dolor. Todo esto encierra
una verdad extraordinaria pero tambin nos reve
la muy acentuadamente la diferencia con el autn-
tico dolor reflexivo que siempre pretende estar a
solas consigo mismo y escudria en esa soledad
nuevos dolores.
Por tanto la verdadera pena trgica demanda
siempre un elemento de culpa y el autntico
dolor trgico un elemento de inocencia.
La
ver
dadera pena trgica pretende un elemento de
transparencia y el autntico dolor trgico
un
ele
mento de cierta lobreguez. Creo que no es otra
que
sta la mejor senda para alcanzar el punto
dialctico en el que se conjugan las definiciones
del dolor y
de la pena. Y tambin para encontrar
la dialctica en la que se desenvuelve el conce
p
to de la culpa trgica.
Debido a que es opuesto a los
fines
de nuestra asa
ciaci n producir obras interdependientes o grandes
conjuntos ya que nuestra propensin no es la de tra-
bajar en una torre de Babel por la que
Dios
pueda
deslizarse con toda
su
justicia y aniquilarla; puesto
que nosotros persuadidos de que aquella confusin
fue
un
castigo merecido admit
im
os que lo propio de
cualquier esfuerzo humano genuino es su carcter
fragmentario que es precisamente lo que distingue a
aqul de la prolongacin infinita y montona de la
.
43
s0tEt4 [ IUUGAAI O
DE LA I G EOIA
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22/39
naturaleza fsica; puesto que tambin reconocemos
que la riqueza de
una
personalidad consiste cabal
mente en su capacidad de prodigarse fragmentaria
mente y que
en
esto se afinca el gozo del individuo
que crea lo mismo que el del individuo que recibe
gozo que
no
se encuentra
en
los procedimientos pesa
dos y exactsimos o en la escrupulosa y larga concep
cin de ellos sino
en
la creacin y el gozo alrededor
de lo que es fugitivo y brillante como el relmpago lo
que contiene para el que lo asimile algo ms que lo
que queda expresado en la obra ya que esto es ape
nas una apariencia de idea y tambin contiene algo
ms para el que lo recibe ya que su esplendor sirve
para que su propia productividad se despierte; ya que
todo esto repito es opuesto a los fundamentos de
nuestra asociacin ...s ya que lo que acabo de leer
casi puede confundirse con un atentado contra el
estilo oficialmente aprobado en nuestra cofrada
estilo de interjecciones en el que las ideas no hacen
ms que mostrar el lomo pero sin tumbarse jams del
todo .. solamente de-seo que recuerden una cosa no
sin antes aclarar que mi conducta reciente no es en
realidad la de un cofrade insubordinado por la senci-
lla razn de que el vnculo que mantiene urdos los
perodos del prrafo presente es un vnculo
tan
sutil
que las proposiciones incidentales en aqul conteni
das pelean por abrirse paso de un modo aforstico y
suficientemente particular: que mi estilo ha intenta
do mostrarse como lo que realmente no es es decir
revolucionario.
Nuestra cofrada brega porque en cada una de sus
reuniones se logre una renovacin y un renacimien
to con la finalidad de que su actividad interior se
rejuvenezca con una nueva seal de su pro
ductividad. Distingamos pues nuestra tendencia
como un sondeo de esfuerzos fragmentarios o
si
se
prefiere como un ensayo
en
el arte de escribir pape
les pstumos. Porque un trabajo completamente aca
hado no establece ninguna relacin
con l
personali
dad potica. En cambio. cuando se trata de papeles
pstumos y
en razn de su misma discontinuidad y
desconexin uno siempre padece la necesidad de
representarse al mismo tiempo la personalidad del
escribiente. os papeles pstumos son semejantes a
unas ruinas
y
hay algn refugio ms corriente que
ste para unos sepultados? El arte pues consiste en
SOREN KIUUG
Df l TRAGEOIA
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23/39
producir artsticamente el mismo efecto, la misma
desprolijidad y transitoriedad y el mismo pensamien,
to discontinuo que son caractersticos de ese lugar
desamparado.
El
arte est en provocar un gozo que
en
ningn caso sea del momento presente, sino que
se nutra de algo esencial del tiempo pasado, algo que
as sea presente en el tiempo pasado. Esto es lo que
indica la misma palabra: pstumo.
En
cierto aspecto,
todo lo que crea un poeta es pstumo. Por
el
c o n t t a ~
rio, nunca llamaramos pstumo a un trabajo
o m p l e ~
tamente acabado, y esto aun cuando se diera la par,
ticularidad accidental de no haber sido publicado
en
vida de su autor. En verdad, toda creacin humana
tal como nosotros
la
entendemos ser siempre una
cosa pstuma,
ya
que a los individuos no les es dado
como a los dioses
la
contemplacin eterna. Por tanto,
llamar cosa pstuma sea, artsticamente s t u m ~
a todo lo
que
emane de cualquiera de las obras de
los miembros de esta cofrada; llamar apata y
negligencia a esa genialidad
que
nosotros t e n e ~
mos
en
tanto aprecio. Para nosotros, la vis iner
ti e
siempre ser la ms
encantadora
de todas las
leyes naturales. Como ven, amigos,
no
me he
aparcado
ni
un pice de nuestros santos usos
y
costumbres.
iEa pues, amados
LV1J:rrapa.-vexpw1J-SV01
7
,
vengan conmigo y formen un crculo cerrado
en
torno a m,
en
el
momento solemne
en
que
me
a p r e s ~
to a lanzar al mundo a
mi
herona trgica;
en
el
momento solemne en que a la hija de
la
pena
le
doy
por ajuar la dote del dolor. Ella
es mi
obra, pero a
7.
En
realidad debiera decir:
I v l J . 1 T a . p a . v E V E ) p > l J . ~ V o t
. Con
este
nombre
se menciona a
los
destinatarios
de
los tres primeros
trabajos
inconclusos de este volumen,
y
en ellos, la
palabra
se itera
innumerables veces hasta la saciedad en el ltimo. iQu significa
entonces
esta
dichosa o mejor tristsima palabra?
En primera instancia
es un
trmino arreglado
por K.,
que nos
relata en
su
Diario las fuentes de inspiracin, primero Luciano
y
despus San
Pablo.
El9 de enero de
1838
escribe cf. Pap . Il, 245:
Yo
buscaba
cabalmente
una
expresin para designar a la clase
de hombres
para
quienes tuviera el placer
de
escribir,
en
el
conven
cimiento de que ellos iban a
estar
de acuerdo con
mL pumos
de
vista. Y he
aqu
que
ahora
encuentro en Luciano: 1Ta.pa.vExpot
uno que
como
yo
est
muerto".
o
curioso es que la crtica l i t e r a ~
ri corrige esta afim1acin y asegura que lo que
K.
encontr en
Luciano
fue otra palabra aunque
sin-nima:
l J . O V E X P O ~ que quie
SOtfN
I I fGAAIO
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24/39
pesar de todo su silueta es
tan
imprecisa y su h e c h u ~
ra tan neblinosa que cada uno de ustedes, de acuer;
do
a su estilo peculiar, podr enamorarse de ella y
amarla de verdad. Ella es producto mo y sus pensa;
mientes son los mos, pero a pesar de ello me parece
haber estado reposando a su costado
en
una noche
de amor
en
la que ella me habra entregado su pro;
fundo secreto y lo habra despedido junto con su
alma
en
mi abrazo, descarnndose
en
ese mismo
i n s ~
tante y desapareciendo de
m
vista, sin poder
ya
reco;
ger su realidad ms que por las huellas que quedaban
en
el ambiente interior de m nimo decado; pero
sucede todo lo contrario, que ella nace
y
va alcanzan;
re
decir compaero
de
muerte cf. Dilogos
de los
muertos
11
l
Y
por lo tocante a San Pablo,
K.
recurre a Heb. XI,
12: VEVEXPWJ E-
vov,
que
significa
muert
o
et
ho
emortuo
traduce
la Vulgata,
aunque Abraham, al que
se refiere
el texto paulino que
K
aplica
a
Sara
no
estuviera verdaderamente muerto, sino simblicamente
en
lo referente
a
engendrar por motivo
de su
edad avanzada. Por fin
K refuena el trmino con la preposicin avv, que junto con 1T
8/11/2019 140917395 Kierkegaard Soren de La Tragedia
25/39
.de ello a veces pienso que me he introducido conspi-
radoramente en
su
s intimidades, otras veces siento
la nece
si
dad de volver la vista atrs para verla, cuan-
do
l
verdad es que ella est ahora siempre pordelan-
te y es capaz de existir en tanto yo la proyecto. Mi
herona
se
llama
Antgona
P
ues
es mi intencin
conservar este nombre de la vieja
tr
agedia cuyo
argumento mantendr escrupulosamente en su
conjunto, aunque por otra parte, en mi versin
todo
se
r moderno.
Antes de continuar quiero hacer una aclara-
cin. Si he optado por un personaje femenino es
porque creo sinceramente que la ndole de una
mujer
se
presta mucho mejor para destacar la
diferencia de la que hablamos. Como mujer, ten-
dr la suficiente esencialidad para que la pena
se
manifieste,
y
como parte de un mundo dominado
por la reflexin, lo ser lo bastante para que
el
dolor le haga mella. Para que la pena aflore es
necesario que la falta trgica flu
ct
e entre la
culpa y la inocencia, y para que ella concientice
aquella culpa es necesario esa nota de esenciali-
dad ya aludida. Ahora bien, debido a que la
culpa trgica debe tener el carcter vago que
permita la aparicin de la pena, es evidente que
la reflexin tendr que seccionar los vuelos de
infinitud que le son caractersticos. De lo con-
trario, la reflexin mantendra tambin a
Antgona ajena a su culpa, ya que aqulla en su
subjetividad infinita es incapaz de precisar el ele-
mento de culpa original que da lugar a la pena.
Basta por lo mismo que la reflexin est tenue-
mente despierta. As no lanzar a Antgena fuera
de la pena, sino que la enclavar en ella har
que la pena
se
vaya metamorfoseando poco a
poco
en
dolor.
Hecha esta aclaracin entremos ya
al drama.
Por lo pronto, la estirpe de Lbdaco es el objeto
de la clera de los dioses iracundos. Edipo mat
a la esfinge
y
liber a Tebas Edipo asesin a su
padre y se cas
con
su madre. Y l fruto de este
matrimonio es Antgena. As se desarrollan los
hechos en la tragedia griega.
Es en
este mismo
punto en el que yo me bifurco
y
sigo otro cami,
no. Los sucesos son idnticos. Y sin embargo,
todo es diferente.
Es
de conocimiento universal
5
SOtfN l lEO I D
Df
l
TRAGEDIA
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26/39
que Edipo
ha
dado muerte a la esfinge y ha
l i b e ~
rado a Tebas; es honrado y admirado y l vive
feliz con su mujer Yocasta. Lo oscuro permanece
oculto a los ojos de los hombres y ni siquiera ha
habido
entre
ellos el ms mnimo presentimiento
capaz de
dar
fe a
tan
terrible pesadilla.
Solamente Antgona lo conoce. Aclaremos que
no reviste n ingn inters trgico el develar cmo
lleg a enterarse y que en este entendido cada
uno puede
hacer
las deducciones que quiera.
Supongamos que en su temprana juventud c u n ~
do an
no
haba completado
su
desarrollo se
irguieron en su alma confusas y fugaces algunas
sospechas
en
torno a este espantoso secreto
hasta que de pronto la certidumbre la arroj en
los brazos de la angustia.
Aqu tengo ya como por hechizo una catego-
ra de lo trgico moderno. Pues la angustia es una
reflexin por lo que se distingue especficamen
te de la pena.
La
angustia
es
el sentido por el
cual el individuo se hace de la pena la incorpo
ra. La angustia es
la
fuerza del movimiento por el
que la pena se asienta en el corazn humano.
5
Pero este movimiento no es raudo como el de la
flecha sino gradual ni existe de un solo golpe
sino que est en constante devenir.
La
angustia
mira a la pena ambicionndola con toda su codi
cia del mismo modo que la mirada apasionada-
mente ertica va sedienta hacia su ob
je t
o. O
dicho de mejor manera
la
angustia se ocupa de
la pena como lo hace con el objeto amado la
mirada apasionada de un amor sempiterno. Con
la diferencia de que la angustia contiene en s
misma un elemento propio que la apremia a f e ~
rrarse a su objeto con una fuerza todava mayor
ya que a la vez que lo ama lo teme. La angustia
tiene
un
doble cometido. Gira
en
torno
de
la
pena al mismo tiempo es un movimiento inspi
rado que siempre roza que
con
sus tientos siem
pre est revelando la pena. O si se prefiere la
angustia
es
repentina y hace aparecer la pena en
un abrir cerrar de ojos pero de tal forma que
ese instante impetuoso se resuelve inmediata
mente en una autnt ica sucesin. La angustia en
tal sentido
es
una verdadera categora trgica y
se le puede aplicar muy bien la sentencia del
53
S ~ f l f tt fG
RO Df
l A II G EOlA
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27/39
mismo origen:
quem deus
t ~ u t
perd.ere primum
dementat
8
El
propio lenguaje verifica que la
angustia es una categora de la reflexin. De esta
manera solemos decir: angustiarse por algo. En
este caso disocio la angustia de aquello que es el
motivo de la misma. Nunca podr decir angustia
en
sentido objetivo. En cambio cuando digo mi
pena tanto puedo referirme a aquello que me
apena como a la pena que me otorga. A esto hay
que sumar que la angustia involucra siempre
una
reflexin sobre la temporalidad. Porque no puedo
sentirme angustiado a causa de lo actual sino
slo de lo que ya ha pasado y de lo que ha de
venir. Ahora bien lo pasado y lo que vendr
enfrentados de tal manera que el tiempo presen.-
te desaparezca son dos distinciones de la refle
xin. Por contraste. la pena griega al igual que
todo lo dems de la vida helnica es pura actua
8. Di05 empieza
p r
volver
loco
a aquel a quien quiere
perder.,.
Plagio,
remedo o adaptacin de un verso
e
un desconocido poeta
trgico de Grecia.
lidad razn por la que
se
considera que sea ms
profunda en tanto el dolor es menor. De ah que
la angustia constituya una parte integrante de la
tragedia. El carcter eminentemente trgico de
Hamlet responde a la sospecha del crimen de la
madre. Roberto el Diablo
9
se cuestiona sobre las
razones que le
han
podido impulsar a hacer tanto
dao. Y Hoegne
10
a quien su madre concibiera
de un ogro ve por casualidad su imagen refleja
da
en el agua y le pregunta a sta la razn de que
su cuerpo haya alcanzado tal forma.
Ahora ya se puede ver con llaneza la diferencia
en
cuestin. En la tragedia griega el desdichado
destino de su padre no abruma en absoluto a
Antgena.
Este
destino pesa como una pena impe
netrable sobre toda la familia pero Antgena sigue
viviendo indiferente a ella como cualquier otra .
9. Personaje
de
uno
de
los
libros fabulosos e
Schwab,
amigo del
poeta
Uhland
y bigra
fo
de Sc
hiller.
10. Personaje de la mitol
oga
escandinava hijo de la reina
Grimhild.
55
Df LA IR
G
~ O l
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28/39
muchacha griega. De ah que el mismo coro a
propsito de la sentencia de su muerte se lamente
y le muestre compasin por tener que dejar esta
vida en una edad tan temprana sin haber gustado
l
placer ms bello y seguramente ajena a la
p r o ~
funda pena de la familia. Esto no quiere decir en
modo alguno que se trate de una futilidad o que el
individuo particular
se
singularice de tal modo
que no le inquiete para nada su relacin
con
la
propia familia. En realidad hay que afirmar que
todo ello
es
caracterstico de los griegos. Las
coyunturas de la vida les han sido dadas de una
vez de la misma forma como el horizonte que se
extiende ante sus ojos y que oscuro o acelajado
nunca ser otro. Este mbito confiere al alma un
fundamental acento que no es el del dolor sino el
de la pena. La culpa trgica en ntgona se centra
liza en un punto preciso: ha sepultado a su herma
no renegando de la prohibicin del
rey.
Si se
o n ~
sidera esto como un hecho aislado o un simple
choque entre el amor y la piedad fraternos de una
parte y un arbitrario precepto humano de la otra;
entonces
Anc gona
dejara
de
ser una tragedia
56
griega para transformarse en un tema trgico
indiscutiblemente moderno.
Lo
que en el sentido
griego proporciona inters trgico a la obra consis
te en que tanto en
la
muerte infausta del herma
no como
en
el enfrentamiento de la hermana con
una prohibicin puramente humana resuena el
infeliz destino de Edipo cuyas repercusiones t r i ~
cas proliferan en torno a cada uno de sus vstagos.
Esta combinacin es la que hace que la pena del
espectador sea
tan
profunda. No
es un
individuo
el que sucumbe sino todo un pequeo mundo el
que se abate. Es la pena objetiva que desbocada
avanza implacable como una fuerza de
la
natura
leza en pos de sus efectos terribles
y
el triste des
tino de Antgena
es
como un eco del de su padret
una pena potenciada. Por eso la actitud de
Antgona de enterrar a su hermano a pesar de
la
prohibicin del rey implica ms que una accin
libre;
es
la exigencia fatal de aquella
ley
inexora
ble que castiga en los hijos el delito de
los
padres.
Pero
en
el drama
de
todos modos existe la suf
dente
libertad como para que podamos amar a
Antgena por la prueba de amor fraterno que ha
7
Of LA lt GE 0111
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29/39
demostrado; al mismo tiempo que la necesidad
del hado en una proporcin que no es menor es
el destino imponente que no slo determina la
vida de Edipo sino tambin la de toda su deseen
dencia.
La diferencia entre la vida de la Antgena grie,
ga y la de la nuestra es la siguiente: que mientras
aquella Antgena lleva una vida sin preocupado
nes hasta el acto de la inhumacin de
su
hermano,
de manera que en su desarrollo sucesivo podra
haber sido feliz de no ocurrir tal hecho desencade
nante, la de nuestra Antgena,
en
cambio, es una
vida bsicamente acabada. Claro que yo no he
sido mezquino a la hora de dotarla. Se dice que
una buena palabra a tiempo es como una manza
na dorada en una bandeja de plata.
11
As he
depositado
yo en
este caso, el fruto de la pena
en
la bandeja del dolor. Su dote no es un fausto fic
ticio
y
pasajero
que
la polilla y el orn socavan.
11 Prov XXV
11
58
Su dote es una fortuna eterna a la que los ladro,
nes no tienen acceso y no pueden robrsela. Ah,
y qu atenta est nuestra herona como para que
se la roben Su vida no se desliza como la de la
Antgona griega;
no
es una vida derramada hacia
afuera sino hacia adentro. Y el escenario de esta:
su vida, no es externo sino interno, es decir, un
escenario espiritual.
Mis queridos cofrcu:les cosepultos no he consegui -
do acaso captar
su
inters
en
favor de una simple
muchacha? Q tendr que recurrir a una captatio
benevolentiae?
Sepan que tampoco ella pertenece a
este mundo
en
el que le toca
vivir Est
en la juven,
tud de la vida y henchida de salud, pero
su
autntica
vida est enterrada con
su
secreto.
Es
verdad que
vive, pero podramos decir que en otro sentido est
muerta.
Lleva
una vida encubierta y silenciosa.
El
mundo no oye
ni
siquiera uno solo de sus suspiros
pues los tiene escondidos a todos
ellos en
el santua
rio de su alma. No necesito clarificar que la mujer a
la
que nos referimos no es dbil ni enfermiza, y que
por
el
conttario es arrogante y fuerte. Qui2 no haya
nada que enaltezca tanto a un ser humano como
su
DE lA TIIACE
I>lA
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idoneidad para guardar un secreto. Esto le da a su
vida
entera una significacin
~ e n
todo caso nica
mente vlida para el individuo de que se trate que lo
libera de cualquier intil referencia o atencin al
mundo circundante y que lo hace sentirse lo suficien
temente venturoso en medio de su secreto, aun
cuando ste, casi lo afirmaramos, fuera el ms desdi
chado de todos los secretos. Pues bien, esto es lo que
sucede con nuestra Antgena.
Est
orgullosa de su
secreto, orgullosa de haber sido favorecida para sal
var de
una
manera singular la gloria y el honor de la
familia de Edipo. Y cuando el pueblo reconocido y
jubiloso aclama a Edipo, ella se da
cuenta
de su pro
pia importancia a la vez que su secreto se abisma ms
y ms en las oquedades de su alma
y
resulta ms inac
cesible a todo ser viviente. Antgena conoce sobrada
mente la magnitud de las cosas que se le han confia
do a su cuidado. De aqu principia esa grandeza
sobrenatural que le es imprescindible para poder
interesamos desde el punto de vista trgico. Ella,
claro, es
una
muchacha, pero no
una
muchacha
comn n mucho menos.
s una
cnyuge pero plena
mente virginal de total pureza. a mujer no alcanza
su verdadera esencia sino como esposa
y
por lo tanto,
ninguna mujer puede interesamos sino
en la medida
en que se la relacione con esta esencia suya. Claro
que
en
este
orden
existen similitudes. Y de esta
manera se dice
una
esposa del Seor ,
de
aquella
que encuentra en la fe y en el espritu los contenidos
en que se sostiene. Yo llamara esposa a nuestra
Antgona en un sentido todava ms bello. Porque
esta Antgona es mucho ms que una cnyuge, es
una madre. Es
en una
expresin puramente esttica,
una
virgo m ter que lleva en sus entraas, disimulado
y escondido el secreto de su vida. Antgena es
s i l n ~
cio necesariamente porque est llena de misterio. Y
este tornarse sobre s misma apoyada
en
el silencio le
confiere una catadura sobrenatural. Est ufana
y
celosa de su pena porque esta pena es su
amot
Esta
pena suya, sin embargo, no es ningn bien o s t r e n ~
coy muertot sino que
se
renueva i n f t i g b l e m e n ~
te engendrando dolor y provocando su nacimiento
en ella misma con el dolor.
Al
igual que cuando
una
muchacha determina inmolarse por una idea y p r e ~
ce en calidad de novia con la diadema de su sacrifi
cio sobre la frente, pues esa gran idea la completa de
61
0 l A
tRACE
OlA
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31/39
entusiasmo y
la
transforma, de manera que la corona
del sacrificio es como la corona de
la
recin casada.
Antigona no conoce varn alguno y aun as es espo,
sa. Ni siquiera se inmola por una idea que la trans,
porte de entusiasmo ,comportamiento
en
nada
fe,
menino, sin embargo es esposa. S, nuestra An,
tgona es la esposa de la pena. Consagra toda
su
vida a lamentar el destino del padre y el suyo pro,
pio. Una desgracia tan grande como la que le ha
sobrevenido al padre es factible de apenar al
mundo entero. pero puesto que ningn ser huma,
no la conoce no hay nadie que pueda lamentarla.
Por eso nuestra Antgona,
en
emulacin de la
herona helnica que es incapaz de avenirse a que
el cuerpo de su hermano quede insepulto
en
medio del campo sin recibir los honores pstumos,
experimenta muy a flor de piel lo duro que habra
sido que ningn hombre conociera aquello que es
el motivo de su angustia, o que n siquiera se
hubiera derramado una sola lgrima por ello,
y
de
ah que casi le est agradecida a los dioses por
haberla elegido para este doloroso menester. De
esta manera, Antgona es enorme en el dolor.
62
Puedo sealar aqu una diferencia entre lo griego
y lo moderno. Filoctetes se queja de que nadie
sepa de sus sufrimientos. He aqu un rasgo tpica,
mente helnico. Y por otra parte, ies
tan
del hom,
bre desear que los dems sientan nuestras penas
Sin embargo, nada de esto sucede con el dolor
reflexivo. Antgona no desea, ni en lo
ms
lejano,
que los dems lleguen a conocer su dolor. Por el
contrario, lo siente o lo vive ella sola de cara al
padre, al mismo tiempo que siente que sus aflic,
dones son justas ya que estticamente importan
una justicia tan grande como el castigo que pade,
ce el infractor. Solamente al final del camino
en
la tragedia griega, la idea de ser enterrada viva le
arranca a Anrgona una explosin de pena;
"iDesvenrurada iNo habr morada para m ni en
este mundo ni
en
el otro Ya no soy ni de los vivos
ni de
los
muerto
s .
2
Pues bien; estas palabras que
12.
El
amor cita el texto original, opta por la traduccin ale-
mana de Donner. Nosotros lo hemos hecho por la versin
c s t e l l ~
na del
P
L Errandonea, Sfocles J su ceatro
t .
l, p.
274
63
S
1f l l KIUUO RD
IH LA
TRAGEDI
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32/39
escapan al final las podra estar repitiendo nuest ra
ntgena en el transcurso de toda su vida. La dife,
rencia es palmaria, porque en lo que dice la prime,
ra se
encuentra
una verdad de hecho que m i n o r i ~
za
el dolor.
Si
nuestra Antgona dijera lo mismo
estara mal dicho, esta incongruencia en la
expresin es la que constituye el dolor como
tal
Los griegos no se expresan impropiamente, por la
simple razn de que la reflexin que es forzosa
para ello no representaba ningn papel en sus
vidas. De ah que lo que dice Filoctetes cuando se
lamenta
de
su soledad de estar abandonado
en
la
isla desierta, exprese tambin la verdad exterior.
Lo
opuesto exactamente sucede cuando nuestra
ntgena padece los accesos de dolor en medio de
su soledad, porque en realidad no est sola y por
ello cabalmente resulta el dolor autntico.
Ahora detengmonos en la culpa trgica.
sta
reside en parte en el hecho de que Antgena da
sepultura a su hermano, en parte en l contexto que
relaciona tcxlos los hechos con l triste destino del
padre, destino que
se
nos da sobreentendido en las
dos primeras tragedias de la misma triloga. Aqu nos
encontramos nuevamente con esa dialctica peculiar
que establece una relacin ntima entre el individuo
particular las transgresiones familiares.
s
decir, que
estamos ante una materia de herencia. Por lo general
tenemos
la
idea de que la dialctica es una cosa
demasiado abstracta, peor an, como algo que se
identifica con los movimientos lgicos.
La
vida, a
pesar de ello, nos demuestra muy pronto que existen
muchas clases de dialctica
y
que cada pasin tiene la
suya propia. A nosotros, por ejemplo, no nos interesa
esa clase de dialctica que establece vnculos entre
los
delitos de
la
estirpe o de la familia un miembro
particular de la misma, el que no solamente sufre por
ello
lo
que constituye una mera consecuencia natural
contra la que sera intil sublevarse, sino que s o b r e ~
lleva tambin
la
culpa participa en ella. Empero, si
se pretendiera revivir lo trgico antiguo sera preciso
que cada individuo particular se pusiera a pensar
seriamente en
su
propio renacimiento, no e x c l u s i v ~
mente en el aspecto espiritual, sino tambin en
l
sentido restringido del origen del seno maternal de
tal familia o estirpe. Pero la dialctica que ubica al
individuo en unin con la familia la estirpe no es
6
3
UN
KlfU EG
tD
t
l tt
.Gt
OIA
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33/39
una dialctica subjetiva sino objetiva. Porque la pri
mera modera precisamente la conexin y libera al
individuo de ese vnculo ptreo comn. La dialctica
objetiva es fundamentalmente piedad. Esto
no
impli
ca
que conservar la piedad sea algo nocivo para el
individuo. En nuestros tiempos se aceptan ciertas
cosas en la esfera de los fenmenos naturales que
nadie admitira en el campo de la vida espiritual.
Claro que tampoco nadie desea aislarse absoluta
mente
o ser
tan
inhumano como para
no
conside
rara
la familia como un grupo del que quepa afir
mar que si
un
miembro sufre los restantes tam
bin lo harn. Espontneamente al menos esto es
lo
que todo el mundo hace. Y de lo contrario por qu
el individuo particular teme tanto que cualquier otro
miembro de su familia eche una mancha sobre
ella?
No es
en
todo caso porque tiene la certeza de que
tambin l ha de sufrir lo suyo por tal motivo?
Es
evi
dente que el individuo quiera o no padecer ese
sufrimiento. Ahora bien como
el
punto de partida es
el individuo y no el tronco familiar ese sufrimiento
obligado ser maysculo. Y es una verdad de la expe
rienda que el hombre por ms que aspire a ello
nunca
Llegar
a ser enteramente dueo y seor en la
esfera de sus relaciones naturales.
Lo
importante
pues es que el individuo aprecie las circunstancias
naturales de su vida como un elemento constitutivo
de su verdad total y entonces el desenlace natural
en
el mbito de la vida espiritual ser que
el
individuo
tome parte en la culpa.
s
probable que muchos no
sean capaces de comprender el sentido de tal canse
cuencia. De ser
as
tampoco discernirn el sentido
de
la
tragedia. Porque
en el
caso del individuo aisla;
do slo caben dos explicaciones extremas a saber: o
es
el creador de su propio destino de una manera
absoluta. por lo que desaparece por completo lo tr
gico
y
no queda ms que la maldad ya que no en
cierra nada de trgico el hecho de que el individuo se
haya enceguecido y entrampado a s mismo porque
todo esto sera
obra
suya- o los individuos
no son
ms que simples transformaciones de la sustancia
eterna que constituye la existencia con lo cual
tampoco aqu habra lugar para lo trgico.
Tambin en relacin a la culpa trgica se nos reve
la fcilmente otra disimilitud entre l tragedia anti
gua y la moderna
en
tanto sta haya incorporado ele-
DE l TRAGEDIA
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34/39
mentes de la primera. Porque como es lgico
n i c ~
mente bajo esta ltima condicin puede argirse aqu
con propiedad el tema de las diferencias mutuas. Por
lo pronto la Antgena griega impelida por la p i e ~
dad filial participa
en
la culpa
de su
padre. Esto
tambin lo hace la Antgena moderna. Pero ahora
empiezan a mostrarse distintas . Para la Antfgona
clsica la culpa el padecimiento de su padre son
hechos exteriores hechos frreos que la fuerza de
su pena no puede evadir en ningn sentido qwxJ non
v o l t ~ t
in pectore
es ms su propio sufrimiento
se
muestra como pura facticidad exterior cuando b s e r ~
vamos que en virtud de la consecuencia de orden
natural est sufriendo en s misma por
l
culpa de su
padre. No ocurre esto con nuestra Antgena.
Colijamos que Edipo ha muerto. Antgena supo del
secreto de su padre miennas ste an viva pero no
tuvo el coraje de abrirse a
L
Y ahora con la muerte
del padre se
ve privada de la nica oportunidad de
quedar libre de su secreto. En esta circunstancia
revelrselo a otro ser humano equivaldra a d e s h o n ~
rar la memoria de su padre. Por eso la meta de su vida
consistir ahora por as decirlo en consagrarse abso
lutamente a rendir al padre l
os
ltimos honores
observando una reserva total da tras da y minuto a
minuto. Hay un elemento sin embargo del que ella
no est clara: si su padre lo saba o
lo
ignoraba. Aqu
tenemos el factor peculiarmente moderno que produ;
ce la inquietud que envuelve su pena da ese carc-
ter ambiguo a su dolor. Nuestra herona ama a
su
padre intensamente y este amor la traslada desde su
ms
recndita intimidad hacia la culpa paterna. El
efecto de semejante amor es que ella se siente e x t r ~
a
entre
los
hombr
es
y en
la
medida que aumenta _
ese amor al padre va reconociendo con mayor
i n t e n ~
sidad el peso de su culpa. Solamente junto a su padre
encuentra Antgena sosiego. s como si hubieran
sido socios en el mismo crimen ahora aceptaran
aguantar la pena hombro con hombro. Lo desatinado
est en que ella no tuvo valor para participarle al
padre su pena mientras ste viva pues no poda
asegurarse de que
su padre supiera sobre los
hechos y temiera por lo mismo hundirlo en un
dolor como el suyo.
Claro que
si el
padre lo ignoraba
la
culpa sera
mucho menor. Aqu el movimiento es por dems e l ~
69
S 1fll KlfUfGAARD
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35/39
tivot porque de no saber Antgena a ciencia cierta la
verdadera relacin de
los
hechost no tendra mayor
importancia su actuacin
v
lidiara meramente con
una sospecha, lo que es muy pobre desde el punto de
vista trgico. Digamos sin sutilezas que Antgena lo
saba todo. Pero
hay
a pesar de ello cierta vacilacin
dentro de esta certeza que nunca deja
de
mantener
la
pena en movimiento transformndola c o n t i n u m e n ~
te
n
dolot: A esto hay que sumar que Antgena siem
pre est en incompatibilidad con el ambiente que la
rodea. El pueblo guarda
un
buen recuerdo
de
Edipo
como
un
rey
feliz
honrado y aclamado por todos.
a
propia Antgena ha admirado a su padre tanto como
le ha amado.
Ha
sido parte
en
todas las fiestas y
homenajes que se le han brindado. No hay ninguna
joven
en
todo el reino que se haya enardecido
tanto
como ella
con las
glorias del padre. Sus pensamientos
retornan sin cesar hacia l. Todo el pueblo la conside
ra como modelo de hija amante. Y sin embargot todo
este entusiasmo
no
es ms que el cauce por el cual
Antgena deja que su dolor se desborde. Nunca puede
sacarse a su padre del pensamiento pero iay t la forma
con que l est ah es precisamente lo que constituye
70
su doloroso secreto.
No
obstante,
no
se pennite
exponer su pena, n siquiera verter una lgrima. Se
ahoga ante el peso enorme que
la
oprime val mismo
tiempo teme que si la vieran sufrir todo su secreto
quedara develado. Y ste es para ella un nuevo
cap{
tulo. aunque no de penas sino de dolor.
Creo que a todos nos interesa esta Antgena tal
como acabo de concebirla v presentarla. Y pienso
tambin que ninguno de ustedes me reprochar
lige
reza y exceso de amor paternal haciam criatura si les
digo que a juicio mo, y va siendo tiempo de que la
herona pase a cumplir su oficio trgico metindose
de lleno en la tragedia. Porque en verdad, hasta aqu
no fue ms que
un
personaje pico, v si algo de
t ~
gico se vislumbra en ella, slo inferira hasta el
momento
un
inters meramente pico.
En primer lugar, no creo que sea dificultoso
encontrar una combinacin dramtica de tipo exter
no que se acomode a su nuevo carctet: En este
aspecto podemos contentamos con los datos
de
la
misma tragedia griega. Nuestra Antgena, puest
t e n ~
dr una hermana, por cierto algo mayor que ella y
desposada. Podemos discernir que la madre vive
Df lA HtAGfOIA
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36/39
todava. No est dicho que ambos personajes siempre
sern accesorios
y
que la tragedia como
en
el caso de
la griega alcanzar un cierto tvel pico pero sin que
ste llegue a manifestarse demasiad
o Es
o s el
o n ~
logo tendr
un
protagonismo que naturalmente
s t a ~
r sostenido por la situacin.
Es
necesario que todo
ello lo
centr
alicemos en ese punto nico del inters
principal que es lo que detenta la sustancia y el
con
tenido de la vida de Antgona. Y aclaradas estas cosas
slo nos resta preguntar: lDe qu manera se crea
aqu el inters d r a ~ t i c o
Nuestra herona tal como la hemos definido hace
unos momentos est a punto de dar un salto condu
yente sobre uno de los elementos constitutivos de su
vida es decir est a punto de e x i ~ s e vivir una vida
totalmente espiritual cosa que la naturaleza
no
soportar nunca a un ser humano.
a
hondura i s t i n ~
tiva de su alma har que al enamorarse llegue
i m p e ~
riosamente a amar con una pasin desmesurada. He
aqu ya el inters dramtico .. Antgona
se
ha
n a m o ~
rado; y siento confirmar que Antgena est perdida
mente enamorada. En esto consiste indiscutible
mente el choque trgico. Entre parntesis dir que
72
por lo general se debiera andar con mucha
p r u d e n ~
da
cuando se habla de las colisiones trgicas.
El
choque ser
tanto
ms concluyente cuanto ms
simpatizantes ms hondas y a
la
vez ms homog
neas sean las fuerzas que colisionan.
As que Antgona est enamorada. Yel amado de
Antgo
na
sabe de esto. Claro que nuestra Antgona
no es una muchacha corriente y como consecuen
da su dote ser tambin excepcional: su dote
ha
de
ser su dolor.
Ella
sabe que no podra pertenecerle a
ningn hombre sin llevar consigo esa dote pues
correra un riesgo maysculo. Pero tambin est con
vencida de que no sera posible mantenerla encubier
ta
dado el espritu de vigilancia que tienen los mari
dos para estas cosas. Y por otra parte pretender ocul
tarla
x prof so se
ra
un
pecado
en
contra de su amor.
Podra en consecuencia pertenecer a un hombre
con
semejante dote? iPodr confirselo a algn ser huma
no al hombre amado? Antgena es briosa. El p r o b l e ~
ma por lo tanto no est
en
determinar
si
al
in se
deci
dir a confiar su dolor a alguien por respeto a s
misma
y
para atenuar un poco la tensin de su alma
ya que tiene valor de sobra para resistirlo todo sin
lA
TRAGE0
1A
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37/39
ayuda de nadie. Pero lser as mismo capaz de man
tener la misma fortaleza en atencin al muerto? Y
adems en el caso de enterarle a aqul de su secreto
padecera tambin
de
otra manera por el hecho de
que su propia vida est penosamente involucrada
en
el asunto. Sin embargo esto no la preocupa.
Lo
nico
importante en toda esta materia es lo concerniente a
su padre. En este aspecto pues la colisin es de natu
raleza simpatizante.
Su
vida que hasta el momento del choque trans
curra apacible y afable comienza en este mismo
momento a hacerse violenta y apasionada
en
su inte-
rioridad se entiende a la vez que sus rplicas asu
men a partir
de
aqu una inflexin pattica. Combate
consigo misma; ha querido dedicar su vida a su secre
to y en este momento presente es su amor quien le
demanda el sacrificio. Vence; es decir el secreto
triunfa y ella pierde. En este momento acaece la
segunda colisin ya que para que el choque trgico
tome carcter verdaderamente profundo se requiere
como ya dijimos homogeneidad de las fuerzas que
entranen colisin. El choque referido hasta ahora no
encierra esta singularidad porque es un choque entre
su amor hacia su padre y hacia s misma y por
otro
lado el posible dilema de si su amor propio puesto en
holocausto no ser un sacrificio en demasa.
En
la
segunda colisin por el contrario la
otra
fuerza beli
gerante es el amor compartido
con
el amado. ste
sabe que ella le ama verdaderamente y se propone
intrpido y osadamente el ataque. Claro que la reser
va que descubre en ella le sorprende bastante.
Reconoce que habr de por medio dificultades muy
particulares pero que de ninguna manera sern
insuperables para L o nico que anhela r d o r o s ~
mente es convencerla de que la ama muchsimo
hasta el extremo de que dara su vida si se viera obli
gado a renunciar a su
amor Su
vehemencia por in
llega a hacerse falsa y de ah que resulte tanto ms
astuta a causa de la resistencia con que tropieza.
Cada uno de sus reclamos de amor viene a acrecen
tar el dolor de Antgena y
con