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Novela de ficción con elementos de documento histórico, que narra una historia contextuada entre los mundos, esos que se encontraron por aquel año de 1492
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Marcelo Firpo
1492
1492
Una novela de ficción, pero que intenta ser un humilde puente para
seguir comprendiendo esos vacíos que nos dejó la historia oficial
desde hace más de 500 años
Marcelo Firpo
1492
Capítulo 1
“Dejo lo escrito hasta aquí, ordenado desde la coherencia de un principio que no es éste."
1-
Insoportable ese día el calor cuando del museo me llamaron. La pieza aun
mantenía el olor a humedad de esa casa de antigüedades baratas de donde
había salido. Dijo el tendero que realmente era primitiva, que ya el antiguo
dueño la mantenía dentro de la colección de cacharros, utensilios y pinturas
de artistas nunca conocidos. Que la mantenía con cuidados a pesar de
faltarle una pierna al ídolo que representaba, que él a su vez contaba que
se la había traído un marino junto a otros objetos y que aparentemente
hubiera sido de las Antillas o Centroamérica.
Yo tenía que catalogar los objetos. Ese era mi trabajo en el Museo de
Antropología. No éramos muchos los que trabajábamos allí, la mayoría
jóvenes que recién terminaban su carrera. Yo ya tenía una historia previa de
ser docente en escuelas de los suburbios de Buenos aires donde aun
mantenía un cargo que sumado a este procuraban mi subsistencia. Mi mujer
había muerto hacía unos años, con ella habíamos criado un hijo que ya
cumpliría los 19 y entre artesanías, música y mujercitas de su edad, iba
construyendo su vida.
El ídolo navegaba en mis manos y me traía ciertos recuerdos de algún libro
que hacia tiempo había observado. Busqué en los catálogos de la biblioteca
del museo, luego en los libros que creía afines a su encuentro, pero no tuve
la suerte necesaria.
La figurilla es de barro, tal vez similar a las encontradas en la isla de Jaina
frente a la costa de Campeche, en México. Estas pertenecen a finales del
periodo clásico. Jaina misma, se cree, era lugar de enterratorios para la
minoría que gobernaba en los cercanos asentamientos puuc. Entre
aquellas, a veces existía una extraordinaria expresividad, como si se les
permitiese a los artistas una mayor libertad que en los cánones de los
monumentos públicos, pero lo extraño es que, aun con las semejanzas
dadas, los rostros de la isla de Jaina mantenían cierto hieratismo que ésta
no posee, en ella se observa una mueca trágica. Al primer momento pensé
que la pierna que le faltaba había sido producto de su manipulación, o
siguiendo la teoría de pertenecer a aquella cultura, el desenterramiento de
ellas muchas veces produjo la destrucción de obras de arte y éste podría
haber sido uno de esos casos. Pero el personaje se encontraba apoyando
todo su peso en la otra pierna, como mostrando la propia castración de la
que falta, como símbolo de algo que uno nunca podrá comprender. En su
cabeza aparece una especie de tocado o de pájaro. En el rostro los ojos
abiertos y exclamativos, y la boca abierta en exclamación de dolor, a
diferencia de las otras figurillas cuya expresión está marcada de serenidad.
Uno de los brazos lo utiliza en vez de la pierna faltante, apoyándolo en un
supuesto piso, el otro en parte oculta su cabeza, agregando matices a esa
trágica expresión. La vestimenta solo consta de un taparrabos al que puede
atribuirse un leve movimiento que es reflejado por el mismo torso. Intenté
atribuir teorías, aunque ese no era mi oficio. Fue entonces que intenté
volver al artista que hubo en mí, aquel por el que había estudiado Bellas
Artes de joven. Esa expresión era la que me llamaba, ese grito mudo de la
imagen que puede ensordecer al que se anima a escuchar. Asi fue que hice
bosquejos en dibujo de la pieza. Tengo la teoría de que en cierto estado
inconsciente en el que uno se sumerge al realizar algo imponiendo la
energía del modelo, podemos acercarnos a la captación de su sentimiento
original. No había dudas al respecto, su mueca era la de un grito de dolor,
no sé si relacionado con la falta de una de sus extremidades o por algún
otro suceso, pero me devolvía la imagen aquel sonido de sus entrañas
mismas. Solamente en el dibujo pude divisar algo extraño entre sus dedos,
era muy pequeño, imagínense que la figurilla lo era. A primera vista, parecía
entretejiendo alguna forma con sus propios dedos, pero al dibujarlo, al
intentar captar también la expresión de sus manos, encontré que entre sus
dedos, simplificada en sus detalles, surgía otra figura. Imagínense el
tamaño de ésta si el todo a lo sumo llegaba a los 12 cm.. Era otro ser
apresado entre sus manos el que allí se encontraba.
La imagen quedo allí. Me instaba a encontrar su origen. Presentaba al
mismo tiempo una simpleza de formas y una expresividad casi obsesiva,
provenientes de su propia serenidad en el peso del cuerpo, pero cuya
mirada, su grito abierto, eran una súplica a los dioses, un pedido ceremonial
hacia ellos. Me acordé en un primer momento de tantas imágenes
suplicantes encontradas en distintas culturas de estas u otras tierras, pero
sus formas se asemejaban mucho al modelo de las de Jaina, por lo que tal
vez proviniese de dicha isla o de algún centro ceremonial cercano,
seguramente en América Central. Había que realizar un estudio mas
pormenorizado de la estatuilla, tal vez por carbono 14 para aproximar su
antigüedad, pero el costo de dicho análisis no estaba presupuestado para
nuestro museo, en una Buenos Aires en continuo contexto de crisis, así que
dejé las referencias aproximadas para su asociación, sin especificar de que
se trataban solo de teorías. Lo que sí y estaba casi totalmente seguro de
ello, la imagen era previa a la llegada de los europeos en el S.XV. Además,
debía yo comenzar mis vacaciones, esperadas, necesarias, soñadas.
Años hacía que había comenzado una relación de amistad con una pareja
italiana, también admiradores de Arte, tanto del clásico europeo como del
precolombino. Encontraban en él tal pureza de formas, según me dijeron,
que les emocionaba de tal manera como también lo hacía conmigo. Desde
que los conocí, me venían invitando a su hogar, con la promesa de
compartir el recorrido artístico que me pareciera. No fue fácil ir juntando el
dinero pero al encontrarme solo y con un hijo que ya se las podía arreglar
bastante bien, me decidí a partir hacia Europa.
Fui ordenando mis cosas en “la oficina”. Así yo llamaba al escritorio donde
guardaba los trabajos a concluir o los elementos personales y libros que leía
cuando el tiempo daba, los trabajos que a veces me traía de la escuela para
corregir o alguna fotografía en particular de esas que se guardan en las
oficinas para sentirlas más de uno. A su vez mi escritorio estaba dentro de
una habitación junto a las otras “oficinas” de mis compañeros más jóvenes,
Clara y Matías, que eran los que proporcionaban la música al ambiente…En
las paredes había varios afiches de exposiciones que se hicieron en el
Museo, una línea de tiempo que había venido con la tirada de algún
periódico, algunos dibujos míos, algunos dibujos de los chicos y cerca del
escritorio de Clara, un poster de Luca Proddan.
Ordené mis cosas en los cajones y a punto de irme, antes de saludar con
un abrazo a los chicos y al director del Museo Pedro, de escuchar los
pedidos de souvenirs de Europa y de todas las chanzas al trayecto
accidentado que iba a tener en el avión, antes de todo eso, escondí la
estatuilla en mi escritorio. No se por qué lo hice. La excusa que yo mismo
me daba fue que todavía no había hecho el informe, pero esa no era razón
suficiente para esconder algo que podía continuar en su análisis o en el
disfrute estético cualquiera de mis compañeros o los propios visitantes. Me
fui.
2
Estaba yo esperando que zarpara el vuelo. No he viajado mucho en avión,
solo unas dos veces y nunca a tanta distancia. Lo más lejos había sido de
Ushuaia a Buenos Aires, con parada en Rio Gallegos ya que en ese
momento todavía no existía en la ciudad austral pista para aviones grandes,
por lo que te llevaban en avionetas que daba miedo como las envolvía el
viento. Alrededor había gente de todo tipo, lógicamente era clase turista
pero podías observar modelos y modismos de todo estilo, los jóvenes que
iban de luna de miel, el gerente yendo a realizar alguna operación
empresarial, los amigos que iban casi de mochileros a recorrer Europa, la
anciana que seguramente iba a visitar a algún hermano o primo que quedó
en “la Italia.
Yo me había llevado en el bolso de mano algunos libros de arte europeo,
desde lo clásico hasta las vanguardias de principios del siglo XX. Tan
cuantiosa es la existencia y diversidad de obras, arquitectura, pintura,
escultura, que quería agregar todo lo más posible a mis conocimientos para
disfrutar lo que viera, sea en una iglesia gótica o en un museo, en una
fuente o en un monumento público. En ese momento ella se sentó al lado
mío, una mujer más joven que yo, de piel negra pero con rasgos mestizos. -
Buen día- alcanzó a decirme en un acento que en el momento no acerté a
descifrar. -Buen día- le contesté. -Ya debemos estar por zarpar -me dijo. Me
fijé en el reloj sin atender a que en ese momento comenzaron a cerrar las
puertas. Le dije que sí, esperemos que sea un lindo viaje, sí, eso espero,
asintió.
Es extraño como los pensamientos se entrelazan con la realidad para
buscar nuevos encuentros con otros pensamientos. Yo pensando en la
belleza artística del viejo continente y lentamente fui entrando en el diálogo
con mi compañera de viaje, haitiana ella, pero viviendo en Francia . Había
venido a visitar a unos amigos, y justo yo que voy a visitar a otros pero en
Italia. Le pregunto qué lugares había visitado en Buenos aires. -No muchos
-me contesta- La Boca, San Telmo, los barcitos caminando por la calle
Corrientes, me llevaron a una t-a-n-guerr-í-a, ¿se dice así?- me pregunta
sonriendo...-Sí, que interesante, la mayoría de los porteños nunca hemos
ido a ninguna. Hablamos poco más y la azafata que ya empieza a realizar
las señas que el altoparlante imposta, así que nos ajustamos los cinturones
y me preparo para esa presión en la boca del estómago que producen los
aviones al despegar. Bastante tranquilo el ascenso le digo a mi compañera,-
sí, -¿cuánto tiempo estuviste aquí?, -un mes nomás, y sin vuelta de hoja
mira a otro pasajero que se encontraba más adelante, no hubo ninguna
seña, pero pude suponer que se conocían. El hombre, también de piel
negra, se encontraba unos 5 o 6 asientos más adelante, dibujó con la mano
en el aire una especie de semicírculo y entonces ella se volvió hacia mí .-
Disculpa, es que estoy un poco distraída, ¿qué me preguntabas?. -Si hace
mucho que no estás en tu país, -He pasado antes de venir a la Argentina,
extraño mucho, pero la situación es cada vez peor allí, tienes militares en
todos lados, no hay posibilidad de cambios en cuanto a la situación de
pobreza que ya existía antes.
Yo solo sabía que ante los conflictos permanentes en la isla, la ONU había
mandado fuerzas de paz. Siempre me pareció extraño que se llamen “de
paz” y militaricen la zona en cuestión, lo mismo que en la Europa Oriental.
Será que la historia latinoamericana está llena de casos de golpes militares
apoyados de una u otra manera desde el exterior, que siempre me pareció
que tal situación por lo menos es bastante confusa.
Por otro lado y enlazando lo que venía pensando y el diálogo éste, volví a
esa pertinaz idea de cómo aquella misma cultura renacentista, la de un
Leonardo, la de un Dante, fue la misma que asesinó a mansalva a los
pueblos de este lado del mundo. Claro que la ambición y el poder son
innatos de todo ser humano, del de aquellos europeos como de los que
vivían en estas tierras, pero siempre quise comprender cómo aquellas
mentes tan abiertas a la creación pudieron conquistar este continente
considerando a sus habitantes casi como a animales, y digo estas tierras
como a las de África, esclavos negros e indios que fueron dándole a Europa
las riquezas necesarias para saciar su ambición capitalista. Me queda claro
que no eran las mentes de Boticcelli o la de Bruneleschi, sino la de
ambiciosos mercenarios buscadores de riquezas materiales y no de
riquezas espirituales los que pisaron estas tierras en aquellos siglos, pero
siempre me resultó paradójico que fue el mismo hombre europeo de esa
época quién despojó a estas tierras y sus habitantes hasta decir basta. Esa
misma Europa a la que yo me estaba dirigiendo en búsqueda de disfrute
estético. De la que necesitaba apreciar el poder de sus obras, esas que
como propaganda religiosa habían llegado a nuestro continente como
debido panfleto a espada y cruz.
Marie, que así me dijo que se llamaba, volvió a mirar adelante a su
seguramente conocido interlocutor de señas. Ella tenía esa nariz pequeña,
afinada, esos ojos expresivos enmarcados por el contraste con la piel, era
delgada y podía aparentar entre 20 y 30 años, aunque por su manera de
hablar le hacía parecer mayor, sus labios carnosos se movían mientras
dialogábamos y a veces era difícil dejar de prestarle atención para atender a
las palabras.
3-
-Se comunica a los señores pasajeros que haremos una escala en el
aeropuerto de Rio de Janeiro debido a un pequeño desperfecto. No se
impacienten ya que no se trata absolutamente de nada que dificulte el viaje
posterior. Muchas Gracias- Eso es lo que dijo el altoparlante y aunque
intentaba calmar los ánimos con su “absolutamente de nada”, todos nos
empezamos a sentir un poco angustiados. Los rostros fueron pasando de la
perplejidad a la pregunta y de ahí a un pequeño sentimiento de duda sobre
lo leve del problema. Las azafatas atendían a las preguntas con suma
tranquilidad diciendo que no era nada grave, que muchas veces pasa, que
frecuentemente hay que hacer escalas en Rio por tal o cual motivo, pero
que no nos impacientáramos , que por favor mantengamos la calma y que
volvamos a colocarnos los cinturones de seguridad para el aterrizaje. Marie
no contestó a mi exclamación sobre la situación extraña, tampoco a mi
intento de tranquilizarla diciendo de que ya que estaba podíamos tomarnos
un baño en las costas de Brasil. Su mirada se concentró nuevamente en el
otro pasajero de más adelante. En la delicadeza de sus rasgos se marcó un
reflejo de pánico mayor que el lógico en relación a la situación dudosa que
estábamos atravesando. Buscó en su bolso de manos hasta sacar un sobre
de papel madera de bastante grosor, volvió a mirar hacia adelante y luego
se dirigió a mí: -Disculpa, no puedo contarte nada pero tienes que hacerme
un favor, esconde entre tus cosas estos papeles, son confidenciales, si al
aterrizar nos llegan a detener a mi compañero y a mi, llévatelos y ve si
puedes alcanzarlos a esta dirección. En ese momento y con pulso nervioso
me anota una dirección y me dice que la guarde en otro sitio, no junto a los
papeles, -No se asuste por favor, nada grave puede pasarle a usted.
De ahí en mas las cosas comenzaron a sucederse precipitadamente. Yo
intentando que Marie me diera alguna explicación, ella pidiéndome
disculpas pero que no podía explicarlo rápidamente, que le tuviera
confianza y que estaba relacionado con el pueblo de su país. Los
gendarmes subieron. Fueron directamente hacia el compañero con el que
se había comunicado tan extrañamente durante el viaje, luego se dirigieron
a ella, le preguntaron su nombre y le pidieron que los acompañara,
tranquilamente lo hizo ante la impavidez de todo el resto de los pasajeros.
Al ocurrir ésto, yo interrogué al gendarme, su respuesta fue un seco: -
Conoce voce a eli?, tenería que acompañarnos tamben…-. -No,- dije- solo
preguntaba. Sin ninguna aclaración los gendarmes bajaron con ellos del
avión, se cerraron las puertas y el altoparlante anunció que en pocos
minutos volveríamos a zarpar, que disculpemos las molestias pero que se
trataba de una situación de policía internacional, que para no perder más el
tiempo el avión haría una maniobra en tierra para poder estar nuevamente
en línea de despegue. Las azafatas disculpándose también, diciendo que
por favor nos mantengamos en los asientos con los cinturones abrochados,
que al despegar ofrecerían una bebida para volver a disfrutar del viaje, que
disculpemos las molestias, muchas gracias.
Sentí que algún pasajero podría haber visto la situación y no me atreví a
abrir mi mochila de viaje adonde había guardado el sobre. Fue todo muy
rápido, ni pude pensar si lo que estaba haciendo era lo mejor. ¿Qué podía
hacer?. Si ella era una traficante y me había dejado algo ilegal en el sobre,
el que estaría en problemas sería yo. Si se trataba de alguna conspiración
terrorista y los papeles implicaban salvar a algún inocente de un atentado,
debería saberlo e informarlo. Pero si sacaba ahora el sobre estaría en la
mira de los demás y cómo podría protegerme de las acusaciones. Si por
otro lado, Marie realmente era una buena persona y esos papeles eran
importantes de una u otra manera, realmente no sabía qué hacer.
Al meter el sobre en mi mochila sentí al tacto de que se trataban de algo
más que papeles, esperaría un rato más de vuelo y si nadie me prestaba
atención me dirigiría al baño a inspeccionar el sobre, pensé.
4
Alrededor mío parecía que cada uno estaba concentrado en su propio viaje.
Me levanté para dirigirme al baño con la mochila en mano. Me cercioré que
adentro no hubiera cámaras, no lo creía pero tenía que mantener todos los
cuidados posibles. Me senté en el inodoro y me dirigí a abrir el sobre
entregado por Marie. Lo abrí suavemente. Pensé que tendría la posibilidad
de volver a cerrarlo sin dejar huellas de haber sido abierto. En su interior se
encontraban una serie de papeles, algunos impresos y otros escritos a
mano, además de un CD sin nada escrito en su superficie. Me puse a
intentar entender lo escrito, mi francés era básico para totalizar la idea de
los párrafos, pero se podía comprender que era una carta dirigida a
Organismos Internacionales para que vieran las imágenes grabadas en el
CD y leyeran el texto impreso. Al mismo tiempo había una serie abundante
de nombres de personas, algunos subrayados o marcados en círculo. El
impreso comenzaba hablando de la misma historia de Haití.
En ese momento golpean a la puerta insistentemente. Hacía un rato que
me encontraba allí y me pareció oportuno guardar el sobre para más tarde,
pedí disculpas y volví a mi asiento mochila en mano. Al sentarme cerré mis
ojos. Muchas veces sirvió eso en momentos de duda sobre las acciones a
seguir. Descansar la vista, adentrarme un una especie de meditación donde
toda preocupación desaparezca por un momento. El cansancio de los
nervios hizo que me quedara dormido. Los sueños vinieron a mí.
El sueño:
La estatuilla se encontraba allí, completa. No entendía lo que la gente
decía, yo solo veía al artesano con su imagen de barro en una ceremonia
de creación y en completa serenidad, sentado sobre sus piernas. Alrededor
algunas casas realizadas con madera y paja, mujeres con sus críos, otros
correteando por ahí, un grupo de ancianos discutiendo sobre algún tema
importante. Me acerqué a ellos. En algún punto sabía que no me podían
observar, que todo era parte de un sueño. Estaba dormido mirando la
escena. Intenté descifrar lo que hablaban. No entendía sus palabras pero
era como si fueran traducidas a conceptos mientras ellos las enunciaban:
Contaban sobre la llegada de dos naves, desde los mares pero como si
fueran del mismo cielo, con extraños personajes de vestimenta extraña y
pesada. Se habían presentado con obsequios hacia los dioses, pero
querían que los ayudasen a levantar un templo extraño adonde permanecer.
También contaban que ya habían obligado a otras tribus más cercanas
hacia el naciente. Se decía que cuando alguno se negaba, ellos mismos se
transformaban en dioses aterradores y los golpeaban hasta hacerlos
derramar su sangre. Volví la vista nuevamente hacia el artesano, ahora sus
manos construían otra forma, no llegué a distinguir lo que era. La azafata
me devolvió a la vigilia al pasar a mi lado ofreciendo unas vituallas y una
copa de champán.
Toqué la mochila, seguía allí. El sueño me pareció extraño. Luego de todo
lo sucedido, la estatuilla seguía enviándome mensajes. El pequeño
descanso me dio fuerzas para decidir lo qué hacer. Mantendría el sobre en
mi poder y cuando pudiera intentaría traducir el texto para luego pedir
opiniones a mis amigos europeos.
5
Era Haití el país de procedencia de Marie. Un país distinto de nuestra
América Latina, parte de una isla dividida en dos por los intereses de los
imperialismos del siglo XVI. Era casi África por su color, porque los
conquistadores habían explotado a los originarios hasta la muerte. Era
igualmente historia latinoamericana. Su conquista, su explotación de
pueblos y de naturaleza. Eran golpes militares digitados desde centros de
poder y muchas veces desde afuera, como tantos en este vasto continente.
Era la explotación de la caña de azúcar, como pudo haber sido la del
algodón o la de minerales, como en tantas otras partes de nuestro
continente. Recordar sólo que fueron 8 millones de personas las que
murieron en la explotación de las minas de plata del Alto Perú. Eran
sociedades de pocos ricos aliados con los capitales foráneos, y millones de
explotados.
Colón llegó en 1492 a esta isla, “La Española” y en tierra haitiana levantaron
el 24 de diciembre la primera construcción de la conquista en el Nuevo
Mundo, un fortín llamado "La Navidad". Luego se fue armando su historia.
Los ataques de piratas franceses, que tenían su base en la isla Tortuga y ya
en el Siglo XVII fue ocupada por Francia, cuyo dominio fue sancionado en
1697. Las muchas plantaciones de caña de azúcar hicieron que se trajeran
esclavos negros de África para explotarlos en el trabajo en los cultivos.
Contaba con una población de 300.000 esclavos y apenas 12.000 personas
libres, blancos y mulatos principalmente. Cuando era colonia francesa
proporcionaba a Francia más ingresos que todas sus demás colonias
juntas.
En 1789 las ideas de la libertad, la igualdad y la fraternidad estallaron en la
metrópoli y los esclavos tuvieron la ocurrencia de creerse que eso iba
también con ellos, los negros [Haití es el único país que no pasó a ser
dirigido por los colonos europeos cuando se independizó como el resto de
América]. Después de levantamientos y revueltas en 1804 se abolió la
esclavitud.
A partir de entonces comenzaron los grandes dramas de Haití. La
igualitaria y revolucionaria Francia no le reconoció la independencia y le
exigió altísimas compensaciones. Estados Unidos la combatió desde el
principio y decretó sucesivos bloqueos y embargos. El por otro lado tan
reputado Thomas Jefferson dijo que había que confinar la peste en aquella
isla. En 1915 fue invadida por Estados Unidos que en 1918 obligó a cambiar
su Constitución porque prohibía vender tierras a los extranjeros. Cuando
lograron cobrar las deudas de sus bancos, los norteamericanos dejaron
Haití en manos de dictaduras sangrientas y miserables, como la de los
Douvalier padre e hijo, durante la que murieron asesinadas centenares de
miles de personas. Después de varios cambios de dirigentes, en 1957 se
inició un período de gobierno dictatorial al mando de Françoise Duvalier,
popularmente conocido como Papa Doc, que gobernó dictatorialmente, con
ayuda militar y financiera de Estados Unidos, se obligó a que
desaparecieran las defensas comerciales y eso permitió que Estados
Unidos colocara allí sus excedentes agrícolas. Era lo que buscaban.
En1964 se hizo proclamar presidente vitalicio y su hijo Jean-Claude Duvalier
(Baby Doc) le sucedió en 1971. En enero de 1986 una insurrección popular
le obligó a exiliarse y el ejército se hizo con el control del poder, En Haití ha
habido 42 presidentes y de ellos 29 han sido asesinados y sólo 2 han sido
elegidos legítimamente. Como dice Eduardo Galeano, a Haití, los marines
siempre regresan, como la gripe. Con los marines llegaron además las
políticas neoliberales.
Cuando era colonia, Haití producía mucho para proporcionarle ingresos a la
metrópoli, luego pasó a importar el 70% de los alimentos que consume. Ha
pasado de ser productor y gran exportador a convertirse en el cuarto
importador mundial de arroz, sobre todo procedente de Estados Unidos.
Eso es lo que provocó que la población que trabajaba en el campo, un 70%
del total, se arruinara casi por completo. Las empresas norteamericanas
utilizaron su mano de obra baratísima en industrias de embalaje y de poco
valor añadido, en las llamadas maquilas, que son verdaderos antros de
explotación y muerte. Según un informe del National Labor Comitte de
Estados Unidos, más de la mitad de las plantas maquiladoras estaban
contratadas por firmas como Sears, Wal-Mart o Disney que pagan menos
de la mitad de lo estipulado, exigen jornadas semanales de hasta 70 horas y
contratan habitualmente a niños.
No se respetó ni el medio ambiente y los ecosistemas fueron destrozados.
Aunque el nombre de Haití significa tierra de montañas hoy día sólo le
queda un 3% de su antigua superficie forestal. Mientras tanto, y según el ex
embajador en La Dominicana, desde Haití salía en los `90 un 40% de la
cocaína que se consumía en Estados Unidos, en operaciones procedentes
casi siempre de Colombia y de las que los servicios secretos tenían buen
conocimiento. El Washington Post llegó a publicar el nombre de los militares
y matones implicados en el tráfico. Quien quiera entender lo que ocurre en
Haití debe analizar, pues, la naturaleza y vinculaciones de los circuitos
internacionales del crimen y la droga. Y los poderes que hay detrás de todo
ello. Es materialmente imposible resumir en unas líneas la historia de
infamias, saqueos, crímenes y desgracias que jalonan la historia de este
hermoso país, de la perla que encandiló a Colón y que sigue sufriendo.
Aquellos esclavos creyeron que el sueño de la libertad estaba escrito
también para los negros y sus amos blancos no se lo perdonaron nunca.
Mientras tanto, por resolución de Naciones Unidas en 2004 se estableció,
ante el golpe militar que hace exiliar al presidente Aristide, una Misión de
Paz (¿?) ( llamada por sus siglas MINUSTAH) que consiste en un ejército
de ocupación conformado por distintos países de la ONU…
Anexo A
Nuestra América, la del sur del río Bravo, está llena de estas historias.
Cuántos muertos desde aquellos pueblos que encontraron los europeos al
llegar hasta nuestros días. Cuántas culturas desaparecidas. El Abya Yala,
como le dicen los pueblos originarios, tiene miles de historias pero
atravesadas primero por la conquista y luego por la explotación, tanto de
originarios como de esclavos traídos desde África, y todo desde aquellos
años en nombre de la acumulación del capital para las coronas, española,
inglesa, francesa, portuguesa y años después para esa otra corona
imperialista con fachada de democracia, que son los Estados Unidos. De
qué otra manera se podrían llamar ellos, sino usurpando el nombre de
americanos, apropiándose simbólicamente de todo el continente,
vendiéndonos sus espejitos de colores culturales como lo hicieron antes los
europeos, compitiendo con ellos mismos por el poder sobre el vasto mundo.
Es bello el libro de Galeano “Las Venas Abiertas de América Latina” para
debatir la historia, para juntar aquellas y estas partes de este todo llamado
Latinoamérica. No es el único libro, pero fue en su momento de los pocos
que se atrevió a ello. Pasó mucha agua bajo el puente desde que el escritor
uruguayo lo escribiera, pero sigue teniendo el mismo valor histórico. Uno se
puede encontrar allí con hechos que puede asociar a otros después de
escrito. Tantos dolores sufridos y que seguimos sufriendo, aún a veces
acostumbrados a ellos. Golpes asestados por el poder cívico-militar de
nuestros países, pero con reglas que venían muchas veces desde afuera.
Golpes que aún tienen víctimas, muertos y desaparecidos, economías
torcidas de una lógica nacional, deuda externa y dependencia. Y por otro
lado, símbolos de la lucha contra esa historia, construcciones al margen que
aún siendo muchas veces cooptadas por el Sistema, fueron y serán ejes
para otras luchas. Porque la historia sigue en pié y no solamente en este
Haití simbólico pero real de la novela, sino en cualquier parte de esta Patria
Grande que somos y mientras, como dijo el poeta y revolucionario José
Martí, sigamos sintiendo en la propia mejilla el golpe que reciba cualquier
mejilla de hombre.
6-
El aterrizaje fue suave. Desde la inmensidad del cielo observamos la
inmensidad de Roma, exclamaciones de gozo, la viejecita que venía a ver a
su familia persignándose, la pareja que yo suponía de luna de miel a puro
beso, el supuesto gerente ordenando sus papeles. Lentamente fuimos
bajando del avión. Seguí a la gente en su camino aún cuando todavía no
salía del estado de paranoia por posibles miradas sobre mi mochila y sobre
mí, continuamos por un pasillo hasta traspasar las medidas de seguridad.
Me entregan la maleta. Intenté divisar en el grupo de gente esperando ver a
mis amigos, allí no estaban, seguí hacia la explanada y me senté a un lado.
Estaba buscando su número de teléfono para llamarles cuando escucho mi
nombre, levanto la vista y allí.
7-
El golpe me hizo perder el sentido. La acción fue muy rápida. Michel
después me dijo que justo en el momento en que dirigí la mirada hacia ellos
apareció un hombre caminando en grupo con otras personas, no supo
distinguir con que me pegó pero caí allí mismo. Ellos se acercaron corriendo
y gritando por los guardias de seguridad, el hombre tomo mi mochila y
después se la pasó a otro, cada uno corrió en distintas direcciones, la
policía no pudo detenerlos, estaba yo totalmente desmayado en el piso del
aeropuerto. No recuerdo que pasó desde allí, solo sé que al despertar me
encontraba en una sala de emergencias del mismo aeropuerto junto a
Michel y Angélica y sin mi mochila de mano. En el medio solo había vuelto
al sueño donde me encontraba durante el viaje.
El sueño:
Los ancianos seguían discutiendo sobre lo que deberían hacer, era
responsabilidad suya la de todo el pueblo. En esos momentos la mayoría de
los hombres jóvenes habían salido de caza, algunas mujeres y pocos
hombres cuidaban de los chicos, tejían o colaboraban con tareas de la
aldea, entre los ancianos que decidían había también mujeres, el artesano
ahora moldeaba otras formas. En mi sueño, lo que iba moldeando al mismo
tiempo ocurría. Sus manos entretejían los hilados de las mujeres, corrían
con las piernas de los impúberes y alzaban sus manos ancianas para
obtener de los antepasados la ayuda necesaria para la mejor decisión. Eran
manos suaves, al lado se encontraban dos aprendices, pero solo él
manipulaba el barro.
En los pastizales se escuchó el ruido a ramas crujiendo. Hicieron silencio.
El padre le hizo una seña a uno de sus hijos y éste preparó la lanza pero sin
el menor sonido, como si lanza, chico y espacio que los rodeaba fueran la
misma cosa. El padre insinuó una sonrisa ante tal espectáculo, antes de
que todo pasara, antes de que el animal mostrara sus movimientos, antes
de que el muchacho diera dos pasos y lanzara certera el arma sobre aquél
para clavarse justo en el lateral cercano al corazón. El grito del animal
retumbó a cierta distancia, allí se adelantó y le pegó con una piedra en el
cráneo para desmayarlo. Se fueron acercando otros adultos con sus hijos,
la carne de este animal junto a los otros dos cazados bastaría para este día,
no sería necesario matar otro animal. Todos se agacharon y bajaron sus
cabezas hacia la Tierra en agradecimiento, paso seguido los cargaron y
enfilaron nuevamente para la aldea.
Mientras Michel hablaba con el médico, Angélica me consolaba diciendo
que viera que en todas partes es igual, que -Allá en Buenos Aires a
nosotros nos aconsejabas que nos cuidáramos, pero que ya había visto
como acá, en Roma, en Europa, también ocurrían ciertas cosas que nos
avergonzaban como ciudadanos. Yo le dije que había ocurrido algo extraño,
que luego se lo contaría, cuando se acercan Michel y el médico con una
radiografía en manos y diciendo que no tenía absolutamente nada más que
el susto y la pérdida de las pertenencias, que en cualquier momento llegaba
la policía del aeropuerto a realizarle la declaración y que todo sería
solucionado, que existía un seguro por haber ocurrido el hecho dentro del
aeropuerto, así que no me preocupara. Muchas Gracias le dije. El médico
se volvió a otro paciente que se encontraba solo sentado en una silla, una
anciana que aparentemente con hipertensión o algo así. Michel se me
queda mirando y los tres soltamos una carcajada cuando me dice: -
Bienvenido a Italia, Bienvenido a Europa, nuestro amigo argentino…-
8-
Hubo un segundo en que me olvide que todo mi cuerpo me dolía y atiné a
levantarme. A pesar del dolor nos abrazamos y se abrazaron también las
alegrías contenidas de volver a vernos, de haber podido ir a recorrer aquella
tierra que también atravesaba parte de mi sangre inmigrante, como vértices
importantes de la identidad propia. Come vai amici?, me duele todo pero
estoy muy contento de verlos, de haberme animado a venir a visitarlos.
Ellos también me dijeron con palabras y con gestos (tan italianos) la alegría
de haber ido, según sus palabras habían disfrutado mucho mi compañía en
Buenos Aires lo que les había posibilitado no solo recorrer los lugares
turísticos típicos o los museos, sino poder observar esas realidades de la
vida diaria, las “charlas”, así me lo dicen intentando porteñizar su castellano,
mezclando arte y filosofía, necesidades espirituales con las necesidades
sociales de la gente en Buenos Aires y en los alrededores, donde yo
mantenía mi trabajo en las escuelas, poder no solo caminar por la calle
Corrientes sino también el sentido y vicisitudes de la lucha diaria en los
suburbios.
Antes de que viniera la policía del aeropuerto para testificar sobre el robo
debí contarles lo sucedido, sobre Marie, el aterrizaje en Rio de Janeiro, el
sobre conteniendo los papeles secretos, mi promesa de llevarlos a tal
dirección y la posible relación de hechos entre lo que había sucedido
después, el robo de mi mochila, pero aparte debía confesarles una cosa
más, algo que en el momento posterior al golpe no recordé pero ahora si lo
hacía. Al bajar del avión, antes de pasar por la aduana, había sacado el
sobre y me lo había guardado en un bolsillo amplio que tenía mi campera, la
que tenía en la mano para precaverme del frio pero que recién me puse en
ese momento. Las miradas estupefactas de mis amigos siguieron
atentamente la descripción de los hechos. Luego de unos segundos de
impavidez y de sorpresa, recién se animaron a decir palabra, primero fue
Angélica: -disculpa Pablo, entonces lo que te quisieron quitar fueron esos
papeles, tienes que contarle a la policía cuando llegue, creo que deberías
entregárselos también. Y agrega Michel: -estoy de acuerdo, si te asaltaron
por ese sobre quiere decir que lo que allí hay es de alguna importancia,
seguramente seguirás corriendo peligro mientras mantengas esos papeles
contigo-, -es cierto- les digo- pero por esa misma importancia y por haberle
hecho la promesa a mi compañera de viaje, aún sin conocerla, es que tengo
dudas sobre lo que debo hacer, lo entendemos pero ni tú sabes quién era
esa mujer, tal vez estaba implicada en alguna situación ilegal, pero aunque
no lo sea tienes que pensar en el peligro que corres si los sigues portando,
igual la decisión es tuya, nuestro amigo, y algo conocemos de tu ética de
haber dado la palabra, así que cuenta con nuestro apoyo.
Realmente era cierto todo lo que me decían, yo mismo lo había pensado,
pero tal vez era la mirada de Marie pidiéndome que llevara su secreto y en
este momento sentía que a ella ya la conocía de otro lado, no sabría decir
de dónde o por qué, pero es como que antes de ese tiempo compartido en
el avión la hubiera yo conocido, hubiéramos compartido algo en esta vida o
en esa sensación que a veces creemos que puede ser de vidas anteriores.
Tenía muchas dudas de lo que debía hacer.
Los policías entraron en la sala, un hombre y una mujer vestidos de
uniformes se acercaron al médico y luego vinieron hacia nosotros,
preguntaron por mí, entonces él acercó una mesita mientras ella sacó unos
papeles que llenó con los datos de mi pasaporte y el reporte que le di con
medias traducciones de mis amigos, luego me pidieron disculpas de lo
sucedido en su país y que cuando estuviera mejor me acercara a su oficina,
que allí llenaría algún otro papel y me darían un cheque del seguro por las
pertenencias robadas. Del sobre ni hablé, tampoco lo haría después al
terminar dicho informe. Las caras de mis amigos, a pesar de lo que habían
dicho quedaron preocupadas, tal vez no fue muy lúcido no haber dicho nada
a la policía, sobre todo por ellos que de alguna manera y sin ninguna
posibilidad en contrario, terminaban metidos en la situación.
Realmente no sabría como haber salido de ese aeropuerto sin mis amigos,
es inmenso, pasillos, negocios, gente, hubiera tenido que pedir ayuda como
si fuera un ciego o algo así, aparte en medio del diálogo ni sabía adonde me
llevaban, parecía un laberinto, mi cuerpo ya estaba mejor pero me sentía
mareado, la conversación pasaba de los lugares que deseaban que
conociera hasta los recuerdos de sus pasos por mi país, era como que
negábamos de alguna manera la situación extraordinaria que había
sucedido, solo una o dos veces observé como Angélica miraba alrededor
nuestro, nadie extraño nos seguía.
9-
Esa tarde salimos a disfrutar, ellos realmente se sentían a gusto haciendo
de guías de turismo por la Roma antigua, dijimos que había que empezar
por el principio así que me llevaron a ver los restos de aquella capital
imperial, el Partenón, el Coliseo. Cada conversación llevaba a otra, desde
los Césares y Espartaco hasta la situación política de la Italia actual, desde
lo impresionante de las columnas y de los frontispicios y de la ciudad
antigua en sí, hasta sus relaciones con el mundo actual, el imperialismo de
las grandes potencias, la ley del más fuerte, la esclavitud que aún de otras
maneras o con otros nombres pervive a pesar de las Declaraciones de
Derechos Humanos y de una supuesta conciencia ética en contra de la
misma. En ningún momento volvímos al tema de los papeles ni de lo
sucedido en el aeropuerto, solo más tarde mientras tomábamos una
cerveza en un bar más céntrico. Ahí recién comenzamos a comentarlo.
Mantenía yo la decisión de leer el texto, esa necesidad de informarme sobre
algo que por algún motivo debía ser censurado. Ellos quedaron en leerlo
conmigo y decidiríamos en conjunto y de acuerdo a lo que dijera, si llevarlo
a la dirección que Marie me había dado o directamente a la policía.
A la noche recién conocí su casa. Alejada de la Roma céntrica, donde la
simbiosis arquitectónica entre pasado y presente daba un sabor barroco.
Era una entrada común desde donde salían pequeños pero muy bonitos
dúplex , algo así como un pequeño barrio privado con jardines que incluían
una pileta y un quincho en común. Dentro de la casa, en la parte baja se
encontraba un living-comedor bastante amplio con varias bibliotecas
alrededor, así como pequeñas pinturas en las paredes y un tapiz que
recordaba uno de sus viajes por Latinoamérica. También había una cocina
con un ventanal que daba al parque colectivo y un baño de servicio. En la
parte alta se hallaba el dormitorio principal, otro más pequeño donde me
iban a alojar, el baño principal y un pequeño espacio adornado con una
hermosa escultura en hierro y madera. Ya de antemano había pensado en
la cena con la que me agasajarían, un plato de fideos caseros que había
amasado la mama de Michel, con una salsa bolognesa sobre la cual no me
quedó otra que pasar el pancito sobre el plato, con la risa de fondo cómplice
de los dos. Después, un rico vino italiano y nos sentamos para ver las fotos
y la filmación de cuando habían venido a la Argentina, a lo cual no pude
negarme a pesar de que en un principio dudé en casi obligarlos a intentar
ver el contenido del sobre. Igualmente quedamos en levantarnos temprano
para verlo y decidir sobre él con la mente más despejada. Mientras,
decidiríamos sobre el recorrido de la nueva jornada. Antes de acostarme
también quería ver si podía encontrarme con mi hijo a través del internet,
así que les pedí usar la computadora. No lo encontré para poder chatear,
pero me encontré con un mail que me había enviado: -Pa, me llamaron de
la biblio para ver dónde guardaste la estatuilla o algo así…dicen que
encontraron otra con aparentes características similares, por lo menos eso
es lo que les entendí, espero que hayas llegado bien y que hayas
encontrado a tus amigos, cualquier cosa mañana a la noche me conecto de
vuelta, ojo con “las tanas”, jiji, te quiero…Le contesté que había llegado bien
y que ya había recorrido algunos lugares, que mis amigos son una gente
muy buena así que se quede tranquilo. A lo de “las tanas” le contesté con
otra broma sobre sus noviecitas, y de la estatuilla que mañana hablábamos
o que sino que el dire me enviara un mail explicándome bien. Cuando
agarré la cama caí en los sueños muy rápidamente.
10-
Otra estatuilla.
El sueño siguió su recorrido de tiempo y espacio alternativo. Llegaron los
hombres de la tribu junto a sus hijos adolescentes cargando con alegría las
presas que compartirían en la cena de ese día. Se podía ver por sus caras,
cuáles eran las madres de los nuevos cazadores, por esa alegría de madre
hacia su cachorro. Los ancianos en cambio no sonreían, seguían con sus
pensamientos en otro lado. Harían una nueva asamblea luego de la cena
con los mayores para comentar los acontecimientos y poder así tomar la
decisión correcta. Serian las nubes de esa noche y la sangre del mayor
animal cazado las que ayudarían también a tomar la decisión, como cada
vez que acontecimientos extraordinarios les hubieran pasado desde que
tenían memoria como pueblo. El escultor formó con sus manos la forma del
animal antes de eso, la enterró sin decir donde hasta que pasara también la
noche. Él con el consentimiento de los ancianos, había tomado la decisión
de enseñar a sus aprendices los ceremoniales mágicos que acompañaban
al hecho de la creación en el barro. También él había tomado las
enseñanzas de su maestro, su propio padre, que ahora se encontraba entre
los ancianos.
Al mismo tiempo que los ancianos consideraban las decisiones de acuerdo
a los misterios de las nubes y de la sangre derramada, nuevas
informaciones hablaban de que algunas de las naves celestiales se estaban
yendo hacia el fondo del océano, pero que con los restos de una habían
realizado una especie de templo donde se protegían los que permanecían.
Éstos habían tomado como esclavos a otra tribu cercana y los hacían
trabajar en la construcción de dicho templo. A la noche, mientras los
jóvenes descansaban, los ancianos se habían quedado observando la
dirección de las nubes, el mismo sentido de la sangre, las mismas formas
en que aquella se había impregnado en la piedra. Hasta la coloración de las
nubes no auguraba buenos presagios.
11-
El autor sabe que a esta altura de los acontecimientos, el lector querrá
saber lo que se encontraba en el sobre de la tal Marie, pero los hechos
siguieron su curso manteniendo el interrogante sobre el mismo. En ese
momento, cuando las luces de la casa se apagaron, cuando la necesidad de
descanso de la jornada hubo hecho de que nuestro personaje estuviera
dormido y continuaba en sus sueños de una vida anterior tal vez
relacionada con la existencia de aquella estatuilla. En ese mismo momento
se le enciende la luz sobre la cara y el sobresalto de encontrarse con un
fusil apuntándolo en la cara, diciéndole que se levantara. Otro hombre,
mientras tanto, sostenía a Angélica con un arma en su cabeza. Michel había
quedado en la otra habitación. A él lo ataron en una silla enfocándolo con
una linterna, -¿Dónde está el sobre?, si no habás, matamos a tus amigos y
luego a ti. No te queda otra salida. Además necesitamos la dirección
adonde lo tenias que llevar. -¡Rápido! no vamos a esperarte para empezar a
matar a tus amigos-. A un lado el rostro de Angélica, asustada, apretado su
semblante entre la pared y el frio del arma que le apuntaba. –Está bien,
pero no sé nada de ninguna dirección, la mujer me dio el sobre en el avión,
yo no la conocía, no sé qué dirección…-No nos mientas, -insistió- sabemos
que no sabes mucho, que no estás implicado, pero la mujer te dio una
dirección así que entréganosla y no les sucede nada, sino mueren los tres.
Se llevaron el sobre y el papel donde estaba la dirección, se los di sin decir
absolutamente nada mas, salvo suplicar por mis amigos y también por mí.
Quedamos maniatados a las sillas hasta que lentamente pude deshacerme
de la mordaza, le dije a Angélica que esperara, que esté tranquila, fui hacia
la cocina y comencé a raspar contra el filo de la mesada la cuerda que me
ataba a la silla. Sentí que la deshice demasiado rápido para el grosor de la
soga, entonces me dirigí a desatarla y corrimos a su habitación para ver
como se encontraba Michel. El golpe que le habían propinado había sido
fuerte, aparte lo habían atado por la espalda así que lo desatamos. Angélica
llamó al servicio médico. Igual no tardó mucho en volver en sí, todo había
pasado, un gran susto si es que el golpe no pasaba de una leve hinchazón,
todo había vuelto al lugar de donde nunca había tenido que modificarse, mis
amigos y yo, nada de sobres ni implicaciones sobre situaciones que
desconocíamos.
12-
Quién sabe que pasó ese día. Los ancianos fueron a ver, no volvieron. El
hacedor de estatuillas fue con ellos, habían entendido que sería importante,
que los dioses estaban en sus manos cuando manejaba el barro, eran los
dioses mismos los que llevaban sus manos creando las formas. Los
ancianos no volvieron, él volvió sin una de sus piernas. Llegó arrastrándose
en el barro que tantas veces habían tocado sus manos. Ya la tormenta
había comenzado, un largo camino de tormentas seguirían a ésta. Su mujer
corrió hacia él, yo la vi, yo era su mirada, sus ojos, sus hijos arrodillados. El
pueblo abrió sus ojos. Esos ojos no eran la primera vez que sufrían, pero
sintieron que el cielo mismo en ese momento se caía. La tormenta arreció
con toda la fiereza. Las nubes en toda oscuridad gritaban cada vez más
cerca, el viento agitaba los silencios, esos silencios que gritaban más fuerte
aun que los propios truenos. Sus piernas, el espacio de sus piernas, mis
piernas. Sentía la nada en mis piernas, tal vez el sacrificio al nuevo dios.
Esto yo lo vi en los sueños. Uno sabe que los sueños muestran de alguna
manera su consistencia de sueños, así que pensé, como alguna vez lo hice,
que estos dioses que en barco y de los mares habían llegado no eran la
promesa, o a lo sumo eran el castigo. Lloré en esa mujer sin haber visto
todavía, lloré el silencio, no entendí. Luego percibiría los olores de las fieras,
la huida hacia la selva , podía yo y mi pueblo comprender a dichas fieras
alimentarse con mi cuerpo, podía entender el sacrificio a los dioses
conocidos, pero no esa barbarie que me hacia huir junto a mi pueblo, en
medio de la tormenta, en medio del aullido de las fieras.
-Perdonen, tendría que haberle entregado todo a la policía al llegar al
aeropuerto, miren lo que provoqué, corrieron peligro sus vidas por una
estupidez mía-
-En verdad, tienes toda la razón. Dijo Michel mientras sonreía a duras penas
de sus dolores. Angélica mientras tanto hablaba con el médico, al rato la
policía nos interrogaría y ni dudé esta vez en contarles todo lo acontecido,
con lujo de detalles, desde que Marie se sentó al lado mío en aquel avión.
Me dijeron que antes de salir de Italia sería citado a volver a declarar, que
quedaba a cargo y responsabilidad de mis amigos, que cualquier traslado a
otro país, aun dentro de Europa, lo debería anunciar y solicitar el permiso,
etc. etc.
-Bueno, ustedes me invitaron- los tres soltamos a reírnos a carcajadas
liberándonos de toda la tensión de lo ocurrido.
A la tarde, Angélica insistió que igualmente vaya a recorrer algo de la
ciudad. Era mucha la culpa por los sucesos. Me hubiera quedado
acompañándolos muy a gusto, sino hubiera pensado que tal vez ellos
necesitaban alejarse un poco de mí y de todos los problemas que les había
ocacionado. Me dieron un itinerario con todas las precisiones para poder
movilizarme por la ciudad, determinados puntos que a ellos les parecía
interesantes y a los que podía concurrir sin necesidad de “sus” cuidados.
13-
Marie
De chica, le gustaba pensar que era una princesa. Hija de uno de los
choferes del presidente de turno, tuvo la posibilidad de conocer los varios
rostros de la verdad. Jugaba con los hijos de los ministros, pero también lo
hacía con sus vecinos del barrio pobre, aunque no tan pobre como el de al
lado o el otro o el de mas allá. Tal vez la historia blanca se ha vengado de
que aquel pueblo de esclavos fuera el primero en liberarse del yugo
colonial. Igual que los esclavos que siguieron a Espartaco fueron vencidos.
Allá el Imperio Romano, acá el imperialismo occidental.
Ella alguna vez pensó que la misma tierra guardaba algún maleficio. Las
creencias religiosas de su pueblo la llevaban a elaborar conjeturas de
venganza originaria desde la misma tierra donde fueron masacrados sus
pueblos originarios. En su mente de niña no comprendía esas grandes
diferencias económicas entre las castas de su pueblo, entre su país y otros,
entre su historia y la de otros. Su idioma europeo, su sangre y su piel
africanas, pero la tierra era América. Un continente conquistado por los
europeos justo en momentos de una primera revolución industrial. La
Europa que recién salía de su Edad Media y necesitaba materias primas o
el oro y plata para comprarlos. Mano de obra y consumidores para sus
productos.
Ella más tarde observó la soberbia de su clase social, y la pobreza, la
prostitución o la locura de los otros. Se alfabetizó junto a los primeros, pero
sus ojos se llenaron de rabia en la realidad de los otros. En uno de los
tantos golpes militares asesinaron a su padre. Los contactos familiares
posibilitaron el escape junto a su madre y un hermano a Francia. Allí
vivieron en su exilio. Allí fueron construyendo una ideología propia, producto
de su historia y la de su país, de la del mundo globalizado en que les tocó
vivir y también de las sensaciones que habían quedado de sus antiguos
amigos de infancia, de uno y otro lado del poder. En Europa trabajó de
diseñadora gráfica en una multinacional mientras siguió estudiando, en la
Universidad y en los libros. Lentamente pudo así construir una Marie adulta.
que con todo ese bagaje se incorporó a grupos políticos. Pero su dogma
único seguía siendo la liberación de aquel pueblo. Ella sobre todas las
cosas, seguía soñando en Haití, asi que volvió justo en aquellos momentos
en que se realizaba la segunda elección democrática de toda su historia.
Piensen en su alegría, a pesar de saber que no todo lo que reluce es oro,
que no dejaba de ser un gobierno con poca estabilidad y mucha
dependencia. Ahí retomó el contacto con su pueblo, con los recuerdos, con
el hambre de sus recuerdos y de su pueblo. Después pasaron los
acontecimientos que editaron los diarios….
Y ella supo los entretejidos de tales acontecimientos, no con la vista de un
turista o de un consumidor externo, no con referencia a tal o cual autor, sino
en la vida de tales acontecimientos. Así fue como se juntó con colegas con
sus mismas apetencias, y con ellos fue recabando información. Esa
información era en suma lo que en aquel sobre había: información de la
historia de Haití y de Marie. Nombres, acontecimientos, fotografías, una
demanda a las Naciones Unidas y a las no Unidas para aclarar esa partecita
de la historia del mundo, para tal vez llamar la atención de quienes aún
tienen la sangre en sus venas y algún pequeño lugar de poder. Esa es la
historia del sobre que involucró a nuestro personaje en situaciones que
nunca hubiera pensado. Tal vez sí soñado. Como en esa otra continuidad
onírica que lo ha llevado a otros tiempos. Tiempos y espacio relacionados a
una estatuilla que hubo quedado en un cajón en Buenos Aires.
Anexo B
¿Qué sucesos concientizaron a Marie? El golpe dado al presidente Aristide
en Haití tiene distintas visiones de acuerdo a la mirada ideológica del que la
sustente. Dejo algunas, tal vez para contextualizar los acontecimientos
ficticios de esta novela.
“Hoy dice el periódico” (Joaquín Sabina).
¿Cuál es la verdad, por lo menos cuál, cuando nuestros ojos no pueden ver
más de lo que ven? ¿Cuál es la verdad cuando en distintos medios te la
describen de distinta forma? ¿Cuál es si aún descripta con tintes
imparciales y sin contradicciones, son espacios de poder los que insertan su
propia mirada, sus propias apetencias, en el discurso de las mismas?
Versión 1: Informe de Naciones Unidas sobre la creación de MINUSTAH
(tropas de paz en Haití):
“…A principios de febrero de 2004 estalló un conflicto armado en la ciudad
de Gonaïves, que durante los días siguientes se propagó a otras ciudades.
Poco a poco, los insurrectos se hicieron con el control de gran parte de la
región septentrional del país. El 29 de febrero, habiendo determinado que la
situación en Haití constituía una amenaza para la paz y la seguridad
internacionales, el Consejo de Seguridad aprobó la resolución 1529 (2004),
autorizando el despliegue de una Fuerza Multinacional Provisional y
declarando la disposición del Consejo para establecer una fuerza de
estabilización destinada a apoyar la continuación del proceso político
pacífico y constitucional y a mantener un entorno seguro y estable.”
Versión 2 (de un cuadro del alto mando de la misma MINUSTAH Ricardo
SEITENFUS), “El sistema de prevención de litigios en el marco del sistema
onusiano (referido a la ONU) no se adapta al contexto haitiano. Haití no
constituye una amenaza internacional. No estamos en guerra civil. Haití no
es ni Irak ni Afganistán. Y sin embargo el consejo de Seguridad sin otra
alternativa, ha impuesto los Cascos azules desde 2004, desde la partida del
Presidente Aristide. Hoy en día la ONU aplica ciegamente el capítulo VII de
su carta desplegando tropas para imponer su operación de paz. No se
resuelve nada, se empeora”
Y prosigue: “Se describe incesantemente al país desde el ángulo de su
violencia. Pero sin Estado, el nivel de violencia no llega sin embargo a ser
más que una fracción de la de otros países de América Latina. Existen
elementos en esta sociedad que hubieran podido impedir que la violencia se
expanda sin medida” en cuanto al nivel socio-económico el autor destaca:
“Más del 90% del sistema educativo y de salud está en manos privadas. El
país no dispone de recursos públicos para poder hacer funcionar
mínimamente un sistema estatal. Reducir a Haiti a una operación de paz, es
ignorar los verdaderos desafíos que se le presentan al país. El problema es
socio-económico. Cuando las tasas de desempleo alcanzan al 80% es en
vano desplegar una misión de estabilización”
Versión 3 (por no agregar “otras” versiones que pueda haber):
Golpe de Estado en Haití (por Thierry Meyssan, Intelectual francés,
presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace):
“Los Estados Unidos de América y Francia se han reconciliado para
defender sus intereses imperiales en el Caribe. De una manera muy
inteligente han organizado el golpe de Estado en Haití para derrocar al
presidente Aristide, elegido democráticamente. Washington ha creado
grupos armados dirigidos por el antiguo oficial golpista Guy Philippe
después de haber dado también vida a una oposición de conveniencia
ligada y comprometida con el antiguo financiero de la dictadura Duvalier:
André Apaid. Mientras que el intelectual francés Régis Debray y Veronique
de Villepin-Albanel trataban de convencer a Jean-Bertrand Aristide para que
presente su dimisión. Definitivamente, la calle y el pueblo permanecen fieles
a Aristide, en cuanto a los «rebeldes» nunca pudieron entrar a Puerto-
Príncipe, la capital del país. Fueron las fuerzas especiales estadounidenses
que temprano en la mañana desalojaron al presidente del palacio de
gobierno.”
Anexos propios: se nombra en este último registro a un personaje muy
particular de nuestra historia latinoamericana, el francés Regis Debray. Este
intelectual fue quien siguió al "Ché" Guevara en su campaña en Bolivia
donde fallecería. Regis Debray fue capturado en ese entonces por las
fuerzas bolivianas dirigidas por la CIA estadounidense. Según las
autoridades cubanas fue Regis Debray quien delató la posición del Ché
Guevara traicionándole de esta manera. Liberado en Bolivia gracias a la
ayuda de las autoridades gubernamentales francesas, se concluyó en la
época que fue el error de un joven estudiante extranjero en busca de
aventuras. (dejo a los lectores todas las conjeturas provenientes de la
participación de este “personaje” en dos acontecimientos claves de la
historia de nuestra América Latina)
14-
En el museo no tuve inconvenientes con el idioma. Fue muy solitario mi
paseo, como si los acontecimientos vividos me hubieran estresado, pero al
mismo tiempo porque quería captar cada imagen, la arquitectura, los
rostros, el movimiento, diría hasta los olores de aquellos sitios históricos.
Pienso que cada lugar tiene un ritmo, una mezcla de tintes, formas y
sonidos. Buscaba yo la relación entre los ritmos de su idioma y los del arte
que los atravesaba. En mis tiempos de estudiante siempre se hizo hincapié
en la revolución renacentista en el Arte. Esa historia occidental, la
“evolución” entre el hombre del Medioevo hacia el del SXV, de una u otra
manera había quedado impreso en nuestros subconscientes de pueblos
conquistados y colonizados. La identificación con quién nos domina y en
este caso, el poder simbólico del conquistador. Pensaba ésto y aún así me
maravillaba con sus obras de arte, la búsqueda de la perspectiva material,
el cuasi-naturalismo de sus escenas aun cuando en su mayoría fueran
escenas religiosas, la geometría euclidiana, el análisis de “la Verdad” en la
armonía áurea de las formas. Solo entablé un pequeño diálogo con una
pareja que se encontraba de luna de miel y alguna que otra palabra con un
guía en referencia a tal o cual imagen, nada más. El observador solitario
embebiendo sus ojos y el resto de sus sentidos en lo que observaba.
Igual sentí su mirada. Parado en la esquina por la que tenía que volver,
sentí que me miraba y lo había estado haciendo desde que salí del museo.
Era un hombre cojo, sentado en el piso como en tantos lugares turísticos en
este mundo. Al mirarlo, sus ojos se clavaron más aún en los míos. Tuve que
bajar la vista. Seguí mi camino.
No tuve inconvenientes de vuelta a la casa de mis amigos. La ruta que me
habían marcado, los medios de transporte adecuados, los teléfonos
necesarios por si me perdía, hasta me habían hecho recordar a mi madre,
seguramente a todas las madres cuando te dan mil y un discursos para
hacer las primeras salidas en la adolescencia. Volví pensando en si había
alguna relación entre estos recuerdos, los de mi madre fallecida ya hace
años, con las imágenes de arte que había presenciado, con las “Madonnas”
o con los mismos sucesos de estos días y hasta con la mirada de aquel
hombre al que le faltaba una pierna. Pensé la derecha, pero solo fue un
pensamiento de esos que buscamos para no detenernos en los otros, para
seguir el camino nomás.
15- Pablo.
Los amigos lo estaban esperando con una sorpresa. Antes que nada habría
que decir que Michel estaba mucho mejor de la golpiza de la noche anterior,
pero aparte de esperarlo lo hicieron junto a 3 de sus amigos, una pareja de
un francés llamado Charles y una alemana llamada Anna, y una italiana
amiga de Angélica de nombre Beatrice. Esa noche fue la necesaria
distensión para todos, Charles era chef y preparó una cena de aquellas que
llevan al nivel de arte a la necesidad primaria de la comida. Era el vuelo de
Anna el que tendía las redes hacia las conversaciones que iban y venían
desde Borges hasta Sartre, desde las proporciones áureas renacentistas
hacia una concepción unicista en el arte precolombino, mientras mis amigos
sonreían y Beatrice hablaba lo justo para destrabar las madejas en las que
a veces se convertía la conversación, Sus grandes ojos oscuros, su cabello
de leves ondulaciones, la libertad de su ropa, daba en ella un carácter
sesentista, algo así como una Joan Baez que me traducía al español ciertos
diálogos, a la manera de que la cantante estadounidense lo hacía con los
temas de Violeta Parra.
De fondo, Piazzola y después algo de jazz y de alguna banda italiana que
en un momento había sido “under”. En los acordes más clásicos del músico
argentino, a nuestro personaje le obligaron a bailar tango, pero su
aceptación solo fue a causa más por los vinos que por su cuasi nula
condición de bailarín. Payaseó unos pasos con Beatrice y solo desde ahí
empezó a mirarla con esa atención que luego, broma va, miradas que se
cerraban entre ellos, hizo que la acompañara a su casa y que se quedara
en ella.
Si nuestro personaje pudiera poner en palabras sus sentimientos desde que
aquel avión salió del aeropuerto de Buenos Aires. Si cualquier persona
pudiera ordenar la relación espacio-tiempo de acontecimientos cuando todo
lo que pasa es tan visceral que las neuronas no llegan a proporcionar la
totalidad de datos, esa sensación de que los tiempos no corren de forma
armónica con los sucesos, esa sensación que tal vez había surgido desde el
momento de conocer a Marie en el avión, o solo un día antes cuando
guardó la estatuilla precolombina en el escritorio de su oficina. Si pudiera
detenerse realmente a entender la lógica de relaciones, de causas y efectos
si los hubiera, pero no. Marie, los militares en Río, la aventura de ver la
Roma antigua y moderna, el abrazo de sus amigos, las armas en su cabeza
y en la de ellos para llevarse aquel sobre, y ahora, ahí junto a esta mujer
hermosa devorándose mutuamente con la sigilosa armonía de no ser
adolecentes, esta mujer que recién le acababan de presentar, con la que la
energía fue recorriendo cada centímetro de su piel, la suya y la de ella en
ese milagro llamado pasión, en esa necesidad de devolver a los cuerpos, a
la piel, a todos los sentidos, ese equilibrio de tiempos y espacios que le
habían quitado en esas jornadas.
-Mi hijo- dijo sobresaltado al despertar. Ella se rió mientras le traía el
desayuno a la cama. Tal vez la suavidad de ella al despertarlo hizo que él
recordara cuando le llevaba el desayuno a Gabriel de más pequeño.
-Disculpa, me acordé de mi hijo. -Muy bien, dijo ella, eso está bien. -Es que
el otro día había quedado en comunicarme y después pasó lo del robo …
-Bien, tomemos el desayuno y después intentás ver de comunicarte.
Del desayuno pasaron a las caricias y de allí a que solo más tarde pudiera
ver en internet que el pobre le había dejado otro mail. Las culpas del padre
cuando las necesidades del hombre. En el texto, volvió a decirle que
encontraron otra estatuilla con iguales características de la que había
guardado en el escritorio y que estaban realizando análisis para ver si eran
de la misma procedencia. Además, que en la comunicación que habían
tenido con el museo de Londres parecía que allá también tenían otras muy
semejantes procedentes de la isla llamada “La Española” al llegar Colón y
que luego bautizaran como Santo Domingo, que esperaba que la estuviera
pasando muy bien y que esa fuera la causa de que no se hubiera
comunicado. –Ah, y una Post Data: -te quiero mucho, aunque seas un poco
adolescente, jaja….
La respuesta intentó describir los hechos sucedidos, pero calmando las
palabras para que su hijo no se asustara, para que supiera que él se
encontraba muy bien, igual que sus amigos y esta nueva amiga que le
habían presentado y que tal vez era la causa de lo que su hijo mencionara
como “un poco adolescente”…Igual se quedó con culpas por no haber
estado en comunicación cuando habían dicho, pero también por todas esas
faltas que la condición simple de padres y no de dioses encarna en las
personas. A la noche lo buscaría en el chat y sino directamente lo llamaría.
Igual los pensamientos se le fueron cruzando con ese nuevo hallazgo en
Buenos Aires. La posibilidad de que la estatuilla perteneciera a una cultura
precolombina de Santo Domingo, pueblos totalmente exterminados en la
conquista y en la primer etapa de explotación económica capitalista, que a
tal punto tuvieron que renovar todo aquel plantel de trabajadores indígenas
esclavos por negros que iban llegando en tandas para hacer de aquellas
ciudades coloniales de las más ricas de América, proveyendo ¾ partes del
azúcar de toda la Europa renacentista.
16-
De eso hablaron luego con Beatrice. Lógicamente también del Dante, de
Leonardo y de la revolución copernicana. De cómo las travesías de Colon
llevaron a un joven de buena familia llamado Nicolás Copérnico a buscar
una prebenda eclesiástica para poder tener los tiempos necesarios de
esbozar algunas ideas. Ideas que habían quedado olvidadas por más de mil
años, guardadas con llave por la Iglesia, de que la Tierra no era el centro
del Universo. De cómo pareciera que hay hilos invisibles que sostienen
relaciones de causa y efecto y el ejemplo era el encuentro entre ellos, allí
luego de que ciertos acontecimientos no muy gratos hubieran pasado.
Luego, la conversación pasó por los lugares que les gustaría conocer en
este viaje de iniciación suyo a la cultura europea. Lógicamente le dijo que
eran muchos, que tal vez Venecia, Milán, el sur, la Sicilia de dónde
procedían sus antepasados, el mar Mediterráneo que unía al mundo
antiguo, pero que también le gustaría ver algún mural de Piero Della
Francesca, tal vez el inaugurador de la visión renacentista. Piero, olvidado
por las genialidades de Leonardo o de Miguel Ángel, pero que había de
alguna manera dado el puntapié inicial a lo que aquellos gigantes
humanistas realizaron. A ella le gustó la idea. No había visto nunca sus
murales salvo en reproducciones, así que quedaron que al día siguiente
irían en su búsqueda.
A la tarde siguieron visitando estupendos escenarios de la cultura
renacentista como del arte moderno italiano. Antes avisaron a sus amigos
por si querían acompañarlos pero ellos les pidieron que los perdonaran, que
Michel ya estaba bien pero que tenían que ir a hacer unos trámites, que a la
noche quedaban en encontrarse en un sitio que le tenían preparado y que
aprovechara de la hermosa compañía que le habían presentado. Y así fue,
pero antes de ir a cenar, él quería intentar ver si podía comunicarse con
Gabriel, su hijo. Pasaron por la casa y mientras Beatrice le preparó un té de
frutillas, volvió a no encontrarlo para chatear, aún cuando le habían llegado
nuevos mails suyos y del Museo. Primero abrió el de su hijo, que con cariño
le decía que se cuidara, que por suerte no había pasado nada grave y que
ahora había que disfrutar y que por lo que contaba, se encontraba en
excelente compañía, a lo que ella que estaba observando el texto sonrió. El
otro mail venía del Museo, le daban más datos de los que le había
sintetizado su hijo, sobre las similitudes entre las estatuillas, entre ellas y en
relación a unas del Museo de Londres, sobre una segura antigüedad de
entre 500 y 600 años y que los londinenses todavía no las habían
enmarcado en ninguna cultura, pero que eran pocos los vestigios
relacionados que se habían encontrado en inmediaciones de su
procedencia, que ellos poseían en sus anaqueles cinco estatuillas más de
estilo similar, bastante naturalistas. Dos de ancianos en estado de plegaria,
una de un niño sosteniendo algo que podría ser una lanza, y otras que
podrían estar relacionadas también, de un barco con estilizaciones que
parecían ojos, y de un personaje que tal vez podría ser de un conquistador
tanto por las vestimentas extrañas como por la presencia de un casco o
gorro también con inscripción de un ojo.
A la noche volvió a soñar. Era él, pero también aquel otro que sin una de
sus piernas había escapado por la selva, junto a su mujer y sus hijos, por
medio de la madre naturaleza que ahora lo protegía pero no podía saber por
cuanto tiempo. Esos dioses llegados del mar querían su sangre.
Seguramente serían vertidos ríos de sangre para saciar su poder. Ya
habían asesinado a los ancianos y él pudo escapar ante la borrachera de
sus carceleros y la violación de las mujeres del pueblo vecino. Estaban
ahora huyendo. Se arrastraba ayudado por su hijo mayor. Su mujer llevaba
al menor en brazos. Todo el pueblo se entrelazaba como podía en los
verdes de esa selva madre que les proporcionara vida y muerte, para
confundirse en ella y renacer entre sus arbustos, sus lianas, sus animales. A
la noche descansaron. Ya se habían separado en grupos de acuerdo al
rumbo tomado y a la velocidad de sus pies en la marcha. Los que habían
llegado con ellos a esa pequeña guarida en la piedra, refugio de sus
antepasados, decidieron descansar. Los hombres montarían guardia,
mientras las mujeres y los pequeños intentarían dormir. Como no entraban
en su totalidad, algunos buscaron refugio entre las frondosas plantas de
alrededor. Su mujer decidió quedarse curándole la herida, mientras el
pequeño iba a ser cuidado por su hermana dentro de la cueva. Esa herida
estaba grave a pesar de las hojas apropiadas que secaron la sangre del
primer momento. Era mucha la sangre perdida, mucho el desgaste de la
huida bajo la lluvia sobre y dentro del barro. La debilidad que sentía era casi
de un agonizante. Ella lavó la suciedad, buscó nuevas hojas cicatrizantes,
realizó las oraciones necesarias junto a masajes que calmaron en parte el
dolor del hombre amado. La miró, a pesar del dolor que lo atravesaba la
miró, la admiró, la sintió acariciándole, curándole. La atrajo y ella, muy
delicadamente pero al mismo tiempo con todo el fuego que la angustia
misma aumentaba dentro de sus cuerpos, fue rozando su pelvis contra la
suya, abriéndose lentamente al ardor de fiebre que había en él, haciéndole
olvidar del dolor de la herida, pero también de la angustia de la huida, en
este mundo donde vida y muerte se estaban comenzando a parecer, al que
solo esos hechizos de sus cuerpos podían aliviar del final anunciado. En
ese momento volvió a sentir sus piernas.
17- (donde se describe al personaje principal de este relato)
De Pablo ya se fue contando algo en el transcurso de los capítulos
anteriores. Nació en una Buenos Aires en la que los golpes militares iban
acrecentando el sentimiento hacia un general que también había surgido de
esos golpes militares, donde las paredes solían resguardar un prohibido “La
vida por Perón” y la esperanza, esa solitaria hermana de la clase obrera,
juntaba en el ideario popular a Eva con el Che Guevara. De pequeño vio
como su padre abrazaba también esa esperanza, y así lo vio asistir a un
multitudinario encuentro peronista en la cancha de Atlanta adonde el “tío”
Cámpora se subió al alambrado para abrazar a los compañeros
descamisados. Como años después lo haría el Diego, por otras causas,
todos mitos de ese alter ego argentino de las clases populares.
En esa Buenos Aires en la que la radio a transistores iba dejando de lado a
la de lámpara, en que la TV a colores era solo un sueño, en la que los
ferrocarriles aún surcaban su territorio y el mundo estaba dividido en dos
por un muro allá en Berlín, en el centro de la Europa. En uno de los cien
barrios porteños, al Oeste, casi en la frontera de clases que siempre fue y
es la General Paz, que divide la Capital con sus suburbios. En esa ciudad
de inmigrantes, donde el abuelo italiano había construido su casita tipo
chorizo con cocina al fondo y baño afuera por los principios del siglo XX. Allí
creció. Como su padre, él se fue haciendo peronista. Peronista de Evita,
definición totalmente cabal para esa época de esperanzas en la vuelta de
Perón, definición que distinguía por lo menos de Clase con el resto de los
peronistas y que para el general eran casi todos. Ese casi todos que se fue
desmembrando con su vuelta. Y después, la dictadura de un nuevo golpe
militar, que a más de desaparecer a miles, de exiliar a otros tantos, trajo la
desolación de la esperanza. Ese no-sentido de la vida que se llevó a su
“viejo” en el `79 producto de un ataque cardíaco, seguramente luego de una
gran depresión por no contarle a sus hijos lo que tal vez sabía, lo que
seguramente no sabía en su verdadera dimensión.
Por otro lado, su madre, de aquellas amas de casa encargadas de todos
los pormenores del hogar, desde la escuela a la comida, desde el tejido
hasta el afecto. Y además, en épocas de carestía que las crisis siempre
traían, vendedora de chucherías o artículos de catálogo para ayudar al
viejo. Y un hermano mayor, con el que poco a poco fue perdiendo relación y
del que solo sabía y cada tanto alguna noticia de parte de sus sobrinas. Y
un resto de familia muy pequeño, alguna prima, algún tío vagabundo, muy
poco al ser él el menor de todos los primos. De muchos recordaba
solamente esas reuniones familiares de fin de año o navidad, donde las
madrugadas los encontraba jugando al truco medio borrachines, pero eso
era ya un recuerdo muy lejano, la niñez que había quedado solo en la
memoria.
Después fue haciendo amigos, por el lado de las escuelas o de la vida, de
los trabajos o de la casualidad. Así fue como un día conoció a Estela
cuando casi terminaba la carrera de Bellas Artes. Un casamiento por
embarazo y nació Gabriel, su único hijo, que fue criado con mucho amor
hasta que ella falleció. Allí la vida de Pablo comenzó a ser difícil, se alejó de
los amigos y del resto de su familia. Solo fue creciendo su relación con
Gabriel, casi de amistad más que de padre a hijo. Amistad que aún los une
en estos momentos en que Pablo se animó a irse tan lejos, tal vez en busca
de situaciones nuevas, seguramente no tan extrañas como las que le fueron
ocurriendo.
Por otro lado, siempre le quedó como interrogante una bisabuela materna
de la que un tío suyo aseguraba que era oriunda de estas tierras y de la que
algún rasgo se le había ido heredando. Por lo que pudo averiguar en algún
tiempo, descendiente de mapuches, pero de eso como de muchas cosas de
sus antepasados no estaba seguro.
18-
Ya la noche con los amigos había pasado. El lugar adonde se reunieron
tenía algo del San Telmo porteño, pero con la exageración italiana. Fotos
viejas de ese lugar y de la Sicilia de la que provenía el dueño, mucha
madera, mucho ladrillo con historia que armonizaba con los vinos, las
sonrisas amigables, la piel todavía ardiendo entre los amantes nuevos de la
noche anterior, ardor que seguiría luego antes de introducirse en aquella
otra vida a la que ya se estaba acostumbrando a hacer suya, tan real como
ésta, continuidad del sueño donde se renovaban las angustias y alegrías
transformadas, como el vuelo sexual en que se había sumergido con
Beatrice pero que lo perseguiría luego junto a su mujer onírica, la que él
también ya iba reconociendo, llevando al espacio diurno y que de algún
lugar de sus recuerdos provenía y no sabía. Como tener dos amantes, pero
también eran dos vidas de la cual una sabia de la otra solo un pequeño
lapso del tiempo al despertar.
2º parte
19- Mural de Piero della Francesca en Arezzo, cerca de su ciudad natal
Dormidos los soldados, dormidos los hombres casi en conjunción con el
paisaje de cuyo fondo brotan erguidos los árboles, como de aquellos brota
erguido y atenta su mirada hacia nosotros, casi como un soldado más,
bandera en mano, tan hombre como aquellos, mostrando sus heridas pero
despierto a nuestra contemplación, el Cristo resucitado.
A un lado y otro los árboles sin hojas, el suelo agotado del invierno, y hacia
el otro la vida brotando nuevamente de sus copas. Hacia allí su pierna
levantada, el punto rojo de la mano en aquel vértice del triángulo que
forman los soldados. Las líneas entre sí como en un diálogo geométrico
donde se clava su mirada, los ojos ciegos de los hombres, de uno al otro y
así hacia los ojos del que nos mira, del único vidente en esta ceremonia.
Ese rostro ya es humano, aun cuando ya fue muerto sus sombras asemejan
a las de sus carceleros.
Esta obra es de 1465. Si la comparamos con “el Bautismo”, otra de sus
obras, 15 años antes, un claroscuro más cercano a las técnicas del
medioevo a pesar del uso de la perspectiva. ¿Qué situaciones ocurrieron en
medio de ese tiempo? ¿Qué hechos marcaron a Piero para transformar su
imagen?. Fueron 15 años de creación continua pero bajo los cánones de
una Iglesia Todopoderosa. La lógica evolucionista diría que el propio
aprendizaje, pero no lo hay sin necesidad de cambio. ¿Qué hechos
indujeron al Piero ya artista renombrado para tener esa necesidad de tal
cambio? La geometría en ”el Bautismo” está dada por un cuadrado, símbolo
de Tierra y de lo estático. En lo alto, un semicírculo avanza como signo del
cielo eterno. En cambio, en “la Resurrección” las figuras básicas son
triángulos, la religión consumada y el vértice en punta hacia ese cielo que
ya no es círculo pero que será concavidad en la arquitectura renacentista.
En el suelo la humanidad, los soldados ciegos, la musculatura que marca el
horizonte al arte que vendrá y en medio de todo ese detalle de elementos,
en medio de los soldados, surge el interrogante, la visible contradicción en
la continuidad de una de las piernas. Imposible que Piero no haya advertido
esa falta, tanto detalle desde lo geométrico y su simbología, y a ese soldado
le falta una pierna. Una pierna que quizás y poco tiempo después, haya sido
despojada de los pueblos en otras tierras, porque acá, en esta América, se
acercaban los años de las conquistas, de las ceremonias de explotación y
muerte con que Europa abordaría los inicios de un sistema tan cruel y ciego
como el de la Roma imperial, ante nuevos cristos.
20-
El viaje a Arezzo fue inolvidable, era sentirse parte de ese territorio. Ya no la
Roma o esas ciudades acostumbradas al turismo diario. El trayecto lo
hicieron en el auto de Beatrice. Ella le iba contando. Mezclaba anécdotas de
su vida con la historia y geografía italianas. Pararon en medio de un pueblo
de aquellos que todavía guardan lo popular europeo, con esas callecitas
angostas y en desnivel, con adoquines, con abuelos de miradas repletas de
silencios guardados en su pasado. Sintió la Italia real. Pasaron por regiones
fabriles, similar a cualquier barrio industrial de cualquier lugar del mundo.
Intercambiaban experiencias de otros viajes y cada tanto jugaban a ser
adolescentes inexpertos e inocentes de las realidades. El mural fue el atrio
adonde llegaron en su peregrinación. El altar adonde juraron su amistad por
siempre y el amor al arte y a la verdad, tal vez caras de lo mismo, arte y
verdad como estrategias y objetivo, teoría y acción sin dogma alguno que
los banalice.
Volvieron muy cansados del viaje. Luego llamaron a sus amigos para
contarles la aventura y cenaron unas empanadas bien criollas que preparó
Pablo especialmente. Luego, por fin logró conectarse con su hijo. Se
pusieron a chatear observando sus caras virtuales, la similitud de sus caras
en esas imágenes entrecortadas que despedía la pantalla. El chico habló de
sus cosas. Había vuelto a ver a uno de aquellos compañeros de la primaria
y eso le había puesto muy contento, habló también de sus problemas de
pareja y le preguntó por su nueva compañera. -Bien, le contestó Pablo, no
queriendo demostrar por algún tonto prejuicio paternal, la “onda” hermosa
que sentían con Beatrice, pero sí le contó sobre la jornada y otras
situaciones anecdóticas que hicieron que entienda lo que iba sintiendo
sintiendo. La charla, en verdad la digitación sobre el teclado, duro bastante.
Necesitaba saber de su hijo, necesitaba contarle de sí y seguramente lo
mismo sucedía del otro lado del Océano, en la cabeza y en los sentimientos
de aquella personita que había crecido más de lo que él hubiera imaginado.
Al terminar el diálogo, se dirigió al dormitorio donde estaba Beatrice, ahora
dormida, envuelta entre sábanas y vaya a saber qué sueños propios o no,
relacionados con ese día, con este argentino que le habían presentado y al
que los unía un especial compañerismo y su gusto por el arte y la amistad.
Ella lógicamente no venía de la nada, su historia había sido similar a la
suya, pero en otro contexto. Había estudiado idiomas y artes, realizado una
muestra de sus esculturas, algunas de las cuales todavía decoraban su
departamento. Había estado casada y perdido un hijo, lo que la marcaría en
su posterior relación con su marido y en otras futuras parejas que no
llegaron a nada, que no hicieron historia. Mientras, había viajado bastante
haciendo uso de sus estudios de inglés y español, aprendiendo luego
francés y algo de japonés, donde vivió unos años junto a una de sus
parejas. Era feliz. Se la notaba viva, pero en sus ojos y seguramente en la
profundidad de sus sueños recorría un duende de melancolía. Él se lo había
notado y eso a ella la hacía más cercana, como ese tango que los porteños
tienen guardado aunque renieguen de él.
Por la noche, volvió al sueño. Continuaron los hechos en la noche de la
selva, junto a su mujer, esos rasgos que no eran los de Beatrice pero que
algo había de ellos, esa melancolía, ese sabor a conocerla desde otra vida,
sus cuerpos entrelazados después de hacer el amor, a pesar del peligro de
la selva y del peligro nuevo de los conquistadores. Al amanecer partirían
junto a sus hijos y al grupo con el que habían recalado. Los otros grupos
habrían también descansado en alguna otra parte más adelante, ya que por
su pierna y por la condición de algunos otros, ancianos, enfermos o
criaturas y sus familias, habían quedado rezagados en la huida. Su pierna
era ya un obstáculo. Llevaba recuerdos de su adolescencia corriendo tras la
presa para volver junto a su padre, quien le había enseñado sobre el arte
del barro y las transformaciones del fuego, esas mismas enseñanzas que
ahora le propiciaba a sus hijos, aprendizaje sobre el silencio de las manos
perpetrando la vida de su pueblo sobre sus figuras. No le habían cortado
sus manos, solo las piernas. Aún podría hacer sus ofrecimientos y pedidos,
sus agradecimientos y comuniones hacia los dioses de la Tierra.
En ese momento Beatrice lo despertó. Todavía entre sueños la acercó a su
pecho, pero al mismo tiempo sintió un vacío que le venía desde abajo de su
cuerpo. Tocó sus piernas, las sintió. Le contó luego a Beatrice el sueño, su
continuidad, sobre el otro yo onírico al que le falta una pierna. Ella sonrió, tal
vez fue el recuerdo diurno del mural de Piero: -Recuerdas ese soldado al
que también le faltaba, al que la perspectiva nos dejó en la duda sobre la
continuidad de sus extremidades. -Tienes razón, pero también está la
estatuilla esa que te conté, a esa estatuilla también le falta una pierna, como
si fuera un símbolo y estoy casi completamente seguro de que fue
proyectada así por el artista, esa mutilación no fue producto de haberse roto
sino que fue construida así como demandando aquella falta. –Tal vez,…
seguramente se te juntaron esas dos imágenes, dijo ella.
21-
Una morena te anduvo buscando- le dijeron sus amigos. Lógicamente la
mano de Beatrice se soltó de su cintura, los amigos al verlo se rieron de la
situación, -no, no estoy celosa, dijo ella. -Ey, no te preocupes que nadie me
está buscando, igual sos libre-, la mirada de los 4 se entremezcló y todos
soltaron una carcajada tal que el instinto de Beatrice al soltarse o el de
Pablo al defenderse quedaron como boberías adolescentes. –¿Les dijo
quién era? -No, solo que buscaba a un argentino, le preguntamos de dónde
te conocía, por lo del sobre, tal vez fuera a quién conociste en el avión, pero
nos dijo que no te había conocido en ningún avión y se fue. -En verdad,
después de todo lo que nos pasó te cuento que teníamos miedo, pero
seguro fue alguien equivocado. -Es más -agregó Michel-, luego leé la nota
del periódico, parece que nuestro gobierno democrático sacó una ley por la
cual se considera delincuente a los inmigrantes ilegales, hasta nos
quedamos pensando que posiblemente esté relacionado con ésto,
buscando a alguien que la refugiara o le diera una oportunidad de trabajo. El
diálogo quedó allí, a continuación Pablo y Beatrice les contaron del viaje al
norte buscando los murales de Piero Della Francesca, y de ese personaje
en el mural al que la perspectiva le había mutilado la pierna. Beatrice les
contó algo también de los sueños extraños que lo estremecían, aparte de
agregar de que la despertaba con ronquidos aunque con un golpecito podía
seguir en sus sueños locos.
El periódico al que se referían no era precisamente italiano. Ellos se
mantenían informados de la realidad latinoamericana desde que habían
viajado a nuestro continente, y cada tanto les daba por comprar diarios o de
Argentina o de algún otro país.
La nota decía lo siguiente:
“8/8/2009 - La nueva y polémica Ley de Seguridad entró ayer en vigencia.
Desde ayer, en Italia un extranjero indocumentado es un delincuente.
Entró en vigor la nueva Ley de Seguridad aprobada el mes pasado por el
Parlamento, que establece normas muy restrictivas para las cinco millones
de inmigrantes, la mayoría regulares. Ya se produjeron los primeros
arrestos –dos norafricanos en San Remo y otros dos en Pescara- y fueron
presentadas las primeras de las muchas denuncias que están preparando.
La mayor parte están siendo tramitadas en las prósperas regiones
septentrionales, donde crece un clima de hostilidad, racismo y xenofobia
contra los inmigrantes, sobre todo si tienen la piel oscura y provienen de
países pobres…”, y en otra parte “ Preocupan las nuevas medidas
antiinmigrantes en Italia, más aún porque la flamante ley –repudiada por la
centroizquierda y el Vaticano, tiene un fuerte consenso social entre los
italianos. En un contexto de crisis económica global, donde el PBI de Italia
se ha contraído dramáticamente – un 6% en lo que va del año-, aumentan el
egoísmo social y los pedidos de mano dura contra quienes son acusados de
quitar el empleo a los italianos. Ayer mismo, el estado policíaco llevó a una
chica marroquí a suicidarse por temor a ser expulsada. Lamentablemente,
el drama recién comienza…”
- No todos los italianos somos iguales- le susurró Michel al verlo leer la nota.
–Sí, ya sé que ustedes no son fascistas y que estas crueldades ocurren acá
y allá también. Sabes que mucha gente en Argentina mira mal a bolivianos
o peruanos por los mismos motivos que dice acá.
-Por eso te digo que tal vez la morena que te vino a buscar puede estar
relacionada con esta noticia, pobres no saben adónde ir y no nos dejó que
le preguntemos mucho, tal vez dudó de unos italianos cuando es éste país
el que los discrimina.
-OK, la realidad es que les sigo trayendo problemas…
-No, jaja, no te vuelvas paranoico. A pesar de todo, estamos disfrutando
mucho tu estadía en nuestro país,…y por lo que parece, no somos solo
nosotros, también Beatrice parece conforme.
-Hablan de mí? - se acercó ella con cara de interrogación.
La culpa siempre existía. El cuerpo y la sonrisa de Beatrice, la amistad, la
admiración de las obras de arte, el estar en la Europa de dónde provenía la
mayor parte de sus antepasados, realmente sentía eso que se llama
felicidad. Así se lo hizo sentir a su hijo en los mails y hasta en las cartas que
también le fue enviando, necesidad de la sensibilidad que tiene la palabra
escrita con la propia mano. Aún cuando por internet hasta podían verse las
caras, él necesitó escribir sus cartas. En ellas dejaba salir también esa
culpa sobre todos los acontecimientos extraños que hubieron ocurrido y de
los cuales sus amigos eran partícipes sin quererlo. Las cartas iban dirigidas
a su hijo, pero a su vez eran la necesaria oportunidad de diálogo con sí
mismo.
22-
El diálogo surgió inconsciente en una de esas conversaciones sobre
Latinoamérica. Michel le preguntó: -¿Si averiguamos algo en la embajada
de Haití?
Uno podía dudar en relación a los acontecimientos que siguieron a su
detención. ¿Si los papeles hubieran tenido urgencias políticas y la misma
embajada estuviera implicada en todo ello? Al haberse dado los hechos de
tal manera, el secuestro del sobre, toda aquella situación, ya no tenían nada
que temer. La otra posibilidad era intentar ir directamente a la dirección que
él recordaba, a esa dirección adonde tendría que haber llevado los papeles.
Pero por un lado no estaba tan seguro ni de la calle ni del número y por otro
allí sí podrían volver a estar de vuelta implicados en acontecimientos que
querían dejar como recuerdo. En suma, quedaron en ayudarlo a hacer las
dos pesquisas. Al día siguiente antes de volver a visitar otra ciudad de esas
que la historia del Arte mantenía en un siempre presente, irían con Beatrice
a la embajada. Y el fin de semana, último fin de semana de las vacaciones,
irían los cuatro a las posibles direcciones que Pablo mantenía en su cabeza.
23-
Tuvieron que esperar bastante rato hasta que los atendiera la secretaria del
embajador. Les dijo con mucha amabilidad que no tenía noticias de aquellos
hechos, que intentaría averiguar, que estaba muy bien que se hayan
acercado a preguntar, sobre todo por lo ocurrido en el avión, era una
ciudadana haitiana a la que le había sucedido tal acontecimiento, así que
por uno u otro motivo alguien tendría que saber de ello. Ella le notificaría
sobre lo que pudieran averiguar, pero recién sucedería a la semana
siguiente, así que Pablo quiso dejar la dirección de Buenos Aires y un mail,
ya que tenía que volver y no quería dejar la dirección de sus amigos para no
implicarlos en algo que ya les había traído bastantes complicaciones.
Luego, siguieron paseando.
Visitaron museos y también los museos que uno ve desde la calle misma,
las estructuras que alojaron a aquellos creadores del Renacimiento: a un
Leonardo, a un Miguel Ángel, a un Bruneleschi o a un Piero Della
Francesca. Ya se había quedado sorprendido el día anterior con su visita al
convento donde uno de sus murales, quizás uno de los más representativos
de ese corte cognitivo entre Edad Media y Renacimiento. Había pensado
que tal vez esa disposición de las piernas en uno de los soldados podría
provenir de algún arreglo posterior al muro, a ese muro olvidado por los
siglos a la humedad y a las guerras. Sentía alivio de pensar en una nueva
conciencia general con respecto a las obras de arte. Soñaba de que esas
nuevas guerras nunca ocurrieran, pero sabía del instinto humano por el
poder. Volvió a recordar la estatuilla, sus sueños repetidos, la historia del
nuevo mundo, Haití y su compañera de viaje, esa porción de isla donde
también se encontrarían vestigios artísticos de culturas desdeñadas por la
historia europeizante, esa tierra que no siempre fue pobre ni mucho menos.
Todo lo contrario. Aquella Haití, siendo colonia francesa proporcionaba más
ingresos que todas sus demás colonias juntas. Allí florecían las artes y la
ciudad de Cap Français era conocida como el París del Nuevo Mundo. Haití,
cuya dominación española había sido tan desastrosa y cruenta que
despobló el país casi por completo y los franceses lo repoblaron con
esclavos negros; hasta que en 1789 las ideas de libertad, igualdad y
fraternidad estallaron en la metrópoli y esos esclavos tuvieron la ocurrencia
de creerse que eso iba también con ellos. Haití, el único país que no pasó a
ser dirigido por los colonos europeos cuando se independizó tal como
ocurrió en el resto de América. Aquella nación a la que la revolucionaria
Francia no reconoció su independencia y le exigió altísimas
compensaciones; o la liberal Estados Unidos combatió desde un principio y
decretó sucesivos bloqueos y embargos, hasta que en 1915 la invadió.
Aquella Haití que más luego, quedaría en manos de dictaduras sangrientas
y miserables como la de los Douvalier durante la que murieron asesinadas
centenares de miles de personas.
24-
Encontró ese informe buscando encontrarse en el chat con su hijo. El autor
describía la actualidad de ese país del cual era la estatuilla en Buenos
Aires, del cual eran Marie y su amigo obligados a bajarse en el aeropuerto
de Rio de Janeiro cuando nuestro personaje se iba de vacaciones a
encontrar las riquezas del Renacimiento en Europa, la misma Europa que
conquistó esta América, cuyos primeros pasos dejaron huellas de sangre en
las Antillas, tal vez las huellas que aquella efigie en su escritorio guardaba
en la amputación de una de sus piernas.
Transcribo esa nota que Pablo encontró, casi sin buscar, como si tal
necesidad de búsqueda que siempre lo devoró, esa necesidad de artista,
tuviera que resurgir en aquellas vacaciones junto a sus amigos italianos. El
lector puede omitir su lectura, solo agrega datos estadísticos de un Haití
anterior a los sucesos que aquí cuento, el texto era de 2006, el año de su
bicentenario como país independiente (¿?), datos no ficcionales como esta
novela, pero claro que subjetivos como cualquier otro texto, aún cuando
duelan ciertos números que sí son reales:
“¿Alguien puede extrañarse entonces de que las lluvias, por suaves que
fueran, se conviertan en una auténtica masacre? Para colmo, el Fondo
Monetario Internacional impuso recortes en los gastos sociales y la deuda
externa (a veces para pagar créditos que ni siquiera llegaron a Haití) es
económicamente extenuante. Sólo para hacer frente a los intereses se
dedica el doble que lo que se gasta en sanidad. Como siempre que ocurren
estas cosas, la tendencia general es a pensar que se trata de una desgracia
natural más que cae sobre territorios o naciones que por su intrínseca
miseria y pobreza están siempre condenados al sufrimiento y a la
necesidad. Esto es cierto en el caso de Haití pero sólo desde un cierto
punto de vista. Es verdad que hoy día Haití es el país más pobre del
hemisferio norte. De sus ocho y pico millones de habitantes se calcula
que unos 3,8 no disponen de ingresos suficientes para sobrevivir y
que 2,4 están en situación de insuficiencia alimentaria crónica. El 50%
está desempleado y un 52% en situación de pobreza. Los que trabajan no
están en mejores condiciones. En la capital, Puerto Príncipe, el 92% de los
empleos son informales; en el conjunto del país un 60%. Las imágenes que
vemos del país son las de un territorio miserable, sin riqueza alguna, lleno
de suciedad y hambre…
…En Haití ha habido 42 presidentes y de ellos 29 han sido asesinados y
sólo 2 han sido elegidos legítimamente. Como dice Eduardo Galeano, a
Haití, los marines siempre regresan, como la gripe. Con los marines
llegaron además las políticas neoliberales. Ya con Douvalier se obligó a
que desaparecieran las defensas comerciales y eso permitió que
Estados Unidos colocara allí sus excedentes agrícolas. Era lo que
buscaban. Cuando era colonia, Haití producía mucho para
proporcionarle ingresos a la metrópoli, ahora importa el 70% de los
alimentos que consume. Ha pasado de ser productor y gran exportador a
convertirse en el cuarto importador mundial de arroz, sobre todo procedente
de Estados Unidos. Eso es lo que provocó que la población que trabajaba
en el campo, un 70% del total, se arruinara casi por completo. Las
empresas norteamericanas utilizan su mano de obra baratísima en
industrias de embalaje y de poco valor añadido, en las llamadas
maquilas, que son verdaderos antros de explotación y muerte. Según
un informe del National Labor Comitte de Estados Unidos, más de la mitad
de las plantas maquiladoras están contratadas por firmas como Sears, Wal-
Mart o Disney que pagan menos de la mitad de lo estipulado, exigen
jornadas semanales de hasta 70 horas y contratan habitualmente a niños.
No respetan el medio ambiente y los ecosistemas están destrozados.
Aunque el nombre de Haití significa tierra de montañas hoy día sólo le
queda un 3% de su antigua superficie forestal. Mientras tanto, y según el
ex embajador en La Dominicana, desde Haití sale un 40% de la cocaína
que se consume en Estados Unidos, en operaciones procedentes casi
siempre de Colombia y de las que los servicios secretos deben tener buen
conocimiento. El Washington Post llegó a publicar el nombre de los militares
y matones implicados en el tráfico. Quien quiera entender lo que ocurre
en Haití debe analizar, pues, la naturaleza y vinculaciones de los
circuitos internacionales del crimen y la droga. Y los poderes que hay
detrás de todo ello. Es materialmente imposible resumir en unas líneas la
historia de infamias, saqueos, crímenes y desgracias que jalonan la historia
de este hermoso país, de la perla que encandiló a Colón y que ahora sufre
de nuevo.
Aquellos esclavos creyeron que el sueño de la libertad estaba escrito
también para los negros y sus amos blancos no se lo perdonaron
nunca. Crearon un infierno donde se matan entre ellos y en donde,
además, los destroza una lluvia que en lugar de apagarlas aviva las llamas.”
(“Haití”, Juan Torres López)
Capítulo 3
25- Ella sueña en Santiago y su sueño no pertenece a ella. Sabe taciturna
que el camino vuelve a las alturas adonde antepasados que no son suyos
realizaban un pasaje más allá de lo que es real.
Sus huellas quedaron marcadas tanto en el rewe como a uno y otro lado de
la cordillera trascendental. Pero el pasaje no era solamente el camino a uno
y otro lado, llevando el ganado, buscando cultivos, tomando el agua del río
Diamante para alcanzar la cima.
Ella supo tener 7 hijos. Supo bajar a defender al presidente. Supo ver morir
a su hombre.
Crió sola a sus hijos. Uno ha muerto de hambre. Los demás lograron ser
libres. En estos años, en esta vuelta a esta pequeña democracia, ella
sueña. De ellos solo tres pudieron estudiar. No es cosa de pobres poder
estudiar en Chile. No lo fue salvo en aquel espacio de tiempo en la historia
del hombre, antes de tanta muerte. Hernán es tal hijo, tal hermano, tal
compañero. Hubo silencios necesarios en su rápido crecimiento. Hoy ya
tiene un bello hijo que lo acompaña de aquí para allá. Luis y Paula se
quedaron al otro lado. Paula es socióloga en los suburbios de buenos Aires.
Luis no pudo ejercer sus estudios, ese algo que le sigue doliendo, ese algo
que muere antes de comenzar a nacer. Otros dos viven en los alrededores
de Santiago. Tal vez cerca de donde la silueta de su padre es presente.
Pero los sueños de ella no vuelven por aquellas pesadillas que pasó a poco
del golpe del 73. Ellos viajan solos a uno y otro lado del espejo que en esta
parte del mundo se llama cordillera. El hijo que no he contado se exilió
cuando supo que no podía crecer sin su palabra, primero en México y luego
en España, allá en Europa.
Sus sueños viajan en el camino trashumante de una realidad sin tiempos.
Van quedando huellas a ambos lados de ese puente llamado cordillera.
Ahora las llaman arte rupestre. Sus símbolos son secretos de la madre
tierra, pero en aquellos años eran el sentido del camino. La trashumancia
que les daba el nuevo nacimiento en cada estación del año. La siembra a
un lado y la cosecha hacia el otro, cada año nuevamente en ese camino a
las alturas sostenido por su gente. Allí ella es una Machi, una traductora del
lenguaje de los dioses. Allí ella lleva a su gente y también sueña. En las
espirales del conocimiento, sueña con un ser negro allá en Africa, futuro
padre de esclavos acá en América, que sueña ser un maestro carpintero de
la Europa renaciente, que a su vez sueña en un Moai que antes de ser
piedra sueña con sus ojos orientales ser testigo del poder de un emperador.
Y así, en líneas sucesivas, en sueños aterradores por presentes, siniestros
por ser la puerta a otros tiempos y lugares, cada uno sueña con sí mismo en
un “otro”. Atraviezan en cadena cada guerra de conquista o de la vida, ven
pasar y sienten cada acto de la naturaleza, son el gran felino y el insecto
más insignificante, el eslabón perdido, la síntesis dialéctica de cada alegría
y de cada miseria de la historia de la humanidad.
26-
Lógicamente para el fin de semana no había llegado ninguna respuesta de
la embajada. Por lo tanto, fueron a visitar a sus amigos y desde allí en auto
hacia el pueblo cercano a Roma adonde creía Pablo que era la dirección a
la que hubiera debido llevar aquel sobre. Llegaron a eso del mediodía, de la
calle estaba casi seguro lo que dudaba era de su numeración así que
tuvieron que ir recorriendo varias cuadras. No encontraron nada, ni en las
direcciones que creía recordar ni en el resto del trayecto. En un momento se
detuvo, detuvo a sus acompañantes que seguían hablando de arte, de la
situación política mundial, de Perón y su semejanza o no con Mussolini, y
hasta de futbol, mezclados los temas con algún intento de cantar a coro
algún tema de Violeta Parra. Se detuvo y observó una de las casas,
cerradas sus ventanas y puerta pero ésta como si hubiera sido forzada en
algún momento y ahora solo mantenía sus secretos por el lazo de unas
cadenas y un candado.
-No- dijo Michel sospechando sus intenciones. El resto sonrió por la
situación, pero luego de algún pequeño debate, creyeron volver a sus
juegos de niños, sea en Italia como en Argentina, a aventurarse en aquellas
casas abandonadas de sus respectivos barrios y tuvieron que aceptar la
oferta que se les proponía. Las mujeres se quedarían en la puerta. Los
hombres intentarían entrar y ver el interior de aquella casa. El candado era
lo suficientemente fuerte para detener la entrada por la puerta, pero
pudieron hacer palanca sobre una de las ventanas hasta que se levantó. El
vidrio por dentro no fue inconveniente ya que estaba roto. Pablo entró
primero, muy lentamente. Michel al entrar les dijo a las mujeres que
vigilaran bien la llegada de algún vecino, si no era sospechoso que hicieran
un pequeño golpe, pero que si era la policía golpearan tres veces para
poder esconderse y ellas siguieran caminando hacia la esquina donde
habían estacionado el auto.
Adentro la atmósfera estaba densa. Un revoltijo de sillas, libros, papeles
narraban un acontecimiento de violencia en su interior. No había sangre,
después harían tal observación tranquilizando los miedos de sus
compañeras. No sabían qué buscar. Recorrieron los cuartos, se detuvieron
en alguna foto y en algunos papeles que aseguraron que ese era el lugar.
Tomaron algunas fotografías con la cámara que llevaba en sus recorridos
turísticos. Levantaron algunos papeles y fotos, y salieron, sigilosamente
como habían entrado. Afuera sintieron la transpiración producto del temor
lógico. Volvieron los cuatro al auto, casi sin decir palabras. Allí contaron lo
visto a Beatrice y Angélica, y decidieron alejarse del lugar. No había dudas
de que había habido algún forcejeo allí dentro, tal vez los mismos que
denunciaron a Marie, tal vez se habían llevado a quienes estaban
esperando allí la llegada de los papeles que le había entregado ella en el
avión, tal vez habían huido antes y la policía o quien fuera habría intentado
encontrar algún objeto mas tarde, ¿para qué?, ¿por qué?...
La duda era todo lo que quedaba de la aventura, nuevos interrogantes que
tal vez nunca serian respondidos. Las fotos y los papeles se los llevaría a
Buenos Aires, para no implicar aun más a sus amigos. En sus cabezas no
surgía nada que pudiera aclararles la situación, pero tal vez leyendo los
escritos, o encontrando los nombres a quienes correspondían los retratos
algo se podría entender…
27-
El autor se atreve a hacer intervenir en la novela un escrito de Nikka Scalper, ya que
eran estos días en que en ella se abrieron sueños que son parte de nuestra historia,
esas partecitas que a veces suelen tener forma de pesadillas...
“Domingo, 10 de julio de 2011.
El corazón de la ciudad se abrió como una granada y su sabor ácido,
rasposo y dulce nos guió bajo la noche amarilla.
Gente, montones de gente en murmullo ensordecedor y masticación
implacable, cubiertos pelados sin mantel, meseros sin minué y una masa
dorada bajo el astro mayor que porta la corona de los frutos de la tierra
(vemos como lo universal nos atraviesa, coordenadas multidimensionales
tensadas para que explote lo indecible).
Atravesamos entonces el umbral de la cordialidad cobarde y entramos en el
terreno del te digo lo que pienso. Me enojo, me hiervo, me aplaco (hacés tus
movimientos surfer sobre el oleaje de mi furia), expongo mi odio milenario
ante las prácticas sectarias y entendés entonces lo criterioso que es
llamarme ácrata de rioba.
Decidimos navegar otras aguas, en busca de la intensidad keniata o
colombiana que invite al día. Pero no. Lo que se proclama keniata tiene el
aguado gusto de las multinacionales, mientras noto con incomodidad que
los hombres me miran las orejas y probablemente el peinado diesel punk.
Vos, desparramado en un sillón, no te dejás llevar por pequeñeces y
contemplás de frente cómo se entrelazan nuestros claroscuros sobre la
mesita ratona del bar.
Sin obvia intención hacemos la lista larga de las razones que a pesar del
tiempo nos convocan. Cómo, a diferente distancia y en dispar relación con
los aspectos pétreos de la existencia, tiene sentido habernos cruzado y de
allí en más seguir tejidos en forma imposible de explicar por convenciones.
Vos, con tu avidez predictiva que calme el pánico ante lo desconocido.
Yo, con mi puño alzado que procura rajarle a las condenas de este mundo.
Que no son las cosas que ya sabemos que pasarán (la muerte, ponele),
sino la promesa obtusa de que si somos de tal o cual manera seremos
recompensados.
Me llamás rebelde cuando desarmo pieza a pieza los mecanismos de tu
creencia. Que son básicamente los mismos que los de la mía, nada más
que mi creencia se alimenta de esa pasión por tener la última palabra
jodedora e inconcluyente, entre burlona y cejialzada.
Me llamo al silencio cuando reconozco que es eso, y nada más que eso, lo
que queda por decir.
Reiniciamos la marcha por calles a punto de ver el día.
La despedida es rápida porque se me va el colectivo.
Vos te quedás mirando desde la vereda y hago payasadas a través de la
ventana del bondi. Te doblás de risa.
Y sí. En camino a territorios conurbanos, se abre ante nosotros el umbral
de lo entrañable.”
28-
Hablaba yo de los sueños que nos unen. Pablo sueña ser otro en aquellos
finales del siglo XV. En Santiago, ella sueña trascender en el curso de los
Andes. Tantos sueñan y tantos otros viven pesadillas en esta Latinoamérica
que fue y seguirá siendo Utopía. Las aguas del Diamante se acercan a la
cordillera. Unen y digo unen y no unieron, a los pueblos a ambos lados de la
montaña, los acercan. A ambos lados hay muestras del pasaje. De aquellos
sueños que vuelven en los sueños de Liliana, acá en un hoy a la distancia.
En aquella época, las tribus trashumantes sentían ese pasaje al otro lado
de la cordillera de manera mágica. El arte rupestre del Valle del Encanto allá
en Chile, o en las pinturas en la pequeña cueva en San Rafael, Mendoza,
del lado argentino, guardan símbolos en códigos extraviados, mutilados por
la conquista en aquellos siglos. La Gestalt escaliforme a ambos lados de las
alturas, esas formas en la piedra, auguraron el pasaje. Liliana sueña a aquel
chamán llevando al pueblo en busca de alimento, material y espiritual. Allí
los dioses colaborarían como hasta hoy, o mirarían hacia otro lado como
cuando en el 73 un estadio de futbol se convirtió en espacio de torturas y de
muerte. Allá. Hoy. El autor quiso señalar que la historia de Pablo, desde
Buenos Aires a Roma, o la de Marie desde Puerto Principe a no sabemos
donde y adivinamos ya por qué, no es historia aislada. Surge desde el
nacimiento del Ser, allá, hoy, en cualquier parte de esta Madre Tierra. Los
símbolos a veces se encarnaron sobre la roca, en aleros o en petrogligos de
la piedra, pero otras veces fueron racionalmente traducidos a lágrimas de
los pueblos. “Ni una menos”, “Nunca más”, “Ayoz… somos todos”, son tan
solo frases de un espacio histórico que se irá. Frases como aquellos
símbolos rupestres de los originarios de esta América. Marie atraviesa todos
esos espacios simbólicos al ser desaparecida luego de que Pablo se haya
comunicado con ella en ese avión. Marie es también la historia de un
bibliotecario que en otro espacio recuerda aquellos hechos, su propia
historia, las miles de posibilidades de su historia en otros años terribles de
las naciones del sur de américa. U otro, o alguien, o quizás enterrado en
una isla, muerto en una isla que sentía como suya, luchando por eso que
inventamos y llamamos la frontera.
Liliana sueña a una mujer muy negra en el camino al otro lado. La sueña de
otra época de la que es el sueño. La sueña en andas de otras mujeres, la
Machi delante de ellas, cantando en idioma extraño. Llegar al otro lado del
misterio, cruzar las cauces de ese río. Llegar a la pequeña cueva que hará
de símbolo también de la montaña. Escribir en la roca, con colores
apisonados en esos huecos circulares, la aparición de tal mujer oscura de
otros tiempos. Entender así las espirales de un futuro donde aquella dejará
de ser Marie, en aquel avión, para seguir aquí, cinco siglos antes, la
necesaria historia de los pueblos. Liliana sueña a la Machi que a su vez
sueña a Marie. Y tal vez Marie sueñe en esos sueños, a tantas otras
mujeres y hombres, uno a una, en esta secuencia interminable de lucha de
los pueblos.
Anexo C:
Pinturas Rupestres de Tinajas (zona de San Rafael, en Mendoza)
Cercano a la zona del Cañón del río Atuel, en unos cerros bajos y con una planicie por
adelante, aparecen estas pinturas atribuídas al pueblo huarpe. Externamente es una
roca blanca a la que la erosión le ha dejado rastros escalonados, como una especie de
anfiteatro del cielo abierto. En esta superficie de roca existen diversos pocitos,
seguramente ejecutados con algún propósito material y espiritual sincrónicamente,
llamados Tacitas . No se han encontrado enterratorios, por lo que se considera a la zona
un lugar de reunión y de rituales (no hay estudios avanzados para su determinación).
Las pinturas se encuentran en un fondo de roca de coloración en grises, que le hace de
fondo visual a las mismas. Están a la entrada de una pequeña cueva, seguramente
modificada por los movimientos sísmicos zonales.
Las formas son en su totalidad abstractas, ejecutadas en negro y blanco. En cuanto a
las formas se trata de triángulos opuestos unidos en su vértice, en su mayoría seriados,
en general rellenos con pintura, aunque a veces solamente contorneados y hasta con
líneas que los cortan por la mediana y otros que asemejan felinos por las prolongaciones
lineales que poseen. También hay rectas zigzagueantes, a veces en serie de paralelas, y
rectas escalonadas, a veces en forma bastante regular formando especies de árboles, y
otras bastantes irregulares; serie de puntos (en blanco) y círculos ( uno muy particular
pintado en blanco y rodeado con un anillo) con emanaciones de pequeñas líneas en sus
contornos.
Con respecto a la forma de pirámide escalonada asociada a una línea con forma de
árbol podríamos estar en la representación del rewe , símbolo de la tierra y escalones de
conocimiento, adonde hace su ritual la Machi, con la Araucaria como surgente posible
del mismo, árbol sagrado, alimento material y espiritual de los pehuenches y araucanos.
Por otro lado, del otro lado de la fronter, se encuentra Valle del Encanto , cercana a la
ciudad de Ovalle, en territorio chileno, y se trata de una quebrada testigo de antiguas
culturas. Se la toma como parador de los pueblos de la zona argentina o de la cordillera
chilena, que se trasladaban con sus animales hasta el mar, por lo que la relación con los
pueblos transcordilleranos también en cuanto a las formas simbólicas podría ser posible.
Los valles de El Encanto y también de El Sol realmente son lugares “ocultos”. Ambos
sitios tienen en común que limitan por un lado con llanuras extensas y por el otro lado
por colinas eminentes. Las colinas sur de El Encanto constituyen la única elevación en
los alrededores del sitio, lo que las hace punto de referencia pudiendo haber servido
como un punto de orientación para los viajeros además de ofrecer resguardo contra los
vientos más fríos del sur.
Ahora bien, ¿es posible una vinculación entre estos dos yacimientos transcordilleranos,
por un lado Tinajas en Mendoza, y por el otro Valle del Encanto, a pesar de las
distancias? Seguramente es posible, se trataba de pueblos nómades que iban buscando
su alimento, aunque lo más probable es que dicho vínculo no existió en forma directa
sino a través de intermediarios. No es casualidad la recreación de similares figuras
de“máscaras” a ambos lados de la cordillera y en lugares intermedios (por ejemplo, más
al norte en la provincia de San Juan).
Si discurrimos entonces, al respecto de estas imágenes, por un lado escalonamientos,
rectas zigzagueantes, laberintos, símbolos de la tierra y escalones de conocimiento,
figura de triángulos opuestos, máscaras y seres con rayos y posiblemente danzando,
cúpulas, y por otro lado la posible comunicación de estos pueblos, sino el mismo pueblo
haciendo un camino por Los Andes en busca de alimento, y deteniéndose en paisajes
similares, cercanos a ríos, con claves de colinas cercanas que puedan hacer de puntos
de referencia. Podríamos sacar ciertas explicaciones a los signos en la piedra. La figura
de triángulos opuestos por el vértice podría representar tal pasaje iniciático donde el
centro de reunión de los triángulos podría ser el árbol, la montaña, el río, la puerta
simbólica a otro estado de conciencia. Ese pasaje iniciático estaría relacionado con el
camino de este pueblo a un lado y otro de la cordillera.
Y En nuestra historia, tal vez, en tal pasaje, en tal ritual pudiera aquel pueblo
encontrarse con Marie, que de tal manera ocupó los sueños de Liliana en un Chile luego
de más de quinientos cortos años.
Detalle de pintura rupestre del pueblo huarpe. Mendoza
Sueña allá en la cima
Que es un sueño/ un simple sueño/ nada más simple que un sueño.
Vuela con alas de sueño.
Habla con labios de sueño.
El camino trasciende a la montaña/
Esos símbolos son la sangre en la roca,
Lo serán sobre cada una de las fronteras futuras/
En sus Muros.
Ya no calla. Son solo silencio junto al grito de la madre Tierra
Y del pueblo que serán los pueblos.
Habla con labios de sueño.
29- "Negvgelay tañi wiraf kawej". No está inquieto el caballo al galopar
Sueña allá en la cima que es un sueño/ un simple sueño/ nada más simple
que un sueño.
Sueña ella tan acá que es allá, ya no el uno presente, sino aquel Nosotros
que fue. Se sueña pero no es ella. Dije la Machi, pero tal vez no. Tal vez la
Machi era un Nosotros, y entonces sueña un Nosotros y ese Nosotros
atraviesa el espacio trascendente, la cordillera, su Gestalt sin tiempo ni
espacio, la atraviesa físicamente y también en símbolos sobre la roca, acá y
allá de lo que luego serán Argentina y Chile. Y ese Nosotros lleva en sus
manos a un ser extraño encontrado en su camino, una mujer negra como la
noche, una mujer bella como la noche, La encontró la Machi en la
profundidad de sus sueños y la trajo consigo al camino este. La lleva el
pueblo de un lado al otro, ya en sus manos, ya más luego andando en ellos,
naciendo nuevamente.
Es el sueño de Liliana.
Acá en esta cordillera volverá a nacer quién nació después, de ese origen
universal que es Africa, de una pequeña isla llamada La Española allá en el
Caribe. La machi sueña y todo ese Nosotros que es también ella sueña ese
nacimiento nuevo de Marie, en el pasaje trascendente de los símbolos y de
la necesaria búsqueda de alimento.
Marie está tan viva.
Sabe que es ella en otro tiempo desconocido.
Siente la realidad de ese Nosotros llamado pueblo en consonancia con la
Madre Tierra, tan como lo que alguna vez sintió que estaba en sus orígenes
africanos. Antes de ser esclavos. Antes de ser independientes. Antes de
volver a ser esclavos. Antes de exiliarse en Francia y volver a Haití y ser
detenida en aquel vuelo. Marie de noche es tan clara como la luna. Marie no
tiene color.
En ese paso de un lado a otro de la cordillera, los pueblos ancestrales
sentían el “gran pasaje” entre vida y muerte. Los signos eran mapas de esa
trayectoria. Algunos quedaban en el camino, la madre tierra los llamaba a
nacer con ella. Cada tanto alguno volvía, como Marie, desde el mismo u
otro tiempo. Así llegaron al Oeste de la montaña, al paraje donde las lluvias
habrían hecho crecer su alimento. A la estación desde donde volverían a
partir, en ciclos sucesivos, como la vida. Allí el pueblo descansaría. Haría
periódicamente las prerrogativas y cosecharía para volver a sembrar más
luego. No era un descanso estático, sino pleno de la alegría del trabajo
comunitario. No el trabajo que tendrá Liliana o Amanda o Violeta, más de
cinco siglos después para alimentar a sus cabritos, al quedar sin él, que
recordaba, tal cual aquella canción que recordaba donde trabajaba Manuel,
que por otros sueños como tantos otros quedó allí tendido. Que quizás será
en nuevos sueños, en cualquier lugar del mundo.
30- "Sueños"
En el año 711 los musulmanes ocupan casi toda España. Pero a partir del
triunfo de Covadonga, en el año 722, se iniciará un lento pero persistente
avance hacia el sur surgiendo los reinos de Asturias, Leon, Navarra,
Portugal, Castilla y Aragón. En 1469, la alianza estratégica y matrimonial de
Isabel de Castilla y Fernando de Aragón logra unificar la mayor parte de la
península. Los "reyes católicos" incorporaron Navarra y recién en 1492,
cuando la toma de Granada último bastión musulmán, se pone fin a la
reconquista. Ese año de 1492, los reyes católicos decretaron la expulsión
de España de judíos y moros. Solo meses después, será Cristobal Colón
quien se aventurará a los mares e iniciará el imperio colonial de España en
América.
Pero vayamos unos años antes. Isabel, Fernando y sus cortes clericales y
aristocráticas, impusieron algo llamado “La Inquisición”, algo así como un
tribunal destinado a perseguir a los no católicos y lograr, por la fuerza, la
unidad religiosa.
En esos sueños que enlazaron a Pablo con el chamán-artesano, o a Liliana
con aquella Machi que dirigiera el camino del pueblo andino o a dicho
pueblo con Marie, también Xtzé fue en 1530, Aldonça de Vargas, delatada
en las islas Canarias por la Inquisición en España, por haber sonreído
cuando se mencionó a la Virgen María en su presencia.
Y Claudio, tío de un amigo del hijo de Pablo, desaparecido por la triple A en
1975, en la Argentina previa a la dictadura militar, fue aquella otra mujer de
origen judío aunque conversa ante la expulsión de judíos y moros de la
península, que pocos años luego a 1492 fue acusada de seguir practicando
su antigua religión por no comer carne de cerdo y cambiarse de ropa los
sábados. Aunque ella desconociera completamente la acusación y lo que
hubieran afirmado los testigos de cargo. Esa era la forma de actuar de la
Inquisición: que el reo confesara sin que se le dijera de qué se le acusaba.
Así fue que se ordenó ponerla en “el potro” y ella preguntó: «Señores, ¿por
qué no me dicen lo que tengo que decir? Señor, pónganme en el suelo, ¿no
he dicho ya que hice todo eso?». Le pidieron [los inquisidores] que lo dijera.
Y ella respondió: «No recuerdo, quítenme de aquí. Hice lo que los testigos
han dicho». Le pidieron que explicara con detalle qué es lo que habían
dicho los testigos. Y ella replicó: «Señor, como ya le he dicho, no lo sé
seguro. Ya he dicho que hice todo lo que los testigos dicen. Señores,
suéltenme, por favor, porque no lo recuerdo». Le pidieron que lo dijera. Y
ella respondió: «Señores, esto no me va a ayudar a decir lo que hice y ya he
admitido todo lo que he hecho y que me ha traído a este sufrimiento. Señor,
usted sabe la verdad. Señores, por amor de Dios, tengan piedad de mí. ¡Oh,
señor! Quite estas cosas de mis brazos, señor, suélteme, me están
matando». Fue atada en el potro con las cuerdas, y amonestada a que
dijera la verdad, se ordenó que fueran apretados los garrotes. Ella dijo:
«Señor, ¿no ve que estas personas me están matando? Lo hice, por amor
de Dios, dejen que me vaya».
La lucha del sueño Sahaurí es soñada por un trabajador en Marruecos. La
del pueblo palestino por un obrero judío al otro lado del muro. A ambos
lados de la frontera entre Alemania Occidental y Oriental, en 1974, soñaban
un sueño compartido dos mujeres. Aquel combatiente de la república
española, cuando no estaba desvelado, soñaba ser un alemán de la 1º gran
guerra. El aprendiz de aquel gremio en el Medioevo soñaba con un Cristo
en su cruz, mientras tal vez aquel Cristo real, no el del mito, soñaría
seguramente estar en otro lado y no en esa cruz. Tal vez ser un pescador
ona en la Tierra del Fuego, o un esclavo tan negro como Marie en aquellos
barcos que los traían a estas partes de América.
En 1492, en plena dinastía Ming, cuando China llegó a contar con noventa
millones de habitantes, un escriba soñó ser una serpiente emplumada del
imperio azteca. Mientras en Japón, ocurría la guerra Ōnin. Los Templos, los
Santuarios, y las mansiones de los nobles de la Corte, entre otros, fueron
quemados por este motivo. El 21 de octubre de 1500, el emperador Go-
Tsuchimikado murió. Su sucesor, Go-Kashiwabara careció de los fondos
para pagar la ceremonia fúnebre, y el cuerpo del difunto emperador fue
puesto entonces en una despensa del palacio por más de un mes. Cuentan
que en ese mes, el emperador soñó ser un gusano.
31-
Buscaba entre los pasajeros algunas similitudes a aquellos con los que
había venido de Buenos Aires, a quien no encontraría es a Marie, ni a ella ni
a su acompañante. Abajo habían quedado los amigos, los días vividos, el
juego a ser detectives que los había llevado tal vez a recuerdos de niñez, el
festejo y despedida el sábado a la noche en ese bar con músicos de jazz y
alcohol, las caricias de Beatrice, las de él en ella, el silencio que gritaba
volverse a ver luego allá, acá o en algún lugar del mundo, de este mundo
donde se había consumado su amor, no el amor de adolescentes pero si el
Amor con todas las letras donde se junta cariño y necesidad, sexo y
pensamiento. El domingo había sido de recorrida por los alrededores, de
comida en casa, de recuerdos antes de que pasen a serlo, de obsequios
simples como una mirada, una sonrisa y libros de arte, de Piero para él y de
arte precolombino para ellos, de una caja que debía abrir solo al llegar a
Buenos Aires para él y de un anillo para ella, para que le recuerde, para que
lo espere tal vez.
Tuvo ganas de abrir el regalo en el avión, pero había prometido hacerlo al
llegar a destino. Vio cierta similitud entre aquella caja que no podía abrir con
el sobre que le había entregado aquella otra mujer en el viaje de ida. Las
nubes daban cierta rima visual sobre el horizonte. Cerró los ojos acariciando
los recuerdos dulces de estos días. Volvió al sueño.
Ahora él era el hijo de aquel pueblo, el hijo de aquel hombre que tenía en
sus manos la creación pero que no pudo detener la destrucción de su
pueblo. Ahora él era uno de los hijos de aquel hombre y aquella mujer que
habían huido con ellos y con su pueblo del hombre blanco. Pudieron
esconderse junto a otros en aquella jungla hermana, en aquella madre tierra
que tan bien trabajaba con sus manos aquel hombre que era su padre, que
le enseñó a él, como primogénito, la magia que había en sus manos, en su
fe, en el barro y en el fuego. Los dioses de la Naturaleza procedían con el
resto, solo la Fe en sus manos y en la Madre Tierra, la técnica provenía de
ellos pero era necesario aprender. Su padre murió después. Su madre
consiguió huir junto a los hijos otro tiempo gracias a quienes enfrentaron
con sus cuerpos al dios blanco. Ese dios necesitaba esclavos y tierras.
Poco tiempo después también cayó él. De su madre y de su hermano no
supo más nada. Era el heredero de la magia de su padre, cayó esclavo del
dios blanco y como artesano de enseres lo fue para la reina que tras los
mares deseaba la riqueza de esta otra tierra.
Se soñó después creador de nuevas estatuillas que enterró muy profundo
cerca del cauce de aquel río y de aquellas flores que entendió como
mensaje. Esas formas representaban a su pueblo, a sus seres que en ellas
tendrían paz y alimento estén donde estén en vida o en muerte. Entre ellas
también creó con el barro la estatuilla del padre, el último recuerdo sin una
de sus piernas, sufriendo pero amando a aquella tierra y a la magia que los
dioses habían puesto en él, una estatuilla que a su vez regeneraba el
cosmos en sus manos, barro transformando al propio barro en vida. Así la
enterró en aquel lugar junto a las otras, junto a sus seres para que alguna
vez ayudaran a reconstruir aquel cosmos perdido, esclavizado en ese
tiempo. Tal vez alguien la encontraría, alguien sintiera aquel soplo
transferido a la arcilla, la magia de sus manos y de las manos de sus
antepasados, la cosmovisión aún viva por las manos del trabajador,
consciente del recuerdo de aquella libertad perdida, de la imagen de su
padre mutilado luchando por la libertad y por su pueblo.
Capítulo 4
32-
Es difícil escapar al mandato. Por ello, él volvió a sentir la libertad de morir
en un levantamiento de esclavos indígenas. Por eso, esos levantamientos
nunca fueron escritos por la pluma de los europeos, o lo fueron
tergiversados para pasar a la cuenta del olvido, pero quedaron en la Tierra,
en esta Tierra, en los levantamientos futuros de los esclavos africanos y en
tal vez también en aquella estatuilla, hora en algún lugar del sur del
continente luego de pasar por manos extrañas, manos tan blancas como las
de aquellos invasores. Esa arcilla en un escritorio en Buenos Aires tal vez
guarda secretos de aquellos recuerdos de libertad, significaciones
intraducibles, tan solo y tanto como símbolos y por eso no hubo otra manera
de llegar más que en sueños a cierta significación de su mensaje. Quizás
también en relación de causalidad casi mágica, artística, con los sucesos
ocurridos, con ese sobre que había quedado como un símbolo de las
necesidades de Marie y de su pueblo.
33-
En los sueños las imágenes se van transformando. La historia de aquel
pueblo se convirtió en el recuerdo de las caricias de Beatrice y ella misma
se convirtió en recuerdos de Marie.
Los sueños tejen ideas y los pensamientos entran en búsqueda de otras
posibilidades que la mente consciente ha perdido. Así Pablo fue
entreabriendo los ojos, retomando el hilo univoco de la realidad, volviendo a
cerrar las posibilidades de otras puertas que comunican a los tiempos, los
espacios, las posibilidades infinitas de caminos a tomar en cada cruce de
senderos y tantas veces las miradas se transforman en otros cruces
ininteligibles pero eternos, como el recuerdo de la mirada de aquella mujer
en el viaje de ida, al entregarle aquel sobre, la otra parte de su viaje.
La voz de Marie. Pablo se despertó y creyó escuchar su voz. Miró por el
pasillo, recorrió a cada uno de los otros pasajeros, vio que la azafata
hablaba con una morena, ese acento tan parecido al de ella o lo que
recordaba de ella. Mezcló el sueño desde el que navegaba su inconsciente
con la imagen de la realidad, se levantó casi dormido y se dirigió hacia allí
La azafata lo vió venir y le preguntó si necesitaba algo. -No, me pareció tal
vez que conocía esa voz, perdón, ¿Usted es de Haití?- mirando ahora hacia
la mujer, -Si, soy de allá, ¿nos conocemos?, -No, sentí en su voz el
recuerdo de otra mujer, discúlpeme, estaba yo dormido y se me mezclaron
las voces del inconsciente y le escuché hablando y…. -No hay problema,
vamos con mi marido a Río (él que me saluda amigablemente) -Perdón…, -
No, no hay nada que perdonar- me dice y agrega -Por su tono de voz, tal
vez Usted vaya a Buenos Aires -Sí, claro. -Pues nosotros andaremos por
ahí luego, -Bien, espero que tengan un muy lindo viaje. -Sí, igualmente -me
dice ella mientras su marido hace un gesto de aprobación.
Volvió a su asiento. Es extraño como algunos hechos, voces, imágenes se
nos quedan grabadas, nos vuelven en otro cruce de este camino. Nunca
creyó en el destino. A lo sumo en esa relación de causas y efectos tan
enmarañados que aparentan sucesos casuales, una continuidad de los
parques, la vuelta de aquella mirada o esa puerta que se abre justo en el
momento preciso, la sensación de estar viajando en un auto o en un
colectivo, y que se combine de una manera precisa la música que uno
escucha, el chofer, el movimiento de los personajes reales que atraviesan el
paisaje visto a través de la ventanilla. Pues en eso estaba pensando nuestro
personaje mientras volvió a su asiento. No es casualidad, pensó. Volvía a
su Buenos Aires y necesitó dibujar. Intentó recordar el rostro en aquel otro
avión, buscó descifrar en el movimiento del lápiz, en la imagen que iba
surgiendo, las respuestas inconscientes a sus preguntas, Marie, Beatrice, la
estatuilla que lo esperaba en el cajón del escritorio, su paseo por Europa, el
encuentro con sensaciones casi adolescentes junto a sus amigos europeos,
aquel sobre. Quiso buscar en su bolso de mano una pastilla de esas que
todavía llevaba desde aquellos ataques de pánico, se sentía mareado, no
podía sostenerse en tal desorden de imágenes y de ideas. Un pequeño
movimiento del avión o de él mismo en aquel estado le hizo caer el bolso.
Salió despedido el regalo de Beatrice, que había prometido abrirlo recién en
Buenos Aires, pero que en todo ese desorden mental igualmente lo tomó,
junto a la pastilla. Se sentó, empezó a abrirlo muy prolijamente como para
volver luego a cerrarlo, para llegar a Buenos Aires con la apariencia de
haber cumplido su promesa de no abrirlo.
34-
Despertó ese día. Tal vez despertó. Entre imágenes oníricas y recuerdos
entrelazados en lo imaginario, fantasías de futuros posibles, fue
despertando. Sólo.
Ya era Buenos Aires. Esa ciudad que de por sí tiene tanto de surrealista, de
contradicción, de ambigüedad en sus calles, en su gente. Esta Buenos Aires
cuya arquitectura e ideas pasaron de lo aristocrático a lo populista, del
hambre y las luchas de anarquistas y socialistas de principios del siglo XX, a
las luces del centro guardando en sus bolsas de basura algún resquicio de
comida hacia la noche, esa contradicción que es hoy junto a tintes de
democracia y hasta de progresismo.
Ya dejaba de ser noche. Era sábado y Pablo se encontraba solo en su
habitación, en el hogar pequeño donde todavía respiraba a su hijo, el
fantasma compañero de su mujer, los amigos, la cotidianeidad en sueño de
haber amado, de haber necesitado del arte para sublimar tanta soledad de
sus fantasmas, en sus recuerdos. Los nuevos recuerdos casi todavía no
habían salido de las valijas.
Este nuevo viaje fue volver a sí mismo, a la vida y a la muerte, al último
eslabón de la palabra, el que construye su significado. Fue el Renacimiento
europeo de hace 5 siglos y la contracara de la América Latina en esa
estatuilla, en los sueños que lo enviaron a ese viaje por otras tierras. Fue la
historia de los pueblos en esa negra de la que amó su mirada, que todavía
sigue envolviéndolo en preguntas, fue su pueblo Haití que en este ahora,
como si hubiera concomitancia entre los hechos, lo despierta en su cuarto.
Porque en un rato estará mirando la TV atónito de muertes en que la
naturaleza está asolando lo que ya la historia ha asolado. Un sismo de 7,2
grados alcanzó la isla desde 10000 metros de profundidad, con un epicentro
a sólo 15 km. de Puerto Príncipe. Era el 12 de enero de 2010 a las 16:53
hora del país. Luego hubo varias réplicas más. El más fuerte en la zona
desde 1770, dicen… (Los cuerpos recuperados al 25 de enero superaban
los 150.000. Los datos definitivos de los afectados fueron dados a conocer
por el primer ministro Jean-Max Bellerive en el primer aniversario del sismo,
el 12 de enero de 2011, conociéndose que en el sismo fallecieron 316.000
personas, 350.000 más quedaron heridas, y más de 1,5 millones de
personas se quedaron sin hogar).
Nadie puede comprender del todo lo que está viviendo en el momento de
vivirlo. En el aeropuerto las imágenes de otro país, de otra gente, de
muchas muertes. Inmerso en el tiempo, tientan cierta ambigüedad los
espacios, los lugares, la extrañeza misma. Volvió a ver las imágenes. Se
detuvo en todas las posibilidades del laberinto, estar allí, el sobre que lo
hubiera llevado y no devuelto a la rutina. Lo siniestro de cómo una vida
puede cambiar de acuerdo a sus circunstancias, el accidente de un hijo, la
pérdida de la visión o de la memoria, como en otros un golpe de suerte, una
lotería, la quiebra total de las esperanzas. Allí estaba. Observaba cada
pieza del rompecabezas en el que estaba inmerso con lágrimas en los ojos.
Desde que llegó a Buenos Aires, la propia vida se había transformado en
tragedia. Inentendible, irreconciliable. Un accidente en la autopista una
rueda que salta un camión transportador con bolsas de cemento que pierde
el equilibrio y se dirige al guardaraid aplastando y obstaculizando cualquier
salida. El siguiente auto que se estrella, su hijo manejando desde el
aeropuerto trayéndolo de aquel viaje, otro camión por atrás nada más no
hay recuerdos sólo la agonía sólo el sinsentido la sangre a la que no
alcanzan ni los gritos ni las lágrimas ni la pérdida de la memoria ni de nada.
35-
Cómo comenzar desde la nada, desde el silencio, desde la hoja o la pared
en blanco, desde una servilleta en un bar, desde el despertador a la
mañana 6 y 30 las pastillas contra la depresión un pequeño desayuno la
calle otras caras que también preguntan cómo comenzar aún cuando
algunas estén terminando la jornada. Encontrarse allí nuevamente. No ha
pasado tanto tiempo, pero pasó una vida, la de su hijo.
Uno no sabe cuando sale a caminar cuál es el camino a elegir ni el correcto
ni las variables que influirán en el destino o si es que alguna vez existió
camino alternativo. Sale. Camina hacia un lado, hacia el otro, vuelve sus
pasos, se queda observando un reflejo que tal vez es el reflejo de aquella
mujer, de aquel niño que fue en su soledad de niño o simplemente el reflejo
de las luces de los autos, materialidad de las luces y sus reflejos. Tal vez si
fuera adolescente se llevaría una soga al cuello para dejar de pensar en
Gabriel, para dejar de pensar, para dejar inútilmente de pensar. El mundo
se vino abajo y cada pedacito de su arquitectura de mundo se clavó en su
cuerpo. Desde allá, ella lo llamaba para ir o para venir, para acompañarlo en
su soledad, pero esta soledad se descargaba con violencia ante cualquier
caricia, ante cualquier síntoma de tibieza. Estaba muerto. Rechazaba la
vida. El reflejo de las luces del bus lo detuvo. Un segundo y en ese
segundo no se atrevió ni a eso.
En esos tiempos no hubo sueños. Se negó a la felicidad en forma de
Beatrice o de cualquier otra de esas formas que hacen a la vida. Todo era
su hijo allí. Todo, ni la lluvia constante por fuera de las ventanas ni los
nuevos legisladores ni los recuerdos de Europa o de Marie o de nada.
Mierda. Era una constante y dilatada mierda sin tiempos. Solo un espacio
repleto de mierda del que no sabía como salir. Era todo la carita de su hijo.
Lo veía sin tiempos, lo veía sin razón de ver lo que estaba viendo, era lo
más profundo de la angustia desde donde uno cree que ya no hay salida,
desde donde cree en cualquier dios o medicina o el alcohol que le esperaba
en la vuelta a su hogar o en cualquier bar cercano a ese silencio llamado
amor. Quiso volver a su trabajo. Allí adonde no pensar. Pero las caritas de
sus jóvenes compañeros también le recordaban. Quiso volver a los papeles
burocráticos en esa biblioteca del museo, a los objetos de la historia, a ese
pequeño ser de arcilla que lo había invitado a su propia historia en sueños.
Una mañana, antes de abrir el museo, llegó antes para conversar con la
estatuilla. Para hacerle las preguntas que no salían de su boca, para
esperar respuestas a sus lágrimas. El pequeño objeto estaba allí, tan como
siempre, tan con esa falta de su pierna, tan con ese otro ser en una de sus
manos. Estuvo a punto de tirarlo al suelo, de revolearlo contra la pared para
violentar alguna respuesta que saliera de ese pedazo de barro hecho forma
humana. No lo hizo.
36-
Se sentó en el bar de Córdoba y Uruguay -¿qué le sirvo?, disculpe señor
¿qué le sirvo? El mundo se llenó de silencios, pasó un tiempo o no, la moza
volvió a insistir -¿se siente bien, señor?, -sí perdón un café con leche con
dos medialunas, sí más café, gracias. En la TV del bar una nueva noticia de
Haití, podría ser otro sitio, otro pueblo, pero era Haití, una noticia sin sentido
ni importancia mechada entre otras realidades más vendibles. Pero era ese
lugar que se había abierto en interrogantes, la única pregunta que en ese
día no tenía respuestas. Las otras respuestas lo habrían dado por muerto.
-Hola, ¿cómo estás?, la voz dulce desde Italia, ¿quieres que vaya?,
¿quieres que te haga compañía?, no puedes estar sólo en este momento. –
Quiero estarlo, gracias, nada tiene sentido, perdóname. El gato de Gabriel
se le acercaba, lo miraba, ronroneaba también la tristeza. Siguió hablando,
no recordó lo que Beatrice le decía. Después pintó, pintó como nunca había
pintado, sobre un lienzo que allí aguardaba, con sus lágrimas, con sangre,
con algún óleo que había quedado, pintó como con un cuchillo sobre la tela,
un autoretrato de sí, de su tristeza fue lo que pintó, lo que destrozó con ese
cuchillo. Durmió. Soñó con nada y con todo. Soñó ser nuevamente aquel
artista que formó al ídolo de barro. Soñó nuevamente cada sueño en que
había sido llevado por la mirada de ese hombre, quinientos años antes en
algún lugar de Centroamérica. Siguió soñando en los barcos, en la Europa
que atravesó su mirada, en el artista renacentista pintando a ese ser
también sin piernas. Un otro Piero della Francesca también quinientos años
antes, pero en el continente adonde llegaron los conquistadores, el
desenterramiento de la cruz para ser trasladada a América. Cruz de sangre
a cambio de todas las riquezas de estas tierras vírgenes, del oro y la plata,
de sus vidas y sus vientres, de sus culturas a cambio de ser el brote del
naciente capitalismo europeo. Odió. Soñó también con la piel de otro
continente. Soñó con Marie, con lo que nunca conoció de ella. La soñó
naciendo un hijo muerto. Aquel avión. La posibilidad de un avión que lo lleve
a otro espacio, a un espacio donde quedaron interrogantes, donde se
abrieron mil puertas. Tal vez, la posibilidad de volver a abrirlas, el ensueño
de poder volver a abrirlas y encontrarse nuevamente con su hijo.
Anexo D: El terremoto
Párrafos extraidos de un informe de enviados especiales españoles a Haití
coordinado por María Sande (responsable de comunicación de la ONGD
Solidaridad Internacional), ante críticas de cierta opinión pública sobre las
informaciones y notas del terremoto del 12 de enero
“…Es cierto que, tras el terremoto del 12 de enero, Haití ha pasado de ser prácticamente
un desconocido a saltar a las portadas de todos los medios internacionales. La agenda
informativa viene marcada por la actualidad, y la mayoría de los “conflictos olvidados”
que tienen lugar en el mundo sólo saltan a ella cuando ocurre algún fenómeno que los
recrudece. Para un
periodista, aún conociendo en ocasiones la dimensión y el contexto de muchos de estos
conflictos o situaciones de crisis permanentes, resulta muy difícil salirse de esa agenda.
Numerosos compañeros de profesión realizan a diario esa batalla para “vender” estos
temas en sus redacciones.
Lo cierto es que existen una serie de valores noticia tradicionales, que marcan qué
hechos son noticia: actualidad, magnitud, espectacularidad, conflicto, desarrollo
noticioso, interés humano, proximidad... Se dice que un muerto en EEUU equivale a 5 en
Inglaterra y 130.000 en Bangladesh. Nos guste o no, la realidad y la cotidianidad del
trabajo en un medio masivo, demuestra que es verdad…”
“…Desde el primer momento, el aeropuerto de Puerto Príncipe se convirtió en el centro
neurálgico de todo lo que “se movía” tras el terremoto. Allí se montaron los dispositivos
de emergencia, allí fueron llegando los diversos actores internacionales (ONGs, ONU,
Ejércitos y Agencias de cooperación), allí se tomaron las decisiones durante las primeras
horas... Resultaba lógico pues, que el aeropuerto se convirtiera también en punto focal
para la mayoría de periodistas, corresponsales y enviados especiales que íbamos
llegando de todas partes del mundo.
La caída de las comunicaciones hacía que en los primeros días fuera prácticamente
imposible comunicarse con la redacción, o incluso con las autoridades de Haití, de la
ONU o con los cooperantes que iban llegando. Además, los destrozos del terremoto y la
confusión reinante hacían muy complicado moverse por la ciudad, y dificultaban la
búsqueda de fuentes
adecuadas y más aún, el contrastar sus informaciones. Por eso, aterrizando en un país
que muy pocos de entre nosotros conocíamos en profundidad, resultaba de gran utilidad
el estar cerca de este centro logístico de emergencia. Por otro lado, la concentración de
medios en elárea del aeropuerto permitía compartir recursos e informaciones con otros
compañeros de profesión llegados en las mismas circunstancias.
Por supuesto, esta concentración informativa en un único área tuvo también su lado
negativo. Por un lado, la información global transmitida perdió en pluralidad de aspectos
y matices. Casi todos teníamos acceso a los mismos temas, las mismas fuentes,
parecidos escenarios y testimonios, y la consecuencia ha sido que quizá parte de las
iniciativas de la población
haitiana no quedaron reflejadas adecuadamente.
A ello se añadía que las pautas lanzadas por las grandes agencias marcaban las
grandes líneas sobre lo que era noticia. En ocasiones, desde redacción llegaban
peticiones de informar sobre temas o acontecimientos que no veíamos en el entorno
inmediato. Si alguien sacaba una noticia sobre secuestros de niños, había que buscar
algo que contar sobre eso, porque la historia estaba ahí. Si la tónica reinante en los
teletipos era la violencia desatada en las calles, había que buscar fotos y hechos
violentos para corroborarlo.
En ocasiones se ha dicho que los supervivientes se quedaron en estado de shock, sin
poder reaccionar. Puede haber sido una conclusión precipitada, o al menos parcial.
Quizá, al centrarse en el estado en el que quedó la ciudad, se escaparon muchas de las
iniciativas puestas en marcha por el tejido social, sobre todo fuera de la aglomeración de
la capital.
A pesar de ello, intentamos hacer las cosas lo mejor posible. Se trató de mostrar las
desigualdades que existían antes en el país…”
“…En las coberturas se intentó mostrar una realidad evidente: la de una ciudad
noqueada por un terremoto de gran magnitud en un entorno de pobreza endémica.
Además, la desorganización y un cierto caos fueron la nota dominante de los primeros
días en los repartos de agua y comida. Las escenas de helicópteros lanzando comida a
la gente sin posarse en el suelo, dieron la vuelta al mundo. Algunos de nosotros
presenciamos repartos de comida en los que 8.000 personas se peleaban por un saco
de arroz. Ese tipo de distribuciones es lo que generaba el caos, no por violencia natural
de los individuos, sino por la mala coordinación de la ayuda. No se podía dejar de reflejar
eso.
Dicho esto, todas las circunstancias y condicionantes mencionados pueden haber
producido una distorsión de la verdadera dimensión, frecuencia o importancia de algunos
de los hechos contados. En concreto, en cuanto a la violencia “generalizada”, en Puerto
Príncipe sí hubo saqueos de supermercados, linchamientos y reacciones violentas.
También actos de
competencia por la comida, como se ha dicho, normales dadas las circunstancias. Esos
hechos se dieron y se mostraron, no para dar una visión de la población haitiana como
salvajes, sino para mostrar hasta dónde llegaban sus necesidades. Se trataba de hechos
puntuales y en ningún modo generalizados. Pero es posible que la abundancia de
imágenes e informaciones de ese tipo haya hecho que la percepción de esos hechos
desde aquí sea sobredimensionada…”
“…También se ha hablado mucho sobre la llegada de las tropas estadounidenses. En los
primeros días tras el terremoto, los marines tomaron el control del aeropuerto, el puerto,
los hospitales y el devastado Palacio Presidencial. Más allá de cuestionamientos
puntuales sobre la utilidad de enviar 12.000 marines a un país que ha sufrido un
terremoto, parece que en España, en general, se percibió con alivio esta llegada, pues
parecía que alguien llegaba por fin a poner orden en el “caos” del que hemos hablado
antes. Además, se recuerdan las imágenes transmitidas de haitianos vitoreando a las
tropas, y nos dicen que de las informaciones se
traducía que Haití reaccionó de la misma forma, dando la bienvenida a los marines.
En realidad, esta reacción no fue unánime. Antes bien (y esto sí está vinculado con el
conocimiento del contexto histórico y de las varias ocupaciones estadounidenses desde
1915) una parte importante del pueblo haitiano percibía esta llegada como una invasión.
Una nueva ocupación. Es posible que, por las mismas razones que apuntábamos al
hablar de las fuentes haitianas, esta percepción no se transmitió con claridad.
Más allá de la intencionalidad final del ejército americano y de su motivación (puramente
humanitaria o no), lo que si sabemos quienes intentábamos informar sobre los hechos
desde Puerto Príncipe, es que el Ejército americano entorpeció esta labor: al tomar el
control también de hospitales y de áreas enteras de la ciudad, en ocasiones los soldados
impedían el acceso a estos puntos sin mediar explicaciones. Además, tras varios días
instalados en el aeropuerto, los marines lo desalojaron sorpresivamente, casi de una
hora para la siguiente.
Fueron inútiles las negociaciones y la prensa internacional, expulsada del aeropuerto
(incluidos los periodistas españoles, instalados en el campamento de la Agencia
Española de Cooperación Internacional y Desarrollo), tuvo que improvisar soluciones de
urgencia para su realojo.”
“…A pesar de que no era el tema central para debatir en la jornada, los puntos
principales de debate y desencuentro fueron la elección de imágenes y su tratamiento, y
el dramatismo excesivo en informaciones o peticiones de ayuda. El proceso que sufren
las fotografías e imágenes antes de que una mínima selección de ellas salga a la luz,
incluye toda una serie de filtros. Hemos de señalar en este punto, que el espectador no
es consciente de que lo que presencia el periodista en terreno es mucho peor
que lo que finalmente se muestra. Ya se ha mencionado que al llegar, fotógrafos y
periodistas nos encontramos una ciudad completamente devastada, como si hubiera
sufrido un bombardeo. Los cadáveres se quedaban apilados en las calles sin que nadie
los recogiera durante días, muchos sin tapar…)
37-
Nuevamente el aeropuerto. Sintió que ya nada tenía que hacer en Buenos
Aires, pero tampoco con Beatrice en Italia. Sintió la necesidad de seguir los
pasos que no había seguido. Tal vez buscando su propio destino. Por
teléfono compró el pasaje que lo llevaría a Puerto Príncipe. Allí llegó. Allí vió
aún la destrucción del terremoto, a los militares de la Minustah defendiendo
el orden, vió al hambre mismo y a la muerte. Recordó aquellas viejas
películas barrocas que comercializaban el tema “vudú” donde ese pueblo se
vaciaba de sí explotando las fantasías de la gente para las ganancias del
imperialismo del Cine norteamericano, religiones oscurantistas utilizadas por
el poder feudal como intermediario de empresas extranjeras. Esos films
plagados de muertos vivientes competían en las calles de esa ciudad, como
de muchas en todo nuestro mundo, de seres asesinados de su cultura, de
vivos muertos cuando no agonizantes en su propia desculturización. Sí,
éstos eran los pensamientos de un ser sufriente, de un ser al que la propia
sangre abrió los ojos, ese que salía del aeropuerto y no sabía qué lo llevaba
ni adonde ir.
Subió a un taxi, le pidió en un francés clase turista que lo llevara hacia algún
hotel, algo decente pero que tampoco fuera muy caro. Al acercarse a la
zona urbana, quedó atrapado por manifestación de miles de personas que a
su paso iban gritando y repartiendo volantes. Bajó la ventana, el chofer
insistió que no lo hiciera. Con el gesto le pidió a uno de los manifestantes
que le diera uno de esos panfletos. Cerró la ventanilla ante la advertencia
del conductor del taxi. Llegaron a un hotel demasiado ostentoso en
contraste con los barrios por los que lo habian trasladado. Pagó. Entró al
hotel y pidió una habitación. Subió observando a su alrededor los viejos
lujos del lugar, el verde intenso de especies vegetales de interior que
además daban un glamour tropical al lugar. Entró a su habitación y sin
dudar se deslizó sobre la cama, sin ni siquiera abrir las sábanas.
Al despertar, lo primero que hizo fue leer el texto del volante. Quedó
sorprendido, alegremente sorprendido aunque la tristeza siguiera surcando
cada centimetro de sus venas. Recordó lo leído en aquel manuscrito que le
había entregado Marie y supo que aquel texto había llegado a manos
apropiadas. Era del pueblo en las calles, la información sobre los traidores
que los habian vendido, que habian vendido los vislumbres de democracia
naciente para que cayera nuevamente en este caos seudo-democrático que
los seguía consumiendo en hambre y en militarización de los barrios. Era tal
vez el inicio de una nueva esperanza para ellos.
Epílogo
(o posible enlace con cierta continuación de la novela, que a uno le gustaría sea
colectiva)
El golpe en la tierra lo despertó. Tan frágil era su estado que no alcanzaba
a despertar, todavía los sueños envolvían la realidad y la realidad de los
sueños. “¿Era yo en ese avión de regreso de Europa o llegando a Nueva
Granada, esa isla dividida en dos por la historia imperialista?, ¿era yo
mismo fraccionado en dos, entre mis sueños y mis miedos, entre mi muerte
y la vida?. -¿Era yo...?”, pensaba, decidía que era él quién pensaba si todo
aquello había sido un sueño terrible, no su estancia en Italia y todas sus
coyunturas traumáticas, sino la realidad luego der haberse dormido en el
avión de vuelta hacia su patria en el sur del continente.
El aeropuerto de Ezeiza propondría las ausencias del viaje. La memoria es
un turbulento equilibrio entre lo que es y lo que no, iba descendiendo de ese
avión y los recuerdos de aquel terrible sueño se iban desvaneciendo, la
muerte de su propio hijo, el intentar saldar la deudas de la Humanidad para
salvar las culpas por la muerte de su propio hijo, el mito clavado en los
sucesos oníricamente reales que se iban desvaneciendo entre la gente, el
movimiento de la gente y la alegría inmensa de ver entre sus caras la de su
hijo, allí junto a su novia, esperándole. Caras tan necesarias como de allí en
más serían las de Beatrice y las de todo ese mundo nuevo que trajo
consigo, un mundo nuevo quizás semejante a cual fuera antes que
hubieran llegado tres barcos más de 5 siglos antes, semejante que no es
igual, porque la historia, a pesar de lo que digan algunos, nunca se repite.