18 Walsh Interculturalidad y Decolonialidad

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    Interculturalidad y (de)colonialidad:

    diferencia y nacin de otro modo

    Catherine Walsh

    El sonido de los pututus un instrumento de viento tra-dicionalmente usado para llamar los pueblos aymaras a larebelin y los gritos Jallo Evo! Jallo Evo! reson en elTemplo de Kalasasaya el da 21 de enero del 2006, dondems de 20.000 personas se juntaron para presenciar la llega-da al poder del primer presidente indgena en las Amricas,

    Evo Morales. Descalzo como seal de respeto a la Pacha-mama y vestido en una tnica ceremonial ancestral usadahace ms de 10 siglos por los curas del Sol de la cultura ti-wanacota, la investidura de Morales fu parte de un rito an-tiguo no utilizado en 700 aos en el cual cuatro amautasinvocaron la proteccin de los ancestros, nombrndole jefemximo de los pueblos indgenas de la regin andina y con-firindole los poderes necesarios para gobernar Bolivia.

    Algunos sectores de la prensa describieron este acto en

    forma irnica como la coronacin de Evo I, advirtiendosobre los peligros de revanchismos tnicos y suplicando alnuevo presidente a evitar una poltica indianista, para ms

    bien pensar en todos los bolivianos. De hecho, nadie ha pe-dido lo mismo de otros presidentes, pero claro no eran ind-

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    genas, pobres o parte de un movimiento social masivo y, poreso, supuestamente representaron a todos.

    Puesta en evidencia con esta referencia a todos es larelacin directa entre mestizaje y ciudadana, una relacinque histricamente ha servido como base del imaginario de

    la nacin en Amrica Andina y del control de la diferencia(tnico-racial y colonial) dentro de ella. En este imaginariode nacin, los dignos de representar (gobernar, hablar, pen-sar) han sido solo los criollos y blanco-mestizos; los pueblosindgenas y pueblos de descendencia africana quedan fueradeesteimaginario(ydelahistoriaens)o,enelmejordeloscasos, subalternizados dentro de l, considerados como in-capaces a conformarse a las normas y privilegios de la ciu-dadana, incluyendo representacin nacional.1 Ciertamente

    este imaginario no se limita a Bolivia. Se extiende a todoslos pases de la regin pero por la fuerte presencia indgenaen Bolivia como tambin en Ecuador, se hace an ms evi-dente en estos pases, particularmente en momentos cuandolos movimientos presentan desafos directos a la hegemonadel poder.

    Tal fue el caso dentro de la supuesta alianza mili-tar-indgena del gobierno ecuatoriano de Lucio Gutirrez en2003, una alianza falsa que apenas dur 8 meses, dando fue-

    go a nuevos racismos y mesticismos. Bajo el emblema denuestro pas mestizo y nuestra nacin mestiza, fortale-cido an ms por los resultados del censo que declar slo7% del pas indgena (en comparacin con los estimados an-teriores de entre 15 y 40%), la prensa pus en cuestin casi

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    continuamente la capacidad de un indgena ser ministro oministra y representar la sociedad (lase blanco-mestiza).Los editorialistas y comentaristas volvieron a citar los pen-sadores criollo-latinoamericanos como autoridades al res-

    pecto y a nombrar el proyecto poltico y epistmico de

    mestizaje como central a la unificacin (Walsh, 2006).En el contexto ecuatoriano y en manera similar a lo que

    est sucediendo actualmente en Bolivia, fueron constanteslas admoniciones sobre los peligros de revanchismos y la in-seguridad que implicaba a llegar al poder el movimientoindgena. No obstante, es interesante anotar que en la co-yuntura actual, la candidatura presidencial del lder hist-rico indgena Luis Macas (ministro de agricultura en elgobierno de Gutirrez) no tiene este mismo impacto o tipo

    de admonicin. Eso es, tal vez, por el hecho de que en estosmomentos no representa una amenaza ninguna, tanto por lafragmentacin al interior del movimiento indgena (produc-to en gran parte de la misma experiencia debilitante de estaradentro del estado2)comoporlafaltadetener(ahorayan-tes) una clara propuesta poltica en torno al estado y la na-cin (aunque si exista en los aos 90 una propuesta polticaen torno a la sociedad). De hecho, Macas es visto ahora sim-

    plemente como un candidato ms en la lista de los 11, uncandidato individual sin el agenciamiento o poder colectivode seriamente interrogar el aparato poltico hegemnico.

    De hecho, lo que est en juego tanto con el proyecto delgobierno de Evo Morales como en todo lo sucedido con elmovimiento indgena ecuatoriano en los ltimos 16 aos

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    desde su potencia ms alta en los 90 hasta su fragmenta-cin hoy, no es simplemente el imaginario de la nacin,sino mas bien la operacin entretejida de diferencia y podercomo constitutivos de este imaginario y de la nacin misma.Anbal Quijano se ha referido a sta como la colonialidad

    del poder, sealando el uso de raza como patrn de poderconflictivo y permanente, lo que estableci desde la coloniahasta hoy una escala de identidades sociales con el blancoeuropeo en cima y los indios y negros en los peldaos fina-les, stas ltimas como identidades homogneas y negati-vas. Esta colonialidad claramente se extiende a los camposdel ser la deshumanizacin y trato de no-existencia dealgunos grupos, y del saber el posicionamiento del euro-centrismo y occidentalismo como modelos nicos del cono-

    cimiento, as descartando por completo los afros e indgenascomo intelectuales y como productores del conocimiento.

    En un pas de mayora indgena como Bolivia donde elpoder del Estado siempre ha estado en las manos de la qara(los blanco-mestizos), el significado de la eleccin de Evo yde los ritos ancestrales por medio de los cuales asumi al po-der (incluyendo las responsabilidades colectivas que estosritos sugieren) es evidente un significado que se extiende atodo Abya Yala. Sin embargo y como Evo mismo argumen-

    ta, tal significado no debe ser visto simplemente en trminostnicos o simblicos. Ms bien, debe ser entendido comoparte de un vuelco histrico, geopoltico, social, tico e inte-lectual, un giro radical basado en una visin o imaginariootro, construido a partir de siglos de lucha y conciente de

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    los asuntos contemporneos del capitalismo global y lo queFre Beto llame la globocolonizacin. Es un giro que desafael horizonte largo de colonialismo que habla Silvia RiveraCusicanqui (1993), haciendo un llamamiento de una nayra-

    pacha, un pasado capaz de renovar el futuro.

    La eleccin de Evo (y sus subsecuentes designacionesde gabinete) radicalmente perturba, llevando a la vez a ladiscusin, las discontinuidades y los legados de las matricescoloniales e imperiales del poder presentes no solamente enel espacio geogrfico de Amrica Latina y de AmricaAndina, sino tambin en su proyecto poltico hegemnico,incluyendo en el mismo nombramiento de la regin comoAmrica Latina suplantando todo lo anterior, para asmarcar un nuevo comienzo.3 De hecho, el mismo concepto

    de latinidad es parte de eso. Su uso inicial empez en lasegunda mitad del siglo XIX por las elites locales como par-te de una idea avanzada por Francia para marcar una distin-cin con lo anglo-sajn una distincin en la cual la religincatlica fue central as creando una identidad supuesta-mente poscolonial en las antiguas colonias de Francia,Portugal y Espaa, todas ahora consideradas parte de LatinAmrica. Por lo tanto y como bien dice Mignolo (2005,

    p. 65), Amrica Latina como proyecto poltico y tico fueel genio del colonialismo interno.

    Como manera de enfrentar este genio y poltica de nom-bramiento, las nacionalidades, pueblos y organizaciones in-dgenas empezaron en los aos recientes a referirse a laregin como Abya Yala, expresin proveniente de los cuna

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    de Panam que significa tierra en plena madurez. Para elkichwa ecuatoriano Armando Muyulema (2001) esta reca-tegorizacin del nombre tiene doble significacin: como un

    posicionamiento poltico y como lugar de enunciacin, esdecir como manera de confrontar el peso colonial presente

    en Amrica Latina entendido como proyecto de occiden-talizacin, ideolgicamente articulado en el mestizaje. Si-milarmente para el aymara Esteban Ticona (2005), represen-ta un repensar de la descolonizacin desde la experiencia de

    pueblos kichwa/kechua y aymara, y desde sus valores ti-co-polticos.

    En contraste con otros jefes de Estado, Evo Morales nopretende esconder o ignorar este legado, sino posicionarlocomo cntrico:

    Estoy convencido que solo con la fuerza del pueblo vamos a acabarcon el Estado colonial y el modelo neoliberal. La necesitamos para

    doblar la mano del imperio. (Discurso inaugural.)

    Al nombrar el estado colonial, hablar de la vigenciade su colonialidad e identificar la descolonizacin como

    parte del trabajo para hacer con el poder de la gente, Evo hadado un sentido muy distinto al proyecto de gobernar comotambin al proyecto de construir una Bolivia y una AmricaLatina/Andina otra. Tal proyecto hace recordar los amones-

    tares de Aim Csaire y de Frantz Fanon (en el contexto ca-ribeo) sobre la naturaleza continua de la dominacincolonial y del estado colonial, un pensamiento tambin re-flejado en los escritos del intelectual kechua-aymara bolivi-ano Fausto Reinaga4 (1970/2001).

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    Nuestra lucha es contra todo vestigio europeizante () el Derecho

    Romano, el Cdigo Napolenico, la democracia francesa, el mar-

    xismo-leninismo todo, nos mantiene en la dependencia, en el colo-

    nialismo mental, en la ceguera sin encontrar la luz. (P. 15.)

    Adems, da a entender el proyecto boliviano guiado por

    Morales no como una nueva delegacin de poderes sinocomo una praxis enraizada en el agenciamiento del movi-miento indgena, una praxis que supera un accionar y pensar

    basados en la resistencia defensiva, evidenciando un pensary accionar enraizados en la insurgencia ofensiva, explcita-mente dirigidos a transformar las instituciones, estructuras yrelaciones dominantes y, a la vez, crear nuevas condicionessociales, polticas y culturales, como tambin de pensa-miento y conocimiento.

    Es esta creacin y construccin que permite imaginar yconcebir una visin otra y un proyecto otro de Bolivia yde Amrica Andina, una visin y proyecto fundados en unnuevo nacionalismo desde abajo, en el sentimiento y poten-cia de una nacin movilizada. No obstante y al frente de es-tos nacionalismos y movilizacin, la hegemona y elracismo criollo retoman fuerza. Esto se evidencia en las pa-labras de una persona activamente involucrada en la Consti-tuyente:5

    Estamos desde hace meses metidos en este rollo del apoyo a las or-ganizaciones frente a la Constituyente. Nos rompemos la cabeza

    con los dirigentes y con sectores varios del movimiento indgena,

    originario y campesino cmo hacerle para que de verdad se pueda

    re-fundar este pas, cmo hacer para que la Asamblea nos ayude a

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    vivir como gente. Y lo que tenemos es a una ciudad [Sucre] que se

    cree la cuna de la aristocracia boliviana pero que no resiste al racis-

    mo que circula en sus venas. A doa Isabel Domnguez, la Ejecuti-

    va de la Federacin Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia

    Bartolina Sisa la insultan y la maltratan a cada momento (nadie

    me lo cont, yo lo v y lo escuch): Qu haces aqu india sucia!

    Chola con aires de constituyente! Puta del Evo! Etc., etc., etc. Ylos taxis no paran para llevarla y no encuentra un cuarto para al-

    quilar en el centro de la ciudad (aunque haya... pero para los consti-

    tuyentes del MAS no hay). () La agredieron junto a otros cons-

    tituyentes. La prensa public al da siguiente que ella era la agreso-

    ra. Una tal Capobianco, asamblesta de Santa Cruz le grit a doa

    Isabel, en medio de la Plenaria, que no hable hasta que aprenda a

    hablar en castellano.

    De hecho, el proyecto de re-fundar Bolivia est movien-do el piso de los poderes dominantes establecidos, incluyen-

    do para estos poderes que no tuvieron mayor problemahablar de la diversidad, solo y cuando esta diversidad per-mite mantener el orden. Claro es que poner la diferencia nosolo tnico-racial sino colonial en el centro del debate paraas empezar a reconstruir y re-fundar marca una direccinmuy distinta. Es una visin y proyecto no constituidos por elreconocimiento multicultural la estrategia contemporneadel neoliberalismo y capitalismo transnacional sino por lainterculturalidad como ha sido propuesta y comprendida por

    los movimientos indgenas de la regin.6

    Es importante des-tacar sta distincin. Mientras que el multiculturalismo sus-tenta la produccin y administracin de la diferencia dentrodel orden nacional volvindola funcional a la expansin delneoliberalismo (Muyolema, 2001), la interculturalidad pen-

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    sada desde lo indgena (y ms recientemente desde lo afro),apunta cambios radicales a este orden. La meta no es sim-

    plemente reconocer, tolerar ni tampoco incorporar lo dife-rente dentro de la matriz y estructuras establecidas. Ms

    bien, es implosionar desde la diferencia en las estructuras

    coloniales del poder, del saber y del ser como reto, propues-ta, proceso y proyecto; es hacer reconceptualizar y re-fundarestructuras sociales, epistmicas y de existencias que ponenen escena y en relacin equitativa lgicas, prcticas y modosculturales diversos de pensar y vivir. Por eso la intercultura-lidad no es un hecho dado sino algo en permanente camino yconstruccin.

    Ms que un concepto de interrelacin o comunicacin(como tpicamente suele entenderse en el contexto euro-

    peo), la interculturalidad en esta regin del mundo, significapotencia e indica procesos de construir y hacer incidir pen-samientos, voces, saberes, prcticas, y poderes socialesotros; una forma otra de pensar y actuar con relacin a yen contra de la modernidad/colonialidad. No nos referimosaqu a un pensamiento, voz, saber, prctica y poder mas,sino unos pensamientos, voces, saberes, prcticas y poderesde y desde la diferencia que desvan de las normas dominan-tes radicalmente desafiando a ellas, abriendo la posibilidad

    para la descolonizacin y la edificacin de sociedades msequitativas y justas. Por eso, la interculturalidad y la decolo-nialidad deben ser entendidos como procesos enlazados enuna lucha continua. Una lucha dirigida a enfrentar y desesta-

    bilizar las construcciones e imaginarios de nacin y de

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    Amrica Latina concebidos por las elites locales, la aca-demia y el occidente, y a hacer construcciones e imaginariosdistintos, as a la vez poniendo en cuestin la nocin que lassoluciones a los problemas y crisis de la modernidad tienenque venir de la modernidad misma.

    Claro es que en Amrica Andina, el referente para estasconstrucciones e imaginarios distintos ha sido lo indgena.Pero podemos preguntar: Qu pasa entonces con los pue-

    blos afros que igualmente forman parte de la regin? Aca-so no son tambin referentes?

    Juan Angola (2006) apunta como esta ausencia de loafro se mantiene en la coyuntura actual del gobierno de EvoMorales:

    Para el seor presidente Evo Morales Ayma, los de linaje africano

    no formamos parte del mosaico tnico del pas, en todos sus discur-sos no se le ha escuchado pronunciar la palabra afrodescendiente

    y/o afroboliviano, nos ha deslegitimado de la nacionalidad bolivia-

    na. [] Mientras el slogan somos diversos en la pluralidad per-

    sista como emblema del cotidiano discurso, nuestra presencia

    continuar bajo la influencia de los temores infundados que nos ha

    caracterizado por siglos.

    Los pueblos de descendencia africana en la regin andi-na constituyen alrededor de 15 millones,7 geogrficamente

    situados en las costas del Pacfico y del Caribe, en las ciuda-des de la sierra y en los valles interandinos, incluyendo lasyungas de Bolivia donde hasta muy recientemente fueroncontados en los censos nacionales como indgenas; ahoraconstan dentro de la categora de otros. Imaginar pueblos

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    afros a 2.800 metros como es el caso de ciudades como Qui-to o Bogot, o ms alto an en el caso de La Paz, es a ponercabeza abajo la nocin todava presente en Amrica Latinaque los negros son solo gente de la costa. Tambin es evi-denciar la subalternizacin territorial y la racializacin es-

    pacial construidas en la nocin de lo Andino.A pesar de su presencia significativa, los pueblos afro-

    descendientes han permanecidos afuera de las construccio-nes e imaginarios tanto de lo andino como de la nacin; sushistorias y pensamiento negados y silenciados con relacina las culturas criollas y blanco-mestizas y al proyecto de lamodernidad. Mientras hay varios factores que han contri-

    buido a esta invisibilizacin, lo que quiero poner en discu-sin aqu es la oposicin construida en el mismo imaginario

    colonial entre los indgenas y los afros, dando un nivel desuperioridad a los primeros.

    Como fue el caso del Caribe, los africanos fueron tra-dos a la regin andina para contrarrestar la disminucin dela poblacin indgena, resultado de enfermedades y la vio-lencia de la esclavitud y colonizacin. El hecho de que losafricanos tenan menos derechos, privilegios y protectores8

    fue determinante en el establecimiento de un sistema de re-laciones desiguales, un sistema que continu en las nuevas

    republicas andinas con el reconocimiento y proteccin delos indgenas por medio de tributos e impuestos especiales.As mientras que los indgenas recibieron el estatus de gen-te o personas (aunque sin derecho de ciudadana), losafricanos esclavizados fueron considerados como nada ms

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    de objetos de mercado para ser posedos y/o comerciados.Estas condiciones histricas, polticas, sociales y culturalesson constitutivas de la colonialidad del ser y la sealizacinde afro andinos como los ltimos otros.

    Ejemplos claros de esta otrificacin se encuentran en

    el pensamiento fundacional de la regin. Jos Carlos Ma-ritegui, considerado como uno de los pensadores ms im-

    portantes y progresivos del continente, argument para lainclusin de los pueblos indgenas y campesinos en los pro-cesos de construccin nacional. No obstante y al mismotiempo, clasific los negros como brbaros.

    La contribucin del negro que lleg como esclavo pareciera ser

    menos valiosa y negativa [en comparacin con la del indgena]. El

    negro traj consigo su sensualidad, su supersticin y su naturaleza

    primitiva. No est en condiciones de contribuir a la creacin de cul-tura alguna, sino de obstruirla por medio de la influencia cruda y vi-

    viente de su barbarie. (Maritegui citado por Jess Garca, 2001,

    p. 80.)

    El pensamiento de Maritegui y de otros intelectuales,incluyendo por ejemplo Jos Mara Arguedas (Per) y Ben-

    jamn Carrin (Ecuador) entre otros, es importante porqueevidencia que las construcciones, tanto nacionales comoregionales, han sido a las espaldas de los pueblos afrodes-

    cendientes. El enaltecimiento de lo inca y lo indgena-campesino en pases como Ecuador, Per y Bolivia, porejemplo, y, desde temprano en la historia de estas repbli-cas, el establecimiento de mecanismos para que los indge-nas pudieran legitimar sus identidades (por medio de hroes,

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    leyes, etc.), di un reconocimiento como personas (pero cla-ro es, siempre dentro del esquema de dominacin), que losafros como cosas del mercado, nunca tuvieron. Por eso, ycomo argument Nina de Friedemann, la invisibilidad quecomo lastre el negro sufra en su dignidad humana e intelec-

    tual desde la colonia qued as plasmado en el reclamo de unamericanismo [y podemos aadir un andinismo es decir,una regin o rea andina] sin negros (De Friedemann,1992, p. 138).

    Eso no es decir que los pueblos indgenas no han tenidoque luchar histricamente con los efectos vividos de la colo-nialidad del poder. Sin embargo es aceptar que estas luchashan sido, de manera frecuente, llevar a la exclusin de los

    pueblos negros. Hasta en Colombia y Venezuela donde la

    poblacin de descendencia africana es grande, los indgenashan tenido ms reconocimiento poltico, jurdico y culturalpor los gobiernos nacionales como tambin por las entida-des multilaterales y transnacionales. En Venezuela, porejemplo, las reformas constitucionales recientes del gobier-no Chvez reconocen los pueblos indgenas y sus derechos

    pero no da reconocimiento a los afrovenezolanos. Similar-mente, la reforma constitucional colombiana de 1991 incor-

    por una serie de derechos indgenas; fue dos aos mstarde que los afrocolombianos lograron con la Ley 70 esta-

    blecer sus derechos en la Constitucin.

    En el Ecuador, esfuerzos en los aos 90 para estableceralianzas entre indgenas y afros terminaron en 1998 con lasreformas legales que reconocieron los derechos colectivos

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    de los dos grupos. A partir de esta fecha, empezaron apare-cer fundamentalismos indgenas y una nueva hegemona in-dgena, contribuyendo ms an a la invisibilizacin ono-existencia de los pueblos afros (Walsh, 2002). Esta situa-cin se complica ms a nivel internacional al frente de los

    reclamos indgenas de derechos ancestrales como las nacio-nes primeras.

    En este contexto y realidad, los pueblos afros sufren untipo de doble subalternizacin la subalternizacin ejercida

    por la sociedad dominante blanco-mestiza pero tambin laejercida por los pueblos y movimientos indgenas. El hechode que el reconocimiento en Ecuador y en la regin de laexistencia de los pueblos indgenas fue a la cuenta de losdescendientes africanos y que el establecimiento de la escla-

    vitud negra tenia como motivo central el salvar los indge-nas de exterminacin, apunta una historia que siempre haposicionado los indgenas en cima de los negros en la escalade clasificacin social. Es una historia que para los afrossiempre ha significado la lucha constante con el racismo y laracializacin y para la existencia, en contra de esta doblesubalternizacin, las races de las cuales se encuentran en elorden racial que la colonialidad del poder ha establecido.

    Claro es que desde el cimarronaje de los siglos XVIII y

    XIX hasta el cimarronaje actual, los pueblos afrodescen-dientes de la regin andina han resistido y desafiado esteorden, son ellos conjuntamente con los pueblos indgenas dela Amrica Indo-Afro Andina que hacen evidente tanto ensus prcticas y proyectos decoloniales de re-existencia9 co-

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    mo en sus maneras de re-vivir y re-sentir, la diferencia y lanacin de otro modo.

    Manuel Zapata Olivella en su libro autobiogrfico Le-vntate Mulato! rescata sus races ancestrales provenientesde frica pero tambin de Indo-Amrica y de la Amrica

    colonial-espaol. Desde estas races, reanima la concepcinmestiza no como borrador de sangres oprimidas o seal dehibridacin, sino como propuesta poltica desalienadora ins-

    pirada en las luchas de los pueblos oprimidos y con mirashacia una conciencia decolonial. Tal vez esta seria un ca-mino ms en el pensar y construir de diferencia y nacin deotro modo.

    Notas

    1. Ver Silvia Rivera Cusicanqui, La raz: colonizadores y coloniza-dos, en Violencias encubiertas en Bolivia. Cultura y poltica, coord.Xaver Alb y Barrios, La Paz, CIPCA, 1993, y Javier Sanjins, Elespejismo del mestizaje, La Paz, IFEA, PIEB, 2005.

    2. Para una discusin sobre esta tensin para el movimiento indgenaecuatoriano de estar adentro, afuera y en contra, ver Walsh (2002).

    3. Ver Kowii (2005) y Csaire (2006).4. No es de mera coincidencia que el trabajo de Reinaga ha venido to-

    mando una creciente centralidad dentro del movimiento indgenaboliviano. Sin embargo, lo que no es usual es la atencin que poneReinaga en Frantz Fanon, uno de los pocos casos donde un indge-na entabla seriamente con los pensamientos de un intelectual ne-gro.

    5. Comunicacin de Fernando Garcs, 3 de septiembre de 2006.6. Claro es dentro de estas propuestas y proyectos de la interculturali-

    dad, quedan fuera de consideracin seria los pueblos de descenden-

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    cia africana, situacin que an se mantiene en el proyectoboliviano.

    7. A pesar de que datos exactos para la regin no existen, podemoshacer estimados basados en la informacin estadstica de cada pas.Por ejemplo, segn DANE (Departamento Administrativo Nacio-nal de Estadsticas) en Colombia, la poblacin afro es equivalente a26% de la poblacin total de 40 millones de habitantes.

    8. Aqu estoy haciendo referencia a Bartolom de las Casas cuyos es-fuerzos desde Amrica Central y el Caribe sirvieron a empujar le-yes en la regin andina al favor de los indgenas. Estas leyes (1542)

    pararon la exterminacin indgena a la vez que generaron una re-composicin poblacional y cultural. Mientras que las Casas inicial-mente apoyo la importacin de esclavos africanos para liberarlos indgenas del sistema brutal de explotacin, luego en los lti-mos aos de su vida asumi una posicin crtica en contra del colo-nialismo y esclavitud.

    9. Concepto introducido por Adolfo Albn en el Encuentro Interna-cional Insurgencias polticas epistmicas y giros de-coloniales,

    17 a 19 de julioen la Universidad Andina Simn Bolvar en Quito.

    Referencias

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    42 Catherine Walsh

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