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El estudio de la evolución cultural se inicia con los hechos e inferencias de la arqueología prehistórica. La arqueología es a la antropología lo que la paleontología a la biología. Sin la arqueología, los antropólogos no pueden ni describir ni explicar el curso de la evolución cultural. Debido a la gran extensión en el tiempo y el espacio estudiado por los arqueólogos, la antropología goza de una posición única entre las ciencias sociales, porque los antropólogos pueden observar tendencias de largo alcance, y formular y contrastar teorías causales de la evolución cultural. Este capítulo traza la evolución de las culturas del Viejo Mundo (europea, asiática y africana) desde los artefactos más antiguos que se conocen, indicativos de modos de producción basados en la recolección, la caza y recogida de desechos, hasta el umbral de la domesticación de plantas y animales. Períodos prehistóricos Los instrumentos de piedra proporcio- nan la mayor parte de los datos sobre las fases más antiguas de la evolución cultu- ral. De ahí que los arqueólogos dividan -todo el período de la antigua prehistoria en edades líticas (esto es, «edades de pie- dra»). Se reconocen tres de estas edades en la evolución cultural de Europa: Pa- leolítico (edad de piedra antigua), Mesolí- tico (edad de piedra media) y Neolítico (edad de piedra nueva). Estas edades fue- ron de duraciones drásticamente diferen- tes: el Paleolítico duró más de 2 millones de años (más en Africa y Asia) mientras que el Mesolítico y el Neolítico juntos no duraron más de 10.000 años. Las culturas del Paleolítico se basaban en la caza, pes- ca y recolección más que en la agricultura o ganadería. Los grupos eran pequeños, la población total del mundo ascendía tan sólo a unos pocos millones de habitantes y los grupos estaban muy dispersos. Para utilizar con eficiencia los recursos de plan- tas y animales disponibles, los grupos de cazadores y recolectores recorrían exten- sos territorios y, probablemente, no se es- tablecían en ningún campamento, cueva o abrigo durante más de unas cuantas sema- nas o meses. Én general se reconocen tres subdivi- siones: 1) el largo Paleolítico inferior, do- minado por sencillos útiles olduvaienses, bifaces sobre nycleo y útiles sencillos so- bre lasca; 2) el breve Paleolítico medio, caracterizado por un repertorio amplio y refinado de útiles sobre núcleo, punta so- bre lasca y otros útiles sobre lasca; 3) el aún más breve Paleolítico superior, carac- terizado por un repertorio amplio y refi- nado de útiles sobre hoja (véase pág. 190) y por numerosos instrumentos y artefac- tos especializados de marfil, hueso y asta. En la misma perspectiva general, se pue- de caracterizar al Neolítico como la edad de los sistemas culturales basados en la domesticación de plantas y animales. El 185

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El estudio de la evolución cultural se inicia con los hechos e inferencias de la arqueología prehistórica. La arqueología es a la antropología lo que la paleontología a la biología. Sin la arqueología, los antropólogos no pueden ni describir ni explicar el curso de la evolución cultural. Debido a la gran extensión en el tiempo y el espacio estudiado por los arqueólogos, la antropología goza de una posición única entre las ciencias sociales, porque los antropólogos pueden observar tendencias de largo alcance, y formular y contrastar teorías causales de la evolución cultural. Este capítulo traza la evolución de las culturas del Viejo Mundo (europea, asiática y africana) desde los artefactos más antiguos que se conocen, indicativos de modos de producción basados en la recolección, la caza y recogida de desechos, hasta el umbral de la domesticación de plantas y animales.

Períodos prehistóricos

Los instrumentos de piedra proporcio-nan la mayor parte de los datos sobre las fases más antiguas de la evolución cultu-ral. De ahí que los arqueólogos dividan

-todo el período de la antigua prehistoria en edades líticas (esto es, «edades de pie-dra»). Se reconocen tres de estas edades en la evolución cultural de Europa: Pa-leolítico (edad de piedra antigua), Mesolí-tico (edad de piedra media) y Neolítico (edad de piedra nueva). Estas edades fue-ron de duraciones drásticamente diferen-tes: el Paleolítico duró más de 2 millones de años (más en Africa y Asia) mientras que el Mesolítico y el Neolítico juntos no duraron más de 10.000 años. Las culturas del Paleolítico se basaban en la caza, pes-ca y recolección más que en la agricultura o ganadería. Los grupos eran pequeños, la población total del mundo ascendía tan sólo a unos pocos millones de habitantes y los grupos estaban muy dispersos. Para

utilizar con eficiencia los recursos de plan-tas y animales disponibles, los grupos de cazadores y recolectores recorrían exten-sos territorios y, probablemente, no se es-tablecían en ningún campamento, cueva o abrigo durante más de unas cuantas sema-nas o meses.

Én general se reconocen tres subdivi-siones: 1) el largo Paleolítico inferior, do-minado por sencillos útiles olduvaienses, bifaces sobre nycleo y útiles sencillos so-bre lasca; 2) el breve Paleolítico medio, caracterizado por un repertorio amplio y refinado de útiles sobre núcleo, punta so-bre lasca y otros útiles sobre lasca; 3) el aún más breve Paleolítico superior, carac-terizado por un repertorio amplio y refi-nado de útiles sobre hoja (véase pág. 190) y por numerosos instrumentos y artefac-tos especializados de marfil, hueso y asta.

En la misma perspectiva general, se pue-de caracterizar al Neolítico como la edad de los sistemas culturales basados en la domesticación de plantas y animales. El

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186 Arqueología y prehistoria

tamaño del grupo y la población total eran más grandes y el asentamiento más nu-cleado. Para explotar con eficiencia las plantas domesticadas, los asentamientos permanentes o poblados reemplazaron a los campamentos temporales de los caza-dores y recolectores del Paleolítico. La transición a las comunidades agrícolas del Neolítico tuvo lugar bajo una variedad de condiciones en diversas partes del Viejo y Nuevo Mundo. El Mesolítico representa esta edad transicional en Europa. Las eda-des transicionales entre las estructuras de caza y recolección y las estructuras agrí-colas en otras partes del mundo tienen nombres locales o regionales.

Algo más acerca del despegue cultural

Como hemos visto (cap. 5), existe una correlación global entre la aparición de nuevas especies de homínidos en el regis-tro fósil, y la aparición de nuevos reper-torios de útiles en el registro arqueológi-co. De este modo, si bien los autralopite-cinos de pequeño cráneo fueron proba-blemente rudimentarios fabricantes de úti-les (pág. 87), hasta la época del Homo ha-bilis y del Homo erectus no comienzan a. encontrarse grandes concentraciones de instrumentos de piedra de buena factura. Estas primeras tradiciones de instrumen-tos líricos (esto es, útiles que se hacen se-gún un modelo definido), la olduvaiense y la achelense, ya han sido descritas, y también se ha hablado de su ritmo de cam-bio extraordinariamente lento (cap. 5). Nuevas tradiciones líricas importantes aparecen sólo después de un intervalo de unos 1,3 i i n i i. coincidiendo con la tran-sición del Homm erectus al Homo sapiens arcaico. F í n a i a n s e , como veremos en este capítulo, con la aparición del Homo sa-piens el ritmo de cmmtmo de los útiles y otros artefactos c y f c w ü o se dispara y ex-

perimenta una continua aceleración hasta alcanzar la velocidad vertiginosa del cam-bio cultural de los tiempos modernos.

La interpretación más plausible para comprender este patrón es que durante millones de años la evolución de la cultu-ra se vio estrechamente limitada por las contradicciones biológicas del cuerpo y el cerebro del homínido. Pero en algún mo-mento entre la emergencia del Homo sa-piens arcaico y la del Homo sapiens sa-piens, la base genética para el aprendizaje rápido y la comunicación simbólica alcan-zó un punto crítico de «despegue». Desde entonces, la abrumadora pluralidad de cambios culturales surgió como un hecho enteramente independiente de cambios en las frecuencias de los genes, y el ritmo del cambio cultural excedió con creces el rit-mo del cambio genético. Así, por ejem-plo, durante los últimos 25.000 años el tamaño del cerebro humano ha permane-cido más o menos idéntico, mientras que se han desarrollado enormes cambios en

¡Caramba, parece como si cada verano hubiera más cosas de éstas por aquí!

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El Paleolítico del Viejo Mundo 187

los aspectos infraestructurales, estructura-les y superestructurales de la vida social.

Es evidente que la capacidad para el des-pegue cultural fue un resultado de la evo-lución biológica. Pero si queremos com-prender el período que va de los últimos 50.000 a 100.000 años de evolución cul-tural, debemos recurrir a los procesos dis-tintivos de la selección cultural antes que a los de la selección natural.

Resumiremos nuestra relación de los datos arqueológicos disponibles para dar cuenta de la evolución de la cultura sir-viéndonos de los cambios en los tipos de útiles que comienzan a aparecer al final del Paleolítico inferior. En esta época, hace aproximadamente 125.000 años, los repertorios de útiles achelenses en Europa y Africa empezaron a ser completados por útiles hechos a base de lascas producidos por medio de un ingenioso método cono-cido como (técnica de Levallois (fig. 9.1). Se preparaba un núcleo de sílex én forma de tortuga como para producir una gruesa hacha de mano (bifaz) tallada a mano, sal-vo que el tallado se aplicaba sólo en una cara del núcleo. Después se aplicaba un golpe transversal en un extremo del mis-mo, produciendo un saliente o plano de rercusión. Se descargaba entonces un gol-De longitudinal al plano de percusión, des-prendiendo una lasca alargada y delgada

generalmente, marcan la transición a las -rustrías del Paleolítico medio. El utilla-

bién comprende diferentes porcentajes de

FlG. 9.1 Técnica del núcleo de tortuga levalloisiense Izquierda: lasca levalloisiense. Derecha (de arriba abajo): preparación del plano; extracción de la lasca por percusión; vista desde arriba del núcleo tras el desprendimiento de la lasca.

En muchas regiones, las tradiciones de útiles sobre lasca del Paleolítico medio se ajustan al tipo de industria conocido como musteriense. Estos útiles consisten en pe-queñas lascas extraídas de núcleos leva-lloisienses y de otros tipos de núcleos de forma discoidal. Eran sometidos a un las-cado secundario por medio de golpes eje-cutados con materiales blandos, como el hueso o el asta, o presiones ejercidas al-rededor de sus bordes (fig. 9.2).

Así, el utillaje del Paleolítico medio nor-malmente comprendía algunos bifaces (ha-chas de mano) y numerosos útiles sobre lasca, tales como diversas variedades de puntas, raederas, lascas denticuladas para desbastar madera, buriles y perforadores. Se había logrado un alto grado de domi-nio en el lascado secundario o retoque de los bordes, y se han hallado instrumentos especiales de hueso que se creen fueron empleados para este fin en numerosos ya-cimientos del Paleolítico medio. Se ha de-mostrado que también se puede lograr un

c on bordes rectos y afilados. Se han en-conntrado núcleos y lascas levalloisienses a

lo largo y ancho de Africa y Europa y,

je del Paleolítico medio euroafricano tam-

bifaces (hachas de mano) y otros instru-mentos de tipo achelense. Hacen su apa-rición puntas que tal vez se fijaran a lan-zas.Están talladas a partir de lascas leva-lloisienses y de otros tipos de lascas y eran lo bastante ligeras y afiladas como para Haber servido de eficaces proyectiles.

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; . f TURQUIA •/ 15. Qatai Hüyük • 16. Cayonu

iSBAE!— '7. Monté Carme 18. Mailaha 19. Mahaf Oren i 20. A/nud 1

MAURITANIA 31. Dar T,chite 3- Samt-Aéheul

4. Valionet 5. Le Moustier¡ 6. Terra Amala

ESPAÑA 7 Tan-alba y Ambrona

Alemania 8 Lahnngen 5 •ogeftefd

ETIOPIA 32. Cuenca del Orno

TAILANDIA 39. -Cueva Spirít 40. Barí Cfttang 41. Non Nok Tha

TANZANIA 33. Desfiladero

de OkJuvai

MARGEN IZQUIERDA OCUPADA 21. Jericó

ZAMBIA 34: Cataratas CHINA •

42. Ordos 43. Pan-p'o

22- TeJureybat JRAQ " " ~ f r '23. ZawiChemi An ida r 24. Karirñ Shabir / 25. Jarrno 26. Urük 27. Eridu / 28. Ubaid /

35. Fauresmith /

PAKISTAN ^ /36. Valle deKÍndo

INDIA / 37. Estado de Bihar/ 38. E.?<ado de Ori§éá

JAVA 45. P<

IRAN 29¿ Ali Kosh/

ARQUEOLOGICOS DEL VIEJO MUNDO

188 Arqueología y prehistoria

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El Paleolítico del Viejo Mundo 189

Punta

mientos de Francia y Bulgaria (fig. 9.3). Una sección grabada y pulida de un mo-lar de mamut, procedente del musteriense de Tata, Hungría, pudo haber servido como una especie de objeto ritual (figu-ra 9.4). Estos artículos parecen implicar la existencia de significados sociales que sólo se podían comprender y comunicar den-tro de comunidades que, además de po-seer una tradición social de fabricación de

FIG. 9.3 Joyas musterienses Pendientes musterienses del yacimiento de La Qui-na, Francia, hechos con una falange de reno y un ca-nino de zorro joven (tamaño natural).

FIG. 9.4 Objeto ritual musteriense Tallado de una sección de molar de mamut.

retoque y tallado excelentes mordiendo el borde de una lasca con los propios dien-tes (Gould, Koster y Sontz, 1971).

La transición desde las industrias ache-lenses a las del Paleolítico medio se pro-dujo de forma bastante brusca y más o menos simultánea en Europa, Oriente Me-dio y Africa (Beaumont y Vogel, 1972; Deacon, 1975; J. D. Clark, 1975). Esto hace al Paleolítico medio, pues, más o me-nos equivalente al período en el que apa-recieron las variedades arcaicas de Homo sapiens, incluyendo al Homo sapiens nean-dertalensis a lo largo y ancho del Viejo Mundo.

Hay indicios fehacientes de que el «des-pegue» cultural ocurrió en este período. En este sentido, es sugerente el hecho de que los primeros adornos personales co-nocidos daten del Paleolítico medio (Marshak, 1976). Se trata de pendientes fabricados con un hueso de reno y con un canino de zorro y de huesos grabados con finas líneas y zig-zags hallados en yaci-

Raedera Bifaz (hacha de mano)

Puntas

FIG. 9.2 Utiles musterienses

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190 Arqueología y prehistoria

útiles, dispusieran también de una forma avanzada de lenguaje. La aparición de prácticas funerarias en muchos lugares de enterramiento neandertalenses sugiere conclusiones similares. Por ejemplo, los esqueletos de 55.000 años de antigüedad encontrados en la cueva de Skhul tenían las rodillas dobladas contra el pecho. Al parecer, sobre el cuerpo de uno de los varones enterrados en Skhul yacía la qui-jada de un verraco salvaje, indicativo de algún concepto de preocupación por la muerte. En Shanidar, montones de ranún-culos, malvarrosas, jacintos y otras flores fueron inhumados junto a un hombre neandertal que murió hace 60.000 años (Solecki, 1971). Otros yacimientos del Pa-leolítico medio indican que también se uti-lizó el ocre rojo —un tinte asociado con la sangre y con poderes mágicos entre mu-chas poblaciones aborígenes modernas— en algún tipo de ritual funerario (Consta-ble, 1973).

En otros enterramientos del Paleolítico medio se han hallado útiles de caza y res-tos óseos de ofrendas de carne, lo que su-giere la posibilidad de que la muerte se interpretara ya en aquel tiempo como un viaje a una tierra remota. Durante este via-je, tal vez la carne sería necesaria para ali-mentar al cazador, aunque en el punto de destino la caza no escasearía. Sin embar-go, todas estas interpretaciones son suma-mente especulativas.

El Paleolítico superior

El Paleolítico superior se caracteriza por un acusado incremento de los útiles sobre hoja y por ra gran florecimiento de los instrumeaaos de marfil, asta y hueso. Las lascas qae nene- cortes paralelos y que son el doble de b p s que de anchas se

FlG. 9.5 Hoja del Paleolítico superior Forma básica de muchos instrumentos del Paleolíti-co superior. Los útiles especializados se fabricaban mediante el retoque de bordes y puntas. La hoja tie-ne poco más de 10 cm de largo y sólo 63 mm de grosor.

en numerosos yacimientos musterienses del Paleolítico medio y con útiles de Le-vallois en yacimientos del Paleolítico in-ferior en Africa oriental. Incluso se han encontrado unas pocas hojas en las colec-ciones olduvaienses. Pero los útiles sobre hojas de estas edades anteriores se dan con menos frecuencia y no muestran el alto nivel de arte y virtuosidad de los útiles de hoja del Paleolítico superior (fig. 9.6).

Los útiles de hueso, marfil y asta tam-denominan hojas (fig. 9.5).

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.1

FIG. 9.6 Técnica de hojas del Paleolítico superior

bién se dieron antes del Paleolítico supe-rior, pero la variedad, abundancia y el arte de los artefactos de hueso, marfil y asta del Paleolítico superior «están claramente en una escala y una naturaleza muy dife-rentes de los posibles ejemplos del trabajo en hueso musteriense» (Straus, 1982: 185). Otro rasgo distintivo de la tecnología del Paleolítico superior es el desarrollo de los útiles compuestos (esto es, útiles que se

El Paleolítico del Viejo Mundo 191

componen de varias partes) —como arpo-nes y armas con mango y proyectiles—. Puntas de proyectiles que tienen codillos o lengüetas especiales para acoplarse a lan-zas, más la evidencia del uso de trampas, redes y represas, «sugieren el desarrollo de tecnologías mucho más complejas y es-pecializadas que las del Paleolítico medio» (ibid.).

Los arqueólogos dividen el Paleolítico superior de Europa occidental en varias culturas o «tradiciones» que se superpo-nen. La más temprana se conoce con el nombre de perigordiense (sobre 37.000 a 23.000 B.P.); a continuación están la au-riñaciense (sobre 35.000 a 20.000 B.P.), la solutrense (sobre 20.000 a 17.000 B.P.) y, finalmente, la magdaleniense (de 17.000 a 10.500 B.P., aproximadamente).

El período perigordiense se distingue por la presencia de buriles de hoja (para trabajar en madera y hueso), leznas de hueso y puntas del mismo material, apro-piadas para lanzas y posiblemente flechas, si bien no se han hallado arcos (fig. 9.7a). El auriñaciense, caracterizado por hojas, cuchillos, raederas y buriles muy trabaja-das. También son corrientes los punzones de hueso, las astas perforadas, que se cree se empleaban para enderezar flechas, y las puntas de lanza de hueso con una base hendida para enmangar (fig. 9.7b). Ade-más, los ejemplos más antiguos de arte representativo que se conocen en el mun-do se han recuperado en un yacimiento del auriñaciense medio ubicado en Vogel-herd, Alemania occidental, que data del 30.000 B.P. Los hallazgos consisten en magníficas estatuillas de animales y toscas figurillas humanas (Marshack, 1976: 274).

La industria solutrense se halla en bue-na parte de Francia y España. Los arte-factos solutrenses más famosos son pun-tas simétricas de puñales en lasca y lanzas magníficamente talladas en forma de lar-gas y delgadas hojas de laurel (fig. 9.7c).

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192 Arqueología y prehistoria

(a) PERIGORDIENSE

Buril

( b ) A U R I Ñ A C I E N S E

Puntas de hueso con base hend ida

( d ) M A G D A I E N I E N S E

Los solutrenses también hicieron puntas con pedúnculo y aletas finamente traba-jadas. Agujas halladas en yacimientos so-lutrenses indican que las vestimentas de piel se debieron coser a la medida.

La magdaleniense es la más rica de las tradiciones del Paleolítico superior en cuanto a la diversidad de artefactos y ha-bilidades artesanales implicadas (fig. 9.7d). Al repertorio de armas de caza se añadie-ron arpones cuyas puntas dentadas esta-ban hechas de asta y hueso. Finas agujas de hueso testimonian la probable impor-tancia de ropas hechas a la medida. Para cazar, los primeros magdalenienses usa-ban el propulsor de lanzas, un corto bas-tón o tablilla con una muesca o gancho en el extremo. El gancho encaja con el extremo posterior de la lanza (fig. 9.8). El propulsor de lanzas aumenta la fuerza con la que se puede arrojar la lanza. A finales del magdaleniense, probablemente, se usa-ban el arco y la flecha, tal como reflejan algunas pinturas rupestres de Francia y

Hoja de ¡*jre

FIG. 9.7 ( U b J d f J k o ü (a) Perigordjer.w : (d) magdalenier.se

A r p o n e s

superior : (c) solutrense;

FlG. 9.8 Fragmento de propulsor de lanza magdale-niense Lastrado y con un bisonte tallado en un lateral. La vara que forma el resto de la lanzadera se ha des-prendido por detrás de la cabeza del bisonte. El ex-tremo de la lanza se ajustaba en la hendidura supe-rior, que aquí, al estar el objeto invertido, se aprecia en la parte inferior de la figura. Procedente de Dor-doña, Francia.

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El Paleolítico del Viejo Mundo 193

España. A menudo las puntas de flechas y arpones y los propulsores magdalenien-ses estaban decorados con grabados de ca-ballos, íbices, aves, peces y dibujos geo-métricos, algunos de los cuales pueden ser notaciones que representan ciclos lunares y cambios estacionales (véase a continua-ción).

El Paleolítico superior en el centro y el este de Europa

Debe subrayarse que las culturas del Pa-leolítico superior variaron de región a re-gión tanto como en sus diversas épocas (Gamble, 1986). Dependieron en gran me-dida de los climas locales y regionales, así como del ciclo de las plantas y las espe-cies animales que habitaban los entornos particulares. Por ejemplo, en las llanuras del centro de Europa y Rusia floreció una tradición diferente conocida como grave-tiense, a partir de 25.000 B.P. aproxima-damente. Se caracterizó por cuchillos de hoja pequeña con los cantos de la parte trasera embotados, tal vez para proteger los dedos del usuario, punzones de hueso y diferentes objetos de adorno personal, tales como cuentas de hueso, brazaletes y alfileres. Muchos de los objetos de hueso y marfil están decorados con grabados de diseño geométrico. Los artefactos más no-tables del gravetiense son numerosas es-tatuillas que representan a mujeres emba-razadas con pechos y nalgas prominentes. Dichas estatuillas, denominadas venus (fig. 9.9), están talladas en piedra, hueso y marfil o moldeadas en arcilla. Tal vez po-seyeran algún significado ritual relaciona-do con la fecundidad de las mujeres y los animales. Otra explicación es que pudie-ron representar el deseo de la gente de estar gordos como signo de bienestar (Nelson, 1987). Se han recuperado unos ciento veinte ejemplares en distintos ya-

FlG. 9.9 Venus Reconstruida a partir de fragmentos, muestra el tí-pico agrandamiento de las nalgas.

cimientos que se localizan desde Francia a Siberia.

Como indican los restos de huesos, los gravetienses cazaban mamuts, caballos, re-nos, bisontes y otros grandes animales gregarios. Establecían sus campamentos al aire libre y en las bocas de cuevas y abri-gos rupestres. En Checoslovaquia mora-ban en tiendas de planta reducida hechas a base de pieles de animales que recuer-dan a los tipis o wigwams de los indios americanos.

En el sur de Rusia, los arqueólogos han identificado los restos de una morada de piel de animal perteneciente a un cazador gravetiense de mamuts, situada en un hoyo poco profundo de 12 m de largo y 3,5 m de ancho. Más lejos, en la pelada planicie del centro de Rusia, las moradas del Paleolítico superior se construían casi

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194 Arqueología y prehistoria

enteramente a base de colmillos y huesos de mamut, y estos últimos se utilizaban asimismo como principal combustible para cocinar (fig. 9.10). Otro aspecto in-teresante de estos cazadores de mamuts es su afición a la joyería. En un enterramien-to que data de hace unos 24.000 años, y que contenía a dos niños y un adulto, los arqueólogos soviéticos han hallado unas 10.000 cuentas de hueso y marfil (Soffer, 1985: 457).

FIG. 9.10 Reconstrucción de una vivienda del Pa-leolítoco superior, Rusia central Los huesos de mamut sustituyeron a los andamiajes de madera en un habitat despoblado de árboles; pre-sumiblemente, sobre los huesos se colocaban pieles. En esta reconstrucción se utilizan soportes de ma-dera, pero éstos probablemente no existían en la vi-vienda original.

El arte del Paleolítico superior

El control alcanzado por los pueblos deí Paleolítico superior sobre las técnicas de fabricación de útiles en piedra, hueso,

minio de Tañas formas artísticas ritualiza-das. Además de Lis venus, produjeron mi-les de gi abados sobre hueso y asta. Algu-nos yacámiean de cuevas contienen un gran número de taUilas de piedra graba-das. Los anirr.i_í-r irir ; :ema favorito de

estos grabados portátiles, si bien aparecen asimismo extraordinarios retratos de ros-tros humanos (fig. 9.11).

Los ejemplos más espectaculares del arte del Paleolítico superior se han encon-trado sobre las paredes y techos de las profundas cuevas de Francia y España. En galerías ocultas, alejadas de la luz del día, los hombres del Paleolítico superior pin-taban y grababan representaciones de los animales que cazaban. De vez en cuando aparecen, asimismo, figuras humanas —en ocasiones portando máscaras—, contor-nos de manos, pictografías y símbolos geométricos, pero la gran mayoría de las pinturas y grabados representan caballos, bisontes, mamuts, renos, íbices, jabalíes, bóvidos, rinocerontes lanudos y otros ani-males de caza mayor. Pese a su magnífica economía de línea y color, tan admirada hoy en día, en el arte rupestre del Paleo-lítico superior la expresión de un ritual culturalmente establecido debe conside-

FlG. 9.11 Caras magdalenienses Tres retratos copiados de placas grabadas originales halladas en un yacimiento magdaleniense en La Mar-che, Francia. En este yacimiento se han encontrado unas 1.500 placas de piedra grabadas. Los ejemplos se han dibujado a escala. (Champion et al., 1984: 79. Siguiendo a Pales, 1976, y Hadingham, 1979.)

m marfilir.i v madera se reflejó en su do-

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rarse, como mínimo, tan importante como la plasmación de impulsos estéticos indi-viduales o culturales. A menudo los ani-males se pintaban unos sobre otros, aun-que se dispusiera de superficies sin usar, lo cual indica que su función era más ri-tual que artística (fig. 9.12). Ciertamente, su localización en grutas oscuras e inac-cesibles es incompatible con las nociones modernas sobre cómo ha de exhibirse un Rembrandt o un Picasso. Pero no lo es con su interpretación como elemento de complejas representaciones religioso-tea-trales. Con el hallazgo de unas veinte fle-chas hechas de hueso de pájaro y oso en diferentes yacimientos (Pfeiffer, 1982: 180), se ha confirmado que utilizaban mú-sica. Además, algunas de las pinturas su-gieren por sí mismas que había individuos que bailaban ataviados con indumentarias especiales y máscaras (fig. 9.13). No se co-noce el significado preciso de cada uno de los elementos de la representación, pero parece probable que las cuevas fueran es-cenario de acontecimientos teatrales co-munitarios similares a los tipos de cere-monia que hoy en día realizan normal-mente los miembros de las sociedades pre-literarias para intensificar su sentido de la identidad social, para educar y hacer pa-sar a los jóvenes a la etapa adulta, y para asegurar la continuidad de sus tradiciones (véase cap. 21). En Australia, por ejem-plo, la música, la danza, la máscara, la de-coración del cuerpo, el uso de objetos ri-tuales y las pinturas sobre las lejanas pa-redes de los acantilados se combinan en representaciones dramáticas que se hallan al servicio de complejas funciones educa-tivas, sociales, estéticas y religiosas (figu-ras 9.14 y 9.15).

Esta interpretación del arte de las ca-vernas como elemento de un ritual comu-nitario implica que, en el Paleolítico su-perior, los grupos de cazadores y recolec-tores habían desarrollado una relación de

El Paleolítico del Viejo Mundo 195

control posesivo sobre sus territorios de caza y que las cuevas eran lugares sagra-dos situados en las zonas centrales de es-tos territorios. En definitiva, al subrayar la identidad del grupo y el territorio se sugiere que las poblaciones del Paleolítico superior experimentaban un grado consi-derable de presión demográfica y una competición intergrupal por los mejores territorios de caza. Es interesante hacer notar al establecer esta hipótesis que la aparición de arte en las cavernas se halla claramente circunscrita al sudoeste fran-cés y España (si bien en el este de Francia y otras partes de Europa también hay cue-vas). Como resultado de la ausencia de hielos y de su proximidad al océano, el sudoeste francés y España fueron áreas de refugio caracterizadas por un clima cálido en las que tanto los animales como sus depredadores humanos se agolparon du-rante los períodos agudos del avance gla-cial (Jochim, 1983; Mellars, 1985). Este hecho sugiere la posibilidad de que algu-nas de las presas animales más preciadas pudieran haber llegado a escasear o inclu-so a desaparecer por completo en ciertos enclaves, de tal modo que los rituales y representaciones de las cavernas habrían obedecido en parte al deseo de ver recu-perada su presencia anterior. La evidencia en favor de esta reconstrucción es que existe un desajuste entre la frecuencia con que se representan las presas sobre las pa-redes y la frecuencia con la que aparecen en los restos de fauna asociados a una cue-va particular. Por ejemplo, los caballos son los animales más frecuentemente represen-tados, pero también la presa consumida con menos frecuencia, en vanas de las cue-vas del sudoeste francés y del norte de España que mejor se han estudiado (Al-tuna, 1983). Basándose en datos regiona-les, existe una buena correlación entre los animales cazados y los animales represen-tados (Rice y Paterson, 1986). Es obvio

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El Paleolítico del Viejo Mundo 197

FIG. 9.13 ¿Danzante enmascarado? Repárese en la forma humana de pies y manos. Procedente de Trois Fréres, Francia.

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198 Arqueología y prehistoria

FLG. 9.14 Pinturas rupestres australianas

Fig. 9.15 C m w n é M Las ceremonias c>"|»J.T ^ rTaha

- ™ el cuerpo, danzar, cantar, gritar y sonidos de percustón.

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que los animales más grandes fascina-ban tanto a los cazadores como a los ar-tistas.

¿Un calendario en el Paleolítico superior?

En todas sus formas, el arte del Paleo-lítico superior sugiere que se alcanzó una nueva fase en el proceso de despegue cul-tural. Con anterioridad, nunca los hom-bres habían llegado a estar tan profunda e inextricablemente atrapados en un mun-do de símbolos culturalmente creados. El tipo de símbolos compartidos que entra-ñan las representaciones rupestres, las lí-neas grabadas o las figurillas es diferente del simbolismo implícito en la manufac-tura de un hacha de mano. Un joven del Paleolítico superior podía aprender cuál era el significado de un hacha de mano observando cómo se fabricaba y usaba. Pero el significado de una línea en zig-zag, una representación rupestre o una ve-nus era algo que necesitaba una explica-ción.

Se han realizado varios intentos de in-terpretar ciertos dibujos e incisiones de tipo geométrico —rayas, cuadrículas, ara-ñazos, líneas— que aparecen en las pare-des de las cuevas y en los instrumentos de asta y hueso del Paleolítico superior. Recientemente, se ha propuesto la teoría de que los agujeros y líneas hallados en ciertas placas y «bastones» (fig. 9.16) de asta y hueso eran registros del paso de los días y de las fases de la luna (Marshack, 1985). Aunque estas marcas pueden inter-pretarse de otra manera, no hay razón al-guna para dudar de que los artistas res-ponsables de las escenas sorprendente-mente realistas en las paredes de las cue-vas también tuvieran la capacidad de ob-servar y registrar las fases de la luna y otros acontecimientos celestes, preparan-

El Paleolítico del Viejo Mundo 199

do así el camino para el desarrollo de los primeros calendarios.

El Paleolítico en otras regiones

Series de industrias paleolíticas simila-res a las de Europa se han dado también en Asia y Africa. Por ejemplo, las técnicas levalloisienses y las industrias musterien-ses sucedieron a las tradiciones achelenses en todo el territorio africano. Incluso exis-te una industria de lascas parecida a la musteriense en el norte de China. Alrede-dor del 30.000 al 40.000 B.P., útiles de hue-so, lasca y hoja se hacían en todos los continentes (excepto el antártico). Duran-te el período del 20.000 al 10.000 B.P. es imposible decir que cualquier región en particular hubiera logrado ventajas tecno-lógicas decisivas sobre las demás. Para ser exactos, había mucho de variación en el contenido específico del conjunto de úti-les de los cazadores de mamuts euroasiá-ticos, de los habitantes de los bosques del sudeste de Asia y de los cazadores austra-lianos de marsupiales, pero esta variación probablemente refleja una adaptación lo-cal más que diferentes niveles de progreso tecnológico (Bricker, 1976).

En el terreno de los logros artísticos, el arte figurativo comenzó probablemente al mismo tiempo tanto en Africa como en Europa. Se ha localizado en Namibia arte de este tipo que data de hace 27.000 años. Puede que algunas pinturas rupestres de Tanzania sean incluso anteriores (Anati, 1986).

El fin del Paleolítico

Pese a los numerosos logros tecnológi-cos del Paleolítico, el modo básico de sub-sistencia siguió siendo, esencialmente, el mismo que en la época achelense. Todos

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Fig. 9.16 Anotaciones paleolíticas (a) Asta de ciervo encontrada en La Marche, Francia, (b) Dibujo del asta, aplanado para mostrar dos con-juntos de anotaciones y caballos repetidamente grabados. Se piensa que las anotaciones eran un registro del paso de siete meses y medio lunares.

los grupos humanos continuaron practi-cando alguna variedad de caza, recolec-ción y pesca. Por supuesto, ni las opor-tunidades ambientales para la caza y re-colección ni el inventario tecnológico dis-ponible para explotar el medio ambiente permanecieron inalterados. A lo largo de los cientos de miles de años de avances y retrocesos glaciales, las zonas climáticas experimentaron cambios drásticos. A su vez, estas alteraciones acarrearon una su-cesión de cambios incesantes en la fauna y flora. Con cada avance de los glaciares,

las especies animales de clima cálido se veían obligadas a emigrar hacia el sur, las tundras sustituían a las praderas, las pra-deras reemplazaban a los bosques, los bos-ques se convertían en desiertos, que tam-bién proliferaron por otras regiones. La calidad y valor nutritivo de la dieta del Paleolítico estaban determinados tanto por la abundancia local de plantas y ani-males como por la tecnología. Una tecno-logía ineficiente producía un alto nivel de vida cuando había una gran abundancia de plantas y animales, mientras que las

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tecnologías y técnicas de caza y recolec-ción más eficientes no evitaban el hambre y la extinción cuando escaseaban los re-cursos cinegéticos y vegetales. Así pues, el bienestar humano estaba directamente relacionado con la respuesta de los anima-les y plantas a las condiciones naturales. Los grupos del Paleolítico pudieron in-fluir en estas condiciones quemando bos-ques para incrementar las áreas de pasto. Pero, las más de las veces, la única in-fluencia que podían ejercer era de carácter negativo, a través de la sobredepredación y la recolección incontrolada.

Las limitaciones del modo de produc-ción basado en la caza y la recolección quedan bien ilustradas en la transmisión de las culturas del Paleolítico superior a las culturas terminales del Pleistoceno en la Europa septentrional y occidental. Ha-cia finales de la última glaciación, la re-gión situada al sur de los glaciares recibió torrentes de agua procedentes del deshie-lo que favorecieron el crecimiento de pra-deras en las que pastaban enormes mana-das de caballos, bisontes, mamuts y renos. A medida que se retiraban los glaciares, se formaron exuberantes praderas vírge-nes que fueron invadidas por estos anima-les y por los depredadores humanos que los perseguían. En ellas prosperaron sen-das poblaciones de animales y humanos; pero, sin que ellos lo supieran, su mutuo estilo de vida estaba condenado. Las pra-deras eurasiáticas eran simplemente una fase ecológica temporal. Hace unos 12.000 años, los árboles empezaron a invadir las praderas. Bajo el dosel frondoso de los bosques, no podía crecer la hierba. Hacia 10.000 B.P. gran parte de la llamada me-gafauna pleistocénica europa se había ex-tinguido. El rinoceronte y el mamut la-nudos, el bisonte de las estepas, el alce gigante y el asno salvaje desaparecieron (fig. 9.17). Sin duda alguna, los cazadores, extraordinariamente hábiles, del Paleolíti-

El Paleolítico del Viejo Mundo 201

co superior contribuyeron a esta catástro-fe ecológica, de la misma manera que los cazadores del Nuevo Mundo probable-mente desempeñaron un importante papel en la extinción de la megafauna del He-misferio Occidental (véase pág. 237). Los elefantes, los rinocerontes y otros géneros habían sobrevivido a los numerosos avan-ces y retrocesos de las praderas y los bos-ques que se produjeron durante todo el Pleistoceno. El factor nuevo en esta situa-ción pudo haber sido la eficiencia sin pre-cedentes de la tecnología del Paleolítico superior (Martin, 1985).

En Europa este período se llama Meso-lítico. Fue un tiempo de intenso cambio ecológico local. Bosques de abedules y pi-nos se extendieron por la tierra, y los ca-zadores instalaron sus campamentos en calveros junto a las márgenes de los ríos, a orillas de lagos y estuarios y en las cos-tas. En los bosques se refugiaron animales de caza como el alce, el ciervo rojo, el corzo, los bóvidos (uros) y los cerdos sal-vajes. Pero para localizar a estos animales, se necesitaban nuevas técnicas de rastreo. Los animales que poblaban el bosque de-saparecían de la vista, salvo que el cobro de la pieza fuera rápido y silenciso. Así, no constituye ninguna casualidad que los arqueólogos hayan encontrado en un ya-cimiento mesolítico, Star Carr, Inglaterra, la prueba más antigua (circa 9.500 B.P.) de las halladas en Europa de la larga y afortunada simbiosis entre hombres y pe-rros (Champion et al., 1984: 96). (Puede que en Oriente Medio se domesticara a los perros incluso antes que al resto de los animales, véase pág. 213). En el bosque, el olfato del perro dirigía los pasos del cazador poniendo la evasiva presa al al-cance de su flecha. Pero la caza en hábi-tats boscosos, incluso con arcos perfec-cionados y podencos, no podía propor-cionar las cantidades de carne que antes se obtenían siguiendo a las manadas de

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202 Arqueología y prehistoria

FlG. 9.17 Mamuts lanudos Recreación artística de una de las especies de caza mayor que se extinguieron en Europa a finales de la última glaciación.

bisontes y renos. Debido a ello, los pue-blos mesolíticos tuvieron que recurrir cada vez más a una dieta de espectro amplio compuesta de alimentos vegetales, pesca-do, moluscos y otras fuentes fluviales y marítimas. A lo largo de la costa, los res-tos del consumo mesolítico de mariscos, acumulados curante siglos, formaron los montículos llamados concheros. Aunque

fuentes valiosas de proteínas, hace falta in-gerirlos en glandes cantidades para que puedan saciar a ana persona hambrienta.

El Mesolítico undñin marca el final de las grandes potaras rupestres. La forma distintiva de ane corropondiente a este

período consistió en diseños geométricos y símbolos incisos sobre útiles y armas, y guijarros pintados (fig. 9.18). Es evidente que este cambio en las preocupaciones es-téticas refleja la desaparición de los ani-males de caza mayor que habían sido la base de la subsistencia durante el Paleolí-tico.

El fin del Paleolítico en la perspectiva mundial

Hay considerables evidencias de que el Mesolítico europeo fue una manifestación regional de una orientación cultural y eco-

las almeas . ;¿s -tras y los mejillones son

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El Paleolítico del Viejo Mundo 203

función y significado son aún un misterio. FIG. 9.18 Guijarros pintados Artefactos típicamente mesolíticos cuya

lógica mundial conducente a modos de producción de espectro amplio que tuvo lugar en épocas algo distintas pero dentro de un período de unos 6.000 años de du-ración (entre el 15.000 y el 7.000 B.P.). Esta orientación está marcada por la ex-

'plotación de moluscos, mamíferos mari-nos, peces, pájaros, semillas, nueces y otras fuentes alimenticias dispersas y cos-tosas desde el punto de vista energético. En el Cercano Oriente, por ejemplo, el pueblo llamado los natufienses, que vivió cerca del 10.500 B.P., completaba su caza de animales como gacelas y ciervos con la recogida de grano silvestre mientras pes-caba con redes, arpones y anzuelos (para más información sobre los natufienses, ver el siguiente capítulo). Un ejemplo similar puede ser encontrado en Nubia y el Alto Egipto a lo largo de las márgenes del valle

del Nilo, donde el amplio espectro incluía granos y semillas salvajes, pájaros, peces y algunos animales grandes (Krzyzaniak, 1981). Un modo de producción de amplio espectro proporcionó las bases de un «pueblo mesolítico desarrollado», locali-zado en la costa de un lago del estado indio de Uttar Pradesh, datado en unos 10.300 B.P. (Jacobson, 1979: 481). Se pue-den distinguir desarrollos comparables en China, en la región de lagos de la provin-cia de Yunnan y en Japón, donde yaci-mientos arqueológicos de mariscos (mon-tones de desperdicios) que recuerdan a los yacimientos arqueológicos europeos del Mesolítico han sido datados en 9.000 B.P. Finalmente, como se verá en nuestra dis-cusión sobre la prehistoria del Nuevo Mundo (cap. 11), también se dieron mo-dos de producción de amplio espectro al

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204 Arqueología y prehistoria

final del Pleistoceno en lugares de Méxi-co, la-costa peruana y en el valle del Mis-sissippi.

Como veremos (pág. 215), esta orienta-ción recurrente parece ser indicativa de un desequilibrio entre la población y los mo-dos de producción de caza mayor y reco-lección del Paleolítico superior. El cam-bio del medio ambiente, un aumento de la densidad de población, la intensifica-ción de los patrones de caza tradicionales que condujeron al agotamiento de los re-cursos alimenticios tradicionales, y alguna forma de presión poblacional, parecen ser factores críticos que condujeron a adap-taciones de espectro amplio del tipo ca-racterístico del Mesolítico (G. Clark, 1981; Yessner, 1987;Harris, 1987; M. Co-hén, 1977, 1987).

En algunos aspectos, el Mesolítico fue un período en el que se deterioró el nivel de vida. Así, por ejemplo, es probable que la esperanza de vida disminuyera (Cohén, 1987). Paradójicamente, sin embargo, el Mesolítico fue también un período de rá-pido cambio tecnológico, quizá como muestra de que la necesidad agudiza el in-genio (véase cuadro 9.1).

Resumen 6.

Durante la mayor parte_ de] Pleistoce-no, las culturas evolucionaron lentamente yo durante largos períodos de tiempo^ no lo hicieron en absoluto. Parece existir una estrecha relación entre el surgimiento del Homo sapiens y el punto de «despegue» cultural.

La edad más larga y antigua de la pre-historia de los homínidos se denomina Pa-leolítico. Esta edad se inició hace, como mínimo, 23 millones de años, como in-dican los sencillos útiles líticos hallados en Hadar, y duró hasta nace unos 10.000-años. El modo de producción practicado

CUADRO 9.1

L O S L O G R O S D E L M E S O L I T I C O

La tecnología se desarrolla hacia una mayor eficiencia en el transporte, los útiles y el abas-tecimiento. Tanto los utensilios como los me-dios que configuran el equipamiento para la subsistencia se hacen más diversos en las for-mas, más especializados en las funciones y más abundantes en número. Se conoce una canti-dad increíble de aparejos de pesca, que com-prende redes, cañas, ganchos, anzuelos y ar-pones. Aparecen por primera vez artefactos de piedra fundamentales como hachas, útiles para procesar los alimentos vegetales y otros ins-trumentos. En el norte de Europa se han ha-llado, procedentes de este período.. . , canoas y trineos para desplazarse por la nieve. Las ar-mas arrojadizas se ven dotadas de una amplia variedad de puntas hechas de hueso, madera, asta y piedra... O t r o tipo de útiles de piedra percutida empiezan a adquirir un papel secun-dario, llegando a convertirse en herramientas para hacer herramientas de madera, hueso y asta que se usan directamente para la obten-ción de alimento.

Los asentamientos crecen en tamaño y dura-ción, y pasan a diferenciarse más tanto en su organización interna como en el número y va-riedad de los enclaves y espacios. En diversas zonas, los asentamientos mesolíticos se carac-terizan por la existencia de amplios grupos co-rresidentes y la ocupación permanente de los territorios.

Fuente: Price, 1983: 770.

durante todo este período fue la recogida de desechos, la caza, la recolección y la pesca. No se disponía de plantas o ani-males domesticados, exceptuando los pe-rroSj cuya domesticación no se produjo sino al final del período.

Errante el Paleolítico inferior, se pro-dujo una transición de las industrias más-antiguas de choppers olduvaienses y lascas

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El Paleolítico del Viejo Mundo 205

a las industrias de bifaces y núcleos de la tradición achelense. Se supone que las pri-meras evolucionaron hacia las segundas. La característica principal del achelense es el bifaz (hacha de mano), probablemente un instrumento para varios fines. Sus fun-ciones exactas, empero, se desconocen. La industria achelense está estrechamente asociada al Homo erectus europeo y afri-cano. Durante el Paleolítico inferior, se perfeccionaron las técnicas de caza mayor, se construyeron refugios sencillos y se in-trodujo el uso controlado del fuego.

Sólo en la transición del Paleolítico in-ferior al medio, en el 125.000 B.P. apro-ximadamente, se produjeron cambios fun-damentales en la tecnología de útiles. La innovación mejor conocida es el método del núcleo en forma de tortuga de Leva-llois para la preparación de útiles sobre

m lasca. El Paleolítico medio europeo se de-nomina a menudo período mustenense y

v está estrechamente relacionado con los neandertales. En otros lugares, el Paleolí-tico medio se asocia a otros Homo sapiens arcaicos. Gran parte de los útiles del Pa-leolítico medio se fabricaron mediante téc-nicas de percusión suave y lascado secun-dario, retoque y tallado. Aparecen puntas* utilizadas para lanzas. Al final del Paleo-lítico medio, algunos adornos personales, grabados decorativos, así como indicios de 'rituales de enterramiento, sugieren cam-bios fundamentales en la capacidad de simbolización.

El Paleolítico superior se inicia hace unos 30.000 años y está estrechamente vinculado al surgimiento del Homo sa-piens sapiens. Hay un gran florecimiento de los instrumentos de marfil, asta y hce-so. Las hojas y otros útiles líticos se vuel-ven sumamente especializados y muestran una bella manufactura. Las agujas aducen el uso de ropas de piel en latitudes sep-tentrionales. Se crean otros inventos bási-cos. Proliferan los adornos personales, las

figurillas, las pinturas figurativas y los símbolos grabados, todo lo cual sugiere un salto cuántico en el uso de los símbolos.

En Europa, los pueblos del Paleolítico superior practicaban la caza mayor y ha-bitaban las praderas que se desarrollaron durante la retirada de los últimos glaciares continentales. Después del 10.000 B.P., la reforestación, ayudada en un grado sin precedentes por la caza humana, destruyó esta megafauna. De ahí que el Mesolítico europeo se caracterice por culturas coste-ras, fluviales y adaptadas a los bosques. El perro fue domesticado para ayudar a ca-zar en los bosques. Se introdujeron mu-chos otros inventos tecnológicos básicos adaptados a la explotación de un amplio espectro de hábitats costeros, fluviales y boscosos. Patrones similares de adaptacio-nes de amplio espectro se dieron mucho al final del Pleistoceno en el período de t iempo comprendido entre 13.000 y 7.000 B.P. tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo.

Parece probable que el final del Paleo-lítico representase tiempos relativamente «duros» para muchos de los descendien-tes de los cazadores de caza mayor del Paleolítico superior. En Europa, la nueva infraestructura tuvo también efectos drás-ticos para el arte de las cavernas. Tanto las manadas de animales como el arte ri-tual que las representaba desaparecieron más o menos en la misma época. El com-ponente estético en los rituales mesolíti-cos se expresa en sí en diseños geométri-cos y símbolos grabados en útiles y armas y guijarros pintados.

A pesar de la desaparición del arte ru-pestre, el Mesolítico fue una época de in-novación cultural. La domesticación del perro constituyó un logro do menos itn-V portante que las pinturas rupestres. La gran abundancia de árboles llevó apareja-dos el reto y la oportunidad de desarro-II45 nuevas técnicas para la manufactura

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de útiles y guarniciones en madera. Por primera vez se produjeron hachas con téc-nicas de afilado más que de lascado. An-zuelos, lanzas de pesca y arpones fueron perfeccionados; también se inventaron, o bien se mejoraron, redes de pesca y balsas de cortezas, barcos y remos, trineos y es-

quís. Tan pronto como los grupos loca-les acamparon durante períodos de tiem-po más largos cerca de recursos renova-bles como bancos marisqueros o lugares de pesca, se incrementó la densidad de po-blación y se abrieron nuevas oportunida-des para la evolución cultural.

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