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1926-Hemingway, Ernest - Aguas Primaverales

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AGUAS PRIMAVERALES ERNEST HEMINGWAY

Aguas primaveralesErnest Hemingway

AGUAS PRIMAVERALES

ERNEST HEMINGWAY

Novela romntica en homenaje a la desaparicin de una gran raza

A H. L. Mencken y S. Stanwood Mecken

En prueba de admiracin

Risa roja y negra

La nica fuente del verdadero ridculo es

(a mi entender) la afectacin.Henry Fielding.

1

En una importante fbrica de bombas de Michigan, Yogi Johnson, de pie, junto a la ventana, miraba al exterior. La primavera ya estaba cerca. Sera posible que las palabras de aquel individuo que escriba, Hutchinson: Cuando llega el invierno, la primavera no anda lejos, se realizaran de nuevo este ao? Yogi Johnson se lo preguntaba. Cercano a Yogi, dos ventanas ms all, se encontraba Scripps O'Neil, un individuo largo y delgado, con un rostro largo y delgado. Los dos observaban el patio vaco de la fbrica. La nieve cubra las hileras de bombas embaladas en sus cajas dispuestas para ser enviadas. Al llegar la primavera, cuando la nieve comenzara a fundirse, los obreros de la fbrica, con sus picos, dejaran libres las cajas de su prisin de hielo, las trasladaran hasta la estacin donde seran cargadas en vagones para ser expedidas. Yogi Johnson contemplaba las bombas cubiertas por la nieve mientras su aliento dibujaba trazos fantsticos en el fro cristal. Yogi Johnson pensaba en Pars. Quiz fueran aquellos dibujos maravillosos lo que le recordaba la alegre ciudad, en la que, tiempo atrs, haba pasado dos semanas. Dos semanas que iban a convertirse en las ms felices de su vida. Pero todo aquello formaba ya parte del pasado. Aquello y todo lo dems.Scripps O'Neil tena dos mujeres. Erguido, largo y delgado, junto a la ventana, con su frgil dureza como nica vitalidad, pensaba en ellas. Una de ellas viva en Mancelona y la otra en Petoskey. No haba visto a la mujer de Mancelona desde la primavera pasada. Recorri con la mirada el patio lleno de nieve y se pregunt lo que la primavera poda reservarle. Con su mujer de Mancelona, Scripps sola emborracharse a menudo. Cuando estaba ebrio, l y su mujer se sentan felices. Bajaban juntos hasta la estacin y se paseaban a lo largo de los rales, luego se sentaban para beber mientras miraban pasar los trenes. Se sentaban bajo un pino en lo alto de una pequea colina que dominaba la va del tren y beban. A veces beban durante toda la noche. Y, a veces, solan beber durante toda una semana sin interrupcin. Aquello les sentaba bien. Daba fuerzas a Scripps. Scripps tena una hija a la que llamaba Lousy O'Neil. Su verdadero nombre era el de Lucy O'Neil. Una noche, despus de haber estado bebiendo juntos durante tres o cuatro das junto a la va del tren, Scripps perdi a su mujer. Ignoraba dnde poda hallarse. Cuando recobr todos los sentidos era ya de noche y ella haba desaparecido. Comenz a andar, junto a la va, en direccin a la ciudad. Encontraba que los travesaos eran rgidos y duros bajo sus pies. Intent caminar sobre los rales. Era imposible. Y lo comprendi perfectamente. Se puso a andar de nuevo sobre los travesaos. El camino era largo hasta la ciudad. Finalmente lleg a un lugar desde el cual podan verse las luces de la caseta del guardagujas. Se alej de la va del tren y pas por delante del colegio de Mancelona. Era un edificio de ladrillos amarillos. No tena nada de rococ como los que haba visto en Pars. No, jams haba estado en Pars. No era l. Era su amigo Yogi Johnson.Yogi Johnson miraba por la ventana. Pronto sera hora de cerrar la fbrica de bombas durante la noche. Entreabri prudentemente la ventana, slo un poco. Slo un poco, pero bastaba. Fuera, en el patio, la nieve comenzaba a fundirse. Un viento suave empezaba a soplar. Era el chinook, tal como le llamaban los obreros de la fbrica. El clido aliento del chinook penetr por la ventana y se extendi por la fbrica. Todos los obreros abandonaron sus herramientas. La mayora de ellos eran indios.

El capataz era un hombre pequeo con una mandbula de hierro. Un da se aventur a ir hasta Duluth. Duluth estaba lejos, al otro lado de las aguas azules del lago, en las colinas de Minnesota. Y all le haba ocurrido una cosa maravillosa.

El capataz se meti un dedo en la boca para humedecerlo, luego lo levant. Sinti la clida brisa sobre su dedo. Mene la cabeza con aspecto lgubre y sonri a los obreros con una sonrisa algo sardnica.

Sin duda alguna, muchachos, es un verdadero chinook coment.

En silencio, la mayora, los obreros guardaron sus herramientas. Las bombas por terminar fueron colocadas en sus estanteras. Los obreros se dirigieron en fila hacia los lavabos para lavarse; los unos iban hablando, los otros en silencio y algunos refunfuando.

Por la ventana pudo orse el grito de guerra de los indios.

2

Scripps O'Neil se hallaba inmvil frente a la escuela de Manelona, con la mirada fija en las ventanas iluminadas. Era de noche y caa la nieve. Caa desde haca mucho tiempo, segn crea recordar. Un transente se par para mirar a Scripps. Pero, despus de todo, qu le importaba aquel hombre? Sigui su camino.

Scripps estaba de pie, en medio de la nieve, mirando fijamente las ventanas iluminadas de la escuela. All dentro haba gente que estaba aprendiendo cosas. Avanzada la noche, trabajaban, los chicos y las chicas rivalizaban en actividad, vidos de conocimientos los unos y los otros, compartiendo aquella sed de aprender que dominaba a toda Amrica. Su hija, la pequea Lousy, muchacha que no le haba costado menos de setenta y cinco dlares en mdicos, se encontraba all dentro estudiando. Scripps se senta orgulloso. Ya era demasiado tarde para que l se instruyera, pero all dentro, da tras da y noche tras noche, Lousy aprenda. Aquella muchacha lo llevaba en la sangre.

Scripps enfil el camino de su casa. No se trataba de una gran casa, pero no eran precisamente los problemas de dimensiones lo que preocupaba a la mujer de Scripps.

Scripps le deca a menudo cuando beban juntos, no necesito un palacio. Todo cuanto quiero es un rincn en el que el viento no pueda entrar.

Scripps lo realiz al pie de la letra. Y aquella noche, al descubrir las luces de su casa entre la nevada oscuridad, se sinti contento de haberle tomado la palabra. l, Scripps, no era el tipo de individuo con deseos de poseer un palacio.Abri la puerta de la casa y entr. Algo le bailaba en la cabeza. Intent deshacerse de ello sin conseguirlo. Qu era aquello que haba escrito ese poeta que su amigo Harry Parker haba encontrado un da en Detroit? Harry lo recitaba: Por ms que se deambule de palacio en placer y de placer en palacio, cuando... alguna cosa..., alguna cosa..., en ningn sitio se est mejor que en la propia casa. Ya no recordaba las palabras. No todas. Haba compuesto una musiquilla sencilla y haba enseado a Lucy a cantar su cancin. Era en los primeros tiempos de casados. Scripps habra podido ser compositor, o sea que habra podido ser uno de esos individuos que escriben aquellas cosas que interpreta la orquesta sinfnica de Chicago, si hubiera tenido la posibilidad de continuar sus estudios. Le pedira a Lucy que le cantara esta noche su cancin. Nunca jams volvera a beber una gota de alcohol. La bebida anulaba su sentido para la msica. A veces, cuando estaba borracho, el silbido de los trenes al comienzo de la subida de Boyne Falls le pareca ms hermoso que cuanto haba escrito el tal Stravinski. La bebida haba conseguido aquello. Era nocivo. Se ira a Pars. Como aquel Albert Spalding que tocaba el violn.

Scripps abri la puerta. Entr.

Lucy llam, soy yo, Scripps.

No volvera a beber. No ms noches pasadas sobre la va del tren. Lucy necesitaba, quizs, un nuevo abrigo de pieles. Quizs, a pesar de todo, deseaba un palacio en lugar de aquella barraca. Nunca se sabe si una mujer queda satisfecha. Quizs, a pesar de todo, aquella casa no les protega del viento. Fantstico. Encendi una cerilla.

Lucy! grit, y en su voz ya haba algo de terror.

Su amigo Walt Simmons haba odo una vez aquel mismo grito proferido por un semental que acababa de ser atropellado por un autobs en la plaza Vendme, de Pars. En Pars no se practicaba la castracin. Todos los caballos eran sementales. No se criaban yeguas. Al menos desde la guerra. La guerra lo haba cambiado todo.

Lucy! grit de nuevo. Lucy!

No obtuvo respuesta. La casa estaba vaca. Mientras estaba all, inmvil en su soledad y en su larga delgadez, en su desierta casa, Scripps oy, trado por el viento impregnado de nieve, el grito de guerra de los indios.3

Scripps se fue de Mancelona. Estaba harto de soportar aquel lugar. Qu poda ofrecerle una ciudad como aqulla? Nada. Trabajas toda tu vida y luego te ocurre una cosa as. Aos de ahorro barridos en un abrir y cerrar de ojos. Todo a rodar. Decidi irse a Chicago. En Chicago encontrara trabajo. Fjense en su situacin geogrfica, en la punta del lago Michigan. Chicago conseguira grandes cosas. Cualquier imbcil poda comprenderlo as. Comprara algo de terreno en la zona llamada el Loop, el gran distrito comercial e industrial. Comprara el terreno a bajo precio y se aferrara a l. Que intentaran quitrselo. Ahora ya conoca un par de trucos y no podan quitrselo.Solo, con la cabeza descubierta, la nieve cayendo sobre sus cabellos, iba avanzando a lo largo de la va del tren. Era la noche ms fra de toda su vida. Recogi a un pjaro inanimado que haba cado, helado, entre los rales, y se lo puso debajo de la camisa para reanimarlo. El pjaro se acurruc en el cuerpo caliente de Scripps y se puso a picotearle el pecho en seal de agradecimiento.

Mi pobre pequen murmur Scripps. Tambin t tienes fro. Las lgrimas humedecieron sus ojos. Maldito viento! mascull Scripps, disponindose a seguir su camino entre las rfagas de nieve.

El viento soplaba de frente y vena del lago superior. Los hilos telegrficos, que pasaban por encima de Scripps, silbaban al ritmo del viento. En la oscuridad, Scripps descubri un enorme ojo amarillo avanzar hacia l. La locomotora gigante se hunda por entre la tempestad. Scripps se arrim a la cuneta para dejarle paso. Qu demonios haba escrito aquel individuo llamado Shakespeare?: El poder hace la justicia. Scripps tena aquella frase en la mente mientras el tren pasaba frente a l, rasgando la espesa cortina de noche y de nieve. Al paso de la locomotora pudo ver cmo el conductor, inclinado hacia delante, estaba ocupado en introducir grandes paletadas de carbn en la boca abierta de la caldera. El maquinista llevaba unas enormes gafas protectoras. Su rostro estaba iluminado por el resplandor que emerga de la puerta abierta de la caldera. Era el maquinista. Era l quien tena la mano colocada encima de la vlvula de paso. Scripps pens en los anarquistas de Chicago que en el momento de ser ahorcados declararon: Por ms que hoy nos ahorquis no os ser posible... algo... algo... nuestras almas. Se haba erigido un monumento a su memoria, en el lugar donde estaban enterrados, en el Waldheim Cemetery, cerca del Forest Park Amusement Park, de Chicago. El padre de Scripps sola llevar all a su hijo los domingos. El monumento era totalmente negro y estaba adornado con un ngel negro. Todo aquello ocurra cuando Scripps era un nio. A menudo preguntaba a su padre: Padre, ya que venimos los domingos a ver a los anarquistas, por qu no lo aprovechamos para jugar en el tobogn?. La respuesta de su padre le haba dejado siempre insatisfecho. Entonces Scripps era un nio con pantalones cortos. Su padre era un gran compositor. Su madre era una italiana del Norte. Son gente rara esos italianos del Norte.Scripps mir cmo pasaba el tren, con sus largos segmentos negros desfilando con un ruido que pronto se ahogaba en la nieve. Todos los vagones eran Pullman. Las cortinas estaban echadas. Slo se vean unas rayas de luz en la parte baja de las ventanas oscuras, formando una sucesin de lneas horizontales. El tren no ruga como lo habra hecho de haber circulado en sentido inverso, ya que ascenda la pendiente de Boyne Falls. Evidentemente iba menos rpido para subir que para bajar. De todas formas iba demasiado rpido para que Scripps pudiese subirse a l.

Scripps recordaba lo hbil que haba sido para saltar sobre los vagones de mercancas, cuando era un muchacho con pantalones cortos.

El largo tren negro de coches Pullman desfil ante Scripps, inmvil a unos cuantos pasos de la va. Quin poda haber en aquellos coches? Americanos que hacan su fortuna durmiendo? Madres de familia? Padres de familia? Amantes quizs? O representantes europeos de una civilizacin gastada, agotada por la guerra? Scripps se lo preguntaba.

El ltimo vagn pas ante l y el tren continu su ascensin. Scripps sigui con la mirada la luz roja hasta que hubo desaparecido suavemente acompaada por los copos de nieve. El pjaro alete bajo su camisa. Scripps continu su camino sobre los travesaos. Quera llegar a Chicago antes del amanecer para poder encontrar trabajo desde la maana siguiente. El pjaro alete de nuevo. Ya no estaba tan dbil. Scripps le acarici con su mano con el fin de tranquilizarle. El pjaro se calm. Scripps aliger el paso.

Despus de todo, no tena por qu ir hasta Chicago. Haba otros lugares. A pesar de que aquel individuo llamado Henry Mencken haba dicho de Chicago que era la capital literaria de Amrica? Estaba Grand Rapids. En Grand Rapids, podra empezar de nuevo desde cero metindose en la industria del mueble. Haba gente que amas verdaderas fortunas en aquella rama. Los muebles de Grand Rapids eran clebres para las jvenes parejas que se paseaban por la tarde, haciendo proyectos para el futuro. Recordaba un cartel anunciador que haba visto en Chicago cuando era pequeo. Su madre se lo haba enseado mientras andaban, con los pies descalzos, mendigando de puerta en puerta, por el barrio al que probablemente se le llame hoy el Loop. A su madre le gustaba el reflejo brillante de las bombillas sobre el anuncio.

Me recuerdan a San Miniato en mi Florencia natal le deca a Scripps. Mralas, hijo mo, ya que un da tu msica ser interpretada all, por la orquesta sinfnica de Florencia.

Scripps se haba pasado horas con la mirada fija en aquel anuncio, mientras su madre dorma envuelta en un viejo chai en un sitio en el que probablemente se levante hoy el Black Stone Hotel. El anuncio le produca una impresin muy fuerte.Para amueblar su hogar confe en Hartman

Se poda leer. Se iba iluminando con distintos colores. Primero, era un blanco puro, deslumbrante. Era el color preferido por Scripps. Luego, vena un verde muy bonito. Finalmente, un rojo muy intenso. Una noche, mientras estaba acurrucado contra el clido cuerpo de su madre, con la mirada fija en el centelleante cartel, un polica pas por all.

No pueden ustedes quedarse aqu, levntense les dijo.

S, realmente! Se poda hacer mucho dinero con esto de los muebles si saba cogerse bien. l, Scripps, conoca a fondo todos los trucos del oficio. Ya estaba decidido. Se quedara en Grand Rapids. El pjaro se agit nuevamente, pero esta vez alegre.

Ah! Qu hermosa jaula dorada voy a construirte, pequeo mo! coment Scripps con una alegre voz.

El pajarito le mordilleaba con confianza. Scripps avanz en la tempestad con la cabeza agachada. La nieve empezaba a amontonarse a lo largo de los rales. Dbil y lejano, trado por el viento, lleg a los odos de Scripps el grito de guerra de los indios.

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Dnde se hallaba Scripps en estos momentos? Continuaba avanzando a travs de la noche y la tempestad, senta como si su cerebro se nublara. Se haba ido con la intencin de llegar hasta Chicago tras aquella horrible noche en la que descubri que su hogar ya no lo era. Por qu Lucy le haba abandonado? Qu habra ocurrido con Lousy? l, Scripps, lo ignoraba. Poco se preocupaba ya de ello. Todo aquello formaba parte del pasado. No quedaba nada de l. Se encontraba, con la nieve hasta las rodillas, delante de una estacin. Sobre la estacin haba un letrero que deca en grandes caracteres:PetoskeyEn el andn haba un montn de ciervos que, seguramente, haban sido enviados all por los cazadores del norte de la pennsula de Michigan, y que yacan amontonados los unos sobre los otros, inertes y rgidos, medio cubiertos por la nieve. Scripps ley de nuevo el letrero. Era posible que se encontrara en Petoskey?

Haba un hombre en la estacin, tecleando alguna cosa, detrs de una ventanilla. Levant los ojos para mirar a Scripps. Era telegrafista? Scripps intua que lo haba adivinado.

Scripps se sac de encima la nieve y se acerc a la ventanilla. Al otro lado, el individuo se entretena manipulando un aparato.

Es usted telegrafista? pregunt Scripps.

S, seor contest el hombre. Soy telegrafista.

Qu maravilloso!

El telegrafista le ech una mirada desconfiada. Despus de todo, qu le importaba aquel hombre?

Es difcil ser telegrafista? pregunt Scripps.

Hubiera querido preguntarle inmediatamente a aquel individuo si se hallaba realmente en Petoskey. Desconoca aquella importante regin del norte de los Estados Unidos y quera ser corts.

El telegrafista le mir de forma inquisidora.

Oiga! grit a Scripps, es usted un hada?

No respondi Scripps. Ignoro lo que quiere decir ser un hada.

Entonces, por qu se pasea usted con un pjaro?

Un pjaro? dijo Scripps, extraado. Qu pjaro?

El pjaro que asoma de su camisa.

Scripps se encontr perdido. Qu tipo de individuo era aquel telegrafista? Qu tipo de hombres entraban en telgrafos? Eran parecidos a los compositores?, a los artistas?, a los escritores? Tenan algo que ver con aquella gente que trabajaban en publicidad redactando aquellos anuncios que aparecen en nuestras revistas nacionales? O bien, eran como los europeos con sus mejores aos, perdidos y vacos por la guerra, a sus espaldas? Poda explicar toda su historia a este telegrafista? La comprendera?

Iba hacia mi casa empez. Pasaba por delante de la escuela de Mancelona...

Conoc a una muchacha en Mancelona interrumpi el telegrafista. Quiz tambin usted la haya conocido: Ethel Enright.

Imposible continuar de aquel modo. Condensara su historia. Explicara lo ms esencial. Por otra parte, haca un fro bestial. Uno se helaba en aquel andn barrido por el viento. Algo le deca que era intil continuar. Dirigi su mirada hacia el montn de ciervos, fros y rgidos. Quiz tambin ellos haban sido amantes. Algunos eran machos, otros hembras. Los machos estaban provistos de astas. Era por eso que se distinguan. Con los gatos es ms difcil. En Francia castran a los gatos, pero no a los caballos. Francia estaba lejos.

Mi mujer me ha abandonado declar bruscamente Scripps.

No me extraa, si se pasa usted el tiempo paseando con un pjaro dentro de la camisa replic el telegrafista.

En qu ciudad estamos? pregunt Scripps.

El nico instante de comunicabilidad que haba habido se haba evaporado. Es decir, que en realidad no haba existido. Pero hubiera podido existir. De todas maneras, ahora ya estaba acabado. Era intil intentar atrapar de nuevo lo que se haba perdido. Lo que se haba escapado.

Petoskey contest el telegrafista.

Gracias dijo Scripps.

Dio media vuelta y se introdujo en la ciudad silenciosa y desierta. Por suerte llevaba encima cuatrocientos cincuenta dlares. Haba vendido un cuento a George Horace Lorimer justo antes de emprender aquel paseo etlico con su mujer. Por qu se haba marchado? En resumen, qu significado tena todo aquello?

Vio a dos indios que se le acercaban. Le miraron, pero sus rostros quedaron inmviles. Continuaron impasibles. Entraron en la barbera de McCarthy.5

Scripps O'Neil se qued inmvil e indeciso frente a la barbera. Dentro, haba hombres que se hacan afeitar. Otros, tambin iguales, se hacan cortar el pelo. Y otros, alineados a lo largo de la pared, sentados en sillas de alto respaldo, fumaban esperando su turno, observando con admiracin, quiz los cuadros colgados de la pared de enfrente, quizs el reflejo propio en el gran espejo. Scripps deba entrar? Despus de todo, tena cuatrocientos cincuenta dlares en el bolsillo. Poda ir a donde quisiera. Ech de nuevo otra mirada a la barbera, siempre indeciso. El espectculo era atractivo: la sociedad de los hombres, una habitacin confortablemente caldeada, los peluqueros en bata blanca, actuando hbilmente con las tijeras o la navaja sobre las dciles cabezas de los clientes. Esos peluqueros saban usar perfectamente sus instrumentos. Pero Scripps tena la sensacin de que aquello no era precisamente lo que necesitaba. Necesitaba otra cosa. Necesitaba comer. Adems, tena que ocuparse de su pjaro.

Scripps O'Neil volvi la espalda a la barbera y reemprendi su marcha por en medio de aquella ciudad del Norte, silenciosa y glacial. A su derecha, a medida que caminaba, los sauces llorones con sus desnudas ramas se inclinaban hacia el suelo bajo el peso de la nieve. Oy como un sonido de cascabeles. Quizs estbamos en Navidad. En el Sur, posiblemente los nios encendan petardos mientras gritaban: Regalo de Navidad! Regalo de Navidad!. Su padre era un hombre del Sur. Haba servido en el ejrcito rebelde durante la guerra civil. Sherman haba prendido fuego a su casa mientras pasaba en el curso de su avance hacia el mar. La guerra es el infierno, haba dicho Sherman. Comprndame, seora O'Neil, es mi obligacin. Y prendi fuego a la casa de las blancas columnas.

Si el general O'Neil estuviese aqu, canalla le dijo la madre de Scripps en su defectuoso ingls, jams se habra usted atrevido a tocar esta casa.

Volutas de humo emergan de la vieja casa. El fuego se propagaba. Las columnas blancas se iban ennegreciendo a medida que el humo se enroscaba por su largo cuerpo. Scripps se haba acurrucado junto a su madre, agarrado a su vestido de tiritaa.

El general Sherman haba montado de nuevo a su caballo y haba ejecutado una amplia reverencia. Seora O'Neil, haba dicho, y la madre de Scripps siempre contaba que tena los ojos humedecidos, por ms yanqui que fuera. El hombre tiene corazn, aunque no obedezca a sus imperativos.

Seora O'Neil, si el general estuviese aqu, arreglaramos este asunto entre hombres, lealmente. Pero las cosas siendo como son y la guerra siendo la guerra, debo incendiar su casa.

Seal a uno de sus soldados que se adelant para echar un cubo de petrleo sobre el fuego. Las llamas se elevaron y una enorme columna de humo se mezcl al clido viento de la tarde.

Menos mal haba dicho la madre de Scripps con aire triunfal que esta columna de humo servir como aviso de vuestra llegada a las otras leales hijas de la Confederacin.

Sherman efectu una nueva reverencia.

Es un riesgo que debemos correr, seora.

Hizo sonar sus espuelas y parti al galope, con su larga cabellera blanca flotando en el viento. Ni Scripps ni su madre le haban vuelto a ver. Era raro que, en aquel momento, pensara de nuevo en aquella historia. Levant la mirada. Vio frente a l un letrero. Deca:Casa Brown: lo mejor es probarDeba entrar a comer. Es lo que necesitaba. Iba a entrar a comer. Aquel letrero:

LO MEJOR ES PROBARAh! Esos propietarios de tabernas, saben lo que se hacen. Saben cmo atraer al cliente. No era necesaria la publicidad en el Saturday Evening Post. Lo mejor es probar. En aquello resida el truco. Entr.

Una vez franqueada la puerta de la taberna, Scripps O'Neil ech un vistazo a su alrededor. Haba un largo mostrador. Haba un reloj de pared. Haba una puerta que comunicaba con la cocina. Haba alguna pareja en las mesas. Haba un montn de buuelos bajo una campana de cristal. Haba carteles por las paredes anunciando todo tipo de manjares. Pero, despus de todo, estaba realmente en la taberna Brown?

Puedo preguntarle dijo Scripps a una sirvienta de cierta edad que surgi en aquel momento por la puerta batiente de la cocina si aqu es la taberna Brown?

S, seor contest la camarera. Lo mejor es probar.

Gracias dijo Scripps. Se instal en el mostrador. Quisiera judas secas para m y tambin unas cuantas para mi pjaro.

Abri su camisa y puso al pjaro sobre el mostrador. El pjaro alete erizando sus plumas. Se puso a picotear la botella de ketchup. La camarera alarg la mano para acariciarlo.

Es un pequeo compaero muy avispado coment.

A propsito pregunt algo cohibida, qu me ha pedido usted?

Judas secas contest Scripps, para m y mi pjaro.

La camarera abri una ventanilla que daba a la cocina. Scripps descubri una habitacin caliente, llena de vapor, con un montn de potes y ollas y una hilera de brillantes cacerolas colgadas en la pared.

Un tocino con judas! grit la camarera con buena voz a travs de la ventanilla. Y otro para un pjaro!

Marcha! contest una voz en la cocina.

Qu edad tiene su pjaro? pregunt la camarera.

No lo s contest Scripps. Le conozco de ayer noche. Andaba a lo largo de la va del tren, tras haberme ido a Mancelona. Mi mujer me ha abandonado.

Pobre pequeo! dijo la camarera.

Verti un poco de ketchup sobre su dedo, que el pjaro se apresur a picotear con gratitud.

Mi mujer me ha abandonado repiti Scripps. Habamos ido a beber junto a la va del tren. Por las tardes tenamos la costumbre de salir, para ver cmo pasaban los trenes. Escribo. Tengo una narracin publicada en el Post y dos en el Dial. Mencken se esfuerza por cogerme entre sus garras. Soy demasiado astuto para dejarme coger. No tengo nada que ver con los polizei. Este tipo de gente me pone la piel de gallina.

Qu estaba diciendo? Slo deca desatinos. No poda continuar por aqu. Tena que coger de nuevo el hilo de la historia.

Scofield Thayer fue testigo de mi boda dijo. Estuve en Harvard. Todo cuanto pido es que nos hagan justicia a mi pjaro y a m. No ms Weltpolitik. Fuera el doctor Coolidge.

Estaba divagando. Saba por qu. Estaba a punto de caerse de hambre. Aquel viento del norte era demasiado fuerte para l, demasiado cortante.

Oiga dijo, perdneme, podra adelantarme unas pocas judas? No me gusta atosigar a la gente. Cuando es necesario, s dejar que las cosas vayan a su tiempo.

Aqu estn dijo la camarera.

Scripps se lanz sobre el plato lleno de judas. Haba tambin un poco de tocino. El pjaro coma con aire satisfecho, alzando la cabeza tras cada bocado para permitir a las judas que efectuaran su descenso. Hace esto, dando gracias a Dios por las judas explic la camarera.

Estas judas estn suculentas coment Scripps para mostrar su conformidad.

Bajo la influencia de las judas, su cabeza se iba aclarando. Qu demonios haba dicho referente a Henry Mencken? Le iba realmente detrs? No era una agradable perspectiva. Tena en el bolsillo cuatrocientos cincuenta dlares. Cuando se le terminaran, siempre le quedara el placer de poner fin a la comedia.

Si lo ponan entre la espada y la pared, les dara una gran sorpresa. No era hombre para dejarse coger vivo. Que lo intenten y vern.

Despus de terminar su plato de judas, el pjaro se haba dormido. Dorma sobre una pata, y la otra estaba enroscada bajo las plumas.

Cuando se haya cansado de dormir sobre una pata, cambiar para descansar observ la camarera. En casa tenamos un viejo halcn que era exactamente igual.

Dnde estaba su casa? pregunt Scripps.

En Inglaterra. En la regin de los lagos. (La camarera dej escapar una nostlgica sonrisa.) La tierra de Wordsworth, sabe usted?

Ah, esos ingleses! Se les encontraba en los cuatro extremos del globo. No podan aguantar en su pequea isla. Extraos nrdicos, obsesionados por sus sueos imperiales.

No siempre he hecho de camarera declar la camarera.

Estaba seguro de ello.

Ni nada que se le parezca continu la camarera. Es una historia bastante rara. Le aburre, quiz?

En absoluto protest Scripps. Le molesta que un da la utilice?

Ni lo ms mnimo si la encuentra usted interesante contest la camarera con una sonrisa. Evidentemente no citar mi nombre, verdad?

No, si no tiene un especial inters para usted. A propsito, podran servirme otro plato de judas?

Lo mejor es probar contest sonriendo la camarera.

Tena un rostro arrugado y gris. Se pareca un poco a aquella actriz que haba muerto en Pittsburgh. Cmo se llamaba? Lenore Ulric. En Peter Pan. S, exactamente. Se contaba de ella que siempre se paseaba con el velo bajado, pens Scripps. Era una mujer interesante. Era realmente Lenore Ulric? Posiblemente no. No tena importancia.

De verdad le apetece otro plato de judas? pregunt la camarera. S contest sencillamente Scripps.

Otra de judas grit la camarera por la ventanilla, y nada para el pjaro!

Marcha! contest la voz.

Le ruego que contine su relato le dijo Scripps amablemente.

Era el ao de la Exposicin de Pars empez diciendo. Yo era una jeune filie en aquella poca y mi madre y yo decidimos ir desde Inglaterra. Queramos estar all para la inauguracin. Bajamos en la estacin del Norte, y, antes de llegar al hotel de la plaza Vendme, en el que habamos reservado las habitaciones, nos paramos en una perfumera para hacer algunas compras. Si mal no recuerdo, mi madre compr un frasco de Sales inglesas, como las llaman en Amrica.

Sonri.

S, contine. Sales inglesas repiti Scripps.

Inscribimos nuestros nombres en el registro, como se acostumbra en los hoteles, y nos acompaaron hasta las dos habitaciones contiguas que habamos reservado. Como mi madre estaba un poco cansada del viaje, cenamos en nuestras habitaciones. Yo estaba muy excitada pensando en la visita que al da siguiente haramos a la exposicin. Pero me senta tambin muy cansada, ya que habamos tenido una travesa bastante mala, y me dorm profundamente. Al da siguiente, al despertarme, llam a mi madre. Al no recibir respuesta, me levant y entr en su habitacin con nimos de despertarla. En lugar de mam, haba en la cama un general francs.

Mon Dieu! exclam Scripps.

Me cogi un terrible pnico continu la camarera, y llam a la direccin. Subi el conserje y le pregunt dnde estaba mi madre. Pero, seorita contest el conserje, nunca hemos odo hablar de su madre. Lleg usted junto con el general X, ya no recuerdo su nombre.

Llmelo el general Joffre propuso Scripps.

Era un nombre ms o menos as contest la camarera. Estaba muerta de miedo. Hice llamar a la polica y quise ver el registro donde se inscriben los nombres de los clientes a su llegada. Vern como figuro inscrita como yendo acompaada por mi madre, dije. Lleg la polica y el conserje trajo el libro de registros. Vea, mademoiselle, como est usted inscrita al mismo tiempo que el general con el que lleg usted anoche. Estaba desesperada. Acab por recordar la direccin del saln de belleza. Los policas mandaron a buscar al dependiente. Le hicieron entrar. Entr en su tienda junto con mi madre le dije, y mi madre le compr a usted un frasco de sales aromticas. La recuerdo perfectamente, mademoiselle contest el dependiente. Pero no iba usted acompaada de su madre. La acompaaba un general francs, un seor de edad. Creo que compr un rizador de bigotes. Por otra parte, me basta con consultar mis libros para saber, exactamente, lo que compr. Estaba al lmite del desespero. Mientras, los policas haban hecho venir al chofer del taxi que nos llev de la estacin hasta el hotel. Y aqul, jur que jams me haba visto con mi madre. Dgame con franqueza, si le estoy aburriendo.

Contine, por favor contest Scripps. Si usted supiera lo goloso que soy para las historias!

Pues bien reemprendi la camarera, ya no hay mucho ms que contar. Nunca ms he vuelto a ver a mi madre. Me dirig a la embajada, pero no podan hacer nada. Finalmente acabaron por concretar que efectivamente haba cruzado el canal con mi madre, pero eso fue todo. Los ojos de la vieja camarera se llenaron de lgrimas. Ya nunca he vuelto a ver a mi madre. Nunca ms. Ni siquiera una vez.

Y qu ocurri con el general?

Me prest cien francos, dando la historia por terminada; aun en aquel tiempo no era demasiado dinero, y me vine a Amrica en donde me convert en camarera. Eso es todo. Es una historia muy sencilla.

No tan sencilla dijo Scripps. Pondra mi mano al fuego, seguro de que en todo esto hay gato encerrado.

Es lo que yo me digo muchas veces dijo la camarera. Presiento como si tuviera que haber algo detrs. En alguna parte, de una forma o de otra, tiene que haber una explicacin. No s lo que me ha hecho pensar hoy de nuevo en esta historia.

Ha hecho bien en explicarla dijo Scripps.

S contest sonriendo la camarera (las arrugas de su cara parecan ahora menos profundas). Me siento mucho mejor.

Dgame pregunt Scripps a la camarera, sabe usted si puedo encontrar trabajo en esta ciudad para m y para mi pjaro?

Trabajo honrado? pregunt la camarera. Slo estoy al corriente del trabajo honrado.

S, trabajo honrado.

He odo decir que faltan obreros en la nueva fbrica de bombas de agua coment la camarera.

Por qu no trabajar con sus propias manos? Rodin lo haba hecho. Czanne haba sido carnicero. Renoir, carpintero. Picasso haba trabajado en su infancia en una fbrica de cigarrillos. Gilbert Stuart el que pint aquellos famosos retratos de Washington, reproducidos por toda Amrica y que adornan todas las clases de las escuelas, Gilbert Stuart haba sido herrero. Tambin estaba Emerson. Emerson haba sido carbonero. James Russel Lowel haba sido en su juventud, segn le haban dicho, telegrafista. Como aquel individuo de la estacin. Quizs el individuo de la estacin estaba escribiendo su Thanatopsis o su To a Waterfow. Por qu pues, l, Scripps O'Neil, no podra trabajar en una fbrica de bombas de agua?

Volver por aqu? le pregunt la camarera.

Puede ser dijo Scripps.

No olvide traer a su pjaro.

De acuerdo dijo Scripps. Ahora, el pequeo est ms bien cansado. Despus de todo, la noche tambin ha sido dura para l.

Claro aadi la camarera.

Scripps se meti de nuevo en la ciudad. Se senta la cabeza ms despejada, y dispuesto a afrontar la vida. Una fbrica de bombas de agua poda ser interesante. En estos momentos las bombas de agua tenan su importancia. En Wall Street se ganaban y perdan fortunas a diario gracias a las bombas. Conoca a un individuo que, en menos de media hora, se haba hecho con medio milln con lo de las bombas. Esos grandes financieros de Wall Street saban lo que llevaban entre manos.

Una vez en la calle, mir de nuevo el letrero. Lo mejor es probar, ley. Evidentemente conocan el truco. Sin embargo, sera verdad que el cocinero era negro? Una sola vez, durante un corto instante, al levantarse la ventanilla, haba credo descubrir algo negro. Quizs el muchacho estaba simplemente cubierto de holln, al estar tanto rato cerca del fogn.

La lucha por la vida Hago constar aqu, solemnemente, que no tengo intencin alguna de calumniar ni vilipendiar a nadie. Aunque todo est calcado del libro de la naturaleza, que no haya personaje o accin que no haya surgido de mis propias observaciones y de mi experiencia personal, he tomado, sin embargo, el mximo cuidado para oscurecer a mis modelos, colocndolos en circunstancias, grados y aspectos tan distintos que se hace imposible determinarlos con exactitud; y si alguna vez sucediera de forma distinta, se debera a que la caracterizacin descrita fuera tan vulgar que el propio interesado podra rerse con los otros.Henry Fielding.1

Scripps O'Neil buscaba un empleo. Sera interesante trabajar con las manos. Se alej de la taberna y pas de nuevo frente a la barbera de McCarty. No entr. Sin embargo, la tienda se le ofreca ms atractiva que antes, pero lo que Scripps andaba buscando era trabajo. Al final de la calle, inmediatamente despus del peluquero, Scripps gir de pronto y se encontr en la calle mayor de Petoskey. Era una hermosa avenida, ancha, adornada a cada lado por una hilera de casas en ladrillo y piedra. Scripps atraves la calle mayor dirigindose a la fbrica de bombas. Cuando se encontr frente al portal de la fbrica, Scripps se sinti molesto. Era realmente la fbrica de bombas? En aquel momento vio salir una columna de bombas que varios obreros depositaron en la nieve salpicndolas de agua, para cubrirlas de una capa de hielo que las protegera de los vientos del invierno, mucho mejor que una capa de pintura. Pero, eran realmente bombas? Y si se trataba de un truco? Esos individuos de las bombas eran muy listos.

Oiga! pregunt Scripps a uno de los obreros que estaba echando agua sobre una bomba recientemente afilada, erigida en la nieve con aire de reproche. Son bombas de agua?

Lo sern en el tiempo previsto contest el obrero.

Scripps saba que aqulla era la fbrica. Por lo dems, no se dejara atrapar fcilmente. Se dirigi a la puerta de entrada. All haba un letrero que deca:

Prohibida la entradaSe refiere a m?, se pregunt Scripps. Llam a la puerta y entr.

Querra hablar con el director dijo de forma tranquila en la penumbra.

Los obreros pasaban delante de l, con bombas nuevas en los hombros. A su paso, Scripps oa el murmullo de unas canciones en voz baja. Los brazos de las bombas se balanceaban rgidamente en seal de silenciosa protesta. Algunas bombas estaban desprovistas de brazos. Quizs eran las ms afortunadas, pens Scripps. Un hombre pequeo se le acerc. Era de piernas cortas, pero bien constituido, con anchos hombros y una cara sombra.

Preguntaba usted por el director?

S, seor.

Soy el capataz de aqu. El jefe soy yo.

Puede usted emplear y despedir? pregunt Scripps.

Puedo hacer fcilmente lo uno y lo otro dijo el capataz.

Busco trabajo.

Tiene experiencia?

No en bombas.

De acuerdo dijo el capataz. Trabajar a destajo. Eh, Yogi! grit a un individuo que estaba cerca de la ventana mirando al exterior, ensale a este novato dnde puede guardar sus cosas y cmo moverse por aqu.

El capataz observ a Scripps de pies a cabeza.

Soy australiano dijo. Espero que le guste el trabajo. Y desapareci.

El hombre que atenda por el nombre de Yogi Johnson se alej de la ventana.

Tanto gusto en conocerle le dijo a Scripps.

Era un tipo fornido, con buena musculatura. Pareca estar de vuelta de muchas cosas. Vuestro capataz es el primer australiano con que me encuentro coment Scripps.

Oh! No es australiano contest Yogi. Pero se encontr una vez con australianos, durante la guerra, y aquello le impresion.

Tambin fue a la guerra usted? pregunt Scripps.

S contest Yogi Johnson. Fui el primero en irme de Cadillac.

Debe de haber sido una gran experiencia.

S, muy importante contest Yogi. Venga, le ensear los talleres.

Scripps sigui al hombre, que le hizo recorrer toda la fbrica. El interior de la fbrica estaba oscuro, pero haba una agradable temperatura.

Unos hombres, con la espalda desnuda, alcanzaban las bombas, con la ayuda de unas enormes pinzas, segn iban llegando en una cadena sin fin; separaban las bombas con imperfecciones mientras las otras eran colocadas en una nueva cadena sin fin que las suba a la cmara del fro. Otros hombres la mayora indios, vestidos nicamente con un taparrabos, destruan a golpes las bombas defectuosas, con un martillo gigante y azuelas y las fundan de nuevo para construir hachas, ballestas, trombones, moldes de balas, en fin, todos los productos propios de una fbrica de bombas. No haba nada que se perdiera, puntualiz Yogi. En un rincn del taller de fundicin, haba un grupo de muchachos indios, que tarareaban un viejo himno tribal, recogiendo los pequeos fragmentos de metal que se escapaban de las bombas que se estaban forjando, para transformarlos en cuchillas de afeitar.

Trabajan desnudos explic Yogi. Se les registra a la salida. A veces alguno intenta llevarse cuchillas de afeitar para revenderlas.

Debe representar una importante prdida argument Scripps.

Oh, no! contest Yogi. El inspector recupera la mayor parte.

Arriba, en una habitacin aparte, trabajaban dos viejos. Yogi abri la puerta. Uno de los viejos mir por encima de sus gafas de acero y frunci el entrecejo.

Hay corriente de aire murmur.

Cierren la puerta orden el otro viejo con este tipo de voz aguda y plaidera, tpica de las personas de edad.

Son nuestros dos artesanos explic Yogi. Realizan todas las bombas que la fbrica enva a los concursos internacionales. Recuerda la Peerless Pounder que se llev el premio de bombas en Italia, cuando Franky Dawson fue muerto?

S, le el relato en los peridicos dijo Scripps.

Fue Mr. Borrow, el del rincn, que realiz Peerless Pounder totalmente a mano y l solo. La esculp directamente en el acero, con este cuchillo. Mr. Borrow alz el brazo para ensear un cuchillo de hoja corta afilada como una navaja. Necesit dieciocho meses para dejarla terminada.

La Peerless Pounder era simplemente una bomba explic con voz aguda el viejecito. Pero en estos momentos trabajamos sobre un nuevo modelo que hundir todas esas bombas extranjeras, verdad Henry?

ste es Mr. Shaw dijo Yogi en voz baja. Posiblemente el artesano ms importante en bombas que vive actualmente.

Vosotros, muchachos, marchaos y dejadnos trabajar dijo Mr. Borrow.

Iba esculpiendo con regularidad el metal, sus viejas manos temblaban ligeramente a cada golpe.

Djales que miren protest Mr. Shaw. De dnde vienes, muchacho?

Acabo de llegar de Mancelona contest Scripps. Mi mujer me ha abandonado.

Bah! Encontrars fcilmente a otra dijo Mr. Shaw. Tienes buena planta. Pero si quieres un consejo: tmatelo con calma. Una mala mujer es peor que no tener ninguna.

Yo no soy de tu parecer intervino Mr. Borrow con su aguda voz. Cualquier mujer puede ser til al paso que van las cosas.

Sigue mi consejo, muchacho, no te precipites. La prxima vez escoge una que sea como Dios manda.

Henry sabe unas cuantas cosas dijo Mr. Borrow. En este tema sabe muy bien lo que se dice.

Dej escapar una risita aguda. Mr. Shaw, el viejo artesano, enrojeci.

Bueno, muchachos, ahora marchaos y dejadnos trabajar exclam. Henry y yo tenemos an un montn de trabajo por hacer.

Estoy muy contento de haberles conocido dijo Scripps.

Vmonos dijo Yogi. Lo mejor es que le muestre el trabajo que ha de hacer, si no el capataz me llamar la atencin.

Coloc a Scripps en el zunchado de pistones en su sala correspondiente. Y all trabaj Scripps durante casi un ao. En ciertos aspectos fue el ao ms feliz de su vida. Y en otros fue como una pesadilla. Una espantosa pesadilla. Por momentos amaba aquella pesadilla. Y en otros la odiaba. Sin darse cuenta un ao haba transcurrido. Continuaba zunchando pistones. Pero, qu cantidad de cosas raras le haban ocurrido durante aquel ao. A menudo se extraaba de ello. Mientras lo estaba pensando, sin dejar de zunchar pistones, ya que ahora lo haca casi maquinalmente, escuchaba las risas que suban del taller de la planta baja, donde los muchachos indios modelaban lo que deba convertirse en hojas de afeitar. Mientras escuchaba, algo le suba por la garganta, ahogndolo.

2Aquella noche, al acabar su primera jornada en la fbrica de bombas, el primer da de lo que deba convertirse en una interminable sucesin de das consagrados al zunchado de pistones, volvi a la taberna para cenar. Durante todo el da el pjaro haba estado escondido. Intua que la fbrica no era el sitio ms adecuado para traer a su pjaro. A lo largo del da el pjaro le haba puesto varias veces en un aprieto, pero acab ajustando sus ropas a la circunstancia e incluso abri una pequea abertura en su camisa para que el pjaro pudiese sacar su pico y respirar libremente. Ahora, la jornada de trabajo ya se haba acabado. Se haba acabado. Scripps se encamin hacia la taberna. Scripps contento de trabajar con sus manos. Scripps pensaba en los viejos artesanos de bombas. Scripps se propona pasar la velada en compaa de aquella camarera tan simptica. Quin era en realidad aquella camarera? Qu significaba aquella historia que le haba ocurrido en Pars? Tena que descubrir ms cosas sobre aquel endemoniado Pars. Yogi Johnson haba estado all. Le preguntara a Yogi. Le hara hablar. Se lo sacara todo. Se lo hara contar todo. Saba unas cuantas tretas para conseguirlo.

Mientras miraba cmo se pona el sol sobre el puerto de Petoskey, el lago helado y los gruesos pedazos de hielo que cabalgaban sobre el muelle, Scripps andaba a grandes pasos por las calles de Petoskey en direccin a la taberna. Le hubiera gustado invitar a Yogi Johnson a cenar con l, pero no se haba atrevido. Todava no. Ms tarde lo podra hacer. Cada cosa a su debido tiempo. Era intil precipitar las cosas con un to como Yogi. Pero, quin era Yogi, en realidad? Haba hecho realmente la guerra? Y, qu haba significado para l? Haba sido, de verdad, el primer hombre de Cadillac que se enrol? A propsito, dnde estaba Cadillac? Todo ello se aclarara con el tiempo.

Scripps O'Neil abri la puerta de la taberna y entr. La camarera de cierta edad se levant de la silla en la que se haba instalado para leer la edicin americana del Manchester Guardian y puso su peridico y sus gafas metlicas sobre la mquina registradora.

Buenas noches dijo ella con sencillez. Es agradable volverle a ver.

Scripps O'Neil sinti que algo se remova en l. Se sinti invadido por un sentimiento que no poda definir.

He trabajado durante todo el da mir a la camarera para usted aadi.

Qu amable! exclam la camarera; luego dej escapar una tmida sonrisa. Yo tambin he trabajado todo el da... para usted.Las lgrimas invadieron los ojos de Scripps. Algo se movi de nuevo en l. Alarg el brazo para coger la mano de la camarera de cierta edad, y, con una serena dignidad, coloc su mano en la suya.

Es usted mi mujer dijo.

Los ojos de la camarera se llenaron, a su vez, de lgrimas.

Es usted mi hombre dijo.

Repito: es usted mi mujer.

Scripps dej caer las palabras solemnemente. Algo se haba roto de nuevo en l. Notaba que no podra dejar de llorar.

Que esto sea nuestra ceremonia matrimonial dijo la camarera.

Scripps le apret la mano.

Eres mi mujer le dijo con sencillez.

Eres mi hombre y ms que mi hombre le mir a los ojos, eres Amrica entera para m.

Vmonos dijo Scripps.

Tienes el pjaro? pregunt la camarera mientras se quitaba el delantal y doblaba su ejemplar del Manchester Guardian Weekly. Me llevo el Guardian, si no te molesta dijo mientras envolva el peridico en su delantal. Acaba de llegar y no he tenido tiempo an de leerlo.

El Guardian me gusta mucho dijo Scripps. Recuerdo que en casa siempre lo comprbamos. Mi padre era un gran admirador de Gladstone.

Mi padre estudi con Gladstone, en Eton dijo la camarera. Ya estoy lista.

Se haba puesto un abrigo y estaba dispuesta para irse, con su delantal, sus viejas gafas con montura de metal en el viejo estuche de piel, su Manchester Guardian en la mano.

No tienes sombrero? pregunt Scripps.

No.

Pues, te comprar uno dijo Scripps con ternura.

Ser tu regalo de bodas dijo la camarera, y las lgrimas llenaron de nuevo sus ojos.

Y ahora, salgamos dijo Scripps.

La camarera de cierta edad sali de detrs del mostrador y juntos, dndose la mano, se perdieron en la noche fra.En la taberna, el cocinero negro abri la ventanilla y sac la cabeza para mirar la sala.

Se han marchado dijo con una sonrisa. Se han ido en la noche fra. Bien, bien, bien.

Baj suavemente la ventanilla. Incluso l se haba emocionado un poco.

3Al cabo de una media hora, Scripps O'Neil y la camarera volvan de nuevo a la taberna en calidad de marido y mujer. La taberna estaba igual. Haba el largo mostrador, las vinagreras, los azucareros, la botella de ketchup, la botella de Worcestershire Sauce. Haba la ventanilla que comunicaba con la cocina. Detrs del mostrador estaba la sustituta de la camarera. Era una bonita muchacha, con buen tipo y expresin divertida, que llevaba un delantal blanco. En el mostrador, sentado sobre un taburete, un tamborilero lea un peridico de Detroit. El tamborilero coma un bistec con pur de patatas. Algo muy hermoso acababa de ocurrirles a Scripps y a la camarera. Ahora tenan hambre. Tenan ganas de comer.

La camarera de edad madura contemplaba a Scripps. Scripps contemplaba a la camarera. El tamborilero lea su peridico y echaba, de vez en cuando, un poco de ketchup sobre su pur de patatas. La otra camarera, Mandy, estaba detrs del mostrador con su delantal blanco recin almidonado. Escarcha en los cristales. Calor en el interior. Fro en la calle. El pjaro de Scripps, un poco aturdido, sobre el mostrador, se alisaba las plumas.

As que han vuelto ustedes dijo Mandy, la camarera. El cocinero haba dicho que se haban perdido en la noche fra.

La camarera de edad madura mir a Mandy, con los ojos brillantes, con voz reposada y un timbre que ahora era mucho ms profundo y rico.

Ahora somos marido y mujer dijo con dulzura. Acabamos de casarnos. Qu te apetece comer, Scripps querido?

No lo s contest Scripps.

Senta un extrao malestar. Algo en l se agitaba sordamente.

Ya debes de estar harto de las judas secas, Scripps querido le dijo la camarera de edad madura convertida en su mujer.

El tamborilero levant la mirada de su peridico. Scripps se dio cuenta de que era el News de Detroit. Un buen peridico.

Es un buen peridico el que est usted leyendo le dijo Scripps al tamborilero.

S, el News es un buen peridico contest el tamborilero. Ustedes dos estn en luna de miel?

S dijo Scripps. Ahora somos marido y mujer.

Bien dijo el tamborilero. Es una cosa muy hermosa e importante. Yo tambin estoy casado.

Usted? dijo Scripps. Mi mujer me ha abandonado. Esto ocurra en Mancelona.

No hablemos ms de ello, Scripps querido dijo mistress Scripps. Lo has contado ya tantas veces!

Tienes razn dijo Scripps.

Senta como una especie de desconfianza hacia s mismo. Haba algo raro que se agitaba, en alguna parte de su cuerpo. Mir a la camarera llamada Mandy, tan encantadora y fuerte, con su delantal blanco recin almidonado. Mir sus manos, unas manos sanas, tranquilas, capaces, ocupadas en su trabajo de camarera.

Deberan probar estos bistecs con pur de patatas propuso el tamborilero. Aqu hacen unos bistecs muy buenos.

Quieres uno, querida? pregunt Scripps a su mujer.

Yo tomar nicamente un tazn de leche con crackers contest mistress. Scripps. Pero t, come lo que te apetezca, querido.

Aqu tiene su leche con galletas, Diana dijo Mandy mientras colocaba el tazn sobre el mostrador. Quiere un bistec, seor?

S dijo Scripps y sinti como algo se agitaba de nuevo en l.

En su punto o crudo?

Crudo, por favor.

La camarera se gir hacia la ventanilla.

Bistec para uno y que sea crudo!

Gracias dijo Scripps.

Sigui con la mirada a Mandy, la camarera. Aquella muchacha, al hablar, posea el don de lo pintoresco. Era el mismo tipo de calidad pintoresca en el lenguaje, que le haba interesado desde el comienzo en su mujer actual. Aquello y su extrao pasado. Inglaterra, la regin de los lagos. Scripps recorri la regin de los lagos en compaa de Wordsworth. Un prado de narcisos dorados. El viento que sopla sobre el lago de Windermere. Posiblemente, a lo lejos, un ciervo era perseguido. No, aquello ocurri ms al Norte, en Escocia. Eran una raza slida, esos escoceses, enterrados entre sus recias montaas. Harry Lauder y su pipa. Los highlanders durante la Gran Guerra. Por qu l, Scripps, no haba hecho la guerra? Era en esto, donde aquel tipo, Yogi, le ganaba. La guerra habra sido una experiencia muy importante para Scripps. Por qu no haba ido? Por qu no haba odo hablar sobre ella a tiempo? Quiz fuera demasiado viejo. Sin embargo, si uno piensa en aquel viejo general francs, Joffre. Era evidente que Scripps era ms joven que l. El general Foch rezando por la victoria. Los soldados franceses arrodillados sobre el Chemin des Dames, rezando por la victoria. Los alemanes con su Gott mit uns. Qu broma! Seguro que no era ms viejo que aquel general francs llamado Foch. Aquello le haca pensar.

Mandy, la camarera, coloc el plato de bistec con pur de patatas encima del mostrador. Al dejar el plato, su mano, en una fraccin de segundo, roz la de Scripps. Scripps sinti como un extrao escalofro. Tena mucha vida por delante. No era un anciano. Por qu no haba ya ms guerras? A lo mejor an haba. En China los hombres combatan y se mataban chinos entre chinos. Por qu razn? Scripps se lo preguntaba. Qu significaba todo aquello?

Mandy, la rolliza camarera, se inclin sobre el mostrador.

Oiga! exclam. Les he contado alguna vez las ltimas palabras de Henry James?

S, mi querida Mandy replic Mrs. Scripps. Ha contado usted esa historia ms de una vez.

Escuchmosla intervino Scripps. Henry James me interesa mucho.

Henry James, Henry James. Aquel individuo que se haba ido de su tierra natal para irse a vivir a Inglaterra entre los ingleses. Por qu haba hecho aquello? Por qu razn se haba ido de Amrica? No tena aqu sus races? Su hermano William. Boston. El pragmatismo. La Universidad de Harvard. El viejo John Harvard y sus zapatos con hebilla de plata. Charley Brickley. Addie Mahan. Dnde estaran ahora?

Pues bien empez diciendo Mandy, Henry James se convirti en ciudadano britnico en su lecho de muerte. En cuanto el rey supo que Henry James se haba convertido en sbdito britnico, le concedi, de inmediato, la ms alta condecoracin que le era posible otorgar: la Orden del Mrito. La O. M. concret Mrs. Scripps.

Exacto prosigui la camarera. Los profesores Gosse y Saintsbury acompaaron a la persona encargada de llevar la condecoracin. Henry James estaba tendido sobre su lecho de muerte y tena los ojos cerrados. Como nica luz haba una vela sobre una mesilla de noche. La enfermera les autoriz para que se acercaran a la cama y le colocaron, alrededor del cuello, la banda de la condecoracin mientras depositaban la medalla sobre la sbana, encima del pecho, Los profesores Gosse y Saintsbury se inclinaron para alisar la banda condecorativa. En ningn momento Henry James abri los ojos. Despus, la enfermera les dijo que deban salir todos de la habitacin y salieron todos. En cuanto se hubieron marchado, Henry James se dirigi a la enfermera y le dijo sin abrir los ojos: Enfermera dijo. Apague la vela para que no vean que me ruborizo. Fueron sus ltimas palabras.

James era un escritor muy bueno dijo Scripps O'Neil, extraamente conmovido por el relato.

Jams lo cuenta de la misma manera puntualiz Mrs. Scripps.

Los ojos de Mandy se haban llenado de lgrimas.

Henry James me emociona especialmente dijo Mandy.

Pero qu tena ese James? pregunt el tamborilero. Acaso Amrica no le bastaba?

Scripps O'Neil pensaba en Mandy, la camarera. Qu cultura deba de poseer aquella muchacha! Qu pozo de ancdotas! Un hombre poda ir lejos con una mujer as que le ayudara! Acarici el pajarito que estaba sentado en el mostrador frente a l. El pjaro le mordisque el dedo. Era un halcn aquel pjaro? Quizs era un halcn escapado de una de las grandes halconeras de Michigan. O quizs era un pardillo, que haba pasado sus horas desenterrando gusanos de algn verde parterre? Scripps se lo preguntaba.

Qu nombre tiene su pjaro? pregunt el tamborilero.

An no se lo he puesto. Qu nombre le pondra usted?

Por qu no, Ariel? sugiri Mandy.

O Puck seal Mrs. Scripps.

Qu quiere decir? pregunt el tamborilero.

Es un personaje de Shakespeare explic Mandy.

Oh, dejad el pjaro a su suerte!

Y usted, qu nombre le pondra? pregunt Scripps al tamborilero.

No ser, por casualidad, un loro? pregunt el tamborilero. Porque si fuera un loro se podra llamar Polly.

En la pera de los mendigos hay un personaje que se llama Polly aclar Mandy.

Scripps estaba pensativo. Despus de todo, quizs el pjaro era un loro. Un loro extraviado, que deba de haber vivido en una confortable casa, en compaa de alguna solterona. De alguna solterona de Nueva Inglaterra.

Sera mejor aguardar un poco y ver lo que da de s aconsej el tamborilero. Siempre se est a tiempo de darle un nombre.

Aquel tamborilero tena ideas sanas. El, Scripps, ni siquiera saba a qu sexo perteneca el pjaro. Si era un pjaro macho o un pjaro hembra.

Aguarden a ver si pone huevos propuso el tamborilero.

Scripps mir a los ojos al tamborilero. Aquel individuo haba dicho lo que l, Scripps, estaba pensando en su fuero interno.

Usted, tamborilero, sabe muchas cosas le dijo Scripps.

Bueno reconoci modestamente el tamborilero, por algo he tocado el tambor durante tantos aos.

Es verdad, amigo dijo Scripps.

Es simptico el pjaro, eh, hermano? asever el tamborilero. Y se ha encariado usted con l.

Scripps asinti. Ah! Cuntas cosas saban esos tamborileros! Claro que, despus de recorrer la vieja Amrica por sus cuatro costados. Esos tamborileros saban abrir los ojos. No eran imbciles.

Escuchen dijo el tamborilero (se ech para atrs el sombrero hongo y, adelantndose, escupi en la gran escupidera de cobre que estaba al lado de su taburete), me gustara contarles una cosa muy hermosa que me ocurri un da en Bay City.

Mandy, la camarera, se apoy sobre el mostrador. Mistress Scripps se inclin en direccin al tamborilero para escucharle mejor. El tamborilero mir a Scripps como excusndose y acarici al pjaro con el ndice.

Se lo contar otro da, hermano dijo.

Scripps lo comprendi. De la cocina, por entre la ventanilla, lleg una risa aguda y lacerante. Scripps aguz el odo. Era la risa del negro? Se qued pensativo.4

Scripps sala cada maana para su trabajo sin demasiadas prisas. Mrs. Scripps, asomada a la ventana, miraba cmo se alejaba por la calle. Ahora ya no le quedaba tiempo para leer el Guardian. Ya no le quedaba tiempo para mantenerse al corriente de la poltica inglesa. Ya no le quedaba tiempo para preocuparse por las crisis ministeriales de Francia. Los franceses eran un pueblo extrao. Juana de Arco. Eva La Gallienne. Clemenceau. Georges Carpentier. Sacha Guitry. Ivonne Printemps. Grock. Los Fratellinis. Gilbert Seldes. El Dial. El premio del Dial. Marianne Moore. E. E. Cummings. The Enormous Room. Vanity Fair. Frank Crowninshield. Qu consegua con todo esto? Adonde le llevaba?

Ahora tena un hombre. Un hombre que le perteneca. Para ella sola. Podra conservarlo? Podra conservarlo para ella sola? Se lo preguntaba a s misma.

Mrs. Scripps, la ex camarera de edad madura, actualmente la esposa de Scripps O'Neil, que tena un buen trabajo en la fbrica de bombas. Diana Scripps. Diana era su nombre. Tambin haba sido el de su madre. Diana Scripps, se miraba al espejo y se preguntaba si sera capaz de conservar a su hombre. Aquello se iba convirtiendo en una pesadilla. Por qu haba tenido que encontrarse con Mandy? Tendra la suficiente fuerza para hacer cesar aquella costumbre que tena Scripps de ir a comer al restaurante? Era imposible. Ira solo. Estaba segura de ello. Era intil colocarse una venda en los ojos. Ira solo y conversara con Mandy. Diana se mir al espejo. Podra conservarlo? Podra conservarlo? Aquel pensamiento no la abandonaba.

Todas las noches en el restaurante ya no poda llamarlo taberna la misma pregunta le atenazaba la garganta y le produca en ella un nudo que la ahogaba. Ahora, todas las noches en el restaurante, Scripps y Mandy conversaban juntos. La chica intentaba quitrselo. A l, su Scripps. Intentar quitrselo. Quitrselo. Lo podra conservar, ella, Diana?

Aquella Mandy era una zorra. Eran maneras adecuadas? Era una cosa bien hecha? Perseguir al hombre de otra mujer? Interponerse entre marido y mujer? Destrozar un hogar? Y todo aquello con la ayuda de interminables reminiscencias literarias. Con aquellas ancdotas interminables. Scripps se senta fascinado por Mandy. Aquello, Diana, no lo negaba. Pero todava poda retenerlo. Por ahora, era lo nico que contaba. Retenerlo. Retenerlo. No dejarle marchar. Incitarlo a que se quedara. Se mir al espejo.

Diana se suscribi a Forum. Diana se puso a leer The Mentor. Diana sigui asiduamente los artculos de William Lyon Phelps en Scribner's. Diana recorra las calles heladas cuando se diriga a la biblioteca municipal para leer las crticas literarias del Literary Digest. Diana aguardaba al cartero que deba traerle The Bookman. Diana, en la nieve, esperaba a que el cartero le trajese The Saturday Review of Literature. Diana, con la cabeza descubierta, con el rostro azotado por las rfagas de nieve, esperaba que el cartero le trajera el Suplemento Literario del New York Times. Aquello serva para algo? Aquello podra retenerle?

Al principio, pareci que s. Diana se aprenda de memoria los editoriales de John Farrar. El rostro de Scripps se iluminaba. Un poco de la luz de antao se puso a brillar en sus ojos. Despus desapareca. Un pequeo error en el ttulo, algn fallo en la comprensin de una frase, el menor cansancio en su expresin y todo sonaba a falso. A pesar de ello, continuara. No se declarara vencida. Era su marido y lo retendra. Desvi la mirada de la ventana y rompi la faja de papel que cea la revista que estaba encima de la mesa. Era el Harper's Magazine. El Harper's Magazine en un nuevo formato. El Harper's Magazine completamente reformado y revisado. Quiz podra basar en ello su xito? Quiz?5

La primavera ya estaba cerca. La primavera estaba en el aire. (Nota del autor. La escena transcurre el mismo da que al principio del relato; volvemos a la primera pgina.) El chinook soplaba. Los obreros salan de la fbrica para regresar a sus casas. El pjaro de Scripps cantaba desde su jaula. Diana miraba por la ventana abierta. Diana estaba pendiente de la llegada de Scripps. Podra retenerlo?

Podra conservarlo? Y, si fracasaba, le dejara su pjaro? Desde haca algn tiempo tena la sensacin de que no sabra retenerlo. Ahora, de noche, cuando acariciaba a Scripps, se daba la vuelta hacia el otro lado de la cama. Aquello era slo una pequea advertencia, pero la vida estaba hecha de pequeas advertencias. Comprenda que no podra retenerlo. Mientras miraba por la ventana, el Century Magazine se escap de su mano inerte. El Century tena un nuevo editor. Ahora haba ms grabados. Gleen Frank se haba ido a dirigir alguna gran universidad. La revista contaba con algunos Van Doren de ms en su seno. Diana presenta que aquello la iba a ayudar. Haba abierto con fervor el Century, y lo haba ledo toda la maana. Luego el viento, el clido chinook, se haba levantado y adivin que su Scripps no tardara en llegar. Haba hombres, cada vez en ms cantidad, que bajaban por la calle. Scripps se hallaba entre ellos? No le gustaba ponerse las gafas para ver con ms claridad. Quera que la primera mirada que Scripps le dedicase, la encontrase de la mejor manera. A medida que la llegada de Scripps se iba acercando, la confianza que haba puesto en el Century iba disminuyendo. Haba esperado tanto que la revista le facilitara algo que le permitiera retenerlo! Ya no estaba segura de ello.

Scripps bajaba por la calle en compaa de un grupo de agitados obreros. Hombres que se sentan turbados por la primavera que llegaba. Scripps se despidi de los obreros que iban metindose, de uno en uno, en lo que antao fuera un bar. Scripps no levant la cabeza en direccin a la ventana. Scripps sube la escalera. Scripps se acerca. Scripps ya est aqu.

Buenos das, Scripps querido le dijo. He ledo un relato de Ruth Suckow.

Buenos das, Diana contest Scripps.

Tena un aspecto de vieja y gastada. Era obligado mostrarse educado.

De qu trata? pregunt.

Es la historia de una nia de Iowa dijo Diana mientras se le acercaba. Una historia de las relaciones entre la gente y la tierra. Me ha recordado un poco mi regin de los lagos.

De verdad? dijo Scripps.

En cierto modo el trabajo de la fbrica lo haba endurecido. Su manera de hablar era ahora ms cortante, parecida a la de esos rudos obreros del Norte. Pero su espritu era el mismo.

Te gustara que te leyera algunos trozos? pregunt Diana. Hay unos grabados muy bonitos.

Y si furamos a la taberna?

Como quieras, querido contest Diana; luego su voz se quebr. Si, por lo menos, no hubieras puesto nunca los pies en aquel sitio!

Diana se enjug las lgrimas. Scripps ni siquiera las haba notado.

Voy a llevarme el pjaro, querido dijo. No ha salido en todo el da.

Juntos emprendieron el camino de la taberna. Ya no andaban con las manos juntas. Andaban como, lo que suele llamarse, una vieja pareja. Mrs. Scripps llevaba en la mano la jaula del pjaro. El pjaro estaba contento de pasearse con la brisa clida del viento. Unos hombres titubeantes, ebrios de primavera, se cruzaron con ellos. Algunos hablaban con Scripps. Ahora era ya muy conocido y apreciado en la ciudad. Algunos, al pasar, se sacaban su sombrero para saludar a Mrs. Scripps. Ella contestaba con gesto vago.

Si pudiera conservarlo pensaba ella. Si pudiera conservarlo. Mientras avanzaban por la nieve que ya se iba fundiendo, por la estrecha acera de aquella ciudad del Norte, algo se agit, de repente, en la cabeza de Diana. Quizs al ritmo de sus pasos gemelos. No puedo retenerlo. No puedo retenerlo. No puedo retenerlo.

Al cruzar la calle, Scripps la cogi del brazo. En cuanto la mano de Scripps toc su brazo, Diana comprendi que aquello era verdad. Jams podra retenerlo. Un grupo de indios se cruz con ellos. Se burlaban de ella o sus risas haban sido provocadas por alguna ancdota tribal? Diana no habra sabido decirlo. Todo cuanto saba era que aquella agitacin en su cabeza tomaba un ritmo lacerante. No puedo retenerlo. No puedo retenerlo.NOTA DEL AUTORDirigido al lector, no al impresor. En qu podra interesar al impresor? Y, adems, quin era aquel impresor? Gutenberg. La Biblia de Gutenberg. Caxton. Caslon de cuerpo 12, ojo grande. La linotipia. El nio-autor vctima de las bromas del tipgrafo. El joven autor al que envan a buscar el tamborilete. Ah! Esos impresores saban lo que llevaban entre manos! (En el caso de que el lector se hiciera un lo, estamos ahora al comienzo de la historia, en el momento en que Yogi Johnson y Scripps O'Neil se hallaban en la fbrica de bombas, mientras, en el exterior, soplaba el chinook. Como han podido ver, Scripps O'Neil ha salido de la fbrica y en estos momentos se dirige a la taberna en compaa de su mujer que tiene miedo de no poderlo conservar. En lo que a nosotros respecta, no creemos que lo consiga, pero el lector juzgar por s mismo. Ahora vamos a dejar a la pareja en direccin a la taberna y volvamos a buscar a Yogi Johnson. Queremos que el lector llegue a querer a Yogi Johnson. El relato avanzar, inexorablemente, un poco ms de prisa dirigido a los lectores Que empezarn a cansarse. Por otra parte, nos esforzaremos por introducir en el relato un cierto nmero de buenas ancdotas. Nos acusarn de abuso de confianza, si revelamos al lector que las mejores de todas esas ancdotas nos han sido facilitadas por Mr. Ford Madox Ford? Dirigimos a este ltimo nuestro agradecimiento y suponemos que el lector, por su parte, har lo mismo. Sea como sea, ahora vamos a volver a Yogi Johnson. Yogi Johnson, segn recordar el lector, es el individuo que ha hecho la guerra. Al comienzo de la historia, estaba saliendo de la fbrica (ver pgina 11).

Es muy difcil escribir de ese modo, empezando por el final, y el autor se atreve a esperar que el lector lo comprender as y no le tendr en cuenta esta pequea explicacin. Yo s que, por lo que a m respecta, estara muy contento de leer cualquier cosa que el lector hubiera podido escribir y deseo que el lector se halle en parecida disposicin. Si hubiera algunos lectores que desearan hacerme leer sus obras, bien en plan de crtica o para aconsejar, suelo pasar las tardes en el caf del Dome, discutiendo de arte con Harold Stearns y Sinclair Lewis; el lector puede traerme sus manuscritos o bien puede envirmelos a mi direccin bancaria, si es que contino poseyendo una cuenta en el Banco. Bueno, y ahora, si el lector se siente preparado comprndanme bien: no quiero empujarle en absoluto, volveremos a Yogi Johnson. Pero les ruego que no olviden, mientras nos ocupamos de Yogi Johnson, que Scripps O'Neil y su mujer estn camino de la taberna. Lo que, una vez all, les ocurrir, no lo s. Si el lector pudiera ayudarme!)

Hombres en guerra y muerte de una sociedad

Por lo dems, se puede notar que la afectacin no implica la ausencia total de cualidades afectadas. Cuando la afectacin procede de la hipocresa, puede, efectivamente, ser confundida con el engao; pero cuando procede nicamente de la vanidad, participa de la naturaleza de la ostentacin: la afectacin de la generosidad en un hombre vanidoso, por ejemplo, difiere notablemente de la misma afectacin en un avaro, ya que, por ms que el vanidoso no sea lo que quiere parecer, o que no posea la virtud que simula, en el grado que le gustara mostrar, la afectacin le sienta mejor que al avaro que es el polo opuesto de lo que deseara parecer.Henry Fielding.1

Yogi Johnson us la salida reservada a los obreros y pronto se encontr en la calle. La primavera estaba en el aire. La nieve se derreta y, convertida en agua, se escurra por las cloacas. Yogi Johnson andaba por el centro de la calzada, sobre la parte helada que an se mantena intacta.

Gir a la izquierda, y pas por el puente que cruzaba el Bear River. El hielo ya se haba fundido en el ro y Yogi sigui con la mirada la revuelta corriente pardusca. Abajo, junto al ro, las ramas de los sauces empezaban a llenarse de brotes verdosos.

Yogi Johnson pens que aquel viento era un verdadero chinook. El capataz acert al dejar marchar a los hombres. Hubiese resultado peligroso mantenerlos encerrados en un da como aqul. Cualquier cosa poda ocurrir. El dueo de la fbrica no era tonto. Cuando soplaba el chinook, lo nico que haba que hacer era decir a los hombres que podan irse. Y entonces, si algo le ocurra a uno de ellos, la culpa ya no era del dueo. Y as no entraba en conflicto con la Employer's Liability Act. Esos grandes fabricantes de bombas saban lo que se hacan. Era gente lista, no cabe duda.

Yogi estaba preocupado. Una idea le rondaba por la cabeza. Ahora ya estbamos en primavera, era del todo cierto, y no tena ganas de mujer. ltimamente aquello le haba preocupado mucho. Deba confesrselo. No tena ganas de mujer. No consegua explicrselo. El da anterior haba ido a la biblioteca municipal y haba pedido un libro. Haba mirado a la bibliotecaria. No la deseaba. Por alguna extraa razn, aquella mujer no le deca nada. En el restaurante donde sola comer, observ intensamente a la camarera que le traa sus platos. Tampoco ella le apeteca. Se cruz con un grupo de muchachas que salan del colegio. Las mir una por una. No deseaba a ninguna. Decididamente, algo no marchaba del todo bien. Entraba ya en la vejez? Era aquello el fin?

Bueno pens Yogi, las mujeres se han acabado para m, aunque supongo que no; pero me queda todava mi amor por los caballos. Iba subiendo la colina que lleva de Bear River a Charlevoix Road. La pendiente no era excesivamente pronunciada, pero as lo pareci a las piernas de Yogi, que sentan la primavera. Frente a l descubri una tienda de granos y simientes. Delante estaba parado un carruaje con unos magnficos caballos. Yogi se dirigi hacia ellos. Le apeteca tocarlos, asegurarse de que an le quedaba alguna cosa. El caballo que se encontraba ms ac le mir mientras se acercaba. Yogi se meti la mano en el bolsillo en busca de un azcar. No tena azcar. El caballo ech las orejas hacia atrs y ense los dientes. El otro caballo gir la cabeza bruscamente. Era aquello cuanto reciba por su amor hacia los caballos? Despus de todo, quizs aquellos caballos no se hallaban en su estado normal. Quiz tenan un esparavn en las glndulas. Quiz se les haba clavado algo en la tierna herradura de sus pies. Quizs eran amantes.

Yogi prosigui su camino y, al llegar arriba, dobl a la izquierda por Charlevoix Road. Se alej de las ltimas casas en las afueras de Petoskey y se encontr de pronto en pleno campo. A su derecha, haba un campo que se extenda hasta Little Traverse Bay. El azul de la baha se confunda en la inmensidad del lago Michigan. Al otro lado de la baha, las colinas de pinos detrs de Harbour Springs.

Detrs de las colinas, all, donde la mirada se perda, estaba Cross Village, el poblado de los indios. Ms all, el estrecho de Mackinac con Saint Ignace, en donde haba ocurrido algo maravilloso a Oscar Gardner, el individuo que trabajaba al lado de Yogi en la fbrica. Ms lejos todava, estaba el Soo, a la vez americano y canadiense.

Era all donde, a veces, los espritus ms inquietos de Petoskey iban a beber cerveza. Se sentan reconfortados en cierto modo. Lejos, muy a lo lejos, hacia atrs en direccin opuesta, al pie del lago, estaba Chicago, la ciudad que Scripps O'Neil se haba fijado como meta a su viaje durante aquella noche en la que su matrimonio haba dejado de ser un matrimonio. Cerca de all, Gary, en Indiana, en donde estaban las grandes aceras. Tambin cerca de all, estaba Hammond, en Indiana. Y tambin Michigan City, en Indiana. Un poco ms lejos, se encontraba Indianpolis, en Indiana, en donde viva Booth Tarkington. Aquel individuo estaba en un error. Un poco ms abajo, estaba Cincinnati, en Ohio. Y despus, Vicksburg, en Mississippi. Y luego, Waco, en Tejas. Ah! Nuestra vieja Amrica ocupaba realmente mucho terreno!

Yogi cruz la carretera y se sent sobre un montn de troncos desde donde poda apreciar una vista general del lago. Despus de todo, la guerra se haba acabado y l estaba vivo.

Haba un individuo en el libro del tal Anderson, que le haba dado la bibliotecaria la noche anterior. Pero, por qu no haba deseado a la bibliotecaria? Acaso era el pensar que poda llevar dentadura postiza? Se trataba de otra cosa? Quiz se lo dira algn da un nio? No lo saba. Pero, despus de todo, qu le importaba la bibliotecaria?

Aquel individuo del libro de Anderson. Tambin haba sido soldado. Segn Anderson, haba pasado dos aos en el frente. Cmo se llamaba? Fred y algo ms. Aquel Fred tena unas ideas terrorficas que le daban vueltas en la cabeza. Una noche, en pleno perodo de combate, se le haba llamado para formar no, era para hacer una patrulla en la tierra de nadie. All descubri a un hombre que avanzaba en la oscuridad y dispar. El hombre haba cado hacia delante, muerto. Aqulla haba sido la nica vez en que Fred tuvo conciencia de matar a un hombre. Segn el libro, en la guerra no se matan muchos hombres. Si t lo dices!, pens Yogi. Cuando uno pasa dos aos en el frente, en Infantera... Los tipos revientan, simplemente. Cierto, pens Yogi. Anderson deca que aquello ms bien haba sido un gesto histrico por parte de Fred. l y los muchachos que le acompaaban hubieran podido hacerle prisionero. Todos tenan los nervios destrozados. Despus de aquello, se echaron a correr. Hacia dnde haban ido?, se preguntaba Yogi. A Pars?

Fred se obsesion con la idea de haber matado a aquel hombre. La guerra tena que ser leal. Segn Anderson, aquello era lo que los soldados crean. Te metas en el infierno. Y pensar que Fred se haba pasado dos aos en el frente, en un regimiento de Infantera.

Una pareja de indios paseaba por la carretera murmurando entre dientes. Yogi los llam. Los indios se le acercaron.

Gran jefe blanco tendra un poco de tabaco? inquiri el primer indio.

Jefe blanco tendra alcohol? pregunt el segundo indio.

Yogi les ofreci un paquete de Peerless y su cantimplora.

Jefe blanco lleva grandes medicamentos murmuraron los indios.

Escuchad dijo Yogi. Voy a confiaros algunas observaciones sobre la guerra. Un tema que me interesa.

Los indios se sentaron sobre los troncos. Uno de ellos seal el cielo con el dedo:

All arriba, est Manit el todopoderoso gru.

El otro indio gui un ojo a Yogi:

Jefe blanco no debe creer todas las imbecilidades que oye le dijo.

Escuchad dijo Yogi Johnson, y les habl de la guerra.

Para l, la guerra, dijo Yogi a los indios, haba sido otra cosa. Para l la guerra haba sido como un partido de ftbol, de ftbol americano. Como el que se juega en los colegios. Carlisle Indian School. Los dos indios asintieron con la cabeza. Haban ido a Carlisle.

Yogi haba sido centro en un equipo de ftbol y la guerra era exactamente igual, violentamente desagradable. Jugando al ftbol, cuando se tena la pelota, uno deba mantenerse inclinado hacia delante, las piernas separadas con la pelota en los pies; haba que aguzar el odo en espera de la seal, comprenderla y hacer el pase adecuado. Haba que estar constantemente sobre aviso. Mientras tenais la pelota entre las manos, el centro del otro equipo se mantena delante vuestro, pero en cuanto intentabais pasar la pelota una de sus manos os caa, de pronto, en la cara, mientras que, con la otra, intentaba cogeros por debajo de la barbilla o por el sobaco intentando haceros caer hacia delante o hacia atrs con el fin de abrirse camino y poner la pelota fuera de juego. Uno se vea obligado, a su vez, a arremeterlo con una tal violencia que rodarais los dos por el suelo. El otro tena toda la ventaja. No era precisamente divertido. Cuando tenais la pelota, el otro os aventajaba. Lo nico agradable era que, en cuanto el otro tena la pelota, uno poda brutalizarle a su vez. Con ese sistema se quedaba empatado e incluso, a veces, se poda llegar a cierta tolerancia. El ftbol, al igual que la guerra, era algo desagradable: estimulante y excitante cuando se haba conseguido un cierto grado de endurecimiento, y la mayor dificultad consista en recordar todas las seales. Yogi pensaba en la guerra, no en el ejrcito. Es decir, en los combates. El ejrcito era distinto. Montabas al animal y galopabas con l, o se encabritaba y te coceaba. El ejrcito es una cosa imbcil, pero la guerra es muy distinto.

Yogi no estaba obsesionado por los hombres que haba matado.

Saba que haba matado a cinco. Posiblemente a ms. No crea que se pudiera estar obsesionado a causa de los hombres que uno ha matado. No, cuando uno ha pasado dos aos en el frente. La mayora de los tipos que haba conocido se haban sentido brutalmente excitados cuando mataban por primera vez. El problema consista en impedirles que mataran demasiados. Se haca difcil conseguir que llevaran prisioneros a la gente encargada de identificarlos. Se mandaba a un individuo con dos prisioneros, por ejemplo, o dos individuos con cuatro prisioneros. Qu ocurra? Los muchachos regresaban diciendo que los prisioneros se haban hecho matar en un fuego de cortina. En realidad lo que hacan era dar al prisionero un golpe de bayoneta por detrs y cuando se sobresaltaba, le gritaban: Ah!, queras escaparte, hijo de perra?. Y le vaciaban el arma en la nuca. Queran tener la seguridad de haber matado. Y, por otra parte, no tenan ningunas ganas de tropezarse con un fuego de cortina. Tal cual. Haban aprendido este tipo de comportamiento de los australianos. Despus de todo, qu eran aquellos desgraciados? Un montn de asquerosos hunos. La palabra hunos tena ahora un extrao sonido. Todo esto era una dulce verdad. No, si habas estado all dos aos. Hacia el final s que iban ablandndose. Lamentaban los abusos y empezaban a coleccionar buenas acciones, por miedo a que les mataran. Pero aquello era la cuarta fase del oficio de soldado: la fase moderada.

Para un buen soldado, la guerra se desarrollaba de la siguiente manera: primero se es valiente porque uno se cree invulnerable, un ser aparte que no puede morir. Luego ya es diferente. Y es entonces cuando se empieza a tener miedo de verdad, pero si se es un buen soldado, se sigue como si nada. Acto seguido, cuando ya se ha recibido la primera herida y no se est muerto, con los que acaban de llegar y a quienes vemos pasar por las mismas fases ya conocidas, uno se va endureciendo y se convierte en un soldado duro de pelar. Luego llega la segunda fisura, peor que la primera, y se empieza con las buenas acciones; se juega a ser el sir Philip nio, haciendo mritos para el paraso. Y durante todo este tiempo se contina, evidentemente, como si nada hubiera ocurrido. Como si se tratara de un partido de ftbol.

Nadie, sin embargo, debe escribir sobre este tema si, al menos, no dispone de testigos directos. La literatura produce un efecto demasiado fuerte sobre el espritu de la gente. Como aquella escritora americana, Willa Cather, que escribi un libro de guerra cuya ltima Parte est inspirada en el Nacimiento de una nacin, y que recibi cartas de veteranos de todos los rincones de Amrica dicindole cunto les haba gustado el libro.

Uno de los indios se haba dormido. Haba estado mascando tabaco y an tena la boca torcida mientras dorma. Se apoyaba en el hombro de su compaero. El indio despierto mir al indio dormido y mene la cabeza.

Bueno, qu le ha parecido mi discurso? pregunt Yogi al indio que no dorma.

Jefe blanco tener un montn de ideas sanas contest el indio. Jefe blanco tiene una cultura de demonios.

Gracias dijo Yogi.

Se sinti emocionado. Aqu, entre los sencillos aborgenes, los nicos que eran autnticos americanos, haba hallado la verdadera comunicacin. El indio le mir mientras sostena con precaucin al indio dormido para que la cabeza no le resbalara por los troncos cubiertos de nieve.

Jefe blanco ha hecho la guerra? pregunt.

Desembarqu en Francia en mayo de 1917 empez Yogi.

Pensaba que el jefe blanco haba hecho la guerra por lo que estaba contando dijo el indio. l tiene levant la cabeza de su compaero de manera que los ltimos rayos de sol iluminaron la cara del indio dormido la V.C.3. Yo tengo la D.S.O.4 y la M.C.5 con mencin. Fui comandante en el cuarto C.M.R6.

Estoy contento de haberle conocido dijo Yogi.

Se senta extraamente humillado. Anocheca. Ya slo quedaba una franja del sol poniente en el horizonte, all donde el cielo y el agua se confundan al final del lago Michigan. Yogi observ la estrecha franja de luz convertirse en rojo oscuro, encogerse hasta llegar a ser una simple raya, y luego desaparecer. El sol se haba puesto detrs del lago. Yogi se levant. El indio tambin se levant. Despert a su compaero y el indio que haba dormido mir a Yogi Johnson.

Vamos a Petoskey para entrar en el Ejrcito de Salvacin dijo el indio grande despierto.

Jefe blanco venir con nosotros dijo el indio pequeo que haba estado durmiendo.

Voy a acompaarles contest Yogi.

Quines eran aquellos indios? Qu tena que hacer con ellos?

Una vez se hubo puesto el sol, la carretera fangosa comenzaba a endurecerse. Helaba de nuevo. Despus de todo, quiz no era an la primavera. Quiz no tena ninguna importancia que no tuviera ganas de mujer. Ahora que la primavera ya no estaba presente, se poda reconsiderar el problema. Volvera a la ciudad con los indios y se buscara una hermosa mujer a la que intentara desear. Se puso a andar por la carretera helada. Los indios andaban a su lado. Todos se dirigan al mismo sitio.2

Ya era completamente de noche cuando los tres hombres entraron en Petoskey. Haban andado en silencio por la carretera helada. Bajo sus pasos, cruja el hielo que acababa de formarse. De vez en cuando, Yogi Johnson andaba sobre una delgada capa de hielo y su pie se hunda en un charco de agua. Los indios evitaban los charcos.

Descendieron la colina en la que haba el colmado, cruzaron el puente sobre Bear River sus pasos resonaban sordamente sobre los maderos helados del puente, luego, despus de pasar frente a la casa del doctor Rumsey y el saln de t, tomaron la calle que llevaba al club de billar. Una vez frente al club de billar, los dos indios se pararon.

Jefe blanco juega al billar? pregunt el indio mayor.

No contest Yogi Johnson. Durante la guerra me hirieron en el brazo derecho.

Jefe blanco no tener suerte dijo el indio pequeo. Vamos a hacer una partida.

Perdi los dos brazos y las dos piernas en Ypres dijo el indio mayor a Yogi en voz baja. Es muy sensible.

De acuerdo dijo Yogi Johnson. Jugar una partida, una sola.

Penetraron en la clida atmsfera de la sala de billar llena de humo. Encontraron una mesa y sacaron los tacos de un tablero colgado en la pared. Cuando el indio pequeo se levant con la punta de los pies para alcanzar su taco, Yogi Johnson descubri que tena los brazos artificiales. Eran de cuero marrn, articulados en los codos. Sobre la alfombra de fieltro verde, bajo el reflejo de las bombillas, comenzaron a jugar. Al cabo de una hora y media, Yogi Johnson descubri que deba al indio pequeo cuatro dlares y treinta centavos.

Usted sabe darle exactamente al taco le dijo Yogi al pequeo indio.

Desde la guerra ya no juego tan bien contest el indio pequeo.

Jefe blanco querer tomar un trago? inquiri el indio mayor.

Y dnde encuentran el alcohol? pregunt Yogi. Yo, cuando quiero procurrmelo tengo que ir hasta Cheboygan.

Jefe blanco venir con hermanos rojos dijo el indio mayor.

Abandonaron la mesa de billar, colocaron de nuevo los tacos en el tablero, pagaron en el mostrador y se hundieron en la noche.

En las calles oscuras, haba hombres que resbalaban como sombras furtivas. Con el fro, de nuevo el hielo haba estropeado las cosas y entorpecido a las personas. Y despus de todo, el chinook no haba resultado ser un verdadero chinook. La primavera an no haba llegado y los hombres que se preparaban para entregarse a placeres orgacos se sintieron frenados de pronto por el aire helado, testimonio de que el chinook haba sido una falsa alarma. Ese capataz recibir una buena bronca maana, pens Yogi. Todo aquello quizs haba sido combinado por los dueos de la fbrica con el fin de deshacerse del capataz. A veces ocurra as. En la oscuridad de la noche los hombres regresaban a sus casas en pequeos grupos.

Yogi iba en medio de los dos indios. Se metieron por una calle lateral y los tres se pararon delante de una casa que pareca un establo. Era un establo. Los dos indios abrieron la puerta y Yogi les sigui hacia el interior. Una escalera conduca al piso superior. El establo estaba a oscuras, pero uno de los indios encendi una cerilla para acompaar a Yogi hacia la escalera. El indio pequeo subi el primero, las bisagras metlicas de sus miembros artificiales emitan un pequeo ruido a medida que iba subiendo los barrotes. Yogi le sigui y, luego, le toc el turno al indio mayor que, mientras iba subiendo, alumbraba a Yogi con las cerillas. El indio pequeo dio algunos golpes en el techo, donde se apoyaba la escalera contra la pared. Se oy un golpe en respuesta. El indio pequeo respondi con tres breves golpes por encima de su cabeza. Una trampa se abri y se encontraron en una habitacin iluminada.

En un rincn de la habitacin haba un mostrador con una barra de cobre y unas grandes escupideras. Detrs del bar haba un espejo. Varios sillones alrededor de la habitacin. Haba una mesa de billar. Diarios y revistas que, colocados en unos bastoncillos, colgaban de las paredes. Haba un retrato de Henry Wadsworth Longfellow, con su autgrafo, envuelto en una bandera americana. Varios indios estaban leyendo, sentados en los sillones. Un pequeo grupo estaba junto al bar.

Agradable pequeo club, verdad? dijo un indio acercndose a Yogi y dndole la mano. Le veo casi cada da en la fbrica.

Era un individuo que trabajaba en el taller, en una mquina junto a Yogi. Otro indio se acerc y estrech la mano de Yogi. El tambin trabajaba en la fbrica.

No ha habido suerte con el chinook dijo.

S contest Yogi. No ha sido ms que una falsa alarma.

Venga a beber un trago propuso el primer indio.

Voy acompaado objet Yogi.

Pero, qu le eran aquellos indios?

Puede usted invitar a sus amigos contest el primer indio. Cuantos ms seamos, mejor.

Yogi ech una mirada en derredor. Los dos indios que le haban acompaado haban desaparecido. Dnde se habran metido? Luego los descubri. Estaban en la mesa de billar. El indio alto y refinado con el que conversaba Yogi sigui su mirada. Mene la cabeza como asintiendo.

Son indios de los bosques explic como excusndose. La mayora de los que estamos aqu somos indios de las ciudades.

S, claro.

El pequeo tiene excelentes hojas de servicio de guerra hizo observar el indio alto y refinado. El otro tambin, me parece que era comandante.

El indio alto y refinado acompa a Yogi hasta el bar. Detrs del mostrador estaba el camarero. Era un negro.

Le gustara una cerveza Dog's Headl pregunt el indio.

Perfecto dijo Yogi.

Dos Dog's Head, Bruce encarg el indio al camarero.

El camarero dej escapar una pequea risa.

De qu te res, Bruce? pregunt el indio.

El negro solt una aguda risotada.

Lo saba, Mr. Red Dog dijo. Yo ya saba que iba a pedir una Dog's Head.Es un tipo divertido dijo el indio a Yogi. A propsito, voy a presentarme: mi nombre es Red Dog.

Mi nombre es Johnson dijo Yogi. Yogi Johnson.

Oh! Su nombre no es familiar, Mr. Johnson dijo Red Dog sonriendo. Me gustara presentarle a algunos amigos: Mr. Sitting Bull, Mr. Poisoned Buffalo y jefe Running Skunk-Backwards.

Sitting Bull es un nombre conocido dijo Yogi mientras daba la mano.

Oh! No tengo nada que ver con los Sitting Bulls dijo mster Sitting Bull.

El bisabuelo del jefe Running Skunk-Backwards fue quien vendi antao toda la isla de Manhattan a cambio de algunos collares de abalorios explic Red Dog.

Muy interesante dijo Yogi.

Aquellos abalorios resultaron muy caros para nuestras familias hizo notar con risa sardnica el jefe Running Skunk-Backwards.

El jefe Running Skunk-Backwards posee an algunos abalorios. Le gustara verlos? pregunt Red Dog.

S, con mucho gusto.

En realidad son iguales que los otros abalorios dijo con desprecio Skunk-Backwards.

Sac un collar de abalorios de su bolsillo y se lo entreg a Yogi J