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2- LA HISTORIA SIN OBJETO y Derivas Posteriores. Campagno y Lewkowicz

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Marcelo Campagno

e Ignacio. Lewkowicz

LA HISTORIA

SIN OBJETO

y derivas posteriores

�COLECClh �NOCIONES • •COMUNES

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.campagno, Marcelo y Lewkowicz, Ignacio

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La historia sin objeto y derivas posteriores / M¡(rcelo Campagno e

Ignacio Lewkowicz. - la ed.. Buenos Aires: Tínt� Limón, 2007.

144 p.; 20x14 cm. (Nociones comunes; 7)

ISBN 978.987.23140.3.3

1. Historiografia. 1. Campagno. Marcelo JI. Título

CDD 907.2

Diseño de Tapa: Carlos Femández

Armado de Interiores: Gustavo Fernández

Derechos reservados

@ 2007 Tinta Limón Ediciones

Casilla de correa 1. sucursal 41 CP 1441.

Ciudad de Buenos Aires. Argentina

www.tintalimonediciones.org

www.situaciones.org

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

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Índice

Prólogo

Marcelo Campagno

La historia sin objeto.

Prácticas, situaciones. singularidades

Marcelo Campagno e Ignacio Lewkowicz

Uno.

El problema del objeto:

esa mezcla de fastidio y silencio

Dos.

Situaciones

1 - La práctica del parentesco y la práctica

estatal en el Antiguo Egipto

2 - Las prácticas de producción de los homoioi

espartanos

Tres.

El concepto de práctica: un término primitivo

Otras situaciones.

Notas desde La historia sin objeto

Marcelo Campagno

Glosas ulteriores

Ignacio Lewkowicz

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La historia sin objeto.

Prácticas, situaciones, singularidades

Marcelo Campagno " Ignacio Lewkowicz

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. �.

Uno

El problema del objeto:

esa mezcla de fastidio y silencio

1

¿Cuá}_��L9Qjeto del discurso histórico? La pregunta tiene aparien­

cia "t"rivial: parece presentarse como la ocasión para exhibir como res­

puesta una definición elaborada con larga antelación. Sin embargo.

esa pregunta desentona ya con el aire de nuestros tiempos. !-a�<:\e- ,

�tla�ión del objeJO",Ae sw;propjedades. de sus límites. que en

tiempos de hegemonía de la epistemología había adquirido el rango

de pasión popular, es una tarea que ha declinado opacamente. Sin

aviso, Ja pregunta dejó de ser pertinente en los ambientes en que

antes habia descollado.

¿Es posible una disciplina sin objeto? Hace ya un tiempo que se

han a(alladolos últimos rumores en torno de la polémica sobre el fin

de la historia. El fin de siglo y el fin de milenio han tomado el relevo

publicitario del fin de la historia con su fin de las ideologías. Como

la tesis sobre el fin de la historia se había enunciado en un sentido

especifico, en ese específico sentido fue refutada -y con ello pareció_

eliminado todo el riesgo vehículizado por semejante tesis-, El senti.

do en que había sido pronunciada era claro: el fin de la historia signi- "

ficaba que finalmente en la vida política de los pueblos ninguna con­

figuración estatal podía ir más allá de los alcances de la democracia,

parlamentaria. Con ese tope, nada radicalmente nu�vo podía ocurrir. j

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�� tesis se refería entonces no al objeto de la disciplina historia _sino a

ia serie de �rocesos sociopolíticos en Curso. El ob�eto, para la discipfí.

na historiadora, no había estado en cuestión en ningún momento.

Sin embargo, más allá de la querella ideológica, es posible pensar

otros sentidos para la tesis. quizá menos netos, tal vez más insidiosos.

'-'El]';,. d, la historia puede comprenderse también como fin de la hege­monía de la categoría historia como modo general de inteligibilidad

'del ser. También_Quede cOl'lPrel)derse como fin del carácter nuclear. dela cai"gorí� ¡;¡stQ¡;ú-� la raci,,-nalidad política. Incluso puede com­'l'�el1derse, muy lejos ya de los esce�a�¡os respecto de los cuales fueideológicamente postulada, ,,"amo fin de la posibilidad de la categoríahistoria como condición fundante del discurso histórico.

Si el primer sentido de la fórmula acaparó la atención y las polé­micas, este ultimo -el de la ruina de la consistencia del objeto his.

toria-, no mereció consideración alguna. Pero el hecho de que no

haya recibido consideración en regla no implica, sin embargo, que

en nuestro ambiente historiador no se experimente cierta molestia

crónica cuando se presenta la pregunta por la consistencia del objetode la disciplina.

¿Cuáles son los parámetros de consistencia del objeto de la disci.

plina historia? Cuando las eVidencia.del'pasado en.sí n� alcanzan,.aparece una respuesta standard: no es problema para los historiado.

res, bien seguros del objeto por efecto de la propia práctica, sino de

epistemólogos o filósofos. Naturalmente, cuando las definiciones

procedan del campo de la filosofía, será notorio el desdén con que el

historiador profesional, si las considera, las considera. Más graves que

las simplificaciones del periodismo son las simplificaciones de los fi.

lósofos que para su definición toman en cuenta -desde un exteriorsin experiencia- ya no la práctica efectiva de los-.historiadores ptofe.

sionales sino los vagos recuerdos juveniles de los libros de historia o

las definiciones actuales de otros filósofos -que mucho desconocenen su representación la práctica historiadora específica-.

c- SegUn la respuesta standard, la disciplina tiene su objeto y la con.sistencia está asegurada por la escrupulosa práctica de los propios

historiadores. Se ve que consiste, aunque no se vea en qué consiste

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el objeto de ia disciplina historia. Por eso, ante la pregunta por la

determinación conceptual del objeto de la historia, la respuesta suele

consistir en una mezcla de fastidio y silencio .. Percibimos, pues, un

paulatino abandono profesional del problema del objeto del discurso

histórico. La evidencia de la práctica sustituye él la re£1�xi6n ��órica

-quizá m;rnnen:teredündante=. Ahora bi�n�-l-��- �o�si-�'t�e��ia. ��i'�'

dente para quien la habita y secreta para quien no la habita es más

sintomática que sospechosa .

II

Una consistencia evidente pero sin concepto enunciable o transmi­

sible está demasiado cerca del secreto. ¿En qué consiste el secreto?

� el,,�".'ldeno del problema formal del objeto ha cedido . el lugar a

las respuestas de Jacto reJ.eIjda� a .las ¡utinasprofesionales, se abren

dos pos¡bilid;¡de�:P;;;un lado, es posible que la serie de prin.º¡¡iºsqu';- ;;g;;;;�.abªn la autouepresel).lacióp ej.e la disciplina hayan sidoabandonados de hecho en las prácticas. Por otro, es posible que las

i�ácticas historiad_o�s_c�nsistan d"--O�O_IJ:loc:lº'lu';:-el p�stUladopor�a representación habitual. En la primera posibilidad, estamos ante

una ideología que se mantiene con cierto escozor porque su sustento

se ha sustraído del sitio en que la representación lo esperaba. En la se.

gunda, �santeunapráctica que aún no ha generaao �mediante

�."!eflexióE_ explícita- los cánones que rigen su racionalidad.

En rigor, las dos posibilidades no son alternatívas sino solida. I

rias. Las__p.!!cJ:!c.�s_s_e han .desplazado, pero en ausencia de una .- - - - ,. .,- -.- - -- .---,- .. - I

.reflexión sistemática sobre la racionalidad específica de estas I

prácticas. �ada vez que se so.licita un principio de coherencia,_ se \

presentan los parámetros que guiaban la práctica cuando �rasoli. i�ari� _CO�Ls.:u:.r.epresent.a�i6n. Por eso, la mezcla de silencio y fas- 1

lidio. Silencio porque aún no ha sido elaborada la respuesta; f�sti� i

dio porque hay que seguir -si las circunstancias apremian- recu- ¡

rriendo al expediente de unas definiciones que ya no encauzan las \

prácticas del campo historiador.

Los principios que organizaron de manera más o menos coheren­

te la consistencia del objeto del discurso histórico son los de la pIoble-

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mática racionalista. de la historia.l, Esos principios son los que arien­

!'lron!á aspiración propia del dis�u��-;'-h;stórico a establecerse cOIllOciencia ....m., historia científica-o Yson esos principios los que van_

siendosigiIosamente a1>-ªn40nados en la práctica aunque tibiamente

¡';¡vindi��d�s� l�h�;; -� es que llega- de justifiZ;;;l•. El si¿fuma:una práctica sin cor.ceptb que la teorice; un concepto sin práctica que

lo encarne. El sintoma: la resistencia a asumir teóricamente lo que de

hecho se practica en el campo historiador: la resistencia a abandonar

la doctrina que de derecho se predicaba en el campo historiador.

III

La tarea hoy resistida en el campo fue una tarea explícitamente asu­

mida como bandera durante un tiempo. En efecto, hubo un tiempo

en que el problema del objeto del discurso histórico (y su teoría) no

estaba sil.;;c;�d� s¡�o pro(i��ado.-Li�memos tibiamente los sesenta

�la coyuntura teórica en qu� s.� -;�stuvieron las polémicaseri--talúOde las exigencias epistemológicas de cientificidad y las exigencias es­

tructu;alistas 'de" {¡na teoria paraJ.lI;'ohjetoxigur.osamente delineado.La historia entonces campeaba en el centro de laracionalidad con­

temporánea. Su dignidad efectiva de ciencia -o la posibilidad de una

conquista de esa.dignidad-.c.onstltuían un terreno problemático ávi­

damente 4isputado por diferentes doctrinas y escuelas. La confianza

en las posibilidades de la historia de investirse como ciencia aún no

estabaquehrada. Lo que estaba entonces �cuestión no era la posibi­

lidad d.e una historia cientifica sino la doctrina o la escuela que efec­

tivamente la lleva�ían__a!.siti�esperado. Las largas confrontaciones

no hacían más que confirmar la. posibilidad de situar la historia a la

1 La consistencia del discuuo histórico regulado por la prohh:matica raciomlisla <le la historia se pro-

duce a pUlir del reconocimiento de una serie dI:: parainetros. entre los que resultan indispensables:

.la suposición de un objeto dado en-sí. la historia. o el pasado humana. exterior y anterior al discurso

que 10 narta;

.la suposición de una sustanda. de una unídad liustancial que sopone el despliegue de ese objeto dado

en sí:

.la liuposición de un principio ordenador del.campo. que permile afirmar que en su interior nada acon­

lcce sin razón -o que'naila es en �flPsi antes no era en potencia-;

.la suposición de un lIisclJi"sf) T1!f1tjo. calco fallalla dc ese ohielo nalur.l] datlll como t:xterior y anlerior

como precontlición_de UI\-.d¡SCUISO sin mayur autonomía.

Cr. O:dmoron: to l:ip"rin d"�qu;'d/l(I,;. 1i¡Jio I1ulprrlH Dvll¡:!li l' d}iu d,'/a !,rJ!>I""llÍ!:':t1 rtldQII(d;�I'. ¡j, Ji;

hislorill. Bucnos�Aircs. 1<)93. p.15'1. Tambii:n pp. J3.JS.

18 /'

altura de las exigencias epistemológicas de la época .

Así pues, tras el t!�.�quilizador consenso acerca de su condición

de ciencia, Jo que estaba en disputa era sólo la forma espe<;ífica de la

é;�ntificidad de lahistoria. ¿güÚeorla, qué modelo, qué método-, qui

�séuela podría satisfacer esas impresc�¡¡;¡;bfe�xigenc¡��-��te--;:';-o�lógicas? La vigencia teórico.politica del marx.ismo hacia de�nomhre

-;;'at�;i�lismo histórico y's';-dialéctica un baluarte en la lucha por el es.

t�bIe�im'iento de, Hna historJa cientí.fica: Las matric�s fundonalistas,

-�st�;;�tu;�lisia� i di;;¡é�ti�as se �fr��ía;;--�o;;�;'rin�ipios formales�_�p��e�_�:_���-�l marxismo -o a la doctrina en cuestión sobre la na�turaleza de las sociedades y sus procesos históricos- la consistencia

for!'!al,equerida.

En medio de la escena, podemos hallar l�esiuerzos de un hom.

bre abocado� producir la co_n,sjs!.e_n.cia formal en regla de una discipli.

na social unificada bajo el nombre genérico de c!EJ1Ei-', de laNstoria .

Maurice Godelier, entre otros tantos, se proponía mostrar cómo el

marxismo constituía el modo adecuado de abordar la historia de for,

ma científica. Y con ese objetivo, intentaba satisfacer todas las exigen­

cias epistemológicas, todos los requisitos formales para la comproba­

ción del estatuto científico del campo de la historia' .

Es cierto que esto ocurría hace un cuarto de siglo -otra é'í:a geo­

lógica- y que en la actualidad -podrá objetarse- no se observa én­

fasis alguno en la prédica de fa palabra de Godelier. Sin embargo, el

modo especifico en que se la desdeña en las instituciones del cam­

po profesional ilustra la ménéionada mezcla de silencio y fastidio.'Es queérconjunto de las exigencias asumidas como problema para

las respuestas que establece. Godelier está en conexión directa con

la serie de supuestos de la problemática racionalista de la historia .

y los supuestos estnleturantes de semejante problemática -en las

condiciones sintomáticas que ��S�!!.�!ñ,ª}�rp..9S- ��g�!LAZ.;l.n aún h�xla representación de la práctica historiadora.

z Esta pr�ueupación recorre Y estructura el conjunto de Jas inler....enciones de Godl!lier por aquellaepoca. Aqui nos cenlramos en un texto �mblemalico: Economías y socieda.des: �nroque funciooalista.eSlructunliSla y ma¡;:ist¡ E;I: EW'W/llí,I,Fticl;i.\lIhl�' rdigiJIi rll tll! -'11.�I(fi(l/k5 Jlrillliljl'(l�. Madrid. SigloXX\. 1974. pp. 1 .• 2.1;5 la� cita� It:xt\lale;; CNT�;;ponden:! 12$ pp. ]7.\-175.

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Reabordar lo predicado por Godelier hace un cuarto de siglo, el)ton...,¡:es,resu1ta algo más que un intento de reeditar tI'l1a vieja discusión de.

modée. No es una elección librada al completo azar. ¿�or qué Godelier?Por un lado. porque su intervención ocurre en una coyuntura teórica

decisiva para el discurso histórico. En esa coyuntura se jugó el último'punto de equilibrio o acople entre la práctica historiadora y su repre.sentación -que, por eso mismo, la guiaba en su desarrollo-o A partirde ento�ces, la práctica comenzó a quedar sintornáticamente disociadade su representación, iniciando un juego de coartadas sin concepto.Por otro, porque su recorrido es una muestra del tipo de aquellas exi­

gencias; jlorqtie el rigor puesto al servicio del cumplimientQ de esos

requisitos permite delimitar claramente las posibilidades y las impo.

sibilidades; porque, al tensar al límite la congruencia entre los requi.

sitos y las posibilidades, !'O.vela elcarácter problemático del punto d.eintervenctón:ja posibilidad teórica de un objeto del discurso histórico,�ondición fund;mental de una ciencia",{e-la7iistorrci.-- --_. �

Asi, nuestra lectura de GQqe]i�r no busca entablar una discusióncon un texto particular. con una persona particular, ni con una doc.

trina en particular. Nuestra lectura intenta circunscribir los limites

-del dispositivo de pensamiento que. durante la;g�ti�mpo, ha organi.'zado la racionalidad de las ciencias sociales. La clave no e�¡á en lasrespuestas que brindaba Godelier sino en la claridad de las preguntas

asumidas espontáneamente por el dispositivo como buenas, auténti.cas puertas hacia la consistencia de las disciplinas sociales. Por eso

mismo. tampoco se trata de una discusión con el marxismo sino con

cualquier posición basada en la posibilidad de una ciencia de la histo.

ria. El pro�l�rna noes aquí el de establecer cuál teoría satisface mejorlos requerimientos formales de una ciencia sino el de la posibilidad apriori de estructuración consistente de un campÓ científico de la,his'�oria. Lo que Godelier elaboraba a propósito del marxismo,no es para

nosotros una iridicación de debílidad propia del marxismo. sino de

la totalidad del campo al que aquel intentaba dade una consistenciarigurosa, vale decir, científica),\l.J De ahi qul.: los lropit,zos <le l� ¡nleneión fQfmalizad(m del marxismo en C:itc campo no h;¡}-:ln sidoIlIS ClniCQ.�: en la medida cn que se �ceptan I..m�g ,'xigcni:ia:; ilt\plicita� de cientificidad como requi�ílo

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Veamos, entonces, la posición de Godelier respecto de las poten.

cialidades del marxismo en relación con la historia:

"El materialismo histórico no es un modelo más de la histo.

ria, no es una filosofía de la historia, constituye ante todo una

teoría de la sociedad, Ulla hipótesis sobre la articulación de sus

niveles internos y sobre la causalidad específica y jerarquízada

de cada uno de sus niveles. Haciendo posible el descubrimien.

to de la forma y de los mecanismos de esa causalidad y de la

articulación demostrará el marxismo su capacidad de ser el

instrumento de una verdadera cíencia de la historia".

God�li�r: se situaba en el interior de] marxismo.para afirmar que

éste podía y debla ser la ciencia de la historia -según los requisitos de

cientificidad asumidos como correctos-o Conforme a esa requisitoria.

para ser ciencia de la historIa, el marxismo debía ser una teoría de to.-'

�.as lasS(,ciedades:no sólo del capitalismo; y también debía ser la teoría "''''del pasaje de un tipo de sociedad a otro. La misión del Investigador""

�rXíst': tenía que ser la búsqueda de leyes:

"Esas leyes existen, y no hacen más que expresar las propie­

dade� estr�cturales no intencionales de las relaciones sociales

[... ) Porque expresan las condicíonesQ!:Jj.etivas de la reproduc.

ción y. por consiguiení';;l;;-�bié�d�'la no reproducción de esos

modos de producción y de su articulación con las otras instan.cias de la sociedad, esas leyes son al mísmo tiempo leyes de

funcionamiento y leyes de transformación, de evolución."

En la estrategia de pensamiento de Godelier, el objetivo radicaba, '

pues, en la detección de esos mecanismos que, a la vez, explicaran el

funcionamiento de una sociedad y el pasaje de una sociedad a otra.

Según esta línea. se trataba de un problema que no había podido ser

resuelto por las corrientes estructuralístas ni por las funcionalístas

para b perlcr.cnci� al campo_ lu di\'l.'rsas cortientes historiogr.i.ficas que se inscriben en él padecen la.mismas cOllSecucnc!as

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porque, precisamente, no disponían de una teoría adecuadamente

explicativa para J�� sis��_��� sa�iaie�:"Y como- no -disponían de una

teoría qlJll'liiera cuenta de la lógica subyacente en el funcionamiento

de una sociedad, entonces, ta,mpoco podían disponer de una teoría

del pasaje de una a la otra.

IV

Ahora bien, esas leyes generales que buscaba Godelier. esas leyes que

daban cuenta tanto de la reproducción como de la no.reproducción de

los sistemas sociales. de la continuidad tanto como del cambio, eran

anunciadas como las unificadoras de derec,ho de un campo que -de

hecho": se'presentaba como organizado a partir de dos preguntas de

índole diferente. Una preguntaba por el modoA<:l,!n�on�m\ent� de

la sociedad; la otra. p!'ul pasaje de una;Qc;;fad,a o,!ra. Dos no sonuna. y si la reducción es posible, tendrán que formularse los criterios

explicitas de transformación de una en otra; no basta con suponer o

imponer -evidencia mediante- que se trata en definitiva de lo mismo

o, como propone Godelier. que explicando los mecanismos de la re.

producción del sistema "por consiguiente. también" quedan aclaradas

las razones de su no-reproducción.

En principio. las dos preguntas no son lo mismo. Per!' si a.90s

preguntas el discurso histórico les postula una.misma r��puesta es

porque las escucha inmediatamente como la misma P:r::��I}!ª dosveces dichá. O lo que es lo mismo. porque supone que los dos pro.

blemas son dos aspectos. dos formulaciones distintas de un mismo

problema. Dando con la clave del primero. el segundo también que.

dará resuelto. Es posible conjeturar una línea de desplazamiento

que equipara los dos problemas. Como es cierto que reproducción y

no.reproducción constituyen un par de opuestos, nad"m"s"se';:�ill�

entonces, que v..er en esa oposIción una sit�ClS�9"l1. compl�mentaria:

dos partes de lo mismo, lo mismo cambiado de signo. La unidad'

queda asegurada.

Lo que resulta notorio es que esta ���ficación forzada eSCJ;'ita

en el texto no sólo es imperceptible para su autor; tampoco es pero

cibida como forzamiento por su lector. Pues el lector supuesto por

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vt::.�J/'v;��:��t.!? .';J/:J" .���';�,�,�) .' ,. "c�-';e:t� _£:��::d���:r ;�:ig���ia"::Cl;;'d: 1����I:�átiCa ra ..•:\cionalista .de la historia- está dispuesto para no ver 10 mismo que \'eTa,;t.;!;;-ove. -Los lectores dispuestos porel,Jispositiv() están más

'!.ue..di�p,-,e_sto; a acept�0�unific'icj�;;j:��videncia susta.1�fial detérminos tales como la histoda o la sociedadasi lo imponen. De tal'modo,'p;ra es� l�cto�,:;n:ás q;e una unificación. sétrat��i.-'-¡'i�ndé una unidad a secas.'- - -'

Ahora bien. las dudas se agolpan cuando se percibe el desfasaje en.tre las dos preguntas y la única respuesta. ¿Por qué parece sensato su.

poner que los mismos mecanismos que explican el funcionamiento deuna sociedad pueden explicar también la disolución de esa sociedad, almargen de cuáles sean esoS mecanismos? ¿Por qué esOS mismos me.

canismos podrian explicar el pasaje de una sociedad a otra radicalmen.te diferente de la primera? ¿Por qué se tiene que explicar todo desdeun mismo principio? ¿En qué condicionesteóricas dos,'problemas dedistinta índole pueden ser postufáa:oscomodós�spectos de lo mismo?¿5fué ideal.ie ciencia �sta op�raIl�o_en esta suposición? ¿Cuáles sonlas fuerzas qu�.s.ostie_n�.nes.e id.e�!? En definitiva, ¿de dónde procede lasutura unificante?

V.-.-

La sutura de ambos problemas bajo una misma fórmula, o mejor.�fcá�áct�� impe]ceptible,de.. �sta s\ltura.l'rocededer';-U:�plimiento:'1,or_parte del d�c\l��_histº,-!co- de 1l.n.gonc!i.c!Q!!.eX!erio,r: asu,!,i�acomo determin�ci�n.o exigencia propia. El influjo exterior ��!su.�ido como;:;;terno es la hegemonía de una mosofia 9.!'.eimPoneunideaí dé' Cientificidad a lasdiscip).ir'a.� !ofiales. que sólQ....Q!9W \,�liªez" aqlléÜo que se aproxima3m rep.res.en.!'lció.!1.c!Lcie"f!!,..ªa.jo tal�egemonia. C'lalquierdisciplina que se quiera filosóficamente válidaha déi>':esentam <;omocientífica Y el modo dé s; ciéiltificiC!acl ha�e aproximarse al que la filosofia en curso tOrne COm() l?�a.!a_digma decientificidad. �

Las exigencias epistemológicas -cualquiera que sea su raigambrefilosófica- imponen automáticamente .un requisito: la disciplina quese quiera científica ha de tener un objeto.�laro Y dis.ti�tó-:S'i el c�

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.1te

que aborda una disciplina cumple con los �quisitos de unidad y�on..sistencia, se inviste como objeto de esa disciplina. Si una disciplina. -.-_.'-"--"--' . _..

cuenta con un objeto -ya unificado y sistemático-, puede aspirar alreconocimiento como ciencia. Así, bajo la��ondiciones de la hegemo.nía filosófi¡:;a, la exigencia de un objeto se 'co�s¡iiuye enidear¡ñt¡,:;;"d� cada disciplina.

. 'Aho;�-b¡�n, que el mandato filosófico requiera que cualquier dis.ciplina disponga de U" objeto trae consecuencias. Y nada triviales.Precisemos la dificultad que acarrea el requisito. El problema clave

o. no radica en la dísposición genérica de objeto síno en el requisito�­rentorío y natural de que sea ,,�o! �orque para que el objeto se� uno,todo elcampo de esta disciplina Íiene que estar unificado. y para ellose necesita un princii1io.qHe organice todo lo que aHi sucede. De estaunidad de principio derivan las dificultades con las que tropezamos.

Preguntábamos por qué a dos probleIllastan distintos se les tie­ne que dar la misma respuesta. Respondemos: porque el discursohistórico, bajo presión de la "nidad de objeto, supone que los<!�, porl

,::) .l':.:.te.�;:�;!�)l��lJ.Q.ª1 mismo C"IllP-"!�ien�''-li..qll.ecestª!.est!:.ll.CJllE.'!<!�� ,'. por el mismo principj,,-!,xl'licativo. Todo lo que OCUrra en el campo, .

'todos los cambios que ocurran en ese campo cerrado tendrán queocurrir en el interior del campo. <;;.omo ese campo está estructurado.por un principio, todo lo que suceda allí ocurriráb.jo la permane�ainquebrantable de ese principio. De ahí que ninguna transformacióneñ'�¡"campo pueda afectar la vigencia estructurante de la invariantefundamental del campo -la que hace del campo un objeto filosófica­mente admisible-o La causa de todos los cambios y las permanencias�s, pues, unapermanencia de base'-lo mismo da que s� tr�te de lalucha de clases, o la determinación en última instancia por lo econó,mico, o la idea de libertad, o el progreso material", ..

,-:!;�<.tas consecuencias de esta unificación tienen un peso decisivo,pues esta linea �mpone se"eraslil!'itaciones a Lo posib¡�. En esta linea,

:! los cambios sólo pueden ser puram�.nte cuantitativQs: pasaje de loque esta!:>a en ger¡;;�n a lo que.. está.pleno. Como consecuencia, eldiscü�so histórico tiene que sostener que en el fundonamiento deuna sociedad está en potencia la sociedad que sigue. Es decir, Supone

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24

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que el paso de una sociedad a otra no es cualitativo. no ocurre nada �' \ I

radicalmente nuevo, no ocurre nada que no sea el florecimiento en \ (,1,1'la situación posterior de algo que ya estaba en germen en la situacién

anterior. El cambio radical desaparece, queda.iisuelto en los pasos �,gradualesdeUila: 'caiitiñUídidaseg";rada'. . - ij

Asi, había dos preguntas. De pronto, por efecto d�l�interjQri�a-_

ci�n d� una ex�g:�ncia .exterior!. �s�s dos pr�gu.ntas ya eran una. Pero

�na exigencia s'e interio���ª"y �at_is,tace es porque cuenta,co;;f�.e��asuficiente para imponerse sin violencia:¿De dónde procede la poten­

cia'd� esta exigencia hegemónica? ¿Ile dónde extrae su poder de pe­netración? El discurso histórico se constituye condicionado por una

presión filosófica silenciosa. Esa presión instaura unos ideales que

guían el proceso interno de la disciplina. No se trata de influencias

en el campo de las ideas más o menos conscientes, de la adopción de

ideas rectoras; tampoco se trata de conceptos e ideas que puedan ser

explicitados en cualquier momento de su vigencia implícita e incor­

porados sin perturbación al arsenal de recursos disponibles por el

discurso histórico. No se trata, pues, de otras tantas ideas adoptadas

sino de los principios discursivos que eml'laz,m la práctica historia­

dora. Los'efecto� epistemOlógicos de esos principios son ciegos a sucausa:- discursiva y se asumen como imperativos naturales. Resultan \de �iones-tomadas a priori, de decisiones que no.toma el discurs�

hist6rka sino que constituye� las condiciones específicas sobre lasque�nta �ldisc;'rs�histórico.her�dad¡'-:----" .

VI �

¿Qué discursos organizan, entonces, la consistencia de ese, �mper�.

!i.vo hegemónico que'se-pres�nta y vi�e como na-;;;:;ai?U;:;�'g��a­logia muy esque�áti�� permite notar que la presencia insistente de

4 Se trata de 10 que podriamos llamar una \isi6n.fruli�lJrfffolll �e la historia. que se engaña a si misma

con la metáfora de la n;IIJllrllrión, Ejemplo típico de esta situación e� el problema de la "transición" alEstado. En efecto. la� consideraciones acerca de un estadio �germinal. del Estado en las sitwcioncssociales que lo antecl.'ó.cn.lo¡¡ mentados mecanismos de �crecimitmto� o los innúmeros p.1SUS evolutivQO;

hildil la cSlatalidad no �ólo impliciln un u�o indiscriminildo de las imágenes propias de la biologia y unprofundo etnocentrismo ¡porque l;j-fase mil.s evulucionada es siempre liI de nuestro Estildo Occiden�ll:implican tambit:n una notable ceguer:! a la hora de establecer cuales son los elementos radicalmenlenUevos que caraCleriz;¡n la situ�ción l.'sta!¡¡l emergente. Al respecto. cf. 5u/,m. pp. 44-';7.

25

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¡ �sa presi��filo�ófic_asobre laprácticahistoriadora se nutr�detre�

" .antecedentes discursivQs_Pa.!a_ynifica>:y.. sistematizar.. el.obieto de la

disciplina. .

ra. 1 ecisión antigua de privilligiar la permanencia sobre el devenir;-:'> b. la decislOn erna de investir a a ¡sica como ideal de cientificidad;'/) c- la decisión contemporánea de asumir la unidad del ser yel devenir

bajo la forma de progreso.

La primera fU�rz�.actual que integra]a presióIls.obre. el discurso

histórico proviene de algunas decisiones de la filosofia griega. Estas

.dedsioñes-:-.�;-��t����te-�t�, se �estringen a lo que sigue:privilegio

del ser consistente 1'0r sobre el devenir alterador. A propósito de los

tiemp�� d; Heród�t� .. �s 'ya un lugar común e� la historiografía yla filosofía hablar de una tendencia antihistórica del espíritu griego.

Contra esta tendencia. y en el espacio Hmitádo-eñ.q';�'.p-;:;-do hacer

una brecha, tuvo que abrirse paso la práctica historiadora que hoy

llamamos clásica. Sin embargo. tras la crisis del siglo IV a.c.. esta

tendencia antihistórica de abolición de la positividad del devenir se

"refuerza. EI.sentido de la práctica historiadora se reorienta a.p-",�

de la�ncia delª- decisg,_nJ'!.a.tónica,-Esa_deEi�ió'!. platórlj,ca impera

pensar la totalidad de los entes bajo el régimen de la escisión entre la

esencia inmutabley las apari�ncias Il1óy:;¡�s,--!:". doiíl�íi¡;o<ksaber

'subvaluado- consiste en un mero saber.!t:)!1s ap�ríe�s. Como el('3) �4evenir es una pura apariencia, todo saber del devenir, será mera.

"!fTmente dóxÍCo. No tendrá jamás rango de episteme. La episteme cons-

" 'l> I :ituirá, en cambio, un grado superior de conocimiento: conocimien.

"",Ita de. las esencias, de lo.establ",de lo iIE:U!ltable. Asi, �l..platoni��º­

(:,:'. )jide�lógicalne�te instit�!4?, jIl1pone, secreJª"��lJ.Je_�.n-'Lt.an.-tQ,_ R�IJ.��r_. " ¡o__ _. ".,_._ .. _"_" _

.: ¡lo social bajo el régim�!,.de la permanencia, Lo principal permanece,

"porque esa es la definición de principah. --­

- La segunda fuerza que interviene en la presión que impone al

S Nu es nccesario aclanr quc aqui "Platon" no es la filosofi:l pialónk.a �!(:(I" s�n'<�l. inspecciona<la en

sus infinitos ,Jetallcl: y lesis pur 10$ especiaJisl3� sino la fUl.'na $ocial 11 í,Jl.'oló�ica que se inscribe baioese nombre

26

discurso histórico un ideal de cientificidad es la valoración ideoló'

gico.filosófica de la física moderna. Casi unívocamente, la físicá.�éreconoce como desiderat�� -de tod� saber que quiera investirse como

verdadero. En primer lugar, porque, aunque l'01sica .ga1.i!ea",,_rQmpa

con la antig�a concepción de la physis, en ot¡'o .�strato permanece fiel,

a la determina,ción griega del ser como permanencia. En segundo

Ttlg�r. porque los ,1�OS <!� la fisic:a,galileanaterminaron por instituirlacomo p-aradigma de validez, también endQl'sentidos,Por un lado,

Eara la filosofía I!!º-dem", erIJa medida en qlle la_IIl�ernatización de

la naturalezap'�rm.itía eludir la omnipresencia divina y .situar la ra.

zón humana en el lugar del fundamento, la física venía a probar que

Podía ¡>rescindirse de la fundamentación. en,Di�� gana.ndo inclusoun rigor antes desconocido. Por otro lado, los usos técnicos de la física jpor la sociedad capitalista la impusieron como ideal de productividad

yefi��ciÚel�'ideología burguesa. Y en la. medida en que el princi.

p�de eficacia fue montado como principio de verdad en la era de la

téc!'ci,,�,. kfísic.a.así leída marcó con fuerza el ideal de las distintas

disciplinas. La filosofía y la tecnología terminaron imponiendo un

,id"arde rigo;físico al discurso histórico .En este ideal de rigor, la presión exigía un objeto como el de la

fisica. Lo que había que imitar no era el tipo de objeto del que dispo.

nían los envidiados físicos sino el hecho más lato de la disposición de

un objeto específico. L" filosofía imponíacomo_ideal una lectura de

la física que exigía, p�ra cada disciplina. un principioúiíifi(;;-d¡;r del��p_o! �rL.a.Iegalidad-inte��a al campo, una:s causas le ales interiores.. ¡Ia campo para los efectos interiores al campo. Suplementando la exi.

gencl-a -antÍg�a de pensar lo soci.al bala el régimen de la permanencia,

esta filosofíaj¡¡;wone la exiliencia moderna de pensar la permanencia

�J90 el princiEio de razón suficiente. La presión ejercida por la ins'

tauración del principio de razón ,xige la unificación del campo de la

�!storia bajo un mismo principio, que es el que proporciona al menos

la raZÓn de la unidad delcampo.�\

FiI1almente, el siglo XIX instituye otra marca. El ideal de progreso e.V

determina un modo peculiar del principio de razÓn para las ciencias .

del hombre. Suplementando la exigencia moderna de. pensar lo social

27

Page 11: 2- LA HISTORIA SIN OBJETO y Derivas Posteriores. Campagno y Lewkowicz

,.1

bajo eIprincipiode razón, nuestra segunda modernidad historicistae�ig�' p_e�s�r ;sa "����!�,.�,?rq el princJpi�_ -de e�olucióñ� La' evolución

'¡;�¡Íiecel-p;S;;¡;:�;;�end�� d_e�0'lue era en potellciaa lo que debe seren acto. El ser en potencia es la razón suficiente del pas�eal acto. La

'!Üosoíl� de-1"sIuces y las éonsecuenci;� de la RevoluciÓ� Fra�cesa-é;¡¡g¡anunaeseñ�i�co�ún para el géneroh��ano. La ide¿¡id�d hu­ñí¡inadelg¿nerodebia dar lugal".aunas diferencia�no esenciares,

. pero si oiscerñIbleS::iadiferen¿ia, e�tonces. s� d"e-terr;'1Ínó como-u��:% I1 diStind��':llo�g:ados_de realización �e la esencia, La u"i<!.,!d de la", hu.t":,,-nidad no pudo ser otra Cosa que la historia del desarrollo de 1,,­

mismi, ElJ;iogr�o erael meé�ñismo de i!!c!usión y abolición de la�Iteridad, el principio que filtraba las diferencias fuertes para devol­verlas como diferencias débiles. El campo quedaba así unificado por

!:Ina ídentidad de esencia deLconj,-!nto de los fenómenos, yeoordi­_nado por algún tipo de legalidad evolutiva. Se imponía así pensar elcambio bajo la forma del progreso.

El símbolo máximo de este nuevo modo de pensar lo hístóricobajo la forma de la perma�encia sometida al principio de razón evo­lutivo es Hegel'. El devenir de lo mismo, racional y ascendente es elnombre -en el discurso histórico- de la reunión y asimilación es­pontánea de las tres exigencias que estamos mencionando. Hegel es

la condición absoluta de posibilidad para que la historia se instituyacomo ciencia.

" -- Así pues, bajo el influjo de la decisiónplatónica,.s.e.impone la e.xí-,11 _.'... __ • _ _

.;i" gencia de pensar lo social bajo el régimen de la permanencia. Baj.o

. ia presión de la representª<:�ón filosófica del ideal de ciencia tOrnad.."o L,J delifisiéa; se impone la exigencia de pensar la PerIIl"nm�ia Q;¡i.Q.@.

,,/' hegeriiÓ,rija:..a¡,J prjpJ:ipjo de razón. Y bajo la asunción contemporánea, : � d�l devenir evolutivo, se ímpone la.e>:igencia .�P-eJ)sªulpiinéipio

de razón bajo las especies del progreso. Sobre"éste zóc;lo -e igno-rándolo- se constituye el ideal de cientificidad del discurso históri­co heredado del siglo XIX. Sobre esa matriz, los estados nacionales,los archivos nacionales. las universidades nacionales inscribirán sus

li NUe�':lInenle aqui se tr�la del Hegel que ideológicamente ;e ha inscripto_ e� decir dt' la ideolo¡:!i;¡hegeliana espolll:inC<l del siglo XIX

2S

�ontenidOS específicos _ �egún s��_�rg�!!<:.i��.Y._�.i!�tl:��t'!!1c;�_'!.�,:_� •

'E's!.S'tres fuerz'áSinieg;antes de la presión filosófica pr0l'0rciona­

ron al discurso histórico heredado su ideal específico, la necesidad in­

terlorlZada de';:;ñ'obj�to¡;a�a-poder'consistir. Sin embargo.selr.ia de�._--�-� .... ------- .. _ ... --- .'�--' .. �-- .... , .... - -. .... -

un ideal al que la práctica historiadora concreta pudo aproximarse sin

aIC,-nzai:Lo propioaettn ideal radica, p�ecisamente, en la ¡mpo�ibili--dad de su realización integral: opera en la medida en que se le escapa

su real, y en la medida en que -en consecuencia- tiende a atrapar lo

real bajo sus determinaciones. Por eso, el ideal es sólo una fuerza.

r.�!1-ª-ft1maque no puede ser victorio;;defi�iti��,;:,-;�ii�es unafuerza que trabaja constantemente contra lo real que se le insubor­

�.ina;'-Contrastada contra su ideal, la situación efectiva del discurso

h�!é.rt.c;�.i�J"Pp�e presentó sus diferencias. Esas diferencias se pensa­

��n(o mejor, se representaban) como debilidades o deficiencias. La

hegemonía del ideal siempre impidíó pensar estas debilidades como

cualidad propia e irreductible. El discurso histórico no halló en su

diferencia una fortaleza sino ';In_est�,!i�revío y -por ende-o infe­

rior, impuro: etapas necesarias hacia la cientificidad ideal. No se hizo----._-_. ---_.... ...... _ ....._--- _. , -

fuerte en su aparente debilidad, asumiéndola como otro tipo de cien-

tificidad, como otro tipo de racionalidad. La aparición de síntomas de \ ."inconsistencia -na cuestionaba el ideal sino los modos de realiz�rlo. }:;Po� ello, esa insisté':;�i�"t'maz eníareali"ádórÍ"d.el ide�Cd� la que eltexto de Godelier aquí basta como índice. Esa insistencia hablaba de

la vigencia del ideal impuesto por la triple presión filosófica.

VlI

Hoy las condiciones han cambiado; las presiones parecen haber cedi­

do. ¿Qué hacer frente ae�t� pre�;Ón de un ideal que ya es más débil?¿Qué hacer frente a ladésnudez de la práctica historiadora ante su

ideal? Parecen abrirse'dos posibilidades. O bien seasurnees.edesfa:'

saje entre ideal y. práctica.efectiva (mIlO fortaleza, como punto de in­

fle,,[ón'pa;';-ia elaboración de parámetros que �ustenten otro tipo deracionalidad; o bie� �e continúa asu�i¡'ndolo como debilidad, como

7 M�s adcl:nte veremos �¡go mas sohre la naturaJc¡:.� practica de los ideal�s C�. pp. 100-102.

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29

Page 12: 2- LA HISTORIA SIN OBJETO y Derivas Posteriores. Campagno y Lewkowicz

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una amenaza. sometiéndose así a la denodada tarea de aproximarse

¡¡lideal. En gener�I. la �omunidad d�-hiSt()riad';;�s �e ha inclil1'liiop-"r e�ta.g!!!lq�alt�rnati��;;'�gándose a negar el viejo ideal de cien­tificidad establecido para la historia: de ahi provienen las suturas ac­

tuales -esa mezcla de fastidio y silencio-o

¿Qué se aduce, pues, en el circuito oficial del discurso histórico?

Que no se ha arruinado el ideal; que sólo se ha desintegrado una

estrategia inadecuada para llevarlo a cabo, la estrategia de los aprio­

rismos deterministas. El determinismo ideológi<:o de los años 60 y

70 complicó las cos�s y el discll.rs.".hi.'t,;ü<:()�mp-!,zó así a desviarsed"l..�roducción fiel tiel sentido de la historia: su pecado fue el de

úeer que podia captarse a priori ese sentido para toda la historia. ¿Y

qué se propone? La vuelta a Un e�p�ri�J:1lo sin ap,!:�_suramientos. sin

contamin.ación ideológica,q�� ;eco.nstl"uj'-a lºs }¡�c.!l()"."':'!!.!"novadapureza. Ahora bien, este neoempirismo no abre Una ruta nueva para

'la 'p�'¡;tica historiadora: continúa la vieja ruta prescripta por el mismoviejo ideal de cientificidad .

En efecto, el actual empirismo se refugia en los hechos, pero no

reniega de la concepción de la historia como una totalidad. El empi­

rismo es también solidario COn la exigencia de un objeto unificado.

El objeto unificado depende del principio que determina la unidad

del campo_ El principio, por implícito, no deja de operar como prin­

cipio. La confianza en las evidencias no sería tal si las evidencias no

reposaran sobre algún principia supuesto de consistencia. El e�.

rismo actual sólo resulta una versión atomista enclavada en lalllisma

prob�elllátic¡: en efect"Ja;a esta versión, "la totalidad de sentido se­-o-�t.�ndrá-p�!� r�£oleccitJ.'!. y'_€�mb_inación mecánica de los átomos de senti­'doj1rovistosfJQr las inves!ig,!,iQ!Jes nlon.<>gráficas puntiiiilis"'. Si la�_lección se vislumbra infinita, se trata del mismo afán por la totalidadp�dida, del mismo afán por una r�<;º.l�cción int�JmJA� los dait);q;;­;J:lgún día proporcionarán el verdadero sentido t�l de la hiliQ£ia, yno ese sentido faiso que-hall. ófertado el teo�ici;mo determinista. La

diferencia es de tiempos: lo que el determinista apremiado política-

1\ Oximoron. 01'. til .. p. 1-"'1

30

mente resolvía en un anticipo. el empirista sin urgencias ni políticas

lo disuelve en cuotas interminables.

VIII

Así, entre este tearicismo y este empirismo existe una solidaridad

mayor que la que a prirner� vWta suele reconocerse. Y esa sOTIaarí­

dad se presenta, en toda su envergadura, en lo que podríamos llamar

la pseudo-dialéctica de la ley y el caso. El teoricista se preocupa por .,

leyes universales: como Godelier, busca esos principios legales_:q�e.- _._.,_.�- ---

recorren la historia en su integrid.p-�l'or su.]!;!!:te. el empirista se • - :r

c�m�g!a al;n-áli�i�d;-¿�;�;,'p-�ro esos.casos no £��.(t�!!_��,�.i!!�casos "/'f.]������� ��'y,�����é�_. y��i����������t����_����ii-ªj�yªxi_�nt��,A�JL�_��;�.' �versiones tratan, solidariamente, de comp.atibilizar la contradicci6n­

entre la necesidad de estudiar lo individual y contingente y el hecho

de que solamente un saber universal puede ser un saber verdader_o. Y

la noción de caso, en su jlleg�_pseudo�ialéctico_c()I1.l'll"x,_s�stie,:elaestrategia de totahzación y sutura del discurso histórico..her�dado.

"Altó;:a¡;¡�;;:�;;;p�ra�iÓ;'�se jU:�-g�-d� ía ley y -elcaso, parece to­mado de nuestro discurso jurídico. y de nuestra institución judTc1.I:

gn este dispositivo, no hay singularidades, Tod.<>..l2. qu,e.aco¡Üece.cae

bajo el concepto de un_�l�y. Un caso es caso de la ley. La querella de�--,.,-,.,-- -, '-'_"_'

abogados, jueces y fiscales se reduce -en esta línea- a la operación

de pertenencia de este caso a talo cual conjunto, determinado por el

concepto de la ley. E.';tos tipos subjetivos son los operadores.�Ilstit1l:.

�ale��este sU�l:l�_sto-.!����?.:..!�_��?_.I_�..9����_J:r��_��!�_��"c;:�_�o.__deuna ley, Nada por fuera dela ley ...y sus casos-o Hay situacion�s en

las'-que .�� 'p';�se�t�'�lg��f�e;� de' la ley:' e-so que se prese;�'io es a

priori caso de una ley preexistente. Pero el aparato j:uríª,ic.(L�sc��e

la ley 'lue lo vuelve_cas.<>:.s�l1!�ur�spr:\ICi_e.,,<;iª, v�e decir, e�ble<;e

Una ley o .la necesidad de una nueva ley, una ref"!ma, _UI1 agregado,

una regl�;;-entaci¿�, un mati�:-¡Iid\;so cu�'�d;una ley coincide l!on

su único caso, caso que sienta jurisprudencia, se sigue en el mismo

juego de la ley y el caso .

Si hacemos esta alusión al campo jurídico no es sólo para paro­

diar el funcionatniento del dispositivo historiador. o. para jugar a las

31

Page 13: 2- LA HISTORIA SIN OBJETO y Derivas Posteriores. Campagno y Lewkowicz

analogías, sino para señalar dc::�car�1�rí�J.!��s. _��primera es que

_ esta dialéctica de la ley y el caso!,()�es()�tien��i�s."Jlortes y operado­

res institucionales. e�--º,�fü,._no fu�c:iona en un ,jlleg() estrictamente

éfocumental: 1'; verdad depende de l�s formas jurídicas. Y este�elseglln�efi-;;¡;¡¡;¡iento:Tal1egemonja de las prácticas jurídicas sobre

-los procedimientos de P-!oAucción (¡é.véra�d �n)ls ªislíJ1tas discipli­nas parece hegemonizar también,este aspecto del dis��.rsoJ�:!�tóricoheredado". ---.--.- - - . - -.- -

�--AllQ;;;bie;.;, toda esa parafernalia de leyes universales y casos par­ticulares exhibe hoy una s_�rie de grieta]', a través de"fas cuales se han

hecho visibles los viejos sostenes del discurso histórico heredado.

Pero hay que 'querer mirar a través de ellas. Y l"J'e.rcepció-,,_ de�

..: ,yiej?s soste�es -aIlJ�s inv.i�i�J��_y ,p()r e��interiorizados coIllo natu.. rafes:: li�abié�t�:¡a.posibilidad depens�r q�e ia prá.0ka!listoriadorapuede disponer de otros parámetros,de otra racion_�lidad_!.de otro tipode cientificidad'''.

Sostendremos aquí que estos priIlcipios]�está" oper.a."do, aun­

que sin conceptoy, por lo tanto, carentes dejIl�r.¡rrejacióp" El punto

m<1s�actlvo(fe"ia situación es preci�a;;ente �ste e.xcesojJ:1.�0Il?-inadode la práctica respecto de la representación .en clave de problemáticaracionalista de la historia.

I

UIt!f

IX

La práctica historiadora se ha sustraido de hecho a la hegemonía de la

representación, Sin embargo, esa representación que exige un objeto

unificado sigue vigente de derecho: reina pero no gobiernan. Ahora

bien, �é es lo_���.v.?elto insostenible esa exigencia de unifica­_ción�e amada por el viejo id�al �e.�j:.nti�cidad? ¿Qué es lo que ha

�,,..--­

:X_o'! 9 Al respecto, ,f': Fuucauh. M.: UI v.:rJ,ul}, Jnsjimllll.ljuridi,:u5. Barcelona. Gedisa, I1J80.- 10 ¿Por que una nueva pr�ctica historiadora habría de �eguir �il:ndo considerad .. cio:lllifica? No es unmandato oblig.l!oriu. es m;is bien una (uesli6n de estrategia. La prl!sentaci6n de una práctica histori:ldo.fa como científica put'de resultar ma!1 acti"'lI r su potencia más crítica SÓ[U Cilla medida en que dC'l/rj¡'d¡ea un nombre para la critica dI: 101 ideologia,

11 E$ nc(esario notar que, en d campo de los (!�tudios históricos. aCfualmen!l"se ha pfl)¡Juddu una nOla,ble dispersión de ¡as invl"Slígaciont's. Sc prctcmle aun que las dí!tintils islas de consistencia SCiln .ramils�.pt!ro el árbol no aparecc. Oc h�'Cho. se han autonumiz.ado. Parcc/;, operar, entonces. una espt!cie difUsa deprincipio situadona!. Pero ,me principio ¡Je hecho está negado ¡Je derecho bajo el nombre sintomáticu de'caso. nombre qUt: imilginanamentc liga la situación a esa totalidad dcc1arildil o encubierta,

32

tornado imposible la existencia misma de una teorfa ,mificado d��

�is�or�,,? Se trata de una imposibilidad que presenta dos aristas.

En primer lugar, esa imposibilidad se constituye porque no hay

posibilidad formal de que todo el campo (ese todo el campo que se

nos ofrece ideológicamente) sea tomado exhaustivamente, sin impas.

ses violentos, por las mismas categorias, No hay posibilidad de que el

campo, el supuesto objeto, quede definido por una propiedad formal

integradora. Es que no existe una lógica única para la integridad del

objeto pasado. Las categorías de las situaciones estructurad... no sonlas mismas que las de los acontecjmientos que las desestructuran.

�as categorias del acontecimiento _sub.vie,:!en!.transf��man las d�.!.a_

estructura. Se trata de lógicas incompatibles y.n" cOfnpl!'Illentarias.

�as<:ate��!Ia.s:::�I_aco;;'te�;�e�t�no vien,en.ac"mpletarlas-d,�Ja-;,;­tr.t:.cturaJallada:vienen.� exc�qeda, aa1te,arla,ªsupl�ITlentarla'"

Pero, en segundo lugar, esa imposibilidad de unahistoriaupi­

ficada se presenta en la medida en quéTassltuac:;C;n:es estructura­

d-as constituyen:: cad;�na-yén-sí, singtilafidades en cuyo interior sedespliegan sus regularidades estructurales. EnIa medida enque hay

�ingularid�tuac\()nalesLnOPll"de haber secuenc¡;;:;; estabíes ae­

e.stas sillgul�Iid?-!l���.!"stituyan una totalidad. sólo interrumpi­

da por esos.d-ºs))QH.oR�_q\lce sOIl el vacio y eloprobio. El vacio d-"l

áé-oñt�-¿i�i�nto sin concepto, eminentemente singular y eyaI1es�gt�.El oprobIO de todas esas catástrofes qllesuelenexc!uirse acadé�ica­mente bajo el nombre de dark ages. El desorden, las épocas nefastas,

la concepción conspirativa de la historia terminan siempre resultan.

do el complemento necesario de la razón unificadorall.

Es posible que se aduzca que quienes asi refutan la posibilidad

de un objeto de la historia poco saben de las artes del historiador y

que, aunque quizá sepan algo más de consistencia lógica o episte­

mológica, no son los jueces naturales del problema. Sin embargo, lo

12 Cf. Badiou. A.: U/re t/Il�'¿"emt"!' París. Seui!, 1985. pp. 1<¡�.212

13 Las teorias conspirati\'a� disponen de una figura dI!! desorden identificado con el maL solidaria ((In

la rundún totalizaúora ud buen principio. El mal es 101 nombre teológico d� h t-xcepci6n. cr, Balandier.C.: ACJ JitSvrJen '5 \'isw orciimlri(lll"uh: ba)<' l(),t n'J"'<'/o'S dd Ullll-úl/llo ¿51<'. "scpn1pllg¡¡ .. - <.> l/e J.. iJlcspandvlo dCSr.,l)hlcid" l�midv, E� l,or cllllsi¡;uimlr./o qUI /W':I irrlli,ción If(lsl"rmwtlo d Milol lit/'u .:osns de w<: .((tIdI': la, itl,'¡l," (n d,.s,,,dcli. J.;'] !<.",.£ n dd (110< r lil$ d01dm \(l,:j¡¡!I;. Barcelona. Gedisól, lIJ5'),?? 175'! 76). __

J3

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••••••••••••••••••••••••••••••,

•••

que llama la atención es que del lado de quienes sí saben del pasado y

. sus práct\r¡¡s l!9 aparezcan precisas respuestas teóricas. Porque así se

remite la existencia del objeto sólo a la evidencia de un pasado inne.

gable y de una disciplina dedicada a su estudio. ¿No hay ningún otro

principio de consistencia para el objeto que la secreta evidencia que

compartimos los agentes del discurso histórico heredado? ¿Hay algo

más que la �onsi�tenda institucional unificante para la con;istenciaunificada delñójeto? Porque el ri�sgo es claro: sila unificación d�lobj�todepende de la unidad institucional, entonces el objeto no;'j;.¡ás que la proyección de los re'luisilo�l;;;�tu:ciºRa.I��-=' ... �- Ahora bien, si estalla el'objeto unificado, si la historia deja de ser

un campo único, es decir, si el discurso histórico pierde de vista a la

historia, la propia ciencia de la historia -concebida por los paráme.

tros tradicionales- tiene que caer por su propio peso. En efecto, lo que

daba consistencia científica al discurso histórico era la posibilidad de---'---:�-----._- ',- ,- , ,,,,' ,- ----'

dispo'le:rde..t'n oBjeto en regla.. Si ese objetó estall.-en fragmentos in.

����ensurables: seno hay modo de reunirlos en un todo, no habráposibilidad alguna de una ciencIa'de lahistoria. ta-caida del oOJeto'con­

sistente y unificado implde'lapreiénsiÓn de'una'teoría totalizadora.

No es preciso insistir sobre la procedencia de este cuestionamien.

lo del objeto. La inconsistencia no resulta del ataque de unas discipli­

nas exteriores y adversarias sino que se engendra como efecto de los

intentos internos por brindarle una consistencia en regla.

x

sgmo q,!,",�a_ situada �a ac,:;vid...d�e�r�ca."n el campo del disc,:rso

históriC;Qunavez quúe ha desvanecioo fa posiliilrdaa'aeriilijeto uni-_. -'",'---'- ._-,. ..------"._ .. ,� .. _. _., .. -" ----

Jicado? De hecho, la actividad teórica parece haberse desplazado. Un ,

nuevo modo de hacer teoría parece estar abriéndose paso. Aunque

aún ilonaganaao'una-te6iízación expücita que legitime ese modo depracticar la actividad teórica, ya se está practicando. Los nombres de

Fotlcault, Veyne, de Certeau son los índices de esa nueva práctica".

1-" CL FOUCó!uh M� /.ll r.rq'«\.'it'I1£" lid $aba. \lcxico Siglo XXI. \<)70: Verne. p,; Como $( w;rib( /"

;li�J¡'ril1. \hdrid. Alb.n;:_ l<)S�: de Cerleau l-1.� Lo �!crill<rJI d,; la hi.\h.rir.. Mcxico_ Universidad Ibero.. .

J;11('r1C;;f!;¡ \""�

34

Lo cierto es que si,"" tratad� prácticas teóricas no totalizadoras ya nopodrá tratarse de teorías en el sentido clásico sino de teorías "fini­

tas"l s, de!'" ptotédi�l�iito�- iia:cticos'ae inieí:venci¿n:--'.-------�-'-.. ,-"

-- Con la disoluci¿�d¡¡ �¡;¡�t�';;�;¡r¡Ca(fo-;To,:g'Uern;erge como ámbi.

to pertinente para la práctica historiadora .es el campo de ¡ltterveJtciólt .

Pero.!a_��limitación del campo depende_de la potencia y de la estra­

tegia de cada intervención y ya no del princip��de unidad d�LQbje.to.

Cada intervención de la práctica historiadora determina g�ip!��i�ª_,_

SOñ ref(;antes p�a-su'a:ñálísi� cons'fituyeTas sit�es singularesconTas'cjue6j:iera, (Je-acuerdO con la estrategia que le es propia.

Lo que se abre, entonces, es una posibilidad distinta: e_n ausen-,

cia de teoría_1.:l��f:L�ªnt�l...en_,ª��.�Ec!�._4e}_E.:g�1i.c!�º'�_ª_ t.�����,!1.cJ_�_I1��s, .esl'osible el abordaje de situaciones históricas en su singularidad .

¿Se--tra'ta de una nueva forma-de em"pirismo? 'Qulza. Pero no ya

la del viejo empirismo, solidario de la no confesada creencia en

un campo unificado a partir del cual extraer y llevar al rango de

absoluto sus casos incontaminados de teoria (es decir, de pensa .

miento), sino la de una disciplina que aborde situaciones en su

especificidad. Y que las aborde no para relatarlas, para hacer su

crónica, sino para pensarlas.

De ese modo, el discurso histórico deja de presentarse como una

discipliI1a �e.conoci.'1',ieIlt�_delasle}'es isuscasospaia-volver a ser

-como lo había sido con los historiadores griegos- una disCOiPliI1" de.

pensamiento, que se constituye en un borde inestable: trata singula­

ridades e intenta pensarlas. No pretende establecer leyes generales,

ni definiciones particulares. Y si se trata de pensar singularidades,

ha1J.rá'lue,coIl�\rJ.lir el di�positi�o �once¡:>tu,al,enc�da, sitll"cióll.

XI

Lo que aquí intentamos es pensar teóricamente las operaciones pues­

tas en jue¡¡o en el análisis de singularidades. Es necesario que no

se malentienda el género, que no se confunda nuestra práctica in­

cluyéndola en alguna de las variantes del género histórico hoy he-

15 C( A1:husser. L: Dis,;!.r¡r d {�IIlJ". \1cxko, Folios. \�Sl. p. (,5

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"""

gemónicas". Lo decisivo es evitar el juego infinito de lo general y lo

1"'rtkular. No se trata de emprender aqui la aplicación de una teoría

de la historia a un caso particular ni un diálogo entre la teoria y lo

empírico. Tampoco de emprender un análisis de caso. Mucho menos

podrá confundirse lo que sigue con uno de los frecuentes análisis

comparativos, fruto del encuentro casual entre especialistas. Se trata,

como se verá, del análisis del análisis de dos singularidades. No es un

trabajo histórico sino historiográfico". Es la lectura de los procedi.

mientos puestos en juego en nuestros análisis de singularidades. Se

trata de la lectura de dos experiencias prácticas.

Pero ¿qué significa teorizar a partir de singularidades? En tiem.

pos en que ya es imposible una teoría de la historia, lo único que

es posible teorizar es el modo de proceder del discurso histórico.

O los modos. Porque tampoco estamus en presencia de un discur­

so histórico único. Hay prácticas historiadoras. Teorizar a p'�rt.ir de_

singularidades, entonces, nada tiene que ver con hacer teoría de la

'1¡[storia a partir de casos concretos. Delo que se.trataes de teori'zar

.c�=e."Periencia histor¡�dora, de reflexionar sobre las operacionesteóricas y metodológicas puestas en juego en la producción de una

-situ-aCió� histórica. No se trata de teorizar cada singularidad sino el

procedimiento puesto en juego para construirla: rescatar el tipo de

herramientas y el modo de su utilización. transformar un recorrido

práctico en experiencia teórica. No se trata, pues, de practicar teorías

-que no ganan nada con su aplicación, más que peso ideológico- sino

de teorizar las prácticas en que estamos implicados. Para saltar de la

oposici6�- �nt-re e"InpíT1smo y--te-o¡:ICIs;¿��-dig¡�-o-s-que no se trata de

fundamentar una teoría en una práctica ni de fundar una práctica en

una teoría por vía deductiva: se trata de leer las prácticaslP••

Sabemos, además, que el dispositivo aquí presentado podrá ser­

vir para otras cosas, que podrá reordenarse; pero que no es teoría

1 r. La (odificación por géneros es hoy el mecanismo hegemónico de la sujeci6n cultural. es el dispositivo

de emplazamiento que organiza la inclusión total de 10 en\i.nciable en un juego de reglas formales fijas.

J., Una. lectura historiográfica pregunta a un texto supuestamente histórico por las operaciones forma.

les, metodolúllicas. hermenéutica.s. put'slas en juego en el. Cf. Orimoron. or_ ál., pp,44.46,

15 Se nos preguntad, que signifiGl entonces leer Ia.s prácticOls. Es unOl bu,,"na pregunt.;¡, Y no tenemos rts­

puesta. Todo este trabajo puede h.'erse como un intento de elucidar el sentido de es¡ consigna, Quien pueda

intt'rpretar tcóricamerae ICl que estamos haciendo. habrá procedido entonces a leer nuestn practica

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sino exhibición de herramientas. No es un punto int�r.mediº_�ntre eL_

análisis de caso y la teoría, sino un modo de teorizar en el campo de .

1apiáCika mstoriadora,üii."ez caíd�s las teorías de la J¡i�JQrjjl.Ese;;:'odo de teorizar imp¡¡��-���ceptualizar a partir de singularidades.'�fla conceptualización de esas experiencias" aunque se distancia dela serie analizada, no es general ni generalizable. Es nada más que

una especie de desprendimiento surgido de esa emergencia y para

esa emergencia. Se trata de hacer la experiencia de una serie abrien­

do otra. Porque en otras situaciones esos elementos pueden operar

de otra manera, no necesariamente todos esos elementos y tampoco

nada más que esos elementos.

XII

Así pues, nuestro trabajo se centra en el análisis del análisis de dos

singularidades históricas, de dos situaciones: Egipto, fines del IV mi­

lenio a.e. y Esparta, siglo VI a.e. En esos análisis, partimos de1tér­

mino indefinible de práctica y decimos que lo que singulariza cada

situación es la serie de prácticas que la hacen consistir, y lo que sin�

gulariza el análisis de cada situación es el modo de operar con las

prácticas. Ahora bien, ¿por qué dos singularidades y por qué esas dos?

Vayamos por partes.

Se nos podrá objetar que el hecho de hablar de dos singularida­

des es una contradicción insalvable. El problema estará, en tal caso,

en saber qué se entiende por singularidad y cuál es el modo de

trabajar. Porque -sin duda- si se exalta la singularidad como pura,

absoluta, sería peligroso ..y hasta herético, tocarla con palabras. En

el límite, los iconoclastas siempre tienen razón: lo inefable no puede�representado. .-'" _.

Sin embargo, erinuestra línea, pensar una singularidad no sig­

nifica conocerla. Pensar exige disponer categorías que permitan ha­

cerla producir sentido!'). La potencia de una categoría se sustrae a la

t<J Un pcn�ami{'r.lo p�r.! cada cos,a r pan cOlda agrupación ueo CO�ilS YiI pensadas. El pensamiento s,"SUStTOlt' �l imperativo Jel mercado: pensar una \-ez no ahorrOl pensar oln vez sino que mas bien obliga

a penur t't1 cada �itu�d6n. Sabt'l un:l (lisa es no tener que pensar en ellOl Cuando se la piensa. r.o se lasabe y el discurso histórico es ulIa disciplina de pensamiento

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.....

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oposición binaria uno-todo, se sustrae a la exigencia de que sólo valga

para uno o que valga para todo. Lo que importa es ver que la potencia

de una categoría para entrar en el pensamiento de una, dos o más

singularidades no puede establecerse desde la categoria misma. Si se

nos pregunta si el análisis de nuestro trabajo sirve sólo para esas dos

singularidades, responderemos que no sabemos. ¿Sirve, digamos,

para analizar la Comuna de París? Imposible de decir "se puede" ano

tes de poder efectivamente. Replicaremos que hay que probar.

Si hubiéramos trabajado con cada una de las singularidades por

separado, quízá el conjunto categorial habría sido distinto. El punto

en que nos situamos es el que nos permite leer las dos investigacio­

nes, Cada una de esas investigaciones es una singularidad práctica

que leemos historiográficamente. La singularidad sobre la que tra.

bajamos aquí es la que está compuesta por estas dos investigaciones .

¿La singularidad es compleja? Sí, por supuesto. Del mismo rango de

complejidad que cualquier situación singular.

Ahora, ¿por qué esas dos singularidades? ¿Es por puro azar que

reunimos las dos investigaciones? No. Corresponden a la misma es­

trategia. Estamos trabajando en la busca de pistas para una prácti.

ca historiadora que se sustraiga a la problemática racionalista de la

historia'''. Corresponden ambas a la intuición de hallar dos blancos

para la misma busca de procesos de emergencia de novedades radicales.

Lo que las reúne es la investigación sobre la posibilidad de que esto

suceda, sobre la posibilidad de que puedan ser leídas como aconteci.

mientos. Es en este registro que las herramientas puestas en juego

en cada situación pueden circular entre ambas. Es en este registro,

pues, que las dos singularidades forman esa singularidad que inten.

taremos pensar desde nuestra lectura historiográfica .

....

....

A

A

..

..

..

..

1S

�() Cf Oxillloron. "!' dr. pp !.HI �.' 1"3.1�3