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Se hace un balance de los primeros 20 años de desenvolvimiento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
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20 AÑOS DE TLCAN: SUEÑOS Y REALIDADES
Por: Arturo Guillén*
1. Introducción
El presente texto tiene como objetivo avanzar en el estudio de algunas de las principales
repercusiones económicas y sociales en México de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN) en 1994.
En el apartado 2 se hace una breve síntesis del proceso de integración de México hacia el
Norte, proceso que continúa con la incorporación de nuestro país a la Alianza del Pacífico y la
pretensión de este grupo de unirse a la Asociación Trans-Pacífico (TPP), la cual busca, con el
patrocinio estadounidense, liberalizar el comercio en la región Asia-Pacífico. En el apartado 3 se
presenta el lado amable del TLCAN, que es la conversión de México en una potencia exportadora,
rasgo que es presentado por los propagandistas neoliberales como la prueba de que el TLCAN ha sido
un éxito. En el 4 se presenta la cara opuesta: la incapacidad del Tratado para recuperar la capacidad de
crecimiento económico y de creación de empleos de la economía mexicana. Allí se sostiene que la
estancamiento económico que experimenta nuestro país durante las últimas tres décadas, no sólo es el
resultado de los efectos negativos del Tratado y de la apertura externa, sino que responde a la lógica
misma del modelo neoliberal y de un régimen de acumulación de capital dominada por las finanzas.
En el apartado 5 se examinan los efectos perversos del TLCAN en el campo mexicano y su relación
con los flujos migratorios hacia Estados Unidos. Paradójicamente el TLCAN en vez de detener la
emigración, al ahondar la desarticulación del sistema productivo y destruir la agricultura tradicional,
acicateó el desempleo, la informalidad y la migración. Finalmente, en el apartado 6 de establecen
algunas conclusiones.
* Profesor – investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Profesor del “Posgrado en Estudios
Sociales, Línea Economía Social”. Coordinador General de la Red de Estudios sobre el Desarrollo Celso Furtado
(www.redcelsofurtado.edu.mx). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. E-mail: [email protected].
Fax: 55 5612 5682.
2
2. La integración hacia el norte: breve recorrido histórico
La integración y dependencia de México hacia Estados Unidos no comenzó con el
neoliberalismo ni con la firma del TLCAN. Es un proceso que arranca desde mediados del siglo XIX
y que se desarrolla y consolida durante la dictadura de Porfirio de Díaz (1876-1911). De hecho,
México, por su cercanía geográfica, fue el primer país latinoamericano que “continentalizó” sus
relaciones económicas, para usar la expresión acuñada por los canadienses, para describir su
integración hacia Estados Unidos. En 1912 el 75.3 % de las exportaciones mexicanas se dirigían a los
Estados Unidos y el 53.9% de las importaciones provenían de ese país (Bulmer Thomas, 2003), cifra
muy similar a la existente en la actualidad. Y si bien durante la revolución mexicana, tanto en su fase
armada (1910-1920) como en la fase institucional - la cual alcanza su clímax durante el gobierno del
general Lázaro Cárdenas (1934-1938) -, México siguió un curso nacionalista, no modificó de raíz la
integración de la economía mexicana con la economía estadounidense. A partir del gobierno de
Miguel Alemán (1952-1958), se abandonó el curso transformador y nacionalista de la revolución. El
desarrollo del país se hizo depender crecientemente del capital privado y se alentó el ingreso de
inversiones extranjeras. En el curso de dos décadas, el capital y el ingreso se concentraron en manos
de una pequeña oligarquía, dueña de los principales medios de producción en las actividades
productivas, en el comercio y en la banca, y en estrecha asociación con las empresas trasnacionales
(ETN) – principalmente estadounidenses - que se apoderaron de las principales ramas de la industria.
Al crearse el mercado del eurodólar durante los sesentas, México se endeudó con la banca
trasnacional. En el contexto de la gran crisis del capitalismo de los años setenta, que en México puso
fin a la estabilidad de precios y cambiaria, los gobiernos de Luis Echeverría y de José López Portillo
sobrendeudaron al país y exacerbaron la intervención del Estado en la economía, con el fin de
mantener el crecimiento económico. Tal curso tan dependiente del ahorro externo, desembocó en la
crisis de la deuda externa de 1982, primera crisis financiera sistémica de la posguerra (Guillén, 2010).
La crisis de la deuda externa no sólo sometió a México a los dictados del Fondo Monetario
Internacional (FMI) y del bloque acreedor, sino que catapultó el modelo de desarrollo basado en la
sustitución de importaciones. Dicha crisis entrañó la transición al neoliberalismo, que cobraba carta
de naturalización en Estados Unidos con Ronald Reagan y en Gran Bretaña con Margaret Thatcher.
Planes de ajuste y programas de cambio estructural se combinaron para abrir el camino a un modelo
de desarrollo orientado hacia fuera y sustentado en la liberalización, desregulación y apertura externa.
El impulso de las exportaciones se convirtió en uno de los principales objetivos de la política
3
económica y en el principal mecanismo para el pago del servicio de la deuda, en un contexto de
restricción del crédito externo.
A partir de entonces, la integración hacia el norte cobró un curso imparable. En 1985 el
gobierno de Miguel de la Madrid emprendió, de manera unilateral, uno de los programas de apertura
comercial más rápidos que se registran en la historia moderna. El número de fracciones arancelarias
sujetas a permiso previo se redujo del 83% del total en 1984 al 27.8% en 1986. El arancel promedio
bajó del 27% en 1982 al 22.6% en 1986, mientras que el arancel promedio ponderado pasó en el
mismo periodo del 16.4% al 11.1%. En julio de 1986, México se adhirió al GATT, decisión que los
gobiernos anteriores habían evitado con el objeto de preservar cierta autonomía frente al exterior.
En un breve lapso nuestro país se convirtió en un país exportador de manufacturas mediante la
expansión de las maquiladoras y la reconversión de las ETN y de los grandes grupos privados
nacionales hacia el mercado externo. Las exportaciones totales se triplicaron en tan solo un decenio al
pasar de 25, 983 millones de dólares (md) en 1983 a 61,402 md en 1993 (gráfica 1). En el mismo
lapso, las exportaciones manufactureras crecieron a un ritmo mayor al aumentar de 5,549 md a 34,252
md. Por lo mismo, su participación en las exportaciones totales más que se duplicó, al incrementarse
del 24.9% al 55.8%
GRÁFICA 1:
MÉXICO: EXPORTACIONES E IMPORTACIONES
Millones de dólares
Fuente: www.cepal.com
0
50,000
100,000
150,000
200,000
250,000
300,000
350,000
400,000
450,000
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
EXPORTACIONES TOTALES IMPORTACIONES TOTALES EXPORTACIONES MANUFACTURERAS
4
La joya de la corona de la integración con el Imperio, en el marco de la globalización
neoliberal, lo constituyó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual entró en vigor en
1994. El TLCAN permitió consolidar y blindar el sendero neoliberal y aherrojó la suerte de la
economía mexicana a los vaivenes de la economía estadounidense.
El TLCAN se trató de un acuerdo entre gobiernos y grupos empresariales oligopólicos de los
tres países quienes veían en la integración una palanca importante para ampliar sus mercados y zonas
de operación e influencia, así como para maximizar sus beneficios. En lo fundamental, fue impulsado
por los grupos y empresas más globalizados del capital monopolista-financiero de Estados Unidos, así
como por los grupos y empresas más poderosos de Canadá y México. Las ETN estadounidenses
encontraban en el TLCAN un instrumento para elevar sus niveles de competitividad en relación con
otras regiones del mundo (Europa y Asia, principalmente), mediante el aprovechamiento de los bajos
salarios y las normas ambientales laxas existentes en México. Para el gobierno de Estados Unidos se
trataba de llevar a la práctica un conjunto de reglas para la operación de las inversiones extranjeras
que conceden a estas una libertad irrestricta, así como un conjunto de prerrogativas: propiedad
intelectual, tratamiento nacional a los inversores extranjeros, eliminación de normas de
comportamiento etc.). El capítulo XI del TLCAN que norma el tratamiento a la inversión extranjera,
significaba para México renunciar a cualquier posibilidad de establecer una política industrial. Pero
quizás el objetivo estratégico más importante del TLCAN tanto del lado estadounidense como del
mexicano, era que su firma convertía en ley los elementos constitutivos de las políticas neoliberales,
lo que aseguraba su irreversibilidad y cerraba el paso a cualquier tentativa “populista” ulterior.
El proceso de integración a América del Norte y de creciente subordinación de México a la
estrategia global –económica y de seguridad - de Estados Unidos no se detuvo con la firma del
TLCAN. Este continuó en el marco de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del
Norte (ASPAN), creado durante la reunión efectuada en Waco, Texas el 23 de marzo de 2005, por
acuerdo de los presidentes de los tres países miembros del TLCAN: George W. Bush, Paul Martin y
Vicente Fox. Mucho se alardeó por esas fechas de parte del gobierno mexicano de la posibilidad de
conseguir un acuerdo integral en materia de inmigración que legalizara la residencia de los
trabajadores mexicanos indocumentados asentados en Estados Unidos y que normara los flujos
futuros de trabajadores. Se trataba en boca del entonces Secretario de Relaciones Exteriores, Jorge
Castañeda, de conseguir “la enchilada completa” en materia de migración. No se obtuvo, ni se ha
obtenido hasta la fecha, siquiera una tortilla incompleta en ese rubro, pero sí se avanzó, en el marco
de la ASPAN, en otros temas altamente sensibles a la nación mexicana: la liberalización e integración
5
de los sectores energéticos de América del Norte, y la subordinación de la política de seguridad
interna mexicana a la política de seguridad de Estados Unidos en el marco de su estrategia global
antiterrorista.
Aunque los acuerdos en el marco de la ASPAN son objeto del mayor secretismo, los pocos
documentos que se conocen públicamente, permiten discernir cuáles han sido sus principales
objetivos. En la reunión de Waco se estableció una agenda de “prosperidad” para promover el
crecimiento económico y la competitividad, así como una agenda de seguridad para crear un enfoque
común en esa materia para proteger a América del Norte de amenazas externas o de las que surjan en
sus propios territorios, así como garantizar el tránsito seguro de personas. Para avanzar en ambas
agendas se creó un Consejo de Competitividad de América del Norte integrado por altos personeros
de corporaciones privadas de los tres países, ya que “el involucramiento del sector privado es un paso
clave en el mejoramiento de la posición competitiva de América del Norte en los mercados globales,
y es la fuerza impulsora detrás de la innovación y el crecimiento (NACC, 2007: 3). Entre sus
principales recomendaciones publicadas en 2007 se encuentra el objetivo de acelerar la integración
energética de América del Norte. Para alcanzarla se enfatiza la conveniencia de abrir y liberalizar el
sector energético mexicano. En el documento se señala que:
“El acceso seguro a los recursos energéticos mundiales en términos de mercado es un
imperativo estratégico para los Estados Unidos. Aunque Estados Unidos cuenta con abundantes
recursos energéticos y es también un líder mundial en la producción de energía renovable, el país es
también el mayor consumidor mundial de energía (…) Canadá tiene un papel crítico que desempeñar
en la seguridad energética de América del Norte como la segunda mayor fuente de reservas de
petróleo del mundo, y debido a sus otras fuentes de energía como el gas natural, el carbón, el uranio y
la energía hidroeléctrica (…) Si México fuera a liberalizar totalmente su sector energético, sus
relativamente abundantes reservas de petróleo y gas podrían atraer significativas inversiones y
tecnología (…) Aunque la reforma del sector energético de México es un asunto interno (…), el
beneficio económico considerable que podría ser desbloqueado con iniciativas intermedias, justifica
sobradamente traerlo sobre la mesa (Ibíd: 42-43)”.
Dicho objetivo liberalizador del sector energético se ha cumplido sobradamente con la reforma
constitucional privatizadora del gobierno de Peña Nieto aprobada por el Congreso mexicano en 2013,
la cual anula la soberanía nacional de México sobre los recursos del subsuelo y nos regresa a la
situación prevaleciente antes de la expropiación petrolera de 1938.
6
El ASPAN no fue solamente un mecanismo para impulsar la integración económica de
América Norte, sino también un espacio para definir políticas en materia de seguridad regional. Dos
objetivos destacan en ese rubro: la lucha contra los enemigos externos, llámense terroristas o
narcotraficantes; y la migración hacia Estados Unidos proveniente de México, Centroamérica u otros
países, tarea en la cual, México, como ruta de paso, asume la responsabilidad principal de contenerla
en su territorio.
Desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos estableció como
uno de sus objetivos en la lucha contra el “terrorismo” en la región, el crear un “perímetro de
seguridad de América del Norte”, con lo cual los territorios de Canadá y de México se consideran
espacios integrantes de su seguridad nacional. Para este fin se creó en 2002 el Comando de del Norte,
cuya misión es vigilar las vías de acceso aéreo, terrestre y marítimas de Estados Unidos, Canadá y
México y se reorganizó el Mando Norteamericano de Defensa (NORAD, por sus acrónimos en
inglés) creado en 1958 en plena guerra fría, con el objeto de vigilar el espacio aéreo de Estados
Unidos y Canadá. Terminada la guerra fría se le asignaron a este organismo tareas vinculadas a la
lucha contra el narcotráfico y después del derribo de las torres gemelas de Nueva York, se le insertó
en la lucha antiterrorista.
El Almirante James Winnefield, a la sazón Comandante del NORAD y del Comando del
Norte, refiriéndose a las relaciones de los tres países de América del Norte, consideró que en virtud de
que, en su opinión, las fronteras económicas fueron borradas con la firma del TLCAN, los tres países
de la región deben trabajar conjuntamente en temas de seguridad. Según sus propias palabras:
“Hace diecisiete años atrás, permitimos que nuestras fronteras económicas se desvanecieran
(…) Obviamente estamos vinculados económicamente y en un mundo globalizado, creo que nos
estamos acercando aún más al ámbito de la seguridad, porque podemos hacerlo y porque sabemos que
debemos hacerlo. Enfrentamos amenazas comunes de terroristas, organizaciones criminales
transnacionales, amenazas cibernéticas, hasta peligros generados por la madre naturaleza, los cuales
por alguna razón parecen estar acelerándose. La cooperación de militares a militares, ayudándose y
compartiendo información, experiencia y ayuda directa, cuando nuestros amigos lo solicitan, y
cuando nuestros líderes soberanos en el gobierno lo aprueban, es uno de los medios para fomentar
nuestra seguridad compartida (Winniefield, 2011: 295-297)”.
Con la llegada de Felipe Calderón al gobierno de México, después de unas elecciones
cuestionadas por fraudulentas y falto aquél de legitimación interna, declaró la guerra contra el
narcotráfico, sacó al ejército de sus cuarteles para encabezar esa guerra y subordinó ésta a la
7
estrategia global estadounidense contra el terrorismo internacional. Con ello se asumió que la lucha
contra el narcotráfico es equivalente a la lucha contra el terrorismo, lo que permite a las policías y
agencias de seguridad de Estados Unidos a operar en territorio mexicano. En ese contexto se firmó el
Plan Mérida, equivalente del Plan Colombia, mediante el cual el gobierno estadounidense se
comprometía con dicha lucha. Para sellar el compromiso el gobierno estadounidense ofreció entregar
a México 1,680 md.
La guerra contra el narcotráfico emprendida por el gobierno de Calderón y continuada por el
de Peña Nieto, no ha logrado el objetivo de erradicar el narcotráfico. Este aunque ha sufrido la
detención o muerte algunos capos importantes, se ha recompuesto y sigue operando a sus anchas.
Sin embargo, sí ha significado un alto costo humano, no solamente en términos de bajas en las filas de
los cárteles, de la policía y del ejército, sino de multitud de “bajas colaterales” de población inocente,
atrapada en la vorágine de violencia que ha significado dicha guerra. Aunque se ocultan o se
desconoce el número de muertos desde que ésta se inició, se calculan entre 60,000 y 90,000,
solamente en el sexenio calderonista, bastante más que los 58,000 muertos registrados en 10 años de
sangrienta guerra en Vietnam. A esto datos hay que agregar los 26, 000 desaparecidos entre 2006 y
2012, reportados por Amnistía Internacional (2012:1). Según el Instituto para la Economía y la Paz,
México ocupa el lugar 135 entre 158 de las naciones más violentas del globo (El Universal, 2012). El
costo económico de esa guerra es una carga muy pesada para una economía estancada como la
mexicana. En el periodo 2007-2012, el gobierno federal gastó 320 mil millones de pesos en el rubro
de seguridad, es decir alrededor de 25,000 millones de dólares, 19 veces más que lo recibido a través
del Plan Mérida (Contralínea, 2012).
La integración de México hacia el norte no concluye con el ASPAN. Esta ha continuado con
la incorporación de nuestro país a la Alianza del Pacífico, instancia creada en el 28 de abril de 2011 e
integrada por Colombia, Perú Chile y México, con Panamá como observador. La Alianza tiene como
propósito lograr una “integración profunda” entre los países miembros (los cuales tienen firmados
acuerdos bilaterales de libre comercio entre ellos) “para avanzar progresivamente hacia la libre
circulación de bienes, servicios, capitales y personas”. Pretende, asimismo, “convertirse en una
plataforma de articulación política, integración económica y comercial, y proyección al mundo, con
énfasis en la región Asia-Pacífico (Alianza para el Pacífico, 2011)”. Dada la cercanía política e
ideológica de los gobiernos de la Alianza con las posiciones del Consenso de Washington, tal
asociación podría ser interpretada como un intento de crear un bloque neoliberal de integración frente
8
al bloque de gobiernos progresistas de América del Sur que han creado e impulsado organismos
regionales, tales como MERCOSUR, UNASUR, ALBA, CELAC, etc.
Los países de la Alianza del Pacífico participan en las negociaciones del Acuerdo Trans-
Pacifico (TPP por sus siglas en inglés), el cual pretende establecer un acuerdo multilateral que cree un
área de libre comercio entre los países de la región Asia Pacífico. El TPP es una ampliación del
acuerdo libre comercio firmado originalmente por Chile, Brunei, Nueva Zelanda y Singapur, y que
entró en vigor en 2006. En las negociaciones del TPP ampliado participan Australia, Canadá, Chile,
Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Estados Unidos y Vietnam. En su conjunto
estas naciones representan el 40% del PIB mundial.
El TPP es considerado una de las principales herramientas de la estrategia comercial de
Estados Unidos, junto con el acuerdo de libre comercio que Estados Unidos negocia con la Unión
Europea. Mediante ambos acuerdos, aquél país busca preservar su hegemonía en un orden neoliberal
y contener el avance de China y de los BRICS. Aunque las negociaciones del TPP se han conducido
en forma secreta, se han filtrado noticias en el sentido de Estados Unidos pretende imponer normas
más estrictas y favorables a los intereses de las trasnacionales y el capital monopolista-financiero que
las alcanzadas en el TLCAN o las que se pretendían en el ALCA, en materia de derechos de
propiedad intelectual y de comercio de servicios (véase Wikileaks 2013). No obstante su importancia
estratégica, es poco probable que las negociaciones del TPP sean concluidas en el corto plazo1.
Existen diferencias importantes entre Estados Unidos y Japón sobre el acceso a sus mercados. Pero
más importante que ello, es que la administración de Obama requiere que el Congreso renueve la
autorización del “fast track” para la firma de cualquier tratado comercial, situación harto difícil de
concretarse dado que Obama se encuentra en la fase final de su mandato y confronta la oposición
abierta de los republicanos en ese y en otros temas.
En suma, México ha seguido la ruta de su integración al Imperio del norte, no de ahora sino
desde hace siglo y medio. La misión del neoliberalismo y del TLCAN fue la de formalizar e
institucionalizar ese proceso. Durante las última tres décadas, México abandonó su mirada hacia el
Sur. No será fácil en el futuro revertir la integración dependiente hacia el Norte, aún en el marco de
gobiernos que decidieran cambiar el modelo económico. No obstante ello, habría que reconocer que
1 Devin Nunes, Presidente del Subcomité de Comercio del Comité de Formas y Medios (Ways and Means) del Congreso
estadounidense, declaró en mayo de 2014 que si el Fast Track no es aprobado antes del invierno de este año, el TPP no
será alcanzado durante la administración de Obama y su adopción se pospondrá hasta 2017 (Chronique Commerciale
Americaine, 2014)
9
voltear la mirada hacia el Sur, será parte integral de cualquier proyecto nacional que aspire a
recuperar autonomía.
3. La fiebre exportadora
México ha sido un alumno consentido del Consenso de Washington y de los organismos
multilaterales, desde que se insertó pasivamente en la globalización neoliberal, a raíz de la crisis de la
deuda externa de 1982. Se suponía que al abandonar la estrategia basada en la sustitución de
importaciones y sustituirla por un modelo de economía abierta orientado a las exportaciones, el cual
estaría combinado con políticas macroeconómicas restrictivas, se sentarían las condiciones para
alcanzar estabilidad financiera y para recuperar la capacidad de crecimiento de la economía. La firma
del TLCAN significaba, a juicio de sus propulsores, la consolidación del nuevo modelo exportador.
El TLCAN establecía entre sus principales objetivos “aumentar sustancialmente las oportunidades
de inversión en los territorios de las Partes (TLCAN)”. El presidente Salinas de Gortari justificaba la
firma del Tratado, bajo la tesis de que “era mejor exportar mercancías que exportar trabajadores”, lo
que implicaba suponer que el TLCAN reduciría la migración, y que esto sería posible porque
aumentaría la inversión y por ende se estimularía el crecimiento económico y el empleo. En una
reunión de los jefes de gobierno de los tres países del TLCAN efectuada en 1999, se reiteraban
optimistamente los supuestos efectos virtuosos del Tratado en el crecimiento, el empleo y el medio
ambiente:
“El TLCAN –afirmaban- impulsa el crecimiento económico y el comercio dinámico, estimula la
inversión y al mismo tiempo crea alianzas productivas, se adapta a la pequeña y mediana empresa en
un marco de justicia y certeza. Los socios del TLCAN promueven la protección del medio ambiente y
ofrecen mayores oportunidades de trabajo en América del Norte (citado por Audley, Papademitriou,
Polaski y Vaughan, 2003: 5).
Hoy, 20 de años después de la entrada en vigor del TLCAN, existen mayores elementos para
evaluar sus resultados, así como para contrastar sus objetivos con la realidad existente. Es un hecho
que México se convirtió en una potencia exportadora, no solamente desde el TLCAN sino desde
mediados de la década de los ochenta cuando se decidió la apertura comercial y nuestro país ingresó
al GATT. Las exportaciones totales se incrementaron de 22 mil millones de dólares en 1980 a 400 mil
10
millones en 2013 (ver gráfica 1). De este total, el 65% (262,144 md) son exportaciones
manufactureras, de las cuales alrededor de la mitad de estas provienen de las empresas maquiladoras.
Tan sólo en el periodo post-TLCAN las exportaciones totales crecieron 5.3 veces. El coeficiente
de exportaciones más que se triplicó al aumentar de 10% en 1980 al 33% en 2012. Nuestro país abrió
su economía como ningún otro de la región latinoamericana. El grado de apertura de la economía
mexicana pasó en el mismo lapso del 22% al 67% (gráfica 2). Los principales rubros de exportación
son automotriz y autopartes, aparatos médicos, petróleo crudo, metales preciosos y frutas y hortalizas.
El principal mercado de las exportaciones mexicanas sigue siendo Estados Unidos que absorbe el
78.8% del total (gráfica). La pauta de concentración histórica del comercio exterior, vigente desde el
porfiriato, se ha mantenido en el periodo del TLCAN. Los esfuerzos de diversificación geográfica no
se han materializado, a pesar de existir 12 acuerdos de libre comercio con 44 países, como lo
testimonian el estancamiento En la participación de las exportaciones hacia la Unión Europea y Asia-
Pacífico. .
GRÁFICA 2:
MÉXICO: GRADO DE APERTURA
Como % del PIB
Fuente: UNCTAD
0.00
0.10
0.20
0.30
0.40
0.50
0.60
0.70
0.80
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
COEFICIENTE DE EXPORTACIONES COEFICIENTE DE IMPORTACIONES GRADO DE APERTURA ECONOMICA
11
GRÁFICA 3:
MÉXICO: ESTRUCTURA DE LAS EXPORTACIONES 2013
Como % del total
Fuente: www.economía.gob.mx
4. La tendencia al estancamiento económico
El éxito exportador de México, no se corresponde con los resultados mediocres alcanzados en
materia de crecimiento económico y desarrollo social. Los sueños de que el TLCAN y la reforma
neoliberal permitirían arribar al Primer Mundo han quedado truncados. El ingreso nacional se
concentró como nunca antes en manos de una minúscula minoría; los salarios reales retrocedieron y
luego se estancaron; la pobreza aumentó; y proliferaron como los hongos la informalidad y la
migración de mano de obra hacia los Estados Unidos.
El débil crecimiento económico del país no puede ser atribuido exclusiva y mecánicamente a la
entrada de en vigor del TLCAN. No es un asunto de causa-efecto. Si bien el Tratado tiene una cuota
importante de responsabilidad en el decepcionante comportamiento de la economía y en la reducción
del bienestar social de amplias capas de la población, el problema es más complejo. Es más bien la
lógica de conjunto del modelo neoliberal la que explica el estancamiento económico y la degradación
social.
0 10 20 30 40 50 60 70 80 90
NORTEAMÉRICA
ESTADOS UNIDOS
CANADÁ
ALADÍ
CENTROAMÉRICA
UNIÓN EUROPEA
ASOCIACIÓN EUROPEA DE LIBRE COMERCIO
JAPÓN
CHINA
EXPORTACIONES
12
Durante todo el periodo neoliberal (1982-2013) ,el PIB creció a una tasa promedio anual del 2.3%
y el PIB por habitante registró un aumento anual de sólo 0.6%. En el periodo post-TLCAN (1994-
2013) la tasa de crecimiento promedio de ambos indicadores se eleva ligeramente al 2.5% y el 1.2%
(gráfica 4). Pero aun así el resultado es nimio, no sólo en relación con el periodo de la sustitución de
importaciones, sino también si se le compara con el crecimiento logrado por otros países
latinoamericanos durante la década pasada. Durante 2000-2008, el crecimiento del PIB y del PIB por
habitante en México fue inferior en casi todos esos años al conseguido por la región latinoamericana
en su conjunto, con excepción de los años 2000 y 2002. En un evaluación reciente sobre los 20 años
del TLCAN se constata el pobre comportamiento de la economía mexicana: México ocupa el lugar 18
de 20 países de América Latina en cuanto al crecimiento per cápita del PIB; el PIB real por persona
creció casi al doble (98.7%) entre 1960-1980, contra un magro 18.6% en los últimos veinte años; ese
crecimiento fue la mitad del alcanzado por el resto de América Latina (Weisbrot, Lefebvre y
Sammut, 2014)
GRÁFICA 4:
PIB TOTAL Y PERCAPITA (1963-2013)
Tasa de crecimiento promedio anual
Fuente: Márquez Ayala (2014)
6.2
2.3 2
2.5
3.2
0.6
-0.1
1.2
-1
0
1
2
3
4
5
6
7
Promedio 1963-1981 Promedio 1982-2013 Pre TLCAN 1982-1993 TLCAN 1994-2013
PIB Total PIB Percapita
13
Los malos resultados en materia de crecimiento no pueden atribuirse solamente a errores de
política económica o a una aplicación equivocada o incompleta del modelo neoliberal, como
acostumbran explicarlo sus panegiristas, sino que están estrechamente vinculados con la lógica del
modelo neoliberal (MN) y de un régimen de acumulación dominado por las finanzas.
El MN está asentado en el ahorro externo como principal mecanismo de financiamiento del
desarrollo. El ingreso de este ahorro está sustentado a su vez, en el ingreso de inversión extranjera
directa, así como en la apertura de la cuenta de capital y en la importación de flujos privados de
capital de portafolio del exterior.
El influjo masivo de capitales externos y las políticas macroeconómicas restrictivas y
procíclicas que la soportan, son la causa principal del estancamiento económico. Paradójicamente la
apertura de la cuenta de capital fue ofrecida como la panacea para salir de la llamada “década
perdida” y su secuela de estancamiento provocada por la renegociación ortodoxa de la deuda externa
de comienzos de los ochentas. No obstante que la entrada neta de capital extranjero reactiva en un
primer momento la inversión y el crecimiento de las economías, sus efectos son magros y temporales.
Se trata como ha planteado alguien, del “vuelo de la gallina”. Su vuelo es corto y a ras de tierra. Está
demostrado, tanto en los hechos como en la teoría, que las políticas neoliberales del Consenso de
Washington y la globalización financiera han conducido a México y a América Latina a un callejón
sin salida de estancamiento, desigualdad y pobreza (Guillén, 2007, Bresser-Pereira, 2010).
El ingreso de ahorro externo (fundamentalmente especulativo), que es la base financiera del
modelo neoliberal, no crea las condiciones para un crecimiento durable de las economías. La apertura
irrestrictita e indiscriminada de la cuenta de capitales, más que provocar un incremento de la tasa de
inversión como lo postula la teoría estándar, desplaza la inversión nativa y desvía el ingreso de ahorro
externo hacia el consumo privado, lo que impide que la reactivación se sostenga. Además, el influjo
de ahorro externo provoca, por un lado, el incremento del déficit en cuenta corriente por las crecientes
importaciones derivadas del aumento del consumo privado, la mayor concentración del ingreso y la
ruptura de las cadenas productivas internas. Por el otro lado, al sobrevaluar la moneda, induce a un
creciente endeudamiento externo de los agentes económicos.
El MN no ha permitido elevar sustancialmente la tasa de inversión y, por ende, los niveles de
empleo en la economía formal. Al comparar el periodo 1983-1991 con 1991-1998, Frrench Davis
(2005: 69) encuentra que mientras el ahorro externo utilizado (flujos netos de capital del exterior
14
menos acumulación de reservas) en América Latina aumentó en 2.4 puntos porcentuales del PIB, el
coeficiente de inversión creció apenas en 0.8 puntos del PIB. En México, la tasa de inversión bruta se
mantuvo durante los noventa en niveles entre el 18-20%, superior a las más mediocres cifras de la
década perdida, pero inferiores a las alcanzadas durante el modelo de sustitución de importaciones.
En la primera década del siglo se mantuvo en torno al 20%.
El MN se sustenta, como se dijo arriba, en dos pilares básicos: una política monetaria
restrictiva y procíclica y un tipo de cambio sobrevaluado. La política monetaria restrictiva, enmarcada
en objetivos antiinflacionarios, ha sido una condición para atraer flujos privados de capital del
exterior y evitar la fuga de capitales. La entrada de capitales, a su vez, provoca la sobrevaluación
persistente de la moneda. Tasas de interés reales altas –superiores a las prevalecientes en los centros-
y tipos de cambios sobrevaluados se convierten así, en el tributo indispensable que reclaman los
capitales externos para ingresar a los países emergentes, lo que, sin embargo tiene un impacto
desfavorable en el crecimiento económico y en la creación de empleos.
El crecimiento sustentado en el ahorro externo, como el que se promueve bajo las premisas del
Consenso de Washington, es nimio. Resulta, además, efímero y, por tanto, no sostenible. El ingreso
de capitales del exterior, en el marco de políticas monetarias pasivas y restrictivas, puede tener,
temporalmente, un efecto positivo en el crecimiento económico, pero no crea las condiciones para una
expansión alta y perdurable, aspecto fundamental en cualquier política auténtica de desarrollo. En
efecto, la reactivación de los flujos externos de capital generalmente ocurre después de un periodo de
crisis, en el cual existe un alto margen de capacidad productiva ociosa. El ingreso de capitales
produce un efecto reactivador en la demanda agregada, sobretodo del consumo privado (acicateado,
además, por la tendencia a la concentración del ingreso). El PIB real crece, pero lo hace por debajo de
la oferta potencial, la cual está definida por la capacidad productiva instalada. De allí que el efecto de
ese crecimiento en la tasa de inversión sea marginal. Al mismo tiempo, como se ha dicho, crecen las
importaciones de bienes de consumo de lujo y las importaciones de insumos y con ellas el déficit en
cuenta corriente financiado por el superávit de la cuenta de capital. Si bien puede presentarse una
elevación de la productividad, esta resulta de un mejor uso de los recursos existentes, más que de una
expansión de la capacidad productiva.
Pero justamente en ese punto se detienen los efectos “virtuosos” del crecimiento económico
sustentado en el ahorro externo. Como afirma Frrench Davis (2005: 70), “al completarse la
reactivación, alcanzándose la frontera productiva, cualquier demanda agregada adicional requerirá
15
nueva capacidad productiva para satisfacerla y, por consiguiente, de nueva inversión para generarla”.
En otras palabras, en esa fase del ciclo, sostener el crecimiento implicaría incrementar
sustancialmente la tasa de inversión. Sin embargo, ello no sucede. El ingreso de capital externo
provoca un desplazamiento del ahorro interno hacia el gasto, el consumo privado y el ahorro
financiero, más que un crecimiento de la tasa de inversión. Al mismo tiempo, genera la apreciación de
la moneda, fomenta la especulación en los mercados de valores; e incrementa el endeudamiento
externo de los agentes, creando, de esa forma; las condiciones para una crisis financiera.
La crisis mexicana de 1994-1995 como después la asiática, la rusa, la brasileña y la argentina,
demostraron que cuando los operadores financieros globalizados consideran que los desequilibrios
provocados en gran medida por la propia operación de los capitales que representan ya no son
sostenibles, inician los ataques especulativos sobre las monedas y provocan la estampida de los
capitales. Como he señalado en otro trabajo (Guillén, 2007: capitulo VII), el efecto desequilibrador de
los flujos externos de capital sobre variables económicas claves se presenta, tanto en la fase anterior a
la crisis financiera, como al precipitarse ésta. En el periodo anterior al estallido de una crisis, cuando
el ingreso de capital especulativo es intenso, éste genera, como dije arriba, sobrevaluación de la
moneda, aumento del déficit externo, sobreendeudamiento, etc. En otras palabras, el ingreso de
capital afecta los “fundamentales” de la economía, pero en un sentido negativo. Una vez que irrumpe
la crisis, se producen los efectos contrarios. La estampida de los capitales hacia otros mercados
precipita la devaluación abrupta de la moneda, el derrumbe de los precios de los activos financieros e
inmobiliarios, la contracción del crédito y demás efectos deflacionarios que acompañan a todas las
crisis financieras importantes.
La economía mexicana carece de motor interno. El TLCAN tiene una alta cuota de
responsabilidad en tal situación. Bajo el modelo exportador impulsado bajo el neoliberalismo, el
dinamismo de la economía depende casi enteramente de la demanda externa, la cual depende en
forma excesiva del mercado estadounidense a donde se dirigen, como se dijo antes, alrededor del 80%
de las ventas externas. El sector exportador está poco diversificado y se restringe a unas cuantas
empresas y ramas. La mitad de las exportaciones son generadas por las maquilas.
Los nexos del sector exportador con el resto del sistema productivo son nulos, o por decir lo
menos, escasos. Se trata de un patrón de acumulación altamente dependiente de las importaciones, lo
que le resta capacidad dinámica y se constituye en un límite a su propia reproducción. Los insumos
utilizados por las maquiladoras provienen casi en su totalidad del exterior. Sólo el 3% de los insumos
16
son comprados en el mercado interno. Pero la situación no se reduce a las maquiladoras, sino también
a las corporaciones del sector exportador, e inclusive a las empresas que producen para el mercado
interno. Las exportaciones mexicanas a los Estados Unidos incluyen un 37% de insumos provenientes
de ese país, cuatro veces más que en el caso de las exportaciones chinas a ese mercado (The
Economist, 2014).
El coeficiente de importaciones ha crecido aceleradamente con el MN, pero principalmente
después de la entrada en vigor del TLCAN. Dicho coeficiente que se ubicaba en 12% del PIB en
1980, se incrementó a 20% en 1994, hasta alcanzar 34% en 2013. La dependencia en las
importaciones es mucho mayor que la que registra América Latina en su conjunto (gráfica 3).
Vidal (2011) ha evidenciado cómo el sector exportador depende cada vez más de las
importaciones de insumos, por lo que debe financiar su reproducción crecientemente con otras fuentes
de divisas, como las exportaciones de petróleo o las remesas de trabajadores migrantes. Las
importaciones asociadas a las exportaciones no petroleras pasaron del 57.4% en 1995 al 63.7% en
2004. Es claro entonces, que el dinamismo de la economía mexicana depende altamente del ciclo
estadounidense, no sólo en lo que se refiere a las exportaciones manufactureras, sino también por lo
que respecta al valor de las remesas de los migrantes y el valor de los ingresos petroleros. El sector
exportador opera como un enclave, muy al estilo del sector agro-minero moderno en modelo
primario-exportador Como dice J.A. Ocampo al hacer un balance de la economía latinoamericana:
“(…) El fracaso de América Latina bajo el ‘Consenso de Washington’ puede explicarse por la
ausencia del tal estrategia de transformación estructural y por las insuficiencias dinámicas (…) la
extensa destrucción de actividades económicas preexistentes, el carácter de “enclave” de muchas de
las nuevas actividades dinámicas, la capacidad limitada para difundir al resto de la economía los
aumentos de productividad de las empresas y los sectores líderes, la incapacidad de estos sectores
para absorber los factores productivos desplazados de las actividades no competitivas, y como
resultado de todo ello, la expansión de la heterogeneidad estructural (Ocampo, 2006: 20-21)”.
El sector exportador tiende a destruir las cadenas productivas internas que se habían creado
bajo la industrialización orientada hacia dentro. No es que ahora no se creen cadenas productivas;
éstas se establecen, pero no en el espacio nacional, sino en el en el territorio de nuestros socios de
América del Norte, como lo comprueban las altas importaciones de insumos provenientes de Estados
Unidos y Canadá. Los “efectos hacia atrás” de la actividad exportadora benefician a las ETN que
operan en México, las cuales incrementan sus exportaciones de insumos desde otros centros fabriles
17
de la firma. Esas transacciones son en su mayoría comercio intra-firma, lo cual les permite utilizar,
por añadidura “precios administrados” para maximizar sus beneficios.
Existen también restricciones en el sector financiero que agravan la tendencia al
estancamiento. México tiene una banca comercial cuya contribución al proceso de inversión es casi
nula, así como una banca de desarrollo en ruinas y en proceso de liquidación por parte de los
neoliberales. La banca comercial, en manos del capital extranjero, se ha enfocado, principalmente a
financiar el consumo de los grupos de altos ingresos2.
5. EL TLCAN, la destrucción de la agricultura tradicional y la explosión migratoria
Uno de los sectores más afectados por el TLCAN ha sido el sector agropecuario. La decisión
de abrir este sector y eliminar los aranceles en un plazo de diez años modificó profundamente la
estructura productiva del sector. Todo proceso de integración, máxime cuando se realiza entre socios
asimétricos, provoca que se imponga el sistema de precios relativos del país dominante, lo que traba
el desarrollo de las ramas y unidades productivas más atrasadas que operan con niveles de
productividad más bajos en el país periférico. La desventaja en competitividad se acentuó con la
apertura financiera, la cual genera sobrevaluación cambiaria y pone más en desventaja a los
productores nacionales Ese fue el caso del sector agropecuario con el TLCAN. Si bien algunos rubros
como la producción de flores y hortalizas se beneficiaron con la apertura del mercado de América del
Norte, los productores de granos básicos, sobretodo los pertenecientes a la agricultura tradicional, se
vieron desplazados por el ingreso de los productos provenientes de Estados Unidos y Canadá que
operan con niveles de productividad sensiblemente más altos, además de contar con subsidios
millonarios de parte de sus gobiernos. Muchos productores abandonaron sus tierras o las dejaron
ociosas para ocuparse en la informalidad, emigrar a Estados Unidos o incorporarse al servicio del
narcotráfico.
Es cierto que los problemas del campo no comenzaron con el TLCAN. La crisis agropecuaria
data desde los años sesenta. Pero sin duda se profundizaron con la apertura comercial y con la entrada
en vigor del TLCAN. Durante el periodo 1983-2007 el sector agropecuario creció a una tasa
promedio anual de 1.5% anual, inferior al crecimiento de la economía en su conjunto. Según un
estudio de la FAO, la productividad de la agricultura mexicana ha estado estancada desde los
noventas y es una de las más bajas de América Latina (citado por Quintana, 2013). La participación
2 En México, la participación del consumo privado en el PIB aumentó del 65 al 70% del PIB entre 1980 y 2007 (Ibarra:
2009:17)
18
del sector agropecuario en el PIB, la cual había estado disminuyendo acusadamente desde mediados
de la década de los sesenta, continuó con su declive en el periodo post-TLCAN, al decrecer del 3.5%
en 1994 al 2.9% en 2012. No obstante su baja participación en la producción, todavía ocupa el 12.8%
de la población económicamente activa.
La firma del TLCAN significó el abandono de toda idea de soberanía alimentaria, la cual había
sido una preocupación de los gobiernos anteriores al neoliberalismo. Aceptar incluir el comercio de
granos básicos en el Tratado, representó la afectación de millones de campesinos que dependían de
esos productos. El consumo de granos básicos y de otros productos agrícolas pasó a depender
crecientemente de las importaciones, las cuales son controladas por grandes empresas transnacionales
(Monsanto, Cargill, etc.). Las importaciones de los cuatro principales granos básicos, que forman
parte esencial de la dieta de los mexicanos: maíz, frijol, trigo y arroz, han aumentado aceleradamente
desde la entrada en vigor del TLCAN. De representar el 15.7% del consumo aparente en 1995, se
incrementaron al 37.8% en 2012 (gráfica 5). Por productos la dependencia en las importaciones en
2012 era la siguiente: 30.7% en maíz, 18.1% en frijol, 63.7% en trigo, 82.7% en arroz, 15.2% en
leche, 21.3% en huevo, 12.9% en carne de res, 14.9% en pollo y 36.8% en carne de cerdo.
GRÁFICA 5:
CONSUMO NACIONAL APARENTE %
4 granos básicos
Fuente: Márquez Ayala (2014)
84.3 71.1 69.1 68.9
62.4
15.7 28.9 30.9 31.1
37.8
0
20
40
60
80
100
120
1995 2000 2005 2010 2012
Producción Nacional ImportacionesIncluye maíz, trigo, frijol y
19
La destrucción de las economías campesinas aunada el estancamiento crónico de la economía
mexicana, es la causa de fondo de la explosión de la informalidad y de la migración que han
acompañado al neoliberalismo. La economía informal representa entre el 50 y el 60% de la población
económicamente activa. Por su parte, la migración hacia Estados Unidos aumentó a partir del TLCAN
(gráfica 6). Alcanzó la cima de 850 mil migrantes en 2007, antes de que la crisis global provocara un
descenso significativo de los flujos migratorios hacia el norte y un aumento sustancial de las
deportaciones. En sentido contrario a lo que esperaban sus promotores y al no crearse empleos
suficientes en suelo mexicano, la exportación de brazos en vez reducirse se acrecentó. Las causas de
la emigración son multifactoriales, pero indudablemente entre las principales se encuentran: la
destrucción de actividades y de cadenas productivas derivada de la orientación de la economía hacia
el mercado externo; la falta de oportunidades de empleo; los bajos salarios reales; la pobreza; y la
violencia e inseguridad pública. Estas condiciones son además un caldo de cultivo para la
incorporación de los excluidos a las filas de las bandas del crimen organizado.
GRÁFICA 6
MIGRACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS (1995-2010)
Miles de personas
Fuente: Márquez Ayala (2014)
415
524
455 406
729
628
542
709
816 856
748
630
493
637 639
808
616 570
466 429
513 462
573 586 549
418
0
100
200
300
400
500
600
700
800
900
1995 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
Migración México Estados Unidos (1995-2010) miles de personas
Migrantes hacia EU Deportados de EU
20
Como puede observarse la gráfica 6, la migración tiene un comportamiento procíclico, crece en
las fases de recuperación cíclica, y se contrae durante las recesiones. A la inversa la deportación
aumenta en las crisis y se atenúa en las expansiones.
Como se dijo arriba, desde la gran recesión de2008-2009, la administración de Obama aceleró la
deportación de migrantes. Ante el fracaso en la aprobación de una ley migratoria en Estados Unidos,
los problemas se han complicado con el arribo de los niños migrantes. Desde octubre de 2013 mmás
de 52.000 menores han sido interceptados en la frontera del Río Bravo. Según las autoridades
estadounidenses, fueron detenidos 15.027 niños hondureños, 12.670 guatemaltecos, 12.146
mexicanos y 11.436 salvadoreños. Obama cerrará su quinto año de gobierno con más de dos millones
de migrantes expulsados, la misma cantidad de los deportados por la administración de George W.
Bush en sus ochos años de gobierno y más personas que las deportadas formalmente por Estados
Unidos en el periodo 1892-1996 (La Opinión 2014). La crisis de los niños migrantes no tiene
precedentes en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y su periferia mexicana y
centroamericana. De acuerdo con lo acordado en el seno del ASPAN y el Plan Mérida, al gobierno de
nuestro país le tocará la ingrata e infame tarea de taponar la frontera sur y contener el flujo migratorio
centroamericano.
6. Conclusiones
La integración de México con Estados Unidos no comienza con el TLCAN ni ha terminado allí.
Se trata de un largo proceso histórico que comienza a mediados del Siglo XIX y continúa en la
actualidad con el ASPAN y la intención de incorporarse al TPP acuerdo de integración impulsado por
Estados Unidos y que pretende establecer un acuerdo comercial de integración profunda
transcontinental que abarque a América y a Asia Pacífico, con el objetivo de aislar a China y contener
las aspiraciones de los BRICS.
Existe un abismo entre los sueños y promesas de los promotores y defensores del TLCAN y la
realidad existente. Si bien es cierto que el Tratado permitió a México convertirse en una potencia
exportadora, no fue un instrumento para recuperar el crecimiento económico. Por el contrario, nuestro
país ha experimentado durante los últimos treinta años un crecimiento mediocre, salpicado de crisis
recurrentes. Estos resultados decepcionantes obedecen no únicamente a los efectos del TLCAN, sino
a lo la lógica de conjunto del modelo neoliberal y de un régimen de acumulación de capital dominado
por las finanzas.
21
Uno de los sectores más afectados ha sido el agropecuario, cuya postración y dependencia de las
importaciones, aunado a la tendencia al estancamiento de la economía nacional, ha sido uno de los
factores principales que explican el desempleo, la informalidad, el mantenimiento de la pobreza y la
explosión de la emigración de trabajadores a Estados Unidos. Lejos de contener la exportación de
brazos, el TLCAN ha sido el principal resorte en la conformación y perpetuación de una nación de
trashumantes.
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