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La amenaza del genocidio pende sobre los sirios, mientras la ONU, representada por Kofi Annan, ve pasmada cómo se repiten sus errores en Bosnia y Ruanda. Por Témoris Grecko El rostro del fracaso N adie en la familia de Rasha Abdul Razaq, una niña de 11 años, pudo dormir en la noche del 25 al 26 de mayo de 2012. La ma- yoría no volvería a descansar. A partir de las 3 pm, desde carros de artillería que ellos no podían ver, los soldados del ejército habían estado disparando morteros que caían sobre los coches y las casas, despedazando a los habitantes de la pequeña aldea de Taldou, localizada en la central provincia siria de Homs. La familia de Rasha se escondió, rezando para que el techo no estallara y se desplomara. Los niños y las mujeres lloraban. El bombardeo terminó pasada la media noche. Luego vino lo peor: los tanques de comba- te se aproximaron, arrojando fuego, y varias camionetas pick up trajeron a hombres arma- dos, algunos con uniforme militar y otros vestidos de civil. Gritos brutalmente silenciados se empezaron a escuchar en los alrededores. Todos se abrazaban, temblando de miedo, hasta que los agresores entraron en la casa, apuntando con los rifles automáticos. Los recuerdos de Rasha transmiten el horror. Los extraños les dijeron: “¡Saquen todo, lo que sea que escondan!”. No aceptaron la respuesta de que no ocultaban nada. “Nos metie- ron a un cuarto”, dice Rasha, “golpearon a mi padre con la culata de un arma y le dieron un tiro justo en el mentón”. Aterrorizados por un tipo que disparaba al techo, “nos escondimos detrás de mi madre. Entonces abrieron fuego contra nosotros. Cuando todos habíamos caído, saltaron sobre nuestros cuerpos y uno de ellos le pedía a otro que se asegurara de que todos estábamos muertos. Después salieron a la calle y empezaron a disparar al aire”. Eran ocho hermanos con sus padres, una cuñada de Rasha con su hijo, una tía con dos hijas, la esposa de su tío con su hija y una vecina con tres niños. De esas 21 personas, sólo Kofi Annan es el envia- do especial a Siria del secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon. El propio Annan encabe- zó las Naciones Unidas de 1997 a 2006. FOTO: GETTY IMAGES 120 JUL 12

2012 Julio

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La amenaza del genocidio pende sobre los sirios, mientras la onu , representada por Kofi Annan, ve pasmada cómo se repiten sus errores en Bosnia y Ruanda. Por Témoris Grecko 120 jUl 12 Kofi Annan es el envia- do especial a Siria del secretario general de la onu , Ban Ki-Moon. El propio Annan encabe- zó las Naciones Unidas de 1997 a 2006. foto: getty images

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La amenaza del genocidio pende sobre los sirios,

mientras la onu, representada por Kofi Annan, ve

pasmada cómo se repiten sus errores en Bosnia y

Ruanda. Por Témoris Grecko

El rostro del fracaso

Nadie en la familia de Rasha Abdul Razaq, una niña de 11 años, pudo dormir en la noche del 25 al 26 de mayo de 2012. La ma-yoría no volvería a descansar. A partir de las 3 pm, desde carros de artillería que ellos no podían ver, los soldados del ejército habían estado disparando morteros que caían sobre los coches y las casas, despedazando a los habitantes de la pequeña aldea de Taldou, localizada en la central provincia siria de Homs. La familia de Rasha se escondió, rezando para que el techo no estallara y se desplomara. Los niños y las mujeres lloraban.

El bombardeo terminó pasada la media noche. Luego vino lo peor: los tanques de comba-te se aproximaron, arrojando fuego, y varias camionetas pick up trajeron a hombres arma-dos, algunos con uniforme militar y otros vestidos de civil. Gritos brutalmente silenciados se empezaron a escuchar en los alrededores. Todos se abrazaban, temblando de miedo, hasta que los agresores entraron en la casa, apuntando con los rifles automáticos.

Los recuerdos de Rasha transmiten el horror. Los extraños les dijeron: “¡Saquen todo, lo que sea que escondan!”. No aceptaron la respuesta de que no ocultaban nada. “Nos metie-ron a un cuarto”, dice Rasha, “golpearon a mi padre con la culata de un arma y le dieron un tiro justo en el mentón”. Aterrorizados por un tipo que disparaba al techo, “nos escondimos detrás de mi madre. Entonces abrieron fuego contra nosotros. Cuando todos habíamos caído, saltaron sobre nuestros cuerpos y uno de ellos le pedía a otro que se asegurara de que todos estábamos muertos. Después salieron a la calle y empezaron a disparar al aire”.

Eran ocho hermanos con sus padres, una cuñada de Rasha con su hijo, una tía con dos hijas, la esposa de su tío con su hija y una vecina con tres niños. De esas 21 personas, sólo

Kofi Annan es el envia-do especial a Siria del secretario general de

la onu, Ban Ki-Moon. El propio Annan encabe-zó las Naciones Unidas

de 1997 a 2006.

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sobrevivieron Rasha, su madre, una hermana y una bebé de un mes; todas fueron heridas y las dieron por muertas.

“Había cien casas en el barrio, mataron a todos los que había adentro”, solloza la niña siria. “Entraron en las ca-sas de la gente y mataron a todos”.

Éste y otros testimonios fueron recogidos por observa-dores de la onu, que certificaron que los habitantes de la aldea eran musulmanes de la secta suní, y que los asesi-nos fueron soldados del ejército y milicianos musulma-nes de la secta alauí que viven en las aldeas de Foulah y Qabouh, ubicadas a 700 metros de Taldou.

Hubo 108 muertos, de los que 49 eran niños. Masacra-dos sin justificación alguna. Pese al escándalo mundial, el régimen del presidente Bashar al Assad demostró po-cos días después que le importan tan poco las vidas de sus compatriotas como lo que pueda hacer la onu: el 6 de junio aplicó la misma táctica de bombardeo seguido de un ataque a pie, casa por casa, en la aldea de Qubeir, al norte de la ciudad rebelde de Hama, para eliminar a 78 de los 130 habitantes (los demás lograron huir).

Protegidos por el respaldo de Rusia en el Consejo de Seguridad de la onu, Assad y sus asociados sienten que pueden proseguir la matanza con impunidad. Los cálcu-los de víctimas desde el principio de las manifestaciones de protesta, en marzo de 2011, alcanzan los 10 mil. Al As-sad sigue fielmente el ejemplo que le dio su difunto padre, Hafez, en Hama en 1982, cuando masacró a 20 mil perso-nas, pese a lo cual siguió gobernando.

El hecho de que los enviados de la onu en Siria no sean militares cambia en poco lo que parece la repetición de una novela trágica: otra vez se cometió una masacre casi frente a los ojos de personal de paz del organismo inter-nacional que, nuevamente, fue incapaz de intervenir.

Como en Ruanda, en 1994. Y como en Bosnia, en 1995. En ambas ocasiones, pese a los esfuerzos diplomáticos del ex secretario general de la onu, Kofi Annan. Tras el relativo éxito alcanzado en Libia, con las operaciones aéreas que fueron determinantes para la derrota del ti-rano Muamar el Gadafi, la onu parece haber recaído en su ineficacia acostumbrada.

La imagen de cada niño muerto provoca que muchos se hagan la misma pregunta: ¿para qué sirve un organis-mo mundial que no consigue acabar con la violencia?

“DEBERÍA HABER HECHO MÁS”

A partir del 6 de abril de 1994, y durante cien en-loquecidos días, el gobierno hutu de Ruanda, su ejército y sus milicias se dieron a la tarea de ex-

terminar a la población tutsi del país y a los hutus que no estuvieran de acuerdo con ellos. Se calcula que ma-taron entre 800 mil y un millón 171 mil personas: esto equivale a alrededor de diez mil asesinatos diarios.

Fue un genocidio anunciado a quienes estaban en la cúpula de la onu en aquel momento: el secretario general, Boutros Boutros Ghali, el subsecretario de operaciones de paz, Kofi Annan, y el consejero militar, general Maurice Baril. Los informó el general canadiense Roméo Dallaire, comandante de la misión de paz de la onu en Ruanda (una-mir), en un fax que envió tres meses antes de la masacre.

Es un documento escalofriante por la abundancia de detalles y la claridad sobre los objetivos de los conspi-radores: da cuenta de que un “político muy muy impor-tante” y un “informante” a cargo de operaciones de las milicias hutus, explicaron con detalle el plan para pro-vocar incidentes violentos donde murieran cascos azu-les belgas, de manera que Bélgica los retirara y unamir perdiera así la columna vertebral de sus fuerzas. Dieron cuenta además del entrenamiento de milicias armadas, de la identificación y localización de ruandeses de ori-gen tutsi para encontrarlos rápidamente al iniciar la ma-sacre, y del arribo de cargamentos de armas que fueron colocadas en arsenales clandestinos.

“El ejemplo [que da el informante] es que su personal podría matar a mil tutsis en veinte minutos”, escribió Dallaire, quien advirtió además que la ofensiva hutu po-día empezar en cualquier momento y, dada la urgencia, aseguró que “nuestra intención es actuar dentro de las siguientes 24 horas” para intervenir el armamento. Al firmar la misiva, añadió en francés: “Donde hay volun-tad, hay un camino. ¡Vamos!”. La respuesta fue anticlimá-tica: sus superiores le ordenaron mantenerse a distancia de lo que pudiera ocurrir e informar al gobierno ruan-dés sobre el arsenal, a pesar de que eran sus funcionarios quienes estaban planeando la ofensiva.

El argumento fue que el mandato de unamir (las órde-nes que le había dado el Consejo de Seguridad) establecía

Protegidos por el respaldo de Rusia en el Consejo de Seguridad de la onu, el presidente sirio Bashar al Assad y sus asociados sienten que pueden proseguir la matanza con impunidad. Ya son 10 mil los muertos desde marzo de 2011.

que los cascos azules no podían hacer nada más allá de la legítima defensa. Y no había esperanzas de que el Conse-jo aprobara una extensión de las facultades de la misión de paz, gracias a que Francia, uno de sus cinco miembros permanentes, estaba utilizando su derecho de veto para proteger al gobierno hutu.

En lugar de eso, la onu redujo el contingente de cascos azules. Y como el plan hutu funcionó tal como Dallaire había advertido (diez soldados belgas fueron asesinados al comenzar el genocidio, el 6 de abril), Bruselas retiró al resto de sus militares. De esta forma, de los 2 mil 500 hom-bres que unamir tenía a fines de 1993, sólo le quedaron 270 para enfrentar una de las peores matanzas del siglo xx.

Una vez que inició la ofensiva hutu, Dallaire recibió ór-denes de replegarse a Kigali, la capital. Pero las rompió: mantuvo a sus hombres protegiendo sitios donde había tutsis refugiados; se estima que salvó las vidas de 32 mil personas, aunque murieron tres de sus cascos azules.

Francia sostuvo el veto en el Consejo de Seguridad hasta que fue claro que el gobierno hutu estaba siendo derrotado por los guerrilleros tutsis del Frente Patrióti-co Ruandés, que actuaban desde sus bases en la cordille-ra de los volcanes Virunga. Fue entonces cuando París pidió imponer medidas de paz urgentemente y lanzó su Operación Turquesa (a la que se opuso Dallaire), supues-tamente para proteger a la población civil.

Las intenciones eran otras: periodistas franceses han demostrado que las fuerzas de su país hicieron fuego al-gunas veces en contra de los tutsis y protegieron a los milicianos hutus en su escape hacia el vecino Zaire (hoy República Democrática del Congo), donde a su vez provo-caron conflictos que perduran hasta hoy y que han dejado el mayor número de muertes desde la Segunda Guerra Mundial: entre cinco y siete millones de víctimas.

En su libro Shake Hands with the Devil: The Failure of Humanity in Rwanda (2003), Dallaire critica a Kofi Annan por haber actuado “pasivamente”ante el geno-cidio inminente, por haber detenido a unamir en su in-tención de intervenir el armamento, e incluso por haber dejado sin respuesta numerosos faxes en los que Dallaire solicitaba permiso para actuar en defensa de los tutsis.

En el Memorial del Genocidio en Kigali, una pared está dedicada a la negligencia de la comunidad durante cien días de matanza, y destaca el reconocimiento que hizo Annan de su propio fracaso al cumplirse una déca-da de la tragedia en 2004: “Podría y debería haber hecho más para dar la señal de alarma y conseguir apoyo”.

“FRACASAMOS EN HACER LO NUESTRO”

Un año después de la tragedia de Ruanda, la onu volvió a fracasar entre estrépito y sangre en la ciudad de Srebrenica, en Bosnia-Herzegovina.

Aquí volvieron a pesar los vetos en el Consejo de Se-guridad —el de Rusia, que respaldaba a los serbios y serbobosnios—, y además influyó decisivamente una equivocada actitud política de “neutralidad” del orga-nismo ante las partes contendientes, como se admiti-ría en un informe oficial cinco años más tarde.

De nueva cuenta fue un genocidio anunciado. Srebre-nica era una población de 40 mil bosnios musulmanes rodeada de territorio de los serbobosnios (de religión cristiana ortodoxa), cuyos líderes querían consolidar su dominio sobre la zona expulsando a los musulmanes. Ante la amenaza de limpieza étnica, en plena guerra de Bosnia (1992-95), la onu decidió declarar Srebrenica “zona segura” para la población civil en 1993. Sin em-bargo, jamás proveyó ni el número de hombres necesario

Familiares velan a un niño asesinado en su

casa por el ejército sirio en mayo de 2012. Se han

registrado unas 10 mil muertes en el país

desde marzo de 2011.

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para protegerla, ni los recursos para aprovisionarla de alimentos y combustible. Eventualmente, ante el bloqueo impuesto por los serbobosnios, los habitantes empeza-ron a morir de hambre y los cascos azules de la onu tuvie-ron que dejar de usar sus vehículos y patrullar a pie.

Eran 110 soldados holandeses, incapaces de enfrentar la ofensiva de miles de serbobosnios que empezó el 6 de julio de 1995. Tras conquistar la ciudad y sus alrededo-res, los atacantes separaron a los hombres de las muje-res, niños y ancianos: a este último grupo lo enviaron a la parte musulmana de Bosnia, en tanto que siete mil 800 hombres de entre 15 y 65 años (hubo también más jóve-nes y más viejos) fueron despojados de sus pertenencias, atados, vendados de los ojos y asesinados a sangre fría. Muchos fueron enterrados vivos. Abundan los testimo-nios de violaciones tumultuarias, de embarazadas a las que les abrieron el vientre para arrancarles los fetos, de bebés que fueron degollados para que dejaran de llorar, de hombres a los que les arrancaron los ojos y enviaron a buscar a sus compañeros, para obligarlos a entregarse.

Todo, en una zona legalmente protegida por la onu.El organismo reconoció su responsabilidad en un in-

forme dado a conocer el 15 de noviembre de 1999. “La tragedia de Srebrenica pesará sobre nuestra historia para siempre”, dice la última línea.

El mayor problema radicó en que, pese a que el Conse-jo de Seguridad creó varias “zonas seguras” (seis, inclui-da Sarajevo), los miembros del Consejo de Seguridad se rehusaron a autorizar el envío de tropas suficientes para protegerlas. El entonces secretario general, Boutros Boutros-Ghali, y su subsecretario de operaciones de paz,

Kofi Annan, habían pedido 34 mil hombres, pero sólo les dieron la quinta parte, siete mil cuatrocientos.

En la hora del combate, según el reporte de la onu, el comandante holandés pidió apoyo aéreo en varias oca-siones, pero no le hicieron caso hasta que, finalmente, dos aviones aparecieron para soltar una bomba cada uno, y se fueron. El propio gobierno holandés se opuso a estos ataques aéreos, por temor de que sus soldados fueran se-cuestrados. El informe también culpa a los comandantes francés y británico que comandaban las tropas de la onu por su lentitud en pedir apoyo de la otan.

Boutros-Ghali y Annan, además, comparten la respon-sabilidad por el enfoque que guió las decisiones políticas que impusieron sobre los criterios militares:

“Debido a errores, juicios equivocados y la incapaci-dad para reconocer la dimensión del mal que enfrentá-bamos, fracasamos en hacer lo nuestro para salvar a la gente de Srebrenica de la campaña serbia de asesinatos masivos”, dice el documento de la onu. “Estos errores tienen origen en parte en una filosofía de neutralidad y de no violencia totalmente inadecuada para el conflicto en Bosnia. [...] La lección cardinal de Srebrenica es que un intento deliberado y sistemático de aterrorizar, ex-pulsar o asesinar a un pueblo entero debe ser confron-tado con todos los medios necesarios”.

“USTEDES SON LOS TERRORISTAS”

E ran las 3 am del 26 de mayo de 2012. “Salieron de los tanques y tenían pistolas y puñales”, recuerda un niño de once años, habitante de Taldou, cuya

identidad se mantiene en reserva. “Algunos de ellos vestían ropas de civil; otros, ropas del ejército”.

“Dispararon cinco balas a través de la puerta de nues-tra casa. Dijeron que querían a Aref y a Shawki, mi padre y mi hermano, y a Abu Haidar, mi tío. Mi madre les gritó, preguntándoles qué querían con ellos. Un hombre cal-vo le disparó con una metralleta, del cuello hacia abajo. Luego mató a mi hermanita, Rasha… tenía cinco años. Y le dieron a mi hermano Nader en la cabeza y la espalda. Vi su alma abandonar el cuerpo frente a mí”.

“Entonces me dispararon, pero la bala pasó a un lado y no me dio. Estaba temblando tanto que pensé que se darían cuenta. Me embadurné la cara con sangre para que pensaran que estaba muerto”.

Los agresores registraron la casa y se llevaron tres televisores y una computadora. Al salir, encontraron a los tres hombres que buscaban, quienes venían corrien-do alertados por la noticia del ataque a su casa. “Les dispararon a mi padre y a mi tío”, continúa el niño. “Y entonces vieron a Aref, mi hermano mayor. Le dispa-raron también”.

Según el testimonio de Akrama Bakour, del rebelde Ejército Sirio Libre, hubo dos masacres: una a las 2:30 pm del viernes 25 de mayo en la carretera Sadd, y la se-gunda empezó a las 11 pm en la entrada principal de Tal-dou, a la vista del puesto de seguridad militar.

Primero encontraron a un pastor y a su nuera, y les dis-pararon. La joven recibió tiros en el muslo y el vientre, pero sobrevivió. “Después entraron en la casa de Samir Abdul Razaq, a quien mataron junto a sus cuatro hijos, a su nuera embarazada con su hijo, y a su hermana, cuya hija sobrevivió con dos tiros. Su esposa se desmayó por los golpes y también vive. Pero otros cuatro niños, hijos de Fadi al Kurdi, están entre las víctimas”.

“La siguiente casa en la que entraron era la de Qutayba Abdul Razaq, quien sobrevivió con su hija de un año, he-rida, pero perdió a su esposa y cinco de sus niños. A todos les dispararon con escopetas. Los reunieron en un cuar-to y tiraron contra ellos. Además hubo un niño al que le arrancaron el cuero cabelludo con un cuchillo”.

El recuento que hace Bakour se vuelve monótono a pesar de su dramatismo. En la tercera casa asesinaron a esta familia, en la cuarta no sobrevivió nadie, en la quinta tampoco, en la de Abdul Rahman Abdul Razaq “masa-craron a 27 personas en la misma habitación”.

La situación geográfica de Taldou recuerda la de Sre-brenica: es una aldea suní que está rodeada en tres frentes por poblaciones alauíes: Foulah, Qabou, Shenya y Shar-qliah. Según los sobrevivientes, algunos de los agresores provenían de Foulah y Qabouh. Se conocían de toda la vida. “¡Somos vecinos, no tenemos terroristas aquí!”, re-cuerda haber exclamado la madre de la niña Rasha Abdul Razaq. “¡Ustedes son los terroristas!”, le respondieron.

La masacre es una más de las señales de que la guerra en Siria ha adquirido un carácter sectario: el presidente Assad y la cúpula del poder pertenecen a la minoría alauí (15 por ciento de la población), en tanto que la oposición se nutre de la mayoría suní (75 por ciento). Al principio de las protestas, esto era diferente y muchos alauíes se ma-nifestaron contra el régimen. Assad usó el argumento del miedo, sin embargo, para obligar a sus correligionarios a cerrar filas en torno a él. Los ataques de alauíes contra suníes, y las venganzas de estos últimos, muchas veces contra inocentes, terminaron de dividir a los sirios.

“QUE DIOS COBRE VENGANZA”

A las 2 pm del 8 de junio, un grupo de observadores de la onu se aproximaba a la aldea de Qubeir, don-de dos días antes se había registrado una segunda

masacre de civiles (los reportes indicaban que habían asesinado a 78 de los 130 habitantes). En la jornada an-terior, unidades del ejército les habían impedido pasar, y tiradores que no pudieron ver los habían atacado.

Esta vez, las masacres de Taldou y de Qubeir no tuvie-ron lugar cerca de destacamentos de los cascos azules de la onu, en vista de que Rusia ha vetado los esfuerzos por conseguir que el Consejo de Seguridad emita reso-luciones significativas sobre el conflicto sirio. Lo único que había logrado pasar el cerco de Moscú y su aliado, Beijing, era un plan de pacificación impulsado por Kofi Annan —en su calidad de enviado especial del secreta-rio general de la onu, Ban Ki-moon—, que preveía un alto al fuego monitoreado por 300 observadores del or-ganismo internacional.

Paul Danahar, un periodista de la bbc, iba con algunos de ellos rumbo a Qubeir, tuiteando (@pdanahar) a medi-da que avanzaban. Los mensajes de 140 caracteres con los que transmitió al mundo lo que iban descubriendo pasa-rán a la historia del horror instantáneo y en directo:

Un niño de 11 años, sobrevivente de la masacre de Taldou, en Siria, contó: “Un hombre calvo le disparó con una

metralleta [a su madre] de la cintura para abajo. Luego mató a mi hermanita Rasha... tenía cinco años”.

Desde la izquierda: Kofi Annan, el secretario general de la onu Ban Ki-

Moon y Nabil El-Araby, secretario general de la

liga Árabe, durante una conferencia de prensa.

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• Estoy en las afueras de Qubeir #Siria donde la masacre

del miércoles tuvo lugar. La onu ha enviado un equipo

de avanzada para valorar la situación de seguridad

•La aldea donde matanza tuvo lugar es tan sólo algu-

nos edificios de una sola planta en medio de dorados

campos de trigo

• Pero la belleza de esta tierra esconde un creciente

conflicto sectario que parece estarse saliendo de con-

trol en #Siria

• Aquí estamos. Frente a una construcción incendia-

da está el cadáver de un burro adentro de los edificios

está destrozado. La onu no ha encontrado gente aún

• Frente a mí hay un pedazo de cerebro, en la esquina

hay una masa de sangre coagulada. Esto es una casa

en Qubeir #Siria

• La más grande de dos casas en la cima de la colina

en Qubeir ha sido destrozada por el fuego. La peste de

carne quemada sigue siendo fuerte

• Las moscas encontraron la evidencia de la masacre

de Qubeir antes de que llegara la onu. Ellas zumbaron

y volaron alrededor de lo que quedaba de aquella pe-

queña comunidad

• La primera casa había sido destrozada por el fuego

pero el denso hedor a carne quemada todavía flotaba

en el aire. La escena en la siguiente casa era aún peor

•La sangre hacía charcos en la habitación. Pedazos de

carne yacían entre los objetos dispersos

•Destrozar a la gente no satisfizo la sed de sangre de

los atacantes, así que mataron al ganado también. Sus

cadáveres se pudrían al sol

•Las únicas pistas de a dónde podrían haber ido los

cuerpos de la gente están marcadas en el camino. La

onu dice que son huellas de vehículos militares

• Quien quiera que haya hecho esto puede haber ac-

tuado con violencia insensata, pero los intentos de cu-

brir los detalles de la atrocidad son calculados #Siria

En su primera y escalofriante llamada a la radio de la bbc (escúchala en http://bit.ly/danahar), Danahar ofrece más detalles, como que “alguien trató de limpiar la san-gre coagulada y de plano renunció a la mitad”, “hay un mantel frente a mí con flores de un lado y pedazos de carne y sangre del otro”, “quien quiera que haya hecho esto llevaba a cabo una política de tierra arrasada. No eran sólo seres humanos, eran carniceros”.

La oposición siria subió ese mismo día a YouTube el tes-timonio de una mujer de Qubeir en video (http://youtu.be/wH-

PEVZjJ9L8 ). Ella cuenta que había unas treinta personas en su granja cuando los shabiha (“fantasmas”, como se conoce a la milicia pro gubernamental) llegaron en tres autobuses, apoyados por un tanque de combate, y bombardearon las casas antes de atacarlas a pie.

“Asesinaron a los niños con puñales. Rodearon a los vie-jos y los acuchillaron. [...] Quemaron a las familias cuando estaban en sus hogares. Quemaron a algunas de nuestras mujeres y les cortaron los pies. Sólo sé de dos mujeres y tres hombres que sobrevivieron [...]. Arrojaron dos bom-bas contra nuestra casa. Cuando los shabiha se fueron, empecé a gritar ‘¡por favor, abran la puerta, moriremos

pronto!’. Dos hombres patearon la puerta y entraron. Les rogué que me dejaran salir a respirar. Ellos dijeron: ‘No tienes permitido salir, quédate en casa’. Les dije: ‘Quiero escapar con mis hijos’. El hombre dijo: ‘¿A dónde quieres ir?’. Mi nuera, mis dos hijas y algunos niños estaban con-migo. Los shabiha quemaron a dos de mis hijas tras ma-tarlas con cuchillos. El ejército vino con los shabiha en un tanque. Que dios cobre venganza en Bashar al Assad”.

“LA IRONÍA ES QUE NO HAY DIFERENCIA”

L a pregunta es: ¿se aprendieron las lecciones de Ruanda y Srebrenica? En Siria, las matanzas de Houla y Al Qubeir representan una escalada, no

sólo por la cantidad de muertes, sino también por la saña en los asesinatos. Hubo menos de 200 víctimas, lo que para algunos parece poco en comparación con las ocho mil de Srebrenica y el millón de Ruanda.

Los crímenes masivos en esos conflictos, sin embar-go, no fueron eventos aislados, impredecibles, sin ante-cedentes. La insidia de los colonialistas belgas, después azuzada por los franceses, provocó un estado de odio en Ruanda que se expresó en varias matanzas de tutsis a manos de hutus, y en el exilio de miles de tutsis para sal-var sus vidas. La ofensiva serbobosnia contra Srebreni-ca también estuvo precedida de varias masacres. Fueron genocidios muy anunciados.

Como el que podríamos ver en Siria, un país donde el gobierno está perdiendo los límites. La onu estima que ya son 10 mil muertos en 15 meses de conflicto. Y pesa ominoso el antecedente de la masacre de Hama en 1982, una gesta sangrienta llevada a cabo por Hafez al Assad, padre de Bashar: para enfrentar una rebelión del grupo Hermanos Musulmanes, Hafez decidió eliminar a toda la población. En un país de fascinantes ciudades milenarias, Hama destaca porque no tiene casco antiguo: fue arra-sado por la artillería que, durante un mes, del 2 al 28 de febrero de aquel año, lo bombardeó sin pausa. El Comité Sirio de Derechos Humanos estima que hubo 40 mil víc-timas. El periodista Robert Fisk pone la cifra en 20 mil.

Las noticias de la matanza en Taldou levantaron una ola de indignación que hizo pensar a algunos diplomáticos y observadores que se trataba de un evento “cambia-juego” (game changer), de una situación que obligaría a Rusia a reconsiderar su apoyo a Siria y rompería el estancamien-to en el Consejo de Seguridad. Falsas expectativas.

Incluso tras la masacre de Qubeir, los rusos se hicie-ron eco de la postura oficial del gobierno sirio de que los culpables eran “terroristas”, y mientras Paul Danahar describía el horror, el Ministerio de Exteriores (@mfa_Russia) en Moscú saltó a Twitter a asegurar que “la trage-dia de #Houla es resultado de la financiación continua de grupos militantes” (otra forma de llamarlos terroristas) e insistir en que “Rusia sigue apoyando la soberanía siria y la reconciliación política de la crisis (sic), y oponiéndose a la interferencia externa en #Siria”.

Más grave es que, aun si Rusia cambiara de posición, “una intervención de la otan con apoyo árabe [como la

ocurrida en Libia], no va a tener lugar”, dice Maurice Makhlouf, catedrático de relaciones internacionales de la American University of Beirut. “Plantea el tema que quieras, como zonas de exclusión aérea, zonas seguras como la de Srebrenica, corredores humanitarios… todos requieren una intervención militar de la que nadie se quiere hacer cargo, y Assad lo sabe, por eso siente que puede masacrar impunemente”.

Lamentablemente, la limitada intervención actual de la onu parece perjudicar, antes que ayudar a las víctimas. En Ruanda y en Srebrenica, la presencia de los cascos azules generó la percepción de que el organismo inter-nacional sería capaz de evitar la locura genocida y debi-litó los argumentos de quienes pedían más acciones.

Ahora, “el plan que Annan cocinó con Assad a fines de marzo es otra burbuja de jabón”, escribió Philip Goure-vitch (el periodista estadounidense que dio a conocer la respuesta de la onu al general Dallaire cuando éste pedía refuerzos en Ruanda), en el blog News Desk de la revista The New Yorker (29 de mayo). “Los observadores militares de la onu que se supone que deben monitorear [el cese al fuego] sirven para nada; o peor que eso: cuando empezó la carnicería en Houla, el régimen les dijo a los monitores de la onu que se mantuvieran lejos, y ellos lo hicieron, lo cual trajo malos recuerdos [...] de las falsas promesas de protec-ción que fueron hechas a la gente de Bosnia y Ruanda”.

“¿Y a quién se le ocurrió que Assad iba a aceptar nego-ciar su salida con Kofi Annan, si tiene la impresión de que puede salirse con la suya?”, cuestiona Makhlouf.

La reputación de Annan como mediador está en juego y se discute abiertamente en grandes medios internacio-nales. Se le reconocen éxitos diplomáticos como impedir que estallaran varios conflictos en África, así como haber detenido la guerra civil en Kenia en 2008. Las víctimas de Ruanda y Srebrenica, sin embargo, planean sobre su cabeza. “Annan es también conocido por haber pasado por algunos tropiezos espectaculares”, señaló The New York Times en un reportaje del 29 de mayo pasado.

Conserve o no su prestigio, en realidad Annan encarna las dificultades de la onu para llevar a cabo su objetivo de asegurar la paz, así como compromisos específicos como el de pacificar Siria. Tiene un sistema entorpecido por ve-tos sistemáticos, como los que han ejercido Rusia y Fran-cia en los casos mencionados, y también Estados Unidos, China y Gran Bretaña en otros asuntos de importancia.

No se busca resolver ese problema. Al contrario: cuan-do se habla de reforma de la onu, otros países expresan su demanda de sumarse a las naciones con derecho a veto. Nada que ayude a democratizar el Consejo de Seguridad ni, mucho menos, a hacerlo más eficaz.

“La grandísima ironía es que el mundo sabe mucho so-bre lo que está pasando en Siria”, reflexiona el bloguero sirio Omar Gazawi, “no les hace falta más que entrar en YouTube o en Twitter para enterarse. Nadie puede decir que no sabe lo que ocurre, como hicieron cuando Hafez al Assad masacró a los habitantes de Hama en 1982. Lo lamentable es que resulta que saber lo que pasa da igual. No hay diferencia”.

Ali Katab, de 14 años, muestra las heridas que

presuntamente le fue-ron hechas durante una

masacre perpetrada el 14 de mayo por el

ejército en Siria.

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